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puntos centrales:Ö
Ver, S. Hall, op. cit.Ä
mbos conciben a los agentes humanos como activos, como constructores de su
propia
"La cultura que vuelve"Ã
Una revisiÀ;
n de las perspectivas de anÀ
lisis cultural en la
sociologÀ1
a norteamericana
"Las teorias pueden ser admirables estimulos pero asimismo pueden engendrar
monstruos o meras piezas de museos." Jorge Luis Borges. Prologo a Los
Ô
Conjurados.Ä
1. IntroducciÀ;
n
La preocupaciÀ;
n por la dimensiÀ;
n cultural estuvo presente en los
orÀ1
genes de la disciplina sociolÀ;
gica y nunca desapareciÀ;
por
completo durante su desarrollo. Sin embargo, mientras que la
sociologÀ1
a norte©americana estuvo dominada por el positivismo,
esta preocupaciÀ;
n fue
de alguna manera© 'deportada' a los
mÀ
rgenes de la disciplina. En un libro sobre teorÀ1
tica
recientemente publicado, Craig Calhoun afirma que mucho del
trabajo sociolÀ;
gico ha sido llevado a cabo como si la cultura
fuese un campo de estudio separado que pudiese ser dejado a los
antropÀ;
logos y a los crÀ1
ticos literarios sin que esto acarreara
problema alguno para la sociologÀ1
C. Calhoun, Ã
Critical Social TheoryÄ
(Cambridge: Blackwell, 1995).Ä
Sin embargo, este autor
detecta y describe cuatro formas en que la sociologÀ1
a comienza a
retornar a la cultura como centro de sus preocupaciones.
La primera de estas formas se centra en una atenciÀ;
n a la cultura
como un conjunto de productos sociales mÀ
s o menos objetivos ©ªpinturas, libros, films©©. En este enfoque la cultura es
entendida como un dominio especial de objetos, acciones sociales
e instituciones, y tratada como un conjunto de indicadores mÀ
so
menos objetivos. La atenciÀ;
n a la cultura es compartamentalizada
dentro de la sociologÀ1
a como el estudio de un À
rea especÀ1
fica
(como la ley, la medicina, el deporte, etc.).Ö
Para una reseÀ9
a del estado de la cuestiÀ;
n en la sociologÀ1
a del arte, ver
Zolberg, V. Ã
Constructing a Sociology of the ArtsÄ
(Cambridge: Cambridge
Ô
University Press, 1990).Ä
Una segunda preocupaciÀ;
n cultural ©©sin duda mÀ
s significativaÔ
para el trabajo sociolÀ;
gico©© es aquella que enfatiza la
especificidad cultural e histÀ;
rica de las categorÀ1
as utilizadas
por los sociÀ;
logos.
Un tercer programa de creciente interÀ)
s sociolÀ;
gico por la
cultura es aquel que Calhoun denomina el abordaje de la "cultura
como variable". AquÀ1
la cultura es entendida como una dimensiÀ;
n
central del trabajo sociolÀ;
gico. Esto conduce a que muchos
sociÀ;
logos expandan las operacionalizaciones de sus problemÀ
ticas
sociolÀ;
gicas tradicionales, analizando la manera en que las
diferencias culturales se convierten o no en "variables
intervinientes" de peso.
Tomar a la "cultura como variable" puede tener consecuencias
potencialmente transformadoras para el conjunto de la disciplina
sociolÀ;
gica. Cuando la "cultura" vuelve a la sociologÀ1
a, esta
ÀC
ltima, lejos de incorporarla como una categorÀ1
a hasta entonces
descuidada, debe revisar sus premisas y sus maneras de abordar
los fenÀ;
menos sociales. Al incorporar a la 'cultura' como Ã
variable hasta ahora ausente, la totalidad de los anÀ
lisis que no
la habÀ1
an tenido en cuenta sufren cambios esenciales. Tomemos por
caso la teorÀ1
a de acciÀ;
n racional. Las nociones ©©centrales en
este enfoque©© de interÀ)
lculo, individuo, etc., son
profundamente alteradas al tomar seriamente la dimensiÀ;
n
cultural, la misma estructura de la teorÀ1
a queda resentida y debe
ser repensada.Ö
Al respecto ver, L. Wacquant y Craig Calhoun, "Interesse, Racionalidade e
Cultura" en Ã
Revista Brasileira de CiÀ+
ncias SociaisÄ
mero 15, ano 6, febrero
1991. Brasil. Craig Calhoun, "The Problem of Identity in Collective Action" en
J. Huber (ed.), Ã
Macro©Micro Linkages in SociologyÄ
. (Beverly Hills, Calif.:
Sage, 1991) ps. 51©75. Para una revisiÀ;
n y cr
1
tica de las teorÀ1
as de acciÀ;
n
racional aplicadas al campo de la educaciÀ;
n, ver Gambetta, D. Ã
Did they jump or
were they pushed? Individual decision mechanisms in educationÄ
. (Cambridge:
Ô
Cambridge University Press, 1987). Ä
Esta "vuelta (transformadora) de la cultura" da
lugar a una cuarta agenda que enfatiza el carÀ
cter eminentemente
cultural de la vida social. Las formas en que los actores generan
y reconocen significados y sentidos en la acciÀ;
n social ©©y en
sus productos©© dan forma y constituye a la vida social.
2. ClÀ
sicos y Post©ClÀ
sicos
Se podrÀ1
alar una serie de elementos en la obra de los
clÀ
sicos que constituyen nÀC
cleos temÀ
ticos presentes en los
abordajes sociolÀ;
gicos contemporÀ
neos que intentan tomar
seriamente a la cultura. MÀ
de que hayan constituÀ1
do o no
parte central de sus obras, estos elementos no estÀ
n ausentes del
debate actual sea como problemas, como presupuestos o como
centros de crÀ1
tica.
