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LA CONQUISTA ESPAÑOLA Y LAS COLONIAS DE AMERICA

LOS ANTECEDENTES DE LA CONQUISTA

“Quien no poblare, no hará buena conquista, y no conquistando la tierra, no se convertirá la gente,


así que lo más importante del conquistador es poblar”. Francisco López de Gomara, historiador de
las Indias. Esta filosofía es de Hernán Cortez, el mas grande conquistador. Fue la que prevaleció en
el siglo 16 e influyó en la formación de la América Española. Pero su éxito no se consiguió sin
luchas, existiendo precedentes de la España medieval.
La reconquista hacia el sur de los reinos cristianos para recuperar las tierras ocupadas por los moros
ilustró las múltiples cosas que se podían sacar de esto. La reconquista fue una guerra que amplió los
límites de la fe. También fue una guerra por la expansión territorial, dirigida y regulada por la
corona y las grandes ordenes militares y religiosas, adquiriendo vasallos y grandes extensiones de
tierra en el proceso. Fue una típica guerra de fronteras, con rápidas incursiones en busca del saqueo
fácil, ofreciendo oportunidades para el rescate y el trueque, y premios como honor y fama. Fue una
emigración de la gente y ganado en busca de nuevos hogares y nuevos pastos. Fue un proceso de
asentamiento y colonización controlados, basados en la formación de ciudades, las cuales se
concedían jurisdicciones territoriales bajo privilegio real.
Conquistar puede significar colonizar, pero también puede significar invadir, saquear y avanzar.
Conquistar colonizando da importancia a la ocupación y explotación de la tierra. Conquistar
invadiendo, saqueando y avanzando significa poder y riqueza en forma rápida, poseyendo oro,
dinero, y ganados, y señoríos sobre vasallos que propiedad de la tierra. Movilidad significa
aventura, y la aventura en una sociedad militar aumentaba enormemente la oportunidad de riqueza.
El deseo de “ganar honra” y “valer más” era una ambición central de la sociedad de la Castilla
Medieval, basados en la conciencia del honor y los límites que le imponía su cargo. El honor y la
riqueza se ganaba más fácilmente con la espada, y se formalizaba con más status dados por un
soberano agradecido. El reino de Granada permaneció en manos de los moros hasta 1492. La
reconquista cristiana de la península ibérica se completó al final del siglo 13.
Como los límites de la expansión interna fueron alcanzados, las fuerzas dinámicas de la sociedad
ibérica medieval comenzaron a buscar nuevas fronteras a través de los mares, los catalanes y
aragoneses hacia Sicilia, Cerdeña, norte de África y este del Mediterráneo. Los castellanos, al igual
que los portugueses hacia África, y las islas del Atlántico.
Este movimiento expansionista de los pueblos ibéricos en el siglo 15 fue un doble reflejo de las
aspiraciones ibéricas y europeas a finales de la Edad Media. En el siglo 15 Europa era una sociedad
que sufría las consecuencias sociales y económicas causadas por la peste negra. Había escasa oferta
de trabajo, los ingresos de los aristócratas habían disminuido, los monarcas y los nobles competían
por poder y recursos. Era una sociedad que se sentía amenazada en sus fronteras orientales por la
presencia del Islam y el avance del imperio turco – otomano.
Era una sociedad inquisitiva y adquisitiva. Inquisitiva hacia el mundo que estaba en sus planes
inmediatos. Adquisitiva en sus deseos por lujos exóticos y productos alimenticios, y por el oro que
hiciera posible comprar esos artículos de Oriente, con quien se tenía una balanza comercial
desfavorable.
La península ibérica con su proximidad a África y su larga costa atlántica, estaba geográficamente
bien situada para tomar la delantera de un movimiento de expansión hacia el Oeste, en un tiempo
en que Europa estaba siendo acosada por los turcos islámicos en el Este. En el Mediterráneo y en el
Atlántico los pescadores vascos y cántabros habían adquirido una rica experiencia para la futura
navegación de los mares desconocidos.
La conquista de Sevilla en 1248 y el avance de la reconquista hacia el Estrecho de Gibraltar le había
dado a la corona de Castilla y León un nuevo litoral atlántico, cuyos puertos estaban poblados por
marinos de Portugal, Galicia y la Costa Cantábrica.
La combinación de los conocimientos norteños y mediterráneos crearon una raza de marineros
capaces de promover y sacar partido a los avances en la construcción naval y las técnicas de
navegación.
Los primeros viajes portugueses fueron realizados en cualquier embarcación disponible, pero a
finales del siglo 15 la combinación del aparejo cuadrado de los europeos del norte con la vela latina
del Mediterráneo produjo un impresionante barco para navegar en el océano. A su vez, las nuevas
necesidades de los viajes atlánticos ayudaron a perfeccionar las carabelas, mejorando las técnicas de
navegación. Al navegar por el océano las viejas técnicas ya no servían y los portugueses
comenzaron a observar el cielo, para medir distancias y determinar latitudes, haciendo uso de
instrumentos utilizados por los astrónomos: el astrolabio y el cuadrante, las cuales se fueron
modificando para satisfacer las necesidades de los viajeros atlánticos. El compás magnético,
desarrollado para utilizarlo en el mediterráneo a finales de la Edad Media, facilitó a los navegantes
su orientación y el trazado de su posición en una carta de navegación. La región mediterránea
produjo las primeras cartas de navegación, y las habilidades cartográficas desarrolladas en la Italia
medieval harían posible trazar un mapa del mundo en expansión.
Con una región rica en recursos y con buena relación con el complejo portuario andaluz, Sevilla se
convirtió en la capital marítima, comercial y agrícola del sur de España. Servía de centro de
atracción para los colonos del interior de la península, y los mercaderes mediterráneos como los
genoveses. Durante el siglo 15 los genoveses se establecieron en Lisboa y Sevilla, donde
vislumbraban posibilidades para la empresa y el capital, ya que disminuían las actividades en
Levante por el avance de los turcos. En el Oeste esperaban desarrollar fuentes alternativas de
abastecimiento para valiosos artículos de consumo como mercaderías, seda y azúcar, menos
accesibles en el Este, y aspiraban a acceder el oro del Sahara.
No es sorprendente encontrar capital y conocimiento genoveses jugando un papel importante en
empresas ibéricas de ultramar en el siglo 15. Los genoveses estaban en las costas de África para
conseguir esclavos y oro, y apoyaron la unión y explotación de las islas del Atlántico oriental
(Canarias y Madeira) y los Azores, donde esperaban establecer nuevas plantaciones azucareras.
Portugal tenía una importante comunidad mercantil que ayudó a subir al trono a la casa de Avis en
la revolución de 1383-1385. La nueva dinastía mantenía vínculos estrechos con mercaderes
importantes, y por su cuenta adquirieron nuevos mercados y nuevas fuentes de suministros de
colorantes, oro, azúcar, y esclavos. La nobleza, afectada por la devaluación de la moneda que redujo
el valor de sus rentas fijas e ingresos, buscaban en ultramar nuevas tierras y nuevas fuentes de
riqueza. Los príncipes de la nueva casa real combinaban su instinto adquisitivo con su fervor por las
cruzadas, una sed por el conocimiento geográfico, y un deseo de perpetuar sus nombres.
Bajo la dirección de la casa real, estas combinaciones produjo entre los portugueses un intenso
movimiento de expansión hacia ultramar. La corona de Castilla había tomado posesión nominal (no
real, de palabra) de las Islas Canarias realizando el primer intento formal (serio) en una expedición
de conquista en 1492. Pero ante la resistencia de los habitantes guanches la conquista se retrasó, y
durante gran parte del siglo 15 los problemas internos y la reconquista incompleta impidió a Castilla
seguir el ejemplo portugués de una manera sistemática (metódica).
A la muerte del príncipe Enrique el Navegante en 1460, los portugueses habían penetrado 2.500
Kilómetros hacia el sur, en la costa occidental de África, y se habían adentrado en el Atlántico,
estableciéndose en Madeiras, las Azores, y las islas de Cabo Verde. África era una fuente potencial
de esclavos para trabajar en las plantaciones azucareras que surgían en estas nuevas islas atlánticas.
La sociedad medieval mediterránea formaron instituciones y técnicas para el comercio, el
esclavismo, la colonización y las conquistas, y la participación de los genoveses en la expansión
ibérica del siglo 15, ayudó a asegurar la reaparición de estas mismas técnicas en la costa occidental
de África, y en las islas de las rutas a través del Atlántico.
El rasgo mas característico del modo de expansión de los portugueses fue la factoría, la plaza
comercial fortificada, del tipo fundada en Arguin o San Jorge de la Mina en la costa africana. El uso
de la factoría hizo posible prescindir (desechar) de las conquistas y los asentamientos a gran escala,
permitiendo a los portugueses de los siglos 15 y 16 mantener su presencia en grandes extensiones
del globo, sin necesidad de profundas penetraciones en los continentes. Es un tipo de colonización
que Colón, con su educación genovesa y su experiencia portuguesa, conocía perfectamente que
aplicó en las Islas del Caribe.
La expansión en ultramar podría significar algo mas que la creación de plazas comerciales, como
los portugueses en las islas del Atlántico, y en Brasil. Estableciendo plantaciones azucareras como
en los Azores, era necesaria su colonización. El método más barato de la corona era fomentar la
responsabilidad para colonizar y explotar el territorio por una sola persona, que sería recompensada
con amplios privilegios. Este sistema, por la cual el señor propietario era también el capitán y jefe
supremo, combinaba perfectamente los elementos capitalistas y militar – señorial de la sociedad
medieval mediterránea. Esto fue usado por la corona portuguesa en el siglo 15 para explotar
Madeira y Azores, y en 1534 se extendería al Nuevo Mundo, cuando Juan III dividió las costas
brasileñas en 12 capitanías hereditarias.
Al final del siglo 15 los castellanos volvieron su atención hacia nuevos mundos de ultramar. Tenían
varias opciones: podían comerciar o podían invadir, podían establecerse o seguir viaje. La opción
que eligieran estaba determinada por las condiciones locales – la facilidad de la ocupación, la
naturaleza de los recursos a explotar -y en parte por la combinación de personas e intereses que
aseguraban y dirigían las expediciones de la conquista.
Mucho dependía del carácter del jefe y de la clase de apoyo que fuera capaz de conseguir. El
conquistador, aunque individualista, nunca estaba solo. Pertenecía a un grupo bajo el mando de un
caudillo, un jefe, cuya capacidad de supervivencia se pondría a prueba por su capacidad para
movilizar hombres y recursos, y después por su éxito en conducir a sus hombres a la victoria.
