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Se define como un entre artista plástico y performer y caracteriza a las artes plásticas
como “elitistas” por su “falta de llegada a la vida cotidiana de la gente” y al
ambiente propio de la performance como “lo excluyente dentro de lo excluyente”,
como una movida que se mueve en la periferia, que rechaza (aunque no siempre) a la
de las galerías de arte y sobre todo, “el comercio con arte”
Respecto de la galería a la que habíamos ido el día anterior, él considera que “no es
de lo más tradicional en las artes plásticas” sino que hay otro circuito (como por
ejemplo, el que exhibe en Arte BA) donde se venden “pinturas y más lo clásico”.
Respecto del “elitismo” propio de las artes plásticas, también tiene que ver con la
actividad que se desarrolla, por ejemplo en las muestras:
“(… )Mucho más elitista porque las artes plásticas no tienen una llegada a la gente,
a su vida cotidiana o toda la actividad que se desarrolla. Vas por ejemplo a una
muestra y es siempre la misma gente. En la galería inauguró una muestra de un
grupo de gente que es como siempre lo mismo, vas saludas porque son siempre las
mismas personas que se manejan en el mismo circuito y nada más, no hay mucho
más. Bueno… hay mucha gente de moda, que la moda es como si esta muy vinculada
a las artes plásticas pero la moda tiene otra llegada a la gente, la gente se viste todos
los días… como la música que sí es algo directo…”
“L: ¿Y la cumbia?
S: Estaba pensando justo en eso. Y en mi vida particular ocupa como un casi primerísimo
plano, la cumbia es como genial… o sea, tiene como… sobre todo en estas épocas como que
alcanzo otros aspectos, como si se infiltro, nada… vas a una muestra y ponen cumbia y todos
bailan, que en otro momento era como impensable hace varios años, es inevitable, esas cosas
que son como luchas que no tienen sentido a veces…”
Sobre el por qué de esto que sucede ahora y que antes era “como impensable”, le
parece que es porque la cumbia tiene “como una sensibilidad…”
“No se, la cumbia para mi tiene como una letra re sensible que hablan de problemáticas
directas de la gente del día a día, o me maneras de expresarse, de transmitir algo que no
tiene como un poética muy rebuscada y me parece que es esa la sensibilidad que se encuentra
atractiva, como esa estética, ¿no?”
Llegado este momento de la entrevista, tentado de cumbia, Santi pone a sonar de
fondo “Los ángeles azules” (cumbia romántica) mientras me habla de Lía Crucet,
“una artista que popular, cumbiera, que esta revalorizada desde otro lugar”. Habla
sobre de un evento de una galerista que tiene un programa de TV en PROA, donde
Lía había sido la invitada especial.
Santi asistió en reiteradas ocasiones a “La mágica, una fiesta de cumbia” para ver a
Lía Crucet y a Damas Gratis, entre otros. Pero el lugar que ocupa la cumbia hoy en él
-que para este momento de la entrevista, tentado de cumbia pone a sonar “Los ángeles
azules” en el living de los patos embalsamados y los libros de arte- si bien no es
inmediatamente reciente, data de hace “un par de años”, siendo antes su relación con
la cumbia una relación de rechazo: “…Antes era (la relación) como mas virulenta…
mas “sacá, sacala” pero la cumbia en mi mundo, en el que me muevo –porque yo se
que hay otra gente que escucha cumbia y…- ahora está”
Santi pertenece al mundo del arte, asiste a galerías que él califica como poco
tradicionales a las cuales para entrar hay que “ir a hacer lobby, aparecer” Menciona
que el lugar que ocupa la cumbia en él, se dio “cuando empezó a invadir en toda la
gente” pero podríamos agregar que toda gente de la que habla Santiago es la gente
que frecuenta sus circuitos, porque es manifiesto que la cumbia históricamente, ya se
encontraba acogida en amplios sectores -de otra trayectoria- antes que toda la gente
de la que habla Santi. Cansado de ir a Cocoliche (subsuelo de música electrónica del
microcentro porteño) él, sus amigos dijeron “Y bueno, vamos a bailar cumbia” a
fiestas y casas donde “si no suena la pedimos, llevamos un mp3, yo que sé”.
Menciona también la cumbia digital, como “un lugar de paz, de convergencia entre
los dos lenguajes que está buenísimo” y las fiestas donde suena Lía Crucet y después
El remolón (cumbia digital) donde conviven los dos estilos.
