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Y más allá del sentido literal en el que sintieron vergüenza por ejemplo,
hubo un sentido figurativo en que sabían que no podían ocultar lo que
habían hecho delante de Dios, que la verdad estaba al descubierto de
par a par, que por mas que se cubrieran había alguien ante cuya
mirada no podían esconderse: Dios. Como nos dice Hebreos 4:13 “Y no
hay cosa creada oculta a su vista, sino que todas las cosas están al
descubierto y desnudas ante los ojos de aquel a quien tenemos que dar
cuenta.” Ellos lo sabían, y debían haber corrido a Dios y confesado su
pecado, admitido su culpa, aceptado su responsabilidad, pero, al
contrario, se ocultaron de Dios, trataron de lidiar con su vergüenza “a
su manera”, cubriendo sus trasgresiones con hojas de higuera y
desplazando la culpa a otro lado: “la mujer que me diste”, “la
serpiente”. Cuando debiera ser “yo, yo he comido, por favor, cubre mi
falta”.
Pero nuevamente, la culpa, el temor, la vergüenza no son malas, son
regalos de Dios. Porque la culpa es una emocion que testifica en
nuestra contra, declarando que hemos pecado contra Dios, y muchas
veces también, contra el prójimo. Y es para movernos hacia el
arrepentimiento, para pedir perdón.
El temor nos señala que hay peligro cerca, algo ante lo cual solo nos
queda huir, escapar, que no podemos enfrentar porque sería necio. Y
sin dudas debemos temer a Dios y es una virtud a lo largo de todas las
Escrituras. Y no hablamos de simple respeto, sino temor “porque
nuestro Dios es fuego consumidor” y “horrenda cosa es caer en las
manos de Dios vivo”. “Temed a aquel – dijo el Señor – que puede
destruir el cuerpo y el alma en el infierno”. El no solo puede reducir a
cenizas nuestros cuerpos, puede también extinguir toda esperanza de
vida. Y en este sentido era entendible el temor de Adán y Eva de
enfrentar a Dios, de mirarlo cara a cara y sufrir el castigo de la muerte.
Pero ¿acaso tenían alternativa? ¿podían esconderse del
Todopoderoso? ¿o era mejor rendirse y reconocer su impotencia ante
Él?
Pero no solo aparecen luego del pecado, también antes y nos
previenen de incurrir en males peores. El Señor nos doto de la facultad
de la razón y como alguien dijo “pensar es calcular escenarios posibles
en los cuales experimentar de manera segura”. Y podemos pensar y
correr lejos del pecado. Como el esposo que concibe en su corazón la
lujuria, pero luego siente vergüenza de que quizás alguien se entere,
¿cómo podría mirar a la cara a sus amigos?, y miedo, ¿acaso podría
perder a su esposa e hijos si comete semejante locura?, y culpa, ¿cómo
puede siquiera concebir un pensamiento lascivo en su corazón? Y
entonces corre, y se aleja del pecado lo más rápido que puede. ¡Gloria
a Dios por las emociones, que nos alejan del mal y nos acercan a Dios!