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Apuntes de Clases Derecho Constitucional II (2021)

EL CONGRESO NACIONAL (CAPÍTULO V)

1. Derecho parlamentario y principio democrático

En general, las normas que regulan la organización y funcionamiento de las


Cámaras parlamentarias, se denomina por la doctrina como Derecho parlamentario. Este
Derecho que regula, nada más ni menos, que la función legislativa, es fundamental
dentro de un Estado constitucional y democrático de Derecho. Pues esta función no es
otra cosa que la expresión de los representantes del pueblo, esto es, como decía
Rousseau, la expresión de la voluntad general.

Particularmente importante es la técnica de la reserva de ley, que encuentra su


fundamento en el principio democrático y en la garantía del pluralismo político
(especialmente como garantía de las minorías). Técnica que, a su vez, se vincula con
otros principios como el de división de poderes, el cual tendrá una influencia decisiva sobre
los límites de la reserva legal. De esto se deriva la consecuencia, de que el principio
democrático es el fundamento del Parlamento. En efecto, como indica la profesora
Paloma BIGLINO, con la aparición de la democracia representativa surgen dos
principios esenciales el pluralismo y la división de poderes. Esto es así, en primer
término, porque sólo los parlamentos son capaces de expresar las distintas opciones
ideológicas existentes en el conjunto del cuerpo electoral; y, en segundo lugar, porque,
aunque el Parlamento es el único órgano que representa a todo el pueblo soberano,
ostenta sólo uno de los poderes del Estado. Dicho en otras palabras, el Parlamento es el
órgano del Estado donde el principio democrático alcanza su máxima expresión, por
cuanto las cámaras representan a todo el pueblo en su conjunto, y, aunque decidan
conforme a la regla de la mayoría, articulan cauces de participación para las minorías.

Por esta razón, citando a la misma autora, las disposiciones del Ejecutivo no
ocupan, en el sistema de fuentes, una posición idéntica a la que caracteriza a la ley del
Parlamento porque, al elaborarlas, el Ejecutivo no garantiza, como sin embargo hacen
las cámaras, los requisitos que impone el principio democrático. Si la ley sigue
conservando una posición privilegiada dentro del ordenamiento es, sobre todo, por
razones de naturaleza formal. La ley continúa siendo la única norma elaborada por un
órgano que expresa la voluntad popular en su conjunto, mediante un procedimiento de
carácter participativo que permite a los ciudadanos conocer la posición que han
adoptado sus representantes. En definitiva, como concluye la profesora BIGLINO, lo
que cualifica a la ley en el sistema de fuentes es su procedimiento de elaboración. Incluso, constituye
el fundamento central en la actualidad del principio de la reserva legal.

Es importante agregar que, así como el Parlamento encuentra su legitimidad o


razón de ser en el principio democrático (democracia formal), igualmente halla en el
mismo un límite infranqueable (democracia sustancial). Esta idea debe ser entendida en
el contexto de reconocer la fuerza normativa de la Constitución, y esto comienza a
desarrollarse, como indica la misma profesora, cuando los ordenamientos recogen la esencial
distinción entre poder constituyente y poder constituido. La existencia de una Constitución
normativa es el límite más evidente que el principio democrático impone al Parlamento
(por cuanto no hay más Constitución que la democrática). Ya que la norma
fundamental recoge las decisiones básicas adoptadas por la sociedad acerca de la
organización de los poderes del Estado y la relación que deben mantener con los
ciudadanos, límites infranqueables para el legislador. Pero la Constitución no impone

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sólo límites materiales, sino también condicionamientos formales. Dentro de este


contexto, como indica BIGLINO, la democracia es, sobre todo, procedimiento.

De ahí la importancia del proceso de elaboración de la ley (arts. 65 a 75 de la


Constitución). Pues para que lo hecho por los representantes pueda ser atribuido a los
representados, es imprescindible que sea fruto de la decisión de la mayoría, mediante un
procedimiento basado en la publicidad y que garantice la libertad de quienes
participaban en su formación.

