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Sinopsis .................................... 4 12 .......................................... 126

1 ............................................... 5 13 .......................................... 139

2 ............................................. 13 14 .......................................... 149

3 ............................................. 28 15 .......................................... 161

4 ............................................. 38 16 .......................................... 174

5 ............................................. 49 17 .......................................... 184


3
6 ............................................. 58 18 .......................................... 196

7 ............................................. 68 19 .......................................... 204

8 ............................................. 80 20 .......................................... 215

9 ............................................. 94 Nota de la Autora .................. 222

10 ......................................... 101 Próximo Libro ....................... 223

11 ......................................... 114 Sobre la autora ...................... 224


Mi secreto se ha descubierto.

A pesar de diez años de secretismo, Lachlan se ha dado cuenta de que soy su


compañera. Y no está complacido de que me haya estado escondiendo de él.
Difícilmente es mi peor problema, eso sí.

Hay un asesino detrás de mí. Múltiples asesinos, si es que le creemos a nuestra


fuente. Y están decididos a encontrarme. Por mucho que quiera correr un centenar
de kilómetros lejos de Lachlan para evitar el vínculo de compañeros, es muy
peligroso. Necesito su ayuda para encontrar a las personas que me persiguen, y no
hay manera de que él me deje ir, de todas maneras.

Por mucho que lo odie, vamos a tener que unirnos para parar a un demente. La 4
caza nos fuerza a estar muy cerca, y a pesar de nuestros mejores esfuerzos para
resistirnos el uno al otro, se convierte más difícil cada día. El destino parece
determinado a salirse con la suya, y lo que quiere es que Lachlan y yo estemos juntos.
Eve
Era tiempo.

Miré afuera de la ventana a la luna llena, contando los segundos pasados las dos
de la madrugada.

Había estado aquí atrapada en esta maldita torre por dos días, encerrada aquí
por Lachlan, el alfa de los cambiaformas.

Y mi compañero.

Podía sentirlo incluso ahora, nuestro vínculo tirando como una cuerda invisible
5
a través del éter. Yo estaba segura como el infierno que no lo quería, pero el destino
se sentía diferente.

Ja.

Mi vida definitivamente había dado un giro para peor últimamente. Pero


estábamos a punto de ponerlo en marcha. Mis amigos y yo teníamos un plan de
escape acordado, y se suponía que debía suceder a las dos de la madrugada. Estaban
afuera, en alguna parte, listos para crear una distracción, mientras esperaba en mi
prisión para que mi familiar viniera a liberarme.

Busqué en el patio a través de mi ventana, finalmente vislumbrando la diminuta


sombra al filo del área abierta y con césped.

Ralph.

Mi familiar.

Corrió por el frente de las tiendas al otro lado del césped. Lo perdí de vista, pero
apareció en el alféizar unos minutos después, regordete y de ojos brillantes. En su
pequeña garra, agarraba un frasco de poción.

—Llegas tarde —le dije.


Él sonrió con los dientes. Pero estoy aquí.

—Gracias. Eres el mejor. Y lo digo en serio.

Y no lo olvides.

—Ahora, dámelo.

Arqueó las cejas. Pago primero.

—Sabes que no tengo barras de dulces aquí.

Se burló, mirando a mi alrededor como si pudiera ver una enorme pila de ellos.

—Cuando salga, tú eliges.

Satisfecho, asintió y empujó el frasco de poción a través del encantamiento que


protegía la ventana, haciendo una mueca cuando su pequeña garra tocó la barrera
mágica. Estaba destinado a repeler a los vivos, pero no a los inanimados.

Cogí el frasco y lo levanté, quitando el diminuto trozo de papel que le habían


atado y lo desdoblé para leer el hechizo escrito en su interior. Mis amigos y yo lo 6
habíamos obtenido del gremio de brujas anoche, y era la respuesta para escapar de
aquí. Por lo general, podría preparar algunas pociones yo misma, pero tomaban
tiempo para prepararlas.

Esto había sido más rápido y no estaba dispuesta a esperar más a Lachlan. Lo
había ayudado a atrapar a un asesino, y su retribución era encerrarme en esta
habitación. Era cierto que acababa de descubrir que yo era su compañera perdida de
hace mucho tiempo y que un asesino loco estaba detrás de mí, pero todavía era
demasiado duro.

Ralph se volvió y miró hacia el patio. La distracción debería explotar en cualquier


momento.

Sonreí, agradecida por mis amigos. Era lo suficientemente tarde como para
poder escabullirme por el techo sin que me vieran. Pero por si acaso, mis amigos
estaban provocando una distracción al otro lado del patio.

Finalmente, escuché la pequeña explosión y vi un poof de luz verde que se


elevaba desde el otro lado de la torre.

¡Ellos lo hicieron!

Probablemente Mac, dado su amor por hacer estallar cosas.


—Deberías hacerte a un lado —le dije.

Ralph asintió. Te estaré esperando en el techo para mostrarte el camino hacia abajo.

—Gracias.

Me estremecí ante la idea de tener que bajar la pared por mí misma.


Normalmente, tendría mis alas Fae. Pero Lachlan me había quitado mi colgante
encantado, y volví a ser un cambiaformas fallida sin una bestia.

Así que bajaría de la torre por las malas.

Ralph desapareció y abrí el frasco, rociando el polvo brillante en el alféizar de la


ventana frente a los barrotes de hierro. Brillaba con un azul pálido y sonreí.

Esto tenía que funcionar.

Con cuidado, pronuncié las palabras en el papel. Estaban escritas en un idioma


que no entendía, pero las brujas habían dicho que sería fácil.

Cuando la pólvora frente a mí se encendió, enormes llamas azules alzándose,


sonreí. Brillaron y bailaron, consumiendo las barras de hierro y el escudo mágico que 7
me mantenía aquí. El hechizo era silencioso, y los guardias afuera en el pasillo no
tendrían idea de lo que estaba pasando.

Finalmente, el escudo y las barras desaparecieron. Podía sentir la ausencia de la


magia. Me había pinchado la piel cada vez que me había acercado demasiado a la
ventana, pero ahora no había nada.

Tentativamente, extendí mi mano hacia la ventana. Pasó sin dolor ni resistencia.

—Estupendo.

Subí al alféizar de la ventana, agradecida de que no hubiera metal fundido en el


alféizar. La llama lo había devorado todo. Gracias al destino todavía estaba usando
mis jeans y mis botas.

Sin mirar atrás, trepé a la pared de la torre. Las piedras eran ásperas y desiguales,
proporcionando muchos asideros.

De todos modos, todavía estaba seis pisos por encima del patio y mi estómago
se revolvió violentamente. Maldita sea, eso apestaba. No había tenido ningún
problema con las alturas cuando tenía alas.

¡Psst!
Me volví para ver a Ralph haciendo un gesto desde una pequeña repisa debajo
del techo.

Por acá. Podemos pasar por encima del techo y bajar por el costado de la torre cerca del
cementerio. Nadie nos verá.

Asentí y lo seguí, aferrándome a la pared mientras los latidos de mi corazón


retumbaban en mi pecho. Cuando subí al techo, mi ritmo cardíaco se calmó un poco.

Esto era mejor.

Juntos, nos deslizamos silenciosamente bajo la luz de la luna, abriéndonos paso


hacia el costado de la torre de piedra. La vista de la Ciudad del Gremio era magnífica
a la luz de la luna, los edificios antiguos se agrupaban a medida que las calles sinuosas
la atravesaban. La torre del Gremio de Cambiaformas era alta, lo que me daba una
vista de las otras torres ubicadas uniformemente a lo largo de la muralla de la ciudad.

Era magnífico, mi hogar.

¿Tendría que dejarlo ahora que Lachlan sabía quién era yo?

No. 8
No podría soportarlo. Apenas pude mantenerme alejada la primera vez. Y ahora
tenía un gremio. Verdaderos amigos. De ninguna manera los dejaría.

Apúrate.

La voz de Ralph me trajo de vuelta, y aceleré. Él llegó al costado del edificio y


comenzó a bajar, elegante a pesar de su volumen y sus pequeñas patas.

Torpemente, lo seguí, mi piel helada por el miedo.

Lo que no daría por tener mis alas.

Las recuperaré.

La primera parada de mi viaje de esta noche era a mi taller secreto, donde crearía
la poción para encantar otro colgante que me convertiría en Fae.

A mitad de camino de la torre, casi resbalé. El corazón me subió a la garganta y


me apresuré a agarrarme de otro asidero. Mientras colgaba de la punta de mis dedos,
un sudor frío goteó por mi espalda.

Tienes esto.
—Gracias, Ralph —gemí, aferrándome a mi vida.

Los dedos de mis pies encontraron un punto de apoyo y comencé de nuevo,


caminando lentamente hacia el suelo. Resbalé solo una vez más, pero finalmente lo
logré. La sensación de la hierba bajo mis pies hizo que mi corazón finalmente se
asentara en el lugar que le correspondía en mi pecho.

—Nunca volveré a hacer eso —murmuré.

Vamos. Ralph me hizo un gesto hacia adelante y yo lo seguí, aunque conocía el


camino. Tenía sentidos que yo no y conocía su camino por la ciudad como la palma
de su pata. Es cierto que su conocimiento se centraba principalmente en dónde se
encontraban los mejores contenedores, pero aún sabía a dónde se dirigía.

Juntos, atravesamos el cementerio silencioso y salimos a la parte principal de la


ciudad, pegándonos a los callejones.

Finalmente llegamos a un cruce de caminos. Podría ir a la torre del Gremio de


las Sombras donde vivía o a mi taller secreto. Ralph se dirigió hacia la torre.

—Voy por aquí —le susurré detrás de él.


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Se volvió, confusión en su carita. ¿Por qué? Nuestros amigos nos encontrarán en la
torre.

—Mi taller secreto es por acá. Es donde hago la poción que me hace fae.

Ralph frunció el ceño. ¿Vas a seguir así?

Asentí.

—Por supuesto. Es parte de mi identidad ahora.

Y debería disminuir el sentimiento del vínculo de compañeros que me atrajo


cuando el colgante se fue. No quería sentir el vínculo. Incluso ahora, sentía la
conexión con Lachlan. Y era extraño porque en realidad no me gustaba. Me atraía,
sí. Pero no me gustaba.

Al destino no le importaba eso. Quería aplastarnos juntos, como un niño que


juega con muñecos de acción y dice: “Ahora, bésenseeee”.

Solo porque nos habíamos besado, y había sido molestamente fenomenal, no


significaba que mi cerebro racional quisiera elegir eso. Pelearía con todo lo que tenía.
De todos modos, el destino no podía hacerte amar a otro. Podría forzarlos a
acercarse y hacer que se quieran el uno al otro. El amor tenía que suceder por sí solo,
y no estaba sucediendo con Lachlan. Sobre todo, porque el destino también decretó
que moriría cuando finalmente sucumbiera al vínculo.

Entonces sí, no. No es para mí, gracias.

Bien. Ralph correteó hacia mí. Iré contigo.

—Gracias, amigo.

Juntos nos apuramos a través de las silenciosas calles de la Ciudad del Gremio.
Le mandé un mensaje de texto a mis amigos para decirles que llegaría un poco tarde,
y llegamos a mi taller secreto unos minutos después. Cree un espacio secreto para
esconder mis ingredientes más valiosos y tener un lugar tranquilo para hacer la
poción que cambiaba mi especie. Hasta hace poco, nadie sabía dónde estaba ubicado,
excepto yo.

El callejón que accedía al diminuto espacio en el último piso era estrecho y


silencioso. Nos dejé entrar por la pequeña puerta de madera y subí los escalones hasta
el nivel superior. Rápidamente, desactivé el encantamiento que protegía la puerta y
entré, Ralph detrás de mí. 10

Fue directamente a la lámpara de la mesa auxiliar y rebuscó bajo la pantalla.


Cuando sacó una barra de chocolate que había sido pegada allí, sonrió.

—Será mejor que lo compartas —le dije.

Él refunfuñó y partió la mitad, luego me entregó el trozo más pequeño.

Lo engullí mientras me dirigía a la mesa de trabajo que estaba llena de


ingredientes. El instinto se apoderó de mí mientras preparaba la poción, cortando y
moliendo los ingredientes hasta que se convirtieron en un polvo fino. En cuestión de
minutos, mi pequeño caldero burbujeaba sobre una llama mágica que había hecho
en la mesa de madera.

¿Es rápido de hacer?

Asentí con la cabeza a Ralph.

—Afortunadamente, sí. Son solo los ingredientes los que son difíciles de
conseguir. Y tengo todos.

En veinte minutos, tenía la poción hecha. Burbujeaba de color púrpura y brillante


dentro del pequeño caldero mientras buscaba una pieza de joyería para encantar. La
poción era demasiado poderosa para beber, pero funcionaba si mojaba una joya y me
la ponía.

Encontré una cadena con colgante de plata en un cuenco al fondo de la mesa.


Dejaba algunas cosas así por ahí, ya que varias pociones funcionaban de la misma
manera.

Rápidamente, sumergí el colgante en la poción y vi como la poción púrpura


brillante empapaba el metal. Cuando volvió a verse normal, me lo puse.
Inmediatamente, la magia se apoderó de mí. Sentí un hormigueo en mis oídos y un
nuevo poder llenó mi alma.

—Ah, eso está mejor.

Ralph miró mis oídos. Te ves normal de nuevo.

Asentí, agradecida. Pero, ¿qué era normal para mí?

Se suponía que yo era una loba, originalmente llamada Verity, pero no tenía una
bestia dentro de mí. ¿Ser una fae falsa era la verdadero yo? Mi nombre adoptivo Eve
era ciertamente mi nombre real ahora.
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Aparté los pensamientos.

—Vamos a salir de aquí.

Abandonamos el apartamento, luego nos abrimos paso silenciosamente a través


de la ciudad, manteniéndonos en las calles más tranquilas. Cuando llegamos al patio
frente a la torre del Gremio de las Sombras, el alivio se apoderó de mí.

Hogar.

Las ventanas de la alta torre de piedra resplandecían de luz y las enredaderas de


rosas rojas trepaban por los lados.

Como si me hubieran sentido, mis amigos salieron por la puerta principal.

—¡Ya era hora! —dijo Carrow.

—Gracias, chicos.

Sonreí y corrí hacia ellos.

Compartimos un abrazo grupal y entramos en la torre. La sala principal de


nuestra torre era acogedora y luminosa, con una enorme chimenea que parpadeaba
brillantemente y cómodos muebles esparcidos por los bordes. Solo éramos seis en el
gremio, y todos estaban aquí esta noche. Carrow, nuestra líder, así como Mac,
Beatrix, Seraphia y Quinn.

Todos inadaptados, todos amigos.

—Bueno, ¿todo salió bien? —preguntó Carrow.

Asentí.

—Gracias a ustedes, chicos.

La mirada de Carrow se posó en el collar.

—Eso sigue siendo un problema.

Lo toqué, haciendo una mueca.

—No me digas.

Lachlan podía rastrearme a través de este collar, y necesitaba que desapareciera.

—Voy arriba y veré si puedo encontrar algo en uno de mis libros de pociones 12
sobre cómo quitarlo.

—Vamos —dijo Mac—. Y puedes actualizarnos sobre lo que está pasando.

Asentí, agradecida.

—Voy a comprar pizzas —dijo Quinn—. Y cerveza.

—Eres el mejor.

Le sonreí.

Juntos subimos las escaleras hasta mi taller.


Lachlan
Me paré en la puerta de la celda, mirando adentro.

Mi hermano.

Ignoró la cama que había sido colocada dentro de la celda y se desplomó contra
la pared de piedra.

Vivo.

¿Cómo era posible?


13
—Deja de mirarme así —dijo Garreth, sus ojos negros brillando.

Lo blanco en ellos habían desaparecido por completo, evidencia de la maldición


de la Luna Oscura que se había apoderado de su mente. Todos los lobos eran
susceptibles a ella, pero mi línea lo era en particular. La emoción fuerte nos hacía
vulnerables a la maldición, y cuando finalmente se apoderaba, hundía sus garras en
nuestras mentes y se instalaba profundamente, sacando a relucir cualquier oscuridad
que permaneciera allí. Enfatizaba todo lo malo mientras reprimía lo bueno.

La peor parte era que robaba la lealtad de un lobo.

Una vez que se caía en esta, te cambiaba para siempre.

Ya no eras leal a los amigos. Familia. Manada.

Sería mejor estar muerto.

La pregunta era... ¿cómo había sucumbido Garreth? Lo había visto morir. Enterré
su cuerpo. Y, sin embargo, él estaba aquí.

La reanimación no era parte de la maldición.


Después de tanto tiempo, había regresado a nuestras vidas, tratando de borrar su
pasado. Había matado a dos de sus viejos amigos y trató de matarme. Intentó matar
a Eve.

Cuando lo capturamos, confesó que había alguien más allí, viniendo por ella.

—¿Porqué ella? —le pregunté a Garreth—. ¿Por qué esta persona viene por
ella? ¿Quiénes son ellos?

Me miró fijamente, con los ojos en blanco y fríos.

—Dime, Garreth.

Nada.

Necesitábamos respuestas, pero tendríamos que encontrarlas de otra manera,


porque Garreth no había hablado desde que estuvo bajo la influencia de la poción de
la verdad de Eve.

Todavía estaba encerrada en el dormitorio en lo alto de la torre. Necesitaba


dejarla salir, pero ahora era el lugar más seguro para ella.
14
Mi compañera.

No podía creerlo, pero podía sentirlo.

Y, sin embargo, no tenía ni idea de qué hacer al respecto.

Cuando Garreth tomó el colgante que la había escondido de mí, lo sentí como
un rayo en el pecho.

De repente, ya no estaba solo.

Mi compañera estaba cerca.

Había sido el sentimiento surrealista más poderoso. Algo que había evitado toda
mi vida y, sin embargo, estaba aquí.

Incluso ahora, podía sentirlo. Esa conexión que nos unía a través del éter. Una
presencia que se alineaba con la mía de alguna manera.

Finalmente, no estaba solo.

No.
No era posible. Ese sentimiento tenía que ser falso. Todos los sentimientos tenían
que ser falsos, siempre y cuando tomara la poción que Mordaca, la hechicera de
sangre, me había preparado. Reprimía la emoción. O al menos, lo había
hecho. Últimamente, no había funcionado tan bien.

Cogí el frasco y bebí un gran trago de whiskey con poción, mirando a mi


hermano.

Él era toda la evidencia que necesitaba, confirmando mi determinación de


mantener la distancia y mantener las cosas como estaban. No podía permitirme
sentir algo por ella. No podía permitirme sentir algo por nadie. Estar solo, ser frío,
era la única forma en que podía proteger a mi manada. De mí.

Mi manada era lo único que importaba. Mi responsabilidad era con ellos.

Pero luego sucedió y lo sentí.

El vínculo con Eve se rompió.

Un segundo estaba allí, una luz en la oscuridad de mi alma. Al siguiente, se había


ido.
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Fruncí el ceño, poniéndome rígido. ¿Qué diablos acababa de pasar?

Garreth parpadeó y me miró con repentino interés.

—¿Qué pasó?

—Ella se ha ido.

La confusión parpadeó, luego el miedo.

¿La habían matado?

No.

Me di la vuelta y corrí.
Eve
Una hora más tarde, después de poner al día a mis amigos sobre todo lo que
había sucedido y de buscar en todos los libros de mi colección, era obvio.

—No voy a poder quitarme esta maldita cosa por mí misma.

Tiré del collar dorado.

Carrow se acercó, mirándolo.

—¿Solo puede eliminarlo el fabricante original?

—Sí. —Hice una mueca—. Mordaca. La extraordinaria hechicera de sangre.

Su nombre estaba impreso en la parte de atrás con letras minúsculas. Había


necesitado una poción para revelarlas, y al menos había sido capaz de hacer eso.

—¿Cómo diablos vamos a conseguir su ayuda? —preguntó Seraphia—. ¿No es


como súper famosa y difícil de encontrar? Y vive al otro lado del mundo. 16

Mac tenía razón. Mordaca vivía en Curva de Magia, Oregon, que estaba
demasiado lejos.

—Tengo un encanto de transporte —dijo Carrow.

—Yo también —dijo Mac—. Nos llevarán de ida y vuelta.

Me volví hacia ellas, mi corazón se sentía como si fuera a estallar.

—Gracias, chicas. No sé qué haría sin ustedes.

—Tus fines de semana serían mucho más aburridos —dijo Mac.

—Cierto.

Carrow miró a Quinn, Seraphia y Beatrix.

—¿Ustedes estarán bien para mantener el fuerte?

Quinn hizo un saludo militar.

—Tengo el turno temprano en el Sabueso, de todos modos.


Las demás asintieron.

—Bien. Volveremos tan pronto como podamos.

Carrow me hizo un gesto para que me acercara. Mac y yo nos unimos a ella, y
ella tiró el hechizo de transporte al suelo.

Una nube plateada se elevó y agarré su mano. Mac tomó la otra mano de Carrow
y entramos en la nube. El éter nos succionó a través del espacio, haciéndonos girar
salvajemente hasta escupirnos en una calle tranquila en medio de Darklane, el
distrito de Magia Oscura donde vivía Mordaca. Aquí era temprano en la noche y,
aunque el sol aún no se había puesto, Darklane estaba sombrío y ensombrecido.

Era normal para esta parte de Curva de Magia, el distrito de magia oscura. Los
antiguos edificios victorianos estaban cubiertos de mugre negra, casi como hollín,
residuo de la magia oscura que se usaba aquí. No toda la magia oscura era
intrínsecamente malvada, se trataba de cómo la usabas. La mayor parte de lo que
hacía Mordaca era honesto.

Esperaba que quitarme este collar entrara en esa categoría.

—Vamos. 17

Mac señaló un edificio unas puertas más abajo.

Las antiguas casas victorianas estaban pegadas unas a otras, compartiendo


paredes en muchos casos.

La Jungla de la Boticaria, la tienda de Mordaca, había sido una vez


púrpura. Podía ver indicios de ello a través del hollín negro que ahora lo cubría desde
el techo hasta la base. Subimos los escalones hasta la puerta, el letrero en el frente del
edificio crujía con la brisa.

Llamé, con el corazón latiendo con fuerza.

Unos momentos después, se abrió.

Para mi suerte, era Mordaca. Llevaba un vestido negro con una abertura hasta
el muslo, junto con un abundante maquillaje de ojos oscuros y un bouffant de ébano
que enorgullecería a Elvira.

Se apoyó contra la puerta y se golpeó el brazo con sus puntiagudas uñas negras,
frunciendo los labios rojo sangre. Su mirada recorrió mi cuerpo de arriba abajo.

—No eres un hada real, a pesar de esas orejas puntiagudas.


—No lo soy.

Además de ser una hechicera de sangre, Mordaca era una reina fae
Unseelie. Sería buena al reconocer a una de su especie.

—Eso debe convertirte en Eve —dijo—. He oído hablar de ti. ¿Qué te trae a mi
puerta?

—¿Reconoces esto?

Señalé el collar y su mirada se posó en este.

Ella frunció el ceño.

—¿Uno de los míos?

Asentí.

—Lachlan. ¿Por qué te lo puso?

—Pensaba que maté a alguien.


18
—¿Lo hiciste?

—No a esa persona. Y ahora sabe que soy inocente. Atrapamos al


asesino. Así que tiene que desprenderse.

—Él tiene la llave.

La irritación revoloteó en mi pecho.

—No lo quitará.

—¿Por qué no, si eres inocente?

Debatí cuánta verdad decir.

—Porque, aparentemente, soy su compañera.

Sus cejas volaron hacia la línea de su cabello.

—No me digas.

—Y no quiero serlo.

Sus labios escarlata se torcieron.


—Mmm. Pobre forma, Lachlan. —Se volvió y nos hizo un gesto para que la
siguiéramos adentro—. Entren.

—¿Me ayudarás?

Ella miró hacia atrás por encima del hombro.

—Solidaridad, hermana. Una cosa era que él lo usara cuando pensaba que eras
una asesina. Otra cosa es mantener a una chica atrapada porque podría quererla para
él.

—Él no me quiere. —Las palabras surgieron por instinto.

—El collar dice lo contrario. —Sus labios se torcieron de nuevo—. Pero eso no
es para lo que lo hice. No permitiré que se use mi magia para atrapar a otra mujer en
algo así.

—Gracias.

Ella asintió.

—Es solo parcialmente por ti. Es más para poder dormir por la noche. 19
Y por eso la magia oscura de Mordaca no era malvada. Ella tenía ética. Usaba
sangre en su trabajo, que definitivamente era turbio a veces, pero todo lo que hacía
tenía una columna vertebral de honor.

—¿Será difícil de sacar? —preguntó Carrow.

—¿Difícil? No. ¿Costoso? Sí.

—¿Costoso? —Mac frunció el ceño—. ¿Por qué va a ser costoso si estás haciendo
esto porque él no debería haberle puesto el collar?

Mordaca se rio.

—No soy una santa. Al menos lo estoy quitando. Mi voluntad se debe a que
Lachlan no debería usarlo de esa manera. Pero no trabajo gratis.

—Está bien —le dije—. Tengo dinero.

El dinero del chantaje que nunca le había dado a Danny iba a ser útil después de
todo.

—Bien. Organizaremos el pago y luego te sacaré de esa cosa.


Se dio la vuelta, agitando una mano sobre su hombro para que la siguiéramos.

La seguimos por el pasillo oscuro. Estaba empapelado con papel tapiz de


terciopelo negro decorado con flores ornamentales.

El taller en la parte trasera de la casa era de tamaño moderado, pero estaba bien
abastecido, con estantes cubriendo todas las paredes.

Mordaca se volvió hacia mí y arreglamos el pago, luego se puso a trabajar.

—Esto no tomará mucho tiempo.

Observé como midió los ingredientes, agregándolos a un pequeño caldero que


ardía sobre una llama mágica en la mesa. Todo lo que hacía era casi idéntico a mi
forma de trabajar, hasta el último paso.

