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Moderación
Yani

Traducción
IsCris astrea75
RRZOE yira patri
Emotica G. W yiany
UsakoSerenity Dew'
MadHatter 3
AleVi

Corrección y lectura final


Yani

Diseño
Bruja_Luna_
Staff ___________ 3 16 ___________ 196
Sinopsis _________ 5 17____________ 206
Prólogo _______ 6 18 _____________ 217
1 ______________ 21 19 ___________ 229
2 ______________ 37 20 ___________ 239
3 ______________ 57 21 ____________ 249
4______________70 22 ___________ 259
5 ______________ 85 23 ___________ 269
6______________ 97 24 ___________ 283
7 _____________ 107
8 _____________ 117
25 ___________ 292
26 ____________301
4
9_____________ 123 27 ____________ 311
10 ____________ 133 28 ___________ 324
11 ____________ 143 29 ___________ 334
12 ____________ 150 30 ___________ 343
13 ____________ 158 Epílogo _______353
14 ____________ 170 Sobre la autora 359
15 ____________ 185
Quince años atrás, lo vi

Siete años atrás, le supliqué.

Encerrados en un retorcido juego de amigos, le entregué todo a Theo


Von Bremen.

Fuimos imprudentes.

Fuimos peligrosos.

Estábamos locos de amor.

Hasta que él llegó.

Cade infundió fuego en mi alma, cambiando mi dirección para siempre 5


Él fue mi salvación.

Yo era su redención.

Él se convirtió en mi misión.

Me convertí en su Comandante.

Pero, ¿en dónde deja eso a Theo?

Exactamente en donde lo quiero.

De rodillas.
Anniston
SOLO MÉTELO

Traducido por IsCris,


RRZOE & Emotica G.W

Siete años atrás


—¿No puedes simplemente meterlo y gruñir un par de veces?
Theo escupe la cerveza como un géiser, salpicando toda mi
camiseta, empapando así mis pechos sin sujetador. Me gustaría decir que
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este tipo de cosas nunca me pasan, pero suceden con bastante frecuencia
cuando eres la mejor amiga de un atleta. A los atletas les encanta
expulsar mierda de sus bocas, es como un rito de paso o algo así. Saliva.
Cerveza. Semillas de girasol. Solo nómbralo.
Quitándome los restos de la bebida, lo regaño:
—Theo, ¿qué he dicho sobre…? —Mierda, ¿se está ahogando?
Entro en pánico cuando una violenta tos le destroza el pecho
extremadamente tonificado. ¡Por el amor de Dios, lo necesito vivo!
Alcanzándolo, hago lo único en lo que puedo pensar: le levanto los
brazos como un niño pequeño. Esos profundos ojos, teñidos de azul
marino se ensanchan mientras me mira con horror. Está claro que teme
por su vida. O le preocupa que la Universidad de Georgia haya cometido
un error al aceptar mi solicitud de ingreso a la escuela de medicina este
otoño. No creo que levantar los brazos se considere como el procedimiento
médico adecuado para la asfixia.
Después de unos tensos segundos, tose un poco más y retira los
brazos de mi agarre. Dado que la amenaza de muerte inmediata ha
disminuido, lo suelto, pero mantengo mi entrenado ojo médico en el color
de su rostro. Es una broma, quiero estar preparada, así que me acomodo
al otro lado del sofá, fuera del camino en caso de que necesite escupir
algo.
Parpadea, juzgándome silenciosamente desde su lugar en el sofá
en el pequeño apartamento de dos habitaciones que hemos estado
compartiendo durante los cuatro años de universidad. Estoy preparada
para cualquier cosa. ¿Un discurso? ¿Una almohada en la cara? Oye,
nunca se sabe en esta amistad, somos unos hijos de puta violentos. En
cambio, sigue la ruta madura, carraspeando por última vez antes de
arquear la ceja izquierda con expresión divertida.
—No, Anniston. No puedo simplemente meterlo y gruñir como tan
elocuentemente solicitas. Así no es cómo funciona.
Eh. Nunca está de más preguntar. Nunca se sabe qué tipo de
verdades puedes descubrir si haces la pregunta correcta.
—Qué tal si acordamos que sea solo la punta, ¿eh? Quiero decir,
eso es algo, ¿verdad? Obviamente, no lo sé por experiencia, pero he visto
suficiente pornografía.
Esboza una sonrisa. Puedo decir que está a punto de largar algún
comentario inteligente sobre mi falta de conocimiento en este
departamento.
—Anniston McCallister, más allá de lo que puedas pensar,
Cincuentas Sombras de Grey no se considera pornografía.
—Muy bien, tal vez no lo sea, pero tampoco puedes decirme que en
esas fiestas de fraternidad a las que vamos, los chicos tratan a las chicas
con completo amor. No, les meten las pollas con un par de golpecitos
rápidos en un asqueroso baño, antes de abrirles sus corazones. No
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funciona de esa manera, mi culo...
Sí, sé de qué va todo eso. Ni siquiera intentes jugar conmigo, Von
Bremen.
La estúpida sonrisa en su rostro casi destruye mi calma. Está
disfrutando de mi pequeña diatriba. Y probablemente le gustó que dijese
"pollas". De cualquier manera, su pequeña y linda sonrisa no me
distraerá de mi misión.
Necesito un plan B por si acaso esta conversación no llega a
ninguna parte. Y esa es una posibilidad en este momento. El plan B
podría ser... ni siquiera importa porque estoy decidida a lograr que Von
Bremen cumpla con el plan A. No estoy diciendo que violaré al pobre
chico, pero estaría dispuesta a atarlo un poco.
A los chicos les gusta ese tipo de cosas, ¿verdad?
En cualquier caso, no aceptaré un no por respuesta.
Si puede follar a todo el cuerpo estudiantil, puede follarme a mí.
No es como si estuviera pidiéndole tener una conversación
mientras damos un largo y romántico paseo por la playa. Ni siquiera le
estoy pidiendo que me compre la cena. Espera, eso no es verdad. Ya
planeamos ir a cenar, y es su turno de pagar. No escapará de eso.
—Estoy seguro de que puedes encontrar un tipo dispuesto a
cumplir —mira mi camisa mojada, prestando especial atención al punto
húmedo justo debajo de mi pezón—, con tus necesidades. ¿Por qué yo?
Su rechazo a medias duele. Váyanse a la mierda, hormonas. De
acuerdo, entonces tal vez no se puede culpar de todo a las hormonas.
Podría tener motivos ocultos.
Estoy segura de que amo a Theo Von Bremen desde la escuela
secundaria. Su ingenio rápido y su personalidad de idiota me atrajeron
como el chocolate y los pantalones de chándal un viernes por la noche.
Nos hicimos amigos rápidamente, pero cualquier otra cosa fue demasiado
complicada.
Entonces, me quedé en un segundo plano y apreciaba ser su amiga.
Él tuvo citas. Yo tuve citas. Él tuvo sexo. Yo no.
Salgo del sofá, extendiendo los brazos, lista para defender mi caso.
—¡No es que no haya pensado tanto en esto, lo he hecho! —Mi voz
es una octava más alta de lo normal—. Quería enamorarme, quería que
mi novio me colocara sobre una manta bajo las estrellas. He planeado
toda la escena desde que tuve la edad suficiente para darme cuenta de lo
que era un orgasmo. Pero la realidad es que no me sucedió.
—Anniston.
Levanto las palmas para silenciarlo, para poder sacar lo último que
me queda. 8
—No me malinterpretes, tuve ofertas; No soy una bruja total. Pero
no quería tener sexo con un tipo al azar en un ataque de borrachera.
Tengo estándares.
Estándares que ningún hombre mide, ni siquiera Theodore Von
Bremen. Pero Von Bremen y yo compartimos un extraño tipo de amor, y
significaría algo si él fuera quien tomara mi virginidad. Bueno, a menos
que arruine nuestra relación y me cueste mi único y cercano amigo.
¡Estoy desesperada, sin embargo! No quiero ir a la escuela de
medicina siendo virgen.
Theo podría ser mi compañero cachondo, pero confío en él y si
alguien va a reventar mi cereza, quiero que sea él. Al menos cuando mire
hacia atrás este trato con el diablo, recordaré que lo amé, incluso si tengo
que mentir y decir que solo es como amigos.
Me dejo caer en el sofá, sin hacer ningún esfuerzo por evitar que
mis senos reboten con la acción. Hasta el momento, la única victoria para
mí en esta conversación es que Theo tiene los ojos vidriosos, lo que
significa que está siendo un pervertido total y está pensando en follarme
en este momento. ¡Sí, cariño!
Sin embargo, después de un momento, la realidad se apodera de él
y de inmediato se muerde las uñas, un hábito asqueroso que desearía
que dejara. Ni siquiera puedo imaginar todos los lugares en donde han
estado esos dedos. Pero supongo que cuando estás acostumbrado a
frotarlos en la tierra, y lamer las puntas antes de tirar una pelota de
béisbol, ¿qué daño hacen los gérmenes, de todos modos?
Miro con furia su ofensivo pulgar, encajado entre sus dientes
perfectos y blancos. Un breve espasmo es toda la comunicación que
necesito para transmitir mi repulsión después de diez años de amistad.
A pesar de eso, a él le importa una mierda. Cambia al segundo dedo
mientras levanta un tercero como saludo, solo para mí. Imbécil.
Juego con el encaje de mis pantalones cortos cuando un silencio
incómodo desciende a nuestro alrededor. Intento desesperadamente
pensar en cómo puedo convencerlo, pero el bonito y pequeño ceño
fruncido que tiene casi alcanza ese lamible hoyuelo… dejo quietos los
dedos. Podría inmovilizarlo, hundir mi lengua profundamente en esa
hendidura, hacerlo gemir en aprobación.
¿Qué demonios? Contrólate. ¡Concéntrate! Quieres que acepte esta
proposición, no lo asustes lamiendo su hoyuelo como una especie de bicho
raro.
Vuelvo a jugar con mis andrajosos pantalones cortos, avergonzada
de fantasear con mi mejor amigo. Maldito sea. Y malditos estos
pantalones cortos que ya he lavado tantas veces que el encaje parece un
hisopo. Debería comprar nuevos, pero no gasto mucho cuando se trata
de ropa. Paso la mayor parte del tiempo en sujetador deportivo y
pantalones cortos, y me niego a pagar sesenta dólares por algo que me
pondré para dormir. ¡Hola! ¿Quién vería esa mierda? Te diré. ¡Yo! Solo yo.
Nadie se acurruca detrás de mí, ni hace cucharita detrás de mis piernas
9
recién afeitadas, ni me baja los ajustados pantalones de dormir por los
muslos.
Bueno, a menos que Theo se emborrache. Entonces se asusta que
un payaso esté al acecho debajo de su cama, listo para agarrarle los
tobillos y tirar de él para divertirse un poco. De acuerdo, podría haberme
escondido debajo de la cama una o dos veces como broma.
¿Para qué son los amigos entonces?
Para resumir, parezco una mierda arrollada por un tren de mierda,
que salió desde una estación de mierda. Pero aquí estoy, pidiéndole a mi
mejor amigo desde sexto grado que me desflore antes del fin de semana.
Obviamente, no he pensado en esto. Si lo hubiera hecho, al menos
me habría quitado los nudos del cabello en lugar de solo haberme hecho
un moño desordenado, el cual se cayó hace dos horas a un lado de mi
cabeza debido a la inmadurez de Theo. Esa actitud ruda destrozó su ego
con necesidad-de-ganar, en una lucha por el control remoto. Yo gané.
El silencio es enloquecedor mientras me preparo para sacar todas
mis armas. No necesita tanto tiempo para pensarlo bien. Evoco visiones
de cachorros tristes para humedecer mis ojos. En el momento justo, me
tiembla el labio en un puchero bien practicado. Parpadeo, llamando
lentamente su atención a las casi lágrimas y dejo que mis pestañas
naturalmente largas se hagan cargo.
Con tanta seducción como puedo reunir para mi amigo de toda la
vida, elevo la mirada para encontrar la suya. Lo está considerando. Solo
necesita un pequeño empujón en la dirección correcta.
—Por favor, Teddy. —Mi súplica gotea el dulce encanto sureño.
Cuando se levanta del sofá, tirando agitado de sus oscuros
mechones ondulados, sé que lo tengo.
—Jódeme, Ans.
—Sí, Theo, ese es el plan. No tomará mucho tiempo. Podemos
hacerlo entre tu entrenamiento y la cena con el equipo. —Me encojo de
hombros como si no fuera gran cosa. Como si fuera un juego de Twister1.
Mi falsa confianza me traiciona cuando me comienza a temblar la mano
con nerviosismo. Antes de que pueda verlo, la pongo debajo de mi pierna,
controlando mi respiración para mantener el miedo contenido. Si él
percibe que tengo miedo, retrocederá, sin hacer preguntas.
—Sé seria, Anniston. —Su rostro enrojece; su expresión podría
excitar a una mujer menos determinada.
—Lo soy. —Lo tomaría de cualquier forma. Sé que eso me hace
parecer una perdedora, pero si pudieras ver las abdominales de este
chico, también le rogarías.
Bromas aparte, Theo se mudará a Washington, D.C. mañana. Fue
seleccionado para jugar en el equipo de béisbol de las Grandes Ligas de
los Nacionales2 en su primer año en la universidad, esperó hasta
terminar su carrera antes de firmar. Ahora que lo ha hecho, tiene previsto
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partir hacia el este del país a las cinco de la mañana.
Esta es mi única oportunidad de mantener una parte de él.
Una vez que millones de fanáticas echen un vistazo a esa sonrisa
engreída y brazos cincelados, ni siquiera les importará su encantador
acento sureño, o las gruesas ondas de color castaño que encuentro tan
seductoras en él. No, cuando las fanáticas pongan sus manos en Theo
Von Bremen, nuestra amistad especial habrá terminado. Júzgame todo
lo que quieras, pero conseguiré una parte de él, pase lo que pase.
—Lo digo en serio. Tú eres el único en quien confío para hacerlo.
—Mi voz suena resignada cuando intento convencerlo una vez más.
Deteniéndose a mitad de camino, aleja el dedo de la boca
conmocionado. Vacila mientras se dirige hacia el sofá, casi como si
tuviera miedo de acercarse a mí.
—¿Estás segura? —Vuelve a llevar ese maldito dedo a la boca.
Se lo quito de un manotazo porque... ¡Joder! Me está sacando de
mi juego.

1
Twister, es un juego de suelo producido por Hasbro.
2Equipo Washington Nationals, los Nacionales, es un equipo de las Grandes Ligas de
Béisbol basado en Washington D. C., Estados Unidos.
—Sí, estoy segura. Lo he pensado mucho y quiero estar contigo.
Cierra los ojos como si le estuviera causando dolor físico incluso
discutir esto. No está ayudando a mi nivel de confianza.
Respirando profundamente, abre los ojos, expresando una
respuesta.
—Bien. Lo haré, pero quiero dejar como constancia que creo que
esta es una muy mala idea.
Salto hacia él mientras un sentimiento de alegría me atraviesa, lo
tomo por sorpresa con una tacleada que casi nos derriba por el costado
del sofá. Con demasiada emoción para ser un amigo, le muestro que
reconozco su preocupación con un firme apretón en una de las mejillas
de su delicioso trasero.
—¡Anotado!

***

—Entonces, Von Bremen, ¿Cómo se siente ser un gran jugador


ahora?
Odio a Toby. Es tan dulce, pero maldita sea, altera mis nervios
cuando es lameculos.
Hemos estado en Mae's, un restaurante que es como un cuchitril,
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durante la última hora soportando lamidas de culo tras lamidas de culo.
Todo el mundo quiere llevarse bien con Theo antes de que se vaya a las
grandes ligas este fin de semana.
—Se siente un poco aterrador, en realidad.
Toby se inclina hacia delante, con los codos apoyados en la mesa
como si estuviera muriendo por alcanzar y agarrar la mano de Theo. Tal
vez estoy exagerando, pero se ve súper dedicado en la conversación en
este momento.
—¿Por qué? Parece que te encantaría mostrarles cómo se hace a
esos imbéciles.
Callum, la tercera base de Theo, pone los ojos en blanco.
—Toby, ¿has visto la alineación de los Nacionales? ¡Fueron a los
playoffs por el amor de Dios!
El hermano de Callum, Carter, interviene después de eso e intenta
explicarle a Toby, usando palabras más suaves y menos agresivas, que
Theo se encontrará bajo en el tótem cuando llegue al equipo. No necesitan
que nadie les "muestre cómo se hace".
—Iré a su equipo Triple A3 hasta que tengan un lugar abierto en la
lista —corrige Theo con un encogimiento de hombros, actuando como si
no estuviera estresado por lanzar para un equipo ganador del título, un
equipo que desembolsó el dinero suficiente como para alimentar a un
pequeño país para adquirirlo.
Sin embargo, no estoy preocupada; Von Bremen no falla en nada.
Estoy segura de que sorprenderá y asombrará, moviéndose a través de
su club Triple A rápidamente.
Callum se acerca a la mesa como si fuera a contarle un secreto
jugoso.
—Amigo, he oído que a los novatos no les gusta la mierda.
Theo mira a Brody, su receptor, quien también se va a los
Nacionales con él. Ambos sonríen diabólicamente.
—Creo que podemos manejar un poco de novatadas.
Sin duda. Las travesuras épicas y las novatadas fueron sus marcas
registradas en el Tecnológico de Georgia. No es que lo haya visto de
primera mano. Asistí a Mercer. Puesto que no asistimos a la misma
universidad, Theo y yo compartimos un apartamento fuera del campus
entre las dos escuelas en Atlanta. El viaje al centro de la ciudad es una
perra, pero vale la pena si queremos permanecer juntos.
—¿Qué hay de ti, Anniston? ¿Irás con él? —Maldito Toby y sus
infinitas preguntas esta noche. 12
La mesa se aquieta mientras todos me miran fijamente, esperando
mi respuesta. Y es exactamente esta pregunta la que hizo que la decisión
de quedarme en Madison fuera difícil en primer lugar. Theo y yo
discutimos durante meses. Él quería que fuera a Washington y terminara
la escuela de medicina allí, pero tenía que hacer esto por mi cuenta. Sola.
Theo y yo hemos estado juntos desde la secundaria. No es algo malo, pero
se sentía como el momento adecuado para separarse y hacer lo mío. Theo
es todo lo que me queda aquí en Georgia, desde la muerte de mis abuelos
hace cuatro años. Cuando mañana se mude a Washington, regresaré a
casa en Madison, me mudaré a la plantación abandonada de mis abuelos
y asistiré a la Universidad de Georgia en otoño.
Miro a Theo, pidiendo ayuda en silencio para responder a la
pregunta de Toby. Solo se encoge de hombros, con aire ausente quitando
la etiqueta de su botella de cerveza. Su inquietud constante es un efecto
bien conocido de su Síndrome de Déficit de Atención. Solía molestarme
que siempre estuviera en movimiento, pero a lo largo de los años me he
acostumbrado. Ahora, apenas lo registro. Excepto, como ahora, cuando
me siento frustrada y quiero alejarle esa botella de un golpe.
Tomo un pequeño sorbo de mi cerveza, ofreciéndole a Toby una
sonrisa que casi dice esto no es asunto tuyo.

3
Liga triple A es parte de las ligas menores de béisbol profesional que compiten en un
nivel por debajo del de las Grandes Ligas de Béisbol.
—No. No lo haré. Me mudaré a casa durante el verano.
Trago algunos sorbos más, ignorando las expresiones curiosas de
los compañeros de equipo de Theo ante esta revelación impactante.
—¡Oigan! —interrumpe Brody, cortando la tensión en la mesa—.
¡Me olvidé de contarles sobre esta instructora de yoga que me levanté el
fin de semana pasado!
Los ojos de los chicos se iluminan ante la mera mención de
levantarse cualquier cosa, efectivamente deteniendo cualquier otra
pregunta relacionada con los arreglos de vida de Theo y míos.
—¡La follé en un armario!
—¡De ninguna manera! ¿En un armario?
—Sí, amigo, me tuve que agachar como si estuviera atrapando una
bola de nudillo. —Brody se pone de pie, demostrando el movimiento de
sentadilla y cadera que utilizó—. ¡Follándola allí mismo en un armario de
la cocina!
Todos en la mesa se ríen histéricamente, incitándolo y creando una
ráfaga de cuentos de "aquella vez" que dudo que le hayan ocurrido a la
mayoría de ellos.
Solo escucho la mitad de todas las historias que comparten cuando
decido que ya es suficiente. Estoy lista para irme. Empujo a Theo en las
costillas, nuestro signo universal para: esto apesta, vamos.
Atrapa mi dedo, poniendo mi mano entera sobre su regazo,
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entrelazando sus dedos con los míos. Comienza a frotar círculos suaves
sobre mi brazo con el pulgar, creando sensaciones de hormigueo que
irradian directamente a mi corazón. Me encanta cuando hace esto. Voy a
extrañarlo cuando se vaya, cuando le frote el brazo a otra chica.
Me inclino más cerca, mi hombro contra el suyo mientras conversa
aquí y allá con Brody y el resto de los muchachos. El calor de su cuerpo
me relaja tanto que podría acurrucarme como un gato y ronronear
aprobando sus caricias.
Una parte de mí se encuentra emocionada de que haya aceptado
tomar mi virginidad esta noche y otra parte de mí se siente como una
tonta por siquiera considerarlo. Parece apropiado, sin embargo, que
nuestra última noche juntos sea memorable. No es que pensáramos en
hacer algo grande. Planeábamos quedarnos despiertos hasta altas horas
de la madrugada, haciendo juegos de bebida y mirando películas de terror
hasta que llegara el momento de tomar el avión. Irresponsabilidad en su
máxima expresión. Siempre es la mejor manera de comenzar un nuevo
trabajo.
Le apoyo una mano en el muslo, sintiendo la suavidad de sus
vaqueros, el olor de su jabón Irish Spring filtrándose a través de la tela.
Me acerco más, soñando despierta sobre cómo me besa la parte superior
de la cabeza cuando me quedo dormida mirando sus imágenes del juego;
la forma en que sonríe de oreja a oreja cuando discuto con el árbitro sobre
una mala decisión. Voy a extrañar entrenarlo desde las líneas laterales,
animándolo desde las gradas. Mañana, nuestras prácticas del sábado
oficialmente habrán terminado.
Regodeándome en mi dolor, trazo los patrones en su mezclilla
descolorida, memorizando la forma en que abrazan sus muslos
musculosos, casi como si estuvieran diseñados solo para él. Más arriba,
deslizo los dedos mientras el movimiento hipnótico de su mano me lleva
a un trance. La cadencia de su voz solo me deprime más, ya que recuerdo
que ya no despertaré con sus gemidos sexys mientras se dirige a la cocina
en busca de café, o las conversaciones de ánimo que se da en la ducha
los días de juegos.
Cada vez más, desplazo la mano hacia arriba hasta que el tono
profundo de su voz comienza a tropezar y a tartamudear.
Con la voz tensa, responde a Callum sobre alguna profesora que
pensó que era soltera. Me pregunto qué lo maravilla tanto. La señora
James no es tan sexy. Volviendo a mis atenciones en su muslo, me doy
cuenta de que mis dedos se encuentran a unos centímetros de su polla.
Me arriesgo y los subo un par de pulgadas.
Deja de mover por completo la mano con la que me frota el brazo
mientras su cuerpo se pone rígido por la tensión. Bajo la mirada, notando
la tienda de campaña que ahora tiene en los pantalones vaqueros.
No sé qué me impulsa a hacer lo que hago a continuación.
¿Tal vez la cerveza? ¿Tal vez porque es nuestra última noche
14
juntos? O tal vez porque no tengo nada que perder. Pero antes de
pensarlo demasiado, cierro hasta el último centímetro de espacio y me
sumerjo en su hombría, acariciándola con la totalidad de la mano.
Theo se sobresalta, su aliento sisea mientras trata de
recomponerse antes de que los chicos lo noten. Masajeando la plenitud
hasta dejarlo endurecido, su gruesa longitud pulsa en mi palma mientras
comienzo a acariciar arriba abajo a un ritmo pausado.
—Entonces, ¿qué piensas, hombre? ¿Debo perseguirla? Me estoy
graduando... ya no soy un estudiante.
Esbozo una inocente sonrisa mientras Theo se aleja de la fricción
que estoy creando. Incrementando mi tempo, mi agarre se vuelve más
firme, mis golpes más crudos y eróticos.
—Uh... yo. —Clava las caderas en mi mano instintivamente
mientras lucha por hablar con claridad—. S- Sí. Ve por ello, hombre.
Sale de la cabina completamente desquiciado.
—Tenemos que irnos.
Sonriendo como una idiota cuando me saca del reservado, Theo me
usa como escudo mientras se ajusta discretamente. Los muchachos se
despiden con palmadas en la espalda y un abrazo ocasional, sí, es Toby;
antes de que Theo me saque del restaurante, casi dislocándome el brazo.
Entramos en el auto como dos ladrones en una misión. Me hago la
tonta mientras me aseguro el cinturón de seguridad.
—¡Uf! Es bueno salir de allí. El calor en ese lugar me inquietó.
¿También tenías calor? —Mi comentario inteligente está lleno de
insinuaciones y tiene el efecto que pretendía.
Theo se da vuelta en su asiento, su rostro enrojecido, las pupilas
dilatadas. Lanzando su gorra sobre el tablero, pasa una mano por su
cabello aplastado.
—Espero que estés lista para una buena follada.
Golpea su entrepierna, demostrándome lo que hice.
Mi boca se afloja mientras trago el nudo que de repente se instala
en mi garganta. ¿Estoy lista para una buena follada? Ahora no estoy
segura, pero asiento de todos modos.
Se ríe de mi falta de habilidades sociales y se vuelve a poner la
gorra, girándola hacia atrás para mostrar esos ojos de medianoche. Sin
decir una palabra más, saca su Mustang 67 del estacionamiento del
restaurante y se adentra en el estrecho camino que conduce a un
interminable laberinto de intersecciones de concreto que tienen el poder
de hacerte perder con un cambio de carril equivocado.
Conducimos en silencio por más de una hora, el área me resulta
familiar. Ya sé a dónde me llevará, aunque hace cuatro años que no voy
allí. No estoy segura de cómo me siento acerca de ir hacia allí en este
momento, pero aparentemente es importante para él, así que no me
15
quejo.
El camino de entrada está lleno de enredaderas cuando llegamos.
Es obvio que nadie ha estado aquí desde que murieron en mi último año
de la escuela secundaria. El agudo dolor que he aprendido a ignorar se
despierta en mi corazón mientras atravesamos el camino abandonado.
La casa en la plantación de mis abuelos se erige desafiante en el centro
de cientos de hectáreas cubiertas de maleza. El granero en el que Theo y
yo solíamos jugar al escondite apenas se ve detrás de los altos tallos de
heno que se balancean con la brisa.
Theo me codea.
—¿Estás lista para esto?
Sé que si dijera que no, daría la vuelta y nunca hablaría de esto.
Ese es el tipo de amistad que tenemos. Entonces, no es como si me
sintiera presionada para hacerlo. Quiero, incluso si después lo voy a
lamentar, que es diferente.
—Este viejo lugar tiene una belleza tan clásica. Recuerdos
agridulces —digo distraídamente. Encogiéndome de hombros, confirmo
mi consentimiento apretándole la mano—. Estoy lista. Mandemos esta
amistad al infierno. —Me río de mi propia broma hasta que la mano de
Theo se tensa debajo de la mía—. Estoy bromeando —me retracto. No
quiero hacer esto más incómodo. Le doy un ligero apretón de manos y
sonrío con la esperanza de que lo deje ir.
Me mira largamente, esos ojos transmiten algo que no puedo leer.
Antes de que pueda resolverlo o hacerme alguna pregunta, abre el
maletero y salta.
La puerta del pasajero chirría, rompiendo el tenso silencio mientras
la abro para seguirlo.
—Sé que es un clásico, Theo, pero maldita sea, aceite al menos. —
El aire es pesado y húmedo cuando salto a la hierba. El calor de Georgia
es mortal en esta época del año. Lástima que no pensé en esto en otoño.
Que me piquen los mosquitos no es algo que desee. Me dirijo al baúl
donde Theo está amontonando mantas en su desgastada mochila de
gimnasio—. ¿Necesitas ayuda?
Sonríe, frunciendo los labios como hace cuando digo algo ridículo.
—Lo tengo.
Después de que se aleja, doy un portazo y corro para alcanzarlo. Él
pasa por alto la casa, despertando mi curiosidad sobre lo que tiene en
mente para la pérdida de mi virginidad.
—¿A dónde vamos?
—Ya verás. Atenta. No quiero que un coyote te ataque.
—Eso es tonto. ¿Un coyote? No he visto ninguno en años... —
Aullidos suenan en la distancia, y apresuro mi paso mientras lo sigo.
16
Pasamos por alto el granero, dirigiéndonos hacia atrás, al estanque. Theo
mantiene un ritmo rápido, sin molestarse en mirar por dónde camina.
Creo que los dos conocemos este lugar tan bien que no haría diferencia
si estuviera oscuro como la luna.
Finalmente, llegamos a un alto a unos metros del estanque. Ayudo
a extender las mantas a lo largo de la orilla, el temblor de mis manos va
en aumento.
—¿Estás nerviosa?
Me miro las manos, luego de nuevo la expresión preocupada de
Theo y dejo escapar un suspiro.
—Sí, un poco.
Un músculo se contrae en su mejilla cuando solo asiente a cambio.
No creas que me perdí que no reveló si estaba nervioso. Se agacha,
moviendo su rodilla debajo de él, pareciendo no afectado por lo que
estamos a punto de hacer.
Me congelo en el modo de lucha o huida, pensando bien mi decisión
de recostarme en la manta.
Se siente como si pasaran cinco minutos antes de que él suspire,
dando palmaditas en la manta junto a él.
—Esta fue tu idea. ¿Estás arrepintiéndote?
—Joder, no, no me estoy arrepintiendo. Solo estoy… saboreando el
momento. —Su expresión me dice que no me cree ni por un segundo.
Vamos, Ans. Puedes hacer esto. Ponte, o mejor dicho sácate, tus
braguitas de chica grande y folla a Theo. Aquí, bajo las estrellas como
querías. Como él sabía que querías.
Maldito seas, Theo, por ser tan malditamente perfecto. Maldito seas
por ser jodidamente mi mejor amigo.
Las cigarras chascan sus pequeños címbalos mientras orquestan
la música de fondo para nuestra pequeña sexoventura. Su molesto
zumbido solía agravarme, pero en mi situación actual, es una distracción
bienvenida. Tragándome los nervios, me agacho y me deslizo junto al
hombre que está a punto de tomar mi virginidad
—No estoy arrepintiéndome, imbécil. Solo estaba debatiendo si debí
haber traído más condones. Podríamos poner uno sobre otro, ya sabes,
así es más grueso. —Subo y bajo las cejas como algún tipo de villano de
dibujos animados—. Quiero asegurarme de que realmente rompas el
himen.
Divertida, sonrío como una tonta por su expresión de sentirse
insultado. Se siente bien romper el hielo y no actuar tan raro.
—Te aseguro, romperé el himen. ¿Quién dice himen, de todos
modos? —Me desestima con un gesto juguetón mientras rebusca en la
bolsa de gimnasia, arrojando un puñado de condones entre nosotros. Por
un momento, solo los miramos fijamente.
17
—Dolerá —admite con la cabeza todavía inclinada.
Soy consciente. Por lo que he visto de su pene (¿qué? Vivimos
juntos. Es totalmente normal) arderá como una perra; sin importar la
montaña rusa emocional que voy a soportar cuando se suba a ese avión
mañana. Pero estoy decidida a seguir adelante con este horrible error,
incluso si me mata.
Lo acerco, enterrando mi rostro avergonzado en su pecho.
—Estoy preparada. —La mentira cae fácilmente de mis labios
Con manos inestables, mueve mi cabello hacia un lado.
—Ahora me quitaré la ropa.
Está bien, entonces será incómodo, no es gran cosa. Puedo lidiar
con lo incómodo. Trago grueso, y asiento como una idiota. Theo se pone
de rodillas, se quita la camisa y la arroja fuera de la manta con la finura
que solo posee un lanzador. Cuando está trabajando en el botón de sus
vaqueros, lo detengo.
—Permíteme.
Sin responder, aparta las manos, extendiendo los brazos
ampliamente. Lo hago con torpeza un poco antes de tener éxito al pasarlo
por el ojal. Aflojo su cremallera, con cuidado de no atrapar nada. Theo es
conocido por estar sin ropa interior a veces. Ahora, sin embargo,
calzoncillos bóxer rojos salen en plenitud desde debajo de la tela vaquera.
—Necesito que te pongas de pie —digo, mordiéndome el interior de
la mejilla. Sin emitir sonido, obedece. Centímetro a centímetro bajo el
material húmedo. Se queda en algunos lugares, pero después de unos
pocos tirones agresivos, logro abrirlo, revelando sus muslos atléticos
perfectos. Gracias entrenador Anderson por los días obligatorios de
gimnasio.
Está demasiado silencioso cuando alcanza mi camisa. ¿Dónde
están ahora, cigarras estúpidas? Elimina mi ropa pieza por pieza en
segundos con dedos expertos. Antes de darme cuenta, me encuentro
debajo de él mirando fijamente a los ojos hambrientos que gritan esta es
una mala idea, pero disfrutaré cada minuto de ello.
—Dime que pare —respira, casi suplicando.
No, lo haremos.
Lo acerco más, mi respuesta no expresada. Sus costillas se
expanden con respiraciones fuertes a medida que me sujeta el muslo con
su mano callosa, abriéndome suavemente para que acune sus caderas
estrechas. El peso de su cuerpo me persuade de bajar sobre la manta,
contra el algodón suave.
Soy consciente de todo, las cigarras, la brisa ligera, las briznas de
hierba luchando por atravesar la manta de flores.
Me permito bajar la guardia, tomándome un momento para
18
catalogar cada recuerdo de este chico, este hombre que siempre ha tenido
mi corazón. Su respiración se vuelve agitada, los nervios evidentes en la
tensión de sus hombros. Quiero consolarlo, decirle que todo estará bien,
pero la verdad es que no lo estará.
Esto cambiará todo.
Beso el interior de su antebrazo apoyado junto a mi cabeza.
—Estaré bien —le aseguro con falsa fanfarronería.
Frunce esos bellos labios en una mueca antes de presionarlos
contra los míos. El beso es suave, amable incluso. Es cuidadoso, titubea
cuando introduce la lengua, probando los límites de nuestra amistad. En
segundos, desarrollamos fricción a medida que nuestros cuerpos toman
el control, empujando uno contra el otro en una danza pecaminosa.
Con más fuerza, comienza a devorarme como un postre decadente
que tiene prohibido comer. Cada uno de mis gemidos, cada suspiro está
lleno de furia apresurada, como si este beso fuera el último.
Probablemente lo será. El primero y el último.
En lo profundo de este momento precioso, me toma, empujando sin
vacilación. Mis gemidos de dolor escapan, justo sobre su boca cuando
rompe mi barrera, desgarrándome.
En este momento, somos uno.
En este momento, él es mío.

***

Estoy poniéndome la camisa cuando Theo rompe el silencio.


—Entonces, eso estuvo bien. Estás bien, ¿verdad? ¿No te hice
daño? —Juguetea con su dobladillo, haciendo vagar los ojos de mi cara
a mis sandalias.
—Sí, estoy bien. ¿Estás bien?
Se encoge de hombros, alejándose caminando de un lado a otro.
—Sí. Estoy bien.
—Bien. —Estoy doblando nuestra manta, eligiendo ignorar la
mancha roja que se burla de mí, cuando suena el teléfono de Theo.
—Sí. Oh, oye. Sí, sí, Vanessa. Recuerdo. No, no, no estoy ocupado.
—Mira en mi dirección con nerviosismo.
Vanessa, animadora desde hace mucho tiempo de todos los
deportes imaginables. Su cabello oscuro y ojos exóticos la hacen
irresistible para cada pene en un radio de casi cincuenta kilómetros.
Siempre ha sido amable conmigo, pero solo para acercarse a Theo. No
soy una amenaza para las fanáticas de Theo. Saben que vivo en la zona
de amigos.
19
Theo continúa caminando de un lado a otro y me pregunto si
realmente recuerda quién es ella.
—Sí, seguro. Dame alrededor de una hora y estaré por ahí.
Respira profundo. Sabías que esto pasaría. No actúes como una
lunática. Tú misma lo dijiste, fue solo un polvo, revienta tu cereza y listo.
Pero, ahora realmente no se siente de esa manera. Ahora, me siento
usada, descartada.
Theo debe haber colgado con su puta porque lo siguiente que sé es
que está tomando la manta enrollada de mi mano.
—¿Estás lista?
Todo lo que puedo hacer es asentir para que las lágrimas no se
derramen.
—Estás bien con que salga con Vanessa, ¿verdad? Quiero decir,
esto —hace un movimiento entre él y yo—, no cambió nada, ¿verdad?
Tiene razón. Dije que no sería gran cosa y no lo es… más o menos.
Solo necesito un minuto para entenderlo, es todo.
Con una sonrisa falsa que espero sea difícil de distinguir en la
oscuridad, asiento, ahogando las lágrimas.
—Absolutamente no. Estamos bien.
Sonríe, atrayéndome para un abrazo.
—Gracias a la mierda.
Me alejo rápidamente, incapaz de estar cerca de él por un segundo
más. No es su culpa, no puede evitar ser un puto, pero aun así… justo
después de que...
Espabílate, Ans.
Theo me golpea el hombro, casi empujándome al suelo.
—¡Choca esos cinco por romper ese himen! —Levanta su estúpida
mano para que le devuelva los cinco.
¿Sería de mal gusto si le diera un puñetazo en la cara? ¿Sí? Como
sea, los cinco serán. Lo golpeo con menos entusiasmo del que espera.
Frunce el ceño por un minuto, su mirada fija clavada en la mía.
—Todavía somos amigos, ¿verdad?
—Sí, Theo. Deja de ser una gallina por esto.
Me apresuro hacia el auto. Necesito salir de aquí ahora. Un
momento más de mirar fijamente aquellos ojos de cachorro y romperé a
llorar. Nadie necesita ver eso.
Escucho los pasos de Theo golpeando detrás de mí mientras trota
para alcanzarme.
—¡Maldición, sí, lo somos! ¡Amigos con beneficios!
Ira arde en mi pecho, y al mismo tiempo, me alegro de que esté tan
20
aturdido por ello. Tal vez yo lo estaré también una vez que saque mi
corazón de mi culo. Y tal vez después de algunos tragos de licor, me
sentiré más como una mujer y menos como una niña cuyo corazón acaba
de ser roto bajo las estrellas.
Tal vez algún día seré capaz de ser su amiga con beneficios.
Tal vez algún día será mío.
Theo
SOLO HAZLO
Traducido por UsakoSerenity,
MadHatter & AleVi

Cuatro años atrás


Empujo firmemente en Sarah, ¿o era Sadie? ¿Quién carajo sabe?,
hasta que toco fondo. Persigo el delicioso lugar que acurruca la corona
de mi pene, dándole besos ligeros en la cabeza con cada golpe medido.
El entrenador me pateó el culo en la práctica de hoy después de
insultar e impactar contra la cadera de un compañero de equipo.
Después de doscientos ejercicios suicidas seguido de violentos vómitos
21
en el vestuario, diría que debo descansar un poco. Una mamada hubiera
sido mejor para mi cuerpo dolorido, pero racionalicé que algo de sexo
agresivo satisfaría más a mi demonio del control interno.
En lugar de lo habitual, recogí a esta chica, que se encuentra
acostada debajo de mí como un pez muerto y está matando por completo
mi excitación.
Me gusta que mi mujer sea muy habladora; Me gusta un poco
depravado, y definitivamente me gusta el sexo duro.
Esta chica no es ninguna de las anteriores, pero cuando le
mendigaba que viniera conmigo a casa, ella pensó que se trataría de "la
mejor noche de su vida". Sí, claro.
Poniéndome de rodillas, sujeto las caderas de Sarah bruscamente
y golpeo su coño que se abre. Quiero que grite. Me excito con los gritos.
Espera. ¿Es mal olor lo que huelo? Me encojo de hombros,
acelerando el paso, en realidad no me importa una mierda en este
momento.
Sarah jadea ante mi enérgica intrusión y rápidamente se cubre los
ojos, con una pequeña mueca. ¿Qué diablos? A este ritmo, nunca me voy
a venir.
Estoy a segundos de decidir masturbarme en la ducha cuando un
sonido de campanilla suena en mi oído. Recibo una llamada. Sí, estoy
follando con el Bluetooth en mi oído. No me juzguen.
Gimo.
—Sí. —Empuje. Levanto su rodilla. Empuje.
—Theo. Necesito un favor —exige la voz sexy de Anniston.
Otro impulso. Levantando la pelvis de Sarah más alto, golpeo ese
punto dulce, finalmente alcanzo mi objetivo.
—¿Theo? Theo, ¿estás follando?
Gruño en respuesta, enfocándome en golpear ese punto dulce de
nuevo para poder venirme y sacar a esta chica de mi apartamento.
—¡Dios mío, estás follando! Eres un bastardo. —Su regaño de
mierda solo me hace sonreír. Sé que a ella le gusta este lado "bastardo"
de mí. Sé que la excita, la moja. Gruño una vez más, sin soltar mi ritmo
implacable.
No puedo llegar. ¡Mierda!
—Hazlo. —Mi voz se tambalea entre un gemido y algo demasiado
cercano al llanto. En la cúspide de un orgasmo mediocre, me estoy
inclinando hacia este último.
—¿Qué? ¡No!
Mendigar no está por debajo de mí.
22
—Por favor —suplico. La silenciosa Sarah todavía tiene que echar
un vistazo. Maldita sea esta chica y su sexo vainilla. Nunca más. Queda
fuera de mi lista de contactos.
—Bien —cede Ans—. Pero déjame decirte que eres un idiota total y
que cualquier puta que tengas ahí es aparentemente tan buena en la
cama como tu abuela.
Gracias, Anniston. Realmente necesitaba otra imagen para evitar
mi orgasmo inminente. Cuadrando mis hombros, comienzo un ritmo
constante, esperando la música en mis oídos que inevitablemente me
lleve a la dicha.
—¿Te quieres correr, cariño? —canta en un profundo tono rasposo,
del tipo de sexo telefónico.
¡Joder, sí! Me encanta esta chica. Recobró velocidad, mi cuerpo se
ruboriza por la excitación.
—Sí —susurro entre respiraciones.
—¿Quieres que grite, Theo?
—Mmm, mierda, sí. —Rechinando mis muelas, empujo más fuerte,
más profundo. La silenciosa Sarah permanece callada, con una
almohada sobre la cabeza. Lo que sea, no la animo a quitarla.
—Entonces vete a la mierda, Theo —gime en mi oído—. Más fuerte.
¿Es eso todo lo que tienes?
Mi orgasmo hormiguea en la base, un ajuste agradable finalmente
está en mis bolas. En ese momento, empiezo a joder a esta chica.
Ella chilla y lleva sus manos al pliegue de mis muslos, intentando
evitar que me hunda demasiado profundo.
—Uh huh. No, cariño, papá es dueño de este coño. Grita. Grita para
mí.
—Más, Theo. Chase me jodió más duro el sábado pasado.
—¿Qué? —¿Chase la folló el último fin de semana?—. ¿Hablas en
serio? —Chase y yo tenemos pendiente otra conversación. Pensé que le
había dejado claro la última vez que trató de coquetear con Ans que
estaba fuera de los límites. ¡Mierda!
Mi ritmo vacila cuando las visiones de Chase follando a mi chica
me irritan. Bueno, técnicamente no es mía, pero... está en mi lista de
cosas por hacer. Digamos que todos en nuestra pequeña ciudad saben
que Anniston McCallister es mía. Sin excepciones.
La culpa se asienta pesadamente en mi pecho cuando Sarah recibe
un empuje brusco como castigo. Imagino que lo acepta porque soy un
imbécil y tengo que volcar en ella mis emociones contra mi mejor amiga.
Toma uno por Anniston, por si es verdad que se folló a Chase el fin de
semana pasado. Y toma uno por Chase, porque ahora, es un hombre
muerto.
23
Golpeo tan fuerte a la pobre Sarah que gime. Casi echo de menos
el sonido cuando el armazón de la cama choca contra la pared. Agarrando
la cabecera para obtener más influencia, el sonido de la piel húmeda y
abofeteada se une a la cacofonía que es la melodía de mi sexy banda
sonora. Es música para mis oídos.
—¡Ahh! —grita Ans, luego gime y gime.
Y eso, señoras, lo hace por mí. Mis bolas se contraen, se me nubla
la cabeza y se me tensan los muslos. Conteniendo la respiración, hago
una pausa, sintiendo que el semen viaja desde mis bolas hasta la cabeza
de mi polla. Y dulce, dulce Virgen María, mi carga se dispara, llenando el
condón hasta el borde. Maldita sea, lo necesitaba.
Agotado, colapso sobre Sarah, respirando pesadamente. Ella
inmediatamente se mueve debajo de mí, encontrando una mejor posición
a mi lado. Normalmente no suelo derrumbarme en mis noches de solo
una vez, pero estoy agotado y no me importa su nivel de comodidad en
este momento.
—Bueno. Así que ahora la razón por la que llamé. —Sin vergüenza,
Anniston continúa con su conversación como si no me hubiera
desconcentrado mientras follaba a otra chica. Si esa no es una indicación
de lo jodida que está nuestra relación, no sé lo que es.
—Dale a este chico un poco de tiempo de recuperación, mierda.
Miro a mi follada reciente.
—Tengo que tomar esta llamada. Tuve un gran momento. Te veré
por aquí, ¿de acuerdo, Sarah? El baño está por ahí. —Señalo, indicando
la dirección del baño.
Me mira sin comprender, como si no estuviera segura de si estoy
bromeando o no. Te lo aseguro, cariño, estoy siendo absoluta y
jodidamente serio. Su mirada cambia a mi bluetooth como si se acabara
de dar cuenta.
—¡Eres un imbécil! —grita, agarrando la ropa con una mano
mientras trata de cubrir sus tetas con la otra. No es que no estuviera
involucrado en eso, pero lo que sea que la haga sentir segura y salir
rápidamente.
Mirando hacia atrás en su camino hacia el pasillo, grita:
—¡Es Sally!
Maldita sea. Estuve cerca.
—Anniston, ¿sigues ahí?
Ríe.
—Realmente eres un idiota.
Me encojo de hombros, amarrando el condón y tirándolo a la
basura. Después de arrojar mi carga, estoy cansado y mis palabras son
más duras de lo que pretendo. 24
—¿Necesitas un favor o no? Estoy listo para un gran tazón de cereal
y una siesta, así que escúpelo.
—¿En serio me tratas así después de que te ayudé? Bastardo
ingrato.
—No, lo siento. —Exhalo una respiración profunda—. Estoy
hambriento. Ya sabes cómo soy si no me dan mi azúcar y tomo la siesta
después del sexo.
No dice nada, lo que podría ser una buena señal o la calma antes
de la tormenta. Confía en mí cuando te digo que la tormenta es más como
un huracán.
Entonces hablo solo por hablar. No soy un tipo al que le guste el
silencio. Es aburrido y simplemente no me gusta.
—¿Qué favor necesitas, Anniston, ya que aparentemente te debo
uno? —No puedo dejar el sarcasmo pero, oye, estoy hablando
Resopla.
—Está bien. Entonces, ¿sabes que pensaba ir a la fiesta de fin de
temporada de Brad?
—Sí —respondo, olfateando una camisa que encuentro tirada en el
piso.
—Bueno, imaginé que Brad acariciaría mi coño, si sabes a lo que
me refiero, pero es torpe y está borracho y solo consiguió encontrar mi
culo. Lo cual no sería terrible si no lo hubiese frotado como si estuviera
tratando de encender un fuego.
Hago una mueca. Brad es este jugador de la Triple A que Ans y yo
conocimos durante mi paso por las menores. Le gustó a Anniston, y por
alguna razón todavía entretiene sus avances. Es un imbécil de grado A y
un idiota completo.
—Estoy seguro de que ese es el único agujero que conoce,
Anniston. Me sorprende que te haya invitado a la fiesta y no a mí.
Su profunda carcajada me hace sonreír.
—Eres un mentiroso. No es gay y sabes que fuiste invitado. De
todos modos... me encuentro en su baño con la puerta cerrada y necesito
que vengas a buscarme.
Con un suspiro de resignación, me pongo una camisa semi limpia
que encuentro en la silla y tomo los vaqueros que se encuentran al lado,
subiéndomelos sobre las caderas sin ropa interior. Sé lo que estás
pensando. ¿Sin ropa interior? ¿De verdad? ¿Con vaqueros? Sí, se frotan.
No, no son súper cómodos pero estoy cansado y así es como funciono
cuando estoy vencido.
Buscando mis llaves, pregunto ausente:
—¿Dónde está Kelsey? ¿No te acompañó? 25
Kelsey está tan cerca de ser una novia como Anniston. Ella y
Anniston se conocieron en una de las funciones del equipo nacional el
año pasado. Kelsey era la cita de Brody y ha sido un habitual en su cama
desde entonces. Él no admitirá que ella es su novia, pero todos sabemos
la verdad.
—Desapareció con Brody hace aproximadamente una hora, estoy
segura de que ya se fueron. Por favor, Theo. —Su pequeño y sexy quejido
es extremadamente lindo y puede hacer que haga cosas que normalmente
no haría. Como ir a la fiesta de Brad cuando todo lo que quiero hacer es
dormir.
Fui invitado, Ans incluso me pidió que fuera, pero la rechacé. No
disfruto verla coquetear e irse a casa con otros muchachos. Ella y yo
tenemos reglas para nuestra relación jodida. Los lunes y jueves son los
días que reservamos para cada uno. Todos los demás días de la semana
son juego limpio. Un viernes, como esta noche, no dudará en irse a casa
con alguien solo para volverme loco. Es parte de nuestro juego. Como
cuando ella me saca del sexo mientras estoy follando con otra chica.
Estamos muy mal, y todos lo saben.
—¿Brad se ha desmayado? —pregunto, sin importarme si lo hizo o
no. Ya estoy caminando hacia mi auto. Mi ático en Atlanta se encuentra
justo fuera del perímetro del vecindario donde vive Brad. No debería
tomar mucho tiempo llegar ahí. Tengo la intención de recogerla, pero me
gusta hacerla sudar un poco. Tampoco quiero darle la impresión de que
estoy a su entera disposición.
—No lo creo. Tocó justo antes de que te llamara y le dije que la
cerveza me provocó diarrea. —Su tono me dice que es completamente
sincera.
Suelto una carcajada.
—¿No? ¿Realmente le dijiste eso?
—Por supuesto que lo hice. ¿Por qué no?
—Por nada. —No puedo evitar reírme—. Pensé que tendrías algo
más elegante que decir aparte de que la cerveza te provocó diarrea.
—Bueno, no lo tuve. Entonces, ¿vienes a buscarme o no?
Sonriendo en la oscuridad, contesto:
—Estoy en camino. Estaré ahí en veinte.
Excepto que ahora decido que el del mal olor definitivamente soy
yo. Una ducha va primero antes de recoger a Anniston. No quiero
escucharla quejándose del olor ni que asome la cabeza por la ventanilla
del auto como un perro. Tiene un don para lo dramático. Y, también
quiero lavarme a Sarah / Sadie. Pueden ser treinta minutos, pero lo evito.
No es necesario molestarla antes de llegar ahí.
—Gracias, Theo —ronronea, haciendo que mi polla se mueva de
nuevo. 26
***

Me acerco a la morada de mierda de Brad y de inmediato me


reciben varios perdedores vomitando en la acera. Por un segundo,
reconsidero estacionar en el bordillo. Voy a golpear el culo de alguien si
encuentro vómito en mis llantas.
Salgo de mi Mustang y tomo nota del ruinoso edificio. La casa vieja
me recuerda a la plantación de Forrest Gump, pero unos 200 años
después del apocalipsis. La pintura se está pelando, el porche no tiene
tablas y la basura se encuentra por todas partes. Cuando juegas para un
equipo de ligas menores, la paga es decente, pero nada comparado con
la MLB4. Inclúyele que viajas cuatro días a la semana, y obtienes lo de
Brad.
Hago una mueca mientras contemplo la escena de la fiesta frente
a mí. Docenas de jugadores se alinean en el camino de entrada,
extinguiendo cualquier posibilidad de que Anniston y yo salgamos de
aquí. No soy un fiestero. Todos lo saben. Prefiero disfrutar de mi círculo
más cercano de amigos que pasar más tiempo con mis compañeros de

4 MLB: Major League Baseball o, en español, béisbol de las grandes ligas.


equipo de lo que ya tengo que hacer. Anniston, por otro lado, disfruta de
esta mierda. Creo que lo hace a propósito solo para irritarme.
Al menos este es su último año de medicina. El próximo año, estará
conmigo. Ojalá. Si todo va bien. He estado haciendo todo lo posible para
convencerla de que haga su residencia con nuestro médico del equipo,
Aaron. Mentiría si dijera que no me sentía entusiasmado con la
posibilidad de tenerla más cerca de mí. Unos días aquí y allá apestan.
Odio saber que ella está aquí sola, con estos imbéciles.
En lugar de atravesar el desfile del estupor ebrio, opto por pasar
por la puerta lateral, prestando mucha atención al lugar en donde piso.
La puerta se encuentra abierta, varios pares de ropa interior están
debajo. Bóxeres, calzoncillos, tangas, incluso algunas braguitas de
abuelita se encuentran metidas debajo de la puerta manchada de orina.
Levanto la vista al cielo, respiro profundamente y lo contengo,
pidiéndole a Dios que me dé la fuerza para atravesar en una pieza este
agujero de ratas, así como también inmunidad contra las enfermedades
venéreas. Este lugar literalmente está lleno de esperma.
Una canción de Flo Rida atraviesa la puerta mientras paso
vacilante hacia el caos. Con las manos en los bolsillos, me muevo entre
la multitud de cuerpos sudorosos en busca de alguien sobrio.
Anniston dijo que estaba en el baño de Brad, pero maldita sea, no
sé en dónde se encuentra en la mansión de Forrest Gump. Una chica
súper sudorosa choca contra mí, humedeciendo la manga de mi camisa.
Respiro por la boca. Aquí el olor es realmente rancio, peor que en el
27
vestuario después de un juego doble. ¡Maldición! Mataré a Anniston por
esta mierda.
Saco mi teléfono para llamarla cuando escucho:
—¡Von Bremen!
Oh diablos. Quédate calmado. Es una voz masculina, no suena como
un novio enojado. Parece encontrarse bien para reconocerte.
Lentamente, me vuelvo, rogando para mis adentros, por favor, sé
normal, por favor, sé normal. La señorita Suerte se encuentra de mi lado
porque el idiota desgarbado y sonriente que se acerca a mí no es otro más
que mi antiguo bateador, Paul. ¡Gracias a Dios por estos pequeños
milagros!
Paul maniobra entre el enjambre de cuerpos que se mueven con un
vaso rojo en alto, en el aire, todo el tiempo disculpándose por interrumpir
el jolgorio que continúa. Buen señor. Cuando finalmente alcanza la
distancia suficiente para que lo escuche, prácticamente canturrea:
—¿Qué pasa amigo? ¿Pensé que estabas en Washington?
Paul no es exactamente lo que llamarías un chico atractivo. Está
metido en todo ese asunto de las historietas de las Guerras de las
Galaxias. Anniston dice que es "sexy de una manera nerd". Me ha estado
molestando para que use unas gafas de montura negra y la folle en la
biblioteca para vivir esa pequeña fantasía de nerd. Todavía no he
aceptado la idea, pero eventualmente lo haré, lo quiera o no. Mientras
tanto, trato de mantener al inocente Paul lejos de ella por si acaso. Solo
cuido a Paul. Eso es todo, no son celos, seguro.
—Terminó la temporada. Estoy en casa —respondo secamente—.
Vine a buscar a Anniston. ¿La has visto? Se supone que debe estar en el
baño de Brad, pero no tengo idea de dónde se encuentra.
—No la he visto, pero la habitación de Brad está justo arriba de las
escaleras. La segunda puerta a la izquierda —aclara, señalando con el
índice en dirección a las escaleras.
—Gracias, hombre. —Le doy una palmada en el hombro—. Disfruta
de tu noche. —No espero ningún tipo de respuesta porque qué me
maldigan si permanezco en este pozo negro más de lo necesario.
La puerta de la habitación de Brad no está cerrada. Maldito.
¿Esperaba que alguien entrara y lo viera follando a Anniston? Su
reputación definitivamente mejoraría. Perdedor. Quizás estaba
demasiado borracho como para recordar cerrarla con llave. Lo que sea.
Encontraré a esta chica molesta y nos sacaré de aquí de una vez por
todas. Esta pesadilla está arruinando mi noche que de otra manera
hubiese sido perfectamente de mierda.
Todas las luces se encuentran apagadas en la habitación de Brad
a excepción de la lámpara de noche. Encorvado en la cama, con la cabeza
entre las manos, veo a Brad. Cuando oye crujir la puerta, levanta su
melenuda cabeza castaña para saludarme.
28
—Hola hombre —murmura, luego agacha la cabeza.
Supongo que me estaba esperando. Un sutil asentimiento en su
dirección es todo el saludo que puedo reunir antes de que mis fosas
nasales se enciendan, disgustado con todo este encuentro.
—¿Está en el baño?
Asiente, sin molestarse en volver a mirarme. Adentrándome en la
habitación, observo el espacio relativamente limpio. Imaginé algo así
como una casa de crack, con un sofá desgarrado, un colchón sin
sábanas, entiendes.
No me demoro, moviéndome rápidamente a lo que supongo que es
la puerta del baño y la golpeo como si fuera el equipo SWAT5.
—¡Ans! ¡Vámonos!
No responde de inmediato, lo cual me incomoda. ¿Este imbécil le
hizo algo? He estado en algunas fiestas terribles en donde las chicas se
encuentran demasiado borrachas para dar su consentimiento. Anniston
no parecía borracha... lo mataré. Golpeo la puerta otra vez, esta vez
moviendo el mango.

5
SWAT: Fuerzas especiales.
—¡Abre esta maldita puerta Ans, o la romperé! —Mi voz suena un
poco aterrada cuando golpeo más fuerte. Escucho movimientos al otro
lado de la puerta, provocándome alivio.
Me acerco más, ubicando la oreja hacia la grieta, y capto su
susurro:
—Rómpela. Te reto. —Maldita sea. Esta chica. Un suspiro de
frustración se me escapa mientras trato de mantener la calma.
En el tono más calmo que puedo manejar, respondo:
—Abre esta jodida puerta, o te dejaré aquí. No estoy de humor para
tus juegos.
Antes de que pueda decir más, abre la puerta y me hace entrar de
golpe. Mi espalda choca contra la pared, casi quitándome el aliento. El
agarre de Anniston es tenso, lo que me restringe contra la pared. Es
bastante fuerte para ser una chica. Podría fácilmente sacármela de
encima, pero avivé su llama con esa llamada telefónica y no se irá sin
una venganza. Brad no le dio lo que necesitaba, así que parece que
depende de mí. Tendré que sacrificarme por el equipo. No es que me
importe, me gusta jugar sus juegos enfermos.
—¿Me estás amenazando, Teddy? —Su voz es ansiosa por la
emoción de lo que estamos a punto de hacer.
Me estremezco, odiando ese apodo terrible que me dio hace años.
Nadie me llama Teddy además de ella. Anniston se humedece los labios
con anticipación, sonriendo, desafiándome a participar en nuestro juego
29
de larga data. Algunos mechones errantes de su cabello largo y dorado
caen sueltos debajo de una de mis viejas gorras de béisbol mientras
espera mi respuesta. Su mirada contiene demasiado atractivo sexual.
Así son las cosas con Anniston: puede pasar el rato con los chicos
en lo que sea que hagamos. ¿Deportes? Puede jugarlos todos. ¿Beber?
Puede bebe hasta debajo de la mesa. ¿Póker? Sí, también es genial en
eso. Pero no importa cuánto pueda andar con los muchachos, ella es cien
por ciento mujer. Con sus pechos llenos, con copas C, sí, ya sé lo grandes
que son, y con su cuerpo delgado presionándose contra mí, comprendo
claramente por qué todos los tipos en un radio de ciento veinte kilómetros
desean su atención.
Se aclara la garganta y levanta una ceja, esos brillantes ojos azules
contrastan contra sus mejillas ruborizadas. Levanto la comisura de mi
boca en una sonrisa arrogante. Liberando mi mano de la suya, la paso
sobre la parte exterior de su pecho.
—¿Qué pasa si lo hago?
Asoma la lengua, deslizándola sobre sus labios en un movimiento
lento y seductor, sabiendo qué botones presionar. Mi polla comienza a
hormiguear. Por favor, no, no en este baño desagradable.
—No. Aquí no —le digo severamente. Hace un puchero por un
momento.
—Sí. Aquí —contesta, de pie contra mi figura de metro ochenta y
dos.
Hago una pausa, tratando de idear un plan para reducir la
situación, pero no me da un segundo antes de palmear mi entrepierna
bruscamente, buscando mi erección.
Su mejilla se crispa, conteniendo una sonrisa de complicidad.
—Sé que lo deseas. La silenciosa Samantha no lo hizo por ti,
¿verdad?
Realmente gruño, incapaz de evitar que mi polla responda a su
toque. Maldita sea esta chica.
Se acerca más y me susurra al oído. Su cálido aliento va
directamente a mi polla.
—Vamos, Teddy. Sabes que lo necesitas. —Se desabotona los
pantalones cortos de mezclilla y desliza una mano en su ropa interior,
con cuidado de mantener sus ojos enfocados en mí—. Lo necesito, Theo.
Por favor... —Su voz es una súplica desesperada mientras comienza a
darse placer sin mí.
Verla en la cúspide de la mendicidad es todo lo que necesito.
Necesitamos esto.
Me abalanzo, empujándola más adentro de la habitación.
Agarrando sus caderas, tiro bruscamente de sus pantalones cortos,
liberando su coño con un solo movimiento. Chilla por la sorpresa pero
30
rápidamente comienza a sacarme los pantalones. La llevo de vuelta a la
encimera del baño y la levanto. Me sonríe como si esto fuera exactamente
lo que quería y estuviera siendo manipulado perfectamente. Le devuelvo
la sonrisa, niego con diversión, consciente de que me rendí sin mucha
lucha. Enfadado por ser tan pusilánime cuando se trata de esta chica,
hundo un dedo sin previo aviso, provocando el grito que me moría por
escuchar antes. Oh, mierda. Esta chica nunca se relaja.
Es como si tratara de meter mi pene en un rollo de monedas de
diez centavos. Retrocedo, buscando en su rostro cualquier signo de dolor.
Pero ella se empuja contra mi mano, animándome, inserto otro dedo,
abriéndolos como tijera. Está empapada, claramente lista para mí,
aunque aun así muy apretada. Meter la punta y venirme enseguida no
ayudará a mi reputación.
Extiendo una mano y le acaricio el pecho, pellizcando su pequeño
pezón por encima de la camiseta. Echa la cabeza hacia atrás mientras
gime de placer. Tensa sus fuertes muslos y me jala más cerca,
encerrándonos en un fuerte abrazo.
—Mételo —ruega.
—Todavía no, nena. Tienes que abrirte para mí.
Frunce el ceño pero no discute. Pecho contra pecho, se inclina
hacia atrás lo suficiente como para deslizar las manos por debajo de mi
camiseta y acariciar mis abdominales.
—Juguemos —me exige con un susurro.
Y esta es la razón por la cual soy fanático de ella y de todo lo que
le concierne. Sonrío mientras me observo en el espejo y le susurro mi
respuesta en el oído.
—Sí, señora.
Su gemido en respuesta hace eco en el baño.
—Ahora Ans, para poder jugar a este pequeño juego, tendrás que
callarte, o tu chico juguete vendrá y se dará cuenta de que no te
encuentras a las puertas de la muerte como dijiste. —Se echa hacia atrás
y atrapa mi mirada. Le sonrío descaradamente y asiento hacia la pared—
. Inclínate.
No lo hace, lo cual es su típico modus operandi, la empujo del
pecho un par de veces hasta que obedece, inclinándose contra el espejo.
Afloja sus piernas alrededor de mi cintura y pone los pies en la repisa,
quedando a horcajadas sobre mí.
Asiento en aprobación porque finalmente hace lo que le pedí,
esparzo su humedad sobre su clítoris usando solamente mi dedo índice.
Se arquea ante mi toque, mordiéndose el labio para no hacer ruido.
Incremento la presión, girando el dedo suavemente alrededor de su
protuberancia hinchada.
—Von Bremen se alinea en el terreno de juego, asiente hacia
Michaels, toma impulso y lanza la pelota… —Dejo de acariciar su clítoris
y hundo un dedo en su interior, golpeando su pared frontal. Se estremece
31
con mi toque, su respiración sale en cortas bocanadas—. Y esta se acopla
perfectamente al guante de Michaels.
Anniston es el sueño húmedo de todos los hombres. A ella le gustan
las charlas sucias, pero sus favoritas son las estadísticas y jugadas de
béisbol. Con mi dedo hundido muy profundo en su interior, empiezo a
acariciar la carne redondeada que recubre su frente. Aplico presión con
la mano izquierda sobre el conjunto de nervios que la harán explotar en
cuestión de segundos.
—Se alinea, Von Bremen toma impulso y lanza un servicio que
algún imbécil golpea… —Introduzco un segundo dedo y continúo con el
movimiento hacia delante y hacia atrás, sus paredes se contraen y
aprietan mis dedos—. Ni siquiera pienses en venirte —le advierto con un
gruñido mientras introduzco otro dedo en su interior, provocando que
grite.
Se agarra de mis hombros y me sostiene la mirada. Le tiembla el
labio inferior en protesta mientras lo muerde con fuerza para mantener
los gritos a raya. Cuando toco su punto sensible, le brillan los ojos y
pareciera que estuviera a punto de llorar. Pero no lo hará, estuve
completamente asustado la primera vez que hizo eso.
Continúo acariciando sus paredes desde el interior, mientras que
con la palma de mi mano toco su clítoris. Mueve su trasero para intentar
escapar de mis embestidas, pero reajusto mi agarre para mantenerla
quieta.
—¿Estás lista?
Asiente, hundiendo los dientes firmemente en su labio, mientras le
comienzan a temblar las piernas a mi alrededor. Está cerca. Agarro su
pierna por detrás de la rodilla y rodeo mi cintura.
—Shh… —le recuerdo, llevo mi dedo índice a mis labios y le doy
una larga y minuciosa chupada.
Deja caer la cabeza hacia atrás ante la imagen de sus fluidos en mi
boca, en el momento en que mi pene sin protección penetra en su coño
apretado y caliente.
—Joder, eso se siente bien.
Anniston esconde el rostro en mi hombro mientras intenta
recuperar el aliento. Retrocedo, solo para hundirme más profundo esta
vez. Jalo sus piernas para posicionarla al borde de la encimera y me
empujo hacia ese espacio hecho solo para mí. El maldito espacio que
buscaba antes con Sarah.
—Oh, joder —gimo. Se siente tan bien, ni siquiera puedo encontrar
mejores palabras para decir. Me hunde las uñas profundamente en mis
hombros mientras sofoca un grito en mi camisa. Es muy probable que
me haya hecho sangrar con las uñas. El agarre vicioso que tiene en mi
pene es tan apretado que siento que puede cortar mi flujo sanguíneo. Voy
a venirme pronto. Es divertido como funciona esto. Una chica no puede
32
hacerte venir, la otra te hace venir demasiado rápido.
—Deja de contraer tus músculos —siseo entre dientes.
—¿Cuál es el problema, Theo? —jadea—. ¿Dejaste toda tu
resistencia en el campo hoy?
Eso es todo, empujo dentro de ella casi violentamente, cerrando
satisfactoriamente esa sarcástica boca suya. Gruñe y me muerde la tetilla
a través de mi camiseta.
—Maldición —grito.
—¡Hazme venir entonces! —me exige, contrayéndose a mi alrededor
tan fuerte que hace que mis rodillas se aflojen. Debo apoyarme en la
repisa mientras ella sonríe victoriosa, riéndose silenciosamente desde su
posición. Me lleva un minuto recuperar el aliento y concentrarme en no
venirme.
Una vez que he recuperado el control, me encuentro enojado por el
uso de sus injustas técnicas. Con un casi gruñido comienzo aplicar
presión en su pequeña línea de vellos, por encima de su hueso pélvico,
aumento la presión y subo su pierna derecha a mi hombro utilizando su
otra pierna como palanca, uso toda mi concentración para mandar a la
jodida mierda a esta pequeña provocadora.
Retorciéndose y tratando de zafarse de mí, grita:
—Es demasiado. Aquí no, Theo.
Sudor corre por mi espalda, pero mantengo el ritmo.
—Puedes soportarlo. Te vendrás sobre mi pene. ¿Me entiendes?
¡Vas a malditamente empapar mi pene!
Su rostro cubierto de sudor adquiere una expresión de pánico. No
le gusta tener orgasmos del punto G en ningún otro lugar que no sea en
su casa. Pueden resultar muy desordenados, pero justo ahora, al ver que
se encuentra al borde de un orgasmo alucinante, esto es totalmente
aceptable.
Moviendo las manos por todos lados tratando de encontrar un
punto de apoyo, grita sin aliento:
—¡No, Theo!
La dejo gritar sus objeciones. Uno, porque no puedo mover las
manos, si las muevo perderé todo el avance que he conseguido y mataré
su orgasmo y dos, porque me encanta el sonido de sus gritos. Le tiemblan
las rodillas incontrolablemente, su coño palpita en movimientos rítmicos.
Si ella no se viene pronto, yo lo haré.
La beso en la boca, hablando con calma.
—Vamos nena, déjalo ir, déjalo ir por mí.
Abraza mi cabeza, impidiendo que vea su rostro.
—¡Es demasiado! 33
—Está bien —le digo—. Déjalo ir.
Agrego más presión y se aprieta tanto alrededor de mi polla que
creo que podría romperla.
—Déjate llevar, nena —jadeo.
Suelta mi cabeza pero deja sus manos sobre mis orejas mientras
enfoca sus ojos azules en los míos. Arquea la espalda y su coño me
aprieta una vez más antes de que grite y se derrame sobre mí. Con los
ojos cerrados, cabalga ola tras ola de felicidad eufórica.
Mientras su orgasmo se calma y su cuerpo termina febril y
empapado en sudor y jugos, yo continúo golpeando cada vez más rápido,
frotándole el clítoris. Se retuerce, y se aferra a mis antebrazos mientras
comienza a venirse otra vez. Mi cuerpo es como un cable de alta tensión,
la cuenta regresiva de una detonación, y al final, derramo mi semilla
dentro de su perfecto coño, lo cual es jodidamente sexy.
Los dos nos estabilizamos mientras observo su hermoso rostro
empapado en sudor. Su cabello se ha soltado y mi gorra ahora se
encuentra en el piso, supongo que terminará en la basura. Con mi polla
todavía en su interior, levanto una mano y le acaricio la mejilla.
—Tranquilízate, Samantha estuvo mejor.
Suelta una carcajada y me da un puñetazo.
—Al igual que Chase —se encoje de hombros—, pero estaba
desesperada.
¿Viste lo que hizo? Me vuelve malditamente loco. Me dan ganas de
subirme los pantalones, salir a buscar a Chase y golpearle el culo. Pero
sé que es una de sus estrategias. Sé que lo dijo solo para meterse debajo
de mi piel. Me regresó la ofensa, lo cual me merecía.
—Salgamos de aquí. —Me libera de sus piernas y se baja de la
encimera. Dándome palmaditas en el hombro tal como haría cualquier
compañero de equipo, toma una toalla de la repisa y se limpia antes de
arrojármela para que haga lo mismo.
Lo hago en silencio, un ambiente pesado de repente nublando
nuestra diversión. Solo amigos, Theo. Ella solo quiere ser tu amiga. Decido
no permitir que nuestros comentarios agresivos arruinen la noche.
—Huele como a sexo y dulces aquí —bromeo, reventando un globo
de goma de mascar en mi boca, un hábito que adquirí en las ligas
mayores.
Suelta una carcajada.
—Eres un idiota. —Al menos rompió la tensión entre nosotros.
Le agarro la mano y la guío hacia la puerta.
—Vamos, quiero comida mexicana, tú la comprarás como pago por
haberme obligado a venir aquí. —Entrelazando sus dedos con los míos,
nos saca del baño de Brad.
34
—Trato.

***

Nos encontramos acurrucados en mi sofá, hundidos hasta el codo


en la comida mexicana. El metraje del juego se reproduce en segundo
plano mientras vemos quién puede comer más tacos.
—Oh. Estos son tan buenos —gime Ans mientras agita su taco a
medio comer frente a mi cara.
Su gemido incoherente es de lo que está hecho el banco de
masturbación. Sin mencionar el loco atractivo sexual cuando lame el jugo
del taco de sus dedos. Provocador. Si no hubiera terminado cuatro tacos,
me comería otro solo para mantener mi boca ocupada. Puede que seamos
amigos con beneficios, pero el exceso de afecto la hará enloquecer. No me
perdonó por el truco de Vanessa, sin importar qué dulces mentiras
derrame de esos labios seductores. Me mantiene a un brazo de distancia,
me castiga trazando la línea en nuestra relación con sexo casual
solamente. No está lista para que haga mi movimiento. Aún no. Me
inclino hacia adelante, tomando la mayor mordida posible de su taco,
malditamente cerca de morderle el dedo.
—¡Theo! —se burla, metiéndose el último bocado en la boca, así
que no puedo llegar a él.
Trata de insultarme con la boca llena, pero en vez de decirme que
soy un cerdo, suena más como:
—¡Queé maaaldito ceeerdo!
Me encojo de hombros. Ella lo sabe. No es raro que me coma su
comida, incluso cuando aún se encuentra en su mano. Medio mastico el
taco de carne y lo trago entero.
—Hablé con Aaron. Dijo que le encantaría tenerte en su equipo de
entrenamiento.
Anniston me mira con los ojos entrecerrados como si supiera que
no estoy haciendo nada bueno. La verdad es que no lo estoy. He estado
estrujando mi cerebro para encontrar formas de mantenerla cerca de mí.
Mis intentos hasta ahora han sido infructuosos. Discutió cuando traté de
convencerla de que fuera a Washington y asistiera a la escuela de
medicina allí. Ya no tiene familia aquí que la mantenga en esta pequeña
ciudad. Me mata saber que se encuentra sola en este lugar, rodeada de
recuerdos, sin mí o mi hermano, Thad. Entiendo que quiera hacerlo por
sí misma, sin mi influencia. No quiero interferir, solo quiero mantenerla
a salvo, velar por ella.
—¿Por qué haría eso, Theo? —Su tono agresivo tiene la intención
de asustarme. No es así.
—¡Tal vez sea porque te graduaste en la cima de tu clase por el
35
amor de Dios! ¿Cuántas personas pueden decir que se graduaron un año
antes en la escuela de medicina, Ans? —Tomo un trago de mi Corona
antes de hacer contacto visual otra vez—. ¿Alguna vez pensaste que
alguien realmente podría desearte por tu mente brillante? —Mis palabras
salen entrecortadas. Me estoy frustrando con su terquedad.
Estrecha los ojos. No me cree pero suspira, lista para escucharme.
—¿Cuál sería mi trabajo exactamente?
Oh, solo trabajar para mí. Administrar mi entrenamiento diario.
Exclusivamente. También estaría haciendo el programa de residencia con
Aaron, pero solo practicaría conmigo. Esas pequeñas manos que he
sostenido durante innumerables horas solo me tocarían a mí. Ninguno
de esos otros imbéciles conseguirá una parte de ella.
—El programa de residencia, por supuesto. Eso es lo que quieres
hacer, ¿verdad? ¿Medicina deportiva?
Se encoge de hombros, mirando la televisión, aturdida.
—Sí.
—¿Sí? De todo lo que has hablado es de trabajar para un equipo
de béisbol. No puedo creer que ahora estés indecisa al respecto.
Sujeto sus rodillas y la atraigo hacia delante para poder rodearla
con los brazos.
—¿Qué está pasando, Ans?
Su cabello me hace cosquillas en la cara cuando se hunde,
avergonzada de parecer débil. Es todo lo que puedo hacer para no
empujarla sobre la espalda y besar la ansiedad que la atormenta. Pero
eso no es lo que haría un amigo.
Después de un momento de silencio, su cuerpo se relaja contra mí,
abrazándome. Esta mierda apesta. Esta cosa de amigos con beneficios
que tenemos en marcha apesta. Pero fui el que lo jodió. Mi incapacidad
para manejar la situación después de tomar su virginidad nos jodió a los
dos. Vi la forma en que sus inocentes ojos parpadearon hacia mí después
de que ambos bajamos de nuestro increíble momento. Nada, y digo nada,
se había sentido tan bien. Y nada lo ha hecho desde entonces. Vi la forma
en que sus ojos se endurecieron cuando acepté ir a ver a Vanessa.
Movimiento estúpido, lo sé, pero tenía un montón de emociones dando
vueltas y me entró el pánico. Soy un tipo, hacemos estupideces sin razón.
—Yo solo... no sé. Tienes razón. Es lo que quiero hacer. —Me
aprieta antes de alejarse—. Está bien, lo haré.
Mi corazón se detiene por un segundo.
—¿Lo harás? ¿Volverás a Washington conmigo?
Su dulce sonrisa es toda la confirmación que necesito. La jalo hacia
mí, nuestras papas fritas se esparcen por el piso. No podría importarme
menos. Esta chica, esta jodida chica, ha aceptado volver conmigo. No la
dejaré escapar esta vez.
36
Anniston
HE VISTO UN PENE PEQUEÑO ANTES
Traducido por IsCris, RRZOE,
Emotica G. W & UsakoSerenity

En la actualidad
La tranquilidad se siente en el aire. El clima frío me aclara la mente,
aunque sigo adormilada, mi cabeza me ruega que vuelva al calor de mi
cama. Pero sigo adelante, desesperada por el ejercicio y por refrescar mi
mente.
Es mi primer día libre en dos semanas de mi trabajo en el hospital.
La temporada de invierno mantuvo las puertas girando con cada brote de
37
gripe, virus y otras cosas desagradables a las que mis compañeros de
trabajo y yo nos referimos como "la mugre".
Me subo la cremallera, asegurando el calor de mi cuerpo dentro de
mi sudadera con capucha mientras paseo por la calle desierta. Los
ciudadanos de Madison se encuentran acurrucados frente a sus
rugientes chimeneas o trabajando. No puedes hacer muchas cosas en un
pueblo pequeño. Literalmente tenemos una tienda de abarrotes, tres
estaciones de servicio y una ferretería. Gracias a Dios, hay algunos
restaurantes familiares. Ya sabes, somos sureños, nos gusta comer.
He estado trabajando a tiempo parcial en la sala de emergencias
del hospital local, St. Francis, desde que completé mi residencia en
medicina deportiva con el equipo de Theo, los Nacionales. Como él es
lanzador, solo juega una vez a la semana de acuerdo a su actual rotación
de lanzadores, dejándome mucho tiempo libre. Así que vuelvo a casa con
la mayor frecuencia posible, disfruto de la tranquilidad de mi pequeño
pueblo. El constante viaje es agotador. Además no estoy tan segura de
que la vida de la ciudad sea para mí como para vivir de forma permanente
allá.
Hablando de Theo, no he tenido noticias suyas hoy. Ha estado
ocupado con el entrenamiento de primavera durante el último mes y
medio. Volé no hace mucho en uno de sus días libres, y viajamos a
Orlando para unas minis vacaciones. Mickey Mouse no tenía
posibilidades con nosotros enloqueciendo en la tierra de los sueños.
Montaña rusa tras montaña rusa, nos reímos y bromeamos con libertad,
molestándonos el uno al otro como siempre lo hacemos. No siempre
tenemos la oportunidad de pasar tiempo juntos.
Si soy sincera, como que extraño al imbécil. Mi participación con el
equipo es mínima durante el entrenamiento de primavera en
comparación con los juegos. Hay un montón de entrenadores disponibles
en caso de lesiones durante su entrenamiento de pretemporada. Sin
embargo, no tengo dudas de que Theo me llamaría si me necesitara.
Mi aliento sale flotando frente a mí como una burbuja de diálogo
de los dibujos animados. Es extrañamente reconfortante. Mi cerebro salta
de una idea a otra a medida que avanzo sobre las tierras de cultivo que
rodean la carretera desierta. Necesito un pasatiempo, algo que hacer
aparte de estar a disposición de Theo. Tengo mi trabajo en St. Francis,
pero eso es solo porque estoy aburrida de estar en casa durante la
temporada baja. Podría tener algo de diversión en mi vida, algo que me
haga feliz. Algo solo para mí.
¿Quizás pintar? Podría pintar. ¿Qué tan difícil podría ser? Tomas
un lienzo, pintas, lo salpicas en lugares aleatorios y ¡voilá! ¡Arte abstracto!
Nah. Demasiado sedentario. Necesito algo salvaje. Divertido.
Entretenido.
A lo largo de la carretera Old Mill, que corre por toda la extensión
de la propiedad de mis abuelos (que en realidad es mía ahora), los pájaros
cantan, recordándome que el verano llegará pronto. Durante años, he
38
asociado el verano con una cosa: béisbol.
Durante la temporada, Theo se queda conmigo aquí en la
plantación. Estoy cien por ciento segura de que es porque es un tacaño
y aquí se puede esconder de los medios de comunicación, ya que ellos no
llegan a las profundidades del campo del país. Después de todo, él tiene
su propio ático en Atlanta y uno en Washington. Pero algunos días,
cuando estamos tumbados en la hierba, con el sol en la cara, la brisa en
el cabello, creo que tal vez solo extraña lo simple que solían ser nuestras
vidas. Antes de las Grandes Ligas. Antes de la escuela de medicina. Antes
de esa noche.
La nueva canción de Bieber comienza a sonar en mi cabeza (lo sé,
pero es tan pegadiza) y empiezo a tararearla ya que no me sé la letra.
Balanceo los brazos al ritmo mientras un escalofrío me recorre la piel,
dejando un rastro de piel de gallina a su paso. Probablemente es hora de
dar media vuelta y entrar. No sé cuánto más pueda soportar este frío.
Con un suspiro, doy la vuelta por donde llegué, cuando por el
rabillo del ojo veo mantas que se amontonan, arrojadas descuidadamente
en la zanja. Malditos imbéciles. Me canso tanto de recoger el desastre de
los que tiran basura. ¡Tengan algo de respeto, gente!
Me acerco a la trinchera y agarro la esquina del material
desagradable, lista para tirar cuando golpeo algo sólido con la mano.
Lanzo un chillido femenino y salto hacia atrás, sosteniendo mi pecho con
sorpresa. ¿Toqué a un ciervo muerto o algo así?
Curiosa, me vuelvo a acercar, con cuidado de no asustar a lo que
sea que se encuentre allí. Estoy segura de que no quiero que me ataque.
Centímetro a centímetro, me acerco a lo misterioso y veo que la manta
hecha jirones está subiendo y bajando rítmicamente, casi como si
estuviera respirando. ¡Mierda! ¿Acabo de encontrar un bebé
abandonado?
Olvidada la preocupación, saco la raída manta y encuentro... a un
hombre. Bueno, al menos creo que es un hombre. Está en posición fetal.
Tiene los ojos cerrados, le tiembla el cuerpo. Oh, Dios. Tiene la ropa sucia
y llena de agujeros, la piel hundida hasta los huesos. Este hombre está
obviamente deshidratado y desnutrido.
Un vagabundo. No tiene hogar, vive en la calle. Por mucho que
quiera juzgar a este hombre y simplemente cubrirlo de nuevo y
marcharme, el médico en mí insiste en que me asegure de que se
encuentra bien. Vagabundo o no, es un ser humano.
Extiendo la mano, vacilando un momento antes de colocar el dorso
de mi mano en su frente. El miedo comienza a aparecer. ¿Y si está loco y
se lanza contra mí, o peor aún, me asalta? Bueno, no es que haya traído
dinero ni nada. Solo mi teléfono.
—Por favor, Señor, cuídame —rezo antes de tocarlo. El hombre no
abre los ojos, lo que me preocupa. Tiene la piel helada. Puede estar
sufriendo de hipotermia, especialmente si vive aquí. Ha sido uno de
39
nuestros inviernos más fríos en los últimos cinco años.
Sacudo al hombre suavemente.
—Señor. Señor. ¿Puede abrir los ojos?
No lo hace. Me pongo de rodillas, preocupada, y llevo los dedos a
un lado de su cuello y toco buscando el pulso. Apenas puedo distinguir
el ritmo superficial.
Lista para llamar a emergencias, desbloqueo mi celular y marco el
primer número cuando escucho
—Me moveré. No llames a la policía.
Ensancho los ojos, conmocionada. Está despierto, ¿y cree que lo
estoy despertando para sacarlo de la propiedad? Parpadea. Una, dos, tres
veces, antes de que sus párpados revelen oscuras iris color menta.
Hermosos ojos verdes resplandecen hacia mí con confusión. Y déjenme
aclarar que estos son los ojos verdes más magníficos que he visto en todos
mis años. Son hermosos. Lo miro, mis modales saliendo completamente
por la puerta mientras recorro con la mirada a este hombre, observando
su fuerte mandíbula que parece aún más definida con sus mejillas
hundidas y huecas. Pómulos angulosos y fuertes sobresalen de su rostro,
una sombra oscura cubre la parte inferior de su rostro, dándole una
apariencia ruda. Saludable, este hombre estaría totalmente en mi radar.
Haría alarde de mi trasero frente a él hasta que accediera a salir conmigo.
Estoy perdida en mi fantasía de mi nuevo y rudo amigo, cuando me
doy cuenta de que sus ojos verdes se posaron en mi mano, todavía en su
cabeza. La quito por instinto.
—Está helado. Creo que tiene hipotermia —le explico, esperando
que confunda que mi sonrojo viene por el viento.
Frunce el ceño, haciendo un suave ruido mientras se acomoda a
una posición sentada.
—Estoy bien. —Su voz es áspera, arrastrada por el frío. Intenta
levantarse, tratando de alejarse de mí. Pero solo gime, dejando descansar
la cabeza contra la hierba, agotado. Definitivamente hipotermia.
—No está bien —le advierto, dándole mi mirada de no-discutas-
conmigo.
Su respiración se vuelve superficial cuando comienza a quedarse
dormido otra vez. Oh, mierda.
—¡No se duerma! —grito, logrando que mantenga los ojos abiertos.
Se pasa el brazo por la cara, ocultando esas magníficas esmeraldas.
—Déjeme en paz, señora.
—Llamaré a una ambulancia —discuto, sacando mi teléfono,
marcando el nueve con los dedos.
—No —murmura —. No iré.
Qué culo tan terco.
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—No te dejaré aquí para que mueras. —Quiero decir, realmente,
¿qué tipo de persona sería si me fuera ahora, doctor o no?
Sus ojos se reducen a rendijas. Se ve enojado, pero eso no me
molesta. Ponte en línea, amigo. La idiotez masculina no es rival para mí.
—Vete —repite, sus palabras lentas y amortiguadas.
Lástima para él, soy el culo más grande y terco. Pongo los ojos en
blanco, molesta, y con resentimiento resignado, le alcanzo el brazo.
—Vamos hombre. Déjame calentarte, prometo dejarte ir para que
puedas morir otro día.
Solo me mira por un momento más. Mantengo la mano extendida,
esperando a que la agarre. Cuando no lo hace, me aferro a él y tiro. Difícil.
Gruñe por el movimiento pero no se mueve. Para un hombre escuálido,
seguro que es pesado.
—Podemos hacer esto a mi manera o por el camino difícil. De
cualquier manera. Lo. Harás. ¡Ahora ven!
Mira mi mano extendida una vez más antes de agarrarla y
ayudarme a levantarlo. Mierda. Es más pesado de lo que pensaba. Y alto.
Debe ser al menos de 1,90. De repente, esta misión de rescate no parece
una gran idea.
Mi culo recién adquirido6 pasa su brazo por encima de mi hombro
e intenta caminar, tropezando varias veces.
—Vamos a tomarlo con calma. ¿De acuerdo? —Creo que asiente,
pero no estoy segura. Me toma todo lo que tengo para mantenerme en
pie. Gracias a Dios, comienza a dar pequeños pasos. ¿He mencionado el
olor? No es exactamente un olor a alcantarilla, pero me recuerda a un
ático con un perro mojado viviendo en él durante un mes o dos. Tal vez
cuatro.
Poco después de unos minutos, hemos desarrollado un ritmo y
mientras mi espalda se resiente por el peso adicional, no disminuyo la
velocidad. Este hombre realmente necesita un doctor.
—¿Cuál es tu nombre? —le pregunto para mantenerlo hablando.
Gruñe y empiezo a pensar que no me va a contestar, pero luego
mira hacia otro lado y con los dientes castañeteando tartamudea:
—C-C-ade.
—Es un placer conocerte, Cade. Soy Anniston McCallister.
Asiente pero no ofrece nada más a la conversación.
Lo intento de nuevo.
—Sabes, Cade, tienes bastante frío. Realmente me haría feliz si
permitieras que te lleve al hospital. —Le doy mi sonrisa de por favor-Theo.
No funciona. Solo me mira con esos llamativos ojos verdes. 41
—No.
Bueno. Ya veo cómo será. Dejo salir un resoplido agitado, para el
culo terco y su instinto de preservación. Piensa, Anniston, piensa. ¿A
dónde diablos vas a llevarlo? ¿A Casa? Theo se volvería loco si descubre
que trajiste a un hombre extraño a la casa, sola.
Pero, ¿qué se supone que haga? No va a ir al hospital. ¿Se supone
que debo dejarlo en el porche como un perro callejero, con un plato de
comida y una toalla vieja? No, él necesita ayuda. Theo solo tendrá que
tratar con ello. Y si él me mata, bien, entonces estaré muerta y Theo no
tendrá la oportunidad de gritarme. Problema resuelto.
—Bien —cedo—. Pero cuando lleguemos a mi casa, me permitirás
que te revise. —Cuando continúa mirando, agrego—: Soy médica. Puedo
ayudarte. —Le brindo una sonrisa vacilante. Desesperada, digo—: Por
favor, déjame ayudarte, Cade.
Parpadea varias veces como si no estuviera seguro de que sea real
o no. Supongo que decide que no tiene nada que perder porque me hace
un gesto breve.
Después de una caminata agotadora de un kilómetro con varias
paradas para descansar, finalmente llegamos a mi plantación. Ayudo a

6 Juego de palabras, ya que anteriormente lo llamó “culo terco”.


Cade a subir los escalones del porche delantero y lo apoyo contra la casa
para poder abrir la puerta.
Tropezamos torpemente con la puerta, Cade letárgico y a punto de
desvanecerse. Necesito calentarle el cuerpo pronto. Manipulándolo por
los pasillos hacia el baño del piso principal, le explico:
—Necesito calentarte, ¿de acuerdo?
No responde y se vuelve más pesado a cada segundo. Intento
atravesar lo que parece ser la puerta de baño más pequeña, pero en
realidad es más ancha que una puerta normal. Cade es tan grande y
reniego para hacerlo pasar. Dejo que Cade se deslice sobre el piso de
baldosas, abro el agua en la bañera con patas.
Le doy un pequeño apretón.
—Cade. Cade. Abre los ojos.
Lo hace, gracias a Dios, pero sus labios se encuentran azules. Oh,
mierda. Abro los cajones del armario, tratando de encontrar unas tijeras.
—¿Puedes hablarme, Cade?
Sus ojos se dan vuelta mientras ignora mis preguntas.
—¡No cierres los ojos! —grito.
Se obliga a abrirlos con un gran esfuerzo.
Con unas tijeras en la mano, explico:
—Cade. Tengo que calentarte. Te cortaré la ropa y te llevaré a la
42
bañera. —Hago el primer corte en la camisa mientras murmura algo.
Estoy trabajando en el botón de sus vaqueros cuando me sujeta la mano,
impidiéndome desvestirlo más.
—Nnnoooo.
Sonrío.
—No estoy tratando de violarte. Solo intento calentarte. No te
preocupes, he visto un pene pequeño antes si eso es lo que te preocupa.
Comienza a desmayarse, cayendo en mis brazos. Qué lástima,
estoy segura de que habría tenido una buena réplica a mi broma.
Acunando a Cade contra mi pecho, lo bajo suavemente, haciendo lo mejor
que puedo con el peso muerto.
—Vamos, Cade. Despierta, amigo.
Desabrocho el botón y deslizo sus pantalones por sus muslos,
revelando una piel cenicienta y azul. Oh mierda, Anniston. Deberías
haberlo llevado al hospital.
Dejo sus bóxeres porque tengo poco tiempo.
—Cade. Vamos amigo. Ayúdame a llevarte a la bañera.
Gime algo que suena como déjame, pero lo ignoro. Tengo una regla
sobre personas que mueren en mi piso. Sigo tirando y, finalmente, toma
conciencia y me ayuda a llevarlo al borde y al agua, salpicándome
mientras su gran cuerpo se sumerge.
Me acerco y le levanto la cabeza, sacándola del agua. Reajustarlo
es mucho más fácil en el agua. Sigo alentándolo a que se quede conmigo
mientras me meto en el tocador para encontrar un termómetro. Lo
convenzo para que se lo coloque debajo de la lengua, lo cual hace con un
poco de protesta. Un minuto después suena con una lectura de 93.3.
¡Mierda!
¡Piensa, Anniston, piensa! Este hombre morirá en tu bañera. ¿Cómo
diablos vas a explicárselo a la policía? Sí, oficial, recogí a este vagabundo,
lo traje a mi casa y lo metí en la bañera donde murió. No es una idea tan
genial, Ans.
Me levanto para apresurarme a la cocina por algo caliente cuando
se me ocurre que puede ahogarse si lo dejo solo. Lo sacudo una vez más.
—Cade. Necesito conseguirte algo caliente para beber. ¿Puedes
permanecer despierto?
Asiente. No estoy convencida, pero tendré que ser rápida.
Atravieso la casa, aumentando el calor y tomando un pequeño
calentador que escondí en el armario la primavera pasada. Un rápido
vistazo a Cade confirma que su cabeza se encuentra fuera del agua, con
los ojos aún cerrados. Tomaré lo que pueda obtener. Me apresuro a la
cocina, tirando mierda mientras lo hago. Conectando el hervidor, busco
todo lo que necesito.
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La tetera hierve rápidamente y llevo todo, junto con una bolsita de
té y una taza, al baño. Una vez que tengo el calentador enchufado, le echo
el té. Sí, en el baño. Sé que es asqueroso, pero se está muriendo y es un
vagabundo. Probablemente esté acostumbrado a este tipo de cosas.
Espero que el té se haga, vuelvo a la bañera y derramo un poco de
agua sobre los hombros de Cade. Abre los ojos y le brindo una pequeña
y lastimosa sonrisa. Me duele el corazón por este hombre a quien no le
importa vivir o morir.
—Gracias.
Impresionada por que me haya agradecido, sigo vertiendo agua
sobre su cuerpo congelado.
—De nada. ¿Puedes beber un poco de té? —Sus labios ya no se
encuentran tan azules. El agua está ayudando.
Asiente levemente.
—Creo que sí.
Busco el té y se lo coloco cuidadosamente en las manos, pero están
temblando. Entonces, en lugar de soltar la taza, rodeo sus manos y le
ayudo a llevar la taza a la boca.
—Pequeños sorbos, ¿de acuerdo? Está caliente.
Toma un sorbo vacilante y sisea.
—Te dije que estaba caliente, idiota. —Vaya. Eso se deslizó
rápidamente—. Lo siento. Tengo la boca de un marinero. Cada año hago
un propósito de Año Nuevo para comportarme más como una dama, pero
como puedes ver, todavía es un trabajo en progreso.
Lo que tengo delante es como mirar el sol, brillante y hermoso.
Cade me sonríe. Sonríe, ¡te lo digo!
—Me lo dijiste. Mis disculpas, señora.
¡Santa puta mierda! Trato de no abrir más la boca de lo que ya está.
Es sureño, realmente sureño. ¿Señora? Solo los buenos sureños aún
dicen señora, especialmente a las mujeres jóvenes. Theo ni siquiera dice
señora, y él nació aquí. Estoy emocionada de que me esté hablando. Esa
es una buena señal.
—Probemos de nuevo, ¿de acuerdo? —Asiente, manteniendo esa
hermosa sonrisa. Bebe de nuevo, esta vez sin quemarse la lengua—. Buen
trabajo. ¿Puedes tomar el resto?
Tose pero logra un sí. Lo ayudo a beber el resto del té antes de
volver a tomarle la temperatura. 95.7 y subiendo, lentamente, pero está
subiendo.
—Tu temperatura está subiendo. Voy a agregar más agua caliente,
¿de acuerdo? —Asiente—. ¿Qué tal más té? ¿Puedes beber otra taza?
Hace una mueca como si sintiera dolor. Riendo, le pregunto:
44
—¿Fue tan malo? —Niega con la cabeza, pero estoy segura que eso
es lo que quería decir. Intento negociar—. Puedo agregar algo de miel o
azúcar si prometes mantenerte despierto y la cabeza en alto. —Levanto
una ceja, esperando su aceptación—. ¿Trato?
—Trato —grazna.
Esta vez preparo el té en la cocina como una anfitriona civilizada.
Cuando regreso, está salpicando agua sobre su propio pecho, su color es
más rosado a cada minuto.
—Ya luces mejor.
Mira su extenso pecho, frunciendo el ceño. No me di cuenta en mi
prisa por calentarlo, pero la parte superior de su cuerpo está plagada de
cicatrices. Las heridas gruesas e irregulares literalmente le cubren el
pecho y el torso, todo sanado. Deben tener un par de años dado el color
de las cicatrices.
Me aclaro la garganta, desviando los ojos y le entrego la taza de té.
—¿Puedes sostenerlo?
Asiente y comienza a beber mientras vierto más agua sobre su
pecho lleno de cicatrices. Cuando anuncia que ya terminó el té, tomo la
taza y busco el termómetro. Él gime.
—Sí, sí. Lo sé. —Me golpeo el pecho y me burlo en mi mejor voz de
Tarzán—. Yo hombre. Yo curado.
Cade suelta un estallido de risa, su sonido áspero reconfortante
como lo imaginaba. Sonriendo, le acerco el termómetro a la cara y abre
la boca sin más protestas. El termómetro marca 96.9. Suficientemente
bueno.
Miro a Cade, sosteniendo sus ojos.
—Voy a buscarte algo de ropa.
Me mira sin responder de inmediato.
—No tienes que hacer eso.
Sonrío y le acaricio la mejilla con un rápido golpe de mi palma,
asintiendo hacia un lado de la bañera.
—Hay un poco de jabón y champú. Lávate. —Me voy rápidamente
antes de que pueda romper más mi corazón.
Le encuentro a Cade una sudadera y una camisa de Theo. Se ven
similares en tamaño. Cuando regreso y coloco la ropa doblada en la
encimera, el baño está más caliente que el séptimo círculo del infierno.
—Espero que te hayas calentado porque estoy a punto de
derretirme aquí. —Mientras miro a Cade, guiño—. ¿Todo bien y limpio?
Me sonríe y se esfuerza por no reírse.
—Sí, mamá.
45
—¡Buen chico! —lo alabo y le doy una toalla—. Aquí hay algo de
ropa para ti. Esperaré afuera de la puerta. —Asiente mientras cierro la
puerta detrás de mí y considero el dormitorio de invitados al final del
pasillo.
Dejando de lado el recuerdo de mi padre, el dolor que atormenta
los recuerdos de mi niñez, me doy cuenta por qué me sentía tan obligada
a ofrecer compasión a Cade. No es por mi deber ético como médico. Es
porque, ni siquiera puedo terminar el pensamiento, el recuerdo aún me
duele. En el fondo, entiendo la razón detrás de mis acciones, pero aun
así, no puedo creer que esté a punto de instalar a un vagabundo perdido
en mi habitación de invitados. La he perdido oficialmente.
En la habitación, reviso las sábanas y pongo una manta eléctrica.
Siendo que es una casa antigua, hay una chimenea en cada habitación.
Las convertí a gas hace un par de años porque no soy una chica que corte
leña. Presiono el interruptor y disfruto el rugido del fuego.
Satisfecha de que Cade se sentirá cómodo, vuelvo al baño. La
puerta todavía está cerrada, así que le doy un par de golpes solo para ver
cómo está.
—¿Estás bien?
Se abre lentamente, Cade se encuentra parado allí, incómodo y un
poco tembloroso. Presiono mi cuerpo contra el suyo como antes.
—Vamos, vamos a llevarte a la cama.
En la entrada, sus ojos cansados miran la habitación con
languidez. Lo llevo hacia la cama y le quito las mantas, lo aliento para
que se acueste. Lo acepta lentamente, su cuerpo recién lavado se extiende
para llenar la cama de tamaño completo, cerrándosele los ojos.
—No tan rápido, Guapo. —Revelo el termómetro en mi mano. Cade
hace una mueca pero abre la boca de par en par.
Su temperatura corporal ha bajado un poco. Frunzo el ceño y tiro
las mantas sobre él.
—Voy a conseguirte otra manta. Tu temperatura está cayendo un
poco.
—Esta es más que suficiente. Gracias. —Detiene mi mano que va
por la manta, su rostro demacrado, sus mejillas enrojecidas por los
elementos.
Le acaricio la mano antes de ponerme de pie.
—Una más.
Suspira.
—Supongo que no te contradicen muy a menudo.
Sonrío y le dedico un pequeño guiño.
—Nadie se atrevería.
Cuando regreso con la colcha más gruesa que pude encontrar,
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Cade está acurrucado en posición fetal como lo encontré. Me pregunto si
es una posición defensiva o si este hombre está realmente destrozado,
por dentro y por fuera.
Doblo la manta, colocándola sobre su torso, asegurándome que el
calor permanezca centrado sobre su corazón. Me preocupa que los
órganos internos se mantengan más calientes. La gente puede vivir sin
un brazo, pero si el corazón deja de latir...
Le froto la espalda.
—¿Crees que puedes comer algo de sopa?
Se gira para enfrentarme.
—No tienes que hacer todo esto por mí.
Le brindo una mala mirada antes de responder:
—No es lo que te pregunté. ¿Te gustaría que lo repita?
Suspira, derrotado.
—Sí, señora. Creo que puedo retener algo. —Le sonrío por completo
y le acaricio el muslo.
—Lo ves, no fue tan difícil, ¿no es así?
Niega, riendo levemente.
—No, supongo que no.
Solo tengo unas latas de sopa en la cocina. Fideos de pollo, brócoli
y tomate. Hmm... Los fideos de pollo serían más livianos en el estómago
de mi amigo desnutrido. Caliento un cuenco rápidamente. Necesita
descansar, así que no quiero mantenerlo despierto demasiado tiempo.
Colocando la bandeja con cuidado sobre la mesita de noche, prendo
la lámpara. Cade se encuentra debajo de la sábana, pero abre los ojos,
parpadeando mientras se ajusta a la luz. Lo ayudo a apoyarse en las
almohadas, ubicando la bandeja de sopa sobre sus piernas.
—Toma pequeños bocados. No sobrecargues a tu estómago con
demasiada comida a la vez. —Asiente con entendimiento.
Agarro el bote de basura mientras Cade toma un sorbo vacilante.
Sé que debe estar muriendo de hambre y me encuentro bastante
segura de que está a punto de devorar esta comida y vomitar.
Con el bote de basura en mano, me acerco a su lado de la cama y
confirmo que sí devoró la sopa. Le hago una cara. Se encoge de hombros
como diciendo no pude evitarlo.
Suelto un suspiro.
—Hazme saber si lo vas a devolver.
Asiente y su rostro casi instantáneamente adquiere un tono verde.
Sus ojos se abren y sé por experiencia que está a punto de vomitar.
Acercándole el bote de basura, tiene arcadas y toda la sopa aparece en
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un splat repugnante.
—Volveré. —Me muevo hacia la puerta mientras el hermoso
hombre me frunce el ceño, la culpa reemplazando al tono verdoso. En mi
oficina, inspecciono los cajones etiquetados, tomando lo esencial para
comenzar una intravenosa, comenzando por el calentador para los
líquidos intravenosos. Cade se encuentra bastante deshidratado, eso es
obvio, pero líquidos calientes ayudarán a aumentar su temperatura
central. Sirve para un doble propósito. Por último, tomo los fluidos del
calentador, tratando de mantenerlos calientes el mayor tiempo posible.
De vuelta en la habitación de invitados, Cade se encuentra sentado
en un costado de la cama tiritando. Tienes que estar bromeando.
—Vuelve a la cama —ordeno.
Cade levanta la cabeza para mirarme.
—Necesito irme. Siento mucho el problema que te he causado.
Gracias por todo. —Comienza a levantarse sobre sus piernas inestables
y muero un poco por dentro. Toma su camisa entre sus dedos—. Te
devolveré estas.
Cuando creo que terminó su discurso, recojo mi corazón del piso.
—¿Terminaste, Guapo?
Parpadea hacia mí, confundido, pero no lo dejo hablar.
—Bien. Ahora que sacaste eso de tu sistema, vuelve a la cama. —
Asiento, indicando la cama, arrugada por su salida desgarbada.
Siendo el terco que es, no se mueve.
Pongo los ojos en blanco mientras bajo mis suministros. Sin mirar
atrás, repito:
—Métete. En. La. Jodida. Cama. Cade. —Después de un segundo,
escucho el crujido de la sábana. Finalmente. Duro de roer.
He situado los suministros cuando me vuelvo hacia él. Cade está
descansando sobre las almohadas, tiene la mitad inferior de su cuerpo
cubierta por las mantas. Me dejo caer a su lado y concentro toda mi
atención en esos hermosos ojos de menta.
—Realmente no tienes que hacer esto.
—Por supuesto que sí. Soy doctora. Es una ley o algo así. Me harás
ir a la cárcel si no me dejas ayudarte. —Sonrío, desafiándolo a discutir.
No creo que la ley funcione exactamente así. Creo que es: no hagas daño.
Lo de prestar ayuda probablemente es que no te importe una mierda y
ser un humano decente
—Gracias.
Asiento, esperando que simplemente deje todo esto. Preparando la
intravenosa, levanto la aguja para que la vea.
—¿Le tienes miedo a las agujas?
Frunce el ceño por un segundo y contrae los labios.
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—No, no diría que tengo miedo, pero no me importan.
Desestimo su comentario con un gesto de la mano.
—A nadie le importa. —Acerco el porta suero a la cama. Cade sigue
el movimiento con sus ojos. Antes de que empiece a entrar en pánico, le
doy unas palmaditas en el brazo para tranquilizarlo—. Voy a comenzar
una intravenosa en tu brazo. ¿Sabes qué es eso?
Asiente, pero aún parece cauteloso.
—Al parecer, te encuentras bastante deshidratado. —Deslizo mis
ojos por su cuerpo y se mueve incómodamente con mi evaluación—.
Estos son fluidos calientes —explico—. Ayudarán a acelerar el aumento
de tu temperatura corporal central. —Traga saliva, pareciendo nervioso,
así que le froto el brazo en un movimiento relajante—. ¿Confiarás en mí,
Cade? Sé que probablemente no confías en mucha gente, pero estoy
pidiéndote que confíes en mí. Déjame ayudarte.
Traga con fuerza, pero me responde con un "está bien" tranquilo.
Antes de que cambie de opinión, le estiro el brazo y ato el torniquete
para sentir una vena. Resulta difícil ya que se está deshidratado, pero
siendo la profesional que soy, encuentro una decente. Trabajo, limpiando
la piel completamente con una toallita con alcohol antes de advertirle:
—Sentirás un pinchazo, ¿está bien? Respira normalmente y mira
hacia otro lado.
Asiente y sigue mis instrucciones.
—Pinchazo —advierto antes de deslizar la aguja en la vena. Se
encoge cuando la aguja perfora la piel, pero no grita obscenidades, como
es habitual en Theo cuando tengo que pincharlo.
—Todo listo —lo tranquilizo mientras fijo todo con cinta.
Mira mi obra y murmura un agradecimiento cansado, sus ojos
rojos y caídos, su rostro se contrae por la fatiga. Está a punto de
desmayarse. Estableciendo la tasa de goteo de los fluidos, le ordeno que
se tumbe por completo. Lo hace sin discutir esta vez.
Tiro de las mantas hasta su barbilla y las meto debajo de su cadera
con fuerza.
—Descansa un poco. Estoy al otro lado del pasillo si necesitas
cualquier cosa.
Se aclara la garganta.
—Gracias.
Asiento y me levanto para irme. Arrimo la puerta, dejándola
entreabierta así podré escucharlo.
Me pongo a trabajar limpiando el desorden en el baño, tratando de
ser callada y no molestar a Cade. Después de limpiar el fregadero y la
bañera, recojo todas las toallas para llevarlas al cuarto de servicio y
49
programo la lavadora antes de dirigirme a la cocina para buscar comida
para mí. Me paro en la nevera durante unos sólidos cinco minutos antes
de darme por vencida y agarrar un paquete de galletas. También estoy
realmente cansada. Salvar una vida es agotador.
Mi sofá shabby chic7 vintage me atrae hacia la sala de estar. Agarro
el control remoto y arrojo una manta antes de dejarme caer y ponerme
cómoda. Cuando finalmente encuentro una posición cómoda, mi teléfono
suena con la música del Sunday Night Football8. Algo que Theo no
encuentra divertido. ¡Mierda! ¡Será mejor que alguien esté en llamas!
Tiro la manta, maldiciendo obscenidades a quien quiera que esté
en la línea. Un vistazo rápido al identificador de llamadas dice que no es
otro que Theo.
Deslizando el dedo hacia la derecha, respondo con un "¿Qué?"
—¿Qué? ¿Qué mierda se te me metió esta tarde? —Su tono es un
poco agrio. Está bien. Así que tal vez ese no fue mi mejor saludo.

