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veremos afectados nosotros, sino también tu usuario.

2
Índice
Sinopsis ............................ 4 Quince........................... 201

Advertencias de Dieciséis ........................ 210


desencadenantes ................ 6
Diecisiete ....................... 224
Prólogo ............................. 7
Dieciocho ...................... 236
Uno .................................17
Diecinueve..................... 248
Dos..................................40
Veinte ............................ 264
Tres .................................52
Veintiuno....................... 271
Cuatro .............................67
Veintidós ....................... 286
Cinco ...............................82
Veintitrés ....................... 295
Seis ..................................89
Veinticuatro ................... 317
Siete .............................. 100
Veinticinco .................... 331
Ocho ............................. 113
Veintiséis ....................... 342
Nueve ............................ 128 3
Veintisiete ...................... 359
Diez .............................. 140
Epílogo .......................... 371
Once .............................. 152
Bingo Christmas Escape . 374
Doce .............................. 168
Notas de la autora .......... 375
Trece ............................. 177
Sobre la autora ............... 377
Catorce .......................... 191
Serie Christmas Escape .. 378
Sinopsis
Una pequeña mentira blanca.

Eso es todo lo que hizo falta. Ahora, de repente, tengo que fingir una
cita con mi némesis del trabajo para poder pasar una semana en un
alojamiento navideño en Vermont con mi familia.

¿El problema? No soporto a Miles Taylor. No solo eso, sino que no


salgo con gente con la que trabajo. Pero puedo manejarlo. He tenido
práctica en fingir mis emociones durante años. Así que no debería
importar que Miles nunca me deje salirme con la mía. Y que resulta que
me hierve la sangre más que una olla humeante de wassail. Así que
cuando me lanza su molesta sonrisa o me obliga a tener citas que sabe
que voy a odiar, simplemente aprieto los dientes y sonrío.

O tal vez no. ¿He mencionado que Miles es la única persona del
mundo a la que no puedo engañar?

Cuando mis emociones empiezan a no parecer una farsa y sus brazos


se sienten demasiado cómodos, me hace pensar que tal vez Miles tenía
un plan propio. Y empieza a gustarme mucho más que el mío.
4
A Lisa,

gracias por otra.

5
Advertencias de
desencadenantes
Este libro trata sobre la pérdida de un padre a causa del cáncer. Los
temas ligeros del duelo están escritos en todas partes.

El intercambio de correo electrónico en la página siguiente contiene


errores gramaticales leves para el propósito de esta historia. La autora,
así como sus editores, conocen su existencia. ¡Espero que lo disfrutes!

6
Prólogo
El Incidente
FECHA: 16 DE NOVIEMBRE

Para: miltaylor@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

Asunto: Lo PEOR

Querida Millie,

Según nuestra discusión en el almuerzo, compilé mi argumento con


respecto a tu inclinación hacia el lado oscuro, es decir, permitiéndote
creer que Miles Taylor no es realmente lo peor. De hecho, ese es el caso,
y me siento obligada a informarte que el hombre con el «buen par de
jamones» acaba de pasar los últimos diez minutos reprendiéndome en el
pasillo. Es hora de que sepas la verdad sobre «la atracción más candente
que esta escuela haya visto jamás».

Casi vomito en mi boca solo escribiendo eso.


7

Una vez que despegues tus ojos de los «antebrazos sexis» y el «cabello
por el que una chica podría pasar sus dedos» (nota al margen: en serio
necesitas comenzar a leer libros de mayor calidad), verás lo que yo veo,
que NO se parece en nada a Wade Kinsella, ¿de acuerdo? Tu
comparación con Hart of Dixie es una mierda. Wade Kinsella era un chico
malo encantador con un corazón de oro. Miles es un fanfarrón,
sabelotodo, arrogante adicto a la adrenalina con un corazón de carbón.

Es la temporada.
Solo en la última semana, me obligó a escuchar consejos
completamente no solicitados, me criticó a mí y a todas mis elecciones
de vida, se burló de mi voluntariado para ayudar en la reunión de
personal e hizo comentarios sarcásticos mientras ayudaba amablemente
al señor Johnson en la sala de fotocopias, todo mientras me invitaba a
tomar una de sus estúpidas donas de los viernes como si me estuviera
haciendo un favor al estar en su compañía.

Estos son los hechos. Ahora que te has unido al Club de Fanáticos
de Miles junto con todas las demás personas en esta escuela, me gustaría
que me explicaras su supuesto atractivo fuera de su «personalidad dulce
como el azúcar», porque no entiendo por qué tiene a toda la escuela
comiendo de sus manos mientras solo yo puedo ver lo que es de verdad:
un apestoso pescado podrido en un paquete sórdido y más joven al estilo
Brad Pitt.

Con amor,

Olive

P.D.: En caso de que te lo estés preguntando. Nunca he sido fanática


de Brad Pitt, así que no fue un cumplido. Me considero más una chica
Bradley Cooper.

P.P.D.: Siéntete libre de debatir. Caeré luchando. 8

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

¿Recibiste mi correo electrónico de ayer? Estoy perdiendo la


paciencia. Y estoy muy decepcionada con tu contraataque.
FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

¿Qué correo electrónico? ¿El que enviaste con el perro y el globo? Eso
fue graciosísimo. Se lo mostré a Hank y a los niños cuando llegué a casa.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

No. El que envié sobre tu «amigo» que trabaja al otro lado del pasillo.

Y sí… el video de perros más divertido de la historia.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE
9
Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

Ah, ¿te refieres a ese hombre soltero increíblemente sexy que trabaja
al otro lado del pasillo? ¿Ese pedazo de dulce que trae donas para la
escuela todos los viernes por pura bondad de su corazón? Nunca me llegó
nada. También revisé mi correo no deseado. Servidor estúpido. ¿Quizás
lo envías de nuevo?
FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

¿Hola? Ahora me muero por saber lo que enviaste. Debe haber sido
bueno. ENVÍALO DE NUEVO.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

Mmm. Es viernes. La escuela casi termina. Tengo muchas ganas de


una dona buena…

¿Sabes de algún lugar donde pueda conseguir hoy una?

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu 10
De: millankin@stantonhigh.edu

Recuerda mis palabras, tienes cinco minutos para derramar todo o de


lo contrario me comeré una dona de Miles, y no quiero escuchar ninguna
mierda tuya.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE
Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

Le envié el correo electrónico a Miles.

ENVIÉ EL CORREO ELECTRÓNICO A MILES.

No a TI.

Estoy enloqueciendo. Estoy enloqueciendo. ENLOQUECIENDO.

¿¿¿¿¿QUÉ HAAAAGGGGOOOO????

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

¿QUÉ? ¿¿¿Cómo pasó eso??? ¡¿Qué decía?!

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE 11
Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

De alguna manera se corrigió automáticamente a su correo


electrónico. ¡TE MALDIGO por tener las mismas tres primeras letras
que la peor persona del mundo! ¿¿¿QUÉ HAGO???
FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

No sé el nivel en el que debería estar enloqueciendo. ¡¿QUÉ DECÍA?!

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

PALABRAS. MUCHAS, MUCHAS PALABRAS QUE EN


DEFINITIVA, SERÁN MALINTERPRETADAS. Mencioné sus
jamones. Recuerdo eso. MENCIONÉ SU BUEN PAR DE JAMONES.

Me cambiaré de escuela inmediatamente. Fue un placer conocerte.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu 12
De: millankin@stantonhigh.edu

GIF de mujer escupiendo su café

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: millankin@stantonhigh.edu
De: oliwilson@stantonhigh.edu

Tú me hiciste esto. ¡Te metiste en mi cabeza! Fueron todas tus frases.


Estaba devolviéndote todas las cosas que dijiste sobre él.
SARCÁSTICAMENTE.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

En mi defensa, es un buen trasero. Ambas estuvimos de acuerdo en


eso.

Tal vez esto debería ser una lección para enviarnos mensajes de texto
en lugar de correos electrónicos.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu
13

Puedo escribir más rápido en un correo electrónico.

¿Qué hagooooo?

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu
De: millankin@stantonhigh.edu

POR EL AMOR, envíame una copia de ese correo electrónico. Me


MUERO por leerlo. Suena… JUGOSO.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: millankin@stantonhigh.edu

De: oliwilson@stantonhigh.edu

Estás muerta para mí.

Lo acabo de enviar. Verifiqué el nombre siete veces antes de enviarlo.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: millankin@stantonhigh.edu

Solo léelo y… yo solo… yo…


14
GUAU.

FECHA: 17 DE NOVIEMBRE

Para: oliwilson@stantonhigh.edu

De: miltaylor@stantonhigh.edu

Tallo de Apio,
Me sorprendió recibir tu correo electrónico. No obstante, fue una
lectura muy perspicaz.

Aunque, me sorprendieron un poco todos los errores. Pensé que el


Departamento de Inglés de Stanton tenía un estándar de calidad más
alto. Me he tomado la libertad de señalarte esto, para tu propio estudio.
Encontrarás el documento corregido escaneado y adjunto a este correo
electrónico.

Tu hombre con el buen par de jamones,

Miles

15
16
Uno
«No tengo el placer de entenderte».

Jane Austen. Orgullo y prejuicio

Un mes después
—Olive.

Levanté la vista desde donde estaba introduciendo las calificaciones


de fin de semestre en mi sistema informático para encontrar a la señorita
Barnes, la consejera de la escuela, asomando su rubia cabeza rizada en
mi aula vacía.

Sonreí, reclinándome en mi silla y estirando mi espalda por un


momento.

—Hola, Jill. ¿Emocionada por el descanso?

Su falda larga se agitó contra el suelo cuando se acercó a mi escritorio


con papeles en la mano.
17
—Mucho. La semana pasada ha sido una locura teniendo que
preparar todo para el próximo semestre. Tenía tantos niños queriendo
salir de clases al último segundo, que me convertí en una consejera
cansada y molesta.

—Lo siento —dije.

No envidiaba su trabajo en lo más mínimo. Y eso era decir mucho


conmigo habiendo sobrevivido a dos semanas y media de enseñanza en
diciembre, ese mes mágico en el que todos los estudiantes se drogan con
algún tipo de crack navideño que deben filtrar a través de los pasillos,
dejando a los adolescentes demasiado hiperactivos con cero lapsos de
atención. La música navideña que la secretaria insistía en poner a todo
volumen a través del intercomunicador entre clases no ayudaba. Los
estudiantes de alguna manera luchaban por concentrarse en las palabras
conmovedoras de William Shakespeare con «Jingle Bell Rock» pegado
en sus cabezas después de su caminata desde la clase de español.

—Gracias a Dios, ahora todo ha terminado —dijo, entregándome


una pequeña pila de papeles—. Hace una semana, envié un correo
electrónico a todos los maestros con sus clases para el próximo semestre,
pero con todos los cambios de última hora, decidí imprimir una copia
nueva para todos.

Eché un vistazo a los papeles, a punto de arrojarlos en la esquina de


mi escritorio, cuando algo me hizo detenerme. Mis cejas se fruncieron a
medida que pasaba al siguiente papel.

—Mi clase de literatura británica es muy pequeña. ¿Solo quince? —


Levanté la vista para encontrarme con la mirada comprensiva de Jill,
luego pasé otra página—. ¿Diecisiete en inglés básico?

Estaba acostumbrada a casi veinticinco en cada clase. Un puñetazo


repentino golpeó mi estómago. ¿Los chicos de mis clases se estaban
transfiriendo?
18
—Aparentemente, hubo un aumento en el interés por la escritura
creativa para el próximo semestre.

Rebusqué entre los papeles de nuevo. La asistencia fue baja en todas


mis clases, no solo en las electivas. La vergüenza calentó mi rostro
mientras intentaba dar sentido a los números frente a mí.

Jill habló de nuevo, su voz suave y amable, lo que hizo que mi rostro
ardiera aún más.

—Creo que Miles hará que su clase estudie este año Harry Potter.
Contuve el resoplido, queriendo desesperadamente burlarme de eso.
¿Harry Potter? ¿Qué iba a enseñarles a los niños de Harry Potter que no
supieran ya? Me encantaban los libros tanto como cualquier otro
Potterhead, pero ¿para una clase de inglés? ¿Qué niño no lo había leído
ya? ¿O al menos visto las películas? ¿Qué tal ampliar un poco sus
horizontes literarios? Miles estaba robando a mis alumnos con nostalgia.
Mis chicos tendrían que esforzarse para conseguir sus calificaciones
mientras aprendían los clásicos, los clásicos ANTIGUOS.

Jill se aclaró la garganta y comenzó a caminar hacia la puerta.

—Bueno, las cosas siempre son locas la primera semana de clases.


Estoy segura de que algunos más de los que se enumeran aquí se unirán
a tus clases.

Tomé una respiración profunda por la nariz y le di a Jill una sonrisa.

—Estoy segura. —Riendo levemente, agregué—: Menos niños,


menos problemas, ¿verdad?

Sus ojos se iluminaron, aliviados por mi aceptación. Se dirigió


directamente a la puerta.

—Exacto. Bueno, será mejor que entregue el resto de estas listas.


¡Que tengas una gran Navidad!
19
Me senté en un silencio rígido después de que Jill se fue, intentando
controlar la montaña de sentimientos amenazando con escapar de mi
interior. Durante los últimos años, había tenido amplias oportunidades
para afinar mi habilidad de reprimir todas las emociones. Sabía por
experiencia dolorosa que la clave era actuar rápidamente cuando sentías
esa primera ráfaga de energía sobrecargada y sangre caliente. Tenías que
aplacarla con un diálogo interno feroz. Ser firme y resuelto. Por lo
general, era algo como esto:

—Estarás bien.
—Solo sonríe.

—No vale la pena el drama.

—Eres una mujer adulta. Esto no debería importarte.

—Aguanta, bomboncito.

—No. Vayas. A. Llorar.

—La vida es dolor, Alteza. —(Las citas de La Princesa Prometida


también funcionaban).

Me había convertido en una experta en sonreír incluso cuando dolía,


lo que sin duda ayudaba a reducir el nivel de dramatismo innecesario en
mi vida. Como cuando comencé mi primer trabajo enseñando inglés
hace cuatro años y, en mi ingenuidad, comencé a salir con otro maestro.
Rompió conmigo meses después y se puso acalorado con la profesora de
educación física una semana después de eso, pero aun así les sonreía en
el pasillo como si todo estuviera bien. Sin relación, descubrí al siguiente
año una oferta de trabajo en la Secundaria Stanton. A dos horas de
distancia. Una coincidencia feliz que acepté agradecida. La vida
continúa.

Incluso cuando mi papá perdió su batalla contra el cáncer hace un


año, mi barbilla siempre estaba en alto: ayudando, escribiendo el 20
obituario, eligiendo la lápida y las flores, organizando el funeral y siendo
la roca sólida en la que se apoyaba mi mamá. Ah, también lloré, después
de todo, era mi padre. Pero siempre fue en la quietud de la noche, sola.

El año pasado, dediqué mi energía a estar bien, en todos los aspectos


de mi vida. Era mucho más fácil simplemente sonreír y asentir en lugar
de armar un gran alboroto por todo. Hacer las cosas y mantener la cabeza
baja era la clave de la vida. El mundo estaba lleno de personas haciendo
demasiado ruido por las cosas y no estaban lo suficientemente dispuestas
a trabajar para hacer las cosas bien. Estaba decidida a ser lo último.
Me alisé la falda por las rodillas a medida que me sentaba en la silla
de mi escritorio y contuve la respiración cuando escuché que la puerta
frente a la mía se abrió y cerró. Solo cuando escuché pasos alejándose de
mí por el pasillo, me relajé.

Por supuesto, como puede atestiguar toda la gran literatura, todo


buen plan tiene algunos obstáculos.

Yo tenía dos.

Sin importar lo mucho que intentara sonreír y poner el mundo en


orden, estas dos barreras molestas usaban todas las tácticas del libro para
frustrar mi intento de estoicismo.

El primero era Miles Taylor.

Siendo Stanton una escuela tan pequeña al norte del estado de Nueva
York, solo había espacio para dos profesores de inglés. Miles había
tomado recientemente el lugar del amado señor Grady, cuyas
complicaciones de salud, desafortunadamente, requirieron una
jubilación anticipada. Al principio, había estado tan emocionada como
todos los demás por la nueva y atractiva incorporación al personal de la
Secundaria Stanton. Pero cuando este completo extraño tuvo el descaro
de entrar en mi escuela y robar a la mitad de mis estudiantes con su
personalidad de chico genial y barras de arce, todo mientras criticaba 21
públicamente mis elecciones de vida, una chica solo podía ser presionada
hasta cierto punto antes de quebrarse. Luché limpio, intentando sonreír
a pesar de todo, pero mi labio había comenzado a temblar extrañamente
cada vez que Miles me sonreía en una reunión de profesores. Era
imposible ignorarlo por completo o sonreírle cuando su salón de clases
estaba justo enfrente del mío y cuando estaba convencida, pasaba la
mayor parte de su tiempo libre intentando encontrar nuevas formas de
molestarme. Por lo tanto, el obstáculo número uno.

El segundo obstáculo fue el nuevo esposo de mi mamá.


Sí, oíste bien. Mi papá no llevaba ni un año bajo tierra, y mamá se
había vuelto a casar hacía cuatro meses. En mi cabeza no había palabras
ni sonrisas para arreglar eso, sin importar lo mucho que lo intentara.

—Olive.

Levanté la cabeza hacia la puerta ante el sonido de la voz de mi


amiga.

Millie era profesora de arte y teatro en la escuela y lo mostraba


perfectamente en cada centímetro. Hoy, vestía pantalones de campana
azul oscuro con un top bohemio naranja y marrón. Una corbata de trapo
levantaba su exótico cabello castaño rojizo de su cuello mientras los rizos
sueltos caían en cascada por su espalda. Era como una princesa Disney
excéntrica. En contraste marcado con su especia exótica, yo era simple.
Tenía cabello castaño oscuro de longitud media, mi armario era una
mezcla concisa de tres colores (negro, blanco y gris) y tenía exactamente
dos peinados: recto hacia abajo o algún tipo de coleta. Millie era lo
suficientemente peculiar como para diferenciarla del resto del personal
de la Secundaria Stanton, y los estudiantes la amaban por eso.

—¿Vienes?

—¿Adónde?
22
—Al Auditorio. En este momento. Reunión de personal.

Las manos de Millie se agitaron con cada frase recortada. Era


animada y dramática hasta el extremo. También tenía una risa que se
podía escuchar por todo el pasillo de los estudiantes de último año.
Básicamente, era todo lo que yo no era.

Miré la hora en la pantalla de mi computadora y rodé hacia atrás en


mi silla, golpeando en el proceso mi rodilla contra la parte inferior de mi
escritorio. Respiré hondo y esperé a que el dolor disminuyera, solo para
descubrir que el escritorio me había hecho un corte en las medias justo a
la altura de la rodilla. Resistí el impulso de gruñir a mi pierna o a la linda
falda gris de cintura alta que me había puesto para celebrar que este era
el último día antes de las vacaciones de Navidad. Aunque no estaba ni
remotamente emocionada por la semana que me esperaba, estaría
mintiendo si dijera que no estaba esperando un descanso de la escuela.

—Es muy amable de su parte aún no hacernos ir a casa —dije


mientras me ponía de pie y comenzaba a caminar hacia la puerta. Los
ojos de Millie se abrieron del todo cuando vio mi pierna, pero lo dejó
pasar amablemente—. En este momento, estar fuera por dos semanas
parece una tortura.

—Lo sé. Acabo de pasar la última hora limpiando la pintura de todos


los escritorios, así que sí, estoy contigo. Las vacaciones de Navidad
suenan terribles.

—¿Sabes por qué será en el auditorio? —pregunté, cerrando la puerta


detrás de mí.

Millie y yo caminamos una al lado de la otra por el pasillo. Por un


hábito de autopreservación, miré el salón de clases frente al mío. La
puerta de Miles estaba cerrada, y las luces apagadas.

—¿Tal vez Harris arregló un número musical para nosotros?

Sonreí ante eso. Nuestro tímido director estoico era generalmente


23
muy querido entre el pequeño personal de Stanton, pero un número
musical definitivamente no era su estilo. (Gracias a Dios).

—O tal vez nos están dando regalos este año, y son tan grandes que
necesitan el escenario para repartirlos todos —sugerí, alisándome la falda
a medida que caminábamos.

—Estoy segura de que es eso. Entonces, ¿quién está emocionada de


pasar una semana en un albergue hermoso en Vermont con su madre y
su esposo nuevo? —La voz demasiado exagerada de Millie no pudo
hacerme reír, a pesar de que muy poco sobre mi próximo viaje parecía
divertido.

Le hice una mueca.

—Supongo que esa soy yo, a menos que mi mejor amiga me haga
una mejor oferta para ser la quinta rueda en las celebraciones navideñas
de su familia.

Su expresión cayó.

—Sabes que siempre serías bienvenida con nosotros. Eres como una
segunda mamá para mis hijos, pero creo que necesitas estar esta Navidad
con tu familia.

—Siento que evitar mis problemas me ha servido muy bien en los


últimos meses. Odiaría arruinar eso ahora.

—Esto será bueno para ti —insistió Millie cuando llegamos al final


del pasillo y giramos a la derecha, llevándonos a otro pasillo más—. Lo
prometo. No puedes evitar a tu mamá y a Russ para siempre.

—Seguro que podría dar mi mejor esfuerzo. —Caminamos unos


momentos en silencio antes de agregar—: Pero gracias de nuevo por
contarme del albergue. Incluso con mi mala actitud, sé que será mejor
que irme a casa. 24
Empujó mi brazo.

—De nada. Viene muy recomendable. Creo que será perfecto este
año para tu familia. Como un comienzo nuevo. Nadie tiene que pisar los
pies de nadie ni preocuparse por mezclar tradiciones. ¿Viene la familia
de tu hermana?

—Sí, gracias a Dios.


La idea de pasar tiempo en la casa de mi infancia con otro hombre
en el lugar de mi padre habría sido más de lo que mi corazón podía
soportar. Cuando le expliqué eso a Millie, ella sugirió un albergue
navideño en Vermont del que había oído hablar a un amigo. Parecía la
solución perfecta. Habría cabañas separadas y muchas actividades
navideñas para distraernos a todos. Sin embargo, me sorprendió un poco
que mi madre hubiera aceptado el cambio. Éramos tradicionalistas
acérrimos cuando se trataba de Navidad, pero por otro lado, eso fue antes
de que mi padre falleciera. Por alguna razón, parecía emocionada por
Vermont, y no iba a discutir. Tener a mi hermana y su familia allí sería
mi otra gracia salvadora. Cada vez que no estuviera encerrada en mi
propia cabaña, leyendo, podría jugar la carta de la tía cariñosa, lo que
me sacaría de cualquier tiempo familiar indeseado, o al menos me
mantendría visible en las reuniones pero sin poder conversar mucho. El
plan era perfecto.

Cuando entramos al auditorio, mis ojos escanearon el lugar. El


profesorado se había repartido entre las primeras seis filas más cercanas
al escenario. Comenzamos a caminar por el pasillo, pero Pamela, la
secretaria de la escuela, nos detuvo. Pamela tenía el corazón y el
comportamiento de alguien destinado a cosas más grandes que una
secretaria de secundaria. Con su voz fuerte y su naturaleza excitable,
podía verla fácilmente como una especie de locutora de radio o una de
esas mujeres conduciendo un concurso de belleza. Era originaria de 25
Texas y su acento era su marca patentada, lo que significaba que
trabajaba duro para conservarlo marcado, incluso después de diez años
viviendo al norte. Su cabello era tan grande como su corazón, y ambos
estaban a punto de estallar.

—Hola ustedes. Anunciaremos lo que está pasando en un minuto.


Por ahora, tomen un pastelito, y luego siéntense con su departamento,
¿de acuerdo? —Nos indicó alegremente que avanzáramos y fue a recibir
a los profesores siguiéndonos.
Se me cayó el estómago. Podría haber estado bien si mi departamento
incluyera incluso a otra persona para que sirviera como amortiguador
entre Miles y yo, pero solo éramos nosotros dos.

—No me dejes —susurré a Millie, escaneando los pasillos


ansiosamente. Después del incidente del correo electrónico de hace un
mes, Miles se había vuelto insufrible. Estuvo muy disponible en todo
momento para un comentario sarcástico, un recordatorio burlón de mis
errores, y simplemente… haciendo alarde de su… lo que sea.

—Debe ser realmente difícil estar soltera y tener que sentarse con la
atracción más candente que esta escuela haya conocido.

—Ni siquiera empieces. Nunca me deja olvidar eso.

Ella se rio, impenitente como siempre.

—Y en realidad no dice mucho a favor de nuestra escuela si él es lo


mejor que tenemos —siseé. No es que fuera importante, pero para que
conste, yo solía ser la mayor atracción. Yo. Y no hace tanto tiempo. No
quería decir eso de una manera engreída, pero una vez fui la profesora
joven y genial en torno al cual todos planeaban su horario de clases. Yo.
Y ahora, debido a que tracé el límite de convertir mi salón de clases en
un circo que come donas, lee Harry Potter y roba estudiantes, era una vieja
olvidada a la edad madura de veinticinco años. 26
—Ve a sentarte junto a él. Toma su mano. Dile que es bonito. Y luego
llámame más tarde.

—Millie —susurré frenéticamente mientras se alejaba poco a poco de


mí.

Solo se rio.

—Ve a saludar a esos jamones con una pequeña palmadita.


Hice un gesto muy convincente de amenazar con cortarle la cabeza,
pero solo me hizo su característico movimiento de cejas y saludó
mientras se dirigía al departamento de arte. La muy traidora.

Estaba sentado en la fila seis, detrás del resto del profesorado, a tres
asientos del pasillo. Se inclinaba hacia adelante, hablando
lánguidamente con los entrenadores, también conocidos como
profesores de historia, sentados frente a él. Se reían y conversaban con
facilidad cuando caminé hacia ellos como si la muerte fuera inminente.
Cuando llegué al pasillo, Miles se volvió y me miró. Sus ojos recorrieron
mi cuerpo, aterrizando en mis medias rotas. Supuse que lo primero que
notaría sería mi rasgón. Mi piel se sonrojó con su mirada, lo que
inmediatamente me puso totalmente nerviosa.

—¿Otra vez metiéndote en una pelea por la coma de Oxford? —


preguntó, mirándome como si algo le divirtiera.

—Me sorprende que hayas oído hablar de la coma de Oxford —


respondí amablemente.

—Palito de Zanahoria, algunos de nosotros nos tomamos muy en


serio nuestra gramática en esta escuela. —Hizo una pausa, haciendo una
mueca—. No, borra eso. Probé todas las verduras contigo, pero Tallo de
Apio es mi favorito. En serio sale con facilidad.
27
—Aún no has probado con Olive —dije, sentándome con cautela,
manteniendo un asiento vacío entre nosotros, y alisándome la falda para
que cubriera mi rodilla.

—Demasiado obvio.

—Ni siquiera es un vegetal.

—Y, sin embargo, siempre está en la bandeja de verduras.

Dejé escapar un suspiro.


—Muy divertido. Apuesto a que los diez fanáticos de tu boletín de
autor se divertirán con tu ingenio impresionante. —¿No mencioné que
Miles era un autor? Había sido elegido recientemente por una editorial
para su serie de aventuras de grado medio.

Cuando Miles se reía, todo su rostro lo mostraba. Desde las líneas de


risa en la parte superior de su mejilla hasta la inflexión dorada en sus
ojos, estaba en todas partes. Si me gustara, me habría sentido orgullosa
del efecto de mis palabras, pero no era así, así que solo me quedé allí
sentada… sin inmutarme.

Se inclinó más cerca, su proximidad casi rogándome que permitiera


un escaneo rápido de la línea fuerte de su mandíbula, sus pestañas largas
y su sonrisa irritantemente confiada, pero me mantuve fuerte. Mis ojos
en los suyos. No hay necesidad de acariciar su ego ya inflado.

—¿Cómo supiste que tenía diez? ¿No me digas que eres el-culo-del-
profesor-de-inglés-me-vuelve-loca en Gmail?

Me estrujé el cerebro por una respuesta perspicaz, pero todo en lo que


podía pensar era en el comentario de los jamones salvajemente
inapropiado de Millie, y sentí que mi rostro se sonrojó.

El señor Piper, el hombre calvo de mediana edad frente a nosotros a


quien se le pagaba para enseñar historia estadounidense, pero que en 28
realidad solo estaba allí para poder entrenar fútbol, se volvió hacia Miles
y retomó la conversación que mi llegada debió haber interrumpido.

—Oye, ¿esquiaste algún diamante negro este fin de semana?

Miles volvió su atención hacia él con una sonrisa amistosa.

—Un par. Casi fui demasiado cobarde para hacer esa pista de la que
me hablaste. Estuve con los nudillos blancos todo el camino hacia abajo.
El señor Piper estalló en carcajadas a medida que se daba la vuelta
en su asiento.

—De alguna manera, lo dudo.

De repente, una gran sombra se cernió sobre nosotros, bloqueando


una de las duras luces del auditorio. Me volví, agradecida por más
interrupciones, lo que significaría que no estaría atrapada hablando con
Miles, hasta que vi quién era: Kenneth Harvey, uno de los dos profesores
de biología en Stanton. Su cabello castaño claro se estaba quedando
calvo en la parte superior, lo que resultó en un impresionante peinado
hacia un lado. Sus uñas eran como un par de centímetros demasiado
largas para mi comodidad. Y tenía un aliento que podía matar a un
roedor pequeño, lo que quizás era apropiado para un profesor de
biología. Hubo rumores de que alguien una vez lo vio comer algo con
una cola del laboratorio. Sin embargo, no dejé que mi mente o mi reflejo
nauseoso fueran allí en ese momento, y me obligué a sonreírle.

—Hola, Olive, er, eh… señorita Wilson. —Me lanzó una sonrisa
tímida—. Hoy te ves muy bien.

¿Mencioné que estaba enamorado de mí? Sus ojos recorrieron mi


cuerpo con curiosidad, y crucé los brazos sobre mi pecho
automáticamente. Era una especie masculina bastante inofensiva, y mi
incomodidad provenía principalmente de que no tenía ni idea social de 29
cuánto tiempo se permitía comerse con los ojos a una persona.

Miles se inclinó sobre el asiento vacío, mirando a nuestro visitante.

—Harv, ¿cómo va la tesis?

La atención de Harvey se desplazó hacia Miles, y sentí que mi cuerpo


se relajó, aunque no pasó mucho tiempo antes de que sus ojos volvieran
a posarse en los míos.
—Bueno, eso es de lo que vine a hablar con la señorita Wilson. ¿Aún
estás disponible para editar mi tesis? Hace un par de meses mencionaste
que querías hacerlo.

Mi corazón se hundió profundamente en el abismo de lo horrible.


Había olvidado por completo aceptar ayudar con su tesis. Eso fue hace
meses. Y para que conste, no había dicho que quería. Creo que mis
palabras exactas fueron «Um… claro», lo cual, en retrospectiva, en
definitiva, podía darse a confusión.

Le sonreí con un poco de esfuerzo.

—Por supuesto. Puedo hacer eso. Es genial que la terminaras.

Él sonrió.

—Gracias. Me estaba divirtiendo tanto haciendo toda la


investigación que casi no quería que terminara.

—¿Sobre qué escribiste? —preguntó Miles, pareciendo demasiado


feliz de ser parte de esta conversación.

—Los hábitos reproductivos del escarabajo pelotero africano.

Mi expresión cayó.
30
—Sé lo que están pensando —dijo Kenneth, levantando las manos a
medida que nos sonreía a Miles y a mí.

—Lo dudo —respondió Miles alegremente.

—Están pensando que no hay forma de que pueda obtener cien


páginas de material sobre el tema, pero estarían muy equivocados. En
realidad, hay algunas especies diferentes de escarabajos peloteros, y
todos se aparean de maneras diferentes. ¿Sabían que el escarabajo
pelotero entierra sus huevos en el estiércol?
—Fascinante —coincidió Miles mientras yo me encogía aún más en
mi asiento.

—De hecho, así fue. —Mirándome, Kenneth añadió—: De todos


modos, finalmente terminé y lo puse en tu escritorio antes de venir aquí.
Supongo que es bueno que se acerquen las vacaciones de Navidad, así
probablemente tendrás mucho tiempo extra.

Sí. Tiempo extra. Definitivamente tendría eso. Sin embargo, sería


difícil decidir qué era peor entre pasar la Navidad con mi mamá y su
esposo nuevo o los hábitos de apareamiento del escarabajo pelotero
africano.

—Dejé mi número en la primera página en caso de que necesitaras


llamarme por cualquier cosa… o encontrarnos en algún momento —dijo
Kenneth, mirándome esperanzado.

¿Llamarlo? ¿Era 1995? Si necesitaba hacerle alguna pregunta, y no lo


haría, le enviaría un mensaje de texto como un humano normal de mi
época.

—Estaré fuera de la ciudad durante la mayor parte del descanso, pero


te avisaré si tengo algún problema —dije de manera evasiva.

La habitación finalmente estaba comenzando a calmarse. Pamela se


31
había subido al escenario y estaba moviendo cajas cerca del micrófono.
Kenneth volvió a decir gracias y se dispuso a sentarse en medio de la sala
con los otros profesores de ciencias.

Permanecimos sentados en silencio por un momento. Me mantuve


tensa, rogándole a Miles que no dijera nada por una vez en su vida. Pero,
por supuesto, Miles nunca podría NO decir algo.

—Cien páginas sobre los hábitos de apareamiento del escarabajo


pelotero africano —dijo la voz odiosa a mi lado—. Eres una mujer
afortunada con un tipo así.
—Creo que será fascinante —mentí, sacudiendo alguna pelusa de mi
falda antes de mirar hacia el escenario, rogándole a Pamela que
comenzara con lo que fuera ésta condenada reunión.

—Por curiosidad, ¿cuánto cobras por editar? —Su voz baja se filtró
en mi oído y mis defensas se elevaron de inmediato.

—Nada. Es un amigo.

—¿En serio? No tenía idea de que ustedes dos fueran tan cercanos.

—Bueno, lo somos —espeté tajante con una sonrisa tensa—. Estoy


feliz de ayudarlo.

Miles se frotó la cara por un momento, mirando hacia el escenario


como si contemplara algo.

—Escucha, no es asunto mío, pero solo para que lo sepas, esa


cantidad de páginas de un libro a un editor me cuestan al menos un par
de cientos de dólares. Si vas a invertir tu tiempo así, creo que
definitivamente deberías estar cobrando.

—Me alegra tanto tener tu opinión sobre algo que, como dijiste, no
es asunto tuyo. —Me incliné más cerca de él y parpadeé rápido para
mayor efecto.
32
Se rio.

—Sabes… eres mucho más amable con todos menos conmigo. ¿Por
qué?

Tal vez era porque metía su narizota en mis asuntos constantemente.


O porque siempre se aseguraba de decirme cómo estaba viviendo mal mi
vida. Por fortuna, fuimos interrumpidos por Pamela, quien ahora estaba
en el escenario, con un arcoíris brillando en su cara redonda.
—Probablemente se estén preguntando por qué convocamos esta
reunión de personal. —Hizo una pausa y miró a su audiencia,
probablemente esperando más que las miradas en blanco que recibió,
pero no se desanimó—. El director Harris y yo estuvimos hablando de lo
mucho que los apreciamos a todos. Se presentan todos los días, y
trabajan muy duro. Los estudiantes aquí son muy bendecidos…

Me desconecté después de eso. Pamela era una efusiva. Rezumaba


emoción. No solo emoción, sino emoción florida. Por lo general, eso era
genial. Era amiga mía, y su carácter positivo solía ser contagioso. Pero
hoy, mi paciencia se agotó. Miles también parecía haberse distraído. Se
recostó en su asiento con la cabeza apoyada en la palma de su mano
izquierda. Apuesto a que si escuchaba lo suficientemente atenta, en
algún momento escucharía algunos ronquidos ligeros. Tenía que roncar,
¿verdad? Necesitaba algún tipo de defecto externo para mostrarle al
mundo que no era perfecto. Como estaba casi segura de que tenía los
ojos cerrados, dejé que mi mirada de soslayo recorriera con desdén su
largo cuerpo plegado apretujado en el asiento del auditorio. Me dolía
admitirlo, pero esos jeans rasgados le quedaban como lo harían con el
maniquí en una de esas tiendas de moda para adolescentes en el centro
comercial. Una tienda que era demasiado genial para mí incluso cuando
era adolescente. También vestía una camisa de franela enrollada en las
mangas. Mis ojos se detuvieron en las venas de su antebrazo. Miles era
alto y larguirucho, pero de repente me pregunté si había músculos 33
escondidos debajo de toda la franela.

Muy bien, Olive… supéralo. No podía permitirme distraerme con esos


antebrazos si estaban unidos a Miles Taylor. Millie moriría si se enterara
de que incluso lo pensé.

—¿Debería simplemente quitarme la camisa? —susurró Miles de


repente.

Se me cortó la respiración, alarmada porque no se estaba quedando


dormido como había pensado en un principio.
—¿Disculpa?

—Parecía que me estabas desnudando con tus ojos. Podría


facilitártelo.

Mi boca se abrió, muy consciente de la sonrisa pomposa


extendiéndose en su rostro y de mis latidos traicioneros.

—Preferiría no tener pesadillas esta noche —dije, tragando pesado.

Se inclinó para acercarse.

—Parece que estás sudando. —Escaneó mi rostro, con una chispa de


risa en sus ojos—. Tu rostro está sonrojado. —Tomó mi mano y la
sostuvo en su palma antes de que pudiera reaccionar—. Tus manos están
húmedas. Apuesto a que tu pulso es tumultuoso.

Mi corazón se aceleró a medida que sacaba mi mano de su agarre y


empujaba a Miles riéndose. De inmediato, me arrepentí del toque. Ahora
podía confirmar que había músculos definidos debajo de los comentarios
molestos, y no necesitaba saber eso. Obligué a mi cerebro a volver al
juego.

—Tumultuoso. Esa es una gran palabra. ¿Has vuelto a colarte en mis


clases?
34
—No, solo estoy leyendo tu diario —respondió, riendo.

Abrí la boca para responder, pero solo capté aire. Había ganado esta
ronda, y dolía un poco. Como si lo supiera, me dedicó una sonrisa
irritante. Estaba feliz de informar que las líneas que se arrugaron
alrededor de sus ojos no hicieron nada para suavizarme hacia él. Me
volví hacia el escenario, metiendo mi cabello detrás de mi oreja con la
mayor indiferencia posible.

—La junta escolar, así como el señor Harris y yo, intentamos


contemplar todas las contribuciones excelentes de nuestro maravilloso
personal durante el año pasado —decía Pamela, su rostro brillante
animado—. Y queríamos honrarlos a todos. Así que, por primera vez,
¡estaremos haciendo una ceremonia de premiación de agradecimiento a
los maestros!

Parecía que quería que aplaudiéramos. Eran casi las cuatro de la


tarde del último día de clases antes de nuestras vacaciones de Navidad.
Solo queríamos ir a casa. Sin embargo, cuando Miles se unió al puñado
de almas llenas de gracia dando unos cuantos aplausos a medias, yo
también aplaudí.

—Comenzaremos con el departamento de arte. Vengan aquí,


departamento de arte. —Pamela agitó las manos con entusiasmo. Millie
y sus colegas se pusieron de pie e hicieron un espectáculo corriendo hacia
el escenario con fingida emoción.

Me deslicé en mi asiento y comencé a hacer una lista mental de las


cosas que tenía que hacer antes de partir hacia Vermont a la mañana
siguiente. Tenía que limpiar mi casa, hacer una última carga de ropa,
empacar, comprar una nueva botella de analgésicos, encontrar un
bolígrafo rojo para la tesis de Kenneth, regar mis plantas, envolver mis
regalos de Navidad…

—¿Qué esperas ganar? —La voz de Miles se infiltró en mis


pensamientos—. ¿La Más Organizada? ¿El Felpudo Más Amable? 35
Los dedos de mis pies se curvaron, pero me obligué a sonreír, incluso
cuando su veneno estaba comenzando a dejar su marca.

—Mejor que la A Más Fácil ‘A’, que es lo que probablemente te darán.

Frunció el ceño.

—¿Qué?
—¿No piensas leer en clase Harry Potter? ¿Enseñar noblemente a los
niños todo sobre un libro que ya conocen?

—Tallo de Apio, lo estoy usando para estudiar la estructura de la


historia. No para leerles en clase.

Mi respuesta (que en realidad no existió) fue interrumpida


afortunadamente cuando Pamela llamó al departamento de inglés al
escenario. Ambos nos pusimos de pie y nos deslizamos fuera de nuestro
pasillo. Cuando llegamos a las escaleras conduciendo al escenario, Miles
me indicó que fuera delante de él. Así lo hice, poniéndome la cuidadosa
máscara de amabilidad en mi rostro mientras me volvía hacia la
multitud.

—Como todos saben, el departamento de inglés tuvo un gran cambio


este año —dijo Pamela al micrófono a medida que nos veía acercarnos.
Su voz era animada y fuerte como si estuviera entreteniendo a millones
en lugar de una multitud de maestros cansados quedándose fuera de sus
horas escolares normales—. Dimos la bienvenida a un maestro nuevo
entre nosotros en marzo pasado. Intervino y se hizo cargo mientras
nuestro querido señor Grady completaba sus tratamientos contra el
cáncer, y lo quisimos tanto que decidimos conservarlo. Miles Taylor ha
sido una adición maravillosa a nuestra escuela. Las críticas de los
estudiantes y del personal han sido excelentes. —Pamela se volvió y me
miró—. ¿No es así, Olive? 36
La sonrisa en mi rostro se desvaneció por un momento antes de
recuperarme nuevamente, dándole a la audiencia dos pulgares hacia
arriba casi sarcásticos y entusiastas. La mirada de Millie encontró la mía
desde la audiencia, y aunque parecía que se estaba divirtiendo mucho,
aún me aferré a ella como un salvavidas. Miles se detuvo a mi lado, su
hombro rozando el mío. Definitivamente había apreciado la declaración,
y seguí esperando que me diera un codazo en el brazo, pero nunca lo
hizo.
Pamela revisó su papel en el podio y se inclinó, buscando a tientas en
una gran caja llena de trofeos, buscando uno en particular.

—¿Alguna última apuesta? —susurró Miles, manteniendo su mirada


hacia adelante—. Te apuesto cinco dólares que tu premio tiene algo que
ver con meterles Jane Eyre por las gargantas a esos jóvenes
impresionables de secundaria.

—Te apuesto cinco dólares que tu premio tiene algo que ver con casi
alcanzar el nivel de madurez de tus estudiantes. ¿Escuché que tuviste una
discusión filosófica sobre Terminator en una de tus clases la semana
pasada? ¿Con eso también estaba enseñando la estructura de la historia?

Su boca se torció a medida que se inclinaba hacia mí muy levemente.

—Fue el primer Terminator. Arnold Schwarzenegger. Todo un


clásico.

—Estoy aterrorizada por las mentes que estás corrompiendo.

—Mi chico explota a la gente. El tuyo mantiene a su mujer


encadenada en el desván. Hasta ahora, somos iguales.

Por alguna razón, sin saberlo, mis labios parecieron querer sonreír
ante eso.
37
—Hasta ahora, somos iguales —repetí lentamente—. ¿Acabas de
citar Orgullo y Prejuicio?

Una mancha de color se formó en su rostro, y pude ver la sonrisa


tímida que comenzaba a aparecer cuando Pamela se enderezó, con un
trofeo en la mano.

—Está bien, primero, Miles. Desde sus clases interactivas, hasta la


forma en que escala rocas y salta de aviones como si no fuera gran cosa,
y el hecho de que es un autor publicado en la vida real… los niños
simplemente te aman, y nosotros también, por eso hemos te ha dado el
Premio al Maestro Más Genial. —Con sus brazos emocionados
agitándose, ella le indicó que diera un paso adelante para tomar su trofeo.

Después de aceptar su premio con sonrisas y risas demasiado


enfatizadas, se deslizó de nuevo a mi lado, chocando conmigo muy
levemente.

—Me debes cinco dólares —susurró.

—Te pagaré diez para que dejes de hablar.

Mantuve mi expresión benigna. Amable. Así que, Miles acaba de


ganar un premio por ser el maestro más genial. Excelente. Bien por él.
Pero por alguna razón, mi cuerpo quería hundirse en el suelo y
desaparecer. Todo era tan estúpido. Premios por hacer nuestro trabajo.
No necesitaba un trofeo cursi como validación de que era una buena
maestra, aunque, aparentemente, los niños ahora se marchaban en masa
de mis clases.

—Está bien, Olive, tu turno. ¡Ven aquí! —Pamela miró hacia atrás,
indicándome que me uniera a ella en el podio. Caminé hacia adelante,
con una sonrisa plástica en mi rostro a medida que esperaba—. Ahora,
no puedo contar cuántas veces le pedí a Olive que me aconsejara sobre
cómo escribir una notificación durante el último año. Cada carta que 38
tengo que enviar a la junta escolar, la reviso con su pluma roja, eso es
seguro. Sé que también ha ayudado a muchos de ustedes. Su
comprensión del idioma es inigualable, ¡por eso la hemos considerado la
Reina de la Gramática! —Levantó el trofeo como si acabara de anunciar
al ganador del Super Bowl.

Mi cara se sintió como un globo desinflándose. Hubo un silencio


colectivo en la audiencia antes de que Millie comenzara a darme un
aplauso de lástima, el resto de la audiencia uniéndose poco después.

No. Vayas. A. Llorar.


Me pellizqué con fuerza debajo del codo, con la esperanza de sacudir
mi sistema para que no llorara. Sonriendo aturdida, acepté el trofeo con
un murmurado:

—Gracias.

Miles y yo nos disponíamos a dejar el escenario cuando Pamela nos


detuvo a ambos.

—¡Esperen! Necesitamos tomar una foto de ustedes dos para el sitio


web de la escuela.

Dejamos de movernos y nos giramos para mirar a Pamela mientras


ella jugueteaba con la cámara de su teléfono. Cambié mi peso de un pie
a otro y me atreví a mirar a Miles. Sus ojos marrones escondidos detrás
de sus largas pestañas oscuras se encontraron con mi mirada antes de
apartar la vista. Mi pecho se apretó.

Pamela levantó el teléfono frente a ella, mirándonos a través de su


pantalla.

—Está bien, acérquense un poco más. ¡Sí, eso es genial! Miles pasa
tu brazo alrededor de Olive. Ahí está. Justo así. Sujeten sus trofeos al
frente y… sonrían.
39
Dos
«Me preocupo por mí misma. Cuanto más solitaria, más sin amigos,
más insostenible soy, más me respetaré a mí misma».

Charlotte Brontë. Jane Eyre

Reina de la Gramática.

Estaba bien. No es gran cosa. Seguía las reglas, intentaba ayudar a


todos, era buena en gramática y esta era mi recompensa. Mi trofeo. Por
lo que seré recordada.

La mayoría de los maestros se mezclaron en el auditorio después de


los premios. Miles intentó hablarme un par de veces, pero lo interrumpí
en seco. Salí volando del lugar al momento en que Pamela soltó el
micrófono. No de una manera extraña que haría que alguien pensara que
estaba molesta, sino de una manera que sugería que tenía lugares para
estar, como cualquier otra persona ocupada pero emocionalmente
equilibrada. Puse una sonrisa, fingiendo mirar mi reloj, saludé a algunos
amigos, y actué como si me dirigiera a casa para poner mi trofeo nuevo
en la repisa de la chimenea.
40
No tenía que ser la favorita. Cuando comencé a obtener mi título de
maestra, pensé originalmente que sería una gran maestra de segundo
grado. Pero me enamoré del inglés. La lectura y la literatura se habían
convertido en pasiones, y sabía que necesitaba enseñarlas. Después de la
muerte de papá, me entregué al trabajo, deseando la distracción que me
brindaba. Encontré mi ritmo y los estudiantes respondieron a mis
esfuerzos. Era el mejor tipo de sentimiento cuando tu arduo trabajo
comenzaba a dar sus frutos. Mis niños estaban estudiando los clásicos
como Jane Eyre y La Fierecilla Domada y, en su mayor parte, los
disfrutaban, incluso los chicos, muchas gracias.
Al menos… había pensado que lo hicieron.

No me hice maestra para ganar concursos de popularidad. Ese no era


el problema. Pero algo en esto cortaba profundamente. Mi trabajo era lo
único que había tenido en mi vida que me proporcionaba un escape.
Ayudar a los adolescentes a descubrir la alegría de la literatura y
conectarme con ellos a través de ese amor compartido me ayudó a seguir
adelante el año pasado en esos días en los que no quería levantarme de
la cama. Pensé que había estado moldeando vidas, al menos hasta cierto
punto. ¿Pero Reina de la Gramática? Se sintió como una bofetada en la
cara.

Necesitaba limpiar algo.

Me detuve en la sala de profesores para tomar mi bolsa de almuerzo


a medio comer del refrigerador y fruncí el ceño ante las mesas llenas de
migas y los platos sucios apilados en el fregadero. Por alguna razón, sin
que lo supiera, había un grupo de maestros mayores, todos hombres, que
se negaban a comer sus almuerzos en sus tupperware o cajas de comida
para llevar como el resto de nosotros. Preferían usar un plato de la
colección de los años sesenta en el armario, evitando por completo la pila
de platos de papel que compré y puse frente a dicho armario. Luego,
terminaban y dejaban su plato en el fregadero para «más tarde» o cubrían
sus sobras a medio comer con una envoltura de plástico y las colocaban
en el refrigerador donde las dejaban morir y les crecía pelaje hasta que 41
alguien (yo) no pudiera aguantar más tiempo y lavarlos. Dudé, mirando
hacia atrás al pasillo aún vacío. Necesitaba salir de aquí, pero mis manos
ansiaban hacer algo. Hacer algo bien otra vez. No quería que nadie me
atrapara, pero tal vez podía limpiar las encimeras muy rápido.

Sí. Solo las encimeras.

Estaba hundida hasta los antebrazos en el agua sucia de los platos en


el fregadero cuando Miles entró en la habitación.

Se detuvo cuando me vio y levantó una ceja.


—¿Qué estás haciendo?

En ese momento, había trabajado a través de una cantidad suficiente


de mis sentimientos sumergiéndome de lleno y restregando. Así que,
miré el plato de pollo agridulce con costra en mis manos y luego le
devolví la sonrisa dulcemente a Miles.

—¿Por qué no me das tu mejor suposición?

—Desquitando alguna agresión profundamente oculta con los platos


que no deberías estar lavando. —Se dirigió al refrigerador y sacó una
lonchera pequeña para el almuerzo.

Ignoré la indirecta.

—Si no los lavo yo, nadie lo hará.

—Pero ese no es tu problema —dijo, apoyándose en la encimera.

Le di una sonrisa congelada.

—Si todos tuvieran una actitud como esa, nunca se haría nada.
Algunos de nosotros tenemos que esforzarnos un poco. Así es como gira
el mundo.

Volviendo a restregar, intenté ignorarlo, lo cual fue un poco difícil de 42


hacer cuando él solo se quedó allí de pie, observándome. Bien. Estaba
feliz de jugar este juego.

—Por cierto, felicitaciones por tu premio. ¿Vas a hacer un estante


especial para él? —Mi intento de humor sarcástico fracasó, incluso a mis
oídos.

Aun así, no dijo nada. Enjuagué el plato y lo puse en la rejilla de


secado. Seguía mirándome, pero sus ojos parecían sumidos en sus
pensamientos, lo cual, sinceramente, era más desconcertante que él solo
criticándome. Tomé otro plato.
—Sabes, Olive, los premios no significan nada. Nadie votó. Solo es
para que Pamela y Harris se sientan bien consigo mismos, más nada.

Mis dedos dejaron caer el plato en mis manos, y salpicó el agua,


enviando gotas por todo el frente de mi blusa. Me llamó Olive, tal vez
por primera vez además de nuestra reunión inicial nueve meses antes. Ni
siquiera estaba segura de que se diera cuenta de que lo había hecho.

—Lo sé —dije a medida que agarraba el plato una vez más—. No


estoy molesta por nada.

Señaló con la cabeza el fregadero, donde estaba atacando el plato con


furia hostil.

—Puedo ver eso.

—Lo digo en serio.

Reduje la velocidad a un fregado despreocupado antes de enjuagar el


plato y colocarlo en la rejilla de secado junto a los demás, luego recogí el
paño colgando del grifo y comencé a limpiar la encimera. Tal vez si lo
dijera despacio y con convicción, me creería. La mayoría de la gente no
quería profundizar demasiado; eso generalmente dejaba a todos
sintiéndose incómodos. No Miles. Me observaba con los brazos
cruzados como un rompecabezas que parecía vagamente interesado en
armar.
43

—Bien, eso es bueno porque casi siento la obligación moral de


cuestionar todo el asunto. Si les mostrara la nota de amor que me
enviaste, seguro que te quitarían el trofeo.

Le fruncí el ceño, lo que solo hizo que una sonrisa molesta se


extendiera lentamente por su rostro.

—Ese fue un correo electrónico casual para una amiga, no un


periódico inglés. Y tenía prisa cuando lo escribí.
Continuó como si no me hubiera oído.

—Cuando vi que nuestra propia Reina de la Gramática ni siquiera


sabía la diferencia entre el posesivo de «tu» y la contracción, sentí una
preocupación profunda por la educación de nuestros estudiantes.

—Probablemente fue el corrector ortográfico. Siempre se está


equivocando.

Limpié la encimera, moviéndome audazmente más cerca para


obligarlo a retroceder para limpiar frente a donde estaba. Él se rio y dio
un paso atrás.

—Lo que digas. No soy el que ha engañado a toda la escuela.

Irónico. Ciertamente engañó a toda la escuela.

Abrí la puerta del refrigerador y quise llorar por todos los platos y
recipientes de Tupperware viejos llenos de sobras. Sabía a ciencia cierta
que la mayoría había estado en el refrigerador durante semanas. ¿Por qué
había gente así en el trabajo? Eso era asqueroso.

Miles agarró mi brazo, me hizo a un lado y cerró la puerta del


refrigerador.

—No vas a limpiar ahí. 44


Alejándome de su agarre, respondí con un maduro:

—Puedo hacer lo que quiera. —Y de repente, quise limpiar toda la


habitación. Limpiaría toda la noche si era necesario.

Me miró con incredulidad.

—Dame dos minutos, iré a la oficina, hablaré por el


intercomunicador y les diré a todos que vengan a buscar sus mierdas de
la cocina y laven sus propios platos. No es tu trabajo.
—No me importa hacerlo.

—¿Por qué?

Me encogí de hombros.

—Es un pequeño juego que me gusta jugar. Primero me imagino que


cada plato tiene tu cara en él, y luego lo hundo hasta la mitad ahogándolo
en el agua.

No tuve que mirar directamente a Miles para saber que su boca se


levantó en su sonrisa característica (molesta).

—Sabía que en el fondo te gustaba.

—¿Cómo llegaste a esa conclusión de lo que acabo de decir?

—Estás pensando en mí mientras haces tareas mundanas. Creo que


mi corazón simplemente se derritió. —Miles Taylor me miraba como si
algo le divirtiera y me dieron ganas de arrancarle los ojos—. ¿Quieres
saber lo que pienso? —preguntó.

—No.

—Eres una mártir.


45
Me crucé de brazos a medida que lo miraba fijamente.

—Me gustan las cosas limpias, así que demándame.

Sacudió la cabeza, reflejando mi lenguaje corporal mientras


apoyamos nuestras caderas contra la encimera, enfrentándonos.

—Justo como en las reuniones de personal cuando de repente te han


asignado cinco tareas más que a los demás, y actúas como si fuera la
mañana de Navidad. O cuando Harvey te pide que edites su tesis de
maestría gratis en todo tu tiempo libre. O cuando Davis robó tu idea para
el proyecto de primavera. Y simplemente sonríes a través de todo.

—Sonríes todo el tiempo —lo acusé, plenamente consciente de que


esa quemadura en particular dolía.

—Sí, soy un tipo feliz. Pero eso es probablemente porque no voy a


inclinarme y dejar que toda la escuela me azote mientras hago toda su
tarea.

—Ew.

Se rio, lo que solo me hizo enojar más. Me incliné más cerca, mis
dedos apretados con fuego.

—Ayudo porque soy una jugadora en equipo. Y tú no sabes nada de


mí.

—¿De quién es la culpa?

Fuimos interrumpidos cuando el señor Johnson, del departamento


de música, entró en la sala. Donde Kenneth Harvey era grasiento y torpe,
Jason Johnson era sutil y resbaladizo. Vestía un traje como un vendedor
de autos, se reía demasiado y podía convencerse de casi cualquier cosa.
Me aparté de Miles.
46
Jason nos miró a los dos, divertido, a medida que levantaba los
brazos en el aire lentamente.

—Vaya, ¿dónde está el fuego? Pensé que el departamento de inglés


resolvía sus diferencias con libros y una taza de té.

Hubo una pausa en el aire cuando cada uno de nosotros dejó nuestras
armas para enfrentar a un enemigo común.

—Nos acabamos de terminar el té —contrarrestó Miles, sin apartar


los ojos de mi cara.
Sonreí y agregué:

—Solo estamos hablando.

Por mucho que me doliera, mantuve mi mirada enfocada en la


corbata gris de Johnson y su traje monocromático bien ajustado, muy
consciente de que otro par de ojos me miraban.

Jason notó sus platos en la rejilla de secado.

—Ah, gracias, Olive. Tenía la intención de bajar y lavarlos, pero he


estado muy ocupado. —Caminó hacia el refrigerador y sacó un par de
platos más a medio comer cubiertos con una envoltura de plástico. Miró
su reloj con una floritura, se volvió hacia mí y señaló los platos en su
mano con una sonrisa tímida, una que probablemente pensó que era
encantadora, pero me dio la clara necesidad de golpear su cara—. Odio
preguntar, pero tengo que correr y recoger a mi esposa, su auto está en el
taller, o de lo contrario, los lavaría yo mismo en este preciso momento.

Seguí esperando a que él preguntara. Pero no me preguntó nada.


Simplemente sostuvo sus contenedores con un encogimiento de hombros
indefenso y me miró implorante, esperando que me ofreciera.

—Simplemente no quiero dejarlos así durante dos semanas.

—Johnson, solo te tomará dos minutos. Apuesto a que a tu esposa le 47


emocionaría saber que estabas lavando los platos —dijo Miles, su voz
una advertencia tranquila.

—Ya me está esperando o de lo contrario lo haría. Escucha, si no


puedes hacerlo, no te preocupes. Con suerte, no crecerá nada demasiado
verde en ellos mientras no estemos.

Le lancé a Miles una mirada furiosa. Por mucho que no quisiera


interpretar a la criada de Jason, ciertamente no necesitaba que Miles
pensara que podría venir y rescatarme. Mi sonrisa vaciló solo un poco,
sabiendo que Miles estaba observando con incredulidad mientras mis
manos se movían para aceptar los platos sucios y el Tupperware de
Jason.

—Por supuesto. Puedo hacer eso —me encontré diciendo.

—Olive, eres una joya. —Jason se movió hacia la puerta,


deteniéndose para mirarnos una vez más—. Y oye, felicidades por tu
premio. Sigo teniendo la intención de que edites algunas cosas para mí.
También he estado incursionando en la escritura. —Envió una mirada
significativa a Miles, quien no le devolvió nada más que una mirada
pasiva—. ¡Bueno, que tengan una feliz Navidad! Olive, gracias de nuevo.
—Salió de la habitación, dejando un tsunami lleno de tensión a su paso.

—Qué jugadora en equipo —murmuró Miles, sus ojos


decepcionados recorriendo mi rostro. Ardía en llamas de indignación.
No estaba segura de por qué me molestaba más que estuviera
decepcionado de mí que en realidad lavar los estúpidos platos de
Johnson.

—Estoy feliz de ayudarlo. —Levanté la barbilla y puse sus platos en


la encimera.

—Esta no es la primera vez que te hace esto, ¿verdad?

No dije nada cuando abrí el Tupperware y me atraganté


48
inmediatamente cuando el olor a moho de la sopa de guisantes llenó el
aire.

El cuerpo cálido de Miles rozó el mío cuando me quitó el recipiente


de las manos, cerró la tapa y metió toda la comida de Johnson en el
refrigerador.

El olor había tomado mi nariz como rehén, y durante varios


segundos largos, solo me paré sobre el fregadero, obligándome a no
vomitar.
—¿Por qué dices que sí a todo?

—¿Por qué sientes que tienes derecho a hacerme preguntas


personales? —pregunté, levantándome de mi posición agachada sobre el
fregadero y caminando hacia la puerta principal, alejándome de Miles.

—No sé. Supuse que trabajar juntos en el mismo departamento


durante los últimos nueve meses podría haber justificado una o dos
preguntas personales.

—No. —Ya casi llegaba a la puerta.

—¿Te vas furiosa después de una discusión? Tallo de Apio, eres un


cliché.

—No me marcho furiosa —respondí tajante a medida que caminaba


con pasos ligeros y para nada enojados por el pasillo—. ¡Que tengas una
feliz Navidad! —grité como mi disparo de despedida.

Apreté los dientes mientras caminaba por el pasillo, deteniéndome


solo para saludar amistosamente al señor Young, el profesor de estudios
sociales, y preguntarle sobre la emoción de sus hijos por la Navidad.
Cuando llegué a la puerta de mi salón, hice todo lo que pude para no
cerrarla de un portazo detrás de mí. Respiré hondo y me apoyé contra la
puerta cerrada, intentando calmar mis nervios.
49
No vale la pena el drama.

No lo valía. Miles era el objeto nuevo y brillante. Eso era todo. ¿Así
fue cómo se sintió el señor Grady cuando aparecí aquí hace dos años?

No.

Grady era querido. Tenía la sabiduría y el ingenio de un anciano y


décadas de experiencia en su haber. Nunca había sido ningún tipo de
amenaza para él. Era prácticamente una institución en Stanton y bien
podría haberse quedado hasta el día de su muerte si no le hubieran
diagnosticado cáncer el otoño pasado. Enfermó alrededor de noviembre
y en febrero tuvo que abandonar el resto del año escolar para recibir
tratamientos de quimioterapia, dejando un gran vacío en su lugar,
imposible de llenar, en mi opinión. Por fortuna, a diferencia de mi papá,
sus tratamientos fueron exitosos y su cáncer estaba oficialmente en
remisión, pero en lugar de volver a trabajar, se jubiló temprano y
actualmente estaba en un crucero por el Caribe con su esposa.

Cuando la junta escolar finalmente encontró a alguien para ocupar el


lugar del señor Grady en marzo, mis sentimientos habían estado en
conflicto, pero estaba decidida a ser acogedora. Dado que Miles había
llegado a la mitad del semestre, le ofrecí consejos amablemente y planes
de lecciones para ayudarlo a ponerse al día. Escuchó cortésmente, tomó
mis planes, pero luego procedió a no hacer nada con ellos. En lugar de
leer Jane Eyre, eligió a Oliver Twist y luego compró el interés de sus
alumnos con trucos baratos como clips de películas y donas. Lo que
estaba bien. En serio. Le sentaba mejor. A cada uno lo suyo. No sabría
decirte exactamente por qué me molestó tanto. Tal vez fueron las burlas
constantes que me lanzó por Jane Eyre y Orgullo y Prejuicio, (mi otra obra
literaria más querida). Pero aun así, a lo largo de todo esto, intenté
mantener mi rostro pasivo y alegre. Útil. Excepto que claramente no
necesitaba mi ayuda.

BIEN.
50
Podría ser el clásico a su era moderna. Podíamos hacer que funcione.
Pero estaba descubriendo que no podía competir con su cultura pop
moderna. El señor Grady y yo teníamos un entendimiento similar con la
enseñanza del inglés. Queríamos hacer que los clásicos fueran
identificables. Había mucho que aprender de la historia, incluso de la
ficción histórica, y queríamos enseñarlo. Pero Jane Eyre estaba teniendo
dificultades para competir con los magos ante una audiencia moderna.

Cuando conocí a Miles Taylor, pensé que era lindo. Listo. Lo dije.
En ese primer «hola», nuestra relación tuvo todos los principios de una
trama de comedia romántica perfecta. Los dos teníamos menos de treinta
años, a los dos nos encantaba el inglés y enseñamos en la misma escuela.
En serio, estaba esperando que Hallmark me llamara para obtener
información privilegiada.

Desafortunadamente, AHÍ fue donde terminaron nuestras


similitudes.

Empaqué mi mochila escolar, añadí al peso la tesis de cien páginas


de Harvey y cerré con llave mi salón. No pude evitar pensar que para
todas las formas en que enterraba la emoción en mi vida, salía volando
de mí como un rociador en la hierba en un día de verano cada vez que
Miles me miraba mal.

Lo que sucedía a diario.

51
Tres
«La gente enojada no siempre es sabia».

Jane Austen. Orgullo y prejuicio

Entré en mi casa desordenada, me quité los zapatos junto a la puerta


y dejé mi bolso y las llaves en la mesita junto a la puerta. Colgando mi
abrigo en el perchero, me derrumbé en el sofá. A pesar de mi remilgo y
rectitud en el trabajo, en casa era donde me soltaba el cabello. Si bien
mantenía una casa limpia, estaba desordenada. Vivía allí. Mis platos de
la mañana estaban en el fregadero (bueno, un tazón y una taza de café),
mi ropa sucia apilada al otro lado del sofá (una carga, que planeaba
empacar en su mayor parte esta noche), y en la encimera de la cocina,
junto a la puerta corrediza que daba al pequeño patio trasero, había una
pila de correo y revistas (un cupón de pizza y una revista que quería
hojear antes de botar). Si entraba al baño, estaba bastante segura de que
mi toalla aún estaba en el piso.

Toma eso, Miles. Era el caos puro. Podía manejar el desorden.


Ayudaba en la escuela no porque no pudiera soportar el desorden, sino
porque quería hacerlo. Como un humano decente que se preocupaba por 52
otras personas.

Luché con Miles en mi cabeza por un poco más de tiempo, y en mi


estado relajado, todas las cosas que debería haber dicho salieron
volando, genialidad tras genialidad. Digamos que se habría sentido
como una mierda después de que terminara. Eventualmente, me obligué
a pensar en otra cosa. Desde mi posición en el sofá, miré con satisfacción
las dos estanterías del piso al techo que estaban a ambos lados de la
chimenea en mi sala de estar, llenas de grandes clásicos estadounidenses,
desde Jane Austen hasta Charles Dickens y Charlotte Bronte. Era difícil
describir lo mucho que me habían enseñado, consolado e inspirado las
palabras de esos libros durante los últimos años como maestra y durante
los tiempos oscuros de la muerte de mi padre.

Eventualmente, me levanté del sofá para calentar un Hot Pocket en el


microondas para una cena rápida. Saqué el resto de mi bolsa de ensalada
a medio comer, y terminé con una comida completa de carbohidratos de
cartón, lácteos de imitación y lechuga empapada en aderezo ranchero.
Cené de pie sobre el fregadero de la cocina, mirando por la ventana a mi
patio trasero lleno de nieve. Al mudarme a Stanton dos años antes, había
planeado encontrar un apartamento para alquilar. Pero en el camino
para explorar un complejo de apartamentos, pasé por una casa de un solo
nivel, de color amarillo mantequilla con postigos pintados de azul que se
encontraba en silencio al final de un callejón sin salida, con un letrero de
«Se vende» en el patio.

No hubo nada que decidir. El precio era bueno, y mi puntaje de


crédito era excelente, y treinta días después, estaba desempacando cajas
en mi nuevo hogar. Esas cuatro paredes se convirtieron, al instante, en
mi oasis. Mi espacio seguro. El lugar donde, incluso cuando los padres
fallecen, las madres se vuelven a casar o los mentores dejan la escuela,
tenía un lugar donde el día podía desaparecer. Los dos vecinos a mi lado
eran de la variedad de abuelos mayores. También eran un espacio seguro
en mi vida. Sin dramatismo alguno. Al otro lado de la cerca, en el verano,
a menudo nos podían encontrar charlando sobre nuestros jardines, los
libros que leíamos, la falta de respeto de la juventud de hoy y lo mucho
53
que apreciábamos todos acostarnos temprano. Nos entendíamos
perfectamente.

Pasé la siguiente hora empacando para Vermont. Aunque mi madre


aún vivía en New Hampshire en la casa en la que crecí, ya no era mi
hogar. Era la casa que ahora mi madre compartía con Russ. Lo que
significaba que la única vez que había estado en casa desde la boda, fue
con Russ en el sillón de mi padre, viendo la televisión. Russ a la cabeza
de la mesa del comedor. Fue Russ durmiendo en la cama de mi papá con
mi mamá. El dolor ardió en mi pecho hasta que agarré el control remoto
en mi mesita de noche. Encendí la televisión y pronto me absorbió un
drama médico.

