Está en la página 1de 22

Adultez

4
PRESENTACIÓN

El desarrollo en este periodo tiene algunas características particulares que justifican su


identificación como una etapa peculiar dentro del proceso de desarrollo a lo largo de la vida.
No obstante, la delimitación conceptual de la adultez, como periodo del desarrollo humano,
entraña mayores dificultades que la de los periodos que le preceden, básicamente por dos ra-
zones: por un lado, el elevado protagonismo que adquieren las influencias no normativas (es
decir, aquellas que no afectan uniformemente al desarrollo de todos o buena parte de los in-
dividuos ubicados cronológicamente dentro de este periodo) dependientes del momento his-
tórico que le ha tocado vivir al individuo y de su trayectoria vital previa; y por otro lado, la
amplitud temporal que comprende este periodo. Ambos tipos de razones inciden en un au-
mento de la diversidad de personas dentro de la adultez y hacen más difícil la identificación
de un perfil prototípico del adulto.
En esta Unidad de Aprendizaje abordaremos, además de los diferentes subperiodos de la
adultez, los conceptos de edad cronológica, subjetiva, biológica y social. A partir de aquí, des-
cribiremos los principales cambios que se producen relacionados con el desarrollo biofísico
y los sistemas orgánicos. Analizaremos a continuación el desarrollo cognitivo desde la pers-
pectiva de los estudios psicométricos, las teorías del procesamiento de la información, desde
las perspectivas interaccionistas, posestructuralistas y desde la inteligencia práctica y la sabi-
duría. Terminaremos con el análisis del desarrollo de la personalidad en esta etapa, tanto desde
la perspectiva de rasgos y desde la perspectiva de la identidad.

OBJETIVOS

• Diferenciar los conceptos de edad cronológica, biológica, social y subjetiva


• Conocer los cambios que se producen en el desarrollo biofísico y los sistemas orgánicos.
• Analizar las principales perspectivas desde las que se aborda el desarrollo cognitivo en
esta etapa.
• Describir el desarrollo de la personalidad desde las teorías de rasgos y las teorías de
identidad

104
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

ESQUEMA DE LOS CONTENIDOS

ADULTEZ

EDAD Y ETAPA DESARROLLO DE


ADULTA LA PERSONALIDAD

DESARROLLO DESARROLLO
BIOFÍSICO Y DE LOS COGNITIVO
SISTEMAS ORGÁNICOS

EXPOSICIÓN DE LOS CONTENIDOS

1. INTRODUCCIÓN

Todos poseemos una teoría implícita acerca de lo que es un adulto y sobre lo que implica
serlo, pero esto no evita ciertos conflictos y contradicciones en la aplicación práctica del con-
cepto. Por ejemplo, ¿dónde ubicaríamos a un chico de 13 años que por circunstancias familia-
res como el fallecimiento de su madre, los escasos recursos económicos o la desestructuración
familiar, se ocupa de cuidar de su hermano pequeño de 5 años, hacer la compra y otras muchas
de las tareas de la casa además de acudir al colegio diariamente? Por su edad cronológica, su
estatus legal o su condición biofísica está claro que el protagonista de nuestra historia no se
ubicaría en la adultez. Sin embargo, no podríamos dejar de reconocer que los roles psicoso-
ciales que desempeña son de adulto, al menos en lo que respecta al contexto familiar, y juz-
garíamos esta parcela de su conducta como “madura” y “responsable”.
La categorización de una persona dentro de un periodo particular de la vida, como vemos,
en ocasiones es compleja. No obstante, en la investigación de la adultez, al igual que en otros
periodos del desarrollo, habitualmente se toma la edad cronológica como criterio preferente
de selección de los sujetos para la muestra. Esto ocurre porque la edad funciona como variable
aglutinadora de los procesos que afectan colectivamente a nuestro desarrollo a medida que
transcurre el tiempo (Dosil, 2012).

2. EDAD Y ETAPA ADULTA

2.1. Edad cronológica

Con relación a la edad cronológica, conviene aclarar que el desarrollo de una persona viene
en gran medida determinado por las circunstancias propias de la época particular en la que le
ha tocado vivir y desarrollarse (es decir, cohorte generacional).

105
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

El hecho de que la variable edad cronológica aglutine todas aquellas influencias a las que
estamos expuestos los seres humanos, especialmente cuando compartimos un mismo espacio
sociocultural, está en la base de que los límites cronológicos de los periodos de la vida man-
tengan una estrecha relación con los otros tipos de edades (es decir, biofísica, psicosocial y
social). Así, se puede establecer como límite inferior de la adultez la finalización de la puber-
tad-adolescencia.

2.2. Edad social

En nuestro país, los marcadores psicosociales o tareas evolutivas que determinarían la en-
trada en la edad adulta son el inicio de un trabajo remunerado, de emancipación fuera del
hogar familiar, de matrimonio y maternidad. Sin embargo, la concreción de la adultez por
edad cronológica en las sociedades tecnológicamente desarrolladas se complica a medida que
queremos ser más precisos en el perfil sociodemográfico de las personas y observamos que
la edad media de inicio de la actividad profesional, de emancipación, de matrimonio o gene-
ración de descendencia varía considerablemente según sea, por ejemplo, el nivel de estudios
o género de las personas. Como consecuencia de ello, los efectos sobre el desarrollo de los
factores asociados al desempeño de estos roles sociales mantendrán relaciones más débiles
con la variable edad cronológica que en periodos previos del desarrollo.
En cuanto al límite superior, de nuevo solemos recurrir a un evento psicosocial y regulado
legalmente (es decir, el cese de la actividad profesional o jubilación) como el momento en que
la adultez finaliza y comienza la vejez. No obstante, de nuevo debemos advertir que en socie-
dades complejas como la nuestra, las relaciones entre la edad cronológica y los eventos psi-
cosociales tienden a debilitarse, siendo posible encontrar a un número muy significativo de
personas que, por ejemplo, se han jubilado anticipadamente a los 50 años, o incluso antes, en
lugar de hacerlo a los 65 años.
Recurriendo a signos principalmente psicosociales y biofísicos, las sociedades van estable-
ciendo edades cronológicas prototípicas en las que los individuos transicionan a la adultez, si
bien la edad cronológica, por sí misma, no es fiable para determinar si un que denominamos
adultez. Es aconsejable, además, reparar en el hecho de que las edades prototípicas y la asun-
ción de tareas prototípicas que “separan” los periodos de la vida se van revisando con el
tiempo y difieren también entre culturas (Belsky, 2005).

2.3. Edad subjetiva

En cuanto a la edad subjetiva, existe una tendencia general en las personas a retrasar los
límites cronológicos que separan los periodos de la vida a medida que nos hacemos mayores
por lo que preguntarle a las personas tampoco es un índice fiable del momento de inicio o fi-
nalización de la adultez (Lachman y Bertrand, 2001). De tal modo que para un niño de 9 años
la referencia de lo que es un adulto puede ser ya un joven de 18 años, pero cuando cumple
los 18 posiblemente la habrá pospuesto hasta los 25 y cuando cumpla 20 considerará que
hasta los 30 o 35 no se es adulto.

