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¿Qué es la violencia obstétrica y cómo podemos prevenirla?

Andrea Jiménez
Noticias 24 feb. 2022

En el 2020 las Naciones Unidas condenaron a España por un caso de


violencia obstétrica. Catalogándolo como violencia de género, fue la primera
condena que un tribunal internacional llevó a cabo por la reclamación
interpuesta por una mujer que había acudido a un hospital público con un
embarazo normal y que, además de sufrir malos tratos, terminó en un
quirófano. 

“Me parece una pena tener que llegar a imponer condenas. Lo mejor sería
conseguir prevenir estas conductas. Pero evidentemente, cuando falla la
prevención, es un precedente estupendo para que se hable de la violencia
obstétrica con una mayor seriedad, que se comprenda que es algo
estructural, y que abra la veda para que muchas más mujeres cuenten sus
historias o se atrevan a denunciar”, destaca Eva Margarita García,
antropóloga experta en la violencia que sufren las mujeres en el embarazo,
en el parto y en el puerperio.

Para Miriam Al Adib, ginecóloga, obstetra y autora de diversos libros, la


violencia obstétrica es una práctica que se ha invisibilizado en la atención
médica. “Es una realidad que existe, pero que se ha centrado en una lucha
dialéctica en vez de ir a las cuestiones de fondo. En el parto, una etapa tan
vulnerable de la vida como el nacimiento de tu bebé, se crean situaciones
donde, a veces, se puede sufrir una deshumanización terrible”, señala la
experta, quien considera que la deshumanización de la atención sucede en
todos los campos de la medicina, donde se ve al paciente de forma muy
mecánica”.

“Hay lugares donde la manera de trabajar, que implica malas prácticas, está
asumida y forma parte del día a día sin que nadie se dé cuenta porque se ha
normalizado, y hay otros centros donde se está trabajando para cambiar eso.
Pero la violencia obstétrica existe y no se puede negar, nos guste o no el
término”, coincide Laura Rodellar, ginecóloga y obstetra del Hospital
Universitari General de Catalunya. “Eso sí, la escala de grises es in nita, no
es lo mismo un mal comentario que programar una cesárea a alguien para no
trabajar de madrugada. Además, también existe un componente subjetivo;
no todo es violencia, la vivencia que cada una construye también es
importante. A veces se hace lo que hay que hacer y la sensación de la
paciente no es buena. Pero las complicaciones siempre pueden darse y ¡una
cesárea urgente es una cesárea urgente!, explica Rodellar. Según esta
experta, muchas de sus pacientes le han confesado directamente haber
sufrido violencia. “Y otras tantas me explican partos anteriores donde
claramente se identi can prácticas mal hechas. Todavía atiendo mujeres que
no saben si les hicieron una episiotomía en su primer parto, no las
informaron”.

Según un estudio transversal publicado en la revista


Women and Birth
, dos de cada tres madres españolas han sufrido algún tipo de violencia
obstétrica durante el parto. El estudio, que se llevó a cabo durante el 2019
con 899 mujeres que habían parido durante los 12 meses anteriores, incluyó
variables socioeconómicas como el nivel educativo y de ingresos, pero
también si el alumbramiento se había producido en un hospital público o
privado, y las características clínicas del caso. Todas las mujeres contestaron
un cuestionario de 49 preguntas dividido en tres categorías: verbal, física y
psicoafectiva. El 67,4% de las mujeres que participaron dijeron haber
experimentado esta violencia en al menos una de sus formas.

De acuerdo con otro estudio realizado entre 2018 y 2019, que contó con una
muestra de 17.541 cuestionarios representando a todas las comunidades
autónomas españolas, el 38,3 % percibió haber sufrido violencia obstétrica y
el 44,4 % percibió que se habían sometido a procedimientos innecesarios y/o
dolorosos, de los cuales al 83,4 % no se les solicitó el consentimiento
informado. Datos que, según Desirée Mena-Tudela, enfermera y una de las
autoras de la investigación, describen la violencia obstétrica como una
práctica sistemática y estructural de la sanidad española. “Tenemos
evidencia que nos dice que más de un 38 % de las mujeres en nuestro país
re eren haberla sufrido. Y cuando una mujer en Valencia, otra en Logroño,
otra en Extremadura y otra en Cádiz te cuentan historias muy similares de
trato y atención durante su embarazo, parto y/o puerperio, quiere decir que
se trata de algo a nivel sistémico, a nivel estructural, que está fallando”,
declara.
Tipos de violencia obstétrica
Las prácticas que abarcan este tipo de violencia pueden ir desde el maltrato
verbal hasta el aislamiento de la madre. Algunos procedimientos asociados a
la violencia obstétrica se han estandarizado rutinariamente y no incluyen a
la mujer en la toma de decisiones.“ Por otro lado, por muy bien que se realice
el procedimiento médico durante el parto, si falta atención humanizada, si
no se le explica a la mujer, lo que en principio es una buena praxis puede
degenerar en situaciones muy violentas”, incide Al Adib.