7
Shabby chic: Estilo de decoración originada en la época de las grandes casas de campo
de Gran Bretaña. Consiste principalmente en mezclar elementos antiguos con
modernos, utiliza una paleta de colores pasteles, tales como rosa, verde agua, etc. con
predominancia del blanco.
8 Sunday Night Football: programa de televisión consistente en la transmisión en vivo

de un partido de la NFL, en la noche de los domingos.


—Ugh. Nada. —Intento agregar un poco de dulzura en mi voz—.
Estoy cansada y acababa de sentarme cuando llamaste. —Lo he
extrañado y sí, quiero hablar con él, pero ahora no es el mejor momento.
—Oh —dice en voz baja—. ¿Por qué estás cansada?
¿Es nerviosismo lo que descubro en Von Bremen? Seguramente no.
Oh. Piensa que he estado despierta toda la noche. ¡Ha! Te salió el tiro por
la culata, Von Bremen. Theo se cagaría de miedo y estaría aquí más
rápido de lo que podría deshacer un broche de sujetador si supiera que
acabo de cuidar a mi vagabundo recién adquirido y traerlo de regreso a
la tierra de los vivos.
—Ah, ya sabes, solo turnos dobles en el hospital. ¡Ganando ese
dinero! —Me río de mí misma.
Theo permanece callado por tanto tiempo que empiezo a pensar
que ha colgado. Una mirada rápida al teléfono me dice que no lo ha
hecho.
—¿Theo? ¿Sigues ahí?
—¿Qué estás tramando, Ans? —Su voz es acusatoria y no sé si
aprecio su incredulidad ante mi mentira. Ni siquiera es una mentira, de
verdad. He estado trabajando. Hoy, solo he estado trabajando en Cade.
Me burlo de él.
—¿Qué quieres decir? He estado trabajando, imbécil.
Me responde con "uh huh", lo cual realmente enciende mis nervios.
50
Tomo un respiro, lista para reprenderlo cuando me corta, su voz
emocionada.
—¿Viste el juego anoche?
Por supuesto que lo vi. Nunca me pierdo un juego, pero me gusta
hacerle pensar que no es tan importante. Ayuda a mantener su ego
contenido en este hemisferio.
—Uh, sí, creo que lo hice. ¿Por qué? ¿Hiciste algo increíble? —Se
queda en silencio, obviamente haciendo pucheros. Intento mantener mi
seriedad, pero no puedo. Theo haciendo pucheros es realmente lindo. En
persona, prácticamente hace que mis bragas canten una pequeña
canción. Río tontamente—. ¡Oh! Eso es cierto, ¡eliminaste a ese
chupapollas, Maddox! —Y chillo, haciéndolo reír.
—Todo para ti, nena. —Ríe.
Odio a Stephan Maddox. Me hizo un comentario sórdido en una de
las funciones de las ligas el año pasado y tuve que restringir a Theo de
atacarlo. Para aplacar a Theo, le pedí que elimine su culo la próxima vez
que llegara al plato. Y mi chico siempre cumple.
—Malditamente cierto. Nunca dudé de ti.
Durante la siguiente media hora, Theo me pone al corriente de
todos los chismes que he estado perdiéndome en el vestuario. Me cuenta
sobre los novatos que se han unido y todas las bromas habituales que
están recibiendo. Algunas de ellas sé que fueron idea de Theo. Poner
removedor de cabello en las botellas de champú... Esa mierda fue todo
Theo.
Lo pongo al corriente de todas las cosas del hospital y la pequeña
ciudad de Madison, lo cual es básicamente un montón de nada. Después
de eso, procedo a ejercitar con su hombro. Se rasgó el tendón al final de
la última temporada, y hemos estado trabajando mucho para tenerlo
fuerte y listo para esta nueva temporada. Me asegura que está
comportándose y siguiendo mis instrucciones estrictas. Volverá la
próxima semana y me sentiré mejor cuando le eche un vistazo con mis
propios ojos, en más de un sentido. Terminamos la llamada con su
promesa de llamarme después del juego de esta noche para hablar de la
estrategia sobre los Medias Rojas.
Debo haberme quedado dormida en algún momento porque cuando
despierto está oscuro afuera. Poniéndome de pie con lentitud, estiro los
músculos tensos de mi espalda y cuello. El sonido de un gemido viene de
algún lugar cercano. Abro la puerta de entrada y miro hacia afuera, pero
no veo mucho. La luz del porche solamente ilumina a unos pocos metros
del porche. Trabando la puerta detrás de mí, me muevo más adentro de
la casa, buscando la fuente.
¡Cade! No puedo creer que haya olvidado que se encontraba aquí.
Me apresuro a su puerta y la abro para encontrarlo en el piso, las
manos tirando de su cabello castaño. Está temblando y cubierto de
51
sudor.
Me pongo de rodillas y muy suavemente llamo su nombre.
Levanta la cabeza con brusquedad y parece estar sufriendo una
cantidad extraordinaria de dolor.
—¡Vete! —grita—. No quiero hacerte daño.
¿Hacerme daño? Bueno, eso no es lo que estaba esperando.
Rápidamente contemplo su estado y noto que su intravenosa se ha caído,
y está sangrando del sitio. Necesito detener eso antes de que se manche
mi alfombra. Quiero llegar a él, pero parece un animal acorralado que
podría morderme. Tiene la mandíbula apretada, y está empezando a
balancearse.
Oh, mierda. Es un loco. ¡Maldita sea, Ans! Mira, Theo tiene razón,
ninguna buena acción queda impune. Estás a punto de morir en tu maldita
habitación de invitados.
Intento encontrar una forma de salir de esto cuando veo un tatuaje
en la parte superior de su brazo. Semper Fi9. Un tatuaje militar, creo.
¿Los marines tal vez? ¡Ah, ha! Todo tiene sentido ahora. Es un veterano.
No me sorprende que sintiera una conexión, una gran necesidad de

9
Semper Fi es la abreviación de Semper Fidelis, esto significa Siempre Fiel en latín. El
Cuerpo de Marines de los Estados Unidos es un embanderado de esta máxima.
ayudarlo. Sé de primera mano sobre hombres y mujeres militares
volviendo a casa después de las guerras y no sabiendo cómo funcionar
en la sociedad. La mayoría sí termina sin hogar, algunos de ellos muertos.
Siento que el dolor resuena en lo profundo de mi alma otra vez,
mientras observo a este hombre hermoso y destrozado que una vez fue
probablemente un rompecorazones. En lugar de un comité de bienvenida
y un gracias por proteger a nuestro país, probablemente le dieron una
patada. Apuesto a que es trastorno de estrés post traumático. Pensar en
eso me trae recuerdos. Recuerdos que son muy difíciles de manejar en
este momento. Toda esta situación me está molestando. Necesito
recomponerme y ayudar a este hombre que luchó por mi libertad.
Inhalando una profunda y entrecortada respiración, me deslizo
hacia Cade. Él lo percibe y de inmediato se aleja de mí. Bueno, esto puede
ser más difícil de lo que pensaba.
—Cade —digo calmándolo—. No me lastimarás y no voy a
lastimarte. —Me acerco un poco más.
»Estas sangrando. ¿Me dejas verlo? Quiero asegurarme de que te
encuentras bien. —Me acerco otro poco.
Cade aún luce salvaje, pero no se aleja de mí.
—¿Sabes dónde estás?
Mira alrededor de la habitación y asiente.
—¿Puedes decirme? —Quiero que hable. Necesito saber dónde está
52
su cabeza.
Se suelta el cabello y se aclara la garganta.
—Tu casa.
—Así es —lo elogio, acercándome hacia él. Tomo su rostro entre
mis manos y le acaricio las mejillas, frotando con mis pulgares círculos
reconfortantes sobre su rostro barbudo. No puedo estar segura de cuánto
tiempo pasa, pero finalmente siento que su cuerpo se relaja bajo mis
manos.
Le sonrío con tristeza y libero su rostro.
—¿Puedo revisarte el brazo?
Parece débil pero un poco más lúcido. Su temblor ha disminuido y
ha recuperado algo de color. Los ojos verde escarcha perciben la sangre
que se acumula en el vello de su brazo. Le apoyo una mano, esperando
que la sangre no sea un detonante para él.
Haciendo una mueca, asiente hacia mí, indicando que puedo
examinarle el brazo. Tomo algunas gasas y toallitas con alcohol que dejé
con anterioridad en la mesita de noche, le limpio el brazo y presiono.
Logro sacar por completo al maldito objeto. Probablemente podría dejarlo,
pero le hará bien a su cuerpo una bolsa más de líquidos, especialmente
porque no está bebiendo.
Le indico a Cade que mantenga presionado mientras voy a buscar
más suministros. Cuando regreso, se encuentra haciendo lo que le dije,
pero su mirada me dice que está muy lejos de aquí.
—¿Cade? —pregunto con cautela—. ¿Sigues conmigo, Guapo?
Inhala profundamente y me mira brindándome una pequeña
sonrisa.
—Sí, estoy contigo.
Por alguna razón, escucharlo decir esas palabras hace que mi
estómago se sienta como si pequeñas hormigas estuvieran haciendo una
fiesta, bailando y haciéndome cosquillas. Me encojo de hombros ante la
sensación y regreso a su lado. La herida ha dejado de sangrar, pero le
pongo un vendaje en caso de que decida volver a levantarse y abrir otra
aguja.
Cade inmediatamente lo nota y gime.
—Realmente creo que estoy bien, Anniston. —Bueno, estaré
maldita, usó mi nombre.
No le hago caso y continúo hasta que el torniquete se encuentra
amarrado. Gime y se pasa la mano por el cabello, pero no retrocede ni
trata de disuadirme. Verás, aprendió que no tiene sentido discutir
conmigo. Debería darle algunos consejos a Theo: ese idiota discute hasta
con un buzón.
Al palpar una nueva vena, le advierto antes de deslizar la aguja, lo
53
cual es mucho más fácil esta vez. Los fluidos están ayudando. Vuelvo a
conectar las vías, pongo cinta adhesiva en el sitio y lo ayudo a subir a la
cama.
Murmura un "gracias" antes de aclararse la garganta.
—Necesito usar el baño.
Me río por la forma en que lo dice, como si tuviera miedo de
preguntar.
—No eres un prisionero. Puedes ir si lo necesitas. ¿Necesitas algo
de ayuda?
Niega rápidamente.
—Puedo arreglármelas. —Asiento y le acerco el porta suero.
—Sostente de esto. Rueda, así que no te apoyes en él. —Asiente y
se pone de pie, lentamente. Miro con atención mientras él maniobra por
la puerta.
Exhalando de forma entrecortada, saco la inconfundible tensión de
mis hombros. Maldición, eso fue intenso. Pensando en el futuro, preparo
un sedante en caso de que tenga otro episodio. El cuidado nunca es
suficiente cuando se padece el trastorno de estrés post traumático. No
soy psiquiatra, pero sé cuándo alguien necesita ser sedado. Cade pudo
regresar esta vez. Es posible que no la siguiente.
Cuando vuelve, con aspecto pálido y tembloroso, lo tomo del brazo
y lo ayudo a meterse en la cama. Murmura un reacio agradecimiento. Sé
por ese pequeño gesto que no le gusta parecer débil delante de mí. Como
si alguna vez pudiera pensar tal cosa.
Cuando está sentado bajo las mantas, le ordeno que abra la boca
y el termómetro revela que su temperatura está subiendo
constantemente. Pero todavía no llega a donde me gustaría.
—¿Necesitas algo? —pregunto mientras limpio la basura.
—No, gracias. Ya has hecho suficiente.
Aquí vamos de nuevo. Como si no lo hubiera escuchado, pregunto:
—¿Qué tal algo de comer? ¿Tienes hambre?
Solo me mira por un largo momento, luego balancea levemente la
cabeza de arriba abajo.
—¿Crees que puedes controlarte esta vez?
Se ríe.
—Sí, señora.
En la cocina, recorro círculos como el puto Theo. La pequeña
mierda ya ha pasado. ¿Qué estoy haciendo? Doy algunos tirones a mi
coleta, molesta y confundida acerca de cuál es la respuesta correcta. En
momentos como este, me gustaría tener a alguien con quien hablar para
poder pasar esto y pedirle un consejo. Pero no tengo a nadie. Solo a Theo.
Y no tengo que llamarlo para pedirle consejo. Sé cuál será su respuesta.
54
Me avergüenza solo pensar en ello.
Joder. Soy una mujer adulta. Puedo hacer lo que quiera. Y tengo
ganas de ayudar a este hombre. Si muero, muero. He vivido una buena
vida.
Sintiéndome satisfecha con mi decisión, cargo mi bandeja con una
mierda de comida chatarra y la coloco sobre la cama del hombre. Cade
me mira como un ciervo a los faros.
Me encojo de hombros.
—¿Qué? Yo también tengo hambre. Pensé que podríamos comer y
ver el juego. Bueno, voy a comer. Come lentamente.
Sonríe y se levanta para descansar contra la cabecera.
—Quédate debajo de las mantas —lo regaño.
—Lo estoy.
Realmente no lo está. Todos los órganos que necesitan ser
calentados se encuentran por encima de las mantas. Pero dejaré que se
quede así por un tiempo. Ha superado la etapa crítica.
Me dispongo a ver la televisión y a sintonizar el canal que trasmite
el juego de Theo. No lanzará esta noche, pero se encuentra allí, en algún
lugar mirando al equipo contrario como un halcón. Abro una bolsa de
patatas y se la paso a Cade.
—Aquí tienes. Lento, ¿recuerdas?
Asiente, pero de todos modos toma un puñado y se lo lleva a la
boca. Malditos hombres y su comida. Pongo los ojos en blanco por su
comportamiento y con la boca llena, trata de disculparse. Lo interrumpo:
—No te preocupes por eso. Sé que es bueno. Si no estuvieras aquí,
probablemente inclinaría la bolsa en mi boca. Solo mastico y trago. Ni
siquiera tendría que preocuparme de que mis manos se ensucien.
Se ríe y comienza a ahogarse.
—Cuidado, cariño —le advierto, agarrándolo y dándole agua de la
botella.
Traga saliva mientras le paso el agua, resoplando.
Nos sentamos en silencio, disfrutando de la monotonía de los
locutores. Entre los dos, principalmente yo, masacramos varias bolsas de
papas fritas y dos comidas empaquetadas. No es la mejor cena, pero
bueno, es mi día libre. El juego termina, declarando a los Medias Rojas
vencedor. Oraciones al equipo de Theo. Será un chico gruñón esta noche.
Con un gran bostezo, me levanto y empiezo a reunir los restos de
nuestro frenesí alimenticio.
—¿Necesitas algo más antes de ir a la cama?
—¿Puedo seguir mirando televisión? —pregunta vacilante.
55
—Claro, pero también quiero que descanses un poco. Tu cuerpo
necesita recuperarse de tu casi muerte por el frío. —digo, recordando su
terrible decisión de dormir en una zanja.
Asiente, pareciendo un poco asustado. Ah. Terrores nocturnos. He
estado ahí y hecho eso. La doctora McCallister puede arreglar eso.
Termino de limpiar y le doy el control remoto. Buscando el sedante que
escondí antes, me siento a su lado.
—Voy a darte algo para ayudarte a dormir esta noche.
Abre los ojos.
—Estaré bien —dice divertido.
Frotándole el brazo, le explico:
—Lo sé. Pero tengo la loca sospecha de que probablemente no
hayas dormido más que un par de horas a la vez durante años. Eso no
es bueno para tu cuerpo o para tu curación. —Mueve la cabeza con
vehemencia, pero no lo dejo interrumpir—. Y apuesto a que sufres de
pesadillas —continúo, abre los ojos con incredulidad. Sí, mamá sabe.
La posesividad hormiguea en mi espina dorsal. Internamente, me
digo a mí misma que debo mantener una distancia profesional de este
tren de hombre destrozado porque honestamente me hace querer meterlo
en el auto y alejarlo de cada cosa mala que le ha sucedido aquí. ¿Por qué
nadie lo ayudó? ¿Su familia lo está buscando?
Acariciando su brazo, de la manera más suave posible, le digo:
—Créeme, Cade. Necesitas dormir. Esto te ayudará a dormir una
noche sin sueños malos. ¿Confiarás en mí?
Sin mirarme, asiente en señal de aceptación.
—Me quedaré hasta que te duermas, ¿de acuerdo?
—Está bien.
Al limpiar el puerto intravenoso ahora vacío, introduzco la aguja y
lentamente lo alimento con el medicamento. Tarda unos diez segundos
antes de que su brazo se relaje y diez segundos más antes de que su
cabeza retroceda. Moviéndolo, me acuesto a su lado, enciendo HGTV10 y
espero que su cuerpo se relaje por completo.
Media hora después, Cade ronca suavemente en mi oído. Apago el
televisor, estiro las mantas sobre su pecho y salgo silenciosamente de la
habitación.
¿En qué mierda me metí?

56

10HGTV es un canal de televisión estadounidense enfocado en programas dirigidos a


mejoras del hogar y el jardín.
Cade
MIS DISCULPAS, SEÑORITA
Traducido por MadHatter,
AleVi & astrea75

Los rayos de sol se filtran por las persianas, despertándome. Por


primera vez en años, dormí toda la noche. Aunque me crujen las rodillas
y me duele todo el cuerpo, me siento un mil por ciento mejor que ayer.
Apoyado contra la montaña de mullidas almohadas, todos los recuerdos
de la noche pasada vuelven a aparecer en mi cabeza.
Anniston, un hermoso nombre para una mujer hermosa.
Pensé que la estaba imaginando cuando me sacó de mi cama
57
improvisada.
La madre naturaleza es una perra, su escarcha cubría cada
superficie sólida, lo que hacía imposible encontrar un santuario
desocupado. Todos los que viven en las calles luchaban por encontrar un
lugar cálido en donde acurrucarse. Había logrado encontrar un lugar
detrás de un contenedor de basura, pero poco después de instalarme, un
grupo de matones reclamó el área para organizar un negocio de drogas.
No quería que me pegaran ni me arrestaran, así que me escapé.
Me dirigí al sur sin ningún destino en mente. Todo lo que sabía era
que estaba poniendo toda la distancia posible entre la ciudad que odiaba
con pasión. No recuerdo cuánto tiempo caminé. Recuerdo que mis
pulmones me quemaban y se me hacía cada vez más difícil respirar.
Finalmente, cuando mis huesos comenzaron a doler, busqué un refugio.
Pero a diferencia de la ciudad, hay pocos puentes o edificios abandonados
para refugiarse en el campo. Demasiado débil para dar un paso más,
colapsé en una zanja de drenaje cercana. No recuerdo haberme quedado
dormido.
Solo recuerdo haber despertado con un ángel dorado. Incluso
abrigada, sabía que ella era hermosa. Color melocotón, sus mejillas
besadas por el viento jugaban a esconderse a través de los mechones de
cabello rubio oscuro que lograban escapar de su gorro. Suplicaban que
los tocara, y anhelaba colocarlos detrás de su oreja. Sin embargo, no
extendí la mano. Sus ojos, profundos charcos azules con remolinos de
oro me miraban con tanta preocupación que simplemente sabía que
jamás podría ser real. Al menos no para un hombre como yo.
Hermosa. Era jodidamente hermosa. Sabía que estaba mirando a
un ángel de la vida real. Mi tiempo había llegado y en lugar de sentirme
atemorizado o tener remordimientos, solo sentí alivio. Finalmente podría
ir a casa y dejar este mundo abandonado de la mano de Dios.
No fue hasta que comenzó a sacudir mi hombro que se me ocurrió
que podía estar en la propiedad privada de alguien. Pero cuando le dije
que me iría, sus ojos se volvieron feroces. Confusos. Me levantó, y contra
mis objeciones me llevó a su casa.
Su casa, ¡por el amor de Dios! ¿Está loca? Pude haber sido un
asesino en serie.
Después de eso, las cosas se volvieron un poco confusas. Recuerdo
su cara de pánico mientras luchaba por cortarme la camisa... el horrible
té. Recuerdo que estaba acostado junto a ella mientras devoraba comida
chatarra como una profesional. Y su toque, una dulce caricia en mi rostro
que me sacó de la locura. Lo más importante, recuerdo haberme sentido
apreciado por primera vez en mis treinta años.
La camiseta y los pantalones que huelen a recién lavados abrazan
mi cuerpo como un guante. ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que he olido
el suavizante para ropa? La endovenosa aún gotea en mi brazo. Debe
haberme dado otra bolsa durante la noche. Tengo que admitir que, por
mucho que odie las agujas, los fluidos me han ayudado. Casi me siento
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como mi antiguo yo. Casi.
Le doy unas patadas a la pila de mantas que ella agregó anoche, y
no puedo evitar sonreír. No podía irse sin discutir. Tenía que tener la
última palabra. Su tenacidad es impresionante, y no puedo evitar
sentirme abatido. Hoy tendré que irme. Ella hizo su buena acción y ahora
necesita volver a su vida normal.
Esta ya no es mi vida.
La puerta se abre con más energía de la que una persona debería
tener a primera hora de la mañana. Mi ángel prácticamente canturrea:
—¡Buenos días, Guapo!
Guapo. Recuerdo que me llamó así anoche. El apodo me aprieta la
garganta, causándome una tos amortiguada. No estoy muy seguro de
cómo reaccionar ante esos elogios.
—¿Qué tal dormiste? —pregunta, inclinándose para mirarme y
luego apoyando su delicada mejilla sobre mis rodillas dobladas. La
tensión desaparece de repente cuando se deja caer junto a mi cuerpo
dolorido.
—Como un bebé —respondo honestamente.
Asiente, revisando el nivel en la bolsa de suero.
—Bueno. Te dije que lo harías. Y nunca me equivoco.
Retorciendo la sábana entre mis dedos, respondo con un bufido.
Esta chica es todo un caso. Cualquier hombre que la tenga es un
bastardo afortunado.
—¿Te gustaría que te quite la endovenosa?
Asiento, pero luego recuerdo que es más educado hablar.
—Sí, por favor.
Sonríe, satisfecha con mi comunicación verbal.
—Hoy tendrás que beber más líquidos y tomarlo con calma.
Asiento. Algunos días el agua y los líquidos no están disponibles
para personas como yo. De vez en cuando puedo encontrar una espita al
aire libre o una bebida que alguien arrojó a la basura, pero tengo que ser
rápido con ellas. Todos buscamos cosas que les hayan sobrado a los
demás.
Rompería su corazón si supiera las terribles distancias que camino
todos los días. No quiero que se sienta culpable y continúe ayudándome
cuando de lo contrario no podría hacerlo. Ya ha hecho mucho. Más de lo
que merezco.
Comienza a despegar la cinta lentamente, con cuidado de no tirar
de ningún vello en mi antebrazo. Me quedo perfectamente quieto,
mirando cómo trabajan sus delicados dedos. Desliza la vía intravenosa
con una habilidad elegante y rápidamente presiona una gasa en la herida
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que apenas sangra. Ni una sola vez me dolió. Diciéndome que mantenga
un poco de presión, Anniston coloca una cinta sobre la gasa con una
sonrisa sincera. En este punto, haría todo lo que me pidiera, solo para
que siga hablando.
Se pasea por la habitación, recogiendo basura y suministros
médicos no utilizados de la noche anterior. No puedo decir si es una gran
fanática o simplemente intenta aliviar la incomodidad de nuestra
situación. Una vez que todo es de su agrado, me honra con una sonrisa
perfecta y... un termómetro.
Puede que haya gemido un poco. Y cuando una sonrisa divertida
llega a sus mejillas regordetas, todo confirma que definitivamente lo hice.
Abro la boca sin reproches, porque en el poco tiempo en que he estado
aquí, he aprendido que esta mujer no permite que le discutan.
Ciertamente podría intentarlo, pero finalmente, hará lo que quiera, que
todos los demás se pudran.
El termómetro emite un pitido por lo que espero sea la última vez.
—De vuelta a la normalidad —me informa.
Diciendo lo primero que se me viene a la mente, declaro lo obvio
como un tonto total:
—Eres muy buena en esto. —Qué buen movimiento, Cade. Por
supuesto que es buena en esto, es una médica.
La expresión de Anniston de "sé algo que no sabes" me pone un
poco nervioso.
—Antes he tenido pacientes difíciles —admite, dándome
palmaditas en la espalda en un gesto amoroso antes de dirigirse a la
puerta—. Vamos, desayunemos algo.
Dudo, no estoy seguro de qué hacer. Todo lo que sigue haciendo
por mí me deja con una falsa sensación de seguridad. Esta mujer no es
mía.
Tomo una respiración entrecortada.
—Anniston —suspiro vacilante—. Tengo que irme. —No sé a dónde
iré, pero no necesita saber eso—. No puedo agradecerte lo suficiente por
salvar mi vida anoche.
Las líneas alrededor de sus ojos comienzan a tensarse.
—No quiero continuar monopolizando más tiempo del que ya me
has dado.
Esta vez, pone los ojos en blanco y toma una respiración repentina.
—Déjame detener esta parafernalia, aquí mismo.
Sus manos se encuentran en sus caderas y no me había dado
cuenta antes, pero va vestida con un pijama de pelotas diminutas de
béisbol. Literalmente pelotas de béisbol rosas diminutas adornan la
camiseta ajustada que abraza la curva de sus senos, delineando cada
curva como una hoja de ruta. Bajo la mirada rápidamente, pero sus
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pantalones son tan cortos como la ropa interior. ¡Mira hacia otro lado,
imbécil!
—No pregunté si querías desayunar, soldado. Te ordeno que
desayunes conmigo.
Su orden me llama la atención. No me han hablado así en años. La
miro fijamente, permitiendo que mi furia salga a la superficie.
—Esto no es un juego. Ya no soy un soldado. —Saliendo de la cama
a tropezones, doy un paso deliberadamente amenazante hacia ella. Sus
pequeños hombros se cuadran en represalia mientras da un paso hacia
adelante, cerrando el espacio. ¿Qué diablos?
—No me asustas, Cade. —Su aliento me hace cosquillas en la cara,
se encuentra tan cerca.
Esto me hace pensar. ¿En serio intento asustar a esta mujer que
me sacó de la mugre, me salvó la vida, me dio de comer y me dio un lugar
en donde dormir toda la noche? En qué clase de idiota me he convertido.
Los malos pensamientos nublaron mi juicio. Los alejo y trato de relajar
mi postura para no parecer un psicópata. No soy un animal. Al menos
puedo complacerla con tomar el desayuno con el que aparentemente
tiene fuertes sentimientos.
—Lo siento. Ha pasado mucho tiempo desde que he sentido
bondad. Mis modales necesitan actualizarse.
No sonríe, lo que hace que juguetee inquieto con el dobladillo de mi
camisa. Espero no haber ido demasiado lejos. La gente tiene límites, Cade.
—Vamos, antes de que te dé frío. —Se da vuelta para irse, sin
molestarse en ver si la sigo. Sabe que lo haré. ¿Qué hombre no lo haría?
Sigo el olor a tocino que sale de la cocina. Saca un par de platos y
me invita a acercarme.
—Sírvete.
Incómodo, no solo por mi comportamiento anterior, sino porque
ella es tan malditamente hermosa, me quedo en la puerta, deteniéndome
más tiempo del necesario. Sigo esperando que caiga el otro zapato. No
estoy acostumbrado a recibir amabilidad o a encontrarme en presencia
de una mujer hermosa. Mientras examina las pilas de comida extendidas
en la encimera, me ofrece un plato.
—Aquí hay comida suficiente para alimentar a cinco o más
personas. ¿Estás esperando a otros?
Se ríe.
—No, pensé que podríamos querer más después de salir a correr.
El plato se desliza de mi agarre, pero la atrapo en el aire antes de
que tenga la oportunidad de caer al piso. Trago saliva para despejar el
nudo repentino en mi garganta.
—¿A correr?
Mete un trozo de tocino en su boca.
61
—Aja. Corro todas las mañanas. Imaginé que eso también te haría
bien. —Sus ojos recorren la comida como si estuviera decidiendo qué
comer a continuación.
Su despreocupación desde mi llegada me hace sentir como si me
estuvieran dejando fuera de un gran secreto.
Debo parecer una idiota porque deja escapar un profundo suspiro
y se da vuelta para mirarme.
—Me tomé el día libre, y como todos los demás se encuentran en el
trabajo, podría necesitar un poco de compañía. —Se encoge de hombros
como si no fuera gran cosa.
Sé cuando alguien está tratando de hacerme una jugarreta, y esta
chica definitivamente está tramando algo.
Me sonríe de una forma que estoy seguro siempre la hace conseguir
lo que quiere. Tengo que admitir que si sigue sonriéndome de esa manera,
estaré de acuerdo con cualquier cosa que tenga en mente, con tal de que
me sonría así de nuevo.
—¿Te quedarías conmigo hoy? —me suplica, revoloteando las
pestañas para crear un efecto dramático.
—No creo que sea una buena idea. —No lo es. No le hice daño
anoche, pero pude haberlo hecho. Cada noche el terror es diferente. Es
posible que no pueda controlarme la siguiente vez.
—El buen comportamiento es para los perdedores, Cade.
Eso es todo. Incluso me río por lo absurdo de la situación.
—Come. Hablaremos después del desayuno. —Con una sonrisa,
toma un puñado de tocino y un panecillo para después dejarse caer en
la mesa.
Comer con Anniston no es tan incómodo como había creído.
Mantiene la conversación ligera y no hace preguntas personales. Aún. Sé
que las hará pronto. Siempre lo hacen.
Está relajada, sentada al estilo indio, girando uno de sus mechones
sueltos.
—Entonces, ¿cuántos kilómetros corres normalmente?
Me río. No he corrido por diversión en varios años y dudo que ahora
pueda correr un solo kilómetro sin antes colapsar.
—Solía correr de quince a veinticinco kilómetros. Pero no lo he
hecho en mucho tiempo.
Hace una mueca con la boca y asiente.
—Bueno, yo usualmente corro de diez a quince kilómetros. Hoy,
sin embargo, correremos hasta que vomites. 62
Me atraganto con un pedazo de panecillo. Tosiendo, agarro el jugo
de naranja e intento tragar antes de que lo escupa todo. Anniston no hace
ningún intento de ayudarme, solo se queda mirando y girando ese
maldito mechón de cabello.
Trago la mayor parte del panecillo y aclaro mi garganta un par de
veces antes de poder hablar nuevamente.
—¿Perdón?
Se encoje de hombros y toma un trozo de tocino. No estoy seguro
que pueda aguantar más. Ella ya ha comido una gran cantidad de
desayuno para alguien de su tamaño.
—Estoy bromeando, Cade. Tu cuerpo no puede ni siquiera ponerse
de pie hoy, ya que casi lo mataste ayer, ¿pero qué dices de una agradable
caminata?
Me quedo en silencio, tratando de darle sentido al reciente giro de
los acontecimientos.
—¿Qué opinas, Guapo? —Se pone de pie y lleva su plato limpio al
fregadero. Manteniendo en mi boca un pan del tamaño de mi puño para
evitar hablar, gruño mientras asiento para darle mi consentimiento del
paseo de más tarde. De más tarde, si es que me quedo más tiempo.
Termino, me aparto de la mesa y llevo mi plato al fregadero donde
Anniston está ocupada guardando las sobras.
—¿Puedo ayudarte a limpiar?
Su rostro se ilumina con mi oferta.
—¡Claro! Puedes ayudarme a guardar todo esto en la nevera.
Podemos lavar los platos más tarde.
Sin otra palabra tomo el recipiente que ella estaba sosteniendo y
comienzo a guardar la comida.
Cuando terminamos, me dice que necesito zapatillas. Las mías al
parecer no son lo suficientemente buenas para un paseo. La suela está
rasgada, un hilo apenas los mantiene juntos. Aun así me opongo, aunque
como habrás adivinado, no me lleva a ningún otro lado más que a una
SUV blanca, en dirección a la zapatería más cercana.
Nos detenemos en un centro comercial al aire libre a unos treinta
minutos de su finca. No es enorme pero funciona.
—Creo que deberíamos conseguirte ropa mientras estamos aquí.
Exasperado con su forzada caridad, niego con la cabeza. Ella ni
siquiera me voltea a ver.
—Vamos, Guapo. Estamos desperdiciando la luz del día.
Cierra la puerta del auto en mi cara sin mayor discusión. Mierda.
Ésta chica va acabar conmigo. Con un profundo suspiro, salgo del auto
y camino a su lado.
—¿A dónde, comandante? —bromeo. Bien podría encontrar un
poco de humor en la situación.
63
Gira lentamente la cabeza hacia mí.
—Oh. Me gusta eso. —Me da un guiño coqueto y camina hacia
adelante—. Hagamos una parada en la tienda de deportes primero y
consigamos un equipo para correr. Luego nos dirigiremos a las grandes
tiendas por todo lo demás.
No sé a qué se refiere con “todo lo demás”, pero estoy seguro de que
tendremos más discusiones antes de que se acabe la mañana.
La tienda de deportes no está tan llena como temía que estuviera.
Aun así mis ojos van hacia todos lados. Es difícil para mí concentrarme.
Ha pasado mucho tiempo desde que estuve de compras. Todo parece
diferente. Más brillante. Más caro.
Anniston agarra un carrito y comienza a apilar cosas en su interior.
Ni siquiera pregunta por mi talla o si me gustan los colores que escoge.
Supongo que sabe que me negaría a comprar cualquier cosa. La sigo
silenciosamente, esperando que nadie me cause problemas por estar
aquí. Me siento muy fuera de lugar. Aunque mi ropa está limpia y parezco
relativamente humano, todavía pueden darse cuenta que no tengo hogar.
Anniston, sin embargo, actúa como si fuera la dueña de la tienda.
No mira a nadie por aprobación. Es una mujer en una misión.
Se detiene, mira hacia el carrito y luego a mí, rezo para que haya
terminado.
—Creo que esto nos servirá por ahora. No quiero comprar más
porque no te van a quedar en algunas semanas.
¿No me van a quedar? ¿Cuántos años cree que tengo, doce? No
discuto porque no me da la oportunidad, nos lleva a la caja más cercana.
—¿Podrías ir a comprobar el precio de esa tabla de surf? —Me pide
mientras revisa su bolsa.
Estrecho los ojos con sospecha. Es otro de sus trucos, me doy
cuenta.
—¿Qué? Realmente quiero una. Date prisa, así podemos irnos. —
Me manda como un niño pequeño que tiene que hacer su tarea.
La única razón por la que le obedezco es porque quiero hacerla feliz.
Estoy casi seguro que solo trata de distraerme, así no veo el total de todo
lo que está comprando. Para mí. Oh, dios. Estoy perdiendo la cabeza.
Me acerco a la tabla de surf que supuestamente quería, admirando
las líneas suaves y la calidad del diseño en general. Maldición, estas cosas
son agradables. En otra vida, habría tenido una. No miro el precio como
me pidió. ¿Cuál es el punto de todas formas? Todo es un truco.
Cuando dice mi nombre, me acerco con una expresión de enfado
en mi rostro.
—¿Conseguiste el precio? —Se ríe. Se da cuenta de que ya sé que
64
es pura mierda.
—Sí, lo vi, decía: “has gastado suficiente”.
Se ríe entre dientes y me rodea la cintura con el brazo, guiándome
hacia la salida. Me parece raro que se muestre afectuosa sin más,
especialmente con alguien que acaba de conocer.
Llevamos las bolsas a la cajuela de su SUV y nos dirigimos a la
tienda departamental, donde les pide a los vendedores que traigan las
cosas para que me las pruebe. Me quedo callado, mantengo mi ceño
fruncido para mostrar mi inconformidad con sus escurridizas tácticas.
No me malinterpretes, estoy agradecido. Solamente no quiero que
esta mujer pierda su tiempo y dinero en alguien como yo. Hay otras
personas que merecen su amabilidad.
Annsiton se sienta en el sillón que se encuentra afuera del vestidor,
jugando con su teléfono. Bueno, supongo que es un juego, porque
maldice y golpea el teléfono cada pocos segundos. Me exige que le
muestre cada atuendo que me pruebo, y le indica al empleado con cuales
nos quedaremos.
Finalmente, nos vamos con cinco atuendos completos, que
incluyen zapatos, pijamas y solo dios sabes cuántos pares de ropa
interior. Después de que lo he cargado todo en la cajuela de su auto, me
dejo caer en el asiento del pasajero, completamente agotado.
—No estoy seguro de que pueda realizar esta caminata ahora. Me
agotaste con todas las compras.
Enciende el automóvil y sonríe.
—Bueno, tomaremos una siesta y pasearemos luego. Todavía tengo
que hacer otra parada.
Golpeo la cabeza contra el asiento con frustración, un gemido
torturado se me escapa. Anniston me muestra una sonrisa emocionada,
encendiendo la radio mientras conduce en un cómodo silencio hacia
nuestro próximo destino.
Finalmente llegamos a la entrada de su casa, la última parada fue
en la tienda de comestibles, donde gastó una pequeña fortuna en comida,
la suficiente para alimentar a un pequeño ejército. También insistió en
comprar champú y otros artículos de aseo para mí. Hubo discusiones de
por medio. Pero ella solo compró las cosas que quería que yo tuviera y
tuve que morderme la lengua y dejarla hacer lo que quisiera.
Ahora, su habitación de invitados se encuentra llena con las cosas
que compró, solo para mí. Se siente como la mañana de navidad, aunque
es febrero. Las navidades pasadas las he ocupado buscando comida, mi
única alegría era una comida caliente en una iglesia para personas sin
hogar.
Dejo que mis manos callosas pasen por encima de los finos
materiales. Siento una opresión en el pecho, pero antes de que pueda
pensar más en ello, Anniston aparece en la entrada.
65
—Hay perchas en el armario. Cuando termines de instalarte,
comeremos y descansaremos un poco.
Asiento con entendimiento.
—Anniston —digo, un poco ahogado.
Se gira hacia mí y me sonríe con tristeza.
—De nada. —Entonces me deja solo para continuar guardando las
cosas.
Clasifico mi ropa nueva por tipo y color, no tengo TOC, pero quiero
darle un cuidado extra a estas cosas nuevas que probablemente nunca
vuelva a tener.
Cuando entro en la cocina, Anniston está hablando por teléfono.
—Tengo que irme. Sí, sí —Pausa—. Dije que está bien, Theo.
Maldición. ¿Qué quieres que haga, firmar con sangre? —Se ve frustrada,
pero todavía me sonríe y levanta un dedo, indicando que solo será un
momento—. No seas bebé. Bien. Adiós, Teddy. —Con eso, se ríe y termina
la llamada.
—¿Quién es Teddy? —La pregunta sale más rápido de lo que puedo
detenerla. Sé que no está casada, sin anillo. ¿Tal vez un novio? La idea
me irrita el estómago. Contrólate, Cade. Esta chica te está ayudando. No
se trata de alguna maldita historia de Cenicienta. ¡Madura!
Anniston frunce el ceño y cambia de tema.
—¿Estás listo para dar un paseo o quieres descansar un poco?
—Yo, eh... no sé —tartamudeo como un idiota total.
Ladea la cabeza hacia un lado, arqueando una ceja como si no
estuviera segura de cuál es mi problema.
—Bieeeeenn —dice—. Si no estás seguro, entonces no debes estar
cansado. Vamos a caminar. —Se vuelve hacia la nevera y saca dos
botellas de agua. Al darme una, exige—: Hasta el fondo y ve a vestirte.
Tomo la botella y me mira expectante, supongo que no tengo otra
opción en el asunto. Agarrando la botella de plástico, cierro los ojos y
resoplo. Puedo sentir sus ojos en mí, quemando mi piel. Es más
perceptiva de lo que pensé. Me quejo un poco con el último trago pero me
las arreglo para luchar contra la sensación y beber hasta la última gota.
Aplastando la botella, se la devuelvo a Anniston sonriendo.
—Nos vamos en cinco. —Arroja la botella hacia la pared y anota un
triple fácil en el bote de la basura luego se dirige por el pasillo.
Me visto rápidamente, poniéndome los pantalones y zapatos
deportivos recién adquiridos. El material Dri-FIT acaricia mi piel como la
seda fina. Estar limpio y usar zapatillas con suelas reales en ellas se
siente absolutamente increíble. Me pongo un poco de desodorante por si
acaso. El olor a pino y especias huele fresco y varonil, pero antes de que
pueda deleitarme con el nuevo yo, suena una explosión en la puerta. 66
—¡Vamos, Guapo!
Tomando una respiración profunda, me dirijo a lo desconocido.
Se está estirando contra la puerta cuando me acerco y me hace un
gesto con la cabeza, indicando que tengo que hacer lo mismo. Copio sus
movimientos mientras mis músculos gritan en señal de protesta. Joder,
esto duele. Me he aflojado con el estiramiento cuando Anniston anuncia
que estamos listos.
Salimos por su camino de grava, la gravilla crujiendo cuando
nuestros pies chocan contra las rocas. El sonido me recuerda a los
huesos aplastados debajo de un transporte.
Intento bloquear las imágenes. Con los ojos cerrados, respiro y
pienso en otra cosa. Barcos. Pescar. Cualquier cosa. Sorprendentemente,
pienso en una rubia sonriente. Una que no acepta un no por respuesta.
Nunca.
Más en control, abro los ojos y le echo un vistazo a Anniston, que
me está mirando fijamente.
—¿Todavía estás conmigo? —pregunta cautelosamente, y con
razón.
Asiento y apresuro mi ritmo para seguir sus pasos.
Debe estar de acuerdo en que estoy bien porque mira hacia otro
lado, subiendo la colina.
—Sigue así, entonces.
Caminamos en silencio, ella me mira por el rabillo del ojo. Las
ardillas que corren entre la propiedad saltan de rama en rama, graznando
y parloteando cada pocos segundos. El ruido es bueno, el ruido
enmascara el silencio ensordecedor que finalmente conduce a visiones
sangrientas.
Debo haber disminuido la velocidad porque de repente consigo una
comprobación, causando que tropiece.
—Entonces, Cade…
UH-oh. Su tono curioso solo puede significar una cosa: quiere
información. Preferiría que me dejara morir antes que responder a
cualquier pregunta personal. Pero cuando finalmente la miro a los ojos,
solo veo una genuina preocupación. Un suspiro se me escapa mientras
trago todas las razones para no decirle nada.
—¿Qué quieres saber? —Mi voz es suave cuando le doy la
oportunidad que quería.
En pocas palabras, abre grande los ojos sorprendida antes de que
la fría máscara se deslice. Ralentiza nuestro ritmo, caminando a través
de los altos tallos de trigo.
—¿Te encuentras desamparado, Cade?
67
Anniston no me mira cuando pregunta, y por eso, estoy agradecido.
Admitir que tomaste malas decisiones en tu vida siempre es un golpe bajo
para el ego.
—Yo, eh... —Aclarándome la garganta, supero los nervios y vuelvo
a intentarlo—. Sí, lo estoy.
Anniston camina un poco más adelante, sin mirar atrás ni
reconocer mi confesión.
—¿Desde hace cuánto tiempo?
Su pregunta me molesta más de lo que debería. Aunque me gusta
pensar que ya me importa un comino lo que la gente piense de mí, lo
hace. Y ahora mismo, lo hace muchísimo. Odio que esta mujer me haya
visto en mi peor momento. Odio que me importe lo que piense. Odio que
me haya mostrado bondad. Por encima de todo, odio que ella me haga
sentir deseos de cambiar.
Mis pasos vacilan mientras trato de pensar en una forma de decirle
la verdad sin sonar como un fracaso. Al final, no hay forma de suavizarlo,
así que me aguanto y me hago cargo de mis decisiones.
—Cuatro años.
Esta vez se detiene, girando abruptamente.
—¿Cuatro años? —Se cubre la boca con la mano como si mi
respuesta la hiciera sentir náuseas—. ¿Has estado sin hogar durante
cuatro años? ¿Dónde está tu familia?
La dejo parada allí, cubriéndose la boca, su expresión llena de
disgusto y sigo caminando. No hace falta el contacto visual para mi
próxima admisión.
—No tengo ninguna familia. Todos están muertos. Solo soy yo.
Puedo escucharla apurarse para alcanzarme.
—Lo entiendo. La mía también. Pero, ¿por qué vives en las calles?
Eres militar, ¿no tienen programas especiales para ayudar a chicos como
tú?
Chicos como yo. Esa es la declaración del año.
Me burlo.
—¿Chicos como yo? —Mi voz creciendo en volumen a medida que
la rabia y el arrepentimiento que entierro a diario salen a la superficie—.
¿Chicos que matan a todo su pelotón?
Una risa malvada surge de mí mientras giro, enfrentando esos ojos
inocentes.
—No, Anniston. Los asesinos como yo no merecen ayuda.
Merecemos morir. Deberías haberme dejado en la zanja.
Con un ligero empujón, la aparto, con culpa y vergüenza. Una
lágrima silenciosa se desliza por su mejilla, extiende la mano hacia mí.
68
Me alejo de su avance.
—No llores por mí, Anniston. No merezco tus lágrimas.
Con mi comentario, se limpia la lágrima y me agarra de la camiseta,
arrastrándome contra su pecho.
—Déjame decirte una cosa, Cade. No recibo órdenes de ti.
Aceptarás mi ayuda o te reportaré a todas las estaciones de sheriff de este
lado de Georgia. Me aseguraré de que tengas un lugar cálido para dormir
por la noche, ya sea en mi casa o en una celda de la cárcel. Tú escoges.
No me importa un comino lo que creas que mereces.
Me empuja, no lo suficientemente fuerte como para moverme, pero
lo suficiente para servir como una advertencia de que no es débil y no
puede ser presionada con facilidad.
—Volveré dentro. No te quedes afuera demasiado tiempo. —Con ese
comentario de despedida, me deja para digerir sus amenazas.
En el fondo, sé que podría desaparecer y nunca me encontraría. No
sabe que soy el mayor Cade Jameson, ex líder de un equipo de
operaciones encubiertas. No, solo me conoce como Cade, el hombre sin
hogar.
Y solo por esa razón, la sigo de regreso a la casa. ¿Por salvación?
¿Por redención? No lo sé, pero tengo la sensación de que Anniston
McCallister está a punto de cambiar mi mundo.

69
Theo
SOLO UN AMIGO… MI CULO
Traducido por IsCris, RRZOE,
Emotica G. W & UsakoSerenity

—Surgió algo. Lo siento mucho, Teddy. Prometo estar allí el


próximo juego. Acaba con ellos, campeón.
Presiono reproducir y escucho su mensaje de mierda otra vez por
tercera vez. Está malditamente mintiendo. Su voz se quiebra al final de
"algo", lo que significa que está nerviosa. Si hay una persona a la que
conozco, es a McCallister. Conozco a la chica como a la palma de mi mano
y sé cuándo una mentira brota de esa hermosa y regordeta boca. Aunque
70
la mentira suena dulce, me irrita como una picazón debajo de mi
suspensorio11.
Lo reproduzco una vez más por si acaso. ¿Qué carajo está
haciendo?
También actuó de manera extraña la semana pasada cuando la
llamé.
Pensando que me extrañaba, le compré boletos de avión para que
viniera a pasar el fin de semana conmigo y viera un par de juegos. Vaciló
al principio, pero finalmente estuvo de acuerdo cuando le insistí para que
respondiera.
Ahora, ¿algo surgió? A eso lo llamo mierda.
Cuelgo mi teléfono en el casillero, tan molesto que me importa una
mierda si se rompe. Me paso los dedos por el cabello empapado de sudor
y comienzo a dar vueltas. Marcar ritmos en el suelo siempre me ayuda a
pensar. Y me mantiene calmado.
¿Está saliendo con alguien? ¿Es eso?
De ninguna manera. No puede ser. Anniston cree que todos los
chicos en nuestro pueblucho son unos imbéciles. Pero... ha estado

Suspensorio es un tipo de calzoncillo diseñado para proteger los genitales masculinos


11

durante una actividad vigorosa o deportiva.


distante últimamente. Quería regresar a casa en lugar de unirse a mí
para el entrenamiento de primavera.
El temor echa raíces en mi estómago. No puede ser. Simplemente
no puede salir de esto. No ahora, no después de siete años.
El estrés aumenta mi Síndrome de Déficit de Atención. Necesito
correr, pero acabo de terminar un juego. Necesito aclarar mi mente, y
sentir que quiero subirme a un avión y acampar afuera de la puerta
principal de Anniston no ayuda.
Corro por el pasillo hasta nuestra sala de pesas. El olor a sudor
persiste incluso después de haber sido limpiado con antiséptico. No me
molesta. Después de siete años en este negocio, me he vuelto casi inmune
al olor.
La habitación se encuentra vacía, ya que todos se bañaron y se
fueron a sus casas después de que recibiéramos una paliza del equipo
contrario.
Bien. Necesito el silencio.
Subo a la cinta de correr, pongo la velocidad a nueve y
malditamente corro. Corro todos los nervios hasta que siento que las
endorfinas comienzan a entrar. El sudor empieza a derramarse por mi
pecho mientras me tiemblan las piernas con cada impacto.
Mi parte favorita del cardio es la sensación gelatinosa que te recorre
y te relaja cuando sientes que ya no puedes hacer nada más. Te arden
los pulmones, te late el corazón y luego... la felicidad. El silencio puro
71
ocupa todo el espacio en tu cabeza. Esa es la calma que relaja mi
hipersensibilidad.
Siempre supe que podía centrarme mejor cuando jugaba a la
pelota, pero nunca entendí por qué hasta que Anniston lo descubrió. Fui
al médico después de su revelación, decidí no tomar medicamentos a
menos que fuera absolutamente necesario. Eran esenciales cuando
estaba en la universidad estudiando para una prueba, pero ahora que
puedo controlar mis síntomas con actividad física, no he tenido que
tomarlos durante los últimos años.
Me detengo a caminar, habiendo ahuyentado los nervios. Anniston
y yo no etiquetamos lo que tenemos. De acuerdo, esa fue mi cagada de
años atrás. Fui un bastardo por tomar su virginidad. Sabía que quería
llevar nuestra relación al siguiente nivel y yo también, en cierto modo.
Pero una vez que entré en su interior, esos gemidos que hizo mientras
rompía su barrera... Mierda, estaba asustado. No quería joder mi amistad
con la única persona que se preocupó por mí. No quería decepcionarla,
pero lo hice. Tomé una decisión terrible en el calor del momento.
Una decisión que he intentado remediar a lo largo de los años, pero
Ans... no, me mantiene en la zona de amigos. La zona de amigos tampoco
es del todo exacta. Más como amigos con beneficios pero con
estipulaciones.
Después de la noche en que tomé su virginidad, no hablamos
mucho. Fui a la liga Triple A, y ella a la escuela de medicina, como estaba
planeado. Nos mantuvimos en contacto a través de mensajes de textos.
Nuestra relación fue tensa, por decir lo menos.
Decidí que no perdería a mi amiga más antigua solo por una noche
que no debió haber sucedido. Debí haberle dicho que no. No estaba
pensando claramente porque, bueno... era Anniston. Y la he deseado
desde que tengo memoria.
Volé a casa durante la temporada baja en su primer año en la
escuela de medicina. Sorprenderla en la escuela había parecido la mejor
idea de la historia.
La extrañaba debido a todos los viajes que había estado haciendo.
Las Grandes Ligas había sido un gran cambio en comparación a la liga
Triple A. Digamos, he visto más de mi cama en las últimas semanas que
en toda la universidad. Y no en el buen sentido. Me han pateado el trasero
en la práctica, el entrenador me ha dicho que soy una especie de jugador
olímpico. Después de todo, lo único que puedo hacer es meterme en la
dura cama del hotel por unas horas de terrible sueño. Pensarías que sería
bueno para una persona con Síndrome de Déficit de Atención como yo, y
creo que sí. Pero, ¿en qué tipo de vida me he metido? Duermo cuando me
dicen. Como cuando me lo dicen. Diablos, incluso me levanto cuando me
lo dicen.
Una cosa es segura. Esta carrera apesta.
Todavía no apesta tanto como trabajar para mi padre en el negocio
72
de seguros, pero algunos días, podría estar convencido de darle una
oportunidad.
La Universidad de Georgia se encuentra repleta de superdotados
como Ans, luciendo sonrisas estúpidas mientras agarran sus Starbucks,
hablando animadamente con la persona altamente educada junto a ellos.
¿Anniston no podría haber elegido un lugar un poco menos pretencioso?
¿Como cualquier lugar de Washington? Mierda, podría haber escogido
una universidad de engreídos allí y me hubiera gustado más que esto.
De acuerdo, entonces tal vez estoy un poco celoso. Esto de
comportarse como un adulto no ha ido bien conmigo. Me levanto, trabajo
duro por un hogar. Pero no tengo ningún respaldo. Mi mísero título de
negocios no hará nada para mí en este punto.
Retiro lo dicho. Lo hará. Podría vivir una vida mediocre trabajando
en una gran corporación con ese título, pero me he acostumbrado a las
cosas buenas de la vida y ahora... simplemente no sirve.
Metiendo las llaves en mi bolsillo, casualmente camino entre la
masa de chicas risueñas, mirándome de reojo y susurrando
disimuladamente. Dudo que las chicas sepan quién soy, pero los chicos...
tal vez. Nunca he sido tímido con los fanáticos, por lo que firmar algunos
autógrafos no será un gran problema, pero esta es una ciudad de fútbol.
Probablemente piensen que los jugadores de béisbol se encuentran por
debajo de ellos.
Doblo la esquina, y me dirijo hacia la Facultad de Medicina, cuando
un chillido femenino me detiene. Conozco ese chillido. Ese chillido solo
se desata cuando le aprieto los muslos, haciéndoles cosquillas para que
se abran cuando se pone difícil. Espero como un acosador cuando ella
aparece a la vista, rechazando a un tipo que parece surfista.
—¡Gage! —Ese chillido femenino suena otra vez, mientras "Gage" la
alcanza, logrando enganchar su brazo alrededor de su cintura,
atrayéndola hacia él.
—¡Te tengo! —Gage obviamente se encuentra emocionado de que
sus enormes manos estén tocando a mi chica.
Mi visión se vuelve borrosa a medida que los celos puros me
consumen más mientras ella camina con el brazo de él rodeándola.
Esa es mi maldita chica.
Mía.
Estoy en movimiento, mis piernas devorando la distancia.
—Ans —grito, mi voz mezclada con odio y veneno.
—¿Theo?
Tarda tres segundos. Tres segundos en registrar que estoy aquí.
Tres segundos para arrojar su bolso al suelo y correr hacia mis brazos. 73
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Pensé que estabas en Los Angeles?
Ignoro por completo su pregunta, apretándola contra mí, oliendo el
dulce aroma a coco en su cabello.
Ella me abraza, frotando arriba abajo mi espalda con dulzura.
—¿Estás bien?
Asiento en su hombro.
—Estoy bien. Te extrañé y tuve un par de días libres. Pensé en venir
a visitarte.
Anniston se aleja, estudiando mi rostro por cualquier mentira.
—¿No me crees?
Sonríe, colocando un beso suave en la esquina de mi boca.
—También te extrañé, Teddy. Vamos, llegas justo a tiempo para
comprarme el almuerzo.
—Ve por tu mierda, codiciosa. Y dile a Gage —frunzo el ceño con
disgusto—, que será la próxima vez. —Pero no lo digo en serio. No habrá
una próxima vez porque voy a atrapar a Anniston McCallister de una
forma u otra. Joder con esta mierda de amigos.
Volvemos a su lugar después del almuerzo y sorpresa, sorpresa,
terminamos en la cama. Desnudos. De nuevo. No era un movimiento
inteligente, pero estaba desesperado por sentirla, por sumergirme
profundamente en su núcleo y extraerle la esencia misma. Estaba
hambriento por reclamarla después de verla con Gage. Nunca más.
Nunca habrá otro Gage en su vida.
Acunada en mis brazos, acaricio la suave piel de su brazo.
—Anniston.
Su voz atontada sale amortiguada en mi costado.
—Hmm...
Instintivamente, la acerco más, como si casi esperara que se aleje
con mis próximas palabras.
—Quería hablar contigo sobre algo.
—De acuerdo.
Respiración profunda. Ella estará de acuerdo. Se encuentra saciada.
Dijo que te extrañaba. Puedes encantar a una chica, Theo.
—Estaba pensando que tal vez deberíamos intentar salir. —Dejo
que las palabras cuelguen en el aire para ver si ella aprovecha la
oportunidad.
Anniston se burla, elevando su rostro para reírse de mí de frente,
dándome palmaditas en el brazo como si acabara de contar la mejor
broma de la historia.
—Solo somos amigos, Theo. Siempre hemos sido solo amigos.
74
Amigos. Esa puta palabra se convirtió en mi muerte. Mi maldito
final. Vi como ella se pavoneaba del brazo de cada imbécil ese año. Estaba
enojado. Estaba celoso. Estaba enamorado de ella. Ella lo sabía. Yo lo
sabía. Y se aseguró de destriparme todos los días frotando en mi cara lo
que podría haber sido.
Dejé que su comportamiento durara todo un año antes de
intervenir. Propuse otro trato, de algún tipo. Lo hice como si no tuviera
tiempo para levantes pegajosos con mi horario de béisbol y los imbéciles
con los que ella estaba saliendo no eran mejores. Me gustaría pensar que
ella me quería tanto como yo, y que estaba cansada de castigarme por
esa noche. Pero, más que probable, solo estaba siendo realista, como de
costumbre. Tiene sentido tener un rollo en el que puedas confiar. Que
puedas llamar cuando quieras, sin expectativas. Y así es como comenzó
el lunes de MacCallister y el jueves de Theo. Estaba a su merced el lunes,
su único día libre de clases; y ella estaba en la mía el jueves, mi día libre
en la rotación de pitcheo. No podíamos salir o dormir con alguien más en
esos días en particular. Estaba jodido, pero la mantuvo mía.
Eventualmente, ella vino a Washington conmigo, retomamos la
amistad donde la dejamos. Nunca hablamos de ese año otra vez. Los
lunes y jueves inevitablemente se convirtieron en todos los días de la
semana que podíamos manejar con nuestros horarios agitados.
Ahora, pretendemos que no es diferente, pero ambos sabemos lo
contrario. Este año, dio un paso atrás de mi entrenamiento para pasar
más tiempo en Madison, alegando que era hora de "abrir sus alas y
encontrarse a sí misma". No sé exactamente lo que eso significa, pero me
marea un poco porque estoy pensando que puede traducirse a establecer
algunas raíces con alguien. Alguien más que yo.
Así que aquí estoy, mordiéndome las uñas rápidamente,
caminando sobre la maldita cinta de correr como una gallina preocupada.
Nuestros lunes y jueves se han convertido en: cada vez que nos vemos.
Pero cuanto más me alejo de ella, más miedo tengo que conozca a alguien.
Entonces, su "algo surgió" me molesta muchísimo.
—¡Von Bremen! ¡Pon tu trasero en la ducha! —me grita el
entrenador Bellamy desde la puerta, rompiendo mi crisis mental.
—¡Jugaste como una mierda hoy! ¡Ve a la cama y reorganízate,
chico!
Qué diablos. No jugué como una mierda hoy. Podría no haber
jugado a la par, pero no como la mierda. El entrenador Bellamy es un
idiota del más alto nivel. Hace que todo el personal de pitcheo sea
miserable a diario. Es casi como que odia su trabajo, al igual que yo.
He terminado con esta mierda por hoy. Me duele el hombro por
lanzar bolas a Brody con una técnica lamentable y ahora me duelen las
piernas, todo porque Ans me dejó sin habla. El entrenador tiene razón,
necesito que mi cabeza siga recta. Necesito verla. Sí. Eso es. 75
Antes que pueda cambiar de opinión, grito, alcanzando al
entrenador justo antes de que su espalda desaparezca por la puerta:
—¡Entrenador! —Lo hago sonar quejumbroso—. Me duele el
hombro. Necesito ver a mi entrenador personal.
Asoma la cabeza, muy lentamente, por el marco de la puerta,
entrecerrando los ojos. Está enojado, pero es demasiado tarde para
retractarse ahora. Se acerca a mí, lo que significa que intentará
intimidarme, pero no funcionará. Sé que soy su mayor dolor en el culo.
El problema es que soy lo mejor que tiene, por lo que se encuentra varado
con mis escandalosas solicitudes. Avanza hacia la cinta de correr, sus
pasos enojados y laboriosos lo hacen alcanzarme en segundos, su pecho
subiendo y bajando en un estilo dramático. Ni siquiera me estremezco.
Bellamy no me asusta. La cuestión es que no me importa si me
multan o suspenden. Demonios, pueden despedirme por todo lo que me
importa. Thad invirtió mi dinero y si nunca trabajo otro día, estaré bien.
La única razón por la que incluso juego beisbol profesional es porque: (A)
soy genial en eso. (B) Me da muchos coños. De acuerdo, realmente no
aprovecho tanto eso, pero podría si quisiera. Y (C) No quería tomar el
control del imperio de seguros de mi padre. Esa mierda aburrida no es
para una persona como yo que no puede quedarse quieta en una sala de
cine. No, no podría hacer un seguro todos los días.
El entrenador Bellamy me mira fijamente con ojos brillosos y le doy
mi sonrisa característica, pero no vacila. Tipo duro.
Respiro profundamente y me froto el hombro, fingiendo una
pequeña mueca de dolor para que la historia sea creíble.
—Dolió antes, entrenador. Es por eso que jugué como la mierda.
Esta vez, no duda antes de espetar:
—Mira a nuestro entrenador aquí. No hay razón por la que tengas
que volar a casa para ver a tu entrenador personal. —Escupe esa última
parte, obviamente disgustado porque mi contrato lo limita, imponiendo
que debo usar mi propio entrenador, a mi cargo.
Me encojo de hombros como si no pudiera evitar que me duela el
hombro y tenga que volar cientos de kilómetros para que mi rubia guapa
lo mire. Está en contra de mi mierda pero tiene las manos atadas.
Gracias, Thad, por negociar ese contrato como un mofo. Necesito darle
un aumento.
Bellamy todavía me está mirando con malos ojos como si estuviera
planeando mi muerte.
—Eso no será un problema, ¿verdad, entrenador? —Hago uso de
mi encanto sureño con una sonrisa de medio culo.
Gruñe. Literalmente me gruñe. Quitándose la gorra, se pasa las
manos por el cabello desaliñado.
—Puto de mierda —murmura antes de volver hacia la puerta.
76
Me río, incapaz de ayudarlo y sin ofenderme en lo más mínimo. Soy
un idiota. No me gustaría entrenar a un punk con el talento de Dios que
me enfurece cuando le da la gana.
No tengo unidad para jugar. Lo hago porque se supone que soy un
adulto responsable. No me gusta, soy bueno en eso. Eso es todo. Es solo
un trabajo para mí. Una forma de ganar dinero. Puedo jugar igual que
cualquier otra persona. Y planeo volar de regreso a Georgia para ver a mi
chica.
—Bien —responde con frialdad, girándose para mirarme a los
ojos—. Quiero una conferencia con la doctora McCallister después de que
lo examinen. Hoy. —Su tono no deja lugar a discusiones.
Asiento, sabiendo que ella lo hará. Sin duda me hará sufrir por ello,
pero lo hará. Por mí.
Mi vuelo fue un exterminador de humor total. Después de escuchar
a la pareja detrás de mí discutir durante todo el jodido vuelo, estoy tan
enojado como el tipo recibiendo las quejas. Su novia era una completa
pendeja. Un segundo más, creo que me habría dado media vuelta y se lo
habría dicho.
La irritación me consume mientras me muevo y avanzo por el
aeropuerto con sigilo, manteniendo la cabeza baja en un esfuerzo por
pasar desapercibido. Un movimiento estúpido, lo sé. Los fanáticos son
los que hacen que el mundo gire, pero no estoy de humor para pegar una
sonrisa falsa y firmar un montón de mierda. Solo me enfadaría más y en
este punto (a un comentario de un cargo de asalto), no creo que esa sea
una idea inteligente.
Un auto me espera afuera y como el ninja que soy, salto adentro,
completamente inadvertido. ¡Puntuación uno para Von Bremen! Instruyo
al conductor hacia la casa de Ans, apenas reconociendo su sonrisa
profesional, mi humor ya mejorando.
La casa de Anniston está a casi una hora del aeropuerto. Han
pasado dos días desde que tuve más de cuatro horas de descanso sólido.
Mi ansiedad y TDAH han estado fuera de los límites hoy, preocupándome
por la fría evasiva de Anniston. Este tipo de mierda no me ha sucedido
en meses. Normalmente, puedo dormir durante al menos seis horas con
todo el esfuerzo excesivo que exhibo en el campo. No esta vez, sin
embargo. Esta vez, he permanecido despierto, caminando de un lado a
otro cada dos horas, pensando en escenarios locos con respecto a por
qué sus llamadas han disminuido. Tiene que parar. Ver a Anniston será
bueno. Conseguiré mis respuestas. Necesito respuestas.
Aprovechando la oportunidad de ponerme al día con algo de sueño
muy necesitado, me recuesto tanto como era posible en el asiento trasero,
y meto una mano en mis pantalones. ¿Qué? Es cómodo. Mis ojos
parpadean hasta cerrarse mientras deseo que el sueño se apodere de mí.
No lo hace. Una hora molesta más tarde, el auto se detiene en la
plantación. Estoy hambriento, cansado, y ahora un poco hostil. La
77
plantación no ha cambiado desde la última vez que estuve aquí. Su
pintura blanca gastada se encuentra envejecida, el porche un poco
chapucero, pero es un hogar para mí. Mucho más que mi propio ático en
Atlanta.
Después de pagarle al conductor, subo las escaleras, con la
intención de entrar a la casa y darle a la Señorita-No-Puedo-Venir-A-Tu-
Partido una lección de amistad que terminará con ella inclinada sobre
mis rodillas, y corro directamente hacia una puerta cerrada con llave.
Eso es extraño. Anniston nunca cierra con llave la puerta. Sí, es una
completa idiota sin ninguna consideración por su propia seguridad. Pero
es sexy, así que me quejo con ella, y lo dejo pasar.
Busco por ahí mis llaves, pero me detengo cuando escucho pasos.
—¡Ans! ¡Abre la puerta! —grito, esperando salvarme de tener que
dejar mi bolsa para averiguar qué llave es. No la he usado en… bueno,
nunca.
Silencio. ¿Qué mierda está haciendo ahí adentro? Golpeo la puerta.
—¡Qué mierda, Ans! ¡Abre la maldita puerta! —Pasos de nuevo.
Está bien, ella realmente está empezando a enojarme ahora.
»¡Anniston! —grito mientras le doy un par de golpes más a la puerta
antigua.
La puerta se abre abruptamente justo cuando arrojo mi bolso,
preparándome para sacar mis llaves.
—¿Theo? —Mi kriptonita se encuentra segura en la rendija de la
puerta, pareciendo extrañamente nerviosa—. ¿Qué estás haciendo aquí?
¿A quién mierda está esperando? Sonrío, mientras le echo un
vistazo, buscando cualquier signo de desorden. Sus pequeños pantalones
cortos de licra se encuentran sobre sus muslos, exprimiendo sus
músculos, mientras su camiseta sin mangas suelta se ha deslizado de su
pequeño hombro, solo muriendo porque alguien la quite. Quédate
tranquila pequeña camiseta sin mangas, papi está aquí. Luce perfecta.
—Hola, hermosa. —Mi voz es casi un maldito ronroneo.
Arquea una ceja. Sabe que algo está pasando. Bueno, ojo por ojo,
Ans. Te mostraré el mío si me muestras el tuyo.
Borro el ronroneo de mi garganta.
—Me duele el hombro. Necesito que lo mires y llames a Bellamy. —
La encaro y comienzo a empujar la puerta. Su masa sólida no se mueve.
¿Qué demonios?
Entorna los ojos, totalmente sin creer mi historia.
—¿En serio? ¿Te duele el hombro y no me llamaste de inmediato?
Después del largo día que he tenido, no estoy de humor para las
veinte preguntas. Espeto, incapaz de controlar mi enojo:
—¡Sí! ¿Eso es un problema, doctora McCallister? Creo que te pago
78
para estar disponible. ¿Eso ha cambiado? —Es algo imbécil para decir,
pero me encuentro en mi límite.
Permanece en silencio y enojada, su mirada fulminante
prácticamente quemándome el rostro.
—¿Puedo entrar, o vas a examinarme aquí afuera?
Se muerde una mejilla. Por lo general, eso indica que se muerde
para evitar hablar. Me encuentro preparado para su arremetida verbal,
mientras me paro con la cabeza bien alta y me encuentro con su mirada
fulminante, retándola. Se apoya contra la puerta por el jodido minuto
más largo. Finalmente, respira hondo y abre la puerta.
No me pierdo la renuencia grabada en su rostro. Maldita sea. ¿Cuál
es su problema?
—Gah. Finalmente. Estás actuando tan extraño hoy.
Empujo a través de la pequeña abertura entre su cuerpo y la
puerta. No me atrevo a preguntar si tiene síndrome pre- menstrual
porque la última vez que lo hice, no me fue bien. Me dio un puñetazo tan
fuerte que me dejó un hematoma durante una semana.
En el interior, la casa huele a cielo mantecoso, azucarado. Oh,
jódeme, ¿está haciendo panqueques para la cena? Mi boca comienza a
hacerse agua solo pensando en la bondad del suero de leche.
—Por favor dime que estás haciendo panqueques y no es una de
esas malditas velas que huelen a ello.
Resopla.
—Panqueques. ¿Tienes hambre?
Siempre tengo hambre y lo sabe. Camina hacia la cocina, mirando
por el pasillo de vez en cuando. ¿Por qué está actuando tan nerviosa? Me
está poniendo nervioso. Agitado, lanzo mi bolsa de lona pesada hacia el
banco del pasillo, su gran peso meciendo toda la pieza. Oops. Compruebo
si Anniston lo captó, pero está ocupada volteando los panqueques.
¡Maldita sea! ¡Jodidos panqueques! Ya me siento mejor. Me acerco
despacio, envolviendo su pequeño cuerpo apretado en mis brazos y coloco
un beso casto en su cuello. Un pequeño gemido bajo se escapa de ella.
—¿Qué has estado haciendo, hermosa? —pregunto suavemente,
mordisqueando el lóbulo de su oreja—. He estado obteniendo silencio
radiofónico.
Se da vuelta, envolviendo sus manos alrededor de mi cuello
mientras vuelvo la cabeza y planto besos suaves en sus labios. Se
encuentra tensa y no responde. Presiono otro beso en su frente.
—¿Pasa algo malo?
Niega y deja escapar un suspiro de resignación.
—Necesito decirte algo.
UH oh. Ese pozo de terror vuelve a la superficie. Fuerzo una
79
sonrisa.
—¿Qué es?
Se muerde el labio inferior.
—Yo, uh, he estado ayudando a un amigo.
¡Gracias al cielo! Un amigo. Puedo vivir ayudando a un amigo.
—Sin problemas —respondo alegremente.
Niega con una pequeña mueca.
—Ha tenido mala suerte y necesitaba mi ayuda.
La ansiedad está de regreso. Conozco a todos sus amigos,
especialmente a los chicos. Y sé con certeza que no tiene otro amigo,
aparte de mí. Tiene socios, pero no amigos, y ninguno de sus socios ha
visto tiempos difíciles. Tengo Facebook, solo porque soy un jugador
profesional no significa que no acoso jodidamente su página de Facebook.
Tengo descanso.
—Un amigo —confirmo.
Asiente y me siento perdido sobre qué decir. La suelto y paso las
manos por mi cabello. Solo le preguntaré. No seré un cobarde al respecto.
—Ans. ¿Estás viendo a alguien? ¿Es eso? —Ahí. ¿Ves? Todo
pelotas, no cobarde aquí.
Niega rápidamente.
—No. Absolutamente no. Es solo un amigo. Lo juro. Necesitaba mi
ayuda y no podía no ayudar. —Se le quiebra la voz en la última parte.
Ella y su maldito gran corazón. La tensión en mis hombros es
inconfundible. Los ruedo por algo que hacer para que no vea cuánto me
ha molestado.
—Bueno. Entonces ¿por qué no me has dicho? —Sé que todavía
está ocultándome algo. No es su estilo estar nerviosa.
Su mirada fija vaga hacia mis zapatos.
—No te gustará.
No me gusta ya. Su comportamiento es impropio y está
volviéndome jodidamente loco. Quien quiera que sea este "amigo", estoy
seguro de que lo odio. Y ella jodidamente lo sabe.
—Estoy seguro de que no lo hará, pero ¿por qué no sigues adelante
y arrancas la tirita? El suspenso está crispando mis nervios.
Asiente.
—Tienes razón, simplemente terminemos con esto.
Santa mierda. Esto debe ser enorme. Con las manos aseguradas
en mis bolsillos, me encuentro con sus ojos.
80
Estás bien, Theo. Lo que sea que diga, estarás bien. Hay otras chicas
ahí afuera. ¿Y qué? La cagaste. Lección aprendida.
Joder, eso no está ayudando.
—Es un veterano. Lo encontré la semana pasada, con hipotermia,
en una zanja. Creo que no tiene hogar. Y estoy ayudándolo a volver a
ponerse en pie.
Me ahogo. Literalmente, me ahogo. ¿No tiene hogar? ¿Se ha vuelto
malditamente loca?
—¡Ans! ¿Estás loca?
Estoy furioso. ¿De verdad trajo a un vagabundo aquí para jugar a
la casita?
—¡Pudiste haber sido asesinada!
Niega en desacuerdo, pero eso no detiene mis gritos.
—O asaltada. ¡O peor que eso, violada! —Comienzo a pasear. Es
difícil concentrarse en algo cuando mi cabeza se mezcla de esta manera.
¡Mierda! ¡Un hombre sin hogar!
Cierra sus cálidas manos alrededor de mi cintura.
—Estoy bien, Teddy. —Su voz apenas es un susurro.
Está tratando de calmar el furioso infierno dentro de mi cabeza. No
funciona. Intento liberarme de su abrazo pero ella se mantiene firme.
—No hagas esto —exige, su voz firme—. Soy un adulto. Estoy bien.
¡Está bien! Ella podría haber estado en un charco de su propia
sangre durante un mes entero. ¡Nadie hubiera sabido que estaba
albergando a un extraño!
—¡Esta es la cosa más estúpida que has hecho alguna vez! —grito.
Alejándome de su agarre, la empujo, buscando a este imbécil que
se aprovecha de mi increíblemente chica idiota. Con el cuerpo tenso,
busco en la sala de estar, lanzando mantas y revistas a mi paso solo para
quedar como un imbécil.
—¿Dónde está? —grito, arrojando uno de los guantes que dejé en
la mesa la última vez que estuve aquí. Fallo al pegarle al televisor por
unos centímetros—. ¡Dime dónde está, Ans!
Me encuentro desquiciado, dando pasos firmes por el pasillo como
una bestia cuando ella se para frente a mí, una barrera entre yo y el baño
de invitados.
—¿Qué haces? —digo con burla mientras me giro hacia ella. Su
labio inferior comienza a temblar. La estoy asustando. Bueno. Debería
estar asustada. Apenas estoy conteniendo mi furia en este momento. Se
lanza hacia la puerta del baño cuando ve que mis ojos siguen la luz que
viene de abajo. 81
—¿Se encuentra allí? —La aparto, intentando poner una mano en
el picaporte primero. Antes de que cualquiera de nosotros pueda
moverse, la llave de la puerta se abre.
El vapor sale por la entrada cuando un hombre de cabello oscuro,
vestido solo con una toalla blanca, ocupa la entrada.
—¿Está todo bien, comandante?
¿Comandante? ¿Qué clase de juegos sexuales están jugando? Me
comienza a doler la mandíbula. Necesito enviarle un mensaje de texto a
Thad y advertirle que estoy a punto de ir a la cárcel y de perder mi puesto
en las Ligas Mayores.
—¿Comandante? —digo mientras me aclaro la garganta, mirando
a este nuevo hombre en la vida de Anniston.
El "veterano" devuelve mi mirada y sale del baño con fiereza en los
ojos. Con pasos vigorosos, me alcanza en segundos, pero antes de que
pueda poner una mano sobre mí, Anniston interpone su cuerpo entre
nosotros.
—Estoy bien, Cade. Este es Theo —explica con una mano sobre su
pecho—. Se encuentra un poco sorprendido, eso es todo. No me hará
daño. —Me mira—. ¿Verdad que no lo harás, Theo?
Joder, sí, lo haría. Tengo ganas de gritarle por ser idiota. Pero la
supervivencia se establece cuando encuentro los ojos del gigante. Su
pecho está muy marcado por cicatrices mientras toma respiraciones
lentas y constantes, con las manos a los costados, preparado para una
pelea. Este hombre ha visto la batalla. No dudo que haya matado.
Sabiendo cuándo retirarme, levanto las manos en señal de
rendición.
—Nunca —respondo a su pregunta con confianza—. Nunca te
lastimaría.
Ella sonríe y se vuelve hacia la bestia.
—¿Ves? Estoy bien. —Le da un pequeño empujón en el pecho—.
¿Por qué no te vistes y nos sentamos todos a cenar?
Él no se mueve ni reconoce su pedido. Sus ojos están centrados en
mi rostro, amenazante. Levanto una ceja como para sugerir que es un
coño por recibir órdenes de Ans, y da un paso amenazante hacia mí.
Anniston le da otro empujón.
—Vete a vestir, Cade. Lo tengo.
Él aparta sus ojos de mí y observa una vez más a Anniston.
¿Verificando que se encuentre ilesa? Ella le acaricia la cara y le da "mi
sonrisa". ¡Mi maldita sonrisa! Él asiente en un silencioso acuerdo y se
retira a la habitación de invitados.
—Voy a golpearte el culo —le digo tan pronto como la puerta se
cierra.
Luce agotada por toda esta dura prueba.
82
—Vamos, cuéntame sobre tu hombro —dice, pasando a mi lado,
aparentemente lista para el enfrentamiento.
Oh diablos, no.
—No hemos terminado de hablar de esto —le grito a su retirada.
—Más tarde. —Es todo lo que dice.
Puedo vivir más tarde si tengo que hacerlo.
Permanezco en silencio durante la cena en su mayor parte.
Anniston charla sobre mis estadísticas y mi carrera como un padre
demasiado afectuoso. Me cuenta cómo se conocieron Cade y ella y sobre
el increíble carpintero que es. Aparentemente, ellos, es decir, juntos, han
estado reparando la cubierta posterior de la casa que lo necesitaba
desesperadamente. Ella se ha tomado tiempo libre de su trabajo a tiempo
parcial en el hospital para aclimatar a Cade.
Mi estómago se agria cada vez que ella le sonríe. Cade y yo hemos
recurrido solo a asentimientos y gruñidos cuando ella trata de entablar
una conversación. De lo contrario, estamos lanzándonos dagas el uno al
otro, trazando muertes y perspectivas de entierro discretos. Termino mis
panqueques en un tiempo récord, solo comiendo dos en lugar de los diez
que planeé, gracias a las revelaciones de Anniston.
Cade la ayuda con los platos mientras yo no puedo evitar fruncir el
ceño y hacer pucheros en la mesa. Ella nunca me pidió ayuda con los
platos. De acuerdo, siempre tuvimos un ama de llaves cuando vivíamos
juntos, pero aun así, ¿no puede preguntarme?
—Theo, ve a cambiarte y encuéntrame en mi oficina.
Le brindo una mirada que solo puede interpretarse como una
negativa firme. No hay forma de que la deje sola con este tipo.
Ella pone los ojos en blanco, secándose las manos con el paño de
cocina.
—Cade. Necesito revisar a Theo en la oficina. ¿Crees que podrías
terminar esto por mí?
Él asiente y le sonríe.
Me pongo de pie, listo para saltar, cuando Anniston me agarra del
brazo y me lleva a rastras por el pasillo. Permito que me lleve a su oficina,
que básicamente es una pequeña sala de examen. Su verdadera oficina
es lo que llama biblioteca.
La sala de exámenes está equipada con toda la tecnología más
reciente y actualizada que el dinero puede comprar, gracias a su servidor.
La decoración es, por supuesto, varios trofeos, imágenes, camisetas, etc.
de mí jugando a la pelota en los últimos años. Mi chica se siente
orgullosa, y eso hace que mi estómago haga todo tipo de cosas extrañas.
—Desnúdate, Von Bremen, y súbete a la mesa —dice golpeando la
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mesa como si fuera una especie de cachorro que necesita orientación.
Le doy una mirada fea pero me quito la camiseta. No quiere decir
que me desnude. No todavía, de todos modos.
—Entonces, ¿qué está pasando? —pregunta, lavándose las manos
en el fregadero cercano.
Me siento sobre la mesa y me encojo de hombros.
—No mucho. Lancé algunos pases descuidados hoy, pero estaba
distraído. —Por ti, es lo que quiero decir.
—Entonces, ¿estás diciendo que tu hombro se encuentra bien, y le
mentiste a Bellamy para poder venir y espiarme?
Sí. Así es.
Asiento, dándole una pequeña sonrisa.
—Más o menos.
Sacude esas trenzas rubias y se ríe.
—Dime lo que necesito decirle a Bellamy. ¿Cuántos días necesitas?
¡Joder, sí! ¡Esa es mi chica!
—Creo que necesito al menos unos días, doc, para PT12.
Exasperada, levanta el teléfono, llama a Bellamy y procede a darle
una mierda de jerga médica que yo no entiendo. Lo escucho gritar en la
línea después de que deja caer la bomba de que me está manteniendo
para PT durante una semana, tal vez más. Es evidente que él no está de
acuerdo con su evaluación. Me dice:
—Me la debes.
Asiento. Lo hago.
Cuelga después de otro minuto, cortando lo grosero que Bellamy
estaba siendo.
¿He mencionado cuánto amo a esta chica?
—Frente a la pared. Quiero echarle un vistazo a tu hombro ya que
tuve que mentirle a tu entrenador.
Bien por mí. Me giro, mirando en la dirección opuesta, mientras
sus suaves dedos suben y bajan por las líneas de músculos en mi
hombro. Me estremezco cuando presiona un punto en particular.
—¿Eso duele?
—Un poco. No está mal. Probablemente solo duela.
Emite un gemido en respuesta, levanta mi brazo y presiona
nuevamente. Esta vez me hace estremecer.
—Está bien, entonces eso duele un poco más —admito.
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—Hmm. Estiremos un poco mañana y veamos cómo funciona eso.
Estoy de acuerdo con los ejercicios de estiramiento mientras frota
crema analgésica en las áreas doloridas.
—Bien. Subamos las escaleras. Estoy cansada.
Me giro rápidamente para mirarla, mi energía renovada.
—Demonios, sí.
Me corta con la mirada pero no dejo que me moleste, porque estoy
a punto de arrasar con esta pequeña chica hasta que Cade pueda
escuchar el último de sus gritos.

12 PT: periodo transitorio.


Anniston
LOS CHICOS SIEMPRE SERÁN CHICOS

Traducido por MadHatter,


AleVi & astrea75

—¿Esta noche de qué tienen ganas?


Paseando por los pasillos de nuestra tienda de abarrotes local, miro
a los hombres guapos mirándose el uno al otro. Han pasado siete días
desde su presentación. Me gustaría decir que se caen bien y tienen una
relación entre hombres épica, pero eso sería una completa y absoluta
mentira.
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Cade y Theo chocan en cada esquina. Theo quiere jamón, Cade
prefiere el pavo. Theo quiere ver béisbol, Cade quiere ver fútbol.
Entiendes la idea. La peor parte es que a Theo realmente le gusta el fútbol
y el pavo, pero preferiría arrastrarse sobre las brasas antes de admitir
que tiene algo en común con Cade. Y tienen mucho en común.
Mi pobre hogar actualmente sirve como un campo de batalla de
testosterona. La tensión es tan densa que te juro que puedo probarla.
Theo ha insistido en que he ayudado lo suficiente a Cade y que está listo
para irse. Incluso le ha ofrecido una cantidad absurda de dinero para que
comience su camino. Está convencido de que no quiere que Cade viva
conmigo una vez que regrese a su equipo, que es dentro de dos días. Theo
ha sido un problema, por decir lo menos.
Cade ha reaccionado mucho mejor que Theo, pero eso no dice
mucho. Por lo general, cualquiera se comporta mejor que Theo. Es solo
un hecho. Gruñidos sutiles y varios enfrentamientos ha sido lo único que
ha dejado caer Cade. Él se aclimató bien a vivir conmigo. En este punto,
ya pasó casi un mes. No puedo imaginar que se mude. Sigo buscando
excusas para los dos hombres sobre la razón por la que es imprescindible
que Cade se quede conmigo. Cade ya no discute mucho sobre eso,
especialmente con Theo alrededor.
Al darme cuenta de que ninguno ha respondido a mi pregunta
anterior, los miro para verlos pecho con pecho, con los puños apretados
a los lados. Theo es unos centímetros más bajo que Cade, pero no podría
verse más sexy, completamente enojado, al ras contra el pecho de Cade.
El idiota de Theo siempre me ha atraído. No me corresponde mucho, pero
cuando lo hace, nunca terminamos con una mala nota, si sabes a qué
me refiero.
Para cada uno, ¿verdad?
Actualmente, ese imbécil, con la gorra de béisbol hacia atrás, el
pecho agitado, está provocando una situación incómoda en mi ropa
interior. Una que solucionará tan pronto como lo lleve a casa.
—¡Theo! —lo reprendo. Él no vacila, pero sé que el bastardo me
escucha—. ¡Cade! —Me acerco a sus figuras inmóviles, enfadada porque
están haciendo una escena en la maldita tienda de comestibles. Agarro
el brazo de Theo y lo alejo de Cade. Me lo permite porque sabe que es lo
mejor.
—Les pregunté, idiotas, qué querían. No estoy de humor para
seguir repitiéndome. —Suelto a Theo una vez que hay espacio entre ellos,
luego le agarro la cara, obligándolo a mirarme. Arqueo una ceja y espero
su respuesta.
Exhala y se libera de mi mano, lamiéndose el labio inferior con un
brillo seductor en la mirada.
—Creo que me siento un poco deprimido, doctora McCallister. —
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Palmea su entrepierna, meneándola un poco—. ¿Qué pasa si aceleras
esta mierda de compras para que puedas encargarte? —Mira a Cade y le
guiña un ojo antes de decir—: De rodillas.
Querido Dios.
Un gruñido es el único sonido que hace Cade antes de impulzarse
contra Theo.
—¡Basta! —Miro a ambos hombres empujándome como si fueran a
derribarme sin pensarlo dos veces—. ¡Ambos, deténganse!
Primero presiono a Cade, Theo se ríe entre dientes como si
encontrara divertida esta farsa.
—Solo ve a buscar hamburguesas. A nadie le importa una mierda.
—Theo retuerce la comisura de sus labios mientras me fulmina con la
mirada, sus ojos carentes de humor.
No lo golpees. Necesita trabajar. Pero maldita sea si ese jodido tic
en sus labios de imbécil no me envía directamente al borde. Ignorando
su comentario, miro a Cade, quien todavía tiene sus ojos fijos en Theo.
¿Qué mierda los tiene tan acelerados?
—Cade —repito, tratando de llamar su atención.
Finalmente, su mirada se dirige hacia la mía. Sus ojos verdes están
teñidos de rojo. Oh, oh. Alguien no ha estado durmiendo. Otra cosa que
necesito manejar cuando llegue a casa.
Se aclara la garganta.
—Hamburguesas está bien.
Miro al cielo. No, no hay ángeles caídos. Miro detrás de mí. Nada
de zombis, todavía. ¿Acaso estuvieron de acuerdo y el mundo no ha
llegado a su fin?
Una esquina de mi boca se contrae y dejo que mis labios se
detengan en una sonrisa en toda regla.
Theo pone los ojos en blanco.
—No empieces —me regaña mientras camina hacia adelante.
¡Ja! ¡Ellos están de acuerdo! Es un milagro. Miro a Cade, quien
observa la espalda de Theo.
—¿Qué está pasando? ¿Theo es un idiota? —pregunto,
genuinamente preocupada por su comportamiento.
Cade no me responde, lo cual no es raro. Lo agarro del codo,
impidiéndole escapar y él mira mi mano.
—Respóndeme —le pido gentilmente.
Niega.
Oh, oh. Hoy no. Levanto las cejas con incredulidad ya que me está
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desafiando.
Suspira.
—Estamos bien. Solo estableciendo límites.
¿Límites? ¿Qué demonios significa eso?
Abro la boca para responder cuando me interrumpe.
—Déjalo ir, Comandante. —Su rostro es tan serio que decido
obedecerle. Esta vez. Pero es mejor que Theo no lo asuste.
Theo se va, a hacer quién sabe qué, mientras que Cade y yo
metemos una mierda de comida en el auto, tanto que nos ganamos
algunas miradas. En las cuatro semanas que ha estado viviendo conmigo
ha engordado, ya no luce demacrado. Sus antebrazos sobresalen
mientras maniobra el carrito por los estrechos pasillos. Su cabello está
cortado, y su trasero se encuentra embutido en sus pantalones
deportivos. Mi Cade se ha vuelto bastante sexy, si tengo que decirlo.
Le sonrío a la mujer que actualmente le mira boquiabierta el culo.
Ella ha estado sosteniendo ese tarro de mantequilla de maní durante
cinco minutos.
—Proteínas y sentadillas —le digo, y ella se sobresalta y hurga en
el recipiente. Le guiño un ojo y golpeo a Cade por detrás. Oh sí.
Definitivamente las sentadillas y el hecho de que no tenía mucha grasa
para empezar. Hemos estado desarrollando algunos músculos en esos
glúteos.
Cade salta ante mi acoso y se da vuelta, dándome su mirada
característica.
Me encojo de hombros y me burlo:
—Solo establezco límites.
Suelta una carcajada.
—¿Acabas de azotarme, Comandante?
La señora de la mantequilla de maní parece mortificada, metiendo
su carro en una sección de fútbol y se aleja de nosotros, los bichos raros.
—No hice tal cosa, mayor Jameson. —Oh. Otra cosa que descubrí.
El sexy de aquí fue alguien importante en los Marines. ¡Un gran hijo de
puta! ¡Un rudo completo! Se mostró muy cerrado y no sé tanto como me
gustaría, pero eventualmente le sacaré el resto.
—Simplemente estaba dando consejos sobre mi compañero de
gimnasio. —Eh. Golpeé ese trasero porque puedo. No establezco límites.
—Ajá. —Se ríe. No me cree y está bien, porque es una mentira. A él
no le importa. Rompí esa mierda de la timidez la primera semana que
estuvo aquí. Todos tenemos las mismas partes. Un culo es un culo. Una
polla es una polla. Tal vez porque soy médica y veo tantos cuerpos
desnudos, simplemente me termino acostumbrando a ver gente en su
desnudez. Que te cubras como una monja y huyas a la siguiente
88
habitación solo me da curiosidad. Como, ¿qué es tan especial que lo
mantienes oculto? Es natural. Todos queremos saber qué hay debajo.
Cade realmente no aprecia mi actitud sin límites, pero ha
aprendido a lidiar con eso. Lo que no aprendió a manejar es la falta de
brújula moral y la flagrante desnudez de Theo. Es una línea muy fina con
Theo. Pedirle que se cubra solo alienta su mal comportamiento.
Es como cuando un niño tira la bomba de las malas palabras.
¿Jadeas y les dices que nunca digan eso? Claro, esa es una forma de
corregirlos. Tal vez lo dirán un par de veces más y lo corregirás también.
Con la repetición, el niño aprenderá que es algo prohibido. O podrías
ignorar al pequeño engendro, actuar como si no hablaran. No obtienen la
reacción que desean, por lo que no tienen ningún incentivo para volver a
decirlo.
Esto último funciona con Theo. Ignóralo, y le quitas la diversión a
lo que está haciendo. Si gruñes y lo acusas, como lo hizo Cade, lo repetirá
unas quince veces más, volviéndose más indecente en cada instancia. Ha
sido una semana larga.
—Comandante. —La profunda aspereza de Cade me aleja de la
Nutella y de mis pensamientos—. Su teléfono está timbrando.
Claro. Corro al carro y reviso el abismo, también conocido como mi
bolso. Sintiendo la vibración, lo tomo y respondo antes de echar un
vistazo a la persona que llama.
—Sí.
—¿Doctora McCallister?
Maldición. Bellamy.
—Entrenador Bellamy. ¿Cómo le está yendo? —¿Inapropiado? Sí.
¿Esa era mi intención? Sí, sí lo era. Bellamy es un bastardo y no albergo
amor por el hombre.
—Doctora McCallister, estoy llamando para preguntar sobre el
estado físico de mi jugador. —Oh. Mira quién es profesional hoy. Estoy
en el juego.
—El estado físico del señor Von Bremen permanece sin cambios.
Sin embargo, su fisioterapia ha mejorado su rango. Lo dejaré libre con
condiciones. —Una total mentira. El hombro de Theo le dolía,
probablemente muchísimo, pero se encuentra en excelente forma gracias
a mi experiencia de élite.
Continuando antes de que Bellamy pueda interrumpirme, le digo:
—Regresaré con él para controlarle el hombro después de cada
juego. ¿Supongo que la rotación no ha sido alterada? —Casi puedo
escuchar a Bellamy apretando los dientes, molesto.
—No. No lo ha hecho. Los veré a los dos el jueves.
89
Solo para molestar al pretencioso idiota, lo más alegremente que
puedo, le digo:
—¡Estamos deseando que llegue el día! —Dejo el teléfono en el
abismo, mi estado de ánimo oscureciéndose.
—¿Te vas? —Los ojos de Cade me cuestionan y parece
decepcionado.
¿Cree que voy a dejar su culo sexy aquí en casa?
—Nos vamos —aclaro, dándole un pequeño empujón al carrito,
instándolo a que se acerque a la caja registradora.
Theo viene dando saltos, luciendo como si hubiera hecho
travesuras. Oh, mierda.
—¿Qué hiciste? —le pregunto al idiota sonriente.
Frunce el ceño como si estuviera ofendido, y de inmediato pienso
lo peor.
—¿Escuché que mi entrenadora me va a acompañar a los rincones
del infierno? —Apenas puede contener una sonrisa ridícula.
—Asco —gimo, poniendo los ojos en blanco, y nos conduzco a los
tres a la salida.
Continúa, sin inmutarse por mi molestia.
—En serio, Ans. ¿Es lo que escuché?
—¿Qué estuviste haciendo? ¿Escuchando escondido entre los
estantes como un niño de dos años?
Se burla de la manera más adorable y lleva una mano a su corazón.
—No lo hice. Agarré algunos dulces y te oí hablar. Siempre eres tan
ruidosa.
Soy un poco ruidosa. No siempre, sin embargo. Lo culpo a Theo.
Tener que gritarle desde el banco mantiene mi voz elevada.
—Apuesto a que la señora Patsy, que estaba chequeando mi culo
en la farmacia, te escuchó.
Es ridículo. De ninguna manera la señira Patsy, nuestra
farmacéutica, está chequeando su trasero. Ella tiene 102 años.
—Bueno, entonces seguramente escuchaste que nosotros —señalo
a Cade y luego a mí misma—, te acompañaremos.
Frunce el ceño, lo que se convierte en un puchero completo.
Inclino la cabeza hacia un lado, desafiándolo a discutir.
No lo hace, solo mira a Cade y escupe:
—Recuerda, límites.
Cade asiente, pero además de eso no muestra ninguna emoción.
—Bien, ahora que todo está arreglado, llevemos esto a casa antes
90
de que se eche a perder.
Ambos hombres comienzan a acumular objetos en la cinta
transportadora en silencio.

