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La base originaria de todo conocimiento es la persona humana, toda vez que hay
Sociedad y Estado porque existen hombres y mujeres, conformadoras de un núcleo básico
de toda realidad social y política. Para lo cual resulta necesario analizar diferentes
dimensiones o aspectos para alcanzar a una idea del ser humano.
Partimos de una naturaleza moral del hombre y nos encontramos con dos
posiciones enfrentadas, una optimista y otra pesimista. Para la primera, el hombre es un ser
bueno, con inclinaciones que lo llevan a la perfección. ROUSSEAU, en su “Contrato
Social” nos dice que el hombre es naturalmente bueno, que tiende al bien, pero que la
sociedad ha desnaturalizado estos instintos. Por otra parte, HOBBES encarna la postura
pesimista, en cuanto el hombre es malo, egoísta, perverso, “el hombre lobo del hombre” por
lo que solamente un gobierno fuerte puede civilizarlo. En realidad, creemos que ni lo uno ni
lo otro enteramente, toda vez que si bien hay mucho de bueno, tampoco es un ángel y tiene
también su contenido de maldad. Lo que importa es que al conocer el bien tiene capacidad
de quererlo y tender a ello aunque por diversas razones puede incurrir en el mal
(MARTINEZ PAZ).
De tal modo que, al menos hasta este punto de nuestro desarrollo, encontramos lo que
sintetiza PRELOT: la persona humana es naturalmente social, porque no puede vivir sino
en grupos; es naturalmente sociable, porque vive en grupos organizados; es también
naturalmente político por la conformación de un poder político en estos grupos, que
conforman estructuras de mando y obediencia, lo que lo lleva a tener un sentimiento cívico
de compromiso con lo estatal y despertar su solidaridad de destino y también un sentido del
peligro o del enemigo en cuando persona que piensa no solo diferente sino incluso en forma
excluyente. Esto provoca conflictos que el accionar político busca canalizar y el
ordenamiento jurídico enmarcar.
II.- DERECHO
La palabra “Derecho” deriva del latín directus, de dirigere, esto es, dirigir,
encauzar. Es un término que es usado en diversos sentidos, que resulta conveniente destacar
a los fines de determinar qué acepciones son las que utilizaremos a los fines de nuestra
asignatura.
4.- Derecho como facultad que tiene una persona para realizar o no realizar
determinados actos frente a otras personas o a exigir algo de otras; se utiliza en el sentido
de derecho subjetivo. Ejemplos, derecho a comerciar, derecho a enseñar, derecho a
contratar.
5.- Derecho como conjunto de leyes y en general de normas jurídicas regulatorias de
la conducta humana; se trata de derecho objetivo o derecho-norma.
Cabe aclarar que se diferencian de las leyes naturales, porque estas explican
relaciones necesarias y constantes entre diversos fenómenos, en donde impera el principio
de la causalidad, no admiten excepciones y no pueden ser violadas: Ej., la ley de la
gravedad. Es decir, dado un antecedente se produce necesariamente una consecuencia
determinada.
DERECHO
MORAL
Las normas morales también prescriben conductas, pero a diferencia de las jurídicas,
son unilaterales, en el sentido que regula la conducta de una persona pero no
necesariamente en relación a otra, sino esencialmente en relación a las otras conductas
posibles de la misma persona; regula la conducta humana pero en su interferencia subjetiva,
en el seno de su conciencia personal. Son autónomas toda vez que obligan si el sujeto las
reconoce como válidas; cabe aclarar que deriva su validez del sujeto que la cumple lo que
no significa que el sujeto dicte su propia norma moral. Asimismo, es incoercible porque su
cumplimiento no puede ser impuesto por la fuerza aunque su sanción está dada por su
propia conciencia o incluso por el repudio social ante el incumplimiento
Por lo hasta aquí expuesto, si bien son diferentes el Derecho y la Moral no quiere
decir que se opongan sino que, no obstante, existen vinculaciones y relaciones entre
ambos., surgiendo influencias recíprocas
Son unilaterales porque rigen la conducta de una persona pero en relación a otras
conductas posibles de la misma persona; son heterónomas porque deben cumplirse
teniendo un origen colectivo y a la vez son incoercibles, porque si bien no pueden obligarse
a su cumplimiento, su omisión puede dar lugar a sanciones de tipo social., tales
desaprobación, desacreditación.
Tanto las jurídicas, como las morales o del trato social, son construcciones
colectivas que dependen de circunstancias de espacio y tiempo.
Realizada la diferenciación entre normas jurídicas, morales y del trato social, estamos
en mejores condiciones para comprender lo conceptual del derecho y en este sentido,
siguiendo a TORRE podemos avanzar en lo que se entiende como derecho positivo a aquel
conjunto de normas jurídicas sancionadas por el Estado, que se encuentran vigentes, es
decir que rigen efectivamente la convivencia social en un espacio y tiempo determinado e
incluso pueden no estar todavía vigentes pero lo estarán, tal el caso de la sanción de una ley
que todavía no ha comenzado a aplicarse por depender del transcurso de tiempo para ello.
Ej. La sanción del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación estableció una fecha a
partir de la cual comenzaría a aplicarse, dando tiempo para su conocimiento.
Para ROSATTI, el fin del derecho es contribuir al logro de una convivencia en base
al respeto y tolerancia y si bien no comparte en que el fin del derecho sea tanto el
perfeccionamiento humano o instrumento moralizador como mantener o reproducir un
sistema de dominación, estima que en la búsqueda de la convivencia resulta necesario
recurrir a ciertos principios morales mínimos, no resultando indiferente el sistema político
dentro del cual las normas se sancionan, por lo que uno participativo e igualitario estaría en
mejores condiciones para adoptar decisiones consensuadas.
Cabe distinguir en este aspecto, que existen fuentes formales y materiales del
derecho. Las primeras incluyen lo antes expresado, en orden a que la Constitución es la que
dispone qué órganos son los que tienen atribución para sancionar determinados tipos de
normas. Los materiales, por su parte, se refieren a los agentes, grupos, colectivos que en la
realidad originan normas jurídicas que posteriormente son aprobadas o dictadas por los
órganos constitucionalmente establecidos. Hay normas que se originan en grupos de
presión, factores de poder que por su importancia influyen en el proceso de toma de
decisiones formales, persuadiendo la adopción de determinado contenido normativo o
disuadiendo su adopción. Inciden sobre las fuentes formales. Cabe agregar que las
creencias, ideologías, valores predominantes en una comunidad tienen incidencia tanto en
las fuentes materiales como formales.
La división del derecho en público y privado constituye una de las más antiguas
distinciones provenientes del jurisconsulto romano Ulpiano y aunque puede actualmente
discutirse su validez científica, no es menos cierto, que constituye una clara diferenciación
didáctica. Son varios los criterios empleados para diferenciarlos: así, se considera de
derecho público cuando protege y se refiere al interés general, cuando el fin es el Estado y
el individuo ocupa un lugar secundario, aunque es preferible referirse a normas que rigen
relaciones de sujetos que se encuentran en planos de desigualdad jurídica conteniendo
normas de subordinación o que al menos uno de los sujetos de la relación es el Estado
mientras que para el jurista KELSEN son normas de derecho público cuando los derechos y
deberes surgen de una voluntad extraña al obligado, por ejemplo, de una sentencia. Por su
parte, se consideran de derecho privado cuando protege y se refiere al interés particular,
cuando el fin es el individuo y el Estado aparece como un medio, aunque también es
preferible referirse a normas que rigen relaciones de sujetos que se encuentran en planos de
igualdad jurídica, conteniendo normas de coordinación, que los dos sujetos de la relación
son particulares o que interviniendo el Estado no lo hace como poder público, mientras que
para KELSEN son normas de derecho privado cuando los derechos y deberes surgen o
derivan de la voluntad misma de los obligados, por ejemplo, un contrato.
Para BOBBIO se trata de la gran dicotomía: público/privado. Para este destacado
filósofo político italiano, una gran dicotomía implica que nos encontramos frente a una
distinción idónea para dividir el universo en dos esferas exhaustivas en el sentido que todos
los entes de ese universo quedan incluidos en ellas sin que quede excluido ninguno y al
mismo tiempo exclusivas ya que un ente comprendido en una no puede ser al mismo
tiempo de otra; los dos términos de una dicotomía pueden ser definidos independientemente
uno del otro o bien solamente uno de ellos es definido mientras que el restante lo es en
forma negativa.
Entonces, podemos ubicar en cada rama del derecho a las distintas disciplinas
jurídicas. En el ámbito del Derecho Público, localizamos al Derecho Político- aunque
actualmente se prefiera hacer referencian a la Teoría del Estado o a otra Ciencia como es la
Ciencia Política – Derecho Constitucional, Derecho Administrativo, Derecho Público
Provincial y Municipal, Derecho Financiero, Derecho Penal. En el ámbito del Derecho
Privado, al Derecho Civil, Derecho Comercial, Derecho Agrario. Asimismo, hay quienes se
refieren a una tercera rama como una categoría distinta a las anteriores, al Derecho de los
Recursos Naturales o de protección medioambiental; Derecho del Trabajo y de la Seguridad
Social.
Por su parte, el Derecho Constitucional, es la rama del Derecho Público que estudia la
organización jurídica política de un Estado concreto y particular como así también los
derechos fundamentales de sus habitantes. Para Carlos TAGLE ACHAVAL, el Derecho
Constitucional prescribe el modo de organización de una comunidad mediante el poder, o
“como la rama del derecho que prescribe quién hace el derecho en una comunidad, cómo
se lo hace y qué puede ser objeto de regulación jurídica”. Es derecho pero imbuido de
politicidad, al decir de SAGÜES, una simbiosis entre lo jurídico y lo político. Por último,
cabe citar a VIGO quien considera, no obstante, que el Derecho Constitucional es el género
común, es raíz y tronco y no rama ni sub-rama de la juridicidad, distribuyendo en su copa
las dos ramas del Derecho Público y Privado.
III.- EL ESTADO
Por lo expuesto, se desprende que la concentración de poder por parte del monarca
absoluto, al confiar una nueva forma de unidad de decisión, dieron lugar a la aparición del
Estado Moderno en Europa. Un territorio unificado, un único ejercito permanente, una
única burocracia, un centro único de poder encargado de legislar y aplicar la legislación,
una sociedad jurídicamente nivelada de ´súbditos o ciudadanos (FAYT). Pero, ello no
implica que el Estado tuviera igual época de nacimiento en todas partes, sino que en
América Latina el mismo surge y se consolida en el siglo XIX.
Al territorio, sea que se lo considere como medio físico del que depende la
subsistencia de la población y satisfacción de sus necesidades naturales y culturales, o
como condición o elemento del Estado, evidencia tanto un aspecto patrimonial o
económico, comprensivo de las riquezas naturales- como jurídico y político, al decir de
FAYT. Relacionando los elementos del Estado entre sí, es posible señalar distintas
posiciones sobre territorio y poder. Una de ellas, denominada de propiedad o dominio,
afirma que el Estado tiene sobre el territorio un derecho real de dominio o propiedad sobre
el mismo, es decir una relación de sujeto a objeto, lo que es criticado toda vez que el
territorio en realidad forma parte del ser del Estado y no necesariamente de su haber. Por
su parte, la teoría del dominio eminente, entiende que el Estado tiene respecto del territorio
y de los bienes en él existentes, un poder superior de legislación y de jurisdicción emanado
de su potestad soberana. Por último, KELSEN considera que el territorio conforma un
ámbito espacial de validez del ordenamiento jurídico.
Por su parte, SANCHEZ AGESTA señala como funciones que el territorio cumple
en relación a los restantes elementos estatales, las siguientes: a) con relación a la población,
individualiza geográficamente al pueblo influyendo en sus rasgos físicos y culturales; b)
con relación al Poder, fija el ámbito de competencia territorial de éste, marcando la
territorialidad de la soberanía estatal y delimita la competencia ; c) en relación al Derecho,
determina el ámbito de validez del ordenamiento jurídico estatal.
Pero, no debe confundirse al pueblo con la Nación, porque entendemos que ésta está
conformada por diversas generaciones, esto es, no solamente las personas actualmente
viviendo, sino también aquellas que lo hicieron en el pasado, es decir, quienes ya no están
pero en su accionar participaron del proceso cultural de conformación del pueblo y del
Estado; pero también la integran, quienes no han nacido todavía pero lo harán en el futuro.
Mientras el pueblo implica un sujeto político, jurídico y cultural actual, la Nación, en
cambio, es más abarcadora porque implica un proceso inter generacional, en donde lo
tradicional, usos y costumbres. Pasado común se proyecta a este presente existencial y que
a su vez se proyectó hacia el futuro manteniendo la unidad y la voluntad de avanzar en
proyectos comunes. La Nación implica haber vivido juntos, estar viviendo juntos pero
también la voluntad de continuar haciéndolo en el futuro,
Se distingue, entre poder del Estado, poder en el Estado y poder del órgano. El
primero es el resultado de todas las acciones políticamente relevantes, comprensivo de
quienes toman las decisiones como de aquellos que las acatan o se oponen. El poder en el
Estado comprende al poder originario o constituyente que reside en el pueblo, el derivado
que reside en el gobierno o poder de autoridad de aquellos investidos de autoridad. Por
último, el poder del órgano es el poder la autoridad o gobierno.
Por ello, el poder se caracteriza por ser un poder de dominación derivado del poder
constituyente, lo que hace que sea poder jurídico, enmarcado normativamente, respetuoso
de los Derechos Humanos. De tal modo que, para MELO, se trata de un poder
institucionalizado –organizado y estructurado según orden jurídico; poder de dominación
porque cuenta con los medios de coacción para el cumplimiento de sus mandatos por lo que
deviene irresistible; poder de coacción por la posibilidad del uso legítimo de la fuerza para
el logro de sus cometidos y poder de imperio porque tiene propósito direccional por parte
de la comunidad y se proyecta hacia el bien común.
Otra visión para analizar la conformación del Estado – distinta pero no opuesta a la
que se refiere a elementos constitutivos - parte de la filosofía escolástica que distingue
cuatro causales: a) causa eficiente; b) causa material; c) causa formal y d) causa final. Al
respecto, reconoce como causa eficiente a la sociabilidad y politicidad humana; como
causa material al territorio y población; como causa formal, es la que hace al territorio y
población en Estado, conformando la unidad como orden político emergente del poder y
derecho; la causa final, o el para qué de la organización política estatal que no puede ser
otro que alcanzar la satisfacción del Bien Común.
Nos detenemos en el Bien Común, para referirnos a la finalidad a cumplir por parte
del Estado y que lo justifica como tal. Se trata de alcanzar el Bien Común, no particular
sino público porque se refiere a toda la comunidad. Es también temporal e histórico,
porque su contenido no implica satisfacción de necesidades religiosas o espirituales que
competen a otras organizaciones, y que cambia de acuerdo a circunstancias de tiempo y
espacio. Es que son las pretensiones de cada pueblo las que confieren la materia o
contenido para la realización concreta del Bien Común, y que es posible sintetizar en la
satisfacción y plena vigencia de los Derechos Humanos, individuales, económicos sociales,
culturales, políticos y colectivos. De tal modo que la finalidad del Estado es personalista,
en cuanto protege y respeta a la persona humana en cuando tal, siendo la organización
política un medio para alcanzarla. Por el contrario, las posturas transpersonalistas
consideran a la persona como un medio al servicio del Estado.
LA SOBERANIA
Para Carlos FAYT, la soberanía es un elemento modal del Estado, que califica al
elemento poder y determina sus relaciones con el Estado, de tal modo que se trata de un
poder jurídico supremo en el sentido que no admite otro ni por encima ni en concurrencia
con él, no pudiendo ser igualado por otro. Es lo que se conoce como soberanía interior, que
se exterioriza primeramente en el poder constituyente sea originario o reformador y en la
adopción de decisiones jurídicamente vinculantes que adopten los titulares de los poderes
públicos gubernamentales. Aunque tales decisiones en ningún caso pueden desconocer la
vigencia de los Derechos Humanos. La titularidad final de la soberanía recae en el pueblo
que es a su vez también titular del poder constituyente y el sujeto que participa de los
procesos eleccionarios que legitiman a las estructuras de gobierno.
ESTADO Y DERECHO
Las relaciones entre Estado y Derecho nos permiten diferenciarlas en diversos planos,
siguiendo en esto a Mario Justo LOPEZ, tales el cronológico, histórico y axiológico. Cabe
aclarar en primer lugar que autores como KELSEN que identifican Estado con
Ordenamiento jurídico, entonces no existe relación entre ambos sino identidad por lo que la
cuestión de las relaciones desaparece.
No obstante ello, no existe Estado sin Derecho, sea éste emanado del principio de
soberanía popular y respetuoso de los derechos humanos, o emergente de la voluntad
omnímoda del gobernante absoluto que podría crearlo con cualquier contenido e incluso
desconocerlo. Pero, distinto es referirse a Estado de Derecho, porque en este caso se trata
de una estructura respetuosa de los derechos fundamentales y de la dignidad de la persona
humana con los valores de libertad e igualdad, en donde rija el principio de la división de
poderes sin concentración de funciones de un órgano a expensas de los otros, donde existe
un poder judicial independiente no sujeto a presiones de ningún tipo y esencialmente
mecanismos de control político y jurisdiccional eficientes.
En América, el proceso tuvo características distintas con el europeo, toda vez que en
nuestro continente comienza con las guerras por la independencia, la economía era pre
capitalista, de base agraria. Asimismo, de comparar los casos de Estados Unidos de
América y Argentina, es posible encontrar similitudes y diferencias.
PRESUPUESTOS DE ESTATIDAD
TERRITORIO
PUEBLO Y POBLACIÓN
De tal modo que para nuestra Constitución Nacional, la nacionalidad puede ser
natural, por opción y por naturalización, lo que se encuentra regulada por la ley 23059. Es
por ello que encontramos:
Argentinos nativos:
Son argentinos por naturalización, los extranjeros mayores de 18 años que residan en
el país dos años continuos de acuerdo a las normas vigentes y cumplan los trámites ante el
Juzgado Federal competente. Asimismo, los extranjeros que cualquiera sea el tiempo de
residencia en el país, acrediten judicialmente, alguna de las siguientes condiciones, entre
otras: haberse casado con mujer argentina en el país; haber desempeñado honradamente
empleos de la Nación o provincias; haber establecido en el país una nueva industria o
introducido invención útil; formar parte de las colonias establecidas o a establecerse y que
posean propiedad inmueble.
Extranjeros. Los que no son nacionales argentinos nativos, o por opción o por
naturalización. La Constitución impone el fomento a la inmigración extranjera, aunque en
su art. 25 parece limitarla a la inmigración europea. Esto último deviene ilegítima por ser
racista e implica una carencia axiológica al decir de Néstor SAGÜÉS que impide aplicarla
tal cual está redactada, por lo que debe entenderse el fomento inmigratorio en sentido
amplio e imponer igualdad de trato para los extranjeros prohibiendo discriminaciones por
motivos de etnia, religión, nacionalidad, ideología, género, de tal modo que la política
inmigratoria respete los derechos humanos y toda reglamentación de ingreso o de
distinciones que pudieran hacerse deben ser objetivas y razonables. Es claro nuestro
Preámbulo al respecto “…para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo
argentino…”
Los extranjeros residentes en el país tienen en principio los mismos derechos civiles
que los nacionales (art. 20) e incluso derecho negativo a no ser obligados a naturalizarse o
pagar contribuciones forzosas o extraordinarias. Si bien la Constitución no le otorga
expresamente los derechos políticos a los extranjeros, no es ello impedimento para que la
legislación electoral tanto nacional como provincial o municipal pueda reconocerle el
derecho de emitir el sufragio.
El art. 35 CN determina que los nombres oficiales del Estado argentino son
“Provincias Unidas del Río de la Plata”, “República Argentina y “Confederación
Argentina” y se pueden usar indistintamente para designarlo, mientras que “Nación
Argentina” es empleado para la formación y sanción de las leyes.
FORMAS DE GOBIERNO
Cuando nos referimos a formas de gobierno estamos apuntando a las diversas formas
en que se organiza o estructura el poder político gubernamental, esto es el gobierno.
Pretende dar respuesta a la pregunta ¿quién manda? Desde el punto de vista institucional
formal en una comunidad organizada.
En el siglo XIX las formas posibles ya no solamente desde el punto de vista teórico
sino de reales organizaciones del poder político gubernamental occidental, eran la
monarquía concentrada, como modelo europeo, sin limitaciones en principio -ni
reconocimiento de derechos, y la república sustentada el ejercicio de la soberanía popular
con reconocimiento de derechos. La adopción de una u otra forma política implicaba una
decisión política fundamental que se traducía consecuentemente en formas y modos de vida
sustancialmente diferentes: ser súbdito en la primera o ciudadano en la segunda.
FORMA REPUBLICANA
3.- Las autoridades políticas electivas lo son por períodos determinados, esto es, cada
una tiene un tiempo de vigencia de su mandato, lo que se conoce como periodicidad de las
funciones de gobierno, por lo que la comunidad es consultada mediante los procedimientos
electorales sobre la designación de autoridades.
FORMA REPRESENTATIVA
De tal modo que el primer modelo implica una democracia directa y participativa, el
segundo, en cambio es indirecta y representativa. Etimológicamente, representar es hacer
presente algo o presentarlo de nuevo, es tener como presente a quien no lo está. Entonces, a
partir de este punto es que describiremos las características que para nosotros tiene la
representación política, en cuanto forma de gobierno adoptada en el art. 1° CN, señalando
como principio la pauta del art. 22 CN en cuanto prescribe que el pueblo no delibera ni
gobierna sino por medio de sus representantes. Asimismo, los gobernantes
democráticamente elegidos por sufragio popular son los que toman las decisiones, de
acuerdo a las pautas y contenidos constitucionales, que resultan obligatorias para los
habitantes.
REGIMEN POLITICO
Autoritario. Los actores políticos relevantes permitidos son pocos, con partidos
proscriptos, y poderes fácticos determinantes, tales Fuerzas Armadas, sectores
empresariales, accediéndose mediante mecanismos no auténticamente electivos y libres,
sino decisiones adoptadas dentro de las estructuras y arbitrariamente aunque dentro de
ciertos márgenes no precisos. En general tienen vigencia ciertos derechos civiles pero no
los de naturaleza política.
1.- Por la forma o manera en que sus normas se exteriorizan. Nos encontramos con
constituciones codificadas y no codificadas o dispersas; siendo las primeras aquellas en
que la totalidad de sus normas se encuentra reunidas en un solo texto o cuerpo unitario,
siendo ejemplo de ello la Constitución de los EEUU; mientras que las segundas, son
aquellas en que sus normas se encuentran diseminadas en diversos instrumentos
sancionados en momentos históricos distintos, tales la Constitución del Reino Unidad de
Gran Bretaña e Irlanda del Norte.
Constitución pactada, cuando surge del acuerdo entre órganos estales y externos;
Constituciones normativas son aquellas en donde sus normas regulan la dinámica del
proceso política y tienen vigencia en la realidad.
Constituciones nominales son las que su proceso o dinámica política no se ajusta a las
normas constitucionales; los presupuestos sociales, culturales, económicos, políticos, tornan
inaplicable en plenitud las normas constitucionales aunque sean tomadas como objetivos a
cumplir al modificarse las condiciones sociales.
Mientras que la Constitución material tiene una amplitud mayor, porque contiene a la
formal – en la medida que se cumple o en las partes que tienen efectiva vigencia – con más
las leyes infra constitucionales pero de singular importancia para poner en funcionamiento
a la estructura constitucional- por ejemplo ley de partidos políticos, de régimen electoral,
entre otras - tratados internacionales sin dejar de mencionar a la jurisprudencia del mayor
tribunal y los usos y costumbres constitucionales.
TIPOLOGÍA CONSTITUCIONAL
Las Constituciones concretas de cada país siguen alguna de estas tipologías, pero
nunca en estado puro, sino que, generalmente, son preponderantemente pertenecientes a
una tipología pero con contenidos propios de las restantes
Esta Comisión funcionó hasta el año 1832 y luego sus funciones fueron delegadas al
gobernador de la provincia de Buenos Aires.
Es por ello que desde 1831 y hasta la sanción de la Constitución en 1853, el país
estuvo organizado bajo la forma Confederación de Estados, atento que las provincias
conservaron su soberanía, delegaron atribuciones precisas a la autoridad representativa
nacional y que a su vez podían ser revocados cuando la provincia lo estimara conveniente.
Tal las opiniones de Carlos TAGLE ACHAVAL y Juan GONZALEZ CALDERON.
Conformaba, a juicio de Néstor SAGÜÉS, un “constitucionalismo inorgánico”.
A los fines de perfeccionar la Confederación surgida del Pacto Federal de 1831, los
gobernadores de las entonces catorce provincias firmaron un nuevo instrumento conocido
como Acuerdo de San Nicolás. Por este, se reconoció al pacto Federal como Ley
Fundamental de la Nación. También, que había llegado el momento previsto en dicho
Pacto, de organizar el país bajo la forma federal, por lo que se convocó a un Congreso
Constituyente, determinándose que cada provincia enviaría dos diputados a dicho
Congreso; se confirió al gobernador de Entre Ríos, Justo José de Urquiza, las atribuciones
de representar al país y el mando efectivo de las fuerzas militares que se encontraban en las
provincias. Es decir, el régimen institucional siguió siendo el de Confederación – aunque de
manera transitoria, hasta la sanción de la Constitución Federal –. De allí que la autoridad
nacional era creada por las provincias, las que podían revocar las atribuciones concedidas.
La Constitución de Chile de 1833 también fue fuente utilizada por Juan Bautista
ALBERDI para la elaboración de su obra “Bases” y de su Proyecto de Constitución.
Así, los Decretos sobre libertad de imprenta, de abril y octubre de 1811, que
establecieron la libertad de escribir, imprimir y publicar las ideas políticas sin censura
previa y consagraron la responsabilidad ulterior de los autores e impresores por dichas
publicaciones; aunque los escritos en materia religiosa quedaban sujetos a previa censura.
El Decreto sobre Seguridad Individual, también de dicho año 1811, que estableció
que ningún ciudadano podía ser penado ni expatriado sin proceso y sentencia legal.
Normas emanadas de la Asamblea del Año XIII, que dispusieron la abolición de los
títulos de nobleza, de los tormentos para el esclarecimiento de crímenes y, entre otros,
declararon que quedaban libres los hijos de esclavos nacidos después del 31 de enero de
1813 y los que se introdujeran en el país por el solo hecho de pisar el territorio de las
Provincias Unidas.
Las Constituciones de 1819 y 1826, que por ser unitarias fueron rechazadas por los
pueblos del interior.
EL PREAMBULO
El para quien de tales fines. Se resume en la frase “para nosotros, para nuestra
posteridad y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino”, la
que abarca tanto presente como futuro. Es decir, que los valores deben alcanzarse aquí y
ahora para las generaciones presentes, pero también para las futuras – compromiso inter
generacional - Con gran amplitud y generosidad.
Invocación de Dios, fuente de toda razón y justicia. Para el constituyente, son valores
provenientes de Dios, lo que lleva a adelantar que nuestro régimen no es neutro ni ateo.
Asimismo y como lo adelantáramos, estos deben armonizarse con los fines, valores y
principios extra preambulares, tales como el desarrollo humano, progreso económico con
justicia social, generación de empleo, defensa del valor de la moneda, crecimiento
armónico de la Nación (art. 75 inc. 19 de la CN).
IV.- PODER CONSTITUYENTE Y SUS CLASES
Si bien, como se expresara, han existido diversos intentos de organizar al país a través
del dictado de una Constitución durante el siglo XIX, especialmente las denominadas
Constituciones de 1819 y 1826, lo cierto es que estas no tuvieron vigencia atento haber
adoptado la forma de estado unitaria, lo cual fue fuera rechazado por los pueblos del
interior.
Por tal motivo, tales intentos normativos fueron solamente eso: intentos, no llegando
a alcanzar uno de los requisitos esenciales para la existencia de poder constituyente, cual es
la durabilidad de su resultado y la efectiva validez y vigencia.
En 1853 el ejercicio del poder constituyente fue titularizado por el pueblo, quien lo
hiciera a través de sus representantes tal la expresión del Preámbulo.
Fue poder constituyente originario porque sancionó por primera vez una Constitución
federal. Asimismo, en el Congreso General Constituyente reunido en Santa Fe no estuvo
presente la provincia de Buenos Aires, la que se incorporaría luego, al ser derrotada
militarmente por las fuerzas de Urquiza y celebrarse así el Pacto de San José de Flores. Lo
que diera lugar a la Convención de 1860 que se reuniría para tratar las propuestas de
reforma al texto constitucional realizadas por Buenos Aires.
Tales hechos históricos han dado lugar a dos posiciones interpretativas sobre el poder
constituyente. Para un sector, en 1853 se ejercicio poder constituyente originario y en 1860
el poder constituyente derivado o de reforma, por ello nuestra Constitución originaria es de
1853. Para otro sector – en el que se incluye Germán BIDART CAMPOS – el poder
constituyente originario se abrió en 1853 y abarcó un ciclo que se cerró en 1860,
entendiendo que nuestra Constitución es de 1853-1860.
REFORMA Y MUTACION CONSTITUCIONAL. LEYES
CONSTITUCIONALES
En otras palabras, sin estas leyes no sería posible el funcionamiento pleno de ciertas
instituciones. Por ejemplo, el art. 86 in fine de la Constitución, que se refiere al Defensor
del Pueblo de la Nación, prescribe que “la organización y el funcionamiento de esta
institución serán regulados por una ley especial”; o entre otros, la reglamentación por ley
de los institutos de iniciativa y consulta popular (arts. 39,40 CN). Tales leyes integran en
consecuencia la Constitución material.
Creemos que en este aspecto el texto resulta claro en cuanto a su amplitud, toda vez
que está admitiendo la posibilidad que nuestra Constitución sea reformada parcialmente o
en el todo, es decir, establecer una nueva Constitución.
De tal modo que, para los sostenedores de esta posición, el todo que habla la
Constitución es un todo “cuantitativo” en el sentido que podrían reformarse todos los
artículos, pero no implica un todo “cualitativo” porque se deben respetar contenidos
pétreos, que si bien podrían reformarse, en cambio no podrían ser alterados o suprimidos.
Para BIDART CAMPOS, los contenidos pétreos implícitos son la forma democrática,
la forma republicana, la forma federal y la confesionalidad de estado, lo que significaría la
prohibición de sustituir la democracia por la autocracia, la república por la monarquía, al
federalismo por el unitarismo y la confesionalidad de estado por el laicismo, todo ello por
resultar emergente de nuestra escala de valores y por los contenidos históricos tradicionales
que nuestra Constitución evidencia en alguna de sus partes.
La ley debe ser aprobada por una mayoría agravaba de dos tercios de votos. Surge
también diferencias sobre qué total de miembros se toma dicha mayoría: sobre el total de
miembros que debe tener la Cámara completa, sobre el total de miembros en ejercicio o
sobre los miembros presentes. Para un sector de la doctrina- BIDART CAMPOS – debe
tomarse sobre el total de cada cámara por separado, mientras que para QUIROGA LAVIE
se trata de un tema político que depende de la conveniencia de hacer más o menos rígida la
reforma reconociendo que en nuestra historia política se han aplicado los tres criterios. Para
Pablo RAMELLA, la exigencia de los dos tercios sobre el total no tiene rigor científico ni
tampoco se compadece con la realidad histórica, toda vez que de las reformas operadas en
el siglo XIX solamente en la declaración de la reforma de 1898 se cumplió con los dos
tercios sobre el total y no así en 1860 ni en 1866; tampoco en la de 1949, ni mucho menos
en la de 1957.
Esta última se reunió en Santa Fe en el año 1860 y aceptó gran parte de las reformas
propuestas por Buenos Aires. Al respecto, cabe destacar que en materia de federalismo el
texto se acercó al modelo de la Constitución de EEUU, se eliminó la posibilidad de
realizarle juicio político por parte del Congreso Nacional a los gobernadores de provincia y
que no obstante la existencia de Código de fondo vigentes para todo el país, se estableció
que estos no alteran las jurisdicciones locales correspondiendo su aplicación los tribunales
federales o provinciales según corresponda. Asimismo, se eliminó la decisión
constitucional que la Ciudad de Buenos Aires sea la capital, para diferir su decisión al
Congreso Nacional y Legislatura provincial.
Cabe destacar que para realizar esta Reforma no se tuvo en cuenta la limitación
temporal de diez años, ya que no se esperó hasta 1863 sino que se la modificó en 1860 para
posibilitar la incorporación de Buenos Aires, lo que hace que determinados autores
consideren que el ciclo constituyente originario se abre en 1853 y se cierra en 1860.
REFORMA DE 1866
REFORMA DE 1898
Mediante esta se modificó la base numérica de representación de diputados y el
número de ministros del Poder Ejecutivo.
REFORMA DE 1949
En agosto de 1948 queda sancionada la ley 13.233 por la que se declaró necesaria la
reforma de la Constitución Nacional, “a los efectos de suprimir, modificar, agregar y
corregir sus disposiciones, para la mejor defensa de los derechos del pueblo y del
bienestar de la Nación”, disponiéndose la convocatoria para elegir convencionales en un
número igual al de diputados que cada provincia envía al Congreso. En la Cámara de
Diputados, se logró la aprobación del proyecto con el voto de 96 contra 34, es decir con la
mayoría de dos tercios sobre los presentes mientras que en senadores se votó en forma
unánime. La circunstancia de la supuesta falta del número requerido en Diputados
constituyó, posteriormente, en argumento central de la oposición para deslegitimar a la
Reforma de 1949, no obstante que, salvo en 1898, antes no se había alcanzado dicho
porcentaje en ambas cámaras legislativas para declarar la necesidad de reforma, tal lo
reconocen, entre otros Segundo LINARES QUINTANA.
En el artículo 37, del Capítulo III, se declararon los derechos del trabajador, cuyos
contenidos abarcaron al derecho de trabajar, a una retribución justa, a la capacitación, a
condiciones dignas de trabajo, a la preservación de la salud, al bienestar, a la seguridad
social, a la protección de su familia, al mejoramiento económico y a la defensa de los
intereses profesionales. Cabe agregar que en 1947 ya el Presidente Perón había proclamado
estos derechos que luego se incorporaron a la Constitución.
1.- La ley declarativa de la necesidad de la reforma se sancionó sin alcanzar los dos
tercios sobre el total de miembros en la Cámara de Diputados. Ya se explicó que, salvo en
1898, en ninguna de las leyes sancionadas al respecto (1860 y 1866) se alcanzaron los dos
tercios sobre el total en ambas cámaras sino sobre los en ejercicio y presentes. Asimismo,
para parte de la doctrina, correspondía a cada Cámara interpretar si alcanzó o no el quórum
constitucionalmente establecido.
5.- El contenido de la Constitución de 1949 era totalitario. Una simple lectura – sin
prejuicios- del texto sancionado dicho año, resulta suficiente para desvirtuar tal
descalificación.
Por ello, el 27 de abril de 1956 se dictó por parte del gobierno de facto, una Proclama
abrogando dicha Constitución, bajo la excusa de la defensa de la libertad y democracia y de
inventados vicios formales que, en realidad, encubrían el objetivo de suprimir las normas
constitucionales relativas al reconocimiento de los derechos sociales y a la defensa de los
bienes nacionales frente a fuerzas económicas foráneas.
REFORMA DE 1957
El gobierno de facto dictó el Decreto N° 3838/57 por el cual declaró necesaria la
reforma parcial de la Constitución de 1853, convocó una Convención a reunirse en Santa
Fe y a elecciones de convencionales constituyentes, pero con proscripción del justicialismo.
También se intervino a la CGT, reforzando todo con el decreto 4161/56 que tipificaba
como delitos a la afirmación ideológica peronista, la utilización de sus símbolos, el nombre
propio del presidente depuesto y de sus parientes, las expresiones justicialista, justicialismo,
peronista, peronismo entre otras; a lo cual, corresponde agregar, la aplicación retroactiva de
ley marcial y la pena de muerte por fusilamiento
Lo cierto es que había sectores en la Convención que, una vez lograda la declaración
de no vigencia de la Constitución de 1949, consideraron cumplidos sus objetivos y no
estaban interesados en realizar una profunda reforma constitucional. Ello quedó en
evidencia cuando once convencionales pertenecientes a partidos conservadores
abandonaron el cuerpo luego de la sanción del art. 14 bis y del agregado al entonces art. 67
inc.11, dejando sin quórum para continuar sesionando, por lo que no pudo avanzar en la
sanción de otras reformas propuestas de contenido similar al derogado art. 40 de la
Constitución de 1949.
REFORMA DE 1994
Esto fue criticado por importante sector de la doctrina por cuestionar esta suerte de
“cláusula cerrojo” que limitaba sobremanera las atribuciones de la Convención. Tal
cuestionamiento quedó subsanado al aprobar la Convención Constituyente reunida en Santa
Fe y Paraná su reglamento interno, el que dispuso que el Núcleo de Coincidencias Básicas
se votaría como lo disponía la ley declarativa, pero por decisión no del Congreso sino ya de
la misma Convención.
El Estado federal tiene una complejidad mayor, toda vez que además de contar con una
estructura de poder que alcanza a todo el territorio y a toda la población, también cuenta
con unidades políticas menores – subnacionales - cada una de las cuales cuenta con
estructuras de poder político local elegidas en forma autónoma cuyas decisiones alcanzan
solamente al ámbito territorial y a los habitantes que en él se encuentran. De tal modo que
existe descentralización política territorial. Cabe aclarar que no obstante referirse a
descentralización, no solamente el Estado federal parte de la existencia de un único centro
de poder que se desprende de parte de sus atribuciones a favor de las unidades políticas
menores, sino también el proceso inverso, en que las entidades menores son las que se
desprenden de parte de sus potestades para crear una entidad mayor. En cualquier caso, las
unidades locales que pueden denominarse provincias, estados, lander, etc tienen autonomía,
mientras que la entidad central o nacional tiene soberanía.
FEDERALISMO ARGENTINO.
LAS PROVINCIAS
Cada provincia conforma en sí misma un Estado, por tener territorio, pueblo, organización
y poder político, aunque éste es autónomo y no soberano. Con relación al sistema federal
argentino, encontramos provincias que crearon al Estado federal, son originarias, las 14
fundantes; y otras que fueron creadas por el Estado federal, son sobrevinientes porque
surgieron de leyes del Congreso.
6.- Relacionarse con las demás provincias, celebrando tratados y pactos para
fines de administración de justicia, de intereses económicos y trabajos de utilidad general.
Asimismo, pueden crear regiones para el desarrollo económico y social ( arts. 125,124)
Relacionarse internacionalmente. Pueden celebrar convenios
internacionales, con la condición que no sean incompatibles con la política exterior
nacional, no afecten las facultades delegadas al Estado Nacional ni al crédito público
nacional. Debe ser comunicado al Congreso de la Nación ( art. 124 CN).
Concordantemente con ello, lo que las provincias delegaron son atribuciones cuyo
ejercicio para ellas se encuentra prohibido. En este sentido el art. 126 establece que” las
provincias no ejercen el poder delegado a la Nación”, precisamente seguidamente algunas
prohibiciones expresas, entre estas, no acuñar moneda, no dictar los Códigos de fondo –
Civil, Comercial, Penal- no dictar leyes sobre ciudadanía, no armar buques de guerra, no
declarar la guerra a otra provincia, etc.
Asimismo, se encuentran las facultades concurrentes que pueden ser ejercidas por
ambos órdenes de gobierno, tales las atribuciones del art. 75, incisos 18 y 19 y art. 125.
Todo aquello que tiende a la promoción del bienestar general, el desarrollo humano con
justicia social, generación de empleo, investigación y desarrollo científico y tecnológico.
Por otra parte, se encuentran las facultades compartidas, que son aquellas que para alcanzar
determinados objetivos necesariamente deben participar ambos órdenes, tales las de los
arts. 3 y 13 CN, cesión de territorio para conformar la capital federal o nuevas provincias.
Por último, se encuentran las atribuciones complementarias a cargo de las provincias,
cuando el art. 41 determina que corresponde a la Nación dictar las normas de presupuestos
mínimos protectores del medio ambiente y a las provincias las necesarias para
complementarlas.
Las provincias se desprendieron a favor del Estado Nacional que crearon por medio
de la Constitución Nacional, de numerosas e importantes atribuciones que ejercían. Dejaron
potestades soberanas reservándose la autonomía, con el alcance que anteriormente
realizáramos. Por ello es que el Estado Nacional – receptor de dichas atribuciones – tiene el
deber constitucional de asegurar u garantizarle a las provincias su autonomía.
Pero, para que esto ocurra, las provincias deben cumplir determinadas condiciones,
con la finalidad de dar cohesión institucional al Estado. Es por ello que, según SAGÜES, la
garantía federal comprende una actitud de no interferencia de la Nación en el marco y
contenidos de las autonomía provinciales, no interfiriendo ni estorbando a las provincias el
ejercicio de sus potestades, pero también genera a la Nación deberes de actuación para
exigir a las provincias el cumplimiento de determinadas exigencias. Estas están
mencionadas en el art. 5to CN y son los siguientes:
1.- Dictarse su propia Constitución. Ya señalamos que las provincias poseen autonomía
constituyente en el sentido que pueden darse sus propias Constituciones ( art. 123 CN)
pero, por el art. 5to también surge el deber de darse su Constitución local.
Es por ello que queda el control judicial de constitucionalidad a cargo del Poder
Judicial en el caso concreto y llegado el caso por la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
El Alto Tribunal ha declarado la inconstitucionalidad de diversas disposiciones de
constituciones provinciales por estimarlas incompatibles con la normas jurídicas superiores.
INTERVENCION FEDERAL
La intervención federal es decidida mediante la sanción de una ley por parte del
Congreso Nacional, o por decreto del Poder Ejecutivo si aquel órgano estuviere en receso,
correspondiéndole posteriormente al Congreso aprobarla o revocarla ( art. 75,inc. 31 CN).
El interventor actúa en un doble carácter. Los actos que realiza en sustitución de las
autoridades locales removidas, son de índole local; mientras que en los ejercidos en
cumplimiento de la ley de intervención, actúa como autoridad federal.
Autonomía política. Capacidad de elegir a sus propias autoridades por el voto popular o
autocefalía. Asimismo, adoptar decisiones en aquellas materias propias del municipio y de
las que le fueran delegadas.
Considera que es municipio toda población con asentamiento estable de más de dos
mil habitantes, mientras que si no alcanza esa cantidad es considerada como comuna. Para
determinar la competencia territorial, tiene en cuenta el sistema de municipio urbano que
comprende la zona a beneficiarse con los servicios municipales cuyos límites son fijados
por el gobierno provincial a los fines de evitar superposiciones territoriales. El radio de los
municipios comprende la zona en que se presten total o parcialmente los servicios públicos
municipales permanentes y la zona aledaña reservada para futuras prestaciones de servicios.
Cabe agregar que para el caso que dos o mas municipios y comunas tomaran la decisión de
fusionarse por medio de ordenanzas sancionadas por los respectivos concejos deliberantes,
se debe llamar a referéndum, obligatorio y vinculante, a los electores de los municipios
involucrados para que decidan la fusión.
Todos los municipios – para las comunas existe un régimen especial – son
autónomos en los ámbitos político, económico, financiero y administrativo y son regidos
normativamente por la Constitución provincial y por la Ley Orgánica de Municipalidades,
actualmente la 8102. Esta Ley rige en los municipios que no están autorizados a dictar su
Carta Orgánica, en los municipios que pudiendo hacerlo no hubieren dictado su carta
orgánica y en las comunas. La Constitución faculta a las ciudades a dictar su propia Carta
Orgánica asignándole autonomía institucional. Para ser considerada ciudad en la provincia
de Córdoba, el municipio debe alcanzar los diez mil habitantes estables y ser declarada
ciudad mediante ley.
La Ciudad de Río Cuarto, cuenta con Carta Orgánica sancionada en 1996 por parte
de la Convención Municipal. La misma cuenta con un Preámbulo, una Primera Parte que
contempla las declaraciones, políticas especiales, principios; de gobierno; una Segunda
Parte, sobre Autoridades municipales, estableciendo los órganos de gobierno: Concejo
Deliberante e Intendente Municipal, los órganos de control externo, Tribunal de Cuentas y
Defensor del Pueblo y órganos de control interno, Fiscalía Municipal y Auditoría. Cuenta
con tribunales administrativos municipales. Asimismo, los mecanismos de responsabilidad
de funcionarios, régimen económico y administrativo. En la Tercera Parte se incluyen las
diversas formas de participación ciudadana.
Mediante la ley 23.512 del año 1987 se dispuso el traslado de la Capital Federal a
una zona comprendida por las ciudades de Carmen de Patagones – Pcia de Buenos Aires- y
Viedma- Pcia. de Río Negro - . Las legislaturas de estas dos provincias cedieron parte de su
territorio para la radicación futura de la Capital, condicionada a que ello ocurriera en el
lapso de cinco años, quedando sin efecto la cesión en caso que ello no ocurriera. El traslado
nunca se efectivizó, la ley nacional no fue derogada pero caducaron las cesiones formuladas
por las provincias, continuando la sede de las autoridades nacionales en la Ciudad de
Buenos Aires.
El art. 129 CN, según Reforma de 1994, dispone que la ciudad de Buenos Aires
tendrá un régimen de gobierno autónomo, con facultades propias de legislación y
jurisdicción y su jefe de gobierno será elegido directamente por el pueblo de la ciudad. . De
esta manera, los ciudadanos de esta ciudad podrán elegir directamente a sus autoridades
políticas, determinación su organización y gobernar y administrar sus recursos propios.
2.- Para otro sector, se asimilaría a una provincia. Se argumenta ello por las razones por las
cuales no es un municipio. Pero no es provincia, toda vez que ni es de las creadoras o
fundadoras del Estado Federal ni fue la ciudad creada por ley del Congreso; asimismo,
mientras sea Capital Federal tiene limitaciones a su autonomía por la atribuciones
congresional de dictar leyes para garantizar a los intereses nacionales.
3.- Se trata de una ciudad federada constitucionalizada. Si bien reúne algunas de las
características de municipio y provincia, se trata según Horacio ROSATTI de una categoría
nueva para nuestro sistema constitucional. Así, es ciudad, por sus características
demográficas o urbanas; es constitucional porque es la única designada expresamente en el
texto constitucional; y es federada, porque integra directamente el sistema federal argentino
junto al Estado Nacional y las provincias, sin perjuicio de la descentralización política
territorial que también alcanza a los municipios en general.
Posee autonomía constituyente, atento que el art. 129 CN, dispone que el Congreso
de la Nación convocará al pueblo de la ciudad para el dictado de su Estatuto Organizativo
de sus Instituciones. En ejercicio de eta potestad, la Convención convocada al efecto
elegida por voto popular dictó la Constitución de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires,
determinando sus atribuciones en consonancia con las pautas de la Constitución Nacional.
Surgió como reacción popular frente a los abusos de los monarcas que gobernaron los
Estados absolutistas en la Edad Media y principios de la Edad Moderna. Tiene su asiento
social en la burguesía culta de fines del siglo XVIII.
Como ya fuera dicho, los postulados de este movimiento fueron tres: a) Formalizar un
texto constitucional escrito, b) Buscar asegurar los derechos particulares de los individuos y
c) Limitar y organizar el poder estatal, justamente, con el propósito de que el Estado respete
los derechos individuales asegurados, dividiendo para ello las funciones de gobierno en
Ejecutiva, Legislativa y Judicial.
Cabe destacar que los derechos políticos surgieron en esa instancia a partir del
modelo de democracia representativa que la ley suprema estableció en su texto, siendo su
admisión complementada por el artículo 33, cuando reconoció los derechos que nacían de
la soberanía del pueblo y de la forma republicana de gobierno.
Siguiendo a Ramella, podemos decir que la Encíclica Libertas (León XIII) caracteriza
a la libertad como el bien propio de los que gozan de inteligencia y razón, que consiste en
la facultad de elegir lo conveniente al propósito de cada uno.
Pese a lo expresado, estimamos que no es nada simple precisar qué significa libertad
como derecho subjetivo ya que no se trata de cualquier derecho sino de aquél relacionado
con una virtud que distingue al ser humano del resto de los seres vivos: la posibilidad de
razonar y de decidir en consecuencia, por su libre albedrío.
La postura doctrinaria mayoritaria considera que el derecho de libertad encuentra sus
límites en la libertad y en el derecho de los demás, y se resume en la posibilidad de hacer
todo aquello que la ley no prohíbe.
Sin perjuicio de la cabida social que dicha acepción ha tenido, no estamos de acuerdo
con la visión precedente, ya que consideramos que ello no es libertad –como derecho
subjetivo general- sino un conjunto amplio de facultades amparadas por diferentes normas.
Obviamente que nos resultaría más fácil expresar que el derecho a la libertad no es
absoluto sino relativo y que la libertad jurídica es aquella que nos permite hacer todo lo que
la ley no prohíbe, pero no seríamos sinceros ni coherentes con nuestra concepción acerca
del tema.
La Constitución, en su artículo 19, permite hacer todo aquello que no esté prohibido
por una ley. Sin embargo, no consideramos que dicha norma represente el reconocimiento
del derecho subjetivo a la libertad, sino que precisamente fija una pauta general de
conducta: la posibilidad de realizar cualquier acción u omisión que no esté cercenada por la
ley. Estimamos que los constituyentes fueron muy sabios al no reconocer expresamente el
derecho subjetivo de libertad, ya que no podían encerrar a la misma dentro de un entramado
sistema de normas.
En cuanto a la posibilidad de publicar las ideas por la prensa, sin censura previa, cabe
manifestar que dicho derecho no ha sido reglamentado por ley alguna, siendo la posición
mayoritaria de la doctrina que ello ha ocurrido a los fines de evitar poner un límite, el que
luego sería difícil de controlar y, así, la censura podría avanzar.
Este ha sido uno de los derechos que se ha relacionado más con la vigencia del
sistema republicano (que exige la publicidad de los actos de gobierno) y con la estabilidad
democrática. Este derecho encuentra su fuente en la Constitución de los Estados Unidos de
América.
¿Es posible afectar derechos de terceros con el ejercicio del derecho a publicar las
ideas por la prensa sin censura previa? No cabe duda de que sí, pero aun con este flanco, la
doctrina y la jurisprudencia se han preocupado sólidamente en mantener vigentes sus
banderas, oponiéndose a cualquier límite que se le pretendiera imponer.
Como bien explicaba Quiroga Lavié, es necesario distinguir entre censura previa y
responsabilidades ulteriores: la primera se encuentra tajantemente prohibida y la
procedencia de alguna de las segundas sólo es posible cuando fuere necesario asegurar
otros derechos.
Si bien ambos derechos refieren a conductas que puede concretar una persona, sin
afectar jurídicamente a terceros, deben distinguirse para precisar sus alcances.
La manera de llevar el cabello, el tipo de moda que se siga para vestirse, la expresión
de fascinación por una música determinada, entre muchos otros, constituyen algunos de los
ejemplos que no traen problema alguno para clarificar el tema.
-Derecho de trabajar y ejercer toda industria lícita: implica que se le asegura a todo
ser humano su derecho para desarrollar una actividad en beneficio propio, siempre y
cuando no sea contraria a la ley. Cabe recordar que el derecho al trabajo es reconocido en
esta norma con una perspectiva liberal, consecuente con el constitucionalismo clásico que
impulsó el nacimiento de la Constitución Nacional de 1853. De ello se desprende el
derecho a elegir las tareas a desarrollar como medio de vida, sin que los terceros puedan
inmiscuirse en dicha decisión, ni siquiera el Estado mismo.
- Derecho de navegar: como bien enseña Calogero Pízzolo, el art. 14 se refiere a la
navegación comercial que realiza una persona denominada naviero, transportando
mercaderías o personas a través del mar o de los ríos, con ánimo de lucro. Este derecho,
según el autor citado, comprende tanto la facultad de equipar un buque o artefacto naval y
explotarlo comercialmente, como el de ejercer todas las actividades profesionales y
comerciales auxiliares vinculadas con la navegación comercial.
Por ello, su estudio debe efectuarse bajo la luz del artículo 28 de la ley 19.549. Esta
norma, a los fines de garantizar el cumplimiento de la manda constitucional en cuestión
cuando la misma no es respetada, establece y regula la Acción de Amparo por Mora
(herramienta procesal con la que se procura una sentencia consistente en una orden de
pronto despacho judicial que obliga al funcionario incumplidor a responder la petición
presentada). Huelga aclarar que, el derecho constitucional tratado, da cobertura sólo para
obtener respuesta, independientemente de que la misma satisfaga o no al solicitante.
Para salir del territorio del país, el nacional argentino debe tramitar previamente el
correspondiente pasaporte, debe ser mayor de edad o encontrarse autorizado por sus
representantes legales y no debe haber sido pasible de ninguna inhibición judicial para ello
(como por ejemplo la inhibición que puede ordenar un funcionario judicial en razón de una
quiebra o concurso o por la supuesta comisión de un delito, etc.).
- Derecho de publicar las ideas por la prensa sin censura previa: esta facultad
constitucional implica la posibilidad que tiene toda persona de expresar sus ideas a través
de un medio de prensa, que significa concretamente la facultad de llevar una idea a
cualquier medio de prensa y requerir que si la misma es publicada se lo haga de manera fiel
y completa. Asimismo, el medio de prensa tiene el derecho de publicarla o no, pero si
decide hacerlo no podrá tergiversar, recortar, ni descontextualizar lo expuesto por el autor
de la idea o de la opinión.
Coincidimos con Calogero Pizzolo en que cuando la Constitución precisa que se está
hablando de “su” propiedad es porque el derecho en cuestión ya ha ingresado al patrimonio
del titular.
El derecho de propiedad no regula una relación entre una persona y un bien material o
inmaterial, sino entre su titular y los terceros, quienes se encuentran obligados a respetarle
su uso y goce.
En el primer caso, hay que asociar su ejercicio con la primera parte del artículo 14,
que aclara que el disfrute de los derechos puede realizarse de acuerdo a las leyes que los
reglamenten. Así, tenemos normas de derecho administrativo que restringen su ejercicio en
virtud de servidumbres administrativas (cañerías de gas, de agua potables, cables
subterráneos o aéreos), en razón de la necesidad de imponer límites de altura a la
edificación de inmuebles cercanos a aeropuertos, etc. También existen normas de
raigambre civil, que procuran la convivencia entre vecinos, como por ejemplo las que
prohíben la apertura de ventanas que den a inmuebles colindantes a determinadas alturas,
las que prohíben la instalación de estufas o asadores adheridos a las paredes medianeras,
etc.
En general, tanto los tribunales como la doctrina han opinado que la declaración de
utilidad pública por parte del órgano Legislativo no es judiciable. Sólo algunos autores y
algunos fallos aislados se han expresado en manera diferente.
Estimamos, en consonancia con esta última posición, que debe ser el Poder Judicial el
que tenga la última palabra sobre la razonabilidad (proporcionalidad y adecuación) y sobre
la necesidad de la declaración de utilidad pública que efectúe el Poder Legislativo. Sólo así
las personas pueden sentirse seguras de ejercer su derecho de propiedad, sin temor a que las
autoridades de turno las despojen arbitrariamente de sus bienes.
La Ley N° 21.499 también regula los institutos de retrocesión, de expropiación
inversa y de ocupación temporal.
- Derecho de asociarse con fines útiles: significa que toda persona con capacidad,
tiene la facultad de agruparse con otras, siempre y cuando sus objetivos no sean contrarios
con la ley. La calificación de “fines útiles” no puede interpretársela de otra forma que no
sea la de “utilidad para quienes pretendan asociarse”, lo que impide el control de dicha
característica por parte del Estado. Caso contrario se convalidaría la posibilidad de que las
autoridades arbitrariamente impidan el desenvolvimiento jurídico de una asociación por
considerar que no procura fines útiles, cuando, reiteramos, la utilidad debe ser según sus
promotores y no de acuerdo a la visión de sus fiscalizadores. Lamentablemente, este
equivocado criterio fue seguido no pocas veces por autoridades administrativas y por
tribunales judiciales, como por ejemplo el caso en el que a principios de la década de los 90
la CSJN1 convalidó una resolución dictada por la Inspección General de Justicia de Buenos
1
Caso “C.H.A.”, CSJN, Fallo del 22/11/1991.
Aires por la que se había denegado la personería jurídica a la Comunidad Homosexual
Argentina, agrupación que entre sus fines buscaba la protección de los derechos de los
homosexuales. Describir ello, ya en estos tiempos, es detallar un ejemplo de algo
anacrónico.
2
CSJN, Fallo del 29/03/1967.
3
CSJN, Fallo del 06/04/1994.
Obviamente que si esta persona tuviera a su cargo hijos menores (o mayores con
incapacidad o discapacidad a su cargo), a los que su muerte o incapacidad los dejaría
desamparados, estimamos que sería correcto priorizar la vida de los hijos por sobre la
decisión personal del mayor responsable.
5. EL DERECHO A LA IGUALDAD
Lo que debe entenderse, de la enseñanza dejada por la CSJN en ese antológico fallo,
es que la ley debe ser aplicada de igual manera siempre que los afectados se encuentren en
las mismas circunstancias, evitando con su aplicación aumentar las desigualdades
existentes, en menoscabo de los más débiles.
En la relación laboral privada, el derecho a la igualdad debe ser respetado por los
empleadores en la admisión de empleos de tal manera que la selección no constituya un
acto discriminatorio irrazonable. En la causa “Freddo” 4, el tribunal competente constató la
arbitraria discriminación denunciada por La Fundación Mujeres en Igualdad (la empresa
sólo empleaba a personas de sexo masculino) y condenó a la firma demandada a que, a
partir de la sentencia, debía tomar como empleadas sólo a mujeres, hasta tanto se
equiparara el número de hombres con las mujeres entre las personas que trabajaran para la
firma.
En lo que respecta a los tributos y demás cargas públicas (como ser presidente de
mesa en una elección de autoridades públicas o como era el servicio militar obligatorio), la
igualdad debe materializarse teniendo en cuenta las posibilidades de cada persona. Esto, en
materia fiscal, significa que cada contribuyente tribute de acuerdo a su capacidad
contributiva, entendiendo con ello que los que poseen más riqueza deben aportar más que
los que tienen menos, para que los respectivos Estados (Nacional, Provinciales y
Municipales) puedan cumplir sus fines de equiparación en favor de los más débiles.
4
CNC IV, Fallo del 16/12/2002.
Este artículo fue incorporado a nuestra Constitución en la reforma de 1860, siguiendo
el horizonte buscado por los reformistas norteamericanos cuando sancionaron la Enmienda
IX de la Constitución de los Estados Unidos de América, la que textualmente expresó: “La
enumeración de ciertos derechos que se hace en esta Constitución no será interpretada
como denegación o restricción de otros, retenidos por el pueblo”.
Coincidimos con Eduardo Pablo Jiménez en que la redacción del artículo 33 ha sido
poco feliz en tanto parece centrarse en derechos y garantías subjetivos públicos, excluyendo
los privados (cuestión que no acaeció en la reforma norteamericana). Y si bien la expresión
del miembro informante de la Convención Reformadora puede considerarse con efectos
subsanadores, lo importante a esta altura de las circunstancias es que la jurisprudencia de
los altos tribunales de nuestro país le dio una trascendente cabida para reconocer,
progresivamente, nuevas garantías y derechos, mediante su utilización.
En primer lugar se priorizó a los tratados por sobre las leyes (primer párrafo del
referido inciso) dentro del ordenamiento jurídico que rige la vida humana en nuestro país, y
en segunda instancia se otorgó jerarquía constitucional a los tratados, protocolos y pactos
internacionales sobre derechos humanos enumerados en el segundo párrafo de la norma
mencionada, dejándose abierta la posibilidad de incorporar nuevos convenios que versen
sobre la misma materia, siempre y cuando el Congreso de la Nación los apruebe
cumpliendo con las solemnidades requeridas por el comentado artículo.
Quiroga Lavié precisa que para que un nuevo instrumento sobre derechos humanos
obtenga la jerarquía mencionada, el Congreso debe dictar primero la ley aprobatoria, el
Poder Ejecutivo luego ratificarla, y, recién posteriormente a ello, una nueva ley del
Congreso con las mayorías precisadas en el inciso 22 puede darle la jerarquía
constitucional, cuestión que debe ser promulgada por el PE.
*el derecho a la vida (art. I D.A.D.D.H.; art. 3 D.U.D.H.; art. 4°, C.A.D.H., entre
otros).
*el derecho a la integridad personal (art. I D.A.D.D.H.; art. 5 D.U.D.H.; art. 5°,
C.A.D.H., entre otros).
*el derecho a la jurisdicción (art. XVIII D.A.D.D.H.; art. 8 D.U.D.H.; art. 2.3
P.I.D.C.P., entre otros).
*la garantía a la doble instancia procesal (art. 8.2.h. C.A.D.H.; art. 14.5 P.I.D.C.P.).
*el derecho de los menores a que en todos los trámites administrativos y judiciales se
respete el “interés superior del niño” (arts. 3.1., 9.1., 18.1., 20.1, 21 Convención sobre los
Derechos del Niño).
*el derecho de reunión (art. 20.1 D.U.D.H.; art. 15 C.A.D.H., art. 15.1 C.D.N., entre
otros).
*el derecho a que el Estado efectúe medidas tendientes a evitar la deserción escolar (art.
28 1.e C.D.N.);
* y muchos otros.
El mismo autor explica que cuando el inciso analizado expresa que los tratados no
derogan los primeros treinta y cinco artículos y que “deben entenderse complementarios de
los derechos y garantías por ellos reconocidos” significa que dichos instrumentos jurídicos
vinieron a llenar vacíos normativos y a reducir la utilización de la calificación de
“implícitos” a muchos derechos en nuestro sistema.
En tal sentido consideramos que las siguientes normas, entre otras, deben ser
interpretadas y aplicadas como complementarias de los artículos de nuestra Constitución
Nacional que contemplen respectivamente los derechos por ellos regulados, de acuerdo al
siguiente detalle:
*Derecho de Trabajar: DUDH. art. 23.1; DADDH art. XIV; CIEFDR art. 5.i;
CETFDCM art. 11.1.a; PIDESC art. 6.
*Derechos a la libre elección del trabajo: DUDH art. 23.1; CIEFDR art. 5. I; PIDESC
art. 6.1; DADDH XIV; CETFDCM art. 11.1.c
*Derecho a entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino: DUDH art
13.2 / 13.1; PIDCP arts. 12.4 / 12.1 / 12.2; CADH art. 22.5 / 22.1 / 22.2; CIEFDR art. 5.d.i
* Limitaciones al derecho de locomoción: PIDCP arts. 12.3 / 13; CADH arts. 22.3 /
22.4 / 22.6.8 y 9.
*Derecho a publicar las ideas sin censura previa: DUDH art. 19; DADDH art. IV;
PIDCP art. 19.1; CADH art. 13.1; CIEFDR art. 5.d.viii; CDN arts. 13.1 / 17.
* Derecho de usar y disponer de su propiedad: DUDH art. 17; DADDH art. XXIII;
CADH art. 21.1; CIEFDR art. 5.d.v.
*Derecho de asociarse con fines útiles: DUDH art. 20.1; DADDH art. XXII; PIDCP
art. 22.1; CADH art. 16.1; CIEFDR art. 5.d.ix; CDN art. 15.
*Derecho a no ser asociado compulsivamente: DUDH art. 20.2; CADH art. 16.
*Derecho a una jornada limitada, descanso o disfrute del tiempo libre y a vacaciones
pagas: DUDH art. 24; PIDESC art. 7 d; DADDH art. XV; CETFDCM art. 11.1.e.
*Derecho a una retribución justa y a un salario mínimo vital y móvil: DUDH art.
23.3; DADDH art. XIV; PIDESC art. 7. A ii y d: CIEFDR art. 5. i;
*Derecho a igual remuneración por igual tarea: DUDH art. 23.2; PIDESC art. 7.a.i;
CIEFDR art. 5.i; CETFDCM art. 11.1.a.
*Obligación del Estado de otorgar los beneficios de la seguridad social: DUDH arts.
22 / 25.1; PIDESC art. 9; CDN art. 26.1; DADDH art. XVI; CIEFDR art. 5. iv; CETFDCM
art. 11.1.c, e.