El abordaje de los fenÀ;
menos sociales como fenÀ;
menos morales, la
preocupaciÀ;
n por los diferentes tipos de solidaridad, el
tratamiento otorgado a la religiÀ;
n y a las clasificaciones
simbÀ;
licas y la intepretaciÀ;
n de los ritos sociales: estas son
las cuatro À
reas temÀ
ticas de la obra de Durkheim que aÀC
n hoy se
encuentran presentes ©©en mayor o menor medida©© cuando la
sociologÀ1
a contemporÀ
nea pretende poner a la cultura en el centro
de su anÀ
lisis o reincorporar a la cultura como "la variable
faltante" del anÀ
lisis sociolÀ;
Las Reglas del MÀ)
todos SociolÀ;
, Durkheim enfatiza dos propiedades
de los fenÀ;
menos sociales: exterioridad y constreÀ9
imiento. Ambas se refieren a
la relaciÀ;
n entre la acciÀ;
n y las propiedades de las colectividades sociales,
acentuando la autoridad que las reglas morales o convenciones sociales tienen
sobre las creencias predominantes de los individuos (la conciencia colectiva
como imperativo moral). Los fenÀ;
menos sociales son fenÀ;
menos morales, no sÀ;
lo
constriÀ9
en a la acciÀ;
n sino que son fuente de la acciÀ;
n intencionada (en el
sentido que los propÀ;
sitos o intenciones son valores introyectados). Hombres y
mujeres viven en sociedad de acuerdo a reglas morales. Este es tambiÀ)
n un
aspecto central en Ã
La DivisiÀ;
n del TrabajoÄ
. La declinante relevancia de los
valores morales tradicionales es reemplazada por el efecto integrador de la
moderna divisiÀ;
n del trabajo. La diferenciaciÀ;
n social es acompaÀ9
ada por
cambios en la naturaleza de la solidaridad social. Durkheim describe dos tipos
de solidaridad social como tipos de cohesiÀ;
n social: solidaridad mecÀ
nica
(valores y sentimiento comunes, omnipresencia de la conciencia colectiva), y
solidaridad orgÀ
nica (interdependencia funcional). La complejizaciÀ;
n de las
sociedades conduce a la emancipaciÀ;
n de la conciencia colectiva y al
surgimiento de ideas que acentuan al centralidad del invididuo. En las
sociedades modernas, el individualismo es experimentado como una "cosa
sagrada". Esta idea serÀ
retomada por R. Bellah en referencia al
individualismo norteamericano.
Este ÀC
ltimo punto nos conduce al corazÀ;
n del tema abordado en Ã
Formas
Elementales de la Vida ReligiosaÄ
. En su estudio del totemismo australiano,
Durkheim provee una definiciÀ;
n no sustancialista de la religiÀ;
n. La religiÀ;
n
presupone una clasificaciÀ;
n de todas las cosas en dos clases: sacras y
profanas. Lo sacro incluye prescripciones rituales (ritos que poseen funciones
negativas y positivas) y prohibiciones. La religiÀ;
n incluye a un conjunto de
creencias y de prÀ
cticas rituales, junto a una forma institucional (la
religiÀ;
n es un sistema unificado de creencias y prÀ
cticas relativo a las cosas
sagradas, en el que los adherentes estÀ
n unificados en una iglesia). Al
separar la cuestiÀ;
n de la verdad de la religiÀ;
n y la cuestiÀ;
n de su estructura
simbÀ;
lica y su funciÀ;
n social, Durkheim ©©junto con Weber©© estableciÀ;
los
fundamentos para un estudio cientÀ1
fico de la religiÀ;
n. Al respecto ver, J.
Casanova, Ã
Public Religions in the Modern WorldÄ
. (Chicago: University of
Chicago Press, 1994).
En Ã
Formas Elementales de la Vida ReligiosaÄ
, existe tambiÀ)
n un primer
delineamiento de una teorÀ1
a del conocimiento en la que el acento estÀ
puesto
en la correspondencia existente entre las formas de clasificaciÀ;
n, las ideas
colectivas, y las formas de organizaciÀ;
n social. Este tema reaparecerÀ
con
mucho mayor fuerza en el trabajo conjunto de Durkheim y Mauss Ã
Primitive
ClassificationsÄ
, la creaciÀ;
n de l
1
mites y clasificaciones simbÀ;
licas es
explicada por la correspondencia que estas establecen con las formas de
organizaciÀ;
n social (los hombres y mujeres viven en grupos, se piensan como
grupo, y agrupan a otras cosas). En estos dos ÀC
ltimos trabajos, las
representaciones colectivas son analizadas como los fundamentos de la
inteligencia humana (categorÀ1
as de tiempo, espacio, etc.). De allÀ1
qu, para
Durkheim, la cultura sea "una forma de conocer". [Al respecto, ver Lamont y
Fournier, Ã
Cultivating Differences. Symbolic Boundaries and the Making of
InequalityÄ
. (Chicago: The University of Chicago Press, 1992)]. Durkheim
tambiÀ)
n delinea los fundamentos de una sociologÀ1
a de las formas simbÀ;
licas
(algo que reaparecerÀ
luego en la obra de Bourdieu). Las formas deÔ
clasificaciÀ;
n simb
;
lica dejan de ser formas universales y trascendentales y se
convierten en formas sociales. Sociales en la medida que son arbitrarias
(relativas a un grupo particular) y socialmente determinadas. [Ver P.
Bourdieu. Ã
Language and Symbolic PowerÄ
. (Massachusetts: Harvard University
Press, 1992)].
En tÀ)
rminos generales, pareciera que la preocupaciÀ;
n central de Durkheim ©ªÀ
es lo que mantiene unida a la socieda? À
l es la naturaleza del lazo
social?©© Ã
continua siendo un problema central en los estudios contempÀ;
raneos
sobre la culturaÄ
. Para Durkheim, el factor explicativo central se hallaba en
la morfologÀ1
a social, en las relaciones estructurales entre los agentes, en la
densidad social. Esto aparece claramente en Ã
SuicideÄ
. En este trabajo
fundacional, Durkheim afirma que los grupos con alta densidad social poseen
una menor tendencia a que sus miembros se suiciden ya que la estructura social
crea una suerte de "capullo" alrededor del individuo, transformÀ
ndolo en
alguien menos individualista y en alguien con mÀ
s sentido de pertenencia a un
determinado grupo. [ver R. Collins, Ã
Max Weber. A Skeleton KeyÄ
(Newbury Park:
Sage, 1986)]. De esta manera, la estructura social es vista por Durkheim como
poseedora de un efecto moral y emocional. La gÀ)
nesis del "capullo moral" que
rodea al individuo nos conduce por otro de los caminos explorados por el
autor: los ritos sociales. Estos combinan la copresencia de los agentes en un
determinado lugar con un elemento "mental": la creciente presencia de la
conciencia de grupo. Esto hace que ciertas ideas lleguen a representar a un
cierto grupo al convertirse en sus sÀ1
mbolos.
