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Segunda edición
Por
1
Sobre el estatuto epistemológico del derecho y el valor relativo de sus plurales definiciones, Ost-van
de Kerchove, Jalons pour une théorie critique dit droit, pp. 52 y 137; acerca de los objetos científicos
en general, Yáñez Cortés, Teoría de las creencias; respecto del status científico del derecho. Vernengo,
en "Doxa", 1986, p. 34 y ss.; Morillas Cueva, Metodología y ciencia penal, p. 11; en contra del carácter
de ciencia, Russo, Teoría general del derecho, p. 191; como discurso, Foucault, El orden del discurso,
p. 11; de Souza Santos, O discurso e o poder, p. 5; Legendre, El amor del censor, Entelman y Ruiz, en
"Materiales para una teoría crítica del derecho", p. 83 y ss. y p. 149 y ss.. respectivamente.
:
Malinowski. Magic. Science and religión, p. 25 y ss.
5
Desde esta perspectiva, no es tampoco ingenua la definición misma de los requisitos de una ciencia,
lo que reconoce una larga discusión nunca saldada, v. por ej. Wundt, Introducción, p. 35 y ss. En el campo
jurídico penal, pone en duda su valor como ciencia formal. Pettoello Mantovani, // valore problemático.
4 § 1. Teoría del derecho penal
4. El horizonte de proyección del derecho penal, abarcando las normas jurídicas que
habilitan o limitan el ejercicio del poder coactivo del estado en forma de pena (poder
punitivo), sería el universo dentro del cual debe construirse un sistema de comprensión
que explique cuáles son las hipótesis y condiciones que permiten formular el requeri-
miento punitivo (teoría del delito) y cuál es la respuesta que ante este requerimiento
debe proporcionar la agencia (judicial) competente (teoría de la responsabilidad
punitiva). En síntesis, el derecho penal debe responder tres preguntas fundamentales:
(a) ¿ Qué es el derecho penal ? (teoría del derecho penal); (b) ¿ Bajo qué presupuestos
puede requerirse la habilitación de la pena ? (teoría del delito); y (c) ¿ Cómo debe
responder a este requerimiento la agencia judicial competente? (teoría de la respon-
sabilidad punitiva).
5. Todo saber requiere una definición previa a la delimitación de su horizonte, que
haga manifiesta su intencionalidad, para permitir el control de su racionalidad. Esa
tarea es ineludible, pese a que toda definición sea odiosa porque acota y, por ende,
separa y, al procurar explicar el universo abarcado, condiciona al mismo tiempo un
infinito campo de ignorancia 7 . Se trata de un inevitable límite estructural del saber
humano, que es bueno advertir antes de ensayar la definición de una materia tan
4
Sobre horizonte de proyección y de comprensión, Szilasi, ¿Qué es la ciencia?
5
Así, Pessina, Elementi, p. 5; Santoro, p. 1; sobre las diferentes denominaciones, Bustos Ramírez,
1994, p. 42 y ss.
6
Al respecto, Schultz, I, p. 312; Beristain, Medidas penales, p. 76 y ss.
7
El concepto de ignorancia entrenada es de Veblen; sobre ello, Merton. Teoría y estructuras sociales,
p. 204.
II. Elementos de la definición 5
s
Es un saber práctico, cfr., por todos, Cobo-Vives, p. 83.
9
Cfr. Gimbernat Ordeig, Concepto y método, p. 36.
10
Cfr. Merkl, Teoría General del Derecho Administrativo, p. 325 y ss.
6 § 1. Teoría del derecho penal
5. El estado de derecho contiene los impulsos del estado de policía que encierra, en
la medida en que resuelve mejor los conflictos (provee mayor paz social). El poder
punitivo no resuelve los conflictos porque deja a una parte (la víctima) fuera de su
modelo. Como máximo puede aspirar a suspenderlos ° , dejando que el tiempo Jps
disuelva, lo que dista mucho de ser una solución, pues la suspensión fija el conflicto
(lo petrifica) y la dinámica social, que continúa su curso, lo erosiona hasta disolverlo.