*Protección integral de la familia: DUDH art. 16.3; DADDH art. VI; PIDESC art.
10.1; PIDCP art. 23.1; CADH art. 17.1.
*Acceso a una vivienda digna: PIDESC art. 11.1; CIEFDR art. 5. iii.
*Derecho a la igualdad: DUDH art. 7; PIDCP art. 26; CIEFDR art. 1.2 / 1.4; CADH
art. 24; CETDCM art. 4.1 / 4.2.
*Derecho a la jurisdicción: DUDH art. 10; DADDH art. XVIII; PIDCP arts. 2.3 /
14.1; CADH art. 8.1; CIEFDR art. 5; CND art. 37.d.
*Presunción de inocencia: DUDH art. 11.1; DADDH art. XXVI; PIDCP art. 14.2;
CADH art. 8.2; CDN art, 40.b.i.
*Derecho a la intimidad: DUDH art. 12; DADDH art. V; PIDCP art. 17; CADH art.
11.
*Derecho de casarse: DUDH art. 16.2; PIDCP art. 23.2 / 23.3 / 23.4; PIDESC art.
10.1; CADH art. 17.2 / 17.3 / 17.4
*El derecho a un recurso eficaz para la protección judicial de los derechos: DUDH
art. 8; PIDCP art. 2.3; DADDH art. XVIII; CADH art. 25
* Habeas corpus reparador: DADDH art. XXV; PIDCP art. 9.3 / 9.4; CADH art. 7.6.
El Bloque de Constitucionalidad
5
CSJN, Fallo del 19/09/2000.
Este conjunto de normas trascendentales que integra nuestro ordenamiento jurídico
puede ser modificado, como ya hemos expuesto, de dos maneras diferentes: si se procura
derogar o modificar el texto de alguno de los 130 artículos de la Constitución o agregar uno
nuevo, se deberá seguir el procedimiento establecido en el artículo 30 de la misma.
Con dicho horizonte, se han creado tribunales con jurisdicción internacional, a los
que pueden acudir las personas titulares de derechos humanos afectados que sean residentes
de alguno de los estados parte, una vez agotadas las instancias judiciales nacionales.
A partir de esta “globalización” de los derechos humanos, el individuo pasó a ser
sujeto de derecho internacional con legitimación para la defensa de sus derechos
naturales/humanos afectados, siempre y cuando dicho menoscabo se origine en un Estado
parte del tratado internacional, y que el derecho vulnerado se encuentre reconocido en la
convención respectiva.
Los que vivimos en la República Argentina, como ya dijimos, para arribar a esa
instancia, debemos previamente agotar todas las instancias judiciales internas, inclusive la
correspondiente a la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Luego se presenta la denuncia
ante la Comisión mencionada anteriormente, la que analizará el caso y si considera
susceptible de ser revisado por la Corte Interamericana inicia el proceso (como si fuera un
fiscal) en contra de la Argentina.
6
Arts. 52 a 73 de la CADH.
7
Arts. 34/51 y 70/73 de la CADH. Ello, dentro de los seis meses de notificada la sentencia con que se agotó la
vía judicial nacional interna.
CAPITULO V
Concepto
Lo primero que debemos decir es que la propiedad, entendida ésta como un derecho
que le es reconocido por el Estado o por los Organismos Supranacionales a los particulares,
no se encuentra definida ni en la Constitución Nacional ni en los Tratados Internacionales
incorporados al bloque de constitucionalidad por imperio del articulo 75 inc. 22 de nuestra
Carta Magna.
La Propiedad en la Constitución
Más allá del reconocimiento hecho por la Constitución Nacional en los artículos
que dejamos detallados precedentemente, debemos recordar que nuestro sistema
constitucional, a partir de la reforma de 1994, y más concretamente con el artículo 75 inc.
22, incorpora al bloque de constitucionalidad a los Tratados de Derechos Humanos. Esto es
importante toda vez que en dichos tratados se encuentran contenidas normas referidas al
derecho de propiedad. En ese sentido, por ejemplo, La Declaración Americana de los
Derechos y Deberes del Hombre reconoce en su artículo XXIII que toda persona tiene
derecho a la propiedad privada que le permita cubrir las necesidades de una vida decorosa y
que le permita mantener la dignidad de la persona y del hogar. Por otro lado, La
Declaración Universal de los Derechos Humanos reconoce en su artículo 17 el derecho a la
propiedad individual y colectiva y garantiza el hecho que nadie pueda ser privada de ella de
manera arbitraria.
Inviolabilidad
a) El hecho que, para que una persona pueda ser privada de su propiedad de manera
compulsiva, deba existir una sentencia fundada en ley.
b) El reconocimiento de la expropiación como medio por el cual una persona puede ser
privada de su propiedad, estableciéndose que, para que aquella proceda, debe existir una
declaración de utilidad pública calificada por ley y debe mediar el pago previo de una
indemnización.
c) La prohibición de la confiscación, entendida ésta como medio por el cual el Estado puede
apoderarse de un bien que es de propiedad de una persona a modo de sanción o condena.
d) El reconocimiento que sólo el Estado, a través del Congreso, puede imponer contribuciones
de las previstas en el artículo 4 de la Constitución Nacional.
e) El respeto por la propiedad intelectual en las condiciones que fija
f) la ley.
La cuestión es distinta cuando hablamos de servidumbre, ello toda vez que ésta sí
constituye una afectación o alteración al derecho de propiedad de una persona. Decimos
esto por cuanto la servidumbre implica que el titular del derecho de propiedad deja de tener
el uso y goce del mismo de manera exclusiva y pasa a compartirlo con un tercero. La
servidumbre es un derecho real que, en el caso de la reguladas por el derecho público, como
hemos dicho, se encuentran constituías en favor de la comunidad en general.
Concepto
Requisitos Constitucionales
En lo que respecta a los requisitos para que la expropiación prevista en la
Constitución Nacional sea procedente, debemos decir que ellos son los siguientes. A saber:
2do) Calificada por Ley: La referida declaración de utilidad pública debe ser
realizada por el Estado mediante el dictado de una ley específica, que se refiera al bien en
concreto, no pudiendo dictarse leyes generales que declaren la utilidad pública de bienes
en abstracto o en general. Como se puede advertir, debiendo materializarse la declaración
que nos ocupa por ley, ello resulta una facultad del Congreso de la Nación cuando la
expropiación es llevada a cabo por el gobierno federal, y de los poderes legislativos
provinciales o municipales cuando la misma se da en esa esfera de poder.
La indemnización debe pagarse en dinero, salvo que exista acuerdo entre el Estado
expropiante y el particular expropiado para que el pago se haga en especie, debiendo
abonarse la misma de manera previa al momento en que sea transferida la propiedad al
Estado.
a) Trámite de Expropiación: Podemos sostener que de la Ley 21499 se desprende que existen
dos maneras o mecanismos para que el Estado cumpla con el pago de la indemnización
prevista como requisito para la procedencia de la expropiación. Estos mecanismos son:
Más allá de la discusión judicial que se pueda presentar con motivo del valor del bien,
se debe destacar que, en el caso de los inmuebles, fijado el precio por el tribunal de
tasación, el expropiante debe consignar el precio fijado y, a partir de ese momento, el juez
otorgará o autorizará la desposesión en relación al sujeto expropiado.
El plazo para deducir la acción de expropiación por parte del expropiante expira a los
dos años desde el momento en que se dictó la ley de expropiación respecto del bien. Ese
plazo es de tres años respecto a los bienes a los que hace referencia la ley 25549 referida a
ciertas tierras cuya propiedad fue adjudicada a una comunidad wichi. A su vez el plazo será
de cinco años en el caso de los bienes individualizados dentro zona y de 10 años si
estuvieran comprendidos dentro de una enunciación genérica.
La Retrocesión: Esto importa el ejercicio de una acción por parte del sujeto expropiado con
el fin de dejar sin efecto una expropiación cuando pasan dos años desde la fecha en que
quedó perfeccionada la expropiación y el expropiante no hace nada con el bien
expropiado, o bien en el caso que el expropiante le diese al bien expropiado un uso distinto
al que motivo la declaración de utilidad pública. La retrocesión importa que el bien vuelva
al patrimonio del sujeto expropiado quien, era el titular del mismo al momento de
producirse la expropiación. Dicho trámite de retrocesión puede llevarse a cabo tanto de
manera judicial como por avenimiento.
En relación a la figura de la retrocesión debemos decir que, para que proceda la
acción, primero el expropiado que pretende iniciar la retrocesión debe intimar al
expropiante para que le dé al bien el destino debido. Si transcurren seis meses desde la
intimación y no cumple el expropiante, la acción se torna procedente.
Un último aspecto que corresponde destacar de esta figura, es que en caso que se dé
la retrocesión, el sujeto que inicia esta acción con miras a dejar sin efecto la
expropiación debe restituir lo que ha percibido oportunamente como indemnización por la
expropiación. En ese contexto, será el juez que intervenga en el juicio de retrocesión, el que
deberá fijar el monto de dinero que deberá devolver el sujeto expropiado y que acciona por
retrocesión y cuál será el plazo que tendrá el sujeto expropiante para devolver el bien en
cuestión.
La Expropiación Irregular: Otra figura que debe ser destacada en relación al instituto
de la expropiación es lo que se conoce como expropiación irregular. La misma tiene lugar
frente a tres situaciones, a saber:
1ro) Cuando un bien se declaró de utilidad pública y el Estado toma posesión del
mismo sin pagar la indemnización.
2do) Cuando existiendo declaración de utilidad pública de una cosa, la misma, en los
hechos, se torna indisponible en condiciones normales para su titular por mediar
impedimentos para ello.
Lo que procura el sujeto que demanda por expropiación irregular es que el Estado
que ha declarado una expropiación la materialice o haga efectiva, desapoderándolo del bien
y en consecuencia le abone la indemnización correspondiente. En realidad esta acción va a
enderezada a poner fin a una situación que podríamos llamar de indefinición, ello toda vez
que el sujeto expropiado no pretende salvar su propiedad, sino pretende que se cumplan
todos los pasos previstos para el trámite de la expropiación.
Ley Provincial de Córdoba Nro. 6394
Dentro de los aspectos que podemos destacar de la citada ley provincial, y sin que
ello exima del análisis de la misma en su integridad, debemos enunciar:
Tramite de Expropiación: La ley fija como principio general y regla el acuerdo entre
expropiante y expropiado, ello una vez que se haya dictado la ley especial de expropiación.
Por último, es de destacar que la ley hace un tratamiento especial respecto de bienes
que son expropiados para la ejecución de obras viales, redes caminera o tendidos eléctricos.
En esos casos (previstos en el artículo 20 bis de la misma) se autoriza al expropiante a
depositar el valor fiscal del bien expropiado más un treinta (30) por ciento del mismo, ello a
cuenta del valor que se determine que, en definitiva, tiene el bien. Abonando esa suma, el
expropiante se hace de la posesión del bien y debe ingresar la diferencia de precio que
luego fije el tasador, ello dentro de los quince (15) días posteriores a dicha determinación.
Requisiciones
Esta figura se vincula con el apoderamiento, mediante el uso de la fuerza, que grupos
armados llevaban adelante en relación a bienes de distinta naturaleza, como ser alimentos,
animales u otros de propiedad de un particular y con miras a procurar su propio
mantenimiento.
Cuarenta años después tuvo gran trascendencia una nueva encíclica denominada
“Quadragesimo Anno” (1931) del Papa Pío XI, se resaltó el rol de subsidiariedad que debía
tener el Estado, sin perjuicio de que debían prestar atención a los sectores más
desprotegidos. En dicho documento se comienza a explicitar que debía bregarse por un
salario justo, la limitación de la jornada laboral y la protección adecuada del trabajo de
mujeres y niños.
Si debemos expresar y remarcar para su cabal comprensión, que nuestra Carta magna es un
fiel exponente del constitucionalismo clásico en donde se bregó por la protección de las
libertades esenciales del ser humano (libertad, igualdad, propiedad, etc.). En este sentido, el
objetivo de las constituciones clásicas como la nuestra de 1853, era limitar el accionar del
Estado y dar seguridad al individuo frente a él. Si tenemos en cuenta su fecha de sanción,
claramente al momento de su entrada en vigencia en nuestro país, la adopción de nuevas
formas de producción industrial no había sido puesta en práctica por nuestros empresarios e
industriales autóctonos (por ejemplo, la producción en serie generada por la revolución
industrial). En este sentido, el principal objetivo de nuestros constituyentes fue organizar el
Estado Nacional, respetando las autonomías provinciales y garantizar adecuadamente las
libertades básicas de los individuos, sean estos nacionales o extranjeros.
En este orden de ideas, el primer antecedente que se dio en nuestro país fue en la
Constitución de 1949, que fuera dejada sin efecto por la revolución de 1955.
Posteriormente, se decidió otorgarle nueva vigencia a la Constitución de 1853/1860,
convocándose a una convención constituyente para que trate de incorporar los nuevos
derechos de corte social.
En este sentido, nuestra constitución en el año 1957 siguió las nuevas tendencias al remozar
su texto incorporando este tipo de cláusulas programáticas. Lo importante es que estas no
se conviertan en una utopía irrealizable.
Como bien expresa Zarini, estos nuevos aires que recibió el texto de 1853, vino a poner de
manifiesto que las experiencias sociales basadas en el individualismo y carácter meramente
contemplativo del Estado, llevó a situaciones injustas que lejos de producir una sociedad
más libre, dejó desguarnecidos, los derechos efectivos del hombre común. Como
consecuencia de estas nuevos acontecimientos, se pasa paulatinamente de un Estado
abstencionista a un Estado intervencionista.
Resulta obvio que el “industrialismo” trajo como consecuencia que los medios de
producción se incrementaran por el mecanismo de la producción en serie y la utilización
intensiva de “mano de obra” barata como era la clase trabajadora. Antes del industrialismo,
el trabajo era de neto corte artesanal y si existían empresas estas no empleaban un gran
número de personas. El trabajo como producto de la revolución industrial paso a ser
prácticamente una “mercancía” lo que desdibujo sus límites.
Como bien expresa Grisolia “... En el siglo XVIII las transformaciones producidas por la
revolución industrial fueron revelando las deficiencias del sistema, por lo cual los
trabajadores comienzan a organizar la defensa de sus intereses, mediante la unión entre
ellos mismos, con la finalidad de obtener cambios que le fueran favorables. Los Estados
debieron avenirse a estos hechos, limitando la autonomía individual mediante la ley, al
menos en los casos más graves...”. Este autor considera que el constitucionalismo social es
una “corriente de opinión” que tuvo por objeto la introducción en forma explícita de
derechos y garantías de contenido social (salario justo, jornada de trabajo limitada, derecho
de huelga, vivienda digna, etc.) que en las constituciones clásicas se encontraban implícitos
(art. 33 de la C.N.).
Debe derivarse de esta posición respecto al rol del Estado, es que se tiene en cuenta al
“hombre situado”, desechándose el viejo y restrictivo principio protectorio hacía el
“hombre individual”. Como bien expresa Zarini aparece un Estado dispensador de servicios
que debe dar en favor de sus habitantes y sectores más necesitados.
Al decir de Gelli la reforma de 1957 tiene una clara ilegitimidad de origen, purgándose la
misma con la reforma constitucional de 1994 que hizo suyo el art. 14 bis. Ahora, dicha
Carta Magna no incluía protección alguna respecto a los mencionados derechos sociales.
Estas conquistas podemos agregar ya eran valores que se encontraban definitivamente
instalados a nivel internacional.
Por ello, dicho gobierno de “facto” convoca a una convención constituyente que tuvo por
objeto revisar el texto constitucional en este aspecto y que obrando en consecuencia,
incorporó el art. 14 bis, otorgando protección y garantías mínimas al derecho del trabajo en
la Argentina.
Dicha norma, puede desmembrarse en tres partes importantes: a) derecho individual del
trabajo, b) derecho colectivo del trabajo y c) derecho de la seguridad social, esta división es
claramente apreciable en el texto constitucional que además, revela una buena
sistematización por grupo de derechos y objetivos de protección.
Cabe acotar, que aparte del art. 14 bis, la convención constituyente incorporó el art. 67, inc.
11 (hoy 75, inc. 12) en donde se establecía que era obligación del Congreso dictar el
Código del Trabajo y de la Seguridad Social, mandato que hasta la fecha se encuentra sin
cumplir en razón que existe un cuerpo disperso de normas que contemplan la protección de
los derechos del trabajador y de su grupo familiar (ley de contrato de trabajo N° 20.744, de
jubilaciones y pensiones N° 24.241, de riesgos del trabajo N° 24.557, entre otras).
En este sentido, el art. 14 bis comienza expresando en su redacción que “...El trabajo en
sus diversas formas gozará de la protección de las leyes...” hace directa alusión al trabajo
remunerado y en relación de dependencia, situación que es la que requiere la directa
intervención del Estado mediante garantías mínimas a los fines de evitar los abusos que se
cometieron en tiempos pasados, como fue en los comienzos de la revolución industrial, en
donde se empleaban mujeres, niños, etapa histórica donde no existía una limitación de la
jornada laboral.
Por otro lado, resulta oportuno destacar, que en la Ley de Contrato de Trabajo Nº 20.744 y
sus modificatorias, se establece en su art. 4° que constituye trabajo, a los fines de esta ley,
es toda actividad lícita que se preste en favor de quien tiene la facultad dirigirla mediante
una remuneración.
Podemos expresar a modo de cierre sobre el tema, que la norma constitucional refiere al
trabajo manual, intelectual, dependiente, independiente, etc., incluyendo en este último
también a los agentes de la administración pública.
Como bien se destacara en el punto anterior, el derecho individual del trabajo en relación de
dependencia se encuentra protegido y contemplado expresamente en el art. 14 bis de
nuestra Carta Magna, antes de la reforma constitucional de los años 1949 y 1957 surgía
como implícito en sus condiciones, en atención a lo previsto en el art. 33 de la Constitución
Nacional. Algunos autores como Badeni consideran que la regulación efectuada en el art.
14 bis es producto de una inadecuada técnica legislativa. El trabajo no es un “ deber social
jurídico” porque nadie puede ser obligado a trabajar como bien expresa y resalta este
último autor.
La constitución en este artículo reconoce el piso mínimo de protección y que las leyes
reglamentarias deberán materializar efectivamente. En su primera parte apunta en primer
lugar lo que se denomina “condiciones dignas y equitativas” en el trabajo. Hay que respetar
al trabajador en su condición de hombre. Se descalifica todo trabajo inmoral y trato
vejatorio. Hacen al aspecto vinculado a la higiene y decoro del lugar donde se trabaja.
En cuanto al trabajo nocturno la jornada es de 7 horas. En los países europeos este límite se
ha reducido a 44 horas semanales a los fines de incentivar la participación de mayor
cantidad de trabajadores en los diversos empleos.
Por otro lado, la fijación de la jornada laborable es de competencia exclusiva del órgano
legislativo (art. 75, inc. 12). Sobre el punto hay un interesante fallo de la Corte Suprema
(“Fábrica Argentina de Calderas S.R.L. c Provincia de Santa Fe”), que declaró la
inconstitucionalidad de una ley provincial que fijaba y limitaba la cantidad de horas
máximas por semana a cuarenta y cuatro (44).
El art. 14 bis hace hincapié en el derecho de todo trabajador a recibir “una retribución justa
y un salario mínimo vital y móvil”. Ahora, la fijación de la pauta salarial en el empleo
público y privado dependerá de cada tipo de trabajo y de las negociaciones que lleven
adelante los sindicatos de cada sector con las cámaras empresariales y grandes empresarios.
Como bien destaca Zarini el trabajo ha perdido esa caracterización de “mercancía”.
Si debe remarcarse, que el salario mínimo vital y móvil apunta a garantizar un piso base el
cual debe respetarse, en donde se contemple los gastos mínimos de subsistencia de una
familia tipo, en función de una canasta de productos de necesarios y en donde se contemple
el impacto del fenómeno inflacionario. Debe satisfacer un ingreso decoroso del trabajador y
su familia
Actualmente, esta pauta salarial, es fijada por el Consejo Nacional del Empleo, la
Productividad y el Salario Mínimo Vital y Móvil, que preside el Ministro de Trabajo de la
Nación. La Ley N° 24.013 crea el Consejo Nacional del empleo, la productividad y el
salario mínimo vital y móvil a la cual se le asigna dicha competencia. Este organismo se
compone de 16 miembros (art. 135), entre representantes de los trabajadores y
empleadores, resultando presidido por un funcionario del Ministerio de Trabajo. Los
miembros del Consejo mencionado, duran 4 años en sus funciones.
Más adelante, el art. 14 bis formula una reafirmación del principio de igualdad ante la ley al
establecer “igual retribución por igual tarea” (art. 16 de la C.N.).
Se hace evidente que se tuvo en cuenta al incluir esta garantía de neto corte “material”
evitar todo tipo de discriminación laboral respecto a las mujeres y de establecer categorías
salariales respecto a la “nacionalidad”, es decir que se coloque en una situación de
inferioridad a los extranjeros, por el simple hecho de no haber nacido en el territorio
argentino. Si es oportuno aclarar, que tampoco se pueden establecer categorías odiosas u
hostiles entre los trabajadores (sexo, religión, opiniones políticas, etc.). Sobre esta
caracterización de categorías hostiles, resulta interesante destacar el precedente “Álvarez,
Maximiliano c/Cencosud S.A.”, dictado por la Corte Suprema, en un conflicto vinculado a
un despido discriminatorio, donde se estableció que el trabajador no solo tiene el derecho a
ser indemnizado, sino también, a ser reincorporado en el puesto de trabajo.
También, se garantiza en el art. 14 bis una “protección contra el despido arbitrario”, lo que
no significa que se haya adoptado en el empleo privado en relación de dependencia, el
principio de estabilidad propia “absoluta”.
Para fijar el monto de la indemnización (art. 245 de la LCT) se toma en cuenta el salario
mensual y se paga el equivalente a un mes de trabajo por cada año de trabajo o fracción
mayor de tres meses.
Respecto a los topes indemnizatorios, estos se han declarado constitucionales siempre y
cuando resulten razonables (no exista desproporción con el salario mensual) y no afecten
palmariamente el derecho de propiedad del trabajador.
En la norma citada, se hace mención expresa a la estabilidad del empleado público, que
contiene una pauta de protección mayor que en el empleo privado a los fines de evitar la
arbitrariedad de los gobernantes e impedir de esta forma, la persecución política dentro del
Estado.
Se pretendió de esta forma evitar que el empleo público se convierta en “botín de guerra”
de la política de turno y el sostenimiento de los cuadros partidarios. Esto tuvo su origen la
denominada “teoría de los despojos” surgida en Estados Unidos al principio de su
organización constitucional ya que se admitía que cada gobierno entrante podía cambiar a
todo el personal designado por el gobierno anterior, lo que lentificaba y perjudicaba la
prestación de las funciones esenciales del Estado y porque no, también era una forma de
encubrir una forma de persecución política.
Ahora, esta estabilidad debe ser considerada en el sentido que el empleado no puede ser
despedido sin una causa grave y previamente acreditada mediante el correspondiente
“sumario administrativo” en donde se le garantice al empleado del derecho de defensa y su
posterior revisión mediante una acción judicial.
Esta estabilidad no es absoluta y puede en situaciones excepcionales ser sustituida por una
indemnización (casos de re-estructuración administrativa o de una empresa del Estado).
En este sentido, en el mes de mayo del año 2007 la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
dictó los fallos “Madorrán” y “Ruiz” en donde con diferentes matices se clarifica la pauta
de estabilidad –propia- del empleado público desechando por completo una interpretación
del art. 14 bis que lleve al concepto de estabilidad “impropia”. Rosatti sostiene que en
general la doctrina se ha inclinado por considerar que respecto a los empleados “públicos”
la estabilidad prevista en la Constitución es la “propia”.
Un caso aparte, merece que se haga mención a la situación de los empleados públicos
contratados, que en algunos casos, donde el empleado pasa muchos años prestando servicio
para la administración, encubren una contratación de tipo permanente, en donde la Corte
Suprema en la causa “Ramos, José Luis c/Ejecutivo Nacional s/Indemnización”, hizo lugar
al reclamo indemnizatorio, cambiando de esta forma el rumbo de la jurisprudencia de
nuestro máximo tribunal.
Cabe poner de manifiesto, que el artículo 14 bis hace referencia a una cláusula
“programática” que expresa el derecho de los trabajadores a participar en las ganancias de
las empresas, con control de la producción y colaboración en la dirección. Esta cláusula ha
sido considerada incompatible con la libertad económica, el derecho de propiedad y
condiciones contractuales. Esta parte del texto constitucional, en donde se concede
semejante garantía, requiere de una ley reglamentaria que hasta la fecha no se ha dictado ni
se aplica. Zarini sostiene que esta norma trata de convertir al trabajador en protagonista de
la empresa y en colaborador de la administración de la misma, sin romper con la necesaria
eficacia de la unidad de la dirección, pero a pesar de esta relevante opinión, en la realidad
nada ha cambiado desde su dictado.
Como bien sostiene Rosatti, el art. 14 bis asume el modelo sindical, libre, democrático y
desburocratizado que se obtiene por la simple inscripción en un registro especial a cargo del
Estado.
Cabe precisar, que entre las pautas protectorias que enuncia la Constitución en su art. 14
bis, para estas especiales instituciones que protegen los derechos de los trabajadores, se
pueden mencionar la de garantizar a los gremios concertar convenios colectivos de trabajo
y recurrir a la conciliación y al arbitraje.
Como bien expresáramos al tratar los orígenes del Constitucionalismo social, el art. 14 bis
incorporado por la reforma constitucional de 1957, garantizó a los trabajadores acudir a la
huelga como medio de protesta y presión ante una situación de conflicto con sus
empleadores. La huelga puede ser considerada como la abstención colectiva y concertada
del deber de trabajar promovida por una entidad gremial y fundada en una causa laboral de
derecho colectivo.
También se sostiene por parte de la doctrina que la huelga es un movimiento colectivo, con
abandono temporal del trabajo, ejercido en forma pacífica por la libre decisión de los
trabajadores de un gremio, después de agotar las vías conciliatorias previstas por la ley.
Implica que el trabajador no asiste a prestar su labor diaria ante el empleador,
produciéndose de esta forma una inactividad en las tareas en el establecimiento. Al decir de
Badeni se reconocía con anterioridad al año 1957 que el derecho de huelga tenía un
reconocimiento implícito (ver arts. 14, 28 y 33 de la C.N.). Podemos agregar, que es una
acción colectiva, que emana de una decisión agrupada de una entidad sindical con
personería gremial, y en la actualidad, conforme a la jurisprudencia, por aquellas
asociaciones simplemente inscriptas. Las causas por las cuales se origina debe limitarse a
una cuestión estrictamente laboral definida. Se discutió si es un derecho programático u
operativo en nuestra constitución, resultando triunfadora para nuestra jurisprudencia y
doctrina esta última.
Su ejercicio debe armonizarse con los demás derechos tutelados por nuestra Carta Magna y
debe materializarse con razonabilidad. En cuanto a sus efectos, podemos remarcar que
durante su vigencia no se devengan salarios a favor de los trabajadores que adhieren a ella y
se suspende la actividad productiva. Tampoco se lo puede despedir al trabajador invocando
este hecho como “justa causa”, el empresario de persistir en esta postura deberá abonar una
indemnización agravada de conformidad a lo previsto en la L.C.T.
Si resulta importante destacar, que la huelga puede ser declarada ilegal en sede
administrativa o judicial, cuando su convocatoria se originó en una causal que es ajena a un
conflicto laboral o cuando no se han agotado los procedimientos de conciliación y arbitraje
fijados por la ley.
Si la huelga es declarada ilegal el trabajador puede ser intimado a deponer su medida, bajo
amenaza de la aplicación de sanciones, inclusive el despido con “justa causa”.
La huelga en los servicios esenciales si tiene una regulación específica por intermedio del
art. 24 de la Ley N° 25.877 y el Decreto Nº 272/06, en donde estableció que las medidas de
fuerza en hospitales, transporte público en general, producción y distribución de agua
potable, energía eléctrica, gas y otros combustibles, telecomunicaciones, control de tráfico
aéreo, educación, primaria, secundaria y universitaria, administración de justicia, deberán
garantizar guardias mínimas en dichos servicios. También establece que se debe preavisar a
la contraparte y a la autoridad de aplicación en forma fehaciente con cinco días de
anticipación.
Por otro lado, los empleadores pueden utilizar como medida de fuerza contra sus
trabajadores el “lock out” que se instrumenta a través del cierre del establecimiento para
que los empleados o trabajadores no puedan ingresar al mismo (ver art. 9 de la Ley N°
14.786).
Cuando hacemos referencia a las asociaciones profesionales en primer lugar nuestro texto
constitucional, puntualmente protege y exige una organización sindical libre y democrática
por parte de los trabajadores. Esto según Zarini impone libertad de agremiación, igualdad
de los asociados, renovación periódica de su consejo directivo, entre otras garantías para
hacer efectiva la manda constitucional.
Si nos remontamos en la historia hasta el siglo XVII se dio un periodo de total inexistencia
de estas entidades. Más adelante y hasta el siglo XVIII no se lograron entidades intermedias
de relevancia que tuvieran por objeto la protección de los derechos de los trabajadores,
estos primeros antecedentes se dieron recién a partir de 1789 con la Revolución Francesa.
En nuestro país nuestro primer sindicato fue la Sociedad Tipográfica Bonaerense fundada
en 1867. Posteriormente, en 1890 se creó la Federación Obrera Regional Argentina de
claro tinte “anarquista” por los inmigrantes que la constituían. Más adelante, los obreros
socialistas fundaron la Unión General de Trabajadores. Recién en 1930 nació la actual
Confederación General del Trabajo y con esta se produce la primera unificación de los
gremios. Por impulso del gobierno del General Perón se dictó la Ley N° 23.852 hasta que
fuera derogada por la Ley N° 23.551.
a) Clasificación de los gremios
Estas personas jurídicas pueden clasificarse en primer lugar por el grado al que pertenecen
las entidades. Como asociaciones de 1er. Grado tenemos los gremios o sindicatos
propiamente dichos.
Las asociaciones de 2do Grado las denominamos Federaciones (tienen personería jurídica
propia) y la componen agrupaciones de sindicatos o gremios.
Por último, como Asociaciones de 3er. Grado tenemos las Confederaciones que son las
entidades que se encuentran en la cúspide la representación de los trabajadores.
También los gremios se pueden clasificar, por su composición de trabajadores que puede
ser “horizontal” (por arte, oficio o profesión) o “verticales” que implican aglutinar a
trabajadores por su actividad (industria o servicios). En esta clasificación se puede dar una
combinación de ambas.
En cuanto al órgano ejecutivo se conforma por un cuerpo colegiado de cinco (5) miembros
conducido por un Director que, en la mayoría de los Estatutos, se denomina “Secretario
General”.
Estos miembros se eligen mediante la asamblea anual por votación directa y secreta de los
afiliados o en su caso de los delegados congresales que representan a los trabajadores
afiliados. Su mandato puede extenderse a cuatro (4) años, con el derecho a ser reelegidos
sin restricción alguna.
Por otro lado, si resultan de importancia dentro de la estructura de la entidad gremial los
denominados “delegados de personal” que se desempeñan dentro de los establecimientos
industriales o de servicio (en el Estado también). Tienen una doble función representan al
trabajador ante el empleador y ante el Sindicato propiamente dicho (art. 40 de la Ley Nº
23.551).
Su mandato se puede extender hasta dos (2) años y se los elige mediante el voto directo y
secreto de los trabajadores afiliados. Se requiere una edad mínima de 18 años y contar con
una antigüedad de 1 año en el empleo y pueden gozar de licencia gremial (no obliga al
empleador al pago de salarios por este tiempo).
Finalmente, se debe resaltar que las asociaciones gremiales tienen un patrimonio compuesto
por las cotizaciones ordinarias (cuota sindical) y extraordinarias que se pactan en los
convenios colectivos que se denomina cuota de solidaridad por haber suscripto el gremio
un nuevo acuerdo de este tipo. Otras fuentes de ingresos pueden ser las donaciones y
herencias que reciban.
El convenio celebrado entre las partes se considera equivalente en sus efectos a una ley y
alcanza en su fuerza normativa tanto a los afiliados a la asociación sindical como a los no
afiliados. Esto se deriva de la representación que inviste la asociación sindical, hecho que
surge de la ley
Por otro lado, los convenios colectivos no pueden afectar las condiciones pactadas
previamente en forma individual ni cercenar los derechos que emanan de la ley de contrato
de trabajo -L.C.T.-. Un caso de excepción son las PYMES reguladas por la Ley Nº 24.467.
Para acudir a la negociación colectiva debe existir voluntad de las partes (sindicatos y
cámaras empresariales, por ejemplo). Nuestra Corte Suprema admitió en el precedente
“Cocchia” que es constitucional quitar efectos a un convenio colectivo mediante un
Decreto delegado (hoy previstos en el art. 76 de la C.N.).
Esta instancia previa a la huelga es una forma de reunir y eliminar diferencias o problemas
entre las partes, en la medida de lo posible.
Si el arbitraje no es aceptado, se publica un informe con las causales y motivos por los
cuales fracasa el procedimiento de avenimiento (art. 4 de la Ley N° 14.786). A partir de
este momento el sindicato inscripto (con personería gremial) puede disponer las medidas de
fuerza (huelga).
Este procedimiento no es facultativo para las partes, debiendo acudirse al mismo previo a
disponer el llamado a la huelga. Por otra parte, el mismo ya ha sido declarado
constitucionalmente valido por la Corte Suprema en la causa “Hilandería Olmos” (dictado
en el año 1979). Por último, contra la decisión que adoptare el Árbitro o la autoridad
administrativa se encuentra contemplada la posibilidad de revisar dicha decisión por el
debido acceso a la justicia del trabajo.
IX Tutela sindical
Si bien la protección de los representantes gremiales está dada por el art. 14 bis de la C.N.,
norma que enuncia las garantías mínimas de estos, la Ley N° 23.551 establece que ante
prácticas antisindicales se podrá acudir a la justicia mediante la acción de amparo para
lograr hacer cesar dichos actos (ver art. 47 del citado plexo normativo). Claramente es una
especie de la acción de amparo prevista en el art. 43 de la C.N.
Los individuos que alcanza la ley en su protección se limitan a las personas que ocupen
cargos electivos en las asociaciones gremiales y a los que ocupan cargos representativos en
dichas entidades. La protección se da por el tiempo que dure su mandato y hasta un año
después de haber cesado en este.
Cabe expresar respecto a la tutela sindical, que recientemente la Corte Suprema en la causa
“Orellano” vino a clarificar que únicamente quienes pueden disponer las medidas de acción
directa como la Huelga, se limitan a las autoridades de una asociación sindical
legítimamente constituida, excluyendo de esta forma a los “grupos informales de
trabajadores”.
X. Seguridad social.
Los derechos de la seguridad social resultan la más clara y acabada expresión de la justicia
social, encontrándose receptados en el último párrafo del art. 14 bis. De la C.N.. Cuando
hacemos referencia al derecho de la seguridad social estamos haciendo directa mención a la
rama del derecho que se ocupa del hombre en general, ya no del trabajador en relación de
dependencia como se hace expresa referencia en puntos anteriores. Se pretende concretar
con la inclusión de la protección de estos derechos, el bienestar general enunciado en el
preámbulo.
En esta rama del derecho se tiene por objetivo la protección integral de las contingencias
sociales que comprometen todo a parte del ingreso del individuo. En este marco normativo
específico, se incluyen trabajadores en relación de dependencia, autónomos, incluso a los
desempleados. Cubre un amplio espectro de situaciones sociales que buscan amparar la
mayor cantidad de sujetos posibles.
Como bien expresa la Corte Suprema en el precedente “Bercaitz”. Se tiene como objetivo
tratar de lograr que todos y cada uno de los miembros participen de los bienes materiales y
espirituales de la civilización.
Sobre el punto acertadamente Gelli expresa que el grado moral de un Estado de mide en
función del paraguas protector que brinda en materia de salud, ancianidad, necesidades
básicas de las personas y de las familias.
Los principios más importantes resultan: 1. Solidaridad, que es una responsabilidad social,
2. subsidiariedad que sin perjuicio de la responsabilidad que tiene cada sujeto dentro de la
sociedad, el Estado a través de los sistemas de seguridad social debe orientar, facilitar y
evitar las contingencias sociales perjudiciales a las personas, 3 universalidad que apunta
que este derecho no puede hacer diferenciaciones, sino que debe contemplar a los grupos de
personas que sufran las contingencias –en ciertas condiciones de igualdad- y, en tal caso
brindar los servicios, 4. Integridad que hace referencia a que se debe contemplar el
necesario amparo a toda la comunidad de la necesidad que surge y, por último se debe
tender a lograr el mayor respeto del principio de igualdad contenido en el art. 16 de la
C.N. por el cual se debe aspira a lograr el igual tratamiento de situaciones objetivamente
similares (en iguales circunstancias sin discriminaciones hostiles).
Es importante remarcar, que los “beneficios” de la seguridad social se pueden dar cuando
por ejemplo cuando se apunta a proteger a la mejor calidad de vida de la familia con los
tickets de consumo o el pago de la guardería.
Por último, las “prestaciones” se dan cuando son en dinero y nada tienen que ver con los
vínculos contractuales, por ejemplo, las asignaciones familiares (por hijo, por escolaridad,
hijo discapacitado, etc.).
Un avance importante en el sistema jubilatorio fueron las Leyes Nros. 18.037 y 18.038 que
contemplaron un sistema de reparto (trabajadores dependientes las primera y autónomos la
segunda), hasta que en el año 1994 fue sustituida por la Ley N° 24.241, marco regulatorio
del sistema privado de “capitalización”, sin quitar al trabajador de su opción por el sistema
de reparto estatal que siempre estuvo bajo la órbita de la Administración Nacional de la
Seguridad Social (A.N.Se.S.).
Aparte del sistema jubilatorio general, se encuentran regímenes especiales como los
pertenecientes a docentes y magistrados federales, entre otros.
Las prestaciones jubilatorias del sistema como bien expresa el art. 14 bis deben ser móviles
y esta pauta de movilidad es la que mayores conflictos con el Estado genera en la
actualidad.
Como bien expresara la Corte Suprema en la causa “Badaro” la movilidad no siempre tiene
que tener una directa relación con el sueldo de los activos de la misma categoría, lo que no
puede hacer el Estado es reglamentar de manera irrazonable dicha pauta de actualización de
las jubilaciones y pensiones. Podrá fijar aumentos, en función de determinados índices de
salarios u otras pautas, lo que no puede hacer es dejar de regular legalmente dicho derecho.
En la causa citada, el Estado incumplió la manda constitucional lo que generó que el poder
judicial debiera llenar el vacío legal, para ello, se remitió al denominado “índice general de
remuneraciones”. Con esta decisión obligó al Estado a regular en la actualidad, la pauta de
“movilidad” de las prestaciones previsionales, dando cumplimiento a la manda
constitucional del art. 14 bis.
Tampoco podemos olvidar que al otorgar jerarquía constitucional a los tratados de derechos
humanos el art. 75, inc. 22 de nuestra Carta Magna en el año 1994, se puede apreciar que en
el art. 17 del Pacto de San José de Costa Rica se hace mención a dicho derecho. En igual
sentido, se viene a mencionar dicha protección en art. 11.1 del Pacto Internacional de
Derechos Económicos, Sociales y Culturales.
Si corresponde afirmar que esta nueva regulación incluida en el nuevo Código Civil y
Comercial unificado, puede ser considerada como una ley reglamentaria de la Constitución
y muy especialmente del capítulo de los nuevos derechos y garantías.
Entre los antecedentes extranjeros sobre el tema, podemos mencionar la “Homestead” del
derecho norteamericano, donde puntualmente, se trata de la protección del lugar de
residencia, del hogar.
Tuvo su reconocimiento mediante una ley del Estado de Texas del año 1839 y que se
originó en la profunda crisis económica que afectó al país entre 1837 y 1838. Esta ley
libraba a los ciudadanos de dicho Estado de las ejecuciones inmobiliarias. Luego la
siguieron Wisconsin y Nueva York en 1850. En el ámbito federal se materializó mediante
el estatuto de 1862.
Si resulta necesario destacar, que el fundamento de la protección del asiento donde reside el
núcleo familiar, lo encontramos como bien expresa Ekmekdjian “…El deseo de seguridad
es casi tan imperioso como el instinto de conservación o el de perpetuación de la
especie…”. Para lograr este tipo de protección de la familia debemos acudir a la solidaridad
de la sociedad y es una respuesta contemporánea fundada en bases éticas que demanda la
protección del hombre y su grupo familiar.
Como bien sostiene Bidart Campos el constitucionalismo social considera que el Estado
debe estructurar y promover un orden económico justo, de esto se deriva un rol más activo
del Estado en lo referente a la protección de la familia como núcleo social.
En este sentido, cabe considerar que el bien de familia supone un inmueble donde habita el
núcleo familiar, y al que se rodea de determinadas seguridades en razón de su destino de
vivienda doméstica, cuestión que se relaciona directamente con el acceso a una vivienda
digna.
Si bien muchos autores consideran “programáticos” a esta clase de derechos, cabe resaltar
que la protección del bien de familia ya era reconocida su existencia en nuestro país desde
mucho tiempo antes, incluso, antes de que naciera la regulación registral.
Asimismo, cabe expresar que si bien el art. 14 bis establece en su parte final el derecho de
todas las personas al acceso a una vivienda digna esta es una verdadera cláusula
programática que pone en cabeza del Estado diseñar políticas públicas que permitan el
acceso de los ciudadanos a la denominada “casa propia”. Esto depende del estado de las
finanzas públicas a la hora de diseñar los planes referenciados.
En cuanto al marco normativo que expresamente tutela la protección del bien de familia,
podemos decir que el art. 14 bis, incorporado por la reforma de 1957 a la Constitución de
1853/1860, en su tercer párrafo hace mención a esta especial categoría de un bien que debe
tener un resguardo especial para derecho constitucional y sus normas reglamentarias
inferiores, entre los que se encuentra actualmente el Código Civil.
A pesar de las críticas que genero dicha reforma y los posibles vicios de
inconstitucionalidad en su convocatoria por un gobierno militar, estos fueron salvados por
la convención constituyente de 1994, al receptar los artículos incluidos en dicha reforma, es
decir los ratificó.
En el art. 14 bis se consagra que es obligación del Estado la defensa del bien de familia, por
influjo de la recepción del constitucionalismo social. En realidad, la protección a esta
categoría especial de un bien del patrimonio de una persona ya tenía consagración
legislativa a través de la Ley N° 14.394, que según en palabras de Gelli consistía en excluir
como prenda común de los acreedores a la vivienda familiar.
La Ley N° 14.394, es una normativa muy antigua que en ella, vino a contemplar que el bien
de familia, constituye una auténtica institución especial que consiste en la afectación de un
inmueble a la satisfacción de las necesidades de sustento y de la vivienda del titular y su
familia. Este bien, por tal motivo, queda sustraído de las contingencias económicas que
pudieran provocar, en lo sucesivo su embargo o enajenación.
Si bien con anterioridad teníamos ciertas leyes que protegían por ejemplo el “lote de hogar”
(Ley Nº 10.284) y con anterioridad la Ley de “Casas Baratas” (Nº 9677 del año 1915) que
regulaba la construcción de casas económicas para jornaleros o empleados de bajos
ingresos, en ella no se establecía su inembargabilidad.
Se ha destacado por la jurisprudencia, que el instituto del bien de familia tiene una
raigambre netamente social, que se encuentra directamente vinculada con la protección de
la familia como unidad primaria de la sociedad; y a su vez, tiene una innegable vinculación
con los derechos humanos de la persona, su derecho a una vivienda digna y a encontrar
amparo frente a situaciones de desventuras económicas.
También tiene relación con los derechos personalísimos, en cuanto tiende a preservar la
unidad y la fraternidad familiar: el deudor puede perder casi todo; pero tiene un inalienable
derecho a mantener y resguardar su unidad familiar y a que su familia viva dignamente.
Quizás la innovación más importante tenga que ver con el alcance de la protección que no
se limita a la familia, ya que, si una persona vive sola y no tiene familia, también puede
constituir y proteger un inmueble bajo este especial régimen.
En general ha seguido el viejo criterio de considerar que para constituir un inmueble como
bien de familia requiere la expresa y voluntaria inscripción registral, que deja librado en sus
formas a las normas locales (art. 244 de nuevo código). Esto es para lograr una adecuada
publicidad respecto a los posibles acreedores.
También puede ser decidida por actos de última voluntad y en el caso de un juicio de
divorcio a petición de parte, por la justicia, al igual que el tribunal que resuelve la
conclusión o finalización de una determinada unión convivencial. Esto es una novedad,
para el tema en atención que el nuevo Código regula de manera profunda las uniones
convivenciales.
Resulta lógico que la nueva normativa requiera la habitación “efectiva” y necesaria por esta
razón, que alguno de los beneficiarios viva en el inmueble (art. 247).
Bibliografía
1. Bidart Campos, Germán J., Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, Edit.
Ediar. Año 1989.
2. Badeni, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, Tomo I, Ed. La Ley, Año 2006.
3. De Diego, Julián Arturo, Manual de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Ed.
Abeledo Perrot, año 1998.
4. Ekmekdjian, Miguel Ángel, Tratado de Derecho Constitucional, Edit. Depalma, Año 1994
6. Grisolía, Julio Armando, Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social, Ed. Lexis Nexis,
Año 2007.
7. Krotoschin, Ernesto, Manual de Derecho del Trabajo, Ed. Depalma, Año 1993.
8. Midón, Mario A., Manual de derecho constitucional argentino, Edit. La Ley, Año 2013.
9. Novo, Enrique Fernando, Manual de Derecho Constitucional, Ed. S y S editores.
10. Rosatti, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, Edit. Rubinzal Culzoni, Año 2017.
11. Zarini, Helio Juan, Constitucional Nacional Comentada y Concordada, Edit. Astrea. Año
2019.
Jurisprudencia citada.
2. C.S.J.N., “Fabrica Argentina de Calderas S.R.L. c/Provincia de Santa Fe”, fallo de fecha
19/12/1986.
Así fue que, por lo tanto, la Convención Constituyente sesionó en las ciudades de
Santa Fe y Paraná. El 22 de agosto de 1994, se aprobó una amplia reforma constitucional
que abarca cuarenta y cuatro artículos, estableciendo entre otras normas: el reconocimiento
de los derechos ambientales, del consumidor, a la información, la acción colectiva, el
derecho de amparo constitucional, los delitos contra la constitución y la democracia, la
preeminencia de los tratados internacionales, la autonomía universitaria, el voto directo, la
reelección presidencial por una vez y acortamiento del mandato de seis a cuatro años, la
reglamentación de los decretos de necesidad y urgencia, el tercer senador por la minoría,
acuerdo del Senado por mayoría absoluta para la designación de los jueces de la Corte
Suprema, el Consejo de la Magistratura, la autonomía a la Ciudad de Buenos Aires, etc.
Los derechos, recordemos, se clasifican en tres grandes tipologías. Así tenemos los de
“primera generación”, también denominados civiles y políticos o individuales, que son
aquellos que se reconocen como consecuencia del liberalismo clásico. Si bien no puede
hablarse de un momento a partir del cual nacen dichos derechos, lo cierto es que ello es el
resultado de un proceso que comienza en el año 1688 con “La Revolución Gloriosa” en
Inglaterra, continuando con la Revolución Francesa y su pensamiento denominado el
iluminismo francés, continuando su desarrollo hasta nuestros días; estos derechos hacen
referencia al individuo considerado particularmente; estos en principio no pueden ser
restringidos por los gobernantes; algunos ejemplos son: el derecho a la vida, a la igualdad, a
la libertad de locomoción, a la libertad de expresión, a la propiedad, entre muchos otros.
Aquí cabe aclarar que, si bien tradicionalmente se han clasificados los derechos en
“generaciones” fundado en la época en que los derechos humanos fueron sucesivamente
positivados en los textos constitucionales y sus reformas, desde la perspectiva del Derecho
Internacional de los Derechos Humanos, que indudablemente es la fuente donde abrevaron
los constituyentes, aquellos son además de inalienables y universales, fundamentalmente
interdependientes e indivisibles. De tal manera, un mismo derecho puede ser ubicado en
varias “categorías” según el caso concreto, y la particular afectación que trate, por lo que
cada vez más está en desuso, y parece incorrecto, hablar de “generaciones”.
Así como para citar algunos (sin que este catálogo tenga intención de taxatividad)
podemos señalar, por ejemplo:
- los derechos ambientales (art. 41 C.N.) y la gran litigiosidad que ello supone, en
donde la Ley General del Ambiente N° 25.675 ha establecido una regulación de su
protección que ha permitido una gran expansión de los procesos colectivos en nuestro país.
- por imperio constitucional (art. 43), las conductas y normativa discriminatoria que
establezca un trato arbitrario e irrazonablemente desigual (por ejemplo, por nacionalidad,
raza, religión, pensamientos o ideología, etc., ley 23.592) tiene cabida a través de la
protección colectiva.
El estudio del tema debe respaldarse en un concepto amplio de medio ambiente, que
se circunscribe no solo estrictamente a elementos físicos o naturales, sino que también
abarca aspectos culturales y sociales, incluyendo el suelo, su uso, la ordenación del
territorio9, componentes artísticos, y toda otra actividad humana cultural de bien público.
En bien jurídico protegido es, por lo tanto, el medio ambiente que contempla elementos
naturales, culturales, artificiales, que en su composición el hombre se encuentra obligado a
preservarlo.
9
HERNÁNDEZ, Antonio María (director), Derecho Constitucional, T. II, La Ley, Bs. As., 2012, pág. 721.
Este derecho no solo abarca la atribución de vivir en un ambiente saludable, sino que
también exige para su plenitud, que el ambiente sea equilibrado, lo que implica el respeto a
los principios de ecuanimidad, razonabilidad y proporcionalidad como puntos de referencia
de la simbiosis que genera la relación hombre-ambiente10.
Además, el Texto Fundamental establece el principio elemental que el daño debe ser
reparado, cuando afirma “El daño ambiental generará prioritariamente la obligación de
recomponer, según lo establezca la ley”. Ello significa que el autor de la ilicitud debe
volver las cosas al estado en que se encontraban antes de producirse la acción levisa, sin
perjuicio de indemnizar por los efectos nocivos que generó su comportamiento.
Vinculado a este aspecto, no debe dejar de señalarse que el art. 41 yace emparentado
a la previsión que habilita interponer acción expedita y rápida de amparo por parte del
afectado, el defensor del pueblo y las asociaciones de usuarios, en lo relativo a los derechos
que protegen el ambiente, así como los derechos de incidencia colectiva en general (art.
43).
10
DROMI, Roberto y MENEM, Eduardo, La Constitución Reformada. Comentada, interpretada y
concordada, Ediciones Ciudad Argentina, Bs. As., 1994, pág. 136.
Por otro lado, el precepto tratado acusa una muy especial categoría de competencias
concurrentes entre la Nación y provincias11, afirmando que “Corresponde a la Nación
dictar las normas que contengan los presupuestos mínimos de protección, y a las
provincias, las necesarias para complementarlas, sin que aquéllas alteren las
jurisdicciones locales”. En nuestra opinión, la distribución apuntada parece encaminada a
incluir, en una legislación común con vigencia en todo el territorio nacional (llámese por
ejemplo ley 25.675 General del Ambiente, ley 25.612 de Protección Ambiental en materia
de Residuos Sólidos e Industriales, ley 25.688 de Gestión Ambiental del Agua, ley 25831
de Información Pública Ambiental, ley 25.916 de Residuos Domiciliarios, ley 26.331 de
Bosques Nativos, entre otras), los principios rectores de la materia que uniformen los
presupuestos mínimos de protección en una suerte de “piso” cuyos estándares básicos no se
podrán penetrar. Después, cada una de las provincias, según sus características y conforme
su geografía, podrán dictar normativas de proteccionismo complementarias, y claro ésta,
estableciendo exigencias superadoras a los mínimos antes mencionados. Por ejemplo, en la
Provincia de Córdoba pueden citarse las leyes ambientales N° 7.343, 10.208 y 10.211, y el
Decreto N° 2131/2000.
11
BIDART CAMPOS, Germán J., Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, T. 6, Ediar, Bs.
As., 1998, pág. 302.
12
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, Editorial Plus Ultra, Bs. As., 1997,
pág. 219.
Como se sabe, Beatriz Mendoza junto con otros actores interpusieron demanda contra
el Estado Nacional, la Provincia de Buenos Aires, la Ciudad Autónoma de Buenos Aires y
contra cuarenta y cuatro (44) empresas que desarrollan su actividad industrial en las
adyacencias de la Cuenca Hídrica Matanza-Riachuelo, a fin de obtener una indemnización
por los daños y perjuicios sufridos a raíz de la contaminación ambiental de dicho río,
acumulando a dicha acción la pretensión de recomponer la situación denunciada.
Por su lado, la Ley General del Ambiente N° 25.675 ha establecido una regulación de
su protección que ha permitido una gran expansión de los procesos colectivos en nuestro
país. Por ejemplo, sobre su base, la jurisprudencia de la Corte ha definido el “principio
precautorio” “conforme el cual, cuando haya peligro de daño grave e irreversible la
ausencia de información o certeza científica no deberá utilizarse como razón para postergar
la adopción de medidas eficaces, en función de los costos, para impedir la degradación del
ambiente –art. 4°, de la ley 25.675” (“Cruz, Felipa y otros c/Minería Alumbrera Limited y
otro s/sumarísimo”, 23 de febrero de 2016, consid. 6). También en materia de explotación
minera de alto impacto, se dijo que “en cuestiones del medio ambiente, cuando se persigue
la tutela del bien colectivo, tiene prioridad absoluta la prevención del daño futuro (Fallos:
329:2316). En este sentido, la realización de un estudio de impacto ambiental previo al
inicio de las actividades no significa una decisión prohibitiva del emprendimiento en
cuestión, sino antes bien una instancia de análisis reflexivo, realizado sobre bases
científicas y con participación ciudadana” (“Martínez, Sergio Raúl c /Agua Rica LLC Suc.
Argentina y su propietaria Yamana Gold Inc. y otros s/ acción de amparo”, 2 de marzo de
2016, consid. 8) . También advirtió la Corte Suprema que “el ambiente es un
bien colectivo, de pertenencia comunitaria, de uso común e indivisible (Fallos: 329:2316 y
340:1695). Además del ambiente como macro bien, el uso del agua es un micro bien
ambiental y, por lo tanto, también presenta los caracteres de derecho de incidencia
colectiva, uso común e indivisible.. .” (consid. 9) (CSJN, 3/12/2019, “Buenos Aires,
Provincia de c/Santa Fe, Provincia de s/sumarísimo –derivación de aguas-“).
13
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, T. I, Rubinzal- Culzoni, Editores, Santa Fe, 2001, pag. 311.
Del análisis exegético del art. 42 de la Constitución Nacional, puede extraerse los
siguientes derechos de los consumidores y usuarios de bienes y servicios en la relación de
consumo:
Asimismo, el dispositivo tratado indica un rol activo del Estado, no solo para proveer
a la protección de los derechos antes detallados, sino también para la promoción de diversas
acciones en beneficio de los consumidores y usuarios. Así, deberá proveer:
Finalmente, la última parte del art. 42 se refiere a las vías, instrumentos, mecanismos
y métodos de protección de todo lo anterior a través de tres clausulas, que deberán ser
reglamentadas por el legislador:
2.- “los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional”, por
el cual el Estado, mediante leyes del Congreso de la Nación, dictará la normativa necesaria,
no solo para reglamentar las condiciones y modalidades prestación del servicio –siempre en
un sentido proteccionista a favor del usuario-, sino también la institucionalización del
control de dicho servicio, incluso cuando lo presta la propia Administración pública.
Lo primero a destacar es la diferencia radical que existía con el anterior inc. 15 del
art. 67 de la Constitución originaria, el que atribuía al Congreso la competencia de
“conservar” el trato pacífico con los indios y “promover” su conversión al catolicismo.
Esto, obviamente, devino anacrónico y desactualizado a medida que progresaron las
14
EKMEKDJIAN, Miguel Ángel, Tratado de Derecho Constitucional, T. IV, Depalma, Bs. As., 1997, pag.
531.
valoraciones sociales en el escenario universal y en el nuestro propio. En definitiva, como
dice BIDART CAMPOS, el contexto de la norma trasunta un sentido humanista15.
15
BIDART CAMPOS, German J., Manual de la Constitución Reformada, T. 3, EDIAR, 1997, pág. 118.
c) “reconocer la personería jurídica de sus comunidades”, lo que implica un derecho
instrumental para el ejercicio de los sustanciales, ya que sin personería difícilmente pueda
actuarse en representación de sus intereses ante organismos estatales u otros pueblos
originarios para la defensa sus derechos. Además, implica, un reenvío al derecho
consuetudinario de las propias comunidades respecto su integración y autoridades.
A) CONCEPTO.- TIPOLOGÍAS.-
Tal como afirma Genaro CARRIÓ, citado por BERARDO, las garantías constituyen
verdaderos remedios jurisdiccionales que dan origen a una pretensión que solo puede
dirigirse al poder público, porque es demanda de tutela para que se asegure, restaure o haga
efectiva una pretensión jurídica, en la que puede existir un derecho. Quiere decir que los
derechos existen ante el Estado y ante los particulares, y pueden ser violados por uno como
por los otros; mientras que las garantías existen solo frente al Estado, para que preste su
actividad jurisdiccional al individuo que invoca una pretensión jurídica material. Las
garantías están dadas, en suma, para amparar o proteger los derechos17.
16
BIDART CAMPOS, German J., Manual de la Constitución Reformada, T. 3, ob. cit., pag. 120.
17
BARONE, Lorenzo Daniel (coordinador), Derecho Constitucional y Administrativo. Con orientación en
Ciencias Económicas, Edición 2018, Córdoba, pág. 113.
La doctrina18 señala que las garantías constitucionales pueden clasificarse en: a)
judiciales (vgr. amparo, habeas data, etc.) o no judiciales (vgr. huelga), b) genéricas,
cuando se utilizan para proteger varios derechos (vgr. derecho de defensa o debido proceso
legal), o específicas, cuando se tutela un derecho concreto (rectificación o respuesta frente a
la libertad de expresión), c) personales (vgr. habeas corpus), o institucionales, en el sentido
que son otorgadas con criterio funcional para el correcto ejercicio de la actividad (vgr.
inmunidad de opinión de los legisladores, o inamovilidad de los jueces) y el andamiaje
institucional (vgr. defensa del orden democrático, art. 36 C.N.).
En este último apartado del capítulo, entonces, abordaremos, por un lado, a las
garantías individuales contempladas en el art. 18 de la Constitución, por el cual se
enumeran una serie de seguridades comunes a todos los habitantes, y que abarcan distintos
aspectos de la vida cotidiana, tales como la seguridad física y la de los bienes.
18
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, 2° edición ampliada y actualizada, T. I, Rubinzal-
Culzoni Editores, Santa Fe, 2017, pág. 729.
19
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 271.
Y, por el otro, se estudiarán las tres garantías incorporadas en la última reforma
constitucional; ellas son la acción de amparo, la de habeas data y la de habeas corpus, que
tutelan diversas situaciones específicas cada una de ellas, tal como se verá seguidamente.
El debido proceso constituye una garantía para los justiciables, pues brinda la
oportunidad de hacer oír (acusación, demanda o defensa), de comprobar lo que se dice
(prueba) y de argumentar sobre la relación entre lo dicho y lo comprobado (alegato). Este
proceso debe coronarse con una resolución tempestiva (la tardía no es útil) y justa (es decir
ajustada al Derecho razonablemente aplicado y no al mero arbitrio subjetivo del juzgador ni
al dogmatismo descontextualizado de las normas).
El texto por excelencia de la Constitución Nacional que establece las garantías de los
habitantes, es el art. 18, el cual reza:
“Ningún habitante de la Nación puede ser penado sin juicio previo fundado en ley
anterior al hecho del proceso, ni juzgado por comisiones especiales, o sacado de los jueces
designados por la ley antes del hecho de la causa. Nadie puede ser obligado a declarar
contra sí mismo; ni arrestado sino en virtud de orden escritA de autoridad competente. Es
inviolable la defensa en juicio de la persona y de los derechos. El domicilio es inviolable,
como también la correspondencia epistolar y los papeles privados; y una ley determinará
en qué casos y con qué justificativos podrá procederse a su allanamiento y ocupación.
Quedan abolidos para siempre la pena de muerte por causas políticas, toda especie de
tormento y los azotes. Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y
no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a pretexto de precaución
conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquélla exija, hará responsable al juez que la
autorice”.
2.- Otro pilar del sistema de garantías del debido proceso es el “principio de
inocencia”, según el cual todo acusado es inocente mientras no se establezca legalmente su
culpabilidad, lo que ocurrirá cuando se prueba que es culpable, en las condiciones de
garantías que se establecen en el sistema constitucional y en los códigos procesales y de
fondo.
6.- Cuando el Texto Constitucional señala que “Es inviolable la defensa en juicio de
la persona y de los derechos”, además de lo antes dicho respecto el debido proceso, debe
tenerse presente que el proceso debe tener una duración razonable, que deben garantizar la
igualdad ante los tribunales y debe asegurarse la imparcialidad de los jueces, lo que implica
independencia y neutralidad respecto de las partes y el resto de los Poderes políticos.
7.- A su vez es congruente con los propósitos del constituyente de reservar las
acciones privadas a Dios (art. 19 C.N.), al declarar la inviolabilidad del domicilio, la
correspondencia y los papeles privadas, los que implican una extensión de la personalidad
del perseguido penalmente, y si eventualmente, fuese necesario como medios de prueba, la
ley deberá determinar en qué casos y con qué justificativos es válido el allanamiento de la
morada y el secuestro de documentación.
8.- Nuestro sistema constitucional recepta el principio llamado “non bis in ídem”,
según el cual ninguna persona puede ser perseguida penalmente (ni juzgado) más de una
vez en forma sucesiva, ni tener contemporáneamente más de una persecución penal en
relación a un mismo hecho delictivo. Esto implica que el ejercicio de la potestad estatal de
perseguir, acusar y juzgar solo puede serlo una vez.
En línea, explica GOZAÍNI que los procesos constitucionales son las vías específicas
que se cuentan para efectivizar el control de constitucionalidad de manera directa o
indirecta, y el mecanismo procesal que se aplica para garantizar efectivamente la protección
de los derechos humanos. En definitiva, para el autor citado, “los procesos constitucionales
tienen como meta garantizar la vigencia efectiva de los derechos humanos, ofreciendo un
carril exclusivo para que la jurisdicción constitucional trabaje con libertad y razonamiento
fundado los problemas de interpretación de las normas que se consideren violatorias de
dichas garantías fundamentales”22.
20
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, T. I, ob. cit., pág. 578.
21
SAGÜÉS, Néstor, “Derecho procesal constitucional y jurisdicción constitucional”, La Ley, 1981-C-865.
22
GOZAÍNI, Osvaldo Alfredo, Introducción al Derecho Procesal Constitucional, Rubinzal-Culzini, 2006,
pág. 46.
Si bien es verdad que todo proceso, en sentido lato, es o tiene que ser constitucional,
tanto porque tendrá que conformarse con la Constitución (en su defecto, sería un proceso
inconstitucional), como porque, a la postre, cualquier proceso tiene por meta salvaguardar
principios o derechos constitucionales (propiedad, seguridad, debido proceso o derechos
públicos subjetivos, etc.). Pero también lo es que, cuando se habla de un “proceso
constitucional”, en sentido propio, se está queriendo decir proceso referido inmediatamente
a la Constitución y no mediatamente a ella.
La libertad física esta tutelada por la llamada acción de habeas corpus, en tanto que el
amparo protege los derechos y libertades diferentes a la libertad corporal o física, es decir,
el resto de los derechos, y por tal, se erige como una garantía residual a las demás.
Finalmente, el habeas data, como garantía específica, resguarda especiales derechos como
la privacidad, intimidad, honor y la protección de datos personales. Estudiemos cada uno de
ellos.