Ä
En el caso de Weber, descubrir sus mayores contribuciones a la
construcciÀ;
n de una perspectiva contemporÀ
nea de anÀ
lisis
cultural puede llegar a ser ©©para utilizar una expresiÀ;
n de
Collins©© como pelar una cebolla, excepto que uno nunca sabe quÀ)
parte es el corazÀ;
n. Sin embargo, no resulta complicado seÀ9
alar
algunos de los aspectos de su pensamiento que hoy constituyen
referencias inevitables en la sociologÀ1
a de la cultura.
A lo largo de la obra de Weber podemos detectar una tensiÀ;
n
central (en ciertos momentos, esta se convierte en un equilibrio)
en la manera en que evaluÀ;
la relevancia de los factores
materiales e ideales.Ö
Para un examen de este balance en relaciÀ;
n a la biografÀ1
a personal de
Weber, ver Randall Collins Ã
Max Weber. A Skeleton KeyÄ
(Newbury Park: Sage,
Ô
1986).
Mientras que en Ã
Historia EconÀ;
mica
GeneralÄ
, el balance se inclina hacia el lado material, en Ã
La
Etica Protestante y el EspÀ1
ritu del CapitalismoÄ
, el costado
idealista es el que adquiere mÀ
s prominencia. Esta es la razÀ;
n
por la que algunos autores sostienen que Weber puso a Marx "patas
para arriba": en lugar de enfocar a las ideas religiosas comoÔ
reflejo de la base material del capitalismo, las creencias
religiosas son consideradas como la Ã
del capitalismo.Ö
Obviamente, esta es una gran simplificaciÀ;
n. Algunos comentadores de
Weber (Parsons, por ej.) presentaron a Weber como un idealista en oposiciÀ;
n al
materialismo de Marx, como un defensor del rol de las ideas en la historia.
Otros (Collins, por ej.) sostienen que la visiÀ;
n weberiana del mundo es una
Ô
n multidimensional, dÀ
ndole la debida relavancia a los diversos factores.Ä
de esta tensiÀ;
n central, existen cinco À
reas dentro
pensamiento weberiano que todavÀ1
a hoy hacen sentir su influencia
en el abordaje sociolÀ;
gico a la cultura: la relaciÀ;
n entre la
À)
tica religiosa y la conducta econÀ;
mica; el proceso de
racionalizaciÀ;
n cultural; la relevancia de la interpretaciÀ;
n en
nuestro entendimiento de la conducta humana; el problema de la
legitimaciÀ;
n; y el abordaje a la estratificaciÀ;
n social.Ö
La Etica ProtestanteÄ
, Weber busca analizar la relaciÀ;
n entre las ideas
religiosas y el desarrollo econÀ;
mico, una clase particular de Protestantismo
(Calvinismo) y una clase particular de capitalismo (capitalismo racional).
Mientras que acentÀC
a el rol fundamental que jugaron las ideas religiosas en la
cadena causal que produjo al capitalismo moderno, Weber nos provee con ciertas
claves interesantes para examinar la relaciÀ;
n entre un grupo de creencias y un
conjunto de prÀ
cticas. El deber para con la propia vocaciÀ;
n (la conducta moral
cotidiana del agente como el cumplimiento del deber para con Dios) y las
orientaciones antitradicionales, constituyen factores centrales en la
explicaciÀ;
n de la "afinidad electiva" existente entre la À)
tica econÀ;
mica del
capitalismo y el Calvinismo y en nuestra comprensiÀ;
n de los fundamentos
religiosos de la conducta racional. QuizÀ
s esta sea la mayor contribuciÀ;
n de
este polÀ)
mico trabajo a un abordaje sociolÀ;
gico de la cultura: explorar la
manera en que la À)
tica religiosa ©©como un imaginario que se articula en la
prÀ
ctica©© ejerce una influencia fundamental en la acciÀ;
n de los individuos.
En sus Ã
Ensayos MetodolÀ;
, Weber realiza otro aporte fundamental a nuestra
comprensiÀ;
n de la cultura. La conducta humana debe ser entendida como conducta
con sentido subjetivo, a la sociologÀ1
a deben importarle fenÀ;
menos con una
relevancia cultural bien definida. En su intento de resolver el
"methodenstreit" que preocupaba a los cientistas sociales de su tiempo, la
"verstehen" era fundamental: la tarea principal del anÀ
lisis social es "la
intepretaciÀ;
n de la acciÀ;
n en t
)
rminos de significado subjectivo". Dilthey,
Gadamer, y, luego, Habermas y Geertz harÀ
n de este tema parte central de sus
anÀ
lisis.
Re©centrar a las creencias como soporte de un sistema de dominaciÀ;
n,
constituye un aspecto del trabajo de Weber omnipresente en el anÀ
lisis
cultural contemporÀ
neo. Un sistema estable de dominaciÀ;
n descansa en la
creencia de los subordinados en la legitimidad de su subordinaciÀ;
n. Es este
"insight" de Weber el que marca el esfuerzo central de la obra de Bourdieu (y
no tanto, como muchas veces se sostiene, una lectura no reconocida de
Gramsci).
Por ÀC
ltimo, el abordaje weberiano a la estratificaciÀ;
n social demuestra una
bien definida sensibilidad cultural y ejerce una potente influencia en los
estudios contemporÀ
neos de las clases en sociedades industriales. Las clases
son definidas por la posiciÀ;
n de los agentes en el mercado (posibilidades de
vida), pero en la definiciÀ;
n de los grupos de status, el prestigio y las
evaluaciÀ;
n acerca de la posiciÀ;
n social (estilo de vida) llegan a ser las
dimensiones fundamentales. El lado ideolÀ;
gico y/o cultural es absolutamente
necesario para que un grupo se convierta en algo mÀ
s que un grupo de personas
con la misma posiciÀ;
n econ
;
mica: un comunidad social real. DemÀ
decir,
que los grupos de status no son grupos "no©econÀ;
micos". Sus estilos de vida
dependen de los recursos econÀ;
micos y de la posiciÀ;
n en el espacio social.
