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Andrea Jiménez
Noticias 24 feb. 2022
“Me parece una pena tener que llegar a imponer condenas. Lo mejor sería
conseguir prevenir estas conductas. Pero evidentemente, cuando falla la
prevención, es un precedente estupendo para que se hable de la violencia
obstétrica con una mayor seriedad, que se comprenda que es algo
estructural, y que abra la veda para que muchas más mujeres cuenten sus
historias o se atrevan a denunciar”, destaca Eva Margarita García,
antropóloga experta en la violencia que sufren las mujeres en el embarazo,
en el parto y en el puerperio.
“Hay lugares donde la manera de trabajar, que implica malas prácticas, está
asumida y forma parte del día a día sin que nadie se dé cuenta porque se ha
normalizado, y hay otros centros donde se está trabajando para cambiar eso.
Pero la violencia obstétrica existe y no se puede negar, nos guste o no el
término”, coincide Laura Rodellar, ginecóloga y obstetra del Hospital
Universitari General de Catalunya. “Eso sí, la escala de grises es in nita, no
es lo mismo un mal comentario que programar una cesárea a alguien para no
trabajar de madrugada. Además, también existe un componente subjetivo;
no todo es violencia, la vivencia que cada una construye también es
importante. A veces se hace lo que hay que hacer y la sensación de la
paciente no es buena. Pero las complicaciones siempre pueden darse y ¡una
cesárea urgente es una cesárea urgente!, explica Rodellar. Según esta
experta, muchas de sus pacientes le han confesado directamente haber
sufrido violencia. “Y otras tantas me explican partos anteriores donde
claramente se identi can prácticas mal hechas. Todavía atiendo mujeres que
no saben si les hicieron una episiotomía en su primer parto, no las
informaron”.
De acuerdo con otro estudio realizado entre 2018 y 2019, que contó con una
muestra de 17.541 cuestionarios representando a todas las comunidades
autónomas españolas, el 38,3 % percibió haber sufrido violencia obstétrica y
el 44,4 % percibió que se habían sometido a procedimientos innecesarios y/o
dolorosos, de los cuales al 83,4 % no se les solicitó el consentimiento
informado. Datos que, según Desirée Mena-Tudela, enfermera y una de las
autoras de la investigación, describen la violencia obstétrica como una
práctica sistemática y estructural de la sanidad española. “Tenemos
evidencia que nos dice que más de un 38 % de las mujeres en nuestro país
re eren haberla sufrido. Y cuando una mujer en Valencia, otra en Logroño,
otra en Extremadura y otra en Cádiz te cuentan historias muy similares de
trato y atención durante su embarazo, parto y/o puerperio, quiere decir que
se trata de algo a nivel sistémico, a nivel estructural, que está fallando”,
declara.
Tipos de violencia obstétrica
Las prácticas que abarcan este tipo de violencia pueden ir desde el maltrato
verbal hasta el aislamiento de la madre. Algunos procedimientos asociados a
la violencia obstétrica se han estandarizado rutinariamente y no incluyen a
la mujer en la toma de decisiones.“ Por otro lado, por muy bien que se realice
el procedimiento médico durante el parto, si falta atención humanizada, si
no se le explica a la mujer, lo que en principio es una buena praxis puede
degenerar en situaciones muy violentas”, incide Al Adib.
Entre las situaciones con más frecuencia percibidas por las mujeres como
injusti cadas o innecesarias destacan usar oxitocina arti cial, la falta de
información sobre el proceso, impedirles moverse libremente, la práctica de
la episiotomía, separarlas de su bebé sano o realizar una amniotomía. La
maniobra de Kristeller es otra de las prácticas más denunciadas.
“En un hospital privado le sale mucho más a cuenta asumir una cesárea —
sobre todo cuando es programada— que un parto vaginal: así se controlan
mejor los tiempos, se sabe cuánto tiempo de hospitalización se puede
asumir y, desde luego, económicamente resulta mucho más rentable”,
denuncia García. “En mi opinión hay dos líneas muy claras sobre las que se
debería re exionar: el valor económico de una cesárea y la organización de
agendas cuando el horario es controlado”, coincide Mena-Tudela.
Las secuelas físicas que una mujer padezca en un futuro pueden variar
mucho en función del tipo de violencia obstétrica, desde perder el útero o
quedar con dolor permanente en las relaciones sexuales tras una episiotomía
innecesaria, hasta las consecuencias personales y sociales de la
incontinencia fecal y urinaria por intervenciones.
Como explica Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal con más de dos
décadas de experiencia atendiendo a madres, bebés, niños y familias que han
sufrido partos traumáticos, también están las emocionales: depresión
postparto, trastorno de estrés postraumático, mala adaptación al rol
maternal, problemas con la lactancia materna o afectar al deseo materno de
tener futuros hijos.
“A veces, cuando se entra en un sistema donde todo el mundo hace las cosas
de una determinada manera, las prácticas se normalizan. Y pueden estar mal
estructuralmente. Yo también asumí dinámicas habituales que no estaban
bien, hasta que un día llega la información adecuada y tras analizarla, me di
cuenta de que no hacía bien las cosas”, con esa Al Adib.
“Se necesita sensibilización en torno al tema, pero lo primero que hay que
hacer es aceptar su existencia. Salvo algunas pocas instituciones, como la
Sociedad Catalana de Obstetricia y Ginecología (SCOG) y el Consejo de
Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC), que se han posicionado, el resto
están en contra del término. Y así no podemos abordarlo. Si no nombramos
las cosas no podemos combatirlas y no avanzamos”, concluye Al Adib. Para
Rodellar, “falta formación especí ca a todos los niveles de la salud, en
comunicación y en trato empático. Y mucha sensibilización. Los
profesionales debemos tener, además, canales aunque sea anónimos, para
denunciar situaciones, así como educar desde abajo, es un tema de
igualdad”.
Martínez-Galiano JM, Martinez-Vazquez S, Rodríguez-Almagro J, Hernández-
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factors: A cross-sectional study.
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