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El artículo 8 de la CADH, que consagra, según su titulación, las “garantías judiciales”, establece lo
que se conoce en el derecho internacional de los derechos humanos como el derecho al
“DEBIDO PROCESO”.
La Corte Interamericana enfatiza al decir que la aplicación del artículo 8 “no se limita a los
recursos judiciales en un sentido estricto, ‘sino al conjunto de requisitos que deben observarse en
todas las instancias procesales’ a efecto de que las personas puedan defenderse adecuadamente
ante cualquier acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos”.
El debido proceso legal es una piedra angular del sistema de protección de los derechos
humanos; es, por excelencia, la garantía de todos los derechos humanos y un requisito sine qua
non para la existencia de un Estado de derecho. Se encuentra consagrado tanto en el Convenio
Europeo, en su artículo 6, como en el Pacto Internacional, en el artículo 14.
La relevancia de este derecho ha llevado a la Corte IDH. a señalar, junto con concluir que las
garantías del artículo 7.6 (hábeas corpus) y 25.1 (amparo) no son suspendibles en situaciones de
emergencia, que los principios generales del debido proceso legal no pueden suspenderse con
motivo de las situaciones de excepción, en cuanto constituyen condiciones necesarias para
que los instrumentos procesales, regulados por la Convención, puedan considerarse como
garantías judiciales. Como consecuencia de ello, las normas del debido proceso se aplican a los
recursos de hábeas corpus y de amparo.
La supervisión del cumplimiento por los Estados partes de las reglas del debido proceso pone a
menudo a la Comisión y a la Corte en la situación de pronunciarse sobre asuntos respecto de los
cuales ha habido ya un pronunciamiento de uno o más tribunales nacionales. Dentro del ámbito
de los Estados partes y producto del incipiente desarrollo del derecho internacional de los
derechos humanos en nuestros países, hay una reacción natural a considerar que, una vez que
los tribunales nacionales se han pronunciado de manera definitiva en un caso y se ha producido a
su respecto “la cosa juzgada”, no corresponde a un órgano internacional alterar dicha resolución,
especialmente porque los tribunales han conocido del caso y recogido las pruebas del mismo de
manera inmediata y no parecería posible que el órgano internacional, que tiene una intervención a
posteriori y que no participa de manera directa y personal en la recolección de la prueba, pueda
reevaluarla y juzgar el caso nuevamente. Esto es lo que se conoce con el nombre de “la doctrina
de la cuarta instancia”.
El procedimiento que se sigue ante el órgano internacional no infringe el principio de la cosa
juzgada, porque no tiene con el procedimiento que puede dar origen a una violación del artículo 8
de la Convención ni identidad de personas ni identidad de cosa pedida y de causa de pedir.
Cuando un caso de esta especie llega al órgano de supervisión —en el caso del sistema
interamericano, a la Comisión y eventualmente a la Corte— lo que éste efectúa es un examen
sobre el cumplimiento por los órganos judiciales de las obligaciones que impone el
artículo 8 de la Convención; si estima que no se ha cumplido con todas sus exigencias, decidirá
que el Estado ha violado esa obligación internacional y determinará la manera como esa violación
debe ser reparada. La Comisión o la Corte no evalúa nuevamente la prueba del juicio
cuestionado, para decidir, por ejemplo, que un acusado en un juicio penal es inocente y no
culpable; lo que examina es si los tribunales nacionales han respetado la obligación de,
otorgar un tiempo y condiciones adecuadas para la defensa, dar a la parte la posibilidad de
objetar las pruebas que se presenten en su contra; en suma, si ha habido una infracción de
normas procesales básicas establecidas en el artículo 8 de la Convención. Si alguna de estas
exigencias no estuvieron presentes en el juicio en el ámbito nacional, decidirá que hubo
violación de esa norma. Ninguno de estos órganos, por lo tanto, ejerce sus facultades como si
estuviera en una cuarta instancia. Es éste un punto que hay que enfatizar, porque no sería
conveniente que, por el temor de convertirse el órgano internacional en una cuarta instancia, deje
de controlarse con rigor el cumplimiento de las exigencias del debido proceso, que, como se
decía, es el pilar de las garantías de los derechos humanos.
Jurisprudencia
Caso: “Gustavo Carranza”.
En 1976 el gobierno militar de Argentina, por medio de un decreto dispuso la remoción del
magistrado Gustavo Carranza. Éste interpuso un rec. procurando la anulación de dicho decreto y
una compensación por los daños resultantes.
Su caso fue declarado “no justiciable” por el Superior Tribunal de Chubut, en 1986, invocando la
jurisprudencia de la CSJN q había entendido q los tribunales no eran competentes p/dictaminar
en torno a la justicia, prudencia o eficiencia de la remoción de magistrados, dado q constituyeron
actos políticos de un gob. de facto.