Ä
Andrew Arato ©©"Marx no escribiÀ;
nada sobre la cultura en tanto
tal"©©Ö
Arato, A & Gebhart, E. Ã
The Essential Frankfurt School ReaderÄ
. (New York:
Ô
Continuum, 1992).Ä
y Jeffrey Alexander ©©Marx es el campeÀ;
n de la teorÀ1
a
anti©cultural©©Ö
Alexander, J. & Seidman, S. Ã
Culture and Society. Contemporary DebatesÄ
(Cambridge: Cambridge University Press, 1990)Ä
son dos de los muchos autores que no ven en
los escritos marxianos elementos aÀC
n valiosos para el estudio
sociolÀ;
gico de la cultura. Sin embargo, el fantasma de Marx
recorre gran parte del trabajo sociolÀ;
gico actual y ©©en lo que
hace a este trabajo©© particularmente de aquellos que pretenden
tomar seriamente a la cultura. Sea para criticar su
reduccionismo, sea para reconsiderar la tesis de la ideologÀ1
a,
sea para intentar dar cuenta del contexto en el cual se
desarrollan determinado tipo de prÀ
cticas, la obra marxiana
constituye una referencia inevitable. PodrÀ1
amos diferenciar entre
problemas analÀ1
ticos y temas sustantivos. R. WilliamsÖ
R. Williams, Ã
Marxismo y LiteraturaÄ
(Barcelona: Ediciones PenÀ1
nsula,
1980).
describe magnÀ1
ficamente los problemas y limitaciones de los
primeros: las nociones de base y superestructura (o ser social y
conciencia social); el problema de la determinaciÀ;
n y la
comprensiÀ;
n de las fuerzas productivas. Las ambiguedades
existentes en estos condujo a muchos marxistas a analizar a todas
las manifestaciones como reflejos o inversiones de los procesos
materiales de producciÀ;
n y reproducciÀ;
n. Estas dos nociones ©ªreflexiÀ;
n e inversiÀ;
Para una crÀ1
tica de la teorÀ1
as de la reflexiÀ;
n en el abordaje a las
producciones artÀ1
sticas, ver P. Bourdieu Ã
The Field of Cultural ProductionÄ
York: Columbia University Press, 1993)Ä
son centrales en los tres nÀC
cleos
temÀ
ticos sustantivos aÀC
n presentes, muchas veces de manera no
manifiesta, en los estudios contemporÀ
neos de la cultura: el
fenÀ;
meno de la conciencia alienada, la imposiciÀ;
n de las ideas
por la clase dominante, y el fetichismo de las mercancias.Ö
En los escritos tempranos de Marx, el À)
nfasis estÀ
puesto en la
conciencia como un reflejo invertido de la realidad. En estos primeros
trabajos, vemos a un Marx preocupado por las mistificaciones que esconden el
verdadero carÀ
cter de la realidad social y las distorciones culturales que
ocultan a las contradicciones societales. Su abordaje del fenÀ;
meno religioso
estÀ
permeado por estas ideas. La religiÀ;
n es la conciencia invertida del
mundo, es la base general para la justificaciÀ;
n y consolidaciÀ;
n del mundo
social.
En Ã
La IdeologÀ1
a AlemanaÄ
, Marx y Engels dirijen nuestra atenciÀ;
n hacia la
naturaleza de estas inversiones y su impacto en los procesos de conformaciÀ;
n
de las ideas. En este trabajo, ellos introducen una distinciÀ;
n que luego
desaparecerÀ
: cultura e ideologÀ1
a. La primera se refiere a las formas de
expresiÀ;
n y representaciÀ;
n de la vida social. La segunda contiene formas
distorsionadas de conciencia que emergen de y disimulan las relaciones de
dominaciÀ;
n de clase.
En este texto, Marx y Engels introducen un relaciÀ;
n esencial que, de alguna
manera, constituye el fantasma que acecha a todos los estudios contemporÀ
neos
de la dinÀ
mica cultura: la relaciÀ;
n entre las ideas y las prÀ
cticas. Las ideas
emergen de y estÀ
n internamente conectadas con la prÀ
ctica (entendiendo por
prÀ
ctica a la actividad sensorial y conciente por la cual hombres y mujeres
producen y reproducen las condiciones materiales y las relaciones sociales en
las que viven). La prÀ
ctica determina a la cultura, a la conciencia y a la
ideologÀ1
a. En la tÀ)
sis VIII sobre Feuerbach, Marx asegura que "La vida social
esencialmente prÀ
ctica". Y en Ã
La IdeologÀ1
a AlemanaÄ
, la relaciÀ;
n entre ideas y
prÀ
cticas queda claramente delineada: "la producciÀ;
n de ideas, de
concepciones, de conciencia, estÀ
entretejida con la actividad material y con
el intercambio material de los hombres, el lenguaje de la vida real." (p.154).
La ideologÀ1
a significa representaciones ilusorias de la prÀ
ctica. Esta ilusiÀ;
n
emerge del marco en el cual se desarrolla la prÀ
ctica en las sociedades
capitalistas: la lucha de clases. De esta manera, la ideologÀ1
a se refiere a:
ideas generadas por una prÀ
ctica que estÀ
distorsionada por el marco de clase
en el cual tiene lugarÃ
. Estas ideas ocultan las constradicciones sociales en
el interÀ)
s de la clase dominante ©©la ideologÀ1
a se define en su relaciÀ;
n con
las contradicciones e intereses de clase, no con la verdad.
En Ã
El CapitalÄ
, Marx introduce un dimensiÀ;
n doble de la prÀ
ctica en el modo de
producciÀ;
n capitalista: relaciones sociales esenciales y formas fenomÀ)
nicas.