106
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

Sin embargo, la percepciones subjetivas sobre el momento de la vida en el que la gente


cree estar o con el que se identifica son importantes porque tienen capacidad para influir en
la propia conducta y el estilo de vida que se adopte, así como en los tipos de interacción que
los demás establecen con nosotros. De este modo, las conductas de autocuidado relacionadas
con la salud se vinculan con el colectivo de edad con el que subjetivamente nos identificamos
y que no tiene por qué coincidir con nuestra edad cronológica o con la edad social que los
demás nos atribuyen.

2.4. Edad biológica

Desde el punto de vista biológico, la entrada en la adultez la marca la plenitud estructural


y funcional de nuestros órganos y sistemas. Los biólogos distinguen el paso a la adultez o
inicio del proceso de envejecimiento según la preponderancia de los dos procesos metabólicos:
anabólicos (constructivos o de síntesis: formación de moléculas complejas a partir de otras
más simples) que requieren energía y catabólicos (deconstructivos o de degradación: forma-
ción de moléculas simples a partir de otras más complejas) por los que se obtiene energía.
Con la entrada en la adultez y el descenso de concentración de las hormonas de creci-
miento, al inicio de la década de los 20 años, los procesos anabólicos se hacen menos frecuen-
tes y activos equilibrándose con los catabólicos, que irán cobrando, a su vez, más protagonismo
hacia el periodo final de la vida. Este cambio metabólico acompañado de un descenso del re-
querimiento calórico sería indicador de plenitud física y, al tiempo, de inicio del proceso de
envejecimiento.
Los indicadores biofísicos de la adultez comparten el problema de la elevada diversidad des-
crita ya para los indicadores psicosociales. Así, no es difícil encontrar a personas con 40 años
con un estado biofísico semejante al de una de 30 pero tampoco lo es encontrar a otras con
estados biofísicos semejantes al de personas de 50 años.
Tampoco podemos, en este caso, considerar el criterio biofísico totalmente independiente
de los asociados a otros tipos de edad. De hecho, con frecuencia, la plenitud física de un in-
dividuo coincide con la finalización de la pubertad-adolescencia pero la funcionalidad óptima
de sistemas como el sistema nervioso central (SNC), al menos en nuestro contexto tecnoló-
gico, depende de experiencias de aprendizaje que en ese momento todavía se consideran so-
cialmente insuficientes y que se adquieren en el desempeño de tareas vitales asumidas
prototípicamente más tarde.

2.5. Subperiodos de la etapa adulta

Las dificultades para delimitar un único concepto de adultez han llevado a los investiga-
dores a hacer distinciones entre dos subperiodos, además del que se corresponde con la vejez:
• Periodo de entrada o de emergencia de la adultez (Arnett, 2004), denominado habitual-
mente juventud o adultez temprana. Se sitúa entre los 18-25 años aproximadamente
y que se corresponde con la conquista de la autonomía y la asunción progresiva de los
roles laborales (en torno al 70% de los jóvenes españoles estudia hasta los 18 años,

107
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

mientras que entre los 25-29 años, un 65 % aproximadamente ya trabaja; e incluso con
el establecimiento de relaciones sociales íntimas, si bien este coexiste con un interés
por el mantenimiento de la independencia y una demora en la asunción de compromisos
y responsabilidades relacionados especialmente con el matrimonio y la maternidad/pa-
ternidad.
• Periodo de la adultez media. Se sitúa entre los 25-65 años aproximadamente y que se
corresponde con el periodo en el que se asumen los roles prototípicos del adulto (es
decir, laborales, matrimonio, descendencia) y el nivel de compromiso familiar y social
es mayor.
• Periodo de la adultez, denominado adultez tardía o vejez. El sujeto, pudiendo man-
tener el nivel de compromiso familiar y social, hace menos directas las responsabilidades
laborales, familiares y sociales.

A modo de resumen, podemos afirmar que en las sociedades tecnológicamente desarro-


lladas:
• La entrada en la adultez habitualmente ocurre de modo gradual y progresiva a través
del tiempo y los contextos.
• La transición parece haberse dilatado a lo largo de lo que llamamos juventud o adultez
temprana con respecto de generaciones previas.
• La delimitación conceptual de la adultez exige la combinación de diferentes tipos de cri-
terios de edad (biofísicos, psicosociales y socioculturales) difícilmente englobables den-
tro de una edad cronológica concreta.

3. DESARROLLO BIOFÍSICO Y DE LOS SISTEMAS ORGÁNICOS

3.1. Desarrollo biofísico

3.1.1. Adultez temprana

Siguiendo a Dosil (2012), el desarrollo biofísico en la adultez temprana completa el expe-


rimentado en la pubertad-adolescencia y sigue marcado por las diferencias de género. Así, el
aumento de la estatura, masa muscular o estructura ósea-esquelética se completa aproxima-
damente a los 20 años en los hombres y un par de años antes en las mujeres, si bien algunos
aspectos del desarrollo biofísico en las mujeres, como es el caso del que afecta a senos y ca-
deras, no se completan hasta aproximadamente los 22 años. En buena parte de los adultos
jóvenes, además, el crecimiento físico se produce de un modo más equilibrado que en otros
periodos de la vida, tal y como los señalan sus buenos índices de masa corporal (es decir, co-
ciente entre peso y estatura entre 20 y 25).
Las excelentes condiciones físicas y la mayor tendencia a asumir riesgos en los adultos jó-
venes determinan que su mortalidad sea explicada básicamente por accidentes (especialmente
de circulación y trabajo) (OMS, 1999), en mucha menor medida por enfermedades. A partir

108
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

de los 40-50 años el panorama cambia considerablemente ya que, para enfermedades cardio-
vasculares como el infarto, especialmente en hombres, o el cáncer, esta edad marca el punto
de entrada dentro de la población de riesgo.

3.1.2. Adultez media

La entrada en la adultez media, alrededor de los 30 años, coincide con las primeras evi-
dencias de envejecimiento biológico, que se acentúan en la vejez y son características de ella.
Los procesos biológicos que provocan estos cambios se corresponden con los procesos epi-
genéticos responsables del desarrollo mismo y se derivan de la condición del organismo como
sistema abierto, sometido a dinámicas continuas de intercambio y transacciones con el medio.
Los cambios biológicos en el envejecimiento biológico nor mativo son el resultado, pues, de
la experiencia acumulada de interacciones entre, por una parte, el organismo biológico con
sus propiedades y potencialidades genéticas y fisiológicas, y por otra, el ambiente físico y cul-
tural en el que se desarrolla el individuo. En la Unidad de Aprendizaje 5 dedicada a la vejez,
tendremos oportunidad de conocer algunas de las múltiples teorías genéticas y no-genéticas
que tratan de dar cuenta del envejecimiento biológico.
Los cambios en la apariencia se van haciendo más evidentes, con la aparición de arrugas
como consecuencia del descenso y pérdida de propiedades del colágeno y elastina, sustancias
que forman parte del entramado conjuntivo intercelular. También el cabello, además de ha-
cerse menos denso, suele aumentar su rigidez y perder color por alteraciones de los pigmentos
procedentes de los melanocitos y proteínas queratinosas. Se produce un aumento del tejido
adiposo o grasas que tienden a acumularse en lugares concretos, caso del abdomen, caderas y
papada. El tamaño de los músculos suele disminuir por la pérdida de fibras musculares, coin-
cidiendo con el descenso de la actividad física y provocando un acortamiento de la estatura
máxima alcanzada de entre 2 y 4 cm al inicio de la vejez, y una disminución progresiva de la
coordinación del movimiento y las sensaciones (Dosil, 2012).