El amparo, tal como se deslizó, tiene por objeto proteger todos los derechos
reconocidos en la Constitución Nacional y su ejercicio, salvo aquellos que sean de especial
protección a través de una garantía específica, contra toda limitación, restricción o amenaza
arbitraria o contraria a la ley, generada por la actividad o órganos estatales o por
particulares.
23
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pág. 740.
1.- Su origen se remonta a la jurisprudencia en los casos “Siri, Ángel” (1957, Fallos:
239:459), por el cual la Corte Suprema de Justicia de la Nación -apartándose de su doctrina
tradicional que solo protegía sumariamente los derechos involucrados en el habeas corpus-
afirmó que bastaba que una garantía constitucional se hallara restringida sin orden de
autoridad competente y sin expresión de causa que justificara la restricción para que “fuera
reestablecida por los jueces en su integridad, aún en ausencia de ley que la reglamente”
pues “las garantías individuales existen y protegen a los individuos por el solo hecho de
estar consagrados en la Constitución, e independientemente de las leyes reglamentarias”, y
“Samuel Kot SRL” (1968, Fallos: 241:291), ampliándose la tutela cuando el agravio
proviene de particulares, ya que lo que primeramente se tiene a la vista, no es el origen de
la restricción ilegitima a cualquiera de los derechos fundamentales de la persona humana,
“sino estos derechos en sí mismos, a fin de que sean salvaguardados”.
De esta manera lo expresó María Angélica GELLI 24 cuando señaló que “el amparo se
erigió en un símbolo y en un signo de que el Poder Judicial no estaba dispuesto a aceptar
las barreras procesales que el imponía el Poder Legislativo con su omisión en establecer
normas tutelares de la garantía procesal expresa, para resguardar los derechos vulnerados”.
Pero, dice la autora, “el aparente alzamiento de la magistratura judicial no fue tal…. la
apertura judicial que le permitió crear una regla precedente no fue sino una aplicación del
24
GELLI, María Angélica, “El amparo argentino en tiempo de crisis”, en Revista Argentina de Derecho
Constitucional, N° 3, Año II, Ediar, Bs. As., 2001, pág. 11 y ss., en part. pág. 13.
derecho a obtener una respuesta jurisdiccional oportuna, tal como lo asegura el mentado art.
18 de la Constitución nacional”.
A.- Señala en su primer párrafo que “Toda persona puede interponer acción expedita
y rápida de amparo, siempre que no exista otro medio judicial más idóneo, contra todo
acto u omisión de autoridades públicas o de particulares, que en forma actual o inminente
lesione, restrinja, altere o amenace, con arbitrariedad o ilegalidad manifiesta, derechos y
garantías reconocidos por esta Constitución, un tratado o una ley. En el caso, el juez
podrá declarar la inconstitucionalidad de la norma en que se funde el acto u omisión
lesiva”. Así, da expresa recepción al “amparo genérico” o “amparo individual”.
Procedencia. Del análisis armónico del art. 43, primer párrafo y la ley 16.986 –en lo
que resulta aplicable-, los requisitos de procedencia de la acción de amparo son:
a) Según la ley, “toda persona” podrá interponer acción de amparo, aunque ello debe
interpretarse en el marco del sistema jurídico, por lo que estarán legitimados aquellos que
acrediten la violación a un derecho subjetivo o interés legítimo, o en el caso de amparo
colectivo (segundo párrafo), lo serán también el defensor del pueblo y las asociaciones que
propendan a los fines de protección de derechos de incidencia colectiva.
b) Los legitimados pasivos, es decir quiénes pueden ser demandados, son las
autoridades públicas, o en su caso, particulares.
d) Dicha lesión o agravio constitucional, debe ser “actual o inminente”, es decir, que
ya se padece, o en su caso, no se ha producido aun, pero que indefectiblemente sí se
generará con el devenir normal de los acontecimientos (lo que se ha denominado como
“amparo preventivo”).
b) en este caso, los legitimados podrán ser el propio “el afectado, el defensor del
pueblo y las asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley.
Uno de los subtipos de amparo colectivos, es el “amparo ambiental”, que sin perjuicio
de la regulación constitucional citada, encuentra cabida en la ley general del ambiente
25.675 que establece que “toda persona podrá solicitar, mediante acción de amparo, la
cesación de las actividades generadores del daño ambiental colectivo” (art. 30 in fine);
acceso a la jurisdicción que la propia norma se encarga de aclarar que “no admitirá
restricciones de ninguna especie” (art. 32). Otro supuesto, lo encontramos en el caso de las
acciones colectivas receptadas en la ley 24.240 en materia de consumidores y usuarios de
servicios públicos.
Todos los casos, engloban lo que se denominan los “procesos colectivos”, y que en
nuestro país han encontrado lineamientos generales a través del precedente “Halabi”
(2009), sin perjuicio de que todavía en la Argentina no se ha dictado una ley que
reglamente dicho tipo de procesos; morosidad que obligó a la Corte Suprema de Justicia de
la Nación a dictar primero la Acordada 32/2014 referente a “Registro de Procesos
Colectivos” y después el denominado “Reglamento de Actuación de Procesos Colectivos”
aprobado por la Acordada 12/2016 (que entró en vigencia el 1/10/2016), a la espera que el
Congreso dicte tal normativa que adeuda. Ponemos a la vista que los intentos de
reglamentación legal de las acciones colectivas que se dieron en nuestro país, implicaron un
retraso significativo en relación a la doctrina sentada por la jurisprudencia de la CSJN antes
desarrollada. Nuevos y groseros retrocesos aparecen en los proyectos de regulación de los
procesos colectivos, con mayores inconstitucionalidades –en nuestra opinión- a las que ya
aparecían en las Acordadas. El anteproyecto de “Justicia 2020” 25 es indudablemente
25
En el año 2016 se creó en el ámbito del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos el programa “Justicia 2020”, el que en
líneas generales -según se dijo- trata de un espacio de diálogo institucional y ciudadano que buscar construir una justicia
cercana, moderna, transparente e independiente. Dentro de sus ejes, a través de una Comisión especial (creada por la Res
1026/2017 del Ministerio de Justicia) trabajó en la redacción de un anteproyecto que regula el proceso de acciones que tiene
inferior calidad a otros existentes26, que se presentan mucho más adecuados a los intereses y
derechos de los sectores vulnerables que se busca proteger.
por objeto cuestiones de afectación colectiva y el mismo fue publicado en su momento en la página oficial de la dependencia.
26
Diputado Ramón (por Mendoza), Expediente Diputados 3599-D-2018, de fecha 11/06/2018; Diputado Brügge (por
Córdoba), Expediente Diputados 5463-D-2018, de fecha 4/09/2018.
27
GIL DOMÍNGUEZ, Andrés, “El amparo del artículo 43 y el desamparo de la ley 16.986”, en Revista
Argentina de Derecho Constitucional, N° 3, Año II, Ediar, Bs. As., 2001, pág. 35 y ss.
28
NÚÑEZ SILVA, Osvaldo Antonio, “Temas invalidados de la ley 16.986”, en AAVV, Derecho Procesal
Constitucional. Ponencias de las X Jornadas Nacionales de Derecho Procesal Constitucional, Editorial de la
Universidad Católica de Córdoba, Córdoba, 2009, pág. 77 y ss., en part. pág. 83.
de interpretación del dispositivo constitucional antes analizado, al requerir formas ágiles,
sencillas, rápidas y expeditivas para tutelar la defensa de los derechos humanos. Por tal
razón, puede hablarse de un “amparo convencional”, a través de una versión mucho más
elástica, amplia, flexible del mismo.
Por su lado, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (art. 8), PIDCP
(art. 2.3), Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre (art. XVIII),
Convención Americana de Derechos Humanos (art. 25), entre otros, puede inferirse la
existencia de un “recurso” efectivo, sencillo y breve que cumple la función de garantía para
los derechos reconocidos por los tratados internacionales con jerárquica constitucional.
Efectivo, significa algo real y verdadero (en oposición a quimérico, dudoso, nominal),
por lo tanto cuando se señala un recurso como efectivo, eficaz, se está haciendo mención a
su disponibilidad cierta y directa para el justiciable para acceder a la justicia. Sencillo,
porque debe estar despojado de toda de cualquier rigorismo formal, o sea, evitar subordinar
el recurso a requisitos procesales demasiado estrictos para pueden frustrar la jurisdicción. Y
breve, es decir, su necesaria rapidez con que el órgano jurisdiccional debe sustanciar la
pretensión, de manera que esta no se “disuelva” en el tiempo30.
29
JIMÉNEZ, Eduardo Pablo, “El proceso de amparo”, en Revista Argentina de Derecho Constitucional, N° 3,
Año II, Ediar, Bs. As., 2001, pag. 61 y ss., en part. pág. 89.
30
PIZZOLO, Calógero, “La exigencia de un recurso “eficaz, sencillo y breve” en el Bloque de
Constitucionalidad Federal”, en Revista Argentina de Derecho Constitucional, N° 3, Año II, Ediar, Bs. As.,
2001, pág. 93 y ss., en part. pág. 96.
En conclusión: el amparo debe cumplir con el estándar mínimo de protección fijado
por los instrumentos internacionales, y por tal razón, los órganos judiciales competentes
deben conceder un recurso eficaz, sencillo y breve.
El habeas data es la garantía por la cual todo individuo podrá solicitar al juez la
exhibición de sus datos personales o relativos a su grupo familiar que consisten en registros
públicos o privados, para tomar conocimiento de ellos y verificar su exactitud. También se
tiene el derecho a la rectificación o supresión de los datos falsos o inexactos o que
signifiquen una discriminación de la persona.
Dentro de la referencia a la acción de amparo, el tercer párrafo del art. 43 32 señala que
“Toda persona podrá interponer esta acción para tomar conocimiento de los datos a ella
31
GELLI, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina. Comentada y Concordada, La Ley, Bs. As.,
2001, pag. 352.
32
Cabe recordar que el habeas data no estaba prevista explícitamente en la ley de convocatoria a la
Convención Nacional de 1994, de modo que quedó encapsulado dentro del amparo, cuya inserción sí estaba
contemplada.
referidos y de su finalidad, que consten en registros o bancos de datos públicos, o los
privados destinados a proveer informes, y en caso de falsedad o discriminación, para
exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o actualización de aquéllos. No podrá
afectarse el secreto de las fuentes de información periodística”.
Ya se dijo que el fundamento del habeas data es la tutela del derecho a la intimidad,
privacidad y honor, y un derecho más amplio, que es el derecho a la protección de los datos
personales y a la autodeterminación informativa, que implica el derecho de la persona a
operar y conocer sus propios datos, exista o no violación a la intimidad.
Comenta la doctrina34 que el habeas data, tiene cinco objetivos principales: a) que una
persona pueda acceder a la información que sobre ella conste en un registro o base de datos,
b) que se actualicen los datos atrasados, c) que se rectifiquen los datos inexactos, d) que se
asegure la confidencialidad de cierta información legalmente obtenida para evitar su
conocimiento por terceros, e) supresión del registro de la llamada “información sensible”
(gustos sexuales, preferencias políticas, etc.).
34
BARONE, Lorenzo Daniel (coordinador), Derecho Constitucional y Administrativo. Con orientación en
Ciencias Económicas, ob. cit., pág. 164.
quien se supone fallecido, el derecho a obtener la información existente en registros de
bancos de datos públicos que le permita establecer el fallecimiento de la persona
desaparecida y, en su caso, conocer el destino de los restos” (Fallos: 321:2776).
Finalmente, debe hacerse alusión a que la última parte del tercer párrafo prohíbe la
procedencia del habeas data que cuestione “el secreto de las fuentes de información
periodística”, estableciendo un límite claro a este tipo de acción. Así puede decirse que en
el caso en que entre en colisión el derecho a la intimidad, privacidad, etc. con el derecho a
la libertad de expresión e información (art. 14 y 32 C.N.) y su reaseguro en esta mención
(art. 43, tercer párrafo in fine), la norma constitucional se inclina en este última, aunque
solo respecto el secreto de las fuentes de información periodísticas.
El último y cuarto párrafo del art. 43 señala que “Cuando el derecho lesionado,
restringido, alterado o amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento
ilegítimo en la forma o condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de
personas, la acción de hábeas corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por
cualquiera en su favor y el juez resolverá de inmediato, aun durante la vigencia del estado
de sitio”.
Finalmente, el art. 43 ha dedicado un pasaje para reglar este tipo de acción ante la
“desaparición forzada de personas”36. Y si bien nos atenemos al más puro tecnicismo
35
FALCON, Enrique M. (director), Tratado de Derecho Procesal Constitucional, T. II, Rubinzal-Culzoni,
2010, pág. 547 a 551.
36
En consonancia, la Convención Interamericana sobre Desaparición Forzada de Persona, que ha obtenido
jerarquía constitucional mediante la ley 24.820, “considera desaparición forzada la privación de la libertad a
jurídico podríamos concluir que precepto es innecesario, atento ser un supuesto de habeas
corpus reparador, no obstante razones políticas e históricas, sumado a la violación masiva
de derechos humanos sucedida en pocas no tan lejanas, justifican su inclusión. Como dice
MIDÓN: “si inserción tiene una filiación historicista indiscutible. Viene precedida de la
experiencia horrorosa, suministrada por una época en que la desaparición de personas era
moneda corriente en la vida nacional. Ello explica porque la técnica normada cede espacios
a favor de la memoria colectiva para estampar el reproche generacional a los crímenes
inspirados en el terrorismo de Estado”37.
Respecto el sujeto activo (dice la norma que podrá ser “interpuesta por el afectado o
por cualquiera en su favor”), consagra la tradicional legitimación procesal amplia en la
materia, que funciona como una autentica acción popular, ya que además del afectado lo
puede hacer cualquier persona (Ministerio Público, parientes, amigos y todo aquel
conocedor de la afectación) sin necesidad de tener poder para ello y ni siquiera acreditar
interés alguno en el asunto. Por las circunstancias, todo esto se torna inevitable, y más aún
en el caso de desaparición forzada de personas.
una o más personas, cualquiera que fuere su forma, cometida por agentes del Estado o por personas o
grupos de personas que actúen con la autorización, el apoyo o la aquiescencia del Estado, seguida de la falta
de información o de la negativa a reconocer dicha privación de libertad o de informar sobre el paradero de
la persona, con lo cual se impide el ejercicio de los recursos legales y de las garantías procesales
pertinentes”.
37
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 300.
Al finalizar el párrafo, la Constitución Nacional menciona la aplicabilidad del habeas
corpus “aun durante la vigencia del estado de sitio”, ya que precisamente lo que la Carta
Magna hace es reforzar el mantenimiento del instituto al momento de las situaciones de
excepcionalidad que la urgencia supone, tal como la competencia del Presidente de la
República de arrestar a personas o trasladarlas de un punto a otro de la Nación (art. 23
C.N.). Así, el habeas corpus no debe prosperar cuando por su intermedio se intente
controlar judicialmente la decisión política de la declaración de estado de sitio, pero sí
cuando se analice su aplicación a casos específicos, ponderándose en esa hipótesis el grado
de vinculación observable entre los motivos tenidos en cuenta por su declaración y su
implementación en situaciones concreta.
Por último, cabe resaltar que estas dos últimas acciones (habeas corpus y habeas
data), también tienen su versión “colectiva” (al igual que el amparo), toda vez que los
efectos expansivos y ampliatorios del segundo párrafo del art. 43, se proyectan hacia todo
tipo de garantías (inclusive a los procesos ordinarios), de tal manera que se ha aceptado el
“habeas data colectivo” (vgr. cuando un banco transfiere datos comerciales sin previo
consentimiento de su titular), y el “habeas corpus colectivo” (vgr. el caso de la situación
inhumana de detenidos alojados en comisarías en Provincia de Buenos Aires, como
efectivamente sucedió).
Dicho esto, debemos preguntarnos finalmente, como impactan las garanticas referidas
en los procesos constitucionales del ámbito local, ya que muchas provincias cuentan con
sus regímenes propios, justificado por la autonomía provincial y la cláusula del
Federalismo argentino (arts. 5 y 121 C.N.).
En cambio, si nada dicen las provincias, debe estarse al sistema federal, esto es la
aplicación directa y operativa de los postulados constitucionales y sus interpretaciones dada
por la Corte Suprema de Justicia de la Nación a través de su jurisprudencia en la materia; y
esto es así por varias razones: 1.- no pueden interpretarse ni integrarse las normas, de tal
manera que resultaría lisa y llanamente la inaplicabilidad de una norma constitucional, o en
su caso, el desamparo de los derechos fundamentales; 2.- la Constitución Nacional es
directamente aplicable, de abierta operatividad, no pudiéndose cuestionar la “fuerza
normativa” de la misma.
BIBLIOGRAFIA GENERAL
Nuestra Constitución establece que “Todos los habitantes de la Nación gozan de los
siguientes derechos conforme a las leyes que reglamentan su ejercicio…” (Primera
oración del artículo 14) y que “Ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo
que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe” (última frase del artículo 19).
Para la Corte Suprema de Justicia de la Nación, con la primera frase del artículo 14,
la Constitución fijó el principio de “relatividad de los derechos”, y afirma que por ello en
nuestro ordenamiento jurídico no hay derechos absolutos38.
38
CSJN (Fallos 257; 275), caso “Editorial Sur SRL”, entre otros.
Daniel Sabsay y José Onaindia explican que el Congreso queda habilitado, por el
artículo 14, a armonizar el ejercicio de los derechos por todos los integrantes de la
comunidad.
María Angélica Gelli puntualiza que, ante situaciones de excepción producidas por
emergencias económicas y sociales, puede habilitarse un ejercicio más intenso de la
atribución reglamentaria, básicamente sobre los derechos de contenido patrimonial,
económico y contractual.
Eduardo Pablo Jiménez abona al tema diciendo que la ley debe limitar los derechos
a fin de tornarlos funcionales al goce por todos los habitantes del sistema constitucional y
así reducir las posibilidades de conflictividad social.
En los primeros años del siglo XX, un número importante de los juristas del país y
varios de los fallos de la Corte Suprema de la Nación y de los tribunales superiores de las
provincias y de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se expresaron en el mismo sentido.
María Angélica Gelli objeta el uso del concepto en nuestro país, dada la recepción
expresa que la Constitución Nacional efectúa de la atribución estatal de reglamentar los
derechos individuales (art. 14 de la CN). Es innecesario, dice la autora y adjudica la
responsabilidad de la cuestión a una posible errónea interpretación de la jurisprudencia
norteamericana.
Ahora bien, también Gelli es otra de las juristas que admite que la noción se ha
arraigado en la doctrina jurídica y en la jurisprudencia de la Corte Suprema.
39
CSJN, fallo dictado en 1869, en la causa “Empresa Plaza de Toros c/Gobierno de Buenos Aires” (Fallos
7:152) en adelante.
40
SCJBA, Causa I.1983, en autos “Copetro SA c/Municipalidad de Ensenada” (del voto del Dr. Hitters).
Carlos Balbín también reconoce que la primera parte del artículo 14 de la
Constitución Nacional constituye la fuente formal, pero agrega que en la reconstrucción
dogmática del concepto deben tenerse en cuenta disposiciones del bloque de
constitucionalidad que resultan trascendentes, tales como el artículo 30 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos, el artículo 29 de la Declaración Universal de los
Derechos Humanos y el artículo 4 del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales.
De las ideas del autor mencionado se desprende también que existen derechos en
donde el Estado sólo puede regular mínimamente su alcance (tales los casos, a modo de
ejemplo, de los derechos a la vida o libertad de expresión), derechos de regulación media
(la gran mayoría) y derechos susceptibles de una amplia reglamentación que, a modo de
excepción, permiten su alteración casi total (como por ejemplo el derecho de propiedad,
donde un bien determinado puede ser sustituido por una indemnización en casos como en
las expropiaciones).
Ernesto Cionfrini considera que, pese a que varios fallos judiciales omiten su
recepción, pueden destacarse los artículos 14, 28 y 75 (incisos 18 y 32, entre otros) de la
Constitución Nacional, como los elementos normativos que sirven de respaldo al poder de
policía, a los que deben agregarse, como condicionantes de su ejercicio, los artículos 14 y
19 (principio de legalidad), el 16 (principio de igualdad) y el 28 (principio de
razonabilidad) de la Constitución Nacional, como también los artículos 1, 26, 27, 29 y 30
de la CADH, los arts. 2.1, 2.2, 4 y 5 del PIDCYP, y los arts. 2, 4 y 5 del PIDESC (derechos
a la libertad y progresividad como maximización de los derechos, entre otros), de jerarquía
constitucional, conforme al artículo 75 inc. 22 de la CN.
2. EL PODER DE POLICÍA
a) Concepto y clases
Fabián Canda define al poder de policía como aquel ejercido por el Congreso de la
Nación, por medio del dictado de leyes en sentido formal o, excepcionalmente, por el Poder
Ejecutivo por vía de reglamentos con rango de ley, cuyo objeto es la adecuada tutela de
ciertos bienes jurídicos calificados por posibilitar la vigencia de otros derechos o la
realización del interés público, y para cuyo logro se restringen determinados derechos de
los particulares, con fundamento en el art. 14 de la Constitución Nacional y respetando el
límite que surge del artículo 28 de ésta.
El concepto “poder de policía” habría sido utilizado por primera vez en una causa
judicial, por la Corte Suprema de los Estados Unidos, en el caso “Brown vs. Maryland”, en
1827, mientras que en nuestro país, el máximo tribunal nacional lo hizo recién en los
mencionados autos “Ercolano c/Lantieri de Renshaw”, en 1922. Es dable aclarar que
Joaquín V. González, en su obra sobre Derecho Constitucional de 1897, habría sido el
primer jurista en asentarlo en un libro jurídico argentino.
Por último, huelga aclarar que, pese a lo claro de la doctrina, tanto en muchas
sentencias de los tribunales superiores de provincias como de la Corte Suprema nacional, y
en veinte constituciones provinciales, el concepto no ha sido utilizado con la misma
acepción. Si bien en la mayoría de los casos se lo ha hecho con el sentido expresado en las
definiciones dadas anteriormente (función regulatoria o armonizadora de derechos),
también se encuentran varios ejemplos en que se lo ha empleado como funciones estatales
de control, de seguridad, de fiscalización, de sanción y hasta de habilitación, entre otras.
Ello ha llevado a que parte de la doctrina, entre los que se destaca Agustín Gordillo, haya
objetado que se lo siga utilizando asiduamente.
Aclaramos que en este capítulo sólo veremos el estado de sitio, ya que la mayoría de
los otros mecanismos de emergencia se analizan en otras partes del trabajo.
41
Nos remitimos a la crítica efectuada a esa denominación hecha al tratar el Poder de Policía.
Las causas objetivas susceptibles de generar la declaración del estado de sitio son el
ataque exterior y la conmoción interior, siempre y cuando acarreen un inminente peligro
para alguna autoridad política o para la Constitución misma.
Resulta importante precisar que puede ser declarado el estado de sitio tanto de una o
de varias partes del territorio nacional o también, todo el país si ello resulta imprescindible.
La duración del estado de sitio siempre debe ajustarse al tiempo mínimo suficiente para
restablecer el equilibrio o asegurarse que el mismo se mantenga.
También es dable aclarar que, para parte de la doctrina, también se podría declarar el
estado de sitio para evitar una inminente conmoción interna. Es decir, de manera
preventiva.
b) Efectos.
42
CSJN, Fallos 282:292.
para delimitar el alcance del instituto que analizamos. En dicho fallo el máximo tribunal
dijo que sólo puede restringirse temporariamente el ejercicio de los derechos y garantías
que resulten incompatibles con el propósito de conjurar el ataque exterior o la conmoción
interior.
Por último, vale aclarar que los tres poderes del Estado deben mantenerse
subsistentes durante la vigencia del estado de sitio, atento a que, como ya dijimos, con esta
medida se procura asegurar el respeto de la Constitución y la protección de las autoridades
por ella creadas43.
No deja duda la jurisprudencia de la Corte respecto a que los actos que se dicten o
que se concreten como consecuencia de la declaración del estado de sitio son susceptibles
de fiscalización por parte del Poder Judicial en lo que respecta a su razonabilidad 44.
43
La CSJN falló en dicho sentido en la precursora causa “Alem” (Fallos 54:432).
44
CSJN, Fallos 243:504; 269:200; 254:487, entre otros.
de sus formas extrínsecas como de la determinación del lugar y la fijación expresa del plazo
de duración45.
BIBLIOGRAFIA GENERAL.
1. Altamira Gigena, Julio Isidro, Lecciones de derecho administrativo, Edit. Advocatus, Año
2005.
2. Cionfrini, Ernesto, Colección de Análisis jurisprudencial - derecho constitucional, Daniel
Sabsay, Edit. La Ley
3. Comadira Julio Rodolfo y Héctor Jorge Escola, Curso de derecho Administrativo, Edit.
Abeledo Perrot.
4. Sabsay Daniel A - Onaindia José M., La constitución de los Argentinos, Edit. Errepar, Año
2009.
5. García de Enterría, Eduardo y Fernández, Tomás, Curso de derecho Administrativo, Edit.
Thomson Reuters.
6. Gelli, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina
7. Zarini, Helio Juan, Constitución de la Nación Argentina, Comentada y Concordada, Edit.
Astrea.
8. Bidart Campos, Germán, Manual de la Constitución reformada, Edit. Ediar.
9. Badeni, Gregorio, Tratado de derecho constitucional, Edit. La Ley, año 2006.
10. Canda, Fabián Omar, “Régimen Jurídico de la actividad de Policía”, en “Servicio Público,
Policía y Fomento”, Jornadas Organizadas por la Facultad de Derecho de la Universidad
Austral, Ediciones RAP, Bs.As., 2003.
45
CSJN, Caso “Granada” (Fallos 307:1285), en el que declaró la inconstitucionalidad del inc. del art. 4 de la
ley N° 23098 que faculta al Poder Judicial revisar la legitimidad de la declaración del estado de sitio.
11. Comadira, Guillermo L: “Poder de Policía y Policía del Trabajo” en “Servicio Público,
Policía y Fomento”, Jornadas organizadas por la Facultad de Derecho de la Universidad
Austral, Ed. RAP, Bs.As. 2003.
CAPITULO IX
46
CORTI, Horacio G., Derecho Constitucional Presupuestario, Lexis Nexis, Bs. As., 2007, pag. 6.
origen de una disciplina jurídica: el “Derecho Constitucional Financiero”, en cuanto
capítulo del Derecho Constitucional, dirigido a estudiar un aspecto de la Constitución: la
que podríamos denominar “Constitución Financiera”.
La facultad de “emitir moneda” (inc. 6, art. 75) –que por prescripción constitucional
la realiza el Banco Central a través de la Casa de la Moneda- hace referencia al denominado
47
BIDART CAMPOS, Germán J., Manual de la Constitución Reformada, T. III, Ediar, Bs. As., 1999, pag.
114; LUNA, Eduardo F., “Banco, monedas, pesas y medidas”, en PÉREZ GUILHOU, Dardo y otros,
Atribuciones del Congreso, Instituto Argentino de Estudios Constitucionales y Políticos, Depalma, Bs. As.,
1986, pag. 129 y ss., en part. pag. 140.
48
IBARLUCIA, Emilio, “Las facultades monetarias del Congreso y la soberanía nacional”, en AAVV.,
Constitución de la Nación Argentina. Con motivo del sesquicentenario de su sanción, T. II, Asociación
Argentina de Derecho Constitucional, Bs. As. 2003, pag. 9; GELLI, María Angélica, Constitución de la
Nación Argentina comentada y concordada, La Ley, Bs. As., 2001, pag. 484.
“papel moneda” con curso legal (debe ser aceptado como medio de pago forzoso) para
todas las deudas públicas y privadas. Por su lado, la atribución de “hacer sellar moneda”
(inc. 11º, art. 75) –cuya redacción corresponde a la Constitución originaria- debe ser
interpretada en forma amplia, al considerarse respecto no solamente a la moneda metálica
(y su acuñación), sino también al papel billete.
Por otro costado, luego de la reforma constitucional de 1994, éstas atribuciones tienen
una especificación en la cláusula que habilita al Congreso a “proveer lo conducente…a la
defensa del valor de la moneda” (“cláusula de desarrollo humano”, art. 75, inc. 19, 1º
párrafo).
De tal manera, después de 1994, la emisión monetaria no puede disponerse sin canje
metálico o respaldo suficiente de manera habitual y permanente, como mero recurso fiscal.
Para BIDART CAMPOS “sobre el fenómeno inflacionario en sí mismo nada dice la
constitución reformada, pero cabe opinar que aquella omisión monetaria como recurso
fiscal quedaría implícitamente vedada cuando objetivamente fuera contraria y dañina para
defender el valor de la moneda (que el art. 75 inc. 19 obliga a resguardar); o sea, capaz de
originar índices que alteraran dicho valor”51.
50
DALLA VIA, Alberto, Derecho Constitucional Económico, Lexis Nexis Abeledo- Perrot, Bs. As., 2006, pag. 380;
EKMEKDJIAN, Miguel Ángel, Tratado de Derecho Constitucional, tomo 1, Depalma, Bs. As., 1997, pag. 560.
51
BIDART CAMPOS, Germán J., Manual de la Constitución Reformada, ob. cit., pag. 107; En igual sentido,
CARNOTA, Walter F., “La moneda”, en SABSAY, Daniel (dirección) y MANILI, Pablo (coordinación), Constitución de
la Nación Argentina y normas complementarias . Análisis doctrinal y jurisprudencial, Tomo 3, Hummurabi, Bs.
Además, se ha argumentado correctamente que, a través de la emisión monetaria que
no guarda correspondencia con el crecimiento de la economía, se crea un impuesto
encubierto (el “inflacionario”) al margen de las disposiciones constitucionales que aniquila
el derecho de propiedad de los menos pudientes 52, y que la inflación se traduce en definitiva
en una expropiación forzosa sin indemnización con tinte confiscatorio53.
En nuestro país, pocas instituciones han tenido y tienen tanta injerencia en la vida
económica como lo es el Banco Central de la República Argentina (en adelante BCRA), al
concentrar potestades financieras, monetarias, cambiaras y crediticias, lo que se traduce al
fin y al cabo en un fenomenal instrumento de intervención del Estado en la economía para
el cumplimiento de los objetivos y metas económico-sociales, las que –vale decirlo una vez
más- se encuentran definidas principalmente en la propia Constitución Nacional -
especialmente en el Preámbulo, la “cláusula de progreso” (art. 75. inc. 18) y de “desarrollo
humano” (art. 75 inc. 19)- y no tanto por las medidas que tomen los gobiernos que
circunstancialmente ejercen el poder.
Cabe aclarar aquí ya prontamente que los constituyentes de 1853 no siguieron en este
tema a ALBERDI, sino a Mariano FRAGUEIRO, quien en sus obras “Cuestiones
Argentinas” y en “Organización del Crédito” resalta la necesaria presencia estatal en
materia monetaria y crediticia.
52
SPISSO, Rodolfo, Derecho Constitucional Tributario, Depalma, Bs.As., 2000, pág. 20.
53
SACRISTAN, Estela, “Los contratos administrativos frente al régimen constitucional de la moneda”, en
AAVV, Derechos, garantías y potestades en los contratos públicos, Jornadas organizadas por la Universidad
Austral, Edic. Rap, Bs. As., 2014, pag. 295.
Pese que especialmente en materia del Poder Legislativo nuestros constituyentes se
inspiraron en la Constitución de Filadelfia de 1787, los convencionales de EEUU no habían
incluido una cláusula como la innovadora argentina, lo que a la postre les ocasionó no
pocos problemas. Tal es así, que la Corte Suprema norteamericana debió encontrar la
justificación para que el Congreso Federal creara un banco federal con facultad para emitir
billetes en sus poderes implícitos, como lo dejó sentado en el célebre caso “Mc Culloch v.
Maryland” de 1819.
En este punto, explica CORWIN54 que en virtud del art. I, Sección VIII de la
constitución norteamericana que incluye lo que se puede denominar los “poderes fiscales
del gobierno nacional”, el Congreso goza del “poder de autorizar bancos nacionales,
determinar que sus poderes están fuera del alcance del poder de imposición de los estados,
modificar el contenido metálico y el valor de la acuñación en Estados Unidos, emitir papel
moneda, y conferirle la condición de instrumento legal de pago de las deudas, invalidar los
contratos privados de deuda que requieren el pago con un instrumento que no es el de curso
legal, trabar las emisiones de los bancos estaduales hasta obligar a retirarlas de circulación,
conferir a los bancos nacionales las atribuciones de las compañías de fideicomiso,
establecer un “Sistema Federal de la Reserva”, un “Banco de Préstamos Agrarios”, etc.” 55.
54
CORWIN, Edward S., La Constitución de los Estados Unidos y su Significado Actual, Editorial Fraterna,
Bs. As., 1987, pag. 74.
55
La discusión y debate sobre la posibilidad de creación por parte del Congreso de los Estados Unidos de un
Banco Nacional, pese no estar autorizado expresamente en su Constitución, alcanzó inclusive a los propios
autores de “El Federalista”. Jefferson, con uno de sus principales partidarios –Madison-, aspiraba establecer
una moneda metálica firme, porque desconfiaba del papel moneda. En la vereda del frente se encontraba
Hamilton, asesor de Washington y primer secretario del Tesoro, veía con favor la función del papel moneda
en el desarrollo del comercio y de la industria. A estar en el gobierno, primó esta segunda postura y en 1971
se puso en funcionamiento el Banco de los Estados Unidos, con facultades de emitir moneda, y llevar las
cuentas oficiales.
56
En su voto, el Dr. Gorostiaga –a su vez una de los redactores de la Constitución argentina- afirmó que
“Nuestros constituyentes, penetrados de la importancia de una institución de esa naturaleza para la
administración pública y para el país en general, quisieron ponerla a disposición del gobierno (la facultad de
la intención de disipar cualquier duda al respecto- reforzar aquella norma con la expresa
prohibición a las provincias de establecer bancos con facultad de emitir billetes (art. 108,
hoy 126)57.
establecer un banco de emisión), salvando al mismo tiempo el grande obstáculo que había encontrado en el
silencio de la Constitución norteamericana. Éste fue el objeto de la autorización expresa, conferida en la
cláusula mencionada del art. 67 (inc. 5)”.
57
El reaseguro se originó, además, porque con anterioridad a la organización institucional argentina existía el
Banco Provincia de Buenos Aires creado en 1822 que hizo circular moneda. Inclusive aún después de entrada
la vigencia de la constitución histórica, un banco privado –el Banco Mauá y Cía.- funcionó con facultad de
emitir billetes. Recién en 1935 se cumplió con el mandato constitucional al crearse un Banco Nacional con
esa facultad.
58
PALAZZO, Eugenio Luis, “¿Banco Central o Federal?”, El Derecho. Suplemento de Derecho
Constitucional, 15/02/2010; en igual sentido, BIDART CAMPOS, Germán J., Manual de la Constitución
Reformada, ob. cit., pag. 113.
c) en consecuencia, se está en presencia de una delegación legislativa especialmente
autorizada por la Constitución al “banco federal” (art. 75 inc. 6º), la que deberá estar
sometida a las bases que fije el Congreso y al control del mismo (art. 76), aunque sin
perjuicio de ello, el valor de la moneda debe darlo siempre dicho órgano legislativo –tal
como lo hizo con la Ley de Convertibilidad-, lo que se traduce en definitiva en un límite a
la delegación aludida.
59
FERRARI ARGAÑARAS, Gustavo Alberto, “Alcances de la Reforma Constitucional de 1994 en relación
al Banco Central: la cuestión del Banco Federal”, La Ley, 12/01/2005.
Corte60- que deberá ser el legislador el que elija el sistema –público, privado o mixto- que
crea más conveniente.
Pero también es cierto que por la naturaleza de sus competencias -todas públicas, de
gravosa intervención estatal y de sensible política económica- es impensado que dichas
potestades sean delegadas a una entidad institucionalizada bajo el ropaje del derecho
privado a través de una suerte de “privatización” de elementales funciones monetarias y
crediticias de la Nación; interesante debate que fuera finalmente cerrado cuando ya en 1931
la Corte Suprema calificara al Banco Central como una “institución pública”(CSJN, in re
“Banco Nacional”, Fallos: 176:5). Y para un mayor abundamiento, recordamos que la
Constitución Nacional de 1949 en este tema estableció en su art. 68 inc. 5° que “en ningún
caso los organismos correspondientes podrán ser entidades mixtas y particulares”.
60
Cuando se creó el Banco Nacional, en 1872 se planteó en los tribunales argentinos su inconstitucionalidad.
Concretamente se sostenía que el establecimiento bancario no se ajustaba a la cláusula constitucional al estar
constituido bajo una forma societaria privada –sociedad anónima-. Sometida la cuestión a la decisión de la
Corte Suprema en el ya citado caso “Banco Nacional vs. Francisco Villanueva”, el tribunal supremo argentino
afirmó: “Tal vez se ha querido pretender que para usar la facultad constitucional el Congreso ha debido fundar
un Banco rigurosamente “de Estado”, dirigido por los poderes públicos de la Nación. Pero esto sería un error.
El texto no lo dice y no hay motivo alguno que induzca a creerlo. Confiriendo la autorización sin determinar
forma ni sistema, la Constitución ha dejado la elección al prudente criterio del Congreso. Y el Congreso,
eligiendo el sistema de una gran compañía de acciones, no ha hecho más que seguir los concejos de la ciencia
y los ejemplos más caracterizados”.
61
MARTINEZ, Cristian, El Banco Central en la Argentina, Edit. Depalma, Bs. As., 1993, pag. 213.
Ahora bien, se debe destacar sin embargo, que la eficacia de la independencia para
asegurar la estabilidad monetaria descansa tanto en que se la consagre de manera expresa
en el ordenamiento positivo, como en lo que se le asegure en la práctica, habida cuenta que
desde el punto de vista normativo, la Carta Orgánica del BRCA aprobada por la ley 24.144
da señales claras de mecanismos para asegurar la tan anhelada independencia, pero al
mismo tiempo, y a la par, recepta mecanismos que atentan contra dicho principio.
Pero en cuanto a lo segundo, y pese las claras y prudentes restricciones que la Carta
Orgánica impone al Poder Ejecutivo, persisten mecanismos que provocan el efecto
contrario: a) no obstante lo dicho, la posibilidad del Ejecutivo de nombramiento de
Directores por comisión, sin participación del Senado y sin límite temporal, desnaturaliza el
sistema de selección antes dicho; b) sumado a la remoción de sus cargos solamente por
Decreto siendo suficiente la mera conformidad de una Comisión del Congreso, que en la
práctica, es conformada por el oficialismo; c) la designación del superintendente y
vicesuperintendente de entidades financieras por el Poder Ejecutivo en forma definitiva y
sin acuerdo del Senado (art. 45); d) la obligación del banco de informar al Ministerio de
Economía sobre la situación monetaria, financiera, cambiaria y crediticia (art. 26).
Finalmente, en este punto cabe aclarar que independencia no significa total
aislamiento del BCRA porque las políticas financieras, crediticias, monetarias, y cambiarias
que él lleva a cabo, deben articularse (y resultar compatibles) con políticas fiscales, de
ingresos, de endeudamiento externo, definidas por otros órganos de gobierno, sin que ello
signifique –claro está- someterse a los meros intereses electorales o cortoplacistas del
gobierno de turno62.
Está comprobado que a fines del Siglo XX y comenzando el XXI, el mundo moderno
ha adoptado la técnica de confiar la regulación de espacios sensibles en lo social –datos
personales, industria audiovisual, etc.- y estratégicos de la economía –mercado bancario, de
valores, etc.- a organismos dotados de garantías de independencia frente al gobierno y al
direccionamiento político, en definitiva, como dice RIVERO ORTEGA 63 se ha procurado
“sustituir la legitimación política por una búsqueda de la legitimación técnica”
independiente e imparcial para operar en la regulación y el control de los mencionados
sectores.
Pese que expresamente la Carta Orgánica del Banco Central lo ubica a éste como una
entidad “autarquía”, y aunque la Constitución no le haya otorgado expresamente la calidad
de “independiente” -que pudo hacerlo en 1994 y el convencional a sabiendas lo omitió 64-,
por su origen constitucional y las funciones que cumplen, su relacionamiento jurídico debe
ubicarse primero en el Derecho Constitucional y después, en el Derecho Administrativo.
62
GERSCOVICH, Carlos G., “¿Autonomía o aislamiento del Banco Central?”, La Ley, 1992-E-1102;
ELESPE, Douglas, “La nueva Carta Orgánica del Banco Central. Efectos, oportunidad y conveniencia”, La
Ley, 28/03/2012.
63
RIVERO ORTEGA, Ricardo, Derecho Administrativo Económico, 4º edición, Marcial Pons, Madrid, 2007,
pag. 96.
64
El convencional SARAVIA TOLEDO solicitó que se contemplara la posibilidad de incorporar en el texto
un párrafo según el cual el Banco Federal sería “independiente del Poder Ejecutivo”, fundamentando su
pedido en que era necesario que la autoridad nacional no convierta a esa entidad en un ente subordinado a los
avatares políticos y a la coyuntura del momento. Su postura fue rechazada en comisión (www.infoleg.gov.ar,
Convención Nacional Constituyente, 28º Reunión, 3º Sesión ordinaria (continuación), 10 y 11 de agosto de
1994). La autonomía del Banco Central se ha establecido expresamente en las constituciones de Venezuela de
1999 (art. 318) y México de 1993 (art. 28).
Los organismos constitucionales precisamente son instrumentos propios del Derecho
Constitucional65 y, a los fines garantizarse la independencia buscada, desde allí se debe
construir todo el sistema de vinculaciones con el resto de los órganos de gobierno y de
administración, pues de lo contrario su instauración exclusivamente dentro de la órbita del
Derecho Administrativo a través sus clásicos institutos (ej. relaciones de jerarquía, control
de tutela, definición presupuestaria, intervención administrativa), hará peligrar su tan
ambicionada autonomía.
Destaca la doctrina con alto grado de preocupación que esos subsidios deben
afrontarse con recursos propios del tesoro nacional y no con aquellos que integran al fondo
de coparticipación tributaria, pues de lo contrario no solo se estaría burlando la ley 23548
de “Coparticipación” sino la propia Constitución Nacional en su art. 75 inc. 2) que
garantiza un “minimun” de recursos hacia las provincias. Es decir: la Nación no puede dar a
las Provincias bajo el ropaje de “subsidios”, recursos tributarios que ya son de aquellas.
66
PEREZ HUALDE, Alejandro, Coparticipación federal de impuestos en la Constitución Nacional,
Depalma, Bs. As., 1999, pág. 24.
Aquí sale a relucir toda la problemática que gira alrededor de los tan conocidos
Aportes del Tesoro Nacional (ATN) -cuyo sustento legal lo encontramos (entre otras
normas) en el inc. d) del art. 3° de la citada ley 23.548 que reserva nada más y nada menos
que el uno por ciento (1%) del monto total recaudado por todos los impuestos
coparticipables para el Fondo de Aportes del Tesoro Nacional a las provincias- cuando se
advierta fácilmente el manejo absolutamente arbitrario de los mismos por parte del
gobierno del turno, premiando o castigando a los gobernadores e intendentes según la
preferencia política, situación que se agrava al momento que se tenga presente el destino
discrecional de los excedentes presupuestarios, situación no debidamente contemplada por
la ley 24.156 de “Administración Financiera”.
Rara vez se cumple la exigencia establecida en el art. 5º de la ley 23.548, por la cual
se establece que dichos aportes se destinarán a “atender situaciones de emergencia”, pero
menos aún se respeta - nos atrevemos a decir- la obligación del Ministerio del Interior de
informar “trimestralmente a las provincias sobre la distribución de los fondos, indicando
los criterios seguidos para la asignación”.
Ahora bien: cabe preguntarse, tal como lo ha hecho calificada doctrina (ej. Cesar
Enrique ROMERO), si es posible sostener la obligatoriedad (imperatividad) del Estado
Nacional de ayudar a las provincias cada vez que éstas lo requerían, a lo que se puede
responder afirmativamente conforme el art. 75 inc. 19, segundo párrafo, de la Constitución
Nacional que recepta –con espíritu tuitivo- la necesidad de proveer al crecimiento armónico
de la Nación y al poblamiento de su territorio promoviendo políticas diferenciadas que
tiendan a equilibrar el desigual desarrollo relativo de provincias y regiones.
c) rentas de correos: lo que debe correlacionarse con el inc. 14 del art. 75 que faculta
al Congreso a arreglar y establecer los “correos generales de la Nación” (la reforma de
1994 suprimió la referencia a “las postas” del ex. art. 67 inc. 13). Y aquí nuevamente, si el
intérprete quiere alcanzar la verdadera extensión de este recurso del estado, debe
inexorablemente proyectar el dispositivo en dos dimensiones: los servicios públicos, por un
lado, y el tipo de contraprestación, por el otro.
Así las cosas, la norma se amplía a todo tipo de servicio público que preste el Estado
(que se extiende a los sectores de gas, electricidad, transporte, agua y saneamiento, entre
otros), o en su caso, también actividades que sin ser “titularizadas” como servicio público,
son de interés general y de fuerte regulación estatal (telecomunicaciones, servicios de
comunicación audiovisual, etc.), pero principalmente en aquellos casos que lo preste
directamente la Administración Pública sin que existan títulos habilitantes para su
administración a favor de terceros, ya que de ser así el recurso ingresa al prestador privado.
67
ABALOS, M. Gabriela, “Los Servicios Públicos”, en FARRANDO, Ismael y MARTINEZ, Patricia
(directores), Manual de Derecho Administrativo, Depalma, Bs. As., 1996, pag. 422.
solamente cubre el costo del servicio, sino también otorga un beneficio o ganancia al
prestador.
Por ello, debe entenderse por “renta” a todo ingreso que el Estado perciba como
contraprestación del suministro de un servicio público, tenga ganancia o no, aunque parezca
más sensato que en el caso de la prestación directa el Estado no debería obtener
rentabilidad, lo que nos demuestra con rigor la realidad en estos casos.
68
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Municipal, T. II, Edit. Rubinzal-Culzoni, Bs. As., 2006, pag. 153.
69
MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, 3° edición, T. III, Abeledo- Perrot, Bs. As.
1980, pag. 662.
De la misma manera, la Ley 24.156 de “Administración Financiera”, afirma que el
endeudamiento que resulte de las operaciones de crédito público se denominará deuda
pública y puede originarse en la emisión y colocación de títulos, bonos u obligaciones
constitutivos de un empréstito; la emisión y colocación de Letras del Tesoro; la
contratación de préstamos; la contratación de obras, servicios o adquisiciones; el
otorgamiento de avales, fianzas y garantías; la consolidación, conversión y renegociación
de otras deudas, aclarando dicho dispositivo y esfumando todo tipo de dudas, que a esos
fines el Estado Nacional podrá afectar recursos específicos, crear “fideicomisos”, otorgar
garantías sobre activos o recursos públicos actuales o futuros, incluyendo todo tipo de
tributos.
Sin perjuicio de que la actividad de gestión del empréstito pueda ser asumida por el
Poder Ejecutivo (art. 65, ley 24.156), tratándose de una operación en que se comprometen
los recursos públicos parece razonable y conveniente que el empréstito debe ser autorizado,
aprobado o convalidado por el órgano legislativo, en donde confluyen los representantes de
las distintas corrientes de opinión con significación política y es el único capaz de otorgar
70
EKMEKDJIAN, Miguel Ángel, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pag. 293. En igual sentido, lo
ha entendido la Constitución de la Provincia de Córdoba cuando define, en su art. 73, a los créditos públicos
como cualquier empréstito, emisión de títulos públicos y otras operaciones de crédito para el financiamiento
de obras públicas.
legitimación y respaldo político que dicha medida excepcional requiere. Esta es la regla
general que impera tanto para el ámbito nacional71, provincial72, como municipal73.
En primer lugar, del análisis del Derecho Municipal Argentino, surge una primera
limitación de carácter cualitativo toda vez que se establece, tanto negativamente como
positivamente, cual deberá ser el destino específico de los fondos obtenidos 75. Por su lado,
la Constitución de Córdoba, estableciendo una razonable limitación a la autonomía
financiera municipal, autoriza a las Municipalidad a “contraer empréstitos para obras
públicas o conversión de la deuda ya existente, a fin destinan un fondo de amortización, el
que no puede darse otra aplicación” (Const. de Córdoba, art. 189, primera parte).
75
El producido de los Empréstitos no se puede invertir en gastos ordinarios de la Administración
(Constitución de Catamarca, art. 253, Constitución de San Luis, art. 258, inc. 12), y solo tendrán como objeto
especifico la realización de obras públicas y la consolidación de pasivos existentes (Constitución de Tucumán,
art. 114, inc. 4, Ley Orgánica de Municipalidades de la Provincia de Buenos Aires, art. 46).
empréstitos municipales contraídos no podrán afectar más allá que un porcentaje de los
recursos ordinarios disponibles. La Constitución de Córdoba (art. 189, segunda parte), en
este sentido, impone que “los servicios de la totalidad de los empréstitos no debe
comprometer más de la quinta parte de los recursos del ejercicio”76.
A) ALGUNOS CONCEPTOS.-
La posibilidad que tiene el Estado de definir los casos y circunstancias en que puede
sustraer parte de la riqueza de los ciudadanos y sus límites, como así también la
distribución de potestades tributarias entre los diversos niveles de gobierno 77, se erigen
como la problemática a estudiar en los dos próximos acápites. Ahora lo vinculado a lo
primero, y en el próximo lo referido al Federalismo Fiscal y la coparticipación federal.
76
En este sentido la COM de la Ciudad de Córdoba establece que “el Municipio puede contraer empréstitos
para obras públicas o conversión de la deuda existente; a tal fin destina un fondo de amortización al que no
debe darse otra aplicación. El pago de la amortización del capital e intereses de la totalidad de los empréstitos
no debe comprometer más de la quinta parte de los recursos del ejercicio, excluido el uso del crédito y la
contratación de empréstitos” (art. 46, en igual sentido, art. 60 COM Villa María).
77
VILLEGAS, Héctor B., Curso de finanzas, derecho financiero y tributario, 9º edición actualizada y
ampliada, Astrea, Bs. As., 2009, pag. 251.
78
SPISSO, Rodolfo, Derecho Constitucional Tributario, ob. cit., pag. 1.
de éste, que la Constitución organiza, y al orden, gobierno y permanencia de la sociedad
cuya vialidad ella procura”.
El texto constitucional (art.4; 9 a 12; 16; 18; 19; 75 inc. 1, 2, y 3; 76; 99 inc. 3) limita
doblemente la potestad tributaria (entendida ésta como la facultad que tiene el Estado de
crear, modificar o suprimir unilateralmente tributos), tanto es sus aspectos formales
(principio de legalidad) referido a la competencia del Congreso de crear tributos, tanto en
sus aspectos materiales respecto a los límites del contenido de la norma tributaria (principio
de capacidad contributiva, generalidad, igualdad, equidad, proporcionalidad, razonabilidad,
no confiscatoriedad, control jurisdiccional, libertad de circulación, etc.).
El principio de legalidad, que puede ser sintetizado en el aforismo “no hay tributo sin
ley que lo establezca” , requiere que todo tributo sea sancionado por una ley (art. 4, 17, 19,
75 inc. 3, 76, entre otros de la Constitución Nacional), entendida ésta como la disposición
que emana del órgano constitucional que tiene la potestad legislativa, conforme los
procedimientos establecidos por la Constitución, para la sanción de leyes. Este principio
halla su fundamento en la necesidad de proteger a los contribuyentes en su derecho de
propiedad, ya que si los tributos sustraen algo del patrimonio de los particulares a favor del
Estado, esto es legítimo siempre y cuando lo sea por decisión de los órganos
representativos de la soberanía popular.
Por tal principio, la ley debe contener por los menos los elementos básicos y
estructurales del tributo, que son: 1) la configuración del hecho imponible, 2) la atribución
79
BULIT GOÑI, Enrique G., “El programa constitucional como directiva para el legislador y como límite
para el ejercicio del poder tributario”, en GARCÍA BELSUNCE, Horacio A. (coordinador), Estudios de
Derecho Constitucional Tributario, Depalma, Bs. As., 1994, pag. 41 y ss., en part. pag. 44.
del crédito tributario a un sujeto activo determinado, 3) la determinación del sujeto pasivo,
4) la base imponible y la alícuota, 5) las exenciones neutralizadoras de los efectos del hecho
imponible, y 6) las infracciones tributarias y la imposición de sanciones, así como el
procedimiento de su determinación.
Según cual sea la vinculación que tenga el tributo con los contribuyentes, aquellos
pueden ser clasificados en impuestos, tasas y contribuciones. Los primeros, denotan aquella
institución de derecho público que tiene por objeto la prestación o pago de ciertos valores
patrimoniales por parte de un sujeto denominado contribuyente, normalmente en dinero, de
forma obligatoria, como consecuencia de ciertos y determinados hechos imponibles
establecidos por una ley dictada al efecto y que carece de una contraprestación específica
por parte del Estado. El impuesto es exigido por el Estado para atender los gastos
indeterminados de la administración (fines fiscales) o para incentivar o desalentar una
determinada actividad económica (fines extrafiscales).
A su vez, los impuestos pueden ser clasificados en directos o indirectos, según de qué
manera se exteriorice la capacidad contributiva del contribuyente en cada uno de ellos. En
los primeros, la capacidad contributiva del ciudadano se manifiesta en forma inmediata o
directa, al visualizarse la aptitud económica del contribuyente en forma estática, por su sola
consideración en un momento dado. En cambio, en los impuestos indirectos, la capacidad
contributiva aparece en forma mediata o indirecta, en donde la riqueza se presenta en forma
dinámica, por su movimiento.
Respecto las categorías conceptuales antes brindadas, finalmente debe distinguirse los
tributos –y en particular, las tasas- de los denominados “precios públicos” que percibe el
Estado, o en su caso los privados, en el supuesto de servicios públicos privatizados. Los
precios públicos, son ingresos de derecho privado que pueden dejar un margen de utilidad o
ganancia, hecho que los diferencia de las tasas porque estas sólo cubren el costo del
servicio. Además, el precio público se percibe como consecuencia de un contrato o acuerdo
de voluntades, situación que no se da en la caracterización de las “tasas”, ya que en este
caso la relación se materializa en virtud de la ley, tiene naturaleza tributaria, al implicar una
actividad desplegada por el Estado inherente a su soberanía.
Una de las críticas más usuales que se invoca para cuestionar el peaje es que el
mismo podría restringir los derechos constitucionales de libre circulación, el traslado físico
de bienes y personas, el de ingresar, transitar y salir libremente del país, y en definitiva,
implicaría en los hechos la implementación de una aduana interior, lo que está vedado
constitucionalmente (art. 9 a 12 de la Constitución Nacional).
81
BADENI, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, T. I, La Ley, 2004, pag. 686.
Según el art. 1º de la Constitución Nacional, nuestro país ha adoptado la forma
federal de gobierno, lo cual implica que existen diversos entes estatales (niveles
institucionales o de gobierno): un Estado Nacional o central, y los Estados provinciales o
locales. Por otra parte, de los arts. 5 y 123 de la C.N. surge la obligación de las Provincias
de asegurar un régimen municipal autónomo, y por tanto, los municipios se erigen como
una tercer instancia institucional con poder tributario.
Y esto es así, porque en los países federales pueden surgir conflictos de doble o
múltiple imposición entre las distintas escalas institucionales, ya sean de tipo horizontal
(vgr. entre el ente central y las provincias), o vertical (vgr. las provincias entre sí).
Fenómeno que es perjudicial porque implica multiplicidad administrativa, recaudación
onerosa y molestias al contribuyente, sumado a la peligrosa presión fiscal.
Sin embargo, tenemos para nosotros -junto a calificada doctrina 82- que la
superposición de gravámenes nacional y provinciales no importa por sí
inconstitucionalidad, sino que dicha imposibilidad encuentra cabida en la legislación
infraconstitucional, por medio de la prohibición que impide a las provincias por sí y a
través de sus municipios cobrar impuestos análogos a los existentes en el régimen vigente
de coparticipación (art. 9, inc. b), ley 23.548).
82
VILLEGAS, Héctor B., Curso de finanzas, derecho financiero y tributario, ob. cit., pág. 298; GARCIA
BELSUNCE, Horacio, Estudios financieros, Abeledo-Perrot, Bs. As. 1966, pág. 211.
2.- Distribución de poderes tributarios según la Constitución. -
En el Derecho Comparado, pero también en nuestro país (según la época donde nos
situemos), el problema de la doble imposición pretendió ser solucionada a través de los
siguientes instrumentos:
c) Sistema mixto: que es el sistema vigente en nuestro país, introducido por diversas
normas pero ratificado después en la Reforma Constitucional de 1994, por el cual, por un
lado, se mantiene el sistema de separación de fuentes, pero simultáneamente, se otorga
rango constitucional al régimen de coparticipación, estableciendo las pautas generales de
funcionamiento.
Conforme el mandato del inc. 2) del art. 75 de la Constitución Nacional, la nueva ley
de coparticipación deberá dictarse conforme las siguientes pautas:
1.- todos los impuestos internos (no lo externos), serán coparticipables, con excepción
de la parte o el total de las que tengan asignación específica (inc. 3º, del mismo artículo).
2.- dicha norma tendrá la característica de “ley convenio”, y deberá ser dictada sobre
la base de acuerdos entre la Nación y las provincias, garantizando la automaticidad en la
remisión de los fondos.
4.- Deberá respetar los principios de equidad y solidaridad, dando prioridad al logro
de un grado equivalente de desarrollo, calidad de vida e igualdad de oportunidades en todo
el territorio nacional.
5.- Tendrá como Cámara de origen el Senado y deberá ser sancionada con la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, no podrá ser modificada
unilateralmente ni reglamentada y será aprobada por las provincias. Tampoco –agregamos
nosotros- podrá ser vetada.
83
VILLEGAS, Héctor B., Curso de finanzas, derecho financiero y tributario, ob. cit., pag. 294.
asignación específica a determinado tributo, podrá sustraerlo indefinidamente del sistema
de coparticipación”.
Por último, cabe señalar que el retraso del cumplimiento del mandato constitucional
por el cual debió sancionarse la nueva ley de coparticipación, que es una verdadera
necesidad republicana y democrática argentina, y más auún con la realidad gubernativa de
nuestro país después de la reforma constitucional de 1994 y el panorama institucional que
le sucedió, genera diversos problemas de distribución de fondos que se traducen en graves
conflictos de naturaleza pública y política. Por ejemplo, recientemente la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, con fecha 21/12/2022 en la causa “Gobierno de la C.A.B.A. c/
Gobierno Nacional/ acción declarativa de inconstitucionalidad/ cobro de pesos” hizo lugar
a la medida cautelar pedida por la actora, y en consecuencia, ordenó al Gobierno Nacional a
que, mientras se sustancie el proceso, entregue a la C.A.B.A. el 2,95% de los fondos
correspondientes a la Nación en la distribución primaria de coparticipación. Lo que sucedió
en aquel momento, fue que el entonces presidente Macri elevó infundadamente el
porcentaje a favor de la CABA de 1,40 a 3,75 para afrontar gastos operativos para la
prestación del servicio público de seguridad no federal, y ante la crítica generalizada de las
provincias, la redujo a 3,50 en todos los casos mediante decretos del Ejecutivo. Después,
fue el presidente Alberto Fernández el que la fijó en 2,32% (Decreto 735/2020) y luego por
ley del Congreso ( Ley 27606/2020) en 1,40% con más un importe mensual reajustable,
hasta tanto ambas jurisdicciones convinieran las transferencias pertinentes.
Sin perjuicio de la discusión sobre si las potestades tributarias que gozan los
municipios son originarias84 o derivadas85 cuestión que en estos tiempos se presenta como
84
BAISTROCCHI, Eduardo, “La autonomía de los municipios de provincia: sus posibles consecuencias
tributarias –primera parte-“, La Ley, 1996-D-1173; SESIN, Domingo J., “Conflictos de competencia entre las
provincias y los municipios en materia de poder de policía tributaria”, en Cuestiones de Intervención Estatal.
Jornadas organizadas por la Universidad Austral, Ediciones RAP, Bs. As., 2011, pag. 689 y ss.
85
SOLER, Osvaldo, Tratado de Derecho Tributario, La Ley, 2001, pag. 180.
más teórica que practica, lo cierto es que –por el manto de autonomía que brindó la
Constitución Nacional- los municipios están facultados para crear impuestos.
86
BARRERA BUTELER, Guillermo, Constitución de la Provincia de Córdoba, Ed. Advocatus, Córdoba,
2007, pag. 376.
87
LEPORI, Elvio Manuel, “Potestad tributaria municipal. Especial referencia al municipio cordobés”, La Ley
Córdoba, septiembre 2013, pág. 815 y ss.
Claro está, las potestades tributarias amplías exigen como contrapartida el extremo
cuidado por parte del legislador local de hacer valer la autonomía municipal y exigir la
contribución de quienes obtienen ingresos con su actividad en sus respectivas
jurisdicciones, sin dejar de contemplar –por supuesto- los derechos y garantías
constitucionales de los contribuyentes y los limites materiales que surgen de la Ley de
Coparticipación Federal, el Pacto Federal para el Empleo, la Producción y el Crecimiento, y
el Convenio Multilateral.
88
Según la jurisprudencia mayoritaria, la inclusión del apartado 2 del inc. b), del art. 9 , en el capítulo de la
ley 23.548 titulado obligaciones emergentes del régimen de esa ley, así como la inequívoca claridad de su
redacción, impiden sustraerse de su vigencia so pretexto de que se trata tan sólo de una pauta orientadora, más
aún si se tiene en cuenta que la norma interpretada cuenta con la finalidad autónoma de evitar la regulación
dispar del impuesto en las diversas jurisdicciones (“Grafa S.A. c/ Fisco Nacional- DGI- repetición DGI, Corte
Suprema de Justicia de la Nación, 17-mar-1998; cita: MJ-JU-M-14612-AR | MJJ14612).
Tal como lo ha dicho la Corte Suprema de Justicia de la Nación en el precedente “Petrolera Pérez Companc
S.A. c/ Provincia del Neuquén- acción declarativa (8-abr-2008; Cita: MJ-JU-M-25723-AR | MJJ25723), la
adhesión de la ley 23548 sin reservas ni limitaciones, importa obligaciones asumidas por el Estado local, y de
allí su obligatorio cumplimiento por parte de las provincias y sus municipios.
De tal manera que, frente a la vaguedad de la prohibición general, cualquier impuesto
que intente crear el estado local caerá bajo la analogía no querida por el legislador,
poniendo en crisis la validez del tributo. “En consecuencia, y sin perjuicio de la autonomía
municipal, los gobiernos locales, solo tienen facultades para imponer tasas o contribuciones
relativas a servicios efectivamente prestados, puesto que el significado de la voz “análogo”
prevista en la ley….y el universo imponible que ha capturado la legislación nacional con
los impuestos coparticipables no han dejado marco para que los entes locales impongan
tributos bajo modalidad de impuestos”89.
En este punto, el Máximo Tribunal Federal ha dicho que el cobro de las tasas debe
corresponder siempre a la concreta, efectiva e individualizada prestación de un servicio
referido a algo no menos individualizado (bien o acto) del contribuyente (CSJN,
23/06/2009, “Laboratorios Raffo S.A.”; 26/08/2008, “Mexicana de Aviación S.A. de CV”,
23/06/2009, “Ivax Argentina S.A.”, 9/10/2012, "Quilpe S.A. – Inconstitucionalidad”, entre
otros), y que además, esa circunstancia condicionante de la validez de tal gabela debe ser
acreditada por el Estado, toda vez que “no es justo imponer al contribuyente, cuando ha
negado al prestación del servicio, la carga de probar que no ha sido efectivamente prestado”
(CSJN, 7/10/2021, “Gasnor S.A.”)
89
CASÁS, José Osvaldo, Derecho Tributario Municipal, Ad-Hoc, Bs.As., 2001, pag. 64.