El pronóstico en mi teléfono dejó en claro que básicamente sería una


paleta humana durante una semana, así que empaqué un par de pares de
ropa interior térmica (un elemento básico en los estados del noreste) y
ropa con muchas capas. Aunque, para ser honesta, en su mayoría
planeaba refugiarme en mi cabaña, sola, la mayor parte de la semana.
Arrojé mi Kindle encima. Había beneficios en ser soltera. Tendría mi
propia cabaña, y todos los demás estarían tan envueltos en sus hijos y
familia y… esposos nuevos, que apenas se darían cuenta de que no estaba
allí.

Mi teléfono vibró sobre la mesa.

—Hola, Chlo —saludé a mi hermana, Chloe, cuando respondí,


doblando otro suéter cuidadosamente en mi maleta.

—Ivy, no le tires del cabello a tu hermana. No. Detente. —Aparté la


oreja de mi teléfono cuando el sonido ahogado del llanto de un niño
atravesó las ondas de aire entre mi hermana y yo—. No, cariño. No
actuamos así. Te voy a poner en la silla de tiempo fuera. —La vocecita
de Ivy se hizo más fuerte antes de que Chloe volviera a hablar por
teléfono—. Lo siento. Por supuesto, la Tercera Guerra Mundial estalló
al momento en que presioné tu número. 54
—Está bien. ¿Cómo están mis gemelas favoritas hoy? —En ese
momento, había entrado a mi baño, limpiando y restregando las
encimeras con el teléfono presionado contra mi mejilla.

—No, cariño, te sientas allí hasta que suene el temporizador. Estás


en tiempo fuera. —Una vez que hubo apagado el fuego, la atención de
mi hermana volvió a mí—. Hoy están locas. En realidad, les vendría bien
un poco de tiempo con la tía Olive.
Sonreí. Mis sobrinas tenían tres años, pronunciaban mal todo, hacían
una rabieta como unas campeonas, y tenían mi corazón envuelto
alrededor de sus deditos pegajosos.

—No puedo esperar. ¿Cuándo llegarán allí?

Mi hermana y su esposo también vivían en New Hampshire, a unas


pocas calles de distancia de mi madre y Russ.

—Llegaremos tan pronto como nos pongamos en marcha por la


mañana. Ben no tiene que trabajar mañana. ¿Y tú?

Miré en mi armario y me pregunté si debería meter pantalones para


la nieve, pero no podía pensar en un escenario en el que estaría haciendo
algo que me involucrara jugando en la nieve. Podría ayudar a las gemelas
a construir un muñeco de nieve con jeans. La experiencia me enseñó que
no durarían mucho en el frío. Dejo los pantalones en el bote en el fondo
de mi armario. Si uno no tenía el equipo adecuado, no podía participar.

—Saldré a última hora de la mañana. Me llevará un par de horas,


creo, dependiendo de las carreteras. ¿Cómo te sientes?

Chloe acababa de decirle a la familia que estaba embarazada de tres


meses y, por lo que deduje, definitivamente aún tenía los problemas de
las náuseas y los vómitos del primer trimestre.
55
—Es un poco mejor por las tardes, pero por alguna razón, la mañana
y la noche son las peores. Este bebé está intentando matarme. —Suspiró
en el teléfono—. ¿Estás lista para esta semana?

—No.

Se detuvo por un momento.

—Va a ser raro sin papá. Y no estar en casa este año.

—Sí —fue todo lo que pude decir sin romperme.


Mi mente volvió al año pasado, cuando pasé la mañana de Navidad
amontonada junto a la cama de mi padre porque estaba demasiado
enfermo para trasladarse a la sala de estar. Incluso trasladamos el árbol
de Navidad a su dormitorio. Probablemente por eso no podía soportar la
idea de poner mi propio árbol este año.

Chloe suspiró.

—Entonces, acabo de hablar con mamá. ¿Quieres primero las malas


noticias o las realmente malas? Y en realidad, es lo mismo.

Gemí, agarrando todos mis artículos de tocador que necesitaría para


la semana de los cajones de mi baño y dejándolos caer sobre mi cama.

—No quiero noticias. No estoy interesada en ninguna noticia si se


relaciona con mamá y su esposo nuevo.

En nuestros propios círculos privados, nos referíamos a Russ como


el esposo nuevo.

—Podrías querer estar advertida con esto.

—Uff. ¿Qué?

—¿Conoces a los Foster?


56
—¿La familia que ha sido nuestra vecina toda nuestra vida? Sí. He
oído hablar de ellos.

—Puedes cortar la actitud. Créeme, te estoy haciendo un favor.

La tensión en mis hombros reapareció instantáneamente.

—Lo siento. ¿Qué?

—Resulta que… mamá y Russ los invitaron a venir con nosotros esta
semana.
Gruñí.

—Esa no es la parte mala.

Se me cortó el aliento.

—Ni siquiera digas…

—Glenn está aquí para las fiestas, y por la impresión que tuve
hablando con mamá esta mañana… ella y Virginia Foster están
planeando que esta semana sea una especie de despertar romántico para
ustedes dos.

—Cállate.

—Creo que el cronograma es que ustedes dos se enamoren el día 3 y


comiencen a tener bebés dentro de los próximos seis meses.

—Esas matemáticas ni siquiera tienen sentido.

—Lo sé.

Me hundí en mi cama en estado de shock cuando el temor comenzó


a escurrir por mis venas como una vía intravenosa.

Chloe continuó:
57
—Intenté decirle que todo había terminado entre ustedes dos y que
no tienes ningún interés en él, pero mamá está bastante convencida de
que arruinaste tu vida al romper con él hace tantos años.

Cuanto más hablaba, más peso sentía con su revelación. Glenn


Foster iba a estar en el albergue. Durante toda la semana. Un pánico sin
filtro alguno comenzó a correr a través de cada vena de mi cuerpo.

No.
NO.

Tenía toda mi semana resuelta. Iba a fingir todo. Sonrisas. Abrazos.


Amabilidad. Y luego volvería a casa y lloraría a mares. NO necesitaba la
complicación adicional de una vieja llama (y ni siquiera una llama real,
más como un fósforo que enciendes una vez antes de darte cuenta de que
preferirías congelarte) intentando hacer un movimiento. Y lo haría.
Nunca superó el hecho de que hubiera roto con él. Honestamente, podía
ver la semana transcurriendo de dos maneras: él siguiéndome,
asegurándose de que estuviera al tanto de todas las cosas que me había
perdido mientras no estuve con él, o actuando demasiado frío y distante
para hablar conmigo en absoluto, que no duraría mucho si nuestras
madres estaban detrás de nuestra supuesta reconciliación. Cualquier
escenario tenía demasiado Glenn Foster para mi gusto.

—Di algo —dijo Chloe.

—No tengo palabras.

—Muy bien, plan B. Te encontramos un leñador sexy en el albergue.


Habrá otras familias allí. Lo más probable es que haya alguien atractivo
y soltero. Darle a Glenn algo de competencia.

—Esta no es una de tus películas de Hallmark. Los hombres solteros


y sexis nunca están donde los necesitas. Además, ¿aún hay leñadores 58
legítimos viviendo en el mundo de hoy?

—Mmmhhhmmm —fue la única respuesta soñadora que mi


hermana romántica pudo reunir.

—Tenemos que hacer que leas libros diferentes. Mañana te llevaré


uno de Jane Austen.

—No. Escucha el último que acabo de terminar. Incluso a ti te


encantaría este. Este sexy leñador solitario rescata a una mujer hermosa
que encontró en el bosque. Se lastimó la pierna y perdió la memoria.
Entonces, obviamente, tuvo que llevarla de regreso a su cabaña aislada
para ayudarla a sanar y descubrir quién era ella. Eso era lo correcto que
hacer.

—Lo siento. Tienes razón. Suena como un clásico americano.

—Te enviaré un mensaje de texto con el nombre. Te va a encantar la


portada.

—Por favor, dime que su camisa está desabrochada.

—Tendrás que esperar y ver. Con suerte, encontraremos la cosa real


cuando lleguemos allí. —Hizo una pausa y luego agregó con seriedad—
: Simplemente… no estoy segura de qué hacer con Glenn.

Mi estómago comenzó a apretarse. No quería que me tendieran una


trampa, y en realidad no necesitaba a un exnovio indeseado dando
vueltas con mi familia toda la semana. Pronto vería a mi madre
acurrucada con alguien que no era mi padre. Tendría que actuar normal
alrededor de Russ mientras mantengo mi mentón en alto y mi sonrisa en
su lugar para no arruinar la Navidad para todos. No podía soportar la
idea de una emboscada incómoda. No cuando solo estaba intentando
sobrevivir la semana con una sonrisa aún intacta. Intentar mantener mis
emociones civilizadas sería un trabajo de tiempo completo.

Así que, por capricho, solté algo que pensé que podría salvarme…
59
una inofensiva mentira piadosa.

—Por muy bien que suena un leñador sexy, en realidad he estado


saliendo con alguien en las últimas semanas, así que creo que Glenn y su
madre podrían estar decepcionados.

Una pausa larga y entonces:

—Espera, ¿QUÉ? —Una explosión de palabras emocionadas estalló


en el teléfono desde donde ella estaba en New Hampshire y donde yo
estaba en Stanton. Aparté el teléfono para salvar mis tímpanos—.
¡¿Cuándo fue esto?! ¿Por qué no me dijiste? ¿Qué aspecto tiene? ¡OH
DIOS MÍO, Olive, esto es ENORME!

—Todo es bastante nuevo. —Extremadamente nuevo. Tan nuevo que casi


ni vale la pena mencionarlo nunca más—. No es gran cosa. Lo prometo.

—Cuéntamelo todo —exigió Chloe—. A menos que estés mintiendo.


Espera. ¿Estás mintiendo? Esto suena demasiado conveniente.

Vacilé. Si iba a vender esto, Chloe no podía saber la verdad. Ella y


mamá eran demasiado cercanas. Chloe soltaría la sopa accidentalmente,
y me engañarían para terminar bajo el muérdago con Glenn antes de que
pudiera detenerlo. No. Le diría a Chloe la verdad después de Navidad,
cuando terminara arrojando a la acera proverbial a mi amante
imaginario. Y lo entendería. De hecho, ahora que lo pensaba, tenía que
entender. Me debía una. Me mintió durante tres semanas sobre salir con
Dirk McCoy en la escuela secundaria. Así que… sí. Eso no me hacía
sonar en absoluto mezquina.

—No estoy mintiendo —mentí.

—De acuerdo, aguanta. Estoy buscando un programa para las niñas


para poder escuchar sin interrupciones en mi habitación. ¡Tu primer
amor, hurra! 60
Mis ojos se abrieron del todo.

—No, Chlo, no estoy enamorada. Solo… hemos salido. Como en


citas y esas cosas.

Me puse de pie y comencé a caminar por el suelo, deteniéndome en


mi cómoda cerca de la ventana.

—¿Es tu novio?
Mi mente hizo los cálculos rápidamente. Las citas casuales no hacen
un novio. ¿Cómo era el dicho? ¿Sal con tantos chicos como quisieras,
pero solo besa a uno? (O en mi caso, ninguno. Uno muy grande y gordo).
Si iba a jugar la carta del otro hombre falso, tendría que ponerle un título.

—Sí. Es mi novio.

—¿Quién es? ¿Cómo lo conociste?

Esta vez, su voz había bajado unas cuantas octavas. ¿Mucho menos
chillidos y tal vez un poco sospechosa? Como si estuviera husmeando y
oliendo algo que no cuadraba del todo. Tenía que agregar algunos hierros
al fuego.

—Todo sucedió rápido. El título de novio es… nuevo. Pero


realmente me gusta.

—¿Quién es? ¿Cuál es su nombre?

Mis manos se detuvieron en el cajón de mi ropa interior. Rayos.


¿Quién era?

Me estrujé el cerebro para pensar en un nombre. Cualquier nombre.


Un nombre. No se me ocurrió ninguno. SIN nombres. No podía pensar
en ningún nombre de chico. Mi cerebro era una hoja de papel vacía. Los
hombres no existían en este mundo. Mi vida era mi escuela, y en la 61
escuela solo había…

No.

Pero de repente mi cerebro se aferró al nombre de Miles y no lo


soltaría.

NO.

Miles. Miles. Miles. Miles.


¡Señor Grady! Mi cerebro detectó otro humano masculino. Tenía más
de setenta años, pero estaba bien. ¡Solo necesitaba un nombre, y su
nombre era Ralph!

Ralph. Abrí la boca para decir el nombre, pero la palabra se negó a


soltar su agarre mortal en mi lengua. Aunque los hombres ya no existían
en mi cerebro, sabía con certeza que Ralph no era un nombre de mi
generación.

—OLIVE. Escúpelo.

—¡Es Miles!

Mi ritmo cardíaco desaceleró cuando la presión de proporcionar un


nombre se derritió de mis hombros. Aunque me sentí más ligera, mi
cuerpo se llenó inmediatamente de remordimiento. Odiaba mentirle a mi
hermana, especialmente porque este tipo de noticias tenía el potencial de
ponerla en la luna en el departamento de felicidad. También se sintió un
poco desleal usar a Miles de esta manera. No porque me gustara, sino
porque no. Estaba decepcionada de mí por haber caído tan bajo como
para usarlo de esa manera. Bueno, él nunca lo sabría. Y Chloe no lo
conocía, así que con suerte…

—¿Espera? ¿De tu escuela? ¡¿El nuevo profesor sexy que no


soportas?! 62
Mi agarre en el teléfono se hizo más fuerte. ¿Le había hablado de él?

—¿Cómo supiste…?

—Te quejas de él todo el tiempo.

Definitivamente no lo hago. ¿Lo hago? De acuerdo, tal vez algunas


cosas horribles dichas de pasada, pero nada que nadie debería haber
recordado.
—¿Cómo supiste que era sexy? —Sabía con certeza que nunca le
habría dicho eso.

—No lo sé, supongo que lo asumí. Con la forma en que hablaste de


él, creo que solo llené el espacio en blanco en mi mente. Entonces,
¿hablas en serio? ¡Esto es una LOCURA! ¿Cómo empezaron a salir?
Pensé que nunca volverías a salir con alguien con quien trabajas. ¡¿Y
POR QUÉ no me lo dijiste?!

Sus preguntas intrusivas se arremolinaron en el aire a medida que mi


cerebro intentaba elegir una para responder. Por eso la gente te advertía
con mentir, incluso las pequeñas mentiras piadosas contadas por la
simple razón de salvar tu cordura. Mi cordura ya era nula e inválida, y
ahora mi ansiedad estaba por las nubes. Tal vez podía retractarme.

—Estoy bromeando. No es… es un Miles diferente.

—No puede haber más de un Miles en Stanton.

—¿Por qué eres más propensa a creerme cuando te dije que era Miles,
el chico que no me agrada de mi escuela?

—Aún no estoy diciendo que te creo. Pero, por favor. Te gustaba. No


te quejarías tanto de él si no se hubiera metido debajo de tu piel.

Hice una mueca en el espejo frente a mí. 63


—Eso NO…

—¡Dime cómo sucedió! —interrumpió—. ¿Él te invitó a salir


primero? Tenía el presentimiento de que le gustabas. Los chicos no
bromean así a menos que…

—Solo me invitó a tomar un café un día después de la escuela. Para


hablar de un estudiante en común. —Mis ojos se abrieron del todo
cuando más palabras salieron de mis labios—. Y ahí está. Simple. No
quería convertirlo en una cosa hasta que estuviera más segura. —Listo.
Eso sonaba bastante bien.

—¿Y qué hay de tu regla de no salir con nadie con quien trabajas?

—Es por eso que estamos siendo tan casuales y tomándolo


extremadamente lento. No quiero revivir todo el fiasco de Brian. —
Corrección. Nunca volvería a revivir todo el fiasco de Brian. Ahora me
estaba pateando por haber usado el nombre de Miles y que, en algún
momento, le hubiera contado de él a mi hermana. UFF. Olive mala.

Moví todos los artículos de tocador de mi cama a los bolsillos de mi


maleta. La verdad era que, no estaba en contra de las citas. Quería salir
con personas. Un leñador sexy vestido con camisa de franela me sonaba
genial. Pero no esta semana. Y no Glenn Foster.

—De cualquier manera. Ahí tienes. Mi vida amorosa en pocas


palabras. Supongo que una de nosotras debería mencionarle esto a mamá
para que pueda advertir a los Foster antes de que lleguen allí.

—¿Mencionarle a mamá que de repente estás saliendo con alguien


que nadie conocía? ¿Alguien a quien nadie verá durante este viaje? ¿Y
que su relación es tan anormalmente casual y el momento es lo
suficientemente perfecto como para que no suene muy real?
64
—Bueno, tal vez no con ese tono.

Resopló.

Su voz ahora estaba plagada de cautela. Pero había hecho mi cama,


y ahora tenía que saltar.

—Escucha. No tienes que creerme, pero estoy saliendo con Miles


Taylor. —Las palabras salieron de mi lengua con una facilidad
aterradora, pero aun así me dolió decirlas en voz alta.
Soltó una risa seca.

—Bien. Se lo diré a mamá, así que con suerte te quitarás de encima


a Glenn, pero tendré que verte a los ojos cuando me digas que esto es
real. Si aún siento que algo no está del todo bien, y si me estás mintiendo,
entonces que Dios te ayude, porque lo pagarás.

—Tengo escalofríos.

—Gracias. Y cuando digo que lo pagarás, me refiero al montañés


sexy que encontraré en Vermont. Y cuando lo encuentre, tendrás que ir a
una cita con él.

—No cuando estoy saliendo con Miles. —Ahora me llevaría esto a


la tumba aun si tuviera que hacerlo.

Chloe resopló.

—Quiero creerte, y estoy a mitad de camino, pero escucha, Ben


acaba de llegar a casa, así que iré a hablar con él, pero definitivamente
volveremos a repasar esto mañana.

Sonreí.

—Bien.
65
Tenía veinticuatro horas para pensar en algunos detalles. Y luego
encerrarme en mi cabaña.

Cuando colgué el teléfono, me senté en mi cama en un silencio


estupefacto. Era extraño pensar en Miles de esa manera, incluso si él
nunca se enteraría. Esto era una mentira. Y mentir estaba mal. Pero esto
también era una mentira que no lastimaría a nadie más. En todo caso,
me salvaría. Me apoyaría en esta idea de un novio en casa para ayudarme
a superar los próximos seis días y quitarme a todos de encima. Esperaría
un par de semanas y luego le diría a Chloe. Me perdonaría porque en
realidad me debía una. Después, todos seguiríamos adelante.

Miles nunca se enteraría.

66
Cuatro
«Mi vida es un cementerio perfecto de esperanzas enterradas».

L.M. Montgomery. Ana de las Tejas Verdes

A la mañana siguiente, el maletero impecable de mi Honda Civic gris


contenía mi equipaje, libros y un par extra de botas de invierno. Cerré el
maletero de golpe y corrí de regreso a mi casa para cerrar la puerta
principal, con mi capucha cubriendo mi rostro mientras la nieve caía a
cántaros. La siguiente casa que compre en el estado de Nueva York
TENDRÍA garaje. Esa era la única desventaja de mi casa de lo contrario
absurdamente ideal. Una vez que todo estuvo cerrado y asegurado para
el resto de la semana, me metí en mi auto y me dirigí hacia la carretera
lentamente.

Mi teléfono sonó mientras mis llantas avanzaban penosamente a


través de la nieve fangosa en el camino. Miré el identificador brevemente
en mi teléfono y debatí si responder. Eventualmente, puse el teléfono en
altavoz.

—Hola, mamá.
67
—¿Estás saliendo con alguien? —exigió su voz en el teléfono.

Bien hecho, Chloe.

—¿Por qué no me dijiste? —continuó—. Chloe dijo que ha estado


sucediendo durante semanas.

Un rayo de arrepentimiento me golpeó cuando mi madre obviamente


pareció aplastada por la noticia. Desde que se volvió a casar, la
frecuencia de nuestras llamadas había disminuido en número, lo cual
estaba muy lejos de hablar dos o tres veces al día el año pasado.
—Para ser justos, no le dije a nadie. —Incluyéndome a mí.

Hizo un ruido que sonó como si mi excusa no hubiera hecho nada


para aliviar el dolor que había causado.

Revisé el espejo retrovisor en busca de autos a medida que avanzaba


poco a poco a través de la pequeña ciudad de Peru, justo al norte de
Stanton, en mi camino hacia el extremo noreste del estado antes de poder
cruzar el lago Champlain cubierto de nieve y entrar a Vermont.

—Lo siento, mamá. Solo quería probar un poco antes de decir algo.

La culpa se filtró en las grietas de mi determinación de llevar esto a


cabo. Solo porque podía convencerme de que le debía una mentira a
Chloe, eso no significaba que le debía una a mi mamá. La última vez que
le mentí fue en sexto grado cuando vimos una película clasificada R en
la casa de una amiga. La culpa había corrido tan rampante en mi mente
que terminé confesando toda la fechoría dos días después. Me recordé de
nuevo que esto era diferente. Mamá pensaba que no tenía ninguna vida
amorosa en Stanton. Mamá amaba a Glenn Foster. Yo no. Glenn y yo
estaríamos juntos toda la semana, bajo el muérdago y en paseos en
carruajes tirados por caballos, a menos que mi corazón estuviera
prometido a otro.

—¿Qué tal si lo llevo a casa un fin de semana en algún momento de 68


enero para que todos puedan conocerlo? —A menos, por supuesto, que
nuestra relación experimentara una desafortunada muerte explosiva
antes de eso.

—Bien. Pero prométeme que al menos serás amable con Glenn.


Ambos estarán allí sin sus propias familias.

—Mamá. Por favor, cancela con Virginia Foster y cualquier plan que
tengan con respecto a nosotros. Nuestra relación no funcionó entonces,
y no funcionará ahora.
—Pero aun no entiendo lo que pasó entre ustedes dos. Nunca le
dijiste a nadie. Es un chico tan agradable. Y tiene un gran trabajo.

No quería meterme en eso de Glenn. Incluso a mí me costaba poner


en palabras exactamente lo que salió mal. Lo que sí sabía con certeza era
que Glenn tenía dos personalidades muy diferentes. Una en público y
otra en privado. No era un mal tipo, pero no era para mí, y no me
obligarían a pasar tiempo con él.

—Mejor cuelgo. Se está poniéndome más nublado, y debo


concentrarme en el camino. —Las carreteras estaban en esa cuestionable
etapa helada, en la que no estaba segura si estaban mojadas o si estaba
conduciendo sobre hielo negro—. Seré amable con Glenn, pero no voy
a pasar el rato a solas con él. Tengo novio —dije con firmeza, ahora
aferrándome a ese salvavidas—. ¿Tú y Russ ya están allí?

—Sí, acabamos de desempacar nuestras cosas. Es tan hermoso aquí.


Parece que saltamos directamente a una tarjeta de Navidad. Russ quiere
llevarme a esquiar a campo traviesa dentro de un rato.

¿Esquí a campo traviesa? ¿Quién era esta mujer?

—Conduce con cuidado, cariño. Tómatelo con calma si es necesario.

—No hay problema —dije, avanzando poco a poco a lo largo de la


carretera.
69

Después de colgar el teléfono, comencé a preguntarme cuánto peso


debería darle a esto del novio falso para asegurarme de que Glenn y
nuestras madres entendieran la indirecta. ¿Debería usar un anillo falso?
¿Un anillo de compromiso?

No. Demasiado pronto.

Tres largas horas después, mi GPS me llevó a un largo camino de


entrada. Detuve mi auto justo debajo del arco de madera que tenía un
letrero que decía, El Albergue en la Colinas. Observé el camino cubierto de
nieve por un momento, preguntándome si mi Civic podría llegar hasta el
final. Mamá tenía razón. Era como algo salido de una postal. Los arces
cubiertos de nieve se alineaban a ambos lados del camino de entrada,
pero como era pleno invierno, casi no hacían nada para evitar que la
nieve se acumulara en un desastre fangoso.

El viaje de Stanton a Montpelier había sido lento. Hubo algunos


parches en los que tuve que agarrar el volante con todas mis fuerzas para
mantener mi auto en la carretera. Ahora que estaba tan cerca de mi
destino, mis extremidades se sentían pesadas y estaba impaciente por
llegar allí, y así fue como me encontré precipitándome hacia adelante por
el camino de entrada con la nieve derramándose alrededor de mis llantas.
Me arrepentí al instante de mi decisión. El auto patinó a medida que los
neumáticos intentaron agarrarse a la nieve fangosa, luego empezó a
reducir la velocidad. Estampé el pie en el acelerador, con la esperanza de
que un rápido impulso de velocidad me salvara. Después de dar un gran
rodeo durante un par de metros, el auto se detuvo por completo.

Intenté dar marcha atrás, pero los neumáticos solo patinaron. No


podía ver el albergue desde donde estaba sentada en el camino, y de
repente quise llorar. El comienzo perfecto para esta semana en el
purgatorio. Estaba a punto de llamar a mamá cuando el sonido de un
motor me llamó la atención. Un gran tractor rojo con un arado venía en
70
dirección al albergue, justo hacia mí. Parecía que si hubiera esperado un
minuto más, podría haberlo evitado todo. Unos momentos después, el
tractor se detuvo frente a mí. La puerta se abrió y un hombre alto y
larguirucho vestido con una camisa de franela roja y verde, un chaleco
negro, una gorra de béisbol y botas de goma hasta la rodilla saltó al suelo
y se dirigió a mi auto.

Bajé la ventanilla, casi tímidamente, cuando me encontré con la


mirada de un hombre apuesto que parecía tener cincuenta y tantos años,
con cabello cano sobresaliendo de debajo de la gorra y arrugas alrededor
de los ojos, sin duda debido a la risa, noté, mientras me sonreía
ampliamente.

—Bueno, maldición. Nada mal para un Civic. Deberías estar


impresionada con tus habilidades de conducción, jovencita.

Una sonrisa estalló en mi rostro, profundamente agradecida por el


hecho de que él no fuera a sacar un truco de hombre brusco y tratar de
hacerme sentir estúpida por lo que acababa de pasar.

—Lo siento mucho, pensé que podría hacerlo.

—Ah, no, es culpa nuestra. El tractor se averió antes de que


pudiéramos despejar el camino. Pero… ya está arreglado. ¿Te importa si
termino de despejar hasta el final del camino, y luego paso a recogerte?
¿Así todo el camino de entrada estará despejado? Solo me llevará un
minuto.

—No, adelante.

Él asintió y, en cuestión de segundos, estaba de vuelta en el tractor,


bordeando mi auto estacionado para terminar el camino de entrada. Para
cuando dio la vuelta, me había puesto las botas para la nieve, que se veían
divertidas con mi falda, pero salí del auto, decidida a ayudar con algo.
La nieve caía en grandes bolitas sobre mi abrigo. Para mi sorpresa, el
71
hombre salió del tractor junto con un adolescente que parecía tener
alrededor de dieciséis años, definitivamente un hijo, si no me
equivocaba.

El hombre me hizo señas.

—Soy Jack Taylor, el dueño del Albergue. Este es mi hijo, Jett. —


Entrecerró los ojos hacia mí, pareciendo mirarme de pies a cabeza—.
Ahora déjame adivinar, ¿estás con la familia Ellis?
Mi primer instinto fue decir que no. Era Wilson. La hija de Walt
Wilson. Pero en cambio, sonreí y dije:

—Sí. Soy Olive.

Me dio un fuerte apretón de manos.

—Encantado de conocerte, Olive. —Haciendo un gesto a mi auto,


preguntó—: ¿Hay algún niño allí o solo tú?

—Solo yo.

—Excelente. Si quieres, Jett puede conducir tu auto mientras lo


remolcamos. Se pone un poco complicado en la nieve. Puedes subirte al
tractor conmigo. O eres más que bienvenida a conducir tu auto. Con lo
que te sientas cómoda.

Miré hacia Jett. Probablemente le estaría enseñando en mi clase si


viviera en Stanton. Su cabello castaño claro estaba parcialmente oculto
debajo de un gorro negro, sus manos metidas casualmente en los bolsillos
de su overol y una sonrisa tímida en su rostro. Inmediatamente me sentí
como en casa con él. Los adolescentes eran mis favoritos.

—Tal vez solo dejaré que Jett traiga mi auto. Parece que podría saber
lo que está haciendo. —Sonrió, un rubor subiendo por sus mejillas ante
el desafío burlón, y tomó mis llaves. 72
Unos minutos más tarde, los hombres engancharon una cadena
gruesa conectando mi auto al tractor. Subí los escalones del tractor y me
acomodé junto a Jack Taylor. Olía ligeramente a heno y tierra. Música
navideña sonaba suavemente de fondo. Durante un tiempo, seguí
girando para ver cómo estaba mi auto, pero descubrí rápidamente que
no había nada de qué preocuparse. Estaba claro que estaba en manos
muy capaces.
—Entonces, Olive, ¿eh? Ese no es uno que escuches muy a menudo.
Supongo que tienes algunos apodos interesantes. ¿Como zanahoria o
brócoli?

El hombre me dio una sonrisa descarada. Tenía una de esas


personalidades que no podías evitar sonreír junto con él, incluso si la
broma hubiera seguido su curso durante los últimos veinte años. Más
específicamente, los últimos nueve meses, pero ¿quién estaba contando?

—Podría decirse. Últimamente el más popular parecer ser Tallo de


Apio.

Se rio.

—Me gusta.

—Entonces, ¿qué haces aquí en el Albergue? —pregunté, señalando


hacia el gran granero rojo y un puñado de otros edificios de madera
vislumbrándose en la distancia—. Supongo que no solo está abierto en
Navidad, ¿verdad?

Tiró de su gorra, con una mano firme en el volante mientras barría la


otra mitad del camino de entrada.

—No, cultivamos alrededor de dos mil acres. Hacemos heno y grano


para nuestro ganado. Hacemos nuestro propio queso y lo vendemos 73
localmente en Vermont. Tenemos una lechería pequeña donde
ordeñamos nuestras propias vacas. Se podría decir que somos un tipo de
operación que hace de todo.

—Eso me encanta. ¿Empezaste este lugar?

—No, mi padre lo empezó hace unos cincuenta años. Por supuesto,


solo era una granja pequeña en ese entonces. Los tiempos fueron difíciles
durante bastantes años, como era de esperarse. Pero poco a poco,
seguimos aumentando, y luego nuestra suerte en realidad cambió cuando
abrimos para los turistas. Hace diez años, construimos la villa de cabañas
y desde entonces ha sido muy divertido. Tenemos todo tipo de
programas diferentes, dependiendo de la temporada. Pero mi favorito es
la época de Navidad. Todo el trabajo en la granja ha ralentizado y
podemos concentrarnos en alimentar a nuestros animales y hacer que la
Navidad sea especial para nuestros huéspedes. Es un gran asunto. Ahora,
basta de mí. ¿A qué te dedicas, Olive?

—Enseño inglés a estudiantes de secundaria.

Su rostro se iluminó. Había algo tan familiar en él, pero no podía


identificarlo.

—Bueno, eso no es cualquier cosa. Mi hijo también es profesor de


inglés. Viene a casa esta noche. —Me miró de repente, rebosante de
picardía—. ¿Estás saliendo con alguien?

Solté una risa sobresaltada, lista para decirle que no cuando recordé
de pronto.

—Ah. Eh, sí, lo hago. —Será mejor que sea consistente. Sin embargo,
agregué ante su rostro decepcionado—: ¿Debería estar en guardia? ¿Es
tan encantador como tú?

—Eh, le va muy bien por sí mismo. Pero, sí, se parece bastante a mí,
así que sabes que es un hijo de puta apuesto. —Me lanzó una sonrisa
74
astuta.

Me reí. Jack luego se ocupó de mostrarme todos los puntos de interés.

—Ese gran granero rojo es donde ordeñamos las vacas a mano dos
veces al día. Una vez a las siete de la mañana y luego otra vez a las cinco.
Te invito a venir y mirar o incluso probar suerte en cualquier momento
que desees. En la parte de atrás están los establos donde tenemos
alrededor de una docena de caballos. Avísanos si alguna vez quieres
montar. Ese gran edificio de madera en el medio es el albergue. Ahí es
donde serán todas tus comidas y cualquier otra reunión grupal. Durante
el día, tenemos muchas artesanías disponibles y películas para ver, y
tenemos el baile de Navidad aquí. —Señaló hacia un grupo de edificios
pequeños alineándose a ambos lados de la calle principal ficticia más
linda que jamás hubiera visto—. Ese lugar está abierto dos veces al día y
te servirán chocolates calientes, café o un cono de helado gratis.

—¿Helado? ¿En invierno?

Me miró con recelo.

—Bueno, ahora, tal vez debería reevaluar mi visión inicial de ti.


Todos los huéspedes del albergue deberían apreciar el helado en todas
las estaciones.

Una sonrisa partió mi rostro.

—Te aseguro que mi congelador está lleno con pintas de helados en


este preciso momento.

Se rio con un estruendo profundo a medida que se agarraba el pecho.

—Buena chica. No me asustes así.

Volví a enfocar mi mirada por la ventana, aun sonriendo. Este era


uno de esos momentos sorprendentes en los que me encontraba 75
completamente a gusto con alguien en cuestión de minutos. No me
pasaba a menudo, pero cuando pasaba, siempre me sorprendía. ¿Qué
había en la gente así? ¿Cómo te provocaban la sensación de que podías
ser completamente tú mismo, sin restricciones, y que serías felizmente
aceptado? La nube oscura sobre mi cabeza a mi llegada se había
evaporado en un gris claro y contemplativo mientras él continuó
señalando diferentes edificios y contando historias divertidas sobre la
agricultura. En lo profundo de mi pequeño corazón de bebé Scrooge,
pude ver la magia de este lugar. Pude sentirla por el orgullo en la voz de
Jack. Era como una imagen perfecta de un pequeño pueblo navideño en
una bola de nieve. Junto a la heladería pequeña, había un edificio
pequeño con un cartel diciendo Tienda General. Entrecerrando los ojos a
medida que pasábamos, vi el letrero en la ventana indicando las cuatro
horas diarias que estaba abierto. Una pequeña iglesia blanca con un
campanario estaba al otro lado de la calle, con un letrero en el frente
diciendo que todos eran bienvenidos. Cada edificio estaba cubierto de
nieve y tenía luces navideñas colgadas a lo largo del exterior, y coronas
de flores colgadas en cada ventana a la vista.

—Sabes, a excepción de este tractor enorme, se siente como si


hubiéramos entrado en una pintura de Thomas Kinkade.

Jack se rio.

—Bien. Ese es el objetivo.

Me dio un codazo en el brazo y señaló un par de cientos de metros


por la calle Main.

—Ahí es donde se alojan todos los huéspedes. Lo llamamos a villa.

Aproximadamente quince cabañas estaban esparcidas alrededor de


la base de las colinas cubiertas de árboles. No estaban en ningún orden
lineal, sino que parecían dispersas de una manera más circular, dando a
cada cabaña una sensación más aislada en lugar de estar directamente al
76
otro lado de la calle de su vecino. Las cabañas eran de tamaños
diferentes, pero todas estaban construidas con madera rica y oscura. El
humo de las chimeneas se elevaba para saludar al cielo, dando una
sensación de calidez y comodidad a la atmósfera, y al igual que el resto
de los edificios de este lugar encantador, coronas de flores adornaban
cada una de las puertas y ventanas.

—Guau —fue todo lo que pude decir.

Jack dio la vuelta hacia el granero y los establos que se encontraban


al otro lado de la calle Main, pasó la tienda general y estacionó el tractor.
Se puso de pie y se inclinó hacia adelante para abrir la puerta de modo
que pudiera salir.

Los hombres se apresuraron a desenganchar mi auto. Jack señaló


hacia el albergue que se encontraba justo arriba de la acera y dijo:

—Sé que tus padres y tu hermana ya están aquí. Mi esposa, Sandy,


debería estar en el albergue y puede hacer que todos se registren.

Tomé las llaves de mi auto de Jett.

—Gracias por no destrozar esta reliquia de valor incalculable.

Él sonrió, los frenos en sus dientes brillando.

—No sé cómo conduces en algo tan bajo. Te recomiendo conseguir


una camioneta.

Me reí.

—Pongo eso todos los inviernos en mi carta a Santa, pero nunca


llega. —Volviéndome hacia Jack, le estrecho la mano—: Gracias por el
aventón y por mi recorrido personal.

Él se rio.
77
—Un placer, Olive. Será divertido tenerte cerca. Y si hay alguna
manera de deshacernos de ese molesto novio tuyo, avísame. Me
encantaría presentarte a mi hijo.

—No lo creo.

Sonreí y me despedí con la mano, haciendo mi camino hacia el


albergue. Si su hijo resultaba ser algo parecido a Jack, iba a estar muy
decepcionada con mi situación de novio falso.
Un rocío ligero de copos descendía del cielo. El aire era fresco y, por
un momento, casi decidí seguir caminando en lugar de enfrentarme a mi
familia. Pero me obligué a ser una adulta, puse una expresión agradable
en mi rostro y abrí la puerta del albergue.

El lugar parecía vacío a simple vista. La puerta se abría a un gran


vestíbulo con un pasillo que parecía rodear el perímetro del edificio.
Avancé y pasé por otra puerta y entré en la amplia sala principal. Los
techos inclinados eran altos, y el suelo era de cemento. Largas mesas de
madera se encontraban alrededor de la sala abierta con sillas metidas
cuidadosamente debajo. Al frente y en el centro, un escenario con una
cortina de terciopelo rojo atrajo mi atención, y justo enfrente de la puerta
había lo que parecía una cocina grande con una barra larga saliendo de
la pared, conectando la cocina con la sala principal, probablemente
donde servían las comidas. Di unos pasos adentro, escaneando la
habitación con interés. Un área de recepción frontal se encontraba en el
lado izquierdo. No parecía haber nadie allí para recibir a los huéspedes.
Estaba a punto de darme la vuelta e irme cuando noté una pequeña luz
amarilla iluminando en lo que parecía ser una oficina justo detrás de la
recepción.

Un momento después, una mujer delgada con cabello rubio corto


asomando por debajo de un lindo gorro rojo salió de la oficina. Me dio
una sonrisa amplia, y no pude evitar devolverle la sonrisa cuando vi sus
mallas negras, su largo suéter rojo y sus botas para la nieve. Parecía un
78
anuncio ambulante de turismo en Vermont.

—¡Hola! Soy Sandy. ¿Cómo puedo ayudarte? —Se apoyó en el


mostrador de recepción que nos separaba y me miró a mí y a mi
equipaje—. Ah, espera, eres la viva imagen de otras dos bellezas de
cabello castaño a las que acabo de entregar sus llaves. ¿Estás con los
Ellis?

Mi estómago se apretó mientras sonreía, decidida a no dejar que el


apellido me molestara en público.
—Sí. Elaine es mi madre.

Se inclinó y revisó un papel en el escritorio.

—Sí. Linda pareja.

Aguanta un poco, pastelito.

—¿Cuál es tu nombre, dulzura?

—Olive Wilson. —Me aseguré de enfatizar mi apellido. Tal vez fue


cruel, pero no era una Ellis.

Sus cejas se fruncieron a medida que miraba sus papeles.

—¿Vienes con tu esposo? No habrá mucho espacio en la Cabaña 7.

—No estoy casada.

Me miró de reojo.

—Ah, lo siento. Pensé, con tu apellido… —Se calló torpemente y


traté de fingir una sonrisa.

—No. Solo yo.

—De acuerdo. Ese sofá cama no puede ser muy cómodo, así que 79
tenemos algunos catres disponibles si lo prefieres.

—Ah. ¿No hay camas allí?

—Bueno, con la familia de tu hermana ya ahí, estará un poco


apretado. Tiene una cama de tamaño completo y hay un sofá cama en la
sala de estar. Es una de nuestras cabañas más pequeñas.

Mi corazón se hundió.

—Pensé que tendría mi propia cabaña.


Esa declaración causó un ceño fruncido mientras la mujer revolvía
los papeles en su escritorio.

—Vamos a ver…

Mis pies comenzaron a temblar a medida que intentaba no entrar en


pánico. Amaba a mi hermana, pero aparte de ofrecer algunos servicios
de niñera aquí y allá, esperaba estar escondida lejos en una cabaña sola
para mí. Un lugar donde pudiera elegir cuándo salir y ser vista (es decir,
rara vez, solo con una guarnición a la hora de la comida).

—Ah, sí. Aquí está. Lamento que no te lo hayan dicho. Tu madre


llamó ayer y te mudó a la Cabaña 7 con tu hermana. Dijo que era
porque… —Buscó entre más papeles en su escritorio—, ahora venían los
Foster. —Me miró con preocupación en sus ojos brillantes—. ¿Entendí
bien? Ojalá tuviéramos otra cabaña disponible, pero
desafortunadamente, todo está reservado esta semana.

Me tomó un momento ajustar mi rostro de vuelta a algún tipo de (con


suerte) expresión agradable. Por supuesto que no tendría mi propia
cabaña. Esa idea era para personas con la suerte de su lado. Sentí una
breve punzada de culpa por mi decepción ante los arreglos nuevos de
vivienda. A decir verdad, probablemente debí haberlo planeado así desde
el principio. A Ben y Chloe ciertamente les vendría bien un poco de
ayuda con las niñas, y ¿no se suponía que toda esta semana iba a ser para 80
pasar tiempo con la familia?

—¿Preferirías quedarte con tus padres? También están en una cabaña


pequeña, pero habría menos gente.

¿Cómo decir esto amablemente? Gracias, pero preferiría clavarme


una aguja caliente en el ojo. No estaba segura de qué tipo de vida
amorosa tenían dos viudos recién casados de unos cincuenta años, pero
no estaba dispuesta a averiguarlo.
—No, la cabaña de mi hermana será estupenda. Muchas gracias —
dije con una sonrisa practicada.

Y solo así, mis últimos vestigios de esperanza de sobrevivir a la


semana se hicieron añicos. No habría descansos en un baño de burbujas,
leyendo. Ni atracones de televisión a altas horas de la noche. Ningún
lugar seguro para esconderme cuando la tensión de mi familia rota
amenazara con abrumarme. No habría escapatoria. La semana que ya
había estado temiendo durante el último mes fue de mal en peor.

81
Cinco
«Los terminators son inmunes al dolor. Yo no. Por favor, no vuelvas a
morderme».

The Terminator

Después de dejar el albergue, volví a subir a mi automóvil y conduje


por la calle recién arada hacia la villa, inclinándome hacia adelante para
escanear los números de las cabañas. Aunque las cabañas estaban
bastante separadas, los caminos entre ellas habían sido limpiados
recientemente de nieve. La número siete era un pequeño marco en forma
de A cerca de la carretera, con un porche en la parte delantera. Estacioné
justo detrás del Subaru verde de Ben y Chloe y apagué el motor.

Aquí estaba. El comienzo de la Navidad falsa. Así es como lo


llamaba en mi cabeza. ¿Cómo podría ser real sin mi papá aquí? E incluso
más que eso, ¿cómo podríamos reemplazarlo tan rápido con… algo más?
¿Algo tan diferente? Todo esto era falso. Luces brillantes e intermitentes
en el escaparate de una tienda; pasillos y pasillos de juguetes baratos.
Una excursión distractora mientras todos intentábamos fingir que
nuestra infraestructura familiar no había implosionado. 82
Pensé que había hecho las paces con eso, de hecho, lo hice. Pero esta
época del año se sentía tan cruda. La nieve, las luces, la música navideña,
el horneado y los olores navideños habían cementado los últimos
momentos con mi padre en lo más profundo de mi alma cansada.
Falleció una semana después de Navidad. El año pasado, Chloe y yo
habíamos acampado en la casa, sabiendo que su tiempo estaba llegando
a su fin. El hospicio le preparó una cama en la sala de estar esos últimos
días. Aunque la semana estuvo llena de lágrimas y tristeza, no podía
negar que también estuvo llena de momentos dulces y hermosos: los
cuatro juntos por última vez. Mamá, Chloe y yo nos amontonábamos
alrededor de su cama, jugábamos a las cartas, repasábamos recuerdos y
nos reíamos de las travesuras de la infancia: bromas que habíamos hecho,
las veces que papá nos hizo reír, se enojó o nos enseñó una lección. Hizo
todo lo posible por mantenerse despierto durante nuestras visitas.
Algunos días, luchó más que otros, pero a menudo sus ojos se nublarían
mientras hablábamos a su alrededor, luciendo pacífico, que es
exactamente como se fue. En un momento, Chloe nos contaba sobre la
vez que se escapó por la ventana a altas horas de la noche para probar
los faros de su bicicleta nueva en la oscuridad, y al siguiente, él sonrió
por última vez y cerró los ojos por última vez. Su batalla de dos años
finalmente llegando a su fin. Y ahora, era otra vez Navidad. Era
sorprendente la diferencia que podía hacer un año.

Me di otro minuto de respiraciones profundas antes de finalmente


abrir la puerta. El aire fresco llenó mis pulmones a medida que sacaba
mi maleta y mi bolsa de lona del maletero. Me pregunté brevemente si
debería haber incluido algunos libros más. Tenía mis lecturas de
consuelo, Jane Eyre y Orgullo y Prejuicio, y por supuesto mi Kindle, pero
¿sería suficiente para diluir mis sentidos para lo que seguramente
vendría? Probablemente no.

Subí los escalones sólidos del porche y golpeé la puerta rápidamente.


Como había aprendido de un incidente desafortunado, a Ben le gustaba
caminar en ropa interior en la comodidad de su propia casa. Así que
ahora, siempre llamaba primero y siempre esperaba a que me dejaran
83
entrar. Ben abrió la puerta esta vez, completamente vestido, gracias a
Dios. Me hizo señas para que entrara a medida que hacía un gesto de
disculpa hacia el teléfono que tenía en la oreja. Su cabello rubio estaba
peinado con estilo, y vestía jeans hechos a la medida con un suéter con
un cuarto de cremallera. Cerrando la puerta, me lanzó una sonrisa y un
movimiento de barbilla sin perder un segundo en su conversación, luego
se dio la vuelta y desapareció en otra habitación.

Me recibió una sala de estar pequeña. Incluía un sofá marrón, una


silla y una mesita de café. Justo después de eso, escondida en la esquina,
había una cocina pequeña con refrigerador, estufa y microondas y cuatro
armarios de madera de arce a su alrededor. Dos puertas pequeñas en el
lado opuesto conducían a un baño y al dormitorio pequeño que Ben
acababa de ocupar. Aunque tenía el tamaño aproximado de una suite de
hotel, la cabaña tenía la apariencia de haber sido construida
recientemente y aún conservaba un encanto rústico.

Se sentía cálido y acogedor, o eso podrían haber sido los terrores


rubios de tres años que se lanzaron a mis brazos al momento en que me
vieron.

—¡¡¡Tía Owive!!!

Dejé caer mi equipaje riendo y las atraje a ambas en un abrazo de


oso. Disfruté la sensación de sus bracitos pequeños, con un agarre mortal
alrededor de mi cuello, y solo las solté para hacerles cosquillas en los
costados.

—Creí haberles dicho que dejaran de hacerse tan grandes.

—Soy más adta que mi hemanita —dijo Ivy con orgullo mientras
Holly comenzaba a hurgar en mi bolsa de lona.

—¡Llegaste!

Levanté la vista para ver a mi hermana mayor salir del baño. 84


Poniéndome de pie, me acerqué para saludarla con un abrazo. Aunque
era cuatro años mayor, teníamos la misma altura de un metro sesenta y
ocho. Donde mi cabello era castaño oscuro con reflejos ligeros como el
de mi papá, el de ella era castaño claro como el de mi mamá. Sin
embargo, ambas teníamos la nariz respingona de mamá y algunas pecas
ligeras en la cara. Aunque aún delgada, el cuerpo de Chloe se había
redondeado y suavizado en los últimos años, en parte debido a que se
convirtió en madre, y le quedaba bien.
—Sí, ¿cómo estás? ¿Cuándo llegaron aquí? —pregunté, inclinándome
para redirigir la atención de Holly a un juguete y evitar que sacara todo
el maquillaje de mi neceser.

—Hace un par de horas.

—Entonces, no sé cómo vamos a dormir todos aquí. —Chloe señaló


hacia el dormitorio pequeño—. Cuando escuché que estarías aquí con
nosotros, pensé que simplemente pondríamos a las niñas en el piso de
nuestra habitación, pero literalmente no hay espacio a los lados de la
cama. Es tan pequeño allí. Tendré que poner a las chicas en el suelo aquí
en la sala de estar, pero eso no te dará mucha privacidad. —Señaló el
sofá—. Aunque, creo que se transforma en cama, así que eso es algo.

Miré el sofá marrón. Era bastante nuevo y, sinceramente, no se veía


tan mal. ¿Quizás la tecnología había encontrado una forma de
deshacerse de la barra incómoda de los sofácamas que se te clavaba en la
espalda? Supongo que me estaría enterando.

—Esto se ve genial. No te preocupes por eso —le aseguré.

—Ben preguntó para alquilar otra cabaña para ti, pero la señora dijo
que estaban todas ocupadas.

—Sí, también lo hice. —Le sonreí—. En realidad, no es gran cosa.


Solo lamento estar entrometiéndome entre ustedes.
85

Me lanzó una mirada.

—Oye. Nos encanta tenerte. Solo quiero que estés cómoda. Las
gemelas aún no duermen bien, así que me preocupa que hagan un festival
de gritos y te mantengan despierta la mitad de la noche. Siempre puedes
dormir en la cabaña de mamá y Russ si es demasiado para ti.

Nop.
—Lo prometo, estoy bien —dije, ignorando su mirada preocupada a
medida que movía mis maletas detrás del sofá, donde con suerte serían
menos tentadoras para dos niñas curiosas de tres años—. ¿Mamá y Russ
ya regresaron del esquí a campo traviesa?

Chloe se dejó caer en el sofá, vaciando en el suelo una tina de bloques


magnéticos que debe haber traído. Como por arte de magia, el sonido
hizo que las gemelas se acercaran corriendo y se distrajeron con los
bloques en poco tiempo.

—Aún no los he visto. Llegamos aquí después de que ya se habían


ido.

Me senté junto a ella.

—¿Es raro que esté esquiando con él? Nunca había oído que mamá
hiciera algo así.

Chloe se encogió de hombros.

—Russ también la tiene jugando con él en un equipo de voleibol del


club en casa.

Intenté imaginarme a mamá practicando deportes. O el esquí a


campo traviesa. Mientras crecía, las noches salvajes de los viernes de mi
familia consistían en Monopolio o una noche de cine. 86
—Aún no he visto a tu novio.

Le lancé una mirada.

—¿Qué?

Chloe me dio una sonrisa maliciosa.

—Glen Foster.
—Eres la peor.

—Después de este viaje podría volver a ser tu novio si no empiezas a


hablar de Miles.

Había tenido dos horas sola en un auto para prepararme, así que, esta
vez estaba lista para ella.

—Escucha. No quiero aburrirte con todos los detalles porque aún es


muy nuevo. Simplemente se me meterá en la cabeza.

Listo. Eso fue inteligente. Y cierto. Si en realidad hubiera estado en


una relación nueva, estoy segura de que sería lo suficientemente madura
como para no querer discutir cada pequeña cosa, especialmente con
Chloe. Estaría tan emocionada que le daría demasiada importancia a
todo. Ese es el tipo de cosas que se meten en tu cabeza.

—Entonces, ¿qué tal solo algunos detalles? Y mírame a los ojos.

Pasé el siguiente par de horas siendo una trepadora humana con las
gemelas en el piso y dándole a Chloe la información suficiente sobre
Miles para mantenerla satisfecha, aunque no estaba segura de que
estuviera totalmente convencida. Ben había recibido algunas
responsabilidades nuevas en el trabajo, lo que explicaba el teléfono
pegado a su oreja la mayor parte de la tarde, pero se unió a nosotras por
87
intervalos breves.

—¿Cuál es el itinerario para este lugar? ¿Lo sabes? —pregunté,


curiosa a regañadientes por saber mi destino para la noche.

—Esta noche hay una gran cena de bienvenida en el albergue —dijo


Chloe—. Eso es todo lo que sé.

Ben se unió a nosotras nuevamente unos minutos más tarde,


empujando una silla junto al sofá. Pasamos el siguiente rato riendo y
hablando, y logré relajarme por primera vez desde que llegué. Se sentía
normal, solo nosotros tres. Solo éramos hermanos reuniéndonos para
una divertida escapada de invierno. No se permitían padres. Casi se
sintió como si nuestra burbuja no hubiera estallado. La presa no se
hubiera roto. Como si papá no hubiera fallecido y mamá no se hubiera
vuelto a casar con el primer hombre que conoció.

88
Seis
«Ya veo que se puede hacer de una mujer un espantajo, si no tiene el
valor de resistir».

William Shakespeare. La Fierecilla Domada

El albergue estaba iluminado como un faro con luces navideñas


blancas y resplandecientes cuando salimos a la calle Main. Pasamos por
la tienda general y los otros edificios rústicos que eran aún más lindos al
inspeccionarlos más de cerca, mientras nos dirigíamos hacia el albergue.
En algún lugar por encima de nosotros, «Carol of the Bells» de Mannheim
Steamroller sonaba suavemente. La acera al otro lado de la calle también
estaba iluminada, y los huéspedes de las otras cabañas se apresuraban y
dirigían hacia el albergue para cenar. Estuve atenta a los Foster, pero por
fortuna, no vi a nadie familiar a medida que caminábamos.

Al parecer, mamá y Russ se habían perdido en su excursión y


tuvieron que regresar a toda prisa a su cabaña para cambiarse. Mamá le
envió un mensaje a Chloe diciéndole que nos verían en la cena. Me
arrastré detrás de nuestro grupo, sosteniendo la manita de Ivy porque ella
insistió en caminar. 89
Cuando llegamos al albergue, todos los demás ya habían entrado. Ivy
se acercó a una gran estatua iluminada de Santa Claus justo afuera del
edificio, y dejé que la mirara todo el tiempo que quisiera. Cada vez que
pareció lista para seguir adelante, le señalé algo más de la estatua para
atraer su atención una vez más.

—¡Ah, mira, Ivy! ¿Eso es un reno detrás de Santa?

»¡Mira! ¿Santa tiene una bolsa de regalos?


»Ivy, ¿te gustan los regalos?

»¿Qué le pediste a Santa?

Y así sucesivamente. Fue principalmente para distracción, pero


podía exprimir el lindo relleno de su carita de bebé regordeta y seria
mientras pronunciaba mal las palabras y las R por el resto de mi vida.

—Olive. —Me giré para ver a Chloe asomándose por la puerta—.


¿Vienes?

—Sí, lo siento. Ella solo quería ver a Santa más de cerca.

Lo cual era CIERTO.

Chloe me miró con recelo.

—Casi parece que no quieres estar aquí.

—No es mi culpa que tu hija sea tan curiosa.

Sostuvo la puerta abierta para mí mientras yo tomaba a Ivy en mis


brazos y pasaba rápidamente junto a ella hacia el vestíbulo de la cabaña.
Jett estaba ahí de pie para recibirnos frente a la puerta conduciendo a la
sala principal.
90
—Bueno, mira quién es. ¿Rescataste a más automovilistas varados?
—pregunté, sonriéndole.

Se sonrojó, un toque de rosa deslizándose por sus mejillas.

—Al menos, no en el último par de horas.

Entramos para encontrar una habitación amplia iluminada con


acogedoras luces amarillas. Había estado aquí horas antes, pero ahora el
lugar relumbraba con la Navidad. Hileras de vigas de madera sostenían
el alto techo. Mesas largas y sillas estaban alineadas y decoradas cerca
del escenario. Coronas de flores cubrían todas las ventanas, vegetación
cubría cualquier cosa a la que se pudiera unir, y se colgaron luces blancas
centelleantes sobre las mesas. Una exhibición de pacas de heno en la
esquina obviamente estaba pensada como telón de fondo para las
fotografías. Sentí como si acabara de entrar en un libro de Navidad.

A excepción de los Foster, fuimos los últimos de nuestro grupo en


llegar. Incluso mamá y Russ de alguna manera nos ganaron allí.
Multitudes de familias se reunían alrededor de la sala con un puñado de
niños corriendo salvajemente bajo los pies de todos. Nos dirigieron hacia
una mesa estilo picnic, mientras los bufets detrás de nosotros estaban
siendo llenados por miembros del personal con tazones y platos,
cargados de comida. El olor a carnes ahumadas y canela me hizo salivar.

—¡Ahh, es muy lindo! —Chloe señaló a un rubio alto, con músculos


sobresaliendo de su camisa de manga larga, sentado en el borde de una
mesa.

Mis ojos no pudieron evitar seguir su dedo grosero, y fijé mi mirada


en un hombre que parecía tener treinta y tantos años.

—Tiene un anillo puesto.

—¿Qué? —Entrecerró los ojos más cerca de él—. Maldita sea.

—Deja de mostrarme chicos. Estoy saliendo con alguien —mentí,


91
sintiéndome increíblemente agradecida de tener la tarjeta Miles en mi
bolsillo trasero, por así decirlo. Mentira o no, en realidad era genial.
Aunque se estaba volviendo bastante evidente que, a pesar de mis
increíbles habilidades de actuación, una parte de Chloe aún no parecía
creerme.

—Solo te estoy mostrando el paisaje —dijo ella, toda inocencia—.


Solo en caso de que necesites a alguien físicamente aquí para defenderte
de Glenn y su madre. —Chloe hizo un gesto hacia una mesa larga en el
lado derecho de la habitación—. Todos están sentados por allá.
Miré y vi a mi mamá sonriéndome expectante a medida que se
levantaba de su asiento y comenzaba a caminar hacia nosotras. Registré
vagamente una mancha borrosa a su lado que probablemente era Russ,
pero no me permití mirarlo.

Era hora de empezar. Sonríe.

Mamá vino hacia mí con los brazos extendidos y una sonrisa cálida.
Se veía igual que siempre y, sin embargo, de alguna manera no lo era. Su
cabello castaño tenía mechones de gris corriendo por todas partes y le
llegaba justo a los hombros. Parecía más joven, pero probablemente eran
las lindas botas para la nieve, los jeans y la blusa floreada que llevaba
puesta. También pareció más suave de alguna manera cuando me
acercó. Envolví mis brazos alrededor de ella y cerré los ojos brevemente,
absorbiendo lo bien que se sentía ser abrazada por ella. Mamá siempre
había sido una gran abrazadora, apretada y absorbente, y nunca se
apartaba primero.

Está bien, me corrijo.

Nunca solía apartarse primero. Pero como no me aparté, ella


finalmente tuvo que hacerlo. Probablemente me habría quedado allí toda
la noche si no hubiera tenido que hablar con Russ.

—Me alegra que estés aquí. ¿Qué tal el viaje? —me preguntó. 92
—Fue lento. Te ves genial, mamá.

Russ dio un paso adelante, con un brazo alrededor de los hombros


de mi madre y su mano extendida hacia mí.

—¡Hola, pequeña! ¿Estás lista para la fiesta?

Fiesta.
Russ era grande. No necesariamente con sobrepeso, pero era alto,
superando el metro ochenta y dos. Su número de zapatos tenía que haber
sido al menos un catorce. Parecía completamente flaco de espaldas e
incluso recto de frente, pero su perfil lateral mostraba una barriga de
tamaño decente. Y tenía una voz que retumbaba.

Observé su mano y esperé demasiado tiempo para reaccionar. Fue


mezquino e hizo que nuestro saludo se sintiera incómodo. Probé una
nueva charla de ánimo en mi cabeza. Soy una mujer adulta, no una
adolescente malcriada. Invocando una sonrisa, me las arreglé para extender
la mano y darle la mano.

—Hola, Russ.

Un chirrido fuerte a través de la habitación hizo que todos se


agacharan y se cubrieran los oídos. El micrófono fue la excusa perfecta
para apartar mi mano de la de Russ y centrar mi atención en otra parte.

Jack Taylor se paró en el escenario y golpeó el micrófono tres veces.


Una gran sonrisa capturó su rostro cuando todos los ojos en la habitación
se volvieron hacia él.

—Ese es nuestro ruido de bienvenida al albergue. —Un murmullo de


risas llenó la habitación—. Bienvenidos, todos, bienvenidos. Si pudieran
encontrar un asiento, iniciaremos con la cena y comenzaremos a 93
desglosar el calendario para esta semana.

Me senté al final de nuestra mesa, junto a Ivy, frente a Ben, y tres


asientos por debajo de Russ, lo que significaba que no tendría que
entablar una conversación educada.

—Hombre, esta noche tenemos un buen grupo —estaba diciendo


Jack Taylor—. Ha sido un gran día conocerlos a todos ustedes. Tenemos
tres reuniones familiares diferentes en marcha. Conseguimos que la
máquina de helados funcionara de nuevo, gracias a Dios. Y nuestra vaca,
Snowflake, solo me pateó dos veces mientras la ordeñaba esta noche. —
Hizo una pausa a medida que un murmullo bajo de risas irrumpía entre
la multitud.

Miré a mi alrededor, contando aproximadamente sesenta personas


ocupando espacio en la gran sala. Aunque era enorme, la madera rústica
y los tonos marrones le daban a todo el albergue un ambiente acogedor.

Jack despidió al grupo para ir a cenar, y toda la multitud comenzó a


pararse y caminar hacia las mesas de bufet a lo largo de la pared trasera.
Chloe y Ben fueron delante de mí, cada uno equilibrando hábilmente sus
propios platos de costillas a la parrilla, verduras asadas y ensalada, así
como un plato con una porción de puré de papas y un panecillo para
cada una de las niñas. Una vez que todos estuvimos de vuelta en nuestras
mesas con platos colmados de comida y tazas de ponche caliente, Jack
subió al escenario una vez más.

—Está bien, sigan comiendo. Espero que estén disfrutando de las


costillas de Bessie, la madre de nuestra querida Snowflake. Era una gran
vaca, pero podría haber sido mucho más amable. Apuesto a que ahora
se arrepiente de eso.

Sonrió ante la alarma en todos nuestros rostros, y su risa posterior


llenó el silencio.

—Estoy bromeando. Nunca les daríamos de comer una vaca que 94


nombramos por cariño. Las costillas fueron cortesía de una vaca sin
marcar del pasto trasero. Estaba lista para irse. Era su momento.

Algunos ataques de carcajadas bulliciosas llenaron la habitación,


intercalados con risas más suaves e indecisas. Decidí comer primero mi
puré de papas.

—Estoy bromeando. Muy bien, tenemos algo especial que contarles.


Cuando mi esposa, Sandy, y yo comenzamos a hacernos cargo de esta
semana de Navidad, comenzamos a notar un tema. Todo se trataba de
los niños. Lo cual es maravilloso. Pero no queríamos que los padres solo
estuvieran aquí, viendo a sus hijos experimentar la magia de la Navidad.
Queríamos que este lugar también les trajera un poco de magia. Así que,
hace unos años, se nos ocurrió una idea. Este será el tercer año que
hagamos nuestro bingo navideño, y siempre ha sido un éxito.

Levantó un cartón.

—Así es cómo funciona. Todos recibirán un cartón de bingo. De


hecho… —Miró alrededor de la habitación hasta que vio a su esposa—.
¡Sandy! ¿Podrías venir a tomar esta pila de cartones y comenzar a
repartirlos? Probablemente todos ustedes conocieron a mi media
naranja, Sandy, cuando se registraron, pero por si acaso, es la mujer que
sabe todas las cosas, si alguna vez tienen alguna pregunta. —Sandy hizo
una reverencia teatral antes de llegar al escenario y tomó la pila de
cartones que le entregó—. Gracias, mi vida. Muy bien, en los cartones
hay veinticuatro cosas, más un espacio libre, para que hagan durante su
estadía de una semana. Todos los cartones son iguales. Es más como un
bingo de «elige tu propia aventura». Hay una versión para adultos y una
versión para niños. La mayoría se superponen, por lo que pueden hacer
cosas juntos como familia, pero la versión para adultos tiene un puñado
de eventos adicionales, por razones que les contaré en un segundo.

—Definitivamente vamos a hacer eso.

Los ojos de Chloe brillaron de emoción. 95


—Qué se diviertan —repliqué.

Su rostro se arrugó, y pareció que estaba a punto de decir algo, pero


fue interrumpida por Jack.

—Muy bien, para los adultos, hay un pequeño premio para


cualquiera que consiga el bingo. Eso significa cinco cuadrados seguidos
en cualquier dirección. Tan pronto como consigan el bingo, llevarán su
cartón al albergue para recibir su premio. Lo mismo con los niños. Pero
si consiguen un cartón lleno (es decir, todos los cuadrados tachados y
completados) antes de la cena de Navidad del 25 de diciembre, su cartón
participará para ganar un viaje con todos los gastos pagados para dos
personas en un crucero a México este invierno. Durante toda una
semana.

Un jadeo pequeño se apoderó de la multitud. Eso incluso hizo que


mis oídos se animaran. Los inviernos de Nueva Inglaterra eran largos y
oscuros… un viaje de invierno a un lugar soleado con playa nos tuvo a
todos interesados. Cuando una pila de cartones de bingo llegó a nuestra
mesa, tomé uno, aunque solo por curiosidad. La mayor parte del cartón
estaba lleno de actividades sencillas de Navidad, cosas que eran fáciles
de hacer con los niños, como andar en trineo, construir un muñeco de
nieve o decorar una casa de jengibre. Pero mi atención se centró en los
cuadros más problemáticos: zambullida polar, beso de muérdago,
ordeñar una vaca a mano, baile en el granero, etc. Me recliné en mi
asiento, habiendo visto suficiente. Ahorraría durante diez años y pagaría
mis propias vacaciones como una adulta respetable.

—Ahora —estaba diciendo Jack—, voy a pedirle a mi encantadora


esposa que les envíe nuestro calendario de eventos. La mayoría de las
actividades en esta lista están disponibles a través del albergue. Por
ejemplo, siempre organizamos un baile en el granero en algún momento
de la semana. Tendremos varias competencias de galletitas navideñas y
casas de jengibre. Podemos mostrarles cómo asar una castaña al fuego.
Y tendremos paseos en trineo hasta la colina grande para andar en trineo.
96
Mantengan su calendario a mano, y conseguir hacer un bingo será
bastante fácil. Llenar el cartón… bueno… esa es otra historia. Hay
algunas cosas que tienen que hacer por su cuenta. Y algunas cosas, como
por ejemplo, la zambullida polar, suenan bastante terribles. —Hizo un
estremecimiento exagerado de cuerpo entero que hizo reír a la multitud.

Jack se inclinó hacia la audiencia, acunando su oído hacia alguien


que había gritado una pregunta. La repitió en el micrófono.
—La zambullida polar consiste en pasar de la bañera de hidromasaje
a un salto completo al estanque detrás del albergue, y luego regresar a la
bañera de hidromasaje. Hay un jacuzzi ubicado justo detrás del albergue
con un camino conveniente directamente al estanque.

Si lo que noté en mi camino fue el estanque, estaba completamente


congelado. Me estremecí solo de pensarlo. Jack continuó, explicando
algunas reglas más mientras revolvía el puré de papas en mi plato. No
tenía ningún deseo de hacer que esta semana fuera «algo» más de lo que
ya era. Mi cuerpo tenía que estar aquí, pero eso no significaba que tuviera
que involucrarme más de lo necesario. Ahora, afortunadamente, con
todo el asunto del novio, no tendría que hacer nada de eso. Palmeé a mi
pequeña yo mentirosa en la espalda por eso.

—Hola, chico sexy, a las 5:00 —susurró Chloe al otro lado de la


mesa. Estaba sentada frente a la mesa de bufet detrás de mí mientras yo
estaba frente al escenario.

—Si es Glenn, voy a matarte.

—Parece que podría trabajar aquí. Santa vaca. Se parece a Jack. Ese
tiene que ser su hijo. Míralo.

—¿Qué? ¡No! ¡Deja de ser tan obvia!

—Nuestra mesa no tiene mantequilla.


97

—¿Qué?

Me lanzó una sonrisa salada.

—Claramente trabaja aquí. Voy a pedirle más mantequilla. Vuelvo


enseguida.

Salió corriendo antes de que pudiera detenerla, no es que pudiera


haber hecho nada para detenerla, excepto arrojarme sobre la mesa para
agarrar su brazo. Ya mátenme. Me negaba a mirar detrás de mí. Dios
santo, tenía novio.

Está bien, lo sé, pero aun así.

Mientras estaba allí sentada, dolorosamente inconsciente de lo que


ella podría estar diciéndole al pobre hombre, me mantuve ocupada
siendo una figura materna dócil para las monstruosas niñas de tres años
de Chloe. Jack parecía muy cómodo con un micrófono en la mano y
comenzó a compartir algunos chistes navideños cursis. Tomé mi tenedor
solo para volver a dejarlo y luego limpié la cara de Ivy con una servilleta.
¿Por qué Chloe estaba tardando tanto? ¿Estaba consiguiendo su número?
Dios no lo quiera, ¿estaría señalándome?

Ben empujó mi pie desde el otro lado de la mesa, sacándome de mi


cavilación aterrorizada.