3.2. Desarrollo de los sistemas orgánicos

3.2.1. Adultez temprana

Los sistemas orgánicos (p. ej., sensoriales, respiratorio, digestivo, circulatorio, reproduc-
tivo-excretor, inmunológico) están en su plenitud funcional en torno a los 20 años de edad,
lo que reduce la incidencia de enfermedades tan comunes como el resfriado o el asma (aun
cuando se hayan padecido en la infancia) o tan graves como el cáncer y las enfermedades co-
ronarias. Dos son las principales razones que explican este fenómeno: por un lado, el funcio-
namiento óptimo de los procesos que asisten la homeostasis en las funciones orgánicas,
haciendo posible la recuperación eficiente del equilibrio ante perturbaciones que se producen
en la interacción e intercambio de sustancias con el medio (p. ej., nutrientes, toxinas); y por
otro, una mayor capacidad de reserva en los órganos que les permite sobreponerse en mejores
condiciones, tanto estructural como funcionalmente, a las reacciones ante influencias adversas

109
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

internas y externas (p. ej., estrés, expresiones inadecuadas de genes). Como consecuencia de
esta óptima autorregulación orgánica, los adultos tempranos acuden poco a la consulta médica
y habitualmente perciben su salud como muy buena, ocupando un lugar muy secundario entre
sus preocupaciones prioritarias.
El desarrollo estructural y funcional de los sistemas músculo-esquelético, cardiovascular y
respiratorio permiten alcanzar la plenitud de fuerza y resistencia física, desplegando la mayor
capacidad de gasto cardiaco (es decir, cantidad de sangre bombeada en cada contracción) y
respiratoria (es decir, cantidad de aire inhalado en cada inspiración). En cuanto a la función
sexual-reproductiva, los jóvenes presentan una respuesta sexual más vigorosa (p. ej., mayores
niveles de tumefacción o dureza en los órganos sexuales como pene, clítoris o pezones; rubor
sexual en mejillas y genitales más intenso; mejor lubricación en los órganos sexuales), una
respuesta sexual inicial más rápida y mayores probabilidades de alcanzar el orgasmo y de fe-
cundación. Según datos del Instituto Nacional de la Juventud (INJUVE) de 2004, a los 20
años más del 80 por 100 ya han mantenido relaciones sexuales plenas, iniciándose más de un
40 por 100 de ellos entre los 15-19 años y un 37 por 100 entre los 18-20 años (INJUVE,
2006). Los jóvenes españoles consideran mayoritariamente la sexualidad como una parte muy
importante de su vida (en torno a un 90%), valoración que correlaciona positivamente con
haber tenido alguna experiencia sexual completa (INJUVE, 2008).
En lo referido a las conductas y prácticas sexuales de los jóvenes de nuestro país, más de
un 50 por 100 los jóvenes mayores de 20 años, especialmente mujeres, declaran mantener re-
laciones sexuales semanalmente, siendo el preservativo el método anticonceptivo usado ini-
cialmente (para más información sobre la conducta y prácticas sexuales en los jóvenes
españoles, véase Faílde, Lameiras y Bimbela, 2008). Asimismo, los jóvenes en nuestro con-
texto, aunque pueden cambiar de pareja, son mayoritariamente heterosexuales y monógamos,
esto último implica una asociación clara entre sexo y compromiso fuertemente consolidada
(Ochaíta y Espinosa, 2003). Conviene, no obstante, dejar constancia que variables como las
sociodemográficas (p. ej., edad, género, nivel educativo) y culturales (especialmente en pobla-
ción inmigrante; véase Serrano Fuster, 2007) modulan los datos descriptivos relativos a las
prácticas, conductas y salud sexuales.

3.3.2. Adultez media

Los órganos sensoriales también se ven afectados por el proceso de envejecimiento. El


deterioro del cristalino y córnea provoca un aumento de la incidencia de miopía e hiperme-
tropía en la década de los 20 años. La audición es uno de los sentidos más afectados por el
paso del tiempo (su nivel óptimo de funcionamiento lo alcanza en la niñez), perdiendo pro-
gresivamente la capacidad para discriminar sonidos agudos (de hecho, se está probando un
sistema de alarma acústica para evitar concentraciones de jóvenes (para evitar el botellón) que
utiliza frecuencias altas, prácticamente inaudibles para los adultos de alrededor de 30-40 años
pero muy molestas para los jóvenes de menor edad).
Estos cambios provocados por disfunciones en el oído interno y degeneración del nervio
auditivo están muy condicionados por su fuerte relación con el tipo de influencias ambienta-
les a las que se ha estado expuesto, relación que puede desplazar a un lugar secundario las es-

110
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

tablecidas con la edad. Así, es muy probable que los cambios en usos culturales del sonido
ocurridos en las últimas décadas (p. ej., en vehículos, uso de auriculares) determinen un im-
portante incremento de trastornos auditivos en la generación de jóvenes actuales, incluso
antes de que alcancen la vejez.
El aparato excretor tiene, entre otras, la responsabilidad filtrar y depurar el caudal sanguí-
neo. Con el tiempo se vuelve menos eficiente afectando, por ejemplo, a la farmacocinesis o
metabolismo de los medicamentos. Los esfínteres pierden su potencial de retención siendo
más frecuentes las pérdidas de orina y de modo más precoz en mujeres que han sido madres.
El sistema cardiovascular va presentando niveles de gasto cardiaco más reducidos, se pierde
flexibilidad en las válvulas arteriales del corazón por calcificación y también en las arterias, en
las que además se producen adherencias de placas ateroescleróticas conformadas por grasas.
Estos cambios afectan en menor medida a las mujeres premenopáusicas por el efecto pro-
tector de ejercen los estrógenos.
En el SNC se producen cambios a nivel macroscópico y microscópico. Entre los cambios
macroscópicos más destacables están:
• La pérdida de peso y volumen del cerebro que se estima en un 2 por 100 por década
de media a partir de los 50 años.
• El consiguiente aumento del volumen de los ventrículos que regulan el flujo del líquido
céfalo-raquídeo.

A nivel microscópico se advierte de un modo progresivamente más evidente:


• Una pérdida o encogimiento de las neuronas en determinadas áreas del cerebro (p. ej.,
córtex prefrontal) y aumento en otras (p. ej., hipotálamo).
• Aparición de atrofia celular en diferentes partes del encéfalo como el cerebelo, la amíg-
dala o el córtex por acumulación de un lípido, la lipofucsina.
• Acumulación en las neuronas de la proteína beta amiloide citotóxica, que desencadena
la muerte de las células nerviosas y que junto con otras proteínas, las recubren formando
ovillos o enmarañamientos neurofibrilares.
• Descenso de la actividad metabólica (es decir, consumo de oxígeno y glucosa).
• Cambios en la actividad de algunos neurotransmisores (p. ej., serotonina).