***

Tener hombres andando por la casa es la bomba. ¿Alguien siquiera


usa esa frase todavía? ¿No? Oh, bueno, solo llámenme McCallister de la
vieja escuela. Hablando en serio. Estos chicos subieron las compras a mí
vehículo, las bajaron y después las guardaron en completo silencio.
¿Puedo tener una repetición? No puedo hablar en nombre de todas las
mujeres en el mundo, pero definitivamente me gustan los del tipo fuerte
y silencioso. Especialmente aquellos que limpian y guardan los
comestibles.
Siendo realista, sé que ambos están inmersos en sus
pensamientos. Theo no quiere que Cade venga a Washington y Cade no
quiere venir y ser sometido a la mierda de Theo. ¿Adivinen cuánto me
importa que ellos estén cómodos o no? Nada. Cero. Zilch.
Theo estará bien, solo está teniendo una pequeña rabieta.
Terminará y todo estará bien. Cade, por otro lado, pues tendrá que
aprender a tolerarlo. Si quiere quedarse conmigo, tendrá que hacer lo que
le pida. Además le hará bien salir y el club de pelota es una experiencia
única en la vida.
Los jugadores son divertidos y también son como mi familia.
Disfruto convivir con sus esposas y tirarles un poco de mierda a los
muchachos. Theo encaja bien. Es naturalmente encantador, pero le lleva
tiempo abrirse y dejar que veas al verdadero él en lugar de al idiota
playboy que le gusta que la gente vea.
Cuando lo llevaron por primera vez, me llamó gimoteando, diciendo
que no era para él y que regresaría a casa. Volé al siguiente día y
discutimos. Mucho. Y luego salimos y perdimos el tiempo con algunos de
sus compañeros de equipo. Fue divertido. Theo conoció a un par de tipos
y se animó. Me quedé por una semana, dándome cuenta de que
necesitaba aclimatarse a su nuevo equipo. Llegué a conocer a sus
compañeros y él también. Obviamente, se quedó, aunque me hubiera
encantado tenerlo de regreso. Pero es un exhibicionista. Necesitaba
hacerlo. Para su beneficio.
Por eso, regresar a la casa club es como reunirse con la familia.
Será divertido, una buena oportunidad para presentarle a Cade algunas
personas nuevas. Y será gratis para nosotros, de todas formas. Cortesía
de Von Bremen. ¿Está emocionado por tener que pagarle los gastos a
Cade para que venga a Washington? No. Pero comenzó a verlo a mí
manera cuando me arrodillé en la ducha, y succioné un sí de sus labios.
—¿Qué se supone que debemos decirle a los chicos? —Theo, quien
después de la ducha está descansando en la silla del patio más cómoda
91
que tengo, pregunta en voz baja. Afuera, en la cubierta posterior,
luchando contra las moscas, me acomodo, tratando de encontrar un
lugar más cómodo en esta silla de mierda que se está clavando en mi
espalda. Te estarás preguntando, ¿por qué Theo está en la silla más
cómoda y yo en la silla de mierda? Porque el papel vence a la roca.
Maldición.
—¿Qué quieres decir? —Bajo mis lentes de sol para ver a Theo. Se
le ha caído la gorra sobre la cara, ocultando sus ojos.
—Me refiero a cómo les explicarás el hecho de que esté allí. Contigo.
Con nosotros.
Qué gracioso.
—¿Por qué tenemos que darles alguna explicación?
El hace un sonido profundo en su garganta y se sienta, la gorra cae
descuidadamente al suelo.
—Porque es extraño, Ans y seguramente preguntarán.
Se está poniendo ansioso. Pero no cambiaré de opinión. Cade irá
con nosotros. Es mejor que Theo siga adelante y deje de hacer pucheros.
—Les diremos que estamos siendo aventureros y estamos
intentando un poco el ménage. —Trato de no reírme porque él está
hablando en serio.
Se muerde la mejilla, tratando de contener la risa. No funciona y
resopla de todas formas.
—Lo digo en serio.
—Yo también. Lo creerán.
—No.
—De acuerdo. Bien. Lo contrataste para que fuera mi
guardaespaldas.
Frunce el ceño como si fuera la cosa más estúpida que ha
escuchado.
—No. No es creíble.
Soltando un suspiro, miro hacia el cielo en busca de pistas. Está
siendo tan llorón sobre el tema.
—¿Es un estudiante de medicina haciendo una investigación de
medicina deportiva?
Theo permanece en silencio. Punto para McCallister. Lo reflexiona
un momento antes de asentir.
—Creo que eso podría funcionar.
—Por supuesto que va a funcionar, tonto. —Bajo los lentes sobre
mis ojos y me recargo otra vez—. No quemes las hamburguesas.
—¡Mierda! 92
La silla hace un ruido como si la golpeara en su prisa por
levantarse. Me río. Siempre quema las hamburguesas.
—Estamos bien —grita.
—¿Qué tan quemadas están? —le grito de regreso.
—No lo están. Te dije que estamos bien. —Su voz se escucha cerca.
Abriendo los ojos, veo que trae un plato lleno con hamburguesas de carne
molida perfectamente hechas.
—¿Cuántas hiciste? —pregunto con horror.
Se encoge de hombros.
—Soy un chico en crecimiento.
—Solo con una de esas tendré que salir a correr como el infierno
mañana. —Mantengo la puerta abierta para que entre con el plato de
hamburguesas.
—Ese es un problema de mañana —dice con un guiño.
Esta es la razón de por qué necesita dos entrenadores. Es bastante
incontrolable. El entrenador de su equipo una vez me llamó para
preguntarme la forma de incentivarlo para que salga de sus límites. Eso
es fácil. Theo opera con miedo y placer. O le niegas el orgasmo o le das
una mamada. Ambos funcionan. Su entrenador no apreció mi
sugerencia.
Cade se ha instalado en la cocina cuando entramos. Los
condimentos, la lechuga, los tomates y la cerveza se extienden en
anticipación de las hamburguesas.
—Mmmm... —gimo—. Huelen como si en realidad pudieran ser
comestibles esta vez, Von Bremen.
Me muestra el dedo medio mientras rebusca en la nevera.
—¿Dónde está mi salsa picante?
Yuck. Arrojé esa mierda el otro día: estaba fabricando penicilina.
Me dirijo a la mesa y empiezo a hacer mi plato.
—Creo que Cade usó lo último —miento.
La puerta del refrigerador se cierra.
—No lo hice —dice una voz áspera en mi oído.
Maldita sea, Cade. ¿No puedes mentir? Theo te odia, de todos
modos.
—Ella la tiró la semana pasada. Algo parecido a un pequeño animal
estaba nadando en la botella.
No puedo tener un jodido secreto en esta casa para salvar mi vida.
Puedo ver a Theo. Sus ojos se han vuelto todo bizcos.
—Te conseguiré un poco más. ¡Amigo! ¡Estaba creciendo el moho!
—¿Qué pasa si me gusta el moho? —dice bruscamente. 93
Oh, genial. Aquí vamos.
—¿Te gustaría que vaya ahora y te consiga más, princesa? —Llevo
las manos a las caderas. Él me imita. Es la batalla de la inmadurez.
Estamos parados de esa manera, no sé, medio minuto, ninguno
parpadea.
—Creo que puedo vivir sin eso. Esta vez —espeta. Maldito bebé.
Es una hamburguesa, no una alita caliente.
Pongo los ojos en blanco y termino de preparar mi hamburguesa.
Durante nuestro enfrentamiento, Cade hizo su hamburguesa y la
está mordiendo. Lo miro con furia y golpeo su silla a media mordida,
causando que se manche la cara de ketchup.
—Traidor —murmuro mientras me dejo caer junto a él.
Él me mira y lentamente limpia el ketchup de su mejilla. No estoy
segura de cómo interpretar la mirada, así que me encojo de hombros y
me siento a comer.
La hamburguesa de Theo está bastante sabrosa.
—¿Quién te enseñó a cocinar? —bromeo.
Theo levanta la mirada desde su plato con el ceño fruncido.
—Me estás poniendo nervioso.
No, no lo hago. Al ser la única madura en la casa, le respondo:
—También me estás poniendo nerviosa.
Nos miramos a los ojos por un minuto antes de que ambos
volvamos a comer. Cade es el primero en terminar e inmediatamente
comienza a trabajar en los platos. ¿He mencionado lo sexy que es un
hombre cuando limpia?
Terminando, me levanto y le doy mi plato con un rápido beso en la
mejilla.
—¿Quieres ir a correr en un rato? —pregunto, descargando el
lavavajillas.
—Por supuesto.
—Iremos cuando terminemos aquí. ¿Está bien?
—UH Huh.
Sabiendo que eso es todo lo que obtendré de él, termino con los
platos y me dirijo a mi habitación para cambiarme. Theo se encuentra
sentado en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos cuando
llego allí.
—¿No quieres correr conmigo? —pregunta con el rostro todavía
enterrado en sus manos.
Aww. Mi pobre y celoso muchacho. Sintiendo que necesito romper
la tensión entre nosotros, me tiro sobre él y caemos los dos al piso. Casi
me deja sin aliento.
94
Con Theo tendido sobre su espalda, me apresuro a subirme a
horcajadas. Acercándome más, le susurro a través de sus cálidos labios:
—Corrí contigo esta mañana.
Sujeta mis caderas con fuerza, moliéndome contra su dura
erección.
—Sabes que no comparto —gruñe en mi oído, acelerando su
ondulación.
Uh, oh. Alguien se siente amenazado. Los hombres son criaturas
muy simples. Alábalos, fóllalos, y ámalos, y ellos serán el mejor maldito
compañero que hayas tenido. Sin embargo, cuando haces esto a más de
uno, tienden a ser un poco territoriales.
La relación de Theo y mía no es complicada. Sé que me ama. Pero
hemos dicho y hecho cosas en nuestra amistad que nunca se podrán
deshacer. Lo que me asusta es admitir que esto nunca ha sido solo una
amistad para mí. Supe desde el momento en que lo vi que era para mí.
Él era / es mi persona. Lo amaba cuando mentía y decía que éramos "solo
amigos". Lo amaba cuando le decía: "Deberíamos ver a otras personas".
Y lloré cuando me dijo: "Está bien".
No soy idiota. Sé que me ama más que a un amigo, pero me dijo
hace años: "Solo somos amigos, ¿verdad?" Y mantenerme en la zona de
amigos hasta hace unos años lastimó mis malditos sentimientos y no me
he recuperado. Llámame pequeña perra, no me importa, pero hasta que
no tenga a Von Bremen de rodillas, adorándome solo a mí, le voy a
restregar esa frase en la cara hasta que se rompa. Hasta que admita que
nunca fuimos "solo amigos".
Entonces, espero y dejo que se agite a través de todos los
sentimientos que surgen por amar a alguien. Celos. Rabia. Felicidad.
Tristeza. Todos los días se va acercando, pero aún no es el momento.
—Hmmm… No recuerdo haber compartido mi cuerpo con nadie
más —lo tranquilizo, empujando con más fuerza su tensa polla.
Gime y nos da vuelta, tirando de su cremallera.
—Estoy a punto de follarte descaradamente justo ahora. Te lo
ganaste con toda esa mierda del Buen Samaritano.
Se quita los pantalones. Y está bajando mis mallas. Hunde un dedo
con fuerza, duele como una perra. Sin embargo, no importa, ahora está
tan perdido que ni siquiera es gracioso. Bestial, cambia entre duros
mordiscos y besos suaves a mi cuello expuesto. Está desquiciado.
Salvaje. Es tan jodidamente sexy verlo desmoronarse así.
—¿Te gusta esto? —gruñe, mirando mi sonrisa—. ¿Te gusta verme
jodido así?
Dos dedos.
Jadeo.
95
—Sí —admito. Me encanta romper esa actitud encantadora, de no-
doy-una-mierda.
Empuja sus dedos con más fuerza.
—Mierda. Es tan malditamente apretado.
Me quejo cuando roza ese lugar.
—Métela —ruego.
Empuja con los dedos unas cuantas veces más antes de que sienta
que su punta penetra mi entrada. Con una respiración profunda, empuja
con fuerza, provocando un grito de mi parte.
Todo su cuerpo está tenso cuando echa la cabeza hacia atrás en
éxtasis.
—Oh, cómo me encanta oírte gritar.
Cierro mis piernas alrededor de sus caderas, animándolo a cerrar
la boca y acelerar. Lo hace, estableciendo un ritmo constante, alternando
golpes profundos y superficiales. Comienzo a sudar, la euforia
empujando a través de la bruma del dolor.
—Estoy casi allí.
Golpea más fuerte, ansioso por robar mi orgasmo.
—Más profundo —gimo.
Se sienta, arrodillado, y acerca mi trasero para lanzarme sobre él
repetidas veces, los gloriosos músculos de esos hombros trabajando.
Encuentra mi clítoris con el pulgar y presiona, el impulso balancea su
pulgar en secuencia. Mi orgasmo golpea fuerte, y tan rápido que no tengo
la oportunidad de advertirlo. Cuando aprieto su polla, se dobla y ruge.
Agarrando mis caderas en una sujeción que provocará un hematoma,
golpea en mí, encontrando su liberación en segundos.
Nos quedamos allí, sudados y agotados. Solo dejo que me marque.
Le permito actuar como un perro alfa y orinar en todo su territorio. Él lo
necesitaba, sin embargo. Hubiese sido una mierda total el resto de la
semana si no lo hubiera hecho. Le acaricio la espalda rítmicamente,
dejándolo bajar de la adrenalina.
—¿Te sientes mejor? —bromeo.
—No.
Sujetando su rostro, coloco un dulce beso en sus labios. Sus labios
se entregan a los míos, suaves y dóciles.
—¿Me amas, Teddy?
Sus brillantes ojos azules se clavan en los míos.
—Sin ninguna duda.
Lo beso de nuevo.
—Entonces, soy toda tuya. No hay ninguna razón para compartir.
Nos miramos el uno al otro durante un momento.
96
—Vengo por ti, doctora McCallister. Me importa una mierda qué
excusas inventes esta vez.
Trazo la línea de su hombro, absorbiendo su confesión.
—Entonces te sugiero que traigas tu mejor juego, Von Bremen. Ya
terminé con los novatos.
Sabemos cuál es el resultado entre nosotros. Pero le daremos un
poco más de tiempo para crecer antes de que explotemos esta amistad en
pedazos.
Theo asiente secamente, liberando nuestros cuerpos. Tropezamos
dentro de la ducha y nos bañamos rápidamente en silencio. Estamos
demasiado cansados para cualquier otra cosa.
—¿Vas a estar bien si corro con Cade? —pregunto vacilante.
Después de la conversación cargada que tuvimos, me siento culpable
yendo inmediatamente a Cade.
Pasa una mano por su cabello, frustrado.
—Sí. Solo sé rápida, ¿está bien?
Asiento y me dirijo al armario para vestirme.
Cade
ODIO NO ES UNA PALABRA LO
SUFICIENTEMENTE FUERTE
Traducido por IsCris & RRZOE

—Si te atrapo, correremos otro kilómetro. —La voz de Anniston


atraviesa el aire primaveral.
Impulsando mis piernas con más fuerza, escucho sus pisadas
acercándose más. Este es su juego favorito. Tengo cinco minutos de
ventaja. Corremos por un total de diez kilómetros. Si en algún punto ella
me atrapa, agregamos un kilómetro extra. Las primeras veces fueron una
mierda, conmigo eventualmente mendigando misericordia entre ataques
97
de náuseas.
El mes pasado ha sido un mes que me transformó la vida, por decir
lo menos. Anniston y yo hemos desarrollado una rutina. Es cómodo. Se
siente como en casa. Cada vez es más fácil perderme en su mundo.
Excepto por las noches.
Cada noche, vienen las pesadillas. Grito tras grito. Explosiones. El
olor a sangre cobriza me quema la nariz. No puedo escapar de los sueños.
Incluso ella no puede hacer que se detengan. Noche tras noche,
viene a mi lado, me abraza fuertemente, susurrándome palabras
tranquilizadoras en el oído. Eso ayuda, pero no hace que se detengan.
Solo la píldora azul lo hace.
No merezco tomarla. Merezco sufrir. No merezco dormir
pacíficamente mientras mis amigos, mi equipo, se pudren en la tierra.
Finalmente, después de muchas noches tratando de consolarme,
sentándome junto a ella en la cama que ahora considero como mía,
admití lo que le sucedió a mi equipo.
—Fue la noche más fría que habíamos visto en meses. Habíamos
estado despiertos durante sesenta y dos horas cuando nos enteramos
que nuestro objetivo se encontraba dentro de un escondite de rebeldes.
Me sentí muy aliviado de poder entrar y hacer explotar al bastardo para
poder irnos de ese lugar infernal y regresar a casa. Nuestro periodo había
sido extendido por tres meses y estaba a punto de extenderse otros dos
hasta que atrapáramos a este imbécil. De todos modos, Brannon, uno de
mis oficiales más nuevos, buen chico, entró primero, y finalmente gritó:
“Todo despejado”. Estaba enojado porque habíamos perdido a nuestro
objetivo otra vez. Atrapado en mi enojo y frustración por otros tres días
bajo ese infierno, no vi que el gabinete estuviera abierto. Y cuando
escuché el distintivo pitido, ya era demasiado tarde. La casa de mierda
explotó conmigo y mis hombres adentro. Estuve inconsciente por un
tiempo, pero cuando volví en mí, fui capaz de arrastrarme hasta Brannon,
y sostuve su mano cuando la luz se desvaneció de sus ojos. Sabía que no
debía precipitarme así. Lo sabía mejor y les fallé. Su sangre está en mis
manos. Los maté.
Esa noche, le conté a Anniston mi verdad, y sin palabras ni juicios,
me tomó de la mano y me dio la redención.
—Déjame ayudarte, Cade. Puedes hacerlo bien ayudando a otros
como tú. Puedo darte la redención que anhelas. Vive para ellos, Cade. Sé
el Mayor que se merecen.
Nunca estuve de acuerdo de una forma u otra y no hemos hablado
de eso desde entonces. Ella me mantiene ocupado trabajando mi cuerpo,
empujándome más allá de mis límites. Es pura tortura, pero todos los
días veo regresar una pequeña parte del viejo yo. Y cada noche me
recuerda por qué ya no soy yo.
Sus pisadas se escuchan más fuertes. Me está alcanzando.
98
Acelerando el paso, corro más allá del granero, con la esperanza de
abrirme paso y obtener ventaja.
—Te veo —se burla por detrás.
Mierda. Ni siquiera suena sin aliento. Mis pulmones están en
constante estado de ardor. Aunque me encuentro en mejor forma que
antes, ni siquiera estoy cerca de su nivel de atletismo.
Esquivando el establo, giro a la izquierda y cometo el error de mirar
hacia atrás. No se encuentra allí. Confundido, disminuyo la velocidad,
mirando a mi alrededor. ¿Se cayó? Antes de que pueda decidir regresar,
recibo un duro golpe por detrás, el peso me hace perder el equilibrio y me
pone de rodillas.
—¡Te tengo! —grita—. Un kilómetro más, tortuga.
Maldición.
Me pongo de pie y me quito el polvo de las rodillas, dándole una
mirada penetrante.
—¿Tenías que taclearme como un maldito jugador de fútbol
americano?
Me sonríe con petulancia.
—Por supuesto. ¿Dónde estaría lo divertido si te hubiese alcanzado
como una chica normal?
Pero ese es el problema, ¿no? No es una chica normal. Esta chica
es un ángel. Lo juro. Y lo que hace con Theo es una maldita blasfemia.
Conocerlo en persona fue tan doloroso como pensé que sería. En
algún momento, me volví muy protector y posesivo con esta chica. Sé que
él fue su primero, pero cada día que estoy con ella me hace desearla aún
más.
La amenaza de Theo en la tienda me ha estado devorando y me ha
mantenido enojado todo el día. Quería estrangularlo allí mismo, en medio
del pasillo de los cereales. Pero la voz del ángel se filtró y lo dejé ir. Por
su bien.
Todo en lo que puedo pensar es que es hora de irme. Por mucho
que odie admitirlo, Theo tiene razón sobre una cosa: nunca seré lo
suficientemente bueno para ella. Tampoco lo es él, pero ya tiene un pie
en la puerta. Lo veo en sus ojos. Ella lo ama, incluso si él no se lo merece.
Sin embargo, ella es obstinada, y cada vez que menciono la
posibilidad de dejarla, se le ocurre algo con lo que necesita ayuda. Y
siendo el tonto que soy, acepto ayudar. Después de todo, le debo a esta
mujer.
Anniston sale del granero. Me apresuro a alcanzarla antes de que
regrese y agregue un kilómetro más. Mi nivel de energía está bajo por la
falta de sueño. He estado dejando la televisión encendida, con la
esperanza de que, si me despierto gritando, no me escuche ahora que ha
estado durmiendo arriba en su dormitorio real. Me sorprendió descubrir
que la primera semana que durmió en la habitación de invitados en el
99
pasillo fue para estar cerca de mí.
No lo pienses, Cade. Ella no es tuya. Pertenece a ese cabeza de
mierda.
Al doblar la curva, mi corazón cae. Anniston está de pie en la línea
de árboles, cruzando los brazos con una sonrisa engreída.
—Sabes, estoy empezando a pensar que solo quieres correr otro
kilómetro.
Sonrío y niego con la cabeza.
—No, estoy un poco cansado hoy. Tratar con Theo es agotador.
Su dulce risa se hace eco entre los árboles.
—Estoy de acuerdo. Aunque, te ves más que un poco cansado. —
Me da una mirada acusadora—. Te escuché anoche, pero cuando bajé.
La puerta estaba cerrada.
Dejo caer mi cabeza. Ella vino a mí. Vino a consolarme incluso con
el ganador de Cy Young13 en su cama.

13El Premio Cy Young es una distinción otorgada anualmente al mejor lanzador de las
grandes ligas.
—Lo siento —le susurro—. No quería molestarte con Theo aquí.
Se empuja del árbol y me rodea con sus pequeños brazos.
—No necesito recordarte lo importante que eres para mí, ¿verdad,
Mayor Jameson?
Mayor. No me han llamado así en mucho tiempo.
Anniston insiste en que soy y siempre seré un Mayor. Cuando
discutí y le dije que ya no me merecía el título porque no podía soportar
volver a fracasar en otro equipo, me dio unas palmaditas cariñosas,
ignorando mi admisión y dijo:
—Bueno, Mayor, soy su Comandante con bragas, pero puedes
llamarme Comandante. Bienvenido a tu nuevo equipo.
Cuando dijo eso, intenté con todas mis fuerzas no dejar caer la
humedad que se acumulaba en mis ojos. Cayó de todos modos. ¿Y sabes
qué hizo? Malditamente me dio un beso en la mejilla y se levantó,
retirándose a su habitación. Dejándome lidiar con todas las emociones
que acababa de despertar.
—Cade.
—¿Hmm? —Bajo la mirada a su pequeño cuerpo rodeando el mío.
No sé qué hice para merecer a una mujer como ella en mi vida, pero la
tomaré, no importa si es por poco tiempo.
—Dije que creo que necesitas descansar un poco.
Ni siquiera la escuché la primera vez. Tal vez necesito dormir un
100
poco.
—Lo siento.
—No lo sientas. Estás cansado.
Siempre la que perdona. Así es como Theo todavía está en escena,
apuesto. Él tiene que haberla jodido. De ninguna manera ha sido un
ángel con ella todo este tiempo.
—Quiero que tomes una píldora para dormir esta noche.
Niego.
—Estoy bien.
—Pues bien. Me alegra oírlo, pero aún la tomarás. —Siempre la
inteligente. Se aleja para mostrarme que es inútil discutir.
Suspirando, me rindo.
—Está bien.
—¡Genial! —Tira de mi mano, llevándonos a rastras colina abajo
hacia la casa.
Supongo que la carrera ha terminado sin el kilómetro extra.
Gracias a Dios. No sé si podría haberlo manejado hoy.
—Entonces, ¿vamos a ir a Washington con Theo? —No le había
preguntado nada desde que escuché su conversación con el entrenador
de Theo. A decir verdad, he estado tan nervioso de que se fuera sin mí,
que no quería traer mala suerte.
Sigo hablando de irme, pero en mi entender, realmente me gusta
vivir con ella. Sé que está mal y no me lo merezco, pero ¿qué puedo decir?
Soy un bastardo egoísta.
—Sí. ¿Estás emocionado? —Está saltando y balanceando nuestras
manos como una niña pequeña. Es difícil no sonreír cuando actúa así.
—Realmente no lo sé —admito con sinceridad—. Nunca he estado
allí y realmente no sé qué esperar.
Se burla y me desestima con un gesto de la mano como si eso fuera
ridículo.
—Es como cualquier otro lugar. Pero el equipo es divertido. Será
una buena experiencia para ti. Podemos llamarlo nuestras mini
vacaciones.
Me río de su tranquilidad con todo. Bueno, no todo. Ella puede
calmarse y darte un azote verbal como algunos de mis viejos sargentos
de instrucción.
—¿De verdad quieres que vaya contigo? —pregunto patéticamente.
No puedo evitarlo.
Deja de saltar, caminando hasta detenerse.
101
—Vas a donde yo voy. Somos un equipo, ¿recuerdas?
Asiento en señal de afirmación, demasiado ahogado para hablar.
Continúa saltando y murmura entre dientes:
—Deja de ser un idiota.
Esta chica. No es de extrañar que Theo luche hasta la muerte por
ella. Estoy empezando a pensar que yo también lo haría.
De vuelta en la casa, me ducho y me cambio. Theo está
descansando sobre todo el sofá, tomando cada centímetro de espacio que
puede. Qué cretino. Está mirando una grabación de un partido mientras
se come las galletas de mantequilla de maní que Anniston me hizo.
Respirando profundamente, cuento hasta diez. De acuerdo, más como
veinte. Me dirijo y me acomodo en el sillón reclinable. Preferiría estar en
el sofá. Comiendo mis malditas galletas.
Miro al hombre que ha sido un dolor en mi culo durante la semana
pasada. Me sonríe y se mete una galleta entera en la boca. Las migas se
caen de su boca, aterrizando en su impecable camisa. Con el bocado,
sonríe como un diablo y dice:
—Última.
Me tiembla la pierna. Me está tomando todo lo que tengo para
quedarme en este sillón reclinable. Quiero lanzarme hacia él y sacar la
maldita galleta directamente de su boca de chico guapo. No sabía que era
posible odiar a alguien tanto. Pero sí. Lo es. El chico de oro de Washington
es mi infierno personal.
Él gime ruidosamente con obvio placer. Ya sea por saber que me
molestó o por las seis deliciosas galletas que acaba de comer, no lo sé.
De todos modos, el odio se cuela en mis entrañas. Cuando limpia las
migas en el piso, mi paciencia vuela por la ventana. Me lanzo al control
remoto.
—¿Qué diablos? —Se pone de pie rápidamente, alcanzando mi
espalda, buscando el control negro.
Dando un paso atrás, sonrío. Empieza el juego, idiota.
—Devuélvemelo —exige en voz alta. Probablemente esperando que
la comandante escuche.
—Aquí está la cosa, campeón —pronuncio la palabra "campeón"
como si fuera el vómito de ayer—. Como ninguno de los dos irá a ninguna
parte, es mejor que cuadremos esta mierda.
Theo se cruza de brazos contra su pecho, sus ojos humeando de
odio. No es mi mayor fanático, eso es obvio. Pero ¿sabes qué? Me importa
una mierda Yo tampoco soy su animador.
—No me voy. —Metiendo el control remoto en mi cintura, me acerco
un paso—. Se lo debo a Anniston y no me iré hasta que ella me lo pida.
Entonces, ¿qué tal si lo superas y creces un poco? 102
Estrecha los ojos y se acerca un paso más, como si estuviéramos
repitiendo el incidente de la tienda de comestibles.
—Ella es mía —gruñe. Sería divertido si no pareciera que se
encuentra a un segundo de asesinar.
—¿Ella lo sabe? —Estoy golpeando al oso. Este pequeño hijo de
puta necesita ser puesto en su lugar. Anniston no pertenece a ningún
hombre. Eso es obvio. De acuerdo, ella y Theo tienen algún tipo de
relación. Simplemente no he descifrado qué tipo exactamente. ¿Es
entrenador y jugador? ¿Mejores amigos? ¿Folla amigos? ¿Novio, novia?
Necesito más tiempo para resolverlo, pero no dejaré que este imbécil me
intimide mientras tanto.
Tiene el pecho agitado. No creo haberlo visto tan callado antes.
—Sí, lo sabe.
—Hmm. Bueno, podría haberme engañado. —Le doy una pequeña
sonrisa, me encojo de hombros y comienzo a alejarme. Pero no puedo
dejarlo así—. Es posible que desees intensificar tu juego, porque estoy en
la cubierta y nunca me pierdo.
Antes de darme cuenta de lo que está haciendo, me taclea y me tira
al piso. Algo se rompe. Estamos rodando por el suelo intercambiando
golpes en el cuerpo como un par de paganos.
—¡Jódete! —gruñe Theo mientras me lanza un golpe en las
costillas.
El dolor se dispara a través de mi costado. ¿Acaba de romperme
una costilla? Libero mi brazo y lo golpeo en la parte inferior de la espalda.
Él ni siquiera gruñe.
Maldita sea. Para un atleta profesional, seguro que sabe cómo
manejarse solo. Estoy impresionado. Al acercarme para tratar de darle la
vuelta, soy sorprendido con una explosión de agua helada.
—¡Ahhhh!
—¡Ans! —El agarre de Theo se suelta y saltamos, tratando de evitar
el rocío helado.
—Ustedes idiotas quieren actuar como perros, entonces serán
tratados como tales. —Anniston se encuentra enfurecida en el fregadero
de la cocina, armada con el rociador.
Limpio el agua de mis ojos y valientemente la miro.
—¿Te queda algo de energía, mayor? —Apunta el rociador
directamente hacia mí.
Oh, mierda. Esto no pinta bien.
El pulverizador gira en dirección a Theo.
—¿Qué tal, Theo? ¿Necesitas un lanzamiento?
Theo niega lentamente. Parece un niño a punto de ser enviado a su
103
habitación.
Anniston agarra la toalla de mano y me la arroja.
—Limpien esto y cámbiense. Los quiero a los dos afuera en cinco
minutos. —Sale sin decir una palabra más.
—Jódeme —gime Theo y se pasa las manos por el cabello—.
Simplemente genial. Camino a ser imbécil.
—¿Yo? —me burlo—. Tú empezaste.
—Lo que sea. Ella está a punto de matarnos a los dos.
Asiento y empiezo a limpiar el agua. Theo toma otra toalla del cajón
y ayuda.
—¿Dónde aprendiste a luchar? —pregunto, curioso. Me tomó por
sorpresa.
Se ríe.
—No eres el primer tipo con el que tuve que pelear.
Ah. Probablemente ha hecho esto por años. Si me gustara un poco
más, me habría sentido mal por él, pero por desgracia, no lo siento.
Limpiamos el agua y nos apresuramos a cambiarnos. Me pongo
ropa deportiva porque sé que eso es lo que pedirá que hagamos. Anniston
cree que correr resolverá cualquier cosa. ¿Cansado? Corre. ¿Deprimido?
Corre. ¿Emocionado? Corre. ¿No puedes dormir? Corre. Lo tienes. Es
agotador vivir con alguien así. Pero no lo haría de otra manera.
Theo se sienta junto a mí mientras llegamos vacilantes al patio
trasero. Anniston está tumbada en la hierba, mirando la luna. El
estanque se encuentra iluminado por pequeñas luces en la glorieta.
Theo gime a mi lado. No le pregunto por qué. Debe ser malo.
—Chicos —vocifera.
Oh, mierda.
Avanzamos lentamente hacia ella, como si estuviéramos avanzando
hacia la guillotina.
—Es una hermosa noche para nadar. ¿No creen?
Hace sesenta grados. Creo que ese es el punto. Theo no habla.
—¿Por qué no entran? —No es una sugerencia.
Theo se quita los pantalones y bóxeres. Lo sigo mientras él se abre
paso en el agua. Claramente, se encuentra gélida, pero no hace ningún
comentario, solo cumple. Lo sigo silenciosamente. No quiero que me
enseñe.
El fondo del estanque es pegajoso. Se siente desagradable entre mis
dedos. Aparte de los pinchazos que se sienten del frío, es extrañamente
refrescante. No puedo ver hasta el fondo, pero pronto estará
completamente oscuro y no podremos ver nada. 104
—Quiero que naden juntos cien vueltas. Si uno falla, ambos
fracasan, y comenzaremos de nuevo.
Santa mierda. Miro a Theo. Sus ojos se encuentran fijos en los de
ella. Solo asiente. Mierda.
Ella hace sonar un silbato y Theo se sumerge bajo el agua. No creo
que haya nadado en años, pero me sumerjo e imito la técnica de Theo.
—Sigue así —sisea—. No quiero estar aquí toda la noche.
—¿Haces mucho esto?
—De vez en cuando.
—¿Qué significa eso?
Ambos jadeamos y solo damos tres vueltas. Esto consumirá
muchas fuerzas.
—Te lo dije. No eres el primero en intentar quitármela.
Pasamos por otra vuelta.
—Me hace esto cada vez que cree que he olvidado mi lugar.
—¿Tu lugar?
—Sí. Tenemos una relación complicada.
—Puedo decirlo.
Comienza a disminuir su ritmo. Gracias al cielo. Tengo los brazos
en llamas.
—¿La amas?
—Sí —admite.
—¿Están juntos? —digo entre brazadas.
Escupe una bocanada de agua.
—Estoy pagando por un error.
Bueno, eso es críptico.
—Mantente.
—Lo hago. Preocúpate por ti —retruco.
—Estoy bien. No quiero hacer otras cien vueltas porque estás fuera
de forma.
¿A quién le importa que haya estado muriéndome de hambre y sin
hogar? Empujando hacia adelante, sigo el ritmo, sin disminuir la
velocidad para que no pueda culparme si tenemos que hacer otra ronda.
Afortunadamente, no tenemos que hacerlo.
Anniston nos detiene cuando parece que estamos a segundos de
ahogarnos. Mis brazos parecen gelatina cuando subo a la orilla,
gorgoteando agua con un gemido. Theo no está mucho mejor, gateando
a mi lado, azul y temblando.
—Cincuenta flexiones. —Está mirando a Von Bremen.
105
Sin decir palabra, extiende las piernas y comienza a contarlas.
—¡Mayor! Dije cincuenta.
Me dejo caer, casi incapaz de mantener mi peso corporal. Apoyo a
Theo por llegar hasta aquí. Doy un fuerte golpe al suelo, colapsando en
un desastre. Estoy agotado. No puedo hacer nada más.
—Mayor. ¿Te sobra algo de energía?
Gimo un "no".
—Bien. Ve a la ducha. Subiré en un minuto.
Asiento y me arrastro hasta quedar sentado. Solo necesito un
segundo antes de caminar todo el trayecto de regreso a casa.
—¿Vas a vomitar? —Miro a Anniston, listo para responder, pero me
doy cuenta de que le está preguntando a Theo.
Theo sigue subiendo y bajando. El hombre es una maldita
máquina.
—Sí —gorgotea.
—Es suficiente —le dice.
Él yace en el suelo inmóvil hasta que ella lo pone de espaldas,
tomándole la cara como solo haría un amante.
—¿Estás bien?
Comienzo a sentir burbujear los celos.
Él asiente lo mejor que puede mientras ella lo sostiene.
Aproximándose, aplasta sus labios contra los suyos, tragándose sus
gemidos de placer.
Lo tomo como mi señal y salgo de allí.

106
Theo
ELLA NO ES MI COMANDANTE
Traducido por Emotica G. W,
UsakoSerenity & MadHatter

Anniston destroza mis labios como una leona hambrienta. Estoy


temblando de manera violenta, pero no me atrevo a decir nada. Me
encanta cuando ella es así. Hace que la tortura valga tanto la pena.
—Me vuelves jodidamente loca —murmura entre chupada y
mordida de mi labio inferior.
Deslizo una mano en sus mallas. Busco su calor húmedo, el cual
se encuentra goteando para cuando le introduzco un dedo.
107
—Te encanta.
Se detiene abruptamente, y desacelero mi dedo, esperando lo que
hará.
—Ve a la ducha. —Se aleja de mí y el aire frío me golpea el dedo.
Extiende una mano, ayudándome a levantarme, y caminamos
silenciosamente de regreso a la casa donde me separo hacia el baño,
inquieto por quitarme la ropa mojada.
—Regresa cuando hayas terminado —grita.
—Está bien. —Me castañetean los dientes de una manera muy poco
sexy.
Lleno el baño de vapor en poco tiempo. El agua caliente lava el día
cuando alguien golpea.
—La Comandante te quiere abajo.
Cade. Jodido Cade.
—Dile que bajaré cuando haya terminado.
Ella no es mi maldita Comandante. Bajaré cuando esté bien y
malditamente listo. La única razón por la que incluso jugué su pequeño
juego de natación es porque sé que se excita tanto que puede apenas
controlarlo. Y necesitaba quemar todas esas galletas que comí solo para
enfurecer a Cade. Ni siquiera me gustan las galletas de mantequilla de
maní. Ella había horneado de chips de chocolate para mí antes. Conservo
esas para más tarde.
La mirada en el rostro de Cade mientras tragaba a la fuerza esa
última galleta valió los kilómetros de natación. Sin embargo, tengo que
darle algo de crédito. Si la situación fuera al revés, él no habría tragado
esa última. No te interpongas entre la comida y yo. Especialmente mi
galleta. ¿Entiendes lo que digo?
—Lo que sea, hombre. Tu funeral.
¡Gah! ¿Aún está en la puerta? Lo ignoro, rezando para que se lleve
su trasero lameculos. Solo porque bajé la guardia un minuto no significa
que seamos amigos. Esa es mi jodida chica. O eres gay o una amenaza.
No hay ningún término medio con Ans.
Secándome lo más lento que puedo, finalmente renuncio y me
visto. Cade está sentado en la isla comiendo un sándwich cuando entro
a la cocina. Mmm. Espero que ella también me haya hecho algo.
—Ya era hora, Von Bremen.
Me encojo de hombros ante su comentario grosero.
—Se necesita esfuerzo para verse así de bien.
Intenta no sonreír. No funciona.
—Siéntate, guapo.
108
Hago lo que me dicen y me siento en la mesa, golpeteando con los
dedos la parte superior de cristal. Mi TDAH ha estado bastante mal desde
que el bueno de Cade llegó a la ciudad. No estoy durmiendo. Me siento
inquieto y ansioso todo el jodido tiempo. No es una buena combinación
para mis estadísticas de lanzamientos.
Anniston lo nota y me mira fijamente con curiosidad. Esbozo una
media sonrisa y no hago nada.
—¿Tienes hambre? —pregunta, dirigiéndose a la nevera.
—Sí.
Comienza a prepararme un sándwich. Ni siquiera tengo que decirle
lo que quiero. Lo sabe, pero comería lo que sea que pusiera frente a mí.
—¿Dónde están todas las galletas que hice esta mañana?
Siento una maldita sonrisa tirar de mis labios. Jaque mate, Cade.
—Las de chocolate que hiciste para mí están en el dormitorio.
El vaso de Cade golpea la isla. Con fuerza. Bufidos de risa escapan
de mis labios. Cade me mira fijamente con dagas en los ojos como si
veinticinco años en prisión valieran la pena a cambio de darme un par de
puñaladas. Le tiro un beso y su silla raspa el piso. Está a punto de
estallar.
Anniston, completamente inconsciente de su colapso potencial
continúa:
—¿Dónde están las de mantequillas de maní? Estaban todas en la
encimera.
No puedo evitarlo. Me doblo de la risa.
—¿Qué hiciste, Theo?
Su voz no es tanto enojada como divertida. Está acostumbrada a
mi mierda.
—Se las comió todas.
Soplón, soplón.
—Por eso estábamos peleando. —Gah. ¿Qué es esto? ¿Confesión?
—¡Theo!
Me espabilo para poner los ojos en blanco hacia Cade.
—Solo comí un par. —O veinte. Perdí la cuenta.
Empiezo a devorar mi sándwich antes de que pueda regañarme
más.
—Haré más. Me disculpo por su falta de modales —le dice ella.
Cade me sonríe. Imbécil.
Anniston se preocupa por Cade después de su confesión.
Asegurándose de que tome un suplemento. Le limpia el culo. De acuerdo,
109
eso no sucedió, pero ¡maldita sea! ¡Envíalo a la cama!
—Estoy cansado. No lo necesito —argumenta él.
Espera. ¿De qué me perdí? Anniston tiene los brazos cruzados
sobre su pecho, su expresión de nada-de-mierda dirigida a él.
—Solo por esta noche —negocia ella mientras desliza la temida
píldora azul sobre la encimera.
Él la empuja de regreso.
—Estoy bien.
Ella se la entrega de nuevo sobre la encimera.
—Tómala. —Mira hacia mí—. Tú eres el próximo.
Jódeme.
—También estoy cansado —discuto. Si Cade consigue discutir, yo
también. Odio las píldoras para dormir. Algunas veces son una necesidad
para alguien hiperactivo y que sufre de insomnio como yo. Anniston ha
calculado pequeños cambios de comportamiento que ayudan y la mayoría
de las veces no las necesito, pero con Cade aquí, no he estado durmiendo.
Tampoco él lo ha hecho por lo que escucho.
Ella me mira, abre la botella, saca una píldora y se encuentra sobre
mí antes de tener una oportunidad para detenerla. Sus labios se
presionan contra los míos. Sé lo que viene, ha hecho esto antes. Su
lengua se arrastra por la costura de mi boca. Su mano acaricia mis bolas.
Gimo. ¡Mierda! Me introduce la lengua, probándome. Controlándome. Un
sabor diferente me invade cuando la pequeña píldora me golpea la
lengua. Aprieta su agarre alrededor de mis bolas. No de manera dolorosa,
pero lo suficiente como para servir como advertencia. Trago saliva. Me
vuelve a frotar con la mano.
—Sube las escaleras —susurra.
Asiento, mareado por su embestida. Empuja agua de coco en mi
mano.
Girando para subir las escaleras, escucho:
—¿Qué necesitarás, guapo?
Será mejor que no tome lo que acaba de darme a mí.
—La tomaré. —Su voz es baja y obediente.
No me quedo para ver qué sucede. Salto los escalones y me meto
en la cama para esperar mi premio por tomar la temida píldora.

***

—¿Qué pasa con su concurso de meadas?


Me encuentro acurrucado bajo el edredón en algún lugar entre
110
dormido y ligeramente consciente. La sensación es bienvenida después
del día infernal que he tenido. Recorro con la mirada su firme cuerpo de
un metro sesenta y siete. Su cuerpo se ha vuelto más delgado, más
tonificado. Quiero decir, siempre lo ha sido, pero como ella ha estado
entrenando a Cade, parece más definido de lo normal. Los pantalones
pijama le cuelgan un poco más sueltos en las caderas, las abdominales
se hunden más abajo en sus costillas con la pérdida de peso. Es una obra
de arte.
—¿Qué quieres decir? —digo Fingiendo ignorancia. No estoy seguro
de querer tener esta discusión en este momento. Mi mente se encuentra
borrosa, mi cuerpo tarareando alto por los químicos.
Aprieta los labios enojada con mi respuesta. No me importa. Si
tengo que hablar sobre Cade una vez más, creo que podría explotar. No
es tan difícil de entender. Lo odio. Odio que esté aquí. Odio que ella me
esté forzando.
—No te hagas el tonto. Ya sabes a qué me refiero —dice mientras
se mueve hacia el borde de la cama, encaramada en un lado como uno
de esos ángeles que ves en las viejas vidrieras de la iglesia. Esos cabellos
rubios cayendo sobre sus delicados hombros en desorden, solo
suplicando que los jale. Me da una de sus miradas de sensatez.
Reclinándome más atrás en las almohadas, suspiro, sabiendo que
estoy a punto de soportar una larga conversación. De una manera u otra,
me dormiré fácilmente esta noche, ya sea por la píldora o por su parloteo
sin cesar sobre el maldito Cade.
Cuando no respondo de inmediato, lo intenta de nuevo.
—¿Por qué te comiste todas sus galletas, Theo? Eso fue feo.
Psh. ¿Es todo lo que cree que hice? Eso no es nada. He estado
preocupándome toda la semana, preguntándome cuándo iba a enterarse
de que llamé a Thor, mi agente de seguridad privado a tiempo parcial
(nunca recuerdo su nombre real), y le hice una verificación de
antecedentes a Cade . Es posible que incluso haya informado de una
persona sospechosa a la policía. ¿Galletas? Puedo lidiar con esa línea de
preguntas.
—¿Tenía hambre? —respondo, encogiéndome de hombros y
sonriendo. Sabe que soy un imbécil. No hay razón para esto. Sabe que
odio a Cade y que haría cualquier cosa para alejarlo de aquí.
Pone los ojos en blanco antes de pellizcarme el brazo.
—¡Oww! —Me alejo, frotando la marca enrojecida.
—Lo hiciste solo para molestarlo. —Su acusación es una mezcla
con algo que no había visto antes. Enojo real No creo haberla visto furiosa
conmigo de esta manera. Claro, tenemos peleas pero esto... esto es
diferente. Ella se preocupa por él. Se me revuelve el estómago pensando
que este hombre se llevará a mi chica. Voy a estar siempre en la zona de
111
amigos mientras Cade cabalga hacia el atardecer con ella.
Me siento, luchando contra los efectos de la píldora para dormir,
sabiendo que esto pronto se pondrá serio.
—Tienes razón. No lo quiero aquí. Lo sabes. —Le acaricio el brazo
desnudo—. Por favor, déjame encontrarle un lugar donde se pueda
quedar. No es seguro para ti estar a solas con él.
Niega, terca como de costumbre.
—No me hará daño.
Eso es. Salto de la cama, furioso por su negación de la situación.
—¡Sí, lo hará, Ans! No sabes por lo que ha pasado, de lo que es
capaz.
—No me hará daño. —Las lágrimas comienzan a acumularse en
sus ojos, una rareza en ella. Me acerco. Quiero consolarla, pero necesito
que entienda que esto no es como adoptar un perro callejero.
—No lo sabes. —Mi voz es más tranquila mientras trato de dejar
que la razón empape esa bonita cabeza suya—. Puedo conseguirle la
ayuda que necesita. Un terapeuta. Un lugar para quedarse. Pídelo y lo
haré realidad.
Permanece callada por un minuto, deliberando mis palabras.
Empiezo a sentirme ansioso y, por puro hábito, me llevo el dedo a la boca,
listo para morderme las uñas hasta las protuberancias.
Pero antes de que pueda meterme el primero, ella lo aplasta con
una mirada.
—No.
¿No qué? ¿Que no me muerda las uñas, o no en cuanto a Cade?
Inclino la cabeza hacia un lado, animándola a seguir.
—Estoy feliz aquí. Con él.
Mi corazón se hunde hasta mis pies. Me siento mareado como si
pudiera colapsar justo aquí. Malditas píldoras para dormir!
Debe haber comprendido porque rápidamente dice:
—No, no es así. Solo quiero decir... ¡mierda! Esto es difícil.
Y me lo dices a mí. Siento que estoy a una palabra de un colapso.
Se acerca más, abrazándome. No devuelvo su abrazo. Llámame
mezquino, pero mis malditos sentimientos han sido pisoteados y
escupidos.
—Durante tanto tiempo, sentí que no tenía a nadie excepto a ti.
Asiento, confirmando que siempre hemos sido nosotros durante
años. No veo el problema ahí.
—Y, Theo, yo solo... puse todo lo que tenía en nosotros. Ahora que
112
hemos estado separados, he estado pensando.
Oh, mierda. Esto no se dirige en absoluto a cómo lo había planeado.
—Realmente no sé quién soy. ¿Sabes? —Me mira como si estuviera
de acuerdo o algo así.
Yo no sé. No entiendo en absoluto de dónde viene. ¿No sabe quién
es? Eso es una sorpresa. Anniston siempre ha tenido metas y
aspiraciones. No recuerdo una ocasión en que haya estado confundida
acerca de lo que quiere en la vida.
Frunce el ceño, tirando de su cabello.
—Esto no está saliendo bien.
—Estoy de acuerdo. Este es un terrible último trago.
—Te amo.
Eso me hace levantar la cabeza. Se pone tímida después de la
revelación, bajando la mirada a sus pies pintados de rosa.
La tomo de la barbilla con mis dedos y le levanto la cabeza hasta
que no tiene más remedio que mirarme.
—Yo también te amo.
Lo Hago. De verdad, maldita sea.
Sonríe, pasándome el pulgar por el labio. Abro la boca,
succionándolo antes de que pueda moverlo. Se ríe entre dientes,
aligerando la conversación.
—No digo que quiera estar con Cade. Solo digo que me gusta
ayudarlo. No tiene a nadie y recuerdo cuando me pasó a mí y luego tú
estabas ahí, levantándome, quitándome el polvo y pateándome el culo
cuando quise dejarlo. Quiero ser como tú.
Sonrío ante esa confesión, una cálida sensación se arrastra en mi
pecho.
—Siempre fuiste tan fuerte. Tan despreocupado. El mundo era tu
ostra, todos los demás estaban condenados.
Es gracioso, pensé lo mismo sobre ella. Sin embargo, me quedo
callado y la dejo terminar.
—Necesito hacer esto. Necesito ver quién soy sin Theo Von Bremen.
¿Recuerdas que dije que una sensación cálida me estaba
invadiendo? Sí, se volvió helada en un instante.
—¿Qué quieres decir, Ans? ¿Quieres que me aleje?
—¡No! No, nada de eso. Solo quiero encontrarme a mí misma. En
algún lugar donde no tenga trabajo por ti o por tus amigos.
Niego, los ojos abiertos de par en par con su revelación. ¿Cuánto
tiempo ha estado albergando estos sentimientos? Nunca quise que
sintiera que no es nadie sin mí.
113
Me aprieta más fuerte.
—Estoy estropeando todo esto. Te amo, Teddy. Y no quiero que
nada cambie entre nosotros. Todavía quiero trabajar para ti. Todavía
quiero mis lunes y jueves. Yo solo... quiero hacer esto con Cade. Necesito
hacerlo. Déjame ayudarlo. Déjame hacerlo por Hines.
Bueno, mierda. ¿Qué se supone que debo decir cuando arroja a
Hines, su amado abuelo, en la mezcla? Conozco la culpa y los demonios
que acechaban a su familia. Y creo que nunca pensé realmente en que
ella hiciera esto por él. Haciendo algo que nunca pudo. Salvar a su hijo.
Nunca supo el dolor que estaba pasando y le costó todo.
Finalmente, devuelvo su abrazo, sintiéndome como una mierda
total. No quería manejar su vida o evitar que ella hiciera las paces con el
pasado. Solo la quiero a ella conmigo todo el tiempo. Es difícil separar los
negocios del placer después de todo este tiempo. No ayuda el hecho de
que ambos compartimos estos sentimientos por los que nunca actuamos.
Deposito un ligero beso en la parte superior de su cabello, inhalando su
champú de coco. Huele muy bien. Como a playa.
—Está bien —exhalo—. Puedes dejar que se quede, pero solo con
una condición.
Sus ojos llorosos encuentran los míos con una sonrisa vacilante.
—Me quedo contigo. Aquí. En todos mis días libres. Hacemos esto
juntos.
Su rostro se ilumina con una sonrisa.
—¡Sabía que lo verías a mi manera!
Me río. Esta maldita chica. La acerco más.
—Aunque hablando totalmente en serio, si se pasa de la raya,
aunque sea una vez, lo mataré.
Asiente, sabiendo que no debe presionarme en esto.
No puedo creer que esté de acuerdo con esta mierda. ¡Es una
locura! Él es un vagabundo.
El coño. El coño es lo que controla mi cerebro.
—Pero mi aceptación de este pequeño proyecto no significa que
deba gustarme o ser amable con él.
Frunce el ceño. Qué mal. No puede tener su vagabundo y mi buen
comportamiento, también. Es lo uno o lo otro.
—¿Puedes prometer intentarlo? —Sus ojos lucen cansados. Ha
tenido un día largo. Esta conversación debe concluir para que ambos
podamos dormir un poco.
—Lo intentaré —cedo. Lo haré, solo que sin mucho esfuerzo—.
Ahora, ¿podemos ir a la cama? Estoy a punto de desmayarme gracias a
la píldora para dormir que me has metido en la garganta. Me ha hecho
114
tanto efecto que no puedo desenvolverme correctamente. —La miro con
odio y se ríe. Las píldoras para dormir de mierda hacen que mi polla esté
jodidamente plácida. Su jodida conversación del corazón duró tanto que
ahora me iré a la cama sin mi recompensa, y después de esta
conversación tonta me debe un determinado postre húmedo.
Me frota el brazo con dulzura.
—Voy a compensártelo. Lo prometo.
Salgo de su abrazo, creando cierta distancia entre nosotros.
Necesito un poco de leche y un poco de espacio para digerir a qué diablos
acabo de acceder.
—Demonios, lo harás.
—¿A dónde vas?
—A buscar un poco de leche.
Hace una mueca de asco. La vuelve loca que tenga que tomar leche
todas las noches antes de acostarme. Piensa que es asqueroso, pero ella
no es una bebedora de leche. No la escucho quejarse demasiado cuando
está suspendida contra la pared volviéndose loca. Proteína, cariño. La
proteína es lo que hace que eso suceda.
—¿Quieres algo? —pregunto, justo cuando se está acurrucando
bajo las sábanas, metiéndose en el espacio que acabo de dejar.
—No, gracias. Date prisa en volver.
Asiento y me voy, feliz de tener algo de espacio.
Accedí a esto. Este jodido arreglo. Acepté dejar que otro hombre
viviera con mi chica. Para alimentarlo. Soy un jodido idiota. ¿Qué diablos
de cosa vudú acaba de lanzarme?
La cocina está oscura cuando abro la nevera, buscando mi
codiciada leche. Anniston cambió a cosas orgánicas hace unos meses. No
puedo ver la diferencia y realmente no me importa cuántos antibióticos
estoy consumiendo pero a ella sí, así que bebo la mierda orgánica sin
ningún comentario.
Hago mi Mountain Dew14 a un lado, algo que tenemos a mano
cuando me encuentro agitado. Anniston leyó que puede calmar a una
persona con TDAH. No lo creí al principio, pero una noche, cuando no
pude calmarme, lo intentamos y funcionó. Ahora tiene unos pocos
abastecimientos por si acaso. No los bebo en ningún otro momento por
temor a que no funcionen si mi cuerpo se acostumbra a ellos.
Tomando la leche, me sirvo un vaso y empiezo a beberla allí mismo
a la luz de la nevera. Lo sé, estoy desperdiciando recursos, pero solo me
tomará un minuto. Estoy a mitad de camino cuando escucho un ruido
de arrastre. ¿Arrastre? ¿Hay ratas? Odio las ratas. Necesito llamar a un
exterminador.
Esta antigua casa de plantaciones atrae a todo tipo de animales.
Una vez, encontramos una familia de ardillas metidas en la ventilación
115
de la secadora. Ahora, tengo un hombre en espera para asegurarme de
que mantiene a las criaturas alejadas. No soy granjero. Puede que me
hayan criado en el sur, pero no soy un chico de campo. No me gustan los
animales o... los vagabundos.
Hablando de vagabundos. El cuerpo de Cade aparece a la vista en
el estrecho haz de luz, sentado en una silla en la mesa. Sus ojos lucen
caídos, es obvio que su píldora para dormir también ha comenzado a
hacer efecto. Cierro la nevera y paso silenciosamente junto a él. No estoy
seguro de cuánto tiempo ha estado allí, pero no me importa permanecer
en su presencia más de lo que debo estar.
—Ella te ama. —Me detengo ante su confesión.
—Lo sé.
—No la mereces.
—También lo sé. ¿Cuál es tu problema? ¿Por qué me dices esto?
No es un secreto.
Sonríe. Idiota. Me hace enojar como quería.
—Vamos a aclarar una cosa, vagabundo. Solo porque estoy
permitiendo este pequeño proyecto no significa que lo apruebe.

14
Mountain Dew es un refresco cítrico fabricado por la compañía PepsiCo.
Mantienes tus putas manos para ti y lejos de mi chica. Junta tu mierda.
Déjala pensar que te ayudó y vete de aquí.
La silla raspa contra las baldosas mientras se para, llegando pecho
a pecho conmigo.
—Será mejor que cuides tu puta boca, idiota. Puede que ella te
permita hablarle de esa manera, pero yo no tengo ningún problema en
joder esa bonita cara para tener una maldita paz por aquí. Además de lo
que ella pueda decirte, no eres tan encantador como crees que eres.
Prácticamente gruño:
—Mantente alejado de mi chica.
Sonríe, empujándome hacia atrás con su pecho, y susurra:
—Oblígame.
—¡Theo!
Anniston. Miro hacia el pasillo, pero no ha bajado.
—Corre, perra. —Le da a mi pecho un toque final con el suyo.
Me vuelvo rápidamente, listo para golpear el culo de Cade aquí y
ahora contra el piso de la cocina. ¡A la mierda! Pero por una vez en mi
vida, tomo el camino principal y me alejo, dejando a Cade riendo entre
dientes en la oscuridad. Puede que haya sido el que se ríe último, pero
no tendrá a mi chica. Es hora de dejar de correr. Es hora de dejar de
jugar. Es hora de reclamar lo que es mío. 116
Prepárate, Anniston, estoy a punto de tirar esta amistad al infierno.
Anniston
ÉL TOMARÁ UN VASO DE AGUA JUNTO CON UN
CAMBIO DE ACTITUD
Traducido por AleVi

Ambos chicos durmieron toda la noche. Lo que significa que yo


dormí durante toda la noche. Cuando están juntos son completamente
agotadores, las peleas y chismes comienzan a pasarme factura.
Maldito Theo y su mierda de macho. Me excita tan malditamente
tanto, y él lo sabe. Me estoy cansando de nuestro pequeño juego, bueno,
supongo que es mi pequeño juego. Soy la única que sigue aferrándose al
pasado.
117
Theo está extendido en toda la cama, dejándome solo cuatro
centímetros de colchón para dormir. Recorro perezosamente con los
dedos el cuerpo desnudo tendido junto a mí. Suspiro, ¿por qué amo tanto
a este hombre? Se ve tan tranquilo tumbado entre las sábanas blancas,
con la boca ligeramente abierta, su salvaje cabello oscuro, yendo en diez
direcciones diferentes sobre la almohada. Es increíblemente sexy.
Incapaz de detenerme, presiono mis labios contra los suyos.
—Sigue haciendo eso y harás que lleguemos tarde —murmura
somnoliento.
—Sabía que estabas despierto. —Deslizo mi mano más abajo
alcanzando su cintura.
Engancha mis caderas rápidamente, inmovilizándome debajo de él.
—¿Necesita algo de mí esta mañana, doctora McCallister?
Entierra la cara en mi cabello inhalando mi aroma. Le agarro el
culo firme, amasando sus músculos.
—Quizás —digo tímidamente.
Un ligero toque como de plumas se desliza sobre mi abdomen.
Dirige una mano hacia mi centro.
—Hmm… quizás me encuentro demasiado cansado. —Bosteza,
después invade abruptamente mi centro con un dedo.
Oh, mierda, eso se siente bien, me muevo tratando de alinearlo con
mi cuerpo y así obtener lo que quiero.
—Nuh-uh —regaña, jalándome hacia arriba en el colchón—. Es
jueves, amor.
Maldita sea. Seguro que lo es. Aunque no hemos hecho el Jueves
de Theo y el Lunes de McCallister en mucho tiempo, nunca han estado
en discusión. Supongo que continuaremos con ese juego de control.
Exhalo y paso los dedos por su cabello.
—Haz lo peor, Teddy.
Su rostro se trasforma en una mueca. Odia que lo llame Teddy.
Saca el dedo, mis bragas clavándose en mi piel sobre excitada.
—¿Qué dem…? —Antes de que pueda terminar me da la vuelta
sobre mi estómago y levanta mis caderas. Me baja las bragas por las
piernas, pero en lugar de quitarlas, las deja colgando en mis tobillos. Me
empuja hacia abajo y mis caderas se abren por sí mismas, preparándome
para la intrusión.
—Te ayudaremos a recordar quién es el jefe, ¿debemos?
Siento su aterciopelada punta presionar contra mí y sonrío.
Alguien está dando todas las órdenes que tiene. Sabía que
escondidas esa píldora para dormir y hacerlo nadar en la
darle a
piscina
118
funcionaría. Aunque me sorprende que le haya tomado tanto tiempo.
Probablemente estaba exhausto ayer. Ahora que ha dormido toda la
noche, ha regresado a su agresivo yo.
Me penetra con fuerza, causando que presione la cara contra el
colchón. Me quedo en esa posición, tratando de recuperar el aliento. El
estiramiento es un dolor bienvenido.
—¡Joder! —gruñe, perdido en el éxtasis del primer empujón—.
¿Sientes eso, nena?
No espera una respuesta. Es su turno de mostrarme quién está a
cargo de la situación. Dominio.
Guardo silencio mientras se retira y se empuja otra vez.
—Maldición. —Su voz es grave, por lo que es obvio que está
tratando de contenerse.
Se me escapa un gemido cuando siento que ese lugar mágico cobra
vida. Me muevo mientras el placer comienza a volverse demasiado. Theo
se da cuenta y me atrae hacia él, empujando más fuerte.
—¿A dónde vas, princesa? —se burla, mordiéndome suavemente el
cuello. Su aliento es caliente y su cuerpo duro contra el mío. Luchando
contra las ganas de alejarme, me doy por vencida y trato de relajar mis
músculos tal como me indicó antes. Es difícil, mi cuerpo se tensa
naturalmente por la intrusión.
—Esa es mi chica. Relájate. Deja que suceda —arrulla mientras
presiona mi clítoris con el pulgar. Me estremezco en sus brazos—. Shhh…
Solo relájate. —Sigue alentándome, sin detener el movimiento de su dedo.
Mi cuerpo entero está hormigueando. Estoy a punto de venirme.
—T-Theo… Voy a… —Mi cerebro no funciona correctamente y no
puedo formar una oración completa.
—Lo sé —dice—. Estás casi ahí, cariño. —Su respiración es
trabajosa. Está por llegar también, puede actuar como si tuviera el
control, pero no lo tiene. Está a punto de arrojar su carga como un
adolescente en su primera cita.
Sin previo aviso, se sale y salta de la cama. Volteándome, arrastra
mi cuerpo hasta el borde, y me penetra otra vez sin mediar palabra.
Sorprendida, grito, arqueando la espalda en respuesta. Agarra mis
piernas y las coloca sobre sus anchos hombros, mi ropa interior ya no
está en mis tobillos ni en ningún lugar a la vista. El ángulo obliga a que
mi culo se levante en el aire.
Theo sonríe.
—¿Lista? —Oh mierda. Asiento vacilante mientras desliza una de
sus manos hacia mi clítoris, con la otra me agarra la cadera. Se hunde
en mi interior con dureza y la posición crea una sensación increíble. Me
empiezo a sonrojar, el efecto febril deslizándose por cada terminación
nerviosa.
Puede trabajar mi cuerpo igual de bien que una bola de béisbol.
119
Soy el bateador. Me lee. Sabe qué movimiento haré. Sabe lo que me gusta
golpear.
Me presiona mi pelvis con la mano. Grito tal y como quiere que
haga. Revelándose en los sonidos de nuestros gruñidos y el choque de
nuestra piel sudorosa, echa la cabeza hacia atrás.
—Estás allí. Déjalo ir, nena —gruñe, ¿cómo sabe que me encuentro
allí? Siento que estoy al límite pero no puedo ceder. ¿Mi vagina emite
ondas de sonido, o algo que le indica cuándo estoy por venirme?
—N… No puedo. —Es demasiado. En serio.
Se detiene, ajustando mis piernas. Mis rodillas ahora están
dobladas, la parte trasera descansando sobre sus fuertes hombros. Se
inclina, llenándome. Mis rodillas me tocan el pecho con su peso sobre
ellas. Me besa con fuerza y comienza a empujar hacia adentro y hacia
afuera lentamente. El placer es insoportable. Mantiene mis rodillas
juntas, su pene presionando el punto hinchado dentro de mí.
—Solo déjalo ir —me alienta suavemente.
La presión aumenta y empiezo a agitarme, tratando de escapar. Me
abraza fuerte, obligándome a absorber todo lo que me está dando. La
necesidad de darme por vencida se vuelve demasiado. Mi piel está
cubierta de sudor, mi cuerpo febril tiembla incontrolablemente. Sé que lo
siente, es casi vergonzoso lo fácil que puede reducirme a un lío de
hormonas, caliente y tembloroso.
Grito, cediendo a la sensación y derramándome sobre su polla justo
como quería. Una dulce liberación lava mi cuerpo mientras la evidencia
de nuestro orgasmo se escurre por nuestras piernas. No estoy segura de
sí es suyo o mío o una mezcla de ambos, pero es seguro decir que estas
sábanas necesitan lavarse.
Theo colapsa sobre su espalda a mi lado, entrelazando nuestros
dedos.
—Malditamente amo los jueves —dice con una sonrisa orgullosa.
Me río disfrutando de la simplicidad de nuestra mañana. Sé que en
un par de horas terminará. Cade, Theo y yo estaremos en un avión
camino al maravilloso mundo de las grandes ligas. Será caótico y
estresante. Pero Theo necesita mi apoyo y planeo estar allí para él.
Me acuesto de lado, mirando al bombón acostado en la cama.
—¿Tienes hambre?
Se ríe.
—Por supuesto. Siempre tengo hambre.
Le revuelvo el cabello como si fuera un niño y me levanto de la
cama. Los líquidos se escurren de inmediato por mis piernas.
—Ugh. 120
Theo sonríe. Al maldito cabrón le gusta marcarme.
—Mejor date prisa antes de que gotees sobre la alfombra.
Lo miro con furia. Él sabe que tengo un TOC sobre la limpieza de
mi alfombra. Me acuno entre las piernas con una mano, sin un poco de
vergüenza y voy al baño para limpiar los restos de nuestro jueves.
En la cocina preparo nuestros batidos de proteína, brebajes
diferentes para cada uno de nosotros. A él le gusta la col rizada, los
melocotones (por supuesto) y las naranjas. Lo licuo todo con cúrcuma,
para reducir la inflamación de los hombros, así como diferentes polvos
de proteína para mantener el crecimiento muscular y yogur como base.
Todavía estoy tratando de meter a Cade en el mundo de los batidos, así
que sigo con algo simple, manzanas, plátano, yogur y proteína en polvo.
Para la mía, agrego mango, col rizada, espinaca y manzanas, antes de
verter la cúrcuma y la proteína en la licuadora. Los dos últimos alejan
los dolores y molestias de entrenar a dos brutos, los cuales ahora mismo
se miran el uno al otro a través de la mesa.
—Buenos días, chicos. —Pongo los batidos frente a ellos.
Continúan con su juego de miradas pero murmuran un “buenos días”
hacia mí—. ¿Estamos listos para nuestro primer viaje familiar?
Theo pone los ojos en blanco dramáticamente.
—Voy a empacar. —Sube las escaleras con su batido de proteínas
como un adolescente enfadado.
Miro a Cade que está concentrado en su batido.
—¿Dormiste bien?
—Lo hice. —Sus ojos no se separan de su batido.
Suspirando, me dejo caer en la silla junto a él. Deslizo una mano
por el suave cabello de su cuello. Se ha vuelto mucho más suave desde
que su dieta ha cambiado.
—Mira —comienzo, estrujando mi cerebro por algo bueno para
decir—. Sé que no estás cien por ciento feliz con este viaje de campo. Lo
entiendo. Theo es un poco difícil. Pero, creo que será divertido para ti y
para mí. —Jalo un poco de su cabello—. ¿Qué dices, Guapo? ¿Todavía
estás conmigo?
Levanta la cabeza suavemente, encontrando finalmente mis ojos,
esas esmeraldas ardiendo brillantes por haber descansado suficiente. Su
labio inferior queda atrapado por completo entre sus dientes y sonrío. Se
ríe y me honra con la sonrisa más grande que he recibido de él.
—Sí, estoy contigo, Comandante.
Sin pensar mucho en ello, presiono un beso húmedo en su mejilla
desaliñada. Se ve sorprendido por un momento, pero cuando le doy una
palmada a su muslo, se pone de pie rápidamente.
—Ve a empacar. Nuestro avión sale en unas pocas horas.
121
Asiente con cautela. Obviamente, he sacudido su bote un poco esta
mañana. Pero se dirige a su habitación de todas maneras, con suerte
para empacar, a diferencia de Theo, que probablemente esté haciendo
pucheros y viendo un episodio de Tosh. O.
El resto de la mañana es un borrón. Arrastro a dos bellezas por el
aeropuerto como una especie de dominatrix. Esa idea comienza a sonar
bastante divertida en este momento. Si tuviera un látigo, estoy segura de
que se moverían mucho más rápido. Nos detenemos un par de veces para
que Theo firme alguna mierda para los fanáticos. Él sonríe y les agradece
su apoyo, pero puedo decir que solo quiere regresar al auto y reservarse
para casa.
Cade permanece callado mientras avanzamos por el aeropuerto.
Sabiendo que ha estado en un avión antes, me pregunto si esto le trae
malos recuerdos. Sostengo su mano dándole un apretón tranquilizador.
Apenas sonríe. Su cuerpo está tenso y estoy empezando a dudar de que
traerlo haya sido una buena idea. Sin embargo, no hay vuelta atrás.
Una vez que estamos sentados, en primera clase por supuesto, y
en el aire, Theo comienza a solicitarle cosas a la azafata.
—Escoces —exige.
—Tomará un vaso de agua junto con un cambio de actitud —le digo
con una sonrisa a la pequeña azafata mientras ella me mira nerviosa.
Pobre cosa.
Theo se levanta bruscamente de su asiento para mirarme. Le
devuelvo la mirada a su sexy ceño fruncido. No, no, muchachote.
Comandante McCallister controla tu pequeño trasero ahora que estoy al
mando. ¿Qué tan genial es ese título? Comandante. ¡Jodidamente me
encanta! Felicitaciones a Cade por inspirar esa pequeña joya.
Theo resopla y regresa a su asiento, cerrando los ojos con fuerza.
Ignoro su rabieta.
—¿Quieres agua? —le pregunto a Cade, que está mirando por la
ventanilla. Niega con la cabeza, pero le pido un vaso de todas formas y
uno de vino para mí.
Theo me levanta el dedo medio pero no abre los ojos.
No puedo evitar reírme de sus travesuras. Este viaje en avión será
simplemente encantador.

122
Cade
UN PRÍNCIPE PRETENCIOSO
Traducido por Yira Patri

El edificio de Theo es todo lo que esperaba que fuera. Un lugar


pretencioso, adecuado para un príncipe pretencioso. El rascacielos
ubicado en el corazón de Washington, DC, casi besa las nubes.
El portero, vestido con un uniforme a medida, nos saluda cuando
salimos del taxi.
—Buenas tardes, señor Von Bremen. Es bueno tenerlo de vuelta.
Theo murmura algo a cambio que no puedo escuchar. Ha sido un
123
puto bebé todo el viaje. Él y Anniston hablaron sobre las estrategias de
pitcheo y vieron las imágenes de los bateadores contra los que se
enfrentará en el siguiente juego. La cosa se calentó, por decir lo menos.
Él no estaba de humor para discutir y ella no permitiría que su actitud
se extendiera por todo el avión. Él. Estaba. Molesto.
Intenté mantener los ojos cerrados y contar las respiraciones que
tomaban mis pulmones a cada minuto. Es un viejo truco que aprendí en
el ejército. A veces, logra mantener el pánico a raya. No es que me asuste
en los aviones, es solo que el ruido de los motores me provoca una
sensación de déjà vu en la boca del estómago, recordándome el día en
que volví a los Estados Unidos. Magullado. Aporreado. Destrozado. Un
fracaso. Un asesino.
El ascensor suena, sacándome de los recuerdos que me
atormentan. Anniston entrelaza sus dedos con los míos. Es casi como si
percibiera cuando me encuentro cerca de desmoronarme.
—Vamos, Guapo. Veamos cómo viven los ricos. —Su sonrisa es
brillante y genuina. Su mirada es tan pura que temo no poder renunciar
a esta chica cuando sea el momento. Le devuelvo la sonrisa, sabiendo
que le encanta verme sonreír de felicidad. Aprieta mi mano en respuesta,
llevándome al ascensor.
El viaje en ascensor es eterno dado que Theo vive en el ático.
Permanece callado, jugueteando con su teléfono, su estado de ánimo no
ha mejorado desde antes.
El ascensor se detiene con un timbre y todos salimos y nos recibe
una maldita réplica de Theo. ¡Mierda! Tiene un gemelo.
Ya es suficientemente malo tener que lidiar con él, pero otro... Gimo
por el nuevo acontecimiento.
Anniston se ríe a mi lado, obviamente captando mis pensamientos.
—No te preocupes. Son totalmente opuestos.
Ante eso, me suelta la mano y se acerca al Theo número dos,
envolviendo sus brazos tonificados alrededor de su cintura.
—¡Thaddeus! Luces delicioso. ¿Has estado ejercitándote?
Él se sonroja, aparentemente cautivado con ella como todos los
demás.
—Es bueno verte, princesa. No puedo decir lo mismo sobre el mal
agüero que trajiste contigo. —Inclina la cabeza en dirección a Theo.
Theo pone los ojos en blanco, sin saludar a su hermano, y atraviesa
la puerta con un gruñido.
—¿Quién es? —pregunta Thaddeus, acercándose a mí con una
cálida sonrisa.
—Cade —respondo amable. Supongo que son diferentes. Me asusté
124
por un minuto de que esta llegara a ser un infierno de semana.
—Cade es mi amigo —explica Anniston—. Pensé en llevarlo y
mostrarle todo. Está estudiando medicina deportiva.
Oh, entonces no confiamos en el hermano. Comprobado. Sonrío y
asiento.
—Por supuesto. Bueno, entra. —Thaddeus mantiene la puerta
abierta y nos permite la entrada al vasto espacio.
Toda la pared trasera es de cristal, con ventanas que dan a la
ciudad. Los suelos son de un mármol caro que hace que el espacio se
sienta un poco frío, no como la cálida madera de la plantación. Los
muebles escasos le dan al espacio una sensación de vacío. Ya puedo decir
que no me gustará aquí. No hay nada cálido o acogedor en este lugar.
Incapaz de contener mi curiosidad, pregunto:
—¿Este es tu lugar, Thaddeus?
—Por favor, llámame Thad. Solo Anniston sigue llamándome
Thaddeus. —Le da una dulce sonrisa, inmediatamente haciendo que los
celos se desarrollen en mi pecho—. Es la casa de Theo. Me quedo aquí
cuando tengo negocios en la ciudad. Vivo en Georgia, pero mi trabajo me
hace viajar tanto que me siento como un gitano la mayoría de los días.
Asiento, sin sentirme realmente aliviado de saber que vive tan cerca
de la Comandante. No debería desear tenerla para mí, pero lo hago.
Theo entra a la cocina con ropa ligera. Al abrir la nevera, toma una
cerveza y la abre. Ha bebido al menos la mitad antes de que Anniston le
grite y trate de arrebatársela. Él la sostiene en alto con una mano y
envuelve la otra alrededor de su cintura, sujetándola contra su pecho y
con una sonrisa que dice que disfruta completamente del momento.
—Vamos, Ans. Déjame tener una. —Le besa la oreja—. Fue una
pesadilla en el avión y sabes cómo Washington me pone de mal humor.
—Un beso en el cuello.
Ella suspira, con los hombros caídos.
—Solo una.
Él sonríe y la suelta, pero no antes de plantar un beso en sus
labios, dándonos un guiño a Thad y a mí. Bastardo.
Thad pone los ojos en blanco y dice:
—Bueno, si Theo bebe, yo también. ¿Quieres una, Cade?
Miro a Anniston. Realmente no sé si quiero una o no. No he bebido
en años. La última vez que lo hice, aterricé en la calle, cubierto de mi
propia inmundicia. Tengo dudas de siquiera probar una.
Anniston me sonríe y dice:
—Solo una. —Sus ojos transmiten toda la confianza que me tiene. 125
No debería. Un día, la decepcionaré como a todos los demás.
En lugar de discutir o expresar lo que pienso, me dirijo a Thad y le
digo:
—Una sería genial.
El rico sabor tiene un gusto fantástico deslizándose por mi
garganta, cubriendo mi estómago con calor. Termino bebiendo tres
cervezas, los cuatro holgazaneamos alrededor de la casa, asamos filetes
y nos relajamos. En realidad estoy pasando un buen rato.
Anniston y los gemelos nos entretienen con sus bromas y chistes
constantes. Comparten historias de su infancia que ponen algunas cosas
en perspectiva para mí.
Anniston y Theo han estado unidos desde el sexto grado. Quiero
decir, Thad también estaba cerca de ellos, pero es obvio que era la tercera
rueda. Todas las historias comienzan con "Theo pensó que era una buena
idea" o "Anniston solo tenía que hacerlo", nunca con nada sobre Thad.
Solo que tuvieron que llamar a Thad para rescatarlos cuando sus planes
fracasaron. Era un círculo extraño de amistad, pero funcionó para ellos.
Después de comer, me retiro a mi habitación, la cerveza mejora mi
estado de insomnio. Incluso después de ocho horas de sueño inducidas
por la píldora para dormir anoche, todavía me encuentro cansado.
Algunos días siento que nunca me pondré al día.
Miro hacia el ventilador de techo en la oscuridad, contando las
rotaciones de la hoja durante lo que parecen horas. Creo que tal vez me
duermo un par de veces, pero no puedo estar seguro. Este lugar no se
siente como mi hogar. Solía lograr dormir en cualquier lugar siempre y
cuando las pesadillas permanecieran a raya, pero ahora, después de
estar con Anniston, siento que solo puedo dormir bajo la cubierta pintada
de mi techo. Qué patético me he vuelto. Me estoy apegando demasiado.
Siento que el pánico comienza a subir, me levanto y camino en
círculos. Necesito un plan. No puedo quedarme con ella para siempre.
Ella tiene una vida. Por el amor de Dios, tiene novio. ¿Dónde puedo ir?
Mi respiración se vuelve superficial. Mierda. Necesito correr, eso es lo que
dice Anniston. Correr.
Me pongo las zapatillas rápidamente, trato de concentrarme en
desacelerar mi respiración. Uno. Dos. Fuera.
No está ayudando.
Salgo de la habitación de invitados, buscando a Anniston. Ella
sabrá dónde puedo encontrar una cinta de correr.
—¿Estás bien?
Miro y encuentro a Theo, no, es Thad, sentado en el sofá. El sol se
está poniendo. Mierda. ¿Cuánto tiempo estuve allí?
Thad me mira expectante. Maldita sea. ¿Me hizo una pregunta?
Sacudiendo la cabeza para despejar mi confusión, respondo con
126
honestidad:
—Necesito un lugar para correr.
Thad asiente comprensivo.
—Buscaré a Anniston. —Se levanta y se dirige a las puertas del
patio, donde Theo la tiene envuelta en sus brazos, y se balancean con un
poco de música suave. Se ríe cuando la hace girar, la deja sobre el piso
del balcón y lo mira con el calor de mil soles. Así es como lo hace. Este
amor secreto que comparten es lo que lo hace menos imbécil. Los
sentimientos en sus ojos son inconfundibles. Ella lo ama. Él la ama. Es
obvio para todos a su alrededor.
Thad abre las puertas correderas, y suenan notas de un piano a la
deriva en el ático. No reconozco la canción, pero luego, recién comencé a
escuchar música otra vez. Thad toca el hombro de Anniston, rompiendo
su baile con Theo. Le susurra al oído y su expresión cambia a
preocupación mientras ella suelta bruscamente a Theo.
Ella me mira a los ojos a través del cristal y no puedo evitar
moverme nervioso mientras se abre camino hacia mí, Theo y Thad la
siguen. Al acercarse con precaución, tiernamente alcanza mi rostro, algo
que he notado que hace con frecuencia para mostrar afecto.
—¿Qué está pasando, Guapo? —Fija su mirada en la mía.
Me da vergüenza decirle que estoy teniendo un ataque. Quiero que
disfrute de su tiempo lejos, sin ser una carga. Bajando la mirada a mis
pies, murmuro:
—Tengo que correr.
Levanta mi barbilla lentamente.
—¿Necesitas quemar todas esas calorías que acabas de consumir?
—Me guiña un ojo, comprendiendo la gravedad de la situación. Siendo la
persona maravillosa que es, deja que Theo y Thad piensen que me
encuentro preocupado por mi grasa corporal.
Asiento en acuerdo.
Ella sonríe, tomando mi mejilla en su mano.
—¿Qué tal si te duchas y te cambias? Entonces nos divertiremos
un poco.
Abro la boca para discutir, pero me interrumpe.
—¿Qué dicen, muchachos? ¿Están listos para hacer gemir esos
culos en algunas carreras?
Theo se burla.
—Señorita. La última vez que corrimos, estuviste quitándote la
suciedad del cabello durante una semana. —Le da un pequeño guiño a
Anniston mientras Thad solo se ríe.
—Bueno. Todo arreglado entonces. Vístanse. La Comandante está
127
a punto de enseñarles a estos perdedores cómo se conduce.
Theo echa la cabeza hacia atrás en una profunda carcajada y se
dirige al pasillo.
—En tus sueños, Ans.
Thad sale en la dirección opuesta, dejando a Anniston y a mí solos
en la sala de estar. En un tono serio, me instruye:
—Cálmate. Toma algunas respiraciones profundas conmigo, ¿de
acuerdo?
Pasamos por varios ejercicios de respiración y en el tercero me
siento mucho más tranquilo.
—Creo que ahora estoy bien —le digo, interrumpiendo su
respiración profunda.
Me mira largamente. Supongo que está satisfecha con lo que ve,
porque asiente.
—Está bien, ve a prepararte. —Y con esa orden de cierre, me da
una palmada en el trasero, sorprendiéndome.
Nos detenemos en una pista de carrera alucinante.
Theo, girando sobre el asiento delantero, responde a mi pregunta
no formulada.
—Este tipo, Callum, lo sé desde la universidad, tiene algo especial
para las carreras callejeras. Su hijo fue arrestado más veces de las que
puede contar, así que en lugar de pagar el dinero de la fianza, lo invirtió
en una pista de carreras. El chico ahora conduce para NASCAR.
El auto continúa alrededor de un camino con curvas. Sé un poco
sobre las carreras y la falta de tribunas me dice que esta es una pista de
entrenamiento. Una que se usa regularmente, por las marcas de los
neumáticos y la hierba muerta a su alrededor. Puedo imaginar a
muchachos alineando sus autos al borde del pavimento, animando a su
piloto.
Es excitante. Me siento como un niño pequeño a punto de
presenciar su primera carrera.
Anniston me codea en las costillas, sonriéndome.
—¿Vas a salir, Guapo? ¿O solo te sentarás aquí y mirarás cómo
gime el trasero de Theo?
Theo golpea la puerta mientras baja con una sonrisa. El auto se
encuentra estacionado frente a un enorme garaje de piedra. Lo digo, diez
malditos garajes de automóviles.
Me preparo para preguntar qué estamos haciendo aquí cuando un
rubio melenudo sale del garaje y las puertas se levantan.
—¡Mi hombre! —grita, palmeando a Theo en la espalda en un
abrazo de hombre—. Callum me dijo que vendrías. Es bueno verte,
hombre.
128
Theo dice algo a cambio que no escucho antes de que Shaggy15
tome nota de la Comandante.
—¡Maldición, niña! —Se frota la barbilla mientras se acerca a ella,
recorriendo con la mirada su cuerpo lentamente—. Te vuelves más y más
sexy cada vez que te veo.
Ella ríe y le golpea el pecho, evitando que se acerque demasiado.
—Es bueno verte, Wes —afirma simplemente, dándole un abrazo
amistoso.
—Si alguna vez te cansas de Theo, me pegas el grito, ¿sí?
Miro a Theo, quien está lanzando algo en el aire y atrapándolo en
su mano una y otra vez. Está mirando a Wes y parece estar a punto de
tirarle lo que tiene.
Thad, que ya anticipa el caos, le arrebata el objeto, que resulta ser
un paquete de chicle, y lo guarda.
Se acerca a Wes e interrumpe su coqueteo con Anniston.
—Entonces, Wes, ¿crees que podemos dar una vuelta?

15 Shaggy es un personaje ficticio de la serie Scooby-Doo.


—Por supuesto. Mierda, hombre. Ni siquiera te vi allí. —Wes
genuinamente se ve avergonzado.
Lo siento por Thad, siempre en la sombra de Theo. Thad le agradece
y nos conducen rápidamente al garaje donde se encuentra una hilera de
autos de carreras.
Anniston me toma la mano y me conduce adentro.
—Aquí, traje. —Me entrega un mono y una funda blanca para la
cabeza, junto con un casco.
Levanto la mirada del equipo, impaciente y ansioso al mismo
tiempo.
Anniston se viste mientras Theo y Thad hablan con Wes sobre los
autos que queremos conducir.
Ya estoy sudando cuando terminamos de prepararnos. El sol se ha
puesto y me preocupa la visibilidad de la carretera.
Wes saca el primer auto, el rugido del motor me sorprende.
—¿Te encuentras bien? —pregunta Anniston, su mano es una
presencia tranquilizadora en mi brazo.
Asiento con tranquilidad y mis nervios bajan.
—Competiremos como equipos —le dice Anniston al grupo.
Theo gime pero no discute.
Salir a la pista de carreras es increíble. Wes ha encendido las luces
129
y todo el lugar está iluminado como una pista de carreras real. Mi corazón
comienza a bombear rápido, ahuyentando la necesidad de expulsar
energía en una carrera.
Sonriendo para mí, medio escucho a Wes dar instrucciones sobre
qué hacer y qué no hacer. Esencialmente, no derrapar. No chocar el uno
contra el otro. Y no morir. Ya sabes, lo básico.
—¿Estás bien? —pregunta Anniston.
—Sí. Estoy bien —le digo con confianza.
—Bueno. Mierda de auto. —Theo se me adelanta con un gruñido.
Anniston pone los ojos en blanco y se vuelve hacia mí. Ella sube y
baja las cejas, lo que la hace parecer tonta, y yo me río.
—Hagamos esta mierda, Guapo. Estás en mi equipo.
Ah. Es por eso que Theo está enojado.
Anniston me habla por nuestro canal y enciendo mi micrófono
dentro del casco. Es extraño pero realmente genial. Una vez en los
asientos del conductor, Wes revisa todos nuestros cinturones,
asegurando que estamos bien atados, y luego baja al asfalto.
—Cuando la luz se ponga verde, sal. —Llega a través de mi
micrófono—. Quien cruce la línea de meta primero después de diez
vueltas es el ganador.
Miro a Anniston en su auto. Sus ojos están mirando hacia adelante.
Ella está en esto. Le pateará el trasero a Theo por completo.
Me concentro en el semáforo frente a mí. Cuando se pone verde, lo
piso. Y mi motor se ahoga y muere por completo.
—Doble embrague, Cade —grita Anniston en mi oído—. ¡Ahora!
Arranco el motor de nuevo con la ayuda de Wes e intento recordar
qué carajo quiere decir con doble embrague. Finalmente, lo recuerdo,
pero no antes de que Theo me pase, Anniston lo sobrepasa por un
centímetro. Thad me pasa, tratando de alcanzarlos.
Recogiendo mis bolas y la confianza del piso, manejo el maldito
auto como si lo hubiera robado. El viento que rasga la ventanilla es como
la libertad. Nunca alcanzaré a Theo ni a la Comandante, o a Thad, pero
este momento de volar por la pista más rápido de lo que puedo imaginar
se siente como todo. Todo lo que quería. Todo lo que extrañé. Todo lo que
no soy y todo lo que soy. En este momento, me siento libre.
—¡Bloquéalo, Cade! —grita Anniston en mis auriculares.
Miro por encima de mi hombro y veo a Theo subiendo sobre mí.
—Bloquéalo. ¡No dejes que te pase!
Me deslizo y obstruyo su camino mientras gira hacia la derecha.
130
Me desvío frente a él, sin darle la oportunidad de pasar. Está enojado,
golpea su volante y me grita obscenidades a través del parabrisas.
Una gran y jodida sonrisa se forma en mi rostro mientras le doy un
saludo burlón. El maldito lo pierde. Arranca su auto y cae en picada, se
sale del asfalto antes de recuperarse y volver a la pista.
—Estoy detrás de ti, Cade. Mantén a Theo ocupado y voy a pasarte
por la izquierda. Esta es la última vuelta.
—Mensaje recibido, Comandante.
Me abalanzo frente a Theo, pisando el freno un par de veces. Su
conducción se ha vuelto errática. Es divertido joder con personas que son
malos perdedores.
Anniston se desliza junto a mí a la izquierda, Thad pisándole los
talones. Theo la ve también, y prácticamente puedo oírlo rugir cuando
tira de la rueda con fuerza y la golpea, maniobrando a mí alrededor como
un profesional. Mierda. ¿No puede ser pésimo en algo?
Piso el mío, también, a pesar de que no tengo posibilidades de
ganar. Pero la idea de ver la expresión de Theo cuando Anniston cruce la
línea de meta es suficiente para mantenerme presionando el acelerador,
solo para verlo derrotado.
Al acercarme a Thad, veo a Theo y a Anniston llegando a la línea
de meta.
—¡Oohrah, Comandante! —grito en el micrófono, la emoción se
apodera de mí. Mierda. ¿De dónde vino eso?
Anniston devuelve mi "oohrah" mientras cruza la línea de meta
frente a Theo por un pelo.
—¡Chúpalo, Von Bremen! —grita desde su ventanilla mientras se
detiene.
Theo pisa el freno y detiene su auto, el polvo se arremolina a
nuestro alrededor como un tornado.
Anniston se dobla en ataques de risa.
Theo se ve jodidamente enojado. Camina en dirección a ella,
arrojando su casco a través de la alcantarilla con fuerza bruta, luciendo
como si fuera capaz de infligir daños corporales. Su comportamiento me
hace sentir incómodo. Estoy luchando por salir de mi automóvil, con la
intención de intervenir, cuando una mano se cierra sobre la puerta.
—Vamos, cambiémonos y bebamos un trago. —Miro a Thad, que
está obstruyendo mi salida. Niega—. No quieres ver esto.
Frunzo el ceño, confundido. ¿No quiero ver qué? ¿Qué carajo está
por suceder? Miro a Anniston frenética. Theo llega a su puerta, la abre,
la agarra por los brazos y la saca del automóvil. Todavía se está riendo,
sin miedo en su rostro.
131
—Déjame salir —le digo a Thad, empujando la puerta. Él se
mantiene firme.
—No la lastimará. Confía en mí. —Su voz suena irregular.
Miro hacia atrás a Anniston, quien ahora se burla de Theo cuando
la golpea en el capó del auto. Empujo la puerta otra vez.
—Muévete —exijo.
No lo hace, solo mira a la Comandante, y mis ojos lo siguen.
Anniston se burla de Theo.
—Manejas como una abuelita. —Mientras, pieza por pieza, rasga
cada prenda de ropa de su cuerpo como un jodido animal.
Oh. Esto es lo que no quiero ver.
Miro a Thad, que está hipnotizado por la pareja a punto de follarse
los sesos en el capó del automóvil.
—Estoy listo para cambiarme —digo, llamando la atención de Thad.
Él asiente en señal de acuerdo y nos dirigimos hacia el garaje, pero
no antes de escuchar:
—Aww, Theo, no seas un bab-ahh. —Seguido por un gruñido y el
sonido de un cuerpo golpeando el capó.
Thad y yo aceleramos el paso, refugiándonos en el garaje. Donde el
aire no está lleno de sonidos de la chica que amamos, siendo follada por
el chico que odiamos.

132
Theo
NO, NO LO HIZO
Traducido por astrea75,
IsCris & RRZOE

Maldita Anniston y su regodeo. Ya me había enojado al elegir a


Cade como su compañero de equipo.
—Estarás bien. No seas llorón —dijo.
¿Llorón? ¡Ah! No soy un llorón. Simplemente no quería al culo lento
de Thad en mi jodido equipo.
¿Y cómo se atreve a decirle a Cade que me bloquee? Ese tipo de
133
juego sucio merece castigo. Me tiene completamente duro ver sus trenzas
rubias saltando alrededor de sus hombros como tentáculos enojados, así
que es exactamente lo que va a conseguir. Castigo.
Conducir ese auto con precisión y habilidad hizo que mi polla se
engrosara durante los primeros diez segundos de carrera. ¿Cuándo lo
aceleró y consiguió ese último medio kilómetro?
Duro. Como. Roca.
¿Que se regodeara? Sí, eso selló el jodido trato. Voy a joder ese baile
de la victoria aquí en el capó de su auto. Deja que Cade y Thad se sacien.
Desgraciados.
Los veo mirándola. Veo su aspecto disimulado, su deseo de
ayudarla con cualquier cosa. Bueno, hoy no chicos.
Esto es lo que le gusta a la doctora McCallister: sucias, asquerosas,
ásperas y violentas victorias. Y mi objetivo es complacerla. Miren y
aprendan, caballeros.
Choco su cuerpo contra el capó. Me está sonriendo, burlándose de
mí. Mi rabia y mis celos hierven a fuego lento bajo la superficie, esperando
la luz verde.
—Hazlo, Teddy —provoca, pasando el dedo por el encaje que cubre
sus pechos.
Respira profundo, Theo. No le permitas la ventaja.
Continúa moviendo las manos a través del encaje, acariciando cada
unión de la tela. Mueve una mano lentamente por las crestas de su
estómago tonificado hacia su calor.
Mierda.
Estoy perdiendo el control. Ella también lo sabe, porque mis ojos
siguen el descenso de esa mano por su propia cuenta. Mueve los dedos
dentro del trozo de tela negra hasta que cierra los ojos. Un gemido
entrecortado comienza en lo profundo de su garganta, subiendo hasta
que jadea en el aire entre nosotros.
Está a punto de correrse. Conozco esa expresión. Y mientras mueve
furiosamente sus dedos debajo de esas bragas, me doy cuenta de que
aliviará este dolor con o sin mí.
Poniéndome en marcha, le agarro la mano y la giro sobre su
estómago, la fuerza del impacto produce un fuerte golpe.
—¿Te dije jodidamente que podías hacer eso?
Gira la cabeza, incitándome un poco más.
—Pensé que habías olvidado cómo. Solo te estaba guiando.
Esa boca. Esa maldita boca me hace querer hacer cosas peligrosas.
Sosteniéndole las manos detrás de la espalda como si fuera una
especie de criminal, le bajo las bragas, su cuerpo resbaladizo por el sudor,
atrapando la tela en sus muslos. Un tirón fuerte, y las libero lo suficiente
134
como para ponerlas en sus rodillas.
A toda prisa, desabrocho mi mono y libero mi endurecida polla.
Brota a la vida, ansiosa por poner esto en marcha. Me meto entre las
piernas de Anniston, extendiéndola sobre el capó.
Pasando un dedo sobre su hendidura empapada, le susurro:
—Grita cuando no puedas soportar más.
Se pasa la lengua por los labios sonrientes, acentuando el brillo
triunfante en sus ojos. Con un apretón firme, me atrapa entre sus piernas
y susurra:
—No.
La adrenalina me atraviesa cuando me desafía por el control. Me
deleito en este enfermo juego que jugamos.
—Seré duro contigo, Anniston. No voy a parar hasta que quedes
ronca, suplicando misericordia. Pero no habrá ninguna, no para ti. Eres
mía, y cuando vuelvas cojeando al automóvil, Cade y Thad también lo
sabrán.
—¿Lo prometes?
Levanto sus muñecas, forzándola con la cara hacia el capó. No
necesito verificar si está lista para mí. Todavía puedo sentir la humedad
que dejó en mi estómago cuando me apretó contra ella, manteniéndome
cautivo. El pecho de Anniston se mueve contra el frío metal, su
anticipación se hace evidente en su respiración irregular.
—¿Quieres que te folle, Ans? ¿Quieres sentir lo que me haces?
Cambiando a una mano, la mantengo atrapada, entrelazando la
otra entre sus gruesas y sudorosas trenzas.
Ríe.
Se ríe de mí.
—Desearía que lo hicieras, cállate y fóllame urgente.
Mi adrenalina sube, mi cuerpo vibra en un deseo puro y sin filtrar.
Un gruñido feroz brota de mi pecho mientras le echo la cabeza hacia atrás
y me hundo en su coño apretado y húmedo. La follo violentamente,
golpeando esas caderas despiadadamente contra el implacable metal.
Una y otra vez, grito después del gemido que sale de su garganta,
temblándole la voz con la necesidad de liberación.
—¿Qué tal ahora, hermosa? ¿Cómo estás llevando ese silencio?
Gruñe, moliéndose contra mí, persiguiéndolo. Soy un bastardo,
abrazándola fuerte, evitando que llegue a ese lugar codiciado que ansía
desesperadamente.
Otro tirón de cabello.
—Dime. ¡Dime, lo que quiero escuchar! 135
—Por favor. Por favor, Theo.
Sin más tonterías, nos mando al olvido, cediendo a nuestras
necesidades desenfrenadas. Profundo, luego superficial, mis golpes se
vuelven salvajes y caóticos, follándonos en un frenesí de locura hasta que
finalmente no podemos soportarlo más. Sus paredes se contraen,
ahogándome mientras ella exprime la esencia misma de mi alma.

