Está en la página 1de 29

ESTUDIOS

MODERNIDAD,
MODERNIZACIONES
Y CIENCIAS SOCIALES*
Marco Palacios**

LOS PR O B LE M A S es posible emprender modernizaciones sin al­


Y LOS AR G U M E N TO S canzar la modernidad.

Según entiendo, o quisiera entender, participo Este ensayo pregunta por el papel de las cien­
cias sociales en el fortalecimiento de una ins-
inmerecidamente en esta Misión de ciencia,
titucionalidad democrática en Colombia3. El
educación y desarrollo en condición de his­
argumento central puede resumirse así: en los
toriador profesional. ¿Qué puede hacer un his­
procesos inconclusos de modernización, cuyos
toriador entre tanto sabio? Supongo que tratar
orígenes podemos rastrear en la segunda mi­
de atemperar la mentalidad cortoplacista que
tad del siglo X VIII, subyace la primacía conce­
nos agobia a todos, a unos más que a otros,
bida a la racionalidad económica. En este
mediante la transmisión de un sentido alter­
economicismo que, a fin de cuentas no es más
nativo de ver el mundo en un horizonte tem­ que una forma de racionalizar las estructuras
poral más amplio1. de poder, radican simultáneamente causas y
expresiones de las crisis periódicas de frag­
Siguiendo una idea de Touraine, la modernidad
mentación política, debilidad institucional y
se define en tomo a los atributos que debe tener falta de legitimidad estatal.
una sociedad, mientras que la modernización, o
mejor, las modernizaciones se refieren a la vo­ Problemas que revisten mayor agudeza cuan­
luntad política, es decir, a la movilización diri­ do los actores sociales que emergieron de las
gida desde y por el Estado para lograr tales transformaciones sociales y económicas acae­
atributos, independientemente de cuáles sean cidas desde comienzos del siglo XX, y que se
los apoyos en la sociedad2. Por ello, supongo, aceleran después de 1945, se encontraron ante

Ponencia preparada especialmente dentro de los trabajos de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo.
** Marco Palacio, profesor visitante de la Universidad de Barcelona (España).
1 Tal sería la función social asignada al historiador según expresó John H. Elliot, en N atio n al an d C om p arative History,
An In a u g u ra l L ectu re d elivered befo re the U n iversity o f O xfo rd on 10 M ay 1991, Oxford, 1991.
2 Alain Touraine. “Modernidad y especificidades culturales’ , en R evista Internacional de C iencias Sociales, p. 118, París,
1988.
3 Entendemos el término ciencia social como un corpus de conocimientos, problemas y técnicas de investigación, todos ellos
procesados sistemáticamente y reconocidos y aprobados por una comunidad epistémica. Cf. Ian Hacking, T h e T am in g of
Chance, Cambridge, Engl., 1990.

5
6 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

un bloqueo de representación política, cada vez del mundo mediante la organización del co­
más conflictivo con sus aspiraciones y expectati­ mercio internacional y de las fábricas, así co­
vas. Esto se puso en evidencia después de 1948 mo mediante la colonización... El modernismo
cuando se cancelaron autori- taria y violentamente es un antihumanismo porque sabe de sobra
los procesos de expansión de la ciudadanía luego que la idea del hombre ha estado unida a la del
de tres décadas de movilización política y social. alma, que impone la de Dios. El rechazo de
toda revelación y de todo principio moral crea
El Frente Nacional fue una tentativa gradualis- un vacío, que es colmado por la idea de socie­
ta de superar el autoritarismo y la violencia po­ dad, es decir, la de utilidad social. El hombre
lítica e instaurar la participación ciudadana y el no es más que un ciudadano. La caridad devie­
pluralismo. Pero su mismo reglamento de con­
ne la solidaridad, la consciencia deviene el res­
dominio, y el contexto de la guerra fría, debieron
peto a las leyes. Los juristas y los adminis­
contribuir a subrayar los principios de exclusión
tradores sustituyen a los profetas” 4.
y las prácticas de represión de las disidencias
políticas, de contención y cooptación de los sec­
Modernidad y “occidentalización” aparecieron
tores populares y de las clases medias emergen­
como sinónimos. Desde la definición weberia-
tes, mediante la ampliación de las redes de
na de modernidad ha estado implícita la idea
patronazgo y clientelismo, paliativos a la recons­
de que esta es un producto histórico exclusivo
trucción del mundo de la ciudadanía.
de Occidente. En el siglo XIX las élites colom­
bianas actuaron sobre este supuesto, es decir,
Del Frente Nacional surge un Estado que des­
politiza, orilla lo social y privilegia la ética indi­ prosiguieron los objetivos de formar una na­
vidualista del enriquecimiento. Todo ello incide ción culturalmente “blanca” 5. La reciente to­
directamente en el desigual desarrollo institu­ ma de conciencia del pluralismo étnico, y la
cional, valoración y función social de las diferen­ consiguiente revalorización de las culturas
tes disciplinas de las cien- cias sociales. Así por amerindias y afrocolombianas empieza a cons­
ejemplo, el estancamiento que exhiben en Co­ tituirse en eficaz antídoto contra la prolonga­
lombia la criminología y las ciencias de la edu­ da hegemonía del modelo eurocéntrico.
cación, en relación con las ciencias económicas,
obedece menos a la debilidad de comunidades El debate sobre la modernidad en las grandes
espistémicas, y más a las distorsiones que pro­ culturas históricas no occidentales como las
duce en ellas un Estado obnubilado por la mod­ asiáticas, encuentra rápidamente el plano de
ernización de la economía. la historia universal. ¿Si la modernidad es la
ruptura de lo tradicional, habría entonces una
Para ilustrar el argumento se ofrece una na­ pluralidad de “sociedades tradicionales” y una
rración sintética de los desarrollos del Estado sola “sociedad moderna”? Al suponer que mo­
colombiano, del cambio social, y de la desigual­ dernidad es capitalismo y liberalismo (y ante
dad de oportunidades que enfrentan diversas el reciente colapso del comunismo) estaríamos
comunidades científicas. ad portas del celebrado “fin de la historia”
que anuncia Francis Fukuyama.

M O D E R N ID A D Y M O D E R N IZ A C IO N E S La noción resulta estrecha. No permite, por


E N C O L O M B IA ejemplo, conjeturar hasta qué punto “socieda­
des tradicionales”, como la China, no fueron
Europa impuso “el dominio de las élites racio- “inmóviles” y, por el contrario, antes de enfren­
nalizadoras y modemizadoras sobre el resto tar la occidentalización habrían intentado

4 Alain Touraine. C rític a de la m odernidad, Madrid, 1993, pp. 49-50.


5 Este es el argumento de Frank R. Safford, en ‘ Race, Integration and Progress: Elite Atitudes and the Indian in Colombia’,
H isp an ic A m erican H isto rical R eview , 71, 1, 1991, pp. 1-33.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 7

construir estructuras que serían consideradas transigencia oscurantista ante “los progresos
de tipo moderno en el paradigma occidental6. de la razón”, es decir, ante el avance avasalla­
dor del matrimonio del capital con la ciencia y
La modernidad unifica el mundo. En la medi­ la tecnología. En el campo político, los siglos
da en que el vocablo se utilice como sinónimo XIX y XX hicieron evidente la falsedad de la
de capitalismo e industrialismo, adquiere la idea de que la administración pública racional
connotación de “sistema mundial” o “mercado y la ética de responsabilidad, derivadas de
mundial”. Aún se debate qué determina en úl­ elecciones voluntarias racionales y competiti­
tima instancia, si el “sistema mundial” o las vas, serían suñcientes para sustituir “el ma­
sociedades nacionales, y cómo son las interre- nejo de los hombres” por “la administración de
laciones de las naciones con “el sistema mun­ las cosas”.
dial” y en qué consiste “lo sistèmico” de éste7.
En suma, la modernidad no fue un proceso en­
Ser moderno es formar parte de un orden mun­ dógeno guiado por la razón, sino el resultado
dial. Por ello, a pesar de haber sido Colombia de fuerzas históricas como los nacionalismos
colonia periférica del Imperio Español en Amé­ o las revoluciones sociales: “la distancia que se
rica, y nación aislada de las corrientes de mi­ ha creado entre modernidad y modernización,
grantes, capitales y tecnologías europeos del entre capitalismo y nacionalismo, ha llevado a
siglo XIX y comienzos del XX, es decir uno de la ruina del sueño de una sociedad moderna...
los países más aislados del planeta hasta c. ha preparado la invasión del orden clásico de
1940, (aparte del aislamiento de sus regiones la modernidad por la violencia del poder y la
entre sí) sus grandes hitos, desde la segunda diversidad de las necesidades”8.
mitad del siglo X V III, han estado amarrados
a los cambios del balance de poder internacio­ Sólo excepcionalmente la modernidad fue un
nal, de la base tecno-económica que, por ejem­ proceso de expansión continua y autorregula-
plo, promueve unas materias primas (en su da de “la razón, el placer y el gusto”, conforme
momento el cobre para la conducción de elec­ a los cánones de la Ilustración9. Los naciona­
tricidad o el caucho para la industria automo­ lismos y las revoluciones sociales del siglo XIX,
triz) y desplaza otras, (el cobre y el caucho, en contribuirían en el siglo XX, de un lado, a la
la última oleada de revoluciones tecnológicas) formación del “socialismo real”, es decir, un
y de las filosofías, visiones y formas de organi­ sistema caracterizado por la simbiosis entre
zación que afectan nuestras concepciones so­ un despiadado crecimiento económico que pu­
bre lo que debe ser una escuela, un hospital, so como uno de sus pivotes la organización de
un burdel, una fábrica o un poder legislativo.. la ciencia, y la violencia del poder burocrático
asumida como organización científica de la so­
La historia contemporánea demuestra el fra­ ciedad. Del otro lado, la colisión de las lógicas
caso de la concepción de la sociedad racionali­ del interés nacional y de las lógicas del capita­
zada que interpretó los conflictos propios del lismo condujo a dos guerras mundiales. Por
trance modemizador como una especie de in­ ello el panorama intemacionalista y secular

6 Ver el incisivo ensayo de Pierre-Etienne Will, *Ch:ne modeme et sinologie”, An nales, Ilisto ire et Science* Sociales, 49
Anné, 1, Jan-Fev 1994, pp. 6-27.
7 La noción de mercado es problemática, como veremos a lo largo del ensayo. Al respecto ver el esclarecedor artículo de Albert
O. Hirschmann, 'Rival Interpretations of Market Society: Civilizing, Destructive, or Feeble?’, J o u rn a l o f Econom ic L ite­
rature, XX, 1982, pp. 1463-1484. Sobre las teorías del sistema mundial ver, Immanuel Wallerstein, T h e M o d ern W orld
System. C ap italist A g ric u ltu re an d the O rigin s o f the E u ro p ea n W orld-E conom y in the Sixteenth C entury, New
York, 1974, y Andre Gunder-Frank, W o rld A ccum ulation, 1492-1789, London, 1978. Para una crítica sociológica ver,
Anthony Giddens, Social T h eory a n d M od ern Sociology, Cambridge, 1993, pp. 34-36.
8 A. Tourine, op. cit., p. 50.
9 Sobre los orígenes de la modernidad, ver, Maria Mandelbaunm, T h e A natom y o f H isto rical K n ow ledge, N ew York, 1977
y Reinhart Koseliek,Critique an d C risis. Enlightem ent an d the Parth ogen esis o f M od ern Society, Cambridge, Mass,
1988.
8 AN ALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

que surgió de la Segunda Guerra fue flor de un o bien el autoritarismo, o bien la violencia en­
día, y hoy atestiguamos “la vuelta” de los na­ démica12.
cionalismos, limpiezas étnicas y fundamenta-
lismos religiosos. El hecho de que cada uno de estos atributos
apareciera como el producto de un m ovi­
En América Latina la modernidad se inspira miento histórico específico, creó el espejismo
en la triple revolución del Atlántico norte (c. de que la modernidad podía alcanzarse me­
1740-1880)10. Nos consideramos modernos con diante modernizaciones todavía más parciales
referencia al conjunto de estructuras, institu­ y fragmentarias, con el Estado como actor prin­
ciones, concepciones, visiones y sentimientos cipal: la agraria, la comercial, la militar, la uni­
creadas por la Independencia de los Estados versitaria, la administrativa, la política13.
Unidos (la primera revolución anticolonial y li­
A partir de las llamadas reformas borbónicas
bertaria de la historia moderna), por la Revolu­
del siglo X V III, los proyectos modemizadores
ción Francesa (que en un acto relativamente
tienen en el país dos características funda­
breve y sangriento destruyó las clases dominan­
mentales: se diseñan, formulan y administran
tes del Antiguo Régimen y su Estado, y erigió en
desde arriba, y se conciben en función del de­
su lugar la nación y la ciudadanía) y, finalmente,
sempeño económico.
por el desencadenamiento del Prometeo de la
ciencia y la tecnología que, aplicado a la produc­ En la década de 1770, José Celestino Mutis,
ción, permitió incrementos extraordinarios de la médico y ex-catedrático de física y matemáti­
productividad, y la profundización irreversible en cas del Colegio del Rosario diez años atrás,
la división social del trabajo. Este proceso, cono­ fungía de empresario minero en las oquedades
cido como la Revolución Industrial inglesa fue de la Cordillera Central. La mina era mediocre
más prolongado de lo que se ha supuesto, y me­ y conforme a su formación y temperamento
nos concentrado en las islas británicas11. Mutis concluyó que para recuperar la inver­
sión debía introducir mejoras técnicas deriva­
La trama histórica de muchos pueblos, entre das directamente de las ciencias naturales.
ellos el colombiano, puede enunciarse así: las Asumiendo los riesgos, envió un joven neogra-
modernizaciones, es decir, los recursos y méto­ nadino a Europa Central a estudiar mineralo­
dos disponibles para alcanzar los tres atribu­ gía, docimacia y metalurgia. El pupilo partió
tos modernos (independencia política nacio­ en 1774 y regresó tres años después a Ibagué,
nal, expansión de la ciudadanía e industriali­ donde estaba la mina de marras. A los pocos
zación) suelen ser contradictorias entre sí y meses renunció súbitamente. Defraudado, el
hasta ahora tales contradicciones no parecen empresario declaró que la responsabilidad de
resolverse dentro de los moldes de la institu- formar especialistas debía corresponder al Es­
cionalidad liberal, y en algunos casos inducen tado y no a los particulares.

