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Escuela Oficial de Entrenadores César Luis Menotti

EL TIEMPO

Cuando se habla de tiempo, se hace mención siempre a un período, fase, lapso, momento o fracción
cronológica. El tiempo es una de las tres variables junto con el espacio y el engaño, que conforman según
nuestro criterio la estructura del fútbol, de ahí la importancia de su conocimiento y manejo.

El tiempo es absolutamente imprescindible para poder resolver mejor las acciones que plantea el juego en sí,
es siempre un aliado a favor de la mejor percepción, análisis y ejecución para quién tiene la pelota. Tiene una
estrecha relación con el espacio, porque uno y otro se influyen mutuamente. Esta interrelación no es lineal, a
veces se necesita de tiempo para encontrar los espacios, y muchas veces de repentización para aprovecharlos,
la correcta elección y ocupación de los espacios permitirá a veces disponer de tiempo para realizar
eficientemente una acción, que no lo disponga en rival cuando él tiene la pelota.

El equipo gana tiempo cuando sabe hacer circular muy bien la pelota cuando la tiene en su poder, y para este
propósito es sumamente importante que los jugadores se sirvan del engaño. Atención, muchas veces no es por
velocidad física que se obtiene tiempo, es más bien por el demoledor cambio de ritmo, por la sorpresa, por la
pausa y por otros argumentos que son propios del juego, porque resolver con velocidad y correctamente una
acción, nada tiene que ver con el desplazamiento motriz.

No podemos perder nunca de vista que el fútbol es un juego de talento, y secundariamente una actividad
física. Esto debe quedar bien en claro, porque no es corriendo mucho en velocidad como se logrará obtener
ese tiempo imprescindible del que hablamos, tiempo que facilitará siempre al que tenga un buen conocimiento
de la estructura del juego, elegir con más seguridad la jugada correcta.

Pero… ¿Para qué se necesita tiempo? Porque es muy difícil progresar en la cancha con éxito si este ha sido
sumamente limitado por el adversario. Sin tiempo es casi imposible que un equipo pueda jugar bien, tan así
como que a tiempo ilimitado, cualquier sujeto puede resolver una acción eficazmente. Para la percepción,
análisis, decisión y ejecución, el tiempo es un aliado, y porque sin él, será difícil conseguir los caminos menos
poblados de rivales que nos permitan resolver con éxito las distintas situaciones.

Johan Cruyff dijo en una ocasión: “Con cinco metros juega bien cualquiera”, y precisamente para no dejar que
el adversario tenga tiempo es que se intenta que los jugadores rivales no se sirvan de esos metros que tanto
necesitan. No se puede ni se debe permitir que el equipo adversario maneje los tiempos, fundamentalmente
por medio del engaño, porque de esa forma se irá adueñando paulatinamente del juego.

Ahora bien, muchas veces se tiene la falsa idea que se gana tiempo procurando hacer las jugadas a gran
velocidad y justamente por esto mismo se termina perdiendo precisión, y sin precisión el tiempo no se gana,
por el contrario, se pierde. La precisión con la pelota es lo que permite su correcta circulación, y por su
intermedio y basados en el engaño colectivo, el equipo puede aprovechar muy bien los espacios y así se
termina adueñando de los tiempos.

En el aspecto defensivo e individual, el movimiento de anticipo, de llegar antes, de contar con un segundo más
que el adversario, sería un ejemplo de manejo correcto del tiempo y esto sólo se consigue con inteligencia, con
agresividad, con engaño y fundamentalmente, con un gran conocimiento del juego, no dejando hacer y no
dejando pensar al rival y pensando y haciendo rápidamente. Es decir, una vez más, el anticiparse a la lectura de
una jugada, hace más a la velocidad de resolución que la velocidad física en sí misma. En el aspecto defensivo
cuando es colectivo, el achique de espacios de la última línea defensiva, por ejemplo, requerirá
necesariamente de complementarse con la presión (con quitarle tiempo) al rival que conduce la pelota para ser
efectiva, introduciendo entonces no solo la necesidad de repentización para concreción de esta acción, sino
también la correcta sincronización de los tiempos por parte de todos los jugadores que participan en la misma.
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Todo jugador necesita de tiempo para resolver con éxito cualquier acción del juego. A mayor tiempo, más
tranquilidad tendrá para elegir la solución correcta, de ahí que por este factor, cuando no se tiene la pelota, se
trate de bajar el tiempo a la mínima expresión, reduciendo los espacios, ejerciendo una marca estricta o
presionando de manera ordenada en los sectores importantes del campo de juego según sea la acción.