Sostuvo la mano sobre el caldero y se pinchó la yema del dedo, dejando que una
gota de sangre cayera dentro de la vasija. Brillaba negro y brillante, y nunca tendría
las agallas para preguntar por qué su sangre no era roja.

No era de mi incumbencia.
20
Finalmente, estaba listo.

—Ven aquí.

Ella me hizo señas para que me acercara.

Me acerqué y me detuve justo en frente de ella. Mojó un pincel en la poción y


luego aplicó el líquido al cuello.

—Entonces, ¿eres la razón por la que Lachlan quería aumentar la dosis de la


poción que suprime sus sentimientos?

Mi mirada se posó en la de ella.

—¿Qué?

—Lo tomaré como un sí.

¿Había aumentado la dosis? ¿Significaba eso que él estaba empezando a sentir a


pesar de la poción que ella le había dado?

Mierda. Eso no podía ser bueno.


—¿No tienes confidencialidad con el cliente o algo así? —le cuestioné,
preguntándome por qué me había contado eso.

—¿Parezco un médico o un abogado?

—No.

—Exactamente. —Aplicó más poción en el collar—. Ya casi termino aquí.

El collar alrededor de mi cuello se calentó a una temperatura casi dolorosa antes


de finalmente romperse.

El alivio me atravesó mientras caía al suelo.

Oh, gracias al destino. Froté mi cuello.

—Muchas gracias.

Mordaca asintió.

—Por supuesto. Esperaré el pago más tarde hoy.


21
—Lo tendrás.

Nos despedimos y nos fuimos.

Cuando salimos a la calle principal, vi a Lachlan. Estaba parado al otro lado de


la calle, mirándonos. La confusión brillaba en su rostro, reemplazada por
comprensión.

—Vamos.

Agarré la mano de Mac.

Metió la mano en el bolsillo y sacó el hechizo de transporte. Rápida como un


relámpago, lo tiró al suelo. Una nube de humo plateado se elevó y tomó la mano de
Carrow.

Juntas, entramos en la nube, dejando que el éter nos succionara.

Cuando aterrizamos en el patio de nuestra torre, todo quedó en silencio por un


breve momento.

Entonces algo pequeño se estrelló contra el suelo a nuestros pies: una bomba de
poción. Apenas tuve un segundo para procesar lo que era antes de que disparara un
estallido percutor que nos hizo volar hacia atrás a Mac, Carrow y a mí. Navegué por
el aire, chocando contra el suelo en un montón. Mi cabeza golpeó una piedra y el
dolor estalló a través de mí, haciendo que todo girara y mi mente se quedara en
blanco.

—¡Eve!

El grito de Carrow me devolvió la conciencia y me senté, parpadeando


frenéticamente para aclarar mi visión.

Una figura apareció frente a mí y se agachó para agarrarme.

Lachlan.

Pero no. Este hombre era aún más grande y apestaba a magia oscura. No pude
ver su rostro a través de las sombras, ni cuando me agarró del brazo y tiró de mí hacia
arriba.

A lo lejos, mis amigas gritaban. Podía verlas golpeando una barrera invisible. De
alguna manera, este hombre había puesto un muro entre nosotras para que no
pudieran alcanzarme.

Me retorcí, pateando mientras alcanzaba un frasco de poción de mi puño. 22


Esquivó la patada, pero no fue lo suficientemente rápido para alejarse del polvo
ácido que le soplé. Hizo una mueca, tropezando hacia atrás mientras me soltaba.

Me volví y corrí, pero me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás, tirando de mí
contra su enorme figura.

—No vas a ir a ninguna parte —gruñó.

El miedo me heló la columna cuando le di un codazo en el estómago y luego le


pisoteé el pie. Ninguno pareció afectarlo, y me echó sobre su hombro, su brazo una
banda de hierro sobre mis piernas.

Frenética, metí la mano en el éter, sacando una daga que había escondido allí
usando magia. La hundí en su costado. Él se estremeció, pero no me bajó.

Con el corazón acelerado, retiré la daga y lo apuñalé una y otra vez.

La magia explotó en la distancia, y por el rabillo del ojo, vi a mis amigos


arrojando bombas de pociones a la barrera que él había creado, tratando de romperla.
Seguí apuñalándolo con mi daga, sin duda haciendo picadillo de sus órganos
internos, pero ni siquiera hizo un ruido.
¿Qué diablos era él? ¿Un maldito zombi?

Desesperada, empecé a golpearlo.

Finalmente, algo pareció impactarlo. Se detuvo y caí de su hombro, golpeando


el suelo con fuerza.

Rodé a un lado, saltando y levantando mi daga.

Lachlan, salvaje en su forma de lobo, saltó hacia el hombre. Era enorme, su


pelaje oscuro relucía mientras sus ojos ardían de un verde brillante. Luchaba con tal
ferocidad que sentí un escalofrío por la espalda.

Apretó la mandíbula sobre el hombro del hombre y tiró.

El hombre, cuyo rostro todavía estaba ensombrecido, por magia, sin duda,
apuñaló a Lachlan en el costado y lo arrojó lejos.

Lachlan gruñó y se incorporó de un salto, la sangre oscura goteaba sobre la


hierba debajo de él. Merodeó entre el secuestrador y yo, lanzándose hacia adelante.

El hombre le echó un vistazo y corrió, girando y corriendo por el 23


callejón. Lachlan lo persiguió y yo lo seguí, con los pulmones doloridos mientras
trataba de mantener el ritmo.

Delante de mí, al final del callejón, apareció una ráfaga de humo plateado. El
hombre se abalanzó sobre este.

La pequeña nube se disipó antes de que Lachlan la alcanzara.

El alfa se detuvo, mirando el espacio donde el hombre había desaparecido. Juré


que podía sentir su frustración haciendo vibrar el aire.

Finalmente, se apartó de esta. Con un remolino de magia verde, recuperó su


forma humana y se acercó a mí, con los ojos verdes parpadeando de preocupación y
la mandíbula apretada por la ira.

—¿Que estabas haciendo? —demandó.

—Luchando por mi vida. —Lo miré—. ¿Cómo diablos se veía?

Se detuvo frente a mí, a solo unos centímetros de distancia. Su pecho se agitaba


por el esfuerzo y sus ojos destellaban mientras me miraba. En las sombras, era tan
aterrador como hermoso. Las fuertes líneas de su rostro eran casi brutales en su
belleza, y la preocupación en sus ojos se deslizó dentro de mi alma y trató de
acercarme a él.

Me resistí, empujándolo hacia atrás.

—Gracias —dije con rigidez—. Aprecio tu ayuda.

Lo hacía. No era tonta. Por supuesto que lo hacía. Eso no significaba que
todavía no estuviera muy enojada con él.

—No deberías haber salido de la torre.

Su voz era casi un gruñido.

—Me encerraste.

—Era seguro allí.

—Quizás en tu cabeza. Pero no desde la perspectiva de un prisionero, y no


explicaste qué diablos estaba pasando.

—¿Eso habría hecho una diferencia? 24


—Solo si lo hacías mientras abrías la puerta de la celda y me dejabas salir.

Se pasó una mano por la cara y me miró con ojos oscuros. Su suspiro fue largo
y fuerte, como si no tuviera idea de qué hacer conmigo.

Bueno, no importaba. Porque no tenía nada que decir sobre mí.

Lentamente, extendió la mano hacia mi cuello, colocando su mano a unos


centímetros sobre mi piel donde antes había estado el collar.

—Te lo quitaste.

Por un breve segundo, no bajó la mano. Aunque no nos tocamos, la tensión se


encendió en los centímetros de aire entre nuestra carne. Me calentó, haciendo que
mi respiración se quedara corta y mi mente se volviera un poco confusa.

Era casi como si el callejón se hubiera convertido en un capullo, solo nosotros


dos.

Sacudí la maldita niebla de atracción. Destino estúpido. Haciéndome sentir cosas


que no quería.
—Por supuesto que me lo quité. A Mordaca no le gustó la razón por la que lo
mantuviste puesto.

—Maldita hechicera.

Echó la mano hacia atrás, luego hizo una mueca, presionando una mano a su
costado.

La preocupación me atravesó. Estaba enojada con él, pero ¿y si la hoja hubiera


perforado un órgano vital? No era desalmada.

—Deberías encargarte de eso.

—¿No hay ofertas de una poción curativa?

—Pensé que no las tomabas.

—No lo hago. Pero sí quiero volver a tu torre y discutir qué diablos está pasando.

Le levanté las cejas.

—Eso parece bastante equitativo de tu parte. ¿Estás seguro de que no quieres 25


arrojarme sobre tu hombro y arrastrarme de regreso a tu torre?

—Honestamente, eso es exactamente lo que quiero hacer. Pero no te quedarías


quieta.

—Y es malditamente bárbaro.

Inclinó levemente la cabeza y lo tomé como un acuerdo.

—Me alegro de que estés de acuerdo.

Lo miré de arriba abajo. Había sido el único capaz de asustar a mi atacante, y


también estaba en posesión de Garreth, la única pista de todo esto.

Teníamos que trabajar juntos. Me gustaba tanto como a un gato le gustaba el


agua, pero era necesario.

Su mirada se posó en mis oídos.

—Has vuelto a cambiar.

—Sí. Es quien soy ahora.

—Ni siquiera está cerca.


Apenas sabía quién era como cambiaformas, y había pasado toda mi vida adulta
como hada.

—Es quien soy.

Con eso, di media vuelta y eché a andar por el callejón.

—Puedes venir si quieres.

No dijo nada, pero escuché el débil sonido de sus pasos detrás de mí.

No había mencionado el hecho de que éramos compañeros.

¿Por qué no?

Demonios, tal vez no debería mirarle la boca a un caballo regalado y solo seguirle
la corriente. Quizás quería ignorarlo tanto como yo.

Lo dudo.

Llegamos a la boca del callejón al mismo tiempo que lo hicieron mis amigos,
casi chocando. Carrow y Mac se tambalearon hacia atrás, sus miradas preocupadas 26
sobre nosotros. Quinn, Beatrix y Seraphia se apresuraron detrás de ellas.

Me encantaba tener a todos mis amigos aquí. La última semana habíamos sido
solo Lachlan y yo, y me gustaban los refuerzos.

—La barrera acaba de caer —dijo Carrow—. ¿Estás bien?

Asentí.

—Estoy bien. ¿Ustedes?

—Sí, no fuimos a los que nos agarró un loco construido como una secuoya con
esteroides.

—¿Quién era él? —preguntó Mac.

—No tengo ni idea. —Fruncí el ceño, dándome cuenta de que nunca había visto
su rostro. Incluso cuando había entrado directamente a la luz de la luna, era como si
hubiera estado envuelto en sombras. Magia inteligente, esa—. Entremos y hablemos
de ello. Lachlan podría tener algunas ideas.

Las cejas rubias de Carrow se dispararon hacia arriba mientras lo miraba de


arriba abajo. Su mirada se posó en la sangre que empapaba su camisa.
—Deberías haberte encargado de eso.

—Me curo rápido.

—¿De una puñalada?

Asintió bruscamente.

—El alfa se cura más rápido que el resto de nosotros —dijo Quinn, con la mirada
fija en Lachlan.

Quinn debería estar en el gremio de Lachlan. De hecho, lo había estado. Todo el


tiempo hasta que apareció el Gremio de las Sombras, revelado después de haber
estado oculto por la magia durante siglos. Había llamado a Quinn, de la forma en
que nos había llamado al resto de nosotros, y había dejado el gremio de
cambiaformas para unirse a nosotros.

Nunca le había preguntado por qué Lachlan había tolerado eso.

—Vamos a hablar de esto —dijo Lachlan.

27
Eve
Los siete volvimos a cruzar el patio hacia la torre, con Carrow a la cabeza.
Lachlan apareció en la retaguardia, y pude sentir su alerta mientras escaneaba el
espacio alrededor, buscando amenazas.

—Tendrán que aumentar su seguridad —dijo Lachlan.

—Lo haremos.

No tenía idea de cómo, pero encontraríamos la manera. Solo éramos seis y


no éramos un gremio particularmente rico. Quebrados, prácticamente. Pero 28
éramos poderosos y el novio de Carrow estaba cargado. Él la querría protegida.
Nos las arreglaríamos.

Carrow lideró el camino hacia la torre. La chimenea cobró vida, la luz


resplandeciendo sobre Cordelia y Ralph. Estaban sentados frente a la chimenea.
Cordelia tenía un paquete de Monster Munch1 en sus patas, mientras que Ralph
sostenía una enorme barra de chocolate.

Era la primera vez que veía a los dos mapaches juntos, habían parecido casi
ignorarse el uno al otro hasta ahora, y se volvieron para mirarnos. Cada uno
apretó sus bocadillos cerca de su pecho.

—¿Están haciendo un intercambio? —preguntó Carrow.

Los dos mapaches simplemente miraron y luego se escabulleron hacia un


lado de la habitación.

Las cejas de Carrow se levantaron.

—Parecen ser negocios privados.

1
Monster Munch: Bocadillo de maíz horneado que se consume ampliamente en Reino Unido. Los
sabores incluyen rosbif y cebolla en escabeche, entre otros.
Ojalá pudiera concentrarme en el drama de los mapaches ahora mismo. Por
la mirada en los ojos de Carrow, también lo deseaba. Me sonrió.

—Este es tu asunto, Eve. Tú diriges la reunión.

—Gracias. —Aprecié el respeto, aunque realmente preferiría que este no fuera


mi asunto en este momento. Me volví hacia Lachlan—. ¿Sabes quién era?

—Nunca lo había visto antes. Pero debe ser el que Garreth dijo que estaba
detrás de ti.

—O un esbirro —dijo Mac.

Me estremecí.

—Realmente espero que no haya alguien más poderoso que él. Ni siquiera se
detuvo cuando lo apuñalé por la espalda. Una docena de veces.

—¿Puede una poción darle ese tipo de fuerza? —preguntó Carrow.

—Quizá podría. Pero creo que debemos agregar eso a la lista de misterios. —
Volví a mirar a Lachlan—. ¿Por qué diablos viene a por mí?
29

—Eso, desearía saberlo. Garreth no ha dicho nada más.

—Debe haber algo especial en ti —dijo Mac—. Aparte de tus pociones y tu


gran cabello, quiero decir.

—No hay nada especial en mí.

Mis amigos se rieron.

—Eso no es cierto —dijo Mac—. Solo tenemos que averiguar qué es, entonces
sabremos por qué te quiere. No estaría detrás de una persona cualquiera.

—Tal vez esté detrás de Lachlan —dije—. Eso es lo que buscaba Garreth,
¿verdad? Quería atraer a Lachlan hacia él, así que me tomó a mí.

—Esa fue una manifestación de la maldición de la Luna Oscura —dijo


Lachlan—. Destrozando tus lealtades y haciéndote atacar a quienes alguna vez
amaste. Esto es diferente.

—Piensa, Eve —dijo Carrow—. ¿Por qué alguien estaría detrás de ti?
Me mordí el labio. Maldita sea. ¿Quería decirlo?

¿Había alguna forma de evitarlo?

Realmente no.

¿Y qué importaba en este punto, de todos modos? Ya no estaba en el gremio


de cambiaformas, y no quería que Lachlan me quisiera. Tal vez ayudaría si
supiera que estaba rota.

—No tengo ninguna bestia dentro de mí, ¿de acuerdo? —dije—. Esa es una
de las razones por las que finjo ser fae. Ni siquiera soy una cambiaformas
adecuado como el resto.

—¿Ninguna bestia? Eso no es posible. —Lachlan frunció el ceño—. Espera,


¿es por eso que nunca cambiaste de adolescente?

—Exactamente. Cuando llegó el momento en que tenía trece años, nada.


Grillos. Mi bestia siempre había estado callada dentro de mí. Cuando traté de
cambiar a los trece, me di cuenta de que ni siquiera estaba allí.
30
Lachlan se pasó una mano por la cara.

—Eso es insólito.

—Lo sé. —Incluso los cambiaformas mestizos podían cambiar. Yo era la viva
imagen de mi madre, y aunque nunca había conocido a mi verdadero padre,
definitivamente había sido un lobo. Yo también debería haber sido una.

Entonces, ¿qué diablos estaba mal conmigo?

—No sé por qué ese loco me persigue si estoy rota.

—No estás rota —dijo Carrow—. Te vuelve especial.

—Pero no en una buena manera.

—Sí, en una buena manera —dijo Mac—. ¿Por qué diablos crees que estás en
el Gremio de las Sombras con el resto de nosotros, magníficos bichos raros?

Ella tenía razón. Este lugar me llamó tan pronto como el hechizo se había
roto y había aparecido.

—Eres especial —continuó Mac—. Y por eso él está detrás de ti.


Fruncí el ceño.

—No tengo idea de cómo averiguar qué está mal conmigo.

—Por qué soy especial —dijo Carrow muy lentamente—. Eso es lo que dices
ahora. Por qué soy especial.

—Está bien, lo que sea. Pero hasta que pueda averiguar cuál es mi asunto,
deberíamos centrarnos en las otras cosas que sabemos. Como Garreth. Puedo
intentar hacer más pociones de la verdad, pero tomará tiempo prepararlas.

—Si Garreth es solo un siervo, es posible que no sepa más de lo que ya nos
ha dicho —dijo Lachlan.

Podía entender por qué quería que ese fuera el caso. Era mejor que Garret
tuviese lavado el cerebro a que fuese malvado.

Pero ¿podría haber una cura para él? Se suponía que no había cura para la
maldición de la Luna Oscura, pero tal vez…

—¿Qué más sabemos? —dijo Carrow—. ¿Nuestros puntos de partida? 31


—Garreth supuestamente fue resucitado por esto —dijo Lachlan—. Yo
mismo puse su cuerpo en el suelo hace siete años.

—Ese es un buen lugar para comenzar —dije—. Quienquiera que hizo eso
tenía una gran magia y habría tenido una razón seria. Podría llevarnos al atacante.
Nuestras únicas pistas sobre él son el hecho de que era enorme e impermeable a
las dagas. Sus tripas deberían estar a la boloñesa a estas alturas, y siguió adelante.

Lachlan asintió.

—Tienes razón. Sin embargo, Garreth no fue enterrado en la ciudad. Quería


ser enterrado en las Tierras Altas.

—Así que vamos allí —dije.

—¿Ahora? —preguntó Carrow—. ¿Qué podemos esperar encontrar en una


tumba que tiene siete años?

—¿La hechicera puede ayudar de nuevo? —pregunté.

Ella nos había ayudado a ver acciones pasadas en la tumba de su padre.


Lachlan asintió.

—Quizás. Preguntaré.

Se dio la vuelta e hizo una llamada. Esperamos, una atmósfera ansiosa


llenando el aire. Un momento después, se volvió hacia nosotros.

—La tumba es demasiado vieja como para encontrar algo.

Asentí.

—Está bien, entonces no podemos ver exactamente lo que sucedió en la


tumba. Pero podría tener algo que pueda revelar algunas pistas. Si tenemos suerte.

Lachlan asintió.

—Te acompañaré. —Carrow se volvió hacia los demás—. Ustedes se


quedarán aquí y trabajarán en reforzar la torre y nuestro patio. A los extraños ya
no se les permite la entrada sin permiso, pero podríamos extender eso al patio con
algunos otros hechizos.

—Estoy en ello —dijo Seraphia—. Ellos no sabrán qué los golpeó.


32

Dejé escapar un tembloroso suspiro de alivio. Teníamos un plan. El Gremio


de las Sombras podía lograr cualquier cosa. No sin alguna pérdida de sangre, pero
hasta ahora, habíamos recorrido un largo camino sin víctimas. Nuestra racha
continuaría.

Tenía que hacerlo.

—¿Cuánto tiempo necesitas, Eve? —preguntó Lachlan.

—Dame una hora. Entonces podemos encontrarnos para irnos. —Miré a


Carrow—. ¿Está bien para ti?

Ella asintió.

—Todo va bien conmigo. Solo soy un respaldo.

—Gracias.

No miré a Lachlan cuando me di la vuelta y subí las escaleras hacia mi taller.


Sabía que había algunas pociones que podían revelar qué hechizos se habían
realizado en un lugar, así que eso nos daría algunas pistas. No tan bueno como
abrir una ventana al pasado como podría hacer la hechicera, pero útil.

Llegué a la habitación y encontré a Ralph tirado en el alféizar de la ventana,


con una bolsa de Monster Munch en su pecho peludo.

—¿Así que el trato se concretó? —pregunté.

Si. Todavía prefiero el chocolate.

—Bueno, es bueno intentar expandir tus horizontes.

Quería interrogarlo sobre Cordelia, pero ahora no era el momento.

Sin embargo, hubo tiempo para una rápida pausa de chocolate para el estrés.
Cogí una pequeña barra que había sido pegada debajo del borde de una mesa, la
desenvolví y me la metí en la boca.

Ralph se sentó muy erguido, con los ojos muy abiertos. ¿Qué hiciste allí?

—Nada.
33
Pero mis palabras fueron confusas.

Entrecerró los ojos. Te estoy vigilando.

—Créeme, lo sé. —Se estaba volviendo cada vez más difícil ocultarle mi
reserva ahora que se había mudado—. Sigue comiendo tu Monster Munch.

Se metió uno en la boca mientras mantenía el contacto visual, luego se


recostó.

Rápidamente, me puse a hacer una poción de la verdad. Los ingredientes eran


costosos y raros, pero tenía suficiente para tres dosis. Me aseguré de que
estuvieran hirviendo en su caldero. Tardarían un poco, y la llama era mágica, así
que podía dejarla preparándose. Hecho eso, me puse a recolectar suministros y
me volví cuando escuché pasos detrás de mí.

Lachlan entró por la puerta.

El aliento abandonó mi cuerpo.

Era la primera vez que habíamos estado realmente solos y el aire se espesaba
con la tensión. El solo hecho de estar cerca de él se sintió como un abrazo.
Quedaba mucho sin decir entre nosotros…

Nada de lo cual quería que saliera a la luz.

—Casi termino. —Me di la vuelta para seguir trabajando—. Bajaré pronto.

—Eres mi compañera.

—No, no lo soy.

—El hecho de que tengas puesto ese colgante y no pueda sentir el vínculo, no
significa que no seas mi compañera. Sé que está ahí.

—Bueno, yo no. —Mentira—. Y de todos modos no importa. Quiero elegir


mi propio destino. Mi propia pareja.

Él asintió con la cabeza, con la mandíbula apretada y algo irreconocible brilló


en sus ojos.

—Bien.

—¿Bien? 34

La conmoción me atravesó. ¿Iba a rendirse así? Los cambiaformas


masculinos siempre perseguían agresivamente a sus compañeras. Generalmente,
las hembras también los perseguían.

Y él estaba bien. Iba a dejarme ir.

Pero por supuesto que lo haría.

Me había llamado perro callejero cuando se enteró de que íbamos a ser


compañeros hace tantos años. Una vieja herida afloró a la superficie. No
importaba que hubieran pasado diez años y ahora me veía diferente. Todavía no
me quería.

Bueno. Ignoré el dolor. Era una locura que lo sintiera. Porque yo tampoco lo
quería. Aún más importante, nuestra vidente más venerada había profetizado que
nuestro vínculo me llevaría a la muerte.

Así que sí, no podría perseguir nada allí de todos modos. No quería y no
podía.

—Te veré abajo.


—Bien.

Dio media vuelta y se fue.

Bien. Ahí estaba esa palabra de nuevo. La palabra más tonta y débil en la
historia del tiempo, y la había usado dos veces.

Había más en el bien que simplemente bien, eso era seguro.

Pero no tenía el tiempo, ni las ganas, para descifrarlo.

Lachlan
Bajé las escaleras, incapaz de apartar el rostro de Eve de mi mente.
35
Bien.

Estaba todo menos bien. Había necesitado todo en mí para quedarme al otro
lado de la habitación. A pesar de que llevaba el colgante que enterraba nuestro
vínculo, pude sentir el más leve rastro de este, y me dio vueltas la cabeza.

El dolor que había brillado en sus ojos verdes cuando dije ‘bien’ había hecho
un pequeño agujero en mi corazón, y dolía. Herirla hizo que mi estómago se
revolviera.

Sin duda recordó mis crueles palabras de hace tanto tiempo.

Pasé una mano por mi cabello.

Habían sido necesarias, al igual que esto era necesario. No podía dejar que
ella influyera en mí. Mi manada me necesitaba.

Solo había una cosa que me impedía convertirme en Garreth, y era mi


autocontrol. Solo podría mantenerlo si mantenía mis emociones completamente
a raya. La poción de Mordaca seguía funcionando, pero con menos eficacia todos
los días.
Eve era demasiado arriesgado. Ella podría hacerme sentir, y ese sería el
principio del fin.

Si caía en la maldición de la Luna Oscura, lo haría mucho peor que Garreth.


Yo era demasiado poderoso. Demasiado fuerte. Si el alfa se volvía contra su
manada, sería una catástrofe.

Tuve que sacrificar a mi padre por esa misma razón.

Me aferré al recuerdo, usándolo para endurecerme contra Eve. No podría


pedirle a mi manada que hiciera eso. Mirarme perder la cabeza y luego ser
obligado a matarme.

—¿Estás bien?

Una voz me sacó de mis oscuros pensamientos y me di cuenta de que había


llegado a la sala principal.

Carrow se apoyó contra la pared cerca de la chimenea, su cabello dorado


brillando bajo la luz. Un mapache gordo se sentó a su lado, y me pregunté qué
tenía este gremio que atraía a los familiares más extraños. 36
—Sí.

—No te ves bien —dijo—. ¿Estabas molestando a Eve?

—Sí.

Sus cejas se alzaron.

—No esperaba que lo admitieras.

Me encogí de hombros.

—Está bastante claro que soy una molestia.