10 Planteamos la tesis en “El Estado colombiano y la crisis de la civilización del siglo XIX”, Marco Palacios, L a d e lg a d a corteza
d e nu estra civilización, Bogotá, 1986, pp. 27-60.
11 Ver entre otros, Barrington Moore Jr., Social O rigin s o f D ictatorship an d D em ocracy, Cambridge, Mass., 1966. Eric J.
Hobsbawm, T h e A ge o f Revolution, London, 1962. Robert R. Palmer, The A ge o f the D em ocratic R evolution: A
Po litical H isto ry o f E u ro p e an d Am erica, 1760-1800, New York, 1968. David Landes, T h e U n b o u n d Prom eteus.
T ech nological C hange, 1750 to the Present, Cambridge, Engl., 1969. Jonathan Hughes, In d u strializatio n a n d E co­
nom ic H istory, New York, 1970.
12 Véase la formulación de estas tesis en Franz Shurmann, Ideology an d O rgan izatio n in C om m unist C hina, Berkeley,
Cal., 1968, y del mismo autor, T h e L ogic o f W o rld P o w er, New York, 1974. Esbozamos el tema en Marco Palacios, *La
fragmentación regional de las clases dominantes en Colombia: una perspectiva histórica*, R evista M exican a de Sociología
4, 1980, pp. 1663-89.
13 Una de ellas (clave en las deliberaciones de nuestra M isión de ciencia, educación y d e sa rro llo ) es la modernización
científica y tecnológica, o dicho de otro modo, la incorporación sistemática de los conocimientos científicos y tecnológicos a la
producción de bienes y servicios.
MODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 9

Una política estatal orientada en esa direc­ dición, recogida en la publicación de los tomos
ción ya se había formulado claramente en Es­ de la Geografía Económica de la Contraloría
paña desde c. 1760; venía desarrollándose a en los años de 1930, época de reformas sociales
través de diversos programas de investiga­ y económicas. La geografía tiende así el puente
ción y formación de científicos y especialis­ con la aparición de un pensamiento económico
tas, y en el último tercio del siglo X V III más moderno.
tocaba las puertas americanas bajo el esque­
ma de las modernizaciones Carolinas, plan­ Las publicaciones geográficas arrojan luz so­
teadas para disminuir la creciente brecha bre la fragilidad de instituciones científicas
económica, científica y técnica entre España idóneas para acometer investigaciones sobre
y las grandes potencias europeas. Años des­ la sociedad y su medio natural. Con pocas ex­
pués de su fallida aventura empresarial, Mu­ cepciones, entre ellas L a peregrinación del
tis habría de aceptar del virrey Caballero y A lfa, de Manuel Ancizar, el aporte se limitaba
Góngora la dirección de una de las empresas a ordenar algunas estadísticas y datos históri­
científicas más influyentes de nuestra historia cos. Así por ejemplo, ninguno de los geógrafos
nacional, la Expedición Botánica (1783-1810), colombianos se acercó siquiera a un cuestiona-
que como otras similares en hispanoamérica y miento de la ideología territorial que venía de
el Océano Pacífico, giró alrededor de los pro­ la colonia, según la cual la “orientación natu­
gramas de modernización naval, y de las in­ ral” del país era norte-sur, sobre el eje fluvial
vestigaciones del Jardín Botánico de Madrid. Magdalena-Cauca, que comunicaba el centro
La Expedición sería un semillero de patriotas andino con el mundo exterior, a través de la
y de la conciencia nacional14. Costa Atlántica. No percibieron que tal imagi­
nario geográfico era una de las consecuencias
La geografía, cultivada por la generación de la de la conformación de la economía colonial y
Expedición, y en especial por Caldas, serviría de la inserción al mercado mundial en el siglo
a lo largo del siglo XIX, junto con la filología y XIX a través de “les produits coloniales”:
el derecho, para cimentar una conciencia na­ oro, tabaco, café16.
cional colombiana15. Pero también fue un ingre­
diente del discurso determinista de moder­ Otro claro antecedente de intervención estatal
nización. Después de Caldas, la geografía fue en la tónica de fortalecer una institucionalidad
una manera de comprender el desenvolvimien­ científica, es la fallida reforma al plan de estu­
to y limitaciones de la base material y econó­ dios universitarios propuesto en 1774 por
mica de la sociedad, como puede verse en los Francisco Moreno y Escandón, a raíz del vacío
estudios del general Mosquera, de la Comisión dejado por la expulsión de los jesuítas en 1767.
Corogràfica y sus epígonos, hasta los de Fran­ El plan contenía críticas moderadas al oscu­
cisco J. Vergara y Velasco. Creó toda una tra­ rantismo clerical, y una pausada insistencia

14 Sobre la modernización bajo Carlos III, cf. Vicent Llombart, ‘ La política económica de Carlos III. Fiscalismo, cosmética o
estímulo al crecimiento?", R evista d e H isto ria Económica., XII, 1,1994, pp. 11-39. Sobre la Nueva Granada, ver Francisco
Pelayo, ‘ Las actividades mineras de José Celestino Mutis y Juan José Elhuyar en Nueva Granada’, R evista de Indias, L,
107, 1990, pp. 455-71. Ver también Anthony McFarlane, C olo m bia b efo re Independence. Econom y, Society, and
Folitics u n d e r B o u rb o n R ule, Cambridge, Eng , 1993, en particular el capítulo ‘ Science and Sedition*, pp. 272-293.
15 Cf. Marco Palacios. ‘ Law, Language and Landscape in the Formation of a Colombian National Counciousness’ ponencia
presentada (sin publicar) en el Workshop on Ninenteenth Century Latin America, Institute of Latin American Studies,
London, 4 de diciembre de 1992.
16 No sobra recordar que algunas porciones de la J e o g ra fía de Felipe Pérez plagiaban los manuscritos inéditos de Codazzi que
habían sido puestos bajo su cuidado. En la guerra civil de 1859-61 el gobierno ordenó recoger el único libro hasta entonces
publicado por la Com isión, considerado como una especie de almanaque subversivo que describía caminos e itinerarios y
traía estadísticas detalladas sobre “hombres aptos para la9 armas”, en cada población. Al doblar el siglo diecinueve los estudios
y publicaciones de los naturalistas y científicos que recorrieron el país desde Humboldt y Boussingault hasta Hermann
Karsten y Alfred Hettner, o para el caso las investigaciones etno-lingüísticas de Jorge Isaacs, eran poco conocidos y quedarían
a medialuz durante algunos decenios mas.
10 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

en el papel central de la universidad pública y corporación de los colegios-seminarios a la ins­


de la enseñanza de las ciencias naturales. Co­ pección oficial, se apuntó que “no sólo se educa
mo se sabe, algunos ex-discípulos de los jesui- a la juventud para el servicio de la Iglesia, sino
tas montaron el movimiento de contrarreforma también del Estado, que no es limitada su ins­
que se plasmaría exitosamente unos cinco años trucción al canto llano, a la moral, a la liturgia
después17. No obstante su transitoriedad y fra­ y a la Sagrada Escritura, como lo prescribe el
caso, el carácter moderno del plan de Moreno y Concilio de Trento, sino que se extiende a las
Escandón contrasta con la intolerancia ideológi­ ciencias naturales y abstractas, y aún al estu­
ca que en este campo va de la mano con el siste­ dio de los derechos”19.
mático esfuerzo para deslegitimar la educación
pública en todos sus niveles, pero principal­ Subrayemos que se politizó prematuramente
mente en el terciario, o superior. / la cuestión educativa, en un contexto de pobre­
za y ruralización de la vida social, que hacía
En los albores de la república se desarrolló una quimérica la construcción de un sistema uni­
visión secular y liberal, que consideró la edu­ versal de educación primaria. Cuando los ra­
cación como un derecho social básico. Según dicales lo intentan en 1870, encontraron los
este informe ejecutivo de 1820: “cada ciudad, mismos obstáculos formidables: la pobreza de
cada villa, cada parroquia, cada pueblo, debe la población, la penuria fiscal y la precariedad
tener su escuela pagada de los propios o de las administrativa del Estado. Pero la tentativa
contribuciones de los vecinos, a quienes asiste condujo a una guerra civil y el conflicto religio­
una obligación sagrada de propender a la edu­ so se inscribió irreversiblemente en la cuestión
cación e instrucción de los hijos que la natura­ educativa hasta los inicios del Frente Nacio­
leza les ha dado... Las ciencias, las artes, la nal. Conforme el pacto constitucional de 1957
agricultura, la industria, progresarán a pro­ el Estado Central decidió invertir más recur­
porción que las primeras nociones de leer, de sos presupuéstales en la educación, y en el cle­
escribir y de la aritmética se hagan más vul­ ro se disiparon los peligros, reales o imagina­
gares”18. Surge así un concepto de financia- rios, que tradicionalmente había atribuido al
miento que bajo diferentes modalidades admi­ papel estatal en este campo.
nistrativas llega hasta mediados del siglo XX:
la educación primaria quedaría a cargo de las
comunidades locales, mientras que el gobierno E L ID E A L D E L O P R A C T IC O
nacional asumiría los costos de los niveles se­
cundario y universitario. Enfrascado en una agria disputa con la Iglesia
sobre el derecho del Estado a educar, el presi­
Se anunciaba el conflicto religioso: quien ten­ dente Carlos E. Restrepo (1910-14), un repu­
dría el derecho a trasegar por ese inmenso es­ blicano de origen conservador, se amparó en
pacio social que se llama educar, la Iglesia o el una cita de Caballero y Góngora, el arzobispo-
Estado? Una de las funciones atribuidas a la virrey. Dijo que el país que entraba al siglo XX,
educación era la difusión de los valores políti­ necesitaba, al igual que en la Colonia, de “su­
cos del nuevo Estado, ajeno a la alianza tradi­ jetos que sepan manejar el cálculo, el compás
cional del trono y el altar. El liberalismo y la regla, más que de quienes entienden y
filosófico de los fundadores de la república no discuten el ente de razón, la primera materia
podía ser más transparente. Justificando la in­ y la forma sustancial”20.

17 Sobre esta reforma educativa ver Francisco Moreno y Escandón, Indios y M estizos de la N u e v a G r a n a d a a finales del
siglo X V III, (Jorge O. Meló Ed.), Bogotá, 1985, pp. 15-18, y Renán Silva, U n iv e rs id a d y S ocied ad en el N u ev o R ein o de
G ran ad a, Bogotá, 1992, pp. 113-129.
18 A dm inistraciones de Santan der, 1820-1825, Luis H. López Domínguez (comp.), 5 tomos, Tomo I, p. 12.
19 Ibídem ., p. 13.
20 Estas intervenciones de 1912 fueron recogidas en (Carlos E. Restrepo) M em o ria del presidente al C on greso, 1914. Bogotá,
1914, pp. 18-21.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 11

Según el historiador Frank Safford, algunos nada en las letras y el derecho, que no necesi­
sectores de las clases altas republicanas, los taba aventurarse en nuevos campos especiali­
“neo-borbones”, impulsaron la educación téc­ zados y continuaba prefiriendo el control del
nica como un medio de alejar a los jóvenes de lenguaje y de la gente sobre el manejo de las
las veleidades de la política, y de abrir en su cosas24.
mente los horizontes de la vida empresarial,
productiva, racional. A las clases bajas les in­ El escaso dinamismo de la economía no creó
culcaría disciplina social y laboral, frugalidad una demanda capaz de inducir el desarrollo
y propensión al ahorro. de las empresas y de las profesiones orienta­
das por el ideal de lo práctico. Los técnicos
El ideal de crear una élite técnica (con recur­ debieron acudir al patronazgo estatal para
sos privados o públicos, ambos escasos en to­ obtener empleo. Eso parecen sugerir las
do caso) proseguiría a lo largo de los siglos hojas de vida de los ingenieros del oriente
XIX y XX, y hace parte de la historia econó­ del país de la segunda m itad del siglo pa­
mica y empresarial y de la historia social e sado, que Safford contrapone a los “em pre­
intelectual del país21. Supone que las nuevas sariales” de.la región antioqueña. Quizás
generaciones pueden socializarse y entrenar­
una m irada más atenta a los dos grupos
se en los conocimientos más avanzados y en
perm ita dulcificar un contrapunto tan bien
la adquisición de los saberes y habilidades pa­
marcado25.^
ra manejar la tecnología del día, a condición
de que la educación sea pertinente y de amplia
Parte integral de esta propuesta es la educa­
cobertura. Una educación adecuada a los va­
ción artesanal y técnica para las clases popu­
lores sociales: en el siglo XX forma élites y
lares, aunque al finalizar el siglo XIX sus
civiliza al pueblo, según la aguda expresión
resultados eran desalentadores. A pesar del
de Aliñe H elg22. Las élites capitalizarán su
predominio agropecuario de la producción,
formación, o sea, adquirirán y acumularán
las pocas escuelas de artes y oficios estaban
un “capital cultural” que las distanciará más
localizadas en los principales centros urba­
y más del pueblo23. Pero, ¿se ha “civilizado”
nos y requerían inversiones considerables.
al pueblo?
Ante la precariedad del Estado, la in dife­
El “ideal de lo práctico” chocaría con límites rencia de los empresarios, y cierta hostili­
estructurales de fácil enumeración: el bajo in­ dad de los artesanos establecidos, el relevo
greso por habitante, el reducido tamaño y frag­ neoborbónico fue asumido por algunas comu­
mentación geográfica del mercado interno, las nidades religiosas masculinas y femeninas
bajas densidades de población y su aislamien­ que en el período 1890-1950 crearon talleres
to, el predominio de una intelectualidad entre­ y centros de aprendizaje en varias ciudades.