—Um, ¿hay alguna razón por la que mi esposa ha estado hablando


con una versión montañesa de Bradley Cooper durante los últimos cinco
minutos? —preguntó, sus ojos pegados en algún lugar detrás de mí.

Me quedé inmóvil. Tuve la tentación de ignorarlo ya que


probablemente solo estaba intentando ser gracioso. Pero la parte de
Bradley Cooper me hizo escanear casualmente la habitación antes de
lanzar una mirada rápida detrás de mí junto a la puerta. Chloe estaba de 98
pie, de espaldas a mí, hablando animadamente con un hombre vistiendo
una camisa de franela con los brazos cruzados. ¿Un Bradley Cooper
vestido de franela? Pero después de una inspección más cercana, la
celebridad en cuestión se pareció mucho a…

Un grito ahogado, rápido y doloroso, salió disparado de mí a medida


que parpadeaba un par de veces, preguntándome si estaba soñando.
Porque no había manera, DE NINGUNA MANERA, esto podría estar
sucediendo ahora mismo. El mundo era demasiado grande para una
coincidencia tan horrible.
Y aun así…

El hombre vestido con una franela roja arremangada hasta los


antebrazos, jeans con los agujeros suficientes para que los adolescentes
pensaran que era uno de ellos, y un estúpido gorro gris en la cabeza, no
era otro que Miles Taylor.

99
Siete
«Es encantador cuando tu imaginación se hace realidad, ¿no?»

L.M. Montgomery. Ana de las Tejas Verdes

Algunas cosas me golpearon en ese momento. Primero: Jack Taylor


era una delicia carismática de persona, pero claramente apestaba para
conocer a alguien. Aparte de preguntarme a qué me dedicaba, no me
había preguntado nada de valor sobre mi vida personal durante nuestro
pequeño paseo en tractor esta tarde. Ni siquiera dónde vivía. Podríamos
habernos dado cuenta de todo esto antes de que llegara al albergue, lo
que me habría dejado mucho tiempo para fingir un virus estomacal
horrible. Podría haber estado en mi auto conduciendo a casa mientras
hablamos.

P.D. Virus estomacal. ¿Por qué no pensé en eso?

Segundo: Taylor era un apellido bastante común. Seguro que no


imaginé que, de todas las escuelas en el estado de Nueva York y sus
alrededores, su hijo sería el tipo que trabajaría en la mía. Además, se me
acaba de ocurrir que no tenía ni idea de dónde procedía Miles. Estoy
segura de que debo haberlo sabido en algún momento, pero supongo que
100
cuando uno está haciendo todo lo posible para evitar al molesto y
atractivo profesor nuevo, uno tiende a olvidar esos detalles menores.

Miles estaba sonriendo y hablando con Chloe mientras ella


gesticulaba salvajemente con las manos. Se acercó un poco más. Ella me
señalaría en cualquier momento. Tenía que moverme. Ahora. Chloe
estaba de espaldas a mí, pero si Miles miraba en mi dirección,
seguramente nos miraríamos directo a los ojos.
Escaneé la habitación y encontré una puerta a mi lado. Parecía que
podría conducir a algún tipo de pasillo.

Ese era mi objetivo.

—Tengo que usar el baño —le dije a Ben.

Su ceño se frunció cuando me puse de pie.

—Escucha, no necesito una descripción detallada…

Ya me había ido. Una vez de pie, avancé directamente a la puerta,


sin mirar atrás, sintiendo que tenía un millón de ojos fijos en mí,
esperando saltar.

Estaba tan cerca de mi objetivo. El final estaba a la vista, y luego


fingiría una enfermedad brillante y me iría a casa.

Una vez detrás de la seguridad de las puertas, me encontré en un


pasillo. Alabado sea el cielo. Tomé algunas respiraciones para calmarme
y miré a través de una rendija en la puerta, intentando ver a Miles y
Chloe, pero el ángulo no era el correcto. El pasillo oscuro serpenteaba
hacia la entrada. Me acerqué a la salida sigilosamente, la puerta que
también me pondría más cerca de Miles y Chloe dentro de la gran sala.
No lo ideal. Pero no conocía otra forma de escapar. Tendría que
arriesgarme. 101
Reduje mis pasos a medida que me acerqué a la puerta, mirando a
través de la rendija, y me sorprendió ver lo cerca que estaban Miles y
Chloe de mí. Justo al otro lado. Ahora era mi oportunidad de escapar.

—Es tan loco que tu nombre sea Miles. De repente escucho ese
nombre en todas partes.

Las palabras ahogadas de Chloe llegaron a mis oídos y mi cuerpo se


detuvo, sin consultar mi mente, acercándose para escuchar.
—Ah, ¿sí? —La voz de Miles sonó profunda y amistosa—. Supongo
que, el secreto salió a la luz.

Chloe se rio.

—De hecho, mi hermana está saliendo con un chico llamado Miles.

—Te lo dije, es un buen nombre.

En serio, Chloe, olvídate del nombre. Se está poniendo raro.

—Está bien, bueno, te dejaré en paz. Te parecías tanto a un viejo


amigo de la universidad que tuve que verificar dos veces.

Al menos tenía que estar agradecida de que no usara la excusa de la


mantequilla.

Él se rio.

—No hay problema. Fue un placer conocerte.

Se dio la vuelta para regresar a la mesa, y yo estaba a punto de soltar


un suspiro de alivio cuando se detuvo de repente y se volvió hacia Miles.

—Espera. ¿De dónde eres?

Mis ojos se abrieron como platos. No. NO. ¡Chloe! Tu conversación 102
ha terminado. Vuelve con tus hijas. Con tu esposo.

—Soy de aquí. Mis padres son dueños de este lugar. Pero ahora vivo
en Stanton.

Estaba muerta. Flotando. Desde la rendija de la puerta, vi que el


rostro de Chloe se nubló en un rompecabezas. Miles estaba comenzando
a acercarse a la puerta, mi puerta, probablemente para alejarse de esta
casada psicópata que no lo dejaría en paz, cuando la voz de Chloe puso
el último clavo en mi ataúd.
—¿Nueva York? —preguntó Chloe mientras me mordía los nudillos
y entraba en modo de pánico total.

—Sí.

—Espera. ¿Miles? ¿De Stanton? Ahí es donde vive mi hermana. ¿Qué


haces ahí?

—Enseño inglés en la escuela secundaria.

Mis manos volaron para cubrir mi boca con horror. No tenía idea de
cómo evitar que este tren de carga me aplastara por todas las vías.

—Mi hermana enseña inglés en la escuela secundaria allí.

Hubo una pausa antes de que Miles dijera:

—Espera. ¿Tu hermana es Olive Wilson?

Por primera vez, me encontré deseando que no supiera mi verdadero


nombre. Respondería felizmente a Tallo de Apio por el resto de mi vida
si me sacara de esta catástrofe absoluta. Aun así, no pude negar sentir
una pizca de calor calentando mi tundra congelada de cuerpo cuando mi
nombre salió de sus labios. Fue un misterio por qué, pero no tuve tiempo
de descifrar el código antes de que Chloe atacara una vez más.
103
Se rio.

—Sí. —Sus ojos se iluminaron de repente, su voz bajó cuando dijo—


: ¿Estás aquí para sorprenderla? Actuó como si no fuera a verte durante
el descanso. —Ante lo que solo puedo suponer que era una mirada muy
confundida en el rostro de Miles, Chloe se rio entre de nuevo—. Lo
siento. Me dijo que ustedes estaban saliendo. ¿Espero que esté bien? Pero
siento que ella no tenía idea de que estarías aquí, o de lo contrario me lo
habría dicho.
Otra vez. Una pausa larga. Podía sentir a Miles calculando su
respuesta. En cuanto a mí... mi cuerpo se convirtió en un gélido trozo de
hielo, a un viento fuerte de derrumbarse y romperse.

—Sí. —Su voz sonó baja con un borde intrigante—. Definitivamente


vine aquí para sorprenderla. ¿Cuánto tiempo te dijo que habíamos estado
saliendo?

—Unas pocas semanas. —Los ojos de Chloe se abrieron del todo—.


¿Por qué? ¿Ha sido más tiempo? Ha sido irritantemente callada con todo
este asunto.

—No. Eso suena correcto.

—OH, DIOS, ¿puedo ver cómo la sorprendes? Va a enloquecer. —


Chloe volvió la cabeza de repente, su atención probablemente
dirigiéndose a su esposo confundido e hijas—. ¿Adónde fue?

La cabeza de Miles se volvió hacia donde ella miraba.

—¿Está aquí?

¿Por qué su voz subió dos octavas excitadas?

—Estaba… —La voz de Chloe se apagó a medida que buscaba entre


la multitud—. Honestamente, pensé que estaba mintiendo en cuanto a 104
salir contigo, así que me estaba metiendo con ella fingiendo intentar
emparejarla con alguien. No creo que se diera cuenta de que eras tú.

Otra risa baja.

—Ah, podría haberlo hecho.

Ella le sonrió juguetonamente.

—¿Debería hacer mi advertencia de hermana autoritaria ahora o más


tarde?
Miles estaba escaneando la habitación. Sabía que lo hacía. Santa
llegó temprano este año y él tenía un regalo para torturar. Pareció
distraído cuando le respondió:

—¿Tu qué?

—Mi discurso. Ese en el que te digo que si la lastimas, te mato.


Porque hasta ayer, todo lo que había escuchado era lo terrible que eras.

Se rio de nuevo, pareciendo regresar al verdadero Miles.

—Veamos cómo va esta semana. ¿En qué cabaña está?

Disparé puñales a la cabeza de Chloe, usando la telepatía para


forzarla a NO DECIRLE, aunque sabía que él probablemente podría
averiguar muy fácilmente por medio de su madre dónde nos estábamos
quedando.

—En la siete. Con nosotros. Se queda en el sofá cama. Teníamos otra


cabaña alquilada para ella, pero la cedimos para que pudieran venir los
amigos de mis padres, para ser exactos, el exnovio de Olive y sus padres.
—Le dirigió una mirada significativa.

¿Ya NO existía el código de honor entre chicas? Nunca pudo


resistirse a provocar un poco de drama si se presentaba una oportunidad.
105
—Oye, Chloe, fue un placer conocerte, pero acabo de recordar algo
de lo que debo ocuparme.

Esa fue mi señal. Sabía de qué se trataba el asunto de Miles, y entré


en pánico. Iría a buscarme, y tenía que I-R-M-E.

Mis intenciones fueron medio honorables.

Mi velocidad fue impresionante.

La ejecución fue desafortunada.


Estaba a medio camino de la puerta principal cuando la correa de mi
bolso se enganchó en la manija de la puerta. Mi cuerpo retrocedió
bruscamente casi ahorcándome con mi propia ropa. Mientras intentaba
desenredar la correa frenéticamente, sentí un cuerpo cálido en mi espalda
y una mano agarró mi brazo. Entonces escuché un acento bajo que llenó
mi corazón de pavor y mi cuerpo de escalofríos.

—Hola, Tallo de Apio.

Mis hombros cayeron, junto con mi cabeza y cada onza de mi


dignidad. La hora de rendir cuentas por todos mis pecados estaba ahora
sobre mí.

—¿O debería decir, novia?

Me di la vuelta. Miles estaba de pie demasiado cerca de mí, llenando


mi vista con una franela estirada sobre un pecho amplio y un pequeño
atisbo de vellos más allá del botón superior. Tragué pesado, llevando mi
mirada hacia arriba, más allá de la sonrisa molesta, los pómulos fuertes
y el indicio de una barba, hasta que se encontraron con sus ojos,
marrones, arrugados y llenos de alegría traviesa.

—¿Me perdí algo? He sido novio una o dos veces antes, pero recuerdo
muchos más besos.

A pesar de que estaba avergonzada y molesta de que él estuviera en


106
mi espacio, y mis dedos hormiguearan por poner ese estúpido gorro gris
sobre todo su rostro odioso, no pude evitar que mis mejillas comenzaran
a calentarse. Lo cual era ridículo. Era MILES. Mi némesis.

—Pero quiero decir… me enviaste por correo electrónico esa nota de


amor tan romántica, así que… —continuó.

Me sentí como si me hubieran dejado caer en medio de un partido de


tenis y alguien me estaba dando un palo de golf. No podía pensar en
cómo comenzar a procesar toda esta situación, y mucho menos decidir un
curso de acción. Aún estaba confundida en cuanto a cómo estaba Miles
aquí. En mi cara. Burlándose de mí. Obligué a mi cerebro a concentrarse
en una respuesta.

—Esa no fue una nota de amor.

—Claro que tenía un uso excesivo de adjetivos halagadores.

—Fueron sarcásticos. —Le fruncí el ceño.

Se metió las manos en los bolsillos, luciendo completamente a gusto


con todo nuestro intercambio.

—Al menos pudiste haber agregado una línea allí sobre querer
conocer a mis padres.

De acuerdo, me merecía todo esto. Me lo había buscado yo misma.


Pero aun así, ¿no podría tener un poco de dignidad divina?

—Olive, ¿te importaría explicar algunas cosas?

Mis ojos se dispararon hasta los suyos. Por segunda vez en cinco
minutos, había pronunciado mi nombre, y por segunda vez, el calor se
acumuló en mi pecho.

Miré por encima de su hombro y me convencí de que estábamos 107


solos. En realidad, no quería mencionar todo el asunto de Glenn, y hasta
ahora, la amenaza de Glenn parecía bastante leve, como en… no estaba
aquí. Fuera de mi vista, fuera de mi mente. Pero a pesar de lo exasperante
que era Miles, le debía una explicación.

—Está bien, escucha —comencé, luego me detuve, mis mejillas


sonrojándose, golpeando mi cabeza mentalmente contra la pared. ¿Por
qué tuve que usar el nombre de Miles?—. Para evitar que mi familia
intentara tenderme una trampa con un exnovio… podría haberles dicho
que estaba saliendo con alguien.
Se tapó la boca con la mano como si estuviera sumido en sus
pensamientos mientras asentía.

—Ya veo. Comprensible. El único problema es que tu hermana


parece pensar que soy yo, específicamente.

Cerré los ojos y respiré profundo y alentador por la nariz. No hizo


nada para calmarme. Pero no descansaría hasta que dijera las palabras.

—Cuando supe que mi ex vendría… le dije a mi hermana, por


impulso…

Sus cejas se levantaron apreciativamente, esperando que terminara la


declaración. Conmigo ahí parada… en realidad, no quería hacerlo.

—Y… —insistió.

—Y cuando preguntó quién… salió tu nombre.

—Ahí está. —Suspiró feliz.

—Para que conste, mi mente solo fue allí porque acabábamos de


tener esa pelea ayer en la cocina.

Retrocedió ante eso.


108
—¿Pelea? ¿Qué pelea? Eso no fue una pelea.

Resoplé, cruzándome de brazos y mirándolo furiosa.

—Me gritaste en la cocina, intentando hacerme sentir estúpida por


ayudar.

Frunció el ceño.

—Nunca grité. Y eso no es lo que quise decir.

Metí mi cabello detrás de mi oreja.


—Escucha, solo necesitaba un nombre. Por alguna loca razón, salió
el tuyo, pero nunca pensé que alguna vez importaría.

Se quedó en silencio por un momento, mirándome fijamente.

—¿Nunca me habías oído hablar del albergue?

Levanté las manos al aire.

—Debo haberlo perdido en todas nuestras conversaciones.

Hizo un ruido de incredulidad antes de cruzarse de brazos.

—Entonces, ¿cómo te enteraste de este lugar?

—Millie me dijo...

Me detuve abruptamente, mis manos cubriendo mi rostro a medida


que Miles solo se reía. El último mensaje de texto de Millie de esta
mañana diciéndome que me divierta y estuviera dispuesta a abrazar los
placeres inesperados de la vida ahora adquirió un significado
completamente nuevo. Esa jodida mocosa. Recibiría un mensaje de texto
muy fuerte de mi parte más tarde esta noche.

Froté mi mano sobre mis ojos. Era difícil tener un novio imaginario
falso cuando el chico real acababa de aparecer. Tenía que terminar con 109
esto ahora mismo. Glenn sería oficialmente mi problema esta semana.

—Todo fue una estupidez, ¿de acuerdo? Lamento haberte arrastrado


a esto. Esta noche le contaré todo a mi familia. Puedo simplemente…
lidiar con Glenn. Tienes permitido olvidar oficialmente que esto sucedió
alguna vez. —Le di una sonrisa tensa y me di la vuelta para hacer mi
gran escape.

—Espera un segundo…
No. Me iba de allí. Alcancé la manija de la puerta cuando mis ojos
captaron un movimiento afuera. Y entonces no me moví más. En la
acera, bajo la pasarela iluminada por farolas, caminando hacia el
albergue, estaban Glenn Foster y sus padres. Aunque habían pasado
años desde que había visto a Virginia Foster, su melena rubia platinada
era imposible de pasar por alto. Su esposo, Lyle, caminaba a su lado,
agarrándola del codo para evitar que resbalara en sus botas de tacón de
siete centímetros. Y frente a ellos, liderando el camino y luciendo tan
elegante como siempre con una gabardina negra, una bufanda marrón y
un sombrero de repartidor de periódicos, estaba Glenn.

Y luego entré en pánico.

Había diferentes niveles de horror, y comprendí rápidamente que el


horror con Miles era mucho más aceptable que con Glenn. Dando la
vuelta, lo encontré aún allí con los brazos cruzados y observándome con
las cejas levantadas. Con la boca abierta y sin palabras, lancé otra mirada
por la ventana.

—Está bien, ¿fingirás ser mi novio solo por ahora? Encontraré algo
después de esto, lo prometo. —Mis palabras salieron entrecortadas y
rápidas. No tenía tiempo de pensar demasiado en mis acciones. Glenn
estaría aquí en segundos.

Miles se inclinó sobre mí, tomándose su tiempo para mirar por la 110
ventana.

—Ahhh. Este debe ser el ex. No se ve tan mal. ¿Cuál es la historia?

Definitivamente no estaba dispuesta a entrar en problemas de


relaciones pasadas con Miles Taylor, pero necesitaba su ayuda, así que
tenía que darle algo.

—Simplemente no es para mí.


Miles se paró a mi lado, frotándose las manos y crujiéndose el cuello
como si se preparara para un combate de boxeo.

—Muy bien, ¿en qué etapa de las citas estamos? ¿Nos tomamos de
las manos? ¿Tenemos apodos? ¿Nos enrollamos detrás del granero? No
estoy seguro de lo que prefieres. Nunca me desperté a tiempo para
terminar de leer cómo Rochester tuvo éxito.

Me obligué mentalmente a ignorar el ataque a mi libro favorito para


abordar la prioridad más alta.

—Taylor, nunca estaremos en el escenario del granero.

—Eso no es a lo que aludió tu hermana.

Golpeé su pecho mientras soltaba una carcajada.

Los murmullos bajos fuera de la puerta significaban que los Foster


estaban casi sobre nosotros. Miles se inclinó más cerca, su aliento cálido
como una pluma en la piel debajo de mi oreja.

—¿Qué va a ser? ¿Vas a besarme? ¿Debería sostener tu mano?


¿Mirarte perdido a los ojos?

Fingí tener arcadas.


111
—No soy una chica de demostraciones públicas, así que solo quédate
ahí y mantén tus manos quietas.

Justo antes de que se abriera la puerta, Miles me rodeó con el brazo


y me apretó contra su cuerpo.

—Lo primero que debes saber sobre tu novio falso es que


definitivamente soy un tipo de demostraciones públicas.
Un hormigueo recorrió mi espalda, pero antes de que pudiera
quitármelo de encima, la puerta se abrió de golpe y Glenn Foster y sus
padres entraron entonces.

112
Ocho
«Mi valor crece siempre a cada tentativa de intimidarme».

Jane Austen. Orgullo y prejuicio

Cada uno de ellos miró dos veces sorprendidos cuando se dieron


cuenta de que era yo.

—¿Olive? —preguntó Lyle.

—Estuvimos tan emocionados cuando tu mamá nos dijo que estarías


aquí —dijo Virginia alegremente. Su sonrisa se atenuó un poco cuando
miró los brazos de Miles alrededor de mi cintura.

Miles me soltó justo antes de que Virginia se abalanzara para


abrazarme. Su abrazo firme y el aroma floral fuerte hicieron que fuera
difícil respirar por un segundo. Lyle fue el siguiente, dándome un apretón
rápido antes de hacerse a un lado, dejando un camino despejado para
Glenn.

Glenn me recibió con una sonrisa amplia. Sus ojos escanearon mi


cuerpo con una eficiencia veloz que me trajo de vuelta instantáneamente 113
a nuestro corto tiempo de noviazgo hace años. Parecía más alto, aunque
no estaba segura de que en realidad lo fuera. Vestía ropa de aspecto caro,
y su cabello rubio oscuro puntiagudo en la parte delantera como si
estuviera intentando parecer más joven. Era cuatro años mayor que yo,
lo que significaba que ahora rondaba los treinta.

—Hola, Olive.

Se inclinó y me tomó en sus brazos, ignorando por completo a Miles


de pie a mi lado. Después de un momento de vacilación, mis manos
palmearon su espalda torpemente. Se demoró demasiado, la misma
colonia costosa infiltrándose en mi nariz. Su abrazo fue familiar y
desagradable a la vez, y me solté rápidamente de sus brazos y retrocedí
hacia Miles.

Glenn finalmente noto al hombre esperando pacientemente a mi


lado. Sus padres también lo observaron, y cada par de ojos se posaron en
mi hombro donde descansaba el brazo de Miles.

—¿Quién es éste? —preguntó Virginia. Su voz sonó cortés, aunque


un poco insegura.

Miles alargó la otra mano hacia ella, sonriendo.

—Hola. Soy Miles, el novio de Olive.

Escalofríos se dispararon por todo mi cuerpo. Sus palabras mezcladas


con ese acento bajo e informal me hacía querer acurrucarme en su regazo
mientras jugaba con mi cabello a medida que veíamos una película.
Aunque era mucho más alto, nuestra diferencia de altura parecía
complementaria. Pero no podía permitirme distraerme con
pensamientos como ese, porque no tenía ninguna duda de que iba a
hacerme sufrir por esto. Todo tenía un precio con Miles Taylor. Ahora
la sensación de su mano frotando suavemente la parte superior de mi
brazo se sintió diferente. Moví mi hombro hacia arriba muy ligeramente,
intentando quitarme sus dedos de encima. Se detuvieron, pero no se 114
movieron.

Los expresivos ojos azules de Virginia rebotaron de los míos a los de


Miles.

—¡Ah! ¿Novio? Tu mamá no… —se interrumpió, mirando a Glenn.

—Es bastante nuevo —dije alegremente, deseando


desesperadamente que este momento terminara—. Es tan bueno verlos a
todos otra vez.
Virginia sonrió con fuerza, enviando una mirada curiosa más a Miles
antes de decir:

—Sí, no puedo esperar para ponernos al día. Ahora entraremos y


saludaremos a tu madre y a Russ.

Lyle y Virginia se dirigieron hacia la sala principal, dejando solo a


Glenn de pie frente a nosotros.

Nos miró a los dos durante un rato largo, luego finalmente sonrió
levemente condescendiente y le tendió la mano a Miles.

—Glen Foster.

Miles estrechó su mano, dejando caer el brazo izquierdo para que se


ajustara cómodamente a mi cintura. Aunque sabía que era Miles y que
no deberíamos estarnos tocando así, no pude evitar sentirme un poco
más a gusto con él a mi lado. No estaba sola con Glenn, y no tendría que
estarlo.

—Miles Taylor. Encantado de conocerte.

Un destello apareció en los ojos de Glenn a medida que


inspeccionaba a Miles.

—¿Y qué haces? 115


—Enseño inglés con Olive.

Dio un paso atrás, observando entre los dos antes de empezar a reír.

—¿Los dos? Ah, cielos. Apuesto a que tienen algunas noches locas
de viernes, discutiendo de Shakespeare o lo que sea que fueran esos libros
aburridos que Olive solía leer todo el tiempo.

Miles pareció haber encontrado algo divertido, no tanto como Glenn,


pero algo.
—A veces me escribe notas de amor —dijo, mirándome.

Le pellizqué el costado, y él hizo lo mismo con el mío.

Glenn resopló, sacudiendo la cabeza.

—No puedo creer que haya dos de ustedes.

Mi pie tembló dentro de mi bota. Algo molesta. Podía manejar los


comentarios de Glenn: la grosería sarcástica y solapada cubierta por una
sonrisa encantadora. Sabía esperarlo, pero en realidad me molestó que
Glenn le hiciera lo mismo a Miles. Quiero decir, para mí, Miles era lo
peor. Pero para todos los demás, era encantador. El hecho de que no
fuera mi taza de té no significaba que quería que mi exnovio lo
menospreciara. Aunque… no debería haber importado. Debería haber
mantenido la boca cerrada. Solo agregaría combustible al fuego de Miles
más adelante, pero no pude evitarlo.

Me crucé de brazos y traté de parecer indiferente con mi elogio, pero


mi corazón latía con fuerza.

—De hecho, Miles es un autor. Una gran editorial lo acaba de


contratar para terminar su serie. También es bastante aventurero: escala
rocas en verano y esquía pistas negras en invierno. —Debí haberme
detenido ahí, pero la razón me había abandonado y seguí adelante—. Y
116
aun así encuentra tiempo para escribirme notas de amor.

Glenn enarcó las cejas.

—Pensé que tú le habías escrito notas de amor…

Cuando finalmente tuve el descaro de mirar a Miles, tenía una


sonrisa en su rostro.
—La ayudo a encontrar las palabras correctas, para que en realidad
sean de los dos cuando terminemos. —Me acercó más y me besó en la
sien antes de que pudiera parpadear.

Me tensé como una estatua de piedra cuando los labios cálidos de


Miles Taylor tocaron mi cara.

No pienses. No reacciones. Compórtate normal con tu novio.

NO PIENSES.

Glenn miró a Miles, incrédulo, durante un momento largo.

—¿Qué escribes? ¿Romance?

Miles me miró fijamente a los ojos durante demasiados minutos


largos y agonizantes. Parecía estar disfrutando trabajar con su público y
hacer que todos, incluyéndome a mí, se sintieran incómodos. La
venganza ya había comenzado.

—Tal vez algún día.

De acuerdo. Tenía que correr con esto o de lo contrario Glenn sabría


que algo estaba pasando. Le di a Miles una mirada de advertencia.

—Escribe aventuras infantiles —dije. 117


—¿Libros para niños?

Miles se aclaró la garganta, esta vez luciendo menos divertido.

—¿Qué es lo que haces?

Glenn sonrió con fuerza.

—Soy gerente de adquisiciones de una empresa manufacturera en las


afueras de Boston.
—Suena complicado.

Glenn sonrió.

—Paga las cuentas.

En este punto, ambos hombres seguían sonriendo, pero se sentía más


como perros rabiosos mostrando sus dientes.

—Bueno, Glenn, ha sido agradable verte de nuevo. —Le sonreí,


dándole una indirecta amable de que era hora de que siga adelante. Mi
cuerpo estaba en un torbellino de agitación. Necesitaba que Glenn se
fuera, que Miles dejara de tocarme y que toda esta noche miserable
terminara antes de que mi corazón martilleando sufriera un paro
cardíaco.

—Sí. Debería ir y sentarme con mis padres un rato. Aunque, escuché


que somos vecinos. —Me dio una mirada mordaz—. Tal vez pase esta
noche más tarde y arroje algunas piedras a tu ventana como en los viejos
tiempos. Tenemos mucho en lo que ponernos al día.

Me lanzó una mirada satisfecha antes de asentir hacia Miles y pasar


junto a nosotros a la sala principal. Mi cuerpo se sintió diez kilos más
ligero a su partida.

—Parece agradable —dijo Miles. 118


Me alejé con cuidado de su brazo. Mi mirada fue al suelo, por alguna
razón incapaz de mirarlo a los ojos. Todo esto no era nada para lo que
hubiera negociado o preparado. Seguramente por un episodio psicótico
de Tourette, le había dicho anoche su nombre a mi hermana. Se suponía
que nunca lo sabría. Y sin embargo, aquí estaba. Casi como si me hubiera
pedido un novio para la semana. Era desconcertante, y necesitaba
terminar esto ahora.
—Bueno, gracias por… eso. Lamento mucho todo este lío extraño.
Encontraré algo que decirle a mi familia esta noche.

—¿Qué vas a decir?

Me encogí de hombros, aun encontrando fascinante el suelo.

—Les diré a todos que rompimos.

Resopló.

—De ninguna manera.

Mis ojos revolotearon hasta los suyos.

—¿Por qué no?

Cruzó los brazos sobre el pecho.

—¿Vas a dejar que piensen que rompí con mi novia una semana antes
de Navidad? No. No voy a ser esa clase de hombre.

—Bien. Rompí contigo.

Me lanzó una mirada impaciente.

—Nunca creerían eso. 119


Resoplé, sintiéndome molesta por el brillo en sus ojos.

—Sabes, de hecho, podrían.

—No. Digo que estamos en esto toda la semana.

Mis cejas se alzaron en estado de shock. Eso era lo último que


esperaba que dijera.
—No. Vamos a terminar esta noche —siseé. Una cosa era segura:
con la forma en que mi cuerpo traidor reaccionaba ante él, solo podía
salir con Miles Taylor cuando Miles Taylor no tenía idea de que
estábamos saliendo.

—Olive, ¿quién es éste?

Mamá se acercó al vestíbulo con una sonrisa expectante en su rostro,


con Chloe siguiéndola.

Miles y yo éramos de repente dos ciervos muy en los faros. Me quedé


congelada, sin saber qué hacer dada la última parte de nuestra
conversación.

Miles metió las manos en los bolsillos y me miró con curiosidad


divertida, esperando mi movimiento. Iba a dejarme liderar, pero en
consecuencia, en cuanto al esfuerzo, iba a hacer que llegara al cien por
ciento a su cero.

—Miles, no me esperaste.

Chloe se detuvo con las manos en las caderas, mirando de un lado a


otro entre nosotros. Se veía un poco pálida y como si un viento fuerte
pudiera derribarla, pero eso no impidió que me mirara con una emoción
que no pude identificar. ¿Sospecha? Mi ceño se frunció ligeramente.
Miles estaba aquí. Por defecto, ahora tenía que creerme, ¿verdad?
120
Levantó las cejas hacia mí. Esperando.

Al parecer, su obsesión por los podcasts sobre crímenes reales estaba


dando sus frutos. Era como el maldito Sherlock Holmes, husmeando en
busca de pistas. Algo dentro de mí no podía hacerle saber que tenía
razón, al menos aún no. Y no delante de todos. Alguien tenía que
demostrarle que no era la mentirosa que en realidad era.
Me acerqué a Miles y entrelacé mi brazo con el suyo. Me dio una
sonrisa exageradamente seductora. Me encogí mentalmente por lo que
esto me costaría más tarde.

—Entonces, ¿eres el chico apuesto del que hemos estado


escuchando? —preguntó mamá, mirando a Miles.

Está bien, ya mátenme. No aprecié su insinuación de que hablaba de


él todo el tiempo. Y nunca lo llamaría apuesto, especialmente en su
rostro. Esa palabra era para los libros de romance escondidos en secreto
en mi Kindle. No para Miles Taylor.

Antes de que pudiera responder, Miles se inclinó hacia delante y


estrechó la mano de mi madre.

—Soy Miles. Trabajo con tu hermana.

Mamá levantó las cejas.

—Te refieres a mi hija.

Me moví incómoda cuando Miles hizo un gran espectáculo cliché de


asombro proclamado por la edad de mi madre mientras mi madre se
sonrojaba y golpeaba su hombro juguetonamente. Justo en ese momento
comprendí lo que era tan diferente en mi madre esta noche. Estaba
usando maquillaje. Nunca solía usar mucho, si es que usaba algo, y 121
ahora una halagadora veta rosa coloreaba sus mejillas, y sus ojos estaban
realzados con una capa oscura de rímel.

—Olive, creo que este es para quedárselo —dijo, llevándome de


vuelta a la conversación.

Miles puso su brazo una vez más sobre mis hombros, apretándome
más fuerte.

—Sigo intentando convencer a tu hija de eso.


Mamá se rio a medida que Chloe agregaba:

—Su familia es dueña de este lugar. Lo mantuvo en secreto para


poder sorprender a Olive cuando supo que vendríamos.

Su voz definitivamente estaba plagada de cautela. Lo que me hizo


preguntarme si mis habilidades de actuación por debajo de la media
tenían la culpa. Era hora de ponerme mis pantalones de niña grande y
jugar este juego tonto que había comenzado. Sonreí alegremente y me
giré hacia mi novio falso, perforándolo con una mirada privada tan llena
de súplica que no pudo hacer nada mientras me inclinaba más cerca y le
daba un beso en la mejilla. Se sintió más cálido de lo esperado, dado el
frío. Tenía una pizca de barba en la cara, y la sensación general no fue
tan horrible como había imaginado. Sin embargo, me negué a mirarlo a
los ojos.

—Fue la mejor sorpresa del mundo. ¿Cuáles eran las probabilidades?


—dije, volviéndome hacia mamá y Chloe.

—Son tan lindos.

Mamá sonrió emocionada.

—¿Solo un beso en la mejilla? —Chloe me sonrió con dagas—.


¿Después de un gesto tan romántico?
122
Mi nariz se ensanchó ligeramente, pero me las arreglé para mantener
mi sonrisa brillante a medida que contemplaba a mi horrible hermana.

—Ya le he dado plenamente las gracias. Además, no me van las


demostraciones públicas de afecto.

—Pero a mí sí —dijo Miles, girándose para mirarme, con pura


travesura diabólica en su rostro—. No me importa si me agradeces de
nuevo.
Todo mi cuerpo se congeló. Mamá y Chloe me observaban
expectantes. Tenía que seguir el juego. No había forma de que besara a
Miles, aunque ahora sabía exactamente cómo pretendía vengarse de mí
por todo esto.

Apreté su brazo con más fuerza mientras intentaba reírme de mi


madre y Chloe.

—¿No tienen dos esposos a quienes volver?

—Estarán bien —dijo Chloe, agitando su muñeca frente a ella como


si no fuera gran cosa—. Quiero alguna prueba de que en realidad están
saliendo. Ya que nadie sabía nada de ustedes dos antes de anoche.

Esa pervertida hormonal.

Miré a mamá para salvarme. Seguramente esto también era extraño


para ella. Pero esta mujer estaba muy lejos de la madre remilgada y
correcta con la que había crecido. Sonrió y se cruzó de brazos.

—Ella tiene un punto. Un beso rápido podría ayudarnos a todos a


entender esto.

¿Qué estaba pasando?

Miles se volvió hacia mí, intentando ocultar su sonrisa. 123


—Tallo de Apio, será mejor darle a la gente lo que quiere.

Bien.

BIEN. Tenían razón. No le haría daño a nadie. El efecto de un beso


estaba en nuestras cabezas, inflado por las comedias románticas del
mundo. Un beso real solo era una boca presionada contra otra boca. De
hecho, un poco asqueroso. Pero en realidad no era gran cosa. Podía
poner mi boca en la boca de Miles Taylor y terminar con eso. ¿Sabes lo
que era difícil para que mi cerebro comprendiera de verdad? Que estaba
siendo forzada a esta posición. Que Miles estuviera AQUÍ en este preciso
momento. Iba a matar a Millie.

Me volví para mirar a Miles.

—Muy bien, hagamos esto.

Sus labios se extendieron en una sonrisa.

—Qué romántica —murmuró.

—Cállate —susurré justo antes de agarrar el cuello de su camisa de


franela, jalarlo hasta donde pudiera alcanzarlo, y presionar mi boca
contra la suya. No me había dado cuenta de lo fríos que estaban mis
labios hasta que tocaron los suyos. ¿Cómo es que los hombres siempre
eran tan cálidos? El atractivo olor a pino y especias de su colonia intentó
debilitarme inmediatamente, pero me mantuve firme, como un roble
inamovible. En cuanto a los besos iban, fue lo que imaginaba que se
sentiría darle un beso en los labios a un abuelo. Nuestros labios estaban
ligeramente fruncidos, pero me negué a abrir más la boca, así que solo
nos quedamos allí con las bocas presionadas todo el tiempo que pude.
Me aparté y me metí el cabello detrás de la oreja, preguntándome por
qué mi corazón latía con fuerza. No pudo haber sido por ese beso.

Me aclaré la garganta y me volví para enfrentar a mis verdugos.


124
—Ahí tienen.

—Guau —fue todo lo que Chloe pudo decir.

—Eh —dijo mamá.

Todos nos quedamos allí en un silencio medio incómodo por unos


momentos antes de que mi madre nos sacara de nuestra miseria.

—Bueno, Olive, aún estás en problemas por mantenerlo alejado de


nosotros.
Arrugué la nariz juguetonamente.

—Lo siento. Quería estar segura de que no iba a fracasar antes de


decírselo a todo el mundo.

Miles rio apreciativamente, su brazo serpenteando una vez más


alrededor de mi cintura.

Chloe se inclinó de repente, apoyando las manos en las rodillas, y


respiró hondo. Su cara se había vuelto aún más pálida desde que
habíamos estado parados aquí.

—Chlo, ¿estás bien? —pregunté.

Otro respiro profundo.

—Sí. Solo náuseas.

—Tenemos una tienda general con medicamentos de venta libre. Si


necesitas, puedo ir a buscarte algo —ofreció Miles.

Lo miré con sorpresa, pero sus ojos estaban en Chloe.

—Tenemos algunos en la cabaña. —Le sonrió agradecida—. Pero


gracias.
125
—Entonces, ¿este es el tipo del que he estado escuchando tanto en los
últimos… cinco minutos? —irrumpió la voz atronadora de Russ en
nuestro grupo. Nos giramos para verlo a él y a Ben caminando hacia
nosotros, cada uno con una gemela en sus brazos.

Resistí el impulso de poner los ojos en blanco mientras mis hombros


se hundían en derrota. Este maldito vestíbulo estaba más concurrido que
un metro.

Miles se inclinó hacia delante y estrechó la mano de Russ.


—Un placer conocerlo, señor. Soy Miles.

—Russ Ellis. ¿Alguien te ha dicho alguna vez que te pareces a un


Bradley Cooper joven?

—¿Cierto? Pensé lo mismo —chilló Ben detrás de mi madre.

Una sonrisa se dibujó en todo el rostro de Miles.

—Lo he oído una o dos veces.

La mano que estaba alrededor de mi cintura se clavó en mi costado,


haciéndome cosquillas. Intenté escapar de su agarre casualmente, pero
me sujetó con firmeza.

—¿Cómo terminaste aquí? —preguntó Ben mirándonos con


curiosidad. Debe haberse perdido la explicación de Chloe.

Mamá se adelantó, echándome un vistazo.

—La familia de Miles es dueña de todo el albergue. Aún me parece


una locura que hayas podido mantener este secreto durante tanto tiempo.

—Le encantan las buenas bromas —dije mirándolo y dándole unas


palmaditas en la mejilla, tal vez un poco demasiado fuerte.
126
Mamá apretó mi brazo.

—Bueno, vamos a llevar a Chloe a la cabaña. —Mirándonos,


añadió—: Buenas noches a ustedes dos. Miles, no puedo esperar para
charlar más contigo.

—Lo espero con ansias —respondió. Nos despedimos, y todos se


dieron la vuelta para irse. Entonces susurró hacia mí—: ¿Debería
llamarla mamá?

Le di un codazo en el estómago.
—¿Por qué parece que estás demasiado emocionado por esto?

Cálidas bocanadas de aire golpearon mi oído a medida que sus labios


se movían peligrosamente cerca de mí.

—Porque ahora me debes. En grande.

Antes de que pudiera protestar o exigir que canceláramos cualquier


cosa que fuera esto, Miles afirmó que tenía que ayudar a limpiar el
edificio y se alejó sin decir una palabra más. Entrecerré los ojos, sin saber
si le creía pero no queriendo alargar esto, así que lo dejé ir, con la
esperanza de que, para mañana por la mañana, estuviéramos en la
misma sintonía con todo el plan de la ruptura.

127
Nueve
«Si me dice que tome la puerta; le daré mil gracias, cual si oyera que no
me fuese de su lado en toda una semana».

William Shakespeare. La Fierecilla Domada

Aunque no estuve muy lejos detrás de ellos, Chloe se había ido


directamente a la cama cuando llegué a la cabaña. No me gustaba verla
tan enferma, pero no pude evitar sentirme aliviada por no recibir la
Inquisición Española esta noche. Las gemelas estaban comiendo en la
mesa cuando entré, aparentemente hambrientas después de haberse
negado a tocar su cena en el albergue. Preparé mi cama plegable y luego
ayudé a Ben a cambiar a las niñas a sus pijamas. Colocamos mantas en
el suelo junto a la chimenea junto con sus sacos de dormir. Una vez que
las risas y las travesuras se calmaron, se quedaron dormidas. Ben nos dio
las buenas noches y se coló en el dormitorio. Suspiré cuando su puerta
se cerró y finalmente tuve la tranquilidad que había estado anhelando
desde mi llegada.

Ahuecando las almohadas que habíamos encontrado en el armario,


intenté ponerme cómoda. La tecnología definitivamente no había 128
avanzado en el departamento de las camas plegables. Una barra larga se
extendía a lo largo del marco de la cama, sobresaliendo a través de la
almohadilla delgada del colchón. Contemplé cambiar la cama de nuevo
a un sofá, pero me di cuenta de que no tenía la energía. Había asuntos
más importantes que abordar. Alcancé mi teléfono.

Yo: Solo para que sepas… ya no te llevaré batidos dobles de Oreo al


segundo día de tu período. Y cuando tengas muchas ganas de orinar durante
tu cuarta hora, cuando tengo mi descanso, ya no iré a relevarte. Nunca.

Millie: ¿Qué diablos hice para merecer eso?


Yo: Eres una traidora cobarde. ¡Me enviaste al albergue de Miles a
propósito!

Millie: Oh, Dios mío. ¿Era el albergue de Miles?

Yo: MILLIE.

Yo: *GIF de Darla de Little Rascals aplastando una lata de refresco*

Yo: ¡Me dijiste que habías oído hablar de este albergue por un AMIGO!

Millie: Es mi amigo. Pero tengo tantos amigos que a veces es difícil recordar
quién me dice qué…

Yo: Sabías exactamente lo que estabas haciendo.

Millie: Bueno, mientras estás allí, intenta aprovecharlo al máximo. Estoy


segura de que hay algunos armarios en alguna parte. Sabes qué hacer.

Yo: ¿Drogarlo con cloroformo?

Millie: Prueba con menos delitos… y más besos.

Yo: Tendremos algunas palabras cuando regrese.

Millie: Acepto chocolate, batidos e invitaciones de boda en lugar de 129


disculpas. ¡Me voy a la cama! Mantenme informada.

Dejé mi teléfono y saqué mi Kindle de mi bolsa de lona. Casi le había


contado de todo el desastre de «ahora está fingiendo ser mi novio», pero
no quise entrar en eso. Había terminado, y nunca tendría motivos para
volver a mencionarlo. Una vez que hablara mañana con Miles, me
disculparía y le haría jurar guardar el secreto. Me dejé caer en la cama
por unos momentos, intentando encontrar un lugar donde la barra no se
clavara en mi espalda, cuando mi teléfono se iluminó de nuevo.
Esperando a Millie, estuve medio tentada de esperar cinco minutos
completos antes de responder, para realmente darle a entender lo molesta
que estaba, cuando noté que no era de ella.

Número desconocido: Es Miles. Estoy arrojando piedras a tu ventana


hipotéticamente.

Yo: ¿Por qué haces eso?

Yo: ¿Y cómo obtuviste este número?

Número desconocido: Tengo los números de todas mis novias falsas. Ven
afuera.

Yo: ¿Así es como matas a tus víctimas?

Número desconocido: Estoy a punto de matarte con amabilidad. Como


La Fierecilla Domada.

Yo: Guau. ¿Shakespeare? Te subestimé.

Número desconocido: VEN AFUERA.

Con el corazón acelerado por alguna razón desconocida, me levanté


de la cama incómoda y me puse mi parka blanca y mis guantes. Eché un
vistazo a la puerta que conducía a la habitación de Chloe y de repente
me sentí como una adolescente traviesa saliendo a escondidas en medio 130
de la noche. Las niñas dormían pacíficamente en el suelo, y miré mi
Kindle con pesar. Pero supuse que ahora era un buen momento para
romper con mi novio falso. Metí los pies en mis botas junto a la puerta y
salí en silencio.

Miles estaba de pie en la acera justo debajo de las escaleras


delanteras, con un abrigo azul oscuro y su gorro colgando sobre su frente.
Trozos de su camisa de franela asomaban por el cuello. Tragué pesado.
—Tengo una propuesta para ti —dijo. Tenía los brazos cruzados y
me miraba con una expresión calculadora en el rostro.

El viento me golpeó la cara, pero me dispuse a pararme justo frente


a él.

—¿Qué será?

—Hace poco me di cuenta de que podrías estar loca por mí.

Mis dedos se apretaron.

—No es cierto.

—Fui la primera persona en la que pensaste al nombrar tu novio


falso.

—Solo dije un nombre, y resultó ser el mismo nombre que el tuyo.

Continuó como si no hubiera hablado.

—Tampoco estás por encima de objetivar mi cuerpo, mi buen par de


jamones, para ser exactos.

—¡Eso fue sarcástico! —Estampé mi pie en la nieve, pero él solo se


rio.
131
—Pero esta noche me tiene pensando. Este arreglo también podría
serme útil.

—No tenemos un arreglo. Voy a confesar todos mis pecados mañana


por la mañana.

—No hay necesidad. Ahora me lo debes, y quiero hacerlo.

Cálmate, corazón. No lo dijo en serio como sonó.

—¿Qué quieres hacer?


—Pretender salir contigo esta semana.

Lo miré como si estuviera loco.

—¿Qué? ¿Por qué?

—¿Ya le dijiste algo a tu mamá o a tu hermana?

—No. Chloe ya estaba en la cama cuando llegué a la cabaña.

Me froté los brazos enérgicamente para protegerme del frío.

Miles se dio cuenta.

—¿Quieres ir al porche? Podría ser más cálido.

Negué con la cabeza.

—No. Las ventanas están justo ahí. Alguien podría oírnos.

Miles se llevó las manos enguantadas a la cara y sopló aire caliente


en ellas.

—Tengo tres citas a las que mi mamá insiste en que vaya esta
semana. Eres la excusa perfecta.

Hice un ruido de incredulidad. 132


—¿Por qué no quieres ir a esas citas?

—Conocí a una de las chicas en la escuela secundaria. Y una vez, se


besó con otro chico mientras estaba en una cita conmigo.

Imité a Miles, soplando aire caliente en mis manos.

—¿Y tu mamá quiere que salgas con ella?


—No sabe esa parte. Piensa que somos dos viejas llamas
reconectando.

—¿Y no es así?

—No.

—Tal vez deberíamos presentarle a Glenn.

Él sonrió, sus ojos arrugándose.

—No es una mala idea.

—¿Y las otras dos? —pregunté, aclarándome la garganta.

—La otra es una gran abogada aquí en la ciudad. Es bonita, pero da


un poco de miedo. Se comería una dulce alma creativa como yo para el
desayuno.

Resoplé.

—¿Una qué?

Una sonrisa estalló en su rostro, sus dientes blancos brillando bajo el


resplandor de la luz del porche.

—Ya me escuchaste. Muy dulce. 133


—¿Y la otra cita? ¿De verdad hay tantas mujeres con las que tu madre
está intentando tenderte una trampa?

Él sonrió.

—Bueno, verás, aquí es donde se pone bueno. La otra eres tú.

Me sobresalté.

—¿Yo?
—Aparentemente, causaste una maravillosa primera impresión en
mis padres. Ahora ambos te aman.

Maldita sea, Jack Taylor.

—Le dije a tu papá que tenía novio.

Sus cejas se levantaron apreciativamente.

—No sabía que eras tú. No debería presionarte para que tengas una
cita conmigo.

Se rio y se cruzó de brazos.

—Mi padre cree firmemente en la mentalidad de «todo vale en el


amor y la guerra».

—¿Y no puedes simplemente decirles que no?

Se encogió de hombros.

—Podría hacerlo. Pero según ellos, eres exactamente mi tipo.

Cometí el error de mirarlo en ese momento. Se me cayó el estómago


cuando nuestros ojos conectaron en una batalla de voluntades… y algo
más. Deberíamos haber roto nuestra mirada hace unos momentos, pero
134
él aún me miraba fijamente y yo estaba teniendo dificultades para apartar
la vista.

—Pensé que podíamos ayudarnos mutuamente. Ambos nos


salvamos de la búsqueda de pareja, y guardas las apariencias con tu
madre y tu hermana. Tu familia ya piensa que estamos juntos. No sería
difícil convencer a mis padres.

Tomé aire. Todo esto era idea mía. Sabía que debería haber estado
de acuerdo fácilmente con todo este plan loco. Glenn estaba aquí. Y
seguía siendo un imbécil. Miles de hecho estaba intentando hacerme un
gran favor, ayudándome a su propia manera retorcida.

Por razones que no podía definir, era demasiado que me viera así.
Muy personal. Mis emociones por estar aquí estaban demasiado
nubladas. Necesitaba poder esconderme bajo una sonrisa pasiva para
superar esta semana. Y Miles nunca había sido de los que me dejaban
salirme con la mía. Fingir salir con él significaría que estaríamos juntos
todo el tiempo. ¿Verme interactuar con mamá y su esposo nuevo? No,
gracias. No lo necesitaba juzgando mis opciones de vida durante las
vacaciones de Navidad.

—Tallo de Apio, ¿qué dices?

—No.

—¿No?

—No. —Incluso al decirlo por segunda vez, una pizca de duda me


atravesó, pero no podía dejar que él lo viera—. No creo que nos
convenga involucrarnos de esa manera. No salgo con personas con las
que trabajo, incluso si solo es fingido.

Dio una minúscula mueca de sonrisa.

—¿No? 135
—No.

—Nuestra comprensión del idioma es asombrosa —dijo, sonriendo.

La sonrisa salió de mi boca antes de que pudiera controlarla. Me


mordí el labio para poner mi boca rebelde en forma. ¿Parecía más
encantador que de costumbre? Quiero decir… no es que antes lo haya
encontrado encantador.
—De acuerdo. —Suspiró—. Es hora de sacar las armas grandes. —
Ladeó la cabeza hacia un lado y me estudió—. ¿Qué quieres?

Mis cejas se fruncieron.

—Nada.

—Todo el mundo quiere algo. ¿Escuché que estás durmiendo en el


sofá cama?

Tragué pesado antes de levantar mi barbilla desafiante.

—Sí. Y me encanta.

—¿En serio? ¿Aún tienen esas barras de metal duro en el medio?

—No lo sabría. Hasta ahora se siente genial. —Guau, en estos días


las mentiras solo salían de mi boca.

Él sonrió.

—¿Y si te dijera que tengo acceso a una cabaña que no se está


utilizando en este momento?

Me congelé a medida que mis ojos volaban hacia los suyos,


intentando determinar si estaba mintiendo. Una sensación repentina de
136
esperanza se infiltró en mi cuerpo.

—Tu mamá dijo que todas las cabañas estaban alquiladas.

—Esta no. La chimenea de gas no funciona, así que no pudieron


alquilarla.

—¿No tiene calefacción? —pregunté dudosa. Eso para mí no era un


buen trato. Tenía que estar caliente.
—También tiene una chimenea de leña antigua. Últimamente, se usa
más como un ambiente acogedor para las imágenes del sitio web, y la
chimenea de gas es lo que se usa para calentar el lugar. Pero podría
encontrarte un hacha.

Me sonrió. Mis ojos se sintieron atraídos por su barba incipiente y sus


misteriosos ojos marrones. Me encontré sonrojándome.
Acaloradamente. No tenía nada que ver con la visión repentina de Miles
Taylor vestido de franela roja fuera de mi cabaña, cortando leña.

—¿Haces que todos tus huéspedes corten leña?

—La corto para aquellos que me gustan.

Mi respiración se detuvo. ¿Quería decir…?

—Así que, me aseguraré de conseguirte un hacha.

Lo miré furiosa a medida que él solo se mordía el labio, sonriendo.

—Si haces esto de las citas falsas conmigo, la cabaña es toda tuya.

Rayos. Las apuestas aumentaron, y definitivamente eran buenas


apuestas. Muy intrigante. Prácticamente me estaban ofreciendo en
bandeja de plata todo lo que podría desear en este lugar. Y todo por el
precio bajo de un novio falso. 137
—¿Dónde está? —Me dispuse a echar un vistazo al resto de las
cabañas de la villa. Todas las que podía ver ya tenían un vehículo
estacionado en frente—. ¿Está derrumbándose en alguna parte y llena de
ratones?

—La última vez que revisé, los ratones fueron domesticados. Solo
deja un poco de queso de vez en cuando, y no causarán ningún problema.

—Miles. —Le lancé una mirada de advertencia.


Solo se rio.

—No hay ratones. Está en un sendero detrás del albergue. Era una
de las cabañas originales antes de que construyeran todas estas. —Señaló
a la subdivisión pequeña que nos rodeaba.

—¿La gente aún la usa?

Tuve visiones repentinas de muebles envueltos en sábanas blancas y


telarañas por todas partes.

—Sí. Cuando la chimenea está funcionando. —Cuando no dije nada


más, continuó—: ¿Qué te retiene? ¿Acaso este no era tu plan?

Podía responder a eso.

—Mi problema es que se suponía que nunca debías estar aquí. Solo
era un nombre que usaría para espantar a la gente. Algo irreal.

Se encogió de hombros.

—Pero, aún es irreal, ¿verdad?

Mordí mi labio. Se sentía muy real cuando había un cuerpo cálido


que de repente iba con el nombre.
138
—¿Puedo pensar en ello esta noche? ¿Y avisarte mañana?

Cruzó los brazos sobre el pecho y se encogió de hombros.

—Puedes, pero no puedo garantizar que la oferta sea la misma


mañana. Eso me da mucho tiempo para pensar. Bien podrías querer
aceptar este trato mientras lo tiene.

¿Qué más podría agregar a este loco plan?

—Voy a arriesgarme.
Debería haber estado nerviosa cuando él solo sonrió más grande y se
encogió de hombros ante mi declaración, pero me sentía demasiado
nerviosa como para pensar mucho en las cosas.

Volviéndome para subir los escalones del porche, dije:

—Te aviso mañana.

—Dulces sueños, Zanahorias.

—No me vengas con Ana de las Tejas Verdes —siseé.

Una risa baja llegó a mis oídos antes de cerrar la puerta de la cabaña.

139
Diez
«Volveré».

The Terminator

Decir que «no» fue una buena idea. No quería involucrarme con
Miles Taylor, incluso si era estrictamente falso. Ciertamente no estaba
nerviosa porque mis sentimientos se tornaran confusos, pero también
leía y enseñaba libros para ganarme la vida. Sabía lo que pasaba en cada
historia de citas falsas. Mucho contacto y confusión innecesarios, y
alguien profesando amor y sentimientos reales. No en mi guardia.

De nuestra interacción breve esta noche, ya nos habíamos besado una


vez en los labios (aunque usaba el término «beso» muy vagamente), junto
con un beso en la mejilla y un beso en mi sien. Lo cual eran demasiados
besos para dos personas que no se caían bien. Decir que «no» era
responsable. Era yo haciéndome cargo de mi vida y no permitiendo que
Miles me tentara en algo tan claramente absurdo. Era yo haciendo las
cosas bien con mi hermana y mi madre. Sin embargo, comenzaba a
sospechar que mis habilidades de actuación de antes aún no las habían
convencido por completo. Eso es todo. Iba a decir que no. 140
Desafortunadamente, mi plan de ser una persona más grande y mejor
se vino por completo abajo a las 2:30 de la mañana.

Después de decidir que rechazaría la oferta de Miles, intenté leer en


mi Kindle con toda la ingenuidad despistada de una mujer que no está
acostumbrada a dormir con niños en un entorno desconocido. Me
acababa de quedar dormida cuando Ivy comenzó a gemir y revolcarse en
su saco de dormir. Como no quería que aplastara a su hermana y también
la despertara, me acerqué sigilosamente e intenté varias veces hacer que
se acurrucara en su lado de la cama improvisada. Media hora más tarde,
después de escuchar todos los lloriqueos y gemidos que pude soportar,
finalmente la levanté y la llevé a la cama conmigo.

Se acurrucó contra mí como un gato, gimiendo suavemente en


sueños. Acepté el hecho de que mañana sería un zombi y la atraje hacia
mí. La respuesta fue inmediata, su bracito pequeño me rodeó y su aliento
cálido sopló contra mi cuello a medida que su cuerpo se extendía sobre
el mío. Pero todo fue tan dulce, y me permití disfrutar de momento la
sensación de esos bracitos pequeños.

Un vómito caliente y maloliente comenzó a brotar de su boquita sin


previo aviso por todo mi cuello y la parte delantera de mi pijama. Me
senté en seguida, jadeando por la sorpresa, estremeciéndome al sentir el
lodo tibio deslizándose más abajo por mi cuerpo. Mi cuerpo luchó
instantáneamente contra el olor con arcadas secas. Intenté calmarme por
Ivy y comencé a respirar por la boca para contener mi propio vómito.

—Ivy, ¿estás bien?

Sus arcadas finalmente se habían detenido, pero su cabecita colgó sin


fuerzas sobre mi hombro. Sollozó, pero no me dio nada más para
continuar.

—¿Aún te duele la barriga?

Sacudió su cabeza.
141

Está bien. ¿Cómo manejo esto? ¿Me pongo de pie y recorro toda la
casa hasta el baño? Afortunadamente, los oídos de mamá de Chloe
habían captado algo, y la puerta de su habitación se abrió. Unos
momentos después, Ivy fue arrancada de mis brazos y escuché la bañera
correr. Me quedé allí durante los siguientes momentos sobre el vómito
de mi sobrina antes de que la puerta del baño se abriera y Chloe me
pasara una toalla para que me envolviera.
—Lo siento mucho —susurró a medida que me dirigía al baño para
una ducha rápida.

—Está bien —dije. Cuando la puerta se cerró, corrí al inodoro,


sintiendo arcadas durante varios largos e incómodos momentos.

Después de una ducha rápida, volví a la sala de estar. Chloe acababa


de acostar a Ivy en su saco de dormir en el suelo.

—Lo siento mucho —repitió mientras me arrastraba de vuelta a una


cama ahora cubierta con mantas.

—Está bien, lo prometo.

—Quité las sábanas de la cama, pero no pude encontrar más sábanas


limpias en ninguno de los cajones. Solo puse algunas mantas encima. En
serio, lo siento mucho. —Las manos de Chloe volaron para cubrir su
rostro.

Me estiré y tomé su brazo.

—Chlo, está bien. Siento que ahora tengo un pase de mamá.

Chloe soltó una risita pequeña.

—¿Cómo está Ivy? —pregunté. 142


—Me pregunto si fue el hotdog que comió cuando llegamos a casa
del albergue.

Mi nariz se arrugó.

—Es bastante probable. —Chloe pareció que estaba a punto de


desplomarse de agotamiento—. ¿Cómo te sientes?

—Las náuseas desaparecen cuando estoy durmiendo, así que eso


siempre es una ventaja.
Solté una risa suave.

—Ve a dormir un poco. Todo está bien aquí. Lo prometo.

—Está bien, mantendré la puerta abierta.

—Buenas noches.

Según Chloe, los niños vomitan cuándo y dónde les plazca, sin ton
ni son. Se despiertan en medio de la noche, encuentran su objetivo,
explotan y luego duermen fácilmente. Observé a Ivy con cautela
mientras inhalaba los huevos revueltos que Chloe puso delante de ella,
como si no hubiera vaciado sus entrañas sobre mí la noche anterior.

Eructó antes de captar mi mirada y lanzarme una sonrisa descarada.


La miré juguetonamente por un momento largo hasta que mi sonrisa me
traicionó.

Chloe suspiró y se sentó en un asiento a mi lado en la mesa.

—Ben y yo hablamos, y decidimos que vamos a cambiar de cama por


el resto de la semana. Deberías tener tu propia habitación. Si hubiera 143
sabido que mi hija se convertiría de repente en una ladrona de camas loca
y vomitadora, simplemente la habría dejado dormir con nosotros.

Miré a mi hermana en ese momento. La forma en que estaba


encorvada, sujetándose el estómago como si estuviera a punto de
vomitar. Caminando con sus pantuflas, su camiseta extragrande y sus
pantalones de chándal. Las bolsas debajo de sus ojos. Yo era la que se
sentía como una intrusa. Siempre podría quedarme con mamá y Russ,
pero… no. Sabía lo que tenía que hacer. Y créeme, no tenía ganas de
arrastrarme hacia Miles con el rabo entre las piernas. O peor aún, fingir
salir con él. Pero, más que eso, no quería obligar a mi hermana
embarazada enferma y miserable a dormir en el sofá cama más
incómodo del mundo.

—De hecho, creo que Miles tiene una cabaña en la que puede
dejarme quedarme.

Los ojos de Chloe giraron en mi dirección con sorpresa.

—¿Su cabaña?

—No. Está vacía. La chimenea de gas está rota, así que no pudieron
alquilarla.

—¿No te congelarás?

—Aparentemente, esta cabaña era una de las originales. La chimenea


de leña aún está allí, pero agregaron una chimenea de gas para mayor
comodidad. Así que, podemos usar madera cortada.

—¿Quieres saber lo primero que pensé cuando lo vi? —Los ojos de


Chloe estaban brillando con un poco de la alegría que había tenido la
noche anterior en el albergue, lo que inmediatamente levantó mi guardia.

—En realidad, no —dije, tomando un sorbo de mi café.


144
—Sería un excelente leñador.

—Está bien, cálmate. Probablemente me hará cortarla.

Su mirada se volvió inquisitiva.

—¿Por qué?

Maldita sea. Cualquier novio que se precie probablemente cortaría


leña para su mujer. Decidí apelar al lado feminista de Chloe.
—Es un gran defensor de enseñarle a un hombre a pescar, o en este
caso, a una mujer a cortar leña.

—Tú dile que si no corta tu leña, lo voy a patear donde no da el sol.

Ah, cierto, lo olvidé. Chloe solo tenía un lado feminista después de


ver cualquier película ambientada en la Inglaterra de 1800.

—Bueno… haz lo que tengas que hacer.

Soltó una carcajada.

—Es muy sexy, te lo concedo.

Me enderecé en mi asiento.

—¿Gracias?

—Y puedo decir que le gustas.

De repente me sentí como un ratón atrapado por un gato juguetón.


Quizás Miles era mejor actor de lo que pensaba.

—Me perdí la sorpresa. ¿Enloqueciste cuando lo viste?

—Sí. Definitivamente enloquecí.


145
Su sonrisa adquirió una expresión de dolor.

—Está bien, quiero escuchar más, pero voy a recostarme un rato. Ben
dijo que llevaría a las niñas a ver los animales esta mañana mientras tomo
una siesta.

—De acuerdo. Qué descanses. —Me levanté de la mesa, tomando un


último sorbo de café para fortalecerme—. Tengo que ir a ver a un hombre
por una cabaña.
Aunque mi hermana pareció triste por la idea de que cambiara de
cabaña, podía decir que una parte pequeña de su cuerpo cansado y
embarazado se sintió aliviado de no tener que dormir en el sofá cama. Y
Ben probablemente estaría emocionado de caminar en ropa interior.

Vi a Miles cortando leña detrás del granero. Por supuesto que estaría
cortando leña. Mis pasos ralentizaron significativamente a medida que
me acercaba, observando su alto cuerpo esbelto inclinarse para colocar
un tronco con cuidado en el tocón, levantar el hacha y balancearlo. Salté,
escuchando el golpe sordo cuando sus músculos atravesaron el tronco
como si fuera una ramita. Fue demasiado. En serio. Con todos los chistes
de leñador de Chloe, y aquí estaba yo, a punto de rogarle a uno que fuera
mi novio falso. Otra vez.

Cuando estuve a unos metros de él, se detuvo y se enderezó,


estirando la espalda. Aunque estaba cubierto para protegerse del frío, mis
ojos no pudieron evitar admirar la forma en que el viejo par de Levis se
ajustaba perfectamente a su cuerpo. Al volverse, me vio casi sobre él y
sonrió.

Se me cortó el aliento. Esa sonrisa fue inesperada. Parecía genuina y


no parecía que estuviera a punto de burlarse de mí o...

—Buenos días, Tallo de Apio.


146
Bueno. Sí. De vuelta a la tierra.

—Lo haré. —Bien podía ponerme manos a la obra antes de que la


«oferta» pudiera cambiar o cualquier tontería con la que amenazó
anoche.

Entrecerró los ojos, y las campanas de alarma comenzaron a sonar


en mi cabeza. Tal vez debería dejar que Chloe duerma en el sofá. No.
Tenía que hacer esto. Además, había que considerar a Glenn.

—¿Qué harás?
Un brillo perverso se reflejó en su rostro, haciéndome saber que
estaríamos haciendo esto de la manera más difícil.

Tomé aire, permitiéndome deleitarme en el último momento de


calma antes de que mi mundo cambiara para siempre.

—Fingir salir contigo esta semana.

Ah, qué asco. No puedo creer que estuviera diciendo esas palabras
en voz alta. Patético y cien por ciento culpa mía.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión?

—Una niña de tres años vomitando encima de mí a las 2 a.m.

Para su crédito, su rostro fue comprensivo.

—Eso servirá.

—Necesito mi propia cabaña.

—Ya veo.

Asintió pensativo a medida que se inclinaba para colocar otro tronco


en el bloque.

Esperé mi destino con gran expectación. 147


—Bueno, desafortunadamente, ya que esperaste tanto para aceptar,
la oferta ha cambiado.

Allí estaba.

—Vamos —me quejé, dando otros pocos pasos cautelosos hacia él.

—Lo siento. Anoche intenté advertirte.

—¿Qué cambió? —pregunté, cruzándome de brazos.


Por supuesto que él no haría esto fácil. Excepto que, esta vez, tenía
que decir que sí.

Se ajustó los guantes.

—Nada demasiado drástico. Pero me di cuenta de algo. Te di


demasiado. Si tienes tu propia cabaña, nunca saldrás de allí. Nadie nos
vería nunca juntos.

—Eso no es cierto. —Era exactamente cierto. Un plan brillante en mi


opinión—. Seguro que me daría hambre.

—En esa cabaña hay una cafetera. Y es una buena. Así que eso solo
deja dos comidas para las que considerarías salir.

No me gustaba a dónde iba esto, pero no podía ver cómo detenerlo.


Miles me miraba como si fuera una hamburguesa jugosa, y aún no había
almorzado. Me sentí sonrojada, agitada y nerviosa.

—¿No suena como la manera perfecta de fingir salir? ¿Tiempo


limitado juntos?

Una sonrisita apareció en su rostro.

—Podría ser más fácil, pero mucho menos realista. Tengo una
reputación que mantener. Ninguna mujer mía sería capaz de quitarme 148
las manos de encima.

—Entonces, estás a punto de terminar muy decepcionado.

Solo se quedó allí con los brazos cruzados, y una sonrisa perezosa en
su rostro mientras me esperaba.

—¿Qué tienes en mente? —pregunté con gran desgana.

—Bingo.
—¿Qué?

—Solo aceptaré esto si haces el juego del bingo conmigo. —Se inclinó
más cerca—. No solo un bingo. El cartón lleno. En realidad, me vendría
bien un viaje a México.

—¿El cartón lleno?

No recordaba mucho sobre el asunto del bingo, pero dos cosas se


destacaron como un letrero de neón deslumbrante en mi cerebro. Un
beso bajo el muérdago y algo sobre una zambullida polar. Dos NO muy
fuertes de mi parte.

—No.

Sus cejas se levantaron.

—¿No?

—Solo un bingo. Es más que suficiente tiempo juntos.

—¿Tienes miedo de no poder resistirte a mí?

—No. ¿Pero no hay algún tipo de cláusula de nepotismo para que


hagas las cosas del cartón lleno?
149
—No soy un empleado oficial. Solo estoy consiguiendo algunas
comidas gratis y ayudando con la granja. Si solo fuera tu novio y
terminaras ganando, no podrían detenerlo.

—Había un beso bajo el muérdago en ese cartón. De ninguna


manera.

La sonrisa en su rostro inmediatamente hizo que mi corazón latiera


con fuerza.

—Te prometo que valdrá la pena.


Mis mejillas se sonrojaron molestamente a medida que aplastaba
algunas mariposas fugitivas.

—Ya nos hemos besado —dije, intentando recuperar un poco de


control—. Podemos contar ese.

Me miró como si estuviera loca.

—Mi abuela podría haberme besado mejor que eso. Y además, no


había ningún muérdago.

Supongo que los pensamientos de mi abuelo mientras mis labios


estuvieron presionados contra los suyos no estaban muy lejos.

—Un pequeño e inofensivo besito bajo el muérdago parece una


opción mucho mejor que compartir la cama con una niña de tres años
vomitando sobre ti —dijo, balanceando el cebo con cuidado.

