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Tema 6
La existencia de una verdadera carrera judicial ha sido puesta en tela de juicio dado que
la actual solo cuenta con tres categorías por las que ir progresando a lo largo de la vida
profesional. Se dice que no se ha puesto atención en estructurar una auténtica carrera
judicial, porque respetando el criterio de cuerpo único, se podrían haber establecido
varios grados, con una categoría inicial para asuntos de menor cuantía o entidad para
ejercer después la jurisdicción en asuntos de mayor complejidad e ir forjando así la
progresión en la judicatura (Moreno Catena). Estamos de acuerdo en que habría sido
más adecuado el establecimiento de diversas categorías en la carrera judicial y no solo
tres. Sin embargo, creemos que, aun con ese importante inconveniente, sí existe una
verdadera carrera judicial en la que se puede ir ascendiendo a lo largo de la trayectoria
profesional.
Dispone el art. 299.1 LOPJ que la carrera judicial consta de tres categorías:
− Magistrado.
− Juez.
Los sistemas de ingreso en la carrera judicial son tres: la oposición libre, el concurso de
méritos y la designación discrecional por el CGPJ.
A) Oposición libre
Los requisitos para concurrir a la oposición son: ser español, mayor de edad y licenciado
en derecho, así como no estar incurso en alguna de las causas de incapacidad que
establece la ley (art. 302 LOPJ). La referencia a la licenciatura ha de entenderse hecha
ahora también al título equivalente en los planes de estudio actuales, esto es, al grado de
derecho. No es necesario cursar un máster para presentarse a la oposición. Como es
lógico, será requisito en cuanto a la edad, no haber cumplido la de jubilación.
Como puede apreciarse, el peso de las materias de derecho civil, penal y procesal es
determinante constituyendo, con 254 temas, más del 78% del temario.
Los opositores han de superar tres exámenes diferentes: dos de carácter teórico
(examen tipo test y exámenes orales) y uno de carácter teórico y práctico, a cargo de la
Escuela Judicial.
El examen tipo test consiste en la resolución de una serie de preguntas, en torno a 100,
relacionadas con el temario. Los exámenes orales se realizan en Madrid, en la sede del
TS. Cada una de las preguntas consiste en la exposición de un tema escogido
aleatoriamente. Se dispone de un tiempo para preparar un esquema del tema.
Los aprobados son inscritos en la Escuela de Práctica Judicial en la que han de seguir un
curso teórico y práctico que complete su formación.
Los que no superen el curso teórico y práctico podrán repetirlo en el siguiente curso al
que se incorporarán con la nueva promoción. Si tampoco superasen este curso,
quedarán definitivamente excluidos y decaídos en la expectativa de ingreso en la carrera
judicial derivada de las pruebas de acceso que hubieren aprobado (art. 309 LOPJ).
Los aspirantes que superen el curso teórico y práctico serán nombrados jueces y
fiscales, entrando a formar parte de la carrera judicial o fiscal.
B) Concurso de méritos
Parece evidente que alguien tiene su competencia reconocida cuando sus pares así lo
consideran. La reconocida competencia está, pues, relacionada con el honor técnico. Los
miembros de la comunidad correspondiente reconocen que la persona nombrada es un
profesional del ramo de gran valía, de gran nivel técnico (Alfaro Águila-Real). La LOPJ
establece en su art. 313 las bases de un baremo con arreglo al cual se puntuará el
curriculum vitae. El CGPJ concretará esas bases. Es este un modo objetivo de valorar la
solidez de la trayectoria profesional de los juristas que concurren a este concurso de
méritos.
Las pruebas que los concursantes tendrán que superar son cuatro:
1) En primer lugar la presentación del curriculum vitae con los méritos del concursante,
que deberá alcanzarse con una determinada puntuación que previamente se establece.
En las bases se dispondrá el procedimiento al que se ajustará el tribunal para excluir a
un candidato por no concurrir en él la cualidad de jurista de reconocida competencia, ya
sea por insuficiencia o falta de aptitud deducible de los datos objetivos del expediente,
ya por existir circunstancias que supongan un demérito incompatible con aquella
condición, aun cuando hubiese superado, a tenor del baremo fijado, la puntuación
mínima exigida (art. 17.8 Reglamento 2/2011, de 28 de abril, de la carrera judicial).