El peticionario impugnó dicha sentencia ante la CSJN, la cual desestimó el caso en base a q no
había presentado argumento nuevo alguno p/examinar los criterios sostenidos por el superior
Tribunal de Chubut.
El peticionario alegó q la decisión de la CSJN le negó el acceso a la justicia, con lo q se violaban
las gtías previstas en el art. 25 de la CADH. Por tanto, solicitó q el caso fuera presentado ante la
Corte Interamericana de DH.
En el sistema democrático, rige el ppio de la inamovilidad de los magistrados. La remoción debe
hacerse en estricta conformidad con los procedimientos establecidos en la CN. El ppio se basa en
la naturaleza de los tribunales y garantiza la independencia de los jueces frente a las demás
ramas del gobierno y ante los cambios políticos-electorales.
Los sistemas democráticos reconocen las denominadas “facultades delegadas” de las ramas del
gobierno. De acuerdo con esta doctrina, el PJ se abstendrá de conocer y decidir ciertos actos cdo
esa decisión presuponga un juicio político exclusiva// reservado a un poder del Estado.
Sin embargo, dichos actos sólo pueden ser controlados judicial// en cto a su conformidad
extrínseca con la CN, si al dictarlos lo hizo el órgano competente, siguiendo el procedimiento
constitucional, y sin violar expresa// alguna norma material de la CN.
La destitución de un magistrado por una autoridad ilegítima sin competencia, con total desprecio
por los procedimientos dispuestos en la CN, sería inconstitucional e ilegal, y compete a la Corte
conocer y así declararlo.
Arts. de la CADH q fueron violados:
Art. 8: el propio tribunal interviniente declaró q el órgano judicial no tenía poder p/determinar el
alcance de los Dºs reclamados, al sostener la incompetencia del PJ p/resolver cuestiones como
las suscitadas. Por ello, el peticionario nunca tuvo la posibilidad, como gtía, de obtener una
decisión favorable, pues cualquier decisión al respecto se encontraba sin fuerza por la alegada
falta de competencia absoluta de cualquier órgano judicial.
Art. 25: El Dº de tutela judicial previsto en el art. 25 no se agota con el libre acceso y desarrollo
del rec. judicial. Es necesario q el órgano interviniente produzca una conclusión razonada s/los
méritos del reclamo, q establezca la procedencia o improcedencia de la pretensión jurídica.
En el caso, el tribunal desestimó el rec. judicial, declarando “no justiciable” las cuestiones; ello
trajo como consecuencia q el peticionario se viera imposibilitado de contar con un rec. judicial
efectivo q lo amparara contra los actos violatorios de su Dº, reconocido por la Constitución de
Chubut en la época de su remoción.
El art. 25 incorpora el ppio de la efectividad de los instrumentos procesales destinados a
garantizar los DH. No basta con q el rec. se formal// admisible, sino q se requiere q sea idóneo
p/establecer si se ha incurrido en una violación a los DH y proveer lo necesario p/remediarla.
La Corte decidió: Desestimar las excepciones admitiendo solo la 3ª, y continuar con la
tramitación del fondo del caso, salvo en lo q respecta a la excepción admitida.
El literal c) del artículo 46.2 no es relevante para contestar las preguntas hechas a la Corte. Son
los literales a) y b) los que exigen un análisis detenido.
El artículo 46.1.a ordena que para que una petición sea admitida por la Comisión se requerirá que
se hayan interpuesto y agotado los recursos de jurisdicción interna y el numeral 2 contempla las
circunstancias en las cuales ese requerimiento no se aplica.
El artículo 46.2.a se refiere a aquellas situaciones en las cuales la ley interna de un Estado Parte
no contempla el debido proceso legal para proteger los derechos violados. El artículo 46.2.b es
aplicable en aquellos casos en los cuales sí existen los recursos de la jurisdicción interna pero su
acceso se niega al individuo o se le impide agotarlos. Estas disposiciones se aplican, entonces,
cuando los recursos internos no pueden ser agotados porque no están disponibles bien por una
razón legal o bien por una situación de hecho.
El artículo 46.2 no hace ninguna referencia específica a los indigentes, que son los sujetos de la
primera pregunta, ni a las situaciones en las cuales un individuo no ha podido obtener
representación legal porque existe un temor generalizado de los abogados para dársela, que es el
tema de la segunda pregunta.
Las respuestas a las preguntas formuladas por la Comisión dependen entonces de determinar si
el no agotamiento de los recursos internos, en las hipótesis planteadas, cae dentro de una u otra
de las excepciones a que se refiere el artículo
Al contestar el tema de la indigencia, la Corte debe destacar que el hecho de que una persona
sea indigente, por sí solo no significa que no tenga que agotar los recursos internos, puesto que
la disposición del artículo 46.1 es general. La terminología del artículo 46.2 indica que el indigente
tendrá o no que agotar los recursos internos, según si la ley o las circunstancias se lo permiten.