La cuantía de la tasa, se encuentra directamente conectada al tema, porque por
principio ella no puede superar más allá de un límite discreto y razonable al costo del
servicio, ya que no se admite que con el ingreso obtenido por la prestación de un servicio
divisible se financien otros servicios divisibles o indivisibles, o funciones del municipio, lo
que constituiría un indicio que mediante el ropaje jurídico de una tasa se intenta ocultar un
verdadero impuesto tendiente a solventar gastos generales del Estado municipal 90 (CSJN,
5/9/1989, “Cía. Química S.A.”, Fallos: 312:1575).
Cabe aclarar que la ley que aprueba el presupuesto solo se limita a autorizar gastos,
sin obligar al Poder Ejecutivo a realizarlos, por consiguiente éste no se encuentra forzado a
efectuar todas las erogaciones contenidas en el presupuesto, por el contrario, puede llevar a
cabo economías de funcionamiento o inversión.
91
VILLEGAS, Héctor B., Curso de finanzas, derecho financiero y tributario, ob. cit., pag. 125.
92
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel y CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pag. 920.
que la admitida por ese cuerpo. Además, se separaron las finanzas de la Corona de las de la
Nación, diferenciándose los gastos del Estado de los gastos del Soberano, y adoptándose la
decisión de que ciertos gastos periódicos fueran aprobados por el Parlamento.
B) LA NATURALEZA JURÍDICA.-
Para la primera postura, el objeto de la ley se cumple una vez que se ejecuta el
presupuesto y allí pierde sus efectos jurídicos, y es por tal razón que la ley presupuestaria
no puede incluir disposiciones extrañas a la fijación de gastos y a la previsión de ingresos.
En cambio, para la segunda postura, es posible en la misma ley presupuestaria regular
materia de otra sustancia como por ejemplo la tributaria.
Nuestro país se inclina por la primer posibilidad, ya que –aunque pocas veces se
respeta- la ley 24-156 de “Administración Financiera” establece que la leyes de
presupuestos no podrá contener disposiciones de carácter permanente, no podrán reformar o
derogar leyes vigentes, ni crear, modificar o suprimir tributos u otros ingresos (art. 20).
1) Etapa de preparación.-
En una posición intermedia, se enrola GELLI97 para quien esta atribución puede tener
un sentido u otro según se la examina de modo individual o en concordancia con el inc. 7.
“En el primer caso, mas parece una atribución formal de girar al Congreso los proyectos de
ley indicados en la disposición, aunque como esos proyectos deberían ser tratados en
acuerdo de gabinete, la opinión del jefe de gabinete es insoslayable. Pero, teniendo a la
vista la atribución que sigue, por lo que se relaciona con el proyecto de Presupuesto
nacional, el papel del jefe de gabinete debe ser precisamente, el de armonizar los
requerimientos de cada área ministerial”.
93
MARTINEZ, Patricia Raquel, “El Poder Ejecutivo y el Jefe de Gabinete y demás Ministros”, en
SARMIENTO GARCIA, Jorge H., y otros, La Reforma Constitucional Interpretada, Depalma, Bs. As., 1995,
pag. 421.
94
DROMI, Roberto y MENEM, Eduardo, La Constitución reformada. Comentada, interpretada y
concordada, Ediciones Ciudad Buenos Aires, Bs. As., 1994, pag. 356.
95
EKMEKDJIAN, Miguel Ángel, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pag. 174.
96
BARRAZA, Javier Indalecio, Los desequilibrios de la ley. En torno al Consejo de la Magistratura y su
modo de composición, La Ley, 02/08/09.
97
GELLI, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina comentada y concordada, ob. cit., pag. 646.
Por otro lado, conforme el art. 26 de la citada ley, el presupuesto debe presentarse
antes del día 15 de septiembre del año anterior para el que regirá acompañado de un
mensaje que contenga una relación de los objetivos que se propone alcanzar y las
explicaciones de la metodología utilizada para las estimaciones de recursos y para la
determinación de las autorizaciones para gastar, de los documentos que señala el artículo
24, así como las demás informaciones y elementos de juicio que estime oportunos. No
obstante ello, el Jefe de Gabinete debe presentar antes del 30 de junio de cada año un
informe de avance en la elaboración del proyecto presupuestario (art. 2°, ley 24.629).
Al estar el presupuesto aprobado por una ley, que es en definitiva una ley como
cualquier otra, sin perjuicio de las salvedades que mencionamos más arriba y las
previsiones de los art. 28 y 38 de la ley 24.156 99, tenemos para nosotros que en el trámite de
sanción puede el Poder Legislativo introducir cambios al proyecto original, puede ser
vetada por el Poder Ejecutivo (hipótesis poco probable pues es él quien elabora el proyecto
original), puede el Congreso insistir con su texto, etc.
99
Art. 28: “Todo incremento del total del presupuesto de gastos previstos en el proyecto presentado por el
Poder Ejecutivo Nacional, deber contar con el financiamiento respectivo”. Art. 38: “Toda ley que autorice
gastos no previstos en el presupuesto general deber especificar las fuentes de los recursos a utilizar para su
financiamiento”.
Ejecutivo para gastar durante el nuevo ejercicio financiero que carece de una ley de
presupuesto particular, pero también se asegura el normal funcionamiento del Estado, cuya
actividad -por supuesto- no se interrumpe ante la inacción legislativa del Congreso que,
además, puede estar precedida por la omisión del propio Ejecutivo de enviar en tiempo y
forma la ley antes de la finalización del ejercicio financiero.
A partir del año 1991 la ley de presupuesto fue aprobada cada vez en el año
inmediato anterior al de su entrada en vigencia, a excepción del período 2002 –dada la
situación del crisis institucional generalizada- cuando por decisión de la Jefatura de
Gabinete se dispuso la “reconducción” del presupuesto correspondiente al año anterior
estableciéndose un plazo de 90 días para realización de los ajustes pertinentes.
4) Etapa de ejecución.-
Todo ello, lo es sin perjuicio del que -como veremos más abajo- el Congreso también
ejerce el contralor durante la ejecución presupuestaria como surge del art. 85 que especifica
100
MARTINEZ, Patricia Raquel, “El Poder Ejecutivo y el Jefe de Gabinete y demás Ministros”, en
SARMIENTO GARCIA, Jorge H., y otros, La Reforma Constitucional Interpretada, ob. cit., pág. 421.
101
VITOLO, Alfredo M., “Luces y sombras en la nueva Constitución”, en CASSAGNE, Juan Carlos
(director), Estudios sobre la reforma constitucional, Depalma, Bs. As., 1995, pág. 338 y ss., en part. 361.
102
BARRAZA, Javier Indalecio, Los desequilibrios de la ley. En torno al Consejo de la Magistratura y su
modo de composición, La Ley, 02/08/09.
que es atribución propia del Poder Legislativo el “control externo del sector público
nacional en sus aspectos patrimoniales, económicos, financieros y operativos”, el que será
llevado a cabo a través del órgano constitucionalizado para tal fin: la Auditoria General de
la Nación.
La misma normativa aclara que el control externo posterior del propio Congreso de la
Nación será ejercido por la Auditoria General de la Nación, quien será controlada a su vez,
por la Comisión Parlamentaria Mixta Revisora de Cuentas (art. 127, ley 24.156). Por su
lado, la Corte Suprema de Justicia de la Nación dispondrá sobre la modalidad y alcances de
la puesta en práctica del sistema instituido en la ley con relación al Poder Judicial de la
Nación.
Conforme el art. 127 del citado cuerpo constitucional, son sus atribuciones las de
aprobar o desaprobar en forma originaria la inversión de los caudales públicos efectuada
por los funcionarios y administradores de la Provincia, intervenir preventivamente en todos
los actos administrativos que dispongan gastos en la forma y alcances que establezca la ley,
realizar auditorías externas en las dependencias administrativas e instituciones donde el
Estado tenga intereses y efectuar investigaciones a solicitud de la Legislatura, informar a la
Legislatura sobre las cuentas de inversión del presupuesto anterior, en el cuarto mes de las
sesiones ordinarias, entre otras.
En algunos casos (art. 94 COM Córdoba y art. 101 COM Río Cuarto), se aclara que
las atribuciones y deberes del Tribunal de Cuentas, en el ámbito de sus competencias,
deben ejercerse sin efectuar juicios sobre criterios de oportunidad y conveniencia, lo que ya
venía siendo una exigencia de la doctrina especializada 103, aunque con los reparos tal como
seguidamente expondremos.
103
ZUCCHERINO, Ricardo, Tratado de derecho federal, estadual y municipal, T. II, Depalama, Bs. As.,
1992, pág. 407; ESTRADA, Eduardo, “Órganos de control. Juicio y Auditoría de cuentas”, en PEREZ
GUILHOU, Dardo y otros, Derecho público provincial. Instituto Argentino de Estudios Constitucionales y
Políticos, T. III, Depalma, Bs. As., 1993, pág. 251.
104
A diferencia del orden nacional en donde los arts. 102 y 117 de la ley 24.156 de Administración Financiera
prevén que el control llevado a cabo por la Sindicatura General de la Nación y la Auditoria General de la
Nación, es posterior.
control de juridicidad, ya que la terminología “legitimidad” o “legalidad” podría entenderse
prima facie demasiado apegada a la ley, olvidando de tal forma que la administración
moderna debe someterse a un contexto más amplio. Por ello, también son elementos de que
hacen a la juridicidad del acto la buena fe, la igualdad, la proporcionalidad, la
razonabilidad, el precedente, la eficacia, la eficiencia y la economicidad, entre otros 105.
Ahora bien, es sabido que el control previo o a priori se realiza una vez dictado el
acto administrativo que repercute en la hacienda pública, pero antes que adquiera eficacia,
es decir, de que produzca efectos jurídicos mediante la notificación, publicación y su
ejecución final106.
Sin la intervención previa del Tribunal de Cuentas, el acto no nace a la vida jurídica,
por lo que no puede ejecutarse al carecer de eficacia. “Aún en el supuesto de que el
administrado se hubiere notificado antes de la visación, de igual modo no nace a la vida
jurídica, pues esa notificación es invalida por prematura”107. El acto no visado es
insuceptible de generar derechos, o lo que es lo mismo, la observación del acto tiene por
efecto suspender su ejecución en todo o en parte 108, hasta tanto el órgano que lo dictó insista
en su cumplimiento lo que produce la cesación de la competencia del Tribunal de Cuentas y
su traslado al órgano parlamentario para el control político.
En nuestro país, este último control no se ha efectuado con la seriedad necesaria que
exige la Constitución (en algunos casos el Legislativo se limitó a una aprobación formal, y
en otros ni siquiera se pronunció o lo hizo tardíamente). Para la doctrina, la aprobación o el
rechazo debe hacerse por ley formal la que no podrá ser vetada por el Ejecutivo “pues
nunca el controlado puede fiscalizar al controlante”109.
109
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel y CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pag. 921.
D) PRESUPUESTO Y REASIGNACIÓN DE PARTIDAS.-
Con la reforma introducida con la ley 26.124 la segunda parte del artículo 37
establece ahora que: “Quedan reservadas al Congreso Nacional las decisiones que afecten
el monto total del presupuesto y el monto del endeudamiento previsto. El Jefe de Gabinete
de Ministros puede disponer las reestructuraciones presupuestarias que considere
necesarias dentro del total aprobado por cada ley de presupuesto, quedando comprendidas
las modificaciones que involucren a gastos corrientes, gastos de capital, aplicaciones
financieras y distribución de las finalidades”.
No debemos olvidar que este tipo de delegaciones no son nuevas en nuestro derecho:
fueron autorizadas con carácter temporal en los presupuestos del año 1998 al 2006
inclusive, circunstancia que violó el estudiado artículo 20 de la ley 24.156. En este sentido
María Angélica GELLI señala “que la practica institucional llevada a cabo por el Congreso
Federal ha vulnerado reiteradamente los términos del art. 20 de la ley 24.156 que dispone
como debe y como no debe realizarse el presupuesto”.
Ahora con esta delegación de naturaleza definitiva “...el Gobierno evita negociar los
superpoderes en el presupuesto de cada año con los legisladores, a quienes debe conceder
beneficios a cambio. De este modo, la vigencia de esta delegación de facultades no queda
sujeta a las cambiantes mayorías oficialistas, y los superpoderes permanentes les confieren
al Jefe de Gabinete la facultad sin plazos de reasignar partidas dentro del presupuesto...” 110.
Analicemos, pues, cuales son las razones por la cual sostenemos que esta reforma
quebranta nuestro sistema institucional republicano:
Por tal motivo, se viola el equilibro de distribución y división de poderes entre los
diferentes Departamentos de Estado, al otorgársele funciones de naturaleza legislativa al
órgano ejecutivo. Pero además se conduce inexorablemente al quebrantamiento del
principio de legalidad en materia presupuestaria al delegar incondicionalmente al Poder
Ejecutivo la facultad de modificar el destino de los gastos presupuestarios.
110
DUPUIS, Nicolás, “Los superpoderes del jefe de gabinete de ministros en el sistema presidencialista
argentino”, La Ley Actualidad, 17/08/06.
111
GARCÍA BELSUNCE, Horacio A., “En una república, aprobar la cuantía y el destino de los gastos
públicos es atribución indelegable del Poder Legislativo”, Periódico Económico Tributario, 27/07/06.
b) Como lo señaláramos, el presupuesto es un acto legislativo que, como tal, solo
puede entrar en vigor una vez publicado en los medios que la legislación establece. Es de la
esencia de todo gobierno republicano: hacer conocer sus actos de gobierno para que el
ciudadano pueda de esa manera controlar, en este caso, la totalidad de recursos y egresos
tanto económicos como financieros con que se cuenta. Por tal motivo, con esta facultad del
Jefe de Gabinete, en nuestra opinión, se desconoce el principio de publicidad de los actos
de gobierno y se pone en peligro el orden y transparencia que debe primer en la
administración del dinero público.
Sin embargo, analizando el art. 76 C.N., se puede extraer como consecuencia, que
dicha delegación vulnera gravemente el texto constitucional por diversas razones: la
delegación autorizada constitucionalmente es al Presidente y no al Jefe de Gabinete como
lo dispone la ley; solamente está permitida la delegación en materias de administración o de
emergencia pública, no en otras cuestiones netamente legislativas, como lo es el
presupuesto; no se establece un plazo fijado para su ejercicio, como lo ordena el texto
constitucional; y por último, esta facultad es sumamente amplia no estableciéndose las
bases por las cuales se debería haber limitado esta delegación.
f) Las amplias facultades del Jefe de Gabinete para con el presupuesto reasignado sin
controles previos, sin duda alguna incentiva a la corrupción del poder político para
satisfacer intereses personales o políticos no queridos. En este sentido nuestro país ha
ratificado La Convención Interamericana contra la Corrupción (ley 24.759) y la
Convención de las Naciones Unidas contra la Corrupción (ley 26.097), que por imperativo
constitucional cuentan con jerarquía normativa superior a las leyes.
El dato no es menor toda vez que nuestro país se obligó a considerar medidas
destinadas a crear “sistemas adecuados para la recaudación y el control de los ingresos del
Estado, que impidan la corrupción” (art. III.6 Convención Interamericana) y “adoptar
medidas apropiadas para promover la transparencia y la obligación de rendir cuentas en
la gestión de la hacienda pública” entre las que se encuentran por ejemplo los
“procedimientos para la aprobación del presupuesto nacional” (art. 9.2 Convención de
Naciones Unidas).
BULIT GOÑI, Enrique G., “El programa constitucional como directiva para el
legislador y como límite para el ejercicio del poder tributario”, en GARCÍA BELSUNCE,
Horacio A. (coordinador), Estudios de Derecho Constitucional Tributario, Depalma, Bs.
As., 1994, pag. 41 y ss.
BUTELER, Guillermo, Derecho Público Provincial, Abeledo- Perrot, Bs. As., 2011.
CORTI, Horacio G., Derecho Constitucional Presupuestario, Lexis Nexis, Bs. As.,
2007.
ELESPE, Douglas, “La nueva Carta Orgánica del Banco Central. Efectos,
oportunidad y conveniencia”, La Ley, 28/03/2012.
ESTRADA, Eduardo, “Órganos de control. Juicio y Auditoría de cuentas”, en
PEREZ GUILHOU, Dardo y otros, Derecho público provincial. Instituto Argentino de
Estudios Constitucionales y Políticos, T. III, Depalma, Bs. As., 1993.
GARCÍA BELSUNCE, Horacio A., “En una república, aprobar la cuantía y el destino
de los gastos públicos es atribución indelegable del Poder Legislativo”, Periódico
Económico Tributario, 27/07/06.
LUQUI, Juan Carlos, Derecho Constitucional Tributario, Depalma, Bs. As., 1993.
SESIN, Domingo J., “Conflictos de competencia entre las provincias y los municipios
en materia de poder de policía tributaria”, en Cuestiones de Intervención Estatal. Jornadas
organizadas por la Universidad Austral, Ediciones RAP, Bs. As., 2011, pag. 689 y ss.
SESIN, Domingo Juan, “La intensidad del control de los tribunales de cuentas frente
al nuevo milenio”, en Foro de Córdoba. Suplemento de Derecho Administrativo y
Constitucional, Nº 4, Córdoba, 2001, pag. 37 y ss.
SESIN, Domingo Juan “El necesario retorno del control preventivo del gasto
público”, en AAVV, Cuestiones de Control de la Administración Pública. Administrativo,
Legislativo y Judicial. Jornadas Organizadas por la Universidad Austral, Bs. As., 2010,
pag. y 673 y ss.
SOLER, Osvaldo, Tratado de Derecho Tributario, La Ley, 2001.
Petición simple: derecho a efectuar solicitaciones o planteos a las autoridades sin que ello
implique la posibilidad de sanción o castigo. La doctrina no es conteste en las
consecuencias de este derecho, en el sentido si existe para el Estado o autoridad el
consiguiente deber de responder; para un sector el derecho se agota con la presentación de
la petición; deber de responder cuando el solicitante de encuentre bajo una situación de
derecho subjetivo o interés legítimo pero no cuando solamente tiene interés simple; y para
otros, siempre existe el deber de responder, en término razonable – mas allá del resultado
de lo que se peticiona - porque en un sistema republicano existe la obligación de rendir
cuenta de sus actos y el principio de publicidad de los actos de gobierno ( SAGÜÉS).
Petición prohibida: el art. 22 CN señala que toda reunión de personas que se atribuya los
derechos del pueblo y peticione a nombre de éste comete delito de sedición. Se trata de una
disposición que al decir de Néstor SAGÜÉS se encuentra derogada por su no uso, ya que es
común que los oradores invoquen hablar en nombre del pueblo que dicen representar,
pertenece a otra época – 1853- en que la participación popular era retaceada..
De este derecho contemplado en el art. 14- asociarse con fines útiles – y del art. 33
en cuanto derechos implícitos que surgen del principio de la soberanía popular y la forma
republicana de gobierno, se sostuvo la constitucionalidad de los partidos políticos como los
actores indispensables del régimen democrático. Ello sin dejar de tener en cuenta la
declaración del art. 1 CN.
Así como encuentra cabida en los arts. 14 y 33 CN los partidos políticos sin
personería jurídica-política, también la encuentran otras expresiones asociativas que
intervienen en el proceso de adopción de decisiones políticas, sea en la etapa de consulta o
en ejercicio del derecho de peticionar. Algunas, expresamente encuentran su recepción
constitucional, tales los gremios ( art. 14 bis) o entidades defensoras de derechos de
usuarios y consumidores ( arts. 42) mientras que resulta innegable que las organizaciones
defensoras de derechos humanos en su accionar, están ejerciendo el derecho de asociación
con fines políticos.
DERECHOS POLITICOS PROPIAMENTE DICHOS.
Igual. El principio general es que “ una persona, un voto”, de tal modo que la
decisión exteriorizada mediante el sufragio de todo elector es igual a la de otro, sin que
ninguna circunstancia de tipo personal, motivara desigualdades, sea por tener propiedades,
educación, títulos universitarios, nivel de ingresos, estructura familiar, etc.
Secreto. La emisión del voto por parte del elector y la decisión que éste ha tomado
antes, durante y después de emitir su voto, queda en la conciencia exclusiva del votante, no
quedando obligado a exteriorizar su preferencia, de tal modo que corresponde al Estado
garantizar esa situación cuya importancia es tal para evitar presiones o influencias que
desnaturalicen la preferencia. Lo opuesto es el sufragio público, por el cual el elector de
viva voz exteriorizaba el nombre del candidato o fuerza política y en la mesa receptora de
sufragios, se anotaba tal decisión.
No existe un derecho a la reelección en el cargo que se está ocupando, sino que ello
depende de las características de cada sistema constitucional. Así en nuestro país, los
diputados y senadores pueden ser reelectos en forma indefinida, mientras que presidente y
vicepresidente pueden ser reelectos inmediatamente una vez; para serlo en otra
oportunidad, debe transcurrir un periodo completo. De igual modo en el Derecho Público
Provincial argentino, hay provincias cuya constitución local no admite la reelección
inmediata – caso de Santa Fe – otras que lo permiten en forma indefinida y otras que
admiten una reelección inmediata y para ser elegido nuevamente de debe dejar pasar un
periodo de gobierno. Cabe aclarar que la no reelección inmediata de gobernadores no viola
el principio de no discriminación toda vez que se aplica a todos los eventuales aspirantes a
ocupar el cargo y tampoco lesiona el principio democrático republicano, según lo afirme
María Angélica GELLI.
El 2do párrafo del art. 37 CN, establece que “ La igualdad real de oportunidades
entre varones y mujeres para el acceso a cargos electivos y partidarios se garantizará por
acciones positivas en la regulación de los partidos políticos y en el régimen electoral”
Norma que se complementa con la 2da. Disposición Transitoria de la Constitución, que
determina que “ las acciones positiva a que alude el art. 37 en su último párrafo no
podrán ser inferiores a las vigentes al tiempo de sancionarse esta Constitución y durarán
lo que la ley determine”
Hasta la Reforma de 1994, este derecho era uno de los no enumerados, de tipo
natural emergente de la soberanía popular. En el art. 36, en el Capítulo Nuevos Derechos y
Garantías, se consagra normativa en Defensa del Orden Constitucional, reafirmando la
vigencia de la Constitución aún cuando se interrumpiera su observancia por actos de fuerza.
Estos actos son considerados insanablemente nulos siendo sus autores pasibles de la
sanción prevista en el art. 29, inhabilitados a perpetuidad para ocupar cargos públicos y
excluidos del indulto y de la conmutación de penas, teniendo las mismas sanciones quienes
usurpen funciones. El tercer párrafo consagra el derecho de resistencia contra quienes
ejecutaren actos de fuerza enunciados en este artículo.
Producen representación. La imposibilidad del gobierno directo por todo el pueblo hace
que el sistema posible sea el representativo aunque enriquecido con la vigencia de
instituciones de democracia semidirecta. Por ello, las elecciones permiten que el electorado
seleccione y elija a las élites políticas, otorga un mandato representativo sustentado sobre
una base electiva y refleja el pluralismo de la sociedad en las instituciones políticas.
SISTEMA ELECTORAL.
Los sistemas electorales son un conjunto de métodos para traducir los votos de los
ciudadanos, en escaños o cargos electivos. Los votos son los puntos de entrada al sistema
electoral, y los cargos o escaños son los puntos de salida. Los componentes básicos de todo
sistema electoral son los siguientes:
Circunscripción electoral.
Forma de la candidatura.
Vincula a los votantes con los candidatos y a estos con los partidos políticos que los
nominan. La candidatura puede ser unipersonal, como es el caso de los cargos ejecutivos o
en las circunscripciones uninominales.
Es la forma de expresión o emisión del voto. Puede ser voto único en que el elector
emite un solo voto, cualquiera fuere el número de escaños o cargos legislativos a elegir,
pero en listas cerradas y bloqueadas. Mientras que el voto múltiple se le permite al elector
emitir tantos votos como escaños o cargos dispone una circunscripción, para las listas
abiertas y desbloqueadas. No debe confundirse con la variante de voto reforzado o múltiple
analizado anteriormente, porque mientras en esta la diferencia radica en que mientras que a
algunos electores se les asigna solamente un voto a otros, por diversas razones, se les
atribuye más de uno, generando diferencias atentatorias al principio de igualdad. Cuando en
este punto se trata el voto múltiple se le asigna lo misma cantidad a todos los votantes sin
diferencias.
A su vez, el sufragio puede ser directo o indirecto; en el primero existe una relación
inmediata entre elector y elegido; mientras que en el segundo, el votante elige a
intermediarios, electores o compromisarios quienes a su vez son los que elegirán las
autoridades. A partir de la Reforma de 1994, la elección presidencial es directa mientras
que con anterioridad a ella, era indirecta, ya que el votante elegía a electores quienes a su
vez elegían al presidente.
Barrera legal.
Es la cantidad mínima de votos que cada partido debe superar para tener derecho a
que se le aplique la fórmula electoral y pueda acceder al sistema de reparto de escaños. La
barrera legal es una cláusula de exclusión que consiste en un porcentaje mínimo de votos
que debe alcanzar una fuerza, ya que en caso contrario queda excluida del reparto. Se la
utiliza para evitar una excesiva fragmentación del sistema de partidos aunque obstaculiza a
que los partidos pequeños obtengan escaños; mientras más alto es la barrera más tiende el
sistema a concentrar los escaños en menos partidos. No obstante, la circunstancia que un
partido pueda lograr superar la barrera, no significa ello que automáticamente obtendrá
algún cargo o escaño, sino que solamente participa del sistema final de reparto.
Hay países que tienen un estricto sistema para determinar el calendario electoral o
mas precisamente la fecha de elecciones, incluso fijado a nivel constitucional. Otros fijan
un periodo dentro del cual deben realizarse las elecciones fijado por leyes. En ambos casos,
la fecha de elecciones es previamente conocida por las fuerzas políticas y cada una
desarrollará su estrategia para prepararse para enfrentar el acto comicial.
Las primeras, ya asignan una distribución fija entre las dos fuerzas políticas mas
votadas. Un ejemplo de ello es la denominada lista incompleta o del tercio excluido, por el
cual quien obtuvo mayor cantidad de sufragios, obtendrá dos tercios de los caros a cubrir,
mientras que el segundo obtendrá el tercio restante.
El presidente es elegido por elección directa, siendo todo el territorio del país
distrito único, por el sistema de doble vuelta electoral. Si en la primera, la formula mas
votada alcanzara más del 45% de los votos afirmativos y válidos, sus integrantes serán
proclamados presidente y vicepresidente. De igual modo, será proclamada, si la fórmula
mas votada hubiere alcanzado el 40% de los votos válidos afirmativos y existiere una
diferencia mayor de diez puntos porcentuales respecto a la fórmula que le sigue en orden de
votos. Fuera de estos supuestos, se realizará una segunda vuelta electoral entre las dos
fórmulas mas votadas dentro de los treinta días de celebrada la anterior.
De tal modo que someramente podemos realizar una clasificación de las fuerzas o
actores políticos que despliegan su accionar frente a las estructuras de poder
gubernamentales, actuando como una forma de contrapoder fáctico. Las fuerzas pueden
tener o no una forma organizativa, y en este último sentido encontramos fuerzas difusas
tales la opinión pública-que se manifiesta, entre otras, mediante las redes sociales, aunque
se exterioriza también en estructuras organizativas como los medios de comunicación . En
cambio, cuando cuentan con algún tipo de estructura organizativa evidencia ello la
existencia clara de comunidad de intereses entre sus miembros y una línea de acción
coordinada.
Estas fuerzas o actores políticos, pueden ser creados originariamente con una
finalidad no política pero que por su accionar se politizan y otros que son creados para
actuar en política, encontrándose entonces entre las fuerzas políticas colectivas organizadas,
a actores que se politizan y otros que son políticos propiamente dichos. Entre los primeros,
encontramos a los denominados grupos de presión y factores de poder, y en los segundos a
los partidos políticos.
Orgánicas
Partimos del concepto que de partidos políticos expone Italo LUDER , consistente
en una “agrupación organizada de ciudadanos, orientada hacia el poder, con un
programa político-social como ideal vinculatorio, para cuya realización interviene en
forma permanente en el proceso de formación de la voluntad estatal”. Lo cual nos
posibilita analizar sus diferentes elementos constitutivos:
1.- Elemento material. Conformado por un conjunto de ciudadanos que se organizan con
carácter permanente; de tal modo que lo humano y lo organizativo se enlazan entre si. Las
personas, exteriorizan su adhesión o pertenencia al partido, mediante la suscripción de la
ficha afiliatoria – aspecto jurídico – y realización de actividades militantes- aspecto
político- mientras que conforman una estructura orgánica permanente, con autoridades y
funciones.
2.- Elemento ideal. El partido tiene su ideario, programa o bases doctrinarias que lo
diferencian de otros, evidencian su modo de interpretar la realidad y la concepción de la
sociedad y estado.
3.- Elemento finalista. Si bien el objetivo final partidario es alcanzar el poder político
estatal mediante la participación en procesos electorales limpios, libres y competitivos,
también están llamados a cumplir otras funciones sumamente importantes, tales como
participar del proceso de mediación política, vinculando Sociedad y Estado, sea
articulando intereses que consiste en trasladar los reclamos o demandas sociales a las
estructuras estatales sea combinando intereses, transformando en propuestas políticas
públicas tales reclamos en función del ideal partidario. Forman ciudadanos y realizar
educación política no solamente a sus miembros sino a la sociedad en general, por lo que
deben capacitar a dirigentes y candidatos. Generar opinión pública.
4.- Elemento formal. Ser reconocido como partido político con el otorgamiento de la
personalidad jurídica-política, que lo habilita a participar de los procesos electorales.
1.- La creación y ejercicio de sus actividades son libres, dentro del respeto a la
Constitución. El Estado por lo tanto no puede crear partidos políticos, sino que estos son
expresión de la sociedad, por lo que los ciudadanos tienen libertad para crearlos y de
acción para el ejercicio de sus actividades como tales. No obstante, la creación y ejercicio,
se encuentran limitados por la propia Constitución que puede regularlos y controlarlos.
3.- La organización interna debe asignarle representación a las minorías, de tal modo que
diversas fracciones internas partidarias puedan formar parte de la estructura de autoridad y
de candidatos. Deben respetar la paridad de género.
7.- Los partidos políticos deben dar a publicidad el origen y destino de sus fondos y
patrimonio. Es la contrapartida a lo anterior, en el sentido que deben presentar balances y
rendiciones de cuentas a la Justicia con competencia electoral.
REGIMEN LEGAL
Los partidos se extinguen - implica esto la disolución del partido - lo que ocurre por
decisión de sus afiliados, por impartir instrucción militar a sus miembros u organizarlos
militarmente.
En todos los casos, tanto la caducidad como la extinción, son decididas – no por el
poder político gubernamental – sino por el Poder Judicial, en un proceso en el cual el
partido puede ejercer su derecho de defensa.
PROSCRIPCIONES PARTIDARIAS.
Es que para una mejor satisfacción de sus intereses particulares, las personas se
agrupan en forma esporádica o permanente, En la medida que actúan dentro del campo
societario sin ejercer influencia sobre las estructuras estatales, estamos en presencia de los
denominados grupos de interés. Pero, cuando ya se trata de captar o influir sobre la
voluntad de los ocupantes formales de las estructuras de poder gubernamental para
orientarlas en un sentido determinado mediante la utilización de alguna técnica o método,
estamos en presencia de grupos de presión.
La principal diferencia entre estos y los partidos políticos, radica no solamente por
pretender ejercer influencia directa sobre autoridades o indirecta por su incidencia en la
opinión pública, sino porque en principio los grupos de presión no buscan lograr el poder
político sino en influir sobre él, por lo que carecen de responsabilidad política, toda vez que
formalmente las decisiones son tomadas por las autoridades representativas elegidas sin
importar los argumentos que se esgrimieron sobre estas para que adoptaran tales decisiones
y no otras.
Por ello, podemos seguir la conceptualización que Miguel JEREZ realiza sobre los
grupos de presión, entendido como “ una organización o colectivo de personas – físicas o
jurídicas - que ante todo busca influir en política o promover sus ideas dentro de un
contexto económico y político determinado, incidiendo en el proceso de toma de decisiones
mediante su actuación sobre los poderes ejecutivo, legislativo y judicial – directamente o a
través de la opinión pública – para intentar moldear la formulación de políticas públicas y
condicionar su implementación”
Encontramos grupos que defienden los intereses de la industria – UIA- del campo –
SRL-, sindicales – sindicatos y CGT- consumidores- asociaciones que defienden los
derechos de éstos – entre otros, que utilizando recursos y su capacidad de influencia, tienen
facilidad y frecuencia de acceder al proceso de toma de decisiones. Los métodos de
actuación son diversos: a) persuasión, suministrar información y argumentos para lograr
convencer a las autoridades , que las demandas y propuestas del grupo son justas y deben
ser satisfechas; b) amenaza o intimidación, si el anterior no logra éxito, entonces se recurre
a amenazas de diversa índole: económica, no apoyar económicamente al partido de
gobierno en las próximas elecciones; política- electoral, retirar su apoyo público a
determinados candidatos en las próximas elecciones; generar opinión pública desfavorable
al gobierno; c) dinero o soborno, mediante la figura penal del cohecho para lograr la
voluntad de un funcionario; d) medios de acción directa, como huelgas, lock out patronal,
manifestaciones.
2.- El factor de poder, es toda fuerza- en acto o en potencia – que el poder político
debe contar o tenerla en cuenta en el momento de adoptar ciertas decisiones públicas.
Podemos decir que un grupo de presión se transforma en factor de poder, cuando la
intensidad y generalidad de la presión llega a asociarse a la toma de decisiones o lo
condiciona de manera especial. Es decir que, cuando por la generalidad de las pretensiones
tienen estas una amplitud de una suerte de programa político de conjunto con marcada
gravitación sobre la conducción política, estamos ante un factor de poder.
En todos los casos, es imprescindible que las autoridades públicas tengan en cuenta
para la toma de decisiones, todo aquello que tienda a la satisfacción del Bien Común, y si
bien es cierto que en determinadas circunstancias las pretensiones particulares de grupos
también coadyuvan a alcanzarlo, en otras los intereses sectoriales y particularistas no
pueden postergar al Bienestar General, como fin a alcanzar tal lo dispone nuestro
Preámbulo..
EL PODER LEGISLATIVO
I.- RECAPITULANDO.-
De tal manera entonces, y atento nuestro país haber adoptado un sistema de gobierno
republicano (art. 1 C.N.) de división de poderes, lo que obedeció a la necesidad de evitar el
abuso del poder con el convencimiento de que el recíproco control de los tres
departamentos evitará la producción de extralimitaciones con la consiguiente garantía para
los ciudadanos112, corresponde el abordaje de la estructura de los principales órganos de
gobierno, sus competencias, su composición y de las relaciones entre ellos, en fin, la
distribución del poder político entre diversos entes y su control reciproco, lo que se ha dado
en denominar por los autores más prestigiosos como el Derecho Constitucional del
Poder113.
Como se sabe, nuestra Carta Magna, al haber adoptado una Forma de Estado Federal,
reconoce –basada en antecedentes históricos y motivadas por causas geográficas, étnicas,
políticas e ideológicas- la existencia de dos órdenes de gobierno: El Estado Federal, la
Nación Argentina, y los Estados Federados, las provincias. El primero, es caracterizado
como soberano pues se constituye como un poder supremo que no reconoce autoridad
superior, y junto a éste las provincias, erigidas como autónomas, que, si bien deben
adaptarse a la Nación, tienen facultades de darse sus instituciones y regirse por ellas sin
intervención del gobierno central. Y, por último, dentro de los niveles institucionales, cabe
destacar a los municipios y a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Cada uno de estos
órdenes de gobierno coinciden con los dos grandes Títulos que componen la Segunda Parte
de la Constitución Nacional, denominado Autoridades de la Nación: Titulo Primero
Gobierno Federal, y Titulo Segundo Gobiernos de Provincia.
112
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, Editorial Plus Ultra, Bs. As., 1997,
pág. 395.
113
BIDART CAMPOS, German J., Manual de la Constitución Reformada, T. 3, EDIAR, 1997, pág. 9 y ss.
considerado –con matices- para los Poderes Legislativos provinciales (generalmente
denominadas Legislaturas) y Concejos Deliberantes municipales.
En sus orígenes, los parlamentos nacen como órganos de control los cuales debían
ratificar y aprobar algunos actos dictados por el rey, ya que los usos y costumbres, junto a
diversas normas generales sancionadas por el rey asesorado por los dictámenes de su
consejo consultor, constituían las leyes del reino.
Finalmente, también actúa como resorte de los reclamos sociales, siendo fiel
expresión de su voluntad, de tal manera se infiere que las leyes que emergen de ese órgano
legislativo, son producto y consecuencia de la voluntad real del pueblo, de sus necesidades,
valores, creencias, sus fines, cuya identidad con la norma facilita su aplicabilidad y respeto
por parte de la sociedad114.
114
BARONE, Lorenzo Daniel (coordinador), Derecho Constitucional y Administrativo. Con orientación en
Ciencias Económicas, Edición 2018, Córdoba, pág. 254.
En definitiva, y tal como expresa ROSATTI, el Poder Legislativo en la Argentina
trata de un órgano constitucional por su origen, complejo por su estructura, pluripersonal
por su integración, representativo por la selección de sus integrantes y deliberativo por la
naturaleza de su actividad115.
A) ESTRUCTURA BICAMERAL.-
115
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, 2° edición ampliada y actualizada, T. II,
Rubinzal- Culzoni Editores, Santa Fe, 2017, pág. 263.
116
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pág. 265..
permitir la mayor representación plural del país y al mismo tiempo el pleno respeto a las
autonomías provinciales.
Se optó por el sistema bicameral, entre otras alternativas posibles, tales como el
unicameralismo, que no tuvo suficiente predicamento en nuestra tradición política a nivel
país, aunque sí lo es en el ámbito provincial. O incluso, el pluricameralismo, cuya última
instrumentación conocida –según Mario MIDÓN- data de la Constitución francesa de 1799,
que admitía cuatro cámaras: una preparaba los proyectos, otra los discutía sin votarlos, una
tercera los votada, sin discutirlos, y la cuarta controlaba la constitucionalidad del texto
sancionado117.
Sin perjuicio de estas opiniones, también validas, sí es cierto que la práctica política
se ha encargado de demostrar que ese marco representativo en la realidad no funciona del
117
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit. 397.
118
RAMELLA, Pablo A., Derecho Constitucional, Segunda edición actualizada, Ediciones Depalma, Bs. As.,
1982, pág. 648.
119
BIDEGAIN, Carlos María, Cuadernos del Curso de Derecho Constitucional, Vol. IV, Abeledo-Perrot, Bs.
As., pág. 29 y ss.
modo auspiciado por la Norma Constitucional. Sólo formalmente los diputados representan
a la Nación, y los senadores a las provincias, porque unos y otros responden –a veces
exageradamente- a las directivas partidarias emanadas de la asociación política que los
ungió en la banca, muchas veces en contra de la representación que invocan. Solo así se
explica, por ejemplo, la vigencia de numerosas leyes –naturalmente con el aval del Senado-
que han contribuido a acelerar el proceso de desfederalización120.
Con respecto a ambas Cámaras, en consonancia con la forma republicana, todos los
mandatos legislativos son periódicos y de renovación parcial a fin de asegurar, a la vez, el
cambio y la continuidad legislativa121. No obstante, el Texto Constitucional no prevé límites
a los mandatos de los legisladores, tal como sí efectivamente se hizo en el caso del Poder
Ejecutivo limitando la reelección a un período. No se aprovechó la Reforma Constitucional
del año 1994 para tales fines, lo que genera suspicacias, atento las inmunidades que gozan
los parlamentarios en nuestro país.
120
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 398.
121
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, T. II, Rubinzal- Culzoni, Editores, Santa Fe, 2001, pág. 1005.
ante el caso de traslado de la Capital, hipótesis que en los últimos años ha tenido
consagración legislativa aunque no materialización concreta122.
Para ser diputado, la Carta Magna exige haber cumplido veinticinco años, tener
cuatro años de ciudadanía en ejercicio, y ser natural de la provincia que lo elija, o con dos
años de residencia inmediata en ella (art. 48 C.N.). Duraran cuatro años en sus funciones,
pudiendo ser reelegibles –según se dijo antes en forma indefinida-, pero la sala -cabe
aclarar- se renovará por mitades cada dos años (art. 50 C.N.). La renovación por mitades,
sumado al sistema electoral por distrito, hace que cada dos años, todas las provincias elijan
diputados, a diferencia de la Cámara de Senadores, tal como se verá a continuación.
122
DROMI, Roberto y MENEM, Eduardo, La Constitución Reformada. Comentada, interpretada y
concordada, Ediciones Ciudad Argentina, Bs. As., 1994, pág. 196.
123
BARONE, Lorenzo Daniel (coordinador), Derecho Constitucional y Administrativo. Con orientación en
Ciencias Económicas, ob. cit., pág. 256.
La renovación parcial de las Cámaras (cada dos años) tiene como fin establecer
transiciones con continuidad, por la experiencia de que los antiguos representantes aportan
a los recién ingresados en el funcionamiento interno de la Cámara. Por otro lado, las
elecciones cada dos años implican un severo examen para el oficialismo que puede
convalidar o no el apoyo popular y abre las compuertas a la crítica reglada y dentro del
sistema, para los disconformes con las políticas públicas instrumentadas124.
Por su lado, la Cámara de Senadores estará integrada por tres senadores por cada
provincia y tres por la Ciudad de Buenos Aires, elegidos en forma directa y conjunta por el
pueblo de su provincia, correspondiente dos bancas al partido político que obtenga el mayor
número de votos, y la restante al partido político que haya logrado el segundo lugar en la
votación. Aclara el art. 54 de la Constitucional Nacional que “cada senador tendrá un voto”,
lo que transita en consonancia con lo puesto en crisis por BIDEGAIN.
125
SAGÜÉS, Néstor Pedro, Elementos de derecho constitucional, T. 1, Astrea, Bs. As., 1993, pág. 245.
banca senatorial patrimonio, generalmente, de exponentes de marcada relevancia en la vida
pública nacional”126.
Por otro costado, cabe destacar también que cada una de las Cámaras decide cuáles
son sus autoridades, según lo estipule su reglamento interno. No obstante, nuestra
Constitución advierte que el Vicepresidente de la Nación será el presidente natural del
Senado, el que sólo tendrá voto en caso de empate (art. 57 C.N.). En caso de ausencia de
éste último, o cuando ejerza funciones de Presidente de la Nación, el Senado deberá
nombrar un presidente “provisional” que lo suplantará en sus funciones (art. 58 C.N.).
A) CONCEPTO.-
126
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 404.
127
GENTILE, Jorge Horacio, Derecho Parlamentario Argentino, Ediciones Ciudad Argentina, Bs. As., 1997,
pág. 71.
El Derecho Parlamentario es la parte del Derecho Constitucional (“Del Poder”, o sea,
“parte orgánica”) que se ocupa de la constitución, privilegios y funcionamiento de los
cuerpos parlamentarios128.
128
BIDART CAMPOS, Germán J., Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, T. 2°, Ediar, Bs.
As., 1998, pág. 77.
129
GENTILE, Jorge Horacio, Derecho Parlamentario Argentino, ob. cit., pág. 19 y 27.
consideran sesiones especiales a aquellas que se celebran en días y horas no
preestablecidos130.
Puede derivarse, entonces, que estas disposiciones indican que el Poder Legislativo, a
diferencia del Ejecutivo y Judicial, admite intervalos de gestión. Pero fuera del paréntesis
en que las Cámaras no sesionan, en los tiempos que realizan su actividad para ejercer las
competencias atribuidas, su aptitud puede ser plena o limitada, según el período en que se
las ponga en práctica131.
Como se sabe, el status formal y jurídico de las Cámaras es igualitario, ya que tienen
la misma valencia y que –en general- deben actuar ambas para que la voluntad del órgano –
cuando menos en materia legislativa- se manifieste 132. Asimismo, normalmente las dos
Cámaras que integran el Congreso de la Nación deben sesionar simultáneamente (art. 65
C.N.), pero en forma independiente una de la otra.
Sin embargo, hay ciertas situaciones excepcionales previstas por la Constitución, por
las cuales ambas Cámaras funcionan conjuntamente como un solo cuerpo a través de lo que
se denomina Asamblea Legislativa. Tales supuestos son: a) para admitir o desechar los
motivos de dimisión (renuncia) del presidente y vicepresidente, y declarar -en caso de
corresponder- el llamado a una nueva elección; b) para que el presidente y el vicepresidente
tomen posición de su cargo prestando juramento; c) la apertura de las sesiones ordinarias
del Congreso; d) designación del funcionario público que se hará cargo de la presidencia en
caso de acefalía; y e) la proclamación del Presidente y Vicepresidente. Fuera de estos
supuestos, cada una de las Cámaras que componen el Congreso de la Nación trabajan en
forma simultánea, pero separada.
130
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pág. 320.
131
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 416.
132
Una excepción a este criterio lo marca el mecanismo congresional de aprobación de las decisiones
materialmente legislativas por el Poder Ejecutivo, conforme a lo dispuesto por el art. 24 de la ley 26.122.
Dicha cláusula, en la medida en que dispone que es necesario el rechazo “por ambas Cámaras del Congreso”
para lograr la derogación de las decisiones ejecutivas materialmente legislativas, afirma que la aprobación de
cada una de ellas tiene pleno efecto ratificatorio. Para ROSATTI, a lo que coincidimos, se trata de una
disposición de dudosa constitucionalidad atendiendo a una interpretación lógica de los arts. 82 (prohibición de
sanción legislativa tácita o ficta) y 81 (prohibición de proseguir con el tratamiento de un proyecto desechado
totalmente por una de las Cámaras) de la Constitución Nacional (ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho
Constitucional, ob. cit., pág. 273).
En la actualidad, no existe ningún procedimiento ni reglamentación establecido para
el caso que el Congreso se reúna en Asamblea, salvo el supuesto de la designación del
funcionario público que ha de desempeñar la presidencia en caso de acefalia, cuyo
funcionamiento es precisado por la ley 20.972. Razón por la cual ha llevado a la doctrina
especializada a manifestar la necesidad de dictar el Congreso un reglamento que establezca
el procedimiento de la denominada Asamblea Legislativa, como existe en otros países y
provincias argentinas133.
Por otro lado, el texto constitucional condiciona el inicio de cada sesión a la presencia
de la mayoría absoluta de los miembros en sus bancas, denominada técnicamente como
quórum. A tal fin, los Parlamentos instauran incluso un sistema de contabilización digital a
través de censores ubicados en cada curul (puesto o silla) de los congresales.
La actuación de los bloques permite conjugar las directivas partidarias con el criterio
particular de los legisladores, da consistencia a la representación política, en cuanto permite
visualizar el espectro de la Cámara según la posición de cada bancada en relación con el
tratamiento de los temas, y evita la atomización de expresiones que tomadas
individualmente pueden diluirse.
En primer lugar, prohíbe a los parlamentarios recibir empleo o comisión del Poder
Ejecutivo, sin previo consentimiento de la Cámara respectiva, excepto los empleos de
escala (art. 72 C.N.), entendiendo por tales a los que se sitúen dentro de los escalafones de
la Administración Pública y en la medida en que el acceso a dicho empleo de “carrera” sea
previo al ejercicio de la función de legislador, pues de lo contrario podría presumirse que se
utilizó éste para acceder a aquel135.
Tampoco los congresistas podrán asumir como Ministros sin renunciar a su banca
(art. 105 C.N.). Por su lado, los eclesiásticos ni los gobernadores de provincia tampoco
podrán ser miembros del Congreso (art. 73 C.N.). A lo que cabe sumar -aunque la norma no
lo diga expresamente- que los jueces en ejercicio tampoco podrán ser legisladores.
Por último, en este tema debemos agregar las incompatibilidades éticas que son
impuestas por las normas morales y por el concepto de buenas costumbres que pueda estar
134
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., 1997, pág. 422.
135
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 1018
determinado, en orden a su contenido, por la idea política dominante en la sociedad.
Carecen de sustento expreso, y su marco varía según las épocas, las costumbres y las
personas. De tal manera, entendemos –junto a prestigiosa doctrina- que los legisladores
tienen el deber ético de no intervenir en aquellos estudios, debates o votaciones en los
cuales se consideran temas que están directa o estrechamente relacionados con sus intereses
individuales de tipo patrimonial, o con los intereses económicos de personas, empresas o
entidades a las cuales estuvieron o están ligados y aunque no obtengan un beneficio
personal136.
Por último, no debe dejar de marcarse que el art. 74 de la C.N. ordena que los
servicios de los senadores y diputados, sean remunerados por el Tesoro de la Nación, con
una “dotación” que señalará la ley. No se trata de un privilegio, como ha dicho parte de la
doctrina, sino de una remuneración como cualquier otra del ámbito público –aunque se la
denomine normalmente “dieta”, y como tal, es pasible de las retenciones, aportes y tributos
que tienen estos ingresos. Y aunque, en algún momento histórico las remuneraciones de los
legisladores, al igual que la de los jueces, han estado eximidos del impuesto a las ganancias,
actualmente aquellos oblan este tributo139.
Dos son, entonces, las razones que sostienen la vigencia de las inmunidades
parlamentarias: la conservación, independencia y seguridad del Congreso, por un lado, y la
eficacia de la labor legislativa y de control, por el otro. Esa fundamentación sostiene el
alcance de cada una de las prerrogativas y sus límites, en la relación con los otros poderes y
en la eventual afectación de derechos subjetivos140.
No obstante, la tendencia en los últimos años, tanto desde el ámbito político como
jurídico, es acotar o limitar estas garantías, en una clara señal ante la sociedad de que las
mismas no deben ser entendidas como un espacio de protección personal, sino funcional, ya
que éste fue el verdadero espíritu que le aseguró el constituyente 141. Prueba de ello, no
solamente es la sanción de la ley 25.320 donde el propio Congreso ha debatido y aclarado
el alcance de tales garantías, sino también en el ámbito del Derecho Público provincial en
140
GELLI, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina. Comentada y Concordada, ob. cit., pág.
430.
141
BARONE, Lorenzo Daniel (coordinador), Derecho Constitucional y Administrativo. Con orientación en
Ciencias Económicas, ob. cit. 267.
donde en las Constituciones provinciales el alcance de las inmunidades es mucho más
acotado.
Por último cabe aclarar que, tal como lo ha señalado la Corte Suprema de Justicia de
la Nación en la causa “Sala, Milagro Amalia Ángela y otros s / p. s . a. asociación ilícita,
fraude a la administración pública y extorsión” (de fecha 5 de diciembre de 2017), estos
fueron son excepcionales y no pueden ser extendidos a supuestos no previstos en la
Constitución Nacional, por lo tanto, aquel tribunal declaró la inconstitucionalidad del art.
16 de la ley 27.120 que otorgaba a los parlamentarios del Parlasur las mismas inmunidades
que la Carta Magna le confiere a los diputados nacionales.
B) GARANTÍAS COLECTIVAS.-
142
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 1036.
2) el dictado de su reglamento interno (art. 66): importa la capacidad o competencia
para determinar su propia organización y pautas que garanticen el funcionamiento real de la
Cámara y de sus integrantes. Cada Cámara tiene su propio reglamento interno que
constituye su marco normativo.
143
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pág. 289.
una de las Cámaras, en los sistemas parlamentarios se la conoce como “interpelación”, solo
que en el nuestro –salvo el caso del Jefe de Gabinete de Ministros (art. 101)- el Congreso
no está atribuido para remover a los ministros. Estos no pueden rehusarse a concurrir, ni
omitir elaborar y presentar los informes solicitados, caso contrario, caen en la causal de
juicio político.
C) GARANTÍAS INDIVIDUALES.-
144
BARONE, Lorenzo Daniel (coordinador), Derecho Constitucional y Administrativo. Con orientación en
Ciencias Económicas, ob. cit., pág. 269.
Inmunidad de opinión. Conforme el art. 68 de la C.N., ninguno de los miembros del
congreso puede ser acusado, interrogado judicialmente, ni molestado por las opiniones o
discursos que emita desempeñando su mandato de legislador. Es un reaseguro para no
permitir restricciones por sus dichos y expresiones, siendo su objetivo central el no callar
voces, y se asienta en la facultad de control y limitación que tiene el Poder Legislativo
sobre los otros dos poderes.
Inmunidad de arresto. El art. 69 de la C.N. reza que ningún legislador desde el día de
su elección hasta el de su cese, puede ser arrestado, excepto en el caso de ser sorprendido
in fraganti (cometiendo el ilícito penal). No obstante, ésta se vincula con el proceso de
desafuero regulado por los arts. 68 y 70 de la C.N. y por la ley 25.320, que se verá a
continuación.
Así es que el art. 1° de la ley 25320 señala que “Cuando, por parte de juez nacional,
provincial o de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se abra una causa penal en la que se
impute la comisión de un delito a un legislador, funcionario o magistrado sujeto a
desafuero, remoción o juicio político, el tribunal competente seguirá adelante con el
procedimiento judicial hasta su total conclusión. El llamado a indagatoria no se considera
medida restrictiva de la libertad pero en el caso de que el legislador, funcionario o
magistrado no concurriera a prestarla el tribunal deberá solicitar su desafuero, remoción
o juicio político. En el caso de dictarse alguna medida que vulnera la inmunidad de
arresto, la misma no se hará efectiva hasta tanto el legislador, funcionario o magistrado
sujeto a desafuero, remoción o juicio político no sea separado de su cargo. Sin perjuicio
de ello el proceso podrá seguir adelante hasta su total conclusión” y se aclara que “No se
podrá ordenar el allanamiento del domicilio particular o de las oficinas de los legisladores
ni la intercepción de su correspondencia o comunicaciones telefónicas sin la autorización
de la respectiva Cámara”.
Finalmente, debe advertirse que el art. 3 de la ley, aclarando el supuesto del art. 69 –
arresto in fraganti- entiende que no se requiere autorización en el momento del acto de
detención, pero sí a posteriori, ya que la Cámara se debe expedir si habilita la continuidad
de esa detención: “Si un legislador hubiera sido detenido en virtud de lo dispuesto por el
artículo 69 de la Constitución Nacional, el tribunal pondrá inmediatamente en
conocimiento del hecho al cuerpo legislativo correspondiente, quien decidirá por los dos
tercios de los votos, en sesión que deberá realizarse dentro de los 10 días, si procede el
desafuero. En este caso se actuará conforme al artículo 70 de la Constitución Nacional.
Para el caso de denegar la Cámara el desafuero, el juez dispondrá la inmediata libertad
del legislador”.
De tal manera, por lo explicado, puede concluirse que, con la legislación vigente que
reglamenta –y reinterpreta las garantías- la inmunidad de proceso –tal como se conoció
originalmente- ha desaparecido, no así la figura del desafuero que subsiste en los casos y
con los alcances que la C.N. y la norma comentada lo habilita145.
A) CLASIFICACIÓN.- NOMINACIÓN.-
Así las cosas, con respecto a las primeras, siguiendo en este punto a los Profesores
ILDARRAZ, ZARZA MENSAQUE y VIALE146, podemos clasificar las principales
competencias del Congreso de la Nación en:
1.- Institucionales: estas las vemos materializadas en la ley que declara la Capital de
la República, leyes reglamentarias de los derechos individuales, ley de ética pública, ley
reglamentaria de los denominados institutos de democracia semi-directa, ley de
presupuestos mínimos ambientales, ley de defensa de la competencia y protección de los
consumidores, leyes orgánicas de la Auditoria General de la Nación, del Defensor del
Pueblo, del Consejo de la Magistratura, del Jurado de Enjuiciamiento, del Ministerio
Público, etc.
146
ILDARRAZ, Benigno, ZARZA MENSAQUE, Alberto, VIALE, Claudio, Derecho Constitucional y
Administrativo, Ediciones EUDECOR, Córdoba, 1999, pág. 242 y ss.
5.- Militares: autorizar al Poder Ejecutivo a que declare la guerra o haga la paz u
ordene represalias, fijar las fuerzas armadas y dictar las normas de su funcionamiento,
permitir la introducción de tropas extranjeras en el territorio nacional y la salida de las
nacionales fuera de él, etc.
7.- De los límites: arreglar definitivamente los límites del territorio de la Nación, fijar
los de las provincias, crear otras nuevas y determinar la organización, administración y
gobierno que deben tener los territorios nacionales, proveer a la seguridad de las fronteras,
etc.
B) LA DELEGACIÓN LEGISLATIVA.-
Por su lado, la cláusula transitoria 8° del mismo texto legal ordenó que la legislación
delegada preexistente que no contenga plazo establecido para su ejercicio caducará a los
147
HERNÁNDEZ, Antonio María (director), Derecho Constitucional, T. II, La Ley, Bs. As., 2012, pág. 1383.
cinco años de su vigencia excepto aquella que el Congreso de la Nación ratifique
expresamente por una nueva ley. Sin perjuicio de ello, desde el año 1999 el Parlamento
viene renovando sus facultades transferidas al Ejecutivo en forma sistemática a través del
dictado de sendas leyes.
Tenemos para nosotros que sin dudas la Norma Fundamental pretendió ser muy
estricta con los reglamentos delegados, prohibiéndolos con un énfasis similar a la veda que
pesa sobre la esclavitud, la confiscación, el otorgamiento de suma de poder público, el
ingreso de residuos peligrosos, entre otros, habida cuenta que la delegación legislativa
integra la categoría de fenómenos disvaliosos que el convencional quiso finalmente
erradicar.
Sin embargo, en contraposición al efecto querido por la norma, quizás por la amplitud
de la materia “emergencia” y “administración pública” quizás por la falta de plazo (y/o su
permanente prorroga) e imprecisión de las “bases”, en la práctica constitucional
encontramos un uso intensivo de dicho instrumento (que debió ser de naturaleza
excepcional) utilizándolo el poder político en forma desmesurada, abarcando prácticamente
todo el rincón de la vida jurídica de nuestra país, lo que genera –en última instancia- un
vaciamiento de las competencias del Congreso de la Nación y con ello, un progresivo
proceso de desconstitucionalización de nuestro Estado de Derecho.
C) EL JUICIO POLÍTICO.-
Mención aparte merece el análisis del juicio político, que puede ser definido como un
procedimiento de destitución de importantes funcionarios antes que finalicen sus mandatos
para el cual fueran designados, basado en causales preestablecidas.
En este proceso de deposición deben intervenir las dos Cámaras de Congreso, pero
cada una de ellas ejerciendo funciones privativas y con alcances distintos. La Cámara de
Diputados ejerce el derecho de acusar ante el Senado al Presidente, Vicepresidente, al Jefe
de Gabinete de Ministros, a los Ministros y a los miembros de la Corte Suprema en las
causas de responsabilidad política que se intente contra ellos, fundadas en las causales de
mal desempeño, delito en el ejercicio de sus funciones o por crímenes comunes, después de
haber conocido de ellos y declarado haber lugar a la formación de la causa por la mayoría
absoluta de dos terceras partes de sus miembros presentes (art. 53 C.N.).
148
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 1068.
149
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 1070.
Por su lado, al Senado le corresponde juzgar a los acusados por la Cámara de
Diputados, pudiendo declararlos culpables mediante la mayoría agravada de los dos tercios
de sus miembros presentes, teniendo su fallo el solo efecto de la destitución del acusado, y
en su caso, la inhabilitación para ejercer cargos públicos, quedando el funcionario removido
sometido a la acusación, juicio y castigo conforme a las leyes vigentes ante los tribunales
ordinarios (arts. 59 y 60 C.N.).
En la tramitación del juicio político deberán respetarse todas las garantías y derechos
constitucionales, no pudiéndose desconocer la garantía de defensa del acusado, no podrá
aplicarse legislación retroactiva, se deberá respetar el quórum y la mayoría para dictarse
resolución. El resto, es decir, la decisión en sí misma, es de plena valoración política y
discrecional, no estando por lo tanto sujeta a revisión judicial. En este sentido, la
jurisprudencia de la Corte Suprema de la Nación se inclinó por considerar la destitución de
las autoridades por juicio político una “cuestión política no justiciable”, salvo que se haya
comprometido en el tramite el derecho de defensa en juicio del acusado (caso “Nicosia” de
1993, Fallos: 316:2920, entre muchos otros).
Como se señalara más arriba, el producto del Congreso por antonomasia es la ley.
Pero como la actividad legislativa no solo se realiza por el Congreso, sino a través del
quehacer de otros órganos fue preciso formular una distinción entre la ley en sentido formal
y la ley en sentido material. La primera denominación es reservada a las normas dictadas
150
RAMELLA, Pablo A., Derecho Constitucional, Segunda edición actualizada, ob. cit., pág. 679.
por el Congreso de la Nación que surgen como consecuencia del respeto al proceso de
formación y sanción de las leyes establecidas detalladamente por nuestra Carta Magna. En
cambio, reciben el nombre de leyes materiales, aquellas, que si bien denotan actos de
carácter general y abstracto aplicable a un grupo indeterminados de destinatarios, al igual
que las anteriores, en este caso, emanan de la exclusiva voluntad de otros órganos (Poder
Ejecutivo, Ministros) y respecto de las que no se observa el trámite que se sigue para el
dictado de las leyes formales (decretos, resoluciones, reglamentos, etc.).
151
MIDON, Mario, Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 457.
Ejecutivo y la ciudadanía a través de la iniciativa popular, y de acuerdo a los requisitos y
límites establecidos en la norma reglamentaria, lo que será abordado más adelante.
2.- La discusión y sanción por las Cámaras: el proyecto, que podrá (en principio)
ingresar por cualquiera de las Cámaras -denominada a los efectos del trámite legislativo
como “cámara de origen”- será remitido a la Comisión pertinente para su estudio. Si hay
voluntad política, la Comisión emitirá un despacho por la afirmativa aconsejando a la
Cámara en su pleno la aprobación del proyecto. Habitualmente, las Cámaras para expedirse
sobre la viabilidad de un proyecto, requieren generalmente el consejo de la respectiva
comisión, sin embargo, reuniendo una mayoría calificada de dos tercios la Cámara misma
puede constituirse en comisión y despachar por sí el asunto, dándole directo tratamiento, lo
que se denomina tratamiento “sobre tablas”.
A partir de allí, el proyecto cuenta con “media sanción”, y será girado a la otra
Cámara –llamada “cámara revisora”- para su tratamiento respetando el mismo circuito
legislativo que su antecesora, y en caso de su aprobación, será convertido en ley, según se
desprende del art. 78 de la C.N.
No obstante, puede suceder que ésta última rechazara el proyecto, en cuya hipótesis el
mismo no podrá ser tratado en el mismo año calendario, según dice el texto constitucional:
no “podrá repetirse en las sesiones de aquel año”. Ahora bien, ¿cuándo un proyecto de ley
es el mismo que fue desechado totalmente por una Cámara? BIDART CAMPOS, citando la
opinión de MONTES DE OCA, apunta a que hay identidad de procesos, y por ende
prohibición de repetirse, cuando se proponen los mismos objetivos, aunque el texto y las
palabras están redactados de modo distinto. Pero no hay identidad de proyectos y pueden
tratarse el nuevo a pesar del rechazo, aunque se proponga el mismo objeto, si emplea
medios diferentes152.
152
BIDART CAMPOS, Germán J., Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, T. 2°, Ediar, Bs.
As., 1998, pág. 154.
origen no podrá introducir nuevas adiciones o correcciones a las realizadas por la Cámara
revisora”.
Por último, cabe aquí aclarar que el Texto Constitucional ordena que la voluntad de
cada Cámara deba manifestarse expresamente, excluyendo –en todos los casos- la sanción
tácita o ficta (art. 82). La razón de este precepto está vinculada a la doctrina que en el caso
“Peralta”, sentara la Corte interpretando que el silencio del Congreso importaba la
convalidación de los decretos de necesidad y urgencia dictado por el Ejecutivo153.
3.- Promulgación por el Poder Ejecutivo: el texto sancionado por ambas Cámaras, es
enviado al Poder Ejecutivo para su análisis. Este puede promulgarlo expresamente a través
del dictado de un decreto promulgatorio, o tácitamente, cuando transcurren el término de
diez días hábiles, sin que el Presidente se expidiera.
