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Introducción:
El idiolecto de cada persona constituye su potencial comunicativo, el punto de partida desde el que
construye la participación en los intercambios. En cada intercambio, los hablantes tienen
intuiciones sobre lo apropiado y organizan su idiolecto en un repertorio de variedades según las
circunstancias (mayor o menor grado de formalidad, vocabulario especializado o no, estructuras
específicas, etc.).
Registro:
Toda comunicación está condicionada por distintas variables contextuales. En lingüística hay
modelos de análisis contextual que contienen hasta trece variables (emisor, destinatario, audiencia,
tema, localización espaciotemporal, código, etc.). Pero el modelo Halliday, el más popular y
simplificado, distingue entre:
- Campo: incluye el propósito del intercambio y el tema que se trata.
- Modo: medio del intercambio.
- Tenor: depende de las relaciones, sobre todo de poder, entre los participantes.
Estos parámetros permiten analizar el contexto que determina la selección de unas variables de uso
más o menos estables, los registros. Un registro no se refiere únicamente a un determinado nivel de
formalidad. Los textos y discursos pueden incluir más de un registro, sobre todo cuando integran
más de un tipo de intercambio comunicativo.
Campo:
Los hablantes tendemos a discriminar los temas posibles según los parámetros del contexto.
Además, muchos temas conllevan unos conocimientos especializados que se expresan mediante un
lenguaje específico. Los conocimientos de una rama del saber solo son accesibles cuando queda de
ellos constancia escrita, de manera precisa e inequívoca. Estos conocimientos se suelen expresar en
variedades de la lengua organizadas para mejorar la comunicación según la esfera concreta de la
experiencia humana: los lenguajes de especialidad (LE).
Los usuarios de una variedad concreta reciben un entrenamiento específico (aunque inconsciente)
en sus estudios. Por ejemplo, los médicos aprenden nomenclatura latina y los abogados aprenden
giros anticuados.
Los LE suelen consistir en una lista más o menos extensa de términos y una serie de locuciones,
estructuras sintácticas y tipos textuales y discursivos preferentes. Intentan siempre evitar la
ambigüedad y suelen necesitar muchos vocablos nuevos, por lo que cuentan con diccionarios
especializados. Cabe decir que no son exclusivos de la ciencia y que están condicionados por la
lengua a la que pertenecen.
Estos lenguajes no existen solos sin el apoyo del lenguaje común. Además, muchos términos
originarios de un LE pasan con el tiempo a ser de dominio común gracias a la divulgación o los
medios audiovisuales. En definitiva, un LE es una serie de variedades organizadas respecto a una
escala cuyos extremos son la especialización máxima y el lenguaje general. Muchos hablantes
incluso disponen de vocabulario específico de un LE sin ser especialistas. Los mediadores
(traductores e intérpretes) suelen adaptar el estilo retórico al de la comunidad receptora.
El léxico empleado puede también variar según el género. Se pueden apreciar tendencias a un mejor
dominio de algunos sectores del léxico según el sexo, como el vocabulario para colores,
normalmente más abundante en las mujeres. Además, los estilos conversacionales suelen ser
distintos: las mujeres tienden a aceptar más los temas propuestos por quien habla y a mostrarle más
apoyo en el desarrollo del tema que los hombres. Los hombres producen más superposiciones con
sus interlocutores y tienden a emplear más expletivos que las mujeres. En general, las mujeres
parecen usar variedades más conservadoras o correctas en la gramática, el léxico y la pronunciación.
Esto se debe, entre otras cosas, a la presión social que suelen sufrir para conseguir respeto y prestigio
Modo:
En general, en los textos el léxico es más variado, la organización es más compleja y evidente, no
tienen límites temporales y son el resultado de un proceso deliberado que incluye revisión. Por otro
lado, en los discursos hay más errores, vacilaciones, reformulaciones, imprecisiones, ambigüedades,
oraciones incompletas y se construyen espontáneamente. El estilo de los textos escritos tiende a ser
más formal que el de los discursos. Sin embargo, la lengua hablada muestra grados de formalidad
que se reflejan en diferencias de pronunciación, vocabulario, sintaxis y estrategias comunicativas.
Tenor:
A la hora de comunicarnos, elegir uno u otro enunciado depende de diferencias sociales, que se
pueden analizar en términos de poder. Utilizar “usted” suele implicar una mayor distancia ante
desconocidos, mayores y quienes tienen más poder que nosotros. Utilizar “tú” indica un mayor
grado de intimidad y confianza, un nivel de poder equilibrado o un mayor poder de quien habla.
Como excepción cabe destacar el uso de “usted” pero para marcar distancia y no permitir que la
persona con menos poder se tome confianzas.
Los miembros de una comunidad lingüística muchas veces juzgamos a los hablantes según su
forma de hablar o de escribir. La estratificación social en clases y grupos que realiza cada persona se
basa en parte en las diferencias lingüísticas entre hablantes. Por ejemplo, si alguien dice “vi a i a
trabahá manque no he comío” en lugar de “aunque no he comido todavía, me voy a ir a trabajar” es
probable que sea juzgado como una persona menos culta o con menos educación.
Los mediadores no son nunca los destinatarios de los textos o discursos originales y se constituyen
en audiencia de los mismos (son receptores fortuitos). Quien emite el texto o discurso original se
plantea las relaciones de poder respecto a los destinatarios elegidos, no suele tener en cuenta a los
mediadores. En traducción, los mediadores a veces adaptan las relaciones a los nuevos destinatarios.
En interpretación, los mediadores adoptan la perspectiva de los emisores originales y hacen uso de
la primera persona, sobre todo en interpretación simultánea y consecutiva.
Cada acto de mediación consiste en dos actos comunicativos. Por una parte, desde el emisor del
texto o discurso original a los destinatarios originales. Por otra, desde el mediador a los destinatarios
de la traducción o interpretación.
En la interpretación simultánea se puede pensar que en principio varían campo, modo y tenor
(grado cero de divergencia) porque el discurso interpretado llega a los destinatarios de habla
extranjera al mismo tiempo que a los de la lengua de origen y el resto de variables no cambian. Pero
hay cierto grado de ficción en la identidad contextual (el grado cero es una convención
profesional). En la interpretación consecutiva y de enlace, los grados de divergencia son
sucesivamente mayores en cuanto al tenor.
Las traducciones también pueden dividirse en dos grandes categorías, con diferencias en lo que
respecta al tenor:
- Las destinadas a publicación: se da la ficción de grado cero de divergencia (los
mediadores desaparecen y la comunicación se da supuestamente entre autores de textos de
origen y destinatarios de las traducciones).
- Las que tienen fines informativos: los destinatarios suelen ser los mismos que solicitan la
traducción, por lo que los mediadores se ajustan a sus características.