21 Frank R. Safford, T h e Id eal o f the Practical: C olo m bia’» Stru ggle to Form a T ech nical Elite, Austin, Texas, 1976.
22 Aliñe Helg, C iv ilis e r le peuple et form er les élites. L ’education en C olom bie, 1918-1957, París, 1984.
23 Sobre el concepto de “capital cultural’ ver, Pierre Bourdieu, “The Forms of Capital", en J. C. Richardson, (Ed.), H an d bo ok
o f T h eo ry an d R esearch fo r the Sociology o f Education, New York, 1986.
24 Sobre los valores tradicionales de las élites latinoamericanas ver, Alistair Hennesey, “América Latina’, en Ionescu & Gellner
(compiladores), Populism o, Buenos Aires, 1970, También se puede ver nuestro ensayo sobre la cultura cachaca en Marco
Palacios, ‘ La clase más ruidosa’, Eco, R evista d e la C u ltu ra de Occidente, 54, diciembre 1982.
25 Diana Obregón Torres, Sociedades Científicas en Colom bia. L a invención de u n a tradición, 1858-1936, Bogotá, 1992,
hace algunas observaciones en este sentido. Algunos describen la politizacióñ como una especie de subproducto de una cultura
política elitista, formalista, divisiva y que gira alrededor del “botín presupuestar. La empleomanía sería una especie de
extensión republicana de la mentalidad hacendataria, heredada de la Colonia. No es el momento de discutir interpretaciones
de esta índole que encuentran su más completa formulación en Femando Guillén Martínez, E l P o d e r P o lítico en Colom bia,
Bogotá, 1975. Guillén especula sobre el papel del honor de las élites (en su acepción Weberiana) en la formación de una
“mentalidad hacendataria’ que, pese al advenimiento del liberalismo representativo, habría cancelado cualquier posibilidad
de que las ideologías desempeñaran un papel decisivo en la vida política.
12 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

C O M E R C IO E X T E R IO R siglo XIX y comienzos del presente: los trans­


Y E F IC IE N C IA T E C N IC A portes (vías, ferrocarriles, túneles, puentes,
asfaltos, instalaciones portuarias, plantas de
En este punto debe entrar el carácter periférico generación y redes de distribución de electri­
de la modernización colombiana. Modernización cidad), la dotación de infraestructuras urba­
periférica en cuanto el motor del crecimiento nas desde metros hasta acueductos, el
económico no fue ni ha sido la continua promo­ desarrollo de la metalurgia y metalmecánica,
ción y adaptación al cambio tecnológico, sino la producción industrial de fertilizantes y de­
las ventajas comparativas derivadas de las ex­ rivados del petróleo, y así sucesivamente.
portaciones de unas cuantas materias primas,
dirigidas a unos pocos mercados26. El impulso Al escribir estas líneas se produjo el colapso de
que han tomado las exportaciones manufactu­ un precario puente sobre el río Ariari que dejó
reras desde c. 1960 difícilmente puede expli­ incomunicada una de las despensas agrope­
carse como una función del progreso técnico cuarias del interior del país. Testimonia la an­
endógeno al modelo económico colombiano. ' tigüedad, atraso y debilidad de nuestra infra­
estructura de transportes. A primera vista la
El crecimiento inducido por la integración al responsabilidad recae sobre el ministro o el go­
mercado mundial, relegó la importancia de bierno nacional de turno. De hecho, implica un
universalizar la educación primaria: la cafi- extendido sistema de patronazgo, desidia y co­
cultura, por ejemplo, no requería mano de obra rrupción administrativa, que obliga pregun­
calificada. La economía premiaba la liquidez tarse ¿cuántas veces han pagado los contribu­
monetaria, la diversificación de activos, y, en yentes colombianos su inadecuada red vial na­
pocas palabras, al empresario mercantil27. Tal cional, desde que se planeó en 1931 hasta la
economía dejó en los márgenes la incorpora­ fecha? Esta es, evidentemente, una de las pre­
ción científico-tecnológica y sólo podía ofrecer guntas por la responsabilidad política: ¿cómo
una base restringida al desarrollo de la inge­ puede ser democrático un Estado que no rinde
niería. Estos márgenes quedaron en el mejo­ cuentas a los ciudadanos?28.
ramiento de una infraestructura de trans­
portes, (financiada y controlada por capitalis­
tas extranjeros) adecuada al modelo agroex- IN T E R V E N C IO N IS M O E C O N O M IC O
portador, y que creó una modesta red de Y M IS IO N E S E X T R A N J E R A S 29
estímulos a los ingenieros colombianos.
El intervencionismo económico tiene una his­
Pero en vista de la inexistencia de una admi­ toria tan larga y de meandros como la de los
nistración moderna, del predominio de los in­ proyectos modemizadores. Las formas preva­
tereses del patrimonialismo regionalista sobre lecientes desarrolladas en los últimos dos si­
la racionalidad económica y técnica, y debido glos son bien conocidas: a) la empresa pública;
a la escasez permanente de recursos financie­ b) la intervención administrativa (como la ad­
ros, a las puertas del siglo XXI los colombianos judicación de derechos de minas o de privati­
continuamos enfrentando problemas que se zación de tierras baldías), c) la regulación
resolvieron en Europa y Estados Unidos en el sectorial, como la relativa al arancel de aduanas,

26 A este respecto ver, entre otros, José A. Campo, C olo m bia y la econom ía m undial, 1830-1910, Bogotá, 1984, Jesús A.
Bejaraño, E l régim en a grario : de la econom ía ex p o rtad o ra a la econom ía industrial, Bogotá, 1979 y Marco Palacios,
E l café en C olom bia, 1850-1970. U n a h istoria económ ica, social y política, segunda edición, México y Bogotá, 1983.
27 Esta hipótesis parece más verificable y plausible que la del carácter intrínsecamente especulativo en la economía exportadora
del siglo XIX, tal como lo formula José á. Ocampo, en op. cit., pp. 61-4.
28 Richard E. Hartwig, R oad s to Reason. Transportation, A dm inistration and R ation ality in Colom bia, Pittsburgh,
París, 1983.
29 En las secciones que siguen tomo libremente de Marco Palacios y Frank R. Safford, C olom bia: F ragm en ted Land, D iv id ed
People, de próxima publicación en Oxford University Press, y en español en Editorial Norma.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 13

al interés del dinero o al derecho a emitir mo­ recomendaciones de la Misión del Banco Mun­
neda, y d) finalmente, el manejo macroeconó- dial que arribó al país en el segundo semestre
mico. Es evidente que desde c. 1931 las de 1949 dirigida por L. Currie.
políticas monetarias, cambiarías y fiscales, pa­
recen darle sustancia y continuidad al compor­ Su informe, Bases de un program a de Fo­
tamiento del Estado y a las ideologías desarro- mento para Colombia, publicado en 1950,
llistas, y con frecuencia se toman como la única junto con el de CEPAL, El D esarrollo Eco­
manifestación del intervencionismo moderno. nómico de Colom bia 1957, (que analiza el
período 1925-1953), y el de la Misión Economía
Las misiones de expertos extranjeros han Humanismo del padre Louis Lebret, Estudio
acompañado estas cuatro formas de interven­ sobre las condiciones del desarrollo en
ción, en particular después de la Primera Gue­ Colombia, 1958, influyeron en la opinión pú­
rra Mundial. Estas misiones se acoplan blica, ampliaron el horizonte de los enfoques
estupendamente bien al ambiente paternalis­ económicos y sociológicos y enseñaron nuevos
ta de las élites colombianas. En el siglo XX dan métodos de análisis y recopilación de informa­
nicho y alas a grupos sin responsabilidad polí­ ción. Sus diagnósticos mostraban qué tanto se
tica, que sustituyen a los partidos y al Congre­ había transformado Colombia desde la Prime­
so y desde el Estado definen nociones de ra Guerra Mundial y cuánto debía transfor­
“interés público” en nombre de la “razón” y de marse aún para ser un país moderno. Aporta­
una racionalidad “técnica” que bien pronto co­
ron los vocablos “desarrollo económico” y “eco­
bra un hálito misterioso y sacro. Se apela a
nomía del desarrollo” que se volverían moneda
ellas para centralizar las decisiones y legiti­
corriente en los planes de estudios de la uni­
mar la redistribución del poder económico y
versidad, en la literatura oficial y en la conver­
social. Refuerzan el ideal de la modernización
sación. El Banco Mundial y CEPAL tendrían,
por arriba.
además, influencia en el diseño de políticas
La cohabitación de los gobiernos con las misio­ económicas y en la formación y entrenamiento
nes de expertos extranjeros, los efectos de lar­ de expertos colombianos. El contrapunto de
go plazo de las medidas recomendadas y adop­ las visiones, modelos y recetas de estas dos
tadas, aún esperan el análisis30. Independien­ instituciones internacionales alimentó el de­
temente de su relativo éxito, de la resistencia bate público. De allí en adelante, las misiones
interna que enfrentaron, del impacto en la for­ fueron un asunto de rutina. ✓
mación de especialistas colombianos, el técni­
co extranjero “está más allá de toda sospecha”: La Misión del Banco Mundial llegó al país
no prevarica con los intereses regionales y po­ cuando la violencia estaba alcanzando su clí­
litiqueros. max y al mismo tiempo se consolidaban políti­
camente los intereses industriales del “desa­
En la década de 1920 las misiones respaldaron rrollo hacia adentro”31. El nacionalismo econó­
el proyecto de modernización estatal al servi­ mico inherente a este tipo de modelos es uno
cio de la expansión de una economía agroex- de los tópicos de la literatura expecializada. La
portadora que exigía mejorar la infraestruc­ inmediata postguerra vio florecer una planta
tura física y desarrollar las instituciones fi­ cuyas raíces venían de la Colonia: la empresa
nancieras. Tres décadas después, estos dos as­ pública. En esta época de euforia y optimismo
pectos serían prioritarios en los diagnósticos y se crearon Ecopetrol, Acerías Paz de Río y La

30 En este campo es excepcional la experiencia de L. Currie quien dejó una importante contribución en E valu ació n de la
a seso ría económ ica a los países en desarrollo: el caso colom biano, Bogotá, 1984. Sobre Currie es de obligada lectura
el trabajo de Roger J. Sandilands, The L ife an d Political E conom y o f L au ch lin C u rrie. N e w D ealer, Presid en tial
A d v iser a n d D evelopm ent Econom ist, Durham and London, 1990.
31 Sobre el ascenso de los industriales ver Eduardo Sáenz-Rovner, “The Industrialists and Politics in Colombia, 1945-1950’,
Ph D. Diss, Brandéis University, 1992.
14 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

Flota Mercante Gran Colombiana. Cuando el Para los padres del Frente Nacional era impe­
Departamento de Estado cuestionó en 1947 la rativa la reconstrucción del poder judicial, el res­
“política discriminatoria” de la Flota, porque tablecimiento del imperio del orden legal y de la
contravenía el Tratado comercial Colombo- credibilidad de los jueces. Sin embargo, este ob­
Americano, los empresarios industriales se jetivo desapareció con el imperceptible avance
opusieron y apoyaron manifestaciones de pro­ de la búsqueda de un consenso economicista.
testa en Medellín que, en Bogotá, convocaba la Además, el reparto liberal-conservador de la ju­
CTC. En ambas ciudades los manifestantes dicatura resultó contraproducente para afian­
echaban vivas a la Flota y abajos al presidente zar su independencia y modernización.
Traman.
Congelada la política por 16 años y bloqueada
Los gobiernos de turno debieron atender las la participación popular, Colombia se despoli­
recomendaciones del Banco en cuanto a políti­ tizó. El “interés público” quedó reducido a sus
ca monetaria, cambiaría y fiscal, o, como Rojas dimensiones técnicas, es decir, a la eficiencia
Pinilla, sufrir las consecuencias del cese del flujo mensurable de las metas macroeconómicas y
de préstamos. No obstante, los gobiernos gozan de las políticas sectoriales consignadas en
de márgenes de maniobra. Un buen ejemplo de “planes de desarrollo”.
esto lo brindan la construcción de Acerías Paz
El Frente Nacional acentuó la necesidad de
de Río, en contravía de las recomendaciones del
crear consensos entre los distintos sectores de
Banco Mundial, y el desafío público lanzado por
las élites empresariales y sociales (los terrate­
el presidente Carlos Lleras al Fondo Monetario
nientes tradicionales, por ejemplo) en tomo a
Internacional, en 1966.
un modelo de desarrollo económico que privi­
legió al empresario buscador de rentas. Fuerte
F R E N T E N A C IO N A L concentración del ingreso, consumo conspicuo
de los grupos de ingresos medios y altos, bajas
Y G U E R R A F R IA
tasas de inversión y ahorro, índices bajísimos
de fiscalidad, fuga de capitales, han caracteri­
El golpe militar de 1953 y el Frente Nacional
zado dicho modelo.
se justificaron para pacificar el país. El pacto
constitucional que consagró la paridad liberal-
Por el Departamento de Planeación Nacional
conservadora en todos los órganos y niveles
(con el interregno del gobierno de Guillermo
territoriales del poder público, (1957) e instau­ León Valencia, 1962-66), el Banco de la Repú­
ró la alternación de los dos partidos históricos blica, los ministerios e institutos económicos,
en la presidencia de la República, (1959) anun­
o las empresas públicas, empezaron a circular
ció una era de paz, bienestar y democracia. Las economistas profesionales. Generalmente eran
fórmulas constitucionales servirían para ex­
egresados de los centros de alto prestigio social,
tirpar el sectarismo partidista, reconciliar a y mostraban algún diploma (si acaso una maes­
los colombianos, pacificar las regiones y co­ tría, excepcionalmente un doctorado) obtenido
marcas aún azotadas por la violencia. La pro­ en Estados Unidos o Europa Occidental.
puesta incluía la reforma agraria, la vivienda
popular urbana, la ampliación de la cobertura Entró en escena un nuevo profeta y fue desa­
de la legislación laboral, de la seguridad social lojando discretamente al político-abogado: el
y de los derechos sindicales. La educación re­ economista-administrador, o “economista jo­
quiere un comentario aparte. Pese a los avan­ ven”. En la medida en que la economía colom­
ces de cobertura, al comenzar el Frente biana se pudo modelar con métodos matemá­
Nacional, es decir en 1957, Colombia aún no ticos, encamó esa supuesta cualidad de neu­
tenía un sistema masivo de educación prima­ tralidad ideológica, esencial en un régimen
ria y secundaria. En 1994 el proceso está in­ que había proscrito la controversia. En el ima­
concluso. ginario colectivo el economista joven emergió
MODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 15

como el portador de lo “moderno”. El país re­ nomista se transnacionalizó, rotando entre al­
quería su saber profesional, y que los políticos tos cargos de la administración pública colom­
y la prensa adoptaran una actitud comprensi­ biana y las burocracias de Washington, socia­
va ante sus diagnósticos y recomendaciones. lizándose en las normas y valores de éstas. Re­
En consecuencia, el “político” quedó de repre­ plicaba su enfoque, lenguaje y técnicas de
sentante de lo “tradicional”. La dicotomía fue modelaje. Más importante, en un Estado y una
popularizándose en la década de 1960. , sociedad apoyados en una base económica sub-
desarrollada, y por tanto regidos por las leyes
En este proceso, la guerra fría resultó funda­ de la incertidumbre, el economista tenía acce­
mental. Para enfrentar la Revolución cubana,
so a la información pertinente.
Estados Unidos revisó su política hemisférica.
Fueron atendidas viejas demandas latinoame­ Se creó un banco de datos para un reducido gru­
ricanas de asistencia económica. Así, en 1962 po de expertos, cerrado a la clase política y a los
empezó operaciones el Banco Interamericano funcionarios de los “viejos ministerios”, como el
de Desarrollo, cuya creación había sido pre­ otrora de Obras Públicas. La información se con­
sentada en la Conferencia Interamericana de
virtió en la llave maestra de un poder invisible32,
Bogotá (1948). Por los mismos motivos de la
reforzado administrativamente por la llamada
guerra fría el gobierno norteamericano apoyó
condicionalidad de los préstamos para balanza
la creación de la Organización Internacional
de pagos del FMI y otras formas de condiciona­
del Café, en el marco de la cual se protocoliza­
lidad más sutiles en los del Banco Mundial y
ron sucesivos Acuerdos del Café (1963-89) que,
del BID, como el pari pasu de las contrapar­
por más de 25 años, mantuvieron artificial­
tidas de los empréstitos33, método expedito pa­
mente altos los precios internacionales y le
ra sacar las políticas de inversión y gasto
dieron un marco de previsibilidad a la política
macroeconómica colombiana. Con un sello público de la esfera legítima del Congreso, y
más personal y en respaldo al paquete de re­ ponerlas más allá del alcance de las presiones,
formas económicas y sociales consagradas en igualmente legítimas, de las fuerzas sociales y
la “Carta de Punta del Este” (1961) el presi­ de los gremios.
dente Kennedy propuso la Alianza para el Pro­
greso, de la cual Colombia fue considerada la
vitrina y en función de la cual se creó el men­ E L C A M B IO S O C IA L
cionado Departamento de Planeación que pre­
paró el “Plan Decenal de Desarrollo” y el “Plan Al igual que la mayoría de países latinoameri­
Cuatrienal de Inversiones”, con la asistencia canos, en los últimos cincuenta años Colombia
técnica de la Misión de CEPAL, (1960-62). ha experimentado profundos cambios en sus
estructuras sociales y económicas con efectos
Como antes el abogado, ahora el economista en los valores y actitudes de la población. El
desempeñó un papel esencial para apuntalar cuadro Anexo No. 1 sugiere su velocidad. Los
la racionalidad administrativa del Estado. Pe­ índices de acceso a los servicios básicos mues­
ro mientras el primero debe actuar bajo los tran una tendencia al aumento de la cobertu­
parámetros nacionales del sistema legal y den­ ra, aunque puede ser que los ritmos no hayan
tro de una práctica profesional tachada por sido satisfactorios, particularmente en los úl­
muchos de legalista o “santanderista”, el eco­ timos diez años34.

