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SINOPSIS ______________________ 4 19 __________________________ 172
1 ______________________________ 5 20 __________________________ 180
2 _____________________________ 11 21 __________________________ 191
3 _____________________________ 20 22 __________________________ 201
4 _____________________________ 29 23 __________________________ 213
5 _____________________________ 42 24 __________________________ 223
6 _____________________________ 52 25 __________________________ 234
7 _____________________________ 60 26 __________________________ 241
8 _____________________________ 69 27 __________________________ 251
9 _____________________________ 78 28 __________________________ 264
10 ____________________________ 89 29 __________________________ 273
11 ____________________________ 97 30 __________________________ 279 3
12 ___________________________ 108 31 __________________________ 282
13 ___________________________ 118 32 __________________________ 287
14 ___________________________ 129 33 __________________________ 295
15 ___________________________ 137 34 __________________________ 303
16 ___________________________ 146 35 __________________________ 311
17 ___________________________ 151 36 __________________________ 321
18 ___________________________ 161 SOBRE LA AUTORA __________ 326
El amor es un inconveniente para el que Anna Cavallaro
no tiene
Solo tiene un objetivo: convertirse en diseñadora de moda. La élite de
Chicago ya copia su estilo religiosamente, sobre todo porque es la hija del famoso
jefe de la mafia de la ciudad.
Cuando la aceptan en un instituto de moda de fama mundial en París, la
condición de su padre es llevar a su guardaespaldas.
A Anna definitivamente no le importaría pasar unas semanas de diversión
sin ataduras con su protector malhumorado.
Santino Bianchi se convirtió en el Ejecutor de la Organización porque
le gustaba la emoción de cazar y matar.
Cuidar a la hija de su capo es una tarea honorable que no puede rechazar.
¿Sus pensamientos sobre Anna? No tan honorables. 4
Santino ignoró el coqueteo persistente de Anna durante años. Ahora, lejos
de casa, los límites comienzan a desdibujarse. Pero Santino no tiene ninguna
intención de ser la razón de un compromiso fallido y el escándalo consiguiente.
Una aventura de verano en París.
La de Santino.
Y… su
Era un soldado leal.
Ser Ejecutor para la Organización de Chicago había sido una cuestión de
orgullo. Que disfrutara rompiendo huesos y mi tarea me permitiera hacerlo había
sido una ventaja adicional. Era bueno en eso. Lo disfrutaba.
Lo que no disfrutaba era escuchar la charla tonta de una adolescente.
Desafortunadamente, mis talentos brutales llevaron a mi Capo a pedirme
5
que me convirtiera en el guardia personal de su hija.
Jugar a la niñera guardaespaldas de su engendro mayor nunca había sido mi
idea de servir a la causa.
—No puedes decir que no —había argumentado mi padre, con los ojos muy
abiertos por la alarma cuando le dije que estaba considerando hacerlo.
—No soy como tú, papá. No tengo la paciencia para rondar junto a una
mafiosa malcriada y escuchar sus quejas interminables con sus amigos. Soy un
soldado, no una niñera.
—No puedes decirle que no a tu Capo. Es un honor.
Negué con la cabeza.
—Quiero trabajar con mis manos. Quiero romper huesos. Quiero destruir a
nuestros enemigos.
—Deberías reconsiderar tu decisión —dijo implorante—. Si tu Capo te pide
que te conviertas en el guardaespaldas de su hija, solo hay una respuesta viable,
Santino, y es sí.
No tenía absolutamente ninguna intención de reconsiderar mi decisión, o
decir que sí, sin importar lo que dijera papá. Arturo y yo éramos un buen equipo.
Habíamos estado trabajando juntos como Ejecutores durante años y, sin embargo,
nunca se volvió aburrido. ¿Por qué renunciaría a eso por un trabajo que sin duda
despreciaría?
Me mantendría firme, sin importar lo que dijera Dante, y seguiría siendo
Ejecutor.
Luisa parecía más nerviosa que yo, como si fuera a casarse con Clifford.
Después de vestirnos con nuestra falda de tenis blanca y nuestra camisa a juego,
las dos nos dirigimos a las canchas de tenis. Mi mirada recorrió el patio amplio
hasta que encontré a Clifford en la penúltima cancha, jugando contra uno de sus
amigos, un chico de ascendencia asiática, cuyo nombre no sabía.
La cancha a su lado estaba vacía, así que conduje hacia allí a Luisa.
—Deja de mirarlos como si tuvieras algo que esconder —murmuré cuando
entramos en la cancha. Luisa no tenía ni un hueso traicionero en su cuerpo. Era 16
demasiado buena. Éramos como el policía bueno y el policía malo.
Se sonrojó.
—¡No puedo evitarlo!
—Concéntrate en la pelota —le dije y le lancé una pelota de tenis antes de
tomar posición al otro lado de la red. Solo una barrera baja separaba nuestra cancha
de tenis de la siguiente, donde Clifford y el otro chico estaban enzarzados en un
partido acalorado.
Luisa y yo jugamos de un lado a otro por un rato antes de que disparara la
pelota al costado de Clifford. Corrí hacia la barrera. Clifford recogió la pelota con
el ceño fruncido.
—Oye, presta atención a dónde lanzas la pelota. Interrumpiste nuestro
juego.
Me arrojó la pelota, sin siquiera molestarse en acercarse. Fruncí los labios.
Brusco. Era tal como lo recordaba, alto, cabello rubio ondulado y extremidades
larguiruchas.
Su rudeza me molestó. Me di la vuelta con un humor amargo.
Luisa se encogió de hombros. No me molesté en otro intento de contacto, y
escuchar su conversación fue en vano. Estaban demasiado concentrados en su
partido.
Más tarde, en el bar de jugos, probé suerte nuevamente y me senté en una
silla cerca de Clifford y su amigo. Su conversación sobre Lacrosse casi me hizo
quedarme dormida. Pronto dos chicos más se unieron a él y a su amigo.
Nunca le había prestado mucha atención a Clifford Clark, y ahora sabía por
qué. No compartíamos la misma multitud o intereses. Era el tipo de chico rico que
usa camisas polo, y es el favorito del profesor. Sus antecedentes eran tan limpios
como su atuendo de tenis.
Sabía que sus padres tenían sus propios secretos, pero no eran tan oscuros
como los míos. Clifford y yo veníamos de mundos muy diferentes. Él y sus amigos
pensaban que eran duros. Yo sabía cómo era la dureza real. No estaba segura si
alguna vez pudiese gustarme alguien como él, y mucho menos respetarlo.
Mamá me había preguntado ayer si podía imaginar casarme con Clifford
algún día. Siempre supe que tendría un matrimonio arreglado. Para la hija de un
Capo, no había otra opción. Justo en este momento, me costó mucho considerar a
Clifford como algo.
Los cuatro muchachos emigraron a una mesa en el comedor del club de
tenis y ordenaron sándwiches, papas fritas y refrescos. Al menos en ese sentido no 17
eran tan pretenciosos como parecían. Si Clifford hubiera pedido un Acai Bowl o
un Sashimi de atún, habría trazado una línea.
Santino apareció en la puerta, obviamente cansado de esperar.
—¿Qué te está tomando tanto tiempo? ¿No puedes pedir tus jugos verdes
para llevar?
Puse los ojos en blanco.
—Necesitábamos relajarnos después del entrenamiento. Danos unos
minutos más.
Se sentó en un taburete vacío de la barra. La chica trabajando en el
mostrador se acercó a él de inmediato, sacudiendo su cabello de una manera
coqueta.
—¿Qué puedo hacer por ti? ¿Quizás un buen Ginger booster? Es picante y
te dará un impulso extra.
La expresión de Santino casi me hizo reír a carcajadas.
Santino conseguía sus impulsos de una manera muy diferente, la mayoría
de las veces con cuchillos y pistolas.
—Café solo, lo más fuerte posible.
Ella sonrió casi con reproche.
—Demasiada cafeína no es buena para la salud.
Sabía lo que él estaba pensando: Tampoco molestarme…
Luisa me dio un codazo, alejando mi atención de Santino y volviendo a la
mesa con mi posible futuro esposo.
Seguía escuchando a Santino y a la chica mientras Luisa y yo mirábamos a
Clifford discretamente.
—Estoy bien —dijo Santino bruscamente cuando la chica no dejó de
molestarlo con sugerencias de jugos y finalmente captó la indirecta.
—Se ve un poco agradable —dijo Luisa, mirando a Clifford críticamente.
No era mal parecido. Era casi demasiado bonito para un chico. Me encogí
de hombros.
—Es un chico. Un chico rico.
—Y tú eres una chica rica —comentó Santino.
Salté, mis mejillas ardiendo. La indignación me llenó cuando miré a Santino
por encima de mi hombro, habiéndose acercado sigilosamente. Siempre estaba 18
cerca, pero no pensé que escucharía nuestra conversación.
—Es la hija de un Capo —dijo Luisa casi sorprendida, luego sonrió
torpemente.
—Gracias por avisarme —dijo él arrastrando las palabras. Dirigió sus ojos
hacia el cielo, sacudiendo la cabeza y murmurando algo por lo bajo—. ¿Cuánto
tiempo más te tomará acechar a estos chicos? No tengo paciencia para
enamoramientos incómodos de preadolescentes.
No se había molestado en bajar la voz. Clifford y los otros chicos nos
miraron de soslayo y luego el chico asiático le dio un codazo a Clifford con una
sonrisa y todos comenzaron a reírse.
Le fruncí el ceño a Santino.
—Genial, ahora piensa que estoy enamorada de él.
Salté del taburete y me dirigí hacia el auto, Luisa pisándome los talones.
Santino caminó detrás de nosotras, casi aburrido.
—¿Ese no es el caso?
Empujé mis puños a mis costados.
—No, no lo es. Mamá y papá están considerando casarme con Clifford
Clark, el chico rubio. Es hijo de un político.
Me miró de soslayo, su rostro reflejando aburrimiento.
—Estoy seguro de que tienen sus razones —dijo de una manera que sugería
que no le importaba cuáles eran, ni que me casara en absoluto.
Me mordí el labio y me callé. Santino tenía una manera de hacerme sentir
estúpida y como una niña pequeña sin insultarme de verdad. Su mirada decía más
que mil palabras.
Lo extraño era que, si bien la rudeza de Clifford hoy me hizo querer
mantenerme alejada de él, la brusquedad de Santino solo me hacía sentir más
ansiosa por estar cerca de él.
19
Cuando mamá entró en mi habitación esa noche para hablar sobre Clifford,
no le conté mis dudas. Podía decir lo importante que sería para la Organización y
quería hacer mi parte para ayudar.
—Esto no será público por mucho tiempo. Y por lo que deduje, los Clark
no le dirán a Clifford ahora. Quieren esperar hasta que sea mayor y pueda
comprender las razones de su decisión.
Asentí. Para las personas fuera de nuestro mundo mafioso, los matrimonios
arreglados eran raros. A sus padres probablemente les preocupaba que no fuera
capaz de manejar la situación o que dejara colar algo a otros por accidente. Tenía
que admitir que me alegraba de que no lo supiera hasta más tarde. De esa manera
no tendría que volver a hablar pronto con él.
Estaba orgullosa de que mis padres supieran que era lo suficientemente
fuerte para manejar mi futuro de esta manera. Quería seguir haciéndolos sentir
orgullosos, incluso si eso significaba aguantar a Clifford.
Cinco años.
Cinco malditos años.
Hoy era el aniversario de mi primer día como guardaespaldas de Anna
Cavallaro, y como si ella hubiera apuntado la fecha, hizo todo lo posible para
molestarme jodidamente. No es que no haya hecho esto en ningún otro día del año,
pero hoy hizo un esfuerzo adicional.
Podía ver su cara de suficiencia en el espejo retrovisor. Apretando los
dientes, me concentré en el largo camino de entrada que nos llevaba a la cabaña 20
del lago de los Cavallaro.
Extrañaba mi Camaro, las vibraciones sutiles, el asiento incómodo, el
zumbido impaciente del motor. Pero en el trabajo, me vi obligado a conducir una
limusina Mercedes para que Anna y Leonas se sintieran seguros y cómodos. No
querrían que sus culos mimados sintieran el camino lleno de baches.
—¿Sabes si alguno de los guardias tiene cigarrillos? —preguntó Leonas.
—Creo que uno de los guardias de Sofia fuma —dijo Anna, mirándome. A
veces quería agarrar a la mocosa, arrojarla sobre mis piernas y darle una nalgada.
—Si atrapo a alguno de los dos fumando, les azotaré el culo a ambos con
mi maldito cinturón.
—Pervertido —dijo Anna, y por un segundo, no estaba seguro de haberla
escuchado bien. ¿En serio había dicho eso?
Presioné mi pie en el freno con más fuerza de la necesaria, haciendo que el
auto se detuviera prematuramente antes de las plazas de estacionamiento.
Anna y Leonas salieron disparados hacia adelante. Este último golpeando
su cabezota terca contra el asiento del pasajero porque había ignorado mi orden de
ponerse el cinturón.
—Mierda, ¿por qué fue eso? —se quejó Leonas.
Salí sin decir una palabra antes de que pudiera hacer algo de lo que Dante
me hiciera lamentar. El auto de Samuel y el del guardaespaldas personal de su
hermana Sofia, Carlo, ya estaban estacionados frente a la cabaña. Samuel era el
sobrino de Dante y del tipo amenazante, así que no tendría que preocuparme de
que él también me pusiera de los nervios.
Anna también salió, arqueando una ceja hacia mí en tanto se alisaba el
ridículo traje a cuadros de Chanel que llevaba puesto.
—Sonny, pareces nervioso.
Le di una sonrisa aguda, tragando una respuesta muy dura.
—Entren. —Señalé con la cabeza hacia la puerta principal de la gran cabaña
de madera—. Y lleven su propio equipaje.
Me dirigí adentro, sin esperarlos. A mi paso, pude oírlos discutiendo por el
equipaje.
Voces masculinas bajas venían de la sala de estar y encontré a Samuel y
Carlo adentro.
—Santino —saludó Samuel con un asentimiento breve—. ¿Día estresante?
—Escaneó mi rostro.
21
—No tienes idea.
Anna y Leonas entraron, este último cargando su maleta y la de Anna. Yo
solo había empacado una bolsa.
—Hola, Samuel —dijo Anna con una sonrisa radiante y abrazó a su primo.
Luego le dio a Carlo una sonrisa amistosa y le estrechó la mano. Podía ser
encantadora, tenía que dárselo, señorita perfecta.
Pasos resonaron por las escaleras. Supuse que se trataba de Sofia, la
compañera de Anna y hermana de Samuel.
Entró corriendo en la habitación y cuando la vi, la evalué detenidamente.
Estaba vestida con un diminuto bikini blanco que mostraba sus curvas femeninas.
¿Qué edad tenía?
Diecisiete. Mierda. Siempre olvidaba que Anna también cumpliría pronto
diecisiete. Aún la veía como la niña molesta.
Cinco malditos años y ningún final a la vista. Estaba destinado a ser su
guardaespaldas mientras no estuviera casada. En realidad, esperaba que Cliffy
tuviera su propio equipo de seguridad una vez que esos dos cerraran su vínculo
condenado.
—Ese bikini te queda ardiente. Buena elección —dijo Anna cuando se
separó del abrazo de Sofia.
Leonas asintió, recostándose en el sofá con una sonrisa comemierda.
—Sí, te ves como un pedazo de culo ardiente.
—Cállate —gruñí incluso si la pequeña mierda había dicho la verdad.
Samuel caminó hacia Leonas y lo golpeó en la nuca.
—Cuidado. Aún no eres Capo, de modo que todavía podemos patear tu culo
flacucho hasta que tus bolas se marchiten al tamaño de unas pasas.
—Como si fueran más grandes que eso —murmuró Anna, dándole a Leonas
una sonrisa de suficiencia.
Como si alguna vez hubiera visto las bolas de alguien.
—Me importa un carajo si ustedes dos se torturan entre sí. Lo único que me
importa es que regresen a Chicago más o menos vivos y no me crispen los putos
nervios.
—Nuestros otros guardaespaldas no dicen palabrotas porque nuestra madre
aborrece las groserías —dijo Leonas.
Estaba a punto de explotar.
22
—Presenta un informe oficial y ve si me importa un carajo. —Me volví
hacia Samuel y Carlo—. Me voy a la caseta de vigilancia. Confío en que los
mantengan con vida.
26
—Yo tampoco. ¿Qué tal si vamos a mi habitación? Allí nadie nos molestará.
—Dirige el camino.
Clifford aún mantenía su sonrisa pública a medida que me conducía a través
del vestíbulo.
—Las paredes tienen oídos.
Le di una mirada inquisitiva.
—Hemos tenido algunos problemas con el personal en el pasado.
Asentí y lo seguí a otro pasillo que conducía a un anexo.
—Esta estaba destinada a ser la casa de la piscina, pero mis padres la
convirtieron en mi propio lugar.
Entramos en la casa que tenía una gran sala de estar, con un sofá, un
televisor enorme de pantalla plana, una cocina y una mesa de billar. Tenía una vista
directa de la piscina y los jardines. Un camino de guijarros también conducía desde
la casa de la piscina hasta el porche de la casa principal. Había una puerta a mi
izquierda, donde sospeché que estaba el dormitorio. Me alegré de que no me lo
mostrara, porque sin duda se habría vuelto incómodo.
Se apoyó contra la mesa de billar y finalmente dejó caer la sonrisa constante.
—¿Cuánto tiempo hace que sabes de nosotros?
Su voz no fue hostil, pero capté el indicio de acusación.
—Desde que tenía trece años. ¿Recuerdas cuando te vi ese día y tú y tus
amigos se rieron? Ese fue un día después de que me enteré.
—Mis amigos pensaron que estabas enamorada de mí. —Se rio entre
dientes y luego me contempló con curiosidad—. Ese no es el caso, ¿verdad?
Me eché a reír.
—No, no lo es. Y no es por eso que nuestros padres decidieron
emparejarnos si eso es lo que piensas. Solo razones tácticas han llevado a la unión,
no emociones.
—Supongo que, ¿eso es un consuelo? —dijo irónicamente, su rostro se
arrugó en perplejidad evidente. Pobre tipo.
—Ese día fuiste muy grosero conmigo.
—¿Lo fui? Debe haber sido malo si aún lo recuerdas después de todo este
tiempo.
—Tengo la memoria de un elefante, especialmente cuando se trata de
personas que son groseras conmigo. 32
41
—¿Tienes algo sobre ella? —preguntó Arturo solo medianamente
interesado. Las relaciones humanas no significaban nada para él, por eso disfrutaba
de su presencia. Podía expresar cualquier tontería que se me pasara por la cabeza
sin preocuparme por ofenderlo.
—Nada, a menos que te refieras a su consumo ocasional de alcohol. Dudo
que eso sea suficiente.
—Ella te tiene.
Sí, Anna me tenía. Desde que me atrapó con la señora Alfera hace un mes, 42
nunca dejó de recordarme su nueva ventaja, y solo hace unos días finalmente la
usó para chantajearme de modo que su mejor amiga Sofia y ella asistieran a la
fiesta de cumpleaños de Danilo. Sabía que esas dos tenían algo más planeado que
sacudir sus culos al ritmo de la música, pero estaba en manos de Anna, y ella lo
sabía.
Como era de esperar, la fiesta resultó ser un gran espectáculo de mierda que
terminó con Sofia llorando por algo que había hecho su prometido Danilo, y Anna
entró en pánico por el estado de su amiga. Estaba jodidamente cabreado porque
solo era cuestión de tiempo antes de que alguien dejara escapar algo a Dante. Papá
también ya estaba sospechando. Mi carrera estaba a punto de irse por el desagüe,
todo gracias a la pequeña señorita perfecta.
Después de la fiesta, arrastré a Anna a su habitación en la cabaña de los
Cavallaro donde nos alojábamos.
—Quédate en esta habitación y no hagas nada estúpido esta noche. Estoy
harto de lidiar con esto.
Anna cruzó los brazos sobre el pecho.
—Tal vez deberías quedarte aquí conmigo para asegurarte de que me
comporto.
—No, gracias. No necesito más drama en mi vida del que ya tengo. Estoy
seguro de que Danilo estaría de acuerdo conmigo.
Sus ojos fulguraron y se acercó a mí despacio, lo que se vio extraño con su
disfraz de Chucky, el muñeco asesino que había elegido para la fiesta de disfraces.
—Tal vez sería el tipo de drama que disfrutas.
Arqueé una ceja. Si Anna pensaba que podía seducirme vestida como una
marioneta asesina, tenía que estar más borracha de lo que pensé, aunque no la había
visto beber alcohol.
—No creo que tengas nada que ofrecer que yo disfrute.
Ahora estaba furiosa, lo que encajaba mucho mejor con su disfraz de
muñeco asesino que con la expresión seductora. 43
—Ambos sabemos que eso no es cierto.
No quería considerar lo que Anna podría ofrecer. Ni esta noche, ni nunca.
—Anna, ve a dormir.
Me di la vuelta, pero me agarró del brazo. Apreté los dientes. Estaba
poniendo mi paciencia a prueba.
—No te importa infringir las reglas, entonces, ¿por qué no lo haces
conmigo?
La miré fijamente.
—Anna, no estoy interesado en ti. No dejaré que tu padre me despelleje las
pelotas por el torpe manoseo inexperto de una virgen.
—¿Quién dice que soy virgen?
Me reí. Esta chica tenía «virgen» escrito en toda su frente cada vez que
saltaba a mi alrededor.
—Porque te he estado protegiendo durante años y nunca estuviste a solas
con un chico sin supervisión.
—Eso no es cierto. Estuve sola con Clifford cuando nuestras familias se
conocieron. —Dejó que las yemas de sus dedos subieran por mi pecho hasta que
empujé su mano hacia abajo—. Creo que te diría que valgo la pena el drama.
Estaba casi decidido a darle una dosis de su propia medicina y arrojarla
sobre la cama. Tal vez estaba jugando, pero se convertiría en la pequeña virgencita
mojigata al segundo en que estuviera en la cama conmigo. De ninguna jodida
forma Clifford se había atrevido a acercarse a ella con Dante cerca. Anna mentía
bien, pero esa historia era demasiado ridícula.
Tomé una respiración profunda por la nariz, resistiendo el impulso. Era un
maldito adulto y no dejaría que la provocación de una adolescente me llevara a
acciones inapropiadas. La solté como si me hubiera quemado.
—Esta es mi última advertencia, renunciaré si no dejas de hacer esta mierda.
Sus labios se separaron.
—No lo harías.
Me incliné más.
—Pruébame. He estado esperando esta oportunidad durante años.
—Si renuncias, les diré a todos que te follaste a la señora Alfera.
Lo perdí. Me puse en su cara. 44
—Anna, ¿quieres que tu papi me mate? ¿Verdad? Estoy seguro de que si se
lo pides amablemente, le hará el favor a su hijita incluso sin arrastrar a la señora
Alfera al lodo conmigo.
—Santino, no te quiero muerto —dijo en voz baja, por una vez seria, lo que
hizo que su disfraz de Chucky fuera aún menos apropiado—. Quiero que dejes de
tratarme como una carga molesta.
—Entonces, deja de ser una —murmuré y cerré la puerta en su cara.
Tomé otra respiración profunda. Anna eventualmente se daría por vencida.
Desde la fiesta de Navidad me vinieron a la mente imágenes indeseadas de
Santino follándose a la señora Alfera.
En lugar de desanimarme, me hicieron querer experimentar el lado animal
de Santino. Sabía que era apasionado y carecía de control. Solo podía imaginar lo
que eso significaría en el dormitorio. Las palabras de Clifford sobre mí haciendo
algo al respecto con mi virginidad solo habían reforzado mi deseo de experimentar
placer antes del matrimonio. Si Clifford me dio luz verde, ¿qué me detenía?
Por supuesto, tenía que ser discreta, no solo por Clifford. Mamá y papá
ciertamente no estarían felices si corriera la voz de que me estaba volviendo
traviesa.
Dos problemas importantes me impedían perseguir mi deseo:
La vigilancia constante a través de mi familia o Santino que me impedía
estar a solas con un chico.
Además de mi deseo irrazonable de experimentar el sexo con Santino.
No podía sacarlo de mi mente.
Y él era una elección razonable. Después de todo, carecía de moral como lo
demostraba su aventura con la señora Alfera, y era el único hombre con el que no
estaba relacionada y estaba a solas todo el tiempo. Él y yo podíamos ponernos
traviesos sin que nadie se enterara. 45
Era la solución óptima. Después de todo, no podía enamorarme de alguien
y tener sexo con ellos. Mi futuro matrimonio con Clifford haría una relación
realmente difícil. Sin mencionar que no tenía tiempo para un novio. Estaba
ocupada con la escuela y mis diseños.
Algo más que una aventura estaba fuera de discusión.
Unos meses más tarde, cuando Clifford me invitó a su fiesta de fin de año
escolar, vi mi oportunidad. Si Santino se negaba a verme como una mujer, tendría
que conformarme con otra persona, ¿y quién sería mejor que mi futuro prometido?
Como mamá estaba desesperada porque saliera con él, y posiblemente me
enamorara de él, papá me permitió ir a regañadientes a la fiesta. Por supuesto,
insistió en que Santino me acompañara.
Santino me dejó sola rápidamente y buscó un lugar en una esquina con una
cerveza y su teléfono, intentando no ser molestado. Él luciendo como lo hacía, y
siendo un hombre sexy unos años mayor, por supuesto tenía a las chicas pululando
a su alrededor en muy poco tiempo. Pero ignoró sus avances como había ignorado
los míos todos estos meses.
Me dirigí a Clifford que estaba hablando con una chica muy bonita de piel
oscura. Como le había dicho, no estaba celosa. De todos modos, nadie sabía de
nuestro compromiso muy pronto a ser anunciado.
Cuando Clifford me vio venir hacia él, se excusó y me encontró a mitad de
camino. Me di cuenta de que ya estaba borracho, no solo porque envolvió un brazo
alrededor de mi hombro. Nunca había sido tan cariñoso.
—Me alegro de que pudieras venir.
—Yo también —dije. La expresión de Santino se había oscurecido ante la
familiaridad de Clifford, pero pronto desapareció de mi vista cuando más
bailarines se interpusieron entre nosotros, y Clifford me llevó a la habitación
contigua. Toda la mansión parecía haber sido vaciada de sus muebles—. No puedo
creer que tus padres te permitan hacer una fiesta en su casa de esta manera. 46
—Están en nuestra casa vacacional en Florida. Mientras el personal de
limpieza se asegure de que todo esté impecablemente limpio una vez que regresen,
no les importa lo que haga.
Me condujo hacia la casa de la piscina, que era el único lugar donde no
había fiesta.
Se acercó a la mesa de billar conmigo a su lado y se apoyó contra ella.
—¿Y? ¿Seguiste mi consejo?
—¿Consejo?
—¿Conseguir algo de acción?
Resoplé.
—No es fácil divertirse cuando eres yo. Mi guardaespaldas se asegura de
que la diversión sea imposible. ¿Viste su cara amargada por tener que estar en esta
fiesta?
—¿No puedes decirle que te dé un poco de privacidad de vez en cuando?
Cuando quiero estar a solas con una chica, le digo a mi guardaespaldas que me dé
un poco de espacio y lo hace.
—Santino no sigue mis órdenes, solo las de mis padres. Y no le ordenarán
que me dé tiempo a solas con los chicos, créeme.
Sacudió la cabeza con una risita.
—Eso es tan arcaico. Te das cuenta de lo incómodo que será si te doy tu
primer beso el día de nuestra boda.
—Aún faltan algunos años para eso.
—Espero que, más que algunos.
No quería reventar su burbuja, pero dudaba que mis padres quisieran esperar
hasta que tuviera treinta años para que me casara. Simplemente así no se hacía en
nuestro mundo.
—¿Qué te hace pensar que tendrás más oportunidades de estar a solas con
los chicos en los próximos años?
—Nada… así que, bésame ahora si es más conveniente para ti —murmuré.
Una sonrisa se dibujó en su rostro a medida que consideraba eso,
tomándome por sorpresa.
—¿Por qué no?
Sonreí. Si Santino no quería besarme, bien podría probar las aguas con mi
futuro esposo. Nadie podría decir nada en contra de eso, ¿verdad? 47
55
—Si te gustan los besos enojados, te encantará las folladas enojadas. —Se
calló, y una mirada de arrepentimiento pasó por su rostro. Pero no podía retractarse
de las palabras.
—Apuesto que sí —susurré. Escucharlo por una vez usar la palabra en el
sentido real envió un escalofrío excitante a través de mi cuerpo.
Dio un paso atrás, con la mandíbula apretada.
—No volverá a suceder. En primer lugar, no debería haber sucedido.
—Pero querías que sucediera, y lo que lamentas de verdad es que no
conseguiste mi primer beso. No lo querías, así que Clifford lo consiguió.
Respiró hondo.
—Es tu futuro esposo.
—A Clifford no le importa a quién beso, o si hago más antes del
matrimonio.
—No me importa lo que Cliffy permita o no. Soy un soldado de la
Organización y cumplo con nuestras reglas.
Resoplé.
—Díselo al señor Alfera. ¿Te acostaste con la esposa de un capitán y quieres
hablarme de reglas?
—Eso es irrelevante. No seré tu juguete hasta que selles el vínculo con
Clifford.
—¿Por qué no? Has sido antes el juguete de mujeres casadas, pero ¿no
puedes ser mi juguete? —Odié la palabra, pero él había comenzado—. Clifford se
está divirtiendo antes del matrimonio, ¿por qué yo no debería hacerlo?
Negó con la cabeza con una expresión helada.
—Asegúrate de sacar a tu padre de nuestro rastro. Hazle creer que eres una
chica buena y que yo soy tu fiel guardaespaldas.
—Probablemente habría sido más convincente antes de que me follaras la
boca.
—Tus habilidades para mentir están por encima de la media. Lo harás bien
—murmuró, luego giró sobre sus talones y se fue, pero no antes de dejar caer mi
celular al suelo con un golpe fuerte.
Solté un grito de rabia. Luego miré al techo, escuchando mi pulso y mi
corazón acelerado, sintiendo la humedad entre mis piernas y el calor en mi vientre.
Si eso era lo que me hacía un beso de Santino, entendía por qué la señora Alfera 59
se había arriesgado a la ira de su esposo por un rapidito con él. Mi oportunidad de
libertad tenía fecha de caducidad. Cualquier cosa que quisiera experimentar, tenía
que hacerlo antes de casarme con Clifford. Necesitaba empaparme de todas las
aventuras que pudiera. El amor no estaba escrito en mis estrellas. Pero quería
lujuria y excitación, peligro y alegría. Quería recopilar una miríada de recuerdos
antes de que mi futuro me alcanzara.
Estaba dibujando en mi habitación, jugando con diferentes variaciones de
un vestido de noche. El rayado de mi lápiz sobre el papel siempre me tranquilizaba.
Nuestro beso me había dejado inquieta.
Quería más. También quería devolverle el favor a Santino por ser un idiota,
lo cual estaba en desacuerdo con mi primer deseo, o tal vez no.
Arrugué el papel. No podía concentrarme en dibujar.
—¡Anna!
Gruñí. 60
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Esperé ansiosamente en mi habitación. No quería irrumpir en la oficina de
papá demasiado pronto. Pero cuanto más se demoró la espera, más difícil se volvió
quedarme quieta.
Sonó un golpe y prácticamente volé hacia la puerta y la abrí.
Mamá se encontraba de pie en el pasillo.
—¿Puedo entrar?
Su rostro era ilegible, lo que hizo que mi corazón se hundiera.
Probablemente lloraría si París no funcionaba. Parecía mi única oportunidad de 69
vivir mis sueños hasta que el matrimonio los aplastara.
Retrocedí.
—Por supuesto.
Mamá entró y se sentó en mi sofá. Me senté a su lado.
—¿Y? —pregunté, incapaz de contenerme más.
—Tu papá tuvo una conversación larga con Santino.
Asentí, a punto de estallar.
—Santino convenció a tu papá de que él puede protegerte en París, así que
tu padre y yo te permitiremos comenzar tus estudios de diseño de moda…
Grité y lancé mis brazos alrededor del cuello de mamá. Se rio y me palmeó
el brazo.