3) Posteriormente, se convoca a los que hayan superado las pruebas a una entrevista con
el tribunal de una hora de duración máxima en la que se debatirán los méritos aducidos
por el candidato. La entrevista tendrá como exclusivo objeto el acreditar la realidad de
la formación jurídica y capacidad para ingresar en la carrera judicial y no podrá
convertirse en un examen general de conocimientos jurídicos (art. 313.7 LOPJ).
4) Finalmente, superadas las fases anteriores los candidatos deben realizar un curso de
formación en la Escuela Judicial (art. 301.5 LOPJ).
Existe un último sistema para acceder a la carrera judicial sin oposición y sin concurso
de méritos: se trata de la designación por el CGPJ. De este modo se proveen algunas
plazas en los TSJ y en el TS.
1) Para la Sala de lo Civil y Penal de los TSJ, dispone el art. 330.4 LOPJ que una de cada
tres plazas se cubrirá por un jurista de reconocido prestigio con más de diez años de
ejercicio profesional en la CA. El nombramiento se produce sobre una terna presentada
por la Asamblea legislativa. Estos magistrados lo serán a los solos efectos de prestar
servicios en el TSJ sin que puedan optar ni ser nombrados para destino distinto, salvo su
posible promoción al TS. A todos los demás efectos serán considerados miembros de la
carrera judicial (art. 331 LOPJ).
2) Para las Salas del TS, una plaza de cada cinco se provee por el CGPJ entre abogados y
juristas de prestigio que, cumpliendo los requisitos para ello, reúnan méritos suficientes
a juicio del CGPJ y hayan desempeñado su actividad profesional por tiempo superior a
quince años, preferentemente en la rama de derecho correspondiente al orden
jurisdiccional de la Sala para la que hubieren de ser designados (arts. 343 y 345 LOPJ).
Quienes así accedan al Alto Tribunal, se incorporarán al escalafón ocupando el último
puesto en la categoría de Magistrados del TS. Se les reconocerá a todos los efectos
quince años de servicios (art. 347 LOPJ).
Como ya hemos visto, existen tres categorías dentro del personal jurisdiccional: jueces,
magistrados y magistrados del TS. De modo que los posibles ascensos son solo dos: de
juez a magistrado y de magistrado a magistrado del TS.
1) De juez a magistrado
– Por antigüedad, se asciende por ocupar el primer lugar en el escalafón, tras tres años
en la carrera. Así se proveen dos de cada cuatro vacantes (art. 311.1 y 2 LOPJ).
– Por pruebas, que serán selectivas en los órdenes jurisdiccionales civil y penal y de
especialización en los órdenes contencioso-administrativo y social y en materia
mercantil y de violencia sobre la mujer. Así se provee una de cada cuatro vacantes (art.
311.1 LOPJ).
– Por antigüedad, de magistrados que reúnan las condiciones generales para el acceso al
TS que son diez años, al menos, de servicios en la categoría de magistrado y no menos de
quince en la carrera. Así se proveerán dos plazas de cada cinco vacantes (art. 344 b
LOPJ).
La quinta vacante se proveerá por designación del CGPJ como hemos explicado antes.
A) Deberes
Hay un conjunto específico de deberes de los jueces que están concebidos para evitar
situaciones de dependencia. Son las denominadas garantías materiales de la
independencia, a las que nos referiremos más adelante. Junto a él, hay otra serie de
deberes que están orientados al buen desempeño de la función jurisdiccional. Entre ellos
encontramos:
1. Como deber fundamental, el de prestar la tutela judicial efectiva del que se derivan
los de: resolver los asuntos de que conozcan (art. 1.7 CC); resolver sin poder negarse a
juzgar so pretexto de oscuridad, insuficiencia o silencio de la ley (art. 448 CP) y no
retardar maliciosamente la administración de la justicia (art. 449.1 CP).
B) Derechos
Entre los derechos de los jueces hallamos dos que están íntimamente ligados a la
independencia: el derecho a retribución por el desempeño de su función (arts. 402 a 404
LOPJ) y la inmunidad. A ellos nos referiremos al tratar las garantías de la independencia.
El resto de derechos están orientados a conseguir el mejor entorno para que el juez
realice su función. Entre ellos encontramos el derecho a figurar en el escalafón (art. 300
LOPJ), el derecho a permisos y licencias (arts. 371 a 377 LOPJ) y el derecho a ascensos
(arts. 311 y 312 y art. 344 a y b LOPJ).