Mi corazón dio un vuelco. Tenía razón. No tenía muchas opciones,


pero hacer lo del cartón lleno en realidad me estaba desconcertando. Eso
cambiaba toda la melodía de la vibra «tranquila y escondida en una
cabaña» que estaba buscando. Esto requeriría tiempo. Y citas. Con él.

Cuando lo miré, forcejeando, solo sonrió.

—¿Qué será, Oliviana? ¿Cinco días viviendo en una cabaña de lujo 150
con tu sexy novio nuevo, o más vómitos en un sofá cama con la familia?

Maldigo el día que entró en mi salón de clases y encontró un correo


en mi escritorio con mi nombre completo. Creo que prefería sus
referencias a la bandeja de verduras. Me crucé de brazos y levanté la
barbilla.

—Sabes, simplemente podría olvidarme de todo esto y ser más feliz


con eso.
—¿Y resistirte a estos finos jamones? —Hizo un gesto a su parte
trasera—. Estoy seguro de que Glenn estará entusiasmado con ese plan.

Quise golpearlo. En la cara. Tengo visiones de su nariz sangrando


por todo ese abrigo azul. Mis ojos se nublaron a medida que permitía que
la fantasía se desarrollara en mi mente. Pero la elección ya estaba hecha.
No haría que Chloe durmiera en el sofácama. Y definitivamente no
estaría durmiendo cerca de mamá y Russ. No quería pasar tiempo a solas
con Glenn. Parecía que mis vacaciones de Navidad solo empeoraron. Y
mejoraron. Pero sobre todo empeoraron.

—Bien.

Una sonrisa lenta, como la de un gato de Cheshire, se arrastró por su


rostro en ese momento, y mi ritmo cardíaco se aceleró de inmediato.

Extendió una mano hacia mí. Mi primer instinto fue alejarme. Me


miró con impaciencia y me di cuenta de que estaba extendiendo una
mano para estrecharla. Llevé mi mano lentamente a la suya. Su mano
cubrió la mía, dándole un apretón. Se sintió cálida, áspera y varonil. Y
demasiado emocionado.

—¿Por qué siento que acabo de hacer un trato con el diablo?

—Tú empezaste todo esto. Solo le estoy dando un mejor final. —Le
151
dio un apretón rápido a mi mano antes de soltarla—. Tallo de Apio, te
paso a buscar en una hora para llevarte a tu cabaña.
Once
«De todos los matrimonios nunca hubo igual».

William Shakespeare. La Fierecilla Domada

Millie: ¿Ya me perdonaste?

Yo: Eso es un no rotundo.

Millie: Bueno, ¿al menos ya se han besado? Han pasado casi veinticuatro
horas.

Yo: Tengo un regalo de Navidad que olvidé darte antes de irme. Ahora
me lo regalaré a mí misma. Planeo verlo con algunos gusanos de goma,
brownies Ghirardelli y una pinta de Ben and Jerry SOLA. Y seré
perfectamente feliz.

Millie: ¿Cambias de tema?

Yo: …

Millie: ¿QUÉ está pasando allí? ¿Se BESARON? 152


Un golpe en la puerta de la cabaña me hizo saltar del sofá y poner mi
pantalla en negro, como si Miles pudiera verlo todo de repente. Deslicé
el teléfono en mi bolsillo trasero y me puse el abrigo y los guantes. Ben y
Chloe habían llevado a sus hijas al albergue para colorear y hacer
manualidades, lo que me dejó algo de tiempo para hacer la cama, lavar
los platos y ordenar la cabaña por Chloe de modo que no tuviera que
preocuparse por la casa cuando volviera.
Intenté no parecer nerviosa al abrirle la puerta a Miles, pero estaba
agradecida de que mi corazón palpitante estuviera escondido debajo de
varias capas de tela.

—¿Planeas quedarte un par de meses? —preguntó, mirando mi


equipaje mientras sostenía la puerta abierta para que yo saliera. Una vez
que salí a la luz del sol (lo cual fue engañoso porque la temperatura
rondaba los menos once grados), se estiró y tomó la maleta y el bolso de
lona de mis manos, empujando el asa extensible hacia abajo para poder
levantar la maleta.

—Deberías estar agradecido de que dejé mi biblioteca en casa.

Me miró sorprendido.

—¿No trajiste ningún libro?

—Solo mi Kindle.

Decidí dejar los dos clásicos de tapa dura que había traído fuera de
esta discusión.

—Ah, el famoso Kindle. Me encantaría echar un vistazo para ver qué


lee en secreto la profesora de literatura remilgada y correcta. —Me dio
una mirada mordaz—. Quiero decir, ya conozco un libro especial en tu
Kindle que te tomaste el tiempo de leer. 153
Tomé nota mental para asegurarme de que mi Kindle no estuviera a
la vista durante los próximos cinco días en mi nueva cabaña.

Doblamos y avanzamos por la acera, la nieve crujiendo a nuestros


pies con cada paso.

—¿De quién es esa casa?

Miles levantó la cabeza y siguió mi señal en la distancia hacia una


gran casa de campo roja de dos pisos con un porche envolvente.
—Esa es la casa de mis padres.

Reduje mis pasos, sintiéndome insegura de repente en cuanto a mi


estadía en esta cabaña. Parecía extraño estar tan lejos de los demás y tan
cerca de la casa de los dueños.

—¿Esto es una broma o algo así? ¿De verdad tienes una cabaña para
mí?

—Bueno, «cabaña» es un término vago. En realidad, es más una


guarida subterránea que uso para experimentos. —Cuando le di una
mirada oscura, se rio entre dientes—. Sí, ¿dónde crees que te estoy
llevando?

—No estoy segura. Este parece un lugar encantador para un


asesinato. ¿Por qué esta cabaña está tan lejos de las demás?

—Mis padres vivieron aquí durante algunos años antes de construir


su casa grande. Luego, decidieron agregar algunas cabañas más, pero
querían que estuvieran más cerca del albergue para darles más
privacidad.

—¿Y esta cabaña aún se alquila?

—La gente se queda aquí todo el tiempo.


154
—¿Cuando la chimenea funciona?

—Sí.

Caminamos un poco más por la acera en silencio. Después de pasar


el albergue, seguí a Miles hasta un camino conduciendo a la casa de sus
padres. A mitad del camino, me hizo señas hacia la izquierda y hacia un
camino de entrada cubierto de nieve que no había notado. Una pequeña
cabaña de madera se encontraba en la distancia, rodeada de árboles, y
una estela de humo saliendo de la chimenea.
La cabaña era de tamaño mediano, boscosa y lo suficientemente
gótica como para que se viera como sacada de un libro espeluznante de
Halloween para niños. El porche envolvente tenía barandillas
sobresaliendo en todas direcciones y escalones rotos conduciendo a la
puerta.

—¿Esta casa alguna vez fue estrella invitada en La familia Addams?

Se rio de eso.

—Nací en esta casa.

Puse mis manos en mis caderas.

—No me quedaré sola aquí. —Sus cejas se levantaron con interés


decidido, pero antes de que pudiera hablar, lo interrumpí—. Y tampoco
me quedaré contigo aquí. —Señalé hacia la cabaña, que honestamente
pareció menos aterradora la segunda vez, pero aun así—. No puedo estar
sola aquí por la noche. Nunca conseguiría dormir.

Dejó mi maleta en la nieve, evitando carcajearse.

—Tienes que dejar de hablar. Hay tantas cosas que podría…

—Miles.
155
—Solo ven y mira dentro. El exterior necesita algunos arreglos, pero
el interior es solo la típica casa de finales de los noventa, anticuada,
demasiado decorada y empapelada, ¿de acuerdo?

Volví a mirar hacia la cabaña. Era esto o el sofá cama. O mamá y


Russ.

—Bien.

Subimos las escaleras desvencijadas hasta el porche. Miles


desbloqueó la puerta y se abrió con un chirrido, revelando una habitación
acogedora, pintada de amarillo mantequilla con un borde empapelado a
cuadros. Sofás que no hacían juego y sillones de dos plazas marrones y
escoceses llenaban la pequeña sala de estar.

—Guau —dije.

—Te lo dije.

Por alguna razón, tuve que reprimir una sonrisa. Aunque el exterior
dejaba mucho a la imaginación, el interior de la casa me pareció tan
cálido instantáneamente. Mis padres habían tenido un papel tapiz a
cuadros similar en la sala de estar de la planta baja cuando estaba en la
escuela primaria, y los recuerdos de nuestra casa me inundaron. La
cabaña era pequeña y ordenada, pero estaba atestada de fotografías de
alces y osos, y había cachivaches por todas partes. Di un paso adentro.
Contra la pared del fondo había una cocina pequeña de roble con una
isla cubierta con fórmica marmolada marrón colocada entre las dos
habitaciones. Un pasillo iba a la izquierda y parecía albergar un par de
dormitorios y un baño.

—¿Cambiaste de opinión?

—Sí.

Entró detrás de mí, dejó el equipaje y cerró la puerta. Comenzó a


jugar inmediatamente con la chimenea de leña. Ya había un pequeño
156
fuego encendido, pero quitó la rejilla y arrojó más leños adentro. Un
minuto más tarde, el fuego había proyectado un acogedor resplandor
naranja sobre la habitación. Se puso de pie, se limpió las manos y se dio
la vuelta para encontrarse con mi mirada.

—Gracias —dije, sintiéndome repentinamente tímida. La cabaña se


sentía tan pequeña con él dentro, muy parecido a mi salón de clases cada
vez que sentía la necesidad de torturarme con una visita. Lo que me
recordó que tenía algunas cosas que discutir con él sobre todo nuestro
acuerdo—. Muy bien —comencé—. Obviamente necesitamos establecer
algunas reglas básicas.

—¿Para qué?

—Para fingir salir.

—¿Por qué?

Tenía una sonrisa pequeña en su rostro, lo que significaba que


básicamente estaba intentando provocarme.

—Porque odiaría que te enamoraras de mí.

—Qué cliché. —Se movió hacia la isla de la cocina y saltó en ella


para sentarse encima. Sus piernas colgaron de un lado mientras se
recostaba casualmente sobre sus manos—. No puedo esperar a escuchar
tus términos.

Caminé unos pasos hacia adelante, más cerca de él, pero no


demasiado, y me apoyé contra una pared. Por alguna razón, necesitaba
sentirme alta con él en la habitación, razón por la cual no elegí sentarme
todavía.

—Número uno. Sin toques innecesarios. Obviamente. —Enumeré la


regla con el dedo, lista para agregar otra cuando su voz me detuvo. 157
—No.

Mis ojos asustados volaron hacia los suyos.

—¿Qué?

Una sonrisita minúscula se curvó en un lado de su boca.

—Me niego. No estoy de acuerdo.


Mi ceño se frunció en confusión.

—No… eso… no es tema de debate. Sin toques innecesarios.

Se inclinó hacia delante y me miró a los ojos descaradamente.

—Si esta semana voy a salir contigo…

—Fingir salir —interrumpí.

Continuó, imperturbable:

—No puedo trabajar con ese tipo de restricciones.

Negué con la cabeza, irritada porque él siempre tenía que encontrar


una manera de meterse debajo de mi piel. Esto ni siquiera era una regla
estricta. Esta era una regla obvia.

—No. Cualquier buen libro o película que se precie te dirá que las
citas falsas siempre tienen reglas. Es la única forma en que puede
funcionar. Solo nos tocamos en público, y es superplatónico.

—Entonces… ¿qué libro has leído en el que las citas falsas


funcionaron según lo planeado? ¿Debería echar un vistazo rápido a tu
Kindle? —Ladeó la cabeza hacia un lado, con una sonrisa jugando en sus
labios, sus ojos marrones clavándose en los míos. 158
Me moví incómodamente.

—No funcionan porque la gente deja de seguir las reglas, y las cosas
se vuelven confusas. Necesitamos reglas.

—¿A qué te refieres con confusas? —preguntó, sus grandes ojos la


imagen de la inocencia. El ritmo de los latidos de mi corazón aumentó
un poco.
Tal vez fue bueno que se subiera a la isla de la cocina. Si estuviera a
mi lado, ya le habría dado una patada en las espinillas.

—Sabe a qué me refiero.

—¿Y qué significa «innecesarios»? —Puso comillas a la palabra—.


¿Cuándo consideras necesario tocarse?

Se recostó en la isla como si tuviera todo el tiempo del mundo.

Apreté mis puños, mirándolo con cautela.

—Si estamos cerca de mi familia, entonces… puedes… tocar mi


hombro o algo así.

—El hombro, ¿eh? Guau. —Se frotó la cara con la mano—. ¿Ambos?

—Cállate.

Negó con la cabeza, una sonrisa jugando en sus labios.

—No. Si esta semana vamos a salir…

—Fingir salir.

—Entonces voy a actuar normal.


159
—¿Qué es normal para ti? ¿Besuquearse en la cima de un rápido clase
cinco?

—Tallo de Apio, nunca me besaría durante un clase cinco. Necesitas


las dos manos para hacer ambas cosas. —Me contempló durante un
momento largo—. Voy a tratarte como a cualquier otra chica con la que
estaría saliendo. Si me estoy divirtiendo contigo y capto la vibra que te
gusta, haré un movimiento.

—Bueno, está bien. No planeo emitir esa vibra.


Mi sonrisa fue quebradiza, y me puse de pie, lejos de la pared, a punto
de preguntarle dónde estaba el baño, antes de que continuara como si no
hubiera dicho una palabra.

—Comenzaré tomando tu mano. —Un resoplido escapó de mis


labios mientras sacudía con indiferencia una pelusa en mi suéter—. Y
luego, cuando esa bonita sonrisa tuya comience a sentirse real, podría
acercarte para abrazarte. —Me quedé inmóvil. Mis ojos se posaron en
él—. Y si tus grandes ojos siguen dándome pistas, rogando por más,
entonces tal vez te abrace de nuevo.

Para mi absoluto horror, el estado de ánimo entre nosotros comenzó


a cambiar. Quería apartar la mirada, pero mis ojos estaban fijos en los
suyos, intentando decidir a dónde quería llegar. Solo estaba jugando
conmigo. Tenía que estarlo. Pero las palabras se infiltraban en mi mente
y causaban estragos en mi sistema nervioso central.

Sus ojos nunca dejaron los míos.

—Después del segundo abrazo, estarías más acostumbrada a la


proximidad y, por cierto, te gustaría. Probablemente entonces besaría tu
mejilla. —Respiré suavemente, a punto de decirle que se detuviera
cuando habló de nuevo—. Y luego, me movería de arriba hacia abajo
por la línea de tu mandíbula justo aquí. —Levantó la mano y se pasó un
dedo largo por la base de su mandíbula. La piel de gallina se esparció por 160
toda mi piel. Mis ojos me traicionaron y siguieron cada uno de sus
movimientos desde la parte inferior de su oreja hasta la punta de su
barbilla—. Besando cada pequeña peca.

El sonido del reloj de pie sonó con fuerza, retumbando en la


habitación. Salté, aferrándome el pecho por el sonido, antes de volver a
mirar a Miles. Se pasó una mano por el cabello y desvió la mirada.
Cuando se volvió hacia mí, una sonrisa estaba en sus labios. Había
estado jugando conmigo. Eso era todo. Lo cual fue un alivio. UN
ALIVIO. Maldito seas, Miles Taylor.
—Y entonces te vomitaría —le dije.

Estaba intentando salvar las apariencias, de recuperar el control por


lo que acaba de hacerme a mí y a mi cuerpo. Entonces, ¿por qué esa
declaración envió una punzada de remordimiento traidor a mis entrañas?

Saltó de la encimera con la gracia de un gato salvaje y comenzó a


caminar lentamente hacia mí. Me tambaleé hacia atrás contra la pared
en busca de un escape, o al menos un poco de espacio, pero estuvo casi
sobre mí antes de que pudiera moverme. Se detuvo a unos centímetros
de tocarme, pero el calor irradiaba de él.

—Y después de todo eso, si me das algún tipo de señal de que quieres


más, bueno… voy a dejarlo abierto. Simplemente tiene sentido. Para
nuestra tapadera.

Sus ojos se clavaron en los míos a medida que se inclinaba hacia


adelante, estirando su mano lentamente hacia mí. No podía apartar la
mirada, incluso cuando mi piel estalló en llamas por todo mi cuerpo. Sus
dedos cálidos rozaron mi mejilla muy levemente antes de que él sonriera
y me diera una palmadita suavemente, como si fuera una niña,
sacándome efectivamente de mi trance.

—Así que, si necesitas una cláusula que prohíba los toques, tendrás
que encontrar un nuevo novio falso. 161
Mis dedos se apretaron cuando pasó junto a mí y se acomodó en el
sofá. Cuando me dio la espalda, respiré hondo varias veces. Solo estaba
intentando meterse debajo de mi piel. Lo había forzado a esto, y esto era
él haciéndome pagar. No importaría. Nunca llegaríamos al punto en que
yo le estaría dando algún tipo de señal. La idea era risible, aunque la piel
de gallina aún erizaba mi piel, viva y sana, un recordatorio hormigueante
del poder que Miles Taylor tenía con las palabras cuando decidía
usarlas… de manera inapropiada.

Cruzó los brazos detrás de la cabeza y se recostó en el sofá.


—Entonces, hemos establecido que los toques apropiados son
aceptables. ¿Ahora qué?

Me senté con cautela en el sillón de dos plazas, en diagonal a Miles.

—Esa era mi principal regla de sentido común.

—No tomó mucho para convencerte de anularla.

—Contraer un virus estomacal violento aún está sobre la mesa para


mí. Entonces, nada de esto importaría.

Sonrió y sacudió la cabeza.

—No. Vendría todas las mañanas, actuando como el novio


preocupado con sopa de pollo, mantas limpias y Solo en Casa.

—¿Por qué Solo en Casa?

Me miró como si estuviera loca.

—Porque es la mejor película navideña.

—Es cierto.

Su expresión cambió ligeramente. Pareció sorprendido y levemente


impresionado. 162
—Pensé que sería demasiado infantil para ti.

Resoplé.

—Si estás interpretando el papel de un novio cariñoso, ¿por qué


traerías una película que crees que odiaría?

—Te ayudaría a descubrir el poder de un verdadero clásico.


Podríamos continuar con The Terminator. Aunque, me sorprende que te
guste Solo en Casa.
—Es mi película navideña favorita. —No quería darle más
explicaciones que esa, así que no lo hice—. ¿Tienes alguna regla? —
pregunté—. ¿Más allá de intentar «conseguir algo» cada vez que
consideres apropiado hacerlo?

Una sonrisa infantil apareció en su rostro ante eso.

—Mírate, usando palabras como la juventud de hace diez años. —


Levanté mis manos en un gesto como si estuviera a punto de
estrangularlo, lo que solo logró hacerlo reír—. No tengo ninguna regla.
¿Algo más de tu parte?

Llevé mi pierna debajo de mí mientras me acomodaba en el sillón de


dos plazas, preguntándome exactamente cómo expresar mi demanda.

—Sin comentarios sobre mi familia. Apareces, interpretas al buen


novio, pero no puedes decirme cómo puedo o no puedo actuar con ellos.
No tienes permitido emitir ningún juicio. —Me detuve, rompiendo su
mirada por un momento solo para traerla de vuelta.

No se movió, solo se sentó ahí, mirándome con el ceño ligeramente


fruncido. Mi petición claramente lo había desconcertado.

—¿Hay algo que deba saber sobre tu familia antes de que hagamos
esto?
163
Mi estómago se apretó. Se sentía bastante extraño que mi compañero
de trabajo, Miles, supiera el nombre de mi hermana. Ya había conocido
a mamá. Y Russ. Se sentía vulnerable e intrusivo de una manera que no
había esperado. Ahora tenía el potencial de descubrir demasiada
información personal sobre mí, y era desconcertante. Pero si iba a ser mi
novio ficticio esta semana, tenía que aclararlo.

—Mi padre falleció el año pasado. Russ es el nuevo esposo de mi


mamá. —Una sombra pasó por su rostro, y cuando parecía que iba a
decir algo más, lo interrumpí en seco—. ¿De acuerdo? —pregunté.
Le tomó un momento responder.

—¿Qué tal esto? No me entrometeré ni juzgaré a tu familia. Pero si


los mencionas o quieres hablar de ellos, entonces la regla se suspende.

Quise discutir. Ese no era un trato concreto, pero probablemente era


lo mejor que sacaría de él. Además, no me preocupaba que los
mencionara. Era un libro cerrado. Probablemente había aumentado aún
más su curiosidad por mi familia, lo que podría haber sido un descuido
doloroso de mi parte.

—Bien. Entonces, ¿estrechamos las…?

—Acabo de pensar en una regla —me interrumpió Miles, dándome


una sonrisa.

Ladeé la cabeza hacia un lado.

—¿Qué?

—Tenemos que usar este tiempo para intentar conocernos mejor.

Me quedé en un silencio atónito por un momento largo.

—¿Cómo? ¿A través de tu cláusula de toques necesarios?


164
—No. Hablando.

—Te prometo que te conozco tanto como quiero.

Su expresión cayó ligeramente por un segundo, y por primera vez,


me pregunté si había cruzado la línea con ese comentario.

—Solo digo —dijo—, hemos tenido algunas fricciones entre nosotros


el año pasado, y esta podría ser una buena oportunidad para enterrar
algunas de tus hachas.
Me crucé de brazos y me recliné en el sillón de dos plazas.

—¿Mis hachas?

Se giró, señalando su espalda.

—Específicamente las dos que alojaste en lo profundo de mi espalda


aquí.

Le arrojé un cojín, lo que resultó en que él lo agarrara fácilmente y


ambos contuviéramos una sonrisa.

—¿Qué dices, Olive Wilson? ¿Deberíamos intentar ser adultos con


esta relación falsa?

Dudé antes de dar mi respuesta. Hablar significaba conectar, y


conectar significaba llegar a un entendimiento. Ya di permiso para
«tocarnos apropiadamente», pero no iba a involucrarme con Miles.
Además del hecho de que éramos compañeros de trabajo, éramos
completamente opuestos. Esto simplemente era emocionante para él,
una especie extraña de subidón. La última vez que cometí el error de
involucrarme con un compañero maestro, terminé cambiándome de
escuela cuando rompimos por lo incómodo que se volvió. Miles y yo
trabajábamos a dos metros de distancia el uno del otro.

—Probablemente sea mejor que no lo hagamos. 165


—¿Por qué?

Toqué los flecos del cojín decorativo en mi regazo.

—Esto es una transacción comercial. Eso es todo. No voy a ser tu


diversión solo porque estás aburrido y está fuera de temporada hacer
paracaidismo o lo que sea que hagas en el verano.

Se mordió el labio inferior, su mente calculando.


—¿De qué tienes tanto miedo?

—Hay una gran diferencia entre tener miedo y ser práctico.

—¿Por favor? —Ladeó la cabeza hacia un lado. Sus brillantes ojos


marrones se asemejaron a los de un cachorrito—. Todo el mundo parece
adorarte en la escuela. Quiero ver si puedo averiguar por qué.

Le fruncí el ceño mientras se reía.

—Actúas como si quisiera saber más de ti.

Extendió las manos en fingida retirada.

—Nunca presumiría algo así.

Sabía que lo más maduro que podía hacer aquí sería intentar
conocerlo mejor y dejar atrás los malentendidos. Pero por alguna razón,
conocer a Miles Taylor parecía que sería el principio de un fin para mí.
Simplemente no estaba segura de cuál sería ese fin. Pero lograr un alto el
fuego en el trabajo sonaba como una buena idea. Y estaría mintiendo si
dijera que no estaba al menos un poco intrigada por lo que proponía
Miles.

—Bien.
166
Se levantó de su lugar en el sofá y se acercó a mí, tendiéndome la
mano.

—Entonces, ¿tenemos un trato?

Observé su mano antes de sacudirla una vez, rápido y firme.

—Supongo.

Sacudió la cabeza.
—Esa es justo la actitud que quiero de la mujer con la que estoy
saliendo. Dejaré que te acomodes. Empezamos en el almuerzo. Hay un
espejo en el baño por si necesitas practicar tu cara de «Amo a Miles». —
Le arrugué la nariz, pero él continuó como si no se hubiera dado
cuenta—. Y creo que hay una competencia de muñecos de nieve en el
albergue después del almuerzo. No me defraudes. —Abrió la puerta y
cruzó el umbral, gritando por encima del hombro—: Me aseguraré de
conseguirte un hacha para que puedas cortar tu propia leña. No quiero
que te hagas ninguna idea sobre mí. —Me mostró su sonrisa pícara, y
luego se fue.

167
Doce
«Esta es mi casa. Tengo que defenderla».

Solo en Casa

Cuando había empacado para la semana, no tenía la intención de


pasar mucho tiempo en la nieve. Tenía algunos jeans, algo de ropa
interior térmica y un par de pantalones deportivos holgados. Lo más al
aire libre que había planeado hacer era dar un paseo en algún momento
todos los días. Y para eso, podría arreglármelas con lo que había traído.
Completar un ridículo juego de bingo extremo era algo para lo que ni mi
guardarropa ni yo estábamos preparados. Sin embargo, pensé que cuanto
menos vestida estuviera para la ocasión, menos me obligarían a
participar, razón por la cual, cuando Miles me encontró en el almuerzo
más tarde, con jeans y una sudadera debajo de mi parka blanca, no pude
evitar sonreír.

—¿Qué es eso? —preguntó, sus ojos en mis piernas mientras me


dirigía hacia él. Miles estaba colocando un gran paquete de botellas de
agua en una mesa de servicio llena de bocadillos, papas fritas y ensaladas.
Definitivamente estaba vestido para el clima, usando unos pesados 168
pantalones negros para la nieve y una chaqueta acolchada sobre una
camisa de franela verde. Los primeros dos botones de su franela estaban
desabrochados con una camiseta blanca de algún tipo asomándose por
debajo. Su gorro gris habitual no estaba en el conjunto, y mis ojos no
pudieron dejar de seguir hasta su melena castaña desgreñada. Parecía
que había estado usando su gorro, pero se lo quitó antes de entrar al
albergue. Le daba un aspecto encantador y juvenil que necesitaba olvidar
que existía.

—Esto es lo mejor que tengo para un día de nieve improvisado.


Me miró con incredulidad.

—¿Viniste a un albergue de invierno sin pantalones para nieve?

Levanté la pierna.

—Traje botas —dije alegremente. Había algo en desarmarlo que


comenzaba a ser bastante adictivo para mí.

Puso los ojos en blanco. Su mano encontró mi espalda y me impulsó


hacia los platos de papel.

—Toma tu almuerzo y búscanos una mesa. Te veré allí en un minuto.


Tenemos que repasar el calendario para asegurarnos de no perdernos
nada para el cartón lleno.

—Ah, hurra —murmuré a medida que llenaba mi plato rápidamente.

Miles se unió pronto a mí en nuestra mesa. El albergue se había ido


llenando lentamente de gente, aunque aún no había visto a Chloe ni a
Ben. Debí haberle enviado un mensaje de texto y decirle que me dirigía
al albergue, pero estaba tan agitada después de que Miles se fue que no
lo había pensado. Mamá y Russ entraron tomados de la mano y riéndose
de algo. Me di la vuelta inmediatamente cuando Miles colocó el cartón
de bingo en la mesa entre nosotros.
169
—¿Qué tipo de sándwich conseguiste?

Miré hacia abajo a mi comida.

—Jamón y queso.

—Se ve bien.

Levanté mis cejas.

—¿Gracias?
—¿Me atrevo a decir que, esos jamones se ven… deliciosos?

Le di un codazo en el estómago y recogí el cartón de bingo.

—¿Trajiste un traje de baño? —preguntó unos momentos después.

—¿Por qué habría hecho eso?

Le dio un mordisco a su sándwich, que era principalmente rosbif con


algunas lonchas de queso cheddar colgando de los costados.

—Justo en el folleto dice que hay un jacuzzi.

—Bueno, Millie me engañó para que viniera aquí, y nunca vi un


folleto. Además, los jacuzzis en invierno en Vermont no me parecen muy
divertidos.

—Créeme, ese jacuzzi se sentirá glorioso después de sumergirte en el


estanque congelado.

Mis palmas comenzaron a sudar inmediatamente.

—Miles. No puedo hacer eso. ¿Podemos… cambiar eso por otra


cosa?

Se dio la vuelta y me miró mientras tomaba un bocado.


170
—Solo piensa en lo increíble que te sentirás una vez que lo hayas
hecho. Digo que lo hagamos esta noche, antes de que atrape ese bicho
estomacal falso.

Mis ojos se abrieron cuando el pánico llenó mi cuerpo


inmediatamente.

—¿Qué? No. ¿Por qué? Ni… ni siquiera tengo un traje de baño.


—Nos dimos la mano. Estoy bastante seguro de que mi hermana dejó
uno en la casa de mis padres. Lo encontraré por ti.

—No puedo hacer eso. Lo digo en serio. Sé que esto solo es otro
subidón de adrenalina para ti, pero te prometo que a mí me romperá.

Su dedo encontró mis labios, deteniendo mi balbuceo inducido por


el pánico. Mis ojos se clavaron en los suyos, lo que me impidió apartarlo
como a un insecto molesto.

—Solo piénsalo, la zambullida polar es lo más difícil en esa lista. Una


vez que hayamos tachado eso, serás libre. —Quitó el dedo y susurró—:
Si hoy hacemos el muñeco de nieve y el salto polar, puedes elegir lo que
haremos mañana.

Empujó el cartón de bingo hasta que terminó frente a mí.

—Qué generoso de tu parte —dije a la ligera, levantando el cartón


para examinarlo, obligándome a evaluar los otros elementos de la lista.
Para mi sorpresa, había algunas cosas que no odiaría por completo—.
Competencia de casas de jengibre —declaré.

Miles arrugó la nariz y miró el cartón una vez más.

—Por supuesto que elegirías la cosa más patética de ahí. Creo que lo
harán el lunes. 171
—¿No te gustan las casas de jengibre?

—Suena horrible y tedioso. Puedo contar exactamente con cero


dedos cuántas veces he hecho una antes. Te dejaré tomar la iniciativa en
eso.

Le sonreí.

—De repente, estoy superemocionada de hacer una casa de jengibre


contigo. Ahora, solo estoy intentando decidir si debo hacer que agregues
las chispas de una en una, o si debo ponerte a cargo de glasear cada pieza
por tu cuenta.

Él gimió, y me encantó verlo para variar incómodo. Tomé el cartón


de bingo otra vez.

—¿Competencia de dulces? ¿Aprender a asar una castaña? Estos


suenan como los míos.

—El albergue hará muchas cosas de ese tipo mañana por la tarde, así
podemos tachar algunas cosas de la lista fácilmente. —Me quitó el cartón
de la mano—. ¿Qué tal ordeñar una vaca y beber leche chocolatada fresca
en el granero?

Me estremecí.

—La palabra fresca en ese contexto me aterroriza.

—¿Acaso los tortolitos van por el cartón lleno, o como se llame?

Ambos levantamos la mirada para ver que Glenn se había dejado


caer frente a nosotros. En medio de todas las revelaciones extrañas de
ayer con Miles, casi me había olvidado de la razón por la que me había
metido en este lío.

—Ese es el plan —dijo Miles tranquilamente, tomando un trago de 172


su botella de agua—. ¿Y tú?

Esperó un momento antes de sonreír con fuerza.

—No. Si quiero irme de vacaciones, compraré mis propios boletos.

Aunque originalmente yo misma había pensado exactamente lo


mismo, escucharlo de los labios petulantes de Glenn se sintió como un
insulto mortal tanto para Miles como para la idea de toda su familia de
devolver la magia de la Navidad a la vida de las personas.
—Será divertido. Lo último que querría hacer es permitirme ser
demasiado aburrida para divertirme un poco de vez en cuando.

Era muy consciente de que Miles me miró justo en ese momento,


pero lo ignoré y le sonreí a Glenn dulcemente.

—¿No es… un poco extraño que tu madre no supiera que estabas


saliendo con alguien hasta ayer por la mañana?

Volvió a mirarnos a los dos, con una mirada condescendiente en su


rostro como si supiera que estábamos mintiendo.

Me encogí de hombros con indiferencia, como si recibiéramos esta


pregunta todo el tiempo, aunque, por dentro, me preguntaba qué tan
malas serían nuestras habilidades de actuación si Glenn sospechaba. Me
acurruqué tan cerca del costado de Miles como mi conciencia me lo
permitió.

—Queríamos mantenerlo en secreto por un tiempo, eso es todo.

—Ya veo. —Asintió como si lo considerara profundamente antes de


mirar a Miles—. Pero, ¿había alguna razón para el secretismo?

Miles sonrió, su mano cayendo sobre mi rodilla por un segundo antes


de moverse un poco más arriba, para ser exactos, sobre mi muslo inferior,
si el rastro de calor y fuego ardiente era certero. Su pulgar hizo un 173
movimiento suave de adelante hacia atrás que hizo que me quedara sin
aliento.

—Si lo hubiera, entonces supongo que ese sería nuestro secreto.

Glenn se rio y extendió las manos como si estuviera bromeando.

—Oye, de cualquier forma, no me importa. Hagan lo suyo. Solo


pensé que era extraño, eso es todo.
No pude evitar sentirme agradecida cuando mi madre se acomodó a
mi lado en ese momento, con Russ junto a ella y los padres de Glenn
frente a nosotros. Glenn actuaría ahora de manera muy diferente. Los
tres pasamos más a un segundo plano mientras el grupo de vecinos y
amigos habló y bromeó sobre el juego de bingo que acababan de jugar
juntos en una habitación trasera del albergue.

Miles quitó su mano de mi rodilla para comer su sándwich. Y…


gracias a Dios. No eché de menos su mano. Para nada. Pero no podía
negar la sensación de vacío que había dejado su mano. Probablemente
solo extrañaba la calidez de su toque. Como si sus pensamientos fueran
un reflejo de los míos, el muslo de Miles rozó el mío de repente y se
quedó allí, trayendo consigo otra ola de calor hormigueante. Obligué a
mi mente a concentrarse en la conversación que nos rodeaba.

—Estoy intentando hacer que Elaine sea más aventurera —decía


Russ—. Se muere de miedo cuando hace algo divertido.

Mi mamá se quejó, golpeando su brazo dulcemente, con un rubor


subiendo a sus mejillas.

Miles interrumpió, asintiendo hacia mí.

—Debe ser un rasgo familiar. —Me dio un codazo suavemente, casi


como para decirme que solo estaba bromeando—. Intentar convencerla 174
de que haga la zambullida polar ha sido como sacarle los dientes.

Todos los ojos en la mesa estuvieron sobre mí de repente. No estaba


segura de cómo manejar este nivel de atención, así que obligué a mi
mirada a volver a mi plato.

—Incluso le dije que me quitaría la camisa —dijo Miles—, pero no


hubo suerte.

Me estremecí cuando Russ resopló apreciativamente.


Tenía mi respuesta sarcástica preparada y lista hasta que recordé que
éramos una pareja enamorada, o al menos novio y novia de verdad. Así
que, solo me senté durante unos segundos más, considerando otro tipo
de respuesta que coincidiera con esa historia, y terminé perpleja.

Mamá habló primero, con la boca ligeramente abierta.

—¿Vas a hacer la zambullida polar?

—Tal vez —respondí a mi madre al mismo tiempo que Miles decía—


: Sí.

Sus cejas se levantaron.

—Bien por ti. —Mirando a Miles, agregó—: Y buena suerte para ti.

Él se rio.

—Será bueno sacarla un poco de detrás de sus libros esta semana.

Su mano ahora rozó mi espalda, frotando ligeramente.

—Mis libros son más divertidos.

—Ya lo veremos.

—Su madre es igual —intervino Russ—. Ayer prácticamente tuve 175


que obligarla a ir a esquiar a campo traviesa. —Miró a mi mamá—. ¿Y
qué fue lo que dijiste al respecto, cariño?

Mamá se sonrojó.

—Fue divertido —reconoció.

—Ha pasado los últimos treinta años sin apenas salir de casa. Ya no
—dijo Russ—. Es hora de salir y ver el mundo. Este año esperamos hacer
una excursión de buceo a Jamaica.
Mis fosas nasales se dilataron con rabia ante sus palabras. El hecho
de que mi madre no hiciera esquí a campo traviesa no la hacía aburrida.
No significaba que no estuviera viviendo la vida. Ella y papá
simplemente habían sido así. Preferían una velada tranquila en casa a las
multitudes y los restaurantes concurridos. Cuando era niña, cuando papá
llegaba a casa del trabajo, le encantaba sentarse en su oficina y leer. Iba
a jugar al golf con amigos unas cuantas veces al mes, y mi madre tenía
su club de lectura. Pero aparte de eso, eran personas tranquilas felices de
vivir una vida tranquila, y mamá no necesitaba que Russ viniera y
cambiara eso. La cambiara.

—Algunas personas están perfectamente felices de estar en casa. No


necesitan demostrar su valía ante nadie —corté, sonriendo
elegantemente a Russ.

Su expresión cayó, y asintió.

—Lo sé, pequeña. Solo… quiero que tu madre experimente algo de


diversión, eso es todo.

Diversión. Pensaba que la vida pasada de mi madre no había sido


divertida. Estaba intentando hacerle pensar que no había sido divertida.
Mis dedos de los pies y de las manos se curvaron con fuerza en una bola
apretada.
176
Miles me observaba con curiosidad, y exhalé un suspiro rígido,
esperando liberar mis frustraciones. Mamá podía hacer lo que quisiera.
Era una mujer adulta. Si quería maquillarse como un payaso y
convertirse en una especie de fanática del aire libre, que así fuera. Solo
esperaba que no permitiera que su esposo nuevo la hiciera pensar que los
últimos treinta años no habían significado nada.

Porque lo hicieron.
Trece
«¡Estoy en lo más profundo de la desesperación!»

L.M. Montgomery. Ana de las Tejas Verdes

Por si había alguna confusión, ponerme un traje de baño viejo en


pleno invierno para ir a saltar a un lago helado era mi versión personal
del infierno en la tierra. ¿Cómo se vestía para eso? Miles insistió en
recogerme en la cabaña porque sabía con certeza que nunca lo
encontraría por mi cuenta (puntos por estar en lo correcto). Después del
almuerzo, nos reunimos con Chloe, Ben y las niñas fuera del albergue y
construimos dos muñecos de nieve épicos. El muñeco de nieve de Ivy y
Holly fue de la variedad de Picasso, partes y palos sobresaliendo por
todas partes. Miles y yo elegimos un look más clásico, con piedras y
zanahorias, complementado con una bufanda vieja. No terminamos
ganando la competencia, pero se tachó una casilla del cartón de bingo,
lo cual fue suficiente para mí. El aire fresco había sido
sorprendentemente refrescante, y si Chloe había estado indecisa sobre mí
y mi supuesto novio, ver a Miles perseguir a sus niñas alrededor de los
muñecos de nieve, arrojándolas al aire y atrapándolas, definitivamente
tuvo que influir en ella a nuestro favor. Incluso me sorprendí sonriendo 177
ante las risas sin parar que escuché de las niñas y Miles.

Fue solo cuando mi madre y Russ aparecieron que fingí un dolor de


cabeza y regresé a mi cabaña tranquila por una taza de chocolate caliente
y un libro.

Para cuando sonó el golpe en la puerta más tarde esa noche, me había
puesto el viejo traje de baño de la hermana de Miles (que amablemente
me había dejado antes), pero ahora estaba oculto por mis pantalones
deportivos, mi pijama de franela y mi parka blanca.
Cuando abrí la puerta, Miles estaba apoyado contra el marco de la
puerta, con una bolsa de lona colgada del hombro. Llevaba un mono de
color canela con aislamiento, su abrigo azul y su gorro gris. Tenía
mechones de paja en la parte del cabello que no tapaba el gorro. Debe
haber venido directamente aquí de hacer las tareas de la granja.

—Brócoli.

—Miles.

—Te saltaste la cena.

—Tenía dolor de cabeza.

—Eso suena como algo que tu novio debería saber.

Probablemente tenía razón, pero no me había importado.

—Lo siento.

Me deslicé hacia atrás para dejar espacio de modo que él entrara


mientras me ponía las botas. Dio un paso adelante, pero para mi
sorpresa, se dirigió hacia el baño.

—Tengo que cambiarme muy rápido.


178
A medida que se alejaba de mí, contemplé escapar muy rápido a
cualquier parte. Afuera, un cielo lleno de nubes cubría la luna, dando
como resultado una noche completamente negra. Si eso no me detuvo,
la brisa fuerte entrando en mi cabaña definitivamente lo hizo. Pero tenía
que ser mejor que…

—Si corres te cazaré —gritó Miles alegremente mientras entraba al


baño.
Fruncí el ceño a su espalda y cerré la puerta principal. Sin embargo,
Miles asomó la cabeza fuera del baño antes de que pudiera ponerme las
botas.

—Pregunta rápida. ¿Cómo te gusta tus jamones? ¿En pantalones


cortos o Speedo?

Lancé mi bota hacia la puerta del baño. Miles se estaba riendo


cuando la atrapó fácilmente y me la arrojó. Pero no fue hasta que estuvo
a salvo en el baño que dejé escapar una carcajada avergonzada.

Por fortuna, eligió los pantalones cortos. Tenía una camiseta sobre
sus músculos, y no podía decidir si sentirme agradecida o decepcionada.

—¿Eso es todo lo que vas a llevar puesto para caminar hasta allí? —
pregunté con incredulidad.

—No todos somos cobardes.

—Ya veremos cómo te sientes en el camino de regreso.

—Tendré a mi novia para mantenerme caliente.

—Si ese es tu plan, te sugiero que encuentres una novia nueva.

—Pero me estoy divirtiendo mucho con esta. 179


Tomamos toallas y nos pusimos a caminar juntos por el camino
conduciendo al albergue, yo metida en mi parka inmensa y Miles vestido
para un chapuzón rápido.

Me detuve cuando el estanque apareció por primera vez.


Probablemente era del tamaño de la mitad de un campo de fútbol.
Parecía completamente congelado, excepto por un pequeño agujero
oscuro en el hielo junto al muelle por el que podían pasar dos personas.

—Parece que no somos los primeros en hacer esto —dije.


—Probablemente lo somos. Papá mantiene esta sección rota para que
la gente pueda entrar.

—Por supuesto que sí.

Doblamos la esquina del albergue, y ambos nos detuvimos en seco.


A través del vapor y la niebla de la noche gélida, el jacuzzi ya estaba
ocupado por nadie más que… Glenn Foster. Me congelé, sin saber qué
hacer. ¿Por qué Glenn? ¿Y por qué estaba solo? Miles tampoco pareció
saber qué hacer junto a mí, pero antes de que pudiéramos retirarnos,
Glenn lazó la mirada y nos vio a los dos. Gracias a que Miles se negó a
usar algo parecido a ropa de invierno, no podíamos hacer pasar nuestra
apariencia solo como un paseo. Claramente estábamos allí por el jacuzzi.

Al menos, Miles lo estaba.

Empecé a retroceder.

—No sabe que estoy aquí para nadar, así que… —susurré
frenéticamente.

Un cuerpo cálido detuvo mi retroceso y comenzó a impulsarme hacia


adelante nuevamente.

—La toalla sobre tus hombros es un claro indicio. Vamos, será


divertido. 180
—No me di cuenta de que esta noche era la noche especial —llamó
Glenn.

Bueno, con una invitación condescendiente como esa, ¿cómo


podríamos negarnos? En realidad, déjenme ser clara. Podría negarme
perfectamente bien, pero el brazo que de alguna manera encontró su
camino alrededor de mi cintura no aceptaría nada de eso.

Glenn nos vio acercarnos en silencio. Miles sonrió y se inclinó sobre


el jacuzzi, tendiéndole la mano.
—Hombre, ¿cómo estás?

Después de una pausa breve, Glenn se inclinó hacia delante y le


estrechó la mano.

—Bien. ¿Y tú?

Miles arrojó su toalla sobre una silla junto al jacuzzi, se quitó las
botas y comenzó a quitarse la camiseta blanca. Aunque sus movimientos
fueron apresurados (estaba literalmente a cinco grados bajo cero), me
pareció que se movió en cámara lenta. Me mordí el labio a medida que
observaba sin vergüenza alguna. Así que, Miles tenía algunos músculos
debajo de la camiseta. Era esbelto y larguirucho, de modo que no era
como si de repente fuera La Roca allí debajo, pero tenía muchas líneas y
definición, y definitivamente sería capaz de desenroscar tapas de
pepinillos, levantar un sofá o algo así. Las cosas importantes de la vida
cotidiana serían mucho más fáciles con sus activos.

Activos.

Qué asco.

Había olvidado por un segundo en quién estaba pensando. Era


extraño estar juntos en un lugar diferente. Estábamos actuando fuera de
lo normal y, de repente, todo esto se sintió mal. Quiero decir… aún más
181
equivocado. Era un compañero de trabajo. Presionaba todos mis botones
y me molestaba todos los días, y haría bien en recordar eso. No
necesitaba ver sus músculos. Eso solo se metería con mi cabeza.

Se giró justo antes de entrar y se encontró con mi mirada. No estaba


segura de lo que vio allí, pero fue suficiente para que una risa se reflejara
en sus ojos. Hizo un gesto hacia un punto en el costado de su labio y
articuló:

—Tienes un poco de baba.


Oye, mira, estoy curada.

Después de todo, una vez había pensado que Glenn era atractivo, y
ahora apenas podía soportar verlo. Claramente, no se podía confiar en
mí. Comérmelo durante segundos con mis ojos no significaba nada. Lo
fulminé con la mirada hasta que se dio la vuelta, metiéndose en la tina
de hidromasaje y acomodándose frente a Glenn.

Ambos hombres se giraron para mirarme expectantes, lo cual tenía


sentido ya que era la única persona que nos conectaba a todos y no había
dicho ni una palabra. Pero actualmente aún estaba vestida para una
noche en un iglú. Si pensaban que iba a quitarme hasta quedar en el traje
de baño mientras ambos miraban, deberían esperar otra cosa.

Como si Miles entendiera mi dilema, se volvió hacia Glenn y entabló


una conversación, lo que obligó a Glenn a concentrarse en él. Respiré un
poco más tranquila y comencé a quitarme las botas y desabrocharme el
abrigo. Me desnudé hasta quedarme con el traje de baño de una pieza a
rayas rojas y blancas mientras Miles se enteraba de que el trabajo de
Glenn como gerente de adquisiciones era en realidad un puesto de
asistente glorificado del gerente real. También supo que él era de mi
misma ciudad natal y que fuimos juntos a la universidad en la
Universidad de New Hampshire. Glenn había terminado su carrera, pero
había estado trabajando y aun pasando el rato en la escena universitaria
cuando volvimos a reconectar. Típico de Glenn seguir hablando de sí 182
mismo sin preguntarle nada a cambio a Miles. Era difícil incluir a alguien
más cuando su tema favorito era él mismo.

Subí los escalones desvencijados y me metí en la bañera de


hidromasaje, causando tanta agitación en el agua que ambos hombres
me miraron. Los ojos de Glenn recorrieron mi cuerpo inmediatamente y
mi espalda. Y honestamente… paso muchas horas sentadas. Intento
caminar un poco tres o cuatro veces a la semana, pero definitivamente
no soy una atleta o una rata de gimnasio. Mi piel se erizó ante su mirada
de aprobación.
Miles me tendió una mano y, antes de que pudiera pensar, la tomé y
le permití que me llevara al agua. Sus ojos marrones sostuvieron los míos
antes de que apartara la mirada, temerosa de que el calor que ahora
estaba prendiendo fuego a todo mi cuerpo se reflejara en ellos. Le eché
la culpa al jacuzzi a pesar de que estaba confundida por las miradas
suaves que me estaba dando. Me acomodó a su lado y se deslizó cerca,
dejando caer su mano sobre mi rodilla.

Ah. Cierto. Estábamos en escena. El toque tenía sentido.

Ahora podía respirar más tranquila.

—Estoy muy emocionado de poder presenciar la famosa zambullida


polar —dijo Glenn, con las cejas levantadas.

—Sí.

Miles reajustó su posición, y su brazo se movió para colocarse


alrededor de mi cintura, sus dedos rozando un lado de mi estómago. Me
puse rígida ante el toque familiar. No sabía qué hacer con mis manos, así
que las doblé torpemente sobre mi estómago—. Relájate —susurró Miles
en mi oído.

Moví de mala gana ambas manos debajo del agua. Si fuera un novio
normal, probablemente habría dejado mi mano sobre su rodilla, pero no
era un novio normal. Era un chico que no me gustaba, con el que
183
trabajaba, que ahora estaba haciendo el papel de mi novio falso porque
había interrumpido de manera tan grosera e inesperada mis vacaciones
anti navideñas. Habían sido un par de días complicados. Me decidí a
descansar mis manos en el asiento del jacuzzi entre nuestras piernas.
Miles empujó mi mano con su muslo, tensándose como si estuviera
intentando no reírse.

—Es gracioso. Habría apostado mucho dinero a que Olive nunca


saltaría contigo a ese lago —se burló Glenn.
Ambos nos volvimos hacia Glenn, quien nos miraba con una sonrisa
de complicidad en su rostro.

—Si no te has dado cuenta, no es exactamente del tipo temerario —


agregó, cruzándose de brazos.

Miles me dio un codazo.

—¿Olive? ¿Te importaría refutar?

Le sonreí dulcemente a Glenn, aunque el movimiento me dolió un


poco.

—No, tiene razón. No soy del tipo temerario.

—Hombre, te lo dije. Siempre intenté que fuera a esquiar conmigo,


pero se negó rotundamente. Lo más loco que pude conseguir que hiciera
fue una función doble de dos películas en una noche de escuela. —Se rio
y puso los ojos en blanco—. ¿Recuerdas eso, Aceite de Oliva?

Sí, recordaba que siempre había querido que fuera a esquiar con él.
También recordaba que no era esquiar para lo que me había estado
presionando esa noche. Dos películas de acción seguidas junto con una
tina gigante de palomitas de maíz entre nosotros era la única forma en
que podía hacer que su mente y sus manos se concentraran en otra cosa
además de mí. 184
Odiaba cómo Glenn parecía tan seguro de mí. Bien, no quería saltar
en un lago congelado. Loco, lo sé. Pero me irritaba verlo sentado allí en
su gran caballo, con aire de suficiencia sacando a relucir cosas de nuestro
pasado. Y eso es todo lo que era. El pasado. Aunque tuviera razón.
Demándenme si volar por la ladera de una montaña con dos palillos en
los pies no era mi idea de pasar un buen rato. Tenía muchos libros que
me daban la misma emoción. Pero independientemente, ¿quién era él
para suponer que sabía lo que me interesaba o no? Salimos hace casi
cuatro años. Ya no me conocía, y me molestaba el hecho de que actuara
como si lo hiciera.

Tragué pesado antes de mover mi mano rígidamente hacia la rodilla


de Miles, y con la barbilla levantada y una expresión altiva, le dije a
Glenn:

—En realidad, planeamos hacer muchas cosas esta semana.

Su expresión pareció divertida.

—¿Qué será? ¿Quedarse en casa y ver películas? ¿Escribir poesía?


¿Leer un libro juntos?

Miles se encogió de hombros y me miró, con un brillo en sus ojos.

—Bueno, probablemente algo de eso. Creo que la introducción de


Olive a The Terminator está muy atrasada.

Arrugué la nariz.

—Tendríamos que ver a Jane Eyre para limpiar nuestros paladares


después de eso.

Miles sonrió.
185
—Genial, estaré listo para quedarme dormido para entonces.

—Son como los niños de esos carteles de aventura —dijo Glenn,


divertido.

Esto lo podría contradecir con seguridad.

—De hecho, Miles es instructor certificado de Outward Bound.

Glenn no pareció demasiado impresionado.


—He oído hablar de eso. ¿No es ahí donde llevas a los niños de
excursión? ¿O rafting?

—Sí —respondió Miles, apretándome más cerca de su costado—.


Hacemos mucho rafting en aguas bravas, y también escalada en roca.
Enseñamos muchos conceptos básicos de seguridad.

—Mis padres me llevaron por el río Colorado en Arizona cuando


estaba en el último año. Simplemente no puedes conseguir buenas aguas
bravas tan al noreste.

Miles enarcó las cejas.

—¿Alguna vez has hecho algo aquí?

Glenn se encogió de hombros como si no importara.

—No. Quería ir directamente a por las cosas importantes.

—Bueno, te lo estás perdiendo. Hay algunas rutas geniales por aquí.

Glenn resopló con incredulidad como si todo fuera divertido para él.

Miles se volvió de repente hacia mí.

—¿Estás lista?
186
Definitivamente no estaba lista, si el repentino ataque de pánico que
recorrió mi cuerpo significaba algo, pero de alguna manera, el estanque
congelado parecía mejor compañía que Glenn en este momento. Agarré
la mano que Miles me ofreció y comencé a temblar inmediatamente
mientras salíamos del jacuzzi.

De repente, estábamos corriendo… corrección, Miles estaba


corriendo y tirando de mí detrás de él a medida que yo chillaba. Mi mano
en la suya era la única parte cálida de todo mi cuerpo. Si pensaba
demasiado en lo que estaba a punto de suceder, nunca lo haría. Aunque
mi cerebro se negaba a reconocer el enorme estanque congelado
acercándose, mi cuerpo parecía tener una muy buena idea de lo que se
esperaba y comenzó a retroceder.

—¡No! —gritó Miles mientras me arrastraba detrás de él, el estanque


ahora a unos seis metros de nosotros—. ¡Puedes hacerlo!

Cuando llegamos a un metro y medio, clavé los talones.

—¡Espera! ¡Espera! —chillé, el pánico puro haciendo que mis


palabras salieran en ráfagas y revoltijos—. Pensemos en esto por un
segundo. Hagamos el bingo. No necesitamos hacer el cartón lleno.
Tengo que…

—No lo pienses. Solo salta —gritó Miles, tirando de mi mano con la


suya hacia el muelle pequeño. Pero esta vez, mi mano escapó. Se giró y,
por una fracción de segundo, ambos nos miramos las manos vacías en el
aire antes de que sus ojos se desviaran hacia los míos y se entrecerraran
peligrosamente.

Ni siquiera se me ocurrió pensar en mi trasero en traje de baño o en


mis muslos sacudiéndose en ese momento cuando mi cuerpo hizo un
giro de ciento ochenta y salió disparado hacia adelante. Hacía cinco
grados bajo cero, estaba empapada y estaba a punto de saltar al agua
congelada. Con Miles Taylor. Mi cerebro estaba funcionando bien 187
ahora, y mi instinto de lucha o huida salió a relucir. Necesitaba terminar
con esta locura. Tenía un libro y un baño caliente esperándome. La
adrenalina me hizo volar. Era Usain Bolt cruzando la línea de meta.

Hasta que dos brazos de acero se envolvieron alrededor de mi


cintura, deteniéndome a medio camino. Mi espalda se calentó
instantáneamente a medida que se presionaba contra su estómago,
bloqueando el frío del aire de la noche. Oh, Dios, se sintió tan bien ser
abrazada, incluso de esta forma. Incluso por él. Casi lo había olvidado,
pero esos brazos también querían arrojarme a un estanque congelado, así
que perdí toda dignidad, agitándome como una niña con una rabieta,
chillando, gritando y ofreciendo negociaciones nuevas. Finalmente, me
liberé de él. Y cuando recuperó el equilibrio, se acercó a mí una vez más,
pero lo detuve.

—No me arrojes.

Me detuvo ahí agachada, dando la impresión de que podía salir


corriendo en cualquier segundo, lo cual era risible porque mi cuerpo
estaba literalmente apagándose por el frío.

Sus manos se detuvieron en el aire en su alcance hacia mí. Me miró


detenidamente.

—¿Vas a saltar por tu cuenta?

Miré hacia el estanque con el pecho agitado, el oscuro pozo de agua


resplandeciendo bajo la luz exterior del albergue. Trozos de hielo
flotaban cerca.

—Si intentas arrojarme, trituraré tu cuerpo, te freiré en donas y se las


daré de comer a tus alumnos.

Su boca se torció, pero levantó las manos en un gesto de paz.

—Sabes, eres muy diferente aquí de lo que dejas ver en la escuela.


188
—Cállate.

Ahora que no estaba luchando por mi dignidad, di unos pasos


tentativos hacia el muelle.

Él se acomodó a mi lado, su hombro rozando el mío mientras ambos


mirábamos hacia el abismo oscuro lleno de trozos de hielo flotantes.

—¿Por qué aún no has saltado? —pregunté—. Habría pensado que ya


estarías en la cuarta ronda.
—Normalmente no me detengo a pensar. Solo lo hago. Hiciste que
me detuviera, y ahora estoy pensando que suena como una idea terrible.

—Es una idea terrible.

Se rio suavemente.

—Grandísima cobarde.

—No te veo saltando.

—Se me está contagiando tu cobardía.

—Te estoy ayudando a ver que hay otras formas de disfrutar la vida
que no implican hacer tonterías.

Una gran sonrisa se dibujó en su rostro.

—Pero apuesto a que no recuerdas nada especial sobre las noches en


que leías tu libro hasta las 9:00 p.m. y luego te acostabas.

El frío comenzaba a atravesar cada parte de mi cuerpo.

—Estoy viviendo el sueño —murmuré, castañeando con cada


palabra.

Me tendió la mano. 189


—¿Cuándo fue la última vez que tuviste la oportunidad de saltar en
un lago congelado con tu buen amigo Miles?

Resoplé.

—¿Quién?

—No estoy completamente más allá de la idea de presionarte para


que esto termine más rápido.
—Bien. Saltaré. En este punto, el agua no puede estar más fría de lo
que estoy ahora.

—Eso es optimista.

Contamos hacia atrás desde tres. Cuando llegamos a uno, Miles


agarró mi mano y gritó:

—¡Agárrate fuerte!

El muelle cubierto de nieve fue un borrón debajo de nosotros, y


entonces estábamos cayendo.

190
Catorce
«Sabía que me harías bien de alguna manera, en algún momento, lo vi
en tus ojos cuando te vi por primera vez».

Charlotte Brontë. Jane Eyre

Se sintió como si mil agujas se clavaran en cada centímetro de mi


piel. Cuando salí a tomar aire, mi boca se abrió y cerró como un pez
fuera del agua, pero parecía que no podía respirar. El impacto fue
demasiado grande para mi cuerpo delicado lector de libros, bebedor de
café y mirar películas. Miles me agarró del brazo y tiró de mí hacia el
muelle. No estaba segura de cómo se movía, porque me había convertido
en una estatua congelada.

Sus movimientos parecieron más lentos, pero pudo salir del agua
antes de volverse hacia mí.

—Ven aquí.

—¿Así es cómo se siente la hipotermia? —pregunté a través de mis


dientes castañeando. Intenté sacar mi cuerpo del agua, siendo la palabra
clave intenté. 191
—Aún no, pero tienes que moverte más rápido.

Se inclinó aún más, metió las manos debajo de mis axilas y me


levantó y sacó del agua como si no pesara más que un saco de harina.
Otro punto para sus músculos secretos. No me había dado cuenta de que
había agarrado nuestras toallas y las había traído con nosotros, pero de
repente, me estaba envolviendo en algodón azul esponjoso y me llevaba
de vuelta al jacuzzi.

—Voy… a… matarte —balbuceé.


Las palabras sonando feroces en mi cerebro salieron como un
gorgoteo incoherente de jadeos cortos.

—¿Qué? —preguntó Miles, envolviendo su brazo alrededor de mi


hombro a medida que cojeábamos juntos por el camino cubierto de
nieve—. ¿Acabas de decir que vas a amarme? Y también, después de tan
poco tiempo de noviazgo. Tallo de Apio, estoy totalmente sorprendido
de ti.

No pude encontrar la energía necesaria para alejarlo, así que dejé que
su cuerpo presionara contra mi costado mientras me impulsaba hacia
adelante.

Glenn se estaba secando con una toalla junto al jacuzzi cuando


llegaron nuestras extremidades congeladas.

—Bueno, estoy impresionado de que la hayas hecho saltar —


admitió, empujándose una sudadera por la cabeza—. Debes ser mejor
hombre que yo.

Mis dientes castañetearon casi con violencia cuando pasé junto a


Glenn para subir las escaleras. Mi cuerpo pareció chisporrotear cuando
entré en la bañera caliente y me sumergí con un suspiro profundo,
permitiendo que el agua caliente cubriera mis extremidades congeladas.

—Lo hizo todo sola —declaró Miles generosamente a medida que


192
subía detrás de mí, acomodándose frente a mí en el jacuzzi.

Glenn resopló ante eso, sin creerle a Miles más que yo. Se dio la
vuelta para irse, dándonos un saludo poco entusiasta mientras se
escabullía fuera de vista.

Nuestros pechos subían y bajaban pesados mientras nuestras


extremidades comenzaban a descongelarse. Los latidos de mi corazón se
desbocaban en mi pecho. No podía creer que hubiera hecho eso. Mi
mente corría tan rápido como mi corazón. Glenn tenía razón cuando
dijo que no era temeraria, ni siquiera cerca, pero, para mi sorpresa, me
sentía increíble en este momento.

Las emociones y la adrenalina recorriendo mi cuerpo en ese preciso


momento necesitaban una salida, un lugar a donde ir, o de lo contrario
explotaría. Me sentí sonreír ampliamente. Me costaba creer que la chica
que saltó al estanque congelado (claro está, básicamente fue retenida a
punta de pistola) fuera yo. Ahora que todo había terminado, había
sobrevivido y mis dedos de manos y pies como cubitos de hielo
comenzaban a recuperar la sensibilidad, me invadió una sensación de
asombro y orgullo. Y luego hice lo último que esperaba hacer frente a
Miles. Eché la cabeza hacia atrás, miré hacia el cielo oscuro y me reí.

Y luego seguí riéndome. Como una maníaca certificada.

Me sentí como todas las heroínas geniales en todos los libros que leía
haciendo cosas atrevidas como si no fuera gran cosa. Si hubiera una
escalera, cruzaría el poste de la cumbrera para presumir como Josie Pye.
Dame un arma y un auto elegante, y creo que podría dar una buena pelea
en una persecución de autos. Me imaginé como una asesina increíble y
ultra genial que podía hacer un sándwich al mismo tiempo que defendía
un ataque. ¿Dónde diablos estaba el Machu Picchu? Tan pronto como
me enterara, estaría en el primer avión para subirlo. Apoyé la cabeza en
el costado del jacuzzi y simplemente me permití vivir el momento de
euforia pura, alegre y sin adulterar. 193
Una risa suave rompió mi diversión, y giré la cabeza lentamente para
ver a Miles observándome con una sonrisa en su rostro.

—Será mejor que tengas cuidado —dijo en voz baja—. Algunas


personas sienten su primer subidón de adrenalina y luego pasan el resto
de sus vidas persiguiéndolo.

Nuestros ojos se sostuvieron durante un momento largo a medida


que nos sentábamos en un resplandor contemplativo. Un suspiro largo
escapó de nuestros labios al mismo tiempo que nos acomodábamos en
los asientos del jacuzzi. Mis extremidades comenzaban a sentirse más
pesadas ahora que el subidón del momento comenzaba a disiparse.

—¿Así es cómo es para ti todo el tiempo? ¿Haciendo todas las cosas


locas que haces?

Contempló mi pregunta.

—Solía ser así. Casi me orino en los pantalones la primera vez que
salté en paracaídas. Pero cuando aterricé, ya estaba listo para hacerlo
otra vez. Lo mismo con la escalada en roca. Por lo general, el miedo se
debe solo a que no has hecho algo antes.

—¿Qué te metió en todo eso?

—Mi familia hacía un viaje por el río todos los veranos mientras
crecía, pero principalmente era solo para pescar. Escalé un poco en la
universidad, pero nunca había practicado en las aguas bravas ni saltado
en paracaídas hasta hace unos cinco años.

—¿Qué te hizo querer hacerlo? —pregunté.

Una sombra cruzó su rostro antes de desaparecer. Levantó las cejas.

—¿Quién no lo haría?
194
Levanté la mano.

—Tú no cuentas. Déjame adivinar, eras la niña vestida con casco y


almohadillas cada vez que andabas en bicicleta.

Mis ojos se entrecerraron.

—Primero la seguridad.

—Apuesto a que odiabas los toboganes…


Mis labios se torcieron hacia arriba ante un recuerdo que vino
volando de vuelta a mí. No estaba segura de por qué decidí compartirlo
con él, excepto por el hecho de que mi cuerpo se había relajado a estas
alturas, y mi boca debió haber seguido su ejemplo.

—Mamá tiene este video de mí y mi hermana en el patio delantero


cuando éramos pequeñas. Acabábamos de recibir un tobogán nuevo.
Había retrocedido, como diez metros, y luego salí corriendo hacia él. A
toda prisa. Me detuve cuando llegué a la cima del tobogán, me senté y
luego me arrastré con las manos hasta el fondo.

Miles sonrió ampliamente, y sentí un poco de orgullo por haber


provocado esa reacción en él.

—Puedo verlo todo perfectamente.

Le eché un buen vistazo, inclinándome hacia atrás. De acuerdo, fue


uno doble, pero los músculos recién descubiertos me estaban
distrayendo.

—Apuesto a que eras del tipo que se subía a la copa de todos los
árboles y asustabas a tu madre. Y probablemente ya estabas haciendo
acrobacias en motocicletas cuando tenías ocho años.

Se rio. Sus pies rozaron los míos en el agua por un momento antes
de que yo los apartara.
195

—Ojalá hubiera sido tan genial en ese entonces. De hecho, era más
como tú. Pasé la mayor parte de mi tiempo libre leyendo en una hamaca.
Las cosas más grandes vinieron después. Aunque, me encantaba un buen
tobogán alto. Y no estoy seguro si consideraría demasiado peligroso
trepar a los árboles.

—¿Qué libros amabas cuando eras niño?

—El Señor de los Anillos, Harry Potter, Percy Jackson…


—Qué cliché.

—No son clichés. Clásicos, Señorita Libros Secretos de Romance


Escondidos en su Kindle.

Me sonrojé ante el recuerdo.

—Era para una investigación —insistí.

—Hagamos un resumen rápido. Entré en tu salón de clases para


hacerte una pregunta, y ni siquiera me escuchaste porque estabas tan
absorta en tu romance del bebé del vampiro multimillonario.

—Estaba verificando los hechos.

Su sonrisa se ensanchó.

—¿Para qué?

—Una de mis alumnas escribió un artículo sobre eso, y tenía que


asegurarme de que realmente lo había leído.

Se rio de nuevo, pellizcando el puente de su nariz mientras lo hacía.

—Creo que todos tus libros clásicos son solo un disfraz. ¿Alguna vez
me dirás qué más tienes en tu Kindle?
196
Mantuve mi expresión pasiva, pero mi ritmo cardíaco se disparó. Me
cortaría el brazo derecho antes de que alguien viera lo que había allí,
especialmente Miles Taylor.

—Nada que te interese.

—Probablemente cierto. ¿Y me meto en problemas por Terminator?

—Sí. No es posible que haya una sola cosa redimible en esa película
que deba instigar una discusión en un entorno escolar.
—Claramente, nunca la has visto.

Negué con la cabeza y miré hacia el estanque, lista para cambiar de


tema, pero Miles se me adelantó.

—¿Qué pasó con Glenn?

Gemí, inclinando mi cabeza hacia él.

—¿En serio? ¿Por qué? Nos acabamos de deshacer de él.

—No puedes culpar a tu novio falso por estar un poco curioso con
tus ex. ¿Por qué terminaron?

Resoplé.

—¿No puedes ver por qué?

—Puedo verlo. Pero quiero saber lo que viste.

Metiendo mi cabello detrás de mi oreja, pensé en qué decirle a Miles.


Había superado por completo a Glenn. De hecho, lo había hecho por
casi tres meses antes de que tuviera las agallas para terminarlo. Lo único
que me hizo aceptar estas citas falsas era que el ego de Glenn no me
dejaría ir. Glenn claramente se había alegrado de haber aparecido esta
noche en el jacuzzi. Había querido verme fallar. Demostrar que tiene 197
razón. Si Miles no hubiera estado aquí, me habría molestado mucho más
esta semana. Habría estado viviendo junto a él en la cabaña de Chloe.
No quería sentirme agradecida de que Miles estuviera aquí en el jacuzzi
conmigo en lugar de Glenn, pero los pensamientos de todos modos
surgieron.

Ajustó su posición en el agua, su pie rozando el mío nuevamente por


un segundo y haciéndome salir de mis pensamientos. Me estaba
observando, esperando pacientemente a que ordenara mis pensamientos.
—Solo fue… bastante idiota. —Cuando no reaccionó, agregué—:
Siempre… tuvo una manera de hacerme sentir pequeña. —Mis palabras
salieron tímidas e inseguras, como si le hubiera dado accidentalmente
más de lo que debería. Pero cuando lo miré con nerviosismo, estaba
asintiendo.

—Puedo ver eso. Parece el tipo que tiene la costumbre de hacerle eso
a todos los que tiene alrededor.

Asentí.

—Lo siento por él.

Miles sonrió.

