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LA ECOPSICOLOGÍA EN RELACIÓN CON LA ESPIRITUALIDAD

ARTÍSTICA

Introducción

En el presente trabajo teorizaremos sobre la relación existente entre la


naturaleza y la inspiración artística. El mismo será abordado desde una perspectiva
Ecopsicológica que nos servirá como base para una interrelación entre los fenómenos
religiosos, espirituales, ecológicos, artísticos y psicológicos. Nos interpela hablar
sobre esta temática debido a interrogantes como: ¿por qué pareciera más sencillo
escribir, pintar, dibujar, meditar, o hacer cualquier actividad en con la introspección
personal, estando presente en un medio natural?, ¿existe realmente una cualidad que
pertenezca al ambiente en el que nos encontramos que facilite o dificulte este modo de
expresión?, ¿será mera casualidad que entre más nos desconectamos de lo cotidiano,
más podemos conectarnos con la naturaleza y, consecuentemente, con nuestra
dimensión espiritual?

Observamos que los sujetos más conectados con la naturaleza, tienden a ser
más conscientes de su espiritualidad y que a su vez, ambas, naturaleza y
espiritualidad, impulsan la creatividad en el artista. También, partimos de la base de
que la religión es la vía privilegiada a través de las cuales las necesidades espirituales
del ser humano se manifestaron en la historia de la humanidad, y cuyas
manifestaciones, fueron inclinadas hacia el arte desde épocas inmemorables. Para
poder profundizar en estas cuestiones, tendremos que describir y/o definir una serie de
conceptos fundamentales como: ¿qué es un fenómeno?, ¿qué es la Ecopsicología?,
¿qué es lo espiritual?, ¿qué es la religión?, ¿qué es la fantasía o el fantaseo? y ¿qué es
el arte?

Incluso, delimitaremos y abordaremos cuestiones tales como el asombro, el


sentido, y un sentimiento de comunidad que serán rasgos característicos de una vida
espiritual en la que la naturaleza actúe como un factor sumamente influyente. Esto nos
servirá como puntapié para pensar en una espiritualidad auténtica que logra tocar las
profundidades y que se puede ver plasmada en diversas formas de expresión que el
hombre fue adoptando desde sus inicios, y para la cual se valió del medio ambiente en
el que se situó.

Asimismo, vale la pena la aclaración de que esta monografía se basa en un


estudio fenomenológico de los temas introducidos, para el cuál ahondaremos en las
vivencias más genuinas de nuestra consciencia y, por ende, de nuestras subjetividades;
pero que, paradójicamente, trataremos de objetivarlas con la mayor precisión posible.

Desarrollo

Primeramente, y a fin de delimitar el marco teórico por el cual nos


dispondremos a desarrollar el presente trabajo, retomaremos las definiciones de los
conceptos que hemos mencionado como fundamentales en la precedente introducción.
Necesariamente hablaremos de fenómenos, por lo que diremos que un fenómeno es
todo aquello que se produce en la naturaleza y que podemos percibir mediante los
sentidos, para, finalmente, encontrarlo manifestado o plasmado dentro de nuestra
consciencia. Cuando mencionamos a la Ecopsicología nos referimos a la siguiente
definición del sitio web CuerpoMente (https://n9.cl/whvna) la cual la define como
“una disciplina psicológica relativamente nueva, que busca remediar el divorcio
entre nuestro mundo interior y nuestro mundo exterior”. Es tomada como un punto de
encuentro entre psicólogos y ecologistas conscientes de que la salud de nuestra mente
y la salud del planeta son dos caras de una misma moneda, que estudia el efecto de
diversos factores ambientales sobre el bienestar individual, pero que no es psicología
ambiental ya que va más allá del mero ambiente que rodea al sujeto.

