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Persona: unidad sustancial de cuerpo y alma espiritual

Autor: Marcela Palos


@amaresconferencias

Todas las personas somos una unidad alma espiritual-cuerpo: ni somos solo cuerpo o solo
alma espiritual, sino que somos ambos a la vez. Tan importante y tan humano es el cuerpo
como el alma. La palabra alma viene del latín “anima” que significa movimiento propio,
espíritu viene del latín “spiritus”, que significa aliento y vida; y la palabra cuerpo viene del
latín “corpus”, a su vez compuesta por cor (corazón) y opus (obra). Por lo tanto, somos el
movimiento y la vida de la obra de nuestro corazón. Tan solo por el significado etimológico
somos inmensamente valiosos, tú, yo y todos. Pero lo más importante de nuestra dignidad,
no es que valemos muchísimo, sino que si tenemos un valor especifico: valemos la Sangre
de Cristo. Tu, yo, ellos, todos valemos la Sangre de Cristo y por eso nuestra dignidad
sobrepasa toda lógica y entendimiento humano. El valer la Sangre de Cristo, no me lo da
hecho de ser creyente o no, me lo da gratuitamente Cristo con Su Pasión. El punto aquí, es
si yo quiero aceptar valer la Sangre de Dios, o rechazarlo. No dejo de valer eso aunque lo
rechace, pero si me comportaré muy distinto, normalmente con muy baja autoestima.

Retomando el hecho de que somos una unidad, significa que todo lo que sucede en mi
cuerpo afecta mi alma y lo que tiene lugar en mi alma afecta mi cuerpo, todo el tiempo y en
toda circunstancia, siempre.

Por medio de los sentidos externos de cuerpo: oído, olfato, vista, tacto y gusto, conocemos
la realidad. Interpretamos esa realidad, por medio de los sentidos internos: imaginación,
memoria, sentido común y cogitativa. Esa interpretación que generamos puede detonar en
pasiones, emociones y sentimientos, algunos autores las engloban todas en pasiones
solamente. Sin embargo, estas pasiones, emociones y sentimientos son facultades del cuerpo
con las cuales podemos reaccionar de forma inmediata ante la realidad, ya sea de forma
positiva o negativa, por gusto o desagrado.

La razón por la que algunos autores las diferencian, radica en la fuerza de cada una, y su
durabilidad. Estas facultades nos hacen sensibles y empáticos a la realidad y hacia otras
personas. Sin embargo, debemos tener cuidado con ellas ya que son pasajeras, por lo que
debemos conquistarlas en todo momento. Si bien es cierto, los sentimientos, pasiones y
emociones no tienen una connotación moral, es decir no son ni malas, ni buenas, es algo
que sentimos en ese momento, y también es cierto nos pueden ayudar a huir del peligro o
a reaccionar de manera oportuna, también nos pueden llevar a guardar rencores o a tomar
decisiones desenfrenadas solo por el placer que se puede experimentar cierta situación
como uso de drogas, relaciones sexuales, situaciones de peligro. Aunque no sean malas, ni
buenas, si pueden tener consecuencias malas o buenas si tomamos acciones debido a ellas.
Ante un acto de injusticia, es natural sentir frustración, enojo, e incluso ira, pero es
importante conquistar el sentimiento, la pasión o la emoción para evitar nos lleve a una
decisión que de no ser atinada pueda meternos en problemas. Conquistar esas pasiones,
es encausar lo que sentimos para que nos motive a realizar buenas acciones y evitar se
lleven acabo injusticias como el ejemplo citado.

Por otro lado, el alma también tiene facultades: la inteligencia y la voluntad. Con la
inteligencia podemos conocer la verdad, el bien y el mal, y con la voluntad podemos elegir
ese bien. Así que al ser la persona una unidad sustancial de cuerpo y alma espiritual, vamos
conociendo la realidad que nos rodea tanta con las facultades del alma, como con las del
cuerpo de forma simultanea. Aquí lo interesante es que nuestra voluntad esté ordenada a
la voluntad de Dios, lo mismo que nuestra inteligencia, y de esa manera podamos ordenar
las facultades del cuerpo, y elegir el bien mayor, que es la voluntad de Dios, en todo
momento.

El mundo posmoderno, de forma ideológica, ha eliminado a Dios con el ateísmo; y con el


materialismo nos ha arrebatado nuestro ser espiritual por el simple hecho de ser personas
y ser una unidad de cuerpo y alma. Nos ha dejado incompletos y a merced de nuestras
pasiones, emociones y sentimientos. Y pareciera que en lugar de voluntad tenemos un
sentimientómetro. Cuando algo se siente bien, entonces esta bien (aunque en la realidad sea
algo malo), y cuando algo se siente mal, entonces esta mal (aunque en la realidad sea algo
bueno y benéfico).

Esta visión equivocada del hombre nos fragmenta. Nos impide vernos como una unidad, y
ve a la persona como una dualidad. Donde no importa lo que haga con su cuerpo, ella puede
ser una buena persona. Alguien puede decir: “La semana pasada me acosté con 50 personas,
pero soy muy buena gente”, como si lo que hiciera con su cuerpo no la afectará en lo
absoluto. Dislocando y desasociando la realidad sustancial de la persona. Si una persona se
acuesta con 50 personas, no amó a ninguna, solo las uso y se dejo usar. Las personas fuimos
creadas para amar y ser amadas, no para usar y ser usadas. Por tanto, decir: “La semana
pasada me acosté con 50 personas, pero soy muy buena gente” no solo disloca a la persona
y la fragmenta, sino que además es una cruel mentira, que perpetúa acciones de uso y de
falta de amor y de respeto hacia los demás. Y como ese ejemplo hay miles donde se actúa
como si lo que hiciera con el cuerpo no afectará el alma y viceversa. La frase de las feministas
para abortar: “es mi cuerpo, mi derecho”, o los defensores del uso de drogas “fumar
marihuana, no me hace drogadicto”. Lo que se afecta es la persona humana en su totalidad.
Dice Wojtyla en Persona y Acción: “La persona a través de la acción se realiza a sí misma
como ¨alguien¨ y se revela también como ¨alguien¨”. Nuestras decisiones y acciones si bien
no nos determinan, si nos construyen. Es decir alguién pudo haber realizado acciones
moralmente malas, pero puede decidir cambiar y ahora hacer actos buenos, actos de amor.
Pudo no querer aceptar que valía la Sangre de Cristo, y después asumirlo como el mayor
regalo que puede existir sobre la tierra, El Amor más grande.

Por eso entender que soy una unidad sustancial de cuerpo y alma espiritual es vital en una
sociedad actual manipulada por distintas ideologías que fragmentan a la persona y su
realidad. De esa manera, la deshumanizan para después usarla y descartarla. Esa
deshumanización del ser humano, valga la redundancia es lo que da paso a la cruel cultura
de la muerte.

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