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BOLILLA 5 – ACCESO A JUSTICIA Y DEBIDO PROCESO

DERECHO AL DEBIDO PROCESO


ARTÍCULO 8 de la CADH. GARANTÍAS JUDICIALES
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la sustanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o
para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no
se establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en
plena igualdad, a las siguientes garantías mínimas:
A. Derecho del inculpado de ser asistido gratuitamente por el traductor o intérprete, si no
comprende o no habla el idioma del juzgado o tribunal;
B. Comunicación previa y detallada al inculpado de la acusación formulada;
C. Concesión al inculpado del tiempo y de los medios adecuados para la preparación de su
defensa;
D. Derechos del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su
elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
E. Derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado,
remunerado o no según la legislación interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni
nombrare defensor dentro del plazo establecido por la ley;
F. Derecho de la defensa de interrogar a los testigos presentes en el tribunal y de obtener la
comparecencia, como testigos o peritos, de otras personas que puedan arrojar luz sobre los
hechos;
G. Derecho a no ser obligado a declarar contra sí mismo ni a declararse culpable,
H. Derecho de recurrir del fallo ante juez o tribunal superior.
3. La confesión del inculpado solamente es válida si es hecha sin coacción de ninguna
naturaleza.
4. El inculpado absuelto por una sentencia firme no podrá ser sometido a nuevo juicio por los
mismos hechos.
5. El proceso penal debe ser público, salvo en lo que sea necesario para preservar los
intereses de la justicia.

El artículo 8 de la CADH, que consagra, según su titulación, las “garantías judiciales”, establece lo
que se conoce en el derecho internacional de los derechos humanos como el derecho al
“DEBIDO PROCESO”.
La Corte Interamericana enfatiza al decir que la aplicación del artículo 8 “no se limita a los
recursos judiciales en un sentido estricto, ‘sino al conjunto de requisitos que deben observarse en
todas las instancias procesales’ a efecto de que las personas puedan defenderse adecuadamente
ante cualquier acto emanado del Estado que pueda afectar sus derechos”.
El debido proceso legal es una piedra angular del sistema de protección de los derechos
humanos; es, por excelencia, la garantía de todos los derechos humanos y un requisito sine qua
non para la existencia de un Estado de derecho. Se encuentra consagrado tanto en el Convenio
Europeo, en su artículo 6, como en el Pacto Internacional, en el artículo 14.
La relevancia de este derecho ha llevado a la Corte IDH. a señalar, junto con concluir que las
garantías del artículo 7.6 (hábeas corpus) y 25.1 (amparo) no son suspendibles en situaciones de
emergencia, que los principios generales del debido proceso legal no pueden suspenderse con
motivo de las situaciones de excepción, en cuanto constituyen condiciones necesarias para
que los instrumentos procesales, regulados por la Convención, puedan considerarse como
garantías judiciales. Como consecuencia de ello, las normas del debido proceso se aplican a los
recursos de hábeas corpus y de amparo.
La supervisión del cumplimiento por los Estados partes de las reglas del debido proceso pone a
menudo a la Comisión y a la Corte en la situación de pronunciarse sobre asuntos respecto de los
cuales ha habido ya un pronunciamiento de uno o más tribunales nacionales. Dentro del ámbito
de los Estados partes y producto del incipiente desarrollo del derecho internacional de los
derechos humanos en nuestros países, hay una reacción natural a considerar que, una vez que
los tribunales nacionales se han pronunciado de manera definitiva en un caso y se ha producido a
su respecto “la cosa juzgada”, no corresponde a un órgano internacional alterar dicha resolución,
especialmente porque los tribunales han conocido del caso y recogido las pruebas del mismo de
manera inmediata y no parecería posible que el órgano internacional, que tiene una intervención a
posteriori y que no participa de manera directa y personal en la recolección de la prueba, pueda
reevaluarla y juzgar el caso nuevamente. Esto es lo que se conoce con el nombre de “la doctrina
de la cuarta instancia”.
El procedimiento que se sigue ante el órgano internacional no infringe el principio de la cosa
juzgada, porque no tiene con el procedimiento que puede dar origen a una violación del artículo 8
de la Convención ni identidad de personas ni identidad de cosa pedida y de causa de pedir.
Cuando un caso de esta especie llega al órgano de supervisión —en el caso del sistema
interamericano, a la Comisión y eventualmente a la Corte— lo que éste efectúa es un examen
sobre el cumplimiento por los órganos judiciales de las obligaciones que impone el
artículo 8 de la Convención; si estima que no se ha cumplido con todas sus exigencias, decidirá
que el Estado ha violado esa obligación internacional y determinará la manera como esa violación
debe ser reparada. La Comisión o la Corte no evalúa nuevamente la prueba del juicio
cuestionado, para decidir, por ejemplo, que un acusado en un juicio penal es inocente y no
culpable; lo que examina es si los tribunales nacionales han respetado la obligación de,
otorgar un tiempo y condiciones adecuadas para la defensa, dar a la parte la posibilidad de
objetar las pruebas que se presenten en su contra; en suma, si ha habido una infracción de
normas procesales básicas establecidas en el artículo 8 de la Convención. Si alguna de estas
exigencias no estuvieron presentes en el juicio en el ámbito nacional, decidirá que hubo
violación de esa norma. Ninguno de estos órganos, por lo tanto, ejerce sus facultades como si
estuviera en una cuarta instancia. Es éste un punto que hay que enfatizar, porque no sería
conveniente que, por el temor de convertirse el órgano internacional en una cuarta instancia, deje
de controlarse con rigor el cumplimiento de las exigencias del debido proceso, que, como se
decía, es el pilar de las garantías de los derechos humanos.

Requisitos generales del debido proceso.


DERECHO A SER OÍDO. La obligación de que la determinación de derechos u obligaciones
y la decisión sobre la culpabilidad o inocencia de una persona se haga de acuerdo al debido
proceso implica, que toda persona debe tener derecho a acceder a un tribunal para que éste
pueda pronunciarse. Esto implica, a su vez, la obligación del Estado, para que el derecho pueda
ejercerse, de establecer órganos y procedimientos que cumplan con los requisitos del art. 8, así
como la de proveer a los individuos con un mínimo de medios para que puedan acceder a dichas
instancias.
La existencia de tribunales y de procedimientos, necesarios para el cumplimiento por el Estado
del debido proceso, debe ser acompañada con la posibilidad real de los jueces o tribunales
respectivos de ejercer las funciones jurisdiccionales que se les asignan. No ha sido infrecuente,
en los juicios que ha conocido la Corte Interamericana, poder constatar que habiendo
formalmente en un Estado órganos y competencias, los jueces, sin embargo, no puedan
materialmente ejercerlas debido a los obstáculos interpuestos por otros agentes del Estado.
Resulta interesante la resolución del posible conflicto de intereses que se puede plantear en un
juicio entre la necesidad de proteger el secreto de Estado y la obligación de éste de investigar las
violaciones de derechos humanos. La Corte comparte la opinión de la Comisión en el sentido que
“los poderes públicos no pueden escudarse tras el manto protector del secreto de Estado para
evitar o dificultar la investigación de ilícitos atribuidos a los miembros de sus propios órganos”.
Este modo de actuar constituye un obstáculo para el acceso a la justicia.
Otra forma de obstaculizar el acceso a la justicia fue examinada por la Corte Interamericana en
una reciente sentencia en el caso Cantos. Algunos hechos de la causa interesan para su
decisión, por lo que se explican aquí brevemente: i) El 15 de julio de 1982, antes de que
Argentina hubiera ratificado la Convención Americana, el señor Cantos y el Gobernador de la
Provincia de Santiago del Estero, presuntamente, suscribieron un convenio por medio del cual el
segundo reconocía al primero una indemnización por daños sufridos a consecuencia de
confiscaciones hechas por la provincia; ii) el señor Cantos comenzó a reclamar a la provincia el
cumplimiento de este acuerdo el 24 de marzo de 1986 y, ante el silencio de ésta, la demandó a
ella y al Estado federal ante la Corte Suprema de Justicia; iii) para los efectos de litigar, la víctima
debía pagar una “tasa judicial”, que él estimó debía ser la mínima, porque el juicio era de cuantía
indeterminada; iv) después de una serie de incidentes procesales, la Corte decidió que la cuantía
del juicio era determinada y que, por lo tanto, se debía pagar una tasa judicial que ascendía a la
suma de 83,4 millones de pesos argentinos (equivalente a la misma cantidad en dólares
americanos), bajo pena de incurrir en una multa equivalente al 50% del monto si no se pagaba
dentro de cinco días ; v) el señor Cantos no pagó la tasa dentro de plazo y se le impuso
consecuentemente la multa advertida ; vi) la causa fue suspendida por el no pago de la tasa, pero
aparentemente, continuó hasta que se dictó sentencia definitiva el 3 de septiembre de 1996; vii)
como consecuencia de la falta de pago de la tasa judicial, el 9 de octubre de 1996 el Juzgado
Nacional de Primera Instancia en lo Contencioso Administrativo, decretó en perjuicio del
peticionario una “inhibición general” para llevar a cabo su actividad económica .
El problema planteado ante la Corte Interamericana se refería a la compatibilidad de una tasa de
justicia por ese monto, con los artículos 8 y 25 de la Convención. La Corte estimó que la suma
fijada por concepto de tasa de justicia y la correspondiente multa constituyen, a criterio de este
Tribunal, una obstrucción al acceso a la justicia, pues no aparecen como razonables, aun cuando
la mencionada tasa de justicia sea, en términos aritméticos, proporcional al monto de la demanda
Decidió, además, que las limitaciones que el Estado imponga al acceso a la justicia deben
guardar correspondencia entre el medio empleado y el fin perseguido y no pueden convertirse en
la negación misma del derecho. Finalmente, la Corte razonó que para satisfacer el derecho de
acceso a la justicia no basta que en el respectivo proceso se produzca una decisión judicial
definitiva. También se requiere que quienes participan en el proceso puedan hacerlo sin el temor
de verse obligados a pagar sumas desproporcionadas o excesivas a causa de haber recurrido a
los tribunales. Esta última situación se agrava en la medida en que para forzar el pago procedan
las autoridades a embargar los bienes del deudor o a quitarle la posibilidad de ejercer el
comercio.
El derecho a ser oído ha sido interpretado con amplitud por la Corte Interamericana . En la
Opinión Consultiva 18/ 03 sobre los derechos humanos de los migrantes y particularmente sobre
el derecho al debido proceso probablemente fundándose en el carácter universal de los derechos
humanos y en la obligación de los Estados de respetar y garantizar los derechos humanos a
“todas las personas sujetas a su jurisdicción”, establecida en el artículo 1 de la Convención – la
Corte concluyó:
Que la obligación general de respetar y garantizar los derechos humanos vincula a los Estados,
independientemente de cualquier circunstancia o consideración, inclusive el estatus migratorio de
las personas.
Que el derecho al debido proceso legal debe ser reconocido en el marco de las garantías
mínimas que se deben brindar a todo migrante, independientemente de su estatus migratorio. El
amplio alcance de la intangibilidad del debido proceso comprende todas las materias y todas las
personas, sin discriminación alguna.
En los juicios penales, el acusado tiene derecho a ser oído. En el sistema interamericano se
ha extendido este derecho no sólo al acusado, sino que a la víctima o a los familiares de ésta.
En el caso Blake, la Corte señaló la necesidad de interpretar el artículo 8.1 de manera amplia,
apoyándose para ello, además de en la letra y en el espíritu de la disposición, en el artículo 29
inciso c) de la Convención, “según el cual ninguna disposición de la misma puede interpretarse
con exclusión de otros derechos y garantías inherentes al ser humano o que se deriven de la
forma democrática representativa de gobierno”. Prosiguió señalando que:
Así interpretado, el mencionado artículo 8.1 de la Convención comprende también el derecho de
los familiares de la víctima a las garantías judiciales, por cuanto “todo acto de desaparición
forzada sustrae a la víctima de la protección de la ley y le causa graves sufrimientos, lo mismo
que a su familia”. En consecuencia, el artículo 8.1 de la Convención Americana confiere a los
familiares del señor Nicholas Blake el derecho a que su desaparición y muerte sean
efectivamente investigadas por las autoridades de Guatemala; a que se siga un proceso contra
los responsables de estos ilícitos; a que en su caso se les impongan las sanciones pertinentes, y
a que se indemnicen los daños y perjuicios que han sufrido dichos familiares.
Con esta interpretación, la Corte establece que la víctima, o sus familiares, tienen el derecho a
ser oídos en el juicio penal y más aun, el derecho a exigir que la acción penal se ejerza. Esto
incluye en el proceso penal a actores que no parecían haber estado, prima facie, considerados
por la norma.
En el caso Villagrán Morales, la Corte reiteró esta posición, señalando que del artículo 8 “se
desprende que las víctimas de violaciones de derechos humanos, o sus familiares, deben contar
con amplias posibilidades de ser oídos y actuar en los respectivos procesos”.
En el caso Juan Humberto Sánchez, la Corte estableció en su sentencia que: Los familiares de
la víctima deberán tener pleno acceso y capacidad de actuar, en todas las etapas e instancias de
dichas investigaciones [se refiere a las investigaciones de la ejecución extra-judicial de la víctima],
de acuerdo con la ley interna y las normas de la Convención Americana.
En el caso Bulacio, considerando formas de reparación de las violaciones de responsabilidad de
Argentina, la Corte decidió que se había configurado una situación de grave impunidad, por lo que
el Estado debía proseguir y concluir la investigación de los hechos y sancionar a los
responsables, aclarando que los familiares de la víctima debían tener pleno acceso y capacidad
de actuar en todas las etapas e instancias de las investigaciones.
Esta materia está íntimamente relacionada con el concepto de “derecho a la verdad”, de
que se ha hablado ya en el capítulo sobre el derecho a la vida, y con el problema allí
planteado de distinguir si la obligación del Estado de investigar, procesar y sancionar a los
culpables de ciertas violaciones de derechos humanos se funda en la obligación de garantizar el
derecho protegido, sea éste la vida o la integridad personal, y/o en el artículo 25 que otorga el
derecho “a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro recurso efectivo ante los jueces o
tribunales competentes” para amparar a las personas de las violaciones de sus derechos
humanos.
La Corte parece haber llegado a la conclusión de que los individuos tienen derecho a exigir que
se ejerza la acción penal contra los presuntos responsables de un delito que afecta un derecho
humano (posiblemente vida e integridad y algunas formas de violación del derecho a la libertad
personal) y utiliza como fundamento de esta afirmación el artículo 8. El tema ya se ha abordado a
propósito de la vida, pero se lo recuerda en este capítulo porque la posición de la Corte implica
utilizar el artículo 8 como la fuente de donde emana el derecho de víctima y familiares a ser oídos
en un juicio penal y, más directamente, a ejercer ellos la acción penal o a obligar al Estado a que
la ejerza. No parece fácil encontrar una argumentación que permita sostener esto, ya que el
artículo 8 parte, en realidad, del supuesto de la existencia anterior de un derecho u obligación que
se debe determinar y lo que dispone es el modo y el órgano que debe hacer esta determinación.

