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¿Qué es el Estado?
Es aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio reclama para sí el monopolio
de la violencia física legítima. A todas las demás asociaciones e individuos solo se les concede el derecho a la
violencia física en la medida en que el Estado lo permite. El Estado es la única fuente del “derecho” a la
violencia.
Para subsistir necesita que los dominados acaten la autoridad que pretenden tener quienes en ese
momento dominan.
La obediencia de los súbditos está condicionada por temor y esperanza (temor a la venganza y esperanza
de una recompensa terrena o ultraterrena).
Nos interesa la dominación producida por la entrega de los sometidos al ‘carisma’. Esta figura es vista
como la de alguien que está internamente ‘llamado’ a ser conductor de hombres, los cuales le prestan
obediencia porque creen en él. Y si no es un mezquino advenedizo efímero y presuntuoso, “vive para su obra”.
A su persona y a sus cualidades se entrega el discipulado, el séquito, el partido.
Estos políticos no son nunca las únicas figuras determinantes en la empresa política de luchar por el
poder. Toda empresa de dominación necesita el poder de disposición sobre aquellos bienes que sean
necesarios para el empleo del poder físico: el equipo de personal administrativo y los medios materiales de
la administración.
El cuadro administrativo está vinculado con dos medios que afectan directamente al interés personal:
la retribución material y el honor social. Constituyen el premio del cuadro administrativo y el fundamento
último y decisivo de su solidaridad con el titular del poder. Para el mantenimiento de toda dominación por la
fuerza se requieren ciertos bienes materiales externos, lo mismo que sucede con una empresa económica.
En el curso de este proceso político de expropiación han aparecido las primeras categorías de
‘políticos profesionales’ en un segundo sentido, gentes que no querían gobernar por sí mismos, como los
caudillos carismáticos, sino que actuaban al servicio de jefes políticos.
- Políticos ocasionales, somos todos nosotros cuando depositamos nuestro voto.
- Políticos semiprofesionales, solo desempeñan estas actividades en caso de necesidad sin ‘vivir’,
principalmente, de ellas y para ellas ni en lo material ni espiritual.
Hay dos formas de hacer de la política una profesión:
- Se vive “para” la política.
- Se vive “de” la política.
La oposición no es excluyente, generalmente se hacen las dos cosas. Pero la diferencia se sitúa en un nivel
económico.
- Vive “de” la política, quien trata de hacer de ella una fuente duradera de ingresos.
- Vive “para” la política, quien no se halla en este caso.
Para que alguien pueda vivir ‘para’ la política en este sentido económico tienen que darse ciertos
supuestos:
- Ser económicamente independiente de los ingresos que la política pueda proporcionarle.
- Ser económicamente ‘libre’, sus ingresos no dependen de que tenga que obtenerlos a costa de una
parte importante de su trabajo personal y sus pensamientos. Tendría que ser ‘rentista’, recibe el
dinero sin trabajarlo. Por ejemplo, el empresario está ligado a su negocio y no es libre.
La lucha entre partidos persigue el control sobre la distribución de los cargos. Lo que va contra la
evolución de funcionariado moderno.
Sin este funcionariado habría riesgo de una terrible corrupción e incompetencia generalizada, y se verían
amenazadas las relaciones técnicas del aparato estatal, lo que influiría en la economía.
Con el ascenso del funcionariado profesional se opera también la evolución de los ‘políticos dirigentes’.
Desde siempre habían existido esos consejeros objetivamente cualificados. La necesidad de confiar la
dirección formalmente unificada de toda la política, incluida la interna, a un solo estadista dirigente, solo
apareció de manera definitiva e imperiosa, con la evolución constitucional. Hasta entonces habían existido
siempre personalidades aisladas que actuaban como consejeros o que actuaban de hecho como guías de los
príncipes.
En todas partes se produjo esta lucha latente entre la autocracia y el funcionariado profesional.
La transformación de la política en una ‘empresa’ determinó la división de los funcionarios públicos en
dos categorías bien distintas, aunque no tajantes:
- Funcionarios profesionales,
- Funcionarios políticos, los identificamos porque pueden ser trasladados o destituidos a placer, o
‘colocados en situación de disponibilidad’. Se cuentan a quienes está atribuido el cuidado de la
‘administración interna’ en general, la tarea ‘política’ de mantener el ‘orden’, es decir, las relaciones
de dominación existentes.
En resumen, el funcionario tiene que ejecutar acciones (ordenadas desde arriba) tan bien como si fueran
sus convicciones, si se dejara llevar por sus pasiones, sería un mal político.