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T rad u cc ió n :
M iguel A ngel R odilla
D iseño de cubierta:
J . M . D om ínguez y J. S ánchez C uenca
Im presión de cubierta:
G ráficas M olina
© E D IT O R IA L T E C N O S , S .A ., 1986
O ’D onnell, 27 - 28009 M ad rid
ISB N : 84-309-1308-4
D epósito L egal: M -26352-1986
P rin te d in S pain. Im p reso en E sp a ñ a p o r U n ig raf, S .A . P a re d e s, 20. F u e n la b ra d a (M adrid)
1
ESBOZO DE UN PROCEDIMIENTO
DE DECISION PARA LA ETICA
1.2. H ay que señalar que aquí nos ocupam os sólo de la existencia de un m étodo
razonable y no del p roblem a de cóm o hacerlo psicológicam ente efectivo p ara zanjar
disp u tas. C u á n ta adhesión sea capaz de conseguir el m étodo es algo irrelevante p ara
nuestros p ropósitos actuales.
2.2. N o hay m odo de saber de an tem ano cóm o en co n trar y fo rm ular esos p rin
cipios razonables. A decir verdad, ni siquiera podem os estar seguros de que existen,
y es n o to rio que no existen m étodos de descubrim iento m ecánicos. E n lo que sigue,
sin em bargo, se describirá un m éto d o , quedando p a ra el lector la tarea de ju zg ar
p o r sí m ism o hasta qué p u n to es, o puede ser, satisfactorio.
2.3. E n prim er lugar es necesario definir una clase de jueces m orales com peten
tes en los siguientes térm inos: T odas las personas que tengan h asta un cierto grado
requerido cada u n a de las siguientes características, que, si se desea, pueden determ i
narse aú n m ás:
(i) De un juez m oral com petente se espera que posea un cierto grado requerido
de inteligencia, pudiendo entenderse p o r tal aquella aptitu d p ara m edir la cual están
pensados los tests de inteligencia. El g rado en que esa aptitu d se requiere no debe
ser puesto dem asiado alto si suponem os que lo que denom inam os «discernim iento
m oral» es posesión del hom bre n orm alm ente inteligente ta n to com o del m ás brillan
te. P o r ta n to , nos inclinam os a decir que un juez m oral com petente no necesita ser
m ás que n orm alm ente inteligente.
(ii) A un juez m oral com petente se le exige conocer aquellas cosas relativas al
m u n d o que le rodea y aquellas consecuencias de acciones frecuentem ente realizadas
que es razonable esperar que el hom bre de inteligencia m edia conozca. A dem ás, de
un juez m oral com petente se espera que conozca, en todos los casos en que se recabe
su o pinión, los hechos peculiares de esos casos. Debe señalarse que el tipo de conoci
m iento a que aquí nos referim os ha de distinguirse del conocim iento sim patètico que
m ás adelante discutirem os.
(iii) A un juez com petente se le exige ser un hom bre razonable tal com o esta
característica se pone de m anifiesto al satisfacerse los siguientes tests: P rim ero , un
hom bre razonable se m uestra dispuesto a, si no deseoso de, hacer uso de los criterios
de la lógica inductiva p a ra determ inar qué debe creer. Segundo, un hom bre razo n a
ble siem pre que tiene que hacer frente a una cuestión m oral m uestra una disposición
a e n co n trar razones a favor o en co n tra de las posibles líneas de conducta de que
dispone. T ercero, un hom bre razonable m uestra un deseo de considerar las cuestio
nes con m ente abierta y, en consecuencia, aunque pueda tener ya fo rm ad a una o p i
nión sobre un problem a, está siem pre dispuesto a reconsiderarla a la luz de u lterio
res pruebas y de razones que p uedan presentársele a discusión. C u a rto , un hom bre
razonable conoce, o in ten ta conocer, sus propias predilecciones em ocionales, inte
lectuales y m orales, y hace un esfuerzo consciente por tenerlas en cuenta al po n d erar
los pros y los contras de cualquier cuestión. No desconoce las influencias que el pre
juicio y la predisposición ejercen incluso en sus m ás sinceros esfuerzos p o r a n u la r
las; y no es fatalista en cu an to a su efecto de m odo que se ab andone a ellas com o
si pen sara que esos factores m ás p ro n to o más tard e tienen que determ inar su de
cisión.
