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PEC: Literatura Española del siglo XX: hasta

1939

1. Realice el COMENTARIO DE TEXTO siguiente, indicando además


la situación de esta pieza en la producción teatral de Federico García
Lorca y sus diferencias con Valle-Inclán.

Bernarda: Es así como se tiene que hablar en este maldito pueblo sin río,
pueblo de pozos, donde siempre se bebe el agua con el miedo de que esté
envenenada.
La Poncia: ¡Cómo han puesto la solería!
Bernarda: Igual que si hubiera pasado por ella una manada de cabras.
(La Poncia limpia el suelo) Niña, dame un abanico.
Amelia: Tome usted. (Le da un abanico redondo con flores rojas y
verdes.)
Bernarda: (Arrojando el abanico al suelo.) ¿Es éste el abanico que se da
a una viuda? Dame uno negro y aprende a respetar el luto de tu padre.
Martirio: Tome usted el mío.
Bernarda: ¿Y tú?
Martirio: Yo no tengo calor.
Bernarda: Pues busca otro, que te hará falta. En ocho años que dure el
luto no ha de entrar en esta casa el viento de la calle. Haceros cuenta que
hemos tapiado con ladrillos puertas y ventanas. Así pasó en casa de mi
padre y en casa de mi abuelo. Mientras, podéis empezar a bordaros el
ajuar. En el arca tengo veinte piezas de hilo con el que podréis cortar
sábanas y embozos. Magdalena puede bordarlas.

La casa de Bernarda Alba (Federico


García Lorca)

1. Localización del texto


Este texto pertenece a la obra teatral La casa de Bernarda Alba de Federico
García Lorca, escrita en junio de 1936, poco antes de que el poeta muriera
fusilado; y que no pudo ser estrenada hasta 1945, en Buenos Aires, gracias
a la iniciativa de Margarita Xirgu. En España, no se pudo presentar hasta
1964.
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1939

El teatro de García Lorca es, junto al de Valle-Inclán, el más importante


escrito en castellano durante el siglo XX. Se trata de un teatro de una gama
muy variada, con símbolos o personajes fantásticos y, en ocasiones, con un
sentido profundo de las fuerzas de la naturaleza y de la vida. En el caso de
La casa de Bernarda Alba, el autor cataloga esta obra como un drama de
tipo social y humano. Lorca no la considera tragedia puesto que para él, la
tragedia comportaba elementos míticos que aquí estarán ausentes.

El realismo del lenguaje y ciertas expresiones cómicas (por ejemplo,


comentarios de Poncia), dejan claro algunos rasgos del drama. Además de
que la obra tiene facetas del drama rural, aunque Lorca trasciende de él.

Esta escena pertenece al primer acto de la obra, en donde Bernarda ya deja


en el espectador su contundente carácter autoritario y el poder que ejerce
sobre su familia.

2. Tema y estructura del texto


Este texto recoge una conversación entre varios personajes fundamentales
de la obra: Amelia, chica tímida y tercera hija de Bernarda; Martirio, mujer
enamoradiza y cuarta hija de Bernarda; Poncia, sirvienta de Bernarda
durante 30 años, y Bernarda Alba, personaje principal, autoritaria y tirana.
Con ellos, García Lorca contrapone los distintos temas en lo que se centra
la obra: tiranía y represión. Lo que es lo mismo al enfrentamiento entre
libertad individual y la autoridad, tema muy típico en las obras de este
autor.
Este drama candente es el que mueve la obra. La tiranía moral y la
represión sexual se ven representados en los ocho años de aislamiento que
Bernarda impone sus hijas, llevando hasta lo irracional las conversaciones
sociales sobre el luto. El tema avanzará y se complicará con la aparición de
Pepe el Romano, dispuesto a casarse con la hija mayor, Angustias, que
desencadenará el conflicto. Todas las hijas, a excepción de la menor,
Adela, aceptan las disposiciones de su madre. Adela será el personaje
rebelde, también, muy típico de Lorca, en el que se presenta la oposición
entre la autoridad y el deseo.
Volviendo al fragmento seleccionado de La casa de Bernarda Alba, en los
diálogos, no solo se aprecia el tema de la autoridad frente a la libertad
individual, sino que también tiene, como temas secundarios, el aspecto
extremo de la hipocresía, el qué dirán, y la marginalidad de la mujer de la
época. Ambos temas están relacionados. Lo que se consiente en los
hombres, no es lo mismo en las mujeres. Estas viven guardando las
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apariencias, comportándose como se espera de ellas: honestas, solo tienen