En ambos casos (veto total o parcial), el proyecto volverá con sus objeciones a las
Cámaras quienes podrán ratificar el proyecto original con una mayoría calificada de dos
tercios, en cuyo caso pasará al Poder Ejecutivo para su promulgación no pudiente éste
ahora vetarlo nuevamente (recordemos que además de éste supuesto, también se le
153
Sin perjuicio de que la doctrina generalizada se manifestara por la conveniencia de la veda constitucional
de sanción ficta para el caso de los decretos de necesidad y urgencia (ORTIZ PELEGRINI, Miguel A., Los
decretos de necesidad y urgencia en la Constitución Nacional de 1994, Ed. Marcos Lerner, Córdoba, 1995,
pág. 124; BARRA, Rodolfo Carlos, Reglamentos Administrativos, La Ley 1999-F, pág. 1949; GORDILLO,
Agustín, Tratado de Derecho Administrativo, Fundación de Derecho Administrativo, Buenos Aires, 2000,
tomo 1, pág. VII-29, entre muchos otros), la ley 26122 –sancionada años más tarde- autoriza a que solamente
“el rechazo por ambas Cámaras del Congreso del decreto de que se trata implica su derogación”, por lo que
mientras eso un suceda la norma de emergencia mantiene plena vigencia en forma atemporal, lo que choca
frontalmente con lo buscado por el citado art. 82 de la C.N.
encuentra vedado al Presidente vetar la ley de convocatoria de consulta popular, art. 40
C.N.). Si las Cámaras no lo ratifican con tales mayorías, el proyecto no podrá repetirse en
las sesiones del año legislativo (art. 83).
Sin perjuicio, en el segundo supuesto (veto parcial) la Constitución permite que las
partes no observadas puedan ser promulgadas si tienen autonomía normativa y su
aprobación parcial no altera el espíritu ni la unidad del proyecto sancionado. En este caso,
según el art. 80, será de aplicación el procedimiento previsto para los decretos de necesidad
y urgencia (art. 99 inc. 4°).
Apunta MIDÓN que definir cuando la parte no vetada tiene autonomía normativa y
cuando su vigencia no altera el espíritu ni la unidad del proyecto, es una cuestión de hecho
que habrá de ser juzgada por el Ejecutivo para definir el curso de acción 154. Y si bien es
cierto que en el caso se aplica el procedimiento previsto para los decretos de necesidad y
urgencia, también lo es que, tal como se dijera para el caos de los reglamentos delegados, el
mecanismo de control previsto por la ley 26.122 es irrelevante y lejos está de presentarse
como un instrumento útil y eficaz de control legislativo de estas herramientas.
En la parte final del citado dispositivo, la Constitución señala que “El Congreso
deberá darles expreso tratamiento dentro del término de doce meses”. De tal manera,
entonces, en ese plazo debe recaer un pronunciamiento expreso positivo o negativo, pero no
155
ROSATTI, Horacio, Tratado de Derecho Constitucional, ob. cit., pág. 340.
156
BIDART CAMPOS, Germán J., Tratado Elemental de Derecho Constitucional Argentino, T. IV, ob. cit.,
pág. 292.
cabe el silencio. En este punto, entiendo MIDÓN que “parece demasiado lato el lapso
asignado al órgano legislativo para expedirse frente a la propuesta ciudadana. El solo
transcurso de tan pronunciado tiempo puede servir para tomar abstractas las finalidades que
el proyecto persigue. De tal modo, el eventual interés congresional de “no hacer” puede ser
una valla a la idea participativa”157.
El segundo párrafo del art 39, establece que “El Congreso con el voto de la mayoría
absoluta de la totalidad de los miembros de cada Cámara, sancionará una ley reglamentaria
que no podrá exigir más del tres por ciento del padrón electoral nacional, dentro del cual
deberá contemplar una adecuada distribución territorial para suscribir la iniciativa”. Así las
cosas, el Texto Constitucional sienta condiciones a la ley reglamentaria del instituto, tanto
formales –respecto la mayoría exigida-, tanto materiales, en relación al contenido de la ley,
poniendo un techo a la cantidad de adhesiones necesarias (no más del tres por ciento del
padrón nacional) y ordenando se respete una adecuada distribución territorial para suscribir
la iniciativa, desde que hay zonas de nuestra geografía con alta densidad poblacional donde
las facilidades para recoger firmas superan las limitadas expectativas de otras con escasos
habilitantes.
157
MIDÓN, Mario A. R., Manual de Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág. 82.
158
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit., pág.247.
potestades congresionales, ni vinculan al cuerpo constriñéndolo a aprobar el proyecto del
modo en que fue sugerido, reservándose la facultad de darle curso favorable o rechazarlo.
Por otro lado, a través del instituto de la consulta popular, el Congreso –a iniciativa
de la Cámara de Diputados- podrá someter a la ciudadanía a que emita opinión respecto un
proyecto de ley, afirmando la Constitución Nacional que la ley de la convocatoria no podrá
ser vetada y que “el voto afirmativo del proyecto por el pueblo de la Nación lo convertirá
en ley y su promulgación será automática” (art. 40 C.N.).
El citado dispositivo prevé dos formas de consultar al pueblo según su resultado sea
vinculante para los poderes públicos (primer párrafo) o no vinculante (segundo párrafo), en
tanto que el tercero y último se refiere a ambas modalidades, al establecer que “El
Congreso con el voto de la mayoría absoluta de la totalidad de los miembros de cada
Cámara, reglamentará las materias, procedimiento y oportunidad de la consulta popular”.
En relación a la segunda posibilidad, el segundo párrafo del art. 40 señala que “El
Congreso o el presidente de la Nación, dentro de sus respectivas competencias, podrán
convocar a consulta popular no vinculante. En este caso, el voto no será obligatorio”. En
este supuesto, a diferencia del primero, no solo la autoridad convocante será el Congreso,
sino también el Poder Ejecutivo, dentro del ámbito de sus competencias. Se colige, en su
consecuencia, que puede “preguntarse” no solo respecto de un proyecto de ley, sino
también de una decisión de naturaleza administrativa (decreto, reglamento, acto de
gobierno del Ejecutivo, etc.). Si la convoca el Congreso, parece que no hay restricción en
cuanto a ejercicio de veto por parte del Presidente, tanto de la convocatoria como la ley
159
QUIROGA LAVIÉ, Humberto, BENEDETTI, Miguel Ángel, CENICACELAYA, María de las Nieves,
Derecho Constitucional Argentino, ob. cit.,249.
aprobada. Y naturalmente, al no ser vinculante, lo resuelto no se traduce ni se transforma
necesariamente en una norma, y no es de obligatorio acatamiento por parte de ninguna
autoridad ni de la ciudadanía, debiéndose esperar cual será la decisión final del Congreso o
el Poder Ejecutivo respecto el proyecto de norma (ley, reglamento, etc.).
Según toda la normativa analizada y los principios vistos, la misión del Defensor del
Pueblo comprende dos facetas: la defensa y la protección de los derechos humanos, y el
control de las funciones administrativas. Si bien estas funciones no se visualizan como
compartimientos estancos, pues una se vincula con la otra, simplemente se pretende
remarcar que la defensa de los derechos y garantías tiene una dimensión en el precepto
constitucional que va más allá del control de los actos u omisiones de la Administración
Pública161, habida cuenta que aquel pueden ejercer sus facultades defensivas y de contralor,
incluso, en contra de terceros o entidades privadas, tal como a menudo sucede en materia
de consumo y servicios públicos.
160
DROMI, Roberto y MENEM, Eduardo, La Constitución Reformada. Comentada, interpretada y
concordada, ob. cit., pág. 303.
161
LOÑ, Félix, “Misión y atribuciones del Defensor del Pueblo”, Diario La Ley, 9 de diciembre de 2009.
CAPITULO XII
Nuestro país es una República cuya Constitución ha adoptado una forma de gobierno
democrática, representativa y presidencialista (arts.1, 22, 35, 44, 45, 54, 87 y 94 de la CN).
El sistema republicano exige, entre otras tantas condiciones, que el poder político
estatal, que es uno, divida sus funciones distribuyéndolas en tres órganos diferentes, el
Legislativo, el Ejecutivo y el Judicial. La finalidad principal de esta separación o división
de funciones es la limitación y control del poder. Bien decía Montesquieu que sólo el poder
puede detener a otro poder.
162
RAMELLA, Pablo A., Derecho Constitucional, Ed. Depalma, 1986, pág. 628.
Conforme explica Gregorio Badeni, resulta muy dificultoso concretar una
enumeración completa y detallada de las funciones de los Poderes Ejecutivos. Y ello
obedece a la génesis del Poder Ejecutivo, tal como lo conocemos ahora. Cabe precisar,
siguiendo al autor referido, que en las monarquías absolutas todas las funciones se
encontraban concentradas en la persona del monarca y luego – en forma progresiva- se
fueron trasladando las potestades legisferantes a los órganos legislativos y las
jurisdiccionales a los órganos judiciales. Quedó así, en manos de los órganos ejecutivos, no
sólo la función de ejecutar los actos de los restantes, sino también “un poder residual
sumamente elástico que comprende innumerables aspectos de índole política y
administrativa”163.
2. LA FUNCIÓN EJECUTIVA
a) Introducción.
Hamilton, en “El Federalista”, precisaba que al elegir un buen gobierno, uno de los
elementos salientes debe ser la energía por parte del Ejecutivo. Si bien no comulga con los
absolutismos, Hamilton aumentaba su énfasis diciendo que un Ejecutivo débil significaba
una ejecución débil del gobierno, y los ingredientes que asegurarían cierta firmeza en los
órganos ejecutivos serían la unidad, la permanencia, proveer adecuadamente a su
sostenimiento y contar con poderes suficientes164.
Con respecto a la unidad, el autor se enmarcaba en aquellos que decían que un
ejecutivo colegiado traería inconvenientes de funcionalidad, que cuando hay más de una
persona seguro se producen diferencias en relación a la forma en que cada uno quiere
conducir y a la manera de ejercer el poder que cada uno pretende imponer.
Bien resaltaba Hamilton que la permanencia permitía que el presidente no viera en el
cortoplacismo un obstáculo o peligro que pudiera poner en peligro grave a su plan de
gobierno. El tiempo mínimo de mandato, pero de un período fijo, le debía – según el autor-
dar firmeza y estabilidad a sus decisiones y la garantía de la posibilidad de una reelección
lo estimularía a propender al máximo sus actos de gobierno, intentando convencer al
electorado para que lo siga apoyando (y éste tendría el tiempo suficiente para saber si lo
hace o no).
El sostenimiento adecuado del presidente no era otra cosa que el pago de su sueldo y
emolumentos y si los órganos legislativos no los fijaban en forma razonable, la
institucionalidad probablemente se debilitaría demasiado.
Y entre los poderes que Hamilton consideraba importante de ostentar para ejercer el
poder con energía, destacaba el del veto de las leyes, el de ser comandante en jefe del
164
HAMILTON, A., Ob. Cit., pág. 298.
ejército y de la milicia de los diversos Estados, el de concluir tratados y el de proponer
funcionarios de trascendencia, que coadyuvaran con el andamiaje estatal.
b) El Presidencialismo argentino
La historia de nuestro país nos explica la razón por la cual tenemos un gobierno
presidencialista en el que el órgano Ejecutivo tiene preponderancia política sobre los
restantes, diferente al parlamentarismo predominante en el viejo continente.
165
Postura de J. J. Rousseau.
de 1787, que la entendieron como la vía más idónea para consolidar un único país,
independiente de Gran Bretaña, que albergara los diferentes estados locales consolidados en
su autonomía.
En nuestro caso, consideramos que esta troncal presencia del Ejecutivo en el marco
de la organización estadual, respondió más a la comodidad de adoptar una forma
gubernativa conocida en el continente –acorde a nuestra tradición caudillista- que al
resultado de un estudio y búsqueda razonada de la manera más conveniente para el
desarrollo de la Nación, con un horizonte de bienestar general.
Los presidentes constitucionales, desde ese momento fueron los siguientes: Justo José
de Urquiza (1854/1860), Santiago Derqui (1860/1861166), Bartolomé Mitre (1862/1868),
Domingo Sarmiento (1868/1874), Nicolás Avellaneda (1874/1880), Julio Argentino Roca
(1880/1860), Miguel Juárez Celman (1886/1890167) completando el mandato su vice Carlos
Pellegrini (1892), Luis Sáenz Peña (1892/1895 168) concluyendo su mandato su vice José
Evaristo Uriburu (1895/1898), Julio Argentino Roca (1898/1904), Manuel Quintana
(1904/1906169) completando su mandato su vice José Figueroa Alcorta (1906/1910), Roque
Sáenz Peña (1910/1914170) completando su mandato su vice Victorino de la Plaza
(1914/1916), Hipólito Irigoyen (1916/1922), Marcelo T. de Alvear (1922/1928), Hipólito
166
Renunció para que se agregue Buenos Aires.
167
Renunció por una crisis económica.
168
Renunció.
169
Falleció.
170
Falleció.
Irigoyen (1928/1930171), José Félix Uriburu (1930/1932172), Agustín Pedro Justo
(1932/1938), Roberto Marcelino Ortiz (1938/1942 173) continuando su mandato su vice
Ramón Castillo (1942/1943174), Juan Edelmiro Farrel (1943/1946175), Juan Domingo Perón
(1946/1952) y, gracias a la reforma de la Constitución de 1949, pudo ser reelecto de forma
sucesiva (1952/1955176), Eduardo Lonardi (1955/1955177), Pedro Eugenio Aramburu
(1955/1958178), Arturo Frondizi (1958/1962179), José María Guido (1962/1963180), Arturo
Umberto Illia (1963/1966181), Juan Carlos Onganía (1966/1970182), Roberto Levingston
(1970/1971183), Alejandro Lanusse (1971/1973184), Héctor Cámpora (1973/1973185), Raúl
Lastiri (1973/1973186), Juan Domingo Perón (1973/1974187) continuando su mandato la Vice
María Estela Martínez (1974/1976188), Rafael Videla (1976/1981189), Roberto Eduardo
Viola (1981/1981190), Leopoldo Fortunato Galtieri (1981/1982191), Reynaldo Bignone
(1982/1983192), Raúl Ricardo Alfonsín (1983/1989193), Carlos Saúl Menem (1989/1995) y,
gracias a la reforma constitucional de 1994, puso acceder a un nuevo mandato de cuatro
años (1995/1999), Fernando De la Rúa (1999/2001 194), Adolfo Rodriguez Saa
(2002/2002195), Eduardo Duhalde (2002/2003196), Néstor Kirchner (2003/2007), Cristina
171
Lo destituyó un Golpe de Estado Cívico Militar.
172
Gobierno de Facto.
173
Renunció por enfermedad.
174
Fue depuesto por un golpe militar.
175
Gobierno de Facto.
176
Lo destituyó un Golpe de Estado Militar: Revolución Libertadora.
177
Gobierno de Facto depuesto por otro.
178
Gobierno de Facto.
179
Lo destituye un Golpe de Estado Militar.
180
Gobierno de Facto.
181
Lo destituyó un Golpe Militar.
182
Gobierno de Facto depuesto por otro.
183
Gobierno de Facto depuesto por otro.
184
Gobierno de Facto.
185
Renunció para posibilitar una nueva elección en la que pudiera participar Juan Domingo Perón.
186
Era el presidente de la Cámara de Diputados que asumió hasta la uva elección.
187
Falleció.
188
Fue depuesta por un Golpe Cívico Militar.
189
Gobierno de Facto.
190
Gobierno de Facto depuesto por otro.
191
Gobierno de facto. Renuncia.
192
Gobierno de Facto.
193
Renuncia unos meses antes de que venciera su mandato, por la crisis socioeconómica.
194
Renuncia. Un año antes había renunciado su Vice, Carlos Álvarez.
195
Fue elegido por la Asamblea Legislativa para completar el mandato pero renunció a la semana.
196
Fue elegido por la Asamblea Legislativa para completar el mandato pero anticipa las elecciones y entrega
el mando.
Fernández de Kirchner (2007/2011 y 2011/2015), Mauricio Macri (2015/2019) y Alberto
Fernández (2019 hasta la fecha de esta publicación).
197
GELLI, María Angélica, Constitución de la Nación Argentina Comentada y Concordada, Ed. La Ley, 2006,
pág. 795.
198
CSJN, Fallos 247:646.
199
CSJN, La Ley, 1991-C, 158.
c) Condiciones para ser Presidente y Vicepresidente. Remuneración e
Incompatibilidades.
200
GELLI, María Angélica, Ob. Cit., pág. 813.
no asegura la intangibilidad de la retribución como lo hace el 110 con los magistrados, pero
nada obsta, al decir de Gelli, que en épocas inflacionarias el Congreso disponga su
actualización.
Pero la regla antes descripta reconoce dos excepciones, una cuando la fórmula que
obtuvo mayor cantidad de votos supera el 45% de los votos válidamente emitidos (art. 97
de la CN) y la otra, cuando obteniendo entre el 40% y el 45% de los votos, supera por más
de diez puntos a la que le sigue en número de votos (art. 98 de la CN).
Consideramos que los constituyentes que impusieron este sistema electoral particular
lo hicieron con la intención de que muy excepcionalmente se fuera a la segunda vuelta. Ello
se desprende del simple análisis de la mayoría de las elecciones presidenciales de la
segunda mitad del siglo XX –en las que las fórmulas ganadoras superaron el 40%- y en la
disminución de los porcentuales exigidos para evitar la segunda vuelta, en comparación con
la mayoría de los países que definen este tipo de elecciones a través del ballottage 202, donde
se condiciona esa posibilidad sólo en los casos de que la primera fórmula supere el
cincuenta por ciento de los votos válidamente emitidos (Francia, Brasil, Perú, Guatemala,
Ecuador, Bolivia, Chile, Portugal, entre otros). Coincidimos con Sergio Díaz Ricci 203en que
201
Antes de la reforma de 1994, la elección era indirecta y los ciudadanos votaban por representantes de un
colegio electoral, que eran los que en definitiva decidían quiénes eran el Presidente y el Vice (aunque en las
boletas figuraban los candidatos en letra grande y los electores en pequeña).
202
Sistema para definir actos electorales utilizados originariamente en Francia.
203
DIAZ RICCI, Sergio, “El ballottage criollo: sentido y frustración”, Revista 192, de la Asociación Argentina de
Derecho Constitucional, pág. 51.
podemos denominarlo “ballottage criollo”, pero consideramos que los hechos terminaron
dando la razón a los constituyentes, y ya no es tan extraordinario el hecho que posibilite la
segunda vuelta (tanto en el 2003204, como en el 2015205, la primera vuelta no fue suficiente).
Bien podemos ver que, las consecuencias coyunturales de la crisis política iniciada a
fines del año 2001 hizo que cinco fórmulas obtuvieran más del 14% en la elección
presidencial del 2003, por lo que por primera vez 206 desde la reforma de 1994, existió la
posibilidad de efectuarse la segunda elección –pero ello no se concretó por la renuncia de
Carlos Menem y Juan Carlos Romero, y la consecuente proclamación de Néstor Kirchner y
Daniel Scioli-.
204
En esta oportunidad, Carlos Menem y su compañero de fórmula renunciaron a la segunda vuelta, por lo
que fueron proclamados Néstor Kirchner como Presidente y Daniel Scioli como Vice.
205
En esta se hizo la segunda vuelta, obteniendo un ajustado triunfo Mauricio Macri por sobre Daniel Scioli.
206
En la elección de 1995 la fórmula ganadora obtuvo el 51,8% y en la de 1999 logró el 48,5%.
una de las dos fórmulas que pasaron a segunda vuelta, debe realizarse una nueva elección
general.
Sergio Díaz Ricci acertadamente nos explica que deben reputarse inconstitucionales
los artículos del Código Electoral que posibilitan la proclamación de una de las dos
fórmulas que acceden a la segunda vuelta, si los integrantes de la otra renuncian o no
ratifican en tiempo y forma su voluntad de participar nuevamente. Ello en razón de que no
se estaría cumpliendo con la manda constitucional (art. 94 de la C.N.) que prevé siempre la
doble vuelta, salvo las dos excepciones precisadas literalmente en la misma ley suprema
(arts. 97 y 98 de la CN).
Podemos agregar que, a nuestro modo de ver y en esto coincidimos con Badeni 207, si
la segunda vuelta fuera procedente porque la primera minoría no superara el 40%,
perfectamente podría concretarse con la fórmula que quedó tercera ante la ausencia de la
segunda, en tanto no se estaría violentando manda constitucional alguna (al contrario,
quedaría sin motivos la crítica de Díaz Ricci, al menos para este supuesto). Obvio que eso
podría ocurrir si la distancia porcentual entre la fórmula que sigue en carrera y la tercera es
menor al diez por ciento.
Huelga resaltar que el artículo 90 precisa que si una persona ha sido Presidente o
Vicepresidente durante dos mandatos consecutivos, o Presidente en un período y
Vicepresidente en otro, no podrá ser nuevamente reelecta en forma consecutiva en ninguno
de los dos cargos.
207
BADENI, Gregorio, Tratado de Derecho Constitucional, t. II, Ed. La Ley, 2006Ob. Cit., pág. 1657.
El artículo 93 establece la obligación de prestar juramento ante la Asamblea
Legislativa, fijando el texto, expresamente, que debe previamente leerse. No ha sido feliz la
mención hecha por la norma, respecto a que se deben respetar las creencias religiosas de los
electos, ya que no ha incluido expresamente a quienes no tienen ninguna.
La acefalía del órgano Ejecutivo se produce cuando acaece una o varias causales que
impiden que el Presidente y el Vicepresidente de la Nación, temporaria o definitivamente,
ejerzan las funciones que la Constitución atribuye al ente políticamente más importante del
Estado nacional.
208
La primera parte del artículo refiere a la sucesión presidencial a cargo del Vicepresidente.
Estimamos que el texto literal de la parte pertinente del artículo 88 deja sentado que
el Congreso de la Nación debe resolver las acefalías cuando éstas se producen, designando
al “funcionario público” que ejercerá la Presidencia hasta completar el mandato. La última
parte del artículo, que no precisa si se refiere a un “nuevo Presidente electo” que debe
completar el mandato o a uno que “debe iniciar un nuevo período”, posibilitaría al
Congreso de la Nación, en un caso excepcional y de extrema gravedad institucional,
convocar a elecciones presidenciales para que los electos (se elegirían Presidente y Vice)
completen el mandato de los que dieron lugar a la acefalía definitiva.
No estamos de acuerdo, por ello, con lo dispuesto por la Ley N° 20.972 210,
modificada por la Ley N° 25.716, para los casos de acefalía temporaria y definitiva, ya que
los regula de un modo genérico y ambiguo, que no se corresponde estrictamente a lo
previsto en el artículo 88 -más allá de que tenga la intención de evitar ciertos desgastes e
incertidumbres políticas en una determinada situación-. Cabe destacar que el artículo 88 de
la Constitución de la Nación no dice que una ley del Congreso resolverá cómo deben
209
Consideramos que debería ser siempre un diputado nacional, por ser éste uno de los representantes del
pueblo de la Nación elegidos en forma directa. No nos parece desacertada la solución dada por los
constituyentes, entendiendo para ello que en períodos políticos sin crisis, la designación para ejercer el
cargo de Presidente en favor de un diputado no acarrearía intranquilidad, sino al contrario, la evitaría
(siempre y cuando la elección sea la apropiada acorde a la idoneidad y personalidad que se requiere para
desempeñar tan importante función).
210
Esta norma prevé que si la acefalía es temporaria el cargo de Presidente de la Nación debe ser ocupado
por el presidente de la Cámara de Diputados, por el presidente provisorio del Senado o por el presidente de
la Corte Suprema, en ese orden. Y si la acefalía es definitiva, la Asamblea legislativa debe designar al
funcionario público para completar el mandato, entre los senadores nacionales, los diputados nacionales o
los gobernadores de provincias.
subsanarse las acefalías, sino que contundentemente manda al órgano Legislativo a
solucionarlas, cuando ellas se produzcan.
211
BIDART CAMPOS, Germán, Ob. Cit., Tomo III, págs. 232/ 281.
212
JIMÉNEZ, Eduardo Pablo, Derecho Constitucional Argentino, Tomo II, Ed. Ediar, Buenos Aires, 2000, Tomo
III, págs. 75/122.
*Atribuciones Políticas: el artículo 99 inc. 1 de la Constitución asigna al Presidente
las jefaturas de la Nación, de Gobierno y de la Administración. Estimamos que en esta
norma se concentran sus facultades políticas más preponderantes, ya que en una misma
persona se unifica la jefatura de Estado y de Gobierno (que en los sistemas parlamentarios
generalmente se asigna a dos funcionarios diferentes). Cuando el inciso habla de la jefatura
suprema de la Nación entendemos que refiere a que el Presidente es el representante del
Estado ante los demás sujetos de derecho internacional. No estamos de acuerdo con el
calificativo de “supremo” que el inciso agrega a esta jefatura, en razón de considerarlo
incompatible con un sistema republicano donde prima el equilibrio entre los órganos
estatales213.
213
Merece la misma crítica la asignación de “Suprema” a la Corte de Justicia de la Nación.
Huelga aclarar que existen cuatro clases de reglamentos, y sólo uno de ellos es el que
se encuentra contemplado en este inciso. Los reglamentos pueden ser de ejecución, que son
a los que hace mención la norma aludida, pero también pueden ser autónomos (que son los
dictados para la regulación propia de una institución, tal el caso de los reglamentos del
Consejo de la Magistratura (inc. 6 del artículo 114 de la CN), de necesidad y urgencia
(prescriptos en el inc. 3 del art. 99) y los que se dictan en ejercicio de la delegación de
facultades legislativas (art. 76 de la CN).
214
Para su análisis nos remitimos a lo expresado al tratarse el procedimiento de formación y sanción de las
leyes.
Nación, algunas de ellas con exclusividad como la de Presupuesto y la de Ministerios (art.
100, inc. 6 de la CN).
Por su parte, para designar los empleados y oficiales superiores de las fuerzas
armadas, también requiere el acuerdo del Senado, salvo que se encuentren en campaña
militar y el país en conflicto bélico, aun sin declaración formal de guerra –caso en que
podrá hacerlo por sí solo- (art. 99 inc. 13 de la CN).
En todos los casos en que se requiera el acuerdo del Senado y éste se encuentre en
receso, el Ejecutivo podrá designarlos “en comisión” hasta la realización de las primeras
sesiones ordinarias de la Cámara alta 216, donde deberá aprobar o rechazar los referidos
nombramientos (en el primer caso se convalidan, y en el segundo deben abandonar sus
cargos, quedando a salvo los derechos nacidos bajo el desempeño en los mismos).
215
Sobre el tema de la designación de los magistrados judiciales nos referiremos más detalladamente al
tratar el órgano Judicial.
216
El alcance de esta atribución se encuentra discutido. Por ejemplo, basta recordar cuando el ex Presidente
Mauricio Macri, en uso de esta potestad, designó por decreto a dos integrantes de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, luego de asumir a finales del año 2015. Ello causó mucho malestar en diferentes
sectores políticos y académicos.
en el art. 23 faculta a arrestar y trasladar personas cuando se hubiere declarado el estado de
sitio en todo el territorio de la Nación o en una parte del mismo, y en el art. 99 inc. 5
cuando posibilita al Presidente de la Nación indultar (perdonar o quitar por completo una
pena impuesta por un tribunal federal) o conmutar (modificar una pena reemplazándola por
una menor), por cuestiones humanitarias. Cabe aclarar que con el indulto o la conmutación
no se extinguen los efectos jurídicos de la pena (por ejemplo, para ser antecedente en la
aplicación de una sanción agravada por reincidencia), a diferencia de la amnistía, en la que
por una ley del Congreso (art. 75 inc. 20 de la CN) se “olvidan” las sanciones dispuestas
para todos aquellos que hubieren cometido determinados delitos, eliminando de sus
antecedentes la existencia del proceso penal y de la sanción misma.
Otra diferencia con la amnistía es que ésta se resuelve en general, es decir, a favor de
todas las personas que hubieran cometido el mismo delito (en procura de lograr la
pacificación social), mientras que el indulto y la conmutación de penas tienen por
destinatarias a personas individualizadas, cuya justificación “debería” vincularse a
cuestiones puramente humanitarias.
217
Sin embargo, existen casos en los que el órgano Ejecutivo dispuso el indulto sin esperar que se culmine
con el proceso ocasionando un desprestigio moral al implicado, como le ocurrió a Ricardo Balbín mientras la
Presidencia estaba a cargo de Juan Domingo Perón.
Presidente de la Nación es –debido a ella- el titular y responsable de la Administración, y
por ello esa atribución es inherente a su cargo.
218
Este tema, vinculado a los Decretos de Necesidad y Urgencia, será analizado más adelante.
219
Esta postura no fue la seguida por el entonces Presidente Fernando de la Rúa, en diciembre del 2001,
cuando declaró el estado de sitio de todo el país mientras el Congreso estaba reunido en sesiones
extraordinarias, ni tampoco por Ramón Puerta, presidente provisional del Senado que se hizo cargo del
Ejecutivo luego de la renuncia de De la Rúa, que declaró el estado de sitio en las provincias de Buenos Aires,
Entre Ríos y San Juan, también en diciembre del 2001, estando el órgano Legislativo en reuniones
extraordinarias.
Estos decretos fueron utilizados en muy pocas situaciones desde la sanción de la
Constitución Nacional en 1853 y hasta la década de 1980, cuando se recuperó el orden
democrático, luego del último gobierno de facto (aproximadamente unos quince). Durante
el gobierno del Presidente Raúl Alfonsín se dictó una cantidad equivalente de decretos de
esta naturaleza (aunque, según Maximiliano Toricelli, varios de ellos no cumplieron con la
exigencia de que respondía a una verdadera necesidad y urgencia), número que aumentó
considerablemente con la llegada de Carlos Menem al Ejecutivo (en sus primeros cuatro
años dictó 308220), escalada que sigue progresivamente en ascenso hasta estos días.
Toricelli explica que, en virtud de la connotación negativa que habían adquirido los
“decretos leyes” -como consecuencia de la última dictadura cívico militar-, luego de
restaurada la democracia a este tipo de decretos especiales se los comenzó a designar como
de “necesidad y urgencia”221.
220
Cfme. FERREIRA RUBIO, Delia y GORETTI, Mateo “Gobierno por decreto en Argentina, 1989-1993”, ED
158-748.
221
TORICELLI, Maximiliano, Organización Constitucionalidad del Poder, Tomo 2, Ed. Astrea, 2010., pág. 54.
222
CSJN (1990), La Ley, 1991 – C, 158.
procedencia formal y sustancial (art. 99 inc. 3 párrafos tercero y cuarto, de la CN) que, una
vez cumplidas, convalidarían la constitucionalidad de esas disposiciones normativas.
223
CSJN, (1997) La Ley, 1997-E, 884.
224
CSJN, (1999), Fallos 322:1726.
En el caso “Guida”225 el alto tribunal retornó a la doctrina emanada en “Rodríguez”
justificando la actitud del Ejecutivo en una inexistente atribución derivada de su rol de
responsable de la Administración Pública, sin controlar siquiera el respeto de las pautas
formales originadas en “Peralta” en lo concerniente a la necesidad de un plazo determinado
de vigencia del decreto objetado.
En “Berkley”227, la CSJN invalidó el decreto que creaba una tasa especial sobre las
empresas aseguradoras de riesgos del trabajo.
225
CSJN (2000), Fallos 323:1566.
226
CSJN (1995), Fallos 318:1154.
227
CSJN (2000), Fallos 21/11/00.
228
CSJN, (2002), Fallos 325; 2394.
proporción de las representaciones partidarias (art. 3). Para sesionar debe estar presente la
mayoría absoluta de sus miembros (art. 7), o sea por lo menos nueve.
El rechazo por ambas Cámaras implica la derogación del decreto, quedando “a salvo”
los derechos nacidos bajo la vigencia del decreto objetado (art. 24 de la ley). De acuerdo al
artículo 26 de la Ley 26.122, las resoluciones de ambas Cámaras deben ser comunicadas
inmediatamente al Ejecutivo para su publicación en el Boletín Oficial, lo que significa que
no necesitan promulgación ni son susceptibles de veto.
Entendemos que el legislador, al fijar literalmente que la derogación del decreto, sólo
procedería en caso de rechazo por parte de ambas Cámaras (art. 24 de la ley),
implícitamente ha dado luz verde a la permanencia en el ordenamiento jurídico de todos
aquellos decretos de necesidad y urgencia cuya visación por parte del Congreso no tenga
como resultado el rechazo descrito precedentemente.
Toricelli229opina que el dictado de la Ley 26.122 mucho no hizo cambiar las cosas y
que, más allá que la norma le adjudica al Congreso el control de lo que hace el Presidente,
no excluyó al Poder Judicial de dicha competencia. Y, precisó el autor, así lo expresó la
Corte en el caso “Consumidores Argentinos”230. En este fallo el tribunal dijo que así como
lo viene haciendo desde el caso “Ercolano” controlando la constitucionalidad de las leyes
de emergencia, mucho más lo debe seguir haciendo cuando la norma de sustancia
legislativa emerge del Poder Ejecutivo (debe entonces evaluar si las circunstancias
invocadas por el Poder Ejecutivo son excepcionales y no irrazonables o inexistentes).
229
TORICELLI, Maximiliano, Ob. Cit., págs. 65/66.
230
CSJN, (2010).
las empresas de transporte aéreo, dispuesta por la Ley 12.988), en cuanto no se había
demostrado ni emergencia ni urgencia alguna, ni tampoco que estuviere afectando a la
sociedad o al interés general.
El máximo tribunal del país, en los autos caratulados “GCABA c/ENA- Acción
declarativa de Inconstitucionalidad”, el 04 de mayo del 2021, declaró la
inconstitucionalidad del art. 2º del decreto de necesidad y urgencia (DNU) 241/2021 del
Poder Ejecutivo Nacional, el que había modificado lo dispuesto en el art. 10 del decreto
235/2021 y, así, estableció –en su último párrafo– la suspensión del dictado de clases
presenciales y de las actividades educativas no escolares presenciales en todos los niveles y
en todas sus modalidades, desde el 19 hasta el 30 de abril de 2021, inclusive, en el ámbito
del aglomerado urbano denominado “Área Metropolitana de Buenos Aires (AMBA)”
definido en el art. 3º del decreto 125/2021. Lo hizo por considerar que el Poder Ejecutivo
Nacional había invadido la competencia de la CABA y también porque entendió que la
medida era irrazonable.
Nuestra postura:
4. LA DELEGACIÓN LEGISLATIVA:
La Constitución de la Nación, como ya hemos visto, declara que nuestro país adopta
el sistema republicano (art. 1), siendo uno de sus requisitos el de la división de funciones
estatales en diferentes órganos. En dicho horizonte, sus artículos 29, 76 y 109 prohíben a
los diferentes entes ejercer funciones que no les corresponden así como también delegar las
funciones propias.
En ese contexto, el actual artículo 76 fue sancionado con la intención de culminar con
la discusión que aún se mantenía en los estrados constitucionales.
Esta norma sienta una regla general que es claramente la de prohibir al Congreso de
la Nación delegar funciones legislativas al Presidente de la Nación. Sin embargo, luego
231
En los casos “Delfino” (Fallos 148:430 de 1927) y “Cocchia” (Fallos 3126:2624 de 1993), el máximo
tribunal convalidó la delegación atribuyéndole el carácter de “impropia”, con diferentes argumentos. En
Delfino, una Corte que conservaba mucho de liberal, reconoció al PEN como una facultad meramente
reglamentaria. Y en Cocchia no se hizo otra cosa que justificarlo por dejar la legislación en manos de
órganos.
232
CSJN, Fallos 237:636. En este caso se siguió el dictamen del procurador Sebastián Soler, que le negó al
Ejecutivo toda competencia para la materia penal.
establece dos excepciones a ese principio básico, la primera cuando se trate de materias
determinadas de administración, y la segunda, en casos de emergencia pública.
233
BARRA, Derecho Administrativo-Acto administrativo y reglamentos, Tomo 2, Ed. Astrea/Rap, 2018, págs.
469/510.
234
CSJN, Fallos 326:4251.
235
CSJN, Fallos 309:3400.
236
CSJN, Fallos 321:366
237
CSJN, Fallos 321:270.
238
CSJN, Fallos 337:388. En este caso la Corte (2014), por primera vez declara inconstitucional un decreto
vinculado al poder impositivo aduanero (por ley se delegaba al Ejecutivo la facultad de fijar una alícuota).
vigencia el 24 de agosto de 1999, mientras que la ley 25.148 y sucesivas prorrogaron
aquellas susceptibles de pasar el filtro del art. 76 de la CN. En cuanto a los decretos y
reglamentos delegados, cabe precisar que los dictados hasta el 24 de agosto del 2006 fueron
aprobados por leyes sucesivas (por lo que aquellos que tenían vicios, fueron subsanados),
mientras que los posteriores que no cumplieran con el art. 76 de la CN son
inconstitucionales.
239
CSJN, (2003), Fallos 326:417.
240
TORICELLI, Maximiliano, Ob. Cit., págs. 69/70.
5. LOS DECRETOS DE PROMULGACIÓN PARCIAL DE LAS LEYES:
Luego del caso Colella241, la Convención Constituyente de 1994 siguió su doctrina del
“todo inescindible” y lo receptó en el artículo 80 de la CN. Mediante el mismo, las partes
no observadas por el PEN respecto de un proyecto de ley pueden ser promulgadas si tienen
autonomía normativa y su aprobación parcial no altera el espíritu ni la unidad del proyecto
sancionado por el Congreso, debiendo someterse dicho decreto (DPP) al procedimiento
establecido por la ley 26.122 para los Decretos de Necesidad y Urgencia.
En el caso “Famyl SA”242, la Corte tuvo que analizar el caso a la luz de la nueva
Constitución y estableció que se había vulnerado la garantía del art. 80.
Bien explica Rodolfo Barra que, al no estar prohibido por la Constitución, la
promulgación parcial posibilita al PEN, no solo observar artículos enteros, sino a frases o
palabras de las disposiciones legales.
6. EL VICEPRESIDENTE. FUNCIONES.
Entendemos que, a los fines de evitar confusiones, debemos evitar hablar de figuras o
instituciones “extrapoder”, porque el poder estatal es uno y se distribuye su ejercicio en
241
Fallos, 258:352.
242
CSJN, Fallos 323:2256 (2000). En este caso el PEN había observado un artículo que hablaba de una
reducción del 50% de una alícuota derogada por otro artículo. Es decir el PEN corrigió el error, pero la CSJN
entendió que el DPP afectaba la garantía del art. 80 (no compartimos esta decisión).
243
Constitución de los Estados Unidos de Norteamérica, Art. II, Sec. 1, Cap.3 y enmienda XII).
244
BIDART CAMPOS, Germán, Manual de la Constitución reformada, Tomo III, Ed. Ediar, 2001, pág. 204.
diferentes órganos. En todo caso, podemos advertir que ciertas instituciones se encuentran
fuera del esquema tradicional que separa las funciones del Estado entre ejecutiva,
legislativa y judicial (por ejemplo, el Ministerio Público de la Nación, según el artículo 120
de la CN).
Estimamos que esta última parte refiere a los casos en que la Nación deja de tener
Vicepresidente (y no sólo por renuncia sino por cualquiera de las causas que en forma
definitiva el país se queda sin Vice), dejando en manos del órgano Legislativo la facultad
de convocar o no a una nueva elección. Esta interpretación permite que el Congreso
resuelva si convoca a elecciones exclusivamente para elegir Vicepresidente o si considera
más conveniente que se complete el mandato sin que una persona ejerza dicho cargo.
Para concluir sobre este punto, entendemos que, en una futura reforma constitucional,
esta cuestión debería completarse facultando también al Congreso de la Nación a
reemplazar al Vicepresidente no sólo mediante la convocatoria a elecciones sino también
con la designación de un funcionario público, en forma acorde con lo dispuesto en la última
parte del artículo 88 de la CN, solamente prevista para el caso de acefalía total del órgano
Ejecutivo. O, porque no, dejando en el Presidente la posibilidad de elegir entre los
Diputados o Senadores para que ocupe dicho cargo hasta completar mandato (para ello, se
presupondría que cuando uno vota a una persona para integrar el Congreso sabría que la
misma podría transformarse en Vice – y hasta en Presidente- si es que se dan las
condiciones mencionadas).
En nuestra historia constitucional, como bien precisa Gregorio Badeni, la única vez
que se procedió a la cobertura del cargo de Vicepresidente, fue en 1953, cuando fue elegido
Alberto Tesaire con motivo del fallecimiento de Hortensio Quijano.
245
BADENI, Gregorio, Ob. Cit. Tomo II, pág. 1680.
Como bien señala Valadés246, Gabinete proviene del pequeño espacio físico en donde
sesionaba el Consejo Privado de Jorge I, sucesor de la reina Ana de Gran Bretaña (1714).
Este Consejo Privado y alguno de sus integrantes tomaron gran notoriedad porque
ejercieron bastante poder durante el reinado de Jorge I, en virtud que éste no conocía bien
el idioma inglés y pasaba gran parte de tiempo ausente en el extranjero.
El artículo 100 fija las importantes atribuciones que la ley fundamental asignó a este
funcionario, entre las que se destacan la de ejercer la administración general del país
(aunque el Presidente sigue siendo el responsable de la Administración por imperio del inc.
1 del art. 99), dictar los reglamentos necesarios a sus funciones y los que correspondan a
facultades delegadas por el Presidente, designar a los empleados de la Administración -
salvo los que necesiten exclusivamente la del Presidente-, convocar las reuniones de
gabinete de ministros (y hasta puede presidirlas en ausencia del Presidente), recaudar las
rentas de la Nación y ejecutar las leyes de presupuesto, refrendar los decretos
reglamentarios de las leyes del Congreso, los decretos de necesidad y urgencia y los
dictados en ejercicio de funciones legislativas delegadas – así como también todo otro acto
del Presidente sin cuya firma carece de eficacia-, concurrir a las sesiones del Congreso y
participar en sus debates (sin facultad de voto), presentar los decretos de necesidad y
urgencia y los dictados en ejercicio de funciones legislativas delegadas por ante la
Comisión Bicameral Mixta.
No cabe duda que el Jefe de Gabinete, aunque no “es” el Ejecutivo (que en razón del
art. 87 es unipersonal), ejerce funciones cuya naturaleza político-jurídica pertenecen a este
órgano.
El Jefe de Gabinete, al igual que los demás ministros, es susceptible de juicio político
(art. 53 de la CN) y cesa en su cargo el día que vence el mandato del Presidente que lo
designó.
Uno de los que más impulsó la institucionalización del Jefe de Gabinete fue el ex
Presidente Raúl Alfonsín, convencional constituyente en la reforma de 1994, pero su real
intención fue la de atribuir la competencia para postularlo al partido político o alianza
electoral con más representantes en el Congreso de la Nación, similar al caso del Presidente
de la Auditoría General de la Nación. Lamentablemente, esta puntual 247 intención quedó en
el camino y no llegó a plasmarse en la ley suprema.
247
El ex Presidente radical habría tenido la esperanza de ser designado como el primer jefe de Gabinete
luego de la reforma.
Maximiliano Toricelli pone en evidencia lo sucedido, precisando que con el Jefe de
Gabinete no se llegó a “parlamentarizar” el presidencialismo argentino – siendo esa la
intención alfonsinista-. El trascendente hecho de que es el mismo Presidente el que lo
designa echa por tierra cualquier especulación al respecto. Además, agrega el autor, el
Presidente continúa siendo el Jefe de Gobierno, dejando en manos de la nueva figura solo el
“ejercicio de la Administración” y ni siquiera su titularidad. Por último, concluye Toricelli,
la práctica constitucional refleja que el trato dispendido por parte de los legisladores al Jefe
de Gabinete no ha sido otra cosa que el mismo que se le da a un subordinado al Presidente,
como el resto de los ministros.
Sin perjuicio de lo expresado por los autores mencionados, estamos convencidos que
la función en cuestión ha tenido sus altibajos desde su nacimiento en 1994 (el primer Jefe
de Gabinete fue designado en 1995, y fue Eduardo Bauza), habiendo logrado descomprimir
la alta exposición del Presidente y la excesiva cantidad de tareas a cargo que tenía este alto
mandatario. El rol del Jefe de Gabinete (conforme a la Constitución y al Decreto 684/03)
hoy ocupa un lugar de mayor preponderancia, incluso, que el Vicepresidente.
248
El origen etimológico del vocablo “ministro”, es el del latín “minister” (que significa sirviente), pero según
Diego VALADÉS su acepción política proviene de su diferenciación con el de” magister” o “director”, en una
relación de orden jerárquico. Es de recordar, a su vez, que sus dependientes, en política se los designa como
“Secretarios”, o “depositarios de secretos” y que, según Diego VALADÉS, fue utilizada con su acepción
política por primera vez en la Edad Media (ya sea por reyes españoles y británicos) para designar a aquellos
que despachaban negocios y memoriales, y otros asuntos del reino (Diego VALADÉS, “El Gobierno de
Gabinete, Ob. Cit., pág. 32)
El aumento de las atribuciones del órgano Ejecutivo ha originado que los ministerios,
entes administrativos donde se desconcentran las funciones presidenciales, tengan cada vez
mayor preponderancia –y responsabilidad institucional- dentro del esquema de poder
estatal.
Los ministros son funcionarios designados por el Presidente de la Nación por sí solo
y también éste puede revocar su mandato (art. 99 inc. 7 de la CN). Desde el punto de vista
estrictamente literal de la Carta Magna (art. 87) no son parte del órgano Ejecutivo -que es
unipersonal-, pero no cabe duda de que las tareas que desarrollan constituyen pilares
fundamentales donde se asienta la estabilidad política del Presidente de la Nación.
Antes de 1994, la Ley Suprema precisaba el número de ministerios que podía haber
(ocho), pero dicho número rígido ha sido suprimido por la reforma del 94, quedando en la
competencia del Congreso la fijación del número, denominación y atribuciones de cada uno
de los ministerios (art. 100 de la CN). Sin perjuicio de lo expuesto, continúa vigente la ley
22.520, la cual viene siendo objeto de continuas modificaciones. Al asumir en diciembre
del 2019, el presidente Alberto Fernández, designó 21 ministros.
Los ministros, al igual que el Jefe de Gabinete, están sujetos a juicio político (art. 53
de la CN), aunque es muy raro que ello pueda ocurrir (de hecho hasta ahora no ha sucedido)
en razón de que el Presidente, normalmente, no toleraría tal costo y le revocaría su
designación o le pediría que renuncie.
Todos los años, cada uno de los ministros deben presentar al Congreso, una vez
abiertas sus sesiones, una memoria detallada del estado de los asuntos a su cargo (art. 104
de la CN), estando facultados a asistir a las sesiones de cualquiera de las Cámaras y
participar de los debates –sin derecho a voto- vinculados a las leyes relacionadas con las
materias de su competencia (art. 106 de la CN).
Sin perjuicio de lo expuesto, cada una de las Cámaras puede imponer a los ministros
la obligación de asistir cuando lo estime necesario, a los fines de recibir las explicaciones e
informes que los legisladores consideren convenientes (art. 71 de la CN).
Entendemos, siguiendo la opinión de Carlos Fayt 249, que los ministros deberían tener
inmunidad de opinión, al momento de concurrir a las Cámaras (tanto en los casos de
concurrir voluntariamente como en los que son citados para ser interpelados sobre algún
tema).
Ello enaltecería sus funciones desde un punto de vista republicano (evitaría que el
Poder Judicial pudiera inmiscuirse arbitrariamente como consecuencia de una expresión
verbal de algún ministro frente a los legisladores, los que sí tienen dicha prerrogativa de
acuerdo al art. 68 de la CN).
Los ministros son responsables de los actos que legalizan y solidariamente de los que
acuerdan con sus colegas (art. 102 de la CN). Carecen de competencia para emitir
resoluciones por sí solos, salvo que se trate sobre el régimen económico o administrativo de
los ámbitos a su cargo. Para que una resolución administrativa tenga validez y eficacia debe
tener la firma del Presidente de la Nación, del jefe de Gabinete y del ministro con
competencia en la materia que refiere su contenido (arts. 100 y 103 de la CN).
La remuneración de los ministros es regulada por ley y no puede ser alterada mientras
dure su mandato (art. 107 de la CN). Esta norma no asegura la intangibilidad de la
retribución como lo hace el 110 con los magistrados, pero nada obsta, al decir de María
Angélica Gelli250, que en épocas inflacionarias el Congreso disponga su actualización.
249
FAYT, Carlos, Cons. 25 del voto en disidencia en la causa “Cavallo”, CSJN, Fallos 321:2619.
250
GELLI, María Angélica, Ob. Cit., págs. 889/ 890.
CAPITULO XIII
En cuanto a la función del poder judicial, podemos expresar que castiga los delitos y
juzga las diferencias entre los particulares, que no es otra cosa que el ejercicio de la función
jurisdiccional. Sobre el punto las constituciones clásicas garantizaron al hombre su libertad
y el reconocimiento de sus derechos, pero para hacerlos efectivos, también, se debía tender
a lograr un grado razonable de seguridad, que se intentó lograr a través de la creación de un
órgano independiente separado de los departamentos ejecutivo y legislativo.
Autores como Badeni, sostienen que el poder judicial no solo se limita a resolver
conflictos, sino que también es un órgano del poder que tiene a su cargo una función de
control sobre los restantes órganos del gobierno, velando por la constitucionalidad de sus
actos.
Esto no implica otra cosa que garantizar su funcionamiento independiente,
brindándole cierto grado de autarquía, así de esta forma, podrá cumplir el transcendente rol
que le asigna la constitución.
Por otro lado, la recepción y fijación de esta insigne función al poder judicial por
nuestra Constitución, no fue una creación originaria de nuestros constituyentes criollos,
sino que se siguió en líneas generales el molde de la Constitución de los Estados Unidos.
Esta función jurisdiccional, en algunos casos ha sido asignada por el Estado a órganos
administrativos a efecto de lograr una mayor celeridad en el dictado de las resoluciones
administrativas. Esta actividad específica, se ha reconocido a ciertos órganos dependientes
del Poder Ejecutivo, hecho que puede vulnerar el límite fijado por el art. 109 de la C.N., ya
que ningún órgano dependiente del ejecutivo puede arrogarse el ejercicio de las funciones
judiciales. Esta situación vidriosa, fue tratada por la Corte Suprema de Justicia de la Nación
en el caso “Fernández Arias c/Poggio”, donde se reconoce expresamente la posibilidad del
ejecutivo ejerza la función jurisdiccional, con la salvedad que contra los actos que dicten
dichos órganos, debe garantizarse el denominado “control suficiente” de los mismos por el
órgano judicial, no bastando el simple otorgamiento de un recurso extraordinario en contra
de dicho acto, ya que se debe garantizar plenamente el contradictorio, la posibilidad de
ofrecer prueba, alegar sobre el mérito de la misma y obtener una resolución fundada.
Ahora, jamás podrá sustraerse del conocimiento de los órganos judiciales las
controversias entre particulares regidas por el derecho común (Civil, Penal, Laboral). Dicho
criterio fue reafirmado de forma “restrictiva” en el precedente “Ángel Estrada y Cía.”,
donde se refiere a que dicha facultad, se debería reservar a cuerpos de expertos que por su
experiencia técnica o como ocurre por mandato constitucional, con los entes reguladores de
los servicios públicos.
II. ESTRUCTURA
En cuanto a la estructura del poder judicial el art. 108 es muy preciso y a la vez
sumamente escueto al determinar que el mismo se integra por una Corte Suprema y por los
demás tribunales inferiores que fije el Congreso. Dicha norma debe ser analizada en
conjunto con lo previsto en el art. 75, inc. 20 de nuestra Carta Magna que establece la
función de crear tribunales inferiores en el ámbito federal al Congreso Nacional.
De esto se deriva que la Jefatura del Poder Judicial es ejercida por la Corte Suprema
de Justicia de la Nación, existiendo diversos tribunales federales que van desde los
juzgados federales de 1ra instancia, pasando por las Cámaras Federales de Apelaciones, a
lo que debemos agregar en materia penal los Tribunales Orales y la Cámara Federal de
Casación Penal. Estos tribunales como expresa Rosatti monopolizan la función
jurisdiccional del Poder Judicial de la Nación.
Es importante destacar, que las decisiones de los jueces de 1ra. Instancia pueden ser
revisadas mediante los recursos pertinentes, ante la Cámara Federal de Apelaciones de
Córdoba, que se integra con dos salas de tres miembros cada una. En cambio en materia
penal, funcionan dos tribunales orales con competencia en materia criminal que juzgan en
juicio oral y público a las personas que se acusaran en los procesos penales por los jueces
federales de 1ra. Instancia que actúan como jueces de instrucción, ante la acusación del
Ministerio Público Fiscal.
III. CARÁCTER
En este aspecto podemos dejar en claro que el rol institucional del poder judicial es de
suma trascendencia ya que ejerce el control de los distintos actos que emiten los restantes
poderes del Estado (legislativo y Ejecutivo) y la Constitución los ha dotado de las
prerrogativas necesarias para resolver los conflictos que se plantean por los ciudadanos
entre sí o contra el Estado (Nacional, provincial o municipal).
Debemos remarcar que una vez que un conflicto es llevado a los estrados de los
tribunales, que resulten competentes, los ciudadanos, pueden en caso que no concuerden
con la decisión del magistrado, utilizar los recursos que establecen las distintas leyes
procesales, para revisar las sentencias que dictan los mismos por un tribunal superior, que
en el fuero federal, en materia civil, comercial, laboral, contencioso administrativo, es
asignada a las distintas Cámaras Federales de Apelaciones. También es oportuno mencionar
sobre el punto, que las decisiones que adoptan estos tribunales colegiados, puede ser
recurrida ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que es la máxima instancia de
revisión y contra esta decisión ya no existe otra instancia que permita a los justiciables su
control.
En primer lugar debemos expresar que el rol del Poder Judicial de la Nación y en
particular de los distintos Tribunales que los componen, es la de resolver los conflictos
aplicando el derecho vigente. Es decir que resulta necesario distinguir “Jurisdicción” de
“competencia” a los efectos de clarificar que se entiende por esta última. La jurisdicción
que deriva del latín “juris-dictio” que significa “decir o aplicar el derecho”. Dicha potestad
les es reconocida a todos los jueces del Poder Judicial de la Nación y se vincula
directamente a la función de resolver un caso concreto aplicando las normas jurídicas que
mejor se ajusten a la cuestión planteada. En cambio, la “competencia” es la medida de la
jurisdicción, asumida en términos materiales, territoriales, económicos-cuantitativos y de
instancia jerárquica. Se revela en cierta forma como una división del trabajo entre los
jueces que integran el poder judicial de la Nación
La posibilidad que su número fuera fijada por ley, implica que su aumento a
disminución puede obedecer a criterios de organización que permitan una mayor eficacia y
eficiencia en el funcionamiento del órgano judicial o la encubierta razón, de que por
criterios estrictamente políticos, con el objetivo de incidir en las decisiones de la Corte, se
aumente el número de miembros. Esperemos que nuestros legisladores solo tengan en
cuenta estrictamente criterios que llevan simplemente a una mejor organización del Poder
Judicial.
b. ATRIBUCIONES
Por otro lado, se requiere para ser miembro de la Corte Suprema poseer el título de
abogado, que acredita la especialidad e idoneidad técnica. Además se exige tener al menos
ocho (8) años de ejercicio de la profesión, que puede darse por trabajar como profesional
independiente o al integrar la justicia como miembro de sus tribunales inferiores. También,
se requiere cumplimentar los demás requisitos exigidos para los senadores, tener como
mínimo treinta (30) años y seis (6) de ejercicio en la ciudadanía. En cuanto a los 2.000
pesos de renta fuerte, consideramos que no se exige, ya que se puede advertir sobre este
requisito, que se ha producido una mutación constitucional por sustracción.
Entre sus atribuciones tiene la de resolver los conflictos entre las provincias conforme
se desprende del art. 127 de la C.N. Por supuesto que al resolver las causas llevadas a su
conocimiento en grado de apelación de las Cámaras Federales y por intermedio del recurso
extraordinario respecto de las sentencias de los máximos tribunales de provincia. Por
supuesto que además resuelve los conflictos de competencia entre tribunales federales y
provinciales que no tengan un superior común.
Por otro lado, tenemos órganos judiciales que fueron creados con una competencia
territorial limitada a un determinado ámbito provincial, como por ejemplo, ocurre con el
Juzgado Federal de Río Cuarto que su competencia se limita al sur del territorio de la
provincia de Córdoba y también tenemos órganos judiciales que intervienen de manera
limitada al territorio de una ciudad como ocurre con los Tribunales federales con asiento en
la ciudad autónoma de Buenos Aires. Como bien destaca Toricelli, a la fecha, hay más de
cien tribunales federales en todo el interior de la República Argentina.
Cabe resaltar que El art. 5° del Decreto N° 1285/58, establece como requisitos para
ser designado magistrado de las Cámaras Federales, Tribunales Orales y Cámaras de
Casación, ser ciudadano argentino, tener título de abogado con validez nacional, seis (6)
años de ejercicio de la profesión o función judicial y treinta (30) años de edad.
Para acceder al cargo de Juez Federal de 1ra. Instancia tener como mínimo la edad de
veinticinco (25) años, ser ciudadano argentino (nativo o en el caso de los extranjeros
naturalizados), ser abogado con cuatro (4) años ejercicio profesional o en la función
judicial.
Su pertenencia funcional desde sus comienzos no estuvo muy clara, ya que pasó a ser
ubicado como dependiente del Poder Ejecutivo para algunos autores, a pesar que la postura
mayoritaria lo consideraba como perteneciente orgánicamente al Poder Judicial de la
Nación. Con el paso del tiempo y habiéndose producido la reforma de 1994, se consideró al
Ministerio Público como un órgano extra poder, bicéfalo, con autonomía funcional y
autarquía financiera, cuyas funciones principales son la defensa de la legalidad que está
integrado por un Procurador General y un Defensor General. El primero a cargo de la
acción penal pública y el segundo a cargo de la defensa de aquellas personas que no pueden
acceder por carecer de recursos, a una defensa técnica de un abogado privado en los
procesos criminales, o también la defensa de los intereses de los menores en juicio y
ausentes.
Una vez designado el magistrado dura en sus funciones hasta que cumple la edad de
setenta y cinco (75) años conforme establece el citado art. 99, inc. 4° de la C.N. Dicha
cláusula fue incorporada con la reforma constitucional de 1994, que implicó una limitación
“temporal” para el ejercicio del cargo. Ahora la propia norma establece que una vez
cumplida dicha edad el magistrado puede continuar el cargo si el Poder Ejecutivo pide su
designación ante el Senado por un plazo de cinco (5) años más. El acuerdo que otorga el
Senado debe cumplir con los 2/3 de sus miembros presentes.
Se sostuvo que en caso de duda, debe optarse por la plenitud de poderes de esa
Convención. La Corte al resolver expreso que la aplicación de la nueva doctrina lleva a
concluir que la convención constituyente de 1994 no ha excedido los límites de su
competencia al incorporar la cláusula del art. 99, inc. 4°, tercer párrafo, de la Constitución
Nacional. Ni tampoco ha vulnerado el principio de independencia judicial, que hace a la
esencia de la forma republicana de gobierno; ello así, en tanto el límite de edad modifica
únicamente el carácter vitalicio del cargo, pero no la garantía de inamovilidad de los jueces.
Con la doctrina del fallo “Schiffrin” termina una discusión que llevó años saldar para la
doctrina especializada y jurisprudencia de nuestro máximo tribunal.
Es por estos cuestionamientos, que a dicho órgano, se le asigna una de las más
importantes funciones del sistema constitucional argentino que es la designación de los
jueces federales, despolitizando de manera parcial, a la vez que se intentó lograr en su
conformación, un equilibrio entre todos los sectores más importantes de la sociedad, que
tiene injerencia ante las funciones que despliega el poder judicial, como son los abogados,
jueces y miembros del ámbito académico.
Esta última reforma genero una gran cantidad de acciones de amparo que
suspendieron las elecciones nacionales directas de los miembros del Consejo de la
Magistratura y por ende uno de los casos llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación,
quien en la causa “Rizzo, Jorge Gabriel”, resolvió declarar la inconstitucionalidad de los
arts. 2, 4, 18 y 30 de reforma introducida por la Ley N° 26.855. En dicho precedente la
Corte sostuvo que la reforma afectaba el equilibrio requerido por el art. 114 de la C.N. Los
miembros de los estamentos de los abogados, jueces y representantes del ámbito académico
deben ser elegidos por sus propios pares y no por el sufragio electoral de la ciudadanía, ya
que dejarían de ser representantes de cada sector para representar al cuerpo electoral. En
cuanto a la cantidad de miembros del sector académico y científico, su número no puede en
medida alguna, ser superior al de los jueces y abogados, ya que su rol no es central en su
composición y su sector no se encuentra en el centro de la escena del funcionamiento del
Consejo. La Corte destaca que “…Que del sistema de selección de los miembros del
Consejo de la Magistratura adoptado por esta ley se sigue indefectiblemente que, con la
modificación que ella introduce, doce (12) de los diecinueve (19) integrantes serán
elegidos en forma directa por sufragio universal y los siete (7) restantes en forma indirecta
por los órganos resultantes de la elección popular. De este modo, ya sea directa o
indirectamente, la totalidad de los integrantes del Consejo tendría un origen político-
partidario… “. Concluye que la reforma es inconstitucional, manteniendo su vigencia la
anterior composición del Consejo y la forma en que sus miembros resultan elegidos
conforme a la Ley N° 24.937 y 26.080.
Finalmente, en el derrotero judicial que tuvo el espinoso tema de la integración del
Consejo de la Magistratura de la Nación, con fecha 16/12/2021, nuevamente la Corte
Suprema de Justicia de la Nación se expidió en la causa “Colegio de Abogados de la
Ciudad de Buenos Aires y otro c/ EN -Ley Nº 26.080 -dto. 816/99 y otros s/ proceso de
conocimiento”, declarando la inconstitucionalidad de las normas contenidas en el
articulado de la Ley Nº 26.080, con fundamento en que dichas normas no respetaban el
"equilibrio” estipulado en los arts. 114 y 115 de la C.N. En dicho fallo consideró que el
equilibrio de los estamentos que integran el Consejo se logra “…en la imposibilidad de que
alguno de los cuatro estamentos pueda llevar adelante acciones hegemónicas o controlar
al Consejo por sí y sin necesidad de consensos con otros estamentos…”. Concluye el fallo
declarando la inconstitucionalidad del sistema de integración, quórum y mayoría previsto
en los arts. 1°y 5° de la Ley Nº 26.080. En una sentencia de tipo “ exhortativa” dispone que
“…El Congreso deberá dictar en un plazo razonable una nueva ley que organice el
Consejo de la Magistratura de la Nación. 2. Hasta tanto esa ley sea dictada corresponde
que en los puntos regidos por las normas declaradas inconstitucionales e inaplicables
recobre plena vigencia el régimen previsto por la Ley Nº 24.937 y su correctiva Nº 24.939,
debiendo tenerse especialmente presente que para aprobar y elevar ternas de candidatos
la mayoría requerida es de dos tercios de los miembros presentes (art. 13, apartado c), Ley
Nº 24.937 …”. Se fijó un plazo de ciento veinte (120) días corridos para que el Congreso
dicte una nueva ley de acuerdo a los fundamentos establecidos en dicho fallo. Vencido
dicho plazo, se debió cumplimentar lo dispuesto en la Sentencia de la Corte retornando la
vigencia de la primigenia integración del Consejo con veinte (20) miembros y la
Presidencia a cargo de la máxima autoridad de la Corte Suprema. Sobre el punto dicho fallo
expresa que “…En consecuencia, de acuerdo con lo dispuesto por la Ley Nº 24.937 (texto
según Ley Nº 24.939), el Consejo de la Magistratura quedará conformado por veinte (20)
miembros (art. 2°), será presidido por el Presidente de la Corte Suprema de Justicia de la
Nación (art. 10), funcionará con el quorum de doce (12) miembros (art. 9°) y con las
comisiones integradas de conformidad con su art. 12…”.
