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Foucault, M. Discurso y Verdad. Conferencias sobre el coraje de decirlo todo (1982/1983).

La parresía en el cuidado de sí.

Parresía: “La parresia es “el coraje de la verdad en quien habla y corre el riesgo de decir, a
pesar de todo, la verdad que piensa; pero es también el coraje del interlocutor que acepta recibir
como verdadera la verdad hiriente que escucha”.
Según Castro (2018), “La parresia constituye para Foucault una de las técnicas fundamentales
de las prácticas de sí mismo en la Antigüedad. En el vocabulario del cuidado de sí, es un
término técnico (…) en el contexto más amplio de la relación maestro-discípulo, la parresia
define la actitud del maestro que corresponde al silencio del discípulo. En este marco, se refiere
tanto a la actitud moral del maestro, al ethos del director de consciencia, como a la técnica
necesaria para transmitir los discursos verdaderos. Por eso, la parresia tiene un enemigo moral
(la adulación) y otro técnico (la retórica). (p. 297).
“(…) la parresía es una acción, su carácter es tal que actúa, permite al discurso actuar
directamente sobre las almas” (DV, p. 43).

Sobre el otro en el cuidado de sí: “(…) ese “otro” que es necesario en el cuidado de sí. En
efecto, uno sólo puede cuidar de sí, sólo puede ocuparse de sí, solo puede epimeleisthai heautou,
a condición de contar con la ayuda de alguien, y sobre ese alguien, sobre ese otro, pesa la
obligación de la parresia (p. 30).
“Cuando un alma quiere tener una piedra de toque, vale decir, si quiere saber (…) si el alma se
busca en su voluntad de atenderse, de cuidar de sí misma, si quiere encontrar una piedra de
toque que le permita discernir cómo se encuentra su salud, esto es, la verdad de sus opiniones ,
necesita a alguien, otra alma, que se caracterizará por la episteme (el saber), la eunoia (la
benevolencia) y la parresia (p. 37-38).
“(…) habría que contemplar la parresia desde la perspectiva de lo que hoy en día se denomina
“pragmática del discurso”; esto es, habría que considerarla como el conjunto de los caracteres
que legitiman y garantizan la eficacia de los discursos del otro en la práctica del cuidado de sí.
(…) si la práctica filosófica es en efecto (…) el ejercicio del cuidado de sí, o el conjunto de los
principio, reglas y técnicas que aseguran el ejercicio del cuidado de sí, y si, por lo tanto, dicha
práctica es en verdad el ejercicio del cuidado de sí y este requiere del otro y del discurso del
otro, ¿Cuál es el carácter esencial de ese discurso del otro considerado como acto, acción sobre
mí? Ese discurso tiene por carácter, debe tener por carácter, ser el discurso de la parresia. La
parresia caracteriza el discurso del otro en el cuidado de sí” (p. 41).

¿Qué puede decirse de la parresia en la práctica de la dirección de conciencia o mejor, si


les parece, en la práctica del cuidado de sí?
En primer lugar, la parresía se opone a la adulación (DV, p. 45).

Castro (2018): “En lo que concierne a la oposición entre adulación y parresia, para
comprenderla es necesario comenzar por la relación de oposición y complementariedad entre
adulación y cólera. Como vicio, la cólera [ira, en DV, p. 45] describe el comportamiento de
arrebato de quien se encuentra en una situación de superioridad respecto de otro: el señor de la
casa, el padre, el maestro. El comportamiento arrebatado representa un abuso en el ejercicio del
poder. Ahora bien, la adulación es, precisamente, el comportamiento de quien se encuentra en la
posición inferior para compensar el abuso de poder o, mejor aún, para utilizarlo de acuerdo con
sus fines y según sus propios intereses. De este modo, quien está en la posición inferior, para
obtener favores y premios, mediante el discurso le hace creer al superior que es más capaz, más
rico o más bello de lo que es en realidad. En simultáneo, quien es adulado se vuelve dependiente
del discurso del adulador. Al proceder de este modo, se impide que quien ejerce la autoridad
establezca consigo mismo una relación verdadera y adecuada. “La conclusión es que la parresia
(el hablar franco, la libertas) es exactamente la antiadulación, en el sentido de que alguien, en
efecto, habla, y habla a otro de modo que este otro pueda, a diferencia de lo que ocurre con la
adulación, constituir una relación consigo mismo que sea autónoma, independiente, plena y
satisfactoria” [HS, 362]” (p. 297).

“Podríamos decir que tenemos, pues, una serie bastante compleja, con la ira [cólera, en Castro,
p.297], cuyo opuesto es la clemencia; el complementario de la ira es la adulación, y el opuesto
de la adulación es la parresia: ira y clemencia, adulación y parresia…

“La parresia se opone a la adulación, la limita, la contrarresta, así como la clemencia limita,
contrarresta la ira. La ira es un comportamiento que atrae la adulación, y la clemencia por parte
de quien ejerce el poder es un comportamiento razonable que deja abierto el espacio de la
parresia” (DV, p. 46).

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