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El cuarto de atrás es una obra literaria considerada un relato autobiográfico que combina

elementos de la narrativa, la memoria y la reflexión sobre la historia de España. Cuenta


la historia de una escritora, reflejo de Carmen Martín Gaite, es decir, la propia autora, que
recibe la visita nocturna de un desconocido. Con él, recuerda su infancia y juventud. Del
mismo modo, la Guerra Civil y la posguerra.

La metáfora del "cuarto de atrás" como un espacio físico que evoluciona a lo largo de la
vida de la autora es un elemento central en la novela. Inicialmente es un lugar de juego
en la infancia, donde no había más reglas que las marcadas por la libertad, la fantasía, el
caos, y la diversión, porque nada estaba prohibido. Sin embargo, durante la guerra civil,
la necesidad de almacenar alimentos transforma ese espacio lúdico en algo más utilitario,
simbolizando así la pérdida de la inocencia y el paso a la madurez en un contexto de
conflicto y cambio.
La novela explora la complejidad de este espacio a lo largo del tiempo y cómo se convierte
en un símbolo de diferentes aspectos de la vida de la autora. El cuarto de atrás también
funciona como un refugio frente a las dificultades de la realidad. A través de diferentes
momentos y lugares asociados con el cuarto.

Los cuatro significados diferentes que se le atribuyen al título de la historia durante la


obra son los siguientes:
El dormitorio, en cuya cama intenta conciliar el sueño al comienzo de la novela. Pertenece
al apartamento madrileño. Es el espacio privado al que no podrá acceder el visitante
vestido de negro. Funciona como antesala de los sueños, de ahí el desorden de la
habitación.
El cuarto de la casa de Cáceres en la que vivieron sus padres. La habitación simboliza el
legado transmitido por su madre. La autora nunca entró en él. Comparte con su cuarto de
juegos un mismo mueble: un viejo aparador que representa la permanencia a través del
paso del tiempo, que une la vida de aquellas dos mujeres y pone en común sus propios
espacios reservados.
El espacio interior que ocupa el mundo evocado de su infancia y juventud, y en general,
el refugio en el que busca protección ante la vida. Es, en palabras de la autora, el "desván
del cerebro".
Y, finalmente, el cuarto de juegos representado con la libertad y la imaginación.

Es interesante cómo el cuarto de atrás se convierte en un símbolo polifacético,


representando no solo la pérdida de la infancia, sino también el legado materno, el refugio
ante la vida y un espacio evocador que conecta con la memoria de la autora.

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