—Déjame terminar —presionó, obviamente luchando por respirar gracias a
mi abrazo fuerte.
Me eché hacia atrás, mis mejillas sonrojadas.
—Te permitiremos comenzar, pero cuánto tiempo se te permitirá quedarte
depende de la situación general de seguridad y tu comportamiento. Si en algún
momento sentimos que tu seguridad está en juego, regresarás.
—Por supuesto, mamá. Me comportaré.
Buscó mis ojos.
—Tu padre confía en las habilidades de Santino. Es un soldado muy
competente. —Hizo una pausa—. Sin embargo, no sé si me gusta la idea de que
estés a solas con él en París.
Tragué pesado e hice una mueca de asombro.
—¿Por qué? Ha estado protegiéndome durante años.
—Sí, sí —dijo lentamente—. Soy tu madre, pero también soy mujer, y tengo
ojos.
Intenté parecer tan desprevenida como fuera humanamente posible.
Su expresión dejó en claro que podía dejar el acto.
—Esa mirada funciona en los hombres, no en las madres.
—¿Por qué?
—Porque los padres quieren creer que sus hijas son el epítome de la 70
inocencia y prefieren preservarla que ver cómo se derrumba.
—Mamá, no quiero hacer nada malo. Solo quiero vivir un poco, ¿eso es tan
malo?
—Sí, si le preguntas a la mayoría de los hombres en nuestro mundo.
Depende, si me preguntas.
Sabía que estaba pisando hielo delgado al confiarle las libertades que quería
experimentar, pero mamá era la persona más comprensiva que conocía. Y a pesar
de nuestro mundo era feminista y quería igualdad de oportunidades para mujeres
y hombres.
—Quiero divertirme un poco antes de tener que casarme con Clifford.
—Sé que Clifford se está divirtiendo bastante y sospecho que no se detendrá
en las fiestas de fraternidades a las que asistirá en los próximos años.
—Definitivamente no —dije y luego le conté sobre la conversación extraña
que tuvimos hace un tiempo.
Tomó mi brazo.
—Como ha dicho Clifford, la discreción es la clave. Mientras uses
protección, no me importa que te diviertas. Con tu matrimonio con Clifford, tienes
más libertades que la mayoría de las mujeres en nuestro mundo. —Se detuvo—.
La libertad de elección no significa que debamos elegir todas las opciones
disponibles para nosotros. Algunas siguen siendo imprudentes.
Sabía que estaba hablando de Santino. Elegí quedarme en silencio. Cada
palabra que dijera podría revelar más de lo que quería. Mamá estaba en algo y no
quería arruinar mis posibilidades de ir a París porque pensara que estaba loca por
Santino.
—Quiero que te mantengas alejada de Santino. Esa es mi condición. Si
tengo el presentimiento de que hay algo entre tú y él, entonces estarás en el
próximo vuelo de regreso a Chicago, y él tendrá un trabajo nuevo.
—Mamá, en realidad no tienes que preocuparte. Santino no tiene el más
mínimo interés en mí. Apenas puede tolerarme y se toma su trabajo demasiado en
serio.
Sus ojos parecieron verme con rayos X.
—Tienes una voluntad de hierro y te gusta salirte con la tuya, cariño. Ambos
pueden ser una ventaja, pero también pueden causarte problemas. Quiero estar
segura de que tú también mantienes la distancia esperada con Santino. Se reflejaría
mal en tu papá si el hombre que eligió para protegerte le falta el respeto con una
conducta inapropiada hacia ti.
Auch. Mamá sabía cómo conectar un golpe. 71
72
Mi pulso latía con fuerza en mis venas cuando entré en la oficina de Dante.
No podía recordar la última vez que había estado tan cabreado. Anna me había
arrinconado y solo tenía una opción para salir de allí, decirle a Dante la verdad,
sobre mi aventura con la señora Alfera y besar a Anna.
Lo primero era algo que solo podría conducir a la desaprobación y una
advertencia de mi Capo. Sin embargo, esto último podría costarme todo, y no solo
a mí. Papá había trabajado duro toda su vida y era muy respetado. Incluso si no
tuviera nada que ver con mi mierda, probablemente sería arrastrado al barro
conmigo.
—Santino —dijo Dante con un asentimiento breve. Se hallaba de pie frente
a la ventana, con los brazos detrás de la espalda y una mirada de preocupación en
su rostro. A pesar de su edad, rezumaba fuerza y su autoridad ciertamente no había
disminuido con los años. Era una de las pocas personas a las que en realidad
respetaba. Mentirle no me sentaba bien por varias razones—. Te pedí que vinieras
a mi oficina porque necesito tu opinión honesta sobre un asunto.
—Está bien. Papá siempre me dice que puedo ser brutalmente honesto, así
que ese no debería ser el problema —dije, mi voz razonablemente tranquila
considerando la ira que aún burbujeaba bajo la superficie.
Se giró para mirarme por completo, lo que me hizo esforzarme aún más para
mantener mi rostro controlado.
—Anna ha sido aceptada para asistir a una escuela de diseño de moda en
París a partir de este otoño, y tengo que decidir si le permito ir.
—París —dije, sorprendido, como si eso fuera una novedad para mí—.
Supongo que no estás hablando de París, Texas.
Dejó escapar una risa seca.
—Desafortunadamente, el sueño de Anna es un año en Francia.
Posiblemente más tiempo.
¿De verdad esperaba que viviera en Francia durante años? Estoy
jodidamente seguro de que no aprendería francés solo para que ella pudiera comer
baguette con vistas a la Torre Eiffel. No podía creer que había permitido que Anna
me chantajeara. ¿Por qué la había besado? ¿Qué carajo había estado mal con mi 73
cerebro?
—Eso es mucho tiempo fuera de casa.
—En efecto. Has sido responsable de la seguridad de Anna durante años, y
confío en tu criterio. Necesito estar seguro de que Anna estará segura viviendo en
París. Y eso por lo menos requeriría tu presencia.
Tomé una respiración profunda.
—París es probablemente más seguro que Chicago para Anna,
considerando que la Camorra y la Famiglia están lejos. Si nos aseguramos de que
la presencia de Anna en París no sea ampliamente conocida y hacemos arreglos
para que viva allí como una estudiante normal, dudo que se enfrente a más peligros
que aquí.
—Para la época de los estudios de Anna en París, tendrías que desarraigar
toda tu vida. Solo podrías visitar tu casa cuando Anna regrese a Chicago para
eventos sociales, lo que ocurrirá con frecuencia, pero aun así tendrás que pausar tu
vida por ella.
¿Qué vida? Quise preguntar. Desde que me convertí en el guardaespaldas
de Anna, trabajaba casi todos los días. Y no solo era un jodido trabajo de nueve a
cinco. Más bien de siete a diez de la noche. Tenía que estar siempre disponible
cuando ella quería ir a cualquier parte. Estaba en su ruego y llamada. Así que, lo
único que haría de París una experiencia aún más difícil era que ni siquiera estaría
libre por la noche, y tendría que dormir con los ojos abiertos para asegurarme de
que Anna no se colara en mi cama.
—No tengo esposa ni novia, y mi hermana ya no vive en casa. Y estoy
seguro de que veré a mi padre cada vez que tú y Valentina vayan o cuando Anna
y yo vengamos a los Estados Unidos.
—Tendrías que vivir una mentira. Probablemente sería factible fingir que
eres su hermano en público para explicar que ustedes dos estén juntos todo el
tiempo.
¿Hermano? Por supuesto, Dante no querría que fingiéramos ser una pareja,
lo que probablemente era de todos modos lo mejor. Cruzar los límites me había
dejado aquí en primer lugar, así que era clave lograr que volviera a pensar en ver
a Anna firmemente fuera de los límites.
—No puedes tener ningún día libre, ni siquiera una noche —continuó
Dante, sin darse cuenta de mis pensamientos acelerados.
Asentí.
—Eso es cierto. Será un desafío. —Me aclaré la garganta—. Lo haré y estoy
seguro de que puedo mantenerla a salvo, pero después de vigilar a Anna en París,
me gustaría renunciar como guardaespaldas y volver a trabajar con Arturo. Extraño 74
esa línea de trabajo.
Las cejas de Dante se fruncieron. No estaba seguro si era una buena o mala
señal. A pesar de conocer al hombre durante décadas, tenía problemas para leerlo.
Finalmente inclinó la cabeza.
—Te doy mi palabra de que te convertirás en Ejecutor una vez que regreses.
¡Mierda, sí!
No podía esperar para contárselo a Anna algún día, pero definitivamente no
a corto plazo.
—Será mejor que aún no se lo digas a Anna. No quiero que piense que no
trabajaré correctamente porque tengo la cabeza en otra parte. —La pequeña
diablilla solo encontraría una forma de convencer a Dante de que me mantuviera
como su guardaespaldas o me chantajearía para que me quedara. Después de París,
estaba jodidamente hecho. Las cosas entre Anna y yo se estaban saliendo de
control, y París ya era un riesgo ridículamente alto.
—Le dije a Anna que podía irse en febrero. Tenemos que esperar a que pase
su compromiso y algunos eventos sociales importantes antes de que pueda irse.
—¿Los Clark estarán de acuerdo en que ella vaya a Francia?
—Siguen reglas muy diferentes a las nuestras, lo que me lleva al siguiente
punto.
Esperé. Tenía el presentimiento de que sabía a dónde iba esto, y
probablemente en parte tenía que ver conmigo.
—Debido a su unión con Clifford, Anna tiene más libertades que la mayoría
de las chicas en nuestro mundo. Estoy seguro de que Clifford se lo ha dicho. No
me parece alguien a quien le importe lo que hace antes del matrimonio y
posiblemente ni siquiera después.
La desaprobación en su voz me sorprendió. Él y Valentina habían decidido
entrar en el vínculo con los Clark, pero supuse que era un poco como un trato con
el diablo. Necesario a veces, pero no agradable. A Dante no le agradaba Maximo
Clark, ni siquiera a su propia esposa.
—La fidelidad no está garantizada en su mundo ni en el nuestro —dije.
Había tenido demasiadas aventuras con mujeres casadas que buscaban consuelo
en los brazos de otro hombre después de haber sido engañadas durante años y sufrir
en silencio. Tal vez por eso ya no creía en el matrimonio ni en el amor. Mis padres
se amaron y casi mata a papá cuando mamá murió. El amor te jodía de cualquier
manera.
—En nuestro mundo, cualquier hombre sabría mejor que traicionar a Anna.
—Eso es cierto. —La mayoría se cagaría en los pantalones por miedo a 75
Dante—. Pero Anna es dura. Estoy seguro de que envolverá a Clifford alrededor
de su dedo en poco tiempo. —Las palabras realmente me costaron. Anna era un
dolor de cabeza y me hacía volverme loco casi todos los días, pero también era una
princesa de la mafia, orgullosa e inteligente, por no mencionar hermosa. Se
merecía algo mejor que Clifford. Se merecía un hombre que supiera lo que valía,
que entendiera de verdad quién era y el peso que cargaba sobre sus hombros.
Clifford estaba demasiado envuelto en sus problemas de papá y mamá, sin
mencionar la planificación de su futura carrera para darse cuenta de qué tipo de
gema le dieron sin ningún trabajo propio.
—La razón por la que menciono esto es porque si bien quiero que Anna
disfrute de París, incluso que asista a una fiesta ocasional contigo a su lado, aún
necesito que te asegures de que cumpla con nuestras reglas y esté a salvo.
—Supongo que estás hablando de chicos.
—Si Clifford y los Clark deciden romper el compromiso por cualquier
motivo, no están obligados por nuestros juramentos y honor, así que no lo
descartaré por completo, necesito asegurarme de que Anna no enfrente un
escándalo desafortunado si contrae matrimonio con uno de nuestros hombres.
Nuestro mundo sigue siendo anticuado en este sentido y mis esfuerzos y los de
Valentina para lograr un cambio no han tenido éxito, al menos en ese punto.
—Me aseguraré de que Anna se mantenga alejada de los chicos, no te
preocupes. —Disfrutaría muchísimo cortándole el rollo a cualquier tipo que
quisiera poner sus manos sobre ella. Intenté no pensar mucho en por qué esto me
producía tanta jodida emoción.
—Te lo agradezco —dijo Dante arrastrando las palabras y se acercó a mí
lentamente. Ahora venía, la advertencia que había estado esperando—. Como
padre, intento ignorar ciertos desarrollos, pero no estoy ciego al hecho de que Anna
se ha convertido en una joven hermosa que pronto será mayor de edad, y no estás
comprometido con nadie. Vivir en espacios tan cerrados puede hacer que Anna o
tú olviden ciertos límites.
Me reí entre dientes, como si esto fuera completamente irreal.
—Créeme, ni Anna ni yo corremos el riesgo de perder de vista ningún
límite. Anna es muy impulsiva y obediente. Se concentrará en sus estudios, y si
cae por un chico, será un francés al que le guste el dibujo y la ópera. Pero incluso
si Anna de repente tuviera algún interés en mí, no estoy en lo más mínimo
interesado en ella. Siempre me han atraído más las mujeres mayores. —Esa era la
verdad absoluta. Todas mis aventuras e incluso novias a corto plazo habían sido
mayores. Arturo, en un momento raro de broma, me había llamado una vez el
MILFinador. No estaba seguro qué tenía Anna que era diferente, que me hizo
mostrar el más mínimo interés en ella. Pero era jodidamente seguro que no sería
suficiente para hacerme aterrizar en la cama con ella. Iría a buscar una buena 76
MILF1 francesa para hacerme compañía—. Papá estaba más preocupado de que
intentara algo con tu esposa que con Anna cuando comencé a trabajar aquí —dije
en un verdadero momento de metedura de pata. Un día terminaría con una bala en
la cabeza, por mi polla o mi boca.
Los ojos de Dante fulguraron, y levantó una ceja.
—Eso es ciertamente tranquilizador —dijo en voz baja.
Decidí mantener la boca cerrada antes de que soltara alguna mierda aún más
estúpida. Dante era un hombre controlado y un Capo aún más controlado, lo que
me salvó la vida en este momento.
—No creo que tenga que decirte lo que sucederá si descubro que actuaste
de alguna manera inapropiada con Anna, o mi esposa, en París o en cualquier otro
lugar.
1
MILF (del inglés Mother/Mom/Mama I'd Like to Fuck), se traduce según la región como Mamá Que
Me Cogería, Mamá Que Me Tiraría o Madre Que Me Follaría; en referencia a una mujer atractiva y
considerada deseable sexualmente que, por su edad, podría ser la madre de la persona que emplea el
término.
—Capo, he sido tu Ejecutor. No hace falta que me des ningún detalle. Y
conociendo el cerebro extraño de Arturo, probablemente verá torturarme como un
desafío aún mayor.
—Ten la seguridad de que, en este caso, me encargaré yo mismo.
Me reí y asentí.
—Si bien sería un honor morir en tus manos, te aseguro que no llegará a
eso.
77
Hoy era el decimoctavo cumpleaños de Clifford, lo que significaba que era
el comienzo de agosto y solo faltaban dos meses para nuestro compromiso, y seis
meses hasta que me mudara a París temporalmente.
Ya tenía una lista de eventos para los que tendría que volar a Chicago para
cumplir con mis responsabilidades sociales, pero aún estaba emocionada.
Como prometí, colé a Leonas, Rocco y Riccardo en la fiesta de Clifford. A
Clifford no le importó. Era una gran fiesta con más de doscientos invitados, por lo
que nadie se daría cuenta de tres preadolescentes drogados con marihuana.
78
Santino fingió que no le importaba. Apenas me había dirigido la palabra
desde que le pedí que me ayudara con París hace unas semanas. Cuando le di las
gracias por ayudarme, me lanzó una mirada asesina y gruñó: «No me agradezcas».
Esa fue nuestra interacción más larga desde entonces.
Las palabras de mamá se habían estado reproduciendo en mi mente
constantemente. Bueno, su advertencia. Por eso había respetado el deseo de
distancia de Santino. Romper la promesa que le hice a mamá no era algo que
pudiera hacer a la ligera, y me había jurado que al menos intentaría mantenerme
alejada de Santino. Por supuesto, eso solo había alimentado mis fantasías
nocturnas con él. Pero no había ningún daño en eso, ¿verdad?
Verdad.
Estaba decidida a divertirme lo más posible en la fiesta de Clifford, sin
desperdiciar ni un solo pensamiento en Santino. Estaba fuera de los límites.
Fuera de los límites.
Primero recogimos a Luisa. Sonreí cuando se sentó en el asiento trasero a
mi lado y Leonas. Nunca me había acompañado a una fiesta y estaba feliz de
tenerla a mi lado. Podría hacerme entrar en razón en caso de que olvidara mis
propios límites…
Como siempre, Luisa fue un poco tímida cuando saludó a Santino. Era una
chica buena de principio a fin, y la amaba por eso. Desde que se enteró de nuestro
beso prohibido, había tenido aún más problemas para interactuar con Santino,
aunque él siempre la había intimidado.
—Estoy nerviosa. Esta es mi primera fiesta de verdad.
Le di una sonrisa alentadora.
—Estarás bien. Simplemente diviértete.
Asintió, aferrando su bolso como si fuera su línea de vida.
Santino se dirigió a la mansión Scuderi a continuación. Era donde Riccardo
y Rocco aún vivían con su madre después de la muerte de su padre. Ya estaban
esperando frente a la puerta y bajaron corriendo las escaleras con una gran sonrisa.
Por supuesto, no tenían que escabullirse de la casa como había hecho Leonas. Su
madre tenía suficiente que hacer para superar su trauma matrimonial para cuidarlos
adecuadamente.
No había espacio para ellos en el asiento trasero, y Santino les gruñó cuando
intentaron entrar en el asiento del pasajero, por lo que no tuvieron más remedio
que sentarse en el espacio para las piernas frente a nosotros. Riccardo sonrió e
intercambió una mirada con su hermano cuando se apretujó cerca de mis piernas
por falta de espacio.
79
—Será mejor que mantengas tu entusiasmo bajo control —murmuró
Leonas.
—Oh, lo hará —dije—, o descubrirá lo afilados que son mis tacones.
Riccardo intercambió otra mirada con Rocco, pero no tuvieron la
oportunidad de decir nada porque Santino pisó el acelerador.
Si pensaba que conducir como un lunático me arruinaría la fiesta, estaba
muy equivocado.
Luisa y yo nos deshicimos de los chicos tan pronto como llegamos a la
mansión Clark, a excepción de nuestra sombra Santino, por supuesto.
Recogimos unas bebidas de inmediato y nos dirigimos hacia la pista de
baile.
Luisa tomó un sorbo vacilante del cuenco de vino blanco.
—Tómatelo con calma —le dije. No quería ser responsable de que se
desmayara por el exceso de alcohol. Nunca la había visto beber. Saqué mi
teléfono—. Hora de una selfi. Quiero enviarle algunas fotos a Sofia para animarla.
Su matrimonio con Danilo aún era un poco accidentado, y me entristeció
que no pudiera estar aquí con nosotras. Con ella ahora viviendo en Indianápolis,
apenas nos veíamos a menudo, especialmente ahora que tenía deberes de esposa.
Hicimos muecas a la cámara y le envié las cinco más ridículas a Sofia.
Me alegraba no tener que casarme pronto. Supongo que tenía que agradecer
a Clifford por eso.
—Me alegro de que aún no te hayas casado —le dije a Luisa.
Hizo una mueca y se encogió de hombros.
—No me importaría casarme, pero mamá está siendo muy exigente cuando
se trata de posibles esposos.
No es de extrañar considerando su historia de fondo con el violador abusivo
de su primer esposo. No se lo dije. Luisa nunca hablaba de su padre biológico.
—Te casarás muy pronto. Y podrás elegir un esposo tú misma. Dudo que
tu madre te diga que no si te enamoras o sientes lujuria.
Se sonrojó ante la mención de la palabra lujuria. Me reí y le di un codazo.
—En serio vas a ser la virgen sonrojada en tu noche de bodas. Si fuera gay,
me casaría contigo. Eres simplemente tan linda.
Me devolvió el codazo, luciendo aún más avergonzada.
—¿Conoces a alguien?
80
Negué con la cabeza en respuesta. Casi no conocía a nadie, pero eso no era
lo peor. De esa manera podía relajarme y no preocuparme demasiado por cada
detalle de esta noche dando vueltas en nuestros círculos y eventualmente
encontrando el camino hacia mis padres. Con Santino en mis manos, mi vida había
mejorado considerablemente. Incluso su mal humor creciente por mi pequeño plan
de chantaje valió la pena.
—¿Dónde está Santino? ¿No debería estar vigilándonos? —preguntó Luisa
preocupada a medida que veía alrededor. Santino había accedido a vigilarnos a las
dos esta noche para que no llamáramos demasiado la atención con un segundo
guardaespaldas. Solo me había costado un poco de convencimiento de mi parte
para que la mamá de Luisa estuviera de acuerdo. Los adultos siempre creían que
era una chica buena, así que me daban lo que quería, incluso la sobreprotectora
Bibiana.
Dejé que mi mirada buscara en la pista de baile, y luego hacia la barra en el
patio. La mayoría de los invitados estaban afuera, disfrutando de la cálida noche
de verano. No vi a Santino por ninguna parte. Solo Leonas y sus dos compinches
charlando con un par de chicas. La sospecha me llenó. Luisa tenía razón, Santino
había accedido a vigilar. Sin embargo, dudaba que alguien atacara la casa de un
senador para llegar a mí. ¿Dónde estaba? O se había escondido en el rincón más
alejado para tener un poco de paz y tranquilidad, o… no se atrevería… la mayoría
de los invitados tenían más o menos la edad de Clifford y mía, solo unos pocos
parecían ser un par de años mayores. Si Santino se acostaba con una chica de mi
edad, haría de su vida un infierno.
Fuera de los límites, me recordé, pero mi corazón ignoró a mi cerebro.
Le hice señas a Leonas que me dirigiría al baño y él señaló su reloj, lo que
me hizo poner los ojos en blanco. Significaba que vendría a buscarme si no
regresaba en cinco minutos. Cada vez que estaba a cargo de mi protección, se
convertía en un sabihondo mandón y superprotector.
Pero esta era una fiesta de niños ricos mimados que ya lloraban cuando se
les atoraba un chicle debajo de las botas. En nuestro mundo, le pedías a tu hermano
que te diera su cuchillo para que pudieras quitarlo y él aún usaría la hoja para
apuñalar a alguien después. Podía lidiar con cualquier chico que se atreviera a
acercarse a mí. Los haría llorar en su elegante cuenco de vino blanco en un
santiamén.
—Iré a buscar a Santino —le dije a Luisa—. ¿Quieres venir conmigo?
Negó con la cabeza inmediatamente.
—Preferiría no involucrarme en una pelea.
—¿Quién dice que vamos a pelear?
Me dio una mirada que decía ¿de verdad? 81
Sonreí.
—Somos una combinación explosiva. —Luego miré a mi alrededor—. ¿Tal
vez puedas ir con Leonas? Me sentiría mejor si no te dejara sola aquí.
Luisa se rio.
—Soy tímida y no tan extrovertida como tú, pero estaré bien, Anna.
No me moví.
Suspiró con una sonrisa pequeña.
—Está bien. Iré con tu hermano.
—Seré rápida.
Agité mis dedos hacia Leonas y le hice señas a Luisa y luego salí. Al ver
cuántas personas bailaban en el patio o en la piscina, dudé que Clifford hubiera
invitado solo a doscientas personas. El lugar estaba repleto de invitados. Mamá me
mataría si invitara a tantas personas a una fiesta salvaje. Miré hacia la casa de la
piscina, que estaba bañada en oscuridad. Clifford fue lo suficientemente inteligente
como para mantener la fiesta fuera de sus propias paredes. Ese era el lugar perfecto
para que Santino se relajara, o hiciera otras cosas…
Corrí hacia la puerta de cristal. Las persianas estaban todas cerradas, así que
no podía mirar dentro. Empujé la manija hacia abajo y me sorprendió encontrarla
abierta. ¿Por qué Clifford no la había cerrado?
¿O Santino había forzado la cerradura? En realidad, no me extrañaría. Al
momento en que entré, escuché risitas. Qué bastardo.
¿De verdad había elegido a una chica para follar? La próxima vez que me
dijera que era demasiado joven, le diría lo que pensaba. ¡Como si unos pocos meses
hicieran una gran diferencia!
Se oyó otra risita. Sonó absolutamente mal. No podía precisar por qué
exactamente.
Seguí el ruido hacia una puerta detrás de la cual sospechaba que estaba el
dormitorio. A estas alturas, el ruido se había convertido en gemidos y jadeos
ahogados, entremezclándose con asombrados Oh Dios.
Empujé la puerta del dormitorio para abrirla, intentando ser silenciosa.
Lo primero que vi fue la cara de asombro de la señora Clark. Tenía los ojos
cerrados, los labios entreabiertos y estaba sudorosa. Sus pechos se sacudían frente
a ella, el escote de su vestido bajado para envolver sus costillas. Su tanga roja
colgaba alrededor de su tobillo mientras se arrodillaba al estilo perrito en la cama
de Clifford, la falda de su vestido levantada sobre su espalda para que su trasero
quedara apoyado frente a nada menos que Santino. 82
Hizo una mueca como si el espíritu santo hubiera descendido sobre ella y
cantó oh Dios oh Dios, como si fuera a levantarse a las puertas del cielo en
cualquier momento. O Clark Senior era el peor polvo de la historia, o Santino tenía
una polla mágica.
Santino estaba casi vestido, pero su camisa estaba desabrochada y sus
pantalones estaban abiertos a medida que bombeaba contra la señora Clark con la
determinación de un martillo neumático nuevo.
En una decisión espontánea, agarré mi teléfono y tomé algunas fotos y luego
lo metí rápidamente en mi bolso.
Di un paso atrás y las tablas del piso crujieron. Los ojos de Santino me
encontraron y no se detuvo. Solo hizo un movimiento con la mano que sugería que
debía perderme.
Lo hizo para fastidiarme. Para castigarme por obligarlo a ir a París. Tal vez
incluso por nuestro beso. Estaba enojado. Pero yo también.
Mis labios se curvaron y giré sobre mis talones. Por lo que a mí me
importaba, podía follarse a la madre de Clifford hasta que se le cayeran las pestañas
postizas y los lentes de contacto. Tal vez lo llevaría a las puertas del infierno con
ella, porque Dios definitivamente no respondería a su cántico ridículo.
Estaba hirviendo. Hirviendo.
Pero peor.
Peor.
Estaba herida y celosa.
Y eso me enojó aún más porque no quería que Santino tuviera el poder de
lastimarme. Quería que me follara. Eso era todo. Mis putas emociones necesitaban
irse amablemente a la mierda y dejarme en paz. Mi vida ya era complicada tal
como era, no necesitaba que mi enamoramiento por Santino complicara aún más
las cosas.
No podía creer que hubiera elegido a la señora Clark para follar. Esta era su
forma de vengarse.
Pero dos podían jugar este juego.
Si actuaba como un imbécil, le mostraría qué tipo de perra podía ser.
Revisé mi entorno en busca de Clifford, pero solo capté su nuca. Estaba
ocupado teniendo una batalla de lenguas con una morena que no conocía.
Solté un suspiro lento, cerca de romperme. El chico con el que debería estar 83
obsesionada y el chico con el que en realidad estaba obsesionada se lo estaban
pasando bien con otras mujeres.
Miré alrededor en busca de mi hermano, sus dos compinches y Luisa. En
lugar de encontrar a los Beagle Boys o a mi amiga, solo encontré a Rocco cerca de
las puertas francesas, luciendo totalmente mal. Lo que significaba que mi hermano
y Riccardo probablemente estaban en algún lugar afuera, entreteniéndose y, con
mi mala suerte, metiéndome en problemas.
Luisa no estaba por ningún lado. Hoy no era mi día. Observé a la multitud
de nuevo a medida que me dirigía lentamente hacia Rocco, con la esperanza
desesperada de que Luisa apareciera de nuevo y no se dejara arrastrar por las
travesuras de mi hermano. Necesitaba una charla de ánimo, o alguien que me
disuadiera de hacer algo particularmente estúpido. Ella era buena en ambos, pero
tenía mucha práctica con el último.
—No me metas en problemas —dije en advertencia cuando llegué junto a
Rocco.
—Parece que tú también estás en problemas —comentó con curiosidad y
con esa inclinación de cabeza y esa mirada de rayos X que siempre te hacía creer
que sabía más de lo que debería. A veces me asustaba.
—No estoy en problemas, pero necesito a alguien con quien besarme.
Sus ojos se ampliaron totalmente.
Lo entendió.
Luego me dio una sonrisa astuta, y mis labios se curvaron.
—Tú no, imbécil —murmuré.
Quería vengarme de Santino y no hacer que se compadeciera de mí por
besar a un niño de catorce años. Sin mencionar que en realidad necesitaba un beso
espectacular que también me hiciera querer cantar al cielo. Tal vez la señora Clark
había estado fingiendo, pero no parecía que ese hubiera sido el caso.
—Tú y los otros Beagle Boys no se metan en problemas, ¿entendido? Hoy
no pienso caer con ustedes —gruñí.
—Ese es un nombre estúpido.
Le di una mirada que dejó en claro que les quedaba bien antes de que
finalmente encontrara a Luisa de pie en el vestíbulo. Estaba aferrando su vaso y
dándoles a los dos chicos que estaban hablando con ella una sonrisa incómoda. A
diferencia de mí, los chicos no la reconocían como una princesa de la mafia, por
lo que en realidad se atrevían a acercarse a ella. Se parecía a Bambi en forma
humana, con enormes ojos marrones y pestañas largas, además de cabello castaño
sedoso. Por supuesto, también apestaba a inocencia, lo que parecía atraer aún más 84
a los chicos. Me acerqué a ella e inmediatamente el alivio cruzó su rostro. No vi a
mi hermano por ningún lado. Decidí no preocuparme por el momento. Más tarde
le daría una patada en el culo por dejar sola a Luisa.
—Anna —dijo con una sonrisa agradecida como si la hubiera salvado.
Ambos chicos me miraron como de costumbre, antes de que la cara del
primer chico brillara con reconocimiento y luego con precaución.
—Esa es mi amiga Anna —me presentó Luisa.
Me incliné y le susurré al oído al tiempo que decidía que mis posibilidades
con el tipo que aún no me había reconocido eran mejores.
—Voy a intentar algo con el chico de la derecha, ¿o te lo pides primero?
Fue una pregunta retórica. Luisa estaba decidida a esperar hasta el
matrimonio para su primer beso.
—Es francés —murmuró.
Era una señal clara, y explicaba por qué no sabía quién era yo.
Lo golpeé con una sonrisa encantadora.
—¿Eres de Francia? —pregunté en francés.
Su sonrisa se iluminó.
—Sí, de París. Estoy aquí para mejorar mi inglés.
—Qué casualidad. Estoy buscando a alguien para mejorar mi francés. —
Besándonos…
El tipo sonrió como si supiera lo que no había dicho y se presentó como
Maurice. Le hablé de mi viaje a París y pronto estuvimos inmersos en una
conversación. Tocó mi brazo a menudo y sus ojos se clavaron en mis labios, así
que sabía que las cosas iban en la dirección correcta.
—¿Qué tal si salimos un rato? Necesito un poco de aire fresco.
Antes de irme con él, me incliné hacia Luisa.
—Si ves a Santino, dile que no puedes encontrarme.
Negó con la cabeza con una mirada de advertencia.
—No hagas nada estúpido.
—Por supuesto que no —dije con una risa.
Maurice y yo salimos al patio trasero de la mansión. Aún hacía calor y podía
sentir el vapor subir a través de las suelas de mis zapatos a medida que cruzábamos 85
las caras baldosas de mármol que rodeaban el área de la piscina. La música estaba
tan alta que, me sorprendió que ninguno de los vecinos hubiera llamado a la
policía. O habían sido sobornados, o la conexión de Clark con la Organización
estaba surtiendo efecto.
Maurice me condujo hacia una parte más apartada de las instalaciones junto
a un estanque bordeado por unos cuantos árboles altos. Un banco se ubicaba
precisamente al borde del estanque. Ambos nos acomodamos en él, nuestras
piernas tocándose. Charlamos un poco, pero podía decir que su mente ya estaba en
otra tarea. Su mirada ahora estaba prácticamente pegada a mis labios.
