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Se puede decir que las emociones son las que proporcionan el hecho diferencial de la
existencia humana. Asimismo, tienen una gran importancia por su influencia en los
procesos psicológicos, tales como la memoria o el pensamiento (Casacuberta, 2003).
Gardner (2002) considera que la falta de consideración hacia los componentes afectivos y
emocionales es una característica propia de la perspectiva teórica cognitiva. En esta misma
línea, se puede observar lo que manifiesta LeDoux (1999) cuando escribe: “El cognitivismo
surgió en la mitad del siglo XX y a menudo se lo describe como. Sin embargo, el
cognitivismo es en realidad una doctrina que estudia únicamente un aspecto de la mente,
el relacionado con el pensar, el razonar y el intelecto, y deja a un lado las emociones. Y en
realidad no puede haber mente sin emociones. Serían almas gélidas, criaturas frías e
inertes desprovistas de deseos, temores, penas o placeres” (LeDoux, 1999: 28)
Por otra parte, se ha de tener en cuenta que cada cultura construye no sólo sus propias
formas de expresar las emociones, sino también la experiencia emocional, creando las
condiciones de posibilidad para suscitarlas o inhibirlas.
• Se tiene una mayor conciencia de los estados afectivos que en edades anteriores y
hacen más referencia a estados mentales a la hora de explicar sus emociones.
• Se ha adquirido un mayor conocimiento acerca del efecto que tienen sus estados
afectivos –negativos y positivos-, en el modo de percibir a la gente y en la
realización de actividades y tareas.
• Existe la conciencia de que una persona puede motivar simultáneamente emociones
contrarias y esto no anula los sentimientos de afecto o cariño.
• Se ha desarrollado una mayor comprensión de las emociones de los demás, siendo
el adolescente mucho más sensible a qué características personales de los otros
pueden influir en la modulación de su respuesta emocional.
• El mayor avance de su pensamiento hipotético permite al adolescente considerar la
influencia de múltiples factores personales en las reacciones de los demás. A su vez,
posee más capacidad para indagar y recabar información sobre las personas a la
hora de inferir y explicar emociones complejas.
• La autorreflexión y las competencias cognitivas de los adolescentes se asocian con
una mayor referencia a estrategias cognitivas en la modulación de los estados
emocionales y una mayor confianza en la regulación de sus estados afectivos.
Como etapa del desarrollo humano la adolescencia plantea cada vez más retos, puesto
que el crecimiento físico que se presenta está acompañado de un desarrollo emocional e
intelectual más rápido. La capacidad de los adolescentes para el pensamiento abstracto,
por contraposición a los patrones de pensamiento concreto de la infancia, les permite
realizar tareas propias de este periodo, como es el establecimiento de su imagen corporal
(Mahan y Escott-Stump, 2000 citado en Ortega 2010).
La aceptación del grupo de pares, al igual que el aspecto físico, son dos elementos
especialmente importantes en la adolescencia que correlacionan con la autoestima (Harte,
1989, citado en Salazar, 2008).
La autoestima es un factor crítico que afecta al ajuste psicológico y social. Así, niveles bajos
en la autoestima o autoconcepto de los jóvenes se han asociado con una serie de síntomas
psicopatológicos (para una revisión, ver Garaigordobil et al., 2008); entre otros, con
reacciones de ansiedad (Fickova, 1999; Garaigordobil, Cruz y Pérez, 2003; Newbegin y
Owens, 1996), síntomas depresivos, desesperanza y tendencias suicidas (Overholser,
Adams, Lehnert y Brinkman, 1995; Robins, Donnellan, Widaman y Conger, 2010; Rodríguez
Naranjo y Caño, 2010; Whisman y Kwon, 1993). Una autoestima o autoconcepto bajos
también son frecuentes en los jóvenes que tienden a la procrastinación o demora
innecesaria en la realización de tareas (Ferrari y Díaz Morales, 2007) y en aquellos que
manifiestan conductas agresivas (Garaigordobil y Durá, 2006; Robins et al., 2010),
conductas antisociales (Calvo, González y Martorell, 2001; Donnellan, Trzesniewski, Robins,
Moffitt y Caspi, 2005; Owens, 1994), violencia escolar (Cava, Musitu y Murgui, 2006; Musitu,
López y Emler, 2007; Martínez, Murgui, Musitu y Monreal, 2008) y violencia relacional
(Moreno, Estévez, Murgui y Musitu, 2009).