Un número exagerado de formaciones pétreas, puesto en el camino de la dinámica
social, tiene el efecto de alterar su curso y de generar peligrosas represas. El volumen
de conflictos suspendidos por un estado, guardará relación inversa con su vocación
de proveedor de paz social y, por ende, será indicador de su fortaleza como estado de
derecho.
" v. Poulantzas, pp. 43 a 79; en particular, sobre los momentos evolutivos del estado, Crossman,
Biografía del estado moderno; De Jasay, El Estado, p. 48 y ss.; en Brasil, Wolkmer, Elementos para
urna crítica do estado, p. 24 y ss.
12
Cfr. Mayer, Otto, Derecho administrativo alemán, 1.1, p. 73; también Zagrebelsky, // diritto mite,
p. 20 y ss.
13
Sobre el concepto de "suspensión" del conflicto, Chrislie, Aboliré le pene?
14
Acerca del contexto ideológico y social en todo saber. Thuillier, La manipulación de la ciencia, p.
36 y ss.
15
Respecto de la noción de "paradigma", Kuhn, La estructura de las revoluciones científicas, p. 268
y ss., y ¿Qué son las revoluciones científicas?, p. 55 y ss.
16
Cfr. Resta, en "Le ragioni del garantismo", p.435; Guastini, Che eos' é ¡¡garantismo?, p. 63 y ss.;
la mayor discusión sobre el garantismo la inaugura contemporáneamente Ferrajoli, Diritto e ragione.
I. Criminalización primaria y secundaria 7
§ 2. El poder punitivo
I. Criminalización primaria y secundaria
1. Todas las sociedades contemporáneas que institucionalizan o formalizan el poder
(estados) seleccionan a un reducido grupo de personas, a las que someten a su coacción
con el fin de imponerles una pena. Esta selección penalizante se llama criminalización
y no se lleva a cabo por azar sino como resultado de la gestión de un conjunto de
agencias que conforman el llamado sistema penaln. La referencia a los entes gestores
de la criminalización como agencias tiene por objeto evitar otros sustantivos más
valorativos y equívocos (tales como corporaciones, burocracias, instituciones, etc.).
Agencia (del latín agens, participio del verbo agere, hacer) se emplea aquí en el sentido
amplio - y neutral- de entes activos (que actúan). El proceso selectivo de criminalización
se desarrolla en dos etapas, denominadas respectivamente, primaria y secundaria 18.
Criminalización primaria es el acto y el efecto de sancionar una ley penal material,
que incrimina o permite la punición de ciertas personas. Se trata de un acto formal,
fundamentalmente programático, pues cuando se establece que una acción debe ser
penada, se enuncia un programa, que debe ser cumplido por agencias diferentes a las
que lo formulan. Por lo general, la criminalización primaria la ejercen agencias polí-
ticas (parlamentos y ejecutivos), en tanto que el programa que implican lo deben llevar
a cabo las agencias de criminalización secundaria (policías, jueces, agentes peniten-
ciarios). Mientras que la criminalización primaria (hacer leyes penales) es una decla-
ración que usualmente se refiere a conductas o actos, la criminalización secundaria es
la acción punitiva ejercida sobre personas concretas, que tiene lugar cuando las
agencias policiales detectan a una persona, a la que se atribuye la realización de cierto
acto criminalizado primariamente, la investiga, en algunos casos la priva de su libertad
ambulatoria, la somete a la agencia judicial, ésta legitima lo actuado, admite un proceso
(o sea, el avance de una serie de actos secretos o públicos para establecer si realmente
ha realizado esa acción), se discute públicamente si la ha realizado y, en caso afirma-
tivo, admite la imposición de una pena de cierta magnitud que, cuando es privativa de
la libertad ambulatoria de la persona, es ejecutada por una agencia penitenciaria
(prisionización).
