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CONCEPTO DE DERECHO
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Conceptualizar el derecho entraña bastantes dificultades, debido a que la realidad jurídica es muy
compleja y abarca aspectos muy diferentes. De hecho, si se atiende a la experiencia , podemos
comprobar que el término “derecho” es polisémico, ya que es utilizado indistintamente para
designar una variedad de realidades. Pero esta realidad jurídica multiforme guarda una cierta
unidad, por la cual solemos atribuir a muchos de sus elementos el mismo nombre de “derecho”. En
efecto, derecho designa aspectos diversos, aunque también parcialmente semejantes o
relacionados entre sí. Así decimos que se trata de un término analógico, cuyo nombre se dice de
varias entidades sustancialmente distintas, pero bajo alguna razón iguales.
El significado principal del término “derecho” debe ser necesariamente una realidad jurídica muy
simple y esencial. Es por ello que muchos autores hayan coincidido en identificarla como lo justo.
Éste sin duda es un significado radicalmente primario, y es precisamente lo que naturalmente
significaba el término “ius” para los jurisconsultos romanos o lo que Aristóteles designaba como
“ to dikaion”. El filósofo griego vincula el carácter social del ser humano a su capacidad de
efectuar juicios de valor:
“ La razón por la cual el hombre es un ser social más que cualquier abeja y que cualquier animal
gregario es evidente…. el hombre el único animal que tiene palabra.. la palabra es para manifestar
lo conveniente y lo perjudicial, así como lo justo y lo injusto. Y esto es lo propio del hombre frente
a los demás animales: poseer, él solo, el sentido del bien y del mal, de lo justo y de lo injusto, y de
los demás valores y la participación comunitaria de estas cosas constituye la casa y la ciudad”.
El vocablo “derecho”, tanto en griego, como en latín, como en cualquiera de las
lenguas modernas, expresa la idea de lo recto, de lo que es justo. Es decir, lo
justo es una cosa-en el sentido más amplio del término-.
El fenómeno jurídico no atañe exclusivamente a los juristas. Toda persona
entra en contacto con el derecho y cotidianamente su vida discurre
repercutiendo o traduciéndose jurídicamente. El hombre se encuentra inmerso
en la vida social y en la ordenación jurídica que la garantiza y realiza. Por esta
razón, aún cuando no posea un conocimiento científico del mismo, el hombre
alcanza a tener un sentido natural del derecho que le habilita para conocer de
la responsabilidad de sus actos incluso más allá de su aspecto moral: es sujeto
del derecho, un protagonista diario del fenómeno jurídico.
Las personas son protagonistas de la vida jurídica, y realizan cada día multitud
de actos que ponen de manifiesto su condición de sujetos de la actividad
jurídica. Por ejemplo, subimos a un transporte público, privado, compramos
multitud de cosas a través de internet, pedimos préstamos, etc. En todas estas
situaciones, y en tantas otras que podríamos citar, estamos actuando como
sujeto activo del derecho, de la realidad jurídica.
Partiendo de este sentido natural de lo jurídico, se puede constatar que el
derecho acompaña a las personas en el desarrollo de su vida en sociedad.
Así, si bien el derecho se presenta como una realidad amplísima que afecta a
multitud de actos y hechos que el hombre realiza, todos los ejemplos tienen
un común denominador: suponen o implican algún tipo de intercambio o
comunicación de un individuo con otro u otros individuos.
El derecho tiene que ver con el hombre y con su vida en sociedad: “ubi
societas ibi ius”, dice el adagio latino. Todo lo jurídico en última instancia
hace referencia a la vida del hombre en comunidad. De ahí que la concepción
del derecho será una u otra en función del punto de vista antropológico del
que se parta.
En efecto, a partir de una u otra visión del hombre y de su condición social
determinará la concepción del derecho. De hecho, la historia del pensamiento
presenta distintas concepciones acerca de lo jurídico que responden en última
instancia a presupuestos antropológicos diversos. Por esta razón, antes de
comenzar a hablar del derecho es bueno detenerse y considerar brevemente
el ser del hombre, su naturaleza racional y su sociabilidad.
Desde el origen de la filosofía, nos encontramos con tesis negadoras de la
sociabilidad del hombre como un hecho natural. Esta postura suele
concebir al hombre como un ser instintivo, pasional, atraído por las cosas,
movido por los instintos, etc. Tiene como referencia la obra de Hobbes: el
hombre es fundamentalmente un ser que busca satisfacer sus
necesidades, de ahí que manifieste celo y odio hacia aquellos que hacen
peligrar su vida y la realización de sus intereses.
