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01 FEB 2024

Derecho Procesal I [Jurisdicción, acción y proceso], 3ª ed.,


diciembre 2022
TEMA 6 EL ESTATUTO DE JUECES Y MAGISTRADOS

Tema 6

El estatuto de jueces y magistrados

CAROLINA SANCHIS CRESPO

SUMARIO: I. EL ESTATUTO DE JUECES Y MAGISTRADOS. 1. La carrera judicial y sus


categorías. 1.1. Sistemas de ingreso. A) Oposición libre. B) Concurso de méritos. C)
Designación por el CGPJ. 1.2. Sistemas de ascenso. 1.3. Deberes y derechos de los jueces.
A) Deberes. B) Derechos. 1.4. La formación. 1.5. La libre asociación. 2. Independencia.
2.1. La independencia como principio informador del Poder Judicial. 2.2. Concepto y
límites de la independencia. A) La sumisión exclusiva a la ley. B) No sumisión a tribunales
superiores. C) No sumisión a entidad alguna. 2.3. Garantías de la independencia. A)
Garantía formal. B) Garantías materiales. 3. Imparcialidad. 3.1. Concepto. 3.2. Garantías:
La abstención y la recusación. 4. Inamovilidad. 4.1. Concepto. 4.2. Clases. 5.
Responsabilidad. 5.1. Concepto. 5.2. Clases. II. ACTIVIDADES APLICADAS.

I. EL ESTATUTO DE JUECES Y MAGISTRADOS

El estatuto de los jueces y magistrados entendido como el conjunto de derechos y


deberes que la ley les reconoce como tales, está diseñado para cumplir una función
prioritaria: garantizar la independencia de sus titulares. De tal modo que las normas que
lo configuran, contenidas en la CE y la LOPJ, tienden a asegurar la independencia
jurídica. Se trata en definitiva de que el juez pueda adoptar la actitud personal que el
ordenamiento exige de él (la actitud independiente), sin que ello tenga que adquirir
matices de heroísmo (Ortells Ramos).

La CE establece unas garantías mínimas de la independencia. Ese es el límite fijado para


el legislador ordinario. Ese mínimo debe ser respetado y modificado sólo al alza.

La independencia de los jueces y magistrados opera en un doble sentido: de manera


inmediata y mediata.

De manera inmediata, con la formulación concreta de la propia independencia. De


manera mediata, como garantía informadora del acceso a la carrera judicial, de la
imparcialidad, inamovilidad y responsabilidad y del resto de derechos y deberes que,
como jueces, les corresponden. A lo largo de este tema examinaremos estos extremos.

1. LA CARRERA JUDICIAL Y SUS CATEGORÍAS

Según establece el art. 122.1 CE los jueces y magistrados de carrera formarán un


cuerpo único. Añade el art. 298.2 LOPJ que también ejercen funciones jurisdiccionales,
sin pertenecer a la carrera, sin carácter de profesionalidad y con inamovilidad temporal,
los magistrados suplentes, los jueces sustitutos, los jueces de paz y sus sustitutos.
Nosotros vamos a referirnos en este epígrafe a los primeros.

La existencia de una verdadera carrera judicial ha sido puesta en tela de juicio dado que
la actual solo cuenta con tres categorías por las que ir progresando a lo largo de la vida
profesional. Se dice que no se ha puesto atención en estructurar una auténtica carrera
judicial, porque respetando el criterio de cuerpo único, se podrían haber establecido
varios grados, con una categoría inicial para asuntos de menor cuantía o entidad para
ejercer después la jurisdicción en asuntos de mayor complejidad e ir forjando así la
progresión en la judicatura (Moreno Catena). Estamos de acuerdo en que habría sido
más adecuado el establecimiento de diversas categorías en la carrera judicial y no solo
tres. Sin embargo, creemos que, aun con ese importante inconveniente, sí existe una
verdadera carrera judicial en la que se puede ir ascendiendo a lo largo de la trayectoria
profesional.

Dispone el art. 299.1 LOPJ que la carrera judicial consta de tres categorías:

− Magistrado del TS.

− Magistrado.

− Juez.

1.1. Sistemas de ingreso

Los sistemas de ingreso en la carrera judicial son tres: la oposición libre, el concurso de
méritos y la designación discrecional por el CGPJ.

A) Oposición libre

Es el modo principal de ingresar en la carrera judicial. El ingreso se produce tras la


superación de la oposición libre y de un curso teórico y práctico de selección realizado
en la Escuela Judicial, con sede en Barcelona. Se realiza conjuntamente la convocatoria
para el ingreso en la carrera judicial con la de ingreso en la carrera fiscal (art. 301.3 y 4
LOPJ). Los opositores realizan un examen conjunto el cual, una vez aprobado, les
permitirá elegir entre las carreras judicial o fiscal, según el orden establecido por sus
calificaciones y hasta que se agoten las plazas convocadas.

Los requisitos para concurrir a la oposición son: ser español, mayor de edad y licenciado
en derecho, así como no estar incurso en alguna de las causas de incapacidad que
establece la ley (art. 302 LOPJ). La referencia a la licenciatura ha de entenderse hecha
ahora también al título equivalente en los planes de estudio actuales, esto es, al grado de
derecho. No es necesario cursar un máster para presentarse a la oposición. Como es
lógico, será requisito en cuanto a la edad, no haber cumplido la de jubilación.

El temario consta de 325 temas, repartidos del siguiente modo:

• Derecho constitucional, 27 temas.

• Derecho civil, 93 temas.

• Derecho penal, 64 temas.

• Derecho procesal civil, 58 temas.

• Derecho procesal penal, 39 temas.

• Derecho mercantil, 16 temas.

• Derecho administrativo y laboral, 28 temas.

Como puede apreciarse, el peso de las materias de derecho civil, penal y procesal es
determinante constituyendo, con 254 temas, más del 78% del temario.

Los opositores han de superar tres exámenes diferentes: dos de carácter teórico
(examen tipo test y exámenes orales) y uno de carácter teórico y práctico, a cargo de la
Escuela Judicial.

El examen tipo test consiste en la resolución de una serie de preguntas, en torno a 100,
relacionadas con el temario. Los exámenes orales se realizan en Madrid, en la sede del
TS. Cada una de las preguntas consiste en la exposición de un tema escogido
aleatoriamente. Se dispone de un tiempo para preparar un esquema del tema.