32 Ver Femando Cepeda Ulloa and Christopher Mitchell, “The Trend Towards Technocracy: The World Bank and the Interna­
tional labor Organization in Colombian Politics", in R. Albert Berry et. al. (Ed9.) Politice o f Com prom ise. C oalition
G overnm ent in Colom bia, New Brunswick, N. J., 1980, pp. 237-255.
33 En 9u forma simple el p a ri pasu significa que por cada dólar prestado, el Estado debe comprometerse a presupuestar y
gastar un dólar.
34 Además, estos índices esconden altos niveles de inequidad, particularmente en la distribución social y regional de los subsidios
implícitos en las tarifas de energía eléctrica.
16 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

El país está mucho menos aislado del mundo, Enfoquemos brevemente algunos de estos
y los colombianos más integrados a una matriz cambios.
cultural gestada y reproducida por los medios
de comunicación social, en particular la radio a) Distribución del ingreso y pobreza. Los cálculos
y la televisión36. de la distribución del ingreso llevan a la conclu­
sión de que el de Colombia ha sido de los peores
Desde 1950 la población se triplicó; aumentó de América Latina y, por ende, del mundo36. Debe
la esperanza de vida al nacer, y en 1993 más advertirse, empero, que de los diversos índices
de la mitad de la población es menor de 24 de la economía colombiana, éstos son los menos
años. La mujer ingresó masivamente a los ni­ fiar. Medir la distribución del ingreso a lo largo
veles secundario y terciario de la educación, y del tiempo no pasa de ser un ejercicio conjetural.
ya supera el 50 por ciento de la matrícula.
Según el Banco Mundial, en 1989 el ingreso
También ingresó al mercado laboral formal,
promedio por habitante del 10 por ciento más
mostrando tasas de crecimiento muy supe­
rico de la población fue 37 veces el del 10 por
riores a las masculinas.
ciento más pobre. Usando otra metodología,
CEPAL calcula que en 1970 el 45 por ciento de
El tránsito de la sociedad rural a la urbana
los colombianos estaba por debajo de la línea
señala el cambio social por antonomasia de la
de pobreza (el ingreso requerido para comprar
segunda mitad del siglo XX colombiano. La po­
dos canastas de alimentos), y el 18 por ciento
blación urbana pasó del 40 por ciento (1951) al
por debajo de la línea de indigencia (el ingreso
74 por ciento (1993). Si en 1950 Colombia to­
requerido para comprar una canasta de ali­
davía podía definirse como un mosaico regio­ mentos). En 1986 esas magnitudes eran del 38
nal, en 1970 ya era el país de ciudades, más por ciento y del 17 por ciento respectivamente.
integradas entre sí que con su hinterland (La indigencia está comprendida en la pobre­
agrario. Las migraciones fueron el principal za). En el sector rural los índices de pobreza
factor del crecimiento urbano después de 1940. fueron del 54 por ciento en 1970 y del 42 por
ciento en 1986.
Todos estos cambios afectaron y continúan
afectando instituciones sociales fundamenta­ b) Población, migraciones y empleo. En un pe­
les como la familia, la Iglesia, la escuela o el ríodo relativamente breve la población colom­
sistema de justicia. biana experimentó pronunciadas caídas en las
tasas de mortalidad y fecundidad. El descenso
En estos procesos de cambio social subyace el de esta última se explica en un alto porcentaje
dinamismo económico que puede expresarse porque las colombianas adoptaron métodos
en este dato: de 1925 a 1990 el tamaño de la anticonceptivos prohibidos por la Iglesia. En
economía nacional, descontada la inflación, se 1970 menos del 20 por ciento participaba en
multiplicó 17,2 veces, al tiempo que el ingreso planes de planificación familiar y en 1990 cer­
por habitante se cuadruplicó. Sin embargo, los ca del 70 por ciento. En zonas tradicionalmen­
niveles de desigualdad social no han disminui­ te católicas y de alto cubrimiento eclesiástico
do apreciablemente. (sacerdote^población total) disminuyeron las

35 U n estimulante libro de ensayos, T elevisión y M elodram a, Jesús Martin-Barbero y Sonia Muñoz (Coordinadores), Bogotá,
1992 desarrolla la tesis de que a través de la telenovela, “la televisión como ninguna otra institución en América Latina, está
aprendiendo a ‘practicar’ la postmodemidad, esto es, recuperar las anacronias al interior de un discurso que revuelve las
más nuevas tecnologías audiovisuales con los dispositivos de narración y reconocimiento más tradicionales, e inclusive
arcaicos', p. 13.
36 En las décadas de 1960 y 1970 el ingreso del quintil más alto con relación al quintil más bajo fue 21.1 veces, en América
Latina y 8.7 veces en Asia Oriental. Solamente algunos países africanos (Costa de Marfil y Kenia) o Turquía se acercaron a
los niveles latinoamericanos. Jeffrey D. Sachs, Social Conflict and P o p u list Policies in L atin Am erica, International
Center for Economic Growth, Ocassional Papers. Number 9, San Francisco, Ca., 1990, pp. 7-8.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 17

tasas de nupcialidad y aumentó la proporción cundaria masiva y, desarrollar sobre ellas el


de madres solteras. sistema universitario.

La población en edad de trabajar crece a tasas El crecimiento de la matrícula por niveles tien­
superiores al 3 por ciento anual. Desde c. 1960, de a reflejar más la estratificación social que
Colombia ha registrado sistemáticamente una las llamadas “políticas educativas”. De este
tasa de desempleo abierto urbano por encima de modo, al finalizar la década de 1970 la escola­
la media latinoamericana. Además, son bien co­ ridad promedio de la población alcanzó un pico
nocidos los problemas crónicos de baja produc­ de 8.1 años, para caer en la década siguiente.
tividad, desempleo y subempleo del campo. Algo parecido ocurrió con la cobertura de la
escuela primaria que aumentó hasta 1978, pa­
Aunque poco se habló de las emigraciones in­ ra declinar, aunque se recuperó ligeramente a
ternacionales, claramente perceptibles desde fines de los años ochenta. Los especialistas
los años sesenta, estas aliviaron el desempleo atribuyen estas caídas al ajuste fiscal de 1984-
y la demanda de vivienda y servicios públicos. 86. Según el Departamento Nacional de Pla-
Las remesas mejoraban simultáneamente el neación, la desaceleración en la expansión
ingreso de sus familias y la balanza de pagos. educativa ocurría precisamente cuando la de­
Los contingentes migratorios hacia Venezue­ sigualdad en el acceso al sistema escolar era,
la, Estados Unidos y Ecuador aumentaron año después de la India, la peor del mundo37.
a año desde c. 1960. Se calcula que a comienzos
A pesar de su crecimiento, la escolaridad en la
de los años ochenta unos 800 mil colombianos,
educación media exhibe una de las tasas más
en su mayoría ilegales e indocumentados, tra­
bajas para países de similar grado de desarro­
bajaban en esos países. En 1990 la cifra ascen­
llo económico. La superior creció más rápida­
día a 1,3 millones.
mente que los dos niveles previos. El principal
factor de expansión del nivel terciario ha sido la
c) Educación. La oferta educativa en todos los
oferta privada en carreras nocturnas y de bajo
niveles se amplió y descendió la vergonzosa
costo por estudiante (derecho, economía, admi­
tasa de analfabetismo de 1951, del 39 por cien­
nistración). Las tasas de escolaridad en este ni­
to al 12 por ciento en 1993. Pero la demanda
vel pasaron de un 1.6 por ciento en 1960, a un
creció aún más rápido, de suerte que el desface
14 por ciento en 1993. Sin embargo, desde la
es todavía formidable: en 1985-89 terminó la
década de 1960 se diagnosticó que la universi­
primaria apenas el 57 por ciento de los niños dad empezaba a agotarse como medio de movi­
que iniciaron el ciclo y en 1989 solamente el 86 lidad social38.
por ciento de la población en edad escolar pudo
matricularse en este nivel. Aunque aumenta Al concluir el siglo XX en Colombia no se ha
la brecha entre regiones (el patético rezago de construido un sistema masivo de educación.
la Costa Atlántica, por ejemplo) y entre la ciu­ Los porcentajes de la población que alcanzan
dad y el campo, disminuyó un poco la que me­ a terminar la secundaria, (un buen índice de
dia entre la matrícula primaria y la una sociedad moderna) son todavía demasiado
secundaria. bajos: el 31 por ciento de los niños que inicia el
ciclo escolar, porcentaje que bajaría más en re­
El aumento de la oferta educativa no siguió el lación con la cohorte de niños en edad escolar.
patrón secuencial de consolidar primero una La educación colombiana sigue exhibiendo un
educación primaria universal, erigir una se­ perfil dual en que un subsector estatal brinda

37 DNP, Plan de apertura educativa 1991-1994. Mimeo MEN-DNP-UDS-DEC-2518, marzo, 1991. Citado en Jesús Hernando
Duarte Agudelo, E du cation in C olo m bia D u rin g the 1980s: P lan s and Achievem ents. M. Sc. Thesis in Public Policy
in Latin America, University of Oxford, 1992, p. 6.
38 Cf. Germán W. Rama, E l Sistem a U n iversita rio en C olom bia, Bogotá, 1970.
18 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

educación primaria y secundaria de mala cali­ Este argumento olvida que los beneficios de la
dad. En estas condiciones, y puesto que la edu­ educación se distribuyen no sólo entre los es­
cación continúa visualizándose como un medio tudiantes sino a la sociedad en su conjunto. La
de acceso privilegiado al sector moderno de la compra de servicios educativos de buena cali­
economía'39, cualquier familia que esté en po­ dad, sobre todo en el nivel universitario, deja
sibilidad económica de pagar educación de me­ por fuera a los jóvenes pobres. Puesto que la
jor calidad, lo hace. Es decir el Estado colom­ educación ayuda a determinar el ingreso indi­
biano no ha conseguido realizar el ideal demo­ vidual futuro, si se deja actuar tan sólo al mer­
crático de ofrecer educación de buena calidad cado, aumentará la inequidad41.
a toda la población, en cumplimiento de uno
de sus deberes básicos y como el método de Los problemas centrales radican en los nexos
integrar la sociedad y la nación desde el aula. entre los sistemas educativos y las estructuras
En consecuencia, la oferta educativa privada sociales, en la debilidad de la educación para
no es supletoria de la estatal, sino una alter­ integrar la sociedad colombiana, en la brecha
nativa real40. creciente entre el ideal meritocrático y las for­
mas reales que asume la polarización social.
Aquí conviene disipar la idea de que la educa­ Esos son los temas que deben ocupar el centro
ción privada no cumple un papel esencial en la del debate público. Sin ofrecer un espacio ins­
preservación de una sociedad democrática. titucional idóneo e independiente a las comu­
Por el contrario, la educación privada permite nidades académicas que se ocupan de ellos,
que, una vez que el Estado ha garantizado a continuaremos con políticas politiqueras, de­
todos educación de buena calidad, las familias sinformadas, erráticas e impulsados por la
puedan escoger otros planteles por razones de fuerza inercial de burocracias estatales anqui­
preferencia, de ideología, de conveniencia, de losadas y sindicalismos anacrónicos.
creencias religiosas. Se trata de la libertad de
escoger. Su titular es la familia, no el plantel, d) Urbanización y criminalidad. La ciudad se
como a veces sucede entre nosotros. define en principio como un entramado físico
políticamente organizado. Para tener una idea
En todo caso, los sociólogos desertaron de te­ de las transformaciones físicas, y sus repercu­
máticas cruciales como ésta. El vacío fue lle­ siones sociopolíticas, valga recordar que a fi­
nado por expertos en “economía educativa”. nales del siglo XIX la capital colombiana tenía
Ante el déficit educativo en primaria y el alto unas 400 manzanas; en 1950, 2.400, y en 1980,
costo para subsanarlo, con más frecuencia se 27.000. El milagro de la multiplicación de las
oye el argumento neoliberal de que el sistema manzanas fue posterior a 1950 y fue replicado,
de precios debe jugar un papel más activo en casi sin excepción, en las 30 ó 40 ciudades más
la asignación de recursos a la educación, prin­ pobladas. Los perímetros urbanos legales
cipalmente en los niveles secundario y postse­ (aquellos dentro de los cuales se puede urba­
cundario. Por tanto que debe reducirse el nizar) y la zonificación que les da un sentido
papel del Estado en este campo. Un buen ejem­ de orden funcional (barrios residenciales, in­
plo de esta alternativa puede ser la reforma dustriales, centros administrativos, zonas re-
constitucional propuesta por Fujimori, y apro­ creacionales), quedaron circunscritos a unas
bada en referéndum por los peruanos. áreas y en las demás reinó la ilegalidad.