Agregando a lo anterior, definiremos fantasías o fantaseo en términos


psicoanalíticos. Estos son, inconscientemente, los contenidos primarios de los
procesos mentales y/o representantes psíquicos de los instintos, los que a su vez
pertenecen a los lugares más recónditos del aparato psíquico y fuentes de toda
inspiración. Conscientemente son los sueños diurnos, es decir, actos psíquicos de
pleno derecho que implican la realización imaginaria de un deseo insatisfecho o, dicho
de otro modo, de una satisfacción alucinatoria. Al hablar de arte nos apoyaremos en la
definición que expresa Torres Borda, M (2007), como “una realidad intermedia entre
la realidad psíquica, el mundo de la fantasía, y la realidad efectiva, el mundo
exterior, es decir, es aquello creado por el artista mediante la fusión de ambas
realidades, tornándose de esta manera más aceptables tanto para el propio sujeto
como para el espectador y/o su entorno”. Respecto a la religión podemos decir que
implica un conjunto de doctrinas o pautas ético/morales y prácticas rituales, que
relacionan al ser humano con la trascendencia y tiene un carácter exotérico y
esotérico. Por último, con espiritualidad nos referiremos a una dimensión propiamente
humana, que nos abre a las posibilidades de una vida profunda. Es aquello que guarda
conexión con la esencia de todas las cosas, dentro de una dimensión que va más allá
de la materialidad; incluso a veces, pudiendo llegar a tomar un carácter esotérico.
En continuación con lo último, no por ser la espiritualidad algo común a todos
los seres humanos, necesariamente pensaríamos que todo sujeto puede alcanzar una
vida profunda. Esta dimensión se presta cuando uno hace consciencia de su
espiritualidad. Ahora bien, no siempre nos resulta fácil hacer conexión con una vida
más allá del piloto automático. Eric Fromm, en Psicoanálisis y Religión plantea 3
rasgos característicos de lo espiritual. En una primera instancia plantea la capacidad
de asombro y maravilla. En un segundo punto menciona la cuestión del sentido y en
tercer lugar, un sentimiento de comunión profunda con todo lo que nos rodea.
Reflexionamos sobre la dificultad de que estas características se den en simultáneo en
nuestra vida cotidiana, y que para ello muchas veces necesitamos de otro factor que
funcione como incentivo o estimulante para tener una vida espiritual. Aquí es cuando
entra en escena la naturaleza. La naturaleza es un factor de suma importancia en el
ámbito de las hierofanías, la manifestación de lo sagrado en lo profano, actuando
como un puente entre los dos mundos. En ese apuntar más allá de lo inminente, nos
damos cuenta de que nos podemos vincular con las cosas ya que la hierofanía está
relacionada con el lenguaje de los símbolos. Frente a un símbolo podemos quedarnos
frente a lo que se nos aparece, lo obvio, o podemos ir a un significado más profundo,
y es la naturaleza la que nos habla de esa presencia de lo sagrado.

En esa misma línea, la capacidad de asombro que plantea Fromm, fue teorizada
muchos siglos antes con Platón y Aristóteles, quienes mencionaron que el sentido del
asombro ante el mundo, es esencial para una vida plena y ubicándolo en el núcleo de
toda espiritualidad genuina, según el sitio web CuerpoMente (https://n9.cl/whvna).
Por nuestra parte, pensamos que este asombro sobre el mundo es a su vez, el motor
que impulsa la creación. Cuando al mirar un atardecer nos maravillamos por sus
colores, o al ver una noche estrellada nos sentimos pequeños, o cuando nos sentimos
atraídos por lo misterioso del océano y nos interpela en lo profundo de nuestra
esencia, es en ese momento en el que algo de la inspiración aflora. Esta capacidad de
asombro y maravilla, primer rasgo, es algo que vamos perdiendo, por lo tanto se trata
de no dar las cosas por hecho y tomar consciencia. Aquí es cuando introducimos el
segundo rasgo, la cuestión del sentido, en el que al no dar las cosas por hecho, se le
suma el interés y preocupación profunda por el significado de la vida. Es en el
interrogarnos por el significado profundo de una experiencia espiritual, cuando entra
el juego el común denominador entre el primer y segundo rasgo, la naturaleza.

Cabe remarcar, que nuestra capacidad de asombro se desarrolla en nuestra


primera infancia, es allí en donde posee su mayor efervescencia. Por lo que, en
términos platónicos y psicoanalíticos, podemos decir que nuestra capacidad de
asombro es una reminiscencia de nuestro vivenciar infantil, época en donde la
creatividad y el fantaseo todavía no se encuentran tan restringidos por la posterior
cultura, que mediará tanto nuestro comportamiento como nuestra subjetividad.
Entonces, para crear arte, debemos poder reconectarnos con nuestro lado más natural,
con nuestra esencia en un sentido espiritual, con nuestro “niño interior” y así poder
volver a conectar con nuestras fantasías y nuestra capacidad de asombro.

Dentro de este marco, “la teoría de la restauración de la atención o ART


(Attention Restoration Theory) sostiene que la habilidad para concentrarse podría ser
restaurada a través de la exposición a ambientes naturales” (Kaplan y Kaplan, 1989).
La atención nos permite ser conscientes del espacio y tiempo, del aquí y ahora, y nos
permite dirigir el foco hacia lo que deseamos realizar. Por lo tanto, si la atención
puede mejorarse ante la naturaleza, podríamos pensar que otras facultades se ponen en
juego ante el mismo fenómeno, que también contribuirían a la producción artística.
Torres Borda, M (2007), hipotetiza que “la obra de arte constituye una realidad
intermedia entre el mundo de las fantasías o realidad psíquica y el mundo exterior o
realidad efectiva”, que “tienen legalidad propia, puesto que en ellas está permitido
cancelar temporalmente ciertas represiones, permitiendo a todo aquel que lo vivencie,
como espectador o como creador, gozar del mismo”. Puesto que la obra de arte se
constituye en parte por el mundo exterior, y que a su vez los ambientes naturales son
beneficiosos para la restauración de la atención, se puede afirmar que el medio natural
es el ambiente propicio para la creación artística.