—Puedo manejarlo. ¿Cómo se tomó la ruptura?

Tomé un poco de agua entre mis manos y observé cómo escapó entre
mis dedos. Le había dado una miga, y ahora estaba tentada a ofrecerle
un bocado a medida que sentía que me relajaba un poquito más en su
compañía.

—Al más puro estilo Olive, no pude encontrar una excusa decente
para romper con él, así que en lugar de enfrentar el problema directa y
simplemente hacerlo, después de la universidad, me aseguré de elegir un
trabajo a dos estados de distancia. En realidad, las relaciones a larga 198
distancia no era su estilo. Así que, aunque técnicamente rompí con él,
todo se hizo de manera muy… estratégica.

—¿Cómo terminaste saliendo con él?

—Fue mi vecino mientras crecía. Es unos años mayor, así que nunca
tuvo mucho que ver conmigo, pero cuando conectamos durante mi
último año en la UNH, me invitó a salir. Me sentí bastante halagada en
ese entonces. Salimos alrededor de seis meses en total, pero diría que yo
quería terminar durante los últimos tres.
—Entonces, ¿por qué te quedaste con él?

—Era bueno. —Me encogí de hombros—. Al menos, a simple vista.


Podía dar un buen espectáculo. Mis padres lo amaban, así que seguí
ignorando todos los pequeños comentarios, pensando que estaba
exagerando. Siempre estaba cambiando las cosas en la conversación para
hacer que algo fuera mi culpa. Pero todo era hecho de una manera tan
amistosa, con una sonrisa, como si solo estuviera bromeando. No tenía
nada concreto a lo que aferrarme que fuera motivo suficiente para
romper. Así que, simplemente evité el problema y envié solicitudes fuera
del estado secretamente.

—A veces esa es la única forma de deshacerse de tipos como ese.

Nos sentamos en un silencio contemplativo durante un momento


largo, yo reviviendo momentos breves de mi historia con Glenn y
estremeciéndome. No sabía lo que se sentía estar cerca de Glenn hasta
que me alejé de él. Solo entonces pude poner en palabras cómo me había
hecho sentir. Sin embargo, una cosa que me enseñó fue que, no quería
volver a sentirme así nunca más.

—Sabes que no eres… pequeña, ¿verdad?

Me sobresalté y arqueé las cejas hacia Miles. Sus ojos se abrieron del
todo, y una sonrisa avergonzada cruzó su rostro. 199
—No, quise decir… no eres… —Puso sus manos sobre su rostro
mientras ambos empezábamos a reír.

—Quise decir que… a pesar de que eres un poco molesta, en cuanto


a personalidad… eres increíble. Maravillosa.

Aún estaba intentando contener la risa cuando capté su mirada,


penetrante y directa sobre la mía. Aunque estaba al otro lado del jacuzzi
frente a mí, hormigueos comenzaron en la base de mi estómago y se
abrieron paso hacia afuera, hacia cada extremidad y terminación
nerviosa de mi cuerpo.

—Gracias —dije, volviendo mi atención al agua. De repente, las


cosas se sentían demasiado intensas para una situación de cita falsa—.
Podrías haberme engañado con la forma en que me tratas en la escuela.

Otra sonrisa tocó sus labios.

—Bueno, la broma es para ti porque solo molesto a aquellos que me


gustan.

No significaba nada. No quería que significara nada. Le gustaba


mucha gente. Pero por alguna razón, sus palabras me mantuvieron
caliente durante todo el camino gélido de regreso a mi cabaña.

200
Quince
«Feliz Navidad, amiguito. Sabemos que estás ahí, y que estás
completamente solo».

Solo en Casa

Un golpe fuerte me despertó con un grito ahogado y un sobresalto.


Miré alrededor de la pequeña habitación de madera en un estado de
confusión antes de escuchar la voz alegre de Miles desde afuera.

—¡Levántate y brilla, Tallo de Apio! Hoy tenemos mucho que hacer.

No por primera vez, me encontré deseando que mi dormitorio no


estuviera justo al lado de la puerta principal en el porche. Mi primera
opción había sido el otro dormitorio al final del pasillo pequeño, pero
por alguna razón estaba cerrado, lo que me molestó muchísimo, pero
cuando le pregunté al respecto a Miles, solo se encogió de hombros.

Otro golpe fuerte, esta vez en mi ventana.

Comprobé la hora. 7:30 a.m. Técnicamente, me fui a la cama a las


10 p.m., pero según la hora de una chica con Kindle, en realidad fue más 201
cerca de las 2 a.m., lo que hacía que esta llamada para levantarme fuera
mucho peor de lo que probablemente imaginaba. La noche anterior me
había dejado exhausta después de un estanque congelado, y riéndome
accidentalmente y diciéndole demasiadas cosas a Miles. Me quité las
sábanas de encima, y me arrepentí de inmediato cuando el frío húmedo
de la mañana invernal tocó mi piel. Había dejado el fuego encendido en
la habitación principal la noche anterior, pero desde entonces se había
extinguido. Me vestí rápidamente con los sonidos de Miles cantando su
propia versión especial de «Jingle Bells» afuera de mi ventana. Cuando
finalmente abrí la puerta, estaba usando ropa interior térmica larga
debajo de unos jeans y un suéter grueso de color crema. Todo eso
acompañado por una gran melena despeinada y probablemente rímel
debajo de mis ojos porque había estado demasiado cansada anoche para
lavarme la cara.

—7:30 un domingo, ¿en serio?

Miles me dio una evaluación rápida con un levantamiento de cejas.


Parecía que estaba a punto de decir algo cuando frunció el ceño
rápidamente.

—Puedo ver tu aliento —dijo con cierta alarma. Pasó a mi lado,


entrando en la cabaña—. ¿Por qué está tan frío?

Cerré la puerta y me encogí de hombros.

—El fuego se apagó en algún momento de la noche.

Murmuró por lo bajo y caminó hacia la chimenea, avivando las


brasas blancas antes de abrir una caja llena de madera picada junto a la
chimenea. Madera que no había estado ayer allí, que yo sepa.

—¿Tú cortaste eso?

No respondió y, en cambio, se dispuso a hacerme un fuego. En unos


momentos, un cálido resplandor naranja comenzó a calentar la cabaña. 202
Me arrodillé frente al fuego y dejé que el calor acogedor empapara
mi piel.

—Gracias —dije.

Miles se sentó en el sofá en algún lugar detrás de mí.

—Muy bien. Estaba mirando el cartón de bingo, y si vamos a llenar


todos los cuadrados para un cartón lleno, tenemos que estar preparados,
así que nos hice un cronograma.
Me eché hacia atrás y tomé los papeles que me ofreció, la parte
superior llena de líneas y horas y fechas, y mi corazón no pudo evitar
soltar un pequeño suspiro de felicidad.

—¿Un cronograma? Tal vez te subestimé.

—Siento que eres el tipo de persona que se motiva mejor con una
lista.

Miré el papel, pasando a la página siguiente, que contenía el cartón


de bingo real.

—Dado que es domingo, el albergue realizará algunas de las


actividades más simples y discretas. Elaboración de queso. Asar una
castaña. Decoración de galletas. Mierdas como esas. Si podemos
sobrevivir al aburrimiento, podremos tachar un montón de cosas de la
lista.

Mientras leía el papel, me quedó muy claro que los recuadros de


bingo de «mierdas como esas» eran las actividades que en realidad yo
esperaba hacer. Eran todas las cosas que se podían lograr en el albergue
cálido sin exponerme a ningún elemento del mundo exterior.

—Pensé que se suponía que yo era el Scrooge en esta relación. Todo


esto se ve espectacular.
203
—Espectacular, ¿eh? —Sonrió—. Eso definitivamente tiene sentido.

Mi cuerpo se había descongelado lo suficiente por el fuego, así que


me dirigí al sofá, sentándome al otro lado de él.

—Solo porque no te arriesgues a morir o congelarte no significa que


estas actividades sean una mierda.

Arrancó los papeles de mi mano.


—¿Asar una castaña? ¿Hacer queso? ¿Los clasificas en la categoría de
espectacular?

De acuerdo, espectacular probablemente era exagerado, pero ahora


estaba en esto, e iba a demostrar mi punto.

—Probablemente creciste haciendo todas estas cosas. No tengo ni


idea de cómo se hace el queso, así que suena fascinante. Tampoco he
asado nunca una castaña. Y decorar galletas navideñas siempre es
divertido. Cualquiera que sienta lo contrario no tiene por qué ser mi
novio falso.

—Está bien —dijo—. Tendrás que convencerme.

No aprecié la mirada en sus ojos cuando dijo eso, así que volví a
mirar el papel.

—Y el lunes, haremos la competencia de casas de jengibre.

Gimió como un hombre torturado.

Le di un golpe en el hombro con los papeles.

—Todo esto fue idea tuya. Estaría más que feliz de renunciar a toda
esta cosa del cartón lleno.
204
—Oye, estaré bien una vez que lleguemos a mañana por la noche.

—¿Qué hay mañana por la noche?

—El baile en el granero y el beso bajo el muérdago. Podemos tachar


ambos al mismo tiempo.

Mi estómago se contrajo inmediatamente ante la idea de besar a


Miles. Otra vez. Aunque el beso fruncido de abuelita que habíamos
compartido no era digno de recordar, tenía el presentimiento de que si
alguna vez permitía que Miles me besara de verdad, los efectos podrían
ser devastadores.

—Un dulce besito en la mejilla suena perfecto. Del tipo que le darías
a tu mamá en la mañana de Navidad.

Puso sus manos detrás de su cabeza, una sonrisa comenzando a


formarse en su rostro.

—Si crees que besaré a mi novia en la mejilla bajo el muérdago, te


espera otra cosa.

Levanté la barbilla, sin permitir que sus palabras me distrajeran de mi


propósito, que era mantenernos a raya, o más específicamente,
mantenerlo a raya.

—No creo que sea una buena idea.

—¿Por qué? —Pareció genuinamente curioso.

—Las cosas… se nos meterán en la cabeza.

—¿Qué te preocupa que se meta en tu cabeza? —preguntó Miles.


Había cruzado la pierna sobre la rodilla y ahora me miraba
inocentemente.
205
Le fruncí el ceño.

—Nada.

—Bueno. Todo lo que sé es que tenemos un acuerdo de citas falsas.


Tenemos que hacer todo lo que está en la lista. —Miró más de cerca el
cartón de bingo y me lo tendió, señalando un cuadrado—. Y justo aquí
dice beso bajo el muérdago.

—Bien —dije—. Pero si terminas con el corazón roto, no digas que


no te lo advertí.
Miles no dio señales de haberme escuchado, excepto por una pausa
pequeña antes de continuar leyendo el cronograma.

—El martes, ordeñaremos vacas, beberemos leche chocolatada


fresca…

Siguió hablando, pero mi mente quedó atrapada en la parte «fresca»


de la leche chocolatada. No tenía ningún tipo de alergia a los lácteos,
gracias a Dios, porque era una gran fanática de la pizza y el helado. Pero
la leche pura era un asunto completamente diferente, especialmente si
tenía que exprimirla directamente de la ubre con mis propias manos. No
podía soportar la idea.

Se aclaró la garganta, sacándome de mis pensamientos preocupados.

—Esta noche tenemos una cosa más.

—¿Qué?

—Mis padres quieren invitarnos a tomar un helado esta noche


después de que cierre el albergue.

Me congelé, con los ojos totalmente abiertos.

—¿Qué? ¿Por qué?


206
—Porque quieren conocer a mi novia. —Sonrió descaradamente.

—Ya los conocí a ambos, y en realidad no soy tu novia.

—Pero, eso no es lo que estamos diciendo a todos aquí, ¿verdad?

—¿Qué les dijiste de nosotros?

No podía estar segura, pero pareció que su rostro podría haberse


enrojecido un poco.
—Solo que sabía que vendrías y quería sorprenderte. Y a ellos.

—No quiero.

—Iremos.

—No.

—Es parte de nuestra tapadera.

—No.

Seguimos teniendo la misma discusión horas después, después de un


día aprendiendo a hacer queso, asar una castaña y, por supuesto, decorar
galletas. Miles había sido un participante decente a través de todo,
aunque tuve que quitar todos los dulces que colocó frente a él y obligarlo
a decorar más de una galleta. Al final, fue casi tan agotador como decorar
con niños de dos años. Aunque, los niños de dos años probablemente no
se sentarían tan cerca de mí, ni me frotarían la espalda, ni jugarían con
mi cabello para molestarme cuando toda mi concentración estaba en
colocar un borde alrededor de mis galletas. Baste decir que, estaba
oficialmente exhausta del día de diversión navideña, y la idea de
mantener la artimaña frente a sus padres fue casi demasiado para mí.

—Pensándolo bien, creo que estoy a punto de contraer ese virus


estomacal violento. —Tiré de su brazo mientras salíamos al camino que 207
conducía a la granja.

Miles ni siquiera disminuyó la velocidad, simplemente siguió tirando


de mí a su lado.

—Eres tan mojigata en la escuela. No tenía idea de que fueras tan


mentirosa.

—No quiero estar así con tus padres. Creen que estamos saliendo de
verdad.
—También tus padres.

No sabía por qué eso era diferente, pero se sentía diferente. Mamá
había querido ponerme una trampa con Glenn Foster. La mamá de Miles
era un amor que probablemente se encadenaba para salvar árboles en su
tiempo libre.

—Simplemente no quiero mentir.

Finalmente, se detuvo y se volvió hacia mí.

—Entonces, no mientas.

—¿Qué?

Se encogió de hombros.

—Estamos juntos aquí, así que técnicamente estamos en una cita.


Nos pasamos todo el día juntos. Y anoche estuvimos juntos, así que esta
es básicamente nuestra tercera cita. Estamos saliendo.

—Pero no lo hacemos —insistí.

La risa se reflejó en sus ojos a medida que se acercaba, inclinándose


ligeramente hacia mí.
208
—¿Debería hacer algo para que sea más oficial?

Mi boca de repente se llenó de humedad ante sus palabras. O tal vez


fue la forma en que siguió mirando hacia mi boca deliberadamente. O
tal vez fue el temblor de sus labios burlones a medida que estaba, sin
duda, observándome enloquecer internamente. Di un paso atrás y puse
una mano en su pecho para evitar que se acercara.

Solo se rio entre dientes.


—Escucha. Solo es un helado con mis padres. No tendrás que pasar
un detector de mentiras, lo prometo. Probablemente ni nos preguntarán
nada al respecto.

Para que conste, esa fue una mentira totalmente descarada.

209
Dieciséis
«Porque cuando estás imaginando, bien podrías imaginar algo que
valga la pena».

L. M. Montgomery. Ana de las Tejas Verdes

Desde el momento en que Miles me hizo pasar por la puerta


principal, fuimos recibidos con abrazos y sonrisas de sus padres y un beso
sorpresa en la mejilla de su madre. Un transeúnte nunca habría
adivinado que los habíamos visto todo el día en el albergue. La casa de
los Taylor era sencilla y acogedora. Los marrones suaves, los cremas y
los verdes fluían a la perfección a través de cada habitación. Aunque ya
no son los últimos estilos, la casa se sentía cómoda. Limpia y ordenada,
pero también habitada. El tipo de hogar al que puedes llevar a los niños
y no preocuparte de que toquen cada pequeña cosa. En la sala de estar,
Miles arrojó nuestros abrigos en el respaldo de un sofá y siguió a sus
padres hacia una puerta batiente. Pasamos por varios marcos atractivos
llenos de imágenes de un Miles joven que prometí examinar más de cerca
cuando saliéramos. Miles se inclinó hacia adelante para empujar la
puerta y abrirla para mí, presionando su otra mano suavemente contra
la parte superior de mi espalda para impulsarme hacia adelante. 210
El calor zigzagueó en mi piel. Mantuvo su mano allí, guiándome a la
cocina y a una silla algo desgastada. La mesa rústica de roble frente a
nosotros estaba llena de cartones de helado y todos los ingredientes
imaginables. Se sentó a mi lado mientras estiraba su brazo sobre el
respaldo de mi silla. Su muslo rozó el mío y permaneció allí tan
casualmente, disparando descargas eléctricas por mis venas. Sus padres
se sentaron frente a nosotros y comenzaron a servir helado. Jett entró en
la cocina desde otra puerta y me sonrió a medida que agarraba un tazón
de helado y lo llenó con galletas trituradas y jarabe de chocolate antes de
salir de la habitación, al estilo de un verdadero adolescente.

—Olive, estamos tan felices de que hayas venido —dijo Sandy,


sonriéndome alegre—. Han pasado años desde que Miles trajo una chica
a casa. No desde… —se interrumpió abruptamente, sus ojos
revoloteando hacia Miles con brevedad antes de recuperarse
rápidamente. Una mirada pasó entre los dos, pero el momento se fue tan
rápido como comenzó—. Creo que es muy divertido que Miles te
ocultara toda esta locura. Y a nosotros.

Jack se rio.

—Miles, incluso la estaba interrogando en nuestro viaje en tractor


para ver cómo lograba emparejarla con mi hijo. No tenía ni idea de que
ya estaban saliendo. Llámalo intuición. Tuve un presentimiento con ella
al momento en que la vi.

—Yo también —dijo Sandy.

Di la mejor sonrisa que pude reunir. Sus palabras haciendo que me


inquietara y me impidieran mirar a Miles a los ojos.

—Si no fue por Miles, ¿cómo te enteraste de nosotros? —preguntó


Sandy, sacando un cartón de helado.
211
Me reí levemente.

—Una amiga intrigante en común.

—Recuérdame darle un gran abrazo a Millie cuando regresemos —


dijo Miles, mirándome con una expresión que solo podría describirse
como dulce, lo que me recordó que ahora estábamos actuando.

—¿Cómo va lo del cartón lleno? —preguntó Jack mientras su esposa


llenaba mi tazón con cuatro bolas grandes de helado de vainilla. Quiero
decir, amaba el helado tanto como cualquier otra chica, pero no podía
recordar la última vez que hubiera probado tanto. Era el tipo de chica
educada de una sola cucharada en un entorno público.

Una vez terminado, me pasó el cuenco.

—Sírvete tú misma con los ingredientes que quieras. No seas tímida.

—Hasta ahora, vamos por buen camino —respondió Miles,


aceptando su tazón, con cinco bolas grandes en el suyo—. Olive estaba
rogando por hacer la zambullida polar anoche, así que todo lo demás
debería ser fácil. —Sonreí y le di un golpe fuerte en la pierna mientras
contemplaba entre untar mi helado con jarabe de caramelo o jarabe de
arce—. Y está emocionada de beber leche chocolatada fresca
directamente del granero.

—¡No, no lo estoy! —anuncié audazmente, haciéndolos reír a todos.

—¿No estás emocionada? Es nuestra leche chocolatada especial para


huéspedes —dijo Jack. Aunque sus palabras sonaron dolidas, tenía un
brillo de alegría en su mirada que me recordó demasiado a su hijo
sinvergüenza.

Vertí tentativamente un poco de jarabe de arce en mi helado. Otro


empujón de Miles hizo que mi brazo vertiera unas tres veces la cantidad
que había anticipado en mi tazón.
212
Ante mi mirada fulminante, solo sonrió infantilmente, susurrando:

—Confía en mí.

Nos instalamos para disfrutar de nuestro postre. Miles y yo nos


sentamos a un lado de la mesa con sus padres descansando frente a
nosotros. Había quitado el brazo de mi silla para poder comer, y sentí
que faltaba algo. Lo cual, era una locura. También odiaba admitirlo, pero
el jarabe de arce extra de hecho llevó el helado a un nivel completamente
nuevo. Observé con anhelo las coberturas adicionales como la barra de
chocolate y la crema batida que estaban en medio de la mesa, pero me
contuve.

—¿Hacen su propio jarabe de arce? —pregunté.

Jack me sonrió radiante.

—Solíamos hacerlo, pero se volvió demasiado difícil mantener el


ritmo cuando nos expandimos. Compramos la mayor parte de lo que
usamos aquí de la Granja Morse. ¿Miles ya te ha llevado allí? Puedes
caminar a través de sus árboles y ver todo el proceso. Por supuesto, ahora
todo está cubierto de nieve, pero aún puedes recorrer el lugar y probar
algunas muestras. Asegúrate de que Miles te compre una crema de arce.

Sonreí. Al crecer en New Hampshire, no ignoraba el proceso de hacer


jarabe de arce, pero por alguna razón, siempre había encontrado
fascinantes las granjas de arce.

—Suena increíble.

Miles me miró con las cejas enarcadas.

—Es una cita.

Tragué pesado y miré hacia mi tazón, que ahora se estaba


reduciendo. Miles se inclinó sobre la mesa, su brazo rozando el mío por 213
un segundo mientras agregaba más galletas trituradas a su helado. Esperé
tentativamente a que volviera a colocar la cuchara antes de agregar
algunas a mi propio tazón.

—Entonces, Miles nos contó un poco sobre cómo se conocieron, pero


¿cómo sucedió oficialmente? —me preguntó Sandy, radiante.

La sonrisa en mi rostro se congeló cuando miré a Miles. Levantó las


cejas hacia mí y asintió hacia sus padres como si dijera: Adelante,
cuéntanos la historia, Tallo de Apio.
Es una locura lo bien que parecía conocer sus sonrisas y sus gestos.

—Bueno, al final solo me convenció —dije encogiéndome de


hombros, dándole una sonrisa burlona—. Siguió y siguió preguntando.

Los ojos de Miles se estrecharon hacia mí, aunque sonrió con buen
humor.

—¿Pueden culparme? —dijo a sus padres.

—¿Qué es lo que te gusta de Miles?

Miré a Sandy, intentando ocultar el horror de mi rostro. ¿Quién hace


una pregunta así?

Como si pudiera sentir mi incomodidad, sonrió tímidamente.

—Lamento si es una pregunta extraña, pero me encanta escuchar las


cosas buenas. Esas cosas que une a dos personas.

—Mamá, solo estamos saliendo. Es bastante nuevo —dijo Miles,


acomodándose en su asiento.

Ella palideció un poco, y su rostro comenzó a ponerse rojo.

—Lo sé. Lo siento, no respondas esa pregunta si te estoy presionando


214
demasiado. Es solo… es tan divertido que Miles traiga una chica a casa.

Traerme a casa era un poco exagerado, ya que fui yo quien creo todo
el lío. Me reí suavemente y tomé otro bocado de helado, esperando que
la conversación siguiera adelante, pero cuando levanté la vista, me
encontré una vez más con los ojos esperanzados de Sandy, y mi corazón
se detuvo. No podía soportar no responder a esta pregunta por ella.

Tragué mi bocado, que me supo aún más delicioso con la adición de


trozos de galleta y dije generosamente:
—Hay muchas cosas que me gustan de Miles.

El hombre en cuestión se echó un poco hacia atrás en su silla antes


de volverse para mirarme. Probablemente sorprendido por mi
declaración. Diablos, hasta yo estaba sorprendida por mi declaración.

—¿En serio? —dijo Miles, inclinándose y poniendo un brazo


alrededor del respaldo de mi silla—. Tú dirás.

Sentí emociones enfrentadas dentro de mí a medida que miraba el


rostro sincero y dulce de Sandy Taylor. Debería jugar limpio. Buscar
profundamente en la creatividad de mi cerebro y encontrar algo que
pueda decir de su hijo. Pero la anticipación divertida vibrando del
hombre a mi izquierda también desencadenó mi lado sarcástico. El lado
que no quería desesperadamente nada más que ponerlo en su lugar. Mi
boca se abrió...

—Bueno, es un… autor. Y me encantan los libros, así que…

La expresión de Sandy cayó antes de que los buenos modales le


devolvieran una sonrisa en los labios.

—Sí, también nos encanta eso de él. Siempre fue muy creativo,
incluso de niño. Solía reunir a todos sus amigos en el vecindario, y
jugaban en la casa del árbol durante horas, inventando obras de teatro y
teniendo peleas de espadas falsas. No es de extrañar que escriba libros de
215
aventuras tan divertidos.

Le lancé una mirada a Miles, satisfecha de ver un rubor en sus


mejillas. Me miró y pareció ligeramente enojado, como si estuviera
avergonzado.

Una sonrisa de satisfacción iluminó mi rostro. Mis palabras amables


hicieron que se sintiera avergonzado. Eso podría ser mejor que
sarcástica.
—También es amado por todo el personal y los niños de la escuela
secundaria. Incluso ganó un premio por ser el maestro más genial. Los
niños en serio lo adoran. —Empecé fuerte, empeñada en restregarle la
ridiculez de su premio en la cara, pero cuando llegué a la última
declaración, mi voz adquirió un tono más suave. La verdad sonó de mis
labios. Los niños en serio lo amaban y… no estoy segura de por qué eso
me golpeó un poco. Por supuesto que lo amaban. Era genial, divertido y
les enseñaba cosas de maneras interesantes. Mi mente estaba acelerada,
y mi boca no se detendría—. Lleva donas después de la escuela todos los
viernes y siempre lo escucho hablando con los niños en el pasillo. Tiene
cierta forma de hacerlos sentir especiales y recuerda cosas personales de
cada uno de ellos. En realidad, las donas de los viernes han sido
bastante… buenas… para algunos de nuestros estudiantes.

Me detuve, mirándolo a los ojos con el ceño fruncido a medida que


un rompecabezas pequeño comenzaba a encajar en su lugar.

Jack sonrió con orgullo.

—Siempre ha tenido un corazón blando. Solíamos encontrarlo


alimentando todo tipo de animales callejeros. Los traería a casa y trataría
de cuidarlos. No soporta la idea de que alguien pase hambre.

Parpadeé. ¿Por qué nunca había juntado esas dos ideas? No me había
dado cuenta de que se correlacionaban hasta que comencé a hablar. Solo 216
pensé que había estado intentando comprar el amor de los estudiantes
para que quisieran estar en su salón de clases en lugar del mío. Pero...
me vinieron a la mente recuerdos repentinos de una reunión de
profesores en la que habíamos estado discutiendo sobre los niños que
sabíamos que no estaban comiendo lo suficiente los fines de semana. Se
habían lanzado varias ideas para ayudar, pero que yo sepa, nunca se
había hecho nada concreto. ¿Esta era la forma en que Miles ayudaba a
alimentar a los niños que tal vez no tuvieran suficiente comida? ¿Y por
qué nunca lo había pensado así?
Lo miré de nuevo, pero esta vez, estaba mirando hacia la mesa,
sacudiendo una miga. Se pasó una mano por el cabello, claramente
incómodo.

—Es suficiente. ¿Deberíamos jugar un juego? ¿Cartas? ¿Trece? —


dijo, mirando hacia sus padres.

—Primero, quiero saber qué te gusta de Olive. Es justo —dijo Sandy,


sus ojos azules centellando.

Honestamente, estaba empezando a sentirme un poco enferma,


probablemente por los medio galones de helado que nadaban en mi
estómago, pero aun así, teníamos que poner fin a esto.

—Hay demasiadas cosas para nombrarlas —respondió Miles,


sonriendo más fácil ahora que ya no le prestaban atención. Me relajé
cuando pareció que iba a jugar con una declaración general. Es decir,
hasta que sentí su mano reclamar la parte posterior de mi cuello, dándole
un apretón ligero. Luego, siguió masajeando, un lento toque tortuoso
que provocó escalofríos en mi cuerpo. ¿Miles había tomado algún tipo
de clase de citas falsas? Las miradas conmovedoras y dulces, venían tan
naturalmente para él. Era desconcertante—. Es hilarante —dijo.

Solté un resoplido. Segura que no hablaba en serio. Le resultaba


gracioso burlarse de mí, pero eso no significaba que fuera graciosa. 217
—Hace cualquier cosa para ayudar.

Me estiré debajo de la mesa y le di un apretón de advertencia en el


muslo. Sabía lo que pensaba en realidad de ese rasgo particular mío.
Rápido como un parpadeo, su mano izquierda se estiró y agarró la mía,
manteniéndola allí, descansando contra él. Batallé por un momento,
pero al final tuve que ceder cuando estaba claro que no recuperaría mi
mano sin luchar.

Él continuó:
—A veces puede ser demasiado amable, pero su corazón está en el
lugar correcto.

Eso tampoco era cierto. Hacía cosas por la gente, pero rara vez mi
corazón estaba en el lugar correcto al respecto. Principalmente solo
quería evitar el drama. Mantener la paz.

—Pero una de mis cosas favoritas de Olive es que sus alumnos,


incluso los niños, salen de su clase sintiéndose vivos.

Me quedé inmóvil. Mi corazón comenzó a latir con fuerza, y no


estaba segura si quería que dejara de hablar o siguiera hablando.

—Les hace leer libros que nunca tendría las agallas de llevar a mi
salón de clases, pero al final, todos la aman por eso. Se necesita un tipo
especial de maestro para leer Jane Eyre a un grupo de adolescentes y hacer
que lo disfruten. Pero ella lo hace. Es el tipo de maestra a la que sus
alumnos regresarán y la visitarán en veinte años porque significó mucho
para ellos.

La habitación se envolvió en silencio por unos momentos. Estaba


luchando contra un calor punzante en mis ojos que no podía, por todo el
amor sagrado, dejar pasar. Hasta donde sabía, Miles estaba cantando
una melodía para sus padres. Tocando nuestra cubierta como un violín.
Alimentando nuestra mentira. Avivando la llama falsa. 218
Y… muy bien hecho.

Miles se aclaró la garganta y retiró su brazo del respaldo de mi silla,


su mano rozando mis hombros a medida que lo hacía. Santo cielo, ¿qué
pasaba con lo del hombro? De repente, hacía más calor que un incendio
en esta casa.

—¿Alguien ya ha superado mi puntuación? —preguntó casualmente.


El sentimiento extraño entre nosotros finalmente se disipó cuando su
familia comenzó los juegos de cartas. Al parecer, la familia Taylor eran
grandes aficionados a las cartas. Mi familia había jugado más juegos de
mesa que de cartas, pero aprendí los juegos rápidamente. Eran del tipo
de jugadores que bromeaban y burlaban con los demás, pero nunca se
enfadaban cuando las cosas no salían como esperaban. Hizo que
establecerse con esta familia fuera fácil y placentero, e incluso me
encontré bromeando con Jack por no renunciar a la carta que quería. Sin
embargo, no bromeé mucho con Miles. Cada vez que lanzó una mirada
o una sonrisa burlona en mi dirección, sentí que mi cara se calentaba.
Era como si la conversación anterior me hubiera roto. Había mostrado
demasiado.

Hubo un ritmo natural entre los cuatro que me dolió en el corazón.


¿Cuántas noches, mientras crecía, mi familia se había sentado alrededor
de nuestra propia mesa, jugando Monopolio, Risk o mi favorito
personal, Scattergories? Las bromas de ida y vuelta, la camaradería, los
chascos… me hicieron extrañar tanto a mi papá que me dolió. Pero más
que extrañarlo, me hizo extrañarnos. Los cuatro juntos. Nuestra unidad
familiar.

Pasaron las horas, y Sandy, siempre la anfitriona, trajo una fuente de


queso y galletas saladas y puso música navideña suave mientras nos
conducía a la sala de estar. No había visto el árbol cuando llegamos por
primera vez, pero ahora lo vi en todo su esplendor, decorado en rojos y
219
dorados con luces blancas centelleantes y situado con orgullo frente a la
ventana.

Ella y Jack se sentaron en el sofá, dejando solo el sillón de dos plazas


para Miles y para mí. Me llevó a sentarme y se sentó a mi lado, sin dejar
separación entre nosotros. Miles Taylor estaba presionado contra el
costado de mi cuerpo, su brazo de nuevo alrededor de mis hombros
como si fuera la cosa más natural del mundo. En este punto, debería
haberse sentido natural con lo mucho que nos habíamos estado tocando,
pero aun así envió un shock directo a mis nervios. Intenté escabullirme
aún más en mi asiento, buscando una pose más casual sin tocar a Miles,
pero no pude encontrar el ajuste adecuado. Sandy me observó con una
sonrisa inquisitiva en su rostro, así que en nombre de las citas falsas, puse
una mano tentativa en el muslo de Miles. Su muslo inferior. Era sobre
todo su rodilla. Flexionó su pierna bajo mi mano.

—No quiero llamarte gallina, pero lo haré. —Su aliento susurrado


sopló en mi oído—. Estás más rígida que una tabla.

Le di una sonrisa sardónica antes de acurrucarme aún más profundo


en su costado. Su dedo se curvó contra mi hombro, y nos sentamos de
esa manera a medida que escuchaba a Miles y su padre hablar sobre sus
planes para su último libro.

—Estoy cerca de poder empezar a redactar algo con todas mis ideas
hasta ahora, pero empezaré a escribir después de Navidad. Quería darme
un respiro por las fiestas —dijo Miles.

—¿Has leído sus libros? —me preguntó Sandy, sus ojos brillantes.

Me puse rígida, pero antes de que pudiera improvisar una respuesta,


Miles me apretó más contra él.

—Si puedo sacar su nariz de los clásicos, el mío será el siguiente en


su lista.
220
Me relajé en su agarre y me incliné hacia adelante para recoger un
álbum de fotos de la mesita auxiliar frente a mí.

—Ahhh, ese te encantará. Justo lo saqué el otro día. Cuando Miles


era niño era lo más lindo que jamás habrás visto. —Sandy sonrió.

Y lo era. Literalmente, el niño más lindo que jamás hubiera visto. De


hecho, no era justo. Había sido tan flaco como un palo. Sus dientes
cuando era adolescente habían sido irregulares y locos, pero me encantó
cómo sonreía amplia y orgullosamente en sus fotos. Sus ojos se veían
brillantes y tenían el mismo fulgor que tenían ahora. La sonrisa traviesa
y el cabello castaño desordenado hicieron algo a mis instintos
maternales. Me obligué a no ponerme a analizarlo. Por su parte, me
acompañó viendo sus años de formación con calma, riéndose con
naturalidad sobre sus aparatos ortopédicos y gorros, todo el tiempo
sosteniéndome cerca con un brazo y riéndose hasta altas horas de la
noche con sus padres.

Y cuando todo estuvo dicho y hecho, Miles me acompañó de regreso


a mi cabaña.

—Entonces, tu mamá me besó en la mejilla.

Él rio.

—Ten cuidado. Se te arrojará encima antes de que te des cuenta. ¿Te


divertiste?

Sonreí.

—Son realmente agradable. Parecieron muy felices de que


estuviéramos allí.

—Están muy emocionados de que traje a una chica a casa.

Esa frase se sintió tan fuera de lugar con lo que siempre había 221
imaginado de Miles. Si bien no parecía un Casanova, en sí, era… casi
citando a Orgullo y Prejuicio… uno de los hombres más apuestos que
conozco. Y esa no era yo teniendo ningún tipo de enamoramiento por
él. Esa era yo afirmando un hecho puro y platónico. Tenía un cabello
perfecto que caía repetidamente sobre sus ojos. El hombre podía usar una
barba incipiente como un vaquero podía usar unos jeans ajustados. Y sus
jeans… bueno… no entraré en detalles con la forma en que le quedan
como un guante. Gracias a Dios que estaba tan completamente
desinteresada o de lo contrario podría haber estado en problemas.
Muchas mujeres en mi posición probablemente se enamorarían de un
hombre como él.

—Eh. En realidad, eso me sorprende.

—¿Por qué? —La mirada que me dio pareció genuinamente curiosa.


Y ahora me preguntaba si debería haber mantenido la boca cerrada.

—Siempre te imaginé llevando a casa a rubias hermosas que


probablemente comen col rizada regularmente y escalan el Monte
Everest los fines de semana.

Su rostro se dividió en una sonrisa amplia.

—No creo que así sea cómo funciona el Monte Everest.

Me encogí de hombros, sacando mi mano de mi bolsillo para


rascarme la mejilla.

—Entonces, me has estado imaginando con otras mujeres, ¿eh? —


dijo. Podía sentirlo sonreír, aunque mantuve mis ojos apartados.

—No.

—Acabas de decirlo.
222
—¿Por qué se sorprenderían tus padres de que trajeras a alguien a
casa?

Me dio una sonrisa torcida.

—Hasta ahora, no había encontrado una mujer que quisiera traer a


casa.

Lo fulminé con la mirada, esperando que mis mejillas sonrojadas


pudieran atribuirse al viento.
—Miles.

Se encogió de hombros.

—No he tenido muchas citas últimamente.

La brisa fría se levantó, alborotando mi cabello.

—¿Por qué?

Pasó un momento largo antes de que él respondiera. Y fue entonces


cuando me di cuenta de que parecía saber mucho más de mí que yo de
él.

—Hace unos años estuve saliendo con una chica, pero… —Se detuvo
un poco, el enganche en su voz haciéndome mirarlo—. Supongo que, me
tomó un tiempo volver a montar ese caballo.

Me dio una sonrisa infantil, intentando minimizar las emociones que


obviamente había sentido al comienzo de la oración, pero no me engañó.
Cambió de tema antes de que pudiera preguntar más. Volvió a su forma
de ser bromista, dejándome en mi cabaña y haciéndome reír incluso
cuando le cerré la puerta en la cara.

223
Diecisiete
«—Querido viejo mundo —murmuró—, eres muy encantador, y me
alegro de vivir en ti».

L.M. Montgomery. Ana de las Tejas Verdes

Ayer habíamos tachado muchos elementos pequeños de nuestra lista.


Miles tenía algunas diligencias y tareas que hacer esta mañana para su
padre. Extrañando de repente a Chloe y las niñas, las sorprendí en su
cabaña esa mañana para el desayuno. El albergue tenía panecillos, jugo
y fruta de cortesía todas las mañanas, pero Chloe había traído su propia
comida para la cabaña que sabía que comerían sus hijas. Con sus náuseas
matutinas, rara vez lograba salir de la cabaña antes de las 10 u 11.

Las niñas estuvieron muy emocionadas de verme, y pasé los primeros


diez minutos jugando con ellas en el piso, lo que evolucionó hasta que
dejé que me pintaran las uñas con un moderno arcoíris de naranja,
amarillo y marrón.

Cuando las dejé resolviendo algunos acertijos, me dirigí a la cocina,


donde Chloe se sentaba a la mesa, bebiendo té de jengibre. El fregadero
tenía platos esperando para entrar en el lavavajillas, y el cereal y los
224
tazones estaban esparcidos alrededor de la mesa como si hubiera reunido
la energía suficiente para alimentar a sus hijas sin que quedara nada para
limpiar.

—¿Cómo te sientes?

Sonrió débilmente.

—Estoy bien. Con suerte, será solo una o dos semanas más
sintiéndome así.
—Haces que el embarazo suene tan divertido.

Me dirigí al fregadero y comencé a poner los platos en el lavavajillas.

—Puede ser difícil, pero viene con la mejor recompensa del mundo.
No tienes que hacer eso. Puedo encargarme.

—También puedo —dije—. ¿Dónde está Ben?

—Fue a buscar algunos Almond Joys y burritos congelados de la


tienda.

Mis cejas se levantaron.

—¿Almond Joys y burritos congelados?

—El corazón quiere lo que quiere.

Me reí.

—Tu pobre corazón también debe estar enfermo.

—Todo lo que quiero es un burrito que pueda calentar en el


microondas y luego cubrir con cátsup, y algunos Almond Joys para
rematar todo. Es literalmente todo en lo que puedo pensar.

—Qué asco. 225


—Entonces, ¿cómo van las cosas entre tú y Miles? —preguntó Chloe,
tomando un sorbo calculado a medida que me estudiaba.

Cerré el lavavajillas y me dirigí a la mesa para servirme un tazón de


Lucky Charms, contemplando mi respuesta. Ella solo creía a medias que
en realidad estábamos saliendo, por lo que ahora no era una gran
exageración divulgar todo mi secreto. Pero si le dijera a Chloe que todo
era falso, otra vez se sentiría falso, y una calidez peligrosa crecía dentro
de mí cuando pensaba en Miles. Había sido agradable pensar en él como
algo así como un amigo. Aún me volvía loca y se estaba divirtiendo
demasiado empujando las líneas de nuestra relación falsa, pero aún no
estaba lista para confesarlo.

—Anoche comimos helados con sus padres, y su madre me besó.

Los miembros de mi familia no eran fanáticos de los besos, de modo


que decir que me había sorprendido de que su madre me plantara uno
era un eufemismo.

—Guau. ¿Es mejor o peor que su hijo?

Resoplé. Debí haber sabido que Chloe no tendría interés en los


detalles aburridos que estaba dispuesta a darle. Iría directamente a por
las cosas buenas.

—Buen argumento —dije con la boca llena de cereal.

—Gracias. Podría estar vomitando en cualquier momento, así que


necesito que vayas directo a lo bueno. Además, nadie podría decirlo
realmente por ese beso patético que le diste antes en el albergue.

—No me gustan las demostraciones públicas. Ya te lo dije.

—Lo harás, con el hombre adecuado.


226
Mi piel me traicionó mientras se sonrojaba bajo su mirada perspicaz.
Cambié de tema rápidamente, lo que solo la hizo reír más.

—Entonces, ¿qué es lo que estamos haciendo aquí? —Miles se rascó


la cabeza a medida que lo conducía por el pasillo de cereales en Shaws,
la tienda de comestibles local en Montpelier.
—Escucha, Taylor, si quieres ganar esta competencia de casas de
jengibre, no puedo usar los materiales de baja calidad que vienen en el
paquete. Tenemos que ser creativos.

—Sabes que no tenemos que ganar para marcarlo en nuestros


cartones, ¿verdad? Simplemente podríamos poner un poco de glaseado
del paquete y dar por terminado el día.

Finalmente encontré una caja de Golden Grahams y se la entregué a


Miles, agarrándolo del brazo para llevarlo al siguiente pasillo.

—Me hiciste saltar a un estanque congelado, de modo que usarás un


delantal y sujetarás una pistola de pegamento caliente para mí sin
quejarte.

Pareció interesado.

—¿Solo un delantal? De repente estoy intrigado.

Lo empujé cuando finalmente encontré las hierbas frescas.

—Mi prima hace estas casas de jengibre increíbles cada Navidad. Son
de otro nivel. Seguro ganaremos.

Reprimió una sonrisa y me hizo una reverencia ligera cuando le


entregué un recipiente de plástico lleno de ramitas de romero fresco. 227
—Me encanta cuando eres mandona.

Salimos unos minutos más tarde y nos metimos en la camioneta


blanca de Miles con nuestras bolsas.

—Estaba planeando pagar por todo eso —insistí, acomodándome en


el asiento del pasajero mientras él arrancaba su camioneta.

—Lo sé. Me lo dijiste varias veces.


—Entonces, ¿por qué no me dejaste?

Se giró para mirarme, sus ojos pareciendo absorberme desde mi


cabello hasta las puntas de mis botas mojadas.

—Porque quería hacerlo —dijo simplemente.

Todas las réplicas que tenía sobre ser una mujer independiente que
podía pagar mis propias compras se fueron por la ventana. Para ser
honesta, no tenía convicciones tan fuertes sobre ser una mujer
independiente, sin ofender a Beyoncé, pero era más el hecho de que no
quería que Miles pagara mis cosas porque eso se sentiría como una cita.
No necesitaba que esta situación se volviera más confusa de lo que ya
era. Pero sus ojos marrones no tenían nada más que amabilidad, una
dulzura que no esperaba.

—Bueno, gracias —balbuceé, mirando por la ventana a medida que


volvíamos a salir a la calle Main. Durante mucho tiempo, solo observé
sorprendida hacia la hermosa ciudad de Montpelier. Los árboles y las
colinas proporcionaban un telón de fondo perfecto para las tiendas y los
antiguos edificios históricos bordeando las calles. Cafeterías, librerías,
una juguetería e incluso una tienda de discos se intercalaban con bistrós
deliciosos y restaurantes. Iglesias hermosas y una biblioteca
complementaban la calle. Incluso en invierno, la gente caminaba por las
aceras, con bolsas de compras y charlando con amigos. Había un 228
zumbido emocionado en el aire, y podía sentirlo incluso dentro de la
camioneta: un resplandor propio de un pueblo pequeño, como si acabara
de entrar en una película navideña de Hallmark. No podía creer que
lugares como este fueran reales.

—No puedo creer que hayas crecido aquí. Es tan idílico.

Me miró mientras detenía la camioneta en un semáforo.

—¿Quieres salir? ¿Ir a caminar?


—¿Cómo supiste que quería hacer eso?

—La mancha de baba que dejaste en la ventana.

Le di un manotazo en el brazo.

—¿No tenemos que volver para lo de las casas de jengibre?

—Será durante toda la tarde. Si quieres podríamos caminar y


almorzar. De todos modos, necesito encontrarle un regalo de Navidad a
mi mamá.

Me crucé de brazos.

—¿Eres un comprador de última hora? Y con tu propia madre de


todas las personas.

Se rio.

—Soy el peor dador de regalos del mundo, así que en realidad podría
ser bueno tener algo de ayuda.

Nos sentamos así, sonriendo el uno al otro hasta que la luz cambió.

—Entonces… ¿quieres caminar un poco? —preguntó Miles de nuevo,


con una vacilación dulce en su voz que hizo algo en mi interior.
229
—Sí.

Fuera lo que fuera este resplandor navideño, quería formar parte de


él. No me había sentido así en tanto tiempo. Miles encontró
estacionamiento frente a la biblioteca, y ambos salimos, el olor de los
pinos y la nieve alimentando mi alma al momento en que salimos. El
albergue olía muy similar, pero había algo en este pueblo que se sentía
diferente. Pasamos el siguiente par de horas deambulando por las calles,
deteniéndonos para almorzar en un restaurante pequeño que fue
absolutamente delicioso. Pero mi favorito fue Miles señalando puntos de
referencia y repitiendo recuerdos y viejas historias, como cuando él y sus
amigos de la escuela secundaria saltaron desnudos al río Winooski que
atraviesa la ciudad. Había sido en medio de la noche, pero aun así. Me
costaba creer que no fuera un temerario cuando era niño, aunque insistía
en que no lo era.

—Todo el mundo hace algunas cosas locas mientras crece —dijo a


medida que intentaba con todas mis fuerzas no imaginarlo saltando
desnudo a un río.

—Nunca lo hice.

Me miró cuando cruzábamos la calle, dirigiéndonos hacia la librería


unas cuadras más adelante.

—¿No?

—No. Escuchaste mi historia del tobogán. Nunca hice nada loco. —


Y para que no pensara que me arrepentía de eso, agregué un rápido—:
Y me gustó de esa manera.

Sus ojos se entrecerraron.

—No me lo creo. ¿Cómo fue tu familia cuando crecías?

Levanté mis brazos. 230


—¿De dónde crees que lo saqué?

—Russ parece bastante aventurero.

Mi pie se enganchó en una roca oculta debajo de la nieve y me hizo


tropezar. Miles me agarró del codo hasta que me enderecé.

—¿Estás bien? —preguntó.

—Sí.
—Lo siento. Hablé sin pensar. Sé que Russ no es tu padre.

Caminamos unos momentos en silencio. Según nuestro acuerdo, no


me estaba presionando para que hablara de nada, pero me estaba dando
una oportunidad si quería. Y por primera vez en mucho tiempo, me
encontré queriendo hablar.

—A Russ le gusta la aventura. Pero mi mamá y papá nunca tuvieron


mucho dinero mientras crecía, así que nunca hicimos grandes viajes ni
nada así. Nuestro único derroche era ir al cine en familia un par de veces
al año. Mayormente, nos quedábamos en casa. Jugábamos muchos
juegos. Teníamos esta cosa llamada los sábados tranquilos… —Empecé
a reírme del recuerdo—. Donde papá nos hacía dejar de hacer lo que
estábamos haciendo y teníamos que leer un libro durante dos horas todos
los sábados por la tarde.

—¿Dos horas? —preguntó Miles con incredulidad.

Me reí.

—Era su forma de detener todas las tareas para poder tener un tiempo
de lectura libre de culpa.

Se rio.

—Mi papá no es un gran lector, pero mamá probablemente hubiera 231


optado por algo así.

Llegamos a la librería, y Miles abrió mi puerta a medida que me


indicaba que entrara. Respirar el olor fue el paraíso para los dos, si la
expresión de satisfacción en el rostro de Miles podía atribuirse a los
libros. Para mi sorpresa, una mesa cerca de la entrada de la tienda estaba
dedicada a la serie Landfall de Miles. Complementada con un letrero que
decía Autor local.

Me giré para mirar a Miles, frotando su cuello y luciendo incómodo.


—¿Es por eso que querías venir aquí? —bromeé, disponiéndome a
recoger uno de sus libros.

—No pensé que aún tuvieran esto —respondió.

—¿Acaso es nuestro famoso Miles Taylor?

Ambos nos giramos para ver a una mujer pelirroja avanzando


emocionada hacia nosotros.

Miles estalló en una sonrisa, dando un paso adelante para darle un


abrazo.

—Cathy, me estás avergonzando. ¿Aún tienes esto?

—Por supuesto que sí. No todos los días alguien de esta ciudad se
convierte en un autor famoso. —Le sonrió alegremente. Y mirándome,
preguntó—: ¿Esta es tu novia?

—Sí. —Miles me sonrió—. Esta es Oliviana.

Le di una mirada exasperada antes de estrechar la mano emocionada


de Cathy.

—Bueno, es un placer conocerte —dijo Cathy.


232
—Igualmente.

—¿Puedes firmar algunos libros muy rápido? —le preguntó, mirando


a Miles implorando.

Miles firmó todo lo que tenían en stock. Deambulamos por la tienda


durante otros veinte minutos antes de encontrar lo que ambos
consideramos el libro perfecto para su madre. Una nevada ligera
comenzó a caer sobre nosotros mientras serpenteábamos de regreso a su
camioneta. Había campanas en la distancia, y el ligero sonido de «All I
Want for Christmas Is You» de Mariah Carey tarareando a través de los
altavoces de la ciudad. Lo único que podría haber hecho este momento
más perfecto era estar tomada de la mano de alguien. ¿Dónde estaban
los ojos de mamá y mi hermana cuando los necesitábamos?

Estaba bromeando.

Miles miró el reloj en la camioneta cuando entramos.

—Son las 2:30. El concurso cierra a las 4:00. ¿Cuánto tiempo


necesitas para hacer la casa de jengibre?

—Suponiendo que tenga una buena ayuda, podemos hacerlo en una


hora.

—Tallo de Apio, sigue suponiendo.

—¿Por qué lo preguntas?

Hizo un gesto hacia la colina que estábamos subiendo.

—Estoy de humor para una crema de arce, y estamos a punto de


pasar por la Granja Morse.

—Tu familia seguramente sabe comer helado.

Levantó las cejas.


233
—¿Eso es un desafío o un sí?

—No te quejes con la casa de jengibre, y tienes que hacer todo lo que
yo diga. Y solo podemos quedarnos diez minutos.

—Sí, señora. —Miles me dio un saludo burlón a medida que entraba


en la granja de arces.

Cuarenta y cinco minutos más tarde, Miles me arrastraba casi


pateando y gritando de vuelta a la camioneta. Había sido muy divertido
probar los diferentes grados de jarabe, ver los videos sobre cómo llevan
a cabo su operación y caminar por los terrenos preciosos cubiertos de
nieve. La crema de arce suave que tenía en mis manos era todo un regalo
delicioso para la tarde más mágica de mi vida.

Corrimos de regreso al albergue donde descubrí que Miles era una


ayuda medianamente decente. Tener un límite de tiempo probablemente
lo motivó más que nada. Usé la pistola de pegamento caliente
proporcionada para construir la casa y luego puse a Miles a cargo de
pegar las galletas doradas en el techo, dándole un aspecto de paja. Cubrí
los lados con glaseado blanco, luego coloqué estratégicamente nuestras
ramitas de romero en los aleros y en la línea del techo. Hicimos ventanas
y caminos con algunas de las barras de chocolate que habíamos
comprado y, exactamente a las 4 de la tarde, la pusimos en la mesa de
jueces junto con otras siete u ocho casas terminadas.

—Está bien, afanosos. —Chloe se acercó a nosotros, admirando


nuestra casa con disgusto—. ¿No podías simplemente usar las cosas en
el paquete como todos los demás?

Miles se inclinó sobre mí para dirigirse a mi hermana.

—Para que conste, voté por el paquete.

—Qué llorona —dije. 234


—Sabía que me gustabas —le dijo Chloe a Miles.

—¿Dónde están las niñas? —pregunté, mirando a mi alrededor en


busca de las niñas.

—Hicimos la nuestra en casa, lo que significa que las niñas me


ayudaron durante unos tres minutos antes de que comenzaran a comerse
todo el glaseado, y Ben las acostó a dormir una siesta mientras yo
terminaba.
Los jueces (Jack, Sandy y Jett) comenzaron a caminar alrededor de
las mesas, admirando el esfuerzo de sus huéspedes.

—En serio eres bastante buena en eso —dijo Miles, sus ojos
recorriendo nuestra elegante casa blanca que definitivamente se
destacaba entre la multitud.

—No obtienes un talento como este bajando una montaña a toda


velocidad atado a un par de esquís —dije.

—Creo que ahora he hecho ambas cosas con éxito —bromeó,


acercándome para darme un abrazo amistoso mientras los jueces
consideraban nuestra casa como la ganadora.

No sabría decir qué hizo que nuestra tarde se sintiera tan diferente.
Miles seguía siendo Miles, pero había sido… más dulce. Se sintió más
genuino. Mientras estuvimos en la ciudad, no nos tomamos de la mano
ni nos tocamos más allá de Miles agarrándome y empujándome hacia
atrás una vez para que pudiera mirar boquiabierta apropiadamente el
escaparate de la tienda adornada para Navidad. Supongo que fue porque
no estuvimos rodeados de personas en el albergue a quienes
necesitábamos convencer de que estábamos saliendo. Pero por un
momento, nuestras defensas habían bajado. Mis paredes y su humor
divertido habían quedado en un segundo plano mientras dábamos paso
a conversaciones fáciles e historias amistosas. Se sintió tan cómodo 235
como extraño, y con Miles de todas las personas. Solo habían pasado dos
días desde que llegué al albergue, y tres días antes, tenía la impresión de
que Miles Taylor me desagradaba mucho. Mi cabeza parecía disfrutar de
esta dirección amistosa en la que nos dirigíamos, pero mi corazón no
podía evitar ser cauteloso. Procede con cautela, decía.
Dieciocho
«Ser aficionado al baile era un paso seguro para enamorarse».

Jane Austen. Orgullo y Prejuicio

—Tallo de Apio, ¿estás escondiéndote? —Miles apareció de repente


a mi lado más tarde esa noche. Estaba sentada en una mesa en el
albergue, mirando a la multitud de bailarines. Miles no esperó ninguna
invitación y se acomodó en la silla a mi lado. Después de nuestra gran
victoria con la casa de jengibre, volví a mi cabaña para ducharme y
prepararme para la cena y el baile en el granero. Lo llamaron baile en el
granero, aunque estaba ubicado en el albergue—. ¿Te preocupa que tus
habilidades de baile palidezcan en comparación con las mías? —Me miró
a la cara, y frunció el ceño de inmediato—. ¿Qué ocurre?

—Nada.

Mis ojos estaban en mamá y Russ en la pista de baile, actuando como


adolescentes enamorados. Russ inclinándola y besándola en el cuello ya
era bastante repugnante, pero la forma en que se reía como una niña de
catorce años con su primer enamoramiento me hizo doler físicamente.
No pude evitar preguntarme si mamá alguna vez pensaba en todas las
236
noches bailando en la cocina con papá. Aunque mi padre no había sido
un alma aventurera, había tenido un corazón romántico. Hubo tantas
noches en las que Chloe y yo fingiríamos tener arcadas mientras él la
balanceaba dramáticamente alrededor de la mesa del comedor, besos lo
suficientemente fuertes como para ahogar nuestros chillidos. ¿Ella
recordaba eso? No estaba segura de cómo las emociones de una persona
se relacionaban con dos amores en una vida, si eso era en realidad lo que
Russ era para ella. La gente parecía hacerlo todo el tiempo, pero mi
mente no podía comprender el cambio repentino. Podía sentir a Miles
siguiendo mi mirada.
—Tu mamá se ve feliz —dijo después de un momento largo.

Lo último que necesitaba era que Miles me dijera lo equivocada que


estaba al sentir lo que estaba sintiendo, así que solo dije:

—Sí. Así parece.

Volvió a mirarme a la cara, pero me negué a mirarlo a los ojos. Se


inclinó hacia atrás, con los brazos cruzados y sus piernas largas
extendidas frente a él.

—¿Cuánto tiempo han estado casados?

—Cuatro meses.

Él asintió, mirando a la feliz pareja bailando lentamente «I'll be Home


for Christmas».

—¿Y hace cuánto falleció tu padre?

Respiré tranquilamente, sorprendida por el calor en mis ojos. Los


ensanché, obligando al aguijón a retirarse.

—La próxima semana será un año.

El aire se volvió denso a nuestro alrededor, casi sofocante. Sentí que


237
me estaba considerando, pero permanecí como una estatua, mi mirada
un borrón de Elaine y Russ.

—¿Sucedió justo después de Navidad? —Su voz sonó incrédula y


suave, como un susurro atravesando mi piel.

No podía moverme ni hablar para reconocerlo, una presa dentro de


mí amenazando con reventar. Pero no había nada más que decir, y él
debe haberlo sabido, porque por primera vez desde que lo conocía, no
me presionó para nada más. Así que, nos sentamos allí por un rato largo,
nuestros hombros tocándose, mirando el torbellino de risas y personas a
nuestro alrededor.

—Aceite de Oliva, ¿quieres bailar? ¿Por los viejos tiempos?

Parpadeé ante la llegada repentina de Glenn frente a nosotros. Estaba


extendiendo su mano hacia mí, esperando que yo la tomara. Mi cuerpo
se tensó ante la idea de bailar con él. Los buenos modales me hicieron
preguntarme si debería decir que sí, pero no tenía ningún deseo de lidiar
con Glenn en este momento.

Miles me rodeó con un brazo, sus dedos acariciando la parte superior


de mi hombro.

—Lo siento. Estaba a punto de bailar conmigo.

Glenn se rio para sí mismo, pasando una mano por su cabello.

—De acuerdo. Olive se lo pierde. Otra vez.

Me dio una mirada mordaz que dio la impresión de que estaba


intentando hacer pasar sus pensamientos muy honestos como una
broma, pero terminó fallando miserablemente. Caminó hacia la mesa de
bebidas donde procedió a apoyarse contra la pared con los brazos
cruzados, con una expresión de aburrimiento cuidadosamente
elaborada. 238
—Tal vez me equivoqué con lo del hombro. Es un poco sexy —
susurró Miles en mi oído.

Me incliné hacia adelante de inmediato. Su brazo cayendo suelto a


su lado mientras se reía.

—¿No piensas igual?

Era sexy, pero no escucharía eso de mí.


Se puso de pie y se volvió hacia mí, tendiéndome la mano.

—Muy bien, supongo que ahora tenemos que bailar. ¿Estás lista? —
Observé su mano con cautela—. Si lo prefieres, podría ir a buscar a
Glenn —susurró.

Sus dedos se agitaron, indicando que debería permitirle que me


levantara, lo cual hice, pero cuando iba a quitar mis dedos de su mano,
solo sostuvo los míos con más fuerza. Sabía que se suponía que esta
noche sería mi novio, pero ver a mi madre fue como un puñetazo en mi
estómago. No quería seguir actuando. Estaba demasiado desanimada en
este momento para preocuparme mucho. Pero podía ver a Glenn y sus
padres al otro lado de la habitación, observándonos, así que me obligué
a acurrucarme aún más fuerte contra el costado de Miles y le permití que
me llevara a la pista de baile. Un puñado de otras parejas bailaban a
nuestro alrededor. Estaba agradecida de que Russ y mi madre se
hubieran sentado y se estuvieran riendo con otra pareja mayor de una
cabaña vecina.

Una vez en la pista, nos giramos para quedar cara a cara. Mi cabeza
apenas llegaba a su hombro. Mis miembros se sentían pesados e
inseguros. Había ido a bailar un par de veces con mis compañeras de
cuarto en la universidad, y eso había sido suficiente para mí. Mi cuerpo
no sabía muy bien cómo moverse al ritmo, pero afortunadamente, la
canción era lenta y Miles tampoco parecía ser un experto. Extendí mi 239
otra mano, esperando que esto fuera como me enseñaron en la escuela
secundaria, con mi mano derecha en su izquierda y nuestra otra mano
en la cintura. Miles debe haberse perdido esa lección.

Sus labios se torcieron, pero ignoró mis manos.

—Zanahorias, no sabía que eras una mujer de noventa años.

Sin previo aviso, me encontré completamente presionada contra su


estómago, sus manos rodeando mi cintura sin ningún lugar al que las
mías pudieran ir excepto hacia arriba, a esos malditos hombros otra vez.
Mis dedos se aferraron a sus músculos allí, sintiéndolos moverse de vez
en cuando a medida que nos guiaba en un balanceo muy lento a través
de la habitación. Mi pecho estaba literalmente aplastado contra él, y me
pregunté si podría sentir los latidos de mi corazón. Intenté reunir mi
ingenio y traernos de vuelta a algún tipo de terreno seguro.

—¿Será que tu novia falsa puede pedirte que detengas todas las
referencias a los vegetales si vamos a fingir salir? ¿Incluso si solo es por
una bendita semana?

—Bueno, seguro que puedes intentarlo, Tallo de Apio.

Negué con la cabeza, una sonrisa colándose en mis labios cuando


sentí que el peso de la noche abandonaba mi cuerpo lentamente.

—Muy bien —comenzó Miles—, enrollarnos bajo el muérdago es lo


último que nos queda por tachar por esta noche.

—No decía enrollarnos.

Se apartó para mirarme, con las cejas fruncidas en confusión fingida.

—Estoy bastante seguro de que lo hacía.

—Miles.
240
—Pepinillos.

Ambos arrugamos las narices.

—¿Demasiado? —preguntó Miles.

—Sí.

—Mi culpa. De todos modos, planeemos enrollarnos…


—Beso —insistí, tragando pesado. Esperaba que ese recuadro en
particular del bingo hubiera sido volado y hundido por otro acorazado a
estas alturas. Pero tal vez estaba pensando en un juego diferente.

Se inclinó con complicidad y susurró:

—Hay muérdagos por todas partes. ¿Simplemente debería dejarte


encima de la mesa e ir a por ello? ¿Deberíamos hacerlo frente a Glenn?

El fuego calentó mi cara. Me sentí ligera y vertiginosa al mismo


tiempo que sentía que mis paredes volvían a levantarse. Se sentía tan mal
estar hablando así con él. No entendía cómo podía ser tan casual. En dos
semanas más, comenzaría nuestro próximo semestre y volveríamos a la
normalidad en la escuela, él aun molestándome pero, esta vez, con besos,
bailes y caricias entre nosotros. No era bueno para nadie.

—¿O podría llevarte a un rincón oscuro? —continuó como si no


tuviera ningún pensamiento en el mundo sobre nuestra estrecha
proximidad laboral nueve meses al año.

—¿Qué tal un lindo beso amistoso en la mejilla? —respondí—. Uno


con el que podamos volver a la escuela y enfrentarnos con la frente en
alto, sabiendo que elegimos el camino correcto.

Su boca se dividió en una gran sonrisa.


241
—¿El camino correcto? ¿Qué camino crees que te estoy ofreciendo
ahora mismo?

Empujé contra su pecho sonriente ligeramente.

—Tal vez solo tendré mi beso bajo el muérdago con alguien más.

En realidad, no quise decir eso. La idea de pedirle a Russ que me


diera un beso paternal en la mejilla debajo de una ramita de muérdago
estaba definitivamente fuera de discusión. Después de un poco de
servilismo, estaba bastante segura de que Glenn estaría dispuesto a
hacerlo si se lo pedía, pero obviamente no podía hacer eso (y
definitivamente no lo haría). Pero por alguna razón, no quería que Miles
pensara que me tenía tan fácilmente. Tal vez podría besar a un extraño.
Había un pequeño puñado de hombres solteros en el albergue. Leo libros
sobre heroínas besando a extraños todo el tiempo. Podría ser
emocionante. Tal vez incluso romántico.

—¿Me engañarías falsamente? —Su voz sonó incrédula.

—Solo sería un beso amistoso en la mejilla —insistí—. Así es como


se saludan en Francia e Italia. No te estaría engañando.

Sus ojos se entrecerraron, considerándome a medida que me retorcía


bajo su escrutinio. Mi mirada se detuvo en su labio inferior carnoso antes
de tragar pesado y apartar los ojos. El problema de Miles era que era
demasiado atractivo para su propio bien… y el mío. Pero estaba bien.
Había muchos hombres atractivos en este mundo. Podría manejarlo.
Podía ser platónicamente atractivo. No necesitaba hiper-concentrarme
en eso. Ahora solo necesitaba convencerme de que besar a un extraño al
azar sería preferible al chico que actualmente me tenía en sus brazos.

Un desafío iluminó sus ojos.

—De acuerdo. Pero yo elijo.


242
Estoy segura de que solo había dos o tres hombres solteros en esta
habitación, así que no pensé que hacer que él eligiera fuera perjudicial.
La canción terminó y, me sacó de la pista de baile en un instante. Cuando
nos acomodamos contra una pared, se inclinó cerca, con un brazo
alrededor de mis hombros, mientras escudriñábamos la habitación.

—¿Qué hay de él?

Hizo un gesto hacia un gran vaquero con un bigote francés tupido y


un sombrero vaquero, sentado en el escenario, tocando una versión de
guitarra del «Pequeño Tamborilero».
—¿Quién es ese?

—Ese es Frank. No te hagas ilusiones de vaquera. De hecho, es


plomero en la ciudad, pero trabaja como Frank el Vaquero para los
huéspedes aquí algunas noches a la semana. Pero resulta que sé que
estaría muy bien con un beso bajo el muérdago.

Tragué con fuerza.

—Ese es todo un bigote.

—Solo cierto tipo específico de mujer puede aferrarse a un hombre


así. ¿Estás dispuesta a hacerlo?

—No creo que sea lo suficientemente mujer para Frank el Vaquero.

—Pobre Frank. Primer strike.

Comenzó a escanear la habitación una vez más. Intenté muy duro no


notar la sensación de su brazo alrededor de mi hombro. Se sentía tan
casual y territorial al mismo tiempo. Y estaba empezando a meterse con
mi cabeza.

—¿Qué tal tu exnovio mirándome con dagas en los ojos en este


momento?
243
Seguí su mirada de regreso a Glenn, quien nos fulminó con la mirada
durante un momento largo antes de dirigir su atención a otra parte. Pobre
Glenn. Si hubiera otras chicas solteras aquí, no tenía dudas de que estaría
bailando como una tormenta justo en frente de mi nariz.

—Creo que está más de humor para encontrarte junto al asta de la


bandera.

—Supongo que podríamos ver si estaría dispuesto a besarse contigo


después de eso.
—No te atrevas.

—Está bien, ese es el segundo strike.

—¿Qué sucede en el tercer strike?

—Estás fuera.

Gruñí por lo bajo.

—¿Qué significa eso para este juego tonto que estás jugando?

Él sonrió.

—Significa que si no puedes encontrar a alguien en las tres opciones


muy decentes que te he dado, tienes que besarme.

Me tomó un poco de esfuerzo mantener mi expresión pasiva y mi


rubor ausente de mis mejillas. No estaba segura de haber tenido éxito.
Miles comenzó a buscar en la habitación una vez más.

—Veamos… mi última elección. Será mejor que sea buena. ¿Qué hay
de ese tipo?

Miré a Miles y luego al hombre al que hizo señas, que estaba en su


mediana edad y sudaba mucho junto al fuego. Dudé. No. Ciertamente
244
no quería a ese tipo. Pero, ¿era una mejor alternativa que besar a Miles
Taylor en unas vacaciones de Navidad? No. Pero…

—Síííí. Ese es el indicado.

Una sonrisa se extendió en su rostro antes de que me soltara y


comenzara a alejarse.

—Está bien, iré a buscarlo por ti.


Mi mano salió disparada en pánico, agarrando la manga de su abrigo
y atrayéndolo hacia mí. Apunté sin permitirme pensar, y cerré los ojos.
Sus labios fueron mucho más suaves de lo que recordaba de nuestro beso
torpe la primera noche. Solo nos quedamos allí por un momento, con los
labios apretados. Nunca había sido el tipo de chica que besa mucho en
público y, al principio, fui muy consciente de la habitación que nos
rodeaba, los ojos que podrían haber estado mirando. Hablando de ojos…
abrí los míos y lo encontré mirándome. Me sacudí y comencé a alejarme,
pero Miles dio un paso adelante en mi espacio, su mano en mi espalda,
aumentando la presión de nuestros labios hasta que los míos se volvieron
flexibles. Moldeables.

Miles atrajo mi cuerpo muy lentamente más cerca hasta que


estuvimos presionados juntos. Con una mano en mi cuello, su pulgar
rozó mi mandíbula dulcemente. Esta vez, mi boca se abrió a la suya y
respondió al instante. Sus labios jugaron con los míos, tirando y
jugando… provocando. Y entonces… ya no estaba jugando. Su otra
mano se abrió camino hasta mi espalda, acercándome hasta que no hubo
espacio alguno entre nosotros. Para ese momento, mi cerebro se había
puesto al día y encendía luces rojas, diciéndome que redujera la
velocidad. Apártate. Sal de debajo de sus labios.