39 Robert F. Amove, Education Policies of the National Front en R. Albert Berry et. al. (Eds.) Politics o f Com prom ise.
C oalition G overnm ent in Colom bia, New Brunswick, N. J., 1980, pp. 381-411.
40 Angel Facundo Díaz, C recim ien to y d esarrollo educativo en Colom bia: A nálisis del sector educativo, 1958-1993,
Misión CED, 1994.
41 Christopher Colclough, Who Should Learn to Pay? An Assesment of Neo-Liberal Approaches to Education Policy, in C.
Colclough and J. Manor (Eds). States o r M arkets? N eo -L iberalism an d the D evelopm ent P o licy Debate, Oxford, 1991,
pp. 197-213.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 19

Las migraciones encarecían la tierra y en las ta que plantearían los criminólogos es sencilla:
zonas clave de la expansión urbanística se re­ “¿por qué en algunos medios sociales es tan
servaban lotes de engorde. Mientras tanto las bajo el “punto de ebullición?”. Desde que hay
poblaciones se hacinaban en las periferias. La estadísticas medianamente confiables, sabe­
ocupación de los espacios vacíos, dentro o fuera mos que los riesgos de ser agente o víctima de
de los perímetros urbanos, hizo nugatorios los un delito contra la vida son mayores en las
criterios urbanísticos establecidos, la exquisi­ ciudades y entre los hombres jóvenes, desem­
ta racionalidad cartesiana de los planos de H. pleados o con empleos considerados de bajo
Bartholomew, Carlo Brunner y Le Corbousier status social.
en Bogotá, de José Luis Sert en Cali, de Wier-
ner y Sert en Medellin. En la última década ha sido evidente un rápi­
do deterioro de las normas de convivencia y del
Se calcula que entre 1958 y 1972 fueron ocu­ sistema de justicia. Puede expresarse somera­
padas clandestinamente en Bogotá 4.000 hec­ mente en altísimos índices de delitos violentos
táreas, que se distribuyeron en 220.000 lotes contra la vida, integridad y libertad personal,
y un millón de personas. No había “dos ciuda­ (homicidios, lesiones y secuestros), y de impu­
des” porque era palpable la integración de las nidad generalizada para sus autores. La tasa
poblaciones pobres y móviles. Se las acusaba de homicidios por 100.000 habitantes evolu­
de causar el deterioro ambiental, la densifica­ cionó así: 32 en 1960, (que ya era el más alto
ción desmedida, la desarticulación del entra­ en América Latina) 32 en 1965, 34 en 1970, 39
mado urbano, la congestión de tráfico, el en 1975, 20 en 1980, 57 en 1985, 86 en 1990,
déficit del transporte, y el aumento del desem­ 94 en 1993. Indices que dejan a Colombia como
pleo, subempleo y delincuencia. Además, la el país más homicida del mundo. En cuanto a
presión sobre la infraestructura urbana y los la impunidad, baste decir que pese al incre­
servicios públicos agravaba la endémica ban­ mento de homicidios de unos 4.000 en 1960 a
carrota fiscal de los municipios. Fenómenos unos 28.000 en 1990, el número de sindicados
transcritos en una pinta en la Bogotá de los se mantiene en estas tres décadas alrededor
años ochenta: “¿por qué no construirían las del número mágico de 4.000. El 97 por ciento
ciudades en el campo?”. de los homicidios queda impune42.

La velocidad y rnasividad con que aparece este Las tasas de homicidios tiendes a incremen­
nuevo modo de vida urbano saca rápidamente tarse en áreas urbanas de mayor pobreza, ma­
a flote problemas de desadaptación social, cul­ yor heterogeneidad cultural, mayor disolución
tural y personal de las poblaciones migrato­ de la familia, mayor participación femenina en
rias. Así, el hacinamiento aumenta la insegu­ la fuerza laboral (formal o informal) y mayor
ridad y la violencia intrafamiliar, la especula­ exposición a la represión policiva. Los pocos
ción de la tierra urbanizable agrava la segre­ estudios disponibles sobre delincuencia juve­
gación y la ausencia o debilidad de institu­ nil y sicariato43 sugieren la presencia de un
ciones (la familia, el vecindario, la Iglesia) sin factor crucial enunciado por Ferri: que en los
que sean reemplazadas por otras, lanza a la ambientes de pobreza surge más fácilmente la
gente al anonimato en un medio crecientemen­ criminalidad. Según Merton, la movilidad so­
te agresivo. Por ejemplo, muchos homicidios se cial ascendente es uno de los valores centrales
originan en incidentes triviales, en un insulto en una economía abierta y de mercado. Pero
verbal o gestual, en una maldición. La pregun­ en los vecindarios pobres es más evidente la

42 Policía Nacional, “Tendencias de Criminalidad, 1958-1991”, en R evista de C rim in alid ad , 33, 1990, Tabla No. 7.3, p. 333.
De 1983a 1990 se registraron 129.580 homicidios, a ¡os que deben sumarse 35.566 homicidios culposos (aquí están por ejemplo
los que resultan de los accidentes de tránsito) y 8.960 homicidios agravados (asesinatos), para un promedio anual de 21.758.
43 Ver por ejemplo, V iolencia juvenil. Diagnósticos y alternativas. M em orias de un sem in ario sobre la com una
oriental de M edellín, Medellín, 1990.
20 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

desigualdad de oportunidades de la estructura ineficaces, y prácticamente inexistentes en re­


social. En ciertas condiciones, el delito se con­ lación con el tamaño del Estado y con la mag­
vierte en un medio de ascenso social y puede nitud del problema. Una característica de
generarse una “subcultura del conflicto” que estas instituciones (entre ellas la judicatura)
facilita el reclutamiento de futuros criminales. era su politización partidaria. Hasta la crea­
Es decir, el delito es una forma de resolver la ción del Ministerio de Justicia (1945) los jueces
contradicción planteada en una sociedad cuya dependían del Ministerio de Gobierno. Al so­
cultura exige movilidad, pero cuya estructura brevenir la violencia, la politización se exacer­
social la bloquea44. bó y, muy pronto el papel de la justicia y de la
policía se redefinió como de preservación de “el
La fragilidad del sistema estatal de justicia se orden público”, antes que el cumplimiento y
pone de manifiesto en la década de 1940, cuan­ aplicación de la ley y la preservación de la se­
do los valores y formas de control social tradi­ guridad ciudadana.
cionales emanados de la autoridad del padre
de familia, del cura párroco, del gamonal, em­ Elemento medular de dicha preservación ha
piezan a disolverse. La criminalidad urbana sido el estado de sitio, figura que transforma
aumenta y el Estado responde con políticas al Ejecutivo en Legislativo. Desde c. 1948 la
inspiradas en la “peligrosidad social” de la es­ legislación penal ha sido expedida bajo el régi­
cuela positivista italiana que, en Europa for­ men del estado de sitio. Además ésta ha esta­
ma desde fines del siglo XIX el llamado blecido multiplicidad de jurisdicciones espe­
“Proyecto lombrosiano”, o sea “la lucha cientí­ ciales y paralelas, incluida la jurisdicción mi­
fica contra el crimen”, basada principalmente litar aplicada a particulares, cuya ineficiencia
en la etiología del delincuente45. Pueden citar­ es similar a la de la jurisdicción ordinaria.
se la ley Lleras de 1945, el Estatuto de Segu­
ridad Social de Rojas Pinilla de 1955, la Por otra parte, alrededor del 15 por ciento del
legislación penal extraordinaria de 1962. Por total de homicidios obedece a causas políticas.
ejemplo el “Estatuto de Seguridad Social” ex­ De 1980 a 1993 han sido asesinados o “desa­
pedido en 1955 definió o redefinió 32 conduc­ parecidos” y han caído unos 28.000 colombia­
tas delictivas como “estados de peligrosidad nos en combate militar entre los cuerpos
social”, algunos de los cuales daba buena cuen­ armados del Estado, grupos paramilitares y
ta de que a las viejas formas de deterioro de la guerrillas. Solamente 20.000 desde 198647. Se­
vida urbana como la “vagancia, la mendicidad, gún Amnistía Internacional la mayoría de es­
el proxenetismo y los juegos prohibidos” se tos homicidios han sido cometidos por “las
añadían otras nuevas como “las urbanizacio­ fuerzas armadas colombianas y los grupos pa­
nes clandestinas”. ramilitares creados por éstas”43.

El respectivo trabajo contratado por la Misión N i en la concepción global del delito violento,
CED46, reseña cómo las instituciones para de­ ni en las estructuras administrativas, se ha
sarrollar tales políticas eran incompetentes e hecho la distinción precisa entre el fenómeno

44 R. K. Merton, 'Social Structure and Anomie’, A m erican Sociological R eview , 3, 1938.


45 La idea de los positivistas (Lombroso, Ferri, Garofalo) de que la conducta criminal era determinada más que escogida (como
habían supuesto Beccaria, Bentham, Carrara) y que el criminal podía estudiarse con técnicas de la psiquiatría, la antropología
física, la antropometría y que requería tratamiento antes que castigo, entró en cierto descrédito desde comienzos del siglo
XX. Recientemente se han reivindicado algunos de sus elementos. Cf. M. R. Gottfredson and T. Hirsch (Eds.), Poeitive
Crim inology, Newbury Park, Ca., 1987. Para la formación intelectual en el positivismo de uno de los discípulos colombianos
de Ferri, Jorge E. Gaitán, ver Herbert Braun, M ataro n a Gaitán, Bogotá, 1987.
46 Olga Lucía Pérez Perdomo, “Seguridad ciudadana: Pactos y violencias. Sector Justicia y Política de criminalidad de 1958 a
1993’ . Misión CED, Bogotá, 1994. Ver también, Gabriel Ricardo Nemogá, E l E stado y la A dm inistración d e la Justicia
en Colom bia, 1990.
47 C oy u n tu ra Social, 2, mayo de 1990 y 4, mayo de 1991.
48 Amnistía Internacional, V io len cia política en Colom bia. M ito y realidad, Madrid, 1994, pp. 7-15.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 21

delicuencial genérico y la seguridad del Esta­ no: su excesiva orientación penalógica y jurí­
do49. En aras de esta última se expidieron los dica y la ausencia de análisis social. Hemos
Estatutos de Seglaridad (1978) y de Defensa de supuesto rígidamente que toda respuesta al
la Democracia (1988) y de Justicia (1989), to­ fenómeno criminal debe provenir administra­
dos los cuales han criminalizado diversas for­ tivamente del Estado por la vía del derecho
mas de protesta social y ciudadana que, en un penal52.
Estado democrático serían permitidas.
En cuanto convención social, el delito es una
¿Por qué no se ha establecido en Colombia la categoría negociable. Esta concepción contie­
criminología como una ciencia específica, ni ne elementos críticos que permiten proponer
desempeña el papel que le corresponde? La cri­ políticas razonadas para combatirlo. Pero no
minología tiene por objeto problemas sociales puede ser la concepción de jueces y policías, al
y políticos que involucran directamente al Es­ menos teóricamente circunscritos a un orden
tado: cómo definir el crimen y qué tanto poder institucional-legal. Tampoco podemos pedir a
debe emplear el Estado frente a él50. En este la víctima potencial del crimen (que somos to­
sentido se trata de una ciencia en la cual es dos y con probabilidades de riesgo creciente)
difícil trazar límites precisos entre lo cogniti- que adopte una actitud crítica frente al fenó­
vo, lo político y lo moral, entre el desarrollo meno delincuencial. El ciudadano de a pie se
disciplinario interno y la adecuación a un de­ guía por elementos de moralidad e instinto.
terminado contexto social y de poder. Crimen Exacerbados éstos por algunos medios de opi­
y criminal, delito y delincuente son categorías nión, generalmente mal informados, crean el
intrínsecamente problemáticas. Michel Fou- clamor público que recogen oportunistamente
los políticos y que los gobiernos codifican en
cault sugirió que, al igual que los manicomios,
medidas draconianas de excepción que se es­
las prisiones (“vigilar y castigar”) son una
calan a la siguiente oleada de opinión, pues no
prueba de la creciente expansión del poder ad­
resuelven el problema.
ministrativo del Estado moderno. Pero, si­
guiendo a Durkheim en su clásica disertación El país ha vivido más de cincuenta años tran­
sobre las reglas para distinguir lo normal de sitando por esta espiral de crimen-movimiento
lo patológico, (en una sociedad que experimen­ de opinión-represión-crimen. Pero la repre­
ta la transición de la secularización, urbaniza­ sión no ha funcionado si tenemos en cuenta
ción e industrialización) fue contundente al que el 97 por ciento de los autores de delitos
afirmar que una conducta es considerada “cri­ conocidos o denunciados escapa a la Justicia.
minal” o “desviada” según la convención so­ Por otra parte, más de la mitad de la población
cial51. Según Durkheim, lo que convierte una carcelaria está a la espera de juicio.
conducta “desviada” en “criminal”, o viceversa,
son los márgenes de tolerancia de una socie­
dad en un momento dado y del sistema de va­ E L ESTADO D EFO R M E
lores que la inspire.
La interpretación del cambio social, desde la
El reconocimiento de esta flexibilidad, es decir, perspectiva de modernidades y modernizacio­
el movimiento del capo penal al no-penal nos nes inconclusas, ofrece un amplio espectro,
permite señalar uno de los vicios centrales de desde la idea de Juan Linz del divorcio entre
las “políticas criminales” del Estado colombia­ la modernización social y económica y el ar-

49 Este es uno de los temas centrales tratados por Ivan Orozco Abad, Com batientes, rebeld es y terroristas. G u e rra y
D erech o en C olom bia, Bogotá, 1992, esp. pp. 91-182.
50 Mike Maguire, et. al., T h e O xfo rd H an d bo ok o f C rim inology, Oxford, 1994, p. 5.
51 Michel Focault, M adness an d Civilisation. A H istory o f Insanity in the A ge o f Reason, London, 1967, y D iscipline
and Punish. T h e B irth of the Prison, London, 1977.
52 Cf. Mirrelle Delmas-Marty, Les gran d s systemes de politique crim inelle, Paris, 1992.
22 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

caísmo de las instituciones políticas, cuyo más Si el origen por arriba es asombrosamente pa­
claro exponente en nuestra bibliografía es recido al del Frente Nacional, también lo es su
Hartlyn53, hasta la idea de Pécaut54 sobre có­ desarrollo posterior. El proyecto de democrati­
mo la burguesía cafetera e industrial copan el zación y modernización de las instituciones
Estado al punto de impedirle autonomía, ha­ fue quedando reducido a una fórmula econo-
ciéndolo más débil aún. A mi juicio se trata micista, a la aplicación ortodoxa y con premu­
más bien del desarrollo de un Estado deforme, ra autoritaria de la llamada “reestructuración
estructuralmente desequilibrado. económica”: liberalización, privatización y
descentralización fiscal. El sesgo voluntarista
Veamos. En 1988 y 1989, la opinión pública, es notable: se confundió el concepto de libera­
sensibilizada por las escenas que le presenta­ lización comercial con el imperio del laissez-
ban los noticieros de televisión, protestó con­ faire como ideología de Estado. Sólo tardía­
tra la oleada de masacres (5 o más víctimas mente, el presidente Gaviria pareció entender
civiles colocadas en estado de indefensión por que “más Estado y más mercado” no es una
las bandas que las perpetran). Según estadís­ fórmula contradictoria como asumió en los pri­
ticas de la revista Cien Días del CINEP, pu­ meros tres y medio años de gobierno. Es decir
blicadas entonces, en 1988 fueron masacradas que la liberalización económica requiere la
583 personas y en 1989 429. El 37 por ciento creación de instituciones modernas.
de las víctimas pertenecían a organizaciones
políticas de izquierda y 54 por ciento eran cam­ La liberalización comercial requiere más Es­
pesinos e indígenas. El peligro fue más evi­ tado: “los análisis de las economías abiertas
dente cuando cayeron asesinados en esos años más exitosas del mundo, (de Europa y Asia)
tres candidatos presidenciales. El orden polí­ revelan un mayor parecido con los actuales sis­
tico y el sistema social aparecían amenazados temas socialistas que con la economía de
en sus cimientos. En el alto gobierno se habló mercado de la república liberal de Adam
de referendo para reformar la Constitución. Smith”56. ¿Cómo dejar de considerar, por
Como respuesta se organizó en algunas uni­ ejemplo, la sofisticación alcanzada en más de
versidades un movimiento de opinión que de­ medio siglo por las instituciones cafeteras co­
sembocaría en la Constitución de 1991. lombianas, para captar la pertinencia de es­
tas observaciones?
Tal desenlace hubiera sido imposible sin la
percepción de que el país atravesaba una pro­ La historia de la liberalización comercial co­
funda crisis nacional. Los orígenes de la Cons­ mienza en la década de 1970. Entonces el Ban­
titución de 1991 podrían analizarse partiendo co Mundial urgía “repensar y reformar
de una hipótesis de ingeniería de gobemabili- Estado”. La convocatoria tuvo efectos fulmi­
dad: una reforma política sustancial depende nantes América Latina. Los grandes centros
de la habilidad para proyectar ante la opinión de difusión del modelo de industrialización
la noción de “crisis nacional”. Tal fue lo que se sustitutiva y de sus doctrinas, (Argentina,
hizo desde las alturas del poder ejecutivo en Brasil, México y Chile) enfrentaban una pro­
1988 y 1989: el politólogo-administrador funda crisis estatal, originada en la deuda ex­
emergió, fugazmente, como complemento di­ terna y en el consiguiente “ajuste fiscal”. En
recto del economista-administrador56. algunos casos la crisis deslegitimizó las dicta-