Ahora, la determinaciÀ;
n de la conciencia por la prÀ
ctica estÀ
mediada por los
intercambios de mercancÀ1
as. El proceso de mistificaciÀ;
n surge no sÀ;
lo de las
relaciones de clase (como en Ã
La IdeologÀ1
a AlemanaÄ
) sino que estÀ
contenido
dentro de la misma forma mercancÀ1
a. La categorÀ1
a del fetichismo de la
mercancÀ1
a implica: a) el proceso de extraÀ9
amiento de las mercancÀ1
as de sus
orÀ1
genes humanos, volviÀ)
ndolas misteriosas, opacas, objectos extraÀ9
os; y b) el
surgimiento de un nuevo tipo de subjetividad, una subjetividad fetichizada [Al
respecto ver, Godelier, M. Ã
Econom
1
a, fetichismo y religiÀ;
n en las sociedades
primitivasÄ
. (EspaÀ9
a: Siglo XXI, 1980)]. Con esta ÀC
ltima idea, la ideologÀ1
a es
vista como permeando a la totalidad de la cultura y la conciencia, y a todas
las esferas vitales (la nociÀ;
n de Lukacs de reificaciÀ;
n va en la misma
direcciÀ;
n al combinar la nociÀ;
n weberiana de racionalizaciÀ;
ny
burocratizaciÀ;
n, con la nociÀ;
n marxiana de fetichismo). Este movimiento final
de Marx no permite diferenciar a la cultura de la ideologÀ1
a, y no presta
atenciÀ;
n al carÀ
cter activo de la conciencia humana, ignorando asÀ1
potencialidad constitutiva de la cultura.
Ä
Junto a los autores clÀ
sicos, los post©clÀ
sicos Parsons y Gramsci
constituyen figuras cardinales y referencias polÀ)
micas
inevitables en los debates contemporÀ
neos al interior del campo
de la sociologÀ1
a.
Talcott Parsons intenta desarrollar una sociologÀ1
a de la culturaÔ
focalizÀ
ndose en el rol, a su juicio central, que juegan los
valores. Tres son los sistemas en lo que, de acuerdo a Parsons,
la acciÀ;
n 'ocurre': los sistemas sociales, sistemas de la
personalidad, y sistemas culturales. Estos constituyen tres
modos de organizaciÀ;
n de los elementos de la acciÀ;
n. El anÀ
lisis
del sistema cultural es de fundamental importancia para la teorÀ1
a
de la acciÀ;
n. Parsons define al "sistema cultural" como el
sistema de patrones simbÀ;
licos que posee las siguientes
caracterÀ1
sticas:
1. el sistema estÀ
constituido por la organizaciÀ;
n de valores,
normas, y sÀ1
mbolos que Ã
las elecciones que los actores
realizan y que Ã
limitanÄ
los tipos de interacciÀ;
n que pueden
ocurrir entre los actores.
2. el sistema cultural representa un tipo especial de abstracciÀ;
n
de los elementos de los otros dos sistemas. No es un sistema
empÀ1
rico.
3. los patrones de normas regulatorias y de otros elementos
culturales que guÀ1
an las elecciones de actores concretos no
pueden ser construÀ1
dos con elementos tomados al azar o no
relacionados entre sÀ1
. Esto quiere decir que el sistema cultural
debe ser un sistema consistente.
4. un sistema cultural es un "patrÀ;
n de cultura cuyas diferentes
partes estÀ
n interrelacionadas a los efectos de formar sistemas
de valores, sistemas de creencias, y sistemas de sÀ1
mbolos
expresivos".Ö
T. Parsons y E. Shils, "Values and Social Systems", pÀ
El sistema de orientaciones respecto a los valores ("valueªorientation system") es el sistema
mÀ
s importante en el nivel
cultural, conteniendo ©bÀ
sicamente© un conjunto de reglas o
estÀ
ndares. El sistema de orientaciones respecto a los valores
compromete al individuo respecto de un conjunto organizado de
reglas y estÀ
ndares. Lo que Parsons denomina "value©orientation"
son aquellas caracterÀ1
sticas de la orientaciÀ;
n de los actores que
los obligan a seguir ciertas normas, estÀ
ndares, o criterios de
selecciÀ;
n. De esta manera, las reglas o estÀ
ndares que existen en
el nivel cultural operan como orientaciones de valor o
disposiciones a nivel del actor. Como Parsons claramente seÀ9
ala,
"un sistema cultural incluye a un conjunto de estÀ
ndares. La
orientaciÀ;
n respecto a los valores de los individuos es su
compromiso para con estos estÀ
ndares".Ö
ibid, pÀ
Para Parsons, Ã
los valores explican las razones por las cuales losÔ
actores realizan cierto tipo de eleccionesÄ
. De esta manera, la
cultura da forma a la acciÀ;
n al definir lo que la gente quiere. A
pesar de que su À)
nfasis en los valores debe ser contextualizado
en su disputa en contra de la tradiciÀ;
n utilitaria ©©como queda
demostrado en Ã
The Structure of Social ActionÄ
, en su abordaje
los valores carecen de historia: no son elementos simbÀ;
licos
concretos que posean una historia. Por el contrario, constituyen
esencias alrededor de las cuales las sociedades se organizan. Los
valores, en el relato Parsoniano, son el "motor inamovible de la
teorÀ1
a de la acciÀ;
Swidler, Ann. "Culture in Action: Symbols and Strategies"
Ô
American Sociological ReviewÄ
, Vol 51 (April 1986: 273©286)Ä
De acuerdo a Parsons, el sistema de valores y otros patrones de
la cultura pueden ser institucionalizados en los sistemas
sociales e internalizados en el sistema de la personalidad.