Jurisprudencia
Caso: “Gustavo Carranza”.
En 1976 el gobierno militar de Argentina, por medio de un decreto dispuso la remoción del
magistrado Gustavo Carranza. Éste interpuso un rec. procurando la anulación de dicho decreto y
una compensación por los daños resultantes.
Su caso fue declarado “no justiciable” por el Superior Tribunal de Chubut, en 1986, invocando la
jurisprudencia de la CSJN q había entendido q los tribunales no eran competentes p/dictaminar
en torno a la justicia, prudencia o eficiencia de la remoción de magistrados, dado q constituyeron
actos políticos de un gob. de facto.
El peticionario impugnó dicha sentencia ante la CSJN, la cual desestimó el caso en base a q no
había presentado argumento nuevo alguno p/examinar los criterios sostenidos por el superior
Tribunal de Chubut.
El peticionario alegó q la decisión de la CSJN le negó el acceso a la justicia, con lo q se violaban
las gtías previstas en el art. 25 de la CADH. Por tanto, solicitó q el caso fuera presentado ante la
Corte Interamericana de DH.
En el sistema democrático, rige el ppio de la inamovilidad de los magistrados. La remoción debe
hacerse en estricta conformidad con los procedimientos establecidos en la CN. El ppio se basa en
la naturaleza de los tribunales y garantiza la independencia de los jueces frente a las demás
ramas del gobierno y ante los cambios políticos-electorales.
Los sistemas democráticos reconocen las denominadas “facultades delegadas” de las ramas del
gobierno. De acuerdo con esta doctrina, el PJ se abstendrá de conocer y decidir ciertos actos cdo
esa decisión presuponga un juicio político exclusiva// reservado a un poder del Estado.
Sin embargo, dichos actos sólo pueden ser controlados judicial// en cto a su conformidad
extrínseca con la CN, si al dictarlos lo hizo el órgano competente, siguiendo el procedimiento
constitucional, y sin violar expresa// alguna norma material de la CN.
La destitución de un magistrado por una autoridad ilegítima sin competencia, con total desprecio
por los procedimientos dispuestos en la CN, sería inconstitucional e ilegal, y compete a la Corte
conocer y así declararlo.
Arts. de la CADH q fueron violados:
Art. 8: el propio tribunal interviniente declaró q el órgano judicial no tenía poder p/determinar el
alcance de los Dºs reclamados, al sostener la incompetencia del PJ p/resolver cuestiones como
las suscitadas. Por ello, el peticionario nunca tuvo la posibilidad, como gtía, de obtener una
decisión favorable, pues cualquier decisión al respecto se encontraba sin fuerza por la alegada
falta de competencia absoluta de cualquier órgano judicial.
Art. 25: El Dº de tutela judicial previsto en el art. 25 no se agota con el libre acceso y desarrollo
del rec. judicial. Es necesario q el órgano interviniente produzca una conclusión razonada s/los
méritos del reclamo, q establezca la procedencia o improcedencia de la pretensión jurídica.
En el caso, el tribunal desestimó el rec. judicial, declarando “no justiciable” las cuestiones; ello
trajo como consecuencia q el peticionario se viera imposibilitado de contar con un rec. judicial
efectivo q lo amparara contra los actos violatorios de su Dº, reconocido por la Constitución de
Chubut en la época de su remoción.
El art. 25 incorpora el ppio de la efectividad de los instrumentos procesales destinados a
garantizar los DH. No basta con q el rec. se formal// admisible, sino q se requiere q sea idóneo
p/establecer si se ha incurrido en una violación a los DH y proveer lo necesario p/remediarla.

Caso: “Loayza Tamayo”


En 1993, Loayza Tamayo (peruana), fue arrestada junto con un familiar por miembros de la
División Nacional contra el Terrorismo de la Policía Nacional del Perú, sin orden expedita de
autoridad judicial competente, por considerársela presunta colaboradora del grupo subversivo
Sendero Luminoso.
Estuvo detenida 20 días sin haber sido puesta a disposición del juzgado competente según la ley
del Dº interno aplicable al caso.
Además permaneció incomunicada 10 días y fue objeto de torturas, tratos crueles y degradantes,
etc.
Tuvo lugar un proceso ante la Justicia Militar, pero se ordenó remitir lo actuado al fuero común
p/el estudio del delito de terrorismo. En la jurisdicción ordinaria fue procesada y final// un Tribunal
Especial sin rostro del Fuero Común la condenó a 20 años de pena privativa de la libertad.
Interpuso rec. de nulidad ante la Corte Suprema de Justicia, el cual fue declarado sin lugar en
1995.
Durante todo el trámite, en el fuero militar como en el fuero ordinario, permaneció detenida.
Arts. de la CADH q fueron violados:
Art. 7 y 25: al momento de los hechos, se había decretado el estado de emergencia. Sin
embargo, la corte tiene dicho q los procedimientos de habeas corpus y amparo son de aquellas
gtías judiciales indispensables p/la protección de varios Dºs cuya suspensión está vedada y
sirven p/preservar la legalidad en una sociedad democrática.
En virtud de la ley de Dº interno aplicable al caso, Loayza no tenía Dº a interponer acción de
garantía alguna p/salvaguardar su libertad personal o cuestionar la legalidad de su detención,
independiente// de la existencia o no del estado de suspensión de gtías.
Art 5 (tratos crueles e inhumanos): los hechos alegados como la incomunicación durante la
detención, la exhibición pública con un traje infamante, el aislamiento en celda reducida, sin
ventilación ni luz natural, los golpes y otros maltratos como el ahogamiento, la intimidación por
amenazas, las restricciones al régimen de visitas; constituyen formas de tratos crueles,
inhumanos o degradantes.
Art 8: al dictar sentencia firme absolutoria por el delito de traición a la patria del cual fue acusada,
la jurisdicción militar carecía de competencia p/mantenerla en detención y menos p/remitir
actuaciones al fuero ordinario.
Tamayo fue enjuiciada y condenada por un procedimiento excepcional en el q están sensible//
restringidos los Dºs fundamentales q integran el debido proceso.
Estos procesos no alcanzan los estándares de un juicio justo, ya q no se reconoce la presunción
de inocencia.
El art. 8, inc. 4 busca proteger los Dºs de los individuos q han sido procesados por determinados
hechos p/q no vuelvan a ser enjuiciados por los mismos hechos (ppio “non bis in idem”).
Por ello, concluye la Corte q, al ser juzgada Tamayo en la jurisdicción ordinaria por los mismos
hechos por los q había sido absuelta en la jurisdicción militar, el Estado peruano violó el art. 8,
inc. 4 de la CADH.

Caso: “Castillo Petruzzi y otros vs. Perú”


Perú violó el Dº a la Nacionalidad de los Srs. Castillo Petruzzi, Saez, etc, al juzgarlos por el delito
de traición a la patria, aunq Perú no es su patria.
Estas personas fueron juzgadas por un juez o un tribunal competente, imparcial e independiente,
pues todos fueron condenados a cadena perpetua por un tribunal perteneciente a la justicia
militar.
No obstante haberse apelado la sentencia, fue confirmada y por lo tanto ejecutoriada.
Procedimiento ante la Comisión: en 1994 la Sra. Reyna presentó la primer denuncia ante la
comisión. La comisión transmitió al Perú las partes pertinentes de la demanda y le solicitó q
suministrara información.
La Comisión informó en 1996 la intención de llegar a una solución amistosa. En 1997 Perú
rechazó esta propuesta amistosa, basándose en q las víctimas fueron procesadas, sentenciadas
y condenadas de conformidad con una ley vigente en su país, cumpliendo en forma correcta con
el debido proceso legal.
Ante esto, la Comisión emitió las siguientes recomendaciones:
 Q declare la nulidad de los procedimientos seguidos contra los imputados y disponga q el
juzgamiento de estas personas se lleve a cabo en un nuevo juicio ante el fuero común y con la
plena observancia del debido proceso legal, y
 Solicitó al Estado Peruano q en un plazo de 2 meses informe a la Comisión s/las medidas q
hubiese tomado en cumplimiento de las recomendaciones.
A los 3 meses, Perú emitió un informe en el q afirmó la legitimidad de sus acciones.
Ante ésta actitud, la Comisión decidió enviar el caso a la Corte.
Procedimiento ante la Corte. Al presentar la demanda ante la Corte, la Comisión le solicitó q
decidiera si hubo violación a los sigs. Dºs:
 Integridad Personal (art. 5),
 Garantías Judiciales (art. 8),
 Dº a la Nacionalidad (art. 20),
 Obligación de Respetar los Dºs (art. 1).

La Corte, informó a Perú de la demanda y le otorgó el plazo de:


1. 4 meses p/contestar la demanda,
2. 2 meses p/oponer excepciones preliminares.
3. Estos plazos empezaran a correr a partir de la notificación de la demanda.
Perú (cumpliendo con los plazos) presentó las sigs. Excepciones preliminares:
1. Falta de agotamiento de la jurisdicción interna del Perú,
2. Falta de competencia de la Comisión y de la Corte p/conocer s/cuestiones q todavía
competen a Estado Peruano por razones de no haberse agotado la jurisdicción interna del
Estado,
3. Falta de reclamación previa y de agotamiento de la jurisdicción interna con respecto a la
presunta violación del Art. 29 de la CADH,
4. Falta de reclamación previa y de agotamiento de la jurisdicción interna con relación a la
pretensión de libertad de los imputados,
5. Falta de Personería de quien presentó la denuncia a nombre de la fundación,
6. Falta de legitimidad p/obrar de la fundación,
7. Prematura decisión de la Comisión de enviar el caso a la Corte,
8. Ambigüedad en el modo de proponer la Demanda,
9. Caducidad de la Demanda,
10. Desconocimiento de los ppios de Soberanía y Jurisdicción.
Se corrió traslado de las excepciones a la Comisión, la cual presentó sus alegatos y solicitó a la
Corte q las declares infundadas.
La Corte se consideró competente p/conocer las excepciones preliminares presentadas por el
Estado y respondió:
1. Si bien la Comisión no recibió la denuncia del caso cdo el procedimiento penal se hallaba
pendiente de resolución definitiva en última instancia, ante la justicia militar, la mera presentación
no motivó q la Comisión iniciara el trámite del asunto. En rigor no debe confundirse el recibo de
una denuncia con la admisión y tramitación de la misma.
2. El trámite comenzó varios meses después de la presentación de la denuncia, cuando ya existía
sentencia definitiva del órgano militar de última instancia. Por ende, esta excepción es
inadmisible.
3. Inadmisible, porq la jurisdicción interna ya estaba terminada cdo la Comisión comenzó a
actuar y porq no puede reconocerse la competencia de órganos a los cuales el Estado mismo se
sometió al suscribirse como Estado Parte la CADH.
4. Admisible, debido a q consideró q Perú cumplió, con el art. 29 de la CADH al comunicar a las
autoridades consulares del estado de los detenidos s/su detención y al no haber sido planteada
esta situación en el informe, presentado por la Comisión.
5. Inadmisible.
6. Según el art. 44 de la CADH, se permite q cualquier grupo de personas formule denuncias o
quejas por violación de los Dºs consagrados por ella, por lo tanto la excepción es Inadmisible.
7. Inadmisible.
8. La Corte sostuvo q la Comisión no se apresuró a llevar ante ella el caso, sino q trato de llegar a
una solución amistosa, y le advirtió una serie de recomendaciones a fin de q no se llegara a esta
instancia.
9. Inadmisible, la Corte le recordó a Perú, q él mismo, al suscribir y ratificar la CADH, aceptó las
obligaciones convencionales consagradas en relación con todas las personas sometidas a su
jurisdicción.
Por lo tanto, como Estado Parte admitió la competencia de los órganos del Sist. Interamericano
de Protección de los DH y, por ende, se obligó a participar en los procedimientos ante la Comisión
y la Corte.

La Corte decidió: Desestimar las excepciones admitiendo solo la 3ª, y continuar con la
tramitación del fondo del caso, salvo en lo q respecta a la excepción admitida.

Corte IDH. Caso “Baena Ricardo v. Panamá”.


