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Historia social y mentalidades:

Los higienistas,
el ornato de la ciudad y las
clasificaciones sociales
Eduardo Kingman Garcés* poco la de la historia de las ideas, como la de
la historia social y sus imaginarios. 1

Al momento de hacer una historia del pensa-


miento social ecuatoriano no siempre se han La medicina social en Europa
tomado en cuenta las vertientes que se desa- y en los Andes
rrollan al margen de sus canales legitimados o
“naturales” de producción (los de la Sociolo- Las políticas salubristas se instauraron y desa-
gía, la Antropología, las Ciencias Políticas). rrollaron en Europa desde el siglo XVIII, pe-
Me refiero a las formas de pensamiento que ro su incidencia en los Andes y en Ecuador en
han acompañado y acompañan las prácticas concreto, fue mucho más tardía. A pesar de
cotidianas de organización de la vida social: la existir antecedentes (escritos, propuestas) de
escuela, la institución familiar, la racionaliza- este tipo en Quito, desde los años mismos de
ción del trabajo en la fábrica, el salubrismo las reformas borbónicas y durante el siglo
público, las labores de control y vigilancia de XIX, como parte de las preocupaciones de las
la ciudad. capas ilustradas, el salubrismo no pasó a cons-
El objetivo de este artículo es el de llamar tituir una tendencia coherente de acción so-
la atención sobre un aspecto específico dentro cial sino en los años 30 del siglo pasado.
de este campo: los discursos de los higienistas El problema no consiste, en todo caso, en
quiteños a finales del siglo XIX e inicios del mostrar la relación del salubrismo (o higienis-
XX y su relación con un habitus. mo) con respecto a modelos europeos, sino
Lo que me interesa de los higienistas (o sa- en saber cómo funcionaba como corriente de
lubristas, como los llamaré ocasionalmente) intervención social en una ciudad de los An-
son sus propuestas de manejo de la ciudad y des; de qué modo fue utilizado, cómo fue
los individuos; me gustaría además, relacio- modificado con relación a nuestro propio
nar esas propuestas con los cambios que se contexto; o lo que es mejor aún: intentar en-
produjeron en las mentalidades, y de manera tender porqué se hizo uso de sus dispositivos,
más específica, con las ideas de ornato y ade- desde qué fines prácticos y de qué modo.
centamiento urbanos, tal como funcionaron El higienismo ha sido estudiado en Euro-
en Quito desde la segunda mitad del siglo pa como un sistema disciplinario: con el de-
XIX. Mi perspectiva no es tanto la de la his- sarrollo de la manufactura y en lo posterior
toria de la medicina o de la urbanística, tam-
1 En este texto me limitaré a sintetizar algunas ideas de
una investigación más amplia realizada hace algunos
* Profesor-Investigador de FLACSO-Ecuador. años, que sólo ha circulado en versión mecanográfica.

104 ICONOS
Colección Familia Suárez Martínez © Taller Viusla (1505)
Fotógrafo: I. Pazmiño

Blanca Yoder - Inauguración de la Cruz Roja, Quito, hacia 1920

con el de la industria fabril, la urbanización y dumbre, así como vínculos patrimoniales y


la constitución de formas modernas de sobe- sistemas de organización social corporativos.
ranía, la higiene de las poblaciones comenzó Se trataba de una “ciudad de mercado”, estre-
a formar parte de las políticas de Estado. Se chamente relacionada con el agro, en la que
trataba de una preocupación que iba más allá predominaba la pequeña producción manu-
del campo estrictamente médico y se orienta- facturera; aunque habían surgido algunas fá-
ba, de acuerdo a Foucault, en la línea de una bricas, el desarrollo del capital industrial era
anatomopolítica y una biopolítica. muy débil. En ese contexto existía una gran
Tengo dudas sin embargo, en cuanto a que cantidad de población flotante ligada al peo-
este dispositivo moderno hubiese podido ser nazgo urbano y semiurbano, a la servidumbre,
aplicado del mismo modo en los Andes y en así como al pequeño comercio, el vagabunda-
Europa. En primer lugar, se trataba de un mo- je y a una gran diversidad de oficios.
delo surgido en el contexto de determinadas ¿Hasta qué punto podemos hablar en ciu-
dinámicas de urbanización y de desarrollo in- dades de este tipo, del surgimiento de un asa-
dustrial que no alcanzaban nuestros países; en lariado moderno (en el sentido de Marx) que
segundo lugar, hablamos de climas distintos hubiese requerido pasar por un proceso de
desde los puntos de vista intelectual y moral. disciplinamiento? ¿En qué medida las relacio-
Si bien las elites se habían orientado en la idea nes cotidianas no estaban aún fuertemente
del progreso, no abandonaban su carácter ren- marcadas por la “costumbre”, al punto de que
tístico y un habitus marcado por criterios de las propias innovaciones se veían condiciona-
distinción racial, decencia y privilegio. Las ur- das por ello? A lo mejor, sólo podamos hablar
bes, al mismo tiempo que pretendían moder- de una modernidad incipiente de la cual esta-
nizarse, seguían siendo en términos de su con- ban excluidas (para bien o para mal) amplias
figuración social y de los tratos y relaciones capas sociales. Y si esto fuese así, ¿cuál pudo
cotidianas, ciudades en gran medida “señoria- haber sido el rol de una tecnología disciplina-
les” o de “antiguo régimen”. En ellas tenían ria como la que habían desarrollado en Euro-
aún un gran peso formas embozadas de servi- pa los higienistas?