53 Jonathan Hartlyn, The Politics o f C oalition R u le in C olom bia, New York, 1988.
54 Daniel Pécaut, O rd en y violencia en C olom bia, 1930-54, 2 vola., Bogota, 1987.
55 El papel de la 'crisis nacional’ en la impleinentación de reformas es analizada en Merille S. Grindle and John W. Thomas,
P u b lic C hoices an d Policy C hange. The Political Econom y o f R eform in D evelo p in g Countries, Baltimore, 1991.
En esta obra se considera que la reforma de 1966-68 emprendida por el gobierno de Carlos Lleras y que fortaleció la planeación
como un elemento central de la política estatal, cabe en el esquema de 'politics as usual’ , aunque fue un caso exitoso.
56 Robert H. Bates, B eyond the M iracle o f the M arket. The Political Econom y o f A g ra ria n D evelopm ent in Kenya,
New York, 1989, Pp. 1-10.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 23

duras militares, pero los nuevos gobiernos ele­ nocerse que la base de la competitividad eco­
gidos por el voto popular debieron enfrentar nómica en los escenarios mundiales, provenía
las consecuencias del ajuste. de las industrias y de la capacidad empresarial
y tecnológica desarrolladas en la fase de sus­
En este contexto, las “fallas del mercado” que titución de importaciones. El problema que se
en las décadas de 1950 y 1960 constituyeron el planteaba era cómo crear instituciones ade­
foco analítico y el pilar de las políticas econó­ cuadas a la reconversión industrial.
micas, (por ejemplo el deterioro de los térmi­
nos de intercambio para las materias primas El reconocimiento de las exageraciones en la
en el comercio mundial) se convirtieron en las crítica al Estado desarrollista partió de un he­
“Fallas del Estado”57. cho elemental: las políticas estatales suelen
ser decisivas para que un país logre un creci­
Los “Estados desarrollistas” de las décadas de miento económico sostenido. Este requiere un
1940-70 fueron acusados de desestimular y doble reconocimiento previo: primero, que so­
distorcionar el uso productivo de recursos pú­ lamente las instituciones estatales pueden de­
blicos y privados. Como prueba de la mala ad­ finir las reglas del juego de las organizaciones
ministración macroeconómica, del exceso económicas, es decir, las condiciones mínimas
regulatorio y de la proclividad redistributiva, de promulgación y aplicación del orden jurídi­
(el populismo económico), se adujeron los altos co (los derechos de propiedad independiente­
niveles de endeudamiento externo y los gigan­ mente de cómo se definan éstos, la certidum­
tescos déficits fiscales que le habían echado a bre de quien paga y quien recibe los costos en
perder la década a la América Latina, según la una transacción) dentro del cual transcurre la
expresión de entonces. competencia económica entre las firmas58.

El Estado aparecía culpable del estancamien­ Segundo, que las políticas no se diseñan y eje­
to y franco deterioro económico, y, además, de cutan en un vacío social y que no pueden re­
ser la fuente suprema de corrupción e inefi- sultar de la aplicación de un modelo óptimo
ciencia. En consecuencia, debía darse la vía al trazado en el tablero de los tecnócratas59. Por
mercado mediante la liberalización, (comercio el contrario, aquellas que afectan intereses bá­
exterior, inversión extranjera, y sector finan­ sicos (los derechos de propiedad por ejemplo)
ciero), la privatización (todo tipo de empresas no pueden ser modificadas sino después de
y bancos estatales, fondos de la seguridad so­ una transacción política, de un proceso de ne­
cial y algunos servicios) y la descentralización gociaciones en que tienen la iniciativa los in­
fiscal. Para ello el Estado debía redimensio- tereses mejor organizados y mejor articulados
narse, es decir, achicarse y perder funciones. a los políticos, a la prensa y a quienes en últi­
mas toman las decisiones.
Sin embargo, desde mediados de los años 80
ganó fuerza la idea de que se estaba exageran­ Por último, sólo el Estado puede manejar la
do en la crítica al Estado desarrollista. Un aná­ macroeconomía, invertir en cierto tipo de in­
lisis más cuidadoso de las experiencias de los fraestructura (como la educación en todos sus
“tigres asiáticos” obligaba a la cautela. Por niveles o la salud pública) y responder a los
ejemplo, en un plano más concreto debió reco­ acuciantes problemas de desempleo, inequi-

57 M. S. Grindle, 'Sustaining Economic Recovery in Latin America: State Capacity, Markets and Politics’, in L atin A m erica’s
E conom ic Fu ture, G. Bird and A. Helwege (Eds ), London, 1994, pp. 304-7. En esta sección seguimos su argumento.
58 Según la teoría de la firma, (coase) los costos de transacción son la base de su existencia. Si la información y la aplicación de
la ley a los contratos no tuvieran costos, serían superfluas las organizaciones económicas. Por ello la firma es una forma de
organización, pero supone un Estado capaz de aplicar la ley. Para el análisis de este punto desde la perspectiva de la historia
económica, ver Douglas C. North, Institutions, Institutional C h an ge and E conom ic Perform an ce, Cambridge Engl.,
1990.
59 Para una versión más matizada de este asunto ver Merille S. Grindle and John W. Thomas, P u b lic Choices, Op. cit.
24 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

dad y pobreza y que, de no ser atendidos, agu­ Las causas de la estabilidad (y conservaduris­
dizarán la inestabilidad y afectarán la gober- mo) de las políticas económicas obedecen a fac­
nabilidad. tores estructurales e históricos. Instituciones-
clave como por ejemplo el Banco Central y el
gremio cafetero nacieron inmunes a la pugna
E L I D E A L D E L O T E C N O C R A T IC O bipartidista. La debilidad política de las orga­
nizaciones populares y sindicales después del
Un Estado moderno transforma las políticas colapso del gaitanismo (1948) permitió a los
en acción por intermedio de grupos humanos grupos más complejos de poder surgidos del
calificados y organizaciones que deben reunir largo período de crecimiento c. 1910-1945, se­
condiciones de racionalidad (procedimental y parar de un tajo la política económica de la
sustantiva), legalidad y responsabilidad admi­ política electoral.
nistrativa. En este proceso, el intelectual de­
viene en funcionario, el pensamiento crítico en En el contexto de “reestructuración económi­
razón burocrática. Tales son los elementos de ca” y “reforma estatal”, adquiere importancia
la clásica definición de Max Weber60. Además la cuestión tecnocràtica. No cabe duda de la
importancia del componente técnico idóneo en
de moderno, el Estado colombiano se dice de­
el manejo macroeconómico colombiano. Por
mocrático, de suerte que en su estructura de­
ejemplo, el ajuste de 1984-86 (una masiva de­
ben ocupar un lugar privilegiado aquellas
valuación que no produjo ni inflación, ni rece­
instituciones a las que acceden los ciudadanos
sión, y una severa contención de los salarios
en cumplimiento del mandato popular. Como el
del sector público que no produjo “paros nacio­
resto de sus vecinos latinoamericanos, Colombia
nales” trágicos) se cita internacionalmente co­
enfrenta hoy el desafío de configurar un Estado
mo un buen ejemplo de administración macro-
competente e instituciones sólidas61.
económica02. En todo caso puede contrastarse
con la devaluación de 1962 para ver los frutos
Colombia no prosiguió una trayectoria tan ní­
del aprendizaje tecnocràtico.
tida como la de los “Estados desarrollistas” la­
tinoamericanos citados arriba. Modalidades La tecnocracia colombiana no tiene aún el po­
específicas de su desarrollo histórico, y en par­ der de las chilenas o mexicanas. El caso chile­
ticular las condiciones estructurales (socioeco­ no63 presenta una “masa crítica” de doctores
nómicas y regionales) de la oferta cafetera, y en economía que, además de mantener espíri­
la institucionalización de un mercado interna­ tu de cuerpo, proponen a la sociedad una vi­
cional altamente intervenido y regulado hasta sión coherente y comprensiva. Los Chicago
1989, brindaron a la economía colombiana un Boys fueron 30 economistas que terminaron
cordón de seguridad suficientemente amplio. exitosamente sus doctorados en la Universi­
En los años 1945-75 el Estado pudo evadir los dad de Chicago, donde se convirtieron en in­
extremos del “crecimiento hacia adentro” y en condicionales de Milton Friedmann. Margina­
los de 1975 a 1990 los del “crecimiento hacia dos de “la revolución en libertad” de Frei
afuera”. (1964-70) y mucho más del “camino al socialis-

60 Para la discusión y aplicación de estos conceptos a Colombia, Cf. Femando Uricoechea, M od ern izació n y d esarrollo en
Colom bia; 1951-1964, Bogotá, 1967. Richard E. Hartwig, R oads to Reason. T ransportation, A dm inistration and
Rationality in C olom bia, op. cit. pp. 3-50 y Gabriel Ricardo Nemogá, E l E stado y la ad m inistración d e justicia en
Colom bia, Bogotá, 1990, pp. 24-39.
61 Tal es la expresión propuesta por M. S. Grindle, “Sustaining Economic Recovery in Latin America’ op. cit. pp. 303-23.
62 Ver por ejemplo Rosemary Thorp, E conom ic M anagm ent and Econom ic D evelopm ent in P e ru and C olom bia, London,
1991, pp. 183-90.
63 Sería fascinante emprender en Colombia un estudio similar al de Patricio Silva, “Technocrats and Politics in Chile: From
Chicago Boys to the C1EPLAN Monks”, J o u rn a l o f Latin A m erican Studies, vol 23, 1991, Part 2, pp. 385-410. Sobre
México, ver, entre otros, Roderic A. Camp, “The Political Technocrat in Mexico and the Survival of the Political System",
Latin American Research Review, XX, 1, 1985, pp. 97-118.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 25

mo” de Allende (1970-73), se fabricaron un ni­ Con excepciones, el reclutamiento de los altos
cho bajo “la revolución silenciosa”, la dictadu­ cuadros administrativos en el área económica,
ra de Pinochet, (1973-89), a la que proveyeron aún se dan en Colombia en función de la cone­
de un discurso racional y técnico. A las ense­ xión social o el entronque familiar, es decir la
ñanzas monetaristas de Friedmann aña- die­ disponibilidad de “capital cultural” heredado.
ron la receta de Hayek y pudieron decir que los En la medida en que la educación formal se
partidos y los sindicatos que habían gobernado vuelve un requisito, este adquiere la forma de
Chile no representaban el pueblo. El régimen “capital educativo”: dime dónde estudiaste y te
pinochetista se prestaba para experimentos de diré quien eres65. Esta es la base de la estrate­
ingeniería social montados sobre tales premi­ gia educativa de quienes aspiran a formar par­
sas. Pero nadie anticipó que abrirían el camino te de la nueva “policy elite”, conformada por
a la tecnocratización. grupos unificados por un saber profesional,
entrenamiento, valores sociales, y una visión
En efecto, los economistas de alto nivel que no coherente de la economía apta para formular­
encontraron la muerte, el exilio o las cárceles, se en opciones de política.
perdieron sus contratos con las universidades
o con las instituciones del Estado. Monjes es- El éxito de la modernización de la administra­
tructuralistas, desde modestos centros de in­ ción pública, dependerá de equipos de econo­
vestigación se dedicaron a estudiar paciente­ mistas, administradores, ingenieros industria­
mente las políticas económicas y alternativas les, politólogos y abogados de alto nivel que ya
de ingeniería social. C IE P LA N fue su princi­ copan los nodos centrales. Su reclutamiento se
pal refugio. El retomo de la democracia los lle­ hará más en las universidades e institutos in-
varía a las posiciones burocráticas ocupadas vestigativos de prestigio social, entre los altos
por los Chicago Boys. Aparte de compartir un ejecutivos del sector privado, y aún en los orga­
saber profesional, estos dos grupos tecnocrá- nismos internacionales66. No cabe duda que la
ticos exhiben una vocación y un estilo mo- oferta de economistas, administradores e inge­
demizadores. nieros industriales que demanda la gestión es­
tatal es satisfactoria, pese a la desigual
La base colombiana de una tecnocracia de alto calidad de las 180 carreras aprobadas en esas
nivel es aún reducida. Así por ejemplo, hasta tres áreas.
marzo de 1994 tan sólo 47 colombianos obtu­
vieron el doctorado en economía en universi­ Su imagen se ha visto favorecida por el desem­
dades norteamericanas, muy pocos en el Ivy peño global de la economía en la década de
League, una gran proporción de los cuales, en 1980, que fue más positivo que en la mayoría
economía agraria64. El valor político de la tec­ de países latinoamericanos67. Se deterioraron
nocracia colombiana reside menos en su capa­ algunos índices sociales, como las tasas de es­
cidad técnica formal (que evidentemente es colaridad en el nivel primario, aunque, según
elevada y sigue mejorando) y más en su habi­ parece, mejoró la participación de los salarios
litación para no rendir cuentas. Para los polí­ en el PIB, y se produjo una ligera redistribu­
ticos son un equivalente funcional del experto ción del ingreso nacional de los deciles medios-
extranjero, y en la sociedad son como profetas. altos a los deciles medios-bajos. Esto también