Por todo lo explicado hasta ahora, citando a Luís LOPEZ GUERRA, la


posición del poder legislativo viene definida por dos elementos. Por una parte, por las
características de su organización, que persiguen fundamentalmente, garantizar la
independencia del legislativo respecto de otros poderes del Estado, singularmente el
ejecutivo. Por otra parte, por el conjunto de funciones que se le atribuyen; además de
las funciones legislativas y constituyentes, los parlamentos llevan a cabo funciones que
van más allá de la meramente legislativa. Así, por ejemplo, en el tema de la reserva de
ley está la norma del artículo 63 de la Carta. En lo referente a la función netamente
legislativa tenemos el artículo 46; y en lo pertinente a otras funciones que no son
propiamente legislativas, cabe destacar los arts. 52 y 53 de la Constitución. Resumiendo
lo dicho, el Derecho parlamentario en general, y en particular el chileno, reconoce en el
Parlamento las siguientes funciones: función legislativa; función de control político
(donde se incluye la función jurisdiccional) o de fiscalización; y la función financiera.

Dicho todo esto, como expresa NOGUEIRA, la función legislativa en nuestro


ordenamiento constitucional es desarrollada por el Congreso Nacional como por el
Presidente de la República, este último en su calidad de colegislador, según ya hemos
estudiado anteriormente.

La Carta de 1980, en su Capítulo V, de acuerdo a la tradición chilena inaugurada


por la Constitución de 1822, mantiene el sistema bicameral. Así lo indica el artículo 46 de
la Constitución.

2. Diferenciación orgánica entre la Cámara de Diputados y el Senado

Siguiendo al profesor SILVA BASCUÑAN, las diferenciaciones orgánicas entre el


Senado y la Cámara de Diputados vienen a ser, según la actual Carta, las siguientes:

a) Número de miembros:
CD: 155 (art. 47)
S: 47 (art. 49.)

b) Base de elección:
CD: art. 47 inciso 1º.
S: (art. 49

c) Duración del mandato:


CD: 4 años (art.47)
S: 8 años (Art. 49)

d) Renovación:
CD: total, cada 4 años (art. 47 inc. 2º).
S: parcial, cada 4 años (Art. 49)
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e) Edad y demás requisitos para ser elegido:


CD: 21 años (art. 48)
S: 35 años, al día de la elección. (art.50)

f) Materias de origen exclusivo:


CD: leyes sobre tributos de cualquiera naturaleza, sobre los presupuestos de la
Administración Pública y sobre reclutamiento (art. 65 inc. 2º).
S: leyes sobre amnistía y sobre indultos generales (art. 65 Inc. 2º).

g) Atribuciones exclusivas:
CD: acusar en juicio político y fiscalizar los actos del gobierno (art.52).
S: juzgar en juicio político; permitir el ejercicio de la responsabilidad civil de los
Ministros de Estado; conocer de ciertas contiendas de competencia; otorgar
rehabilitaciones de la ciudadanía; consentir en algunos actos del Presidente de la
República; autorizar la ausencia del país del Presidente de la República; declarar la
inhabilidad del Jefe del Estado o admitir su dimisión; aprobar la sentencia del Tribunal
Constitucional que hace responsable al Presidente de los hechos que han producido la
declaración de inconstitucionalidad de organizaciones políticas, y dar su dictamen
cuando el Presidente lo consultare (art. 53)

3. Atribuciones exclusivas de la Cámara de Diputados

3.1 Fiscalización de los actos del Gobierno (art. 52 Nº 1)

La Carta Fundamental señala tres tipos de acciones que la Cámara puede realizar en
cumplimiento de esta función:

A) Adoptar acuerdos o sugerir obligaciones.

La Constitución indica lo siguiente: "Fiscalizar los actos del Gobierno. Para ejercer esta
atribución la Cámara puede:
a) Adoptar acuerdos o sugerir observaciones, con el voto de la mayoría de los diputados presentes que
se transmitirán por escrito al Presidente de la República, debiendo el Gobierno dar respuesta, por
medio del Ministro de Estado que corresponda, dentro de treinta días.
Sin perjuicio de lo anterior, cualquier diputado, con el voto favorable de un tercio de los
miembros presentes de la Cámara, podrá solicitar determinados antecedentes al Gobierno. El
Presidente de la República contestará fundadamente por intermedio del Ministro de Estado que
corresponda, dentro del mismo plazo señalado en el párrafo anterior.
En ningún caso, dichos acuerdos y observaciones afectarán la responsabilidad política de los
Ministros, y la obligación del Gobierno se entenderá cumplida por el solo hecho de entregar su
respuesta".

