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DIRECTOR
DIRECTOR
Castillero
Calvo
Nueva historia
general de Panamá
VOLUMEN II
CAPíTuLO VIII
Aims McGuinness
Introducción
acallarse las voces más estrepitosas de Estados unidos a favor de una mayor
expansión territorial, el proyecto de «expansión continental» dentro de las
fronteras estadounidenses giraba significativamente en torno a los esfuerzos
para ejercer el poder más allá de las fronteras de Estados unidos en Panamá a
través de medios que incluían la actividad comercial (tal como las operaciones
de la Pacific Mail Steamship Company y la Panama Railroad Company), la di-
plomacia estadounidense en ciudad de Panamá y Bogotá y la intervención mi-
litar de Estados unidos. En otras palabras, la expansión «continental» y «en
ultramar» no eran proyectos separados o rivales, sino que estaban íntimamente
entretejidos.
Para citar solo un ejemplo más de Rails across Panama, la versión de Schott
del incidente de la «Tajada de Sandía» atribuye erróneamente las acciones del
gobernador en funciones de Panamá en aquel tiempo, Francisco de Fábrega, a
un «gobernador Aniño», un personaje que inventó Schott y que aparentemente
representa a una especie de miscelánea de gobernadores panameños de princi-
pios de la década de 1850, incluyendo al gobernador José María urrutia Añino,
del que, al parecer, proviene el nombre del personaje. La «Guardia del Istmo»
no jugó ningún papel en los acontecimientos de 15 de abril de 1856; en realidad,
había sido desmantelada un año antes10. Y si bien hubo, en efecto, un individuo
llamado Joseph Stokes que destacó significativamente en los acontecimientos de
la ciudad de Panamá el 15 de abril de 1856, este no era un agente de carga de la
Panama Railroad Company como nos cuenta Schott, sino más bien un pasajero
recién llegado de California a bordo de un barco llamado Cortes. Rails Across Pa-
nama está tan lleno de fabricaciones similares y de interpretaciones erróneas que
lo mejor es leerlo como una obra de ficción histórica.
No es difícil entender por qué el Ferrocarril de Panamá captó la imaginación
de Schott, puesto que el ferrocarril sin duda fue una gran victoria en la historia
de la ingeniería ferroviaria. Sin embargo, el problema de la mano de obra fue el
que más molestias causó a la compañía durante el período de construcción. La
concesión para la construcción de un ferrocarril a través de Panamá entre Nueva
Granada y los fundadores de la compañía fue negociada en 1848, antes de que
el descubrimiento del oro se hubiera divulgado por el este de Estados unidos.
Para cuando comenzó la construcción en 1850, la carrera a través de Panamá
motivada por la Fiebre del Oro ya estaba bien adelantada. Como observaron los
funcionarios del Gobierno con cierta consternación, este cambio abrupto de cir-
cunstancias creaba la posibilidad para beneficios muy superiores a los que ha-
bían esperado, aun si aumentaba los costos de la mano de obra en Panamá a
niveles que hacían virtualmente imposible para la compañía el pago de los tra-
bajadores que se requerían para un proyecto tan intenso como la construcción
de un ferrocarril. Stephens expresó concisamente el problema en una carta escrita
en Panamá al principio de la Fiebre del Oro, a finales de diciembre de 1848: «Al
parecer hay un nuevo movimiento en estas latitudes, todo ello indica la necesi-
dad de nuestra vía, pero al mismo tiempo aumenta la dificultad de construirla»11.
La Panama Railroad Company recurrió a una serie de estrategias para re-
solver esta dificultad, incluyendo breves experimentos con esclavos y trabaja-
dores convictos. Si bien la esclavitud había estado integrada a la sociedad
colonial panameña, para mediados del siglo XIX había disminuido significati-
vamente debido a una serie de factores, entre ellos el estancamiento de la eco-
nomía panameña, las manumisiones y la ley de 21 de julio de 1821 (aplicada en
Panamá en 1822), que consideraba a todo niño de madre esclava como libre y
educado por el amo de la madre hasta llegar a los 18 años. Para 1848, la pobla-
ción esclava de la provincia de Panamá constituía una porción minúscula de la
Nueva historia general de Panamá X 263
población del Istmo, tal vez menos de 1%12. Esperando lucrarse con la necesi-
dad de mano de obra de la compañía, el general Tomás Cipriano de Mosquera
–expresidente de Nueva Granada y futuro presidente de Colombia– llevó a un
grupo de esclavos suyos de la provincia del Cauca a Panamá y los alquiló tem-
poralmente a la compañía ferroviaria durante junio y julio de 1850 como esti-
badores en la ciudad de Panamá13. Pero la compañía abandonó esta práctica
casi de inmediato, probablemente debido al temor de posibles repercusiones
políticas en Nueva York, donde estaba registrada la compañía, y también en
Nueva Granada. El sentimiento antiesclavista se había desarrollado en Nueva
Granada a raíz de la subida al poder del Partido Liberal en 1849 y la esclavitud
sería abolida finalmente en 1852. Aunque el trabajo de los convictos también se
había utilizado en momentos anteriores del proceso de construcción, sus dota-
ciones resultaban muy poco fiables para ofrecer una solución permanente.