ICONOS 105
temas
El cuidado de la ciudad de la población, su acción partía de las redes
y la “policía” organizadas en su interior: barrios, gremios o
familias patriarcales.
Las ordenanzas, disposiciones y correspon- No todas las acciones que la Policía pro-
dencia del Cabildo de Quito registran, a lo movía eran voluntarias, pero la mayoría de
largo de todo el siglo XIX, acciones en el ellas tenían un asidero en el “sentir de la gen-
campo de la salud pública; pese a ello, no se te”. No existía al mismo tiempo, un acuerdo
puede hablar de sa- sobre todas las acciones. Se esperaba que la
Las disposiciones que el lubrismo o de hi- gente participase en el cuidado de los espacios
gienismo en un públicos y en el control de las pestes denun-
Cabildo de Quito emitipó sentido moderno. ciando, entre otras cosas, a los leprosos y a los
a lo largo de todo el siglo Me refiero a las apestados, pero en muchas ocasiones, sobre
XIX en el campo de la salud medidas asumidas todo en los llamados barrios, era la propia
pública respondían por un frente a las pestes,
o aquellas adopta-
gente la que se ocupaba de ocultarlos.
Era ese sentido común ciudadano (del que
lado, a la idea de ornato das para el control habla Guerrero) lo que llevaba a utilizar, de
ypor otro, a la idea de de los “lázaros” o modo natural, a los indígenas y no a los blan-
beneficencia, tanto en lo de los locos que cos, en cualquier tarea relacionada con la salu-
deambulaban por bridad pública. En marzo de 1876 la Direc-
relacionado con el cuidado de la ciudad, así como ción de Policía aclaraba que “cuando existía la
la ciudad como en un sentido para el cuidado de Contribución de Indígenas, por estar exonera-
de asistencia a los pobres las acequias, que- da de esta contribución, los pueblos de Zám-
bradas, calles, pla- biza y Nayón, eran éstos los únicos llamados al
zas, edificaciones aseo público, ganando medio real por su traba-
públicas, los mer- jo y que una vez eliminada esta contribución,
cados, carnicerías, se distribuyó el trabajo del aseo a los pueblos
etc. de las cinco leguas, abonándoles el jornal que
Se trataba de gana cualquier peón”. La nota aclaraba ade-
medidas que res- más, que los pobladores de esas parroquias no
pondían por un lado, a la idea de ornato, pe- podían eximirse del trabajo cuando les tocaba
ro por otro, a la idea de beneficencia, tanto en su turno o “cuando había necesidad de atender
un sentido amplio referente al cuidado de la con mayor número a las obras públicas”3. A
ciudad, de la familia, de los presidios urba- inicios del siglo XX los indígenas de la parro-
nos, de los abastos y los medios de transpor- quia de Zámbiza seguían comprometidos con
te, como en sentido restringido, de asistencia este servicio: Harto conocido por usted es la
a los pobres (de protección y vigilancia). De preferente atención que ha de menester el cui-
hecho, las medidas salubristas estaban ligadas dado del aseo de la ciudad ya que interesa a to-
a las acciones de la Policía, sin que formasen dos de una manera general y esa parroquia es
un cuerpo doctrinario propio ni fuesen obje- la única que provee de la cuadrilla acostumbra-
to de preocupación de organismos especiali- da (50 brazos) para el indicado objeto4
zados, menos aún de organismos técnicos; la
noción de policía era, en todo caso, más am- 2 Cuando hablo de Policía me refiero a la institución
plia que la actual. policial, mientras que la idea de policía, en el sentido
El cuidado de las plazas, calles y demás lu- de gobierno de la ciudad, la he tomado de los docu-
mentos coloniales y del siglo XIX, aunque lógicamen-
gares públicos, así como de los abastos y la
te bajo una lectura foucaultiana.
moral pública dependía tanto de la acción de 3 Archivo Nacional de Historia, Archivo de la Repúbli-
los organismos de Policía2 como de los pobla- ca, Vol No 527, 1876, f. 44
dores. En el siglo XIX no existía policía fuera 4 ANH, Archivo de la República, Vol No 527, 1902, f. 34