En 1990, tuvo lugar una manifestación pública de protesta, q se llevó a cabo de manera pacífica.
Dicha manifestación coincidió con la fuga del Coronel Eduardo Herrera Hassán de la isla de Naos
y la toma parcial del Cuartel Central de la Policía Nacional por parte de éste junto con un grupo de
militares.
Se realizó un paro de labores convocado por la Coordinadora de Sindicatos, el cual fue
suspendido con el fin de q no se vinculara con el movimiento del Coronel Herrera Hassán, pues
ese mismo día el Coronel efectuó una marcha hacia el Palacio Legislativo, la cual contó con la
asistencia fundamental// de militares y exmilitares.
Herrera Hassán fue detenido por fuerzas militares estadunidenses y entregado a las autoridades
panameñas.
El Presidente no decretó estado de emergencia ni la suspensión de gtías. El Ejecutivo, remitió a
la Asamblea Legislativa un proyecto de ley proponiendo la destitución de todos los servidores
públicos q habían participado en el paro, por considerar q dicho movimiento buscaba subvertir el
orden constitucional democrático y suplantarlo por un régimen militar.
Antes de la aprobación, el Estado despidió a la mayoría de los trabajadores, supuestas víctimas
en el presente caso, basado en la participación en el supuesto paro ilegal del 5 de dic.
Luego la Asamblea Legislativa aprobó la Ley 25, la cual señalaba su carácter de orden público y q
tendría efecto retroactivo a partir del 4 de dic. de 1990.
Fueron destituidos trabajadores por su presunta participación en la organización o ejecución del
paro q se consideró atentatorio contra la democracia y el orden constitucional.
De acuerdo con dicha ley, contra el despido sólo cabía el rec. de reconsideración ante la misma
autoridad q dictó el acto y el rec. de apelación ante la autoridad superior, agotándose la vía
gubernativa.
Posterior//, el trabajador podía recurrir, ante la Sala Tercera de la Corte Suprema de Justicia.
Se presentaron ante la Corte Suprema de Justicia 3 acciones de inconstitucionalidad de la ley 25,
las cuales la Corte entendió q la ley 25 era constitucional salvo el párr.. del art. 2, y no se
pronunció s/la situación concreta de los trabajadores destituidos.
En 1998, la Comisión IDH sometió ante la Corte una demanda contra la República de Panamá,
con el fin de q decidiera si hubo violación por parte del Estado, de los arts. 1, inc. 1 (obligación
de respetar los Dºs), art. 9 (ppio de legalidad y retroactividad), art. 10 (Dº a indemnización),
art. 15 (Dº de reunión), art. 16 (libertad de asociación), art. 25 (protección judicial) de la
CADH como resultado de los hechos ocurridos en dic. de 1990.
Panamá alegó q en el momento de los hechos existía una grave situación de emergencia
nacional q amenazaba la seguridad del Estado. Sin embargo, el estado de emergencia no fue
declarado formal//, ni notificó a la Secretaría Gral de la OEA q hubiese suspendido alguna de las
gtías establecidas por la Convención.
Arts. de la CADH q fueron violados:
Art. 9 (nadie puede ser condenado por acciones u omisiones q en el momento de
cometerse no fueran delictivas según el Dº aplicable): Panamá violó los ppios de legalidad y
de irretroactividad consagrados en dicho art.
Panamá había sostenido q no había violación de esta disposición porq la Ley 25 no establecía
una sanción penal, sino una sanción administrativa en el ejercicio del poder disciplinario. Y q la
retroactividad se fundaba en la Constitución panameña q señala q pueden tener efecto retroactivo
las leyes de orden público o de interés social cdo así lo establecieren, y este era el caso.
La Corte sostuvo q las sanciones administrativas son como las penales, una expresión del poder
punitivo del Estado y ambas implican un menoscabo, privación o alteración de Dºs de las
personas. En aras a la seguridad jurídica, es indispensables q la norma punitiva exista y pueda
ser conocida antes de q ocurra el acto q la contraviene.
La calificación de un hecho como ilícito y la fijación de sus efectos jurídicos deben ser
preexistentes a la conducta del sujeto al q se considera infractor.
Estos son los fundamentos de los ppios de legalidad y de irretroactividad desfavorable de una
norma punitiva.
En lo q hace al ppio de legalidad, la Ley 25 sólo contenía un concepto muy amplio s/las posibles
conductas ilícitas: participación en actos contrarios a la democracia y al orden constitucional.
Garantías Judiciales (Art. 8 inc. 1 y 2) – Protección Judicial (Art. 25): la Corte sostuvo q el
art. 8 se aplica a cualquier proceso, sea administrativo, sancionatorio o jurisdiccional, pues en
todos los casos se debe respetar el debido proceso legal.
Las víctimas de esta causa no fueron sometidas a un procedimiento administrativo previo a la
sanción de destitución.
El Presidente determinó q había una vinculación entre el paro de labores de los trabajadores
estatales y el movimiento del Coronel Herrera Hassán, y con base a ello, ordenó q se despidiese
a los trabajadores q habían participado en dicho paro, presumiéndose su culpabilidad.
La Corte concluyó en q se violaron los arts. 8 y 25 de la CADH.
Libertad de asociación (art. 16): la Corte entendió q el Estado violó el Dº a la libertad de
asociación. Sostuvo q dicha libertad debía ser analizada en relación con la libertad sindical. La
libertad de asociación consiste básica// en la facultad de constituir organizaciones sindicales y
poner en marcha su programa de acción, sin intervención de las autoridades públicas q limite o
entorpezca el ejercicio del respectivo Dº.
Obligación de Respetar los Dºs (Art. 1 inc. 1): la Corte entiende q el Estado violó los arts. 9, 8
inc. 1 y 2, 56 y 16 de la CADH. Por lo tanto, no ha cumplido con el deber general, establecido en
el art. 1 inc. 1, de respetar los Dºs y libertades de garantizar su libre y pleno ejercicio.
Deber de adoptar disposiciones de Dº interno (art. 2): el Estado violó el art. 2, porq la emisión
y aplicación de la Ley 25, con efecto retroactivo, son violatorias de preceptos convencionales y
revelan q el Estado no ha tomado las medidas adecuadas de Dº interno.
La Corte dispuso q el Estado debía reintegrar en sus cargos a los 270 trabajadores, si ello no
fuera posible, brindarles alternativas de empleo q respeten las condiciones y remuneraciones q
tenían al momento de ser despedidos; y si ello no fuera posible indemnizarlos

Caso: “Casal s/robo simple en grado de tentativa”


El tribunal Oral condenó a Casal como coautor del delito de robo calificado por el uso de arma de
fuego. La defensa interpuso rec. de Casación a efectos de q se modifique la calificación legal
atribuida al hecho.
La Cámara Nacional de Casación Penal rechazó el rec. por considerar q se pretendía la revisión
de cuestiones de hecho y prueba.
Se interpuso rec. Extraordinario, cuya denegación motivó la presentación de una queja. La CSJN
declaró procedente el rec. Extraordinario y dejó sin efecto la sentencia recurrida.
La Corte dijo:
 La Cámara Nacional de Casación Penal rechazó el rec. de Casación, por entender q el
recurrente pretendía la revisión de cuestiones de hecho y prueba. Sin embargo, a partir de una
interpretación integradora del Art. 8, inc. 2 de la CADH, y del art. 456 del Cód. Procesal Penal
de la Nación, debe concluirse q en nuestro Dº resulta aplicable la teoría del agotamiento de la
capacidad de revisión o de la capacidad de rendimiento, lo cual produce el abandono de la
limitación del rec. de Casación a las llamadas cuestiones de Dº.
 La CIDH indicó q el rec. q contempla el art. 8, inc. 2, apartado h) de la Convención, debe
garantizar un examen integral de la decisión recurrida, de todas las cuestiones debatidas y
analizadas en el tribunal inferior, entre ellas, de la pena impuesta.
 Mientras el Estado argentino no cumpla con su obligación de sustituir el rec. de Casación por un
recurso ordinario q permita al tribunal superior un examen integral de la decisión recurrible a
través del amplio conocimiento de la causa, corresponde a la CSJN asegurar la aplicación de la
CADH, por lo cual el rec. de Casación debe interpretarse con la mayor amplitud q el régimen
procesal vigente permita, esto es, permitiendo la revisión integral de la sentencia recurrida con la
sola excepción de la prueba recibida oral// y no registrada.
 El art. 456 del CPPN no es contrario a la gtía de la doble instancia en materia penal, en tanto no
prohíbe q las sentencias dictadas por los tribunales orales puedan ser revisadas integral// por la
Cámara Nacional de Casación Penal.

Caso: “Benitez s/lesiones graves”.


El tribunal Oral en lo Criminal condenó a Benitez a prisión por considerarlo autor penal//
responsable del delito de lesiones graves, calificado por haber sido cometido con un arma de
fuego.
La defensa interpuso rec. de Casación, con fundamento en la existencia de vicios in procedendo,
alegando q los testimonios prestados durante la instrucción fueron incorporados por lectura al
debate, impidiendo por ende, interrogar a los testigos, en violación del art. 8, inc. 2 de la CADH.
Es rec. fue concedido, pero la Cámara Nacional de Casación Penal lo declaró mal concedido. La
defensa interpuso recurso extraordinario y una ulterior queja. La CSJN admite el recurso y deja
sin efecto la decisión cuestionada.
La Corte:
 Sostuvo q el hecho de q el Estado haya realizado todos los esfuerzos posibles p/hallar a un
testigo y p/satisfacer la pretensión de la defensa de interrogarlo, es insuficiente p/subsanar la
lesión al Dº de defensa q implica q aquélla haya carecido de la posibilidad de controlar dicha
prueba. El Dº de examinación exige q el imputado haya tenido oportunidad adecuada y apropiada
p/desafiar y cuestionar a un testigo o a cualquiera q hubiera hecho declaraciones en su contra
(violación al art. 8…).
 La adecuada satisfacción de la gtía de la doble instancia requiere q el tribunal intermedio
examine el planteo recursivo dirigido a obtener la absolución del imputado con base en las
objeciones efectuadas a la valoración de la prueba testimonial ante la ausencia de prueba
remanente q habilite un juicio de certeza s/la culpabilidad, lo cual permite controlar si el
razonamiento q concluyó con la condena, afectó la defensa en juicio y el debido proceso.

CORTE IDH. OPINIÓN CONSULTIVA OC-11/90


EXCEPCIONES AL AGOTAMIENTO DE LOS RECURSOS INTERNOS
La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (en adelante “la Comisión”), mediante escrito
de 31 de enero de 1989, sometió a la Corte Interamericana de Derechos Humanos (en adelante
“la Corte”), una solicitud de opinión consultiva sobre el artículo 46.1.a y 46.2 de la Convención
Americana sobre Derechos Humanos (en adelante “la Convención” o “la Convención Americana”).
La solicitud de opinión consultiva plantea las siguientes preguntas:
 ¿Se aplica el requisito de agotar los recursos jurídicos internos a un indigente que, debido a
circunstancias económicas, no es capaz de hacer uso de los recursos jurídicos en el país?
En caso de eximirse a los indigentes de este requisito ¿qué criterios debe considerar la Comisión
al dar su dictamen sobre admisibilidad en tales casos?
 ¿Se aplica el requisito de agotar los recursos jurídicos internos a un reclamante individual que,
por no poder obtener representación legal debido a un temor generalizado en los círculos
jurídicos no puede hacer uso de los recursos que le brinda la ley en el país?
En caso de eximirse de este requisito a tales personas, ¿qué criterios deberá considerar la
Comisión al dar su dictamen de admisibilidad en tales casos?
II - FONDO DEL ASUNTO. Las preguntas formuladas por la Comisión exigen una interpretación
por la Corte del artículo 46.1 y 46.2 de la Convención que dice:
Artículo 46
1. Para que una petición o comunicación presentada conforme a los artículos 44 ó 45 sea
admitida por la Comisión, se requerirá:
a) que se hayan interpuesto y agotado los recursos de jurisdicción interna, conforme a los
principios del Derecho Internacional generalmente reconocidos;...
2. Las disposiciones de los incisos 1.a) y 1.b) del presente artículo no se aplicarán cuando:
a) no exista en la legislación interna del Estado de que se trata el debido proceso legal para la
protección del derecho o derechos que se alega han sido violados;
b) no se haya permitido al presunto lesionado en sus derechos el acceso a los recursos de la
jurisdicción interna, o haya sido impedido de agotarlos, y
c) haya retardo injustificado en la decisión sobre los mencionados recursos.

El literal c) del artículo 46.2 no es relevante para contestar las preguntas hechas a la Corte. Son
los literales a) y b) los que exigen un análisis detenido.

El artículo 46.1.a ordena que para que una petición sea admitida por la Comisión se requerirá que
se hayan interpuesto y agotado los recursos de jurisdicción interna y el numeral 2 contempla las
circunstancias en las cuales ese requerimiento no se aplica.

El artículo 46.2.a se refiere a aquellas situaciones en las cuales la ley interna de un Estado Parte
no contempla el debido proceso legal para proteger los derechos violados. El artículo 46.2.b es
aplicable en aquellos casos en los cuales sí existen los recursos de la jurisdicción interna pero su
acceso se niega al individuo o se le impide agotarlos. Estas disposiciones se aplican, entonces,
cuando los recursos internos no pueden ser agotados porque no están disponibles bien por una
razón legal o bien por una situación de hecho.

El artículo 46.2 no hace ninguna referencia específica a los indigentes, que son los sujetos de la
primera pregunta, ni a las situaciones en las cuales un individuo no ha podido obtener
representación legal porque existe un temor generalizado de los abogados para dársela, que es el
tema de la segunda pregunta.

Las respuestas a las preguntas formuladas por la Comisión dependen entonces de determinar si
el no agotamiento de los recursos internos, en las hipótesis planteadas, cae dentro de una u otra
de las excepciones a que se refiere el artículo

Es decir, cuándo o bajo qué circunstancia la indigencia de una persona o su imposibilidad de


obtener representación legal por razón del temor generalizado de los abogados, la excusan de
dicho agotamiento.

Al contestar el tema de la indigencia, la Corte debe destacar que el hecho de que una persona
sea indigente, por sí solo no significa que no tenga que agotar los recursos internos, puesto que
la disposición del artículo 46.1 es general. La terminología del artículo 46.2 indica que el indigente
tendrá o no que agotar los recursos internos, según si la ley o las circunstancias se lo permiten.