Los aprobados son inscritos en la Escuela de Práctica Judicial en la que han de seguir un
curso teórico y práctico que complete su formación.

El curso teórico de formación multidisciplinar se lleva a cabo en Barcelona, en la


Escuela de Práctica Jurídica y su duración es de nueve meses. El curso práctico se
realiza durante los seis meses siguientes. Consta de dos fases: un período de prácticas
tuteladas en diferentes órganos de todos los órdenes jurisdiccionales y un período en el
que los jueces en prácticas desempeñarán funciones de sustitución y refuerzo (art. 307.2
LOPJ).

Los que no superen el curso teórico y práctico podrán repetirlo en el siguiente curso al
que se incorporarán con la nueva promoción. Si tampoco superasen este curso,
quedarán definitivamente excluidos y decaídos en la expectativa de ingreso en la carrera
judicial derivada de las pruebas de acceso que hubieren aprobado (art. 309 LOPJ).

Los aspirantes que superen el curso teórico y práctico serán nombrados jueces y
fiscales, entrando a formar parte de la carrera judicial o fiscal.
B) Concurso de méritos

De cada cuatro vacantes que se produzcan en la categoría de magistrado dos darán


lugar al ascenso de los jueces que ocupen el primer lugar en el escalafón dentro de esa
categoría. La tercera vacante se proveerá, entre jueces, por medio de pruebas selectivas
en los órdenes jurisdiccional civil y penal, y de especialización en los órdenes
contencioso-administrativo y social, y en materia mercantil y de violencia sobre la mujer.
La cuarta vacante se proveerá por concurso entre juristas de reconocida competencia y
con más de diez años de ejercicio profesional. Una tercera parte de estas vacantes se
reservará a miembros del cuerpo de secretarios judiciales (ahora LAJ) de primera o
segunda categoría (art. 311.1 LOPJ).

Vemos pues que, de cada cuatro vacantes que se produzcan en la categoría de


magistrado, tres se proveerán por ascenso –por antigüedad o por pruebas selectivas– y
solo una supondrá ingreso en la carrera judicial. A esa cuarta vacante que también se ha
denominado “cuarto turno” vamos a referirnos en este epígrafe.

La LOPJ habla de juristas de reconocida competencia de modo que lo primero será


determinar qué debe entenderse por reconocida competencia, pues la ley no lo aclara.

Parece evidente que alguien tiene su competencia reconocida cuando sus pares así lo
consideran. La reconocida competencia está, pues, relacionada con el honor técnico. Los
miembros de la comunidad correspondiente reconocen que la persona nombrada es un
profesional del ramo de gran valía, de gran nivel técnico (Alfaro Águila-Real). La LOPJ
establece en su art. 313 las bases de un baremo con arreglo al cual se puntuará el
curriculum vitae. El CGPJ concretará esas bases. Es este un modo objetivo de valorar la
solidez de la trayectoria profesional de los juristas que concurren a este concurso de
méritos.

Las pruebas que los concursantes tendrán que superar son cuatro:

1) En primer lugar la presentación del curriculum vitae con los méritos del concursante,
que deberá alcanzarse con una determinada puntuación que previamente se establece.
En las bases se dispondrá el procedimiento al que se ajustará el tribunal para excluir a
un candidato por no concurrir en él la cualidad de jurista de reconocida competencia, ya
sea por insuficiencia o falta de aptitud deducible de los datos objetivos del expediente,
ya por existir circunstancias que supongan un demérito incompatible con aquella
condición, aun cuando hubiese superado, a tenor del baremo fijado, la puntuación
mínima exigida (art. 17.8 Reglamento 2/2011, de 28 de abril, de la carrera judicial).

2) En segundo lugar, pruebas prácticas relativas a la elaboración de un dictamen (art.


313.3 LOPJ).

3) Posteriormente, se convoca a los que hayan superado las pruebas a una entrevista con
el tribunal de una hora de duración máxima en la que se debatirán los méritos aducidos
por el candidato. La entrevista tendrá como exclusivo objeto el acreditar la realidad de
la formación jurídica y capacidad para ingresar en la carrera judicial y no podrá
convertirse en un examen general de conocimientos jurídicos (art. 313.7 LOPJ).

4) Finalmente, superadas las fases anteriores los candidatos deben realizar un curso de
formación en la Escuela Judicial (art. 301.5 LOPJ).

C) DESIGNACIÓN POR EL CGPJ

Existe un último sistema para acceder a la carrera judicial sin oposición y sin concurso
de méritos: se trata de la designación por el CGPJ. De este modo se proveen algunas
plazas en los TSJ y en el TS.

1) Para la Sala de lo Civil y Penal de los TSJ, dispone el art. 330.4 LOPJ que una de cada
tres plazas se cubrirá por un jurista de reconocido prestigio con más de diez años de
ejercicio profesional en la CA. El nombramiento se produce sobre una terna presentada
por la Asamblea legislativa. Estos magistrados lo serán a los solos efectos de prestar
servicios en el TSJ sin que puedan optar ni ser nombrados para destino distinto, salvo su
posible promoción al TS. A todos los demás efectos serán considerados miembros de la
carrera judicial (art. 331 LOPJ).

2) Para las Salas del TS, una plaza de cada cinco se provee por el CGPJ entre abogados y
juristas de prestigio que, cumpliendo los requisitos para ello, reúnan méritos suficientes
a juicio del CGPJ y hayan desempeñado su actividad profesional por tiempo superior a
quince años, preferentemente en la rama de derecho correspondiente al orden
jurisdiccional de la Sala para la que hubieren de ser designados (arts. 343 y 345 LOPJ).
Quienes así accedan al Alto Tribunal, se incorporarán al escalafón ocupando el último
puesto en la categoría de Magistrados del TS. Se les reconocerá a todos los efectos
quince años de servicios (art. 347 LOPJ).

Cabe preguntarse cuál es la diferencia entre el jurista de reconocida competencia que


accede a la carrera judicial como magistrado, el jurista de reconocido prestigio que lo
hace directamente a la categoría de magistrado de TSJ y el jurista de prestigio que
accede al TS. Desde nuestro punto de vista no son más que sinónimos que expresan una
misma idea: valía profesional reconocida, sin ambages, por los pares.