El caudillo tenía que atender los requerimientos de sus seguidores, y satisfacer las peticiones del
grupo de hombres temporalmente a sus órdenes. La tensión estaba siempre presente en cualquier
tarea de conquista, debida a las aspiraciones y objetivos, y a la distribución de los botines. La
disciplina procedía de la capacidad del jefe de imponerse a sus hombres, y el compromiso de todos
ante un objetivo común.
Los largos siglos de guerra fronterizas en Castilla ayudaron a crear esta mezcla de individualismo y
sentido comunitario que hizo posible la conquista de América. Pero el gran movimiento
expansionista que llevó a España a través del Atlántico, era algo mas que un esfuerzo masivo de una
empresa privada que adopta temporalmente formas colectivas. Además de la unidad individual y
colectiva hay otros dos participantes que colocaron un sello imborrable en toda la empresa: la
Iglesia y la corona.
En las guerras fronterizas contra los árabes estaban formadas por guerreros independientes pero
eran apoyados por la Iglesia y el Estado. La Iglesia proveía la sanción moral que elevaba el robo o
saqueo a la categoría de cruzada, mientras el Estado consentía los requerimientos para legitimar la
adquisición de señoríos y tierras. La tierra y el subsuelo eran regalías que pertenecían a la corona
de Castilla, por lo que cualquier tierra adquirida a través de una conquista por una persona privada
no le correspondía por derecho, sino por la gracia y favor reales. Era el rey quien disponía el reparto
o distribución de las tierras conquistadas o por conquistar, y el que autorizaba los asentamientos
coloniales en los territorios coloniales. Cuando los botines de guerra se tenían que dividir, siempre
un quinto (1/5) real tenía que apartarse. Aunque los adelantados o gobernadores militares de las
regiones fronterizas poseían un alto grado de autonomía, eran gobernante para el rey. La presencia
real se hacía sentir.
La monarquía era el centro de toda la sociedad medieval castellana, siendo exaltada en “Las Siete
Partidas” de Alfonso X, en el siglo 13. La visión de una sociedad armónica, contenida en “Las Siete
Partidas”, en la cual el rey, como vicario de Dios en la tierra, ejercía una constante y activa
inspección a través de la Ley. Era el monarca, como señor natural de la sociedad, quien establecía
el buen gobierno y la justicia, para asegurar que cada vasallo recibiera sus derechos y cumpliera sus
obligaciones que le correspondían por su posición social. Esta teoría es una relación contractual
entre el rey y sus vasallos: La monarquía degenera en tiranía si tanto él como los agentes que
nombra descuidan el bien común. El buen rey, a diferencia del tirano, procura que el malo sea
castigado y el justo recompensado. Como dispensador de favores, recompensa los servicios
prestados, otorgando a sus vasallos cargos y honores de acuerdo con un cuidadoso y calibrado
sistema por el cual cada servicio de un vasallo encuentre su debida compensación en dinero o favor
del rey.
Esta era la sociedad patrimonial, construida en torno a obligaciones mutuas, en servicio y
compensación, que se desmoronó a finales de la Edad Media, volviendo en Castilla durante el
reinado de Fernando e Isabel (1474 – 1504), en las islas y el continente americano. Los reyes
católicos eran monarcas que tenían elementos innovadores que hacían aquél poder mas formidable
que cualquiera de sus antepasados medievales.
Fueron los primeros soberanos auténticos de España, que consistía en la unión de las coronas de
Castilla y Aragón. Su unión representó un notable aumento del poder real. Como reyes de España,
tenían muchos mas recursos financieros y militares que los que podrían reunir cualquier facción
rebelde. Podrían recurrir a la profunda lealtad de sus súbditos, que estaban hartos de una guerra civil
interminable. Con cada vez mas letrados, los monarcas poseían una reserva de servidores que veían
en el mantenimiento y extensión de la autoridad real la mejor garantía de sus propios intereses. El
humanismo renacentista (destaca la capacidad y dignidad humana) y la religión restablecida con
fuertes sugerencias escatológicas (basada en premios o castigos después de la muerte según su
obrar), produjeron ideas y símbolos que pudieron explotarse para resaltar nuevas imágenes de la
monarquía. Como jefe natural de una gran empresa colectiva – una misión divina para derribar los
últimos restos de dominación árabe y purificar la península de cualquier elemento contaminante
(pensamiento, religión, etc.), como preludio para llevar el evangelio a las partes mas remotas de la
tierra.
Las dos últimas décadas del siglo 15 en Castilla contemplaron una impresionante reafirmación y
extensión del poder real.
La presencia de un Estado interventor llegó a ser decisiva para el desarrollo completo de la empresa
de Castilla en ultramar. La intervención real pudo ser solicitada o protestada amargamente por otros,
pero en ambos casos la autoridad de la corona era un punto de referencia automático para los que
exploraban, conquistaban y colonizaban las tierras nuevas.
Ya había indicios claros de los primeros intentos de Castilla para conquistar y colonizar en el
Atlántico: la ocupación de las Islas Canarias en 1480 – 1490. Las Canarias eran una posesión
nominal (de nombre) de la corona de Castilla cuando fueron disputadas entre Portugal y Castilla
durante la guerra de sucesión en 1475. Potencialmente rico, las Islas Canarias era una base
importante para las incursiones en la costa de África y para las exploraciones por el Atlántico, como
lo hacían los portugueses. La corona de Castilla, ocupada en la rivalidad con Portugal, tenía un
claro interés de hacer valer sus pretensiones, y envió una expedición que partió de Sevilla en 1475
para ocupar Gran Canaria. A esta expedición la siguió otra y con mas éxito bajo el mando de Alonso
Fernández de Lugo en 1482, pero aunque los portugueses abandonaran sus pretensiones en el
Tratado de Paz de 1479, la resistencia de los isleños impidió una fácil ocupación. Palma no fue
sometida hasta 1492, y Tenerife un año mas tarde. Tras la conquista siguió la explotación. Los
genoveses ayudaron a introducir la producción de azúcar, y en 1526 ya había 12 plantaciones de
azúcar en la isla de Gran Canaria.
La ocupación de las Canarias, un puesto de parada natural en la ruta a las Indias, ilustraba el interés
público y privado que caracterizaba la reconquista, y que también iba a caracterizar la empresa de
América. El señorío de las islas pertenecía a la corona, por lo tanto tenía que autorizar todas las
expediciones de conquista. La corona también participaba en la financiación de la empresa, pero
Fernández de Lugo, nombrado por la corona Adelantado de Las Palmas, hizo su propio contrato
privado con una compañía de mercaderes de Sevilla. Antes de que partiera una expedición, se
firmaba un contrato formal o capitulación entre la corona y el Comendador. Por estas
capitulaciones, la corona se reserva ciertos derechos en los territorios a conquistar, mientras que
garantizaban recompensas y privilegios para el Comendador y los que estaban en la lista de la
compañía.
El genovés Cristóbal Colón convenció finalmente a Fernando e Isabel en 1491, de que patrocinaran
y respaldaran su proyectado viaje hacia el Océano, manteniendo una buena relación con la corona,
aportando sus ideas basadas en el modelo portugués de cartas de donación a los que descubrieran
tierras al oeste de los Azores. En las capitulaciones aprobadas por los reyes católicos en Santa Fe, a
las afueras de Granada, en abril de 1492, fue autorizado siguiente una forma tradicional, a
“descubrir “ o “ganar” “islas y tierras firmes.... en los dichos mares y océanos”. Es decir,
“conquistar”, en el sentido de buscar y ocupar tierras deseadas. La corona estaba dispuesta a hacer
una contribución financiera relativamente pequeña, y proporcionar los barcos a Colón. Este fue
nombrado Virrey hereditario y Gobernador de cualquier nueva tierra que encontrara. Colón también
fue nombrado, debido a su insistencia, Almirante hereditario de la Mar Oceana. Entre las
recompensas que le prometieron en caso de éxito, estaba el derecho de nombrar oficiales judiciales
(pero no administrativos) en el territorio de su jurisdicción, junto con el 10 x 100 (10%) de las
ganancias del tráfico y el comercio.
El 3 de Agosto de 1492 cuando Colón zarpó del puerto de Palos estaba previsto que si llegaba a las
Indias crearía un centro de distribución comercial al estilo portugués, basado en pequeñas
guarniciones, en beneficio de la corona de Castilla. Pero las noticias que trajo en Marzo de 1493
cuando volvió a España indicaron para la corona la conveniencia de un cambio de planes. No creían
que Colón había alcanzado el Oriente, como él decía, ya que lo descubierto parecía ser nuevas islas
y nuevas gentes, planteándose la corona preguntas sobre los títulos de las tierras, y el tratamiento de
los isleños. ¿Quién iba a ejercer el señorío sobre ellos, y quién iba a encargarse de la salvación de
sus almas?
Los reyes católicos se dirigieron al papado, siguiendo el precedente de Portugal, quienes habían
asegurado una donación formal del Papa de los derechos de soberanía “desde Cabo Bojador hasta
Guinea y mas allá”. Del Papa español Alejandro VI obtuvieron derechos similares en “todas y cada
una de las tierras firmes e islas lejanas y desconocidas, descubiertas y los que se descubran en
adelante”, fuera de la línea de demarcación acordadas entre Portugal y España en el Tratado de
Tordesillas en 1494. Las Bulas de Alejandro VI pudieron considerarse innecesarias por el principio
del Derecho Romano implícito en las Siete Partidas que decía que “la posesión pertenecía a los
primeros ocupantes de las tierras”. Pero la autorización papal concedía un título extra de seguridad a
la corona española contra cualquier intento de recusación de los portugueses, y elevó la empresa de
Las Indias al grado de empresa santa, ligando los derechos exclusivos de Castilla a la obligación
igualmente exclusiva de ganar paganos para la fe. Esta empresa misionera solemnemente confiada a
la corona de Castilla, se dotó así de una justificación moral para la conquista y la colonización,
superaban las concesiones obtenidas del primer descubrimiento.
La corona, preocupada por su primacía internacional se movió para asegurarla en la empresa de
Colón. La preparación de la flota para su regreso a La Española (17 barcos en lugar de 3) fue
encargada a Juan Rodríguez de Fonseca, de Sevilla y miembro del Consejo de Castilla, durante 23
años hasta la muerte de Fernando el Católico en 1516. Fonseca fue Director Supremo y coordinador
de la empresa americana de Castilla, encargado de asegurar la colonización y conquista, los
intereses y autoridad de la corona. La inclusión en el segundo viaje de Colón de un diputado de los
contadores mayores de Castilla, un recaudador de tributos reales, y un veedor o inspector de
cuentas, sentó el precedente de supervisión y control por parte de oficiales reales, que continuó
realizándose en expediciones posteriores. Los hombres de Fonseca seguirían paso a paso a cada
futuro explorador y descubridor.