La Corte debe tener en cuenta, al realizar este análisis, las disposiciones de los artículos 1.1, 24 y
la parte pertinente del artículo 8 de la Convención, que se relacionan íntimamente con el tema en
cuestión y que dicen:
Artículo 1. Obligación de Respetar los Derechos
1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a respetar los derechos y libertades
reconocidos en ella y a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su
jurisdicción, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opiniones
políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición social.
Artículo 24. Igualdad ante la Ley
Todas las personas son iguales ante la ley. En consecuencia, tienen derecho, sin discriminación,
a igual protección de la ley.
Artículo 8. Garantías Judiciales
1. Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo
razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, establecido con
anterioridad por la ley, en la substanciación de cualquier acusación penal formulada contra ella, o
para la determinación de sus derechos y obligaciones de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier
otro carácter.
2. Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se
establezca legalmente su culpabilidad. Durante el proceso, toda persona tiene derecho, en plena
igualdad, a las siguientes garantías mínimas:...
d) derecho del inculpado de defenderse personalmente o de ser asistido por un defensor de su
elección y de comunicarse libre y privadamente con su defensor;
e) derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado
o no según la legislación interna, si el inculpado no se defendiere por sí mismo ni nombrare
defensor dentro del plazo establecido por la ley; ...
La parte final del artículo 1.1 prohibe al Estado discriminar por diversas razones, entre ellas la
posición económica. El sentido de la expresión discriminación que menciona el artículo 24 debe
ser interpretado, entonces, a la luz de lo que menciona el artículo 1.1. Si una persona que busca
la protección de la ley para hacer valer los derechos que la Convención le garantiza, encuentra
que su posición económica (en este caso, su indigencia) le impide hacerlo porque no puede pagar
la asistencia legal necesaria o cubrir los costos del proceso, queda discriminada por motivo de su
posición económica y colocada en condiciones de desigualdad ante la ley.
La protección de la ley la constituyen, básicamente, los recursos que ésta dispone para la
protección de los derechos garantizados por la Convención, los cuales, a la luz de la obligación
positiva que el artículo 1.1 contempla para los Estados de respetarlos y garantizarlos, implica,
como ya lo dijo la Corte el deber de los Estados Partes de organizar todo el aparato
gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las cuales se manifiesta el
ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces de asegurar jurídicamente el libre y
pleno ejercicio de los derechos humanos (Caso Velásquez Rodríguez, Sentencia de 29 de julio de
1988. Serie C No. 4, párr. 166; Caso Godínez Cruz, Sentencia de 20 de enero de 1989. Serie C
No. 5, párr. 175).
Ese deber de organizar el aparato gubernamental y de crear las estructuras necesarias para la
garantía de los derechos está relacionado, en lo que a asistencia legal se refiere, con lo dispuesto
en el artículo 8 de la Convención. Este artículo distingue entre acusación[es] penal[es] y
procedimientos de orden civil, laboral, fiscal o de cualquier otro carácter. Aun cuando ordena que
toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías... por un juez o tribunal en
ambas circunstancias, estipula adicionalmente, en los casos de delitos, unas garantías mínimas.
El concepto del debido proceso en casos penales incluye, entonces, por lo menos, esas garantías
mínimas. Al denominarlas mínimas la Convención presume que, en circunstancias específicas,
otras garantías adicionales pueden ser necesarias si se trata de un debido proceso legal.

Los literales d) y e) del artículo 8.2 expresan que el inculpado tiene derecho de defenderse
personalmente o de ser asistido por un defensor de su elección y que si no lo hiciere tiene el
derecho irrenunciable de ser asistido por un defensor proporcionado por el Estado, remunerado o
no según la legislación interna. En estos términos, un inculpado puede defenderse
personalmente, aunque es necesario entender que ésto es válido solamente si la legislación
interna se lo permite. Cuando no quiere o no puede hacer su defensa personalmente, tiene
derecho de ser asistido por un defensor de su elección. Pero en los casos en los cuales no se
defiende a sí mismo o no nombra defensor dentro del plazo establecido por la ley, tiene el
derecho de que el Estado le proporcione uno, que será remunerado o no según lo establezca la
legislación interna. Es así como la Convención garantiza el derecho de asistencia legal en
procedimientos penales. Pero como no ordena que la asistencia legal, cuando se requiera, sea
gratuita, un indigente se vería discriminado por razón de su situación económica si, requiriendo
asistencia legal, el Estado no se la provee gratuitamente.
Hay que entender, por consiguiente, que el artículo 8 exige asistencia legal solamente cuando
ésta es necesaria para que se pueda hablar de debidas garantías y que el Estado que no la
provea gratuitamente cuando se trata de un indigente, no podrá argüir luego que dicho proceso
existe pero no fue agotado.
Aun en aquellos casos en los cuales un acusado se ve obligado a defenderse a sí mismo porque
no puede pagar asistencia legal, podría presentarse una violación del artículo 8 de la Convención
si se puede probar que esa circunstancia afectó el debido proceso a que tiene derecho bajo dicho
artículo.
En materias que conciernen con la determinación de [los] derechos y obligaciones de orden civil,
laboral, fiscal o de cualquier otro carácter el artículo 8 no especifica garantías mínimas, como lo
hace en el numeral 2 al referirse a materias penales. Sin embargo, el concepto de debidas
garantías se aplica también a esos órdenes y, por ende, en ese tipo de materias el individuo tiene
derecho también al debido proceso que se aplica en materia penal. Cabe señalar aquí que las
circunstancias de un procedimiento particular, su significación, su carácter y su contexto en un
sistema legal particular, son factores que fundamentan la determinación de si la representación
legal es o no necesaria para el debido proceso.
Naturalmente que no es la ausencia de asistencia legal lo único que puede impedir que un
indigente agote los recursos internos. Puede suceder, incluso, que el Estado provea asistencia
legal gratuita, pero no los costos que sean necesarios para que el proceso sea el debido que
ordena el artículo 8. En estos casos también la excepción es aplicable. Aquí, de nuevo, hay que
tener presentes las circunstancias de cada caso y de cada sistema legal particular.
En su solicitud la Comisión indica que ha recibido ciertas peticiones en que la víctima alega no
haber podido cumplir con el requisito de agotar los remedios previstos en las leyes nacionales al
no poder costear servicios jurídicos o en algunos casos, el valor que debe abonarse por los
trámites. Al aplicar el análisis precedente a los ejemplos que la Comisión propone, debe
concluirse que si los servicios jurídicos son necesarios por razones legales o de hecho para que
un derecho garantizado por la Convención sea reconocido y alguien no puede obtenerlos por
razón de su indigencia, estaría exento del requisito del previo agotamiento. Lo mismo es válido si
nos referimos a los casos en los cuales hay que pagar alguna suma para realizar los trámites, es
decir que, si para un indigente es imposible depositar tal pago, no tendrá que agotar tal
procedimiento, a menos que el Estado provea mecanismos distintos.
La primera pregunta hecha a la Corte por la Comisión no es, desde luego, si la Convención
garantiza o no el derecho a asistencia legal como tal o en razón de la prohibición de
discriminación basada en la situación económica (art. 1.1). Se refiere más bien a preguntar si un
indigente puede acudir directamente a la Comisión para obtener la protección de un derecho
garantizado, sin haber agotado primero los recursos internos. Visto lo expuesto, la respuesta a
esta pregunta es que si un individuo requiere efectivamente asistencia legal para proteger un
derecho garantizado por la Convención y su indigencia le impide obtenerla, queda relevado de
agotar los recursos internos. Este es el sentido que tiene el artículo 46.2, leído a la luz de las
disposiciones de los artículos 1.1, 24 y 8.
La Corte entra ahora a resolver la segunda pregunta que se refiere al agotamiento de recursos en
los casos en los cuales un individuo es incapaz de obtener la asistencia legal requerida, debido a
un temor generalizado en los círculos jurídicos de un determinado país. La Comisión explica que,
de acuerdo con lo expresado por algunos reclamantes, esta situación ha surgido cuando
prevalece un ambiente de temor y los abogados no aceptan casos cuando creen que ello pudiera
hacer peligrar su propia vida y la de sus familiares.
En general los mismos principios básicos que tienen que ver con la primera pregunta ya
contestada son aplicables a esta segunda. Vale decir, si una persona se ve impedida, por una
razón como la planteada, de utilizar los recursos internos necesarios para proteger un derecho
garantizado por la Convención, no puede exigírsele su agotamiento, sin perjuicio, naturalmente,
de la obligación del Estado de garantizarlos.
El artículo 1 de la Convención obliga a los Estados Partes no solamente a respetar los derechos y
libertades reconocidos en ella, sino a garantizar su libre y pleno ejercicio a toda persona sujeta a
su jurisdicción. La Corte ya ha expresado que esta disposición contiene un deber positivo para los
Estados. Debe precisarse, también, que garantizar implica la obligación del Estado de tomar
todas las medidas necesarias para remover los obstáculos que puedan existir para que los
individuos puedan disfrutar de los derechos que la Convención reconoce. Por consiguiente, la
tolerancia del Estado a circunstancias o condiciones que impidan a los individuos acceder a los
recursos internos adecuados para proteger sus derechos, constituye una violación del artículo 1.1
de la Convención. Como lo ha afirmado esta Corte.
...cuando se demuestra que los recursos son rechazados sin llegar al examen de la validez de los
mismos, o por razones fútiles, o si se comprueba la existencia de una práctica o política ordenada
o tolerada por el poder público, cuyo efecto es el de impedir a ciertos demandantes la utilización
de los recursos internos que, normalmente, estarían al alcance de los demás... el acudir a esos
recursos se convierte en una formalidad que carece de sentido. Las excepciones del artículo 46.2
serían plenamente aplicables en estas situaciones y eximirían de la necesidad de agotar recursos
internos que, en la práctica, no pueden alcanzar su objeto (Caso Velásquez Rodríguez, supra 23,
párr. 68; Caso Godínez Cruz, supra 23, párr. 71 y Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, Sentencia
de 15 de marzo de 1989. Serie C No. 6, párr. 93).
De todo lo anterior se desprende que cuando existe un miedo generalizado de los abogados para
prestar asistencia legal a una persona que lo requiere y ésta no puede, por consiguiente,
obtenerla, la excepción del artículo 46.2.b es plenamente aplicable y la persona queda relevada
de agotar los recursos internos.
Considera la Corte que, en los casos planteados por la Comisión, son los factores expuestos los
que hacen que los recursos sean adecuados y efectivos, como lo señalan los principios generales
del Derecho internacional aplicables como lo exige el artículo 46.1, es decir, idóne[os] para
proteger la situación jurídica infringida y capac[es] de producir el resultado para el que [fueron]
concebido[s] (Caso Velásquez Rodríguez, supra 23, párrs. 64 y 66; Caso Godínez Cruz, supra 23,
párrs. 67 y 69 y Caso Fairén Garbi y Solís Corrales, supra 34, párrs. 88 y 91).
La segunda parte de las preguntas formuladas se refiere a los criterios que la Comisión debe
considerar al dar su dictamen sobre admisibilidad en los casos analizados.
Esos criterios no pueden ser otros que la consideración de si la asistencia legal es necesaria para
agotar los procedimientos y si tal asistencia estuvo disponible a la luz de las circunstancias de
cada caso.
Es a la Comisión a la que corresponde esa apreciación, sin perjuicio de que, respecto de lo
actuado por ella antes de que el caso haya sido sometido a la Corte, ésta tiene la facultad de
revisar in todo lo que aquella haya hecho y decidido (Caso Velásquez Rodríguez, Excepciones
Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987, Serie C No. 1, párr. 29; Caso Fairén Garbi y Solís
Corrales, Excepciones Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 2, párr. 34 y
Caso Godínez Cruz, Excepciones Preliminares, Sentencia de 26 de junio de 1987. Serie C No. 3,
párr. 32).
El agotamiento de los recursos internos es un requisito de admisibilidad y la Comisión deberá
tenerlo en cuenta en su momento y dar la oportunidad tanto al Estado como al reclamante de
plantear sus respectivas excepciones sobre el particular.
Al tenor del artículo 46.1.a de la Convención y de conformidad con los principios generales el
Derecho internacional, incumbe al Estado que ha planteado la excepción de no agotamiento,
probar que en su sistema interno existen recursos cuyo ejercicio no ha sido agotado (Caso
Velásquez Rodríguez, Excepciones Preliminares, supra 39, párr. 88; Caso Fairén Garbi y Solís
Corrales, Excepciones Preliminares, supra 39, párr. 87 y Caso Godínez Cruz, Excepciones
Preliminares, supra 39, párr. 90). Una vez que un Estado Parte ha probado la disponibilidad de
recursos internos para el ejercicio de un derecho protegido por la Convención, la carga de la
prueba se traslada al reclamante que deberá, entonces, demostrar que las excepciones
contempladas en el artículo 46.2 son aplicables, bien sea que se trate de indigencia o de un temor
generalizado de los abogados para aceptar el caso o de cualquier otra circunstancia que pudiere
ser aplicable. Naturalmente, también debe demostrarse que los derechos involucrados están
protegidos por la Convención y que para obtener su protección o garantía es necesaria una
asistencia legal.

Por las razones expuestas.

LA CORTE, ES DE OPINIÓN: Por unanimidad


1. Que si, por razones de indigencia o por el temor generalizado de los abogados para
representarlo legalmente, un reclamante ante la Comisión se ha visto impedido de utilizar los
recursos internos necesarios para proteger un derecho garantizado por la Convención, no puede
exigírsele su agotamiento.
2. Que, en las hipótesis planteadas, si un Estado Parte ha probado la disponibilidad de los
recursos internos, el reclamante deberá demostrar que son aplicables las excepciones del artículo
46.2 y que se vio impedido de obtener la asistencia legal necesaria para la protección o garantía
de derechos reconocidos en la Convención.
BOLILLA 6 - RECURSOS INTERNOS PARA EXIGIR
DERECHOS HUMANOS
El amparo como garantía para el acceso a la jurisdicción en defensa
de los derechos humanos - Daniel A. Sabsay

EL DERECHO PÚBLICO ARGENTINO EN LA MATERIA.