1.2. Sistemas de ascenso

Como ya hemos visto, existen tres categorías dentro del personal jurisdiccional: jueces,
magistrados y magistrados del TS. De modo que los posibles ascensos son solo dos: de
juez a magistrado y de magistrado a magistrado del TS.

1) De juez a magistrado

Existen dos modos de ascender:

– Por antigüedad, se asciende por ocupar el primer lugar en el escalafón, tras tres años
en la carrera. Así se proveen dos de cada cuatro vacantes (art. 311.1 y 2 LOPJ).

– Por pruebas, que serán selectivas en los órdenes jurisdiccionales civil y penal y de
especialización en los órdenes contencioso-administrativo y social y en materia
mercantil y de violencia sobre la mujer. Así se provee una de cada cuatro vacantes (art.
311.1 LOPJ).

La cuarta vacante se proveerá mediante el concurso de méritos al que nos hemos


referido antes.

2) De magistrado a magistrado del TS

Existen dos modos de ascender:

– Por antigüedad, de magistrados que reúnan las condiciones generales para el acceso al
TS que son diez años, al menos, de servicios en la categoría de magistrado y no menos de
quince en la carrera. Así se proveerán dos plazas de cada cinco vacantes (art. 344 b
LOPJ).

– Por pruebas de selección, en el orden jurisdiccional civil y penal o en el orden


jurisdiccional contencioso-administrativo y social. Así se proveerán dos plazas de cada
cinco vacantes (art. 344 a LOPJ).

La quinta vacante se proveerá por designación del CGPJ como hemos explicado antes.

1.3. Deberes y derechos de los jueces

A) Deberes
Hay un conjunto específico de deberes de los jueces que están concebidos para evitar
situaciones de dependencia. Son las denominadas garantías materiales de la
independencia, a las que nos referiremos más adelante. Junto a él, hay otra serie de
deberes que están orientados al buen desempeño de la función jurisdiccional. Entre ellos
encontramos:

1. Como deber fundamental, el de prestar la tutela judicial efectiva del que se derivan
los de: resolver los asuntos de que conozcan (art. 1.7 CC); resolver sin poder negarse a
juzgar so pretexto de oscuridad, insuficiencia o silencio de la ley (art. 448 CP) y no
retardar maliciosamente la administración de la justicia (art. 449.1 CP).

2. Cumplir el horario de trabajo establecido (art. 189 LOPJ).

3. Todos los deberes cuyo incumplimiento conlleva responsabilidad disciplinaria (arts.


417 a 419 LOPJ). Aquí hallamos, desde la falta leve de ausencia injustificada y
continuada por más de un día natural y menos de cuatro de la sede del órgano
jurisdiccional hasta la falta muy grave consistente en el incumplimiento consciente del
deber de fidelidad a la CE.

B) Derechos

Entre los derechos de los jueces hallamos dos que están íntimamente ligados a la
independencia: el derecho a retribución por el desempeño de su función (arts. 402 a 404
LOPJ) y la inmunidad. A ellos nos referiremos al tratar las garantías de la independencia.

El resto de derechos están orientados a conseguir el mejor entorno para que el juez
realice su función. Entre ellos encontramos el derecho a figurar en el escalafón (art. 300
LOPJ), el derecho a permisos y licencias (arts. 371 a 377 LOPJ) y el derecho a ascensos
(arts. 311 y 312 y art. 344 a y b LOPJ).

Hay otros derechos, como el derecho a la formación o el derecho de libre asociación, que
por su importancia merecen epígrafe aparte.

1.4. La formación

Como decíamos antes, uno de los derechos de los jueces es el derecho a formarse. En
puridad es un derecho-deber pues los jueces no solo tienen el derecho de formarse, sino
también el deber de hacerlo para poder desempeñar correctamente su cometido.

El art. 433 bis LOPJ establece un sistema de formación continuada para los jueces y
magistrados a cargo de la Escuela Judicial.

El CGPJ establecerá reglamentariamente un plan de formación continuada de la carrera


judicial en el que se detallarán los objetivos, contenidos, prioridades formativas y la
programación plurianual de estas actuaciones.

Cada miembro de la carrera judicial contará con un plan especializado mediante el cual
se programarán de forma individualizada, en períodos de cinco años, los objetivos
formativos, garantizándose la plena adaptación a las innovaciones jurídicas con
incidencia en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales.

El plan de formación continuada de la carrera judicial contendrá cursos específicos de


naturaleza multidisciplinar sobre: la tutela judicial del principio de igualdad entre
hombres y mujeres; la discriminación por cuestión de sexo; la múltiple discriminación y
la violencia ejercida contra las mujeres; así como la trata en todas sus formas y
manifestaciones y la capacitación en la aplicación de la perspectiva de género en la
interpretación y aplicación del derecho, además de incluir dicha formación de manera
transversal en el resto de cursos.

Las previsiones de la LOPJ son halagüeñas, sin embargo, como indica Nieva Fenoll, pese
a los denodados esfuerzos de muchas personas implicadas en este servicio, los
resultados distan de ser óptimos por diversas razones, entre ellas la ausencia de
evaluaciones periódicas de los jueces en servicio activo.

Otra de las razones puede ser quizás, la escasez de buenos formadores o instructores
judiciales. En este sentido cabe señalar que la UE ha sido sensible a esta necesidad y
existe, desde 2016, un manual de la Red Europea de Formación Judicial sobre
metodología de esta materia en Europa. Según el mismo, el término “formadores”
engloba, entre otros, a profesores, ponentes, profesionales, expertos y docentes
involucrados en la planificación, el diseño y la impartición de sesiones de formación.

Esta obra constituye un esfuerzo conjunto para resumir las conclusiones relativas a las
mejores prácticas europeas sobre metodología de formación judicial. Su propósito es
ayudar a los colegas que trabajan en instituciones de formación nacionales en su trabajo
de planificación de la metodología de los programas de formación. También tiene por
objeto asesorar a los formadores sobre el diseño y la impartición de sesiones de
formación eficaces con una amplia variedad de métodos, a fin de alcanzar los objetivos
fijados de un modo más eficaz y eficiente.