***

Un sonido chirriante suena en toda la habitación, sacándome de


un sueño profundo. Demonios sí. Logré dormir realmente en el succiona
traseros de Washington. De acuerdo, es porque estoy con Ans.
Ahora, mientras me doy la vuelta y llego a su lado de la cama, me
doy cuenta de que ya se ha levantado. El reloj dice que son las siete.
Probablemente ha estado despierta desde hace un par de horas.
Frotándome el rostro con una mano, despejando así el sueño de
mis ojos, tiro del enchufe en la pared, porque, bueno... soy un imbécil y
no puedo tomarme la molestia de encontrar el botón de apagado para
callar la música molesta, gritando sobre "sacudirlo". ¿No puede usar su
teléfono como una persona normal?
Disfrutando de la sensación de una noche de sueño reparador, me
extiendo, cubriendo toda la cama. Empiezo a escuchar un ruido de
cacerolas chocando en la cocina, interrumpiendo mi paz, probablemente
Thad, el lameculos de Ans, está haciéndole el desayuno. Imbécil. Ella
difícilmente come el desayuno. Es más de tomarse un batido.
Tengo que estar en el campo para entrenar hoy a las nueve. Ugh.
Al menos Ans va conmigo. Algunos días son tan insoportables, que me
hacen querer dejarlo. Thad dice que no es el momento, que necesito hacer
crecer más mis inversiones para asegurarme de que estaré
financieramente seguro si no trabajo por un tiempo.
A este punto, me importa una mierda. Solo quiero volver a casa a
Georgia. Los viajes, las habitaciones de hotel, la práctica, los
entrenadores en mi culo, la nutricionista en mi cara cuando como una
maldita galleta pueden irse a la mierda. No quiero esta vida nunca más.
Sonaba genial en la universidad, cualquier cosa con tal de no
trabajar para mi padre, pero ahora... ahora quiero algo más. Y ese algo
se durmió babeando en mi brazo anoche.
Al darme cuenta de que necesito levantarme y motivarme, me estiro
una vez más y luego me dedico a clavar los dedos de los pies en la
alfombra de felpa. Probablemente debería ponerme algo de ropa ya que
tengo invitados, pero, nah, es mi casa. Soy el rey de este maldito castillo.
Camino a la cocina vestido solo con mis bóxers y frunzo el ceño.
Thad está haciendo un jodido desastre en mi cocina. 136
—¿Qué carajo, amigo? Vas a limpiar esta mierda.
Me mira.
—De nada.
¿Qué? ¿De nada? ¿Por qué debo darle las gracias?
—Te hice el desayuno, idiota. Anniston y Cade salieron a correr y
decidieron pasar por ese lugar de batidos que a ella le gusta para
desayunar. Ella dijo que te vería en el campo.
No, no lo hizo.
—¿Nuestro lugar de batidos? —aclaro con tos.
Me da un breve asentimiento.
Siento que mi presión arterial aumenta. ¿Sabes cuándo comienza
el hormigueo en tus manos y se mueve hacia tu pecho? Tu cabeza se
nubla y luego te desmayas o corres. Sí. Ahí es donde estoy. Sacudo las
manos y me obligo a respirar.
Ella llevó a Cade a nuestro lugar. Jódeme.
Cade está jodidamente muerto.
Thad me mira con lástima en sus ojos.
—¡No me mires así! —gruño con amargura. No quiero su maldita
compasión. Cade no es una amenaza.
Thad coloca dos platos en el desayunador. Huevos. Siento un poco
de culpa.
—Comamos. Te daré un aventón.
Sí. Es culpa lo que estoy sintiendo. Pasando una mano por mi
cabello, digo frustrado:
—Lo siento.
Levanta la barbilla en señal de aceptación. Es mejor hombre que
yo. En su lugar, habría aprovechado la oportunidad para restregar la
disculpa en mi cara o señalar que otro tipo estaba haciendo un
movimiento con mi chica. Pero él no. En cambio, hace el papel del
hermano obediente al hacerme un desayuno de consuelo.
Comemos en silencio. Su comida es realmente decente, pero
remuevo la comida en mi plato, atrapado en mi propia autocompasión.
—Date prisa —dice, levantándose—. No puedes llegar tarde otra
vez.
Me aparto de la mesa y tiro mi plato en el fregadero. Se rompe
contra el acero inoxidable, pero no me importa.
Thad suspira, y camino a mi habitación a toda velocidad para
anticiparme a esta pesadilla de día.

*** 137
—Oye, Von Bremen. ¿A Anniston finalmente le creció un cerebro y
te botó?
Drew Michaels está creando un problema esta mañana. No estoy
de humor. Continúo vistiéndome, arrojando todo lo que puedo en mi
casillero con fuerza.
Anniston apareció hace unos minutos, luciendo fresca y hermosa
en sus pequeños pantalones de licra que apenas le cubren el culo. No
hace falta decir que todos se dan cuenta cuando ella está aquí.
—Sí, la vi con ese tipo grande. ¿Te espantó, chico guapo? —
Freeman se hace eco de las burlas que se hacen sobre mí.
Respiro hondo un par de veces, la furia reinando en mí. Solo
intentan provocarte. Ignóralos.
—Déjalo ir, amigo. Ninguno de ellos puede tener ningún coño —
susurra Brody. Me da un apretón en el hombro. Ayuda pero no alivia la
tensión.
—¡Chica en la casa!
Hablando del puto diablo.
—¡Oh, vamos Lewis! Dame un respiro. No necesitas dos manos
para cubrir tu paquete. Ya he visto esa cosa pequeñita. —Anniston se
pavonea en el vestuario como si fuera la dueña.
Los muchachos aúllan de risa justo antes de que ella me sostenga
la mirada y me guiñe, Cade detrás de ella como el buen perro faldero que
es. Sus pantalones cortos negros se flexionan con sus músculos mientras
atraviesa la masa de muchachos, lanzando insultos a medida que
avanza.
Golpea el culo de Brody cuando nos alcanza.
—¿Cómo estás, hermano?
Él se ríe y niega con la cabeza.
—Estoy muy bien, doctora McCallister. Es bueno tenerte de vuelta.
La abraza torpemente y dice una excusa para irse. Sí. El maldito
es inteligente.
—Ans —digo con voz cansina—. Así que estoy feliz de que
finalmente puedas unirte a mí.
Sonríe, dándose cuenta de mi mezquindad.
—Y aquí estaba yo pensando que no me extrañabas.
Le doy una mirada lasciva y tomo mi gorra del banco.
—Vamos. —Y tiro de ella atravesando la multitud de mis
compañeros de equipo, hacia la salida. En retrospectiva, deberíamos
138
haber dejado ir a Cade primero.
—¡Oye, McCallister!
Maldición. Ya casi habíamos salido.
—¿Qué tal si me dejas invitarte a salir esta noche?
Anniston se da vuelta y se dirige a Michaels, quien actualmente
tiene deseos de morir.
Liberando nuestros dedos, Anniston me sonríe. Oh, mierda. Buena
suerte, Michaels. Ella se pasea hacia él, sus caderas se balancean en un
ritmo silencioso.
Michaels se lame los labios mientras palmea su polla.
—Sí, cariño. Déjame enseñarte cómo es pasar un buen momento.
Cade avanza con un gruñido bajo.
—Solo espera —le animo, tocando su hombro.
Me da una breve inclinación de cabeza y mira a Michaels.
—Aww... Qué lindo —dice ella en una voz cantarina. Aparta el
cabello de Michaels de su frente y se inclina hacia él, de repente
agarrando sus bolas firmemente.
Michaels hace un chirrido cuando se le doblan las rodillas.
—Pero tengo que admitir, Drew, no jodo a nadie con un OBP16
inferior a 400.
Su agarre se aprieta sobre sus bolas y él se agacha más hacia el
suelo.
—Y si me vuelves a insultar de nuevo, me aseguraré de que pruebes
esperma durante una semana entera.
Otro apretón.
Con una voz chillona, Michaels se disculpa y acepta tener un mejor
comportamiento antes de que Anniston lo empuje hacia sus amigos.
Ella mece su cabello con una sonrisa diabólica y murmura:
—Niñita. —Mientras se acerca a mí.
—Vamos, Von Bremen. Es tu turno.

***

—¡Estás liberando demasiado tarde!


—¡No, no lo estoy! —grito, limpiando el sudor de mi frente. Estoy
cansado y de mal genio, criticando a cualquiera que se atreva a ofrecerme
un consejo. Esta mierda apesta. Estaba listo para irme hace una hora.
Anniston se encuentra detrás de Brody, mi receptor de hoy,
139
criticando mi bola curva, que posteriormente está demasiado lejos. Creo
que es un ajuste del dedo. Ella piensa que es un problema de tiempo.
Uno de nosotros está equivocado y estoy bastante seguro que es ella.
Una pequeña multitud se ha reunido para ver su estrategia de
entrenamiento única. Única en el sentido de que ella me amenaza y me
lanza mierda cuando no lo hago como dice. Incluso Bellamy está
disfrutando mi tortura, mostrándome una sonrisa de mierda mientras
Ans resuena mi trasero de seis maneras diferentes a partir del domingo.
Michaels se encuentra entre la multitud, enviándome miradas de odio
tan a menudo como le es posible. Es un maldito milagro que sea capaz
de enfocarme.
—Vamos, T. —El aliento de Brody es severamente carente de
confianza, pero, no obstante, muy apreciado.
—¡Theo! —Anniston agarra la pelota de Brody y marcha hacia mí—
. Suéltala medio segundo antes. ¡Haz lo que te estoy diciendo!
En un bufido, le arrebato la pelota de su mano extendida, la golpeo
una y otra vez en mi guante. En tiempos como este, quiero lanzar esta
maldita bola al espacio y darles a todos estos hijos de puta un

16
On Base Percentage (OBP), en español Porcentaje en Base. Es una fórmula
estadística que se usa en béisbol para indicar en general con qué frecuencia el bateador
evita un out (fuera).
"demonios", pero no, tengo que ser un adulto. Sé responsable, dicen ellos.
Al diablo con eso.
Anniston retoma su posición detrás de Brody, inclinándose sobre
su hombro para una vista perfecta del plato. Él me da la señal, ajustando
su agache en la esquina y abre su guante, proporcionando mi objetivo.
Recorro la pelota, frotando los cordones en un patrón de relojería.
Es un hábito y no tiene ningún efecto sobre cómo sale el lanzamiento. La
mayoría de los muchachos en el equipo tienen algún tipo de tic. Tal vez
abran y cierren el velcro en su guante de bateo cada vez que salen de la
caja de bateo. El movimiento crea un ritmo de tiempo en el que el
bateador puede ordenar sus pensamientos, respirar profundamente y
anticipar el lanzamiento. Es una estrategia. Es un jodedor de mente. De
cualquier manera, todos lo hacemos para ganar tiempo.
Una vez que termino mi ceremonioso frotamiento, me pongo de pie,
acercando mi rodilla al pecho, separando los dedos y soltando la pelota
en la cadera. Está muy lejos afuera. De nuevo.
—¡Un jodido preescolar podría haber golpeado eso! —Su
frustración es palpable mientras me grita en medio del montículo. En su
estado actual, todo es posible, así que, en un esfuerzo por calmar su
furia, busco en el balde de bolas detrás de mí, agarro otra y me preparo
antes que pueda alcanzarme.
—Apuesto a que no podrías pegarle. —La voz que me irrita a diario
sale de la boca de Michaels desde la primera línea de fondo. ¿Qué podría
poseer a un humano para ser tan estúpido? Es como si dijera "Hoy quiero
140
morir". Me doy cuenta que todavía está un poco enfadado por el
comentario de Anniston en el vestuario, pero ahora está siendo mezquino.
Los jugadores de béisbol generalmente no son jugadores agresivos.
A diferencia del fútbol, los jugadores de béisbol usan maniobras furtivas
como hacer que su pitcher penetre en el interior o lanzar una bola rápida
en una parte corporal no letal. Ellos no solo se alejan y pelean. No, somos
perras maliciosas y nos gusta ser pasivo-agresivos hasta que sea tu turno
de batear.
Levanto la cabeza justo a tiempo para ver a Michaels sonriendo con
enojo hacia Ans. Nuevamente, qué idiota.
Sigo a Ans con la vista, sus labios se vuelven una línea recta.
—Dame un bate —le pide a Liam, mi lanzador de relevo.
Él me mira, luego a ella, su cabeza reflejando la de un perro
rastreando una golosina. No soy un buen lector de personas, pero la
expresión de su rostro es bastante clara. Se encuentra jodidamente
aterrorizado.
La idea de que Ans inspire miedo en mis compañeros de equipo
enciende una sonrisa en mis labios.
En serio, Liam, ella no trabaja para el equipo. ¿Qué podría hacerte?
Pero esa es la cuestión del miedo... es lo desconocido lo que
realmente te atrapa. Si supieras lo peor que podría pasar, entonces no
estarías tan asustado.
—Dame. Un. Bate. —repite ella lentamente, acercándose a Liam
como una leona hambrienta.
Liam le entrega un bate con manos inestables, deteniendo
rápidamente sus pasos hacia él. De acuerdo, alguien tiene que detener
esta locura. Ella realmente no puede estar aquí golpeando mis
lanzamientos, no es que no lo haya hecho antes. Golpeó muchos de mis
lanzamientos, pero por lo general los ralentizo y me aseguro de que esté
bien preparada.
—Vamos, Ans —suplico.
Es obstinada y francamente irracional ahora. Ignorando mi
súplica, se acerca al plato en sus pequeños pantalones cortos, se
posiciona y cava adentro.
—Lánzame una curva. —Toma un swing de práctica, corta el bate
en alto y luego lo nivela a la altura del pecho.
—Vamos, Ans, ni siquiera tienes casco.
Miro a Bellamy por ayuda. No me malinterpretes, me gusta su
locura, pero esto es algo serio. Ella fue a la escuela durante diez años por
el amor de Dios. ¿Qué pasa si la pelota la golpea en la cabeza y causa
daño cerebral o algo así? La amo pero no estoy seguro de estar listo para
dar el paso de limpiarle el trasero por el resto de mi vida.
141
—Doctora McCallister, tengo que insistir en que no hagas esto.
Gracias, Bellamy. Finalmente, alguien de autoridad intenta hablar
con sentido.
—Vamos, Comandante.
Por mucho que la voz de Cade rezume mi último nervio, en realidad
me alivia oírlo hablar. Tal vez ella escuche a su idiota.
Nop. Anniston da otro swing, sin dejar de mirarme, ignorando por
completo el "por favor" y el "sentido común" que le piden.
—Lanza la maldita pelota, Theo.
Veinte años de amistad y quince años de dormir juntos, sin
mencionar que ella es mi entrenadora, me da un poco de autoridad, pero
no con mi entrenamiento. No, en esta área ella es la jefa, mi maldita
Comandante. Sé lo que sucederá si no lanzo la pelota. La pregunta es,
¿quiero lidiar con las consecuencias? Como mi cabeza no es mía, niego
una vez, no.
—¿Qué pasa si te golpeo? —No tiene sentido no dar un último
intento antes de ceder.
—No me pegarás. Ahora. ¡Lanza. La. Pelota!
No la golpearé. Psh... ¿Me ha visto lanzar antes? ¿Cuántos
bateadores he golpeado? ¿Cincuenta? ¿Cien? Mierda, son tantos que he
perdido la cuenta. Seamos realistas aquí.
Anniston da un golpe de práctica más y señala la punta del bate en
el aire, indicando el jardín izquierdo. Le echo un vistazo a Michaels, que
la mira fascinado. Puto de mierda. Espero que Cade lo golpee hasta
hacerlo mierda más tarde. Con la mirada de odio de Jameson, Michaels
tendrá suerte si sale de este estadio sin ayuda.
Tomo una respiración profunda mientras agarro la pelota en mi
guante, mirando a Brody para confirmar que realmente estamos
participando en esta locura. Menea la cabeza exasperado pero resignado,
me da la señal con dos dedos en su muslo izquierdo y un toque a su
derecha, lo que indica que está listo para la curva.
Asintiendo, reconozco su orden, curvándome y luego lanzando un
picheo que silba en el aire. Sé en el instante en que deja mi mano que
ella va a golpearla, la determinación en sus ojos no admite discusión.
Baja la rodilla, cuadra los hombros justo cuando se balancea con fuerza
contra el lanzamiento.
El inconfundible chasquido del bate hace eco en el estadio, creando
una cacofonía de jadeos. Mi bola curva se eleva por el cielo y cae
cortésmente en el jardín izquierdo. Justo como ella predijo. Una sonrisa
se dibuja en las comisuras de mi boca mientras cada cabeza sigue el
camino de la pelota.
—¿Qué tal si vas a buscar eso, Michaels? La firmaré para ti.
142
Esta maldita chica. Mi maldita chica. Doy dos vueltas riéndome
cuando Cade me da la espalda, riéndose también. Incluso Bellamy lleva
una sonrisa engreída. Michaels se levanta estúpidamente, lanzando
puñaladas con la mirada a Ans antes de aceptar la derrota, girando sobre
sus talones, dirigiéndose al dugout. Ella le presta su atención por un
segundo antes de volver a enfocarse en mí.
—¡Ahora, haz lo que te dije! —grita, con su voz de entrenador.
Dejo salir un estrangulado:
—Sí, señora. —Antes de hacer el siguiente lanzamiento, medio
segundo antes, pintando perfectamente la esquina izquierda del plato.
Como ella dijo que haría.
Theo
MARCANDO MI TERRITORIO
Traducido por Yira Patri

Después de dar vueltas en la cama por décima vez, he terminado.


Joder. El sueño no me tocó en suerte esta noche.
Ans se encuentra recostada de su lado, su cabello desordenado
sobre la almohada. Luce serena con una media sonrisa en el rostro. Beso
suavemente su frente, con cuidado de no despertarla. Con gran técnica,
logro maniobrar para salir de la cama sin que me descubra. Ciertamente
me arrojaría una píldora a la cara si me descubriera a esta hora.
Hace frío en mi departamento, eso no es inusual. Siempre me
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parece frío, y no solo por la temperatura. No es mi hogar No pertenezco a
este lugar.
Presiono el botón en el termostato eléctrico y elevo la temperatura.
Tal vez si Ans siente calor saldrá con poca ropa. Mmmm. Gran idea, Theo.
Sonrío ante los pensamientos pornográficos que me vienen a la
mente mientras me dirijo a la cocina en busca de una taza de café. Sé
que es así. Debería beber un poco de ese té que provoca sueño o alguna
de la mierda que Ans obliga a beber a Cade, pero tanto como Ans piensa
que me controla, no lo hace. Es por eso que tomaré esta taza de café y la
saborearé afuera. Donde ella no lo pueda oler o encontrarme bebiéndolo.
La Keurig17 hace demasiado ruido al soltar el café teniendo en
cuenta lo que pagué por la estúpida cosa. Uno pensaría que si gastas
más de cien dólares en algo que elabora una taza de café a la vez, podría
hacerlo en completo silencio.
Sostengo mi taza y silenciosamente apago la alarma y voy hacia las
puertas del balcón, la Keurig podría aprender algo aquí, y literalmente
me apresuro a salir antes de que pueda ser detectado por el sentido del
olfato asesino de Ans.

17
Keurig: marca de cafetera.
El aire es fresco, no tan húmedo como suele ser. La noche es
silenciosa, con solo el sonido tenue del escaso tráfico y el burbujeo de la
fuente del jardín, el sonido del agua que corre no es suficiente para
ayudarme a dormir. Extraño la plantación. Mierda. Extraño Georgia,
punto.
Bebo lentamente, recostado en una tumbona, permitiendo que el
café caliente devuelva mi cerebro a un estado pre-zombie. Lo odio negro.
Preferiría echarle azúcar tras azúcar y crema, pero no, no es bueno para
mí. Sin azúcar me dicen, sin carbohidratos. Estoy tan harto de que me
digan lo que puedo comer que quiero gritar. Al menos Ans me permite
hacer trampa. Es decir, ella me controlará como el infierno después, pero
seguro que sabe cómo hacer que la baje. No es para tanto.
Hablando de degustación... Cade realmente ha estado
obstaculizando mi tiempo con Ans. Es como si estuviéramos cuidando a
un recién nacido o algo así.
"Él necesita descansar".
"Tiene que comer".
"Necesita un poco de tiempo conmigo".
"Me necesita."
Lo que necesita es una rápida patada en el culo, que lo envíe a un
refugio local que se ocupe de esta mierda. No en mi casa y no con mi
maldita chica. 144
El odio se cuela en mis entrañas mientras miro hacia la ciudad que
aborrezco. Odio este departamento, odio este trabajo. Odio esta ciudad.
Odio mi dieta ¡Odio todo!
Bien, no realmente, pero permíteme tener esta fiesta de lástima.
Estoy cansado. Ans se irá esta tarde y estoy en la lista para comenzar.
No sé por qué no puede quedarse para el juego. Su excusa de mierda de
que Cade ya tuvo demasiado es estúpida. Él no necesita volver a su
rutina. No es un jodido bebé.
¡Gah! Es muy frustrante. Solo la quiero de vuelta. La quiero a ella
sola. Joder con Cade. Gracias por servir a nuestro país y luchar por mi
libertad. Déjame hacer una donación en tu honor que te ayude y sal de
mi maldita casa.
Enojado y molesto con mi actual situación, tironeo mi cabello casi
violentamente. No debería estar despierto. Debería estar dormido, sin
pensar en esta mierda. Pero como es el karma, que se inclinó y me tomó
por el culo, aquí estoy una vez más. Jodido
Mi enfado me abruma mientras bebo los últimos sorbos, la cafeína
me atraviesa. Levantándome de la silla, me acerco a la barandilla y
empiezo a caminar, sintiéndome como un animal enjaulado.
Sería una larga caída, más que suficiente para ponerme en la lista
de lesionados. Estoy bromeando. Inclinándome, permito que la sangre
suba a mis sienes, dejo que la gravedad tome el control mientras miro al
vacío debajo de mí. Me duele, la sangre golpea mis sienes, pero el dolor
entorpece los sentimientos sensibles que se agitan en mi interior y eso es
lo que necesito en este momento. Un escape de la realidad.
Escucho el chirriar de la puerta al abrirse. Me quedo quieto como
un ninja mientras aún cuelgo sobre la barandilla del balcón. Tal vez, sea
quien sea, se dará cuenta de que estoy teniendo un colapso y me dejará
autodestruirme solo. Ahórrenme un poco de dignidad.
—¿Theo?
Ah, la voz que obsesiona todos mis pensamientos. La razón por la
que estoy aquí.
—¿No puedes dormir?
Escucho las suaves pisadas de sus pies cruzar el patio antes de
que ella me rodee la cintura, deslizando sus pequeñas manos debajo de
mi camiseta. La sensación parecida a una pluma de la punta de sus
dedos mientras me roza el estómago envía hormigueos por mi espina
dorsal. ¿Por qué? ¿Por qué una mujer tiene tanto control sobre mí? ¿Por
qué no puedo follar a otras chicas y ser feliz? ¿Por qué debo soportar esta
mierda con Cade?
Porque cuando ella respira contra la parte posterior de mi cuello,
mi polla se pone dura, presionando contra mi estómago dolorosamente,
mi cuerpo vivo de emoción, conozco muy bien este sentimiento. Este
sentimiento químico no es otra cosa que el viejo y conocido amor.
Amo a Anniston McCallister y no hay nada que pueda hacer al
145
respecto.
Cuando no respondo a su pregunta anterior, ella me acerca más,
con más rudeza. Otro leve beso en el cuello es mi perdición.
Salgo de la barandilla, girando, el dolor de cabeza se amplifica con
el movimiento brusco, y sujeto la parte posterior de su cuello, atrayéndola
hacia mí, abriendo lentamente su boca con sutiles besos. Su cuerpo
responde al mío, permitiéndome el control que sabe que necesito
desesperadamente. Sin esfuerzo, mi lengua se abre paso, rozando su
paladar. Buscando. Anniston gime en agradecimiento, lamiéndome y
mordiéndome, rogando por más.
—¿Qué necesitas, Theo? —respira contra mi boca abierta, su
pregunta provoca la necesidad territorial de reclamarla.
No respondo de inmediato. En cambio, la empujo contra mí, le
rodeo la cintura y la llevo hasta apoyar su espalda contra las puertas del
patio. Ya no puedo controlarme, empujo mis caderas con un fuerte golpe
contra su centro humedecido, finalmente respondiendo a su pregunta.
—Quiero que todos me vean follarte.
Me jala los cabellos cortos de mi nuca, lo que me obliga a girar la
cabeza para estar frente a frente mientras continúo restregando mi
dolorosa erección contra la parte inferior de su cuerpo.
—Quiero que me vean follar lo que es mío. —Gruño un poco al final
de la frase y sus ojos brillan con la necesidad que ambos sentimos.
Perdemos el control con esta clase de juegos. Estamos sedientos de eso,
y no importa cuántas veces lo hagamos, nunca es suficiente. No para mí
y definitivamente no para ella.
Me restriego una vez más, provocando un gemido antes de llevarla
al piso. No necesita instrucciones sobre cómo será.
Me agarra la camiseta pero yo me hago cargo, quitándomela sobre
la cabeza antes de que la rompa. Mis pantalones cortos golpean el piso
antes de que agarre mis bolas, provocándome placer, un tirón tras otro.
Mierda. Estoy tan jodido por esta chica.
Liberándome de su embrujo, me alejo, no estoy listo para venirme
todavía. Este es mi espectáculo, no el de ella. Rápidamente le quito mi
camiseta. Sus tetas turgentes se liberan mientras la tiro detrás de mi
cabeza. Me importa una mierda donde aterrice porque sus globos
perfectamente redondos brillan a la luz de la luna, llamando mi atención.
Saco la lengua, humedeciendo mis labios, preparándolos para la
embestida.
Bajo lentamente, tomando un pezón rosa entre los dientes,
Anniston jadea, arqueándose hacia atrás, invitándome a tomar más.
Acaricio el pecho con descuido, rodándolo una y otra vez en mi mano,
hasta que el pezón se escurre entre mis dedos.
—Tan condenadamente perfecto —canturreo entre succiones y
mordiscos suaves. Responde clavándome las uñas en el hombro,
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diciéndome todo lo que necesito saber. Continúa. Maldito. Vamos.
Detengo mi asalto a sus pechos, bajando las manos para ahuecar
su coño desnudo.
Su cuerpo se estremece de sorpresa cuando le agrego presión,
permitiendo que un dedo se deslice más allá de sus labios, la penetro,
encontrando el calor húmedo que me espera.
—Siempre tan apretado —murmuro, poniéndome de rodillas. Mi
trasero a la vista, de cara a la radiante luna y a los desprevenidos
madrugadores, pero no me importa. La emoción de ser observados, de
que alguien se masturbe mirándome jodiendo a Ans me excita como la
mierda. Llámame loco, pero no lo desestimes hasta que lo pruebes.
Después de todo, es la forma en que la industria del porno gana su
dinero. La gente es curiosa. Le gusta mirar.
Reajustando la erección entre mis piernas, deslizo las manos a lo
largo de las pantorrillas heladas de Anniston y sobre sus rodillas,
amasando a medida que avanzo. Con mis pulgares, doy a sus muslos un
ligero empujón para que se abran lo suficiente dando lugar a mi cara.
Con un respiración profunda y prolongada, inhalo su excitación, un
aroma almizclado y femenino con una mezcla de algo que no logro
descifrar. Es decadente. Es un postre especial. Y es jodidamente todo
mío.
—Theo... —se queja, ansiosa por que mi boca esté donde ella
quiere.
Me hace reír. Me gusta tenerla contra las cuerdas por una vez.
—Paciencia, amor —la regaño.
Jala mi cabello, plantando mi cara directamente en su coño.
—La paciencia está sobrevalorada. Come. —Su voz se encuentra al
borde de la cordura. Le resulta difícil mantener esta sumisión. Ella quiere
tomar el control, apurarme.
Para reducir la situación, saco la lengua para jugar. Los golpes
firmes y los movimientos suaves hacen que sus rodillas se doblen casi de
inmediato. Fijándola al cristal para mantenerla erguida, le aprieto las
caderas con ambas manos. Nada arruina el momento como una
conmoción cerebral.
Los gemidos de Anniston llenan el silencio mientras comienza a
balancearse con cada fuerte empuje de mi lengua. Le tiemblan las
rodillas, haciendo que sea difícil para mí mantenerme aferrado.
—Me vengo —jadea, respirando entrecortadamente.
Me detengo, no quiero que se venga todavía, y coloco mis brazos
detrás de sus rodillas. Gimotea su protesta cuando me pongo de pie y la
aprieto contra la puerta, obligándola a probarse en mi lengua. Se echa
hacia atrás, reclamando agresivamente mi boca, controlando el beso.
Le levanto la pierna con una mano, y con la otra, tomo mi pene con
147
paciencia y lo alineo en su entrada empapada. Empujo la punta,
poniendo a prueba mi autocontrol.
—Agárrate. —Es toda la advertencia que le doy antes de
sumergirme en su compresor cremoso y caliente.
Ella amortigua su grito contra mi hombro, mordiéndome para
aliviar la presión. Cuando la presión se alivia, me retiro en un largo y
tortuoso golpe. Su impaciencia se enciende cuando se encuentra conmigo
en mi camino de regreso, luego empuja, encontrando el ritmo.
La luz se enciende en la cocina, distrayéndome de mi actividad con
Anniston. Cade aparece arrastrando los pies, luciendo agotado.
Anniston grita contra mí, molesta de que haya disminuido la
velocidad de nuevo.
Cade dirige los ojos al patio y los estrecha al ver el cuerpo desnudo
de Anniston untando sudor arriba abajo del vidrio. No estoy seguro de si
incluso puede verme, pero le doy una sonrisa de mierda de todos modos,
por las dudas.
Con fuerza, le doy a Anniston la poderosa estocada que desea y me
deleito con el grito ronco que deja salir en el aire de la noche.
Los ojos de Cade nunca abandonan su cuerpo. La mierda enferma
dentro de mí ama torturarlo. Soy como un niño codicioso exhibiendo mis
juguetes, sin compartir ninguno.
Anniston gime mi nombre y mi atención se centra en ella, el juego
que estoy jugando con Cade me incita a dar todo lo que tengo.
—Sujétate a mí —le digo, poniendo sus brazos alrededor de mi
cuello. Sus piernas se tensan alrededor de mi cintura instintivamente.
Este no es nuestro primer rodeo.
Extiendo mis piernas un poco más para obtener la máxima
potencia, la embisto una y otra vez. Golpeando su delicado cuerpo contra
el cristal tan fuerte que hace ruido. No es suficiente.
Apoyo una mano contra el marco de la puerta, por encima de su
hombro, la otra le sujeta a la cintura y la golpeo sin sentido.
Una rápida mirada para ver si aún tenemos audiencia, noto que
Thad también se ha despertado y ahora está sentado en el sofá, con un
escocés en la mano.
Cade, bueno, aún está tratando (y fracasando) de apartar los ojos.
Mi hermano, sin embargo, el hijo de puta perverso, sostiene mis
ojos y me mira joder a Ans hasta la mierda.
—Me vengo —grita, completamente ajena a nuestra audiencia.
Con cada onza de idiotez que tengo, me encuentro con los ojos de
Cade a través del cristal, bajando cada uno de mis dedos hasta que solo
148
el de en medio permanece levantado. Y luego empujo tan fuerte en
Anniston que los rodillos se sueltan. Anniston ni siquiera nota que su
cuerpo rebota en el mío, persiguiendo su orgasmo. Observo a los dos
hombres que quieren lo que me rodea.
Les permito observar.
Los dejo ver cómo tomo todo de ella.
Primero, tomo su grito.
Entonces un gemido.
Y justo antes de tomar su orgasmo, ella me detiene, agarrándome
de la cara, obligándome a mirarla.
—Mírame —exige con un firme agarre en mis mejillas—. Quédate
conmigo, Theo.
Fijo la mirada en esos bebes azules que mantienen mi corazón
cautivo. La veo caerse en mis brazos cuando un grito se rompe en su
garganta. El amor que tengo por esta chica es tan abrumador que no
puedo mantener el contacto visual. Giro la cabeza, nivelando mi mejilla
contra su hombro mientras el hormigueo comienza en mis bolas.
—Mírame —dice ella.
Levanto la cabeza, luchando contra la necesidad de mirar hacia
otro lado, a segundos de que mi orgasmo me golpee.
—Mírame. A. Mí. —Acuna dulcemente mi cara con las manos,
totalmente opuesta a su comportamiento de hace un segundo, y
canturrea con dulzura—: Déjate llevar, cariño. —Su cambio a dulce de
azúcar nos envía a ambos al suelo mientras mi orgasmo me atraviesa
derramándose dentro de ella. Emito un gemido torturado y ella lo sofoca
con un beso lento y meloso.
Nos sentamos en el concreto frío, con el pecho agitado,
rodeándonos con los brazos. Cuando comenzamos a temblar, Ans
retrocede.
—Vamos —dice, poniéndome de pie.
—Cade y Thad están en la cocina —admito.
Suspira, sin decir palabra, regañándome. Buscando su camisa,
agrega:
—Eres un imbécil.
Asiento. Soy un idiota.
—Te haré correr hasta la mierda hoy. A ver si te escabulles otra vez
para tomar un café.
Trago saliva y asiento en acuerdo a su castigo, notando que solo
me está castigando por el café y no por el voyerismo.
La dejo tocar la puerta mientras me pongo los pantalones cortos.
Cuando logramos abrirla de par en par, ella les habla a los hombres que
imagino están tratando de no reproducir lo que acaban de presenciar una
149
y otra vez.
—Espero que hayan disfrutado del espectáculo. Ya que nos
levantamos, digo que una carrera familiar nos ayudará a despejar
nuestras mentes.
Thad y Cade la saludan con la cabeza.
¿Y qué hago yo?
Guiño.
Jaque mate, pendejos.
Anniston
Y LUEGO FUERON CINCO
Traducido por Yira Patri

—Ve a ver en qué puedes ayudar. —Empujo a Cade hacia las


hordas de cuerpos que luchan por un lugar en la fila.
Baja la cabeza mientras su súplica silenciosa me ruega que vaya
con él. Puede hacerlo. Devolver a la comunidad es lo que necesita. Desde
nuestro regreso de Washington, DC, Cade se ha comportado de forma
sumisa, incluso a veces ha estado melancólico. No estoy segura de quién
orinó en sus Cheerios, pero tiene que terminar. Ahora.
Lo empujo con un gesto de mi mano antes de que pueda curvar
150
esos labios carnosos y fruncir el ceño. Cuando Cade frunce el ceño es
difícil decirle que no. Se aleja a toda prisa, sus botas torpes haciendo eco
en el pequeño espacio.
United Reach Foundation es una pequeña organización benéfica
dirigida por un empresario local cuyo hijo de siete años falleció de cáncer
hace tres años. Todos los domingos después de la iglesia en el camino a
casa, su hijo pasaba junto a los desamparados, y les dejaba unos
centavos a cada uno. No era mucho, pero era todo lo que tenía.
Cuando murió, su padre honró su memoria al abrir esta base,
permitiendo que cualquiera disfrutara de una comida gratis. Es obvio por
la cantidad de personas que se congregan en esta pequeña habitación
que el nivel de pobreza en nuestra ciudad está en aumento.
Recorriendo la habitación en busca de platos vacíos, trato de
mantenerme ocupada. La pobreza y la desesperación me desangran en
todo momento.
Carol, la mujer a cargo, me dio carta blanca antes, alentándome a
hacerme sentir como en casa, a meterme donde sea necesario. Dado que
luce contrariada, con salvajes mechones de cabello volando alrededor de
su rostro, estaba desesperada por ayuda adicional. Cade y yo, como
voluntarios, le hicimos el año.
El piso se encuentra repleto de personas que descansan. Algunos
se instalan disfrutando de una siesta con el aire acondicionado, otros se
levantan, tragando cada onza de comida que pueden contener sus
estómagos. Es una vista desgarradora. Espero que nunca me vuelva
inmune.
En la esquina trasera, cuatro muchachos están acurrucados,
riendo. Es extraño escuchar ese sonido en este lugar. Me acerco, curiosa
en saber qué hizo a estos tipos sentirse tan alegres frente a la adversidad.
—¿Puedo traerles algo caballeros? —Deslizo la mirada
discretamente sobre sus formas demacradas.
Sus ropas no les quedan, cayendo de sus delgados hombros, pero
las placas de identificación colgando de cada uno de sus cuellos es lo que
más me llama la atención. Tres de ellos me sonríen con timidez,
meneando la cabeza en un no silencioso antes de bajar la mirada a sus
pies. No estoy segura si se sienten nerviosos de hablar con una mujer o
si están acostumbrados a mantener la cabeza baja, algo común en las
personas sin hogar. El otro, con el cabello rubio y melenudo, comienza a
examinarme desde los dedos de los pies, y poco a poco va ascendiendo
por mi cuerpo. No me siento ofendida o violada en absoluto.
Honestamente, me siento aliviada de que este hombre no esté tan dañado
como parece.
—¿Qué tal tu número, hermosa? —Su voz es áspera, ronca como
si hubiera estado gritando en un concierto de rock durante horas. Es
sexy y entrañable a la vez. Me gusta este chico.
151
Me río de su audacia, poniéndome en cuclillas para sentarme junto
a ellos.
—¿Cuál es tu nombre, soldado?
Me mira, dudando ahora que he preguntado algo tan personal. Le
guiño un ojo para tranquilizarlo. Funciona porque comienza a reírse,
pasando los dedos por su cabello rebelde.
—Connor. —Se aclara la garganta con nerviosismo—. Connor
Hayes. —Mira a los otros chicos, que no me han mirado desde mi llegada.
—¿Y tus amigos? —Asiento en dirección a sus tres compañeros.
Connor traga saliva.
—Uh, ese es Vic —señala al que tiene la cabeza afeitada,
claramente un veterano—, y ese es Mason. —Mason levanta la cabeza
ligeramente pero nunca se encuentra con mis ojos—. Y Tim. —Tim
asiente, con los ojos bajos.
—Encantada de conocerlos, caballeros. Soy Anniston. —Los hago
sentir incómodos, eso es obvio. Los tres ahora se miran los pies como si
la respuesta a esta situación apareciera mágicamente en sus zapatos.
Connor asiente levemente, reconociendo mi presentación.
—¿Puedo traerles un segundo envase?
Toman turnos sacudiendo la cabeza sin pronunciar una palabra.
Bien entonces. Supongo que tendré que sacar a la Comandante.
—Te hice una pregunta. Espero una respuesta. Verbalmente.
Connor levanta la cabeza, clavando sus ojos marrones en los míos.
Y luego, muy lentamente, una sonrisa comienza a tirar de un lado de su
boca. Está luchando con una sonrisa, y es adorable.
—Amo a una mujer que está a cargo. —Su comentario coqueto me
descoloca por un segundo, pero me recupero rápidamente.
—Es bueno escucharlo porque siempre estoy a cargo.
Su risa es contagiosa mientras retumba, llenando el silencio de la
habitación. Vic y Mason se aventuran a mirarme, expresiones curiosas
en sus rostros curtidos.
—Anniston, ¿qué hace aquí alguien como tú?
Me encojo de hombros ante Connor, dudando en responder a su
pregunta. ¿La verdad realmente importa? Antes de que pueda pensar en
algo que decir que no suene como si fuera una enredadera total, Cade se
acerca desde atrás. En este punto, puedo sentir cuando él está cerca de
mí. Es algo que comencé a notar mientras más tiempo pasamos juntos.
—Comandante.
Es una declaración simple para los de afuera. Para mí, es una
advertencia. Le preocupa que hable con extraños.
Sonrío a mis nuevos compañeros mientras miran a Cade. Él es
152
imponente. Todo músculo y actitud. Se ve exactamente como me imagino
que habrá lucido hace años como mayor en los marines. Connor lo
examina de cerca, obviamente no es tímido.
—Cade, este es Connor, Vic, Tim y Mason. —Extiendo el brazo,
mostrando a mis nuevos amigos.
Cade gruñe un saludo mientras me rodea el brazo con la mano.
—Es hora de irnos. —Ya terminó. Puedo decir. Su voz está llena de
irritación mientras me pone de pie.
Con una última mirada, ofrezco mi mano a Connor.
—Fue un placer conocerte, Connor.
Connor me toma la mano, se la lleva a los labios, y con una sonrisa
sexy, la besa.
—En cualquier momento, Anniston.
Estoy encantada con este. Su comportamiento coqueto me absorbe
directamente. Lo quiero.
—¿Están seguros, chicos, que no puedo conseguirles nada antes
de irnos?
No quiero irme. Quiero saber más sobre estos tipos. ¿Qué los trajo
a este lugar? Mi corazón se rompe al pensar en Cade en esa zanja. La
idea de que este encantador chico termine así me provoca ácido en la
garganta.
—Solo tu número.
Su burla me hace reír y tirar del agarre de Cade.
—No —gruñe Cade bajo en mi oído—. Ni siquiera lo pienses. Theo
te matará.
Me alejo más de su alcance.
—No sé de qué estás hablando. —Sí, pero estoy eligiendo ignorarlo.
—Sí, lo sabes. No puedes salvarlos a todos.
Eh, tal vez no a todos, pero puedo con algunos.
Me giro, buscando esas esmeraldas que he llegado a amar y saco
el labio inferior, dejando que cada gramo de tristeza que tengo se filtre en
mis palabras.
—No quiero que terminen en una zanja.
No necesito decir más, casi muerto de hipotermia. Él sabe a qué
me refiero. Y, por cierto, me está mirando, y tampoco puede. Cade,
frustrado, se pasa una mano por el cabello con resignación.
—Theo nos va a matar.
Sonrío. Cade es un gran viejo blando. Lo aprieto, envolviendo mis
brazos alrededor de su cálido cuerpo. 153
—Me dejas tratar con Theo.
Con un apretón más, lo suelto. Dirigiéndome al cuarteto, me
encuentro con el rubio melenudo y, con un guiño, le ofrezco:
—¿Qué tal mi dirección?

***

Mi mensaje para Theo fue tan bueno como podría haber esperado.
Bromeo. Lo tomó como un examen de próstata de rutina. Tieso y torpe y
lleno de temor.

Comandante: Entonces, ¿adivina lo que recogí hoy?


Teddy: ¿Incluso quiero saber?
Comandante: Eh, probablemente no, pero voy a decírtelo de todos
modos.
Teddy: Siento que va a enfurecerme.
Comandante: No seas dramático.
Teddy: Dime. Déjame sacarlo de mi sistema antes de llegar a casa.
Comandante: Traje a casa a otros cuatro veteranos. Necesitan mi
ayuda.

Ninguna respuesta.

Comandante: ¿Theo? ¿Estás ahí?

Aún nada.

Comandante: Theo, no seas ridículo. Cade está conmigo. No pasará


nada. ¡Necesitan ayuda!

Nada.
Está bien, entonces Theo está siendo un bebé y me está dando el
tratamiento del silencio. ¿Sorpresa desagradable? No, no, no lo es.
Coloco mi teléfono en la mesita de noche. Él no me llamará pronto.
Necesita tiempo para digerir la situación y darse cuenta de que nada va
a pasarme.
Bajo las escaleras, la casa zumba de emoción. No puedo evitar la
sonrisa que cruza mi rostro. Aunque Vic, Mason y Tim dudaron en
154
aceptar mi oferta, Connor (prefiere este nombre a Hayes) no. Se metió en
el automóvil casi sin ningún engatusamiento. Tal vez pensó que no tenía
nada que perder o tal vez sea solo quién es. Guiándose por el instinto.
Viviendo la vida al máximo. Después de hablar con él en el auto, me
inclino por este último.
Mis cuatro nuevos veteranos se encuentran tendidos sobre los
muebles de la sala de estar, el Sports Center jugando en el televisor.
—Sí, es el mejor que he visto en mi vida. —Hayes está hablando
animadamente con Mason, que parece bastante lindo todo acicalado. Su
cabello corto está limpio, dando al color marrón claro un brillo agradable.
Mason comenzó a hablar un poco en el auto, cada vez más relajado
mientras avanzaban los kilómetros alejándonos de la ciudad. Puedo decir
que ha pasado por algo terrible. Cuando lo examiné, descubrí que su
pierna fue destrozada por una explosión en la guerra. No dijo nada más
que eso, pero la forma en que las cicatrices son irregulares y desiguales
me dice que deben haber reparado la peor de las lesiones en el campo.
Un buen cirujano plástico podría ayudar con la cicatrización, pero no
quiere escuchar hablar de eso. Aunque no me rendiré.
—¿Crees que sí? Creo que es un idiota fanfarrón.
Echo un vistazo para ver de quién están hablando y no lo sabrías,
allí, en la pantalla, está mi Teddy, el idiota auto justificado. Me río. Él es
un imbécil, pero no es un farsante.
Entro a la sala de estar, deteniendo su conversación.
—Personalmente creo que es el mejor maldito lanzador en toda la
liga. Justos o no, no puedes discutir con su talento.
Hayes asiente mientras los labios de Mason se tensan. Está claro
que quiere discutir, pero tiene miedo de pelear conmigo tan temprano en
nuestra relación. Intento incitarlo. Nunca retrocedo en una buena
discusión.
—¿No estás de acuerdo, Mason?
Se muerde el labio por un momento, considerando mi pregunta.
Finalmente, asiente.
—Tienes razón, su talento es indiscutible. Simplemente no me
gusta su actitud.
Estoy a punto de discutir mi postura de que las personas no
siempre son lo que parecen cuando la voz de Cade se eleva en la cocina.
—¿Por qué mierda me estás gritando? ¿Cómo se suponía que iba a
detenerla? —La voz de Cade se extiende por toda la casa mientras su
enojo chispea.
Solo una persona puede provocar violencia en Cade. Theo.
—Discúlpenme, caballeros. —Salgo de la sala de estar,
abandonando mi plan de llegar a conocer a los muchachos un poco mejor
para encontrar a Cade. Si Theo ha desatado su furia, no quiero que se
dirija a Cade. Será una guerra en segundos si no la interrumpo
155
rápidamente.
Cade está en la cocina, agarrando su teléfono como si fuera a tirarlo
ante otro comentario desagradable de Theo.
—Cade. —Mi voz es suave mientras cubro su mano con la mía—.
Déjame hablar con él.
Me mira con cautela mientras Theo ataca al otro lado del teléfono.
Después de un minuto él suspira, entregándome el teléfono.
—Está un poco raro —susurra cuando me lo pasa—. Buena suerte.
Asiento hacia su retirada antes de tomar aliento y presionar el
teléfono en mi oído.
—Theo.
El teléfono se silencia. Él no es tan bocón conmigo. Podría atacar a
Cade, pero no a mí. Bueno, no tan mal de todos modos.
—¿Vas a responderme?
Su respiración pesada es la única respuesta que tengo. Es
laboriosa mientras intenta dominar su furia.
Trato de difuminar la situación cambiando de tema.
—¿A quién te enfrentas esta noche?
—¡No cambies el tema!
Ah, bueno, al menos me habla. Y como predije, extremadamente
enojado.
—¿Cuántos más? ¿Huh? ¿Cuántos más, Anniston? —Su voz
tiembla de furia mientras escupe cada pregunta de sus labios—. ¿Hasta
que uno te mate? ¡Eso es lo que quieres!
Espero hasta que respire a través de la furia que se apoderó de él.
Dios ayude a los bateadores contra él esta noche. Le di una patada al
avispero y lo prendí fuego.
—No me harán daño.
—¡MIERDA! —ruge.
Y luego comienza el lanzamiento. Escucho vidrios rotos y Brody
grita para que se relaje.
Su respiración es pesada mientras gruñe en el teléfono. La
destrucción parece haberse detenido. Por ahora.
—Enviaré a Thor.
Voy a objetar a su guardia de seguridad privado, pero el gruñido
amenazador que emite me hace cerrar la boca.
—Si intentas eludirlo, enviaré a todo el maldito equipo SWAT. ¡No
estoy jugando!
Me quedo en silencio, lo que le permite sacarlo todo. Haré lo que
156
sea, maldición, por favor. Theo nunca ha sido mi maestro, y ciertamente
no va a comenzar ahora. Discutir con él es inútil. Thor vendrá si lo quiero
o no.
—¿Me entiendes, Anniston?
Gracias a Dios que está hablando por teléfono y no delante de mí.
De lo contrario, habría visto el mayor giro de ojos de este lado de la costa
este.
—Sí, papi.
Otro gruñido. Su sentido del humor ha abandonado el edificio.
—¿Eso es todo? ¿Puedo irme ahora?
—Sí.
Finalmente. Esta conversación me ha envejecido diez años. Creo
que puedo necesitar correr solo para calmar mi propio agotamiento.
—¿Y Ans?
Respiración profunda, puedes manejar un comentario más.
—¿Sí?
—Voy por ti. Y cuando llegue, esos veteranos no serán de quien
tengas que preocuparte.
Antes de que pueda responder a su ridícula amenaza, la línea se
silencia. ¡Ese hijo de puta me colgó! Estoy furiosa. Estaba teniendo un
gran día hasta que Theo se volvió loco y lo jodió.
—¿Está todo bien? —Los ojos de Hayes contienen preocupación
mientras se para en la puerta.
—Sí, todo está bien. Solo un pequeño berrinche de mi chico, mi
amigo. Él se preocupa.
Hayes asiente en comprensión. Con suerte, no entendió mi error
con el comentario de mi chico.
—No puedo culpar a un hombre por querer mantenerte a salvo. —
Su declaración es tan sincera que mis ojos pueden haber lagrimeado.
Probablemente se debe a toda la testosterona en esta casa. Mi pobre
estrógeno tiene que producir más solo para ahogar algo—. Te lo prometo,
nadie te hará daño mientras estemos cerca.
Mi garganta funciona cuando su promesa sincera hace que una
sola lágrima se deslice por mi mejilla. La borro rápidamente antes de que
vea cuán afectada estoy por su declaración.
—Aprecio eso. Mi amigo enviará a su hombre de seguridad para
estar atento. Por favor, no te ofendas. Mi amigo, bueno, es un imbécil. —
Le brindo una sonrisa forzada que espero se pueda percibir como
genuina.
Inclina la barbilla y atraviesa la puerta. 157
—No me ofenderá, Comandante.
Me estoy limpiando furiosamente los ojos para atrapar los restos
de lágrimas cuando él regresa.
—¿Comandante?
—¿Sí?
—Tu amigo es un hombre inteligente. Parece que te ama mucho.
El guiño juvenil que me da antes de desaparecer me hace sentir un
poquito mejor. Tal vez Theo se comporte de esta manera porque está
preocupado y no porque piense que soy una completa idiota.
Cade
IMBÉCIL Y CODOS
Traducido por Emotica G. W,
UsakoSerenity & MadHatter

—¡Vamos, señoras! ¡Arriba esas malditas rodillas! ¡Eso también


significa tu trasero melancólico, Cade! ¡Quiero ver esas bolas golpeando
contra tus muslos!
Fulmino con la mirada a Anniston a medio paso, entrecerrando los
ojos en un intento de darle una mirada despectiva, pero en cambio, el
beso que me sopla me hace reír.
—¿Tienes algo que decir, Guapo? —Se burla de mí, corriendo a mi
158
lado.
Los muchachos están resoplando obscenidades detrás de mí.
Llevamos alrededor de seis de los diez kilómetros de nuestra carrera
matutina. Recuerdo los días cuando ese era yo. Pulmones ardiendo.
Piernas temblorosas. Suplicándole a Anniston un descanso. Y al igual
que en aquel entonces, no se detiene. Nos empuja con sus provocaciones
y burlas, sabiendo qué hacer para inspirar. En este momento, a medida
que ralentizo mi ritmo habitual, me empuja, tratando de romper mi paso.
—¿Ves a Thor allí atrás? —pregunta, ocultando su sonrisa detrás
de su mano.
Sonrío. Ha pasado una semana desde que trajimos a los novatos.
Thor ha sido un dolor constante en nuestros culos desde entonces. Sigo
esperando que Theo se relaje y lo envíe a casa, pero no lo ha hecho.
Probablemente porque Theo solo ha estado en casa una vez esta semana.
El equipo tiene la baja de un lanzador debido a una lesión y él ha tomado
un juego adicional en la rotación.
Thor, a diferencia de nosotros, es un gran bruto. Todo fuerza y sin
resistencia. Nuestras carreras lo han mantenido en un estado perpetuo
de angustia. Lo curioso es que ha estado tan cansado por las carreras
que no ha tenido la energía para proteger a Anniston incluso si lo
necesitara.
—Lo escuché gimiendo esta mañana por sus dolores. —Esbozo una
sonrisa satisfecha.
—Cinco dólares a que vomita en el próximo medio kilómetro. —
Está trotando a un ritmo pausado mientras el resto de nosotros nos
esforzamos. No tengo dudas de que Thor vomitará cuando ella termine
con él. Es una apuesta perdida, pero una que ella quiere que acepte.
—Te tomo la palabra —le digo, extendiendo mi puño para una
sacudida.
Su sonrisa en respuesta es dulce antes de girarse, gritando hacia
la línea detrás de mí.
—El último en terminar limpia los baños por una semana.
Los jadeos y gruñidos detrás de mí aseguran su victoria.

***

—¿Qué pasa con ese chico Tim? —Theo me mira con expresión
inquisitiva, arrojando un chicle a su boca mientras observamos a los
chicos y a Anniston jugar a la pelota de fútbol en la hierba.
Hoy tenía la esperanza de evitarlo a él y a toda su imbecilidad como
a la plaga. Su cuestionamiento constante está aburriéndome después de
que regresara a casa anoche de una manera fabulosa. Apresuró a
Anniston a subir y se aseguró de que todos lo escucháramos reclamar su
159
derecho.
Ahora, se encuentra saciado, descansando en la cubierta trasera,
y ha estado interrogándome durante la última media hora sobre nuestros
nuevos compañeros de cuarto.
—¿Has hecho algún control sobre él? Parece muy… callado.
El latido en mi sien se hace cada vez más fuerte a cada minuto.
—No, no lo he hecho. Pero estoy seguro de que tú sí.
Tiene la decencia de parecer avergonzado, mordiéndose las uñas
para ocultar su sonrisa.
—Tenía que estar seguro.
Me encojo de hombros. Sé que lo hacía. Y honestamente, estoy
agradecido. Hice una promesa de mantenerla a salvo, pero aparte de
protegerla físicamente, estoy perdido. Theo tiene recursos que solo el
dinero puede comprar. Normalmente, eso me enfadaría, pero en este
caso... me siento aliviado.
—Entonces, ¿cuál es su problema? —No se detendrá hasta que le
conteste. Confía en mí, lo he intentado.
Me recuesto en la tumbona, poniéndome cómodo. Una vez que
comience a obtener respuestas, no se detendrá hasta que esté satisfecho.
—Tim está bien, Theo. El hecho de que sea callado no significa que
sea un psicópata. De hecho, a algunas personas les gusta escuchar en
lugar de hablar. Deberías intentarlo alguna vez. —Le brindo una sonrisa
de suficiencia que ignora.
—Quiero decir, ¿cuál es su problema debido a todo eso de gente sin
hogar? —Agita las manos con desdén como si no fuera gran cosa. Como
si fuera fácil para nosotros discutir los puntos bajos de nuestras vidas.
No tiene intención de hacer ningún daño. Anniston y él no tienen límites
cuando se trata de sus vidas. A menos que se trate de su relación, luego
de repente se convierten en mimos cuando se hacen preguntas. Pero
cualquier otra cosa... sin filtro.
—Theo, no conozco todos los detalles y no es educado preguntar.
Me fulmina con la mirada. Sabe que es descortés, pero eso no le
impide preguntar, y espera una respuesta.
Suspiro, sabiendo que voy a tener que darle algo.
—Bien. Perdió la audición en una explosión. Su voz está afectada,
por lo que no habla mucho.
Abre la boca con incredulidad.
—Maldita sea. Eso apesta.
Asiento en acuerdo. Sí, apesta. No puedo imaginar no ser capaz de
escuchar, nunca escuchar la voz de mi ángel. Tim lee los labios, por lo
que entiende, pero no es lo mismo. Anniston quiere que todos
160
aprendamos lenguaje de señas para ayudar. Y lo que quiere, lo consigue.
—Anniston me contó un poco sobre Hayes y Mason, pero ¿qué hay
de Vic?
—Vic es un poco diferente... —Odio compartir sus secretos,
especialmente con Theo. No que crea que se vaya a aprovechar o a
echarles en cara lo sabe, pero aun así… se siente como una traición. Sin
embargo, sé que tiene buenas intenciones. Quiere asegurarse de que
Anniston esté a salvo. Y solo por esa razón, le digo:
—Su esposa y él se divorciaron cuando él estaba sirviendo. El novio
de ella mató a su hijo en un ataque de ira. Él nunca fue el mismo después
de eso.
Theo permanece en silencio, toqueteando su brazalete de tweed.
—Oh.
No hay nada más que decir. Fue una pesadilla horrible que ningún
padre debería soportar. Le pregunté a Vic qué le pasó al tipo, pensando
que quizás lo mató y cumplió una condena, pero dijo que nunca lo
encontraron. No puedo hablar por Vic, pero yo no descansaría hasta que
ese hijo de puta estuviera a dos metros bajo tierra.
—¿Te importa si me uno a ustedes? —La voz de Hayes es una
distracción bienvenida de mis pensamientos oscuros.
—Claro, amigo.
Arrastra una silla y se sienta entre nosotros. Hayes ha estado
enamorado de Theo desde que ha estado en casa. Pensé que Theo estaría
sereno y sería un idiota como lo es conmigo, pero no, Hayes parece
agradarle. Por mucho que me digo que no importa, lo hace. Por otra parte,
Hayes no está tratando de tomar a su chica.
Hayes mira hacia el campo.
—Entonces, tu hermano...
La cara de Theo se arruga ante la mención de Thad.
—Es un tipo genial.
Theo ríe oscuramente ante la observación de Hayes.
—Supongo.
No es secreto que los dos hermanos no se llevan muy bien. Supongo
que es debido a su amor mutuo por una pequeña rubia. No conozco todos
los detalles, pero sí sé que todos vivieron juntos en la universidad. Tal
vez Thad también desarrolló un amor por ella. No lo dudaría. Ella es
apasionante.
—Dijo que diste un partido sin hits el otro día. Me encanta el
béisbol. No he visto un juego en siglos.
Hayes parlotea sin darse cuenta de que Theo está agarrando su
cerveza con tanta fuerza que el vaso está a unos pocos segundos de
quebrarse. Pero Theo es un profesional para sortear temas incómodos.
161
Le sonríe genuinamente a Hayes.
—Lo hice. Deberías venir a un juego. Dile a la Comandante… —me
mira y sonríe—,… que los lleve a todos.
No puedo decir si piensa que todo esto es una gran broma o si dice
este tipo de mierda solo para enojarme. Iré con la última.
—¡Hombre! ¡Eso sería increíble! ¿Crees que a ella le gustaría,
Mayor?
Quiero fulminar con la mirada a Theo. Hayes preguntándome eso
juega directo en su jodido sentido del humor. Desde que trajimos a los
nuevos reclutas, como los llamamos, Theo ha estado haciendo
comentarios sin parar sobre Anniston y yo teniendo hijos. Soy lo
suficientemente inteligente para saber que lo dice porque está celoso de
que ella y yo compartamos algo de lo que él no forma parte. Pero no calma
mi enojo con él cuando hace una indirecta como esa, sugiriendo que para
todo lo que sirvo es para ser su perrita y niñero.
—No estoy seguro, Hayes. Siéntete libre de preguntarle tú mismo.
Mi estado de ánimo está cayendo en picada a cada segundo. Cada
vez que creo que puedo manejar a Theo, él va y hace algo que pone a
prueba mi paciencia. La puerta del patio se abre y Thad asoma la cabeza.
—Ven y únete a nosotros —digo con una sonrisa. Theo me saca el
dedo, lo cual me hace reír. El hijo de puta se lo merece.
Thad se pone cómodo frente a nosotros, cerca de la barandilla. Mi
suposición es que él no quiere estar cerca de Theo. Ojalá hubiera tomado
la misma decisión.
Todos hemos pasado a un tema más seguro. Fútbol. Mason, Vic y
Tim están allí con Anniston jugando al fútbol bandera, divirtiéndose
muchísimo, tirándose al suelo. Theo la mira como un halcón, sonriendo
de vez en cuando cuando hace una buena jugada. El orgullo es evidente
en sus ojos. Él la ama, y eso me hace sentir mal. Sabía que tenían algo
pero... creo que pensé que tal vez tenía una oportunidad. Me doy cuenta
ahora, Theo no la dejará ir. Tiene sus garras en ella y aparentemente, a
ella le gusta.
Observo a Theo porque soy mezquino, pero en vez de volver a
mirarme o hacer algo ridículo, parece que está a punto de lanzar a Thad.
Huh.
Thad está girando una de las ligas para el pelo de Anniston entre
sus dedos y me pregunto por qué lo hace. Obviamente, es irritante para
los nervios de Theo porque está apretando las manos, acercándose al
borde de su asiento.
—¿Dejarás de hacerla girar? —Theo no deja que Thad responda
mientras salta de la silla, arrebatando la liga del pelo de la mano de Thad,
y lanzándola sobre la cubierta. 162
Lo que sea que él y Thad estén pasando tiene su paciencia al límite.
Thad gira la cabeza como algo salido del exorcista y mira a Theo con odio
en sus ojos. Rayos. Sé que Theo es molesto, pero es tolerable, al menos
por aquí. Quién sabe lo que le hace a Thad cuando están solos en
Washington.
Todo el mundo está en silencio mientras Thad continúa mirando a
Theo.
Theo, habiendo perdido toda su paciencia minutos antes, se
quiebra.
—¿Cuál es tu problema?
Thad se pasa un dedo por los labios, presionando el inferior entre
sus dientes. Su mandíbula se aprieta antes de hablar.
—Tú lo eres —escupe en tono rencoroso.
Theo se resiste.
—¿Qué diablos hice? Quiero decir realmente, he jugado. Me he
comportado en el trabajo. ¿Qué más?
Thad emite con una risa falsa.
—A veces eres tan denso. —Mira al patio trasero, sus ojos
enfocándose en Anniston.
Theo se ve confundido, mirándome y volviendo a Thad. Me encojo
de hombros. No sé cuál es su problema. Mi tiempo ha sido absorbido por
los nuevos reclutas. No he tenido tiempo de lidiar con Theo, Thad y todo
su drama.
—Supongo que sí, porque no entiendo a qué te refieres. Por favor,
ilumíname, oh sabio. —Theo está peleando con ese comentario.
Thad gira la cabeza y, con una mueca burlona, grita:
—¡Tienes que follarla abiertamente todo el tiempo!
Oh. Veo cuál es el problema. A diferencia de mí, Thad no debe estar
acostumbrado a todos los despliegues. Los escuché abajo esta mañana.
Rápidamente decidí que no necesitaba café, ya que era malo como
pensaba.
Theo se encoge de hombros y sonríe orgulloso, como un imbécil. Él
sabía lo que estaba haciendo.
—Estábamos en la cocina —aclara—. No era como si estuviéramos
en tu habitación.
Thad patea la barandilla en la cubierta.
—¡Ella estaba en la puta encimera! ¡Abierta para que todos puedan
ver!
Y por sus gritos, ella absolutamente lo amó. La veo con él. Sé los
juegos que les gusta jugar. Lo aprendí de la manera difícil cuando
estábamos en Washington. Nunca olvidaré la expresión de su rostro
163
mientras la follaba en el espejo, dándome la vuelta mientras miraba
impotente desde la sala de estar. Me sentí avergonzado por la emoción
que giraba en mi interior. Estaba enojado. Sentí envidia y estaba tan
excitado que me sacudí sus gritos por días. Odio que ella lo ame. Odio
que él sepa que la tiene envuelta en su brazo de un millón de dólares.
Pero sé mi lugar en su vida. Thad aparentemente, no lo hace.
—¿Te gusta desmoralizarla? ¿Es eso? —Sigue presionando a Theo,
su mandíbula firme.
Theo me mira. Por, no sé. ¿Ayuda? Seguramente no.
—¿Desmoralizarla?—pregunta Theo—. ¿Crees que le estoy
haciendo eso?
Thad guarda silencio por un momento mientras frunce el ceño
hacia Theo.
—Lo tienes todo. ¡Todo, Theo! Y lo arruinas como si no te importara
nada.
Theo se burla.
—Eso no es verdad.
La risa de Thad se vuelve oscura nuevamente.
—Sí, lo es. Eres el mejor de la liga y quieres dejarlo porque Ans no
te ve jugar en todos los juegos. Quieres a Anniston, pero la degradas y le
das la vuelta como una especie de trofeo. Ella entregó su vida por ti y ni
siquiera te importa. Eres la persona más egoísta que conozco. —Respira
con dificultad después de despotricar.
Hayes tiene los ojos desorbitados mientras espera que intervenga.
Las peleas fraternales no están en la descripción de mi trabajo. ¿Y quién
soy yo para evitar que alguien venza a Theo?
Theo toma un trago de su cerveza.
—Antes que nada, no quiero renunciar por Ans. Tengo otras
razones. Razones que ni siquiera conoces. En segundo lugar, no rebajo a
Anniston de ninguna manera. A ella le gustan nuestros juegos
pervertidos. Y no sé qué diablos quieres decir con que ella entregó su vida
por mí.
—Es terapeuta deportiva. Fue a la escuela para estar allí para ti y
tu carrera.
Theo se pasa una mano por el cabello y se ríe.
—¿Crees que eligió esa especialidad por eso?
Thad solo lo mira, su confianza de antes desaparece.
—Eres un idiota. No sabes nada de ella. —Theo mete el dedo en la
llaga con la intención de hacerle daño y por la expresión de Thad, tiene
éxito. Una vez más, Theo logra meterse debajo de la piel de alguien—.
164
Dime entonces —espeta, tragando su cerveza—. ¿Recuerdas cuando
Anniston se rompió el pie en el tercer año?
Por la forma en que Theo frunce el ceño, no creo que me vaya a
gustar esta historia.
Thad asiente lentamente, como si esta historia fuera bien conocida
entre los hermanos.
Hayes y yo permanecemos callados mientras Theo comienza a
contar la historia de nuestra escurridiza Comandante.
—La encontré en la sala de pesas gritando mientras trataba de
curvar una pesa de treinta libras con un brazo tembloroso.
Thad inmediatamente no está de acuerdo, sacudiendo la cabeza.
—No, ella dijo que pisó un hoyo mientras corría.
Theo sonríe sarcásticamente.
—Mintió. —Bebe el resto de su cerveza y continúa—: Las lágrimas
corrían por su rostro mientras se gritaba a sí misma para mitigarlo. Le
temblaba el brazo con tanta violencia que pensé que se iba a desmayar.
Cuando llegué a ella, me gritó que me fuera. Obviamente, no lo hice,
obviamente, vi cómo le gritaba a su brazo para que se moviera y no lo
hizo. Hasta que lo hizo, y el peso cayó al suelo, rompiéndole el pie.
Mira hacia el patio y yo sigo su línea de visión justo a tiempo para
ver a Vic y a Ans hacer una pequeña cabriola después de anotar un
touchdown. Me hace sonreír. Sobre todo porque es terrible.
Suspirando, Theo concluye esta pequeña historia de horror.
—Sufre de una leve parálisis cerebral. ¿Lo sabías?
¿Qué? No lo sabía. Nunca he visto ninguna indicación de que fuera
menos que perfecta.
Thad niega sombríamente. Ahora se da cuenta de que hay secretos
que nunca conocerá. Theo tiene esto en la bolsa. Todos debemos aceptar
nuestros lugares en la vida de Anniston y seguir adelante.
El pensamiento es amargo cuando me trago mi propia aceptación.
Este hombre siempre le pertenecerá a ella. Hemos compartido algunos
secretos, pero nada grande. No me siento tan cómodo como para revelar
todos mis esqueletos, y ella siente lo mismo. Theo los conoce a todos. Por
mucho que lo odiemos. Él es de ella.
Theo asiente a todos nosotros esta vez. Sabe que tiene toda nuestra
atención y queremos saber más sobre ella.
—Fue prematura por tres meses. Sufrió una hemorragia cerebral
de cuarto grado y pasó casi su primer año de vida en el hospital.
Thad traga, mirando su botella de cerveza. Remueve la etiqueta,
quitando pieza por pieza.
—No lo sabía. Sabía que su madre murió en el parto —susurra con
165
tristeza.
Mi corazón se aprieta con esta nueva información.
—Su madre murió antes del parto. Apenas lograron salvar a Ans
a tiempo —confirma Theo—. Después de años de terapia física,
finalmente tiene la parálisis bajo control. Pero en momentos de gran
estrés, verás que le tiemblan las manos.
Me paso la mano por el cabello, cada vez más enojado porque
Anniston nunca sintió que pudiera revelar este secreto.
—Entonces, no, imbécil, ella se especializó en medicina deportiva
por ella. Quería el control de su cuerpo. Nunca fue por mí.
Thad permanece en silencio, reflexionando sobre esta confesión.
Theo se pone de pie, mirando a su hermano.
—Odia que la traten como a una damisela en apuros. O una
princesa, como la llamas. Quiere ser fuerte. Estar en control.
Se acerca, metiéndose en la cara de Thad. Me pongo de pie, listo
para intervenir si es necesario.
—Entonces, cuando provoco sus gritos, sabrás que es porque ella
ruega por ellos. Desea sentirse viva. Para sentirse fuerte. —Theo empuja
a Thad y se gira hacia la puerta, golpeándome en el hombro.
Él mira a Thad y a mí.
—Si estás pensando en desafiarme por ella, entonces ven a mí. Soy
un imbécil egoísta cuando se trata de ella y, para que lo sepas, siempre
caigo luchando.
Nos está hablando a los dos, me doy cuenta.
Tira su botella a la basura antes de regresar a la casa.
Lo sigo. Tengo que saber más. No puede revelar esta gran parte de
su vida y simplemente marcharse. Me es difícil tratar de mantener el
ritmo. Es mucho más rápido que yo.
Se encuentra en la puerta de entrada colocándose los zapatos
cuando me acerco.
—No estoy de humor —dice, evitándome.
Contraataco, bloqueando su movimiento.
—¿Vas a huir?
Suspira. Estoy seguro de que realmente no quiere estar cerca de
mí en este momento. El sentimiento es mutuo, pero tengo que saberlo.
—Sí. Ahora muévete.
—Iré contigo. —Estoy abriendo la puerta para salir cuando él
retrocede.
—No. 166
Me encojo de hombros y abro la puerta de todos modos. Vendrá.
Necesita la liberación de forma urgente. A regañadientes, pasa a mi lado.
—No vendrás conmigo.
Sonrío.
—Ya veremos.
Me encanta presionar sus malditos botones. Sale por la puerta
corriendo, esperando perderme. Es más rápido que yo, pero la fortuna
está de mi lado porque lo alcanzo fácilmente. Debe estar cansado.
Gruñe cuando troto junto a él.
—Vete.
Me quedo callado mientras él corre, esperando que se enfríe
después de un kilómetro más o menos. Sin embargo, no puedo durar.
Pasan dos minutos y dejo escapar mi curiosidad.
—No sabía eso de Anniston.
Inhalando una respiración profunda, se impulsa hacia adelante.
—Me imagino que no. No es muy comunicativa.
Mantengo un ritmo constante a su lado, los dos mirando hacia
adelante para evitar que la conversación sea demasiado íntima.
—¿Cómo murió su madre? —Estoy sin aliento tratando de
mantener el ritmo, pero intento no demostrarlo.
A medida que avanzamos sobre la cima de la colina, resopla:
—Pregúntale tú mismo.
—No me lo dirá —admito. No lo hará. He tratado de profundizar en
su pasado—. No sin algo a cambio —agrego, por lo que sabe que lo he
intentado. Pero todo tiene un precio. Uno que no estoy dispuesto a pagar.
El bastardo presumido me sonríe.
—Parece que tendrás que darle la información que quiere.
Quiero golpearlo. En serio. Quiero patear una de sus piernas, verlo
caer, y luego darle una paliza. Pero no lo hago. En cambio, le doy la única
moneda de negociación que me queda. Algo que quiere más que nada.
—Te la concedo —murmuro en voz baja.
Se detiene.
—¿Qué dijiste?
Dejo de correr y vuelvo, secando el sudor de mi cabello.
—Me escuchaste. —Sé que lo hizo. Simplemente quiere
escucharme decirlo de nuevo. Idiota.
Ladea la cabeza expectante. Sabe que lo repetiré. Quiero la
información con muchas ansias. Estoy desesperado por la información.
Haría cualquier cosa por él excepto revelar mis propios secretos.
167
—Te la concedo —grito dolorosamente. No quiero perderla, pero
una vez más, nunca la tuve realmente en primer lugar.
Esto hace feliz al pequeño idiota, mientras me lanza una sonrisa
engreída.
—¿Y por qué lo harías?
Ahora solo está siendo un idiota. Quiere que lo deletree para que
pueda regocijarse con su victoria.
Camina en círculos, jadeando mientras espera mi respuesta.
—Por mucho que creas que es verdad, no soy un idiota. Reconozco
un amor profundamente arraigado cuando lo veo. Puede que no entienda
por qué te ama pero puedo respetar sus deseos. Pensé que ella se merecía
algo mejor que tú y todavía creo que es así, pero puedo ver que la amas.
La conoces mejor de lo que nadie lo hará jamás. Puedo aceptar
simplemente ser su amigo.
Cuando termino, levanta la mirada y me da un asentimiento. Es
un código fraternal. He aceptado mi destino en su vida y le di mi
bendición para que él entrara en la suya.
Traga saliva, probablemente resistiéndose a hacer un comentario
de idiota, y comienza a caminar. Lo sigo, ansioso por la otra parte de la
historia.
—Sus padres eran jóvenes cuando quedaron embarazados.
Estaban casados. Su papá se unió al ejército para ganarse la vida. Su
madre, Sarah, iba de camino a la tienda de comestibles una tarde cuando
perdió el conocimiento y estrelló su automóvil en un barranco. Les dijeron
que era un aneurisma cerebral. La estaban transportando en avión a un
hospital local cuando entró en paro. La mantuvieron viva el tiempo
suficiente para sacar a Anniston. Ella pesaba como medio kilo o algo así.
Me sonríe con tristeza. Muerdo el interior de mi mejilla, dándole
toda mi atención.
—De todos modos, escuchaste sobre todos los problemas, la visión,
PC, sangrado cerebral, etc.
Lo interrumpo.
—¿Visión?
—Oh, solo que ella no puede ver una mierda. Ahora usa lentes de
contacto, en lugar de esas enormes gafas. —Se ríe, probablemente
recordando lo tonta que lucía con gafas. Yo no. Esto es serio.
Se aclara la garganta después de mi mirada mordaz y vuelve a su
parte del trato.
—Llamaron a su padre a casa desde el extranjero. Él la miró, se la
entregó a su abuelo y le dijo: Cuídala. Más tarde, fue herido por una
bomba en el camino. Volvió a casa, sin saber cómo cuidar a una niña o
funcionar en su trabajo en la fábrica. Un día, nunca apareció para recoger
a Anniston de su casa. Hines, el abuelo de Anniston, lo encontró muerto
168
en el automóvil. Asfixiado, monóxido de carbono del escape. Ella tenía
dos años.
Abro grandes los ojos ante esa información. ¿Su padre era militar?
¿Es por eso que sintió que necesitaba ayudarme? ¿Es esta su redención
por no poder salvar a su padre? Tengo muchas preguntas, pero me atengo
a una más segura:
—Entonces, ¿sus abuelos la criaron?
—Sí.
Comienza a trotar, por lo que yo también lo hago, manteniéndome
tranquilo esta vez. Mi resistencia mejora cada día.
—¿Cómo entraste en escena? —Quiero saber cómo entró este ángel
de mierda y la levantó de un empujón.
Hace un ruido suave, casi como si estuviera reviviendo el recuerdo.
—¿Me creerías si te digo que me vio al lado de su casa y se enamoró
de mí?
En realidad resoplo.
—No.
Suelta una carcajada, obviamente tomándome el pelo.
—Lo creas o no, yo vivía a unas cuadras. Ella caminaba con su
abuelo todas las noches, más allá de nuestra casa. Un día, estaba
jugando baloncesto en el camino de entrada cuando ella se detuvo y me
dijo que el objetivo del juego es meter la pelota en la red.
Me río, pensando que es algo que ella haría.
—Y entonces, se quedó y me mostró cómo se hacía. Sus abuelos
murieron en nuestro último año de la escuela secundaria. Nos mudamos
juntos después de eso y el resto es historia.
Asiento en silencio. Se conocen desde hace mucho. Mucho más de
lo que originalmente pensé.
—Sabía que esta era la casa de sus abuelos, pero no el resto.
Gracias. Dije en serio lo que dije.
Voy a concedérsela y a ser feliz siendo su amigo. Espero.
Asiente en respuesta, encontrándose con mi mirada.
—Lo aprecio. —Se da vuelta para correr, pero retrocede—. Esto no
significa que seamos amigos.
Lo miro y le lanzo la sonrisa más engreída que puedo reunir.
—No podría pensarlo de otra manera.

169
Anniston
REDENCIÓN
Traducido por AleVi, astrea75,
IsCris & RRZOE

—Sí, este tipo sigue llamando y preguntando por ella, le dije que
ha estado ocupada.
Cade se encuentra ocupado burlándose de Theo esta mañana. Un
hecho para el libro de los recuerdos, Theo tiene la boca abierta por la
sorpresa, sus ojos ansiosos por una explicación. Si no me sintiera mal
por él, me uniría a la broma que le está jugando Cade. Pero no puedo. El
pobre luce aterrorizado.
170
Más adentro en la cocina, Cade continúa su tortura, incitando a
que Theo piense que tiene competencia. Ambos hombres se encuentran
relajados, descansando en la pequeña mesa de desayuno, Cade de
espaldas a mí, con los pies apoyados sobre la mesa de cristal. Lo sabe
mejor que eso.
—¿No sabes su nombre? —La aprensión de Theo es evidente
mientras ajusta su postura, sentándose más derecho en la silla y
cuadrando sus anchos hombros. Quedando en el borde de la silla, se
acerca a Cade, desesperado por saber más.
—Nop. —Cade hace sonar la “p” del nop, deleitándose al hacer que
Theo se retuerza—. Solo sé que sigue llamando.
De acuerdo, es suficiente. Ya ha tenido su diversión. Vuelvo a
entrar y toco la silla de Cade, deja caer los pies de la mesa y se gira hacia
mí lentamente, luciendo avergonzado, tal y como debería.
—Buenos días, Comandante —dice con pereza mostrándome una
sonrisa juvenil.
—Mayor, veo que estás de buen ánimo esta mañana. —Señalo a
Theo con la cabeza, para que sepa que escuché toda su estúpida historia.
El brillo de su sonrisa se intensifica, elevando sus mejillas a lo largo
de su fuerte y angular mandíbula. Con el cuerpo tenso, se pone de pie,
conteniendo una carcajada.
—Ahora que estás aquí, tengo unos asuntos que atender. —Esos
ojos esmeraldas brillan maliciosamente cuando me guiña astutamente,
se inclina y me da un casto beso en la mejilla.
Un gruñido lo interrumpe.
Riéndose, Cade se dirige a la puerta trasera que conduce al
granero.
—Von Bremen —dice, haciendo un juguetón gesto de despedida
con la barbilla.
Tan pronto como la puerta se cierra, Theo comienza:
—Es un idiota. ¿Qué clase de asuntos tiene que atender de todos
modos? ¿Limpiar traseros? Admítelo, se queda todo el día aquí viendo
HGTV, todo cómodo con su albornoz beige, comiendo salvado de avena
en la fina porcelana china de la abuela McCallister.
Trato con todas mis fuerzas de no reír para no alentar el
comportamiento de Theo, pero parece que no puedo evitarlo cuando
continúa, obviamente manteniendo el estado de ánimo de esta mañana.
—Quiero decir, tiene que sacarse ese palo del culo de alguna
manera, ¿verdad?
Riendo, le golpeo el brazo y arrastro una silla para quedar frente a
171
él.
—No comiences tan temprano —lo regaño, tomando sus apretadas
manos de su regazo, la única indicación de que sus bromas eran una
máscara para cubrir su ansiedad. Con masajes lentos y metódicos en las
palmas de sus manos pregunto con dulzura—: ¿Qué harás hoy?
Solo estará en casa durante los próximos dos días, después
regresará a D.C. o a los rincones del infierno, como a él le gusta llamarlo.
Se encoge de hombros de manera infantil.
—Tengo algo esta tarde pero nada después de eso. ¿Crees que
podríamos salir a cenar más tarde?
Se encuentra inquieto, su usual arrogancia desaparece con cada
contracción de sus dedos. Se mastica distraídamente el labio inferior, su
mente en otro lado. ¿Qué le está pasando esta mañana?
—Por supuesto, ¿algún lugar en particular?
—Uh, tengo un lugar en mente. Sin embargo, necesito averiguar si
podemos conseguir una mesa. Te lo haré saber.
Esto es nuevo. Theo y yo hemos frecuentado la mayoría de los
restaurantes que Madison tiene para ofrecer en un momento u otro. No
soy una cita exigente. Usualmente nos llenamos de tacos y comida para
llevar de nuestros dos lugares favoritos, a quince kilómetros por
carretera. Así que la necesidad de reservar una mesa despierta
inmensamente mi interés.
—Suena emocionante. Solo házmelo saber. Cade y yo tenemos una
reunión esta tarde con la Asociación de Veteranos para establecer una
fundación.
—¿Qué? ¿Establecerás una fundación?
Ahora es mi turno de estar nerviosa. Realmente no he discutido mi
visión con Theo. Cade y yo estuvimos de acuerdo en que era algo que los
dos queríamos hacer. Lo haremos a largo plazo.
—Oh, sí. ¿No lo mencioné?
Theo me mira como si estuviera ocultando algo. No lo hago. No
estoy segura de cómo reaccionará ante esta nueva admisión. No me
malinterpreten, me encanta mi trabajo como médico. Amo la MLB,
también. Pero, amo a estos veteranos y no quiero nada más que
ayudarlos a integrarse nuevamente a la sociedad. Merecen amabilidad y
compasión y nada me impedirá darles todo lo que pueda. Por fin siento
que he encontrado mi vocación.
Finalmente tengo un sentido de redención por mi padre.
Si alguien hubiera estado allí para él, tal como yo lo estoy para
estos tipos, entonces tal vez, solo tal vez, hubiera estado conmigo por más
de dos años.
—No, no lo mencionaste. ¿Qué pasa con tu trabajo?
172
Me encojo de hombros, consiguiendo más tiempo para responder.
Esta es la parte difícil. Necesito ser honesta. Theo y yo amamos
engañarnos al creer que me necesita para lanzar con precisión experta.
—No me necesitas a tiempo completo, Theo. Nunca lo has hecho.
Masajeo sus manos con más fuerza, tratando de quitarle el aguijón
de lo que acabo de confesarle. No quiero trabajar para Theo a tiempo
completo nunca más. Quiero estar aquí, ayudando donde más me
necesitan.
Theo niega en desacuerdo antes de que pueda explicarme más.
—Eso no es verdad.
Pero lo es. Él lo sabe, yo lo sé.
—Sí, lo es. Los entrenadores de tu equipo tienen más experiencia
de la que nunca podré tener.
Retira sus manos, uniéndolas detrás de la cabeza. Dejarlo ir parece
como una despedida. Loco, ¿verdad? Tengo miedo de que este sea el
comienzo del fin para nosotros. Seguí aferrándome a la esperanza de que
el destino interviniera y nos hiciera avanzar de alguna manera, pero
ahora… no estoy segura.
Theo se pone de pie, tirando de esas hermosas ondas del color de
la medianoche en las cuales he pasado incontables noches enredando
mis dedos.
—¿Qué estás diciendo?
Trabajo mi garganta en un intento de tragarme el enorme bulto
atorado allí, mientras rebusco en mi cerebro la mejor manera para decirle
esto. La expresión de dolor en su rostro rompe mi maldito corazón.
Solo tira de la bandita, Ans.
—Quiero reducir mis horas con el MLB.
—¿Quieres decir que quieres reducir tus horas conmigo? —Se
encuentra herido, no hay manera de negarlo ahora. Esos ojos azul
profundo se enturbian y nada más que pura agonía reemplaza el brillo
travieso.
Me levanto de la silla y le agarro los brazos antes de que pueda
escapar.
—No, no de ti. Nunca de ti.
Froto suavemente contra los sedosos vellos de sus brazos.
Acurrucada en su fuerte hombro, sigo rompiendo el corazón de mi mejor
amigo.
—Quiero estar contigo, Teddy, pero esta es mi vocación. —Me
tiembla la voz mientras me esfuerzo en pronunciar la última palabra.
Theo siente mi angustia, instintivamente me abraza y me consuela
173
cuando soy yo la que lo lastima. Su abrazo es seguro. Calmante.
Inhala una respiración entrecortada. Me estoy preparando
mentalmente para el dolor inevitable de separarme de alguien que ha
estado a mi lado durante quince años. Mis músculos se tensan
dolorosamente al pensar en él con otra chica. Si sigue adelante y
encuentra una chica que viaje por el mundo con él, entonces, seré feliz
por ellos. Finalmente. De acuerdo, esa es una mentira total. Odiaré a esa
perra hasta el punto de la psicosis.
—Tengo que irme. —Theo se aleja abruptamente y me da un dulce
beso en la frente—. Lo discutiremos más tarde, ¿de acuerdo?
Me siento aliviada de que exista un más tarde, que no sea nuestro
último adiós.
—Está bien —le susurro con mi corazón en la garganta.
Con un brusco asentimiento y el ceño fruncido, me deja en medio
de una cocina vacía. Por alguna razón nunca me he sentido más sola
como en este momento.

***
—¿Estás bien, Comandante?
La Asociación de Veteranos en Atlanta no escatima en gastos para
sus visitantes. Inserta sarcasmo aquí. Actualmente, Cade y yo seguimos
esperando en esta silenciosa y aburrida sala de espera que parece como
si el Pillsbury Dough Boy18 hubiera tenido demasiados bizcochos y
hubiera vomitado en este pequeño armario que llaman sala de espera. La
espantosa pintura color crema y las cortinas a juego no son los únicos
detalles que me molestan. Peor aún, es la silla de plástico duro que se
clava en mi espalda, lo que me hace pensar en formas creativas de
chantajear a uno de los muchachos para que me haga un masaje más
tarde.
Levanto la cabeza, encontrando la expresión preocupada de Cade.
Se dio cuenta de mi ansiedad. He estado rebotando la rodilla
continuamente desde que llegamos aquí. Maldito Theo, haciendo que me
preocupe. Mierda, me ha estado distrayendo todo el día. Dedico a Cade
una sonrisa falsa, asegurándole que estoy bien.
—Sí, estoy bien. Solo un pequeño desacuerdo con Theo. Estoy
segura de que todo estará bien.
Por el raro ceño de Cade, puedo decir que piensa que estoy
mintiendo. Sin embargo, no me llamará la atención sobre eso, es
demasiado caballero.
Simplemente asiente, cambiando la conversación.
—¿Le dijiste sobre reducir tus horas?
174
Exhalando en el contaminado aire de la habitación, miro hacia el
cielo.
—Sí.
—Y… ¿qué dijo?
Realmente no quiero hablar de eso en este momento. Theo y yo
podemos no estar bien después de esto. La forma en que lo dejamos fue...
No sé. Es demasiado reciente para juzgar. Pero tampoco quiero herir los
sentimientos de Cade, así que trago y respondo, superando mi deseo de
guardármelo.
—Nada en realidad. Se encuentra herido, pero dijo que lo
hablaríamos más tarde.
Me encojo de hombros como si no fuera gran cosa. Pero ambos
sabemos que es un gran problema. Toda mi relación con Theo se ha
basado en excusas. No queriendo ser la única virgen en la escuela de
medicina. Él necesitando un entrenador. Yo necesitando un programa de
residencia. No, ambos sabíamos lo que hacíamos con el otro. Lo quise
desde el primer minuto en que lo vi tirar esa pelota de baloncesto de
forma terrible. Estaba desesperada por tenerlo y él también me quería.

18 Pillsbury Dough Boy: Muñeco de Michelin.


Mucho. Pero nunca supimos cómo cruzar esa línea. Estábamos tan
asustados de arruinar algo perfecto, encontramos excusa tras excusa
para arreglarlo. Como que de alguna manera eso lo hizo más fácil. Ahora,
cuando todo se está yendo a la mierda, no sabemos a dónde ir. Nuestras
vidas se encuentran en caminos diferentes.
—Él te ama.
Me estremezco ante la admisión. Cade y yo no hablamos de Theo y
de mí. Nunca. Él no quiere saber y yo no quiero compartir. Aunque Cade
se ha convertido en mi mejor amigo y confidente, aún no comparto mis
sentimientos por Theo con él. Me siento avergonzada de las cosas que
hice para permanecer en la vida de Von Bremen.
—Lo sé... pero a veces el amor no es suficiente, ¿sabes?
Se encoge de hombros, sus ojos se dirigen al lóbrego suelo de
mosaicos de los años sesenta.
—Tal vez deberías dejarlo ir y ver qué pasa.
Durante un minuto entero, todo lo que hago es parpadear hacia
Cade en modo loco. Estoy hablando de mirada de ojos locos.
Se encoge de hombros y agrega:
—Es solo una idea. Asústalo o hazlo salir de la burbuja. Deja de
ser su perra.
Abro la boca en conmoción.
—¿Crees que soy la perra de Theo?
175
Sonríe, encogiéndose de hombros de forma infantil.
—¡Estoy jodidamente ofendida, Mayor! —Realmente no lo estoy,
pero Cade siendo tan comunicativo y honesto acerca de su opinión es un
agradable cambio de ritmo. Significa que se está abriendo más. Intento
disimular mi emoción con una mirada desvergonzada—. No puedo creer
que me hayas llamado perra.
Cade abre los ojos con horror. Piensa que me ofendió, pero la
palabra con P no me ofende. Llámame hija de puta y lo hará, pero perra,
nah.
Me río, incapaz de contener mi farsa por más tiempo.
—¡Gah! Eres tan malditamente crédulo, Cade. Casi no es divertido
burlarse de ti.
Su ceño fruncido se ve interrumpido por un esbirro mal pagado con
un mal trabajo de rubio oxigenado y una actitud acorde, que nos pide
que lo sigamos hasta la parte de atrás.
¡Por fin, maldición!
Bajamos por un pasillo mugriento a una pequeña oficina, donde
nos sentamos en fantásticas sillas a juego con las que están en el área
de espera y explicamos que estamos buscando establecer una fundación,
dada nuestra situación actual, con una casa llena de veteranos.
Con una expresión en blanco, el adolescente con la cara llena de
granos enrolla sus auriculares, completamente desconectado de nuestras
súplicas. Está bien, probablemente tenga veinte años y está girando un
lápiz, pero aun así, nos mira como si odiara su trabajo y le importara un
bledo nuestros muchachos o las necesidades de la comunidad.
—Veremos esto y nos comunicaremos con usted —dice el
adolescente con un lápiz entre los dientes.
Bueno, no puedes solucionarlo estúpido. Conozco un callejón sin
salida cuando lo veo y este niño no hará nada por nosotros. Tendremos
que encontrar otra forma.
Me levanto, asintiendo en señal de derrota hacia Espinilla, cuando
Cade me asusta como el infierno levantándose abruptamente, su silla se
desliza hacia la pared detrás de nosotros. Con pasos calculados, agarra
al adolescente, esos músculos abultados se inclinan sobre el pequeño
escritorio de metal, viéndose como el maldito Hulk fuera de control.
—Ve que se haga, o volveré a discutirlo contigo personalmente. —
Golpea un sustancioso puño sobre el escritorio, haciendo que todo en la
superficie salte de terror, incluso el muñeco cabezón en la estantería
detrás de Espinilla comienza a asentir.
¡Santa madre de Dios! ¡Mi Cade es un completo tipo duro!
Conteniendo una mirada petulante que dice claramente, biennnn,
hago un leve balanceo de victoria sobre el hipócrita de mierda quien
asiente con intensidad. Mi trabajo aquí está hecho. Mi Cade finalmente
176
se defendió a sí mismo. Ya no es el tipo dócil de no-merezco-vivir. ¡El
mayor ha vuelto!
Estoy emocionada cuando nos vamos, saltando arriba abajo sobre
las puntas de mis pies. No estamos fuera de la puerta dos minutos antes
de volverme, una gran sonrisa en mi rostro.
—¿Qué demonios fue eso, Betty Badass19?
Cade pone los ojos en blanco, ignorando mi pequeño baile feliz
mientras nos dirigimos al automóvil.
—No sé de qué hablas.
—Sí, ¡maldita sea! Eso fue algo totalmente rudo. Pensé que ibas a
agarrar a ese pequeño idiota y le meterías la cabeza en el inodoro más
cercano.
Su risa ronca hace que me doble, las lágrimas pinchando mis ojos,
de pura felicidad. Mi Cade. Mi maldito Cade está mejorando.
—No iba a hacer tal cosa. Solo olvídalo. Entra en el auto.
Me lanza las llaves antes de meterse en el SUV, su amarga
expresión efectivamente detiene cualquier comentario adicional. Está

19 Betty Badass: Un término dado a una persona que actúa o hace algo de manera
"ruda".
bien, lo dejaré ir por ahora, pero solo porque sé que está mejorando y
estoy segura de que no será la última vez que veamos al Rudo Cade.