A.Constitución del 53/60: fiel a los postulados del constitucionalismo clásico, no hace
referencia alguna a las garantías procesales constitucionales a favor de las personas
eventualmente afectadas en el goce de sus derechos y libertades, con excepción de las
garantías del proceso penal (art. 18, CN).
La consagración de estos institutos en el derecho público nacional ha sido una creación de tipo
pretoriano, es decir que su introducción ha sido la obra de la jurisprudencia, seguida luego por la
legislación.
B. La reforma del 94. La reforma constitucional de 1994 marca un verdadero punto de
inflexión en la evolución del derecho público nacional en la materia.. Los cambios giran,
principalmente, en torno a la incorporación de un nuevo capítulo a la parte dogmática –”nuevos
derechos y garantías”– y de la modificación del régimen de los tratados internacionales.
La Constitución en su actual redacción presenta cuatro garantías, dos de las cuales ya existían con
anterioridad en la ley –el amparo individual y el habeas corpus– aunque ahora se les ha dado
una extensión mayor; a ellas se suman dos nuevos instrumentos: el habeas data y el amparo
“colectivo”. Estas dos últimas han sido tomadas del derecho provincial, pues la mayor parte de las
constituciones de provincia, ya las habían adoptado tiempo atrás.
EL AMPARO COMO GARANTÍA PARA LA DEFENSA DE LOS
DERECHOS FUNDAMENTALES
AMPARO: acción judicial breve y sumaria, destinada a garantizar los derechos y libertades
constitucionales distintos de la libertad física (pues ella está protegida por el habeas corpus), que
tiene un ámbito diferente al de los procesos ordinarios, por cuanto éstos –por su propia naturaleza–
no pueden satisfacer la urgencia de la restauración de los derechos presuntamente conculcados, lo
cual es un elemento esencial en el proceso de amparo (EKMEKDJIAN, 1991:227).
A. Consagración y evolución en el derecho argentino. .A nivel de nuestro
continente la CADH (Pacto de San José de Costa Rica) prevé la aplicación del amparo en su
art. 25.
Art. 25 de la CADH - Protección Judicial
1. Toda persona tiene derecho a un recurso sencillo y rápido o a cualquier otro
recurso efectivo ante los jueces o tribunales competentes, que la ampare
contra actos que violen sus derechos fundamentales reconocidos por la
Constitución, la ley o la presente Convención, aun cuando tal violación sea
cometida por personas que actúen en ejercicio de sus funciones oficiales.
2. Los Estados Partes se comprometen:
a) a garantizar que la autoridad competente prevista por el sistema legal del
Estado decidirá sobre los derechos de toda persona que interponga tal
recurso;
b) a desarrollar las posibilidades de recurso judicial, y
c) a garantizar el cumplimiento, por las autoridades competentes, de toda
decisión en que se haya estimado procedente el recurso.
Recordemos que este tratado tiene jerarquía constitucional luego de la reforma constitucional del
94, con las consecuencias jurídicas que ello importa en lo que hace a su imperatividad.
En nuestro país el amparo tuvo su origen en la jurisprudencia de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, en los famosos leading cases “Siri” y “Kot”, que admitieron, pese a la
ausencia de regulación procesal específica, la existencia de una acción destinada a la protección
de los derechos no alcanzados por el habeas corpus. En el caso “Siri” se protegía la libertad de
prensa frente a una violación del poder público. Mientras que en el otro precedente se admitió la
acción respecto de una violación proveniente de particulares.
El Alto Tribunal en la mencionada jurisprudencia determina las características de la acción al
tildarla de excepcional. Asimismo, considera que ella está reservada a las delicadas y extremas
situaciones en las que, ante la ausencia de otras vías legales, se pone en peligro la salvaguarda de
derechos fundamentales del hombre.

La regulación legislativa recién aparecería una década después (1966-68) con la sanción de la ley
16.986 que reglamentó el amparo contra actos de autoridad, mientras que en el Código
Procesal Civil y Comercial de la Nación se da cabida a esta acción cuando va dirigida contra
actos de particulares (art. 321, inc. 2º).

B. Cambios ocurridos luego de la reforma constitucional de 1994 . La


incorporación del amparo al texto constitucional ha redundado en importantes innovaciones en
relación con lo que establece la ley 16.986 y los arts. 321, inc. 2º, y 498 del Código de
Procedimientos en lo Civil y Comercial de la Nación.

Al respecto, la norma constitucional prevé las dos formas de amparo ya reguladas en nuestra
legislación –contra actos del Estado y contra actos de particulares– y exige para su admisibilidad
formal la inexistencia de otro medio judicial hábil para hacer cesar la violación, restricción ilegítima
o peligro que impida el goce y ejercicio de un derecho. En este punto nos parece importante aclarar
que aunque existieran otras vías judiciales, para que el amparo sea de todas maneras viable
basta con probar que las primeras no resultaban aptas para lograr la protección que se
persigue y en definitiva conseguir que cese el acto que origina la lesión. Es decir que el
amparo resulta ser más apto y efectivo para dar cumplimiento a este objetivo que los restantes
caminos procedimentales.
El constituyente ha seguido la redacción del art. 1º de la mencionada ley para categorizar los actos
respecto de los cuales puede interponerse la acción de amparo, destacándose que la lesión al
derecho afectado puede también provenir de un “no hacer” y no sólo de un acto positivo.
La nueva norma constitucional permite el ejercicio de esta acción no sólo para garantizar el
ejercicio de derechos de jerarquía constitucional, sino también de aquéllos contemplados en
tratados internacionales o en leyes comunes. Dado el nuevo orden de prelación de las leyes,
surgido de las modificaciones introducidas en el artículo 75, incisos 22 y 24, esta ampliación del
ámbito de actuación del amparo resulta trascendente y le con-cede un alcance compatible con la
protección que intenta otorgar a los derechos humanos la comunidad internacional.
Además, y en consonancia con lo que expresaba una doctrina cada vez más numerosa, el
constituyente avanza en materia de control de constitucionalidad, ya que le concede al juez
que entienda en la acción la potestad de “declarar –precisamente– la inconstitucionalidad de la
norma en que se funde el acto u omisión lesiva”, solución que por otra parte ya había sido
enunciada por la Corte Suprema de Justicia en el célebre caso “Peralta”
A diferencia de los antecedentes citados, ahora estamos frente a una acción, ante un acceso
supletorio a la jurisdicción. Debe tratarse de actos de arbitrariedad o de ilegalidad manifiesta, sin
embargo la prueba no pue-de ser dificultosa o pesada, pues de ser así pierde el instrumento su
carácter de remedio procesal rápido y expedito. Por otra parte, debe existir lesión actual o
amenaza cierta de ello.
El gran cambio que la nueva norma plantea también se refleja en el tema crucial relativo a la
legitimación activa. Es decir a la amplitud que se le concede a los eventuales accionantes. Sobre
este tema trataremos en el próximo capítulo.
AMPARO COLECTIVO. En materia de garantías, la modalidad más novedosa para
nuestro derecho público incorporada por la reforma constitucional es, el amparo colectivo.

El art. 43, CN, (2º párrafo): Podrán interponer esta acción contra cualquier forma de
discriminación y en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la
competencia, al usuario y al consumidor, así como a los derechos de
incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor del pueblo y las
asociaciones que propendan a esos fines, registradas conforme a la ley, la que
determinará los requisitos y formas de su organización”

A. Concepto. Alcance y caracteres. Se trata de una ampliación del amparo individual


o clásico. Esta exten-sión involucra a dos elementos de la relación susceptibles de suscitar el
ejercicio del amparo; ellos son: los derechos afectados o restringidos y los sujetos legitimados para
su interposición. En cuanto a lo primero la nue-va norma constitucional avanza sobre la regulación
legal de la acción y en consonancia con los derechos consagrados en los nuevos artículos 41 y 42,
amplía el ámbito de esta garantía para que sea utilizada en la defensa de los derechos del medio
ambiente y del consumidor, junto a los restan-tes derechos que persiguen la defensa de intereses
difusos y/o de carácter colectivo. Asimismo, irrumpe en la consideración de la problemática de la
discriminación, como causal pasible de ser invocada para el acceso a la ju-risdicción.
En relación con el primer punto nos encontramos frente a los llama-dos derechos de tercera
generación o de incidencia colectiva (expresión a la que recurre el propio constituyente en la
redacción de la citada dispo-sición). Detrás de esta categoría de derechos subyace una gama
variada de intereses difusos, cuya violación afecta a la ciudadanía en su conjunto o por lo menos a
una importante porción de ella, sin desconocer la posibi-lidad de que existan afectados particulares
de resultas de haber sufrido un daño directo en sus personas o en sus patrimonios.
Sabido es que los derechos de tercera generación persiguen la protec-ción de intereses difusos. Es
decir de aquellos intereses que no se sitúan en cabeza de un sujeto determinado, sino que se
encuentran difundidos o diseminados entre todos los integrantes de una comunidad, o inclusive de
varias. Estos caracteres plantean una seria dificultad de tipo procesal en cuanto a la defensa
jurisdiccional de estos intereses. Se trata de determi-nar quién está habilitado para accionar ante la
justicia, cuando no se pue-de invocar un interés legítimo o un derecho subjetivo para ello. Y, de
este modo nos introducimos en la consideración del segundo elemento in-vocado al comienzo, el
problema de la legitimación activa.
Esta cuestión ha sido tratada y ha evolucionado, sobre todo, en rela-ción con la defensa del
derecho a un ambiente sano. Se trató de resolver el problema del hombre y su entorno vital. La
humanidad se enfrenta con la cuestión de establecer un ordenamiento jurídico que regule las
relacio-nes de derecho público y privado tendientes a disciplinar las conductas en orden al uso
racional de los recursos humanos y a la preservación del me-dio ambiente, con el propósito
fundamental de asegurar una calidad de vi-da sana y equilibrada y, a la vez, mantener un
desarrollo sostenible que garantice iguales condiciones para las futuras generaciones. Además, la
defensa muchas veces debe concretarse antes de producirse la lesión, o sea ante la amenaza que
puede provocar un proyecto o una obra o un uso a darle a un recurso. Por lo tanto estaremos
frente a la necesidad de articu-lar una acción preventiva que se adelante al acaecimiento de los
hechos de manera de evitar la producción de daños. Frente a tal situación, ¿quiénes se encuentran
legitimados?

Se trata de un gran desafío para el derecho procesal y para el derecho administrativo. Se amplia el
trípode: derecho subjetivo-interés legítimo-interés simple. Estamos en presencia de una situación
particular ya que estos intereses no están en cabeza de un sujeto determinado, sino que se
encuentran diseminados entre todos los integrantes de la comunidad. Además, los afectados no
están relacionados entre sí por medio de un vín-culo previo y concertado. De todos modos queda
en pie la necesidad de protección debida a los intereses cuando ha habido perjuicio. Pero, perdu-ra
la dificultad cuando el mismo no ha ocurrido.
El derecho constitucional va dando respuesta, desde su óptica, a una altísima gama de intereses
generales, públicos, fraccionados, pero ciertos y con jerarquía, que requieren de una protección de
marcado carácter preventivo como es característico en el derecho ambiental. Se trata de una
coparticipación colectiva de intereses.
¿Cómo proteger entonces la lesión al ambiente o a otro bien de tipo colectivo? Surge entonces la
necesidad de ampliar la clásica trilogía. De-ben ingresar los intereses difusos en la jerarquía
constitucional. En la es-pecie se tiene parte en un interés colectivo y supraindividual, ello constituye
la faz subjetiva de la cuestión. Es decir que si bien no se puede de-mostrar un perjuicio personal o
actual, de todos modos quien participa de esta suerte de relación consorcial, compuesta por todos
los damnificados actuales o potenciales, puede invocar una suerte de “cuota parte” que, en tanto
partícipe en la cuestión, le da derecho a recurrir a la justicia.