106 ICONOS
Fotógrafo: G. Illescas © Archivo Histórico del Banco Central del Ecuador

Barrenderos indígenas, Quito, hacia 1920

Los indígenas no sólo se ocupaban de la glo XIX el interés de las políticas urbanas se
limpieza de las calles y del cuidado de las ace- afincó en el desarrollo de un cuerpo legal que
quias, sino del manejo de los miasmas y el permitiera el gobierno de la ciudad, a partir
traslado de los muertos y de los enfermos du- del siglo XX los que comienzan a predominar
rante las pestes. En eso compartían tareas con son criterios técnicos de normatividad: creci-
los indigentes y los llamados “vagos”. miento normal de la ciudad y de la pobla-
Un segundo momento en este cuidado de ción. Es en este contexto donde se inscribe la
la ciudad, se produce a finales del siglo XIX segunda generación de salubristas. Así como
con la aparición de los primeros higienistas; en el siglo XIX, las reformas introducidas por
me refiero a hombres públicos como Manuel García Moreno en los hospitales permitieron
Jijón Bello y Gualberto Arcos. Se trataba de un una integración entre el saber médico y la
higienismo práctico que acompañaba a las me- práctica médica hospitalaria (visitas por las
didas municipales y de Policía. Los términos salas, autopsias y experimentación con los en-
higienistas de su discurso se confundían aún fermos), el control de las pestes dio, desde
con los de los publicistas, así como con el sen- inicios del siglo XX y aún antes, la ocasión de
tido común ciudadano. Una muestra de esto experimentar en el campo de la medicina so-
es la “Reseña Higiénica de Quito”, publicada cial. Este tipo de prácticas se desarrolló más
en 1902 por el Doctor Manuel Jijón Bello en tempranamente en la ciudad portuaria de
la que pasa revista sin establecer diferencias, a Guayaquil que en Quito. Existe, en todo ca-
cuestiones médicas y de salubridad, ordenan- so, una gran diferencia entre la primera gene-
zas municipales, leyes y reglamentos, asuntos ración de salubristas y la segunda, a la que se
relacionados con el ordenamiento social. hará referencia en el siguiente acápite, ya que
Un tercer momento se produce en las pri- mientras los unos mezclaban parámetros mé-
meras décadas del siglo XX. Si durante el si- dicos con jurídicos y morales, propios del pu-

