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Jaime Cordero C.
Para poder hablar sobre cómo interactúan el deporte y la política, primero tenemos
que asimilar algunos conceptos (básicos) sobre política.
La política es tan antigua como la humanidad. Desde el primer momento en que el ser
humano se organizó en grupos, surgió la necesidad de asignar responsabilidades y
roles a las personas. Y se generaron relaciones jerárquicas entre ellas. Eventualmente,
se establecieron liderazgos sobre la base de ciertas fuentes de autoridad, como
podrían ser el conocimiento, la experiencia, la fuerza bruta o una supuesta capacidad
para relacionarse con lo sobrenatural, entre otras.
Siendo como es, un concepto antiguo, la política y los asuntos políticos han sido
extensamente analizados y ‘filosofados’. Existen, entonces, numerosas definiciones de
“política” y de “lo político”. No obstante, en este curso nos manejaremos con una
definición relativamente sencilla, del sociólogo alemán Max Weber (1864-1920), que
entiende la política como el conjunto de esfuerzos para participar en el poder, o
influir en la distribución del mismo.
Más bien, si la política es la lucha por el poder, nos interesa comprender qué es el
poder. Y sobre esto, desde luego, también hay abundante literatura.
Una definición útil para nosotros es la que plantea el sociólogo español Manuel
Castells en su libro Comunicación y poder: el poder es la capacidad relacional que
permite a un actor social influir de manera asimétrica en las decisiones de otros
actores sociales.
Por ejemplo, un gobierno que solamente cuenta con la persuasión para convencer a
sus ciudadanos de actuar en determinado sentido, difícilmente logrará sus objetivos,
pues puede darse por descontado que mucha gente hará caso omiso a sus mensajes o
no se dejará convencer. De manera similar, un gobierno que solo puede apoyarse en la
violencia puede verse rápidamente desbordado por el descontento popular. Muy
probablemente termine convertido en un régimen represivo y dictatorial, y
eventualmente será desplazado.
Por ejemplo: el Estado se puede trazar como objetivo eliminar el analfabetismo. Para
ello, diseña una política pública que contiene lineamientos, asigna recursos y establece
una serie de medidas. De la misma manera, los estados pueden desarrollar e
implementar políticas públicas para diversos fines: asegurar la vacunación universal de
la población, combatir la violencia de género, reducir la delincuencia, estimular el
consumo privado, reducir la evasión tributaria, y un largo etcétera.
Por ejemplo: ¿Qué objetivo persiguen países como Brasil, Rusia o Qatar, al invertir
miles de millones de dólares para organizar la fase final de un Mundial de Fútbol? ¿Se
trata únicamente de ‘promover el deporte’ o hay otros intereses detrás?
De manera similar: ¿Qué objetivo puede tener un estado cuando dispone boicotear las
competencias deportivas que organizan otros estados?
Muchas veces el deporte es utilizado por los políticos para diversos fines. Algunos son
fines políticos de corto plazo: como una herramienta más en la permanente pugna por
el poder en la que están envueltos. Pero también encontraremos casos en los que el
deporte forma parte de políticas públicas de largo aliento, con diversos fines.
Finalmente, encontremos muchas situaciones en las que actores paraestatales (es
decir, que no forman parte del estado o del gobierno) se sirven del deporte para
impulsar cambios sociales (a esto se le suele llamar ‘activismo’) y, utilizando la
visibilidad que otorga el deporte, participar también en la pugna por el poder.
***
Semana 2.
El deporte moderno y su naturaleza
a) Esfuerzo físico.
b) Competencia.
c) Reglas claramente establecidas.
Podríamos decir que estos tres elementos constituyen una base mínima del concepto
del deporte, y lo diferencian del simple ‘juego’. Aunque incluso aquí hay espacio para
cierta controversia. Hay quienes discuten que actividades como el ajedrez o el billar,
que en principio no parecen tan demandantes en términos físicos, sean reconocidas
como deportes. ¿Lo son? ¿Y que hay del póker, que en los últimos años ha cobrado
relevancia en los medios? ¿Y de los e-sports?