Vi a Santino salir al porche por el rabillo del ojo. No estaba segura de que
pudiera vernos desde su punto de vista porque nuestra parte del patio trasero no
estaba tan iluminada como el resto.
Pero él nos encontraría. Después de todo, ese era su trabajo.
Batí mis pestañas hacia Maurice y mordí mi labio inferior. No necesitó otra
invitación. Uno de sus brazos rodeó mi espalda y con el otro tomó mi cabeza y me
besó. No dudó tanto como Clifford y el beso fue mucho más placentero. Por
supuesto, no podía compararse con el beso de Santino. Aun así, me encontré siendo
gratamente sorprendida. Pagarle a Santino al menos resultó ser una buena
experiencia. Su palma viajó por mi espalda hasta que descansó justo encima de mi
trasero y nuestro beso aceleró. Mi cuerpo no cobró vida como lo había hecho con
Santino, pero después de un tiempo me podía imaginar conseguir más en él.
De repente, Maurice fue arrancado de mí. Me tomó un momento
comprender lo que había sucedido. El beso de Maurice en realidad me había hecho
olvidar la razón del beso en primer lugar.
Maurice se encontraba sentado en el suelo con Santino de pie sobre él.
Maurice dejó escapar una serie de maldiciones en francés y luego se abalanzó sobre
Santino. Mis ojos se abrieron de par en par. Mala idea.
En un minuto, Santino tenía a Maurice de nuevo en el suelo, de cara. Su
rodilla presionaba la espalda de Maurice, y su expresión sugería que quería
romperse la columna.
—Santino —le advertí—. Maurice no sabe quién soy.
Su sonrisa fría me golpeó y envió un escalofrío por mi espalda.
—Tal vez deberías hacerles saber a los chicos antes de besarlos que están
arriesgando sus vidas al tocarte.
—¡Bájate! —gruñó Maurice en inglés.
Santino clavó su rodilla aún más profundo en su espalda, haciéndolo gemir
de dolor.
86
—¿Eres su novio?
—Guardaespaldas —dije rápidamente y me moví a su lado. Agarré el
hombro de Santino, sintiendo sus músculos flexionarse bajo mis dedos—. Santino.
Se enderezó y finalmente soltó a Maurice, quien se puso de pie
inmediatamente, pero mantuvo su distancia con nosotros.
—¿Guardaespaldas? ¿Eres famosa?
Santino resopló.
—Es una princesa de la mafia, así que aléjate jodidamente de ella a menos
que quieras que te rompa la puta columna.
Maurice pareció pensar que Santino estaba bromeando, pero una mirada a
mi cara de disculpa hizo que sus ojos se abrieran de par en par. Sacudió la cabeza
con otra serie de maldiciones en francés.
—Ustedes, los estadounidenses, están completamente locos. —Se fue sin
otra palabra.
Santino me agarró del brazo y me arrastró, pero no hacia la fiesta, sino hacia
el camino de entrada.
—¿Qué estás haciendo? ¡Aún no es medianoche! No tuve la oportunidad de
felicitar a Clifford.
—Si crees que me quedaré un segundo más en esta fiesta para poder ver
cómo manoseas a Clifford como regalo de cumpleaños, estás muy equivocada. Si
crees que hacerlo con adolescentes cachondos es la manera de cabrearme, entonces
no me conoces.
—Según tus estándares, probablemente debería seducir a Clark Senior.
Santino, nunca caeré tan bajo como tú.
—Dale algo de tiempo, considerando tu comportamiento en las últimas
semanas, diría que estás en buen camino.
—¿Quieres que sea una chica buena? Entonces, deja de ser tan idiota.
Llegamos al auto. Luisa ya estaba adentro.
Santino se inclinó, sus ojos ardiendo de rabia.
—¿Quién dijo que quiero que seas una chica buena?
Oh, santa mierda.
—Quieres que sea una chica buena con otros chicos. —Me acerqué aún
más, agarrando su camisa—. Pero en el fondo quieres que guarde mi lado travieso
solo para ti. 87
Agarró mi mano y la apartó.
—Anna, no estoy jugando tus juegos. Y será mejor que dejes de jugarlos.
La próxima vez que te vea con otro chico, le romperé los huesos, sin importar
quién sea, incluso Clark Senior.
—Dejaré de besar a otros hombres si dejas de follar con otras mujeres.
Se rio sombríamente.
—Esto no es una negociación.
—Entonces, crees que puedes follarte a la señora Clark, y solo me sentaré
y miraré como una niña buena.
—Anna, no somos nada. Así que, follar con quien quiera no es de tu puta
incumbencia.
—Lo es si lo estás haciendo mientras estás en el trabajo.
—Métete en el auto, ahora. Esta discusión ha terminado. Seguiré
follándome a la señora Clark y a todas las demás mujeres que quiera, y tú mantén
las piernas cerradas hasta que Cliffy se sienta listo para casarse y desflorarte.
Cerró la puerta en mi cara bruscamente y echó las cerraduras. Solté un grito
de rabia y le mostré el dedo medio.
Sonrió y se dio la vuelta, volviendo a la casa.
Luisa me miró con los ojos totalmente abiertos por la sorpresa.
—Guau. Ustedes dos terminarán matándose el uno al otro. Tal vez deberías
llevarte a otro guardaespaldas a París contigo.
—De ninguna manera. No lo dejaré escapar tan fácilmente. Cree que puede
darme órdenes. Sé que me desea. Y no me rendiré hasta que haya hecho que se
coma sus palabras.
—Tengo un mal presentimiento con esto. ¿Qué es lo que quieres hacer?
—Santino cree que conoce el juego que estoy jugando, pero ni siquiera he
comenzado a jugar. Cualquier cosa puede pasar en París.
—Anna, en serio estoy preocupada por ti. Aún tienes sentimientos por él.
¿Y si te lastimas?
—No tengo sentimientos por Santino, ya no. Pero me siento atraída por él.
Solo voy a enrollarme con él en París. Es como una picazón. Solo necesito rascarla.
—Mi picazón siempre empeora una vez que empiezo a rascarme y, por lo
general, no puedo parar hasta que me rasco hasta sacar sangre. 88
Negué con la cabeza.
—Lo tengo bajo control, no te preocupes.
No podía recordar la última vez que había estado tan enojado.
Anna estaba jugando un juego peligroso, y desafortunadamente era un tonto
y seguía siendo absorbido por sus juegos.
Fui en busca de Leonas. Finalmente lo encontré en una de las habitaciones
de invitados con una chica de cabello oscuro arrodillada frente a él y dándole una
mamada. La habitación olía a marihuana y, a juzgar por la mirada cursi en el rostro
de la chica y la sonrisa comemierda de Leonas, ambos habían fumado hierba.
Los niños Cavallaro serían mi perdición. En algún momento, mataría a uno 89
de ellos.
—Pon tu pene de nuevo donde pertenece —gruñí.
La pequeña mierda en realidad me dio una sonrisa que sugería que estaba
exactamente donde pertenecía. Saqué mi teléfono y tomé una foto.
—Se la enviaré a tu madre. Tal vez ella pueda razonar con tu mente
cachonda y drogada.
Leonas se tambaleó lejos de la chica y trató de correr hacia mí.
—Mierda, hombre. Eso no es broma.
—¿Parece que estoy bromeando? Estoy jodidamente harto de que Anna y
tú me jodan los putos nervios. No me importa si te follas a medio Chicago, pero
no lo hagas bajo mi supervisión.
Deslicé el teléfono en mi bolsillo trasero.
—¿La enviaste? —preguntó preocupado a medida que se subía los
pantalones.
Al menos, la pequeña mierda le tenía el respeto suficiente a su mamá como
para no querer que viera una foto de él en una situación así. Teniendo en cuenta lo
mucho que amaba provocar a su padre, probablemente no habría reaccionado de
la misma manera si lo hubiera amenazado con enviársela. Yo era de la misma
manera. Ese es el problema si amas a tus hijos y no puedes torturarlos para que
entren en razón. Papá me había dado varias veces una paliza, pero nunca había sido
un marica, así que no había tenido el efecto deseado. Dante enfrentaba el mismo
problema con Leonas. El chico era duro como un clavo y obstinado, una
combinación de mierda.
Lo agarré del cuello y lo empujé hacia el pasillo, luego pasé junto a él.
—Aún no, pero la guardaré en caso de que me des problemas en el futuro.
Me siguió.
—Eso es chantaje.
Le di una mirada a medida que bajábamos las escaleras y pasamos junto a
adolescentes cada vez más borrachos.
—El chantaje es la moneda elegida por tu hermana y por ti —dije en tanto
salía, contento de estar lejos de la fiesta y la señora Clark. Podía decir que era una
de esas del tipo solitaria y pegajosa. Una follada y ya creía que había una conexión
profunda.
—No tienes que ventilar conmigo tus problemas con mi hermana. Me
importa un carajo si ustedes dos se lo están pasando bien, pero déjenme fuera. 90
Anna me miró furiosa desde el asiento trasero. Las mujeres por lo general
me dejaban frío. Nunca hacían que me hirviera la sangre por la ira o por cualquier
otra razón, porque no me preocupaba por ellas. ¿Pero Anna?
Mierda. Era mi maldita gasolina.
—Sube al auto, o enviaré la foto y dejaras de decir mierdas —ordené antes
de rodear el auto, sentarme detrás del volante y encender el motor.
—¿Qué hay de Riccardo y R.J.? —preguntó Leonas mientras se sentaba
junto a su hermana.
—No son mi problema, y si alguien pregunta, nunca los vi. Ni siquiera sabía
que estaban en la fiesta.
—Eres un imbécil —murmuró.
—Él lo sabe, y le gusta —agregó Anna, dándome una mirada fulminante.
Pisé el acelerador. Necesitaba quitarme a Anna de encima. Esto se estaba
poniendo demasiado peligroso entre nosotros.
Busqué dentro de mis pantalones y encontré el pañuelo donde Dolora Clark
había escrito el número de su segundo celular. Bajé la ventanilla y arrojé el trozo
de tela blanca.
—¿Qué fue eso? —preguntó Anna con altivez.
—Las bragas de Dolora.
Anna me miró disgustada a medida que los ojos de su amiga Luisa se abrían
tanto que me preocupó que se salieran.
—Eran rojas, solo para tu información.
¿Cómo diablos sabía qué bragas había usado Dolora? Esa chica era la ruina
de mi existencia.
—¿Como en Dolora Clark? —preguntó Leonas—. ¿Te follaste a la señora
Clark?
No dije nada.
Leonas dejó escapar un silbido, luego su expresión se volvió calculadora.
—¿Qué tal si borras la foto y no le diré a nadie que eres un destructor de
hogares?
—Claro, provoca un escándalo a la familia que se supone que traerá gloria
a la Organización —murmuré. 91
Pensé que había superado mi enojo, pero al ver ahora a la señora Clark, me
di cuenta de que mis celos aún ardían con fuerza. Y fue una realización muy
aleccionadora.
Aparté la mirada y le hice señas a Clifford para que me siguiera hasta la
chimenea. Papá y el señor Clark se paraban frente a nuestros invitados y se daban
la mano, luego papá se dirigió a la multitud, anunciando oficialmente mi
compromiso con Clifford.
Sofia me miró a través de la habitación. Se hallaba de pie junto a su esposo
Danilo. Parecían haber superado algunas de sus dificultades desde el comienzo de
su unión. Antes de mi fiesta de cumpleaños no la había visto en casi dos meses.
Me di cuenta de que estaba ansiosa por conversar. Hablar por teléfono siempre era
arriesgado, así que aún no había podido compartir con ella los detalles de mis
interacciones recientes con Santino.
Después de algunas fotos de nuestras familias, y de Clifford y yo tomados
de la mano y sonriéndonos, los invitados comenzaron a rodearnos para felicitarnos.
Había curiosidad en los ojos de muchos, especialmente en los invitados políticos,
mientras que la cautela permaneció en los rostros de muchos hombres de la mafia
y sus familias. Sabía que mi matrimonio con Clifford era un tema muy
controvertido en la Organización, pero confiaba en el juicio de mamá y papá con
respecto a la unión.
Eventualmente, el apretón de manos constante y las charlas triviales se
volvieron abrumadores, incluso para alguien tan acostumbrada como yo.
Clifford me dirigió una mirada que sugería que él sentía lo mismo.
—Los fotógrafos ya deben habernos tomado mil millones de fotos.
—Estoy segura de que elegirán la menos favorable. Siempre hacen las
mejores historias —murmuré por lo bajo. Tenía una relación de amor-odio con la
prensa, especialmente después de que ridiculizaron uno de los atuendos que armé
hace unos meses y usé para un evento de caridad: un blazer amplio y fluido que
casi me llegaba a las rodillas y que se mantenía unido por un cinturón ancho y
micro-shorts además de un bralet de encaje debajo. Lo que realmente los había
provocado habían sido los calcetines hasta la rodilla a cuadros que hacían juego
con el blazer que había combinado con tacones ridículamente altos.
Sentí una gran satisfacción cuando, no mucho después del artículo
despectivo, las chicas no solo de nuestro círculo sino también de la alta sociedad
de Chicago comenzaron a usar ropa similar para fiestas y eventos públicos.
Clifford se aclaró la garganta ante mis críticas a la prensa, y se produjo una
pausa tensa. Demasiadas personas estaban observando nuestra interacción,
analizando cada expresión facial, intentando leer nuestros labios. Clifford era hijo 99
de un político. Cabrear a la prensa probablemente ocupaba un lugar muy alto en
su lista de cosas que debía evitar.
—Una buena historia de amor también vende.
Me encogí de hombros. Probablemente lo hacía, pero no estaba segura de
que los convenceríamos de que nuestra historia era de amor. Tal vez solo era mi
mente demasiado pensante, pero dudaba que alguien viera chispas entre Clifford y
yo.
Mi mirada encontró a Santino parado a un lado observando todo con una
expresión aburrida. Cualquiera que pensara que solo las chicas podían tener un
rostro inexpresivo nunca había visto a Santino. Su mirada cabreada constante era
legendaria.
—Estoy acostumbrada a la atención, pero hoy me siento como un animal
de zoológico —susurré.
Clifford asintió y sonrió como si hubiera dicho algo agradable. Sabía cómo
jugar el juego.
Sonreí a mi vez, incluso si no tenía ganas.
—¿Qué tal si vamos a un lugar más privado?
—Me encantaría —dije de inmediato, necesitando un respiro.
Tomó mi hombro ligeramente a medida que me conducía hacia la puerta.
Podía ver a Santino mirándonos desde el otro lado de la habitación donde estaba
detrás de mamá y papá, charlando con uno de los guardaespaldas de los Clark que
aún no había ofendido.
Entramos en el vestíbulo, pero incluso aquí algunas personas se mezclaban
para charlar. Les dimos sonrisas y asentí hacia la parte de atrás. Clifford y yo nos
dirigimos a la cocina, que por supuesto también se hallaba atestada de personal.
Pero la cocina tenía acceso a una parte del jardín que normalmente solo el personal
usaba para sus descansos. Ahora, en el momento más ocupado de la fiesta, ninguno
de ellos se encontraba allí, así que Clifford y yo tuvimos algo de privacidad cuando
la puerta se cerró detrás de nosotros. Nos instalamos en las sillas.
—Entonces, ahora estamos comprometidos —dijo con incredulidad.
—Así es.
Sacó dos cigarrillos del bolsillo de sus pantalones y me ofreció uno, pero
negué con la cabeza rápidamente. Incluso si el personal estaba demasiado ocupado
para un descanso, podrían asomar la cabeza para ver cómo estábamos y no quería
que me vieran fumando. Sin duda, eso llegaría a oídos de mis padres en un tiempo
récord y entonces estaría en un mundo de problemas.
Clifford sonrió con complicidad. 100
Cuando los invitados finalmente se fueron tarde esa noche, finalmente pude
respirar aliviada. Había sido un día largo. No estaba segura de lo que había pensado
que sentiría después de comprometerme con Clifford, tal vez una mayor sensación
de paz con mi futuro. Pero mi conversación con él hoy no había calmado mis
preocupaciones. Los dos estábamos atados por el deber, no por las emociones. Él
tenía a alguien con quien disfrutaba pasar el tiempo y yo tenía que confiar en que 102
no se encariñaría emocionalmente y cancelaría nuestro matrimonio o entraría
enamorado de otra persona a nuestro matrimonio.
No intenté pensar en la parte de mí que esperaba que Clifford rompiera
nuestra unión en algún momento. Eso no se reflejaría bien en la Organización. Me
puse el pijama, pero estaba demasiado inquieta para dormir, así que me escabullí
de mi habitación, con la esperanza de no cruzarme con mamá y papá. Mamá
definitivamente querría hablar conmigo después de mi compromiso. Si hoy no
hubiera estado tan ocupada como lo estuvo, probablemente ya me habría llevado
a un lado para hablar. Quería asegurarse de que estaba bien, y no me hallaba segura
de estar en condiciones de mentir tan convincentemente como requería una
conversación con mamá sobre Clifford.
Corrí por el pasillo hasta la habitación de Leonas. Llamé a la puerta, y
esperé con impaciencia.
—¿Quién es?
—Soy yo —siseé, mirando nerviosamente a uno y otro lado del pasillo.
Podía escuchar voces abajo. Mamá y papá probablemente aún se encontraban
discutiendo los eventos del día.
—¡Adelante!
Entré y cerré la puerta.
Leonas se encontraba sentado en el alféizar de su ventana, con las piernas
colgando afuera, un cigarrillo en la boca. Lanzó una mirada por encima del
hombro. Aún vestía su camisa de vestir y pantalones elegantes, pero había arrojado
la corbata y la chaqueta al suelo.
—Si fuera papá, estarías en un gran problema —dije mientras cerraba la
puerta y caminaba hacia él.
—Papá siempre toca. Eres la única que no llama. —Dio otra calada.
—Esta vez llamé a la puerta —murmuré. Ahora que Leonas se estaba
haciendo mayor, me protegía al llamar a la puerta. No quería atraparlo haciendo
cosas que nunca podría borrar de mi mente.
Me subí al alféizar junto a él, incluso si no me gustara demasiado la
perspectiva de caer y morir.
—Se supone que no debes fumar —le dije con una sonrisa.
Sopló humo en mi cara, haciéndome toser.
—¿De verdad quieres jugar quién tiene más problemas con papá?
—A partir de ahora, no estoy en problemas. Hasta donde papá sabe, he sido
buena. —Extendí mi mano—. Dame un cigarrillo. 103
Buscó a tientas uno en el paquete balanceándose sobre su muslo, y luego
me lo dio con esa sonrisa de complicidad molesta.
—Sí, eres mejor para ocultar tus manías de buscar problemas.
Me lo metí en la boca.
—Para ser justos, ni siquiera intentas jugar al niño bueno la mayoría de los
días.
Se encogió de hombros.
—De todos modos, papá es más estricto conmigo.
—Viene con ser varón —dije alrededor del cigarrillo en mi boca.
—Santino odia cuando fumas.
—Lo sé, pero él no está aquí ahora, ¿verdad? —dije—. Ahora cállate y
dame fuego.
Encendió mi cigarrillo.
—Perra.
—Imbécil. —Sonreí dulcemente, di una calada profunda y luego tosí.
Leonas negó con la cabeza.
—Lo estás haciendo para enojarlo.
—Y estás haciendo la mitad de la mierda que estás haciendo para cabrear a
papá. —Apoyé la cabeza en su hombro—. Déjame divertirme. —Tomé otra calada
aún más profunda, tosí aún más fuerte y le entregué el cigarrillo, que también se
lo metió en la boca. Parecía ridículo con los dos cigarrillos en la boca. Solo las
groupies sin cerebro que se enamoran de él pensarían que sus peculiaridades eran
geniales.
—Para lo que me importa, puedes divertirte todo lo que quieras. Sin
embargo, mamá y papá probablemente no lo verán de esa manera.
—No les diré si no lo dices.
—Funciona para mí, hermana.
Sonreí, y luego di otra calada. Nunca me gustó mucho fumar. Leonas tenía
razón, al principio lo hice para cabrear a Santino. Ahora se ha convertido en un
hábito estúpido cada vez que estoy ansiosa.
—Te das cuenta de que papá perseguirá a Santino si descubre que hay algo
entre ustedes.
—Cállate. ¿De qué estás hablando? No pasa nada entre nosotros.
104
—Por supuesto. Te volveré a preguntar en unos meses.
—Mantente fuera de mi vida amorosa.
—No tienes una.
Lo fulminé con la mirada.
—Bueno, tengo toda la intención de cambiar eso.
—Buena suerte con eso.
Arqueé una ceja.
—Como mi hermano, deberías decirme que me aleje de los hombres. No
estás haciendo un buen trabajo siendo un mafioso sobreprotector.
—Te protegeré de los peligros reales, no te preocupes, pero es jodidamente
seguro que no protegeré tu himen, hermana.
Hice una mueca.
—Hazme un favor y nunca vuelvas a decir esa palabra.
—Me estoy divirtiendo, entonces, ¿por qué no deberías hacerlo tú? Clifford
tampoco está esperando el matrimonio.
—Sabes que la mayoría de la gente en la Organización no lo verá de esa
manera. Si se enteran, que lo perdí con cualquiera menos con mi esposo, habrá un
escándalo.
—Me aseguraré de causar un escándalo aún mayor para distraerlos.
Me reí.
—Estoy segura de que tendrías éxito.
Ya me sentía más libre que nunca en Chicago. En París, nadie nos conocía
y con la forma discreta de observarnos que tenía Santino, nadie sabía que
estábamos vigiladas.
En nuestra última noche juntas antes de que mamá regresara a Chicago, ella
y yo nos apoyamos en la cabecera de mi cama, hablando durante mucho tiempo.
Descansé mi cabeza en su hombro, empapándose en su aroma reconfortante.
—¿Alguna vez extrañas los días en que eras más joven y no eras la esposa
de un Capo? La atención de todos siempre está en ti.
No respondió de inmediato.
—Incluso antes de casarme con tu padre, estaba siendo juzgada y tenía un
cierto nivel de atención en mí por mi historia de fondo. Pero claro, ser una
Cavallaro multiplica la presión. Supongo que, para mí lo que me ayudó a enfrentar
la presión del mundo exterior fue el apoyo de tu padre. Sabía que me respaldaba y
que en privado podía ser yo misma, sin la presión de las expectativas. Nuestra
familia me dio el colchón necesario para caer.
Asentí, porque así es cómo también me sentía con nuestra familia.
—Espero que Clifford me respalde.
Mamá tomó mi mano.
—Lo hará, una vez que te conozca mejor. Él se dará cuenta de lo
maravillosa que eres, ¿cómo podría no hacerlo?
Me reí.
—Creo que eres parcial.
—Anna, quiero que seas feliz. Tu papá y yo elegimos a Clifford porque
pensamos que podría darte el tipo de vida que deseas.
—Si me prometieran a un mafioso, no podría haber estudiado en París, así
que han tomado la decisión correcta.
Por ahora, estar comprometida con Clifford me daba más libertad de la que
jamás me hubiera atrevido a soñar. Cualquier cosa que pasara después de que me
casara con Clifford… lo manejaría entonces.
114
Unas horas más tarde, salí del baño, lista para la noche, vestida con
pantalones cortos negros y un blazer negro corto y ceñido al cuerpo con grandes
botones dorados que hacían que pareciera un uniforme naval. Debajo llevaba un
top bandeau blanco con mangas estrechas que dejaban mis hombros al descubierto.
119
Para que el look fuera perfecto me puse un gorro bonito que complementó el look
marinero. Los tacones de aguja dorados a juego con mis botones fueron la guinda
del pastel.
Las cejas de Santino se levantaron cuando me vio.
—¿Cuándo vamos a zarpar?
Me di la vuelta para mostrarle el look, sabiendo que mi trasero se veía
espectacular en los sexy pantalones cortos.
—No soy alguien que quiera seguir una tendencia. Quiero ser la persona
que crea tendencia. La ropa es más para mí que una cubierta para mi cuerpo. Quiero
que mi apariencia haga una declaración. Son una forma de expresarme.
—¿Y estás intentando expresar tu interés en ligar con un marinero y vivir
en un barco?
Se levantó. También se había esforzado en su ropa. Los chinos negros
terminaban por encima de su tobillo y creaban un contraste bonito con sus
zapatillas blancas. Afortunadamente, llevaba calcetines deportivos como cualquier
persona con un toque de sentido de la moda. La sencilla camisa blanca abrazaba
su pecho musculoso de una manera muy agradable y su chaqueta lo hacía perfecto.
—Puedes maldecir como un marinero —dije encogiéndome de hombros—
. Tal vez sea un mensaje para ti.
Ignoró el comentario, pero sabía que flotaría en su cerebro por un tiempo.
Nos dirigimos a un restaurante pequeño cerca de Sacre Coeur. Una vez que nos
acomodamos en la mesa, sentí un momento breve de preocupación al pensar en
que no tendríamos nada de qué hablar y podría volverse incómodo, pero Santino
asintió hacia un tipo que vestía pantalones chinos muy ceñidos y sandalias con
forro de piel dorada afelpada. Además de calcetines dorados a juego. Recordé los
zapatos y calcetines del desfile de Balenciaga en otoño.
—Explícame esto.
—Bueno —dije pensativamente a medida que tomaba un sorbo del
champán—. Es audaz.
—Lleva sandalias en invierno, con calcetines. ¿Cómo esto puede estar de
moda en la mente de alguien?
—La moda siempre intenta romper las reglas, al menos si quiere ser
progresista. Por supuesto, no todo está ahí para durar. Pero alguien dijo una vez
que solo te arrepientes de las cosas que no hiciste, y supongo que eso también se
aplica a la moda. Como diseñador, no quieres hacer lo que todos han hecho antes
que tú. Quieres ser innovador y sorprender a la gente. Eso se vuelve más y más
difícil a lo largo de los años, y especialmente porque la moda es un negocio tan 120
rápido.
—Si algo ha funcionado durante años, ¿por qué cambiarlo? ¿Por qué no
reinventar las viejas tendencias de la moda y no crear nuevas completamente
locas?
—Eso es lo que espero hacer. Reconsiderar las tendencias viejas e intentar
crear algo nuevo y emocionante con piezas de segunda mano. Al menos, espero
que eso funcione. No sé qué esperar.
—Anna, siempre haces lo tuyo. Dudo que un profesor de moda francés
pueda detenerte. Y por lo que he visto, siempre te ves bien con tus piezas de
segunda mano.
—Gracias —dije sorprendida—. Mucha gente piensa que estoy loca porque
me encanta ir de compras en tiendas de segunda mano cuando podría permitirme
las piezas más caras.
—Podrías, pero entonces te verías como todas las otras chicas ricas.
Siempre te las arreglas para sobresalir.
Dejé mi copa con una sonrisa.
—¿Logramos tener una conversación sin pelear?
—No te acostumbres. Estoy seguro de que pronto encontraremos algo por
lo que pelear.
—Tengo que decir que, disfruto tanto pelear como hablar.
Me contempló por un momento y no pude leer su expresión, lo que me puso
nerviosa irracionalmente.
El mesero llegó con nuestro entrante entonces, acortando nuestro extraño
momento de paz. Comimos en silencio, pero no fue un silencio incómodo en el
que buscas un tema del que hablar y cada roce de los cubiertos resuena
dolorosamente. Esto se sintió acogedor y agradable, ambos disfrutamos de la
comida deliciosa, y de vez en cuando intercambiábamos una mirada cuando
alguien con ropa extraña captó nuestra atención. Una de las cejas de Santino decía
más que mil palabras, y cuando respondí poniendo mis ojos en blanco, eso le dio
su respuesta.
Después de la cena nos dirigimos a un bar que también tenía un club en el
piso de abajo. No pensé que Santino se uniría a mí en la pista de baile. A lo largo
de los años, siempre había evitado bailar, pero esta vez me siguió hasta el centro
del club, donde el ritmo se había apoderado de la multitud, convirtiendo docenas
de cuerpos en una masa palpitante.
—Pensé que bailar no era parte de la descripción de tu trabajo —le grité al
oído. Esa era una de sus frases favoritas cada vez que le pedía que hiciera algo. No 121
es parte de la descripción de mi trabajo…
Se inclinó para responder por encima de la música.
—Esta es una situación extraordinaria. No te acostumbres. —Sus labios
rozaron mi oreja brevemente, y me estremecí agradablemente. Nuestros ojos se
encontraron. Estábamos cerca, demasiado cerca para ser socialmente aceptable en
nuestro mundo, pero por ahora esas reglas estaban suspendidas.
Me pregunté si Santino también se daría cuenta. Que en ese momento podía
ser quien quisiera ser, y no limitarse a ser mi guardaespaldas. Se enderezó,
poniendo un poco más de distancia entre nosotros, pero no tanto como en el
pasado.
Me encogí de hombros y me permití dejar que la música dictara mis
movimientos. Mis ojos se cerraron, disfrutando del aquí y ahora. Rara vez me dejo
perder así. Bailar en eventos sociales en nuestros círculos era una declaración y un
espectáculo para todos los que nos rodeaban. Me juzgaban constantemente y
actuaba en consecuencia, pero aquí, en medio de una multitud de turistas
hambrientos de diversión y parisinos por igual, no tenía que montar un espectáculo
o fingir. Podía ser una versión sin filtrar de mí misma.
Alguien chocó con mi espalda, seguido por el gruñido de advertencia de
Santino y luego sentí una fuerte mano cálida en mi espalda. No tuve que abrir los
ojos para saber que era él. Podía sentir su presencia protectora cerca de mi espalda.
Aun así, no pude resistirme a echar un vistazo rápido para verlo mientras bailaba
a mi lado, alto y fuerte, protegiéndome de todos los que me rodeaban, no solo con
su cuerpo sino también con su expresión de advertencia. Sentí una pizca de
emoción. Nuestros ojos se encontraron nuevamente y sonreí. No tenía la intención
de provocar o bromear, por una vez solo quería mostrarle a Santino mi aprecio,
por la oportunidad que me estaba dando de hacer esto, incluso si había requerido
un poco de coerción.
Tal vez fue mi imaginación, pero pensé que acarició mi espalda ligeramente
en respuesta, incluso cuando su rostro permaneció inmóvil. La música cambió, se
volvió más lenta, y la pista de baile se llenó aún más, lo que nos obligó a Santino
y a mí a acercarnos aún más. Su mano se movió a mi costado ligeramente. El toque
seguía siendo protector, pero lo sentía por todas partes. Me eché hacia atrás,
presionando mi espalda contra su frente y mi cabeza contra su pecho.
—Anna —gruñó.
—Déjame disfrutar este momento. Pasará muy pronto.
Santino apretó mi cadera ligeramente. No estaba segura si era una
advertencia o un acuerdo, pero no dio un paso atrás y nos balanceamos al ritmo
más suave, cuerpo contra cuerpo, su corazón latiendo feroz contra mí. Su calor me 122
abrasó, y el aroma fresco de su loción para después del afeitado inundó mi nariz.
Podría haberme quedado en este momento para siempre, pero la música cambió
una vez más, volvió a ser una melodía rápida, y nos separamos. Eventualmente
volvimos al bar para tomar otra copa. Santino se conformó con algo sin alcohol,
siempre de guardia, pero yo opté por otro cóctel.
Ya podía sentir el efecto del alcohol, potenciando esta sensación nueva de
libertad desenfrenada.
Cuando caminamos a casa en las primeras horas de la mañana, yo un poco
borracha y Santino tan atento como siempre, me di cuenta de que algo se sentía
diferente entre nosotros. Tal vez era que Santino por una vez me trató como una
mujer normal y no como una niña petulante y molesta. Estaba casi relajado y yo
también me sentía cómoda de una forma en la que me sentía con muy poca gente.
Santino se sentía un poco como de la familia, en la forma en que sabía que podía
confiar en él y ser yo misma a su alrededor. Pero definitivamente no de una manera
relacionada. Nada en mis sentimientos por Santino era lo suficientemente casto
para eso.