La expedición de 1493 llevaba sacerdotes para la conversión de los isleños y un grupo de frailes
seleccionados por Fernando e Isabel para realizar una empresa misionera a costas de la corona. La
conversión suponía una ocupación permanente por lo que la expedición española se preparó para
pasar un largo tiempo en las Antillas. En lugar de 87 hombres, Colón formó una expedición de
1200, incluyendo soldados, marineros, caballeros, aventureros, artesanos y agricultores. Ahora se
trataba de colonizar las islas, aunque el rescate (trueque con los indios), seguía teniendo interés
central de la empresa. Una colonia que embarcaba en Sevilla era modelo pero no tenía mujeres.
Elementos nuevos se iban a introducir en 1493 para modificar la empresa inicial como Colón la
concibió. El comercio y la exploración seguían siendo los componentes principales de la empresa, y
el establecimiento de una colonia permanente en las Antillas era igual a lo realizado por los
portugueses y genoveses en sus actividades de ultramar como ya se hacía en Madeira y en la costa
oeste de África. El nuevo mundo descubierto en Las Antillas parecía densamente poblado por no
cristianos, la cual poseía objetos de oro. Castilla escogió lo que implicaba la conquista a gran
escala: la afirmación de la soberanía, el establecimiento de la fe, inmigración y asentamiento, y una
dominación de las tierras y de las personas. No quedaba claro si conquista y asentamiento, o
conquista y movimiento, sería la conquista la que prevalecería.

EL MODELO DE LAS ISLAS


El problema que se encontró la corona y sus agentes en La Española era cómo imponer estabilidad
en un mundo donde casi todo ha cambiado. Los españoles habían vuelto a Las Antillas con ideas
muy precisas, querían oro. Mientras Colón continuaba su búsqueda de la India y el imperio del Gran
Khan, la mayoría de su grupo se asentó en La Española, donde descubrieron que el primer
asentamiento fue destruido en su ausencia. Por ello, se construyó uno nuevo llamado La Isabela, en
la playa norte, que resultó insalubre. Se suponía que los colonizadores construirían una ciudad,
plantarían sus cosechas, cuidarían sus ganados, y construirían una cadena de almacenes bien
defendidos, en los que los indios, ya sometidos al cristianismo, depositarían dócilmente grandes
cantidades de oro.
Este sueño pronto se rompió, la cantidad de oro recibida por los indios era muy poca, y Colón
ansioso por justificar esa inversión a sus soberanos, trató de suplir esas deficiencias con otra
mercadería conveniente: los propios indios. Embarcó indios caribeños a España para venderlos
como esclavos. Colón formuló un status a la población indígena: la de bárbaros.
“Los bárbaros” podrían ser, de acuerdo al derecho romano, esclavizados legítimamente, y bárbaros
llegó a considerarse para el cristianismo medieval como “infieles”. Y aunque la corona estaba
deseosa de aplicar esta interpretación al primer envío de indios que llegó a Andalucía, la influencia
de los teólogos llevó a otros razonamientos. Un “infiel” era un hombre que había rechazado la
verdadera fe, pero los indios habían vivido en una total ignorancia de ella. Por lo tanto debían ser
reconocidos como paganos y no como infieles, hasta que se les predicara el Evangelio, y lo
hubieran rechazado. La reina Isabel, aconsejada por su confesor Jiménez de Cisneros, suspendió el
comercio de indios. Estas gentes eran sus súbditos, y en 1.500 la corona declaró a los indios “libres
y no sujetos a servidumbre”. Esta regla decisiva, estuvo de hecho lejos de ser comprendida, u
obedecida. Todavía se permitía esclavizar a los indios capturados en “guerra justa”, término que se
incluía todo: desde los indios rebeldes a los caribes caníbales. La consecuencia inmediata que tuvo
la decisión de la corona fue fomentar las expediciones para capturar esclavos en las islas de Las
Antillas aún no habitadas por españoles, con el objeto de abastecer el mercado con “esclavos
legítimos”. Como los abusos se multiplicaban, creció la desaprobación contra ellos, pero no fue
antes de las leyes nuevas de 1542 cuando la esclavitud de los indios fue definitivamente abolida.
El rechazo de la esclavitud de los indios eliminó una de las opciones expuestas ante los colonos de
La Española, aumentando los problemas de supervivencia que ya llegaban a agudizarse. La
enfermedad entre los colonos los había forzado a desplazarse hacia el sur de la isla asentamiento
que llamaron Santo Domingo, fundado por Bartolomé Colón en 1.498, que se convertiría en el
centro neurálgico de Las Indias por una generación o más. La supervivencia de Santo Domingo
como una colonia viable dependía de que se estableciera un equilibrio entre los colonos, quienes
llegaron con expectativas exageradas, recursos limitados y que disminuyeron rápidamente. <<<

La familia de Colón, gozando de la jurisdicción de las islas, demostró su ineficacia. Tenían raíces
genovesas, y por su carácter ni el almirante ni sus hermanos estaban preparados para tratar con la
indisciplina endémica de un montón de españoles cuyo único pensamiento era enriquecerse
rápidamente. La era Colón en Las Indias occidentales terminó con el definitivo regreso de Diego
Colón a España en 1.524. Pero desde mediados de 1.490 la corona estaba conteniendo y recortando
la jurisdicción de la familia. El verdadero fundador de La Española, y a través de ella, de las Indias
españolas, fue Fray Nicolas de Ovando, nombrado gobernador en 1.501. Poseía conocimientos
políticos y administrativos que fueron demostrados en la reforma de la Orden Militar de Alcántara.
Fue nombrado para darle estabilidad a la isla, donde la comunidad de los colonos se habían
desgarrado en facciones y estaba amenazada de extinción debido a la falta de alimentos y trabajo.
En los ocho años de su gobierno resurgió en lo económico, y logró un efectivo control centralizado.
Reconstruyó Santo Domingo que fue destruida por un ciclón poco después de su llegada en la
primavera de 1.502. Santo Domingo se convirtió en la primera auténtica ciudad del Nuevo Mundo
español. El cronista de La Española Gonzalo Fernández de Oviedo la describiría “incluso superior a
Barcelona y el resto del viejo mundo porque se ha fundado en ese tiempo, trazada con regla y
compas, y a una medida todas las calles”.
Muchos de los métodos e instituciones que se trasladaron al continente americano fue gracias al
Gobernador Ovando en La Española. Si los españoles iban a ser inducidos a permanecer, debían
tener interés en los recursos naturales y humanos de las islas. Las esperanzas en una economía de
tráfico de oro se iban perdiendo por la escasez del oro, aunque podían obtenerse más en los ríos y en
las minas. Esto requería trabajo, y Colón ya había introducido un sistema de trabajo indígena
forzoso que ayudaría a producir tributo al rey y provecho para los colonos.
Intentos por reemplazar este sistema de trabajo por otro voluntario y pago no dieron resultado
porque al indígena le era “extraño” este sistema de trabajo europeo. Por lo que la corona, siguiendo
a Ovando, aprobó en 1503 un sistema de mano de obra forzosa, por el cual se autorizó al
gobernador a repartir mano de obra india en las minas y en los campos, debiendo pagar los salarios
aquellos que recibieran al grupo de indios (repartimiento).
Al darle a Ovando el poder de adjudicar mano de obra indígena a su propia discreción, la corona le
entregó las bases para modelar la vida de la isla a su propio criterio. El repartimiento o distribución
de los indios fue un acto concedido por la corona, y por lo tanto implicaba ciertas obligaciones que
debían cumplir los concesionarios. Los indios tenían que ser cuidados e instruidos en la fe, por lo
que estaban temporalmente confiados a los españoles individuales. Este sistema se parecía a la
asignación o encomienda, de los moros a ordenes militares españolas medievales, pero tenía un
significado distinto. La encomienda del Nuevo Mundo no incluía el reparto de tierra o de rentas. Era
sólo una asignación pública de mano de obra obligatoria con responsabilidad específica hacia los
indios asignados al depositario o encomendero.
Tales responsabilidades deberían recaer en los mas capacitados para ejercerlas, en el meritorio y el
establecido, y el establecido era un propietario que tenía residencia urbana. Así el control que
ejercía Ovando sobre el suministro de mano de obra le servía para fomentar el asentamiento de los
españoles en pequeñas comunidades urbanas, cada una con su cabildo o ayuntamiento, según el
modelo español. La mano de obra india tenía que ser asignada sólo a vecinos.
Para facilitar el proceso de repartimiento, los indios eran redistribuidos por sus caciques o jefes,
quienes eran responsables de suministrar la mano de obra a los españoles. Mientras una parte de la
mano de obra eran indios de encomiendas, otros indios conocidos como “naborías” servían a las
familias españolas como criados domésticos. Ovando concibió una sociedad en la cual coexistieran
los indios y los españoles bajo el control del gobernador real, introduciendo a los indios en los
beneficios de la civilización cristiana y ofreciendo a cambio el trabajo. Ovando fomentó la cría de
ganado y los cultivos de azúcar, esperando liberar la excesiva dependencia del oro, y procuró que
los colonos se dedicaran a la tierra.
Bajo el gobierno de Ovando La Española hizo la transición de un centro de distribución a una
colonia, pero este proyecto contenía las semillas de su propia destrucción. El establecimiento del
trabajo forzoso entre la población indígena precipitó un proceso catastrófico, su total extinción. A
20 años de la llegada de Colón la población indígena que era densamente poblada, desapareció por
las guerras, las enfermedades, los malos tratos, y el trauma producido por los esfuerzos que hicieron
los invasores para adaptarlos a formas de vida totalmente distintos a su forma de ser.
En un intento desesperado por mantener el suministro de mano de obra, los colonos invadieron las
Bahamas y deportaron su población a La Española. Pero cuanto mas emigrantes llegaban de España
en busca de fortuna rápida, la llegada de mano de obra forzada de las islas vecinas no servían como
paliativo. La estabilidad que Ovando buscaba demostró ser imposible de lograr, y el intento de
imponerlo por medios automáticos provocó violentos resentimientos contra el gobernador. Los
disidentes locales lograron movilizar a defensores influyentes de la Corte. Ovando fue cesado de su
cargo en 1.509, víctima de Fonseca y sus oficiales de La Española. Diego Colón, que le sucedió
como gobernador, corrió la misma suerte. Las pretensiones de la familia Colón los hicieron aparecer
como sospechosos ante la corona, limitando su poder en 1.511, estableciendo un Tribunal legal
permanente, la Audiencia de Santo Domingo. La Audiencia sirvió como modelo para otros
tribunales de la corona española en el continente americano. Los agentes del gobierno real
estuvieron bajo la inspección constante de los agentes de la justicia real.