17
Aniyar de Castro, El proceso de criminalización. p. 69 y ss.; Baratía, Criminología y dogmática
penal, p. 26 y ss.
18
v. Schneider, Kriminologie, p. 82 y ss.; Becker, Outsiders.
19
Respecto de este concepto, por todos, Arzt, en Roxin-Arzt-Tiedemann, Introducción, p. 123.
la selección criminalizante secundaría, sólo como realización de una parte ínfima del
programa primario.
25
Es el famoso "teorema de Thomas", sobre ello, Merton. op. cit., p. 419; De Leo-Patrizi, La
spiegazione del crimine, p. 27; sobre Thomas, cfr. Ritzer, Teoría sociológica contemporánea, p. 62 y
ss.
26
Cfr. Merton. op. cit., p. 202 y ss.
27
Lewisch, Veifassung und Strafrecht, p. 162.
28
v. Chapman, Lo siereolipo del criminóle. Un análisis de la estigmatizado]! social desde distintas
categorías de desigualdad, en Tilly, La desigualdad persistente, pp. 31-33.
29
Sobre el prejuicio. Allport, La naturaleza del prejuicio; Heintz, Los prejuicios sociales, p. 25 y ss.;
en términos generales, Maclver-Page, Sociología, pp. 426 a 435.
30
Cfr. Infra § 22. Es interesante observar los rostros del "Atlante" de Lombroso; las obras de Ferri,
/ delinquenti nell'arte: Niceforo, Criminali e degeneran; antes los fisiognomistas, Lavater, La
physiognomonie; y los mismos postglosadores: se debía aplicar tortura comenzando por el más contra-
hecho, Muyart de Vouglans, Inslruclion criminelle.
•" Lombroso y otros. Cfr. Infra § 22.
12
Cfr. Lemert, p. 87; cercanamente, Matza, £7 proceso de desviación; Picht, Teoría de la desviación
social.
10 § 2. El poder punitivo
del poder económico (llamados de cuello blanco)33; (b) también lo es, en forma más
dramática, frente a conflictos muy graves y no convencionales, como el uso de medios
letales masivos contra población indiscriminada, usualmente llamado terrorismo; y (c)
se desconcierta en los casos excepcionales en que selecciona a quien no encaja en ese
marco (las agencias políticas y de comunicación lo presionan, los abogados formulan
planteamientos que no sabe responder, en las prisiones debe asignarles alojamientos
diferenciados, etc.)- En casos extremos los propios clientes no convencionales contri-
buyen al sostenimiento de las agencias, particularmente de las penitenciarias, con lo
cual el sistema alcanza su contradicción más alta.
3. La comunicación social proyecta una imagen particular del resultado más notorio
de la criminalización secundaria -la prisionización-, dando lugar a que en el imagi-
nario público las prisiones se hallen pobladas por autores de hechos graves, como
homicidios, violaciones, etc. (los llamados delitos naturales), cuando en realidad la
gran mayoría de los prisionizados lo son por delitos groseros cometidos con fin lucra-
tivo (delitos burdos contra la propiedad y tráfico minorista de tóxicos, es decir, operas
toscas de la criminalidad) 34 .
4. La inevitable selectividad operativa de la criminalización secundaria y su prefe-
rente orientación burocrática (sobre personas sin poder y por hechos burdos y hasta
insignificantes), provoca una distribución selectiva en forma de epidemia, que alcanza
sólo a quienes tienen bajas defensas frente al poder punitivo y devienen más vulnera-
bles a la criminalización secundaria, porque (a) sus personales características encua-
dran en los estereotipos criminales; (b) su entrenamiento sólo les permite producir
obras ilícitas toscas y, por ende, de fácil detección; y (c) porque el etiquetamiento 35
produce la asunción del rol correspondiente al estereotipo, con lo que su comporta-
miento termina correspondiendo al mismo (la profecía que se autorreaüza)36. En
definitiva, las agencias acaban seleccionando a quienes transitan por los espacios
públicos con divisa de delincuentes, ofreciéndose a la criminalización -mediante sus
obras toscas— como inagotable material de ésta.
