Está en la página 1de 6

¿Qué es el autoconcepto y autoestima?

Desarrollo e influencias.

La autoestima y el autoconcepto son términos amplios y fundamentales en la


psicología, cuyo interés se refleja en las diversas contribuciones de autores destacados.
Estos conceptos se pueden introducir a través de citas que enriquecen la discusión:

"Una representación interna y cognitiva que el sujeto tiene en una serie de dimensiones"
(Broc, 2000, p. 124).

“Se define como la valoración global que incorpora todas las formas de autoconocimiento y
de sentimientos de evaluación de sí mismo, y que supone la elección de un determinado
modo de comportamiento ante unas circunstancias específicas” (Santana, Feliciano &
Jiménez, 2009)

"la estructuración de esquemas mentales, que le permite a los sujetos tener un


conocimiento muy articulado de sí mismos, de sus destrezas y debilidades, sus logros y
fracasos, sus preferencias, sus formas de actuar, y, por tanto, como una forma muy
particular de representar su realidad en interacción con otras verdades ya legitimadas"
(Amar, 1998).

Celada Cajal examina el autoconcepto como el conjunto de creencias que un


individuo tiene sobre sí mismo y sobre lo que cree que sabe. Es decir, la persona busca
comprender e interpretar su propia conducta y emociones, concluyendo ciertos resultados
que eventualmente empezará a comparar con otros. Para Celada, en esta comparación yace
la base de la autoestima. Desde otra perspectiva, Natalie Hill sostiene que el autoconcepto
se refiere a la concepción que se tiene del Yo, el cual se encuentra dividido en dos partes
que serán desarrolladas y descubiertas en la etapa de la niñez: el yo Existencial y el yo
Categórico. El primero hace referencia a la percepción del ser individual; a través de la
experiencia del individuo con el mundo, comprende que existe una separación entre ellos,
que es diferente a los demás.

Por otro lado, el yo Categórico tendrá una perspectiva mucho más social. El niño
entenderá que su yo también es un objeto del mundo, así como los demás individuos
también lo son. Tanto él como el otro poseen propiedades categóricas y comprenderá que su
percepción de sí mismo se clasificará en ciertos subgrupos comunes como: edad, género,
raza, etc., claro está que estos grupos se complejizan junto con el avance del desarrollo del
individuo. Cuando en un principio se tratará de simples categorías perceptibles, con la
madurez la percepción de sí mismo incluirá también rasgos psicológicos internos.
Claro está que dentro de esta construcción no solo intervendrá el sujeto en cuestión
sino también su entorno. Machargo nos explica que el autoconcepto será interpelado por las
relaciones significativas de la persona a lo largo de su desarrollo en el ámbito familiar,
escolar y social, y por consiguiente las experiencias vividas que la persona clasificará en
éxitos o fracasos.

Ahora, ¿qué papel juega la autoestima en este proceso? Hill nos explica que la
noción propia abarcará tres aspectos importantes: 1. La visión propia, es decir, la imagen
que producimos acerca de nosotros mismos; 2. El yo ideal, es decir, lo que uno desea ser; y
3. El valor que el individuo le otorga a esa imagen producida de sí mismo, la autoestima.

Dentro de la esfera de la autoestima se encuentran varios factores, tales como los


mensajes que recibimos de nuestro entorno cercano. Estos mensajes pueden ser de
aprobación o de rechazo. En este mismo sentido, los mensajes recibidos, especialmente de
los padres en las primeras etapas del desarrollo, tendrán una importancia significativa en la
autoestima de los hijos. La comparación también tendrá un lugar en la construcción de la
autoestima. En el momento en que ponemos en contraste el exterior y lo que concebimos de
nosotros mismos, y los resultados en un plano inferior se desarrollará una autoestima
negativa. Mientras que en el caso contrario, donde ciertos factores tales como el éxito, los
estudios, la profesión o el estilo de vida en general coincidan con lo que, socialmente,
construimos como positivo, nos posicionaremos en un lugar "superior" donde nuestra
autoestima se verá beneficiada.

La revisión de estos conceptos destaca la complejidad y la profundidad del


autoconcepto y la autoestima, subrayando cómo se construyen a través de la interacción
entre el individuo y su entorno. Estos constructos no solo son fundamentales para la
comprensión de sí mismo y la navegación por el mundo social, sino que también son
esenciales para el bienestar psicológico. La influencia del entorno, especialmente durante
las etapas de desarrollo temprano, es crucial en la formación de estos aspectos de la psique.
Así, el papel de la familia, los pares y la sociedad en general no puede subestimarse, ya que
proporcionan el contexto en el que se forman y refinan el autoconcepto y la autoestima.
Este análisis resalta la importancia de un entorno de apoyo y positivo para el desarrollo
saludable de la autoestima y el autoconcepto, reconociendo la interdependencia entre el
individuo y su contexto social y emocional.