Para el profesor J. L. CEA EGAÑA, esta forma de fiscalización “consiste en


adoptar acuerdos o sugerir las observaciones que apruebe la mayoría de los diputados presentes
(...) cuyo contenido de adhesión o crítica es esencialmente político, o sea, consecuencia de
apreciación efectuadas sobre la base de doctrinas, ideologías o concepciones filosóficas que
conducen a los diputados a formular juicios de conveniencia, de mérito o de oportunidad sobre lo
obrado o no por el Gobierno”.

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B) Interpelación de los Ministros de Estado.

La Constitución establece, en virtud de la función fiscalizadora de la Cámara, que


puede, en la letra b) “Citar a un Ministro de Estado, a petición de a lo menos un tercio de los
diputados en ejercicio, a fin de formularle preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de
su cargo. Con todo, un mismo Ministro no podrá ser citado para este efecto más de tres veces dentro de
un año calendario, sin previo acuerdo de la mayoría absoluta de los diputados en ejercicio”.

Esto es una innovación dentro de la Constitución y se consagró con la reforma


constitucional de 2005. Para muchos, la mal llamada “interpelación” (recoge el nombre
de una institución propia del Sistema Parlamentario de gobierno), viene a afianzar la
labor fiscalizadora de la Cámara.

Para ejecutar esta función se modificó el reglamento de la Cámara y se estableció el


procedimiento a seguir, que se resume en lo siguiente:

- El quórum para citar a un Ministro de Estado es de un tercio de los diputados


en ejercicio y el fin de la citación es formular preguntas en relación a materias
vinculadas al ejercicio del cargo.
- El Ministro de Estado puede ir acompañado de un asesor, el cual no tiene el uso
de la palabra.
- No puede ser citado el mismo Ministro por más de tres veces en un año
calendario, aunque podría serlo si se obtiene un quórum de la mayoría absoluta
de los diputados en ejercicio para citarlo.
- La Solicitud la hace el peticionario en la Secretaria de la Corporación, indicando
en su solicitud el tema objeto de la citación y los documentos que estime
pertinente acompañar. Y debe ser suscrita por a lo menos un tercio de los
diputados en ejercicio.
- En cuanto a su tramitación, el Presidente de la Cámara, en al sesión más
próxima, dará cuenta de la solicitud, y señalara el día de citación del Ministro. La
solicitud se entenderá aprobada con el asentimiento de la Sala, existiendo el
quórum necesario. Si hubiere oposición, deberá someterse a votación, la cual se
entenderá por aprobada si cuenta con el voto favorable de un tercio de los
diputados y diputadas en ejercicio.
- El ministro o ministra requerida, será notificado personalmente o por cédula por el
Secretario General de la Cámara o por el funcionario que éste designe, dentro de
las cuarenta y ocho horas siguientes a la aceptación de esta solicitud. La sesión
deberá realizarse en no menos de cinco días desde la notificación ni luego de diez
días de realizada esta.
- Para la comparecencia del ministro o ministra el Presidente de la Corporación
podrá fijar una sesión especial o destinar un tiempo no inferior a una hora, a
continuación de la lectura de la Cuenta, de alguna de las sesiones ordinarias que se
celebren dentro del plazo establecido.
- El ministro o ministra deberá responder las preguntas obligatoriamente,
inmediatamente después de formuladas y dispondrá de un tiempo no superior a
cinco minutos por cada una.
- El diputado o diputada que formule las preguntas tendrá derecho a pedir de
inmediato aclaraciones sobre las respuestas. Para ello, dispondrá de un tiempo no
superior a tres minutos. De igual forma el ministro o ministra responderá a la
solicitud de aclaración por un término no superior a cinco minutos.
- Concluidas las preguntas, repuestas y aclaraciones de parte del ministro o la
ministra, los jefes o jefas de las distintas bancadas o aquellos a quienes éstos
designen dispondrán de hasta tres minutos, cada uno, para hacer las precisiones

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que estimen necesarias en relación con la materia de la convocatoria. El mismo


procedimiento se utilizará para los ministros o ministras. Es decir, tendrán un total
de tres minutos para hacer sus comentarios.
- Por último, en las disposiciones generales se contempla que el ministro o ministra,
excepcionalmente, podrá excusarse de contestar, indicando el motivo. Además,
deberá precisar la sesión en que concurrirá a responder.