No obstante, Kandinsky (1911), va a decir en su libro “Lo espiritual en el arte”


que el arte está en un nivel superior al de la naturaleza. Se refiere a que los nuevos
principios están en relación causal con el pasado y el futuro y que su liberación se
desarrolla en la necesidad interior, que es en el arte, la fuerza espiritual de lo objetivo.
Kandinsky también habla de los elementos internos y externos que tiene la obra de
arte pero lo va a relacionar con la emoción que siente el alma del artista y que a su
vez, tiene la capacidad de provocar una emoción paralela en el alma del espectador.
En sus propias palabras, “la sensación es un puente de lo inmaterial a lo material
(artista), y de lo material a lo inmaterial (espectador).” Y aquí introduciremos el
tercer rasgo de Fromm sobre el sentimiento de comunión profunda con todo lo que
nos rodea. Es una sensación de que formamos parte de una cosa mucho más basta que
nosotros mismos y que estamos conectados con eso. Esta sensación es la que, según
Kandinsky, capta las vibraciones del alma unida al cuerpo, y es a su vez, la sensación
de sentirnos más grandes que nosotros mismos.

Ahora bien, desde la prehistoria, mediante el hallazgo de las pinturas rupestres


y sus simbolismos, puede advertirse que el ser humano en uno de sus estados más
naturales, ya se encontraba estrechamente vinculado con su dimensión artística y/o
espiritual. Desde siempre la espiritualidad de los pueblos se ha expresado con
imágenes pictóricas y escultóreas que formalizaron los conceptos abstractos de un
culto o el sentimiento místico, concretándolos principalmente en imágenes de tipo
alegórico pero también simbólico. Cuando hablamos de símbolo, lo entendemos como
la tercera punta de un triángulo en la antropología de Jung, con su epistemología del
griego “Symballein” que significa arrojar juntos. A un objeto de cerámica se lo
cortaba en dos mitades y cada uno se quedaba con una mitad, era símbolo de un
compromiso entre los dos, así como lo religioso vuelve a unir, a ligar. La religión es
históricamente la vía privilegiada a través de las cuales las necesidades espirituales del
ser humano se estructuraron, se manifestaron. Esta necesidad de volver a ligar con una
divinidad, lleve el nombre que lleve, que si nos ponemos reflexivos, no es más que la
mera necesidad de volver a hacer unión con nuestra espiritualidad. No por nada, en
cada punta del mundo más recóndita, en la cima de una montaña o en el medio de un
descampado, solemos encontrar manifestaciones religiosas, sean estas iglesias, cruces,
capillas o dibujos que dan cuenta del paso del hombre por ese lugar y a su vez, de que
algo lo tocó, lo movilizó. “La espiritualidad en el arte no se debe al sujeto
representado”, sino a “la experiencia plasmada en la obra por el artista en el
momento de la creación.”

En relación con las implicaciones, “la Ecopsicología propone la reconexión


con la naturaleza que somos y de la que formamos parte para recuperar la biofilia, el
sentido vital y el poder personal”, según Joana Macy, escritora en la escuela de
Ecopsicología en España. También menciona, que una de sus funciones es sanar y
alcanzar la plenitud, por eso nosotros creemos que apunta, en parte, a acercarnos a una
de las 7 dimensiones que constituyen al ser humano, la espiritual. A sí mismo, una
espiritualidad ecológica supone una conexión empática con la realidad, y desde el
punto de vista de la fenomenología, esta realidad va a estar recortada por lo que
nuestra conciencia capte.

No olvidemos que hay muchísimo de uno mismo en lo que expresa con el arte
y sus fantasías, sería difícil expresar algo que no esté dentro nuestro, aunque sea en
algún lugar muy adentro. El arte al fin y al cabo es expresar y eso es lo que se hace
con las emociones y sentimientos, por eso cada autor o artista tiene su impronta y,
seguramente, parte del arte que crean tenga que ver también con su forma de ver la
vida y/o sus fantasías.

La ecopsicología puede ser vista como una de aquellas disciplinas que


aparentan complejidad al inicio, pudiendo incluso lindar con lo esotérico para algún
apresurado de conclusiones rápidas. Sin embargo, al interiorizarse uno puede darse
cuenta que lo propone es que la felicidad, o el bienestar general, se encuentra en las
cosas simples, en volver a ser uno con la naturaleza.
En pocas palabras, el medio ambiente, no solo influye en nuestra psicología,
mentalidad, espiritualidad y arte; sino que además, todos estos fenómenos pueden
llegar a ser su mero resultado. Plotino, el gran filósofo del final de la Antigüedad
clásica, lo explicó muy claramente, él decía que nuestra mente se expande al
contemplar, sea desde el horizonte, desde lo alto de una montaña o desde la costa. En
resumidas cuentas, “la psique se convierte en aquello que contempla”.