ICONOS 107
temas
blicismo, los segundos harían prevalecer los esa mayoría la que determina el valor moral y
criterios científicos de la moderna medicina físico de una población” (Ibid.). En todo esto
social. existía, además, una preocupación por encon-
trar una causalidad a partir de evidencias em-
píricas. Las estadísticas permitían establecer
Pablo Arturo Suárez y una correlación entre la tuberculosis y el clima
la medicina social de Quito, o medir el aire que respiraban los
obreros en las manufacturas. El Doctor Suárez
A Pablo Arturo Suárez (destacado médico y había trabajado antes como médico en el Hos-
hombre universitario) se le deben las prime- pital San Juan de Dios y sostenía la posibili-
ras observaciones sistemáticas sobre las condi- dad de experimentar con cierta categoría de
ciones de vida de las poblaciones, y particu- enfermos. También el espacio social era asu-
larmente de los sectores populares. Se trataba mido como un ámbito apropiado para el co-
de estudios fundamentados en observaciones nocimiento y la experimentación.
y estadísticas, dirigidos a medir las potencia- Para Pablo Arturo Suárez había pasado la
lidades de la población y a proponer disposi- hora de lamentarse por la suerte del indio y
ciones de mejoramiento social, encuadradas del obrero y de especular sobre su situación;
en el campo de la medicina social. Gran par- de lo que se trataba era de “meditar y en espe-
te de los estudios fueron realizados con gru- cial de obrar, pero sobre bases reales”. En con-
pos de estudiantes de la Universidad Central, diciones de crisis en donde todo se redefinía,
que contaban con muy escasos recursos para tanto el mundo rural como el urbano necesi-
el efecto. Suárez fue uno de los primeros en taban ser redescubiertos; además, ahora eso
utilizar información cuantitativa, obtenida era posible, gracias a las perspectivas abiertas
directamente, como fundamento y principio por la ciencia positiva.
de autoridad de sus observaciones. La reali- En sus observaciones de la ciudad intenta
dad era concebida por Suárez, en términos de el doctor Suárez, establecer una “división cla-
“laboratorio social”, sujeta a mediciones y sista, no étnica, de los sectores populares” ya
comprobaciones médicas y sociales: que “no tenemos generalmente en cuenta las
razones de orden económico-social que agru-
Como fundamento imprescindible de una pan a los hombres en clases sociales” (Suárez
labor médico-social en el Instituto de Previ- 1934: 80). No obstante, las clases no eran
sión, debía no sólo concretar mi primera la-
asumidas en términos de relaciones de pro-
bor a ir estableciendo dispensarios, laborato-
rios y otras dependencias como órganos de ducción o de trabajo, sino de niveles de ingre-
investigación y de defensa de la salud de los so y condiciones de vida.
asegurados; sino establecer datos numéricos e El criterio expuesto en líneas anteriores
índices que reflejen el estado de crecimiento conducía a hablar de “dos tipos de clase obre-
y desarrollo económico-social, valor biológi- ra” al interior de la ciudad de Quito: la que
co o vital, capacidad de rendimiento y estado
agrupaba a jornaleros, cargadores, barrende-
higiénico-sanitario de las poblaciones (Suá-
rez 1937: 8). ros, vendedores ambulantes de comestibles,
pequeños oficiales de taller, todos ellos con
Se trataba de un “examen de conciencia de ingresos menores a 30 sucres; y la que se refe-
cada población” que permitía calcular el ciclo ría a albañiles, modestos artesanos, comer-
vital de sus habitantes, saber “cuántos somos, ciantes de ínfima categoría, obreros industria-
cuántos mueren de cada grupo de edad, cómo les, con ingresos todos estos que oscilaban en-
vivimos (alojamiento, alimentación), qué vo- tre los 30 y 100 sucres. Las condiciones de vi-
lumen de dinero pasa por nuestras manos, qué da de estos sectores semejaban en múltiples
grado de instrucción elemental tenemos, cuál aspectos, a las de los campesinos indígenas.
es en fin, la mayoría de una población pues, es Las familias del primer tipo vivían en cuartos