1.5. La libre asociación

Otro de los derechos de los jueces es el derecho de libre asociación profesional. El art.
127 CE establece la prohibición para los jueces y los fiscales de pertenecer a partidos
políticos o sindicatos y permite, a renglón seguido, que la ley establezca el sistema y
modalidades de asociación profesional. A ello se dedica el art. 401 LOPJ, estableciendo
las reglas que han de respetarse al ejercitar este derecho.

Pensar que porque los jueces no puedan estar sindicados o afiliados a un partido político
van a dejar de tener inquietudes sociales es una ingenuidad. Y, además, no sería
razonable. Los jueces tienen el derecho de votar cada cuatro años y es lógico que lo
hagan desde una determinada ideología y visión política del país. Habría sido, quizás,
más realista permitirles sindicarse o afiliarse, pero solo como militantes de base.

Hecha esta somera crítica, hemos de decir que las asociaciones judiciales que existen
actualmente en nuestro país –según los datos publicados por el CGPJ– son seis:
Asociación profesional de la magistratura (1339 asociados), Juezas y Jueces para la
democracia (462 asociados) Francisco de Vitoria (843 asociados), Foro judicial
independiente (335 asociados), Ágora judicial (19 asociados) y Asociación nacional de
jueces (5 asociados). Como puede apreciarse solo cuatro tienen verdadera relevancia.

Sobre un total de jueces en activo cercano a los seis mil, el porcentaje de asociados
supera escasamente la mitad.

Cada una de estas asociaciones, y especialmente las más representativas, son tachadas
de conservadoras o progresistas de modo tal, que la identificación con los postulados de
los partidos políticos o sindicatos homólogos es inevitable. Cabría preguntarse, pues, si
ha servido realmente de algo la prohibición constitucional.

2. INDEPENDENCIA

2.1. La independencia como principio informador del Poder Judicial

Según el art. 117.1 CE los jueces y magistrados integrantes del Poder Judicial son
independientes. También se refieren a la independencia los arts. 124.1 y 127.2 CE. Por
su parte, el art. 1 LOPJ se manifiesta en el mismo sentido, junto con los arts. 12, 13 y 14
del mismo texto legal.

Los enunciados normativos parecen describir una realidad ya alcanzada y no un


propósito a cumplir. Sin embargo, el hecho es que la independencia real de los jueces y
magistrados dista de ser un bastión definitivamente conquistado por el Estado de
Derecho. Es cierto que la independencia jurídica está consagrada legal y
constitucionalmente, pero eso solo constituye un primer paso que, aunque
trascendental, no garantiza la consecución de la independencia real o fáctica que es la
que, a la postre, se persigue lograr. En este sentido dice Simon que no es extraño, en el
mundo del Derecho y la Política, encontrar versiones descriptivas de frases formuladas
con una intención prescriptiva. Las formulaciones constitucionales de la independencia
suelen hacer uso de este tipo de versiones ya que tienen la indudable ventaja de
anticiparse, social y psicológicamente, a la situación pretendida, convirtiendo en
superflua toda discusión referente a su aspiración.

La constatación anterior nos lleva a plantear dos consideraciones respecto a la


independencia: la necesidad de obtenerla y la dificultad de conseguirla.

Históricamente la necesidad de la independencia se remonta a la doctrina clásica de la


separación de poderes que tuvo su primera formulación constitucional en España en
1812. Más adelante la LOPJ de 1870 se referirá –en su Exposición de Motivos– a la
independencia como “cualidad la más preciosa y esencial de la magistratura, sin la cual
esta deja de constituir un poder para transformarse en una rueda inerte de la
Administración política, ya que no en un terrible instrumento de pasiones bastardas y
mezquinas”.

Actualmente, como hemos visto, la independencia se proclama tanto en el texto


constitucional como en su desarrollo legislativo en la LOPJ. Ahora bien ¿por qué es
necesario que los jueces y magistrados sean independientes? ¿a qué o para qué sirve esa
independencia? La respuesta inmediata viene de la mano de la misma CE que en el
citado art. 117.1 dice de los integrantes del Poder Judicial que están “sometidos
únicamente al imperio de la ley”. Así, los jueces y magistrados son independientes para
poder quedar sometidos solo a la ley (Montero Aroca). Lo que se persigue con esta
desvinculación es que el ordenamiento sea la única base de actuación del juez y, además,
que lo sea sin la injerencia de otros órganos a la hora de delimitar e interpretar el sector
del ordenamiento que ha de aplicarse en cada caso (Requejo Pages).

Sin embargo, la sujeción a la ley exige ser matizada. No será cualquier ley, como por
ejemplo la inconstitucional, sino la que cumpla unas determinadas características. Todo
ello lo desarrollaremos en el siguiente epígrafe en el que se trazarán los límites de la
independencia.

Pasamos ahora a la segunda de las consideraciones a que nos referíamos: la dificultad


para conseguir la independencia. Tal dificultad radica en que son múltiples las
instancias de las que pueden provenir perturbaciones a la independencia, así como
también es muy diversa la tipología de los ataques que pueden producirse. Así, por
exhaustiva que sea la desconexión legal del juez de situaciones que puedan suponer
para él amenaza de su independencia, siempre se correrá el riesgo de que la realidad
supere las previsiones legales. Se establecen, así, dos clases de garantías: la formal y las
materiales. Ambas pretenden preservar la independencia del juez de facto. Es necesaria
una completa batería de estas garantías para que puedan cumplir su misión. A ellas nos
referiremos en un epígrafe posterior.

2.2. Concepto y límites de la independencia

Con lo que hemos visto hasta ahora ya sabemos que cuando se reclama la independencia
de los jueces no se pide ningún privilegio para ellos, sino algo que garantiza los derechos
de los justiciables. Porque ¿qué mejor juez puede juzgar un asunto sino aquel que para
hacerlo estará sometido exclusivamente a la ley y nada más que a ella? Ese será un buen
juez, un juez confiable, un juez que garantiza el principio de igualdad de todos ante la
ley.

Así, la independencia del juez se resuelve –aunque resulte paradójico–, en una fuerte
dependencia: la dependencia de la ley. Podemos entonces decir que juez independiente
es aquel que depende, en el ejercicio de su función, exclusivamente de la ley y de
ninguna otra influencia ajena a ella.