Los cambios macro y microscópicos en el SNC tienen una destacada responsabilidad en


el estatus cognitivo de las personas. No obstante, conviene tener en cuenta que con frecuencia
es difícil establecer relaciones directas y claras entre los cambios biológicos y los cognitivo-
conductuales en el proceso de envejecimiento. Así, las placas neuríticas y los enmarañamientos
neurofibrilares –cuya aparición está asociada a la enfermedad de Alzheimer– también se en-
cuentran, aunque habitualmente en menor proporción, en sujetos con un estado cognitivo
general dentro de lo esperado para su edad. La investigación biológica comparada también
pone de manifiesto que el efecto de determinadas sustancias sobre el SNC puede estar mo-
dulado por otros factores, ya que no produce el mismo efecto en diferentes especies. Así, el
efecto letal sobre las células nerviosas de la proteína beta amiloide citotóxica presenta un

111
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

efecto semejante en monos rhesus pero mucho menor en monos tití y ninguna en ratones.
Algunos hallazgos esperanzadores son relativos a la posibilidad de que exista regeneración
de células nerviosas también en la vejez a partir de la diferenciación de astrocitos (Doetsch,
Caille, Lim, García-Verdugo y Álvarez-Buylla, 1999) o la compensación de la pérdida neuronal
a partir de la proliferación de dendritas (Buell y Coleman, 1979).

4. DESARROLLO COGNITIVO

Desde la psicología se han planteado multitud de perspectivas teóricas que tratan de des-
cribir y explicar cómo cambia esta compleja habilidad a lo largo del ciclo vital, particularmente
en la adultez. Entre ellas, destacan las propuestas estructuralistas de la corriente piagetiana,
las propuestas interaccionistas de corte vygotskyano, las aproximaciones psicométricas, las
contribuciones de la perspectiva del procesamiento de la información (PPI) y las aportaciones
relativas a la orientación práctica y sabia de esta habilidad (Dosil, 2012).

4.1. Descripción desde la psicometría

La aproximación psicométrica contribuyó originalmente a sostener una concepción de de-


terioro generalizado de las habilidades intelectuales a partir de la adultez temprana (25 años),
a través de la investigación con diseños temporales transversales (véase Woodruff, 1983). De
esta misma aproximación procedieron también las primeras evidencias contrarias a esta di-
reccionalidad única y en declive, aportadas desde la perspectiva del ciclo vital. Uno de los es-
tudios con mayor proyección en la disciplina es el estudio longitudinal de Seattle, iniciado en
los años cincuenta del pasado siglo bajo la dirección del profesor K. Warner Schaie y que
midió la inteligencia con el test de cinco factores “Primary Mental Abilities” (PMA), bajo un
diseño que combina comparaciones longitudinales y transversales. De este estudio se des-
prendieron conclusiones muy relevantes sobre el desarrollo de la inteligencia que podemos
resumir del siguiente modo:
El declive generalizado observado hasta ese momento en muchos estudios transversales
tiene mucho que ver con el efecto Flynn o efecto de mejora del rendimiento en los test de in-
teligencia en las generaciones más recientes y, en este caso, explicado básicamente por dife-
rencias de nivel educativo (es decir, los de mayor edad también presentaban menores niveles
educativos y esto determinaba muchas de las diferencias de edad que señalaban deterioro).
De modo general, la inteligencia mejora hasta los 40 años, se mantiene entre los 55-60
años y declina a partir de los 60 años.
Las puntuaciones globales de inteligencia no proporcionan una visión real de su evolución
a lo largo del ciclo vital porque cada habilidad presenta direccionalidades diferentes (es decir,
las habilidades fluidas comienzan el declive a partir de los 30 años, las habilidades cristalizadas
se mantienen estables o incluso pueden mejorar aun después de los 60 años).
El declive generalizado (es decir, en tres o cuatro de los factores del PMI) solo se daba en
un 50 por 100 de los casos por encima de la avanzada edad de 85 años.

112
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

El declive pronunciado en las resistentes habilidades cristalizadas se asocia con el declive


terminal o descenso del rendimiento próximo a la muerte.
Las críticas sobre la idoneidad de la aproximación psicométrica para medir la inteligencia
en los adultos son abundantes, entre ellas destacan: las tareas o pruebas están diseñadas para
medir habilidades propias del contexto académico y no las que prioritariamente se tienen que
poner en juego en la vida real, de hecho la correlación entre el coeficiente intelectual y las di-
ferentes dimensiones del éxito en la vida es débil; y los test de inteligencia habitualmente exi-
gen respuestas únicas y «verdaderas» que se acomodan mal al modo que tienen los adultos de
entender los problemas y de darles solución.

4.2. Descripción desde las teorías del procesamiento de la información

Desde la PPI se postula que los cambios producidos en el ámbito biológico al finalizar la
adultez temprana producen desajustes progresivamente más evidentes en el funcionamiento
del software ejecutado en la memoria de trabajo u operativa. El más evidente y generalizado
tiene que ver con el descenso de la velocidad de procesamiento (Birren, 1956).
Salthouse (1996) propone que el descenso en la velocidad de procesamiento explica gran
parte del descenso relacionado con la edad en el rendimiento cognitivo. El origen de estas di-
ferencias estaría en que el enlentecimiento produce desajustes en la sincronización al acceso,
selección e interpretación de la de información y en la disponibilidad a los productos de las
operaciones cognitivas. El enlentecimiento básico de la velocidad de procesamiento se refleja
en una mayor lentitud y una mayor propensión al error-confusión; en resumen, una menor
eficiencia en el procesamiento.
Una hipótesis alternativa para la explicación del descenso en el rendimiento cognitivo es
la propuesta por Hasher y Zacks (1988) que defienden que a medida que nos hacemos ma-
yores tenemos más problemas para evitar la influencia de información distractora y suprimirla
o inhibirla cuando entra dentro de la memoria operativa o alcanza el plano consciente de la
actividad mental voluntaria.
Por último, algunos autores defienden que la explicación sobre el deterioro cognitivo re-
lacionado con el aumento de la edad tiene que ver con el descenso de la capacidad o de re-
cursos para coordinar las tareas que simultáneamente se deben ejecutar en la memoria
operativa. Habitualmente, la memoria inmediata (es decir, capacidad de almacenamiento y re-
cuperación inmediata de la información) se mantiene estable hasta edades avanzadas; donde
se observan diferencias es en la capacidad puesta en juego ante tareas que, además de exigir
almacenar temporalmente información, imponen la manipulación o realización de operaciones
con esa información.