Cuando llegamos a nuestro apartamento, Santino se acomodó en el sofá con
una copa de Pernod2, finalmente fuera de servicio. Me quedé en la sala de estar,
sin ganas de prepararme para ir a la cama, sin ganas de irme, sabiendo que por la
mañana las cosas probablemente volverían a la normalidad, nosotros peleándonos
y él manteniendo las distancias, y yo intentando romperlo con burlas y
provocaciones.
—¿Puedo beber un poco? —pregunté, señalando la bebida blanca lechosa.
Se puso de pie y me sirvió un sorbo pequeño de Pernod en un vaso largo
antes de agregar agua, aparentemente la única forma de disfrutar el Pernod.
Me acomodé a su lado en el sofá, tomé el vaso y lo olí. Nunca había tomado
esta bebida y cuando la nota fuerte de anís golpeó mi nariz, estaba bastante segura
de que sería una experiencia única en la vida.
Me dirigió una sonrisa sardónica.
—No es una bebida fácil.
—Supongo que es apropiado. Una bebida complicada para un hombre
complicado. —Tomé un sorbo y me estremecí ante la nota fuerte de regaliz y
alcohol que me quemó la lengua. Necesitaría al menos un galón de agua para diluir
el sabor—. Eh —respiré hondo y contuve otro estremecimiento.
—Es por eso que tú y yo no somos una buena idea —dijo, sorprendiéndome. 123
Arqueé una ceja.
—Porque no me gusta el Pernod.
—Tú misma lo dijiste, soy tan complicado como esa bebida.
—Te conozco, y puedo manejarlo.
Tomó otro sorbo, observándome de la manera más extraña. Volví a
llevarme el vaso a los labios, intentando probar un punto, lo que por supuesto
provocó otra ola de escalofríos cuando el Pernod golpeó mis papilas gustativas.
Santino me quitó el vaso.
—Es bueno saber cuándo es suficiente, o cuándo ni siquiera deberías
comenzar en primer lugar.
—¿Nunca has oído hablar del término gusto adquirido? A lo largo de los
años eso ha sucedido contigo.
Santino rio entre dientes y sacudió la cabeza, murmurando algo por lo bajo.
2
Pernod: marca de anís francés, siendo la más antigua del país, perteneciente a la empresa Pernod, filial
del grupo también francés Pernod Ricard.
—Anna, eres la forma en que Dios me castiga en la Tierra.
—Bueno, estoy pasándolo muy bien, eso es seguro.
Se rio un poco más y terminó su Pernod, luego el mío.
—Ve a la cama.
Cualquier otro día habría hecho un comentario inapropiado, pero este
momento justo allí, y toda la noche se sintió demasiado especial para arruinarla
con algo así, así que solo me incliné y le di un besito en la mejilla antes de
levantarme.
—Dulces sueños, Santino.
Podía sentir sus ojos siguiéndome a medida que me dirigía al baño para
prepararme. Una vez dentro, respiré hondo, intentando suprimir la ola de soledad
y añoranza que sentí. Quería acurrucarme con Santino y hablar toda la noche. Esto
era algo tan extraño de querer, pero hoy me sentí más cerca de él que nunca.
Siempre me había sentido fuertemente atraída físicamente por él, pero ahora se
había agregado otra capa, lo cual era desconcertante. No estaba segura si quería
que este sentimiento nuevo durara o pasara. Lo último probablemente era la
elección más sabia teniendo en cuenta todo. Las emociones no eran prácticas. No
cuando representaban un riesgo para el futuro que tenía por delante.
124
128
Mis dedos hormigueaban. Tacha eso. Todo mi cuerpo hormigueaba porque
la hija de mi jefe había tocado mi piel con sus labios atrevidamente sonrientes.
Anoche, había soñado con ella. No era la primera vez, pero definitivamente
había sido el sueño más vívido e indecente. En realidad, esperaba que fuera un
desliz de una sola vez, y el resultado de demasiado Pernod, pero por la forma en
que mi pulso se aceleraba ahora mientras veía a Anna, albergaba pocas esperanzas
para mí.
Tomé un sorbo de mi café. Necesitaba cambiar mi enfoque a otras cosas,
preferiblemente a otras mujeres. Anna era un trabajo, no una mujer. Tenía que 129
internalizarlo hasta que incluso la última fibra de mi cuerpo entendiera el mensaje.
—Tu expresión es muy tensa. ¿Qué está pasando? ¿No estás contento con
tu croissant? —Me dio una sonrisa burlona.
No estaba seguro de por qué, pero desde nuestra noche de ayer, la
encontraba más tolerable que en el pasado. Probablemente era una sensación que
pasaría pronto. Si podía contar con una cosa, era el talento de Anna para ponerme
de los nervios.
—Solo intento entender el hecho de que viviré en Francia por un tiempo.
—Hay lugares mucho peores para vivir que París.
Debo admitir que París me sorprendió gratamente hasta ahora, pero aun así
habría preferido regresar a Chicago.
—¿Qué tal si hacemos algo que quieras hoy? —sugirió, sorprendiéndome.
Desafortunadamente, mi mente fue directamente a una escena de mi sueño
de anoche, que definitivamente no era algo que sucedería hoy.
O cualquier día.
No había investigado mucho sobre París. Después de todo, no era un viaje
de placer, pero había una cosa que me llamó la atención cuando leí sobre la ciudad
antes de nuestro viaje.
—Las catacumbas.
136
Le di un poco de espacio a Santino en los días siguientes, y me concentré
en mi agenda. Los primeros cursos introductorios estaban por comenzar y quería
asegurarme de tener todo lo que necesitaba. También me inscribí en un curso
adicional de costura. Ya había tomado lecciones de costura con nuestra criada en
los meses previos a mi mudanza a París, pero aún estaba lejos de ser buena. Sabía
que necesitaba mejorar si quería entender bien cómo se hacía la ropa. ¿Cómo
podías ser un buen diseñador sin saber coser una prenda tú mismo?
Santino hacía ejercicio en su habitación mientras yo me quedaba en la mía.
Eventualmente, salimos a pie para ir a una tienda de segunda mano que también 137
vendía máquinas de coser a personas que querían reciclar artículos.
—Mi madre solía coser —dijo Santino cuando recogimos un modelo más
antiguo que aún requería mucho trabajo manual.
La sorpresa se apoderó de mí. Rara vez hablaba de su familia, y si lo hacía
era de su padre. No estaba segura de qué decir, completamente tomada por
sorpresa. Pensé que mantendría su silencio por unos días más para castigarme por
mi provocación.
—Es una habilidad útil.
Simplemente asintió y el silencio descendió sobre nosotros una vez más en
tanto cargaba la máquina pesada a medida que caminábamos de regreso a casa.
Mientras esperábamos en la acera a que el semáforo para peatones se pusiera en
verde, un grupo de monjas se acercó a nosotros. Retrocedí con una sonrisa
pequeña. Sin embargo, Santino dejó pasar a las monjas con expresión hostil, como
si lo hubieran ofendido personalmente.
—¿Cuál es tu problema con las monjas? —pregunté cuando finalmente
cruzamos la calle. La acera aquí era estrecha, así que los dos teníamos que caminar
brazo contra brazo, lo cual se sentía bien. Santino había dejado de caminar unos
pasos detrás de mí ya que de todos modos estábamos solos en París. Se sentía cada
vez menos como una relación de trabajo.
—No tengo ningún problema con las monjas —dijo con indiferencia. ¿A
quién estaba intentando engañar? Lo conocía desde hacía años y lo había visto en
su mejor y peor momento, aunque en su mayoría el peor.
Sabía cuándo mentía.
Hice una mueca que dejó descaradamente claro que no le creía.
—Claro. ¿Coqueteaste con una monja y ella rechazó tus insinuaciones?
Eso era algo que podía imaginar vívidamente. Era del tipo que lo haría, solo
por diversión.
La repugnancia apretó sus labios.
—¿Por qué ligaría con una monja?
—¿La emoción de la caza y lo prohibido? ¿Solo por despecho? ¿O tal vez
incluso aburrimiento?
—Desde que entraste en mi vida, el aburrimiento es el menor de mis
problemas.
Le dediqué una sonrisa arrogante.
138
—Gracias.
—Eso no fue un cumplido.
—Seguro que sonó como uno. Lo acepto.
Negó con la cabeza, pero podía decir que estaba luchando contra una
sonrisa. En realidad, deseaba que la dejara ganar más a menudo. El sol había estado
brillando todo el día y casi parecía primavera. Teniendo en cuenta el frío que había
hecho unos días antes, esto me tomó completamente por sorpresa.
—Vayamos al parque y tomemos un poco el sol.
Santino asintió, y nos dirigimos juntos hacia el césped en la base de la Torre
Eiffel. Para mi sorpresa, no éramos las únicas personas. Varias personas habían
tendido mantas y se habían sentado en la hierba, bebiendo vino y charlando.
—Hagamos lo mismo.
—No tenemos una manta.
Señalé a uno de los vendedores ambulantes que vendía de todo, desde
pequeñas torres Eiffel cursis, relojes Cartier falsos y paraguas MCM, hasta mantas
con el logotipo de Louis Vuitton. Santino se acercó al hombre y regateó durante
casi diez minutos hasta que conseguimos la manta por la mitad del precio y un
paraguas gratis. Nos acomodamos en la manta. El suelo aún estaba frío, aún no
calentado por el sol, pero no me importó. Solo quería disfrutar del sol en mi piel
incluso si mi trasero se congelaba.
—Podría ser peor —murmuré—. La mayoría de la gente mataría por tu
trabajo.
Se sentó a mi lado.
—Hoy ha sido uno de mis mejores días de trabajo.
Me reí y me acosté boca arriba, amando la vista de la Torre Eiffel
elevándose sobre nosotros con el sol asomándose detrás de ella. Sin embargo, lo
de las monjas no se me iba de la cabeza. Había una historia que contar. Podía
sentirlo.
Me di la vuelta boca abajo, me levanté con los codos y apoyé la barbilla en
su muslo.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó en voz baja y tensa. Había enderezado
la espalda, listo para saltar, y podía sentir los músculos de sus muslos flexionarse
debajo de mi barbilla.
—Cálmate. Solo me estoy poniendo cómoda. No te violaré en medio de un
parque.
No esbozó una sonrisa, pero no pude evitar sonreír diabólicamente. Me 139
encantaba cuando podía ponerlo tan nervioso. Poco alteraba a Santino, pero yo lo
hacía, a lo grande.
Entrecerró los ojos.
—Te das cuenta de que los paparazzi tendrían un festín si tuvieran una foto
nuestra así. Sería un titular.
—Nadie sabe que estamos aquí, y papá lo impediría.
—Probablemente. También me asaría las bolas en una barbacoa.
Dejé escapar un suspiro de satisfacción al tiempo que me movía para que
mi mejilla descansara sobre su muslo. Mi pulso se había acelerado al estar tan cerca
suyo y la parte de él que tenía toda la intención de conocer muy pronto.
—Anna.
El murmullo bajo de advertencia en su voz profunda envió un escalofrío
agradable por mi espalda.
Cerré mis ojos.
—¿Puedes frotarme la espalda? Tengo ganas de dormir la siesta.
—Anna.
Entreabrí un ojo.
—¿Qué tal esto: me dices qué te hicieron las monjas y me sentaré a tu lado
como una chica buena?
Lo consideró durante casi un minuto, antes de suspirar.
—Está bien. Pero primero levántate.
—No, tú vas primero. Solo saldrás corriendo si levanto la cabeza.
Se rio entre dientes.
—A veces de verdad no sé lo que está pasando en tu cabeza.
—Se llama caos creativo.
—Mi hermana es monja.
Me senté, mis labios entreabiertos.
—¿En serio?
—Sí. Es novicia desde julio pasado.
—Guau. Pero ¿por qué? —Solté una risita atónita—. ¿Espera revocar tus
pecados? 140
Miró hacia un grupo de personas, su expresión seria. Me puse seria
inmediatamente, dándome cuenta de que esto en realidad lo molestaba.
—No, no mis pecados.
Toqué su mano, que descansaba sobre la manta.
—¿Santino?
Sus ojos encontraron los míos y mi corazón se apretó. Quise envolver mis
brazos alrededor de él, besarlo, abrazarlo.
—Supongo que, una culpa equivocada —dijo en voz baja.
Me devané el cerebro pensando en la historia familiar de los Bianchi, pero
todo lo que sabía era que la madre de Santino había muerto cuando yo era muy
joven. No sabía por qué, nunca había preguntado. No sabía nada de su hermana.
Ni siquiera estaba segura de haberla conocido alguna vez.
—¿Qué sucedió? ¿Tiene algo que ver con tu madre?
Su cuerpo se volvió más tenso. Esperaba que se alejara y dijera algo
desdeñoso. Santino no era del tipo al que le iban las emociones. Al menos, no
emociones profundas.
—Mi madre murió al dar a luz a mi hermana Frederica cuando yo tenía
once.
Ni siquiera sabía que Frederica tenía una edad cercana a la mía, solo un año
menor.
—Lo siento mucho.
Asintió.
—Frederica se culpa por ello. Lo niega, pero puedo decirlo. Mi madre sufrió
un paro cardíaco. Tenía un defecto cardíaco no diagnosticado. Podría haber
sucedido en cualquier otro momento, pero como sucedió durante el trabajo de
parto, Frederica se culpó a sí misma.
—Tu pobre padre, y tú solo eras un niño, esa debe haber sido una
experiencia tan horrible.
Me pregunté si Santino tenía algún tipo extraño de complejo de Edipo
porque había perdido a su madre tan pronto y por eso siempre elegía a mujeres
mayores casadas.
—Pero no es su culpa. ¿Alguna vez tu padre la culpó?
—No —respondió con firmeza—. Papá la trató como a una princesa.
—Pero siempre estuvo trabajando para mis padres, ¿cómo se las arregló con 141
dos niños?
—Una de sus hermanas nos ayudó, y una vez que Frederica fue un poco
mayor, la cuidé mucho cuando papá no estaba en casa. Más tarde, cuando comencé
a trabajar para la Organización, mi tía se hizo cargo la mayor parte del tiempo.
Respiré hondo y entrelacé mis dedos con los suyos, aunque temía que
retrocediera.
—Lamento mucho tu pérdida. Y lamento que tu hermana esté sufriendo por
eso. Tal vez ser monja la ayude a darse cuenta de que no es su culpa.
—No está viviendo de verdad. Solo existe. Debería disfrutar de la vida, no
pedir perdón por algo que no es su culpa.
Asentí. Después de eso nos sentamos en silencio uno al lado del otro, con
los dedos aún entrelazados. Habría apoyado mi cabeza en su hombro, si no hubiera
temido asustarlo. Estaba contenta con sostener su mano. Era más de lo que me
había atrevido a esperar. La sensación de paz y satisfacción que sentí al estar cerca
de Santino de una manera tan inocente me mostró que mi corazón aún no se había
rendido, incluso cuando mi mente se había conformado con una aventura.
Eventualmente, Santino retiró su mano y se enderezó, su expresión
volviendo a endurecerse. Nuestro momento había terminado.
—Deberíamos ir a casa.
No dijo ni una palabra mientras caminábamos por las calles oscuras. Se
estaba volviendo cada vez más frío ahora que el sol se había ido.
Mi teléfono sonó y miré hacia abajo.
La sorpresa abrió del todo mis ojos.
Desconocido: Hola Anna, soy Maurice. Estoy de vuelta en París y tu
hermano me dijo que tú también estás allí. ¿Por qué no nos encontramos? No me
gusta cómo terminó nuestro último encuentro.
—¿De quién es? —preguntó Santino.
—Maurice —respondí antes de que pudiera pensarlo.
—Dile que no. No importa lo que quiera, la respuesta es no.
Fruncí el ceño ante su tono autoritario.
—Tal vez solo quiere charlar porque lo agrediste la última vez.
—Será mejor que se asegure de que no lo ataque de nuevo.
—Tengo permitido ver chicos. Ya escuchaste lo que dijo mamá.
—Dudo que tu papá haya estado involucrado en esa decisión.
142
—Santino, ¿cuál es realmente tu problema? Dices que no me quieres, pero
no quieres que conozca a otros chicos.
—Anna, no soy un chico. Al niño Maurice probablemente no le importe
darte un mordisco aunque el pastel esté prometido a otro, pero no quiero ni un puto
mordisco. Me comeré el pastel.
—Eso es ridículo.
—No te reunirás con Maurice. Fin de la historia.
Lo fulminé con la mirada, pero me ignoró y abrió la puerta principal de
nuestro edificio de apartamentos a medida que sostenía mi máquina de coser bajo
el otro brazo.
Nuestro ascenso fue detenido por nuestra vecina de abajo. Era una mujer
casada de poco más de cuarenta años, con dos hijos y un marido que trabajaba en
una plataforma petrolera. Como muchas mamás francesas, no se parecía a una.
Siempre estaba vestida impecablemente, tenía una figura esbelta y una sonrisa
coqueta que era completamente inapropiada para una mujer casada.
Desde que nos mudamos, había puesto su mirada en Santino, y él
inmediatamente me presentó como su hermana, lo que solo había despertado su
interés.
—Santino —dijo con su acento fuerte—. Necesito tu ayuda.
Y ambos sabíamos con qué necesitaba ayuda. La ausencia de su esposo
durante seis meses seguidos probablemente la ponía particularmente cachonda.
Santino no perdió el ritmo cuando se apoyó contra la pared y le dedicó una
lenta sonrisa obscena.
Los celos me quemaron por dentro.
Era casi como si estuviera intentando cancelar nuestra conversación
significativa con una follada sin sentido. Odiaba esto, odiaba que prefiriera follarse
a una mujerzuela francesa antes que darnos una oportunidad.
Vas a casarte.
Podríamos tener algo especial por un tiempo. Eso era mejor que nunca tener
algo especial. E incluso si solo fuera sexo.
—¿Tal vez puedas venir más tarde y ayudarme con mi ventana?
—Por supuesto —respondió Santino, y por la forma en que lo dijo y por la
mirada en sus ojos supe que la estaba excitando—. Solo déjame llevar a mi
hermanita y su máquina de coser al apartamento.
Subí al siguiente piso y entré en nuestro apartamento. Santino me siguió
poco después. 143
—Si crees que me iré a la cama, mientras tú bajas a arreglar a la señorita
mujerzuela francesa con tu polla, estás loco.
—¿Mujerzuela francesa?
Lo miré fijamente.
—Ya es tarde. Incluso mis deberes terminan en algún momento. Te arroparé
y luego soy libre de hacer lo que quiera.
—Bien —dije con una sonrisita. Irrumpí en mi habitación y cerré la puerta
bruscamente, sin importarme lo infantil que me hacía parecer. Después del
momento que habíamos compartido en el parque, el coqueteo de Santino con esa
mujer dolió aún más.
Le envié un mensaje de texto a Maurice al momento en que me hallé sola
en mi habitación.
Yo: ¿Tienes tiempo para reunirte conmigo ahora?
Maurice: Por supuesto. ¿Qué tal si nos vemos en el Sena?
Yo: De acuerdo. Dame treinta minutos.
Agarré mi camisón y salí de mi habitación. Santino se apoyaba contra la
encimera de la cocina, bebiendo un expreso, probablemente para tener un poco de
energía extra para satisfacer a la mujerzuela francesa. Me observó a medida que
me dirigía al baño para «prepararme para ir a la cama». Abrí el agua, pero en lugar
de comenzar mi rutina nocturna, actualicé mi maquillaje para lucir presentable para
mi reunión con Maurice. Si Santino se divertía con su mujerzuela francesa, yo
disfrutaría el resto de la noche con Maurice. Ya había terminado de esperar a que
Santino cediera. No sabía cuánto tiempo tenía en París, pero lo que sí sabía era que
mi libertad tenía fecha de caducidad, y la aprovecharía al máximo hasta entonces,
con o sin la ayuda de Santino.
Escuché la puerta principal abrirse y cerrarse, luego el sonido de la
cerradura. No podía creer su audacia.
Tal vez le había prometido a papá que me mantendría alejado de toda
diversión, pero no me dejaría encerrar. Esperé un poco más antes de abrir un hueco
en la puerta y asomarme. Santino definitivamente se había ido.
Probablemente pensó que una puerta de entrada cerrada con llave me
detendría. Con un hermano como Leonas, abrir cerraduras era una tarea fácil.
Armada con una horquilla, comencé a trabajar en la cerradura. Después de
un poco de torpeza, la cerradura finalmente hizo clic. Abrí la puerta nuevamente
con cuidado y me asomé, luego escuché las voces de abajo. El pasillo estaba en
silencio, de modo que Santino ya estaba dentro del apartamento de la mujerzuela 144
francesa.
Prácticamente pasé corriendo frente a su puerta en mi camino hacia abajo.
No quería que me atraparan, y no podía soportar la idea de escuchar cómo se lo
montaban. No estaba segura de por qué la idea de escucharlos era demasiado para
mí cuando ya había visto a Santino follar con la señora Alfera y la señora Clark.
Tal vez porque sentí que nos habíamos acercado más durante las últimas semanas,
hoy especialmente.
Tomé un taxi a Notre Dame y pagué en efectivo, en caso de que Santino
estuviera rastreando mi tarjeta de crédito. Reconocí a Maurice de inmediato. Se
encontraba apoyado contra el muro de piedra a la orilla del Sena. Estaba vestido
con pantalones chinos oscuros y una camiseta blanca, y sostenía una botella de
vino en la mano.
Sonreí y lo saludé con la cantidad habitual de tres besos. La «Faire la bise»
como la llamaban los franceses.
—Te ves hermosa —dijo.
—Gracias.
Miró detrás de mí con una sonrisa irónica.
—¿Dónde está tu guardaespaldas?
—Ocupado con una solitaria mujer francesa y casada.
Se rio abiertamente.
—Entonces, estará ocupado por un tiempo, ¿eh?
También me reí porque habría sido raro si hubiera actuado molesta. A mis
oídos, sonó terriblemente falso, pero Maurice no pareció darse cuenta.
—Te mantendré ocupada —dijo con una sonrisa lenta, levantando la botella
con Viognier, uno de mis vinos favoritos.
—Cuento con ello.
145
Llamé a la puerta de Veronique. Y cuando abrió, hizo una mueca
sorprendida mal actuada, cerrando una bata de baño sobre su cuerpo muy desnudo.
Era un cuerpo encantador, al que pocos hombres le dirían que no, pero me dejó
irritantemente frío.
—Oh, no te esperaba tan pronto. Tomaba una ducha.
—¿Debería volver más tarde? —pregunté, incluso si sabía la respuesta.
Agarró mi brazo con una risa desdeñosa.
—Oh, no. No seas ridículo. 146
158
—Aún no puedo creer que ayer fue la primera vez. —Que alguien folló tu
boca. Con Anna sonriéndome tan dulcemente, ni siquiera pude decir las palabras,
y mucho menos dejar que las acciones siguieran.
Se agachó hasta que apoyó la barbilla en mi pecho, con una sonrisa burlona
jugando en sus labios.
—¿Mi primera vez con una polla en la boca?
La traviesa Anna había vuelto y, maldita sea, la había echado de menos.
—Una polla en tu boca, y dedos en tu culo y tu coño.
—He tenido antes dedos en mi coño. —Se tocó el labio superior con la
punta de la lengua, obviamente disfrutando de mi reacción facial, la pequeña
zorra—. Míos. Los tuyos fueron un poco mejores.
—Un poco, ¿eh?
Se encogió de hombros, y luego se incorporó sobre los codos. Su rostro se
cernía frente a mí.
—Quiero pasar la noche aquí.
Sabía que si pasaba la noche aquí, no solo estaríamos durmiendo, pero hoy
había perdido la pelea. Quería más. Tomé su rostro entre mis manos y la acerqué
más hasta que nuestros labios se presionaron uno contra el otro. Anna se inclinó
inmediatamente hacia el toque, su cuerpo relajándose contra el mío. Su suavidad
contra mis músculos duros fue una sensación que memorizaría para siempre.
—Si te quedas, sabrás lo que sucederá.
—¿Qué? —susurró contra mis labios, pero su mano ya viajaba hasta mi
cinturilla, donde encontró mi pene armando una tienda en la tela.
La besé de nuevo.
—Te haré mía. No dormirás.
—No quiero dormir. Te deseo.
Nos di la vuelta, presionando entre sus piernas a medida que la besaba con
más fuerza. Cualquier cosa que pasara esta noche, aún podría arrepentirme
mañana. Ya había perdido una vez el control. Deseaba a Anna, la quería antes de
que nadie más pudiera tenerla. La quería antes de que Clifford la consiguiera.
Mierda, simplemente la deseaba.
Anna envolvió sus piernas alrededor de mi cintura y presionó su coño contra
mi polla a través de nuestra ropa. Empezó a empujar hacia abajo mis pantalones
de chándal y le permití hacerlo levantando mis caderas y poniéndome de rodillas. 167
No estaba usando calzoncillos, así que mi pene saltó libre. Envolvió sus dedos
alrededor de él, dándome un par de caricias firmes. Alcanzó sus pantalones de seda
y también los empujó hacia abajo, luego intentó jalarme hacia ella. Me agaché
despacio, contemplando la urgencia en el rostro de Anna.
Alcanzó mi polla y la guio hasta su abertura. Parecía ansiosa por terminar
con esto. ¿Le preocupaba que cambiara de opinión? Nada en este planeta me habría
hecho cambiar de opinión ahora. Mi punta se deslizó sobre su abertura, que estaba
resbaladiza pero no tan húmeda como quería, y ahogué un gemido por lo bien que
se sintió el contacto breve.
—¿Por qué el apuro? —murmuré a medida que pasaba mis labios por su
clavícula y garganta. No es que no estuviera ansioso por follarla, pero ella ya había
sangrado con dos dedos, así que dudaba que empujar mi polla dentro de ella sin
mucha preparación fuera una buena elección—. Tenemos toda la noche.
—¿Por qué desperdiciarla en mi primera vez cuando podríamos tener sexo
muchas veces? —dijo con su característica sonrisa burlona.
Llevé mi mano entre nuestros cuerpos, acariciando su carne sensible, mi
pulgar dibujando círculos pequeños en su clítoris. Me besó con impaciencia.
—Estoy lista. Quiero esto. No te contengas solo porque creas que tienes que
hacerlo. Trátame como lo harías con cualquier otra mujer.
Pero no era como cualquier otra mujer.
La besé y luego seguí sus demandas cuando enganché su pierna sobre mi
cintura y me acomodé entre sus piernas, mi punta presionando su abertura. Sabía
que esto no iba a funcionar, pero si Anna quería algo, no se detendría hasta
conseguirlo.
Mecí mis caderas, empujando mi punta dentro de ella. Hizo una mueca, sus
uñas clavándose en mis brazos. Su expresión se tornó de dolor y su cuerpo se tensó
no solo visiblemente. Sus paredes me exprimieron la vida, lo que me provocó una
mezcla de placer intenso y una incomodidad leve.
—Te lo dije.
Frunció el ceño.
—No seas un sabelotodo ahora. —Soltó un suspiro y luego negó con la
cabeza—. Está bien, tenías razón, pero pensé que sería fácil porque tus dedos ya
hicieron la mayor parte del trabajo ayer.
Sonreí irónicamente.
—Mi polla es más grande que dos dedos.
168
—Sí.
No podía fingir más. Y no quería que lo hiciera. Anna aún quería probar un
punto, mostrarme que era toda una mujer. Pero ahora era mi turno de demostrarle
que era un hombre que se aseguraría de que la chica con la que estaba disfrutara
del viaje. Salí de ella lentamente.
—Sé que te gusta que las cosas salgan a tu manera, pero ahora es mi turno
de tener el control, y tú seguirás mi ejemplo. Sin más argumentos. Por una vez
harás lo que te digo.
—Sí, señor —dijo con una risita.
Me reí y luego me levanté sobre mis codos. La ayudé a sentarse antes de
deslizar su camisola por su cabeza, revelando sus senos preciosos. Bajé la cabeza,
atrapando un pezón entre mis labios. Suspiró, su mano acunando mi cabeza a
medida que adoraba su pecho. Su piel era suave y olía maravillosamente. No podía
tener suficiente de eso, de ella. De sus gemidos, sus contracciones. Lamí un rastro
sobre su otro seno, dándole la misma atención que le di al primero.
Mi polla se frotó sobre las sábanas furiosamente, lamentando la pérdida de
la estrechez de Anna, pero mierda, cumpliría mi palabra y le daría un momento
maravilloso. Arrastré mi mano por su vientre, sobre su triángulo marrón hasta su
coño. Sus labios estaban resbaladizos por la excitación, mucho más que antes, y
separé sus piernas para tener un mejor acceso. Mis labios encontraron los suyos
para un beso profundo al mismo tiempo que comenzaba a acariciarla lentamente,
tomándome mi tiempo de verdad para hacerla sentir cada caricia. Los ojos de Anna
rebosaban de deseo mientras me miraba a los ojos. Sus mejillas estaban sonrojadas
y estaba empezando a sudar a medida que nuestros cuerpos obtenían calor de
nuestra cercanía. Froté un dedo por su apertura sensible, y ella respondió con una
inclinación, buscando penetración. Seguí provocándola, mis dedos rozando sus
pliegues y su apertura ligeramente.
Entonces, finalmente deslicé mi dedo medio dentro de ella en tanto mis
otros dedos presionaban contra sus pliegues, masajeándolos. Se aferró a mis
brazos, su respiración cada vez más laboriosa. La follé lentamente, saboreando el
momento. Ayer no había hecho lo suficiente. Bajé mi boca a su pezón duro una
vez más, jugueteando con mis labios y mi lengua, mientras mis embestidas
aceleraban. Anna me recibió empuje tras empuje, desesperada por liberarse.
Agregué un segundo dedo y disminuí la velocidad brevemente hasta que se
relajó a mi alrededor. Ahora Anna estaba cerca, su cuerpo tenso como la cuerda de
un arco a medida que se acercaba al borde. Presioné mi pulgar contra su clítoris
cuando empujé dentro de ella y Anna se arqueó, sus ojos cerrándose cuando gritó.
Levanté la cabeza para mirarla, pero nunca detuve mis dedos que ahora se
deslizaban dentro y fuera de ella con facilidad. Cuando se quedó quieta, yo también
me detuve y saqué mis dedos suavemente. Esta vez no hubo sangre. Sonreí y me 169
cerní sobre ella nuevamente. Trazando mi nariz a lo largo de su mejilla, aspiré su
esencia una vez más. Ahora olía aún más embriagador, más dulce y más parecido
a mí.
Casi mía.
Nos besamos durante unos minutos, nuestras piernas entrelazadas, nuestros
cuerpos sudorosos pegados uno contra el otro. Mi polla estaba anidada entre sus
muslos, mi punta deslizándose a lo largo de su clítoris mientras mecía mis caderas.
Gimió suavemente.
—Intenta otra vez.
Me reí de su impaciencia, luego negué con la cabeza.
—Aún no. No hay necesidad de apresurar esto, créeme. Quiero tu cuerpo
desesperado por más, listo para tomar todo de mí.
—Estoy lista para tomarlo todo —murmuró obstinadamente.
—¿Qué te dije?
—¿Ser una buena chica y obedecer?
Cerré los ojos con un gemido, y luego negué con la cabeza.
—¿Qué se supone que debo hacer contigo?
—Tomarme.
Me reí de nuevo, luego abrí los ojos y bajé por su cuerpo hasta que me
instalé entre sus piernas abiertas.
—Pronto, pero primero… —Besé los labios hinchados de su coño y luego
rocé su clítoris con la punta de mi lengua—… esto.
Le di la bienvenida a la salinidad sutil mientras arrastraba mi lengua sobre
su coño hinchado. Estaba un poco rojo y dolorido por mi dedo y mi punta. Presioné
mi mejilla contra la parte interna de su muslo, bajando la cabeza cómodamente
antes de comenzar a lamerla. Anna aún estaba sensible por su orgasmo, así que me
tomé mi tiempo. Esta vez no la devoré con furia. La saboreé como mi última
comida, y fui recompensado con gemidos e incluso más excitación. Pronto, incluso
yo no pude contenerme más, demasiado desesperado por finalmente tenerla.
Volví a subir, busqué un condón en mi cajón y lo hice rodar por mi polla
antes de ponerme encima de Anna.
—¿Fui lo suficientemente buena para ser recompensada? —preguntó.
