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Por ello, con mucho orgullo y satisfacción presento este trabajo que responde a
la necesidad de estudio de la obra y vida de alguien que no sólo ha fungido
como cantante, sino también como autor, folklorista, difusor cultural y
embajador musical: Carlos Mejía Godoy, quien posee una amplia obra poco
estudiada.
La obra de Mejía Godoy canta la miseria cotidiana del pueblo, utiliza el lenguaje
de la guerrilla para cantarle a ésta, y su producción se fermenta con la sangre
de los héroes y mártires; siendo, además, popular, democrática y
antiimperialista como lo es también nuestra cultura.
Jorge Eduardo Arellano (1998) en un libro titulado Héroes sin fusil, tiene un
escrito valorativo llamado: “Carlos Mejía Godoy: Juglar de Nicaragua. Entre el
testimonio y el rescate”, en el que plantea que la obra de Carlos Mejía Godoy
ha oscilado entre el testimonio revolucionario que protagonizó en los años
previos a la caída de Somoza y el rescate interpretativo de numerosas piezas
folklóricas integrando la “Brigada de Salvación del Canto Nacional”.
Armando Zambrana (2002) en su obra “El ojo del mestizo o la herencia cultural”
realiza un recorrido por la música nicaragüense, desde la época precolombina
para aportar elementos que amplíen criterios para definir nuestras propias
manifestaciones culturales en el folklor, obra del mestizo que refleja la situación
adversa por su naturaleza racial, posición social, ética y económica.
También existe un estudio de Róger Matus Lazo (2009) cuyo título es: “El habla
nicaragüense en la creación musical de Carlos Mejía Godoy”. En este escrito
plantea que el tema del lenguaje del pueblo es recurrente en la producción de
este cantautor, porque está consciente de la importancia de su uso en la
evidencia de interioridades de una colectividad que afirma sus gustos y
preferencias mediante formas que se acomodan mejor a sus posibilidades
expresivas, lo cual merece todo respeto por ser expresión auténtica de una
cultura popular.
Argumenta que Mejía Godoy inserta en los versos de sus canciones: palabras,
modismos y refranes recogidos a lo largo de treinta y cinco años de juglería
popular en nuestro país a través de los siguientes mecanismos lingüísticos: uso
de arcaísmos (vide), americanismos (chúcaro), centroamericanismos (bolo),
nicaragüensismos (timbuco), onomatopeyas (rifi-rafa), disfemismos (ñajo),
voces poco empleadas (descoger), del malespín (pofi), hipocorísticos (Tula
Cuecho), préstamos maya (chele) (sic), ulwa (cavanga), del mangue (ñeque) y
términos de su principal fuente, el náhuatl, del que utiliza verbos (pepenar),
adjetivos (jayán) y sustantivos (cotonas), así como anglicismos (“haylaif”)
Matus Lazo también expresa que la vertiente artística de Carlos Mejía se funde
en un canto de la lengua popular que se ha aprendido de todos los caminos de
Nicaragua y es su habla auténtica y habitual, porque tiene un color local, siendo
más vivaz y espontánea, pero sobre todo viva y por eso afectiva, ligándose
íntimamente a nuestras emociones y voliciones, ansiedades y temores.
Por ello, es irónico saber que esta prolija e importante obra, tan escuchada en
Nicaragua, no ha sido investigada debidamente. Esa es una de las razones que
validan este trabajo, ya que será uno de los estudios pioneros en el tema sobre
la canción popular nicaragüense.
Ambos hermanos fueron influidos desde temprana edad por el canto patriótico,
la copla, los romances tradicionales, cuyos antecedentes inmediatos son
compositores como: Camilo Zapata, Erwin Krüger, Justo Santos, Víctor Manuel
Leiva, Jorge Isaac Carballo, entre otros. El contexto en el que nace Mejía
Godoy es el de un país dominado por una dictadura militar represiva, una
economía creciente y próspera respecto del resto de Centroamérica, pero
concentrada en la familia dominante y minúsculos sectores burgueses,
fraudulentas elecciones periódicas y explotación obrera. Debido al dominio
político, los hijos de Somoza tenían su continuidad garantizada, el aparato
estatal era fiel a Somoza, la oposición no ejercía su papel, el partido dominante
era dócil y tenía excelentes relaciones con el gobierno norteamericano.
2.1. Su infancia y juventud
En entrevista realizada a Carlos Mejía Godoy con fecha del tres de abril del año
2009, el autor expresa:
Es así como Carlos Mejía Godoy empieza a estudiar Derecho en León y luego
Periodismo en la ciudad de Managua. En sus primeros años universitarios fue
maestro de Iniciación Artística en colegios de secundaria. A los 22 años, en
1965, obtiene una beca para estudiar Radio y Televisión en Alemania,
experiencia que le permite ampliar sus horizontes cognitivos y continuar
escribiendo canciones. A su regreso se liga con la radiodifusión trabajando
como locutor, actor y libretista.
“Un día llega el hombre apresuradamente y me dice: `Carlos Mejía ¡Salvame, el chele
Ruiz la rompió!`. Nada de la rompió, la rompía todos los días, pero ese día debe de
haber quedado colgado en un poste ahí en el camino (…) y llego todo tembloroso, y
bueno. `Buenas tardes, en vista de que el maestro don Alfonso Ruiz no ha podido venir
por razones de salud, les da las buenas tardes este joven recitador aficionado` y en fin,
para no hacerte largo el cuento, me quedé con el programa, pero yo, tratando de
mantener la amistad con el hombre éste, le daba la mitad de lo que ganaba” (Véase
Entrevista).