PR O C ED IM IEN TO DE DECISION PA RA LA ETICA 3
(iv) Finalm ente, a un juez com petente se le exige tener un conocim iento sim pa
tètico de aquellos intereses h um anos que, al en trar en conflicto en casos concretos,
p ro v o can la necesidad de to m a r u n a decisión m oral. La presencia de estas caracterís
tica se pone de m anifiesto p o r lo siguiente: P rim ero , p o r el conocim iento directo que
la p erso n a posee de esos intereses, ad q u irido al experim entar en su pro p ia vida los
bienes que tales intereses representan. C uantos m ás intereses pueda apreciar una per
sona en térm inos de su p ro p ia experiencia directa, ta n to m ayor será el grado en que
satisface el prim er test. C on to d o , es obvio que nadie puede conocer directam ente
to d o s los intereses, y p o r ello el segundo test es que, si u n a persona no está directa
m ente fam iliarizada con un interés, su com petencia p a ra ju zgar se ve, en p arte, por
su cap acid ad p a ra evaluar ese interés m ediante u n a experiencia im aginativa del m is
m o. Este test exige tam bién de un juez com petente el que no considere sus propias
preferencias de fa c to com o la m edida necesariam ente válida del valor real de los in
tereses que ante él se p resentan, sino que sea capaz y al m ism o tiem po esté deseoso
de determ in ar, m ediante apreciación im aginativa, qué significan esos intereses para
las personas que los com parten, y considerarlos de acuerdo con ello. T ercero, a un
ju ez com petente se le exige tener la capacidad y el deseo de poner ante sí m ism o,
en la im aginación, to d o s los intereses en conflicto, ju n to con to dos los hechos rele
vantes del caso, y de prestarles, al evaluar cada uno de ellos, la m ism a atención que
si esos intereses fu eran los suyos. Se le exige determ inar qué pensaría que es ju sto
e inju sto si cada uno de esos intereses fuera ta n enteram ente el suyo com o de hecho
son los de o tras personas, y de prestar su juicio sobre el caso tal com o le parece que
su sentido de la justicia exige tras haber articulado en su m ente con to d o cuidado
los problem as que hay que decidir.
p a ra juzg ar intereses deseam os decir que una razón p a ra aceptarlos com o principios
razonables es que jueces com petentes parecen aplicarlos intuitivam ente p a ra decidir
problem as m orales. Es obvio que si definiéram os a un juez com petente com o aquél
q ue aplica esos principios, este razon am iento sería circular. P o r ello, un juez com pe
tente no tiene que ser definido en térm inos de lo que dice o por los principios que
em plea.
T ercero, hay que llam ar la atención sobre el tipo de características que hem os
em pleado p a ra d efinir a u n juez m oral com petente: a saber, las características que,
a la luz de la experiencia, se m uestran com o condiciones necesarias p a ra esperar ra
zonablem ente que u n a p ersona d a d a pueda llegar a conocer algo. Así, pensam os que
en cualquier clase de investigación, la inteligencia es una condición de ese tipo; y
lo m ism o pasa con el conocim iento, puesto que cuanto más conozca un hom bre, m a
yor pro b ab ilid ad existe de que tenga éxito en una investigación fu tu ra . A dem ás, no
sólo es necesario tener ciertas ap titudes y logros, sino que p a ra ser un buen investiga
d o r u n a p erso n a tiene que desarro llar los hábitos de m ente y pensam iento que p o d e
m os den o m in ar «virtudes intelectuales» [cf. 2 .3 .(iii)]. F inalm ente, existen los h áb i
tos y capacidades de pensam iento e im aginación que se describieron en conexión con
el conocim iento sim patètico de intereses hum anos. Así com o consideram os que las
capacidades y virtudes intelectuales favorecen las condiciones necesarias p a ra cual
quier tipo de investigación a fo rtu n a d a , del m ism o m odo creem os que estos hábitos
y capacidades son necesarios p ara to m ar decisiones equitativas sobre problem as m o
rales. Podem os d enom inarlos «virtudes del discernim iento m oral», entendiendo que
no definen ni el contenido ni la n atu raleza del discernim iento m oral, sino que, d a n
do p o r supuesto que éste existe, sim plem ente representan las condiciones en las que
creem os que es m ás p ro b ab le que se afirm e de form a efectiva. Así pues, las caracte
rísticas que definen a un juez com petente no han sido seleccionadas arb itrariam ente,
sino que en cada caso existe u n a razón p ara elegirlas que concuerda con el propósito
de llegar a conocer.
