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En los años 1930, el Deutsche Arbeitsfront (Frente Alemán del Trabajo) funda una
compañía con el propósito de construir “el coche del pueblo”, en alemán
“Volkswagen” (Griefer, Gutzmann, Schlinkert, 2008).
En la década de 1960, Volkswagen compra Auto Union, empresa que se fusionará con
NSU Motorenwerke y surgirá Audi. Gracias a estas operaciones, la empresa siguió
progresando debido a la tecnología que obtuvo de ambas. La siguiente adquisición de
la marca fue la fabricante española SEAT (Sociedad Española de Automóviles de
Turismo) S.A, que se integra como una marca autónoma del grupo. En 1991, se procede
a la compra de Škoda al gobierno checo, y durante los próximos años se adquirieron las
marcas Bentley Motors, Lamborghini, Bugatti. El grupo Volkswagen sigue creciendo y
en 2012 tuvo lugar la fusión con Porsche y la compra del fabricante de motos Ducati.
Con su publicidad, la empresa se dirigía a una parte del mercado preocupada por el
medioambiente y aquella interesada en lo que representaba, ya que los vehículos no
dejan de ser una forma de auto expresión. Transmitían la idea de que, con la compra de
un Volkswagen, se contribuía a no empeorar la situación de nuestro planeta. El éxito
de la campaña se vio intensificado por dos hechos. Uno de ellos, la posibilidad de los
consumidores en Estados Unidos de solicitar una desgravación fiscal por la compra de
vehículos que emitieran bajos niveles de dióxido de carbono. El segundo, la decisión de
la empresa de volver a fabricar coches en Estados Unidos, tras haber cesado dicha
actividad en 1988 (Ewing, 2008). El sitio escogido fue Chattanooga, Tennessee y el
modelo tendría el nombre “Passat” (por sus similitudes con el modelo del mismo
nombre fabricado en Europa). Su comercialización comenzó en 2011 y se obtuvieron
resultados sorprendentes: al año siguiente, el grupo alcanzó su mejor cifra de ventas
desde los años setenta.
En el año 2009, surge un problema técnico para la empresa. Los vehículos con motor
diésel utilizaban “SCR” o reducción catalítica selectiva, consistente en un pulverizador
de urea diluida llamado AdBlue, cuyo fin era la neutralización de las emisiones de
óxido de nitrógeno. El dispositivo AdBlue requería que se rellanase de urea
eventualmente, lo que Volkswagen entendió como un posible obstáculo para la compra
de modelos con esta tecnología. Igualmente, la normativa norteamericana prohibía el
relleno de estos depósitos por los propietarios de los vehículos. La solución se encontró
con un dispositivo de manipulación, que se presentaba como una alternativa a la
resolución del problema, evitando así tener que aumentar el tamaño del depósito de
urea (Ewing, 2017).
Este problema ambiental no solo afectó a los propietarios de los vehículos diésel de
Volkswagen, sino que también tuvo un impacto más amplio en la salud y el bienestar
de las comunidades locales y regionales donde se utilizaban estos vehículos. La mala
calidad del aire puede afectar negativamente a personas de todas las edades y
condiciones de salud, pero especialmente a niños, ancianos y personas con problemas
respiratorios preexistentes.
3. Impactos socio ambientales en términos operativos y financieros
El escándalo del dieselgate también tuvo consecuencias financieras a largo plazo para
Volkswagen en términos de pérdida de ventas y participación en el mercado. La
confianza erosionada de los consumidores llevó a una disminución significativa en las
ventas de vehículos de la marca, especialmente de modelos diésel. Muchos
consumidores optaron por cambiar de marca o evitar los vehículos diésel por completo
debido a preocupaciones sobre su impacto ambiental y la integridad de la compañía.
Como resultado, Volkswagen enfrentó una caída en los ingresos y una pérdida de
cuota de mercado, lo que afectó su posición competitiva en la industria automotriz
global.
Durante décadas, combustibles fósiles como el carbón, el petróleo o el gas han sido las
principales fuentes de energía eléctrica, pero su quema produce grandes cantidades de
gases de efecto invernadero, causantes del cambio climático y perjudiciales para el
bienestar de las personas y el medioambiente. Esta situación nos afecta a todos, no solo
a unos pocos. Además, la demanda mundial de electricidad continúa aumentando
rápidamente. En pocas palabras, los países no podrán impulsar sus economías sin un
suministro estable de electricidad.
Sin electricidad, mujeres y niñas pasan horas buscando agua, las clínicas no pueden
almacenar vacunas para los niños, muchos alumnos no pueden hacer los deberes del
colegio por la noche, y la gente no puede llevar negocios competitivos. El lento avance
hacia soluciones limpias para cocinar es motivo de grave preocupación mundial, ya
que afecta tanto a la salud humana como al medioambiente. De no alcanzar nuestro
objetivo para 2030, casi un tercio de la población mundial, en su mayoría mujeres y
niños, seguirá estando expuesto a la contaminación nociva del aire doméstico.
Para garantizar que todos puedan acceder a la energía eléctrica para el año 2030,
debemos acelerar la electrificación, aumentar las inversiones en energía renovable,
mejorar la eficiencia energética y desarrollar políticas y marcos regulatorios propicios.
La expansión de nuevas industrias significa una mejora del nivel de vida para gran
parte de la población. El medioambiente se verá beneficiado si las industrias aplican
prácticas sostenibles
.Objetivo 13: Adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus
efectos:
El cambio climático afectará a todas las personas de todos los países de todos los
continentes de alguna forma. Se avecina un cataclismo climático y no estamos
preparados para las posibles consecuencias.
El cambio climático se debe a las actividades humanas y amenaza la vida en la Tierra
tal como la conocemos. Con el aumento de las emisiones de gases de efecto
invernadero, el cambio climático evoluciona a un ritmo mucho más rápido de lo
previsto. Sus efectos pueden ser devastadores y pueden provocar fenómenos
meteorológicos extremos y cambiantes, así como la subida del nivel del mar.
Para limitar el calentamiento global a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales,
las emisiones ya deberían estar disminuyendo y necesitan reducirse casi a la mitad
para 2030, dentro de solo siete años. Sin embargo, estamos muy lejos de lograr este
objetivo.
Es crucial tomar medidas urgentes y transformadoras que vayan más allá de meros
planes y promesas. Esto exige aumentar las ambiciones, abarcar economías enteras y
avanzar hacia un desarrollo resiliente al clima, al tiempo que se traza una trayectoria
clara para lograr cero emisiones netas. El tiempo se acaba y es necesario tomar medidas
inmediatas para evitar consecuencias catastróficas y garantizar un futuro sostenible a
las generaciones venideras.
Sin embargo, el mundo se enfrenta a una triple crisis del cambio climático, a la
contaminación y a la pérdida de la biodiversidad.
Los esfuerzos mundiales y regionales para mantener los ecosistemas forestales, así
como sus funciones sociales, económicas y medioambientales, son esenciales
especialmente para los países en desarrollo y los trópicos.
Sin embargo, no todos los países se encuentran en la misma situación de partida, y los
países de ingresos bajos y medios afrontan enormes deudas que les impiden hacer
avances en esta materia.
Aunque las corrientes de asistencia oficial para el desarrollo (AOD) siguen alcanzando
máximos históricos, el aumento en 2022 se atribuye principalmente al gasto en
refugiados en los países donantes y a la ayuda a Ucrania.
Para tener éxito, es necesario movilizar tanto los recursos existentes como los
adicionales, y los países desarrollados deberán cumplir sus compromisos de aumentar
la asistencia oficial para el desarrollo.