En ocasiones, el tiempo se pierde porque el equipo carece de los suficientes ensayos que posibiliten obtener
esas referencias imprescindibles para que la pelota vaya pasando de una zona a otra sin servirse de
lanzamientos frontales, que se tornan absolutamente previsibles y que favorecen más a quienes defienden que
a los delanteros.

“Hay un tipo de jugador que siempre está donde debe, que siempre lleva un conocimiento de
ventaja, que siempre resuelve con simplicidad; que siempre, en definitiva, encuentra la solución
antes de que llegue el problema. La aparente lentitud es una mentira del cuerpo, el disfraz que
usan los que tienen la velocidad escondida en la inteligencia” - Jorge Valdano

Esos jugadores que muy bien describe Valdano son los que se sirven como pocos del tiempo, porque en cada
jugada en la que participan lo terminan ahorrando… es más, se terminan adueñando de él. Desde el engaño,
hacen creer que son “lentos” en sus desplazamientos, aunque terriblemente veloces en su razonamiento del
juego, y desde la pausa muchas veces ganan el tiempo necesario para conseguir desestabilizar al adversario y
definir la acción sin que ésta pueda ser advertida hasta que ya se consumó.

Desde esta perspectiva también es fundamental conocer lo que expresa César Luis Menotti: “Sostengo que
nunca bastará la velocidad o la fuerza. De muy poco sirve marcar 10 segundos en 100 metros, siempre será
mejor aquel que resuelva antes y no el que llega primero. Aquel que desde su mente, descansando en su
técnica, imagina jugadas que pasan por la gambeta, los pases sorpresivos, anticipos por manejar sorpresa, no
por correr rápido, sino dominio de la acción manejando el engaño de lo imprevisto, el cambio de ritmo y de la
jugada. Esos son los jugadores que se distinguen, esos que cuando todos creen que frena, sigue; cuando parece
que no está, aparece. Y no aparece porque es rápido y fuerte, lo hace simplemente porque sabe jugar”.

Desde estos extraordinarios conceptos menottianos queda muy claro que siempre es el conocimiento del juego
lo que verdaderamente termina convirtiendo a un equipo “ordinario” en uno “extraordinario”, y para eso los
futbolistas deben saber que para manejar el tiempo en las acciones, no son fundamentales las condiciones
atléticas (como para casi nada en este juego), sino las capacidades para percibir, analizar y ejecutar con la
mayor rapidez posible las innumerables e irrepetibles situaciones que plantea un partido.

Este conocimiento del juego sólo se puede adquirir jugando, y desde el saber que obtiene el futbolista, puede
ir manejando los tiempos en un partido de la mejor forma. Saber manejarlos para defender, recuperar, gestar
y/o definir es la clave y en cada una de estas únicas cuatro acciones los tiempos de “frenado” y “aceleración”
son primordiales. Por ejemplo, si un defensor se encuentra ante un posible duelo mano a mano muchas veces
debe intentar “frenar” el tiempo de la acción del adversario que trae la pelota para promover que llegue un
compañero y equilibre las posibilidades de defensa.

Por el contrario, el delantero en cuestión necesitará resolver lo más rápido posible la acción para que ese
mano a mano no deje de serlo (por el seguro arribo de ayuda defensiva rival), entendiendo que ese primer
escenario le dará mayores posibilidades de definir acertadamente la jugada, que si permite la llegada de
“refuerzos defensivos”. Esto se puede observar con mucha facilidad en un contragolpe bien ejecutado, cuando
desde la rapidez un equipo pone a sus delanteros en las mejores condiciones, sin otorgarle a los defensores
rivales el tiempo necesario para tomar los recaudos del caso y neutralizar la jugada.