F inalm ente, podem os hacer que estas observaciones resulten más claras si consi
d eram os o tro s m étodos p a ra elegir la clase de los jueces com petentes. U no de los
distintivos de u n a ideología es que viola los criterios m encionados. Las ideologías,
de cualquier tip o , reclam an un m onopolio del conocim iento de la verdad y la justicia
p a ra alguna raza, o clase social, o grupo institucional p articular, y la com petencia
se define en térm inos de caracteres raciales y /o sociológicos que carecen de conexio
nes conocidas con el llegar a conocer. E n el presente m étodo nos hem os preocupado
de seleccionar la clase de los jueces m orales com petentes de acuerdo con las caracte
rísticas asociadas al llegar a conocer algo, y no por m edio de características que son
posesión privilegiada de alguna raza, clase o grupo, sino que pueden pertenecer, y
a m enudo pertenecen, p o r lo m enos h asta cierto g rado, a hom bres de cualquier p ro
cedencia.
tales que el juez sea inm une a to d as las consecuencias razonablem ente previsibles
del juicio. P o r ejem plo, no será castigado p o r decidir el caso de un m odo m ás bien
que de o tro .
(ii) Se requiere que las condiciones sean tales que pueda m antenerse la integri
d a d del juez. E n la m edida de lo posible, el juez no tiene que estar en situación de
p o d er o b ten er ganancia in m ediata y personal alguna m ediante su decisión. Estos dos
tests están destinados a excluir juicios donde una persona tiene que p o n d erar el m é
rito de u no de sus propios intereses. L a im posición de estas condiciones se justifica
en razó n de que, com o es n o to rio , el tem or y la parcialidad obstruyen la determ ina
ción de la justicia.
(iii) Se requiere que el caso sobre el que se em ite el juicio sea un caso en el que
existe un conflicto efectivo de intereses. C on ello se elim inan todos los juicios sobre
casos hipotéticos. A dem ás es preferible que el caso no sea especialm ente difícil, y
que sea u n caso que p robablem ente su rja en la vida d iaria. E stas restricciones son
deseables a fin de que los juicios en cuestión se hagan en el esfuerzo p o r zanjar p ro
blem as con los que se está fam iliarizado y sobre los cuales se ha tenido o p o rtu n id ad
de reflexionar.
(iv) Se requiere que el juicio en cuestión sea un juicio que haya sido precedido
de u n a cuidadosa investigación sobre los hechos del problem a en cuestión, y que to
dos los afectados hay an tenido u n a o p o rtu n id ad equitativa de exponer su fo rm a de
ver el caso. E ste requisito se ju stifica en razón de que sin conocer los hechos relevan
tes sólo p o r casualidad puede tom arse u na decisión ju sta .
(v) Se requiere que la p ersona que lo haga crea que ese juicio es cierto. E sta
característica puede ser d en o m in ad a « certidum bre» y h a de ser distinguida n ítid a
m ente de la certeza, que es u n a relación lógica entre una proposición, o teoría, y
sus p ruebas. Este test se ju stifica en razón de que parece m ás provechoso estudiar
los juicios que se cree que son correctos que los que parecen erróneos o confusos
incluso a quienes los em iten.