Hay otros derechos, como el derecho a la formación o el derecho de libre asociación, que
por su importancia merecen epígrafe aparte.
1.4. La formación
Como decíamos antes, uno de los derechos de los jueces es el derecho a formarse. En
puridad es un derecho-deber pues los jueces no solo tienen el derecho de formarse, sino
también el deber de hacerlo para poder desempeñar correctamente su cometido.
El art. 433 bis LOPJ establece un sistema de formación continuada para los jueces y
magistrados a cargo de la Escuela Judicial.
Cada miembro de la carrera judicial contará con un plan especializado mediante el cual
se programarán de forma individualizada, en períodos de cinco años, los objetivos
formativos, garantizándose la plena adaptación a las innovaciones jurídicas con
incidencia en el ejercicio de sus funciones jurisdiccionales.
Las previsiones de la LOPJ son halagüeñas, sin embargo, como indica Nieva Fenoll, pese
a los denodados esfuerzos de muchas personas implicadas en este servicio, los
resultados distan de ser óptimos por diversas razones, entre ellas la ausencia de
evaluaciones periódicas de los jueces en servicio activo.
Otra de las razones puede ser quizás, la escasez de buenos formadores o instructores
judiciales. En este sentido cabe señalar que la UE ha sido sensible a esta necesidad y
existe, desde 2016, un manual de la Red Europea de Formación Judicial sobre
metodología de esta materia en Europa. Según el mismo, el término “formadores”
engloba, entre otros, a profesores, ponentes, profesionales, expertos y docentes
involucrados en la planificación, el diseño y la impartición de sesiones de formación.
Esta obra constituye un esfuerzo conjunto para resumir las conclusiones relativas a las
mejores prácticas europeas sobre metodología de formación judicial. Su propósito es
ayudar a los colegas que trabajan en instituciones de formación nacionales en su trabajo
de planificación de la metodología de los programas de formación. También tiene por
objeto asesorar a los formadores sobre el diseño y la impartición de sesiones de
formación eficaces con una amplia variedad de métodos, a fin de alcanzar los objetivos
fijados de un modo más eficaz y eficiente.
Otro de los derechos de los jueces es el derecho de libre asociación profesional. El art.
127 CE establece la prohibición para los jueces y los fiscales de pertenecer a partidos
políticos o sindicatos y permite, a renglón seguido, que la ley establezca el sistema y
modalidades de asociación profesional. A ello se dedica el art. 401 LOPJ, estableciendo
las reglas que han de respetarse al ejercitar este derecho.
Pensar que porque los jueces no puedan estar sindicados o afiliados a un partido político
van a dejar de tener inquietudes sociales es una ingenuidad. Y, además, no sería
razonable. Los jueces tienen el derecho de votar cada cuatro años y es lógico que lo
hagan desde una determinada ideología y visión política del país. Habría sido, quizás,
más realista permitirles sindicarse o afiliarse, pero solo como militantes de base.
Hecha esta somera crítica, hemos de decir que las asociaciones judiciales que existen
actualmente en nuestro país –según los datos publicados por el CGPJ– son seis:
Asociación profesional de la magistratura (1339 asociados), Juezas y Jueces para la
democracia (462 asociados) Francisco de Vitoria (843 asociados), Foro judicial
independiente (335 asociados), Ágora judicial (19 asociados) y Asociación nacional de
jueces (5 asociados). Como puede apreciarse solo cuatro tienen verdadera relevancia.
Sobre un total de jueces en activo cercano a los seis mil, el porcentaje de asociados
supera escasamente la mitad.
Cada una de estas asociaciones, y especialmente las más representativas, son tachadas
de conservadoras o progresistas de modo tal, que la identificación con los postulados de
los partidos políticos o sindicatos homólogos es inevitable. Cabría preguntarse, pues, si
ha servido realmente de algo la prohibición constitucional.
2. INDEPENDENCIA
Según el art. 117.1 CE los jueces y magistrados integrantes del Poder Judicial son
independientes. También se refieren a la independencia los arts. 124.1 y 127.2 CE. Por
su parte, el art. 1 LOPJ se manifiesta en el mismo sentido, junto con los arts. 12, 13 y 14
del mismo texto legal.
Sin embargo, la sujeción a la ley exige ser matizada. No será cualquier ley, como por
ejemplo la inconstitucional, sino la que cumpla unas determinadas características. Todo
ello lo desarrollaremos en el siguiente epígrafe en el que se trazarán los límites de la
independencia.