La importancia del autoconcepto y la autoestima en el desarrollo personal y


psicológico ha sido ampliamente discutida y validada en la literatura científica,
destacándose como fundamentales para el bienestar emocional y el funcionamiento
psicosocial de los individuos. El autoconcepto se refiere a la percepción que una persona
tiene de sí misma, incluyendo creencias, emociones y pensamientos sobre sus habilidades,
su apariencia y su valor como persona (Bracken, 1992). La autoestima, por otro lado, se
define como la valoración que uno hace de sí mismo, siendo un componente afectivo del
autoconcepto y esencial para la salud mental (Rosenberg, 1965).

La investigación ha demostrado que un autoconcepto y una autoestima positivos


están asociados con numerosos beneficios psicológicos y sociales, incluyendo mayor
felicidad, éxito en relaciones interpersonales y rendimiento académico, así como menor
susceptibilidad a trastornos mentales como la depresión y la ansiedad (Harter, 1999;
Baumeister, Campbell, Krueger, & Vohs, 2003). Estos constructos actúan como una base
sobre la cual se construye la resiliencia y se navegan los desafíos de la vida, influyendo en
cómo las personas interpretan sus experiencias y enfrentan las adversidades (Bandura,
1977; Coopersmith, 1967).

Para fortalecer el autoconcepto y la autoestima, la literatura sugiere varias


estrategias fundamentadas en evidencia. Una de ellas es la práctica de la autoaceptación,
que implica reconocer y valorar las propias fortalezas y debilidades sin juicio crítico
excesivo (Neff, 2003). La terapia cognitivo-conductual (TCC) también ha demostrado ser
efectiva en mejorar la autoestima al ayudar a las personas a identificar y desafiar los
patrones de pensamiento negativos sobre sí mismos (Beck, 1967).

Otra estrategia importante es la participación en actividades que promuevan la


competencia y la autonomía, lo que puede reforzar la percepción de eficacia personal y
contribuir a un autoconcepto más positivo (Deci & Ryan, 1985). El establecimiento de
relaciones interpersonales saludables, donde prevalezca el apoyo y la validación, también
juega un rol crucial en el fortalecimiento de la autoestima (Baumeister & Leary, 1995).

La implementación de programas de intervención en escuelas que fomenten


habilidades socioemocionales, como la resolución de conflictos, la empatía y el manejo del
estrés, puede tener un impacto positivo en el desarrollo del autoconcepto y la autoestima en
niños y adolescentes (Greenberg et al., 2003). Además, la promoción de la reflexión
personal y el autoconocimiento a través de actividades como la escritura reflexiva o el
diario puede facilitar una comprensión más profunda de uno mismo, contribuyendo a un
autoconcepto más integrado y a una autoestima más robusta (Pennebaker, 1997).
Conclusión
En resumen, el autoconcepto y la autoestima son piedras angulares del desarrollo
psicológico, influyendo en la salud mental, el bienestar emocional y la calidad de vida. Las
intervenciones dirigidas a fortalecer estos constructos deben ser multifacéticas,
considerando el contexto individual, social y cultural de cada persona. La promoción de
prácticas que fomenten la autoaceptación, la competencia, la autonomía y el apoyo
interpersonal puede ser especialmente beneficiosa para el desarrollo de un autoconcepto y
una autoestima saludables.

Actividad de fortalecimiento del Autoestima


Actividad: "El Árbol de Mis Fortalezas"
Objetivo: Fortalecer el autoconcepto y la autoestima en niños de 5 a 7 años.

1. Descripción de la Actividad:

Esta actividad se centra en crear un "Árbol de Mis Fortalezas" utilizando materiales


de arte. Cada niño recibirá una hoja grande de papel en la que dibujarán un árbol grande
con muchas ramas. En las raíces del árbol, escribirán o dibujarán sus valores fundamentales
(cosas que consideran importantes en su vida, como la familia y los amigos). En el tronco,
identificarán sus habilidades y destrezas (cosas en las que son buenos, como leer, dibujar,
correr, etc.). En las ramas, pegarán hojas de papel que representen sus logros y cosas de las
que se sienten orgullosos. Finalmente, en el follaje, pueden añadir sus sueños y
aspiraciones.