La disminución de la población indígena trajo dos respuestas distintas. En primer lugar provocó un
poderoso movimiento de indignación moral en la propia isla y en España. Este movimiento eran
dirigidos por los dominicos horrorizados por las condiciones que encontraron las islas en 1.510. Su
mayor exponente fue Antonio de Montesinos quien en un sermón predicado en Santo Domingo
denunció los malos tratos infringidos a los indios y se negó a dar la comunión a los encomenderos
que consideraban mas responsables. Su partidario mas importante fue Bartolomé de las Casas,
quien en 1.514 renunció a su encomienda y a sus intereses comerciales en las islas, y dedicó 52 años
a la defensa apasionada de los súbditos indios de la corona española.
Las repercusiones de este movimiento pronto se sintieron en la corte de Fernando el Católico, donde
el cinismo sobre la explotación de las riquezas de las Indias se moderó por un conocimiento de las
obligaciones que la corona impuso a través de bulas papales que culminaron en 1.508, que concedió
un patronato universal, o derechos de presentación de los beneficios del nuevo mundo, como
recompensa a los onerosos deberes que comprendía la evangelización de los pueblos indígenas. Se
necesitaba un nuevo Código legislativo para proteger a los indios de los abusos horribles que
Montesinos y sus colegas describieron. Las leyes de Burgos de 1512 fue un intento de protección
para regular el funcionamiento de la encomienda, que no era incompatible con el principio de la
libertad de los indios, que la ley también proclamaba.
La Ley de Burgos no encontró autoridad en las islas que quisieran o pudieran ejecutarla. En 1516, a
la muerte de Fernando, el regente Cardenal Cisneros envió una comisión de 3 jerónimos para
gobernar las islas, y en 2 años de gobierno demostraron las dificultades para aplicar la ley ante
hechos desagradables. Resultado difícil erradicar los abusos, y el descenso de los indígenas no
podía detenerse.
Aceptando que la economía de la isla era insuficiente para la supervivencia sin la mano de obra
forzada, los jerónimos llegaron a la conclusión de que la única solución era traer esclavos negros.
Portugal ya los estaba utilizando, y el número de esclavos negros aumentó considerablemente en el
siglo 15, cuando los portugueses entraron al sur de la costa de Guinea. Los portugueses gozaron del
monopolio del comercio de esclavos negros, abasteciendo al mercado español desde 1460. Lisboa
era la ciudad con mayor población negra, en muchas de las ciudades españolas se empleaban para el
servicio doméstico.
Por la tanto, para los españoles era una respuesta natural a los problemas de La Española. El primer
embarque de negros ladinos (de habla hispana) llegó a la isla en 1.505, hasta que Cisneros prohibió
los embarques, debido a que la creciente población de negros ladinos provocaban graves
desordenes. En 1.518 después de su muerte, los jerónimos empezaron de nuevo los cargamentos
bajo los auspicios de la corona, con Carlos V, concediendo licencia a un miembro de su casa de
Borgoña para enviar 4.000 esclavos a las Indias en un plazo de 8 años, quien rápidamente vendió su
licencia a los genoveses. Un nuevo y lucrativo comercio transatlántico se empezó a crear.
El exceso de colonos españoles en la isla obligó a importar mano de obra para asegurar su propia
supervivencia, también forzó a exportarla. El tercer y cuarto viaje de Colón en 1.498 y 1.502-1504
habían revelado contornos del caribe y permitió trazar la línea costera de América Central y parte
de Venezuela. Los descubrimientos de Colón como las perlas en la costa de Venezuela animaron a
otros a seguir el rastro. A medida que crecía el espacio explotado alrededor de Santo Domingo,
aumentaba las presiones para conquistar y emigrar.
La colonización de Puerto Rico empezó en 1.508 y la de Jamaica en 1.509. Diego Velázquez
emprendió la conquista de la isla de Fernandina o Cuba, que se convertiría en un base para los
viajes de exploración y conquista del continente americano, y su puerto de La Habana reemplazaría
a Santo Domingo como puerta hacia las Indias.
Desatendiendo las peticiones de la familia Colón, la corona estaba dando licencias para el
descubrimiento y conquista de las tierras que se descubrieran y que parecían obstruir la ruta hacia el
este. Juan Ponce de León, el conquistador de Puerto Rico, descubrió Florida en 1.513, pero no
aprovechó la autorización para colonizarla. En las costas del golfo de Darién traficantes habían ido
al rescate de oro que poseían los indios locales. Vasco Núñez de Balboa divisó el Océano Pacífico
desde Darién. Tres meses antes España había enviado una expedición al mando de Pedrarias Dávila
para la conquista de estas regiones, bautizadas como Castilla del Oro, la tierra del oro. En la
búsqueda salvaje por el oro Pedrarias saqueó y sembró el terror, y en el choque inevitable con
Balboa resultó ganador. Bajo la dirección de Pedrarias se desplegaron expediciones por la costa del
Pacífico donde Pedrarias fundó Panamá en 1.519. En ese año Cortez llegó a Méjico y Magallanes
proporcionó la ruta marítima occidental hacia el este.
Con cada nueva incursión de los intrusos españoles, el radio de destrucción se amplió. A medida
que avanzaban se reducían las poblaciones indígenas ante la progresiva marcha de rompimiento,
desmoralización y enfermedades, por lo que los invasores hacían grandes esfuerzos para repoblar la
escasa mano de obra nativa organizando expediciones para capturar esclavos en las regiones
cercanas. A las invasiones en las Bahamas y las islas del Caribe para restablecer la población
indígena de La Española, les siguieron la Florida, y el golfo de Honduras para repoblar Cuba.
Mucho antes que Cortez zarpara para Cuba las incursiones de esclavos estaban activas en la costa
de Yucatán. Pero fue después de la ocupación del istmo de Panamá y el descubrimiento y conquista
del Perú cuando las incursiones de esclavos se convirtieron en una forma de vida regular y
organizada. La desaparición de la población india en el istmo de Panamá significó que los españoles
habían dejado el territorio sin mano de obra para cultivar los campos, separar el oro, y llevar la
pesada carga a través del istmo para embarcarla hacia el Perú. Para hacer frente a sus necesidades,
los colonos no solo volvieron a comprar esclavos en el Caribe, sino también iban a Nicaragua para
capturar esclavos en gran magnitud. La esperanza de reproducir la población india perdida fue
engañosa. Los esclavos importados sucumbieron tan rápidamente como la población local, a la que
venían a reemplazar.
El negocio lucrativo del tráfico de esclavos aumentó sustancialmente el conocimiento geográfico,
ya que los invasores exploraron las costas de Venezuela, Panamá, Honduras y Florida, trazando los
mapas de Bahamas y las Antillas. Se promovió el tráfico en el Caribe. El periodo de
descubrimiento, conquista y colonización de las islas comprendió los años 1.492 a 1.519.
En esta época, con una frontera en constante movimiento, las esperanzas de persuadir a hombres a
echar raíces estaban avocadas al fracaso. La Española, con su creciente mano de obra negra con el
tiempo consiguió sobreponerse a las dificultades para alcanzar una modesta viabilidad económica
basada en la exportación de azúcar y cuero. Santo Domingo nunca podía quedar en la supremacía
como capital del imperio español de las Indias. Una vez que el continente se conquistó y colonizó
estaba sentenciado a quedarse en el olvido. Toda la experiencia de La Española, la población
aniquilada, y sus recursos malogrados en busca de un beneficio instantáneo, se estableció como una
advertencia terrible de los efectos de la mentalidad conquistadora, libre de escrúpulos morales o del
control institucional. Lo mismo sucedió en el Istmo de Panamá. A menos que la colonización se
vinculara a la conquista, las futuras expediciones solo conquistarían tierras baldíos.

LA ORGANIZACIÓN Y AVANCE DE LA CONQUISTA


Podría decirse que la América española se conquistó entre 1.519 y 1.540. La presencia española en
zonas extensas del continente, afirmaba la soberanía española sobre los pueblos que no habían caído
bajo la jurisdicción adjudicada a Portugal por el Tratado de Tordesillas, un área que incluía el
descubrimiento de Brasil. La península Ibérica, fuera de Portugal, tenía una superficie de mas de
500.000 km2. La superficie de las Américas bajo el dominio español fue de 2.000.000 de Km2. La
corona tenía unos 6.000.000 de súbditos en Castilla y otro 1.000.000 en Aragón, y adquirió de
forma transitoria, antes de que la muerte y destrucción cobraran terribles números de víctimas, unos
50.000.000 de nuevos súbditos en América. Dos contingentes salieron fuera de las Antillas. Uno
organizado desde Cuba recorrió Méjico entre 1.519 – 1.522 destruyendo la Confederación Azteca,
dividiéndose al norte y el sur. El movimiento hacia el Sur llegó a Guatemala y El Salvador, pero
pasaron 20 años antes que los centros mayas fueron sometidos al gobierno español. Entre 1.529 y
1.536 Nuño de Guzmán, destruyendo el norte y el oeste de Méjico creó el reino de Nueva Galicia.
El fracaso de estas dos expediciones marcó los límites extremos del avance superior. Las tierras
fronterizas del norte de Nueva Galicia fueron abandonadas a las empresas misioneras de hacienda y
minas.
El otro arco de conquista comenzó en Panamá se movió hacia el norte y llegó a Nicaragua, tomó la
ruta del pacífico hacia el sur para conquistar el Imperio Inca (1.531-1.533). Desde Perú los
conquistadores se movieron hacia el norte hasta Quito (1.534) y Bogotá (1.536), donde encontraron
otro grupo que venían de las costas de Venezuela y Colombia. Otros conquistadores se fueron al sur
adentrándose en Chile, donde Pedro de Valdivia fundó Santiago en 1.542. La conquista de Chile
se malogró en una guerra de agotamiento con los indios araucanos.
Una expedición europea bajo el mando de Pedro de Mendoza trató sin éxito de ocupar el Río de la
Plata en 1.535 – 1.536), dejando un lejano puesto avanzado de colonización en Paraguay. Buenos
Aires, fundada en 1.536 y destruida en 1.541, se restableció en 1.580, esta vez desde Asunción, no
desde Europa.
Las poblaciones indígenas de las zonas mas pobladas y colonizadas se sometieron al dominio
español en una sola generación. ¿Cómo se puede explicar la extraordinaria rapidez de conquista? En
América, un mundo conquistado pronto iba a ser un mundo destruido.
La arrolladora superioridad numérica de la población indígena podría parecer que ofrecía pocas
posibilidades de triunfo a los pequeños grupos de españoles unidas por bases lejanas sólo para
suministros. Pero en las primeras fases de conquista, la compleja diversidad de pueblos indígenas
obraban a favor de los conquistadores. Tribus nómades y semisedentarias situadas en regiones
pocos pobladas les fue difícil impedir el paso de europeos resueltos y fuertemente armados. El
problema mas inmediato para los españoles fue cómo conquistar y mantener las zonas de mayor
interés para ellos, donde las posibilidades de riquezas minerales y manos de obra disciplinadas
justificaban el esfuerzo de la conquista.