“La Mágica: una fiesta de cumbia” hoy más difundida, la mágica comienza siendo
una fiesta en un local del barrio porteño de Monserrat donde tocan Amar Azul, Mala
Fama, Daniel Agostini, Lía Crucet y Damas Gratis (entre otros). Habiendo sido
convocadas por “El bebe de Consti” (un heladero de típica heladera blanca de
telgopor publicitando vía Facebook la fiesta) chicas de las rama del diseño se agitan
acaloradamente al ritmo del vaivén de los morochos rulos del cantante de cumbia de
turno, respondiendo al “agite” propuesto desde el escenario.
“100% cheta, rusa y cumbiera” reza una pintada al hombro de una chica de anteojos
de marcos de moda, que comparte la estética que pululaba la galería de la avenida
Santa Fe y viste prendas de la marca EATME. Su tatuaje de marcador indeleble, sin
embargo, no es señal de un amor prohibido con la movida tropical que el grupo dentro
del que se mueve rechace. En la fiesta suena y se baila Mala Fama y Amar Azul, sin
reparo alguno, mientras que el flash de las cámaras réflex retrata poses artificialmente
“in fraganti”, donde las fotos que retratan el instante se toman de unos minutos
previos para dar a conocer a los retratados que no deben posar sino que deben seguir
haciendo lo que estaban haciendo antes del flash.
Por otra parte, EATME es una nueva marca de diseño independiente –en el sentido de
que no se trata de una marca de ropa que se comercializa masivamente- a la venta en
dos locales multimarcas ubicados en Palermo y Barrio Norte. Comercializándose
EATME en locales dentro del circuito de las nuevas tendencias, la marca realizó su
styling de la campaña verano 2010 en la costanera sur de la ciudad, cargando las fotos
de la producción a un sitio en Internet en el que suena predeterminadamente una
playlist con cumbia. En este caso, “cumbia digital”, nombre con el que se designa a su
vez la fusión de la cumbia con retoques propios de la música electrónica y
reminiscencias de hip-hop. La modelo de la marca, luce los diseños teniendo de fondo
un clásico carrito de la costanera sur, bondiolas y chorizos asándose a la parrila
incluidos en la gráfica, o posando junto al cartel de “Bondiola, hamburguesa,
choripán, churrasquito, bife de chorizo, bebidas”, entre otras fotos donde se retrata
junto con la modelo el paisaje habitual de dicho lugar geográfico, tales como las
mantas de los vendedores callejeros, donde se exhiben a la venta artículos truchos de
marcas de indumentaria deportiva. De este modo, la marca de diseño en venta en
locales de Palermo, los carritos de Súper Panchos de la “Cooperativa de trabajo
costanera sur”, la gráfica plasmada en Internet y la música de cumbia que musicaliza
las imágenes delimitan la estética de EATME. Cabe aclarar, siguiendo el concepto de
sectores de vanguardia, que no se trata de una marca consagrada que cuente con un
prestigio legítimo ni una marca clásica, tanto por su reciente aparición de su propuesta
como por los diseños mismos que ofrece (estampados psicodélicos de animales y
frutas, prendas patchwork, entre otros) ni tampoco se trata, fundamentalmente, de una
marca destinada a un público selecto cuya “selección” radique en la posesión de un
importante capital económico. El acceso a la posesión de sus prendas, no se requiere
un status económico sino más bien de un status de capital simbólico, un sistema de
hábitos y modos de percepción que posicionan y dirigen la mirada y el juicio estético
de su portador.
¿Qué es lo que lleva a que quienes visten EATME y bailan cumbia en La mágica a
ver en las fotos de la costanera sur, entre sándwiches de churrasco y botellas de 1.5
litro de Pepsi, algo copado (o al menos interesante) y no una grasada; a ver en la
cumbia una “sensibilidad” y no por ejemplo, una música superficial y embrutecedora,
poco comprometida con entablar una relación profunda con quien la escucha, digna de
ser escuchada –o mejor dicho, bailada- por aquellos que han claudicado en la
búsqueda de la esencia?
Precisamente, un habitus fuertemente moldeado por el campo artístico y dentro del
propio campo, caracterizado por una libertad creadora, la independencia relativa del
campo condicionado por los cambios acontecidos en el resto de los campos y en las
prácticas de los otros actores de existencia necesaria para la existencia precisamente
de su distinción.