B. Legitimación. La reforma reconoce legitimación propiamente dicha a favor de tres


sujetos:
1. El “afectado”: decíamos que la situación ha quedado en cierto mo-do despejada con la
instrumentación de esta herramienta jurídica (el am-paro colectivo), aunque no totalmente, pues
todavía falta la disposición legal o la interpretación judicial que fije el verdadero alcance de los legi-
timados.
El término afectado resulta por demás enigmático y ha dado lu-gar a diversas interpretaciones.
 Por una parte, una visión restringida, es-tima por “afectado” a aquel que es titular de un
derecho subjetivo.
 Por otra parte, la posición amplia, piensa que una interpretación conjunta de los términos
“afectado” y “derechos de incidencia colectiva en general”, permite suponer una consagración de la
legitimación para actuar, a cualquier afec-tado en reclamo de derechos colectivos.
SAGÜÉS, MORELLO y BIDART CAMPOS entienden que con la palabra “afec-tado” se cubre la
legitimación para amparar intereses difusos (de inciden-cia colectiva general). Se debe acreditar un
mínimo interés razonable y suficiente, de conformidad con figuras similares del derecho
anglosajón, para constituirse en defensor de derechos de incidencia general o suprain-dividuales.
El derecho subjetivo está reservado para la primera parte del artículo, en cambio en la segunda es
evidente que no se contemplan agre-siones o daños de carácter personal o particular, sino que se
está aludien-do a derechos supraindividuales de incidencia colectiva, que no son otros que los
llamados intereses difusos.
En la vereda de enfrente, es decir favorable a la doctrina restringida que asimila al afectado con el
titular de un derecho subjetivo y por lo tan-to que persigue la satisfacción de un interés legítimo, se
ubican principal-mente CASSAGNE, quien considera que “si bien la cláusula constitucional permite
interponer esta acción a toda persona (art. 43, 1ª parte), la se-gunda parte de dicho precepto exige
como requisito, para el acceso al proceso de amparo individual, que se trate de un afectado, es
decir, de una persona que haya sufrido una lesión sobre sus intereses personales y directos, por lo
que no cabe interpretar que la norma ha consagrado una suerte de acción popular al que, salvo los
supuestos de excepción contemplados (Defensor del Pueblo y Asociaciones de interés público) la
cláusula permita la legitimación de los intereses difusos o colectivos en cabeza de los particulares”
(CASSAGNE, 1995:3, y en el mismo sentido, BA-RRA, 1994:1043).
2. Defensor del pueblo: su habilitación es una resultante del papel que cumple este nuevo actor
institucional como instancia pública de defensa de los intereses generales.
3. Asociaciones registradas: en este punto surge una importante tendencia jurisprudencial que
ante la ausencia de sanción de la ley reglamentaria prevista en el texto constitucional, le brinda una
amplia capacidad de acción a distintas categorías de organizaciones. De acuerdo con un fallo de la
justicia federal “debe modificarse el criterio según el cual un caso en justicia es sólo aquel en el que
se controviertan derechos propios de las partes adversarias. Los derechos de incidencia colectiva
son representados por asociaciones que no necesariamente tienen que estar afectadas –al menos
en forma directa– por el entuerto que procuran remediar. Se trata de la defensa potencial –ya sea
por razones ideales, o por conveniencia política de derechos del conjunto, que no se quiere dejar
sólo en manos de los afectados directos” (Asociación de trabajadores del Estado c/Arma-da
Argentina s/amparo, Cámara Federal de La Plata, Sala de Feria, 15/1/97).
C. La experiencia en el campo del medio ambiente . Como adelantáramos
precedentemente, la defensa de los intereses di-fusos y la ampliación de la legitimación activa para
posibilitar la apertura de la justicia, rompiendo con los esquemas procesales clásicos, ha venido de
la mano, en gran medida, de la defensa del ambiente. Precisamente en la Argentina, ha sido una
sentencia en esta materia la que poco después de la reforma ha abierto la instancia jurisdiccional
de resultas de la utilización de este tipo de amparo. Al respecto veamos los siguientes
precedentes:
1. Causa “Schroder, Juan c/Estado Nacional, Secretaría de Recursos Naturales s/amparo”,
14/12/94), ha establecido una primera interpretación del alcance de la legitimación que establece la
norma a los efectos de la defensa de intereses de tipo colectivo. Al respecto, le reconoce
legitimación a un vecino de la localidad elegida para la construcción de una planta de tratamiento
de residuos peligrosos. El nombrado entra dentro de la categoría de “afectado” y se considera
válida su pre-tensión de anular el correspondiente procedimiento licitatorio. En lo relativo a esto
último, la sentencia hace valer el derecho consagrado en el art. 41 de la Constitución Nacional.
Asimismo considera, luego de una deta-lada fundamentación que en la especie no se ha cumplido
con los requisitos de evaluación del impacto, ni de celebración de audiencias públicas, prescriptos
en la ley 24.051. En cuanto a la legitimación del amparista la Cámara expresa que “el problema de
la legitimación de los particulares no debe constituir una verdadera denegación del acceso a la
justicia de quienes se ven afectados por una medida estatal. Si la apertura de la jurisdic-ción no es
garantizada, concurriendo desde luego, los requisitos señala-dos, ¿qué garantía de juridicidad se
ofrecerá a los ciudadanos, si no pue-den contar con una auténtica defensa de sus derechos?”
2. Causa “Seiler, M. L. c. MCBA s/amparo”, 28/1995: Nos parecen relevantes los siguientes
considerandos de dicha sentencia: “Cualquiera sea la posición que se adopte frente al art. 43 de la
CN, no cabe duda de que la actora se encuentra legitimada pa-ra reclamar por un predio cuyas
condiciones son inconvenientes para los habitantes de la ciudad y para las personas que en él
habitan y que se encuentra ubicado a pocos metros de su domicilio real. Ello es así, en tanto no
puede negarse que lo que allí acontece la afecta de un modo directo”
3. Causa “Moro y otros c/Municipalidad de Paraná”, recientemente resuelto por el Tribunal
Superior entrerriano, los magistrados intervinientes en las dos instancias del juicio adhieren a la
postura amplia de consideración del término “afectado”. En tal sentido su actitud se inscribe en el
mismo camino que con posterioridad a la reforma constitucional han transitado los otros dos casos
citados. En el presente fallo, al igual que en los dos anteriores el “afectado” aparece de algún modo
bajo el ropaje de “vecino”. Es cierto que en esta sentencia no se utiliza el término, como en sus
precedentes, pero de hecho se le reconoce calidad de amparistas a un grupo de personas que en
su calidad de ciudadanos y de vecinos próximos al lugar donde se está efectuando la construcción
de un albergue deportivo, se sienten agraviados por los efectos que sobre el ambiente producirá
dicho emprendimiento. En este caso se extiende la noción de ambiente a la defensa del patrimonio
histórico y cultural, ya que la obra que se estaba efectuando atacaba el Parque Rivadavia en su
fisonomía y modo de utilización y por ello producía un daño grave e irreparable (de llegar a su
culminación) en el entorno “histórico-referencial” dentro del cual transcurre la existencia de una
comunidad humana.
D. Amparo colectivo y discriminación. Operatividad de los tratados
internacionales. En materia de discriminación, la figura ofrece un amplio campo de ac-ción
que permite la aplicación en ámbitos diversos de aquéllos estricta-mente contenidos dentro de los
derechos de tercera generación. Así, nos parece que esta consideración puede abrir la legitimación
a grupos o indi-viduos que invoquen un interés de resultas de actos u omisiones basados en
normas que desconocen de manera arbitraria y manifiesta los derechos fundamentales surgidos de
la Constitución y de los tratados internaciona-les, sobre todo aquellos que tienen jerarquía
constitucional (art. 75, inc. 22, CN). Todo este tipo de transgresiones, en la medida que afecten los
de-rechos sociales, políticos, culturales o económicos, pueden traer apareja-da la discriminación
que menoscabe a un grupo determinado de personas, sea por su posición económica o social o
por cualquiera de las restantes causales consideradas en el derecho internacional de los derechos
huma-nos.
En este punto nos parece fundamental rastrear las bases para la ope-ratividad de este tipo de
tratados. Al respecto, existe una abundante juris-prudencia comparada, ya que en última instancia
acá se encuentra el se-creto sobre la eventual aplicación de estas cláusulas. “El tema central que
domina el Derecho Internacional de los Derechos Humanos, es la ejecu-ción o enforcement. Desde
el punto de vista del individuo, la consideración primaria será la medida o extensión en que las
disposiciones de los trata-dos tienen efecto dentro del sistema jurídico interno” (TRAVIESO,
1996:142).
Cuando el Pacto de San José de Costa Rica (Convención Americana sobre Derechos Humanos,
art. 1), y el Pacto Internacional de Derechos Ci-viles y Políticos (art. 2.1), al igual que el Pacto
Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales (art. 2.2) establecen el deber de los
Es-tados de respetar y garantizar todos los derechos que cada uno de tales tratados contiene,
obligan a no discriminar para su ejercicio entre las per-sonas. Y cuando enunciativamente
mencionan cuáles son los motivos por los cuales queda prohibida la discriminación, citan “…,
posición económi-ca” o “cualquier otra condición social”.
Por ejemplo: art. 2.2. (Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales): “Los
Estados Partes en el presente Pacto se compro-meten a garantizar el ejercicio de los derechos que
en él se enuncian, sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión,
opinión política o de otra índole, origen nacional o social, posición econó-mica, nacimiento o
cualquier otra condición social”.
Recordemos que los tres instrumentos citados poseen jerarquía cons-titucional a partir de la
reforma constitucional de 1994 (art. 75, inc. 22); no olvidemos que todos estos tratados son los que
de conformidad con lo que dispone el nuevo inc. 23 del citado artículo, obligan a la promoción ya la
adopción de medidas positivas para el pleno goce y ejercicio de los de-rechos. Si trasladamos
nuestro razonamiento a una situación concreta de la Argentina de hoy, el conflicto planteado entre
la ley de Educación Su-perior, en particular en sus preceptos relativos a la posibilidad de suprimir la
gratuidad de la enseñanza universitaria, consideramos que los mismos se oponen a cláusulas tanto
constitucionales como convencionales.
Ahora bien, si esto debe ser así por prescripción contenida en nuestra ley fundamental, ya que por
el Pacto Internacional de Derechos Económi-cos, Sociales y Culturales, el Estado argentino se
obliga a garantizar el ple-no goce del derecho a la educación, estipulándose el establecimiento pro-
gresivo de la gratuidad de la enseñanza media y universitaria (cf. arts. 1 a 4). No hay duda de que
la nueva ley en sus disposiciones relativas al aran-celamiento, lejos de promover la profundización
de este derecho lo deva-lúa, contradiciendo abiertamente el programa establecido por el constitu-
yente en la materia y los compromisos internacionales contraídos.
Continuando con el hilo de nuestro razonamiento, consideramos que en la especie se produce
discriminación por causa de posición económica y/o de condición social en la medida que quienes
no cuenten con los me-dios para afrontar los pagos que un eventual arancelamiento suponga,
quedan privados del goce del derecho humano fundamental a la educa-ción universitaria.

Pero, volviendo a la utilidad del amparo en relación con la operatividad de las normas de origen
internacional, queremos recordar que la doctrina norteamericana ha elaborado tres criterios para
determinar el carácter autoejecutivo de las disposiciones de un tratado: la intención de las partes;
la precisión y los detalles de los términos utilizados; y la relación del tema con las facultades de la
rama judicial, más que de las ramas legislativa o ejecutiva (VON POTOBSKY, 1997:462). En el
caso argentino la so-lución del constituyente de reforma, ya comentada, no deja dudas sobre la
operatividad de las normas contenidas en los tratados que integran el derecho internacional de los
derechos humanos.
En tal sentido, se ha sostenido en un caso en que se consideró que una decisión administrativa
afectaba el derecho a la salud de los amparistas que “la preservación de la salud y la posibilidad de
asistencia médica son derechos garantizados por el art. 23 de la Declaración Universal de
Derechos Humanos y el art. XI de la Declaración Americana de Derechos y De-beres del Hombre,
incorporadas con jerarquía constitucional por el art. 75, inc. 22 de la ley fundamental vigente”
(“Asociación de Trabajadores del Estado c/Armada Argentina s/amparo”, enero 15/1997).
Por último, la declaración de inconstitucionalidad de oficio posibilita que el juez vele por el
cumplimiento de los tratados en la medida que evitará que continúen en vigencia aquellas normas
que se opongan a ellos.
CONSIDERACIONES FINALES
1. El balance de la reforma constitucional de 1994 nos permite afirmar –transcurridos tres años–
que las materias relacionadas con la parte dogmática han sido las que más han enriquecido a
nuestras instituciones. Al respecto y por los motivos ya expuestos, el amparo “colectivo” del art. 43,
2º párrafo, nos parece una herramienta de particular utilidad para posibilitar la apertura de la
justicia a la defensa de los derechos humanos, tornando operativo el contenido de los tratados
internacionales.
2. Un instituto de este tipo debería constituir un instrumento capaz de controlar desbordes a nivel
de la vigencia de los derechos fundamentales; asegurando la vigencia de los principios de igualdad
y de equidad. Ello, en aras de reequilibrar el debilitamiento de las estructuras estatales, institu-
yendo un elemento de control social propio de la democracia participativa.
3. Por lo antedicho, la consagración del amparo colectivo debería ser-vir para fortalecer a la
sociedad civil. El fenómeno debería repercutir no sólo en la esfera individual, sino también en el
sector no gubernamental, o sea, desde el universo de organizaciones que lo componen.
4. La existencia de una importante corriente doctrinaria en lo jurídi-co, avalada por la opinión de
muchos de los más prestigiosos publicistas argentinos, ha servido para situar a la nueva figura y en
especial, al alcan-ce de quienes están legitimados para interponerla, en un punto ideal pa-ra dar
cumplimiento a los objetivos de participación y de control a que ha-cemos mención en los puntos
anteriores.
5. Asimismo, la jurisprudencia se ha visto jalonada por importantes fa-llos que desde las diversas
instancias judiciales, se han pronunciado en el mismo sentido que la señalada doctrina de los
autores. Inclusive reconociendo en el instituto la capacidad de habilitar una vía de control directo de
constitucionalidad a ser ejercitada de oficio por los magistrados.
6. Sin embargo, estas señales positivas, no pueden dejarnos perder de vista los riesgos que se
ciñen sobre el amparo colectivo. En efecto, una corriente doctrinaria minoritaria tiende a interpretar
su alcance con la mayor restricción posible.

HABEAS DATA.
Recién con la reforma constitucional de 1994, se incorporó a nuestro derecho positivo esta garantía
operativa, en el tercer párrafo del artículo 43, siendo el amparo la acción habilitada para el caso.

Art 43 de la C.N, tercer párrafo : Toda persona podrá interponer esta acción para tomar
conocimiento de los datos a ella referidos y de su finalidad, que consten en registros o
bancos de datos públicos, o los privados destinados a proveer informes, y en caso de
falsedad o discriminación, para exigir la supresión, rectificación, confidencialidad o
actualización de aquéllos. No podrá afectarse el secreto de las fuentes de información
periodística.

Se puede definir “el Habeas Data como una nueva institución jurídica para poder lograr
efectivamente, en un Estado de Derecho, la protección, seguridad, exactitud o rectificación,
preservación o destrucción justificadas del secreto o privacidad sobre los datos del ciudadano, que
el Estado u otros entes públicos o privados tengan sobre ellos con el propósito del conocimiento y
difusión permitidos de los mismos, ya sea que estén archivados o guardados en medios
electrónicos o similares, porque ellos constituyen testimonios o proyecciones de la persona, de la
vida, de la identidad, pensamiento cultural o instrucción, actividades sociales, económicas,
religiosas, así como los de la genética, salud, orientación sexual, pensamiento político, sea que ya
se hallen registrados o por registrarse, según el amparo y protección que la Constitución y las
Leyes respectivas lo ordenen.