La Corte debe tener en cuenta, al realizar este análisis, las disposiciones de los artículos 1.1, 24 y
la parte pertinente del artículo 8 de la Convención, que se relacionan íntimamente con el tema en
cuestión y que dicen:
Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos
1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades
reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su
jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones
políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición social.
Artículo 24. Igualdad ante la Ley
Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho, sin discriminación,
a igual protección de la ley.
Artículo 8. Garantías Judiciales
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la substanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o
para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena
igualdad, a las siguientes garantías mínimas:...
d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su
elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado
o no según la legislación interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare
defensor dentro del plazo establecido por la ley; ...
La parte final del artículo 1.1 prohibe al Estado discriminar por diversas razones, entre ellas la
posición económica. El sentido de la expresión discriminación que menciona el artículo 24 debe
ser interpretado, entonces, a la luz de lo que menciona el artículo 1.1. Si una persona que busca
la protección de la ley para hacer valer los derechos que la Convención le garantiza, encuentra
que su posición económica (en este caso, su indigencia) le impide hacerlo porque no puede pagar
la asistencia legal necesaria o cubrir los costos del proceso, queda discriminada por motivo de su
posición económica y colocada en condiciones de desigualdad ante la ley.
La protección de la ley la constituyen, básicamente, los recursos que ésta dispone para la
protección de los derechos garantizados por la Convención, los cuales, a la luz de la obligación
positiva que el artículo 1.1 contempla para los Estados de respetarlos y garantizarlos, implica,
como ya lo dijo la Corte el deber de los Estados Partes de organizar todo el aparato
gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el
ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y
pleno ejercicio de los derechos humanos (Caso Velásquez Rodríguez, Sentencia de 29 de julio de
1988. Serie C No. 4, párr. 166; Caso Godínez Cruz, Sentencia de 20 de enero de 1989. Serie C
No. 5, párr. 175).
Ese deber de organizar el aparato gubernamental y de crear las estructuras necesarias para la
garantía de los derechos está relacionado, en lo que a asistencia legal se refiere, con lo dispuesto
en el artículo 8 de la Convención. Este artículo distingue entre acusación[es] penal[es] y
procedimientos de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter. Aun cuando ordena que
toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías... por un juez o tribunal en
ambas circunstancias, estipula adicionalmente, en los casos de delitos, unas garantías mínimas.
El concepto del debido proceso en casos penales incluye, entonces, por lo menos, esas garantías
mínimas. Al denominarlas mínimas la Convención presume que, en circunstancias específicas,
otras garantías adicionales pueden ser necesarias si se trata de un debido proceso legal.
Los literales d) y e) del artículo 8.2 expresan que el inculpado tiene derecho de defenderse
personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y que si no lo hiciere tiene el
derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o
no según la legislación interna. En estos términos, un inculpado puede defenderse
personalmente, aunque es necesario entender que ésto es válido solamente si la legislación
interna se lo permite. Cuando no quiere o no puede hacer su defensa personalmente, tiene
derecho de ser asistido por un defensor de su elección. Pero en los casos en los cuales no se
defiende a sí mismo o no nombra defensor dentro del plazo establecido por la ley, tiene el
derecho de que el Estado le proporcione uno, que será remunerado o no según lo establezca la
legislación interna. Es así como la Convención garantiza el derecho de asistencia legal en
procedimientos penales. Pero como no ordena que la asistencia legal, cuando se requiera, sea
gratuita, un indigente se vería discriminado por razón de su situación económica si, requiriendo
asistencia legal, el Estado no se la provee gratuitamente.
Hay que entender, por consiguiente, que el artículo 8 exige asistencia legal solamente cuando
ésta es necesaria para que se pueda hablar de debidas garantías y que el Estado que no la
provea gratuitamente cuando se trata de un indigente, no podrá argüir luego que dicho proceso
existe pero no fue agotado.
Aun en aquellos casos en los cuales un acusado se ve obligado a defenderse a sí mismo porque
no puede pagar asistencia legal, podría presentarse una violación del artículo 8 de la Convención
si se puede probar que esa circunstancia afectó el debido proceso a que tiene derecho bajo dicho
artículo.
En materias que conciernen con la determinación de [los] derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter el artículo 8 no especifica garantías mínimas, como lo
hace en el numeral 2 al referirse a materias penales. Sin embargo, el concepto de debidas
garantías se aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo de materias el individuo tiene
derecho también al debido proceso que se aplica en materia penal. Cabe señalar aquí que las
circunstancias de un procedimiento particular, su significación, su carácter y su contexto en un
sistema legal particular, son factores que fundamentan la determinación de si la representación
legal es o no necesaria para el debido proceso.