- Cuando la materia sobre la que recae una pregunta es de aquellas que la ley declara
secreta, el presidente o la presidenta de la Cámara deberá constituir la Sala en ese
carácter hasta que concluyan las respuestas y aclaraciones correspondientes.

- Por último, el diputado o diputada designada para formular las preguntas deberá
hacerlo de pie desde su ubicación en el hemiciclo y el ministro o ministra
responderá desde el podio que se ubica a un costado de la testera.

C) Comisiones Especiales Investigadoras.

Por último, sobre esta materia hay que agregar que se incorpora como atribución
exclusiva de la Cámara la posibilidad de “crear comisiones especiales investigadoras a petición de
a lo menos dos quintos de los diputados en ejercicio, con el objeto de reunir informaciones relativas a
determinados actos del Gobierno” (Art. 52 Nro. 1 letra c). Al respecto se llegó a un acuerdo en
la Comisión de Constitución, cuyos objetivos pueden ser sintetizados del siguiente
modo:

1. Fortalecer las atribuciones fiscalizadoras de la Cámara de Diputados.


2. Precisar que la función fiscalizadora corresponde a la Cámara de Diputados y no
a sus miembros individualmente considerados.
3. Consagrar en el texto constitucional la existencia de las comisiones
investigadoras.
4. Fijar en un tercio (hoy la Constitución dice dos quintos) de los Diputados en
ejercicio el quórum necesario para adoptar el acuerdo de constituir una comisión
investigadora.
5. Establecer que la investigación será reservada y que su trabajo culminará en un
informe final que tendrá carácter público. En caso de no haber unanimidad, el
informe contendrá tanto las opiniones de mayoría como las de minoría.
6. Contemplar la posibilidad de citar a los Ministros de Estado a las comisiones
investigadoras. Por otra parte, si se tratare de temas propios de sus áreas que los
Parlamentarios deseen conocer, se acordó enmendar el artículo 37 de la Carta
Fundamental, con el objeto de facultar a las Cámaras para citar a sesiones
especiales para este objeto, a las cuales los Secretarios de Estado citados estarán
obligados a concurrir.
7. Fijar el ámbito de competencia de las comisiones investigadoras. A este
respecto, se acordó puntualizar que están sujetos a la labor fiscalizadora de la
Cámara de Diputados solamente los actos de Gobierno.
8. La denominación “actos de Gobierno” incluye las actuaciones de las empresas
del Estado, así como de aquéllas en que el Estado tiene participación
mayoritaria. En ningún caso, la fiscalización puede incidir en el ámbito privado,
de manera que los particulares no están obligados a comparecer ante una

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comisión investigadora, aun cuando puedan acudir voluntariamente para aclarar


determinadas situaciones.
9. Del mismo modo, se entiende que la expresión “Gobierno” incluye a las Fuerzas
Armadas, habiéndose solicitado dejar expresa constancia en relación con este
punto, teniendo presente, sobre el particular, que ya ha habido, en la práctica,
investigaciones que las afectan.
10. Por el contrario, dentro del “Gobierno” no estarían incluidos los Gobiernos
Regionales ni los Municipios, respecto de cuya fiscalización hubo consenso en
que debía avanzarse, en el entendido de que ella nunca podrá tener un carácter
político. Sobre esta materia, se dejó constancia de que la reforma constitucional
en estudio no altera la jurisprudencia habida en relación con estas instituciones.
11. Finalmente, se acordó precisar que mediante la fiscalización de la Cámara de
Diputados sólo se busca hacer efectiva las responsabilidades políticas (a fin de
preparar una eventual acusación constitucional) y, en ningún caso, las de índole
penal, civil o administrativa.

