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EL CUARTO DE ATRÁS

Nos encontramos ante una de las novelistas más relevantes de la llamada “Generación
del 50”. Carmen Martín Gaite nació en 1925, durante la Dictadura de Primo de Rivera,
en el seno de una familia salmantina culta y liberal. Este hogar, junto a la vivienda
veraniega de la rama materna en Galicia, constituye un espacio mítico en su narrativa.
En 1936 se matriculó en el Instituto Femenino de Enseñanza Media de Salamanca y en
1943 en la Facultad de Filosofía y Letras de esta misma ciudad, en donde entró en
contacto con autores como Agustín García Calvo e Ignacio Aldecoa, quien fue
fundamental en su formación literaria.

En 1948 se trasladó a Madrid para realizar su doctorado. Alí conoció a jóvenes


escritores agrupados alrededor de Revista Española (1953-54), en la que Martín Gaite
publicó sus primeros cuentos. En 1953 se casó con el también escritor Rafael Sánchez
Ferlosio. La década de los cincuenta fue intensa para la joven Carmen: se produjeron la
temprana muerte de su hijo, el nacimiento de su hija y la concesión del Premio Nadal en
1957 por su novela Entre visillos, obra que la consagró.

En el año 1978 obtuvo importantes reconocimientos a su labor, como el premio


Nacional de Literatura en 1978 (primera mujer que lo obtuvo), precisamente con esta
obra “El cuarto de atrás”, el Premio Príncipe de Asturias de las letras en 1988 y de
nuevo el Premio Nacional de La Literatura en 1994 por el conjunto de su obra.

La narrativa de Martin Gaite es una mirada a su tiempo y a su interior, la escritura para


ella era una vocación, no un ocio. El resultado es una obra que transcribe observaciones
de paisajes interiores y que busca un “interlocutor” con quien compartir coloquialmente
su experiencia en el mundo. Es este carácter conversacional y reflexivo el que le da
sentido a la obra que vamos a analizar.

El cuarto de atrás es, en su origen, un espacio físico. Se trata de la habitación de juegos


de la niñez, donde no había más reglas que las marcadas por la libertad, el caos, la
fantasía y la diversión, porque nada estaba prohibido. Sin embargo, ese espacio lúdico
desaparece durante la guerra (hay que "amortizar" la habitación), cuando la necesidad
hace que la sala se convierta en despensa: entonces se usa como alacena donde se
guardan los alimento. Este paso de lo lúdico a lo útil, de lo ideal a lo real, representa el
paso sin transición de la infancia a la madurez. El cuarto de atrás es, desde ese
momento, el paraíso perdido de la autora. Con el tiempo, este espacio se vuelve
simbólico, y representa, además de la pérdida de la infancia, el refugio en el que la
autora se aísla de la realidad cuando las circunstancias la sobrepasan.

El cuarto de atrás es una especie de libro de memorias y una novela fantástica a la vez,
pero por encima de todo se basa en una larga conversación.

El argumento de la novela puede resumirse en unas pocas líneas: la narradora-


protagonista, en una noche de tormentas, aturdida por el insomnio y la falta de
inspiración para escribir, recibe la inesperada visita de un desconocido, que, con el
pretexto de realizarle una entrevista supuestamente concertada, entabla conversación
con ella y se convierte en el puente por el que transitan los recuerdos de su vida. El
diálogo acoge también numerosas reflexiones. Agotada por este ejercicio mental, la
protagonista es vencida por el sueño. La llegada de su hija la despierta y comprueba que
tiene terminada la obra (cuya construcción ha sido presenciada por el lector durante la
lectura). La acción, como se ve, es mínima. Su papel es servir de marco al ejercicio de
introspección que lleva a cabo la narradora cuando decide emprender la búsqueda de su
pasado para intentar comprenderse mejor, para entender el origen de su soledad, para
encontrar, en definitiva, la razón de ser de su escritura.

AHORA UBICAMOS LA OBRA EN CAPÍTULOS Y EXPLICAMOS DE LO QUE


TRATA EN ESE CAPÍTULO, LAS OPCIONES SON LAS SIGUIENTES;

1. El hombre descalzo

La protagonista no puede dormir y se levanta en la oscuridad en una habitación que es


un caos. Tropieza y tira unos libros, uno de ellos sobre literatura fantástica de Todorov.
Encuentra una carta de amor, que imagina que es de un hombre desconocido. Cae
dormida sobre la carta. En el comienzo se nota ya la característica narración en primera
persona muy descriptiva, lenta, con metáforas y en presente.