LEY DE PROTECCIÓN DE DATOS PERSONALES


Art. 1° — Objeto: La presente ley tiene por objeto la protección integral de los datos personales
asentados en archivos, registros, bancos de datos, u otros medios técnicos de tratamiento de
datos, sean éstos públicos, o privados destinados a dar informes, para garantizar el derecho al
honor y a la intimidad de las personas, así como también el acceso a la información que sobre las
mismas se registre, de conformidad a lo establecido en el artículo 43, párrafo tercero de la
Constitución Nacional.

Art. 2° — Definiciones: A los fines de la presente ley se entiende por:


 Datos personales: Información de cualquier tipo referida a personas físicas o de existencia ideal
determinadas o determinables.
 Datos sensibles: Datos personales que revelan origen racial y étnico, opiniones políticas,
convicciones religiosas, filosóficas o morales, afiliación sindical e información referente a la salud o
a la vida sexual.
 Archivo, registro, base o banco de datos: Indistintamente, designan al conjunto organizado de
datos personales que sean objeto de tratamiento o procesamiento, electrónico o no, cualquiera que
fuere la modalidad de su formación, almacenamiento, organización o acceso.
 Tratamiento de datos: Operaciones y procedimientos sistemáticos, electrónicos o no, que
permitan la recolección, conservación, ordenación, almacenamiento, modificación, relacionamiento,
evaluación, bloqueo, destrucción, y en general el procesamiento de datos personales, así como
también su cesión a terceros a través de comunicaciones, consultas, interconexiones o
transferencias.
 Responsable de archivo, registro, base o banco de datos: Persona física o de existencia ideal
pública o privada, que es titular de un archivo, registro, base o banco de datos.
 Datos informatizados: Los datos personales sometidos al tratamiento o procesamiento
electrónico o automatizado.
 Titular de los datos: Toda persona física o persona de existencia ideal con domicilio legal o
delegaciones o sucursales en el país, cuyos datos sean objeto del tratamiento al que se refiere la
presente ley.
 Usuario de datos: Toda persona, pública o privada que realice a su arbitrio el tratamiento de
datos, ya sea en archivos, registros o bancos de datos propios o a través de conexión con los
mismos.
 Disociación de datos: Todo tratamiento de datos personales de manera que la información
obtenida no pueda asociarse a persona determinada o determinable.

Acción de protección de los datos personales


Art. 33. — Procedencia: La acción de protección de los datos personales o de hábeas data
procederá:
a) para tomar conocimiento de los datos personales almacenados en archivos, registros o bancos
de datos públicos o privados destinados a proporcionar informes, y de la finalidad de aquéllos;
b) en los casos en que se presuma la falsedad, inexactitud, desactualización de la información de
que se trata, o el tratamiento de datos cuyo registro se encuentra prohibido en la presente ley,
p/exigir su rectificación, supresión, confidencialidad o actualización.
Art. 34. — Legitimación activa: La acción de protección de los datos personales o de
hábeas data podrá ser ejercida por el afectado, sus tutores o curadores y los sucesores de las
personas físicas, sean en línea directa o colateral hasta el segundo grado, por sí o por intermedio
de apoderado.
Cuando la acción sea ejercida por personas de existencia ideal, deberá ser interpuesta por sus
representantes legales, o apoderados que éstas designen al efecto.
En el proceso podrá intervenir en forma coadyuvante el Defensor del Pueblo.

Art. 35. — Legitimación pasiva: La acción procederá respecto de los responsables y


usuarios de bancos de datos públicos, y de los privados destinados a proveer informes.

Art. 36. — Competencia: Será competente para entender en esta acción el juez del domicilio
del actor; el del domicilio del demandado; el del lugar en el que el hecho o acto se exteriorice o
pudiera tener efecto, a elección del actor.
Procederá la competencia federal:
a) cuando se interponga en contra de archivos de datos públicos de organismos nacionales, y
b) cuando los archivos de datos se encuentren interconectados en redes interjurisdicciones,
nacionales o internacionales.

Art. 37. — Procedimiento aplicable: La acción de hábeas data tramitará según las
disposiciones de la presente ley y por el procedimiento que corresponde a la acción de amparo
común y supletoriamente por las normas del Código Procesal Civil y Comercial de la Nación, en lo
atinente al juicio sumarísimo.

Art. 38. — Requisitos de la demanda:


1. La demanda deberá interponerse por escrito, individualizando con la mayor precisión posible el
nombre y domicilio del archivo, registro o banco de datos y, en su caso, el nombre del responsable
o usuario del mismo.
En el caso de los archivos, registros o bancos públicos, se procurará establecer el organismo
estatal del cual dependen.
2. El accionante deberá alegar las razones por las cuales entiende que en el archivo, registro o
banco de datos individualizado obra información referida a su persona; los motivos por los cuales
considera que la información que le atañe resulta discriminatoria, falsa o inexacta y justificar que se
han cumplido los recaudos que hacen al ejercicio de los derechos que le reconoce la presente ley.
3. El afectado podrá solicitar que mientras dure el procedimiento, el registro o banco de datos
asiente que la información cuestionada está sometida a un proceso judicial.
4. El Juez podrá disponer el bloqueo provisional del archivo en lo referente al dato personal motivo
del juicio cuando sea manifiesto el carácter discriminatorio, falso o inexacto de la información de
que se trate.
5. A los efectos de requerir información al archivo, registro o banco de datos involucrado, el criterio
judicial de apreciación de las circunstancias requeridas en los puntos 1 y 2 debe ser amplio.
Art. 39. — Trámite:
1. Admitida la acción el juez requerirá al archivo, registro o banco de datos la remisión de la
información concerniente al accionante. Podrá asimismo solicitar informes sobre el soporte técnico
de datos, documentación de base relativa a la recolección y cualquier otro aspecto que resulte
conducente a la resolución de la causa que estime procedente.
2. El plazo para contestar el informe no podrá ser mayor de cinco días hábiles, el que podrá ser
ampliado prudencialmente por el juez.
Art. 40. — Confidencialidad de la información:
1. Los registros, archivos o bancos de datos privados no podrán alegar la confidencialidad de la
información que se les requiere salvo el caso en que se afecten las fuentes de información
periodística.
2. Cuando un archivo, registro o banco de datos público se oponga a la remisión del informe
solicitado con invocación de las excepciones al derecho de acceso, rectificación o supresión,
autorizadas por la presente ley o por una ley específica; deberá acreditar los extremos que hacen
aplicable la excepción legal. En tales casos, el juez podrá tomar conocimiento personal y directo de
los datos solicitados asegurando el mantenimiento de su confidencialidad.
Art. 41. —Contestación del informe: Al contestar el informe, el archivo, registro o banco de datos
deberá expresar las razones por las cuales incluyó la información cuestionada y aquellas por las
que no evacuó el pedido efectuado por el interesado, de conformidad a lo establecido en los
artículos 13 a 15 de la ley.

Art. 42. — Ampliación de la demanda: Contestado el informe, el actor podrá, en el término


de tres días, ampliar el objeto de la demanda solicitando la supresión, rectificación,
confidencialidad o actualización de sus datos personales, en los casos que resulte procedente a
tenor de la presente ley, ofreciendo en el mismo acto la prueba pertinente. De esta presentación se
dará traslado al demandado por el término de tres días.

Art. 43. — Sentencia:


1. Vencido el plazo para la contestación del informe o contestado el mismo, y en el supuesto del
artículo 42, luego de contestada la ampliación, y habiendo sido producida en su caso la prueba, el
juez dictará sentencia.
2. En el caso de estimarse procedente la acción, se especificará si la información debe ser
suprimida, rectificada, actualizada o declarada confidencial, estableciendo un plazo para su
cumplimiento.
3. El rechazo de la acción no constituye presunción respecto de la responsabilidad en que hubiera
podido incurrir el demandante.
4. En cualquier caso, la sentencia deberá ser comunicada al organismo de control, que deberá
llevar un registro al efecto.
Art. 44. — Ámbito de aplicación: Las normas de la presente ley contenidas en los Capítulos
I, II, III y IV, y artículo 32 son de orden público y de aplicación en lo pertinente en todo el territorio
nacional. Se invita a las provincias a adherir a las normas de esta ley que fueren de aplicación
exclusiva en jurisdicción nacional. La jurisdicción federal regirá respecto de los registros, archivos,
bases o bancos de datos interconectados en redes de alcance interjurisdiccional, nacional o
internacional.

HÁBEAS CORPUS
Es la garantía q protege la libertad física de las personas. Consiste en q cuando un individuo se
queja de haber sido ilegalmente arrestado o privado de su libertad, sea llevado sin demora ante su
propio juez o tribunal p/q examine la legitimidad de la detención y lo ponga en libertad si encuentra
q la detención fue arbitraria.
Art. 43 de la C.N (primer párrafo): Cuando el derecho lesionado, restringido, alterado o
amenazado fuera la libertad física, o en caso de agravamiento ilegítimo en la forma o
condiciones de detención, o en el de desaparición forzada de personas, la acción de habeas
corpus podrá ser interpuesta por el afectado o por cualquiera en su favor y el juez resolverá
de inmediato, aún durante la vigencia del estado de sitio.

¿Para qué sirve un hábeas corpus? Para que llegues a una rápida solución judicial cuando
tu libertad física se ve amenazada, atacada o restringida de forma ilegítima por una autoridad
pública.
¿Cuándo puedo iniciar un hábeas corpus?. Podés usar el procedimiento del hábeas
corpus:
 Si una autoridad pública, que no tiene una orden escrita de detención, amenaza o limita tu libertad
física.
 Si sos una persona alojada en una cárcel, comisaría u otra repartición y agravan ilegítimamente
las condiciones de tu privación de libertad.
¿Se puede aplicar en otras situaciones?. Sí, cuando hay estado de sitio. ¿Qué es el
estado de sitio? Es un régimen de excepción que puede declarar el gobierno en situaciones
especiales como invasión, guerra exterior o guerra civil. Durante el estado de sitio se suspenden
las garantías constitucionales. En el estado de sitio, el Presidente puede detener personas y
trasladarlas de un punto a otro de la Nación, salvo que las personas detenidas prefieran salir del
territorio nacional.
PROCEDIMIENTO DE HABEAS CORPUS - LEY N° 23.098
Aplicación de la ley. Tendrá vigencia en todo el territorio de la Nación, cualquiera sea el tribunal
que la aplique. Sin embargo ello no obstará a la aplicación de las constituciones de Provincia o de
leyes dictadas en su consecuencia, cuando se considere que las mismas otorgan más eficiente
protección de los derechos que se refiere esta ley.
Jurisdicción de aplicación. La aplicación de esta ley corresponderá a los tribunales nacionales o
provinciales, según el acto denunciado como lesivo emane de autoridad nacional o provincial.
Cuando el acto lesivo proceda de un particular se estará a lo que establezca la ley respectiva.
Si inicialmente se ignora la autoridad de quien emana el acto denunciado como lesivo, conocerá
cualquiera de aquellos tribunales, según las reglas que rigen su competencia territorial hasta
establecer el presupuesto del párrafo anterior que determinará definitivamente el tribunal de
aplicación.
¿De qué manera se inicia un hábeas corpus?. Con una denuncia ante un juez.
¿Quiénes pueden hacer la denuncia?
 La persona perjudicada.
 Otra persona en favor de la persona perjudicada
 El juez que toma conocimiento de una situación que ataca ilegalmente la libertad.
¿Cómo es el procedimiento?. Es un procedimiento rápido porque está para solucionar un tema
urgente. Dentro de la 24 hs. el juez pide que se presenten la persona afectada y la autoridad que
dictó la medida. Terminada la audiencia, el juez toma una decisión y la lee inmediatamente a todos
los presentes. Si el Juez considera que la detención es legal, rechaza el hábeas corpus. Si el Juez
considera que la detención es ilegal, ordena la inmediata libertad de la persona afectada.
¿Qué debe contener la denuncia?
 Nombre y domicilio del denunciante.
 Nombre, domicilio y demás datos personales de la persona perjudicada.
 Autoridad que limitó la libertad de la persona perjudicada.
 Causa del acto perjudicial.
 Describir por qué la limitación de la libertad es ilegítima.

Jurisprudencia.
Caso: “Verbitsky, Horacio s/Hábeas Corpus Colectivo” (2005)
Verbitsky, en su carácter de representante legal del CELS (Centro de Estudios Legales y Sociales)
interpuso un hábeas corpus colectivo a favor de la totalidad de los detenidos alojados en
establecimientos policiales superpoblados y/o en comisarías de la Prov. de Bs. As.
Describió q los calabozos se encontraban en un estado deplorable, q todas las actividades (comer,
dormir, etc) se llevaban a cabo en el piso, q los sanitarios no eran suficientes p/todos; con todo ello
se aumentaba el riesgo de enfermedades, aumento de violencia física y sexual entre los internos.
En conclusión, consideró q la situación resultaba violatoria del art. 18 de la CN y de instrumentos
internacionales de jerarquía constitucional, y q constituía un agravamiento arbitrario de las
condiciones de detención legal.
La Cámara Nacional de Casación Penal se declara incompetente.
La Corte dijo:
1. Pese a q la CN no menciona en forma expresa el hábeas corpus como instrumento deducible en
forma colectiva, es lógico suponer q si se reconoce la tutela colectiva de los Dºs citados en el párr.
2do del art. 43, con igual o mayor razón la CN otorga las mismas herramientas a un bien jurídico
de valor prioritario q es el esgrimido por el actor.
Ordenó q la Corte Suprema de la Prov. de Bs. As hiciera cesar la detención en comisarías de la
Provincia de menores y enfermos, y también hacer cesar toda agravación de la detención q importe
un trato cruel, inhumano o degradante.
2. Declaró q las reglas mínimas p/el tratamiento de reclusos de las Naciones Unidas, configuran las
pautas fundamentales a las q debe adecuarse toda detención.
Caso: “Mignone, Emilio Fermín s/Amparo” (2002)
Una ONG promovió acción de amparo p/q se garantizara el Dº a sufragar de las personas
detenidas sin condena en igualdad de condiciones q el resto de los ciudadanos.
El juez de 1ra instancia rechazó la demanda, decisión q fue revocada por la Cámara, la cual
reconoció aquel Dº, pero señalo q correspondía a los poderes políticos establecer los mecanismos
concretos p/hacerlo efectivo.
Mediante Rec. Extraordinario, se llegó a la CSJN, y esta sostuvo:
1. Debe encuadrarse como “hábeas corpus” y no como “amparo”, porq la lesión al Dº q se pretende
tutelar se integra con la restricción provisoria de la libertad.
2. La sentencia de la Cámara al supeditar la efectivización del Dº de sufragar de los detenidos sin
condena, consagra una privación de justicia.
3. La enumeración de los casos en q puede restringirse por ley el ejercicio de los Dºs Políticos
(prevista en el art. 23 de la CADH), constituye un número cerrado y debe interpretarse en forma
restrictiva; su ampliación es contraria a dicho Tratado, cuya jerarquía es constitucional.
4. La Corte declara además la legitimación activa q tenía la ING p/interponer el recurso.