Entre las situaciones con más frecuencia percibidas por las mujeres como
injusti cadas o innecesarias destacan usar oxitocina arti cial, la falta de
información sobre el proceso, impedirles moverse libremente, la práctica de
la episiotomía, separarlas de su bebé sano o realizar una amniotomía. La
maniobra de Kristeller es otra de las prácticas más denunciadas.

Desaconsejada por la Organización Mundial de la Salud (OMS), y prohibida


en algunos países como Gran Bretaña, esta técnica, que se realiza
empujando con los puños o el antebrazo la parte superior del útero
coincidiendo con la contracción y el empuje de la madre, “fue uno de los
ítems que se tuvo que averiguar tras revisar el grado de implantación de la
Estrategia de la Atención al Parto Normal en nuestro país por parte del
propio Ministerio de Sanidad, gracias a la realización de una encuesta a las
mujeres atendidas porque ni siquiera constaba en las historias clínicas de las
mujeres”, explica Mena-Tudela. Al realizar dicha encuesta, se averiguó que a
un 26 % de las mujeres se les había realizado esta maniobra. “Y una de las
propuestas clave para mejorar la implantación de este documento fue la
erradicación de la maniobra Kristeller. Es necesario destacar que usó este
término: erradicación”, detalla la enfermera.

En una investigación en la que participaron 17.000 mujeres, la amniotomía


fue otra de las prácticas percibida por las mujeres como injusti cada. “La
amniotomía es una técnica que se realiza para inducir el parto o estimularlo
cuando progresa muy lentamente. No se recomienda hacerla rutinariamente,
ya que tiene riesgos, y hay que valorar el riesgo/bene cio”, puntualiza su
autora. “Y, por ejemplo, llevar a cabo una episiotomía sin tener indicación
médica para hacerla, cuando se sabe que no se debe hacer de forma
sistemática y que la OMS lleva desde el año 1985 avisando, tal vez ya no se
trate de mala praxis, sino de violencia obstétrica”, a rma Al Adib.
Se realizan más cesáreas en los hospitales privados que en los públicos
La cesárea es otra de las intervenciones más frecuentes durante un parto
natural. “No todas las que se realizan son innecesarias, pero sí es cierto que
en España se superan con creces los índices que la OMS establece como
seguros para la realización de cesáreas (15 %). Además, también vemos que
existen muchas desigualdades en esta intervención, por ejemplo, entre
centros públicos y privados, entre diferentes departamentos o áreas de
salud, entre comunidades autónomas. ¿Quiere decir eso que las mujeres que
paren en los hospitales públicos paren mejor?”, se pregunta Mena-Tudela.
“El porcentaje de cesáreas en España es escandaloso: cerca del 25 %. Se ha
intentado justi car estas tasas diciendo que se debía a que las mujeres
parían cada vez más tarde. Eso tendría sentido si no fuera porque las mujeres
de entre 25 y 29 años continúan con unas tasas de más del 22 % de cesáreas,
lo que sigue siendo más de lo que recomienda la OMS, que es entre un 10 y
un 15 %”, a rma García. “Por otro lado, en la sanidad privada, se dan muchas
más cesáreas, con lo que esto también viene a contradecir ese supuesto
motivo meramente de edad”, señala la antropóloga, autora de un estudio en
torno a la violencia asistencial en el embarazo y el parto en España llevado a
cabo en el 2018 que al comparar la percepción de las usuarias sobre la
violencia obstétrica en el territorio nacional encontró diferencias
estadísticamente signi cativas. 

“En un hospital privado le sale mucho más a cuenta asumir una cesárea —
sobre todo cuando es programada— que un parto vaginal: así se controlan
mejor los tiempos, se sabe cuánto tiempo de hospitalización se puede
asumir y, desde luego, económicamente resulta mucho más rentable”,
denuncia García. “En mi opinión hay dos líneas muy claras sobre las que se
debería re exionar: el valor económico de una cesárea y la organización de
agendas cuando el horario es controlado”, coincide Mena-Tudela.