Naturalmente que no es la ausencia de asistencia legal lo único que puede impedir que un
indigente agote los recursos internos. Puede suceder, incluso, que el Estado provea asistencia
legal gratuita, pero no los costos que sean necesarios para que el proceso sea el debido que
ordena el artículo 8. En estos casos también la excepción es aplicable. Aquí, de nuevo, hay que
tener presentes las circunstancias de cada caso y de cada sistema legal particular.
En su solicitud la Comisión indica que ha recibido ciertas peticiones en que la víctima alega no
haber podido cumplir con el requisito de agotar los remedios previstos en las leyes nacionales al
no poder costear servicios jurídicos o en algunos casos, el valor que debe abonarse por los
trámites. Al aplicar el análisis precedente a los ejemplos que la Comisión propone, debe
concluirse que si los servicios jurídicos son necesarios por razones legales o de hecho para que
un derecho garantizado por la Convención sea reconocido y alguien no puede obtenerlos por
razón de su indigencia, estaría exento del requisito del previo agotamiento. Lo mismo es válido si
nos referimos a los casos en los cuales hay que pagar alguna suma para realizar los trámites, es
decir que, si para un indigente es imposible depositar tal pago, no tendrá que agotar tal
procedimiento, a menos que el Estado provea mecanismos distintos.
La primera pregunta hecha a la Corte por la Comisión no es, desde luego, si la Convención
garantiza o no el derecho a asistencia legal como tal o en razón de la prohibición de
discriminación basada en la situación económica (art. 1.1). Se refiere más bien a preguntar si un
indigente puede acudir directamente a la Comisión para obtener la protección de un derecho
garantizado, sin haber agotado primero los recursos internos. Visto lo expuesto, la respuesta a
esta pregunta es que si un individuo requiere efectivamente asistencia legal para proteger un
derecho garantizado por la Convención y su indigencia le impide obtenerla, queda relevado de
agotar los recursos internos. Este es el sentido que tiene el artículo 46.2, leído a la luz de las
disposiciones de los artículos 1.1, 24 y 8.
La Corte entra ahora a resolver la segunda pregunta que se refiere al agotamiento de recursos en
los casos en los cuales un individuo es incapaz de obtener la asistencia legal requerida, debido a
un temor generalizado en los círculos jurídicos de un determinado país. La Comisión explica que,
de acuerdo con lo expresado por algunos reclamantes, esta situación ha surgido cuando
prevalece un ambiente de temor y los abogados no aceptan casos cuando creen que ello pudiera
hacer peligrar su propia vida y la de sus familiares.
En general los mismos principios básicos que tienen que ver con la primera pregunta ya
contestada son aplicables a esta segunda. Vale decir, si una persona se ve impedida, por una
razón como la planteada, de utilizar los recursos internos necesarios para proteger un derecho
garantizado por la Convención, no puede exigírsele su agotamiento, sin perjuicio, naturalmente,
de la obligación del Estado de garantizarlos.
El artículo 1 de la Convención obliga a los Estados Partes no solamente a respetar los derechos y
libertades reconocidos en ella, sino a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a
su jurisdicción. La Corte ya ha expresado que esta disposición contiene un deber positivo para los
Estados. Debe precisarse, también, que garantizar implica la obligación del Estado de tomar
todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que puedan existir para que los
individuos puedan disfrutar de los derechos que la Convención reconoce. Por consiguiente, la
tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impidan a los individuos acceder a los
recursos internos adecuados para proteger sus derechos, constituye una violación del artículo 1.1
de la Convención. Como lo ha afirmado esta Corte.
...cuando se demuestra que los recursos son rechazados sin llegar al examen de la validez de los
mismos, o por razones fútiles, o si se comprueba la existencia de una práctica o política ordenada
o tolerada por el poder público, cuyo efecto es el de impedir a ciertos demandantes la utilización
de los recursos internos que, normalmente, estarían al alcance de los demás... el acudir a esos
recursos se convierte en una formalidad que carece de sentido. Las excepciones del artículo 46.2
serían plenamente aplicables en estas situaciones y eximirían de la necesidad de agotar recursos
internos que, en la práctica, no pueden alcanzar su objeto (Caso Velásquez Rodríguez, supra 23,
párr. 68; Caso Godínez Cruz, supra 23, párr. 71 y Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Sentencia
de 15 de marzo de 1989. Serie C No. 6, párr. 93).
De todo lo anterior se desprende que cuando existe un miedo generalizado de los abogados para
prestar asistencia legal a una persona que lo requiere y ésta no puede, por consiguiente,
obtenerla, la excepción del artículo 46.2.b es plenamente aplicable y la persona queda relevada
de agotar los recursos internos.
Considera la Corte que, en los casos planteados por la Comisión, son los factores expuestos los
que hacen que los recursos sean adecuados y efectivos, como lo señalan los principios generales
del Derecho internacional aplicables como lo exige el artículo 46.1, es decir, idóne[os] para
proteger la situación jurídica infringida y capac[es] de producir el resultado para el que [fueron]
concebido[s] (Caso Velásquez Rodríguez, supra 23, párrs. 64 y 66; Caso Godínez Cruz, supra 23,
párrs. 67 y 69 y Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, supra 34, párrs. 88 y 91).