Para este autor, el hombre es un ser antisocial y agresivo, porque todo
individuo ve amenazada la realización de sus pasiones por la presencia de
los otros individuos; de ahí nace su actitud violenta. Hobbes no alcanza a
negar la capacidad racional del hombre, pero si la entiende al servicio de
la voluntad para conseguir aquello que se desea. Y, como para Hobbes, el
hombre ante todo procura su autoconservación, la racionalidad sale al
paso para encontrar una forma de salvaguardar la situación. ¿ De qué
manera? Creando un organismo que controle su conducta, un poder
represivo que llegue a aterrorizar al hombre para reprimir sus
conductas: el ESTADO
En conclusión, la necesidad de vivir en sociedad le lleva a conformarse a vivir
subordinado. De ahí que quede justificada la existencia de un poder político que lo
controle: el hombre se ha visto obligado a vivir con otros para garantizar su existencia
individual. Desde esta óptica, si la sociabilidad y el poder político nacen del consenso de
las voluntades individuales, el derecho nunca será concebido como una dimensión de la
vida humana sino como un artificio que acompaña irremediablemente al hombre, como
un mal que soportar en orden a hacer factible la coexistencia. El derecho en el estado civil
tendrá su origen en dicho pacto social, y será expresión de la mera voluntad del poder al
servicio de la nueva condición del hombre como miembro del Estado. Una condición que,
para Hobbes, solo se conseguirá a través del temor que el poder político ejercerá sobre
los individuos-por naturaleza insociales- ( Ver Leviatán , Capítulo XIII, Hobbes)
Por el contrario, también la historia del pensamiento nos ha mostrado la idea de que el
hombre es un ser esencialmente social y político. Esta es una visión que parte de la
tradición clásica y arranca de Aristóteles, para quien la sociabilidad humana era concebida
como un dinamismo natural. El filósofo griego define al hombre, no solo como animal
social sino también político, y ello porque es un ser dotado de logos. Logos remite a
razón, pero etimológicamente significa algo más que racionalidad: es la capacidad
humana de conocer la realidad de las cosas, pero también implica la facultad de darla a
conocer a los demás. El hombre es un animal racional y, en consecuencia, dialogante o
comunicativo.
Los hombres no sólo están en contacto con otros hombres, no solo coexisten-
porque su reunión no tiene como fin la mera supervivencia el vivir sino el vivir
bien la felicidad. En cambio, se dice que los hombres conviven, son con otros.
Por esta razón los hombres se auxiliarán unos a otros tratando de comunicar
aquello que es esencial para la vida: lo bueno y lo malo, lo justo y lo injusto,
lo honroso y lo deshonroso, lo útil y lo inútil, etc. Los hombres se necesitan
siempre imperiosamente; el hombre solo puede ser lo que es y perfeccionarse
cuando convive de manera armónica con los demás. La naturaleza social del
hombre manifiesta su racionalidad, y esta es la causa por la cual el hombre, a
diferencia de los demás animales, no es meramente gregario.
El hombre vive en sociedad, en comunidad. Y, si bien existen muchas formas
de sociedades humanas, todas ellas tienen en común el ser una unión o
reunión de varias personas y comunidades para para la realización de uno o
varios fines comunes. Además, en todo grupo social existe alguna forma de
autoridad que gobierna. Pues todas las acciones, particulares e individuales,
incluso las de la misma autoridad deben ordenarse jerárquicamente en función
de la finalidad social o del bien común.
En este sentido, la sociedad o la comunidad política no es algo
accidental, ni aleatorio, ni artificial en la vida del hombre, sino una
realidad que exige su propia naturaleza: el hombre es un animal social
y político, esto es, un ser que precisa vivir en comunidades
políticamente organizadas donde se preserve el orden esencial y
básico para la vida humana.
Le corresponde a la autoridad política el organizar, ordenar y
subordinar todas las actividades de sus miembros respecto de aquello
que sea relevante para el bien de todos.
En definitiva, la organización de la vida social debe ordenarse al fin o
bien último del hombre.
Desde esta perspectiva, el derecho es una realidad humana que tiene
como fin organizar la vida colectiva para obtener la consecución de los
fines sociales y, en último término,la realización de la persona humana
mediante la promoción del bien común.
Además, es una realidad que se presenta en la vida social también
organizando de forma coactiva, porque la organización de la vida social
no puede estar sujeta a meras indicaciones o sugerencias; precisa de
pautas obligatorias, de normas de conductas impositivas que compelan a
los miembros de la sociedad a observarlas, pudiendo incluso recurrir al
uso de la fuerza. Esto se realiza mediante normas jurídicas, reglas o
medidas para la ordenación de la vida social.
En conclusión: se puede partir del concepto de derecho como el orden
obligatorio en las relaciones sociales. El derecho estructura y organiza el
grupo social creando vínculos, estableciendo situaciones jurídicas,
delimitando ámbitos de competencia y autonomía, otorgando poderes
y derechos, estableciendo deberes, etc.
La realidad jurídica es el orden jurídico u orden de justicia, el orden
justo de la vida social. El derecho es, pues, la recta disposición u
ordenación de la vida colectiva,de las situaciones y estructuras
sociales en relación al fin de la sociedad: el bien común.