Con lo que hemos visto hasta ahora ya sabemos que cuando se reclama la independencia
de los jueces no se pide ningún privilegio para ellos, sino algo que garantiza los derechos
de los justiciables. Porque ¿qué mejor juez puede juzgar un asunto sino aquel que para
hacerlo estará sometido exclusivamente a la ley y nada más que a ella? Ese será un buen
juez, un juez confiable, un juez que garantiza el principio de igualdad de todos ante la
ley.
Así, la independencia del juez se resuelve –aunque resulte paradójico–, en una fuerte
dependencia: la dependencia de la ley. Podemos entonces decir que juez independiente
es aquel que depende, en el ejercicio de su función, exclusivamente de la ley y de
ninguna otra influencia ajena a ella.
La independencia del juez no es más, pero tampoco menos, que la libertad que tiene
para el enjuiciamiento, teniendo como único referente el sometimiento a la CE y al resto
del ordenamiento jurídico. Esta sumisión a la ley preserva dos principios: el de igualdad
y el de seguridad jurídica. El de igualdad de todos los ciudadanos que demandan una
respuesta judicial a un mismo problema y el de seguridad jurídica, porque el
sometimiento a la ley ha de funcionar como un factor de certidumbre (Moreno Catena).
La independencia tiene unos límites más allá de los cuales no existe independencia sino
dependencias no deseadas. Esos límites son tres: la sumisión exclusiva a la ley, la no
sumisión a tribunales superiores y la no sumisión a entidad alguna. Esos límites son
formulados como alcance de la independencia en la enunciación que hace Montero
Aroca, a quien seguimos, en lo fundamental, en este punto. Veámoslos.
A) La sumisión exclusiva a la ley
1.º) La palabra ley debe ser entendida en sentido amplio: CE y resto del ordenamiento
jurídico. La ley no debe ser identificada con el Poder Legislativo pues los jueces no están
sometidos a él. El juez aplica la ley elaborada por ese poder, pero ello no implica que
cualquier acto de las cámaras le vincule. El art. 76 CE establece claramente que las
conclusiones de estas no vinculan a los tribunales. Además, los actos administrativos
que las Cámaras realicen son controlables por los jueces.
2.º) Se excluye la sumisión a ley inconstitucional. Los jueces pueden plantear la cuestión
de constitucionalidad al TC, en caso de tener dudas sobre la aplicabilidad de un precepto
que pueda colisionar con la CE.
El art. 13 LOPJ dispone que todos están obligados a respetar la independencia de jueces
y magistrados. Esta declaración genérica, hecha después de haberse referido la ley a los
posibles ataques a la independencia hechos por los propios jueces, alude a otras
personas, grupos o poderes que puedan intentar socavar la necesaria independencia
judicial.
De entre todos ellos destaca el Poder Ejecutivo que tiene una tradicional querencia por
subyugar al Judicial reduciéndolo a un mero servicio público más. Pero también alude a
partidos políticos, sindicatos, asociaciones, medios de comunicación, grupos de presión,
etc. El problema es que la LOPJ no garantiza de modo eficiente esta necesaria actitud
frente a los jueces como tendremos ocasión inmediatamente de ver.
En efecto, el art. 14 LOPJ establece que los jueces y magistrados que se consideren
inquietados o perturbados en su independencia pueden acudir a varias vías:
2.º) Dar cuenta de los hechos al juez o tribunal competente para seguir el procedimiento
adecuado.
3.º) Practicar por sí mismo las diligencias estrictamente indispensables para asegurar la
acción de la justicia y restaurar el orden jurídico.
Por su parte, indica el mismo precepto que el MF, por sí o a petición de los jueces,
promoverá las acciones pertinentes en defensa de la independencia judicial.
El art. 14 no indica qué debe hacer el CGPJ con la información acerca de hechos
atentatorios de la independencia. Habitualmente se suelen trasladar al responsable del
ataque sin más recorrido.
En conclusión, solo la segunda de las vías podrá tener algún éxito, constituyendo la
primera y la tercera bonitas frases que no van más allá.