Aun así, me acurruqué más cerca, en un estado entre la curiosidad


morbosa y la satisfacción. Me envolví en su calor. Necesitaba parar esto.
No tenía la intención de que fuera así. La mortificación de enfrentarlo
245
después de un beso como este era más de lo que mi mente podía
imaginar. Pero mi cuerpo rogaba por otro segundo más. Su pecho latía
feroz bajo mis manos cuando subieron hasta sus hombros. Nuestro beso
profundizó cuando sentí su mano en mi nuca, enviando un hormigueo
por mi columna a medida que agarraba mi cabello suavemente.
Estábamos fingiendo salir. Podía culpar de todo esto a eso. La gente
estaba mirando. Estaba ayudando a nuestra tapadera. Glenn
probablemente estaba mirando. Mi familia estaba mirando. Necesitaban
ver esto. Me incliné por un último segundo, sintiendo su cuerpo fuerte
contra el mío un poco más antes de que mi cerebro dominara mi cuerpo,
y salí de sus brazos.

Santo cielo.

Miles parpadeó y arqueó las cejas muy levemente. Aparté la mirada,


nerviosa por mi reacción hacia él. No sabía dónde mirar, así que
obviamente miré a todos lados menos directamente a Miles. Mi blusa se
había torcido en algún lugar de nuestro… intercambio… así que tiré de
ella hacia abajo. Miles parecía tan perdido como yo. Por el rabillo del
ojo, lo vi pasar una mano por su cabello. Ambos observamos en silencio
mientras mi madre y Russ comenzaron a dirigirse hacia nosotros.

Como por acuerdo mutuo de no querer hablar con nadie, me sacó de


nuevo lentamente a la pista de baile. La melodía era una versión de jazz
de «Jingle Bell Rock», pero nos mantuvimos en nuestro propio ritmo, que
era básicamente el de un sordo y un poco… confuso.

—Hasta donde puedo decir, solo hubo un problema con ese beso —
dijo Miles finalmente, su voz un poco más grave de lo habitual.

Lo miré con cautela, muy consciente de sus dedos presionándome,


jugando distraídamente con mi blusa en la parte inferior de mi espalda.

—¿Qué?
246
Una sonrisa amplia cruzó todo su rostro.

—Calculaste mal el muérdago por al menos diez metros.

—¿Qué? —Me di la vuelta, mirando hacia las vigas donde acababa


de besar a Miles. Tenía razón. No había muérdago. Mirando a mi
alrededor, lo vi debajo de puertas y ventanas y en algunos lugares
estratégicos y obvios alrededor del centro del lugar. Pero no podríamos
haber estado más lejos de la planta aun si lo hubiera intentado.
—¿Eso solo fue un calentamiento para ti? ¿Debería acercarnos más
para la segunda ronda?

—Cuenta —dije indignada. Por alguna razón, tuve ganas de reír,


pero tuve que reprimirlo.

Él sonrió, inclinando su cabeza hacia mí.

—No lo hace.

—Lo hace —insistí.

—Sabes, para ser una seguidora de las reglas, es seguro que estás
dispuesta a vender tu alma mentirosa por esto.

La risa que tanto estaba intentando mantener oculta burbujeó de mis


labios en ese momento. Me llevé la mano a la boca en un intento de
sofocarla, pero no estaba destinado a pasar. La vida para mí era peligrosa
cuando tenía tantas emociones y tanta sangre corriendo por mi cuerpo.

Una sonrisa iluminó el rostro de Miles a medida que me observaba,


sin duda complacido por el efecto de sus palabras. Hice lo mejor que
pude para sofocar mi reacción.

—Cuenta —dije finalmente.


247
—Definitivamente no lo hace. Vamos a tener que repetirlo antes de que
termine esta semana.

Y en caso de que te lo preguntes, esas fueron las palabras que se


repitieron en mi estúpida cabeza tonta cuando caí en un sueño inquieto
más tarde esa noche.
Diecinueve
«—Buenas noches, mi… —se detuvo, se mordió el labio y me dejó
abruptamente».

Charlotte Brontë. Jane Eyre.

—Entonces, ¿solo aprieto?

Eran las 7 a.m. de la mañana siguiente. Estaba parada en un establo


junto a Miles, su padre y una vaca Holstein de casi setecientos kilos que
no dejaba de golpearme en un lado de la cabeza con la cola. Miles se
movió para pararse entre la cola y yo, y me entregó un pequeño vaso de
plástico con un chorro de jarabe de chocolate dentro, que parecía ser una
especie de ritual satánico de la familia Taylor.

—Aprieta y tira.

Volvió a imitar el movimiento de apretar hacia abajo con las manos.

Respiré hondo y me senté en el taburete, mirando con pavor la ubre


regordeta, ahora a la altura de mis ojos.
248
—¿Cuál es su nombre? —pregunté, haciendo tiempo
descaradamente.

Jack Taylor se rio.

—Dependiendo de su estado de ánimo, la llamamos muchas cosas,


pero el nombre educado que le decimos a la gente es Snowflake.

—Hola, Snowflake —susurré a medida que me inclinaba más cerca,


mi mano avanzando poco a poco hacia las partes íntimas de la dama—.
Perdón por esto.
Miles se rio entre dientes mientras se agachaba a mi lado.

—Le estás haciendo un favor. Lo prometo, está acostumbrada.

Mi mano se detuvo, así que él la tomó y la colocó sobre la vaca.

—Ahora solo aprieta suavemente y tira de él hacia tu vaso.

Sostuvo su propio vaso lleno de jarabe de chocolate debajo de una


ubre diferente y apretó, llenando fácilmente su vaso con leche blanca
espumosa.

—Presumido —murmuré.

—Cobarde —contrarrestó.

Volví a colocar mi mano donde se sintió más cómodo. Tenía una


sensación suave, como de goma, que era un poco inquietante. Apreté y
tiré. No pasó nada. Lo intenté de nuevo. Igual.

—Sigue adelante. Es como chupar con una pajilla, se necesitan unos


cuantos tirones para que salga la leche.

Después de algunos intentos fallidos más, Miles una vez más colocó
su mano sobre la mía y ayudó a guiar mi mano. Muy poco después, la
leche fluyó en mi vaso. Miles retiró su mano y me dejó seguir apretando. 249
Una sonrisa saltó a mi cara. No había esperado sentirme tan orgullosa.
Acababa de ordeñar una vaca. ¿Quién lo hubiera pensado? Laura Ingalls
Wilder no tenía nada contra mí.

Miles me sonrió feliz. Una vez que tuve suficiente leche en mi vaso,
me tendió una cuchara de plástico.

—Este podría ser un buen momento para decirte que odio la leche.

Cuando no tomé la cuchara, se inclinó y lo revolvió él mismo.


—Entonces, qué bueno que esto es leche chocolatada.

—No. Odio todas las formas de líquido exprimido de… —Miré hacia
abajo, hacia la vaca masticando grano a mi lado—, las partes íntimas de
una vaca.

Miles y su padre se rieron un buen rato mientras yo permanecía allí


rígidamente, con la barbilla levantada, contemplando el paisaje
fascinante alrededor del granero, antes de encontrarme con los ojos
llorosos de Jack, y soltar una risita pequeña.

—Está en el cartón del bingo —dijo Miles, chocando su vaso contra


el mío en un brindis—. A las tres.

—No quiero.

—Tómatelo.

—La leche es asquerosa.

—Uno.

—Miles, no. —Agarré su camisa con pánico hasta que sentí sus
músculos contra mis dedos, y solté mi agarre torpemente—. La ordeñé.
¿No es suficiente?
250
—Es fresca. Sabrá mejor que cualquier cosa que hayas probado.

—¡No quiero! —Mi voz sonaba patética e inmadura incluso para mis
oídos, pero no podía evitarlo. El vaso estaba caliente en mi mano.
Caliente. Sinceramente, odiaba el sabor de la leche, y dudaba mucho que
la espuma cálida que vi dispararse directamente de un apestoso bovino
descomunal me ayudaría a que me gustara de repente. La bilis subió a
mi garganta, y luché por tragarla.

—Dos.
—Te daré otro beso bajo el muérdago —negocié sin aliento presa del
pánico, mirando hacia Jack, asegurándome de que no pudiera oírme,
llenando algunos cubos con grano para que las vacas los comieran
mientras estaban en el granero.

Miles estaba a punto de decir tres cuando se detuvo en seco, con


humor en su mirada.

—Sé que lo harás porque fallaste la primera vez.

—No fallé.

Él resopló.

—El muérdago no estaba ni cerca de nosotros.

—Tú tampoco te diste cuenta.

Se inclinó más cerca, con travesura corriendo desenfrenada por todo


su rostro.

—¿Quién dijo que no?

Mi boca se abrió.

—Tres.
251
Chocó su vaso de plástico contra el mío y lo vació en segundos,
dejando una línea espumosa en su labio que lamió casualmente. Mis ojos
viajaron por un segundo hacia abajo a través de su cuerpo esbelto lleno
de líneas y músculos ocultos, y me pregunté si la leche en realidad era la
clave para hacer un buen cuerpo como ese.

Se inclinó más cerca, apoyando una mano en mi hombro. Me


congelé al segundo en que sus labios rozaron mi oído.
—Zanahorias, ahora eres una mujer salvaje. No hay nada que no
puedas hacer. Saltaste a un estanque congelado. Tuviste un beso sin
muérdago involucrado con un chico sexy. Acabas de ordeñar una vaca.
Puedes hacer esto. Lo sé. Puedes beber estos sesenta mililitros de leche.

Me aparté de su cara risueña y le fruncí el ceño. Lo había estado


haciendo tan bien.

Jack regresó a donde estábamos parados con una sonrisa en su rostro


a medida que asentía hacia mi vaso.

—¿Aún no lo has bebido?

Miré el vaso. Y antes de que pudiera permitirme pensar demasiado


en lo que estaba a punto de hacer, llevé el vaso a mis labios, cerré los ojos
y tomé un trago.

Sentí arcadas al momento en que la leche golpeó mi garganta, la


espuma cálida demasiado para mi paladar sensible. Leche marrón
caliente y espumosa salió disparada de mi boca y nariz, rociando tanto a
Jack como a Miles. Tosí y farfullé un poco más antes de enfrentar a los
hombres. Ambos se estaban limpiando el exceso de humedad de sus
rostros y cuerpos.

—Te dije.
252
Los hombres comenzaron a reír.

—Nos lo dijiste —dijo Jack, frotándose la cara una vez más—.


Deberíamos haber escuchado.

Miles sonreía cuando se inclinó hacia adelante, limpiando una gota


de leche de mi mejilla con su dedo.

—Pero al menos podemos contarlo.


—¿Estás seguro de eso? —bromeó Jack, inclinándose hacia adelante
para terminar de ordeñar la vaca—. No creo que haya tragado nada de
eso.

—Cuenta —insistí fuertemente, y por una vez, ninguno de los dos


hombres me dio problemas.

—No tienes un árbol de Navidad —dijo Miles cuando le abrí la


puerta a su golpeteo incesante exactamente dos minutos después de que
acabara de dejarme de la debacle ordeñando vacas.

Según la lista, se suponía que hoy íbamos a tachar el ordeño de una


vaca, beber leche chocolatada y ver una película de Navidad.

—¿Qué? —pregunté, retrocediendo para dejarlo entrar una vez más.

—Me acabo de dar cuenta. El albergue nunca preparó esta cabaña


para tener un árbol. Se suponía que nadie debía estar aquí. Tenemos que
conseguirte un árbol.

Honestamente, ni siquiera había pensado en eso. En mi mente, esta


Navidad era un fracaso. Tal vez el próximo año estaría más abierta a una 253
verdadera Navidad, pero este año… tenía un corazón Scrooge frío y
muerto, y un árbol de Navidad no iba a ayudar con eso.

—Estoy bien. En serio. Además, no es parte del bingo.

Me miró, su mano aferrando su pecho en ofensa fingida.

—Mamá me mataría si dejo a sabiendas que un huésped pase la


semana aquí sin un árbol. Lo estoy agregando a la lista. Hoy. Después
del almuerzo.
No tenía sentido discutir, así que no lo hice.

—Bien. ¿Deberíamos simplemente ir a la tienda y tomar uno de su


lote?

Pareció herido de muerte.

—Voy a fingir que no dijiste eso.

Me recogió después del almuerzo, vestido con más ropa de franela


que estaba empezando a meterse en mi cabeza. Siempre había pensado
en la franela como algo que usaban los hombres mayores, pero esto era…
diferente. Era una franela que había tocado durante un beso. Y no solo
tocado. Mis dedos codiciosos recorrieron todo. Era una tela suave y
resistente. Del tipo en el que una chica podía confiar para mantenerse
caliente. Parecía la portada de un libro que a Chloe le encantaría.
Maldita sea ella y sus interminables comentarios con leñadores.

Me entregó un par de guantes negros y me puso un gorro blanco en


la cabeza, deslizándolo bajo sobre mis orejas. Me puse los guantes,
maravillada por su calidez, y lo seguí como un cachorro callejero por los
escalones de la cabaña y directamente hacia el oeste en el bosque.

—¿Compraste estos guantes? —pregunté vacilante, notando la


etiqueta aún en ellos. Esperaba que fueran un par que sus padres
hubieran recibido como regalo o algo así. Un par que simplemente
254
tuvieran por ahí en la casa.

—No puedo llevar a mi novia helada sin guantes a buscar un árbol


de Navidad.

—Tengo guantes —dije, intentando seguir sus zancadas largas.

—Lo sé. Pero necesitas guantes que no se vean como si se los


hubieras arrancado a una niña de tres años.
Me lanzó una sonrisa por encima del hombro y pareció darse cuenta
de que se estaba moviendo demasiado rápido, así que disminuyó la
velocidad y agarró mi mano ahora cálida, cubierta por un guante de
adulto, en la suya.

—En caso de que alguien nos vea dirigiéndonos al bosque —declaró,


levantando nuestras manos entrelazadas. Mis ojos se entrecerraron, pero
permití que continuara la brecha de los toques, por nuestra cubierta.

—¿Qué hay en tu mochila? —pregunté, refiriéndome a la bolsa


colgando de su hombro.

—Una sierra de arco.

—¿Esta es la parte en la que me matas en el bosque? —pregunté,


ralentizando mis pasos dramáticamente.

Se detuvo y se volvió hacia mí.

—Hay muchas cosas que podría hacer contigo en el bosque. ¿Debería


empezar a nombrar algunas?

Se me cortó el aliento.

—Bueno, no veo ningún muérdago por aquí, así que…


255
Se inclinó más cerca, su juego de coqueteo en el nivel mil, y susurró:

—No soy muy tradicionalista.

Habiéndome desconcertado lo suficiente, sonrió y comenzó a


moverse de nuevo.

Le dije a Miles que me gustaron unos quince árboles diferentes en


nuestro paseo antes de que finalmente considerara uno perfecto. Sostuve
el árbol mientras él cortaba la base, y pronto estábamos haciendo el viaje
de regreso a mi cabaña con Miles arrastrando nuestra captura detrás de
él.

Hoy estaba en otro nivel, provocándome sin piedad como si no


pudiera evitarlo. Repitió cada línea del infame correo electrónico durante
unos diez minutos seguidos, burla tras burla. Mi mente no podía seguir
el ritmo mientras usaba su ingenio y habilidad con las palabras para
dejarme completamente indignada en un momento y sonrojada y sin
palabras al siguiente. Mencionó la nota, los apodos, los jamones, el beso
fallido y todas las demás interacciones entre nosotros que posiblemente
pudo convertir en alguna forma de coqueteo. Una tras otra, hasta que me
quedé con réplicas sin respuesta revoloteando en mi cabeza, pero incapaz
de pensar lo suficientemente rápido como para captar una y dejarla volar.
A medida que caminábamos uno al lado del otro, mis dedos se apretaron
en una bola apretada mientras intentaba controlar mis emociones. Era
Miles desatado, y no sabía si reírme, empujarlo, golpearlo o...

Darle un azote en su lugar.

Supe que había hecho mal instantáneamente. Todo el bosque pareció


callarse, desvaneciéndose en espectadores silenciosos observando cómo
se desarrollaba todo esto. Mi mano se disparó hacia atrás, y la miré como
si nunca hubiera visto una. La otra mano tapó mi boca. Mis ojos se
abrieron del todo. Miles dejó caer el árbol y se dio la vuelta con una
expresión de asombro en su rostro. De hecho, para ser más exactos, me 256
miraba como si le acabara de dar un billete de cien dólares.

—Oliviana, no me di cuenta de que estábamos en este punto de


nuestra relación falsa.

No podía moverme. Mi boca se abrió, deseando desesperadamente


que el reloj retrocediera unos segundos. Rebobinar. Rehacer. De todas
las personas con las que ponerme mano suelta, tenía que ser Miles. Mi
palma ardía. Solo podía imaginar cómo se sentiría su… retaguardia.
Bueno, sabía cómo se sentía… tenso y firme… la cantidad perfecta de
rebote… Olive, ENFÓCATE.

Sus ojos estaban brillando. Está bien, él estaba bien. Él y su… trasero.

Se mordió el labio inferior de una manera ultra atractiva a medida


que daba un paso hacia mí, el cual contrarresté inmediatamente dando
un paso atrás.

—Me acabas de dar un azote.

Ni siquiera podía pronunciar la frase sin reírse.

—Es… —Tragué con fuerza, mis manos en mi cabello. ¿Qué? Olive.


¿QUÉ?—. Lo merecías.

—Si eso fue ser malo, nunca quiero ser bueno.

Una sonrisa avergonzada apareció en mi rostro antes de inclinarme


hacia adelante para alejar su molesto cuerpo risueño del mío. Se aferró a
mi brazo. No tenía ni cómo protestar, consternada por cómo mi cuerpo
traidor me permitía deleitarme con la sensación de sus manos
acercándome más.

—Necesito hablar contigo. —Su voz grave y nuestra proximidad


repentina me parecieron una gran señal de advertencia. 257
—¿Qué?

—He aprendido un par de cosas sobre mí en los últimos días.

—¿Debería tener miedo de preguntar? —Olive, no mires directamente a


sus ojos marrones. ¡No!

—Quizás.
Lo miré de frente en contra de mi mejor juicio, totalmente nerviosa,
hasta que estalló en una sonrisa amplia, el alcance y el atractivo de su
sonrisa dejándome literalmente sin aliento.

Tomé un poco de aire para mis pulmones y negué con la cabeza.

—¿Qué has aprendido?

Levantó un dedo.

—Número uno, en realidad no soy un tipo al que les van las citas
falsas. Como en, lo odio.

Mis hombros cayeron a medida que mi mente comenzó a correr


inmediatamente. ¿Eso significaba que no quería continuar? Eso haría las
cosas incómodas si rompíamos aquí, al menos, vergonzosas para mí. A
Glenn le encantaría este giro de los acontecimientos. A menos que Miles
me dejara hacer la ruptura. Tal vez en lugar de una ruptura, podíamos
decir que lo llamaron para que volviera a trabajar. Bueno, no, trabajamos
en el mismo lugar. Tal vez podíamos…

—Número dos.

Su voz fuerte me hizo detenerme en mis pensamientos lo suficiente


como para volver a mirarlo.
258
—Y esto es algo que he sospechado durante un tiempo, pero desde
entonces ha demostrado ser cierto.

—¿Qué?

—Me gustan las profesoras de inglés bonitas y tensas.

Parpadeé cuando sus palabras cayeron sobre mí, pero nada tenía
sentido. Me observaba con calma, casi indiferente después de esta gran
bomba reveladora. Me quedé como una estatua, incapaz de moverme,
aunque mi cuerpo era un caleidoscopio de actividad por dentro. Había
algo mal con sus palabras, un rompecabezas que no podía terminar sin
esta pieza faltante. Y necesitaba todas las piezas para dar sentido a sus
palabras.

Tragué pesado y levanté un dedo, imitando a Miles.

—Una pregunta.

Él asintió.

—Dispara.

—¿Dijiste profesoras de inglés bonitas y tensas? —Las palabras


salieron entre mis dientes, como si estuviera aturdida, lo cual estaba
totalmente—. ¿Te referías a una profesora de inglés que es
moderadamente tensa, o había una coma en alguna parte?

Ladeó la cabeza hacia un lado mientras me contemplaba con una


expresión entre diversión y una ternura en la que podría ahogarme.

—La declaración probablemente podría ir en cualquier dirección.


Esta profesora definitivamente es bastante tensa, pero, de hecho, quise
decir esa afirmación con una coma después de bonita. Pero ahora que en
realidad lo estoy pensando, hermosa hubiera sido un adjetivo mejor.

De repente, me di cuenta de lo cerca que estaba. Demasiado cerca. 259


Demasiado cómodo. Sus ojos recorriendo mi rostro antes de aterrizar en
mis labios. Cometí el error de atrapar su mirada, y fue… en una
palabra… ardiente. Oh, Dios mío. Necesitaba recordarme preguntarle si
tenía un seudónimo o algo así para los libros de romance que debe
escribir en secreto. No ponía nada como esto en sus libros de aventuras.
Quiero decir… por lo que he oído… no son románticos.

Cielos. Cielos. Cielos.


—Bueno —dije, con la barbilla en alto, decidida a mantenernos en el
camino bueno—. He disfrutado de mi cabaña, pero eso es todo.

Soltó una risita.

—Qué mentirosa.

Me atrajo lentamente más fuerte hasta que sus brazos estuvieron


envueltos cómodamente alrededor de mi cintura. Era diciembre en
Vermont, ¿de acuerdo? Iba a aprovechar esa fuente de calor, así que le
permití abrazarme. También estuve medio tentada de apoyar la cabeza
en su hombro. No sabría decir si eso sería mejor o peor que mirarlo de
verdad.

—¿Quién puede vernos? —pregunté.

Ahora estábamos a la vista de la cabaña, pero actualmente, mi vista


estaba bloqueada por su hombro.

—Nadie.

—¿Qué? ¡Oye!

Me aparté de sus brazos solo para que él me atrajera de nuevo. Me


daría una sólida D por mi esfuerzo en resistirlo.
260
—Nunca fingiría salir con alguien con quien no quisiera estar
saliendo.

El vello de mis brazos se erizó con sus palabras. ¿Por qué estaba
susurrando?

Tomé una respiración entrecortada y traté salir de sus brazos


nuevamente. Me dejó ir un poco, pero no del todo.

—No puedes decirme eso.


—¿Decirte qué?

—Que tú… que tú… —Me quedé sin palabras.

—¿Que me gustas?

—Sí. Que te gusto. —Susurré las palabras como si la idea fuera una
locura. Porque era una locura. Tenía que serlo.

Sus labios se curvaron en una sonrisa.

—¿Por qué no?

—Porque apenas es martes. Tenemos tres días más aquí. No quiero


que esto sea más incómodo de lo que ya es. Trabajamos juntos. —Mis
ojos se entrecerraron en los suyos, intentando parecer intimidante—.
Retráctate.

En ese momento, el deleite puro coloreó sus ojos.

—¿Retráctate? ¿Como si tuviéramos cinco?

—Sí. —Me crucé de brazos, intentando negociar con mi corazón


acelerado. Corazón, si bajas la velocidad, te prometo que intentaré correr de
nuevo. Después. Durante el verano. Quizás.
261
Resopló.

—¿Quieres que espere hasta el final para decirle a la chica cómo me


siento? Me niego a ser un cliché. Te lo dije en el medio, como un hombre
de verdad.

—¿Un verdadero qué? —respondí, intentando ganar algo de tiempo.

Me acercó más.

—Creo que lo sabes.


—Ni siquiera te gusto en realidad.

—Claro que sí. —Todos los vellos de mi cuerpo se erizaron. Los


ignoré.

—No. No puedes hacerlo. Y definitivamente no salgo con personas


con las que trabajo. He estado allí, hecho eso. Lo he dejado muy claro.

—Eso no es lo que le dijiste a tu hermana.

—¡Estaba desesperada! —Estampé mi pie. Un signo definitivo de una


mujer madura.

Siguió hablando, casi como si no hubiera oído ninguna de mis


protestas.

—Honestamente, fue sorprendente lo simpática que fuiste una vez


que te sacamos a la naturaleza. Aunque, esa podría ser el azote hablando.

Me tomó un momento formular palabras después de eso, con los ojos


omniscientes de Miles observándome con diversión creciente.

—Bueno, rechazo tu declaración. Simplemente me confundiste. Eso


es todo.

—Eh —murmuró, acercándose, su abrigo presionando contra el mío 262


mientras sus manos encontraban mi cintura—. Entonces, ¿eso me deja
tres días para convencer a tu corazón mentiroso de lo contrario? —Se
inclinó más cerca, su boca a un susurro de la mía. El calor de su aliento
olía a menta y era tibio, y no quería nada más que perderme en él.
Respirarlo y… besarlo.

Ah, no.

Su boca se convirtió en mi único foco a medida que se acercaba, sus


labios entreabiertos. Anoche había probado esos labios, y por la forma
en que mi boca se llenó de humedad, definitivamente recordaba.
Probablemente empezaría a temblar en poco tiempo si no lo hacía. Ya
no podía pensar en nada y, en cambio, cerré los ojos para bloquearlo,
mis labios separándose un poco. Entonces esperé.

Y esperé.

Abrí los ojos para encontrar a un Miles triunfante. Aún demasiado


cerca de mí. Aún haciendo que mi respiración sea errática. Deslizó sus
labios lejos de los míos, rozándolos muy sutilmente a través de mi
pómulo hasta que llegó a mi oído. Escalofríos corrieron por todo mi
sistema nervioso y un calor suave escapó de su boca mientras susurraba:

—Empieza el juego.

Con un beso en mi mejilla, se agachó y agarró el árbol con una mano


y mi mano con la otra y procedió a llevarnos a ambos a la cabaña.

Y solo así, mi cuerpo se inundó con todas las emociones cliché que
encontraba en los romances navideños de Hallmark que miraba en
secreto cada diciembre. Mi corazón latía con fuerza, mi estómago estaba
revoloteando, y la insinuación de una sonrisa rogaba por salir de mis
labios.

263
Veinte
«Sin placer, no hay beneficio».

William Shakespeare. La Fierecilla Domada

Regresamos a la cabaña, con la cara roja y avergonzados… o espera,


solo era yo. Miles se pavoneó a mi lado, arrastrando el pino muerto
detrás de él y silbando «Baby, It’s Cold Outside» todo el camino de regreso.

Una vez dentro, puse una cafetera al fuego. Miles se ocupó


encontrando un soporte y una vieja serie de luces del sótano
espeluznante, lo cual estaba bien para mí. Necesitaba un momento para
reagruparme.

La revelación de Miles lo cambiaba todo. Todo se sentía diferente


cuando pensaba que ambos nos odiábamos. Pensé en la forma en que
tomó mi mano cuando saltamos al estanque y luego me cargó a medias,
la forma en que no le prestó atención a Glenn, la forma en que se sintió
su mano cuando presionó contra la parte baja de mi espalda, la forma en
que nuestro estúpido beso sin muérdago que me encrespó los dedos de
los pies apareció en mis pensamientos, y la suavidad en sus ojos cuando
les dijo a sus padres, disculpa, les mintió sobre las cosas que le gustaban
264
de mí. Sí… definitivamente… nos odiábamos.

Rayos.

Si admitía por casualidad que era atractivo y que podía ser


encantador cuando quería, solo empeoraría las cosas. Aparte del hecho
de que trabajábamos juntos, era un Bear Grylls 1 ambulante. Demasiado

1
Edward Michael Grylls, más conocido como Bear Grylls, es un aventurero profesional, experto
en supervivencia, escritor, presentador de televisión y exmilitar británico. Es conocido por su popular
serie de televisión Man vs. Wild.
aventurero para mí. Se aburriría en cuestión de días cuando me negara a
hacer todas las cosas que amaba. Porque esta chica nunca haría
paracaidismo. Nunca. No tenía ningún deseo de escalar rocas. Aquí,
donde Miles tenía menos distracciones, solo era algo nuevo para ocupar
su atención. Estaba aburrido. Necesitaba recordar eso.

Fue bastante fácil de recordar mientras decorábamos nuestro árbol,


mi árbol. No nuestro árbol. Me encontré un poco emocionada por el olor
a pino fresco en la cabaña. El brillo de las luces blancas titilantes que
colocó sobre el árbol provocó una furia de recuerdos de la infancia que
me hizo morderme el labio para evitar que mis ojos se humedecieran.
Había encontrado una vieja caja de adornos navideños que él y sus
hermanos habían hecho en la escuela primaria. Pronto, me estaba riendo
de una foto de un Miles serio, radiante y con dientes de conejo de
segundo grado. Le habían crecido los dientes bastante bien. Había un
adorno de canela marrón hecho en casa con su diminuta huella de mano
adentro. Todo era tan dulce. En realidad, lo era. Los sonidos suaves de
Bing Crosby y Frank Sinatra tejieron un hechizo sobre y a nuestro
alrededor. Eso era todo. Un hechizo. Pero mi determinación de no
enamorarme de Miles Taylor seguía firme. Mírame, un pilar de fortaleza.

Por supuesto, eso fue antes de que mi propio Bear Grylls me metiera
suavemente debajo de una manta en el sofá, levantando mis pies para
descansar contra la mesita auxiliar. Luego, metió una copia vieja en
265
DVD de Solo en Casa que también había encontrado abajo, trayéndome
una taza de crema con un poco de café, justo como me gustaba, y un
tazón de palomitas de maíz recién calentadas antes de dejarse caer junto
a mí en el sofá. Parecía que esta noche ambos habíamos decidido
renunciar a la cena en el albergue en lugar de tachar nuestro recuadro de
bingo de películas navideñas. Estaba lo suficientemente cerca como para
compartir la manta. Mi manta. Lo suficientemente cerca como para
sentir el calor irradiando su brazo, que definitivamente estaba presionado
contra el mío. Miles con calcetines puestos, pantalones deportivos
negros, una camiseta gris y una sonrisa adorable, pareciendo demasiado
cómodo descansando en mi espacio, fue una ruptura definitiva contra
mis defensas. Pero podía soportarlo. Uno de nosotros tenía que hacerlo.
Se inclinó hacia adelante y tomó un sorbo de mi café, haciendo una
mueca antes de volver a dejarlo sobre la mesita.

—Para una chica que no soporta la leche, tus preferencias por el café
son un enigma.

—Esas tres cucharadas de café cambian por completo la química de


la crema —insistí, volviendo a centrar mi atención en la película, lo que
facilitó las cosas cuando ambos citamos las líneas a medida que se
decían.

—Solía ver esta película todo el tiempo cuando era niño. Incluso
fuera de temporada —dijo Miles, luciendo demasiado cómodo con la
cabeza apoyada en el respaldo del sofá, los brazos cruzados sobre el
pecho y los pies cruzados a la altura de los tobillos.

Jadeé.

—¡Eso es un sacrilegio!

—Qué seguidora de las reglas. —Su declaración no tuvo convicción,


pero golpeó mi pierna con la suya y prendió fuego a mi corazón.

—Solía verla cada Nochebuena con mi papá. Era su favorita — 266


agregué después de un momento.

Ambos nos quedamos en silencio por un momento largo.

—Suena como un buen tipo —dijo Miles.

Sonreí.

—Lo era. Pero, ¿lo crees porque a él le gustaba la misma película


infantil que a ti?
Sus pies tocaron los míos suavemente.

—Si tuviera que adivinar, era su película favorita porque era la tuya.

El calor se extendió por todo mi cuerpo cuando sus palabras se


filtraron en mi corazón. Nunca se me había pasado por la cabeza ese
pensamiento en los veinticinco años que había vivido. Cuando era niña,
nunca cuestioné el gusto de papá por la película. Solo en Casa era oro
cinematográfico puro, ¿a quién no le encantaría? Pero ahora podía ver
perfectamente a mi dulce papá acomodándose a mi lado en el sofá una
vez al año para ver a dos ladrones torpes intentando robarle su Navidad
a un niño… porque yo quería verla. Era nuestra cosa. Por supuesto que
fue por mí.

La humedad llenó mis ojos a medida que mantenía mi mirada fija


hacia adelante. Sabía que el árbol de Navidad era una mala idea.
Demasiados sentimientos y emociones envueltos en la tradición. Me di
cuenta de que Miles me observó durante un momento largo antes de que
volviera su atención a la televisión. Bien. Eso era mejor. Necesitaba
volver a encarrilar mis pensamientos. En este entorno acogedor, era
difícil recordar que él era el profesor molesto al otro lado del pasillo.

Ciertamente no di lugar a la sensación de su brazo presionado contra


el mío. Tampoco me importó ni me alteró cada vez que lo sentí moverse,
estirarse o reajustar su posición, lo que siempre pareció acercarlo a mí. 267
Honestamente, era ridículo que estuviera tan cerca cuando había otros
tres asientos en el sofá. Había otras mantas. Nadie podía vernos. Culpé
al árbol de Navidad por no haberme alejado de él. Parecía emitir una
especie de cálido resplandor navideño en la cabaña que me dejó incapaz
de moverme ni un centímetro.

Nuestras manos se rozaron bajo la manta. Me quedé inmóvil. Las


manos definitivamente serían un problema si él…
Un dedo cálido se extendió y desenroscó mi meñique apretado en un
puño en mi regazo. Tomé aire. El niño de la película (su nombre me dejó
repentinamente) acababa de dejar sus compras en la acera cuando Miles
buscó el dedo número dos. El calor cálido de sus dedos rozó los míos, y
me encontré sin objetar cuando pareció cansarse de su propio juego y
agarró toda mi mano, encerrando sus dedos dentro y moviéndolos para
descansar sobre su pierna. No me miró, pero pude sentir su sonrisa. Un
hormigueo estalló por mi columna a medida que él jugó tortuosamente
con mis dedos.

Me aclaré la garganta y recordé que era un pilar. No quité la mano,


pero dije con voz muy firme:

—Mi mano está fría. Solo estoy dejando que la calientes. Eso es todo.

Una risa gutural.

—Es bueno saberlo, Azotes.

Se me escapó una risa avergonzada ante el apodo nuevo. Me moví


para darle un codazo en las costillas. Y antes de que supiera cómo
sucedió, me soltó la mano, pasó su brazo alrededor de mi hombro y me
atrajo hacia su cuerpo. Mi cabeza se acurrucó en su pecho y mis pies (por
voluntad propia) se enredaron con los suyos en la mesita. Con tanta
naturalidad como si hubieran sido diseñados para hacerlo, nuestros 268
dedos se entrelazaron sobre su estómago.

Recuerdo que Kevin no comió los deliciosos macarrones con queso.


Lo recuerdo soplando las velas en la mesa. Pero el resto fue un borrón
de los sentidos. El brillo de las luces navideñas parpadeando en la
habitación, el olor a pino y canela, la sensación de mis pies descansando
contra Miles y la forma en que su pulgar se movió suavemente contra el
mío. Y, sobre todo, recuerdo sentir el latido fuerte y robusto de su
corazón latiendo a través de su pecho y la forma en que me apretó contra
él.
Eran las 2 a.m. cuando desperté con una pantalla azul borrosa y me
despegué rápidamente de su cuerpo. Horrorizada por haberme permitido
ponerme tan cómoda, sacudí su brazo para despertarlo y echarlo por la
puerta. Esto se estaba saliendo de control. Maldito seas, árbol de
Navidad. Y Frank Sinatra. Miles complació en su mayor parte, pero me
tomó por sorpresa cuando se volvió bruscamente en la puerta mientras
lo seguía, haciendo que mi cuerpo chocara con su pecho. Cometí el error
de mirar hacia arriba, y nuestros ojos se sostuvieron por un momento
largo.

Ocurrió en cámara lenta. Culpo al hecho de que acababa de


despertarme. Mi sistema de defensa tuvo una recaída menor. Había
pasado demasiado tiempo acurrucada junto a él, y ahora mi cuerpo
parecía anhelar su toque. Mi cuerpo era el problema. En realidad, esta
no podía ser yo cayendo con el enemigo al otro lado del pasillo. Sus ojos
entrecerrados se posaron en mis labios, y tragó pesado. Se inclinó
lentamente, como para darme todo el tiempo del mundo para resistirme
si quería.

No lo hice.

Sus labios suaves tocaron los míos como un aliento exhalado. En


lugar de dar un paso atrás para terminar el beso, mis manos agarraron su
abrigo con fuerza a medida que avanzaba hacia sus brazos. Mis dedos
encontraron el camino hacia la línea de su mandíbula, sintiendo el 269
movimiento y la fuerza allí mientras su boca trabajaba en un beso sobre
la mía que se sintió tan divino que perdí todas las palabras. Sus manos
estuvieron presionadas contra mi espalda y en mi cabello, su toque ligero
haciéndome temblar en sus brazos. Nuestro beso fue lento y sensual.
Indulgente. Si bien no era exactamente prohibido, me supo de esa
manera. Dulce con un toque de peligro. Uno que me dejó alejándome en
un estado confuso de manos temblorosas y respiraciones irregulares.

Él cepilló un mechón de mi cabello que se había soltado en nuestro


enredo.
—¿Vas a enloquecer mañana por esto? —susurró, con un atisbo de
sonrisa en su rostro.

—De hecho, está comenzando ahora.

La sonrisa se convirtió en una mueca.

—Entonces, será mejor que arroje todas mis fichas sobre la mesa.

Antes de que pudiera resistirme, hizo una bola con el suéter en mi


cintura y me atrajo hacia él nuevamente. Sus manos encontraron mi
rostro, acercándome a él mientras me besaba una vez más. Donde el
primer beso había sido suave, casi dolorosamente, este beso fue calor
puro. Una pasión palpitante lamió el aire encendiendo chispas entre
nosotros. Fue desconcertante la manera tan rápida en que me dejó
incapaz de hacer algo más que cobrar vida al momento en que sus labios
tocaron los míos. Aunque no pude evitar pensar que me arrepentiría de
mis acciones por la mañana, mis brazos se apretaron alrededor de su
cuello a medida que él hacía un trabajo muy minucioso para
convencerme de la línea borrosa entre nosotros. Retrocedió, sus ojos
marrones ardiendo en los míos. Presionó otro beso satisfactorio en mis
labios antes de darse la vuelta y bajar las escaleras. La oscuridad lo tragó
cuanto más se alejó del suave resplandor amarillo de la luz del porche.

—Buenas noches, Olive Wilson. 270


Veintiuno
«¿Amor? No estoy enamorada. Estás loco. Y si alguna vez me
enamorara, seguro que no sería de un vampiro, incluso si es rico más
allá de mis sueños más salvajes, con blancos dientes resplandecientes y
los ojos azules más penetrantes capaces de enviar escalofríos por mi
espalda. No. No lo estoy. Tienes a la chica equivocada».

Velda Stark. El Bebé del Vampiro Multimillonario

Mi nuevo plan de tratar a Miles como si tuviera una enfermedad


infecciosa se vio frustrado rápidamente a la mañana siguiente por un
golpe en mi puerta. Eran las 8 a.m. de la víspera de Navidad. Apenas
había pegado un ojo la noche anterior porque mi mente estuvo
demasiado ocupada repitiendo los besos… que nunca deberían haber
sucedido. Las primeras horas de la mañana hacían maravillas para volver
a fortalecer la resolución de una persona. Me quité rápidamente mi poco
atractivo pijama de franela y me puse unos pantalones deportivos negros
y una sudadera antes de abrir la puerta. Para mi sorpresa, no encontré a
Miles, sino una canasta pequeña llena de cereal, un muffin de arándanos,
un cartón de leche, un paquete de mi mezcla de café favorita y una
naranja. Apoyado contra la casa había una pila de madera recién 271
cortada.

Una nota sobresalía del costado de la canasta. Mirando a mi


alrededor, sabiendo que probablemente Miles me estaba observando, no
pude evitar tomar la nota y leerla.

Azotes,

Tengo que llevar a todos los niños en trineo a las 10 de la mañana. Me


encantaría que vinieras conmigo si estás interesada (es decir, TIENES que
decir que sí. Es por el cartón lleno). Te recogeré en un trineo tirado por
caballos a las 9:45. Vístete como si fueras a andar en trineo y divertirte.

Con amor,

Tu hombre con el buen par de jamones (como bien sabes)

Le grité al bosque cubierto de nieve:

—¡No me gusta andar en trineo!

El bosque respondió a gritos:

—¡A todo el mundo le gusta andar en trineo!

—¡No me gusta pasar frío!

—¡Yo me encargaré de eso! —Esta vez, la voz del bosque tuvo un


tono coqueto que no aprecié. Sin embargo, mi corazón traidor aun así
dio un vuelco cuando recogí la canasta y me retiré a la cabaña.

Luego, volví a abrir la puerta y grité:

—¡Gracias! —Cerré la puerta antes de que el bosque pudiera


responder.

Una vez dentro, me paseé de un lado a otro, comiendo bocados de 272


cereal y el muffin de arándanos más delicioso del mundo mientras
intentaba encontrar una manera de evitar ir en trineo. La última vez que
recuerdo haber ido en trineo, probablemente tenía once o doce años. Era
la hija menor, y vivíamos en el campo. Mi hermana había superado el
trineo, así que seguí su ejemplo rápidamente. Y en realidad, nunca lo
extrañé mucho. Recuerdo mis guantes siempre empapados, dejándome
las manos rojas y agrietadas. Mi abrigo nunca parecía lo suficientemente
cálido. Y en el fondo, simplemente no era una buscadora de emociones.
Dejaba el frío y la nieve a las heroínas de mis libros.
Dicho esto… incluso si quisiera ir, no tenía ropa para ponerme. Lo
mejor que pude hacer fue ponerme ropa interior térmica debajo de mis
pantalones deportivos negros y una sudadera debajo de mi parka. Pero
los pantalones se empaparían. Miles me echaría un vistazo y, con suerte,
tendría algo de lástima.

Miles me miró cuando salí al porche con el sonido de su moto de


nieve, pero no encontré ninguna lástima. Apagó el motor
inmediatamente, se bajó de la máquina y avanzó hacia mí, con una
mirada determinada en su rostro.

—No puedes usar eso. Te congelarás.

Suspiré, como si la noticia me devastara.

—Lo sé. Estoy tan triste como tú.

Me miró molesto antes de abrir la puerta y hacerme señas para que


entrara.

—No te preocupes. Tengo justo lo que necesitas.

La falsedad en mi voz se desvaneció inmediatamente.

—¿Qué?
273
Sonrió al pasar junto a mí, caminando hacia la cocina.

—¿Qué clase de novio sería si no cuidara de mi mujer?

Lo miré furiosa.

—Uno falso.

Me ignoró, pasó por delante de la cocina y abrió la puerta que


conducía al sótano.
—Vuelvo enseguida.

Caminé de un lado a otro, bebiendo mi café, intentando alcanzar


algún espacio zen con respiraciones profundas y el cálido líquido dorado
con cafeína calentando mi cuerpo desde adentro. Regresó demasiado
pronto por los escalones chirriantes, sosteniendo un par de overoles color
canela con aislamiento enganchados a los tirantes.

Mis ojos se abrieron del todo cuando me los tendió.

—No, gracias.

Me hizo señas nuevamente para que los tomara.

—Oliviana, teníamos un trato.

Nunca pensé que me gustaría mi nombre. Pero la forma en que lo


dijo hizo que escalofríos recorrieran caóticamente mi espalda. Fue bajo
y ronco, y me hizo desear al instante escucharlo llamarme Oliviana
constantemente.

—No tengo la ropa adecuada para esto.

—De ahí que te entregue estos overoles aislantes.

Mis dedos finalmente aceptaron la prenda, y las sostuve contra mi 274


cuerpo.

—Te quedarán un poco grandes, pero con los tirantes deberían


funcionar. Los usé en la secundaria.

—¿Por qué aún guardas tu ropa vieja aquí?

—Mis padres aún tienen algunas cosas al azar en el almacenamiento


del sótano. —Sacudió la cabeza hacia el dormitorio—. Ve a cambiarte.
Voy contra reloj. Tengo una reunión en el albergue en diez minutos.
Me dirigí hacia la puerta.

—Entonces, no me esperes. Podemos vernos allí.

—Si no estás aquí en tres minutos, derribaré la puerta y te cargaré


sobre mi hombro, estés vestida o no. Y disfrutaría cada segundo de eso.
No creas que no lo haré.

Y así fue como terminé sentada detrás de Miles en una moto de nieve,
mis dedos en blancos acariciando los rieles detrás de mí mientras
volábamos a través de un campo abierto. Aparentemente, me había
vestido lo suficientemente rápido para tomar un desvío en el camino al
albergue. Me dolía el cuerpo por los golpes y empujones, pero me negaba
a acurrucarme contra la espalda de Miles. Ya había habido más que
suficientes toques innecesarios entre nosotros. Lo último que le daría hoy
serían mimos. Podía sujetarme perfectamente a la máquina, muchas
gracias, COMPAÑERO DE TRABAJO.

Se me cayó el estómago cuando miré por encima de su hombro.


Volábamos hacia una colina empinada, sin árboles.

—Oye. —Señalé hacia el lado derecho de la colina, donde el sendero


hacia arriba se inclinaba de forma gradual—. Por ese lado es menos
empinado.

—¿Qué? —gritó, presionando el acelerador.


275

—Por ese lado es menos… —grité cuando comenzamos nuestro


ascenso, la pendiente obligándome a aferrarme desesperadamente a un
lado antes de lanzarme hacia adelante para envolver mis brazos
alrededor de Miles. Su mano presionándose contra mis manos agarrando
su cintura. Redujo la velocidad al instante, y dio la vuelta a nuestra
máquina, conduciendo alrededor de la base de la colina hacia la
pendiente más suave.

—Qué bueno que cediste. Eso estuvo cerca.


Intenté sacar mis brazos de su cintura, pero los mantuvo firmes
contra su cuerpo, mi corazón latiendo salvajemente.

—De ninguna manera. Me gané esto.

En represalia, lo apreté con tanta fuerza que jadeó antes de


alcanzarme por detrás para hacerme cosquillas. Chillé y solté una risita.

Una risita.

El sonido se detuvo tan rápido como llegó. La madura mujer adulta


dentro de mí palideció incluso al pensar en esa palabra. No era un
personaje de secundaria de un libro del Club de Niñeras. Las mujeres
adultas no soltaban risitas. Pero no pude pensar en otra palabra para
describir el chillido agudo que salió de mi boca. Presa del pánico, mi
cerebro se apresuró a pensar en otra cosa para describirlo, aprovechando
el diccionario de sinónimos tan bien utilizado en mi cabeza. ¿Risa alegre?
¿Risa disimulada? No. No hubo sarcasmo en el sonido. Mi cuerpo se
tensó cuando sentí inmóvil a Miles, y la máquina se detuvo. Sabía que
tendría que rendir cuentas si no se me ocurría alguna excusa. Busqué
desesperadamente otra palabra que encajara. ¿Risotada? No. No fue
entrecortado o sexy. Lo que brotó de mis labios fue deleite femenino puro
y sin adulterar. Lo sabía. Y a juzgar por la mirada satisfecha en sus ojos
cuando se volvió hacia mí… Miles también lo sabía.
276
—Será mejor que te cuides —dijo, y su voz baja envió un hormigueo
que me recorrió la columna—. Ese tipo de cosas no está ayudando en mi
caso contra ti. —Hubo algo suave en su mirada, algo como el terciopelo
que hizo que mi piel se calentara a pesar de la temperatura fría. Justo
cuando pensé que me quemaría hasta los cimientos, se inclinó y me
susurró—: Podrías embotellar esa risa y ganar millones.

Y entonces me besó. Solo una vez, rápido y dulce en los labios.


Terminó antes de que pudiera parpadear. El calor repentino que sus
labios trajeron a los míos desapareció antes de que pudiera apreciar el
calor. Mi corazón aterrizó en un charco en mi pecho. Todo se sentía
demasiado casual, demasiado familiar. Había sentido el poder
devastador de sus besos. Y ahora me estaba haciendo sentir insatisfecha
por la rapidez de este último. Pero este beso también se sintió diferente.
Me besó como si tuviera derecho, como si de alguna manera estuviera
marcando su territorio en mi corazón. Se dio la vuelta y nos hizo avanzar
una vez más. No estaba segura de cómo me sentía al respecto. No podía
comenzar a articular mis sentimientos. Pero cuando tuve la oportunidad
de quitar mis brazos de su cintura, no lo hice. De hecho, algunos podrían
decir que me acurruqué aún más cerca.

Cuando entramos en el albergue, un tractor rojo con orugas por


ruedas estaba parado afuera, retumbando. Detrás había un remolque
negro. El remolque largo tenía bancos improvisados en el interior con
una barandilla rodeando el perímetro. No estaba segura de lo que
esperaba cuando Miles dijo que íbamos a montar en trineo, pero esto no
era eso. Parecía que todos los que se alojaban en el albergue se habían
presentado para esto, excepto Glenn, afortunadamente. Chloe, Ben y sus
hijas se paraban junto a mi mamá y Russ. Sonreí y salté de la moto de
nieve para saludar a los dos malvaviscos de tres años vestidas de rosa y
púrpura corriendo hacia mí. 277
—¡Tía Owive! —exclamó Ivy, poniendo sus manos regordetas en mis
mejillas para obligarme a mirarla.

—¿Sí? —dije alegremente, recibiendo un rápido beso húmedo de sus


labios en forma de corazón.

—¡Vamos en tintineo! —Sus ojos brillantes resplandecían, y no pude


evitar sonreírle.
—¡Lo sé! Y me encanta tu abrigo rosa. —Me volví hacia Holly y la
levanté en un abrazo—. ¿También estás emocionada?

Holly estaba ocupada mirando algo detrás de mí. Cuando me giré


para mirar, vi a Miles haciendo una mueca de loco hacia las niñas, pero
cuando vio que lo miraba, se detuvo de inmediato, adoptando
nuevamente una expresión pasiva. Las niñas se rieron. Miles y yo les
seguimos el juego durante un rato, fingiendo estar confundida y mirando
a Miles mientras él les hacía muecas a mis espaldas.

—¿Quién es ese? —preguntó Ivy, señalando a Miles con estrellas en


los ojos. Parecía que Miles había añadido otra chica a su club de
fanáticas.

—Ese es… —Mi voz se interrumpió, sintiéndome repentinamente


tímida y confundida. ¿Qué tan malo era en la escala del pecado que una
tía le mintiera a su sobrina de tres años que confiaba plenamente en
ella?—. Es mi… amigo, Miles.

Miles se bajó de la moto de nieve y se arrodilló a mi lado,


inclinándose hacia las niñas para poder susurrarles algo al oído. Sus
rostros se iluminaron con deleite a medida que nos miraban de un lado
a otro.

Le di una mirada cautelosa. 278


—¿Qué les dijiste?

Llevaba una sonrisa traviesa.

—La verdad. —Se levantó, sacudiéndose la nieve de las rodillas—.


Tengo que ir a ayudar a mi papá a cargar el remolque. Vuelvo enseguida.

Miré juguetonamente a las dos niñas a mis pies cuando se alejó.

—¿Qué dijo?
Una erupción de risitas fue mi única respuesta antes de que Ben y
Chloe se acercaran.

—Hola —saludó Chloe. Parecía más alegre de lo que había parecido


en los últimos días. Cuando comenté sobre sus ojos brillantes y su
semblante relajado, dijo—: Podría estar superándolo. No estoy segura.
No quiero traerme mala suerte, pero esta mañana desayuné y no sentí
que fuera a vomitar todo después.

Me sentí culpable inmediatamente por mudarme a la otra cabaña.


Debería haber estado allí ayudándola y a Ben con las niñas mientras aún
estaba tan enferma.

Me niveló con una mirada severa.

—Estamos bien, lo prometo. Ben puede encargarse de las niñas


mientras yo no me siento del todo bien. —Le dedicó una sonrisa fugaz—
. De hecho, ha sido bueno para él.

—Olive, si fue la mitad de mandona contigo mientras crecías, lo


siento mucho por ti —bromeó Ben antes de acercar a su esposa para darle
un beso en la mejilla.

Ella se rio y le dio un manotazo en el trasero, dándome otro


recordatorio del hombre que mis ojos seguían buscando.
279
—Jefa, ¿está bien si voy a ayudar a los hombres? —preguntó Ben,
saludando a su esposa al estilo militar.

—Puedes retirarte. Pero solo si prometes conseguirme una galleta


con chispas de chocolate caliente en algún momento de hoy.

—¿Otro antojo? —le pregunté una vez que Ben se fue.

Me miró sorprendida.

—En realidad no, solo una necesidad básica diaria.


Me reí y llamé hacia la espalda de Ben ya alejándose:

—¡Ben, que sean dos galletas!

Se giró para fruncir el ceño dramáticamente antes de lanzarnos un


saludo.

Chloe se inclinó de repente cerca de mí, mirando algo a mi lado.

—Otro punto para Miles.

Miré inmediatamente hacia donde estaba parado cerca de su padre y


algunos otros hombres, manteniendo el camino despejado a medida que
Jack hacía retroceder el tractor hasta el lugar justo para enganchar el
remolque. Hablaba fácilmente con los hombres más cercanos a él,
haciendo reír a todos. Debía estar contando una historia, porque sus
gestos con los brazos eran animados y dramáticos. Cuando terminó, su
mirada se desvió hacia la mía. Salté algunos metros fuera de mi piel antes
de recordar que tenía una pregunta para Chloe.

—¿Qué punto? ¿Qué quieres decir?

Hizo un gesto hacia sus niñas con la cabeza.

—Es bueno con los niños.


280
—Mami, tía Owive y él se besaron. —Se me cayó el corazón a los
pies cuando Ivy señaló a Miles como si acabara de contarle un gran
secreto.

Mi cara se calentó inmediatamente antes de recordar que, como mi


novio, eso era algo muy normal.

—Creo que todo el estado de Vermont se enteró de eso. —Chloe


levantó las cejas hacia mí—. A pesar de todas tus declaraciones en contra
de las demostraciones públicas de afecto, seguro que no perdiste el
tiempo persiguiéndolo en la pista de baile.
Se refería al beso del baile, no al beso del porche, que era el beso al
que mi mente parecía querer volver con frecuencia. Oculté mis
emociones en lo que esperaba que fuera una sonrisa seductora.

—Podría estar entrando en razón.

Se cruzó de brazos y me observó por un momento.

—Al principio, algo no estaba del todo bien entre ustedes dos. No
estoy segura de lo que era, pero ya no lo siento así. No has dejado de
mirarlo desde que llegaste aquí. Y él se ha vuelto completamente loco
contigo.

Mi sonrisa atenuó.

—¿Qué?

Asintió hacia Miles, que ahora caminaba hacia nosotros con Ben.

—Ese es un hombre totalmente enamorado. Y nada menos que un


leñador. Ni yo podría haberlo planeado mejor.

No pude replicar porque Miles estaba casi sobre nosotras. Sostuvo mi


mirada a medida que una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro
mientras se terminaba de acercar. Miró a Ivy y Holly, agitando las cejas
antes de tomar mi rostro entre sus manos y darme un fuerte beso ruidoso 281
en mis labios risueños.

Holly e Ivy vitorearon, y Chloe nos miró, escondiendo una sonrisa


detrás de su mano.

—Seguro que ustedes dos saben cómo calentar un lugar.

Cualquier deleite que estuviera sintiendo se desvaneció ante las


palabras de Russ detrás de nosotros. Al darme la vuelta, lo vi a él y a
mamá, tomados de la mano y caminando hacia nosotros. Russ se veía
ridículo con un chándal tipo poliéster azul brillante y orejas. Mamá
parecía que estaba intentando parecer más joven con sus pantalones para
nieve rosa y su abrigo grueso. Estos recién casados iban a ser mi muerte.

Miles puso su brazo alrededor de mis hombros, acercándome a él.

—No empacó apropiadamente para este viaje. Tengo que mantenerla


caliente de alguna manera.

Russ se rio, frotándose las manos.

—Tal vez deberíamos intentar eso. —Acercó a mi madre hacia sí y


hundió su cuerpo hacia atrás con una floritura dramática. Luego se
dispuso a poner su boca sobre los labios de mamá. Chloe y yo nos
estremecimos y apartamos la mirada, pero el espectáculo continuó
durante mucho más tiempo que el beso rápido que Miles me dio. Incluso
Miles pareció un poco atónito ante la exhibición audaz de Russ frente a
Chloe y a mí.

—Consigan una habitación —gritó Ben con buen humor, intentando


acabar con el tormento de todos. Aunque, para ser honesta, esa
declaración no ayudó. Al final, Russ y mamá decidieron tomar aire, la
cara pálida de mamá brillando de vergüenza. Golpeó juguetonamente el
brazo de Russ y se limpió la cara, pero no se encontró con los ojos de
Chloe o míos.

Afortunadamente, Jack llamó a los grupos de trineos y les explicó lo


282
que sucedería. Todos saltaron al remolque detrás del tractor, y él
empujaría al grupo hacia la gran colina para trineos a un kilómetro y
medio de distancia. Miles y Jett llevarían cada uno una moto de nieve
con el único propósito de enganchar los trineos en la parte inferior de la
colina y llevarlos a ellos y a sus jinetes de regreso a la montaña: la versión
del albergue de un remolque de cuerda. Con eso, todos comenzaron a
amontonarse en el remolque. El día era frío, pero ni siquiera yo fui
inmune a la emoción en el aire. Comencé a caminar con Chloe y las
niñas hacia el remolque cuando una mano atrapó la mía por detrás.
Me giré para ver a Miles, quien comenzó a tirar de mí hacia él
mientras caminaba hacia atrás de una forma muy sexy, alejándonos del
grupo. Ben y Chloe siguieron moviéndose, arrastrando a las niñas con
ellos.

—Desafortunadamente, el remolque está lleno.

—No, no lo está. —Miré hacia atrás y determiné que nuestro grupo


ni siquiera se acercaría a llenar el remolque.

—Lo está. Lo siento, señorita. Tendrás que viajar conmigo.

—Ah, entonces me iré a casa. De todos modos, nunca me ha gustado


andar en trineo. —Hice un intento poco entusiasta de liberarme de su
agarre, pero no me soltó.

—¿Cómo no puede gustarte andar en trineo? Es el pasatiempo de


Estados Unidos.

—Fui una niña con cosas de segunda mano y siempre tuve los
guantes con agujeros, y cuando quise ir, Chloe ya era demasiado genial
para eso. Así que… —Me obligué a detenerme allí. En realidad, no pensé
que tuviera alguna amargura subconsciente profundamente arraigada
hacia los trineos, pero sonó así.

Miles se detuvo. 283


—¿Y si prometo hacerlo divertido para ti? —Levantó mi mano frente
a mí—. Ahora ya tienes mejores guantes. Y tienes un novio
extremadamente sexy que quiere que subas a la montaña con él.

—Un novio falso —le recordé, aunque una sonrisa comenzó a


asomarse.

En ese momento, Jack tocó la bocina del tractor, sobresaltándonos a


los dos. Nos volteamos para verlo a él y al resto del grupo saludándonos
a medida que empujaba al grupo hacia la carretera. Miles negó con la
cabeza.

—Ver a los niños pequeños deslizarse por esta colina es una de las
mejores partes de toda la semana. Odiaría que te lo perdieras.

Toqué mi barbilla.

—Hmmm… ¿puedes hacer que Russ se vaya? —Lo había dicho


como una broma, pero las palabras salieron mucho más serias de lo que
había planeado y dejaron el aire entre nosotros inquieto.

Sus ojos fueron sorprendentemente amables cuando dijo:

—No creo que realmente quieras eso.

Podía sentir las emociones brotando detrás de mis ojos ante su


declaración, pero las alejé para traer de vuelta nuestra alegría ligera.

—Bueno, no creí que fueras tan útil.

Sus cejas se levantaron peligrosamente.

—Ah, ¿de verdad?

Supe instantáneamente lo que iba a hacer, y me giré para correr.


284
Estuve en sus brazos con mi espalda contra su pecho antes de que pudiera
dar un paso. Nuestros cuerpos cayeron hacia atrás en la nieve blanda.
Aterricé con mi codo en algún lugar de su estómago y escuché un gemido
de satisfacción de su parte al contacto. Me bajé y comencé a arrojarle
nieve en polvo, sin tomarme el tiempo para convertirlas en bolas.
Farfulló cuando la nieve lo golpeó en la cara, riéndose mientras se
lanzaba hacia mí. Me derribó suavemente sobre la espalda, la nieve
escurriéndose en mi cuello a través del cuello de mi abrigo. Su cuerpo se
acomodó cuidadosamente sobre mí y sostuvo mis dos manos sobre mi
cabeza. Sus risueños ojos marrones se encontraron con los míos. No
pude evitar la sonrisa de mi cara ni aunque lo intentara. Respiraba
pesadamente con nieve y gotas de agua por toda la cara.

—Azotes, vas a pagar por eso.

Recogió un puñado de nieve, que procedió a frotar suavemente por


toda mi cara. Estaba chillando en este punto y retorciéndose para
escapar. Mis mejillas estaban entumecidas, pero mi corazón latía
salvajemente debajo de mi exterior helado. Con el tiempo, la nieve en
sus manos había terminado alrededor de mis mejillas y cara, y Miles
permaneció flotando sobre mí, sus ojos pareciendo captar hasta la última
peca esparcida por mis mejillas. Muy despacio, se llevó la mano a la boca
y con los dientes mantuvo firme el guante a medida que lo sacaba.

Se me cortó la respiración cuando llevó su mano dulcemente a mis


mejillas y comenzó a limpiar la nieve de mi cara muy lentamente. Sus
ojos se clavaron en los míos, y su mano cálida derritió la nieve a medida
que me la quitaba de la cara. Su toque fue sensual y cálido, tan ardiente
como su mirada, y no pude hacer nada más que quedarme allí mientras
cada caricia rítmica me dejaba hechizada.

Sus ojos bajaron a mis labios antes de encontrarse con mi mirada una
vez más. Había una pregunta en sus ojos, pero antes de que pudiera
responder, el sonido fuerte de un motor reverberando atravesó el
momento de tranquilidad. Ambos nos giramos para ver a Jett saliendo 285
del granero montando la moto de nieve. Nos miró e hizo una doble toma
antes de saludar con cierta torpeza.

La cabeza de Miles cayó por un segundo antes de ponerse de pie y


ofrecer una mano para ayudarme a levantarme. Se pasó una mano por
el cabello tímidamente antes de volver a ponerse el guante.

—Olive Wilson, ya deja de intentar seducirme. Tenemos una colina


para trineos a la que llegar.
Veintidós
«Puedes ser demasiado viejo para muchas cosas, pero nunca eres
demasiado viejo para tener miedo».

Solo en Casa

Miles cumplió su promesa. Hizo del trineo un sueño. Incluso se las


arregló para hacerlo de esa manera con mi madre y Russ actuando como
adolescentes, volando colina abajo con los brazos entrelazados. Hubo
momentos en los que fui detrás de él en la moto de nieve mientras bajaba
la colina, recogiendo trineos y tubos en la parte inferior, enganchándolos
a la máquina y tirando de ellos hacia arriba. Se burló y bromeó con los
adultos y fue gentil y dulce con los niños. En otras ocasiones, Jack
manejó la moto de nieve y Miles me colocaría frente al trineo, saltaba
detrás de mí y me envolvía en sus brazos mientras volábamos colina
abajo. El viento en mi cara y los brazos fuertes sosteniéndome
firmemente me hicieron sentir como si hubiera estado viviendo la mitad
de mi vida hasta ahora. Incluso cuando chocamos, la nieve y el polvo
volando por todas partes a medida que rodábamos el resto del camino
cuesta abajo, no me impidió reír hasta que lloré.
286
Pero la aventura para alguien que no estaba acostumbrada a las
aventuras era agotadora.

Se acabó el trineo. Jack acababa de llevar un remolque lleno de niños


con mejillas sonrosadas y sus padres de regreso al albergue. Cambié mi
asiento detrás del de Miles en la moto de nieve a la pequeña Ivy, que se
había enamorado sanamente de él mientras andaba en trineo. Él no pudo
resistir sus encantos pidiendo un paseo y me envió una sonrisa de
disculpa.
El arreglo estaba bien para mí. Y no solo porque verlo con Ivy, la
forma cuidadosa en que la sostenía y la forma en que se inclinaba hacia
adelante para intentar escuchar lo que ella le estaba diciendo, la pelota
en la parte superior de su gran gorro golpeándolo en la cara todo el
tiempo, hizo algo en mí de lo que no estaba segura de poder recuperarme.

Pero ahora estábamos de vuelta. Mis pies tocaron tierra firme, y tuve
un segundo para respirar por mi cuenta. Necesitaba mantenerme unida.
Miles era una fuerza carismática de diversión. Pero una vez fuera de su
presencia totalmente absorbente, no pude evitar sentir que solo era un
desafío emocionante para él durante una semana de aburrimiento. Hacer
que hable. Hacer que suba al trineo y la moto de nieve. Que salte a un
estanque helado. Dijo que le gustaba, que esto no era falso para él. Y eso
muy bien podría haber sido cierto… aquí en la montaña, en esta burbuja
acogedora en la que nos habíamos encerrado. Podía sentirme ceder.
Estar encantada. Pero lo último que quería ser era el subidón de
adrenalina de alguien. Porque una vez que las endorfinas se desvanecen,
siempre sigue el colapso.

Chloe y Ben saltaron del remolque. Ben tomó a Holly dormida de


mis brazos mientras una Ivy emocionada saltaba de los brazos de Miles
y corría hacia sus padres: la pequeña familia regresando a su cabaña.

Empecé a seguirlos cuando Miles condujo hasta mí en la motonieve


y se detuvo a unos metros de distancia. 287
—Ven conmigo —llamó.

Mis pasos se hicieron más lentos.

—¿Qué? Acabamos de ir en trineo. Estoy oficialmente agotada de la


aventura.

—Quiero mostrarte algunos lugares.


Mis ojos se movieron entre él y la motonieve. Allí estaba otra vez. La
llamada del peligro. Y no estaba hablando de la motonieve. Debajo de
su gorro gris, su cabello caía desordenadamente sobre su frente mientras
sus cálidos ojos marrones me invitaban y… tragué pesado.

—No gracias.

—¿Por qué?

—Porque no confío en ti.

Pareció un poco desconcertado, y una pequeña pizca de orgullo ardió


en mi pecho por sacarlo de su juego. Apagó la máquina y bajó,
deteniéndose a unos metros de distancia.

—¿Por qué? ¿Qué hice?

—Tú… sigues… haciéndome hacer cosas locas y… besándome…


y… frotando mi cara todo sexy, y no sé qué hacer con eso. —Mis manos
se agitaron actualmente en una ráfaga de pánico, pero parecía que no
podía detenerlo.

Se echó a reír.

—¿Frotarte la cara?
288
Levanté la barbilla, dándole una mirada de complicidad.

—Sí.

Se cruzó de brazos, contemplándome con gran interés.

—¿Qué quieres hacer con eso?

Resoplé, con la boca abierta de par en par. En serio, qué nervio.


Quería volver a mi cabaña tranquila, bañarme, leer un libro y fingir que
no había pasado nada para no tener que tomar ninguna decisión sobre
nosotros o que me rompieran el corazón y aun así tener que enfrentar a
este hombre en el trabajo todos los días. De hecho, era muy simple.

Cuando no dije nada, sus labios cayeron en una media sonrisa y cerró
la distancia entre nosotros. Mi ritmo cardíaco se aceleró al instante, y
empujé su pecho.

—No más besos. No hay nadie alrededor. Tienes que dejar de jugar
conmigo.

—¿Crees que estoy jugando contigo? Te dije muy claramente que no


estoy jugando.

Lo hizo. Pero aun así, mantuve mis manos presionadas contra su


pecho, necesitando sacar esto.

—Solo estamos atrapados en esta tierra de ensueño donde Santa,


Rudolph y Frank Sinatra vomitaron por todas partes.

Su nariz se arrugó con disgusto, lo que distraía tan adorablemente


que se me escapó una carcajada antes de que pudiera detenerla.

—Todo ha sido extraño, acogedor y…

Feliz.
289
Esa fue la palabra tan cerca de salir de mi boca. ¿Feliz? ¿En serio?
¿Mientras mamá estaba aquí besando a otro hombre? ¿Cuando hice la
zambullida polar y luego pasé todo el día en trineo en el frío? ¿Feliz? Esa
no podía ser la palabra correcta. Pero no podía negar la ligereza en mi
corazón, pensando en los últimos días. Incluso en medio de las dudas y
las preguntas, era feliz cada vez que estaba cerca de Miles. Me sentía
extrañamente viva cuando él estaba cerca. Pero en realidad… eso
también terminaría. No podría seguirle el ritmo por mucho tiempo. Se
aburriría de mí, y entonces estaría compartiendo otra vez una escuela
con un exnovio.
A pesar de que este hombre en particular había demostrado ser
mucho más dulce y cariñoso que el último chico. Y divertido. Y
extrañamente perspicaz. Y romántico.