Ante el fracaso del proyecto de emplear esclavos, la escasez de trabajadores
convictos y la dificultad en reclutar trabajadores libres en el mismo Panamá, la
solución para los problema de la compañía llegó en última instancia bajo la
forma de obreros importados del exterior de Panamá, incluyendo trabajadores
de otras partes de Nueva Granada (particularmente de Cartagena), Jamaica, Eu-
ropa y Estados unidos (entre estos, recientes inmigrantes de Irlanda a Estados
unidos). También se puso en práctica un experimento con obreros chinos con-
tratados en 1854, pero duró muy poco tiempo. Otis atribuyó la corta duración
del experimento a las «costumbres y modos de vida previos» de los chinos y a
una «tendencia melancólica, suicida», sin pararse a reflexionar que sus terribles
condiciones laborales podrían haber contribuido a sus muertes14. una misión
británica enviada para investigar las condiciones de los trabajadores chinos en
Panamá, reveló que los aproximadamente 1,040 trabajadores que en 1854 habían
ido de Swatow a Panamá para trabajar en el ferrocarril, habían sufrido extrema-
damente a causa del clima, las fiebres y los maltratos, incluido el abuso por parte
de sus capataces chinos. La mitad de los trabajadores murió a los pocos meses
de su llegada, incluso hubo entre treinta y cuarenta suicidios. La compañía al
parecer decidió lavarse las manos con respecto a los trabajadores restantes, con-
siderándolos una carga demasiado pesada para seguir empleándolos. De la
mitad restante, poco más de treinta siguió viaje hasta California. (Parece ser que
algunos habían sido engañados cuando salieron de China por primera vez, ha-
biéndoles hecho creer que estaban embarcando rumbo a California). Otros so-
brevivientes permanecieron en Panamá o se establecieron en Jamaica para
trabajar como trabajadores agrícolas15.
Si bien el número de trabajadores empleados en un momento dado fluc-
tuaba con el tiempo, el punto culminante del empleo fue probablemente en 1854,
cuando la fuerza de trabajo aumentó a un número mayor de 5,00016. Los traba-
jadores de la compañía trabajaban en cuadrillas bajo condiciones muy peligrosas
en las que eran frecuentes las enfermedades y los accidentes. George Totten, el
264 X Aquellos tiempos de La California
De modo que la Railroad Company tomó medidas para endurecer sus con-
tratos con los trabajadores e imponer su propia visión de orden social a través
de interpelaciones con los funcionarios panameños y de lo que equivalía a poli-
cía privada o fuerzas paramilitares, la más famosa de ellas, la «Guardia del
Istmo», estaba capitaneada por un tejano de nombre Ran Runnels. Estos esfuer-
zos despertaron la ira de Justo Arosemena, entre otros, que los denunció por su
escandaloso desprecio a la soberanía de Nueva Granada y el Estado de derecho22.
La Guardia fue desmantelada a principios de 1855, debido al parecer a la falta
de financiamiento por parte de sus principales patrocinadores, incluyendo la
Railroad Company, la Pacific Mail Steamship Company y la united States Mail
Company23.
Mientras tanto, la compañía trató de reducir los costos de mano de obra en
Panamá y de disminuir las tentaciones de deserción de los trabajadores asu-
miendo el control del sistema preexistente de transporte y privando eficazmente
a muleros y lancheros independientes de la capacidad para sustentarse por
medio de sus transacciones. Bajo la dirección de Aspinwall en Nueva York, la
compañía adoptó, a partir del verano de 1850, una serie de medidas para reducir
a bogas y arrieros. Entre estas se incluyen los esfuerzos para aumentar la oferta
y rebajar el costo del transporte de río Chagres arriba y en la bahía de Panamá,
introduciendo barcos de vapor en las aguas locales y también invadiendo el mer-
cado para el transporte por tierra con mulas importadas y operadas a bajo
costo24.
Frustrada por el nivel cambiante de las aguas del río Chagres y por la com-
petencia de los bogas panameños, la Panama Railroad Company trasladó sus
esfuerzos de construcción del río Chagres, donde la obra había comenzado, al
lugar seleccionado para el punto terminal de la línea en la costa atlántica, la isla
de Manzanillo en la bahía de Limón o «Navy Bay». Este nuevo puerto construido
por la compañía se convertiría en su centro de operaciones en Panamá. Ya para
1852 había sustituido en gran parte al puerto de Chagres como punto principal
de embarque y desembarque internacional en el Atlántico. Los funcionarios de
la compañía y otras autoridades de Estados unidos insistieron en referirse al
nuevo puerto como «Aspinwall», en honor de William Aspinwall, pese al hecho
de que el Gobierno de Nueva Granada concedió al mismo lugar el nombre de
«Colón»25.
Después de un interludio desastroso en el que la compañía cedió el lide-
razgo del proceso de construcción a un contratista incompetente llamado Minor
Story, George Totten volvió a asumir el control del proceso en agosto de 1853 y
dirigió el proyecto hasta su inauguración en 1855. El 26 de noviembre de 1853
concluyeron finalmente las obras de un puente crítico entre el Chagres, y en
enero de 1854 fue emplazada una locomotora en la ciudad de Panamá. Se reclutó
una gran fuerza de trabajadores en la ciudad de Panamá bajo el mando de un
superintendente llamado Mr. J. Young, y se construyó la carretera hasta playa
266 X Aquellos tiempos de La California
Prieta por los llanos que rodeaban la ciudad de Panamá, a través de los pantanos
de la costa y ascendiendo luego por el valle del río Grande. En enero de 1855, se
encontraron finalmente las dos líneas del ferrocarril, y el 28 de enero de 1855
una locomotora atravesó toda la línea desde Colón a la ciudad de Panamá. un
día después, el 29 de enero, pasajeros de pago recorrieron por primera vez el
trayecto de la línea completa26.
había tenido el poblado de Culebra, que había pasado de ser una próspera po-
blación en la ruta entre la ciudad de Panamá y el río Chagres, a una estación de
tren que ahora llevaba el nombre inglés de «Summit». Los únicos vestigios de la
antigua prosperidad del pueblo eran un salón dilapidado y unas «mujeres de
piel oscura» que intentaban vender naranjas, piñas y bananos a los pasajeros del
tren de paso29.