Caso: “Urteaga, Facundo c/Estado Mayor Conjunto de las FFAA”


(1998)
Según informadores periodísticos, los dirigentes Santucho y Urteaga habrían muerto por
enfrentamientos con las Fuerzas de Seguridad.
Desconociéndose el destino real de los cuerpos, Urteaga, interpone un Amparo de Hábeas Data
contra 8 organismos de inteligencia del Estado Nacional a fin de obtener información de su Hno y
Santucho.
En 1ra instancia le rechazan el amparo presentado.
La CSJN por unanimidad hace lugar al Hábeas Data y se ordena a los organismos requeridos a q
den cuenta de los registros del fallecimiento de Urteaga y Santucho, y la localización de sus
cuerpos.

CSJN - Caso “Halabi”.


Ernesto Halabi, ciudadano argentino, de profesión abogado, interpuso acción de amparo contra el
Estado Nacional, solicitando se declarase la inconstitucionalidad de los artículos 1º y 2º de la Ley
25.873, y su decreto reglamentario 1.563/04. Dicha normativa incorporaba a la Ley Nacional de
Telecomunicaciones (Ley 19.798) la obligación a los prestadores de servicios de
telecomunicaciones de captar y derivar las comunicaciones que trasmiten para su observación
remota, de acuerdo a lo que establece la legislación vigente, a requerimiento del Poder Judicial o
del Ministerio Publico. Es decir, se estableció un amplio margen de intervención dado que los
prestadores de servicios de telecomunicaciones tenían la obligación de registrar y sistematizar los
datos filiatorios y domiciliarios de sus usuarios y clientes y los registros de tráfico de
comunicaciones cursadas por los mismos para su consulta sin cargo por parte del Poder Judicial o
del Ministerio Público, debiendo conservar la información por el plazo de 10 años.
Que el fundamento de la acción de amparo promovida se basó en que las disposiciones de la Ley
25.873 y su decreto reglamentario vulneran las garantías establecidas en los artículos 18 y 19 de la
Constitución Nacional, en cuanto autorizan la intervención de las comunicaciones telefónicas y por
Internet sin que una ley o la misma ley, determine en qué casos y con qué justificativos, es decir su
alcance. Asimismo, el Sr. Halabi sostenía que era una clara intromisión a la esfera de privacidad de
su persona, lo cual constituía una violación a sus derechos a la privacidad y a la intimidad en su
condición de usuario, y también, una vulneración a su privilegio de confidencialidad que, como
abogado, ostenta en las comunicaciones con sus clientes.
El Tribunal de grado, es decir la Sala II de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Contencioso
Administrativo Federal, confirmó la sentencia de primera instancia la cual declaró la
inconstitucionalidad de los arts. 1 y 2 de la Ley 25.873, asistiéndole razón a los fundamentos del
amparista. Asimismo, determino que la legitimación del actor no excluía la incidencia colectiva de la
afectación a la luz del 2° párrafo del art. 43 de la Constitución Nacional por lo que la sentencia
dictada en tales condiciones, debía aprovechar a todos los usuarios que no han participado en el
juicio. Y en este punto es que nos centraremos en los párrafos siguientes.
El Estado Nacional, ante la decisión de la Sala II, interpone recurso extraordinario federal, el cual
es concedido y ataca exclusivamente el efecto erga omnes que la Cámara atribuyó a su
pronunciamiento, sosteniendo que la pretensión fue deducida exclusivamente por un particular.
En estas condiciones, es que la Corte Suprema de Justicia de la Nación dictó el fallo conocido
como “Halabi” el pasado 24 de febrero de 2009, que en resumen estableció:
A. Ratifica la inconstitucionalidad decretada por el Tribunal de grado en relación a los arts. 1 y 2 de
la Ley 25.873, sosteniendo, a grandes rasgos, que dicha normativa constituye una violación al
derecho a la intimidad y una injerencia o intromisión, arbitraria y abusiva en la vida privada de los
afectados.
B. En materia de legitimación procesal delimita tres categorías de derechos: individuales, de
incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos, y de incidencia colectiva referentes a
intereses individuales homogéneos.
C. Los derechos de incidencia colectiva que tienen por objeto bienes colectivos, conforme el art. 43
de la Constitución Nacional, y los mismos son ejercidos por el Defensor del Pueblo de la Nación,
las asociaciones que concentran el interés colectivo y el afectado.
D. Aun cuando no exista una ley en nuestro derecho que reglamente el ejercicio efectivo de las
denominadas acciones de clase, el art. 43 de la Constitución Nacional es operativo y es obligación
de los jueces darle eficacia cuando se aporta nítida evidencia sobre la afectación de un derecho
fundamental y del acceso a la justicia de su titular.
Como vemos, nuestro máximo Tribunal sentó una fuerte doctrina en cuanto a la aplicación del art.
43 CN, la ampliación de la legitimación activa e incluso, la ampliación de los efectos de una
sentencia judicial.
2.- La acción de clase. Sus antecedentes.
El primer antecedente en relación a las acciones de clase como hoy las conocemos, se remonta al
Siglo XVII, en los Estados Unidos de Norteamérica, donde a partir de las directivas del Bill of
peace, mediante la labor jurisprudencial, se fue delineando la institución conocida como class
actions (acciones de clase). Ahora bien, su definición como tal, recién quedó plasmada en las
Federal Rules of Civil Procedure de 1938, para seguir evolucionando jurisprudencialmente hasta el
dictado de la “Regla 23” como parte de las Federal Rules de 1966.
Dicha regla determinó que el juez debe admitir la pretensión deducida por parte de un
representante de la clase (efectuando un adecuado control de su representatividad y de la
existencia de una comunidad de intereses) y, asimismo, que la decisión que se adopta tiene
efectos erga omnes. Estableció que, para que uno o más miembros de una clase puede demandar
o ser demandado como parte en representación de todos, se debe verificar que:
1. La clase es tan numerosa que la actuación de todos es impracticable;
2. Existen cuestiones de hecho y de derecho comunes a la clase;
3. Las demandas o defensas de las partes representantes son típicas de las demandas o defensas
de la clase;
4. Las partes representantes protegerán los intereses de la clase justa y adecuadamente.
En nuestro ordenamiento jurídico, recién con la reforma constitucional del año 1994 se plasmaron
concretamente los derechos de incidencia colectiva mediante la reforma del art. 43 de la
Constitución Nacional. El mismo, en su nuevo texto, dice que podrá interponer acción de amparo
en lo relativo a los derechos que protegen al ambiente, a la competencia, al usuario y al
consumidor, así como a los derechos de incidencia colectiva en general, el afectado, el defensor
del pueblo y las asociaciones que propendan esos fines. A partir del dictado del fallo “Halabi”, la
CSJN dio un paso importantísimo al incorporar los requisitos legitimantes de esta nueva acción
procesal de los derechos de incidencia colectiva, o acciones de clase.
3.- Procedencia de la Acción. Legitimación.
Al dictar el fallo “Halabi”, la CSJN también introdujo los requisitos que debería contener una acción
de clase, o de “Derecho de incidencia colectiva referente a intereses individuales homogéneos”
como la llama la CSJN, en el marco del derecho argentino. Podemos identificar tres condiciones
para la procedencia de dicha acción según el fallo mencionado. Ellas son:
1. La primera es la condición básica para la procedencia de cualquier acción: el interés o el daño.
Pero para las acciones de clase, se agrega que debe ser un hecho único que causa una lesión a
una pluralidad relevante de derechos individuales.
2. Ese daño causado a una pluralidad de derechos individuales, no debe ser un daño diferenciado
en cada sujeto, sino que debe contar con elementos homogéneos dentro de esa pluralidad de
sujetos al estar afectado por un mismo hecho. Este es el concepto de clase para la CSJN. Los
daños producidos por un hecho común a una pluralidad de derechos individuales, deben afectar a
un grupo homogéneo y la presentación debe estar concentrada en los efectos comunes sufridos
por ese grupo homogéneo y no en lo que cada individuo pueda peticionar.
3. Por último, nuestro máximo Tribunal estableció que para este tipo de acción (de incidencia
colectiva en relación con intereses individuales homogéneos) debía ser exigible que el interés
individual, considerado aisladamente, no justificara la promoción de una demanda por la poca
cuantía del reclamo relacionado con el costo del litigio, con lo cual podría verse afectado el acceso
a la justicia. Sin embargo, aclara que la acción resultará de todos modos procedente en aquellos
supuestos en los que cobran preeminencia otros aspectos referidos a materias tales como el
ambiente, el consumo o la salud o cuando afectan a grupos que tradicionalmente han sido
postergados, o en su caso, débilmente protegidos. En esas circunstancias, la naturaleza de esos
derechos excede el interés de cada parte.
En cuanto a la legitimación activa de las acciones de clase, y siempre y cuando se cumplan con los
requisitos de su procedencia, la misma se encuentra establecida en el art. 43 de la Constitución
Nacional, en cuanto los derechos de incidencia colectiva referentes a derechos personales o
patrimoniales derivados de afectaciones al ambiente y a la competencia, de los derechos de los
usuarios y consumidores como de los derechos de sujetos discriminados.
Ahora bien, en nuestro derecho positivo no existe una ley que reglamente el ejercicio efectivo de
las acciones de clase. Ante este escenario, la CSJN establece que lo normado en el art. 43 de la
Constitución Nacional, es totalmente operativo y los jueces deben dotar de la eficacia
correspondiente a tales palabras. Por tal motivo, podemos establecer que la acción de clase
(siempre y cuando cumpla los requisitos de la misma) tiene una legitimación activa amplia, dado
que puede ser interpuesta por el afectado, por el Defensor del Pueblo y por las asociaciones
inscriptas bajo la normativa vigente para esos fines.
4.- Efectos de la Sentencia.-
Como es sabido, las sentencias dictadas solo producen efectos respecto de quienes han revestido
el carácter de partes en el juicio (y eventualmente terceros citados), y no pueden beneficiar ni
perjudicar a terceros ajenos a la litis. Ahora bien, esta regla no puede ser aplicada a sentencias
donde estén en juego derechos de incidencia colectiva, ya que, en tal caso, el mismo instituto de
las acciones de clase carecería de sentido.
Por lo tanto, en este supuesto de las acciones de clase se verifica un cambio en el concepto
tradicional del alcance de los efectos de una sentencia y del alcance de la cosa juzgada,
expandiéndose sus efectos a todos los integrantes de la clase afectada, teniendo la sentencia, en
relación con los mismos, efectos «erga omnes».
5.- Conclusiones.-
Ha sido uno de los fallos de nuestra CSJN que marcó un rumbo, rompió moldes y fijó nuevos
paradigmas. Al igual que otros famosos fallos anteriores (menciono sólo a título de ejemplo los
famosos “Siri” y “Kot” de los años 1957/1958 sobre la acción de amparo; “Ponzetti de Balbín”de
1984 sobre el derecho a la intimidad, “Sejean c/Zaks de Sejean” de 1986 que hizo lugar al divorcio
vincular, “Ekmekdjian c/Sofovich” de 1992 que hizo lugar al derecho de réplica, “Aquino” de 2004
sobre la inconstitucionalidad de algunos artículos de la Ley de Riesgos del Trabajo, “Expósito,
Miguel Angel” también de 2004 que decide acatar un fallo de la Corte Interamericana de Recursos
Humanos, “Verbissky” de 2005 que hizo cesar la detención en comisarías de la Pcia. de Buenos
Aires de enfermos y niños, “Mendoza, Beatriz” de 2007 sobre la cuenca del Riachuelo y donde fijó
como doctrina que la CSJN era competencia originaria en la prevención recomposición y
resarcimiento del daño colectivo, el caso “ATE” de 2008 complementado con “Rossi, Adriana” del
2009 en relación con la libertad de asociación gremial, elección de autoridades y la protección del
fuero sindical, etc., etc.), a partir de este precedente, se ha abierto una nueva clase de acción en
nuestro derecho, la cual pese a su falta de regulación procesal específica (que la misma CSJN
atribuye a la “mora del legislador”), determina una nítida ampliación del espectro de protección de
derechos, principalmente, de los derechos de la competencia, del usuario/consumidor y del medio
ambiente.
Creemos que se hace necesario luego del tiempo transcurrido desde el fallo “Halabi”, proceder a
tipificar dentro de los códigos procesales (comenzado a nivel Nacional) los requisitos esenciales de
las acciones de clase para la procedencia de las mismas, establecer en forma clara y concreta la
legitimación activa incluso pudiendo regular flexiblemente la establecida en el art. 43 CN, y,
finalmente, fijar el tipo de proceso por el cual se deberá interponer y tramitar la acción en cuestión.

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