Los hallazgos en torno a la relación entre autoestima y consumo son más consistentes
cuando se analiza la autoestima desde un enfoque multidimensional. En concreto, la
investigación muestra que una autoestima baja en los contextos familiar y escolar, y una
autoestima alta en el contexto de relación con iguales, se asocian con un mayor consumo
en adolescentes (Romero, Luengo y Otero López, 1995) y actúan como variables
mediadoras de la influencia del funcionamiento familiar sobre el consumo (Jiménez, Musitu
y Murgui, 2008). Karatzias, Power y Swanson (2001) encuentran que una baja autoestima
en el contexto familiar predice conductas de experimentación con alcohol y drogas, y una
alta autoestima en el contexto de relación con iguales predice la experimentación con
drogas y un abuso continuado del alcohol.
• Este pensamiento le permite cuestionar sus propias creencias y actitudes, así como
también lo lleva a cambiar su forma de percibir el mundo.
Por eso se dan los cuestionamientos que antes explicábamos. Es imposible que una de las
ideas que conozca saliendo del nicho familiar no contraste con lo que él pensaba. Entonces,
empezará a darse cuenta que el mundo es muy grande y las formas de verlo son
muchísimas.
Berger, K. S. (2007). Psicología del desarrollo: infancia y adolescencia. Ed. Médica Panamericana.
Gaete, Verónica. (2015). Desarrollo psicosocial del adolescente. Revista chilena de pediatría,
86(6), 436-443. https://dx.doi.org/10.1016/j.rchipe.2015.07.005
Desarrollo de la Moral
El desarrollo moral, en esta etapa se avanza desde el nivel preconvencional al convencional
(Kohlberg). En el primero, que es propio de la infancia, existe preocupación por las
consecuencias externas, concretas para la persona. Las decisiones morales son
principalmente egocéntricas, hedonistas, basadas en el interés propio, en el temor al
castigo, en la anticipación de recompensas o en consideraciones materiales («Si me pillan
fumando me van a matar» o «Mi mamá me dijo que me llevaría de compras si no tengo
anotaciones negativas este mes»). En el segundo nivel existe preocupación por satisfacer
las expectativas sociales. El adolescente se ajusta a las convenciones sociales y desea
fuertemente mantener, apoyar y justificar el orden social existente («He decidido no tener
relaciones sexuales hasta que me case, porque ello iría contra los valores de mi familia y
de la Iglesia»).
La adolescencia es un período de la vida en el que el individuo participa en distintos
“mundos sociales”, formados por distintos grupos, algunos de los cuales pueden ser
relativamente independientes entre sí. En efecto, el adolescente debe mantener al mismo
tiempo relaciones con sus padres, sus compañeros de edad, sus amigos íntimos, las
instituciones, consigo mismo y con la sociedad en un sentido amplio. En ese sentido, las
distintas formas de relación que mantiene ejercen una presión constate sobre el
adolescente y le exigen nuevos reajustes y adaptaciones. Por ello se considera a la
adolescencia como una etapa indispensable para la elaboración de nuevas relaciones del
individuo con los otros.
Las relaciones de los adolescentes con sus compañeros de edad y con los padres, de los
cambios y transformaciones durante la adolescencia; del desarrollo moral, de los
parámetros que utilizan los adolescentes para juzgar la bondad de una acción o justificar
su rechazo; de los valores que defienden los adolescentes, o sea el conjunto de creencias
en que se basan para actuar.
La adolescencia es un período de la vida en el que el individuo participa en distintos
“mundos sociales”, formados por distintos grupos, algunos de los cuales pueden ser
relativamente independientes entre sí. En efecto, el adolescente debe mantener al mismo
tiempo relaciones con sus padres, sus compañeros de edad, sus amigos íntimos, las
instituciones, consigo mismo y con la sociedad en un sentido amplio. En ese sentido, las
distintas formas de relación que mantiene ejercen una presión constate sobre el
adolescente y le exigen nuevos reajustes y adaptaciones. Por ello se considera a la
adolescencia como una etapa indispensable para la elaboración de nuevas relaciones del
individuo con los otros. En este capítulo se hablará de las relaciones de los adolescentes
con sus compañeros de edad y con los padres, de los cambios y transformaciones durante
la adolescencia; del desarrollo moral, de los parámetros que utilizan los adolescentes para
juzgar la bondad de una acción o justificar su rechazo; de los valores que defienden los
adolescentes, o sea el conjunto de creencias en que se basan para actuar.