***

La granja se encuentra tranquila cuando llegamos esa noche. Cade


y yo nos detuvimos en el banco, abogando por nuevas renovaciones para
alojar a más chicos. Estuvieron más dispuestos a discutir sobre la
Asociación de Veteranos, informándonos de programas gubernamentales
y donantes privados que podrían ayudar. La experiencia aumentó tanto
nuestras esperanzas que nos detuvimos a almorzar, parloteé sobre mis
grandes ideas y el futuro que tenía planeado para mí, Cade y los
muchachos. Incluso conseguimos una pequeña sorpresa para los chicos.
Después de terminar el día en la tienda de comestibles, nos sentimos
jodidamente agotados. A pesar de la Asociación de Vetaranos, hoy fue un
buen día.
—¿Dónde están todos? —Me pregunto en voz alta, notando que no
hay luces encendidas salvo una en el piso de arriba.
Ni un alma viene a ayudarnos con la comida. Estos tipos son como
moscas en la mierda cuando es día de ir al supermercado. Con todos los
alimentos que consumen a diario, los días de supermercado
generalmente vienen con un comité de bienvenida.
—¿Salieron? —le pregunto a Cade, que se ve tan confundido como
177
yo.
No es como si les prohibiera salir de la propiedad. Esto no es una
prisión, pero por lo general me dicen dónde están.
—Se suponía que hoy estarían terminando de pintar el establo.
Hayes no mencionó que saldrían esta noche.
—Huh. De acuerdo, bueno, parece que solo tú y yo acarrearemos
con todas estas bolsas.
Cade gime pero rápidamente comienza a colgar una bolsa tras otra
en sus brazos, haciendo que le sobresalgan las venas ligeramente. Es
extremadamente distractor.
—¿Tomarás alguna bolsa o solo vas a mirarme toda la noche?
¿Qué es esto? Este hijo de puta tiene chistes.
—Gracioso. Apuesto a que obtienes a todas las mujeres con esa
caballerosidad. ¿Qué pasó con eso de que los hombres hacen todo el
trabajo pesado?
Cade frunce el ceño mientras reflexiona sobre mis palabras. ¡Dios
mío, fue una broma! Cade, un caballero hasta la médula, en realidad se
sintió mal.
—Estoy bromeando. Mueve ese lindo trasero para que no estemos
aquí toda la noche.
Duda, quiere discutir, pero después de un pequeño golpe en el
trasero se pone en movimiento, sin decir una palabra más.
Hemos descargado y guardado diez toneladas de comestibles y
estamos echados en el sofá cuando Hayes irrumpe por la puerta, con ojos
frenéticos por algo que desconozco.
—Comandante, la necesitamos en el estanque. Mason se sumergió
y se golpeó contra algo. Está herido.
Cade y yo saltamos del sofá, nuestros cuerpos en movimiento antes
de que Hayes pueda decir más.
—¡Mayor! —Hayes se acerca a Cade, deteniéndolo.
No los espero. Corro por la puerta del patio, mis ojos buscan a
Mason. El rocío en la hierba me hace resbalar mientras corro hacia el
estanque.
Espero que no sea su cuello. Puedo arreglar cualquier cosa a
excepción de una lesión en la columna vertebral. Imágenes de Mason
jadeando, esperándome, hacen que corra más rápido. Cuando llego a la
cresta de la colina, inmediatamente me detengo.
Delante de mí, miles de luces blancas se encuentran entrelazadas
entre los árboles, creando una brillante fantasía de estrellas. El viejo
cenador de madera está adornado con velas y hermosas alcatraces.
178
—Señora. —Me sorprende la mano extendida de Mason.
—¡Idiota! ¡Debería golpearte el culo! —Lo golpeo, sin estar segura
de si estoy sorprendida o enojada...
—Lo siento, Comandante. Solo sigo órdenes.
Entrecierro los ojos mientras intento descubrir qué demonios está
pasando aquí. ¿Y órdenes de quién está siguiendo?
Abre y cierra los dedos, recordándome que todavía tengo que tomar
su mano. Vacilante, lo alcanzo, asegurando mi mano en la suya, áspera
y dura.
Mason me lleva cuesta abajo lentamente, consciente del rocío, justo
al mirador donde una pequeña mesa para dos personas ha sido ubicada
en el centro con dos sillas de metal. La pequeña mesa de estilo cafetería
está cubierta con un mantel blanco, un jarrón de cristal de alcatraces en
el centro, haciendo juego con los estratégicamente colocados a lo largo de
la glorieta, acentuando la estructura rústica. Decir que es hermoso ni
siquiera es suficiente. Es mágico.
—Señora. —Mason saca una silla para mí.
Me siento, poniendo las manos debajo de mi trasero para evitar que
me tiemblen por los nervios. Ahora, sentada bajo la magia de las luces,
mis mallas y la camiseta que usaba Theo en la universidad parecen
decepcionantes.
Mason se excusa con una sonrisa secreta mientras Tim se acerca
con una de mis bandejas para hornear, usándola como una bandeja para
servir. Casi me río de su improvisación, pero no cuando escucho el tono
desigual de Tim mientras lucha por pronunciar su pregunta.
—¿Puedo darte algo para beber?
Tomando su mano en la mía, apretando suavemente, respondo:
—Me encantaría un agua, gracias.
Asiente, se da vuelta y se dirige a la casa. Estoy mirando a mi
alrededor, admirando la tierra de las hadas en la que se ha convertido mi
patio trasero, cuando el crujido de los pasos me llama la atención.
—Veo que encontraste el lugar. —La engreída sonrisa de Theo hace
que mi corazón se estremezca de amor. Viste de forma informal con
pantalones vaqueros, una camiseta ceñida aferrada a su pecho esculpido.
Luce delicioso. Y es todo mío.
—Veo que llegas tarde, como de costumbre. —Rompo el intenso
momento con un poco de humor. No soy esta chica elegante que espera
ser mimada y alimentada bajo un dosel de estrellas. No me
malinterpretes, me encanta como se ve todo. Toda la farsa me hace sentir
pequeña y femenina. Pero soy más de tomar una cerveza y retozar bajo
la luz de la luna. Especialmente con Theo. 179
Se ríe torpemente, secándose las manos en los muslos.
—Sabes que me gusta hacer una entrada.
Estoy de acuerdo, retorciendo mis dedos debajo del mantel para
que no vea cuán nerviosa estoy realmente. Saca la silla que queda,
poniéndose cómodo como solo él puede hacer. Su postura es desgarbada
mientras estira las piernas, golpeándolas contra las mías.
—Entonces, ¿qué hay de bueno aquí?
Me río cuando su burla rompe el nerviosismo que revuelve mi
estómago, no muy diferente a la indigestión. Me relajo aún más en la silla,
mis ojos fijos en su expresión divertida.
—¿Qué estás haciendo, Von Bremen?
Esos ojos azules de medianoche brillan bajo las luces, haciéndolo
parecer inalcanzable. Reclinado, con los brazos cruzados sobre el pecho,
mandíbula fuerte y flexionada mientras ese hoyuelo juvenil juega al
escondite, se parece a mi propio ángel vengador. Me muestra su
característica sonrisa antes de sacar la lengua, humedeciendo ese labio
inferior que ruega que lo muerda.
—Necesito entradas adicionales —confiesa con un movimiento
nervioso de su boca, deslizando un dedo entre sus labios.
No segura de a qué se refiere, le pregunto nuevamente, sacando su
mano de su boca.
—¿Entradas adicionales?
Tim regresa antes de que pueda responderme, colocando el agua
junto con una botella de vino caro frente a nosotros. Me acerco más, nos
servimos un vaso para ayudar a aliviar los nervios sobre lo que necesite
decir. Theo frunce el ceño ante el vaso que estoy vertiendo y luego casi
como una bomba, explota desde la mesa, y se pasea en el pequeño
espacio entre la barandilla del mirador. No puedo evitar la estúpida
sonrisa que se forma en mi rostro. Este es el Theo que conozco.
—Soy un imbécil. —Sus manos ya están en su cabello, tirando
frustrado.
Me levanto de la mesa, también, queriendo consolarlo, aliviar la
carga que siente al confesar esto.
Me detiene con una mano en mi pecho.
—Necesito sacar esto.
Levanto las manos en señal de rendición, me siento y le doy el
espacio que ha solicitado.
—Soy un imbécil. Lo sé. Y, sé que siempre lo has tolerado, y por
eso, estoy agradecido. Pero, Ans...
Sus pasos aumentan, su ritmo más rápido, como si quisiera correr.
—No puede terminar de esta manera. No puedo perderte. —Su
180
aprehensión se muestra mientras toma una respiración profunda y
exhala lentamente.
—Theo, no entiendo. ¿Qué está terminando?
Duda y luego asiente una vez como si hubiera tomado una decisión,
se mueve frente a mí y se arrodilla.
—Quiero salir contigo, McCallister. Estoy listo para volar esta
amistad al infierno. Estoy pidiendo otra oportunidad.
Pequeños pinchazos me apuñalan los ojos cuando la comprensión
de lo que está diciendo se hunde. Él me quiere. Quiere salir conmigo. No
ser mi amigo o incluso amigos con beneficios. Quiere salir conmigo.
Espera pacientemente por una respuesta. Antes de hablar, aclaro
el nudo repentino en mi garganta. Nadie quiere parecer una rana
demente cuando recibe una respuesta tan preciosa. Estoy feliz porque
finalmente haya dado este paso después de todos estos años, pero
también tengo miedo. Tenerlo como amigo es mejor que nada.
¿Realmente quiero perderlo por si cambia de opinión o encuentra a
alguien más?
—Theo, ¿y si no funciona?
Está en mi cara, poniéndome de pie.
—¿Qué pasa si lo hace? Vamos, Ans. Nadie aguanta mi mierda
mejor que tú.
¿Es eso un cumplido? ¿Que soy la idiota que se ocupa de su
mierda? Sí, supongo que lo soy. Me encanta su mierda. Estoy enamorada
de su locura.
Lo acerco, enterrando mi rostro en su pecho.
—No puedo perderte.
Me abraza fuerte, confortándome en sus fuertes brazos.
—No lo harás.
Abriendo y cerrando la boca, no puedo decidir si debo discutir mis
preocupaciones o besarlo hasta perder el aliento, cuando me carga sobre
su hombro como un bombero, golpeándome el culo juguetonamente.
—Se acabó el tiempo, McCallister. Estamos haciendo esto. Estoy
emitiendo una orden, Comandante. ¿Te atreves a desafiarme?
Me llamó Comandante.
Me estoy riendo mientras sale con cuidado de la glorieta.
—¿A dónde vamos? ¡Tengo hambre!
—Oh, vamos a comer. Solo tengo gusto por algo diferente ahora.
—Lo digo en serio. ¡Necesito comida! —Sin embargo, estoy medio
bromeando y estoy realmente más interesada en a dónde me llevará y
qué hará cuando llegue allí.
181
—Cállate, McCallister. Tendrás tus malditos tacos.
Estoy sonriendo como una tonta, sabiendo que se apegó a lo
nuestro y no intentó ser alguien que no es. No necesito una mierda
elegante. Solo lo necesito a él.
No puedo ver mucho colgando boca abajo, pero puedo decir que
nos está acercando al estanque. Recorro la pretina de sus vaqueros con
los dedos buscando una abertura para deslizar la mano.
Antes de que pueda encontrar mi objetivo, también conocido como
ese culo fenomenal, golpea el mío, punzando mi trasero cubierto por mis
mallas.
—¡Compórtate!
Retrocedo, apoyando las manos en su espalda baja, amasando los
músculos que forman la fabulosa línea en V, apuntando a la tierra santa.
Se detiene y se arrodilla antes de depositarme sin ceremonias en una
colcha extendida sobre la hierba.
Tomo un minuto, acomodando mi camisa que se encuentra sobre
mis hombros. La manta parece familiar. Me doy cuenta después de un
momento, que es la manta. La de nuestra primera vez
—¿De dónde sacaste esto? —pregunto en un jadeo, trazando con
los dedos las delicadas costuras del precioso recuerdo.
Lo juro, la arrojé al basurero esa noche, después de que él se fuera
a casa de Vanessa. Me dolió y esa mancha roja se burló tanto de mí que
no pude soportar mirar esas diminutas flores azules nunca más. Odiaba
esa manta, me recordaba un momento en que me permití ser vulnerable.
—La encontré. ¿Puedes creer que alguien la tiró en el contenedor
de basura afuera de nuestro departamento? —Me mira—. La vi cuando
saqué la basura al día siguiente. Fue lo más maldito.
Me quedo callada, sin revelar nada.
Me abraza, empujándome suavemente.
—Quiero redención. Déjame amarte como lo merecías esa noche.
Su confesión empaña cada onza de razonamiento que tengo.
¿Estamos haciendo esto? ¿Estamos cambiando toda nuestra relación en
algo diferente? ¿Quiero esto? Después de todos estos años, ¿Quiero esto
con Theo? Me roza la mejilla con la mano, cierro los ojos ante el dulce
gesto.
—Bien, Von Bremen. Vamos a joder esta amistad.
Las manos que han lanzado bolas rápidas de ciento sesenta
kilómetros por hora me sujetan las caderas y me tiran sobre la manta
debajo de él. Esta vez no es incómodo cuando me levanta la camisa y la
desliza sobre mi cabeza. Mis mallas caen hasta mis tobillos con un solo
movimiento mientras me sujeta las manos sobre mi estómago con una de
las suyas. 182
—Déjame esta vez.
Inclino la cabeza en señal de aceptación, viendo cómo se pone de
rodillas, se levanta la camisa lentamente, permitiéndome la libertad de
contar cada paquete de músculos en sus abdominales. Sabe cómo me
gusta.
—Acuéstate.
No es jueves, pero le dejaré tener esta demanda. Obedezco
lentamente, me relajo sobre mis codos justo cuando él se apresura a
recostarme sobre la manta.
Obedezco, yaciendo inmóvil contra la fría tela de la manta.
Comienza a masajearme desde los dedos de mis pies, moviéndose hacia
el arco de mi pie, avanzando hacia mi pantorrilla. Su lengua se asoma,
preparando los labios.
—Me encanta la forma en que sabes, McCallister. Cada maldita
pulgada de ti sabe como mi propia piña colada.
Me río, comprendiendo que se refiere a mi aceite de coco.
Se inclina, besándome y luego chupando la parte interna de mis
muslos. Mi cuerpo se sonroja, relajándose en su toque mientras asciende
sus manos y labios por mi pierna hasta que su rostro está a centímetros
de mi coño desnudo.
—Mmm... justo lo que estaba deseando.
Me río de su comentario teatral hasta que el calor de su boca se
cierra sobre mi clítoris, dejándome completamente muda. Una larga y
lenta lamida me hace doblar la espalda de placer.
—Más —suplico, sujetándolo por los hombros, casi como si tratara
de poner su rostro dentro de mí.
Cumple mi pedido, deslizando un largo dedo mientras con su
lengua adora mi manojo de nervios en un hipnótico movimiento circular.
Estoy ardiendo mientras llevo las manos hacia su cabeza, presionándolo
hacia abajo, sofocándolo en mis jugos.
—Sabes muy bien —gime, sin importarle una mierda que le haya
inmovilizado la cabeza en mi coño. La vibración de su voz envía
hormigueos por todo mi cuerpo, haciéndome temblar las piernas.
—Te necesito. —Estoy en la cúspide de la mendicidad. No puedo
soportar más, necesito sentirlo todo.
Haciéndome callar con un mordisco, me trabaja como un guante
nuevo. Una y otra vez, estirándose y humedeciéndose hasta que mi
cuerpo se aprieta, temblando con la necesidad de soltarme.
Cuando me tiene a su merced, se detiene, su rostro brilla con mi
excitación. Nos tornamos frenéticos, luchando con el botón de sus
vaqueros, bajándolos lo suficiente para liberar su erección.
—¿Ves lo que me haces?
183
Aliso mi mano entre nosotros, jugueteando con los planos a lo largo
de su abdomen hasta que alcanzo su hinchada punta goteando su deseo
por mí. Deslizando un dedo sobre el pre-semen que gotea en anticipación,
lo traigo a mis labios, sosteniendo su ansiosa mirada, y chupando
exactamente lo que le hice.
Gime, torturado, cerrando los ojos.
—No puedo esperar más.
Gracias a Dios. Lo tomo en la mano, sin necesidad de que me lo
diga dos veces, y guío su longitud endurecida hacia mi entrada.
No hay cigarras como la primera vez. En cambio, nuestros jadeos
y gemidos son los únicos sonidos que hacen eco en el aire libre cuando
empuja dentro de mí. Esta vez es lento, con movimientos pausados, no
porque tenga miedo de lastimarme, sino porque está saboreando el
momento. Esta vez, sus embestidas son suaves y sin prisas. Esta vez, me
está haciendo el amor bajo las estrellas.
Empuja suavemente, profundamente, presionando contra la carne
ondulada que contiene la llave de mi explosivo orgasmo. Mis gemidos
llenan el aire, animándolo a un ritmo más apresurado hasta que
volvemos a nuestro ritmo normal, duro y castigador.
—Lo siento mucho. Quería ir despacio pero este coño...
Otro fuerte golpe me roba la respiración cuando lleva mi rodilla
sobre su hombro flexionado. Mi espalda duele ya que recibe agotadores
golpes sobre el suelo.
—Este coño... jodidamente me pertenece.
A veces, señoras, este es el mejor elogio que conseguirán de su
hombre. No lo tomen como algo personal. Él tiene buenas intenciones. Y
si realmente lo piensan, está diciendo que soy su dueña, o mi coño lo es.
Pero este tipo me pertenece. Tengo su culo en este momento, y si eso no
te hace sentir todo tipo de poder, no sé qué lo hará.
Sujeto sus caderas y trato de hacerlo girar. Es más fuerte que yo,
pero comprende lo que necesito y se da vuelta sobre su espalda, dándome
el control. A horcajadas sobre sus caderas, me balanceo sobre él mientras
libera el aire de sus pulmones.
—Maldita sea, lo hago —estoy de acuerdo, llevando mi propiedad
un paso más allá.
Voy a montar a este hombre como si fuera el último tren a
Hogwarts.
—Dime, Von Bremen, ¿Te gusta gritar?
El malvado brillo en sus ojos es mi perdición. Mi ritmo vacila
cuando se sienta, con las manos en mis caderas, controlándome ahora.
—No, pero me encanta el sonido de los tuyos.
Empujándome hasta mi límite, me empala, una y otra vez,
184
alcanzando ese lugar codiciado que me lleva a la felicidad orgásmica. Una
y otra vez, gruñimos y gruñimos, las promesas y las amenazas.
—Nunca te follarás a otro hombre.
—Voy a enterrar a la perra que te mire dos veces.
—Mataré a Cade si te toca.
—Eres mío, Von Bremen.
Nos unimos en el caos, nuestros cuerpos descoordinados mientras
intentamos arrastrarnos uno dentro del otro, marcándonos para
cualquier otro.
Esta vez, no hay vuelta atrás.
Theo
EL NUEVO RECLUTA
Traducido por Yiany
& Emotica G. W

—Buenos días, imbéciles —grito, lanzándole a Mason un pequeño


guiño al pasar junto a él y a Vic en la mesa del desayuno. Después de
una noche fenomenal, estoy de un humor fantástico. Agarrando la
cafetera, me sirvo una taza saludable y bebo, quemándome la lengua en
el proceso.
Mason y Vic están encorvados, susurrando, con enormes sonrisas
en sus caras. ¿Qué coño pasa con eso?
185
Como si Mason pudiera sentir que lo miro fijamente, levanta la
vista de su conversación con Vic y me mira a los ojos.
—¿Qué pasa, Von Bremen? ¿Entrenarás con nosotros hoy? —se
burla de mí con una mirada sarcástica en su rostro.
Inclinando la cabeza, frunzo el ceño.
—Sí, ¿por qué?
Sin responderme, se inclina y deja que su cabeza golpee la mesa de
la cocina. Se escuchan breves estallidos de resoplidos y risas
amortiguados, pero no se puede negar que sea lo que sea lo que está a
punto de revelarme, lo encuentra increíblemente divertido. Aspirando
una gran bocanada de aire, se controla e intenta no sonreír.
—Bien, pensamos que con todos tus gritos de anoche, la
Comandante te mantendría encerrado en la cama para descansar. —
Resopla de nuevo, riendo tan fuerte que tiene que sostener su estómago.
—Qué risa, idiota. Si hubieras escuchado más de cerca, hubieras
oído que, de hecho, era tu preciosa Comandante quien gritaba.
Ambos muchachos siguen dándome mierda y molestándome sobre
el sexo salvaje que Ans y yo tuvimos anoche en el estanque que
finalmente trasladamos al patio, donde nunca se nos ocurrió ser
discretos.
Exasperado y habiendo terminado con sus estupideces, respondo:
—¿Quién carajo está cocinando? Estoy hambriento.
Justo cuando la última palabra sale de mi boca, Hayes entra con
una actitud arrogante y una sonrisa que rivaliza con la de Mason.
¿Planearon estrategias sobre cómo romperme las bolas esta mañana?
—Yo, idiota. Ven a ayudarme. Puedes ser mi pequeña perra dado
que la Comandante te arruinó para mí. —Hayes lanza un beso al aire y
un guiño astuto antes de darme una palmada en la espalda, guiándome
hacia la estufa. Odio a los marines
—Ja, ja, todo el mundo es un jodido comediante hoy. —Sonrío a
pesar de mí, porque sinceramente, también me rompería las pelotas si
estuviera en sus zapatos. Dejé mi tarjeta de hombre creando una noche
romántica para mi chica. Pero marqué mi puto reclamo. Finalmente.
Siguiendo a Hayes, comienzo a sacar ingredientes para ayudar a
preparar el desayuno. Todos rotamos el desayuno, pero todos morimos
de hambre en las mañanas de Vic. Por lo general, es cereales y tostadas
quemadas.
Hayes es probablemente mi favorito de este grupo ruidoso. Es
reservado y los dos compartimos el amor por los videojuegos y el béisbol.
La conversación es ligera mientras cocinamos, Hayes pregunta sobre mi
próximo juego y el nuevo lanzador que tienen los Dodgers, fue traído de
las menores y se rumorea que tiene potencia. Ya veremos.
Anunciamos que la comida está lista alrededor de media hora más
186
tarde, y, como el perro de Pavlov, toda la casa se apresura al mostrador,
amontonando comida en sus platos, gimiendo sobre lo bueno que Hayes
puede cocinar. ¿En serio? Ayudé. Pero tengo que admitir que tiene un
sabor bastante delicioso.
Estamos enfrascados hablando de la nueva película de Marvel
cuando un nuevo rostro entra a la cocina y se dirige directamente hacia
la comida. Todos dejan de hablar y observan atentamente mientras este
recién llegado llena su plato con dos tortillas. Sonríe de oreja a oreja,
como si no hubiera visto comida en días. Eso puede ser lo
suficientemente cierto, su cuerpo es aterradoramente delgado. Oh,
mierda. Es un nuevo recluta. Jódeme.
Arrojo mi tenedor al plato, su peso hace un ruido metálico.
—Maldición. —Cruzo los brazos, echando hacia atrás la cabeza,
frustrado. Con los ojos cerrados, intento enfocarme en lo que es
importante. Estar con Anniston. No importa qué mierda tenga que
soportar.
Escucho pasos detrás de mí antes de que mi silla sea golpeada
intencionalmente.
—Disfrútalo, Von Bremen. —Cade. Maldito Cade.
El resto de los chicos en la mesa gimen y arrojan sus cubiertos
también. Todos sabemos lo que esto significa. El chico nuevo, sin
embargo, no tiene ni idea, se sienta a mi lado y deja la comida sin
remordimientos. Mano a mano, continúa limpiando su plato, sin levantar
la vista ni un momento para ver de qué se trata el alboroto.
—Caballeros —anuncia Cade, mirándonos por encima del borde de
su taza de café, con una amplia sonrisa en su rostro—, este es Lawson.
Es nuestro recluta más nuevo.
Cade me señala con el dedo.
—Lawson, la gran boca a tu lado es Von Bremen, el pequeño
juguete de la Comandante. No vive aquí. No tienes que respetarlo, solo
tienes que tolerarlo hasta que la Comandante lo eche.
Sonrío, sin inmutarme por la negatividad de Cade esta mañana.
Extendiendo mi mano a Lawson, le brindo mi galardonada sonrisa
derretidora de bragas y vendedora de algunas camisetas para los medios.
Me mira con cautela, pero finalmente la toma con firmeza.
—Es Theo. Y en realidad, golpeo la mierda fuera de tu Comandante
para que no sufras su ira más de lo necesario. —Me levanto y miro
alrededor de la mesa—. Piensen en mí como una especie de salvador. De
nada. —Doy una reverencia dramática.
Los bufidos y las “tonterías” disfrazadas provienen de todas las
direcciones alrededor de la mesa. Pequeños bastardos desagradecidos.
Cade pone los ojos en blanco ante mi teatralidad y continúa como
si no lo hubiera interrumpido, señalando alrededor de la mesa. 187
—Hayes, Vic, Mason y Tim.
Todos asienten y dicen bienvenido o alguna mierda. No escucho
porque aún estoy haciendo pucheros por interrumpir mi desayuno, y
sufro un poco de TDAH en este momento. Ahora, estoy listo para terminar
esta mañana.
Lawson continúa echándose comida en la boca, totalmente ajeno a
que nadie más está comiendo. Incluso Cade ha perdido el desayuno. Sabe
que nos están pateando los culos.
Pasan unos minutos más en silencio antes de que Lawson levante
la vista de su plato con un bocado de comida y pregunte:
—¿Qué? ¿Qué están mirando todos?
Cuando todos seguimos mirando, Hayes habla claro.
—Es posible que desees ir despacio con la comida.
Lawson, confundido, traga ruidosamente antes de preguntar:
—¿Por qué?
Hayes, siempre el político, responde:
—Porque la Comandante no dejará de ejercitarte hoy hasta que
vomites. Es una tradición para todos los nuevos reclutas. —Hace una
mueca mientras mira su plato de comida intacto.
Tiene razón, será un día largo y pesado y Ans no se detendrá hasta
que el novato vomite o hasta que todos muramos. Dudo que le importe
cuál.
Lawson mira a Hayes antes de que Cade interceda:
—Es hora del espectáculo, Teniente. Es hora de ver de qué estás
hecho.
La tensión en la habitación parece finalmente asimilarse. Lawson
aparta su plato y se sienta un poco más alto. Este tipo no permitirá que
nosotros, los idiotas, lo atrapemos.
Vic sonríe, sintiendo que tenemos una buena y grita:
—¡Oohrah!
Todos lo repetimos en señal de solidaridad. Sí, incluso yo. Me
gustan estos muchachos. Bueno, a excepción de Cade.
Intentamos retomar una conversación después de eso, pero es
tensa.
—¡Buenos días, señoritas!
Todos inmediatamente prestan atención.
—Buenos días, Comandante —cantan al unísono.
Le sonrío y asiento.
—Ans. 188
Frunce el ceño pero no me reprende por no llamarla Comandante
frente a los “niños”.
Tomando una taza del armario, se sirve café. Todos estamos
sentados mirando en silencio, esperando sus instrucciones.
Se ríe.
—¿Qué pasa con las caras largas, muchachos?
Nadie responde. Sabe el porqué de las caras largas. Ama este tipo
de tortura. Acercándose a Hayes, agarra su tenedor y comienza a comer
su omelette sobrante.
—Mmm... Maldita sea, Hayes, esto está delicioso.
Gruñidos brotan de la mesa.
Mira a su alrededor, dándonos una sonrisa torcida, y dice:
—Espero que todos estén cargados con proteínas. Es un hermoso
día para estirar los músculos y quemar algo de tensión. —Eleva los
brazos, entrelazando los dedos, estirándose, mientras su top rosa se
levanta sobre su ombligo.
Cada pene en esta mesa apunta a su estómago tonificado.
Me paro abruptamente, rompiendo las miradas hipnóticas.
—Bueno, no sé los demás, pero estoy listo para hacer que este
espectáculo comience. Tengo que hacer una mierda hoy. —Chasqueo los
dedos para lograr el efecto, instándola a acelerar esta pequeña farsa.
Me mira, pero rápidamente corrige su mirada con una sonrisa.
Mientras camina lentamente hacia mí, arrastra un dedo por mi
mandíbula.
No muevo un músculo. No creo que siquiera respire.
Lleva su boca a mi oído, su aliento me provoca cuando susurra:
—Theo, después de romper ese espíritu esta mañana, la única
mierda que harás es rehabilitación en ese hombro hasta que jodidamente
te permita detenerte. Pero, por supuesto, mantén la actitud. Ya sabes lo
que significa para mí. —Me aprieta la mandíbula y luego me suelta con
fuerza.
A pesar de que simplemente me puso jodidamente duro, estoy un
poco enojado.
Se da vuelta para dirigirse a la mesa de nuevo, pero la sujeto del
brazo, tirándola hacia mi pecho. Hablando con firmeza a su oído, le
recuerdo:
—Te haría bien recordar, Comandante, que hoy es jueves. Cuando
mi rehabilitación y entrenamiento hayan terminado, tu culo es todo mío.
Pero por favor, mantén la actitud, ya sabes lo que significa para mí. —Le
agarro la mano y la hago palmear mi polla tensa. 189
Baja la mirada a mis pantalones cortos, una sonrisa formándose
en sus labios.
Incluso debajo de mis pantalones de compresión, ese hijo de puta
todavía está tratando de salir.
Posa los ojos en los míos y todo lo que veo es el remolino de deseo
en sus profundidades. Es por eso que ella y yo funcionamos. A ambos
nos encanta ganar y perder el control el uno con el otro.
Una garganta se aclara detrás de nosotros, probablemente Cade.
Anniston me libera y da un paso atrás, lo que permite cierta
distancia para que podamos calmarnos.
—¿Supongo que han conocido a nuestro recluta más nuevo?
Los chicos asienten.
Me río. ¿Todos se ven un poco ruborizados?
Anniston, que nunca se preocupa por la vergüenza, continúa:
—¡Bueno, salgamos, señoritas!

***
El campo que usamos para entrenar es de cuarenta y un hectáreas
de tierra agrícola antigua. Anniston y Cade han estado agregando
obstáculos desde hace algunas semanas. Barriles, neumáticos, y
plataformas de madera decoran el espacio abierto. La mayoría de los
obstáculos fueron concebidos viendo ese programa de guerreros terrible
que a ella le gusta mucho. Al maricón de Cade también le gusta. Es su
"cosa" los domingos por la noche. Mezquindad a un lado, el lugar en
realidad está comenzando a parecerse a un campo de entrenamiento
militar.
Hayes camina de costado a mi lado luciendo inquieto.
—¿Sabes lo que ha planeado?
Me encojo de hombros.
—Nunca sé qué jodida tortura ha planificado.
Asiente rápidamente en comprensión. Estamos todos ansiosos esta
mañana. Hayes por lo general, no es tan espasmódico, pero dado que
todos sabemos cómo ella rompe a los novatos, basta con decirlo…
estamos… jodidamente… asustados.
—Está bien, señoritas. Hoy tenemos un nuevo recluta —reitera ella
como si fuéramos un grupo de idiotas y no acabáramos de conocerlo en
la mesa del desayuno. Acercándonos a la línea de hombres, nos rodea
como presa. Se acerca a Hayes primero con un brillo malvado en su
mirada. Rápidamente, se inclina hacia adelante, atrapándolo con la
guardia baja al empuñar su camisa, sujetándolo—. Tenemos una especie
190
de tradición. Dinos, Hayes, ¿cuál es esa tradición?
Hayes hace una pausa y mira su camisa encerrada en su agarre de
hierro.
Anniston alza una ceja, esperando su respuesta.
Después de un sonido estrangulado, habla alto y claro al aire libre.
—Entrenamos hasta que el nuevo recluta vomita, señora.
Miro a Lawson, que está tratando de ocultar sus nervios
vigorosamente, pero todos podemos verlo. Todos hemos estado en su
lugar.
Anniston asiente en reconocimiento.
—Correcto, Sargento.
Justo cuando Hayes se relaja, lo manotea nuevamente por su
camisa.
Él tropieza, pero se estabiliza antes de que pueda caerse.
—También tenemos otra regla en esta casa. Creo que es que debes
cargarte de carbohidratos antes de cada entrenamiento y cargarte de
proteínas después. Dime, Hayes, ¿te cargaste de carbohidratos esta
mañana? —Sus ojos lo desafían a mentir.
Oh, mierda. Miente, hombre. Miente y jodidamente corre.
Hayes sacude la cabeza lentamente, tratando de comprarse algo de
tiempo.
—No, señora.
Movimiento estúpido.
Anniston inclina la cabeza.
—¿Oh? ¿Y por qué es eso, sargento Hayes?
Hayes mira hacia mí por ayuda. Hago un ruido de arcadas porque
soy un idiota y disfruto de hacer que me azote el culo esta chica. Nada
como provocarla en un día en que no puede castigarme. Bueno, puede
hacerlo aquí afuera en el campo, pero sería prudente que no lo hiciera.
Estará a mi merced después de las cinco y soy muy despiadado en el
dormitorio.
Inmediatamente, risas entre dientes son cubiertas por tos. El rostro
de Hayes se torna carmesí mientras se atreve a mirar a Ans.
—No queríamos vomitar, señora.
Anniston le da su sonrisa galardonada y le da una palmadita en el
hombro como un buen boy scout.
—Bueno, Sargento Hayes, creo que todos podríamos aprender una
lección aquí hoy. Cuando no se siguen las órdenes, el pelotón sufre.
Gemidos se silencian cuando comienzan a arrastrar los pies. Está
a punto de matarnos a todos. 191
—Ya que ninguno de ustedes siguió órdenes esta mañana, creo que
deberíamos ir, no solo hasta que los novatos vomiten, sino hasta que uno
de ustedes también lo haga. ¡Hoy es un dos por uno, caballeros! ¿Quién
será? —Se burla, mirando los rostros pálidos—. ¿Theo? —pregunta con
una ceja levantada.
Me encojo de hombros, sin inmutarme por su locura. He tratado
con esto por muchos años. Ella no me asusta. Bueno, no mucho de todos
modos.
—Si tengo que hacerlo. Tomaré uno por el equipo. —Le doy un
pequeño guiño solo para desbaratar su juego.
Presiona los labios, pero no reconoce mi broma. En cambio, me
mira duro, con su expresión de entrenadora.
—Es día de abdominales para ti. Corres hasta que te detenga,
entonces estarás conmigo.
Asiento en comprensión con un indicio de sonrisa.
Mira hacia Cade después.
—Corres hasta que te diga que te detengas. Es día de espalda para
ti, entonces terminaste por el día. ¿Entiendes?
Parece que quiere discutir con ella, pero no lo hace.
Nota su renuencia de inmediato y dice:
—De hecho, inmediatamente después de este entrenamiento te
quiero en el sauna por veinte minutos. Una vez hecho, le entregarás tu
celular a Hayes y te reportarás a tu habitación durante tres horas de
silencio.
Cade se ve francamente asesino, pero una vez más, no discute.
Tampoco responde, lo cual hace que la locura de Anniston salga aún más.
—¡Mayor! ¿Me entendió?
Cade se encuentra con su mirada y grita:
—Señora, sí, señora. —Está echando humo, pero no pronuncia otra
palabra. Lo único que lo delata es la firmeza de su mandíbula.
El resto de nosotros observamos en silencio mientras el drama se
desarrolla. Por lo general, en esta situación uno de nosotros joderíamos
a cualquiera que se metiera en problemas. Está bien, generalmente soy
yo, pero en esta situación, nadie ni siquiera respira.
Todos escuchamos a Cade gritar anoche. Él sufre de trastorno de
estrés postraumático, como la mayoría de ellos, pero aparentemente el
suyo es malo. Ans estuvo despierta la mayor parte de la noche tratando
con su horror.
—Camisas afuera. Uno a la vez —exige, mirándome—. Tú primero,
amor.
Siento la comisura de mi boca elevarse en una casi sonrisa.
Alcanzando detrás de mi cuello, lo agarro, tirando de él sobre mi cabeza
192
lentamente. Le gusta lento. Le gusta ver la revelación de cada línea de
músculo, centímetro a centímetro. Es así de pervertida. Cuando siento el
dobladillo rozar la parte posterior de mi cuello, tiro más fuerte y la arrojo
a mis pies. Levantando los ojos para encontrarme con sus azules
hermosos, le doy un pequeño guiño y una sonrisa juguetona.
Lo devuelve y asiente hacia Hayes.
—Vamos, precioso. Muéstrale a mamá.
Hayes ríe a todo pulmón y agarra primero el dobladillo de su
camisa, levantando la esquina lentamente, manteniendo sus ojos
entrenados en Ans. Ella se mantiene concentrada, nunca quitando su
mirada fija de él. Continúa hasta que su camisa gris Dri-FIT está a la
altura de su hombro, mostrando todo su trabajo duro en el gimnasio.
Músculos flexionándose, los aprieta un par de veces, dándole a Anniston
su pequeño y jodido espectáculo, y saca un brazo. La cabeza y el brazo
restante se abren paso a continuación antes de arrojar la camisa
descartada a los pies de Anniston, dejando expuesto su pecho desnudo,
sin cicatrices.
Ella camina tranquilamente hacia él y traza las líneas duras de sus
pectorales hinchados. Él sonríe. Es puramente platónico entre ellos.
Bueno, no puedo estar seguro, pero creo que sí. Me aseguro de orinar en
mi territorio cada vez que estoy aquí para mantener las fantasías a raya.
La mayoría de los chicos saben que su método poco ortodoxo es
solo eso. Los construye, los hace sentir sexys y deseados. Probablemente
también los pone increíblemente cachondos, pero sé con certeza que
manejan eso en otro lugar. No significa que observar este pequeño y loco
espectáculo de mierda no me ponga malditamente celoso.
La primera vez que lo vi con Cade, tuve un colapso completo y total.
Estoy hablando de berrinche y todo. Tomó un poco de sexo agresivo y un
licor de huevo antes de que finalmente pudiera escuchar su
razonamiento.
Anniston mira al novato después. Arqueando una ceja, ordena:
—Tu turno, hermoso.
Lawson, alias el novato, palidece. Supongo que yo también lo haría.
Soy el más pequeño de estos tipos. No tengo la complexión voluminosa y
enormes pantorrillas como ellos. Es como comparar a Vin Diesel con Paul
Walker, yo siendo Paul, y me refiero al Paul de la primera película.
Me aferro al conocimiento de que Ans elabora mis entrenamientos
y condiciona mi cuerpo justo como lo quiere. Y, simplemente no soy un
tipo grande. Años de jugar a la pelota me han dejado esbelto. De acuerdo,
los músculos de mis hombros y espalda son algo de lo que presumir. Y
mis glúteos. Definitivamente mis glúteos. Los favoritos de Ans. Pero la
lección aquí es amarte a ti mismo, o alguna mierda así. Creo que Ans
simplemente tiene un orgasmo haciendo que todos nos desnudemos.
El novato juguetea con su dobladillo. Es obvio que no quiere
193
quitársela. Su complexión es delgada y probablemente muy marcada. La
mayoría de los chicos lo están. No sé la historia de este tipo, pero sé
partes de las de los otros y no son cuentos de hadas.
Sintiendo la incomodidad del novato, Anniston dice en voz baja:
—Lawson, este es un lugar seguro. Entrenamos sin camisetas para
mostrar nuestras cicatrices. Son insignias de honor, ya sean por dentro
o por fuera. Es importante que veas la fuerza que un cuerpo puede
soportar. Cada contracción de los músculos mantiene los huesos
estables. Son tuyos para controlar. Tuyo para construir para ser
exactamente lo que quieres.
Se vuelve hacia Cade y de inmediato cierro los dedos a los costados.
Cade es el que más me cuesta ver porque, aunque él sabe que es mía, no
dudaría en quitármela. La desea. Soy un tipo. Sé esto. También sé que
comparten un vínculo especial. Pero ella es, y siempre ha sido, mía.
Observarla sonreír mientras se acerca a Cade hace que mi corazón duela
como si estuviera a un latido de un ataque.
Sin sonreír, sus ojos están intensamente trabados con los de ella.
—¿Puedo, Guapo?
Él asiente rígidamente, sin duda preparándose para la tortura que
está a punto de soportar.
Ella aprieta la parte inferior de su camisa y dobla las rodillas hasta
que su cara se encuentra a la altura de su pantalón.
¡Mierda! Voy a retener su orgasmo tanto esta noche. Esta mierda
es brutal.
Centímetro a centímetro, besa cada cicatriz en el pecho y estómago
de Cade cuando se revelan. Cierra los ojos y su respiración se vuelve más
dura. Anniston le rodea la espalda con un brazo, acercándolo más a su
cuerpo mientras se para, pero él instintivamente está alejándose. Otro de
sus problemas, creo.
Es difícil para estos muchachos sentirse amados y atractivos más
allá del infierno que han estado pasando, pero ella obliga a todos y a cada
uno a aceptar el amor que les brinda.
Yo, sin embargo, no tengo ningún problema en esa área. Donde
quiera que quiera besar, estoy dentro. Cualquier palabrita dulce o elogio
que quiera dirigirme, solo aumentan mi ego. Por otro lado, no he visto a
todo mi pelotón hacerse pedazos frente a mis ojos. Sé que no soy lo
suficientemente fuerte para manejar ese tipo de trauma.
Mi vida ha sido protegida y tengo un respeto loco por estos chicos,
que continúan saliendo del agujero de conejo y tratan de construirse una
vida normal. Así que comparto a mi chica con ellos, incluso cuando
quiero ser una mierda celosa y alejarla de todo esto.
Cade gruñe cuando Anniston le empuja la camisa sobre su amplio
hombro. Con los ojos cerrados con fuerza, se encoge cuando ella besa
194
varias de las furiosas marcas dentadas que decoran sus pectorales.
—Baja —susurra ella contra su corazón.
Él obedece y se arrodilla a sus pies, levantando los brazos. Es
evidente que esta rutina está bien practicada. Con su pecho desnudo,
ella acaricia el costado de su cara sin afeitar y le planta un beso dulce en
la mejilla crispada. ¿Cuánto jodido tiempo tomará esto? Cade abre los
ojos y se levanta, dándole a Anniston una sonrisa vacilante.
Ella da un paso atrás, moviéndose hacia su próxima víctima,
Lawson.
—Permíteme mostrarte lo hermoso que eres en realidad —lo
arrulla, acariciando su rostro ligeramente con las yemas de los dedos.
Los ojos de Lawson se cierran por sí solos.
Lo sé, viejo. Eso es algo de mierda vudú justo allí.
Lawson asiente en consentimiento. Ans le agarra lentamente la
camisa con una mano, quitándola mientras desliza la otra sobre su pecho
desnudo, huesudo. No se demora como lo hizo con Cade, pero como dije,
Cade es un caso especial para ella.
Desnuda rápidamente a Lawson y los muchachos le dan un
"oohrah" que no reconoce. Solo mira hacia adelante, inmóvil.
Después de que Anniston consigue que los otros cuatro se
desnuden (quienes no tienen ningún problema, por cierto), se saca la
camiseta sin mangas, dejando solo su sujetador deportivo rosa.
—¡Comiencen a estirar!
Cade lidera, como de costumbre. Chupamedias.

195
Anniston
SOLO OTRO VIERNES POR LA NOCHE
Traducido SOS por MadHatter

Subo las escaleras de puntillas, sintiéndome bastante mal por


haberle gritado a Cade algo que entiendo que le resulta difícil de llevar a
cabo. Dormir. Como los otros chicos vinieron a vivir con nosotros,
decidimos que era mejor trasladar las habitaciones de todos al piso de
arriba, convirtiendo la antigua habitación de Cade en su oficina. Al hacer
eso, sin embargo, Cade despierta a todos con sus pesadillas.
La última noche fue una de las peores. Se revolvió en mis brazos,
gritando y amenazándome para que lo dejara ir. Para que lo soltara.
196
Honestamente, con los sonidos violentos que hacía, me sorprendió que
Theo o los otros chicos no irrumpieran para ayudar.
Cade era salvaje, gritando:
—Yo lo hice. Los maté por culpa de ella. —Todo lo que pude hacer
fue abrazarlo hasta que la locura se disipara.
Luego corrimos hasta que tropezó, colapsando en la hierba. Pensé
que dormiría después de eso, pero no tuve tanta suerte.
Entonces, sintiéndose culpable o no, él necesita descansar.
Con mi oreja contra la puerta, me encuentro con el silencio. Agarro
el pomo, preparada para sacar mi llave del bolsillo de mis pantalones,
pero no está cerrada. Dentro de la habitación, observo el espacio bien
cuidado pintado de un gris masculino con detalles en color naranja. Las
paredes y los muebles te hacen sentir como en casa. De todos mis
muchachos, Cade es el que más aprecia sus cosas.
Justo pasando la sala de estar, observo a mi agotado amigo sentado
en el borde de la cama, con la cabeza entre las manos.
Me siento a su lado y sujeto sus hombros y le doy un pequeño
apretón.
—¿Cuánto tiempo dormiste?
Levanta la cabeza y se encuentra con mis ojos con el ceño fruncido.
Suspirando, admite:
—No lo hice.
Froto círculos relajantes en su espalda, tratando de darle consuelo.
Odio lo que voy a hacer a continuación, y la forma en que me mira con
temor me dice que sabe que no le quedan otras opciones. Ha estado
demasiado tiempo sin dormir. Hemos pasado por todo lo que conozco y
tengo que admitir la derrota y conseguir ayuda medicinal.
Me pongo de pie y me dirijo al pequeño bar, ubicado en una esquina
de la habitación. Cade siente mis movimientos pero no los sigue con la
mirada. Sabiendo que necesitará un pequeño empujón, le pido:
—Ven a tomar un trago conmigo.
Me observa por un tiempo antes de suspirar en señal de rendición.
Sus pantalones de chándal se amontonan en sus pantorrillas cuando se
pone de pie mientras su camiseta parece a punto de descoserse sobre el
pecho ancho. Sus pasos son lentos con inquietud mientras se dirige al
bar.
Me encargo de prepararnos un poco de té de manzanilla, mi
favorito, y nos sirvo una taza.
Metiendo la mano en el bolsillo de mis pantalones, le revelo la
odiada píldora azul. Theo y Cade aborrecen esto. Otra cosa que tienen en
común. La píldora emite un tintineo cuando la coloco sobre la encimera.
Inclino la barbilla hacia el vaso de agua que le he servido.
197
—Tómala de una.
Cade mira la amenazadora píldora con repulsión en los ojos.
—Anoche fue malo. ¿Quieres hablarme de eso?
Niega rápidamente. De todos modos, era una posibilidad remota.
—No, estoy bien. Fue un momento de debilidad. No volverá a
suceder.
Pero volverá a pasar. Lo sé. Él lo sabe. El amor simplemente no
puede arreglar algunas cosas. No sé qué pasó esa fatídica noche en
Afganistán, pero sé que cambió a Cade. Y no importa lo mucho que me
duela verlo luchar contra estos demonios por su cuenta, entiendo la
necesidad de superarlo solo, guardando sus secretos hasta que esté listo
para compartirlos conmigo.
—Tal vez es hora de que hables con alguien. Conozco a un gran…
—Ya te he dicho que no.
Intento no fruncir el ceño con irritación. La palabra clave es
intentarlo.
—Bueno, disculpa por interesarme un poco en tu bienestar.
Cade suspira, sus ojos culpables abatidos.
—Lo siento. La tomaré.
Debería sentirme feliz, con una sonrisa victoriosa en el rostro.
Culpo a Theo de la mierda todo el tiempo. Entonces, ¿por qué, cuando
Cade se traga la píldora de un trago, siento que soy parte del problema?
Permitiéndole sufrir en silencio. A solas. Con vaya a saber Dios qué
rondando en su cabeza.
—¡Bien hecho! —lo elogio, pero no lo digo en serio. Se me revuelve
el estómago ante la idea de que nunca podré ayudar a Cade como él lo
necesita.
Estoy a punto de llorar cuando toma mi mano con el ceño fruncido,
tirando de mí hacia la cama.
—Venga. Vamos a emborracharnos viendo Fixer Upper.
Puedo hacer eso. Puedo amar a mi chico, ofreciéndole mi fortaleza
mientras se desliza en el horror que controla su noche. Subimos a la
cama, lado a lado, bebiendo nuestro té. Antes de que me sienta
demasiado cómoda, le envío un mensaje de texto a Theo. Es jueves, y
empezará a ponerse nervioso si cree que lo voy a dejar plantado,
especialmente con Cade.

Ans: Cade sigue despierto. Le di algo. Estaré aquí un tiempo.


Theo: ¿Qué mierda? Me muero de hambre. ¿No hay nadie más que
lo pueda hacer dormir?
198
Ans: No seas idiota. Ve a buscar algo para comer. Tráeme algo
también.
Theo: No. Hayes y yo vamos al pub a mojarnos las pollas.

Está tan lleno de mierda.

Ans: Suena como un buen plan. Tráeme una hamburguesa. Y por el


amor de Dios, asegúrate de que Hayes use condón.
Theo: ¿No quieres que yo lleve condón?
Ans: No necesitas condón. Estoy segura de que tu idiotez mantendrá
a raya a las putas. Pero, por supuesto, inténtalo. Me quedaré en la cama
con Cade. Toda la puta noche. Solo en bragas.
Theo: Apestas.
Ans: Comeré mi hamburguesa con todo. Y papas fritas. NO TE
COMAS MIS PAPAS. Ni siquiera trates de jugar mintiendo que se cayeron
al suelo o algo así.

Theo no responde después de eso. Chico inteligente. Dejo mi


teléfono en la mesita de noche y me acuesto bajo las sábanas de Cade.
Es una maravilla que no apesten a sudor, a semen y a bolas
desagradables. Oh, nunca has experimentado eso, ¿verdad? Bueno,
considérate una perra afortunada porque estos asnos asquerosos pueden
hacer apestar una habitación en un milisegundo.
Le echo un vistazo a Cade, que está mirando fijamente al televisor.
Me doy vuelta rápidamente antes de que se dé cuenta que soy una madre
gallina. En la televisión, Chip está haciendo algo absurdo, mientras que
Joanna intenta no demostrar que quiere golpearlo en las bolas. La
restricción que tiene esta mujer es primordial. Esos son los objetivos de
una relación.
Hemos visto más de la mitad del programa cuando Cade murmura
en un susurro:
—¿Te quedarás un rato?
Le echo un vistazo. Sus ojos lucen pesados. El Ambien está
haciendo efecto. Le quito el vaso de la mano y lo coloco en la mesa junto
al mío. Su cabeza cae contra la cabecera con un ruido sordo.
¿Cuándo no me he quedado con él? Para tranquilizarlo, engancho
un dedo con el suyo.
—Siempre.
Asiente y tomo esa señal para decir que está a punto de desmayarse
en cualquier momento. Me acerco más y lo animo a meter las piernas
debajo de las sábanas. Por algún pequeño milagro, obedece sin discutir.
Cuando está completamente debajo, con la cabeza apoyada en una
199
almohada, me apoyo cómoda sobre su pecho y escucho el constante
latido de su corazón.
En cuestión de minutos, su respiración se nivela, sus suaves
ronquidos llenan la habitación. Gracias al cielo.
Veo dos episodios más de Fixer Upper antes de que Theo me envíe
un mensaje con su impaciencia.

Theo: ¿La princesa finalmente se durmió?


Ans: Sí. ¿Tienes mi hamburguesa y papas fritas?
Theo: Tengo la hamburguesa. Se quedaron sin papas fritas. ¿Quién
lo hubiera pensado?
Ans: Por tu bien, espero que ese no sea el caso.
Theo: Y será mejor que vengas aquí antes de que pierda toda mi
paciencia.
Ans: Eres una reina del drama.
Theo: 5
Ans: Eres estúpido.
Theo: 4
Ans: Theo, ¿en serio?
Theo: 3
Ans: OMG
Theo: 2
Ans: De acuerdo, ¡mierda! Ya voy.

Me levanto de la cama y llevo la sábana más hacia arriba para


cubrir el pecho de Cade. Ahora duerme profundamente. Con un ligero
toque en su frente, un beso en la mejilla, le deseo dulces sueños.
Echo un vistazo a la habitación, asegurándome de que todo se
encuentre en orden antes de apresurarme para llegar con Theo. Estos
chicos necesitan orden. Es fundamental para su terapia e integración
social. Me gusta asegurarme de que tengan estabilidad en todo momento,
incluso si solo se trata de tener su habitación ordenada.
Sin perder demasiado tiempo debatiendo, dejo el televisor
encendido y coloco el letrero de "NO MOLESTAR" en el pomo antes de
agarrar nuestras tazas. Si se despierta, puede darle algo de consuelo y
ayudarlo a adormecerlo nuevamente.
Dos pasos a la vez, me apresuro hacia la cocina. Mi estómago ha
estado gruñendo durante la última hora. Maldito Theo, tomándose su
tiempo para traerme comida.
Abajo, soy recibida por el caos. Me gustaría decirte que todos
200
bebemos vino y leemos un libro junto al fuego todas las tardes, pero ¿a
quién le estoy tomando el pelo? Vivo con seis hombres. Si no le están
gritando a la televisión acerca de algún idiota jodiendo con el balón o
cómo el otro equipo apesta, se gritan blasfemias el uno al otro por ser
imbéciles. Confía en mí, aquí siempre hay ruido.
Miro hacia el estudio, donde veo a Vic y a Mason enfrentados con
algún tipo de videojuego.
—¡Mierda, sí, carajo! ¿Cómo te gustan las manzanas? Adelante,
inclínate hacia papá.
¿Ves lo que quiero decir?
—Cierra la boca, coño.
Asomo mi cabeza y hago un sonido de chasquido.
—Chicos, mejor atenúen toda la conversación de mierda y coño. Me
pondrá cachonda. —Les sonrío y ellos empiezan a reír.
En la cocina, Theo y Hayes se encuentran absortos en algo en el
teléfono de Theo.
—Será mejor que no veas porno.
La cara de Theo se arruga con disgusto.
—¿Por qué diablos lo vería cuando estoy a punto de hacer algo?
Pongo los ojos en blanco por su crudeza y agarro la bolsa que
contiene una mierda de toneladas de calorías y la mejor maldita
hamburguesa en el estado de Georgia.
—¿Esto es mío?
Theo asiente y regresa a su teléfono. Lo que sea que estén viendo
los tiene a ambos enamorados.
Me encojo de hombros y saco mi grasienta hamburguesa de Joe’s.
Dándole un gran mordisco, gimo con placer.
Theo levanta la cabeza de golpe y fija sus ojos en los míos.
—Date prisa.
Sonrío diabólicamente y mastico a paso de tortuga. La anticipación
lo es todo y el Señor Hazlo ahora mismo necesita aprender un poco de
gratificación retrasada.
Sin embargo, me sigue el juego, lanzándome una mirada de muerte
salida directamente del infierno.
Con una bocanada de comida, ignorando por completo esa mirada,
pregunto:
—¿Mojaron las pollas?
Hayes se atraganta, levantando la cabeza bruscamente.
—¿Se suponía que íbamos a hacerlo? Porque apreciaría volver a
hacerlo, señora.
201
Riendo, termino de masticar y miro a Theo. Él frunce el ceño por
un segundo y luego vuelve a su teléfono.
—No, Sargento Hayes, no ibas a hacerlo. Aunque escuché que era
una posibilidad para esta noche.
Hayes menea la cabeza, confundido. Pobre tipo.
Un gruñido sale de lo profundo del pecho de Theo, atrapándome.
Frunce el ceño ante mi hamburguesa, animándome a darme prisa.
Alguien está irritable esta noche.
Cuando tomo un pequeño mordisco y luego dejo la hamburguesa,
sonriéndole a Theo, él se levanta de la mesa, agarrándome de las manos
antes de que tenga tiempo de siquiera limpiarlas.
—Eso es suficiente. Has terminado.
Me encuentro sobre su hombro en segundos, gritando mis
objeciones. En serio, por lo rápido que tragué la hamburguesa, podría
volver a subir.
—Solo en tus bragas, ¿eh?
Nalgada. Me pica el trasero.
¿Qué? ¿Mis bragas? Oh, mi mensaje de texto. Tienes que amar a
un hombre celoso. Me agarro fuerte mientras él sube las escaleras como
una especie de Neanderthal. Espero que no despierte a Cade con todas
sus travesuras.
—Estaba bromeando, Theo.
Le pellizco el trasero a través de sus pantalones. Es un trasero
fenomenal, tengo que admitirlo. Redondo, como una pelota de playa.
Cada glúteo muscular se flexiona mientras sube las escaleras con gracia.
Es una vista magnífica, una de la que nunca me cansaré.
—Ni siquiera estoy usando ropa interior. —Ese comentario es para
llevarlo al límite. Me encanta follar con él y si eso lo vuelve loco de
lujuria... bueno, más divertido para mí. Anticipo algún tipo de gruñido o
nalgada, pero no llega nada. ¿Qué demonios? ¿Me encuentro fuera de
juego?
Theo permanece en silencio, empujando la puerta de mi habitación.
Me baja y cierra la puerta detrás de él.
—He tenido todo lo que puedo tolerar de ti.
De acuerdo... eso podría significar muchas cosas. Intenté
presionarlo varias veces hoy. Nunca se movió. Obviamente, se ha estado
conteniendo.
Me acecha, desabotona sus pantalones mientras me rodea.
—Toda esa mierda con Cade. Desnudarlo frente a mí. Acostarte
junto a él en la cama. —Se acerca, el humor ya no baila en sus ojos. El
divertido Theo se fue. He presionado al oso y he liberado a la bestia.
202
Se me seca la garganta cuando lo miro acercándose más. Mierda,
es tan sensual.
—Es entren…
—No hables. Has terminado de hablar por el día. Tu boca ahora me
pertenece, Comandante.
Empuja sus vaqueros al piso con un solo movimiento. Sale de sus
pantalones con un paso dominante, pateándolos. Está erecto, su polla
brilla contra las abdominales anticipándose a cualquier juego pervertido
que tenga en mente. Quiero acercarme y tomarlo, sentir lo que le hago.
—Quítate los pantalones cortos.
Ahora me está ordenando. Realmente no me encanta, pero jugaré
su juego. Es jueves, después de todo. Me quito los pantalones cortos,
tirándolos al sofá.
Me apresura, golpeando mi cuerpo contra la pared.
—Date la vuelta —jadea. Está perdiendo el control rápidamente
hoy. Me excita muchísimo quebrarlo en su jueves.
Me giro, de cara a la pared, con los brazos levantados sobre mi
cabeza como si estuviera a punto de ser desnudada. Ahora tengo una
idea. Excepto que esta vez, el castigo es el placer.
Theo me agarra del cabello tirando mi cabeza hacia atrás. Me duele
pero no hago ningún sonido. Entierra su rostro en el hueco de mi hombro
y cuello, y desliza la nariz por la suave piel de mi garganta hasta que llega
a mi oído, haciendo que los escalofríos recorran todo mi cuerpo.
—Voy a follar cada agujero que tengas, Comandante. Y cuando
termine, no quedará nada de ti para compartir.
—Me encanta cuando me dices mierdas, Theo. Lo hace mucho más
divertido cuando dices esas palabras en mi coño. —La clave para liberar
al animal en Theo es esa, allí mismo. Amenazar con tomar su control.
Amenazar con ser la que está a cargo. El competidor en él no permitirá
que pierda, lo sé. Siempre he sabido qué botones presionar. Entonces,
cuando me mete dos dedos en la boca y corta mis siguientes palabras,
no me sorprende en lo más mínimo.
—Chúpalos. Y si dices otra maldita palabra, te llenaré la boca con
algo más que comentarios de sabelotodo.
Mueve sus largos dedos y empuja sobre mi lengua, dándome
arcadas varias veces. Se me llenan los ojos de lágrimas por la intrusión,
pero me quedo en silencio, disfrutando de la locura que me está dando.
—Ponte de rodillas, Comandante. —Me tira del cabello, me obliga
a volver la cabeza hacia atrás mientras me besa de forma descuidada y
húmeda, su lengua reemplazando los dedos.
Con la cabeza nadando de deseo, bajo a la alfombra, colocándome
de rodillas, como me ordenó.
203
Theo gruñe, dejándome en cuatro patas, casi golpeando la pared
con la cabeza. Me frota el culo desnudo con las manos, silenciosamente
reconfortante.
¡Golpe!
Jadeando por el impacto de la picadura, me preparo para otro. Y
otro, hasta que a él le duele tanto que grita:
—Mierda. —Cayendo de rodillas detrás de mí.
No me gustaría nada más que él viera la sonrisa en mi rostro, pero
mantengo mi cabeza baja, lo que le permite ejercer dominio sobre mí. Sus
dedos vuelven a mi boca y los chupo sin que me diga hasta que él los
retira, extendiendo mi trasero con sus dedos humedecidos. Arriba abajo,
roza mi apretado agujero, burlándose.
—A veces, creo que te gusta que me esté volviendo loco y delirante.
—Otra caricia.
Tendría razón. Todo lo que tiene que hacer es alcanzar mis piernas
y sentir la humedad deslizándose por mi muslo. Me encanta el loco Theo.
—Sí, creo que sí. Creo que te gusta que te marquen, McCallister.
¿Es así? ¿Te gusta cojear durante días para que todos los hombres en
Madison sepan que te han follado hasta dejarte sin sentido?
Penetra mi trasero un dedo, haciéndome saltar de sorpresa.
Aunque no es nuestra primera vez jugando con el sexo anal, la sensación
todavía me resulta extraña.
—Todo lo tuyo me pertenece...
Desliza un segundo dedo y yo agarro la alfombra para aliviar el
dolor de sus dedos que me estiran.
—Sí —gimo, empujándome contra su mano—. Quiero que cada
perra en esta ciudad sepa que te poseo, Von Bremen. Que te hago perder
cada gramo de tu precioso control hasta que me follas salvajemente y con
abandono.
Theo hace un sonido torturado en la garganta que se parece a un
gemido. A él le gusta lo jodido. Le gusta ser una propiedad. Le encanta
ser salvaje e imprudente.
Empujando más fuerte, me mete el dedo en el culo con una mano,
la otra va a mi hendidura, untando la humedad antes de lubricar su polla
con ella en un movimiento circular.
—Estás jodidamente lista para mí. Cada centímetro de ti fue creado
solo para mí.
Puedo sentirlo moverse detrás de mí, alineando su longitud con mi
trasero.
—Respira profundamente, cariño. —Su dulce petición es toda la
advertencia que recibo antes de que me penetre, robando mi aliento en
204
un grito. Se me debilitan los brazos como fideos mientras me dice al oído,
en marcado contraste con sus acciones—. Eres tan jodidamente perfecta.
—Luego—: Buena chica. —Y—: Presiónate contra mí, cariño.
Gimiendo, me empujo contra la sensación completa, luchando
contra el impulso natural de alejarme del dolor. El brazo de lanzamiento
de Theo me rodea la cintura, manteniéndome en pie mientras encuentra
mi clítoris, frotándolo furiosamente.
—Vamos, Ans. Voy a correrme rápido, cariño.
Estoy sudando, temblando con la necesidad de liberarme. Estoy
cerca. Solo necesito un poco más para ir hacia el borde.
—Más —suplico, sujetando las fibras cortas de la alfombra,
agarrándolas como si fuera mi vida.
Theo responde en consecuencia, sabiendo exactamente lo que
necesito para correrme. Dobla su cuerpo sobre el mío, descansando el
peso sobre mi espalda, me chupa el lóbulo de la oreja con una suave
succión. ¡Oh, mierda! Empuja sus dedos con fuerza, sus largos dedos
entrando y saliendo, follándome con el dedo hasta llevarme al borde de
un orgasmo con todo el cuerpo.
—Déjate ir, cariño.
Otra orden, esta vez mi cabeza golpea la pared con un ruido sordo.
—¡Mierda!
Nos desliza hacia atrás, sin romper nunca su ritmo.
Su respiración es pesada y errática, tanto que cuando habla, sale
a borbotones:
—Yo... me voy a correr... sobre... ti... Cade... me… olerá... en ti...
por... días.
Puedo sentir cómo la cabeza de su polla se hincha dentro de mí,
atrapando el borde del músculo surcado cuando se retira casi por
completo y vuelve a golpear. Duele y no me duele al mismo tiempo.
—Te gusta eso, ¿verdad? Te gusta que mi esperma gotee por tus
muslos durante días.
Oh, mierda. Mi estómago se aprieta cuando los espasmos se tensan
en mi útero. No pasa desapercibido para él.
—Esa es mi chica. Monta mis dedos, córrete en mi mano. —Me
muerde el hombro hasta que grito—. Dime, Ans…
Una penetración de castigo me roba el aliento.
—¿Es esto lo que querías? ¿Mi locura?
Retira los dedos de mi interior para agarrarme el pecho, pellizcando
el pezón a medida que me penetra más profundamente hasta que no
puedo soportarlo más. Me tiemblan las piernas y caigo al piso cuando
una ráfaga de euforia corre por mis venas. Una y otra vez, me contraigo,
jadeando en busca de aire hasta que un empuje final hace que Theo se
205
doble, ráfagas calientes de semen bajan por mis piernas mientras él
persigue la última sensación de arruinarme por completo.
Cade
OJOS DULCES
Traducido SOS por astrea75
& Yira Patri

—¡Vamos! ¡A levantarse y brillar, caballeros!


Golpeo la puerta de cada habitación como una venganza. Son las
cinco de la mañana. Y prometimos ayudar a una organización local a
reconstruir la casa de un veterano que resultó herido en el cumplimiento
del deber. Está en silla de ruedas y su hogar ya no es propicio para su
forma de vida. Su esposa es ama de casa, cría a sus cuatro hijos y no
tiene los medios para solventar la remodelación. Lo siento por mi
206
hermano caído. Perder ambas piernas y volver a casa, incapaz de ser el
hombre que una vez fuiste, es difícil. Si podemos aliviar su lucha, aunque
sea levemente, descansaré más tranquilo.
Anniston pensó que era una gran idea y me animó a llevar a todos
los muchachos. Ella es buena en retribuir. No digo que no, simplemente
no me gustan las multitudes ni la socialización en general.
Después de una noche de descanso con la píldora azul, me
encuentro alerta y lleno de energía, listo para comenzar la mañana. Es
una sensación extraña para mí, pero se siente bien. Realmente bien, en
realidad. Golpeo una vez más la puerta de Hayes. No ha emitido ningún
sonido.
—¡Hayes! ¡Levántate de una maldita vez o voy a entrar!
Algunos días me siento como un padre con estos muchachos.
Nunca lo admitiré ante Theo, puesto que él ya cuenta chistes sobre Ans
y yo jugando a la casita, pero la mayoría de los días pareciera que es así.
Hayes sigue en silencio mientras busco mi llave maestra. No tengo
tiempo para esta mierda.
—Voy a entrar —le advierto mientras introduzco la llave.
Escucho murmullos y le doy otro segundo. Lo último que quiero
hacer es acercarme a él mientras juega con su polla.
—Me está poniendo nervioso, Sargento.
Finalmente, la puerta se abre y revela a Hayes con los ojos abiertos.
—¿La Comandante está lista?
Le doy una mirada de qué-demonios-piensas. Ella y Theo salieron
a correr a primera hora de la mañana. Me quedé atrás, dándoles algo de
espacio, y usé el gimnasio de la casa para mi entrenamiento matutino.
—Sí, ¿cuál es el problema?
—Yo, eh, tengo una erupción...
¿Qué diablos? ¿De verdad? ¿Realmente voy a aconsejar a un
hombre adulto sobre sexo seguro?
—¿Dónde se encuentra el sarpullido? —Ya estoy disgustado
pensando en tener que pedirle a Anniston algunos antibióticos o lo que
sea que malditamente aclare esta mierda. Si puede ser aclarada. Oh
demonios, no estoy de humor para esto.
—Es, eh... en mis testículos, señor —Al menos parece avergonzado.
Su rostro está de un rojo encendido mientras se esfuerza por mantener
mi mirada feroz.
—Por el amor de Dios. No voy a echarle un vistazo a tus bolas.
Tendrás que levantarte y enfrentarte a la Comandante.
—Pero…
—No, no irás con nosotros, esparciendo quién sabe qué. Ve a ver a
207
la Comandante. —Le cierro la puerta en la cara, su boca abierta en
conmoción. No puedo hacer esto, hoy no. Tengo un horario y no tengo
tiempo para sentarme aquí e inspeccionar las bolas de Hayes.
—Vamos, idiotas —grito mientras camino por el pasillo, mi estado
de ánimo decayendo a cada segundo.
Mason y Vic doblan la esquina y se ponen las camisas. Le prometí
a la asociación que podríamos tener la mayor parte del trabajo listo hoy.
Necesito más hombres ahora que Hayes está fuera de servicio.
Por un segundo, pienso en preguntarle a Theo y luego me pellizco
por tener una idea tan estúpida. Prefiero hacer un doble trabajo que
preguntarle a ese idiota por cualquier cosa.
—¿Dónde está Tim?
Vic y Mason miran detrás de ellos como si Tim fuera a aparecer
mágicamente.
—No lo sabemos, señor.
Genial, simplemente genial.
—¡Comandante! —Estoy gritando por el pasillo, mi paciencia casi
se ha ido. Necesito salir de aquí. Casi estoy en la cocina cuando aparece,
con el cabello color maíz peinado en su moño característico, con sus
diminutos pantalones cortos en las caderas.
—¿Qué pasa? —Me mira, preocupada. Supongo que no es común
que la llame a los gritos a plena luz del día. La noche es una historia
diferente.
Me saco de encima la frustración para que no se proyecte en mis
palabras. No quiero que piense que estoy enojado con ella.
—Necesito ayuda. Hayes tiene algún tipo de sarpullido en los
testículos que debes mirar. No sé qué es, pero no me arriesgaré y lo llevaré
conmigo.
Mason y Vic ahogan una carcajada antes de enmascararla. Si no
estuviera tan enojado conmigo, me reiría también.
—¿Una erupción dónde? —Los labios de Anniston están luchando
por mantenerse firmes. Le doy treinta segundos antes de que ella esté
histérica.
—En los testículos, Comandante.
Su pecho está empezando a temblar.
—¿Y cómo sabes que lo tiene en los testículos?
Oh, por el amor de Dios. Todo el mundo es un jodido comediante
por aquí.
—Comandante. Esto es serio.
Ella resopla una risa salvaje y se controla. Sosteniéndose el
estómago con una mano, retiene el resto de su arrebato. 208
—Lo siento, Cade. Manejaré la erupción de Hayes. ¿Cuál es el otro
problema?
Gracias.
—Necesito más mano de obra.
Reflexiona sobre mi problema por un segundo, con un dedo en la
boca, recordándome a Theo. No se está mordiendo la uña, pero está
cerca. Me pregunto si ella incluso se da cuenta de que lo está haciendo.
—¿Qué pasa con Lawson? —pregunta, bajando la mano cuando se
da cuenta que estaba en su boca—. ¿Crees que esté listo?
No estoy seguro de cómo responderle. Lawson es estable. Aún no
sé cuál es su problema, ya que no hemos podido ganar su confianza lo
suficiente como para que él nos lo diga. Sacarlo a una excursión sin
supervisión es arriesgado. Por lo general, somos positivos sobre el estado
mental de los muchachos antes de que los introduzcamos en una
situación social. Tener a Lawson en la casa de alguien podría ser malo si
sale mal. Pero necesito otro hombre…
—No estoy seguro —respondo honestamente. Lawson podría estar
más loco que una mierda, pero no lo sabré hasta que lo vea en acción.
Anniston suspira.
—Podría preguntarle a Theo.
Estoy meneando la cabeza antes de que pueda pronunciar su
nombre completo.
—Está bien, podemos hacerlo.
Se ríe y me aprieta el hombro.
—Lleva a Lawson contigo. Estoy segura de que estará bien. Pero
llámame si tienes algún problema.
Asiento, un nudo se forma en mi estómago.
—Bien.
—Bien. Tim ha estado en la camioneta durante la última media
hora. Ve, antes de que se muera de calor. —Me da un dulce beso en la
mejilla y se dirige a la escalera, tomando dos escalones a la vez antes de
gritar—: ¡Connor Hayes! Déjame mirar tus bolas!
Finalmente, me desmorono y me río. Esta es mi loca vida y no lo
haría de otra manera.

***

El sudor gotea por mi espalda mientras martillo el último clavo en


la nueva rampa para la silla de ruedas de Doug, nuestro compañero
Marine. La relación de esta comunidad es estrecha, todos los vecinos se
encuentran en sus porches o aquí, ayudándonos. Estamos casi
209
terminando; solo nos falta una rampa en la cubierta posterior. No estoy
seguro de que hoy terminemos, pero es suficiente con que pueda volver
a casa para estar con su familia.
—Mayor, ¿quieres que comience a limpiar? —Mason está
empapado, se quitó la camisa hace horas con este clima de noventa y
cinco grados.
Él y los muchachos han atraído a muchas admiradoras. No han
tenido que pedir dos veces un vaso de agua, eso es seguro. Las mujeres
salieron de la carpintería para ofrecer bebidas, entre otras cosas. Otra de
las cosas que provocó una sonrisa en las caras de estos tipos todo el
maldito día.
Ahora quieren ser voluntarios todo el tiempo. Imagina. No es que
yo no haya tenido un comité de bienvenida, lo hice. Lo desbaraté antes
de que cualquiera de mis admiradoras pudiera pestañear. No estoy
buscando una follada rápida o una novia, por lo que estaban perdiendo
mi tiempo y el de ellas.
Miro alrededor antes de contestar a Mason. La mayoría de los
voluntarios se toman un descanso o empacan sus cosas y se dirigen a
casa por la noche.
—Sí, adelante y comienza a reunir a los muchachos. Dejaré que el
capataz lo sepa.
Asintiendo, Mason marcha hacia los demás. Recojo mis
herramientas y me dirijo a la parte posterior de la casa donde se montan
las tiendas. El capataz es un contratista local que inició este proyecto y
logró conseguir todo donado para la familia.
Si me hubieras dicho hace seis meses que a los civiles les
importaban sus militares, me hubiera reído en tu cara y te hubiera
llamado mentiroso, pero ahora, después de ver a esta comunidad unirse
por un hermano caído... Creo que hay bien en este mundo.
Conocer a Anniston fue mi primera prueba de eso, pero no sabía
que existían más. Pensé que ella era la única. Un ángel enviado solo para
mí...
Doblo la esquina y busco a alguien para preguntar dónde puedo
dejar estas herramientas.
—Gracias por ser voluntario, Mayor Jameson. —Randy, el capataz,
se asoma por detrás del dispensador de agua—. Realmente apreciamos
que usted y sus hombres ofrezcan asistencia. No hubiéramos podido
hacerlo sin ti.
—No hay problema. Nos sentimos honrados de hacerlo.
Se mueve desde el dispensador, traqueteando con su agua. Imaginé
a Randy como un hombre grande y barbudo, algo así como un leñador.
Entonces este caballero de setenta kilos realmente me sorprendió cuando
lo conocí esta mañana. Debe rondar los sesenta años. Pensé que
seguramente pasaría, impartiría órdenes y luego se iría. Pero no, él gritó
210
órdenes, levantó un martillo y nos avergonzó a mis chicos y a mí con el
trabajo que había hecho.
—Quería decirte que nos dirigimos a casa por el día, pero nos
alegraría regresar mañana, si nos necesitas.
—Absolutamente. ¿6 a.m.?
Ugh. Esperaba al menos a las siete pero hace calor, es pleno
verano, así que supongo que es mejor que hagamos la mayor parte del
trabajo a primera hora de la mañana.
—Estaremos aquí.
Nos damos la mano y rápidamente termino de limpiar el resto de
mi desastre. Todavía no he visto a los muchachos, de lo contrario estaría
haciendo que esos imbéciles agarraran algunos de estos trozos de madera
y me ayudaran a apilarlos cuidadosamente junto a un roble viejo.
Para cuando termino, el sol comienza a ponerse y me muero de
hambre. Espero que sea el turno de la Comandante para cocinar. No creo
que pueda tomar otra comida de mierda después de un largo día como
hoy. Sé que es bueno que los chicos aprendan a cocinar, así son
autosuficientes, pero maldita sea...
—¡Mayor! —Vic está corriendo por la acera, con los ojos llenos de
miedo—. Tenemos un problema. No podemos encontrar a Lawson. —Se
encuentra sin aliento mientras intenta apresurar las palabras. Como si
eso mejorara las cosas o algo así.
Mi estómago se aprieta cuando la idea de tener que decirle a
Anniston que perdí a Lawson me da ganas de esconderme entre los
arbustos. ¡Mierda! Sabía que no debería haberlo traído. Sabía que era
demasiado pronto.
—¿Qué quieres decir con que no puedes encontrarlo? —Estoy en
movimiento, recorriendo con los ojos la subdivisión en busca de cualquier
señal del largo cabello rubio—. ¿Dónde están los otros?
—Mason nos dijo que nos separemos y lo busquemos.
Gracias a la mierda que Mason tenga algo de sentido.
—Bueno. ¿Cuándo fue la última vez que alguien lo vio? —Estoy
corriendo por la acera, centrado, Vic justo detrás de mí.
—Estábamos trabajando en la rampa, señor, hace
aproximadamente una hora.
Eso no es de ninguna ayuda, ya que también es la última vez que
lo vi. Doblamos una curva y aparece Mason, con una expresión
preocupada en su rostro.
—¿Hubo suerte? —grito desde mi posición, sin importarme nada si
estamos perturbando la tranquilidad de este barrio tranquilo.
Mason niega con la cabeza.
¡Mierda! Esto no puede estar pasando. Anniston enloquecerá.
211
—¿Qué hacemos, Mayor?
No respondo a Vic de inmediato. No tengo idea de qué decir.
Lo que necesitamos es más gente, para recorrer la ciudad a fondo.
Solo conozco a otras dos personas aquí y la idea de llamarle me da ganas
de arrancarme los ojos con las uñas y guardarlos en el bolsillo. Pero estoy
desesperado. Cualquier cosa para distraerme de lo que estoy a punto de
hacer. Llamar a Theo.
—Necesito hacer una llamada. —Marco su número en una niebla.
Siento las manos como si fueran de otra persona mientras llevo el teléfono
a mi oído, paseando, buscando con la vista en las calles a Lawson.
Él responde en el quinto llamado.
—¿Qué?
Sí, no puedo hacer esto. Esta puede ser la peor idea que he tenido
en la historia de las ideas.
—¿Qué, Jameson? —Su tono se recorta mientras grita su saludo
de mierda otra vez.
Casi cuelgo. Los cuatro no podemos encontrarlo. Tal vez podamos
pedir ayuda a los vecinos. Parecen buenas personas.
Gruño, frustrado por la posición en la que me he metido. Debería
haber observado a Lawson más de cerca.
—Cade, normalmente uno habla cuando llama a alguien.
Lo odio. Realmente lo hago.
—Necesito tu ayuda. —Allí, lo dije. Estoy preparado para el
comentario inteligente a cambio.
—Sí, lo sabemos. Le he dicho a Ans en varias ocasiones que pagaría
para que obtuvieras la ayuda que necesitas. De nada. —Su voz es
engreída.
Aprieto los dientes para mantenerme neutral. Necesito su ayuda.
No puedo permitirme enojarlo y perder mi único recurso. Pero joder si no
quiero.
—Lawson está perdido. Necesito que tú y Hayes vengan a buscarlo.
—¿Quién es Lawson? —Un ruido crujiente resuena en el receptor.
¿Está comiendo mierda en este momento?
—¡Theo! —Mi paciencia se ha ido, pero trato de reinar en mi furia.
Se ríe entre dientes, crujiendo un poco más.
—Bien, bien. Te ayudaré a encontrar a los extraviados.
Uno... dos... tres... respiración profunda... cuatro.
—Necesito que traigas a Hayes, también. No le digas a la
Comandante a dónde vas.
212
Su profunda carcajada retumba a través del teléfono.
—Estás tan jodido, Jameson. Voy a disfrutar viéndola patearte el
trasero.
He aprendido de la peor manera que mientras continúes luchando
se volverá cada vez más desagradable, así que termino la conversación
bruscamente, vociferando una orden en el receptor.
—Encuéntrame en la esquina de la calle Briar.
Golpea en el teléfono, tomándose su tiempo para responderme.
—Hecho. Pero me debes una. —Con eso, cuelga.
Qué jodido idiota.

***
Theo y Hayes llegan treinta minutos después. Mason, Vic y yo hemos
recorrido el vecindario y no hemos encontrado nada. Estoy exhausto y
hambriento, pero no me iré sin Lawson. Ya me siento como un fracaso y
no puedo imaginarme aparecer en casa, con las manos vacías.
—Está bien, Cade. Pongámonos manos a la obra. Tengo cosas que
hacer. Comandantes a las que joder.
Cierro las manos en puños pensando en él follando a la
Comandante. Quiero golpearlo, solo una vez. ¿Es mucho pedir?
Ignorando su demanda, miro a los muchachos.
—Separémonos. Vamos a expandir nuestra búsqueda al siguiente
vecindario en unas pocas cuadras. Revisa los autos, las casas, cualquier
lugar donde se pueda esconder.
Theo levanta un dedo para detenerme.
—¿Qué pasa si él no quiere ser encontrado? ¿Alguna vez pensaste
en eso?
Lo hice. Y es algo que no quiero volver a pensar. A veces, los
hombres como nosotros solo quieren que los dejen solos para morir o
consumirse. Me gustaría pensar que Lawson no se siente así, pero lo
encontramos boca abajo, con una aguja colgando de su vena. No quería
ayudarlo en ese momento. No quería acompañarlo al hospital. Pero
Anniston... ella fue jodidamente insistente. Lo llevamos a la sala de
emergencias, donde fue desintoxicado y vendado.
Anniston pasó un par de horas hablando con él, animándolo a
volver con nosotros cuando lo liberaron. Le dije que no era una buena
idea. Los adictos son diferentes a los que no tienen hogar. Temía que su
distribuidor o sus amigos vinieran por él, y vieran lo que Anniston tiene
y le roben.
O peor... la lastimen. 213
Ella me hizo un gesto con la mano, diciendo que él era diferente.
Que vio esperanza en sus ojos. Y luego me hizo jurar no decirle a Theo
cómo lo encontramos.
Tal vez es mejor de esta manera. Tal vez salió corriendo en busca
de su siguiente dosis y pueda decirle a Anniston que es una causa
perdida, que no estaba listo para cambiar su vida. Siempre habrá otros
que quieran ayuda.
Miro a Theo.
—Anniston querrá un cierre de cualquier manera.
Me doy vuelta y me niego a responder más preguntas. Necesito
pensar. Cuando me encontraba sin hogar, buscaba refugios en áreas de
poco tráfico. No quería que me vieran, que me susurraran nada. Asustar
a los niños no era lo mío.
Me dirijo a la entrada sur de la subdivisión mientras los chicos
desaparecen, esparciéndose en diferentes direcciones. Echo un vistazo a
través de las ventanillas de los autos estacionados en la calle, rezando
para que nadie llame a la policía y me informe. Lawson no está en ningún
lado. Donde sea que haya ido, no se encuentra aquí.
Estoy casi listo para dejarlo cuando escucho gritos y un fuerte
golpe detrás de mí. Sorprendido, busco la fuente de los gritos. La puerta
lateral de una pequeña casa azul en la esquina se abre y Lawson sale
corriendo, arrastrando el culo, saltando sobre los arbustos frontales a
medida que avanza.
Por favor solo dime que no robó el lugar.
Echo a correr, intentando interceptarlo. No estoy seguro de lo que
está pasando, pero él no escapa sin una explicación.
—¡Teniente! —grito, corriendo detrás de él. Mi cuerpo grita de dolor
por las horas que he dedicado al trabajo manual, pero lo alcanzo
fácilmente, luchando contra la incomodidad. Sujetando el brazo de
Lawson, se detiene. Sus ojos se encuentran muy abiertos con...
¿emoción? Es difícil de decir mientras intenta liberarse de mi alcance.
—Apúrate, Mayor. Él está viniendo.
Mantengo mi firmeza, sin permitir que Lawson me haga a un lado.
Si cometió un asalto, entonces está a punto de devolver toda esa mierda.
No seré cómplice de un crimen.
—¿Qué hiciste?
Luego mira a un hombre que aparece en la puerta, una pequeña
pelirroja pisándole los talones.
—No es lo que parece. —Me suplica que corra, pero no puedo.
No puedo permitir que le robe a esta gente.
Lawson intenta liberarse una vez más.
—Por favor, señor. Por favor, corre.
214
Miro al hombre que nos ataca con furia desenfrenada. Puedo estar
tranquilo. Puedo manejar esta situación.
El señor mayor se acerca. Coloco a Lawson detrás de mí y levanto
las manos en señal de rendición.
—Señor. ¿Cuál es el problema?
Él aprieta su diente, y digo diente ya que le faltan varios en el
frente.
—Fuera de mi camino. No tengo ningún problema contigo. Todavía.
Asiento, tratando de ganar algo de tiempo.
—Lo sé, señor. Estoy seguro de que podemos manejar esto con
civilidad.
La pelirroja finalmente nos alcanza. Se encuentra sin aliento y
descalza.
Ah, mierda ¿Lawson folló a la mujer de este tipo?
Miro hacia atrás y lo observo. La expresión culpable en su rostro
es todo lo que necesito. Él la folló.
—¡Sal de mi camino, muchacho! —me grita el hombre y me increpa.
Con los ojos desorbitados, la pelirroja grita:
—¡No! ¡Corre, Lawson!
El hombre se da vuelta, sujetando a la chica. La sacude, con fuerza.
—¡Lleva tu culo prostituto de regreso a casa!
Lawson empuja contra mí tratando de llegar a ella. El hombre no
tiene absolutamente ninguna auto preservación.
—Tengo esto, Laws —murmuro, luego le digo más fuerte al enojado
caballero—. Mira, no son necesarios los insultos. Estoy seguro de que
hay una explicación razonable para todo esto.
Señala con un dedo carnoso a Lawson.
—¡Folló a mi esposa!
La pelirroja comienza a llorar. Lawson está agitado, tratando de
rodearme, pero lo bloqueo con mi cuerpo. Necesito manejar esta situación
ahora antes de que pierda el control.
—Lo siento mucho. No puedo cambiar lo que sucedió, pero puedo
asegurarte que no volverá a suceder. —Intento sonreír para disipar la
situación, pero solo sirve para enojarlo más. Lawson se burla detrás mí
y el tipo lo pierde.
Se abalanza y nos lleva a Lawson y a mí al suelo.
—¡Te mataré!
Estoy esquivando golpe tras golpe, intentando quedarme entre
Lawson y este loco. Logra darme un golpe en las costillas. Duele, pero
215
afortunadamente no rompe nada. Intento revertir la situación y tomar el
control, pero este hijo de puta es fuerte.
—Podemos hablarlo. —Intento esquivarlo, pero un golpe en mi boca
hace que deje de hablar. Estoy luchando, Lawson se encuentra atrapado
debajo de mí, tratando de empujarme para poder alcanzar a este imbécil.
Antes de que pueda, el tipo grita, agarrándose el costado. Se aleja,
gimiendo de dolor. Miro hacia arriba y veo que es el mismísimo ángel de
mierda. Theo.
Se encuentra de pie sosteniendo un bate con el ceño fruncido en
su rostro. No puedo decidir si estoy contento de verlo o enojado porque
tuvo que salvarme. Cuando ve que lo estoy mirando, me sonríe con
arrogancia. Definitivamente estoy enojado, tuvo que intervenir.
—Muy bien, ahora. La diversión se acabó. Solo tengo que golpear a
Cade.
Pongo los ojos en blanco y me siento. Lawson se levanta y trata de
alcanzar a la mujer que aún no ha dejado de llorar.
Theo señala con el bate el pecho de Lawson.
—Siéntate, playboy. —Luego mira a la pelirroja—. Cariño, ¿por qué
no agarras al abuelo y lo llevas de vuelta a casa?
La chica deja de llorar lo suficiente para mirar a Theo.
—Tú, bast…
Theo levanta el bate y la detiene.
—Ahora, ahora, esa no es forma de decir gracias. —Se acerca un
poco más, acorralándola—. No seas una perra. Lleva al abuelo de regreso
a la casa, tal vez puedes ofrecerle algo por haber tenido que perseguir tu
trasero por la cuadra.
Lawson está en la espalda de Theo antes de que pueda atraparlo.
—¡No le hables así!
Theo se vuelve lentamente, una mueca de desprecio en su rostro.
Sin previo aviso, balancea el bate, tirando a Lawson al suelo. Entonces
Theo se inclina, sosteniendo la camisa de Lawson, nariz a nariz.
—Si alguna vez vuelves a hacer una mierda como esta, dejaré que
el maldito te mate. ¿Comprendes?
Lawson asiente solemnemente.
—¡Ahora, levántate! —Golpea a Lawson de nuevo en el suelo antes
de volverse para mirarme.
Me congelo. Nunca he visto así a Theo.
—Agárralo y vámonos. No estoy de humor para mentirle a Anniston
sobre por qué tu cara se encuentra arruinada. Tendrás que explicárselo
solo.
Asiento, ayudando a Lawson a levantarse. La chica chilla mientras
216
nos vamos, pero ayuda a su esposo a levantarse y lo lleva a la casa.
Theo ha guardado el bate y sin decir una palabra más, se dirige a
su auto.
—¡Oye, Theo!
Se da vuelta con una mirada molesta.
—Gracias. —Realmente me salvó el culo hoy.
—No lo hice por ti.
Por supuesto que no. Lo hizo por ella. Por el momento, me siento
agradecido por la razón que sea. Lawson se acerca a mi lado mientras
Theo y Hayes se alejan, frotándose las costillas.
—Espero que tengas una muy buena explicación para esto —
espeto, mirando el verdugón en mi brazo por la bala perdida que disparó
el viejo.
Aclarándose la garganta, con los labios fruncidos, Lawson asiente.
—Tienes razón, tenemos que hablar.
Tengo la sensación de que la mierda está a punto de volverse real.
Jódeme.
Anniston
KARMA
Traducido por IsCris,
RRZOE & yiany

—¿Hiedra venenosa? ¿En serio? —Cade se deja caer a mi lado, su


expresión horrorizada, pero también aliviado de que Hayes no tuviera una
ETS20 mutante—. ¿Cómo demonios consiguió hiedra venenosa allí? —
Reclina sus piernas sobre el reposabrazos, forzando a Theo a fruncir el
ceño en el proceso. Cerveza en mano, toma un largo trago de su Corona,
suspirando en el cuello de la botella.
Eso es extraño, Cade solo bebe en raras ocasiones. Largo día,
217
supongo. Ha estado encerrado con Lawson durante las últimas tres horas
después de que regresaron del trabajo.
Theo se ríe de la ridícula pregunta de Cade antes de que tenga la
oportunidad de responder.
—Cade, detenme si te pierdo. —Hay un brillo de maldad en la
mirada de Theo. Lo que sea que esté a punto de decir, sin duda molestará
a Cade.
Oh, diablos, aquí vamos.
—Hayes —Theo observa por la ventana —, consiguió que una chica
le chupara la polla en el medio del bosque. Los que no somos prudentes
lo llamamos follar. —La sonrisa de Theo refleja claramente su
desaprobación sobre el estilo de vida abstemio de Cade.
Le doy un codazo para que se tranquilice antes de que se desate
una pelea, pero Cade se me adelanta y se pone de pie, dando un paso
intimidatorio para hacer quién sabe qué. Theo no se mueve de su lugar
en el sofá. En cambio, se mantiene fresco, rebotando la pierna sobre su
rodilla con una sonrisa engreída que se convierte en una mirada en
segundos.

20
ETS: Enfermedades de Transmisión Sexual.
Encerrados en un duelo de miradas, desgarrándose el uno al otro
con sus expresiones mordaces, intervengo, empujo el pecho de Theo, lo
aliento para que se relaje y se detenga mientras Cade se calma,
retomando su lugar. Estos dos hoy tienen un genio que les hace perder
los nervios fácilmente.
—Por cierto, ¿cómo estuvo tu servicio comunitario?
—Bien —dicen los dos al unísono, con los ojos todavía fijos el uno
en el otro.
Sé malditamente bien que algo sucedió. Las decoloraciones
púrpuras en el brazo y la cara de Cade no se deben a una caída en la
escalera, sin importar lo que él me haya dicho. Tampoco lo son los
moretones en sus costillas. Sé cómo lucen las marcas de puños.
Lo que me confunde es que Lawson también tiene un par de
hematomas. No me permitió mirar cuando subió corriendo la escalera y
dio un portazo, Cade pisándole los talones y con furia. Lawson no ha
salido de su habitación desde entonces.
Miro hacia adelante y hacia atrás a los hombres que se están
fulminando con la mirada desde sus extremos opuestos del sofá.
—¿Qué está pasando entre ustedes? ¿Qué pasó hoy?
Cade claudica primero, tomando otro sorbo de su cerveza antes de
contestar.
—Lawson mintió.
218
Estoy aturdida, abro y cierro la boca como un pez.
—¿Qué quieres decir con que mintió? ¿Acerca de qué,
exactamente?
Cade traga espeso cuando Theo se burla a mis espaldas.
—Bueno —suspira, frotándose la barba de tres días con una
mano—. Lawson es diferente al resto de nosotros.
Las oraciones crípticas de Cade alteran mis nervios y me están
molestando.
—Solo escúpelo, Cade.
Cade asiente solemnemente mientras Theo se ríe por su regaño.
—Lawson no es un drogadicto como pensamos.
Inclino la cabeza hacia un lado mientras lo animo a continuar.
—Estaba jodido cuando lo encontramos, sí. —Toma otro largo trago
de cerveza—. Pero no bajo las circunstancias que pensamos. Estaba
encubierto, tratando de encontrar a una chica secuestrada. Se llama
Nicole.
—¡Es un policía!
Negando, Cade busca ayuda en Theo.
Theo se ríe con incredulidad.
—No me mires. Les dije que dejaran de adoptar a estos callejeros.
Le aprieto el costado de la pierna, no estoy de humor para su
mierda de te lo dije.
—No es un policía. Es un infante de marina. Su periodo terminó
hace cuatro meses. Aparentemente, interceptó una llamada hace seis
meses cuando intentaba llamar a su familia. Se encontró con Nicole, la
mujer que encontró hoy en la subdivisión en la que estábamos
trabajando. Ella le dijo que necesitaba ayuda...
—¿Por qué no la ayudaste? —lo interrumpo, me levanto, lista para
agarrar mis llaves para ir a ayudar a esta pobre chica, excepto que Theo
me abraza fuertemente, restringiéndome.
—En el momento no supe que ella necesitaba ayuda. Además,
necesito investigar un poco más esto. No puedo salir corriendo, arrebatar
mujeres al azar de su casa solo porque Lawson lo dijo. Hasta ahora, no
ha sido muy honesto con nosotros. De todos modos, Lawson ha estado
rastreando a este hombre durante cuatro meses, finalmente reuniendo
suficiente información para rastrear a su proveedor de drogas. Es por eso
que estaba drogado cuando lo encontramos. Pero él no tiene un problema
como sospechamos.
Mi mente gira con esta nueva información. Lawson nos dejó creer
que era un adicto que necesitaba refugio. No puedo decidir si estoy
enojada o impresionada de que hiciera todo lo posible para atrapar a este
219
tipo.
—¿Por qué no ha ido a la policía con esta información?
Cade aprieta los labios por un momento.
—Él dice que Lou, el tipo que secuestró a Nicole, es hermano del
sheriff. Lawson cree que él también puede estar en el negocio sucio,
ayudando a Lou a sacar de contrabando a mujeres del estado.
¿Escuché bien? ¿Dijo contrabando? ¡Qué mierda!
—¿Repite lo que dijiste?
Cade suspira, sabiendo a qué me refiero.
—Me escuchaste, Lawson cree que él y su hermano son parte de
una red de tráfico sexual.
—¡De ninguna manera! ¿En Madison? No lo creo.
Cade se encoge de hombros, tragando lo último de su Corona.
—No lo sé, pero tenemos que investigarlo antes de que Lawson haga
algo loco, como ir tras este tipo por su cuenta.
Estoy de acuerdo, me llevo un dedo entre los dientes. Theo lo baja,
una sonrisa de complicidad en su rostro. Arquea una ceja.
—¿Te estás mordiendo las uñas?
Lo despido como a un mosquito molesto.
—No lo estaba haciendo.
Dándole un pequeño empujón en el pecho, se aparta y me muestra
una sonrisa juguetona.
—Ya basta de esta mierda de Debbie Downer. Estoy cachonda
hablando de todas estas cosas de esclavas sexuales.
Theo se levanta del sofá y cae de rodillas frente a mí. Sacando la
parte inferior de mi cuerpo del sofá, lleva mis piernas sobre sus hombros,
mordisqueándome la parte interior del muslo. Chillo, luchando por
enderezarme de nuevo, pero es demasiado fuerte.
—¿Qué has dicho, Ans? ¿Quieres fingir ser mi esclava sexual?
¿Rogarme que te deje venir en mi cara?
Su agarre se tensa, y estoy a su merced en segundos. Tira de mis
mallas, bajándolas por mis muslos. ¿Está realmente a punto de comerme
aquí mismo frente a Cade? ¿No tiene clase? ¿Qué demonios estoy
pensando? Por supuesto, que no la tiene.
—Theo. —Me río, luchando contra su agarre mortal en mis
caderas—. ¡Cade está aquí!
—Oh, creo que tu mascota necesita aprender cómo complacer a
una mujer. Cómo hacerla gritar mientras ella monta tu cara al olvido.
Cade se levanta del sofá, sus mejillas están rojas.
—Eres una verdadera joyita —dice mientras pasa detrás de Theo.
220
Theo me guiña un ojo por encima de mis mallas, que ahora están
por mis rodillas. Los jala más despacio, mientras observa a Cade pasar
por la puerta. Cuando Cade desaparece, los vuelve a colocar en su lugar.
—Pensé que nunca se iría. —Se deja caer en el sofá, acurrucado en
los cojines—. ¿Quieres ver esa película que grabé el otro día?
—¿Qué hay de Lawson? Necesitamos lidiar con la situación.
—Lawson, Shamawson. A quien le importa. Ha estado rastreando
a esta chica por meses. Ahora sabe dónde está. ¿Qué es un día más?
Además, Cade no tiene vida. Apuesto a que corre a su oficina y comienza
a investigar en este momento. Problema resuelto. —Se encoge de
hombros, orgulloso de sí mismo—. Ahora, ¿quieres ver esa película o no?
Me río, tomando su táctica para sacar a Cade.
—Eso suena muy doméstico, Von Bremen.
Sonríe, encogiendo los hombros de un millón de dólares.
—Me gusta ser doméstico contigo, McCallister. Vale la pena
soportar tu terrible gusto en compañeros de habitación por el bufé de
oportunidades de sexo.
Mofándome, trato de lucir ofendida por su comentario. Se ríe,
acercándome a su pecho y toca el control remoto. Por una vez en mucho
tiempo, dejo los asuntos de los demás a un lado y disfruto de la
simplicidad de estar con Theo.

***

El mercado de agricultores se encuentra lleno de caos esta noche.


La gente está en todas partes abasteciéndose de frutas y verduras frescas
junto con joyas personalizadas y decoración casera para el hogar. Amo el
mercado de agricultores. La pintoresca y pequeña sección justo al Oeste
de Main Street es preciosa, con su belleza campestre. Los robles altos y
viejos que han crecido a lo largo de las aceras durante años son
imponentes y fuertes, proporcionando sombra para los clientes del
mercado.
Cade ha estado ocupado investigando con Lawson, ambos saliendo
de la oficina de Cade para comer y hacer ejercicio. Intento no
preocuparme por la pobre Nicole. Sé que Cade no dejaría que nada le
pasara. Pero no puedo evitar la traición que siento por mi sheriff, por mi
pueblo, que ha apoyado un acto tan atroz. ¿Tráfico sexual? Solo he oído
hablar de esa mierda en las películas. Quién hubiera pensado que
tendríamos participantes aquí en Madison.
Distraída, camino cansinamente por las gradas, admirando una
pulsera de arpillera con una cuenta de madera hecha a mano.
—¿Puedo ayudarte en algo? —Una mujer menuda con un acento
221
inglés sale de detrás de su puesto con una sonrisa genuina.
—Esto es hermoso. ¿Tienes más amuletos? ¿Tal vez una pelota de
béisbol?
Se ríe, limpiándose las manos con el delantal blanco alrededor de
la cintura.
—Mi esposo puede hacer cualquier cosa. Podemos crear algo
personalizado para usted.
Emocionada por una nueva pieza de joyería, le digo lo que tengo en
mente. Ella escribe todo y me dice que regrese en unas semanas para
recogerlo.
Me detengo en unos cuantos puestos más antes de terminar el día,
yendo por el estrecho callejón hasta donde estacioné mi auto. Un
zumbido vibra en mi bolso. Busco mi teléfono, balanceándolo en una
mano, mi bolso en la otra.
—Hola.
—Si Washington fuera una polla sería una corta, sin circuncidar.
Me río.
Theo voló temprano esta mañana para estar con su equipo. Está
en el roster como el lanzador de apertura esta noche contra los
Mavericks. Incluso con nuestra relajante noche, todavía estaba molesto
como un maldito avispón cuando se fue esta mañana. Su actitud acerca
de trabajar para el club está empeorando con el juego. Necesito hablar
con Thad y ver si sabe más. Odio ver a Theo tan infeliz.
—No puede ser tan malo —le digo, doblando la esquina.
—Oh, es malo. Bellamy estaba en mi cara tan pronto como llegué
al estadio, maldiciéndome por perderme la práctica de bateo otra vez.
—¿Por qué te perdiste la práctica de bateo? Tu avión partió lo
suficientemente temprano para llegar a tiempo.
Theo hace una pausa por un momento antes de suspirar.
—Pude haberme desmayado cuando llegué a casa y olvidé
configurar mi alarma.
—¡Theo!
—Y luego, como llegaba tarde de todos modos, me detuve para el
desayuno y un café de Starbucks. —Su tono es divertido, ya que le
encanta revolver plumas donde sea que vaya.
—Lo sabes mejor. Bellamy solo quiere encontrar una razón para
sacarte del equipo.
—Bellamy quiere follarme en cuatro patas, pero no lo hará, Tom no
lo escuchará.
Tom es el dueño de los Nacionales de Washington. Le ofreció en
persona el trabajo a Theo en el cuerpo de lanzadores de los Nacionales
222
cuando solo tenía veinte años. Incluso con una diferencia de edad de
cuarenta años, son buenos amigos. Gracias a dios. De lo contrario, creo
que Theo habría sido despedido hace años.
Exhalando en el aire de la noche, regaño:
—Theo…
—Lo sé, Lo sé. Lo haré mejor. Lo prometo.
Bellamy vocifera en el fondo y le grita a Theo que saque su culo
malcriado y juguetón al campo, ahora.
—Tengo que irme —gime—, y ser la perra de Bellamy durante las
próximas cuatro horas. Espero que sea gentil.
Se ríe del último comentario y yo también.
—Estoy segura de que será dulce.
—Sí, sí —murmura, poniéndose serio—. ¿Oye, Ans?
—¿Sí?
—Quédate con los chicos hasta que Cade y Lawson puedan
descubrir qué está pasando, ¿de acuerdo?
Mi voz es un susurro cuando me recuerda la situación con Nicole.
—Lo prometo.
—Bueno. Papá te ama. Sé una buena chica y mantén húmedo ese
coño hasta mañana.
Me largo a reír, su ridículo comentario aligera el estado de ánimo.
—Lo haré, campeón. Yo también te amo. Derríbalos.
Theo cuelga y vuelvo a guardar mi teléfono en mi bolso. ¿Dónde
rayos estacioné? Se siente como si hubiera estado caminando por
kilómetros. Afortunadamente, mi SUV Audi blanco, estacionado a lo largo
de la acera, aparece de inmediato.
—¡Finalmente! ¿Qué diablos estaba pensando al estacionar aquí en
Bumfuck?
Abro la puerta del lado del conductor, colocando mis compras en
el asiento del pasajero, cuando una sensación extraña me eriza el cabello
de la nuca. Me vuelvo para echar un rápido vistazo, pero antes de que
pueda siquiera mirar, alguien me agarra por la espalda, cubriéndome la
boca con la mano.
Pateo, el instinto asumiendo el control mientras rasguño y tiro de
la mano de mi captor, tratando de mantener cierta distancia entre
nosotros. Si logro liberarme, puedo correr. Nunca me atrapará. Mi
habilidad para correr solo puede ser igualada por otra persona. Y en este
momento, la idea de nunca volver a ver a esa persona envía suficiente
miedo por mis venas que grito pidiendo ayuda a través de la barrera que
forma la mano de este loco.
—Ayud… —Mi voz es confusa e irreconocible mientras la sudorosa
223
palma se agarra con más firmeza contra mi lastimoso clamor por ayuda.
Luego, para empeorar las cosas, cierra su otra mano sobre mi garganta
y la aprieta. Con el suministro de aire cortado por completo, me entra el
pánico y pienso en tirar mi peso al suelo y desequilibrarlo. Pero cuando
aprieta más fuerte, anticipando una lucha, la autopreservación entra en
acción y me quedo quieta, la única otra cosa que sé hacer.
—Dile a tu amigo que si vuelve a husmear en mi casa lo mataré.
Otro apretón, pero esta vez algo frío y afilado presiona contra mi
garganta.
¿Tiene un cuchillo? Estoy temblando, la adrenalina entra en
escena. Intento hablar sobre su férreo control, pero no sale nada. No
quiero morir aquí, no en este callejón abandonado que huele a orina de
gato rancio.
—Y luego, creo que te llevaré. Podría encontrar muchos
compradores para una pequeña pieza como tú. —Saca la lengua,
lamiendo mi mejilla.
Me siento violada. Sucia. Y sobre todo, me siento aterrorizada.
—Lo prometo —jadeo para respirar bajo su agarre—. No te
molestaremos.
La risa suena detrás de mí y pienso en tratar de gritar pidiendo
ayuda otra vez, pero cuando la fría cuchilla se posa sobre mi piel,
rápidamente decido no hacerlo. Lou; adivino, no he olfateado muchas
propiedades últimamente; me cubre la cara con la capucha, agarrando
mi coño con fuerza.
—Volveré por ti, perra —gruñe justo antes de cortar mi neumático
delantero, y huir detrás de un edificio.
Permanezco así, la cara aplastada contra la capucha, las lágrimas
corriendo por mi rostro, tambaleándome por lo que acaba de suceder. No
sé cómo haré para llegar a casa. El neumático silba mientras expulsa el
último tramo de aire. Ni siquiera sé cómo cambiar la maldita llanta.
Nunca tuve que hacerlo.
La comprensión de que no estoy preparada para los eventos de la
vida real es tan abrumadora que empiezo a llorar. Por primera vez en mi
vida fui retenida a punta de navaja y no hice nada heroico. No lo volteé
sobre mi hombro ni le di un rodillazo en las bolas. No, me quedé allí,
temblando como una cobarde, con mis lágrimas corriendo sobre la mano
que me asfixiaba la vida.
Soy una de esas mujeres. Una mujer protegida y mimada que
confía en un hombre para mantenerse segura. Irguiéndome, limpio las
lágrimas de mi cara, corriéndome el rímel con los dedos.
—Puedo cambiar un neumático. Si Theo puede hacerlo, no puede
ser tan difícil. 224
Me acuesto de espalda, decidida a hacer algo, encontrando el
repuesto y algo parecido a una palanca que creo que probablemente es
el gato. Lo saco e intento desalojar el repuesto, lo que me resulta bastante
difícil y solo logro romperme una uña.
Quiero a Theo. Solo el sonido de su voz me calmaría, pero él está
en el campo y no tendrá su teléfono. ¿Y qué podría hacer? Preocuparse.
Preocuparse, eso haría. Y sentirse impotente en hacer algo al respecto.
No llamaré a su teléfono solo para escuchar su saludo de correo de voz
de mierda "Este es Theo. No dejes un mensaje, no lo verificaré".
Llamaré a Cade para que venga a buscarme. Intenté cambiar el
neumático y no pude. No hay vergüenza en eso. Antes que pueda
convencerme de intentarlo de nuevo, llamo a Cade, sorbiendo un poco
mientras timbra. Y timbra. Y timbra un poco más hasta que finalmente
aparece su mensaje de voz.
—Guapo. Yo... eh... necesito tu ayuda. Mi llanta se pinchó y no
puedo cambiarla. Bien, entonces... devuélveme la llamada.
Después de unos minutos sin respuesta, decido que he terminado
de esperar que alguien me rescate. ¡Soy mi propia maldita heroína! Saldré
jodidamente de aquí de una forma u otra. Bloqueo mi automóvil e inhalo
profundamente, en busca de mi coraje enterrado. Son solo ocho
kilómetros hasta la plantación. Puedo caminar por el bosque y llegar más
rápido. Lou probablemente ya se haya ido hace mucho tiempo de todos
modos. No volverá a aparecer hasta que Lawson o Cade le den una razón
para hacerlo.
Lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas mientras doy los
primeros pasos hacia mi hogar. Hacia la seguridad. Se me doblan las
rodillas unas cuantas veces, pero continúo, pasando las lágrimas
errantes, cuadrando los hombros, con los oídos atentos por cualquier
cosa que indique que Lou me está siguiendo.
—No seas cobarde, Anniston —me digo en la peor charla
motivacional que alguna vez me he dado.
Pero soy una cobarde. Por una vez, anhelo consuelo. Ansío a uno
de mis muchachos. Sus voces. Su fuerza. Cualquier cosa para quitar el
miedo que Lou acaba de crear.
Thor.
Thor es un héroe. Y siempre responde a su teléfono.
Marcando su número, instantáneamente me siento mejor.
—Doctora McCallister —dice perezosamente.
La sensación de alivio se apodera de mí cuando el sonido de su voz
calma mis temores.
—Hola, Thor. —Mi voz está por encima de chirriante con falsa
alegría—. ¿Cómo está el equipo de seguridad?
Gruñe desde el otro lado del teléfono, su forma de reírse. 225
—Bueno, podrían estar fantásticos si realmente me importara lo
suficiente como para preguntar.
Me río.
—Maravilloso. Me gusta escuchar que el bienestar del personal de
Theo está intacto y no necesitan terapia.
—¿Qué está mal, Anniston?
Sin mierda. Sin andarse por las ramas. Ese es el Thor que me ha
llegado a molestar.
Debato si solo colgar y correr el resto del camino. Todavía estoy a
dos kilómetros de la plantación, pero si corro, podría estar allí en treinta
minutos o menos. Podría hacerlo. Thor podría no enterarse y yo podría
amenazar a Cade para que no le cuente a Theo. Problema resuelto. Pero
cuando atravieso un patio trasero sospechoso, lo reconsidero, decidiendo
que preferiría que los muchachos encontraran mi cuerpo y me enterraran
correctamente.
—Oh, nada. Solo dando un paseo. Pensé en comprobar y charlar
contigo por un rato.
—Nosotros nunca hablamos.
—Sí, bueno, deberíamos —bromeo, arrastrando mi confesión.
Su voz se suaviza mientras trata de extraerme la verdad una vez
más.
—Dime qué pasa, Anniston.
Suspiro, esto es todo. Theo enloquecerá.
—Oh, nada malo. Solo un loco que me sostuvo a punta de navaja,
me amenazó y luego cortó mi neumático, que no tengo ni idea de cómo
cambiar, por cierto. Por lo tanto, estoy caminando a casa desde el
mercado de agricultores y podría necesitar una voz familiar para hacerme
compañía.
—¿Dónde está Cade? —pregunta con un gruñido.
—Está en la casa lidiando con un problema.
—¿Por qué no llamaste a uno de los otros?
—Están ocupados, también. ¿No puedo hablar contigo? —espeto y
lo lamento de inmediato. Estoy siendo mezquina y brusca con Thor
cuando debería serlo conmigo. Ni siquiera puedo cambiar mi maldita
llanta.
—Quiero decir, ¿alguno de ellos podría ir a recogerte? —Vuelve a
intentar, esta vez con mucha menos actitud.
—Intenté con Cade, no respondió.
Thor hace un sonido profundo en su garganta que suena como
incredulidad. 226
—Theo se pondrá furioso.
—Y no se lo dirás. ¿Lo prometes? —Va a discutir pero lo
interrumpo—. Promételo —exijo, mi voz apretada—. No necesita
preocuparse por esto ahora mismo durante la votación para el Juego de
las Estrellas.
Thor suspira.
—Está bien, pero si se entera por su cuenta, te arrojaré debajo del
autobús en un abrir y cerrar de ojos.
—Trato —me comprometo, sonriendo por primera vez desde que
Lou me agarró.
—¿Me permites intentar llamar a Cade de nuevo? —pregunta en
voz baja.
—No, estoy casi en casa. ¿Puedes solo seguir hablándome?
Su respiración rápida me dice que lo he sorprendido con esta
pregunta.
—Está bien —acuerda.
El resto del camino a casa, me divierte el humor seco de Thor.
Excepto por la ocasional bomba F21 y las amenazas sobre cuándo Theo
se entere de esto, la conversación es bastante agradable.
Hasta…
Los neumáticos hacen girar la grava en el aire, el polvo vuela a mi
nariz y boca. Estoy tosiendo, protegiendo mi cara del peor tornado de
polvo que haya habido en Georgia, cuando escucho:
—Tienes dos segundos para meter el culo en esta maldita
camioneta antes que pierda el último autocontrol que tengo.
Cade está sobresaliendo por la ventanilla del conductor, con la cara
encendida por la furia al rojo vivo. Frunciendo el ceño, sujetando el
volante como si pudiera arrancarlo de la columna sin pensarlo dos veces.
Maldito Thor.
—Le dijiste. —Mi acusación queda suspendida en el aire,
desafiándolo a negarlo.
Después de una breve pausa, admite:
—Tenía que hacerlo. Solo quiero que estés a salvo.
Debería haberlo sabido. Thor puede ser rudo y cortante conmigo,
pero siempre será un protector en primer lugar.
—Gracias, Thor. Realmente lo aprecio. Ahora tengo que calmar a
Cade. —Mi agradecimiento es sincero, pero el resto... sí, eso es irritación
y cansancio al hablar.
227
—Cade es la menor de tus preocupaciones.
Bien, si le dijo a Cade, definitivamente le dirá a Theo.
—Me retracto, nunca deberíamos hablar. De hecho, espero que
Theo te haga un infierno esta noche. —Estoy medio bromeando.
Realmente espero que Theo lo vuelva loco. Ese dulce imbécil me delató
antes de que pudiera suavizarle la historia a Cade. Ugh.
Thor se ríe suavemente en el teléfono.
—Estoy seguro de que lo hará. Estás a salvo, Anniston.
—¡Anniston! —Cade sale de la camioneta, abalanzándose hacia mí.
—Adiós, Thor. —Cuelgo rápidamente, encontrándome con Cade a
medio camino entre su camioneta y el camino de tierra—. Hola, Guapo.
—Mi voz es falsamente alegre cuando alcanzo la mole de hombre que
parece estar listo para sacudirme, lanzarme sobre su hombro y azotarme
el culo todo el camino a casa. Pero estamos hablando de Cade, no de
Theo.