—Más que buena —respondí en voz baja, luego agregué bruscamente—.
Quiero tu verdadero ser. Sin pretensiones, sin juegos. Sé tú cuando estoy en ti.
Dame la verdadera Anna. 170
Tragó pesado, pero se suavizó aún más. Me incliné para otro beso y moví
mis caderas, deslizándome dentro de ella. Se sintió como la perfección, y tan
húmedo como estaba su cuerpo me dio la bienvenida de buena gana. Cuando se
tensó, fui aún más lento, permitiendo que su cuerpo se adaptara.
Cuando me hundí completamente en ella, nos miramos el uno al otro,
nuestra respiración laboriosa. Esto se sintió correcto de una manera que nunca sería
capaz de expresar con palabras.
Anna nunca me quitó los ojos de encima cuando comencé a moverme dentro
de ella, al principio lento y controlado, pero pronto me contuve menos, dejando
que sus gemidos guiaran mis movimientos. Algunos mechones se aferraban a su
frente sudorosa y agarró mis bíceps cada vez que empujé en ella.
Sus caderas se elevaron para recibir mis embestidas con gemidos sin aliento
que sonaron como música para mis oídos. Pronto mi control comenzó a fallar y, a
pesar de los gemidos de Anna y su entusiasmo, me di cuenta de que no volvería a
correrse, así que me solté, permitiéndome concentrarme realmente en la sensación
de sus paredes alrededor de mi polla.
Cuando me corrí, su agarre sobre mí se hizo más fuerte y presioné mi nariz
contra su garganta a medida que sucumbía a una ola de placer. Anna pasó sus dedos
por mi cabello, sus uñas arañando mi cuero cabelludo de una manera que envió
otro escalofrío agradable a través de mi cuerpo incluso cuando mi polla aún se
contraía salvajemente dentro de ella. Esto había sido… guau.
Cuando me relajé, Anna también lo hizo. Soltó una pequeña sonrisa feliz,
sonando casi aliviada, lo que me hizo reír a mi vez. Levanté la cabeza con una
sonrisa sardónica.
—¿Alegre de que haya terminado?
Sonrió con esa sonrisa descarada que normalmente despreciaba, pero ahora
encontré casi entrañable.
—Lejos de eso.
—Bien —dije con voz áspera. Porque ahora no había forma de que pudiera
alejarme de Anna.
171
Santino salió lentamente y se sentó en cuclillas. El condón que llevaba
estaba manchado de sangre, lo que me hizo sentir cohibida. Por alguna razón, aún
sentía que tenía que probarme ante Santino.
Se quitó el condón y se levantó. Salió de la habitación sin una palabra, y
luego escuché el sonido de la papelera abriéndose y cerrándose otra vez.
Ahora no estaba segura de qué hacer. ¿Debería levantarme e ir a mi
habitación? Habíamos tenido sexo, ¿pero eso significaba que me quedaría a pasar
la noche? ¿O eso haría las cosas demasiado personales?
172
Por otro lado, habíamos tenido sexo. ¿Podría ser más personal que eso? A
nivel físico, no, pero emocionalmente, definitivamente. Y eso era algo que ni
Santino ni yo queríamos… o no podíamos arriesgarnos. Mis emociones
definitivamente estaban dispersas en este momento, pero estaba bastante segura de
que Santino podía manejar muy bien el sexo sin desapego emocional, como lo
demuestran sus aventuras pasadas con mujeres casadas.
Cuando Santino regresó con una botella de agua, aún estaba sentada en el
borde de la cama, dudando entre irme o quedarme.
Santino frunció el ceño.
—¿Ya te vas?
No podía leer las emociones en su rostro, lo que solo aumentó mi
incertidumbre. Odiaba esta sensación. Me encogí de hombros.
Santino se sentó a mi lado. Sin tocarnos. Extendió la botella.
—Deberías reponer líquidos.
—¿Por qué? ¿Has planeado alguna actividad atlética de la que no esté al
tanto? —bromeé y agarré la botella antes de tomar un gran trago.
Santino sonrió.
—Sí, tenía más actividades planeadas para la noche. —Su expresión no dejó
lugar a conjeturas. Aún estaba cachondo y listo para otra ronda.
Maldije mi cuerpo dolorido. Bajé la botella lentamente, considerando fingir
que mi coño no se sentía como si hubiera recibido una paliza. Pero al final, negué
con la cabeza. Necesitaba aceptar los límites de mi cuerpo, incluso si eso
significaba regresar a mi habitación y no disfrutar más este momento de cercanía
con Santino. De todos modos, era para mejor de todos.
—No creo que mi cuerpo pueda volver a hacerlo. Necesito un descanso.
Pude sentir mis mejillas arder ante mi admisión. Molestia por la traición de
mi cuerpo se apresuró a través de mí. Me encogí de hombros como si no importara.
Me puse de pie.
—¿Qué estás haciendo? —preguntó, sus cejas frunciéndose.
—Pensé… —Mi cara se calentó aún más. Quise rugir de frustración. Hice
un gesto hacia la puerta—. Puedo regresar por la mañana cuando mi cuerpo esté
recuperado.
La expresión de Santino decía que estaba completamente loca.
—Es jodidamente seguro que no irás a tu habitación ahora. Pasarás la noche
en mi cama.
—¿En serio? —pregunté sorprendida, contenta de poder enmascarar mi 173
alivio—. ¿Siempre tienes pijamadas con tus amantes, incluso si no pueden ir a otra
ronda?
Frunció el ceño y se deslizó hacia atrás hasta que estuvo apoyado en su
almohada.
—Esto es diferente. Ahora vuelve a meterte en la puta cama.
Diferente ¿cómo? Quería preguntar, pero mantuve la boca cerrada. Volví a
meterme en la cama y me acurruqué de lado, mirando a Santino con cautela. Me
atrajo hacia él y me acurruqué inmediatamente contra él. No entendía lo que estaba
pasando o cuánto duraría, pero disfruté la sensación de Santino contra mí. Santino
pasó la palma de su mano por mi columna, tomándome con la guardia baja.
Podía ser un imbécil, pero en este momento no lo era. No es que no me
gustara su forma de ser imbécil, pero esta… esta versión considerada también era
agradable.
—¿Esto es porque tomaste mi tarjeta V?
—Ese término es completamente una mierda. Suena como si me hubieran
concedido acceso a un club VIP.
—Santino, es un club muy exclusivo —le dije—. Hasta ahora eres el único
invitado.
—Y así es como va a seguir —gruñó, aturdiéndome por completo.
—Ah, ¿sí? —Incliné la cabeza.
Los labios de Santino se apretaron y un músculo de su garganta se tensó.
—No voy a compartirte. Si quieres estar con otros, entonces esa es tu
decisión, pero entonces tendré que irme. No puedo quedarme de brazos cruzados
y mirar.
Tragué con fuerza.
—Santino —dije en voz baja. ¿Se había olvidado de Clifford? ¿O pensó que
cancelaría mi compromiso solo porque me acosté con él? No podía, incluso si una
parte de mí podría considerarlo.
—No estoy hablando de tu compromiso. Sé que te casarás en unos años.
Pero ahora mismo no estás atada a él. Y mientras no lo estés, quiero que seas mía.
Parpadeé.
—¿Quieres que seamos exclusivos? —Odiaba cómo mi corazón latía
salvajemente ante sus sugerencias, cómo las mariposas bailaban en mi vientre.
—Exclusivos —repitió entre risas—. Tal vez soy anticuado, pero solía 174
llamarse fiel.
—Pensé que fiel era para cuando las personas estaban en una relación real
con sentimientos emocionales profundos, no para lo que tenemos.
—Sexo sucio —dijo con una voz que no pude leer.
Me encogí de hombros y un silencio extraño se estableció entre nosotros.
Me aclaré la garganta.
—Pero quiero que tú también seas exclusivo. Si por ahora soy tuya, quiero
que tú también seas mío.
—Soy tuyo —dijo en voz baja.
Forcé una sonrisa. No estaba segura de por qué nuestra conversación se
sintió tan cargada de repente.
—Tendrás que ser mi sucio secreto.
—Anna, créeme, soy muy consciente de las limitaciones de nuestro vínculo.
No tengo intención de morir a manos de tu padre ni ser motivo de un escándalo
que perjudique a la Organización. Nuestro vínculo se limitará al dormitorio.
Por alguna razón, eso tampoco me sentó bien. Lo que quería y lo que podía
tener estaban en desacuerdo en este momento.
Se aclaró la garganta.
—¿Cómo te sientes?
Estuve segura por un momento que se refería emocionalmente, y esa habría
sido una pregunta que no podría haber respondido honestamente, pero luego su
mano acarició mi abdomen.
—Nada mal. Pronto estaré lista para más actos indecentes.
Debo haberme quedado dormida poco después porque cuando volví en mí,
el cielo se estaba volviendo gris afuera. Aún estaba en el brazo de Santino. Escuché
su respiración, pero pronto me di cuenta de que no sonaba como si estuviera
durmiendo.
—¿Estás despierta?
—¿No puedes dormir?
—Mmm.
—¿Esperas ansiosamente que esté lista para la segunda ronda? —bromeé.
Estar en los brazos de Santino se sentía íntimo y correcto. Me asustó un poco.
—Más que ansioso. 175
Solo la idea de que algún día sería de Cliffy me hizo querer matar al hijo de
puta ahora mismo.
Una parte de mí consideró confesárselo todo a Dante. No porque estuviera
intentando ser noble y sincerarme con mi Capo. Simplemente esperaba que
decidiera cancelar el compromiso de Anna con Clifford.
Por supuesto, el instinto de conservación y la racionalidad me hicieron optar
por mentir. Cuando se casara con Clifford en unos años, probablemente ella y yo
habríamos perdido el interés el uno por el otro. Arriesgar su reputación y mi vida
solo porque estaba obsesionado ahora con ella era absolutamente idiota.
La esperé en el auto frente a su escuela de moda como de costumbre, pero
esta vez cuando se sentó en el asiento del pasajero, nuestra interacción fue tensa.
Por lo general, ella decía algo provocador y yo respondía a mi vez, pero esta vez
solo sonrió tensa y tampoco se me ocurrió nada ingenioso. Mierda, esta era la
primera vez que actuaba como un idiota con una mujer después del sexo.
Arranqué el auto, feliz por el sonido del motor. No hablamos en todo el
viaje en auto. Una vez de vuelta en nuestro apartamento, preparé un café fuerte
para nosotros.
Se aclaró la garganta.
—Esto no me gusta. Quiero que las cosas vuelvan a ser como eran antes de
que tuviéramos sexo.
Pensé por un momento que quería que volviéramos a no tener sexo, y
definitivamente no estaba a favor de eso.
Puso los ojos en blanco. Supuse que mi expresión debía haber delatado mis
sentimientos.
—Nuestras indirectas y bromas. No quiero que se vuelva incómodo entre
nosotros solo porque tenemos sexo regularmente.
—¿Tenemos sexo regularmente?
—Espero que ese sea el caso. ¿Tú no?
La atraje contra mí.
—¿Tienes que preguntar?
Me dedicó una sonrisa.
—Entonces, ¿está todo arreglado? ¿Actuamos como solíamos hacerlo, pero
con la ventaja añadida del sexo regularmente?
—Por mí está bien —dije arrastrando las palabras, deslizando mi mano por 181
su falda y dentro de sus bragas. Empecé a tocarla—. Tal vez deberíamos definir
regularmente —murmuré, disfrutando la sensación de Anna poniéndose
resbaladiza entre mis dedos.
—Diariamente —dijo sin aliento.
—Diariamente —coincidí antes de levantarla sobre la mesa para facilitar el
acceso a su coño.
Después de una ronda de sexo en la cocina, cenamos, antes de optar por una
segunda ronda en la cama.
Eran casi las nueve cuando nos relajamos uno al lado del otro, ambos
sudorosos y exhaustos por una sesión particularmente larga e intensa en la que
tomé a Anna al estilo perrito.
Bostezó.
—¿Cansada?
—Anoche no dormí mucho, ¿verdad?
—¿Esperaba que fuera de la misma manera esta noche?
Sacudió la cabeza con una carcajada.
—No puedo ir a otra ronda. Estoy demasiado cansada, y mañana necesito
estar en forma. Recibimos nuestra asignación del primer semestre en diseño de
moda ingenioso. Representará un tercio de nuestra nota del curso.
—Estoy aquí si cambias de opinión —dije mientras cruzaba los brazos
detrás de mi cabeza.
La expresión de Anna cambió, pero no estaba seguro de por qué. Se
incorporó y se deslizó hasta el borde del colchón.
—¿Qué estás haciendo?
Se rio como si la respuesta fuera obvia.
—Me voy a la cama.
No dije nada. Pensé que pasaría la noche allí y ahora que no lo hacía me
sentía… decepcionado.
—Dormir en la misma cama solo lo hará incómodo, ¿verdad? —Se rio de
nuevo.
—Probablemente.
—¿Cómo hacías con las otras mujeres?
No me gustaba especialmente hablar de otras mujeres con Anna. Se sentía
extrañamente irrespetuoso, lo cual era una completa tontería considerando que me 182
había atrapado en el acto.
—Compartían sus camas con sus esposos, así que el tema nunca salió a la
luz.
Se encogió de hombros.
—Aún no tengo esposo, así que en teoría podríamos compartir una cama, si
eso es algo que quieres.
—¿Tú qué quieres?
Ninguno de los dos quería dar el primer paso.
—Estoy bien de cualquier manera.
—Yo también.
Asintió resueltamente y luego se levantó.
—Supongo que entonces me iré a mi cama. Será más fácil mantenerlo
simple y sin complicaciones, ¿cierto?
—Cierto.
Recogió su albornoz del suelo y se dirigió a la puerta.
Gruñí, jodidamente cansado de nuestros juegos.
—Para.
Se giró con las cejas arqueadas.
—¿Qué?
—Vuelve a la cama.
—¿Por qué?
—Vuelve. A. La. Jodida. Cama.
Puso los ojos en blanco, pero se apresuró a regresar y prácticamente saltó
debajo de las sábanas.
—Está bien. No te enojes.
Extendí mi brazo y Anna se presionó contra mí.
—Tal vez tenemos que discutir algunas reglas adicionales en nuestro
romance. —Llamarlo romance no me sentó nada bien, pero no tenía ni idea de
cómo llamarlo. No estábamos en una relación. No podías entablar una relación con
una fecha de culminación establecida. Y no era del tipo de hombre que tenía
relaciones, nunca lo había sido.
—¿Qué reglas? —preguntó en voz baja que podía sentir en todas partes. 183
Incluso si las palabras dolían, tenía que decirlas.
—Que nunca olvidemos que eres de Clifford. No mía.
—No lo olvidaré, no te preocupes —dijo en voz baja—. Pero esto puede ser
tuyo, este momento, y tantas noches como podamos tener hasta que me case.
—No solo las noches, Anna. Si empiezo a follarte, querré hacerlo cada hora
del día.
Me dio una mirada de advertencia.
—Te dije que no puedo hacerlo de nuevo esta noche. No sé de dónde sacas
la energía. Eres diez años mayor. ¿Esto es algo de los hombres?
—Es una cosa mía. Soy el móvil perpetuo en forma humana.
—¿Podrías ser más engreído?
Sacudió la cabeza con una carcajada y luego me golpeó el pecho.
—Puedo intentar.
—Estuvimos de acuerdo en que sea diario, no por hora.
—No he dejado una impresión duradera.
Entrecerró los ojos de una forma que cada día me resultaba más divertida.
—Sabes que eso no es cierto, pero no esperes que acaricie tu ego.
Suspiré.
—Me he encontrado una chica dura.
Se quedó en silencio, y me di cuenta de cómo debe haber sonado eso.
—Esto tiene que terminar una vez que estemos de vuelta en Chicago —
susurró—. Sin importar cuándo sea eso. No podemos seguir con esto a espaldas de
mi familia. Es diferente mientras estamos tan lejos.
—Sí —dijo Santino—. Tu padre me mataría.
—Entonces, ¿ambos estamos de acuerdo en que esto solo puede continuar
mientras estemos en París?
—Absolutamente. —No mencioné que de todos modos renunciaría como
su guardaespaldas al momento en que volviéramos. Cuando le pedí a Dante este
favor fue por otras razones, pero ahora me alegraba de tener la opción de poner
distancia entre Anna y yo una vez que volviéramos.
Se mordió el labio inferior de una manera que hizo que mi polla se
contrajera. Levanté una ceja.
Se inclinó hacia adelante, susurrando: 184
—Tal vez podría ir por otra ronda si haces lo que hiciste la primera vez que
nos portamos mal.
—Tienes que ser más específica. —No podía querer decir que le follara la
boca porque su reacción después de eso en realidad no había pedido a gritos que
repitiera la actuación, razón por la cual no la había dejado volver a hacerlo desde
entonces.
Acarició mi pecho y luego más abajo, sus uñas jugueteando con las crestas
de mis abdominales y la parte interna de mis muslos de una manera demasiado
distractora.
—Fue un poco sexy, tenerte sobre mí de esa manera, tomando mi boca,
siendo todo dominante y enojado.
La sangre se disparó en mi polla cuando las imágenes de esa primera noche
revolotearon en mi cerebro.
—No digas algo así.
—¿Por qué no?
—Porque me da todo tipo de ideas para las que no estás preparada.
—Estoy más que lista. Te dije. Pensé que fue sexy.
—Después desapareciste en el baño para llorar.
—No sabes que lloré.
—Tus ojos estaban rojos e hinchados. Estoy jodidamente seguro de que no
haré algo que provoque ese tipo de reacción tuya, cherie.
Pareció sorprendida. Por una vez no había dicho cherie para enojarla.
También había oído la diferencia.
—Me gusta cuando me llamas cherie como si lo dijeras en serio.
Lo dije en serio. También lo había dicho así antes, incluso si lo hubiera
escondido detrás de burlas y sarcasmo. Anna me había molestado mucho en el
pasado, y aún lo hacía la mayoría de los días, pero con el tiempo comprendí que
me gustaba.
—Lo digo en serio. Pensé que fue sexy. Corrí al baño después porque quería
ser más que una follada enojada.
—Nunca podrías ser solo una follada enojada y lo sabes. —Nuestros ojos
se encontraron, y de repente esto se sintió demasiado íntimo. No habría aguantado
tanto como lo hice con ninguna otra persona. Me preocupaba por Anna, maldita
sea demasiado, lo cual era el problema principal de mi existencia. Agregar sexo a
la mezcla era un riesgo. Nunca me había enamorado de una mujer con la que me 185
hubiera acostado, pero tenía la sensación de que ella podría cambiar eso, y no
debería arriesgarme. Que me gustara por su coraje estaba bien, pero cualquier cosa
que fuera más allá de eso sería fatal.
Se encogió de hombros.
—También eres más que una follada enojada. Santino, creo que me gustas.
Le das a mi vida la chispa necesaria.
Me reí.
—Igualmente, cherie. Igualmente.
—Entonces, ¿qué tal una actuación repetida de esa primera noche obscena?
Negué con la cabeza con un gruñido y la atraje hacia mí para besarla.
—¿Cómo podría decir que no?
Ahora que Santino y yo habíamos estipulado ciertas reglas me sentía mucho
mejor. Por supuesto, nadie sabía mejor que yo que una cosa era tener reglas y otra
seguirlas.
Sin embargo, estaba dispuesta a correr el riesgo porque estar con Santino se
sentía demasiado bien como para dejarlo. Y no solo en el sentido físico, aunque
eso era absolutamente alucinante. Aún se me ponía la piel de gallina y sentía un
hormigueo agradable entre las piernas cuando pensaba en nuestra vida sexual en
las últimas semanas. La única vez que Maurice intentó ponerse en contacto
conmigo, le dije que ya no estaba en el mercado. Estar con Santino era más que
satisfactorio. En este momento no podía imaginar estar con nadie más.
Era finales de marzo y el clima había sido soleado y cálido toda la semana,
lo que nos permitió descubrir más de la ciudad a pie cuando no estaba ocupada con
mis estudios. 186
Santino y yo paseábamos junto a pequeños grupos sentados en el césped
con la Torre Eiffel elevándose sobre sus cabezas. Casi todos eran turistas o
estudiantes de intercambio. La mayoría de los parisinos evitaban el área alrededor
del punto de referencia de su ciudad.
Aún no me había cansado de dar un paseo por aquí, pero incluso yo buscaba
a menudo los lugares más apartados de la ciudad.
Tenía mi teléfono en la mano, buscando inspiración en todo. Anqué rara vez
tomé fotos de las vistas en sí. Lo había hecho la primera vez que las había visto,
pero ahora estaba buscando lo particular en lo ordinario.
Me llamó la atención un movimiento en el suelo cerca de un arbusto.
Comencé a tomar fotos inmediatamente. Una de las muchas palomas de la ciudad
estaba picoteando una papa cuando una rata asomó la cabeza y atacó, arrebatándole
el trozo de comida al pájaro aturdido y corriendo de regreso a su arbusto. Bajé el
dedo de la pantalla de mi teléfono, pero me mantuve alerta en caso de que sucediera
otra rareza.
Me tomó un momento darme cuenta de que Santino me estaba observando.
—Otras personas toman videos de la Torre Eiffel, tú de una rata peleando
con una paloma por un trozo de baguette —murmuró, pero a pesar de su expresión
malhumorada, me di cuenta de que estaba divertido.
—Una cosa te lleva a los videos de TikTok más vistos, la otra no.
Entrecerró los ojos.
—No me digas que estás usando esa plataforma inútil. Solo hay chicas
adolescentes medio desnudas bailando música rap de mierda. —Se encogió de
hombros con una sonrisa—. Supongo que esa es tu gente.
—Sabes, Sonny, TikTok se basa en algoritmos. Dice más de ti que de
TikTok si los únicos videos que te sugieren son chicas medio desnudas.
—Le avisaré a tu querido hermano. Fue su cuenta de TikTok la que revisé
cuando confisqué su teléfono la última vez.
—Seguro que sí —dije, sofocando una sonrisa. Nuestras bromas me daban
vida. A pesar de nuestros encuentros sexuales frecuentes, muy frecuentes, aún nos
tomábamos el pelo sin piedad.
—Tengo a la adolescente más hermosa mostrándome las nalgas todas las
mañanas y noches en un intento desesperado por seducirme, no necesito TikTok
para eso.
—Noticia de última hora, no es un intento si tiene éxito. 187
195
Santino estaba aún más nervioso por la visita de mi familia que yo. Tal vez
le preocupaba que se me escapara algo, pero aprendí desde muy temprana edad a
ponerme una máscara en público. Ahora solo usaba ese talento para ponerle una
máscara a mi familia. Eso no significaba que no me sintiera culpable porque lo
hacía, especialmente cuando miraba a mamá y papá a los ojos. Pero no tenía otra
opción si quería quedarme en París y proteger a Santino.
Tal vez la culpa persistente fue la razón por la que me alegré cuando terminó
la visita de mi familia a París y todos volamos a Chicago. Se sentía extraño estar
de vuelta en casa cuando tanto había cambiado. Los últimos meses en París habían
sido liberadores, emocionantes, y había comenzado a dar por sentada esta libertad
nueva. De vuelta en Chicago con sus limitaciones, comprendí que la libertad de la
que me había emborrachado me sería arrebatada en unos pocos años. Lo que
Santino y yo teníamos en París estaba condenado.
Me reuní con papá en su oficina un par de días después de que todos
llegáramos a Chicago.
Mamá también ya estaba allí, de pie junto a papá en la ventana, y parecía
que habían estado discutiendo.
—Me gustaría hablar contigo de tu futuro —dijo con calma.
Siempre supuse que mamá y papá me permitirían regresar a París para mi
segundo semestre. Nunca habían dicho lo contrario, pero las palabras de papá me
hicieron dudarlo, y me asusté. No quería quedarme en Chicago, aún no. Quería
vivir un poco más, disfrutar más tiempo con Santino. Él y yo apenas nos habíamos
visto en dos semanas. No habíamos compartido ni un solo beso, y mucho menos
más. Mi cuerpo anhelaba su cercanía. 205
—Está bien —dije vacilante—. ¿Pensé que Santino y yo regresaríamos a
París después del cumpleaños de Bea en agosto?
Mamá y papá intercambiaron una mirada que me puso cada vez más
nerviosa. Mamá vino hacia mí y tomó mi hombro.
—¿Si es lo que quieres?
Asentí con vehemencia.
—Por supuesto. ¿Por qué no? Me encanta la ciudad y mis estudios de moda.
Es mi sueño hecho realidad.
Mamá tomó mi mejilla brevemente.
—Tu padre y yo al principio teníamos preocupaciones, pero tenemos que
decir que nos demostraste que estábamos equivocados.
—Aun así —dijo papá—. La gente está empezando a preguntarse dónde
estás.
—Saben que estoy estudiando en el extranjero. ¿No entienden que tenemos
que mantenerlo en secreto por razones de seguridad?
—Oh, lo hacen —dijo mamá con un movimiento de cabeza—. Creo que lo
que más les preocupa es que has desaparecido de su radar de chismes.
Me encantaba la honestidad de mamá. Odiaba lo críticas que eran algunas
personas en nuestro mundo. También se había sometido a sus palabras crueles al
comienzo de su matrimonio con papá.
—Si la gente no sabe la verdad, inventa su propia versión —dijo papá.
Puse los ojos en blanco.
—¿Ahora qué tipo de rumores están difundiendo?
—Que estás embarazada del hijo de Clifford y esa es la razón por la que
estás comprometida con él. Que estás embarazada del hijo de otra persona. Que te
has escapado con alguien.
—Estoy de vuelta. Si me hubiera escapado, no estaría aquí, ¿verdad?
—Es por eso que debemos asegurarnos de que sigas asistiendo a los eventos
sociales. Y es por eso que nos gustaría que te quedes hasta el comienzo del
semestre.
—Está bien. —Eso solo era dos semanas más de lo que había pensado. No
era tan malo. Por supuesto, eso significaba que Santino y yo tendríamos que
mantenernos alejados durante dos meses… probablemente entraría en
combustión—. ¿Ya hay fecha para mi boda? 206
217
222
Me senté en mi habitación y miré mi equipaje. Durante semanas había
pretendido que aún teníamos tiempo, había pretendido que el final no estaba cerca,
pero ahora, mientras veía mi ropa empacada ordenadamente en tres piezas de
equipaje, las lágrimas ardieron en mis ojos. Sobre mi ropa descansaba mi diploma.
Había terminado de verdad mis estudios de moda en París, había vivido mi sueño
durante tres años, había probado la libertad desenfrenada, me había enamorado.
Y mañana regresaría a Chicago para retomar mis funciones. En ocho meses,
me casaría con Clifford. Los próximos meses de mi vida estarían llenos con la
planificación de la boda (por supuesto, mamá y Dolora ya habían comenzado) y 223
los eventos sociales.
Tendría que encontrar una manera de encontrar mi camino de regreso a la
vida más restringida en Chicago. Y tendría que averiguar cómo volver a
desenamorarme de Santino, tenía que evitar que mi vientre se llenara de mariposas
cada vez que entraba en una habitación, lo que aún sucedía después de casi tres
años compartiendo cama.
No podía imaginar dejarlo ir, pero cuanto más pensaba en cómo serían las
cosas entre nosotros una vez que volviéramos, más me daba cuenta de que no tenía
otra opción. Si no terminaba ahora las cosas entre nosotros, quizás nunca podría
hacerlo. Y esa no era una opción. El futuro de la Organización descansaba sobre
mis hombros, y no había forma de que decepcionara a mis padres de esa manera.
Me puse de pie y fui a la habitación de Santino. Cerró su maleta cuando
entré y levantó la vista.
—¿Todo listo? —pregunté. Mi voz sonó apagada, casi vacilante.
Asintió lentamente, sus cejas frunciéndose a medida que contemplaba mi
rostro y luego una sonrisa extraña se dibujó en sus labios. Asintió con una risa
amarga.
—Es hora, ¿no?
Tragué con fuerza, sin saber si en realidad sabía lo que tenía que pasar.
¿Podía leerme tan fácilmente?
Por supuesto. Habíamos pasado todos los días y noches juntos en los
últimos tres años. Conocía cada centímetro de mi piel, la había besado y tocado
toda, conocía cada imperfección y todos los lugares que me daban más placer. Pero
como había descubierto mi cuerpo, también había visto todo lo que había debajo.
Me conocía como nadie más, ni siquiera mi familia.
Busqué las palabras correctas, algo que lo hiciera más fácil.
—No podemos seguir haciendo esto.
Ni siquiera podía ponerle un nombre a lo que teníamos porque nunca lo
habíamos definido. Dormimos juntos. Compartimos cama y bromas, bromeamos
y hablamos en serio. Tal vez éramos amigos con beneficios, pero nunca habíamos
sido amigos. En realidad no, y no se sentía como si ahora lo fuéramos. ¿Podíamos
ser amigos? ¿Alguna parte de nuestra conexión podría sobrevivir en Chicago? ¿Era
siquiera inteligente considerarlo?
—¿Tener sexo? —preguntó en voz baja, acercándose. Mi cuerpo anhelaba
su toque como si ya hubiera estado sin él durante meses—. ¿Compartir cama?
¿Pasar tiempo juntos como una pareja?
Pareja. ¿Acababa de compararnos con una pareja?
224
Mi corazón parecía demasiado pesado para mi caja torácica como si fuera a
caer y hacerse añicos en el suelo en cualquier momento.
—Siempre supimos que no podía durar. Sabíamos cómo terminaría.
—Tú casándote con Clifford.
—Sí —dije sin tono alguno.
Se detuvo frente a mí, tocando mi mejilla. Miré su pecho, temerosa de
encontrar su mirada. Sabía que me consumiría por completo.
—¿Alguna vez siquiera por un segundo has considerado seguir tu corazón?
¿Alguna vez te has permitido considerar cancelar tu compromiso y darnos una
oportunidad real?
No podía creer lo que dijo, no podía creer que rompiera nuestro acuerdo
tácito de no considerar un futuro juntos. ¿Por qué tenía que hacer esto más difícil
de lo que era?
¿Lo había considerado?
Sí, por supuesto. Todas las noches que dormía en los brazos de Santino y
todas las mañanas que despertaba a su lado.
Pero nunca había permitido que la idea echara raíces, y ahora no lo
permitiría.
—No —dije con firmeza.
Empujó mi cara hacia arriba, sus ojos marrones encontrándose con los míos.
Me armé de valor.
—Eres una mentirosa buena, pero te conozco.
—Santino, me conoces bien, pero no conoces todo, especialmente mi
corazón. Soy leal a mi familia ante todo, y necesitan que me case con Clifford. No
los decepcionaré.
—Casarse con un guardaespaldas sin duda sería una decepción.
Lo miré fijamente.
—¡Siempre supimos que esto no podía ser! No actúes como si estuvieras a
punto de proponerme matrimonio.
—Tienes razón. Entonces, supongo que es bueno que le pidiera a tu padre
hace tres años que me dejara volver al trabajo de Ejecutor después de París. Así no
nos volveremos a ver. Una ruptura limpia, como quieres.
Me quedé helada. Pensé que al menos seguiría viendo a Santino, que aún
sería capaz de hablar con él. 225
—Nunca me dijiste.
Se encogió de hombros.
—Como tú, a menudo olvido que hubo un tiempo después de París.
Forcé una sonrisa.
—Nunca te gustó ser mi guardaespaldas, así que ahora cumples tu deseo.
Miró su reloj.
—Deberíamos ir a dormir. Nuestro vuelo sale temprano.
Presioné mis labios entre sí.
—¿No vamos a pasar nuestra última noche juntos? —Forcé mis labios en
una sonrisa tímida, sin querer ser cursi.
La expresión de Santino no albergó emociones.
—No creo que eso sea prudente. Deberíamos pasar la noche en nuestras
camas.
—Tienes razón —dije con una resolución forzada—. Lo que necesitamos
es una ruptura limpia.
Me di la vuelta y regresé a mi habitación, limpiándome los ojos brutalmente.
Al día siguiente, Dante me pidió que fuera para una conversación final sobre
mi asignación en París. Ya había llamado a Arturo para quedar en la noche y
charlar sobre trabajar de nuevo juntos. Anna siguió adelante con su vida, y yo
también lo haría.
