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Antecedentes:
Durrante el período de Diocleciano (284-305), se llevaron a cabo una serie de
reformas políticas, económicas y religiosas en el Imperio Romano. En lo
político, se estableció un sistema de gobierno conocido como tetrarquía, en la
que cuatro líderes compartían el poder supremo: dos Augustos, Diocleciano y
Maximiano, y dos Césares, Galerio y Constancio I (padre de Constantino). Esta
división tenía como objetivo facilitar la administración del vasto imperio y
asegurar su estabilidad política (Bravo, 2000).
En lo que respecta a la religión, se implementaron una serie de edictos en un
intento de restaurar la estabilidad religiosa y social en el imperio. En el año 303,
se emitió el "Edicto de Diocleciano", también conocido como el Primer Edicto
de Persecución, que ordenaba la destrucción de iglesias cristianas, la
confiscación de sus propiedades y la prohibición de los cultos cristianos. Según
Bravo (1998), "los cristianos eran considerados rebeldes, conspiradores e
incluso ateos por negarse a obedecer las órdenes imperiales... además
contaban con una sólida organización y una clara disposición a presentarse
ante todos como una auténtica alternativa a la sociedad y el Estado" (p.118).
Esta persecución continuó durante varios años y fue especialmente intensa en
algunas regiones del imperio. A pesar de la persecución, el cristianismo
continuaría creciendo, convirtiéndose años después en la religión oficial del
Imperio. "En efecto, Prisca, la mujer de Diocleciano, y Valeria, su hija y a la
sazón mujer del emperador Galerio, eran ya probablemente cristianas" (Bravo.
1998, p.119)
Ascenso al Poder:
El año 305 marcó el final de la primera tetrarquía con la renuncia de los dos
Augustos, Diocleciano y Maximiano. De esta forma los dos Césares,
Constancio y Galerio ascendieron a la categoría de Augusto respectivamente.
Por su parte, Severo y Maximino se establecieron como Césares. En el 306,
muere Constancio, hecho que desencadenó una serie de conflictos sucesorios.
Constantino fue proclamado por su tropa, Augusto de Occidente, desafiando
los derechos de Severo. La intervención de Galerio inicialmente resolvió el
problema, pero Maximiano y su hijo Majencio complicaron la situación.
Constantino y Licinio se enfrentaron a Majencio y Maximino en una serie de
guerras civiles. La victoria de Constantino sobre Majencio y de Licinio sobre
Maximino llevó a un acuerdo momentáneo (Jerphagnon, 2007).
Edicto de Milan:
En el año 313, es promulgado "El edicto de Milán", que ha sido considerado
tradicionalmente como el documento que estableció la libertad religiosa en el
Imperio Romano y que puso fin a las persecuciones contra los cristianos.
Firmado por los emperadores Constantino I (occidente), que se convirtió al
cristianismo, y Licinio (oriente), que seguía siendo pagano pero no perseguía a
los cristianos activamente. Los historiadores debaten sobre la veracidad de
este edicto, considerando que realmente no tuvo carácter de tal. De acuerdo
con Paul Veyne (2008), "la tolerancia hacia los cristianos ya estaba establecida
desde hacía dos años con el edicto de Galerio en el 311, y Constantino no
necesitaba promulgar un edicto similar después de su victoria en el Puente
Milvio en octubre de 312" (p.15)
¿Cuál pudo haber sido entonces la razón que llevó a Constantino a realizar tal
acción?. Según Bravo (2000), "probablemente la conversión de Constantino se
debió a razones exclusivamente políticas, entre las que destaca la progresiva
implantación del cristianismo en todos los estratos sociales y, particularmente,
en el ejército y la administración" (p.536). En ese momento, había alrededor de
1500 sedes episcopales en el Imperio, y aproximadamente de cinco a siete
millones de personas, de los cincuenta millones de habitantes del Imperio, eran
cristianas, lo que si bien representa un pequeño porcentaje de la población de
la época, también representa un gran crecimiento en pocos años.
Legado:
Su conversión y apoyo al cristianismo, ya sea por fe o por estrategia política,
marcaron un punto de inflexión en la historia del mundo occidental, al
establecer el cristianismo como una religión legítima. Esta influencia perduró
durante siglos, dando forma a la Iglesia y su relación con el Estado. Además,
sentó las bases para la transición del mundo antiguo al medieval, influyendo no
solo en el Imperio romano tardío, sino también en las futuras dinastías y
sistemas políticos en Europa. Su legado perdura en la memoria histórica y
sigue siendo objeto de estudio y debate en la actualidad (Campbell, 2013).
Bibliografía: