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Una Perspectiva Bíblica de Las Emociones

INTRODUCCIÓN: La tensión histórica en relación a las


emociones
Históricamente, ha existido tención entre la perspectiva racionalista y el
punto de vista pasional. Una presenta las emociones como una desventaja
del hombre, algo que debe ser controlado por la razón. Otra, como la
misma esencia de la vida del ser humano, que posibilita el goce y disfrute
de la experiencia cotidiana. Ejemplos de esto:
Ambrose Bierce (editor, periodista, escritor y satírico estadounidense),
escribió en diversos periódicos breves definiciones satiricas argumentando
y dando a conocer sus puntos de vista en pleno desarrollo y apogeo de la
ilustración. Luego, realizaó una recopilación de todas estas definiciones y
las publico bajo el nombre “El Diccionario del Diablo”. Allí, la definicion de
emoción dice “Enfermedad paralizante causada por el ascenso del
corazón a la cabeza. A veces viene acompañada de una copiosa descarga
de cloruro de sodio disuelto en agua, proveniente de los ojos.”
En Mulán II del año 2004, hay un diálogo entre Mulán y una niña pequeña.
Esta le dice: “Tu deber era quedarte en casa, pero tu corazón te dijo que
rompas las reglas. ¿Cómo decidiste entre el deber y el corazón?”, a lo que
Mulán respondió: “Siguiendo mis sentimientos acabé haciendo lo
correcto. Creo que aprendí que mi deber es ser fiel a mi corazón.” La niña
dijo “mi deber es ser fiel a mi corazón, ¡Si, tiene sentido, es maravilloso!”.
¿De donde salen estas ideas? ¿Cuál se hacer más a la enseñanza bíblica?
¿Son algo malo que hay que tener bajo control? ¿O más bien algo perfecto
que debe ser nuestro guía en la vida?
Y estas ideas no son de ahora, son de antaño. La cosmovisión de la
sociedad actual es como un edificio muy muy alto que fue construido a lo
largo de muchos años. Cada filosofo, artista, influencer colocó su ladrillo.
Algunos hicieron paredes más grandes, otros levantaron columnas
enormes, también están los que revocaron y otros que solo pintaron. Pero
con mayor sustancia, firmeza o superficialidad, todos contribuyeron. Y
entre esos contribuyentes encontramos 2 que resalta en relación a las
emociones: (1) las filosofías griegas, (2) los pensadores de la ilustración.
1) Central al entendimiento griego es el dualismo, es decir, ver el mundo
como dividido entre un mundo abstracto, inmaterial, perfecto, puro,
bueno, eterno, incorruptible y otro mundo tangible, concreto, impuro,
imperfecto y en última instancia, malo y sujeto a la muerte y la
corrupción. Esto llevo a diferentes expresiones como consecuencia del
dualismo: los estoicos y epicúreos. Los estoicos buscaban suprimir sus
emociones por completo, mientras que los epicúreos perseguían una
forma de hedonismo, haciendo del placer es su único objetivo.
2) La ilustración también abraso el dualismo y dio lugar también a la
tensión entre el corazón y la mente, la pasión y la razón. Así podemos
ver por momentos a un racionalismo duro y por otros, un
romanticismo feroz. En ese tiempo se consolidó el machismo, con su
entendimiento de “la mujer es el corazón y el hombre la cabeza, y
como la cabeza debe gobernar el corazón, el hombre debe gobernar a
la mujer”. Pero también apareció la pasión ciega que debemos seguir a
cualquier costo, en novelas y el mundo del arte.
Podríamos seguir aportando información respecto a cómo se fue
consolidando nuestra perspectiva de las emociones a lo largo de los siglos,
pero una cosa es clara: parece haber tensión entre una visión idealista de
las emociones y otra completamente pesimista. Pero no solo tensión,
también oposición muchas veces, ¿Qué hacer entonces? Los cristianos
también tienen sus opiniones: algunos son más “pasionales” y fomentan el
llanto o la risa de manera exagerada en sus “iglesias”. Otros más fríos,
racionales y adoran los compendios extensos de teología de teólogos de
hace 500 años. Pero ¿Qué dicen las Escrituras?
Para comenzar, pensemos: ¿Es posible “escaparse” de las emociones, o
evitar ser emocionales? …
Yo diría ¿puedes dejar de respirar? ¿puedes dejar de pensar? Las
emociones son parte fundamental de quienes somos, no es que
simplemente tenemos emociones, como si se tratara de caramelos, dinero
o cosas en general, son parte constitutiva de nuestra persona. Somos
emocionales, experimentamos emociones, podemos mitigarlas, intentar
suprimirlas, atenuarlas, pero no podemos eliminarlas, no podemos
escapar de ellas. ¿Por qué? Porque fuimos creados con la capacidad, la
facultad, el don de las emociones. Y ese es justamente nuestro primer
punto: Las emociones a la luz de la creación. Luego vamos a hablar de las
emociones a la luz de la caída. Y por ultimo, las emociones a la luz de la
redención.

1. Las emociones a la luz de la creación


Digimons que no podemos escapar de las emociones ¿Por qué? Porque
Dios nos creó con la capacidad, la facultad, el don de las emociones.
Génesis 1:26-27. “Y dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen y
semejanza”. Somos creación de Dios y fuimos hechos a su imagen. No
iguales, pero si semejantes a Dios. Entonces, si bien somos distintos,
porque solo Dios es Dios, si queremos entender quiénes somos nosotros –
nuestras emociones en este caso – tenemos que empezar con quien es
Dios. ¿Y qué nos dicen las Escrituras? ¿Acaso tiene Dios emociones? ¡Pues
sí! Sin duda, no las experimenta de la misma manera que nosotros, pero
se nos dice en la Palabra de Dios:
• Enojo – Conocemos muchos pasajes sobre la ira de Dios.
• Indignación – Salmo 7:11 “Dios es juez justo, y un Dios que se indigna
cada día contra el impío.”
• Compasión – Jueces 2:18 “el Señor se compadecía por sus gemidos [de
su pueblo] a causa de los que los oprimían y afligían.”
• Tristeza – Génesis 6:6 “Y le pesó al Señor haber hecho al hombre en la
tierra, y sintió tristeza en su corazón.”
• Amor – También conocemos muchos pasajes sobre el amor de Dios.
• Odio – Salmos 11:5 “El Señor aborrece al que ama la violencia.”
• Celos – Éxodo 34:14 “el Señor, cuyo nombre es Celoso, es Dios celoso”
• Gozo – Jeremías 32:41 “Y me alegraré con ellos haciéndoles bien” o
Isaías 62:5 “como se regocija el esposo por la esposa, tu Dios se regocijará
por ti.”
Entonces, teniendo en cuenta las diferencias por supuesto, podemos
llegar a una primera conclusión: Las emociones son buenas.
En la cosmovisión cristiana no hay lugar para esa visión negativa de las
emociones, “una enfermedad” como leímos al principio, son buenas, son
un regalo de Dios, es parte de la imagen de Dios en nosotros porque Dios
experimenta emociones también.
Ahora bien, parte de las diferencias entre Dios y nosotros es que Dios es
Espíritu, invisible, eterno, que no está limitado por el espacio y el tiempo.
No entendemos cómo funcionan las emociones de Dios o como Él las
experimenta, pero nosotros, por otra parte, somos almas vivientes. Así lo
dice Génesis 2:7 “Entonces el Señor Dios formó al hombre del polvo de la
tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y fue el hombre un alma
viviente.” Alma viviente es el polvo de la tierra animado por el Espíritu de
Dios. Estamos hechos de lo mismo que el polvo, que el resto de la tierra,
somo seres físicos, materiales, finitos, confinados a un solo lugar y tiempo.
Somos una unidad que experimenta el mundo con todas las facultades
que Dios nos ha regalado: la razón, las emociones, la voluntad. Las
emociones no actúan como entidades independientes, sino que cuando
experimentamos emociones nosotros nos emocionamos. No son algo que
“tenemos” propiamente dicho, sino algo que experimentamos desde la
óptica del sentir, nuestro aspecto sensorial/psíquico. No solemos decir
“tengo pensamientos” o “mi voluntad quiere esto, o aquello”. Decimos
“yo pienso”, “yo quiero”, y deberíamos también decir “yo me emociono” o
“yo me siento de esta manera” o “percibo esto”. Debemos hacernos
cargo, y asumir el mando y la responsabilidad de nuestras emociones, no
verlas como algo separado de quienes somos.
Entonces, sin dudas, si experimentamos las emociones con la totalidad de
nuestro ser, hay un componente físico que es clave. Hay químicos que
intervienen y reacciones químicas, hormonas, el sistema nervioso,
cardiorrespiratorio de nuestro cuerpo, todo. Nuestro corazón se acelera,
lloramos, temblamos, se nos quiebra la voz, nos ponemos rígidos, nos
duele el estómago, la cabeza, sonreímos, fruncimos el ceño, y muchas
cosas más. Y entonces también hay una interdependencia también en ese
ser, esa unidad que somos. Y por ello, algo clave para tener “salud
emocional” es cultivar la salud en todas las áreas de nuestra vida, porque
como dijimos las emociones son sin lugar a dudas no menos (quizás más),
pero no menos que reacciónes químicas. ¿Cómo están nuestros habitos de
sueño? ¿Qué tal nuestra alimentación? ¿El estres? ¿Qué tanta actividad
fisica realizamos? No podemos pretender ser saludables emocionalmente
si descuidamos nuestra salud en un sentido más amplio y general, porque
es un todo. Y debemos trabajar en todos los frentes para gozar de un
funcionamiento óptimo.
Entonces, (1) las emociones son buenas (2) experimentamos las
emociones con todo nuestro ser, son un fenómeno integral. Pero además
de esto, quisiera probar esta mañana que las emociones son un regalo de
Dios para movernos en la dirección correcta.
¿Alguna definición de emoción? Hemos estado hablando bastante de las
emociones y dando por sentado su significado, pero ya que vamos a ir más
al detalle, construyamos una definición funcional a la que podamos
remitirnos.
Emoción es una palabra compuesta por e y moción. E significa “desde” y
moción “movimiento” como en locomoción o remoción (de mover algo,
quitarlo de su lugar y llevarlo a otro). Entonces emoción es movimiento
desde (implicando hacia otra dirección). Podríamos definir emoción como
un movimiento o impulso del corazón que nos mueve, nos motiva hacia
tal o cual curso de acción. El amor nos mueve a querer estar con quienes
amamos, el miedo nos mueve a huir de una situación de peligro, la
enamoramiento a encarar a la persona de quien estamos enamorados.
Ahora que ya tenemos una idea de que son las emociones - el movimiento
del corazón, un empujoncito que nos predispone a enfrentar una situación
y nos mueve en cierta dirección ¿Cuál era el estado emocional de Adán y
Eva?

● ALEGRÍA: Estaban en la presencia de Dios, gozaban de la comunión


con Él. ¿Y que estado uno experimenta al ver a Dios cara a cara?
Salmo 16:11 dice “en tu presencia hay plenitud de gozo; en tu
diestra, deleites para siempre.”. Ellos estaban llenos de alegría, eran
felices. Esta respuesta emocional retroalimentaba su deseo por
hacer lo correcto, por experimentar esa felicidad, creando un
círculo virtuoso de obediencia, donde hacer lo correcto me hace
sentirme bien. Y cuando experimentamos alegría se ha observado
que respiramos mejor, los músculos faciales se relajan e incluso
somos mas bellos. La misma biblia dice que la “sonrisa hermosea el
rostro”. Es una emoción positiva, agradable, todos queremos estar
alegres, y un ambiente alegre es contagioso, nos anima, nos motiva,
nos da paz pero al mismo tiempo energía, nos reconforta.
● ASOMBRO: Adán, Eva, contemplando la grandeza del Señor y la
maravilla de lo creado, mucho mas intensamente que David, quien
dijo en el Salmo 8:3-4 “Cuando veo tus cielos, obra de tus dedos, la
luna y las estrellas que tú has establecido, digo: ¿Qué es el hombre
para que de él te acuerdes, y el hijo del hombre para que lo
cuides?” Contemplar la inmensidad del universo, la gloria de Dios en
los cielos nos hace sentir pequeños, asombrados. Es una emoción
que experimentamos al interactuar con algo nuevo, genera
fascinación, sorpresa. También cuando Adán ve a Eva por primera
vez, él exclama: “Esta es ahora hueso de mis huesos, y carne de mi
carne”. Los comentaristas dicen que esto que dice Adán es un
poema. Anonadado por la belleza de Eva, sus cualidades distintivas
y al mismo tiempo, tan semejante, tan parecida a Él, una igual, una
compañera ideal, perfecta.
● CONFIANZA: Dios crea a Adán y le encomienda una tarea enorme,
con un alcance y profundidad inéditas: “Gobierna sobre toda la
creación”. No una parte, no un poquito, no un pequeño sector,
¡todo! Ve y conquista el mundo, ejerce dominio sobre los peces del
mar, las aves del cielo, las bestias del campo. Todo pongo en tu
mano, ve y llena la tierra. ¿Por qué semejante tarea para una sola
pareja? Porque Dios los había capacitado para eso, Él les dio
confianza, autoestima, seguridad. Adán no muestra titubeo, duda,
temor, procede con fe en Dios. ¡Si, heme aquí!
● INTERES, CONTENTAMIENTO Y REALIZACIÓN: y al responder al
llamado de Dios, no lo vemos aburrido, con pereza, o desmotivado.
Va y les pone nombre a todos los animales del campo. A veces no
podemos perseverar en una tarea porque nos aburrimos, pero aquí
Adan hace su tarea con determinación. No le pesa la tarea,
persevera en la tarea porque le interesa hacerla, está contento con
su trabajo y se siente realizado.
Pero pronto…todo esto, vendría a cambiar, y el hombre experimentaría
nuevas emociones… distintas…

2. Las emociones a la luz de la caída


Adán y Eva decidieron ignorar el mandamiento de Dios y se rebelaron en
Su contra, y así entro el pecado, la corrupción, la muerte al mundo. Y
entonces apareció la vergüenza, el miedo, el enojo, la inseguridad, el odio,
la culpa, el remordimiento, la desilusión. Pero ¿saben qué? Estas
emociones nuevas no son malas, también son un regalo de Dios, una
bendición. ¿Por qué? Porque también nos fueron dadas por Dios para
movernos en la dirección correcta. ¿Y cuál es esa dirección? Lejos del
pecado, y hacia la justicia.
Este tipo de emociones nos fueron dadas para alejarnos del mal,
señalarnos que algo está roto, funciona mal y mostrarnos la necesidad de
redención, de perdón, de cambio.
Génesis 2:25 termina el relato diciendo que “estaban ambos desnudos, el
hombre y su mujer, y no se avergonzaban.” No sentían vergüenza ni culpa,
ni temor, pero todo pronto cambió…

● VERGÜENZA, MIEDO y CULPA: Génesis 3:7-13 (leer todos juntos)

Y más allá del sentido literal en el que sintieron vergüenza por ejemplo,
hubo un sentido figurativo en que sabían que no podían ocultar lo que
habían hecho delante de Dios, que la verdad estaba al descubierto de
par a par, que por mas que se cubrieran había alguien ante cuya
mirada no podían esconderse: Dios. Como nos dice Hebreos 4:13 “Y no
hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al
descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.” Ellos lo sabían, y debían haber corrido a Dios y confesado su
pecado, admitido su culpa, aceptado su responsabilidad, pero, al
contrario, se ocultaron de Dios, trataron de lidiar con su vergüenza “a
su manera”, cubriendo sus trasgresiones con hojas de higuera y
desplazando la culpa a otro lado: “la mujer que me diste”, “la
serpiente”. Cuando debiera ser “yo, yo he comido, por favor, cubre mi
falta”.
Pero nuevamente, la culpa, el temor, la vergüenza no son malas, son
regalos de Dios. Porque la culpa es una emocion que testifica en
nuestra contra, declarando que hemos pecado contra Dios, y muchas
veces también, contra el prójimo. Y es para movernos hacia el
arrepentimiento, para pedir perdón.
El temor nos señala que hay peligro cerca, algo ante lo cual solo nos
queda huir, escapar, que no podemos enfrentar porque sería necio. Y
sin dudas debemos temer a Dios y es una virtud a lo largo de todas las
Escrituras. Y no hablamos de simple respeto, sino temor “porque
nuestro Dios es fuego consumidor” y “horrenda cosa es caer en las
manos de Dios vivo”. “Temed a aquel – dijo el Señor – que puede
destruir el cuerpo y el alma en el infierno”. El no solo puede reducir a
cenizas nuestros cuerpos, puede también extinguir toda esperanza de
vida. Y en este sentido era entendible el temor de Adán y Eva de
enfrentar a Dios, de mirarlo cara a cara y sufrir el castigo de la muerte.
Pero ¿acaso tenían alternativa? ¿podían esconderse del
Todopoderoso? ¿o era mejor rendirse y reconocer su impotencia ante
Él?
Pero no solo aparecen luego del pecado, también antes y nos
previenen de incurrir en males peores. El Señor nos doto de la facultad
de la razón y como alguien dijo “pensar es calcular escenarios posibles
en los cuales experimentar de manera segura”. Y podemos pensar y
correr lejos del pecado. Como el esposo que concibe en su corazón la
lujuria, pero luego siente vergüenza de que quizás alguien se entere,
¿cómo podría mirar a la cara a sus amigos?, y miedo, ¿acaso podría
perder a su esposa e hijos si comete semejante locura?, y culpa, ¿cómo
puede siquiera concebir un pensamiento lascivo en su corazón? Y
entonces corre, y se aleja del pecado lo más rápido que puede. ¡Gloria
a Dios por las emociones, que nos alejan del mal y nos acercan a Dios!

● TRISTEZA: Es el dolor del corazón, la aflicción del alma. Nos genera


pesar y desanimo. La tristeza existe para hacernos reflexionar
respecto al pecado, y desmotivarnos de hacer el mal. Nos permite
entender el peso y la gravedad del pecado. Es para movernos hacia
la contrición, el lamento, la reflexión, el arrepentimiento, el cambio.
Nos ayuda a entender que quizás ofendemos a Dios o lastimamos a
nuestro prójimo.
2 Corintios 7:8-10 nos habla de esto: “Porque si bien os causé
tristeza con mi carta, no me pesa; aun cuando me pesó, pues veo
que esa carta os causó tristeza, aunque solo por poco tiempo; pero
ahora me regocijo, no de que fuisteis entristecidos, sino de que
fuisteis entristecidos para arrepentimiento; porque fuisteis
entristecidos conforme a la voluntad de Dios, para que no sufrierais
pérdida alguna de parte nuestra. Porque la tristeza que es conforme
a la voluntad de Dios produce un arrepentimiento que conduce a la
salvación, sin dejar pesar”.
Pero no solo aparece cuando hemos pecado, también nos permite
entender la fragmentación del mundo, cuan roto está y necesitado
de Dios. Cuando presenciamos el dolor, la muerte, la perdida de
alguien a quien amamos, nos señala que algo no está bien. Y no solo
con relación a nosotros mismos, también nos permite empatizar
con el sufrimiento de los demás, y poder movernos hacia la
compasión, la escucha, el acompañamiento, la ayuda, el consuelo.
Quizás la tristeza también aparece ante una pérdida o una
desilusión, permitiéndonos entrar a un estado de mayor reflexión,
pensar, desde donde podemos ver las cosas desde otro ángulo, sin
el éxtasis y el entusiasmo de la alegría, nos ayuda a atravesar
situaciones difíciles.

✔ ENOJO: Nos ayuda a comprender, a través de nuestras


emociones como el pecado corrompe el mundo, generandonos
indignación, repugnancia y asco por el pecado. Lo odiamos,
aborrecemos la muerte y el dolor que hay en el mundo. Nos
enfurece la injusticia, nos enoja la opresión, nos molesta que los
malos no reciban su pago. Y esto nos lleva a trabajar activa y
esforzadamente por el avance del reino de Dios, promoviendo la
justicia y la rectitud.
Alguno podría decir, ¿no siempre me sucede lo que describes? ¿no
siempre me siento triste por el pecado, o me avergüenza hacer el mal, o
me enoja la injusticia? Es cierto, pero aun en esos casos, las emociones
son un don de Dios porque nos muestran lo que hay en nuestros
corazones. En estos otros casos, nuestras emociones pueden revelar
pecados ocultos, puntos ciegos, ídolos del corazón. Como el joven rico,
que cuando Jesús le dijo “ve y vende cuanto tienes y da a los pobres, y
tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme” el siquiera respondió, sino que
– dice Marcos 10:22 “Pero él, afligido por estas palabras, se fue triste,
porque era dueño de muchos bienes.” Su tristeza puso de manifiesto
donde estaba su corazón: en sus posesiones. Y nosotros podemos
reflexionar también sobre aquello que nos entristece y ver si quizás
nuestra tristeza revela pecados ocultos o cosas que ignoramos sobre
nuestro corazón.
También las emociones pueden ayudarnos a desenmascarar el fariseísmo,
es decir, seguir – no la ley de Dios – sino nuestras propias normas o las de
los demás, reglas inventadas que Dios no creó. Y es que, en lugar de hacer
de la Palabra de Dios el estándar por el cual somos responsables, y por
ende, enraizar en nuestro corazón un sentido de responsabilidad y
rendición de cuentas hacia Dios, el fariseísmo hace que sintamos culpa por
cosas que no son pecaminosas en sí mismas.
Aquí entran las personas que no saben decir que no porque “se sienten
culpables” por cosas que no deberían sentirse culpables, que no tienen en
orden sus prioridades y se llenan de compromisos que Dios no manda y
que peor aún, suplantan y están por encima de cosas que Dios sí manda.
“Me siento culpable por no visitar a mi papá al menos 1 vez por semana”,
“Me siento mal porque no le dije buen día a mi tía Rosita hoy por
mensaje”. Bueno, quizás no deberías sentirte culpable por eso, está bien,
y no siempre vas a poder. Hermanos, si vivimos culpables por cosas por las
que no deberíamos sentirnos mal, es una señal de alarma de que algo no
está bien y necesitamos examinar nuestros corazones.
Dice el pastor Jason Garwood: “La falsa culpa es una tentación porque el
hombre no quiere aceptar la realidad de ser responsable ante Dios. Es más
fácil sentirse culpable por las cosas equivocadas porque las cosas
equivocadas son creadas de la nada. Un hombre puede sentirse
absolutamente destrozado por la caza furtiva de ballenas en Sudáfrica
(¡quizás siente indignación, enojo y tristeza reales!), y sin embargo estar
completamente bien con el aborto y el matrimonio entre personas del
mismo sexo. ”
Respecto a la falsa culpa, este versículo sienta bien, Proverbios 28:1 “El
impío huye sin que nadie lo persiga, mas los justos están confiados como
un león.”
Lo mismo podríamos decir del enojo injustificado, porque las cosas no
salen “como a mi me parece”, no porque no se hace la voluntad de Dios.
Y el pecado genera incluso casos más complejos cuando estas emociones
devienen en estados de ánimo y no son “meros movimientos” sino
estadios mas prolongados. Y pueden generar ansiedad – a veces
preocupándonos por cosas que ni siquiera existen, depresión, temor del
hombre (algo que la Biblia condena), inseguridad, falta de autoestima,
apatía. Y tristemente donde se cultivan y aprenden todas estas cosas es en
la casa, en la familia. Donde no se enseña el temor de Dios sino a los
padres (o al padre, especialmente). “Mi papa ni siquiera me hablaba, me
miraba y yo me quedaba calladito y le obedecía”. Bueno, eso es un hijo
adiestrado, que tiene miedo a su papa, pero no está educado, no entiende
del temor del Señor. En la familia es también donde no se cultiva la
confianza en los niños, sino que se los sobreprotege, o menosprecia y
trata de inútiles, y luego crecen con vergüenza e inseguridades. O el abuso
incluso, que es lo que tristemente muchas veces conduce a la depresión.
Pero claro, es más fácil condenar, gritar, controlar, pero amar, ser
paciente, escuchar, eso nos cuesta. Y cuando preferimos el método
“antiguo”, seguimos educando niños con los mismos problemas que sus
padres, alguien debe cortar y hacer la diferencia, un cambio de rumbo.