33
Sutherland, W/ute collar crime; sobre ello, Giddens, Sociología, p. 266 y ss.
34
El paralelo entre prisión y pobreza no es nuevo: lo señalaba en el siglo XVI Sandoval, Tractado,
p.9.
35
Sobre ello, Lilly-Cullen-Ball, Criminológica! theory; p. 1 lOy ss.; Vold-Bernard-Snípes, Theoretical
criminology, p. 219 y ss.; Larrauri, La herencia de la criminología crítica, p. 37 y ss.; Lamnek. Teorías,
p. 56 y ss.; Giddens, Sociología, p. 237.
36
A su respecto, Merton, op. cit.. capítulo 11; Horton-Hunt, p. 176.
37
v. Sutherland-Cressey. Criminology, pp. 219-223 (Sutherland, Principios, p. 13 y ss.).
38
Sobre realidad construida socialmente, Berger-Luckman, La construcción social de la realidad;
Schutz, El problema de la realidad social: Schutz-Luckmann, Las estructuras del mundo de la vida;
Gusfield. The culture ofpublic prohlems; Pitch, en "Int. Journal Sociology of Law'". 1985. p. 35 y ss.
III. Selectividad y vulnerabilidad 11
7. (a) El poder punitivo criminaliza seleccionando, por regla general, a las personas
que encuadran en los estereotipos criminales y que por ello son vulnerables, por ser sólo
capaces de obras ilícitas toscas y por asumirlas como roles demandados según los
valores negativos —o contravalores— asociados al estereotipo (criminalización confor-
me a estereotipo), (b) Con mucha menor frecuencia criminaliza a las personas que, sin
encuadrar en el estereotipo, hayan actuado con bruteza tan singular o patológica que
se han vuelto vulnerables (autores de homicidios intrafamiliares, de robos neuróticos,
etc.) (criminalización por comportamiento grotesco o trágico), (c) Muy excepcional-
mente, criminaliza a alguien que, hallándose en una posición que lo hace prácticamen-
te invulnerable al poder punitivo, lleva la peor parte en una pugna de poder hegemónico
y sufre por ello una caída en la vulnerabilidad (criminalización por retiro de cobertu-
ra).
•w Hegel, Lecciones sobre la historia de la filosofía. I, p. 149; Laercio, Vidas, opiniones y sentencias,
I, p. 42; sobre la obra de Solón, v. Jaegcr, Alabanza de la ley, p. 18 y ss.; adelantó algunos conceptos de
Sutherland, Ferriani, T. II, pp. 77 y 107.
40
Sobre ello, Foucaull, Microfísica.
41
Al respecto. Pilgram. Krinúnalitat.
12 § 2. El poder punitivo
personas. Cada una de ellas tiene un estado de vulnerabilidad42 al poder punitivo que
depende de su correspondencia con un estereotipo criminal: es alto o bajo en relación
directa con el grado de la misma. Pero nadie es alcanzado por el poder punitivo por ese
estado sino por la situación de vulnerabilidad, que es la concreta posición de riesgo
criminalizante en que la persona se coloca. Por lo general, dado que la selección
dominante responde a estereotipos, la persona que encuadra en alguno de ellos debe
realizar un esfuerzo muy pequeño para colocarse en una posición de riesgo criminalizante
(y a veces debe realizar el esfuerzo para evitarlo), porque se halla en un estado de
vulnerabilidad siempre alto. Por el contrario, quien no da en un estereotipo debe
realizar un considerable esfuerzo para colocarse en esa situación, porque parte de un
estado de vulnerabilidad relativamente bajo. De allí que, en estos casos poco frecuentes,
sea adecuado referirse a una criminalización por comportamiento grotesco o trágico.