Cuando esto sucede, el sistema cultural guÀ1
a al actor respecto de
la orientaciÀ;
n hacia ciertos fines y respecto a la regulaciÀ;
n
normativa de los medios empleados y de las actividades
expresivas. La institucionalizaciÀ;
n y la internalizaciÀ;
n son
ambos fenÀ;
menos de la "interpenetraciÀ;
n" de los diferentes
subsistemas de acciÀ;
n. La institucionalizaciÀ;
n de patrones de
valor es definida por un consenso entre los miembros dentro del
contexto de su propia sociedad. En este sentido, cualquier
sistema de acciÀ;
sostenido por la necesidad funcional de
orden. La institucionalizaciÀ;
n del sistema de valores y la
internalizaciÀ;
n de los compromisos de valor juegan un rol
fundamental en la Ã
legitimaciÀ;
n culturalÄ
. Como es obvio, una idea
un tanto ingenua acerca del conocimiento, de los valores y de las
creencias se hace aquÀ1
presente. Cuando se considera al "consenso
general" como una empresa comÀC
n de todos los agentes en una
sociedad particular, el abordaje de Parsons carece de nociÀ;
n
alguna de imposiciÀ;
n de c
;
digos simbÀ;
licos. Muchas veces, los
actores introyectan valores de otros actores, grupos o
instituciones; y el asÀ1
llamado consenso general es el consenso
que un sector de la sociedad impone sobre otro.
La "cultura como valores" estÀ
presente en dos nÀC
cleos temÀ
ticos
a
C
n presentes en el debate sociolÀ;
gico: el debate sobre la
"cultura polÀ1
tica" y sobre la "cultura de la pobreza". La
preocupaciÀ;
n que Oscar Lewis y Almond y Verba manifiestan en sus
trabajos respecto a los valores como los principios generadores
de conductas, nos permiten ubicarlos dentro de la tradiciÀ;
n
Parsoniana.Ö
Almond & Verba. Ã
The Civic CultureÄ
(Newbury Park: Sage, 1989). Lewis,
O. Ã
The Children of SanchezÄ
(New York: Random House, 1961). Ã
La Vida: A Puerto
Rican Family in the Culture of PovertyÄ
(New York: Random House, 1966).
Ä
Almond y Verba enfatizan la existencia de bases psicolÀ;
gicas para
la democratizaciÀ;
n y de un conjunto de actitudes profundamente
asociadas con la democracia. La cultura polÀ1
tica no se centra
alrededor de prÀ
cticas polÀ1
ticas sino alrededor de sentimientos,
formas de conocimiento, y ©©en particular©© orientaciones de
valor. Estos autores analizan diferentes tipos de cultura
polÀ1
tica ©© parroquial, "subject", y participativa©© y concluyen
que la Ã
cultura cÀ1
©©en tanto balance entre actitudes
tradicionales y orientaciones participativas©© es la mÀ
s apta
para la perpetuaciÀ;
n de la democracia. La cultura cÀ1
vica implica
una cultura polÀ1
tica balanceada en la que la actividad polÀ1
tica,
el involucramiento en ella, y la racionalidad que la guÀ1
a,
existen pero estÀ
n balanceadas por la pasividad, el
tradicionalismo, y el compromiso con valores parroquiales. Esta
preocupaciÀ;
n con los "valores democrÀ
ticos" estÀ
tambi
)
n presente
en los estudios inspirados por la teorÀ1
a de la modernizaciÀ;
n y en
mucho de los trabajos mÀ
s recientes sobre los procesos de
democratizaciÀ;
n en LatinoamÀ)
Para una reseÀ9
a, ver KlarÀ)
n, P. and Bossert, T. Ã
Promise of Development.
Theories of Change in Latin AmericaÄ
. (Boulder: Westview Press, 1986).
Ä
La persistencia de la pobreza, miseria y dependencia ©©ocultas
tras el crecimiento econÀ;
mico y el mito de la "America Afluente"ª© fue repentinamente (re)descubierta por polÀ1
ticos e
intelectuales a principios de la dÀ)
cada del 60. La nociÀ;
n de
cultura de la pobreza fue el artefacto interpretativo diseÀ9
ado
para dar cuenta de la situaciÀ;
n. En sus varios escritos, Oscar
Lewis explica la persistencia de la pobreza como un fenÀ;
meno que
se auto©perpetua, reproduciÀ)
ndose a sÀ1
mismo. La cultura de la
pobreza es "una forma de vida...que se traspasa de generaciÀ;
na
generaciÀ;
n". Los valores de los pobres, sean cuales fueran sus
orÀ1
genes, aseguran la continuidad de su pobreza y la de sus
hijos. Los problemas empÀ1
ricos de este abordaje han sido
reiteradamente seÀ9
alados.Ö
Ver Valentine, Ch. Ã
Culture and Poverty: Critique and Counter©ProposalsÄ
(Chicago y Londres: University of Chicago Press, 1968); Katz, M. Ã
The
Undeserving Poor. From the War on Poverty to the War on WelfareÄ
(New York:
Pantheon Books, 1989). Como seÀ9
ala A. Portes (1972), "el grave error de las
teorÀ1
as de los barrios pobres urbanos ha sido el de transformar condiciones
sociolÀ;
gicas en trazos psicolÀ;
gicos, y asÀ1
imputar a la vÀ1
ctimas las
caracterÀ1
sticas distorsionadas de sus victimarios." Citado en Wacquant, L.
"The New Urban Color Line: The State and Fate of the Ghetto in PostFordist
America" en C. Calhoun, editor, Ã
Social Theory and the Politics of IdentityÄ
(Oxford: Blackwell, 1994).Ä
Pero en lo que aquÀ1
nos concierne,
un problema conceptual mÀ
s general puede ser detectado en los
abordajes a la Ã
cultura cÀ1
y a la Ã
cultura de la pobrezaÄ
. Este
problema es bien sintetizado por Swidler:Ã
"Los estudiosos de la cultura siguen buscando valores culturales que
explicarÀ
n aquello que es distintivo de la conducta de grupos o
sociedades, y descuidan otros fenÀ;
menos culturales distintivos que
ofrecen mayores promesas para explicar patrones de acciÀ;
n. Estos
factores son mejor descriptos como habilidades moldeadasÔ
culturalmente, hÀ
bitos, estilos que como valores o preferencias."Ö
Swidler, A. op. cit. pÀ
g.275.
que los agentes pueden compartir valores comunes mientras
permanecen profundamente diferentes en la manera en que la
cultura organiza sus patrones generales de conducta. La cultura,
para Swidler, es mÀ
s que un conjunto de preferencias o deseos
(valores). Es un estilo, un conjunto de destrezas, hÀ
bitos,
prÀ
cticas, Ã
un repertorioÄ
. Como veremos, esta posiciÀ;
n reconoce
sus raices en la obra de Bourdieu.