3. Las emociones a la luz de la redención de Cristo


Cristo nos ofrece perdón y liberación del peso de la aflicción, de la tristeza
y la culpa. No porque dichas cosas sean malas en sí mismas sino porque
son cargas emocionales que nos fueron dadas con el propósito de
llevarnos a Él. Y Él nos dice “Venid a mí, todos los que estáis cansados y
cargados, y yo os haré descansar.” (Mateo 11:28)
La única manera de salir del estado de culpa es confesando nuestros
pecados, implorando misericordia divina y recibiendo la justicia de
Jesucristo.
Podemos intentar cubrir nuestra culpa y vergüenza con hojas de higuera,
pero Dios nos seguirá viendo. Podemos intentar lavarnos por fuera y así
creer que quitamos nuestra inmundicia, pero el Señor dice en Jeremías
2:22 “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de
tu pecado permanecerá aún delante de mí”. Es inútil. Pero lo que si puede
limpiarte es la sangre de Cristo. Lo que si puede cubrir tu culpa y
vergüenza es la piel del cordero sacrificado.
Porque el evangelio no afloja las cadenas de la culpa, las destruye por
completo. Nos hace verdadera y realmente libres. Ya no tienes que jugar
el juego de la culpa. Y ahora, perdonados, redimidos, podemos ser
restaurados a la imagen de Dios y asumir nuestra responsabilidad como
mayordomos de Dios y representantes suyos en la tierra, podemos ejercer
dominio y hacerlo con rectitud, amor y justicia. Y las emociones no son
nuestras enemigas, son aliadas para hacer la voluntad de Dios. Son la
voz del corazón, pues testifican de nuestras creencias y convicciones más
profundas, identificando la dirección hacia la que apunta nuestro corazón.
Al final, ¿tenía razón Disney? Bueno, si y no. No porque nuestra guía
ultima, definitiva y autoritativa es la Palabra de Dios. Nuestro norte no lo
determinan nuestras emociones, sino el Dios Trino y Verdadero. Pero, si es
cierto que las emociones son la voz del corazón. Y a pesar de su
universalidad, tienen un componente subjetivo. Y es sobre ese
componente subjetivo - nuestro corazón - que tenemos que trabajar.
Nuestras respuestas emocionales pueden cambiar porque no son meras
respuestas programadas, son informadas, condicionadas e influenciadas
por nuestras convicciones, creencias, prejuicios, presuposiciones y
experiencias pasadas. Por esto, debemos cultivar la palabra de Dios en
nuestros corazones para que entonces florezcan las emociones en un rio
de agua viva. De lo contrario, se nutrirán de agua estancada. Pero incluso
entonces nos ayudaran, mostrándonos que algo no anda bien y
necesitamos cambiarlo.
Eres cristiano, entiendes que tienes cosas que cambiar, ¿Cómo hacer?
¿Qué consejos prácticos me puede dar? Bueno, vamos a ponernos más
específicos. Ejemplos de malas respuestas ante las emociones o “agua
estancada”, que distorsionan aún más nuestras respuestas emocionales y
no ayudan a nuestra salud emocional.
• Negación: ante culpa real por haber hecho algo mal ante Dios, dices "No
es posible que me sienta molesto por esta situación, después de todo, no
es mi culpa". Y esa negación nos lleva a la falta de perdón.
• Minimizar: ante culpa real y falta de empatía, dices "No tengo que
sentirme tan mal por ello, tampoco es para tanto".
• Culpar a los demás: "De todos modos, la culpa fue de ella". Y quizás es
verdad, pero muchas veces eso no ayuda.
• Racionalizar/Intelectualizar: "No debería sentirme así, después de todo,
hay una razón lógica para que esto ocurra".
• Distraerme: "No voy a permitirme sentirme así, así que voy a escapar de
mis emociones manteniendome ocupado haciendo otra cosa". Y nunca
lidias con el problema, no enfrentas tus emociones porque tienes miedo a
la voz de tu corazón.
• Exagerar. Ante algo que claramente no amerita semejante respuesta,
porque la santidad de Dios no fue violada sino literalmente una persona
derramo agua sobre tu blusa nueva o te miro de una manera que no te
gusto tanto, o te vió cansada y no se dió cuenta de no ofrecerte un vaso
de agua. Pero tu piensas: "Me siento traicionado, esta persona acaba de
cometer un crimen, así que voy a devolvérselo, y que sepa cómo me hizo
sentir".
• Proyección: Parecido a lo anterior, pero añade "Seguro me tiene rencor,
¿me tiene envidia no? No tengo dudas, me odia". Cuando en realidad