La segunda parte de las preguntas formuladas se refiere a los criterios que la Comisión debe
considerar al dar su dictamen sobre admisibilidad en los casos analizados.
Esos criterios no pueden ser otros que la consideración de si la asistencia legal es necesaria para
agotar los procedimientos y si tal asistencia estuvo disponible a la luz de las circunstancias de
cada caso.
Es a la Comisión a la que corresponde esa apreciación, sin perjuicio de que, respecto de lo
actuado por ella antes de que el caso haya sido sometido a la Corte, ésta tiene la facultad de
revisar in todo lo que aquella haya hecho y decidido (Caso Velásquez Rodríguez, Excepciones
Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987, Serie C No. 1, párr. 29; Caso Fairén Garbi y Solís
Corrales, Excepciones Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 2, párr. 34 y
Caso Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 3,
párr. 32).
El agotamiento de los recursos internos es un requisito de admisibilidad y la Comisión deberá
tenerlo en cuenta en su momento y dar la oportunidad tanto al Estado como al reclamante de
plantear sus respectivas excepciones sobre el particular.
Al tenor del artículo 46.1.a de la Convención y de conformidad con los principios generales el
Derecho internacional, incumbe al Estado que ha planteado la excepción de no agotamiento,
probar que en su sistema interno existen recursos cuyo ejercicio no ha sido agotado (Caso
Velásquez Rodríguez, Excepciones Preliminares, supra 39, párr. 88; Caso Fairén Garbi y Solís
Corrales, Excepciones Preliminares, supra 39, párr. 87 y Caso Godínez Cruz, Excepciones
Preliminares, supra 39, párr. 90). Una vez que un Estado Parte ha probado la disponibilidad de
recursos internos para el ejercicio de un derecho protegido por la Convención, la carga de la
prueba se traslada al reclamante que deberá, entonces, demostrar que las excepciones
contempladas en el artículo 46.2 son aplicables, bien sea que se trate de indigencia o de un temor
generalizado de los abogados para aceptar el caso o de cualquier otra circunstancia que pudiere
ser aplicable. Naturalmente, también debe demostrarse que los derechos involucrados están
protegidos por la Convención y que para obtener su protección o garantía es necesaria una
asistencia legal.
La regulación legislativa recién aparecería una década después (1966-68) con la sanción de la ley
16.986 que reglamentó el amparo contra actos de autoridad, mientras que en el Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación se da cabida a esta acción cuando va dirigida contra
actos de particulares (art. 321, inc. 2º).
Al respecto, la norma constitucional prevé las dos formas de amparo ya reguladas en nuestra
legislación –contra actos del Estado y contra actos de particulares– y exige para su admisibilidad
formal la inexistencia de otro medio judicial hábil para hacer cesar la violación, restricción ilegítima
o peligro que impida el goce y ejercicio de un derecho. En este punto nos parece importante aclarar
que aunque existieran otras vías judiciales, para que el amparo sea de todas maneras viable
basta con probar que las primeras no resultaban aptas para lograr la protección que se
persigue y en definitiva conseguir que cese el acto que origina la lesión. Es decir que el
amparo resulta ser más apto y efectivo para dar cumplimiento a este objetivo que los restantes
caminos procedimentales.
El constituyente ha seguido la redacción del art. 1º de la mencionada ley para categorizar los actos
respecto de los cuales puede interponerse la acción de amparo, destacándose que la lesión al
derecho afectado puede también provenir de un “no hacer” y no sólo de un acto positivo.
La nueva norma constitucional permite el ejercicio de esta acción no sólo para garantizar el
ejercicio de derechos de jerarquía constitucional, sino también de aquéllos contemplados en
tratados internacionales o en leyes comunes. Dado el nuevo orden de prelación de las leyes,
surgido de las modificaciones introducidas en el artículo 75, incisos 22 y 24, esta ampliación del
ámbito de actuación del amparo resulta trascendente y le con-cede un alcance compatible con la
protección que intenta otorgar a los derechos humanos la comunidad internacional.
Además, y en consonancia con lo que expresaba una doctrina cada vez más numerosa, el
constituyente avanza en materia de control de constitucionalidad, ya que le concede al juez
que entienda en la acción la potestad de “declarar –precisamente– la inconstitucionalidad de la
norma en que se funde el acto u omisión lesiva”, solución que por otra parte ya había sido
enunciada por la Corte Suprema de Justicia en el célebre caso “Peralta”
A diferencia de los antecedentes citados, ahora estamos frente a una acción, ante un acceso
supletorio a la jurisdicción. Debe tratarse de actos de arbitrariedad o de ilegalidad manifiesta, sin
embargo la prueba no pue-de ser dificultosa o pesada, pues de ser así pierde el instrumento su
carácter de remedio procesal rápido y expedito. Por otra parte, debe existir lesión actual o
amenaza cierta de ello.