La independencia del juez no es más, pero tampoco menos, que la libertad que tiene
para el enjuiciamiento, teniendo como único referente el sometimiento a la CE y al resto
del ordenamiento jurídico. Esta sumisión a la ley preserva dos principios: el de igualdad
y el de seguridad jurídica. El de igualdad de todos los ciudadanos que demandan una
respuesta judicial a un mismo problema y el de seguridad jurídica, porque el
sometimiento a la ley ha de funcionar como un factor de certidumbre (Moreno Catena).

La independencia tiene unos límites más allá de los cuales no existe independencia sino
dependencias no deseadas. Esos límites son tres: la sumisión exclusiva a la ley, la no
sumisión a tribunales superiores y la no sumisión a entidad alguna. Esos límites son
formulados como alcance de la independencia en la enunciación que hace Montero
Aroca, a quien seguimos, en lo fundamental, en este punto. Veámoslos.
A) La sumisión exclusiva a la ley

La sumisión a la ley debe ser delimitada teniendo en cuenta lo siguiente:

1.º) La palabra ley debe ser entendida en sentido amplio: CE y resto del ordenamiento
jurídico. La ley no debe ser identificada con el Poder Legislativo pues los jueces no están
sometidos a él. El juez aplica la ley elaborada por ese poder, pero ello no implica que
cualquier acto de las cámaras le vincule. El art. 76 CE establece claramente que las
conclusiones de estas no vinculan a los tribunales. Además, los actos administrativos
que las Cámaras realicen son controlables por los jueces.

2.º) Se excluye la sumisión a ley inconstitucional. Los jueces pueden plantear la cuestión
de constitucionalidad al TC, en caso de tener dudas sobre la aplicabilidad de un precepto
que pueda colisionar con la CE.

3.º) Se excluye la sumisión a reglamentos ilegales. Los jueces están obligados a no


aplicar los reglamentos contrarios a la CE, a la ley o al principio de jerarquía normativa
(art. 6 LOPJ).

B) No sumisión a tribunales superiores

Hablamos de tribunales superiores e inferiores solo desde un punto de vista


administrativo, no jurisdiccional. Ejerciendo su función y dentro de su competencia, los
jueces no tienen superiores ni inferiores. El hecho de que la resolución dictada, por
ejemplo, por un JPI pueda ser recurrida en apelación ante la AP, no significa que haya
ningún tipo de sometimiento. El JPI es enteramente libre –dentro de su sometimiento a
la ley– para dictar la resolución que considere más ajustada a Derecho, a pesar de que
sepa que hay doctrina constante de la AP en otro sentido. Así se deduce del art. 12.2
LOPJ que establece que “no podrán los jueces y tribunales corregir la aplicación o
interpretación del ordenamiento jurídico hecha por sus inferiores en el orden jerárquico
sino cuando administren justicia en virtud de los recursos que las leyes establezcan”.

Tampoco podrán los jueces y tribunales dictar instrucciones de carácter general o


particular, dirigidas a sus inferiores, sobre la aplicación o interpretación del
ordenamiento jurídico que lleven a cabo en el ejercicio de su función jurisdiccional (art.
12.3 LOPJ). Este comportamiento está tipificado, además, como falta muy grave en el
art. 417.4 LOPJ.

C) No sumisión a entidad alguna

El art. 13 LOPJ dispone que todos están obligados a respetar la independencia de jueces
y magistrados. Esta declaración genérica, hecha después de haberse referido la ley a los
posibles ataques a la independencia hechos por los propios jueces, alude a otras
personas, grupos o poderes que puedan intentar socavar la necesaria independencia
judicial.

De entre todos ellos destaca el Poder Ejecutivo que tiene una tradicional querencia por
subyugar al Judicial reduciéndolo a un mero servicio público más. Pero también alude a
partidos políticos, sindicatos, asociaciones, medios de comunicación, grupos de presión,
etc. El problema es que la LOPJ no garantiza de modo eficiente esta necesaria actitud
frente a los jueces como tendremos ocasión inmediatamente de ver.

En efecto, el art. 14 LOPJ establece que los jueces y magistrados que se consideren
inquietados o perturbados en su independencia pueden acudir a varias vías:

1.º) Ponerlo en conocimiento del CGPJ.

2.º) Dar cuenta de los hechos al juez o tribunal competente para seguir el procedimiento
adecuado.

3.º) Practicar por sí mismo las diligencias estrictamente indispensables para asegurar la
acción de la justicia y restaurar el orden jurídico.

Por su parte, indica el mismo precepto que el MF, por sí o a petición de los jueces,
promoverá las acciones pertinentes en defensa de la independencia judicial.

A señalar, respecto de lo acabado de exponer, por un lado, que el procedimiento


adecuado debe ser por el delito del art. 508.2 CP. Por otro, que el MF es un órgano
dependiente del Poder Ejecutivo, si atendemos a la forma de elección del Fiscal General
del Estado y a la dependencia jerárquica que informa su organización, por lo que
encomendar a este órgano el cuidado de la independencia del juez es más que discutible,
a pesar de que la propia CE lo contemple (art. 124.1 CE). Pensemos, además, que la
mayoría de los ataques a la independencia parten, precisamente, del Poder Ejecutivo.
Finalmente, la práctica de diligencias queda diluida en la vaguedad pues no se sabe bien
qué diligencias serían esas.

El art. 14 no indica qué debe hacer el CGPJ con la información acerca de hechos
atentatorios de la independencia. Habitualmente se suelen trasladar al responsable del
ataque sin más recorrido.

En conclusión, solo la segunda de las vías podrá tener algún éxito, constituyendo la
primera y la tercera bonitas frases que no van más allá.

2.3. Garantías de la independencia

Las garantías de la independencia tienen como objetivo prioritario enervar las


dificultades prácticas que surgen para así conseguir una independencia real y efectiva.

A) Garantía formal

La garantía formal atiende a la calidad de la norma que debe regular el estatuto jurídico
de jueces y magistrados. Como ya sabemos, hay reserva de ley orgánica, en concreto de
LOPJ (art. 122.1 CE). Ello significa que no pueden hacerse remisiones a otras leyes al
regular el estatuto jurídico de jueces y magistrados. Y debería también impedir que se
dictasen reglamentos para regular el status de jueces y magistrados. Sin embargo, eso
no es exactamente así.