21Bomba F: en inglés f-bomb, hace referencia a decir malas palabras o expresiones


como “fuck”.
Cade se detiene frente a mí, con las manos apretadas a los lados,
la mandíbula temblando de ira desenfrenada.
—No hables —gruñe, quitándome la bolsa de plástico de mi brazo—
. Solo dime una cosa... ¿Fue Lou?
Mi habitual actitud juguetona desaparece a medida que la
gravedad de la situación me agobia. De repente, sosteniendo los brillantes
ojos verdes de Cade, quiero llorar. No quiero que esté enojado conmigo.
Quiero que me consuele, que me diga que estoy bien. Por alguna razón
desconocida, no quiero ser la fuerte en este momento.
Las lágrimas vienen a mis ojos.
—No puedo estar segura. Nunca lo había visto antes y estuvo
detrás de mí todo el tiempo, así que no pude ver bien...
Cade me levanta como un bebé, tirando mi bolsa, acunándome
contra su pecho agitado.
—Lo siento. Lo siento muchísimo. —Comienza a caminar hacia la
camioneta.
—Mi bolsa. —Miro hacia atrás, yace en el suelo.
—Hayes la conseguirá —responde, sin disminuir la velocidad.
Ni siquiera me di cuenta de que Hayes estaba aquí, pero cuando
nos acercamos a la camioneta en marcha, Hayes salta y viene hacia mí.
—¿Se encuentra bien, Comandante? 228
Sollozo, incapaz de mirar su expresión preocupada o comenzaré a
llorar de nuevo. Entierro mi rostro en el pecho de Cade.
—Ve por su bolsa. —La voz de Cade está llena de tanto veneno que
dudo que Hayes siquiera dude en ir a buscarla. Cade da miedo cuando
está enojado. Nunca lo había visto comportarse así antes. Y eso es decir
algo con todas las veces que Theo lo enojó.
La puerta del conductor todavía está abierta por su salida
repentina y muy suavemente Cade me pone en el asiento de tela suave.
—Córrete al medio —ordena en voz baja, subiendo detrás de mí.
Hayes regresa, con mi bolsa en la mano y los archivos en el otro lado
justo antes de que Cade arranque por el camino de tierra, dirigiéndose a
casa.
—Nunca más —gruñe, golpeando el volante y haciendo sonar la
bocina, sobresaltándome—. Esto nunca te volverá a pasar.
Ni Hayes ni yo comentamos. En cambio, llevo mi mano sobre la de
Cade, entrelazando nuestros dedos, ofreciendo un silencioso consuelo.
Theo
SOLO ERA UNA BROMA
Traducido por Emotica G. W
& UsakoSerenity

Para cuando aterriza mi avión, estoy enfurecido. Una furia de puta


madre. Estoy a un pelo de atacar a la próxima pobre alma que se atreva
a mirar en mi dirección.
¿Por qué estoy de este humor, preguntas? Cade. El imbécil que es
como una ETS de la que no puedo deshacerme. La consolaré, dijo. Toda
la noche... Ese único comentario lo hizo. Todas las promesas que le hice
a Anniston sobre intentar ser amigo de Cade se han ido por la ventana
229
por completo. ¡Esta es una jodida guerra!
Los destrocé en el campo. Una victoria aplastante. Solo vi su cara.
Lo imaginaba sonriéndome mientras deslizaba a Ans entre sus piernas,
frotando las contracturas de su cuello debido a la larga caminata desde
el mercado de agricultores. Vi a Lou, el viejo hijo de puta, con un cuchillo
en su garganta, sujetándola, ni siquiera puedo pensar en ello sin
contemplar el asesinato.
No, me sentí como un rehén en ese campo de béisbol, incapaz de
alcanzar a mi mejor amiga desde hace quince jodidos años. Entonces,
hice lo único que pude: lancé esa pelota con cada onza de ira que pude
reunir. En un momento dado, Brody, mi receptor, me pidió que fuera más
despacio, se le estaba empezando a magullar la mano debajo del guante.
No lo hice. Tiré strike tras strike, imaginando que le pegaba a la cara de
Lou cada vez que la bola golpeaba el guante del receptor. Después del
juego, empaqué mi mierda sin decir una palabra y llamé al servicio de
autos. Bellamy me gritó algo sobre una suspensión. Bien. Jodidamente
necesito unas vacaciones de esta mierda.
El hecho de que un imbécil haya puesto las manos alrededor del
cuello de mi chica y ni Cade ni yo estuvimos allí para protegerla… sí,
terminé. A la mierda el béisbol. A la mierda Bellamy. ¡Y a la mierda
también el culo triste de Jameson! Voy a alejar jodidamente a mi chica
de esos veteranos que no han sido más que un dolor constante en el culo
desde su llegada.
Agotado, me dejo caer descuidadamente en el taxi, golpeándome el
codo en el proceso.
—¡Maldición! —El taxista mira hacia atrás con cautela, pero
rápidamente da media vuelta cuando ve mi ceño fruncido. Relájate, Theo.
Ella está bien. Todo está bien.
Pero podría no estarlo. Pudo haber sido asesinada. ¡Secuestrada,
por el amor de Dios!
Doy golpecitos con las piernas en armonía con mis manos, mi
TDAH a toda marcha, trato de respirar profundo un par de veces para
calmarme. No está ayudando. Necesito salir de este auto y estirarme.
Correr. Golpear al abuelo hasta hacerlo papilla. Incluso le lanzaré un
puñetazo a Cade. ¿No se supone que debe ser un marine rudo? ¿A dónde
mierda fueron esas habilidades anoche? ¿Huh?
—Estamos aquí, señor.
Gracias a la mierda. Ni siquiera lo noté. Así de jodida está mi cabeza
ahora.
Agarro mi bolsa, dándole las gracias al conductor. No soy un
completo imbécil.
Subiendo los escalones del porche delantero, me encuentro con la
gran pared de imbécil. Cade. Está apoyado contra el marco de la puerta
230
con una sonrisa confiada en su rostro. Una sonrisa que planeo golpear
en, tres… dos...
—Theo —dice arrastrando las palabras.
—Fuera de mi camino. Estoy a un segundo de molerte a golpes. —
Intento empujar a través de la puerta, harto de este imbécil. No se mueve.
Maldición. ¿Con qué mierda Ans ha estado alimentándolo? Es como el
jodido concreto.
Dando un paso atrás, trabo miradas con el idiota.
—Muévete.
Sonríe. De nuevo.
Respiraciones profundas, Theo. Dentro y fuera. Lento, pero seguro.
Justo cuando me preparo para levantar tierra sobre esta bestia,
Hayes aparece caminando tranquilamente.
—¡Mi hombre!
Ja. Jódete, Cade.
Cade se mueve, no queriendo que Hayes vea nuestra pequeña
disputa. Le enseño el dedo a Cade, importándome una mierda si Hayes
sabe que estamos peleando o no, y paso por la puerta.
—Hey, hombre —saludo a Hayes con un abrazo de hombre—. Qué
bueno verte.
—¡Hombre! ¡Ese juego estuvo mortal! —canturrea animado.
Sonrío, empapándome de su cumplido. Lástima que apenas fui
consciente de ello. Moviéndome por la casa, Hayes está pisándome los
talones parloteando sobre mis estadísticas y no me importa ni un
poquito. No hay señal de Anniston. Interrumpiendo a Hayes a mitad de
una oración, pregunto:
—Oye, hombre, ¿dónde está Ans? Quiero verificarla.
Hayes niega.
—Oh, umm...aún no la he visto. Acabo de llegar a casa. —Su rostro
adquiere una mirada culpable.
Sí, ¿dónde mierda estabas?
—Está en la ducha —me informa Cade por detrás.
¿Cómo mierda sabe que está en la ducha? Mi furia se amplifica
mientras el pensamiento en Cade consolando a Anniston anoche nubla
mi juicio.
Ella es mía.
Jodidamente toda mía.
La venganza es una perra, Cade.
Palmeo a Hayes en el hombro, sintiéndome un poco culpable por
231
desear que Anniston no los hubiera aceptado. Hayes no es tan malo. Es
amistoso, ama el béisbol y lo más importante, mantiene sus jodidos ojos
y manos para sí mismo.
—Tengo que ir a ver a Ans por un minuto.
—Sí, hombre. Por supuesto.
Le digo que tomaremos una cerveza más tarde y tiro mi bolso, mi
táctica de enfado ya en acción.
Mi camisa sale primero, aterrizando en el sofá. Me pavoneo hacia
las escaleras, arrojando mi camiseta, dándole a Cade un asiento de
primera fila para mi estriptís.
Fuertes pasos suenan detrás de mí. Saber que Cade está
siguiéndome me emociona por completo. Ahí va el cinturón. Hace un
sonido sordo cuando golpea los tablones de madera de las escaleras.
—Fue una broma, Theo.
—¿Y adivina quién ríe último, Cade? ¡Yo! Mira si jodidamente
vuelves a reírte de mí desde kilómetros de distancia.
El zapato derecho golpea al caer.
—¿Qué mierda estás haciendo? —susurra, justo detrás de mí.
—Sugiero que saques a los niños para una Happy Meal22. —Lanzo
mi zapato izquierdo. Cae varios escalones antes de aterrizar—. Papi está
a punto de descargar con sexo rudo su humor con mami.
Salgo de mis pantalones, con cuidado de no perder el equilibrio.
Ahora estoy vestido solo con mis Calvin.
—Estás loco. ¡Fue una jodida broma!
Me encojo de hombros. Muy tarde ahora. Deteniéndome en la
puerta de Anniston, puedo escuchar la ducha corriendo.
—Mejor date prisa, Guapo. —Halo la cinturilla, dándole unos
cuantos tirones.
Los labios de Cade se tensan en una mueca. Solo su expresión me
hace deleitarme en mi venganza. ¿Quién está furioso ahora, chico Cadey?
Plasmo una mirada de come-mierda-y-muere-lentamente en mi
cara antes de probar el mango.
—Tienes alrededor de un minuto antes de que desbloquee la
puerta, maniate a tu comandante, y la folle hasta reventar, hasta que
grite por misericordia.
Entrecierra los ojos, su mandíbula moviéndose furiosamente.
Jaque mate, imbécil.
—Cinco… cuatro... —Me saco mis Calvin, dándole a Cade una vista
perfecta de mi culo—. Uno.
Cuando me doy la vuelta, lo único que veo es su espalda,
232
alejándose por los escalones. Ahora, a tratar con Anniston.
La habitación de Anniston está llena de vapor cuando abro la
puerta. Me vuelve loco que no use el extractor. Atravesando la niebla,
contemplo su ordenada habitación decorada en cremas y rosados antes
de dirigirme al bar y tomar una botella de agua de su mini nevera. Mejor
hidratarme ahora, porque lo que estoy a punto de hacerle gastará una
gran cantidad de fluidos.
Ans está cantando a toda voz una canción sobre cantar en la ducha
desde la ducha. Es horrible. Ella es perfecta en muchos sentidos, excepto
cantar. No tiene ni puta idea de cómo cantar. Dejo el agua de un golpe,
ansioso por rodearla con mis brazos, y entro con cuidado por la puerta.
Su iPod está en la encimera, alimentando su horrible serenata. Lo tomo,
me desplazo por su lista de reproducción buscando una canción más
apropiada para lo que tengo en mente. Encontrando a The
Neighbourhood, uno de mis favoritos, selecciono "Daddy Issues", e
Inmediatamente soy honrado con su silencio, salvándome de su terrible
voz cantante.
—¿Cade?

22
Happy Meal: Cajita feliz.
¿Qué bendita mierda? ¿Con qué frecuencia Cade entra aquí cuando
se ducha? Oh Anniston, hoy te espera un castigo, chica.
Me quedo en silencio, sin responderle y enciendo el extractor. Está
tan jodidamente lleno de vapor aquí que apenas puedo ver. Un tropezón
con los zapatos de Anniston, colocado estúpidamente en la alfombra de
baño podría agregar, casi me hace maldecir, arruinando mi plan de
silencio. Pero llego a la puerta de la ducha sin herida, entrando bajo el
rocío caliente, justo en frente de su cuerpo desnudo.
Sus ojos se amplían al verme.
—Theo —jadea, alcanzándome—. ¿Qué estás haciendo aquí?
Apenas anoche te vi jugar. ¿Estás herido?
Me masajea los músculos de los hombros, contemplando cada
detalle, confirmando que estoy libre de lesiones. Llevo un dedo a sus
labios para callarla. No estoy aquí para responder a sus preguntas.
Luce confundida por un momento y luego contempla mi expresión.
Conoce el porte firme de mi mandíbula. La tensión que está abultando
mis músculos. Sabe lo que significa el porte duro de mis ojos. Estoy
furioso. Tan furioso que nada de lo que diga me calmará. Control.
Necesito control.
—No es jueves —susurra vacilante como si estuviera hablando con
una persona loca. Tal vez lo está. Me siento perversamente loco ahora
mismo.
Asiento en acuerdo. Hoy es martes.
233
—Me importa una mierda.
Traga saliva con fuerza y asiente en aceptación. Inmediatamente,
la hago retroceder contra la baldosa fría. No lo suficiente para lastimarla,
solo lo suficiente para sorprenderla. Ataco su boca primero, obligándola
a abrirse y tomando su jadeo. Devuelve la agresión, ambos gruñimos,
pero cuando la obligo a echar hacia atrás la cabeza, para que el agua
caiga en cascada por sus pechos, se relaja, permitiéndome el dominio que
necesito.
Anniston es dócil por una vez, frotando mis hombros, acariciando
mi rostro con las puntas de sus dedos. También quiere que me relaje,
dándome todo lo que cree que necesito para que suceda. Está preocupada
por mi comportamiento, pero no me preguntará sobre ello en este
momento. Esperará hasta que esté saciado y luego me lo sacará
involuntariamente como siempre lo hace.
Acaricio su cuerpo mojado, sus pesados pechos en mis manos. No
son enormes e hinchados. Ella es una corredora. Todo en ella está firme.
Sus pechos no son diferentes. Se adaptan a mis manos, suaves. No hay
doble D aquí.
Agarrando el pezón color melocotón en mi boca, lo chupo. Con
fuerza. Se le doblan las rodillas y tengo que sujetar su cintura para
mantenerla erguida antes de atacar el otro.
—Sostente de mis hombros —exijo. Su respiración es desigual, pero
sigue mis instrucciones, tomando mis hombros firmemente con ambas
manos.
Todavía chupando el pezón endurecido, deslizo una mano entre sus
piernas, llegando a su centro. Porque me encanta ver lo que le hago,
presiono un dedo hasta que mi último nudillo desaparece. Sí. Joder, sí.
Al igual que ella no puede evitarlo, Anniston se aprieta alrededor
de mi dedo de inmediato, echando la cabeza hacia atrás en una súplica.
—No empieces —siseo, mordiendo su pezón. En este momento,
necesito que dure.
Ella se queja por mi mordida en su pecho y trata de relajarse.
Cuando lo hace, la recompenso, agregando otro dedo, estirándola
lentamente. Dando vueltas en su calor, dentro y fuera, encuentro su
punto G y agrego algo de presión.
—Oh, mierda —se queja antes de gemir, con la espalda inclinada
sobre el azulejo, buscando más—. Theo... —suplica.
Alineado a su centro, respiro contra sus labios.
—Abre las piernas.
Con torpeza, un poco descoordinada, las separa un poco más pero
no tanto como necesito.
—Más amplias —exijo, mordiéndole la cadera. Cuando las abre lo
suficiente, me arrodillo sobre las baldosas duras y entierro mi cara en su
234
coño, saboreando sus jugos.
Tortuosamente, lamo con fuerza sobre su manojo de nervios,
decidido a extraer su placer mientras pueda soportarlo. La presión de mi
lengua es demasiado para que ella se venga, lo sé por experiencia. Este
clítoris es jodidamente mío. Sé cómo trabajarlo como un maldito
profesional. Y en este momento, ella no se viene hasta que obtenga lo que
necesito, que es... Joder. No lo sé. ¿Necesito comodidad como un
maricón? Tal vez. Tal vez solo necesito sentir que ella está a salvo en mis
brazos. Castigarla por volverme loco de preocupación.
Anniston me tira del cabello, suplicando:
—Casi estoy ahí. Sigue adelante.
Oh no. Hoy no, cariño.
Salto, cortando el agua.
—¿Qué demonios, Theo?
Está enojada. Bueno.
La saco de la ducha y la arrastro contra la encimera del baño, de
espaldas a mí, sonrojada y desnuda, goteando agua por todas partes.
Contra el granito, entierro las manos en su cabello enredado y lo tiro,
demostrándole que es en serio.
—Mírame —exijo.
Me mira a través del espejo.
Sí, cariño. Eso es lo que quiero ver. Le tiro la cabeza hacia atrás
otra vez, exponiéndole el cuello.
—¿Caminaste a casa sola anoche?
Se masturba con mis manos.
—¿Quién te lo dijo? —Su voz es débil, demostrándome que sabía
que estaría enojado.
¿Debería contarle que su preciosa mascota pequeña la traicionó?
—No te preocupes por cómo lo sé. Preocúpate por lo que voy a hacer
al respecto.
Me mira desafiante y exhala un aliento enojado.
—No es gran cosa.
Gruño ante su desprecio flagrante de una situación grave y la hago
girar. Pecho contra pecho, nuestros cuerpos se encuentran resbaladizos
por el agua y la anticipación, nuestras respiraciones son ásperas y
laboriosas.
De alguna manera, no toda la sangre se está acumulando en mi
pene donde debería estar en un momento como este. No, todo mi cuerpo
está tarareando, bombeando furiosamente sangre y adrenalina hasta el
punto en que siento que estoy al borde de un ataque si ella mantiene esta
actitud despreocupada. 235
—Es una maldita gran cosa y lo sabes. —Combato el impulso de
hacerla entrar en razón, en cambio, deslizo una mano por su culo
resbaladizo, hacia el valle de sus redondeadas y firmes nalgas.
Agarrándolas, le doy la vuelta para que mire hacia la encimera y sumerjo
mi mano directamente en su calor.
—Por favor, Theo —suplica, su cabeza cae hacia adelante mientras
se aferra desesperadamente al granito.
Así es, cariño, espera.
Le golpeo los pies, ignorando sus súplicas de piedad. Ella lo ha
pedido. Primero, cuando vino caminando a su casa después de que un
psicópata la retuviera a punta de navaja. Segundo, cuando llamó a Thor
en lugar de a mí. Y tercero, cuando colgó mi llamado ni bien pregunté
qué sucedió. Bien. Actué como un lunático completo, pero ese no es el
punto. El punto es que algo terrible le sucedió a mi chica y yo no estaba
aquí para protegerla. Tal vez estoy usando su actitud despreocupada para
castigarla, pero en realidad... Estoy tan loco por estar dentro de ella. Por
envolverla en mis brazos y sentirla contra mi pecho. Ser rudo con ella es
solo una bonificación extra.
Con las piernas abiertas, alineado detrás de ella, miro sus
ruborizadas mejillas en el espejo. Una dulce sonrisa es todo lo que
consigue antes de que me meta entre sus apretados pliegues, su flexible
cuerpo cae sobre la encimera por el impacto.
—Mírame —exijo groseramente, haciendo que se enrojezca contra
mi pecho para que pueda volver a ver esos ojos azules en el espejo—. Mira
lo que me haces.
La mueca de Anniston mientras supera el aguijón de mi violento
empuje cambia lentamente y se convierte en una sonrisa. Entonces... ella
se ríe. Girándose hacia atrás, llena de risa.
—Tsk, tsk, Theo, nunca muestres tus cartas tan pronto en el juego.
Lo que ella quiere decir con ese comentario idiota es que, una vez
más, la jodí y le demostré cuánto me controla. En lugar de ser yo quien
controla la situación, es ella. Sin querer, me está controlando con mi
necesidad de tenerla. Y lo odio.
Salgo, mi pene goteando sus jugos en la estúpida estera rosa del
baño que siempre deja fibras rosadas en mis calcetines, y la volteo de
nuevo, haciendo que la risa se convierta en un gemido.
—Te gusta, ¿no? —Otro empujón le hace temblar las rodillas, pero
estoy demasiado lejos para calmarme ahora. No, golpeo constantemente
sus caderas estrechas contra la piedra de forma implacable, una y otra
vez hasta que estoy seguro de que se le notarán los golpes mañana—. Te
gusta jugar con mi cabeza, ¿verdad McCallister?
Anniston me guiña el ojo en el espejo antes de presionar las
paredes, apretando la cabeza de mi polla, la sensación interrumpe mi
ritmo.
—Tal vez solo me gusta follarte. —En su rostro aparece una sonrisa
236
maliciosa.
Mira, esta es la razón por la que está hecha para mí. Me desafía
todos los días. Ya sea en el campo, o en el dormitorio, incluso en un juego
de Monopoly, nunca me deja hacerlo a medias. Nunca.
Salgo de ella fácilmente y la sujeto debajo de las rodillas,
levantándola y tirándola sobre mi hombro. Se ríe mientras salgo del baño
y la golpeo contra la puerta del dormitorio.
—Deja que los chicos escuchen qué sucede cuando la gran
comandante mala es castigada, ¿sí?
Entrecierra los ojos, claramente enojada porque los muchachos
están a punto de escucharla rogar, pero no lo dice en voz alta y contribuye
a mi locura. Por una vez, me permite tener este momento.
—¿Por qué no me llamaste? —Realmente no necesito una
respuesta a mi pregunta. Sé por qué no llamó. Me encontraba en el
campo y no podría haberla ayudado. ¡Pero mierda! Le muerdo la oreja
antes de lamer el aguijón—. Rodéame con las piernas.
Obedece. Y cuando pasa una mano por mi mandíbula, tranquila y
concentrada, susurra:
—Toma lo que necesites, Teddy. —Y me da un beso suave y tímido
en la boca.
Me hundo en ella y lo odio, follo el estrés, la preocupación y los
celos por todos, un grito tras otro hasta que no puedo imaginar el cuchillo
en su garganta o a las monstruosas manos de Cade frotándose en sus
delicados hombros.
La follo hasta dejarla sin sentido contra la puerta mientras soy un
desastre sudoroso de semen. Está bien. Esa mierda está en todas partes.
En el piso. Por mis piernas. Sobre los pechos de Anniston. Nómbrenlo y
estará por todas partes. Fue muy cavernícola de mi parte y ahora que la
ira se ha disipado, me siento un poco avergonzado de mí mismo.
Anniston se encuentra acostada sobre mi regazo en el piso. Me mira
con esos ojos azules llenos de amor.
—¿Estás bien?
Respirando profundamente, respondo con seriedad:
—Lo siento.
Masajea mis pantorrillas en un movimiento calmante.
—Está bien. Yo también lo siento. Debería haberte contado lo que
sucedió cuando llamaste. Pero estabas furioso.
¿En serio Ans?
—No, deberías haberme llamado cuando sucedió. ¡O a la policía!
¡Incluso a un maldito servicio de autos hubiera sido mejor que caminar
a casa, Anniston! ¿Qué hubiese pasado si...? —Me detengo, tomando
algunas respiraciones profundas para volver a calmarme. No quiero
237
perder el control pensando en lo que podría haber sucedido nuevamente.
No creo que podamos hacer otra ronda para sacar esas imágenes de mi
cabeza.
Asiente.
—Tienes razón. Debí haberlo hecho. Lo haré mejor la próxima vez.
Me está calmando. Conozco ese monólogo y no caeré en él otra vez.
Está llena de mierda. Lo que realmente quiere decir es: lamento que te
hayas enterado y la próxima vez no le contaré a nadie para que no te
vuelvan a llamar. Soy un adulto y haré lo que me dé la gana, por favor.
Lo he escuchado antes de la señora no-lo-pediré-de-nuevo. Eso
está bien, sin embargo. Tengo algo para esa mierda.
Después de que Thad me gritara sobre mi repentina partida luego
del juego, le conté sobre Anniston, y él ya había terminado con esa
mierda. De repente, estuvo totalmente de acuerdo con mi partida y listo
para discutirlo con Bellamy. Si hay algo que tengo en común con mi
hermano, es Anniston.
Ambos la amamos. Esa es otra razón por la que no nos llevamos
tan bien. Él dice haberla visto primero. No me importa una mierda. Me
apuré a reclamarla de inmediato. No puedo remediarlo. Él se echó para
atrás y me dejó llevarla.
—No habrá una próxima vez —digo distraídamente, girando un
mechón de cabello mojado alrededor de mi dedo, mi mente dando vueltas
a las ideas de lo que le haré a este hijo de puta cuando lo alcance. Agarró
el coño de mi niña. Esa mierda se castiga con la muerte en mi libro.
—¿Cómo lo sabes? —pregunta—. Tenemos que ayudar a Nicole,
Theo. No podemos dejarla ahí si lo que Lawson dice es verdad.
Maldito su corazón bondadoso. Acomodándola entre mis muslos,
asegurándola entre mis brazos, prometo:
—La ayudaremos. Pero a partir de ahora, nunca estarás fuera de
nuestra vista. Tú te has convertido oficialmente en nuestro jefe,
Comandante. Bienvenida al mundo de hacer lo que te decimos. —Sonrío
cuando digo esto último porque sé que no tolerará que sea yo quien
mande. Se tensa debajo de mi agarre.
—No…
—Tengo hambre —la interrumpo, su protesta muere ante el sonido
de mi estómago.
Se ríe, abandonando su argumento por ahora.
—Apuesto a que estás famélico. Vamos, salgamos a cenar. Vic está
cocinando y... simplemente salgamos.
Se sienta y me ayuda desde el piso. Los dos gemimos. Maldita sea.
Debería haberme calmado antes de haberla jodido de esa manera. Los
dos estaremos doloridos mañana.
238
Nos bañamos, rápido esta vez, y nos vestimos en menos de quince
minutos. Me pongo una gorra, no tengo humor para ocuparme del
cabello, y tomo las llaves de la mesita de noche.
—¿Estás listo? —pregunta, pasando junto a la puerta con aspecto
de recién jodida y duchada. Luce adorable y sexy como el infierno, todo
al mismo tiempo.
—Síp —respondo, caminando.
Olvidando mi estriptís de la escalera, me estremezco cuando abre
la puerta y se encuentra con mi ropa interior, confesando todos mis
pecados recientes.
Se vuelve hacia mí lentamente con una expresión horrorizada, oh
Dios mío.
Asiento.
—Sí, no fue uno de mis mejores momentos.
Theo
SPANX Y TACOS PARA EL GANADO
Traducido por MadHatter

—¿Qué pasa con el esmoquin?


La voz distintiva de Tim me hace abrir los ojos mientras se deja
caer a mi lado y coloca una pierna sobre el reposabrazos, sin inmutarse
ante mi presencia en el sofá. Tiene puesta su ropa de entrenamiento y
sigue goteando sudor, obviamente una ducha era demasiado pedir a esta
hora de la noche.
—¿Lo estás viendo? —pregunta, su dialecto entrecortado no es
demasiado difícil de entender.
239
Antes de que pueda responder, se desplaza por los canales, sin que
le importe una mierda si estoy viendo este horrible espectáculo de la
naturaleza o no. No lo hago. Claramente.
Murmuro un:
—No. —Pero luego me doy cuenta de que no puede verme la boca,
así que se lo aclaro con un movimiento de cabeza—. No, adelante,
hombre.
No hace alusión de haberme escuchado o a mi respuesta, solo se
desplaza hasta que encuentra una pelea de UFC23 y se acomoda contra
los cojines. No conozco a Tim muy bien. Se mantiene callado mayormente
y rara vez habla, especialmente conmigo.
Y aparentemente, eso no ha cambiado, lo cual está bien para mí.
No me interesa tener una pequeña charla más de lo que me pasa esta
noche. Una vez más, cierro los ojos, retomando donde lo dejé para contar
los días hasta el final de la temporada. Setenta y cinco, en caso de que
tengas curiosidad. Setenta y cinco juegos más hasta que pueda estar con
Ans por tres meses consecutivos e ininterrumpidos.

23 UFC: Sitio Web Oficial del Ultimate Fighting Championship (campeonato de peleas
extremas).
—Entonces, ¿el esmoquin? —Tim interrumpe mis pensamientos—
. ¿A dónde vas?
—Oh, eh, tengo una gala benéfica esta noche para los All-Stars.
La gala y el juego se llevan a cabo en Atlanta este año y, aunque no
me gustaría nada más que tener a Ans a solas en otro estado, me alegro
de poder dormir en mi propia cama. Bueno, es Ans, pero como sea, ya
sabes a qué me refiero.
Temo estos eventos tanto como ir a una barbacoa familiar
organizada por mi madre. No me malinterpreten, me siento honrado de
haber sido votado en el All-Stars por tercer año consecutivo, pero estos
malditos eventos de besar culos me joden de forma importante.
Si la gala no formara parte del contrato de los juego de All-Stars,
ciertamente no iría. Llevar a Anniston por lo general lo anima un poco,
pero igual podría encontrar algo mejor que hacer un lunes por la noche
que asistir a una convención de besar culos.
Tim asiente.
—¿La Comandante va contigo?
Suelto un suspiro.
—Sí. Si alguna vez trae su culo hasta aquí —grito lo último hacia
las escaleras, con la esperanza de alentar a Anniston a darse prisa para
que podamos terminar con esto.
Cade sale de su oficina y me mira con enojo. Entre él, Hayes y yo,
240
pudimos elaborar un cronograma de seguridad para Ans. No le hemos
informado acerca de nuestros planes de turnos de veinticuatro horas, ya
que dudo que acepte la idea. Es una mujer obstinada y, aunque no quiere
admitirlo, Lou la asustó. Las manchas de su máscara de pestañas en la
funda de mi almohada lo demuestran.
Los zapatos resuenan por las escaleras.
—Theo, estoy usando mi Spanx buena esta noche así que creo que
tengo espacio para pasar por Taco Bell y comprar algo para comer. Ya
sabes que toda la comida apesta en estos eventos caritativos y no quiero
beber con el estómago vacío. —Anniston aparece a la vista, haciendo una
pausa en el rellano para colocarse un pendiente. Tiene las trenzas rubias
recogidas sobre la cabeza con suaves rizos colgando alrededor de su
rostro perfecto, besado por el sol. Su maquillaje es mínimo, como a mí
me gusta. El vestido abraza su cuerpo perfecto. Es azul marino, no negro.
Sigo con los ojos la forma en que el vestido se le enrolla alrededor del
cuello, y se desliza por su cuerpo en donde la tela se encuentra cortada
y se abre en sus muslos. Luce absolutamente impresionante.
Escucho una garganta que se aclara a mi lado y levanto la mirada
para verla a los ojos, obviamente sorprendido con las manos en la masa
observándola. Tiene una expresión de enojo en su rostro que se asemeja
mucho a la de Cade. No estoy seguro de cómo me hace sentir eso.
—Quita esa sonrisa estúpida de tu cara, Theo. No seas raro esta
noche —me regaña y baja las escaleras.
—¿Qué sonrisa estúpida? —pregunto, fingiendo ignorancia.
Pone los ojos en blanco pero hace una pausa, inclinando la cabeza
hacia un lado, escuchando algo que aparentemente ninguno de nosotros
ha notado. Con un enojo molesto, vuelve a subir las escaleras y golpea la
puerta de un dormitorio.
—¡Hayes! Si ella no grita más fuerte que eso, hay algo que no estás
haciendo bien. Tienes servicio en el baño por la mañana a las cinco a.m.
por haber metido a escondidas a una chica aquí. ¡Haz que valga la pena!
Cade y yo nos reímos cuando Hayes responde con una fuerte
cadencia militar:
—Oohrah, Comandante.
Anniston baja las escaleras una vez más, esta vez con una mirada
divertida en su rostro. Rápidamente la enmascara cuando ve a Tim. Le
echa un vistazo a Cade.
—Cuida de la fortaleza mientras estoy fuera y asegúrate de que la
chica esté a salvo cuando se vaya.
Él asiente en silencio y le ofrece su mano para que baje el último
escalón.
—¿Puedo hablar con libertad, Comandante?
Pone los ojos en blanco.
241
—Sí, Mayor. Puedes.
—Te ves exquisita esta noche.
Ella sonríe y lo besa en la mejilla.
—Gracias, Guapo. Te veré más tarde.
Ofrezco mi codo, porque supongo que también tengo que ser un
caballero si Cade me va a hacer quedar mal. Ella lo acepta sin discusión
y saca su bolso del taburete cuando pasa.
Mientras nos acercamos al automóvil, Bailey, nuestro conductor de
la noche, sale para abrir la puerta trasera de la limusina negra que el
equipo alquiló para este evento.
Tomo el codo de Anniston, deteniéndola para que no entre.
Acercándome, le susurro al oído:
—No creo que te veas exquisita. Creo que te ves francamente
follable y no estoy seguro de que lleguemos a la gala si vas con este
vestido.
Se aleja y me mira a los ojos y se encoge de hombros.
—Lo que sea, Theo, siempre y cuando nos detengamos a comprar
los tacos.
Suelto una carcajada y la suelto. Esta maldita chica.
—Realmente haces algo con mi ego.
Me guiña un ojo y me sonríe, desapareciendo en el asiento trasero.

***

—Oh, oh, aquí vamos —canturrea Anniston contra mí con


entusiasmo. Con las piernas estiradas sobre mi regazo, frota
rítmicamente los pies descalzos a través de mis pantalones. Estamos
estacionados al otro lado de la calle de la entrada de la gala.
Hace un tiempo, nos comimos de manera experta seis tacos
supremos y ahora hacemos nuestro pasatiempo favorito: observar a las
personas en el estacionamiento mientras tomamos tragos de tequila.
Anniston insistió en no beber sus calorías con champán barato.
—Señorita Miller, está deslumbrante esta noche. ¿A quién llevas
puesto? —Anniston pregunta en voz baja, pretendiendo ser Ryan
Seacrest entrevistando a esta chica que va tomada del brazo de uno de
los jugadores que entran al edificio. Ella usa un vestido verde diminuto
que apenas le cubre el culo. Tristemente no tiene ni idea en lo que se
refiere a la etiqueta de vestimenta para la Gala de All-Star.
Con voz aguda, Anniston continúa:
—Oh, gracias, Ryan. Eres tan dulce y guapo. ¿Qué tal si me lo
242
quitas y revisamos la etiqueta juntos? Este imbécil y sus enormes manos
no pueden relajarme ni mierda y su resistencia... —arrastra una uña
recién pintada por mi pecho—, pero tú, Ryan, tú y yo podríamos hacer
algo de magia.
Me río, alejo su mano y trato de encontrar algo igualmente
brillante. Siguiendo su ejemplo, asumo el papel de un jugador de los
Ases, quien desafortunadamente tiene el honor de tener una cita que
parece una mala cogida vestida con papel de seda.
—Buena suerte con esta, Ryan. Ella no puede chupar una polla ni
aunque su vida dependiera de ello, pero sus tetas son bonitas, así que
paso por alto la baboseada y lo de cazafortunas.
Anniston se ríe y me entrega un trago de tequila mientras la pareja
entra por las puertas dobles.
—El valet revisó su reloj, toma un trago —instruye mientras se sirve
otro.
Este juego de beber que estamos haciendo es viejo pero bueno. Los
dos hemos estado mirando atentamente, esperando ver cuándo el valet
revisa su reloj otra vez para que podamos encontrar otra excusa para
emborracharnos.
No tenemos que esperar mucho. El valet revisa su reloj tres veces
más en los próximos cinco minutos. En este punto, estamos en camino a
ser unos borrachos sentimentales.
—¡Bailywick! —grita Anniston demasiado cerca de mi oreja—.
¡Tomate una foto con nosotros!
Apoyando la cabeza contra el asiento, me río, sabiendo que Bailey
no aceptará el trago. Alguien tiene que ser responsable de nosotros tres.
Bailey, desafortunadamente, es un profesional. Estoy realmente
borracho. Un buen tipo de borracho. Anniston y yo solíamos hacer esto
todo el tiempo en la universidad. Se siente como en los viejos tiempos y
no puedo evitar prolongar nuestro momento en este automóvil para evitar
romper nuestro pequeño mundo perfecto.
Eventualmente, decidimos que es hora de entrar y lidiar con la
mierda que tenemos por delante. Bailey ayuda a Anniston a salir primero
del automóvil. Ella luce mucho más estable de lo que pensé que estaría,
solo tropezó una vez antes de encontrar el equilibrio. Tomo su mano y
caminamos por la alfombra roja, directamente a la guarida del león.
La habitación está envuelta en colores rojo, blanco y azul. De pared
a pared con lienzos de la sala de los jugadores de béisbol. Babe Ruth,
Hank Aaron, Tom Glavine me están sonriendo mientras paso junto a sus
fotos.
Anniston observa todo, jadeando emocionada mientras miramos a
cada uno. Incluso me hizo tomar su fotografía junto a ellos. Nos ganamos
algunos ceños fruncidos, pero no tanto como cuando comenzamos a
243
tomarnos selfies con ellos. Aparentemente, es inapropiado hacer
movimientos de masturbación con los jugadores que no te importan.
Nos mezclamos un poco después de eso, chismorreando y
besándonos tanto que nuestros labios se agrietan.
—Esta mierda apesta. —Anniston bebe otra copa de champán.
—Pensé que no ibas a beber tus calorías.
Se encoge de hombros, sin importarle nada en este punto.
—Eh, mi borrachera se está acabando y no puedo soportar a estos
idiotas estando sobria.
Estoy cien por ciento de acuerdo con ella. Estas miradas
presumidas y observaciones pretenciosas sin alcohol son insoportables.
Simplemente no se puede lograr.
—Sí, es jodidamente malo. ¿Qué tal si lo animamos?
El brillo de respuesta en sus ojos es toda la aseveración que
necesito. Agarro su mano y la arrastro por el pasillo, buscando cualquier
habitación disponible con una cerradura.
Como el destino lo dispone, hay una oficina vacía justo al salir del
pasillo. Sé lo que estás pensando. ¿De verdad? ¿En una función de
caridad? Claro, la habitación tiene cerradura, no somos tan
irrespetuosos.
Hago pasar a Ans por la puerta y pongo el seguro. Más rápido de lo
que puede respirar, tengo su cuerpo contra la puerta, listo para aplastarle
el culo borracho aquí mismo.
—Espera, ¿y si alguien intenta entrar aquí?
—Entonces su noche simplemente acaba de cambiar. —Ataco su
boca, silenciando más protestas. Estamos solos. Todos se encuentran
demasiado drogados y borrachos para que puedan salir del salón de baile.
Anniston me empuja.
—Espera.
Estoy cachondo y me irrito más por cada segundo que pasa con su
estancamiento.
—¿Ahora qué?
Me muestra una sonrisa diabólica.
—Es lunes.
Mierda.
—Ponte de rodillas, Von Bremen.
No quiero que sea lunes. ¡Maldición! Reviso su rostro una vez más
para confirmar que habla en serio. No lo hemos hecho un lunes o jueves
en las últimas semanas. ¿Por qué debe sacar esta tarjeta ahora?
244
Sus ojos ordenan obediencia, entonces me trago el ego y bajo
lentamente hasta mis rodillas. Sonríe emocionada, lo que sea que se le
haya ocurrido a su cerebro borracho, le gusta. Y, por cierto, camina en
un lento círculo a mi alrededor, acechando, voy a odiar amarlo.
Juega con mi cabello mientras se pasea y continúa. Desliza las
manos dentro de mi chaqueta, abriéndola y colgándola cuidadosamente
sobre el gancho de la puerta.
—¿Te gusta verme mientras me masturbo, Theo?
Joder, sí, me gusta mirar. ¿A qué hombre no? Lentamente, asiento.
No estoy seguro de lo que tiene en mente, así que soy cauteloso al
responder rápidamente.
No dice nada más. Me desabrocha la corbata, se la coloca sobre la
parte posterior del cuello y comienza a abrirme la camisa. Botón a botón,
mi pecho está expuesto a sus dedos calientes. Su toque, mientras
arrastra las uñas hacia abajo, crea escalofríos que recorren mi torso y
mis muslos. Es el mejor tipo de tortura.
—Theo, ¿qué día es hoy? —ronronea.
Me muevo al tiempo que el dobladillo de mi camisa se abre
lentamente con cada botón.
—Lunes —casi gruño. Maldita sea, esta chica. Le encanta
refregarme en la cara esta mierda del control. Está bien, yo también lo
hago. Es lo nuestro.
—¿Solo, lunes?
—Lunes de McCallister. —Paso una mano por mi cabello, un
gemido estrangulado escapa con mi respuesta.
—¿Y quién tiene el control del lunes de McCallister?
Aprieto la mandíbula. Apuesto a que es visible que mi sujeción se
mantiene por un hilo.
—Tú —digo finalmente entre dientes.
—Así es, Theo. Ahora, el juego es simple hoy. No tocar. Sin hablar.
Y... —Sonríe a lo grande—. Debes suplicarme que me corra.
Ella sabía que no soportaría eso muy bien. Cuando no respondo de
inmediato, pregunta:
—¿Está claro, Theo?
Casi escupo:
—Sí.
Mi estado de ánimo se ha jodido, maldita sea. Aquí estoy, buscando
una cogida rápida para animar la noche infernal y ella se convierte en la
Comandante.
Su sonrisa es seductora.
245
—Manos.
Respiro profundamente y coloco las manos sobre mis rodillas. Hace
un rápido trabajo al anudarlas con mi corbata. Con un tirón, hace que
me levante, llevándome a una silla, donde me empuja de nuevo sobre mis
rodillas junto a la silla y me ata a una pata con lo queda del material de
mi corbata. Me besa con dureza, agarrándome la mandíbula, empujando
la lengua en lo más profundo de mi boca. Es animalista. Es jodidamente
erótico.
Lamiéndose los labios, se aleja de mí y rodea el escritorio,
arrastrando una mano sobre la superficie. Está limpio, probablemente no
se haya usado por un tiempo. Eso hace que este pequeño juego sea
bastante conveniente. Y en este momento, cuando Anniston se suba al
borde, me proporcionará la mejor vista. Anniston comienza a
desabrocharse el vestido, una tímida sonrisa tirando de sus labios,
provocándome mientras revela centímetro tras centímetro perfecto de la
suave piel de sus pechos perfectos y flexibles.
Agarro la corbata que me ata a la silla. Me encuentro en el piso, me
duelen las rodillas, mi polla se esfuerza por salir contra mi cremallera.
Es francamente doloroso.
—Vamos, Ans. —Estoy impaciente mientras tira su vestido sobre el
escritorio.
Ella "me golpea" por hablar y se quita las bragas, arrojándolas
sobre mis rodillas.
—Ojos abiertos, Theo.
Créeme, no voy a cerrar los ojos, ni por un segundo. Quiero una
vista completa de este espectáculo. Extendiendo sus piernas lo más que
puede, se abre para mi placer visual. Sus pupilas se dilatan y estoy muy
interesado en este espectáculo.
Sonríe y comienza a chuparse los dos dedos del medio, alejándolos
lentamente de su boca, entre sus pechos, su tenso estómago y finalmente
a su hendidura goteante y a través de sus pliegues, esparciendo y
frotando su humedad hasta su clítoris. Mantiene los dedos su nudo,
frotándolo, acariciándolo hasta que se hincha de deseo. Bruscamente,
retira los dedos, insertándolos en su entrada empapada sin dudarlo.
Créeme cuando digo que no necesita ningún lubricante. Puedo ver el
brillo desde aquí.
Echa la cabeza hacia atrás, disfrutando de la sensación de placer
frente a mí. Sabe que me vuelve loco, el saber que no puedo ayudar. Que
no puedo hundir los dedos entre esos pliegues apretados.
Mi polla se mueve en su dirección, contra mi cremallera. No estoy
seguro de cuánto más puedan soportar las costuras. Anniston levanta la
cabeza, mirándome con ojos ensombrecidos. Está metida en esto. Cambio
mi peso de una rodilla a la otra, incómodo, atado a la pata de esta maldita
silla. 246
Sus gemidos impregnan el aire mientras se masturba hasta llegar
al orgasmo. No puedo hacer esto
—Tus jodidos ojos estarán mejor en mi coño, Theo.
—Desátame las manos —digo ronco. El control se me está
escapando.
—No puedes hablar —gime, recordándome las reglas. Su cuerpo
está temblando a medida que se acerca. Abre más las piernas, dándome
una vista sin obstáculos.
—Mierda —gruño.
—Theo. —Arqueando la espalda, encontrando su clítoris con su
otra mano, se libera en silencio. La humedad se filtra de entre sus dedos
sobre la veta de madera del escritorio.
Sudando y jadeando, aún drogada por el orgasmo, se para y se
pavonea hacia mí.
Gracias maldito cielo. No creo que hubiera podido durar un
segundo más.
Me desata las manos lentamente, dándome un beso sobre las
marcas rosas en mis muñecas. Cuando estoy libre, me levanto de un
salto, me palpitan las rodillas por estar sobre ellas tanto tiempo. La
agarro de las caderas, girándola, forzándola con la cara hacia la silla.
—A la mierda el Lunes de McCallister —gruño, bajándome los
pantalones con un movimiento rápido.
Su jadeo se interrumpe cuando me hundo en su brillante coño.
Santa mierda. Sus paredes internas me hunden profundamente,
acariciándome con cálidos y metódicos espasmos.
Apenas me contengo. Muevo las caderas salvajemente a un ritmo
descontrolado mientras la penetro, mirando cómo mi polla desaparece
entre sus glúteos. Anniston pierde el control sobre la silla y se inclina
más por la cintura, agarrándose del asiento. Vaya. Puedo oler mi colonia
almizclada que se filtra por mis poros, así de jodidamente caliente está
aquí. Establezco un ritmo de castigo, cada golpe yendo más profundo que
el anterior.
Anniston me muerde la mano, y sé que está sofocando el impulso
de gritar. Clava las uñas en la silla, tratando de sostenerse.
—¿Necesitas correrte, McCallister?
Gime en mi mano. La desesperación es obvia en el tono de su voz
mientras lucha por mantener su sentido de control. Es inútil en este
punto. Su respuesta contradice lo que su cuerpo me dice.
—No.
—¿No? —Su desafío solo aumenta mi ritmo.
La agarro por la cadera, encontrando su nudo hinchado. Creando
un patrón circular, aumento la presión hasta que le tiemblan las piernas
247
y su cuerpo suplica liberación.
—¿Estás segura?
Gime contra mis dedos.
—¡Sí! Dios, ¡sí!
Sin un sonido, golpeo su apretado coño hasta que ambos nos
volcamos sobre el borde con un gemido en conjunto.
Con un juguetón golpe en el culo, bromeo:
—Amo los lunes.
Se ríe, exhausta, entrelazando nuestros dedos mientras pierdo la
erección dentro de ella.

***

—Comandante.
Estoy inmediatamente en alerta cuando Anniston responde su
teléfono celular en altavoz. Cade no la llamaría a menos que fuera algo
serio.
Pone el teléfono en el escritorio mientras se viste y pregunta:
—¿Qué sucede?
Cade duda, casi como si no estuviera seguro de cómo comenzar.
—Mientras llevaba a la chica a casa, Lawson salió de la casa. El
hospital llamó, fue asaltado.
Anniston jadea.
—¿Se encuentra bien?
—Una muñeca fracturada y algunos hematomas es todo lo que me
dijo la enfermera. Ahora voy en camino. Dejé a Hayes a cargo de los
demás.
Ella casi lo interrumpe con su respuesta.
—Nos encontraremos allí. —Finalizando la llamada, hay una
expresión de culpabilidad en su rostro.
—Ans...
—No lo consolé ni le dije que no hubiera podido hacer nada para
evitarlo. Él no puede controlar todo.
Quiero decir, a quién coño le importa, Cade es un niño grande. Pero
no lo hago. En cambio, la froto con suavidad.
—Él lo sabe.
Sin embargo, una cosa me molesta sobre su situación. Cade dijo
que Lawson se había estado comportando, permitiendo que Cade y los
demás ayudaran a resolver la situación con Nicole. Si descubro que se
248
está guardando unos jodidos secretos otra vez y poniendo en peligro a mi
chica, vamos a tener unas palabras.
—Termina de vestirte. Por lo menos conseguimos sacarnos de
encima esta borrachera. —Apenas me devuelve la sonrisa, así que
agrego—: Lawson es un jodido idiota. No hay nada que tú o Cade puedan
hacer para detener las tontas decisiones que tome.
Asiente, reconociendo que tengo razón, o está demasiado molesta
para defender a Lawson en su nombre. De cualquier manera, ambos nos
vestimos en un incómodo silencio y escapamos de la oficina vacía para ir
junto a Lawson.
Cade
SACA FUERZAS DE MÍ
Traducido por astrea75
& Yira Patri

El crujido que Ans y yo estamos haciendo es casi ensordecedor.


Seis bolsas de papas fritas se encuentran esparcidas sobre la mesa de
café, esperando atascar varias arterias. En la televisión, los
presentadores All-Star están presentando a los jugadores de este año,
comentando sus estadísticas y predicciones de la carrera Wild Card para
las Ligas de Estados Unidos y las Ligas Nacionales. Ans tiene el sonido
envolvente tan alto que literalmente se siente como si estuviéramos en el
249
juego. Deberíamos estarlo, pero el hecho de que Lawson fuera asaltado
ayer frenó esos planes. Ans no quería dejarnos solos. No teníamos el
corazón para decirle que podíamos protegernos mejor que ella. No, solo
sonreímos y dijimos "sí, señora".
Elijan sus batallas, señores. No tiene sentido discutir cuando
inevitablemente perderás.
—Pásame los Doritos —dice mientras se chupa los dedos,
llevándose a la boca cada migaja sobrante tanto como puede.
Solo miro fijamente mientras lame y chupa cada uno de sus dedos,
brindándole a cada uno atención personal. Es inconsciente de que este
comportamiento completamente maleducado resulte tan sexy.
Cuando no le paso las papas, me mira.
—¿Me pasas las papas o tendré que conseguirlas yo misma?
Hago un ruido suave y le entrego la bolsa.
—Estaba pensando que tal vez querrías tomarlo con calma. Los
Doritos saben horrible cuando vuelven a subir.
Me mira antes de meterse un puñado de patatas en la boca. Con la
boca llena, responde:
—No planeo correr esta noche. Voy a sentarme aquí y veré a mi
chico acabar con ese montículo y luego voy a tomar todas las calorías que
pueda de ese contenedor de helado. —Asiente hacia la mesa donde se
está derritiendo el helado de Rocky Road—. Y luego me iré a la cama.
Malditas responsabilidades.
Una risa profunda sale de mi pecho mientras observo su aspecto
desaliñado. Lleva el cabello atado en un moño desordenado, bombachos
que cuelgan de sus caderas, y su camiseta sin mangas muestra una
pequeña pancita mientras devora papa tras papa. Nunca se ha visto más
bella que ahora.
Las mujeres intentan con todas sus fuerzas cumplir con lo que
creen que los hombres consideran bello. Eso es todo. Aquí. Una mujer
real que no se siente tímida de comer frente a un hombre. Una mujer a
la que le importa una mierda si su cabello se ve como un desastre o si
tiene un poco de panza de tanto comer. Esto es real. A los hombres les
gustan las mujeres que son reales. Lo que las mujeres no entienden es
que los hombres también se sienten cohibidos. Entonces, si estás
relajado, estaremos relajados, y ahí es cuando la conversación fluye libre
y honestamente.
—Eso suena como un plan —confirmo, robando los Doritos—. Pero
vas a tener que compartir esas calorías.
Me responde con una sonrisa que raspa la armadura en la que
escondo mi corazón. Maldita seas, Anniston.
Se acurruca en mi costado, envolviendo esos pequeños brazos a mi
alrededor. 250
—Espero que les patee el culo.
—Siempre lo hace —admito, aunque preferiría comer la comida de
Vic durante un mes antes de hacerle un cumplido a Von Bremen. Pero,
honestamente, él es bueno. No tiene sentido no darle crédito al idiota.
Obviamente tiene talento.
Me río ante la emoción de Anniston al ver a Theo lanzar por tercer
año consecutivo en los Juegos de los All-Stars. Podrías pensar que esto
sería solo otro juego para ella, habiendo visto cientos de sus comienzos,
pero no, se emociona cada vez.
Hace el primer lanzamiento, comenzando el juego. Gritos y
aclamaciones vienen detrás de mí cuando los chicos se suman y ocupan
cada superficie sólida en la sala familiar. Estamos un poco apretados,
pero en casa. Anniston le grita a Theo desde el sofá, entrenando sus
lanzamientos, y dándole consejos a través de la pantalla. Su cuerpo
rebota con cada ponche mientras grita alabanzas. Es tonto. Es divertido.
Es mío.
La segunda entrada rueda y Theo todavía está en el juego, después
de haber hecho diez lanzamientos hasta el momento. Sospecho que esta
será su última entrada. Su rostro está tenso, apretado y sus tiros han
estado un poco desequilibrados. Sí, he aprendido bastante en mi tiempo
con Ans.
Anniston se encuentra de pie, mordiéndose la uña mientras camina
delante del televisor. No podemos ver, pero no le pedimos que se mueva.
Podría cortarnos la cabeza si la molestamos en este momento.
—¡Qué fue eso, Von Bremen! —grita, sobresaltándome un poco.
Theo está sudando y temblando en el montículo. El receptor sale
trotando para hablar con él.
—¿Por qué está temblando? —pregunto a la habitación.
Intensamente enfocados en la TV, nadie responde, la sala se
encuentra extrañamente silenciosa. El receptor le da una bofetada al
hombro de Theo y vuelve a su posición detrás del plato. Theo toma la
señal del receptor, se abre en una curva y arroja un lanzamiento salvaje
justo cuando se dobla y golpea el suelo.
Anniston grita y cae de rodillas frente al televisor. Me muevo desde
mi lugar en el sofá para pararme detrás de ella. No sé lo que está pasando,
pero por el aspecto de las cosas, no es bueno.
—¡Levántate, Teddy! —grita, colocando su mano en la pantalla
donde el equipo se encuentra reunido en un círculo sobre su cuerpo
retorciéndose. El entrenador está tirando de su uniforme, vociferando
órdenes al personal. Con velocidad y eficiencia practicadas, una camilla
es ingresada al campo. Lo cargan con cuidado y lo sacan del campo antes
de que Anniston lo pierda por completo.
Se hunde en el piso con lágrimas. 251
—Necesito un teléfono.
Hayes la alcanza primero, con su teléfono en la mano. Trata de
quitárselo, pero le tiembla la mano y lo deja caer. El miedo que expresa
al mirar el teléfono es absolutamente desgarrador.
Cierra los ojos llorosos sobre Hayes mientras dice:
—Llama a Thad por mí.
Él asiente en silencio, levanta el teléfono y marca. Habla en voz baja
al receptor.
—Está bien, sí. Sí. Háganos saber —Cuelga, con los ojos muy
abiertos por la preocupación—. Lo llevan al Hospital de la Universidad de
Emory. Thad está detrás de la ambulancia. No saben qué está pasando.
—Su suspiro derrotado refleja los sentimientos de todos. Es malo y no
sabemos cómo ayudar a Ans. Siempre es la fuerte.
Anniston se pone de pie.
—Tengo que ir. Necesito mis llaves.
Hayes se apresura a buscarlas para ella.
—Iré contigo —le digo, acercándome a abrazarla.
Niega, sorbiendo en mi pecho.
—Alguien tiene que quedarse aquí con Lawson. Puedo ir sola.
Estaré bien.
No respondo porque no tiene sentido. Iré y ella solo tendrá que
superarlo. Hayes regresa con las llaves en un tiempo récord. Las tomo de
su mano antes de que ella tenga una oportunidad.
—Estás a cargo —le digo con firmeza—. Nadie entra o sale sin un
compañero hasta que regresemos.
Hayes inclina la barbilla en señal de reconocimiento.
Ans toma un aliento tembloroso antes de alejarse de mi pecho.
—Consigue tus zapatos y tu chaqueta, Comandante. —Alguien
tiene que tomar el control de esta situación y es obvio que Ans está
teniendo dificultades.
Ella besa a Hayes en la mejilla cuando pasa junto a los muchachos.
Permanecemos todos en silencio hasta que abandona la habitación.
Cuando se encuentra fuera de nuestro alcance, miro a mi equipo.
—Ninguna mierda. Lou se está poniendo más valiente, fue tras
Lawson anoche y con la falta de presencia policial en torno al incidente,
mi pensamiento es que Lawson tiene razón al suponer que el sheriff
también está involucrado. Estén atentos. Cuídense. Permanezcan juntos
y protejan la casa. Háganla sentir orgullosa.
Se mantienen firmes y cada uno me saluda con un "Oohrah".
Respondo con mi propio saludo y salgo de la sala de estar para
252
tomar agua y recoger mi billetera.
Todavía no ha bajado cuando regreso de cambiarme y juntar una
pequeña bolsa. Me dirijo a su habitación, sonidos de sollozos me hacen
acelerar el paso. Empujo para abrir la puerta y directamente frente a mí
se encuentra una de las escenas más desgarradoras que he visto.
—Puedes hacerlo. Enfócate. Ata la zapatilla —se repite a sí misma
mientras su mano se sacude violentamente sobre el cordón de la
zapatilla. Gime y se convierte en un sonido asustado—. ¡Vamos! Hazlo
por Theo.
Intenta agarrar los cordones de nuevo, le tiemblan demasiado los
dedos para asirlos. Deja escapar un suspiro lloroso antes de que corra
hacia ella. Sus extremidades se ponen rígidas de inmediato. Este lado
suyo se mantiene alejado de mí. Solo a Theo se le ha permitido verlo
alguna vez.
Las lágrimas caen silenciosamente por su rostro mientras se
derrumba completamente frente a mí. Honestamente, no envidio a Theo.
Ya no. Estaba tan celoso de que me ocultara esto y se lo diera todo a él.
Pero ahora, después de presenciarlo, no quiero volver a verla así nunca
más.
Siempre es tan fuerte, tan valiente. Esta chica, esta chica quebrada
frente a mí, no es la Comandante que conozco. La fuerza y el amor que
Theo debe poseer para soportar esto es increíble. No sé si podría verla
embrutecerse y desafiarse a sí misma como lo hace. Me gustaría
ayudarla. Me gustaría salvarla. No creo que pueda ser fuerte y silencioso,
y recoger las piezas cuando ella fracase. Un reconocimiento para Theo.
Decenas de ideas corren por mi cabeza mientras veo su camisa
absorber las lágrimas que derrama. ¿Qué haría Theo? ¿Le ato las
zapatillas? ¿Salgo? ¡Mierda!
Un sollozo torturado se libera y me doy cuenta de que está tratando
de nuevo de atar sus cordones y fallando. Ya no pienso más, solo
reacciono. Agachándome detrás de ella, de espaldas a mi frente, pongo
las manos sobre las suyas temblorosas.
—Toma mi fuerza —susurro suavemente pero con firmeza en su
oído. Ella inhala una respiración temblorosa mientras muevo nuestras
manos para que las de ella descansen sobre las mías.
—Respira conmigo, Comandante.
Consigo unas pocas respiraciones moderadas hasta que se calma
lentamente.
—Ahora, vamos a atar estas zapatillas.
Asiente y presiona sus temblorosos dedos en mis manos cuando
lentamente comienzo a atar mientras descansa en mí.
Todavía le tiemblan las manos cuando llego a la segunda zapatilla,
pero ahora menos. Creo que está lo suficientemente calmada como para
253
que nos vayamos. Aunque, yo podría necesitar un momento para
controlarme.
—¿Estás lista para ir? —pregunto, volviéndola ligeramente.
Asiente, su cara en llamas, su mirada no abandona sus pies.
Levantándole la barbilla, le doy un beso casto en la frente.
—Entonces, vayamos a ver a ese dolor en el culo.
Eso logra sacarle una sonrisa.

***

El viaje al hospital dura el doble de lo que debería haber sido debido


al tráfico que obstruye la I-75 desde el primer juego All-Star celebrado en
el área metropolitana de Atlanta. Deberíamos haber estado en el juego,
con Theo. Pero no. Lawson tuvo que ser víctima de un asalto, haciendo
que Anniston se cerniera sobre él como una mamá gallina. No debería
haber tenido que elegir entre estar con Theo y estar con Lawson. Ella me
rechazó cuando se lo dije, diciendo que había visto a Theo lanzar en los
All-Stars muchas veces antes. Pero sé la verdad. Ella quería estar allí. Y
ahora, atrapado en el tráfico, apuesto a que es exactamente lo que está
pasando por su cabeza.
Maldigo varias veces cuando los forasteros se meten en el camino
equivocado y luego tratan de dar la vuelta en el último minuto, casi
golpeando la parte delantera de mi camioneta. Cuando finalmente nos
detenemos en el estacionamiento subterráneo del Hospital de la
Universidad de Emory, estoy a punto de arrebatarle un cigarrillo al tipo
apoyado en la pared exterior del edificio. No he tenido un cigarrillo en
años. Es un hábito caro, uno que abandoné con todo lo demás en mi vida
que me recordaba al viejo yo.
—¿Sabes en qué piso está? —le pregunto a Anniston, que está
saltando sobre sus pies, presionando el botón del elevador más veces de
lo necesario. Ha estado callada, salvo algunas inhalaciones y suaves
gemidos. Se ha calmado tremendamente durante los últimos treinta
minutos de las dos horas y media que duró nuestro viaje en auto hasta
el hospital.
Thad llamó mientras estábamos en camino diciendo que llevaron a
Theo a una cirugía para una apendicectomía de emergencia. Dijo que era
una cirugía de rutina, nada de lo que Anniston debería preocuparse. Ella
no estuvo de acuerdo, gritando y diciendo que tendría que haber estado
con él, que el sedante no le haría bien sin ella. Thad no dio más detalles
sobre cómo le fue, solo que ahora se está recuperando cómodamente en
una habitación, la cirugía solo duró una hora.
—Anniston. —Toco su hombro, sorprendiéndola.
—¿Hmm?
—¿Te pregunté si sabías a dónde ir?
254
Niega con la cabeza, presionando el botón del elevador una vez
más.
—Thad acaba de decir que lo estaban llevando a una habitación
privada en el tercer piso porque los medios estaban pululando en el lobby.
El ascensor se abre y entramos arrastrando los pies, seleccionando
el tercer piso.
—Voy a llamar a Thad —le digo, ya presionando llamar a su
contacto en mi teléfono.
Contesta en el primer tono.
—Habitación 310 —dice y luego—: Es posible que desees
prepararla.
—¿Para qué?
El ascensor suena y Anniston se marcha por el pasillo. Detiene a
la primera persona con bata que ve.
—Theo Von Bremen. ¿En qué habitación está?
El tipo al que detuvo mira la mano que sujeta su bata y luego a mí.
Le brindo una sonrisa de disculpa antes de decir:
—Thad dice que está en la habitación 310, Ans.
Soltando al tipo, mira la señalización sobre su cabeza, encuentra
la dirección y corre por el pasillo sin dar las gracias.
Corro para alcanzarla y le digo a Thad:
—Demasiado tarde para prepararla. Está por entrar. —Cuelgo
cuando Thad grita y sigo a una Anniston presurosa hasta la última
habitación al final del pasillo.
Ella se detiene y literalmente tengo segundos para frenarme antes
de caer sobre ella.
—¿Quién diablos eres? —Señala a una rubia alta con un vestido
demasiado ajustado para que el adulto promedio lo use.
La sala de recuperación es pequeña, se encuentra tenuemente
iluminada por una lámpara de techo junto al fregadero cuando entro.
Echo un vistazo a Theo, acostado en la estrecha cama del hospital. Su
rostro está pálido, los ojos pesados y hundidos con círculos oscuros
debajo. La bata de hospital que lleva está ligeramente estirada de su
hombro izquierdo, mostrando sus deltoides esculpidos. No puedo decir si
se encuentra despierto o simplemente elige ignorar a sus invitados
fingiendo dormir.
—¿Qué? —La chica desconocida mira a su alrededor, confundida—
. Soy Charity, la publicista de Theo. —Mira a Anniston de arriba abajo,
evaluándola como una amenaza. Está descaradamente claro que ella no
tiene idea de quién es Anniston. Ella es nueva, eso seguro, ya que cada
miembro del personal con el que me he encontrado es muy consciente de
255
la presencia de Anniston en la vida de Theo. El hecho de que esta Barbie
no tenga ni idea es una sorpresa.
—Theo, es hora de que tu amiga se vaya a casa. Puedes volver a
jugar con ella cuando te sientas mejor —instruye Anniston a la audiencia
muda y boquiabierta que incluye al hermano de Theo y a los que supongo
que son su madre y su padre.
Theo sonríe, sus ojos aún cerrados. Y en contra de mi voluntad,
maldita sea, malditamente sonrío también. El comentario de Anniston es
grosero, pero gracioso de todos modos.
La voz de Theo está muy medicada cuando dice:
—Te llamaré, Chelsea. Gracias por venir.
La cara de Charity se vuelve carmesí.
—Por enésima vez, mi nombre es Charity, Theo.
Los ojos de Theo nunca se abren y él no responde.
Afortunadamente, Thad rompe el incómodo silencio.
—Lo siento. Él lo sabe. Está sufriendo y la medicación lo hace
delirar un poco.
Anniston lo interrumpe, acabada su paciencia.
—No. Solo es un imbécil y no se molesta en aprender tu nombre.
Gracias por venir a verlo. Thad te mostrará.
Podrías ser la publicista cariño, pero es obvio que Anniston dirige
este programa. A tiempo parcial o no.
Charity sale de la habitación sin decir una palabra. Observo las
caras de asombro mirando a Anniston. Nadie habla.
Bueno, excepto Theo. Su voz ha regresado mágicamente desde que
"Chelsea" se fue.
—Doctora McCallister. ¿Qué puedo hacer por ti? —Sonríe, con los
ojos todavía cerrados, sintiendo los efectos de la anestesia.
—Bueno, para empezar, puedes decirme por qué te pagan millones
por jugar a la pelota. Si te pagara millones, esperaría que te pararas en
ese montículo y aguantaras un poco de dolor de estómago para ganar mi
maldito juego. —Deja escapar un suspiro y comienza a golpear con el pie.
No quiere decir la mierda que acaba de decir. Creo que a veces su manera
de sobrellevar la situación es siendo cruel, encerrarse diciendo algo
odioso. Nadie quiere sentir que el destino de su cordura descansa en la
mano de una persona. Temo que Theo y yo tengamos el mismo ancla.
»Pero aquí estamos —continúa, caminando lentamente hacia
Theo—. Los jugadores son tan maricas hoy en día. Un rasguño y están
en la banca con necesidad de rehabilitación durante una semana.
Theo se ríe y abre los ojos, pero luego se agarra de un lado y se
estremece.
256
—No me hagas reír, Ans.
Su madre arrastra los pies y mira alrededor nerviosamente. Los
gemelos se parecen más a ella que a su padre. Su cabello oscuro le brilla
por la espalda, sus ojos azules brillan con lágrimas no derramadas.
Todavía no nos ha hablado a ninguno de nosotros ni nos ha reconocido
de ninguna manera, y me pregunto si realmente es una aristócrata
presumida como Anniston dijo una vez. Ella no me parece demasiado
horrible, pero esta es la única vez que he estado con los padres de Theo.
—Bueno, cariño, creo que nos vamos a ir y dejaremos que ustedes
dos se pongan al día. —La madre va junto a la cama de Theo, lo besa en
la mejilla y le pasa la mano por el cabello desordenado—. Descansa un
poco. Te veremos por la mañana. —Su padre se acerca y le da palmaditas
en el brazo sin decir nada. Aparentemente, eso es todo lo que necesitan
para comunicarse.
Mientras analizo el comportamiento del padre y del hijo, no me doy
cuenta de que Thad se ha acercado a mí hasta que coloca una mano
sobre mi hombro. Me giro para encontrar su mirada y me sonríe
vacilante.
—Es bueno verte —susurra—. Gracias por traerla. Él nunca lo
admitirá, pero la necesitaba aquí. Fueron unas horas difíciles.
No le pregunto por qué fue difícil. Sé por qué. Que te anestesien
puede ser algo aterrador. Theo no sufre de pesadillas como yo, pero odia
que lo obliguen a dormir. Anniston dijo que era algo sobre él siendo
incapaz de controlar el despertarse, alimentando su ansiedad.
De cualquier manera, asiento a Thad porque, ¿qué puedo decir?
¿Que no estoy pensando en los sentimientos de Theo en este momento?
¿Que la única razón por la que traje a Anniston fue porque ella era un
desastre y se desmoronó frente a mí? ¿Que no me importa ni un poquito
si Theo sufre? ¿Que su agitación y llanto provocaron que la bilis se
elevara en mi garganta hasta que lo único en mi mente era calmarla?
No, creo que conservaré mi decencia, mantendré la boca cerrada y
dejaré que Thad piense que soy un mejor hombre.
Thad se dirige a Theo después de una palmada más apreciativa en
mi espalda y le da su puño característico, prometiendo traer el desayuno
y el café por la mañana. Todos salen de la habitación, dejándonos a los
tres solos para resolver nuestra mierda.
—Hola —susurra Anniston suavemente, acercándose a la cama de
Theo.
Él le extiende una mano y ella inmediatamente la toma y se sube a
la cama junto a él. Tan pronto como ella está a su alcance, entierra la
cara en su cuello y cierra los ojos, inhalando profundamente.
Sé que está oliendo el romero en su cabello. El coco en su piel.
Conozco todos los aromas de Anniston. Todo sobre ella es hermoso.
257
Incluso ahora, mientras las lágrimas se deslizan por su rostro, me
recuerdan a una lluvia purificadora después de una brutal ola de calor.
—Me asustaste, mierda —lo regaña, apartando los sudorosos
mechones de cabello de la frente de Theo.
Su conversación me saca de mi ensoñación. Esta no es mi chica.
Ella ama a Theo, no a mí.
—Aw. Ven ahora. Es solo un pequeño dolor de estómago. Todo está
bien —se burla Theo mientras acaricia arriba abajo de su brazo. Tiene
los ojos rojos e hinchados, los párpados se le cierran mientras la
consuela. Hay desesperación en su expresión mientras ella juguetea con
su vestido, tirando de las mantas hasta su pecho. Después de años de
amistad, él sabe cuánto se asustó Anniston. Y maldito si no es un imbécil
considerado al no permitirle ver lo terrible que realmente se siente.
La enfermera entra con una jeringa, explicando a Anniston que es
algo para el dolor y ayudará a Theo a dormir. Theo niega con la cabeza
mientras Anniston asiente a la enfermera. Él gime, permitiendo que
Anniston se salga con la suya mientras la enfermera inyecta el
medicamento en su intravenosa.
—Quiero irme a casa —dice medio dormido, tratando de sentarse.
Anniston lo empuja hacia abajo, acurrucándose más cerca.
—Mañana.
Realmente siento pena por él. No me gustaría quedarme aquí
tampoco. El ruido, el frío, la sensación clínica. Me gustaría ir a casa,
también.
Sus ojos comienzan a parpadear cuando Anniston se dirige a mí
por primera vez desde que llegamos.
—Cade. ¿Puedes traernos un café?
Asiento, feliz de salir de aquí.
—Por supuesto.
Ella sonríe, sus ojos vidriosos.
—Gracias. —Traga espeso—. Por lo de antes, y por todo lo demás.
—Siempre —le prometo, avanzando hacia la puerta. Cuando cierro
la cortina de privacidad detrás de mí, escucho—. ¿Ans, frótate contra mí?
Y el idiota está de vuelta. Lo último que escucho antes de cerrar la
puerta es la risa burbujeante de Anniston y el crujir de las mantas.

258
Theo
HOGAR, DULCE HOGAR
Traducido por IsCris
& RRZOE

Espuma viscoelástica24. Es lo primero que me viene a la mente


cuando parpadeo para alejar el sueño que se ha formado en las esquinas
de mis ojos. Estúpida espuma viscoelástica que acuna mi cuerpo
dolorido, e hizo que cayera en el sueño más profundo que he tenido en
años.
Maldita Anniston y sus ridículas ideas de autoayuda. Prueba estos
batidos de col rizada, me han dicho que son maravillosos para el sistema
259
inmunológico. Puede que sea cierto, pero sin azúcar y un montón de otros
ingredientes mezclados, saben a vómito. En serio. ¿Pero espuma
viscoelástica? Es lo mejor ¿Quién hubiera pensado que una pieza de
material de embalaje me hubiera llevado a la tierra de los sueños durante
ocho horas seguidas?
Como una tortuga boca arriba, ruedo desganadamente hacia el
borde de la cama y me siento. Aprendí bastante rápido que mis músculos
abdominales no aprecian que los utilice tan pronto después de la cirugía.
Las sensaciones punzantes de dolor no dudarán en cortar mi lado
derecho si hago algo como abdominales. Sí, lo intenté. Lo sé. Ese error
casi hizo que me descompusiera y le pidiera a Ans una píldora para el
dolor anoche.
Sin embargo, no hubo necesidad cuando se deslizó debajo de las
sábanas junto a mí, su cálido aliento cubría mi rostro mientras alejaba
el dolor con besos. No creo que ella alguna vez me haya cuidado como lo

24
La espuma viscoelástica, también conocida como memory foam, es una espuma de
poliuretano. Es básicamente igual que un hule espuma, solamente que algunos
productos químicos que se utilizan en su fabricación son un poco diferentes y logran la
propiedad de «memoria» que tiene este material. Esta espuma se comporta de diferente
manera dependiendo de la temperatura a la que esté. Cuando está fría, es más dura y
cuando está caliente se vuelve más suave. Se adapta a la forma del cuerpo, disipando
muy bien la presión, lo que hace que se emplee para distintas aplicaciones médicas y
de descanso.
hizo anoche. Algo ha cambiado, y no pienses que no voy a explotar al
máximo la situación y usarla en mi beneficio.
Los puntos de sutura jalan y tiran de la cicatriz, el dolor ahora
irradia sobre mi estómago entero hasta esta nueva cicatriz cruda y
furiosa. No creo haber sentido un dolor así antes.
Al principio, pensé que era la comida tailandesa que Brody y yo
comimos, pero cuando el dolor comenzó a manifestarse, supe que algo
estaba realmente mal. Intenté jugar con todo y dolor, algo que te enseñan
en el béisbol universitario. Si quieres triunfar en el negocio de
profesionales entonces juega con el dolor. Estar en la lista de
discapacitados te ofrece un boleto de ida a las menores, algo que no
quiero volver a hacer. No me malinterpreten, me encantaría un cambio
de carrera, pero no a expensas de una degradación. Si voy a dejar las
Grandes Ligas, será en mis términos.
Entonces, cuando el dolor abrasador irradió por mi lado derecho,
todo lo que pude pensar mientras estaba en el montículo fue: tres strikes.
Necesitaba tres strikes para llegar al banquillo y algo de Pepto25.
Nunca llegué a hacer esos tres strikes. El lanzamiento arriesgado,
que todavía me tiene enojado, fue mi último momento coherente hasta
que me inyectaron medicamentos para el dolor. Entonces, recuerdo estar
asustado.
Nunca voy al médico sin Ans. Ella siempre es mi "policía malo"
cuando quieren que pruebe una nueva medicina en vez de darle un
tiempo a la lesión para que sane por sí misma. Ans es un doctor más
260
coservador. Usa medicamentos, pero por lo general prueba
medicamentos holísticos antes de inyectarme químicos. Entonces,
cuando mi camilla fue maniobrada a través de la sala de operaciones sin
ella, me asusté. Completamente asustado. No fue lindo y si seamos
honestos aquí, fue un poco embarazoso ahora que lo pienso.
Me empujaron hacia abajo, con las manos restringidas mientras
una enfermera intentaba calmarme para que me relajara. Luché y les
supliqué que la esperaran, pero las palabras "emergencia" estaban en
boca de todos cuando un médico introdujo algo en mi vena y me dejó
inconsciente.
Solo había estado consciente por un tiempo antes de que mi chica
entrara por la puerta con la fea cara de Cade pisándole los talones. El
alivio simplemente no cubrió la sensación. Incluso con mi hermano y mis
padres reunidos a mi alrededor, todavía la necesitaba. Y por la expresión
de su rostro mientras asimilaba mi estado desaliñado, ella también me
necesitaba.
El dolor no se siente tan mal cuando trato de girar los hombros,
estirando los músculos adormecidos. Cuando el dolor punzante se

25
Pepto: pepto bismol es un medicamento usado para el tratamiento de la indigestión,
el malestar estomacal, la diarrea y otros malestares temporales del tracto
gastrointestinal.
mantiene inactivo, continúo estirándome, satisfecho con mi
recuperación. El doctor dijo que debería levantarme en unos días. Soy un
gran jugador, así que supongo que uno hará el truco.
El lado de la cama de Ans está hecho, dado que ha salido temprano
esta mañana. Por lo general, es una madrugadora, se levanta con los
muchachos a las cinco de la mañana y los mata lentamente a través de
terribles regímenes de entrenamiento.
Aprovecho y miro su habitación, pulcra y ordenada, como ella. Sus
zapatos no están esparcidos por el piso como los míos están en el ático.
Sus ropas limpias se encuentran colgadas, a diferencia de las mías que
permanecen dobladas en la silla hasta que las use nuevamente. Las
sábanas de su cama huelen a suavizante de telas, no a sudor ni a
desodorante como el mío.
Ans ha intentado durante años convencerme de contratar a un ama
de llaves, pero no puedo. La verdad es que, si lo dejo pasar el tiempo
suficiente, la volverá loca y vendrá a limpiar mientras estoy fuera en los
juegos.
Se siente mejor regresar y acostarse en sábanas que huelen como
ella que llegar a un apartamento frío y vacío. O encontrar que mi ropa ha
sido lavada, planchada y colgada prolijamente en mi armario con una
nota en la puerta que dice: De nada, cerdo.
Sí, paso con lo del ama de llaves. Puede parecer una mierda, pero
la desesperación por tener a esta chica en mi vida es real. Nunca me
quedo mucho allí de todos modos. Prefiero estar aquí, ensuciando su
261
habitación.
Como un nuevo cervatillo, me dirijo al baño con solo unos pocos
tropiezos. Me siento bastante aliviado de que Ans no se encuentre aquí
para ver este espectáculo de debilidad. Ella estaría por todos lados.
Después de ocuparme de mi trabajo matutino, bajo lentamente las
escaleras hacia la cocina, donde espero que una pequeña rubia sexy me
haya dejado unos panqueques con un toque de tocino.
—¿Qué haces? La Comandante dejó órdenes para que descanses.
—Como si tuviese un mal sabor de boca, me froto los labios hacia Cade,
quien se encuentra de pie apoyando la cadera contra la encimera,
mirándome por encima del borde de su taza de café como si fuera el
dueño del lugar.
Con cuidado de no tropezar en su presencia, tomo mi propia taza.
—Verás, Cade, la diferencia entre tú y yo es que no recibo órdenes
de —hago comillas con mis dedos—, “la Comandante”. —Sonrío, bastante
satisfecho con mi indirecta hacia Cade.
Se encoge de hombros y se concentra en tomar un sorbo lento de
su café.
—Hayes vio a Lou anoche, frente a la casa.
Levanto la mirada hacia él, sorprendido de que acabe de revelar
esta información.
—¿Por qué no me despertaste? —Me acerco a él antes de darme
cuenta de lo que estoy haciendo y doy un voluntario paso atrás ante su
temeraria expresión.
Me mira con irritación como si debería avergonzarme al hacer una
pregunta tan estúpida. Cierto. Estoy fuera de estado con la cirugía y todo
eso.
Sin embargo...
Como no quiero pelear con él, abro la nevera y busco mis
panqueques caseros. Con la cabeza todavía en la nevera, continúo con
mi interrogatorio:
—¿Estás seguro de que era Lou? Pudo haber sido un paparazzi o
algo así.
No es como si una celebridad, conocida como moi26 estuviera aquí
rehabilitándose de un roce con la muerte. Bien, tal vez no haya sido un
roce con la muerte, sino una lesión grave que requirió cirugía y mi propio
médico personal para rehabilitarme.
No es imposible que los paparazzi puedan acechar en los arbustos,
esperando sacar una foto de mi bonito rostro. El hecho de que no haya
sucedido aquí no significa que no puedan. No reduzcamos nuestro
alcance. 262
Después de incorporarme con las manos vacías, cierro la nevera,
mi mirada expectante en Cade. Su sonrisa de idiota dice todo lo que
necesito saber. No fue un paparazzi.
De acueeerdo. Jódete mucho. Podría ocurrir.
—¿Qué hay para desayunar? —pregunto con un resoplido de enojo.
Estoy desesperado, ¿de acuerdo? La comida del hospital sabía a cartón y
esa dieta de líquidos claros es para las aves. Quiero comida. Quiero carne.
¡Quiero algunas malditas calorías! Y si tengo que bajar de mi pedestal
alto y suplicar, eh, tal vez no suplicar, pedirle a Cade algo de comida, lo
haré. Todos hacemos sacrificios.
Cade hace este sonido divertido en su garganta como si supiera
algo que yo no. Se adelanta, se coloca detrás de mí en la nevera y deja
caer en mis manos un pequeño recipiente con una nota pegada. Lo miro
fijamente, confundido, antes de levantar la mirada hacia su sonrisa feroz.
Algo así como el miedo me aprieta las entrañas. De repente, ya no estoy
tan hambriento. Tomándome mi tiempo, desdoblo la nota.
Theo: sólidos claros para hoy. ¡Será mejor que no te levantes!
XOXO
A.

26
Moi: “Yo” en francés.
Me burlo para que Cade no perciba el miedo en el aire.
—Está siendo ridícula. ¿Dónde está la comida?
Levanta las cejas con una sonrisa arrogante en sus labios.
—Te lo dije, tenías órdenes.
Aprieto la gelatina del tamaño de un aperitivo en mi mano,
debatiendo si debería lanzar una bola rápida o un cambio en la estúpida
cara de Cade, cuando escucho las llaves tintinear en la puerta principal.
—Regresará de la tienda en cualquier momento —dice engreído,
tomando otro pequeño sorbo de café.
Vamos a aclarar una cosa, la razón por la que me apresuro hacia
el otro lado de la habitación y me lanzo sobre el respaldo del sofá no es
porque tenga miedo. No. Simplemente decido tomar todos los consejos
transmitidos y mantenerme alejado. Ya sabes, antes de que se abra la
puerta. Antes de que Anniston entre con sus brazos llenos de
comestibles. Antes de que Cade se doble de risa.
—Theo... —Se detiene, con sospecha. Mueve los ojos entre Cade y
yo, tratando de descubrir qué demonios sucede mientras se saca un
mechón de cabello de los ojos.
Resopla y se agita, las risas se hacen eco del otro lado de la
habitación. Alguien encontró su sentido del humor esta mañana. Maldito.
Mis puntadas me provocan una llama ardiente de oh-mi-dios-esto-
no-es-una-buena-idea mientras intento y no logro encontrar una
263
posición cómoda. Permanezco estoico, pegando una sonrisa falsa en mi
rostro para engañar Anniston McCallister.
—Doctora McCallister. —Dejo salir el labio un poco engreído,
haciendo todo lo posible por ignorar al cerdo que resopla, también
conocido como Cade, en la cocina. No fue tan gracioso. ¿No tiene un baño
que limpiar?
Anniston, sin hacerse la idiota como me gustaría que hiciera ahora,
afirma sus caderas, mirándome con recelo.
No demostraré miedo. No demostraré miedo.
Cade, quien parece haberse controlado, se acerca y saca las bolsas
de sus brazos. Tiene los ojos rojos y vidriosos mientras reprime una risa,
mirándome antes de sofocar otra.
—Gracias, Guapo. —Su sonrisa es genuina mientras acaricia su
brazo con un gesto pensativo—. ¿Qué han estado haciendo, muchachos?
Sigue a Cade, dándose vuelta y entrecerrando los ojos mientras
trata de extraer la verdad con su vudú.
Parpadeo. Las mentiras simplemente no están llegando tan rápido
como suelen hacerlo. ¿Qué coño me dieron en el hospital?
Sin embargo, nunca perdedor, me sumerjo en mi vasta bóveda de
sarcasmo, diciendo lo primero que me viene a la mente.
—Solo tirándonos mierda. Cade intenta convencerme de ver The
Bachelorette con él, pero no sé... quiero decir, ¿cuán bueno puede ser que
un grupo de tipos holgazanes, se abracen y lloren mientras cantan las
melodías del Show de Disney? Estoy seguro de que alguna estúpida
aspirante a aristócrata romperá cada uno de sus pequeños corazones,
uno por uno.
Algo se rompe en la cocina. Ahora, no puedo estar seguro de qué
exactamente, pero la idea de que podría haberme metido debajo de la piel
de Cade me hace inmensamente feliz.
Anniston comienza a toser, alejándose de Cade para que no vea la
gota de humedad en sus ojos. Sus hombros tiemblan mientras emite una
silenciosa risa. Cuando finalmente se detiene y se enfrenta a mí, le doy
un pequeño guiño. Y ella lo pierde. Las lágrimas caen libremente
mientras se dobla, enterrando su rostro en su camisa, resoplidos
impropios de una dama que irrumpen de su pequeño cuerpo.
—Yo... yo... —Ríe—… lo siento. —Otra risa—. Cade. —Toma
aliento, tratando seriamente de actuar y no ofender al señor Broody en
la cocina.
»¡Theo! —regaña, pero su grito no tiene ningún efecto sobre mí ya
que en su rostro aún tiene una jodida sonrisa que dice que disfrutó
mucho el chiste a expensas de Cade—. Cade no mira The Bachelorette.
Me encojo de hombros como si no me importara de ninguna
manera. 264
—Eso no es lo que dice. —Total mentira, pero los gabinetes
golpeando en la habitación de al lado solo me obligan a decirlo.
»De todas formas. ¿Qué es esta mierda sobre comida clara? ¿No he
sufrido lo suficiente?
Anniston se acerca y se sienta a mi lado, acomodando mis piernas
sobre las suyas.
—Quería asegurarme de que aún no sentías náuseas.
La miro como si esa fuera la declaración más ridícula que he
escuchado salir de su boca. Incluso cuando tenía náuseas, que duraban
un día, para su información; preferiría tener algo sustancial para vomitar
en vez de parecer un duende arrojando los colores de las diferentes
gelatinas que me han obligado a comer durante las últimas veinticuatro
horas.
Ella se ríe de mi mirada mordaz.
—Te prepararé algo. ¿Qué quieres?
Ni siquiera respiro antes de decir:
—Panqueques.
Se ríe, sin sorprenderse con mi pedido. Cada vez que puedo saltar
mi dieta, prefiero los panqueques, sin importar la hora del día.
—Panqueques será. ¿Te sentarás aquí mientras los hago?
Pienso sobre lo que deseo hacer. La televisión parece aburrida
después de estar encerrado en una cama de hospital. Podría leer, pero
eso se parece demasiado al trabajo.
—Uf, no lo sé. Supongo que sí.
Estoy sin ideas. No puedo hacer nada divertido físicamente, pero
permanecer sentado aquí mucho más tiempo me hará arrastrarme fuera
de mi piel.
Los muchachos comienzan a amontonarse en la cocina obviamente
por la mezcla que está haciendo Anniston y los ruidos metálicos de la
sartén. El portazo de las puertas del gabinete es su alarma personal para
"la comida está aquí".
—Oye, dulce cosa, ¿este asiento está ocupado? —Me estremezco
ante el chiste de Hayes. Me quita las piernas del sofá, haciendo un lugar
para él.
—Podrías haberme quitado los puntos. —Pongo mi mano sobre el
vendaje de mi costado, fingiendo dolor.
Resopla.
—Sabía que eras una pequeña perra. ¿Tu mano también está en
mal estado? ¿Esa será la excusa que usarás cuando te azote el culo en
Call of Duty27?
Oh, hay amenazas hoy. Estoy jugando.
265
—¡Ha! Cuando borre esa estúpida sonrisa de tu rostro, la única
excusa que estarás dando es tu lento tiempo de respuesta cuando mate
a todo tu equipo.
Hayes toma los controles y enciende el sistema de juego.
—Engreído. Veamos lo que tienes, chico guapo.
Me arroja un control y perdemos los próximos veinte minutos hasta
que mis panqueques estén listos jugando con la única intención de matar
y menospreciar al otro.

***

Anniston y yo estamos descansando en la cubierta trasera, el sol


calentando nuestros rostros. Cade y los chicos entraron en acción
después que comimos, diciendo algo acerca de la práctica de tiro.
Anniston me convenció de que un poco de vitamina D sería buena ya que
estuve encerrado en la casa y la volví loca con solicitudes de mamada
para ayudar a acelerar mi recuperación. Ella no estaba de acuerdo con

27
Call of Duty es una serie de videojuegos en primera persona, de estilo bélico.
mis métodos de curación, así que aquí estoy, tomando el sol como una
perra.
Estamos medio viendo a los muchachos entrar al establo, haciendo
quién sabe qué antes de salir corriendo, agachándose y disparando un
rifle en fardos de heno. Se ve terriblemente caluroso y laborioso.
Sí, no, gracias. Con la humedad de Georgia, probablemente se
siente como 104 en ese granero. Por no mencionar toda la carrera.
Anniston tiene los ojos cerrados. Luce bien. No escuché si anoche
se levantó por Cade, mientras yo dormía como un muerto.
—¿Estás cansada? —Lo sé, debería dejarla dormir pero realmente
no está durmiendo per se. Te dirá que solo está descansando los ojos.
—Un poco. —Se levanta ligeramente de la tumbona acolchada,
inclinándose hacia mí, y me da una lenta sonrisa—. ¿Por qué? ¿Es esa
tu manera sutil de decirme que luzco como la mierda?
Resoplo. Literalmente bufo.
—¡No! —No soy tonto. Nunca diría algo así. Todos los hombres
conocen esa regla—. No, solo me preguntaba si algo te impedía
descansar. ¿Soy yo?
Es rápida para desestimar mis preocupaciones.
—No, no. Nunca. Tengo algo en mente.
—¿Oh, sí? ¿Puedes compartir? Puedo ser como la chica Cade y
pretender escuchar mientras nos hacemos las uñas.
266
—¡Theo! —Me golpea ligeramente el brazo. Su risa después de eso
me dice que no toma en serio mis golpes con Cade—. No es nada. Solo
algo que Mason me dijo.
Ahora, eso despierta mi interés. No sé mucho sobre él. Bueno,
tampoco sé mucho sobre los otros, pero al menos tengo una idea.
—¿Masón? ¿Pensé que no hablaba mucho?
—No lo hace, pero me confió un poco la noche pasada. No pudo
dormir.
¿Ese dato me pone un poco celoso? Sí, creo que sí. Egoístamente,
quería que se centrara solo en mí, pero sé que ayudar a estos muchachos
a superar sus demonios y convertirse en ciudadanos que funcionen de
nuevo es su vocación y todo. Pero aun así... solo puedo comportarme por
cierto tiempo.
—Y… ¿qué dijo?
¿Por qué tanto secreto? Ella siempre me dice las cosas. ¿Por qué
me oculta esto?
Se muerde un poco el labio, mirándome con una expresión
culpable.
—Te diré después. Quiero meditarlo un poco más.
Bien. Si así será. Me encojo de hombros, como si no me importara
una mierda de ninguna manera. Realmente no me importa lo que esté
pasando con Mason, pero sí me importa que guarde secretos. No me
gusta en absoluto.
Para aliviar la tensión que se apoderó de mis músculos, observo los
pastos verdes y veo a Cade gritarle a Hayes que levante el arma. Estoy de
pie en un instante.
—¿Qué le está haciendo a Hayes? —Estoy a la defensiva. No sé
mucho sobre Hayes, pero sí sé que es un buen tipo. No puedo imaginarlo
haciendo algo para merecer que le griten como lo hace Cade ahora.
Anniston se para a mi lado, haciéndose sombra sobre los ojos para
ver a dónde estoy mirando.
—Oh.
—¿Oh? —repito—. ¿Qué diablos es ese oh por respuesta?
—Está tratando de hacer que Hayes supere su miedo a las armas.
Fue un francotirador en los Marines.
Eso no tiene sentido. Tiene miedo, pero ¿maniobró una durante
años?
—Explica por favor. Eso hace que Hayes parezca un loco.
Anniston suspira, alejándose de los muchachos. ¿Le resulta difícil
ver a Cade gritarle también? Ella se sienta, palmeando el lugar a su lado.
—¿Te ha dicho alguna vez por qué Hayes se encontraba sin hogar?
267
Niego. No hablamos de esa mierda. Por lo general, si quiero saber
algo, molesto a Cade hasta que claudica y me dice para que me calle. Sé
que Hayes estaba en el ejército y sin hogar. Todo lo que Cade dijo fue que
tomó una decisión difícil y ahora vive con las consecuencias. No me
importó en ese momento, así que seguí adelante.
—Hayes fue el mejor francotirador en su clase. Fue enviado a
trabajar poco después de graduarse de la escuela secundaria. Su
hermana mayor le confió a través de cartas que estaba en una relación
abusiva y que no sabía cómo salir. Hayes se volvió loco, se ausentó sin
permiso y regresó a casa. Se enfrentó al novio y empacó las cosas de su
hermana. Cuando se fueron, el chico agarró a la hermana de Hayes,
comenzó a estrangularla frente a él y le dijo que de la única forma en que
se iría sería en una bolsa para cadáveres. Hayes sacó su arma. Le dijo
que la dejara ir y luego... disparó. Lo mató con un solo disparo en la
cabeza. Los vecinos escucharon que el arma se disparaba y llamaron a la
policía.
Me da vueltas la cabeza con esta información. ¿Hayes mató a
alguien? Eso es bastante jodidamente increíble. Vaya Hayes. Si esa fuera
Ans, también le habría reventado el culo.
—Sirvió diez años. Tenía dieciocho años.
—Entonces, ¿salió y no tenía hogar? ¿Dónde está la hermana?
Ans sacude la cabeza.
—No lo sé. No lo dice. Tal vez se siente avergonzado y no quiere
enfrentarla o algo así. —Se encoge de hombros, insegura—. Pero él no
tocará un arma. Tiembla y es como si sufriera Síndrome de Estrés Post
Traumático cuando se acerca a una. Cade lo ha estado ayudando a
petición suya. Hayes quiere sostener una otra vez, pero es como si su
cuerpo retrocediera físicamente cuando ve un arma. Algunos días, Cade
intenta ser reconfortante y otros días es su comandante. Hasta ahora,
ninguno de los dos funciona.
Asiento y me pongo de pie, revisándolos. Cade todavía está
vociferando en su oído. Después de la historia que acabo de escuchar, no
estoy de humor para seguir viendo esto.
—Quiero jugar Call of Duty de nuevo. Voy a buscar a Hayes. No le
molesta, ¿verdad, comandante?
Ella ve a través de mi mierda, sabe que siento pena por él. La
pregunta es, ¿me lo dirá?
Me mira con sospecha.
—Supongo que sí. Dile a Cade que dije que ya está bien.
Con una brusca indicación con la barbilla, bajo lentamente los
escalones. No miro hacia atrás para ver la estúpida sonrisa que apuesto
que tiene en su rostro. No me creció un puto corazón por estos tipos.
268
Anniston
¿DE VERDAD ME TIENES QUE MORDER?
Traducido por Yiany, Emotica G. W
& UsakoSerenity

Golpeo mi bolígrafo masticado contra el pequeño escritorio antiguo


de la esquina. Después de haber pensado mi decisión, finalmente estoy
lista para tomar medidas, lo que lamentablemente requiere la ayuda de
Theo.
—Entonces, ¿te acuerdas cuando el otro día en la terraza, me
preguntaste sobre lo que me estaba molestando y te dije que algo que
Mason había dicho me hizo pensar?
269
Theo está holgazaneando en la silla de mi dormitorio, luciendo sexy
con su camiseta y sudadera, leyendo su Men's Health Magazine.
Anticipo un aluvión de preguntas, pero espera, solo inclinando la
cabeza con curiosidad.
—Sí.
—Bueno, lo he decidido. Voy a cometer un delito. —Las palabras
se escapan de mis labios rápidamente, como si las hubiera retenido
demasiado tiempo.
Levanta las cejas lentamente y hace una mueca con su boca en
respuesta a mi arrebato.
—¿De verdad?
Asiento.
—Sí. Voy a robar el perro de Mason. Esa perra no se lo merece.
—¿Mason tiene un perro? ¿Y cuál perra?
Suspirando, me doy cuenta que voy a tener que revelar algunos de
los secretos de Mason para obtener la ayuda de Theo con esta misión.
—Sí, Theo. La perra es su ex esposa. Se divorció de él cuando
regresó del despliegue. Consiguió su perro de guerra28 en el divorcio
porque su nuevo novio era un maldito buen abogado. ¿Alguna otra
pregunta?
Theo asiente, frunciendo las cejas mientras medita.
—¿No tienes suficientes perros callejeros, Ans? En serio, este
pasatiempo tuyo se está saliendo de control.
Lo miro con furia. No estoy de humor para su comentario grosero.
—Bueno. ¿Cuándo cometeremos este delito? —Me muestra su
adorable sonrisa.
Supero mi agravio por su estúpida observación. Mi Theo, siempre
con problemas... Me río de su naturaleza despreocupada por cometer un
posible delito grave y no le contesto de inmediato. En cambio, avanzo y
me levanto sobre sus piernas extendidas, dejando vagar mis manos por
su enorme pecho. Arroja la revista como si fuera basura y me agarra
ansiosamente las caderas.
Su espesa mata de cabello me obliga a pasar los dedos por ella. Y
con un poco más de agresión de lo justificado. Frotando la nariz contra
el borde exterior de su oreja, inhalo su aroma, una combinación de
bergamota, su jabón y desodorante. Sabe hacia dónde se dirige esto, su
larga longitud ya endureciéndose debajo de mí mientras me agarra de la
parte posterior de la cabeza, tirando de mí contra sus abdominales duros.
—Quiero ir esta tarde —susurro en su oído. Sentándome,
270
continúo—: he estado vigilándola y casi nunca está en casa. Ese pobre
perro simplemente se sienta encadenado en el patio trasero sin
interacción alguna. Apuesto a que ni siquiera lo alimenta bien. —Niego
con disgusto.
Esta señora ya está en mi lista de mierda. Después de lo que Mason
ha pasado, creo que se necesita ser una perra bastante malvada para
disputar el perro de un veterano solo para ser superior en el divorcio.
—¿Cómo planeas llevarlo a cabo?
Me encojo de hombros, mirando hacia otro lado con una sonrisa.
—Esperaba que le pidieras un favor a Brad.
Se resiste.
—¿Triple A Brad? ¿El estúpido del que tuve que rescatarte en esa
fiesta hace unos años?
Asiento en un sí silencioso. Ese Brad. El Brad con el que desfilé
frente a Theo durante todo un semestre, volviéndolo loco de celos.
Cuando pone dos y dos juntos, se encoge.