El gran cambio que la nueva norma plantea también se refleja en el tema crucial relativo a la
legitimación activa. Es decir a la amplitud que se le concede a los eventuales accionantes. Sobre
este tema trataremos en el próximo capítulo.
AMPARO COLECTIVO. En materia de garantías, la modalidad más novedosa para
nuestro derecho público incorporada por la reforma constitucional es, el amparo colectivo.
El art. 43, CN, (2º párrafo): Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de
discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de
incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las
asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que
determinará los requisitos y formas de su organización”
Se trata de un gran desafío para el derecho procesal y para el derecho administrativo. Se amplia el
trípode: derecho subjetivo-interés legítimo-interés simple. Estamos en presencia de una situación
particular ya que estos intereses no están en cabeza de un sujeto determinado, sino que se
encuentran diseminados entre todos los integrantes de la comunidad. Además, los afectados no
están relacionados entre sí por medio de un vín-culo previo y concertado. De todos modos queda
en pie la necesidad de protección debida a los intereses cuando ha habido perjuicio. Pero, perdu-ra
la dificultad cuando el mismo no ha ocurrido.
El derecho constitucional va dando respuesta, desde su óptica, a una altísima gama de intereses
generales, públicos, fraccionados, pero ciertos y con jerarquía, que requieren de una protección de
marcado carácter preventivo como es característico en el derecho ambiental. Se trata de una
coparticipación colectiva de intereses.
¿Cómo proteger entonces la lesión al ambiente o a otro bien de tipo colectivo? Surge entonces la
necesidad de ampliar la clásica trilogía. De-ben ingresar los intereses difusos en la jerarquía
constitucional. En la es-pecie se tiene parte en un interés colectivo y supraindividual, ello constituye
la faz subjetiva de la cuestión. Es decir que si bien no se puede de-mostrar un perjuicio personal o
actual, de todos modos quien participa de esta suerte de relación consorcial, compuesta por todos
los damnificados actuales o potenciales, puede invocar una suerte de “cuota parte” que, en tanto
partícipe en la cuestión, le da derecho a recurrir a la justicia.
Pero, volviendo a la utilidad del amparo en relación con la operatividad de las normas de origen
internacional, queremos recordar que la doctrina norteamericana ha elaborado tres criterios para
determinar el carácter autoejecutivo de las disposiciones de un tratado: la intención de las partes;
la precisión y los detalles de los términos utilizados; y la relación del tema con las facultades de la
rama judicial, más que de las ramas legislativa o ejecutiva (VON POTOBSKY, 1997:462). En el
caso argentino la so-lución del constituyente de reforma, ya comentada, no deja dudas sobre la
operatividad de las normas contenidas en los tratados que integran el derecho internacional de los
derechos humanos.
En tal sentido, se ha sostenido en un caso en que se consideró que una decisión administrativa
afectaba el derecho a la salud de los amparistas que “la preservación de la salud y la posibilidad de
asistencia médica son derechos garantizados por el art. 23 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos y el art. XI de la Declaración Americana de Derechos y De-beres del Hombre,
incorporadas con jerarquía constitucional por el art. 75, inc. 22 de la ley fundamental vigente”
(“Asociación de Trabajadores del Estado c/Armada Argentina s/amparo”, enero 15/1997).
Por último, la declaración de inconstitucionalidad de oficio posibilita que el juez vele por el
cumplimiento de los tratados en la medida que evitará que continúen en vigencia aquellas normas
que se opongan a ellos.
CONSIDERACIONES FINALES
1. El balance de la reforma constitucional de 1994 nos permite afirmar –transcurridos tres años–
que las materias relacionadas con la parte dogmática han sido las que más han enriquecido a
nuestras instituciones. Al respecto y por los motivos ya expuestos, el amparo “colectivo” del art. 43,
2º párrafo, nos parece una herramienta de particular utilidad para posibilitar la apertura de la
justicia a la defensa de los derechos humanos, tornando operativo el contenido de los tratados
internacionales.
2. Un instituto de este tipo debería constituir un instrumento capaz de controlar desbordes a nivel
de la vigencia de los derechos fundamentales; asegurando la vigencia de los principios de igualdad
y de equidad. Ello, en aras de reequilibrar el debilitamiento de las estructuras estatales, institu-
yendo un elemento de control social propio de la democracia participativa.
3. Por lo antedicho, la consagración del amparo colectivo debería ser-vir para fortalecer a la
sociedad civil. El fenómeno debería repercutir no sólo en la esfera individual, sino también en el
sector no gubernamental, o sea, desde el universo de organizaciones que lo componen.