Se advierte que quizás resultó un error de los constituyentes del año 1994 la forma en
que fue regulado en la Constitución, ya que al haber dejado “abierta” la conformación del
número de integrantes por estamento y como dicha integración impacta sobre su equilibrio,
habiendo visto la película de todas las reformas producidas, esto no resultó saludable ya
que se convirtió en una batalla equivocada entre los distintos partidos políticos, que
participaron en el dictado de las reformas a la integración del Consejo. En esto no siguieron
ni respetaron el espíritu del art. 114 de la C.N. Esperemos que el próximo marco normativo
a dictar por el Congreso acate las enseñanzas del fallo “Colegio de Abogados de la ciudad
de Buenos Aires”.
Es oportuno destacar, que los miembros del Consejo de la Magistratura duran cuatro
años en sus funciones, pudiendo ser reelegidos con el intervalo de un periodo por una vez.
Para ser candidato a miembro del Consejo de la Magistratura, se requerirán las condiciones
para ser juez de la Corte Suprema. El consejo debe designar a su Presidente y a su vice
como autoridades que lo representan.
Se integra con siete (7) miembros que se eligen de la siguiente forma: dos (2) jueces
de Cámara, uno que representará a los magistrados del interior y el restante y otro de la
capital federal, cuatro (4) legisladores, dos por la cámara de diputados, uno (1) por la
mayoría y el restante por la primera minoría, los dos de la cámara de senadores se integrará
de la misma forma, un (1) abogado de la matrícula federal, que se conformara de un sorteo
de los abogados que integran la matricula federal de capital federal y del interior del país.
Para poder conformar el jurado sobre las listas de jueces, legisladores y abogados en los
meses de diciembre y julio se procederá al sorteo semestral público, en base a las listas de
representantes de cada estamento.
Claramente se advierte que es un órgano que se integra para cada caso concreto, en
que el plenario del Consejo de la Magistratura, dispone la acusación de un determinado
magistrado (art. 23 de la Ley N° 24.947 y sus reformas).
A los jueces no se los juzga por el contenido de sus sentencias, sino por su mal
desempeño, la comisión de delitos en el ejercicio de sus funciones o delitos comunes.
Del art. 110 se desprende que los salarios de los magistrados no pueden ser reducidos,
ni tampoco permitir que queden desactualizados por el fenómeno inflacionario cuestión que
la Corte Suprema analizó y resolvió en la causa “Bonorino Peró” El objetivo de la norma
como bien expresa Midón es evitar que los integrantes del Poder Judicial sean sojuzgados
por el apremio económico251.
Ahora con respecto si el art. 110 prohíbe el cobro de impuestos a los jueces que
integran el poder judicial de la Nación sobre todo, puntualmente respecto al impuesto a las
Ganancias, sostuvo que dicha prohibición no se acuerda a los magistrados sino a la
institución del Poder Judicial como órgano. Esto quiere decir que la protección del salario
es absoluta, hecho que no impide que los jueces paguen impuestos sobre sus otros bienes,
como tuvo oportunidad de expresar la Corte Suprema en el precedente “Fisco Nacional
c/Medina”.
Se hace evidente que para que los jueces puedan llevar adelante su función con plena
imparcialidad, libre de presiones y tentaciones, requiere de un remuneración digna que le
251
permita vivir decorosamente. Esto que resulta obvio en muchos momentos de la historia
argentina no se garantizó, tornando sumamente vulnerable el ejercicio de la función judicial
por parte de los magistrados que integran el poder judicial de la nación y las provincias.
Debemos destacar que el fundamento del art. 110, ya se encontraba presente el art. III
de la Constitución de 1787 de los Estados Unidos. Si bien es claro cuál es el objetivo que se
pretende alcanzar, al garantizar que no pueden afectarse ni disminuirse por la creación de
un tributo las remuneraciones de los magistrados, existe un deber moral y ético de todos los
miembros del poder judicial de contribuir al sostenimiento del Estado Nacional, conforme a
pautas generales con partes de sus ganancias y así evitar la tipificación errónea de
considerar a sus miembros como una “casta privilegiada” que algunos integrantes de la
sociedad realizan equivocadamente, sin comprender en toda su dimensión el alcance de la
protección de la intangibilidad de las remuneraciones, que impacta de lleno en la
independencia del Poder judicial que se estableció para defender a todos los habitantes de la
nación Argentina.
XV. INCOMPATIBILIDADES
Por último, cabe remarcar que es obligación de todos los magistrados federales residir
en la ciudad en que ejerzan las funciones o en un radio de hasta 70 km de la misma y cada
vez que deben ausentarse de su tribunal deben requerir la pertinente autorización al tribunal
que ejerza la superintendencia para designar al correspondiente juez que por la ley de
subrogancias se le asigne cubrir la vacante transitoria.
Ahora, que exista un sistema normativo que en su cúspide contenga una norma
suprema, no significa desconocer que rige en el ámbito internacional, el derecho de los
tratados, que los Estados deben respetar y cumplir conforme a la Convención de Viena que
regula los aspectos más importantes del derecho de estos acuerdos internacionales
(procedimiento de celebración, reservas, vigencia, etc.). En general en los Estados
democráticos, es la Constitución la que dispone el orden de jerarquía al que deben sujetarse
las demás normas internas.
Antes de la reforma constitucional de 1994, eran los arts. 27, 28 y 31 los que
estipulaban la supremacía del ordenamiento federal sobre el provincial y las demás normas
internas. Es importante remarcar en este aspecto, que el art. 27 establece que los tratados
internacionales deben ser celebrados y firmados siempre que respeten el orden público
establecido en la Constitución Nacional. El art. 28 regula y subordina la vigencia de las
leyes al debido respeto de los principios establecidos en la Constitución Nacional. Si bien
antes de la reforma de 1994 no se encontraba regulada la relación de jerarquía que debía
existir entre tratados y leyes, se acudió por vía interpretativa a las teorías “dualistas” y
“monistas”. En la primera, el ordenamiento de los tratados tiene un ámbito aplicación
distinta y separada del regulado por las leyes internas de un Estado. Ambos según esta
teoría, tenían ámbitos de aplicación bien diferenciados y que para que un tratado tenga
vigencia debía ser ratificado por una ley del congreso. En cambio en el “monismo”,
sostiene que el tratado y la ley se ubican dependiendo en cada caso, el tipo de norma que
prevalece. En esta última, ha triunfado la postura de considerar que existe una supremacía
del ordenamiento internacional sobre el interno. Esta postura fue adoptada en los últimos
tiempos previos a la reforma constitucional de 1994 por la Corte Suprema en el precedente
“Ekmekdjian c/Sofovich” (1992).
Con la reforma constitucional de 1994 se incorporaron los incs. 22 y 24 del art. 75,
los cuales reconocen la primacía jerárquica de los tratados internacionales por sobre las
leyes que rigen en ámbito interno del Estado Nacional, que si bien no se encuentran en la
primera parte de la Constitución, se incorporaron con nuevas atribuciones del Congreso.
Claramente el inciso 22 otorga a una clase especial de tratados –que reconocen y protegen
derechos humanos- , jerarquía constitucional y en pie de igualdad con la Constitución
Nacional, ya que la complementan. Claramente estos tratados no integran la Constitución ni
resultan incorporados a su texto por este especial procedimiento de sanción a cargo del
Congreso. Hoy esto se conoce como el “bloque de constitucionalidad” al que deben
sujetarse y respetar las demás normas internas.
Puntualmente en nuestro país, este control es ejercido por los magistrados judiciales
en una causa concreta y se requiere que las decisiones adoptadas en dicho marco, estén
revestidas del necesario poder de imperio para hacerlas cumplir.
En los sistemas jurisdiccionales son los miembros técnicos del poder judicial quienes
resuelven si las normas cuestionadas violan la Constitución.
Cuando el control es realizado por todos los jueces que integran el Poder Judicial, nos
encontramos ante un tipo de control “difuso”. En cambio, cuando dicha competencia y
atribución se asigna con exclusividad a un determinado órgano jurisdiccional estamos
frente a un sistema de control “concentrado”.
La decisión que toman los distintos tribunales, al declarar una norma inconstitucional,
le quita validez y la torna inaplicable en el caso concreto, es decir tiene efecto “inter
partes”.
En la República Argentina este control requiere como requisitos que se ejerza en una
causa concreta ante el juez competente y que las partes tengan pretensiones contrapuestas.
En dicho expediente judicial, se debe poner de manifiesto la existencia de una invasión de
facultades privativas de otros órganos y destacar que esta mantiene su actualidad o
vigencia, lo que implica reconocer que no se convierta la cuestión a resolver en
“abstracta”.
Hoy nuestra Constitución en el art. 43, de manera expresa, faculta a los jueces a
declarar la inconstitucionalidad de las normas que se opongan a ella y reconoce la
legitimación para solicitar su invalidez al afectado, al Defensor del Pueblo y a las
Asociaciones que tengan por objetivo la defensa de derechos colectivos y que se encuentran
inscriptas debidamente.
El recurso extraordinario es una herramienta procesal creada por la Ley N° 48, que
permite a la Corte Suprema ejercer el control de constitucionalidad de normas y actos
estatales contrarios a la ley suprema, en grado de apelación y ante una petición de parte
interesada. Por supuesto que también, que esta facultad, se encuentra supeditada a que se
hayan agotado todas las instancias anteriores y la sentencia definitiva de los superiores
tribunales de provincia, fuera contraria al derecho cuya protección se solicita. En el orden
federal se interpone este remedio procesal contra las sentencias dictadas por las Cámaras
Federales y en materia penal contra la sentencia de la Cámara de Casación.
Las cuestiones federales que se pueden introducir son a grandes rasgos, de tres tipos,
la primera es cuando se desconoce el contenido de un tratado, de una ley del congreso o una
autoridad. En el segundo grupo, cuando una ley provincial desconoce y vulnera una ley
nacional y el tercero, es cuando se desconoce las cláusulas de la constitución, y la sentencia
es contraria al reconocimiento del título, derecho, privilegio o excepción. Este último grupo
de cuestiones federales es el más numeroso.
A ello debemos agregar que por vía jurisprudencial la Corte añadió dos situaciones
específicas, como es cuando se interpone dicho recurso por “gravedad institucional” o en el
caso de “sentencia arbitraria”.
Las cuestiones “federales” pueden ser “simples” cuando se analiza o está en juego la
interpretación de cláusulas constitucionales, normas de alcance federal y tratados de
derechos humanos. En cambio, las cuestiones “complejas” es cuando existe un problema de
incompatibilidad de normas.
El recurso puede ser declarado “inadmisible” por haberse interpuesto fuera de plazo
(10 días) o por no incluir alguna de las cuestiones federales que permiten su apertura, por
no encontrarse fundado o no dirigirse contra la sentencia definitiva de un tribunal superior
de provincia. Cabe aclarar que la admisibilidad es realizada por el mismo tribunal que dictó
la sentencia contra la que se dirige el recurso extraordinario. Si el recurso es declarado
inadmisible, se puede de todas formas, llegar a la revisión de la Corte Suprema
interponiendo la denominada “Queja” por recurso denegado.
Una vez declarada la admisibilidad del recurso y elevada la causa, la Corte Suprema
debe resolver acerca de la procedencia del mismo respecto a la decisión judicial que se
pone en tela de juicio.
BIBLIOGRAFÍA
JURISPRUDENCIA CITADA.
I. CONCEPTO
Expresado de manera sintética que se entiende por cada una de las funciones del
Estado pasemos, sin más, a dar una definición de derecho administrativo. Veamos:
Tal cual resume Balbín (2018, pág. 53) podemos ver que distintos autores se han
detenido en la definición del derecho administrativo. Así, seguimos al Dr. Agustín Gordillo
en la definición del Derecho Administrativo, veremos que éste se puede definir como: “…
la rama del derecho público que estudia el ejercicio de la función administrativa y la
protección judicial existente contra ésta”.
Por otro costado, el Profesor Miguel Marienhoff, cuando habla del concepto de
derecho administrativo lo hace sosteniendo que: “es un conjunto de normas y de principios
de derecho público interno que tiene por objeto la organización y el funcionamiento de la
Administración pública, así como la regulación de las relaciones interorgánicas,
interadministrativas y de las entidades administrativas con los administrados”.
Por nuestra parte, diremos que el derecho administrativo es la disciplina o rama del
derecho público que estudia el conjunto de normas y principios jurídicos que regulan el
ejercicio de la función estatal administrativa
II. CODIFICACIÓN
En lo que respecta a la codificación, lo primero que tenemos que tener en claro es que
ella, como tarea, importa mucho más que la simple acumulación de normas jurídicas
formando un grupo o conjunto de normas. La codificación implica que una serie de normas
jurídicas se agrupan formando un todo que responde a las características de homogéneo,
ordenado, que sigue un sistema y que responde a un método.
III. METODO
Lo primero que debemos decir cuando nos referimos al método del derecho
administrativo es que, en realidad, estamos haciendo referencia a la manera en que ésta
rama del derecho debe ser interpretada. Con ello queremos decir que el estudio del método
importa entender cuál es el mejor sistema para interpretar el derecho administrativo.
Lo cierto y real es que, como enseña Cassagne (2006, pág. 126) en lo que hace a la
interpretación del derecho administrativo, ningún método de los clásicos ya citados puede
atribuirse una total hegemonía, concluyendo que la cuestión debe ser entendida a la luz de
un sincretismo en lo que respecta a los métodos de interpretación. Dicho sincretismo debe
ser entendido como una manera de armonizar distintas corrientes de pensamiento que
pueden resultar opuestas.
Sabemos que el derecho, desde el punto de vista objetivo (entendido éste como
conjunto de normas jurídicas que rigen en un determinado lugar y momento) clásicamente
se encuentra dividido en derecho público y derecho privado. Dentro de ésta clasificación el
derecho administrativo, junto con el derecho constitucional, el derecho penal, el derecho
tributario y el derecho procesal forman parte del derecho público. La aclaración realizada
sirve a los fines de entender la existencia de una mayor vinculación del derecho
administrativos con esas ramas del derecho que con aquellas que forman parte del derecho
privado (tal el caso del derecho civil y comercial).
Analizada la cuestión desde ésta óptica, corresponde analizar cuál es la relación con
cada una de ellas. Veamos…
El derecho Constitucional, en líneas generales, podemos decir que tiene por objeto el
estudio de la Constitución formal de un Estado en concreto. El estudio del derecho
Constitucional nos permitirá entender, entre otras cosas, como se organiza ese Estado, la
forma de gobierno que adopta, los derecho y garantías que le reconoce a sus ciudadanos y
como estructura sus distintos órganos de gobierno (o al menos los centrales) estableciendo
las competencias que cada uno de ellos tiene. También el derecho Constitucional establece
el mecanismo para el dictado de las leyes. Así las cosas el derecho constitucional se
presenta como supremo o más relevante en relación al derecho administrativo. Decimos
esto por cuanto el derecho administrativo cuando pretenda dictar una norma deberá seguir
los pasos que fija la constitución nacional desde lo formal y deberá respetar los principios y
derechos reconocidos en dicha carta magna. Además de ello, el derecho administrativo
deberá tener en cuenta, al momento del dictado de normas, los distintos principios rectores
que ha fijado el derecho constitucional.
DERECHO ADMINISTRATIVO Y DERECHO PENAL
La principal vinculación del derecho administrativo con el derecho penal está dada
por el hecho que existe en el código penal distintas figuras delictuales que hacen referencia
a cuestiones que son objeto de estudio del derecho administrativo, como así también se
advierte en el derecho penal la utilización de conceptos jurídicos que son estudiados dentro
del derecho administrativo. Así podemos apreciar la existencia del título XI del código
penal en el que se prevé la existencia de delitos contra la Administración Pública. También
podemos destacar el uso de conceptos que resultan comunes a ambas esferas del derecho,
entre los que podemos nombrar al concepto de empleado público, funcionario público,
bienes del dominio público, etc.
Por otro lado, se puede advertir una vinculación entre el derecho penal y el derecho
administrativo en lo que hace a la puja respecto si las faltas que comete un empleado de la
Administración, y que dan lugar a la aplicación de una sanción, corresponden o forman
parte del derecho penal o del derecho administrativo. En lo personal, participo de la idea
que las faltas en cuestión y las sanciones que se aplican como reacción a ellas,
corresponden, en lo que hace a su estudio, al derecho administrativo. Para arribar a esa
conclusión considero importante destacar que la sanción que aplica la administración a sus
dependientes encuentra su origen en la cuestión disciplinar y en el control del correcto
comportamiento de los dependientes por parte de la administración. A más de ello,
considero sumamente valiosa la consideración que hace el profesor Altamira Gigena (2005,
pág. 63) cuando sostiene “que en el derecho administrativo disciplinario se prescinde de la
tipicidad que se exige en el derecho penal para considerar que un hecho constituye una
falta de disciplina”.
Podemos decir, en honor a la verdad, que el derecho procesal se vincula con todas las
ramas del derecho, ello por cuanto el derecho procesal estudia los procedimientos o
procesos a través de los cuales se materializa la aplicación del derecho. En ese sentido y a
los fines de permitir la aplicación del derecho administrativo advertimos la existencia tanto
a nivel nacional con la ley 19549 y sus modificatorias como a nivel provincial con la ley
6658 y sus respectivas modificatorias, de un marco normativo que fija distintos
procedimientos para la aplicación efectiva del derecho administrativo. En igual sentido
vemos que existen procesos contenciosos administrativos que nos permiten ventilar en sede
judicial cuestiones vinculadas al derecho administrativo. Por último la vinculación entre
ambas ramas del derecho se aprecia cuando la administración a los fines de ejercer su
potestad disciplinaria o jurisdiccional (como la de imponer una sanción a un empleado o de
imponer una multa a un contribuyente) recurre a un procedimiento que, eventualmente,
puede estar rodeado de ciertas particularidades.
DERECHO ADMINISTRATIVO Y DERECHO CIVIL O COMERCIAL
Cuando hablamos de fuentes del derecho estamos haciendo referencia a las diversas
manifestaciones de donde surge o fluye el derecho, en el caso concreto de donde surge o
nace el derecho administrativo. Lo dicho nos permite tener en cuenta que las diversas
fuentes del derecho nos sirven para conocer el origen del mismo.
Definido que se considera fuente del derecho, debemos saber que las mismas pueden
ser, desde el aspecto cuantitativo, varias, en tanto que desde lo cualitativo pueden ser muy
distintas entre sí. A los fines de ordenar su estudio, podemos utilizar un criterio
generalmente aceptado como lo es el de la jerarquía o supremacía entre las distintas fuentes
del derecho.
Así las cosas veremos que la primera fuente (o la más relevante) de donde surge el
derecho administrativo es la propia Constitución Nacional. Nuestra Carta Magna, a partir
de la reforma del año 1994, ha establecido una suerte de bloque de constitucionalidad razón
por la cual, junto con ella, y con la misma jerarquía, debemos colocar a los Tratados de
Derechos Humanos (tanto los enumerados en el propio texto constitucional como los que,
con posterioridad al año 1994 adquieran rango o jerarquía constitucional conforme el
tramite previsto en el artículo 75 inc. 22 de la Constitución.)
Hasta aquí hemos desarrollados las fuentes de carácter normativo. Sin perjuicio de
ello, debemos saber que existen otros tipos de fuentes como ser los Principios Generales
del Derecho a los que se puede recurrir cuando resulta necesario cubrir una laguna
normativa. Si bien ha existido una discusión sobre si los principios generales del derecho
forman o no parte de las fuentes del derecho, podemos decir siguiendo a Balbín (2018, pág.
77) que la cuestión hoy resulta irrelevante, ello toda vez que el propio ordenamiento
jurídico vigente reconoce explícitamente a los principios como fuentes del derecho (artículo
2 del Código Civil y Comercial). A más de ello la propia constitución prevé a los
principios como fuente (ello de manera indirecta, toda vez que los tratados incorporados
a ella prevén como fuentes a los principios generales del derecho. También resultan fuentes
del derecho la jurisprudencia, entendida ésta como un conjunto de pronunciamientos o
sentencias judiciales que fijan un criterio o adoptan una postura sobre una cuestión que
puede ser considerada trascendental, y que, en principio, son seguidas por tribunales
inferiores.
Como hemos anticipado, los reglamentos constituyen una fuente del derecho
administrativo. En ese sentido, la particularidad que presentan estos es que son normas
generales, impersonales y obligatorias, que emanan principalmente del órgano ejecutivo, en
vez de emanar del órgano legislativo. Debemos aclarar que en realidad los tres órganos
principales del Estado (Ejecutivo, Legislativo y Judicial) emiten reglamentos, dado que el
reglamento importa el ejercicio de función administrativa a través del dictado de una norma
general, impersonal y obligatoria. Por lo expresado, debemos tener cuido cuando
analizamos la producción normativa del Poder Legislativo, pues éste órgano del Estado va
a dictar leyes (conforme su potestad constitucional y según lo normado por el articulo 77 y
subsiguientes de la Constitución Nacional) y también va a dictar, en ejercicio de función
administrativa, reglamentos conforme la potestad reglamentaria que tienen los distintos
órganos del Estado. El carácter obligatorio de un reglamento, lo es tanto para el
administrado como para la Administración, lo que implica que tanto uno como otro deben
ajustar su comportamiento a los reglamentos.
Si bien no podemos desconocer que los decretos de necesidad y urgencia y los
reglamentos delegados forman parte de la potestad reglamentaria del Estado, por una
cuestión de orden metodológico, nos avocaremos, en esta instancia, sólo al estudio de los
reglamentos autónomos y de ejecución:
Por su origen: En esta línea, y como hemos anticipado, los órganos pueden ser
creados por la propia Constitución Nacional, por una Ley o por un Reglamento
Por conformación interna: Los órganos pueden ser colegiados si tienen una
composición numérica que exceda de una persona (tal es el caso del congreso de la Nación
o del Consejo Superior de una Universidad), en tanto que son Unipersonales, cuando su
integración requiere de una sola persona (el caso del Poder Ejecutivo Nacional que se
integra con un ciudadano con el título de presidente de la Nación)
Por su función principal: En éste caso la actividad principal que despliega el órgano
es la que nos va a permitir hablar de un órgano activo (es el que toma las decisiones y
ejecuta las mismas) un órgano consultivo (aquel al cual se recurre para conocer su opinión
sobre un tema- tal el caso de los órganos que emiten dictámenes jurídicos o de otra índole)
y un órgano de control que es el que despliega una actividad que, como su nombre lo
indica, controla o verifica el correcto actuar de otros órgano de la administración.
VIII.ORGANIZACIÓN ADMINISTRATIVA
Como enseña el autor citado, existen dos principios que resultan rectores en relación
a la organización administrativa, como son la competencia y la jerarquía.
COMPETENCIA
La competencia importa una posibilidad o aptitud legal que tiene el órgano para
ejercer una serie de facultades o prerrogativas que son concedidas en su favor por una
norma jurídica.
Más allá del concepto dado, podemos decir que la competencia importa la
posibilidad que tiene un órgano de hacer algo para lo cual una norma lo ha facultado o
autorizado.
La competencia se encuentra definida de manera positiva, esto quiere decir que la
norma de manera expresa establece que cosas puede hacer el órgano. De manera tal que,
cuando un órgano intente realizar una actividad deberá recurrir a la norma jurídica para ver
si ella expresamente lo ha facultado o no, de manera que si la actividad que pretende
realizar no se encuentra enumerada dentro de sus competencias, él no podrá llevar adelante
la actividad planteada.
Que la competencia esté definida de manera positiva importa que, como regla, el
órgano es incompetente y su competencia reviste la característica de excepción.
La competencia tiene distintos caracteres, entre los que podemos enumerar los
siguientes: Objetiva: esto quiere decir que está impuesta por Ley, siendo el ordenamiento
jurídico el que dice cuál es la competencia del órgano. Es asimismo Irrenunciable, lo que
importa que el agente que se encuentra inmerso en el órgano no puede dejar de ejercer su
competencia. Por último la competencia es Improrrogable, esto quiere decir que, por
principio, el órgano que tiene competencia no puede desprenderse de ella en favor de otro
órgano. Las únicas excepciones al carácter de improrrogable son: el avocamiento que es
cuando el órgano superior se apropia y ejerce competencias del órgano inferior fundando
tal decisión, entre otros aspectos, en el principio de celeridad; la delegación que se da
cuando el órgano superior (y titular de la competencia) le transfiere a un órgano inferior
su competencia. Por ultimo tenemos como excepción al principio indicado la sustitución
que importa un cambio de un órgano por otro órgano, siendo ambos del mismo nivel.
Por otro costado, cuando nos encontremos con un Estado en el que convivan más de
una persona jurídica, ello por cuanto el propio Estado a más de él (persona jurídica central)
acepta y crea otras personas jurídicas para que lleven adelante actividades relevantes para la
vida del País, podremos decir que estamos frente a un Estado organizado de manera
descentralizada. Esto quiere decir que es el Estado el que crea otras personas jurídicas a
las que les transfiere de manera permanente un cúmulo de competencias.
Ya sabemos que existen dos tipos de personas, las llamadas personas humanas y las
personas jurídicas. La primera de ellas, obviamente, hace referencia a los seres humanos
que somos titulares de derecho y obligaciones. En tanto que, cuando hablamos de personas
jurídicas hacemos referencia a entes a los que el ordenamiento les confiere la
posibilidad de adquirir derecho y contraer obligaciones para el cumplimiento de su objeto y
fines de creación.
Las personas jurídicas pueden clasificarse en públicas y privadas. Las primeras están
previstas en el artículo 146 del nuevo Código Civil y Comercial, en sus distintos incisos, en
tanto que las privadas están establecidas en el artículo 148 del mismo cuerpo normativo.
El citado código Civil y Comercial no brinda criterios que nos permitan distinguir a
un tipo de persona jurídica en relación a otra. Así las cosas, deberemos acudir a las pautas
que nos enseñen los doctrinarios del derecho para poder distinguir a un tipo de persona
jurídica en relación al otro. En ese sentido, podemos utilizar los siguientes criterios
diferenciadores, saber:
Origen: En el caso de las personas jurídicas públicas las mismas son creadas por una
ley o, en algunos casos por un reglamento, en tanto que las privadas son creadas
principalmente por voluntad de las personas que les dan origen. Esto quiere decir que en el
primer caso hace falta un acto normativo y en el segundo principalmente una manifestación
de voluntad constitutiva.
Cuando pensamos en una entidad autárquica, debemos saber que ella importa la
decisión del Estado Central de transferir una serie de competencias a una o más entidades
que se encuentran dotadas de personería jurídica propia, tiene un patrimonio propio y que
actúan en nombre propio.
Personería Propia: En relación con este carácter podemos decir que las entidades
autárquicas son personas jurídicas distintas del Estado Nacional. En ese sentido, el Nuevo
Código Civil y Comercial, en su artículo 146 inc. a) trata a estas entidades como personas
jurídicas públicas. Acto seguido, el artículo 147 establece que las personas jurídicas
públicas, en cuanto a una serie de aspectos (entre los que podemos citar reconocimiento,
capacidad, constitución, funcionamiento, organización y fin de su existencia) se rigen por
las leyes y ordenamientos de su constitución.
En lo que respecta al sistema de control, estos entes quedan sujetos al control del
Estado central mediante la interposición de recurso de alzada, también están sujetos a
control por parte de la Auditoria General y de la Sindicatura General de la Nación.
Asimismo, estos entes pueden ser objeto de control por parte del Poder Judicial.
Con respecto al sistema normativo que los regula, los entes autárquicos están
normados por el derecho público, siendo su personal funcionarios o empleados públicos.
Las empresas del Estado importa la asunción por parte del Estado de actividades
comerciales, industriales y de servicios. En nuestro país el reconocimiento legal de estas
formas societarias surge a partir del año 1949 con el dictado de la ley Nro. 13653. Las
empresas del Estado son típicas en organizaciones administrativas descentralizadas y, como
lo hemos dicho, tienen fines específicos. Este tipo de empresas pueden desarrollar su
actividad en competencia con el sector privado o pueden llevar adelante aquella de manera
monopólica. La mayor o menor trascendencia de este tipo de empresas va a depender de la
concepción que se tenga del rol que debe cumplir el Estado. Esto es así toda vez que, si el
Estado pretende tener un rol activo y participar en la vida comercial del país prestando
servicios o realizando actividades comerciales o industriales, este tipo de empresas tendrán
un rol importante y existirán en números importantes, en tanto que sí la concepción
filosófica y política que se tiene del Estado importa que el mismo tenga poca o nula
intervención en la vida comercial o industrial, este tipo de empresas no tendrán razón de
ser.
Régimen Jurídico: Este tipo de empresas están sujetas a normas del derecho público
y del derecho privado. La vinculación con el primero surge del propio artículo 4 de la ley
ya citada que establece que es la administración pública la que debe prever la partida
presupuestaria para este tipo de empresas y su plan de acción, siendo el personal directivo
funcionarios públicos. En tanto que la vinculación con el derecho privado surge de la
naturaleza de la actividad que tiene prevista la empresa que, como se advertirá, es típica del
sector privado. También la vinculación con éste régimen jurídico se aprecia por el hecho
que el personal inferior es dependiente y a él se le aplica las normas del derecho laboral.
Control: El control puede ser de distinta naturaleza. Por un lado tendremos control
del sector público nacional a través del recurso de alzada y por otro lado tendremos control
de órganos típicos que ejercen esa función como lo son la Auditoria General de la Nación o
bien de la Sindicatura General de la Nación, pudiendo también estar sometidas al control
del Poder Judicial.
Las empresas del Estado no pueden ser declaradas en quiebra, siendo el Estado el
responsable de determinar el destino de sus bienes si se decide que la misma deje de operar
y se liquide.
Las sociedades del Estado están reguladas por la ley 20705. Son sociedades que se
dedican a la actividad comercial, industrial y de prestación de servicio. La particularidad
que tiene este tipo de sociedades es que el único que puede ser socio en ella es el propio
Estado, de manera tal que no pueden mutar en su status jurídico a otro tipo de sociedad por
incorporación de capital privado a su composición patrimonial. Esto quiere decir que no
puede incorporarse capital privado a la sociedad y lo que corresponde, ante esa intención,
es disolver la sociedad y crear una nueva que tenga un régimen jurídico distinto. Las
sociedades del Estado, por lo dicho, tienen un patrimonio enteramente estatal.
El régimen jurídico de éste tipo de sociedad es mixto prevaleciendo normas del
derecho privado. En lo que respecta al control al que se encuentran sometidas, las mismas
están sujetas a idénticos mecanismos de control que las empresas del Estado.
Este tipo societario se caracteriza por permitir la coexistencia del Estado Nacional,
Provincial o municipal o entidades autárquicas por una parte y el sector privado por la otra,
con el fin de satisfacer necesidades colectivas o bien la implantación o fomento de
actividades económicas.
Régimen Jurídico: Este, conforme el artículo 2 del decreto ley 15.349/46, puede ser
de derecho público o privado conforme la finalidad que se tuvo en su constitución. Como
normas supletorias y en todo lo que no regula el citado decreto ley se aplica las normas de
las sociedades anónimas del derecho privado.
Patrimonio: El patrimonio de ésta estará constituido por los aportes que haga el
Estado que, conforme el artículo 4 del decreto ley ya referenciado puede ser en dinero,
especie, mediante la concesión de privilegios, aportes tecnológicos o concesiones de bienes
en usufructo etc y por aportes que hagan los privados.
Otras Formas
La participación del Estado dentro de este tipo de personas puede obedecer a una
decisión directa de él de tener una intervención dentro de esa persona jurídica o bien puede
ser una consecuencia indirecta y como resultado de la toma de una decisión política por
su parte. En este último caso me refiero, por ejemplo, a lo que sucede con la participación
del Estado en distintas sociedades comerciales privadas, que se dio como consecuencia de
la modificación del régimen jurídico jubilatorio y la consecuente absorción, por parte de la
ANSES, de activos de las extintas AFJP, entre los que se encontraban acciones de
sociedades privadas. De esa manera, y mediante la toma de una decisión política que no iba
enderezada a generar una participación del Estado en una sociedad comercial, éste terminó
siendo accionista de una sociedad privada.
La participación del Estado, más allá si ella es una decisión directa o un efecto
indirecto derivado de la toma de una decisión política, puede darse en un sin número de
empresas o sociedades que siendo no estatales, pueden ser privadas o públicas.
Tanto los hechos, los reglamentos, los contratos, los simples actos, como los actos
administrativos son manifestaciones de la actividad de la Administración Pública. Sus
naturalezas jurídicas y/o sus consecuencias difieren, por lo que entendemos que, previo a
adentrarnos en la profundización del acto administrativo (individual) definitivo, deberemos
distinguirlo, por sus implicancias internas o externas, del resto de las formas de actividad
administrativa mencionadas.
a. HECHOS ADMINISTRATIVOS
Esto claramente los distancia y diferencia de los actos administrativos que son
producto de una declaración de voluntad, producto de un proceso intelectual, tal como
veremos más adelante.
Los contratos administrativos, como se verá en uno de los capítulos que siguen al
presente, son actos administrativos bilaterales, que producen efectos jurídicos interpartes.
Son el producto de un acuerdo bilateral o multilateral, en el que confluyen voluntades
provenientes de diferentes personas jurídicas, debiendo una, al menos ser una persona
jurídica estatal o que ejerce función administrativa por autorización o habilitación legal
estatal. Como principales rasgos distintivos se destacan el del objeto, que debe tender a la
satisfacción de una necesidad colectiva, una de sus partes debe ser una persona jurídica
(estatal o no) que actúa en ejercicio de función administrativa y con cierta prerrogativa en
relación a las demás (incluso, el contrato es susceptible de incluir cláusulas exorbitantes).
Si bien existen muchas normas nacionales relacionadas con los contratos administrativos,
es dable resaltar entre ellas, al Decreto 1023/2001 y sus modificatorias.
Con ello se pretende lograr que la decisión del funcionario de turno que tiene
competencia para dictar el acto sea la correcta o más conveniente. En general, los órganos
consultivos son colegiados (Tribunal de tasaciones en materia de expropiación, Juntas
Médicas en los órganos previsionales), pero también pueden ser individuales, como ocurre
a nivel nacional con el Procurador del Tesoro de la Nación (asesor jurídico del Poder
Ejecutivo y jefe inmediato del cuerpo de abogados del Estado).
253
Cam. Nac. Cont. Adm. Fed, Sala III, autos: “Bustelo, Rafael Justo c/E.N. M° de Educación S/empleo
público”, Sent. de fecha 03/09/2004.
Es dable destacar que, cuando la Administración consultiva se expresa asesorando
jurídicamente, resulta pertinente explicitar nítidamente cuándo la conducta administrativa
está vinculada por la norma y cuándo permite una apreciación discrecional.
En cuanto a los “informes”, podemos remarcar que pueden ser considerados como
una expresión objetiva sobre determinada materia, por ejemplo, un informe de constatación
sobre la cantidad de personas que asisten a un local nocturno bailable, hecho que reviste
mucha importancia a la hora de ejercer el poder de policía sobre este tipo de actividad.
Esto se da cuando se quiere llevar adelante una obra pública de cierta relevancia en
donde se requieren especiales conocimientos técnicos (por ejemplo, sobre arquitectura,
ingeniería, arte, medicina, derecho, etc.).
Precisamos que, como bien se ha visto en el capítulo anterior, los reglamentos son
actos administrativos también, pero con alcance general e indeterminado. Y, por una
cuestión pedagógica que procura evitar confusiones terminológicas, llamaremos “acto
administrativo” sólo al de alcance individual y reglamento al de alcance general.
254
DROMI, Roberto, Derecho Administrativo, Edit. Ediciones Ciudad Argentina, 2004, pág. 11.
más ha insistido con que también, determinadas personas jurídicas privadas, pueden dictar
actos administrativos255.
b. CLASIFICACIÓN
Hay tantas clasificaciones como parámetros se utilizan para agrupar a los actos
administrativos. Entre ellos, sólo veremos las siguientes:
255
ALTAMIRA GIGENA, Julio I., Lecciones de derecho Administrativo, Edit. Advocatus, págs. 212 y 213.
256
CSJN en autos "Fernández Arias c/Poggio", 1960.
3. Actos de contralor: la Administración fiscaliza la actuación de un órgano interno, o
de una persona jurídica distinta (por ejemplo, cuando un órgano auditor aprueba un informe
contable o de rendición de gastos).
1. Actos simples: participa un solo órgano en el dictado. Ej: la resolución del ministro
de Educación que rechaza un reclamo administrativo de un docente.
2. Actos complejos: en éstos confluyen varios órganos para darle validez al acto. Ej:
La designación del Presidente de la Auditoría General de la Nación que debe ser suscripta
por los Presidentes de cada una de las Cámaras que componen el Congreso de la Nación, o
cualquier decreto reglamentario de leyes que debe ser suscripto por el Presidente de la
Nación (art. 99 inc. 2 de la CN) y refrendado al menos por el Jefe de Gabinete (art. 100 inc.
8 de la CN).
c. ELEMENTOS ESENCIALES
1. Competencia: el órgano que dicta el acto debe estar autorizado por ley para ejercer
dicha facultad. La competencia es el conjunto de atribuciones que el ordenamiento jurídico
le atribuye a un órgano estatal. La competencia puede clasificarse según el grado, la
persona, la materia y el territorio.
257
COMADIRA, Julio El acto administrativo, Ed. La Ley, 2004, pág. 25
acreditada en el expediente administrativo, como las normas que tipifican dicha conducta
como ilegal, y prevén como sanción la multa aplicada.
3. Objeto: es el contenido del acto. Siguiendo a Juan Carlos Cassagne 258 podemos
decir que es aquello que el acto decide o resuelve a través de la declaración pertinente. El
objeto debe ser cierto, legal, razonable y posible.
Por ejemplo, el acto de adjudicación de una obra pública debe estar precedido del
correspondiente procedimiento licitatorio.
258
CASSAGNE, Juan Carlos, Derecho Administrativo, Ed. Abeledo Perrot, 2002, pág. 105.
Hay dos tipos de motivación: una formal que implica la mera enunciación de la causa
y otra de fondo que se constituye en el razonable justificativo de la decisión.
6. Forma: este elemento se integra por aquellas solemnidades que deben cumplirse en
la declaración así como también con las que correspondan tanto al procedimiento de
integración de la voluntad como a los requisitos de publicidad necesarios para su vigencia.
La firma de la autoridad que dicta el acto, la fecha, el número de resolución, etc., son
algunos ejemplos de solemnidades que integran este elemento.
Por ejemplo, cuando el ministro de Educación dispone otorgar becas a los alumnos
con mejores promedios lo hace con la finalidad de estimular un mayor estudio a los
educandos.
Los caracteres del acto son los rasgos esenciales que permiten su diferenciación del
resto de los actos jurídicos privados. Para parte de la doctrina, tanto la presunción de
legalidad, la impugnabilidad, la estabilidad, la ejecutoriedad y la ejecutividad son caracteres
de todos los actos administrativos.
Desde nuestra postura, solo serían caracteres de todos los actos administrativos la
presunción de legalidad y la impugnabilidad. Mientras que la estabilidad sería un rasgo de
algunos actos.
Presunción de legalidad:
Esta calidad implicaría que los actos administrativos, al ser dictados por órganos en
ejercicio de función administrativa, se presuponen legales y sólo pierden dicha calidad si es
demostrado que adolecen de algún vicio grave que afecte alguno de sus elementos.
Significa la suposición de que el acto administrativo ha sido dictado con arreglo a las
normas jurídicas que debieron condicionar su emisión.
Con una extraordinaria simpleza, este jurista afirmó que la presunción de legitimidad
desaparece cuando una manifiesta invalidez invade al acto, ya que ante el conflicto entre la
precaria presunción de referencia y la inexistencia manifiesta, ésta triunfa sobre aquélla.
259
FIORINI, Bartolomé, Manual de Derecho Administrativo, Ed. La Ley, 1968, pág. 293
Sólo se impone y subsiste la suposición de legalidad en caso de duda. Dicha construcción
teórica es útil para respaldar la ejecutoriedad o la fuerza ejecutoria del acto 260.
Huelga recordar que en el año 1972 se dictó el decreto ley 19.549, cuyo artículo 12
recepta una postura de la presunción de legalidad un tanto extrema si se analiza el artículo
en forma aislada.
Así, estableció una clara pauta al afirmar que la presunción analizada "no puede
siquiera constituirse frente a supuestos de actos que adolecen de una invalidez evidente y
manifiesta".
Dicha sentencia, en síntesis, dijo que la presunción de legitimidad existe sólo si "el
acto no es manifiesta ni evidentemente inválido".
Cabe resaltar, como surge de lo expuesto, que este fallo procuró evitar una
interpretación descontextualizada del artículo 12 de la ley 19.549, en tanto éste nada dice si
la presunción de legalidad es aplicable a los actos válidos y/o a los anulables y/o a los
nulos, pero el análisis del mismo, desde una visión integral, permite despejar tal
incertidumbre.
Una interpretación diferente atentaría, según Agustín Gordillo 262, con la armonía del
sistema ya que, de tal forma podría presumirse legal a un acto que la ley considera
"irregular", y que la misma norma "obliga" revocar a la Administración Pública.
260
FIORINI, Bartolomé, Ob. Cit., pág. 295.
261
CSJN, Fallos 293:133.
262
GORDILLO, Agustín, Tratado de Derecho Administrativo, Tomo 3, Edit. Fundación de Derecho
Administrativo, Año 1999, pág V-17.
Con una perspectiva diferente, Rodolfo Barra afirma que las nociones de presunción
de legitimidad y de fuerza ejecutoria se encuentran unidas porque ambas constituyen la
expresión técnica del valor normativo del acto administrativo, a la que se debió recurrir
para justificar que también los órganos administrativos dictan reglas jurídicas (y no solo los
órganos legislativos representativos de la voluntad popular)263.
Como bien se aprecia, la presunción de legalidad 264 constituye una presunción iuris
tantum de que el acto administrativo ha sido dictado de acuerdo a las normas jurídicas
vigentes. Tal como la ley dictada por el Congreso y las sentencias emanadas de los
tribunales judiciales, el acto se presume legal en respeto del principio que asegura que todo
acto que emane de cualquiera de los órganos estatales así se presupone.
Impugnabilidad:
263
BARRA, Rodolfo, “Revista de Derecho Administrativo”, 1 y 2, Ed. Depalma, 1989, Buenos Aires, pág. 86.
264
Nos parece más correcto hablar de presunción de legalidad que de legitimidad.
265
CNEsp. Civ. y Com., sala IV, en autos “Halfon, Lazaro c/Municipalidad de la Capital”, 27/05/1983.
266
SC Mendoza, en autos “Consorcio Surballe-Sadofschi c/Provincia de Mendoza”, 10/06/1997.
El hecho de que todos los actos administrativos resulten “a priori” legales posibilita
el avance del andamiaje administrativo, sin resultar necesario que estas normas particulares
sean convalidadas por los respectivos órganos legislativos (lo que resultaría un escollo que
lentificaría la burocracia de sobremanera). Pero este encauzamiento de los actos
administrativos en el camino de la legalidad, torna en indispensable el acceso de los
administrados que pudieren verse afectados, a un fácil control de los mismos, el cual debe
estar garantizado legalmente (la tutela administrativa efectiva es un principio que incluye la
impugnabilidad de los actos como garantía de fiscalización ante cualquier arbitrariedad o
ilegalidad de la Administración).
Estabilidad
Antes del dictado de la ley 19.549 y a partir del caso “Carman de Cantón”267, se
comenzó a elaborar una doctrina sobre la inmutabilidad de los actos administrativos firmes,
consentidos y que hubieren generados derechos subjetivos beneficiando a terceros. Se le
denominó, en dicha oportunidad “cosa juzgada administrativa” y solo la adquieren los actos
administrativos que reúnen las condiciones antes mencionadas.
Con la ley 19.549, los actos administrativos notificados, que generaron derechos
subjetivos a favor de administrados (sin que éstos conocieren vicio alguno de ellos, o que
su extinción los favorezca, o que los derechos nacidos hayan sido de carácter precarios),
adquieren estabilidad, calidad que implica la imposibilidad de revocación de los mismos
por parte de la Administración, en sede administrativa. Esta conclusión se infiere de la
interpretación sistemática de los arts. 17 y 18 de la mencionada Ley, que efectuó la Corte
Suprema de Justicia en el caso “Almagro, Gabriela c/UNC” 268. Aunque es dable precisar
que, para el caso de los actos irregulares, esa condición solo podrían lograrla si, además de
reunir los requisitos antes enumerados, también estuvieren “firmes y consentidos” (art. 17
LNPA).
267
CSJN, Fallos 175:368.
268
CSJN, ED, diario del 19/06/98.
En caso de que la Administración advierta la existencia de vicios graves en forma
posterior al momento antes referido, sólo podrá instar al órgano judicial competente para
que éste, si la patología es acreditada en dicha sede, lo declare nulo de nulidad absoluta.
2. PRERROGATIVAS DE LA ADMINISTRACIÓN
Ejecutoriedad:
Miguel Marienhoff considera que esta prerrogativa constituye la potestad que tiene la
Administración para hacer efectivos y poner en práctica ciertos actos administrativos que
ella dicta. Según el autor, se asienta en tres fundamentos: el primero, la necesidad de que la
satisfacción de los intereses generales no se vea obstaculizada por la acción de los
particulares; el segundo, la presunción de legalidad de los actos administrativos, y en tercer
lugar, el carácter público de la actividad ejercida mediante el acto administrativo 270.
269
CASSAGNE, Juan Carlos, Ob. Cit., pág. 232.
270
MARIEHOFF, Miguel S., Tratado de derecho administrativo, Tomo II, Edit. Lexis Nexis, 2005, págs. 341 y
342.
271
CNCiv., Sala F, 15/04/1995, en autos “Luna, Luis c/ C.A. de Buenos Aires”.
272
CNCiv., Sala F, 15/04/1995, en autos “Luna, Luis c/ C.A. de Buenos Aires”.
Al momento de fundamentar este rasgo ha dicho que es una derivación lógica de “la
presunción de constituir un ejercicio legítimo de la actividad administrativa”273 de que
goza todo acto administrativo, agregando que emana “del carácter público del acto y de su
finalidad enderezada a satisfacer intereses públicos primarios y colectivos”274 y “del
concepto mismo de poder público”275.
Ejecutividad:
Cassagne, quien es uno de los autores que más se explaya sobre la ejecutividad,
manifiesta que la misma "se refiere al título del acto en el plano procesal, siendo ejecutivo
-conforme a todo nuestro ordenamiento jurídico procesal- aquel acto que, dictado con
273
TSJ Córdoba, Sala Laboral, 29/12/1982, en autos “Unión Obrera Metalúrgica de la República Argentina
c/Fiat Concord S.A.”.
274
CCiv. y Com., Santa Fe, Sala I, 24/08/1979.
275
TSJ Córdoba, Sala Civil y Comercial”, 03/05/1996, en autos “Ramos Hnos. SA c/Torres, Osvaldo”.
276
TSJ Neuquén, 30/12/1987, en autos “Provincia de Neuquén s/ejecución de acto administrativo”
277
C. Contencioso administrativa y Tributaria de la C.A. de Buenos Aires, Sala II, 12/07/2001, en autos
“G.C.B.A. c/Rodríguez, María L.”.
todos los recaudos que prescriben las normas legales, otorgue el derecho procesal de
utilizar el proceso de ejecución"278.
La Cámara Federal de Córdoba, siguiendo las palabras empleadas por Silvia Palacio
de Caeiro en una profusa nota a fallo, había fijado una posición clara en el horizonte
expuesto279. Concretamente expresó que "la problemática del proceso de ejecución fiscal o
apremio hace que en esta clase de títulos, producto de la exclusiva creación del ente
administrador, no pueda adoptarse un criterio totalmente prescindente de los actos
administrativos que le precedieron dándole origen. Ignorar ese procedimiento previo
podría conducir a consagrar con primacía o privilegio la voluntad unívoca de una de las
partes, en desmedro de la otra. El debido proceso adjetivo debe respetarse en la órbita
administrativa, por responder a una función tuitiva sobre legítimos derechos
constitucionales del contribuyente"280.
Otro importante fallo, sin decirlo explícitamente, parece receptar la misma postura:
"En el sub lite estamos en presencia de un documento de formación unilateral, producto de
la exclusiva creación del acreedor... Esta clase de instrumentos que llevan aparejada
ejecución conforme lo establecido en las leyes que lo regulan, deben precisarse con
exactitud.... Ello permite la constatación de la existencia del crédito fiscal por el Juez,
quien previo a dar curso a su tramitación o disponer su ejecutividad debe analizar
pormenorizadamente los instrumentos sometidos a su consideración para verificar si se
encuentran cumplidos los extremos legales."281.
En este contexto coincidimos en parte con aquellos autores que ven en la ejecutividad
el fundamento jurídico que respalda la posibilidad de la Administración de trasladar a un
plano procesal, con el valor de título ejecutivo, la deuda de un particular para con el Estado.
- En el elemento objeto, objeto ilícito (por ejemplo cuando las autoridades de una
Universidad designan una persona sin previa selección mediante concurso público siendo
éste obligatorio), objeto imposible lícita (por ejemplo si un gobernador de Provincia
resuelve designar a un juez Federal) o materialmente (por ejemplo si un Ministro de Salud
dicta un decreto ordenando a una persona curarse de una enfermedad terminal), objeto
irrazonable o absurdo (por ejemplo, si un Intendente adjudica a favor de un vecino una
vivienda a construirse en el planeta Marte).
Y en ese sentido tienen dicho que si el vicio en uno o en varios elementos es grave o
gravísimo el acto es nulo de nulidad absoluta y por lo tanto insanable. Mientras que si el
vicio es leve o muy leve el acto es anulable y permite su subsanación. Este sistema es el
elegido por la ley 19.549 (arts. 14 y 15), es decir que, de acuerdo a la gravedad del vicio,
van a resultar sus efectos invalidantes.
Como bien puede observarse, a partir de la ley 19.549 se denomina acto nulo de
nulidad absoluta al acto irregular que adolece de, al menos, un vicio grave o muy grave en
uno de sus elementos (arts. 14 y 17). A su vez, a nivel nacional se denomina acto anulable
(art. 15) al que solo se le ha encontrado un vicio leve o muy leve, en alguno de sus
elementos o requisitos de validez.
Lo que resulta paradójico es que la ley 19.549 denomine como actos regulares tanto
a los actos sin vicios como a aquellos anulables, es decir que adolecen de vicios leves (art.
18).
En lo que respecta a los actos administrativos regulares (sin vicios o con vicios leves),
la ley 19.549 establece que todos son susceptibles de ser revocados en sede administrativa,
salvo aquéllos de los que hubieren nacido derechos subjetivos que no fueren precarios a
favor de un administrado – que no hubiere conocido el vicio - al que el nuevo acto no les
favorezca (art. 18). En este último supuesto, la Administración debe requerir al poder
Judicial la declaración de nulidad mediante la acción de lesividad, si la misma fuere
procedente.
También dice la ley (art. 18) que los actos regulares pueden ser revocados,
modificados o sustituidos en sede administrativa por razones de conveniencia, mérito u
oportunidad, indemnizando los daños y perjuicios que causare.
Ahora bien, la ley 19.549 por un lado habla de presunción de legalidad de los actos
administrativos sin diferenciar si se trata de actos regulares o irregulares (art. 12), mientras
que por el otro fija el deber de revocar de la Administración los actos irregulares: ¿Resulta
ello contradictorio?
282
CSJN, Fallos 321: 469.
283
CSJN, Fallos 293:133.
Dicha sentencia, en síntesis, dijo que la presunción en cuestión existe sólo si "el acto
no fue manifiesta ni evidentemente inválido". Coincidimos plenamente con esta sabia
enseñanza judicial.
Cabe reiterar que este fallo buscó evitar una interpretación descontextualizada del
artículo 12 de la Ley 19.549, en tanto éste nada dice si la presunción es aplicable a los actos
válidos y/o a los anulables y/o a los nulos, pero el análisis del mismo, desde una visión
integral y sistemática, permite despejar tal incertidumbre.
f. SANEAMIENTO Y CONVERSIÓN
La Procuración del Tesoro de la Nación 284, aclara que en los casos en que el
saneamiento es viable, sus efectos son retroactivos.
a) mediante la ratificación por el órgano superior cuando el vicio del acto sea el de
incompetencia en razón del grado y la avocación o delegación sean procedentes. La
ratificación es el acto por el cual el órgano competente reconoce como propios actos, los
realizados por otro órgano. Sólo es viable en actos anulables.
284
PTN, Dictámenes, 198:115 y 234:156.
La conversión, en cambio, es la transformación de un acto viciado en un acto válido,
mediante la emisión de un nuevo acto en el que se transcriben las partes no viciadas del
primero. Los efectos de la conversión corren recién a partir del dictado del nuevo acto.
Manuel María Diez285 afirma que para que pueda producirse la conversión se exige
los siguientes requisitos:
2. Que exista correspondencia entre el acto legal y el acto inválido. Para ello es
necesario que el órgano sea competente para dictar ambos actos.
285
DIEZ, Manuel María, Manual de Derecho Administrativo, Tomo I, Edit. Plus Ultra, 1991, págs. 246 y 247.
286
DROMI, Roberto, Ob. Cit., pág. 409.
Según el mencionado jurista podemos enumerar, entre las causas de extinción de los
actos administrativos reconocidas por las leyes, la jurisprudencia o la doctrina, a las
siguientes: 1) el cumplimiento del objeto que justificó su dictado, 2) la imposibilidad de
cumplimiento del objeto por hecho posterior a su dictado, 3) la expiración del plazo que el
mismo se había fijado para su vigencia, 4) el acaecimiento de una condición resolutoria, es
decir la concreción de un hecho previsto en el mismo acto como causa de extinción del
mismo 5) la renuncia del derecho por parte del destinatario del acto, 6) la revocación del
acto por parte del órgano que lo dictó o de uno jerárquicamente superior con competencia
para entender en ello, 7) la declaración judicial de nulidad del acto.
Manuel María Diez bien agrega, como causa de extinción, a la caducidad del acto,
cuando ella es dictada por la Administración, constituyendo una sanción en perjuicio del
administrado ante el incumplimiento de éste de las obligaciones correlativas a los derechos
que obtenía del mismo287 (art. 21 de la Ley 19.549). Diez aclara que la caducidad siempre
es una sanción mientras que la revocación del acto puede ser por conveniencia u
oportunidad a favor de la Administración.
Interpretar una norma, sea una ley, un decreto o un acto administrativo, implica
desentrañar o descubrir su alcance y significado.
1. Interpretación auténtica, la que emana del funcionario a cargo del órgano que lo
emitió.
2. Interpretación histórica: la que se concreta teniendo en cuenta los antecedentes que
dieron origen no solo a ese acto, sino a los que le precedieron.
287
DIEZ, Manuel María, Ob. Cit., pág. 250.
3. Interpretación sistemática: la que considera al acto a interpretar, como parte de un
colectivo de normas compatibles y sin lagunas jurídicas graves.
4. Interpretación judicial: la que realiza el tribunal al que se le asignó el caso
concreto en donde tramita el control judicial de validez del referido acto.
5. Interpretación sociológica: la que se enmarca en la idiosincrasia de la sociedad en
donde el acto fue dictado.
CAPITULO XVI
I. CONTRATOS ADMINISTRATIVOS
Antes de definir qué se entiende por contrato administrativo resulta oportuno recordar
que no siempre se aceptó la idea que la administración pública pudiera celebrar contratos
regidos por el derecho público. Es más, un sector de la doctrina europea negaba, también,
la posibilidad que la administración pudiera celebrar contratos, ello más allá de cual fuera
el régimen jurídico que regulara el mismo. En este último sentido, la doctrina alemana,
representada por Mayer, sostenía que en realidad la administración no celebraba contratos,
sino que emitía ciertos actos administrativos los que, para tener eficacia, debían ser
acompañados del consentimiento del destinatario de dichos actos. Como ejemplo del
pensamiento de esta doctrina se puede citar a la situación del empleado público que es
nombrado por la administración y para que empiece a laborar debe aceptar su designación.
Asimismo, la doctrina francesa, con Yéze como principal expositor, sostenía que en
realidad no había contrato sino la presencia de actos administrativos sujetos a condición.
Por último y en relación al tema que nos ocupa, podemos recordar que la doctrina italiana,
representada por Zanobini, nos habla que no hay contrato administrativo sino acuerdos
administrativos, ello en virtud que las características que presenta el hoy aceptado contrato
administrativo, tal el caso de la presencia de cláusulas exorbitantes. Entiendo que, más allá
de esta discusión que para algunos podría ser solo académica o hasta semántica, lo
importante es que todos han reconocido, por ser de imposible negación, que la
administración se vincula o relaciona con los particulares para el cumplimiento de sus
fines.
Superada la posición que nos habla de la inexistencia del contrato, podemos ver que
un sector de la doctrina, sosteniendo lo que se conoce como doble personalidad del Estado,
entendía que la administración puede celebrar contratos regidos por el derecho civil y
contratos regidos por el derecho público.
Por último, debemos decir que la nueva doctrina francesa, la doctrina española y la
doctrina reinante en nuestro país reconocen la posibilidad que la administración celebre
contratos regidos por el derecho administrativo.
CONCEPTO
Podemos definir al contrato como un acuerdo de voluntades entre dos o más partes,
de las cuales una se encuentra en ejercicio de función administrativa, siendo dicho acuerdo
productor de efectos jurídicos.
CLASIFICACIÓN
La formación del contrato importa todos los actos y hechos que se llevan adelante
antes que se llegue a concretar el acuerdo de voluntades. En tanto que el
perfeccionamiento del mismo se produce justamente cuando se logra dicho el acurdo de
voluntades.
Para finalizar con lo referido a los mecanismos de selección de co- contratante, sólo nos
resta decir que el llamado que realiza la administración se materializa mediante el dictado
de un acto administrativo.
a) Rescisión: Esta puede ser unilateral o bilateral. En el primer caso el contrato se extingue
por la decisión de una de las partes frente a un comportamiento culposo de la otra parte o
bien por cuestiones de mérito, oportunidad o conveniencia si la que decide rescindir el
contrato es la administración
b) Caducidad: Importa la extinción del contrato por incumplimiento grave de las obligaciones
a cargo del co-contratante, pudiendo dar lugar a que el propio Estado le reclame al co-
contratante el pago de una indemnización. En la caducidad se torna necesario que el
Estado, antes de extinguir el contrato, intime a la persona con la que contrato para que
cumpla con el contrato.
c) Rescate: El rescate se da cuando la administración, antes que finalice el plazo del contrato,
lo da por extinguido y decide, por cuestiones de interés público, continuar ella con la
ejecución del contrato. El rescate da derecho a que el co-contratante reciba una
indemnización por la decisión de la administración, fundada en el interés público, de dar
por finalizado el contrato. Como se advierte no existe comportamiento alguno del co-
contratante que justifique la decisión, razón por la cual no debe él soportar las
consecuencias de la decisión discrecional de la administración. La decisión de rescatar el
contrato importa el tomar una posición por parte de la administración respecto de que es lo
mejor en relación a la ejecución de los contratos administrativos, razón por la cual el
rescate se puede producir en cualquier momento durante la vigencia del contrato
administrativo.
Lo primero que debemos hacer para entender en que consiste este contrato es definir
qué se entiende por obra pública, toda vez que ésta es el resultado del contrato de obra
pública. Dicho con otras palabras, la administración recurre a este contrato cuando se
quiere hacer de una obra pública.
El artículo 1 de la ley 13064 (ley de obras públicas) nos da una definición de qué se
entiende por obra pública. Dice el citado artículo que es toda construcción, trabajo o
servicio de industria que se ejecuta con fondos del Estado Nacional, salvo las que se
ejecutan con un subsidio o aquellas construcciones militares. Esta definición de alguna
manera se contrapone con la práctica dado que existen obras públicas que no son ejecutadas
con fondos del Estado, sino que son realizadas con fondos de los privados a través de la
figura del peaje o del cobro de contribuciones que imponga el Estado a los particulares. La
obra pública puede ser una cosa mueble, un inmueble o accesorios a una cosa y puede ser
ejecutada por el Estado de manera directa (cuando la hace el propio Estado con sus
recursos tanto humanos como materiales) o bien de manera indirecta recurriendo a un
tercero con el que el Estado se vincula por medio del contrato de obra pública o por el
contrato de concesión de obra pública.
En otras palabras y siguiendo a la doctrina, podemos decir que la obra pública es todo
bien construido o creado por el Estado, sea de manera directa o bien por un tercero que se
vincula con aquel a través de una forma jurídica.
a) Bilateral por cuanto del mismo surgen derechos y obligaciones para ambas partes
(principalmente para una pagar el precio y para la otra ejecutar la obra); b) Oneroso: por
cuanto una parte no obtiene una ventaja sin dar algo a cambio; c) Conmutativo: Ello en
virtud que las prestaciones a cargo de una y otra parte del contrato son equivalentes, más
allá que puedan existir variaciones producto de las particularidades que emanan de un
contrato regido por el derecho público y d) Formal: por cuanto según la ley de obras
públicas (13064) el mismo debe ser plasmado por escrito, firmándose los correspondientes
instrumentos.
En este contrato vemos que hay dos partes bien diferenciadas. Una, quien se va a
encontrar en ejercicio de la función administrativa, va a ser el Estado Nacional, Provincial,
municipal, o bien una persona jurídica pública estatal o no estatal que tenga función
administrativa por delegación; la otra parte del contrato puede ser una persona humana o
jurídica que deberá cumplir con el requisito de encontrarse inscripta en el registro de
contratistas del Estado.
Con relación a la finalidad del contrato de obra pública, entiendo que, por ser éste una
especie dentro del contrato administrativo, su finalidad debe ser la satisfacción del interés
público.
Precio del Contrato de Obra Pública. Sistema de Determinación del mismo. Re-
determinación-
Sistema de Unidad de Medida: Este sistema consiste en fijar un precio para cada
unidad de medida (que puede ser metros, kilómetros, etc) y de cada ítem que contenga la
obra (construcción de pared, revoque, nivelación de suelo, pintura etc.). Con esas dos
variables lo que se hace es establecer cuántos metros de pared se construyó o cuantos
kilómetros de autopista se niveló y a eso multiplicarlo por el valor de la unidad para ese
ítem. De esa manera vamos a obtener una serie de subtotales (totales por ítems) los que
sumados nos darán el precio de la obra pública. Un ejemplo nos ayudará a comprender lo
dicho. Veamos...
La Nación decide realizar una autopista que una Rio Cuarto con la ciudad de Venado
Tuerto y establece que el precio de la obra será por unidad de medida. En ese marco fija
tres ítems que son los siguientes a) movimiento y nivelación de suelo, cuyo valor unitario
es de $ 10.000 el kilómetro; b) llenado de carpeta asfáltica con valor unitario de $ 30000 el
kilómetro y c) demarcación con valor unitario de $ 5000 el kilómetro. En ese marco, se
hizo movimiento y nivelación de suelo en 100 km, llenado de carpeta en 200 km y
demarcación en 230 km. Así tendremos:
Otro aspecto importante de destacar es que el precio de la obra pública puede ser
objeto de re-determinación. Esta se da cuando, por fenómenos como la inflación el precio
de la obra queda desactualizado o desfasado. En ese contexto, resulta de aplicación lo
normado por el decreto 691/16.
Vinculado al tema del precio y a la manera en que se paga la obra pública, resulta
importante que hagamos referencia a qué es el certificado de obra pública. Para entender la
importancia de este instrumento debemos pensar que muchas veces la obra pública tiene
una cuantía económica muy importante, de manera tal que el co-contratante no puede
esperar hasta la finalización de ella para cobrar la misma, de modo tal que la obra se va
pagando a medida que ella avanza. Así, lo que se hace en esos casos, es que la
administración emita un certificado de obra pública que sirve como instrumento que
acredita que el co-contratante es acreedor de la administración por una determinada suma
de dinero que guarda relación con el avance de la obra. Ese certificado que es, ni más ni
menos, que un acto administrativo, se emite a medida que se certifica por el área de
competencia (Dirección o Departamento de control de obras) el avance que la misma ha
tenido. El certificado de obra no es un medio de pago sino un instrumento que permite
decir que el co-contratante es acreedor de la administración, debiendo ésta, con
posterioridad a la emisión del certificado, proceder por medio del área específica (tesorería
o contabilidad) a pagar el correspondiente certificado. Como es un medio que sirve para
probar que el co-contratante es acreedor de la administración, dicho certificado puede ser
endosado a favor de un tercero para que él lo cobre.