Me miró de arriba abajo, mil pensamientos destellaban en sus ojos. No quería


conocer ni uno solo.

Cuando Eve bajó ruidosamente las escaleras detrás de mí, me volví


agradecido.

—¿Lista?
—Lista. —Ella asintió con la cabeza, su mirada se movió hacia Carrow—.
¿Tú?

—Sí. Vamos.

Carrow se apartó de la pared y fue hacia la puerta.

La seguimos, Eve pasó rozándome para caminar junto a su amiga. Mi mirada


se detuvo en ella, incapaz de apartar la mirada.

Maldita sea, esto iba a ser un problema.

Entre el colgante que ella llevaba y la poción que yo bebía constantemente


para mantener a raya las emociones, teníamos algo de ayuda en esta lucha para
ignorar el vínculo. Pero, aun así, parecía una locura que lo intentáramos.

Nadie jamás se resistió al vínculo. No para siempre.

Y cuanto más la miraba, más difícil me parecía.

Tomé el frasco y bebí una buena dosis de whiskey con poción.


37
La cabeza en el juego.

Solo teníamos que resolver este problema, luego podría volver a la vida del
modo en que había sido. Cómodamente fría.
Eve
Carrow nos llevó al patio, luego miró a Lachlan.

—¿Por dónde?

—El cementerio cerca de mi torre.

Ella asintió, luego se giró y caminó a través del pueblo. La alcancé,


presionándome cerca de su costado.

—Gracias por hacerte cargo.


38
—Bajaste las escaleras viéndote como si te acabara de atropellar un camión —
susurró—. Pensé en darte tu tiempo para que volvieras a tener tu balance.

—No sé si volveré a tener mi balance.

—¿Quieres hablar de ello?

Miré a Lachlan, quien nos seguía a unos tres metros por detrás, dándonos
espacio. O evadiéndome. Difícil decirlo.

—Él sabe que soy su compañera. —Tragué duro—. Y parece determinado en


ignorarlo.

—Eso es bueno, ¿verdad?

—Extremadamente bueno. —Mi estúpido y torturado corazón no pudo evitar


estar un poco molesto, particularmente cuando recordó sus palabras crueles. No lo
quería, pero aun así dolía—. Solo es tan extraño. Los cambiaformas nunca hacen ese
tipo de cosa. Es imposible para ellos.

—¿Dijiste antes que él bebe una poción que suprime las emociones? Tal vez eso
es.
—Sí. —Y el hecho de que yo no le gusto—. Debería asegurarme que siempre
tenga esa maldita cosa disponible. Comprar un barril.

Aunque parecía una forma terrible de vivir.

Le di otra mirada, incapaz de evitarlo. Sus poderosos pasos consumían la calle,


y su rostro estaba fijo en líneas determinadas.

Si Lachlan era algo, es que era determinado. Él era todo deber y honor para la
manada, y si realmente estaba preocupado por la maldición de la Luna Oscura,
entonces era vital que nos evitáramos el uno al otro. Podía entender eso y funcionaba
mejor para mí.

Me volví hacia Carrow mientras atravesábamos la parte principal de la ciudad.


La calle era amplia y abierta, el sol del mediodía brillaba en las ventanas, haciendo
que los cristales en forma de rombo brillaran como gemas. Las antiguas fachadas de
los edificios marrones y blancos se veían particularmente bonitos con esta luz, y pude
ver las cimas de varias torres del gremio elevándose en la distancia.

Me sorprendió de nuevo mi amor por este lugar. No había ningún otro lugar
igual. Claro, mi vida hubiera sido más segura si me hubiera mantenido alejada, pero
no podía soportar estar en ningún otro lugar. Ahora que había encontrado mi hogar 39
en el Gremio de las Sombras, sabía por qué.

Solo necesitaba descubrir qué demonios era yo.

No una cambiaformas real, no una verdadera fae.

Solo realmente muy buena con las pociones.

Finalmente, llegamos al territorio de los cambiaformas. El patio cubierto de


hierba estaba vacío a pesar del buen tiempo, y cruzamos en dirección al cementerio.
A medida que nos acercábamos, tanto Carrow como yo desaceleramos, dejando que
Lachlan tomara la delantera.

Cuando estuvo lo suficientemente adelante, Carrow se inclinó hacia mí.

—Hubo una profecía sobre Gray y sobre mí, ya sabes. No resultó como todos
esperaban.

Gray también había sido su compañero predestinado, aunque los detalles del
vínculo habían sido un poco diferentes ya que él era un vampiro y ella una hechicera
de almas.
—¿Estás diciendo que crees que Lachlan y yo de alguna manera terminaremos
juntos?

Ella lo miró y luego negó con la cabeza.

—No. Él es demasiado frío para ti. Pero solo digo que las profecías pueden ser
complicadas, y probablemente sería inteligente aprender más sobre la tuya.

—Lo pondré en la lista.

Ella tenía razón. Necesitaba saber más sobre qué diablos estaba pasando aquí.

Lachlan se detuvo frente a un enorme árbol viejo que se elevaba hacia el cielo,
sus ramas retorcidas con puntas de hojas de un verde brillante.

—Este es un portal a las Tierras Altas, nuestros terrenos ancestrales.

—Eso explica tu acento —dijo Carrow.

Él asintió.

—Pasamos mucho tiempo allí, especialmente cuando éramos niños. Entonces 40


de nuevo cuando nuestras bestias quieren correr.

Mi mirada se posó en su camisa ensangrentada.

—¿Estás seguro de que estás bien para hacer esto?

—Casi curado.

Se levantó la camisa para mostrar la piel ensangrentada, pero sin heridas. Las
crestas de su abdomen se veían brutales debajo de la capa de sangre, como si se
hubiera pasado la vida haciendo abdominales para evitar sentir nada.

Sonaba aburrido.

Aunque se veía sexy.

Aparté la mirada.

—Vamos.

Él asintió con la cabeza y se volvió, cruzando el portal reluciente. Carrow y yo


nos tomamos de la mano y pasamos.
El éter nos succionó y nos hizo girar a través del espacio, enviándonos a toda
velocidad mientras mi estómago se sacudía. Nos escupió sobre la suave hierba verde.
Enormes nubes blancas llenaban el cielo azul y el sol brillaba intensamente entre
ellas.

Alrededor, enormes montañas se elevaban. A lo lejos, un río atravesaba el


paisaje. A mi izquierda, el círculo de piedra se alzaba orgulloso contra las montañas.
A mi derecha, el antiguo castillo que servía como la casa de campo de los
cambiaformas era tan acogedora como la recordaba.

Aspiré el aire, incapaz de desterrar los recuerdos de jugar en estas colinas cuando
era niña. Antes de darme cuenta de que era tan diferente, las cosas habían ido bien.

Había pasado demasiado tiempo desde que regresé aquí. Puede que no sea una
cambiaformas apropiada, pero aun así me sentía como en casa.

—Por acá.

Lachlan caminó hacia el castillo y lo seguimos.

El cementerio estaba ubicado justo detrás de este, aunque no podíamos verlo


desde aquí. 41

A lo lejos, vi varios lobos corriendo. El anhelo surgió dentro de mí.

Yo quería eso. Tanto.

Carrow tomó mi mano, como si lo supiera.

—Gracias —susurré.

—Las cosas van a mejorar, lo prometo. Yo también fui un bicho raro durante
mucho tiempo. Aún lo soy, pero finalmente descubrí lo que soy. Tú también lo
resolverás.

—Seguro espero eso.

Mientras nos acercábamos al castillo, vi un movimiento en las ventanas en la


parte superior. El edificio era similar a su torre en la Ciudad del Gremio, llena de
comedores, dormitorios y espacios comunes para que los cambiaformas pasaran el
rato. Había muchos más niños que en la Ciudad del Gremio y, por lo tanto, eran
usualmente mucho más ruidosos.
Rodeamos el costado del edificio y nos dirigimos hacia el cementerio en el valle
de abajo. Robles centenarios rodeaban las lápidas como centinelas, custodiando a
nuestros antepasados.

Una pequeña cabaña se encontraba entre los árboles y el humo salía de la


chimenea.

—¿Quién vive allí? —preguntó Carrow.

—La guardiana del terreno —dije—. No la recuerdo bien, pero era un poco rara.

A medida que nos acercábamos al cementerio, la puerta se abrió y una mujer


diminuta salió corriendo. No podría haber medido más de un metro y medio, con el
cabello corto y salvaje, y los ojos verdes brillantes. Llevaba cuatro vestidos
superpuestos y nos sonrió ampliamente.

—¿Estás aquí de visita, Alfa?

Lo miré y vi la amable sonrisa en su rostro.

—Sí, Agnes.
42
Ella asintió con la cabeza, señalando detrás de ella hacia donde estaban sentados
cuatro erizos, diminutos y gordos.

—Los espíritus han estado ocupados, según mis compañeros.

—¿Puedes ver espíritus? —preguntó Carrow.

—No, pero ellos sí. —Señaló a cada uno de los erizos por turno—. John, Paul,
Ringo y George.

—Un placer conocerlos.

Carrow asintió con la cabeza a la mujer y a los erizos.

La mujer asintió y su mirada se movió hacia mí. La confusión brilló en su rostro.

—¿Verity? ¿Eres tú?

Verity.

El nombre que me había dado mi madre. No lo había escuchado en tanto tiempo


que hizo que mi corazón saltara. Incluso Lachlan no lo había usado.
Verdad. Mi nombre significaba verdad y había pasado toda mi vida viviendo una
mentira.

No. No es momento de seguir por ese camino.

No tenía idea de cómo me había reconocido.

—Soy yo, Agnes. Pero ahora me llamo Eve.

—Desapareciste. Los espíritus estaban agitados.

—¿De verdad? —Fruncí el ceño—. Eso es raro.

—Mucho. No es el tipo de chismes que les gusta.

Una idea brilló.

—¿Los espíritus alguna vez han mencionado a Garreth? ¿Es uno de ellos?

Agnes frunció el ceño y miró a Lachlan.

—Ahora que lo mencionas, me temo que nunca lo han hecho. No es uno de 43


ellos. Eso es bastante extraño.

No si todavía estaba vivo.

—¿Podemos visitar su tumba? —preguntó Lachlan.

Agnes asintió.

—Por supuesto, entra directamente.

—Gracias.

Lachlan se dirigió hacia las lápidas que estaban a la sombra de los robles.

Nosotras lo seguimos. Cuando estuvimos lo suficientemente lejos, Carrow se


acercó.

—Ella no es realmente la guardiana del terreno, ¿verdad?

—No, que yo recuerde. Es una especie de pato raro, y aquí es donde quería vivir.

—Así que Lachlan se lo permitió.

Me encogí de hombros.
—Eso parece.

—Ella debería unirse a nosotros. —Carrow sonrió—. Espacio más que


suficiente.

—Agnes nunca dejaría a los Beatles ni a sus espíritus.

—No, buen punto. Ciertamente no podemos ofrecer eso.

Lachlan se detuvo frente a una simple tumba con una sólida lápida.

Garreth MacGregor.

Él observó la lápida con el ceño fruncido.

No podía imaginarme enterrar a un hermano, ver el cuerpo, y luego tener a esa


persona regresando a mi vida.

Entonces, ¿qué diablos había pasado aquí?

Saqué mi bolso del éter, esperando poder averiguarlo.


44
—¿Qué estás planeando? —preguntó Lachlan.

—Tengo una poción que revelará si se ha usado un hechizo aquí en el pasado.


Dependiendo del tipo de hechizo, es posible que podamos ver evidencia de este.

Saqué un frasco de poción de mi bolso, junto con una botella de plástico con
atomizador de la tienda todo a una libra.

Decanté la poción en la botella y luego enrosqué la tapa.

—No muy elegante, lo sé. —Me acerqué a la tumba—. Pero funciona.

Tan rápido como pude, rocié el líquido por todo el suelo que rodeaba la tumba,
tratando de golpear cada brizna de hierba con mi poción.

Cuando usé lo último, di un paso atrás y metí la botella con atomizador en mi


bolso.

—El segundo paso es un polvo —dije, sacándolo de mi bolso. El recipiente era


lo suficientemente grande como para que pudiera meter la mano en su interior.
Agarré un poco del polvo blanco brillante y comencé a esparcirlo sobre la hierba.

Mientras trabajaba, algunas secciones de césped comenzaron a brillar. Apareció


un diseño grande, líneas intrincadas y hermosas que se cruzaban entre sí.
—¿Eso es un nudo celta? —preguntó Carrow.

—¿Creo que sí? —Incliné la cabeza para mirarlo. La tumba estaba ubicada justo
en el medio—. No sé lo que significa, pero estoy segura de que alguien lo sabe. —
Miré a Lachlan—. ¿Alguna conjetura?

Sacudió la cabeza, pero sacó un teléfono celular y tomó una foto. Rápidamente,
lo inspeccionó, frunciendo el ceño.

—No se ve.

Busqué en mi bolso un pequeño bloc de papel y un bolígrafo, y se los entregué a


Carrow.

—¿Puedes dibujarlo?

—Por supuesto.

Cogió los suministros y se puso manos a la obra.

Caminé alrededor de la tumba, examinándola desde todos los ángulos. Este


diseño era importante, sin duda, pero ¿qué pasaba con el interior de la tumba? Miré 45
a Lachlan, no queriendo ser yo quien lo sugiriera.

Miró la tumba con los brazos cruzados y la mandíbula apretada.

—Tenemos que desenterrarlo, ¿no?

Asentí con la cabeza, feliz de que hubiera estado dispuesto a decirlo.

—Vuelvo enseguida.

Se alejó y lo miré. A medio camino del castillo, metió la mano en el bolsillo


trasero y sacó la petaca, tomando un trago.

—Esto no puede ser fácil para él —dijo Carrow.

—No.

Me froté los brazos pensando en Garreth en la celda.

Enloquecido. Quizás ni siquiera real.

Pero si fuera...

Teníamos que encontrar una forma de curarlo. Tenía que hacerlo.


—Hecho. —Carrow me mostró el diseño—. ¿Suficientemente bueno?

—Genial. ¿Puedes enviarle una foto a Seraphia? Puede consultarlo en su


biblioteca.

Carrow asintió.

—Buena idea.

Lachlan regresó un momento después con una pala.

—Si tienes dos, puedo ayudar —le dije.

Sacudió la cabeza.

—Puedo hacerlo.

Se detuvo junto a la tumba, mirando hacia abajo.

—La cosa es que, cuando lo enterré, no solo lo vi, sino que también lo sentí. Era
mi hermano. El vínculo seguía ahí, incluso después de la muerte.
46
—¿Quieres decir que definitivamente no era un cuerpo en glamour? —pregunté.

Él asintió.

—Exactamente. Era él.

—¿Entonces el tipo de tu castillo es falso? —preguntó Carrow.

—No. —Lachlan negó con la cabeza enfáticamente—. No lo es. Definitivamente


es mi hermano. También puedo sentir eso. Y nunca tuvo un gemelo.

Me estremecí mientras miraba el símbolo escrito en la tumba.

—¿Es esto magia nigromante?

Carrow lo estudió.

—He visto el símbolo asociado con el trabajo de un nigromante, y no era así.


Eso no lo descarta, pero soy escéptica.

Lachlan frunció el ceño, su expresión alterada.

—Lo averiguaremos —dije.


Asintió y comenzó a cavar. Encontré un lugar contra la base de un roble y
Carrow se unió a mí.

—Esto va a llevar un tiempo. Si quieres salir de aquí, no hay problema.

—Me puedo quedar.

—Gracias.

Me apoyé contra ella mientras veía trabajar a Lachlan. Cavó con firmeza, su
camisa empapada de sudor y sus músculos tensos con cada movimiento de la pala.

Quería ofrecerme para ayudar de nuevo, pero estaba claro que no quería que
alguien más excavara la tumba de su hermano. Tal vez fuera una especie de extraña
penitencia, como si se sintiera culpable por vivir cuando Garreth había muerto.

Finalmente, sus movimientos se ralentizaron, como si hubiera alcanzado el


ataúd y no quisiera molestarlo demasiado. Diez minutos más tarde, tiró la pala a un
lado y se inclinó sobre la tumba.

Carrow y yo nos pusimos de pie, uniéndonos a él.


47
Miré hacia abajo en el pozo oscuro, viendo a Lachlan levantar la tapa del ataúd.
La madera todavía estaba en bastante buena forma, pero el cuerpo estaba en gran
parte descompuesto. Los cambiaformas no creían en los mismos conservantes que
usaban los humanos.

—Está irreconocible —susurró Carrow.

Ojalá hubiera sido un esqueleto, eso hubiera sido mucho más tolerable, pero
desafortunadamente había más en él. Desecado, afortunadamente, pero aun así, era
perturbador ver a alguien a quien alguna vez conociste en tal estado.

—No lo reconozco —dijo Lachlan.

—¿Te importa si rocío un poco más de mi poción allí? —pregunté.

Él asintió.

—Lo haré.

Rápidamente, vertí otra botella de poción en la botella y se la arrojé. La atrapó y


comenzó a rociar. Cuando terminó, rocié un poco más de polvo, con cuidado de que
no le cayera encima.

El ataúd comenzó a brillar con símbolos.


Me agaché.

—¿Se ven diferentes?

Lachlan los inspeccionó y Carrow se unió a mí.

Finalmente, Lachlan dijo:

—No. Todos parecen ser iguales.

—Gracias al destino —dijo Carrow—. Porque no soy un gran artista. Sin


embargo, puedo hacer un plano de dónde están ubicados los símbolos en el ataúd.

—Gracias.

Miré el cuerpo, debatiendo. No sabíamos si realmente era Garreth, así que


probablemente deberíamos hacer una última cosa.

Simplemente no quería tener que decirlo.

Como si pudiera leer mi mente, Carrow dijo:


48
—Puedo tomar una muestra del cuerpo si es necesario.

Héroe.

La mirada de Lachlan se dirigió a ella, sorprendido. Luego apretó la mandíbula.

—Lo haré.

Oh, destino, era demasiado tener que ser el que perturbara el cadáver de tu
hermano. El hecho de que una versión de Garreth estuviera sentada en las
mazmorras de Lachlan no lo hacía mucho mejor.

—Puedo hacer…

Él sacudió la cabeza, interrumpiéndome, luego se inclinó y le arrancó un dedo.


Mi estómago dio un vuelco.

Maldita sea, hoy apestaba.


Eve
Vi como Lachlan volvía a colocar la tapa del ataúd de su hermano y salía de la
tumba.

Rápidamente, saqué un frasco de poción vacío de mi bolsa en el éter. Era lo


suficientemente grande como para mantener el dedo, y pensé que sería mejor si
Lachlan no tuviera que agarrarse a él.

—Aquí, yo puedo tomar eso.

Levanté el recipiente de vidrio de boca ancha. 49


Él asintió con la cabeza y abrí el frasco para que pudiera ponerlo dentro. Arrugué
la cara con asco sin mirarlo. No tenía un estómago fuerte, y el estrés de esto hacía
que incluso las barras de chocolate fueran poco atractivas.

—Las brujas pueden ayudarnos a identificar esto —dije.

Lachlan asintió de nuevo y tomó la pala, comenzando a cubrir la tumba de su


hermano una vez más. Lo miré, con el corazón pesado. No debería tener que estar
solo para esto.

—Puedo llevárselo —dijo Carrow.

Mi mirada se movió entre ella y la tierra detrás de ella. Se estaba haciendo tarde,
casi las cuatro de la tarde, que no era tarde a menos que te hubieras perdido toda la
noche de sueño, y estaba exhausta. Pero no quería dejar a Lachlan mientras él estaba
haciendo una tarea tan trágica. No es que quisiera nada más con él, pero dejarlo para
hacer este trabajo sucio mientras yo huía con la pista era demasiado feo.

—¿Te importa? —pregunté.

—Por supuesto no. —Miró a Lachlan—. Puedo volver a través del portal,
¿verdad?
Él asintió.

—Solo camina. Te llevará de regreso.

—Genial. Te haré saber lo que dicen las brujas sobre esto. Y tal vez Seraphia
tenga algunas pistas sobre estos símbolos.

—Gracias, Carrow.

Ella sonrió y apretó mi mano, luego se volvió para caminar hacia el portal.

Miré a Lachlan, deseando poder ayudarlo, pero sabiendo que la oferta sería
rechazada nuevamente. Así que esperé en silencio, preguntándome qué se sentiría
enterrar a un hermano por segunda vez, especialmente cuando Garreth estaba
sentado en la celda de la torre de los cambiaformas.

El hecho de que, de alguna manera, estuviera vivo debería ser algo bueno.

¿Pero lo era?

¿Estaba aquí para quedarse? ¿O era una especie de hechizo temporal que lo trajo
de regreso para hacer algo malvado? El hecho de que tuviera la maldición de la Luna 50
Oscura apuntaba en esa dirección.

El pobre Lachlan ni siquiera podía celebrar el hecho de que este hermano había
regresado, no cuando había regresado como lo había hecho. No cuando era un
asesino. Y no cuando podría desaparecer trágicamente si se trataba de algún tipo de
magia temporal.

Lachlan había sido un idiota conmigo cuando éramos niños, pero no podía evitar
compadecerme de él ahora. Al parecer, algunas personas recibían el extremo corto
del palo con demasiada frecuencia.

Es cierto que Lachlan había sido bendecido con fuerza, poder, apariencia e
inteligencia. Él era el maldito alfa, por amor al destino. Pero en lo que respectaba a
la familia...

Eso había sido un fracaso para él.

Para mí también, curiosamente. Qué cosa más horrible para tener en común.

Finalmente, terminó la tumba. La tierra oscura era una cicatriz junto a la hierba
brillante y fruncí el ceño.
—Puedo pedirle a Seraphia que venga aquí y arregle bien el césped. Tal vez
agregar algunas flores.

Su mirada se posó en la mía y, por un breve momento, sentí que podía ver un
poco más de él. La gratitud brilló en sus ojos, pero se fue tan rápido que pensé que
me lo había inventado.

—No te preocupes —dijo—. Agnes querrá encargarse de eso.

Asentí.

—Por supuesto.

De repente, el cansancio me golpeó, incluso peor que antes. No había dormido


en casi cuarenta horas y era demasiado.

—Vamos —dijo Lachlan—. Necesitas descansar.

—Estoy bien.

—No lo estás. Estás muerta de pie.


51
Miré hacia el portal, que parecía tan lejano.

No quiero irme.

No había vuelto aquí en tanto tiempo, y era el lugar de mis mejores recuerdos
cuando era niña. No estaba lista para irme.

—Vamos —dijo Lachlan—. Te conseguiremos una habitación en el castillo aquí.


Será seguro.

—Estaré bien en mi torre.

Seguramente podría arrastrar mi cansado trasero a través de ese portal.

—Insisto.

Había algo protector en la dureza de su voz, como si odiara verme cansada.

El vínculo de compañeros.

No debería sentirlo, no mientras tomara él su poción y yo usara mi colgante. Los


dos estábamos tan drogados que el vínculo debería sentirse a kilómetros de distancia.
Y aun así…
Negué con la cabeza.

Nah, estaba loca.

—Te echaré sobre mi hombro si es necesario —dijo.

—Lo sé.

Me rendí y lo seguí hasta el castillo. Quería volver a entrar allí de todos modos,
solo para verlo.

La estructura era una enorme piedra, antigua y grandiosa. Las ventanas


centelleaban bajo el sol de la tarde y las chimeneas emitían un humo gris pálido. Subí
penosamente las amplias escaleras, siguiendo a Lachlan a través de las enormes
puertas de madera.

El gran vestíbulo de entrada era tan acogedor como la torre de los cambiaformas
en Ciudad del Gremio, adornado en carmesí y dorado con cómodos muebles cerca
de las dos chimeneas y enormes mesas de madera para las comidas.

Una mujer mayor se apresuró hacia adelante, con las mejillas rosadas y el cabello
alborotado. 52
—¡Alfa! No lo estábamos esperando. No tenemos nada decente para cenar.

—Cualquier cosa servirá, Marta. —Lachlan sonrió, y fue una sonrisa amable.
Qué extraño ver esa expresión en su rostro, que generalmente solo veía cuando estaba
frunciendo el ceño o peleando—. ¿Está arreglada la habitación azul?

Sus ojos se ensancharon y claramente había algo especial en la habitación azul.

—Ciertamente así es.

—Por favor, llévale comida ahí a Eve.

—Gracias —dije.

Marta inclinó la cabeza.

—Por supuesto.

—Por aquí.

Lachlan no me miró mientras me conducía por las escaleras o mientras me


conducía a una hermosa habitación en el último piso. Las enormes ventanas daban
a las montañas más allá, y los muebles eran de una madera reluciente tapadas en
seda azul. La enorme cama parecía tan acogedora que podría llorar.

Me volví hacia Lachlan, que se había detenido en la puerta.

—Esta es una bonita habitación —dije.

—No te quiero fuera de mi vista. Y como te has sacado el collar, parece que
tendré que seducirte en lugar de obligarte a quedarte cerca.

Volví a mirar la cama.

—Se necesitará más que eso.

—La comida estará aquí pronto.

—Eso podría hacerlo.

Me encontré con su mirada y algo pasó entre nosotros. Una corriente eléctrica
imposible de ignorar. Encendió el aire con chispas y pareció apretar mi corazón.

Sus ojos se oscurecieron y apretó la mandíbula. A su lado, sus dedos se 53


flexionaron.

Quería alcanzar su petaca.

¿Sentía algo en este momento estando aquí conmigo?

¿Qué diablos estaba pasando?

Busqué mi colgante, desesperada por sentir su reconfortante presencia en mi


cuello. Seguramente mi hechizo estaba funcionando. Mientras lo usara, era más fae
que cambiaformas. Debería reprimir cualquier tipo de vínculo de compañeros.

Y, sin embargo, era casi como que lo sentíamos ahora.