4.3. Descripción desde las perspectivas interaccionistas

Desde perspectivas interaccionistas como las inspiradas en la teoría sociocultural de


Vygotsky, surgen aportaciones al desarrollo cognitivo adulto fundamentadas básicamente en
los conceptos de mediación y zona de desarrollo próximo. Baltes y sus colaboradores (Baltes,

113
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

Dittman-Kohli y Dixon, 1984) proponen una medida alternativa a la valoración psicométrica


de los cambios en la inteligencia que denominan testing-the-limits. El presupuesto básico de
partida consiste en asumir que también en los adultos existe un “espacio” o capacidad de re-
serva por encima del funcionamiento y rendimiento cotidiano de nuestro intelecto que, con
la práctica y ayuda de “otros”, podemos emplear, elevando así nuestro nivel de ejecución. Los
resultados de la investigación en este ámbito señalan que las personas en la adultez media o en
la vejez disponen de plasticidad cognitiva para mejorar su rendimiento. Esta capacidad de reser-
va, aunque menor que la de los jóvenes, está presente en personas con un mayor deterioro cog-
nitivo al esperado por su edad y nivel educativo, e incluso en personas aquejadas de demencia.

4.4. Descripción desde las propuestas posestructuralistas

Las propuestas posestructuralistas revisan y completan la epistemología genética de Jean


Piaget y la escuela de Ginebra. Según Piaget, el máximo nivel organizativo que podía alcanzar
el conocimiento y las operaciones lógicas que sustentan el razonamiento es el que se corres-
ponde con el estadio de operaciones formales. La inteligencia de los individuos en este periodo
se corresponde paradigmáticamente con el pensamiento científico y la capacidad para razonar
sobre la causalidad de las acciones manipulando la combinatoria de las causas posibles.
Evidencias complementarias pusieron en entre dicho varios de los presupuestos despren-
didos de la propuesta piagetiana: muchos individuos de nuestro entorno cultural y mayorita-
riamente los de países poco desarrollados parecen no alcanzar el nivel de operaciones
formales; no existe un patrón único de razonamiento lógico; la edad a la que se alcanza el
nivel de operaciones formales debe retrasarse hasta aproximadamente los 14-16 años.
Los posestructuralistas propusieron la existencia de un pensamiento cualitativamente di-
ferente que denominaron posformal y caracterizado por el protagonismo de la experiencia y
el pragmatismo, y por la tendencia a identificar y formular los problemas más que a encontrar
respuestas verdaderas desde el punto de vista lógico (p. ej., Labouvie-Vief, 2006). Otra carac-
terística básica del pensamiento posformal relacionado con el énfasis por contextualizar la
definición de los problemas y relativizar las alternativas adecuadas para su solución tiene que
ver con la consideración del aspecto emocional e interpersonal de buena parte de los proble-
mas de la vida.
Actualmente, se rechaza que el pensamiento posformal cumpla los requisitos para ser un
nuevo estadio, de hecho muchos de los adultos no presentan los rasgos del pensamiento pos-
formal y otros, aun habiendo alcanzado el estadio de operaciones formales, siguen pensando
de modo lógico, especialmente en los contextos en los que los problemas se orientan a la bús-
queda de una única solución verdadera.

4.5. Descripción desde la inteligencia práctica y la sabiduría

El concepto de inteligencia práctica propuesto por Sternberg (1990) presenta elevadas si-
militudes con la descripción del pensamiento posformal. Este tipo de inteligencia se distingue
de los otros dos tipos de habilidades intelectuales –la analítica (semejante a la idea de inteli-

114
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

gencia propuesta desde la perspectiva psicométrica y de la PPI) y creativa (caracterizada bá-


sicamente por la innovación)– en que su valor reside en la capacidad del individuo para ade-
cuarse al contexto y situación. El individuo con elevadas habilidades de inteligencia práctica
en sus valoraciones y respuestas a los retos y problemas planteados considera con acierto las
expectativas y necesidades de las personas involucradas, y las peculiaridades del contexto or-
ganizacional y social en el que tiene lugar la interacción.
El cambio hacia un pensamiento pragmático precipitado por la asunción de responsabili-
dades y el enfrentamiento directo a los problemas reales de la vida que acompañan la transi-
ción hacia la adultez parece necesitar de la experiencia (es decir, acervo extenso de vivencias
que solo el paso del tiempo puede proporcionar). Asimismo, el paso del tiempo aumenta las
probabilidades de tomar de conciencia sobre la finitud de la existencia y de reflexionar sobre
el sentido de la vida. De estas premisas surge la propuesta que defiende el aumento de la sa-
biduría a medida que el tiempo transcurre; aunque la edad por sí misma no pueda garantizar
el desarrollo de esta cualidad del pensamiento o de la acción (Staudinger, 1999), los indicios
disponibles sugieren que el tiempo aumenta las probabilidades de que aumente pero no de
que decline.
Existen múltiples modos de entender la sabiduría y, asociados a ellos, diferentes modos
de estudiarla; no obstante, en buena parte de ellos se asume que la condición básica del ser
humano sabio radica en su capacidad para integrar la cognición y la emoción, lo objetivo y lo
subjetivo, la perspectiva propia y la ajena, la intuición y la reflexión racional, aun cuando cada
una de ellas aporten perspectivas contrarias o intereses contradictorios (Meléndez y Gil, 2004).
Adicionalmente, el comportamiento sabio implica actitudes de cara a la interacción personal
que se reflejan en elevadas habilidades para saber escuchar, obtener información relevante y
comprender los problemas de los demás, así como para contextualizar soluciones, comuni-
carlas adecuadamente y aconsejar de manera eficaz para influir en el comportamiento ajeno.
Se trata pues de una perspectiva en la que las cualidades propiamente cognitivas y emocionales
se integran para dar una visión más realista y completa de la inteligencia humana.
Entender la sabiduría como una cualidad que se desarrolla a lo largo de la adultez dificulta
establecer referencias cronológicas sobre el periodo en el que esta cualidad personal está dis-
ponible. Aunque la mayor parte de encuestados asocian la edad avanzada (y también un nivel
educativo elevado) a la posesión de esta peculiaridad de la conducta, existe evidencia empírica
que cuestiona parcialmente la exclusividad de la sabiduría en la vejez. Adultos jóvenes de 25
años pueden presentar cualidades de pensamiento sabio semejantes a las de los ancianos con
niveles educativos equiparables (Baltes, Staudinger, Maercker y Smith, 1995). Las cualidades del
comportamiento sabio incluso pueden observarse en adolescentes (Staudinger y Pasupathi, 2003).