En el contrato de obra pública podemos distinguir la garantía que debe constituir todo
aquel que va a presentar una oferta y que, conforme el artículo 14 de la ley de obras
públicas equivale al 1% del valor fijado por la administración para la obra (presupuesto
oficial). Esta garantía que es por el mantenimiento de la oferta es restituida a todos los
oferentes que no resultaren adjudicatarios (y hayan mantenido su oferta hasta la
adjudicación), cosa que no sucede con el que gana la licitación y se le adjudica la obra,
toda vez que éste debe constituir garantía por el cumplimiento en la ejecución de la obra
que le ha sido adjudicada. Por otro costado, quien resultare adjudicatario de la obra deberá
constituir una fianza (que es una garantía) del fiel y correcto cumplimiento de la misma.
Dicha fianza, conforme lo dispone el artículo 21 de la ley, será del 5% del monto de obra
convenido. También puede ser considerada como garantía en el contrato de obra pública el
fondo de reparo que es una deducción que hace la administración de cada certificado que
debe pagar a los fines de constituir un fondo que permita arreglar o subsanar defectos que
pudiera presentar a futuro la obra. Dicho fondo será restituido una vez que la obra sea
receptada de manera definitiva.
Derechos a favor del Co-Contratante: Los principales derechos del co- contratante
son los siguientes: a) derecho a que se le abone los montos previstos en el contrato, ello
toda vez que es la principal obligación que pesa sobre la administración; b) derecho a que
se le abone los materiales que pudiera haber acopiado (guardado) para la obra ello aún,
cuando no lo haya utilizado todavía; c) derecho a designar a un representante técnico que es
un profesional que es el encargado de interpretar los planos y receptar la comunicación que
le trasmite el inspector de obra puesto por la administración, la cual se hace por una orden
de servicio que, en definitiva, es un acto administrativo destinado a dar esa instrucción; d)
derecho a que se le reciba la obra; e) derecho a que a se le abone intereses por mora en el
pago y gastos improductivos, siendo estos últimos aquellos en los que incurre la empresa
culpa de la administración (por ejemplo el pago de serenos por el tiempo durante el cual no
puede avanzar en la obra por culpa de la administración y f) derecho a solicitar autorización
para ceder o subcontratar o asociarse con terceros para continuar con el contrato.
La recepción de la obra pública puede ser tanto definitiva como provisoria o bien
parcial o total. Estas son dos maneras distintas de clasificar a la recepción y que pueden
combinarse entre ellas.
Como hemos adelantado al momento de hablar de los contratos en general (lo que
resulta aplicable al contrato de obra pública) la extinción del contrato puede ser por modo
normal o anormal. En el caso concreto la extinción por modo normal sería cuando el
contratista ejecuta la obra conforme los pliegos y la misma, es receptada de plena
conformidad por la administración. Por otro costado, el contrato puede finalizar por
incumplimientos de cualquiera de las partes. Por ejemplo, puede suceder que el contratista
no ejecute la obra o que incurra en atrasos de la misma o hasta abandone la obra, que
transfiera el contrato a un tercero sin la debida autorización de la administración. También
es causal de extinción por culpa del contratista, el hecho que el mismo no cumpla con las
normas que son aplicables a la ejecución del contrato y que impone el Estado. En estos
casos el contratista debe reparar los daños y perjuicios que haya ocasionado, y la
administración queda habilitada a usar los equipos y materiales del contratista para
continuar con la obra pudiendo, también, retenerle créditos que tenga el contratista por
cobrar.
Por otro costado, el contrato puede extinguirse por culpa de la administración si ella,
por ejemplo, no paga el precio de la obra, no hace entrega del terreno donde debe ser
ejecutada o si plantea modificaciones que superen el 20 % del contrato. En estos casos, el
contratista tiene derecho a que se le liquiden los materiales que tiene acopiados para la
obra, que se le paguen los gastos improductivos y que se le reciban los trabajos que ha
realizado hasta el momento.
Contrato de Concesión de Obra Pública:
El rédito económico del contrato para el concesionario (tal cual se llama al particular
que se vincula con la administración- concedente-) no se encuentra definido desde el
principio, ello toda vez que su real beneficio va a depender de la utilización de la obra
pública por parte del usuario o beneficiario (que es un tercero extraño al contrato pero
cuyos efectos lo alcanzan). Así las cosas se dice que el contrato de concesión de obra
pública es un contrato aleatorio, ello por cuanto hay un factor suerte que va a influir en la
determinación del precio del contrato.
Otra de las particularidades que presenta este contrato es que si bien el contrato lo
celebra la administración concedente con el particular concesionario (quienes son las partes
del contrato) los efectos jurídicos de dicho contrato se expanden o alcanzan a terceros
ajenos al contrato pero que deben soportar las consecuencias del mismo. Estos terceros que
llamamos beneficiarios o usuarios de la obra pública, deben abonar un peaje o contribución
por la obra que va a ser lo que permita que el concesionario pueda recuperar los costos de
la obra y obtener su ganancia.
La naturaleza jurídica del contrato de concesión de obra pública hace que deba existir
un control sobre las empresas que se convierten en concesionarias de una obra pública,
control que ésta a cargo de entes especiales conforme la ley de reforma del Estado 23696
que reforma, en lo que hace al punto, a la ley 17520.
La concesión de obra pública puede ser utilizada tanto para una construcción de una
obra nueva, como para la refacción, ampliación, conservación o administración de una obra
ya existente.
Con respecto al plazo del contrato éste es fijado por la administración y durante él el
concesionario podrá explotar la obra de manera tal que, vencido el plazo, la obra pasara a
ser explotada por la propia administración. Con lo dicho, podemos afirmar que el
cumplimiento del plazo por el que se otorgó la concesión es el modo normal de extinción
del contrato, en tanto que los modos anormales de extinción del contrato, serán aquellos
que hemos visto y que son comunes a todos los contratos administrativos.
Contrato de Suministro:
Este contrato tiene la particularidad de ser un contrato en el que lo que busca la
administración es el abastecimiento o la provisión en su favor de una serie de bienes que
resultan necesarios para el normal desenvolvimiento de la misma A cambio de la provisión
de dichos bienes la administración abonará un precio en dinero por ellos. El objeto de este
contrato es la provisión de cosas muebles que son necesarias para el desenvolvimiento de la
administración.
Como hemos dicho precedentemente se puede convenir que la entrega de las cosas
que debe proveer el particular se haga en un solo momento (ejecución instantánea) o bien
que se haga en diversos momentos, a través de lo que se conoce como entregas periódicas.
La cosa que será objeto de entrega por parte del co-contratante puede ser mueble
consumible o no (esto es que se agota su existencia con su uso- combustible para vehículos
oficiales o vacunas para el Ministerio de Salud que una vez utilizada se extinguen o por el
contrario muebles para una dependencia del Estado). Para poder suscribir este contrato, el
co-contratante deberá inscribirse como proveedor del Estado en un Registro especial que
lleva el propio Estado.
Por último, y en cuanto a la extinción del contrato, podemos decir que el modo de
extinción normal es el cumplimiento del mismo, lo que sucede con la entrega, en tiempo y
forma, de los bienes comprometidos en el contrato.
Este contrato está regido por la ley 27328, la que nos habla de la posibilidad que el
Estado (en sus distintos niveles) como contratante y los sujetos privados como contratistas
puedan desarrollar de manera conjunta proyectos en el campo de la infraestructura,
vivienda, servicios, inversión productiva, investigación aplicada y/o innovación
tecnológica.
Esta forma contractual actúa como una alternativa a los contratos de derecho público
que hemos venido desarrollando. Esta forma contractual excluye la aplicación de la ley de
obra pública, la ley de reforma del Estado y del decreto que reglamenta la ley de
administración financiera.
El artículo 9 de la ley que regula la materia establece que requisitos debe contener el
contrato, principalmente la fijación de un plazo, la determinación de las obligaciones de
ambas partes, la forma y modalidad de cumplimiento de ellas, el plazo, forma y momento
de pago, aportes que se comprometa a realizar el contratante, causa de extinción del
contrato, etc.
Con respecto a la selección del contratista, la misma se realiza por licitación pública o
concurso público.
Por último, la ley prevé la creación de una comisión bilateral de seguimiento de estos
contratos integrada por diputados y senadores de la Nación que tendrá como fin hacer un
seguimiento de los proyectos que se desarrollan bajo esta modalidad.
Sin dudas que esta forma contractual resulta sumamente interesante, moderna y
representa un intento más para lograr que el sector público y privado puedan trabajar
mancomunadamente en el desarrollo de proyectos que permitan el crecimiento de nuestro
país.
A los fines de seleccionar al particular con el que se vinculará por medio de este
contrato, la administración utiliza el medio de selección de co- contratante conocido como
concurso público. Este es un mecanismo que importa seleccionar a la persona que resulta
más idónea (conforme lo requiere el artículo 16 de la Constitución Nacional) para ocupar el
cargo, mediante una evaluación sobre los aspirantes que abarca un examen (generalmente
escrito) una entrevista personal y un análisis de sus antecedentes. Realizada la evaluación
sobre estos tres aspectos (antecedentes, entrevista personal y examen) se elabora un orden
de mérito que fija cual es el candidato a ocupar el cargo que resulta más idóneo.
A los fines de analizar los requisitos para el ingreso del trabajador a la plante del
Estado y sus derechos y obligaciones, haremos una breve reseña respecto a lo que fija, en
este punto, la ley 25164 que constituye el régimen básico y común para los empleados de la
administración. Afirmamos ello por cuanto existen convenios colectivos para distintos
sectores de empleados públicos que van modificando el régimen básico. Así por ejemplo,
los docentes universitarios tienen un convenio colectivo especial, los trabajadores no
docentes de universidades otro, los empleados de AFIP, etc.
En lo que hace a los derechos del trabajador, debemos decir que los principales son:
a) remuneración: esta es el sueldo del trabajador o la contraprestación que él recibe por la
tarea que despliega para el Estado. Esta remuneración es mensual y está compuesta de un
sueldo básico más adicional por antigüedad, permanencia, título profesional, etc. y es
pasible de descuentos como aportes jubilatorios y otros; b) estabilidad: que en el caso de
los empleados públicos es propia, lo que implica que el trabajador mantendrá su cargo
dentro de la administración hasta su muerte, jubilación renuncia o hasta que sea removido
por una causa pre-establecida y a través de un sumario administrativo; c) carrera
administrativa: esto es la posibilidad que tiene el trabajador de avanzar o crecer un su
carrera administrativa, de manera tal de ir accediendo a cargos de mayor jerarquía y
responsabilidad, los que, obviamente, son mejor remunerados. Estos ascensos son
generalmente por concurso, pero pueden ser por antigüedad dentro de la administración; d)
descanso: Es la posibilidad que tiene el trabajador de gozar de un descanso tanto diario
como semanal y anual (en éste último caso a través de sus vacaciones); e) capacitación:
esto quiere decir que el trabajador del Estado tiene derecho a acceder a cursos de
perfeccionamiento o capacitación que le permitan contar con nuevas herramientas para
poder desempeñar de mejor manera su tarea o bien poder avanzar en su carrera
administrativa; f) jubilación: Es el derecho del trabajador de, una vez cumplida la cantidad
de años de aportes jubilatorios y de años de prestación de servicio, poder gozar de este
beneficio que importa recibir una suma de dinero sin tener que prestar efectivamente la
tarea, g) renuncia: ella importa la posibilidad que tiene el trabajador de decidir, cuando lo
crea conveniente, de dejar de prestar servicio para el Estado. La renuncia es un acto
unilateral del trabajador que importa la expresión de la voluntad de éste de dejar de
trabajar; h) asociación gremial: el trabajador también tiene, como derecho, la posibilidad
de formar parte de una agrupación gremial que lo represente y defienda sus derechos.
Definir lo que se entiende por servicio público (en adelante SP) es harto dificultoso,
ya que cada autor que ha escrito sobre el tema, ha dado su propia conceptualizacion.
Otras de las causas de la imprecisión del concepto está dada por la variedad de
significados que ha recibido la expresión “servicios públicos”. Para algunos “servicios” es
una organización de medios, y para otros, una actividad o función estatal. En tanto que
“público” corresponde, según las distintas tendencias doctrinales, a la condición del sujeto
titular (personas públicas), a la naturaleza de las facultades jurídicas empleadas para su
funcionamiento (poder público), el fin al que se dirige el servicio (fin público), al régimen
jurídico que se somete (régimen jurídico público), a sus destinatarios o usuarios (el
público).
II.- NOCIÓN.-
Como consecuencia de dicha imprecisión, se han formulado diversas
concepciones288, que pueden ser clasificadas de la siguiente manera:
1.- Teorías que consideran como SP a toda actividad que desarrolla el Estado
(criterio subjetivo, orgánico o formal). Su principal expositor fue DUGUIT, para quien el
Estado no es una potencia de mando sino una cooperación de servicios públicos, de manera
que toda la actividad estatal, sin excepción, es un SP y bajo este concepto gravita todo el
derecho público. Es el Estado el que asume la prestación del SP. Para ello dispone una
organización de esa actividad que implica adjuntarle ésta a un ente, ya sea centralizado,
desconcentrado o descentralizado, y el dictado de un ordenamiento jurídico al que se debe
sujetar el desarrollo y ejecución del servicio.
3.- Teorías que consideran al SP como una actividad de prestación que satisface
necesidades colectivas (criterio finalista). Cuando el Estado advierte de una necesidad
social que debe otorgarse para satisfacer a la colectividad y decide atenderla, mediante una
presencia activa y bajo un régimen jurídico especial asumiendo la actividad rescatándola
del ámbito de lo privado, se configura lo que se denomina SP. En esta concepción, cuyo
principal expositor fue HAURIOU, no toda la actividad que presta el Estado o la
Administración Publica es SP, sino tan solo una parte de esa función administrativa: una
actividad de prestación material, comercial, industrial o de servicios destinada a satisfacer
necesidades colectivas.
288
VILLEGAS BASABILBASO, citado por ILDARRAZ, Benigno, ZARZA MENSAQUE, Alberto R. y VIALE, Claudio,
Derecho Constitucional y Administrativo, Ediciones Eudecor, Córdoba, 1999, pág. 464.
A esta corriente es la que adherimos pues permite diferenciar, por un lado, los SP de
las actividades legislativas y jurisdiccionales del Estado, y por el otro, permite distinguir
conceptualmente, a su vez, los SP de la actividad de fomento, poder de policía y de la
función pública en general; aunque reconocemos que muchas veces la actividad de policía
y fomento quedan subsumidas en la regulación estatal del SP.
A nuestro juicio entendemos, pues, que solo se puede hablar de SP dentro de una
actividad administrativa; pero, además, pensamos que no toda actividad de este tipo es SP,
sino solo una parte de ella.
III.- ELEMENTOS.-
289
SARMIENTO GARCIA, citado por ABALOS, Gabriela, “Los Servicios Públicos”, en FARRANDO, Ismael y
MARTINEZ, Patricia (directores), Manual de Derecho Administrativo, Depalma, Bs. As., 1996, pag. 405 y 406.
2.- Debe ser ejecutada por el Estado, quien pude hacerlo directamente a través de
toda su estructura administrativa, o indirectamente, delegando el cometido a terceros, pero
siempre bajo el control de aquél.
5.- Por ultimo esta actividad está sometida a un régimen de derecho público, y por
lo tanto, el prestador del SP tiene una serie de prerrogativas ajenas al derecho privado
(como lo es la aplicación de sanciones, establecer restricciones al dominio, etc.). Ello sin
perjuicio de la posible aplicación, en algunos casos, de normas de derecho privado (ej.
relaciones entre el concesionario y el usuario, relaciones laborales, etc.).
A) ACTIVIDADES ESTATALES.-
290
ILDARRAZ, Benigno, ZARZA MENSAQUE, Alberto R y VIALE, Claudio, Derecho Constitucional y
Administrativo, ob. cit., pág. 465.
1.- Policía. La función de policía es una activad de coerción fundada en la
Constitución y en las leyes que en su consecuencia se dictan, que permite restringir las
libertades y derechos de los ciudadanos para mantener el orden, la seguridad y la
moralidad. Mientras que los SP es una actividad que no condiciona la de los particulares,
sino que las sustituye asumiéndolas.
B) ACTIVIDADES PRIVADAS.-
2.- Los servicios públicos impropios. Se trata también de actividades que los
particulares desarrollan “jure propio”, pero que, por la trascendencia social de ellas, el
Estado le propina por extensión un régimen similar al del SP, pero sin asumir la titularidad,
ni la organización, ni la gestión de la actividad. Si discute doctrinariamente si en estos
casos nos encontramos tan solo con una actividad económica intensamente regulada o más
bien con un verdadero SP, que, por principio es prestado por los particulares; discusión que
no es estéril ya que tratándose de una figura distinta al SP, el principio de la libertad es el
que rige a quien desarrolla la actividad, que significa que es el particular quien fija la
condiciones y se reserva la facultad de elegir a los usuarios. Al contrario, cuando se está en
presencia de un SP, el Estado es el que fija las condiciones de prestación, somete a su
régimen exorbitante la actividad y se genera a favor del usuario un verdadero derecho de
admisión. De todas maneras debemos remitirnos al régimen jurídico concreto, ya que
la misma cuestión no es tratada de idéntica manera en todos los casos (por ejemplo en
materia de remises esta actividad es considerada SP en algunos municipios o actividad
regulada en otros).
1.- En una primera etapa, siguiendo las ideas liberales de la generación del ´80, se
dejó librada a la iniciativa privada la satisfacción de las principales necesidades colectivas
de carácter industrial y comercial, limitándose al Estado a una función de policía. Según la
Teoría Liberal, el Estado solo se encuentra habilitado a realizar actividades que hacen a su
Soberanía: legislar, verificar el cumplimiento de la ley a través de los jueces, garantizar la
defensa nacional y la seguridad interior. Toda otra actividad que no sea de Autoridad queda
reservada en el ámbito de lo privado. En estos años, salvo los servicios de correo, telégrafos
y cierto ferrocarril de fomento, los principales SP eran prestados por empresas privadas: los
principales ferrocarriles, la electricidad, el teléfono, la provisión de gas 291.
2.- En una segunda etapa, que comienza con el proceso de nacionalización que
operó a partir de la década ´40 hasta finales de los años ´90, el Estado, por los grandes
inconvenientes económicos y sociales de la post guerra, tuvo que intervenir dictando un
291
ALTAMIRA GIGENA, Julio Isidro, Lecciones de Derecho Administrativo, Edit. Advocatus, Córdoba, 2005.
conjunto de normativas con el objeto de asegurar la regularidad y la seguridad de las
prestaciones y el control económico de los SP.
3.- La tercera etapa –que aún se mantiene, aunque con variantes- se inserta en una
visión globalizada de la economía de mercado, en donde predominan fuertes políticas
públicas de desregulación de determinadas áreas de la economía, incentivo de la
competencia y transferencia a manos privadas la gestión de los SP que el Estado venia
cumpliendo en forma directa. Esta situación nace en nuestro país a partir del proceso
privatizador que se inicia con la ley 23.696 de Reforma del Estado292.
En esos años, el Estado renunció a prestar la mayoría de los SP y los transfirió a los
particulares mediante contrato de concesiones o licencias, al mismo tiempo que, dictó la
reglamentación a la que debía sujetarse estos privados 293 y creó órganos especiales – los
denominados “entes de control, reguladores o regulatorios” 294- con competencia para
supervisar el cumplimiento de esas reglamentaciones.
292
DROMI, Roberto, Derecho Administrativo, Ediciones Ciudad Argentina, 5° Edición, Buenos Aires, 1996,
pág. 530.
293
Marcos Regulatorios de Electricidad (Ley. N° 24.065), Gas (Ley N° 24.076), Agua y Saneamiento (Ley
26.100), Telecomunicaciones (Decreto 1185/90, 660/90 y sus modificatorios).
294
Para el área de electricidad, la ley 24.065 creo el Ente Nacional Regulador de la Electricidad (ENRE); para
el servicio de gas, la ley 24.076 estableció el Ente Nacional Regulador del Gas (ENERGAS); para los servicios
de agua y saneamiento, la ley 26.100 creo el Ente Regulador de Agua y Saneamiento (ERAS); en materia de
telecomunicaciones, la Comisión Nacional de Comunicaciones (CNC) (Decretos 1185/90 y 660/96). Existen
además el Organismo Regulador del Sistema Nacional de Aeropuertos (ORSNA); la Comisión Nacional
Reguladora del Transporte (CNRT), el Órgano de Control de Concesiones Viales (OCCOVI).
Podemos decir que las privatizaciones en nuestro país 295 han atravesado dos facetas.
La primera de ella, está definida por la privatización formal. En esta etapa los servicios
públicos, que antes eran prestados por el Estado en forma directa, ahora los son mediante
sociedades cuya gran parte de sus acciones son propiedad estatal. Se trata de una
privatización formal porque se ha instituido un sujeto privado en lugar de un sujeto público,
pero el sujeto privado está controlado por el Estado, como lo era el ente público
precedente296.
295
En cuanto a la experiencia italiana ver CASSESE, Sabino, “La transformación de los servicios públicos”, en
Foro de Córdoba, Suplemento de Derecho Administrativo y Constitucional, Año 1, Nº 1, pág. 17.
296
CASSESE, Sabino, ob. cit., pág. 17.
297
Art. 42, C.N.: “Los consumidores y usuarios de bienes y servicios tienen derecho, en la relación de
consumo, a la protección de su salud, seguridad e intereses económicos; a una información adecuada y
veraz; a la libertad de elección, y a condiciones de trato equitativo y digno. Las autoridades proveerán a la
protección de esos derechos, a la educación para el consumo, a la defensa de la competencia contra toda
forma de distorsión de los mercados, al control de los monopolios naturales y legales, al de la calidad y
eficiencia de los servicios públicos, y a la constitución de asociaciones de consumidores y de usuarios. La
legislación establecerá procedimientos eficaces para la prevención y solución de conflictos, y los marcos
regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional, previendo la necesaria participación de las
asociaciones de consumidores y usuarios y de las provincias interesadas, en los organismos de control”.
intervención del Estado Nacional en la economía, a través de la ampliación de su gestión
empresarial y de la revisión de la política de privatización. Entre las más significativas
acciones, podemos señalar la vuelta a la gestión pública de los servicios de correos, la
creación de sociedades anónimas con capital exclusivamente estatal para la prestación de
los SP de electricidad y transporte aéreo (estas últimas en concurrencia con las
privatizadas), la creación también de una sociedad anónima de capital estatal para la
provisión del servicio de agua potable y saneamiento, este caso con carácter monopólico.
5.- En la actualidad, principalmente a partir del año 2015, puede considerarse que
las políticas llevadas a cabo por el mismo gobierno que asumió en ese año, tendieron a
inclinarse por sostener las ideas reinantes en las “privatizaciones”, consolidando
nuevamente las ideas liberales, y ratificando el esquema normativo de los “noventa”. Por
tal razón, se comenzó con un proceso de regulación de los entes reguladores dejando sin
efectos sus intervenciones, en materia de tarifa se extinguieron los subsidios estatales de tal
manera que se confirmaron las plenas competencias tarifarias de los entes reguladores, se
licitaran nuevamente corredores viales, se intentó poner plena vigencia al sistema de
participación público- privada –aunque fracasara por la crisis económica-, entre las
decisiones más importantes de esta época.
298
MATA, Ismael, “La Reforma del Estado y el regreso al Estado empresario”, Jurisprudencia Argentina, 2007-
II, pag. 1153.
A) LA PUBLICATIO Y LA TITULARIDAD ESTATAL.-
Esta declaración legislativa por la cual una actividad económica va a ser prestada
como SP y sometida a un régimen jurídico de derecho público, es denominada en la
doctrina como publicatio y trae como consecuencia que debe ser prestada en forma regular,
continua, obligatoria, respetando los principios de igualdad y otorgándole ciertas
prerrogativas de poder público, siendo las más destacadas, la posibilidad de aplicar
sanciones y de dictar actos administrativos que deberán ser controlados por el órganos
judiciales con competencia en los contencioso administrativo.
B) EL CARÁCTER MONOPÓLICO.-
299
ALTAMIRA GIGENA, Julio Isidro, Lecciones de Derecho Administrativo, ob. cit., pag. 258.
300
MAIRAL, Héctor, “El servicio público”, en El Derecho Administrativo Argentino, Hoy, Editorial Ciencias de
la Administración, Bs. As., 1996, pag. 144 y 145.
Pero al privatizarse los SP en la Argentina, algunos se entregaron en forma
monopólica a los particulares, como lo fue la industria de agua, gas, electricidad, teléfono
en este último caso, solo en la primera etapa de las licencias), justificándose en razones
económicas y no por motivos ideológicos, ni menos aún, por considerar que ésta sea una
característica del SP.
De la noción tradicional del SP, según la doctrina francesa, surgen tres elementos:
1) el fin que el SP cumple; 2) la persona que lo atiende; 3) el régimen que lo regula. De
estos tres elementos, dos están en crisis: son los relativos a la persona que atiende el
servicio y el régimen que lo regula.
“Pero la crítica más grave –afirma DIEZ- era la que se refería al régimen jurídico
especial del derecho público y ello porque en la aparición de los llamados servicios
públicos industriales y comerciales, el derecho público no fue la única disciplina aplicable
para regirlos”301. Ello es así, porque este tipo de SP está regulado parcialmente por el
301
DIEZ, Manuel María, Manual de Derecho Administrativo, T. 2, Editorial Plus Ultra, Bs. As., 1979, pág. 15.
derecho público y parcialmente por el derecho privado. Por lo que se concluye, pues, que la
idea de régimen exorbitante no es inherente a la definición de SP, ya que existen ciertos
servicios prestados por Empresas del Estado, donde también se aplica el derecho privado.
En esta posición se enrola MAIRAL, quien señala que la nota de titularidad estatal
no es un rasgo distintivo y definitorio de la noción de SP, sino su obligatoriedad: “toda
actividad pues -expresa el autor- cuyo prestador esté obligado a suministrar el servicio a
quien lo solicite (dentro de las posibilidades de sus instalaciones y las inherentes
limitaciones técnicas), lo que implica que debe hacerlo de modo no discriminatorio,
constituirá un servicio público”303.
302
NALLAR, Daniel M., El Ente regulador y el nuevo mercado del servicio público, Ediciones Declama, Bs. As,
1999, pág. 58.
303
MAIRAL, Héctor, A., “La ideología del servicio público”, Revista de Derecho Administrativo, Depalma, Nº
14, Bs. As., 1993, pág. 434.
GORDILLO, por su parte, en alusión a la mentada titularidad estatal, no coincide
con aquellos que definen a los SP como “lo que el legislador dice que es”. Considera en
cambio “que en la práctica es el monopolio o la ausencia de libre competencia lo que
determina el régimen jurídico especial y en consecuencia…la noción de servicio
público...”305.
1.- Según quien es el sujeto titular del servicio público, estos pueden ser clasificados
en SP nacionales, provinciales o municipales.
2.- Según los preste el Estado o los particulares, los SP pueden ser diferenciados en
propios e impropios. Los primeros, son los prestados por el Estado, ya sea en forma directa
o a través de los concesionarios (servicios públicos indirectos). En cambio, los impropios
son aquellos prestados siempre por personas privadas, pero bajo el control y regulación de
la Administración. Estas últimas son actividades individuales declaradas de interés público.
3.- Según contenga o no norma declarativa de servicio público, estos pueden ser
diferenciados en SP formales o virtuales.
304
COMADIRA, Julio Rodolfo, “El derecho administrativo como régimen exorbitante en el servicio público”,
en Servicio Público, Policía y Fomento, Ed. Ciencias de la Administración, Bs. As., 2004, pág. 38.
305
GORDILLO, Agustín, Tratado de Derecho Administrativo, Fundación de Derecho Administrativo, t 2, 3°
Edición, pág. VI-15.
5.- Por el carácter de la prestación, se los puede decidir en esenciales y secundarios.
Los primeros son aquellos que atienden a necesidades básicas, tanto para la comunidad o el
mantenimiento del Estado, como para los particulares. En cambio, los secundarios, por su
parte, responden a necesidades no esenciales, condicionadas por el grado de desarrollo
técnico y cultural de una determinada comunidad política. (ej. transporte,
telecomunicaciones).
9.- Respecto quienes son los posibles destinatarios, nos encontramos con los SP “uti
universi” o “uti singuli”. Los primeros tienen como destinatarios a la comunidad en
general, siendo los usuarios indeterminados. Los segundos, en cambio, están destinados a
un grupo de usuarios determinados o determinables, para quienes la utilidad reporta un
beneficio concreto o singular.
10.- Según el tipo de competencia otorgada al prestador, los SP pueden ser
clasificados en servicios públicos con o sin competencias administrativas especiales y/o
exorbitantes.
a) es la propia Constitución Nacional la que establece expresamente que ciertos servicios los
crea el legislador. Tal es así que corresponde al Congreso de la Nación “reglar el
comercio…de las provincias entre sí” (art. 75, inc. 13), “arreglar y establecer los correos
generales de la Nación” (inc. 14) y “proveer lo conducente a la prosperidad del país…
promoviendo la industria…, la construcción de ferrocarriles y canales navegables…por
leyes protectoras de esos fines y por concesiones temporales de privilegios y recompensas
al estímulo” (inc. 18) dictando “las leyes y reglamentos que sean convenientes para poner
en ejercicio los poderes antecedentes, y todos los otros concebidos por la presente
Constitución al Gobierno de la Nación Argentina” (inc. 32).
b) fuera de estos supuestos, entendemos, juntos con los autores más arriba citados, por
aplicación del principio de legalidad (art. 19, C.N.), que la creación del SP debe estipularse
por ley formal del Congreso.
c) además, en tanto el régimen de servicios públicos conlleva limitaciones a las libertades
individuales como la propiedad privada, la libertad de comercio e industria, el acto que
declara a una actividad como SP debe ser competencia del Poder Legislativo, toda vez que
este órgano es el único constitucionalmente competente para reglamentar derechos
fundamentales (art. 14 y 28, C.N.).
d) por último, toda organización de prestación de SP necesita de recursos y estos deber ser
previstos en el presupuesto, que no puede ser sino por ley (art. 75, inc. 8).
e) En una posición diametralmente opuesta, autores de la talla de MARIENHOFF 306 y
DROMI, sostienen que el órgano competente para la creación de un SP es el Poder
Ejecutivo “como responsable político de la administración general del país”, afirmando el
último autor citado que al tratarse“de un servicio público, que es parte de la función
administrativa y participa de sus caracteres, el Poder Ejecutivo es el órgano administrador
por excelencia, y le corresponde ejercer la función administrativa de creación de un servicio
público. En definitiva, el órgano competente para crear un servicio es el Poder Ejecutivo
(art. 99, inc. 1, Const. Nacional). Sin perjuicio de que en el ejercicio de la administración
general del país esté en manos del jefe de gabinete (art. 100, inc. 1, Const. Nacional)”307.
f) No obstante, estos autores, reconocen por excepción la creación legislativa cuando un
servicio debe ser prestado bajo la forma de concesión que implique algún privilegio (art.
75, inc. 18, Const. Nacional) y cuando es la misma Constitución la que faculta
expresamente el Congreso para crear el servicio v.gr. art. 75, inc. 14, Const. Nacional). En
consecuencia, estos supuestos la competencia es legislativa y la creación por ley.
306
MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, t. 2, Abeledo-Perrot, Bs. As., 1966, pag. 87 a
97.
307
DROMI, Roberto, Derecho Administrativo, ob. cit., 538 y 539.
La competencia para la creación de un servicio público es, en nuestro sistema de
gobierno federal, local, por ser una facultad no delegada por las provincias a la Nación (art.
1 y 121 C.N.); por excepción, la Nación puede crear servicios, como lo tiene dicho
expresamente nuestra Carta Magna en relación a los servicios “interprovinciales” e
“internacionales” (art. 75, inc. 13), a los “correos generales” (art. 75, inc. 14) y concesiones
de ferrocarriles (75, inc. 18).
Agrega DROMI, que un servicio originalmente local, puede adquirir rango nacional
por estar interconectado ya sea por razones económicas o técnicas, “es decir, que un
servicio que nació local, al conectarse con otras provincias, adquiere estatus nacional,
como, por ejemplo, el servicio de telefónico, o de gas, o el servicio eléctrico” 308. En este
orden de ideas, en un excelente libro que describe las experiencias privatizadoras en la
Argentina, se explica, justificado quizás, agregamos nosotros, por el impacto de la cláusula
de comercio interprovincial (art, 75., inc. 13, C.N.), que “no resulta natural que un servicio
de alcance provincial sea regulado fuera de esa jurisdicción, ni que un servicio de alcance
nacional sea regulado localmente. Por ello, la división de tareas que en principio parece
más razonable es asignar, al gobierno nacional, la regulación de los servicios públicos que
afectan a varias jurisdicciones (vgr. el transporte interprovincial) y a los gobiernos locales
(vgr. estaduales o provinciales), la tarea de regular los servicios que afectan a los
consumidores en su jurisdicción”309.
308
DROMI, Roberto, Derecho Administrativo, ob. cit., pag. 538.
309
Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), La regulación de la competencia y de
los servicios públicos. Teoría y experiencia argentina reciente, pág. 606.
que en lo sucesivo la respectiva necesidad o el respectivo interés general no sean
satisfechos por el sistema jurídico del SP310.
A) CONTINUIDAD.-
310
MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, t. 2, ob. cit., pág. 101.
En definitiva, el SP debe prestarse pues en forma continua, lo que no significa
necesariamente que la actividad sea ininterrumpida, sino tan solo que satisfaga la necesidad
colectiva que tiene que cubrir.
El derecho a la huelga en los SP se debe interpretar con las restricciones que impone
la naturaleza de la prestación. Este es un derecho secundario, limitado y restringido, un
remedio extremo que encuentra su fundamento en el estado de necesidad que sufren los
trabajadores o empleados, pero que por su naturaleza no es un derecho fundamental, en
tanto no es consecuencia del ejercicio primario de la libertad, ya que con su ejercicio se
podrían ver privados otros derechos reconocidos en la Constitución Nacional. Por lo tanto,
el ejercicio del derecho de huelga, afirma CASSAGNE, “se encuentra, entonces, siempre
condicionado o limitado al bien común que debe marcar, a través de la legislación, la línea
divisoria entre su legítimo ejercicio y el abuso de derecho”311.
B) REGULARIDAD.-
311
Ampliar en, CASSAGNE, Juan Carlos, La huelga en los servicios esenciales, Edit. Civitas, Madrid, 1993.
El servicio debe prestarse conforme a las reglas, normas y condiciones que hayan
sido preestablecidas para ese fin. Esta nota característica no debe ser confundida con la
continuidad; de lo que se trata aquí es que la prestación se ajuste a normas positivas
jurídicas, técnicas, administrativas, presupuestarias, contables, etc., impuestas por los
marcos regulatorios generales y sus reglamentaciones. Esta característica ha sido receptada
por la Constitución Nacional que determina, en su art. 42 que la “legislación establecerá…
los marcos regulatorios de los servicios públicos de competencia nacional…”. Se trata de
las condiciones que, preestablecidas por la organización de la actividad como SP, son las
adecuadas para su funcionamiento, por lo que la violación de las mismas trae aparejada la
irregularidad funcional.
C) GENERALIDAD.-
D) IGUALDAD O UNIFORMIDAD.-
E) OBLIGATORIEDAD.-
312
Señalan enfáticamente ILDARRAZ, ZARZA MENSAQUE y VIALE, que “… las cooperativas de servicios
públicos no pueden imponer cono condición para que los usuarios respectivos del servicio (electricidad, gas,
agua, transporte) lo utilicen, el de pertenecer como asociados a las cooperativas concesionarias de servicios
públicos…” (ob. cit., pag. 468).
La obligatoriedad debe entendérsela como el deber de prestación que pesa sobre
quien tiene a su cargo la realización de un servicio, sea la Administración o un
concesionario.
Es la que tiene lugar cuando el SP es atendido y prestado por órganos o entes que
componen la Administración Publica, ya sea a través de organismos centralizados,
desconcentrados o descentralizados, Empresas o Sociedades del Estado, o cualquier otra
forma posible de descentralización. Según ABALOS “estas modalidades de gestión son
denominadas también gestión indiferenciada (cuando la cumplen órganos centralizados) y
gestión diferenciada (cuando se atribuye a entidades autárquicas, empresas o sociedades del
Estado)”313.
313
ABALOS, Gabriela, “Los Servicios Públicos”, en FARRANDO, Ismael y MARTINEZ, Patricia (directores),
Manual de Derecho Administrativo, pag. 417.
Se trata de una verdadera estatización de la actividad por que la exclusión del sector
privado es total, lo que supone, agregamos nosotros, un verdadero cambio de titularidad del
servicio: un servicio que otrora era prestado por los particulares, ahora se convierte en
estatal, no solo en cuanto a su titularidad sino también en cuanto al modo de su prestación.
Históricamente, señala el autor citado, este proceso se lo ha denominado en algunos casos
“nacionalización” de los SP. Aclaramos que la estatización es el género que comprende tres
especies: nacionalización, provincializacion o municipalización según la jurisdicción o
esfera de competencia institucional de que se trate.
Estos casos no están ajenos a figuras contractuales, pero que de ninguna manera
deben ser confundidos en el contrato típico de concesión de servicios públicos. Por
ejemplo, el Estado puede concretar la prestación con personas ajenas a su estructura a
través, por ejemplo, de figuras como la locación de servicios. En estos supuestos no se
produce transferencia de ninguna potestad al particular prestador, ya que la AP –
Administración Publica- lo que solicita es, solamente, un servicio, un opus, la mera
ejecución material de la obra.
Este sistema puede darse, en nuestra opinión a través de tres variantes: el contrato
de servicio público, la concesión de servicio público, y por medio de cooperativas.
C) PRESTACIÓN MIXTA.-
314
Sobre el régimen de Asociación Pública-Privada (APP) ver: ALIANAK, Raquel, “Nuevas modalidades de
contratación”, en XXXII Jornadas Nacionales de Derecho Administrativo, RAP N° 348, Bs. As., 2006; Guiridlian
Larosa, Javier D., “Los decretos 966/2005 y 967/2005: un interno valido para promover el desarrollo
infraestructural en la Argentina”, en Jurisprudencia Argentina, Suplemento de Derecho Administrativo,
número especial, 2005-III, Lexis Nexis, 2005; Piccolli, Pablo J. y Rocha Pereyra, Jerónimo, “La asociación
pública-privada para el desarrollo infraestructural en la Argentina”, en Jurisprudencia Argentina. Suplemento
de Derecho Administrativo, número especial, 2006-III, Lexis Nexis, 2006.
315
SARMIENTO GARCIA, citado por ABALOS, Gabriela, “Los Servicios Públicos”, en FARRANDO, Ismael y
MARTINEZ, Patricia (directores), Manual de Derecho Administrativo, ob. cit., pág. 437.
Acertadamente se ha postulado el carácter mixto de la concesión de SP, en el
sentido de que una parte es reglamentaria y otra contractual. La primera se refiere a la
regulación del servicio, o sea su organización, a su funcionamiento (vgr. condiciones
técnicas de explotación, tarifas, situación del personal), lo que se encuentra establecido
legislativamente en los marcos regulatorios de los servicios públicos. En cambio, la parte
contractual se relaciona con el contenido económico de la concesión, por lo que serán de
carácter contractual las cláusulas referentes a la duración de la concesión, a las ventajas
financieras que la Administración consienta al concesionario (vgr. adelantos, garantías,
exoneración de impuestos).
B) LA LICENCIA.-
En esta misma línea, TAWIL no considera que a las técnicas de licencia, concesión
y permiso deba otorgársele un régimen unitario. Para el autor citado, las actividades
transferidas por el Estado a los particulares deben regirse por las normas establecidas en
cada ordenamiento. “Más allá de la denominación otorgada al título habilitante, el análisis
debe partir del régimen jurídico especifico que regula cada actividad, dejando de lado
pretensiones generalizadoras”317.
Pero más allá de dicha discusión, lo cierto es que el licenciatario tiene un derecho
subjetivo de derecho administrativo, y ante cualquier desconocimiento por parte de la
Administración, aquel puede acudir a la vía judicial con competencia en lo contencioso
administrativo, con el objeto de obtener una sentencia que ordene el restablecimiento del
derecho conculcado; esto a diferencia del permisionario de un SP, porque el permiso es
otorgado a titulo precario, y como tal, puede ser revocado en cualquier momento sin
derecho a indemnización.
316
CASSAGNE, Juan Carlos, “El servicio público en las técnicas concesionales”, La Ley 1995-C-1174, en
particular pág. 1182 y 1182.
317
TAWIL, Guido Santiago, “La Licencia como título habilitante para la prestación de servicios públicos”.
318
MATA, Ismael, “Noción actual del servicio público”, en El Ente Regulador de la Electricidad, Bs. As., 1996.
C) LAS CONSECUENCIAS DE UTILIZAR UNO U OTRO TITULO
HABILITANTE.-
A) INTRODUCCIÓN.-
B) PRERROGATIVAS ESTATALES.-
La prestación del SP supone que el Estado ejerce prerrogativas de poder, ya sea que
lo preste por sí (directamente), o por medio de terceros (indirectamente).
En virtud de estas prerrogativas, el Estado ejerce el poder de policía sobre el
servicio; puede imponer restricciones y servidumbres administrativas; someterlo al régimen
de obras públicas, etc. Pero también, tratándose de servicios públicos prestados por
concesionarios, puede, una vez que le ha otorgado la concesión para prestarlo, transferirle
al concesionario el ejercicio de las potestades o prerrogativas públicas inherentes al servicio
en cuestión.
319
ALTAMIRA GIGENA, Julio Isidro, Lecciones de Derecho Administrativo, ob. cit., pag. 278.
C) CONFLICTOS Y JURISDICCIÓN.-
320
Por un lado Nuestro Mas Alto Tribunal ha dicho “que la pretensión esgrimida por la actora exige precisar
el sentido y los alcances de normas federales, como son las dictadas por el Estado Nacional en ejercicio de
las facultades que confiere la Ley Nacional de Telecomunicaciones (arts. 1, 3, inc. c y 4, incd. E, ley 19.798),
circunstancia que determina la competencia federal ratione materiae” (C.S.J.N. Provincia de Salta V. Cia.
Argentina de Telefonos SA, J.A., 1992-I-371; Chaar, David V. Cía. Argentina de Telefonos SA, JA, 1991-III-590:
Lottici, Emilio C. V. Telefonica de Argentina SA, J.A., 1992.IV-113, citados por DROMI, pag. 537).
Pero, por el otro, el mismo tribunal declaró la competencia civil y comercial, sobre la base de los
fundamentos del procurador general “desde que se trata de una cuestión suscitada en forma directa, en el
marco de las relaciones jurídicas contractuales ente los particulares, corresponde a mi modo de ver, que sea
la justicia nacional de primera instancia en lo Civil y Comercial Federal la que siga conociendo en el juicio”
(C.S.J.N. Davaro, Raúl V. Telecom SA, JIA., 1992-IV-72). La disidencia en estos autos de los Dres. Barra y Fayt
señala que “…las relaciones entre los usuarios y el concesionario de dicho servicio, habrán de encontrarse,
por fuerza, regidas por el derecho administrativo…” (consd. 4).
privado, salvo que entren en juego normas o principios de derecho público, en donde el
caso será resuelto en jurisdicción procesal administrativa.
En una tercera posición, están aquellos que expresan que dilucidar si la situación
jurídica del usuario en relación al SP y su prestador es de derecho público o de derecho
privado, y por lo tanto, agregamos nosotros, si la jurisdicción es ordinaria o contenciosa
administrativa, requiere de un análisis de cada supuesto, debido a que las relaciones
jurídicas son múltiples y varían según el servicio. Para el análisis deberá tenerse presente
que las situaciones jurídicas que se generan entre usuario y prestador produce distintas
relaciones jurídicas, pudiendo algunas regirse por el derecho público y otras por el derecho
privado. No obstante, y en cualquier caso, no debe olvidarse que el usuario en relación al
prestador (ya sea éste público o privado), se encuentra sujeto a una relación de consumo,
por la cual cabe en garantía del primero, la aplicación de toda la normativa que resguarda a
los consumidores (ej. ley 24.240 de defensa del consumidor, art. 42 de la Constitución
Nacional, entre otras normas).
3.- Por último, entre el concesionario y otros terceros, como son aquellos que
producen bienes para prestación en forma eficiente y eficaz, hay una relación contractual de
derecho privado, por lo que los problemas que se presenten sobre la interpretación o
incumplimiento contractual, deberán dilucidarse ante los tribunales con competencia en lo
civil y comercial.
a) todos los reclamos patrimoniales que los usurarios presenten contra los
prestadores de SP deberán ser resueltos en sede judicial, siendo el ente regulador
incompetente para ello321.
Por último, podemos destacar que el contrato podrá ser extinguido por decisión
estatal, aduciendo razones de oportunidad merito o conveniencia. En estos casos, el
concesionario tiene derecho a una justa indemnización (art. 17, C.N.). En este sentido, la
doctrina distingue el “rescate” de la “revocación por razones de oportunidad”. En el
primero el servicio continuará prestado por el Estado. En el segundo supuesto, en cambio,
la actividad dejará ser prestada como SP, pudiendo en lo sucesivo ser una actividad
regulada por el Estado323.
A) INTRODUCCIÓN.-
323
ALTAMIRA GIGENA, Julio Isidro, Lecciones de Derecho Administrativo, ob. cit., pag. 280.
La retribución es el pago por percibir la prestación del servicio; consiste en el
precio, tarifa o tasa. Se denomina tarifas a la lista de tasas y precios. En este sentido la
doctrina discute lo que se debe entender por tasa y precio.
324
MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, ob. cit., pag. 134.
325
ILDARRAZ, Benigno, ZARZA MENSAQUE, Alberto R., y VIALE, Claudio, Derecho Administrativo y
Constitucional, ob. cit., pag. 471.
326
VILLEGAS BASAVILBASO, citado por MARIENHOFF, Miguel, ob. cit., pag. 134.
327
BOULLADE, Gustavo, “Facultades de los Entes Reguladores en materia de tarifas”,en PÉREZ HUALDE,
Alejandro y otros, Servicios Públicos y Organismos de Control, Lexis Nexis, 2005, pag. 230.
La doctrina tampoco es pacífica con respecto a la naturaleza jurídica de la tarifa.
Para ciertos autores la tarifa es de carácter reglamentario, otros destacan que es de
naturaleza contractual y para un tercer grupo, tiene una doble naturaleza jurídica, en cuanto
es aprobada por reglamento y al mismo tiempo integra el contrato administrativo 328.
Los cierto es que desde la perspectiva del administrado, la tarifa al ser fijada y
aprobada por la Administración, tiene un valor reglamentario. Pero desde el punto de vista
del concesionario, predomina el aspecto contractual, puesto que es el contrato de concesión
el que determina como se fija, que elementos deben integrarse para su cálculo, como se
actualiza, como se percibe, etc.
1.- Principio de igualdad. Este principio de raigambre constitucional (art. 16, C.N.)
exige que el precio o la tasa del servicio sean iguales para todos los usuarios, teniendo en
cuenta, naturalmente, las distintas categorías.
328
BOULLADE, Gustavo, “Facultades de los Entes Reguladores en materia de tarifas”, ob. cit., pag. 230.
329
MARIENHOFF, Miguel, Tratado de Derecho Administrativo, ob. cit., pag. 134.
330
KAUFMAN, Gustavo, “Tarifas de Servicios Públicos”, El Derecho, t. 127, pag. 919.
3.- Principio de certeza. Este principio exige para que las tarifas tengan validez, que
sean establecidas y autorizadas por la autoridad competente y publicadas.
4.- Principio de razonabilidad. Este principio, que también tiene base constitucional
(art. 28, C.N.), implica que necesariamente entre la prestación del SP y la retribución debe
mediar una aproximada, adecuada y discreta equivalencia, aunque no debe ser matemática.
5.- Principio de justicia. Las tarifas deben ser justas, en cuanto no debe discriminar
arbitrariamente entre los usuarios.
A) CONCEPTO.-
C) PROTECCIÓN JURÍDICA.-
Tal como lo señaláramos, el usuario tiene el derecho a la utilización del SP, y por lo
tanto, el deber de la Administración de establecer, organizar y prestar los SP que sean
necesarios.
En los supuestos de prestación de los SP por los particulares, el Estado debe dictar
los marcos regulatorios que garanticen el mantenimiento de las prestaciones, promuevan la
expansión del servicio, aseguren la calidad, eficiencia y continuidad del servicio, y en fin,
protejan los derechos de los usuarios.
331
ABALOS, Gabriela, “Servicios Públicos”, ob. cit., pag. 543.
de los SP332. Estos procedimientos son obligatorios en casos de modificación o ajuste de
tarifas, renegociaciones contractuales, decisiones con fuerte impacto ambiental, etc.
332
A nivel nacional el mecanismo de audiencias públicas está establecido en los marcos regulatorios de
electricidad (ley 24.065 art. 48 y 74) y del gas (Ley 24.075 art. 46 y 68); audiencias públicas sometidas el
régimen del D. 1172/03 de Acceso a la Información Pública (en particular Anexo 1) aplicable para todo ente
que funcione bajo la jurisdicción del Poder Ejecutivo Nacional.
333
Decreto N° 1072/03, art. 1.
334
BARRA, Rodolfo, regulación y el control, aspectos técnicos y legales en horizontes variados, en Foro de
Córdoba, Suplemento de Derecho Administrativo y Constitucional, Año 1, N°2, pag. 45.
participación mediante reuniones abiertas de los Órganos de Dirección de los Entes
Reguladores335.
La primera obligación que acarrea la utilización de un SP, está dado por el deber de
los usuarios de pagar por su prestación la compensación correspondiente, ya sea bajo la
forma de un impuesto, tasa o un precio. La doctrina recuerda que en los SP gratuitos, los
gastos se cubren con el impuesto, por lo que desde el punto de vista técnico, no los paga el
usuario sino la comunidad toda.
335
Instrumento de participación regulado a nivel nacional en el Anexo XII del Dec. 1172/03.
336
Artículo 75 de la Cons. de Córdoba: “Los servicios públicos corresponden originariamente, según su
naturaleza y características a la Provincia o a los municipios; pueden prestarse directamente, o por medio de
cooperativas o sociedades de economía mixta, y por particulares. En el control de su prestación participan
los usuarios según lo establecen las leyes u ordenanzas respectivas”.
latitudes, solo que ha aquí, a diferencia de la Nación, lo ha desarrollado de un modo más
paulatino337.
A partir del año 2000 se sancionan importantes leyes provinciales que se relacionan
con los servicios públicos342.
La primera de ellas, la Ley 8.835 “Carta del Ciudadano”, en lo que aquí interesa,
regula en su Título II, Capitulo 3 “Los Derechos de los Usuarios” y en su Capítulo 4 crea el
337
AGÜERO PIÑERO, Juan Pablo, “Regulación y control de los Servicios Públicos en la Provincia de Córdoba”,
Foro de Córdoba, Nº 80, pag. 37.
338
Ley, 7850, art. 1.
339
Ley 7850, art. 3, inc. 1.
340
Ley 7850, art. 2.
341
Ley 7850, art. 3, inc. 2.
342
SESIN, Domingo Juan, “Servicio Público, Policía y Fomento en diversos ordenamientos y en Córdoba”, en
Servicio Público, Policía y Fomento, RAP, 2.004, pag. 225.
“Ente Regulador de Servicios Públicos” (ERSeP). Por su lado, la Ley 8.836 de
“Modernización del Estado”, en su Título II, Capitulo 6 “Servicios Públicos” y Capitulo 7
denominado “Contratos del Estado”, se establecen normas referidas a la concesión de
servicio público, y el Capitulo 8 en donde se crea “Tribunal de Arbitraje del Sector Público
(TASeP). Por último, la ley 8.837 de “Incorporación del Capital Privado al Sector Público”,
contiene también normas que se refieren a los servicios públicos, principalmente el “Marco
Regulatorio de la Energía Eléctrica”.
Es indudable que esta normativa se ajusta a los nuevos tiempos y a las modernas
tendencias del Derecho nacional y comparado, aun cuando constitucionalmente se preserve
la titularidad del servicio público en manos del Estado.
Como ya lo afirmamos, la Ley 8.835, en su art. 21, creó el ERSeP, en el ámbito del
Poder Ejecutivo provincial, jurisdicción del ministerio de Obras Públicas. Allí se dijo que el
ente tendrá como cometido la regulación de todos los servicios públicos que se presten el
todo el territorio provincial, con excepción de los de carácter nacional y los municipales
que no excedan el ámbito del municipio o comuna. Quedan comprendidas, también, en la
jurisdicción del ERSeP el servicio de transporte público y el control de las concesiones de
obra pública, inclusive las viales.
Por otro lado, en cuanto a la protección de los usuarios de los SP, le legislación
cordobesa también estipula expresamente procedimientos de audiencias públicas para la
toma de decisiones de gran impacto colectivo, así como las consultas de opinión.
346
Véase por ejemplo el “Convenio de transferencia de los servicios de agua potable y de desagües cloacales
en la Ciudad de Río Cuarto”, celebrado entre la Empresa Provincial del Obras Sanitarias de la Provincia de
Córdoba y la Municipalidad de Río Cuarto, ratificado por Ordenanza 279/92.
e) Y por último, al Auditor municipal, le corresponde examinar con posterioridad
las actividades financieras y administrativas, inclusive de entidades descentralizadas, los
aspectos presupuestarios, económicos, financieros, patrimoniales, normativos y de gestión.
En este orden de ideas, podemos señalar que nuestra Carta Orgánica ha previsto,
principalmente, tres instrumentos para el control y participación del ciudadano en la
prestación de servicios públicos.
Los ciudadanos pueden proponer, además, a los órganos de gobierno del Municipio
la adopción de medidas para satisfacer sus necesidades vecinales o recibir información de
las actuaciones políticos-administrativas a través de audiencias públicas, las que se realizan
en forma verbal y en un solo acto (art. 223 C.O.M.)347.
Por último, nuestra Carta Magna Municipal prevé, como forma de participación
ciudadana, la banca del ciudadano en donde el Consejo Deliberante podrá oír “en sus
sesiones ordinarias, durante un tiempo limitado, a cualquier institución o particular que
solicite exponer un tema de interés municipal que se encuentre en trámite en el
mencionado Cuerpo” (art. 225, C.O.M.)348.
XVII.- CONCLUSIONES.-
Por todo lo expuesto, podemos concluir, entonces, teniendo presente que “para que
exista SP es necesario:
a) Que exista una actividad de prestación concreta, útil y necesaria a los particulares;
e) Que se trata de una actividad reglada y por lo tanto sometida al derecho público,
excluyendo aquellas actividades que por su propia naturaleza se rigen por el derecho
privado;
347
Nuestro Concejo Deliberante ha reglamentado dicho instituto de participación ciudadana mediante
Ordenanza 764 del año 2001, definiendo a las audiencias públicas como “una instancia de participación en el
proceso de toma de decisión administrativa o legislativa en el cual la autoridad responsable de la misma
habilita un espacio institucional para todos aquellos que puedan verse afectado o tengan un interés
particular expresen su opinión respecto de ella. El objetivo de esta instancia es que la autoridad responsable
de tomar la decisión acceda a las distintas opiniones sobre el tema en forma simultánea y en pie de igualdad
a través del contacto directo con los interesados” (art. 1).
348
Mecanismo reglamentado por la Ordenanza 1276 sancionada el 29 de julio del 2003.
f) Que tiende a satisfacer una necesidad colectiva que resulte primordial para los
habitantes”349.
Respecto el régimen jurídico del SP, este se caracteriza por: 1) restricción al derecho
a huelga; 2) auxilio de la fuerza pública; 3) aplicación de medidas de restricción,
servidumbre y expropiación para una mejor prestación; 4) celebración de contratos
administrativos, cláusulas exorbitantes y prerrogativas de poder público; 5) control o
fiscalización administrativa, cuando la prestación del SP esté en manos de los particulares,
sin perjuicio del control legislativo y judicial establecido en nuestro ordenamiento jurídico;
6) situación particular del personal afectado al SP según quien lo preste; 7) jurisdicción
competente; 8) régimen especial de precios, a través de tasas y tarifas, sujetas a
autorización o aprobación administrativa; 9) protección especial del usuario.
349
ILDARRAZ, Benigno, ZARZA MENSAQUE, Alberto R., y VIALE, Claudio, Derecho Constitucional y
Administrativo, ob. cit., pag. 466.
CAPÍTULO XVIII.
Ya los romanos distinguían en forma práctica el dominio privado del dominio público
del Estado, aunque sin lograr una sistematización sobre el tema, lo cual fue obra de la
doctrina francesa.
En este sentido, en el nuevo Código Civil el dominio público y privado del Estado, se
encuentra regulado en los artículos que van del 235 a 239 y ellos deben vincularse con las
limitaciones al dominio privado realizadas en los arts. 1970, 1971, 1974 (camino de sirga) a
1976.
Según la doctrina francesa, tuvo su primera expresión en las comunidades rurales que
eran asociaciones distintas a nuestros municipios actuales. Estas asociaciones tenían
caminos, calles, plazas que las personas utilizan y los terrenos afectados a los mismos eran
comunes. El derecho sobre estas cosas se manifestaba de dos formas: uso de todos y
vigilancia de la autoridad.
Más tarde con el nacimiento de las ciudades se amplió el número de cosas públicas
(fuentes, mercados, lavaderos, los cuales quedaron destinados al uso de todos). Con el
feudalismo pasan a formar parte de la propiedad de los príncipes, aunque subsiste el uso de
todos. Con el advenimiento del Estado moderno la ciencia del derecho comenzó a ocuparse
de la sistematización del Estudio del dominio público.
Hoy podemos decir que el nuevo Código Civil y Comercial continúa utilizando la
denominación “dominio público” para una categoría de bienes que describe en el art. 235 y
que le otorga un especial régimen jurídico delineado en el art. 237.
Si bien, puede establecerse que algunos bienes afectados al “servicio público” puedan
pertenecer al dominio público, esto debe ser explicitado en la ley regulatoria del servicio,
cuestión que hoy encuentra apoyatura en el art. 237 del nuevo código que remite a la
legislación especial que pudiera dictarse en estos temas. Esta postura es defendida por una
parte de la jurisprudencia nacional.
Se diferencia del dominio eminente del Estado porque este último se vincula con la
noción de soberanía (es una expresión político jurídica). También podemos diferenciarlo de
la “jurisdicción” que hace referencia a la potestad para regular su uso (provinciales,
municipales o nacionales).
CONCEPTO
Nuestras leyes no contienen una definición del dominio público solo distinguen que
bienes encuadran en cada categoría y su distinción emanaba de los arts. 2340 y 2341 del
Cód. Civil de Vélez. Hoy este encuadramiento de bienes se encuentra previsto en el art. 235
y el dominio privado del Estado en el art. 236.
Como aproximación a cada uno de ellos se puede decir que el elemento objetivo se
relaciona con los objetos y cosas susceptibles de integrar el dominio público. El teológico
hace referencia a su “fin”. El elemento normativo o legal es aquel en cuyo mérito se
determina cuando una cosa integra el mismo y el Subjetivo que hace referencia al sujeto
titular del derecho de sobre los bienes dominiales.
a) Elemento subjetivo.
Las cosas del dominio público jamás pueden pertenecer a las personas particulares o
administrados, a lo que debemos agregar que los bienes del dominio público no son “res
nullius”. Una parte de la doctrina considera que el titular de estos bienes es el “pueblo” y la
otra el “Estado”.
Se deriva de ello, que solo pueden ser titulares del dominio público entidades
estatales (administración centralizada o descentralizada) o también, comunidades de
substrato típicamente político (provincias y municipios).
Si podemos agregar, que las “personas públicas no estatales” no pueden ser titulares
de estos bienes. A manera de ejemplo una Sociedad de Economía Mixta no puede ser titular
de bienes del dominio público al igual que la Iglesia Católica.
b) Elemento objetivo.
Este se relaciona con los objetos o cosas susceptibles de integrar el dominio público.
Claramente incluye a todos los bienes materiales o inmateriales susceptibles de tener un
valor, que es la definición de “cosa” y “bienes. Hoy la distinción de bienes en el nuevo
código civil se encuentra en los arts. 225 y siguientes. La caracterización legal de estos
bienes se rige por los principios recibidos del derecho privado a lo que debemos agregar,
que la dominialidad es independiente de la cualidad material de las cosas.
Con esto pueden incluirse tanto objetos corporales como incorporales, ya que pueden
consistir en bienes muebles no fungibles y consumibles, de carácter permanente, inmuebles
o derechos (denominados objetos inmateriales, por ejemplo, el espacio aéreo, la fuerza
hidráulica de un curso de agua, las servidumbres públicas, etc.). También, podemos incluir
a los accesorios de inmuebles dominicales como los árboles, flores, puentes construidos en
una ruta, etc. (se excluye la leña de los arboles).
El mejor ejemplo de un bien “mueble” que pertenece al dominio público del Estado lo
encontramos en los libros que pertenecen a una biblioteca pública. En el caso de los
semovientes (animales) podemos mencionar a las criaturas que se exponen en un zoológico
perteneciente al Estado.
El art. 235 del nuevo código Civil y Comercial unificado formula una caracterización
de los bienes que integran el dominio público (no taxativa) y que pueden incluir a los mares
territoriales hasta la distancia que determine la legislación nacional (200 millas náuticas),
bahías, cauces, ensenadas, puertos, las playas del mar y las riberas de los ríos, las aguas que
corren por sus cauces naturales (ríos y arroyos), los lagos navegables y sus lechos, las islas
formadas que se encuentran en el mar territorial o en toda clase de río, las calles, plazas,
caminos, canales, puentes y toda obra pública, los documentos oficiales de los poderes del
Estado, las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos.
c) Elemento Teleológico.
Por otro lado, en el art. 235 del nuevo código, la mayoría de las cosas que se
mencionan tienen destinado un uso “directo”, en cambio, respecto a otras como una
biblioteca pública, el uso puede ser indirecto o mediato.
Algunos autores como Bielsa consideraban que existía una tercera categoría de bienes
al igual que en el derecho italiano, denominada bienes indisponibles o patrimonio
indisponible, pero esto en nuestro país no tiene asidero legal.
d) Elemento normativo.
Se deriva de ello que únicamente pueden incluirse como bienes públicos del Estado
aquellos que son regulados expresamente por una ley formal dictada por el Congreso y que
en este caso se concretó mediante la sanción del Código Civil Argentino. Cabe remarcar
que la distinción entre que bienes revisten carácter “público” y cuales “privados” es una
cuestión estrictamente civil producto de delegación de facultades que realizaron las
provincias en el Estado Nacional, conforme a lo dispuesto en el art. 75, inc. 12 de la C.N.
Claramente, la facultad de atribuir el carácter público a determinado bien solo puede
provenir de una ley provincial o nacional y en el ámbito municipal de una ordenanza.
Si debemos destacar que los bienes del dominio público se encuentran sometidos a un
régimen jurídico especial, el que resulta ser de excepción y de interpretación estricta, que
algunos caracterizan como un régimen exorbitante de derecho común.
CARACTERES
Si debemos remarcar que se caracterizan como inalienables porque son cosas que no
se encuentran en el comercio (art. 237 del nuevo Cód. Civil). Son imprescriptibles porque
también son bienes que se encuentran fuera de comercio y por lo tanto no puede adquirirse
su dominio por el instituto de la prescripción adquisitiva (usucapión). Otra característica
propia de los bienes del dominio público, es que no pueden ser gravados con hipoteca o
embargos, por ejemplo, ni objeto de ejecución judicial.
Altamira Gigena, sostiene que la naturaleza del dominio público es un “derecho real
administrativo” cuyo titular es el Estado y que la finalidad es que el bien esté consagrado al
uso directo o indirecto del público.
Entre los inmuebles tenemos, cursos de agua navegables y flotables (art. 2639 del
anterior Cód. Civil), lagos navegables, islas formadas o que se formen en el mar territorial,
calles, plazas, caminos, canales y puentes. A estos debe agregarse los que por ley especial
puedan crearse (Parques Nacionales, creados por la Ley Nº 22.351).