230
Entré por la entrada de la caseta de vigilancia y me dirigí a través del
corredor subterráneo hacia la mansión. Me sentía jodidamente ansioso.
En cuanto entré en la casa, supe por qué. Anna estaba de pie en el pasillo
frente a la oficina de Dante. Eso definitivamente no era una coincidencia.
Avancé hacia ella, intentando mantener la calma, pero los latidos de mi
corazón se aceleraron como siempre lo hacía cuando la veía. Llevaba el último
vestido que había cosido en París, un minivestido ceñido al cuerpo de manga larga
y escote asimétrico. Era la primera vez que lo veía en ella. Se veía maravillosa en
él.
Nuestros ojos se encontraron.
—¿Listo para renunciar? —preguntó en voz baja.
No dije nada, solo pasé junto a ella y llamé a la puerta de la oficina. Anna
se fue sin decir una palabra más. Me tomó todo mi autocontrol no perseguirla y
besarla.
Durante nuestra reunión, Dante expresó su gratitud y satisfacción por el
trabajo que había hecho en París. No podía negarlo. Me sentí culpable por
traicionar a mi Capo, pero sabía que lo haría todo otra vez, incluso sabiendo el
resultado final. No quería perderme ni un solo momento que había pasado con
Anna. Dante hojeó algunos papeles en su escritorio, solo mirando brevemente
hacia arriba para preguntar:
—¿Supongo que aún quieres dejar tu puesto como guardaespaldas y volver
a trabajar como Ejecutor?
—¿Por qué lo preguntas?
—No mentiré. Preferiría tenerte como guardaespaldas de Anna. Confío en
ti. Pero cumpliré mi promesa, así que si quieres ser Ejecutor, el trabajo es de nuevo
tuyo.
—De hecho, he estado pensando en seguir siendo el guardaespaldas de
Anna. De esa manera puedo seguir trabajando junto con mi papá.
¿Qué acabo de decir? ¿Había perdido la puta cabeza?
Dante me dio una sonrisa pequeña, ya no estaba interesado en sus papeles,
su atención ahora estaba completamente en mí.
—Me alegra escucharlo. —Rodeó el escritorio y me tendió la mano.
Después de ponerme de pie, la estreché, sabiendo que acababa de cometer un gran
error.
—¿Necesitas algunos días más de descanso antes de volver a trabajar?
Comprendo que no has tenido unas vacaciones de verdad en tres años. 231
233
Después de nuestro tiempo juntos en el auto, llegué a almorzar con Luisa
quince minutos tarde. Me prometí que el revolcón en el auto sería algo de una sola
vez, una última despedida.
Rápidamente quedó muy claro que Santino y yo no podíamos mantenernos
alejados el uno del otro. Nuestra conexión era como un tirón magnético que
ninguno de los dos podía resistir. ¿Por qué otra razón había accedido a seguir
siendo mi guardaespaldas?
Solo un día después, nos encontramos nuevamente en el asiento trasero del
automóvil. Los dos sin aliento y mi piel sudorosa pegándose al cuero, pero no 234
podía borrar la sonrisa de mi rostro.
Estaba presionada al costado de Santino, disfrutando de la sensación de su
calidez y su aroma único. Era un olor que asociaba con la seguridad.
—¿Ahora qué? —preguntó.
—Seguimos haciendo lo que hicimos en París.
—En París no teníamos decenas de ojos vigilantes sobre nuestra espalda.
Podríamos estar juntos relativamente imperturbables. Todo lo que hacemos en
Chicago es un riesgo. No podremos estar cerca en público e incluso reunirnos en
secreto será difícil. No podemos follar en tu habitación. Y no podemos seguir
follando en el auto en los estacionamientos públicos.
Me levanté un poco con una sonrisa burlona, queriendo dispersar la pesadez
de nuestra conversación. No quería dar lugar a las preocupaciones que me habían
estado molestando desde que nuestro regreso a París se había acercado y ahora se
habían manifestado desde que estábamos de regreso en Chicago.
—¿Por qué no? El riesgo hará que sea más caliente. Me gusta hacer
travesuras en el auto, y hacerlo en mi habitación será aún más travieso.
Sus ojos me atravesaron con su intensidad. Pasó sus manos por mi cabello.
—Esto agregará otra capa a nuestra traición.
—¿En serio importa? —susurré. Mamá y papá estarían decepcionados de
cualquier manera si alguna vez se enteraban, lo cual no sucedería—. Seamos el
secreto del otro por el tiempo que podamos.
—Nunca me importó ser el secreto sucio de alguien, pero en realidad
desearía no ser el tuyo.
—Es todo lo que podemos tener.
Mis manos estaban sudorosas cuando entré a la mansión Clark con mamá,
papá y Leonas. Dolora celebraba su quincuagésimo cumpleaños, y por supuesto
todos estábamos invitados. Era la primera vez que volvía a ver a Clifford, lo que
me hizo sentir irracionalmente ansiosa, especialmente porque papá había elegido 235
llevar a Santino con nosotros y no a Enzo.
Clifford y su madre nos saludaron, mientras su padre estaba ocupado
hablando con un par de senadores. Dolora me abrazó brevemente, lo que se sintió
incómodo, especialmente cuando su mirada se dirigió a Santino justo después.
¿Pensaba que él le daría un regalo de cumpleaños especial?
No lo haría.
¿Verdad?
¿Seguíamos siendo exclusivos? ¿O nuestra especie de ruptura en París había
cambiado las cosas?
El mero pensamiento de que Santino pudiera tocar a otra mujer me hizo ver
rojo. Clifford se paró frente a mí, forzando mi atención hacia él. Siguió un
momento breve de incomodidad, que cortó al inclinarse y besarme en la mejilla.
Fue un beso breve, nada que gritara pareja, pero aun así me hizo sentir culpable
porque Santino tuvo que verlo.
Lo vi cruzar la habitación para tomar posición allí por el rabillo del ojo, su
mirada tenía una expresión estoica, pero sus ojos ardían de celos.
—¿Cómo va todo? —preguntó con una sonrisa cortés. Parecía menos
juvenil de lo que recordaba, más tranquilo y confiado, y no solo porque vestía un
traje elegante.
—Bien —respondí, aceptando su codo extendido. Me condujo hacia el
buffet.
—¿Causará problemas?
No tuvo que dar más detalles, estaba bastante claro a quién se refería. Me
permití una mirada muy breve hacia Santino, quien estaba escaneando la
habitación de manera profesional.
—No, ¿por qué lo haría? —pregunté—. ¿Alguna de las chicas con las que
saliste en los últimos años causará algún problema?
—Difícilmente.
—Ves —le dije con una sonrisa firme—. Todo está bien.
236
241
Sacar tiempo para el otro fue casi imposible ahora que las responsabilidades
sociales de Anna aumentaron antes de la boda. En las últimas cuatro semanas desde
nuestra llegada a Chicago habíamos conseguido follar en el auto cuatro veces y
una vez en la fiesta. Eso fue todo.
Rara vez tuvimos tiempo para hablar. Nunca pensé que extrañaría hablar
con una mujer, pero en realidad extrañaba cada vez más nuestras conversaciones
cuando permanecíamos despiertos en París.
Después de otro rapidito en el auto de camino a una tienda de flores para la
boda, Anna y yo nos permitimos unos minutos de compañía mutua en el asiento
trasero.
—¿Tienes planes para el futuro? —preguntó de repente. Miré hacia abajo a
su cabeza donde descansaba contra mi pecho.
—¿Qué tipo de planes? —Había dejado de hacer planes desde que
empezaron las cosas con ella, pero incluso antes de eso prefería vivir el momento,
lo cual era sabio considerando mis elecciones de vida.
Inclinó la cabeza para mirarme.
—¿Nunca piensas casarte y tener hijos? Ahora tienes más de treinta.
¿Estaba hablando en serio? La miré fijamente.
—Tal vez una vez que estés casada. Mientras esté follando contigo, no
parece prudente encontrarme una esposa. Mi vida está en pausa por ti.
Se incorporó hasta quedar sentada, su rostro retorcido.
—Como si una esposa te impediría follarme.
—Si tengo una esposa, seré fiel.
Pareció sorprendida.
—Has convertido infieles a muchas mujeres.
—No los convertí en nada. Estaban buscando diversión fuera de sus
matrimonios, y les ofrecí diversión.
Asintió, pero aun así pareció confundida.
—Entonces, ¿estás postergando el matrimonio por mi culpa?
¿Se estaba haciendo a propósito la tonta? Toda mi vida había estado en
pausa estos últimos tres años. Todo había girado en torno a ella, su futuro. Volví a
rodar encima de ella.
—Anna, cada puta cosa que he hecho estos últimos años ha sido gracias a 242
ti. Eres el maldito sol al que estoy dando vueltas.
Sus ojos se suavizaron.
—No puedes poner tu vida en pausa por mí. Me casaré con Clifford. No
puedo ser tuya. Tal vez deberías empezar a buscar a alguien con quien casarte.
¿En serio eso era lo que quería? ¿Yo encontrando a alguien más? Me
acomodé entre sus piernas y me hundí en ella lentamente. Sus labios se separaron
a medida que exhalaba.
—De momento eres mía. Eso es suficiente.
No lo era, y ese triste hecho se hizo más evidente cada día que pasaba.
Quería a Anna.
Era mi tarde libre y decidí reunirme con Arturo, cancelando a última hora
una cena con papá y Frederica. Sabía que solo intentarían interrogarme sobre mi
romance con Anna. No quería escuchar sus consejos. Había dejado de ser
razonable en lo concerniente con Anna.
Arturo era el hombre para ser irrazonable y cuando quería evitar que me
hicieran preguntas sobre mis emociones.
Conduce mi Camaro al lugar de Arturo. Lo había extrañado mientras estuve
en París e incluso ahora rara vez tenía la oportunidad de conducirlo. Cuando
estacioné frente al lugar de Arturo, él ya estaba afuera en el callejón abandonado.
Salí y me uní a él.
—Hola, ¿qué tal? —Le di una palmada en los hombros, lo que solo me ganó
una breve mirada horrorizada y ninguna respuesta.
Arturo señaló una pila de paquetes esperando junto a la puerta. Levanté uno,
que era sorprendentemente pesado. Seguí a Arturo, que llevaba una caja más
pequeña, a la parte trasera de su loft; en realidad solo era un almacén que había
elegido como vivienda, probablemente porque aquí, en el distrito industrial, nadie
escuchaba los sucesos extraños. Dejé el paquete sobre la encimera de la cocina,
todo de acero inoxidable. No estaba seguro si Arturo la había usado alguna vez
para cocinar. Me recordaba a una morgue. 243
Tragué pesado.
—Tengo que casarme con Clifford. Es por la Organización, lo sabes. No
me hagas dudar de mi elección.
Él asintió y me soltó.
—Tal vez se trata de la Organización, o tal vez se trata de otra cosa. Si aún
no dudas de tu elección, probablemente sea mejor que ahora ni te molestes.
—¿Qué quieres decir?
La puerta de la fiesta se abrió y nos separamos, pero no antes de que la
persona nos viera. Por suerte solo era Sofia. Sus ojos se abrieron con sorpresa.
—Siento perturbarlos.
Me puse de pie.
—No lo haces. Nuestra conversación ha terminado. —Me acerqué a Sofia.
Podía ver en su expresión que estaba preocupada por mí. Le di una sonrisa rápida—
. ¿Vas al baño?
—Ajá —dijo, echando un vistazo a Santino, obviamente aún insegura de lo
que vio. Santino y yo no habíamos tenido demasiada intimidad, pero supongo que
cualquier cosa que hubiera pasado entre nosotros nos había delatado con Sofia—.
Sí. ¿Y tú?
—También tengo que ir al baño. —Nos tomamos de los brazos y nos
dirigimos al baño de invitados donde ambas nos metimos en la habitación. Sofia
esperó a que cerrara la puerta antes de decir:
—Está bien, ¿cuánto tiempo ha estado pasando esto?
Sonreí a modo de disculpa, aunque sentía un poco de ganas de llorar después
de mi discusión con Santino.
—Desde París.
Dejó escapar un suspiro.
—Desde el principio.
—Sí.
—Ay, Anna. ¿Por qué no me lo dijiste?
—Habría sido demasiado peligroso por teléfono.
—¿Qué hay de las veces que nos encontramos en las fiestas?
247
Me encogí de hombros, sintiéndome horrible.
—Simplemente… no quería contarte algo que en realidad no significa nada.
Me dio una mirada que dejó en claro que pensaba que estaba completamente
loca.
Pasos sonaron justo en frente de la puerta y nos quedamos en silencio. Este
fue un buen recordatorio de que esta era la casa de los Clark. Aquí no estábamos
seguras, especialmente no con un tema tan delicado como este.
—¿Podemos encontrarnos mañana para el almuerzo? —le pregunté.
—Por supuesto. De todos modos, Danilo estará ocupado con unas
reuniones. Pero sin más mentiras, ¿de acuerdo?
La abracé.
—Lo prometo.
Sofia vino a la mañana siguiente. Danilo tenía una reunión con papá en su
oficina de modo que pudimos conducir juntas al restaurante. Me alegraba que
estuviera en la ciudad unos días más. Necesitaba su apoyo. Había considerado
pedirle a Luisa que se uniera a nosotras, pero habría sido demasiado abrumador
enfrentar sus preguntas al mismo tiempo. Me reuniría con ella en otro momento
para hablar de Santino. De todos modos, estaba ocupada con los preparativos de
su boda, así que no quería agobiarla con mis problemas con Santino.
Sofia y yo fuimos a almorzar a mi lugar favorito donde servían los mejores
wafles belgas. Por supuesto, Santino nos llevó hasta allí, así que el viaje al
restaurante transcurrió en silencio, excepto por la interacción profesional ocasional
entre Santino y el guardaespaldas de Sofia, que se sentó al frente.
Fue lo suficientemente inteligente como para darnos un poco de espacio y
se instaló lejos de nuestra mesa junto a la entrada del restaurante.
248
Le di un sorbo a mi café negro y apenas probé mi ensalada de frutas. La
próxima semana iría a comprar un vestido de novia, así que no quería arriesgarme
a subir de peso. Sin mencionar que ya rara vez sentía mucha hambre. El estrés con
Santino y la boda aproximándose estaban pasándome factura.
Sofia me observó a medida que probaba sus wafles y luego miró de reojo a
Santino, que estaba sentado en una mesa con su guardaespaldas al otro lado de la
habitación para darnos privacidad.
—¿De verdad crees que puedes seguir adelante con la boda?
Cada día estaba un poco menos segura de poder hacerlo, pero solo faltaban
cinco meses para la boda. Ya se había reservado el lugar, se enviaron las
invitaciones, se reservó el catering, incluso las flores, el pastel y las decoraciones.
Lo único que faltaba era mi vestido de novia, que hasta ahora había evitado
comprar.
Cancelar la boda ahora causaría una gran reacción. Los Clark se sentirían
muy ofendidos y probablemente se desquitarían con la Organización. Incluso si
sus opciones de venganza fueran limitadas, no quería causar ningún problema a mi
familia o a la Organización. Sin mencionar que Santino y yo tendríamos que
admitir nuestra relación. Papá y mamá estarían muy disgustados por decir lo
menos.
Sofia suspiró.
—Anna, esa es una pausa demasiado larga.
—Tengo que hacerlo. Ahora no puedo echarme atrás. Clifford no está mal.
Es atractivo, inteligente, motivado. Todas esas son buenas cualidades que
apreciaré en un matrimonio.
—Quizás. O quizás le guardes rencor porque te costó el amor de tu vida.
Puse los ojos en blanco.
—Eso es un poco melodramático. Nunca dije que estaba enamorada de
Santino. Dormimos juntos estos últimos tres años, pero no tenemos una relación
real. —Luego me encogí de hombros—. Tal vez Clifford se divorciará de mí
después de unos años, entonces seré libre.
—Dudo que arriesgue su carrera al divorciarse tan temprano, y contraer
matrimonio y esperar un divorcio rápido no es una buena opción. Y Santino
probablemente también estará casado para entonces.
La idea de que Santino se casara con alguien me devastó. Por supuesto,
quería que fuera feliz, pero perderlo por otra mujer fue increíblemente doloroso.
Aun así, no podía seguir reteniéndolo. Eso no sería justo para él. 249
Sofia suspiró.
—Piénsalo. No apresures las cosas por una mala comprensión del deber.
Tus padres lo entenderían.
Levanté una ceja.
—¿En serio crees que mis padres serían comprensivos cuando les dijera que
Santino y yo lo hemos estado haciendo durante años a sus espaldas?
Dejó escapar una risa ahogada.
—Probablemente estarán un poco enojados, especialmente con Santino.
—No estoy segura de querer arriesgarlo todo. ¿Quién dice que Santino y yo
seríamos felices si pudiéramos estar juntos? No hay garantía. Sería egoísta de mi
parte arriesgarme a un gran escándalo por la pequeña posibilidad que Santino y yo
estamos destinados a estar juntos.
Se encogió de hombros, aún no convencida.
—Tal vez entonces tus sentimientos por él en realidad no son lo
suficientemente fuertes y lo mejor es si le das la oportunidad de seguir adelante,
de modo que tú también puedas seguir adelante con Clifford.
250
Santino se quedó en el auto frente a la tienda cuando fui a mi primera cita
en la tienda de novias con mamá, Sofia y Luisa. Solo el guardaespaldas de Sofia
se unió a nosotras adentro porque Danilo siempre estaba particularmente alerta.
—Pensé que diseñarías tu propio vestido —dijo Sofia cuando miré los
vestidos en exhibición.
También siempre lo había pensado, pero por alguna razón no me atreví a
hacerlo. No me sentía inspirada en lo más mínimo.
Mamá se unió a mí y señaló un hermoso vestido clásico con encaje. 251
—Creo que te verías hermosa en esto.
De hecho, era uno de mis favoritos de los vestidos que había visto hasta
ahora.
—Me lo probaré.
Treinta minutos más tarde salimos de la tienda de novias, y había elegido el
vestido que mamá había sugerido. Era hermoso, elegante y me hizo sentir preciosa.
La vendedora me había preguntado «si sentí el vestido».
No estaba segura de lo que quiso decir. Era bonito y haría que la gente me
admirara. ¿Pero estaba abrumada por los sentimientos cuando me lo puse?
No. No es que lo esperara. Esta boda no se trataba de emociones, y hacía
tiempo que había perdido la esperanza de que pudiera serlo.
Santino y yo nunca hablamos del vestido de novia, ni de la boda. Desde
nuestra última discusión, habíamos ignorado por completo el asunto, pero incluso
nuestros encuentros sexuales se habían vuelto pocos y distantes entre sí. Esto se
sentía como una ruptura prolongada que nos estaba lastimando a ambos.
Fui sola a mi última cita en la tienda. Esta era mi penúltima prueba y
simplemente no tenía ganas de compartirla con mamá ni con nadie más. Odiaba
cuando todas me miraban a la cara y esperaban ver algo que no estaba allí.
Santino esperó al frente de la tienda. La prueba tenía lugar en un vestidor
separado en la parte trasera.
Cuando la vendedora me ayudó a ponerme el vestido, le pedí que me dejara
un rato. No podía soportar su parloteo constante. Sabía que tenía buenas
intenciones, y probablemente sería justo lo que necesitaba una feliz novia
emocionada, pero yo quería tranquilidad.
Me miré en el espejo del vestidor. La costurera había hecho un trabajo
maravilloso. El vestido me quedaba perfecto. Pasé mis dedos sobre la parte del
corsé. Intenté imaginarme yendo por el pasillo hacia Clifford ese día, pero mi
mente siempre cambiaba al hombre esperando al frente por Santino. Odiaba a mi 252
cerebro por jugar conmigo de esa manera.
Pude escuchar unos pasos pesados.
La puerta se abrió y Santino entró en el vestidor. Ambos nos congelamos.
Sus ojos me recorrieron de pies a cabeza.
—Se supone que no debes verme —espeté a medida que cerraba la puerta
detrás de su espalda, acercándonos.
Levantó una ceja sardónica.
—No soy el novio.
—Cierto. —Me encogí de hombros. Se me hizo un nudo en la garganta. Un
sentimiento del que quería deshacerme lo antes posible—. Aun así. Quiero que
esto sea una sorpresa para todos el día de mi boda.
Sus ojos me consumieron de una manera que me hizo sentir increíblemente
caliente.
—Te ves hermosa, pero debiste haber diseñado tu vestido. Tienes
demasiado talento para llevar el diseño de otra persona.
La sorpresa se apoderó de mí. Esto era lo más amable que me había dicho
en semanas, y me golpeó hasta el fondo. Aún era tímida con mis diseños de moda,
especialmente algo tan importante como un vestido de novia.
—Habría tomado demasiado tiempo. Y no creo que Clifford hubiera notado
la diferencia.
Se apoyó contra la puerta y metió las manos en los bolsillos.
—Yo lo habría hecho. Tus diseños siempre tienen un toque especial. Una
sensualidad sofisticada.
Solté una carcajada.
—¿Una sensualidad sofisticada? Nunca pensé que llegaría el día en que mi
amenazante guardaespaldas sarcástico hablara así.
—Nunca pensé que llegaría el día en que elegirías el vestido para tu boda
con Cliffy.
El silencio se extendió entre nosotros como una capa de ceniza asfixiante
después de la erupción de un volcán.
—¿Por qué no? —Mi voz sonó extrañamente tensa.
Su mirada pareció desnudarme. Mis propios ojos recorrieron su pecho
musculoso. Mi cuerpo estalló con piel de gallina y un calor familiar se acumuló 253
entre mis piernas. Me concentré en la reacción de mi cuerpo hacia él, intentando
ignorar desesperadamente mi corazón. Deseaba a Santino. El deseo era fácil de
manejar. Fácil de satisfacer. Mucho más fácil que el anhelo de un corazón.
No quería desearlo. Había pensado en él como una forma de divertirme
antes del matrimonio. Una forma sencilla y segura de disfrutar.
Y maldita sea, me divertí y disfruté.
Me dedicó una lenta sonrisa confiada que sugería que sabía exactamente lo
que estaba pensando. Era la sonrisa que siempre me debilitaba las rodillas y me
molestaba infinitamente al mismo tiempo. Solo Santino podía hacer eso.
—¿Quieres unos últimos orgasmos antes de tener que experimentar un coito
mediocre con Cliffy?
Sus palabras dolieron, pero no le daría la satisfacción de demostrarlo. Tal
vez estaba enojado porque iba a casarme con Clifford. Pero nunca le había
mentido. Conocía las reglas de nuestro vínculo desde el principio. O tal vez era su
forma de hacer frente a esta situación imposible que nos estaba pasando factura a
los dos.
—¿De verdad te follarías a la novia de otro hombre con su vestido de novia?
Se apartó de la puerta y avanzó hacia mí lentamente. Mis entrañas se
tensaron con deseo ante el fuego en sus ojos.
—He hecho cosas mucho peores, cherie.
El francés de Santino seguía siendo horrible y sabía que lo hacía así para
molestarme.
—No lo dudo.
Se detuvo justo frente a mí y me miró fijamente. Metió la mano debajo del
dobladillo de mi vestido corto hasta que encontró mis bragas. Le pedí a la costurera
que acortara un poco el vestido en la parte delantera para hacerlo un poco más
individual, ahora le daba un mejor acceso.
Me tensé.
—Santino, necesito usar estas bragas el día de mi boda.
Su sonrisa se volvió pecaminosamente desafiante.
—¿Y no quieres que el pobre Cliffy te baje las bragas que tu lujuria por mí
ha contaminado antes? Dales un buen lavado. No lo sabrá. —Lo miré fijamente—
. Tienes razón. No deberíamos insultar a Cliffy de esa manera.
—Si fuera por ti, le pondrías una bala en la cabeza.
—Si fuera por mí —murmuró a medida que se arrodillaba. Agarró mis 254
bragas y las bajó despacio, sus ojos desafiándome a decir que me detuviera.
En cambio, lo ayudé levantando los pies. Dobló cuidadosamente la prenda
frágil y la dejó en el suelo a su lado. Luego metió la mano nuevamente debajo de
mi vestido, agarrando mi trasero y su cabeza sumergida debajo de la falda. Su
lengua hundiéndose entre mis pliegues.
Clavé mis dientes en mi labio inferior, mis manos descansando sobre su
cabeza a través de las capas de mi falda. La vendedora no volvería a menos que se
lo pidiera, pero esto seguía siendo arriesgado, locura pura, y se sentía mal en un
nivel que no podía expresar con palabras.
Me miré en el espejo, la lujuria nublando mis ojos, mi pecho pasado y mis
mejillas sonrosadas. Entonces mi mirada se posó en la forma medio oculta de
Santino: escondido debajo de mi vestido de novia. Una sonrisa amarga retorció mi
boca. Hace muchos años, condené a Santino y a las esposas infieles por lo que
hacían, y hoy estoy dejando que Santino me devore con mi vestido de novia, solo
un mes antes de mi boda. ¿En serio era tan diferente?
Tal vez a Clifford no le habría importado si tenía otros hombres antes de
nuestra boda, pero dudaba que estuviera feliz de saber que me había follado a otro
hombre con las bragas y el vestido que había elegido para nuestra boda. Empujé el
pensamiento a un lado. No quería pensar ahora en eso.
Acarició mi clítoris con sus dientes, haciéndome jadear.
—No me digas que estás pensando en Cliffy mientras devoro tu coño.
No de la manera que él sugería. Probablemente me imaginaría a Santino por
el resto de mi vida cuando Clifford y yo tuviéramos intimidad.
—No te detengas —le dije en voz baja, casi suplicante.
Exhaló antes de deslizar su lengua a lo largo de mi hendidura una vez más.
No hablamos más y, la boca y lengua de Santino fueron casi cuidadosas y
reverentes en su exploración. Esto se sintió como una despedida. ¿Todos nuestras
relaciones sexuales se sentirían ahora como una despedida? ¿Cada toque
empapado de melancolía?
Su dedo rozó mis labios inferiores a medida que sus labios envolvían mi
clítoris suavemente. Solo la punta de su dedo jugueteó con mi abertura, rodeándola
lentamente. Me aferré a su cabeza desesperadamente, pero nunca aparté los ojos
de mi reflejo.
—Santino —susurré. Respondió a mi súplica entrecortada con un empujón
profundo de su dedo y pronto estableció un lento ritmo constante que coincidía con
sus labios alrededor de mi clítoris. 255
—Por favor —susurré. Nunca había rogado por un orgasmo, y esto se sentía
como si estuviera pidiendo mucho más.
Deslizó un segundo dedo dentro de mí al mismo tiempo que chupaba mi
clítoris con más fuerza.
Me corrí con un estremecimiento pequeño, mis caderas meciéndose
ligeramente.
—Estos no eran los fuegos artificiales que había planeado —dijo mientras
salía de debajo de mi vestido. Tenía el cabello despeinado, los labios relucientes y
la cara roja por la falta de oxígeno.
Se puso de pie y luego se inclinó para presionar un beso en mis labios,
permitiéndome saborearme. Comencé a hundirme para devolverle el favor, pero
las manos de Santino en mis brazos me detuvieron.
Mis cejas se fruncieron.
—Haré un desastre con tu vestido, y creo que ahora deberíamos parar.
Mierda, casi estás casada y con este vestido es como si ya lo estuvieras.
—Santino, aún no estoy casada. Clifford y yo siempre estuvimos de acuerdo
en que todo lo que sucediera antes de casarnos no era engañarnos. Ha tenido
muchas chicas, así que definitivamente no puede enfadarse conmigo por estar
contigo.
Negó con la cabeza, sus ojos oscuros mirándome fijamente.
—Si estuvieras comprometida conmigo jamás te habría compartido.
Ardería de celos. Tendría que matar a todos los hombres que te tocaron.
—Pero me compartirás con Clifford en cuatro semanas. —No estaba segura
de por qué lo dije. Nunca tuve la intención de convertirme en una infiel, y no pensé
que fuera capaz. Tal vez si Clifford estuviera de acuerdo en una relación abierta en
la que ambos tuviéramos otras parejas, ¿pero ser infiel?
Volvió a negar con la cabeza.
—No, no lo haré.
—¿No?
—Anna, esto terminará una vez que estés casada. Tal vez incluso antes de
eso si puedo dejar de quererte más que al aire. Maldita sea, ya no puedo hacer esto.
Quieres a Clifford. Está bien. Intenta hacer lo mejor para tu familia, y yo haré lo
mejor para mí. Clifford tiene sus propios guardaespaldas y tu padre accedió a elegir
a otra persona para tu protección adicional.
—¿Ya no serás mi guardaespaldas? —El frío se instaló en mis huesos y un
pánico que no podía explicar. De alguna manera esperaba que siguiera 256
protegiéndome porque había renunciado a su trabajo como Ejecutor por mí. Había
sido ingenua, y tal vez intentaba proteger mi corazón de la dura realidad de nuestro
futuro.
—No.
La palabra resonó entre nosotros. Me miró a los ojos, y pude sentir su
determinación pero también un dolor profundo que conocía muy bien.
Asentí y tomé sus hombros. Nos miramos fijamente.
—Tienes razón. Tal vez ahora deberíamos parar.
—Deberíamos. —Dio un paso atrás y mi pecho se contrajo con tanta fuerza
que me preocupó desmayarme.
Me aclaré la garganta, intentando deshacerme del nudo en mi garganta.
—Ahora necesito prepararme.
Asintió, su expresión convirtiéndose en la que recordaba del pasado. Un
poco condescendiente y dura.
—No olvides lavar bien tus bragas antes de la boda.
Reaccioné a mi vez.
—Estoy segura de que a Clifford no le importará si no uso ropa interior.
Dio media vuelta y se fue.
La puerta se cerró detrás de él. Aferré el marco del espejo, necesitando
estabilizarme. Sentí como si un agujero se hubiera abierto frente a mí y quisiera
succionarme. Estuve tentada a permitirlo.
263
Me limpié los ojos y asentí con decisión. Me preparé y conduje hasta el
hospital con mamá y Leonas. No me atrevía a considerar que Santino no lo
lograría. Era fuerte. Nada podría detenerlo.
Mamá tomó mi mano y la apretó.
—Hizo lo que estaba destinado a hacer. Siempre estaré agradecida por eso.
Casi lo hizo sonar como si no fuera capaz de decírselo ella misma. Cuanto
más nos acercábamos al hospital, más fuerte se volvió mi miedo. Tragué pesado,
con lágrimas brotando de mis ojos. 264
Leonas me envió una mirada preocupada.
—Va a estar bien.
Cuando llegamos al hospital, nos condujeron a una sala de espera donde la
gente se sentaba mientras sus seres queridos estaban en cirugía. Enzo se sentaba
en una de las sillas incómodas de plástico azul claro, con los brazos apoyados en
los muslos y la cabeza gacha. A su lado estaba sentada una chica que supuse que
era la hermana menor de Santino, Frederica. Tenía los brazos alrededor de sí
misma y miraba fijamente la puerta que conducía a los quirófanos. Me quedé ahí
en la entrada indecisa. Mamá avanzó directamente hacia Enzo y se sentó a su lado,
poniendo su mano sobre su hombro. Él alzo la vista con ojos llorosos. Respiré
decidida y caminé hacia ellos, luego me hundí en la silla vacía junto a Frederica.
Iba vestida con el traje que tenían que llevar todas las novicias, un velo blanco y
un hábito negro. Debe haber estado en las etapas finales antes de tomar su voto
final. Nunca la había conocido, pero por las historias que Santino había compartido
en alguna ocasión, me resultó familiar.
Solo miró brevemente en mi dirección, pero sus ojos estaban vacíos,
mirando a través de mí. Actué por impulso y tomé su mano, apretándola. Se sintió
extraño consolar a una monja, pero me recordé que ella era humana como yo. Una
cruz sobresalía de su otra mano.
—Lo siento —dije en voz baja.
Finalmente me miró.
—¿Por qué?
—Santino está ahí por mi culpa, porque quería protegerme.
—Santino vive por su trabajo, por ti —dijo la última parte casi inaudible y
mi corazón se apretó con fuerza. ¿Qué estaba haciendo?
La puerta se abrió y salió un médico. Enzo se levantó de inmediato y se
dirigió hacia el hombre. El resto de nosotros lo seguimos unos pasos atrás.