El TC se pronunció acerca de la posibilidad de dictar esos reglamentos en su STC


108/1986, de 29 de julio. En ella, entre otros pedimentos, planteaba el recurrente la
inconstitucionalidad de la Disposición Adicional 1.ª de la LOPJ, que permite al Gobierno
aprobar los reglamentos que exija el desarrollo de la ley. El TC después de declarar que
la independencia supone que los jueces no pueden estar sometidos a normas de rango
inferior a la ley y muy especialmente a los reglamentos que puede dictar el Gobierno,
admite, sin embargo, que ello no supone necesariamente que no quepa en términos
absolutos ningún tipo de regulación infralegal que afecte al status. Exigencias de
carácter práctico –según el Alto Tribunal–, pueden imponer que regulaciones de
carácter secundario y auxiliar puedan ser dispuestas por vía reglamentaria.

Cumpliendo esta interpretación dada por el TC se ha dictado, por ejemplo, el


Reglamento 2/2018, de 29 de noviembre, para el cumplimiento de la Ley 15/2003, de 26
de mayo, reguladora del régimen retributivo de las carreras judicial y fiscal, en lo
relativo a las retribuciones variables por objetivos de los miembros de la carrera judicial.

B) Garantías materiales

Estas garantías consisten en el establecimiento de una batería de prevenciones que


tienden a afianzar la independencia. Entre ellas encontramos las incompatibilidades y
prohibiciones, el derecho a percibir una retribución, la inmunidad judicial y la
inamovilidad, a la que dedicaremos un apartado específico.

En cuanto a las incompatibilidades y prohibiciones, ambas están reguladas, con un


cierto desorden, en los arts. 389 a 397 LOPJ.

El art. 389 establece las incompatibilidades con el cargo de juez o magistrado en una
prolija descripción de nueve números en los que se contemplan varios supuestos en cada
uno de ellos. Destaca como excepción a la incompatibilidad, la docencia o investigación
jurídica, así como la producción o creación literaria, artística, científica y técnica y las
publicaciones derivadas de aquella.

Los que ejerciendo cualquier empleo, cargo o profesión de los expresados en el art. 389
fueren nombrados jueces o magistrados, deberán optar, en el plazo de ocho días, por uno
u otro cargo, o cesar en el ejercicio de la actividad incompatible. Quienes no hicieren uso
de dicha opción en ese plazo, se entenderá que renuncian al nombramiento judicial (art.
390 LOPJ).

Entre las prohibiciones destacan la de pertenecer a partidos políticos o sindicatos o


tener empleo al servicio de los mismos, la de dirigir a los poderes, autoridades y
funcionarios públicos o corporaciones oficiales felicitaciones o censuras por sus actos y
la de tomar en las elecciones legislativas o locales más parte que la de emitir su voto
personal (art. 395 LOPJ).

En lo referente al derecho a retribución por el desempeño de su función este está


regulado en los arts. 402 a 404 LOPJ. Forma parte de las garantías porque proporciona
independencia económica al juez desvinculando la percepción del salario del contenido
de sus resoluciones.

Por su parte, la inmunidad judicial comprende tres fundamentales derechos (arts. 398 a
400 LOPJ):

1. En cuanto a la detención: los jueces y magistrados en activo solo podrán ser detenidos
por orden del juez competente, no por la policía (salvo el caso de flagrante delito).

2. En cuanto a la intimación: las autoridades civiles y militares no pueden intimar (hacer


saber con autoridad) a jueces y magistrados, ni citarlos para que comparezcan en su
presencia. Los datos y declaraciones se tomarán por escrito o se recibirán en el
despacho oficial del juez, previo aviso.

3. En cuanto a la declaración testifical: si la autoridad judicial que hubiere de recibir la


declaración fuese de categoría inferior, acudirá al despacho oficial del juez, previo aviso,
señalándose día y hora.

3. IMPARCIALIDAD

3.1. Concepto

No es infrecuente que se confundan los términos imparcial e independiente para


calificar la actuación de un juez. Si bien es cierto que generalmente el juez será, a la vez,
independiente e imparcial, no lo es menos que ambos conceptos no son equivalentes. Y
ello es así, porque la independencia y la imparcialidad, aunque tienen en común el
referirse a actitudes personales desvinculadas, tienen referentes distintos.

Mientras la imparcialidad busca una actitud “desapasionada” en un proceso en concreto


y, por tanto, con relación a todos los intervinientes en él y con su específico objeto, la
independencia persigue esa misma actitud en muchos más frentes, en una generalidad
de ellos.

La independencia que consagra la CE y la LOPJ es –como dice su Exposición de Motivos–


de tal forma que puede afirmarse que posee la característica de plenitud. La
independencia persigue la desconexión del juez de todas las situaciones en las que su
desinterés subjetivo pueda peligrar, la imparcialidad se refiere solo a algunas de esas
situaciones, a las relacionadas con un proceso en concreto. Son las que harían del juez,
al mismo tiempo juez y parte, pues el juez se sentiría inclinado a favor o en contra de una
de las partes.

Ya Séneca advertía de las consecuencias negativas que se derivaban al juzgar algo que
se siente como propio: “Miramos con confianza lo que es nuestro y tal prevención sirve
de obstáculo a nuestro juicio”. En efecto, el juez al tener un interés, o bien en una parte
o bien en el objeto del proceso, lo mira como propio y desde esa perspectiva su juicio
deja ya de ser imparcial.

Juez imparcial será entonces aquel que no tiene ningún interés vinculado ni a las partes,
ni al objeto de un determinado proceso. La imparcialidad es, así, una clase concreta de la
independencia que se manifiesta en la desvinculación del juez de las partes y del objeto
procesal.

La CE no se refiere expresamente a la característica de imparcialidad, pero es claro, por


lo que acabamos de exponer, que esta cualidad está implícita en la misma
independencia. La LOPJ se refiere a ella en el Título II del Libro III, dedicado al modo de
constituirse los juzgados y tribunales, al regular en esa sede la abstención y la
recusación, que son los mecanismos legales con los que se pretende lograr la
imparcialidad del juez.