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con piso de tierra, que a más de servir como lares en el cual “cada generación engendra
habitación y cocina, eran utilizados en oca- otra más débil y menos capaz”; por eso la pri-
siones como talleres y depósitos. En estas ha- mera condición para integrar a los obreros a
bitaciones el aire era viciado por la ausencia la civilización consiste en colocarlos en condi-
de aseo personal, por la acumulación de des- ciones mínimamente humanas. Desde su
perdicios, la utilización de fogones y la convi- perspectiva de estudioso de la medicina so-
vencia con los animales. Apenas el 25% de los cial, cualquier acción previa en el camino de
miembros de esa población estaba en condi- la reforma social, no tenía sentido (en sus
ciones de sobrevivir (Ibid.). planteamientos había una crítica implícita a
En lo que se refiere a los obreros industria- las posiciones socialistas que se hicieron pre-
les, los datos que consigna Suárez de las prin- sentes en esos años):
cipales ciudades del interior, muestran que
Antes de colocar a estas clases en posiciones
constituían un ínfimo porcentaje de la pobla-
doctrinarias y ejecutivas que requieren salud
ción. Compárese, por ejemplo en el caso de mental y corporal, es necesario situarlas en
Quito, el número de obreros fabriles (1.651, posiciones de reconstrucción, de curación
es decir el 4.6% de la población de la ciudad) verdadera. Nuestro país debe constituirse,
con los obreros de taller (el 10%), los trabaja- por el momento, más que en un laboratorio
dores autónomos (el 23.5%) o los sirvientes de experimentación social, en un gran asilo o
casa de salud. La labor de las clases dirigentes
(21.1%). El 90% de los trabajadores laboraba
debe ser, ante todo, tutelar, previsiva y justa,
aproximadamente 11 horas diarias y no se ha- eminentemente proteccionista (Ibid.: 69).
llaba sujeto a ninguna protección industrial
(Ibid.). Objetivo (no siempre explícito) de los higie-
Existía una estrecha relación entre factores nistas era buscar condiciones mínimas para la
médicos y sociales: de acuerdo a Suárez, en formación de un asalariado urbano. Para esto
nuestros países se vivían condiciones de “ane- el Estado debía asumir un rol previsor en las
mia económica”, “pobreza general”, “miseria fábricas, en los barrios obreros; pero había
biológica”. Se daban situaciones negativas de también un tipo de preocupación moral, la
salubridad relacionadas con las condiciones de determinar los límites de lo aceptable en
sociales y culturales de la población. El 31% materia de trabajo, salud, alimentación. Suá-
de los nacidos morían antes de cumplir los rez y sus discípulos plantean una serie de pro-
veintiún años. Sólo en Quito, morían 1.300 puestas prácticas en ese sentido, dirigidas por
niños menores de tres años, el 69% de los fa- ejemplo, a la creación de panaderías munici-
llecidos era de “la clase inferior” (Ibid.: 82). pales y comedores populares. En Quito exis-
Todo esto formaba parte de “la vorágine des- tían 60 panaderías, la mayoría de las cuales
tructora de una nacionalidad” (Suárez 1937: estaba en manos de gente del pueblo, en ellas
11). La preocupación no se centraba ya en los se elaboraba el pan en condiciones nada hi-
expósitos (como en el siglo XIX) sino en los giénicas y es que se trataba, de acuerdo al mis-
niños y niñas de clase trabajadora, en sus altas mo Suárez, de negocios pequeños, que traba-
tasas de mortalidad y en sus taras endémicas: jaban con medio, uno, o a lo mucho, dos
quintales de harina, lo que no dejaba margen
La debilidad de una raza se proclama por su para hacer inversiones que mejorasen su cali-
inutilidad creadora: hijos que mueren a la
dad, mientras que la municipalidad podría fa-
primera infección, hijos débiles y retrasados,
hijos anormales y deformados, hijos nacidos vorecer a través de instalaciones modernas e
muertos, hijos prematuros y abortos espon- higiénicas, las necesidades de la población.
táneos (Suárez 1934: 54). Suárez utilizaba la metáfora del asilo, de la
casa de salud; pero su sentido no era tanto el
En la concepción de Pablo Arturo Suárez hay del encierro como el de la cura. El asilo como
un proceso degenerativo de los sectores popu- algo tutelar, previsivo, justo; al mismo tiempo