(vi) Se requiere que el juicio sea estable, esto es, que existan pruebas de que
en o tro s tiem pos y lugares jueces com petentes h a n em itido los m ism os juicios en ca
sos sim ilares, entendiendo que son casos similares aquéllos en los que los hechos re
levantes y los intereses rivales son sim ilares. La estabilidad tiene que darse, en con
ju n to , en relación con la clase de los jueces com petentes y en relación con sus juicios
en diferentes m om entos. A sí, si en casos sim ilares de un cierto tipo jueces com peten
tes decidieron un día de un m odo y al día siguiente de o tro , o si un tercio decidió
de u n m o d o , o tro tercio en la fo rm a o p uesta, m ientras que el tercio restante dice
que no sabe cóm o decidir los casos, entonces ninguno de esos juicios sería un juicio
co nsiderado. E stas restricciones se ju stifican en razón de que no parece razonable
co n fiar en que u n juicio es correcto si personas com petentes están en desacuerdo a
p ro p ó sito de él.
(vii) F inalm ente, se requiere que el juicio sea intuitivo respecto de principios
éticos, esto es, que no debe estar determ in ado p o r una aplicación consciente de p rin
cipios, en la m edida en que esto p u ed a ponerse de m anifiesto por introspección. C on
el térm in o «intuitivo» no quiero significar lo m ism o que lo que expresan los térm i
nos «im pulsivo» e «instintivo». U n juicio intuitivo puede ser consecuencia de una
investigación detallad a de los hechos del caso y puede resultar de u n a serie de refle
6 JU ST IC IA COM O EQ U ID A D Y OTROS ENSAYOS
2.6. H asta este m om ento he definido, prim ero, una clase de jueces com peten
tes y, segundo, u n a clase de juicios considerados. Si jueces com petentes son aquellas
personas que m ás p robablem ente to m arán decisiones correctas, entonces debem os
o cu p arn o s de ab straer aquellos de sus juicios que, por las condiciones y circunstan
cias en que se em itieron, es m ás probable que sean correctos. C on la excepción de
ciertos requisitos necesarios p a ra evitar la circularidad, las características definito-
rias de los juicios considerados son tales que seleccionan aquellos juicios que más
p ro bablem ente serán decididos p o r los hábitos de pensam iento e im aginación que
estim am os esenciales en un juez com petente. Puede decirse, pues, que los juicios re
levantes p a ra nuestros p ropósitos son los juicios considerados de jueces com petentes
tal com o se hacen día a día sobre los problem as m orales que continuam ente surgen.
N ingún o tro juicio tiene, p o r las razones previam ente enunciadas, interés alguno p a
ra nosotros.
3.1. El paso siguiente en el presente m étodo es com o sigue: una vez que se ha
seleccionado la clase de los juicios considerados de los jueces com petentes, queda
p o r descubrir y fo rm u lar u n a explicación satisfactoria del ám bito total de esos ju i
cios. El proceso se entiende com o un recurso heurístico que pudiera d ep arar princi
pios razonables y justificables.
o bien nos lleva a hacer juicios inconsistentes con ellos. A la inversa, la única form a
de m o strar que u n a explicación es satisfactoria es p o ner de m anifiesto que su aplica
ción explícita y consciente puede o p o d ría ser u n a causa de los juicios que integran
su ám bito.
3.5. H ab ien d o señalado algunas de las cosas que una explicación no es, voy a
considerar algunos rasgos positivos de la m ism a. P rim ero, una explicación tiene que
ser tal que p u eda ser aplicada p o r un juez com petente; y puesto que a un juez com
petente no se le exige tener u n a p reparación especial en lógica y m atem áticas, una
explicación tiene que estar fo rm u lad a o ser form ulable en lenguaje corriente y sus
principios tienen que ser susceptibles de una interpretación que p u eda cap tar el hom
bre com petente m edio.
Segundo, u n a explicación tiene que enunciarse en form a de principios; la razón
de esta exigencia está en el em pleo de la explicación com o recurso heurístico. L a fo r
m a típica de un juicio considerado es la siguiente: puesto que A , B, C ..., y M , N ,
O ..., son los hechos del caso y los intereses en conflicto, hay que dar preferencia
a M sobre N , O ... U n juicio considerado no p roporciona razón alguna p ara la deci
sión. Sim plem ente enuncia la preferencia que uno siente en vista de los hechos del
caso y de los intereses que en el m ism o en tran en com petencia. Los principios de
u n a explicación tienen que ser directivas generales, expresables en lenguaje corrien
te, y tales que, aplicadas a casos específicos, produzcan las preferencias expresadas
en juicios considerados.