Aunque así, un dolor.

—¿Sabías que tus ojos adquieren un brillo cuando te ríes?

—¿Qué?

—Sí. Nunca me di cuenta hasta que vinimos aquí.

Me crucé de brazos, retorciéndome bajo su escrutinio. Sus ojos


recorrieron todo mi rostro.

—Sonríes mucho en la escuela, pero siempre termina aquí. —Me


quedé inmóvil cuando extendió su dedo índice y pulgar hacia mi boca,
presionando suavemente las comisuras.

Me quedé inmóvil ante el toque. Apartó la mano y dio un paso atrás,


aunque sus ojos siguieron fijos en los míos.

—Siempre solía enojarme tanto verte fingir todo el tiempo.


Sonreirías, tomarías trabajos adicionales, lavarías los platos y todos se
aprovecharían de ti porque, por alguna razón, pensaste que necesitabas
hacerlo. Y estarías sonriendo en todo momento, pero nunca alcanzaría 290
tus ojos. Pero en los últimos días, he oído tu risa y he visto tu sonrisa, tu
verdadera sonrisa… —se interrumpió, sacudiendo la cabeza—. Eso no es
algo que un hombre pueda simplemente dejar de ver. Ahora es un
anhelo, hacerte reír, sonreír, o incluso enojarte conmigo.

Abrí la boca para hablar, pero no salió ninguna palabra. Mi instinto


natural era negarlo todo, pero no podía recordar un momento en el que
me hubiera sentido tan vista por alguien. Había puesto a la vista mis
partes y piezas ocultas entre nosotros con tan poco esfuerzo. Había
puesto en existencia palabras sobre mí de las que no me había dado
cuenta plenamente.

Dio un paso más cerca y puso sus manos en mis mejillas,


inclinándose para encontrarse con mi mirada. Sus ojos tan dulces y
gentiles que me dieron ganas de acariciarlos.

—Entonces, Olive Wilson, voy a preguntarte una vez más. ¿Podrías


venir conmigo?

Los viejos hábitos murieron duro. Aunque mi corazón de repente


quería liberarse como los rayos del sol iluminando todo el cielo gris, me
mordí el labio para controlarlo.

Miles gruñó por lo bajo, y la presa se rompió. No podría contenerme


más aún si tuviera un martillo y clavos. Con una risa repentina y una
sonrisa amplia, sonreí radiante en su dirección. Él sonrió ampliamente,
igualando mi emoción, y me atrajo lentamente para darme un largo
abrazo delicioso.

—¿Quieres intentar conducir? —gritó Miles, girando la cara hacia la


derecha para que pudiera escuchar por encima del rugido del motor. 291
—No, gracias. —Volví a mirar hacia las nubes oscuras sobre
nosotros. La nieve había estado cayendo sobre nosotros durante un
tiempo, pero estaba cayendo más rápido. El viento se estaba alzando,
arrojándonos nieve a la cara—. ¿Deberíamos regresar? Las nubes se ven
oscuras.

Miró hacia arriba.

—Pensé que se suponía que simplemente pasaría.


Miré a mi alrededor, buscando un claro en las nubes, pero no
encontré nada, solo oscuridad arrojando un manto gris sobre todo el
valle. Habíamos estado conduciendo durante al menos una hora, yo
acurrucada detrás de él, mis brazos apretando su cintura. Miles me llevó
al principio por las afueras de Montpelier, señalándome más puntos de
referencia y llevándome más allá de su escuela secundaria e iglesias
hermosas antes de tomar un sendero hacia la montaña. Poco después,
estábamos en el bosque, pasando casas y arroyos serpenteando bajo los
árboles, hasta que llegamos a un gran campo que parecía extenderse por
kilómetros. Huellas de las motos de nieve cubrían el suelo, pero nadie
estaba fuera excepto nosotros.

La moto de nieve se detuvo a medida que mirábamos la extensión


del campo. Miles aceleró el motor y me miró.

—¿Una última buena carrera, y luego regresamos?

Mis ojos se abrieron del todo cuando miré por encima de su hombro.

—¿Al otro lado de eso? ¿Cómo sabes que es seguro?

Antes de ahora, habíamos estado recorriendo caminos y senderos.


Este era un campo abierto en medio de las montañas. Podría haber un
acantilado al final, y nunca lo sabríamos hasta que nos cayéramos por el
costado. 292
—Este es el campo de heno de mi antiguo profesor de biología. Un
verano, le ayudé a acarrear heno. Solo es un viejo campo aburrido. —
Señaló la nieve—. ¿Ves las huellas? Es un lugar popular para andar en
motos de nieve en invierno.

—¿Qué hay más allá del campo? —pregunté con cautela, metiendo
mis manos dentro de sus bolsillos.

—Hay una caída pequeña, pero nos daremos la vuelta antes de que
nos acerquemos a eso.
—¿Cómo sabrás cuando estemos cerca? Para mí, todo parece una
gran mancha de nieve.

—Lo sabré. ¿Estás dispuesta a hacerlo, Aventurera?

Apreté mis brazos alrededor de su cintura un poco más fuerte. Tenía


frío y un poco de miedo de que nos desviáramos del camino, pero decidí
confiar en Miles.

—Haz lo que debas hacer —le dije antes de meter mi cabeza contra
su espalda.

—Tienes que mirar.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Te perderás la mejor parte.

—¿Qué parte es esa?

—La sensación de volar.

Mi instinto inicial fue decir que no. Siempre decía que no. Pero por
alguna razón, no quería decepcionar a Miles. Levanté la cabeza.

—Diez segundos.
293
—Treinta.

—Once segundos.

Se rio.

—Veinte.

—Doce.

—Quince.
—Uff. De acuerdo.

Miles aceleró el motor, y la máquina despegó. La nieve me golpeó la


cara. Mis ojos llorosos querían cerrarse, pero los obligué a permanecer
abiertos. El viento me arrebató el gorro nuevo de la cabeza y se lo llevó
antes de que pudiera detenerlo. Mi cabello ondeaba detrás de mí,
azotando en todas direcciones a medida que volábamos por el campo.
Inhalé una profunda bocanada de aire fresco de la montaña teñido de
nieve y pino, y una vez más sentí ganas de reír. ¿En serio había querido
volver a casa y leer un libro? ¿Esconderme? Aún estaba asombrada de lo
rápido que íbamos, pero con Miles, no tenía miedo. Cuando terminaron
mis quince segundos, continué volando.

Claro está… hasta que una liebre saltó frente a nosotros desde su
agujero en algún lugar cerca del núcleo de la tierra. El conejo nos vio
sobre él y entró en pánico, congelado con los ojos totalmente abiertos
cuando casi chocamos con él. Miles dio un tirón y se desvió
instintivamente para no golpearlo. El resto sucedió en cámara lenta. El
giro brusco de la máquina, la sensación de caer, golpear el suelo, algo
pesado rodando sobre mí, y luego… una quietud silenciosa.

294
Veintitrés
«Ven conmigo si quieres vivir».

The Terminator

—¡Olive! ¿Estás bien? —La voz en pánico de Miles rompió el silencio


espeluznante.

Sentí sus manos rodarme sobre mi espalda. Miré su rostro por encima
de mí momentáneamente, aturdida mientras mi mente intentaba
comprender lo que acababa de suceder. Se había quitado los guantes en
un instante, y palpaba mi cabeza y brazos.

—Olive. Háblame.

—Estoy bien —murmuré—. Creo. Simplemente desorientada.

Miles dejó escapar una serie de improperios suaves por lo bajo


mientras me soltaba. Miré hacia la nieve aturdida a medida que caía
sobre mi cara. El mundo se sentía como si aún estuviera girando a mi
alrededor.
295
Después de tomarme unos momentos para recuperar mi orientación,
me senté lentamente y observé la catástrofe que nos rodeaba. La moto de
nieve estaba de lado, a unos metros de distancia, con algunas piezas
esparcidas al azar, sobresaliendo de la nieve blanca. Me volví de nuevo
hacia Miles, los pensamientos en mi cabeza ahora aclarándose. Lo miré
con algo de alarma, sentado a cuatro pasos de distancia con las manos
en la cabeza. Se balanceaba de adelante hacia atrás muy levemente.

—Miles —dije, incapaz de apartar la mirada. Tal vez estaba herido—


. ¿Estás bien? ¿Estás herido?
No me respondió. En ese momento, mi estómago se estaba
hundiendo con temor, mi mente ahora era una máquina impulsada por
la ansiedad. Me puse de rodillas y me deslicé hacia él. Probablemente
estaba herido y sangrando internamente en alguna parte, y nunca lo
sabría hasta que fuera demasiado tarde.

—Miles —dije nuevamente, poniendo mi mano en su brazo—. Estás


temblando.

Se estremeció bajo mi toque y resopló.

—Lo siento, ya lo superé. Lo prometo. Eso solo fue…

Los movimientos de su cuerpo eran espasmódicos, y murmuraba


para sí mismo. Nunca lo había visto así de mal. Siempre era tranquilo y
sereno. Seguro. Esto se sintió más aterrador que nuestro accidente.

—Miles. —Puse ambas manos en sus mejillas y lo obligué a


mirarme—. ¿Estás bien? —Toqué su estómago—. ¿Te duele algo?

—No. —Finalmente me miró a los ojos y parpadeó—. Estoy bien.


¿Estás segura de que estás bien? —Echó un vistazo a través de mi cuerpo
entero.

—Estoy bien.
296
Él asintió, y los murmullos cesaron. Me puse de pie sobre mis
extremidades temblorosas. Hizo lo mismo, pero sus manos estuvieron en
todas partes, cubriendo su boca, tocando sus piernas, enterradas en su
cabello, como si no pudiera soportar estar completamente quieto.

La nieve ahora estaba cayendo más fuerte. Intenté meter mi cabello


detrás de mis orejas, pero el viento lo hizo casi imposible. El mundo
parecía gris y muy aislado desde nuestro punto de vista.

—Veamos si podemos poner en marcha la moto de nieve. La


tormenta se está levantando —dije, mirándolo con cautela.
Caminamos juntos hacia la máquina volcada y trabajamos para darle
la vuelta. Miles parecía haberse controlado lo suficiente como para
subirse encima. Jugó con algunas cosas y trabajó en arrancar el motor.
Me puse a recoger todas las piezas esparcidas a nuestro alrededor en caso
de que se necesitara algo. En su mayoría eran cosas del interior de los
bolsillos de la máquina: gafas de sol, una lata de Coca-Cola y algunas
herramientas. Nada que pareciera indicar que estaríamos atrapados aquí
para siempre. Hubo un gruñido bajo cuando Miles giró la llave. Luego
se oyó un chasquido y entonces… nada. Miles saltó, hizo algunos
movimientos varoniles, y volvió a intentarlo. Esta vez, sin gruñidos ni
clics. Simplemente nada.

Nuestros ojos se encuentran. Le doy mi sonrisa más alentadora,


aunque mis nervios iban camino de traicionarme pronto. Revisé mi
teléfono en mi bolsillo. Sin barras. Estábamos demasiado lejos en las
montañas. No tenía servicio.

Miles también revisó su teléfono, pero me di cuenta por la expresión


de su rostro que no habría una misión de rescate para recogernos pronto.
Miró a su alrededor como si intentara medir nuestras probabilidades de
encontrar refugio.

La nieve salpicó mis mejillas, y me ajusté aún más el abrigo en el


cuello y me bajé la capucha hasta la cara, echando mucho de menos ese
gorro. 297
—Hay un puente cubierto como a unos ochocientos metros a través
de este campo. Justo al lado del arroyo. Esa podría ser nuestra mejor
apuesta.

Me estremecí mentalmente. Un puente cubierto era una pieza de


decoración para Vermont. Hermoso y turístico. No es algo que
necesariamente nos salvaría de la hipotermia en una ventisca de
Vermont. Pero no veía ninguna opción mejor en medio de nuestro
entorno, así que cuando Miles me tendió la mano, no dudé ni un segundo
antes de tomarla. Caímos en pasos apresurados a través del campo, sin
hablar más allá de un gruñido ocasional o su advertencia de que pasara
sobre una roca. La tensión alrededor de su rostro desde nuestro accidente
no había disminuido. Su tensión me inundó, haciendo que mis pasos y
extremidades temblaran nerviosas, de modo que no dije nada y
simplemente lo seguí.

El puente cubierto era uno de los más pequeños que hubiera visto. La
madera oscura rústica enmarcaba el exterior. Tras una inspección más
cercana, solo tenía un par de goteras en el techo que pudiera ver. A
excepción de los lados que permitían el paso de los automóviles, era
cerrado. Afortunadamente, había dos ventanas a cada lado del puente,
dándonos un poco de luz en medio de la oscuridad. Nos movimos hacia
el medio, queriendo alejarnos lo más posible del viento y la nieve. Una
vez allí, Miles soltó mi mano, se acomodó en el camino de grava debajo
del puente, apoyándose contra la madera.

Miré a ambos lados del puente como si un auto fuera a pasar en


cualquier momento. Pero solo nubes negras y nieve encontraron mi vista.
Me estremecí, pasando mis manos de arriba abajo por mis brazos. Había
sudado un poco con nuestra caminata rápida hacia el puente, pero ahora
que estábamos aquí, el viento amargo azotando el túnel parecía
congelarme hasta el fondo.

Miles tiró de mi mano, atrayendo mi cuerpo a su costado. Cuando 298


me senté, metió nuestras manos entrelazadas en el bolsillo de su abrigo,
lanzándome una pequeña sonrisa tensa mientras lo hacía. Parecía estar
volviendo lentamente a sí mismo, pero parecía forzado.

—Gracias por tu ayuda allá atrás —dije.

—¿Por casi matarte? De nada. —Las palabras, llenas de sarcasmo,


salieron con amargura.

—No. —Apreté su mano dentro de su chaqueta—. Fue un accidente.


Podría haberle pasado a cualquiera. No es tu culpa.
Negó con la cabeza, pero no dijo nada. En cambio, apoyó la cabeza
contra la pared y cerró los ojos. Aunque aún sostenía mi mano, sus
acciones dejaron una distancia desconocida entre nosotros. Un puente
que aún no habíamos cruzado en nuestra amistad creciente estos últimos
días. No estaba segura de qué decir o hacer.

—Sé que en este momento estoy siendo un idiota. Lo siento. Solo


necesito un minuto.

—Estás bien —susurré.

Todo mi cuerpo entró en modo de instinto maternal. Quería


abrazarlo, hacer que lo que fuera que estaba dentro de él no doliera más,
pero no sabía cómo hacer eso, especialmente con él. Este era un hombre
con el que en realidad no estaba saliendo de una manera realmente
confusa. Así que hice lo mejor que pude y solo me quedé sentada en
silencio, sosteniendo su mano.

—¿Quieres hablar de algo? —pregunté después de unos minutos,


escuchando el viento aullando a través de nuestro túnel dentro del
puente.

Dejó escapar una risita sin humor.

—Estaré bien. Esta noche solo desenterré algunos malos recuerdos.


299
—¿Malos recuerdos? —incité a la ligera.

Empecé a pensar que no iba a responder antes de que murmurara:

—Es… solo esto que sucedió hace mucho tiempo. Me tomó un


tiempo superarlo.

—Esto que sucedió —repetí lentamente—. ¿Podrías explicarte,


escritor?

Sonrió por un momento antes de que se fuera.


—¿Fue en la universidad? —supuse.

Una pausa larga.

—En la preparatoria.

Dios mío, era como sacarle los dientes.

—¿Con una chica?

Respiró hondo y cruzó las piernas frente a él a la altura de los tobillos.

—Es una historia larga. ¿Segura que quieres oír esto?

—Si quieres decirme. —Señalé con mis manos la ventisca


arremolinándose en las aberturas del puente—. Resulta que en este
momento tengo algo de tiempo extra.

—Entonces, abróchate el cinturón.

Le tomó un minuto comenzar la historia, pero comenzó, lentamente.

—Cuando estaba en el último año de la escuela preparatoria, estaba


saliendo con esta chica. Kelly. La conocía de toda la vida. Estuve
enamorado de ella mientras crecía. Éramos amigos, pero siempre fui
callado y no pensé que ella quisiera tener nada que ver conmigo. Era…
300
aterradora. No tenía miedo de nada. Vivía cada segundo yendo a cien
kilómetros por hora. —Se rio secamente como si estuviera recordando
algo de hace mucho tiempo—. De todos modos, durante nuestro último
año, terminamos trabajando en el periódico escolar. Era una de las
fotógrafas. No estoy seguro de lo que vio en mí, pero empezamos a salir,
y se puso serio bastante rápido. Empezamos a planear ir juntos a la
universidad e incluso estuvimos hablando de casarnos. —Se corrigió
ante mi cara de sorpresa—: No de inmediato, pero ya sabes, más
adelante. En el futuro.

Asentí.
—De todos modos, ese marzo, tuvimos uno de los peores inviernos
que Vermont jamás haya visto. Bien podría haber sido enero. Fue
bastante loco, pero hizo un buen esquí. Ella me había enseñado a esquiar
a principios de ese invierno, así que, cada vez que podíamos, salíamos a
las pistas. Para nuestro aniversario de seis meses, quería sorprenderla, así
que planeé este gran viaje de esquí. Solo nosotros dos. Quería que
pensara que era más rebelde de lo que solía ser, así que la convencí de
que faltara a la escuela ese día, y fuimos juntos a Killington Resort. Fue
dos meses antes de la graduación.

Mi mano tapó mi boca para prepararme a medida que continuaba


con su historia. La tensión en el aire era espesa y densa con un dolor
indecible.

—De todos modos, iba a ser nuestra última carrera, y ella quería
hacer la pista más difícil. Ella la había hecho antes, y yo quería que
pensara que era toda una maravilla, así que la hicimos. Todo iba bien
hasta aproximadamente la mitad del camino. Estaba detrás de ella,
observándola dar un salto. Por lo que pude ver, atrapó el borde de su
esquí y se estrelló contra un árbol. La derribó de inmediato. Esquié hasta
ella para ayudar. —Hizo una pausa, como si estuviera muy lejos en sus
pensamientos. Su voz sonando baja y firme. Ahora no estaba hablando,
como si el dolor fuera reciente y doloroso. Aunque había sonado
tranquilo y sereno, pero con un aire de arrepentimiento y tristeza en las
palabras—. Al principio pensé que me estaba jugando una broma. Le
301
gustaba hacer bromas, pero por lo general empezaba a reír después de
unos segundos. Pero no lo hizo. Entonces, me di cuenta de que no estaba
respirando. Simplemente parecía que estaba durmiendo. Pero se había
ido.

Respiré hondo mientras imaginaba a un Miles más joven viendo todo


lo que se desarrollaba.
—Empecé a hacer RCP y a gritar pidiendo ayuda. Los médicos
llegaron bastante rápido y se hicieron cargo por mí, pero se había ido. Se
había ido antes de que hubiera llegado a ella.

—Lo siento mucho —susurré.

Parpadeó y apartó la mirada de mí, mordiéndose el labio. De repente,


su reacción a los acontecimientos de la noche tuvo sentido.

—Lo siento —me dijo, sonriendo resignadamente—. Es por eso que


me asusté antes. Pensé, por segunda vez en mi vida, que había estado
involucrado en el asesinato de una chica que me importaba.

—¿Qué paso después de eso?

Hizo una pausa, mirando a lo lejos.

—Había sido declarada muerta en la escena. Y en ese momento, sus


padres habían llegado allí. Esa parte también fue bastante horrible.
Viajaron en la ambulancia con ella. Mis padres habían estado visitando
a mi hermana mayor ese fin de semana, así que tuve que conducir mi
camioneta a casa. La ambulancia se había ido, y su mochila aún estaba
en mi auto. Y su brillo de labios. Le había comprado una bebida en la
gasolinera en el camino, y ella quería guardar la otra mitad para el
camino a casa porque le gustaba el sabor de la bebida. Tantas cosas así.
Estaba en completo estado de shock. Temblando como una hoja.
302
Definitivamente no debería haber estado conduciendo. —Dejó escapar
un suspiro.

Se enderezó frotándose los ojos, y se aclaró la garganta.

—Lo siento. Estoy bien, lo prometo, he hecho las paces con todo
esto, pero han pasado años desde que hablé con alguien al respecto. Y
supongo que, esta noche solo trajo todo de vuelta.

—Probablemente sea bueno sacar algo de eso otra vez.


Miles se encogió de hombros y se aclaró la garganta.

—¿Qué hay de ti? ¿Cómo fue para ti perder a tu padre?

Lo miré por un momento largo, sacudida por el cambio repentino en


la conversación, pero comprendiendo que necesitaba una distracción.

—Mi experiencia fue diferente. Tuve un par de años para


prepararme, así que cuando finalmente llegó el día, fue casi un alivio.
Había estado sufriendo tanto, especialmente en las últimas semanas.

Mi mente volvió a esos días justo antes de su muerte. Había habido


tristeza y arrepentimiento, pero los recuerdos eran dulces. Sin importar
lo triste que estés por perder a alguien, pasar los últimos días en
compañía de un ser querido a punto de fallecer fueron algunos de los
momentos más preciados de mi vida. Tuve el honor de sostener la mano
de papá esas últimas horas. La parte en la que me resultaba difícil pensar
eran los días, las semanas y los meses posteriores a su muerte. Cuando la
vida siguió adelante sin él.

Seguí hablando con una respiración temblorosa.

—Pero entiendo lo que quieres decir sobre las cosas que quedan atrás.
Recuerdo cuando sacaron su cuerpo de la casa. Caminé aturdida y miré
todas sus cosas, solo puestas allí esperándolo. Había tenido estas
303
pantuflas marrones junto a la cama durante años. Antes de que fuera lo
suficientemente malo como para tener que involucrar a un hospicio,
siempre estaba en medio de un libro. Ahora estaba en su mesita de noche.
Nunca lo terminó. Su taza de café estaba en su lugar junto al fregadero.
Había tantas partes de él esparcidas por toda la casa, esperando que él
las recogiera.

Hubo un silencio por un segundo, y luego Miles dijo:

—La muerte apesta.


—Luego, tu madre pone las pantuflas marrones en una caja con la
etiqueta Walt, junto con los zapatos de Walt, el abrigo de Walt y los
anuarios de la escuela secundaria de Walt, y los lleva abajo. Fuera del
camino. Después, vuelve a colocar el libro a medio leer en el estante y
lava la taza de café. Todo lo que era, ahora metido en una caja porque
alguien ya no podía soportar mirarlo. —Era consciente de los ojos de
Miles sobre mí. Sabía que debía parar, pero descubrí que no podía—. Y
luego, un hombre nuevo se muda, y descubres que tu casa en realidad
solo es una casa. No es un hogar. Madera y clavos. Habitaciones de
cuatro paredes. Fuera lo viejo y dentro lo nuevo.

Lágrimas saladas corrían por mi rostro en este punto. Intenté


limpiarlas, pero venían más rápido de lo que podía seguir. Sabía que me
arrepentiría de que esto sucediera frente a Miles, pero no había forma de
que pudiera contenerlo por más tiempo. El dique que con tanto cuidado
había construido alrededor de mi corazón se había reventado. Había
querido decirle estas cosas a alguien, a cualquiera, durante tanto tiempo,
pero nunca sentí que pudiera. Mis emociones estaban saliendo en una
ola, y me paré impotente frente a ella mientras se movía para aplastarme.

Desde su lugar a mi lado, Miles se estiró y envolvió su brazo


alrededor de mi cuello, atrayéndome suavemente hacia él. Mi cuerpo
giró y se acurrucó contra él, mi cabeza sobre su hombro y mi mano
extendida sobre su pecho. No intentó susurrar palabras sin sentido ni
hacerme callar, por lo que estaba agradecida. Por primera vez en nuestro
304
arreglo, no me permití pensar. Solo sentí. Y para una persona que no
estaba acostumbrada a permitirme sentir, la experiencia fue tanto
aterradora como liberadora.

—No quería sentir nada esta Navidad —susurré contra su hombro.

Se apartó para mirarme, con el ceño fruncido.

—¿Por qué? —preguntó suavemente.


—Por esto. —Me sequé los ojos, resoplando—. Porque temo que una
vez que empiece a sentir, no podré parar. Sé que mis sentimientos no son
los correctos. No son justos. Debería estar feliz por mamá. Lloró por
papá durante dos años mientras estaba enfermo. Pero solo ha pasado un
año desde que se fue. Uno. Y de repente, ha sido reemplazado. Ya ni
siquiera hablamos de él. Estuvimos tan ocupadas preparándonos para
cuando muriera que nunca tuve la oportunidad de pensar de verdad en
la vida sin él. Y luego, una vez que se fue, nunca llegué a ese lugar donde
estaba lista para que mamá volviera a salir. Donde podría aceptarlo. Y
habría llegado allí, lo sé. Pero entonces, cinco meses después, ahí está el
grande y ruidoso Russ viniendo a la cena familiar y sentándose en la silla
de mi padre. Tres meses después de eso, se casaron. Gracias por los
recuerdos, papá. Pero ya hemos terminado. Seguimos adelante.

Mi pecho se agitó cuando sentí que la tensión abandonaba mi cuerpo.


Miles continuó sosteniéndome, acariciando mi cabello. Las lágrimas
pararon en algún momento, dejándome en ese lugar incómodo de calma
y vergüenza.

Acababa de descargar mis pensamientos más personales sobre un


hombre que había dicho que no me gustaba cinco días antes. Se había
extendido un brazo de confianza, y aún tenía que averiguar si eso me
rompería al final.

Intenté soltarme de su abrazo, pero él me abrazó con fuerza, así que 305
susurré:

—Lo siento. No debí haberme descargado así.

—¿Alguna vez le has dicho a alguien estas cosas?

Hubo tantas veces que quise discutir cosas con Chloe, pero ella tenía
tanto en su vida para distraerla, a saber, Ivy y Holly. Un año antes, su
dolor había pasado a un segundo plano por la dentición de las niñas y las
noches de insomnio. La incorporación de Russ a nuestra familia en
realidad le pareció bienvenida, incluso un alivio. Tener a mamá casada
se convirtió en una cosa menos de la que preocuparse. Habíamos
hablado de Russ y la sensación incómoda de ver a mi madre con un
hombre nuevo, pero nunca me permití desatar todos mis sentimientos.
Mi propio esfuerzo por mantener la paz. Había hablado un poco con
Millie en el trabajo, pero mi trabajo era donde quería olvidar y
concentrarme en otras cosas.

—No. ¿Se nota? —Mi intento de humor fracasó.

—Lo siento.

—Gracias. También lo siento por ti.

Sus dedos subieron y bajaron por mi brazo durante unos minutos


largos antes de decir:

—Si sirve de algo, Russ parece un tipo decente.

Me reí, el sonido amargo para mis oídos.

—Es un tipo decente. Ese nunca ha sido el problema.

—¿Cuál es el problema?

—No es papá. 306


Miles asintió.

Respiré hondo, me sequé una lágrima rebelde y me aparté de sus


brazos.

—Escucha, sé que necesito darle una oportunidad a Russ. Mamá


ahora parece feliz, y eso es gracias a él. Mi cerebro sabe todo esto. Soy
una mujer adulta. No soy una niña aun viviendo en casa. Pero
simplemente… no puedo convencer a mi corazón para que deje ir a papá.
No puedo seguir adelante.
—¿Por qué tienes que dejarlo ir para seguir adelante?

Abrí la boca para explicarle cómo funcionaban las cosas, pero las
palabras se mezclaron en mi mente, como si no encajaran tan bien como
antes.

—Sé que has pasado el último año llorando a tu papá, y no quiero


tomar eso a la ligera. Pero también has pasado el último año intentando
controlar tus emociones. Incluso ahora, me estás diciendo cómo deberías
sentirte. Eso es mentira. Tus sentimientos son los que son. Y hay una
razón para ello. No es necesario endulzarlos. Son válidos.

—Pero necesito ser una adulta con esto. He tratado a Russ como si
fuera invisible la mayor parte del tiempo que he estado cerca de él.

—Puede manejarlo.

Mis ojos sorprendidos giraron en su dirección a medida que una risita


pequeña brotaba de mi garganta.

Se rio suavemente.

—No estoy diciendo que lo trates mal, pero Russ parece un tipo
inteligente. ¿Supongo que es divorciado o viudo?

—Viudo. Su esposa falleció hace cinco años. 307


—Sí, ¿ves? Sabe que va a llevar tiempo. Estoy seguro de que sus hijos
también han tenido que adaptarse a que tu madre esté en sus vidas. Pero
tienes derecho a sentir todas las emociones que sientes sin intentar
alejarlas.

—Lo sé, en teoría. Pero siento que debería tener las cosas resueltas
como adulta. Aún debería poder funcionar en la sociedad y con mi
familia.
—Has estado funcionando. Pero has estado afligida al mismo
tiempo. Tienes que decidir vivir de nuevo en algún momento. Y permitir
que otros hagan lo mismo. Tú y tu familia siempre llorarán a tu papá.
Siempre extrañarás lo que podría haber sido. Lo que debería haber sido.
Pero la vida pasa muy rápido. Los momentos no duran para siempre. A
veces tenemos que aprovechar las oportunidades cuando se presentan.

—¿Qué quieres decir?

—Me pregunto si eso es lo que tu mamá podría estar haciendo con


Russ.

Mis ojos volvieron a mirar los suyos.

—¿Qué?

—Está eligiendo su momento y eligiendo vivir otra vez.

Aparté mis ojos de los suyos, apoyando mi cabeza contra la pared del
puente. No podía aceptar por completo sus palabras, pero me senté
sopesándolas por un minuto y las sentí en mi corazón.

—¿Cómo te volviste tan inteligente con todo esto? —pregunté


finalmente.

—Dos años de terapia forzada. Mis padres me obligaron a ir después 308


del accidente. No quería, pero ellos no aceptarían eso. Se suponía que
solo sería por un año, pero terminé yendo por dos. Durante mucho
tiempo no pude superar el hecho de que había sacado a Kelly de la
escuela para ir a esquiar. Nadie sabía dónde estábamos. Sus padres
seguían negando que fuera su hija la que estaba en la pista de esquí,
porque pensaban que estaba en la escuela. Y fue mi idea. Mi culpa. Si no
le hubiera preguntado, aún estaría aquí.

Mi corazón se detuvo un poco ante eso. Me pregunté si había una


parte de Miles que aún estaba enamorada de ella. Mi corazón egoísta
ahora estaba celoso de una mujer que había estado muerta durante años.
Me obligué a superar la emoción.

—Cualquier otro día —comencé—, todo habría estado bien. No


habrías cuestionado nada. Pero en ese momento, alguien más tenía el
control. No podrías haberlo detenido porque, por alguna razón, era su
hora de irse. Nunca tuviste el control de su vida. O sus decisiones.

Miles apoyó la espalda contra el puente. Seguí su ejemplo, nuestros


hombros presionados uno contra el otro.

—Oliviana, tal vez estás en la profesión equivocada. Suenas como mi


terapeuta.

—¿Por qué siempre es más fácil arreglar los problemas de otras


personas que los míos?

Nos sentamos así por un rato. El rugido del viento fuera del puente
proporcionó un ruido blanco relajante mientras ambos nos perdíamos en
nuestros pensamientos.

—¿Crees… crees que estarías casado con ella ahora mismo si hubiera
sobrevivido?

En realidad, no quería saber la respuesta, pero no podía apartar la


mirada del tren descarrilado de mis pensamientos. 309
Se encogió de hombros.

—No sé. Mi cerebro quiere inmortalizarla como alguien perfecto


porque he bloqueado todo lo demás. Pero en retrospectiva, nuestra
relación fue bastante inmadura, lo cual tiene sentido. Teníamos
dieciocho, y no había salido mucho antes. Estaba medio aterrorizado de
ella. Así que… probablemente no.

Las piezas del rompecabezas de Miles comenzaron a juntarse


lentamente.
—Recuerdo que me dijiste hace un tiempo que no empezaste a hacer
todos los deportes extremos hasta hace unos años. ¿Estaba relacionado
con ella? ¿Con Kelly?

Sonrió y frotó una mancha en sus pantalones distraídamente.

—El accidente me hizo temer durante un tiempo acercarme otra vez


a alguien. Me tomó algún tiempo superar el trauma y dejar de sentirme
culpable. Así que, decidí intentar vivir mi vida como pensé que lo haría
Kelly. Mi propia forma de justificar su muerte en lugar de la mía. No
tenía miedo de nada excepto de quedarse quieta. Escaló todas las
cadenas montañosas del noreste de los Estados Unidos. Cuando cumplió
dieciséis años, le rogó a su papá que la llevara a hacer rafting en aguas
bravas en el Gran Cañón porque escuchó que tenían algunos de los
mejores rápidos. Hizo puénting y paracaidismo varias veces antes de
cumplir los diecisiete años. Era intrépida. Yo no había sido lo
suficientemente valiente como para hacer todo eso con ella cuando
salíamos, pero ella me hizo esquiar. Así que, después de que muriera,
hice un pacto conmigo para comenzar a vivir momentos por Kelly,
especialmente si me asustaba. Cuanto más fuera de mi zona de confort,
mejor.

—¿Cómo fue saltar por primera vez de un avión?

Él sonrió. 310
—Lo más aterrador que hubiera hecho hasta que salté. Después, fue
increíble.

Me estremecí.

—¿Funcionó? ¿Hay algo que te asuste?

—No creo que el miedo desaparezca por completo, especialmente


cuando estás escalando un acantilado con una caída de treinta metros
debajo de ti.
Negué con la cabeza.

—Me obligué a hacer cosas grandes y extremas durante los primeros


años. Para honrar a Kelly. Pero a medida que crecí, ahora solo hago las
cosas que quiero hacer. Las cosas que creo que disfrutaré legítimamente,
pero que aun así me sacan de mi zona de confort. Hago mi mejor
esfuerzo para escoger mis momentos. Si he aprendido algo de Kelly es
que la vida va y viene demasiado rápido. La gente es tan casual con su
tiempo, especialmente cuando consideras que todo puede desaparecer en
un segundo.

Asentí, pensando en todos los sábados que pasé acurrucada leyendo


un libro y mis noches en un baño de burbujas caliente.

Como si pudiera sentir lo que estaba a punto de decir, continuó:

—Y no estoy diciendo que volverse loco sea la única manera de vivir.


No podría mantener ese tipo de vida. Leer libros y columpiarse en el
porche también es vivir. Definitivamente hay un equilibrio que se debe
tener. Solo creo que salir de nuestra zona de confort de vez en cuando es
cuando la magia comienza a suceder.

—¿Como saltar en un estanque con trozos de hielo flotando a tu lado?

—Exactamente. —Se giró y me miró, sus ojos marrones escaneando


mi rostro—. ¿Te arrepientes de saltar?
311

Mordí mi labio, pensando en esa noche. Había sido aterrador. No lo


habría hecho sin que Miles me empujara, y definitivamente no estaba
haciendo fila para hacerlo otra vez a corto plazo. Pero solo pensar en eso
me trajo de vuelta la emoción del momento, y no pude evitar sonreír.

—No, no me arrepiento. Pero no dejes que eso se te suba a la cabeza.


No lo haré nunca más.

Se rio y me dio un codazo en el brazo.


—¿La próxima semana, paracaidismo?

—Ni lo sueñes.

Ambos nos reímos suavemente mientras nos sentábamos allí, cada


uno mirando al vacío hasta que habló de nuevo.

—Durante la terapia, me animaron a escribir cualquier cosa que


estuviera sintiendo. Eso se convirtió en una salida poderosa para mí.
Eventualmente, comencé a estudiar inglés en la universidad, de modo
que tomar un curso de escritura creativa me pareció un paso natural. Mi
escritura fue una mierda los primeros años, pero seguí y finalmente
mejoré.

—Y ahora tienes tres libros y el cuarto saldrá el próximo año.

Me miró, con un brillo curioso en sus ojos.

—Sabes, para alguien que dice que no le importa mucho, seguro que
pareces saber mucho de mis libros. Me encantaría tener en mis manos
ese Kindle tuyo. Siento que aprendería mucho de ti.

Le sonreí descaradamente.

—Tengo esa cosa bien cerrada.


312
—Lo sabía. —Me hizo cosquillas en los costados hasta que me reí y
traté de alejarme. Cuando cedió, no me soltó. En cambio, maniobró su
cuerpo y el mío para sentarse directamente detrás de mí, conmigo
recostada contra él, sus piernas extendidas a mis costados. Me giré un
poco para que mi cara pudiera curvarse contra su pecho a medida que
sus brazos me rodeaban.

—¿Crees que voy a abrazarte solo porque estamos atrapados en un


puente cubierto? —pregunté, mientras mi mano derecha congelada
desabrochaba su abrigo lo suficiente como para poder deslizar mis brazos
a través de él y envolverlos alrededor de su cintura. El calor de su cuerpo
besó mi piel incluso a través de su camisa de franela. Un suspiro de alivio
escapó espontáneamente de mis labios.

—¿Crees que voy a dejar que robes mi calor corporal para que no te
congeles? —respondió, atrayéndome aún más fuerte contra él. Mi cuerpo
se sentía demasiado retorcido en su posición actual, así que me giré aún
más hacia un lado, dejando que mis piernas se extendieran sobre la parte
superior de su pierna derecha.

El viento azotaba a través del túnel, y aunque estábamos fuera del


alcance de la nieve, todo alrededor parecía estar helado, excepto nuestro
oasis tropical en el medio. Habría estado perfectamente contenta de
quedarme así para siempre.

—Entonces, dijiste que no puedes quedarte quieto. ¿Fue difícil ver la


película anoche?

Soltó una carcajada, alborotando mi cabello ligeramente.

—No. Eso no fue difícil. Tenía algunas otras cosas en las que ocupar
mi mente.

El calor calentó mi mejilla presionada contra su pecho. El latido de


su corazón era un tambor constante contra mi oído. Mantuve mi rostro
pegado a él y traté de contener la sonrisa que amenazaba con estallar.
313

—También aprendí algo más de Kelly —susurró Miles en mi oído.

Por alguna razón, me quedé inmóvil ante sus palabras. Estaba


envuelta en los brazos de Miles Taylor en medio de un puente cubierto
en medio de una tormenta. Estábamos acogedores y cálidos aquí,
bloqueando efectivamente el mundo entero. El aire entre nosotros
cambió a algo palpable. Casi podía sostenerlo en mis manos, aunque
estaba demasiado asustada para mirarlo a los ojos. Demasiado asustada
por la emoción que podría encontrar allí.
—¿Qué? —susurré.

Su voz fue un retumbar suave contra mi oído.

—Cuando veo algo que quiero, solo tengo que ir por ello.

La tormenta se arremolinaba a nuestro alrededor, pero el aire entre


ella cayó en un silencio sigiloso, sus palabras arremolinándose a nuestro
alrededor con el viento. Había comenzado el día queriendo que
mantuviera la distancia. Su confesión del día anterior me había
aterrorizado. Y creo que él lo sabía. Tenía todas las excusas del libro para
desconfiar de él, pero había pasado la última semana desarmando
lentamente cada una de mis defensas. Miles Taylor era un hombre
bueno. Creo que siempre lo había sabido, pero me había pillado en un
mal momento. Con el fallecimiento de mi padre y la pérdida de la
presencia constante del señor Grady en la escuela al mismo tiempo, mi
mundo se había puesto patas arriba de un solo golpe. En lugar de dejarme
en paz y darme un gran rodeo, como todos los demás, Miles me puso a
prueba, tiró y empujó hacia lugares incómodos. Notó partes de mí que
intentaba esconder del mundo. Y me había sentido tan amenazada por
eso. Por él. Lo vi como degradante y arrogante, cuando ahora podía ver
que había estado intentando ayudarme a defenderme. Había sido
protector conmigo a su manera.

Antes de que pudiera permitirme pensar demasiado en mis acciones, 314


levanté la cabeza para mirarlo a los ojos. Mis manos se deslizaron por su
pecho, acunando sus mejillas suavemente antes de presionar mis labios
contra los suyos. Recibió mi beso tímido con suavidad, tomándose su
tiempo para prolongarlo y saborearlo. Sus manos acunaron mi rostro,
devolviendo mis besos con una ternura dulce que se sintió demasiado
deliciosa para ser real. El calor entre nuestras bocas comenzó lentamente
una danza coincidiendo con los latidos de nuestro corazón. Envolvió sus
brazos alrededor de mí, acercándome a él mientras aumentaba la presión
de nuestros labios.
Mis manos encontraron su camino alrededor de su cuello,
sumergiéndose en la sensación de su cabello. Una de sus manos tomó mi
mejilla, acariciando mi piel suavemente a medida que su boca exploraba
cada centímetro de la mía, envolviéndome en un hechizo romántico tan
encantador que me hizo susurrar su nombre de una manera entrecortada
y vergonzosa.

Se apartó para mirarme, con una sonrisa repentina en los labios.

—¿Sí?

Lo miré, aturdida y parpadeando, tomándome un momento mientras


intentaba formar pensamientos coherentes reales.

—¿Qué estamos haciendo?

—Estamos teniendo nuestro momento. Y maldita sea, ya era hora.

—Han sido literalmente cinco dí…

Su boca encontró la mía una vez más, separándose solo por un


momento cuando ambos estábamos sonriendo demasiado por el beso.

—Ha pasado mucho más tiempo para mí —susurró.

Encontré su mirada intensa con una sonrisa renuente cruzando mis 315
labios. Después de pronunciar unas cuantas palabras más para
desmayarme y hacerme callar, me atrajo hacia su regazo donde pasó
bastante tiempo besándome hasta dejarme sin sentido.

Nos rescataron en algún momento de la tarde. Afortunadamente,


Jack había estado al tanto de nuestros planes para ir a pasear y, cuando
no regresamos a una hora razonable, se dispuso a buscar en los pocos
lugares que se le ocurrieron en los que podríamos haber buscado refugio.
Estaba visiblemente aliviado de encontrarnos a los dos bien. Después de
lanzar algunas miradas significativas a su hijo a medida que nos ayudaba
a subir a su moto de nieve, llegué a la conclusión de que esta experiencia
terrible también debió traerle algunos recuerdos.

316
Veinticuatro
«Nunca me conocí hasta este momento».

Jane Austen. Orgullo y Prejuicio

La mañana de Navidad llegó demasiado pronto. El aire me mordió


la nariz a medida que me dirigía a la cabaña de mi madre. Había una
calma pacífica a mi alrededor. Las nubes grises que colgaron bajas en el
cielo todo el día de ayer esta mañana estaban ausentes. La luz del sol
enviaba sus rayos hacia abajo para brillar sobre la nieve ante mí. El viento
aullador de ayer estaba en silencio, la calma después de una tormenta.
En algún lugar en la distancia, los altavoces tarareaban una melodía
suave de «O Come, All Ye Faithful». Aunque todavía prefería esconderme
en mi propia cabaña, avancé con propósito en mi paso, una
determinación que nunca había estado allí. Aunque este nunca había
sido un momento que hubiera deseado, iba a hacer todo lo posible para
intentar vivirlo hoy.

La acera cubierta de nieve crujió bajo mis botas mientras mis


pensamientos se volvían hacia el día anterior y cómo había dejado mi
corazón sangrando bajo el puente cubierto al cuidado de Miles Taylor. 317
No podía recordar ni un momento desde la muerte de mi padre en el que
hubiera descargado mis pensamientos sobre alguien de esa manera. Esta
mañana temprano, me había despertado el aguijón de la vergüenza, el
amanecer de un día nuevo sacando a la luz mi vulnerabilidad patética.
Entonces, ni siquiera cinco minutos después, recibí un mensaje de texto
de Miles.

Miles: Si entiendo tu mente persecutoria tan bien como creo que lo hago,
despertaste a punto de morir de vergüenza. No lo hagas. Por favor, no. Fue un
sincero placer ser tu confidente. Todo el mundo necesita uno. Gracias por ser la
mía. Olive, espero que tengas una gran mañana de Navidad con tu familia.
También espero que sea un buen momento para ti. Te veré esta tarde. P.D… Dejé
algo junto a tu puerta.

Tiré las sábanas de mi cama y corrí hacia la puerta, medio esperando


ver a Miles sentado en una canasta con un lazo en la cabeza. Solo me
decepcionó un poco lo que encontré en su lugar: una canasta pequeña
llena con un termo grande lleno de crema caliente recién hecha con un
poco de café, un libro y lo que parecía ser un DVD muy usado.

Primero saqué el libro con una sonrisa: una copia preciosa de tapa
dura de Jane Eyre que habíamos visto antes en la librería. Abrí la tapa y
descubrí su inscripción.

Olive,

Para una noche acogedora junto al fuego. Te dejaré leerme para dormir.

Con amor,

Miles

Me reí cuando levanté el DVD. La tapa se había descolorido y el


cierre se había roto, pero el rostro de Arnold Schwarzenegger como
Terminator era muy claro. Adjunto a la parte posterior había una nota
adhesiva.
318
Olive,

Para nuestra próxima cita nocturna. Te haré cambiar de opinión, lo


prometo. Hay tanto material para una buena discusión literaria en esta
película. Créeme.

Con amor,

Miles
Llegué a la cabaña de mamá y Russ a las 8 a.m. En el porche
delantero había una gran canasta con artículos para una comida
navideña de parte de la familia Taylor. Esta noche habría una gran
celebración con la cena de Navidad más tarde en el albergue, pero cada
familia tenía todo el día para pasar juntos en sus cabañas. La canasta
contenía ingredientes para desayunos sencillos pero deliciosos, además
de quesos, carnes especiales y rebanadas de pan para el almuerzo.

Fui la última en llegar, con Chloe y Ben cansados ya sentados junto


al árbol mientras sus dos niñas impacientes rebuscaban entre sus medias.
Mi madre y Russ estaban alegres y vestidos con un pijama de franela y
una bata a juego cuando entré y dejé mi pequeña caja de regalos cerca
del árbol junto a la ventana. Mamá se acercó y me envolvió en un abrazo,
su aroma cálido a vainilla haciéndome cosquillas en la nariz. Cuando me
aparté de ella, Russ y yo nos miramos incómodos. Nunca lo había
abrazado. Y tampoco lo abracé esta vez, pero nos dimos un breve abrazo
de costado, como de mutuo acuerdo, y una sonrisa vacilante.

—Hola, pequeña —dijo—. ¿Qué tal tu cabaña? ¿Necesitas que te


corte un poco de leña?

Mordí mi labio. Aunque Miles había hablado mucho sobre dejarme


valerme por mi cuenta, la madera siempre parecía reponerse. Un bulto
nuevo aparecía casi mágicamente todas las mañanas en el porche.
319
—No. Gracias. Miles me ha estado manteniendo caliente.

Mamá y Russ me miraron con sorpresa cuando mis ojos se abrieron


con horror.

—¡No! Eso no es lo que quise decir. Quiero decir que ha mantenido


el fuego encendido.

Ew. No. Haz que se detenga.

Sacudí la cabeza con frustración mortificada.


—Déjenme empezar de nuevo. Corta leña para mí todos los días y la
pone en mi porche. Y luego se va.

Russ se echó a reír y mi madre hizo lo mismo, aunque su risa rebosó


más de alivio que de pensar que yo era graciosa.

—Avísame si se pasa de la raya. Hablaré con él.

Me puse rígida por el gesto, pero antes de que pudiera pensar


demasiado en ello, Russ aplaudió con entusiasmo y nos indicó que nos
acercáramos al sofá y las sillas en la sala de estar, rodeando el árbol.

—¿Deberíamos abrir los regalos?

Ivy y Holly chillaron de emoción, saltando arriba y abajo. Chloe y yo


intercambiamos una mirada con mamá. Quería decirle a Russ que
siempre abríamos los regalos después de un gran desayuno. Nos
despertábamos temprano y revisábamos nuestras medias primero, antes
de que mis padres comenzaran a preparar un gran desayuno de huevos,
tocino, croquetas de papa y rollos de canela que habían preparado la
noche anterior. Luego nos sentábamos a comer antes de buscar los
regalos reales, prolongando toda la mañana hasta que todos nos
moríamos de anticipación.

Mamá me miró a los ojos.


320
—La familia de Russ nunca fue lo suficientemente paciente como
para esperar hasta después del desayuno.

Russ pareció horrorizado.

—¿Abrir los regalos después del desayuno? ¿Qué clase de monstruos


son?

Ben levantó una mano.


—Russ, tengo que estar de acuerdo contigo. Mi familia también
siempre abría todo antes del desayuno. Esta gente está loca.

Chloe le dio a Ben un empujón juguetón.

—Aún lo hacemos, en la casa de TUS padres. Esta navidad me toca,


así que lo haremos bien.

Russ asintió teatralmente a Ben.

—Sí, al segundo en que todos nos levantábamos, era una carrera


hacia el árbol y un frenesí de papel de regalo a cien kilómetros por hora.

—Sí. Es lo mejor —coincidió Ben, sonriendo sabelotodo a su esposa.

Sabiendo lo que sabía de Russ, podía imaginármelo muy bien en


medio de la refriega con sus hijos, la emoción infantil en sus modales,
justo como nos estaba mirando ahora.

Esto no se sentía necesariamente como escalar el Monte Everest o


escalar una pared de treinta metros, pero tal vez era un paso pequeño
adelante que podía dar.

—Supongo que podríamos intentarlo a la manera de Russ y Ben.


Pero si apesta, vamos a desayunar primero el próximo año.
321
—Trato hecho —dijo Russ.

Mamá me dio una sonrisa pequeña de alivio, y todos nos sentamos a


medida que Russ comenzaba a repartir regalos como el duende de Santa.
La manera de Russ no estuvo nada mal, excepto que la emoción de la
Navidad había terminado mucho antes. Cada uno de nosotros se fue con
un puñado de regalos y, para mi sorpresa, mi patético regalo a Russ de
un marco de fotos digital fue recibido como si le hubiera dado las llaves
de un auto deportivo. Si no tenía cuidado, el entusiasmo de Russ por la
vida y la gente podría comenzar a ganarme su simpatía. Así las cosas,
terminamos teniendo una linda mañana juntos. Diferente, pero
agradable. Al menos podía decir eso.

Después de nuestro desayuno de rollos de canela de arce frescos,


naranjas cortadas y chocolate caliente, Russ entró en la habitación,
alegando que necesitaba una siesta después de todo ese azúcar. Poco
después, Ben y Chloe se fueron a su propia cabaña para intentar poner a
dormir una siesta a sus propias hijas enloquecidas por el azúcar.

Mamá y yo nos sentamos una al lado de la otra en el sofá, con un


momento breve de incomodidad entre nosotras en nuestro repentino
tiempo a solas. De hecho, no había hablado mucho con mi mamá en
todo este viaje una vez que me mudé a la otra cabaña. Algo de eso había
sido intencional. Russ estaba en algún lugar cercano dondequiera que
estuviera mi mamá, y no quería lidiar con él. Pero ahora, por primera
vez desde que llegó, me pregunté si esta Navidad también había sido
extraña para ella.

—¿Te la has pasado bien aquí? —pregunté, casi preparándome para


su respuesta. ¿Por qué todo era tan difícil? ¿Por qué tenía que haber tantas
emociones ligadas a las fiestas?

Una sonrisa tocó sus labios.

—Sí. Este lugar es casi mágico. 322


Asentí. Aunque todavía no parecía del todo correcto crear recuerdos
sin papá, pensé en mi tiempo con Miles y no pude negar las cualidades
mágicas de este lugar. Miré de nuevo a mi madre. Aún estaba sonriendo,
pero casi parecía dolida. No llegó a sus ojos. Supongo que, de tal madre,
tal hija.

—Tú y Miles parecen bastante acogedores. ¿Cómo están las cosas?


—dijo las palabras, pero aún no me miraba.
De repente, estuve cansada de la farsa. De hecho, ya ni siquiera
estaba segura de lo que era falso. Pero ya era hora.

—Mamá, necesito decirte algo. —Pareció un poco alarmada, pero


me indicó que siguiera. Respiré hondo y solté—: Miles y yo en realidad
nunca estuvimos saliendo. Estuvimos fingiendo para poder quitarme de
encima a los Foster.

—¿Qué?

Sonreí un poco tímidamente.

—Lo siento. Pero en serio no quería que me tendieras una trampa con
Glenn.

—No entiendo. ¿Por qué no pudiste simplemente haberme dicho eso?

—Porque ya venía. La próxima vez, ¿podrías avisarme con más de


doce horas de anticipación de que vas a invitar a mi exnovio a nuestras
vacaciones de Navidad?

—Pensé que te emocionaría tener un viejo amigo. Sabía que no


querrías pasar el rato con nosotros todo el tiempo.

Bueno, eso era cierto.


323
—Pero no era un viejo amigo. Era un antiguo novio, y rompí con él.
Y… no era un buen plan.

No quería sumergirme en las cualidades menos favorables de Glenn,


así que no lo hice.

Su boca había estado abierta como para discutir antes de cerrarla y


recostarse contra el sofá.

—Bueno, entonces, lo siento. Pensé que ustedes dos aún eran amigos.
La forma en que Glenn se iluminó cuando mencionamos que estarías
allí, me pregunté… pero no sabía cómo te sentías de verdad.
Simplemente… sabía que esta Navidad iba a ser difícil, y quería que
tuvieras una distracción. Algo divertido que esperar.

Esperaba que, algún día, Glenn encontrara a una chica que lo


encontraría una distracción emocionante, pero definitivamente yo no era
esa chica.

Sus cejas se fruncieron como si acabara de pensar en algo.

—¿En serio no están saliendo? Vi ese beso bajo el muérdago.

—El beso anti-muérdago —dije—. Al parecer, fallé por unos diez


metros, así que Miles dice que tenemos que hacerlo otra vez.

—Qué tragedia —murmuró.

Me encogí de hombros.

—A decir verdad, no estoy muy segura de lo que somos. Los últimos


días han sido divertidos. —Y dulce. Y revelador—. Pero trabajamos
juntos. No creo que él esté demasiado preocupado por eso, pero…

—¿Pero tú sí?

—Sí. He tenido una mala experiencia saliendo con compañeros de 324


trabajo, ¿recuerdas?

—Eso no significa que eso sucederá esta vez.

Asentí, recostándome en el sofá, mi brazo rozando el de ella.

—Por cierto, ¿cómo se conocieron Russ y tú? Quiero decir, sé que


ambos estaban en el restaurante, pero ¿cómo sucedió exactamente?

Me sentí un poco culpable incluso preguntando esto. Era mamá.


Debería haber sabido la historia de ella y Russ, pero es increíble los
detalles que se te escapan de la mente cuando pasas siete meses
intentando olvidar que sucedió.

Una sonrisa pequeña apareció en su rostro.

—En realidad, era una cafetería. Intentó recoger mi pedido.

—¿Qué? ¿Cómo?

—Cuando gritaron muy claro, «Elaine», se acercó y chocó conmigo,


y afirmó que habían dicho, «Russ».

Resoplé una risita pequeña, sacudiendo la cabeza, imaginando su


naturaleza franca sorprendiendo a mi madre.

Abrió la boca como si estuviera a punto de hablar de nuevo, pero de


repente, su rostro se arrugó como una servilleta. Sus manos se movieron
para cubrir su rostro, escondiéndose de mí a medida que sus hombros se
tensaban contra los míos.

—¿Mamá? —Agarré su brazo con cierta alarma.

Mi toque pareció desatar algo desde lo más profundo de ella. Ahora,


estaba llorando abiertamente. Intentó detenerse una vez, pero solo logró
gemir y soltar una carcajada, limpiándose desesperadamente las lágrimas
de sus ojos. 325
—Mamá —dije nuevamente—. ¿Qué ocurre?

—Lo siento —respondió, tomando una respiración profunda—. Este


lugar y todas las cosas navideñas… ha sido divertido, pero me ha costado
mucho no revivir el año pasado. Ha sido bueno no estar en casa, pero
también ha sido difícil. Lo extraño mucho.

El alivio puro llenó todo mi cuerpo. Sus palabras llenaron grietas en


mi corazón casi al instante. Necesitaba tanto esto, escucharla decir que
lo extrañaba. Que no había olvidado. Ahora, parecía tonto incluso haber
cuestionado eso. Tal vez también había estado poniendo buena cara.

Se aclaró la garganta y se secó los ojos.

—Lo siento. Lo siento. No debería estar haciendo esto.

—Mamá, necesito verte llorar.

Su rostro miró hacia el mío.

—¿Qué?

La miré fijamente, recogiendo los pensamientos que de repente


sonaron tan verdaderos en mi mente. No era que no pudiera sentirme
feliz por ella o incluso intentar llevarme bien con Russ. Después de esta
semana, de hecho, sentía que podía hacer eso. Pero necesitaba saber que
mi papá aún era parte de nuestras vidas.

—Necesito ver que extrañas a papá. He estado temiendo la Navidad


porque no quería sentir que lo estábamos olvidando. Ya no voy a casa
porque papá no está. Y no parece que haya estado nunca allí. Lo cual…
lo entiendo, pero tienes a alguien nuevo, y pareces tan feliz todo el
tiempo, y nunca hablamos de él, y yo… —me interrumpí, deseando que
mis emociones se calmaran, pero esta conversación había estado
posponiéndose demasiado tiempo. Había demasiado que decir. 326
Su mano agarró mi brazo.

—He sido feliz. Russ es un hombre bueno. Ha traído diversión a mi


vida que nunca imaginé volver a tener. Pero también he estado triste. He
estado preocupada. Me he sentido culpable. He estado llorando por tu
papá mientras estaba casada con otro hombre. He estado intentando
poner una cara feliz por ustedes. He sido tantas cosas que ya no sé lo que
soy.
Me giré para mirarla, ambas agarrando los brazos de la otra a medida
que liberábamos nuestras emociones acumuladas.

—¿Crees que saltaste demasiado pronto? ¿Deberías haber esperado


para casarte otra vez? —Palidecí tan pronto como dije las palabras. Tal
vez estaba llevando las cosas demasiado lejos.

—No —respondió suavemente—. Tienes que entender. Estaba tan


cansada. —Se le quebró la voz, y se tomó un minuto para limpiarse los
ojos.

—Mamá, tenías todo el derecho de estar cansada. Acababas de


enterrar a tu esposo.

Sacudió su cabeza.

—No. Era más que eso. Empecé a llorarlo cuando el doctor dijo la
palabra «terminal». Fue la forma más lenta y tortuosa de ver morir a
alguien a quien amabas. Dos años de que me rompieran el corazón todos
los días fue casi más de lo que podía soportar.

Se inclinó hacia delante, secándose los ojos. Las bocanadas de su


champú de coco junto a mi nariz la hicieron parecer de alguna manera
tan humana. Y era fácil olvidar que las mamás podían ser humanas.

—Lo sé. Todos fuimos parte de eso. 327


—Incluso con todo eso, ¿sabes cuál fue la parte más difícil?

Me limpié la lágrima caliente y obstinada corriendo por mi mejilla.

—¿Qué?

—Ver como mis hijas veían morir a su padre.

Ahora lágrimas calientes cayeron de ambos ojos, empapando mis


mejillas. Su brazo se deslizó alrededor de mi cintura y me atrajo para
descansar sobre su hombro. Llegó a ser demasiado seguir secándose las
lágrimas, así que las dejé correr. Me pregunté si sería posible llorar todas
las lágrimas. Ciertamente las había repuesto en las últimas veinticuatro
horas. Siempre me había permitido llorar en privado. Pero era una roca
fuera de mis puertas. Una máquina. Manteniéndome rígida para no
romperme. Cualquier grieta o falla en absoluto y estaría acabada. Rota.
Me negaba a romperme en el trabajo o con mi familia. Únicamente sola.
Únicamente en casa.

Pero ahora comenzaba a preguntarme si tal vez estar rota no era un


defecto. Tal vez era un fragmento precioso de vidrio que algún día podría
volver a convertirse en un jarrón. Tal vez el defecto le daría carácter. No
podría volver a estar entero, pero podría volver a armarse: cada
fragmento único ayudando a presionar y mantener a los demás en su
lugar, un poco de pegamento alrededor de los bordes. Y casi como
nuevo.

—Estuve devastada cuando tu padre falleció. Tienes que saber eso.


—Esperó hasta que la miré, encontrándola a través del borrón en mis
ojos—. Pero también estuve tan aliviada. Por mí. Por él. Finalmente no
estaba sufriendo. Y nuestra familia por fin podría comenzar a
reconstruirse.

La muerte inminente de mi padre había sido este peso presionando a


nuestra familia durante dos años. Recuerdo, en el funeral, poder respirar 328
profundamente por primera vez en mucho tiempo. Al final, su muerte
no me había asustado. Fue el cambio de todo lo que me asustó, me dejó
lisiada. ¿Qué pasaría con nuestra familia ahora que en realidad se había
ido?

—Sé que mi relación con Russ pasó rápido. Sé que todos han tenido
dificultades para ponerse al día. Y lo siento mucho por eso. Ni yo lo
esperaba.
—Está bien —susurré—. Voy a esforzarme más para conocerlo
mejor, siempre y cuando tengamos a papá cerca ocasionalmente. —Mis
palabras salieron como si estuviera medio bromeando, pero hablaba muy
en serio. Por primera vez, pude comenzar a visualizar un camino para
mí que incluía a Russ en mi vista periférica. Pero necesitaba saber que
papá seguiría siendo parte de nuestras vidas—. Solo quiero asegurarme
de que aún hablemos de él. Quiero que nos reunamos en su restaurante
favorito para celebrar su cumpleaños. Quiero ver Solo en Casa cada
Navidad. Y comer guisos de Poor Man’s de vez en cuando, solo porque a
él le encantaría.

Mamá se rio de eso.

—Todos odiábamos esa comida, incluido él.

—Lo sé, pero últimamente, he tenido un antojo extraño por eso.

Apoyé mi cabeza suavemente en el hombro de mi madre. Las


lágrimas brotando de mis ojos ahora eran de una variedad pacífica.
Repasamos viejos recuerdos y frases que solía decir papá. Entre sollozos
y sonrisas, alisó mi cabello empapado de lágrimas, sus dedos rozando mi
mejilla suavemente a medida que hablábamos de los momentos con papá
que se habían quedado con nosotras. Sus palabras se derramaron en un
susurro contemplativo, y muy lentamente, un bálsamo curativo comenzó
a extenderse sobre mi corazón seco y agrietado. 329
—Olive, una cosa que he aprendido con todo esto, es que la gente no
se llena de amor. No hay borde en la copa. El amor se desborda. Crece
y burbujea sobre todo. Solía creer que había algo que intercambiaría para
dejar entrar a otro hombre en mi vida. Que tendría que regalar una parte
de mi corazón que pertenecía a otra persona. Y entonces conocí a Russ,
y comprendí que una persona no alcanza la capacidad de amar. El amor
simplemente es. Lo abarca todo. No hay intercambio. No tengo que
sacrificar mi amor por tu padre o por ti y Chloe para amar a Russ. Él no
ocupa el lugar de tu papá en mi corazón porque el corazón no se retrae,
se expande. Mi corazón se hizo más grande por Russ. Pero siempre
sentiré dolor por tu padre.

330
Veinticinco
«No fue mi intención enamorarme del vampiro multimillonario padre
de mi bebé, pero lo hice. Supongo que, eso es lo que pasa con el amor.
A veces, todo lo que se necesita es una pequeña probada».

Velda Stark. El Bebé del Vampiro Multimillonario

Miles llamó a la puerta de la cabaña de mi madre justo después del


almuerzo. Un suspiro de alivio absoluto se apoderó de mí cuando me
levanté de mi silla en la mesa y volé a la puerta para abrir.

Era todo un espectáculo para mis ojos afligidos con sus jeans y una
camisa de franela debajo de su abrigo. Sus cejas se levantaron un poco
por la velocidad a la que abrí la puerta, pero intenté actuar con calma
rápidamente.

—Ah, hola.

Me miró un momento antes de mirar por encima de mi hombro hacia


donde estaban sentados mi madre y Russ, trabajando en un
rompecabezas, con White Christmas reproduciéndose en el televisor de
fondo. 331
—¿Qué tal tu mañana?

—Ha estado… bien —respondí con sinceridad. Los tres habíamos


pasado una mañana relativamente agradable jugando y trabajando en un
rompecabezas. De vez en cuando, había tenido la tentación de volver a
escondidas a mi cabaña, pero cada vez, escuché la voz de Miles en mi
cabeza, diciéndome que intentara vivir en este momento. Así que, me
quedé. Y para ser honesta, había sido agradable conocer a Russ un poco
mejor y aprender sobre las tradiciones navideñas de su familia, muchas
de las cuales había intentado mantener con sus hijos una vez que su
esposa falleció, pero le resultó difícil hacerlo con sus hijos casados, lo que
me hizo darme cuenta de que todos renunciamos a algo para estar aquí
así. No solo yo. Y todos seguíamos vivos. Aún en pie.

También me escabullí mientras las gemelas y Ben dormían la siesta y


visité a Chloe. Había sido su turno de saber la verdad sobre Miles y yo.
El golpe que Chloe me dio en el hombro cuando le confesé no se sintió
muy bien, pero probablemente me lo merecía.

—¡Jodida mentirosa! ¡Lo sabía! SABÍA que había algo sospechoso


en todo el asunto.

—¡Lo siento! —dije, extendiendo mis manos—. Entré en pánico y


necesitaba una excusa para no estar cerca de Glenn.

—¿Por qué no pudiste decírmelo?

Le di una mirada.

—¿Recuerdas toda la debacle del viaje de compras de hace tres años?


No puedes ocultarle nada a mamá.

Hizo una mueca.

—Bien. 332
—Además, te debía una mentira, ¿recuerdas?

Su boca se abrió antes de estallar en carcajadas.

—Si se trata de…

—Dirk McCoy. Durante la secundaria. Me mentiste por SEMANAS


con eso.

—Porque estabas enamorada de él, y me habrías matado.


Suspiré.

—Si tan solo no hubiera estado en la escuela media. Creo que en


realidad podríamos haber tenido algo especial.

Nos reímos un poco más hasta que un silencio contemplativo se


apoderó de ambas. Se volvió hacia mí, con las cejas enarcadas.

—Pero… ¿qué hay de todos los besos? ¿Contigo y Miles? ¿Eso estaba
planeado? Puede que me haya perdido el famoso beso bajo el muérdago,
pero estaba allí durante el trineo. Seguro que eso no pareció falso.

El calor tiñó mis mejillas e hice todo lo posible por contener la


sonrisa, pero no pude.

Afortunadamente, Holly despertó sobresaltada y comenzó a gritar,


así que tuvo que irse. Escapé poco después y, en lugar de girar hacia mi
propia cabaña, regresé a la de mi madre y Russ.

A pesar de que había sido una mañana agradable, también aprendí


que solo podía soportar las bromas de «papá» de Russ durante cierto
tiempo antes de querer golpearme la cabeza contra la pared. De ahí mi
emoción por ver a mi novio-falso-pero-tal-vez-no-tan-falso-aunque-muy-
posiblemente-aún-sea-falso.

—¿Vienes a desafiarnos en una batalla de Risk? —llamó Russ a 333


Miles.

Palidecí. ¿Risk? Ese juego tomaría aproximadamente diez mil años.

Miles debe haber tenido la misma idea porque su rostro se desanimó


un poco. Afortunadamente, mamá intervino.

—Solo está bromeando. Vayan a dar su paseo.

Nos despedimos antes de que Russ pudiera pensar en otro juego.


Ajusté el gorro de mamá sobre mis orejas a medida que salíamos a la
acera cubierta de nieve, cada uno con las manos en los bolsillos,
caminando uno al lado del otro.

—Mírate, encariñándote con Russ. Y sin una sola herida de batalla.

Le di una mirada.

—Esta tarde tengo una cita con un baño y un libro como recompensa
por el buen comportamiento.

—Eso suena bien. ¿Necesitas compañía?

—No. —Choqué con su hombro.

Se rio suavemente.

—Pero, en serio, ¿qué tal estuvo esta mañana? ¿Alguna mejora?

—Creo que sí. —Le di una sonrisa tímida—. Quiero decir, aún estaba
muy feliz cuando apareciste, así que no debe haber sido tan estupendo.

Su brazo se deslizó y me atrajo a su lado.

—Ah, ¿de verdad?

Me reí e intenté escapar a medias, pero no antes de que me agarrara


la mano y metiera nuestras manos entrelazadas en su bolsillo. 334
Caminamos por unos momentos más antes de que añadiera:

—Pero fue mejor. Siento que Russ y yo rompimos una barrera entre
nosotros. No es perfecto. Probablemente nunca lo será. Su personalidad
aún me vuelve loca, pero ama a mamá. Y es un poco dulce de verlo.

—Bien. Cuando volvamos, definitivamente deberías jugar ese juego


de Risk. Veintisiete horas en compañía de alguien es una manera
excelente de unir a las personas.
—Ni siquiera bromees con eso. ¿Qué tal estuvo tu mañana?

—Bien. Mi hermanita llegó anoche tarde a casa, así que ha sido


divertido tenerla aquí. Jett y yo jugamos en su PlayStation nueva durante
un par de horas hasta que me dio vergüenza continuar. Y hace unos
minutos tuve una buena charla con Glenn.