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Pero aclaremos algo, como nada en este juego se puede programar, la lectura del tiempo se ve condicionada
por todos los factores que componen la “situación”. Volviendo al ejemplo anterior, puede que el defensor que
estaba mano a mano, estuviese además en desventaja numérica, es decir, que pudiera haber percibido que
otro rival sin marca estricta podía sumarse a la acción. En este caso, podría decidir (a priori correctamente) “ir
rápidamente” sobre quién lleva la pelota, para intentar inhabilitar al otro rival y jugar uno contra uno, y no uno
contra dos, o tres….Y el delantero, sabe que no puede demorar tanto como para que lleguen más defensores,
pero tampoco debe apurarse, porque por ejemplo, si está “pisando el área”, debe saber que allí contará
seguramente con un par de segundos más, dado que el defensor deberá ser cuidadoso por la posición (si va
vehemente, puede cometer penal, o comerse un amague que signifique dejar solo al delantero frente al
arquero)

Es decir, no hay programa, receta, el correcto manejo de estas variables está ligado a la capacidad de lectura
del jugador. Y el aprendizaje de la lectura de juego, solo es posible si se desarrolla la capacidad de análisis
conceptual de las situaciones de la estructura del juego, basado en los 3 principios.

Como ya dijimos, saber utilizar el tiempo también es muy importante a la hora de recuperar la pelota cuando
esta está en los pies del adversario. Es fundamental para esto un reparto equitativo de la cancha (los espacios)
que permita gran rapidez para hostigar a quien lleva la pelota y a sus posibles receptores. La agresividad para
acometer la acción, la búsqueda de reducir los espacios, es la manera en que se le acortan los tiempos al rival
para que no pueda progresar en el campo y concretar con éxito la jugada. Pero claro, como veremos
enseguida, esta tarea no es tan sencilla si no se conceptualiza al jugador. Se deben entender las limitaciones de
las acciones en función de los tres principios y su interrelación, ya que si bien describimos como esencial la
rapidez de asedio, no se trata (más bien no se puede) presionar siempre, pues si no puede suceder lo que se ve
en tantos equipos, que por intentar presionar 7000 m² constante y vehementemente (espacio), muchas veces
caen en la trampa de desproteger los caminos más sencillos al gol. Como ya expresará César, saber cuándo y
dónde presiono (tiempo y espacio), saber también que si el rival logra superar ese asedio y cambiar la
orientación de la jugada hacia el otro lado del campo, debo “detener el tiempo de presión” y elegir el
reordenamiento defensivo, a la espera de las mejores condiciones para volver a intentar la presión y
recuperación. Una vez más, la interrelación: son los espacios de juego que ocupa primero o logra ocupar
después el rival, los que me determinan el uso de la presión inmediata, o detener la misma a favor del
reordenamiento defensivo.

La gestación también necesita de una correcta utilización del tiempo, y particularmente en este caso,
articulada al engaño. Sirviéndose de éste se le hace creer al rival que la jugada progresará por un sector y se lo
hace por otro, buscando, en ese caso, el cambio de ritmo (mezcla de tiempos y engaño) asociado a la sorpresa.
Pero también a veces esa construcción requiere de ralentizar los tiempos retrasando la pelota por ejemplo,
para poder avanzar por los caminos correctos y menos poblados, de forma que permita luego imponer la
sorpresa que le acorte los tiempos al rival para la neutralización. Porque en esta acción y una vez más, es
fundamental volver a la relación del tiempo con el espacio, y una vez más entender que este último, requiere
de inteligencia y funcionamiento colectivo para poder manejarlo. Entender las grandes dimensiones del
terreno de juego, los 70 metros del ancho de la cancha que se mantienen invariables más allá de la ubicación
de la pelota (conceptos que ya hemos visto) son en la gestación el aliado fundamental para el manejo del
espacio y el tiempo. El correcto aprovechamiento de las dimensiones del campo, y en especial del ancho de la
cancha a través de la eficiente circulación de la pelota, nos dará tiempo en la elaboración, dificultará que el
rival pueda presionarnos acortando los tiempos y llegando a la disputa, ya que lo obligamos a recorrer mucho
espacio. Como ya vimos también, es por esto que decimos que inmediatamente que recuperamos el balón y
comenzamos la gestación, debemos propiciar que los espacios sean lo más grandes posibles. Porque esa
acción, nos generará tiempo.