3.1.1 Fiscalización y Control

De todo lo anterior fluye una importante consecuencia, cual es que en la doctrina


chilena se ha diferenciado la fiscalización del control. En efecto, como expresa J. L. CEA
EGAÑA, apoyado en otros autores nacionales, “cuando se fiscaliza y cuando se controla
se examina y analiza un acto, pero, en el primer caso, se formula principalmente un juicio de
valor, acerca de la conveniencia o inconveniencia sustancial de su contenido, desde el punto de vista
no sólo de su conformidad al ordenamiento jurídico, sino, además, de su adecuación a
determinada idea de bien común. En el control -prosigue- se busca la conformidad del acto con el
ordenamiento jurídico positivo, dejando al margen toda apreciación que quepa en la órbita dentro de
la cual se mueve con amplitud la determinación discrecional que se reserva, por dicho
ordenamiento, al autor del acto”.

Del mismo modo, la diferencia entre la fiscalización y el control fue largamente


discutida en el seno de la Comisión de Estudio, llegando incluso a darse un concepto
(sesión 319). "Fiscalizar -se dijo- es vigilar la conducta de personas o autoridades para que
su comportamiento se adecue a ciertas pautas (...) ¿Qué pretende el control jurídico? Que
la actividad del gobierno y la administración se adecue a los criterios de justicia
establecidos en las normas de la ley -es decir, dicho de otra forma, si una determinada
conducta se adecua o no a las pautas o normas preestablecidas".

De esta forma, cabe poner de manifiesto esta circunstancia de diferenciación entre


la fiscalización y el control. Toda vez que permite diferenciar las consecuencias jurídicas que se
producen en cada caso. Así, por ejemplo, tratándose de la fiscalización de los actos del
Gobierno, los efectos de la responsabilidad gubernamental son muy distintos a los que se
producen en la acusación en juicio político. En el primer caso, no hay responsabilidad
política (pues, como indica la Carta, los acuerdos y observaciones de la Cámara afectarán
la responsabilidad política de los Ministros y la obligación del Gobierno se entenderá
cumplida por el sólo hecho de entregar su respuesta); en el segundo, si cabe dicha
posibilidad. También, no obstante de tratarse en ambos casos de manifestaciones del
control político, en la situación de la fiscalización se está en presencia de una verificación
que implica un máximo de subjetividad, cuyo único objetivo es adoptar acuerdos o sugerir
observaciones; en cambio, tratándose de la acusación constitucional el margen de

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subjetivismo en la verificación –que es propio del control político-, se encuentra


determinado por las hipótesis constitucionales que pueden dar origen a este juicio político.

Igualmente, hay que precisar que esta fiscalización se refiere a los actos del
gobierno, pues comprende todos los actos que, bajo las órdenes del Presidente de la
República, llevan a cabo las autoridades administrativas y gubernativas. Dicho en otros
términos, los actos del gobierno pueden emanar, además del Jefe del Estado, también de
sus colaboradores directos, tales como, los Ministros de Estado, los subsecretarios,
Intendentes, gobernadores, etc. No hay que confundirlos con los actos de gobierno, que
son de atribución exclusiva del Presidente de la República, en su calidad de Jefe del Estado
y supremo administrador, los cuales obviamente pueden ser fiscalizados por la Cámara de
Diputados. Al respecto es importante tener presente el art. 1º de la Ley de Bases
Generales de la Administración del Estado.

3.2. Acusación constitucional o acusación en juicio político

De acuerdo a la atribución exclusiva que le confiere el artículo 52 nº 2 de la


Carta a la Cámara de Diputados, ésta puede “declarar si han o no lugar las acusaciones que no
menos de diez ni más de veinte de sus miembros formulen en contra de las siguientes personas:” del
Presidente de la República, de los Ministros de Estado, de los magistrados de los
tribunales superiores de justicia y del Contralor General de la República, de los
generales o almirantes de las instituciones pertenecientes a las fuerzas de la defensa
nacional y, por último, de los intendentes y gobernadores. Tan sólo el Parlamento,
como directo depositario de la soberanía y los magistrados del Tribunal Constitucional,
quedan al margen del principio de responsabilidad generado por la acusación en juicio
político. Además, la acusación sólo puede fundarse en las causales que la propia
Constitución señala para cada autoridad en particular.

Esta acusación se rige, además, por los arts. 37 a 52 y art. 3º transitorio de la ley
orgánica constitucional del Congreso Nacional, ley 18.918, y por los arts. 304 a 313 de
su Reglamento.