A) Garantía formal
La garantía formal atiende a la calidad de la norma que debe regular el estatuto jurídico
de jueces y magistrados. Como ya sabemos, hay reserva de ley orgánica, en concreto de
LOPJ (art. 122.1 CE). Ello significa que no pueden hacerse remisiones a otras leyes al
regular el estatuto jurídico de jueces y magistrados. Y debería también impedir que se
dictasen reglamentos para regular el status de jueces y magistrados. Sin embargo, eso
no es exactamente así.
B) Garantías materiales
El art. 389 establece las incompatibilidades con el cargo de juez o magistrado en una
prolija descripción de nueve números en los que se contemplan varios supuestos en cada
uno de ellos. Destaca como excepción a la incompatibilidad, la docencia o investigación
jurídica, así como la producción o creación literaria, artística, científica y técnica y las
publicaciones derivadas de aquella.
Los que ejerciendo cualquier empleo, cargo o profesión de los expresados en el art. 389
fueren nombrados jueces o magistrados, deberán optar, en el plazo de ocho días, por uno
u otro cargo, o cesar en el ejercicio de la actividad incompatible. Quienes no hicieren uso
de dicha opción en ese plazo, se entenderá que renuncian al nombramiento judicial (art.
390 LOPJ).
Por su parte, la inmunidad judicial comprende tres fundamentales derechos (arts. 398 a
400 LOPJ):
1. En cuanto a la detención: los jueces y magistrados en activo solo podrán ser detenidos
por orden del juez competente, no por la policía (salvo el caso de flagrante delito).
3. IMPARCIALIDAD
3.1. Concepto
Ya Séneca advertía de las consecuencias negativas que se derivaban al juzgar algo que
se siente como propio: “Miramos con confianza lo que es nuestro y tal prevención sirve
de obstáculo a nuestro juicio”. En efecto, el juez al tener un interés, o bien en una parte
o bien en el objeto del proceso, lo mira como propio y desde esa perspectiva su juicio
deja ya de ser imparcial.
Juez imparcial será entonces aquel que no tiene ningún interés vinculado ni a las partes,
ni al objeto de un determinado proceso. La imparcialidad es, así, una clase concreta de la
independencia que se manifiesta en la desvinculación del juez de las partes y del objeto
procesal.
La imparcialidad está en el ánimo del juez y no hay ley capaz de desentrañarlo. Así pues,
¿cómo saber si la actitud íntima del juez abriga parcialidad hacia las partes o el objeto de
un proceso? Dado que no podemos llegar a esas profundidades, la ley opta por concretar
una serie de situaciones que, objetivamente, son parcializantes. Esto es, que a una
mayoría de individuos, les harían ser parciales. Ello no significa que el juez en quien
concurra cualquiera de estas circunstancias sea necesariamente parcial, pero la ley
entiende que, hallándose en esa situación, lo más prudente es que no conozca del asunto
por el riesgo que supone. Por ejemplo, si un juez ha de juzgar a su cónyuge lo más
probable es que sea parcial al hacerlo, pero eso no descarta que pueda ser imparcial si
tiene un alto sentido del deber y es capaz de anteponerlo a sus intereses personales.
Según el art. 217 LOPJ el juez o magistrado en quien concurra alguna de las causas
establecidas legalmente se abstendrá del conocimiento del asunto sin esperar a que se
le recuse. A continuación, el art. 219 despliega en sus 16 números incontables supuestos
en los que se vería en entredicho la imparcialidad del juez. La diferencia entre
abstención y recusación está únicamente en el procedimiento por el que se pone en
evidencia la situación, ya que las causas son las mismas. En el caso de la abstención, es
el propio juez el que, advirtiendo la concurrencia del supuesto, lo pone de manifiesto. En
la recusación son las partes las que inician el procedimiento.
La abstención es procedimentalmente más sencilla. Está regulada en los arts. 221 y 222
LOPJ. Consiste básicamente en la remisión de un escrito razonado al órgano competente
que apreciará si existe o no causa de abstención. Si no existe, el juez seguirá
conociendo. Si existe, se aparta al juez del conocimiento del asunto y se nombra a un
sustituto.
La recusación es más compleja. Está regulada en los arts. 223 al 228 LOPJ. Se inicia por
un escrito dirigido al órgano competente. En su tramitación se oirá a las otras partes y al
recusado. Si el juez admite la concurrencia de la causa, el procedimiento se simplifica. Si
no, continua el procedimiento hasta que se decida por auto o bien desestimar la
recusación, en cuyo caso el recusado sigue conociendo del asunto o bien estimarla con lo
que el recusado deja de conocer del asunto y lo hará un sustituto.