La extensión de tierras y los distintos tipos de tribus fue mas una ventaja que desventaja para los
españoles. En los imperios azteca e inca, multiplicidad de tribus competían entre sí, lo cual eran
más o menos controlados. Esto le permitió a los españoles enfrentar un grupo tribal contra otro, y
volver a los pueblos contra sus odiados jefes. También significó que una vez que el poder central
quedó derrotado, los españoles se convirtieron en jefes de las poblaciones ya acostumbradas a la
subordinación. Los pueblos indígenas alejados del imperio central resultaron ser más difíciles de
dominar, en especial cuando aprendieron la forma de combate español y aprendido a usar armas y
caballos. Dispersos ampliamente, semi nómades y desacostumbrados a la disciplina impuesta por
extranjeros, revelaron una capacidad desesperante para eludir o resistir cualquier intento español
por dominar. Una solución era dejarlos hacer lo que quisieran y esto era lo que ocurría. Pero no
siempre era posible ignorarlos, ya que tribus del norte de Méjico se encontraban en tierras ricas en
minerales, y otros amenazaban las rutas de suministros español, o creaban una permanente
inseguridad.
Si bien la naturaleza sedentaria del pueblo indígena, y el grado de control a las que estaban
sometidas eran ventajosas para los españoles, en muchos puntos los invasores se enfrentaron a una
fuerte resistencia militarizada, con fuerzas que superaban ampliamente las suyas.
El caballo le dio a los españoles una gran ventaja de sorpresa inicial y de movilidad, pero sólo
tenían 16 caballos para marchar hacia el interior de Méjico. Los invasores también sacaron
provecho de pertenecer a una sociedad con una superioridad tecnológica decisiva.
La mayoría de los hombres de Cortes estaban armados sólo con espadas, picas y cuchillos, 13
mosquetones, 10 cañones de bronce, y 4 cañones ligeros. Con mucha dificultad arrastraban esos
cañones por los bosques y montañas, la pólvora se humedecía al cruzar los ríos y lluvias
torrenciales, e incluso cuando estaban secas, la frecuencia de fuego de los mosquetones no podían
compararse con la flecha de los nativos.
En Mesoamérica (Méjico, Guatemala, El Salvador, Belice, Honduras, Nicaragua y Costa Rica) y en
los Andes, los españoles encontraron sociedades acostumbradas a guerras en gran escala, aunque
con armas y estilos diferentes. Las armas de piedra y madera no se comparaban con el acero de los
españoles. Por lo tanto, en una batalla campal, las fuerzas de los aztecas e incas, a pesar de su
superioridad numérica, tenían pocas esperanzas de ganar a una fuerza española compuesta de
caballería e infantería, con tan solo 50 hombres, a menos que consiguiera reducirlos por
agotamiento. La mejor posibilidad era atrapar pequeños grupos de españoles fuera de sus
guarniciones, o atacarlos en lugares donde no tuvieran oportunidad de reorganizarse ni maniobrar.
Los indios tenían la ventaja de actuar en un entorno familiar, conocido. La superioridad tecnológica
servía poco cuando los españoles tenían que combatir los efectos del calor o altura, y las
enfermedades producidas por los alimentos y bebidas que no le eran familiares. Las armaduras
pesadas eran una carga en estos climas cambiando a la armadura de algodón. Los invasores
disponían de mayor pericia técnica, esto era notorio en el manejo de los barcos.
Esta superioridad tecnológica originó brillantes oportunidades para los invasores europeos. Estas
oportunidades tendrían que aprovecharse, y se puso a prueba su capacidad de organización e
improvisación de los europeos del siglo 16. El hecho de que fracasaran con los indios araucanos en
Chile, demuestra que el triunfo no se produjo automáticamente.
Las expediciones militares necesitan organización y abastecimientos, y las expediciones
comerciales se dieron cuenta que no podían prescindir de la ayuda militar. En Venezuela los
banqueros de Carlos V, Los Welser, intentaron colonizar entre 1528 a 1541. Las expediciones
comerciales pronto degeneraron en incursiones para la captura de esclavos, parecidas a Las Antillas
y Panamá.
Al igual que los intereses comerciales consideraron necesario acudir a métodos militares, las bandas
de guerreros organizados no pudieron prescindir de los servicios de los comerciantes. La ausencia
de capital hizo posible la formación de bandas de guerreros, o compañías, con un carácter
fuertemente igualitario. Estas compañías de guerreros basados en un acuerdo previo sobre la
distribución del botín, estaban muy bien adaptados al tipo de combate por incursiones que se hacían
en el Caribe, el Istmo de Panamá, y Venezuela. Grupos de hombres muy unidos, poseían gracias a
los caballos las ventajas de la movilidad. Sus gastos eran pequeños. Armas de fuego costosas y que
se deterioraban rápidamente por la corrosión y la humedad de la selva. Armados con espadas de
acero y acompañados por poderosos mastines, perseguían a los indios aterrorizados, matándolos,
esclavizándolos, y apoderándose de todo el oro que podían encontrar.
Era normal que se formaran sociedades: entre capitanes, o entre capitanes e inversores. Los socios
tendían a dividir sus funciones, como sucedía con Francisco Pizarro y Diego de Almagro en
Panamá, en la que Pizarro proporcionaba la dirección militar, mientras Almagro reclutaba a los
seguidores y preparaba el embarque de los hombres y suministros, fijando las escalas a lo largo de
la ruta.
Los inversores pedían, como seguridad para su inversión, compartir los botines acumulados por los
hombres que habían obtenido caballos o equipamientos a crédito. Por lo que muchos miembros de
la tropa, a menos que tuvieran un botín rico, tendían a convertirse en permanentes deudores, ya
fuera de empresarios o de sus propios capitanes. La conquista de América fue posible gracias a una
red de créditos que circulaban por intermedio de agentes locales y empresarios respaldados por
funcionarios reales y ricos encomenderos de Las Antillas, Sevilla y las grandes casas bancarias de
Génova y Austria. Los hombres que formaban los grupos de guerreros hacían un depósito común de
los recursos que tenían, formaban sus propias sociedades, contribuían para comprar caballos y
permanecían juntos muchos años sobre la base de una confianza mutua y una división pactada del
botín.
Estas sociedades privadas también fueron focos de divisiones como cuando Pánfilo Narváez
desembarcó en las costas de Méjico en 1.520 para disputar a Cortez la supremacía. Así como había
rivalidades entre los conquistadores, también había lealtades con sus jefes, lo que fortaleció a
Cortez y Pizarro. Procedían de un sola ciudad o grupos de ciudades, amigos, parientes y seguidores
de estos dos capitanes formaron un grupo estrechamente unidos.
Los jefes necesitaban esta clase de apoyo si tenían que conducir sus expediciones al triunfo. Para
los capitanes la conquista de América era un buen negocio, disfrutaban de una superioridad técnica
sobre los indios, y estaban impulsados por la obtención del oro, la gloria y el evangelio. Cualquier
jefe de expedición sabía que los indios eran sus únicos adversarios, no tan temibles. Los enemigos
estaban también en la retaguardia, desde los ministros reales que impedían la formación de feudos o
reinos independientes en zonas no conquistadas, o rivales locales que tenían interés en frustrar su
triunfo. Cuando Hernán Cortez zarpó de Cuba en 1.519, lo hizo desafiando al gobernador de Cuba
Diego Velázquez, quien recurrió a cualquier plan concebible para producir su caída. Tenía enemigos
internos como capitanes que querían ocupar su puesto, o gruñones soldados de a pie, quienes
planeaban traiciones porque eran leales a otro o porque estaban insatisfechos con la distribución de
los botines.
El mando exigía conocimientos militares y políticos, si una expedición tenia que evitar una
desintegración interna o la derrota externa. La presencia de indios hostiles en número aplastante,
obligó a establecer una clase de compañerismo incluso entre quienes no lo eran. Ante el peligro y la
desgracia era preferible luchar juntos que morir solos, y la perspectiva de tener una muerte horrible
en manos enemigas era suficiente para promover un acercamiento de los rangos, que a pesar de sus
enemistades y agravios eran al final uno, todos cristianos y españoles. Un jefe tan diestro como
Cortes sabía como jugar con los recuerdos de los peligros y triunfos compartidos para mantener la
unión y moral de su tropa. “Santiago y España” era un grito de combate que anulaba toda las
diferencias en una causa común.
Era un grito de combate y a la vez de desafío y de triunfo, el grito de hombres firmemente
convencidos que serían los vencedores. Esta confianza en su propia superioridad sobre un enemigo
que los superaba en números estaba basada en su superioridad técnica, organización y
equipamiento, en el conjunto de actitudes y reacciones que daban a los españoles ventajas en
muchas de las situaciones que encontraron; una creencia instintiva en la natural superioridad de los
cristianos sobre simples “barbaros”, que hacía cada triunfo una nueva prueba del favor de Dios, y
un sentimiento de que había una recompensa última por el sacrificio realizado. Decía Cortés que
“La perspectiva del oro hacia soportable cada fatiga, mal del corazón, o enfermedad, que sana con
el oro”.
La confianza que les daba este sentido de superioridad moral y el favor divino era mas válida donde
más se necesitaba: en la lucha contra sus enemigos mas temibles, los imperios Aztecas e Incas.
Cuando Cortés partió de Cuba en 1.519, con 11 barcos, 508 soldados y 110 marineros, lo hizo con
la firme intención de conquistar. Las dos expediciones anteriores que exploraron las costas de
Méjico y Yucatán en 1.517 y 1.518 fueron solo con el propósito de exploración y rescate. Cortés
quería conquistar. A los pocos días de su desembarco, el 22 de Abril de 1.519, supo que vivía un
gobernante muy poderoso llamado “Moctezuma”, cuyo dominio incluía los pueblos de la llanura
costeras. Para los españoles, un gobernante que ejercía el dominio de muchos pueblos, debía él
mismo ser conducido por la fuerza o el engaño, para que reconociera a un señorío todavía mas alto,
el rey de España. Por lo tanto, el objetivo supremo debía ser llegar a Moctezuma, lo cual se logró,
encontrándose Cortés y Moctezuma en Tenochtitlán el 12 de Noviembre de 1.519. Fueron recibidos
como invitados, capturó a Moctezuma y lo retuvo en el Palacio, consiguiendo el reconocimiento de
la soberanía del rey de España.