quizás es solo nuestra percepción, o peor aún proyectamos lo que
realmente sentimos hacia esa persona por otras razones.
Todas estas reacciones (y sin dudas, hay más) carecen de madurez y eso es
porque hay ausencia de dominio propio, autocontrol.
Una de las mejores maneras de exhibir el autocontrol es detenernos y
preguntarnos: "¿Qué requiere Dios de mí en este momento?". ¿Cómo
quiere Dios que piense en este momento? ¿Cómo quiere que me sienta?
¿Qué me dice mi(s) emoción(es) actual(es) sobre mí? ¿Qué me dice mi(s)
emoción(es) actual(es) sobre mi visión de Dios? ¿Qué me dice mi(s)
emoción(es) actual(es) sobre esta persona a la que estoy llamado a amar y
servir?
Si puedes preguntar esto y responder en consecuencia, tendrás la
capacidad de ver con claridad y responder de manera apropiada. Dios
quiere que respondamos a las cosas emocionalmente, pero tiene que ser
la emoción correcta, no la equivocada. Es decir, debemos ser personas
emocionalmente sanas y maduras.
Dios quiere que seamos maduros y exhibamos patrones emocionalmente
saludables que reflejan al Señor Jesucristo. A veces esa emoción es la ira,
otras veces es la alegría pura. De cualquier manera, la emoción debe ser
saludable, éticamente pura, y en línea con las Escrituras. Las emociones no
están exentas de sujetarse a la ley de Dios y nosotros no estamos exentos
de ejercer domino sobre ellas, así como sobre el resto de la creación. Pero
fíjese como esto no es racionalismo, no decimos “las emociones deben
sujetarse a la razón”. No, las emociones y la razón deben sujetarse a las
Escrituras.
Tanto la facultad de la razón como la emoción son capacidades humanas,
herramientas, formas de interactuar con el mundo, dones de Dios. Pero
debemos tener claro que no son nuestro norte, guía o dirección sino la ley
de Dios revelada en Su Palabra.
Dice nuevamente el Pastor Garwood: “Ser maduro y emocionalmente
sano se parece a lo siguiente: Articular tus pensamientos y sentimientos de
forma honesta, clara, directa y humilde. Significa que asumes la
responsabilidad de tus pensamientos, emociones y acciones. Significa que,
en situaciones de estrés y consternación, eres capaz de decir aquello que
quieres decir, y querer decir todo lo que dices, sin ser un imbécil
adversario.”
En otras palabras, que siempre y especialmente en situaciones “difíciles”,
eres capaz de decir lo que quieres decir sin decir o dar a entender algo
distinto. Que puedes expresar tus emociones, quizás dar a entender tu
frustración, desilusión, tristeza, o enojo pero no por ello terminar
comunicando algo que no quieres realmente expresa.
Ser una persona llena del Espíritu y emocionalmente sana significa
considerar a los demás y lo que dicen y no dicen antes de reaccionar y
responder. Esto requiere que tengas una disposición empática sin sacar
conclusiones precipitadas, respetándolos lo suficiente como para
escucharlos sin tratar de controlarlos.
Algo no menor, si somos una integridad, y se que ya lo hemos
mencionado, la salud emocional es parte de la salud integral: ¿te
alimentas bien? ¿Haces el ejercicio adecuado, etc.? ¿Estás tomando el
control de tu cuerpo o te entregas a la pereza? Porque si duermes
literalmente 2 hs, vives a cosas fritas, te entregas a la pereza, te mantienes
despierto con energizantes, y “atenuas” tus cientos de dolores con
decenas de pastillas, eres una bomba de tiempo. ¡No esperes tener
control sobre tus emociones, ni siquiera tienes el control de tu vida!
Por ello, las personas emocionalmente sanas son personas que están en
sintonía con todas estas cosas en la medida en que viven cómodamente
en la voluntad de Dios, seguros en su identidad en Cristo, caminando día a
día, esperando pacientemente en el Señor.
No podemos dejar de ser emocionales, porque Dios nos creó de esa
manera, pero si podemos y debemos cultivar convicciones bíblicas y
prioridades correctas para evitar respuestas emocionales desbalanceadas.
Llora, rie, canta, enojate, persigue algo de tu interes, perfecto. Solo
sintoniza tu corazón con las Escrituras y reconoce que las emociones son
tus aliados, no tus enemigos.
Las emociones son dones de Dios para motivarnos a la obediencia.
¡Celebremos este don y vivamos vidas plenas! Oremos…

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