Los rarísimos casos de retiro de cobertura sirven para alimentar la ilusión de irrestricta
movilidad social vertical (que ninguna sociedad garantiza), porque configuran la
contracara del mito de que cualquiera puede ascender hasta la cúspide social desde la
base misma de la pirámide (selfmade man).
42
La etimología de vulnerabilidad puede reconstruirse a partir de la voz indoeuropea weld-nes (weld
es herir, en latín de vulnus, herida). Revela la condición de herible.
43
Los aspectos referidos a ello, en Hassemer-Muñoz Conde, La responsabilidad, p. 53; también los
plurales trabajos pertenecientes a los integrantes de la denominada "Escuela de Frankfurt". compilados
en el volumen colectivo de la Universitat Pompeu Frabra, Romeo Casabona, C. (dir.). La insostenible
situación del derecho penal.
44
Cfr. Sgubbi, // reato come rischio sociale, p. 7.
45
Sobre si el capitalismo conduce al Holocausto o si el caso alemán respondió a una especial
disposición a los prejuicios racistas, existe un amplio debate: la primera tesis en Otten, Masses, Élites
and Diclatorship; Christie, La industria del control del delito; la segunda, Vansittart, Black Record; en
general sobre el debate Burleigh-Wippermann, Lo Slato razziale.
46
Dal Lago, Non persone.
IV. El poder de las agencias de criminalización secundaria 13
47
Cfr. Lautman, Die Polizei.
14 § 2. El poder punitivo
V. Selección victimizante
1. Así como la selección criminalizante resulta de la dinámica de poder de las
agencias, también la victimización es un proceso selectivo, que responde a la misma
fuente y reconoce una etapa primaria. En la sociedad siempre hay personas que ejercen
poder más o menos arbitrario sobre otras, sea brutal y violento o sutil y encubierto.
Mientras ese poder se percibe como normal, no hay victimización primaria (no hay
ningún acto formal de las agencias políticas que confieran el status de víctima a quien
lo padece). Cuando la percepción pública del mismo pasa a considerarlo como un poder
anormal (se desnormaliza la situación) se demanda el reconocimiento de los derechos
de quien lo sufre y se redefine la situación como conflictiva. Las agencias políticas
pueden resolver esos conflictos mediante la habilitación de una coacción estatal que
impida el ejercicio de ese poder arbitrario (coacción administrativa directa) o que
obligue a quien lo ejerza a reparar o restituir (coacción reparadora civil). Pero cuando
las agencias políticas -por cualquier razón- no pueden disponer medidas que resuelvan
el conflicto, echan mano de la renormalización de la situación conflictiva: no se
resuelve sino que se /-^normaliza, mediante la formalización de un acto programático,
declarativo de criminalización primaria del comportamiento de quien ejerce el poder
y, al mismo tiempo, de un acto de victimización primaria, que le reconoce el status de
víctima a quien lo sufre. De este modo se sosiega a las personas que reclaman el
reconocimiento de sus derechos lesionados en esas situaciones conflictivas, incitando
sus explicables impulsos vindicativos, estimulando a la opinión pública a que se iden-
48
Un completo estudio del desarrollo de la vigilancia policial en la era de la informalización en
Whitaker, El fin de la privacidad.
m
Cí'r. Foucault, Bisogna difendere la societá, p. 36.
V. Selección victimizanle 15
tifique con ellos, y procurando que todos los que soportan lesiones análogas se sientan
satisfechos con el reconocimiento de su nuevo status (víctimas). De esta manera, la
situación desnormalizada se renormaliza (sale del centro de la atención pública). La
urgencia por renormalizar es acelerada por la esencia competitiva de las agencias
políticas: él recurso a la victimización primaria es uno de los principales métodos para
obtener prestigio y clientela dentro de esas agencias, y se reitera con mayor frecuencia
cuanto más se reafirma el mito de que renormalizar es resolver.