Con respecto a las cosas muebles la mayoría de los administrativistas considera que
ostentan calidad dominial. Tendrían calidad dominial las armas de las fuerzas de seguridad,
las aeronaves del Estado y las colecciones de los museos (de arte, historia natural, etc.), los
libros de las bibliotecas públicas y los documentos de los archivos públicos. A estos debe
agregarse, la bandera en ciertas dependencias públicas, el mobiliario de las oficinas
públicas, vehículos municipales, Banco y sillas de las aulas de la Universidad Nacional de
Río Cuarto, etc.
En cuanto a los cementerios, su naturaleza jurídica, son bienes del dominio público,
donde el titular de la bóveda, panteón o nicho funerario, tiene un contrato de concesión por
un número determinado de años o a perpetuidad, regido por el derecho administrativo, con
algunas particularidades, como la posibilidad de ser transferido a sus herederos.
Afectación
Cabe aclarar, que algunos bienes por “ministerio legis” pertenecen al dominio público
(mares territoriales, ríos y sus playas) que se encuentran previstos en el art. 235 del nuevo
Cód. Civil. En cuanto a la autoridad competente para afectarlos es el Congreso, la
legislatura o los respectivos consejos deliberantes municipales.
Hay otros bienes artificiales como son las calles, caminos y plazas creados con
anterioridad a la sanción del Código Civil de Vélez Sarsfield que pasaron a ser
considerados como bienes del dominio público.
Ahora, los bienes que se construyeron con posterioridad a la sanción del Código Civil
necesitan ser afectados o consagrados al uso público, mediante un acto administrativo del
Estado, el dictado de una ley u ordenanza y hasta por un hecho administrativo.
De otro costado, como bien se expresar en párrafos anteriores, en los bienes naturales
hay una afectación ministerio legis que se produce simultáneamente con la declaración de
carácter público de bien.
En las cosas públicas artificiales, ocurre algo distinto ya que es necesaria su creación
(calle, plaza, cementerio, monumento, etc.). Esto puede corresponder a las provincias,
municipios o Estado Federal, según sus respectivas competencias. Esta afectación puede
surgir de una ley o de un acto administrativo fundado en ley. Debemos destacar, que nos
encontramos ante casos específicos de “afectación” en los siguientes casos: 1. Cuando se
deja expedita la cosa (calle, puente, etc.), 2. Con la inauguración de la obra, 3. Con el
comienzo de la utilización de la cosa (por ejemplo cuando se realiza el primer
enterramiento en el cementerio), 4. Con el retiro de las vallas y obstáculos que impiden el
acceso del público, 5. Por el reemplazo de la carpeta asfáltica de un camino en malas
condiciones por otra nueva o en mejor estado, 6. Las cosas en un museo adquieren
condición dominial cuando son puestas en situación que el público las contemple o admire.
Desafectación
Significa sustraerlo de su destino de uso público, haciéndolo salir por lo tanto del
dominio público para ingresar al dominio privado sea del Estado o de los administrados.
La desafectación puede darse por un acto legislativo o por un acto administrativo,
pero siempre existe una declaración de voluntad expresa del Estado en este sentido. El
efecto principal de la desafectación consiste en el cambio de condición jurídica del bien,
que de “público” pasará al dominio privado y cuya titularidad, en principio, le seguirá
correspondiendo al Estado y por excepción a los administrados. Cabe remarcar, no actúa
como causa extintiva del dominio, sino como simplemente modificatoria de un régimen
jurídico. Si se debe poner de manifiesto que la desafectación puede darse por un acto forma
o de manera tácita, pero nunca podrá ocurrir por el “simple hecho de un de un particular”
como estableciera la Corte Suprema en el precedente “Carranza, Amanda Marta”.
Otro efecto importante es que cesa la posibilidad del uso público –común o especial-
que se ejerce sobre la dependencia desafectada.
Cualquier bien público puede ser desafectado (natural o artificial). En este orden de
ideas, la desafectación puede darse por ley, acto administrativo o un hecho de la naturaleza
(por ejemplo, el hundimiento de un barco perteneciente al dominio público del Estado). Los
actos de los particulares serán siempre ineficaces para materializar la desafectación del bien
del dominio público. En este sentido la Cámara Federal de Córdoba ha dicho, citando a la
Procuración del Tesoro de la Nación que “…la desafectación no requiere necesariamente
el dictado de una ley formal, sino que puede realizarse mediante simple acto
administrativo, siempre que éste exprese la inequívoca voluntad de liberarlo del vínculo de
inajenabilidad que la liga al Estado (PTN, Dictámenes: 59:176; 68:8) …”.
Esta utilización puede ser directa o indirecta, también individual o colectiva. El uso
“común o general” es aquel que puede hacer todo habitante de una ciudad sin necesidad de
solicitar autorización, pero con la obligación de respetar la normativa que regula su uso.
Algunos autores sostienen que este tipo de uso se caracteriza como libre, gratuito,
impersonal e ilimitado, aunque sin un carácter absoluto.
Por otro lado, como ejemplo de utilización indirecta cabe recordar a los bienes
afectados a la prestación de los servicios públicos, que a su vez pueden ser, de utilización
individual (ferrocarriles) o colectiva. Los usos que son susceptibles las cosas del dominio
público se dividen en dos grandes grupos “comunes” y “especiales”. Difieren entre sí por la
índole del aprovechamiento. El uso común es también denominado uso “general” en tanto
el uso “especial” se lo denomina privativo, exclusivo o diferencial.
El uso de los bienes del dominio público puede ser gratuito u oneroso. El uso común
es gratuito, por excepción no puede serlo. Así es cuando se establece el pago de un peaje
sobre ciertos caminos o puentes o para tener acceso a determinados museos.
Cabe agregar, que por uso común se entiende aquellos que puede el hombre realizar
por su sola condición de tal, sin más requisito que la observancia de las disposiciones
reglamentarias de carácter general dictadas por la autoridad. Pueden ser: a) En materia de
Aguas: bañarse, beber, lavar ropa, pescar, navegar, etc. y en general todos aquellos que no
disminuyen o alteran sensiblemente la cantidad y calidad del agua pública, b) El tránsito en
la vías y lugares públicos, así también como el estacionamiento momentáneo o accidental,
c) La contemplación de monumentos, d) los enterramientos o inhumaciones en fosas u
osarios comunes, e) la consulta de libros en una biblioteca pública, f) la contemplación de
objetos expuestos en museos públicos. Este, además, debe ser igualitario y sin límite de
tiempo en la generalidad de los casos.
Es un uso privativo, exclusivo que ejercen determinadas personas. Entre los usos de
este tipo tenemos: a) la derivación de aguas para riego o abastecimiento de poblaciones. b)
la utilización del agua para fuerza motriz, c) la instalación de quioscos o dependencias en el
dominio público, para venta de diarios, etc., d) la utilización de carpas o sombrillas en las
playas para uso de los bañistas, f) el estacionamiento temporario de vehículos, g) el
enterramiento en nichos o sepulcros, excluidos fosas u osarios comunes, h) la ocupación del
espacio aéreo en vías públicas con voladizos para carteles de publicidad. Para la
adquisición del derecho de uso especial se requiere un acto expreso del estado en cuyo
mérito ese derecho resulte otorgado o reconocido. Teóricamente esos medios son: el
permiso y la concesión (Marienhoff, agrega el instituto de la prescripción).
a) Permiso.
Su propia esencia admite que sea revocado sin derecho a indemnización. Los
permisos de usos también han de entenderse otorgados “sin perjuicio de terceros”.
También se puede extinguir por “caducidad”.
b) Concesión.
Este tipo de vinculación implica la mera atribución de un poder jurídico especial
sobre la respectiva dependencia pública. En general la doctrina considera que es un acto
bilateral en su procedimiento de formación y en sus efectos constituye un claro contrato
administrativo. Por ejemplo, en la concesión de uso de una sepultura implica la creación a
favor del concesionario de un poder jurídico sobre la parte de la cosa pública que le ha sido
entregada.
Hay que resaltar que si se crea un derecho por un número fijo de años estamos frente
a una concesión. En caso de una duda interpretativa siempre será en contra de los
concesionarios. Se deriva de ello, que nada debe tenerse por concedido (criterio de
C.S.J.N.). Son causales de extinción del contrato de concesión la revocación (por
oportunidad, mérito o conveniencia), la caducidad y la nulidad.
RESTRICCIÓN ADMINISTRATIVA
Naturaleza y caracteres jurídicos.
Constituyen una especie dentro del género “limitaciones” al dominio. Tienen por
objeto impedir que la actividad de la administración pública resulte obstaculizada por el
respeto al absolutismo, de los derechos de propiedad privada.
Cabe agregar, que en este caso el derecho de propiedad sufre una reducción en su
carácter de “absoluto” en virtud de lo dispuesto en el mencionado art. 14 de la C.N. ya que
está limitado por las leyes que reglamentan su ejercicio. En este sentido, el art. 1970 del
nuevo Cód. Civil dispone que las restricciones públicas se rijan por el derecho
administrativo de cada jurisdicción.
Cabe citar por ejemplo, un “dejar hacer” seria consentir la colocación de chapas
indicadoras de las calles o el sentido y dirección de las calles. Un ejemplo de restricción
administrativa de no hacer seria la prohibición de construir edificios que sobrepasen
determinada altura.
Por otro lado, una restricción de “hacer” seria en exigir que determinadas
construcciones de madera y techo de Zinc se pinten cada determinado periodo de tiempo.
Otra restricción de hacer sería la de reponer los árboles que una persona corte o tale en un
bosque de su propiedad. Otra obligación de hacer es la que se exige a los productores
ganaderos para que mantengan en buen estado dentro de su propiedad “bañaderos” de
animales como una medida de policía sanitaria (dicha restricción en general, se la encuentra
en las disposiciones del organismo nacional Servicio Nacional de Calidad Agroalimentaria
SE.NA.SA.).
Por último, entre las obligaciones de “no hacer” encontramos aquellas ordenanzas
que prohíben la instalación de talleres o industrias en barrios residenciales, la que prohíbe
la descarga de efluentes contaminantes a los cursos de agua (superficiales o subterráneos).
Nadie discute que las restricciones puedan aplicarse sobre los inmuebles, pero
también con respecto a los bienes muebles pueden exigirse (restos antropológicos,
arqueológicos, que no pueden exportarse, automotores en cuanto a su revisión técnica).
Entre las causas o motivos que generan las expresadas restricciones pueden ser: fundadas
350
La obligación de mantener en buen estado de tránsito las veredas del frentista.
en razones de “seguridad”, de “higiene y salubridad’, de moralidad, de “urbanismo”
(ornamento, estética, etc.), cultura, tranquilidad, etc.
Las restricciones son civiles cuando tienden a proteger intereses privados que se
concretan en relaciones de vecindad, tienden a proteger al vecino individual, en cambio, las
restricciones administrativas tienden a proteger a la comunidad.
Por otro lado, debemos expresar que, para no afectar el derecho de propiedad, su
límite es que sea razonable y proporcionable. No pueden constituir una excesiva carga para
los administrados. Técnicamente no traen aparejado un sacrificio para el propietario.
Cabe concluir que las restricciones son constantes, generales y actuales, es decir que
todos las deben respetar o sufrir en igual medida e intensidad. No generan derecho a
Indemnización alguna porque no existe un sacrificio especial a lo que debemos agregar,
que no se extinguen por el no uso. Las restricciones deben adecuarse proporcionalmente a
la necesidad pública que debe satisfacer (arts. 14, 28 y 99 inc. 2° de la C.N.).
CARACTERES
a. Generales, constantes y actuales. Son generales y obligatorias para todos los propietarios en
igualdad de condiciones. Debemos agregar, que también tienen como característica su
continuidad.
b. Estas restricciones generan obligaciones positivas o negativas que implican una carga para
el propietario.
c. Variadas e ilimitadas, ya que tienen un contenido sumamente dispar y no es posible fijar un
numerus clausus, esto sin perder de vista el límite de la razonabilidad.
d. No resultan indemnizables para el propietario ya que es una condición legal del ejercicio
del derecho de propiedad.
e. Imprescriptibles, ya que no se extinguen por el paso del tiempo.
SERVIDUMBRES ADMINISTRATIVAS
Su constitución se encuentra dirigida a que sirva al uso público hecho que la distingue
de las servidumbres privadas. En general para resguardar el derecho de propiedad, las
servidumbres administrativas resultan indemnizables. Esto se deriva como necesario ya que
el propietario del fundo sirviente ve reducida la disponibilidad plena y exclusiva del bien.
Las servidumbres implican un sacrificio patrimonial y por principio requieren una ley
formal que las especifiquen que puede ser nacional, provincial o por ordenanza municipal.
Estas servidumbres pueden ser impuestas por las tres esferas de gobierno del país
(nacional, provincial o municipal). Se constituyen por ley formal, por un acto
administrativo o por un contrato administrativo. Otros autores, sostiene que pueden
constituirse por hechos administrativos (accesión y prescripción). Estas servidumbres
reitero resultan imprescriptibles por el interés involucrado.
En cuanto a su extinción podemos decir que esto puede ocurrir por un acto legislativo
(por ejemplo, si se desafecta un aeródromo, desaparecen las servidumbres aeronáuticas
sobre los fundos vecinos), por convenio o distracto, por renuncia y por destrucción de la
heredad sirviente.
a) Introducción.
En estas breves nociones sobre responsabilidad es oportuno remarcar que el alcance
de la presente unidad, refiere a conceptos básicos sobre el tema y sus principales notas
características, que por supuesto, han tenido un considerable desarrollo desde comienzos
del siglo pasado a la fecha.
Al estar expresando que todo sujeto debe hacerse responsable de las consecuencias de
su obrar, estamos remarcando que debe asumir los efectos valiosos o disvaliosos de su libre
proceder.
No debe olvidarse que desde los albores del derecho administrativo existió la
discusión vinculada a que normativa acudir en caso de tener que resolver o plantear un
“caso concreto” en donde se pretenda hacer “responsable” al Estado o sus organismos
descentralizados, entidades autárquicas, Empresas del Estado, etc.
En este sentido, el art. 1764 del nuevo Código Civil y Comercial unificado establece
que sus normas no resultan aplicables a la responsabilidad del Estado de manera directa o
subsidiaria. Con mayor énfasis el art. 1765 del Cód. Civil dispone que la responsabilidad
del Estado se encuentre regulada por las normas del derecho administrativo nacional o
local, según corresponda. La pregunta que cabe formularse es ¿qué pasaría si el respectivo
régimen provincial no contiene normas que regulen dicho instituto? En este caso
consideramos que el nuevo Código Civil y Comercial al constitucionalizar el derecho
privado, recepta aquellas normas que forman parte del derecho público (art. 1°) y que no
pueden ser desconocidos por el ordenamiento jurídico provincial y nacional, situación que
lleva a integrar la laguna del derecho con los principios del Código Civil, e inclusive las
normas específicas de los tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional
previstos en el art. 75, inc. 22 de la C.N.
Esta nueva regulación por separado de la responsabilidad del Estado, se revela como
positiva en algunos aspectos, pero negativa en otros. Entre los puntos negativos,
encontramos la imposibilidad de acudir de manera analógica o supletoria a la regulación de
la responsabilidad contenida en el Código Civil, hecho que se advierte como equivocado,
ya que situaciones no previstas que no tuvieran expresa regulación en el derecho público
dificultarían su solución, con la prohibición del reenvío al derecho privado.
Debe resaltarse que el derecho es uno solo, como también, el instituto general de la
responsabilidad es único, solo que al llevarlo al campo del derecho público o privado,
haremos aplicación de sus principios y particularidades, que varían según resulte la rama
del derecho donde caiga la cuestión a resolver.
Considero, que se produce una laguna del derecho, es obvio que se podría acudir a
parte del plexo normativo contenido en el Código Civil y Comercial unificado, con ciertas
reservas por las evidentes diferencias que existen entre el derecho público y el derecho
privado. Se hace evidente que la prohibición en todos los aspectos se revela como
injustificada e ilegítima, ya que los principios generales del derecho se encuentran previstos
normativamente en el Código Civil (art. 2).
Sobre el punto con anterioridad a la entrada en vigencia del nuevo régimen legal en
materia de responsabilidad, Juan Carlos Cassagne expresaba que “…tampoco significa que
las soluciones del derecho civil no se apliquen en ningún caso a la actuación del Estado y
entidades. Se trata, en definitiva, de encerrar al (nuevo) Código Civil en sus límites
naturales, dejando a cada disciplina la regulación de su ámbito propio, en la medida que
consagren soluciones…”. Con ello queremos significar, que la prohibición de la analogía
en ciertos temas, como persona y prescripción, por ejemplo, se revela como totalmente
irrazonable.
b) Antecedentes históricos.
A poco que se analice los efectos que produjo la revolución francesa, positivos en
materia de protección de los derechos básicos del ciudadano (libertad, igualdad, propiedad,
entre los más importantes), no innovó en materia de responsabilidad del Estado,
continuando con la teoría de la total y absoluta concepción de que este no podía ser
demandado por sus actos ilícitos (consecuencia del dogma de la soberanía del pueblo con
apoyatura en los textos de Juan Jacobo Rousseau).
Por ello, resulta importante remarcar, que si el Estado actúa dentro del campo del
derecho privado civil o mercantil su conducta u omisión se encontrará regido por las
normas existentes en materia de responsabilidad civil hoy contenidas a partir del art. 1708
del nuevo Código Civil Argentino a pesar de la prohibición contenida en el art. 1° segundo
párrafo de la Ley N° 26.944, que resulta inconstitucional al vedar la aplicación de dichas
normas en materia de responsabilidad del Estado.
En materia de responsabilidad contractual sabemos que el contrato “es ley para las
partes” y en general, en la órbita del derecho público, se rigen por las cláusulas insertas en
cada uno de ellos y supletoriamente, por las normas contenidas en el Ley N° 19.549 (art. 7,
inc. f), segundo párrafo). Además, no debe perderse de vista que en la contratación
administrativa imperan los criterios de imputación de la “reciprocidad de las prestaciones”
y la “buena fe” que califican como incumplimiento el comportamiento del Estado opuesto a
la relación jurídica preexistente.
En este sentido, el “principio de la buena fe” es un principio general del derecho que
no es otra cosa que normas éticas recogidas en el ordenamiento jurídico. En cuanto al
“principio de reciprocidad” de las prestaciones apunta a que cada parte se obliga a su
prestación a condición de que la otra se obligue a la suya.
Como bien se precisa en este tema cuando el Estado establece que determinada
actividad admite ser calificada como servicio público, la misma se incorpora a su ámbito de
competencia estatal y opera el proceso de la denominada “publicatio” de la mentada
actividad, que pasa a ser prestada por particulares mediante un contrato administrativo, pero
sin que el Estado pierda la titularidad del servicio, hecho que podría generar
responsabilidad de Estado por la “omisión” del control del concesionario surgiendo la
obligación de responder en función de lo dispuesto en el art. 3 de la Ley N° 26.944.
Finalmente queda por hacer mención que la indemnización en materia de daños por la
revocación por razones de oportunidad, mérito o conveniencia en materia contractual –
actividad lícita- en la jurisprudencia de la Corte Suprema ha tenido un camino zigzagueante
ya que en fallo “Sánchez Granel” (1984) se reconoció que la indemnización debía incluir el
lucro cesante. Dicho criterio fue limitado en fallo “Motor Once S.A.” donde se rechazó la
indemnización integral del daño y en años recientes, en el precedente “El jacarandá S.A.
c/Estado Nacional” vuelve a reconocer que se debe indemnizar el lucro cesante, al igual
que en el fallo “Malma Trading S.R.L. c/Estado Nacional”.
Existen otras teorías, que han contribuido a independizar como instituto propio del
derecho administrativo el problema de la responsabilidad del Estado entre ellas podemos
mencionar: a) teoría de la “expropiación”, cuyo fundamento se encuentra en el art. 17 de la
C.N. expresando que el beneficio o provecho de los particulares debe darle prioridad a los
intereses de la comunidad basados en la utilidad pública, b) la correspondiente al
“sacrificio especial” que justifica que el Estado responda en función que todo perjuicio o
daño que afecte a un individuo de manera desigual y desproporcionada debe ser restaurado
por el Estado. Es por ello, que se debe compensar el sacrificio especial que sufre el
individuo, c) Tesis de la “igualdad ante las cargas públicas”, que tiene su fundamento
principal en el art. 13 de la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano. Esta
posición jurídica tiende a resaltar que ningún ciudadano debe sufrir más otros las cargas
impuestas en interés del conjunto de la sociedad. La obligación de resarcir se hará patente
cuando el daño producido por el accionar del Estado resulte de su ejercicio ilegal (postura
defendida por Teissier, Waline y Rivero), d) “teoría del riesgo” defendida por León Duguit,
quién también desarrolla la misma en función de que la actividad del Estado se ejerce en
interés de toda la colectividad y tiende en cierto modo a asegurar los que frecuentemente se
denomina el “riesgo social”. Se destaca que al ponerse en funcionamiento los servicios
públicos se genera un riesgo a un individuo o grupo de personas, generándose lo que se
denomina responsabilidad por el riesgo creado, e) teoría de “los principios del Estado de
Derecho”, asumida y defendida en nuestro país por el extinto profesor Miguel S.
Marienhoff, Bartolomé Fiorini y María Graciela Reiriz, quienes hacen hincapié en que el
Estado responde en atención al conjunto de derechos y obligaciones que surgen de noción
de Estado de Derecho, contenidas en nuestro texto constitucional y su preámbulo (derecho
a la vida, integridad física, derechos adquiridos o de propiedad, igualdad ante las cargas
públicas y el sometimiento del Estado a juicio, fundado en los arts. 14, 16, 17, 18, 33 y 116
de la C.N.).
Debemos aclarar, que desde luego, existen otras teorías desarrolladas dentro del
ámbito del derecho público que exceden el presente trabajo y pueden ser ampliadas
acudiendo a bibliografía especializada de derecho administrativo.
Esta obligación de reparar puede surgir tanto del accionar del propio Estado o de sus
agentes o funcionarios que le sirven en la prestación de sus funciones. Cuando hablamos de
responsabilidad del funcionario o empleado del que se sirve la administración nos ubica en
la particular situación en que estos sujetos actúan en representación de órganos del Estado,
pudiendo producir una doble responsabilidad, la “directa” atribuible a la administración y
la denominada “personal” del funcionario o agente contemplada en el art. 9 de la Ley N°
26.944. Sobre esta bifurcación del tema responsabilidad tuvo particular importancia la
distinción efectuada por el Consejo de Estado Francés y que ha tenido influencia en nuestro
derecho público.
Este accionar del Estado que presta diversos servicios a través de sus órganos, debe
hacerse extensivo a cualquiera de los tres poderes del Estado, ya que la falta de servicio
puede darse en cualquiera de ellos cuando despliegan su actividad administrativa (en el
caso del Congreso y el Poder judicial, de carácter residual).
El agente, sin lugar a dudas, se coloca fuera de todas las competencias que le asigna
la ley, va más allá del irregular funcionamiento del servicio, como ya se dijo, existe dolo
del agente y un palmario exceso en la prestación de la función administrativa.
Si bien el Estado reviste condición de persona jurídica en los términos del art. 146,
inc. a) del nuevo Cód. Civil, cuando actúa en la esfera del derecho público o privado lo
hace a través de sus órganos y su accionar conforme a lo prescripto en el art. 143, a la
posibilidad que las personas jurídicas –entre ellas el Estado-, responda por el obrar
negligente de sus dependientes.
Si bien el nuevo Código Civil y Comercial unificado en su art. 149, establece que la
participación del Estado en personas jurídicas privadas no modifica su estado, la ley y los
estatutos pueden prever derechos y obligaciones diferenciados.
Ahora, el accionar, como ya se mencionara precedentemente, tiene que ver con una
voluntaria extralimitación de atribuciones del agente, la obligación de responder se
encontrará “exclusivamente” a cargo del agente o funcionario, liberándose al Estado de las
consecuencias ilícitas que provoca el obrar de sus dependientes conforme a lo previsto en el
art. 9 de la Ley N° 26.944.
En este sentido, para que el acto o hecho administrativo pueda ser atribuible a la
administración es necesario acudir al ámbito de su actuación funcional, descartando
aquellas teorías que fundamentan el factor de atribución en atención al sujeto que
representa al órgano, investigando la finalidad que persigue este y la otra, cuando el factor
de atribución se asienta en las competencias del órgano, postura claramente injusta ya que
deja fuera de todo resarcimiento aquellas situaciones en donde se da el accionar ilegítimo
de Estado.
Debo agregar que el perjuicio siempre debe ser apreciable en dinero, excluyéndose de
la indemnización las ganancias hipotéticas y las circunstancias personales de quien padece
el daño (caso de actividad lícita). Esta postura, respecto al alcance de la indemnización
proviene de la interpretación que ha realizado la Corte Suprema de Justicia de la Nación en
donde extiende el daño resarcible al daño emergente, aplicando por analogía el art. 10 de la
Ley N° 21.499 de expropiación.
Se puede establecer que a partir del año 1933 nuestra Corte Suprema en el famoso
“Leading Case” caratulado: “Tomás Devoto y Cía. c/Gobierno Nacional s/daños y
perjuicios”, se dejó definitivamente de lado el dogma vigente hasta ese momento de la
irresponsabilidad de la Administración por los actos ilícitos de sus dependientes. En esta
causa la responsabilidad de la Administración se originó por un incendio que causaron
empleados del Estado (Empresa de Telégrafos Nacional) al reparar una línea de telégrafos,
producto de las chispas generadas por un brasero.
En dicho caso el error más evidente es haber acudido a la noción de culpa cuando en
realidad podría haber aplicado la teoría de la “falta de servicio” contenida en el art. 1112
del Código Velezano. Era claro, que el incendio se había producido por el funcionamiento
irregular del servicio de telégrafos y si la Corte hubiera acudido a esta teoría fundada en
que los ciudadanos no tienen ninguna obligación de soportar los daños que cause el
funcionamiento deficiente o incorrecto de los servicios públicos. Debemos remarcar que
fue el primer jalón donde la principal conquista consistió en el apartamiento del criterio
ancestral de la irresponsabilidad de la administración.
Debo decir, que fue el punto de partida para que la Corte aplicara los principios del
derecho público en la resolución de un conflicto donde se demandaba al Estado producto de
su actividad ilegítima (antijurídica).
Finalmente, este avance jurisprudencial se consolidó con el fallo de la Corte Suprema
emitido en la causa: “Vadell, Jorge F. c/Provincia de Buenos Aires” (año 1984), donde se
volvió a condenar al Estado por la emisión de un certificado registral erróneo. En este
valioso precedente, se invoca expresamente la teoría del órgano y se hace una expresa
referencia a que la responsabilidad de la Administración por la deficiente expedición de
informes registrales es claramente “directa”. Esta recepción de la responsabilidad objetiva
y directa a nivel federal se encuentra prevista expresamente en el art. 1° de la Ley N°
26.944.
Finalmente cabe destacar, que los tribunales federales y provinciales para considerar
configurada la responsabilidad de la Administración exigen como presupuestos: a)
imputabilidad material del acto o hecho a un órgano del Estado, b) falta de servicio o
funcionamiento irregular de la Administración, c) un daño concreto, real y efectivo, a su
vez apreciable en dinero y d) un nexo de causalidad adecuado entre el acto o hecho
concreto y daño producido.
En este punto, debemos destacar que la Administración puede ocasionar daños a los
particulares por su actividad legítima, que a diferencia de la actividad ilegítima, donde se
configura la denominada “falta de servicio” o prestación irregular de la actividad, no hay
ninguna de estas situaciones y el Estado actúa satisfacer el interés general de la sociedad.
Como bien se expresara en el punto anterior, el dictado por parte del Estado de actos
administrativos, que gozan de presunción de legitimidad (art. 12 de la Ley N° 19.549),
autoriza a la administración a materializar su ejecución por sí misma, inclusive, cuando se
encuentra pendientes recursos en contra del acto.
La actividad legislativa del Estado puede sin lugar a dudas generar la obligación de
reparar un daño, si bien las leyes se presumen legítimas, esto no las excluye como actos que
puedan producir una afectación del patrimonio de un sujeto que no tiene la obligación de
soportarlo.
De igual forma pasa con la actividad reglamentaria, profusa por cierto, que emite el
Poder Ejecutivo, si produce un daño y el reglamento es legítimo en su esencia puede
obligar al Estado a indemnizar. A pesar que ello no debemos olvidar que la actividad
legislativa por la típica división de poderes se encuentra en cabeza exclusiva del Congreso
y un reglamento no puede ser considerado una ley.
Esta inconstitucionalidad debe en forma ineludible ser declarada por el Poder Judicial
y encontrarse firme y consentida para que dé lugar a la reclamación en contra del Estado
(C.S.J.N., precedente “Erich Rosauer”). Hoy ya no es discutida la posibilidad de introducir
de manera conjunta el planteo de nulidad de los actos administrativos en una demanda por
daños en función de la expresa habilitación que dispone el art. 8° de la Ley N° 26.944.
Dicha norma también permite reclamar los daños con posterioridad al planteo de
inconstitucionalidad de leyes que le sirve de fundamento (art. 322 del C.P.C.C.N.).
Debemos decir, que es el ámbito del Estado donde es más difícil admitir la
responsabilidad ante los particulares. Algunos justifican esta posición al considerar que los
actos jurisdiccionales (por ejemplo, sentencias, autos-interlocutorios que rechazan medidas
cautelares) contienen lo que se denomina “fuerza de verdad legal”, siempre y cuando el
acto judicial se encuentre firme y consentido, adquiriendo los efectos “de ley para el caso
concreto”.
En este tipo de responsabilidad, la Ley N° 26.944, en su art. 5° dispone “Los daños
causados por la actividad judicial legítima del Estado no generan derecho a
indemnización”, lo cual resulta palmariamente inconstitucional e irrazonable como bien
sostiene Coviello en atención a lo previsto en el art. 63.1 del Pacto de San José de Costa
Rica que reviste rango constitucional por lo establecido en el art. 75, inc. 22 de la C.N. En
particular sobre el tema, se ha tomado la opinión de la Corte Suprema que ha expresado que
en el caso de las sentencias y demás actos judiciales, no pueden generar responsabilidad de
tal índole ya que no se tratan de decisiones de naturaleza política para el cumplimiento de
fines comunitarios, sino de actos que resuelven un conflicto particular (C.S.J.N., precedente
“Balda c/Provincia de Buenos Aires”).
Considero, que si luego por los recursos procesales que fijan las leyes de
procedimiento, se llega a conmover “la cosa juzgada” poniendo de relieve que existió un
daño por la actividad judicial lícita, no quedará otra solución que declarar la
inconstitucionalidad del art. 5 de la Ley N° 26.944.
Esto hace evidente, que la mayor cantidad de casos exponenciales se han dado es en
el ámbito penal, donde una persona condenada (pasando por todas las instancias), luego de
recabadas nuevas pruebas, se permite la revisión de la sentencia y así de esta forma, obtener
una nueva resolución que ponga de manifiesto que existió un error judicial evidente o dolo
del magistrado (C.S.J.N., precedente “Vignoni”).
Por último, resulta imprescindible que haya agotado todos los recursos que las leyes
procesales penales le acuerden para defender su inocencia. Donde es más discutida la
posibilidad de admitir el resarcimiento por error judicial, es en materia civil, laboral y
comercial donde en los tribunales se reclama por este tipo de responsabilidad son
mayormente refractarios.
Este tipo de responsabilidad debe ser amplia y no limitada al ámbito penal, ya que
muchas veces, se producen daños, inclusive por actos judiciales que no revisten la
condición de sentencias (autos-interlocutorios o meros proveídos que deniegan medidas
cautelares, embargos, inhibiciones, secuestros, etc.).
Finalmente debo expresar que la indemnización debe ser integral y los presupuestos
que la gobiernan no escapan a los parámetros fijados para los casos de responsabilidad por
la denominada actividad ilegítima, hoy acotada al daño emergente en virtud de lo
establecido en el art. 5° de la Ley N° 26.944.
6. Prescripción.
En materia de prescripción de las acciones de reclamo de los particulares, podríamos
mencionar que anteriormente cuando se encontraba vigente el Código Civil de Vélez,
resultaba necesario, diferenciar si el acto provenía del ejercicio de una actividad lícita o
ilícita, a lo que había que sumar y distinguir el tipo de responsabilidad –contractual de la
extracontractual-. Hoy esta distinción carece de sentido, a nivel federal ya que la Ley N°
26.944, unificó el plazo a tres (3) años sin formular distinción alguna (art. 7).
Sabemos que la prescripción liberatoria extingue por el paso del tiempo el derecho a
reclamar judicialmente. Esto tiene como fundamento el establecer que los derechos
adquieran firmeza y estabilidad.
Si bien, en el orden federal con el dictado de la Ley N° 26.944, parte del problema se
encuentra superado, a nivel provincial no existen normas que regulen el instituto de la
prescripción para las acciones donde se reclame por responsabilidad extracontractual por
actividad ilegítima y es por ello, que deberemos acudir por analogía a las normas
contenidas en el Código Civil a pesar de la expresa limitación que formula el Código Civil
en su art. 1765. Consideramos que impedir, la aplicación del derecho de fondo (art. 75, inc.
12 de la C.N.) con las consiguientes adaptaciones al ámbito del derecho público no resulta
razonable.
3. Coviello, Pedro José Jorge, Los jueces frente a la ley de responsabilidad del
Estado, pub. El Derecho 259-903.
JURISPRUDENCIA CONSULTADA
2. Cam. Fed. Cba., Sala “B”, “López, Carlos Blas c/Estado Nacional Argentino
– Demanda Ordinaria”, Fallo dictado en el mes de mayo del 2011.
3. C.S.J.N., autos: “Alcides Juan Vera González v. Estado Provincial y
Dirección de Energía de Catamarca”, Fallo de fecha 12/09/1996
10. C.S.J.N., autos: “Vadell, Jorge F. c/Provincia de Buenos Aires”, Fallos 306;
2030, emitido el 18/12/1984.
Cuando nos ocupamos del tema de la protección jurídica del administrado, estamos
haciendo referencia a toda persona que se encuentra en vinculación con la administración
pública por distintos motivos y situaciones.
Estas vinculaciones pueden darse desde la simple relación que tiene el ciudadano a
que el Estado cumpla con sus principales y más básicas funciones, en materia de
administración y servicios públicos, actividades de fomento, otorgamiento de
autorizaciones, permisos, licencias y régimen de contrataciones administrativas. Todas
estas actividades se encuentran en su gran mayoría regidas por normas formales emitidas
por los tres órganos más importantes del sistema federal de nuestro país, el Congreso
nacional, las legislaturas provinciales y los respectivos concejos deliberantes de nuestro
régimen municipal. El ciudadano al vincularse con la administración desde las actividades
más simples hasta las más complejas, se encuentra alcanzado por normas regulatorias que
disciplinan la actividad administrativa y los derechos que estos tienen y que el Estado debe
respetar.
Entonces en este marco, la persona puede considerarse que tiene el derecho a exigir
una determinada conducta de la administración, como atribución o facultad, entonces nos
encontraremos ante lo que parte de la doctrina considera como “derecho subjetivo”. En
cambio, cuando nos referimos al derecho como “norma de conducta socialmente
obligatoria” que el Estado exige, estamos ante la presencia de lo que se conoce como
“derecho objetivo”.
En este sentido, coincido con Altamira Gigena quien reflexiona que el derecho
subjetivo implica la “facultad de exigir una conducta a otra persona”. Por supuesto es
importante poner de manifiesto, que existen diferentes teorías que precisan el alcance de
derecho subjetivo y sus diferencias con el denominado interés legítimo, las que exceden el
objetivo de esta obra.
Sobre el punto podemos expresar, que todos los ciudadanos también tienen el derecho
a poner en conocimiento de las autoridades el incumplimiento de las leyes y demás normas,
cuando el funcionamiento de administración y prestación de los servicios fuese deficitario o
no se preste. Esta situación se establece de manera impersonal y general, ya que nos
pertenece como derecho a todos los habitantes del país y de las provincias y municipios.
Por otro lado, para la protección de cada situación jurídica (derecho subjetivo, interés
legítimo e interés simple), cuando se produce algún incumplimiento por vulneración de la
ley, el ciudadano debe solicitar ante la administración, mediante los medios de protección
jurídica que el ordenamiento pone a su alcance, el reconocimiento y restablecimiento de su
derecho.
Respecto a este crucial tema que disciplina el accionar del Estado, podemos expresar
que el procedimiento administrativo no solo ordena el accionar de la administración, sino
que también garantiza los derechos de todas aquellas personas que de alguna forma, se
vinculan con la administración. En esta primera aproximación debemos expresar que en el
procedimiento administrativo intervienen la administración, y un sujeto interesado, que
puede pretender obtener el dictado de un acto administrativo, cuya finalidad puede ser crear
un vínculo contractual, obtener un permiso, autorización o licencia. En el procedimiento la
administración actúa como juez y parte, donde el administrado se ubica como reclamante o
impugnante de las decisiones de la administración. En cambio, en el proceso judicial la
administración y el particular se encuentran en un plano de igualdad, ya que el órgano
encargado de resolver, es un tercero imparcial (juez competente).
Para abordar el tema vinculado a los principios del procedimiento es necesario acudir
a lo establecido en el art 14 de la C.N., dicho norma, asegura a los habitantes de la Nación
el derecho de “peticionar a las autoridades”, conforme a las leyes que reglamenten su
ejercicio. Esto claramente tiene un impacto directo en el procedimiento administrativo, ya
que su regulación legal no puede desconocer el plexo de derechos y garantías contemplados
en la Constitución y los tratados de derechos humanos con jerarquía constitucional.
b) Legalidad objetiva.
d) Verdad material.
Esto nos lleva a formular la siguiente pregunta ¿Cuáles serían las “formas excusables
o no esenciales”? En una enumeración simplemente enunciativa podemos destacar:
equivocarnos en la denominación de un recurso administrativo que vamos a interponer (art.
79 de la Ley N° 6658), cuando erróneamente presentamos un recurso o reclamo ante un
órgano que no resulta el competente para tramitar el mismo, la falta de constitución del
domicilio especial o real (art. 27 de la Ley N° 6658), entre otros.
Por otro lado, debemos preguntarnos ¿Cuáles serían las formas “no excusables”? Si
bien hay más, debemos resaltar al menos dos sumamente importantes: los plazos para
interponer los recursos y la firma de los escritos. Este se desprende claramente de la Ley N°
19.549 en el art. 1° inc c), punto 6 y del art. 64 de la Ley N° 6658.
f) Ausencia de costas.
En directa referencia a este principio podemos decir, que las costas hacen referencia a
quien debe pagar como “vencido” los gastos propios y de la contraria generados en un
proceso judicial en los cuales el juez consideró en la sentencia que debían ser afrontados
por la parte que fue derrotada en su reclamo. En cambio en el procedimiento
administrativo, si al interesado no se le hace lugar a su petición, no se imponen costas, es
decir que cada parte se hace cargo de los gastos en que incurre (abogados, peritos, etc.).
Algunos autores equívocamente sostienen que debe ser caracterizado como de “gratuidad”,
error palmario ya que los gastos que se producen en el procedimiento deben ser afrontados
por el interesado (aranceles, tasas, etc.).
Algunos autores como Barraza denominan a este principio como de eficacia, que
implica que la administración debe proceder con la mayor rapidez posible y
simultáneamente lo debe hacer del modo más económico.
Una de las características salientes es que esta herramienta jurídica, que se endereza a
cuestionar el ejercicio de la función administrativa desplegada por un determinado órgano
estatal. Cabe expresar, que mediante su utilización, se pueden impugnar actos
administrativos de alcance particular como actos de alcance general, conocidos por la
doctrina, como reglamentos.
Por otro lado debemos distinguir a los recursos de las reclamaciones y meras
denuncias como medios de petición introducidos ante la administración. En los recursos
claramente la actividad del sujeto afectado que utiliza esta herramienta jurídica, se endereza
a cuestionar un acto o reglamento, como declaración formal de voluntad de la
administración. En cambio en las reclamaciones, se introduce una petición sin que exista un
acto expreso de la administración, claramente no es una impugnación como si ocurre en el
caso del planteo de un recurso.
Los recursos, reclamaciones y denuncias, tienen una característica común, todos son
medios puestos a disposición de las personas. Las reclamaciones no constituyen medios de
impugnación de actos, hechos u omisiones de la administración, sino se las considera
“simples peticiones”, por ejemplo, el denominado “Pronto Despacho de las actuaciones”
previsto en el art. 10 de la Ley N° 19.549, que tiene por objetivo intimar a la administración
a purgar la “mora” en el dictado de los actos que el particular interesado pretende.
Esta ley de procedimiento “general” por cierto, sirve como instrumento de eficiencia
en el obrar estatal y como un medio más de solución de conflictos, sin acudir a la vía
judicial. Asimismo, también debemos reconocer que para acceder a la vía judicial, en
ciertas condiciones, se exige el previo agotamiento de la vía administrativa, que se
materializa en el régimen general mediante la interposición del recurso jerárquico.
Hay que remarcar que este recurso no procede contra actos de la administración
interna o consultiva, considerados como informes y dictámenes, atento lo establecido en el
art. 80 del Decreto Nº 1759/72. Tampoco procede contra el silencio administrativo previsto
en el art. 10 de la Ley N° 19549. En igual sentido la Ley provincial Nº 6658 establece en su
art. 78 que los actos preparatorios, informes, dictámenes y vistas no resultan recurribles
(actos de la administración interna).
Muchas veces coincide la mesa de entradas de presentación de los escritos (no debe
soslayarse la paulatina entrada en vigencia de las plataformas de trámites a distancia), de
los órganos inferiores y el superior que tiene que resolver el recurso en los ministerios, para
esto habrá que estar atento el operador jurídico en donde presentarlo evitando dilaciones y
pérdidas de tiempo, ya que si se equivoca en el lugar de presentación el órgano receptor,
por el principio del formalismo atenuado en favor del administrado, deberá remitirlo al
órgano competente conforme al arts. 5, 75, 77 in fine y 81 del Decreto N° 1759/72.
Como bien resalta la doctrina, se ha reservado el nombre de recurso jerárquico al
dirigido a los más importantes órganos superiores de la administración –Ministros,
Secretarios de la Presidencia y en algunos casos, el Presidente de la Nación-.
El plazo de interposición en el ámbito nacional, fatal por cierto, es de quince (15) días
hábiles administrativos y deberá ser resuelto, generalmente, por los ministros y secretarios
del Poder Ejecutivo Nacional. En el caso que el acto administrativo emane “directamente”
de un ministro o secretario de la Presidencia de la Nación, el recurso deberá ser resuelto por
la máxima autoridad del Poder Ejecutivo Nacional.
Por otro lado en la provincia de Córdoba el recurso debe interponerse dentro de los
diez (10) días de la notificación de la denegatoria del recurso de reconsideración o de la
fecha de producción presunta por silencio de la denegatoria de aquel conforme lo
establecido en los arts. 67, inc. h), 70 y 83 de la Ley N° 6658. Es decir que para dar por
denegado un recurso por la mora de la administración, para resolverlo, se requiere el
planteamiento un “pronto despacho” y así obtener una decisión de la administración
expresa o presunta que habilite el tratamiento del recurso jerárquico por el órgano superior.
El plazo para resolver en el ámbito nacional dicho recurso es de treinta (30) días
hábiles administrativos, no resultando necesaria la interposición de pronto despacho alguno
para considerarlo denegado o rechazado. En su trámite es posible ofrecer prueba, resultando
obligatoria contar con el dictamen del servicio jurídico permanente luego de haber
receptado toda la prueba que se hubiese dispuesto diligenciar como pertinente y útil. En
cambio en la provincia de Córdoba el plazo para resolver los recursos administrativos no
puede exceder de veinte (20) días.
X. RECURSO DE ALZADA
El control de tutela no es otra cosa que el control administrativo que implica un poder
de revisión que ejerce la administración central sobre los actos de los órganos superiores de
las entidades descentralizadas y de las personas privadas estatales.
Cuando nos encontramos con el dictado de un acto administrativo que emana de un
órgano perteneciente a una entidad o persona jurídica perteneciente a la administración
descentralizada del ámbito nacional se podrá interponer el denominado recurso de alzada
previsto en el art. 94 del Decreto Nº 1759/72, siempre que dicho acto administrativo resulte
definitivo o impida totalmente la tramitación del reclamo o pretensión del administrado.
Algunos autores lo denominan recurso jerárquico impropio.
Para acceder el control mediante este tipo de recurso, el mismo debe ser interpuesto
en el plazo de quince (15) días hábiles administrativos (ver arts. 93 y 98 del Decreto N°
1759/72). En la provincia de Córdoba el art. 84 de la Ley N° 6658 establece que
previamente debe interponerse el recurso de reconsideración y rechazado o denegado por el
silencio, en el plazo de diez (10) días, deberá interponerse el recurso de alzada. Como se
advierte en la ley provincial, el plazo es menor y el control que puede ejercer el Poder
Ejecutivo se limita a la legitimidad del acto (art. 85).
Cabe poner de manifiesto que este recurso no procedería contra las decisiones de
aquellos entes inter-jurisdiccionales (conformados por nación, provincia y municipios), ya
que dicho recurso escapa a la jurisdicción de estos entes por su propia conformación.
El control sobre el acto debe ser realizado generalmente por el máximo órgano en la
jerarquía de la administración. En este caso, el Presidente de la Nación, sus ministros o
Secretarios de la Presidencia. En la provincia es resuelto por el Poder Ejecutivo previa vista
al Fiscal de Estado (art. 84).
Este recurso resulta “optativo” para el afectado tanto en el régimen nacional como en
la provincia de Córdoba, ya que se puede desistirlo y acudir a la vía judicial conforme a lo
previsto en el art. 95 del Decreto N° 1759/75 y 85 de la ley provincial Nº 6658. Ahora, la
elección de la vía judicial eliminara la posibilidad de interponer dicho remedio
impugnaticio.
Por otro lado, quedan excluidas del ámbito de aplicación del mencionado recurso, las
Universidades Nacionales de conformidad a lo establecido en el art. 32 de la Ley Nº
24.521, por las propias características autónomas que tienen las universidades conforme al
art. 32 de la Ley N° 24.521.
Es decir que el recurso funciona en este caso, en una situación ajena a que el acto se
encuentre firme y sirve para reparar errores que se hayan cometido al dictarse el mismo al
existir contradicciones en la parte dispositiva y se haya pedido o no su aclaración.
Cabe agregar, si existe alguna incongruencia entre la parte dispositiva del acto y su
motivación, estamos ante una tarea interpretativa, que no lleva la ínsita tarea de analizar
nuevos documentos recobrados o declarados ilegales por su falsedad en otro proceso.
Se advierte, sin duda alguna que el acto todavía no se encuentra firme y consentido,
ya que, conforme el régimen recursivo nacional previsto en el Decreto Nº 1759/72, existen
otras alternativas que permiten impugnar un acto administrativo desfavorable a los
derechos del sujeto afectado en sus derechos.
En cambio, los incisos b), c) y d) del art. 22, hacen referencia a un acto que ya se
encuentra firme y consentido, donde puntualmente se hace referencia a que se recobrasen
documentos decisivos cuya existencia se ignoraba o hubiese sido dictado en base a
documentos cuya falsedad se desconocía o que fuera declarada posteriormente. Estas
situaciones, vinculada a nueva documentación, tiene que ser de una suficiente importancia
como para hacer variar la decisión adoptada anteriormente.
Por otro lado, tenemos cuando el acto por el obrar de un tercero, genere que se dictó
mediante cohecho, prevaricato o violencia, debe ser probado debidamente y encontrarse
firme la decisión que la dispuso.
En todas las situaciones que el acto está firme, el plazo de interposición es de treinta
(30) días hábiles administrativos, de recobrados los documentos ignorados o de
comprobarse en legal forma los hechos indicados en los incisos c) y d).
En principio el recurso de revisión debe presentarse ante el mismo órgano que dictó
el acto o tendrá la opción de presentarlo ante el superior, debiendo acudirse a la normativa
que regula el recurso jerárquico en cuanto al trámite del mismo.
No resulta discutible para la doctrina que el sujeto que se encuentra facultado para
interponerla es quien considera que tiene afectado un derecho subjetivo o un interés
legítimo.
Por otro lado, debe entenderse como un acto jurídico que se concreta en un escrito
por el cual se impugna un determinado acto emanado de la administración que se concede a
favor de los ciudadanos, ya que los órganos administrativos por el principio de jerarquía
administrativa y unidad de actuación no pueden cuestionar las decisiones de sus superiores.
Por otro lado, tampoco cabe duda alguna de la aplicación supletoria del régimen de la
LNPA en atención a lo previsto en el art. 116 de la Ley Nº 11.683. Es decir, en lo referente
a los recursos administrativos que pueden interponerse en el ámbito de la Dirección
General Impositiva y de la Dirección General de Aduanas, para todo aquello no previsto,
puede acudirse al plexo regulatorio de la LNPA su Decreto Reglamentario Nº 1759/72.
Si es oportuno destacar que ante una laguna del texto normativo que regula el trámite
recursivo deberá aplicarse sin cortapisas, el régimen de la LNPA. Es por ello, que no cabe
duda alguna que resultaran aplicables las normas que regulan el instituto de la denuncia de
ilegitimidad prevista en el art. 1º, inc. e), apartado 6º de la Ley Nº 19.549, entre otros
institutos del procedimiento administrativo general.
De esta manera no se pueden rechazar de plano las impugnaciones que presenten los
contribuyentes que posean algún defecto formal no esencial, como por ejemplo, errónea
denominación del recurso planteado, la falta de constitución de domicilio real o especial,
cuando se mencionan documentos o poderes que se omitieron acompañar, etc. Estas
irregularidades que presentan los escritos de impugnación de actos administrativos de
contenido tributario, no pueden rechazarse escudándose en la falta de cumplimiento de
requisitos formales ya que uno de los principios rectores del procedimiento administrativo
es el del “informalismo” a favor del administrado.
En lo que respecta los recursos específicos que contiene la Ley Nº 11.683, podemos
expresar que son muchos, revistiendo mayor importancia los previstos en el art. 76 de dicho
plexo normativo, a pesar de la existencia de otros remedios impugnativos que se encuentran
dispersos por el texto de procedimiento fiscal, lo cual conspira contra el orden sistemático
del régimen recursivo tributario.
En este orden de ideas, el art. 76 establece dos vías alternativas y excluyentes entre sí
para impugnar los actos administrativos de contenido tributario, que la norma denomina
“resoluciones”, mediante las cuales se imponen sanciones o se determinan tributos y
accesorios en forma cierta o presuntiva, como así también aquellas dictadas como respuesta
a reclamos por repetición de tributos autorizados por el art. 81 del citado texto legal.
Este recurso no se rige por la LPT sino por la Ley de Procedimiento Administrativo
(LPA) y supletoriamente el Código Procesal Civil y Comercial de la Nación.
El recurso debe ser presentado ante el funcionario que dictó el acto recurrido. Se
resolverá sin sustanciación y revestirá el carácter de definitivo, pudiendo solo impugnarse
judicialmente a través de una demanda contenciosa administrativa ante la justicia, tal como
lo prevé el artículo 23 de la Ley Nº 19.549 de Procedimiento Administrativo.
Cabe poner de manifiesto que resulta aplicable el art. 12 de la LPA que establece que
no se reconoce efecto suspensivo a dicho recurso.
Debe remarcarse, que no hace falta aplicar en esta situación, la regla del “solve et
repete” por la cual se requiere el previo pago a efectos de cuestionar el acto administrativo
de contenido tributario, ya que de por sí, no se encuentra agotada la vía administrativa y el
acto administrativo de contenido tributario no se encuentra “firme”, por lo cual carece, de la
respectiva presunción de “legitimidad” que establece el art. 12 de la Ley Nº 19.549.
Se hace evidente que para poder ofrecer prueba el contribuyente tiene el derecho de
acceder a las actuaciones administrativas labradas por el fisco y solicitar su “vista” a
efectos de tomar conocimiento puntual de las pruebas producidas por el organismo
tributario, para cuestionar y probar en contrario, a favor de su derecho.
Por otro lado, el plazo que tiene el juez administrativo para resolver el recurso de
reconsideración es de veinte (20) días hábiles administrativos de conformidad a lo previsto
en el art. 80 de la Ley Nº 11.683. El acto que resuelve el recurso de reconsideración agota
la vía administrativa, situación que debe ser puesta en conocimiento del contribuyente,
haciéndole saber que puede interponer la revisión judicial de la decisión administrativa
mediante demanda contenciosa administrativa ante la justicia federal de primera instancia
en el plazo que fija el art. 25 de la Ley Nº 19.549. Si se omite dicha “aclaración” en el acto
administrativo definitivo que resuelve el recurso, el plazo de interposición de la demanda se
amplia de conformidad a lo previsto en el art. 40 del Decreto Nº 1759/72. En caso que el
juez administrativo no resuelva el recurso se debe dar por denegado de manera “fícta”, sin
que resulte necesaria la interposición del instituto del pronto despacho de conformidad a lo
dispuesto en el art. 82, inc. c) del art. 82 de la Ley Nº 11.683.
Cabe aclarar, que el recurso de reconsideración no puede ser utilizado para cuestionar
una sanción de multa y clausura (art. 40 de la Ley Nº 11.683) o de clausura preventiva, la
cual se encuentra prevista en el art. 35, inc. f) de la ley de procedimiento tributario, ya que
en estos casos la normativa prevé recursos “directos” ante la justicia federal con
competencia en lo criminal y correccional (arts. 78 y 78 bis de la Ley Nº 11.683).
Cabe aclarar, que en el caso del recurso de apelación ante el Tribunal Fiscal de la
Nación, su interposición se realiza ante dicho órgano que no depende de la Administración
Federal de Ingresos Públicos, solo exige de manera obligatoria “comunicar” la
interposición al organismo tributario a efectos de evitar la ejecutoriedad del acto por parte
del organismo o que el mismo al no conocer la interposición del recurso pretenda dar por
“firme” el acto administrativo de contenido tributario.
Existe una limitación para el acceso a este recurso que se encuentra fijado en el art.
165 de la Ley Nº 11.683, que establece que solo podrán ser cuestionadas aquellos actos
administrativos de contenido tributario cuando el impuesto y los accesorios que se
cuestionan superan el monto de $ 25.000 conforme a lo dispuesto por la Ley N° 26.784
(monto que por el proceso inflacionario de nuestro país, debe ser reajustada cada cierto
tiempo). Se hace evidente que si la resolución cuestionada no supera los mínimos fijados
por la ley, al contribuyente –únicamente- le queda la posibilidad de cuestionar el acto
administrativo, mediante el recurso de reconsideración por ante el superior jerárquico
previsto en el inciso a) del citado art. 76.
Por otro lado, respecto al trámite que tiene el recurso de apelación ante el Tribunal
Fiscal, lo más importante para tener en cuenta es que dicho tribunal Jurisdiccional se divide
en salas con competencia en materia impositiva y otras con competencia específica en
materia aduanera, a efectos de lograr una mayor especialización entre sus integrantes.
En lo que respecta al plazo para dictar el fallo por TFN podemos precisar que el
mismo se encuentra previsto en el art. 188. Es importante destacar que el plazo para
resolver el planteo de excepciones será de quince (15) días y en lo referente al fondo de la
cuestión, dependerá si hubo producción de pruebas o no, en caso de no existir prueba, el
plazo es de treinta (30) días, y cuando se diligencio prueba en el expediente, el plazo es de
sesenta (60) días. Estos plazos resultan ordenatorios, no fatales, ya que puede darse el caso
que de la inobservancia de los mismos, pudiendo solicitarse el “pronto despacho” para
resolver por las partes. La sentencia podrá dictarse con el voto coincidente de dos (2)
vocales de la sala. Además, la parte vencida deberá pagar todos los gastos causídicos y
costas que generó el recurso ante el Tribunal, pudiendo eximirse de costas a la parte
vencida, siempre que se encontrare mérito para ello (art. 184).
Finalmente, cabe exponer que la sentencia del Tribunal Fiscal puede ser revisada
mediante el denominado recurso de revisión y apelación limitada ante la Cámara en lo
Contencioso Administrativo Federal competente donde funcione la sede del Tribunal Fiscal
o alguna de sus delegaciones permanentes o móvil, según sea donde se haya radicado la
causa, en el plazo de treinta (30) días hábiles judiciales desde que se notificó la resolución
del Tribunal Fiscal. Se trata de lo conocemos como de un “recurso directo” ante la justicia
federal en lo contencioso administrativo, ya que tramita ante un tribunal de 2da. Instancia.
Como primera aproximación debemos destacar que en nuestro país el Estado por sus
acciones u omisiones lesivas de los derechos de los particulares puede ser enjuiciado ante
los órganos del Poder Judicial de la Nación y de las respectivas provincias. Cuando
hacemos referencia a la denominada “justicia administrativa” aludimos al conjunto de
garantías que posee el particular afectado frente a la administración y a la vez, aquellas que
puede hacer valer el ciudadano en el ámbito judicial.
Esto nos lleva a preguntarnos: ¿Qué significa agotar la vía y para qué ha sido
introducido dicho requisito? Agotar la vía administrativa en general la doctrina considera
que se vincula a obtener el dictado de un acto que cause estado. Esto significa que el acto es
emitido por la máxima autoridad con la competencia asignada para resolver los recursos en
última instancia administrativa y la decisión es definitiva e irrevisable y final en el
procedimiento administrativo de impugnación. Se hace evidente que la podemos
caracterizar como una facultad exorbitante de la administración.
Entre los fundamentos que podemos encontrar para justificar la existencia de dicha
prerrogativa estatal se encuentran: 1) constituye una etapa conciliatoria previa a un proceso
judicial; 2) Le permite a la administración enmendar los errores cometidos por los
funcionarios de los órganos inferiores, evitando de esta forma ser llevada a juicio por las
decisiones de estos; 3) filtra a los tribunales judiciales aquellas cuestiones menores que
pueden ser resueltas en base a la experiencia y pericia de los órganos superiores de la
administración; 4) permite una mejor defensa del interés público y que la administración
resulte sometida a un proceso judicial de manera sorpresiva.
Estas razones se han esgrimido para mantener este requisito “típico” del
procedimiento administrativo nacional y vigente en la mayoría de las provincias argentinas.
Entre las críticas vertidas a este requisito, se encuentra aquella que sostiene que se ha
convertido en un ritualismo inútil, ya que los funcionarios superiores solo ratifican y
respaldan las decisiones adoptadas por los inferiores y de esta forma se difiere para el
futuro cualquier reconocimiento de derechos que puedan constituir erogaciones de dinero
para la administración.
b) Habilitación de la Instancia.
Se trata del juicio previo que realiza el Tribunal competente respecto a los
presupuestos procesales especiales de admisibilidad de la acción. Se hace un análisis de si
es factible el acceso a la justicia y declarar que el sujeto que interpone la demanda
contenciosa puede utilizar la vía judicial. Esto claramente está regulado como un requisito
de admisibilidad de las demandas que se presentan ante el fuero contencioso administrativo
para las etapas preliminares del proceso judicial.
Una vez interpuesta la demanda se confiere vista al fiscal de Cámara para que se
expida acerca de la competencia del Tribunal. Declarada la competencia y resuelta las
excepciones de previo y especial pronunciamiento que se hubieran interpuesto por el
Estado al contestar la demanda, se dispone la apertura a prueba por el término de treinta
(30) días. Producida la prueba, se dispondrá la clausura de la etapa y se correrán los
traslados para alegar por su orden por nueve (9) días a cada parte. Una vez dictado por el
tribunal el proveido de autos para sentencia, esta debe dictarse en el plazo de sesenta (60)
días. En el pronunciamiento, la Cámara fijara el plazo de cumplimiento de la condena en el
caso de acoger las pretensiones incluidas en la demanda.
En los últimos tiempos Si bien la ley que regula el proceso contencioso nada dice
sobre medidas positivas, algunos tribunales como la Cam. Cont. Adm. De 1º Nom. De Cba.
En autos: “Córdoba, Elvio Humberto y otros c/Municipalidad de Jesús María”, Auto
Interlocutorio de fecha 10/05/2000, receptó tal postura al ordenar la reincorporación de los
actores a la municipalidad demandada.
En cambio, La Cám. en lo Civ. y Com. De 1ra. Nom. de Río Cuarto sostuvo en los
autos: “Rossi, Marcela c/Provincia de Córdoba”, Auto Interlocutorio de fecha 15/11/2006,
admitió la aplicación supletoria de la normativa contenida en el Código Procesal Civil de la
provincia a partir de la remisión que permite realizar el art. 13 de la Ley Nº 7182. Quizás
esto en un futuro no muy lejano permita una flexibilización y ampliación de las clases de
medidas cautelares en el fuero provincial, pudiendo acudir al plexo regulatorio del proceso
civil que en su art. 484 establece lo siguiente: “Fuera de los casos, previstos en los
artículos precedentes, quien tuviere fundado motivo para temer que durante el tiempo
anterior al reconocimiento judicial de su derecho, éste pudiere sufrir un perjuicio
inminente o irreparable, podrá solicitar las medidas que, según las circunstancias fueren
más aptas para asegurar provisionalmente el cumplimiento de la sentencia”.
Esta medida cautelar genérica podría venir a dar solución transitoria a los problemas
acuciantes que tiene el contencioso provincial, donde se desconocen las medidas cautelares
autónomas, que podrían ser de utilidad para los casos de actos administrativos cuestionados
y que pudieran ejecutarse, donde el administrado sin haber agotado la vía administrativa no
puede acceder al proceso de plena jurisdicción o de ilegitimidad.
b) Acción de Ilegitimidad.
c) Acción de Lesividad.
El plazo en que debe interponerse la demanda es desde los seis (6) meses contados a
partir de la emisión del acto presuntamente irregular (art. 8, segunda parte). Entre los
sujetos que intervienen en el proceso debemos poner de manifiesto que el Fiscal de
Cámara, participa como una parte más y si se hubiera ordenado prueba de oficio por el
Tribunal, es este funcionario el encargado de diligenciarla (art. 21 de la Ley N° 7182).
1. Altamira Gigena, Julio Isidro, Lecciones de derecho administrativo, Edit. Advocatus, Año
2005.
2. Barraza, Javier Indalecio, Recursos Administrativos, Edit. La Ley, Año 2010.
3. Cassagne, Juan Carlos, Derecho Administrativo, Edit. Abeledo Perrot., Año 2002.
4. Farrando, Ismael y Martínez, Patricia (Directores), Manual de Derecho Administrativo,
Edit. La Ley, Año 2000.
5. Hutchinson, Tomás, Régimen de Procedimientos Administrativos, Ley N° 19.549, Edit.
Astrea, Año 2010.
6. Novo, Enrique Fernando (Director) y otros autores, Derecho Procesal Administrativo y
Tributario (Federal y de la provincia de Córdoba), Edit. Lerner, Año 2012.
7. Vélez Funes, Ignacio María (Director), Derecho Procesal Administrativo, Edit. Alveroni,
Año 2003.
JURISPRUDENCIA CITADA.
1. C.S.J.N., autos: “Gorordo Allaria de Kralj, Haydée María c. Estado Nacional (Ministerio de
Cultura y Educación), Fallos: 322; 73.
2. C.S.J.N., autos: “Fernández Arias c/ Poggio”, Fallos: 247;646.
3. C.S.J.N., autos: ““Inadi c/Ministerio del Interior s/Amparo”, Fallo de fecha 14/12/2004.
4. Cam. Cont. Adm. 1ra. Nom. de Cba., autos: “Córdoba, Elvio Humberto y otros
c/Municipalidad de Jesús María”, Auto Interlocutorio de fecha 10/05/2000.
5. Cám. en lo Civ. y Com. De 1ra. Nom. de Río Cuarto, autos: “Rossi, Marcela c/Provincia
de Córdoba”, Auto Interlocutorio de fecha 15/11/2006.
6. T.S.J. Cba., autos: “Cucco, Ricardo Rubén c/Provincia de Córdoba y otros – Plena
Jurisdicción – Recurso de Apelación”, Sentencia de fecha 18/08/2004.
7. C.S.J.N., autos: “AFIP - DGI s/ solicita revocación de acto administrativo - acción de
lesividad - contencioso administrativo", fallo de fecha 17/12/2013.