Contrariamente a Parsons, Gramsci seÀ9
ala que los procesos
culturales tienen lugar en sociedades profundamente
divididas.Ö
Gramsci, Antonio Ã
Selections from the Prison NotebooksÄ
(New York:
Ô
International Publishers, 1983).Ä
Una de las preocupaciones centrales que atraviesa
los Ã
Cuadernos de la CÀ
es la que sostiene que la cultura debe
concebirse como parte del proceso de dominaciÀ;
n.
La clase fundamental al nivel de la estructura domina a la
sociedad no sÀ;
lo por la fuerza (en realidad, no puede dominar
sÀ;
lo por la fuerza excepto en situaciones histÀ;
rica
extraordinarias) sino por consenso. Este consenso es obtenido
debido al control de la sociedad civil. Este "control" ©ªdirecciÀ;
n cultural©© estÀ
caracterizado bÀ
sicamente por la
difusiÀ;
n de la visiÀ;
n del mundo de la clase dominante entre todos
los otros grupos sociales. Esta visiÀ;
n del mundo se transforma en
sentido comÀC
n, un sentido comÀC
n popular que es casi siempre
fragmentario, desarticulado, contradictorio e incoherente. La
difusiÀ;
n de la "visiÀ;
n del mundo dominante" constituye lo que se
conoce como proceso de construcciÀ;
n hegemÀ;
nica. La hegemonÀ1
a,
entonces, implica a un conjunto de relaciones de poder que tienen
el efecto de imponer una manera de mirar el mundo. El caracter
fragmentario del sentido comÀC
n y la asumida incompletitud de la
realidad social, le otorgan a la nociÀ;
n de hegemonÀ1
a la cualidad
de ser siempre parcial y problemÀ
tica. La hegemonÀ1
a, como bien
nos recuerda R. Williams, nunca es total, siendo un proceso de
lucha y negociaciÀ;
n.
En otras palabras, para Gramsci la Ã
clase dirigenteÄ
en el nivel
estructural (clase fundamental en el campo econÀ;
mico) ejerce la
direcciÀ;
n ideolÀ;
gica v
1
a los intelectuales (orgÀ
nicos) a nivel
superstructural. Esto implica dos aspectos centrales de la nociÀ;
n
de hegemonÀ1
a: es un proceso de direcciÀ;
n cultural basado
fundamentalmente en la clase. El Marx de Ã
La IdeologÀ1
a AlemanaÄ
,
asi como el de las "Tesis sobre Feuerbach" se hace presente asÀ1
en el
)
nfasis Gramsciano en las ideas dominantes. Pero tambiÀ)
n,
la relaciÀ;
n entre prÀ
cticas e ideas, que constituye un aspecto
central en la obra de Marx, constituye un preocupaciÀ;
n
fundamental para Gramsci (ejemplificada en su discusiÀ;
n del
Americanismo y del Fordismo en la que analiza la manera en que
los nuevos mÀ)
todos de trabajo estÀ
n interrelacionados con "un
modo especÀ1
fico de vivir, de pensar, y de sentir a la vida".Ö
Al respecto, la discusiÀ;
n del fordismo, postfordismo, y el postmodernismo
como ligado a la lÀ;
gica de la flexibilizaciÀ;
n capitalista planteada por
Harvey, reconoce la influencia de Gramsci. Harvey, David. Ã
The Condition of
Ô
PostmodernityÄ
(Cambridge: Blackwell, 1992).Ä
3. Los Neo©ClÀ
sicos
3. a. Neo©Marxistas y Neo©Gramscianos
Neo©Durkheimianos
Ä
El cliente y
el mediador son vistos como seguidores de una norma ©©una norma
introyectada que una vez internalizada se transforma en la fuente
de la conducta intencional del cliente y del mediador©©, o son
entendidos como calculadores puramente racionales de las mejores
maneras de maximizar sus capitales. La "norma de reciprocidad" es
la que predomina en el primer tipo de explicaciÀ;
n de las
prÀ
cticas clientelares; la idea de "elecciÀ;
n racional" es la que
domina los segundos tipos de explicaciÀ;
n. De esta manera es que
se puede asegurar que, si bien algunos trabajos son sensibles al
"punto de vista del nativo" lo incorporan de una manera limitada
y en una forma que confunde mÀ
s que aclara nuestro entendimiento
de las prÀ
cticas clientelares. Es como si, en ambos casos, las
caracterÀ1
sticas de la red clientelar ©el hecho de que haya
intercambio© sirva para explicar las razones, las creencias y las
evaluaciones que estÀ
n mutuamente imbricadas con la forma de laÔ
red pero que deben ser analÀ1
ticamente distinguidas.
Probablemente sea James Scott quien mejor articula ambas
posiciones ©©acciÀ;
n racional, acciÀ;
n normativa©© en una
perspectiva ÀC
nica. En "Patronage or Exploitation?", Scott centra
su anÀ
lisis en la manera en que las estructuras de deferencia
entre patrones y clientes adquieren y pierden su fuerza moral. A
pesar de que su centro es el clientelismo en relaciones de clase
en sociedades rurales, su acercamiento al problema es sumamente
ÀC
til porque sintetiza las mejores contribuciones y las posibles
limitaciones de la literatura existente sobre el clientelismo.