ICONOS 109
temas
permite ejercer un control. El asilo era perci- car condiciones mínimas para la formación
bido como protección, pero no en el sentido de un asalariado urbano. Para esto el Estado
clásico de encierro, orientado a “dejar morir”, debía asumir un rol previsor: en las fábricas,
sino, por el contrario, a “permitir vivir”. En en los barrios obreros. Así, la construcción de
los higienistas seguidores de Suárez la mirada casas especiales, casas obreras, en las que fue-
estaba puesta sobre la ciudad, en la constitu- ra factible llevar una “vida sana”. “Casitas
ción de ciudadanos, y esto suponía un senti- ventiladas y claras, rodeadas de anchas aveni-
do clasificatorio, pero también la posibilidad das y jardines, para que el aire puro y la luz
de incorporar e integrar capas de la pobla- economicen drogas e intervenciones médicas”
ción, de modo selectivo. No se trataba de una como se decía de modo lírico en un dia-
ciudadanía basada en aspectos raciales, como rio.5En Quito, esto no sólo preocupaba a los
en diversos “estilos de vida”. organismos estatales y a los salubristas espe-
Los hábitos son los que permiten estable- cializados, sino a publicistas y filántropos y
cer gradaciones sociales y éstos pueden ser estaba orientado a una “urbanización de las
modificados (hábitos de alimentación, de hi- costumbres”. Existía una estrecha vinculación
giene, de trabajo, también costumbres). La entre las políticas habitacionales y las de pro-
diferenciación se establece con respecto a un tección del hogar, mejoramiento de las cos-
sector no urbanizado, no incorporado; con tumbres, promoción cívica.
respecto a lo que al interior de la propia ciu- El doctor Pablo Arturo Suárez realizó un
dad (y al interior de cada uno) subsiste como estudio del estado de las viviendas populares y
no urbanizado, no incorporado. José Tavares apoyó los primeros programas de construc-
habla de “colonización de la vida cotidiana” y ción de casas obreras del Instituto de Previsión
de la producción de una “revolución blanca” Social. De acuerdo a Suárez, las condiciones
al interior de la casa (Tavares 1993: 751). de la vivienda obrera, tal como estaban, no
Igual se puede hablar de incorporación ciuda- contribuían a brindar salud ni sosiego a sus
dana. Se trata de todo un proceso de forma- habitantes, eran una suerte de “antros de la
ción de la subjetividad, basado en la interio- miseria”, instigadoras de vicio y disgusto per-
rización de estructuras significantes, en la ge- manentes. Su tono no era moralista, sino más
neración de sistemas de disposiciones. Sabe- bien objetivo, se basaba en evidencias. Forma-
mos con Bourdieu, que los hábitos son es- ba parte de las preocupaciones positivistas por
tructurados y estructurantes: generadores de la suerte de la parte útil de la población:
prácticas y de esquemas de percepción y apro-
piación. Éstos pueden ser modificados a tra- Todo lo que se haga por ofrecer al obrero de
vés de medidas higiénicas. hoy una habitación sana, debe considerarse
como de incalculable trascendencia para el
La higienización se basaba en pautas uni-
progreso de un País, cuyas bases son capital
versales de comportamiento e incluía tanto el humano sano y de mentalidad normal y tra-
mejoramiento de los cuerpos como la modi- bajo de rendimiento eficiente” (Suárez s/f ).
ficación de las costumbres. Estas ideas se ge-
neralizaron en los años 30 y 40 del siglo XX Existía preocupación por la distribución in-
y abarcaron ámbitos tan diversos como la terna de las casas y por su aseo. Las viviendas
educación y protección de la infancia, la sa- obreras eran modelos reducidos de las vivien-
lud, el ordenamiento urbano. Antes que un das de clase media. Al igual que éstas repro-
mestizaje en términos de blanqueamiento, lo ducían el modelo de la “casa-jardín”, e inten-
que se buscaba era el mejoramiento biológico taban desarrollar en la distribución de sus es-
y cultural. Todo esto pasaba por cambiar las pacios, la idea de privacidad. Igualmente se
condiciones de vida de la “clase obrera”, o por
lo menos, de una parte de ésta. Objetivo (no
siempre explícito) de los higienistas era bus- 5 El Día, 26 de febrero de 1926.

110 ICONOS
buscaba una mayor circulación del aire con el Salubrismo y ornato
fin de impedir la propagación de las enferme-
dades, principalmente de aquellas de tipo res- Por último, quiero relacionar higienismo y or-
piratorio. En Quito, no siempre se hablaba de nato. A finales del siglo XIX y las primeras dé-
“casas para obreros” sino más bien de “habi- cadas del XX, el cuidado de las ciudades andi-
taciones higiénicas”. En la práctica, la mayo- nas estaba directamente relacionado con el or-
ría de los programas de vivienda obrera fue- nato. No me refiero sólo a las reformas intro-
ron a parar en manos de las clases medias, las ducidas en la ciu-
únicas que podían pagarlas. dad a partir de los Las disposiciones prácticas
Este conjunto de disposiciones prácticas criterios de “orde-
fueron haciendo permeables patrones de con- namiento”, “ade-
introdujeron patrones de
ducta “ciudadanos” y contribuyeron al proce- centamiento” y “or- conducta "ciudadanos" y
so civilizatorio. De hecho, se establecía un namentación”, sino contribuyeron al proceso
puente entre las preocupaciones médicas y las a una tendencia o civilizatorio. Se establecía un
preocupaciones urbanísticas y sociales. Los forma de percep-
programas de vivienda no sólo favorecen a la ción impulsada por puente entre las preocupa-
higiene y la modificación de las costumbres, las elites a partir de ciones médicas y las preocu-
sino que promueven el ahorro. Se dice que lo sus propias prácti- paciones urbanísticas y
primordial en este tipo de programas será la cas de exclusión y
higiene. Ahora bien, la habitación higiénica separación, que ha-
sociales. Los programas de
era percibida como “el secreto para que la na- bía pasado a domi- vivienda favorecieron la
cionalidad prospere y la raza se fortifique”6 nar el ambiente so- higiene, modifican las costum-
Este conjunto de disposiciones y prácticas cial de la época. La bres y promueven el ahorro
fueron haciendo permeables una serie de pa- cultura, antes que
trones de conducta “ciudadanos” y contribu- como producción,
yeron a un proceso civilizador. o como una forma
Lo interesante de este tipo de políticas ci- de acumulación de
vilizatorias era que tomaban a la familia como un tipo de capital
referente, pero la familia como una entidad específico, era per-
sujeta a sospecha y control, así como a refor- cibida, desde el sentido común de las elites,
ma. La familia jugaba un papel fundamental como adorno o como buenas costumbres.8
en la organización de la vida cotidiana en esos El ornato era una institución que modela-
años, pero se trataba de familias ampliadas al ba los sentidos, las formas de percepción,
interior de las cuales se daban los patrones bá- condicionaba los gustos. El ornato público de
sicos de socialización. El modelo que trataba una ciudad, así como proporcionaba comodi-
de incorporarse, por el contrario, tomaba co- dades a sus habitantes, podía servir para me-
mo referente la familia nuclear y la metáfora dir su grado de cultura y para establecer dis-
del hogar y de la casa. Es posible que en las tancias con respecto a lo “no-culto”. El orna-
capas medias el ideal de los individuos co- to era, a su vez, parte importante de la “arqui-
menzase a asimilarse a la vida en familia, “y
que la propia familia tendiese a asociarse a la 6 El Día, 2 de febrero de 1934.
idea de una casa limpia y bien equipada” (Be- 7 Los propios obreros asumen la cultura obrera, así co-
guin citado por Tavares 1993: 751). Al mis- mo el papel de la familia obrera desde parámetros dis-
mo tiempo, se desarrollaba la imagen de la fa- tintos a los del Estado. Eso es lo que colijo de mis en-
milia obrera y de la casa obrera, así como de trevistas al Gremio de Albañiles de Quito.
8 El propio Gonzalo Zaldumbide como representante
la cultura obrera, como formas “decentes” de
de una tendencia aristocrática poseedora de un capital
existencia popular. 6 cultural y no sólo de un capital de prestigio, criticaba
ese reduccionismo.