F inalm ente, u n a explicación, p a ra ser com pletam ente satisfactoria, tiene que ser
com prehensiva; esto es, tiene que explicar, en vista de la explicación m ism a (para
esta estipulación vid. infra 4.3.), to d o s los juicios considerados; y se espera que lo
h ag a con la m ayor sim plicidad y elegancia posible. El requisito de sim plicidad signi
fica que, en igualdad de circunstancias, u na explicación es m ás o m enos satisfactoria
dependiendo del núm ero de principios que em plea; y aunque esta exigencia es difícil
de enunciar de fo rm a precisa, es claro que nada se gana si p ara cada caso o p ara
cad a clase de casos requerim os un principio diferente.
4.1. T al vez la m eta principal de la ética sea la form ulación de principios ju sti
ficables que p u ed an em plearse en casos en los que existen conflictos de intereses p a
PR O C ED IM IEN TO DE DECISIO N PA RA LA ETICA 9
4.5. V ale la pena m encionar que el presente m étodo para poner de m anifiesto
la razo n ab ilid ad de principios éticos es análogo al m étodo em pleado p a ra estable
cer la razo n ab ilid ad de los criterios de la lógica inductiva. E n este últim o caso, lo
q ue intentam os hacer es explicar to d a la variedad de los juicios intuitivos de credibi
lidad que hacem os en la vida d iaria y en la ciencia en conexión con una proposición,
o u n a teo ría, d ad o el m aterial p ro b a to rio que existe a su favor. P o r este cam ino in
ten tam o s descubrir aquellos principios aplicables para p o n d erar pruebas que de he
cho se em plean y que parecen capaces de obtener el asentim iento de investigadores
com petentes. Los principios así obtenidos pueden ser som etidos al test de ver en qué
m edida pueden resolver n uestra perplejidad acerca de cóm o debem os evaluar p ru e
bas en casos p articulares, y en qué m edida pueden tenerse en pie frente a form as
a p aren tem en te an ó m alas, y sin em bargo asentadas, de evaluar pruebas, si es que ta
les an om alías existen. C ad a uno de los tests antes m encionados (4.3) tiene así su p a
ralelo o análogo en los tests que se aplican a los criterios inductivos. Si dam os por
supuesto que los hom bres tienen una capacidad para conocer qué es recto y qué in
d ebido, tal com o la tienen p a ra conocer qué es verdadero y qué falso, entonces el
presente m étodo es u n a fo rm a ap ro p iad a de desarrollar un procedim iento p a ra de
term in ar cuándo poseem os ese conocim iento; y tenem os que ser capaces de poner
de m anifiesto la razo n ab ilid ad de principios éticos de la m ism a m anera que ponem os
de m anifiesto la razonab ilid ad de criterios inductivos. P o r o tra parte, igual que el
desarrollo de la ciencia y el m étodo de la ciencia ponen de m anifiesto la capacidad
p a ra conocer qué es verdadero y qué falso, tam bién la form ulación efectiva de p rin
cipios éticos y el m étodo m ediante el cual pueden ponerse a pru eb a, tal com o esa
fo rm u lació n se m uestra en la existencia de explicaciones satisfactorias y razonables,
p o n d rá de m anifiesto la capacidad de saber qué es recto y qué indebido, así com o
la validez de la distinción objetiva entre lo uno y lo o tro . E n las secciones siguientes
enunciaré lo que tiene la intención de ser una tal explicación.
5.1. E n la vida diaria hacem os juicios m orales al m enos sobre tres tipos de co
sas: sobre el valor m oral de las personas, sobre la justicia de las acciones y sobre
el valor de ciertos objetos y actividades. La explicación que sigue va encam inada a
explicar solam ente nuestros juicios sobre acciones. Será necesario hacer algunas de
finiciones prelim inares sobre bienes e intereses que no se discutirán más.