2. El sombrero negro

En la noche de lluvia torrencial, un hombre llama para recordarle que tienen una
entrevista. Baja a abrirle y entra en casa. Hablan de distintas cuestiones sin sentido. Ella
es escritora, está algo sorda y no recuerda los folios que hay en la máquina de escribir.
Siente como si en la habitación, de repente, se hubieran producido cambios.
Ella le habla de sus viajes (Coimbra o el balneario de Cabreiroá); recuerda los
bombardeos de la Guerra Civil en Salamanca y cómo se escondía en los refugios.
También menciona el día en el que vio a Franco: "Influida por la lectura de las novelas
rosa, que solían poner un énfasis lacrimoso en las insatisfacciones de las ricas herederas,
pensaba en la niña de Franco como un ser prisionero y sujeto a maleficio" (58).
Martín Gaite ganó el Premio Nadal, pero no fue la primera mujer. "Recuerdo que
cuando le dieron el primer premio Nadal a una mujer, lo que más revolucionario me
pareció, a parte del tono desesperanzado y nihilista que inauguraba con su novela, fue
verla retratada a ella en la portada del libro, con aquellas greñas cortas y lisas" (60).
Hace algunas reflexiones sobre lo que supuso la regla para las familias de su entorno:
"Podría decirle que la felicidad en los años de guerra y posguerra era inconcebible, que
vivíamos rodeados de ignorancia y represión, hablarle de aquellos deficientes libros de
texto que bloquearon nuestra enseñanza, de los amigos de mis padres que morían
fusilados o se exiliaban, de Unamuno, de la censura militar, superponer la amargura de
mis opiniones actuales a las otras sensaciones que esta noche estoy recuperando, como
un colo inesperado que irrumpiera en oleadas" (63).
Hablan también de literatura, en concreto, de novela de misterio. Al final del capítulo, él
la invita a entender la literatura como un laberinto en el que perderse.

3. Ven pronto a Cúnigan


Se levanta para preparar té y en la cocina recuerda su niñez y la canción Ven pronto a
Cúnigan. En esta etapa del libro hace un retrato de la sociedad de posguerra con sus
modistas y costureras. Compara Madrid y Salamanca en torno al cine y el teatro y se
refleja el espíritu de la niña de provincia que admira cada detalle de la capital. También
recuerda a su madre: "Le encantaba, desde pequeña, leer y jugar a juegos de chicos, y
hubiera querido estudiar una carrera, como sus dos hermanos varones, pero entonces no
era costumbre, ni siquiera se le pasó por la cabeza pedirlo" (81). Lo va recordando todo
mientras está en la cocina.

4. El escondite inglés

Cuando empieza a servir el té, advierte que hay 79 páginas bajo el sombrero negro que
no recordaba. Habla del paso del tiempo y la memoria:
"-Porque es un poco así, el tiempo transcurre a hurtadillas, disimulando no le vemos
andar. Pero de pronto volvemos la cabeza y encontramos imágenes que se han
desplazado a nuestras espaldas, fotos fijas, sin referencia de fecha, como las figuras de
los niños del escondite inglés, a los que nunca se pillaba en movimiento" (101-102).
En este capítulo, el hombre saca una cajita dorada y le ofrece a Carmen unas pastillas
para la memoria.
Se da cuenta de que cosas que pensaba que le había contado al hombre, solo las había
pensado. Hace algunas reflexiones sobre Franco: "Y fueron pasando los años y siempre
su efigie y solo su efigie, los demás eran satélites, reinaba de un modo absoluto, si
estaba enfermo nadie lo sabía, parecía que la enfermedad y la muerte jamás podrían
alcanzarlo. Así que cuando murió, me pasó lo que a mucha gente, que no me lo creía..."
(115-116).
Le habla al invitado de retomar una novela de recuerdos y relaciones antiguas. Suena el
teléfono y el hombre de negro le pide que puede ser para él, pero que diga que ya se ha
ido.

5. Una maleta de doble fondo

Al otro lado del teléfono habla una mujer que pregunta por Alejandro, el extraño
visitante. Parece que es su mujer, Carola, que llora por su marcha. Ha descubierto cartas
que le ha escrito C. pero ella no recuerda haberle escrito. Carmen cree que esas cartas
sobre de la propia Carola, pero la conversación finaliza y no se sabe ni quién es C. ni si
Carmen y Carola hablan del mismo hombre.

6. La isla de Bergai

Carmen retoma sus recuerdos juveniles y los relaciona con la inventiva de Robinson
Crusoe ante la necesidad. En este capítulo se justifica el título del libro, ya que desvela
la existencia del cuarto de atrás en su casa familiar de Salamanca, una habitación de
juegos de su niñez que dejará de serlo cuando tiene que ser utilizado como despensa
durante la guerra. Su amiga y ella inventaron en esta habitación la isla de Bergai para
refugiarse cuando tenían problemas y escribir sus diarios.

7. La cajita dorada
Desaparece el hombre de negro. Carmen despierta en la cama besada por su hija. Hay
restos de la visita del hombre de negro (los vasos del té y la cajita dorada). Reaparecen
elementos que ya salieron al comienzo como la carta azul, la cucaracha o las estrellas.
Donde estaba el libro de Todorov hay ahora 182 folios escritos, la novela El cuarto de
atrás.

UNA VEZ LA HAYAMOS UBICADO, LA DIVIDIMOS EN PARTE EXPLICAMOS


UN POCO SOBRE QUE TRATA EL FRAGMENTO Y TERMINAMOS CON LA
SIGUIENTE CONCLUSIÓN;

El cuarto de atrás es el resultado de una mezcla muy fructífera de relato de misterio,


libro de memorias y ensayo sobre literatura. Martín Gaite, desde el hito histórico y
cultural que marcó la muerte de Franco, indaga en su pasado individual y colectivo
gracias a la conversación con un misterioso visitante nocturno que representa también
en la novela la entrada de los lectores que se proponen entender los efectos psicológicos
y sociológicos del franquismo en la vida cotidiana de la España contemporánea.

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