4. La existencia de una importante corriente doctrinaria en lo jurídi-co, avalada por la opinión de
muchos de los más prestigiosos publicistas argentinos, ha servido para situar a la nueva figura y en
especial, al alcan-ce de quienes están legitimados para interponerla, en un punto ideal pa-ra dar
cumplimiento a los objetivos de participación y de control a que ha-cemos mención en los puntos
anteriores.
5. Asimismo, la jurisprudencia se ha visto jalonada por importantes fa-llos que desde las diversas
instancias judiciales, se han pronunciado en el mismo sentido que la señalada doctrina de los
autores. Inclusive reconociendo en el instituto la capacidad de habilitar una vía de control directo de
constitucionalidad a ser ejercitada de oficio por los magistrados.
6. Sin embargo, estas señales positivas, no pueden dejarnos perder de vista los riesgos que se
ciñen sobre el amparo colectivo. En efecto, una corriente doctrinaria minoritaria tiende a interpretar
su alcance con la mayor restricción posible.
HABEAS DATA.
Recién con la reforma constitucional de 1994, se incorporó a nuestro derecho positivo esta garantía
operativa, en el tercer párrafo del artículo 43, siendo el amparo la acción habilitada para el caso.
Art 43 de la C.N, tercer párrafo : Toda persona podrá interponer esta acción para tomar
conocimiento de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten en registros o
bancos de datos públicos, o los privados destinados a proveer informes, y en caso de
falsedad o discriminación, para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o
actualización de aquéllos. No podrá afectarse el secreto de las fuentes de información
periodística.
Se puede definir “el Habeas Data como una nueva institución jurídica para poder lograr
efectivamente, en un Estado de Derecho, la protección, seguridad, exactitud o rectificación,
preservación o destrucción justificadas del secreto o privacidad sobre los datos del ciudadano, que
el Estado u otros entes públicos o privados tengan sobre ellos con el propósito del conocimiento y
difusión permitidos de los mismos, ya sea que estén archivados o guardados en medios
electrónicos o similares, porque ellos constituyen testimonios o proyecciones de la persona, de la
vida, de la identidad, pensamiento cultural o instrucción, actividades sociales, económicas,
religiosas, así como los de la genética, salud, orientación sexual, pensamiento político, sea que ya
se hallen registrados o por registrarse, según el amparo y protección que la Constitución y las
Leyes respectivas lo ordenen.
Art. 36. — Competencia: Será competente para entender en esta acción el juez del domicilio
del actor; el del domicilio del demandado; el del lugar en el que el hecho o acto se exteriorice o
pudiera tener efecto, a elección del actor.
Procederá la competencia federal:
a) cuando se interponga en contra de archivos de datos públicos de organismos nacionales, y
b) cuando los archivos de datos se encuentren interconectados en redes interjurisdicciones,
nacionales o internacionales.
Art. 37. — Procedimiento aplicable: La acción de hábeas data tramitará según las
disposiciones de la presente ley y por el procedimiento que corresponde a la acción de amparo
común y supletoriamente por las normas del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, en lo
atinente al juicio sumarísimo.
HÁBEAS CORPUS
Es la garantía q protege la libertad física de las personas. Consiste en q cuando un individuo se
queja de haber sido ilegalmente arrestado o privado de su libertad, sea llevado sin demora ante su
propio juez o tribunal p/q examine la legitimidad de la detención y lo ponga en libertad si encuentra
q la detención fue arbitraria.
Art. 43 de la C.N (primer párrafo): Cuando el derecho lesionado, restringido, alterado o
amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento ilegítimo en la forma o
condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de personas, la acción de habeas
corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera en su favor y el juez resolverá
de inmediato, aún durante la vigencia del estado de sitio.
¿Para qué sirve un hábeas corpus? Para que llegues a una rápida solución judicial cuando
tu libertad física se ve amenazada, atacada o restringida de forma ilegítima por una autoridad
pública.
¿Cuándo puedo iniciar un hábeas corpus?. Podés usar el procedimiento del hábeas
corpus:
Si una autoridad pública, que no tiene una orden escrita de detención, amenaza o limita tu libertad
física.
Si sos una persona alojada en una cárcel, comisaría u otra repartición y agravan ilegítimamente
las condiciones de tu privación de libertad.
¿Se puede aplicar en otras situaciones?. Sí, cuando hay estado de sitio. ¿Qué es el
estado de sitio? Es un régimen de excepción que puede declarar el gobierno en situaciones
especiales como invasión, guerra exterior o guerra civil. Durante el estado de sitio se suspenden
las garantías constitucionales. En el estado de sitio, el Presidente puede detener personas y
trasladarlas de un punto a otro de la Nación, salvo que las personas detenidas prefieran salir del
territorio nacional.