Durante la primera visita de Tomes a la ciudad de Panamá, las calles estaban
atestadas de viajeros extranjeros, cuyo número a veces llegaba a los 2,000 cuando
escaseaban los barcos a California. Ahora él estimaba que la población de resi-
dentes europeos y norteamericanos expatriados no excedía de 100, incluyendo
a los cónsules y comerciantes extranjeros y a los funcionarios del ferrocarril y de
las compañías de barcos de vapor. Todos estos cambios él los atribuyó al mejo-
ramiento de la «regularidad y rapidez de las comunicaciones entre el Atlántico
y el Pacífico por medio de flotas de vapores y del ferrocarril...». Estos cambios
dejaban a la población más permanente de Panamá «un escaso beneficio del
tránsito».
Por lo tanto, los últimos años de la década de 1840 y los primeros de la de
1850 fueron testigos de una revolución en la manera de producir la «Rush» (la
comunicación rápida), una revolución basada en la máquina de vapor que tras-
cendió las fronteras nacionales. Esta revolución transformó al mismo tiempo las
condiciones de posibilidad para los encuentros entre los pasajeros y la sociedad
panameña. Los diarios y las crónicas de viaje de Panamá a finales de 1840 y prin-
cipios de 1850 suelen estar repletos de observaciones detalladas sobre la fauna,
la flora y la gente local. Los emigrantes de Estados unidos a menudo se queda-
ban estancados por lo que ellos llamaban el exuberante mundo natural de Pa-
namá, lo que para algunos era una muestra de la indolencia de sus actuales
habitantes y una invitación al asentamiento anglosajón o incluso a la anexión.
En abril de 1849, Charles Wilson se sintió inspirado para denunciar aun antes
de desembarcar de su barco lo que él veía como desidia de la población nativa
de Panamá. Observando el puerto de Chagres y sus alrededores desde el puente
del Crescent City, escribió:
El país está tan deteriorado y los habitantes son tan indolentes que la tota-
lidad de este vasto camino del Istmo está absolutamente abandonada30.
una carnicería que dejó un saldo de diecisiete muertos: quince extranjeros, casi
todos ellos recién llegados de Estados unidos, y dos panameños. Los miembros
de la muchedumbre también inflingieron daños graves a la propiedad, particu-
larmente a edificios de ciudadanos estadounidenses y muy especialmente a los
bienes de la Panama Railroad Company35.
Todo esfuerzo para interpretar los hechos de 15 de abril requiere, entre otras
cosas, un conocimiento del coste de la industrialización de la economía de trán-
sito del Istmo durante los primeros años de la década de 185036. El comienzo del
éxodo a California impulsado por la Fiebre del Oro a finales de 1848 y principios
de 1849, resultó en el auge correspondiente de una economía de servicios en Pa-
namá que atrajo a miles de inmigrantes al país. Aunque no esté claro en qué mo-
mento llegó José Manuel Luna a Panamá, él era uno de los muchos residentes
de la ciudad que habían nacido en otro lugar. Los registros oficiales panameños
lo identificaron como nativo de Parita. Además de los llegados de áreas rurales
de Panamá como el propio Luna, otros muchos procedían de lugares, incluidas
otras áreas de Nueva Granada tales como Cartagena y el Cauca, así como de
Centroamérica, las Antillas, Estados unidos, Europa y China.
En contraste con los registros oficiales de Panamá, que a mediados de la dé-
cada de 1850 omitían convencionalmente toda referencia acerca de la raza o el
color de las partes en los casos jurídicos, los funcionarios de Estados unidos des-
cribían categóricamente a Luna como «negro». Si Luna se consideraba a sí mismo
en esos términos, es algo que no podemos saber a partir de su testimonio. No
obstante, se le solicitó que identificara su ocupación, a lo que respondió que era
«platero», lo que a primera vista puede parecer una respuesta extraña para una
persona que estaba vendiendo fruta cerca de la estación de tren de ciudad de
Panamá. Aunque su testimonio no aporta respuestas a este enigma, es posible
que Luna se sintiera motivado a seguir esta nueva ocupación debido al auge en
la demanda de servicios, incluidos comida, alojamiento y transporte, que fue ca-
racterístico de los primeros años de la Fiebre del Oro en Panamá. Aunque para
abril de 1856 el apogeo de la economía de servicios bajo control local ya hacía
años que se había evaporado, o más bien, su savia vital ya había sido absorbida
al máximo por la Panama Railroad Company y las compañías de vapor inclu-
yendo a la Pacific Mail y la united States Mail. La construcción del ferrocarril y
la introducción del Taboga en la bahía de Panamá, además de aniquilar la de-
manda para el servicio de arrieros, bogas y cargadores, también suprimió el mer-
cado de otros servicios al reducir el tiempo que los pasajeros pasaban en Panamá.
Este tiempo se vio aún más reducido al mejorar la coordinación de las llegadas
y salidas de las líneas navieras de conexión a principios de la década de 1850.