Lachlan hizo un ruido bajo con la garganta, moviéndose ligeramente hacia


adelante. Como si quisiera caminar hacia mí. En cambio, giró sobre sus talones.

—Te veré en la mañana.

Se alejó a grandes zancadas y yo corrí hacia la puerta, mirándolo irse. Su


poderosa zancada consumía el pasillo mientras se alejaba, y cuando dobló la esquina,
lo vi alcanzar su bolsillo.
Me dejé caer contra el marco de la puerta, pasando mi mano por mi cabello
mientras mi corazón se aceleraba.

—Cálmate, idiota —le dije al órgano traidor.

Tú cálmate.

Salté y me volví para ver a Ralph tirado en la enorme cama. Estaba acurrucado
entre las almohadas, un mapache convertido en rey.

—¿Cuánto tiempo has estado ahí? —pregunté.

El tiempo suficiente para ver cómo entra todo el planeta animal aquí. La forma en que te
miraba... ¡ay! Como si él fuera un león y tú una gacela. Iba a saltar sobre ti allí mismo. Pero el
maltrato no estaba en su mente.

Hice una mueca, no queriendo discutir mi vida sexual inexistente con un


mapache. Una chica tenía sus límites.

—No tienes idea de lo que estás hablando.

Por favor. He estado por ahí. 54


Sí, realmente no quería saberlo.

No es asunto tuyo.

—¡No pregunté!

Querías hacerlo.

Oh, destinos. No iba a sobrevivir a esto.

Se sentó erguido. Ahora, ¿crees que tienen las cosas buenas aquí? Este lugar es elegante.
Deben tener el mejor chocolate.

—Estoy segura de que lo hacen. Y si vas a buscarlo, te meterás en un gran


problema.

Ja. Como si pudieran atraparme. Soy un ladrón maestro.

El recuerdo de haberlo atrapado en el cajón de mi ropa interior pasó por mi


mente. Saltó sobre la cama y bajó corriendo de un árbol, con el gordo trasero
meneándose y la cola agitándose. Era el ladrón menos sutil de la historia del tiempo.

—Claro, Ralph.
Llamaron a la puerta y Ralph se animó, moviendo la nariz.

Me volví y vi a la misma mujer mayor que nos había saludado. Marta.

No la recordaba de mi infancia, pero dejé de venir aquí cuando tenía ocho años.
Aquellos años era recuerdos borrosos de jugar en las colinas con los otros niños.

—¿Cena?

Marta levantó la bandeja.

—Muchas gracias.

Ella asintió con la cabeza y la llevó a la mesa, colocándola suavemente. Luego


me dio una larga mirada de arriba a abajo. Me puse rígida, preguntándome si estaba
pasando la prueba que ella tenía en mente.

—Él no trae mujeres aquí —dijo.

—No es así.

—Ajá. —Ella asintió—. Bueno, disfruta de tu cena. 55


—Gracias.

Ella se fue, y la vi irse, recordando a la cocinera en la torre en Ciudad del Gremio.


¿Qué pasaba con estas mujeres? Eran como madres gallinas protectoras sobre
Lachlan cuando ciertamente podía cuidar de sí mismo.

Y yo no estaba interesada, de todos modos.

Por otra parte, él era un alfa muy querido. Y solo.

Era extraño que un lobo de su edad no hubiera encontrado a su pareja.


Probablemente estaban preocupadas por él.

Bueno, tendrían que seguir preocupándose porque no estaba dispuesta a cambiar


esa situación. Y él había dejado en claro que tampoco quería ir en esa dirección.

Marta apenas había desaparecido cuando Ralph saltó de la cama y se subió a la


mesa. Me lo pido.

—¿Qué?

Me uní a él.
Todo.

—No puedes comerlo todo.

La variedad era más grande que él: pastel de carne, papas fritas, verduras, fruta
y una rebanada de pastel de chocolate de aspecto decadente.

Extendió la mano y arrastró el pastel de chocolate más cerca de él. Me pido esto,
entonces.

—Te vas a pudrir los dientes.

Me dedicó una sonrisa de colmillos, cogió un puñado de pastel y se lo metió en


la boca.

Hice una mueca.

—Si usaras un tenedor, al menos podríamos compartirlo.

Mantuvo el contacto visual mientras agarraba otro puñado de pastel del otro lado
de la rebanada.
56
—Bien, está claro entonces. Todo tuyo.

Ralph sonrió y se sentó en su trasero, recogió el plato y comiendo con entusiasmo


el pastel.

Corté el pastel de carne, dejando a un lado un pedacito para él, junto con unas
papas fritas y verduras.

—Come esto también, ¿de acuerdo? Vas a tener un bajón de azúcar si solo comes
pastel.

Pero qué cambio.

Negué con la cabeza y comencé a comer, todo en mí se iluminó de alegría ante


el sabor de la comida. No solo estaba exhausta, sino que también estaba hambrienta.
No podía creer que me las hubiera arreglado para permanecer de pie tanto tiempo,
pero la adrenalina podía hacer muchísimo cuando era necesario.

Ralph comió a regañadientes su verdadera cena, animándose un poco con las


papas fritas.

—Tienes el paladar de un niño.

Él se encogió de hombros. Tú también.


Miré mi plato, dándome cuenta de que me había comido todas las papas fritas,
básicamente ninguna de las verduras, y había sacado todo el bistec del pastel. Maldita
sea, el pequeño bastardo tenía razón. Y debería haber peleado con él por un poco de
ese pastel.

—Necesito dormir un poco.

Me paré.

Ralph miró por la ventana, su mirada escéptica. Todavía hay luz, abuela.

—Oh, abuela tú mismo. No hagas ningún problema mientras duermo.

Se puso una pata en el pecho, los ojos muy abiertos. ¿Yo?

—Jaja. Lo digo en serio.

Él gruñó y caí en la cama. Mientras me dormía, recuerdos de Lachlan de pie en


la puerta pasaron por mi mente, el pensamiento de su mirada haciendo que mi piel
se erizara.

No. No había nada allí. No podría haberlo. Nos habíamos encargado de ello. 57
Eve
Fue la luna la que me despertó. La calidez en mi rostro me llamó, sacándome de
mi sueño.

Somnolienta, abrí los ojos y vi el orbe completamente blanco colgando en el cielo


fuera de mi ventana. Toqué mi mejilla, maravillándome del calor de sus rayos.

Nunca había sentido nada parecido. Era más cálido que el sol en un día de
verano.

Y tan... reconfortante.
58
Me senté erguida, con la mirada todavía en la luna. Atraída por ella.

A mi lado, Ralph yacía sobre una almohada, roncando, con una barra de
chocolate a medio comer todavía en la mano. La reconocí como una de mi bolsillo,
pero estaba demasiado distraída por la luna como para prestarle atención.

Casi en trance, caminé hacia la ventana, empujándola para abrirla. Con el aire
fresco en mi rostro, la luna me llamó aún más fuerte. Era un canto de sirena que no
podía resistir, y respiré hondo, deleitándome con el resplandor.

Mi alma se sentía llena y mi corazón ligero.

¿Era esto lo que los cambiaformas reales se sentían en una noche de luna llena?

Me puse los zapatos y la chaqueta. No me había quitado ninguna de mis otras


ropas, así que estaba completamente vestida.

Rápidamente, me apresuré a salir de la habitación, dejando a Ralph durmiendo.

Sentí que tenía el control de mis acciones, en su mayoría. Pero había algo más:
la llamada de la luna arrastrándome hacia adelante. No podría haber luchado contra
ello si hubiera querido.
El castillo estaba en silencio mientras me arrastraba a través de las enormes
puertas de madera y bajaba los escalones. En el césped, con las montañas elevándose
a mi alrededor, la luna se sentía lo suficientemente cerca como para tocarla. La miré,
embelesada.

A lo lejos, vi un movimiento.

Un lobo.

Gigante, con pelaje negro reluciente. Estaba tan lejos que no podía distinguir
ningún detalle, pero sabía que era Lachlan. Corría con pasos poderosos a lo largo del
río, abriéndose paso hacia las montañas.

Un deseo desesperado me llenó.

Quiero eso.

Destinos, cómo quería poder cambiar. Era un dolor dentro de mí.

Quizás podría.

Esto era tan diferente, como me sentía ahora. La forma en que llamaba la luna. 59
Nunca había sentido nada parecido.

El círculo de piedra en la distancia me llamó la atención.

Allí.

Era un lugar sagrado. Si pudiera cambiar, sería allí. Tenía que intentarlo. Los
recuerdos del fracaso cuando yo tenía trece años fueron empujados al fondo de mi
mente. Nunca pensaba en ellos. Había sido terrible la risa de los otros lobos jóvenes.

No importaba.

Lo que importaba era el hecho de que podría hacerlo ahora.

Me apresuré hacia el círculo de piedra, echando a correr mientras me acercaba.


Cuando me deslicé entre dos de las piedras altísimas, sentí la magia pinchar mi piel.

Sí.

Esto funcionaría. Tenía que hacerlo.

Con manos temblorosas, me quité el collar y lo coloqué en la hierba en el borde


del círculo. Inmediatamente, sentí la oleada de poder mientras cambiaba, la magia
fae desvaneciéndose para que mi yo cambiaformas pudiera regresar a la superficie.
La luna llamaba aún más fuerte en esta forma, y pude sentir a Lachlan.

Nuestro vínculo cobró vida y pude sentirlo, a kilómetros de distancia. Corriendo


libre. Estaba desesperada por unirme a él, un sentimiento que necesitaba desterrar.

Era como una muleta, ese colgante. La poción que Liora me había enseñado me
había salvado, pero se estaba convirtiendo en una muleta.

Respiré hondo, sintiendo el tirón de la luna en lo alto. Era tan fuerte. Me imaginé
convirtiéndome en lobo, mi cuerpo y mi alma transformándose. Uniéndome con la
bestia dentro de mí.

Sin embargo, no importa cuánto lo intenté, no pasó nada. Sentí el tirón de la


luna, pero no pasó nada.

La frustración brotó dentro de mí, seguida por la desesperación.

No.

Se suponía que esto funcionaría.


60
Me sentía tan diferente. Sentía que la luna era parte de mí. Seguramente podría
cambiar.

Caí de rodillas, la pena atravesándome.

Pensé que había renunciado a este sueño.

Cálidas lágrimas rodaban por mi rostro.

Al parecer, no lo había hecho.

No quiero estar rota.

Un aullido sonó en la distancia.

Lachlan. Muy lejos, por cómo sonaba.

Bien. No quería que me viera así. Me levanté con las piernas temblorosas y
respiré hondo.

No dejaría que esto me deprimiera. No podía. No era justo, pero así era la vida.

Aun así, la ira parpadeó.


Quería respuestas, maldita sea. ¿Por qué era tan diferente? ¿Qué demonios estaba
mal conmigo?

Miré hacia el centro del círculo, donde estaba el cuenco de piedra. Manchas
oscuras estropeaban el interior.

Sangre.

Había una persona que podía saber lo que estaba pasando.

Recogí mi colgante del suelo y me lo volví a poner, suspirando de alivio.

Esta soy yo.

Y estaba bien. Me acerqué al cuenco de piedra y saqué un cuchillo del éter,


arrastrándolo por la palma de mi mano para que brotara sangre roja. Golpeó el
cuenco de piedra, donde chisporroteó y humeó. La magia determinaría si yo formaba
parte de la manada y, si lo hiciera, aparecería la cabaña de la vidente.

Pero, ¿decidiría que yo era uno de ellos?

Me había ido, pero fui parte de la manada cuando nací. 61


Crucé los dedos, esperando.

A lo lejos, cerca del río, cobró vida una cabaña.

La vidente.

Respiré hondo y salí del círculo de piedra, con el corazón latiendo con fuerza.
Necesitaba respuestas. Ella me las daría. Tenía que hacerlo.

Caminé por la hierba, la luz de la luna golpeando mi piel. Algo golpeó en lo


profundo de mi pecho, un conocimiento que no sabía cómo interpretar.

Busqué a Lachlan en las colinas, preguntándome si se daría cuenta de que estaba


aquí.

Quizás.

¿Se acercaría?

Era un punto discutible cuando llegué a la cabaña de la vidente. La puerta se


abrió cuando me acerqué, y la mujer mayor me miró fijamente, su mirada tranquila.
Su largo cabello blanco le caía por la espalda y su bata brillaba de un azul brillante.
—Es muy tarde para una visita —dijo.

—¿Me estabas esperando?

—Cuando sentí la luna, pensé que tal vez sí.

—¿Puedo entrar?

—¿Supongo que tienes preguntas?

—Sí.

Ella negó con la cabeza e hizo un sonido desaprobatorio.

—Nadie viene a tomar el té.

—Eso es porque escondes tu casa a menos que hagamos un sacrificio de sangre.

Ella se rio entre dientes.

—Lo suficientemente justo. No me gusta la compañía. —Dio un paso atrás y me


hizo un gesto para que entrara—. Entra, entonces. 62
La seguí hasta la cabaña cálida y acogedora. Era demasiado... suave para mi
gusto, con un sofá de flores y cojines con volantes, pero no había duda de su poder.
Irradiaba de ella, llenando la habitación con una ligera vibración.

Ella se volvió hacia mí.

—Por fin has regresado.

—Me fui por lo que me dijiste sobre mi vínculo con el alfa. —Y porque había
sido un bastardo—. Por supuesto, ha pasado mucho tiempo.

—Pensé que podrías hacer eso.

—Espera, ¿no se suponía que debía hacerlo? Dijiste que nuestro vínculo me
llevaría a la muerte.

Ella se encogió de hombros.

—No estoy segura de lo que se suponía que debías hacer.

La frustración se apoderó de mí. Eso era lo que pasaba con los videntes. Eran
inmensamente poderosos y lo que veían era verdad. Pero no podían verlo todo. Y
ahí es donde se ponía complicado.
—¿Por qué estás aquí? —preguntó—. ¿Qué quieres saber?

—¿Qué demonios es lo que me pasa?

Su mirada se suavizó un poco.

—Nada, aunque sé que no lo vas a creer.

—Por supuesto que no lo creo. Soy una cambiaformas que no puede cambiar.
La única de la que he oído hablar. —Hice un gesto hacia la puerta y el círculo de
piedra que había más allá—. Sentí la luna con tanta fuerza esta noche y traté de
cambiar. Nada. Siempre es nada cuando lo intento. —Escuché mi voz romperse y lo
odié.

—Hay sangre de cambiaforma dentro de ti. Y la sangre de tu padre también.

—¿Qué era él? Mi madre nunca lo dijo. Supuse que era un cambiaformas, pero
tal vez no.

—Eso, no lo sé.

—¿Cambiaré alguna vez? 63


Me hizo un gesto para que me adelantara.

—Dame tu mano.

Me apresuré hacia adelante y extendí mi mano. La agarró con dedos fríos,


cerrando los ojos mientras su magia brotaba en el aire. Un momento después, dijo:

—Cambiarás. Pero en qué, no tengo ni idea.

—Se supone que soy una loba. Mi madre era una loba.

—Quizá lo eres. Pero no está claro.

—No es necesario que quede claro. Es biología.

—No somos solo biología, cariño. También somos mágicos.

Maldita sea. Maldita sea esta vidente y su vaga información.

—Hay alguien detrás de mí. Alguien peligroso. ¿Es porque tengo magia jodida?
¿Porque soy un bicho raro?
Ella frunció el ceño, como si no le gustara mi modo de expresarme, pero solo
dijo:

—Dame un momento.

Esperé, la impaciencia y la desesperación invadiéndome.

Finalmente, ella dijo:

—Sí. Él está detrás de ti por lo que eres.

No me gustó escucharlo, pero no me sorprendió.

—¿Y la maldición del vínculo de compañeros? ¿Eso sigue en pie? ¿Lo sabe
Lachlan?

—No se lo he dicho.

—Eso no responde exactamente a mi pregunta.

—Es lo mejor que puedo darte.


64
Maldita sea.

—¿No puedes decirme nada más al respecto?

—Te he dicho todo lo que sé sobre eso. Por ahora. Pero hay una cosa más. Sigue
la luna.

—¿Qué significa eso?

Agarró mi mano con más fuerza y la magia brotó de su palma a la mía, dolorosa
y brillante. Grité, tratando de liberar mi mano. Me soltó y me miré la palma de la
mano.

Un círculo resplandeciente brillaba allí, de unos cinco centímetros de ancho. La


sorpresa me atravesó como un relámpago.

—¿Qué es esto?

—Muéstrame. —Su voz sonaba confusa y había algo en su expresión que estaba
fuera de lugar. Los ojos nublados y la mandíbula floja. Sus ojos se abrieron con
sorpresa cuando vio mi palma—. Nunca había visto algo así antes.

—Pero tu toque me lo dio.


—¿Lo hizo?

Asentí.

—Debe ser importante entonces. —Ella se frotó la cabeza, haciendo una


mueca—. Esto es más magia de la que estoy acostumbrada a usar. Tienes que irte.

—Pero…

—¡Vete!

—Bien, bien.

Me apresuró a salir por la puerta, casi empujándome por el umbral. En las


escaleras, me di la vuelta.

—Gracias. Si piensas en otra cosa, ¿vas a...?

Ella cerró la puerta de golpe en mi cara.

Salté hacia atrás.


65
Bueno, eso era todo.

Ligeramente conmocionada, miré mi palma. El círculo todavía brillaba. Tan


raro.

Me estremecí y me volví para dirigirme hacia el castillo. Era casi el amanecer y


la atracción de la luna había disminuido. Era casi como si esta noche horrible, mágica
y loca nunca hubiera sucedido.

Excepto por la nueva marca en mi palma.

Exhalé un suspiro y me volví, caminando hacia el castillo. A pesar de la hora


temprana, había dormido casi diez horas.

Cuando llegué a los escalones del edificio, la enorme puerta de madera se abrió
para revelar a Lachlan. Me frunció el ceño.

—¿Qué estabas haciendo?

Cerré mi mano en un puño, ocultando la marca.

—Fui donde la vidente. ¿Estabas corriendo?

Él asintió con la cabeza y los celos me cortaron como un cuchillo delgado.


—¿La vidente dijo algo útil? —preguntó.

—No. Le pregunté por qué el asesino estaba detrás de mí y no tenía mucho que
decir.

—¿Mucho? ¿Eso significa que tenía algo?

—Nada más de lo que sabíamos.

—Mmm.

Su mirada se movió sobre mí y, de repente, sentí como si fuera anoche. La


conciencia palpitó en el aire entre nosotros.

Era como si bien pudiera estar parada allí desnuda. Mantuvo la mirada por
encima de mis hombros, pero casi pude sentirlo como una caricia.

Destinos, si esto iba a perseguirnos todo el tiempo ahora, estaba perdida.

Lo que realmente necesitaba en este momento era que Ralph saliera del castillo
con un pastel de chocolate robado atado a la espalda.
66
Cualquier cosa para crear una distracción.

Cuando mi teléfono sonó en mi bolsillo, la gratitud casi me mata.

Lo liberé de un tirón y leí el mensaje. Miré a Lachlan.

—Carrow dice que las brujas están trabajando para averiguar si esa parte del
cuerpo pertenece a tu hermano y si está imbuida de magia oscura. Necesitan verte.

Él asintió.

—¿Y los símbolos?

—Seraphia no ha encontrado nada, pero cree que una mujer llamada Nevaeh
Cross podría ayudar. Vive en Lado Mágico, Chicago.

—Iré contigo a verla.

—No. —Casi grité la palabra, luego me aparté. Vaya, loca—. Estoy bien por mi
cuenta. Y tienes que ir a ver a las brujas.

Una sombra cruzó su rostro.

—Es demasiado peligroso para ti ir sola.


Puede que no quisiera ser mi compañero, pero no podía luchar contra esa
protección alfa.

—Iré con Carrow. Sabes lo fuerte que es. Y soy fuerte. Y vamos a Lado
Mágico. El atacante no tendrá idea de que estamos allí.

Frunció el ceño, claramente no gustándole.

—No es seguro.

—Y no soy tu prisionera.

Me volví y caminé hacia el portal que conducía de regreso a Ciudad del Gremio.

Escuché sus pasos bajar las escaleras, inusual para él, que se movía con el silencio
de un lobo cazador, y me volví para mirarlo.

—Volaré lejos si tengo que hacerlo. No me pongas a prueba.

Apretó la mandíbula.

Fruncí el ceño. 67
—Sabes tan bien como yo que ninguno de los dos quiere este vínculo, así que
tendrás que meter a tu lobo dentro y recomponte.

Sus ojos brillaron de un verde brillante, como si el lobo estuviera luchando por
salir. Apretó la mandíbula y lo vi obligar al lobo a retroceder.

—Exactamente —dije—. Ambos tenemos nuestras razones para evitar esto, y


debemos recordarlas.

Se volvió y miró hacia adelante, pero vi que apretaba el puño.

—Hay algo acerca de ti, Eve —dijo, su voz era un ruido sordo.

—Lo sé.

El problema era que no sabía exactamente de qué se trataba.

A este punto, me preocupaba que mi atacante supiera más sobre mí que yo.
Lachlan
Escolté a Eve de regreso a la Ciudad del Gremio, teniendo que obligarme a
mantener los ojos lejos de ella mientras caminábamos por el césped. Ella era incluso
más hermosa a la luz del amanecer, su pálido cabello brillando plateado y rosa.

Pero eso era solo una pequeña parte de su atracción.

Algo era diferente acerca de ella.

No podía poner señalarlo, pero algo había cambiado.

Si la había querido antes, era incluso peor ahora.


68

La maldita poción de Mordaca se estaba debilitando cada día y estar cerca de


Eve era el problema.

Había sido mucho para soportar anoche, el atractivo de las montañas demasiado
grande. Combinado con la luna llena, había sido imposible mantener mi lobo a raya.

Le había dado rienda suelta, yendo a las montañas para correr. La libertad había
sido gloriosa, hasta que ella había salido del castillo. Mi lobo la había sentido,
volviéndose salvaje, queriendo estar cerca de ella.

He mantenido el control, quedándonos en las sombras del acantilado escarpado,


pero había sido imposible no pensar en ella. No quererla.

Este tipo de deseo debería ser reprimido por la poción de Mordaca. Demonios,
siempre y cuando Eve no use su colgante de fae, no debería ser capaz de sentirlo.

Pero cuando se lo quitó anoche, casi perdí la cordura.

Pasé una mano a través de mi cabello, incapaz de mantener mi frustración al


margen.

¿Qué haría cuando mi poción se desgaste por completo?


No. No pienses en eso.

Necesitaba enfocarme en la tarea a la mano. Había tanto que teníamos que


aprender, y, mientras la vida de Eve estuviera en peligro, necesitaba estar en la cima
del juego.

¿Podría realmente dejarla con Carrow, sola?

La miré, atrapando una vista de la obstinación expresión en su mandíbula.

Lucía como si iba a tener que hacerlo.

Y debería. Necesitaba luchar contra el vínculo de compañeros, y esta era una


buena forma de empezar. Ignorar el instinto protector.

De cualquier forma, ella tenía razón. Carrow era poderosa, y también Eve.
Además no podía permitirme estar con ella más de lo necesario, por la forma que mi
control estaba deshaciéndose.

Encerrarla en mi torre había sido tan peligroso para mí como molesto para ella.
Había estado tentado a ir a ella a cada hora. Cada minuto. Aún no tenía idea cómo
había resistido. 69
Y necesitábamos respuestas rápido. Eso significaba dividir nuestros esfuerzos.

Llegamos al portal cerca al enorme árbol de roble.

—Iré primero.

Si su atacante estaba esperando por ella en la Ciudad del Gremio, quería estar
allí antes que ella. Esperó mientras lo atravesé, una expresión molesta en su cara.

El éter me absorbió y giré a través del espacio, escupiéndome en la temprana luz


de la mañana de Londres. Estaba nublado allí y amenazaba con llover, pero cuando
Eve llegó unos momentos después, fue como si ella hubiera traído la luz consigo.

Santos infiernos, ¿trajo luz con ella?

¿Qué demonios estaba sucediendo conmigo?

Era loco.

—Me voy a dirigir hacia la torre de mi gremio para encontrarme con Carrow —
dijo Eve.

—Te escoltaré.
—Estoy bien en…

—Te escoltaré. Lado Mágico debería estar bien, como tú dijiste. Pero el atacante
sabe que vives aquí.

Su mandíbula se apretó, y ella asintió. Juntos, caminamos a través de la ciudad.


La temprana mañana rápida había empezado, y las calles estaban llenas con
sobrenaturales dirigiéndose al trabajo. La mitad de ellos llevando café y pastelillos, y
estábamos a medio camino de su torre cuando el estómago de Eve gruñó.

—Por el amor del destino, tienes que comer más seguido. Ven aquí.

Agarré su brazo y la jalé hacia la cafetería a mi derecha.

—No necesito nada. Déjame ir.

—Solo haz esto por mí, ¿está bien?

Fue completamente incómoda la forma en que me sentí cuando pensé que ella
podía tener hambre.

Sabía que no debería preocuparme, así como sabía que ella estaba famélica. Pero 70
solo la idea de que mi compañera podría estar solo un poco hambrienta… no podía
soportarlo.

Mi compañera.

No. No podía pensar en ella de esa manera. Era mortal.

Me enfoqué en contar hacia atrás desde mil, un truco que había desarrollado
hace años para darme una distracción de la miseria de la muerte de mi padre y
hermano.

Funcionaba. La mayoría de las veces.

En minutos, ella tuvo un rollo de salchicha y un café, junto con una suprema
mirada molesta en su cara.

—Aquí —dije—. Vamos.

Ella rodó los ojos, pero mordió del rollo. La satisfacción rodó a través de mí.

Empecé a contar de nuevo.

Continuamos a través de la ciudad, alcanzando el Gremio de las Sombras diez


minutos más tarde. Estaba callado en la temprana luz de la mañana, pero tan pronto
pusimos un pie en el patio, la puerta se abrió de golpe y Carrow y Mac salieron
volando, seguidas de Seraphia, la bibliotecaria.