64 Llamamos arbitrariamente de “alto nivel” a los economistas que han obtenido doctorados. No a los llamados ‘ candidatos al
PH. D ”. Estos candidatos no cumplieron con un requisito básico: demostrar que tienen capacidad investigativa propia.
Nuestros estimativos se basan en el Disertation Abstracta on Disc del U n iversity M icrofilm , U M I.
65 P. Bourdieau, “The Forms of Cultural Capital’, op. cit., y ‘ Les trois états du capital culturel", Actes de la R echerche en
Sciences Sociales, 30, pp. 3-6.
66 Para el concepto de “Policy elite’ ver, Merille S. Grindle and John W. Thomas, P u b lic Choices, op. cit.
67 Una tasa de crecimiento anual promedio del 1.1% del P N B percapita entre 1980 y 1990 que, se compara favorablemente con
-1.8% de Argentina, 0.6% de Brasil, -0.9% de México, o -2.0% de Perú y Venezuela, World Bank, W o rld B an k Atlas,
Washington, 1991.
26 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

fue calificado de particularmente excepcional los más importantes en la reforma estatal. En


en América Latina68. La comparación ya no es cuanto a encontrar solución a los primeros, de­
tan favorable en el quinquenio 1990-94, ni en be subrayarse que los actuales programas de
cuanto a tasas de crecimiento ni en cuanto a “modernización del Estado”, en el marco de la
la evolución de los índices del gasto social. nueva institucionalidad de 1991, han avanza­
do considerablemente en el mejoramiento y ra­
Si el conocimiento económico fue indispensa­ cionalización de dichas áreas.
ble para afianzar el modelo de sustitución de
importaciones, los tímidos ensayos de “libera- El problema central del Estado colombiano es
lización” de las décadas de 1970 y 1980 y la político antes que administrativo o técnico. Si
reciente “reestructuración económica” lo hace las estructuras institucionales implican esta­
aún más pertinente, y ya no sólo para el sector bilidad y predictibilidad, el mandato popular
estatal69. significa dinamismo y negociación. Un gobier­
no gana parcelas de legitimidad desplazándo­
Rezagado de los principales países latinoame­
se razonablemente en el plano de estas dos
ricanos, el Estado colombiano se embarcó des­
coordenadas. Por ello, debe permitir que se
de 1988 en una vía neoliberal que comparte
movilicen partidos y organizaciones partidis­
con el modelo neoclásico que la inspira, y con
tas, asociaciones cívicas, gremios, sindicatos,
el modelo “cepalino" que rechaza, el desinterés
en defensa de sus intereses y aspiraciones. Pa­
por construir instituciones. Como pocas veces
ra canalizar los conflictos que de allí surjan,
en nuestra historia las decisiones estratégicas
debe crear y fortalecer instituciones idóneas,
de economía se centralizaron férreamente al­
eficientes, transparentes, cuyos gestores rin­
rededor de un minigabinete presidencial do­
dan cuentas. Esto requiere saber repartir cos­
minado por economistas, (curiosamente
tos y beneficios entre grupos sociales,
faltaron los expertos en “políticas públicas”), y
se defendieron con un celo ideológico que hace regiones, sectores de la economía. Es decir, el
pensar en la emergencia de un “pensamiento Estado debe rescatar las funciones de gobierno
oficial”. justo, garantizar que los servicios básicos lle­
guen a toda la población, y promover la respon­
El pragmatismo con que se ha proseguido la sabilidad pública. Tarea mucho más ardua y
reestructuración económica es inocultable. Se compleja que los ejercicios rutinarios y despó­
cita el proceso de negociaciones con los narco- ticos del ajuste macroeconómico y del diseño
traficantes (que desplazó del lugar prioritario de políticas sectoriales.
acordado por la misma constitución a la nego­
ciación con las guerrillas) “para crear condicio­ Desde el Frente Nacional el Estado colombia­
nes adecuadas al desarrollo de la libre no se gobierna como si no tuviera que resolver
empresa” desestabilizada por la violencia de prioritariamente problemas de legitimidad; de
los primeros, “aún esto significara ceder en equidad social y regional; de consolidación de
principios fundamentales como los de la impo­ un sistema educativo que dé a todos los colom­
sibilidad moral de transar con los asesinos de bianos la oportunidad de acceder a una forma­
Luis Carlos Galán”70. ción pertinente y de buena calidad, base real
de una sociedad democrática; de establecer so­
Aunque los problemas de gestión y capacidad beranía dentro de su territorio; de garantizar
técnica y administrativa son cruciales, no son la seguridad ciudadana; de respetar los dere-

68 George Psacharopoutos, et. al, P o verty and Incom e D istribution in Ijitin Am erica: T h e Story o f the 1980’s, World
Bank, 1992.
69 Rafael Echeverri Perico, “El desarrollo dei conocimiento económico y su institucionalización desde el Frente Nacional hasta
nuestros días”. Misión CED, 1994.
70 Ibidem , Capítulo V, pp. 2-3.
MODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 27

chos humanos y las normas del derecho inter­ es difícil separar el concepto de "institución
nacional humanitario. universitaria” del concepto de “comunidad
académica”, la mayor claridad expositiva así
Más aún, al abandonar la función de morige­ lo requiere. Además, puede demostrarse empí­
rar el poder del mercado en la sociedad, (e in­ ricamente que la mayoría de instituciones co­
clusive suponer que la reestructuración lombianas de educación superior no son
economica funcionará automáticamente por la “universidades” en sus propios términos, pues
maximización de beneficios que buscan las fir­ no cultivan todas las ciencias y las artes, para
mas) auspicia el florecimiento de formas pa­ que, en las clásicas palabras del Cardenal
raestatales divisivas, centrífugas, violentas, Newman, éstas “se complementen, corrigan y
con vocación para desintegrar el frágil pacto equilibren entre sí”. Tampoco una comunidad
social de los colombianos. académica, sino un profesorado y un alumna­
do ambos de tiempo parcial sin vida comunal
alguna, ni poder decisorio en la vida académi­
L A S T R I B U S A C A D E M IC A S ca y gobierno. Estas entidades se orientan por
Y E L E S T A D O : E C O N O M IS T A S el mercado y reproducen el modelo organiza-
Y S O C IO L O G O S cional y el ethos de los colegios privados de
secundaria1. No es el momento de reflexionar
En esta sección final se esbozan algunas opcio­ sobre la situación colombiana a la luz de estos
nes abiertas a las comunidades académicas de y otros modelos institucionales que aparecen
las ciencias sociales en un proceso democrático en un continuo que va de “la torre de m arfil”
de modernización institucional. Si los argu­ al “garaje”.
mentos expuestos se sostienen, es obvio que el
papel de las instituciones y comunidades aca­ En las universidades con comunidades acadé­
démicas depende de cambios en los valores do­ micas o epistémicas constituidas, la vida inter­
minantes. Mientras predomine la hegemonía na y las relaciones con el Estado y la sociedad
economicista en el Estado, la despolitización son más complejas. Característica de toda co­
entre los profesionales de la política, y la ética munidad académica es el compromiso con la
del lucro en la sociedad, es difícil encontrar un “cultura del discurso crítico”. Discurso, es de­
lugar a la sociología crítica, al desarrollo inde­ cir, manejo del lenguaje y de la conversación.
pendiente de la teoría económica o al estable­ Conversación cuyos participantes están orien­
cimiento de la criminología, pese a que el país tados hacia la verdad, son sinceros en sus pro­
lo requiera. posiciones que deben ser coherentes y com­
prensibles, y deben adoptar los medios apro­
Tampoco es irrelevante el hecho de que el sistema piados y codificados de comunicarse72.
político está generando aversión a la existencia
de la oposición legítima y organizada, inexistente Crítica no significa el ataque frontal al poder
desde comienzos de la década de 1970. Persiste dominante, o a sus valores y prácticas, sino la
la idea de que la mejor manera de hacer oposi­ disposición permanente de los miembros de la
ción es compartir cuotas de gobierno. Esto comunidad a participar en el diálogo crítico
afecta el clima intelectual general, y las posi­ con sus pares. Esta es la actitud y el modo de
bilidades de investigación en c iencias sociales. ser del académico. En esta comunicación apa­
rece una peculiar forma de interacción socio-
Pero el papel que desempeñen las comunida­ lingüística, en la cual el narrador se distancia
des académicas también depende de la actitud del lenguaje, adoptando un modo discursivo im­
de sus miembros. Aunque metodológicamente personal. Tal el estilo de la narrativa del docente

71 Ver el agudo comentario de Gonzalo Catano, “Talanquera contra Abusos’, L e c tu ra » Dom inicales, E l Tiem po, 10 de
septiembre de 1989, p. 7.
72 Ver, Jürgen Habermas, T h e T h eo ry o f Com m unicative Action, Vol. 2., Cambridge, 1989.
28 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

comprometido con la formación intelectual del rio de Hacienda en el frente de la financiación


estudiante, al que no “trasmite” (como llevar de las universidades públicas.
una cosa de A a B) sino con quien dialoga en la
forma del “discurso crítico”73. Las sociedades modernas, cada día más de­
pendientes del conocimiento76, aceleran la
La posibilidad de esta comunicación ha sido “fragmentación”, es decir la especialización y
cuestionada por postmodernistas como Lyo- la emergencia de las “culturas de especialis­
tard. La aceptación de la condición postmoder- tas”. Al practicar una disciplina, los académi­
na parte de que han desaparecido todas las cos se alejan entre sí. Desde hace unas tres
“grandes narrativas” o metafísicas universa­ décadas se acepta la clasificación propuesta
les. Sólo existen diálogos locales o “juegos del por Thornas Kuhn sobre la división de las cien­
lenguaje”. Lo social queda reducido al indivi­ cias entre las paradigmáticas y las prepara-
duo que emite y recibe en tanto participa en digmáticas77. Así, las primeras incluirían
diferentes juegos lingüísticos. El lenguaje es definitivamente las matemáticas y la física, un
entonces una especie de batalla entre jugado­ poco menos la biología y las segundas la socio­
res. El resultado es algo llamado “las paraló- logía y un poco menos la economía. Empero,
gicas de los juegos de lenguaje”, con lo que se cada vez se reconoce mejor la maleabilidad del
sugiere que una sociedad no puede entenderse concepto de “paradigma”. Puede significar una
en téminos de comunicación como tal, sino a peculiar constelación de ideas y técnicas, creen­
través de una teoría de juegos en la cual las cias y valores que definen una determinada cul­
comunicaciones, el diálogo, son antagónicos74. tura disciplinaria, o puede significar matriz
A la relativización de los universales, sigue la disciplinaria, compilación de generalizaciones
relativización de la historia reducida a un me­ simbólicas y de modelos comunes a los practi­
ro agregado de acontecimientos, dimensiones cantes de una disciplina profesional78.
temporales sujetas a la arbitrariedad del in­
térprete (el deconstructor) de sus “textos”. Lo Las investigaciones han demostrado que los
más grave es que, de hecho, se abre el camino “estilos de aprendizaje e investigación” siguen
a la arbitrariedad política y a la vuelta de los patrones culturales identificables según la
autoritarismos75. respectiva disciplina se ubique en la intersec­
ción del conocimiento que va de lo abstracto a
Los intentos rectorales de Antanas Mockus de lo concreto y del que va de lo puro a lo aplicado.
“jugar” y “antagonizar” con las comunidades El esquema lo ilustra con dos polos: el duro (lo
académicas se inspiraron, al menos parcial­ abstratc/puro) y el blando (lo concretc/puro).
mente, en este tipo de visiones postmodemis- Las disciplinas cercanas al polo duro tienen un
tas y de relativismo moral; por su individua­ crecimiento acumulativo, mientras que las
lismo son compatibles con la concepción neolibe­ cercanas al polo blando avanzan reiterativa­
ral que ha mantenido recientemente el Ministe­ mente. Hacia el medio se hallan las disciplinas

73 Ronald Barnett, Im p ro vin g H igh er Education. Total Q uality C are, Milton Keynes, 1992, pp. 65-68, y pp. 91-97. Los
conceptos subyacentes se encuentran en Basil Bernstein, Class, C odes an d Control, Vol. 3, T o w a rd s a theory o f ed uca­
tional transm issions, London, 1975.
74 Este es el argumento de J. F. Lyotard, T h e Postm odern C ondition. A R eport on K now ledge, Manchester, 1984, expuesto
con gran claridad por Feiwel Kupferberg, “Entering the Public Dialogue. The Universities, Knowledge-Society, Postmodemity
and the Enlightment Project”, en Jan Jerschina & Anna Kosiarz, (Eds.) U n iversities T o d a y an d Tom o rro w , Kraków,
1990, pp. 162-4. Sobre el reconocimiento del “otro”, requisito para el diálogo, ver Zygmund Bauman, Postm odern Ethics,
Oxford, 1993, pp. 145-85.
75 A. Heller and F. Feher, T h e Postm odern Political Condition, Cambridge, Eng., 1988.
76 Alvin Gouldner, F u tu re o f Intellectuals and the R ise o f the N e w Class, London, 1979.
77 Ver Thomas S. Kuhn, T h e Stru ctu re o f Scientific Revolutions, Second enlarged edition, Chicago, 1970, esp. pp. 43-51.
78 Ver, Thomas Becher, Academ ic T rib e s an d T erritories. Intellectual E n q u iry and the C ultures o f Disciplines, Milton
Keynes, 1989, pp. 9-10.
MODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 29

aplicadas, (abstractas o concretas) más profe­ “periféricas” de las humanidades, las ciencias
sionales79. sociales y las interdisciplinarias como la egip­
" ''N
tología o la sinología81.
POLO DURO • POLO BLANDO
Matemáticas Humanidades Por ahora, baste señalar que el “polo científico”
Física C. Sociales
colombiano se ha reforzado considerablemen­
Ingenierías Profesiones sociales
Veterinaria (Derecho, Trabajo social...) te desde los años ochenta (los programas fi­
nanciados por el BIC a través del ICFES y
La vida social, institucional, interpersonal de Colciencias) frente a las ciencias sociales y a
las universidades tiene que adaptarse para las humanidades, aunque la producción cien­
que puedan coexistir las diversas comunida­ tífica colombiana es una de las más débiles de
des con sus subculturas disciplinarias, y pro­ América Latina.
seguir cada una con su “modelo interno de
comunicación”. Esto se traduce en la forma­ Una caracterísitca de las disciplinas blandas
ción de “tribus” (léanse departamentos, facul­ es la ambivalencia y dependencia del Estado.
tades, asociaciones científicas, etc., según el Pero dentro de las ciencias sociales pueden es­
caso) que reclaman un “territorio”. El vocablo tablecerse claras diferencias de subcultura.
“territorio” es más que una metáfora. Una de Tenemos dos de las tribus más importantes:
mis experiencias más vividas en la gestión de los economistas y los sociólogos. Estudios so­
la rectoría de la Universidad Nacional de Co­ bre su desarrollo82 muestran que las respecti­
lombia, (agosto de 1984-julio de 1988) fue la vas conexiones con el Estado han sido opuestas.
comprensión de los sofisticados mecanismos, Excepto los marxistas, los demás economistas,
reales y simbólicos, empleados por las comuni­ particularmente desde 1980, fueron más procli­
dades para apropiarse, defender y expandirse ves a formar una “policy elite” como se definió
en los espacios físicos del campus. Todo ello arriba y, por tanto, las trayectorias personales
implica que no sólo es difícil moverse de una dependieron de conexiones con los políticos po­
disciplina a otra en términos epistemológicos, derosos que manejan el Estado. A la luz de los
sino también psicológicos, pues el cambio im­ desarrollos posteriores adquiere interés la alter­
plica una resocialización en quien lo pretende. nativa de modelos de “escuelas” de economía
Es como cambiar de “tribu”. En realidad, el ofrecidos entre c. 1950 y 1984 por la Universidad
diálogo interdisciplinario es costoso80. de los Andes y la Universidad Nacional, respec­
tivamente. En los últimos diez años, los linderos
En su análisis de las universidades francesas fueron borrándose.
Pierre Bourdieu subraya los elementos exóge-
nos a las comunidades académicas, en parti­ Para la reproducción del “capital cultural” y de
cular sus formas de reproducción de las clases las clases dominantes, en los términos de
dominantes y del “capital cultural”. Establece Bourdieu, el primero resultó más apto y sus
dos polos: el social al que corresponden las Fa­ efectos continúan inercialmente hasta hoy en
cultades de Derecho y Medicina, íntimamente día. Es evidente el papel central que han juga­
ligadas al poder, y el polo científico de las Fa­ do la Facultad de Economía de la Universidad
cultades de Ciencias Naturales. Entre las dos de los Andes, y el CEDE, como nodos de reclu­
circulan las disciplinas más “marginales” y tamiento de la tecnocracia. De allí la sensibi-