Para el caso del Jefe del Estado el mecanismo opera del siguiente modo: no
menos de diez ni más de veinte diputados pueden acusar constitucionalmente al
Presidente de la República, por "actos de su administración que hayan comprometido gravemente el
honor o la seguridad Nación, o infringido abiertamente la Constitución o las leyes". Esta acusación se
dirigirá durante su mandato y hasta los seis meses siguientes de expirado éste. Para el caso
de la acusación contra el Presidente de la República se necesitará el voto de la mayoría de
los diputados en ejercicio. Aprobada la acusación queda la autoridad suspendida
automáticamente de su puesto. Luego, el Senado resolverá como jurado -es decir, en
conciencia-, y se limitará a declarar si el acusado es o no culpable del delito, infracción o
abuso de poder que se le imputa. En el caso del Presidente se requiere los dos tercios de
los senadores en ejercicio; y, en la situación de que esté ejerciendo su mandato, por la
declaración de culpabilidad queda el acusado destituido de su cargo, es decir, se hace
efectiva su responsabilidad política.

En caso de que haya transcurrido (tratándose de un ex Presidente de la República)


el plazo de seis meses para deducir la acusación constitucional, no obsta para que, con
posterioridad y siempre que no exista prescripción, se ejerciten en su contra las acciones
civiles y penales que correspondan (como sucedió, por ejemplo, en los diversos juicios
seguidos contra Pinochet). En todo caso, de acuerdo al artículo 3º transitorio de la ley Nº
18.918 (orgánica constitucional del Congreso Nacional), “(...) las acusaciones a que se refiere el
artículo 48, Nº 2 (actual 52 nro. 2), de la Constitución, sólo podrán formularse con motivo de actos
realizados a contar del 11 de marzo de 1990”.
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Asimismo, en el caso del Presidente de la República y de un ex Presidente antes


de los seis meses de haber cesado su mandato, cualquier intento de juzgamiento debe
estar precedido de la acusación constitucional, que juega el rol de antejuicio de orden
político, por cuanto la dignidad del cargo de Primer Mandatario así lo exige. Más allá de
los seis meses de haber terminado su período presidencial, pueden ser juzgados, civil o
penalmente, sometiéndose en este caso a las normas generales. Sin embargo, “el que
haya desempeñado este cargo por el período completo, asumirá, inmediatamente y de
pleno derecho, la dignidad oficial de Ex Presidente de la República” (art. 30, incisos 2°
y 3°); es decir, para ser procesado debe ser desaforado y recibirá una dieta equivalente a
la remuneración de un Ministro de Estado. No le serán aplicable estos privilegios en el
caso que “haya sido declarado culpable en juicio político seguido en su contra” (art. 30,
inciso 4°).

Por último, en la hipótesis del Jefe de Estado, el único caso que registra la
historia de Chile que una acusación constitucional haya sido acogida, aconteció con
Carlos Ibáñez del Campo (1927-1931), que una vez dejado el cargo, en el año 1931, la
Cámara de Diputados lo acusa en juicio político, la cual fue aprobada en definitiva por
el Senado.

Finalmente, iniciada la transición a la democracia, diez diputados acusan, en


diciembre de 1992, a los Magistrados de la Corte Suprema Hernán Cereceda, Lionel
Béraud y Germán Valenzuela, por la causal del artículo 52 nº 2 letra c), es decir, por
notable abandono de sus deberes. De la presentación se da cuenta en la sesión de la Cámara
de 17 de dicho mes en la que se designa a la comisión informante. La acusación fue
acogida en la Cámara por 66 votos contra 39, en sesión de 9 de enero de 1993. En el
Senado se declaró culpable exclusivamente el Ministro Cereceda, respecto de notable
abandono de sus deberes, específicamente del “retraso inexcusable de un fallo judicial
durante más de cinco meses, habiendo reo preso en la causa, es decir, un individuo
procesado y privado de libertad”. Es la primera vez en la historia constitucional que un
magistrado de la Corte Suprema es destituido de su cargo por esta vía.