—Está estable. Tuvimos que extirparle el bazo y sufrió una hemorragia
interna. Lo estamos monitoreando de cerca.
Solté un suspiro de alivio. Mamá me dio una sonrisa aliviada.
Enzo y Frederica desaparecieron en el pasillo conduciendo a una sala de
recuperación. Quería ir con ellos, quería estar allí cuando Santino despertara, pero
nadie sabía de nuestro vínculo, excepto quizás Frederica si no había juzgado mal
sus palabras crípticas. Tal vez su condición de monja había hecho que Santino se
sintiera cómodo compartiendo nuestro vínculo con ella, aunque nunca había
hablado con amabilidad de su objetivo de convertirse en monja.
Ahora no estaba segura de qué hacer. Mamá habló con el médico en voz 265
baja, probablemente asegurándose de que Santino recibiera el mejor tratamiento
posible. La Organización se encargaba de los suyos.
Quería tanto ver a Santino. No quería irme sin verlo. No podía. Cuando
mamá terminó de hablar con el médico, volvió a mi lado. Apretó mi hombro.
—Estará bien.
Asentí aturdida. No podía explicar el mal presentimiento que tenía.
—Ven, vamos a casa. —Vacilé. Las cejas de mamá se fruncieron—. En este
momento no hay nada que podamos hacer por él o su familia. Están a su lado.
Necesita a sus seres queridos, ahora mismo eso es lo más importante.
Me sentí enferma y culpable. Santino me amaba. Lo sabía con cada fibra de
mi ser. Y lo amaba, pero a veces el amor no era suficiente. A veces teníamos que
tomar la decisión difícil por el bien de otra persona.
Mamá y yo nos dimos la vuelta.
—¡Anna! —llamó Frederica.
Me volví hacia ella.
—Tal vez también deberías estar allí. Sé lo importante que era para Santino
protegerte. Te conoce desde hace tanto tiempo.
La sorpresa cruzó el rostro de mamá, y luego cambió a una expresión
conmovida. Mamá asintió, apretó mi mano una vez más, y corrí hacia Frederica.
—Gracias —susurré.
—Anna, estoy haciendo esto por Santino. Sé que tú y él están en un camino
muy destructivo.
No dije nada, porque ¿qué había que decir? Había dicho la verdad. Y no
importaba por qué me permitía verlo, solo que lo hacía.
Cuando entré a la habitación de Santino, máquinas emitían pitidos y un olor
a antiséptico me golpeó de lleno. Enzo se sentaba junto a él.
Me congelé cuando lo vi. Parecía terriblemente pálido. Dos transfusiones
fluían hasta sus brazos, y las máquinas monitoreaban sus funciones corporales. Su
cuerpo alto empequeñecía la cama, pero al mismo tiempo parecía desaparecer en
el colchón. Era una paradoja que no podía explicarme.
Me acerqué a la cama lentamente y toqué su mano. No sabía qué decir, qué
hacer.
Enzo me miró y la vergüenza se apoderó de mí. Él también lo sabía. Una
acusación silenciosa colgaba en sus ojos, y sabía que no era porque Santino había 266
recibido una bala por mí.
—Lamento mucho lo que pasó.
—Pero no lo sientes por lo que deberías sentirlo —dijo con frialdad.
Me puse rígida. Enzo siempre había sido amable conmigo, hacía bromas e
incluso jugaba conmigo cuando era más joven. Sin embargo, sus lealtades estaban
como debían con Santino.
—Papá, Santino tiene tanta culpa como Anna. Podría haber terminado las
cosas. Es un adulto que tiene que asumir la responsabilidad de sus acciones.
Negó con la cabeza, mirando con cansancio a su hijo.
—No. Su corazón no se lo permitiría.
Me aparté de la cama, lejos de Santino. Tenía razón.
—No deberíamos discutir esto ahora. No sabemos lo mucho que puede oír
Santino —advirtió Frederica.
—Tu prometido también está en este hospital. Tal vez deberías ver cómo le
va —dijo Enzo.
Asentí, tragando pesado.
—Espero que Santino despierte pronto. No volveré a molestarlos ni a ti ni
a él.
Giré sobre mis talones y me fui. Enzo tenía razón. Leonas tenía razón. Tenía
que ser fuerte y dejarlo ir. Santino no terminaría las cosas entre nosotros, ni
siquiera una vez que me casara a pesar de lo que había dicho. Sería mi amante y
se marchitaría lentamente bajo la amargura que le causaría compartirme con
Clifford. Nuestra unión se volvería cada vez más tóxica hasta que toda la belleza
que había tenido al principio hubiera muerto.
Mamá me esperaba en la sala de espera y su expresión se tornó preocupada
cuando me vio.
—¿Qué ocurre?
—Nada. Con suerte, Santino despertará pronto, y probablemente debería ir
con Clifford. Escuché que él también está aquí.
Mamá definitivamente sabía que pasaba algo, pero no insistió. Siempre
había respetado mis límites y sabía que eventualmente acudiría a ella si quería
hablar. Siempre había sido así, excepto por mi vínculo con Santino. Me pregunté
si alguna vez sería capaz de hablar con ella al respecto, tal vez en unos años cuando
estuviera casada y los años suavizarían el golpe de esta verdad impactante.
267
Juntas preguntamos hasta que una enfermera servicial nos condujo a la
habitación donde atendían a Clifford. Nuestros dos guardaespaldas permanecieron
frente a la puerta con los dos guardaespaldas de mamá y Clifford cuando me
deslicé en la habitación.
Clifford estaba solo en el lugar. Se sentaba en el borde de la cama,
mirándose los pies descalzos. La parte superior de su cuerpo estaba desnuda, pero
un vendaje cubría su pecho, hombro y brazo izquierdos, que estaba sujeto frente a
su pecho. Levantó la vista a través de su cabello rubio rebelde. Ni siquiera me
había dado cuenta de que lo llevaba más largo otra vez. Luego sonrió
extrañamente.
—Otra persona en mi vida cuya segunda opción soy yo.
Me hundí a su lado. Como estábamos solos, no me molesté en besarlo, y me
pregunté cuándo tener que besarlo se convertiría eventualmente en querer besarlo.
—¿De qué estás hablando?
—Papá está afuera frente al hospital con su primer amor, la publicidad,
dando una conferencia de prensa, hablando de lo conmocionado y aturdido que
está por el ataque, mamá está con su terapeuta porque no pudo manejar el trauma.
—Dejó escapar una risa burlona—. Y tú estabas con tu guardaespaldas, el hombre
con el que preferirías casarte.
—Eso no es cierto —dije débilmente.
—No tienes que mentirme. Odio a los mentirosos. Estoy rodeado de ellos.
—¿Cómo te sientes? —Hice un gesto a su brazo.
—Los analgésicos son decentes. Las dos balas solo causaron un daño
moderado. —Me miró a los ojos y volvió a sonreír extrañamente—. Ahora que me
dispararon, me pregunto si esto me dará el crédito callejero suficiente para que me
veas como un hombre.
—Te veo como un hombre —protesté.
—Solo tenemos dos semanas y media hasta la boda.
Tenía razón. Dos semanas y media. Siempre lo había redondeado a tres
semanas en mi cabeza porque parecía menos desalentador.
—Lo sé. Todo está preparado. Papá probablemente ya esté aumentando la
protección. ¿Te preocupa no poder ponerte el traje por las vendas?
—¿Quieres casarte conmigo?
—Lo acordamos. Nuestros padres prepararon todo. Cientos de invitados
fueron invitados. 268
Cuando mamá me despertó a la mañana siguiente, supe que algo malo había
sucedido.
—¿Qué es? —pregunté tropezando fuera de la cama, somnolienta y
269
desorientada. Había soñado que estaba de regreso en París, acostada en los brazos
de Santino.
Mamá tomó mi hombro, sus ojos suavizándose.
—Santino sufrió una sepsis y lo tuvieron que poner en coma artificial.
Todo mi mundo se hizo añicos.
—¿Estará bien?
—Los médicos no pueden decirlo ahora. Están haciendo lo mejor que
pueden.
Me sentí vacía, especialmente porque mi cuerpo aún podía sentir su toque
fantasmal en mi sueño.
—Debería ir a verlo.
Tomó mi brazo.
—Enzo llamó para informarnos sobre el estado de Santino y pidió darle
espacio a él y su familia. Quería que te dijera que deberías concentrarte en los
preparativos de la boda, ya que eso es lo que Santino hubiera querido.
—Sí —dije en voz baja—. Probablemente tenga razón.
La familia de Santino quería que le diera libertad para seguir adelante. Tenía
que honrar su deseo. Conocían a Santino, y si mi visita solo lo perturbaría y pondría
en peligro que despertara, entonces tenía que ser desinteresada. Santino merecía la
felicidad.
Estaba jodidamente desorientado cuando abrí los ojos. Mi visión era turbia
y mi entorno desconocido, pero reconocí el sonido de un hospital, el pitido familiar
que escuchaba cuando visitaba a mis compañeros mafiosos después de que
terminaran heridos en el trabajo.
—Sonny —dijo papá. Giré la cabeza lentamente. Se sentaba a mi lado,
luciendo tan jodido como me sentía. Su barba gris pardusca había traspasado la
frontera a desaliñada. Detrás de él, Frederica se levantó de una silla, su hábito de
monja estaba arrugado y por una vez no llevaba el velo. 270
—Hola papá, Freddy, se ven tan mal como me siento. —Escuchar mi propia
voz me hizo estremecer. Sonó áspera y ronca, como si no la hubiera usado en
mucho tiempo.
Frederica se acercó a mi cama y besó mi frente como si fuera un niño
pequeño. Cuando no me corrigió por no usar su nuevo nombre oficial de monja,
supe que las cosas estaban mal.
Busqué en el resto de la habitación.
—¿Dónde está Anna? ¿Está a salvo?
Papá se miró las manos. Sus uñas también podrían necesitar un corte.
—No aquí. Está perfectamente a salvo, no te preocupes por ella.
Intenté incorporarme, pero mi cuerpo castigó el intento con una oleada de
náuseas y mareos.
—Tengo que verla —solté—. Ahora.
Le diría cada jodida cosa que sentía por ella, cómo cuando mi vida había
pasado ante mis ojos, cada momento había sido uno que había pasado con ella, y
cuando soñé con mi futuro cuando estaba dopado había sido a su lado. No dejaría
que se casara con Clifford. No me importaba si tenía que matarlo, pero no se
casaría con él. No se casaría con nadie más que conmigo. No me importaba cuánto
tiempo tendría que hablar con ella para metérselo en su cabeza terca, pero
eventualmente ella estaría de acuerdo.
Papá y Frederica intercambiaron una mirada, una que odié y que rara vez
recibía, lástima.
—¿Qué está pasando? —pregunté. Mi garganta estaba increíblemente
áspera y seca. Incluso después de una mala noche de fiesta, nunca me había sentido
así. Alcancé mi garganta y sentí un vendaje alrededor de mi garganta. Me quedé
helado—. ¿Estaba en coma?
Papá asintió.
—Sufriste una sepsis poco después de tu cirugía. Recibiste varias heridas
de bala. Tuvieron que quitarte el bazo.
Obligué a mi cuerpo a sentarse a pesar de que casi me desmayo. Papá se
puso de pie y acomodó la cama rápidamente de modo que pudiera apoyarme en
los cojines.
—¿Cuánto tiempo estuve fuera?
Papá suspiró. A juzgar por su barba y uñas, definitivamente fue más de una
semana, tal vez incluso cerca de dos. Mierda. 271
—¿Papá?
—Dos semanas y dos días.
Parpadeé.
—¿Qué día es?
Papá no era estúpido. Sabía lo que estaba preguntando. Frederica se acercó
a la cama y puso su mano sobre la mía.
—Hoy es el día de la boda de Anna.
Intenté balancear mis piernas fuera de la cama, casi arrancándome la vía
intravenosa de la mano y caí hacia adelante cuando otra ola de mareo se abatió
sobre mí. Papá me atrapó, o me habría caído de cara.
—¿Qué estás haciendo? Acabas de despertar. ¡Tienes que quedarte en la
cama!
—Tengo que detener la boda. No me importa si tengo que correr por el
pasillo y alejar a Anna antes de que pueda decir que sí, pero tengo que evitar que
se case con él.
—Santino, son las tres de la tarde —dijo Frederica suavemente.
A mi cerebro aturdido le tomó un momento procesar sus palabras. Había
memorizado el horario de la boda por los detalles de seguridad. La ceremonia
estaba prevista para las dos de la tarde. Anna ya estaba casada.
Negué con la cabeza lentamente, y me hundí contra las almohadas.
—Mierda. —Cerré mis ojos—. Mierda.
—Encontrarás a alguien más —dijo Frederica.
—La quiero a ella. No lo entenderías. Dios en realidad no puede dejarte, así
que no tienes que preocuparte de que te arranquen el corazón de verdad.
Frederica asintió, pero aun así tomó mi mano.
—Lo siento —gruñí. Intenté ponerme de pie una vez más—. Tal vez no sea
demasiado tarde para una anulación.
—Hijo, Anna eligió a Clifford. No vale la pena luchar por ella.
No quería creerlo. Tal vez papá tenía razón. Anna había elegido a Clifford
sobre mí, o más bien pensaba que necesitaba hacer algo virtuoso y cumplir con su
deber para con la Organización y su familia. Pero una cosa era segura, no me había
elegido a mí.
—Te encontraremos una esposa buena —me aseguró papá.
—No necesito una esposa. 272
Habíamos criado tanto a Anna como a Leonas con un fuerte sentido del
deber y la responsabilidad. Anna lo había aceptado abiertamente, decidida a
enorgullecernos. Leonas fue más elocuente con sus protestas y, a menudo, luchaba
contra cualquier tipo de regla. Con Bea nos permitimos más libertad, y a veces me
preguntaba si deberíamos haber hecho lo mismo con Leonas y Anna.
Pero el deber era una parte muy importante de nuestra existencia…
—Más que nada, quiero que seas feliz.
—Cuando aceptaste casarte con papá, no pensaste que podrías ser feliz.
Me reí.
—No uses mi historia como la tuya. —Hice una pausa—. No me atraía
emocionalmente nadie más. Esa es una gran diferencia.
Me miró con curiosidad.
—A mí tampoco. No tengo sentimientos por nadie. Estoy segura de que
Clifford y yo encontraremos un entendimiento mutuo que hará agradable nuestra
vida.
—Ya estás hablando como la esposa de un verdadero político.
—Practiqué.
Asentí, pero me sentí aún más triste después de las palabras de Anna. Era
una mujer tan apasionada. No estaba segura de que los límites que estaba
aceptando en un matrimonio con Clifford en realidad le sentaran bien.
—Me encontré con Sofia en el pasillo. Me dijo que aún te sientes culpable
por lo de Santino.
—Mamá, no puedo evitarlo, pero puedo manejarlo —dijo suavemente.
Suspiré.
—Anna, siempre estaré de tu lado. Sin importar nada. Sé que sientes que no
puedes compartir ciertas cosas conmigo, pero nada de lo que puedas hacer o decir
hará que te ame menos. Desde el momento en que me convertiste en mamá, mi
amor por ti ha sido incondicional y siempre lo será.
—Mamá. No puedo llorar ahora. —Me abrazó brevemente—. Estaré bien.
Pero gracias. —No me soltó inmediatamente—. También te amo.
Tragué pesado, queriendo decir mucho más, pero tenía razón. No debería
hacerla llorar.
Sonó un golpe.
—Adelante —dijo Anna, sonando más serena de lo que me sentía. 276
Dante asomó la cabeza, luciendo un poco preocupado cuando nos encontró
a Anna y a mí juntas, y las lágrimas cálidas en mis ojos probablemente tampoco
pasaron desapercibidas.
—La ceremonia está a punto de comenzar. ¿Está todo bien aquí?
Sus ojos buscaron los míos, intentando encontrar una respuesta silenciosa a
su pregunta. Me alejé de Anna. Dante finalmente registró su vestido y dio otro paso
al interior. Para cualquiera que no lo conociera, parecería que no estaba conmovido
por la vista, pero sus ojos me contaban una historia diferente. Anna era una novia
preciosa. Era como la había imaginado. Lo único que faltaba era que estuviera
enamorada. Era algo que siempre había deseado para ella, pero nuestro mundo lo
hacía imposiblemente difícil.
—Todo está bien —le aseguró con la sonrisa que solo tenía para él. Me
recordó a sus sonrisas de niña.
—Te ves muy hermosa.
—Ahora deberías irte, o esta boda nunca comenzará —me dijo con una
sonrisa burlona.
—Me gustaría tener otra palabra rápida con tu madre —dijo Dante.
Le di un beso rápido en la mejilla antes de seguir a Dante afuera. Cerró la
puerta, y luego me dirigió una mirada escrutadora.
—Val, ¿qué pasa? No me gusta la mirada en tu cara.
—Esto es un error. Puedo sentirlo.
Dante levantó una ceja.
—Val, sugeriste una unión con los Clark, y creo que es una buena jugada.
Asentí lentamente, porque en ese entonces estaba convencida de ello, y aún
consideraba una conexión con la élite política de Chicago un movimiento
ventajoso, pero no podía ver a Anna en una unión con Clifford.
—¿Anna dijo algo? ¿No quiere seguir adelante con esta unión?
—No, no, ella no dijo nada.
Deseaba que lo hubiera hecho. No la habríamos forzado si alguna vez se
hubiera opuesto al matrimonio.
Dante tomó mi mano.
—Val, deberías volver a tu asiento.
Probablemente pensaba que estaba siendo emocional porque hoy marcaba
el día en que tendría que dejar ir a Anna de verdad, aceptar que era una adulta y 277
que ya no era nuestra niña, pero no era eso, al menos no solo eso.
—¿Quieres que te acompañe de regreso a tu asiento?
Resoplé.
—Estoy bien. No estoy enferma, solo preocupada y emocional.
Besó mis labios, algo que nunca habría hecho si estuviéramos en público.
Protegíamos algo que era demasiado preciado para compartirlo con personas que,
en gran parte, no eran amigos.
—Ve.
Regresé a la iglesia donde me senté junto a Bea y Leonas. Este último
levantó las cejas en una pregunta silenciosa. Cada día me recordaba más a Dante,
aunque sus personalidades fueran diferentes, aunque no tan diferentes como a
Leonas le gustaba fingir.
Poco después la música comenzó a sonar.
Clifford esperaba en la parte delantera, con una expresión agradable en su
rostro. Él, como los hombres de nuestro mundo, había sido educado para mantener
una máscara en público, aunque por razones diferentes, y la suya era menos hostil.
Como político, quería parecer accesible, no amedrentador como un mafioso, pero
a pesar de eso podía sentir las barreras altas que había construido a su alrededor.
Anna lo había mencionado una vez, que temía que él tampoco las bajara nunca
porque en su familia nadie lo hacía. Considerábamos a nuestra familia nuestro
lugar seguro, pero Clifford no.
Cuando caminó por el pasillo hacia Clifford con la sonrisa pública que
detestaba, mi preocupación solo aumentó. Los ojos de Clifford y Anna se
encontraron brevemente cuando Dante se la entregó. Las sonrisas públicas nunca
vacilaron.
Froté mi anillo de bodas a medida que escuchaba al sacerdote, sintiéndome
cada vez más inquieta. La cara de Anna no reveló nada. Se veía deslumbrante y su
sonrisa era lo que todos esperaban de una novia el día de su boda, pero la conocía
demasiado bien. La verdadera felicidad no se reflejaba en sus ojos.
Intenté atrapar sus ojos, para hacerle saber una vez más con mi expresión
que estaba bien con lo que fuera que ella decidiera. Pero no miró en mi dirección,
tal vez porque sabía lo que vería y no quería debilitarse en su resolución.
Clifford no dudó cuando el sacerdote le hizo la pregunta. Su «sí» cargó
convicción. No lo conocía lo suficientemente bien como para medir la verdad
detrás de su comportamiento. Quería hablar, detener esta unión, pero esta era la
decisión de Anna, y la apoyaría sin importar nada.
278
Cuando mamá y papá se fueron, me tomé un momento para recuperarme.
Las palabras de mamá dieron vueltas en mi cerebro. Quería que fuera feliz. Nunca
lo dudé, incluso cuando mamá y papá decidieron prometerme a Clifford hace
muchos años.
¿Sería feliz con Clifford?
Quizás.
Quizás podría haber sido feliz con él si no hubiera sido tan estúpida como
para pensar que podía mantener las emociones fuera de la mezcla cuando me acosté 279
con Santino.
¿Olvidar a Santino? Justo en este segundo, no podía ver que eso sucediera
nunca. Tal vez los recuerdos se desvanecerían con el tiempo. O serían
magnificados por las frustraciones de mi vida diaria con Clifford.
—Contrólate —gruñí.
Esto era por la Organización y mi familia.
¿Cancelar ahora la boda? Se produciría un escándalo de proporciones
ridículas. Y cómo podría explicar que esperé tanto tiempo para cambiar de opinión.
Ahora no había vuelta atrás.
Respiré hondo y me obligué a salir de la habitación. Papá me estaba
esperando al final del pasillo estrecho. Sonrió cuando caminé hacia él. Pude ver
orgullo en su expresión, algo a lo que siempre había aspirado sin importar mi edad.
Llegué a su lado, y sonreí a su vez. Se inclinó para besarme la sien.
—Estás muy hermosa. Sabes que siempre estoy a solo una llamada de
distancia si necesitas ayuda.
Me reí.
—No creo que tengas que preocuparte de que Clifford sea del tipo abusivo.
Encontraremos un entendimiento mutuo para vivir en paz.
Las cejas de papá se fruncieron.
—Tu madre diría que eso es algo que podría haber dicho antes de casarme
con ella.
—Y aun así funcionó.
—Lo hizo —coincidió papá en voz baja. Sus ojos buscaron los míos antes
de preguntar—. ¿Lista?
Asentí rápidamente antes de que mi valor pudiera abandonarme.
Papá extendió su brazo y nos dirigimos hacia las amplias puertas dobles. Al
momento en que las atravesamos, mantuve la cabeza en alto y sonreí con frialdad.
El nerviosismo que había esperado no llegó. Ni nervios o mariposas aleteando en
mi vientre. Estaba tranquila, casi inquietantemente serena. Me sentía desapegada,
como si no fuera yo quien estuviera a punto de casarse.
La sorpresa se reflejó en los rostros de muchas personas ante mi elección
de vestido. No era la pieza clásica que muchos esperaban. La señora Clark pareció
totalmente ofendida, como si una línea de falda terminando por encima de la rodilla
pudiera acabar con el mundo.
Sentí una dicha extraña por ello. 280
—Santino te conoce desde hace mucho tiempo, y podría haber sido fácil
para él dirigir el capricho de una jovencita en una dirección que lo beneficiaría.
La expresión de Anna se volvió ofendida.
—¿De verdad crees que sería tan ingenua y estúpida?
—Eres todo menos estúpida —dije con firmeza—. Pero la ingenuidad viene
con la edad temprana, y tu madre y yo siempre nos preocupamos de que tu empatía
fuera un obstáculo en nuestro mundo.
—Papá, soy buena para leer a la gente, tal vez eso me hace empática, pero
créeme cuando digo que también lo he usado a mi favor en el pasado. No soy la
chica buena que crees que soy. Si alguien ha jugado con alguien, soy yo con
Santino. En serio, se lo hice difícil.
Entrecerré los ojos.
—¿Cuánto tiempo ha estado pasando esto entre tú y Santino? —No quería
ponerle un nombre, y si era honesto, no estaba seguro si tenía alguna intención de
dejar que se convirtiera en algo digno de tener un nombre. Dejando a un lado los
sentimientos de Anna, el hecho era que Santino era mi soldado, uno al que le había
confiado la seguridad de mi hija, y me había traicionado de la manera más personal
que podía imaginar. No me sentía inclinado a perdonarlo por esta transgresión.
—Comenzó en París —respondió—. He tenido sentimientos por Santino
desde mucho antes, pero siempre ignoró mis coqueteos.
—Entonces, sabía de tus sentimientos hacia él cuando accedió a vivir
contigo en París sin supervisión.
La expresión de Anna se retorció al darse cuenta, luego se arrepintió de
haber dicho demasiado. Era inteligente y ciertamente podía evadir una verdad
desagradable sin una mentira real, pero tenía décadas de experiencia por encima
de ella en lo que respecta a la manipulación y coerción. Un día sería tan buena
como yo, tal vez incluso mejor, pero en este momento aún necesitaba comprender
que no sabía todo lo que había.
—Sí, lo hacía. Pero nunca había tenido ninguna intención de ceder a mis
avances, por eso pudo decir con plena confianza que podía protegerme en Francia.
Él estaba seguro de eso. No mintió.
Sonreí amargamente.
—Admiro tu intento de proteger a Santino, pero no veo cómo su
comportamiento no constituye una traición. Si sospechaba que sentías algo por él,
debería habérmelo dicho durante nuestra conversación antes de que te permitiera
irte. Soy su Capo y tu padre, debería haber recaído en mí decidir si estaba dispuesto 291
a confiarle tu seguridad a pesar de tus sentimientos por él, y definitivamente habría
dicho que no. No me queda más conclusión que Santino ya albergaba sentimientos
por ti y tenía toda la intención de perseguirlos y por eso omitió decirme sobre el
riesgo que supondría un viaje compartido a París.
Anna se apartó. Podía ver que estaba sopesando sus opciones. Sospechaba
que había más en la historia que no quería compartir. Su vacilación me dijo que
tenía razón y que intentaba decidir si divulgar más de la verdad ayudaría o no a
Santino. Debo admitir que me enfureció verla eligiendo qué verdad quería
decirme. Como padre, no querías que te mintieran.
—Tú también me has mentido durante años, y creo que es hora de que seas
honesta conmigo. No estás protegiendo a nadie al omitir parte de la verdad. Solo
me hará asumir la peor opción, y definitivamente esa no es una versión a favor de
Santino. ¿No merezco la verdad?
Cerró los ojos brevemente.
—Ni siquiera estoy segura de estar protegiendo a Santino al no contarte lo
que pasó antes de París, porque actué como una verdadera… —Buscó la palabra
correcta, luego se encogió de hombros—. Perra. Lo siento papá, en realidad no hay
otra forma de decirlo.
Valentina siempre se había ofendido más con las malas palabras que yo. Sin
embargo, escuchar a Anna llamarse a sí misma con un término que me haría
castigar severamente a cualquier otra persona si lo usaran para alguna de mis hijas
o mi esposa aún me hizo temblar por dentro.
—Déjame ser el juez —dije neutralmente.
Asintió, pero aun así, capté su vacilación.
—Extorsioné a Santino, o no habría ido a París. No quería, créeme, pero no
tuvo otra opción.
—Supongo que lo que tenías sobre él debe haber sido una gran traición o
no habría elegido el riesgo de estar a solas contigo en París.
Se sonrojó.
—Bueno, en realidad no fue una traición hacia ti, papá. Atrapé a Santino
con la señora Alfera.
Levanté mis cejas. No era raro que los hombres engañaran a sus esposas, y
eso llegaba a mis oídos a menudo. Era algo que se toleraba en nuestro mundo,
naturalmente, ya que éramos un mundo orientado a los hombres. No era ingenuo,
así que siempre había sabido que muchas mujeres tampoco eran fieles, solo que
eran más inteligentes para mantenerlo oculto. En un mundo de matrimonios
arreglados y esposos infieles, era natural que las esposas buscaran atención en otra 292
parte. Pero esperaba que mis soldados no se acostaran con la esposa de otro
mafioso. Agregaba conflicto a la Organización que encontraba absolutamente
innecesario.
—¿Eso fue todo? —pregunté, mi instinto me decía que Anna aún no había
divulgado todo lo que había.
Hizo una mueca.
—Bueno, también lo atrapé con la señora Clark.
Negué con la cabeza.
—Si bien este es un comportamiento preocupante cuando se trata del bien
de la Organización, lo encuentro aún más preocupante cuando se trata de que él es
el hombre por el que obviamente sientes algo.
Anna merecía ser respetada y querida. Un hombre que consideraba engañar
como un pasatiempo válido tampoco era alguien a quien considerara capaz.
—Santino me ha sido fiel desde que empezamos a… salir. —Sus mejillas
se pusieron rojas, y decidí que prefería el término salir a cualquier otra forma en
que podría haberlo llamado.
Asentí.
—Entiendo. Aun así, debo decir que el comportamiento de Santino requiere
un castigo.
—Santino me ha protegido con su vida. Está en coma porque me protegió.
Sin importar lo que puedas pensar de él, o su comportamiento en el pasado, él es
el hombre que haría todo por mí. No tengo ni una sola duda al respecto.
Deseaba poder compartir su convicción, pero Santino y yo teníamos mucho
de qué hablar antes de que pudiera decidir sobre su futuro, una vez que su salud se
lo permitiera naturalmente. Le daría una oportunidad justa para defenderse, por
Anna y por Enzo.
Presionó su mejilla contra mi pecho.
—Papá, por favor no castigues a Santino, no por amarme.
—Como lo dijiste, hay muchas otras malas conductas por las que puedo
castigarlo.
—¡Papá! —dijo con un puchero. Ella, como su madre, tenía un talento
milagroso para hacer su voluntad. Hacía tiempo que había renunciado a luchar
contra eso—. Prométeme que no castigarás demasiado a Santino. Por favor.
Besé la parte superior de su cabeza.
—Aún no puedo prometer nada, pero sin duda tendré en cuenta que tu
bienestar también está en juego. Por ahora, tenemos que esperar a que Santino 293
mejore.
—Espero que despierte pronto.
Aún no le había contado la noticia de su despertar, había creído más
prudente hablar con ella antes de que su mente estuviera ocupada con Santino.
—Ya despertó. Enzo me envió un mensaje hace unos minutos.
Los ojos de Anna se abrieron del todo y la incredulidad junto a la felicidad
pura se reflejaron en su rostro. Para un padre ver este tipo de emoción en el rostro
de su hija por culpa de un hombre al que debían castigar duramente era una
pesadilla. No sería la primera vez que las mujeres en mi vida me hicieran
desdibujar las líneas de lo que se debería hacer por el bien de la Organización. Sin
embargo, aún no estaba convencido de que Santino fuera alguien a quien quisiera
cerca de Anna.
—¿Puedo verlo? Por favor, papá, necesito verlo y decirle que no me casé
con Clifford. Probablemente piensa que ya estoy casada.
—Está bien.
Chilló de alegría, lanzando sus brazos alrededor de mí. A pesar de mi
intención de aferrarme a mi ira, su felicidad me llenó de alivio. Le di unas
palmaditas en la espalda, luego retrocedí y dije con severidad:
—Puedes visitarlo, pero tendré que hablar con él. Y después de eso, todos
debemos encontrar una solución con los Clark.
Se mordió el labio.
—Supongo que, querrán arruinarnos.
—Maximo Clark definitivamente, pero puedo manejarlo. Eso sí, no será
agradable. Tal vez Santino pueda ser de ayuda. Así podrá demostrarme que está
dispuesto a expiar su traición.
294
—No te merece. ¡Te mereces a alguien que te elija! —gritó papá.
La puerta se abrió y Anna entró tambaleándose, vestida con un vestido de
novia. Parte de su rímel estaba corrido y sus mejillas estaban sonrojadas.
Se quedó helada cuando me vio. Me hundí en la cama, mis piernas de
repente demasiado débiles para soportarme. Mierda. Nunca había sido un jodido
debilucho.
No se movió de su lugar en la entrada.
—En serio estás despierto. 295
—Anna es una mujer muy tenaz. Sabe lo que quiere y cómo conseguirlo.
—Entonces, ¿estás diciendo que no pudiste haberte resistido a sus avances
y que no tienes la culpa?
—Oh, es mi culpa. Me enamoré de Anna y la perseguí una vez que me di
cuenta. Disfruté el tiempo que pasamos juntos en París y odié la idea de que se
casara con Clifford.
—¿Amas a mi hija?
—La amo más que a nada. Si me hubiera despertado a tiempo, habría
detenido la boda yo mismo. Demonios, habría hecho a un lado a Clifford y me
habría casado con ella yo mismo.
Me contempló en silencio por un momento antes de asentir satisfecha.