Las cosas se complican un poco más si nos preguntamos acerca de los propósitos:
¿Qué se quiere conseguir con la práctica del ‘deporte’? ¿Cuál es el objetivo? ¿La
‘esencia’ del deporte es indiferente al propósito que se pretenda conseguir con él?
¿Alguna vez nos hemos preguntado para qué hacemos deporte (si es que lo hacemos)?
Las respuestas nos dan una idea de cómo ha evolucionado el concepto de deporte. Por
ejemplo, muchas de las expresiones primigenias del deporte eran rituales en honor a
alguna divinidad, es decir, eran asuntos religiosos. Y durante mucho tiempo se
consideró que el deporte debía ser exclusivamente amateur, con lo que se consideraba
prohibido el profesionalismo (algo que empezó a cambiar a mediados del siglo XX).
Pensar en el deporte como una forma mejorar nuestra condición física es algo que
siempre ha estado presente, pero con matices: antes se pensaba en ello en función a la
necesidad de tener mano de obra apta para trabajar en las industrias y para ser
reclutada en los ejércitos. Actualmente el enfoque está más centrado en la salud
pública y en el mindfullness (sentirnos mejor con nosotros mismos, más ‘plenos’).
Esta reflexión nos lleva a una primera conclusión relevante: el deporte no se desarrolla
al margen del contexto social, cultural e histórico. Todo lo contrario, es una expresión
más dentro de ese contexto, y sus dinámicas reflejan las dinámicas de las sociedades
en las que se desarrolla.
Las industrias demandaban mano de obra: hombres (sobre todo) en buena condición
física para trabajar en ellas. En torno a ellas se desarrollaron nuevos centros urbanos
que crecieron rápidamente. Mucha gente dejó el campo para buscar trabajo en las
ciudades. Con el trabajo fabril apareció y se fue consolidando la idea de tener horarios,
tiempo para trabajar, pero también para descansar, y así nació un nuevo concepto: el
ocio. La gente, además de trabajo, también requería actividades para sus llenar el
tiempo que no dedicaba a trabajar. El deporte podía ocupar ese espacio, y pronto se
constató que podría ofrecer otros beneficios.
Todo esto, como ya hemos mencionado, se empezó a desarrollar a mediados del siglo
XIX. Eran tiempos de creciente preocupación por la cultura física en general. En su libro
Globalizing Sport, la historiadora Barbara Keys señala que esta preocupación estaba
enmarcada por otras mayores, justamente derivadas de la industrialización,
urbanización y modernización de las sociedades. Muchos pensadores de la época
temían que las condiciones de la ‘vida moderna’ que estaban empezando a surgir
podían llevar a la degeneración y declive de la humanidad. Se creía que el trabajo
repetitivo y mayormente soso de las fábricas debilitaría a las personas, tanto en lo
físico como en lo moral. Esas personas, se temía, podían caer en vicios considerados
indeseables, como el alcohol, el sexo, la masturbación o las apuestas. Con estas
personas ‘degeneradas’, física y moralmente deprimidas, difícilmente se podría
mantener la productividad industrial, mucho menos conformar un ejército poderoso.
Todo esto sintonizaba bien con los principios básicos del Darwinismo social, que
entiende la historia como una lucha entre razas y naciones, con la sobrevivencia del
más apto como argumento central. Bajo esta óptica, la fuerza y la debilidad en
términos físicos de una población se convertían en indicadores clave. En última
instancia, el futuro de la patria y la nación estaban en juego.
Todos estos temores encontraron eco en la doctrina del higienismo, que ponía la salud
y el bienestar de las personas en un lugar central de las prioridades de la sociedad. El
ejercicio físico, efectivamente, podía ser parte de los esfuerzos por mejorar la salud de
las poblaciones de las ciudades hacinadas y tugurizadas que produjo la acelerada
industrialización. La extendida idea de que “deporte es salud” nace en esas épocas.