4. Atribuciones exclusivas del Senado (art. 53)

A) Conocer de las acusaciones que la Cámara de Diputados entable con arreglo al


artículo 53 (nº 1). Atribución que parte de la doctrina nacional la circunscribe dentro de
las funciones jurisdiccionales, las cuales, en el contexto del parámetro constitucional en
vigor, debieran someterse a las normas del debido proceso

B) Fuero civil de los Ministros (nº 2)

C) Fallar contiendas de competencia (nº 3)


-Tribunales superiores de justicia
-v. gr., Contraloría General de la República y Corte Suprema

D) Otorgar la rehabilitación de la ciudadanía en los casos del artículo 17 nº3 de la


Constitución (nº 4)
-La petición puede formularla el afectado una vez que haya extinguido su
responsabilidad penal

E) Prestar o negar su consentimiento a los actos del Presidente de la República, en los


casos que la Constitución o la ley lo requieran (nº 5)
-v. gr., art. 32 nº 9 y 12

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F) Otorgar su acuerdo para que el Presidente de la República pueda ausentarse del país
por más de 30 días o en los últimos 90 días de su período (nº 6)

G) Declarar la inhabilidad del Presidente de la República o del Presidente electo y


declarar si los motivos que originen la dimisión del cargo del Presidente son o no
fundados, y, por tanto, admitirla o desecharla (nº 7)

H) Aprobar por la mayoría de sus miembros en ejercicio, la declaración del Tribunal


Constitucional sobre la responsabilidad de las personas que atenten contra el orden
institucional de la República (nº 8)
-Art. 19 nº 15 en relación al art. 93 nro.10.

I) Aprobar con el voto conforme de los 2/3 de los senadores en ejercicio, la


designación de los ministros y fiscales de la Corte Suprema y del Fiscal Nacional (nº 9)

J) Dar su dictamen al Presidente de la República en los casos en que éste lo solicite (nº
10)
-En este caso el Senado se convierte en un órgano consejero del Presidente.

5. Atribuciones exclusivas del Congreso (art. 54)

5.1. Tratados Internacionales.

Señala la norma citada que es atribución exclusiva del Congreso: “Aprobar o


desechar los tratados internacionales que le presentare el Presidente de la República antes de su
ratificación” (nº 1, inciso 1°). La reforma constitucional de 2005 mantuvo intacta esta
primera oración, que implica una limitada acción del Congreso Nacional: “Aprobar o
desechar”, entendiendo por tratado internacional lo establecido en el art. 2° de la
Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados1.

En el primer inciso, la reforma incorpora una segunda oración, la que sostiene:


“La aprobación de un tratado requerirá, en cada Cámara, de los quórum que
corresponda, en conformidad al artículo 66, y se someterá, en lo pertinente, a los
trámites de una ley”.
Siguiendo a Humberto NOGUEIRA, esta oración merece dos comentarios. 1)
Constitucionaliza la interpretación realizada por la doctrina y por el Tribunal
Constitucional, la que había sostenido que las materias abordadas por tratados
internacionales que correspondían a enunciados normativos que la Carta Fundamental
sostiene que deben ser aprobados por determinado quórum parlamentario en el ámbito
del Derecho interno de acuerdo al art. 66 de la Carta, debe aprobarse su incorporación
por el Congreso Nacional por el mismo quórum, tema que queda zanjado por la
reforma constitucional. 2) Del mismo modo, la reforma introduce una precisión en su
frase final, que es de gran trascendencia, ya que el texto original podía prestarse a malas
interpretaciones. En efecto, la nueva redacción establece que el tratado internacional
“se someterá, en lo pertinente, a los trámites de una ley”. La expresión “en lo pertinente”
explicita lo que parte importante de la doctrina venía sosteniendo, como asimismo ya
había asumido el Tribunal Constitucional (STC, Rol N° 288/1999, considerando 6°) en