El estatus relativamente bajo de vendedor de frutas callejero –una ocupa-
ción que en la década de 1850 estaba íntimamente vinculada con las mujeres–
sugiere que tal vez la profesión de platero de Luna no lograba proporcionarle
un medio de vida adecuado en 1856. La Fiebre del Oro también fue testigo de
272 X Aquellos tiempos de La California
compañeros varones exigían a los bogas que adoptaran un atuendo más decente.
Según Brooks, «dio lugar a una escena tormentosa»51.
Seacole colmó de oprobios a los emigrantes blancos que maltrataban a la
gente que se encontraban en Panamá y reservó una simpatía especial para los
trabajadores de la economía de servicio, incluidos bogas y arrieros, los cuales
«eran vilipendiados, baleados y apuñalados» por viajeros blancos de Estados
unidos a los que ella comparaba con «filibusteros libres e independientes, que
quisieran apalear a todas las criaturas en el extranjero como apalean a sus escla-
vos cuando están en su país». Lejos de aceptar este maltrato, ella sentía que la
población nativa estaba más que dispuesta, bajo su punto de vista, para respon-
der con violencia por su parte. Este mismo rechazo a someterse al abuso de los
viajeros fue expresado por un lanchero a otro viajero blanco de Estados unidos,
Bayard Taylor, cuando Taylor cruzó Panamá a principios de 1849. Taylor identi-
ficó al «lanchero negro» que capitaneaba el bongo que le llevó Chagres arriba
como un tal «Ambrosio Mendez» (sic), el cual, según Taylor, dijo: «Si los ameri-
canos son buenos, nosotros somos buenos; si abusan, somos malos. Somos ne-
gros, pero muchos caballeros…» (sic). Aunque es imposible saberlo con certeza
a partir de lo que da la impresión de ser una versión enmarañada hecha por Tay-
lor del discurso del lanchero, el hombre probablemente estaba tratando de dar
a entender que los lancheros merecían respeto, independientemente del color
de su piel. Pero la ambigüedad de la cita también sugiere una interpretación al-
terna: en Panamá, los «americanos» como Taylor también eran superados en
gran número por los caballeros negros52.
El encuentro que tuvo lugar entre José Manuel Luna y el viajero borracho
de Estados unidos tenía por lo tanto muchos precedentes en Panamá para el
15 de abril de 1856. Pero también habían cambiado muchas cosas desde el prin-
cipio de la Fiebre del Oro, incluida la relación entre la población obrera mascu-
lina de ciudad de Panamá y la política, en la que todos los hombres adultos
estaban, al menos teóricamente, empoderados para participar como hombres li-
bres. Y las perspectivas económicas de los trabajadores que vivían a lo largo de
la ruta de tránsito también habían menguado considerablemente, incluidas no
solo las de arrieros, bogas y cargadores, sino también las de panaderos, lavan-
deras y obreros despedidos por la compañía conforme las obras del ferrocarril
se acercaban a su fin. Si el vendedor borracho hubiera tratado de intimidar a un
vendedor callejero negro en ciudad de Panamá al principio de la Fiebre del Oro,
cuando ciudad de Panamá bullía con cientos de compatriotas a la espera de con-
seguir un lugar en un barco de vapor o en un velero que fuera rumbo al norte,
fácilmente podría haber encontrado más apoyo para sus payasadas. Pero, para
abril de 1856, hacía años que esos días se habían esfumado, y los viajeros como
él se habían vuelto una presencia mucho más fugaz y menos poderosa en la so-
ciedad panameña, a pesar de que había crecido el número de inmigrantes que
iban y venían de California a través de Panamá53.
276 X Aquellos tiempos de La California
habían hecho alarde de gran audacia pavoneándose abiertamente por las calles
de ciudad de Panamá en los días entre su llegada a la ciudad a principios de
abril y los violentos acontecimientos de 15 de ese mismo mes.
El mismo Bell nunca pretendió haber presenciado el altercado inicial en La
Ciénaga, que atribuyó a un «irlandés borracho y turbulento» que se había enre-
dado en una discusión con un vendedor de fruta por una tajada de sandía, y que
se había ganado ya una reputación de buscapleitos como pasajero a bordo de
un vapor llegado recientemente de Nueva York. No obstante, poco después de
que comenzara la violencia, Bell y sus hombres se encontraron en el centro de
los hechos, incluido su amigo Stokes, que tuvo, el que muy posiblemente fuera,
un papel decisivo a la hora de provocar a la policía y el gentío de la calle hasta
que tomaron por asalto el edificio de la estación. Según Bell, Stokes organizó he-
roicamente la defensa de los desventurados pasajeros, incluso disparando balas
de un pequeño cañón sobre esa multitud que se acercaba56.
Frederick Ansoatigue dio un informe menos halagador de las acciones de
Stokes en su testimonio a los funcionarios estadounidenses. Según él, Stokes
había desobedecido las órdenes de los funcionarios de la compañía de mante-
nerse agachados dentro de la estación, y había agravado seriamente la tensión
entre los pasajeros y los miembros de la multitud57. Stokes apareció en las listas
de víctimas mortales de 15 de abril, mientras que Bell sobrevivió y siguió hasta
Nicaragua, donde peleó en muchas batallas importantes antes de romper con
Walker y regresar a California.