ICONOS 111
temas
médico-social que buscaba ordenar el funcio-
namiento del espacio social y físico a partir de
criterios positivistas, como la salud y el bienes-
tar de las poblaciones. Sin embargo, cuando
intento relacionar el higienismo con el “clima
moral” de la sociedad quiteña en esa época,
me nace la sospecha de que en la vida cotidia-
na, las enseñanzas de la moderna medicina so-
cial se intercalaban con los sentidos incorpora-
dos del ornato y el adecentamiento urbanos.
Si en “cada cultura existen una serie cohe-
rente de líneas divisorias” o “actos de demar-
cación” en el sentido foucaultniano (Foucault
1990:13), habría que ver en qué medida las
propuestas supuestamente objetivas del higie-
nismo eran incorporadas a las demarcaciones
ciudadanas hasta pasar a ser parte de su senti-
do común. De modo tentativo me atrevería a
afirmar que la diferencia fundamental entre
las prácticas del ornato y las del higienismo ra-
Archivo Guillermo Eheverría

dica en que mientras el primero separa, el se-


gundo desarrolla prácticas de urbanización y
de ciudadanización, modela los habitus, inten-
ta civilizar el cuerpo de los individuos y el
Jóvenes, Quito, hacia 1920 cuerpo social. Ahora bien, en el caso de Qui-
to las ideas del ornato entraban en juego con
tectura social”, ya que normaba el comporta- las del salubrismo al momento de organizar la
miento y las relaciones de las elites, así como limpieza de las calles y de las plazas, o de pro-
sus criterios de distinción, diferenciación y hibir la crianza de animales, chicherías, cur-
separación con respecto a los otros. Las ideas tiembres (consideradas a partir de determina-
de reordenamiento y de separación eran los do momento como actividades no urbanas). E
patrones que marcaban las relaciones urbanas igual sucedía con la clasificación de los barrios
en ese entonces. para la generación de políticas salubristas o
Durante el siglo XIX no se desarrollaba con las campañas dirigidas a expulsar y ence-
aún una preocupación por el cuerpo indivi- rrar a los indigentes y a los llamados ‘vagos’.
dual y social como fuerzas productivas, tam- En principio, los higienistas planteaban
poco por una racionalización del espacio de la pautas de mejoramiento de las condiciones de
ciudad en función productiva. ¿En qué medi- habitabilidad y de vida en los barrios, al inte-
da esto se modificó con el desarrollo de rela- rior de las casas, las fábricas, los espacios pú-
ciones salariales y hasta qué punto el higienis- blicos; se basaban para el efecto, en elementos
mo constituyó una forma moderna de preocu- objetivos como el control de las pestes y enfer-
pación por lo urbano, sustitutiva del ornato, en medades así como del mejoramiento de la po-
el contexto de estas nuevas relaciones? ¿Cuáles blación. En la práctica, los que primaban eran
eran las vinculaciones entre higienismo y or- los mecanismos de percepción cotidianos,
nato? ¿Se trata de lenguajes paralelos, yuxta- marcados por la exclusión y la separación. In-
puestos o de dos formas radicalmente distintas cluso, buena parte de los criterios salubristas
de percibir las relaciones sociales? Cuando ha- fueron asimilados por el sentido común ciu-
blo de higienismo me refiero a una corriente dadano desde la perspectiva racista, inherente