2. Materiales:

 Hojas grandes de papel o cartulina.


 Lápices de colores, marcadores y pinturas.
 Hojas de papel de colores para recortar.
 Pegamento o cinta adhesiva.

3. Desarrollo de la Actividad:

3.1 Introducción: Explique brevemente qué es el autoconcepto y la autoestima de


una manera adecuada a su edad, enfocándose en la importancia de conocerse a sí mismos,
valorar sus propias cualidades y sentirse orgullosos de quienes son.
3.2 Creación del Árbol: Guíe a los niños a través de los pasos para crear su "Árbol
de Mis Fortalezas", asegurándose de que entiendan cada parte del árbol y lo que representa.

3.4 Reflexión y Compartir: Una vez que todos hayan terminado, invite a los niños a
compartir su árbol con el grupo, explicando lo que dibujaron o escribieron en cada parte.
Esto debe hacerse en un ambiente de respeto y apreciación, fomentando comentarios
positivos entre los compañeros.

4. Razón de la actividad

La exploración del autoconcepto y la autoestima, especialmente en niños de 5 a 7


años, revela la profunda interconexión entre el conocimiento de uno mismo, el
reconocimiento de las propias capacidades y la percepción de valor personal. La actividad
"El Árbol de Mis Fortalezas" no solo ilustra una metodología creativa para fomentar la
autoexploración y el reconocimiento de fortalezas en niños, sino que también subraya la
importancia de un ambiente de apoyo que promueva el desarrollo positivo del autoconcepto
y la autoestima.

Este enfoque, centrado en la reflexión personal, la expresión creativa y la validación


social, proporciona una plataforma esencial para el desarrollo emocional y social saludable
de los niños. Al permitirles identificar y celebrar sus propias fortalezas, habilidades y
aspiraciones, se les equipa con una base sólida de confianza y resiliencia. Además, el
compartir estas percepciones en un entorno grupal fortalece las habilidades sociales y
fomenta un sentido de pertenencia y aceptación.

La conclusión de esta exploración es que actividades bien estructuradas y reflexivas


pueden tener un impacto significativo en el fortalecimiento del autoconcepto y la
autoestima en niños pequeños. Estos constructos son fundamentales para su bienestar
general, influenciando positivamente su rendimiento académico, relaciones interpersonales
y capacidad para enfrentar desafíos. Por lo tanto, es crucial integrar prácticas educativas y
de desarrollo que promuevan activamente la autoestima y el autoconcepto desde una edad
temprana, asegurando así el desarrollo pleno y saludable del individuo.
Referencias
Baumeister, R. F., Campbell, J. D., Krueger, J. I., & Vohs, K. D. (2003). Does high self-esteem
cause better performance, interpersonal success, happiness, or healthier lifestyles? Psychological
Science in the Public Interest, 4(1), 1-44.

Baumeister, R. F., & Leary, M. R. (1995). The need to belong: Desire for interpersonal
attachments as a fundamental human motivation. Psychological Bulletin, 117(3), 497-529.

Beck, A. T. (1967). Depression: Clinical, experimental, and theoretical aspects. Harper &
Row.

Bracken, B. A. (1992). Selfoncept Scale: A Handbook. Psychological Assessment Resources.

Bandura, A. (1977). Self-efficacy: Toward a unifying theory of behavioral change.


Psychological Review, 84(2), 191-215.

Coopersmith, S. (1967). The antecedents of self-esteem. Freeman.

Deci, E. L., & Ryan, R. M. (1985). Intrinsic motivation and self-determination in human
behavior. Plenum.

Greenberg, M. T., Weissberg, R. P., O'Brien, M. U., Zins, J. E., Fredericks, L., Resnik, H., &
Elias, M. J. (2003). Enhancing school-based prevention and youth development through
coordinated social, emotional, and academic learning. American Psychologist, 58(6-7), 466-474.

Harter, S. (1999). The construction of the self: A developmental perspective. Guilford Press.

Neff, K. D. (2003). Self-compassion: An alternative conceptualization of a healthy attitude


toward oneself. Self and Identity, 2(2), 85-101.

Pennebaker, J. W. (1997). Writing about emotional experiences as a therapeutic process.


Psychological Science, 8(3), 162-166.

Rosenberg, M. (1965). Society and the adolescent self-image. Princeton University Press.

También podría gustarte