2. La selección victimizante secundaria (o sea, las personas que realmente son
víctimas de hechos criminalizados primariamente) también se extiende como una epi-
demia, según que los candidatos a la victimización tengan bajas o altas probabilidades
de sufrirla, o sea que existe un paralelo reparto selectivo conforme a la vulnerabilidad
al delito. También son las clases subalternas las que resultan más vulnerables 50 . La
llamada privatización de la justicia (entendida aquí como privatización de servicios
de seguridad) permite aumentar estas distancias, pues las clases hegemónicas tienen
la posibilidad de pagar sus propios servicios y, por ende, de disminuir sus riesgos de
victimización. La propia seguridad pública, ante la mayor capacidad de reclamo
comunicacional de estos sectores, tiende a centrar la vigilancia en las zonas de más alta
rentabilidad de las ciudades donde, por otra parte, es más fácil detectar la presencia de
quienes cargan los estigmas del estereotipo. En todos los casos la regla parece ser que
el riesgo victimizante se reparte en relación inversa al poder social de cada persona:
las agencias brindan mayor seguridad a quienes gozan de mayor poder.
50
Cfr.. por todos. Bustos Ramírez, ^etimología, p. 51.
51
Sobre disposición de las capas populares a tendencias autoritarias, el trabajo pionero de Germani
en Germani-Lipset, "Ideologías", p. 347 y ss.
52
v. Girard, El chivo expiatorio: sobre la construcción de prejuicios contra judíos y negros,
Beltelheim-Janowitz. Cambio social.
16 § 2. El poder punitivo
las beneficia, pero el de la selección victimizante las perjudica, (b) Los jóvenes varones son los
preferidos para la criminalización, pero la viclimización violenta se reparte entre éstos, los adolescen-
tes, los niños y los ancianos. Los dos primeros, por su mayor exposición a situaciones de riesgo; los
dos últimos por su mayor indefensión física, (c) Los grupos migrantes latinoamericanos, en especial
los inmigrantes ilegales, a cuya condición suelen sumar la de precaristas (ocupantes precarios de
predios ajenos), cuya situación de ilegalidad les pri vade acceso a lajusticia, suelen ser particularmente
vulnerables a la criminalización pero también a la victimización, en especial por la incapacidad de
denunciar los delitos cometidos contra ellos y la necesidad de trabajar en forma de servidumbre, (d)
La marginalidad y la represión a que se somete a las prostitutas, a sus clientes, a las mi norias sexuales,
a los tóxicodependientes (incluyendo a los alcohólicos), a los enfermos mentales, a los niños de la
calle, alos ancianos de lacalle, y el general descuido de las agencias ejecutivas respecto de su seguridad
(fenómeno que se racionaliza como devaluación de la víctima), aumentan enormemente su riesgo
de victimización. (e) En los delitos no violentos contra la propiedad, el pequeño ahorrista es el que
lleva la peor parte en cuanto al riesgo victimizante, pues carece de los recursos técnicos y jurídicos
de que disponen los operadores de capitales de mayor entidad33.
51
Cfr. Cervini. en '"Revista de Ciencias Penales", Corrientes, n° 6, 2000, p. 24 y ss.
entretenimiento (series de ficción), al que la realidad no puede adecuarse ni sería
deseable que lo intentase, y el contraste con el comportamiento concreto provoca
frustración y rechazo que se asocia a los estigmas estereotípicos.