El supuesto traslado del imperio de Moctezuma a Carlos V según las cartas enviadas por Cortez al
rey , agradó al emperador, y marcó el comienzo, no el fin, de la conquista de Méjico. Cortez había
conseguido llegar tan lejos y tan rápidamente debido a su extraordinaria capacidad para formarse
una idea de la situación y sacarle provecho. La confederación azteca, con un gobernante supremo, y
una estructura de estado organizada, representaba un adversario incomparablemente más temible
que ninguna otra sociedad que los españoles habían encontrado en el Caribe o en el Istmo. Pero el
grado de organización y control central de Tenochtitlan crearon oportunidades que Cortes
aprovechó. La dominación Mexica sobre los otros pueblos de Méjico Central, que exigía un tributo
excesivo, y un suministro constante de víctimas para el sacrificio, habían generado odio y
resentimiento que permitió a Cortes presentarse ante las tribus sometidas como un libertador. Esto,
junto con la alianza con Tlaxcala, que los Mexica jamás pudieron someter, le permitieron seguir una
ruta hacia Tenochtitlan sin sobresaltos. También se dotó de un ejército de refuerzo indígena, deseosa
de vengarse contra Moctezuma y la élite Mexica.
Las razones de Moctezuma de permitir entrar a los conquistadores a Tenochtitlan siempre
permanecerán en el misterio. Tal vez respondía a la creencia de que Cortés era el legendario jefe
tolteca Quetzalcóatl que volvía del este para recuperar sus tierras. Capaz por eso recibiera a Cortes
y a sus hombres como si fueran embajadores, quienes gozaban de inmunidad, aunque también
podrían haber pensado que teniendo a Cortés en la ciudad les sería mas fácil acabar con él si fuera
necesario.
La necesidad de calmar a los dioses con sacrificios humanos, no era compatible con las creencias
cristianas de los invasores españoles. Se inspiraba a sus seguidores con la resignación a una muerte
heroica que sobrevivir, crearon un ritual de guerra para capturar al enemigo antes que matarlo, para
proveerse de victimas para el sacrificio humano para calmar a los dioses. La derrota de esta guerra
ceremonial solo podría deshonrar al Dios de la guerra, de quien Moctezuma era sacerdote.
Por lo tanto, capturando a Moctezuma, Cortés había dado un golpe devastador al sistema político y
religioso de los aztecas. Pero esto hizo más difícil conservar la estructura fiscal y administrativa que
había encontrado, manteniendo a Moctezuma como una marioneta, pero reemplazando su autoridad
por la de los españoles. La casta sacerdotal formaba parte del sistema azteca, y el asalto de los
españoles a las deidades aztecas era un desafío a esta casta. La insaciable demanda española por el
oro creó un malestar general que culminó, después de la matanza de la nobleza realizada por el
futuro conquistador de Guatemala, Pedro de Alvarado, en un masivo levantamiento popular.
Superados en número, lograron salir luchando de Tenochtitlan en la “noche triste”, del 30 de Julio
de 1.520 con grandes perdidas humanas. Necesitarían otros 14 meses para volver a conquistar la
ciudad.
La rendición de los aztecas entre las ruinas de Tenochtitlan, el 13 de Agosto de 1.521, fue mas un
triunfo por las enfermedades llevadas por los españoles que de sus armas. La viruela transmitida por
un esclavo negro entre los partidarios de Cortes causó estragos entre los defensores de la ciudad, y
reveló que los habitantes del Nuevo Mundo tendrían que pagan un alto precio por sus siglos de
aislamiento. La conquista de América fue una conquista de los microbios y de los hombres. En
zonas muy pobladas, las epidemias jugaron un papel importante para explicar la rapidez y el éxito
español.
El derrumbamiento del imperio mexica, de unos 25 millones de habitantes, se debe también a la
naturaleza represiva de la dominación mexica sobre los pueblos de Méjico Central. La conquista de
Cortes fue una revuelta de la población sometida contra sus señores supremos, como así una
solución impuesta por los conquistadores.
Pizarro como Cortes explotaron la debilidad interna y las discordias que parecían estar en su peor
fase al momento de llegar. Las primeras noticias sobre un estado rico y poderoso llegaron a Panamá
en 1.523. Esto animó a Pizarro y a Almagro a organizar expediciones de prueba, exploradoras, hacia
las costas del Pacífico, que dieron pruebas de la existencia de un nuevo reino que podría ser
conquistado. Pizarro mismo estuvo en España desde 1528 a 1530 capitulando con la corona sobre el
gobierno de las tierras a conquistar, y reclutaba seguidores en su Extremadura natal. Con 180
hombres y 30 caballos dejó Panamá en Enero de 1531 con su expedición de conquista. Cuando se
hizo a la mar, muchos de los que había reclutado en España ya estaban muertos, atacados por las
enfermedades tropicales. Por lo tanto, sólo un puñado habían tenido experiencia militar en Europa.
Muchos de ellos eran veterano de las Indias, de estos uno o dos habían estado en Méjico. La
mayoría tenía experiencia en las Antillas y América Central.
La estructura del estado inca con su demanda de mano de obra presionaba fuertemente los Ayllus,
los clanes de comunidades de aldea, creando una población sometida, que aunque dócil, estaban
resentidos, especialmente en Quito, donde el dominio inca era reciente. A medida que el área de
conquista inca se extendía, los problemas del control de Cuzco aumentaban, a pesar de las
guarniciones cuidadosamente situadas, y la compleja red de comunicaciones. Este rígido sistema de
control, mantenido por una casta de gobernantes incas, sólo podría funcionar con eficacia mientras
la casta mantuviese su cohesión y unidad interna. La muerte de Huayna Cápac en 1527 produjo una
lucha por la sucesión entre sus hijos Huáscar y Atahualpa. Este último estaba en camino de la
victoria cuando Pizarro llegó.
Pizarro como Cortes en Méjico eran peritos en manipular esas diferencias internas de los indios
para provecho propio. Pizarro como Cortes utilizaban el método de arriesgarlo todo para capturar al
cacique, o emperador Inca Atahualpa.
El emperador Atahualpa que vivía en las montañas de Cajamarca – norte de Perú. Mientras los
españolas estuvieran en las costas no eran un problema para los indios, porque tan pronto subieran
las montañas caerían en sus manos. Atahualpa no hizo ningún intento de molestar a los españoles
Pizarro cuando empezaron el penoso ascenso, y los españoles aún contaban con la sorpresa cuando
se encontraron con Atahualpa el 16 de Noviembre de 1.532.
La captura de Atahualpa como de Moctezuma fue concebida para transferir la autoridad suprema a
manos de los españoles en un simple y decisivo golpe. Aunque el tributo en el imperio inca
consistía en mano de obra, el viejo sistema imperial funcionaba tan bien como para producir para
los españoles en forma de rescate de Atahualpa, la enorme suma en oro y plata de 1,5 millones de
pesos, el tesoro mas grande de las Indias, y equivalía a la producción europea de medio siglo. Sin
embargo, la recompensa de Atahualpa no significó su libertad sino la muerte judicial.
El 15 de Noviembre de 1533 los conquistadores tomaron Cuzco, el corazón del destrozado imperio
inca. Pizarro sentía la necesidad de tener un inca como jefe administrativo y militar que cayó en sus
manos, eligiendo al hermano de Atahualpa, Manco Inca, para sucederlo. Este nombramiento de un
emperador marioneta se hizo más difícil por el cambio del centro de poder. Cortes al decidir
construir su nueva capital de Méjico en las ruinas de Tenochtitlán logró preservar su poder y su
relación con los aztecas. Cuzco en cambio, estaba demasiado alto en las montañas y demasiado
lejos de la costa para ser la capital del Perú español, que daría su cara al mar. En 1535 Pizarro fundo
su nueva capital, Lima, en la costa, y al hacerlo debilitó gravemente su oportunidad de mantener el
control sobre las tierras altas.
También falló en mantener el control de sus subordinados, al haber discordia en la distribución de
botines, lo que animó a Manco Inca a reagrupar a los incas en un intento desesperado por derrotar a
los españoles. Las revueltas de 1536 - 1537 sacudieron temporalmente pero no detuvieron el
proceso de conquista español. Durante el cerco español a Cuzco, los indios demostraron que algo
habían aprendido de sus adversarios lanzando sus ataques a la noche. Si la conquista permaneció
incompleta una vez suprimida la revuelta de Manco es por las luchas internas entre los guerreros de
Pizarro y Diego de Almagro. La geografía difícil de los altos andes del Cuzco permitió la
continuación de un movimiento de resistencia que era imposible en la meseta azteca. Hasta 1572 la
fortaleza inca de Vilcabamba no cayó en manos de los españoles, quedando alguna resistencia, que
perturbaban la tranquilidad del Perú colonial.
Precisamente debido a que los indios habían formado sociedades con una fuerte dependencia en un
solo jefe, los imperios de Moctezuma y Atahualpa cayeron con relativa facilidad en manos
españolas. Semejantes territorios indígenas jamás podrían haber sido conquistadas tan rápidamente
si no hubieran estado dominadas por un poder central que mantenía el control de sus tierras
remotas. En Méjico y en Perú se encontraron como herederos de un proceso de expansión imperial
que no cesó por su llegada. La propagación continua de la lengua Náhuatl y Quechua, la lengua
Mexica e Inca, indica la unificación de los pueblos, que actuó en favor de los conquistadores.
En el mundo Maya de Yucatán los españoles se encontraron con otra civilización compleja, pero
que carecía de la unidad política de los imperios azteca e inca. Por un lado, ellos tenían la
oportunidad de jugar al juego de que eran superiores, de enfrentar una comunidad con otra. Por el
otro, se dilató el proceso de implantación de dominio español, porque no había un solo centro donde
se pudiera ejercer el control. Francisco de Montejo inició la conquista de Yucatán en 1527, pero en
la década de 1540 los españoles tenían únicamente una pequeña parte de la región, y el interior no
fue conquistado hasta después de pasado un siglo.
No hay dudas de que si Yucatán tenía mas riquezas los españoles hubieran hecho esfuerzos mas
grandes para conquistarla. En 1540-1541 una nueva expedición al mando de Pedro de Valdivia salió
al sur de América, compuesta de gente decepcionada y sin trabajo entre los conquistadores del Perú.
De los 150 miembros de la expedición, 132 eran encomenderos. Sus recompensas fueron
decepcionantes, utilizando a los indios en el lavado de oro. En 1560 había muy poco oro, y la
población indígena disminuía. La salvación llegó con el creciente mercado peruano de productos
agrícolas. La colonización chilena se adaptó a la agricultura y la ganadería, creando comunidades
prósperas en los valles fértiles al norte del río Bio Bio. Sufrían la escasez de la mano de obra nativa
y la proximidad de los indios araucanos, tribus guerreros sin autoridad central, lo hacían adversarios
muy peligrosos.