—Gracias al destino que está de regreso —dijo Carrow—. Ahora entra.

—¿Eres mi escolta? —preguntó Eve.

—Sin bromas, tontita. Una persona loca está detrás de ti. Ahora, vete.

Carrow hizo un movimiento de barrido con su mano, haciendo gestos hacia la


puerta.

Eve se apresuró adelante, y la seguí. Carrow dio un paso frente a mí, sus cejas
alzadas. Ella era de una altura y constitución normal, con una melena de cabello
dorado. A pesar de que su gremio era pequeño, su estatus era parecido al mío en mi
propio grupo. Ella llevaba la responsabilidad con fácil confianza.

—Ella estará bien —dijo Carrow.

Eve se giró para encararnos.

—Ya hemos asentado el plan, Lachlan. Tú ves a las brujas; nosotros veremos a 71
Neveah Cross.

—Las brujas necesitan que les lleves una muestra de la sangre de tu hermano —
dijo Carrow—. Tú eres el único que puede hacer eso.

Ella tenía razón, maldición.

—¿Serán transportadas directamente al Lado Mágico desde adentro de la torre?


¿No cruzando la ciudad para llegar al Sabueso Embrujado para salir a través del
Londres humano?

—Directamente —dijo Carrow.

Asentí, reacio a dejar a Eve mientras el atacante estaba todavía allí afuera, pero
sabiendo que tenía que hacerlo.

—Bien. Tengan cuidado. Vendré aquí cuando haya terminado.

Eve asintió y se giró hacia la torre, entrando sin una mirada atrás.

Carrow me dio una larga mirada, pareciendo querer decir algo. Luego se giró y
se fue también. Mac y Seraphia las siguieron dentro.
Partí, moviéndome rápido a través de la ciudad, alerta por cualquier cosa fuera
de lo ordinario. El atacante quería a Eve, pero él tenía algo que ver con mi hermano
también. Podría estar interesado en mí por eso razón, y lo último que necesitaba era
ser atrapado desprevenido en la calle.

El patio de mi gremio estaba tranquilo cuando lo crucé y entré a la torre. Una


docena de cambiaformas estaban desayunando en las mesas en el salón principal, y
les di un breve asentimiento de saludo mientras me dirigía directo hacia las cocinas
para conseguir un pequeño cuchillo y un frasco de vidrio para la muestra de sangre
que necesitaba.

Apropiadamente equipado, me dirigí por las mazmorras.

Un pavor enfermo llenó la punta de mi estómago mientras tomaba las escaleras


de dos en dos.

Mi hermano.

Un milagro que estuviera de regreso.

Una pesadilla que él estuviera maldito. Había asesinado a dos de nuestros


miembros, dos de sus más cercanos amigos de la niñez. 72
No me importaba que no hubiera estado en sus cabales cuando lo había hecho.
Aún estaban muertos.

Él era solo una cáscara, ahora, y de acuerdo a todas nuestras legendas, la


maldición de la Luna Oscura era incurable. Tuve que derrotar a mi padre cuando la
tuvo, y solo era cuestión de tiempo antes de que tuviera que hacer lo mismo con
Garreth.

La idea me hacía querer vomitar.

Cuando llegué a la puerta de la celda, asentí a los guardias. Callum y Sophie eran
dos de los mejores.

—¿Cómo ha estado? —pregunté, odiando que tenga que mantenerlo prisionero


sabiendo que era el único lugar lo suficientemente fuerte para contenerlo.

¿Y cómo podría explicar al resto de la manada que estaba dejando ir a un


asesino? La familia del alfa no obtenía consideración especial, especialmente cuando
cometían asesinato.

—Ha estado callado —dijo Sophie.


—No ha comido —añadió Callum.

—Gracias. Tomen un descanso.

Ellos asintieron y caminaron por el pasillo.

Me detuve en la puerta y miré fijo a través de la pequeña ventana, viendo a mi


hermano. Aún no se había movido a la cama, solo sentado en el piso de piedra,
mirándome.

Lucía mucho más como mi padre, lo que hizo mi corazón se retorciera. Sus
facciones familiares llevaban recuerdos de tiempos mejores, pero esos tiempos
estaban tan lejanos que bien podrían haberle sucedido a alguien más.

—Hola, Garreth.

Él frunció, casi como si no me reconociera. La idea de que podría haber estado


teniendo un difícil momento para recordándome, envió una fina cuchilla en mi
corazón.

Desbloqué la puerta con la llave que mantuve en mi bolsillo, luego me deslicé


adentro y la cerré detrás de mí, bloqueándola de nuevo. 73
Garreth no dijo nada, solo me miró.

—Estoy tratando de descubrir qué te sucedió, hermano —dije—. Así puedo


curarte.

Era una esperanza secreta que difícilmente había estado sosteniendo en mi


corazón. Pero imposible o no, tenía que intentarlo.

—¿Puedes decirme qué sucedió cuando moriste? —pregunté—. Porque tu tumba


aún tiene tu cuerpo adentro, y sin embargo aquí estás. Y realmente te sientes como mi
hermano.

Miró fijo como piedra. Silencioso.

—Voy a necesitar una muestra de sangre de ti para las brujas.

¿Pelearía? Casi esperaba que lo hiciera. La quietud era peligrosa.

Removí la tapa del frasco y la puse en mi bolsillo, luego me arrodillé a su lado,


los músculos tensos.

Él miro hacia mí cuando alcancé su brazo. Sus ojos estaban todo negros, ni una
pizca de blanco.
Maldita maldición.

Tan pronto lo toqué, su mirada se aclaró. El blanco regresó, y él pestañeó.

—¿Lachlan?

Sentí como si hubiera sido golpeado en mis entrañas.

—¿Garreth? ¿Estás allí?

—¿Qué sucedió contigo? —preguntó Garreth.

—¿Qué sucedió conmigo?

Esperanza estalló en mi pecho.

Este era mi hermano. Este era Garreth.

—Nada sucedió conmigo. Pero algo pasó contigo. ¿Recuerdas? Eras tan
diferente. Tan frío. Y tu aura parecía estar rota. Fuego y hielo.

Parpadeé hacia él. 74


»Eres diferente, Lachlan.

—Yo… —Había tanto que decir. Tuve que matar a nuestro padre cuando la maldición
de la Luna Oscura lo tomó. Tú también tienes la maldición de la Luna Oscura.

—No puedes seguir roto así por siempre —dijo Garreth—. Estás dividido en dos.
Te comerá vivo. Te volverá loco. Como a mí.

Los ojos de Garreth volvieron a ser negros, lo blanco tragado por tinta. Su cara
se volvió floja de nuevo, y sentí mis hombros hundirse.

Maldición.

Sin embargo, nunca había escuchado de un lobo maldito regresar a la sanidad


incluso por un momento.

Tal vez podríamos ayudarlo.

Rápidamente, hice un corte en el pulgar de Garreth y tomé una pequeña muestra


de su sangre. Sanaría rápido, como yo. No hizo más que una contracción cuando el
cuchillo mordió su carne.

Fue peor que si hubiera peleado contra mí.


Cuando terminé, me puse de pie.

—Voy a ayudarte, hermano —dije—. Encontraremos una cura.

Él no dijo nada, por supuesto, y me fui.

Mi mente giró con nuestro encuentro.

Eres tan diferente. Sus palabras hicieron eco en mi mente.

¿Lo era?

Por supuesto que sí. La poción suprimió todo. Pero no había pensado que otros
pudieran notarlo.

Pasé una mano a través de mi cabello.

No puedes seguir roto así por siempre. Te volverá loco. Como a mí.

¿A qué demonios se refería? La poción de Mordaca fue hecha para suprimir


emociones así no caía en la maldición de la Luna Oscura.
75
Si también me volvía loco, se convertiría en un punto discutible.

Sin embargo, ¿qué demonios sabía Garreth?

Demonios, todo era un desastre.

Llegué a la torre del Gremio de las Brujas al otro lado de la ciudad y crucé a
zancadas el pasto medio muerto de su patio. Como los otros gremios en la ciudad,
tenían una torre que estaba puesta contra la masiva muralla de la ciudad. Se
encontraba al lado opuesto de la curva de fila de tiendas, con un patio en el medio.

La mayoría de las tiendas estaban vacías, dado a que los tenderos no confiaban
en las brujas. Su torre era un caos, una fiesta eterna que nunca parecía morir.
Hechizos se volvían salvajes todo el tiempo, disparando de las chimeneas y ventanas,
chamuscando el pasto y los edificios cercanos.

El Consejo de Gremios se suponía que mantenía control de todos los gremios


para mantener a la ciudad operando suavemente, pero no podían controlar a las
brujas.

Nadie podía.

Todo parecía bastante tranquilo esta temprana mañana, de cualquier forma.


Como siempre, la torre cuadrada de madera se inclinada ligeramente a la
izquierda, luciendo como una bruja borracha con su techo puntiagudo. Las escaleras
negras de madera que rodeaban las afueras del edificio tenían ropa interior de mujer
envueltas en sus tendederos, todo desde bragas de abuela hasta tangas de encaje.
Aparte de eso, todo lucía callado.

Tomé las escaleras de dos en dos hacia la puerta que estaba localizada a medio
camino de la pared. Una vez allí, toqué.

Unos segundos después, fue abierta. Un mayordomo severo se paró al otro lado,
mirándome con ojos suaves. Su traje negro lucía perfectamente prensado, un
contraste con el caos en la casa detrás de él.

—¿Quién puedo decir que está llamando? —preguntó.

—Lachlan. Alfa de los cambiaformas.

Él asintió, luego se giró.

—¡Escuchamos! —chilló una mujer—. ¡Déjalo entrar, Jeeves! Podríamos usar


algo bonito para mirar.
76
No pude evitar el pequeño suspiro que escapó, luego caminé en la entrada.
Jeeves me llevó de regreso a una habitación enorme llena de brujas vestidas como si
fueran amas de casa de 1980s. Hombreras, faldas pegadas, tacones neón, y un masivo
cabello. Cada una agarraba una copa de champaña llena de líquido naranja
burbujeante mientras se tumbaban en los sofás y sillas, todas posicionadas alrededor
de una mesa llena de cajas de plástico.

Al borde de la habitación, palmeras se inclinaban en extraños ángulos, puestas


en enormes macetas que habían sido decoradas con pequeñas luces.

Tres de las brujas saltaron en sus pies y se aproximaron.

Coraline, Beth, y Maru eran las líderes de la banda, temporalmente a cargo


mientras su señora, Hécate, estaba fuera. Sin embargo, había estado perdida por
miles de años, así que estaba bastante seguro de que era permanente.

Coraline, con su cabello lacio negro rayado con verde, sonrió abiertamente
cuando me vio.

—¿Estás aquí por nuestra fiesta de Tupperware?

—¿Tupperware?
Mary, pálida, de cabello rosado, y vestida con un traje a combinación, sostuvo
una gran caja de plástico.

—Es importante tener el tamaño correcto. Este es excelente para cabezas


humanas, por ejemplo.

Sonrió, ni un indicio de ironía en sus ojos. Pero tal vez un poco de locura.

—Él no está aquí para la fiesta de Tupperware. —Beth negó con la cabeza,
enviando oscuras trenzas volando—. Él está aquí por el hechizo.

—Ah. —Las cejas de Coraline se alzaron—. Por supuesto. Me distraje por su


cara bonita.

—Se supone que es una prioridad —dije, haciendo gestos hacia las cajas de
plástico con una cara escéptica.

—Oye, el almacenamiento de cabezas es importante —dijo Mary.

—Está bien —dijo Coraline—. El hechizo está casi listo para continuar, solo
necesitamos la sangre de tu hermano.
77
—La tengo.

—Entonces vamos.

Me hizo gestos para seguirla, luego nos adentramos más en la casa.

Mary y Beth se nos unieron, y bajamos por varios tramos de escaleras hacia una
enorme habitación en el sótano. Docenas de mesas estaban puestas, cada una
cubierta con frascos de pociones y calderos humeantes. Telarañas colgaban de las
esquinas, y un gordo gato negro me miraba desde su posición en la mesa más cercana.

—Sé amable, Satán —dijo Mary.

Satán siseó.

—Buen chico —arrulló.

¿Eso fue amable?

—Por aquí.

Beth me hizo señas.


La mesa en la que me detuve de frente lucía como el resto, desordenada con
suplementos y pociones, un solo caldero negro quemando sobre una flama mágica
purpura.

—¿Cuánto?

Saqué el frasco de mi bolsillo.

—Unas cuantas gotas bastarán —dijo Coraline—. Justo en el caldero.

Descorché el contenedor y dejé la sangre gotear en el caldero. Chisporroteó y


humeó.

—¿Es eso todo?

—Por ahora. Danos un poco de tiempo para prepararlo, y con esperanza


tendremos algunas respuestas para ti.

Asentí, girándome para salir.

—Pareces diferente —dijo Beth.


78
Esa era la segunda vez que lo había escuchado hoy, y no me gustaba cómo
sonaba.

—Apenas nos conocemos.

Ella se encogió de hombros.

—No significa que no pueda ver que eres diferente. ¿Qué cambió?

—Diferente, ¿cómo? Sé específica.

—Diferente de como eras el mes pasado. Más intenso, o algo.

El mes pasado. Eso no había sido lo que Garreth había querido decir. Él me
había conocido de hace diez años.

—¿Qué es diferente? —preguntó Coraline.

—Nada.

—No es verdad. —Sonrió amplio, inclinando la cabeza—. No eres tan frío.

—Sí soy frío.


Nada de eso tenía sentido. Garreth dijo que me había vuelto frío; estas brujas
decían lo opuesto. Tal vez ambos tenían razón. Los años me habían vuelto frío, y
conocer a Eve estaba empezando a deshacerlo.

Peligroso, eso era lo que era.

79
Eve
Dentro de la torre del Gremio de las Sombras, me paré frente a Mac, Carrow y
Seraphia, la chimenea parpadeando alegremente a nuestros lados. Cordelia y Ralph
no estaban a la vista, y no pude evitar preguntarme si estarían juntos.

—Como mencionó Carrow, no pude encontrar nada sobre esos símbolos —dijo
Seraphia—. Pero tengo una amiga que puede ayudarte. Carrow también la conoce.

—Nevaeh Cross —dije.

—Exactamente —dijo Carrow—. En Lado Mágico. Iremos a verla ahora.


80
Asentí con la cabeza, el corazón latía con fuerza, luego extendí mi mano hacia
mis amigas, sosteniéndola con la palma hacia arriba para revelar el círculo blanco
brillante. Había pasado demasiado tiempo escondiéndome antes y no iba a seguir
haciéndolo.

—¿Alguna vez has visto algo como esto? —pregunté—. ¿Crees que es como el
tuyo, Seraphia?

Tenía una marca que brillaba en su brazo cada vez que usaba su poder, una
enredadera brillante que se retorcía hacia su hombro.

Seraphia frunció el ceño.

—¿Acaba de aparecer?

—Sí. Anoche. Tuve un momento extraño en el que estuve en comunión con la


luna como una vieja hippie.

—O una loba —dijo Carrow.

—Excepto que no soy una. Realmente no.

Carrow me apretó el brazo, un gesto silencioso de apoyo.


—Sea lo que sea, lo resolveremos.

—Gracias. En serio. —Volví a mirar a Seraphia—. ¿Qué hay de tu marca?

—Tengo que imaginar que es una marca de poder como la mía, pero no tengo
idea de qué tipo. También investigaré eso. Ojalá, tendré más suerte con eso.

—Gracias.

—Vamos —dijo Carrow—. Todavía es la mitad de la noche en Lado Mágico, y


eso es perfecto para nosotras. Estaremos bajo el radar.

Asentí.

—Buena suerte —dijo Mac—. Solo grita si necesitas ayuda.

Carrow asintió con la cabeza, luego buscó un amuleto de transporte en su


bolsillo. Lo tiró al suelo y una nube plateada estalló hacia arriba. Nos dimos la mano
y entramos.

El éter nos absorbió y nos hizo girar a través del espacio, escupiéndonos en el
medio de Lado Mágico, Chicago. Todavía estaba oscuro, alrededor de las tres de la 81
mañana. La luna brillaba intensamente en lo alto mientras el viento frío azotaba el
lago Michigan.

Me apreté más la chaqueta.

—¿Dónde nos encontraremos?

Carrow se volvió y señaló el gran edificio de piedra que se alzaba frente a


nosotros. Tenía una cúpula central cónica y varios niveles con columnas, una
hermosa mezcolanza de arquitectura neoclásica y renacentista que se sentía como un
edificio fuera de tiempo.

Un momento después, una mujer abrió la puerta grande y se apresuró a bajar la


monumental escalera.

Llevaba jeans de moto grises y una chaqueta de cuero marrón sobre una blusa
de seda blanca. Su cabello rojo se derramaba sobre sus hombros y se veía
increíblemente genial.

—¡Hola, Carrow!

Se detuvo frente a nosotros y abrazó a mi amiga, quien le devolvió el abrazo.


—¡Neve! —Carrow se apartó y me hizo un gesto—. Esta es mi amiga,
Eve. Muchas gracias por aceptar ayudarnos.

—Por supuesto. Seraphia dijo que era importante.

—Lo es, gracias. —Le estreché la mano y la magia vibró por mi brazo. Ella era
poderosa, pero no podía señalar lo que era. Seraphia no lo sabía—. Realmente lo
aprecio.

—No hay problema. Estoy de baja administrativa en este momento, así que
tengo mucho tiempo libre. Ya les di las notas de Seraphia a los diablillos. Están
sacando algunas cosas de las colecciones.

—¿Diablillos? —pregunté.

Ella asintió.

—La mayoría de nuestras colecciones se almacenan en lo profundo de un pozo


que se ha introducido en el lago Michigan. Necesitas alas para recuperar los libros.

Sentí que mis cejas se alzaban.


82
—Guau.

Ella asintió.

—Sí. Hay un ascensor antiguo. Pero es súper lento, hace ruidos sospechosos y
cae precipitadamente de vez en cuando. Los diablillos son más fáciles. Vamos, te lo
mostraré.

La seguimos por las amplias escaleras de mármol hasta la entrada, subimos


algunas escaleras más y luego pasamos por un túnel elevado. A través del techo de
cristal que formaba un arco, pude ver un enorme edificio abovedado que se elevaba.

Atravesamos un par de puertas ornamentadas y entramos en el interior de la


biblioteca. Silbé bajo. El lugar era enorme. En el centro, un enorme foso circular se
sumergía cientos de metros, y las estanterías de libros llenaron el espacio. Los
diablillos entraban y salían, agarrando libros en sus garras.

—Bienvenidas a la biblioteca. —Neve hizo un gesto hacia el pozo—. Es muy


fácil dejarse llevar en un buen libro aquí.

—No me digas.

Tenían que tener respuestas en un lugar de este tamaño.


—Vamos.

Neve hizo un gesto para que la siguiéramos y la acompañamos hasta el borde


del foso, inclinándonos para ver las estanterías de libros que descendían en espiral
tan lejos que perdí de vista en la penumbra. El cabello de Neve bailaba a los lados de
su rostro como si hubiera una ligera brisa, pero el aire estaba quieto. Hablamos
trivialmente hasta que, unos minutos después, un diablillo se lanzó directamente
hacia nosotras.

—Aquí está nuestro chico.

Neve dio un paso atrás y la seguimos, evitando por poco una colisión.

—Son rápidos cuando están en un trabajo —susurró—. Y tienen una puntería


terrible.

El diablillo refunfuñó.

—Cuidado, Nevaeh Cross.

Neve sonrió.
83
—Gracias, Brutus. Eres mi favorito, lo sabes.

Él frunció el ceño, pero un rubor se extendió por su rostro.

—Ten cuidado con estos.

—Por supuesto.

Él entregó los libros y ella nos llevó a una mesa, tomó asiento y nos pasó
algunos.

—Estos libros contienen cualquier mención del símbolo que buscan.

Carrow hizo crujir sus nudillos y puso la copia original de su dibujo en el medio
de la mesa.

—Pongámonos a trabajar.

Me instalé con uno de los volúmenes, hojeando mientras buscaba imágenes que
coincidieran con las del dibujo de Carrow. Después de una hora, todavía no había
encontrado nada.

La preocupación estaba empezando a pincharme la nuca.


—¿Algo para ustedes, chicas? Solo encontré una referencia. Hace cincuenta
años, el símbolo se encontró en un trozo de papel que se había tirado en un cubo de
basura en Sussex.

—Tengo algo, pero no es genial. —Neve empujó su libro al centro de la mesa y


señaló el dibujo en el centro—. Dice que es un símbolo de magia de la muerte oscura.
Extremadamente raro. Solo hay un lugar en la biblioteca que podría tener esa
información. El sótano.

—Eso es bueno, ¿verdad?

—No se me permite bajar allí —dijo Neve—. Tiene libros increíblemente


peligrosos y solo nuestro personal de más alto nivel tiene acceso.

Mierda.

Neve frunció el ceño y se mordió el labio.

—Es importante, ¿no?

—Es una especie de cuestión de vida o muerte. —Carrow me señaló con el


pulgar—. Su vida y su muerte. 84
Neve asintió con la cabeza, el rostro pálido, luego se inclinó hacia adelante y
susurró:

—Hagámoslo entonces.

—No. No puedes. —Agarré su antebrazo—. No quiero que te metas en


problemas.

—No quiero que mueras, así que diría que yo gano.

—Lo que está en juego es mayor para ti, chica —dijo Carrow—. Y, de todos
modos, Neve solo es despedida si nos atrapan.

—Exactamente. —Neve asintió—. Y soy bastante inteligente. Podemos hacer


esto.

—¿A qué nos enfrentamos? —pregunté.

—Guardias y encantamientos mágicos.

—Vamos a necesitar una distracción entonces —dijo Carrow.


¿Alguien dijo distracción? La voz de Ralph sonó en mi cabeza y miré hacia abajo,
jadeando.

—¡Ralph! No sé si puedes estar aquí.

Neve miró debajo de la mesa y se rio.

—Hola, amigo.

Hola, guapa.

—Ralph, sé educado.

Neve reapareció.

—¿Puedes oírlo?

—Sí. Es mi familiar. Dijo: “Hola, señora”.

No, dije “Hola, guapa”. Y puedes preguntarle si tiene algo de ese chocolate americano. No
del tipo ceroso, del tipo bueno.
85
Le di un empujón con el pie.

—Sigue soñando.

—Él podría ser nuestra distracción —susurró Neve—. Pero debería esconderse
debajo de la mesa.

—Entonces no mapaches en la biblioteca, ¿eh? —pregunté mientras Ralph se


escurría detrás de mis piernas.

—No. Lo que lo hace perfecto. Vamos.

Neve se puso de pie, amontonando los libros ordenadamente en el extremo de la


mesa y asintiendo con la cabeza a uno de los diablillos.

Los cuatro salimos apresuradamente de la parte principal de la biblioteca, Ralph


escondido entre nosotras y la pared, tratando de mantener un perfil bajo.

Llegamos a un pasillo más tranquilo cuando Neve se detuvo.

—Vamos a bajar las escaleras, donde necesitaremos que Ralph distraiga a los
guardias.
Me arrodillé al nivel de Ralph y saqué mi bolsa de pociones del
éter. Rápidamente, busqué y saqué una bomba de poción.

Ralph hizo un gesto de agarrar con las manos, sus ojos muy abiertos. Dame.

—Probablemente haya una razón por la que nadie te permite poner tus manos
en bombas de pociones, así que tendrás que tener cuidado.

Tirarla y correr, no soy tonto.

—Eso es básicamente todo, sí. —Saqué un frasco diminuto de mi


brazalete. Había tardado mucho en hacerlo—. Y esta es una poción de
invisibilidad. Tómalo tan pronto como los hayas llevado lo suficientemente
lejos. Quiero que salgas de aquí a salvo.

—¿Sería mejor si una de nosotras lo tomara y entrara a hurtadillas? —preguntó


Carrow.

—¿Tienes solo una? —preguntó Neve.

—Sí, solo una. Son raras.


86
—Entonces no. Probablemente vamos a necesitar todos nuestros talentos para
este robo.

Se lo entregué a Ralph.

—Ya sabes que hacer.

¿Pago?

—Por supuesto. Lo discutiremos cuando regresemos a Ciudad del Gremio.

Me miró con escepticismo y luego asintió.

Me levanté y los cuatro nos dirigimos hacia las escaleras al final del pasillo. Neve
nos llevó al sótano, más allá de los atractivos pisos públicos, a los pisos
administrativos y, finalmente, a los pasillos antiguos y oscuros de la parte más vieja
del edificio.

Llegamos a un amplio rellano en medio de las escaleras.

—Casi hemos llegado —dijo Neve.

Una puerta estrecha marcaba la pared a mi izquierda, y Neve la abrió para


revelar un armario lleno de escobas viejas.
—Nos esconderemos aquí mientras Ralph los saca.

Ralph hizo un saludo militar, luego bajó corriendo el resto de las escaleras,
agarrando torpemente sus pociones. La preocupación me atravesó mientras lo veía
irse.

—Vamos.

Neve nos metió a Carrow y a mí en el armario.

Cerramos la puerta y esperamos.

Un momento después sonó una explosión, seguida de un grito.

Tira otro. Necesito una distracción. La voz de Ralph sonó en mi cabeza, como si
estuviera gritando.

Saqué una bomba de poción de mi muñequera, luego abrí la puerta y la arrojé


escaleras arriba. Sonó un boom masivo y las escaleras de piedra se astillaron.

A mi lado, Neve hizo una mueca.


87
—Lo siento —susurré.

¡Entrando!

Me metí de nuevo en el armario y escuché el correr de unas pequeñas garras


subiendo las escaleras, seguidas de unos pasos contundentes. Unos segundos más
tarde, me asomé y vi a Ralph guiando a dos guardias en una persecución.