1 Artículo 2.1.: “Para los efectos de la presente Convención: a) se entiende por "tratado" un acuerdo internacional
celebrado por escrito entre Estados y regido por el derecho internacional, ya conste en un instrumento único o en dos o más
instrumentos conexos y cualquiera que sea su denominación particular”.
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el sentido que un tratado internacional no es una ley, ni tiene jerarquía de ley, ya que el
tratado es una norma de Derecho internacional, expresión de la voluntad de dos o más
Estados u organismos internacionales o supranacionales, a diferencia de la ley, que es
expresión de la voluntad unilateral de los órganos colegisladores de un Estado. Por ello,
el tratado requiere la aprobación del Congreso, sólo para su incorporación al Derecho
interno. Una vez que el tratado se encuentra aprobado por el Congreso y ratificado por
el Presidente de la República, genera inmediatamente las obligaciones pertinentes del
estado en el plano internacional, es decir, las normas del tratado pasan a ser Derecho
interno sin dejar de ser Derecho internacional, pero, a diferencia de las normas
generadas por fuente interna no son susceptibles de derogación por voluntad unilateral
del Estado.
En este contexto, el inciso sexto del texto reformado introduce un principio de
grandes repercusiones en el Derecho interno y que es plenamente armónico con las
obligaciones internacionales asumidas por el Estado chileno en la Convención de Viena
sobre Derecho de los Tratados de 1969 (ratificada y publicada por Chile en el año
1981). Dicho inciso precisa: “Las disposiciones de un tratado sólo podrán ser derogadas,
modificadas o suspendidas en la forma prevista en los propios tratados o de acuerdo a las normas
generales de Derecho Internacional”. De acuerdo con este precepto constitucional el Estado
chileno no deja ninguna duda sobre la voluntad de hacer efectiva las obligaciones de ius
cogens de cumplir de buena fe las obligaciones internacionales contenidas en los arts. 26
y 27 de la Convención de Viena sobre Derecho de los Tratados (pacta sunt servanda),
como asimismo la obligación de no oponer obstáculos de Derecho interno al
cumplimiento de las obligaciones internacionales voluntaria y libremente aceptadas,
generando responsabilidad internacional por ello.

5.2. Estados de excepción constitucional.

Aquí recordamos que es facultad del Congreso Nacional como tal, pronunciarse
respecto de los estados de excepción constitucional, de acuerdo con el artículo 40 inciso
2 de la Constitución, en relación con su art. 52 n° 2.

6. Sobre la reserva legal

Cabe recordar que el fundamento de la técnica de la reserva de ley se encuentra,


actualmente, en el principio democrático y en la garantía del pluralismo político
(especialmente como garantía de las minorías). Es decir, se pretende reservar ciertas
materias a la forma de ley en el entendido de que la intervención de los representantes de
los ciudadanos, en un proceso legislativo caracterizado por los principios de
contradicción y publicidad, produce una norma con mayor legitimidad que las demás.
Razón por la cual, lo que legitima esencialmente a la ley, no es su contenido, sino su
procedimiento de elaboración, es decir, la ley en un sentido formal.

Por lo mismo, la reserva de ley se entiende como una garantía normativa de los
derechos fundamentales. Como indica el profesor J. GARCÍA MORILLO, “el mero
reconocimiento constitucional no bastan para garantizar la efectiva eficacia de los
derechos fundamentales”. Por ello es que el reconocimiento de los derechos
fundamentales no es sino una declaración de carácter meta jurídico si no se acompaña
de garantías suficientes que aseguren la efectividad del ejercicio de tales derechos: el
reconocimiento de los derechos fundamentales debe ir acompañado de la intervención
de mecanismos jurídicos que aseguren su protección efectiva. Por ello, la Constitución

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Apuntes de Clases Derecho Constitucional II (2021)

de 1980, además de establecer un catálogo de derechos fundamentales (art. 5º y 19),


posee un sistema de garantía y protección de los mismos; es decir, se trata de un sistema
de protección que deriva directamente de la Constitución. Una de las partes de este
sistema, lo constituyen las denominadas garantías normativas.

Las garantías normativas tienen su punto de partida, en el primer mecanismo


protector que se deriva de la especial naturaleza jurídica de los derechos fundamentales,
esto es, de ser derechos subjetivos que el constituyente los ha elevado a la categoría de
fundamentales; y, como tales, directamente aplicables, con independencia de que exista o
no norma de rango inferior a la Constitución que los desarrolle (art. 6º). Esta directa
aplicación de los derechos fundamentales constituye una garantía de la mayor relevancia
para su plena efectividad. Y un segundo segmento de garantía lo constituye
precisamente la reserva material de ley (art. 63, especialmente su nº 2), que exige que la
regulación, complemento o limitación de los derechos fundamentales se realice, en lo
sustancial, por la ley. La cual, y aquí está el tercer segmento de estas garantías
normativas, no puede afectar el derecho en su esencia o impedir su libre ejercicio (art.
19 nº 26).

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