Esta experiencia hizo que Carlos comenzara a proyectarse por medio de la
Radio, medio que le brindó oportunidades laborales a través de Radio Atenas,
Radio Phillips y Radio Darío en la ciudad de León y Radio Mil, Radio Reforma,
Radio Mundial, Radio Continental y Radio Corporación en Managua, siendo
esta última la que representaba un ambiente lleno de nicaraguanidad, cuyo
enfoque tenía que ver con la identidad nacional. Esta oportunidad permite la
creación de Corporito, un programa de intencionalidad crítica y social acerca de
sucesos, sociedad, problemáticas, contra la represión y la tortura a través de
parodias musicales que le valieron al autor multas, amenazas de cárcel y de
destierro, cuya consecuencia fue el cierre del programa.
Es en ese entonces, los años 70, cuando surgen sus primeras obras musicales,
que son interpretadas por conjuntos y solistas nicaragüenses. Por el cierre de
Corporito, se ve obligado a presentarse en las calles con su acordeón,
cantando letras que simpatizaban con la guerrilla sandinista y llamaban a la
desobediencia civil a universitarios, pobladores de barrios, movilizados; nunca
dentro de una estructura partidaria, poseyendo la libertad creativa plena.
En 1993, funda con su hermano Luis Enrique y Chico y otros amigos, el primer
Café Concierto de Nicaragua, La Buena Nota, el cual funciona como centro de
música nicaragüense hasta 1998. En 1996, con el programa televisivo El Clan
de la Picardía que emite Canal 2 y tiene difusión satelital a Estados Unidos,
Canadá y Puerto Rico, recibe el premio La Ceiba de Oro. En 1997, los
hermanos Mejía Godoy crean la Fundación Mejía Godoy, sin ánimos de lucro
para el desarrollo cultural con acciones de todo tipo: conciertos, grabaciones,
programas de salud y antidroga, lucha contra el SIDA. De la fundación surge un
nuevo centro de arte y cultura nicaragüense: La Casa de los Mejía Godoy,
lugar de interés turístico y un proyecto muy apreciado por la familia.
Otro elemento contextual que influyó en la producción de este autor popular fue
la lucha de la guerrilla sandinista, labor que Carlos Mejía justifica a través de
sus canciones, como por ejemplo: Muchacha del FSLN, La Tumba del
guerrillero, Canto épico al FSLN, Vivirás Monimbó y la obra que es
considerada por muchos la principal de este cantautor: La misa campesina
nicaragüense. De hecho es parte de esta lucha, no de manera orgánica, sino
por medio del canto en el que da testimonio de las circunstancias de aquel
entonces.
“Te las pongo aquí para que veas el amplio espectro: vals
peruano, cueca de Chile, jaropo venezolano, tamborito
panameño, cumbia colombiana, tango argentino, chamamé
también es argentino, bambuco, pasillo colombiano o
vallenato, todo es colombiano y el huapango mexicano”
(Véase Entrevista).
La mencionada es la lista de todos los ritmos latinoamericanos que influyeron
en algunas producciones de Carlos Mejía. En el caso de influencia de ritmos
norteamericanos dice:
“…sobre todo el fox. Fox y fox-trot, porque como vinieron tropas de aquellos lados
(…) Los Perjúmenes mujer son un fox-trot (…) un folklore inspirado en la música
norteamericana” (Véase Entrevista)
Carlos Mejía aclara que aunque no existan esos ritmos en sus canciones, tiene
influencias de todos, incluyendo los universales de los que dice:
Se espera que lo expuesto en este acápite sirva para dar una idea de la
inmensidad de la obra de Carlos Mejía Godoy, síntesis de influencias y muestra
fidedigna de lo popular e identitario nicaragüense.
Son características esenciales del Nuevo Canto: la rebeldía ante los sistemas
que no son verdaderamente populares y todas sus consecuencias en la lucha
de clases; la búsqueda de un nivel más alto en la letra de las canciones
enriqueciéndolas con imágenes y la polisemia característica de la poesía; sus
composiciones a veces son poemas musicalizados; también, la búsqueda
artística en aspectos ideológicos y contextuales; la recuperación y
reivindicación de valores regionales y difundir una ideología que intenta
desplazar a otra.
En Nicaragua han existido las tonadillas de origen español desde el siglo XIX
con temáticas vinculadas a la guerra, las que eran cantadas en los tiempos
revolucionarios del General Augusto César Sandino, y luego en tiempos del
General Benjamín Zeledón contra la intervención yanqui. Sin embargo, los
primeros en interpretar canciones de lucha y esperanza, de género épico,
fueron los trovadores Pedro Cabrera (Cabrerita) y Tranquilino Jarquín, ambos
soldados y guitarristas de las filas del Ejército Defensor de la Soberanía
Nacional del General de Hombres Libres.
Si por otra parte se considera que en esta música se transfiguran las regiones y
se subvierten sus contornos humanos, llevando a los rasgos, antes
pintorescos, a descarnarse y adquirir universalidad, y que la inspiración central
depende mucho más del paisaje y su alma que de los episodios, se advierte
una aparente contradicción. La música nicaragüense es el producto de un
sincretismo cultural, mestiza como lo es su raza, producto de la influencia:
indígena (en su amor y respeto a la naturaleza), europea (en su humanismo y
religiosidad) y africana (en su ritmo e instrumentos como la marimba, originaria
de este continente).