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Capitulo 1
Capitulo 1
El café era el lugar favorito de muchos Geeks, lectores implacables y todo tipo de
estudiante universitario que apeteciera socializar.
CaféLivre fue uno de los primeros lugares que visité cuando me matricule en la
carrra, y el día en que vi el anuncio en el que buscaban a una persona para trabajar
y tomar pedidos en la caja registradora, no dude en solicitar un empleo; Y
afortunadamente me quedé con él. Desde entonces, trabajo medio tiempo cada
tarde después de asistir a mis clases regulares en la Universidad de California, Los
Ángeles, donde estoy cursando mi tercer semestre en química.
Ser admitido y recibir una beca para estudiar en la UCLA fue un logro que colmó
de orgullo a mi familia. Mis padres se conocieron cuando estudiaban en la
Universidad Comunitaria de Ohio, y desde entonces están juntos. Mi padre siempre
idealizó con que sus hijos fuesen a una universidad de prestigio. Pero a pesar de
haberlo conseguido, la presión por mantener mis calificaciones no ha disminuido
ni siquiera en la licenciatura.
Por otro lado, mi hermano gemelo Ansel siempre se destacó en el deporte. Fue la
estrella del equipo de futbol de nuestra secundaria y tuvo el record de ser el mejor
goleador durante dos temporadas consecutivas. Después de graduarnos de la
secundaria, Ansel se mudó a Miami para jugar futbol en la Universidad
Internacional de Florida, y el día que nos despedimos fue la primera vez que ambos
estaríamos a más de un estado de distancia.
Lo último que sabía de Ansel era que estaba haciendo un excelente trabajo en el
equipo de fútbol universitario, y que había recibido muchas ofertas de equipos
profesionales para ser fichado. Se había convertido en el delantero titular del
equipo de la FIU, y tenía un promedio de 3 goles por juego. Ansel se había
convertido en un prospecto del fútbol universitario.
Por mi parte, ser el chico becado de la UCLA que trabaja en el CaféLivre tras la
caja registradora tenía sus ventajas. Una centena de bebidas cafeinadas totalmente
gratis a mi disposición. Un tarro de granos de café recién tostados traídos desde
Colombia en los que me gustaba meter la mano y revolverlos de vez en cuando. Y
una gerente que nunca salía de su oficina, más que para ir al mostrador para tomar
panecillos o pedirle al mensajero que le consiga alitas de pollo. Mi vida social desde
que era el chico en la caja registradora también había mejorado a su medida, y
como pasatiempo personal tenía la afición de conceder un grano de café tostado a
los tipos guapos con los que intentaba iniciar un diálogo, por supuesto, lo hacía
para que apreciaran su asombroso aroma.
Por lo habitual mis días transcurrían entre mis clases, el CaféLivre y las salidas
al centro con mis amigos. Aunque este viernes por revés, me la pase todo el día
distraído. Desde que salí de mi cama en la mañana, no paraba de sacar mi teléfono
celular cada minuto posible para tomar la hora. Inclusive el profesor de química
orgánica me sugirió salir de la clase, bajo la mirada tajante de los demás. El motivo
de mi obvia distracción, era que mi hermano Ansel estaría de visita en la ciudad y
se iba a quedar conmigo toda la siguiente semana.
– ¡Lo mismo de siempre bebé! – certificó Nancy. A su vez que buscaba con Abigail
un lugar libre para sentarse.
Acabé de servir los capuchinos y paseé danzando a la mesa que Nancy y Abigail
habían conseguido. Estaba sonando New Rules de Dua Lipa en la rocola hibrida
con conexión a internet que teníamos. Sin duda alguna nuestro estilo era único,
todas nuestras mesas estaban fabricadas de hierro negro con enredaderas
entretejidas floreciendo debajo de ellas. La decoración Hípster atrapaba a
cualquiera, al tiempo que nuestros uniformes constaban únicamente de un simple
delantal negro con el logo de la cafetería; y claro lo mejor de todo era el café que
servimos todos los días.
– ¿Cómo están las chicas más guapas de la facultad de arte? – pronuncié situando
la bandeja sobre la mesa con los cafés.
Nancy prosiguió. – Quisimos pasar un rato al salir de clases para cotillear un poco.
¿Qué tal ha ido tu día guapo?
– Al de Santa Mónica.
No tenía idea de cuánto tiempo se tomaban los aspirantes a ser fichados por un
equipo en las pruebas, ni siquiera sabía qué tipo de pruebas realizaban. Pero
imaginaba que debían ser un par de días de entrenamientos en el campo y alguno
que otro juego de exhibición.