La impresión de Bell de que la presencia de filibusteros era del conocimiento
general en ciudad de Panamá está confirmada no solo por artículos de la prensa
contemporánea, sino también por los registros legales, incluyendo el testimonio
de un tal Antonio Abad Monteser, un artesano de Santa Ana. El 16 de abril, un
día después de la violencia, otro hombre llamado Pedro Jiménes reprochó a
Monteser por no haberse unido a los otros en el arrabal para defender la ciudad
de lo que Jiménes creía que era un ataque inminente de los «filibusteros» proce-
dentes de Colón. Monteser descubrió después que los rumores eran falsos. No
obstante, las acciones de Jiménes, Monteser y otros en el arrabal dan fe de una
considerable organización entre los arrabaleros para enfrentar lo que a muchos
parecía una invasión de los filibusteros58. El Panameño, el periódico del Partido
Liberal en ciudad de Panamá, publicó más tarde una serie de admoniciones al
gobierno estatal para que velara por que la ruta de tránsito no fuese utilizada
por los filibusteros y declaró su solidaridad con la hermana Nicaragua en la
lucha contra Walker y sus aliados. «Mirto», obviamente un pseudónimo, impli-
caba que los filibusteros y la Railroad Company eran del mismo equipo, y se re-
firió a la estación de ferrocarril la noche de 15 de abril como al «fuerte» de una
fuerza filibustera invasora59.
Los esfuerzos de los funcionarios de la compañía para anular las exhorta-
ciones de Stokes a los pasajeros, indican que los intereses de la compañía y de
278 X Aquellos tiempos de La California
los reclutas de Walker no eran los mismos. Pero las declaraciones de solidaridad
de El Panameño basadas en la «raza» que unía a los pueblos de Nueva Granada
con los de Centroamérica sugieren otro significado añadido para los aconteci-
mientos de 15 de abril de 1856; específicamente, su importancia para la creación
de nociones de unidad latinoamericana noveles en la década de 185060. La bús-
queda académica de los orígenes precisos del término «América Latina» es una
empresa que probablemente nunca llegará a una conclusión definitiva. Pero al-
gunos académicos, entre los que se encuentran Arturo Ardao, Paul Estrade, Mó-
nica Quijada y Miguel Rojas Mix, han identificado el período de finales de la
década de 1850, y 1856 en particular, como la línea divisoria en el origen de las
nociones de una unidad política específicamente latinoamericana en las Améri-
cas; un discurso de unidad que tuvo precedentes importantes en las ideas polí-
ticas enunciadas durante las guerras independentistas por personajes tales como
Simón Bolívar, pero que se inspiró también en las teorías enunciadas por los te-
óricos franceses de la raza, incluido Michel Chevalier, un Sansimoniano que lle-
garía a tener un papel destacado en la Corte de Napoleón III61.
En su propia versión de los sucesos de 15 de abril de 1856, Justo Arosemena
hizo uso de lo que parece ser que fue una de las primeras menciones del adjetivo
«latinoamericano» con relación a un llamado a la unidad política en el hemisferio.
En «La cuestión americana i su importancia», publicado en Bogotá en El Neogra-
nadino, Arosemena se refirió a la reciente tragedia en la ciudad de Panamá como
parte de una lucha épica entre la «raza sajona» o «la raza yanqui» contra la «raza
latina» de las Américas. Arosemena caracterizó a la «raza sajona» en términos
que eran similares en muchos aspectos a los adoptados y avanzados por los ide-
ólogos del Manifest Destiny en Estados unidos en el mismo período, como un
pueblo de conquistadores inclinados a dominar otras razas. Pero mientras que
los defensores del Manifest Destiny consideraban estas características positivas,
Arosemena las veía con desdén, y deploraba el excesivamente materialista Esta-
dos unidos, cuyos valores republicanos se habían corrompido, en su opinión,
por su tendencia hipócrita a negar la libertad de los otros. En contraste, conside-
raba a la «raza latina» más noble, sentimental y con inclinaciones más espirituales.
Aunque era posible que a la sazón los pueblos latinos de las Américas fueran dé-
biles, únicamente podrían crecer en fuerzas ya que eran ellos y no Estados unidos
los que personificaban los ideales de la verdadera democracia62.
En su versión de los hechos de 15 de abril de 1856, Arosemena condenó no
solo a la «raza yanqui», sino también a «unos pocos de esos negros advenedizos,
procedentes de muchos países, y especialmente las Antillas, escoria corrompida
que siempre se aglomera en las grandes ciudades o en las grandes vías de co-
mercio». Esta interpretación era muy diferente a la de Bell, ya que según él los
«Jamaica men» (jamaiquinos) explotaron su estatus ambiguo en ciudad de Pa-
namá –según él hablaban español además de inglés y no eran hombres blancos
de Estados unidos– para deambular entre el gentío y luego trabajar furtivamente
Nueva historia general de Panamá X 279
primer Estado federal de Nueva Granada en 1855, Panamá había sido pregonada
por los federalistas como modelo para el futuro de Nueva Granada. Pero a raíz
de 15 de abril y de cara a las amenazas de invasión de Estados unidos, Panamá
corría el riesgo o estaba en peligro de parecer la antiutopía en vez del ideal. La
humillación únicamente se agudizaría cinco meses después, en septiembre de
1856. En plena batalla electoral entre liberales y conservadores, el propio Fábrega
dio su consentimiento para la primera intervención militar estadounidenses en
la historia de Panamá: una acción policial llevada a cabo por un pequeño con-
tingente de marines estadounidenses en plena disputa entre liberales y conser-
vadores por la elección del nuevo gobernador del Estado67.