3.2. Garantías: La abstención y la recusación

La imparcialidad está en el ánimo del juez y no hay ley capaz de desentrañarlo. Así pues,
¿cómo saber si la actitud íntima del juez abriga parcialidad hacia las partes o el objeto de
un proceso? Dado que no podemos llegar a esas profundidades, la ley opta por concretar
una serie de situaciones que, objetivamente, son parcializantes. Esto es, que a una
mayoría de individuos, les harían ser parciales. Ello no significa que el juez en quien
concurra cualquiera de estas circunstancias sea necesariamente parcial, pero la ley
entiende que, hallándose en esa situación, lo más prudente es que no conozca del asunto
por el riesgo que supone. Por ejemplo, si un juez ha de juzgar a su cónyuge lo más
probable es que sea parcial al hacerlo, pero eso no descarta que pueda ser imparcial si
tiene un alto sentido del deber y es capaz de anteponerlo a sus intereses personales.

Según el art. 217 LOPJ el juez o magistrado en quien concurra alguna de las causas
establecidas legalmente se abstendrá del conocimiento del asunto sin esperar a que se
le recuse. A continuación, el art. 219 despliega en sus 16 números incontables supuestos
en los que se vería en entredicho la imparcialidad del juez. La diferencia entre
abstención y recusación está únicamente en el procedimiento por el que se pone en
evidencia la situación, ya que las causas son las mismas. En el caso de la abstención, es
el propio juez el que, advirtiendo la concurrencia del supuesto, lo pone de manifiesto. En
la recusación son las partes las que inician el procedimiento.

La abstención es procedimentalmente más sencilla. Está regulada en los arts. 221 y 222
LOPJ. Consiste básicamente en la remisión de un escrito razonado al órgano competente
que apreciará si existe o no causa de abstención. Si no existe, el juez seguirá
conociendo. Si existe, se aparta al juez del conocimiento del asunto y se nombra a un
sustituto.

La recusación es más compleja. Está regulada en los arts. 223 al 228 LOPJ. Se inicia por
un escrito dirigido al órgano competente. En su tramitación se oirá a las otras partes y al
recusado. Si el juez admite la concurrencia de la causa, el procedimiento se simplifica. Si
no, continua el procedimiento hasta que se decida por auto o bien desestimar la
recusación, en cuyo caso el recusado sigue conociendo del asunto o bien estimarla con lo
que el recusado deja de conocer del asunto y lo hará un sustituto.

Es curioso que, si se admite la concurrencia de la causa con declaración de mala fe, se


pueda imponer multa al recusante de 180 a 6.000 euros y no se contemple tal posibilidad
para el juez recusado, cuando se estime la recusación y concurra igualmente mala fe. Un
elemental principio de justicia debería llevar a establecer una multa homóloga.

4. INAMOVILIDAD
4.1. Concepto

La garantía de la independencia más inequívocamente judicial es la inamovilidad.


Históricamente fue solo una aspiración durante mucho tiempo, a pesar de las taxativas
declaraciones constitucionales de principios y mediados del siglo XIX y aún de principios
del XX. No fue hasta la promulgación de la LOPJ de 1870 que se sentaron las bases
legales necesarias para hacer de esta garantía una realidad. Montero Ríos, en su
discurso de apertura de los tribunales de 15 de septiembre de 1870, decía que era
unánime la opinión sobre la necesidad de convertir en hecho la inamovilidad como
elemento esencial de vida que era para el Poder Judicial. Con la LOPJ, que empezaba a
regir ese mismo día, la inamovilidad era un derecho de los jueces y magistrados ya que a
partir de entonces no podían ser arbitraria e injustamente suspendidos en sus funciones,
trasladados, ni depuestos.

La CE se refiere a la inamovilidad en el art. 117.1 y el apartado siguiente especifica que


los jueces y magistrados no podrán ser separados, suspendidos, trasladados, ni
jubilados, sino por alguna de las causas y con las garantías previstas en la ley.

La vigente LOPJ se refiere a la inamovilidad en su art. 15 y la regula en sus arts. 378 a


388. De acuerdo con toda esa normativa, las causas que pueden limitar la inamovilidad
son: la separación (art. 379 LOPJ); la suspensión (art. 383 LOPJ); el traslado que solo es
forzoso en el caso de ascenso o sanción y la jubilación, que se produce por edad o por
incapacidad permanente para el ejercicio de las funciones judiciales (art. 385 LOPJ).

4.2. Clases

La inamovilidad no es exclusiva de jueces y magistrados, sino que es una garantía que


comparten con los funcionarios públicos. Pero no hablamos de una misma clase de
inamovilidad. Por su calidad, la imparcialidad judicial es diferente de la que disfrutan los
funcionarios y ello se ve claramente si examinamos su contenido.

Por su contenido, la inamovilidad judicial es una inamovilidad absoluta, para el cargo y


para el concreto destino. Por ejemplo, JPI (cargo) en Santiago de Compostela (concreto
destino). La inamovilidad funcionarial es solo relativa, es decir, para el cargo. Por
ejemplo, Jefe de la Unidad de Gestión (cargo), pero no en la secretaria de la Facultad de
Derecho de Valencia (concreto destino). Podría cambiarse el destino sin afectar a la
inamovilidad del funcionario. Incluso en el supuesto de que se determine legalmente la
adscripción a determinados puestos de trabajo, no existe reserva formal de ley orgánica,
por lo que, en cualquier momento podría variarse tal adscripción.

Por su duración, la inamovilidad judicial se mantiene hasta cumplir la edad de jubilación


forzosa (salvo separación del servicio o incapacidad sobrevenida), cosa que también
sucede en el caso de los funcionarios.

Así, vemos que la inamovilidad judicial es absoluta y hasta la edad de jubilación forzosa,
mientras que la de los funcionarios es relativa y también hasta la edad de jubilación
forzosa. La distinta calidad de una y otra inamovilidad es fruto de la distinta finalidad
que se persigue en cada caso. Con la judicial, la independencia, con la funcionarial, una
actuación eficaz de la Administración, tal y como se desprende del art. 103.1 CE.
5. RESPONSABILIDAD

5.1. Concepto

La conexión entre responsabilidad e inamovilidad fue magistralmente explicada por


Montero Ríos quien en 1872 decía “(…) puedo deciros: sois inamovibles. Pero
entendedlo bien: sois inamovibles en vuestro cargo, porque sois responsables de
vuestros actos (…) La ley os ha otorgado todo cuanto teníais derecho a exigir. De
vosotros depende conservarlo (…) Vivid constantemente prevenidos contra la peligrosa
tendencia que germina espontáneamente en el seno de las instituciones humanas,
impulsándolas a ensanchar a costa de las demás que las rodean el círculo de su acción y
el cuadro de sus prerrogativas y derechos (…) Si queréis, pues, conservar la
inamovilidad, velad vosotros mismos incesantemente por el cumplimiento de la
responsabilidad judicial, anticipándoos al ciudadano (…) una magistratura es tanto más
inamovible cuanto es más responsable”. Parece claro, tras la lectura de estas líneas, que
la responsabilidad es el contrapunto de la inamovilidad y pone de manifiesto que la
independencia no es el privilegio de una casta sino una garantía del justiciable (Montero
Aroca), garantía que puede, en su caso, exigir haciendo uso precisamente de la
responsabilidad.