– debe ser genial que tu hermano sea un deportista destacado. – Opinó Abigail.
Suponer que el hermano gemelo de un chico gay, también es gay. Es casi dar por
hecho que ser gay se debe a la mala crianza de los padres, o a algún componente
genético. Cuando éramos niños y dejamos de usar la misma ropa. Ansel siempre
estuvo en lo suyo, y yo en lo mío; y el único que llevaba novias a casa era él.
– Al menos espero que sea guapo como tú. – Continuó comentando Nancy.
– Que su hermano vaya a verlo en compañía de las chicas más guapas de la UCLA
seguro lo motiva a jugar mejor.
– Lo sé.
Eran las siete y cuarto cuando concluyó mi turno. Insólita cuenta la que se había
facturado en ocho horas de trabajo. En seguida cuando llegó Tom, mi relevo, le
pasé el reporte diario y brinqué de prisa del asiento. Fui en marcha al área de
casilleros, y Darcy la gerente, me lanzo una mirada reparona desde su reclinable, al
tiempo que engullía unas alitas asadas. La salsa con las que estaban aderezadas se
brincaba a su blusa mientras las tragaba. Al menos la regordeta Darcy no tenía
problema en disfrutar la llegada de la noche.
✓✓ WS: ?????
✓✓ WS: ANSEL????
✓✓ WS: Aunque te sugiero que salgamos pronto, encontrar transporte a esta hora
es complicado.
Ansel se encontraba conversando con un joven en una de las mesas del comedor
de la cantina. El tipo se sentaba de espaldas hacia mí, por lo que a secas alcanzaba a
diferenciar su pelo negro afinado. Me aventuraba a suponer que se trataba de algún
conocido suyo que había viajado con él o con el que se había tropezado en el
aeropuerto.
A los pocos minutos Ansel advirtió que me dirigía hacia ellos, y el sujeto que se
hallaba con él volteó y me clavó la mirada. Tan pronto como lo vi, aparté los ojos de
mi hermano, y estos quedaron fijados en los de aquel muchacho. Dos conjuntos
grises con atisbos rasgados de azul que me dejaron con la boca abierta.
– Oye ten más cuidado. – había evitado mi colosal caída rescatándome del brazo.
– ¿Es tu hermano?
Yo estaba tan quieto como un sauce. Fue el abrazo más embarazoso que habia
tenido en mucho tiempo, especialmente después de casi enterrar mi cara contra el
piso pulido de la cafetería.
– ¿Estas más Alto o es idea mía? ¿Y que es ese olor? ¿Café? – Olfateándome.
Mi cara no podía ponerse ya más colorada. – ¡Si, lo es! Ten un poco de cuidado
Ansel. – acabando el efusivo abrazo.
Con el rabillo del ojo alcanzaba un vistazo sostenido del suave y agraciado níveo
perfil del muchacho frente a nosotros. Sus mejillas parecían oprimirse en el borde
de su boca, como si estuviese tratando de contener un gesto; y sus ojos danzaban de
Ansel hacia mí con peculiar oscilación.
– El vuelo estuvo fatigoso, pero sortearon un lugar libre en primera clase y resulté
ser el afortunado. – Soltó Ansel.
Me llené de cortedad. Por supuesto acababa de dar una lerda primera impresión.
Estas eran el tipo de cosas que me enloquecía que sucedieran en el CaféLivre
cuando pensaba si quiera en flirtear con cualquier muchacho. Por eso les
obsequiaba un grano de café, para que el tema de conversación siempre
concurriese a de dónde provenía nuestra exclusividad.
En ese momento teniendo a James de frente podía detallar todos sus rasgos. La
menuda sombra de una barba se marcaba alrededor de su mandíbula, y sus
pómulos eran angularmente muy masculinos. Sus cejas gruesas y perfiladas
enmarcaban sus refulgentes ojos. Y en su contextura delgada se podía notar que
tenía un porte definido, y sobre todo en su aspecto resaltaba una exagerada
sofisticación.
La atención de Ansel saltó de James hacia mí. – ¿Con James? Es un tipo muy
genial.
– ¿Genial?
– Si, me ha dicho que su padre era millonario y ha dejado una serie de empresas a
su nombre. – Ansel me lanzaba aquello mientras su cara reflejaba aprobación.
– ¿Millonario?
– Y su único heredero.
James pareció notar que hablábamos de él, ya que nos miraba fijamente, pero
después de unos segundos se giró y nos dio la espalda.
Ansel me arrojó una de las maletas que traía consigo – Por supuesto.
– ¿Nos?