Conclusión
... ¡[A]lto ahí! ¿Qué queris? ¿Reformas? ¿Las tenemos; riqueza? ¿La adqui-
rimos; libertad? ¿No sois más libres que nosotros; fraternidad? ¿Teneis escla-
vos, a pesar de vuestra riqueza; i nosotros no los tenemos; población? La
llamamos. ¿Qué queréis pues?
Notas
1
Traducido del inglés por Sara Martínez Juan.
2
Sobre el Tratado Mallarino-Bidlack, véase Celestino Andrés Araúz, Panamá y sus relaciones in-
ternacionales, Editorial Universitaria, Panamá, 1994, pp. 34-7; y Michael Conniff, Panama and
the United States: The forced alliance, University of Georgia Press, Athens, 1992, pp. 18-20.
3
John Haskell Kemble, The Panama route, 1848-1869, University of South Carolina Press, 1990,
pp. 12-30, passim.
4
John Haskell Kemble, op. cit., pp. 34-35: y Jay Monaghan, Chile, Peru, and the California Gold
Rush of 1849, University of California Press, Berkeley, 1973, pp. 111-116.
5
La obra clásica en inglés sobre «La ruta de Panamá» durante la Fiebre del Oro es la de John
Haskell Kemble, op. cit. Entre las obras recién publicadas en los Estados Unidos sobre la Fie-
bre del Oro que mencionan Panamá de alguna manera están A. C. W. Bethel, «The golden
skein: California’s Gold-Rush transportation network», en: James J. Rawls y Richard J. Orsi
(editores), A golden State: Mining and economic development in Gold Rush California, número
especial de California History, volumen 77, 1998/99, pp. 250-275; Peter J. Blodgett, Land of
golden dreams: California in the Gold Rush decade, 1848-1858, Huntington Library, San Marino,
California, 1999; H. W. Brands, The age of gold: The California Gold Rush and the new American
dream, Doubleday, Nueva York, 2002; James P. Delgado, To California by sea: A maritime his-
tory of the California Gold Rush, University of South Carolina Press, Columbia, S.C., 1990; Mary
Hill, Gold: The California story, University of California Press, Berkeley, 1992; J. S. Holliday, Rush
for riches: Gold fever and the making of California, Oakland Museum of California, Oakland,
1999; Albert Hurtado, Intimate frontiers: Sex, gender, and culture in old California, University
of New Mexico Press, Albuquerque, 1999; Brian Roberts, American alchemy: The California
Gold Rush and middle-class culture, University of North Carolina Press, Chapel Hill, 2000; «‘The
greatest and most perverted paradise’: The forty-niners in Latin America», en: Kenneth N.
Owens (editor), Riches for all: The California Gold Rush and the world, University of Nebraska
Press, Lincoln, 2002; y Malcolm Rohrbough, Days of gold: The California Gold Rush and the
American nation, University of California Press, Berkeley, 1997.
Nueva historia general de Panamá X 283
6
John Haskell Kemble, op. cit., appendix II: «Passengers by the Isthmian routes, 1848-1869»,
p. 254; y John D. Unruh, Jr., The plains across: The overland emigrants and the Trans-Mississippi
West, 1840-1860, University of Illinois Press, Urbana, 1979, pp. 119-120. Sobre la «ruta de Ni-
caragua», véase David I. Folkman, The Nicaragua route, University of Utah Press, Salt Lake
City, 1972.
7
Desde luego la mejor fuente para la historia de la «ruta de Panamá» desde sus orígenes hasta
la actualidad se encuentra en las brillantes obras de Alfredo Castillero Calvo. Una visión pa-
norámica aparece en Alfredo Castillero Calvo, La ruta interoceánica y el canal de Panamá, Co-
legio Panameño de Historiadores e Instituto del Canal de Panamá y Estudios Internacionales,
Panamá, 1999. Para una investigación de los cambios en la ruta a principios de la Fiebre del
Oro, véase Aims McGuinness, «In the path of Empire: Labor, land, and liberty in Panama du-
ring the California Gold Rush», tesis de doctorado, Universidad de Michigan, 2001. Una des-
cripción de Panamá poco antes de la Fiebre del Oro aparece en W. B. Liot, Panama, Nicaragua,
and Tehuantepec; or, considerations upon the question of communication between the Atlantic
and Pacific Oceans, Walton and Mitchell, Printers, Londres, 1849.
8
Fessenden Nott Otis, Illustrated history of the Panama Railroad, Harper & Brothers, Nueva
York, 1861.
9
Joseph L. Schott, Rails across Panama: The story of the building of the Panama Railroad, 1849-
1855, Bobbs-Merrill Comp., Indianapolis, 1967, pp. 1-3.
10
John Haskell Kemble, op. cit., p. 175.
11
John L. Stephens a Benjamin Stephens, 27 de diciembre de 1848, Biblioteca Bancroft, Uni-
versidad de California, Berkeley, Stephens Papers, caja III, cartapacio 202.
12
Alfredo Castillero Calvo, Los negros y mulatos libres en la historia social panameña, ciudad de
Panamá, 1973; y Omar Jaén Suárez, La población del istmo de Panamá del siglo XVI al siglo
XX, Impresora de la Nación, Panamá, 1978, pp. 437-438.
13
Francis Catherwood a Stephens, 4 de julio de 1850, BAN, Stephens Papers, caja 1, cartapacio
40; y William Aspinwall a Stephens, 13 de junio de 1850, BAN, Stephens Papers, caja 1, car-
tapacio 11.
14
Joseph L. Schott, op cit., pp. 35-36.
