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ORATORIA LATINA

La oratoria es “el arte de bien hablar” (ars bene dicendi), el arte de utilizar la palabra en
público con corrección y belleza, para agradar y persuadir al mismo tiempo. La retórica,
por su parte, es la reflexión teórica sobre la oratoria; es decir, la retórica se encarga de
establecer la base teórica del discurso mientras que la oratoria supone su puesta en
práctica. Quintiliano define al orador como “vir bonus dicendi peritus” (un hombre
honrado experto en el hablar)
Aunque el género cu.enta con antecedentes a partir del siglo III a.C. (Apio Claudio,
Catón el Censor), no será hasta el siglo I a.C. cuando gane relevancia: el arte de la
palabra era esencial en esta época tanto para la acción política como para la jurídica.
Así, empiezan a crearse en Roma escuelas de retórica, que se insertan en la educación
de los jóvenes romanos.
Se distinguen tres escuelas que proponen distintos modelos de elocuencia:
- la aticista, con una oratoria clara y sencilla, sin excesivos adornos;
- la asianista, de estilo más florido y recargado;
- la rodia, que busca el equilibrio entre la elegancia y la claridad.
A su vez, se distinguen tres tipos de discursos, según su finalidad:
- genus demostrativum (discurso demostrativo, epidíctico o laudatorio), cuyo
objeto es la alabanza o crítica de una persona (alabanzas fúnebres, por ejemplo);
- genus deliberativum (discurso deliberativo o político), concebido para
pronunciarse en actos políticos;
- genus iudiciale (discurso judicial o forense), pronunciado como acusación o
defensa de un acusado en los juicios.
Además, podemos distinguir discursos pronunciados a favor de (pro + Abl.) o en contra
de (in + Ac.) alguien.
Todo discurso tiene una triple función: docere, delectare et movere1, enseñar, deleitar y
convencer; para conseguirlo, la retórica presenta cinco facultades fundamentales que
debe tener todo buen orador:
- inventio, la búsqueda de argumentos apropiados;
- dispositio, la ordenación más adecuada de esos argumentos;
- elocutio, la elección de la forma más elegante de expresarlos;
- actio o pronuntiatio, la presentación de esos argumentos, incluyendo
modulación de voz, tono, movimientos corporales, gestos, etc.;
- memoria, la capacidad de retener todos los argumentos.
Finalmente, el discurso debe estructurarse en partes:
- exordium, introducción para atraer la atención del público (captatio
benevolentiae), concisa, directa e impactante o atrayente
- narratio, explicación del asunto que se va a tratar;

1 también se usan “persuadire” o “flectere”


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- argumentatio, desarrollo de los argumentos a favor (confirmatio) y refutación


de los contrarios (refutatio);
- peroratio, resumen y conclusión, breve, enérgica impactante (adecuada al tono
usado en el discurso)
Toda esta teoría retórica nos la expone en su obra el orador más destacado de Roma,
Marco Tulio CICERÓN (106-43 a.C.), y la vuelve a explicar en casi los mismos términos
el famoso rhetor Marco Fabio QUINTILIANO (35-95 d.C.), ya en época imperial, cuando
la democracia ha desaparecido y la oratoria comienza a perder sentido, quedando
relegada a un mero ejercicio retórico. Otros autores que compusieron obras oratorias o
retóricas, aunque no fueran su género principal, fueron el filósofo Séneca o el
historiador Tácito.
CICERÓN (s. I a.C.) vive en una época especialmente propicia para la oratoria: la
República vive unos momentos muy intensos (guerra civil y social, revueltas de
esclavos, luchas e intrigas por el poder, etc.) y surgen diversos oradores muy
destacados, como Aurelio Cota, Sulpicio Rufo, Hortensio o el propio Julio César.
Nacido en Arpino (Lacio), fue un homo novus conservador y respetuoso con la mos
maiorum (las costumbres de los antepasados). Recorrió todas las magistraturas del
cursus honorum., tuvo que hacer frente al intento de Catilina por hacerse con el poder
durante su consulado (Catilinarias), fue partidario de Pompeyo durante su guerra civil
contra César y más tarde se opuso a Marco Antonio en su intento de subir al poder
(Filípicas).
Como orador, compuso y pronunció una multitud de discursos, tanto políticos como
judiciales, de los que sólo conservamos una parte, entre ellos Pro Roscio, Pro Milone,
Pro Murena o In Verrem; pero destacan sobremanera dos de ellos:
- In Catilinam o Catilinarias, conjunto de cuatro discursos pronunciados en contra
de la conjuración de Lucio Sergio Catilina en el año 63 a.C., cuando Cicerón era
cónsul. La primera Oratio in Catilinam se produce en el Senado, con éste
presente; las dos siguientes se dirigen al pueblo, y la última nuevamente al
senado, una vez terminada la conjuración.
- Filípicas, discursos contra el ascenso al poder de Marco Antonio en el 44 a.C.,
titulados así en referencia a la obra homónima de Demóstenes.
Como autor retórico, compone diversos tratados en los que reflexiona sobre el arte
oratoria y las cualidades que debe poseer el buen orador, mencionadas supra. Para
exponer sus teorías, utiliza la forma del diálogo, tomada de la filosofía griega
(mayeútica socrática). Destacan De oratore, Brutus y Orator.
También es autor de diversas obras filosóficas de carácter sobre todo estoico (De re
publica, De legibus, De amicitia, De senectute, De natura deorum…) y conservamos
varias de sus epístolas (Epistulae ad Atticum, Epistulae ad familiares, Ep. ad Marcum
Brutum…).
QUINTILIANO (s. I d.C.), natural de Calagurris (Calahorra, en La Rioja), es el máximo
representante de la elocuencia en el siglo I d.C., época en la que ya la oratoria ha
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perdido sentido debido al nuevo régimen imperial. Maestro de diversas figuras literarias
de la época, como Tácito, escribió diversos tratados de retórica, con los que asienta las
características del género ya expuestas por Cicerón. Su obra fundamental es Institutio
Oratoria2 (Educación del orador), dividida en 12 libros en los que desarrolla toda la
enseñanza y el pensamiento de Quintiliano.
Tras la época de Quintiliano, la oratoria encuentra un período de gran declive en el
que los discursos no son más que meros ejercicios retóricos; sin embargo, tanto
Cicerón como Quintiliano asentarían bases teóricas y aportarían ejemplos para la
posteridad, siendo especialmente leídos entre la Edad Media y el s. XIX.

2 También “De institutione oratoria”

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