5.2. L a clase de las cosas que denom inam os «bienes» se entiende subdividida
en tres subclases: (i) cosas buenas, que definim os com o cualquier o b jeto que tiene
u n a capacid ad discernible de satisfacer, en condiciones especificables, una o varias
12 JU ST IC IA COM O EQ U ID A D Y OTROS ENSAYOS
necesidades, deseos o aficiones determ inables, v.gr. com ida, vestido, habitación,
(ii) A ctividades buenas, que definim os com o cualquier actividad que tiene u n a ca p a
cid ad discernible de satisfacer, en condiciones especificables, u n a o varias necesida
des, deseos o aficiones determ inables, v.gr. la búsqueda del conocim iento, la crea
ción y la contem plación de obras de arte, la cam aradería, (iii) Bienes capacitantes,
que definim os com o cualquier o b jeto o clase de objetos, o cualquier actividad o con
ju n to de actividades, cuyo em pleo o ejercicio en circunstancias especificables tiende
a fom en tar condiciones en las que puedan producirse, ap ropiarse o ejercitarse bienes
de los tipos (i) y (ii).
E ntendem os el térm ino «interés» com o sigue: pensam os que un interés es cual1
quier necesidad, deseo o afición p o r algún bien de cualquier tipo; y en lo que sigue
vam os a pensar en esa necesidad, deseo o afición com o si se hubiese articulado por
m edio de u n a pretensión ante un cuerpo de jueces com petentes (de un trib u n al no
ju ríd ico sino ético), y la pretensión se concibe com o reclam ando la posesión de un
bien (si se tra ta de u n a cosa) o solicitando perm iso p a ra ejercitarlo (si se tra ta de una
actividad). P odem os así pensar que una pretensión articula un interés ante un foro
en el que han de pond erarse sus pros y sus contras.
5.4. Se requiere adem ás definir un estado de cosas justo, com o sigue: suponiendo
que esos principios que acabam os de m encionar existen, entonces un estado de cosas
es ju sto , si y sólo si, dados los intereses en conflicto relevantes previos al estableci
m iento del m ism o, los intereses asegurados y satisfechos den tro de ese estado de co
sas son los que serían asegurados y satisfechos dentro del m ism o, si todos los agentes
que con trib u y ero n a pro d u cirlo hubieran aplicado inteligentem ente esos principios
p a ra d eterm inar sus decisiones y conducta. En o tro caso un estado de cosas es in ju s
to . D esde esta definición puede verse que no podem os determ inar el carácter ju sto
de u n a situación exam inándola en un m om ento aislado. Tenem os que sab er qué in
tereses existían antes de ser establecida y en qué m anera sus características presentes
han sido determ inadas p o r la acción hum ana.
5.5. Voy a h o ra a enunciar lo que espero que sean principios de justicia satisfac
to rio s. L a razo n ab ilid ad de estos principios ha de ser puesta a p ru eb a p o r m edio de
los criterios discutidos en 4.3. H a b ría que decir que la enunciación que sigue no pre
tende ser m ás que provisional. P o c a atención se h a p restado en ella a la independen
PRO CED IM IEN TO DE DECISION PA RA LA ETICA 13
cia, sim plicidad y elegancia. E stos son lujos que sólo nos podem os perm itir después
de que se haya d ad o ya u n a enunciación fecunda de los principios necesarios.
6.1. Los anteriores principios se ofrecen com o una explicación de los juicios
considerados de jueces com petentes hechos en situaciones que llevan consigo el p ro
blem a de la justicia de acciones. A dem ás se espera que satisfarán los tests de razona-
bilidad expuestos en 4.3. A hora es obviam ente deseable ofrecer ejem plos de al m e
nos algunos de esos principios, au n q u e el espacio prohíbe to d a discusión detallada.
L a cuestión es cóm o hacerlo ¿U tilizarem os un ejem plo im aginario? Las siguientes
consideraciones responden a esta cuestión: así com o la epistem ología se estudia m e
jo r considerando ejem plos específicos de conocim iento intuitivam ente aceptable, así
la ética se prosigue de la fo rm a m ás provechosa exam inando cuidadosam ente ejem
plos de lo que parecen ser decisiones m orales intuitivam ente aceptables y ra zo n a
bles; y así com o los ejem plos adecuados para la epistem ología pueden a m enudo en
co n trarse en las teorías de las ciencias bien desarrolladas, igualm ente ejem plos ad e
cuados p a ra la ética pueden encontrarse en las decisiones que parecen representar
un resultado bien establecido de la discusión de aquellos m oralistas, ju ristas y otras
personas que han m editado sobre el problem a en cuestión. Siguiendo esta sugeren
cia, voy a poner ejem plos de algunos principios, inten tan d o m ostrar que producen
un resultado ya establecido en relación con la libertad de pensam iento y expresión.