La responsabilidad será, pues, la obligación de satisfacer el daño y los perjuicios


indebidamente causados en el ejercicio de la función jurisdiccional. Como veremos a
continuación, unas veces tendrá que resarcir el juez directamente, otros de manera
indirecta y en otras ocasiones será el Estado el que asuma esa obligación.

A la responsabilidad alude el art. 117.1 CE y la LOPJ en sus arts. 292 a 296 y 405 a 427.

5.2. Clases

En la actualidad se distinguen tres clases de responsabilidad: la disciplinaria, referida a


las actuaciones del juez o magistrado en cuanto unido al Estado por una relación jurídico
pública; la jurisdiccional civil, de la que solo responden los jueces indirectamente siendo
el Estado el primer y, a veces, único responsable y la jurisdiccional penal, que nace por
los delitos cometidos en el ejercicio de la función jurisdiccional.

En el siguiente cuadro se aprecian las modalidades de responsabilidad. La que más


incidencia tiene en la práctica es, con diferencia, la disciplinaria:

La responsabilidad disciplinaria nace del incumplimiento de los deberes del juez. Es


exigible por los órganos de gobierno del Poder Judicial, como veremos en el tema
siguiente. Está regulada en los arts. 414 a 427 LOPJ. En ellos se establece todo un
sistema de faltas posibles distinguiendo entre leves, graves y muy graves y sus
correspondientes sanciones, que van desde la simple advertencia a la separación del
cargo.

La responsabilidad jurisdiccional civil nace en dos posibles escenarios.

Por un lado, están los supuestos de error judicial, funcionamiento anormal y prisión
provisional, en los que no se aprecia dolo o culpa grave en el juez. En estos casos el
Estado asume la obligación objetiva de indemnizar, aunque a través de un largo
procedimiento y en cantidades no siempre proporcionadas (art. 121 CE y arts. 292 a 295
LOPJ).

Por otro lado, cuando se produzcan daños y perjuicios como consecuencia del dolo o
culpa grave de un juez, la Administración del Estado, una vez satisfecha la obligación de
indemnizar al perjudicado, puede exigir al juez el reembolso de lo pagado, sin perjuicio
de la responsabilidad disciplinaria en que este pudiera incurrir (art. 296 LOPJ).

Finalmente, la responsabilidad jurisdiccional penal se regula en los arts. 405 a 410 LOPJ.
Es importante resaltar que esta responsabilidad está vinculada a la actuación
jurisdiccional y no puede exigirse por los delitos que cometan los jueces como
ciudadanos particulares.

II. ACTIVIDADES APLICADAS

LEGISLACIÓN A CONSULTAR: LOPJ

1.ª Actividad

El juez del Juzgado Central de Instrucción n.º 4 envía un escrito al TS donde solicita
razonadamente que se abra una investigación sobre un miembro del Gobierno. Le
achaca los delitos de falsedad en documento público, revelación de secretos y daños
informáticos. Al conocerse la noticia, se producen unas manifestaciones de esta persona
en las que dice: “mi imputación sería un escándalo internacional y una seria amenaza
para la democracia”.

Preguntas:

1. El contenido de esas declaraciones constituye un ataque a la independencia judicial


¿por qué?

2. El CGPJ ¿puede actuar de algún modo en defensa de la independencia del juez?

3. El juez ¿puede actuar de algún modo más en defensa de su independencia?

2.ª Actividad

De las siguientes actuaciones judiciales, basadas en hechos reales, decid:

1. ¿Qué tipo de falta constituyen?

2. ¿Qué sanción podría recaer?

3. ¿Qué órgano es competente para conocerla?

Todo ello con apoyo en la LOPJ.

1.ª) Juez que juzga casos en los que se dirimen importantes intereses económicos que les
afectaban directamente a él o a su esposa.

2.ª) Juez que abre diligencias penales contra una perfumería que no quiso cambiarle una
colonia que previamente había comprado.

3.ª) Juez que no dictaba sentencia o lo hacía injustificadamente tarde, en algún caso más
de tres años después de la vista.

4.ª) Juez que se hacía llamar por los funcionarios “Señoría ilustrísima” mientras se
dirigía a ellos llamándoles “feo”, “calvo” y “gordo”. Les amenazaba con “empaquetarlos”
con expedientes. El ambiente de tensión provocó que 24 funcionarios pidieran el
traslado, algunos de ellos requirieron tratamiento psiquiátrico.

5.ª) Juez que lleva su Fiat Coupe 130, modelo de 1969, a pasar la ITV. No lo logra hasta la
tercera visita. Al día siguiente manda desde su Juzgado un fax reclamando, en el plazo
de 5 días, 18.000 euros por daños y perjuicios. En el escrito se puede leer: “Estoy en
condiciones de garantizarle que su vida dejará de ser algo agradable en los próximos
meses e incluso años”. Amenazaba también al Jefe de Inspección de la ITV diciendo que
“en caso de que no le abonara la cantidad sufriría toda clase de reclamaciones,
demandas y querellas”.

6.ª) El juez provocó entre los trabajadores del Juzgado “situaciones de humillación,
angustia, temor, nerviosismo y estrés, así como de repulsión, debido a su falta de higiene
y aseo personal”. El magistrado les lanzaba expresiones como “usted está aquí para
servirme”, “La ley soy yo” y cuando le replicaban respondía con frases como “por mis
coj…” o “aquí mando yo”. “Los funcionarios no podían soportar su hedor corporal y su
falta de limpieza, o que se hurgara de manera indecorosa en los pies, los oídos, la nariz o
les salpicara con la saliva”. “Tampoco soportaban su costumbre de orinar en los lavabos
del despacho con la puerta abierta mientras continuaba dictando”.

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