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LA ORATORIA LATINA

La oratoria es el arte de comunicarse con los oyentes, de esclarecer y probar


los hechos, de persuadir y convencer deleitando, de mover los ánimos y de
conducirlos hacia el bien.
Orator designa en origen a aquél investido de poder jurídico y religioso (en
griego rethor, posteriormente maestro de retórica).
Según Catón el Viejo, el orador es un hombre perito en el habla que hace
prevalecer con la palabra el bien que piensa, que cumple sus deberes públicos
y privados de ciudadano romano.
Sus cualidades son la dignitas (consideración debida en su alto cargo y
responsabilidad), gravitas y maiestas (grave superioridad, austero
comportamiento). No sólo habla para los jueces, sino que está en presencia de
los dioses y ha de cumplir la fe jurada ante ellos.
A comienzos del s. I a. C. aparecen las escuelas de oratoria por influencia
griega (s. V. a. C.).
Se distinguen tres estilos: la elocuencia asiática (exuberancia y colorido), la
rodia (sonora y rica) y la neoática (severa y sobria). Los discursos de los
mejores son recogidos y publicados por ellos mismos, y dan a conocer ideas
generales sobre derecho, política y cuestiones sociales.

Marco Tulio Cicerón (106 a. C. - 43 a. C.)

Según él, en toda obra oratoria se distinguen 5 partes: la invención (reunir los
elementos de la causa y usarla a beneficio del cliente y refutación de
acusaciones), la disposición (determinaba el orden y la proporción de las
partes), la memoria (permitía dominarlas), la elocución (cuidaba la pureza y
adorno de la lengua) y la acción (voz, gestos, etc.).
Ejerció su elocuencia según estos principios, pero la experiencia le hace
simplificar el ideal del orador, cuya misión era probar, agradar y conmover.
Preparaba sus discursos muy a fondo, redactaba ciertas partes y lo
pronunciaba según sus impresiones y la actitud de los asistentes. Tomaba
notas de lo pronunciado y lo modificaba para la edición destinada a la lectura,
dando un carácter más literario y un interés más general. Sus discursos son sin
duda muy meditados.
Se distinguen varios estilos en su obra:
– Oratoria política: sirve a la concordia y la unidad entre ciudadanos y al
interés supremo de la patria. Se forman cuatro grupos:
– En favor de Pompeyo (De imperio Cn. Pompei)
– Discursos “Consulares”, contra la ley agraria de Rulo (3 discursos) y
Catilina (4 d.), redactados en 60 a. C.
– Del “retorno del destierro”, para dar gracias al pueblo y al senado por
volver.
– Las 14 Filípicas, discursos redactados a modo de panfletos para ser
difundidos por Italia y levantar ánimos contra la indignidad moral. Junto
con las Catilinarias, forman un conjunto de admirables arengas
políticas.
– Oratoria forense: defensa de una causa ante los tribunales.
– Pro Archia poeta, discurso en favor de su maestro griego Arquías.
– Las Verrinas, contra Verres.
– Pro Sulla, de alta traición.
– Pro Murena, de maniobras electorales.
– Tratados de retórica
– De Oratore: 3 libros (55 a. C.) que exponen su visión acerca de la
formación del orador, fundada en los dones naturales y conocimientos
adquiridos.
– Brutus: reconstruye la historia de la elocuencia latina.
– Orator: dedicado a Bruto, tiene carácter didáctico y reconstruye el
retrato del orador ideal, que insiste en el estilo y la extensión.
– También se ocupó de la filosofía, y escribe dos diálogos: De Republica (El
estado) y De Legibus (Las leyes).

Es uno de los más grandes escritores de la historia. La prosa alcanzó esplendor


consigo y fue capaz de expresar todos los temas y matices. Es uno de los
puntales del pensamiento y expresión de Occidente.

Marco Fabio Quintiliano (39-95)

Nació en Calahorra, se fue a Roma y llegó a ser abogado famoso y maestro de


retórica, defendiendo los preceptos de Cicerón.
Su obra De institutione oratoria es un tratado de 12 libros sobre la
formación del orador, uniendo la moral a la elocuencia.
Aconseja a los preceptores el estudio de la psicología infantil, tacto en la
dirección de la inteligencia, la formación intelectual y profesional, el esfuerzo
continuado acomodado a cada discípulo y ante todo se preocupa por la moral.
Según él, la decadencia oratoria se da como consecuencia de la corrupción de
las costumbres y obedece a causas sociales y políticas.

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