novio para casarse con él y luego son obedientes esposas y cuidadoras de
su casa.
3. Estilo literario del texto
Atendiendo a la estructura externa, la obra se estructura en tres actos. En la
estructura interna, se aprecia muy bien las distintas partes: el primer acto es
una exposición espacio- temporal, además de el acto en el cual se presentan
a los personajes de la obra; en el segundo acto surge el giro desencadénate
con la noticia de la futura boda de su hija Angustia, por lo que aumenta la
tensión; y en el tercer acto llega el desenlace trágico tras el suicidio de
Adela.
El manejo del lenguaje en la obra es magistral, que se caracteriza por su
fluidez, nerviosismo e intensidad. Predominan las réplicas, ya sean largas o
cortas. Aunque los personajes emplean un lenguaje aparentemente
coloquial y rural, realmente, la obra utiliza un lenguaje muy medido y
rítmico con bastante precisión. Todo esto hace que La casa de Bernarda
Alba tenga una mezcla de realidad y poesía.
Siguiendo con el estilo lorquiano, empleado en esta obra, se aprecia la gran
carga de simbolismo que tiene, con lo que consigue crear una atmósfera
dramática y una individualización del personaje. El recurso de cargar a las
palabras y a las acciones da un doble significado. Algunos de los símbolos
usados en La Casa de Bernarda Alba han aparecido repetidamente en todas
sus obras anteriores; por ejemplo, en el fragmente seleccionado, podemos
hacer referencia a la simbología del calor que está relacionada con la
opresión del encierro, ya que el calor acentúa la sensación de asfixia que
hay dentro de la casa. No obstante, probablemente el símbolo más
representativo de la obra sea las propias hijas y Bernarda, ya que las cinco
hijas representan la libertad y la madre, la autoridad, mostrando así el
enfrenamiento entre las normas sociales de la época.
En el lado opuesto de esta realidad social que suele mostrar Federico
García Lorca en sus obras, se sitúa Ramón María del Valle-Inclán, quien,
desde el modernismo, va cambiando progresivamente su estética,
incorporando elementos distorsionadores de la realidad con un fin crítico,
hasta llegar al esperpento, género inventado por él, donde distorsiona la
realidad.
4. Valoración
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Este fragmento de la obra, La Casa de Bernarda Alba, es muy


representativo de lo que Lorca quiso expresar: la postura social
predominante en la época del enfrentamiento entre libertad individual y la
autoridad. Es majestuoso como Lorca consigue que el espectador quede
impresionado con el ambiente de opresión que muestra este texto. Además
de que el simbolismo que esconde cada frase hace que el espectador pueda
desesperarse y sentirse apresado como las cinco hijas; un simbolismo bien
representado a través del calor. Un calor que crea falta de airé, estrés, y
tensión en la obra. También es de gran admiración el lenguaje literario
empleado, puesto que le da un equilibrio, a la obra, muy difícil de
conseguir.
Tras más de medio ciclo con la obra, La Casa de Bernarda Alba sigue
tocando temas muy candentes hoy en día. Su metáfora para representar la
tiranía y autoridad, además de la lucha social por la libertad hace, de esta
obra de Lorca, un pilar fundamental para entender la sociedad de la época y
incluso para poder entender la nuestra.

2. Modernismo y Generación del 98 en sus contextos literarios e


históricos: antecedentes, principales aportaciones literarias y
repercusiones posteriores. Utilice en su respuesta ejemplos de textos
literarios extraídos de los manuales recomendados o de las lecturas
obligatorias.

A finales del siglo XIX, comienzan a surgir corrientes ideológicas y


literarias que propugnan una renovación frente a la mentalidad burguesa
patente en las creaciones realistas: el Modernismo.
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En la literatura, el Modernismo se inicia, en Hispanoamérica, hacia 1880 y