28
El perro de guerra es el perro militar adiestrado (obediencia, olfato y protección) para
el uso en la paz o en la guerra, con fines militares.
—¿Yo? ¿Por qué no le preguntas a Brad, el incitador?
—Porque dijiste que le gustaba tu trasero más que el mío.
¿Recuerdas? —Le recuerdo la vez en que lo llamé para que viniera a
buscarme a la fiesta de Brad. Brad solo pudo encontrar mi culo esa
noche, frotándose tan fuerte que podría haber iniciado un incendio.
Muevo las cejas arriba abajo hacia Theo como si fuera la villana más
inteligente de todos los tiempos, pero la forma en que me mira me hace
pensar que debo parecer una muñeca defectuosa, del tipo que abre y
cierra los ojos cuando las dejas caer. Bueno. Sin humor hoy. Continúo—
: Y también sé, por las redes sociales, que Brad es un atrapa perros ahora.
Theo respira profundamente, estirando la espalda para mirar el
techo, su indicación cuando está tratando de encontrar paciencia. Tan
malditamente dramático.
Suelto un aliento enojado.
—¿Puedes hacerlo o no?
Lentamente, levanta la cabeza y sostiene mi mirada.
—Por supuesto. Pero quiero un incentivo. —Guiña jodidamente,
como el idiota arrogante que es. Theo no hace nada sin incentivo.
Muevo una mano en el aire, cortando cualquier disertación.
—Lo sé, lo sé. Quieres una mamada. Hecho.
Abre los ojos.
—Estoy sorprendido y avergonzado por tu falta de negociación,
271
McCallister. —Se levanta con fluidez de la silla, efectivamente
empujándome sobre el solitario cojín—. ¿Qué favor le pediré a Brad?
No pongas tus ojos en blanco. No pongas tus ojos en blanco. Los
hombres son tan densos a veces.
Hablo lentamente, así mi cadencia transmite que, de hecho, estoy
hablando con un idiota.
—Brad. Es. Un. Atrapa perros. Necesito. Que. Capture. Un. Perro.
Theo me lanza una mirada y no puedo evitar la risa que resuella.
—Por supuesto, necesito que atrape a este perro callejero después
que afloje su collar y lo libere. —Me encojo de hombros como si fuera un
pedazo de pastel.
Ahora es el turno de Theo de mirarme como si fuera estúpida.
—¿Qué? Es un buen plan.
Hace una mueca y se pasa una mano por el cabello, frustrado.
—Debo advertir a Thad que probablemente debería permanecer
cerca en caso de que necesitemos que nos liberen de la cárcel.
Puede que no sea una mala idea, pero no se lo digo a Theo. Se ve
muy tenso, y comienza a caminar con ese maldito dedo en su labio.
Instantáneamente mi vagina comienza a babear como la puta que es.
¡Abajo niña! No hay sexo para ti hasta que el pene haga lo que
necesitamos.
Caminando junto a la ventana, expresa sus preocupaciones en voz
alta.
—¿Cómo piensas quedarte con el perro, Ans?
Me encojo de hombros.
—Espero que no esté en casa y Brad se verá legítimo poniendo al
perro en la parte trasera de su camioneta y dejando una ordenanza de
violación en su puerta. Con suerte, nunca intentará buscarlo.
Abre los ojos horrorizado. Y el premio al mejor drama es...
—Oh, Dios mío. Esta es exactamente la razón por la que siempre
debes estar bajo supervisión.
Le muestro mi dedo medio, que no reconoce.
—Lo que necesitamos es una razón por la que no pueda tenerlo de
vuelta.
—¿Además de que es una idiota y debería recibir un disparo?
Asiente, frunciendo el ceño un poco, pero luego comienza a dar
saltitos con entusiasmo.
—¿Qué pasa si un corredor súper sexy —hace comillas en el aire—
, consigue ser atacado e insiste en que el animal rabioso sea sacrificado
o la va a demandar?
272
¡Demonios, sí! Mira, esta es la razón por la cual Theo es mi jodido
compañero. Debajo de todos esos músculos duramente ganados, en
realidad tiene un cerebro genial.
Salto de la silla y me impulso hacia él.
—Esa idea es perfecta. ¡Tendrás esa mamada!

***

—¿Crees que debemos tomar un tazón de agua o algo? —pregunta


Theo, rebuscando en una caja.
Los dos estamos en cuclillas en el ático, tratando de no golpearnos
la cabeza con los clavos que sobresalen del techo.
Levanto la vista de la caja que estoy revisando en busca de una
correa de perro. Sé que mis abuelos solían tener una aquí en alguna
parte.
—Nah, pasaremos por un autoservicio.
Theo se ve confundido por un momento, pero se encoge de hombros
ante ello de forma rápida y continúa manteniéndose ocupado en su
propia caja. Ya tengo un tazón para perros y una botella de agua. Solo
quería ver si me haría preguntas. Consentirá cualquier cosa en este
momento de nuestra relación. Confía completamente en mí.
Estoy a punto de renunciar a la correa cuando grita:
—¡La encontré!
—¡Gracias a Dios! Vamos, empecemos antes de que perdamos la
luz del día. Es una hora en auto.
Abro la puerta del pasajero del precioso Mustang de Theo y no
bromeo, hay alrededor de cincuenta mantas en el asiento trasero.
—¿Estás preparándote para el apocalipsis, o qué?
—¿Qué? —Está distraído, forcejeando con la radio.
—¿Qué pasa con todas las mantas, fenómeno? —El sonido de un
juego llega a través de los altavoces y aparentemente se encuentra
hechizado. Renunciando a conseguir una respuesta, coloco el resto de
nuestro equipo en la parte trasera, sobre la montaña de mantas. Acelera
saliendo del camino de entrada tan pronto como mi cinturón de
seguridad está puesto.
Nos encontramos con Brad en alguna estación de gas Podunk justo
afuera de la ciudad de Madison, donde la ex de Mason reside. Se
encuentra de pie junto a su taxi con rasguños y abolladuras de animal.
El camión no se encuentra en buen estado, pero supongo que es de
esperar cuando llevas a rastras animales reacios todo el día.
Theo se estaciona a varios espacios de distancia del vehículo de
273
Brad, lo cual es realmente divertido.
—¿Tienes miedo de que te salte encima y te agarre el culo?
No comparte mi diversión, pero tose, corrigiéndome:
—Demonios, no. Simplemente no quiero que mi auto tenga pulgas.
—Ah. Debí haber sabido que no te importaría que te agarre el culo,
pero Dios no permita que este precioso auto se ensucie. ¿Qué si el perro
tiene pulgas? ¿Qué harás entonces?
Frunce el ceño, sus hoyuelos hundiéndose más profundo en su
mejilla, haciéndolo parecer increíblemente juvenil. Se encuentra
tranquilo y puedo decir que está tratando de comprender la situación.
Con un suspiro resuelto, dice:
—Pagarás caro. —Y baja del auto.
Entonces, está bien. Puedo o no esperarlo con impaciencia.
Abro la puerta y corro para alcanzarlo. De ninguna manera actuará
como el líder de esta pequeña operación, y fuera de broma, será mejor
que Brad mantenga sus ávidas garras fuera del culo de mi chico. He
trabajado mucho ese culo para conseguir que luzca así. Nadie, y digo
nadie, llegará a agarrarlo a menos que yo diga.
Brad nos saluda con el típico reconocimiento sureño.
—Hola a todos. Es bueno verlos. —Extiende una mano hacia Theo
y sorprendentemente, sin vacilación, Theo la sacude. Comienzo a darle
mi mano, pero en cambio me agarra el brazo y me abraza—. Naw, chica.
Necesito un abrazo.
¡Ja! Toma eso, Von Bremen. Brad prefiere mi culo. Casualmente
miro por encima del hombro de Brad y tan maduramente como es posible,
le saco lengua a Theo. Pone los ojos en blanco, pero se aclara la garganta,
recordándole a Brad la razón por la que estamos aquí.
Brad capta la indirecta y retrocede rápidamente, mirando de mí a
Theo y de nuevo a mí.
—Entonces, ¿cuál es el plan?
Tomo la delantera porque este es mi delito.
—Voy a correr por la cuadra un par de veces y cuando la costa esté
despejada me escabulliré en el patio trasero y aflojaré el collar, dejando
libre al perro. Tendrás que estar cerca con las golosinas para que puedas
atraerlo al camión. Estaré allí para ayudarte. Mientras tanto, Theo estará
corriendo por la cuadra. Con suerte, habrá testigos y podrá montar un
espectáculo de que fue mordido y te llamará. Entonces, rastrearás al
perro, cargándolo en la camioneta, y le explicarás a la puta que el perro
debe ir a la perrera, etc., etc.
Brad asiente en comprensión.
Theo solo luce aburrido. 274
—¿Alguna pregunta? —indago, impaciente por empezar y poner
este espectáculo en marcha.
—Sí. Una más. ¿Cómo simularás que Theo ha sido mordido?
Siento mis labios elevarse en las esquinas como el Grinch.
—Déjame eso a mí —le digo mientras trabo miradas con un Theo
ligeramente nervioso.

***

—¿De verdad tienes que morderme, Ans?


Estamos sentados en el auto de Theo a una cuadra de la casa de
Rachael (alias la perra). Theo tiene puestos sus pantalones de compresión
y pantalones cortos de gimnasio. Desafortunadamente, también tiene
puesta una camiseta. Es el chico del póster para que los niños se levanten
del sofá y coman sus verduras. Tiene las piernas colgando de la puerta
del pasajero mientras estoy en cuclillas a la altura de sus deliciosas
pantorrillas. Acariciando la derecha, la masajeo hasta que siento el
músculo relajarse un poco.
—Vamos, Theo. No seas un bebé. Nunca te importó antes cuando
te mordía.
Mirando con furia, espeta:
—Eso es diferente y jodidamente lo sabes. —Se está acobardando—
. No me mordías como si fueras un perro.
—No te daré una mordida muy grande, lo prometo. Piensa en ello
como un mordisquito de amor —lo tranquilizo, tratando de relajarlo más
mientras sigo masajeándole la pantorrilla.
No luce muy tranquilo, pero después de algunas respiraciones
profundas, acepta.
—Bien. Una mordida. Pero más tarde, cuando estés de rodillas
dándome las gracias, conseguiré devolverte la mordida.
Eh. Eso podría no ser tan malo. Siempre elige mi culo. Tengo
suficiente carne allí para que tenga un bocado de represalia. Antes de
que cambie de opinión, le deslizo los pantalones de compresión sobre la
pantorrilla.
—Creo que esto tiene que salir.
—Probablemente tienes razón. —Se pone de pie y rápidamente sus
pantalones cortos y los de compresión caen hasta sus tobillos. Sin
vacilación. Sin vergüenza en su cuerpo.
La confianza de Theo siempre ha sido un afrodisíaco para mí. Vivir
con los chicos y animarlos constantemente acerca de su cuerpo requiere
mucha energía. Es un buen alivio ver a Theo simplemente desnudarse y
permitir que me sacie.
275
Aprovechando la oportunidad que me da, beso la punta de su
longitud que descansa cerca de mi mejilla. Eso no es difícil, pero sin duda
tiene potencial. Un golpe de mi lengua y sería una oportunidad. Nada
enciende más a Theo que la indecencia pública.
También a mí, si soy honesta.
—Mmm... Será mejor que te des prisa y vuelvas a ponerte esos
pantalones cortos, guapo. —Gimo mi apreciación.
Ríe entre dientes, poniéndoselos, creando la barrera que
necesitamos para detenernos antes de perder todo el sentido común. Con
las pantorrillas musculosas expuestas, le doy un beso en cada una.
¿Derecha o izquierda? ¿Cuál morder?
—Date prisa, Anniston. Antes de que pierda el valor. —La tensión
de su voz me dice que su paciencia está agotándose. Está a un segundo
de decir que se joda y abandonar este plan.
Sabiendo que no tenemos mucho tiempo, beso la izquierda, coloco
los dientes contra la piel tibia, y muerdo. Se encoge, pero no se lamenta
ni hace una escena dramática. Quiero decir, en serio, ¿creyó que le iba a
arrancar la carne? También necesito una paga.
Si no trabaja, entonces tendré que tomar horas extras en la sala de
emergencias, y déjame ser la primera en decir que eso apesta en extremo.
Todos los olores y los fluidos corporales asquerosos. No, gracias. Hay una
razón por la que me especialicé en medicina deportiva.
—¿Eso es todo? —pregunta Theo vacilante.
Río.
—Sí, bebé grande. ¿Qué pensaste que iba a hacer?
Se inclina y se frota con la mano sobre las marcas de mis dientes.
—¿Crees que las mellas se mantendrán?
Me encojo de hombros. No sé. Mi esperanza es que la perra no vea
demasiado.
—Tal vez. La sangre y tu actuación es lo que lo venderá. —Abro mi
bolso, sacando la sangre falsa que tomamos de la tienda de fiestas. Se la
paso y la inspecciona cuidadosamente—. ¿Qué estás haciendo? ¿Leyendo
los malditos ingredientes?
—¿No tengo permiso para leer? —despotrica, molesto.
Tomando una respiración profunda, consigo tranquilizarme a
fuerza de voluntad. Ambos estamos bastante nerviosos. Ya sabes, a
punto de cometer un delito y todo...
—Lo siento. Sí, puedes leerla. Asegúrate de untarla toda para que
sea creíble.
Abre el paquete, permitiendo que la maicena carmesí se esparza
por sus dedos. La alisa sobre la mordida y la baja por su pierna hasta su
276
calcetín, el cual probablemente tendrá que ser botado después de esto.
—Se ve bien. —De pie, estiro mi espalda, levantando los brazos
encima de mi cabeza, doblando el cuello de lado a lado. Concéntrate, Ans.
Canaliza tu criminal interior. Puedes hacer esto, Mason está contando
contigo para que hagas esto.
Bueno, no realmente. Mason no tiene idea de lo que estoy haciendo.
Tampoco Cade. No podía decirle a Cade porque sería un aguafiestas y
trataría de disuadirme de ello. Pero no me habría disuadido ni mierda.
Simplemente me habría hecho más difícil hacerlo con toda su
ponderación de la culpa y su propaganda de hacer lo correcto.
Theo se pone de pie, ladeando la cabeza para admirar su obra
sangrienta.
—Muy bien. ¡Hagamos esto!
Sujeto sus hombros y aplasto mis labios contra los suyos. Beso
como la jodida mierda a este hombre que haría cualquier cosa por mí.
Incluso ir a la cárcel. Se aleja, sin aliento y tomado por sorpresa
obviamente.
—No comiences algo que no podrás terminar, Comandante. —Su
voz es áspera, el rostro sonrojado. Alguien está excitado.
Dejo vagar mis ojos más abajo para confirmar.
Sí. Está duro.
Sonrío. Estoy muy orgullosa de mí misma en este momento.
—Siempre termino lo que comienzo, Von Bremen. Ahora, corre con
ese buen culo por la acera.
Niega con diversión, se acomoda y sale corriendo por la acera.
Para mentir.
Por mí.
Estoy tan jodidamente enamorada de este hombre en este
momento.
—¡Aunque no muy fuerte! —Se ha curado muy bien desde la cirugía
y en contra de mi voluntad, ha estado de vuelta en el gimnasio. Correr
por la acera un par de veces no debería ser un problema, pero preferiría
inclinarme por la precaución.
Reprimiendo la necesidad de darle otro vistazo a ese culo sexy
mientras sale por la calle, me dirijo a la casa de la perra.
La pequeña casa de dos pisos se encuentra asentada en una zona
bastante cerca de su réplica vecina. Hará que sea difícil llegar al patio
trasero sin ser visto. Pero soy una ninja. También puedo hacer esto de
robar.
Me abro paso por el lote de la esquina que se encuentra paralelo a
la carretera. Será una caminata más larga a través del bosque trasero,
pero usar esa ruta me aislará de la acera. Alejando ramas y palos de mi
277
rostro, me agacho y me muevo, corriendo junto al borde de la cerca.
Los perros ladran y se apresuran a la cerca, advirtiéndome que no
me acerque. Son bastante atemorizantes, pero no vacilo. Me tropiezo con
una maldita roca gigante. Bueno, eso es una exageración, pero era una
roca de un tamaño decente. Y me tropecé con eso. Tengo prisa, ¿está
bien? No es como si fuera torpe por naturaleza.
Tirando la molesta roca al bosque, mi teléfono suena. Grillos.
Inteligente, ¿sí? Theo y yo tenemos esta mierda de espionaje.
Theo me envía un mensaje de texto: Rojo uno a Rosa dos. Cambio.
¿Qué diablos, Theo? Estos no son radiotrasmisores. Pero juego
para no herir su ego y desearía tener auriculares. Alfa uno para Tonto dos
cambio.
Tú no eres el alfa. Yo soy el alfa
Oh, vaya. Este chico. Siempre soy el alfa. Supéralo. ¿Te encuentras
en posición?
Theo me responde con: Pospondremos el debate alfa. Estoy en
posición.
Espero que "en posición" signifique que está zarandeando el culo
como pelota de playa de arriba abajo por la acera como debería. Sin
embargo, no me tomo el tiempo para preguntarle. Su mierda alfa ya me
ha retrasado.
Atravesando un arbusto y caminando hacia adelante, ubico la
casa. La cerca de alambre está oxidada, obviamente es vieja y está
descuidada. El pobre perro yace bajo un pequeño rayo de luz en el porche
trasero donde se encuentra encadenado.
Su pelaje está enmarañado y puedo decir incluso desde aquí que
tiene extrema necesidad de un baño. Me tomo un minuto y evalúo mi
entorno. Agachándome para evitar a los espectadores curiosos, noto un
punto bajo en la cerca que puedo saltar, agilizando mi trabajo. La puerta
está a un lado y se encuentra trabada. Para pasar al perro, tendré que
acercarme más de lo planeado para desbloquearla.
Maldita sea.
Theo y toda su finura pasan, corriendo por la acera. Está siendo
cauteloso y saludando a los vecinos como si él viviera aquí. Ellos saludan,
pero no antes de echar un vistazo a ese culo. Sabiendo que no puedo
mantenerlo corriendo mucho más tiempo (no porque no pueda correr,
sino porque atraería demasiada atención), respiro hondo y regreso al
bosque. El arbusto realmente no me da el espacio que necesito para pasar
rápido, pero tendrá que funcionar.
Es ahora o nunca. Echo un vistazo más a las casas, nadie está
sentado afuera y la perra no está a la vista. Eso es todo. ¡Hazlo, Ans! Me
abro paso y corro con fuerza, pasando ambas piernas sobre la valla, y
ruedo cuando aterrizo como un jodido profesional. Esa clase de parkour
278
realmente valió la pena.
Me mantengo cautelosa y me dirijo a Killer. No, ese no es su
nombre. Mason dijo que era algo así como Bullet. Creo que Killer suena
mejor y como la estoy salvando, puedo cambiarle el nombre. Ella será la
única otra vagina en la casa. Nosotras las rudas necesitamos nombres
geniales.
Me acerco a Killer lentamente. Alcanzando mi bolsillo, saco las
golosinas.
—Oye, chica. ¿Tienes hambre?
Apenas se mueve, lo que me hace vacilar. Este es un perro
entrenado. Debería comerme el culo. Acercándome lentamente, acaricio
tentativamente su pelaje enmarañado.
—Vamos niña. Vamos a sacarte de aquí. Papi quiere verte.
Me acaricia la mano y le da una leve lamida. Venga. Odio a los
perros y ella está rompiendo mi maldito corazón. Acerco las golosinas a
su hocico, ella se pone de pie y con una sola lamida inhala todo lo que
hay en mi mano.
—Eso es, chica —la alabo, acariciándole la cabeza.
Le aflojó el collar, notando las heridas alrededor de su cuello. Ella
gime, matándome un poco por dentro. Esa perra pagará por esto. Será
mejor que Theo haga una actuación ganadora de un Oscar o dejaré su
trasero aquí.
Una vez que le quito el collar, me desplazo a rastras hacia la puerta,
persuadiéndola para que me siga. Lo hace, aunque vacilante. Doy vuelta
al pestillo y rompo la puerta. Alcanzó mi sudadera con capucha, saco un
KONG29, uno que pude haber encontrado husmeando en la habitación de
Mason. Dej‫ؚ‬o que lo olfatee. El reconocimiento inmediato se muestra en
sus tristes ojos.
—¡Míralo, chica! ¡Ve a buscarlo! —Lanzo el KONG justo cuando veo
a Theo regresar por la acera hacia nosotros. Killer se va hacia el juguete,
su naturaleza y su entrenamiento comienzan a funcionar. Me embarga la
alegría cuando ella se apresura por el espacio abierto en busca de su
juguete perdido hace mucho tiempo. Es bastante poético, de verdad.
Veo a Theo hurgando en su bolsillo, sacando las golosinas,
llamando suavemente al perro. Con el KONG en su hocico, se acerca y se
sumerge. Theo grita y cae.
¡Ese es mi maldito hombre!
Rápidamente me apresuro sobre la valla y corro por el bosque,
perdiendo de vista al perro. Ella sale una vez que Theo comienza a gritar.
Con suerte, Brad la atrapará.
Fuera del bosque, me encuentro con Brad que ya agarró al perro.
—¡La atrapaste! —grito, feliz de que este loco plan esté
funcionando.
279
—Sí. Salió todo bien. —Me mira, orgulloso de sí mismo.
Intento mantener una expresión seria. Realmente lo creo, pero se
me escapa una risa a pesar de morderme el labio para mantenerla
contenida.
—Buen trabajo, Brad. —Le doy una palmada en el hombro por su
valiente esfuerzo—. Voy al auto. Tú y Theo conocen el resto del plan,
¿verdad?
—Sí —confirma con un guiño.
Puajj. Asiento, demasiado asqueada para hablar, y corro en la
dirección opuesta. ¿Cómo alguna vez consideré dormir con él?
Espero por lo que parece una eternidad. Finalmente, Theo cojea
hacia el auto luciendo satisfecho.
—¡Hola, una mamada! —grita, dejándose caer en el asiento del
conductor.
—¿Lo hiciste? —pregunto, ansiosa por saber si funcionó.
Se burla y parece ofendido.

29
KONG: Juguete de goma para perros.
—¡Por supuesto que lo hice! ¿Cómo puedes dudar de mí, Ans? —
Frunce el ceño, parece un poco herido. Aún se encuentra montando un
espectáculo.
Le golpeo el brazo. Fuerte.
—¡Ay! ¿Por qué fue eso? —Frota la marca roja que florece en su
bíceps.
—¡Deja de hacer idioteces y cuéntame qué pasó!
Se ríe, echando la cabeza hacia atrás contra el asiento.
—Ella me reconoció cuando abrió la puerta. Apenas tuve que decir
nada. Le dio ese perro a Brad a toda prisa.
Qué perra.
—Me preguntó repetidamente qué podía hacer para compensarme.
—Levanta las cejas de arriba abajo, insinuando que estaba ofreciendo
disculpas de tipo sexual.
Le corto con una mirada que dice a quién le importa, es una puta.
Se ríe y continúa con un aire de indiferencia y se encoge de
hombros:
—De todos modos, ella lo contrató y yo le firmé las tetas. Trato
hecho.
Abro la boca. En serio. ¿Esa perra le pidió a mi hombre que firmara
sus tetas? ¿Sus tetas, con un marcador que eventualmente se lavará?
280
¿Ni siquiera algo que podría vender en eBay? Qué idiota.
—¿Te pidió que le firmaras las tetas? —pregunto pidiendo
confirmación, la incredulidad nubla mis sentidos.
Coloca la llave en el encendido, girándola. El auto arranca.
—Sí.
Negando, me recuesto y me abrocho el cinturón de seguridad,
riéndome.
—Eres una zorra, Von Bremen.

***

Avanzamos cansinamente por el camino de entrada a la granja, con


cuidado de no golpear a Killer. Theo condujo como una abuelita durante
todo el camino, insistiendo en que las uñas de Killer arañarían el cuero
incluso llevándola sobre cuatro mantas. No discutí. Solo dejé que se
volteara y me insultara más veces de las que podía contar.
—Finalmente —gimo—. Creo que tu forma de conducir me sacó
canas. —Señalo algunos cabellos para un efecto adicional.
Theo tiene el ceño fruncido cuando se detiene frente al porche. Gah.
Realmente debería pintarlo, está empezando a parecerse a una casa
embrujada.
—Cállate. Y saca esta bolsa de pulgas de mi auto.
Siento una sonrisa tirar de mis labios. No lo dice en serio. De hecho,
creo que le gusta la "bolsa de pulgas".
Inclinándome, lo beso ligeramente en la mejilla.
—Gracias, Teddy. Eres el mejor amigo que una chica podría tener.
Luego, le lamo la mejilla. Totalmente inmaduro, lo sé, pero es solo
cómo actuamos.
Me empuja, limpiándose la baba de la cara.
—¿Qué? ¿Pensé que te gustaba mi mojada?
Frunce el ceño, sin reírse de mi broma como yo pretendía.
—Ans —dice respirando profundamente—. Aún somos más que
solo amigos, ¿verdad? —Parece nervioso preguntándome esto. Una
locura, ¿verdad?
Al darme cuenta de que necesita la seguridad de que no estamos
volviendo a nuestros viejos hábitos, me inclino, tomo sus lisas mejillas y
susurro:
—Sí, Theo. Eres más que mi amigo.
Me acerco, tocando ligeramente sus labios con los míos.
281
Lentamente, froto mis labios sobre su boca, presionando firmemente
cuando se inclina, enterrando las manos en mi cabello. Con la boca
abierta, deslizo la lengua entre sus labios suaves, retorciéndola y
saboreando cada centímetro de él. Incluso el maldito chicle en la esquina
de su boca.
Lo acerco más, para tomar aire.
—Eres mi todo.
Susura su confesión en mi boca esperando antes de aplastarme
contra sí. Toma mi sorpresa como una abierta invitación, besándome con
todo lo que tiene, repitiendo la declaración:
—Mi maldito todo. Mi puta chica.
Tengo los labios magullados e hinchados cuando dejamos de
hacerlo. Mis brazos encerrados entre sus fuertes manos, la cadera
atascada en la consola. Nada, y digo nada, se ha sentido mejor que este
momento. Respirando pesadamente, recuperamos el control.
El pecho de Theo aún se encuentra agitado, su rostro enrojecido,
los labios hinchados. Es hermoso. Sé que se supone que no debes decir
que los chicos son hermosos, pero eso es exactamente lo que es.
Hermoso.
Cuando percibe que lo miro, me interrumpe con su mirada y me
sonríe juguetonamente.
—Te casarás conmigo, McCallister. Así tenga que arrastrarte por el
pasillo pataleando y gritando. Te casarás conmigo.
Mi mandíbula cae mientras se ríe, bajando del auto.
—Saca a la perra, Ans. No tengo todo el día.
Y el momento ha terminado.

282
Cade
LOS TERRIBLES DOS
Traducido por MadHatter
& Dew’

Me encuentro indispuesto a los diez minutos de mi mañana. Mi


noche estuvo llena de visiones de cuerpos esparcidos por el follaje muerto
de la plantación. Entre los muertos yacía un ángel cuyo cabello dorado
estaba bañado de rojo. Un agujero supurando rezumaba de su pecho, su
esencia goteaba sobre la codiciosa tierra.
Sí, mi noche había sido una absoluta mierda.
Correr dieciséis kilómetros en el aire húmedo no hizo nada para
283
aliviar la tensión. Incluso la ducha fría fue deficiente. Cansado de las
técnicas para aliviar el estrés, me apresuro al gimnasio en busca de Von
Bremen. La información recayó sobre el sheriff que está involucrado con
Lou y prueba el tráfico sexual.
Se deben tomar medidas de seguridad. Por supuesto, estas
medidas deberán tomarse en secreto ya que la Comandante no aceptará
con amabilidad nuestra intromisión en su vida.
La casa se encuentra en silencio ya que los muchachos han ido de
voluntarios a la Asociación de Veteranos, la mayoría se fueron antes del
amanecer. Solo Lawson y Vic se quedaron atrás. Es demasiado pronto
para darle a Lawson vía libre de nuevo. Sí, mantendremos su trasero aquí
por ahora, en caso de que decida buscar a Lou por su cuenta. No importa
si lo decide pero sí el cuándo.
Vic no se encuentra tanto en riesgo de fuga como Lawson, pero
tiene problemas para estar cerca de los niños. Y los niños andan por
todas partes en la pequeña ciudad de Madison. Vic perdió a su hijo hace
unos años y no ha sido capaz de superar el dolor que le provocó. Entiendo
más que nadie cómo se siente eso. La culpa de que tú hayas sobrevivido
y ellos no. Destruye a una persona.
La música resuena detrás de la puerta del gimnasio. ¿Qué
demonios está escuchando Theo? Su gusto musical es una completa
basura. Cada vez que capto un poco de lo que suena a través de sus
auriculares, me decepciono. Para ser un jugador profesional, esperaría
que escuchara rock o rap. Demonios, incluso algo de Queen sería
suficiente. Cualquier cosa para inspirar una victoria. Pero no, Theo
escucha blues rock para llorar y chillar. Es molesto.
Sin inmutarme por los sonidos desagradables, empujo la puerta y
me congelo. En un estiramiento, el centro de la espalda de Anniston se
balancea en las plantas de los pies de Theo. Él se encuentra de espaldas,
con las piernas flexionadas mientras se mantiene quieto, lo que le permite
a Anniston alcanzar sus brazos extendidos. Tienen los ojos cerrados
mientras mueven sus cuerpos en sincronía con la música. Es una vista
increíble, incluso podría llamarla hermosa.
El bajo pesado de la guitarra aumenta el ritmo, y Anniston y Theo
se doblegan como si estuvieran haciendo un baile secreto. Ella le agarra
las muñecas mientras él impulsa su cuerpo sobre el suyo, permitiéndole
voltearse sobre él, descansando sobre sus rodillas con la cabeza inclinada
sobre la suya.
Theo le agarra el cabello rebelde que cae de su moño, haciéndolo
rodar entre sus dedos. Y cuando ella le pasa las manos a lo largo de sus
mejillas, acariciando la barba de un día, él le sujeta la parte posterior de
la cabeza, sus abdominales se flexionan con el movimiento y tira de ella
hacia abajo. Ella no pelea, acercándose más a su rostro cuando la punta
de su nariz roza la suya. Ella cierra los ojos, él no. Theo elimina el espacio
entre ellos, inclinando la cabeza para capturarle la boca en un beso
afectuoso. No es su habitual beso de esta chica-es-mía, sino uno real.
284
Uno que muestra claramente que su amor por ella es más profundo de lo
que deja ver. Anniston hace un ruido suave que resuena como un
zumbido de satisfacción.
La escena es tan íntima que me siento como un enfermo escondido
en los arbustos. Uno pensaría que el sentido común se activaría y me
haría salir, pero el sentido común todavía debe estar en la cama porque
permanezco firme con mi boca abierta.
Con un último beso en el interior de su brazo, Theo empuja a
Anniston hacia abajo, se apoya en su hombro y le muerde los brazos y el
costado. Ella chilla, tratando de alejarse de su ataque amoroso y
juguetón.
Ahora parece ser un buen momento para hacer conocer mi
intrusión. Me aclaro la garganta. Es incómodo y sale entre una tos y una
arcada.
Theo levanta la cabeza en mi dirección y sonríe desde el piso.
—Ya era hora. Me preguntaba si planeabas quedarte para la ducha.
Este idiota.
Con pies de plomo y una sonrisa de buenos días de parte de la
Comandante, avanzo y me aclaro la garganta una vez más.
—Sí, bueno, siento decepcionarte. Sé que amas tener una
audiencia, pero tengo asuntos urgentes que discutir contigo.
Abre grande los ojos ante mi tono. Entiende el significado
subyacente en mi brusco comentario. Con otro beso en la frente de
Anniston, la empuja hacia la colchoneta.
—Cade requiere de mi experiencia. —Me lanza una mirada
engreída—. Sabes que no puede atarse los cordones sin ayuda.
Quiero matarlo. Cada. Día. Señor, dame fuerzas.
—Volveré para el entrenamiento de fuerza —promete mientras se
pone de pie. Anniston intenta ocultar su risa en la colchoneta y falla, su
risa ronca reverbera en el gimnasio.
Una sonrisa tira de mis labios pero no la muestro del todo.
Permanezco estoico e irritado, así puedo pasar estos próximos minutos
con el dolor en el culo.
Cuando Theo llega a mi lado, gruño como un animal loco para
transmitir mis sentimientos acerca de sus comentarios idiotas. ¿Cómo es
posible que sea la única persona que logra sacarme? Por el amor de Dios,
he dirigido a cientos de hombres en condiciones horribles. A veces,
éramos solo nosotros durante semanas. Y en ningún momento pensé:
odio a este hijo de puta y espero que un francotirador le dé. Pero Theo
prueba mi religión cada maldito día. Rezo pidiendo paciencia. Hasta el
momento, todavía está vivo, por lo que las oraciones han sido efectivas.
Lo empujo contra la jamba de la puerta tan pronto como nos
285
encontramos fuera de la vista de la Comandante. Solo lo hace reír.
Afuera, en donde los oídos perspicaces de Anniston no están escuchando,
hago una pregunta de la que definitivamente me arrepentiré:
—¿Qué es lo que hacías allí?
Theo frunce el ceño como diciendo "voy a disfrutar explicándotelo".
—Tienes curiosidad, ¿verdad?
No importa. No vale la pena escuchar su boca. Comienzo a alejarme
antes de golpearlo.
Su risa me sigue mientras trota para alcanzarme.
—Era yoga. —Se encoge de hombros, como si no fuera gran cosa
que un hombre haga yoga.
Supongo que no es así. Escuché que cada vez es más popular entre
los hombres. Hayes va a una clase de vez en cuando, pero pensé que era
para ver la forma del perro de un joven bombón que conoció.
Continúo el ritmo, sin mirarlo directamente.
—Nunca antes había visto el yoga de esa forma. Parecía uno de
esos espectáculos de Cirque de Soleil que vi en Las Vegas una vez.
Frunce los labios, pensativo.
—Supongo, pero es solo yoga de pareja para nosotros. El yoga es
recomendado para los atletas. Y Anniston realmente lo disfruta. Es algo
que hemos hecho durante años.
Así parece.
—Entonces, ¿cuáles son las noticias? ¿El detective privado
encontró algo sobre Lou y nuestro buen sheriff de Madison?
Claro. El sheriff. Lou, también conocido como un hombre muerto
que puso un cuchillo en la garganta de Anniston y amenazó con
llevársela.
Mi columna vertebral se endereza en una postura defensiva.
—Por lo que él puede decir, la afirmación de Lawson de que el
sheriff es corrupto, es exacta. No ha encontrado mucho ya que el sheriff
parece estar cubriendo sus huellas bastante bien.
—Parece que tienes un detective privado malo, Jameson.
La sangre me golpea en los oídos cuando hago un alto para
detenerme, dando vuelta hacia Theo.
—No comiences tan de mañana. Si crees que puedes ser mejor para
encontrar inteligencia en este idiota, entonces, por favor, adelante. De lo
contrario, ¡cierra la boca!
Theo esboza una sonrisa antes de buscar en el bolsillo de su
pantalón corto y meterse un chicle en la boca.
—Alguien está enojado.
286
No lo golpees, Cade. Anniston se molestará mucho. Todavía lo está
mimando por su cirugía de apéndice.
Inhalando una respiración profunda, empiezo a caminar de nuevo.
—Ayer había una nota en nuestro buzón.
Theo se pone adelante, su rostro de repente serio.
—¿Qué decía?
Hago una pausa. No estoy seguro de si quiero decírselo. Se pondrá
como loco. Yo lo hice. Mierda, todos lo hicimos, pero mantuvimos a
Anniston a oscuras. No queríamos asustarla.
—Bueno, no era una nota exactamente…
—¡Jameson!
—Cálmate maldita sea. Lo digo en serio, Theo. Lo que voy a decirte
definitivamente te va a molestar, pero necesito que actúes con
normalidad, especialmente con Anniston, hasta que lleguemos al fondo
del asunto.
Su forma de masticar casi podría calificarse como violenta.
—De acuerdo. Dime. Estoy calmado.
No es así, el movimiento constante de su mano mientras comienza
a caminar frente a mí lo delata. Pero necesita saberlo.
—Era una imagen de Anniston tomando el sol junto al estanque,
justo antes del Juego de las Estrellas.
Fiel a su palabra, Theo permanece tranquilo. No habla, ni siquiera
me mira. Si no fuera por las respiraciones agitadas y el constante tic de
su mandíbula, pensaría que no me escuchó.
Bajo la luz del sol, en el que pensé que era el lugar más seguro de
la Tierra, Theo y yo miramos a través de los campos abiertos de heno,
nuestros ojos aterrizando en el codiciado punto de referencia. El
estanque. Lou logró abrir una brecha en nuestra base. Está haciendo
hincapié en que puede llegar a ella sin problemas. Sabe que llevándosela
nos liquidará de una vez por todas.
La preocupación se asienta sobre nosotros como un manto de
desesperación. Finalmente, Theo tira de su cabello, ya no puede retenerlo
y deja escapar un suspiro de frustración. Lo miro, preparado para un
comentario sobre cómo permito que esto suceda, pero en cambio, sus
ojos se clavan en los míos, su expresión dura y seria.
—¿Cómo matamos a este idiota?
Bueno, estaré condenado. ¡Ahora estamos hablando! Nos alejamos
un poco más de la casa, hacia el estanque.
—Tengo un viejo amigo en el FBI al que intento contactar. Es ex
militar, servimos juntos cuando me alisté por primera vez. No he hablado
287
con él en años, pero si pudiera conseguir a algunos tipos que estén sobre
el caso, podrían atrapar a este hijo de puta y sacar a Nicole. Podríamos
dejar de rastrear a Lou y dejar que el FBI tome el control. Todo lo que
tendríamos que hacer es mantener a Anniston a salvo hasta entonces.
Theo asiente, entrecierra los ojos y comienza a tronarse los
nudillos.
—¿Qué hay de Lawson? ¿Crees que aceptará este plan?
No. Pero no se lo digo a Theo. Solo Dios sabe lo que le puede hacer
a Lawson en defensa de Anniston. En cambio, digo:
—Lo convenceré.
—¿Cuál es tu plan para mantener a Ans a salvo? —Se lleva los
dedos al labio mientras comienza a rebotar en las puntas de sus pies.
—¿Quieres correr? —le pregunto, sin señalar que está a segundos
de salirse de sus zapatos. Me he vuelto mejor al leer su TDAH. Anniston
dice que comenzará a inquietarse antes de ponerse más ansioso. Lo
último que necesitamos hoy es explicarle por qué está tan ansioso.
Theo reflexiona sobre mi pregunta un minuto antes de darme un
brusco levantamiento de mentón.
—Sí. Una carrera me vendría bien.
Comienzo a correr lento, lo que permite a Theo dictar el ritmo.
Debería haber sabido que tendría que ir a toda máquina. Lucho por
mantener el ritmo mientras se apresura detrás del granero, corriendo
como si el mismo diablo estuviera detrás de él. Retrocedo, es evidente que
su resistencia cardiovascular es mucho más avanzada que la mía. Dará
la vuelta una vez que se haya cansado.
Como lo predije, diez minutos más tarde, enrojecido y vestido solo
con sus pantalones cortos, regresa hacia mí con una expresión sombría.
—¿Estás bien? —Intento no darle mucha importancia. Todos
tenemos demonios y sé de primera mano lo vergonzoso que se siente que
alguien, especialmente una amenaza, lo presencie.
Exhala un aliento tembloroso.
—Sí. Estoy bien.
Con una palmada sobre su hombro, comenzamos a caminar de
nuevo.
Lo retomo justo donde lo dejamos.
—Le pedí a Hayes que instalara cámaras de seguridad alrededor
del perímetro y dentro de la casa. Nadie llegará a ella aquí. Nunca más.
—¿Y si regresa por aquí tomando fotos de mierda o algo peor? —
pregunta, entrecerrando los ojos con preocupación.
—Bueno, entonces defenderemos nuestra casa. Por lo menos
estaremos mejor preparados y más vigilantes sobre la seguridad ahora
288
que sabemos que él sabe dónde vivimos y nos está mirando.
Por su expresión, Theo está de acuerdo, pero es evidente que la
preocupación todavía nubla todos sus pensamientos. El mío también,
pero tenemos que ser inteligentes al respecto. Lou no es un idiota, y con
el sheriff en el bolsillo, me preocupa que nos pueda causar problemas.
Especialmente porque Hayes ya tiene antecedentes penales.
—Trata de no preocuparte. Nunca dejaré que nada le pase a ella.
—Mi promesa no hace nada para evitar que se muerda los labios, pero es
cierta. Nunca dejaré que Lou se acerque a ella de nuevo. Eso es un
maldito hecho.
—¿Qué pasa si envío a Thor para aumentar la vigilancia?
Ya estoy negando antes de que Theo pueda terminar su frase.
—Solo se interpondrá en el camino. Los chicos y yo podemos
protegerla. Una vez que pueda encontrar a mi hombre y que el FBI se
involucre, entonces no pasará mucho tiempo antes de que puedan
derrotar a Lou. —Dejo escapar un frustrado suspiro al tener que
convencer a Theo de este plan, pero también a Lawson. Me pongo en
cuclillas, me duelen las malditas piernas por todo lo que he estado
haciendo últimamente. Theo no es el único que ha estado preocupado.
Los destellos de una Comandante ensangrentada se burlan de mí
mientras trato de concentrarme en una estrategia que funcione para
todos nosotros. Conociendo a Theo, fingirá una lesión de algún tipo y se
quedará aquí, lo que alarmará a Ans. Tengo que pensar en una forma de
mantenerlo contento con su seguridad y que siga trabajando.
—La llevaré conmigo —dice, ya asintiendo en señal de aprobación.
Elevo las cejas.
—¿Contigo adónde?
—De regreso a Washington. Regresaré el viernes. Podemos
quedarnos el fin de semana, darles tiempo para alertar al FBI y matar a
este hijo de puta. El dinero puede comprar silencio y ácido para
deshacerse de los restos. Solo envíame un mensaje de texto con “la polla
ha caído” y sabré que debo avisarle a mi chico que necesitamos
materiales de experimentos científicos para el hospital. —Me hace un
guiño que no estoy tan seguro de que sea una broma.
—A veces, Theo, me asustas.
Sonríe, completamente orgulloso de tener habilidades que puedan
contribuir al asesinato de Lou si nos inclinamos por él mientras lanza un
juego perfecto durante el fin de semana. El comentario es tan loco que no
puedo hacer otra cosa que pestañear mientras él se ríe, y se mete otra
goma de mascar en la boca.
—Entonces, ¿qué has dicho? ¿Estás de acuerdo con que la lleve a
Washington?
Por mucho que me gustaría discutir y mantenerla conmigo, creo
289
que tiene razón. Estará más segura con él en Washington.
—¿Thor estará allí para cuidarla cuando estés en el campo?
Asiente, sin prestar más atención. Supongo que no hay nada más
para discutir. Tenemos un plan. Él la mantendrá a salvo y nos pondremos
en contacto con el FBI y... bueno, no sé qué haremos después de eso.
Asesinar a Lou parece una idea sólida, pero dormiré y veré cómo me
siento mañana. Bromeo. Más o menos.
—Bien —estoy de acuerdo, dando un paso atrás—. Voy a regresar
a la casa. Tengo que elegir un hueso con Anniston para esta mierda del
perro. ¿Cómo exactamente lograron conseguirlo, de nuevo?
Theo retrocede con una sonrisa traviesa.
—Tengo que irme, Mayor Idiota, necesito estar listo para mi juego.
Sale corriendo con una risa mientras lucho contra el impulso de ir
tras él.
Un buen golpe. Eso es todo lo que tomaría.

***

La casa está llena de ruido cuando regreso.


—Siéntate, Killer. ¡Buena, chica! —Anniston y Mason están
sentados al estilo indio sobre la alfombra, Killer preparada frente a ellos.
Anniston está dando las órdenes—. Ahora, ladra.
Inmediatamente, suenan ladridos feroces.
—¡Buena niña!
Tomo asiento en el sillón reclinable cercano, mirando con asombro
mientras ella da órdenes a otro ser en esta casa.
—¡Comandante! —Hayes baja las escaleras de dos en dos, la
emoción en sus ojos—. Comandante, necesito el auto.
Anniston y yo lo miramos con desconfianza. La última vez que usó
el auto, encontramos semen en los asientos. Sí, has leído correctamente.
Semen. El idiota estaba restregando esa mierda con su cepillo de dientes.
—¿Para qué, sargento Hayes? —Anniston rasca detrás de las orejas
a Killer mientras espera una respuesta.
—Uh... —Hayes me mira y cuando ve que yo también soy receloso,
se da vuelta y nivela a Anniston con una expresión seria—. Es esa época
del mes, señora.
Oh, por el amor de Dios.
—Ataque —ordena ella en voz alta.
Antes de que pueda entender lo que está pasando, Killer se lanza
hacia Hayes, tirándolo al suelo. Gruñe, levantando los brazos para
protegerse la cara.
290
—Ven aquí. —Killer lo libera inmediatamente a las órdenes de
Mason.
—Es increíble, ¿no? —Miro a Anniston y me doy cuenta de que me
está hablando.
—¿Has perdido la cabeza? ¡Podría haberlo matado! —Estoy de pie
y al lado de Hayes, ayudándolo a levantarse del piso.
Anniston y Mason comienzan a reír. Ruidosamente.
—No seas un aguafiestas, Cade. No hubiera dejado que lo mordiera
—bromea, frunciendo el ceño ante mi seriedad en la situación.
Miro a Hayes, su rostro está pálido.
—¿Estás bien?
Él asiente y luego sonríe.
—¿Esto significa que puedo usar el auto?
Alejo a Hayes con un empujón, molesto con todo este espectáculo
de mierda. Anniston está limpiando los restos de lágrimas de su festival
de risas.
—Puede, sargento, pero si encuentro más fluidos corporales en mi
cuero, estará encadenado a su cama y no en el buen sentido. Las llaves
están sobre la mesa.
Él sale corriendo sin decir una palabra más.
Recupero mi lugar en la silla, mirando a Anniston.
—Relájate, gran bebé. Theo y yo lo practicamos con ella la última
noche. ¿No es así, buena chica? —La perra le lame la cara mientras alaba
a Killer por atacar a alguien en la casa.
Mi estómago gruñe mientras veo esta pequeña casa de los horrores.
Por supuesto, Theo y Anniston entrenaron a la perra para atacar. ¿Y
quién hubiera pensado que a Anniston le gustaría tener perros?
—¿Tienes hambre? —Siempre se preocupa porque coma.
—Haré algo en un minuto —le digo, viendo a Mason frotando el
vientre de Killer.
Ella se pone de pie, quitando el pelo del perro de sus pantalones
cortos.
—Entiendo. ¿Qué deseas? ¿Emparedado?
Asiento, aceptando gentilmente su oferta. No quiero discutir con
ella porque le gusta sentirse necesitada. Cuando se encuentra fuera de
la vista, recurro a Mason.
—Entonces, ¿le contaste sobre la perra? 291
Él asiente, una pequeña sonrisa se asoma mientras acaricia la
suave piel de Killer sobre su vientre. Mason siempre ha sido el más
reservado del grupo. Mi suposición es que él tiene más demonios que
todos nosotros, pero los mantiene encerrados, solo permitiéndonos
vislumbrar su ser anterior. Ha tardado en acostumbrarse a Ans y a toda
esta situación, pero con la mirada satisfecha en su rostro, apuesto a que
Ans se lo ha ganado oficialmente. Aunque, robar un perro no hubiera
sido el método que hubiera sugerido para hacerlo.
—¿Le dijiste a Theo sobre la foto? —susurra Mason.
Asiento en confirmación, no queriendo que Anniston escuche
nuestra conversación desde la cocina.
—Nunca volverá a acercarse tanto a ella —digo distraídamente,
acariciando el suave pelaje de Killer.
—De acuerdo —agrega. Y por una vez, Mason muestra que él es
parte de esta familia, acercando su puño en un acto de solidaridad.
Lo choco con fuerza contra el mío.
—Oohrah.
Theo
COMPLÁCEME
Traducido por astrea75
& Yira Patri

Llevé a Anniston a Washington, como Cade y yo acordamos, dando


la misma excusa. Mi recuperación post-operatoria. Sin ningún tipo de
comentarios negativos, ella vino, verdaderamente creyendo que
necesitaba cuidado extra. Cualquier cosa que la suba a un avión y la aleje
de ese jodido psicópata.
Tres semanas quedan en la temporada regular con mi equipo a dos
juegos de liderar la División Este de la Liga Nacional. Inserte la bomba de
292
puño aquí. A pesar de que estoy más que listo para ganar esta temporada
y regresar a Georgia, me encantaría ir a los playoffs de postemporada. No
es que esté suplicando que lo agreguen a mi currículum, sino porque no
sé cuándo o si este será mi último año jugando. Si es así, quiero salir con
una explosión. Ganar la Serie Mundial me daría ese sentido final de logro
antes de retirarme de la MLB.
Pero si Michaels tiene algo que decir sobre cómo anduvo hoy,
veremos a los Marlins subir a la cima, dejándonos probar la suciedad de
sus tacos durante semanas. Jodido Michaels y sus mentiras detrás del
plato. Ese hijo de puta soltó varios golpes y provocó los lanzamientos más
asquerosos que he presenciado en todos mis años de béisbol. Su nivel de
atrapada fue un poco de AA, no cómo debería estar jugando un jugador
de las Grandes Ligas. Estúpido.
Las fantasías de Michaels rascándose inútilmente mientras una
furiosa enfermedad de transmisión sexual se propaga a gran velocidad
sobre sus bolas, alegra mi expresión gruñona mientras el agua hirviendo
de la ducha me masajea los hombros doloridos y llenos de tensión. Se
siente tan jodidamente bien. Siendo realista, debería estar en un baño
helado, evitando la inflamación inevitable debido a los cien lanzamientos
que hice hoy, pero no podía obligarme a soportar la tortura. No me
importa qué milagroso poder curativo tengan, están jodidamente fríos y
cuando he tenido un juego jodidamente largo todo lo que quiero hacer es
ducharme e irme a casa donde puedo sentarme en el sofá con Ans y el
televisor y pretender odiar sus estúpidos concursos de canto. Cuando
presentan las historias lacrimógenas de los concursantes, sus ojos se
llenan de lágrimas mientras trata de amortiguar sus inhalaciones en los
cojines. Es una de las únicas veces que muestra vulnerabilidad. Es
adorablemente lindo.
—Vamos, Theo. —La voz de Anniston resuena en el baño—. Estoy
lista para irme a casa y aún necesitamos ponerte hielo en el hombro.
La escucho, realmente lo hago, pero me quedo en silencio con la
esperanza de atraerla para un rápido alivio de tensión en la ducha de los
jugadores. Alejando mi cabeza de la corriente directa de agua, escucho
cualquier ruido que indique su llegada. Nada. Le doy un minuto antes de
apagar el agua con el ceño fruncido. Tanto para mi gran idea.
Antes de que pueda asegurar una toalla alrededor de mi cintura, el
sonido de un crujido resuena en toda la cabina de la ducha y un aguijón
rápido estalla en la piel de mis nalgas. Sorprendido, me giro, listo para
aplastar a mi enemigo, cuando veo a Anniston sonriendo enrollando una
toalla con un brillo malvado en sus ojos. Tiene el cabello suelto, ondulado
por estar atado tanto tiempo. Se cambió a su aspecto clásico de mallas y
una de mis camisetas promocionales. Se parece a mi animadora
personal.
—¡Esa maldita picadura, Ans! —la regaño, intentando poner una
expresión seria, pero por el frunce de sus labios, no me cree. Joder. Me
río y me froto el ardor en mi trasero.
Su risa ronca es todo lo que se necesita para hacerme olvidar mi
293
terrible juego. Me llama moviendo un dedo.
—Ven aquí, Von Bremen. —Su voz es sensual, sus ojos son
traviesos, pero la sonrisa que resplandece en sus mejillas es... mía. Esa
sonrisa es mía. Solo está reservada para mí—. Déjame besarlo mejor.
Su tentadora promesa es la única razón por la que avanzan mis
pies. Todavía estoy un poco molesto por ese golpe con la toalla.
—¿Quieres besarme el culo? Eso es un cambio de ritmo para ti,
Ans —la provoco con una sonrisa coqueta mientras suelta la toalla,
manteniéndola abierta. Desliza la mirada mi cuerpo desnudo, evaluando,
calculando. Me pone ansioso, pero espero estoicamente mientras se
arrodilla detrás de mí, deslizando las manos sobre mis muslos
resbaladizos hasta que se me tensan los músculos. Con un ligero toque
de sus labios, le da un beso fresco a mi ardiente mejilla.
—¿Me perdonas? —Su pregunta queda suspendida en el aire sin
respuesta cuando comienza a rodear mis caderas con la toalla.
Se me atascan las palabras en la garganta y ninguna cantidad de
aclaración ayuda.
Se ríe de mi aparente angustia y me jala hacia adelante por el paño
anudado que tiene entre sus manos.
—¿Qué tal si asientes porque pareces incapaz de hablar?
Sabelotodo.
Sin embargo, juego su pequeño juego y dejo que me lleve de las
duchas a los vestuarios abiertos llenos de uniformes y equipo de
jugadores.
Me empuja contra el metal helado de los casilleros con su peso
corporal. El contacto del frío contra mi piel caliente me deja sin aliento.
Con manos suaves y delicadas me acaricia la mandíbula antes de separar
esos labios carnosos sobre los míos, provocándome con la tibieza de su
aliento.
—No juegues —refunfuño, rodeándole la cintura con una mano
para mantenerla quieta. Un hombre solo puede tomar algo. Sus ojos
bailan con malicia, mientras se presiona más, pecho contra pecho. Lo
único que sería mejor es si fuera pezón contra pezón. Oh, sí, tiene que
quitarse la camiseta. Le doy un pequeño tirón—. Quítate esto.
Chasquea, agarrando mi mano, asegurándola contra el casillero.
Estoy a punto de tirarla al suelo de cemento y divertirme cuando aplasta
los labios contra los míos. Introduce la lengua por la abertura que le doy,
el sabor a canela de su goma de mascar me reconforta. Nuestros labios y
lenguas se mueven, lento pero rápido. Firme pero suave. Dulce pero
voraz. El calor hormiguea a través de mis brazos, escalofríos erupcionan
a lo largo de la base de mi cuello. Perdido en el éxtasis de Anniston,
apenas registro la correa deslizada sobre mi cabeza. Está moviéndome el
brazo para ubicarlo junto al otro antes de que el sentido y la realidad
entren en acción.
294
—¿Qué estás haciendo? —pregunto, sin aliento, mi cerebro todavía
está esforzándose en despejar la niebla.
Anniston sonríe y me toma la otra mano, deslizándola hacia lo que
me doy cuenta es el arnés de un receptor.
—Lamento interrumpirte, cariño, pero soy un lanzador. —Mi broma
no hace nada para impedir su misión. Pasa las correas, asegurándome
en el arnés, aunque hacia atrás—. Sabes que va para el otro lado,
¿verdad?
Sin duda, lo sabe. Quiero decir, ha estado en el béisbol el tiempo
suficiente para saber cómo se pone el arnés de un receptor.
Su respuesta es un empujón hacia los casilleros. Esa tez bronceada
e impecable se mueve tan cerca que puedo oler el champú de romero en
su cabello.
Me roza la oreja con la nariz.
—Compláceme.
El susurro rasposo va directamente a mi pene, haciéndolo saltar
en anticipación de su próximo movimiento.
Retrocede y me mira de una forma que dice, confía en mí, vas a
disfrutarlo.
Abro los brazos, permitiendo que su completo dominio me restrinja
hasta que su pequeño corazón esté contento.
—Haz lo peor.
Debe gustarle esa respuesta porque la sonrisa llega hasta sus
hoyuelos. Un clic hace que mi atención se centre en sus manos y me doy
cuenta de que ha colgado el arnés en la puerta del casillero.
—Necesitarás ayuda para mantenerte en pie para esto —bromea
mientras sujeta el otro lado.
El arnés no está apretado, pero sin duda es restrictivo. Mentiría si
dijera que no tengo curiosidad por lo que tiene en mente.
Inspecciona su trabajo, tirando las sujeciones, revisa la movilidad
de mis brazos. Aparentemente satisfecha, me agarra el rostro, no lo
suficiente como para herirme, pero sí para transmitir quién está
dirigiendo este pequeño espectáculo de fenómenos.
—Mantén tus manos aquí —instruye, colocando mis manos en las
correas del arnés—. No me quites los ojos de encima, Teddy.
Trago con anticipación mientras se pone de rodillas, abriendo poco
a poco la toalla que me cubre. Su toque suave es insoportable. Estoy
atado y completamente a su merced. Apesta y no. Literal y
figurativamente.
Desliza las yemas de sus dedos a lo largo de mis muslos, cada toque
se acerca al dulce punto entre mis piernas. Con un tirón firme, me agarra
295
el trasero, ubicándome frente a su rostro.
—Mírame —exige mientras pasa la lengua, saboreándome.
Mi pene se sacude en su mano, pero ella lo agarra con fuerza,
dándome un par de estocadas para calmarme. Un gemido se me escapa
inesperadamente cuando afianza su agarre, deslizando mi longitud
endurecida más allá de sus dientes. Se me debilitan las rodillas al ver sus
mechones rubios cubriéndome los muslos mientras me envuelve la polla
con la boca en un baño caliente. Balancea la cabeza, me agarra tan fuerte
con la boca que estoy seguro de que estoy a segundos de correrme en su
garganta. Algo sobre verla de rodillas llevándome tan agresivamente me
hace perderlo por completo y no de una manera orgullosa. Me
enorgullezco de no ser un hombre de un minuto y Ans aquí con un par
de succiones está matando mi reputación.
—No cierres esos ojos —exige entre tirones de su boca.
Desde una nube de la mejor lujuria, consigo decir:
—Ni hablar.
Mueve la lengua alrededor del borde sensible de mi punta
hinchada, aplicando la presión más increíble. Intento empujarme más en
esa dulce boca y hacer que me lleve lo más profundo que pueda, pero
entre el maldito arnés y su fuerte agarre en mi culo, estoy firmemente
plantado contra los casilleros.
—No me dejes así —suplico sin aliento. En serio, ¿cuánto tiempo
me va a torturar?
Esos ojos cristalinos parpadean hacia mí, llenos de falsa inocencia,
antes de sonreír diabólicamente. Mueve la mano desde mi culo hasta la
base de mis bolas y aplica el tipo de presión en ese pequeño espacio
perfecto que puede hacer que un hombre adulto se arrodille.
—Estoy por correrme —gruño—, justa advertencia. —En serio,
estoy a punto de correrme como un aficionado y, por cierto, frunce los
labios alrededor de la vena pulsante, chupando como si fuera el postre
más divino que alguna vez ha estado en su boca... sí, estoy por descender
por su garganta.
Su ritmo aumenta, la succión es demasiado cuando me agarra las
bolas en una suave caricia. Me corro con un rugido, incapaz de
contenerme más. Jugar con mis bolas lo hace todo el tiempo. Mi
liberación, como una explosión, me destroza. Son ardientes y cremosos
chorros que cubren la boca pecaminosamente inteligente de Anniston.
Traga, su garganta me trabaja maravillosamente hasta que me relajo. Me
desplomo, solo las correas del arnés me mantienen erguido, tal como ella
predijo. Hace un ruido con los labios mientras me suelta con una sonrisa
satisfecha.
Se mueve con gracia hacia el armario abierto a mi lado, y con un
guiño, toma un suspensorio del estante superior. Hago una mueca de
disgusto. Dios solo sabe de quién es. Creo que es de Brody o de Michaels,
pero no puedo leer las placas debido a la forma en que estoy atado.
296
Saca un rollo de cinta de su bolso que se encuentra tirado en el
piso.
—Cinta de doble cara —confirma mientras comienza a alinear el
interior de la copa. Debo parecer confundido como la mierda porque me
hace callar con un dedo sobre mis labios antes de que pueda hacer una
pregunta.
Bien, me quedaré aquí, completamente desnudo, restringido a un
casillero en mi lugar de trabajo. Ya sabes, un día más en la vida de Theo
y Ans. Tengo que reconocerle a la chica, sin embargo, que es creativa.
Cuando termina de forrar el interior de la copa, desliza el
suspensorio de nuevo en el estante superior y se gira hacia mí con una
sonrisa de come mierda.
—Te sacaremos el arnés de Michaels, ¿sí?
Pongo una expresión de tristeza.
—¿No lo hiciste? —¿Me retuvo con el equipo de Michaels? Eso es
bajo, incluso para ella.
Su sonrisa es contagiosa mientras me ayuda a quitar los brazos de
las correas. Cuando se aparta, revelando marcas de sudor, y lo cuelga en
el mismo casillero que la correa de jockey adhesiva, me doblo de risa. ¡Es
el casillero de Michaels!
—Eres una reina. —Me inclino entre carcajadas.
Hace una reverencia y me besa en los labios.
—Apuesto a que no volverá a joder con tus estadísticas.
Esta. Chica. Está. Hecha. Para. Mí.
La abrazo y nos balanceo.
—Voy a follarte hasta el cansancio —le prometo mientras giramos
en medio del vestuario.
Se ríe de mi amenaza.
—Venga. Puedes hacérmelo en el auto. Salgamos de aquí antes de
que nos atrapen.
Me da una palmada en el culo antes de arrojarme la ropa. Me visto
rápido, me muero por irme y disfrutar un tiempo de calidad muy
merecido con Ans.
—¿Cena? —pregunto mientras caminamos por el estacionamiento
en busca de mi auto.
—Por supuesto. ¿Mexicana?

***

Tenemos un plato con una deliciosa salsa. La música española


297
parece bulliciosa dentro del pequeño restaurante. Nunca he estado aquí
antes. Brody me lo mencionó y estaba esperando que Anniston estuviera
de visita antes de intentarlo.
Me encanta cuando la salsa está cargada de cilantro, a Anniston
no tanto, pero no la ha refrenado ni un poco mientras habla
animadamente sobre los chicos. No le estoy prestando mucha atención.
Estoy concentrado en cómo se le forma ese pequeño hoyuelo cuando
quiere sonreír, pero lo retiene. Y el modo en que un mechón de cabello
no permanece detrás de su oreja.
—Theo, ¿me estás escuchando?
Quito mis ojos de su boca mientras lame su labio superior quitando
la sal de su margarita de limón.
—Sí, estabas diciendo que Cade es molesto, como siempre. Hayes
se está revolcando con todas las mujeres del sur de Atlanta, y Vic, Mason
y Tim aún se encuentran pegados a la cadera como maricas. —Muevo mi
papa hacia su expresión divertida—. Excepto que lo dijiste con un
montón de palabras ridículas mezcladas.
Me arroja una papa y fácilmente la atrapo con la boca. Soy un
jugador de béisbol por el amor de Dios, ¿pensaste que erraría?
—Eres un asno —dice, pero sus palabras no son mordaces. Le
gusta que sea así.
—¿Un buen pedazo de culo, querrás decir?
Sus rizos rebotan con el gesto exasperado de su cabeza.
—Entonces, un pequeño pajarito me dijo que has estado diciendo
que querías retirarte del béisbol. ¿Es cierto? ¿Quieres renunciar?
Joder con Thad. Qué lameculo. Apuesto a que no podía esperar
para correr y contarle que quiero renunciar. Desmenuzo la papa en mi
mano en pedazos pequeños, encontrando el movimiento apropiado para
esta conversación.
Despedazar.
Nunca es bueno cuando lo menciono. Voy por el humor en lugar
de la conversación seria que sé que estamos obligados a tener.
—Creo que deberías recomendarle a Thad que vea a uno de tus
amigos psicólogos. Su mentira se está yendo de las manos. Escuché que,
por lo general, significa que tienes problemas muy arraigados.
Su ceño fruncido indica que no está para jodas. No está de humor
para bromas. Bien
—Tal vez. Es solo un pensamiento. Al estar yo en Washington todo
el tiempo y tú en Madison, nunca nos vemos. Podría encontrar un
trabajo. ¿Ser un entrenador para una de las escuelas locales?
Anniston no me responde de inmediato. Toma un sorbo largo de su
bebida, volviendo a colocarla suavemente.
—¿Es eso lo que quieres? ¿Entrenar a un equipo de béisbol sin
298
nombre para nuestra pequeña ciudad?
Tiene razón. No estaría feliz de entrenar a algunos mocosos llorones
que piensan que su mierda no apesta, no es que yo fuera de esa manera
ni nada. Pero tampoco estoy contento de viajar con la MLB. Quiero pasar
mis noches en el sofá enredado con Anniston, discutiendo sobre de quién
es el día para tener el control remoto. Quiero echarme un pedo bajo las
sábanas y abrazarla para que no pueda escapar del olor. Quiero darle a
Cade el infierno hasta que explote y golpee algo. Quiero disparar la
mierda con Hayes y gritarle al culo de Mason en Call of Duty. Lo más
importante es que quiero estar en casa. Con ella y esta familia loca que
ha construido para nosotros.
—No lo sé. Necesito descubrir algo. Estoy cansado de pasar las
noches en la habitación de un hotel, viviendo fuera de casa, mirando el
cable malo en un televisor de veintiséis pulgadas. Quiero quedarme en
casa, en mi propia cama. —Ella y yo sabemos que no me refiero a mi
ático.
—Vuelves a casa más seguido que el resto de los jugadores de tu
equipo.
Espero que ella pueda ver que no doy ni dos mierdas sobre lo que
“el resto de jugadores" pueden hacer.
Quiero volver a casa.
Fin de la historia.
Estoy cansado de jugar para los Nacionales. Tenía ofertas, pero los
Nacionales no cedieron. De ninguna manera renunciarán a mi efectividad
de 0.98. Si voy a dejar este club, tendré que comprar mi contrato. Los
millones que tendré que pagar serán un golpe, pero en este punto, estaría
dispuesto a hacer cualquier cosa.
—Anniston, no quiero pelear por esto. Sé que te encanta que
juegue, pero ya no quiero hacerlo.
Amplia los ojos con incredulidad.
—¿Es por eso que juegas? ¿Por mí?
Me encojo de hombros, metiendo otra papa en mi boca.
—No. No es la razón por la que juego. Me encanta el juego. Me
encanta ganar dinero jugando. Pero…
¿Cómo digo esto para que no suene como un cobarde?
—No es lo mismo sin ti allí. Pensé que siempre seríamos nosotros.
Bonnie y Clyde. Recorriendo el país con el juego. Pero luego, vinieron los
muchachos y todo lo que haces es ayudarlos. Lo que es algo bueno. No
digo que no deberías. Es solo que tenía un futuro planeado para nosotros
y ahora...
—Theo. —Anniston sale de su cabina, uniéndose a la mía. Toma
mi mano, quitando las migas, y la lleva a su mejilla—. Te amo. Siempre
serás mi prioridad número uno. Nunca hice esto para estar lejos de ti.
299
Solo necesitaba hacer algo por mí. Crear un futuro para mí, no significa
que planee dejarte afuera.
La acerco más a mí, ansioso por cerrar la brecha que he creado al
revelar este secreto. Entiendo por qué lo hizo. Y estoy feliz por ella.
Simplemente me siento excluido y quiero crear un futuro diferente.
—Yo también te amo. Eres mi niña. —Froto mi mano por su
espalda, inclino mi cabeza hacia su delicado hombro.
—Lo solucionaremos, Theo.
—Sí. Lo haremos. Pero mientras tanto, creo que la reducción del
pago de Thad sin duda ayudará a facilitar la transición de dimitir ¿Te
imaginas el dinero extra que podría ahorrar?
Los dos nos reímos, el humor aligera el tenso debate. El camarero
sale con fajitas humeantes, colocándolas frente a nosotros. Anniston me
mira, de vuelta a las fajitas, y luego al camarero.
—Creo que vamos a necesitar estos para llevar.
Frunzo el ceño.
—¿Lo hacemos?
Asiente, cada vez más confiada.
—Sí. Tenemos un avión que alcanzar.
Me estremezco al saber que tendré que llamar a Cade y decirle que
volveremos a casa temprano y que él tiene razón, soy un imbécil egoísta.
Aún más ahora, por ponerla de nuevo en peligro solo porque no puedo
soportar otra noche en Washington.

300
Cade
SOLO LLÁMAME DOCTOR JAMESON
Traducido por IsCris
& RRZOE

—Te estoy diciendo, es una epidemia. —Anniston se ríe al oír mi


pánico—. ¡El ébola30 está suelto en la casa!
Camino alrededor de mi habitación, mordiéndome los labios.
Estuve escondido aquí durante una hora tratando de decidir cuál es el
mejor curso de acción. La Comandante me dejó a cargo y realmente
quiero impresionarla manejando mis encargos con eficiencia pero... esto
es diferente.
301
La casa ha sido invadida por la gripe. Es malo. Es tan malo que si
veo otro rostro con expresión de vomitar, vomitaré junto a ellos. Y será
profundamente desagradable.
—Deja de ser una reina del drama, Mayor. —Anniston suspira en
el teléfono.
Sé que está agotada por la larga semana que soportó con Theo y el
equipo. Escuché que él la estaba molestando con su entrenamiento.
—Cade. En serio. ¿Qué tan malo es?
Camino hacia la ventana, apartando las cortinas para ver el amplio
patio trasero.
—No lo sé. Hayes llegó pálido a la tienda y, cuando le pregunté qué
le pasaba, estaba temblando, quejándose de que le dolían los huesos.
De hecho, todos estábamos buscando a Lawson. Lo encontramos
estacionado afuera de la casa del sheriff, haciendo una especie de
vigilancia. Entre los cincos tuvimos que traerlo a rastras. Estoy tan
enojado de que pudiese poner en peligro la vida de Anniston después de

30
Ébola: enfermedad que produce una fiebre hemorrágica viral de la misma categoría
que la fiebre de Marburg, la fiebre de Lassa y la fiebre del dengue. Es el patógeno
causante de la enfermedad del Ébola, una enfermedad infecciosa muy grave que afecta
a los seres humanos.
haberle dicho que podía contactar a mi amigo en el FBI. Están
investigando el caso y nos han instruido específicamente de que no nos
acerquemos. Grant, mi contacto, dijo que nos dejaría saber lo que
averiguara. Sacar a Nicole de forma segura es su principal preocupación.
¿Pero Lawson escucha? ¡Joder, no! Y después de esta noche, estoy a un
incidente más de encadenarlo en el establo. Sería por su propio bien. Y
el nuestro.
—Y una hora después, Vic, Mason y Lawson comenzaron —gimo.
—¿Y Tim?
—Hasta ahora todo bien —respondo—. Sin embargo, Hayes me ha
estado enviando mensajes de texto. Dice que necesita algo para la fiebre.
Le di un poco de Tylenol, pero no le ha bajado la temperatura. Lamento
llamarte pero no sé qué más hacer. —Inhalando profundamente, busco
respuestas en el techo.
—¿Fiebre? ¿Tiene fiebre? —reflexiona.
—Uh huh.
—¿Salieron a cenar o algo así?
Me devano los sesos tratando de recordar lo que hicimos para la
cena. Nadie cocinó. Era la noche de Vic y votamos unánimemente por
cenar afuera. Aunque, Tim y yo pedimos comida china.
—Sí, de hecho, creo que los chicos salieron. No recuerdo a dónde.
Tim y yo ordenamos para cenar en la casa. —Me quedo un poco aturdido,
302
pensando que tal vez la plaga no está suelta en la casa—. ¿Crees que es
una intoxicación alimenticia?
—Tal vez. Sabré más cuando llegue a casa. —Hay una conmoción
amortiguada en el fondo—. No, Theo, no vamos a ir a un hotel. Y sí, tengo
que ver como están. No seas idiota.
Escucho a Theo refunfuñar sobre un montón de asnos
repugnantes. Intento ignorarlo, pero en el fondo, sé que tiene razón.
—Estaré en casa pronto.
—¿Qué? —¿Estará en casa pronto? Eso es una sorpresa.
—Theo y yo nos dirigimos a casa, debería estar allí en
aproximadamente una hora si el tráfico coopera.
Maldito Theo. Se suponía que la mantendría en Washington todo
el fin de semana. Debería haber sabido que no podría mantener su parte
del trato. Pero, por mucho que quiera dejar que Von Bremen la tenga, me
alivia saber que puedo vigilarla. Nadie llegará a ella conmigo a su lado.
Solo pruébame, Lou.
—Bueno. ¿Debo hacer algo mientras tanto?
—Solo asegúrate de que todos estén tomando líquidos. —Casi como
una ocurrencia tardía, agrega—: Y algunas compresas frías serían
buenas para la fiebre de Hayes.
Puedo escuchar a Theo gemir su disgusto.
—Aguanta, Mayor. Estaré en casa pronto.
Sonrío ampliamente, sintiéndome mejor ya que Ans está llegando
a casa para tratar con todos estos gérmenes. Y regresa a casa conmigo.

***

Un golpe me despierta de mi posición acurrucada en la silla que


está al lado de mi cama.
—¿Cade? —La melódica voz de Anniston es un sonido bienvenido
después de pasar la mayor parte de la noche jugando a ser enfermero de
los muchachos.
Salto, ansioso por saludarla en el umbral. La contemplo. Como
siempre con unas mallas debajo de una de las camisetas de Theo, su
cabello desordenado y salvaje como si hubiese tratado de levantarlo pero
no quisiera cooperar, así que solo dijo qué se joda y lo dejó en una semi
cola de caballo. Cuando mi mirada se encuentra con sus ojos cansados,
me doy cuenta de cuánto la he extrañado, y no estoy hablando por todo
el asunto del ébola dando vueltas. La extrañaba. Extrañaba ver nuestros
programas y discutir sobre la forma correcta de hacer una cama. Para
que sepas: la sábana siempre debe estar plegada. Ella se equivoca.
Jalo a Anniston contra mí. Ella necesita un abrazo. Bien, bien, lo
303
necesito más que ella, pero no tiene sentido admitir la verdad.
Encerrada en mis brazos, se retira para mirarme, acariciando mi
mejilla con su palma.
—Oye, Guapo. Te extrañé.
Vuelvo a acercarla con otro abrazo fuerte, inhalando su olor único
a coco en el proceso. Aunque, ahora que estoy tan cerca, huele mucho
más a Theo que a coco. Ugh.
Finalmente, cuando siento que mi abrazo es un poco inapropiado,
la suelto.
—También te extrañé —le susurro al oído, tirando de su coleta un
poco.
Sonríe como si quisiera hacer una broma, en lugar de eso me hace
un pequeño guiño y me provoca.
—Ah. Solo necesitabas a la sirvienta.
Niego con una sonrisa. A decir verdad, estoy jodidamente extasiado
de que ella ayudará a limpiar todos los gérmenes. No creo que pueda
hacerlo. Sangre, tripas, huesos rotos, lo que sea, puedo manejarlo, pero
los gérmenes... negativo. Aunque nunca se lo admitiría a Anniston.
—Bueno, déjame ver cómo están mis pacientes. Solo quería decirte
que estaba en casa. —Me besa en la mejilla—. Vete a la cama —ordena
antes de girarse hacia la puerta.
—Te ayudaré —digo antes de que pueda salir de la habitación. Es
lo menos que puedo hacer, ya que le supliqué que volviera a casa y se
ocupara de la situación.
—No tienes que hacerlo. Ya es tarde. Descansa un poco.
Antes de que pueda cambiar de opinión, la llevo por la puerta
mientras la cierro detrás de mí.
—Está bien. No me importa. Necesitas a alguien que te ayude de
todos modos.
Me muestra una dulce sonrisa antes de bajar las escaleras.
—¿Dónde está Theo? —pregunto con curiosidad, siguiéndola
detrás. No mires su trasero, Cade.
Lo miro. Soy un hombre, ¿qué puedo decir?
Resopla.
—Está en mi habitación con una lata de Lysol, rociando todo a su
paso.
Ambos reímos durante todo el camino hacia abajo. Evito mirar su
culo otra vez, gracias a Dios. Una vez en su oficina, recoge unas
intravenosas y bolsas de líquido, junto con algunos frascos de medicina.
No hago preguntas, por temor a romper su concentración. Solo abro la
304
bolsa que ella me da y la dejo llenarla con suministros. Cuando termina,
subimos las escaleras de dos en dos hacia la habitación de Hayes.
Está desbloqueada cuando ingresamos. Anniston toca brevemente
el marco de la puerta.
—¿Hayes?
Echamos un vistazo cuando él no responde de inmediato. Su
habitación es un desastre. La ropa está esparcida por cada superficie
sólida. Las inspecciones de cama van a empezar a ser al azar a partir de
ahora. Esta mierda es desagradable.
Justo cuando pateo un par de ropa interior sucia debajo de la
cama, gime desde algún lugar cerca del piso. Anniston corre y cuando la
alcanzo ya está arrodillada junto Hayes, muy pálido y con mucha
sudoración.
—Está hirviendo —me dice—. Llevémoslo a la cama.
Él gime en respuesta.
—Deja que la Comandante te haga sentir mejor, guapo —dice,
quitándole los húmedos mechones de cabello de la cara.
Me pongo en cuclillas junto a ella y asiento hacia la bolsa que lleva.
—Lo tengo. Toma la bolsa.
Se levanta y se mueve hacia la cama, esperando. Poniendo mi
hombro bajo el brazo de Hayes, agarro su otro brazo y lo aprieto contra
mi pecho. Levantándome, lo incorporo.
—Vamos hombre. Uno pocos pasos hacia la cama.
Asiente, agotado, pero da unos pasos. Tropezamos pero finalmente
llegamos a la cama y lo ayudo a recostarse mientras Anniston prepara
una toallita húmeda. Le limpia el rostro y luego enrolla la toalla y la coloca
suavemente sobre su frente.
—¿Tienes miedo a las agujas?
Él murmura un “no”, mientras le aplica un torniquete en la parte
superior del brazo.
—Abre —ordena.
Hayes, no luchando en absoluto, abre la boca mientras coloca una
píldora debajo de su lengua.
—Deja que se disuelva, ¿de acuerdo? Ayudará con las náuseas.
Hayes solo se queda allí con los ojos cerrados, respirando
pesadamente.
—¿Qué necesitas que haga? —pregunto, sintiéndome un poco
inútil por el momento.
Anniston rasga un kit de intravenosas y saca la aguja. Se ve más
grande de lo que recuerdo. 305
—¿Puedes poner la pértiga y colgar los fluidos?
La miro, luego a la aguja. Y trago.
—Creo que sí —respondo un poco inestable.
Se prepara, limpiando el brazo de Hayes con antiséptico y le habla
suavemente al oído sobre no intercambiar saliva con las prostitutas. Casi
me río de su humor absurdo, aunque con Hayes, es bastante posible.
Hayes sonríe ante su comentario y apenas se estremece cuando le perfora
la piel con la aguja.
Con la eficiencia de un experto, tenemos los fluidos funcionando
en minutos. Anniston agrega otra inyección en la intravenosa de Hayes
antes de cubrir al mujeriego que ahora duerme y apaga las luces.
Colocamos tres intravenosas más antes de volver a bajar. Es
bastante después de la medianoche y estamos más que cansados.
—Ve a la cama. Voy a limpiar esto. —Comienza a limpiar la cocina,
cargando el lavavajillas con los platos de hoy que Tim nunca limpió.
—Estoy bien —respondo, recogiendo la basura.
Me da la impresión de que podría golpearme el trasero si tuviera la
energía, pero al final, suspira y vuelve a los platos.
Lo que parece dos horas después, estamos tirados en el sofá,
completamente exhaustos. Son las tres de la mañana y lo único en la
televisión son los infomerciales de mierda sobre los mejores gimnasios.
Qué chiste.
Anniston se encuentra acurrucada sobre mi regazo y respira
rítmicamente. Supongo que está dormida o casi. Estoy despierto desde
mi siesta improvisada esta tarde. No tendré sueño por bastante tiempo.
Me concentro en el tipo exagerado con demasiado aceite en su
cuerpo tratando de venderme el hecho de que yo también puedo lucir
como él en seis cortas semanas. Ja. Por favor.
Me tomó meses construir los músculos que tengo y no fue por un
aparato. Fue por arrojar neumáticos, correr kilómetros cuesta arriba y
hacer flexiones mientras Anniston se sentaba en mi espalda vociferando
sobre el ritmo que ella quería. Fue el infierno y el cielo todo envuelto en
un hermoso paquete.
Solo pensar en el tiempo en que entrenamos todo el día provoca
una sonrisa en mi rostro. Algunos días pensé que ella me odiaba por toda
la mierda que me hizo pasar. Ahora sé que me estaba dando el control.
Mostrándome lo que mi cuerpo podía manejar. Me mostró cómo seguir
adelante cuando pensé que no tenía nada más para dar.
Acaricio un mechón perdido en su rostro mientras su pecho se
levanta y cae contra mi pierna. Increíble. Es absolutamente increíble. No
entiendo cómo una persona puede tener tanto poder sobre otra. Pero ella
lo hace. Todos los chicos preguntaron cuándo regresaría a casa este fin
de semana. Cada uno de ellos la llama por videollamada. 306
Estamos todos jodidos.
—Oye. —Giro la cabeza para ver a Theo con el ceño fruncido,
entrecerrando los ojos a la luz del televisor. Por lo que parece,
simplemente se levantó de la cama.
—Oye —regreso, volviendo al infomercial.
—¿Está dormida? —pregunta, viniendo a sentarse en el sillón
reclinable frente a mí.
—Sí.
—La llevaré a la cama. —Se pone de pie otra vez.
Mi agarre se aprieta en su espalda.
—La tengo —interrumpo.
Se queda allí un momento, mirándome, pero lo que sea que ve en
mis ojos lo hace suspirar y regresar al sillón reclinable. Sigo viendo la
televisión como si él no estuviera allí.
—Ella te patearía el trasero si supiera que todavía estás despierto
—dice, con los labios crispados de diversión.
Lo miro furioso, molesto porque todavía esté aquí.
—Sentiría lo mismo por ti —regreso con amargura.
Se encoge de hombros y me sonríe con arrogancia.
—Me despertaste con todo el ruido que estabas haciendo aquí.
Qué bastardo.
Pongo los ojos en blanco y regreso a mi programa. Entretener su
mierda solo toca sus huevos.
Pasan unos dichosos minutos de silencio antes de escuchar un
suave gemido. Miro a Theo, rezando para que no se esté masturbando o
algo así.
Se masajea el hombro, haciendo una mueca de dolor.
Muevo la barbilla, indicando su hombro.
—¿Qué le pasa a tu brazo?
—Necesito ponerle hielo —gime entre fricciones fuertes.
—Entonces ponle hielo —le digo, molesto porque lloriquea al
respecto.
—No puedo alcanzarlo.
Algo como culpa o tal vez compasión se instala en mi estómago,
despertando sentimientos que desearía no tener. ¿Por qué siento pena
por este imbécil? Maldición.
Con un suspiro, hago la pregunta que sé que lamentaré, pero
pregunto de todos modos.
—¿Quieres que te ayude a ponerlo? 307
Levanta la cabeza, sus ojos muy abiertos y llenos de incredulidad.
Luego frunce el ceño como si no estuviera seguro de si estoy haciendo
algún tipo de broma.
—Lo digo en serio. Sé cómo enfriarlo. Ans me enseñó —digo
despreocupadamente. No quiero que haga un gran lío de eso. Toma mi
ayuda o déjala, idiota.
Me mira por un momento y luego murmura:
—Está bien.
Desplazo a Ans de mis piernas hacia el sofá antes de cubrirla con
la única manta rosa en la casa. Por un momento Theo y yo nos quedamos
allí y admiramos su forma de dormir.
—Vamos —digo después de un momento y caminamos a la sala de
tratamiento en silencio, donde abro la puerta.
Theo se sube a la mesa después de agarrar la envoltura y la cinta
cinética, mientras saco una bolsa de hielo del congelador.
—¿Ella hace algo más?
Niega.
—Realmente no. Tomaré cúrcuma extra cuando terminemos.
Se quita la camiseta con torpeza, ambos nos sentimos extraños en
nuestra situación actual. Intento decirme a mí mismo que estoy haciendo
esto porque él es nuestro principal medio de apoyo, lo que sea por nuestra
fundación. Cuando no pudimos obtener un préstamo o una subvención,
Theo la financió. Pero la verdad es que Ans no querría que sintiera dolor.
Y mi lealtad recae en ella. Ella querría que lo ayudara si pudiera.
Tomo la cinta de su mano y me muevo para pararme entre sus
piernas. La tensión es palpable.
—Dime dónde —digo nervioso.
Theo desliza los dedos por la línea de músculos por la que necesita
que vaya la cinta. Estoy agradecido de que tenga experiencia con este tipo
de cosas y no necesite que presione para encontrar los puntos dolorosos.
Con mano firme, estiro la cinta a través de los músculos deltoides que él
indicó. Exhala un suspiro doloroso, haciendo que me detenga.
—¿Estás bien? —No quiero joder un brazo de un millón de dólares.
Gruñe.
—Sí, sigue adelante.
Y lo hago hasta que me dice que pare. Su hombro y su espalda se
ven como un mapa de dolor con cinta en cientos de direcciones diferentes.
Pero después que rueda los músculos hacia adelante y hacia atrás, me
dice que se siente mejor.
Bien.
308
Quiero terminar con esta mierda.
Agarro el hielo y la envoltura de la mesa.
—Dime dónde van —le indico nuevamente mientras le pongo la
bolsa en el hombro.
Se aparta del frío y respira profundamente. Después de unos
segundos de acostumbrarse a la temperatura, se relaja y me dirige a la
parte posterior de su omóplato.
Es una posición difícil para mantener la bolsa. Será interesante
sujetarla.
—¿Puedes ayudar a sostener la bolsa? —pregunto.
—Sí. —Extiende su pecho, estirando el brazo, y apenas agarra la
esquina de la bolsa. Es obvio que siente dolor e incomodidad en esta
posición.
Esa puta sensación me golpea de nuevo.
—Déjame intentar ponerle cinta adhesiva primero, luego podemos
quitar la cinta después de asegurar la envoltura.
Asiente, aliviado por mi sugerencia.
Posiciono la bolsa una vez más y agrego varios trozos de cinta. Se
escapa de la humedad pero se mantiene lo suficiente como para que
pueda envolverlo. Rodeo varias veces su cuerpo, diciéndole cuándo
levantar y bajar los brazos como he visto hacer a la Comandante mil
veces. Es incómodo. Estamos en el espacio personal de cada uno.
Intentando aliviar la tensión, hago una pregunta por la que he
tenido más que curiosidad.
—¿Por qué hiciste enojar a la Comandante este fin de semana?
Theo levanta la cabeza lentamente cuando se encuentra con mi
mirada. Parpadea, una, dos, tres veces, antes de dejar de lado mi
pregunta, haciendo una mueca ante el movimiento. Arqueo las cejas en
un desafío tácito.
Frunce el ceño y luego, como si hubiese perdido la guerra silenciosa
que se libra dentro de su cabeza, dice derrotado:
—Quiero dejar el béisbol.
Detengo mis manos. Sorprendido por esta afirmación, tartamudeo:
—¿Por qué querrías hacer eso? —Al recomponerme, agrego—:
Estás en el mejor momento de tu carrera.
¿Está loco?
Resopla una risa.
—No lo entenderías.
—Pruébame —animo, envolviendo otra capa de cinta sobre su
hombro.
309
Resopla molesto. Y justo cuando pienso que va a permanecer en
silencio y llevar su secreto a la tumba, habla:
—Cuando éramos niños, el abuelo de Anniston jugaba a la pelota
con nosotros todas las noches después de la cena. Fue el entrenador de
nuestro equipo de béisbol de la escuela secundaria —me aclara cuando
alzo las cejas con sorpresa.
Anniston nunca habla de sus abuelos. Su pasado es un misterio
sobre el que me he sentido más que curioso.
Theo se detiene un momento, sumido en sus pensamientos.
—De todos modos, mis padres no estaban mucho y me quedaba
con Anniston y sus abuelos tan a menudo como me lo permitían. Su
abuelo, Hines, nos enseñó a Anniston y a mí todo lo que sabía sobre el
béisbol. Y éramos como esponjas, absorbiendo toda la información. Me
sumé al equipo de béisbol esa primavera para nuestra escuela
secundaria. Finalmente sentí que pertenecía a alguna parte. Tenía un
propósito, ¿sabes?
Le doy un asentimiento comprensivo, centrándome en mi tarea de
envolver su hombro.
—Estaba lanzando juegos sin hit y rompiendo récords de izquierda
a derecha. El béisbol vino naturalmente para mí y con la ayuda de Hines,
era una fuerza imparable. —Sonríe para sí mismo ante el recuerdo—. Y
esa pequeña belleza saltarina se encontraba en las gradas en todos los
juegos. Gritando mi nombre. Gritándome que jugara.
Se ríe entre dientes.
—Incluso cuando los padres y otras visitas la miraban con enojo y
la molestaban para que se callara, ella siguió alentándome,
entrenándome desde las gradas. Nunca se perdió un juego. Ni siquiera
cuando estaba enferma. —Toma una respiración profunda—. Lo que
comenzó como un ritual familiar pronto se convirtió en una necesidad.
Una necesidad de mantener una sonrisa en su rostro. Una necesidad de
mantenerla gritando por mí. Una necesidad de mantenerla. Ella se
convirtió en mi obsesión —admite, bajando la cabeza—. Ya no estaba
jugando para mí. Estaba jugando para ella. Estaba jugando para
conservarla.
Toma una respiración temblorosa.
—Después que Hines murió, Anniston y yo nos vinculamos aún
más al béisbol. Ella se convirtió en mi mentora, mi entrenadora y… en
mi amor.
Sellando la envoltura en su hombro, dejo que sus palabras
cuelguen en el aire entre nosotros.
Su amor.
Observo mientras se toma un momento para probar el movimiento
en su hombro. Aparentemente satisfecho con mi trabajo, se baja de la
mesa y se dirige a la puerta.
310
—¿Y ahora? —pregunto sin rodeos justo cuando cruza el umbral.
No puedo evitar sentir curiosidad sobre cómo termina esta historia.
Mira sobre su hombro con una sonrisa forzada.
—Y ahora, ella pasa sus días contigo y yo le lanzo a un asiento
vacío.
Jódeme.
Frotándose el hombro, se encuentra con mis ojos.
—Gracias —dice casi triste—. ¿La llevarás arriba?
Asiento, aturdido en silencio.
Cuando se va, limpio y cierro la puerta detrás de mí, arrastrando
mis pies hacia la habitación familiar, donde una dormida Anniston está
roncando suavemente.
Me tomo un minuto para admirarla en privado antes de levantarla,
acunando su pequeño cuerpo contra mi pecho. Y con el peso de
quinientas toneladas de culpabilidad, llevo a la chica que amo más que a
mi próximo aliento por las escaleras y la dejo junto al hombre que,
posiblemente, la ama más que yo.
Anniston
CRECEN TAN RÁPIDO
Traducido por Yiany,
Emotica G. W & UsakoSerenity

—Comandante. Al Mayor le gustaría verla en su oficina.


Tengo el brazo metido hasta el hombro frotando el asqueroso fluido
de hombre o cualquier sustancia extraña que alguien haya secretado en
el fregadero. Ni siquiera quiero considerar lo que podría ser. Quién sabe
lo que hacen estos idiotas cuando no estoy aquí. Me mantengo en mi
tarea, apenas registrando la petición de Vic hasta que se aclara la
garganta. De nuevo.
311
Lentamente, levanto la cabeza del fregadero y lo nivelo con una
mirada.
—¿Sabe qué carajo es esto, suboficial Reed?
Tiene la audacia de parecer avergonzado. Se aclara la garganta otra
vez y tropieza con sus palabras.
—Terminaré de limpiar, señora. —Da un paso tentativo hacia
adelante y alcanza la esponja metálica en mi mano.
Entrecierro los ojos, tratando de descubrir qué estaban tramando.
¿Pero sabes qué? A veces la ignorancia es felicidad. Se la tiro,
limpiándome las manos en mis pantalones cortos.
—Será mejor que salga —le advierto.
Asiente antes de tragar saliva.
—Sí, señora.
—Asnos repugnantes —murmuro, cuando lo paso y me dirijo a la
oficina de Cade.
Es interesante que Cade me haya llamado. Alguien tiene algunas
bolas hoy. Estoy un poco emocionada por saber qué quiere. Esta es la
primera vez que me ha "convocado" a su oficina. Me siento como una
colegiala traviesa.
Cuando alcanzo el rincón de la planta baja que acondicionamos
para la oficina de Cade, se encuentra sentado detrás del escritorio, con
sus gafas con montura negra apoyadas en la nariz. Me recuerda a
Superman. Sexy como la mierda, más fuerte de lo que a cualquier hombre
debería permitírsele. Me tomo un momento para admirar a mi amigo. Ha
recorrido un largo camino y tengo que decir que no estoy segura de qué
haría sin él. Pero ese es el objetivo. Quiero que esté sano y conozca a
alguien. Quiero que tenga muchos bebés para que yo los pueda sostener.
Quiero que sea apreciado. Quiero que alguien honre y adore al hombre
que es.
—Comandante. —Su voz áspera me saca de mi sueño sobre su
futuro. Extiende una mano, indicándome que entre.
¿Qué es esto? ¿La dimensión desconocida? Comienzo a reír, pero
rápidamente me tranquilizo cuando veo lo serio que es sobre esta
reunión. Considérame intrigada.
Me dejo caer en la silla de cuero frente a él, metiendo las piernas
debajo de mí.
—¿Sí, mi señor? ¿Llamaste?
Me mira, en absoluto divertido con mi humor esta mañana. Sonrío,
esperando aligerar el tono de esta reunión. Es demasiado temprano para
el drama o la mierda, así que si van a ser malas noticias, dámelas con
una sonrisa.
Finalmente, Cade cede cuando le lanzo un beso. Negando con un
312
gesto, diversión grabada en sus rasgos, desliza un sobre sobre el
escritorio.
—Markell lanzará esta noche —dice con confianza.
Y... lo sabía. Markell es el mejor rival de lanzadores de Theo. Sus
estadísticas son contundentes, Markell apunta al premio CY Young31 este
año. Realmente puede obtenerlo si soy honesta. Con suerte, Theo ha
sacado la cabeza de su culo y le importe una mierda esta noche. Se fue
ayer hecho una bola enfurruñada de culo odioso.
Asiento, tomando el sobre. En el interior hay dos boletos de avión
para esta tarde. Confundida, miro a Cade.
—¿Quieres ir?
Sus labios se levantan en una dulce sonrisa.
—Lo haría, pero alguien necesita quedarse aquí.
Cuando simplemente lo miro con evidente desconcierto, explica.
—Él te necesita allí. Hayes irá contigo. Todo está arreglado. Me
ocuparé de todo aquí.

31Denton True Young, "Cy" Young, fue un jugador estadounidense de béisbol, pitcher,
en cuya memoria se otorga cada año un trofeo con su nombre al mejor pitcher de las
Grandes Ligas.
Comienzo a protestar cuando me interrumpe.
—Déjame hacer esto, Comandante. Él te querría allí.
La mirada sincera en esos ojos esmeraldas hace que mi corazón se
contraiga dolorosamente. Theo me querría allí pero me siento desgarrada.
No he estado mucho en casa después de Washington.
—¿Qué harás en la noche? —contraataco. Todavía grita todas las
noches. Y todas las noches bajamos y corremos o jugamos videojuegos.
No es tan salvaje como era al principio, pero aun así... me preocupo. Irme
a Washington la semana pasada fue difícil, pero Theo me necesitaba más.
La sonrisa de Cade cae un poco.
—Prometo tomar la píldora mientras no estés.
Ahora está hablando mi idioma.
—¿Lo prometes?
Realmente es un gran problema para él. Creo que sabe que me
preocuparía, y esta es su forma de comprometerme.
—Lo prometo. Pero solo por una noche.
Puedo vivir con ello. Finalmente emocionada, salto de mi silla.
—¡Trato! —Levanto un puño.
Se ríe jovialmente antes de devolver mi golpe de puño.
—Vete, Comandante. Tu avión sale en cuatro horas.
313
Agarro su dulce rostro y le doy un casto beso en la mejilla antes de
enderezarme.
—¡Sí, señor!
Huyo de la habitación en busca de Hayes y dejo atrás la dulce risa
de Cade.
—¡Connor Hayes! —grito, dando dos pasos a la vez.
Asoma su rostro sonriente por la esquina del rellano. La mirada
traviesa en sus ojos me dice que ya conocía el plan.
—Nos vamos de vacaciones —canturrea, saltando frente a mí
cuando llego a la parte superior de las escaleras, frotando mi cadera en
un movimiento de baile ridículo. Su emoción al ver un juego en vivo (algo
que recientemente descubrí que nunca había hecho antes) es contagiosa.
Devuelvo sus movimientos tontos con otros igualmente estúpidos.
Finalmente, nos dispersamos cuando Cade vocifera para que
avancemos. Hayes y yo nos retiramos a nuestras habitaciones, y meto
demasiada mierda en mi maleta. Nos reunimos en la parte superior de
las escaleras y le entrego mi maleta con una sonrisa para que la cargue.
Tienen que entrenarlos bien, señoras. No leerán tu mente ni te lo
ofrecerán, sin importar lo que te digan las novelas románticas. Tienes que
decirles a los pequeños cuentagotas que hay que hacer. Luego,
recompensar su buen comportamiento.
Hayes me hace un guiño antes de arrojar mi maleta por las
escaleras. Estoy a punto de darle un empujón cuando escucho un
gruñido al pie de las escaleras. Mason la atrapó. Le doy a Hayes una
mirada sucia.
Astuto.
Rugiendo de risa, arroja su maleta antes de saltar por las escaleras
como un niño pequeño.
—¡Vamos, comandante! Estamos perdiendo tiempo.
No puedo evitar la estúpida sonrisa de mi rostro. No creo haber
estado tan emocionada de ver un juego en mucho tiempo.