“Cuando los partos no se programan bajan las intervenciones, cuanto más se


programa más intervenciones”, explica Rodellar, “aunque las causas de que
se hagan más cesáreas dependen de más factores, como que la población es
diferente, la edad media sube y las exigencias cambian. En la privada no
toleran muchas veces partos tan largos”.
Falta de información, formación específica y matronas

Las secuelas físicas que una mujer padezca en un futuro pueden variar
mucho en función del tipo de violencia obstétrica, desde perder el útero o
quedar con dolor permanente en las relaciones sexuales tras una episiotomía
innecesaria, hasta las consecuencias personales y sociales de la
incontinencia fecal y urinaria por intervenciones.

Como explica Ibone Olza, psiquiatra infantil y perinatal con más de dos
décadas de experiencia atendiendo a madres, bebés, niños y familias que han
sufrido partos traumáticos, también están las emocionales: depresión
postparto, trastorno de estrés postraumático, mala adaptación al rol
maternal, problemas con la lactancia materna o afectar al deseo materno de
tener futuros hijos.

Según denuncia la Asociación Andaluza de Matronas, las maternidades


atendidas por matronas “reducen las intervenciones en partos, mejoran la
lactancia materna y la recuperación posparto. Los hospitales que carecen de
matronas son los que tienen más alto porcentaje de cesáreas. “En la sanidad
pública, los partos “normales” (eutócicos, siológicos) son atendidos
principalmente por matronas, y está demostrado que los partos atendidos
por matronas tienen de media muchas menos intervenciones. Claro, las
matronas están formadas para la siología, sin embargo, los y las
profesionales de la ginecología se forman en la patología. Así que, en la
sanidad privada, donde el seguimiento suele ser realizado por un/a
ginecólogo/a, el parto también será atendido por dichos profesionales,
formados en la patología y que, por lo tanto, realizarán muchas más
intervenciones de media”, opina García. “Y pasa lo mismo con las tasas de
episiotomías, pero también con un indicador sanitario que se debe tener
muy presente a la hora de centrarse en la atención: la satisfacción de las
mujeres”, a rma Mena-Tudela.

Como re eja esta investigación de la que es autora, y cuyo objetivo era


explorar las propiedades psicométricas del PercOV-S —instrumento que
evalúa las percepciones de los estudiantes de ciencias de la salud en relación
con la violencia obstétrica—, en España es necesaria una formación
especí ca de los profesionales sanitarios en relación con la violencia
obstétrica, ya que puede ser un elemento clave en la prevención de este tipo
de violencia.

“A veces, cuando se entra en un sistema donde todo el mundo hace las cosas
de una determinada manera, las prácticas se normalizan. Y pueden estar mal
estructuralmente. Yo también asumí dinámicas habituales que no estaban
bien, hasta que un día llega la información adecuada y tras analizarla, me di
cuenta de que no hacía bien las cosas”, con esa Al Adib. 

Para Rodellar, responsable de la coordinación médica de la sala de partos de


su centro, “uno de los problemas es que ahora mismo faltan matronas en
todos lados. Cuando se ponen 8 mujeres de parto y solo hay dos matronas
disponibles, esas madres no van a tener el acompañamiento que merecen, ni
una vivencia tan positiva. Y eso es violencia institucional, al igual que
aquellos espacios para nacer que no son agradables”.

Además de matronas, personal de enfermería y ginecólogos dedicados a la


obstetricia, muchas expertas coinciden en falta formación en el nuevo
modelo de atención al parto. “Existe esa carencia, esa formación especí ca
no existe y muchos sanitarios desarrollan su profesión sin conocer las leyes
que protegen los derechos de los pacientes, como la Ley de autonomía del
paciente, concluye la autora del estudio
¿Violencia obstétrica en España, realidad o mito? 17.000 mujeres opinan
.

“Se necesita sensibilización en torno al tema, pero lo primero que hay que
hacer es aceptar su existencia. Salvo algunas pocas instituciones, como la
Sociedad Catalana de Obstetricia y Ginecología (SCOG) y el Consejo de
Colegios de Médicos de Cataluña (CCMC), que se han posicionado, el resto
están en contra del término. Y así no podemos abordarlo. Si no nombramos
las cosas no podemos combatirlas y no avanzamos”, concluye Al Adib. Para
Rodellar, “falta formación especí ca a todos los niveles de la salud, en
comunicación y en trato empático. Y mucha sensibilización. Los
profesionales debemos tener, además, canales aunque sea anónimos, para
denunciar situaciones, así como educar desde abajo, es un tema de
igualdad”.
Martínez-Galiano JM, Martinez-Vazquez S, Rodríguez-Almagro J, Hernández-
Martinez A. The magnitude of the problem of obstetric violence and its associated
factors: A cross-sectional study.
Women Birth
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Mena-Tudela D, Iglesias-Casás S, González-Chordá VM, Cervera-Gasch Á, Andreu-


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