—Dos de ellos —susurré.

—Entonces deberíamos estar bien.

Neve salió del armario y corrió al siguiente nivel.

La seguimos y divisamos el área donde Ralph había arrojado su bomba. El viejo


muro de piedra estaba astillado y ennegrecido. Más allá, una enorme puerta de
bronce se encontraba al final del pasillo.

Corrimos hacia la puerta ornamentada.

—Nunca lo había visto antes. —Neve estiró el cuello para mirar hacia arriba—.
Es... mierda, es grande.

Cogí la manija de la puerta y Neve me agarró del brazo.


—¡No!

Demasiado tarde.

Tan pronto como agarré el mango, mi mano se congeló en la superficie. Tiré,


pero no pude soltarme.

—Lo siento —dijo Neve—. Debería haberte advertido.

—Intentaste detenerme.

—Está bien. La puerta te soltará cuando la abramos.

—¿Cómo la abrimos? —pregunté—. Porque definitivamente está cerrada.

—Hay una llave en alguna parte, por supuesto. Pero en caso de que alguna vez
se pierda, la Orden se asegura de que haya una segunda forma de abrir sus puertas.
—Pasó sus manos sobre los diseños ornamentales de la puerta, claramente buscando
algo—. Apuesto a que hay una pista oculta en estos diseños.

—Déjame intentarlo.
88
Carrow presionó su mano contra la puerta, su magia brillando levemente. Su
don incluía la capacidad de tocar objetos y leer información de ellos, y se había vuelto
realmente buena en eso.

Contuve la respiración, mi corazón latía con fuerza, mientras seguía tratando de


sacar mi mano de la puerta. Sabía que no funcionaría, pero no podía dejar de
intentarlo. Con suerte, ella tampoco se quedaría atascada.

Finalmente, Carrow abrió los ojos.

—Entonces, creo que debemos hacer coincidir los rostros con las fechas de su
muerte.

Busqué en la puerta y finalmente vi los rostros ocultos entre las ornamentadas y


frondosas enredaderas, pero incapaces de ver las fechas entre los diseños.

—Allí.

Neve señaló uno.

—Lo vi. 1790, enclavado en una enredadera. Nunca lo habríamos encontrado si


Carrow no nos hubiera dicho que mirar. Estaba expertamente escondido entre las
hojas—. ¿Cómo lo conectamos a la cara adecuada? ¿Y cuál es la cara adecuada?
Neve tiró del pequeño rizo de enredadera de metal que envolvía el número. Se
desprendió y ella pudo moverlo.

—Creo que tienes razón, Carrow. Pero, ¿cómo identificamos las caras? La obra
de arte es realmente tosca.

Ella tenía razón. No podía identificar a uno solo como un famoso sobrenatural
o humano.

—Déjame intentarlo. —Carrow presionó su mano contra uno de los rostros y


usó su poder—. Correcto. Este es, aparentemente, Benjamín Franklin.

—De ninguna manera. —Incliné mi cabeza incapaz de ver la semejanza—. ¿En


serio?

—Probablemente es irregular para hacer que el rompecabezas sea más difícil de


irrumpir —dijo Neve.

—Bueno, está funcionando —dijo Carrow.

—Su muerte fue en 1790 según mi teléfono, que coincide con esta fecha. —
Arrastró la enredadera hasta la cara de Benjamín, donde el zarcillo se enroscó a su 89
alrededor—. ¡Pero creo que funcionó!

—Avancemos. —Carrow presionó su mano contra otro rostro—. Este es


Napoleón.

—Todavía no lo veo. —Sin el don de Carrow, nunca los hubiéramos


identificado. Con una mano, escribí Napoleón en mi teléfono—. Murió en 1821.

Neve encontró la fecha y quitó la delgada enredadera de metal que se enroscaba


a su alrededor, arrastrándola hasta la cara de Napoleón.

Sin embargo, por la puerta comenzaba a salir humo oscuro, una mezcla nociva
que me quemaba la nariz.

—Date prisa, tiene seguridad por si eres demasiado lento.

—Mierda.

Neve buscó y finalmente encontró la cara.

Juntos, emparejamos las enredaderas mientras Carrow buscaba en Google varias


fechas. Trabajamos frenéticamente, moviéndonos lo más rápido que pudimos
mientras el humo oscuro se filtraba por la puerta. Con cada respiración, mi garganta
ardía más.

Finalmente, terminamos. Mi mano se soltó y tiré de la puerta. Era enormemente


pesada y tuve que poner mi espalda en ella, pero me las arreglé para abrirla.

Neve entró primero y nosotras la seguimos.

Inmediatamente, la habitación se llenó de un espeso humo negro, el mismo que


antes, pero en tal cantidad que no podía ver.

—Aguanta la respiración y muévete —dijo Neve—. Otra medida de


seguridad. Un miembro de la orden con permiso para estar aquí tendría el hechizo
para neutralizarlo, pero haré lo que pueda al respecto.

Un viento débil comenzó a soplar contra mi cara, llevando el humo hacia la


puerta. Neve estaba esculpiendo el viento con movimientos de manos, canalizando
el humo hacia el hueco de la escalera. Hizo un suave remolino para que no subiera
las escaleras y nos delatara.

Seguí su voz, tropezando en la oscuridad mientras contenía la


respiración. Pronto, mis pulmones ardían y mis piernas se debilitaban. 90

—Está demasiado lejos —jadeó Carrow.

Mierda, ella tenía razón. No tenía idea de lo lejos que estaba el final, pero ya
estaba en mal estado. Podía respirar, pero apenas, y cada inhalación era una agonía.

—Ya casi llegamos —dijo Neve.

Finalmente, el aire se aclaró por completo y aspiré una profunda bocanada de


aire.

—Gracias al destino.

Parpadeé, aclarando mi visión. Habíamos pasado por un túnel poco iluminado


y ahora estábamos en la entrada de una biblioteca pequeña y oscura.

—Demonios, está embrujado —dijo Carrow.

—No me digas.

Todo el espacio estaba envuelto en una luz gris, las estanterías antiguas llenas de
volúmenes encuadernados en cuero que parecían que solo contenían maldiciones
malignas. Había velas en candelabros y las viejas mesas de madera estaban gastadas
y estropeadas.

Di un paso adelante, decidido a terminar con esto. Tan pronto como mi pie
cruzó el umbral, una enredadera oscura salió disparada de la pared y se envolvió
alrededor de mi pierna.

—Maldita sea. —Neve me agarró y trató de tirar de mí hacia atrás, pero otra
enredadera salió disparada y se envolvió alrededor de su brazo—. La Orden es tan
paranoica.

—¿Qué puedo hacer? —Carrow se quedó más atrás.

—No te acerques —dijo Neve.

Dos enredaderas salieron disparadas y se envolvieron alrededor de mis brazos.

Mierda.

Rápidamente, mientras todavía me quedaba un poco de movimiento, saqué mi


bolso del éter y se lo arrojé a Carrow.
91
Lo atrapó justo cuando las enredaderas me apretaban los brazos. Más se
envolvieron alrededor de mi cintura, uniéndome a Neve. Estábamos aplastadas
juntas como mantequilla de maní y mermelada.

—Debería haber algunas bombas de ácido allí —le dije a Carrow—. De vidrio
verde. Redonda como un adorno de árbol de Navidad.

—¿Bombas de ácido?

Los ojos de Neve se agrandaron.

—En eso. —Carrow rebuscó en la bolsa—. Encontré tres.

—Está bien. Date prisa y viértelos en las enredaderas.

—Por supuesto.

La oí desenroscar la tapa de metal.

Estiré el cuello para verla lanzarse hacia adelante y salpicar el ácido en las
enredaderas cerca de la pared. Se marchitaron y dos cayeron de mi brazo derecho.

Ella siguió trabajando, destruyendo rápidamente las enredaderas.


—¿Habrá una alarma de algún tipo? —le pregunté a Neve.

—Quizás. La escucharemos si la hay. Pero a la Orden también le gusta atrapar


a la gente y dejar que se pudra. Solo por romper las reglas, por supuesto.

—Oscuro.

Hice una mueca.

—Sí, pero bueno para nosotras, en este caso.

Finalmente, estábamos libres. La biblioteca nos llamaba.

—¿Puedo entrar o volveré a detonar el arma? —pregunté.

—No lo sé. Yo iré primero. —Neve dio un paso adelante y no pasó nada—. Está
libre, gracias al destino.

Carrow y yo la seguimos, caminando por el pasillo central. Los estantes se


extendían a ambos lados de nosotras, desapareciendo en la oscuridad.

—Necesitamos algo de luz —dijo Neve—. Démosle vida a este lugar. 92


Cogió una cerilla y encendió una de las velas. Todo el resto cobró vida, pero la
biblioteca de alguna manera parecía aún menos atractiva.

Inspeccioné las etiquetas en la parte superior de los pasillos, buscando un sistema


organizativo. Sin embargo, todo era totalmente indescifrable.

Sin embargo, Neve comenzó a apresurarse por los pasillos, sacando libros de los
estantes y revisando las cubiertas.

—¿Puedes navegar por este lugar? —preguntó Carrow.

—Si hay algo en lo que soy buena, son los libros —dijo.

Gracias al destino.

La seguimos, nos detuvimos en medio de un pasillo y estudiamos el estante con


ella.

—Es uno de estos, creo —dijo.

Cuando alcanzó uno, apareció una cara fantasmal que emergió de los libros.

Salté.
La figura llevaba un cuello de encaje blanco y diminutos anteojos de cristal,
luciendo como si hubiera salido del pasado. Con su cabeza calva, me resultaba
vagamente familiar. Simplemente no podía ubicarlo.

—¿Puedo ayudarlas? —preguntó.

Neve sonrió alegremente y agitó su insignia de la Orden hacia él.

—Solo estoy investigando un poco.

¿Lo conocía? No quería preguntar, por miedo a alertarlo sobre el hecho de que
no deberíamos estar aquí.

—Mmm.

El escepticismo sonaba en su voz, pero no dijo nada. Tampoco salió de la


estantería. Nos miraba como un rarito total, la cara solo sobresaliendo a medias.

Neve sacó un libro y dejamos al fantasma, volviendo a una mesa en el pasillo


principal de la biblioteca. Él las siguió, dejándose llevar por una mirada sospechosa
en su rostro.
93
En la mesa, Neve no se sentó. Dejó el libro sobre la mesa y tocó las cuatro
esquinas, luego el centro, moviéndose en un patrón específico.

Le lancé una mirada curiosa, pero ella simplemente negó con la cabeza. Lo que
sea que estuviera haciendo, desbloquear el libro, tal vez, era asunto de la Orden que
probablemente debería fingir saber. Si este fantasma de repente decidiera que somos
intrusas, estaríamos en un gran lío.

El libro se abrió y Neve hojeó las páginas, encontrando finalmente los símbolos
dibujados en una de ellas.

Se inclinó sobre este, leyendo rápidamente. Me uní a ella, mirando sobre su


hombro. Mientras leía las palabras, el terror se desenvolvió dentro de mí.

—Bueno, mierda.
Eve
Miré las páginas leyendo los detalles espeluznantes del hechizo que había sido
colocado sobre la tumba de Garreth.

El fantasma se desvió hacia el otro lado de la mesa y se inclinó cerca.

—¿Están seguras de que deberían estar aquí abajo?

La mirada de Neve se volvió hacia él.

—Por supuesto que lo estamos.


94
Frunció el ceño.

—¿Qué hay de ellas? ¿Dónde están sus placas?

—Son de otro departamento, así que tuvieron que dejar sus placas en circulación.
Es una nueva política. Más papeleo. Ya sabes cómo es.

Los ojos del fantasma se estrecharon, aparentemente no convencido.

—Sí. En este mundo nada es seguro excepto la muerte y los impuestos. Y el


papeleo.

Mientras Neve trataba de contener al suspicaz fantasma yo hojeaba las páginas


del libro buscando más pistas. No las había, así que me enderecé.

—Terminamos aquí.

—¡Excelente!

Neve recogió el libro y se apresuró a volver a la estantería, poniéndolo de vuelta.

—¿Por qué tienen tanta prisa? —preguntó el fantasma—. Nadie se apresura aquí.
¿Y tres personas viniendo a ver un pequeño libro?
—Eso no es raro —dijo Neve.

—No se supone que estén aquí.

El fantasma sonaba triunfante, como si acabara de hacer una revelación.

Empezó a chillar, unos gritos desgarradores que hicieron que un escalofrío


recorriera mi columna vertebral.

Ahí estaba la alarma. No era tradicional, y probablemente no tan fiable, pero


eficaz.

Neve salió corriendo del pasillo, con los ojos bien abiertos.

—¡Cállate, Benjamín!

Mi mirada se dirigió hacia los anteojos redondos, la cabeza calva y el cuello


blanco. ¿Benjamín Franklin? No lo había reconocido antes, pero ¿estábamos siendo
delatadas por un padre fundador?

De ninguna manera.
95
—Vamos. —Neve me agarró de la mano—. Puede que no lo escuchen, pero hay
una buena posibilidad de que los otros fantasmas lo hagan. Será como un teléfono
fantasma, con nosotras terminando en el lado malo de una revisión de investigación
de la Orden.

Corrimos desde la biblioteca, Ben Franklin gritando como un loco detrás de


nosotras.

Cuando nos fuimos, me di la vuelta y siseé:

—¡Decoro, Ben! Esperaba más de ti.

Me fulminó con la mirada y gritó más fuerte.

¿Quién iba a pensar que Ben Franklin sería un bastardo?

Corrimos por el túnel. Se oscureció de repente y miré hacia atrás. Las velas de la
habitación se habían apagado solas. A ciegas, seguí a Neve, apareciendo finalmente
en la escalera.

Empujamos la pesada puerta para cerrarla y subimos las escaleras de dos en dos
corriendo hacia la parte superior. Cada pocos tramos nos deteníamos a escuchar pero
nadie venía. En el nivel superior, bajamos la velocidad alisando nuestras blusas.
—Actúa con calma —dijo Neve y luego abrió la puerta.

Salimos a un pasillo vacío.

Vacío.

El alivio fue enorme.

—Vengan por aquí. —Neve giró a la izquierda—. No queremos ir directamente


a la salida.

Caminamos por el pasillo, y traté de pintar una expresión aburrida en mi cara.


Me sentía como una tortuga bebé haciendo su carrera hacia el mar, esperando que
no apareciera un depredador y me atrapara antes de llegar a las olas.

Un fantasma apareció a mi izquierda, corriendo por el pasillo tan rápido que casi
la pierdo.

—Ella escucha a Ben —dijo Neve—. Pronto habrá una revuelta. Pero ya casi
estamos bien.

Hicimos nuestro camino a través de los pasillos laberínticos de la Orden llegando 96


finalmente a una salida lateral. Ella salió con nosotras a la mañana aún oscura. El
aire fresco fue un alivio bienvenido.

—Vamos a alejarnos un poco más del edificio —dijo Neve.

La seguimos hacia un gran parque que daba al lago.

—Muchas gracias —le dije cuando lo alcanzamos—. Tu ayuda fue invaluable.

—¿Te meterás en problemas? —preguntó Carrow.

—Probablemente no. Cubrí mi nombre cuando le mostré a Ben mi placa y él no


sabe quién soy.

—¿Hay muchas chicas guapas y pelirrojas trabajando en la biblioteca? —


pregunté, con la preocupación recorriendo mi columna vertebral.

Neve se encogió de hombros.

—Digamos que se me da bien salir de los problemas. Y eso sucede. A menudo.


Buena suerte con todo. —Me agarró del brazo y me lanzó una sonrisa confiada—. Y
ten cuidado, ¿de acuerdo? Hemos encontrado cosas muy peligrosas.

Asentí.
—Lo haré. Y gracias de nuevo. Si alguna vez necesitas algo, ya sabes dónde
encontrarme.

—Gracias.

El viento me voló el cabello por la cara y extendí la mano para quitármelo de la


frente. Los ojos de Neve se agrandaron, y ella agarró mi mano, girándola con la
palma hacia arriba para revelar la brillante luna creciente.

—Esto es genial.

Miré hacia abajo.

—Tal vez. Definitivamente es nueva, y no tengo idea de lo que es.

—Una marca de poder de algún tipo. Yo también tengo una. —Levantó el brazo.
Levantando un poco su brazalete de cuero donde se asomaba un diseño brillante—.
Sin embargo, la mía ha ido creciendo.

—¿Sabes por qué?

—En realidad, no. —Hizo una mueca—. Esa parte no me gusta. 97


—Bueno, si descubro algo útil sobre la mía, te lo haré saber.

—Lo mismo digo.

Nos despedimos y usamos un encanto de transporte para volver a casa. Cuando


el éter me absorbió, el alivio me invadió. Al menos nos dirigíamos de vuelta.

Lachlan
—Han vuelto.

Miré a Kenneth, mi segundo. Estaba parado en la puerta, con la cara enrojecida,


sin duda por haber venido corriendo.

—Gracias, Kenneth.
Me levanté. Había pasado la mayor parte de las últimas horas mirando a
Garreth, lo cual no era saludable. Sabía que no me daría respuestas, pero aun así no
podía evitarlo.

Las brujas habían respondido hace unos minutos con el resultado de su prueba,
y la información me confundió. Pero tal vez Eve había aprendido algo en Lado
Mágico que aportaría claridad.

Rápidamente, salí a zancadas de la habitación, haciendo mi camino a través de


la torre hacia el patio. Podía sentir los ojos de mi gente sobre mí mientras caminaba.

Se preguntaban por Garreth.

Manteníamos a un asesino encerrado en nuestras mazmorras. Un asesino


maldito.

La respuesta habitual a eso era fácil.

Había que acabar con él.

Pero no podía. Todavía no.


98
Afortunadamente, mi gente confiaba en mí. Pero, ¿cuánto duraría eso si
pensaban que no estaba haciendo nada…?

Deseché el pensamiento y salí al sol del mediodía. La luz era débil y tenue al
filtrarse entre las nubes grises. Sin buen tiempo, el patio estaba vacío lo que me venía
bien en este momento.

La ciudad también estaba bastante vacía, la gente se había retirado al interior


para la jornada laboral. Mientras caminaba, escudriñé todos los callejones y azoteas
que podía ver, buscando al atacante de Eve.

Él no se rendiría aún. Al acercarme al callejón que conducía al patio aislado del


Gremio de las Sombras, casi me lo perdí: un pequeño destello de movimiento en los
tejados de arriba.

Entrecerré los ojos, moviéndome a la izquierda para obtener un mejor ángulo.

Sí, había alguien allí.

Se dirigía hacia el patio del Gremio de las Sombras. La gente de Ciudad del
Gremio no tenía la costumbre de caminar por los tejados, y la proximidad al patio
del Gremio de las Sombras era demasiada.
Era el atacante. Tenía que serlo.

Estaba esperando a que ella saliera de la protección de su torre.

Mi lobo gruñó, empujando para liberarse. Lo obligué a retroceder. Aunque


empatizaba con la ansiedad de mi bestia, él era una mierda trepando por los muros.
Tenía que seguir siendo humano para hacer eso.

El atacante no podía entrar en el patio debido a las protecciones existentes, así


que sin duda esperaría en los tejados. Esta era mi mejor oportunidad.

Llegué al edificio y empecé a trepar, usando los alféizares de las ventanas como
soportes. Rápidamente, trepé la pared hasta el techo, subiendo silenciosamente a las
tejas.

Los viejos edificios tenían tejados en forma de pico, y no podía verlo desde mi
posición. Olfateé el aire, captando su aroma.

Todavía estaba aquí.

Seguí el aroma, moviéndome silenciosamente por el tejado. Si solo pudiera


atraparlo resolveríamos muchos de nuestros problemas. 99
En silencio, me subí sobre las tejas de un ático que daba al callejón, acercándome
sin hacer ruido. El hombre se agachaba en el borde del techo, totalmente inmóvil
mientras miraba hacia el patio del Gremio de las Sombras.

Su ropa era oscura y sencilla, jeans resistentes y una chaqueta con la capucha
puesta en su cabeza. Un viento débil sopló hacia mí, trayendo más de su aroma:
putrefacción y moho.

La firma de la magia oscura. No me sorprendía.

A medida que me acercaba, mi lobo luchaba dentro de mí queriendo salir a la


superficie. Para tomar el control y hundir sus colmillos en el hombre que amenazaba
a Eve.

Pronto.

Era un gran bastardo. Más grande que yo, lo cual era raro. Yo sería más fuerte
en forma lobo.

Finalmente, estábamos lo suficientemente cerca. Llamé al lobo, sintiéndolo


surgir dentro de mí. Gruñó con deleite, y la magia se apoderó de mí, desgarrando
mis huesos y músculos. El dolor fue breve, bien tolerado después de tanto tiempo, y
en instantes, había cambiado.

El mundo se veía diferente de esta manera, todo era más detallado, mis sentidos
agudizados.

El hombre se puso rígido y se giró. La magia ensombreció su rostro, haciéndole


imposible de reconocer.

Me abalancé deleitándome con el poder cantando a través de mis músculos


mientras chocaba con él.

Gruñó y trató de golpearme en el estómago. Me moví, evitando lo peor del golpe


mientras hundía mis colmillos en su hombro.

Luchamos, mis dientes desgarrando su carne mientras él trataba de apartarme


de encima. Finalmente, sentí la magia surgir dentro de él. Se transformó en un lobo
castaño del mismo tamaño que yo.

Su pelaje estaba cubierto de cicatrices, y sus ojos brillaban con una malicia que
era puramente humana mientras me gruñía y bajaba la cabeza.
100
Me acerqué más, con un gruñido en la garganta mientras la batalla hervía mi
sangre.

Sus mandíbulas trataron de morderme, y me lancé hacia a un lado, evitando el


ataque antes de lanzar uno de los míos, apuntando a su hombro.

Mis dientes se hundieron en sus músculos. La sangre explotó en mi boca, la


adrenalina me recorrió, haciendo que mi lobo se volviera salvaje.

Rodamos por el tejado, la lucha siendo feroz. Era un bastardo fuerte, y me tomó
todo lo que tenía para mantenerlo alejado de mi cuello. Quería mantenerlo vivo para
interrogarlo, pero eso podría resultar imposible de hacer y sobrevivir.

Nuestros cuerpos se enredaron en una maraña mortal cuando llegamos al borde


del tejado y caímos. Caímos tres metros, y nos estrellamos contra un pequeño balcón
metálico atornillado a la pared por encima del callejón.

Nos golpeamos, tirando al suelo grandes macetas de la cornisa mientras nos


desgarrábamos la carne con nuestros colmillos.
Eve
Un choque sonó de afuera, y miré hacia Carrow.

—Escuchaste eso, ¿o fui solo yo?

Ella se puso de pie de su lugar junto al fuego en nuestra habitación principal, y


me uní a ella, apresurándome a la puerta y abriéndola.

Al principio, no vi nada. El patio estaba vacío. Pero movimiento desde lo alto


del callejón atrapó mi mirada. Los edificios eran de tres pisos de altura, y un pequeño
balcón de Julieta sobresalía de uno de los pisos superiores que habían sido
101
abandonados hace mucho.

Dos lobos luchaban en el borde de la plataforma, un espacio demasiado pequeño


para sus cuerpos musculosos. La pelea era perversa, y ellos parecían no estar
conscientes de donde estaban. Horror brilló en mí cuando se tumbaron fuera del
balcón y se desplomaron en el callejón abajo, aterrizando en una pila de macetas
rotas.

Un destello de pelaje negro atrapó mi mirada.

—Uno de ellos es Lachlan.

—Ese otro es fuerte. —Carrow frunció el ceño—. Nadie se supone que sea tan
fuerte como Lachlan.

—Mi atacante casi lo era.

Di un paso afuera, y Carrow me tiró de regreso adentro.

—De ninguna manera vas a ir allí afuera. El atacante podría haber traído
refuerzos.

—Pero Lachlan.
Tiré contra el brazo de Carrow, temor serpenteando a través de mis venas como
veneno.

Carrow me agarró más fuerte, y Mac se unió a ella, sosteniendo mi otro brazo.

Llamé a mi magia de fae. Había usado pociones para conseguir dones de truenos,
y los llamé del cielo, enviando rayos al piso justo al lado de los dos lobos, esperando
distraer al rojo lo suficiente para que Lachlan tomara ventaja.

No hicieron mucho más que encogerse. Pero maldita sea, no podía enviar voltios
directamente a ellos. Lachlan podría recibir el golpe.

Pánico hirvió dentro de mí.

—Necesito mis pociones de bombas, vamos.

—Son igual de peligrosos que los rayos —dijo Carrow—. Esos lobos son tan
rápidos que podrías golpear a Lachlan si se mueve en el momento incorrecto.

—Puedo ayudar.

Seraphia caminó hacia el patio, levantando las manos. Enredaderas crecieron 102
del piso.

Ella podía hacerlo. Seraphia era la maldita Perséfone, por el santo destino.
Podría destrozarlos con las enredaderas.

Pero Lachlan.

Podría ser muy lenta.

Frustración y temor burbujeó en mí, hirviendo como las burbujas de un caldero


de bruja. No pude soportarlo. No podía solo quedarme allí, incluso si mi amiga
tuviera superpoderes.

Magia surgió a través de mí, mi mano quemando. Cada centímetro de mí vibró,


una sensación totalmente extraña.

¿Qué demonios estaba pasando?

Mi palma quemó más caliente, y la levanté. El orbe brillante en el centro de mi


palma era brillantemente blanca, y energía se arqueó por mi brazo. De alguna
manera, se sentía como si estuviera llevando el poder del mundo alrededor mío.

¿Pero cómo?
Me llenó, haciendo mi cabeza girar y mi mano quemar.

Tengo que ayudarlo.

Disolver la pelea.

Desesperación surgió a través de mí, alimentada por el nuevo poder que chispeó
en mi piel. Casi fui cegada por la intensidad.