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En la definición es clave el uso correcto del tiempo. Los mejores delanteros de la historia se servían y se sirven
de algunos recursos para ganar ese tiempo necesario para concretar el gol. En el área adversaria puede ser
sumamente difícil encontrar esa milésima de segundo que es vital para resolver con éxito. Además, la mayoría
de las veces el área está superpoblada de defensores y el espacio no abunda. Esos mágicos delanteros, como
Romario, parecen transitar por ese sector como si no participaran de la jugada y desde la sorpresa, aparecen
como un rayo en un metro cuadrado, recortan y definen sin darle tiempo a ningún defensor para anticiparse y
abortar la acción. Ahora bien, como se observa en este ejemplo, hay una construcción del juego a través de la
combinación de velocidad y freno. Diego o Romario aparecen por sorpresa con gran repentización, más luego,
completan la acción con una pausa, freno, corte o amague, buscando el tiempo para la definición. Por eso en
estas circunstancias es quizás cuando “el tiempo justo” se vuelve más complejo de lograr (también por ello,
estos “especialistas” siguen siendo lo más preciado del fútbol). No es el tiempo (demasiado) que hace que de
estar en una posición de remate, me encuentre rodeado y hasta con dificultades ya no para definir sino para
no perder la pelota, por ejemplo; no es tampoco el tiempo (precipitado) de que en el afán de que no me
suceda lo antedicho, me apuro en definir, no “me doy tiempo” a ese corte o amague que me deje todavía en
mejores condiciones, o que me permita percibir a un compañero en mejor posición para definir. Y aquí, son 1 o
2 segundos de más o de menos (o todos los que logre acumular el gran engañador) la diferencia. Queremos
significar, insistir, este tipo de “conocimientos futbolísticos” son los que marcan la diferencia, y no se pueden
programar. No es siempre rápido, siempre lento... ¿Cuán rápido? ¿Cuándo? ¿Dónde? Se adquiere a través de la
conceptualización del futbolista y su eficaz entrenamiento.

Pues como ya vimos, cada jugada debe ser leída observando gran cantidad de informaciones, posición de
compañeros, rivales, arcos, espacios y su relación con el tiempo, para generar, o no caer en engaños. Por eso
queremos ser claros, lo que se hace es conceptualizar a los jugadores desde estos principios, en este caso el
tiempo, conceptos que luego en los entrenamientos, van tomando forma de correcta decisión y ejecución
según el caso.

Insistimos en esto, claramente expresado en el pensamiento sistémico, no hay recetas aplicables “a priori el
juego”, de forma mecánica. No es la pierdo, presiono, llego al área, defino lo más rápidamente posible: la
decisión de las acciones está atada a la cantidad de informaciones, a la “geografía” que presenta el campo de
juego (posición de la pelota, espacios, disposición de compañeros y rivales), a la capacidad de imaginación del
jugador. Para ser correcta, esa decisión debe partir de la percepción y análisis de esas informaciones por parte
del jugador, análisis y percepción que deben efectuarse sobre los tres principios, uno de ellos, el tiempo.
Por eso, la idea es generar estos conceptos en el joven entrenador, y recordar que luego entrenar, es sobre
todo ir definiendo con el equipo “que hacemos si pasa tal cosa”. De esta manera, el jugador va internalizando
los conceptos a través de observar cómo se presentan, y que representan las diferentes respuestas posibles a
cada diversa e irrepetible situación futbolística. Justamente por el carácter de imprevisibilidad de las
situaciones de juego, es que promovemos criterios de análisis que desde el “ensayo y error”, permitan al
jugador encontrar cada vez más respuestas eficaces a las diferentes situaciones del partido, eficacia que
implica también, la capacidad de decisión y ejecución en el menor tiempo posible. Porque la eficacia de la
lectura de la jugada, requiere además de un análisis correcto, la mayor velocidad de decisión y concreción
posible. Y cuando decimos “que hacemos si pasa tal cosa”, estamos diciendo que será una ardua tarea la del
entrenador, para suponer y analizar cuantos más escenarios y situaciones puedan darse en un partido, a la vez
que desarrollar e imaginar, respuestas posibles de sus dirigidos a las mismas. Y toda esta tarea requerirá
contemplar, como operan en cada caso los 3 principios de tiempo, espacio y engaño.