PROCEDIMIENTO DE HABEAS CORPUS - LEY N° 23.098
Aplicación de la ley. Tendrá vigencia en todo el territorio de la Nación, cualquiera sea el tribunal
que la aplique. Sin embargo ello no obstará a la aplicación de las constituciones de Provincia o de
leyes dictadas en su consecuencia, cuando se considere que las mismas otorgan más eficiente
protección de los derechos que se refiere esta ley.
Jurisdicción de aplicación. La aplicación de esta ley corresponderá a los tribunales nacionales o
provinciales, según el acto denunciado como lesivo emane de autoridad nacional o provincial.
Cuando el acto lesivo proceda de un particular se estará a lo que establezca la ley respectiva.
Si inicialmente se ignora la autoridad de quien emana el acto denunciado como lesivo, conocerá
cualquiera de aquellos tribunales, según las reglas que rigen su competencia territorial hasta
establecer el presupuesto del párrafo anterior que determinará definitivamente el tribunal de
aplicación.
¿De qué manera se inicia un hábeas corpus?. Con una denuncia ante un juez.
¿Quiénes pueden hacer la denuncia?
La persona perjudicada.
Otra persona en favor de la persona perjudicada
El juez que toma conocimiento de una situación que ataca ilegalmente la libertad.
¿Cómo es el procedimiento?. Es un procedimiento rápido porque está para solucionar un tema
urgente. Dentro de la 24 hs. el juez pide que se presenten la persona afectada y la autoridad que
dictó la medida. Terminada la audiencia, el juez toma una decisión y la lee inmediatamente a todos
los presentes. Si el Juez considera que la detención es legal, rechaza el hábeas corpus. Si el Juez
considera que la detención es ilegal, ordena la inmediata libertad de la persona afectada.
¿Qué debe contener la denuncia?
Nombre y domicilio del denunciante.
Nombre, domicilio y demás datos personales de la persona perjudicada.
Autoridad que limitó la libertad de la persona perjudicada.
Causa del acto perjudicial.
Describir por qué la limitación de la libertad es ilegítima.
Jurisprudencia.
Caso: “Verbitsky, Horacio s/Hábeas Corpus Colectivo” (2005)
Verbitsky, en su carácter de representante legal del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales)
interpuso un hábeas corpus colectivo a favor de la totalidad de los detenidos alojados en
establecimientos policiales superpoblados y/o en comisarías de la Prov. de Bs. As.
Describió q los calabozos se encontraban en un estado deplorable, q todas las actividades (comer,
dormir, etc) se llevaban a cabo en el piso, q los sanitarios no eran suficientes p/todos; con todo ello
se aumentaba el riesgo de enfermedades, aumento de violencia física y sexual entre los internos.
En conclusión, consideró q la situación resultaba violatoria del art. 18 de la CN y de instrumentos
internacionales de jerarquía constitucional, y q constituía un agravamiento arbitrario de las
condiciones de detención legal.
La Cámara Nacional de Casación Penal se declara incompetente.
La Corte dijo:
1. Pese a q la CN no menciona en forma expresa el hábeas corpus como instrumento deducible en
forma colectiva, es lógico suponer q si se reconoce la tutela colectiva de los Dºs citados en el párr.
2do del art. 43, con igual o mayor razón la CN otorga las mismas herramientas a un bien jurídico
de valor prioritario q es el esgrimido por el actor.
Ordenó q la Corte Suprema de la Prov. de Bs. As hiciera cesar la detención en comisarías de la
Provincia de menores y enfermos, y también hacer cesar toda agravación de la detención q importe
un trato cruel, inhumano o degradante.
2. Declaró q las reglas mínimas p/el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas, configuran las
pautas fundamentales a las q debe adecuarse toda detención.
Caso: “Mignone, Emilio Fermín s/Amparo” (2002)
Una ONG promovió acción de amparo p/q se garantizara el Dº a sufragar de las personas
detenidas sin condena en igualdad de condiciones q el resto de los ciudadanos.
El juez de 1ra instancia rechazó la demanda, decisión q fue revocada por la Cámara, la cual
reconoció aquel Dº, pero señalo q correspondía a los poderes políticos establecer los mecanismos
concretos p/hacerlo efectivo.
Mediante Rec. Extraordinario, se llegó a la CSJN, y esta sostuvo:
1. Debe encuadrarse como “hábeas corpus” y no como “amparo”, porq la lesión al Dº q se pretende
tutelar se integra con la restricción provisoria de la libertad.
2. La sentencia de la Cámara al supeditar la efectivización del Dº de sufragar de los detenidos sin
condena, consagra una privación de justicia.
3. La enumeración de los casos en q puede restringirse por ley el ejercicio de los Dºs Políticos
(prevista en el art. 23 de la CADH), constituye un número cerrado y debe interpretarse en forma
restrictiva; su ampliación es contraria a dicho Tratado, cuya jerarquía es constitucional.
4. La Corte declara además la legitimación activa q tenía la ING p/interponer el recurso.