Con un chillido desgarrador, el balcón encima de los lobos se arrancó de la pared,


destrozándose encima del lobo rojo. Lachlan se abalanzó lejos, evitando lo peor del
golpe, luego se zambulló de regreso hacia el lobo rojo, quien estaba luchando para
salir de abajo del balcón.

A pesar del golpe, la bestia seguía siendo rápida. Saltó sobre Lachlan y cargó
hacia el callejón. Lachlan se giró y corrió detrás de él.

Mi corazón saltó en mi garganta, y tiré de Mac y Carrow. Su agarre no se movió.


Seraphia corrió tras ellos, apresurándose por el callejón, sus vides siguiéndola detrás.

—Santos destinos, ¿qué fue eso? —preguntó Carrow.


103
—Yo. —Miré fijo a los restos del balcón roto—. De alguna manera, fui yo.

Mac levantó mi palma y la miró.

—Dejó de brillar.

—Me siento normal de nuevo.

Pero preocupada.

Miré hacia el callejón.

No debería de preocuparme que Lachlan pudiera estar en peligro. Claro, él era


mi compañero. Y eso significaba que estaba atraída a él. Pero no significaba que me
preocupara por él. Eso tenía que venir naturalmente. Incluso el destino no podía
proveer de ese atajo.

Después de todo lo que él había hecho por mí, definitivamente no debería


preocuparme por él. Demonios, sería más conveniente si el lobo rojo lo atrapara.

El pensamiento me hizo sentir fea por dentro. No quería decir eso, pero incluso
pensarlo era demasiado.
Un momento después, Seraphia y Lachlan aparecieron en la boca del callejón.
Lachlan estaba magullado y ensangrentado, su carne desgarrada en lugares en donde
el otro lobo lo había mordido.

Él se acercó hacia mí, su ceño fruncido, y sus ojos ensombrecidos con


preocupación. Cuando se detuvo, agarró mis brazos y me tiró hacia él.

—¿Estás bien?

Su voz estaba ronca con preocupación.

—Estoy bien. Tú eras el de la pelea.

Sus ojos brillaron verdes.

Está tratando de mantener a su lobo bajo control.

Me retiré.

—No estaba en tanto peligro.

—Él te estaba observando. Esperando. Eso es peligroso. 104


—Pero estoy bien.

Lo miré de arriba abajo. Tensión apretaba su cuerpo entero, y sus ojos verdes
destellaban brillantes.

Él estaba sintiendo el vínculo de pareja a pesar de que yo usaba el colgante. El


deseo abrumador de proteger a su compañera podría volver a un lobo salvaje.

Se aclaró la garganta y dio un paso atrás, tratando de mantenerse en control.

—¿Supongo que no atrapaste al bastardo? —preguntó Eve.

—No, él tiene un buen suministro de transporte, y puede transformarse


rápidamente.

Qué suerte la de nosotros.

—Sin embargo, no pudo entrar en nuestro patio.

Una sombría satisfacción brilló en la cara de Carrow.

Lachlan se giró de regreso a los restos del balcón.


—¿Cómo sucedió eso?

Miré hacia mis amigas, quienes fruncieron el ceño.

No le digan.

No sabía qué demonios estaba sucediendo conmigo, pero no quería que Lachlan
supiera de eso.

—Yo lo hice —dijo Seraphia—. Con mis vides.

Se giró de regreso a eso, cabeza inclinada. No había vides enredadas en ello.

—Se marchitan cuando he terminado con ellas —dijo—. Ahora vamos adentro.

Ella se giró y caminó adentro, como si el asunto estuviera terminado.

Y lo estaba.

Seraphia era una diosa. Por supuesto que podría destrozar un miserable balcón
fuera de la pared si ella quisiera.
105
—Tengo información de las brujas. —Él dio un paso adelante—. ¿Han
aprendido lo que buscaban?

Mi mirada cayó a sus heridas.

—No estás sanando como siempre.

—Estaré bien.

—No estás sanando. —Las heridas aún lucían tan desgarradas como habían
estado cuando él llegó, escupiendo sangre oscura. Él no sanaba inmediatamente,
pero en el pasado, había visto mejoras en sus heridas en el transcurso de minutos—.
¿Había algo en su mordida?

Su mandíbula se apretó.

—Podría haberlo habido.

—Déjame sanarte antes de discutir lo que aprendimos.

Él dudó.

—No seas un idiota. Vamos. No sabes lo malo que podría ponerse.


Asintió de mala gana, luego me siguió adentro.

—Estaremos abajo en un minuto —le dije a mis amigas.

—Seguro.

Carrow tomó su silla en el fuego, y el resto se acomodaron.

Lachlan me siguió escaleras arriba, y podía sentir su mirada quemando en mi


espalda. Llegamos a mi desordenada habitación de trabajo, y le hice gestos hacia un
taburete cerca de la mesa central.

—Puedes sentarte allí.

Se sentó, y me puse a trabajar. Él era particularmente poderoso, así que no


necesitaría una poción con poderes especiales para curarlo. Me giré hacia él y miré
crítica hacia la mordida, yendo a través de ingredientes en mi cabeza.

—Necesito determinar qué veneno es. —Levanté un pedazo de paño y caminé


hacia él—. ¿Puedo presionar esto contra tu herida? Estoy esperando que recoja algo
del veneno que estaba en su mordida.
106
Asintió, y di un paso lo suficientemente cerca para presionar el paño en el tajo
en su costado. Respiró hondo entre dientes.

—Lo siento —dije.

—Está bien.

No lo estaba. Estábamos demasiado juntos. Demasiado cerca. A esta distancia,


podía oler su esencia de bosque y ver las brillantes motas de verde en sus ojos. Peor,
sus labios estaban demasiado cerca de los míos.

No que quisiera besarlo.

Por supuesto que sí.

Sin importar lo complicado que mis sentimientos fueran hacia él, yo


definitivamente quería besarlo. Especialmente después de nuestro último beso.

Sentí sus ojos recorriendo mi cara, calentándome.

—Eve.

Su voz era baja. Áspera.


Mi mirada se levantó a la suya, y mi aliento se quedó atrapado en la calidez en
sus ojos.

Parecía que no podíamos estar así de cerca sin que nuestro vínculo tomara
control.

No.

Retiré el paño y retrocedí. El hechizo no se rompió, pero se debilitó, la distancia


me ayudó a retomar algo de sentido.

—Eso debería hacerlo.

Me giré de él y fui de regreso a la mesa, trabajando rápidamente. Cortar, medir,


servir, revolver. Mezclé la poción rápidamente, hundiendo el paño con sangre en ello
cuando estuvo listo.

Mientras se empapaba, recolecté un libro identificador de venenos.

—¿Qué estás haciendo? —preguntó.

—Esta poción reaccionará al paño y dará una pista de su tipo. Voy a usar este 107
libro para identificarlo.

—Eres talentosa en esto.

—Tenía que serlo.

Necesitaba una manera de hacer mi camino en este mundo después de que dejé
la manada.

—Podrías haberte quedado, sabes.

Me giré hacia él en sorpresa.

—¿En la manada?

Asintió.

Negué con la cabeza.

—Realmente no podía haberlo hecho. Tú no me querías entonces, y no me


quieres ahora. Y es lo mismo para mí. No podía quedarme y ser forzada en alguna
clase de vínculo que era malo para los dos.
¿Debería mencionar lo que la vidente me había dicho? ¿Él sabía lo que se supone
que el vínculo me iba a hacer?

Era difícil de decir.

De cualquier manera, el conocimiento era poder. En el presente, él no estaba


presionando mucho. Lo guardaría para más tarde si lo necesitaba.

De cualquier manera, ¿qué si él fuera la razón de mi muerte?

Había muchas formas de que la profecía podía salir, y hasta que supiera más, lo
estaría sosteniendo en mi pecho.

Me giré de regreso a la poción y tomé nota de la mancha verde brillosa en la cima


del líquido. Brillaba con reflejos negros, y empecé a voltear las páginas en el libro,
buscando para identificarlo.

Finalmente, lo encontré.

—Veneno Lycanthrophos. —Fruncí el ceño—. Es algo específico para los


hombres lobo. ¿Has escuchado de eso?
108
Él negó con la cabeza.

—El misterio se profundiza.

—El libro no parece saber mucho de ello, pero hay una sugerencia para
neutralizarlo. —Memoricé la lista de los ingredientes y empecé a recolectarlos de
alrededor de mi sala de trabajo, reuniéndolos—. Sin embargo, tenemos suerte. No
toma mucho tiempo fabricar la cura.

—Estaba equivocado. No eres talentosa en esto, eres excepcional, ¿no es así?

Miré de regreso hacia él, cálida pero cautelosa.

—Termina con los cumplidos. No te entiendo.

Él lució sorprendido.

—No creo que me entienda a mí mismo, algunas veces. —Su mirada se volvió
seria—. Pero decía en serio lo que dije.

Sacudí la cabeza y regresé a trabajar, haciendo mi mayor esfuerzo por ignorarlo.


Diez minutos después, tenía una poción gris burbujeante que lucía asquerosa.

—No te va a gustar esto.


—He tenido peores.

—No estoy segura de eso. —Lo puse en una copa y se la pasé—. Hasta el fondo.

La tomó y asintió, luego la pasó con una mueca.

—No, tienes razón. No creo que haya tenido nada peor.

—Aquí.

Le pasé una solución de menta, y se la bebió.

—Mejor. Gracias.

Miré hacia sus heridas, observando mientras los bordes empezaban a lentamente
tejerse juntos. Tomaría un tiempo, pero lucía como si fuera a funcionar. El veneno
se había ido, y su cuerpo podía sanar de nuevo.

—Gracias, Eve.

Su mirada encontró la mía, y un escalofrío de energía pasó entre nosotros.


109
Nos paramos demasiado cerca, me di cuenta.

De repente, sentí como si toda la energía de la habitación nos presionara. Me


balanceé hacia él, empujada por la esencia de bosque y el calor de su piel.

La conciencia me encendió, brillando por mis terminaciones nerviosas.

Su ceño creció mientras me estudiaba.

—¿Qué es lo que hay en ti?

—Nada.

Acunó mi cuello.

—No, no es nada.

—No sé lo que es.

Un aliento irregular se escapó de él, y bajó la cabeza al hueco en mi cuello,


respirándome. Su voz era ronca cuando habló.

—Serás mi muerte.
Lo mismo.

Presionó sus labios en mi cuello, sus movimientos contenidos, como si quisiera


restringirse, pero no pudiera.

Aguanté un gemido, inclinándome en él. El calor de su aliento me quemó. La


suave presión de sus labios hizo mi corazón palpitar.

Más. Quería más de esto. Más de él.

Sin importar cuánto luchemos, lo mucho que no me gustaba él, esto estaba
siempre allí entre nosotros.

La conexión. El deseo.

Giré mi cabeza, mis labios rozando los suyos. Un sonido irregular escapó de su
garganta, y me tiró más cerca.

—¿Eve? ¿Cómo está yendo allí? —La voz de Carrow se levantó desde las
escaleras.

Lachlan y yo nos apartamos, jadeando. 110


Di varios pasos atrás y enderecé mi ropa, evitando sus ojos cuando me incliné
en las escaleras y grité:

—Solo verificando la poción de la verdad que empecé a fabricar para Garreth.


Ya bajamos.

—¡Genial! —gritó.

Me apresuré hacia la poción, sin ver a Lachlan. Sin embargo, podía sentir su
mirada en mí.

Casi lo besé justo allí. Él definitivamente me hubiera besado.

—Gracias por hacer la poción para Garreth.

Su tono era ligeramente rígido, pero genuino.

—Seguro.

Él no iba a mencionar el beso, parecía ser. Gracias a los destinos.


Verifiqué el pequeño caldero que burbujeaba a un costado de la mesa, satisfecha
que estuviera terminado. Rápidamente, embotellé tres dosis, luego puse dos en mi
bolsa en el éter. El último, lo metí en mi brazalete de cuero. Me giré hacia Lachlan.

—Está bien, he terminado.

—Vamos a discutir lo que aprendimos.

Se giró y dejó la habitación.

Lo seguí, agradecida que cuando llegamos a la habitación principal mis amigos


estuvieran allí para romper la tensión.

Carrow, Beatrix, Serpahia, Mac, y Quinn se sentaron en sofás y sillas, a pesar de


que Cordelia y Ralph no estaban en ninguna parte.

Tomé asiento en el sofá al lado de Seraphia, y Lachlan permaneció parado cerca


de la chimenea.

—Las brujas confirmaron que la sangre pertenece a Garreth —dijo Lachlan.

Mi mandíbula cayó. 111


—No es posible. No si es también el que está en la tumba.

—Eso fue lo que pensaron. Lo que pensé también. Pero aparentemente, ambos
son él.

—¿No hay gemelo secreto sucediendo aquí? —preguntó Mac.

—No. Definitivamente no.

—¿Estás seguro? Porque eso es lo más probable aquí.

—Sabría si tuviera un tercer hermano.

La voz de Lachlan tenía un borde de acero.

Mac levantó las manos.

—Está bien, está bien. Entonces no hay gemelo secreto.

—Es una magia negra seria lo que es —dije—. Investigamos los símbolos de la
tumba en la biblioteca de Neve. Y a pesar de que aún hay algunos huecos en nuestro
conocimiento, si descubrimos que era un viejo hechizo creado por hechiceros
escoceses hace siglos atrás. No decía nada acerca de dejar otra versión de él en su
tumba, pero sí decía que el Garreth viviente está aquí para quedarse.

Los hombros de Lachlan cayeron ligeramente, como si estuviera dejando salir


un aliento de alivio. Fue un movimiento casi imperceptible, pero el alivio en sus ojos
era claro.

Él estaba feliz que su hermano estuviera de regreso, loco asesino o no. No podía
culparlo.

—Entonces es permanente y no un hechizo de reanimación temporal.

Asentí. No había sido lo que estábamos esperando, en gran parte porque no


debería haber sido posible, pero esos malditos hechiceros se las habían ideado.

—¿Cómo lo hicieron? —preguntó Lachlan.

Era la parte que no había querido mencionar. Pero tragué duro y avancé.

—Se necesitan de tres sacrificios humanos para hacer un hechizo así.

—Diablos. —Lachlan pasó una mano sobre su cara—. Eso es terrible. 112
—Quien sea que está detrás de ti, de nosotros, ha estado planeando esto por
mucho tiempo, dado a hace cuánto murió Garreth. Y están dispuestos a ir a increíbles
longitudes.

—Lo que significa que Eve es increíblemente valiosa —dijo Carrow—. Lo bueno
es que te escondiste desde hace mucho tiempo. Podrían haberte encontrado más
pronto.

Santos destinos. Nunca había considerado eso antes. Quien sea que estuviera
detrás de mí, ¿habrían intentado encontrarme hace décadas si no hubiera estado
encondida?

Mierda. ¿Acaso esto tenía algo que ver con la profecía acerca de mi muerte?

—Esto se ha vuelto mucho más complicado —dije.

Lachlan asintió.

—Alguien usó esta magia en mi hermano, lo resucitó para un propósito. Pero él


fue detrás de mí en lugar de ir detrás de ti. ¿Se supone que tenía que ir tras de mí, o
acaso la maldición de la Luna Oscura se interpuso, forzando a mi hermano a atacar
a aquellos a los que alguna vez fue leal?
—Eso significa que no sabemos si la mente maestra incluso sabe que tu hermano
tenía la maldición —dije.

—Parece mucha coincidencia para ellos saberlo —dijo Carrow—. Pero ahora
están tras de ti.

—Tenemos muchas preguntas que necesitan respuestas. —Miré hacia Lachlan—


. ¿Podemos hablar con Garreth? Tengo más poción de la verdad.

Lachlan asintió.

—Sí. Vamos.

113
Eve
La celda de la prisión de Garreth había sido mejorada desde la última vez que la
vi, con muebles cómodos y una alfombra.

Lachlan y yo estábamos de pie en el exterior de la celda de Garreth, mirando


hacia dentro. Mis amigos se habían quedado en nuestra torre, ya que no
necesitábamos demasiada gente para esto y eso lo haría más estresante para Garreth.

Todavía se encontraba sentado en el suelo apoyado contra la pared de piedra y


mirando al vacío con una expresión en blanco. Miré a Lachlan. Parecía estoico, pero
sus cejas arrugadas y las sombras en sus ojos dejaban en claro que no le gustaba ver 114
a su hermano así.

No podía culparlo. Aunque Garreth había hecho cosas terribles, había estado
bajo la influencia de la maldición mientras las hacía.

—¿Listo? —pregunté.

Lachlan asintió y abrió la puerta, entrando. Lo seguí, mirando a Garreth con


recelo. La última vez que lo vi, me había amarrado como cebo. Había planeado
matar a su hermano en cuanto llegara Lachlan, y había hecho todo lo posible por
llevarlo a cabo.

—Garreth —dijo Lachlan—. Estamos aquí para hacerte algunas preguntas.

Garreth miró al frente, con los ojos completamente negros.

Lachlan hizo un gesto detrás de él y los dos guardias entraron en la habitación.


Me volví mientras sujetaban a Garreth, mirando por encima de mi hombro a tiempo
para ver a Lachlan verter uno de los sueros de la verdad en su garganta. Garreth se
agitó, tratando de evitarlo y mi corazón dio un vuelco.

No tenía estómago para esto. Lachlan no lo estaba torturando ni nada por el


estilo, no de una manera terrible, pero esto todavía era en contra de la voluntad de
Garreth, una situación miserable en el fondo.
Finalmente, Lachlan dio un paso atrás y los guardias se retiraron al otro lado de
la celda. Garreth miró a Lachlan con odio en sus ojos.

—Recuerda —dije—. No recibes muchas preguntas. Así que hazlas bien.

—¿Quién te hizo esto, Garreth? ¿Quién creó a dos de ustedes después de tu


muerte y los puso en este camino?

—El Artífice.

Maldita sea, eso era vago.

—¿Nombre? —preguntó Lachlan.

Garreth se encogió de hombros, con la mandíbula apretada.

Lachlan me miró.

—Se vería obligado a responder si lo supiera. No lo sabe.

Lachlan asintió y se volvió hacia Garreth.


115
—¿Lo has visto alguna vez?

Garreth negó con la cabeza.

—Se mantiene en secreto.

Por supuesto que lo hacía, el bastardo en sombras.

Lachlan me miró de nuevo.

—¿Cuántas preguntas crees que me quedan?

—Una, tal vez dos. Garreth es fuerte y su resistencia es poderosa.

—Está bien. —Se volvió hacia Garreth—. Necesitamos una pista sobre cómo
encontrarlo. Dime todo lo que sepas sobre dónde está.

La mandíbula de Garreth se apretó y parecía estar tratando de retener la


información. Pero la confusión brilló en sus ojos, lo cual era extraño.

—Dime, Garreth.

Frunció el ceño de nuevo.


—Creo que le está costando recordar —susurré.

—Un pub —espetó finalmente Garreth—. Un pub con un gato. Y un letrero que
tenía un cardo. El Londres humano.

¿Londres humano?

Eso era inesperado.

Estudié a Garreth. Parecía exhausto, su rostro relajado y sus ojos nublados a


pesar de la pura negrura de ellos.

—Eso es todo —dije—. Es todo lo que nos va a dar y deberíamos tomarnos un


descanso antes de darle otra poción. Es una tensión para la mente y riesgoso.

—Más arriesgado dado que está bajo la maldición, me imagino.

Asentí.

—Sí.

Los dejé, dándole a Lachlan un momento con su hermano. Me siguió casi de 116
inmediato, los guardias salieron detrás de nosotros y cerraron la puerta.

—Por este camino.

Lachlan subió las escaleras y se dirigió a sus habitaciones.

Entré detrás de él, contemplándolo. Solo lo había visto una vez antes, pero era
aún más lúgubre de lo que recordaba. Su piso estaba escasamente decorado,
francamente yermo.

Lachlan era definitivamente un hombre al que no le importaban los lujos de la


vida, o no se lo permitía.

Se acercó a la chimenea, que se encendió a medida cuando se acercó, sacó la


petaca del bolsillo trasero y bebió un trago. Mientras miraba las llamas, les envié un
mensaje de texto a mis amigos.

Necesitamos el nombre de un pub en el Londres humano que tenga un gato viviendo


en las instalaciones y un cardo en el letrero.

Terminado, metí el teléfono en mi bolsillo y esperé, queriendo darle un


momento.

Se volvió hacia mí.


—¿Alguien lo hizo así? Más allá del hechizo de resurrección.

—¿Maldecirlo, quieres decir? ¿Para que pudieran usarlo para sus propósitos?

Asintió.

—Quizás. —Pude ver por qué quería que fuera así. Absolvería a Garreth de gran
parte de la responsabilidad si solo fuera un arma—. O tal vez ya estaba maldito.
Supongo que depende de si el Gran Malo también está detrás de ti y por eso eligió a
Garreth. O si Garreth fue por mal camino.

Lachlan se pasó una mano por el cabello y maldijo.

—Lo que le pasó a mi padre fue terrible, pero al menos fue más simple.

—Sin embargo, con Garreth, es posible que todavía tengas una oportunidad.

La esperanza brilló en sus ojos y me di cuenta de que era la cosa más suave que
jamás había visto en su rostro.

—¿Crees eso?
117
—Quizás.

Pero quedaba mucho camino por recorrer.

Mi teléfono vibró en mi bolsillo y lo saqué para mirarlo.

Varios pubs con gatos, pero solo uno llamado El Cardo Bonito.

Leí el mensaje de texto en voz alta a Lachlan.

—Parece que podríamos tener la siguiente pista. Podemos ir a comprobarlo.

—Yo iré. Quédate aquí, donde es seguro.

—De ninguna manera va a pasar. —El acero en mi voz podría haber construido
el Titanic—. No puedes controlarme, Lachlan, no importa cuánto quieras intentarlo.

Su mirada brilló, pero finalmente asintió.

—Entonces te mantendrás cerca de mí.

—Bien. —Miré el reloj. Eran las ocho de la noche—. Vámonos. Tenemos tiempo
de llegar antes de que cierre.
Él asintió y dejamos su torre, cruzando la ciudad hacia el portal que conducía al
Sabueso Embrujado. Tenía la dirección de mi teléfono y no estaba demasiado lejos
de Covent Garden. Había pequeños reductos del Londres humano donde los
sobrenaturales vivían y trabajaban en secreto, y tal vez este pub era en uno de esos.

Quinn estaba de servicio cuando pasamos por el Sabueso Embrujado, y me


saludó con la mano. Lo devolví, luego salí al callejón secreto que conectaba el
Sabueso Embrujado con las calles humanas de Covent Garden. Estaba lleno de cubos
de basura falsos por los que los humanos pasaban sin saber nunca qué había más allá.

Salimos del callejón hacia el tranquilo ajetreo y el bullicio de Covent Garden. El


Cardo Bonito estaba lo suficientemente cerca para caminar, así que nos pusimos en
camino a través de la ciudad, en dirección a Clerkenwell.

Lachlan y yo no hablamos a medida que atravesábamos la ciudad. Cuando


llegamos, me escondí entre las sombras frente al pub. Nos paramos al otro lado de la
calle, mirándolo por un momento.

—Parece normal —dije.

Era un edificio antiguo con un frente de madera pintado de negro brillante, tal
vez del siglo XVIII. Al menos, la fachada lo era. El interior podía ser más antiguo. 118

—Pero tranquilo.

Tenía razón. No podía ver a mucha gente a través de las ventanas, y nadie salía
ni entraba a pesar de que era una hora popular para los pubs.

—Vamos.

Cruzó la calle y lo seguí.

El pub no estaba tan tranquilo como parecía cuando entramos. Había un poco
más de ajetreo y bullicio debajo del techo bajo.

No había ni un solo sobrenatural allí que pudiera identificar. Los humanos se


sentaban en pequeñas mesas redondas y jugaban a los dardos en las esquinas. Varios
de ellos se apiñaban alrededor de la vieja barra de madera mientras el camarero
llenaba pintas de cerveza. Sin embargo, era un lugar bastante grande y pude ver
algunas habitaciones más pequeñas en la parte de atrás. Era un lugar plagado de
escondrijos, el tipo de pub que había existido durante siglos, expandiéndose en los
edificios alrededor.

Pero todo era tan silencioso y humano.


—¿Crees que este es el lugar correcto? —susurré.

—Ni idea. Vamos por un trago.

Nos acercamos a la barra y Lachlan se apoyó contra la madera reluciente,


haciendo contacto visual con el cantinero.

El hombre sonrió y se acercó.

—¿Qué va a pedir?

—Una pinta de cerveza —dijo Lachlan.

—Lager, por favor.

El hombre asintió y se volvió para cumplir nuestras órdenes. Lo estudié con tanta
atención que me sorprendería si mis ojos no le quemaran la espalda. Cuando se
volvió hacia mí, parecía vagamente incómodo, como si hubiera sentido la agudeza
de mi inspección.

Aparté la mirada. Estaba haciendo que se sintiera raro.


119
Lachlan pagó y dejamos la barra, paseando como si buscáramos el lugar
adecuado para sentarnos. En cambio, buscamos pistas.

Y no encontré ninguna.

Finalmente, elegimos una mesa en la esquina.

—Era demasiado esperar que mi atacante apareciera y nos dejara atraparlo, pero
siempre he sido una soñadora.

Bebí un sorbo de cerveza.

Una pequeña risa escapó de Lachlan antes de beber de su pinta, su mirada


cautelosa en la habitación que nos rodeaba.

—Si no es la gente, es el lugar.

—Pero está tan concurrido. Un sobrenatural no podría hacer tratos secretos aquí
con todos estos humanos alrededor. Tendría que organizar su maldito anillo asesino
mientras estaba de pie junto al tablero de dardos.

—Eso es cierto.

Su mirada se movió alrededor.


