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¿Qué es y como surge el complejo de Edipo?

Es un termino psicoanalítico que surge de las teorías freudianas. Este concepto habla de un
sentimiento que se genera en los niños mediante la etapa fálica. Etapa del desarrollo
psicosexual, que barca desde los 3 hasta los 6 años donde el mismo desarrolla sentimientos de
excesivo amor hacia su padre de sexo opuesto y sentimientos de rechazo y rivalidad hacia el
padre del mismo sexo.
En la etapa fálica el niño comienza a darse cuenta de las diferencias sexuales entre los
diferentes géneros.
En simultaneo con el complejo de Edipo, en el niño se produce lo que conocemos como
complejo de castración: un miedo inconsciente de que su padre mas fuerte le quitara su
masculinidad, con el fin de eliminar la amenaza que supone para la atención de su madre.

En las niñas el complejo de castración surge al descubrirse ellas mismas como un ser femenino,
sin presencia del pene. Ellas comienzan a notar que hay una diferencia anatómica entre ambos
sexos y surge la “envidia del pene” o penishneid

Este tiene dos formas una llamada positiva directa y la otra negativa:
En su forma llamada positiva el complejo se presenta como el deseo de muerte de la persona
del mismo sexo (el rival) y deseo sexual hacia el de sexo opuesto.
Su declinación señala la entrada del periodo de latencia.

COMPLEJO DE CASTRACION:
Se sitúa diferente en los dos sexos:
1) En el hijo varón la amenaza de castración marca la crisis terminal del complejo de Edipo,
prohibiéndole al hijo el objeto materno.
La angustia de castración inaugura para él, el periodo de latencia y precipita la formación del
superyó. El varón sale del complejo de Edipo por amenaza y angustia de castración

2) En la hija en cambio el complejo de castración abre la búsqueda que la conduce a desear al


padre (ser el falo paterno) es decir constituye el momento de entrada en el Edipo. La niña
entra en el complejo de Edipo por complejo de castración.

PERIODO DE LATENCIA:
Periodo que va de la declinación de la sexualidad infantil hasta el comienzo de la pubertad que
marca un tiempo de suspensión aparente en la evolución de la sexualidad.
Según Freud, el periodo de latencia encuentra su origen en el sepultamiento del complejo de
Edipo y se caracteriza por una intensificación de la represión causante de la amnesia infantil
(represión primaria) hasta que entremos en la latencia, una transformación de las cargas
libidinales sobre los padres en identificación con los mismos (formación del superyó), el
desarrollo de 2 grandes mecanismos de defensas del yo: sublimación y formación reactiva.

Sexualidad femenina:
Toda vez que existía una ligazón-padre particularmente intensa, había sido precedida, según el
testimonio del análisis, por una fase de ligazón-madre exclusiva de igual intensidad y
apasionamiento. La segunda fase, el cambio de vía del objeto.
Esa ligazón-madre entrado el cuarto año, era preciso admitir la posibilidad de que cierto
numero de personas del sexo femenino permanecieran atascadas en la ligazón-madre
originaria y nunca produjeran una vuelta cabal hacia el varón.
La mujer llega a la situación edípica normal positiva luego de superar una prehistoria
gobernada por el complejo negativo. En el curso de esa fase el padre no es un rival fastidioso,
aunque la hostilidad hacia el nunca alcanza la altura característica para el varón.

Esta impresión puede venirme de que las mujeres acaso establecieron conmigo en el análisis la
misma ligazón-padre, las analistas mujeres pudieron percibir ese estado de los hechos de
manera más fácil, más nítida, porque en las personas que les sirvieron de testigos tuvieron el
auxilio de la transferencia sobre un adecuado sustituto de la madre.

La fase de ligazón-madre deja conjeturar un nexo particularmente intimo con la etiología de la


histeria, la fase y la neurosis, se cuentan entre los caracteres particulares de la femineidad, la
intelección de que en esa dependencia de la mujer se halla el germen de la posterior paranoia
de la mujer. Ese germen, la angustia de ser asesinada por la madre, cabe suponer que esa
angustia corresponda a una hostilidad que en la niña se desarrolla contra la madre a
consecuencia de las múltiples limitaciones de la educación y el cuidado del cuerpo.