Dejé de caminar y lo miré con horror.

—¿Qué?

Miles se rio y siguió paseando, arrastrándome con él.

—¿De qué hablaron? ¿Te peleaste con él?

Sonrió.

—Casi. Pero dijo que se iba.

—¿Se iba? —repetí.

—Sí. Dijo que ya había perdido suficiente tiempo aquí.

—Aww, él siempre sabe exactamente qué decir.

—Pero antes de irse, me pidió que le diera algunos consejos.


335
Ahora miré su rostro, intentando decidir si se estaba burlando de mí.

—¿Sobre qué?

—Tiene una idea para un libro y quiere comenzar a escribirlo, pero


simplemente no sabe si puede encontrar el tiempo en su agenda para
hacerlo.

Resoplé.
—Debe ser difícil estar mucho más ocupado y ser más importante
que los demás. ¿Le diste el nombre de tu editorial?

—Sí, pero eso no tiene sentido sin un agente.

—¿Sabes de qué trata su historia? ¿Te lo dijo?

—No creo que en realidad quisiera decírmelo, pero definitivamente


tenía dragones. Y posiblemente un personaje zombi, pero podría haberlo
escuchado mal.

—Ahh, ese sí es un giro divertido. Por cierto, ¿adónde vamos? —


Estábamos deambulando por un sendero en el bosque detrás de las
cabañas de la villa. Era un camino en el que no había estado antes.

—Ya verás —respondió.

Caminamos un poco más en silencio a medida que observaba todos


los árboles hermosos. Una vez, había viajado al oeste para un viaje
escolar y recordaba sentirme tan expuesta con la falta de árboles en todas
partes. Tenían árboles, pero no era nada comparado con la espesura
densa con la que había crecido. Todo era tan abierto al oeste. Y seco. Sin
duda su propio tipo de belleza, pero anhelaba la sensación acogedora y
protectora que solo podía darte la ladera de una montaña de árboles. Y
Vermont estaba llena de ellas. En esta época del año, estaban cubiertas
de nieve pero aun así de alguna manera alegres.
336

Doblamos una curva y nos detuvimos al ver un pequeño puente rojo


cubierto sobre un sinuoso arroyo congelado. Le di una disculpa rápida
en mi cabeza a Vermont por pensar que los puentes cubiertos solo eran
piezas decorativas. Un cálido brillo romántico se filtró a través de mí a
medida que pensaba en el par de horas acaloradas que acabamos de pasar
en uno el día anterior.

—Entonces, hemos llegado al acuerdo de que los hombros y los


puentes cubiertos son lo nuevo sexy. ¿Cierto? —pregunté.
—Definitivamente —respondió mientras caminábamos hacia la
estructura. Cuando llegamos al puente, nos detuvo justo antes de que
entráramos—. Con Glenn habiéndose ido, supongo que la farsa se acabó
—dijo en voz baja, apartando un mechón de cabello de mi frente.

Tragué pesado y asentí, sintiendo inmediatamente una opresión en


mi pecho.

—Aún nos quedan algunos recuadros en el cartón de bingo antes de


llenarlo totalmente, ¿verdad? —pregunté, mirándolo a los ojos.

Me observó, con una sonrisa pequeña en su rostro a medida que


parecía admitir que definitivamente no quería hablar de eso en este
momento.

—Supongo.

—¿Le dijiste a tus padres? —pregunté, sus manos en mis caderas,


muy consciente de su proximidad a mí en este puente.

—¿Del engaño? —Cuando asentí, dijo—: No.

—¿Por qué? —Esperé con una anticipación temible por su respuesta.

—Porque para mí no hay engaño. Saben que ahora mismo estoy


saliendo contigo, y eso es cierto. 337
Se acercó un poco más. Cometí el error de mirarlo a los ojos y
descubrí que estaban ardiendo. Di media vuelta y comencé a caminar
por el puente pequeño. Estuvo a mi lado en cuestión de segundos.

—¿Harán el sorteo esta noche? —pregunté.

—No. Mañana por la mañana en el desayuno de despedida, pero esta


noche tenemos que entregar nuestros cartones.

—¿Qué nos queda por hacer?


—Besarnos bajo el muérdago.

Intenté contener mi sonrisa.

—Ese contaba.

—Ni siquiera cerca, Azotes.

—Sabes, para ser un aventurero tan salvaje, seguro que eres un


romántico. ¿Qué pensaría Tyrok?

Se detuvo abruptamente, girándose hacia mí, e inmediatamente me


di cuenta de mi error.

—¿Qué dijiste?

Pasó un segundo, y aceleré mis pasos.

—Nada.

—Dijiste Tyrok. —Dijo las palabras como un depredador captando


un aroma en el viento.

Me encogí de hombros.

—Es un nombre bastante común.


338
—Nombra a una persona con ese nombre. —Saltó frente a mí justo
cuando pasábamos por el puente, caminando hacia atrás hasta que me
detuve.

Di un paso atrás y pasé mi mano por mi cabello casualmente.

—El sobrino… del tío de mi… primo segundo, una vez retirado.

Su sonrisa se hizo más amplia y se acercó más.

—Parece que son unidos.


Ahora estábamos bailando, un paso hacia atrás a su paso hacia
adelante, un desafío tiñendo el aire, yo intentando no romperme
desesperadamente. ¿Qué tenía este lugar maldito que de alguna manera
no podía descansar hasta que revelara todos mis secretos?

—Oliviana, ¿tienes algo que decirme? —Su voz fue baja y peligrosa,
y envió un escalofrío desde la parte superior de mi cabeza hasta el dedo
más pequeño de mi pie.

Estaba casi atrapada. Otro paso y estaría contra la pared justo dentro
del puente. De acuerdo con la sonrisa de «te atrapé» extendiéndose en su
rostro, estaba muy consciente de mi situación, así que hice lo mejor que
se me ocurrió y salí corriendo hacia la villa.

Me atrapó antes de que diera tres pasos. Chillé cuando sus brazos se
cerraron alrededor de mi cintura. Me había levantado en cuestión de
segundos, y me había puesto en la parte superior de la barandilla
corriendo a lo largo del puente, nuestros ojos ahora nivelados. Apoyó
sus manos a ambos lados de mí. Su cuerpo cálido, acogedor y cercano.
Tan cerca.

—Confiesa y haré que tu castigo por ocultar información sea rápido.

—Espero que no demasiado rápido. —Le sonreí descaradamente.

Se inclinó más cerca en represalia, acercando sus labios


339
tentadoramente a los míos, pero cada vez que intenté probarlo a
escondidas, se alejó.

—¿Cómo sabes el nombre del personaje principal en mi serie


Landfall?

—Tengo un alijo secreto de libros de Miles Taylor debajo de mi


cama.
Una radiante sonrisa brillante apareció en su rostro ante eso. Parecía
que iba a devorarme en el acto, pero se contuvo, entrecerrando los ojos.

—¿Desde cuándo?

—Desde que supe que los escribiste.

Levantó una ceja.

—¿Con las páginas gastadas y las esquinas dobladas?

—De hecho, uno debajo de cada poste de mi cama. Tienen la altura


justa para darme más espacio para mi colección de Glenn Foster.

Me hizo cosquillas sin piedad por eso antes de tomar mi cara entre
sus manos y besarme sin palabras. Estuve a punto de caerme de mi
posición precaria sobre la barandilla, así que por supuesto tuve que
aferrarme a él. Por mi seguridad. Mis manos vagaron por encima de sus
hombros y en su cabello. Sus manos se movieron eventualmente
alrededor de mi cintura. Jadeé cuando sus pulgares rozaron mis costillas
antes de envolver sus brazos alrededor de mí, apretándome con fuerza
contra él. Cuando finalmente me soltó para que tomara aire, me atrajo
hacia sí. Nuestros corazones tamborilearon salvajemente.

—¿Qué hay de tu Kindle? —preguntó Miles—. ¿Hay alguna copia


secreta ahí? 340
—Ya te lo dije, me llevaré esa información a la tumba.

Sus labios cálidos besaron mi mandíbula, llevándome a tal estado de


euforia que cuando mordisqueó el lóbulo de mi oreja, me hizo jadear y
retroceder, riendo.

—No tengo ningún lugar en el que deba estar el resto del día, así que
si crees que tu familia comenzará a extrañarte, será mejor que hables
ahora —dijo.
Quería decirle que yo también estaba perfectamente contenta de
quedarme aquí, excepto por el hecho de que mi trasero empezaba a
adormecerse en la barandilla pequeña. Me acurruqué cerca de su cuello
y susurré una última verdad, mis labios rozando su oreja muy
suavemente.

—Estás en mi Kindle. Y he leído tus libros más veces que Jane Eyre.

Su reacción fue instantánea, y durante varios minutos LARGOS, nos


paramos bajo el puente cubierto de rojo, deseándonos una muy Feliz
Navidad.

Pero luego, me alejé, recordando algo terrible.

—Y por cierto, lo siento mucho, pero no te compré nada para


Navidad.

Él se rio, inclinándose para otro beso como si me hubiera detenido


demasiado abruptamente.

—Créeme, que estés obsesionada conmigo y mis libros es suficiente.

—Siento que «obsesionada» es una palabra muy fuer…

Miles me interrumpió groseramente, aunque sentí su sonrisa contra


mis labios. Está bien, está bien, tal vez estaba un poco obsesionada. 341
Veintiséis
«El borde del acantilado estaba a mi alcance. Reuní la fortaleza para
saltar hacia la libertad con respiraciones ásperas. Cuando mi mano
agarró la raíz de algunas vides enredadas, solté el primer suspiro de
alivio en días. Eso es hasta que Rita, la moza pirata, se asomó por
encima del borde y pisoteó mi mano. Riendo a medida que caía en
picado por la ladera de la montaña».

Miles Taylor. Landfall

El albergue celebró una última cena en la noche de Navidad. Desde


mi asiento cerca de la puerta, vi a mamá y Russ sentados junto a los
Foster en su mesa. Con Glenn ido, no hubo ninguna de esas
incomodidad de evitar sus ojos, lo cual fue agradable. Saludé a Chloe y
Ben en la mesa de al lado. Miles quería que conociera a su hermana,
Lainey, así que me encontraba al otro lado de la habitación, sentada
junto a su familia.

Lainey tenía veintitrés años y trabajaba como fotógrafa de bodas en


Boston. No pude evitar notar el parecido familiar en su complexión
delgada. Sus ojos también se iluminaban con frecuencia con la risa, 342
arrugándose en las esquinas.

—Entonces, déjame aclarar esto —dijo, inclinándose hacia adelante


sobre la mesa, su largo cabello castaño cayendo sobre su hombro—.
¿Ambos se odiaban en la escuela? —Miró a Miles furiosa—. ¿Cómo es
posible que no te guste?

Miles pasó su brazo alrededor de mi silla, rozando mis hombros.

—Ese nunca fue mi problema.


Los ojos verdes de Lainey se abrieron con comprensión a medida que
se enfocaban en mí.

—Ah, a ti no te gustaba. Eso tiene más sentido. Miles puede ser muy
molesto.

—Muy molesto. ¡¿Verdad?! —dije en solidaridad, girándome para


sonreírle a Miles, quien frunció el ceño juguetonamente. Su mano se
movió a mi costado en un intento de hacerme cosquillas, pero la agarré
con mi mano derecha, que ahora estaba cruzada sobre mi estómago, y la
mantuve allí.

Lainey miró nuestras manos.

—Bueno, parece que descubrieron cómo vivir juntos.

Le di a Miles una mirada de advertencia antes de soltar su mano


lentamente. Tenía muchas ganas de terminar mi costillar y puré de
papas. No me hizo cosquillas. En cambio, quitó su brazo de alrededor
de mi silla y lo dejó caer sobre mi pierna.

—Hablando de vivir, escuché que te estás quedando en su cabaña —


dijo Lainey mientras tomaba un bocado de puré de papas—. Espero que
la haya limpiado por ti.

Mi cuerpo se congeló ante sus palabras. Después de un momento, 343


recordé tragarme las papas pegadas como pegamento en mi boca. Me
volví hacia Miles para verlo lanzar una mirada de advertencia a su
hermana. Luego me miró a los ojos con cierta culpabilidad.

—¿Tu cabaña? —pregunté.

—Lainey —se quejó Miles.

—¿Ella no sabía? —respondió su hermana impenitente—. ¿Por qué


no sabría eso?
Ladeé la cabeza hacia un lado a medida que lo miraba fijamente.

—¿Por qué me estoy quedado en tu cabaña?

Él suspiró.

—Técnicamente sigue siendo la vieja cabaña de mis padres. No la


han renovado en absoluto, y aún no tienen planes de alquilarla. Solo me
quedo allí la mayor parte del tiempo cuando vengo de visita. Si necesito
un cambio de ritmo o un escenario diferente, vengo aquí y hago algo de
escritura.

—También está lo suficientemente cerca como para que pueda


quitarles las comidas a nuestros padres —dijo Lainey con una sonrisa,
dando un mordisco a su panecillo empapado en mantequilla de arce.

Jack y Sandy tocaron el micrófono desde su lugar en el escenario un


momento después. La atención de Lainey y Jett se volvió hacia el
escenario, al igual que todos los demás en la sala.

Me volví hacia Miles, y susurré:

—¿Por qué no me lo dijiste?

Se inclinó, su boca rozando mi oído, enviando escalofríos por mi


columna. 344
—Necesitaba una moneda de cambio, y nunca te habrías quedado
allí si sabías que era mía.

—Tienes razón —respondí—. Entonces, ¿todas esas cosas de abajo?


¿Son tuyas? Tú solo, ¿qué? ¿Metiste todo allí abajo al momento en que
acepté quedarme?

Sonrió tímidamente.
—Arrojé la mayoría de mis cosas personales en el segundo
dormitorio y lo cerré con llave. Las cosas del sótano son cosas que mis
padres dejaron cuando se mudaron.

Todo este tiempo, había estado durmiendo en la cama en la que


dormía Miles cuando visitaba a sus padres. No sé por qué eso se sintió
tan diferente para mí, pero lo hizo. Muchísimo. Había estado
imaginando este lugar como una cabaña que la gente alquilaba. Cómoda
y acogedora, pero sin pertenecer a nadie. Se sentía mucho más personal
sabiendo que era la cabaña que usaba Miles. Era una mezcla de
mortificación y dulzura cursi, y no estaba segura de cuál ganaría.

—Eso fue… tan jodidamente dulce de tu parte —me atraganté.

Una vez más, sus labios rozaron mi oído mientras su voz susurraba:

—Bueno, definitivamente no soy un santo. Te tengo donde te quería.

Mis ojos se entrecerraron.

—¿En tu antigua casa?

Me dio una sonrisa pícara.

—En mi cama.
345
Golpeé su brazo, lo que solo hizo que se riera y me acercara más,
plantando un beso en mi cabeza. Finalmente, nos enfocamos en el
escenario donde Jack deleitó a la multitud con anécdotas divertidas y
viejas historias navideñas antes de ceder el escenario a una banda para
escuchar música navideña. Cuando la mano de Miles volvió a caer sobre
mi rodilla con tanta indiferencia, apretando suavemente de vez en
cuando, sentí un resplandor cálido como siempre lo hacía. Pero esta vez,
la ansiedad comenzó a burbujear donde había estado latente durante un
tiempo, el tipo de ansiedad de masticar-mis-uñas-y-mirar-a-la-distancia.

Esta era nuestra última noche.


Mañana, haríamos las maletas y regresaríamos a Nueva York.
Regresaríamos solos a nuestras respectivas casas. La burbuja estallaría
oficialmente. Y me asustó lo rápido que había dado un giro completo en
mi afecto por mi compañero de trabajo. Sucedió lenta y rápidamente, ya
que literalmente estuvimos aquí durante solo seis días. Nuestro tiempo
juntos bajo el puente cubierto, susurrando secretos y compartiendo
besos. Nuestra noche acurrucados en el sofá, viendo Solo en Casa. Las
burlas y el coqueteo. Saltando al estanque juntos. La sinceridad en sus
ojos cuando me miraba. Todos esos besos. Mi corazón quería apoyarse
en todo eso. Creerlo todo. Pero era demasiado bueno para ser verdad, el
tipo de cosas que simplemente no me pasan a mí. Al menos, no en la
vida real. Y a medida que miraba a mi alrededor en la cabaña acogedora
cubierta de muérdagos y guirnaldas, sentada junto a Miles Taylor
mientras su mano en mi rodilla tamborileaba al ritmo de la banda local
interpretando al «Pequeño Tamborilero», no parecía que estuviéramos en la
vida real.

—¿Por qué pareces estar al borde de un ataque de pánico? —retumbó


la voz de Miles suavemente en mi oído.

Frunció el ceño cuando solo pude mirarlo con impotencia. Echó su


silla hacia atrás sin decir palabra, y se puso de pie, indicándome que lo
siguiera. Estábamos en la parte trasera del albergue, y solo los que
estaban sentados en nuestra propia mesa notaron que Miles tomaba mi
346
mano y me conducía hacia la puerta. Una vez que cruzamos el umbral,
siguió caminando, llevándome por el pasillo hasta una habitación vacía.

Encendió las luces, iluminando una habitación grande con estantes a


lo largo del perímetro y un montón de estantes en el medio. Era una
especie de cuarto de almacenamiento, probablemente para todas las
mesas, sillas y decoraciones que se necesitarían para los eventos que
albergarían a una gran multitud. Los contenedores de almacenamiento
vacíos estaban abiertos, las tapas tiradas como si alguien hubiera entrado
corriendo para tomar algo realmente rápido. El aire tenía la frescura de
una habitación con un conducto de calefacción cerrado. Me froté los
brazos para protegerme del frío. Miles cerró la puerta, y el espacio se hizo
más pequeño. Llenó cada centímetro de la habitación. Me apoyé en un
lado, contra la pared entre la puerta y un estante lleno de contenedores,
preparándome para esta conversación. Me observó con una diversión
cautelosa, reflejando mi postura contra la pared, ambos mirándonos pero
sin tocarnos.

—Ahora, una vez más —dijo—, ¿por qué te estás volviendo loca?

—No me estoy volviendo loca —respondí, limpiándome las manos


sudorosas en mis pantalones—. Estoy preocupada en una cantidad muy
normal para una mujer racional.

—¿Cuáles son tus preocupaciones?

Su voz fue tan suave, tierna y dulce que casi quise mentir y decirle
que no tenía ninguna y besarlo salvajemente aquí mismo. Pero cuando
terminaran los besos y mañana nos fuéramos, estaría justo donde
empecé, que era, diría, un saludable 7 de 10 en la escala de locura.

—Que esta burbuja explotará. Se acabó la Navidad. Mañana, nos


vamos y volvemos a un lugar donde no eres un dulce alter ego sexy
pluriempleado como un leñador sexy.

—¿Un leñador sexy? —Cruzó los brazos sobre el pecho, luciendo


347
muy complacido por esta evaluación.

Lo ignoré.

—Tenemos nuestros ritmos en la escuela. Haces cosas para


molestarme, y me enfado contigo por eso.

—Todo eso suena perfecto para mí.

Tropecé con mi diatriba. No dejaba de cortarme el paso, dejándome


sin recordar lo que iba a decir a continuación.
—Yo molestándote y tú fingiendo odiarlo —aclaró.

—Todos estos sentimientos desaparecerán cuando volvamos al


mundo real, donde apenas nos toleramos.

Dio un paso más cerca.

—Déjame explicarte algo. Siempre me has gustado. He estado


totalmente enamorado de ti al segundo en que empecé a trabajar en la
escuela.

Estaba preparada y lista para dispararle más razones, pero en cambio,


mi boca solo colgó abierta, mirándolo atónita.

—¿Al segundo que empezaste?

—Sí. Eras como esta ardiente bibliotecaria sexy de grandes ojos


marrones. Justo sacada de mis sueños. —Otro paso más cerca. Un paso
más y sentiría el calor de su cuerpo—. Y no puedo imaginarme
rompiendo con la mujer por la que he estado absurdamente perdido
durante nueve meses.

De acuerdo, esa era una respuesta bastante buena, incluso si era


difícil de creer.

—Bueno, ¿por qué fuiste tan grosero todo el tiempo? ¿Diciéndome 348
qué hacer y burlándote de mí?

Suspiró, pasándose una mano por la cara.

—La primera vez que nos conocimos, solo asomé la cabeza en tu


salón para saludarte, y levantaste la vista de tu escritorio y me diste la
sonrisa más grande del mundo. Decir que me impresionó sería quedarse
corto. Tu sonrisa lo iluminó todo. Y solo me quedé allí con la boca
abierta como un maldito idiota porque me quedé sin palabras durante
unos treinta segundos.
El calor ardió en mis mejillas sonrojadas ante su confesión.
Recordaba ese momento tan claramente. Estaba en mi escritorio en
medio de la lectura de unos ensayos cuando sonó un golpe en mi puerta.
Levanté la vista, y allí estaba el hombre más atractivo que jamás hubiera
visto, sonriéndome. Sin importar quién seas, no había forma de que una
persona no pudiera devolverle esa sonrisa. Pero nuestras interacciones
después de esa reunión inicial habían sido mucho más decepcionantes.

—Pero luego, nunca volví a ver esa sonrisa, hasta que llegamos al
albergue. De nuestro primer encuentro, tuve esta idea de ti como esta
mujer vivaz, pero no vi eso en casi ninguna de tus interacciones en la
escuela. Te iluminabas con tus niños, y eras real con Millie, pero te vi
con todos los demás y sentí que siempre te encogías por tu audiencia.
Tus sonrisas eran falsas. Asumiste la carga de trabajo de todos porque no
les dirías que no. Limpiabas detrás de todos. Editabas artículos sin que
te pagaran. No lo manejé de la manera que probablemente debería
haberlo hecho, pero a mi manera estúpida, pensé que estaba intentando
ayudarte.

Pensé en Miles en la cocina, sin dejarme lavar los platos de Jason,


tomándolos físicamente de mis manos y devolviéndolos al refrigerador.
Pensé en todas nuestras otras interacciones juntos los últimos nueve
meses. Lo había visto como arrogante y mandón, pero ahora...

—¿Qué sigue? —preguntó Miles. 349


—¿Qué?

—Aún tienes tu cara de estar enloqueciendo. ¿Qué más te preocupa?

—Trabajamos juntos —susurré. Si en realidad quería saber, tenía que


decirle todas mis preocupaciones.

Ni siquiera se inmutó.

—No va en contra de las reglas.


—¿Y si nos separamos? Tendría que cambiar de escuela. O tú lo
harías. Ya lo hice una vez, y… en serio me gusta Stanton.

Frunció el ceño.

—¿Por qué tendrías que cambiar de escuela?

¿En serio los hombres eran tan densos?

—Trabajamos uno al otro lado del pasillo. ¿Te imaginas lo incómodo


que sería? ¿Y si es una mala ruptura? Uno de nosotros tendría que irse.

Una sonrisa se extendió por su rostro. Se estaba riendo de mí y, de


repente, quise golpearlo. Lo miré furiosa a medida que comenzaba a
alejarme cuando su brazo salió disparado, empujándome contra la pared,
de cara a él. Apartó el brazo.

—Lo siento. No quise reírme. ¿Qué tal esto? Si alguna vez


rompemos, te prometo que haré que solo haya cierta cantidad manejable
de incomodidad. Nada demasiado terrible.

Una sonrisa pequeña logró escapar de mis labios, incluso aunque


intenté contenerla. Aparté la cara. Con un pulgar y un toque tan ligero
como un susurro, le dio la vuelta.

—Oye —dijo en voz baja—. Sé lo que es esto. He visto las películas. 350
Escribo los libros. La parte donde uno de nosotros se asusta. Nuestro
momento oscuro. Y lo entiendo. Da miedo volver a algún lugar cuando
todo ha cambiado. —Sonrió—. Especialmente con el hecho de que tienes
que enfrentarte nuevamente a Millie, sabiendo que ella tenía razón sobre
nosotros. Será lo peor.

Mi sonrisa estúpida regresó una vez más, espontáneamente. Negué


con la cabeza e intenté juntar los labios, incapaz de mirarlo a los ojos.

Dio un paso hacia mí y se me cortó el aliento, aunque seguía sin


tocarme. Observé el botón superior de su camisa de franela.
—Pero ¿qué hay de esto? ¿Y si, en lugar de romper el uno con el otro,
rompemos con todas las partes falsas de esta semana? Rompemos con la
noción de que cualquier parte de esto ha sido falsa. Porque para mí no
ha sido falso ni por un segundo.

Me cubrí la cara con las manos, incapaz de soportar el fuego dulce


de sus ojos a medida que me miraba.

—¿Qué más? —susurró. Sus manos cálidas descubriendo lentamente


las mías de mi rostro. Todo era tan dulce, y sus ojos eran el tipo de ojos
en los que podía perderme. Acogedores y cálidos. Quería envolver mis
brazos alrededor de él con tanta fuerza, pero no podía. Aún no. No había
terminado, así que quité mi mano de la suya y las mantuve solas a mis
costados.

—¿Y si solo he sido una especie de subidón de adrenalina para ti


mientras hemos estado aquí? Me hiciste hacer algunas locuras aquí
contigo, pero cuando volvamos, volveré a ser aburrida. La Reina de la
Gramática, ¿recuerdas? Nunca voy a hacer paracaidismo. Jamás. En
serio. Si sobreviviera a que me empujaras fuera de un avión, lo primero
que haría cuando volviera a tierra sería matarte. Y si no sobreviviera, te
perseguiría por el resto de tus días. Y nunca haré puénting contigo. —
Dio un paso más cerca mientras yo balbuceaba, un grifo goteando
incapaz de cerrarse—. Quiero decir, tal vez podría intentar un viaje de
rafting en aguas bravas, pero eso es todo. Y solo si no es un río 351
superaterrador. Estoy hablando de rápidos para bebés. Con obstáculos,
de verdad, no…

Extendió la mano y agarró un puñado de mi blusa por la cintura y


comenzó a acercarme más y más hasta que aterricé en sus brazos. Me
quedaba un discurso impresionante por dar, pero encontré difícil formar
las palabras cuando se inclinó hacia adelante, su boca cerniéndose cerca
de la mía.
—Para mí, eres como un subidón. Cada vez que te hago sonreír, mi
ritmo cardíaco se dispara. La forma en que te sonrojas, te muerdes el
labio y finges estar molesta cuando me burlo de ti… —Se palmeó el
pecho—. Es como una inyección directa de dopamina. Ni hablemos de
lo que me hace tu risa. Pero no solo eres mi dosis de dopamina. Eres mi
lugar suave para aterrizar cuando vuelvo a bajar. No necesito que hagas
paracaidismo conmigo. O escales en roca. Soy perfectamente feliz
leyendo un libro. O pasando el rato viendo una película contigo. Pero
hay momentos en los que me gustaría que saliéramos de nuestras zonas
de confort. Hacer algunos recuerdos. Quiero elegir nuestros momentos,
sean los que sean, y vivirlos.

—¿Y si no funciona? —pregunté de nuevo, mi voz ahora más estable.


Nerviosa—. Todas las relaciones comienzan con palabras bonitas.

Sacudió la cabeza.

—No puedes vivir toda tu vida con los «qué pasaría si». Las
relaciones siempre van a dar miedo, ya sea que trabajemos juntos o no.
Siempre hay incógnitas, pero tienes que arriesgarte con algo, o de lo
contrario te pasarás la vida preguntándote lo que pudo haber sido.

Estaba minando mis defensas un argumento a la vez. No lo había


visto venir. Me hacía querer olvidarme de lo desconocido y simplemente
confiar en él. Me daba tantas razones para hacerlo, pero había una cosa 352
más que no podía evitar. El hecho de que nuestra vida los últimos seis
días en Vermont había sido una anomalía.

—Tengo miedo de que todo esto desaparezca. Estamos fuera de


nuestro entorno normal. No puedo evitar pensar que cuando volvamos
a Nueva York, todo volverá a ser como antes. Porque así ha sido
siempre. ¿Y si volvemos a nuestras viejas costumbres? Porque ahí es
donde nos sentimos cómodos. Todo esto sucedió tan rápido… y
completamente de la nada. Aquí se siente bien, pero ¿qué hay de allí?
Simplemente no puedo dejar de pensar que necesitamos algo de espacio.
Proceder con precaución. Pensemos un poco en las cosas para
asegurarnos de que seguiré siendo lo que podrías querer… cuando no
estemos aquí.

Lo miré, sorprendida de encontrar sus ojos contemplándome


pensativamente. Nuestras miradas conectaron a medida que él solo
miraba, como si su mente estuviera ocupada calculando algo.

—¿Sabes qué? —murmuró—. Pienso que podrías estar en algo.

—¿Qué? —pregunté, sintiéndome de repente ansiosa.

—Quizás tengas razón.

—¿La tengo?

El indicio de una sonrisa apareció en sus labios.

—Te he dado demasiado. Tienes que extrañarme.

Resoplé, feliz de redirigir mis pensamientos a algo más ligero.

—Creo que podrías estar exagerando mi apego un poquito


demasiado.

Sus ojos se entrecerraron mientras acercaba sus labios una vez más a
353
los míos.

—Ah, ¿de verdad?

Mis labios se separaron por su propia voluntad traicionera, esperando


los suyos. Nunca llegaron. Sin embargo, su sonrisa satisfecha estaba
extremadamente presente.

—Tienes que extrañarme —dijo de nuevo, esta vez con una


resolución más firme.
—¿Ahora estás rompiendo conmigo? ¿Después de todo eso? —El
pánico comenzó a surgir en mi pecho. No quería que rompiéramos. Solo
necesitaba tiempo para pensar.

Él resopló, una sonrisa tocando sus labios. El brillo definitivamente


había regresado a sus ojos.

—No voy a romper contigo. Este soy yo retrocediendo para que


puedas decidir lo que quieres en el lugar en el que necesitas decidirlo.

Mis cejas se fruncieron.

—¿Qué?

—De regreso en la escuela. De vuelta en la tierra donde Rudolph y


Santa no han vomitado nada. —Levantó las manos para agregar comillas
en el aire.

Metí un mechón descarriado detrás de mi oreja. El alivio inundó mi


cuerpo cuando pareció entender exactamente lo que necesitaba. Ahora
sintiéndome más segura, lo miré con descaro.

—¿Y si decido que no te soporto otra vez? ¿Aún prometes no hacerlo


incómodo?

—Nunca dije eso. Dije que haría que solo hubiera cierta cantidad 354
manejable de incomodidad.

Una risa burbujeó desde mi garganta cuando envolvió sus brazos


alrededor de mí, acercándome más y presionando un beso ligero en mi
frente.

—Tengo reuniones en la ciudad de Nueva York con mi editor y


publicista esta próxima semana, así que ni siquiera estaré para
molestarte. Pero estaré allí el primer día de regreso a la escuela, y
entonces hablaremos. Pero en cuanto a mí, ya sabes lo que quiero. Y ya
sabes dónde encontrarme.

Lo miré con sorpresa y un poco de aprehensión.

—¿El primer día de escuela? Eso es… más de una semana. Entonces,
¿qué, ni siquiera voy a saber de ti? ¿Todos los diez días?

Él sonrió, frotándose las manos como un maníaco psicópata.

—El plan está funcionando. Ya me extrañas. Y nop. No voy a


llamarte.

Puse mis manos en mis caderas, molestándome.

—Bien. No respondería si lo hicieras.

—Excelente. Es importante que ambos estemos dedicados a nuestro


espacio para que podamos pensar.

—De acuerdo.

Más tarde esa noche, caminamos de regreso a la cabaña uno al lado


del otro. Sin tocarnos. Y me dejó sintiéndome inquieta. Como algo
dejado sin hacer. A propósito. Supuse que era el hecho de que no nos
besamos en el cuarto de almacenamiento como había estado anticipando 355
cuando me llevó allí. Pero estaba bien. Era una gran idea. En todo caso,
esto solo me estaba demostrando lo mucho que me entendía Miles. Era
dulce que fuera tan considerado al darme espacio. Había pasado casi
veintiséis años sin besar a Miles Taylor. Diez días más no importaba ni
un poco.

Por supuesto, tenía un brillo extraño en los ojos cuando me miró.


Una chispa de determinación en su rostro que solo podía suponer era
similar a la mirada que podría tener al escalar una pared de roca. Me
aterrorizó y emocionó por razones que no explicaré. Quería un poco de
tiempo. Me lo estaba dando. Pero, ¿tenía que parecer tan alegre con todo
esto? ¿Silbando a medida que me acompañaba de regreso al albergue?
¿Sonriendo para sí mismo cuando nos dimos cuenta de que habíamos
perdido la oportunidad de entregar nuestros cartones de bingo? Solo nos
quedaba un recuadro sin marcar, pero él insistió en que no podíamos
tachar un beso bajo el muérdago. Y ahora, era demasiado tarde. Lo que
significaba que había sufrido todo el horror del juego de bingo para nada.

Esa noche me acompañó a la puerta de mi cabaña, y en lugar de


invitarse a sí mismo y dejarse caer en mi sofá para ver su estúpida película
de Terminator, como supuse que haríamos, me estrechó la mano en la
puerta.

Estrechó mi mano.

—Oliviana, han sido unos días que me cambiaron la vida —dijo,


soltándome y juntando ambas manos detrás de su espalda.

—Así es —coincidí, cruzándome de brazos y apoyándome contra el


marco de la puerta—. ¿Quieres entrar?

Intenté ser casual, como si no me importara si entraba o no. Solo


estaba siendo educada. Después de todo, técnicamente era su cabaña.
Pero mi voz se atascó en la última palabra, y sonó demasiado vulnerable.

Por un segundo, pareció que aceptaría mi oferta, pero luego se


356
enderezó, con una determinación nueva apareciendo en su rostro.

—Sabes que me encantaría, pero tengo que empacar para mi viaje.

Sonrió y retrocedió al porche. De repente, una gran molestia inundó


mis entrañas. Quería un poco de espacio. Eso no significaba que
necesitaba darme todo el espacio del mundo. Simplemente no quería
proclamar mi devoción eterna por un hombre que ni siquiera me
agradaba hace una semana. Eso era todo. Había habido muchos cambios
entre nosotros esta semana. Tal vez un poco de reflexión e ir por caminos
separados durante unos días sería algo bueno. Era un proceso de
pensamiento muy razonable. Pero la forma en que lo estaba haciendo
me estaba haciendo querer abofetear su cara de leñador demasiado
atractiva.

O besarlo.

—Espera. —Mis dedos se apretaron en una bola a medida que salía


de la cabaña, deteniéndome directamente frente a él. Sus ojos se abrieron
del todo con anticipación encantada ante mi acercamiento. Tal vez dos
podían jugar este juego. ¿Quería que lo extrañara? Bien. Me aseguraría
de que él también me extrañara.

Me estiré y agarré la parte posterior de su cuello con ambas manos y


bajé sus labios para encontrar los míos. Pude sentir a Miles resistiéndose
durante aproximadamente un segundo antes de que sus brazos se
cerraran a mi alrededor, acercándome más y más alto hasta que los dedos
de mis pies no tocaron el suelo. Aunque era pleno invierno, fuegos
artificiales instantáneos volaron entre nosotros. Saber que no nos
veríamos durante los próximos diez días hizo que este momento fuera
mucho más importante. Dándole todo lo que pude, pasé mis dedos
suavemente por su mandíbula, sintiendo que me besaba bajo la palma de
mi mano. Me dejó en el suelo, aun besándome. Una de sus manos
encontró el camino hacia mi mejilla, su pulgar acariciando dulcemente
mi rostro antes de moverse para recorrer mi cuello, perdiéndose en mi
cabello. 357
Aunque no quería admitirlo, y sospechaba firmemente que Miles
tampoco, ninguno de los dos quería terminar este beso, razón por la cual
se prolongó durante mucho tiempo.

Finalmente, cuando la necesidad de oxígeno ganó, me retiré,


llenando mis pulmones de aire. Miles tuvo una expresión ligeramente
aturdida en su rostro por un momento antes de ocultarla
cuidadosamente.
—Siento que estás jugando tus cartas un poco fuerte aquí —
murmuró, sonriéndome. Sus brazos aún estaban envueltos
cómodamente alrededor de mi cintura.

—Ahí es donde te equivocas. Ni siquiera sé a qué juego estamos


jugando.

Se rio. Con una mirada apasionada en sus ojos hirviendo a fuego


lento, se inclinó hacia delante y me dio un beso en la mejilla antes de
soltarme.

—Azotes, nos vemos en diez días.

358
Veintisiete
«No puedo precisar la hora, el lugar, la mirada o las palabras que
sentaron las bases. Hace demasiado tiempo. Estaba en el medio antes
de saber que había comenzado».

Jane Austen. Orgullo y Prejuicio

Habían pasado cuatro días desde que Miles y yo nos despedimos en


la cabaña. Tres días después del desayuno de despedida, al que Miles no
pudo asistir por sus reuniones en la ciudad. Tres días desde que
descubrimos que mamá y Russ habían ganado el cartón lleno del bingo.
Ni siquiera me había dado cuenta de que estaban participando, pero
aparentemente, lo hicieron en secreto. Cuando ganaron el paquete del
crucero, se lo dieron de inmediato a Ben y Chloe para una escapada de
luna de miel, y se ofrecieron a cuidar a las niñas mientras no estaban.
Chloe y sus hormonas la hicieron estallar en lágrimas. Bueno, en
realidad, no hubo demasiados ojos secos en nuestra mesa. Esa fue la
segunda vez en dos días que me encontré dándole un abrazo a Russ.

Fiel a su palabra, Miles no me había contactado en absoluto. Lo cual


estaba bien. Excelente. Era un hombre de palabra. Dándome espacio 359
para resolver las cosas. Eso era bueno saberlo. Un punto para Miles.

Millie había intentado llamar varias veces, pero evité cada una de sus
llamadas… y los quinientos mensajes que me dejó por mensaje de texto.
Iba a querer detalles que no tenía para ella. Aún estaba un poco molesta
por su audacia de tendernos una trampa así, así como por el hecho de
que había tenido razón: para ser exactos, jugó conmigo.

Por alguna razón, solo quería sumergirme en mi bañera y leer algo,


que últimamente habían sido los tres primeros libros de la serie Landfall
de un tal Miles Taylor. Me negué a juzgarme por esto. No tenía nada que
ver con que extrañara a alguien. El cuarto libro saldría en mayo, y
necesitaba una relectura casual para recordar todos los detalles que
podría haber olvidado. (Con total transparencia, no había olvidado nada,
lo que sucede cuando has leído una serie de libros tantas veces).

Hasta ahora, mis días en casa consistieron en ver películas, limpiar y


sumergirme en el fascinante mundo del escarabajo pelotero y sus
compañeros. Sí, había llevado el manuscrito conmigo a Vermont y lo
olvidé por completo rápidamente. En realidad, hasta ahora era mucho
mejor de lo que había esperado. Mi mente entró en modo edición y me
dejó con poco más en qué pensar. Aunque, ahora tenía algunas imágenes
inquietantes de un par de escarabajos coprófagos dando vueltas en mi
cabeza. Pero en su mayor parte, excepto por el tiempo que pasé
comiendo, respirando, bañándome y durmiendo, nunca pensé en Miles.
Ni una sola vez.

Tyrok acababa de subir a la cima del Monte Spurn, esquivando a


duras penas a los piratas que lo perseguían, cuando mi teléfono sonó con
un mensaje de texto. El sonido repentino me hizo dar una sacudida en la
bañera, el agua chapoteando contra el costado. Casi no miré mi teléfono,
pensando que era Millie, pero no lo era. Si ver el nombre de Miles
iluminado en mi pantalla no delató mis sentimientos, la sonrisa que
estalló en mi rostro combinó con los latidos de mi corazón.

Miles: Este soy yo no llamándote. 360


Yo: Esta soy yo no respondiéndote.

Miles: No me pregunto cómo te va ni un poco.

Yo: Y no podría importarme menos si la esta pasando bien en Nueva York


o no.

Miles: estas*

Yo: ¡Eso fue el auto corrector! ¡Yo no!


Miles: ¿Qué parte de nuestra historia te hace pensar que creería eso?

Yo: *GIF de la cara de enfado de Michael Scott*

Miles: *GIF de la cara de guiño de James Franco*

Miles: Hace demasiado frío para querer hacer mucho aquí, no es que te
importe. La mayor parte del tiempo he estado sentado en mi hotel intentando leer
un libro antiguo que me recomendó mi «amiga».

Yo: Bueno, un «amigo» me regaló una película vieja para Navidad y


anoche la vi. No es que sea asunto tuyo.

Miles: ¿Viste Terminator sin mí?

Yo: ¿Estás leyendo Jane Eyre sin mí?

Miles: Eres patética, Azotes.

Yo: Lo mismo digo, Taylor.

Miles: Seguro que no te extraño.

Yo: Yo tampoco te extraño.

Miles: P.D: Jane Eyre está empezando a gustarme. Pero tengo que tomar 361
MUCHOS descansos mientras leo.

Yo: Las palabras grandes pueden ser intimidantes. Solo sigue así. Por
cierto, aún no puedo encontrar ni una pieza redimible de material literario en
The Terminator.

Miles: Vaya, ESA es una herida directa a mi corazón.

Yo: Supongo que mi trabajo aquí está hecho. Buenas noches.

Miles: Buenas noches, Azotes. Te veré en seis días, pero no estoy contando.
Yo: ¿Tan pronto? Guau.

Miles: Cuando te vea voy a besarte hasta dejarte loca.

Dejé caer mi teléfono a un lado de la bañera para poder reírme y


cubrirme la cara, al final permitiendo que los coqueteos de Miles pasaran
directamente de mis mejillas sonrientes a mi corazón.

Yo: Me gustaría verte intentarlo.

Caminar por el pasillo de la secundaria Stanton después de dos


semanas estando fuera se sintió como si no hubiera pasado nada de
tiempo. El pasillo aún olía levemente a olor corporal y comida de
cafetería. Los chicos de último año aún estaban juntos por el pasillo. La
sala de profesores ya tenía migas esparcidas por las encimeras. Podía
decir que alguien trajo panecillos. Sin embargo, no me detuve a limpiar
nada, y seguí caminando hacia mi salón. En mi camino, pasé por el aula
vacía de Harvey y puse la tesis en su escritorio, feliz de deshacerme de
ella.

Había una ligereza en mi paso que no recordaba haber sentido antes


allí. Me había comprado un conjunto nuevo con una tarjeta de regalo
362
que mamá me había dado por Navidad. Cuando había ido de compras,
los grises típicos y cremas y negros no me llamaron por alguna razón
como siempre. En cambio, fue una blusa floral verde que hacía juego con
mis ojos lo que me llamó la atención. El material era holgado y ajustado
en todos los lugares correctos y combinaba muy bien con mi falda lápiz
gris que hacía que mi trasero pareciera un delito grave (palabras de
Millie, no mías).

Con el tiempo, había respondido a los mensajes de texto de Millie.


No quería que pensara que me había pasado algo, aunque me negué
rotundamente a darle detalles sobre Miles. Le conté todo sobre la cabaña
preciosa que me había recomendado su «amigo» y le agradecí su ayuda.
Me había invitado a tomar un café durante el fin de semana, pero lo
rechacé y le dije que tenía una cita. No estuvo complacida con mis
respuestas, y sabía que hoy no sería capaz de evitarla. Abrí mi salón de
clases y entré, encendiendo las luces y mi computadora. La clase
comenzaba en unos veinte minutos, y Miles aún no había llegado.

—Hoy te ves bonita.

Mi cuerpo se tensó. Levanté la vista de mi escritorio y vi a Millie


apoyada en la puerta de mi salón de clases, observándome con un tono
muy sospechoso en sus modales.

—Um, ¿gracias? —dije.

Sus ojos se entrecerraron a medida que caminaba unos pasos más


cerca.

—¿Qué tal tu… cita?

Tragué pesado, sin mirarla a los ojos.

—Estuvo… bien.

—¿Para qué era? ¿Tu ginecólogo? 363


—No.

Dio unos pasos más cerca. Despacio. Como un gato acercándose


sigilosamente detrás de un pájaro y ocupándose de sus propios asuntos.

—¿Orto?

Mordí mi labio, concentrándome de verdad en la pantalla en blanco


de mi computadora.
—No.

Se inclinó hacia adelante, con ambas manos en mi escritorio, su cara


junto a la mía, como toda una profesora de teatro hasta el final, y dijo:

—¿Cardio? —Dijo las palabras con tanto fervor detrás de ellas que
no pude evitar la sonrisa que se desplegó—. ¡Lo SABÍA! Sabía que no
durarías ni una semana con Miles Taylor en un albergue navideño. ¿Ya
están enamorados?

—¡Shhhhh! —Me puse de pie y me lancé hacia ella, intentando


taparle la boca con la mano. Ella me apartó.

—Escupe todo ahora mismo, y te perdonaré por ignorarme toda esta


semana.

—¡Te merecías todo eso!

Me dio una mirada de complicidad.

—Ah, ¿en serio? ¿O me lo agradecerás en la boda?

—Deja de hablar tan alto —insistí, ladeando la cabeza para ver si


podía escuchar a Miles llegar. Aún nada.

—¿Qué sucedió? 364


Mi mente se apresuró a buscar una versión resumida de lo que podía
decirle antes de que los estudiantes comenzaran a llegar al salón de
clases. Todo el asunto sonaba como algo salido de un sueño. Si le decía
que estuvimos fingiendo salir, querría saber por qué. Si le decía que fue
porque usé su nombre para evitar salir con Glenn, querría saber por qué.
Así que, me decidí por la verdad básica.

—Hicimos un acuerdo para dejar nuestras armas durante la semana,


y fue un buen descanso.
Puso sus manos en sus caderas y se inclinó más cerca, olfateando la
mentira.

—Se besaron, ¿no?

Era evidente que nunca me iría bien en una clase de teatro. Intenté
mantener mi expresión pasiva, estoica, pero con la palabra beso, la
humedad llenó mi boca, y mi mente volvió rápidamente a un abrazo
acogedor, viendo Solo en Casa, y manteniéndome caliente dentro de un
puente cubierto, y la sensación de sus brazos envueltos a mi alrededor.
La sensación que había anhelado toda la semana. Una sonrisa apareció
espontáneamente en ese momento, y los ojos de Millie se iluminaron,
aplaudiendo para sí misma.

—Lo sabía.

Y entonces le conté todo e incluso acepté amablemente que me lo


restregara en la cara.

Los niños de mi clase comenzaron a llegar lentamente y Millie flotó


en las nubes de regreso a su propio salón de clases. Mis clases de la
mañana pasaron como un borrón. Miles había estado enseñando en el
salón de al lado toda la mañana y aún no lo había visto. No había hecho
ni pío. Ni hizo algún tipo de esfuerzo para verme. Mi cerebro de niña
giró ante las explicaciones posibles. Se dio cuenta durante nuestro tiempo 365
separados que no le gustaba. El espacio le dio la claridad que necesitaba.
Ahora me estaba evitando, y nuestra vida en la secundaria Stanton estaba
a punto de volverse incómoda. Tendría que volver a mudarme. Todo
esto estaba pasando por mi cabeza a medida que intentaba introducir La
Fierecilla Domada en mis clases. Era un desastre nervioso y sudoroso, y
para colmo, me había puesto una estúpida blusa nueva llena de colores
y flores, y a él ni siquiera le importaría.

La campana sonó y me puse de pie, hablando en un aturdimiento


confuso con mis estudiantes mientras los echaba para almorzar.
Contemplé escabullirme por la ventana y almorzar en mi auto. Tal vez
podríamos existir de esta manera y nunca tener motivos para vernos.
Había maneras de hacer que funcionara.

—Se ve muy bonita, señorita Wilson.

Miré el rostro de Erica Sanders, una de mis alumnas favoritas.


Parpadeé, observándola como si la viera aquí por primera vez, con su
cabello rosado y todo. ¿Había estado en mi clase toda esta hora? Mis
manos y corazón se sentían tan nerviosos que no podía nombrar a un
solo estudiante que acababa de pasar una hora mirando. Me obligué a
recuperarme y mantuve la puerta abierta para que ella saliera.

—Gracias, Erica. Te lo agradez…

Al otro lado del pasillo, se abrió otra puerta. Un estudiante salió con
Miles detrás, deteniéndose justo en su puerta. Su mirada oscura estuvo
sobre mí, y vi que sus ojos recorrieron mi cuerpo y volvieron a subir al
mismo tiempo que le decía algo a su estudiante.

El aire humeante crepitó entre nosotros a medida que el bullicio


escandaloso de los estudiantes en el pasillo se convertía en un ruido
blanco. Mi corazón se aceleró debajo de mi piel, latiendo en mis oídos
mientras me fijaba en su mirada. Sus labios comenzaron a desplegarse
muy lentamente. Al principio una sonrisa pequeña, apenas en la 366
comisura de su boca, haciéndose más amplia por segundos. Hice lo
mejor que pude para contener la mía, pero mi fuerza no duró mucho. O
en absoluto. No quería que lo hiciera. Ya había terminado de
contenerme. Toda esta semana había estado aterrorizada por este
momento, por volver y descubrir que nada había cambiado de verdad.
Pero ahora lo sabía. Nuestro tiempo aquí sería diferente porque ahora
éramos diferentes.

Miles cerró la puerta detrás de él muy despacio, y comenzó a caminar


hacia mí. Me enderecé y retrocedí unos pasos, sintiéndome nerviosa de
repente. Su sonrisa se hizo aún más amplia cuando cruzó mi umbral. Lo
absorbí. Había cambiado su camisa de franela por una polo y pantalones
caquis. Le faltaba su gorro gris, pero por lo demás, lo encontré a él y al
brillo de sus ojos completamente intactos.

Cerró mi puerta con un ruido sordo. Como de costumbre, mi salón


se sintió más pequeño con él dentro, pero esa podría haber sido la forma
en que siguió acercándose a mí hasta que casi me atrapó contra la pared.
No me estaba tocando, pero estaba lo suficientemente cerca para que
pudiera sentir su calor.

—Hola, Azotes. —Su voz sonó suave y grave, y erizó hasta la última
piel de gallina en mi piel—. Bonita blusa. —Y entonces mis emociones
me abrumaron por completo. Me eché a reír y me tapé la cara con las
manos inmediatamente. Esto no era real. De ninguna manera podría ser
real.

Su cuerpo se presionó contra el mío a medida que quitaba mis manos


dulcemente de mi cara.

—No escondas tus sonrisas. Trabajo demasiado duro por eso —dijo,
tomando mis mejillas suavemente entre sus manos.

Mordí mi labio, mirándolo fijamente, intentando suprimir los rayos


de sol queriendo liberarse de mi interior. Pensé en jugar duro para
hacerlo sufrir, pero me di cuenta de que había terminado con los juegos. 367
—Te extrañé tanto.

Una sonrisa se dibujó en su rostro a medida que se acercaba más, su


boca descendiendo hasta posarse sobre la mía.

—Bien. ¿Terminamos con lo de no besarnos? ¿Y no vernos? Esa fue


una idea muy estúpida. Casi tuve que atarme hoy a mi escritorio para
evitar irrumpir aquí. Nada ha cambiado para mí.

—Igual yo.
Esta vez, su sonrisa se moldeó contra la mía mientras presionaba mi
cuerpo contra la pared con el suyo y procedió a compensar cada día que
habíamos estado separados. Estaba consumida por él y su presencia
abrumadora frente a mí. Sus brazos me acercaron más, y sus dedos
revolvieron mi cabello. Dejó besos acalorados por toda mi mandíbula y
mejillas antes de que yo sujetara su cuello y llevara su boca a mis labios.
Cuando me sentí casi a punto de perder el control, me separé de él y
respiré hondo, intentando pensar en algo para calmar nuestros nervios.

—Vas a tener que encontrar un apodo diferente al de «Azotes».


Especialmente en la escuela.

Pareció ofendido.

—No lo haré. Ese es mi recuerdo favorito.

Me incliné más cerca.

—¿Tu favorito?

—Bueno, uno de ellos.

Entonces, nos estábamos besando de nuevo. Mi plan no funcionó.


Para un extraño, estaba segura de que en realidad éramos repugnantes
en esa etapa de «sonrisas cursis, obsesionados con el otro», pero no me
importaba. Qué diferencia podían hacer un par de semanas. 368
Me alejé de él, limpiando mis labios, mi pecho subiendo y bajando
pesado.

—Devolví las ediciones de «Los hábitos de apareamiento del


escarabajo pelotero».

—¿Qué tal estuvo? ¿Hubo algo bueno?

—Si te lo digo, nunca podrás volver a un tiempo en el que no sabías.


—Buen punto.

Se movió para besarme una vez más antes de que lo detuviera.

—Y para tu información, Harvey me pagó por un trabajo bien hecho.

Echó la cabeza hacia atrás y me miró sorprendido.

—¿En serio? Eso es bueno. Si te interesa, hice un par de ajustes en mi


próximo libro. ¿Me preguntaba si estarías dispuesta a repasarlo por mí?

—Bueno, ahora estoy cobrando por mis servicios, así que será mejor
que estés preparado para pagarme.

Me acercó más, sus manos recorriendo mi espalda a medida que sus


labios se cernían tentadoramente cerca de los míos.

—¿Está abierta a formas alternativas de pago?

Sonreí y fingí pensarlo.

—Probablemente podría ser persuadida.

—Tengo una sorpresa para ti.

—De acuerdo. —Me recliné hacia él, totalmente decidida a reanudar


nuestra sesión de besos. 369
—Abajo, Azotes. Tengo que mostrarte algo.

—¿Qué?

Levantó el brazo. Miré hacia arriba para verlo sosteniendo una


diminuta planta verde sobre nosotros.

—Pensé en darte la oportunidad de remediar toda la debacle del


muérdago.
Me mordí los labios conteniendo una sonrisa.

—No hubo debacle. Contaba.

—No lo hacía.

—Bueno, de cualquier manera, perdimos el juego del bingo. No


importa si terminamos o no.

—Técnicamente no, pero… —Extendió un cartón frente a mi cara.

—¿El cartón de bingo? —Me reí.

—Sé lo mucho que te gusta tachar algo de tu lista.

Estuve casi en sus labios.

—Me encanta una buena marca de verificación. Pero no planeo


terminar nunca contigo.

—Pruébalo.

Así que, lo hice. Le entregué mis labios y mi corazón bajo el


muérdago en mi salón de clases junto al suyo. El momento estaba
maduro para la cosecha, y finalmente estaba lista para vivirlo.

Se apartó de nuestro beso y me sonrió a medida que sus dedos 370


encontraban el interruptor de la luz.

—Cartón lleno.
Epílogo
«El futuro no está escrito. No hay más destino que el que hacemos para
nosotros mismos».

The Terminator

Ahora era verano. Estábamos descansando en el columpio del porche


en mi pequeña casa amarillo mantequilla. Miles estaba sentado erguido
y yo recostada en el columpio, con la cabeza en su regazo, releyendo mis
partes favoritas de Jane Eyre. Una brisa fresca de verano revolvía mi
cabello mientras nos mecíamos suavemente. Este era uno de nuestros
lugares favoritos, cuando él estaba en casa. Había estado corriendo
durante lo que sería su último año de enseñanza con Outward Bound,
intentando aprovechar al máximo sus viajes de rafting en aguas bravas y
aventuras de escalada en roca mientras podía. Su editor lo había elegido
para escribir una nueva serie de aventuras y necesitaría más tiempo para
escribir. El último libro salió en mayo y, hasta el momento, había sido
un éxito rotundo. Me gustaba pensar que eso se debía en gran parte a la
adición de última hora de una pequeña historia de amor protagonizada
por una encantadora heroína apodada Azotes.
371
Miles y yo habíamos superado un semestre completo como pareja.
Intentábamos mantener la profesionalidad en el lugar de trabajo, pero de
vez en cuando, entraba a mi salón de clases mientras yo estaba en medio
de la enseñanza y me plantaba un gran beso antes de volver a salir, para
el deleite total de mi clase. Y para mí.

Puede que nunca ame a Jane Eyre. Puede que nunca entienda su
obsesión con el paracaidismo o Terminator, pero tampoco me deja
escapar con una sonrisa falsa. Mis risas eran reales y sinceras a su
alrededor. Él era mis alas, y yo era su nido. Continuó ayudándome a ver
lo mejor de Russ. Me enseñó a ver que tenía mucho más amor para dar,
y nada de eso merecía ser encerrado.

También me empujó a salir de mi zona de confort, sin dejar de


respetar el hecho de que mi zona de confort era diferente a la suya.
Descubrimos juntos el amor por el kayak. Nos mantuve en las partes más
tranquilas del río, pero descubrí que me gustaba estar en el agua. Era una
nadadora decente y él planeaba llevarme a un viaje de rafting en aguas
bravas más adelante este verano. Puede que nunca me convierta en una
aventurera plena; quise decir lo que dije sobre nunca hacer paracaidismo.
O la escalada en roca. Por fortuna, Miles tenía buenos amigos que
disfrutaban de ambos.

Resultó que había estado desperdiciando mi talento como editora.


Después de que devolví la tesis de Harvey, Miles me ayudó a configurar
un sitio web donde ofrecía mis servicios a cambio de una tarifa. Me
convertí en la primera editora de su nuevo libro y, aunque no me pagó
exactamente en efectivo, logramos llegar a un acuerdo que se ajustó a
ambos.

Pasé la página, casi hasta la parte donde Rochester admite sus


sentimientos, cuando algo cayó de mi libro. Siguió un sonido metálico
en el concreto. Me deslicé del columpio del porche, confundida, y miré
a mi alrededor en busca de lo que pudiera haber sido. Algo brilló a la luz
del sol debajo del columpio, alargué la mano tentativamente y lo recogí. 372
Era un anillo plateado de forma ovalada, exactamente de mis sueños.
Una sonrisa alcanzó mis labios mientras mi corazón comenzaba a
acelerarse. Le robé una mirada a Miles.

Ahora estaba arrodillado ante mí, con una sonrisa aprehensiva en su


rostro.

—Azotes… —Se interrumpió cuando lo miré enojada y lo intentó de


nuevo—. Olive, te amo. Mucho. ¿Quieres casarte conmigo?
Pasé los siguientes minutos largos convenciéndolo completamente de
que lo haría. No había más preguntas en mi mente. No más dudas. Le
había dado mi corazón tímido, y él lo hizo volar. Y en palabras de la
gran Charlotte Bronte, de mi segundo libro favorito:

—Lector, me casé con él.

373
Bingo Christmas
Escape

374
Notas de la autora
Mi marido fue enfermero itinerante durante un año y medio. Durante
ese tiempo, nuestra pequeña familia hizo las maletas, se mudó y vivió
con él por todo el país. Una de nuestras estadías fue de tres meses en
Montpelier, Vermont. Estuvimos escondidos en un pequeño
apartamento deteriorado durante la espectacular temporada de otoño e
invierno y amamos cada segundo de nuestro tiempo allí. Siempre supe
que escribiría una historia ambientada en uno de los estados más
singulares e impresionantes del país y cuando se presentó la oportunidad
de participar en esta serie navideña, nació esta pequeña historia. Aunque
la mayor parte de este libro tiene lugar en un albergue navideño ficticio
en las afueras de Montpelier, no pude evitar darle al lector una mínima
muestra de cómo es la ciudad. Solía salir a caminar por Main Street,
hablando con mi madre o mi hermana por teléfono y contándoles lo
increíble que olía, los encantadores edificios antiguos, todos los negocios
locales y lo amable que era la gente en la calle. Compramos en la tienda
de comestibles de Shaws, y mis hijos y yo visitamos semanalmente la
biblioteca de la ciudad. Pero nuestro lugar favorito fue la Granja Morse,
donde nos deteníamos para probar los diferentes grados de jarabe de
arce, saludar a Rex y James (las cabras residentes), caminar por los
jardines hermosos y tomar una crema de arce.
375
Me encantaron los puentes cubiertos en todos los estados del noreste,
pero especialmente los puentes que encontramos en nuestras
exploraciones alrededor de Vermont. Agregué algunos puentes
adicionales para el propósito de esta historia, pero pensé que serían una
excelente pieza de decoración para una buena escena de besos.

Crecí en una pequeña granja lechera en Idaho. Una vez, Dave, mi


primo político, vino a visitarme para intentar ordeñar una vaca por
primera vez. La idea de llevar una taza con jarabe de chocolate al granero
para beber leche chocolatada «fresca» fue inspirada por Dave, quien hizo
exactamente eso mientras el resto de nosotros lo observaba confundidos
y horrorizados. Para que conste, yo, como Olive, odio la leche.

La idea de la casa de jengibre vino de mi otra prima, Lindsey. Es una


diseñadora talentosa y aficionada al bricolaje y hace las casas de jengibre
más hermosas cada invierno.

¡Muchas gracias por leer este libro! Fue muy divertido escribirlo y
espero que les haya brindado un poco de alegría navideña.

376
Sobre la autora

Cindy Steel se crio en una granja lechera en Idaho. Creció cantando


canciones country a todo pulmón y aprendiendo a resolver todos los
problemas de la vida mientras ordeñaba vacas y conducía tractores…
reescribiendo los finales felices cada vez. Se casó con un lindo chico de
Idaho y es la orgullosa madre de dos niños gemelos salvajes y dulces. Lo
que significa que ahora también es una coleccionista de insectos, palos,
rocas y besos babosos. Le encanta preparar el desayuno, hornear,
fotografiar, leer un buen libro y quedarse despierta hasta más allá de la 377
hora de acostarse para crear historias que, con suerte, te harán sonreír.

¡Le encanta conectarse con sus lectores! Es más activa en Instagram


en @authorcindysteel y su boletín informativo, pero ocasionalmente
visita Facebook en Author Cindy Steel y su sitio web en
www.cindysteel.com.
Serie Christmas
Escape
Si algo ha aprendido en Inglaterra es que no todos los
ingleses son iguales.

Porque este tipo estaba resultando ser realmente molesto.

Cansada de pasar las fiestas vomitando en cruceros


con sus padres y, ya sabes, de que sus exnovios terminen
con ella, Claire Frost está decidida a cambiar su suerte
esta Navidad. Se toma un tiempo libre en su florería y
sigue a su amiga a Londres, dispuesta a disfrutar de todo lo que hay en
Inglaterra. Y vaya si lo hace. Las flores cubiertas de escarcha. Las colinas
verdes congeladas. Las brillantes cabinas telefónicas rojas. Los mercados
navideños festivos.

También los hombres. Definitivamente los hombres.

Excepto, por supuesto, el primo de su amiga. Liam Everhart es 378


superatractivo, superdeslumbrante y superinglés. Lástima que también
sea un superidiota. Un superidiota con el que ahora tiene que pasar cada
minuto. Qué bendito, bendito alivio que su aspecto de Darcy/Poldark se
vea eclipsado por su personalidad de Darth Vader/Malfoy. Ya tenía
suficiente equipaje navideño con el que lidiar, así que ¿por qué iba a
añadir a la mezcla a un inglés deslumbrante?
El amor puede ser un verdadero desastre.

Este último año ha sido un desastre total, pero mi


matrimonio fallido de seis meses se lleva la corona.
Mientras mi ex se lo pasa en grande, mis mecanismos
de supervivencia consisten en una obsesión malsana por
los podcasts de crímenes reales e intentar revivir mi
cuenta de redes sociales, que se tambalea.

Así que, cuando recibo una oferta de una de mis favoritas de las redes
sociales, Nikki Aker, para hacer centros de mesa de pan de jengibre para
su boda de Navidad, no puedo rechazarla. No solo porque el trabajo está
bien pagado (mi tarjeta de crédito, al límite de su capacidad, da fe de lo
mucho que necesito este dinero), sino porque es un último esfuerzo para
aumentar mis seguidores antes de verme obligada a conseguir ‘un trabajo
de verdad’.

Solamente hay un pequeño problema que no tuve en cuenta: Nikki


es una autoproclamada casamentera, y al parecer, soy su próximo
objetivo. Mi única esperanza de salir indemne es conspirar con Landon,
el malhumorado, aunque guapísimo hermano de Nikki, que parece
igualmente decidido a superar esta boda con su soltería intacta.

Todo lo que tenemos que hacer es convencer a Nikki de que estamos


desarrollando sentimientos el uno por el otro. ¿Qué puede salir mal? 379

Algunas personas afrontan sus problemas de frente,


otras huyen...

Cuando mi exnovio me envía la invitación de su


boda ocho meses después de romper conmigo, y la
novia espera que esté en la fiesta nupcial, es el momento
de mi truco de fiesta probado: desaparecer.
Y ningún lugar es mejor para escaparse que el acogedor Cotswolds
ingles en pleno diciembre.

Todo va según el plan hasta que llego a Cotswolds. La nieve es más


resbaladiza de lo que esperaba, mi habitación no se parece en nada a lo
descrito en el listado, y el propietario de mi pub... bueno, sale
directamente de mis fantasías de leñador y entra en mi corazón.

¿El único problema? No puedo enamorarme de un inglés que vive al


otro lado del mundo. Ni siquiera uno que tenga Dr. Pepper de barril y
bese como si fuera un deporte olímpico. Es mucho más difícil huir al otro
lado del charco, y todas las cosas buenas deben llegar a su fin... pero, ¿y
si no puedo decir adiós?

COSAS QUE DEBES LLEVAR A UNA ISLA


DESIERTA...

1) Protector solar, obviamente. Porque estas pecas


irlandesas se queman, nena, se queman, y el rojo
langosta no es un buen color en mí.

2) Una dosis extra de mis medicamentos para las


convulsiones, solo por si acaso.
380
3) Una mochila llena de bocadillos, que incluye, entre otros, una
cantimplora de Dr. Pepper, una caja de mini galletas de Navidad y
barritas de granola, del tipo asqueroso y desmenuzable, no del tipo con
chispas de chocolate, porque estoy intentando ser saludable.

4) Lentes de sol, para que cuando inevitablemente acabe viendo


fijamente al mejor amigo de mi hermano (al que no he visto en años)
nadie pueda darse cuenta. He estado enamorada de él desde siempre,
pero nunca funcionaría; él vive en una isla literalmente, mientras que yo
todavía estoy en la escuela de posgrado. Sin embargo, no hace daño
mirar, ¿verdad?

5) También espray para insectos.

Mi lista de equipaje está muy bien para una rápida excursión al


puerto como parte del crucero de Navidad de mi familia. ¿Pero cuando
el crucero me deja atrás, solo con el contenido de mi bolsa y el mejor
amigo de mi hermano para hacerme compañía? Bueno, tengo
problemas... sobre todo porque pronto se me acabarán las medicinas. Y
no creo que hagan un protector solar lo suficientemente fuerte como para
bloquear las chispas que están creciendo entre Beckett y yo...

A todo el mundo le gustan las sorpresas


navideñas, pero no cuando se trata de un espía
disfrazado.

Lacee:

Estar en casa para Navidad... sola, era el plan, pero


todo cambia cuando me topo con un apuesto
desconocido que siempre parece estar en el lugar y el
momento adecuado. Así que hay un nuevo plan, un plan que implica
381
una aventura navideña casual. Feliz Navidad para mí.

Pero pasar las fiestas con Park Bradshaw en mi encantadora ciudad


natal se convierte en Misión Imposible cuando descubro que sus
habilidades con el cuchillo van más allá de trinchar el jamón de Navidad.

Ahora estoy huyendo, viviendo mi propia versión navideña de Duro


de Matar, donde llegar a casa a tiempo para Navidad es la menor de mis
preocupaciones. Solo quiero llegar a casa con vida y, con suerte, no
perder mi corazón por el único hombre en el que no estoy segura de
poder confiar.
Porque a medida que la cuenta regresiva para Navidad avanza como
una bomba, me pregunto: ¿de qué lado está él?

Madi está contando con la reputación de París como la


Ciudad del Amor. Ahora solo tiene que averiguar si se trata de
un viejo o nuevo amor...

Madi

Después de dos años y cero propuestas, mi relación


necesita un poco de chispa. París, durante las fiestas,
parece ser la oportunidad perfecta y definitiva para que mi novio pase al
siguiente nivel.

El hecho de que me haya alquilado el diminuto cuarto de servicio del


apartamento de un francés muy guapo es... desconcertante. ¿Y cuando
le pide a ese francés que me lleve a conocer la ciudad mientras él está
ocupado en entrenamientos de trabajo? Me confunde.

¿Es una especie de prueba de precompromiso? Si es así, no sé si lo


estoy haciendo bien.

Rémy
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Ofrecerme como anfitrión del alquiler de vacaciones de mi amigo
significa asegurarme de que la primera crítica sea de cinco estrellas
sólidas y brillantes. Cuando la invitada que aparece es una hermosa
mujer estadounidense, pienso que mi tarea podría ser más agradable de
lo que pensaba. Hasta que descubro que tiene novio. Sin embargo, Madi
se merece pasarlo bien en París, así que estoy más que feliz de
complacerla cuando el chico me pide que le enseñe la ciudad.

Está bien. Estoy bien. Todo esto es por esa crítica de cinco estrellas...
383

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