15
Walter Look Lai, Indentured Labor, Caribbean Sugar: Chinese and Indian Migrants to the British
West Indies, 1838-1918 (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 1993), pp. 93-94.
16
John Haskell Kemble, op. cit., p. 193.
17
George Totten a Stephens, 24 de febrero de 1851, United States National Archives, Record
Group 185, Totten Letters, volumen I.
18
John A. Liddell, «Upon the medical topography and diseases of the isthmus of Panama»,
New York Journal of Medicine, volumen 8, 1852, pp. 242-259, passim.
19
En sentido figurado. El portador de jalón o jalonero, o también cadenero (rodman, en inglés),
es el portador de la mira o jalón para las triangulaciones en las mensuras de tierras. Nota
del editor.
20
Totten a David Hoadley, 12 de noviembre de 1853, USNA, RG 185, Totten Letters, volumen I.
21
Totten a Stephens, 8 de febrero de 1851, USNA, RG 185, Totten Letters, volumen I.
22
Justo Arosemena, «La cuestión americana i su importancia», El Neogranadino, Bogotá, 15 y
29 de julio de 1856, reproducido en Argelia Tello Burgos (editora), Escritos de Justo Arose-
mena, Universidad de Panamá, Panamá, 1985, pp. 255-56.
23
John Haskell Kemble, op cit., p. 175. Sobre Ran Runnels, véase Ernesto J. Castillero R., «Ran
Runnels en la ruta de ‘El Dorado’», Revista Lotería, volumen II, número 23, octubre de 1957;
y en el mismo número de la Revista Lotería, Juan Antonio Susto, «La personalidad de Ran
Runnels».
284 X Aquellos tiempos de La California
24
Véase, por ejemplo, Aspinwall a Stephens, 13 de mayo de 1850, y Aspinwall a Stephens,
3 de agosto de 1850, en BAN, Stephens Papers, caja 1, cartapacio 11.
25
Ernesto J. Castillero R., La isla que se transformó en ciudad: historia de un siglo de la ciudad de
Colón, Imprenta Nacional, Panama, 1962.
26
John Haskell Kemble, op. cit., pp. 188-189.
27
Stephen Chapin Davis, «Journal», Biblioteca Huntington, HM 521.
28
«De yawl»: bote pequeño de una vela.
29
Robert Tomes, Panama in 1855, Harper and Brothers, Nueva York, 1855, pp. 200-214, passim.
30
Charles Frederick Winslow, a Lydia (apellido desconocido), 26 de abril de 1849, California
Historical Society, Charles Frederick Winslow Papers.
31
John Harris Forster, «Field notes of a surveyor in Panama and California», Panamá, 19 de
marzo de 1849, Biblioteca Bentley, Universidad de Michigan, Michigan Historical Collections.
32
James McMurphy a «Household of Robert McMurphy», 7-25 de abril de 1849, HL, HM 52733.
33
La obra citada se encuentra en las colecciones de la Biblioteca Bancroft de la Universidad
de California, Berkeley.
34
Gaceta del Estado, Panamá, 26 de abril de 1856.
35
Mercedes Chen Daley, «The watermelon riot: Cultural encounters in Panama City, 15 April
1856», Hispanic American Historical Review, volumen 70, número 1, febrero de 1990). Véase
también Amos B. Corwine, «Report of Amos B. Corwine, United States Commission respec-
ting the occurrences at Panama on the 15 April 1856», Star and Herald, Panamá, 1857; y
Nueva Granada, Final controversia diplomática con relación a los sucesos de Panamá del día
15 de abril de 1856, Imprenta del Estado, Bogotá, 1857.
36
Alfredo Castillero Calvo, «El oro de California en la vida panameña», en: Relaciones entre Pa-
namá y los Estados Unidos, Biblioteca Nuevo Panamá/Ministerio de Educación, Panamá, 1973,
pp. 117-128; y Alfredo Figueroa Navarro, Dominio y sociedad en el Panamá colombiano, Edi-
torial Universitaria, Panamá, 1982.
37
Justo Arosemena, El Estado federal de Panamá (1855; Editorial Universitaria de Panamá, Pa-
namá, 1982), p. 76.
38
Pio Luna al Cabildo de Panamá, 1855 [sin día], Archivo del Consejo Municipal de Panamá,
Tomo 14.
39
Testimonio firmado por Carlos Cartas, James Madison Frailey, W.C. Chapman, y James Ionett,
29 de abril de 1856, USNA, DS, RG 59, M-139, roll 4.
40
Declaración de Arthur MacKenzie, 10 de julio de 1856, USNA, DS, RG 59, M-139, roll 5.
41
Declaración de Moses Brinkerhoff, 25 junio de 1856, USNA, DS, RG 59, M-139, roll 5.
42
Petición firmada por Peter Delfs, Eujenio Sapata, Rosalio Lopes, Joaquín Castillo, Miguel
Abran, Marselino Golanilla, Carlos Cartas, Thomas Waterman, y José García, 14 de enero de
1855, ACMP, Tomo 14.
43
El Panameño (Panamá) deletreó el nombre del hombre que intervino en el argumento sobre
la «Tajada de Sandía» como «Miguel Abrán». En cambio, el nombre de la misma persona
aparece como «Miguel Habrahan» en la Gaceta del Estado. Véase Mirto, «Acontecimientos
de 15 de abril», El Panameño, 26 de abril de 1856.
44
El Panameño, 4 de enero de 1852. Nuestro concepto del «arrabal santanero» en el tiempo
de la California le debe mucho a la obra clásica de Alfredo Figueroa Navarro. Véase Figueroa
Navarro, op. cit., pp. 79-100, passim.