79 D. A. Kolb, 'Learning styles and disciplinary differences’, en A. Chickering, (Ed.) The M odern A m erican C ollege, San
Francisco, Ca., 1981.
K. D. Knorr-Cetina, ‘ Scientific Communities or Transepistemic Arenas of Research?’ , Social Studies o f Science, 12, pp.
101-130.
Cf. P. Bourdieu, Hom o Academ icus, Stanford, Ca., 1988.
82 Salomon Kalmanovitz, ‘ Notas para una historia de las teorías económicas en Colombia’, en H isto ria Social d e la C iencia
en Colom bia, Tomo IX, Bogotá, 1993, esp. pp. 41-53 y Rodrigo Parra Sandoval, “La sociología en Colombia, 1959-1969’ . pp.
59-92 en Ibidem .
30 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

lidad política, traducida en la carta que un miento teórico. Partiendo del supuesto de que
grupo de actores del minigabinete económico existe y existirá una oferta adecuada de co-
envió a comienzos del presente año al rector nomistas profesionales para el sector privado,
de la Universidad en relación con la marcha los organismos estatales y las universidades,
de estas unidades académicas83. queda pendiente la cuestión del status de los
centros de investigación. Sería necesario reva-
Aquí deben distinguirse dos problemas, inde­ lorizar la importancia estratégica de la ciencia
pendientemente de la pertinencia y validez de económica para la sociedad y no sólo para el
la misiva: primero, la autoridad que emana de gobierno de turno.
la comunicación no es académica o intelectual
sino política. Se trata más bien de una expresión Dos prejuicios circulan como verdades absolu­
de la arrogancia del poder estatal en disfraz de tas: primero que el país está “sobrediagnosti-
espíritu universitario: verdadero atentado con­ cado”, (pero, para poner un ejemplo, ¿qué
tra la ética de la libertad académica (investigar, sabemos sobre “educación y productividad?”).
enseñar y publicar). Precedente nefasto si pen­ Aún aceptando que sabemos todo lo que debe­
samos en la necesidad que tienen el país, el mun­ mos saber sobre la economía colombiana, un
do académico y el mismo Estado, de que florez­ punto de vista tan estático, no es congruente
can centros de investigación independientes y con la velocidad del cambio de los fenómenos
competentes, fuente de una cultura crítica, sociales. Segundo, que un mismo tema no pue­
esencial a la ciencia y a la democracia. de ser abordado por dos o más grupos de eco­
nomistas: este es el camino más seguro para
Segundo, hay un problema interno: la forma garantizar la existencia de un pensamiento
como los individuos, en este caso el Decano de oficial y para anular el pluralismo y el debate
la Facultad, deciden incrementar su “capital de cuestiones que por naturaleza son de domi­
cultural” girando contra el prestigio social de nio público, pues nos afectan a todos, como in­
las intituciones en las que ocupan posiciones dividuos y como miembros de la sociedad.
de control que, por demas, afectan la vida y la
trayectoria de sus pares. El valor social de los La diferencia salarial permite contratar los
artículos académicos y de prensa que el decano mejores profesores e investigadores, promo­
escribió sistemáticamente contra las políticas verlos socialmente y ponerlos al servicio de po­
económicas, y que terminaron irritando a líticas macroeconómicas y sectoriales rutina­
quienes se sintieron aludidos, dependía en rias o cortoplacistas por definición. Sin embar­
buena medida de su posición jerárquica84. Este go, podemos esperar de nuestra reducida co­
es, en general, el caso de los jefes de “tribu” munidad de economistas con vocación acadé­
universitarios, bastante prominentes en las mica propuestas entroncadas en concepciones,
grandes universidades públicas, primero que análisis y visiones alternativas.
todo en la Universidad Nacional, aunque allí
están ubicados en las ciencias naturales. A fin Los sociólogos ofrecen un ejemplo distinto. En
de cuentas, en todos los campos del saber y en un comienzo, la disciplina se institucionalizó
todos los niveles, macro y micro, la ciencia es en la Universidad Nacional (c. 1959-65) tra­
un proceso social. tando de crear una “policy elite”, un grupo de
ingeniería social que habría de ilustrar al Es­
En la economía, la ciencia social más desarro­ tado en los procesos de modernización social.
llada, se trata de crear espacios a la investiga­ Pero a la despolitización auspiciada por el
ción independiente y de estimular el pensa­ Frente Nacional, sus practicantes respondie-

83 Ver E l E spectador, 13 de marzo de 1994, pp. Ib, 3b y 5b. Ver también la carta enviada por el Rector de la Universidad de
los Andes a E l E spectad o r y E l Tiempo, de fecha 15 de marzo y el comunicado de los profesores e investigadores de la
institución a la comunidad universitaria de fecha 17 de marzo de 1994.
84 Cf. P. Bourdieu, H om o Academ icus, op. cit, p. 84.
MODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 31

ron con un discurso radical del deseo político, tripartita entre los sociólogos, como se advirtió
con una especie de metadiscurso del progreso, en el Congreso Nacional de Sociología de 1980
(es decir una sumatoria de discursos morales, y en la reconstitución de la Asociación Colom­
científicos, estéticos) rayano en lo religioso. biana de Sociología. Es probable que hayan ci­
Como anota uno de sus analistas, los dos líde­ catrizado las heridas abiertas en la confron­
res carismáticos en el proceso de instituciona- tación sociólogos-Estado. Para usar las expre­
lización universitaria de la sociología colom­ siones combativas de Fals de 1967, la “con­
biana, generaron una “mística de trabajo. Y la traélite” de sociólogos ha sido “coptada” por
palabra mística tiene aquí importancia por el Estado (no por el gobierno de turno), pese
cuanto en dos de los fundadores este concepto a que estructuralmente dicho Estado sigue
tiene un origen religioso: es lo que Max Weber siendo capitalista, poco democrático, etc.83
habría llamado la ética protestante en el caso Pero, cooptados o no, los sociólogos colombia­
de Fals Borda y la ética católica en el caso de nos, con algunas excepciones, han abandona­
Camilo Torres”85. Resultado: aumentó el fac- do campos estratégicos como la educación, la
cionalismo interno, se frustró la realización desviación y el crimen. Quizás en el nuevo
del deseo, y los sociólogos se volvieron “peligro­ clima de construcción institucional, esas
sos” a los ojos de quienes controlaban el Esta­ áreas y otras florezcan.
do, en cuanto sus líderes carismáticos descu­
brieron la incongruencia entre la sociología co­
U NA PROPUESTA
mo ciencia y el papel de la ciencia en el proceso
modernizado!*86. Hacia 1967 se atrincheraron
Quisiera concluir con la propuesta de apoyar
en tres tendencias (la investigación-acción, la
diversos grupos que, aisladamente, según pa­
sociología de la “dependencia”, y el estudio de
rece, convergen hacia la formación de una co­
“los clásicos”) que luchaban por el control ins­ munidad de criminólogos. Los estudios crimi­
titucional de la comunidad, las tres enfrenta­ nológicos, como los de las ciencias de la educa­
das al Estado y proclives a una mayor poro­ ción, son interdisciplinarios por naturaleza89.
sidad ideológica. Este era el tránsito de la co­
laboración en las instituciones de reforma Aquí resalta la rigidez tribal de los departa­
agraria y en las Juntas de Acción Comunal, a mentos de Sociología, Antropología, Psicolo­
la militancia en el E LN en el caso de Camilo gía, Psiquiatría, Medicina Forense y de las
Torres y a la oposición radical combinada con facultades de Derecho, cuyas disciplinas con­
la investigación-acción de Fals. Valga añadir curren a la criminología. Casi siempre han
que el faccionalismo interno y la afición auto- matado las iniciativas interdisciplinarias, pe­
deprecativa, no son tendencias exclusivas de se a que dicen alentarlas.
la tribu colombiana, pues han sido advertidas,
Por ejemplo, en la Gran Bretaña87. Documentos como los presentados a Colcien-
cias, (por ejemplo “bases analíticas y puntos de
Las transformaciones del mundo y de la socie­ referencia para la promoción de la investiga­
dad colombiana ha hecho obsoleta la división ción sociojurídica” y el “Subpi'ograma de inves-

85 Rodrigo Parra Sandoval, op. cit., p. 87.


86 Ibídem , p. 87.
87 T. Becher, op. cit., pp. 30 y 98.
88 Sobre la trayectoria de la sociología colombiana, y el papel desempeñado por Fals, véa3e el balance de algunos de sus más
importantes discípulos en Gonzalo Cataño et. al., C iencia y com prom iso. En torno a la o b ra d e O rlan d o Fals Borda,
Bogotá, 1987.
89 Para ilustrarlo, he aquí una lista de los temas que estudia la criminología británica de hoy: 1. Incidencia y distribución de
la conducta criminal. 2. Causas y correlatos de la conducta criminal. 3. Estudios clínicos individuales. 4. Etnografías de
conductas desviadas. 5. Estudios penológicos. 6. Estudios de las víctimas. 7. Seguimiento y evaluación de las instituciones
de justicia penal. 8. Predicción del delito. 9. Reacciones sociales y cambios históricos de los patrones delincuenciales. The
O x fo rd H andbook , op. cit. p. 45.
32 ANALISIS POLITICO No. 23, septiembre-diciembre de 1994

tigación sociojurídica”) o los trabajos del Gru­ de las grandes universidades públicas desde
po de Investigación sobre violencia urbana y mediados de la década pasada y las condicio­
conflicto del CIDSE de la Universidad del Va­ nes creadas a lo largo del proceso que llevó a
lle, dan buena cuenta del interés, alto nivel la constitución de 1991 (que abre las posibili­
profesional y compromiso de importantes nú­ dades de un desarrollo autónomo del poder ju­
cleos académicos. La experiencia de los grupos dicial y establece el mandato de diez años de
que han trabajado en el Programa de Concilia­ educación obligatoria), quizás induzcan a las
ción con el apoyo de la Alcaldía de Medellín y comunidades académicas a abrir y ampliar es­
el Ministerio de Justicia, o en los programas
pacios a la “cultura del discurso crítico” y al
DESEPAZ y de Epidemiología de la Violencia
análisis social. En esta perspectiva, la crimi­
de la Alcaldía de Cali, es, sin duda una de las
nología y las ciencias de la educación como dis­
más valiosas en este campo90. Deben existir
ciplinas específicas, podrían desempeñar un
otros grupos similares, trabajando en distin­
papel central.
tas ciudades del país. Ponerlos en contacto,
crearles la infraestructura de información na­
Fortalecer la institucionalización de comuni­
cional e internacional, sería, sin duda, el pri­
dades científicas en áreas como éstas (y otras:
mer paso en la buena dirección.
la demografía, los estudios urbanos y regiona­
Ante el embate ideológico proveniente de las les, los estudios laborales y de la organización
principales corrientes de las ciencias sociales, familiar, las ciencias de la información y la co­
durante unos veinte años a partir de la década municación, los estudios ecológicos o de la ad­
de 1960, el Estado colombiano concluyó que no ministración pública) e impulsar la economía
podía entregar la educación o el aparato judi­ teórica, puede contribuir a afianzar la demo­
cial a los egresados de centros percibidos como cracia y la capacidad cognitiva y crítica de los
viveros de subversión. Los cambios en el clima colombianos y de su Estado.

90 Una reseña de estos programas se encuentra en Olga Lucía Perdomo, op. cit.
M ODERNIDAD, MODERNIZACIONES... MARCO PALACIOS 33

C U A D R O A N E X O No. 1
P R IN C IP A L E S IN D IC E S S O C IA LE S , 1950-93

1951 1964 1973 1985 1993*

Población total, miles 11548 17484 22915 30062 35886

Crecimiento anual, % 2.10 2.23 3.20 2.96 2.21

Tasas de fecundidad por mil* 6.7 4.7 3.5 3.1

Tasas de natalidad por mil 44.2 34.5 29.2 27.4

Años de esperanza de vida 48.1 57.9 61.6 67.2 68.2

Mortalidad infantil por mil 92.1 73.0 41.2 39.7

Población urbana, % ** 39.5 52.0 59.5 67.2 74.0

Población 4 ciudades, % * * * 12.9 20.0 25.4 26.8 30.1

Población Bogotá, % 5.4 8.3 12.5 13.8 17.6

Propietarios cabeceras, % 55.0 54.1 48.7 64.8

Empleo sector primario, % 55.5 48.9 35.2 33.8

Empleo sector secundario, % 15.8 17.1 22.4 21.4

Empleo sector terciario, % 28.7 34.1 42.5 44.8

Tasas de analfabetismo, % 38.5 26.6 17.7 12.5 12.0

Tasa de repitencia primaria, % 17.0 17.0 12.0

Matrícula secundaria, % 39.0 46.0 52.0

Vivienda^acueducto, % 28.8 38.7 62.7 69.7

Vivienda^electricidad, % 25.8 34.5 57.6 78.2

Vivienda^alcantarillado, % 32.4 40.7 68.1 77.0

%
* Las tasas de fecundidad, natalidad y mortalidad infantil (menores de cinco años), corresponden a los períodos
196Q/65, 197CV75, 198CV85 y 198^93.
** Como está definida en cada uno de los censos.
*** Bogotá, Medellín, Cali, Barranquilla.
Puentes: Para las estadísticas demográficas, ver Alvaro López Toro, A n á l i s i s d e m o g r á f i c o d e lo s c e n s o s
Colombianos d e 1951 y 1964, Bogotá 1965. El autor sostiene que hubo una subnumeración del 6% en el censo
de 1951 y del 4% en el de 1964. De ser así, los cálculos de las tasas de crecimiento de los períodos anterior y posterior
tendrían que revisarse. Para los demás años ver DAÑE, Censos de Población. Los estimativos de población
empleada por sectores se ha tomado de I n fo r m e f i n a l d e la m is ió n d e e m p le o , e c o n o m í a c o lo m b ia n a ,
Separata No. 10, Bogotá, agosto-septiembre 1985 y los estimativos de servicios públicos de M. Urrutia, Colombia,
40 a ñ o s d e d e s a r r o l l o , Bogotá, 1990.

También podría gustarte