se extiende hasta la víspera de la Primera Guerra Mundial. El modernismo
estaba en todas partes; pertenecía igualmente al ámbito público y al
privado. Este periodo surgió durante un periodo de rápido cambio social y
tecnológico en Europa, en un momento en el que se aceleraban la
industrialización, la producción en masa y la urbanización. En él, se
trabajaba un estilo universal cuya intención era unificar las bellas artes y
las artes aplicadas para crear “obra de arte total” (Gesamtkunstwerk). Su
ruptura se encuadra dentro de la crisis ideológica y espiritual del mundo a
finales del siglo XIX. Lo habitual fue el rechazo de la sociedad burguesa
dominante, a través del aislamiento aristocrático, la bohemia, el
inconformismo, el refinamiento estético y el dandismo. Estas actitudes
fueron criticadas por algunos sectores que les acusaron de dejar a un lado
los problemas reales.
En Hispanoamérica, los modernistas aspiraron a crear una identidad propia,
desprendiéndose en parte de la tradición española y dejándose influir por
otras literaturas. Los principales antecedentes provienen de dos corrientes
francesas de la segunda mitad del siglo: el parnasianismo y el simbolismo.
- Los parnasianos: su principal representante es Leconte de Liste que
buscaba la belleza formal del poema. Además esta corriente adopta la
perfección formal y los temas exóticos y sensoriales.
- Los simbolistas: con Verlaine, Rimbaud y Mallarmé, buscaba la
musicalidad y los efectos rítmicos. Esta corriente trata de encontrar la
ocultación que hay en las cosas.
Asimismo, es importante la influencia de la literatura española anterior,
como la poesía de Bécquer o la lírica española antigua, representada por
poetas como Berceo.
Entre los principales precursores de este movimiento estarían José Martí y
José Asunción Silva, aunque el principal representante es Rubén Darío. En
España, los primeros poetas atraídos por el espíritu modernista fueron
Manuel Reina (1856-1905) y Salvador Rueda (1857-1933). Los más
destacados representantes son Manuel Machado, Villaespesa y Marquina,
si bien otros autores como Valle-Inclán o Antonio Machado también se
vieron atraídos por el Modernismo.
Un poema representativo del Modernismo y, el cual se puedo ver su
ascendencia francesa, es el Responso de Rubén Darío. Es un poema
dedicado a Verlaine, poeta simbolista, uno de los escritores más idolatrados
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por Darío. El poema expresa los dos aspectos o carácter anímico de


Verlaine: el dionisíaco o pánico-erótico y el apolineo o espiritualista-
cristiano.

El responso a Varlaine
Padre y maestro mágico, liróforo celeste
que al instrumento olímpico y a la siringa agreste
diste tu acento encantador;
¡Panida! Pan tú mismo, con coros condujiste
hacia el propíleo sacro que amaba tu alma triste,
¡al son del sistro y del tambor!

Que tu sepulcro cubra de flores Primavera,


que se humedezca el áspero hocico de la fiera
de amor si pasa por allí;
que el fúnebre recinto visite Pan bicorne;
que de sangrientas rosas el fresco abril te adorne
y de claveles de rubí.

Que si posarse quiere sobre la tumba el cuervo,


ahuyenten la negrura del pájaro protervo
el dulce canto de cristal
que Filomela vierta sobre tus tristes huesos,
o la armonía dulce de risas y de besos
de culto oculto y florestal.

Que púberes canéforas te ofrenden el acanto,


que sobre tu sepulcro no se derrame el llanto,
sino rocío, vino, miel:
que el pámpano allí brote, las flores de Citeres,
¡y que se escuchen vagos suspiros de mujeres
bajo un simbólico laurel!

Que si un pastor su pífano bajo el frescor del haya,


en amorosos días, como en Virgilio, ensaya,
tu nombre ponga en la canción;
y que la virgen náyade, cuando ese nombre escuche
con ansias y temores entre las linfas luche,
llena de miedo y de pasión.

De noche, en la montaña, en la negra montaña


de las Visiones, pase gigante sombra extraña,
sombra de un Sátiro espectral;
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que ella al centauro adusto con su grandeza asuste;


de una extrahumana flauta la melodía ajuste
a la armonía sideral.

Y huya el tropel equino por la montaña vasta;


tu rostro de ultratumba bañe la Luna casta
de compasiva y blanca luz;
y el Sátiro contemple sobre un lejano monte
una cruz que se eleve cubriendo el horizonte
¡y un resplandor sobre la cruz!