3. En definitiva, este sector se ve instigado a asumir actitudes antipáticas e incluso
a realizar conductas ilícitas, a padecer aislamiento y desprecio, a cargar con un este-
reotipo estigmatizante, a sufrir un orden militarizado e inhumano, a someterse a una
grave inestabilidad laboral, a privarse de los derechos laborales elementales, a correr
considerables riesgos de vida, a cargar con la parte más desacreditada y peligrosa del
ejercicio del poder punitivo, a ofrecerse a las primeras críticas, a privarse de criticar a
otras agencias (especialmente a las políticas) y, eventualmente, a correr mayores ries-
gos de criminalización que todos los restantes operadores del sistema. Aunque debe
descartarse una vez más cualquier eAplicación conspirativa, pocas dudas caben acerca
de que también la politización es un proceso de asimilación institucional, violatorio
de derechos humanos y tan selectivo como la criminalización y la victimización, que
recae preferentemente sobre varones jóvenes de los sectores carenciados de la pobla-
ción, vulnerables a esa selectividad en razón directa a los índices de desempleo 54 .
54
No abundan los estudios sociológicos de las fuerzas de seguridad. Puede consultarse en España,
López Garrido, El aparato policial en España; en latinoamérica. Gabaldón. El desempeño de la policía
y los tribunales dentro del sistema de justicia penal, pp. 147-168.
55
Batista, Política criminal com derramamento de sungue; Martínez, M , p. 26 y ss.; también Evans-
Berent. Drug Legalization; Ostendorf, en "Kriminalpolitik", Heft 2, 2001.
56
Cfr. IIDH, Muertes anunciadas, pp. 114 y 132.
57
Cfr. Chapman, op. cit., p. 255; estudios empíricos en Baratta, Criminología y dogmática penal,
pp. 34-35.
58
v. Comblin, Le pouvoir militaire; Equipo Seladoc, Iglesia y seguridad nacional.
59
Cfr. Mosse, L'immaginc dell'uomo, p. 205 y ss.
18 § 3. Los sistemas penales y el poder de los juristas
terroristas que no siempre permanecieron aliadas a sus entrenadores 60 . Con este argu-
mento se consideró guerra lo que era delincuencia con motivación política y, pese a ello,
tampoco se aplicaron los Convenios de Ginebra, sino que se montó el terrorismo de
estado que victimizó a todos los sectores progresistas de algunas sociedades, aunque
nada tuviesen que ver con actos de violencia. La transferencia de esta lógica perversa
a la guerra contra la criminalidad permite deducir que no sería necesario respetar las
garantías penales y procesales por razones semejantes. De este modo, así como la
subversión habilitaba el terrorismo de estado, el delito habilitaría el crimen de estado.
La subversión permitía que el estado fuese terrorista; y el delito, que el estado sea
criminal: en cualquier caso la imagen ética del estado sufre una formidable degrada-
ción y, por tanto, pierde toda legitimidad.
4. En definitiva, esta imagen bélica legitimante del ejercicio del poder punitivo, por
vía de la absolutización del valor seguridad, tiene el efecto de profundizar sin límite
alguno lo que el poder punitivo provoca inexorablemente, que es el debilitamiento de
los vínculos sociales horizontales (solidaridad, simpatía) y el reforzamiento de los
verticales (autoridad, disciplina). El modelo de organización social comunitaria pier-
de terreno frente al de organización corporativa 6I . Las personas se hallan más indefen-
sas frente al estado, en razón de la reducción de los vínculos sociales y de la desapa-
rición progresiva de otros loci de poder en la sociedad. La sociedad misma -entendida
como conjunto de interacciones- se reduce y resulta fácil presa de la única relación
fuerte, que es la vertical y autoritaria. La imagen que se proyecta verticalmente tiende
a ser única, porque la reducción de los vínculos horizontales impide su confrontación
con vivencias ajenas. El modelo de estado que corresponde a una organización social
corporativa es el del estado de policía.
60
Acerca de las contradicciones en la formación y entrenamiento de terroristas, que fueron antiguos
aliados, más o menos santos. Hagan, Polilical Crime.
61
Sobre la "comunidad", Tonnies, Principios de Sociología; también Comunidad y sociedad.