Entonces, una sonrisa pequeña se dibujó en su rostro.
—Si mi esposo no te mata, estoy segura de que puedo hacer las paces
contigo en algún momento.
—¿Gracias?
La puerta se abrió una vez más, pero esta vez era papá. La tensión en su
cuerpo me dijo que no estaba solo. Le dio a Valentina un asentimiento rápido a
modo de saludo antes de moverse a mi lado y hundirse en la silla que había
ocupado durante incontables horas en las últimas semanas. Dante entró detrás de
él. Ahogué un gemido.
Valentina se dirigió hacia su esposo y le susurró algo al oído antes de
escabullirse. La expresión de Dante fue absolutamente ilegible.
—Tienes mucho que explicar —dijo Dante a medida que entraba en la
habitación—. Dame un momento con tu hijo.
Papá no se movió. Nunca lo había visto rechazar una orden directa de su
Capo. Toqué su brazo.
—Busca un café. Te ves jodidamente terrible.
Papá se levantó de su silla, pero aun así no se fue.
Dante no dijo nada, pero apretó la mandíbula.
—Papá, estaré bien.
Dio un paso atrás y caminó lentamente hacia la puerta. Dante asintió y luego
dijo:
—Enzo, soy un hombre de honor. No tengo intención de hacerle daño a tu 299
hijo.
Parte de la tensión abandonó a papá, y después de otra mirada hacia mí,
finalmente se fue.
—Las últimas semanas fueron esclarecedoras. Y los últimos días en
particular.
Tuve que sofocar una sonrisa. En serio deseaba haber visto a Anna decir
que no en la iglesia. Ese era mi mayor arrepentimiento en este momento.
Dante entrecerró los ojos como si pudiera ver mi emoción.
—¿Por cuánto tiempo ha estado sucediendo esto? —preguntó con una voz
que había escuchado antes durante los interrogatorios. Estaba pisando hielo
delgado, pero no tenía intención de negar mis sentimientos por su hija.
—Nunca la toqué antes de que fuera mayor de edad.
—Entonces, ¿esperaste a su cumpleaños para tocarla?
—No, nunca tuve la intención de extender nuestra relación más allá de lo
profesional, pero París cambió las cosas.
Si tenía que morir por este amor, entonces incluso haría eso. Quería a Anna.
Había minimizado mis sentimientos por esta mujer durante demasiado tiempo.
Había recibido varias balas por ella y no me arrepentía de ninguna, ni me
arrepentiría de un solo momento con ella. Había soñado con ellos mientras estaba
en coma, si se le puede llamar sueño o alucinaciones, y esos momentos preciosos
me ayudaron a salir adelante. Quería agregar más recuerdos con ella a mi vida.
—Me gustaría saber lo que pasó. Sin más mentiras, y debo decirte que ya
hablé con Anna.
Estaba intentando arrinconarme, y hacer que me preocupara por lo que
Anna podría haber compartido. Anna podía guardar un secreto, si lo consideraba
más seguro, pero su mente funcionaba de manera muy diferente a la mía. Ella muy
bien podría haber decidido que compartir todo sería la opción más segura para mí.
Miré a Dante a los ojos.
—No compartiré detalles íntimos contigo.
—Y te lo agradeceré —dijo arrastrando las palabras, pero no me perdí el
trasfondo amenazante. No podía culparlo. Si Anna fuera mi hija y me hubiera
enterado de que su guardaespaldas estuvo haciéndolo con ella, probablemente le
habría aplastado la cara. Tenía suerte de que Dante estuviera controlado, aunque
esto solo podría significar un castigo posterior, pero más severo para mí.
—Anna y yo compartimos un vínculo especial. Es una mujer que no aguanta 300
ninguna mierda de nadie. No vacila en decirme una verdad dura o decirme que soy
un mentiroso de mierda.
—Estoy seguro de que ha tenido muchas oportunidades para hacerlo.
No estaba seguro si lo había dicho como una broma. Su voz había sido dura
y seca, pero por alguna razón pensé que en realidad había sido un poco irónico.
—Muchas —coincidí con una sonrisa, recordando todas las veces que Anna
me había reclamado por algo que hubiera hecho. Nunca había retrocedido—. Me
hizo comprender lo que me había estado perdiendo en mi vida. Necesitaba una
mujer con un coraje de acero, confianza y metas propias. Una mujer que no
aceptaría ninguna mierda de mí. Sé que Anna nunca dejará que la trate mal y nunca
lo haría. Es una mujer que me hace querer adorarla y eso para mí en realidad es
una experiencia nueva. No puedo imaginar estar con nadie más, y no lo he estado
desde que pusimos un pie en París. Anna es la única mujer con la que quiero estar.
Quiero que sea mía, de verdad y abiertamente. Quiero que todos en la Organización
sepan que me pertenece.
Caminó hacia la ventana, con una mirada contemplativa en su rostro.
—Te das cuenta de que eso equivaldría al matrimonio.
Sonreí.
—Oh, sí. —No veía la hora de acostarme finalmente con una mujer casada
con la que se suponía que debía hacerlo. No expresé mis pensamientos muy
inapropiados y decidí guardarlos para Anna en nuestra noche de bodas. No podía
esperar por su reacción seguramente ardiente y el sexo increíble después—. Quiero
casarme con ella.
La expresión de Dante no pareció muy comunicativa. Probablemente esto
era un poco demasiado pronto, y definitivamente demasiado para él teniendo en
cuenta que la boda de Anna con Clifford había fracasado solo hoy.
—Nuestra familia se basa en la confianza. Te das cuenta de que no has
tenido un gran comienzo si tienes la intención de formar parte de ella. Nos has
estado mintiendo a mi esposa y a mí durante años.
—Lo sé. Y créeme, había deseado que la situación hubiera sido diferente.
Había odiado cada momento de secretismo, de fingir que Anna no era más que un
trabajo cuando era mi todo. Nunca entendí por qué mi padre ni siquiera había salido
con una mujer años después de la muerte de mi madre, por qué hasta el día de hoy
se niega a casarse otra vez. No había entendido el amor que sentía por mi madre y
que aún siente por ella. Pero ahora que tengo a Anna, entiendo lo que significa
perder a alguien que amas. Cuando pensé que Anna se casaría con Clifford por
obligación con la Organización, estaba seguro de que nunca más podría
enamorarme de otra mujer. 301
Hice una pausa, dándome cuenta de que Dante también había perdido a su
primera esposa, y luego se había casado con Valentina. ¿Había vuelto a meter la
pata? Anna diría que era mi mayor talento, y estaba empezando a creer que tenía
razón.
Me observaba atentamente, sus fríos ojos azules haciéndome sentir muy en
el lugar. Rara vez me importaba una mierda lo que los demás pensaran de mí. Pero
Dante tenía el futuro de Anna y el mío en sus manos.
—Tú y Anna podrían haberse escapado juntos mientras estuvieron en
Francia. Me habría tomado un tiempo sospechar y para entonces podrías haber
encontrado un escondite.
No pude evitar reírme. Anna nunca dejaría a su familia, ni siquiera por mí,
y nunca le pediría que lo hiciera. Y tampoco dejaría a mi papá y mi hermana.
Nuestra familia ya había sufrido bastante y no agregaría más a eso. Sin mencionar
que era absolutamente leal a la Organización.
—Esa nunca fue una opción —dije con firmeza—. Anna y yo tenemos una
gran cosa en común, nuestro amor por nuestra familia, y nuestro orgullo por la
Organización.
Podía decir que me creía y que mi respuesta lo había apaciguado un poco.
Tal vez había estado preocupado de que estuviera intentando alejar a Anna de él y
la familia.
—Quiero seguir cumpliendo con mi deber con la Organización. Nunca
huiría. Y quiero ser parte de tu familia. Haré cualquier cosa que me pidas.
Demostraré mi lealtad hacia ti, Anna y la Organización una y otra vez si es
necesario.
—No espero menos —dijo—. Primero, puedes ayudarme a contener el daño
que se causó hoy. Creo que tus actividades pasadas podrían ser útiles en este
sentido.
Anna debe haberle dicho a su padre de mi aventura con Dolora.
—Quizás.
302
—Tal vez puedas hacerle entrar en razón —me saludó Enzo cuando entré
en la habitación del hospital de Santino dos días después de que mi boda explotara.
Santino estaba intentando ponerse una sudadera con capucha sobre su
cabeza, pero sus vendajes y las heridas cubiertas por ellos lo dificultaban. Le
entregué a Enzo una taza de café, que también le había traído ayer.
—¿Qué está pasando?
—Santino decidió darse de alta del hospital en contra de las órdenes
explícitas de los médicos. 303
Finalmente logró meter un brazo en una manga y miró a su padre molesto.
—Santino es un adulto y prefiere curarse en casa.
Me acerqué a él y le di un besito. Besarlo frente a los demás aún se sentía
extraño, pero al mismo tiempo tan maravillosamente liberador.
—¿No es demasiado arriesgado?
Me desestimó.
—Puedo manejarlo.
Lo ayudé a ponerse su sudadera, sabiendo muy bien que era inútil discutir
con él si se había decidido. Era terco como una mula.
—Sin mencionar que Dante requiere mi ayuda para contener el escándalo
que causaron Anna y su madre —dijo guiñándome un ojo.
—¿Disculpa? Tú también estuviste involucrado en el escándalo.
—Pero habría elegido un mejor momento para detener la boda.
—Lo dudo —dijimos Enzo y yo simultáneamente. Intercambiamos una
mirada y una sonrisa. Mi corazón se hinchó, feliz de que él y yo finalmente
estuviéramos haciendo las paces.
—¿Qué quieres decir con que mi papá te necesita? —pregunté. Papá no me
había mencionado nada, lo que probablemente significaba que era arriesgado o
algo que él consideraba deshonroso.
Pero los Clark estaban furiosos y se negaban a hablar, así que necesitábamos
actuar. Clifford había ignorado todas mis llamadas y mensajes de texto.
Me dio una sonrisa sombría.
—Lo ayudaré a lidiar con los Clark.
La expresión de Enzo se contrajo con desaprobación.
—¿Cómo? —pregunté—. No puedes matarlos a todos.
Me pellizcó el trasero ligeramente. Menos mal que el ángulo se lo ocultó a
Enzo o me habría muerto de vergüenza. Le lancé a Santino una mirada de
advertencia, a lo que respondió con una sonrisa.
—Podría, pero no lo haré.
—Entonces, ¿qué vas a hacer?
—Las fotos que tomaste cuando me atrapaste con Dolora Clark, las 304
descargué en mi nube en caso de que alguna vez las necesitara.
—Pervertido.
Sonrió, pero rápidamente volvió a ponerse serio.
La comprensión me hizo abrir mis ojos de par en par.
—¿Vas a chantajearla?
Asintió.
—Hará cualquier cosa para evitar ese escándalo.
—Pero no me parece una mujer que tenga suficiente poder sobre su esposo
para disuadirlo de planear venganza.
—No, pero probaré suerte.
—Si ella no puede convencer a Maximo, aún podemos chantajearlo con las
fotos. No puede arriesgarse a divorciarse en este momento de su carrera,
especialmente después de un escándalo así.
—Eres tan astuta como hermosa.
—Y eres propenso a causar escándalos.
—Como tú, cherie. —Se encogió de hombros, luego me atrajo hacia él y
me besó de nuevo—. Ahora, déjame hablar con Dolora.
Enzo se excusó, obviamente incómodo con la muestra de afecto de Santino.
Mis mejillas se calentaron. Me aclaré la garganta.
—No dejes que te detenga. Si papá cree que vale la pena seguir el plan,
entonces deberíamos intentarlo.
—No estás celosa, ¿verdad?
Hice una mueca.
—Por favor. Puedes jugar en la Liga de Campeones, o en la copa del pueblo.
—La vida en Europa dejó sus marcas. Nunca me acostumbraré a tus
referencias futbolísticas, y no estoy del todo seguro de que sean precisas. —Echó
un vistazo a su reloj—. Tengo que ir al club de campo donde Dolora pasa ahora la
mayor parte de sus tardes.
—¿Quieres conducir tú mismo?
Me besó de nuevo.
—Anna, soy un niño grande.
—Al menos lleva a tu papá contigo. —Aún odiaba que Santino se hubiera
follado a la madre de Clifford, pero al menos ahora podía salvarnos el trasero. 305
¿Quién habría pensado alguna vez que las costumbres rompe hogares de Santino
serían tan útiles?
Dolora salió del club de campo. Todos los Clark eran miembros, por
supuesto. Era una hora después de su hora de salida habitual y casi se me acababa
la paciencia. Sin mencionar que mis heridas me dolían jodidamente horrible y no
había tomado suficientes analgésicos. Estacioné mi auto justo en la acera con la
esperanza de llamar su atención. Sus ojos registraron mi auto y luego a mí, y miró
a su alrededor rápidamente preocupada. Bajé la ventanilla y me asomé.
—Tenemos que hablar.
Corrió hacia mí y casi saltó.
—No puedes venir aquí. Si alguien nos ve juntos, habrá mucho que pagar.
Tuve que esconderme en los baños por tu culpa.
Arranqué el auto y nos conduje hasta el estacionamiento de un Starbucks
cercano.
—¿Por qué lo dices?
—Causaste un escándalo y ahora todos hablan a mis espaldas. Ni siquiera
puedo mostrar mi cara en el club sin que la gente me dé sonrisas condescendientes.
Simplemente no podía soportarlo más.
—Supongo que entonces no querrías tener otro escándalo en tus manos.
Se congeló enseguida.
—¿De qué estás hablando?
—Necesito que convenzas a tu esposo para que mantenga sus conexiones
con la Organización, y que lo disuadas de cualquier complot de venganza que
pueda estar soñando en este momento.
—No puedo hacer eso.
Le mostré las fotos de nosotros en mi teléfono. Sus ojos azules se abrieron
por completo. 306
—No estoy tan seguro de que nos beneficiaríamos de esta unión. Mi hijo no
necesita otro escándalo.
Dante miró a Leonas, que había escuchado en silencio hasta el momento,
pero al igual que su padre, había archivado todo para su uso posterior. Anna
definitivamente compartía su astucia.
—Podría casarme con una de tus hijas —sugirió Leonas encogiéndose de
hombros—. Apuesto a que puedes prescindir de una de ellas.
La piel de Maximo Clark se volvió de un tono rojo aún más oscuro, lo que
no había creído posible, pero en sus ojos, pude ver que lo estaba considerando.
No escuchaba muy a menudo los rumores, pero sabía que una de las gemelas
Clark se había visto envuelta en un incidente desagradable que había hecho algunas
olas más pequeñas en la prensa.
Maximo intercambió una mirada con su esposa y luego con Clifford, pero
este último pareció menos que entusiasmado con la sugerencia. Maximo, por otro
lado, pareció aliviado de haber encontrado una manera de deshacerse de su
descendencia escandalosa.
—¿Cuándo sugerirías una boda?
310
—¿De verdad quieres arrojarte frente al autobús por mí? ¿Siempre estuviste
en contra de una unión con los Clark y ahora quieres casarte con la gemela mala?
Leonas sonrió.
—Estaba en contra, sigo estando en contra, pero ahora la situación es
diferente. Tendrías que interpretar a la esposa del político, dejando atrás nuestra
vida en partes, pero si me caso con una gemela Clark, ella tendrá que someterse a
nuestra forma de vida.
—No me parece que a Charlotte le guste someterse a alguien. 311
Leonas tenía una sonrisa oscura en su rostro.
—Depende de los rumores que escuches.
Puse los ojos en blanco.
—Nadie estará contento con esta unión.
—Tal vez la Clark Mala se alegrará de deshacerse de su familia.
—Su nombre es Charlotte.
Solo había intercambiado algunas bromas sin sentido en el pasado con las
hermanas de Clifford, así que no las conocía, excepto por los chismes ocasionales.
—No puedo distinguirlas. Se ven más o menos iguales y sus nombres son
casi clones entre sí.
Solían verse idénticas, pero como Charlotte cambió su estilo, era fácil
distinguirlas.
—Puedes ser tan imbécil.
—Hoy soy el héroe que salva el día.
Negué con la cabeza.
—¿En serio estás seguro de esto? Dudo que los Clark estén muy felices si
otra boda estalla en llamas porque un Cavallaro decide que no quiere la unión.
—Hermana, tengo una ventaja sobre ti.
Hice una mueca dudosa.
—No estoy enamorado de otra persona, y nunca lo estaré. Este corazón es
tan frío como el hielo.
—Eres un jodido mentiroso. —Me incliné y besé su mejilla—. Pero gracias
por arrojarte frente al autobús por mí.
Leonas se encogió de hombros.
—Por ti y por la Organización. Es mejor si soy yo el que está atrapado en
una unión con los forasteros. De esa manera puedo controlar cómo va.
Negué con la cabeza con una sonrisa. Leonas ya estaba planeando con
anticipación, para cuando tuviera más voz en la Organización, aunque papá ya le
había dado más y más responsabilidades. Los conservadores estaban ganando
impulso, especialmente entre los mafiosos jóvenes y Leonas tenía buena
reputación entre ellos. Muchos rechazaban por completo una unión con los
forasteros, nada que se extendiera más allá de sobornarlos, razón por la cual
muchos no me condenaron por elegir no casarme con Clifford. Era como había
dicho Leonas. Habría tenido que dejar la Organización en partes para convertirme 312
en parte del mundo de Clifford. No pasaría lo mismo ahora que Leonas se casaría
con Charlotte. Ella tendría que someterse a nuestro mundo y reglas, o ser tragada
entera por él.
315
No tenía que ser un lector de mentes para saber lo que Anna estaba
pensando. Probablemente era lo mismo que había estado pensando al momento en
que la vi con el vestido ajustado y las botas. Maldición, la había echado mucho de
menos. Aún me dolían jodidamente las heridas, pero estaba absolutamente seguro
de que no dejaría que eso me impidiera tomar a Anna esta noche.
Sin embargo, lo que podía detenerme era Leonas. Su sonrisa comemierda
no presagiaba nada bueno.
—Entonces, ¿adónde nos llevarás a cenar? —preguntó—. Espero no estar
mal vestido para la ocasión.
Como si él y sus padres no supieran exactamente a dónde iba a llevar a
Anna. Dante había querido saber cada detalle de nuestra cita para anticipar cómo
la prensa y la Organización se enterarían y podrían reaccionar. No me importaba,
o más bien no estaría en desacuerdo. Ya estaba más que agradecido de que no me
hubiera metido una bala en la cabeza al momento en que se enteró de lo de Anna
y yo. Supongo que casi morir por Anna había hecho la diferencia. O tal vez el
anillo que le daría más tarde a Anna.
Le di a Leonas una sonrisa dura.
—Debí haberte dado una buena paliza hace años.
Abrió los brazos.
—Puedes intentar darme una ahora.
Extendí mi mano para que Anna la tomara y la conduje hacia mi Camaro.
Después de ayudarla a sentarse en el asiento del pasajero, me volví hacia Leonas
una vez más.
—Preferiría estar lejos de tu trasero.
—Funciona para mí.
Me senté detrás del volante y tomé la mano de Anna antes de encender el
motor.
—Esta es la primera vez que viajo en tu Camaro.
—Ha tomado demasiado tiempo. —Llevé su mano a mis labios y la besé.
Leonas hizo un ruido de chicharra.
—Tengo que recordarles que mi deber como chaperón de la noche será
limitar sus demostraciones públicas de afecto, así que no las agoten todas ahora
mismo.
—No estamos en público —siseó Anna.
—También deberías reconsiderar tu tono hacia la persona que podría decidir 316
tomarse un descanso muy largo para fumar más tarde.
Negué con la cabeza con una risita.
—¿Qué pasa con los Cavallaro y el chantaje?
—Está en nuestro ADN —respondió Leonas.
Anna se rio.
—Cállate. Al menos déjame fingir que no estás aquí.
Anna y yo comimos en un restaurante de alta cocina que era propiedad de
la Organización y servía cocina tradicional de Roma. De hecho, Leonas nos dio
algo de espacio y se instaló en el bar para conversar con el dueño mientras Anna y
yo nos acomodamos en un rincón acogedor. El personal había sido informado
sobre nuestra aparición, de modo que no fue una sorpresa, pero algunos de los
clientes nos lanzaron miradas curiosas. Nuestra cena daría la vuelta y sería el
chisme principal de las próximas semanas, pero no era como si no hubiera habido
ya ciertas especulaciones. Mi reputación como una especie de Casanova era
ampliamente conocida entre las mujeres de la Organización.
—Me encanta que ya no tengamos que escondernos —dijo Anna. Tomó un
sorbo de su Pinot Grigio, luciendo relajada y feliz. Era una de mis expresiones
favoritas en su rostro. Eso y su rostro retorcido por la lujuria, que intentaría ver
esta noche.
—Me alegro de que tus padres estén dispuestos a considerar para ti a un
simple guardaespaldas. Muchos padres en su lugar querrían un mejor partido.
—¿Qué podría ser mejor que alguien que me hace feliz y que está dispuesto
a arriesgar su vida por mí?
—Entonces, ¿no te importaría estar casada con un soldado?
Frunció los labios.
—No necesito un lugarteniente, capitán o Capo para sentirme validada.
Quiero un hombre que me ame, eso es todo.
—Y este hombre frente a ti te ama con cada centímetro de su cuerpo lleno
de cicatrices.
—Yo también te amo.
Apreté su mano. No podía esperar a estar a solas con ella. Tal vez ahora
hubiera sido un buen momento para hacer la pregunta, pero no quería hacerlo en
público. Quería que fuéramos solo Anna y yo.
Eran las nueve y cuarenta cuando los tres salimos juntos del restaurante.
Leonas señaló un bar al otro lado de la calle. 317
—Voy a tomar un trago. Recójanme en una hora, para que lleguemos a
tiempo a casa.
Le di unas palmaditas.
—Gracias.
Anna abrazó a su hermano.
—Eres el mejor.
—Sí, sí. Limpien el asiento trasero antes de que tenga que sentarme en él,
¿de acuerdo?
Lo golpeó en el hombro, y él cruzó la calle despidiéndose con la mano.
Tomé la mano de Anna y la empujé sutilmente hacia el auto.
—Entra. No tenemos mucho tiempo.
—Tenemos una hora —dijo riendo a medida que se sentaba en el asiento
del pasajero.
—Eso no es suficiente para recuperar el tiempo perdido —murmuré. Apreté
el acelerador, decidido a encontrar un buen lugar de estacionamiento para nosotros
lo antes posible. Entré en el estacionamiento de un restaurante que había cerrado
recientemente por reformas. A excepción de las luces tenues cerca del edificio para
evitar robos, el estacionamiento estaba oscuro. Pisé los frenos bruscamente, y
apagué el motor para que las luces se apagaran.
Anna se rio.
—Estás terriblemente ansioso. ¿Cómo te las arreglarás para hacer algo en
este espacio estrecho con tus heridas?
Tenía un punto. Era ágil para mi estatura alta, pero con mis heridas no sería
capaz de contorsionarme lo suficiente.
—Maldita sea.
Miró a su alrededor.
—Haremos que funcione —dije entre dientes y empujé mi asiento
completamente hacia atrás y luego moví el respaldo a una posición medio
acostada. Anna se volvió hacia mí y comenzó a trabajar inmediatamente en mi
cremallera, liberando mi pene, y luego sus labios ya estaban cerrados alrededor de
mi punta, haciéndome sisear entre dientes. No era el único ansioso por esto. Pasé
mis dedos por su cabello, deseando poder verla, pero la oscuridad era nuestra
amiga.
Me tomó más y más profundamente en su boca hasta que realmente tuve
que concentrarme en no correrme demasiado pronto. Maldición, aún estaba en mal 318
estado.
—Detente —gruñí, y tiré de su cabello ligeramente y luego con más fuerza
cuando no se detuvo. Me soltó y su boca encontró la mía para un beso caótico.
Abrí la puerta de un empujón pero no dejé de besarla, simplemente no podía parar.
Finalmente, me aparté y salí del auto. Rodeé el capó y abrí la puerta de Anna.
Agarré sus piernas y las saqué del auto de modo que su trasero descansara en el
borde del asiento. Me arrodillé sobre el asfalto frío, no para hacer la pregunta sino
para adorar su coño.
Me dolió todo el cuerpo, pero lo ignoré. Nada me detendría de lo que había
querido hacer durante semanas. Metí la mano debajo de su vestido y le bajé las
bragas, después bajé la cabeza. Mis labios encontraron la parte interna de su muslo
y luego se arrastraron lentamente hacia adentro hasta que rocé sus pliegues
resbaladizos. Anna respondió con un gemido, sus dedos aferrando mi cabello. No
la provoqué, ni jugué. Me sumergí de lleno, chupando su clítoris en mi boca. No
teníamos mucho tiempo y quería darle el mayor placer posible.
Gritó y presionó su coño con más fuerza contra mi cara. Empujé dos dedos
en su coño, embistiéndola lentamente al principio, luego más rápido y fuerte, y ella
me recompensó con un orgasmo rápido.
—Vamos a cambiar de lugar.
Se levantó y tomé su lugar, luego le di la vuelta y la senté en mi regazo.
Ambos gemimos cuando la llené por completo. Nos permitimos disfrutar por un
momento de la sensación antes de agarrar las caderas de Anna y comenzar a guiar
sus movimientos a medida que me montaba de espaldas a mí. Alcancé su clítoris,
presionando mis dedos contra él. Gimió ruidosamente. Si alguien estaba en el
estacionamiento, o simplemente pasaba, definitivamente lo escucharía, pero no me
importó. Era mi sonido favorito en el mundo. Nada más importaba. Pronto nuestros
movimientos se volvieron erráticos, más hambrientos, desesperados por la
liberación del otro. Me contuve, esperando que cayera primero por el acantilado y
cuando finalmente lo hizo, toda la tensión se desvaneció y me perdí en ella.
Se hundió hacia atrás, apoyándose contra mi pecho. Presioné un beso sin
aliento en su mejilla. Nos limpiamos rápidamente y acomodamos nuestra ropa
antes de poner a Anna en mi regazo y envolverla con mis brazos.
—No quiero que esto se detenga, incluso cuando estemos casados —
susurró.
—¿Tener sexo? Puedo asegurarte de que eso no se detendrá incluso cuando
seamos viejos y canosos.
Su cuerpo vibró de risa.
—No, Sonny, el sexo furtivo en los estacionamientos, los besos robados y
los rapiditos en el baño. 319
—No tienen que parar.
Asintió y luego señaló su reloj de pulsera.
—Tenemos que irnos.
Recogimos a Leonas cinco minutos después y regresamos a la mansión de
los Cavallaro. Aún no le había pedido a Anna que se casara conmigo. No se había
sentido correcto, pero cuando me detuve frente a la mansión, supe exactamente el
momento y el lugar correctos para hacer la pregunta.
Sostuve su mano a medida que caminábamos hacia la puerta principal.
Leonas avanzaba un par de pasos atrás como si pudiera sentir que tenía algo
planeado. Al menos había sido sorprendentemente tolerable en el viaje de regreso
a casa, sin hacer preguntas molestas. Dante y Val nos abrieron la puerta.
—¿Puedo entrar por un segundo? —pregunté, sintiéndome nervioso.
Dante me miró a los ojos y sus cejas se fruncieron, luego asintió levemente.
¿Sabía lo que había planeado, y lo aprobaba? ¿O estaba leyendo más porque sabía
que era un movimiento arriesgado tan pronto después de la boda fallida de Anna?
Pero sus padres habían estado en la oscuridad durante demasiado tiempo, merecían
ser parte de nuestro viaje a partir de ahora. Pero ¿quién decía que no me diría
también que no a mí? Esa mujer había dejado a Clifford frente a un sacerdote y
cientos de invitados.
Inclinó la cabeza con curiosidad. Dante, Val y Leonas se quedaron a un
lado, pero también tenían un aire de expectativa rodeándolos.
Me aclaré la garganta y tomé ambas manos de Anna entre las mías antes de
ponerme de rodillas.
Sus labios formaron una O, y sus padres y hermano intercambiaron miradas.
Tomé el anillo de compromiso que había comprado ayer de mi bolsillo y se lo di a
Anna.
—Mi corazón nunca quiso mantenerte en secreto porque supo todo el
tiempo que eras la mujer para mí. Me refrenas, pero nunca me haces sentir
atrapado. Tu humor agudo y tu lengua aún más aguda me mantienen alerta. Quiero
pasar el resto de mi vida contigo. ¿Quieres ser mi esposa?
Mi corazón martilleaba en mi pecho mientras esperaba que dijera algo. Su
mirada se dirigió brevemente a sus padres y en el segundo que le tomó a Dante
asentir y Val sonreír, mi pulso alcanzó niveles preocupantes. Mis heridas dolían
con cada latido de mi corazón, pero sufriría alegremente por su respuesta.
Me sonrió y apretó mi mano.
—Sí, definitivamente sí. Y esta vez también diré que sí en la iglesia. 320
Me puse de pie y envolví mis brazos alrededor de ella para besarla,
abrumado por el alivio, luego puse el anillo en su dedo. Y por primera vez, se sintió
oficialmente mía.
—¿Y? —preguntó mamá con una sonrisa pequeña—. ¿Estás nerviosa?
Me había hecho la misma pregunta el día de mi boda cancelada con Clifford
y yo había dicho que «no» sin dudarlo. Hoy la situación era muy diferente. Mi
vientre estaba lleno de nervios, mi corazón acelerado.
—Sí.
No estaba nerviosa porque dudara de mi decisión de casarme con Santino.
No tenía ninguna duda al respecto. Amaba a Santino y él me amaba a mí. Me
volvería loca hasta la eternidad y yo seguiría presionando todos sus botones, y 321
saberlo me hacía ridículamente feliz. Mi falta de nerviosismo en mi boda cancelada
debería haber sido una señal de advertencia. Me había sentido inquietantemente
tranquila. No era la calma que venía de la certeza. Me había estado protegiendo al
enterrar mis emociones. No me había importado en ese momento porque era la
única forma de llevar a cabo la boda.
Mamá tocó mi mejilla.
—Puedo decir que es el buen tipo de nerviosismo.
Sonreí.
—Oh, sí.
Asintió.
—Hoy te veré ir por el pasillo con un buen presentimiento.
—¿Y papá? —pregunté. Papá siempre había apreciado a Santino: como mi
guardaespaldas, y hasta que se enteró de que él y yo nos habíamos estado llevando
bien.
—A tu padre le agrada más Santino que Clifford, eso es seguro, pero
definitivamente tendrá que compensar por haber estado yendo a sus espaldas
durante tanto tiempo. Eso no es algo que tu padre tolere. Pedir tu mano frente a
nosotros fue el primer paso y desde entonces ha estado demostrando su valía todos
los días.
—Pero también fui a sus espaldas, así que no solo él tiene la culpa.
—Oh, no te preocupes, cariño. También tienes mucho que compensar.
Besé su mejilla. Había estado intentando ser lo más abierta posible con mis
padres en los ocho meses desde que Santino me pidió mi mano.
—No les mentiré de nuevo. —Entonces sonreí—. Y estoy segura de que
pronto tendrás suficiente de qué preocuparte con Leonas.
Mamá suspiró.
—Ya veremos. —Echó un vistazo a su reloj de oro elegante—. Tenemos
que darnos prisa. Casi es la hora.
Me ayudó a ponerme el vestido. Y negó con la cabeza con una mirada de
admiración.
—Este vestido es absolutamente impresionante. Me alegra que esta vez
hayas decidido diseñar tu propio vestido de novia.
—Esta vez significa lo suficiente para mí para esforzarme.
—Y la última vez probablemente sabías en el fondo que al final no seguirías
adelante con la boda. 322
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Cora Reilly es autora de Born in Blood Mafia Series, The Camorra Chronicles 326
y muchos otros libros, la mayoría de ellos con chicos malos peligrosamente sexis. Le
gustan los hombres como sus martinis: indecentes y fuertes.
Cora vive en Alemania con un lindo pero loco Bearded Collie, así como con el
lindo pero loco hombre a su lado. En 2021, dio a luz a una hija maravillosa. Cuando
no pasa sus días soñando con libros ardientes, planea su próxima aventura de viaje o
cocinando platos demasiado picantes de todo el mundo.