La Generación del 98 es un grupo de escritores, ensayistas y


poetas españoles que se vieron gravemente afectados por la crisis moral,
política y social desencadenada en España por la Guerra de Cuba y el
Desastre del 98.
Todos los poemas y autores pertenecientes a esta generación nacen entre
1864 y 1876. Azorín fue el primero, en 1913, en usar esta denominación
para nombrar a una serie de escritores, algunos de ellos nacidos en el
Modernismo. Sin embargo, Pedro Salinas los consideraba como una
generación literaria, aunque no se cumplan todos los requisitos establecidos
por Peterson. No tuvieron una formación homogénea, siendo muchos de
ellos autodidactas.
La derrota sufrida por España causó una ola de indignación y protesta en el
país, la cual se manifestó en la literatura de la época. Los escritores de
aquel momento se dividieron en dos grupos: los modernos y la Generación
del 98. Los autores del 98 llevaron a cabo una renovación del lenguaje,
coincidiendo en este aspecto con los modernistas, aunque eligiesen estilos
diferentes para lograrlo. Las relaciones con el Modernismo fueron muchas,
pero los del 98 se distinguieron por su especial preocupación por la
problemática españolas, su apego a cuestiones existenciales y filosóficas.
Ambas corrientes se asemejan en su oposición a la “España de la
restauración”. Por otro lado, la Generación del 98, coincidió con los
regeneracionistas, en la preocupación por la situación de España.

Como se dijo anteriormente, la decadencia histórica provocada por la


derrota de España fue lo que impulsó a los escritores noventayochistas.
Ante la lamentable imagen que presentaba el país, este grupo de literatos
buscó analizar cada uno de los males que aquejaban a la Nación e
intentaron proponer soluciones para salir del estado de apatía y desinterés
en el que se habían sumido. Los escritores del 98 se vieron influidos por un
pensamiento filosófico-idealista y por las corrientes irracionalistas Europas,
de autores como Kierkegaard o Bergson. Por lo tanto, la respuesta de la
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generación, a los acontecimientos, fue más filosófica que práctica y la


mayoría de ellos realizaron viajes por la geografía española, denunciando el
atraso y el desorden existente en la época. Con una visión idealizada de la
realidad buscaron en Castilla el germen de lo español, exaltando sus
pueblos y paisajes, y la pobreza y el lenguaje tradicional de sus gentes.

Como antecedentes literarios o históricos, los del 98 echaron mano de la


literatura clásica española, en el intento de encontrar la esencia de España a
través de nombres tan destacados como el Cid o Don Juan.
Los autores y poetas más importantes de esta época son Pío Baroja, Azorín
y Ramiro de Maeztu, comúnmente conocido como el Grupo de los tres.
Además de estos, destacan poetas de la talla de Unamuno, Antonio
Machado y Valle-Inclán, aunque en sus obras se puedan distinguir varios
registros, ya que sus inicios fueron modernistas.
Estos autores realizaron importantes innovaciones en los géneros literarios,
en su mayoría, en prosa. El ensayo lo abrieron a temas históricos y
filosóficos. La novela también adquirirá tintes propios, con respecto al
realismo del XIX. Entre la gran y majestuosas obras de esta generación,
podemos destacar del manual, la novela titulada Niebla, de Unamuno.
Denominada, con gran ironía, por el propio Unamuno como nivola, para
evitar la censura. En esta obra apenas hay sensación espacio-temporal ni
descripciones de ambientes. Es como un drama íntimo en donde sus
personajes comunican su drama interior, relacionado con el sentimiento de
la vida y que se proyecta sobre el esquema de una novela.
A continuación muestro un fragmento perteneciente a la parte final del
capítulo XVII:
Niebla, de Unamuno
Ahora estoy recogiendo más datos de esta tragicomedia, de esta farsa fúnebre. Pensé
primero hacer de ello un sainete; pero considerándolo mejor he decidido meterlo de
cualquier manera, como Cervantes metió en su Quijote aquellas novelas que en él
figuran, en una novela que estoy escribiendo para desquitarme de los quebraderos de
cabeza que me da el embarazo de mi mujer.
––Pero ¿te has metido a escribir una novela?
––¿Y qué quieres que hiciese?
––¿Y cuál es su argumento, si se puede saber?
––Mi novela no tiene argumento, o mejor dicho, será el que vaya saliendo. El
argumento se hace él solo.
––¿Y cómo es eso?
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––Pues mira, un día de estos que no sabía bien qué hacer, pero sentía ansia de hacer
algo, una comezón muy íntima, un escarabajeo de la fantasía, me dije: voy a escribir
una novela, pero voy a escribirla como se vive, sin saber lo que vendrá. Me senté, cogí
unas cuartillas y empecé lo primero que se me ocurrió, sin saber lo que seguiría, sin
plan alguno. Mis personajes se irán haciendo según obren y hablen, sobre todo según
hablen; su carácter se irá formando poco a poco. Y a las veces su carácter será el de no
tenerlo.

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