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Un trabajador de la construcción maderera trabajando.

- PACO PUENTES

Madrid tiene más de 3,5 millones de personas trabajando, es la tercera región, después de
Andalucía y Cataluña, con más población activa. También es, solo por detrás de Ceuta y
Melilla, la que menos enfermedades laborales registra. El pasado año se declararon 1.611
mientras que Cataluña, con 3,8 millones de ciudadanos empleados, tuvo 3.392 y Valencia,
con 2,4 millones de trabajadores, 5.355. Un listado obsoleto de patologías y categorías
profesionales y la ausencia de un sistema de alerta en la sanidad pública están, entre otras
cuestiones, detrás de estas cifras.
Las patologías relacionadas con el trabajo en la Comunidad están “infradiagnosticadas e
infranotificadas”, subraya Marisa Rufino, experta en Seguridad y Salud Laboral. “Hay un
subregistro derivado de varias cuestiones, pero la principal es que no hay un sistema
específico de declaración de enfermedad profesional (EEPP)”.
Esta portavoz de Salud Laboral y Desarrollo Territorial de UGT Madrid, la secretaría que
ha elaborado un informe analizando las cifras en este ámbito del pasado año, explica que
ese método con el que sí cuentan otras comunidades funciona como una alerta que salta al
médico de familia cuando el paciente acude. En Valencia, por ejemplo, es el SILVEL
(Sistema de Información Sanitaria y Vigilancia Epidemiológica Laboral) y actúa como un
sistema de comunicación de sospechas de EEPP, además de apoyo para los médicos y
“establece una vía de comunicación entre el sistema sanitario público, el de prevención de
riesgos laborales y el de atención y reconocimiento del daño laboral”, apunta el estudio.
María Luisa Cáceres, especialista en Medicina del Trabajo y miembro del Consejo
Científico del Colegio de Médicos de Madrid, hace también referencia a ello desde el
punto de vista de paciente y médico: “Muchas veces puede ser que el trabajador enferme,
no tengo ni idea de qué le pasa y acuda a Atención Primaria sin relacionarlo con su
trabajo y que el médico lo catalogue como enfermedad común, o bien porque no está
formado para advertir esta relación o bien porque hay una multicausalidad que no le
llevan a diagnosticarla como profesional”. Cáceres, miembro también de la Asociación
Española de Especialistas en Medicina del Trabajo tiene claras las prioridades en este
ámbito: “La creación de un sistema de notificación coordinado entre médicos del Sistema
Nacional de Salud, médicos de las Mutuas, médicos del trabajo, médicos de la Seguridad
Social y técnicos de Institutos Regionales de Salud Laboral y protocolos de actuación
adecuados”. Una idea que coincide con las conclusiones del estudio del sindicato.
Aunque cada vez se comunican más —el pasado año subieron un 5,9% respecto a 2018,
que tuvo 1.533— no es suficiente, según Rufino, que bromea con la diferencia de cifras
con los accidentes de trabajo declarados en 2019, 93.541: “Siempre digo que si alguien
mira los números dirá que en Madrid somos muy torpes, sí, pero los más sanos de
España, o casi”. Juan Carlos lo estuvo hasta hace algo más de un año, pero un día, de
repente, le faltó el aire. En medio de porciones de masa y levadura, a este panadero
tuvieron que sacarlo sus compañeros de la nave de la fábrica donde trabajaba. No le dio
mucha importancia y regresó a su puesto de trabajo. Pero volvió a ocurrir. Después de 15
años amasando, los médicos le diagnosticaron alergia a harinas, almidones y aditivos.
Tiene reconocida la enfermedad laboral y la incapacidad total para trabajar en el sector de
la hostelería y la restauración, una actividad que sí está dentro del listado oficial.

“¿Qué pasa con las que no lo están?”, pregunta de forma retórica Rufino, de UGT. “Si
tienes asbestosis provocada por amianto y eres minero está claro, ¿pero y si tienes una
enfermedad musculoesquelética y eres cámara de televisión? Pues ya no lo está”. Asegura
que es un listado obsoleto que no cuenta con patologías actuales como las que derivan de
riesgos psicosociales: “Esas pueden declarártelas como accidente laboral, en el mejor de
los casos, que a nivel de prestación es lo mismo, pero no a nivel de prevención. Y si el
médico considera que tampoco es accidente laboral, tienes que ir a juicio, y si el tribunal
no lo reconoce, te quedas con una enfermedad común y ya las prestaciones no son las
mismas”.
Lo que tampoco es lo mismo es cuando el análisis se hace desde un análisis
socioeconómico; apunta Rufino que los años en los que la crisis fue más cruda las
declaraciones de EEPP bajaron, por ejemplo, en 2010 hubo 945. “A partir de aquel año,
empezaron a subir y en 2014 se nota el salto [entonces hubo 1.446]”.
Tampoco es igual cuando se aplica la perspectiva de género. “Mujeres y hombres se han
ido igualando, antes era muchísimo mayor la diferencia”, explica Rufino. Ahora, donde
ellas tienen preponderancia es en el grupo tres, el de enfermedades causadas por agentes
biológicos: “Sobre todo en hospitales y centros sanitarios, que son sectores muy
feminizados”. Además, dice, “hay un vacío enorme en trabajos que hacen prácticamente
al 100% las mujeres, mayoritariamente en precario y además sin estar dadas de alta, como
la asistencia a domicilio, o la limpieza... Es otro de los motivos por los que las cifras no
son del todo reales”.
Para que lo sean, desde UGT y fuentes del ámbito profesional piden lo mismo: ese
sistema de alerta específico para Madrid. Y el sindicato, además, incide en la necesidad
de dar más importancia a la Medicina del Trabajo. “La falta de conocimiento de estas
enfermedades hace que en muchos casos se atienden como enfermedades comunes, y esto
produce un gran perjuicio", apunta Rufino. No solo para el trabajador, "que ve reducidas
sus prestaciones", también para la sociedad, "porque la sanidad pública costea
enfermedades que deberían ir al sistema de la Seguridad Social", y para las empresas,
"porque lo que no se declara no existe, y por lo no tanto no se previene".

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