Los araucanos, adaptaron sus técnicas de lucha a la de los españoles. En 1533 infringieron una
aplastante derrota a los españoles en Tucapel, donde Valdivia murió, y a fines de 1560 se
convirtieron en jinetes y empezaron a dominar el arcabuz. Las “guerras de Arauco” proporcionaron
a los colonos mano de obra de prisioneros esclavos de la guerra, también una gran pérdida para la
economía colonial chilena. A principios de 1570 tuvieron que enviar dinero a Chile desde Perú para
ayudar a los gastos de defensa. Los caballos escaseaban, y los costos del material de guerra eran
muy altos, y el abandono de este remoto puesto era imposible dada su posición estratégica al
dominar el Estrecho de Magallanes. Madrid se vio obligada a mantener desde 1603, un ejército
permanente de 2.000 hombres y contar con un presupuesto regular para su abastecimiento. Ni los
españoles ni los indios podían mantener un dominio decisivo.
Al igual que la resistencia de los araucanos detenía la conquista española hacia el sur, y se producía
la colonización del Perú, la resistencia Chichimeca detenía el avance hacia el norte de Méjico
central. La presencia de tribus sometidas o semi sometidas en los límites del imperio inca y azteca,
crearon problemas a los españoles que no podían ignorar. La rebelión mixteca de 1540-1541 de
numerosas tribus aun no pacificadas de Nueva Galicia y expandida al sur mostraba la amenaza
constante para las zonas mas colonizadas de la conquista. También mostraba las limitaciones de la
conquista concebida en términos estrictamente militar. A mediados del siglo 16 ya estaban en
América Central y del sur gracias a sus técnicas militares o habilidad. Pero la verdadera conquista
apenas había comenzado.

LA CONSOLIDACIÓN DE LA CONQUISTA
Una vez que el imperio inca y azteca fueron destruidos, fortalecieron su nuevo régimen sobre
Méjico y Perú con notable rapidez. Su tarea se hizo mas fácil por la supervivencia de la maquinaria
fiscal y administrativa de la pre-conquista y por la docilidad de la población, muchos de ellos
aliviados al ver derrocado a sus antiguos señores. La pacificación fue mas prolongada en Perú
debido a que los conquistadores se peleaban entre ellos mismos.
Tras la rebelión inca 1536-1537 y la guerra mixteca 1540-1541 no hubo ningún levantamiento indio
destacable, ni en Nueva España ni en Perú durante el reinando de los Austrias, y los españoles
estaban tan confiados en su seguridad que jamás fortificaron sus ciudades contra posibles revueltas
indias.
Mientras que los españoles tuvieron un éxito considerable en la integración de las sociedades
indígenas que vivieron dentro de los límites de las tierras conquistadas, en otras partes de América
no eran tan manejables. A menudo tenían que tratar con tribus cuya manera de vivir eran primitivas
en comparación con las normas europeas. Mientras algunos vivían en aldeas compactas o
asentamientos dispersos, otros eran cazadores o recolectores, que tuvieron que ser sometidos y
puestos en sitios organizados, antes de proceder a hispanizarlos.
Algunos de estos pueblos, especialmente los Chichimecas del norte de Méjico y los indios
Araucanos de Chile, resultaron ser temibles adversarios una vez que se adaptaron a los métodos de
guerra españoles. De la misma forma, los indios Apaches de las llanuras americanas respondieron a
los conquistadores españoles transformándose en grandes jinetes y adoptando la guerra como medio
de vida.
El éxito o el fracaso de los españoles en pacificar estas regiones dependía de las costumbres y
culturas de los pueblos indígenas con las que tuvieron contacto, y de la manera como enfocaron el
problema. El misionero tenía éxito allí donde fallaba el soldado, y las comunidades misioneras
usaron las armas del ejemplo, la persuasión y la disciplina, obteniendo buenos resultados con tribus
que no eran nómadas, ni estaban organizadas en aldeas compactas, para no tentarse de las ventajas
materiales y las ofertas culturales y espirituales que podía darles la misión.
La conquista de América resultó ser un proceso sumamente complejo, en el que los soldados no
siempre eran los que dominaban. Además de la conquista militar, apuntaban también a la conquista
espiritual por medio de la evangelización de los indios. Luego le siguió una masiva emigración
desde España que culminó con la conquista poblacional de las Indias. A medida que crecía el
número de españoles que vivían en la zona, se conquistaba la tierra y la mano de obra se puso en
marcha. Los beneficios fueron solo en parte para los colonos, porque los burócratas les pisaban los
talones, decididos a reconquistar el Nuevo Mundo para la corona. Todo estos movimientos
produjeron una sociedad conquistadora que recordaba pero no reproducía exactamente la metrópoli
española.
La conquista militar de América fue realizada por un grupo de hombres que distaban mucho de ser
soldados profesionales. De la lista de encomenderos de la nueva ciudad de Panamá de 1519, de los
93 nombres sólo la mitad eran marineros y soldados de profesión, no menos de 34 eran campesinos
o artesanos y 10 eran de clase media y profesionales. Esto indica la complejidad de la misión.
La conquista fue algo más que la lucha por la fama y los botines para una casta militar que buscaba
nuevas tierras para conquistar después de la derrota del reino moro de Granada. La aristocracia
militar de España estaba bien representada en la conquista de América, aunque los grandes nobles
de Castilla y Andalucía brillaron por su ausencia. Esto se explica en parte porque la corona quiso
prevenir el asentamiento en las nuevas tierras de una sociedad gobernada por magnates. Pero
muchos hombres de capas inferiores de caballeros e hidalgos estaban presentes en la conquista. No
resultaba fácil para un hombre pobre con pretensiones de nobleza sobrevivir en Castilla y
Extremadura, como Cortes y Pizarro pudieron comprobar.
A pesar de que los hidalgos eran minoritarios, las actitudes y aspiraciones de este grupo inspiraron
toda la conquista militar. Un hidalgo o artesano dispuesto a arriesgar todo cruzando el Atlántico, lo
hacía obviamente para mejorar su situación. En los primeros años del descubrimiento el medio mas
rápido para engrandecerse era participando de las expediciones de conquista que necesitaban los
servicios de hombres con conocimientos profesionales (carpinteros, herreros, sastres, etc.) y al
mismo tiempo supieran empuñar una espada cuando la ocasión se presentara. Para estos hombres
jóvenes, la mayoría de 20 a 30 años, la idea del oro y plata que pudieran conseguir de un pillaje con
éxito les daba la visión de un modo de vida más allá de lo que pudieran imaginar. El modelo de
vida era la del magnate Castellano o Andaluz, un hombre que vivía para gastar. El franciscano Fray
Jerónimo de Mendieta escribió: “Todos los hombres, hasta el mas vil y desventurado, quieren ser
señores y vivir por sí, y no servir a nadie sino ser servidos”.
Los hombres, soldados profesionales o no, se sentían con derechos a ser reconocidos
económicamente por un monarca generoso. Los servicios mas grandes que un hombre puede rendir
a su rey es ganar nuevos territorios para su rey. Haber sido el primero en avanzar en tierras no
conquistadas era una causa especial de orgullo. Los 607 hombres que acompañaron desde el
principio a Cortes guardaron celosamente ese privilegio, frente a otros 534 que se le unieron
después. Lucharon juntos contra los indios, y finalmente en 1543 de un reacio Carlos V obtuvieron
una declaración en la que “los primeros descubridores de la Nueva España (rehusó llamarlos
conquistadores) eran los que ganaron y recobraron la ciudad de Méjico y los que primeros entraron
en esas tierras cuando se descubrió y conquistó”.
Este pobre reconocimiento de la primacía representó la máxima concesión que estaba dispuesta a
dar la corona. El rey estaba en contra de la formación de una nueva sociedad feudal en América,
aunque algunos conquistadores recibieron concesiones de Hidalguía, muy pocos, aparte de Pizarro y
Cortes, recibieron títulos de nobleza. ¿Cómo ser recompensados por sus sacrificios los
supervivientes de 10.000 hombres que conquistaron América? El problema era muy difícil de
solucionar, ya que ningún conquistador pensó nunca que su recompensa era proporcional a sus
servicios. Desde el principio, los conquistadores eran una clase agraviada.
La lucha por los botines de conquista produjo diferencias en su repartimiento. Cuando Cortez hizo
el primer repartimiento de los indios mejicanos en 1521, los hombres asociados a su enemigo el
gobernador de Cuba tendían a ser excluidos. También en Perú hubo muchas amarguras en la
distribución del tesoro de Atahualpa, siendo la parte del león para los hombres de Trujillo,
seguidores de Pizarro, mientras que los soldados que habían llegado de Panamá con Diego de
Almagro en Abril de 1533, se quedaron al margen del botín. Las guerras civiles peruanas, en las
cuales murió Almagro en Abril de 1538, y Francisco Pizarro fue asesinado por los hombres de
Almagro en 1541, fueron un resultado directo de las decepciones y rivalidades producidas en la
distribución de los botines conquistados, aunque estos fueran provocados en parte por tensiones de
índole personal y regional antes que el tesoro se hubiese adquirido.
Entre los receptores del botín existía desigualdad en los repartos, que se basaban en la posición
social y las supuestas variaciones en el valor de los servicios. Los hombres a caballo recibían
normalmente dos partes, mientras que los de infantería una sola. Un simple soldado de a pie podía
obtener sumas importantes en las grandes distribuciones de botines, como la del tesoro de
Atahualpa.
Las verdaderas recompensas de la conquista en forma de saqueos, encomiendas, repartimiento de la
tierra, cargos municipales, y prestigio, eran de hecho muy considerables, incluso si la corona
escatimaba el reconocimiento oficial del servicio, o este no existía. Se lograron hacer fortunas,
aunque algunos lo perdían en el juego, y mientras algunos conquistadores decidieron regresar a sus
hogares con sus ganancias, otros esperaban enriquecerse permaneciendo mas tiempo en las Indias,
y nunca lograrían abandonarlas.
Méjico sería saqueado y destruido como sucedió en Las Antillas. Un plan anterior, ya empleado en
La Española y Cuba, era convertir a los soldados en ciudadanos, esto fue un acto legal. Tras su
desembarco en las costas Mejicanas, los hombres de Cortés se constituyeron formalmente en
miembros de una corporación imaginaria, la municipalidad de Vera Cruz. Los funcionarios
municipales fueron escogidos entre los capitanes, se creó un Cabildo o Consejo Municipal. Mucho
mas tarde Veracruz llegó a ser ciudad.
