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Clase 3: Idoneidad y Estabilidad Laboral.

IDONEIDAD Y ESTABILIDAD LABORAL:

Idoneidad: es un concepto subjetivo que tiene que ver con la capacidad para

desarrollar una tarea específica; también está relacionado con la actitud del

trabajador, y la actualización permanente con las nuevas tecnologías y

habilidades, a través de la capacitación que le brinda la empresa, y de los

entrenamientos consecuentes. Ello a fin del mejoramiento definitivo del

producto y/o servicio.

Estabilidad: es un concepto objetivo que establece la inmovilidad del

empleado, lo que trae aparejado la imposibilidad de una evaluación en

términos de calidad y eficiencia en la prestación. En el empleado público

significa la imposibilidad de despido sin causa justificada, y para aquellos

que ocupan cargos sindicales la imposibilidad del despido mientras dura su

gestión, caso contrario serían acreedores de una indemnización agravada.

BIEN COMUN SOCIAL Según el filósofo Mansilla, los enfoques dados

hoy en día en ciencias políticas y sociales se basan en un liberalismo

contractualista que remite a los comienzos de la tradición burguesa. La

legitimación del poder y el Estado estaba dispensada de toda reflexión ética;


y el hombre era considerado un mero portador de intereses egoístas y

visiones individualistas. Lo negativo por excelencia residía en el

desmoronamiento del orden público. La solución se daba en la elaboración

de un marco contractual-institucional que pudiese resistir la guerra

permanente que es la competencia por bienes materiales y seguridad. El

orden socio-político deja de tener conexiones vitales con el derecho natural

y se transforma en una construcción premeditadamente precaria: no se

busca el bien común sino evitar males mayores. Sigue diciendo que en

medio de una modernidad con inclinaciones anómicas -estado de

aislamiento del individuo, o de desorganización de la sociedad, debido a

ausencia, contradicción o incongruencia de las normas sociales- y

autodestructivas debe retomarse el concepto aristotélico del bien común

definido éticamente. La vida política es algo más que la canalización del

miedo mediante conflictos regulados; la cohesión social es algo más que

una ficción institucional que reduce los riesgos de la anomia. El hombre es

algo más que una ficción exenta de vínculos morales y emotivos, sedientos

de poder e insaciable de éste, como lo vieron Maquiavelo, Hobbes y sus

discípulos: no todos perciben en el prójimo un medio para llegar a un fin.

En general muchas concepciones contractualistas se restringen a este tipo

de racionalidad: la instrumental. Esta emerge como la consejera


privilegiada de un egoísta inteligente que actúa dentro de un programa de

mero intereses materiales, calculables y profanos, y se conforma con el

orden preexistente y coopera con las autoridades establecidas porque esta

estrategia le trae más ganancias que la confrontación permanente. La vida

bien lograda no significa una vida de excesos materiales, sino una

conveniencia razonable con los otros. La consecuencia positiva es una idea

del bien común, no libre de elementos práctico-pragmáticos, que se asienta

en el respeto a los derechos de terceros: de este respeto a algo que uno exige

para sí mismo de modo egoísta y de su expansión y aplicación a muchos

casos, nace una concepción del bien común que abstrae de la moralidad

específica de cada sujeto. El individuo en sociedad requiere necesariamente

de una moral que modere y canalice sus exigencias siempre crecientes. Las

instituciones restringen ciertamente sus instintos e intereses, pero

enriquecen su vida cultural y social y, ante todo, preservan los derechos de

terceros, que tienen la misma dignidad ontológica que los primeros.

Tenemos necesidad del bien común para no caer en anomia y destrucción:

la democracia pluralista y el mercado libre debe existir pero en el marco de

valores admitidos, con el fin del desarrollo del ser humano en forma

integral.

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