5. DESARROLLO DE LA PERSONALIDAD

Empleamos el término personalidad para referirnos a diversos aspectos de la conducta


humana que nos hacen peculiares o diferentes de los demás, por encima de las variaciones si-
tuacionales y vicisitudes personales por las que pasamos, o aquellos que nos permiten elaborar
predicciones y expectativas sobre cómo se comportarán las personas. La personalidad es pues
un constructo psicológico complejo, cuya visión integral exige atender, al menos, a tres niveles

115
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

interrelacionados (McAdams, 1994): identidad; motivaciones y necesidades; y rasgos y dispo-


siciones.
Siguiendo a Dosil (2012), la identidad hace referencia al conocimiento organizado sobre
nuestra forma de ser y los procesos que la construyen y regulan su uso para actuar. Se trata
de esquemas que ejercen la función de adaptar la conducta a los cambios en las demandas
que el medio impone en cada uno de los diferentes contextos en los que el ser humano va
desarrollando su actividad a lo largo del tiempo.
Los motivaciones y necesidades hacen referencia a la energía que impulsa el pensamiento
y la acción en las personas (deseos, intereses, aspiraciones, objetivos, intenciones, metas, planes,
proyectos, inquietudes) y los métodos generales preferentemente usados para alcanzarlos (ac-
titudes, valores, estrategias).
Los rasgos y disposiciones hacen referencia a modos característicos de comportarse, que
resultan de abstraer las cualidades semejantes presentes en las diferentes expresiones conduc-
tuales de un conjunto de sujetos, y por ello nos permiten clasificar sus tendencias conductuales
dentro de un grupo limitado de categorías.
En definitiva, los rasgos aportan una visión de la personalidad acorde con las categorías a
partir de las cuales las personas realizamos nuestras cogniciones sociales y describen las di-
mensiones básicas sobre las cuales es posible realizar una comparación de la personalidad
entre personas y describir las diferencias. La identidad nos da una idea del modo en que el
sujeto se ve a sí mismo, a los demás y al mundo, fruto de su experiencia particular de relación
y contacto con la realidad social. Las metas e intereses nos proporcionan información sobre
los aspectos motivacionales básicos que rigen la acción del individuo sobre la base de su iden-
tidad y las peculiares circunstancias del desarrollo y coyunturales que esté viviendo.

5.1. Desarrollo de la personalidad adulta desde la perspectiva de rasgos y disposiciones

Las primeras disposiciones conductuales evidentes tras el nacimiento se denominan tem-


peramento y habitualmente se obtienen evaluando el comportamiento con relación a dimen-
siones como la emocionalidad o la sociabilidad. Otros posibles candidatos a ser rasgos
definitorios del temperamento son impulsividad, perseverancia e inteligencia. Existen indicios
sobre la relación entre el temperamento y el modelo de los cinco grandes (The big five) rasgos
de personalidad adulta. Estos indicios sugieren que el temperamento puede condicionar la
personalidad adulta (McCrae et al., 2000; Tous, 1990; Izquierdo, 2002), explicando las seme-
janzas entre los rasgos básicos de la personalidad y los elementos definitorios básicos del tem-
peramento.
Las disposiciones temperamentales que impregnan la conducta del neonato enseguida son
moldeadas e influidas por el contexto social, configurando patrones particulares de apego se-
guro, ansioso, evitativo/resistente, ambivalente o desorganizado. El patrón inicial parece des-
empeñar un papel precursor en el desarrollo del patrón de apego adulto (López, Etxebarria,
Fuentes y Ortiz, 2003; Marrone, 2001) y puede trascender al propio individuo e influir de
modo importante el patrón de apego de su descendencia a través de las prácticas de crianza
e interacción interpersonal (Fraley, 2002; Van Ijzendoorn, 1995). Algunos estudios apuntan

116
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

que el patrón inicial de apego puede, por ejemplo, condicionar el tipo de relación sentimental
que se establece en la adultez (Hazan y Shaver, 1987).
Las vinculaciones de apego se prolongan durante toda la vida activándose el sistema de
búsqueda y reducción de la ansiedad (es decir, modelo de trabajo) en situaciones amenazantes
o de separación. Obviamente, los modelos de trabajo se modifican sustancialmente a lo largo
de la vida, especialmente en lo referido a (López, 2003): el tipo de personas a las que nos vin-
culamos emocionalmente (p. ej., padres, hermanos, abuelos en la infancia-niñez frente a es-
poso/a, hijos/as, hermanos o cuidadores en la adultez y vejez); el tipo de estrategias empleadas
para mantener la proximidad-apoyo y valorar-afrontar las separaciones; la valoración de las
situaciones que activan el sistema (es decir, poco familiares, amenazantes o estresantes). Las
respuestas de los adultos ante la ansiedad que produce la separación se sustenta en el amplio
repertorio de posibilidades físicas y cognitivas para buscar y sentir proximidad a la figura de
apego y autogenerar seguridad-confianza. A diferencia de los niños, los adultos frecuente-
mente recurren a la representación simbólica para satisfacer esta necesidad (p. ej., rememo-
rando escenas de cercanía a las figuras de apego o recreando mentalmente la proximidad física
a través de una conversación telefónica).
El apego y el temperamento son disposiciones por las que se han interesado los investiga-
dores de la personalidad adulta pero mucho mayores han sido los esfuerzos realizados por
conocer los rasgos básicos que pudieran definir esa personalidad. ¿Varían los rasgos de per-
sonalidad en las personas a lo largo de la adultez? Costa y McCrae (1988) encontraron que
los rasgos de personalidad se fraguaban a los 30 años, manteniéndose básicamente estables
después de esta edad e independientemente del género. Hasta los 30 años y en menor medida
hasta los 50, los sujetos presentan una evolución hacia una mayor estabilidad emocional,
mayor independencia social, mayor convencionalismo, mayor orientación prosocial y más di-
rigidos hacia objetivos. Estudios realizados posteriormente sugieren que la estabilidad de los
rasgos de personalidad puede generalizarse a diversos contextos culturales (McCrae, 2002).
Evidencias obtenidas desde la aproximación de los “cinco grandes” y con muestras que incluían
a sujetos desde los 10 años (Caspi, Roberts y Shiner, 2005) permiten concluir que: buena parte
de los cambios obser vados en los rasgos de personalidad de los sujetos de diferentes genera-
ciones ocurren en la adultez temprana, no en la adolescencia tal y como se podría suponer, y
la estabilidad de los rasgos se incrementa a medida que aumenta la edad; tras la adultez tem-
prana, los rasgos de personalidad también pueden cambiar moderadamente en determinados
perfiles de personalidad o cuando el contexto emocional y social de la persona cambia radi-
calmente.

5.2. Desarrollo de la personalidad adulta desde la perspectiva de la identidad

Aunque la mayoría de propuestas teóricas que analizan los cambios en rasgos y dis-
posiciones consideran que la personalidad es relativamente estable en la adultez, existen otras
aproximaciones que sugieren la existencia de variaciones (Dosil, 2012).