Los dos hechos, la intensa dependencia de la mujer respecto de su padre no es sino la


heredera de una igualmente intensa ligazón-madre y que esta fase anterior tuvo una duración
inesperada.

La bisexualidad resalta con mucha mayor nitidez en la mujer que en el varón. La mujer tiene
vagina(F) y clítoris(M).
La vida sexual de la mujer se descompone en dos fases: la primera tiene carácter masculino, la
segunda es específicamente femenina. Otra complicación nace de que la función del clítoris
viril se continua en la posterior vida sexual de la mujer de una manera muy cambiante.

Para el varón la madre deviene el primer objeto de amor a consecuencia del influjo del
suministro de alimento y del cuidado del cuerpo, en el caso de la mujer tiene que ser la madre
el primer objeto. Al final del desarrollo el varón-padre debe haber devenido el nuevo objeto de
amor; al cambio de vía sexual de la mujer tiene que corresponder un cambio de vía en el sexo
del objeto.

En el varón, sin duda, resta como secuela del complejo de castración cierto grado de
menosprecio por la mujer cuya castración se ha conocido.
Muy diversos son los efectos del complejo de castración en la mujer, ella reconoce el hecho de
su castración y así la superioridad del varón y su propia inferioridad. La mujercita con su
clítoris, renuncia a su quehacer fálico, así como a buena parte de su virilidad, retiene la
masculinidad amenazada.

Este complejo de masculinidad de la mujer puede terminar en una elección de objeto


homosexual manifiesta.
Toma al padre como objeto y así halla la forma femenina del complejo de Edipo, el complejo
de Edipo es en la mujer el resultado final de un desarrollo más prolongado; no es destruido por
el influjo de la castración sino creado por el.
Muchas mujeres que han escogido a su marido según el modelo del padreo o lo han puesto en
el lugar de este repiten con el en el matrimonio su mala relación con la madre. Hereda el
vinculo-madre, un evidente caso de regresión. El vinculo madre fue el originario; sobre el se
edifico la ligazón-padre y ahora en el matrimonio sale a la luz lo originario.

Su actitud hostil hacia la madre no es una consecuencia de la rivalidad del complejo de Edipo,
sino que proviene de la fase anterior.
Los celos hacia otras personas, hermanitos, rivales entre quienes también el padre encuentra
lugar. El amor infantil es desmedido, pide exclusividad, no se contenta con parcialidades, este
amor carece propiamente de meta, es incapaz de una satisfacción plena.

Otro motivo de extrañamiento respecto de la madre resulta del efecto del complejo de
castración sobre la criatura sin pene.

El propio quehacer fálico, la masturbación en el clítoris es hallado por la niña pequeña casi
siempre de manera espontánea, y al comienzo no va acompañado de fantasías.
La prohibición de masturbarse se convierte en una ocasión para dejar de hacerlo, pero
también es motivo para revelarse contra la persona prohibidora.

El rencor por haberle impedido el libre quehacer sexual desempeña un gran papel en el
desasimiento de la madre. Ese mismo motivo vuelve a producir efectos tras la pubertad
cuando la madre cree su deber preservar la castidad de su hija. La madre estorba de igual
manera la masturbación del varón.

Al final de esta primera fase de la ligazón-madre emerge como el mas intenso motivo de
extrañamiento de la hija respecto de la madre:
Omitio dotar a la niña con el único genital correcto, la nutrió de manera insuficiente, la forzó a
compartir con otro el amor materno, no cumplió todas las expectativas de amor y por ultimo
incito primero el quehacer sexual propio y luego lo prohibio.

No podemos llegar tan lejos como para aseverar que la ambivalencia de las investiduras de
sentimiento sea una ley psicológica de validez universal, sentir gran amor por una persona sin
que vaya aparejado un odio de igual magnitud. Es indudable que la persona normal y adulta
consigue separar entre si ambas posturas para no tener que odiar a su objeto de amor ni amar
también a su enemigo.

La intensa ligazón de la niña pequeña con su madre debió de haber sido muy ambivalente y
justamente por esa ambivalencia habrá sido forzada a extrañarse de ella. El varon conserva su
ligazón-madre colocando en su padre todos sus sentimientos hostiles.

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