45
Los resultados de las elecciones para el Cabildo de ciudad de Panamá en 1851 aparecen en
ACMP, tomo 5, 1851.
46
Padrón Electoral de la parroquia de Santa Ana, 21 de agosto de 1853, ACMP, tomo 11, 1853.
47
Alfredo Figueroa Navarro, op. cit., pp. 342-44, y Helen Delpar, Red Against Blue: The Liberal Party
in Colombia Politics, 1863-1899 (University, Al.: University of Alabama Press, 1981), pp. 16-21.
Nueva historia general de Panamá X 285
48
Charles Frederick Winslow, 15 de marzo de 1849.
49
Mary Seacole, Wonderful adventures of Mrs. Seacole in Many Lands, Ziggi Alexander y Audrey
Dewjee (editoras), Falling Wall Press, Bristol, 1984 (1857), pp. 44-45.
50
John L. Brown, William S. Safford, A. B. Miller, William Miller e I. D. Farwell al presidente José
Hilario López, 20 de marzo de 1850, Archivo del Ministerio de Relaciones Exteriores, Colom-
bia, Correspondencia de la Legación de los Estados Unidos en Nueva Granada.
51
Sarah Merriam Brooks, Across the Isthmus to California in ‘52, San Francisco, 1894, reproducido
parcialmente en Joann Levy, They saw the elephant: Women in the California Gold Rush, Ar-
chon Books, Conn., 1990, pp. 46-47. Albert Hurtado analiza este acontecimiento en «Crossing
the borders: Sex, gender, and the journey to California», en: Hurtado, op. cit. Sobre el género
y la raza en conflictos en California durante la Fiebre del Oro, véase Susan Lee Johnson, Ro-
aring Camp: The social world of the California Gold Rush, Norton, Nueva York, 2000.
52
Bayard Taylor, Eldorado, Alfred A. Knopf, Nueva York, 1949 (1850), p. 16.
53
Sobre la cuestión de precedentes, véase el ensayo pionero de Alfredo Castillero Calvo, «Un an-
tecedente de la ‘Tajada de Sandía’», Revista Lotería, volumen VI, agosto de 1961, pp. 20-23.
54
Sobre el viaje del Cortes y sus pasajeros misteriosos, véase Aims McGuinness, «Defendiendo
el Istmo: Las luchas contra los filibusteros en la ciudad de Panamá en 1856», Mesoamérica.
volumen 24, número 45, enero-diciembre de 2003, pp. 78-81.
55
Revisor de la Política y Literatura Americana, Nueva York, 16 de marzo de 1850. Sobre William
Walker, véase, entre otras obras: E. Bradford Burns, Patriarch and folk: the emergence of Nica-
ragua, 1798-1858, Harvard University Press, Cambridge, Mass, 1991, pp. 194-203.
56
Horace Bell, Reminiscences of a ranger or, early times in Southern California, Yarnell, Caystile &
Mathes, Printers, Los Ángeles, 1881, pp. 350-369, passim.
57
Declaración de Frederick Ansoatigue, 11 de julio de 1856, USNA, DS, RG 59, M-139, rollo 5.
58
Declaración de Antonio Abad Monteser, 4 de agosto de 1856, Archivo Nacional de Panamá, Pe-
ríodo Colombiano, cajón 850, tomo 2166 (ubicada originalmente en tomo 2160), pp. 252-53.
59
Véase Mirto, «Acontecimientos de 15 de abril», El Panameño, 26 de abril de 1856.
60
Sobre la importancia del incidente de la «Tajada de Sandía» para conceptos de unidad latina
en las Américas en la década de 1850, véase Aims McGuinness, «Searching for ‘Latin Ame-
rica’: Race and sovereignty in the Americas in the 1850s», en: Nancy P. Appelbaum, Anne S.
Macpherson, y Karin Alejandra Rosemblatt (editoras), Race and nation in modern Latin Ame-
rica, University of North Carolina Press, Chapel Hill, 2003.
61
Arturo Ardao, Génesis de la idea y el nombre de América Latina, Centro de Estudios Latinoa-
mericanos Rómulo Gallegos, Caracas, 1980); Paul Estrade, «Del invento de ‘América Latina’
en París por latinoamericanos (1856-1889)», en: París y el mundo ibérico e iberoamericano,
Jacques Maurice y Marie-Claire Zimmerman (compiladores), Université París X-Nanterre,
París, 1998; Mónica Quijada, «Sobre el origen y difusión del nombre ‘América Latina’: o una
variación heterodoxa en torno al tema de la construcción social de la verdad», Revista de In-
dias, volumen 58, septiembre-diciembre de 1998, p. 214; Miguel Rojas Mix, «Bilbao y el ha-
llazgo de América Latina: Unión continental, socialista y libertaria», Cahiers du Monde
Hispanique et Luso-Brasilien-Caravelle, volumen 46, 1986.
62
Justo Arosemena, op. cit., p. 249.
63
E. Bradford Burns, op. cit., p. 364.
64
Justo Arosemena, op. cit., p. 262.
65
Celestino Andrés Araúz, op. cit., pp. 39-43 ; y Michael Conniff, op. cit., p. 39.
66
Frank Safford y Marco Palacios, Colombia: Fragmented land, divided society, Oxford University
Press, Oxford, 2002, pp. 217-221.
67
Aims McGuinness, op. cit.
68
El Elector, Panamá, 22 de agosto de 1858.