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a su habitus. Así, la prohibición de expender ción entre las clases, nuestra perspectiva de
productos alimenticios mientras se usaran ves- análisis puede ser distinta. Buena parte de las
tidos indígenas, o la negativa a que viajasen acciones de los salubristas, al igual que las que
indígenas en el tranvía o que se comercializa- se desarrollaron con los niños y niñas en las
ran productos de indígenas y para indígenas escuelas ”modernas”, o los enfermos y margi-
en determinados sitios considerados “públi- nales en los hospitales y centros de beneficen-
cos”. Las oposiciones planteadas por los higie- cia, tenían un carácter experimental; sin em-
nistas entre salud y enfermedad, suciedad y bargo, que no funcionasen de manera masiva
limpieza, se convirtieron en recursos para pen- no elimina su interés histórico. Al mismo
sar lo social en un momento de tránsito de la tiempo, cada acción disciplinaria (al igual que
ciudad señorial a la “moderna”. Muchos de los cada acción excluyente) se vio acompañada
criterios salubristas (referentes al contagio de por tácticas de resistencia. O como dice el
enfermedades, por ejemplo) contribuyeron a mismo Foucault, todas las demarcaciones son
acrecentar el recelo frente al Otro y particular- ambiguas: “desde el momento en el que seña-
mente el recelo de los cuerpos9. Por otra parte, lan los límites, abren el espacio a una trans-
los criterios médicos de los higienistas sirvie- gresión siempre posible” (Foucault Ibid.: 13)
ron de base (y aún sirven) a las acciones de la
Policía dirigidas a desalojar a los sectores po-
pulares y sobre todo, a “los usos populares” del Bibliografía
centro de la ciudad y de otros espacios decen-
tes o en proceso de readecentamiento. Guerrero, Andrés, 2000, Etnicidades. Quito:
¿Significa esto que el sentido disciplinario FLACSO.
de los higienistas, no tuvo ningún efecto? Si Bourdieu, Pierre, s/f, El Sentido Práctico (fo-
nos limitamos a mirar la coyuntura de ese en- tocopia).
tonces, debemos concluir que sus acciones Foucault, Michael, 1990, La vida de los Hom-
fueron limitadas, cuando no cayeron en el va- bres Infames, Madrid: Editorial Altamira.
cío; pero si intentamos mirar desde el largo Suárez, Pablo Arturo, 1934, Contribución al
plazo y desde las transformaciones que este ti- estudio de las realidades entre la clase
po de acciones han producido y continúan obrera y campesina. Quito: Imprenta de la
produciendo en la vida cotidiana y en la rela- Universidad Central.
_____ 1937, “Estudio numérico y económi-
9 Las enfermedades de la piel eran las que más preocu- co-social de la población de Quito”, en
paban, éstas debían ser erradicadas con “medios sani- Boletín del Departamento Médico Social
tarios” y con una reordenación de las costumbres.
Existía una preocupación cotidiana, que se veía corro-
del Instituto Nacional de Previsión Social
borada por la opinión de los médicos, por los factores N° 1: 8.
de contagio: el contacto con los cuerpos de los viru- _____ s/f “La casa colectiva para obreros”
lentos, mendigos y gente del campo, “el roce de los Boletín del Departamento Médico social n.
vestidos toscos infectados”, la manipulación de billetes
de banco, las peluquerías, la confusión de la ropa en el 3
lavado: “en nuestro país no se lava aún en agua hir- Tavares, José, 1993, “A construcao da casa
viente ni con substancias químicas: primax, bórax, so- popular no Recife (decada de 30)”, en
sa o potasa; y en la misma piedra en la que lavó ayer
una mujer de cuartel, se lava hoy ropa que va a casas Analise Social, Revista do Instituto de Ciencias
sanas y cuidadosas” (El Día, 31-VII-1925: 1). Sociais, Universidad de Lisboa.

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