***
Semana 3
El deporte moderno se hace global
El siglo XIX fue la época de la codificación, es decir, del nacimiento del deporte
moderno.
Sudán del Sur es uno de los países más jóvenes del mundo. Nació en 2011. ¿Qué
hicieron los sudaneses del sur inmediatamente después de obtener su
independencia? Organizaron un partido de fútbol para hacer debutar a su selección.
Tener un seleccionado de fútbol, una camiseta, poder jugar contra otros equipos y
especialmente contra otras selecciones, es una marca de identidad nacional tan
importante como tener un himno nacional y una bandera. Es una manera de adquirir
legitimidad y hacerle saber al mundo que existes. Y es una forma, también, de
construir y fortalecer el sentimiento de pertenencia y lealtad a un colectivo, a esa
entidad abstracta que llamamos ‘nación’.
La apoteosis de este enfoque se dio en Berlín 1936, los Juegos Olímpicos organizados
por la Alemania nazi. Pero todo lo que vino después responde a una lógica similar: los
megaeventos deportivos se convierten en una oportunidad de demostrar desarrollo,
de gritarle al mundo que eres capaz, ‘jugar en la liga de los grandes’, etc.
En resumidas cuentas, los estados abrazaron la cultura física (en general) como una
manera de ‘hacerse más fuertes’ y –entre otras cosas– prepararse para la guerra. Pero
paulatinamente se dieron cuenta de que sus deportistas eran también una suerte de
soldados, que podían ser enviados a enfrentarse con los deportistas de otros países
para dirimir así qué nación es superior. El deporte se convirtió en un sucedáneo
incruento de la guerra como una forma (entre varias) de reafirmar el poder nacional
en el ámbito de las relaciones internacionales.
Un apunte para nada menor en esta etapa de la historia es que, para entrar en esta
contienda, la URSS tuvo que aceptar (seguramente de mala gana) la superioridad del
deporte moderno, un producto originado en el occidente capitalista . De hecho, la
URSS se afilió al Comité Olímpico Internacional recién en 1951, y compitió por primera
vez en los JJOO en 1952. Antes de la segunda guerra mundial, los jerarcas soviéticos
apostaban por el deporte obrero, una interpretación del deporte más acorde con sus
posturas ideológicas.
Esto es, desde luego, una evidencia de la inmensa capacidad que tiene el deporte
moderno de convertirse en un fenómeno popular, incluso arrollador. Pero tampoco se
puede dejar de señalar un propósito político. A fin de cuentas, la racionalidad del
deporte, su afán por cuantificarlo todo y su obsesión intrínseca por los récords son
elementos que lo convierten en un espacio donde se puede dirimir las superioridades
de manera ‘objetiva’.
Así, podría decirse que mediados de la década de 1930 la Unión Soviética ‘se rindió’
ante la superioridad del deporte ‘burgués’, pero también puede afirmarse que los
soviéticos aceptaron este deporte con el ánimo de superar a los burgueses en sus
propios juegos y en sus propias reglas. Y a eso se abocaron, con mucho esfuerzo y éxito
solo relativo, después de la Segunda Guerra Mundial.
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El fútbol ya se practicaba en la Rusia zarista, pero luego de la revolución de 1917 empezó a ser visto
con malos ojos por el nuevo stablishment e incluso perseguido y prohibido en ciertos lugares. Empezó a
ser ‘recuperado’ a mediados de la década de 1930 (Keys 2013: 160-166).
también a sus promotores, a sus auspiciadores, a los organizadores de las
competencias y, en general, a la gran industria que se ha desarrollado en torno a ellos.
Como demuestra de manera concluyente la organización del Mundial de Fútbol en
Qatar –solo por citar un ejemplo reciente–, las decisiones sobre cómo, cuándo y dónde
se lleva a cabo la competencia deportiva se toman siguiendo consideraciones que
están muy lejos del interés de los deportistas o, incluso, de los espectadores.