Conclusiones

Sintetizando, me gustaría destacar los conceptos trabajados en clase que


sirvieron como fuente de inspiración para pensar la temática del trabajo y desarrollar
el marco teórico. Tanto la espiritualidad, la religión, lo sagrado, la hierofanía, el
símbolo, las dimensiones, los fenómenos; son conceptos que de inmediato puse en
relación con la naturaleza debido a lo que ella genera en mí y el tipo de experiencias
que se puede tener en un ambiente natural. No puedo evitar sentirme diferente cuando
estoy rodeada de un paisaje increíble, como si de algo más grande se tratase y yo sólo
fuera un eslabón. Cuando uno está en la ciudad, resulta más fácil ser antropocentrista,
comienza a dudar de las cosas que no puede ver, se aleja de lo esotérico y sostiene a lo
exotérico como única vía válida. Ahora bien, resulta tan fácil cómo salirse un poco del
cascarón y ser testigo de una noche estrellada, para comenzar a hacerse las mismas
preguntas que se hicieron las personas durante siglos.

Es en este marco cuando comienzo a reflexionar sobre la influencia de la


naturaleza en nuestra inspiración para hacer cosas que, en otro contexto, no haríamos
o nos resultaría más dificultoso. Existe algo de lo natural, que inevitablemente se pone
en relación con lo espiritual y que fomenta este instinto creativo/artesanal que se ve
reemplazado por lo fugaz de la vida en la ciudad, en donde uno no frena a reflexionar,
hacer introspección, o crear con ingeniosidad y asombro. La teoría de la recuperación
de la atención es el ejemplo clave de los beneficios que la Ecopsicología nos brinda y
su poder de ”rescatarnos del exilio en nuestras pequeñas mentes y devolvernos a
nuestro verdadero hogar: el mundo.”

- Sol Tarantino

En lineamiento con el trabajo y en concordancia con algo más personal, puedo


decir que la naturaleza inspira a la creatividad y al alma del artista desde el simple
pensar en algo más grande que lo perceptible a la vista humana. Lo desconocido de la
naturaleza, lo no descubierto, lo inalcanzable para el humano nos pone en contacto
con la espiritualidad y le da lugar a la imaginación y al contacto con nuestra propia
sensibilidad y creencias. En contacto con la naturaleza es que se abre el polo
perceptivo a las sensaciones, a lo no visible, el simple hecho de reconocer qué hay
mucho más, le da lugar a lo desconocido. Se pone en juego algo de la subjetividad de
cada uno, es entonces y en ese contexto que el artista puede plasmar su visión y al
mismo tiempo generar el espacio para que un otro pueda ver su universo con otra
perspectiva, un poco la del artista y otro con su mundo espiritual del que hasta puede
conscientemente desconocer.

Considero que en la ciudad y la rutina diaria se suele perder un poco la


sensibilidad por ser una mera creación del ser humano, no da lugar a la imaginación
una calle de cemento creada un por un par, no se pone en juego lo desconocido y por
lo tanto limita la creatividad del artista. La rutina suele apagar a la espiritualidad por
no darle lugar al sujeto a pensar y conectar.
-Candela Jimenez

La idea de conectarse psicológicamente con el ecosistema parece simple, pero


eso es solo en apariencia, más aún, cuando nos encontramos en la vorágine de la
ciudad. También, es importante remarcar que la ecopsicología hoy en día se encuentra
“conviviendo” con la revolución tecnológica, la cual nos lleva a avanzar deprisa y a
pasos agigantados. Esta situación, dificulta claramente poder detenernos a fin de
apreciar o aprovechar psicológicamente los beneficios que nos brinda la naturaleza o
el ecosistema que nos rodea. Incluso, muchas veces nos dejamos llevar por esta
revolución tecnológica con el propósito de no quedar fuera de ella, cuando en verdad,
debería ser la revolución tecnológica la “preocupada” por no quedar afuera nuestro.

Por último, siento importante recalcar, en conformidad con lo trabajado, que el


impulso para poder salir de estos parámetros y de nuestro “yo-cosificado”, es más
propicio cuando nos encontramos en un ambiente completamente natural, en razón de
que éste puede hacernos sentir creadores y, por qué no también, parte de un Gran
Todo que va más allá del antropocentrismo. Creo que jamás debemos olvidarnos de
apreciar la belleza de la naturaleza, de la vida, de lo simple, o dicho de otro modo, de
la Belleza en sí.

- Gonzalo Faré

Bibliografía

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