6.3. Vale la pena señalar de qué m odo puede m ostrarse que una decisión con
respecto a un co n ju n to d ado de intereses en conflicto es, en condiciones dadas, in
ju sta . E sto se hace m o stran d o que la decisión no es la que un hom bre com petente
e inteligente h aría si p a ra d eterm in ar su decisión sobre el caso em pleara los princi
pios de ju sticia enunciados, d an d o aquí p o r supuesto, por conveniencia de la exposi
ción, que esos principios satisfacen los tests establecidos en 4.3. M ostrar que una
d eterm in ad a decisión e n tra en conflicto con lo que dictaría un principio es d ar una
16 JU ST IC IA COM O EQUIDAD Y OTROS ENSAYOS
razó n p a ra pensar que es in ju sta. M o strar tal cosa principio por principio y p u nto
p o r p u n to es acum ular razones co n tra la decisión y c o n tra la co nducta consecuente
con ella, de m odo que en el curso de la discusión pueda form ularse un alegato decisi
vo c o n tra ella. El procedim iento es un ta n to análogo al de p ro b a r u n a proposición
o teo ría en las ciencias reales, salvo que en las discusiones m orales intentam os vali
d ar o invalidar decisiones, y acciones consecuentes con ellas, dadas las circunstan
cias y los intereses en conflicto (y no actos de creer, d ad a una proposición o teoría
y sus pruebas) y los criterios que em pleam os son los principios de justicia (y no las
reglas de la lógica inductiva).
6.4. Puede que la m an era de describir el procedim iento de decisión por el que
aq u í abogam os haya llevado al lector a creer que pretende ser una fo rm a de descu
b rir principios éticos justificables. Sin em bargo, no hay m étodos de descubrim iento
descriptibles de fo rm a precisa, y ciertam ente encontrar una explicación a fo rtu n a d a
q ue satisfaga los tests de 4.3 requerirá p o r lo m enos algo de ingenio. P o r consiguien
te, m ejor es ver la exposición com o una descripción del procedim iento de ju stifica
ción fo rm u lad o a la inversa. A sí, si a un hom bre se le pidiera ju stificar su decisión
sobre un caso, procedería com o sigue: prim ero, m o straría que, dadas las circunstan
cias y los intereses en conflicto, su decisión es capaz de ser explicada p o r los princi
pios de justicia. Segundo, p o n d ría de m anifiesto que esos principios satisfacen los
tests establecidos en 4.3. Si se le pidiera que continuase, llam aría la atención sobre
la n atu raleza de los juicios considerados y de los jueces com petentes y tra ta ría de
persuad irn o s de que difícilm ente puede esperarse que uno prefiera juicios hechos b a
jo com pulsión em ocional o con ignorancia de los hechos y p o r personas que no son
inteligentes o están m entalm ente enferm as, y así sucesivam ente. F inalm ente, su b ra
yaría que tales consideraciones surgen, si las dem andas de justicia se llevan lo b as
ta n te lejos, al validar criterios inductivos tan to com o al ju stificar principios éticos.
C o n tal que exista u n a explicación que satisfaga los tests establecidos en 4.3, las ac
ciones m orales pueden ser justificadas de form a análoga a com o se justifican deci
siones de creer u n a proposición o u n a teoría.
riedad de los códigos y costum bres no es algo decisivo co n tra la existencia de tal ex
plicación. Sem ejante cuestión no puede decidirse m ediante análisis o hab lan d o de
posibilidades, sino sólo presen tan d o explicaciones capaces de satisfacer los tests que
es ap ro p iad o aplicarles. E spero ser capaz en el fu tu ro de ofrecer en esta dirección
algo m ás constructivo que las breves observaciones que se encuentran en 5.5 y 6.2.