Scott afirma que el problema central en las relaciones entre las
clases rurales dentro de los "sistemas patrÀ;
n©cliente" es saber
si la "relaciÀ;
n de dependencia es vista por los clientes como
primariamente colaborativa y legÀ1
tima o como una relaciÀ;
n
primariamente de explotaciÀ;
J. Scott, "Patronage or Exploitation?" en Gellner & Waterbury, eds.
Ô
Patrons and Clients in Mediterranean SocietiesÄ
. (London: Duckworth, 1977).Ä
Desde el punto de vista del
cliente, el aspecto central a los efectos de evaluar la
legitimidad de la relaciÀ;
n clientelar es el balance entre los
servicios que el recibe y los servicios que otorga. A mayor valor
en lo que recibe por sobre lo que debe "reciprocar", mayor serÀ
la tendencia a ver el lazo clientelar como legÀ1
De esta manera, el primer elemento en la construcciÀ;
n de la legitimidad de
la relaciÀ;
n se centra en los flujos entre el patrÀ;
n y el cliente. Scott
identifica tres flujos diferentes: a)flujos de patrÀ;
n a cliente (medios
bÀ
sicos de subsistencia, seguro de subsistencia en casos de crisis, protecciÀ;
n
e influencias); b)servicios colectivos del patrÀ;
n (subsidios, donaciones de
tierra para uso comunal, apoyo a servicios pÀC
blicos locales ©escuelas, calles,
edificios comunales©, etc.; c)flujos de cliente a patrÀ;
n (servicios de
trabajo, promociÀ;
n de los intereses del patrÀ;
n, etc.
Á
A pesar de ser una condiciÀ;
n necesaria, el balance de reciprocidad de
los diferentes flujos no causa mecÀ
nicamente la legitimidad del patrÀ;
n. La
legitimidad del lazo clientelar, argumenta Scott, no estÀ
en funciÀ;
n linear
con el balance de reciprocidad. Hay que tener en cuenta los efectos de la
tradiciÀ;
n en la legitimidad, los efectos de los cambios abruptos en el balance
de reciprocidad, y la existencia de lÀ1
mites culturales y fÀ1
sicos mÀ
de
los cuales las consecuencias para el cliente pueden ser dramÀ
ticas.
El peso del argumento de Scott estÀ
puesto en la relaciÀ;
n entre
el balance de intercambio y la legitimidad de la relaciÀ;
n. Y es
aquÀ1
donde se encuentra el problema mayor. Si bien el balance del
intercambio estÀ
indudablemente relacionado con la transformaciÀ;
n
en la legitimidad de la relaciÀ;
n (el cliente tenderÀ
a mantenerse
leal a su patrÀ;
n en la medida que obtenga mÀ
s de la relaciÀ;
un
foco excesivo en el balance de reciprocidad puede hacernos perder
de vista un aspecto que deber ser considerado central: la
legitimidad de las relaciones clientelÀ1
sticas a un nivel general
y no restringidas a un patrÀ;
n especÀ1
. Un cambio en el balance
de reciprocidad, casi siempre, hace que el cliente vaya y
busque...a otro patrÀ;
n o mediador. Los porquÀ)
s de este movimiento
nos conducen en una direcciÀ;
n relativamente inexplorada por
Scott. Mientras que este autor incorpora la necesaria dimensiÀ;
n
del punto de vista de los protagonistas de la relaciÀ;
n, deja de
examinar la Ã
nesis de las disposiciones del cliente y del
mediador para encontrar al lazo clientelar como un lazo legÀ1
.
Como bien nos enseÀ9
a Weber, no hay sistema de dominaciÀ;
n estable
que descanse solamente en la habituaciÀ;
n automÀ
tica ni en el
cÀ
lculo personal de interÀ)
s. El soporte central del sistema deÔ
dominaciÀ;
n, argumenta Weber, es la creencia por parte de los
subordinados en la legitimidad de su subordinaciÀ;
Weber, M. Ã
From Max WeberÄ
. (New York: Oxford University Press, 1946) pp. 80
Ô
A pesar de estos problemas, el anÀ
lisis de Scott es iluminador de
las tensiones presentes en la mayorÀ1
a de los estudios sobre
clientelismo en el momento que intentan explicar las prÀ
cticas de
los clientes y de los mediadores. Estos estudios: a) favorecen
una explicaciÀ;
n tipo "rational choice" en la que el cliente estÀ
al tanto de todos las posibles elecciones y tiene el poder y las
disposiciones para actuar racionalmente; o b) explican las
acciones de los clientes como sub©productos de una norma de
reciprocidad. En el caso de Scott, la relaciÀ;
n entre el balance
de reciprocidad y la legitimidad de la relaciÀ;
n ilustra lo que
considero un intento incompleto de conceptualizar las prÀ
cticas
clientelares transcendiendo las dicotomÀ1
as de acciÀ;
n racionalªacciÀ;
n normativa. Sin embargo, su ya clÀ
sico trabajo es
indispensable a los efectos de demarcar el primer paso a ser
tomado en el estudio de la relaciones patrÀ;
n©mediador©cliente: la
identificaciÀ;
n de los distintos flujos de elementos entre las
diferentes posiciones.
Ô
"Tomar a la cultura seriamente" como enfatizan muchos autores
contemporÀ
neos ©©desde analistas de la acciÀ;
n colectiva, de
conflictos À)
tnicos, hasta los investigadores de procesos de
construcciÀ;
n institucional©© implica ante todo reflexionar sobre
las tradiciones de pensamiento que ©©con sus limitaciones©© han
realizado aportes en este sentido. La cultura, como una dimensiÀ;
n
de las prÀ
cticas sociales, debe considerarse un aspecto central
de cualquier anÀ
lisis que se pretenda sociolÀ;
gico. La cultura,
como nos enseÀ9
aron los padres fundadores del pensamiento social,
es esencial para entender quÀ)
es lo que mantiene "unida" a una
sociedad, cÀ;
mo es que un sistema de dominaciÀ;
n es instituido,
reproducido, y transformado, cuÀ
les son los procesos por los
cuales ciertos grupos mantienen su hegemonÀ1
a sobre el resto de la
sociedad. La cultura es tambiÀ)
n esencial para entender el
carÀ
cter rutinizado de las prÀ
cticas de los agentes sin caer en
enfoques normativos o del tipo "acciÀ;
n racional" de la acciÀ;
n, y
las posibilidades de acciÀ;
n colectiva de los actores (y el
significado de estas acciones).
Este trabajo procurÀ;
construir un mapa para "tomar seriamente a
la cultura" el cual, rescatando a las tradiciones de pensamiento
social que se hallan en la base de un creciente y bienvenido
interÀ)
s, sirva para construir un programa de percepciÀ;
n que debe
ser actualizado por el trabajo empÀ1
rico.
NOTAS