La razón de fundar Veracruz era dar a Cortez un recurso legal para liberarse de la autoridad del
gobernador de Cuba, situando los territorios continentales bajo el control directo de la corona, a
solicitud de los soldados – ciudadanos. Se crearon nuevas ciudades, algunas mas veces como la
ciudad de Méjico, en ciudades o aldeas indígenas, y otras en zonas donde no hubiere grandes
concentraciones de indios. Algunas ciudades tenían viviendas o barrios reservados a los indios, y
muchos otros lo adquirirían posteriormente. Basados en ciudades españolas, con su plaza central, la
iglesia principal y un ayuntamiento, y trazadas según plano de parrillas con intersección de calles,
como se hizo en Santo Domingo. Proporcionaba al expatriado un marco familiar para su vida diaria
en un lugar extraño.
El soldado dueño de una casa podría echar raíces. Cada vecino tendría su parcela de terreno, y tierra
en los barrios y fuera de las ciudades se distribuyó generosamente entre los conquistadores. Para
quienes aspiraban un estatus señorial, la tierra tenía poco valor sin una mano de obra forzada que la
trabajara. Aunque Cortés no era de la idea de introducir en Méjico el sistema de encomiendas, ya
que consideraba responsable de la destrucción de las Antillas, se vio obligado a cambiar de idea
cuando vio que sus seguidores nunca serían convencidos de colonizar, mientras no consiguieran los
servicios de mano de obra india. La corona no aceptaba esta política porque amenazaba la condición
de los indios como hombres libres pero tuvo que aceptarlo. La encomienda tomó su lugar al lado de
la ciudad como base de la colonización española en Méjico, y después en Perú.
Era un nuevo estilo de encomienda, reformada y mejorada. Cortés era un constructor, no un
destructor, y estaba dispuesto a construir una Nueva España en Méjico. Era de la idea de una
sociedad colonial en la cual la corona, los conquistadores y los indios, estuvieran vinculados en una
cadena de obligaciones recíprocas. La corona iba a recompensar a sus hombres con mano de obra
india a perpetuidad, bajo la forma de encomiendas hereditarias. Los encomenderos tendrían una
doble obligación: defender el país, librando a la corona de los gastos de mantenimiento del ejército
permanente, y cuidar del bienestar espiritual y material de sus indios. Los indios desempeñarán su
trabajo en sus propios pueblos, bajo el control de sus propios caciques, Mientras que los
encomenderos vivirían en las ciudades, en las que ellos y sus familias serían ciudadanos principales.
El tipo y cantidad de trabajo a realizar por los indios estaba cuidadosamente regulado, para evitar la
clase de explotación que los había hecho desaparecer de las Antillas. Suponía Cortés que los
encomenderos, ansiosos por transmitir sus encomiendas a sus descendientes, cuidarían a sus indios
encomendados impidiendo su explotación.
Cortés veía a la encomienda como un mecanismo que dotaba a los conquistadores y conquistados
de un puesto en el futuro de Nueva España. La casta gobernante de los encomenderos sería una
casta responsable, en beneficio de la corona, que obtendría ingresos sustanciales de un país
próspero. Pero la encomienda también trabajaría en beneficio de los indios quienes serían
cuidadosamente inducidos hacia una civilización cristiana.
A medida que se fueron concediendo las encomiendas en Nueva España, América Central y Perú
esta casta de gobernantes comenzó a formarse. Procedían de un grupo de élite entre los soldados de
la conquista y su número era pequeño en relación a toda la población española de las Indias: 600
encomenderos en Nueva España en 1541 y 500 en Perú. Viviendo de los ingresos producidos por la
mano de obra de sus indios, los encomenderos se consideraban señores naturales de la tierra. Pero
había profundas diferencias ellos y los nobles de España. La encomienda no era un Estado, y no
tenía título alguno sobre la tierra ni derecho de jurisdicción, por lo jamás podrían convertirse en un
feudo. A pesar de sus esfuerzos, los encomenderos no lograrían convertirse en una nobleza
hereditaria de tipo europeo. La corona se negaba a la perpetuación de las encomiendas a través de la
herencia, y en las leyes nuevas de 1542, decretaron que estas volverían a la corona a la muerte del
propietario de la encomienda. En Nueva España el Virrey prudentemente se desentendió. En Perú
Vasco Núñez de Balboa intentó hacer que se cumpliera en 1544, y provocó una revuelta de
encomenderos encabezados por el hermano menor de Francisco Pizarro, Gonzalo, quien durante
cuatro años fue el señor de Perú. En 1548 fue derrotado y ejecutado acusado de traición por el
licenciado Pedro de la Gasca, quien llegó provisto de un decreto revocando las cláusulas ofensivas
de la ley reciente.
Aunque la corona se había retirado, era una táctica, Continuó considerando la sucesión de padres a
hijos de las encomiendas como una cuestión de privilegio mas que un derecho, privando así a los
encomenderos la certeza de la sucesión que era una característica esencial de la aristocracia
europea. Esto fue posible para la corona porque las fuerzas sociales de las Indias estaban a favor de
esa política. Los encomenderos eran una pequeña minoría en la población española. Aunque dieran
hospitalidad y trabajo a muchos de los nuevos inmigrantes, habían muchos más que se sentían
excluidos de ese círculo de privilegio. Los desposeídos y excluidos, algunos acumularon riqueza al
adquirir tierras para la agricultura, y emprender otros negocios, miraban celosamente las
encomiendas, y su cautiva mano de obra india.
La derrota de Gonzalo Pizarro permitió a La Gasca emprender la reasignación de encomiendas a
gran escala, y la reasignación de encomiendas ya fueran confiscadas por la rebelión o vacantes por
muerte. Llegó a ser un instrumento político decisivo en manos de sucesivos virreyes. Se podía
utilizar para satisfacer las aspiraciones de los no encomenderos, y servía para contener y restringir
la encomienda misma, ya que cada encomendero sabía que si no estaba de acuerdo con la corona y
sus representantes tendría 100 hombres pisándole los talones.
Al mismo tiempo que la corona estaba luchando contra el principio hereditario de las encomiendas,
trabajaba para reducir el grado de control que los encomenderos ejercían sobre los indios. En 1549
se abolió el deber que tenían los indios de realizar el servicio personal. En adelante los indios sólo
estarían sujetos al pago de tributos, que era menor al que pagaban a sus señores. La ley de 1549 fue
más fácil de decretar que hacer cumplir. La transformación de la encomienda basada en el servicio
personal, en una encomienda basada en el tributo fue un proceso lento. El viejo estilo de
encomiendas, basado en la mano de obra, el tributo, o ambos, era más fácil que sobreviviera en las
regiones marginales como Yucatán o el sur de Méjico, las tierras de los Andes o Chile. La
encomienda se transformó bajo la presión de los oficiales reales y de las cambiantes condiciones
económicas y sociales. Los encomenderos que tenían aldeas pobres en sus encomiendas se
encontraron con serias dificultades ya que los tributos disminuyeron junto con la población
indígena. Los encomenderos mas ricos empezaron a usar su riqueza para diversificarla y se dieron
prisa para adquirir nuevas tierras y construir haciendas agrícolas antes de que fuera demasiado
tarde. Se podía hacer dinero con la exportación de productos locales como el cacao en América
Central y la producción de granos y carne para alimentar a las ciudades en crecimiento.
La encomienda como institución tenía sus defensores, y su número e influencia comenzó a
aumentar a medida que eran despojados de su poder coercitivo y se convertían en unos
privilegiados pensionistas de la corona. Cuando las leyes nuevas intentaron abolir la encomienda,
los dominicos de España se declararon a su favor. La corona estuvo técnicamente correcta al crear
un decreto en 1544 que “el objeto y origen de las encomiendas era el bienestar espiritual y temporal
de los indios”. Había una fuerte convicción entre los misioneros del Nuevo Mundo que la suerte de
muchos de los indios sería peor de lo que era antes, sin la frágil protección que les brindaba la
encomienda.
Esto reflejaba una honda desilusión con el resultado de una empresa que se empezó con tantas
esperanzas una generación antes. A mediados del siglo 16 el movimiento para la conquista espiritual
de América empezó a decaer por las profundas divisiones sobre la estrategia a seguir y el desaliento
por los fracasos, porque las expectativas de los primeros misioneros eran muy grandes.
Los primeros misioneros que llegaron a Méjico fueron los Franciscanos, los 12 apóstoles, quienes
llegaron en 1524. Dos años mas tarde llegaron los Dominicos, y después los Agustinos en 1533. A
mediados del siglo había alrededor de 800 frailes en Méjico y 350 en Perú. Los Mendicantes le
dieron a Méjico su primer Obispo y Arzobispo, 1528-1548, el franciscano Fray Juan de Zumárraga.
Fray Martín de Valencia parecía estar influido por el místico del siglo 12 Gioaccino Da Fiore con
sus profecías de la venida de una tercera edad del espíritu. Los que salieron de España para
convertir a los indios se vieron a sí mismos como entregados a una misión espiritual de especial
importancia, la conversión del mundo era el preludio de su final y para el segundo advenimiento de
Cristo. También creían que estas gentes inocentes no estaban contaminados de los vicios europeo, y
que son capaces de construir una iglesia que se aproxima a la de Cristo y sus primeros apóstoles.
Las primeras etapas de la misión americana con el bautizo masivo de miles de indios, parecía
prometer el triunfo de este movimiento de retorno al primitivo cristianismo tan frustrado en
Europa.
Muy pronto las dudas de algunos misioneros empezaron a salir a la superficie. Al principio parecía
que los indios mejicanos poseyeran una actitud natural para el cristianismo, en parte quizás por el
descrédito de sus propios dioses por la derrota en la guerra y había creado un vacío espiritual que
les predisponía a aceptar la dirección de los frailes como los hombres santos de la raza
conquistadora. La instrucción en los principios cristianos que los misioneros impartían, el uso de la
música y la pintura para explicar su mensaje, y la movilización de grandes grupos de indios para
construir los grandes conventos e iglesias parecidas a fortalezas que cambiaron el paisaje
arquitectónico de Méjico.
Aunque el número de conversiones fue espectacular su calidad dejaba mucho que desear. Había
indicios alarmantes de que los indios que habían adoptado la nueva fe aún veneraban a sus viejos
ídolos en secreto. Los misioneros chocaban contra comportamientos largamente establecidos. Las
virtudes de la monogamia no eran fáciles de transmitir a una sociedad que veía a las mujeres como
criadas y la acumulación de mujeres como fuente de riqueza.
Para algunos misioneros, estos contratiempos servían como incentivo para indagar con mayor
profundidad en las costumbres y creencias del pueblo indígena. El primer movimiento había sido
para borrar todos los vestigios de una civilización pagana, luego intentó examinarla, registrarla e
investigarla. El dominico Fray Diego Durán dijo: “erraron mucho los que quemaron y destruyeron
todas las pinturas de antiguallas que tenían, que nos dejaron tan sin luz, que delante de nuestros ojos
idolatran y no los entendemos”. Muchos misioneros dominaron la lengua, escribieron la gramática y
diccionarios de la lengua indígena.

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