117
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

5.2.1. Teoría psicosocial

Gran parte de las teorías del desarrollo de la personalidad hacen hincapié en la importancia
que tienen las actividades normativas en la transformación de la personalidad adulta. Entre
ellas, destaca la propuesta de Erikson (1985) de 8 edades del hombre, cada una referida a un
periodo de tiempo en el que el sujeto afronta la elaboración de aspectos centrales de su iden-
tidad condicionado por sus capacidades y recursos actuales, por las tareas psicosociales par-
ticulares que la sociedad y cultura le inducen a asumir, y, aunque no de manera determinante,
por las precedentes elaboraciones de las crisis.
Dos de estas crisis se corresponden con el periodo adulto (más una tercera, propia de la
vejez), describiéndose en términos de los resultados extremos a los que pueden dar lugar: in-
timidad frente a aislamiento (aproximadamente, entre las décadas de los 20-30 años) y gene-
ratividad frente a estancamiento (aproximadamente, entre las décadas de los 40-50 años). La
primera está marcada por el proceso de emancipación familiar, desvinculación de las figuras
de apego familiares y el establecimiento de relaciones sociales íntimas que las reemplazan. La
conformidad con el grupo pierde la relevancia adquirida en la adolescencia, siendo suplantada
esa motivación por la de establecer relaciones de intimidad entendidas como fusión de dos
identidades. Es, por lo tanto, preceptivo para Erikson disponer de una identidad propia defi-
nida y de una capacidad para mostrarla a terceras personas con honestidad y sinceridad, y de
ser amado y aceptado tal y como uno o una es. De no ser así, el individuo desarrolla una iden-
tidad que lo conduce al aislamiento, al establecimiento de relaciones superficiales o a la evi-
tación de situaciones de intimidad que puedan ponerlo en situación de tener que mostrarse
tal y como es.
La construcción de espacios y relaciones de intimidad propician la negociación de la si-
guiente crisis, generatividad frente a estancamiento. Una vez construido el «nosotros», enten-
dido como fusión de identidades que se hacen una, se inician planes propositivos compartidos
dirigidos a dar sentido a la vida y contribuir con sus acciones al bien de la comunidad. La
toma de conciencia de que el “nosotros” va más allá de la pareja, descendencia y generación,
combinado con el afán por contribuir al bien común, es lo que Erikson denomina generatividad
y constituye la fuerza motivacional central de esta etapa. La resolución inadecuada de esta
crisis impide la proyección más allá de uno mismo o de la pareja; los individuos se comportan
de un modo egoísta, preocupándose más por demandar que por hacer aportaciones a la co-
munidad y a las generaciones venideras, y rechazando o aceptando con desagrado las respon-
sabilidades asociadas a los roles adultos. Este perfil conductual se corresponde con bastante
precisión con lo descripción del síndrome de Peter Pan y que algunos autores consideran una
característica cada vez más presente en la generación de adultos actual de entre 30-40 años.

5.2.2. Teoría de las estaciones

Con la misma finalidad que Erikson de describir la estructura que siguen los cambios que
ocurren en la personalidad de hombres y mujeres adultos, Levison y Levison (1996) proponen
su teoría sobre las estaciones o eras de la vida del hombre. Estos investigadores consideran

118
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

que en la adultez no existen niveles de desarrollo de la personalidad más o menos perfeccio-


nados sino que cada uno se ajusta adecuadamente a las circunstancias psicosociales propias
del periodo evolutivo.
Describen dos estaciones en el periodo adulto de la vida con un periodo de transición in-
termedio entre ellas (más una última estación, adultez tardía, que se corresponde con la vejez).
La primera de ellas se denomina adultez temprana y ocurriría entre aproximadamente los 20-
45 años de edad. La entrada en esta estación ocurriría a través de un periodo de transición
que ocupa entre los 17-22 años. Es un periodo exploratorio en el que se va conquistando la
independencia y se van explorando las posibilidades persona les en los distintos contextos
sociales y desarrollando una idea de lo que se desea “ser”. Como resultado, el individuo desa-
rrolla “el sueño” o complejo conjunto de intenciones, deseos y planes dirigidos a configurarse
como el “ser” deseado.
La entrada en la adultez temprana se caracteriza por la necesidad de tomar decisiones que
con frecuencia permiten alcanzar algunos de los sueños perseguidos. Sin embargo, Levison
cree que también se trata de una estación conflictiva porque es la que mayor energía exige y
en la que la toma de decisiones está más afectada por contradicciones y conflictos que generan
elevados nivel de estrés (p. ej., el trabajo, las inversiones económicas, el cuidado de los hijos
y otras demandas sociales). Por esta razón, con frecuencia, alrededor de los 30 años, el indi-
viduo debe realizar reajustes en “el sueño” y reorganizar sus prioridades para poder contribuir
positivamente a la vida doméstica, personal y laboral.
Alrededor de los 40 años se inicia la transición hacia la estación de la adultez media. En
este periodo de transición se torna la crisis de los 40 para algunos adultos que no quieren asu-
mir la pérdida irreversible de la juventud y toma de conciencia de la finitud de la existencia,
de los sueños no cumplidos y ya difícilmente realizables. El adulto se da cuenta de se hace
«viejo» y debe realizar ajustes pragmáticos en su sueño para no caer en la desesperanza y
perder su guía propositiva vital, el sueño. La aceptación de las limitaciones de la vida para
cumplir el sueño y de la muerte como parte de la vida permite encarar generativamente la es-
tación de la adultez media con vitalidad y optimismo. Para completar esta etapa con éxito de-
bemos enfrentarnos a dilemas cuyos elementos opuestos hasta ese momento podían parecer
irreconciliables: aceptar y apreciar tanto los valores de la maduración como los de la juventud;
buscar el interés común más que el particular; conocer y adquirir dominio de las emociones
no únicamente de las razones; esforzarnos más por entender y satisfacer nuestros estados in-
ternos (p. ej., intereses, inquietudes, necesidades, deseos) que por cómo alcanzar logros ex-
ternos (p. ej., aceptación social, éxito, propiedades materiales).
Según, Levison, aunque hombres y mujeres presentan una estructura de la vida semejante,
difieren en los contenidos y cronología de las estaciones. Así, si bien el “sueño” de los hombres
suele centrarse básicamente en aspectos laborales y carrera profesional, el de las mujeres
incluía también aspectos familiares y de desarrollo emocional, no solo profesional.
Las teorías de Erik Erikson y Daniel Levison establecen relaciones directas entre las tareas
evolutivas que los adultos acometen típicamente en este periodo de la vida y los cambios en
las motivaciones básicas, en gran parte conscientes y susceptibles de modificar su personalidad.

119
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

5.2.3. Teoría de la retirada

Otras teorías de corte más psicoanalítico se ocupan de la parte inconsciente de estas mo-
tivaciones y preocupaciones. Una de las más trascendentes es la propuesta por Neugarten y
Gutmann (1964) que concluye que a medida que las personas se hacen mayores tienden a im-
plicarse menos en el mundo. Estos resultados llevaron a dos miembros del equipo, Elaine
Cumming y William Henry a proponer, en 1961, la teoría de la retirada, según la cual en la
madurez se produce un proceso natural de retirada que culmina en la vejez y lleva a las per-
sonas a distanciarse emocionalmente del mundo y de la sociedad. También concluyeron, que
con la edad, las diferencias de personalidad entre los sexos se difuminan, y las personas son
más andróginas o menos rígidamente masculinas o femeninas.
Tal y como se puede observar, los cambios en la personalidad del adulto propuestos por
las diferentes teorías centradas en el desarrollo de la identidad están estrechamente vinculados
a la asunción de roles y realización de tareas que el “reloj social” propone como preceptivas
con relación al periodo de la vida en la que se encuentran los individuos. La asunción de las
tareas que la sociedad propone, en conjunción con las potencialidades biológicas de los indi-
viduos, implican cambios en el comportamiento de los individuos porque modifican su acti-
vidad cualitativa y cuantitativamente afectando a lo qué hacen, cómo lo hacen, con quién se
relacionan, el tipo de relaciones que establecen y el tipo de resultados y recompensas que ob-
tienen, al tiempo que sus intereses, necesidades, motivaciones, deseos e intenciones se trans-
forman y van reorientando sus acciones futuras para lograr un mejor ajuste social a cada una
de esas situaciones vitales y a la imagen que poseen, desean o quieren proyectar de sí mismos.