Los tiempos del juego normalmente los maneja quien más tiempo tiene en su poder la pelota, de ahí la
importancia de nuestro concepto de fútbol. Debemos disponer de la pelota para marcar el ritmo, para distraer,
gestar y definir, para jugar, mientras más está en nuestro poder, menos tiempo dispondrá el rival para ser él
quién domine las variables. Cuando no tenemos la pelota, debemos asimismo saber abreviar el tiempo para

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recuperarla, porque si demoramos demasiado en esta tarea eso redundará negativamente en nuestra
actuación.

La acción de “achicar” sirve no solamente para reducirle las zonas de juego al adversario, sino también y
fundamentalmente, para limitarle el tiempo de decisión y ejecución al jugador que está en posesión de la
pelota.

Resolver en el menor tiempo posible vuelve rápido a un equipo, y esto lo logra no por velocidad física, sino por
precisión, como ya dijimos. Y decimos que un equipo es dinámico, a través de la pelota, que nada tiene que ver
con correr mucho, sino con que todos participen, toquen rápido, cambien de posición y de ritmo.

La falta de precisión provoca malas entregas y cuando un equipo falla mucho en los pases, jamás podrá ser un
equipo rápido por más que sus integrantes se desplacen velozmente. Las reiteradas malas entregas solo
interrumpen el circuito fluido de juego que debería tener todo equipo y muchas veces por querer ser rápido, se
juega apurado y en realidad así se vuelve lento, se pierde en el error y los tiempos de imaginar y desarrollar la
acción se interrumpen. No obstante debemos aclarar que no siempre se puede jugar a 100 km por hora, pero
tampoco a 10, porque hay que sostener la precisión pero también ir ganando en velocidad, porque si para ser
preciso un equipo es demasiado lento y parsimonioso está perdido, difícilmente pueda sorprender y ser eficaz.

De la misma manera es importante dejar aclarado que de nada sirve utilizar muy bien los tiempos en la
recuperación, si luego se pierde demasiado rápido la pelota en la gestación. El tiempo que se necesita para
progresar en el campo de juego no existe como tal. Este deporte no es como el básquetbol, en el que si no se
tira al aro en 24 segundos, se le da la pelota al otro equipo. En fútbol la rapidez con que se llegue al otro arco,
depende siempre de la capacidad y de las cualidades de sus futbolistas, de cómo se los armoniza a estos en una
idea, y por supuesto también, de las armas que el rival presente.

El tiempo de posesión de la pelota es también un aliado a la hora de defender un resultado. La capacidad de un


equipo para circular el balón, para asegurar la tenencia y extremar la paciencia cuando el resultado nos es
favorable, puede redundar en el “apuro” del rival por hacerse de la misma ante la necesidad de revertir el
resultado. Y ese apuro, puede promover que se desordene, pierda funcionamiento colectivo, circunstancia que
podemos capitalizar. Además del evidente y concreto mayor desgaste físico que genera correr detrás de la
pelota, comparativamente con el equipo que la circula, esta situación genera también en el rival, una “fatiga
emocional”.

En definitiva, el manejo correcto del tiempo es fundamental para jugar muy bien al fútbol. Su entrenamiento
requiere desde las edades tempranas de muchas acciones en espacios reducidos con compañeros y adversarios
para poder ir descubriendo la importancia del uso apropiado del tiempo. Aún sin darse cuenta en esas edades,
los niños van desarrollando cualidades que le van posibilitando la resolución oportuna de las distintas acciones
en el menor tiempo posible, y aprenden cómo ganar ese tiempo por medio del engaño y con una correcta
utilización del espacio.

Pregunto: ¿Cómo se puede aprender a manejar el tiempo en el fútbol sin jugar? ¿Se puede aprender afuera de
una cancha, en un gimnasio o haciendo pasadas de 300 metros? Es realmente imposible tener alguna
posibilidad de saber utilizar el tiempo, manejar los espacios sirviéndose para esto del engaño, sin jugar. Querer
aprender a utilizar estas variables fuera de un campo de juego y sin compañeros ni rivales sólo puede
promover algún muy buen atleta, pero jamás logrará formar un gran futbolista.

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