4. INAMOVILIDAD
4.1. Concepto
4.2. Clases
Así, vemos que la inamovilidad judicial es absoluta y hasta la edad de jubilación forzosa,
mientras que la de los funcionarios es relativa y también hasta la edad de jubilación
forzosa. La distinta calidad de una y otra inamovilidad es fruto de la distinta finalidad
que se persigue en cada caso. Con la judicial, la independencia, con la funcionarial, una
actuación eficaz de la Administración, tal y como se desprende del art. 103.1 CE.
5. RESPONSABILIDAD
5.1. Concepto
A la responsabilidad alude el art. 117.1 CE y la LOPJ en sus arts. 292 a 296 y 405 a 427.
5.2. Clases
Por un lado, están los supuestos de error judicial, funcionamiento anormal y prisión
provisional, en los que no se aprecia dolo o culpa grave en el juez. En estos casos el
Estado asume la obligación objetiva de indemnizar, aunque a través de un largo
procedimiento y en cantidades no siempre proporcionadas (art. 121 CE y arts. 292 a 295
LOPJ).
Por otro lado, cuando se produzcan daños y perjuicios como consecuencia del dolo o
culpa grave de un juez, la Administración del Estado, una vez satisfecha la obligación de
indemnizar al perjudicado, puede exigir al juez el reembolso de lo pagado, sin perjuicio
de la responsabilidad disciplinaria en que este pudiera incurrir (art. 296 LOPJ).
Finalmente, la responsabilidad jurisdiccional penal se regula en los arts. 405 a 410 LOPJ.
Es importante resaltar que esta responsabilidad está vinculada a la actuación
jurisdiccional y no puede exigirse por los delitos que cometan los jueces como
ciudadanos particulares.
1.ª Actividad
El juez del Juzgado Central de Instrucción n.º 4 envía un escrito al TS donde solicita
razonadamente que se abra una investigación sobre un miembro del Gobierno. Le
achaca los delitos de falsedad en documento público, revelación de secretos y daños
informáticos. Al conocerse la noticia, se producen unas manifestaciones de esta persona
en las que dice: “mi imputación sería un escándalo internacional y una seria amenaza
para la democracia”.
Preguntas:
2.ª Actividad
1.ª) Juez que juzga casos en los que se dirimen importantes intereses económicos que les
afectaban directamente a él o a su esposa.
2.ª) Juez que abre diligencias penales contra una perfumería que no quiso cambiarle una
colonia que previamente había comprado.
3.ª) Juez que no dictaba sentencia o lo hacía injustificadamente tarde, en algún caso más
de tres años después de la vista.
4.ª) Juez que se hacía llamar por los funcionarios “Señoría ilustrísima” mientras se
dirigía a ellos llamándoles “feo”, “calvo” y “gordo”. Les amenazaba con “empaquetarlos”
con expedientes. El ambiente de tensión provocó que 24 funcionarios pidieran el
traslado, algunos de ellos requirieron tratamiento psiquiátrico.
5.ª) Juez que lleva su Fiat Coupe 130, modelo de 1969, a pasar la ITV. No lo logra hasta la
tercera visita. Al día siguiente manda desde su Juzgado un fax reclamando, en el plazo
de 5 días, 18.000 euros por daños y perjuicios. En el escrito se puede leer: “Estoy en
condiciones de garantizarle que su vida dejará de ser algo agradable en los próximos
meses e incluso años”. Amenazaba también al Jefe de Inspección de la ITV diciendo que
“en caso de que no le abonara la cantidad sufriría toda clase de reclamaciones,
demandas y querellas”.
6.ª) El juez provocó entre los trabajadores del Juzgado “situaciones de humillación,
angustia, temor, nerviosismo y estrés, así como de repulsión, debido a su falta de higiene
y aseo personal”. El magistrado les lanzaba expresiones como “usted está aquí para
servirme”, “La ley soy yo” y cuando le replicaban respondía con frases como “por mis
coj…” o “aquí mando yo”. “Los funcionarios no podían soportar su hedor corporal y su
falta de limpieza, o que se hurgara de manera indecorosa en los pies, los oídos, la nariz o
les salpicara con la saliva”. “Tampoco soportaban su costumbre de orinar en los lavabos
del despacho con la puerta abierta mientras continuaba dictando”.
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