120
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

ACTIVIDADES

1. La existencia de un momento crítico en la vida de las personas ubicado alrededor de los


40 años es comúnmente conocido como la crisis de los 40. No obstante, la existencia de
esa crisis, descrita como normativa por algunos teóricos e investigadores, no parece estar
respaldada de un modo consistente por la investigación empírica. Busca información al
respecto y analice los argumentos a favor y en contra.

2. La generatividad en una de las características más solicitadas para describir el desarrollo


psicosocial adulto. McAdams y colaboradores elaboraron la Escala de Loyola para evaluar
este aspecto de la personalidad adulta descrito en su teoría. Aplica la escala a un joven de
menos de 20 años y a un adulto de hasta 65 años. Los sujetos deben mostrar su grado de
acuerdo con cada una de las afirmaciones en una escala de 0 (grado máximo de desa-
cuerdo) a 4 (grado máximo de acuerdo). Suma las puntuaciones y compara los resultados
de ambos.

121
José Juan Castro Sánchez y Elena Chirino Alemán

EJERCICIOS DE AUTOEVALUACIÓN

1. Indica el período en que se sitúa la adultez media:


a) Entre los 25-40 años.
b) Entre los 18-65 años.
c) Entre los 25-65 años.
d) Entre los 40-65 años.

2. El inicio de un trabajo remunerado, la emancipación fuera del hogar familiar, el matrimo-


nio y la maternidad determinarían la:
a) Edad social.
b) Edad cronológica.
c) Edad biológica.
d) Edad subjetiva.

3. La plenitud física de un individuo coincide con la finalización de la…


a) Adultez.
b) Pubertad-adolescencia.
c) Infancia.
d) Vejez.

4. ¿En qué subetapa de la adultez el sistema cardiovascular va presentando niveles de gasto


cardiaco más reducidos y se pierde flexibilidad en las válvulas arteriales del corazón por
calcificación?
a) Adultez tardía.
b) Adultez media.
c) Adultez temprana.
d) Entre la adultez media y tardía.

5. La inteligencia mejora hasta los 40 años pero declina a partir de los…


a) 60 años.
b) 65 años.
c) 50 años.
d) 55 años.

124
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

6. Señala cuál no es una actitud que implica el comportamiento sabio de cara a la interacción
personal:
a) Saber escuchar.
b) Comprender los problemas de los demás.
c) Aconsejar de manera eficaz para influir en el comportamiento ajeno.
d) Mostrar interés en los problemas propios y ajenos.

7. Según Erikson, la crisis que corresponden con el periodo adulto es:


a) Intimidad frente a aislamiento.
b) Generatividad frente a estancamiento.
c) Las dos anteriores son correctas.
d) Integridad frente a desesperación.

8. El perfil conductual en el caso de una resolución inadecuada de la crisis de generatividad


frente a estancamiento coincide con el:
a) Síndrome del Principito.
b) Síndrome de Charlie Sheen.
c) Síndrome de Gauguin.
d) Síndrome de Peter Pan.

9. ¿Cuál de las teorías estudiadas en el desarrollo de la personalidad en la etapa adulta lleva


a las personas a distanciarse emocionalmente del mundo y de la sociedad?
a) Teoría de las estaciones.
b) Teoría de la retirada.
c) Teoría psicosocial.
d) Teoría de la adaptación.

10. Las vinculaciones de apego se prolongan durante toda la vida pero los modelos de trabajo
se modifican sustancialmente, de las siguientes cuál no es cambiante:
a) El patrón del neonato que parece el precursor del patrón de apego adulto.
b) El tipo de personas a las que nos vinculamos emocionalmente.
c) El tipo de estrategias empleadas para mantener la proximidad-apoyo y valorar-afrontar
las separaciones.
d) La valoración de las situaciones.

125
Desarrollo humano en el ciclo vital y el medio social

GLOSARIO

Adultez: periodo o etapa larga del ciclo vital cuyo inicio se asocia básicamente a condiciones
de plenitud física e independencia familiar y su finalización a declive biológico y finalización
de la vida laboral activa. Existen subperiodos que diferencian la entrada o transición a la
vida adulta de la asunción plena de roles propios de ella.
Capacidad de reserva: capacidad biológica o psicológica disponible en un organismo para con-
trarrestar y paliar los efectos nocivos de agentes patógenos o procesos patológicos en fun-
cionamiento biológico o psicológico, respectivamente.
Generatividad: concepto central en la descripción del cambio intrapsíquico asociado a la adultez
que hace referencia al papel central que ocupa la preocupación por las generaciones futuras
dentro de sus motivaciones vitales.
Homeostasis: procesos biológicos por medio de los cuales los organismos mantienen las con-
diciones bioquímicas idóneas para la vida celular, reconduciendo las perturbaciones que
provoca el intercambio energético con el medio.
Inteligencia cristalizada: aspecto de la inteligencia que se pone en juego básicamente cuando la
resolución del problema o tarea exige de conocimientos adquiridos a través de la expe-
riencia y aprendizajes académicos (también denominada “aspecto pragmático”).
Inteligencia fluida: aspecto de la inteligencia que se pone en juego básicamente cuando la reso-
lución del problema o tarea exige de habilidades poco permeables al entrenamiento y la
práctica, y más relacionados con disposiciones intelectuales tempranas más relacionadas
con la constitución biológica del individuo (también denominada «aspecto mecánico»).
Pensamiento posformal: cualidad del pensamiento adulto que sigue al estadio de operaciones for-
males descrito por Piaget.
Reloj social: hace referencia a la asociación que en el ámbito social existe entre ciertas tareas
sociales y la edad cronológica de los individuos. Esta asociación permite a los sujetos desa-
rrollar expectativas sobre lo que los demás y uno mismo hace/debe hacer en determinados
momentos de su vida.
Sabiduría: cualidad de la inteligencia propia de periodos avanzados del desarrollo que integra
los aspectos emocionales y cognitivos implicados en la situación problemática. Existen
numerosas propuestas teóricas que se ocupan de la sabiduría detectándose dos tipologías
básicas en el modo de entenderla: una más centrada en el conocimiento práctico y social,
y otra más centrada en los resultados de la reflexión metafísica.
Set like plaster (significa “fraguar”): con esta expresión los teóricos que defienden la estabilidad
de los rasgos de personalidad en la adultez describen la ausencia o levedad de los cambios
tras la entrada en ella (alrededor de los 30 años).
Tareas sociales/evento evolutivo: hacen referencia a acontecimientos que implican la asunción de
roles y realización de actividades específicas con capacidad para transformar la visión de
sí mismo y de la realidad.

127

También podría gustarte