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Diana Carolina Plazas Reina

Seminario: Cultura popular, música y conflictos armados


Reseña: Textos Wade (2000) y García (2019).

Peter Wade (2000) plantea en la introducción, apartes para entender la nacionalidad y diversidad cultural y
musical del caribe colombiano. Se apoya en la manera en que el concepto de nación - a lo largo de la historia-
ha buscado construir homogeneidad y revivir ciertos nacionalismos, en contraste, la música popular ha traído
consigo la representación de la diversidad y heterogeneidad; ¿es posible hablar del pueblo como un objeto
homogéneo? (pág. 9).

El reconocimiento de ciertos ritmos populares y su paso por procesos de sofisticación permitieron que algunos
de esos ritmos constituyeran nación y trataran de captar ideales de mestizaje, refinamiento y blanquitud. El
análisis que propone Wade da cuenta de la complejidad en significación, multiplicidad, luchas en procesos de
apropiación cultural que son dinámicos y pasan por la resonancia con múltiples grupos sociales en distintas
épocas. No es posible fijar un solo lente para analizar la música en distintas regiones.

La frase del autor: la nación, síntoma de una etnografía de lo contemporáneo en la cultura moderna, se
encuentra radicalmente fragmentada en tanto coyuntura inestable de partes de diásporas transnacionales
interdependientes (pág. 17), indica que la música es una manera de reconocer el entramado cultural, la
comunicación con otras naciones, la asimilación de esos sonidos y darles sentido de totalidad en un proceso de
apropiación.

Esta hibridación entre la tradición y las formas de asimilar la modernidad conjuga complejos procesos de
reconciliación de posturas antitéticas como la opresión y el progreso en la colonización. Wade incluye la
categoría raza ya que en Colombia los procesos de diferenciación europea contemplaron la apariencia física. Al
final de la introducción, advertirá que la música es una parte constitutiva que permite encontrar las identidades
inimaginadas y atravesar fronteras con fluidez.

Este tema conecta con mis intereses investigativos al reconocer lo singular, captar lo dinámico y contextual en la
construcción de identidades. No obstante, la pregunta clave la plantea García en su artículo donde analiza la
NMC (Nueva música colombiana) y es ¿cuánta diversidad puede contener un Estado sin desbordarse y una
Nación sin desdibujarse? (2019, pág. 209). En ese análisis también deja pensar que algunas narrativas
emergentes en la música colombiana no se han desligado de relatos de nación que se han acentuado en periodos
presidenciales donde ha sido necesario reforzar el positivismo, patriotismo y la noción de seguridad.

Para cerrar quiero poner acá las preguntas de cierre del artículo de García: ¿qué nos une?, ¿cómo podemos vivir
juntos? Las preguntas siguen vigentes, pero las respuestas no pueden ser las mismas hoy que hace cien o
doscientos años. (pág. 227). Me quedo con las excepciones y la imperante necesidad de entender la
interdependencia y lo transnacional1 .

Referencias

García, D. (2019). "Nos une la región, la pinta, la raza y el don del sabor...": puestas en escena de la nueva
música colombiana (el caso de Chobquibtown). En H. Cepeda, & S. Vargas, Recorridos de la historia cultural
en Colombia (págs. 202-231). Bogotá: Universidad Javeriana, Universidad del Rosario, Universidad Nacional.

Wade, P. (2000). Música, raza y nación: Música tropical en Colombia. The University of Chicago Press.

1
Quiero citar el ejemplo de la cumbia que se hace en Monterrey, la inspiración colombiana, la mezcla con la música de Houston. Una reivindicación
regional, latina, corporizada en unos modos de bailar, de reafirmar una identidad latina en movimiento y fusión. Influencia de Celso Piña. Cumbia en
Monterrey: https://www.youtube.com/watch?v=b---4HlqEmg

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