***

El Coors Field de Colorado está lleno de emoción cuando llegamos.


Hayes ha estado dando saltos como un estríper el viernes por la noche.
Es contagioso. Pero debido a que la primera entrada está a punto de
comenzar, estamos por apresurarnos al llamado. Muchas gracias,
Aeropuerto Internacional Hartsfield Jackson. No, no queríamos llegar a
tiempo. Que tonto de nosotros pensar eso...
Sin aliento, grito mi nombre al asistente.
Me da una sonrisa falsa y escribe mi nombre en su computadora.
Luego levanta la mirada con una sonrisa genuina.
314
—La cuenta tiene una contraseña.
Que te jodan, Theo.
Hayes me mira, confundido.
Niego y, con una respiración profunda, murmuro:
—Theo es lo mejor que he tenido. —No, este no es el primer
incidente de contraseña. A Theo le gustan sus juegos.
La sonrisa del asistente se amplía. Hayes comienza a reír, pero lo
disfraza de asfixia. Traidor. El asistente desliza las entradas VIP debajo
de la ventanilla con una risa divertida. Las agarro sin un gracias.
A la mierda los chicos y su mezquindad.
Doy un codazo a Hayes en las costillas, calmando sus risas.
—Vamos —ordeno, tomando su mano y tirando de él en dirección
a nuestros asientos.
Mientras bajamos los escalones, un Pie Grande bloquea nuestro
camino. Ni siquiera necesito mirar hacia arriba. Sé que es Thor, la
seguridad de Theo. Las entradas deben haber tenido una nota para
llamarlo si aparecía.
—Traje mi propia seguridad hoy —digo, tratando de empujar más
allá de él. Es como embestir contra una columna de cemento.
—Ya veo —señala lentamente, mirando a Hayes con escrutinio y
algo así como disgusto antes de continuar—, sin embargo, eso no cambia
nada.
Alguien es todo negocios hoy. Lo que sea.
Me encojo de hombros.
—Haz lo que debas hacer, pero nos estamos perdiendo el juego
ocupándonos de tu actitud.
Thor gruñe, pero se mueve hacia un lado, tomando la retaguardia.
—Deja que el chico vaya primero. Tú, en el medio.
Hayes arquea las cejas. Ahora es mi turno de reír.
—Así es, chico. Muévete. Le doy una bofetada en el culo y las puntas
de sus orejas se ponen rojas.
Thor ofende a todos. Thor ni siquiera es su verdadero nombre.
Dudo que Theo recuerde cuál es. Le dio el apodo en su primer turno con
él. Theo hizo algo loco y, como habrás adivinado, Thor rugió y sacó a Theo
de su precaria situación con la fuerza bruta, como Thor. Creo que su
verdadero nombre es David. Pero David, aquí, ha sido un verdadero dolor
en mi trasero en los últimos años, así que me uno a su humillación y lo
llamo también Thor. En secreto, probablemente le guste. A los tipos les
gustan esos apodos impresionantes, los hacen sentir poderosos.
315
La música comienza a latir, meciendo el estadio en un frenesí.
Hayes, no es inmune a su atracción, comienza a balancear sus caderas
por las escaleras. Mis dos asientos codiciados detrás del plato de home
me llaman como un faro.
Estos asientos son para los hombres de negocios adinerados,
quienes gustan de impresionar a los clientes. No sé cómo Theo los
consigue en todas las ciudades, pero apuesto que no es barato. La
mayoría de los amigos y familiares de los jugadores se sientan en la
tribuna familiar. Theo ni siquiera trata de convencerme de que me siente
allí. Me gusta mirar el juego. No quiero oír hablar sobre cómo una señora
se hace un tratamiento facial y cómo cree que su marido ya no la
encuentra atractiva. No soy de las que se guardan su opinión para sí
mismas, así que las cosas se ponen un poco incómodas después de que
le hago saber que no está echando un polvo porque su marido está
emborrachando a cada chica Hooters32 en la que pueda meter su polla
durante los juegos fuera de casa.

32
Una chica Hooters (Hooters girl) o Hooterita es una camarera o mesera empleada por
la cadena de restaurantes Hooters. Son instantáneamente reconocibles por su uniforme
compuesto de una camiseta blanca de algodón y spandex con el logo del búho de
Hooters y la denominación de la ubicación del local en el frente, anudándolas a la
espalda para acentuar el busto y usan también pantalones cortos pequeños.
Sí. Es bueno estar aquí con los fanáticos.
—¿Este, Comandante? —Hayes indica con la cabeza hacia dos
asientos vacíos justo en la red.
Una sonrisa de oreja a oreja se forma en mi rostro.
—Este es.
Hayes deja escapar una risa adorable. Es como un niño otra vez,
contemplando todo. Su emoción es palpable, amplificando mi propia
alegría al ver un juego en vivo.
Thor gruñe desde atrás. Ugh. Casi olvido que estaba allí.
—Quédate —lo ordeno como lo haría con Killer.
Me nivela con una mirada que promete la muerte. Por Dios. Qué
aguafiestas.
Hayes y yo trepamos por los asientos para no tener que pedirles a
diez personas que se estrujen para que nosotros pasemos. Mis
pantalones cortos deshilachados se suben mientras Hayes me toma de la
mano, ayudándome a bajar.
—Gracias. —En un gesto muy poco femenino, alcanzo detrás de mí
y libero mis pantalones cortos de mi culo hambriento.
Hayes levanta una ceja, divertido.
—Es esto o escucharme quejarme todo el tiempo —le digo, decidida
con mi misión. Sin vergüenza para esta chica. Todos han estado allí y
316
han hecho eso. Actuar como si nunca hubieras sacado un calzón chino
en público simplemente es raro. Y falso. No soy falsa.
—¡Cerveza helada! —grita el asistente de arriba abajo en los
pasillos, proponiéndonos.
¡Demonios sí! ¡Al fin! Alcohol al jodido rescate.
Levanto dos dedos y silbo.
—Justo aquí.
Él baja unos escalones y me saluda con una sonrisa.
—¿Qué puedo darle a la dama?
—Dos Bud.
Saco un billete de veinte, ignorando la mano extendida de Hayes
sosteniendo uno de veinte. Esta no es una maldita cita.
—Quédese con el cambio.
El asistente abre las tapas y nos las pasa a través de nuestros
compañeros de asiento, luego se dirige hacia su próximo cliente.
Me dejo caer en mi asiento junto a un Hayes haciendo pucheros.
—No seas un bebé —lo regaño—. Esto no es una cita. Y además,
Theo cubre todos mis gastos cuando estoy aquí.
Aún no luce feliz, pero cuando el locutor nos pide que nos quitemos
nuestras gorras y nos pongamos de pie para el "Himno Nacional" su
sonrisa regresa.
Una niñita de unos diez años entra en el campo con piernas
temblorosas, pero cuando abre la boca las palabras angelicales fluyen
con seguridad. Las palabras hermosas suenan ruidosamente a través del
estadio, haciendo que las lágrimas se acumulen en mis ojos. Aprieto la
mano de Hayes con fuerza cuando ella canta a viva voz el último verso.
"Y el hogar de los valientes", porque nada me suena más verdadero en
este momento.
La multitud se vuelve loca con aplausos y silbidos y con un "¡pelota
en juego!" todos tomamos nuestros asientos.
Las mejillas de Hayes están sonrojadas cuando me giro para
mirarlo. Rápidamente evita mi mirada fija y le da tragos a su cerveza. No
le doy mierda porque hay algo poderoso cuando un chico llora durante el
himno del país por el que vives y mueres. Incluso para chicos como
Hayes, cuyo país lo abandonó cuando luchó tan duro por su libertad.
Aprieto su mano de manera reconfortante antes de soltarla.
El equipo rival se dispersa del banquillo para tomar el campo. No
he visto a Theo aún, pero estoy segura de que se encuentra allí adentro
caminando de un lado a otro, masticando su chicle como si alguien
pudiera robarlo.
Markell realiza algunos lanzamientos de práctica antes de
comenzar. Nuestros chicos iniciales están a la altura del plato y como se
317
predijo, Markell los sienta a los tres sin un solo hit. Definitivamente es
una batalla de los lanzadores esta noche.
Theo, el último en salir del banquillo, luce tenso con la gorra casi
pegada a los ojos. Su lenguaje corporal huele a tensión. Toma el
montículo, marcando un par de círculos, y cava una trinchera para
colocar su pie delantero. Brody, su receptor de la noche, se agacha y
alienta algunos lanzamientos de calentamiento. Apestan. Como,
realmente apestan. Definitivamente está sintiendo un poco de miedo.
Cuando se acerca el árbitro del home, inmediatamente lo
reconozco.
—¡Oye, Phil! —grito, sorprendiendo a Hayes.
Phil se da vuelta, sorprendido de que una fan estuviera llamándolo
por su primer nombre. Cuando ve que soy yo, el reconocimiento ilumina
su rostro. Cuando Theo se rasgó el tendón en el hombro la temporada
pasada, fue inflexible diciendo que podía terminar de lanzar. Yo discutí.
Bellamy discutió. Theo se mantuvo firme como un capitán bajando con
su barco. Pero Phil, Phil echó a Theo del juego para que no tuviera otra
elección más que hacerse ver ese hombro.
Admiro eso en un oficial. Pudo no haberle importado una mierda y
dejar que el pequeño bebé lance hasta que jodiera toda su carrera, pero
no lo hizo. Hizo lo que era mejor para el jugador y lo envió a su banquillo.
Theo actúa como si no le agradara Phil, pero secretamente lo hace. Lo
respeta muchísimo.
—¿Se comportará hoy, doctora McCallister? —Phil se quita la gorra
y me hace un pequeño guiño.
—Nunca. —Río—. ¿Dónde estaría la diversión en eso?
Me paro para poder verlo un poco más.
—Qué tal si vas, lo provocas y lo presionas un poco. —Asiento hacia
Theo—. Trabaja mejor bajo presión.
Ante ese comentario, Brody gira la cabeza y ríe.
—Este juego acaba de ponerse mucho más interesante.
Le lanzo un beso antes de gritar:
—¡Hagamos esto, Von Bremen!
Theo levanta la cabeza con brusquedad y me mira fijamente. Luego,
muy lentamente, una sonrisa se extiende a través de su rostro
desaliñado. Cuando se acerca el bateador inicial de los Rockies, Theo
voltea su gorra hacia atrás y se lame dos dedos. Frota la pelota con sus
tradicionales seis veces antes de mirar las señales de Brody. Niega ante
los dos primeros, pero luego acepta el último y lanza una bola rápida.
Clark, el bateador, un buen tipo y amigo, se libra del strike y mira
en mi dirección.
—Tómalo con calma conmigo, Doc.
318
Me tomo a risa su comentario porque su porcentaje en base es de
430. No necesita calma en lo más mínimo. Theo se balancea en dos
strikes más, sentando a Clark con una sonrisa.
Ese es mi chico.
Dos bateadores más se acercan al plato y regresan a su banquillo
sin un solo hit de base. Es poético observar a Theo susurrarle a esa pelota
de béisbol. El control que emana cuando le ordena a la pelota es
fenomenal. Es un jugador sobresaliente. Hay una razón por la que se ha
quedado en el mismo club de béisbol toda su carrera.
Hayes y yo nos perdemos en el juego. Animamos. Abucheamos.
Cantamos. Bailamos. Apuramos algunas cervezas más. Mi camiseta de
Von Bremen se pega a mi piel como una licra mala, pero no quiero
quitármela. No creo en supersticiones, pero por las dudas, la mantendré.
El juego permanece sin anotación en la cima de la octava entrada
mientras se produce la batalla de los lanzadores. Ahora, la mayoría de
los fanáticos piensan que este tipo de juego es aburrido. Lanzamiento
tras lanzamiento, nadie entra en la base, pero para los acérrimos de esto
es de lo que están hechos los sueños. Esto es habilidad. Esto es pura
perfección.
Cuando Bellamy pasea hacia el montículo, sé que el reinado de
Theo casi terminó. O'Brien, el lanzador de relevo de Theo, está calentando
en el bullpen listo para tomar el lugar de Theo en el montículo. Theo ha
sido malditamente casi perfecto y probablemente podría terminar el
juego, pero no queremos agotar ese brazo. El cuerpo humano no está
hecho para lanzar bolas rápidas a ciento sesenta y un kilómetros por
hora repetidamente.
Bellamy habla con Theo, quien esconde la boca detrás de su guante
para impedir que el otro equipo le lea los labios. Lo que sea que se esté
discutiendo, lo cual estoy segura que es: Buen trabajo. Termina y luego
traeremos a O'Brien para cerrar, a Theo no le gusta. Pero Theo y Bellamy
casi nunca están de acuerdo, así que esto no es sorprendente.
Theo permite un hit en una curva rápida que se mantuvo alta, pero
su defensa lo soluciona fácilmente y finaliza la entrada. La pequeña
multitud de Washington, DC. aplaude mientras Theo se abre paso en el
banquillo. Toca su gorra, dándonos toda su sonrisa característica y un
saludo con la mano.
—Guau —dice Hayes, aturdido—. Es aún más increíble verlo en
persona.
Asiento en acuerdo, sin quitar nunca los ojos de mi jugador más
importante, que está recibiendo nalgadas en el culo y chocando cinco de
sus compañeros de equipo. Los fanáticos aún están gritando cuando
vuelve a salir del banquillo para dar una inclinación de bis.
Qué bromista
Sonríe y saluda una vez más antes de bajar por los escalones.
319
Y luego, un destello de blanco me llama la atención cuando Von
Bremen salta sobre la parte superior del banquillo. Bellamy alcanza sus
piernas, gritando para que vuelva a bajar, pero ya está en la parte
superior del banquillo.
Santa mierda.
Me pongo de pie de un salto.
—¡Thor! —Pero ya está en ello.
—Quédate aquí —vocifera—. ¿Entiendes?
¿Qué demonios? ¿Entiendo? Demonios sí, hablo inglés, imbécil.
Thor rechaza mi mirada "come mierda" y le ordena severamente a
Hayes que me vigile como si yo fuera una cleptómana suelta en un centro
comercial de descuento.
Increíble.
Thor salta para interceptar a Theo, el estúpido, a quien lo
apresuran en las gradas cientos de fanáticos. Lo toma con calma,
firmando todo lo que puede mientras separa a la multitud, en dirección
a mí.
Thor no está siendo tan considerado. Empuja a cualquiera y a
todos a su paso, incluso empujando a un niño al suelo. Desvergonzado.
Es un hombre en una misión.
Llega a Theo en tiempo récord, agarrándolo por el brazo. Theo no
lucha contra su agarre. En cambio, permite que Thor lo atraiga entre la
multitud, mientras firma con su mano libre. Decenas de personas de
seguridad pululan por el área, creando un círculo protector alrededor de
Theo y Thor. Mientras tanto, Bellamy está hablando por teléfono en el
banquillo, gritando. Me estremezco, sabiendo lo que me espera cuando
nos vayamos. Bellamy nos va a despellejar el culo de nuevo.
Thor guía a Theo a nuestros asientos. La sonrisa infantil en su
rostro me hace olvidar que quiero gritarle por su pequeño truco.
—¿Cómo lo hice, hermosa?
—Ya estamos pidiendo cumplidos, ¿verdad? —Hago una mueca y
en mi mejor expresión Miyagi respondo—: Lo hiciste bien, Danielson.
Miyagi te enseña bien. —Le guiño el ojo para que sepa que estoy
bromeando con la última parte. Puedo darle consejos pero ciertamente
ha construido su imperio con talento y conocimiento por sí mismo.
Avanza entre los estrechos pasillos, sus zapatillas se desgarran en
el camino de cemento.
—Disculpe —le suplica amablemente a nuestros compañeros de
fila. Se mueven, con la boca abierta.
Cuando me alcanza, su mano manchada de suciedad
320
inmediatamente agarra mi cadera, manchando mi jersey blanco.
—Lo lograste —murmura casi para sí mismo.
Le rodeo el sudoroso cuello con los brazos y lo acerco más.
—Lo hice. —Restriego mi rostro en su hombro. Apesta a tierra y a
sudor, pero en este momento, podría oler a estiércol y aún pensaría que
es la cosa más sexy que habita en este planeta. ¡Un trabajo fantástico en
este, Dios!
Nos quedamos allí durante varios minutos, deleitándonos
mutuamente. Soy plenamente consciente de los miles de ojos que miran
nuestra pequeña muestra de afecto, pero no me importa. No me quitarán
este momento. Al poco tiempo, Hayes se aclara la garganta.
Theo se aleja primero y con una sonrisa saluda a Hayes por primera
vez.
—Me alegro de que pudieras llegar, hombre. —Se dan la mano y
hablan por un momento antes de reírse.
Sin asiento disponible para Theo, estoy a segundos de sobornar a
la familia junto a nosotros para mudarnos, pero Theo me gana. Me
empuja hacia Hayes y se deja caer en mi asiento.
Bueno.
Estoy a punto de empujar a Hayes cuando Theo me tira
bruscamente de la camiseta, haciéndome caer sin gracia sobre su regazo,
diciendo:
—Estás bloqueando la vista de este caballero, Ans. Siéntate. —Hace
un gesto con la barbilla al tipo que se encuentra detrás de nosotros como
si le hiciera un favor.
¿Qué? Estaba sentada. Él fue quien vino aquí causando un
alboroto. Debería estar en el maldito banquillo, no aquí con nosotros,
simples mortales. Frunzo el ceño pero dejo que me lleve a su pecho. Su
leve rugido de risa me hace sonreír bajo protesta.
—Eres un imbécil —murmuro.
Eso solo lo hace reír aún más.
—Mire el juego, doctora McCallister.
Diez minutos después de la octava entrada, Theo ya no puede
mantener su animación.
—Clark interviene. Viento de O'Brien. Él reparte por el medio.
¡Sttrriike!
Nuestros compañeros de asiento vecinos se ríen a carcajadas ante
la transmisión del juego de Theo.
—Clark interviene. Está buscando un cambio. O'Brien toma la
señal. El viento. Y está afuera. Dos y dos.
Refunfuño, molesta y divertida con las travesuras de Theo.
321
—¡Vamos, Phil! ¡Sabes que fue un ataque! —grita Theo.
Phil no reconoce su comentario.
—¡Clark! ¡Eres un inútil! Podría haber golpeado eso con un bate
inflable. —Theo se divierte mucho cuando Clark, con un conteo completo,
se acerca con una media sonrisa, mirando en su dirección.
Con un swing y una falla, Clark se retira. Theo aúlla y se une a la
multitud que hace la "Macarena". Disfruta de todo corazón de la
experiencia de los admiradores. Dudo que haya estado en este lado de la
valla en más de una década. Eso hace que me duela el corazón, dándome
cuenta de que le encanta ver el béisbol probablemente más de lo que le
gusta jugarlo. Debería haber sabido esto antes de ahora. Debí haber
sabido cuando comenzó a insinuar que quería dejar el béisbol para decir
que algo realmente andaba mal con él.
La vergüenza cubre mi estómago mientras digiero la realidad frente
a mí. Debería haber pasado más tiempo experimentando cosas que Theo
ama, lo más importante, haciéndolas con él. No constantemente
entrenarlo para hacer lo que pensé que amaba.
Solucionaré esto.
Comenzaré a traerlo a algunos juegos de pelota. Y seremos
puramente espectadores. Es hora de que volvamos a nuestras raíces.
En la parte superior de la novena, Thor interrumpe las burlas
cómicas de Theo con instrucciones para abandonar el lugar. Theo luce
decepcionado, pero obedece, por una vez.
—¿Vienes conmigo? —Se pone de pie, con la mano extendida.
Uh, no es tonto aquí.
Le aprieto la mano y tiro de Hayes detrás de mí. Cuando llegamos
al pasillo, estamos rodeados de fanáticos. La seguridad los empuja hacia
atrás, pero nos rebasan rápidamente.
Theo me mira con un brillo en los ojos.
—Sube.
Y lo hago. Justo sobre la espalda esculpida en la que dejo marcas
de manera periódica. Él me levanta más alto, agarrándome debajo de mis
rodillas para mantenerme aferrada.
—Intenta seguir el ritmo —ordena a Hayes antes de arrancar en
una carrera completa.
Escucho a Thor maldecir antes de apresurarse tras nosotros. Los
chasquidos de los tacos de Theo hacen eco en todo el estadio mientras
corre. Estoy sonriendo como una tonta. Porque, en serio. Estoy montada
en la espalda de un lanzador sudoroso como una especie de colegiala. La
seguridad está detrás de nosotros, tratando de mantener el ritmo. Y la
multitud se está volviendo loca.
Theo entra y sale de las puertas que ni siquiera sabía que estaban
322
allí. Es evidente que él conoce todos los mejores escondites de este
estadio.
Thor lo alcanza primero, respirando con fuerza. Tira del brazo de
Theo y nos empuja a través de una puerta hacia un equipo de seguridad
que está a la espera.
—¡No vuelvas a hacer esa mierda de nuevo! —Un poco de saliva
sale volando de su boca.
Theo retrocede un paso para eludirla.
—Diez-cuatro, de acuerdo, Thor.
Sí. Es una mierda, y apuesto a que es una pesadilla para
mantenernos a salvo, pero de todos modos me río porque estoy
acostumbrada a este comportamiento de Theo y me resulta
extremadamente atractivo.
Aprieto su espalda baja y le pellizco una tetilla.
—¡Ay! —Se frota la carne magullada.
Pero antes de que pueda regañarme, me inclino hacia adelante y le
susurro:
—Esto de romper reglas me ha excitado.
Escucho un gemido pero no es Theo. Oops. Es Hayes. No debí
susurrar tan suavemente como pensaba.
Theo se ríe y me calma.
—Déjame ir a Bellamy. ¿Encuéntrame en una hora?
Asiento, acercándolo para un beso. Su lengua con sabor a cerveza
se desliza en mi boca, buscando. Me abro más, arqueando la espalda
para que pueda tener un mejor acceso. Trabajamos en un frenesí...
momentos después ambos gemimos. Ruidosamente.
De repente, estamos separados.
Thor sostiene a Theo con fuerza.
—Abajo. Ahora.
Theo me guiña un ojo antes de saludar a Thor.
—Quédate con Hayes y el equipo de seguridad. —Thor lo lleva a un
par de puertas.
Antes de que las atraviesen, sus ojos encuentran los míos.
—El mejor juego de mierda de todos los tiempos.

323
Cade
SOY LA POLICÍA
Traducido por MadHatter,
Dew’ & astrea75

Mientras Hayes, Theo y Ans estaban en Colorado, todo se


encontraba relativamente tranquilo alrededor de la plantación. Lawson
se quedó adentro sin tener que ser encadenado a una tubería y nadie fue
asaltado. O asesinado, por más decepcionante que resulte para Theo.
Los muchachos y yo nos mantuvimos ocupados trabajando en la
casa, pintando e intentando limpiar nuestro desorden mientras
seguíamos. Y déjame decirte que esa tarea en particular fue bastante
324
difícil. Cinco hombres sin supervisión femenina pueden alborotarse. Y
son repugnantes.
Cuando Anniston regresó con Theo sonriente, hablando
animadamente sobre todas sus aventuras en Colorado, sentí que los celos
salían a la superficie a través de mis risas entrecortadas ante sus
ridículas historias. Evidentemente, Theo los llevó a un complejo en donde
practicaron snowboard y se involucraron en un comportamiento
cuestionable.
No pregunté todos los detalles. Algunas cosas es mejor dejarlas
como un misterio. Pero por la mirada satisfecha en el rostro de Hayes,
también se divirtió muchísimo. Probablemente es hora de otra charla
sobre sexo seguro. El chico es una máquina.
Para alejarme de las continuas historias de mierda, sobre todo
contadas por Theo, me aventuré a salir al mercado de agricultores,
usando la excusa de querer tomar un poco de aire fresco y recoger el
brazalete de Anniston que ordenó cuando fue empujada por Lou hace
más de un mes. Anniston adora el mercado de agricultores, pero
desafortunadamente no ha podido regresar desde Lou. Maldito.
Después de buscar el brazalete, me detuve en una de las casetas
locales, abasteciéndome de la mermelada favorita de Anniston y mía. Los
chicos y yo la limpiamos mientras ella estaba en Colorado. Estoy seguro
de que tiene algo escondido en su habitación, pero necesitamos más,
independientemente.
Interrumpiendo mis pensamientos, la mujer en la cabina se aclara
la garganta antes de preguntar:
—¿Te gustaría que metiera esto en una bolsa?
Levanto la vista de mi billetera después de encontrar un billete de
cinco para la mermelada de durazno que acabo de comprar. Pasando la
factura, me encuentro con unos ojos color humo que me hacen detener.
Observo a la bella mujer frente a mí. Delgada, no necesariamente
musculosa, pero esbelta, sus vaqueros abrazando las caderas femeninas,
su camisa de franela revelando una pequeño blusa que apenas sostiene
su amplio pecho.
Se inquieta ante mi lectura detenida de su cuerpo, pero coincide
con mi mirada fija, casi desafiante.
—¿Una bolsa? —repite, divertida.
Asiento, incapaz de formar una oración completa en este momento.
La hermosa mujer inclina la cabeza hacia un lado, sus ondas castañas
se balancean con el viento. ¿Qué estaba haciendo? Una bolsa. Claro.
Necesito una bolsa.
Le entrego la mermelada como un idiota y rezo para que no note la
protuberancia que se ha formado en mis pantalones. No he reaccionado
ante una mujer de esta manera en mi vida. Necesito salir de aquí. 325
Le quito la bolsa tan pronto como deja caer la mermelada en ella,
murmuro un seco:
—Gracias. —Y saco el culo de allí.
Con la mermelada en la mano, vuelvo a subir a mi camioneta y
pongo tanta distancia como puedo entre la chica que despertó tanta
lujuria y emoción en mí. Sentimientos que no he experimentado en
mucho tiempo. Deseo. Deseaba a esta chica. Más de lo que he deseado a
nadie. Incluso a Anniston. La revelación es indeseable e inmerecida para
alguien como yo. Alguien que fue tan egoísta en sus propios deseos y
codicias que mató a todo su equipo para satisfacer esas necesidades.
Me detengo en nuestro camino de grava quince minutos más tarde,
el camino a casa es demasiado corto para aclarar mi cabeza. La casa se
encuentra inquietantemente silenciosa cuando entro.
—¿Laws?
Sin respuesta. Dejo salir un silbido, llamando a Killer. Baja por las
escaleras, emocionada de que alguien esté en casa para acariciarla. Le
rasco la cabeza, dejando mis bolsas en la cocina. Hay una nota escrita
en una servilleta sobre la mesa.

Los chicos y yo fuimos a comer a Mae's. Hay una nueva camarera


sensual a la que necesito conquistar ;) La Comandante y Lawson fueron a
algún lado pero no me dijeron a dónde. Theo tenía algún tipo de cosa de
caridad en la ciudad. Disfruta tu tiempo a solas, Mayor. No hagas nada
que yo no haría ;)
Hayes

Huh. Tiempo a solas. Bueno, esto es diferente. La última vez que


estuve solo fue... cuando estaba acurrucado en la zanja, a solo un
kilómetro de aquí. Los pensamientos locos me atormentan mientras mi
piel se tensa con la sensación nerviosa de encontrarme solo por primera
vez en ocho meses.
No seas un marica. Puedes hacerlo. Vete a masturbar a tu habitación
como un tipo normal. Mira televisión o pornografía y come una mierda de
carbohidratos. Corre. Ve a entrenar. Esto es lo que la gente normal haría,
Cade.
Pero yo no soy normal.

***

Termino en la tienda de agricultores sentado en una mesa de picnic


de madera desvencijada, mirando mi belleza otoñal sonreír y reír con sus
clientes. Me siento como un acosador viendo desde lejos, pero eso no me
detiene para atacarla con mis ojos. Escucha atentamente a una mujer
326
mayor, su espesa mata de pelo ondeando al viento, asintiendo y
sonriendo como si realmente le gustaran las continuas preguntas de la
dama de cabello gris. Ella es magnífica. Perfecta en todo sentido.
No sé cuánto tiempo me siento aquí, cuando ella llama mi atención,
mira a su alrededor. ¿Por seguridad? No lo sé. Pero me doy cuenta de que
he permitido que mis tendencias acosadoras continúen por demasiado
tiempo. Me levanto rápidamente, sellando mi destino como un bicho raro
y me dirijo a mi auto.
—¡Espera!
Me apresuro al lugar donde mi camioneta roja está estacionada
junto al bordillo. No tengo que mirar hacia atrás para saber que ella me
está siguiendo.
Una mano fría llega a mi brazo, deteniéndome. Incluso sus manos
son como cachemira. Está sin aliento, resoplando por su ritmo acelerado.
—Dije, espera. —Se inclina, las manos sobre sus rodillas mientras
trata de recuperar el aliento.
Me quedo quieto, inmóvil, admirando el esmalte de color rosa
pálido que está astillado en las puntas de sus uñas.
—¡Uf! —Respira, de pie, con la mano en la cadera—. ¿Qué estás
haciendo aquí?
Abro y cierro la boca como un pez. ¿Por qué estoy aquí? De alguna
manera, no creo que divulgar la verdad sea una buena idea en este
momento. Me imagino que decir que me sentí obligado a sentarme y verla
sería un poco psicótico.
—Yo... eh... me iba a reunir con alguien. Nunca se presentó. —Sí,
eso es todo. Estoy reuniéndome con mi cordura y esa hija de puta decidió
dejarme plantado.
—Oh —dice un poco decepcionada—. Mi nombre es Breck, soy
nueva aquí. —Me tiende la mano para que la tome.
No lo hago. En cambio, solo la miro, su rostro me resulta tan
familiar.
Algo me hace cosquillas en la garganta. Toso, despejándola.
—Soy Cade. Bienvenida a Madison. —Mi voz suena formal, como si
trabajara para el maldito centro de bienvenida.
Breck se ríe.
—Es un placer conocerte, Cade. —Extiende aún más su mano, sin
inmutarse de que no la haya tomado la primera vez.
Bajo la mirada a su mano extendida y luego de vuelta a su rostro
expectante. Sus labios se esfuerzan por mantener su sonrisa y sé que si
no le tomo la mano, esta vez la desilusionaré. Y no quiero parecer un
idiota. Inseguro, alcanzo su mano, su sonrisa se intensifica en algo más
genuino. Cierra sus delicados dedos alrededor de los míos y me aprieta
327
como si fuera un miembro de la familia que no ha visto en mucho tiempo.
Como si realmente estuviera feliz de conocerme.
Sonrío a Breck con timidez antes de retirar mi mano.
—Es... —Mi teléfono suena, interrumpiéndome. Miro a Breck
excusándome—. Disculpa.
Asiente, sonriendo, retrocediendo para darme algo de privacidad.
—Sí.
—Mayor. —La voz de Hayes es frenética.
Estoy inmediatamente en alerta.
—¿Qué pasó?
—Él la tiene, señor.
Mi estómago cae directamente a través de mi culo. Podría vomitar
aquí en la maldita acera frente a todos.
—¿Qué quieres decir con que “él la tiene”? —Ya sé quién es “él”,
pero necesito escuchar a Hayes decirlo. Necesito escuchar que le fallé a
mi equipo, otra vez.
—Lou. Tiene a la Comandante y a Lawson en el granero. Está
armado. —Hayes se ahoga con las palabras, apenas entendiendo todo.
Estoy en el auto antes de registrar lo que estoy haciendo.
Vagamente pienso en Breck mientras acelero fuera de la plaza, saltando
un bordillo cuando doy la vuelta demasiado rápido.
Bajamos la guardia. De nuevo. Y Lou la atrapó.
El miedo es lo único que maneja mi camioneta en este momento.
El miedo me tiene acelerando por Old Mill Road, patinando en la grava
de la entrada y apenas estacionando antes de saltar de la camioneta.
Lucho contra la náusea mientras trato de pensar en lo que tengo
que hacer.
Llamar a Theo. Necesitamos refuerzos.
—¡Mayor! —Subo los escalones, siguiendo la voz de Hayes en mi
oficina. Los muchachos están reunidos alrededor de los monitores de
seguridad. Cada uno inclina la cabeza cuando me acerco.
—¿Cómo diablos entró? —cuestiono, mi voz tambaleándose al
borde de una crisis, buscando la respuesta en el rostro de Hayes.
Se encoge de hombros, inseguro de lo que sucedió cuando se aleja
de los monitores de video, permitiéndome mi primer vistazo de la
situación.
Allí, contra la pared del granero, está mi ángel. Tiene la cabeza
echada hacia atrás en un ángulo incómodo, cuando un hombre que
reconozco como Lou tira de ella hacia adelante por su cola de caballo,
gritándole en la cara algo que no podemos oír. Lawson se encuentra
328
inconsciente en el piso del establo mientras Nicole llora en la esquina de
uno de los puestos de los caballos.
—¡Lo voy a matar! —Me enfurezco, temblando mientras me alejo de
los monitores—. Adelante —les ordeno a los muchachos. No necesito
decir más. Ellos saben. Para esto fueron entrenados.
Extracción. Protección. Asesinato.
Subo corriendo a mi habitación y me pongo el equipo de combate
que Anniston me compró, diciéndome que algún día me gustaría volver a
ponerme un uniforme. Pensé que estaba loca, y lo escondí en el armario.
Pero una vez más, ella tenía razón. Incluso si lo estoy usando como
protesta.
Tanto como lo odio, tengo que llamar a Theo. Él querría saber la
situación. Todavía está en Atlanta en el evento benéfico de un hospital
local que él apoya. Thor probablemente esté con él. Y en este punto podría
usar toda la ayuda que pueda conseguir.
Presiono el nombre de Theo en mis contactos y pulso la tecla de
llamada antes de poder convencerme de no hacerlo.
—Estoy ocupado. Tu dulce conversación tendrá que esperar.
—Él la atrapó.
Silencio. Y luego escucho:
—Disculpa. Necesito salir un momento.
Respiro hondo, preparándome para lo que estoy a punto de decirle.
—¿Qué diablos quieres decir con que “él la atrapó”? ¿Quién? —
grita, su voz tiembla por los nervios—. No me hagas esto, Cade. ¡No me
digas que algo le sucedió cuando me encuentro a una hora de distancia!
El motor ruge y supongo que no está perdiendo el tiempo para
llegar aquí.
—¡Te voy a matar, maldita sea! —grita en el teléfono cuando algo
golpea contra el micrófono.
¿Simplemente golpeó el teléfono contra el tablero?
Después de varios minutos de silencio, su respiración se apaga.
Está más tranquilo.
—Dime qué pasó.
Le doy la versión corta porque necesito llegar a ella rápidamente.
—Hayes dejó una nota diciendo que ella y Lawson salieron. Hayes
y los demás se fueron a almorzar. Cuando llegó Hayes, el sistema de
seguridad no se activó. Pensó que Ans estaba en casa...
Theo hace un ruido de incredulidad.
No le doy tiempo para comentar.
—Pero cuando no pudo encontrarla, revisó el metraje de la cámara
y la encontró a ella y a Lawson en el granero con Nicole. Está armado. —
329
Exhalo un suspiro, aliviado de haber dicho todo.
—¡Me lo prometiste, Cade! ¡Prometiste que no llegaría a ella! —grita,
desquiciado. Supongo que no está tan calmado como pensaba.
Saco una Glock 45 del armario mientras Theo se enfurece en el otro
extremo del teléfono. Anniston insistió en que no perdamos las
habilidades con el armamento que nos enseñaron en la Corporación. En
ese momento, me enojé porque ella me estaba empujando hacia lo militar,
pero cuanto más volvía a mis raíces, mejor me sentía. Eventualmente,
dejé de lloriquear y esperaba entrenar todos los días. Mis habilidades
nunca han estado más nítidas.
—Voy a buscarla —respondo.
Me saluda con silencio mientras guardo mi cuchillo en el bolsillo.
—¿Theo?
Una bocina se escucha mientras chirridos de neumáticos suenan
en mi oído.
—Consigue a mi jodida chica, Cade, o entonces que Dios me
ayude…
Su amenaza no me asusta. Pero la comprensión de que algo terrible
podría sucederle a la persona que más me importa, lo hace.
Me enderezo, mirándome en el espejo que cuelga en la puerta del
armario. Me parezco al Mayor Jameson. La ropa de combate abraza mis
músculos recién formados mientras mi arma se siente cómodamente en
la funda en mi cadera. Puedo hacer esto.
Por última vez, guiaré a un grupo de hombres hacia lo desconocido.
Bloqueo visiones de sangre y cuerpos mientras tratan de destruir mi
confianza. Lucharé por ella, como ella luchó por mí. Voy a recuperarla,
pase lo que pase.
Con una resolución que no sabía que poseía, respondo a Theo con
la voz de un comandante.
—Oohrah.
Theo cuelga sin decir una palabra más. Lo hubiera llamado idiota
o lo que sea, pero sinceramente, no creo que pueda soportar escuchar
otra palabra. Estaba al borde de desmoronarse. Tendré un plan para
tratar con él una vez que llegue. No se quedará callado, eso es seguro.

***

Con los dientes apretados, el músculo de su mandíbula latiendo,


Theo gruñe:
—Dame una pistola. ¡Ahora, Cade!
No puedo ocuparme de sus demandas incesantes en este momento.
330
Tengo cerca de diez mil millones de otras cosas que me preocupan. Se
presentó hace media hora, bajando de un salto del lado del conductor,
corriendo hacia el granero después de dejar el motor de su automóvil en
marcha. Tim logró evitar que el auto chocara la casa y Mason fue capaz
de forcejear con Theo en el suelo, arrastrándolo dentro de la casa,
jurando y escupiendo que éramos unos marines horribles. No dejé que
sus comentarios idiotas me afectaran. Está asustado y ataca donde
puede.
Mi mente ha sido un desastre frenético, tratando de pensar en
maneras de sacar a Anniston de su situación actual. Los muchachos y
yo contemplamos llamar a la policía, pero ¿qué harían? ¿Pedir refuerzos?
¿Tal vez enganchar un teléfono en el granero y tratar de hablarle a Lou?
No, no hay tiempo para la política. Voy a sacar a mi chica de una manera
u otra.
A la mierda con la policía. Soy la ley aquí.
Le pongo los ojos blancos a Theo.
—No, por centésima vez, no tendrás un arma. Lo último que
necesitamos es que le dispares a uno de nosotros.
Presiona los labios.
Estoy listo para el azote verbal que está a punto de arrojarme. No
me importa lo que tenga que decir, la situación es grave. Este no es un
jodido juego de béisbol. Mi experiencia exige que me haga cargo. Theo
puede sentar su culo y cerrar la puta boca.
—No empieces. No tenemos tiempo para discutir. ¡Por una vez, deja
de lado nuestros problemas y permite que saquemos a nuestra chica del
jodido granero y lejos del culo psicópata de Lou!
Theo palidece ante la gravedad de la situación. Se lleva la mano a
la boca y me da su aceptación con un breve asentimiento y se dirige a la
sala de estar sin decir una palabra, dejándonos solos en mi oficina para
terminar de formular nuestro plan para derribar a Lou.
Respiro hondo y exhalo. Ahora que Theo no está, el peso de las
vidas de Anniston y Lawson recae sobre mi pecho. Si jodo esto, ella podría
morir. Si ella muere, todos moriremos. Ninguno de nosotros sabría cómo
funcionar sin ella. Es la triste verdad. Somos una familia.
—¿Cuál es el plan, Mayor? —Mason está inquieto, balanceándose
arriba abajo sobre las puntas de sus pies.
Hayes y Vic se acercan cuando Tim se mueve detrás de mí. Mi
garganta traga mientras miro a los ojos de estos hombres. No es lo mismo,
Cade. Esto es diferente. No es Afganistán. No hay bombas ocultas.
Respiro de manera regular, encontrando cada par de ojos con los
míos.
—Hayes y yo entraremos por una de las ventanas del granero.
331
Mason, toma a Killer, y tú y Vic entren por la parte de atrás. Tim —asiento
en dirección a Theo, quien camina de un lado a otro en la sala de estar—
, te quedas con él. No creo ni por un minuto que se mantenga alejado de
esto. Mantenlo cerca. Hagas lo que hagas, no lo dejes entrar cerca del
granero.
Tim asiente, tomando su tarea en serio mientras continúo dando
órdenes.
—Tengan cuidado. Mantengan los ojos abiertos. Piensen
inteligentemente. No hagan nada que pueda herir a Lawson o a Anniston.
¿Comprenden?
Todos me dan un asentimiento brusco y luego gritan:
—¡Oohrah!
Nos separamos, Mason va a recuperar a Killer al piso de arriba
donde la encerramos, evitando que corra hacia Anniston.
—Hayes. —Se mueve lentamente a mi lado, receloso de mi próxima
declaración. Alcanzando el rifle M24 Sniper apoyado en la esquina, se lo
entrego lentamente—. Ella lo estaba guardando para tu cumpleaños.
Sabía que un día tendrías uno otra vez.
Hayes traga saliva, la garganta trabajando por la emoción. Con
manos temblorosas, toca el frío metal. Al instante, retrocede.
—Puedes hacerlo. Tengo fe en ti. Ella te tiene fe.
Con los puños apretados, Hayes hace un sonido casi como un
gruñido. Y como si tomara una decisión en este momento crítico, toma el
arma, la acerca al hombro y comprueba la vista. Inserta el cartucho 338
Lapua Magnum, cargando la cámara con lo que espero sea el único
disparo de bala de hoy.
—Estoy listo, señor —confirma, todo negocios, la máscara de un
francotirador entrenado se desliza fácilmente sobre sus rasgos juveniles.
Este es un tirador entrenado. Una leyenda en su corto periodo en los
Marines. Mi aliado.
No esperaba que la sensación de camaradería me golpeara tan
fuerte. De repente, mi corazón está lleno de amor y honor por mi
hermano, que está listo para luchar y posiblemente morir junto a mí.
Nuestro vínculo es el amor que compartimos por una mujer que se
arriesgó con todos nosotros. Quien renunció a su trabajo para
reintegrarnos en la sociedad. Una mujer que se convirtió en nuestra
familia.
Me enderezo, llevando la mano a mi cabeza en un saludo. Hayes
devuelve rápidamente el gesto simbólico, ambos transmitiendo algo que
nunca podría expresarse en palabras.
—Necesito hablar con Theo antes de irnos. —Me acerco a Theo, que
está de pie en la sala de estar con una foto en la mano—. Entraremos
ahora —le digo en voz baja. 332
Aparta la vista del marco. Es una foto de él y Ans. Sentados junto
a una fogata, ella lo abraza por detrás y él sonríe mientras ella le lame el
hoyuelo. Claramente, es una foto de la universidad.
—Ya es hora —dice.
No lo culpo. Si estuviera en su posición, creo que también lo haría.
—Quiero que te quedes aquí —agrego, molestándolo más.
Su rostro esboza una mueca amenazante.
Continúo antes de que él pueda decir algo más:
—Déjame ir por nuestra chica. Prometo que la traeré a casa segura.
Nada le sucederá.
No me cree, la esperanza ha abandonado sus ojos. Sin decir una
palabra, se aleja, subiendo las escaleras en dirección a su habitación y
la de Ans.
Es mejor de esta forma. Lo mantiene fuera de mi vista. Miro a Tim,
esperando en la cocina.
—No lo dejes fuera de tu vista.
Me saluda mientras salgo por la parte de atrás para unirme a
Hayes. Voy a buscar a nuestra chica y ninguna anciana traficante de culo
me detendrá.
Ya voy, Comandante.

333
Anniston
NO ES GENIAL, LOU
Traducido por Yira Patri

Este hombre está más loco que una rata de mierda. Me aprieta la
garganta con la mano causándome dolor y el arma que ha estado
agitando furiosamente ahora se encuentra clavada en mi teta. Me
pregunto si tengo suficiente carne para retener una bala, como si tal vez
tuviera una súper teta. Oh, mierda, ¡necesito diseñar un sujetador a
prueba de balas! Tal vez con algo que las levante un poco, también.
—¡Cállate, joder! —grita mi enfurecido captor a Nicole, que llora y
se sorbe los mocos porque Lawson se encuentra inmóvil.
334
Está bien, entonces tal vez estar de acuerdo con ayudar a Lawson
a rescatar a Nicole fue una mala idea. Pero después de que me suplicó,
diciéndome cómo el FBI no pudo encontrar nada sustancial para realizar
un arresto y que Lou planeaba vender a Nicole a un comprador ubicado
en México, no pude evitarlo.
Lawson se encuentra tirado en la tierra. Está vivo, puedo ver su
pecho subir y bajar. Su respiración es superficial, pero allí está. Nicole
debería preocuparse por el moretón severo que se le está formando en la
cabeza. Si sobrevivimos a esto, él tendrá un desagradable dolor de
cabeza.
Lou, mi enojado captor, continúa su diatriba, apuntando con el
arma a mi pobre teta cada vez que cree que ha hecho un punto.
—¿Es esto lo que querías, Nicole? ¿Esta mierda que ni siquiera
puede luchar por ti? —Pinchazo en la teta.
Ahora. Lawson es un maldito buen luchador, solo es un poco duro
para esta chica. El amor ciega incluso a los campeones.
Y Lou es un astuto hijo de puta que no pelea limpio. Ocultarse y
atacar a Lawson por detrás no es lo que yo llamaría un juego limpio que
juzgue sus habilidades. Quiero decir, Lou es el que compró a esta chica
en el mercado negro y la mantuvo encerrada en un cobertizo en la parte
trasera de su casa. ¿Qué tipo de persona hace eso? Un psicópata, eso es.
Cuando Laws y yo estábamos cortando las cuerdas de las muñecas
de Nicole, Lou golpeó a Lawson con una pala. Cayó con fuerza. Nicole se
aferró a mí como si fuera un salvavidas. Todo en lo que podía pensar en
ese momento, mirando al pervertido de Lou lamiéndose los labios como
si acabara de ganar un dólar en la gasolinera, era que me sentía
asustada. Todo mi "seamos un héroe" huyó tan pronto como cuando me
agarró, metiéndome en el baúl de su auto.
Recuerdo haberlo escuchado gritar a Nicole todo el camino hasta el
granero, declarando su ira.
—Ahora lo has hecho, perra. Vas a ver cómo mato a tu precioso
salvador. Su muerte recaerá en tus manos. ¿Me escuchas? Verás cómo
quito la vida de sus esperanzados ojos.
Nicole llora suavemente.
—Te dije lo que pasaría si intentabas escapar. ¡Te lo dije! Y no me
creíste. —Lou se detiene antes de reírse—. Al menos me trajiste otra. Tal
vez te venda. Tu coño se estaba volviendo bastante aburrido. Disfrutaré
rompiendo a este petardo rubio.
Su risa malvada hace que las lágrimas rueden por mi rostro en olas
incontrolables. Quería decirle a Cade que lo sentía. Quería amar a Theo
una vez más. Quería jugar al fútbol con los chicos y bailar con Vic. Quería
molestar a Hayes por ser una zorra y discutir con Mason sobre el
verdadero nombre de Killer. Quería terminar de aprender malas palabras
en lenguaje de señas para impresionar a Tim con una sonrisa. Quería… 335
Quiero vivir. Para mis hijos
Empezaré a escuchar más a los muchachos si logro superar esta
prueba. Solo bromeo. Aceptaré más sus opiniones, pero seguiré siendo
yo, y Lou no cambiará eso asustándome.
—¡Respóndeme, perra! —El rugido de Lou en el granero vacío
resuena contra los puestos, trayéndome de vuelta al presente.
Nicole no le responde. ¡Vamos chica! demuestra a este imbécil que
tienes algunas bolas. A pesar de que se mantiene firme en silencio, sigue
frotando la cabeza de Lawson, tratando de controlar su llanto.
Muy bien, por el amor de Dios este hijo de puta necesita ser puesto
en su lugar.
—¿Podemos dejar de lado los insultos? —bromeo, tratando de
aligerar el ambiente. Nadie dijo que soy una negociadora competente.
—¡Cállate, perra! —Aprieta mi garganta lo suficientemente fuerte
como para que comience a entrar en pánico—. ¡Esto es tu culpa! ¿Crees
que puedes salvar a todos? ¿Huh? ¿Crees que tu chico es mejor para ella
que yo? —Me clava la pistola en la sien y doy un respingo.
¡Mierda! Eso no se sintió bien, Lou.
—¡Dime!
Toso cuando afloja la presión en mi tráquea.
—Mira, no queremos ningún problema. Solo quiero recuperar a mi
chico y asegurarme que él está bien y entonces, tú, yo y Nicole podemos
resolver esto. —Mi voz suena como un graznido mientras miro a Lawson.
Debería haber despertado a estas alturas.
Lou se ríe. Riéndose en mi cara. Con mal aliento y todo.
—¿Crees que voy a dejarte ir, cariño?
Oh, diablos, no. No acaba de decir cariño. Qué imbécil. Abro la
boca, lista para decirle a dónde puede llevar a su puta novia, cuando
Lawson gime. Nicole comienza a llorar otra vez y toma su rostro. Todavía
no ha abierto los ojos, pero al menos se está moviendo.
—¡Ven aquí, Nicole! —grita Lou con furia desenfrenada.
Nicole comienza a sollozar incontrolablemente, sin querer dejar el
lado de Lawson. Lawson finalmente abre los ojos y luce confundido
cuando sujeta su mano.
Lou, frustrado por la falta de obediencia de Nicole, golpea mi teta
con fuerza otra vez. ¡Ah! ¿Puede dejar de llorar ya? Este idiota me
arruinará las tetas permanentemente si continúa así.
Extiendo una mano hacia Nicole, esperando que ella tenga cierto
sentido de autopreservación y la tome. Ella me mira y luego a Lawson. La
mirada de él se clava en la mía y es como si en silencio me preguntara si
estoy segura. Le doy un rápido asentimiento para transmitir que
realmente necesita mover su culo y muy rápido. Con resignación, confía
en mí y murmura algo en voz baja a Nicole.
336
Ella se desliza hacia mí y extiende su mano, vacilante, la coloca en
la mía.
Lou la aleja de inmediato, dirige una mano a su garganta,
liberándome a mí en el caos.
—¡Te atreves a desafiarme! ¡Te tengo, perra!
Lawson debe haberse puesto de pie porque antes de darme cuenta,
me jala junto a él, asegurándome en un abrazo.
—Tenemos que salir de aquí —medio murmura.
Ninguna mierda. Contraigo los labios y espero que mi mirada
sarcástica transmita mi acuerdo.
Lou empuja a Nicole contra la pared, su pequeño cuerpo cruje
contra la madera del granero. Ella permanece inmóvil encima de las
astillas de madera, completamente inconsciente.
Lawson trata de empujarme para llegar hasta ella, pero lo abrazo
con fuerza.
—No.
Sus ojos oscilan de mi rostro al de Nicole. No sabe qué hacer. Nada
le gustaría más que cargar el viejo trasero de Lou y servírselo a Killer,
pero tenemos que ser inteligentes.
—No diremos a nadie lo que pasó hoy —le prometo a Lou,
distrayendo a Lawson. Bueno. Esa es una mentira de proporciones
épicas. Por supuesto que se lo diré a las autoridades, pero Lou no tiene
que saber eso. Voy a cazar a este bastardo si tengo que hacerlo.
Comprador de mujeres...
Qué puto monstruo.
Lou olfatea el aire, avanza un paso y apunta directamente con el
arma hacia mi pecho. Me da una mirada de muerte e intento no dejar
que me asuste. Intento es la palabra. Empujo a Lawson, moviéndolo
detrás de mí. Continúa firme a mi lado. De ninguna manera será un
cobarde. Lo miro con los ojos muy abiertos y entonces comprende que
tengo un plan. Tal vez no sea un buen plan, pero es un plan. Hace una
pausa, pero se ubica unos centímetros detrás de mí, como yo quería.
Ahora, mi cuerpo está bloqueando la mayoría del suyo, tal como lo
planeé.
—¡Muévete, perra! —El grito de Lou me destroza los nervios como
clavos en una pizarra.
Pero a diferencia de las acciones molestas de un alumno de
segundo grado, Lou inspira un miedo que se establece profundamente en
mí. Su locura está empezando a asustarme y cuanto más continuemos
esta negociación, más temo que uno de nosotros no logre salir con vida.
La idea de que alguien muera hace que el miedo se convierta en pánico.
No soy un soldado. La bilis que sube por mi garganta me lo
recuerda. Nunca he estado tan aterrorizada. Cuando Lou presionó un
337
cuchillo en mi garganta estuve cerca de sentirme así, pero no hay nada
como tener un revólver (realmente prestando atención a las
conversaciones con Cade sobre armas) apuntando a mi pecho.
Aunque sí sé esto: Lou no se meterá con Lawson. No tomará a uno
de mis muchachos. Eso es seguro.
Mi decisión se solidifica, respiro de forma entrecortada y me
encuentro con los ojos de Lou esbozando la sonrisa más maliciosa que
puedo hacer.
—Vamos, Lou. Pensé que nos encontrábamos más allá de los
insultos.
Lou se limpia la humedad que se desliza de su frente antes de
darme una sonrisa siniestra, y le saca el seguro al revólver.
Oh diablos. Mantén tus bolas, Ans.
—No tengo ningún problema en matar a una mujer.
Por supuesto, no lo tiene. Es un verdadero ejemplo de
comportamiento.
—Entiendo eso, Lou. —Comienzo a arrastrar los pies, tratando de
crear una distracción con mi cuerpo. Cuando el viejo desagradable de
Lou baja la mirada, empujo a Lawson con mi cadera, animándolo a
retroceder un paso hacia la puerta abierta del armario estratégico que
usamos para albergar todo el equipo del granero. Él sujeta mi cadera,
deteniendo mis movimientos. Maldita sea, Lawson. No seas el jodido
héroe aquí. Alejo su mano y vuelvo a empujar.
—Realmente, lo entiendo —continúo, animándolo con mis manos—
. Verás, a mí tampoco me importaría matar a un hombre.
Retrocedo un paso y empujo con fuerza a Lawson. Él obedece y va
hacia el armario.
—Quiero decir, orinan en todo. —Sacudo una mano, creando un
instinto dramático para la distracción—. Dejan el asiento del inodoro
levantado, se masturban en los autos. —Otro movimiento de la mano, y
esta vez capto la atención de Lou. Por fin. Me mantengo con los
movimientos arriba abajo, imitando un trabajo manual, sabiendo que
tengo la atención absorta de Lou en este momento.
Malditos chicos, son muy fáciles. Una chica haciendo un
movimiento de masturbación... de repente son todo oídos. Lou, en este
caso, no es diferente.
—Se olvidan de las fechas importantes. Y, son simples hijos de puta
egoístas. —Respiro hondo, detengo los movimientos de mis manos y le
brindo a Lou una profunda sonrisa sureña—. Muy parecido a ti, Lou.
Con esa indirecta final, empujo con fuerza a Lawson con mi trasero,
haciéndolo caer por la puerta del armario táctico. Rápidamente, agarro
la manija y cierro la puerta de madera, sellando a Lawson adentro. Él
comienza a golpear violentamente, vociferando maldiciones que no me
338
harán mover de mi posición. Sostengo el mango de la puerta con fuerza
y rezo para que mi fuerza dure más que la suya.
Mi destino ahora está sellado, me burlo de mi captor con una
sonrisa petulante.
—Fue un movimiento muy estúpido, niña. —Lou escupe el "niña"
como si se tratara de una cucaracha desagradable que se atrevió a
escabullirse junto a él.
Enfoco mis ojos en los suyos, mi sonrisa en su lugar, y mantengo
el mantra en mi cabeza que Cade me enseñó. En la batalla, te enfrentas
a tu oponente clínicamente y sin emoción. De acuerdo, es más difícil de lo
que parece, pero por Dios, voy a intentarlo.
Me encojo de hombros despreocupadamente.
—¿Qué puedo decir? Me gusta vivir peligrosamente.
Lou gruñe y da un paso adelante. Mantengo mi mano en la puerta
mientras Lawson arroja su cuerpo contra ella. Laws, en serio, no se abrirá
de esa manera.
Lou da otro paso, la repugnancia se sitúa profundamente en sus
ojos.
—¡Muévete! —ruge. La saliva cae sobre mi brazo, haciéndome
temblar. Asco. Sin embargo, no me alejo. No. Lou aquí no me está
pasando.
—No —respondo con firmeza, como alguna clase de tipo duro. Si
voy a morir, entonces caeré en pelea. No tomará a mi familia.
—¡Comandante! —grita Lawson contra la puerta, su rugido casi
vibrando malditamente a mi espalda. Me suplica que lo deje salir.
Mi agarre solo se tensa en respuesta.
—Te matará —le digo con dulzura a Lou. Sabe que me refiero a
Cade—. Todos lo harán.
Lou echa la cabeza hacia atrás y se ríe por lo absurdo.
—Cariño, me habré ido antes de que tus preciosos cinco lleguen
aquí.
—De todos modos, buena suerte. No descansarán hasta que te
torturen por días, turnándose para administrar golpes asesinos. Tal vez
si tienes suerte, te matarán antes de que maten a toda tu familia.
De acuerdo, no somos la mafia. Estos tipos son héroes, no
asesinos, pero Lou no lo sabe. El miedo es saludable.
Un destello de movimiento atrapa mi atención detrás de Lou, donde
Nicole todavía se encuentra desvanecida. ¿Eso es un espejo? ¿Qué
diablos? Y luego lo veo, Cade está encaramado detrás de la puerta del
establo, Hayes al otro lado de él, su rifle de francotirador ubicado entre
339
los listones de madera.
Santa mierda. Hayes tiene un arma. ¡Lo hizo! Quiero correr hacia
él y abrazarlo por superar ese miedo, pero ahora no es el momento.
Cade se lleva el dedo a los labios, instándome a permanecer
tranquila y en silencio. Aparto mis ojos para que Lou no se dé cuenta.
—¡Tú, coño! —grita, levantando la pistola, el cañón apuntando a
mi frente—. ¡Eres estúpida, perra!
Oh vamos. ¿Perra? ¿Es todo lo que puede decir? Esa palabra es
una calumnia tan cansina y despectiva para las mujeres. Hay algunas
más geniales, como... eh, ahora probablemente no es el momento de
enumerarlas.
—¿Crees que puedes asustarme?
La furia de Lou irradia por todo su cuerpo, le tiembla el brazo por
los nervios.
Miro a Hayes, y con cada gramo de amor y confianza, ordeno:
—Dispara.
Hayes mira a Cade, quien niega con la cabeza preso del pánico.
Lo vuelvo a decir, esta vez a Lou.
—Dije, dispara.
Lou se ve confundido por un momento. Baja el arma y se gira,
viendo que tenemos compañía.
—Vamos, no seas un coño, Lou. Dispárame, porque no hay forma
de que atravieses esta puerta. —Mi cuerpo está tarareando de adrenalina
mientras sello mi destino en el establo en el que crecí. Donde Theo y yo
jugamos al escondite.
Cade sale de las sombras, con las manos levantadas en un gesto
pacífico.
—Podemos resolver esto, Lou. De hombre a hombre. Dejemos a las
mujeres fuera de esto.
Lou se burla y da vueltas, examinando toda la habitación hasta
que su mirada aterriza en Hayes, y luego... Gruñidos impregnan el aire,
indicando la llegada de Killer. Oh no. Esto no está bien.
Mason, con un fuerte control sobre Killer, se mueve desde su
posición de cuclillas de la oscura parte trasera del granero. Vic se levanta
detrás de él, con la pistola apuntando a Lou. Bueno, toda la pandilla se
encuentra aquí.
—¡Crees que soy estúpido! —le grita a Cade, dirigiendo su arma
hacia mí.
El rostro de Cade es una máscara impasible. Si no supiera que el
enrojecimiento en la base de su oreja significaba que se encuentra a
segundos de perder su mierda, pensaría que no le importa lo que Lou me
hizo.
340
Sintiendo que el aire cruje a nuestro alrededor, decido que es ahora
o nunca. Los muchachos solo fortalecieron mi misión. Estos muchachos
son mi familia y me condenarán si mueren aquí después del infierno que
han pasado para llegar hasta aquí.
—Dispara, Hayes. —Mi orden hace chasquear la cabeza de Cade.
Abre los ojos con miedo.
—¡No dispare, soldado! —grita, la voz áspera que calienta mi
corazón como siempre.
—¡No! —Una voz que conozco muy bien hace eco en todo el granero.
El pánico ata sus cuerdas vocales, causando que el sonido armónico se
agriete—. ¿Qué necesitas, Lou? ¿Cuánto para que desaparezcas? —Theo
le suplica a Lou cuando Tim viene presuroso detrás de él, sujetando a
Theo por el brazo. Si no estuviera tan enojada porque ahora está en el
campo de tiro de Lou, me reiría. Theo es una pequeña mierda cuando
quiere serlo. Apuesto a que nadie tuvo que ofrecerle una mamada por esa
carrera.
—¡Sáquenlo de aquí! —grito, la desesperación en mi tono le suplica
a cualquiera que siga esta orden. Si hay algo que voy a hacer bien, será
esto. Von Bremen no sufrirá el tormento de verme morir aquí en el sucio
suelo, en el granero lleno de recuerdos felices.
Theo se resiste ante mi orden y trata de liberarse de la sujeción de
Tim. Tim se acerca y lo sostiene por la cintura, intentando frustrar
cualquier intento de fuga.
Una súplica rota se escapa de esos bellos labios.
—No hagas esto, bebé. —Las lágrimas brotan de esos ojos
manchados de azul marino que he pasado incontables horas mirando.
Esto jode mi valentía. Tanto que no puedo mirarlo más tiempo o
simplemente puedo cambiar de opinión y dejar que Lou tome a quien
quiera.
—Sácalo de aquí —medio grito a Tim.
Theo comienza a luchar contra el agarre de hierro de Tim, gritando
obscenidades al aire. Se necesita tanto de Tim como de Vic para
someterlo. El miedo y la adrenalina pueden ser bastante potenciadores.
Mientras lo arrastran fuera del establo, todavía pateando y protestando,
él grita con enojo:
—¡Nunca te lo perdonaré, Ans! —Y luego como si lo pensara mejor,
suplica una vez más—. Por favor, bebé, no me dejes. —La distancia que
crece entre nosotros hace que sus palabras sean más débiles como si la
pelea lo venciera.
Las lágrimas me ciegan y me vuelvo hacia Cade mientras consigo
controlarme. Fuerte. Sé fuerte. Sé valiente, Anniston. Doy una pequeña
sonrisa a Cade cuando Lou ajusta su puntería a mi pecho. Los ojos de
Cade rastrean el movimiento y cuando se encuentran con los míos le digo,
341
"te amo", y luego fuerzo la orden que nadie negaría jamás.
—Soy tu Comandante. ¡Te lo ordeno, soldado, toma tu oportunidad!
Hayes me mira, en pánico. Reajusta el agarre de su rifle varias
veces y lo aprieta con fuerza contra su mejilla.
Le brindo la misma sonrisa cansada y le digo calmadamente:
—Te amo, los amo a todos, ahora fuego, guapo.
Una lágrima silenciosa cae por su rostro mientras mueve el dedo
hacia el gatillo. Un clic es el único sonido en el granero, y se escucha
como en un sonido envolvente.
Cierro los ojos. Un rugido de dolor recorre el establo cuando un
estruendo fuerte me ensordece. Una descarga se dispara y luego otra, un
impacto que me tira al suelo. Pienso en los muchachos, con la esperanza
de que sobrevivan a las secuelas de este desastre. Rezo para tener
suficiente tiempo con ellos, para que las heridas que tengan sean
sanadas. Rezo por Theo. Rezo para que encuentre amor y felicidad,
incluso si no es conmigo.
Me duele el corazón mientras yazgo en la tierra, suplicando a Dios.
Pidiendo perdón, rogando misericordia para mis chicos.
Los segundos pasan y nunca pierdo el conocimiento. Todavía estoy
viva. Mierda. ¿Golpeó un punto que no es fatal? Mis endorfinas deben
estar pateando un gran culo. El dolor no está mal. No como pensé que
sería recibir una bala. Tal vez tenga una cicatriz genial como los chicos,
o tal vez estoy a punto de desangrarme y morir.
De repente, una gran forma golpea el suelo a mi lado. Ojos índigo
se encuentran con los míos antes de que se cierren.
Theo.

342
Anniston
SACRIFICIO
Traducido por RRZOE
& yiany

—¡Maldición, Theo! ¡Maldito idiota! Si no abres tus jodidos ojos en


este momento, te juro que le diré a Cade que compraste tu propia tarjeta
de novato en eBay por una cantidad obscena de dinero.
Aparentemente, la razón por la que mi herida de bala no dolió fue
porque mi tonto trasero no recibió el disparo. El impacto resultó ser Theo
dejándome fuera del camino, recibiendo la bala por mí.
Con la respiración contenida, lo veo revolotear los ojos, y luego
343
escucho:
—Ese es un golpe bajo, Ans. —gime, abriendo un ojo e intentando
rodar sobre su costado. Suelto un suspiro de alivio y lo ayudo a ponerse
de pie.
Se para con las piernas temblorosas, Lawson y yo apoyamos su
peso rápidamente sobre nuestros hombros y lo sacamos del caos del
establo. El ladrido de Killer es salvaje cuando Cade trata de asegurar la
escena detrás de nosotros.
—¿Estás herido? —pregunto.
¿Qué demonios, Anniston? Por supuesto que está herido. Le
dispararon, por el amor de Dios.
Niega.
—El chaleco lo atrapó. Solo duele.
—Bien. Pero te revisaré cuando lleguemos a casa.
Murmura:
—Está bien.
Tim abre la puerta del granero para que salgamos. Theo va
tropezando, pero con suerte es la adrenalina que está calmándose y nada
terrible.
—Vamos, Teddy. Casi llegamos —lo animo.
Su peso se vuelve demasiado cuando comienza a inclinarse hacia
adelante. Lawson se mueve frente a él, pero Theo se derrumba en el suelo
antes de que ninguno de nosotros lo atrape.
Me arrodillo y le grito a Lawson para que me ayude a darle la vuelta.
Sus ojos se encuentran distantes, su rostro pálido. Qué demon... tiene
que estar herido en alguna parte.
—¡Theo! Theo! ¡Mírame, maldición! No te duermas.
Murmura e intenta enfocar sus ojos. Se ponen en blanco, su
respiración se vuelve cada vez más superficial.
—No puedo... respirar... Ans.
Intenta darse la vuelta, pero lo empujo hacia abajo y miro a
Lawson.
—Ve a mi oficina, trae todo lo que puedas sostener en tus manos.
Lleva a todos los muchachos.
Lawson me mira por un minuto, inseguro de si debería dejarnos.
—¡Ve! —grito.
Esta vez, sale corriendo sin mirar atrás.
Quito el chaleco Kevlar y encuentro... sangre. Mucha. Oh, mierda.
Mi corazón se hunde cuando me doy cuenta de que la bala no alcanzó el
chaleco, golpeando a Theo en las costillas superiores donde debería
344
asegurarse el Velcro. No había nada allí. El chaleco no estaba bien
colocado. ¡Maldición!
—¿Por qué no tienes el chaleco bien sujeto? —grito, haciendo
preguntas estúpidas que no son realmente relevantes para la situación,
cuando admite en voz baja.
—Tim sabía que no me quedaría en la casa, lo dejo en la cama para
mí.
Quiero enfurecerme porque Tim se lo debería haber colocado en vez
de dejarlo en la cama. ¡Theo no tiene idea de cómo ponerse un chaleco
Kevlar correctamente! Pero no lo hago porque Tim tenía razón en su
suposición: Theo nunca hace lo que le dicen y algo es mejor que nada.
Tiro de las costuras de la camiseta de Theo; la maldita tiene una
costura reforzada, lo que hace que sea difícil de rasgar. Después de un
grito desesperado y adrenalina corriendo por mis venas, hago un pequeño
desgarro, dándome un punto de partida para rasgarlo el resto del camino.
—Theo —me atraganto—. Tengo que darte la vuelta y ver si la bala
salió.
Ya sé que no fue así, pero no hay vergüenza en la esperanza. Theo
no responde, su respiración es muy superficial, lo que me da una
sensación de inminente fatalidad.
—Sigue respirando —lo animo mientras giro su hombro,
confirmando que la bala todavía está alojada en su hermoso pecho.
Las lágrimas me pinchan los ojos. ¡No lloraré!
Resoplando, le grito a Nicole que vaya a buscar a Cade y llame a
una ambulancia.
—Estaré bien —susurra Theo dolorosamente.
Su condescendencia solo me molesta.
—Tienes toda la razón, estarás bien. ¡Sigue respirando! —Mi voz se
quiebra—. ¡No morirás sobre mí! ¿Me escuchas? —No hay forma de
contener las lágrimas gordas que corren por mis mejillas—. ¡No morirás
por mí! —Sueno como un lunático gritando demandas.
Theo enreda sus dedos con los míos, entrelazando nuestras
ensangrentadas manos.
—Es jueves. No puedes decirme qué hacer.
Su terrible momento para una broma hace que mi garganta se
cierre. No puedo reírme, solo puedo sujetar su rostro pálido cuando los
sollozos incontrolables me destrozan el cuerpo. Esto no puede pasarnos
a nosotros. No tenemos suficientes recuerdos. ¡No me lo quites!
Empiezo a rockear, cualquier cosa para calmarlo a él y a mí misma,
para traer consuelo cuando no hay nada más que miedo. Theo gruñe,
apretándome la mano.
—Quédate conmigo —le ruego.
345
Aprieta mi mano otra vez.
—Estoy contigo, Ans. Siempre.
Mi corazón chisporrotea ante su confesión, su voz agita retazos y
pedazos de recuerdos rotos. Visiones de nuestra primera Navidad en
nuestro apartamento. El árbol insignificante que colocamos, decorado
con los pendientes que quedaron de todas las estancias de una noche de
Theo. Nuestra primera vez en la feria, cuando se reveló su miedo a los
payasos. La forma en que se despierta por la mañana, con el ceño
fruncido y somnoliento, quejándose de que no llueve lo suficiente. La
forma en que me dice que me ama cuando cree que estoy dormida.
—¡Date prisa! —grito al aire libre.
Cade viene corriendo, sus ojos saltando por todos lados antes de
finalmente aterrizar sobre mí.
—El granero está seguro. Lou está muerto.
Lo miro, derrotada.
—Necesito ayuda. —Un llanto dolorido se escapa de mis labios
agrietados—. Theo necesita ayuda.
Cade se arrodilla a mi lado, sus ojos verdes parpadean sobre el
cuerpo inerte de Theo. Traga espeso y muy bruscamente dice:
—Entonces ayúdelo, doctora McCallister.
Más tarde, me daría cuenta de que ese comentario grosero salvó la
vida de Theo. Me limpié las lágrimas, junté mi mierda y actúe como el
doctor rudo que soy.
—Tenemos las cosas —grita Lawson. Mis cinco hijos corren hacia
mí con sus cestas llenas de suministros médicos. Mis ojos otra vez con
lágrimas saladas. No llorarás.
—Anniston. —Cade me sacude el brazo, atrapando mi atención—.
¿Qué tenemos que hacer?
Miro sus ojos seguros que me dicen que puedo hacer cualquier
cosa. Que estos hombres, estos héroes confían en mí para salvar la vida
de Theo. Puedo sentirme crecer más alto, más confiada a cada segundo.
Estos hombres creen en mí. Estoy rodeada de familia. ¡Puedo hacer esto!
—Necesito apósitos. Necesitamos detener el sangrado —les digo a
todos.
—En eso —responde Hayes, arrojando su cesta.
—Tijeras. Que alguien le corte la camiseta.
—Entendido —contesta Vic. Comienza a cortar la camiseta de Theo
con cuidado—. Comandante —dice con inquietud—. Creo que tenemos
que darnos prisa.
Miro a Theo, que está jadeando por aire.
—¡Necesito el kit de intubación! —grito.
346
En la escuela de medicina, te enseñan a mantener la calma, pero
nadie me enseñó a hacer eso cuando Theo lucha por respirar. Me están
temblando las manos. Mi parálisis cerebral solo estalla cuando el estrés
es intenso. En este momento, estoy al borde de una crisis. Respiro
profundamente, forzando a mis pulmones a expandirse. Puedes hacerlo.
Theo te necesita.
Aprieto los músculos de mis antebrazos, controlándolos. Los
nervios saltan pero tengo un mejor manejo de los temblores cuando Cade
me arroja el kit de intubación. Lo abro, arrancando el plástico protector
y me acerco, acurrucando la cabeza de Theo entre mis rodillas.
Miro a Hayes y a Cade una vez más para tranquilizarme.
—Necesito que lo sostengas.
Asienten, ambos presionando sus hombros sin preguntar.
Tan calmadamente como puedo, le susurro al chico que sostiene
mi corazón en sus manos:
—Voy a poner un tubo en tu garganta para ayudarte a respirar. Se
sentirá raro y querrás sacarlo, pero necesito que te resistas al impulso y
te relajes. ¿Está bien?
Sus ojos cansados transmiten su comprensión. Cada vez le resulta
más difícil respirar. Necesito hacer esto rápidamente.
Inclinándole la cabeza hacia atrás, agarro el tubo y lo meto en su
boca. Él hace una mueca e intenta alejarse, pero lo sujetamos
fuertemente.
—Trata de relajarte —repito, continuando con la presión para
mover el tubo. Tengo que hacer esto. No puedo sedarlo, no en estas
condiciones. Él puede manejar esto. Es fuerte.
Visualizo su tráquea, ocupándome de sus cuerdas vocales,
mientras paso el tubo delicadamente a través de su vía aérea. Él
comienza a flagelar. Hayes y Cade gruñen mientras lo mantienen
restringido.
—Lo sé, lo sé. Piensa en otra cosa. Piensa en algo divertido. Como
conseguir una mamada. —Cade se ríe a mi lado mientras remuevo la guía
y el endoscopio después de verificar la colocación correcta del tubo de
respiración.
Theo se tranquiliza un poco, pero se esfuerza por liberar las manos.
—Necesitamos mantener este tubo dentro por un tiempo —le
explico, pegando el exceso de tubo en su mejilla. Él gruñe e intenta hablar
antes de que lo silencie—. No hables. Solo dañará tus cuerdas vocales.
Este hecho parece detener su pelea más que cualquier otra cosa.
Todavía flexiona los brazos y lucha contra los muchachos. Nunca le
gustaron las restricciones.
Soltando su cabeza, me muevo hacia su pecho donde el furioso
agujero se burla de mí. Vic me tiende un poco de gasa antes que tenga
347
que pedirla.
—Tim, toma esa bolsa allí, colócala en el tubo en la boca de Theo y
apriétalo al ritmo de tus respiraciones. —Tim me mira como si pudiera
vomitar su cena, pero consigue reprimir su repulsión y me hace una
breve inclinación de cabeza antes de ponerse a trabajar.
Lo observo por un segundo, asegurándome que lo está haciendo
correctamente. Cuando veo que el pecho de Theo se eleva, le guiño un ojo
y le digo que continúe.
Pido un antiséptico a continuación, que aparece en mi mano en
segundos.
—Esto va a picar, bebé —le digo a Theo, justo cuando empapo su
pecho con el líquido frío.
Se inclina desde el suelo, sonidos antinaturales salen de su
garganta. Un dolor agudo me golpea en el centro del pecho, casi como si
su dolor se volviera mío. En tiempos como estos, me gustaría poder tener
poderes de hombre lobo, donde toman el dolor el uno del otro. No soporto
estar infligiéndole más dolor cuando ya está soportando tanto.
Los chicos empujan a Theo hacia atrás y le dicen que se quede allí.
Incluso Cade.
La herida en su pecho es un líquido burbujeante. No es una buena
señal. Su pulmón está colapsando.
—Sigue bombeándolo, Tim. —Salto, hurgando en las cestas de
suministros médicos.
—¿Qué necesitas, Comandante? —Ignoro a Lawson y continúo mi
búsqueda. Finalmente, encuentro una aguja que será suficiente para lo
que necesito hacer.
Vuelvo a caer al lado de Theo.
—Esto dolerá, amor —le advierto con una dulce caricia en la cara.
Gime y cierra con fuerza los ojos cuando una oleada de dolor lo
atraviesa.
Con dos dedos, siento a lo largo de sus costillas hasta que alcanzo
mi marca deseada.
—Respira profundo —le digo justo cuando apuñalo con la aguja
entre sus costillas.
Lucha contra sus captores, gimiendo. Hayes gira la cabeza, se ve
un poco verde. Solo Cade sostiene mis ojos, instándome a continuar.
Vendo la herida y el nuevo tubo torácico a un ritmo eficiente. Va a
necesitar una mierda de antibióticos después de esto, pero está vivo y
ahora mismo, se encuentra estable y eso es todo lo que cuenta.
—Todo listo, cariño —lo calmo. Moviéndome a su cabeza, le acaricio
la frente y respiro con él. Comienzo a hablar de cosas al azar, algo que
348
hace Theo cuando el silencio se vuelve demasiado—. Seis mil
cuatrocientos ochenta, esa es la cantidad de ponches que has tenido en
tu carrera profesional. Cinco mil ochocientos ochenta es la cantidad de
entradas que te he visto lanzar.
Todos los juegos, ya sea en el banco o frente al televisor.
Estuve. Ahí.
Animándolo. Entrenándolo. Amándolo.
Comienzo a enredar mis manos con sus gruesas ondas,
permitiendo que las hebras se deslicen entre mis dedos. Encuentro
consuelo en la normalidad de la repetición.
—Tres mil setecientos setenta y nueve son los días que he sabido
que te amo. —Resoplando, me inclino, le doy un beso salado a la
comisura de la boca. Él trata de hablar alrededor del tubo, pero lo callo
dulcemente—. Cero es la cantidad de días que pasaré sin ti, vamos a
superar esto y cuando lo hagamos, planeo patear tu trasero tan pronto
como estés curado.
Gruñe, intentando reír. Es un sonido lastimoso y me hace apretar
su mano con más fuerza, así solo lo mantendré conmigo para siempre.
Pasan los minutos, finalmente, las luces rojas y azules se
encienden por el camino de grava, viniendo a nuestro rescate.
Los médicos no tardan en atar a Theo a una camilla. Me quedo a
su lado mientras los médicos se encargan bombearlo, los ojos de Theo
están cerrados, lo que me pone aún más nerviosa. Solo quiero llegar al
hospital tan rápido como sea humanamente posible.
Me coloco detrás de los dos médicos, conteniéndome de vociferar
órdenes, no soy la que está a cargo aquí. Hice todo lo que pude pero el
tiempo parece moverse como un jarabe cuando Theo lo pone en el
refrigerador. Las lágrimas me pican los ojos mientras el recuerdo de la
discusión del jarabe se reproduce en mi cabeza. Mis pensamientos están
enredados cuando miro a Cade parado afuera de las puertas.
—Estaremos justo detrás de ti.
Una lágrima solitaria cae por mi rostro, derritiéndose en mi camisa
ensangrentada. El médico cierra la puerta, el impacto me sorprende. Mis
nervios están completamente alterados. ¿Es así como se sienten los
muchachos cuando escuchan fuegos artificiales el 4 de julio? Si es así,
nos iremos de vacaciones todos los años al Caribe, así estarán lejos de
todo.
—¡Sal, sal, sal! —Alguien toca el costado de la camioneta, indicando
que estamos listos.
El médico más joven está a mi lado mientras la ambulancia se
tambalea hacia adelante. Empieza a insertar una línea en el brazo de
Theo, me interroga acerca de cualquier alergia, etc. Sueno insegura en
mis respuestas, mi mente recorre todos los eventos que acaban
suceder. Estaba preparada para morir por mis chicos.
de 349
Lou disparó a Theo.
Me comienzan a temblar más las manos ahora que la adrenalina
se está agotando.
—¿Eres doctora?
Aparto los ojos del pecho de Theo, deteniéndome en el anciano que
parece que está a punto de jubilarse.
—S-s —Me aclaro la garganta, empujando hacia abajo las
lágrimas—. Sí, soy su médico.
Asiente, mirando a Theo una vez más como si tratara de descubrir
quién es esta celebridad con su propio médico privado.
—¿Lo intubaste?
Asiento, más lágrimas amenazan con caer. Me tiemblan tanto las
manos que me recuerdan a la maldita chihuahua que tuvo la madre de
Theo cuando éramos jóvenes. Antes que pueda tenerlo bajo control, Theo
me alcanza, su mano grande envolviendo la mía pequeña.
Esnifando, la aprieto. Él murmura algo contra su tubo de
respiración. Su mano es pesada a medida que su fuerza disminuye, pero
se las arregla para rozar mis nudillos, y sé que está tratando de
consolarme cuando se agarra a un hilo.
—No hagas eso —sollozo—. No me consueles.
No intenta hablar de nuevo, solo frota... hasta que no lo hace.
El monitor del corazón perfora el silencio, me lleva un segundo
darme cuenta de lo que está pasando, su pecho ha dejado de moverse.
—¡Está en paro! Consiga las paletas —ordena el médico detrás de
mí.
—¡No! —Estoy de pie, apretando su bolsa Ambu, dando a sus
pulmones el oxígeno que necesitan. El médico más viejo está dando
compresiones de pecho mientras que el otro prepara las paletas. Cuando
nos pide que nos hagamos a un lado, me congelo. Sé que necesitan llegar
a él, sé esto, es totalmente ilógico que yo, un médico, vacile ahora, pero
este es mi Theo, esta es mi persona. Si él muere aquí en esta camilla,
quiero tomar su mano. Quiero que sepa que estoy aquí, que no está solo.
—Señorita.
Nivelo al joven médico sosteniendo las paletas con una mirada
feroz.
—Tráelo de vuelta.
Él asiente, apartándome de su camino. Me alejo esta vez
fácilmente, tomando asiento en una de las sillas junto a la pared de la
ambulancia.
—¡Despejen!
Me estremezco ante el ruido chisporroteante cuando lo golpean con
350
el primer impacto. Me llevo las manos a mi cabello mientras grita
"despejen" nuevamente.
Eso no es bueno. Cuantos más golpes demore, menos probabilidad
hay de que lo recuperen.
Oh Dios.
—¡Tengo pulso!
Inmediatamente, estoy de pie, el alivio atraviesa mi cuerpo. Me
apresuro junto a Theo, tomando su mano fría en la mía. Uno de los
muchachos está llamando por radio al hospital, no estamos lejos ahora.
El otro continúa bombeando a Theo.
Poniendo su mano en mi mejilla, me acomodo egoístamente,
tomando cada gramo de comodidad del constante sonido de los pitidos
provenientes del monitor pegado a su pecho.
—Casi estamos allí, bebé. Vas a estar bien. —Mi voz se mezcla con
las lágrimas, pero en este punto, ni siquiera trato de ser valiente y
controlarlas. Estoy segura que estos médicos han visto peores.
Los minutos pasan y Theo no vuelve a apretar mi mano. Intento no
dejar que el miedo se apodere de mí.
—Estamos aquí —susurra el médico suavemente para no
asustarme—. Tenemos que llevarlo, esto es todo lo que puedes hacer.
Asiento mientras las puertas se abren. Esperando a que médicos y
enfermeras se apresuren a su lado mientras lo bajan al suelo. Observo
mientras desaparece a través de las puertas dobles, camino a la sala de
operaciones. Su vida en manos de otra persona.
No sé cuánto tiempo me siento allí en la ambulancia. Las lágrimas
fluyen silenciosamente por mi rostro. Quiero gritar pero no lo haré porque
Theo ama mis gritos y no está aquí para escucharlos. Pisoteo, pateando
el banco, cualquier cosa para salir de la ira que se ha apoderado de mí,
me tiro del pelo, lanzo vendajes sangrientos hasta que no hay nada más
que pueda arrojar y caigo al piso de la ambulancia cuando pierdo cada
onza de energía.
Mientras yazgo, agotada, contra el frío metal, un destello de color
debajo del asiento me llama la atención. Deslizándome por el piso lleno
de basura, alcanzo debajo de la silla y encuentro... un trozo de chicle.
—Comandante.
Levanto la cabeza lentamente al sonido de la reconfortante voz de
Cade. Sus fuertes hombros están firmes, sus ojos llenos de preocupación,
llenos de compasión, mientras me mira.
—Ven, vamos adentro. —Su mano me alcanza cuidadosamente,
haciéndome saber que está allí para ayudar. Es obvio que no está seguro
de dónde está mi cabeza.
Hay algo de ironía para ti, Cade me persuade para que descanse
mi mente.
351
Me comienza a temblar la barbilla mientras encierro la goma de
mascar en mi mano.
—Le encanta el chicle, siempre tiene uno escondido en alguna
parte.
Cade asiente ante mi declaración, acercándose un poco más y
avanza hacia la parte de atrás.
—Ven aquí, cariño. Los muchachos quieren ver que estás bien. —
Otro paso más cerca.
Giro las yemas sobre el chicle, apenas registrando los movimientos
de Cade.
—Querrá esto cuando salga.
—Sí, lo hará. Entra, podemos esperarlo juntos. —La mano de Cade
se cierra sobre mi mano agarrando el chicle de Theo.
Un gemido escapa de mis labios justo antes de que me envuelva en
sus fuertes brazos, justo antes de romperme y gritar en su camisa. Grito
por mí, grito por Theo y cuando mi garganta está demasiado cruda para
hacer otro sonido, lloro con sollozos grandes, pesados, feos y silenciosos.
Es entonces cuando Cade me levanta, me saca de la furgoneta y
entra en la sala de espera, donde todos nuestros muchachos se
apresuran a nosotros, envolviendo todo mi cuerpo con el de ellos.
Reconfortándome
Amándome.

352
Anniston
ME TUVISTE CON LA BOLA RÁPIDA
Traducido por Emotica G. W

Killer está ladrándole constantemente a la parrilla como si algo


fuera a saltar y aterrizar en su boca babosa. El aroma del carbón también
está haciéndome agua la boca, así que no puedo culpar a una chica por
tratar.
En serio, ¿de quién fue la idea de comenzar la parrilla mientras
jugábamos algunas entradas de béisbol afuera, en el calor abrasador? De
Theo, eso es. Comenzó con su pedido de la cena a las siete de la mañana.
Su pedido de costillas, ensalada de papas y frijoles horneados se fue en
353
secuencia rápida.
No debería alentar su dieta recientemente relajada, y darle en
cambio una pechuga de pollo, pero lo hago. Prometí tratarlo más como
novio que como atleta. Pero ya no es un atleta.
Theo Von Bremen oficialmente se retiró esta temporada.
No fue una decisión difícil ya que quiso dejarlo durante algún
tiempo. Thad y yo queríamos que triunfara tanto que nos olvidamos de
lo que él quería.
Lo vendimos a la prensa como si su brazo no estuviera bien
después del incidente, pero de hecho, estaba mejor que nunca. La bala
le golpeó el pulmón, alojándose allí, y después de tenernos en ascuas
durante las seis horas que duró la operación, se recuperó. Yo, sin
embargo, fui un manojo de nervios completo por tres semanas completas.
Por primera vez en la historia de ser la Comandante, me derrumbé
a los pies de Cade hecha un desastre. Cuando me llevó a la sala de espera,
junto a los muchachos, muchas cosas pasaron por mi cabeza. ¿Alguna
vez sería feliz sin Theo en mi vida? ¿Los muchachos me dejarían?
Muchas preguntas sin respuesta.
Era un desastre jodido, sollozando en los brazos de seis hombres
fornidos. Estoy segura de que la fábrica de rumores en Madison estuvo
alborotada.
Theo fue transferido a la UCI cuando salió de cirugía. Fui exigente,
por decir lo menos. Estuve vociferando órdenes, revisando medicinas,
todo lo necesario para darme un sentido de control.
Cade, siendo el dulce imbécil que es, terminó deslizando una
píldora para dormir en mi café, y finalmente dormí hasta que mi chico
despertó, quejándose del colchón incómodo. Tuve que mover algunos
hilos, pero todos pudimos permanecer juntos, durmiendo en ese pequeño
espacio de la habitación durante toda una semana hasta que Theo fue
trasladado a una unidad de piso en transición.
Esos días larguísimos estuvieron llenos de chistes, risas y sueño
irregular. Fue una escapada por los pelos y una que espero que nunca
tengamos que vivir de nuevo.
Ahora, seis meses después, Theo y Hayes trabajan para los Atlanta
Braves, nuestro equipo local, buscando y reclutando nuevos prospectos.
Es un trabajo para el que estaba hecho. Con el conocimiento de béisbol
de Hayes y el profundo conocimiento de habilidad y técnica de Theo,
hacen un infierno de dúo.
Cade y yo hemos tenido éxito por derecho propio. Las noticias
escucharon el rumor de nuestra historia y gente de todo el mundo empezó
a enviar donaciones y cartas sobre la maravilla que estábamos haciendo
para nuestro ejército y comunidad. Recibimos tantas donaciones que
actualmente estamos ampliando la casa e incluso construyendo cuartos
adicionales (o cuarteles como a Cade le gusta llamarlos) para incluir a
más veteranos.
354
El niño con la cara llena de granos que originalmente negó nuestra
petición fue uno de los primeros en nuestra puerta, ofreciendo sus
servicios. Cortésmente declinamos. Estoy bromeando. Nos reímos en su
cara y estrellamos la puerta tan fuerte que las ventanas se sacudieron.
Fuimos con una rama diferente, una más estrechamente afiliada a los
Marines, donde sirvieron la mayoría de los muchachos. Estaban ansiosos
por trabajar con nosotros y proporcionaron toda la información que
necesitábamos para declararnos una fundación.
Seis semanas a partir de ahora, la hacienda de mis abuelos
oficialmente será renombrada a La Fundación McCallister Jameson.
Cade y yo nos sentimos orgullosos mientras garabateábamos nuestros
nombres en ese contrato vinculante. Somos socios ahora. Ya no es mi
rescate, Cade se ha convertido en mi mejor amigo. Y lo más importante,
en mi familia. Todos estos chicos lo han hecho.
Nicole se quedará con nosotros hasta que pueda levantarse.
Contactamos a su familia y como puedes haber adivinado, eran una
mierda igual que Lou. Entonces, es nuestra por ahora, duerme en la
habitación de Lawson porque no podíamos mantenerlos separados.
En cuanto a Killer, bueno, ama su nombre y está perfectamente
contenta durmiendo entre Theo y yo todas las noches. Es mi mano
derecha cuando estos hombres se salen de control. Después de negociar
mucho, Mason acordó finalmente tener la custodia compartida con
nosotros.
—Vamos, Ans, ¿jugarás de receptor o qué? —Theo saca cadera
como si tuviera muchas otras cosas importantes que hacer antes que
jugar un juego de béisbol con los chicos y yo. No tiene nada que hacer y
apresurarme cuando me muero de hambre simplemente es molesto.
Le doy mi mirada come mierda mientras me agacho en posición
detrás del plato, lista para atrapar sea cual sea el lanzamiento aplasta
huesos que decida lanzar.
Cade me sonríe, lo cual es extraño. Normalmente, estos brutos
están profiriendo insultos sobre de quién es la polla más grande. (Puedo
o no tener una apuesta con Cade sobre este tema específico. Aunque debe
dar evidencia para ganar. No voy a confiar en su palabra.)
Cade clava el bate en el suelo y hace algunos swings de práctica
mientras le saco el dedo a Theo detrás de su espalda. Toma eso, mierdita
hambrienta.
Balanceándome sobre mis talones, le doy la señal para la curva. A
Cade le gusta perseguir curvas. No literalmente, es un maldito santo
cuando se trata de sexo ocasional o sexo prematrimonial en general. Qué
desperdicio. Las chicas se tropiezan con ellas mismas para escuchar ese
acento sureño y tener un vistazo de todos esos músculos duramente
ganados.
Theo niega, no está de acuerdo con mi lanzamiento de elección.
355
Maldición. No voy a estar aquí todo el día. Se suponía que esto
debía ser un simple par de entradas y hemos estado aquí afuera media
hora.
Le doy la señal de nuevo un poco más brusca y con un dedo medio
más para hacer entender mi punto. Niega de nuevo y casi le tiro el guante
en la cara bonita.
Theo se pasea por el montículo, secándose el sudor de la frente.
—Vamos, Von Bremen —grito desesperada—. Estoy lista para
comer. ¡Estoy hambrienta!
Deja de pasearse y me mira fijamente.
Qué. Demonios. Está. Pasando.
—Vamos, Theo. Tienes esto —lo alienta Cade.
Busco la cámara alrededor. A alguien le van a patear el trasero por
jugar esta broma. Estoy enloqueciendo con toda esta buena voluntad que
tiene el uno hacia el otro. Quiero decir, en serio. No he escuchado a uno
de ellos llamar a Theo marica en todo este tiempo. Esto debe ser un
récord. O alguien les ha deslizado a todos algo y están drogados. Sí. Eso
tiene que ser.
Observo a Cade, quien todavía asiente alentando a Theo. Le golpeo
la espinilla, captando su atención.
—¿Estás enfermo? ¿Debo revisarte?
Se ahoga en una risa.
—Estoy bien, Comandante.
Mierda, él es bueno. Algo sospechoso está sucediendo aquí.
—Lanza la pelota, Teddy, o renuncio.
Sabe que no me rendiré, pero aun así... date prisa.
Me mira desde el montículo cuando Hayes se acerca para hablar
con él.
¡Oh Dios mío!
Vuelvo a sentarme con un bufido gigante.
—Levántate, Comandante.
Cade no me está regañando.
Pongo los ojos en blanco lentamente para que Cade pueda verlo
antes de volver a tomar mi posición. Él me ignora. Por supuesto.
Hayes regresa a la primera base, dejando a Theo paseando en
círculos por el montículo. Finalmente.
—¡Vamos, Teddy! —grito una vez más antes de irme y ocupar un
lugar al lado de Killer junto a la parrilla.
Theo busca la reacción de Cade antes de asentir y tomar su
posición.
356
Mierda. Es una señal de tiempo.
Antes de que pueda reflexionar sobre este giro de los
acontecimientos, Theo respira, mete la pierna en el centro y lanza una
bola rápida a mi guante. El impacto pica como una perra.
Salgo, maldiciendo a Cade quien debería haberla golpeado y tiro el
guante para frotarme la mano.
—¡Maldición, Theo! ¿Siempre tienes que ser tan malditamente
competitivo?
Froto el verdugón rojo en mi mano, rezando para que la
sensibilidad regrese en un segundo.
—¡No es un juego real! —grito, mi frustración con toda esta
situación finalmente empezando a afectarme.
Cuando nadie responde o se da cuenta de mi lesión, levanto la
mirada para encontrar que todos me están viendo en silencio, con los
brazos cruzados, exhibiendo las bandas de cuero que compré en el
mercado ese día que Lou me agarró. El símbolo del fénix brilla con orgullo
en el sol, ya que se adhiere a cada una de sus muñecas.
—¿Qué diablos? —murmuro cuando el silencio continúa.
Cade mira mi guante.
¿Es como cuando escuchas un ruido en la casa estando solo? ¿Y
lo peor que puedes hacer es ir a investigar? Sí, porque todos hemos visto
películas de terror y el idiota que revisa siempre muere. Entonces, es esa
sensación de fatalidad la que me inunda mientras veo los ojos de Cade
clavados en mi guante.
No mires. Probablemente sea una araña montañosa que se subió a
esa pelota como una tabla de surf directamente en mi guante.
No. Mires.
¡Ah! Tengo que hacerlo. Soy la idiota que está a punto de morir con
todos estos militares fornidos mirando.
Sigo el camino de la mirada de Cade y veo algo negro asomando de
mi guante.
Oh mierda, es una araña. Pero como una idiota me acerco más
porque solo tengo que saberlo con certeza.
Toco el guante un poco para ver si se mueve. No lo hace, lo que me
permite respirar un poco más fácil. Moviendo los cordones del guante,
sacudo... una caja de terciopelo.
Mi corazón se acelera, golpeando contra mi pecho a un ritmo casi
doloroso. Rozo con los dedos el delicado material antes de agarrarlo. Las
lágrimas me pinchan los ojos. ¿Por qué? No lo sé. Hormonas, supongo.
Con manos temblorosas, comienzo a abrir la pequeña caja negra.
En el interior, una banda de oro rosa alberga un gran diamante redondo.
357
Un anillo de compromiso.
¡Me lanzó un anillo de compromiso de bola rápida!
Empiezan a llover, gotas que caen sobre mi temblorosa mano.
Espera no. Esas son lágrimas
Trago el nudo en mi garganta antes de mirar hacia el montículo.
Theo no está allí. Entro en pánico, pero antes de que pueda salirme de
control, lo escucho aclararse la garganta detrás de mí.
Se encuentra sobre una rodilla.
Solo respira, chica. Puedes manejar a Theo de rodillas. Sí. Sí, tú
puedes.
—He pensado en mil maneras de hacer esto. —Se aclara la
garganta de nuevo—. Pero la verdad es que ninguna manera sería lo que
mereces.
Más lágrimas caen de mis ojos.
La voz de Theo adquiere una aspereza como suele tener cuando
está nervioso o molesto.
—No te merezco —admite con una sonrisa triste—. Te mereces a
alguien mucho mejor que yo.
No estoy de acuerdo, pero no quiero interrumpir.
—Pero, puedo prometerte que nunca dejaré de tratar de ser el
hombre que te mereces. Te amo. Siempre te he amado.
Un sollozo silencioso y feo sale de mis labios. No puedo evitarlo
Theo de rodillas confesando todo lo que siempre he querido escuchar es
absolutamente impresionante. Miro al campo, preguntándome a dónde
fueron los muchachos, pero se encuentran allí, todos en una rodilla con
sus sombreros sobre sus corazones.
Es demasiado. Sinceramente. No creo poder soportar escuchar el
resto de su propuesta.
—Me encanta tu fuerza. Tu desafío. —Cuando miro hacia atrás, él
está de pie y toca el cabello que escapó de mi gorra—. Me encanta tu
amor por el béisbol. Amo tu pasión para corregir lo incorrecto. Me
encanta que creas que lo sabes todo.
Se ríe después de eso último.
—Pero, sobre todo, me encanta cómo me amas. —Se encuentra con
mis ojos. Hay un brillo tímido y humilde que emana de sus pupilas...
como si tuviera miedo de que estallara en carcajadas ante su
declaración—. Déjame amarte como me amas. Déjame ser tu gran fan.
Alcanza mi mano, la cual le doy voluntariamente.
—Sé mi compañera de equipo en este juego de la vida. Sé mía, y
solo mía. Cásate conmigo, Ans. Cásate conmigo y hazme el dolor en el
culo más feliz del mundo. 358
Antes de que pueda respirar, lo derribo al suelo. Las lágrimas
corren por mi rostro, mezclándose con la tierra roja en el campo. Estoy
segura de que parezco un desastre total, pero no me puede importar
menos en este momento. Theo me aprieta fuerte, enterrando su expresión
avergonzada en el equipo de receptor.
—Por favor dime que ese es un sí —murmura.
Riendo, le pellizco el costado.
—Me tuviste cuando lanzaste la bola rápida. Estaba perfectamente
en la esquina.
Su pecho retumba contra el mío en la risa más dulce.
—Sí, Von Bremen, me casaré contigo.
Los aplausos suenan cuando todos los chicos se nos tiran encima
como si hubiéramos ganado un campeonato. Tal vez lo sea. Parece como
si hubiera ganado todo el maldito mundo.
Kristy Marie es una autora de
bestsellers internacional a la que le
encanta escribir sobre heroínas
ingeniosas y héroes temperamentales.
También es una gran admiradora de
los abdominales. Cuando Kristy no
está escribiendo, está siendo un tipo
total y le grita a la televisión mientras
ve béisbol. ¡Vamos Braves!

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Breck:
Mi nombre es Brecklyn Brannon, y no soy quien pretendo ser.
Hace un año, empaqué mi vida prometedora en la ciudad por un
hombre que solo vi una vez.
Aceptar un trabajo temporal con Cade y cuatro veteranos
candentes debería haber sido mi forma de entrar.
Excepto que Cade actúa como si quisiera ser torturado antes que
hablar conmigo.
Él puede resistirse todo lo que quiera, pero hice una promesa que
intentaré cumplir.
Incluso si eso me cuesta todo.

Cade:
La he observado durante más de un año.
Hay algo en ella que me resulta familiar... pero ahora que vive
aquí durante dos semanas, no me importa lo que sea.
Solo quiero que se vaya.
Breck es la tentación personificada, y algunas líneas no se
pueden cruzar.
Soy el Mayor Cade Jameson, y también hice una promesa.
Una que no puedo romper.
Sin importar lo difícil que sea.

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