Apareció una mujer procedente de una de las tranquilas habitaciones del fondo.
Se dejó caer en la silla frente a Lachlan y frente a mí, mirándonos con furia mientras
bajaba con fuerza su pinta sobre la mesa.

Era bonita y solo unos años mayor que yo, con cabello rojo y ojos azules
brillantes. Aunque su ropa era mundana, jeans y un suéter, su magia gritaba bruja.

La primera sobrenatural que habíamos visto. Ella debe haber estado en el baño
cuando registré la parte de atrás.

—¿Qué están haciendo en mi lugar? —exigió.

Le fruncí el ceño.

—¿Tu lugar?

Ella asintió.

—Mío.

—¿Eres la dueña?
120
—No. Todd es el dueño. Pero es mi local, y eso lo hace mío. Ningún otro
sobrenatural es bienvenido.

—¿Todd sabe lo que eres? —pregunté.

Negó con la cabeza.

—Y no quiero que lo sepa.

—¿Por qué no vives en Ciudad del Gremio? —pregunté. ¿Podría posiblemente


tener algo que ver con mi atacante? ¿Era ella una coordinadora para él, tal vez?

—No quiero. No me gusta el sistema de gremios.

—A no todo el mundo le gusta —dijo Lachlan—. Pero, ¿por qué te gusta tanto
este lugar?

—Todo el mundo necesita un lugar y este no molesta a nadie.

Los lugares rara vez molestaban a la gente, pero no lo dije.

—Solo estamos aquí para tomar una bebida —dije—. Solo de paso.
Pero tenía que saber más de lo que decía. Tan secretamente como pude, saqué
una poción de la verdad del puño de mi muñeca.

—¿Realmente no hay otros sobrenaturales que vengan a este pub? —pregunté.

Era extraño que al menos no saliera con otros de su clase, a pesar de que vivía
en el Londres humano.

—No. Tal y como me gusta. —Se volvió y señaló a un hombre enorme junto a
la puerta—. Ese es Boris. Él los acompañará cuando esté lista para que lo haga.

Mientras estaba de espaldas, le quité la tapa al frasco de poción de la verdad y lo


vertí en su cerveza, retirando mi mano justo antes de que se volviera.

Le sonreí, con corazón latiendo con fuerza.

La sospecha brilló en su mirada.

—¿Qué quieren aquí?

—Respuestas —dije.
121
Todavía no había bebido la poción. Pero necesitaba mantenerla hablando para
que se lo bebiera.

—Oh, ¿sí? ¿A qué?

Mi mente se apresuró.

—Escuchamos sobre una poderosa bruja que vive en estos lares. Eres ella, ¿no?

Se encogió de hombros, con una mirada complacida en su rostro.

—Puede ser. ¿Por qué? ¿Qué estás buscando?

—Um…

Sonrió.

—¿Demasiado avergonzada para decirlo?

—Sí.

Y demasiado lenta de ingenio, aparentemente. Era una buena mentirosa, pero


no tenía idea de cuál era su especialidad. ¿Qué tipo de magia podríamos necesitar de
ella?
—Estamos aquí por un problema en el que pensamos que podrías ayudarnos —
dijo Lachlan.

Gracias.

Ella asintió y frunció los labios.

—¿Romance?

Bueno, mierda.

La sospecha brilló en sus ojos cuando no dije que sí de inmediato. Salté para
arreglarlo.

—Sí. Romance, exactamente. Sin embargo, es vergonzoso, así que ya sabes…

—Sí. Es difícil hablar de eso, lo entiendo.

Bebió un trago profundo de su cerveza.

Vamos, termínala.
122
Necesitaba que bebiera toda la poción, pero dejó la cerveza después de un gran
sorbo.

Demasiado para esperar que lo bebiera como un chico de fraternidad.

Con los ojos brillantes, extendió sus manos por las nuestras.

—Acérquenlas. Puedo arreglarlos ahora mismo.

Acabábamos de encontrarnos con una bruja consejera de relaciones. Genial.

Miré a Lachlan, que vaciló.

¿Valía la pena cualquier información que pudiera darnos sobre este lugar?

Sí.

Extendí mi mano.

La agarró, luego agarró la de Lachlan y la acercó. Sus ojos se agrandaron.

—Ustedes son compañeros.

—Sí.
Asentí.

—Pero no quieren ser compañeros.

—También sí.

Frunció el ceño.

—Pero esto ha sido predestinado desde siempre. —Parpadeó, sus ojos parecieron
nublarse—. Su vínculo es antiguo.

Fruncí el ceño.

—¿Antiguo?

—Sí. Mucho mayor que solo tú.

Uhh…

—Eso no es normal para los cambiaformas —dijo Lachlan—. No tenemos una


tradición que hable de vínculos más antiguos que los seres a los que pertenecen.
123
—Bueno, ustedes dos son diferentes.

Negó con su cabeza.

Aparté mi mano de un tirón.

—Necesito una bebida.

Tomé mi cerveza y bebí la mitad, con la esperanza de animarla a beber la suya


rápido también. No dolió que me estuviera volviendo loca y beber una cerveza entera
sonaba como una buena idea en este momento.

Tomó su cerveza y bebió profundamente, luego alargó sus manos por las
nuestras.

Miré su vaso.

Quedaba la mitad.

Bien, teníamos que pasar por una ronda más. Quizás dos.

Lachlan vaciló y lo pateé debajo de la mesa.

Extendió la mano y esperamos.


Frunció el ceño.

—¿Cuál es el meollo de su problema?

—No nos queremos el uno al otro —dije.

—Sí, tú lo quieres. —Me miró como si estuviera loca—. Realmente lo quieres.

Bien, de acuerdo. No se equivocaba en eso.

—La parte tonta de mí sabe que es mi compañero, muy bien. Tienes algo de
razón.

Lachlan arqueó una ceja hacia mí y le sonreí ampliamente. No era como si fuera
a admitir que quería saltar sobre sus huesos frente a esta bruja. O frente a él, lo más
importante.

—Pero mi mente racional no lo quiere. Ha sido un bastardo desde que éramos


adolescentes y nos conocimos.

Apretó la mandíbula y algo irreconocible brilló en sus ojos.


124
La bruja asintió, frunciendo los labios.

—Sí, realmente fue un bastardo. —Ella chaqueó la lengua, mirándolo con


dureza—. Eso fue malo, lo que dijiste. Tan cruel, especialmente con una chica de
quince años.

Lachlan se sentó en silencio, con la mandíbula tensa.

—Sin embargo, tenía sus razones —continuó ella.

Mis cejas se alzaron.

—¿Razones? ¿Buenas?

Pude sentir a Lachlan cada vez más incómodo a medida que pasaba el tiempo.
Sabía que estábamos aquí para interrogarla sobre este pub y los mayores misterios
que acechaban nuestras vidas, pero esto se estaba poniendo interesante.

—Ciertamente pensó que eran buenas —dijo.

—Entonces, ¿no estaba siendo solo un bastardo? —pregunté.

Lachlan apartó la mano de la de ella y bebió su cerveza hasta el fondo.


—¿Puedo traerle a alguien otra bebida? —Su mirada se movió a la bruja mientras
estaba de pie—. ¿Qué estás bebiendo?

—London Pride. Gracias.

Tomó su vaso y bebió el resto.

Bingo.

Justo en el momento en que quería hacerle más preguntas sobre Lachlan. Pero
él se alejaba, claramente había terminado con la conversación.

Ella se inclinó más cerca.

—Ten cuidado con ese. Profundidades ocultas.

—Profundidades ocultas llenas de monstruos.

—Exactamente.

125
Eve
Me estremecí, mirando a la bruja sentada frente a mí.

Profundidades ocultas llenas de monstruos.

Describía bien a Lachlan. Pero, ¿qué eran los monstruos? ¿La maldición de la
Luna Oscura?

Sí. Pero, ¿tal vez había más?

No. Necesitaba alejar mi mente de Lachlan. Ella había tomado la poción de la


verdad y este era nuestro momento. Sin embargo, necesitaba ser sutil. Si lo era, se
126
sentiría obligada a responder pero, con suerte, no lo registraría como demasiado
invasivo.

—¿Realmente no hay otros sobrenaturales que vengan aquí? —pregunté—. ¿Ni


siquiera un rastro de ellos?

Frunció el ceño, su mirada se volvió borrosa.

—No, nunca he visto… —Negó con la cabeza y se frotó las sienes—. En


realidad, tal vez haya visto.

—¿Has visto qué?

—A veces, por la mañana, hay un residuo de magia oscura en el aire.

—¿Después de que el lugar ha estado vacío?

—Sí. Sin embargo, me había olvidado de eso. —Sus ojos se posaron en los
míos—. ¿Por qué iba a olvidar eso?

Porque alguien hizo que lo olvidaras.

Me encogí de hombros.
—Quizás simplemente no te quedó grabado.

—Sí.

Asintió, claramente tratando de convencerse a sí misma.

Lachlan regresó con las bebidas y las dejó sobre la mesa. Le di una mirada rápida,
esperando que pudiera leer en mis ojos que quería hacer las preguntas.

—¿Ves a menudo el residuo de magia oscura en la mañana? Tal vez fue algo
único y por eso lo olvidaste.

Inclinó la cabeza, frunció el ceño, mientras trataba de recordarlo.

—Sí, ahora que lo pienso. Más últimamente. Varias veces a la semana, de hecho.

Mmm. Alguien estaba usando el pub en las horas libres y no estaban limpiando
completamente lo que habían hecho.

—¿Practicas tu magia aquí? —Hice un gesto entre nosotros tres—. ¿Este tipo de
cosas? ¿O también haces hechizos para arreglar las relaciones? Como la nuestra —
agregué por si acaso. 127
—Ningún hechizo de verdad… no. Solo una consejera usando mis dones para
familiarizarme con la gente. Y sí, a veces trabajo desde aquí.

Mmm. Así que la persona probablemente no estaba buscando nada de lo que ella
estaba haciendo. Sinceramente, dudaba que mi atacante tuviera algún tipo de
relación romántica, mucho menos una relación de problemas en el paraíso por la que
buscaría ayuda.

Su mirada se posó en la mía, cada vez más suspicaz.

—Estás aquí para obtener ayuda con las relaciones, ¿verdad?

—Sí. Gracias por ello, por cierto. —Me puse de pie. Habíamos obtenido todo lo
que pudimos. Miré a Lachlan—. ¿Listo?

Bebió la mitad de su cerveza y luego se levantó.

—Sí.

La bruja nos vio irnos, confusión en su rostro. Juntos, salimos a la noche.

—Espero que tengas todo lo que necesitábamos, porque me perdí la mitad de


eso.
—Sí. —Me apresuré a cruzar la calle—. Necesitamos encontrar un lugar para
esperar. Te actualizaré.

Miré alrededor de la calle tranquila. ¿Dónde estaría lo suficientemente escondido


para que esperáramos mientras el pub cerraba por la noche? Mi mirada quedó fija en
las ventanas oscurecidas de un piso encima de una tienda. Era un riesgo, pero tenía
una gran vista del pub. Señalé las ventanas.

—Vamos para allá.

Asintió y encontramos la puerta estrecha entre la tienda de papas fritas y una


floristería.

Lachlan giró el picaporte, rompiendo la cerradura con facilidad, y entramos en


la estrecha escalera, subiendo a la cima. Llegué a la puerta que pensé que
correspondía a las ventanas que buscaba y presioné mi oído contra ésta.

—No oigo nada.

—Déjame intentarlo. —Lachlan hizo lo mismo. Su oído era probablemente


mejor que el mío, dado que era el alfa. Más fuerte en cuerpo, pero también en
sentidos—. Vacío. 128
Giró el picaporte de la puerta y entramos en el silencioso piso. El aire estaba
rancio y mohoso, el lugar completamente oscuro.

—Gracias a los destinos, está abandonado.

Me acerqué a la ventana y miré hacia afuera, mirando el pub abajo.

—¿Bien? —preguntó Lachlan.

—Hay un pasaje oculto en ese pub. Estoy segura de ello.

—¿Pasaje oculto?

—Sí. Una puerta en alguna parte, creo. Dijo que a veces hay magia oscura en el
aire cuando viene por las mañanas. Y no hay razón para que nuestro objetivo
allanara el pub solo para usar el espacio. No tenía nada de especial.

—Este pasaje debe llevar a alguna parte.

—Sí. Porque él no va allí por ella. Ella no está haciendo ninguna magia que él
quisiera.

—Así que quieres esperar hasta que el lugar se vacíe y buscar tu pasaje.
—Exactamente.

—Bien hecho.

Asentí.

—Gracias. Soy buena en esto cuando necesito serlo.

Se acercó a mi lado y miró por la ventana. Era un panel de vidrio estrecho y


estaba lo suficientemente cerca como para que su aroma a bosque reemplazara el
olor a humedad del piso vacío.

—Va a pasar un tiempo —dijo.

Asentí. Al menos un par de horas. Quizás más.

Me giré de regreso a la habitación y di un paseo. Ahora que mis ojos se habían


adaptado, podía ver los muebles. Un sofá viejo y unos sillones. Mesa de TV vacía.

Me dirigí hacia la cocina, encontrando un espacio anodino que había sido


diseñado en algún momento de los ochenta. Ociosamente, abrí un armario.
129
Estaba lleno de ollas y sartenes, tantas que se cayeron. Una grande me golpeó en
la cabeza y grité, el dolor fue intenso y agudo. Los utensilios de cocina cayeron al
suelo con estrépito.

—¡Eve!

Lachlan se apresuró, con preocupación en su rostro.

Me agarré la cabeza, los ojos ardían. Me había golpeado directamente y el dolor


me dio un vuelco en el estómago.

—¿Estás bien?

Sentí sus manos sobre mis hombros, girándome suavemente.

Abrí los ojos y lo miré, con la mano todavía presionada en mi cabeza.

—Bien. No debería haber sido tan entrometida.

—Déjame revisar.

Me quitó la mano con cuidado e inspeccionó la herida.


A medida que pasaban los segundos, lo peor del dolor se desvaneció. En su lugar,
su olor se deslizó en mi conciencia, seguido por la conciencia de lo cerca que estaba
de él.

Intenté hacer una broma.

—Lo hago bien contra un atacante de hombre lobo, y sin embargo, soy derrotada
por una olla.

—Era una olla grande.

Inclinó mi barbilla hacia arriba para obligar a mis ojos a encontrar los suyos.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Tu visión es clara? —Su mirada buscó la mía—. ¿Algo borroso?

—No.

Podía ver perfectamente lo ridículamente guapo que era. La brutal belleza de sus
rasgos era casi devastadora de cerca, y sentí que mi respiración se volvía superficial.
130
—¿Estás segura de que estás bien? —preguntó, su mano en mi hombro, su pulgar
acariciando distraídamente.

—Sí.

Su mirada cayó a mis labios y se oscureció con calor. Estábamos a solo unos
centímetros de distancia y era imposible no darnos cuenta. Esa misma tensión loca
tensó el aire entre nosotros y todo en lo que pude pensar fue en la presión de sus
labios sobre los míos.

Era estúpido. Era peligroso.

Pero no me importaba.

De pie tan cerca de él, inhalando su aroma y sintiendo la fuerza de sus manos…
lo deseaba.

Me incliné y presioné mis labios contra los suyos.

Un gemido escapó de su garganta y me atrajo hacia él, presionándome


completamente contra la dureza de su pecho.

Sus labios se sentían perfectos contra los míos, suaves y llenos, tan hábiles que
hicieron que mi cabeza diera vueltas.
—Eve —gimió, sus labios trazaron una línea por mi cuello—. No deberíamos.

Incliné la cabeza para darle un mejor acceso mientras el calor explotaba dentro
de mí.

—Tienes razón.

Pero en lugar de alejarme, pasé mis manos por sus brazos y espalda, queriendo
tocarlo tanto como fuera posible. No podía tener suficiente.

Una especie de demonio loco se apoderó de mí, haciéndome deslizar mis manos
por debajo de la parte delantera de su camisa para poder pasar mis dedos por las
crestas de su abdomen.

Un ruido bajo y animal escapó de su garganta mientras agarraba mis caderas y


me levantaba sobre el mostrador.

—Sí —susurré, envolviendo mis piernas alrededor de sus caderas y acercándolo


más mientras tiraba de su boca hacia la mía.

Lo besé como si fuera el fin del mundo. Voraz. Me apretó contra él, presionando
mi núcleo contra su dura longitud. La sensación hizo que el calor se disparara a través 131
de mí, y me moví, buscando la fricción y el ritmo que me enviarían al límite.

Más, más, más.

No podía tener suficiente. Me estremeció tanto de placer que pensé que podría
morir.

—Toma lo que quieras.

Movió sus labios a mi cuello y mordió, no muy suavemente.

El placer estalló dentro de mí, haciéndome temblar contra él mientras mi visión


giraba a la luz de las estrellas.

Cuando terminó, me aparté, jadeando.

Mis párpados se abrieron y vi su rostro sobre el mío, los labios hinchados y los
ojos oscuros.

—Lachlan.

Respiró temblorosamente, luego desenredó mis piernas de alrededor de su


cintura y dio un paso atrás. La erección feroz todavía se presionaba contra la parte
delantera de sus pantalones y necesité todo mi autocontrol para mantener mis ojos
alejados de ella.

—Esa fue una mala idea.

La vergüenza me inundó y sentí que me ardían las mejillas.

—Fue buena —dijo—. Demasiado buena. Demasiado peligrosa.

—Sí.

Cerré las piernas y salté del mostrador, todavía sin sentirme mejor con la
situación.

Por supuesto que había sido buena. No había nada más que fuegos artificiales
entre nosotros.

Pero él tenía razón. Había sido una mala idea. Y había perdido la cabeza por él.

Él, por otro lado, se las había arreglado para mantener el control por completo.
Su erección todavía furiosa era prueba de ello.
132
Soy una idiota.

Sabía que era malo para mí. Apenas me agradaba.

Sin embargo, me arrojé sobre él.

—Voy a ir a vigilar.

Pasé junto a él sin hacer contacto visual, deseando que el suelo se abriera y me
llevara al infierno.

Podía sentir su mirada mientras caminaba hacia la ventana, pero no dijo nada.

Gracias a los destinos por las pequeñas misericordias.

Durante la siguiente hora, me quedé de pie junto a la ventana, mirando. Lachlan


se quedó en la cocina, sin duda mirando desde esa ventana. El pub se vació
lentamente, hasta que finalmente, el dueño salió y cerró con llave.

—Eso es —dije—. La última persona se ha ido.

Lachlan apareció en la puerta de la sala de estar.


—Sí, vamos. Intentaremos encontrar una entrada por la parte de atrás. Menos
ojos.

Juntos, salimos del piso y bajamos las escaleras hasta la calle, cruzando
rápidamente. Había pocos autos a esa hora y nadie alrededor cuando entramos en la
calle estrecha en la parte trasera del edificio.

Estaba oscuro y olía mal, pero fue fácil encontrar la puerta trasera del bar. Estaba
marcado con un letrero idéntico al del frente.

—Casi como si gente viniera por la parte de atrás, a veces —dije.

—Tal vez haya habido apuestas aquí. —Lachlan alcanzó la manija de la puerta
y la giró.

La cerradura se rompió y entramos en un pasillo oscuro. Esperé un momento


tenso para ver si sonaba una alarma, luego me relajé.

Miré a Lachlan.

—¿Nos separamos y buscamos una puerta secreta?


133
Asintió.

—Tomaré el frente.

Me quedé en las habitaciones de la parte trasera, pequeños reservados con


mesitas y bancos integrados en las paredes. El olor a cerveza y papas fritas aún
persistía, pero el lugar de alguna manera se las arreglaba para tener la sensación de
abandono de un bar que había sido cerrado días atrás.

Mantuvimos las luces apagadas mientras trabajábamos, pero había suficiente


iluminación de las farolas de afuera. No me tomó mucho tiempo revisar las
habitaciones de la parte trasera. Eran pequeñas y sencillas. Me uní a Lachlan en la
parte delantera y lo encontré inspeccionando la pared alrededor del tablero de dardos.

—¿No has tenido suerte todavía?

Negó con la cabeza.

—Está bien escondido, eso es seguro.

Maldije y giré en círculo, inspeccionando el espacio.

—Tal vez sea mucho más pequeño que una puerta.


—Revisé el piso en busca de una escotilla —dijo—. No había nada.

—Quizá sea una trampilla empotrada en la pared. O debajo de uno de los


reservados.

Llamé a mi bolsa desde el éter y metí la mano, sacando la misma botella con
atomizador que había usado antes en la tumba de Garreth.

—¿Qué estás planeando? —preguntó Lachlan.

—Esta es una poción que revela cuándo se ha usado magia en alguna parte.

—He buscado firmas mágicas y no he encontrado ninguna —dijo.

—Yo también las busqué. Sin vibraciones ni olores ni nada. Pero esto buscará
más profundo y encontrará algo que se ha ocultado.

—Buen plan.

Solo la magia más rara no dejaba rastro y era difícil de conseguir. A quienquiera
que nos enfrentáramos estaba bien equipado.
134
Encontré la poción adecuada y la decanté en la botella con atomizador, luego
me puse manos a la obra, rociándola en todos los rincones y grietas ocultos de la
pared. La poción era cara, pero este no era exactamente el momento de empezar a
cuidar el bolsillo.

Finalmente, recibí una pista en la esquina trasera del bar, detrás de un reservado
que no estaba clavado al piso como el resto. La pared estaba cubierta con un atroz
empapelado de flores y no había ni rastro de una puerta secreta.

—Lachlan —llamé en voz baja.

Llegó un momento después.

—El contorno es brillante, pero la pared parece intacta. ¿Una ilusión?

—Eso es lo que pienso.

Alcancé la pared y palpé alrededor. Era suave en su mayor parte, hasta que sentí
un picaporte que era invisible a los ojos.

—Lo encontré.

Tiré y la ilusión del papel tapiz desapareció, revelando una puerta de madera.
Parecía antigua, el picaporte mucho más nuevo que la puerta misma.
—Creo que esta puerta ha estado aquí siglos.

—Y alguien recientemente comenzó a usarla de nuevo, por el aspecto del


picaporte que agregaron.

—Y oculta con magia. —Fruncí el ceño, buscando en mi memoria—. Los


humanos solían construir puertas secretas como esta en el siglo XVI. Los llamaron
agujeros sacerdotales. Eran para los sacerdotes católicos que estaban siendo
perseguidos.

Y la existencia de éste demostraba que el interior de este pub era más antiguo de
lo que parecía. ¿Qué más estaba escondiendo?

—Y nuestro objetivo lo ha modificado.

Metí la botella con atomizador en mi bolso y atravesé la puerta, saliendo a un


túnel oscuro y húmedo al otro lado. El aire estaba viciado y silencioso, y el espacio
era estrecho. Me arrastré hacia adelante, manteniendo la cabeza baja.

Entrecerré los ojos en la distancia, usando la linterna de mi teléfono celular como


luz.
135
—Se inclina hacia abajo hasta donde puedo ver.

—Hay cientos de túneles debajo de Londres. —Lachlan me siguió al interior—.


Podría ir a cualquier parte. Déjame liderar.

—Demasiado tarde. Es demasiado estrecho para que puedas pasar.

Hizo un ruido de insatisfacción en su garganta y tuve la sensación de que era el


vínculo de pareja lo que lo hacía querer ir primero. Hombres tontos.

Paso a paso, avanzamos por el túnel, doliéndome las rodillas.

—Esto es para los pájaros.

—O ratas.

Una sonrisa tiró de mis labios. Finalmente, unos cien metros después, llegamos
a un área donde el túnel se ensanchaba hacia un pasillo. Me levanté, me sacudí mi
ropa y usé mi linterna para iluminar el área que nos rodeaba.

—Es bastante moderno —dije, inspeccionando la pared de ladrillos cubierta de


graffiti—. ¿Quién diablos viene aquí?

—Además de nuestro atacante, tal vez niños. Debe haber otras entradas.
Tenía que tener razón. Debía haber muchas entradas y salidas. Si nos
encontrábamos con nuestro atacante, tendríamos que ser rápidos. Conocería bien
estos túneles y podría escapar por una salida que no sabíamos que existía.

—Sigamos —dijo Lachlan—. Intenta mantener la luz tapada para que no


emitamos mucha luz.

Metí la luz brillante de mi teléfono detrás de la tela de mi blusa. Emitía un brillo


suficiente para que pudiéramos ver, pero no había un rayo brillante que alertara a
nadie de nuestra presencia.

En silencio, caminamos uno al lado del otro, abriéndonos paso a través del
pasillo de ladrillos hacia uno que parecía más viejo. Cuanto más avanzábamos, más
viejo parecía volverse todo. Los graffiti desaparecieron y hubo un leve zumbido de
magia.

—No puedo identificarlo —dijo Lachlan—. No huele familiar.

—¿Puedes oler a alguien más?

—Ha pasado gente por aquí recientemente, pero nadie que yo conozca.
136
El sonido del agua corriendo venía de adelante y me apresuré hacia éste.

—¿Hay uno de los ríos subterráneos de Londres aquí abajo?

—Podría ser —dijo.

Llegamos a una intersección en el pasaje. Frente a nosotros, un río sucio llenaba


un pasillo perpendicular, corriendo hacia la izquierda.

—Tendremos que cruzarlo si queremos seguir adelante.

Lachlan señaló unas cuerdas que habían sido fijadas al techo y al suelo. Una
estaba lo suficientemente baja como para que una persona pudiera caminar sobre
ella, y la otra estaba estirada más arriba, sin duda para proporcionar un agarre de la
mano.

Hice una mueca.

—No, gracias. Volaré.

Lachlan asintió y se subió a la endeble escalera de cuerda.


Llamé a mis alas, sintiéndolas cobrar vida detrás de mí. No pude evitar sentir la
mirada de Lachlan en mí, pero la ignoré y volé a través del río, aterrizando en el otro
lado.

Se unió a mí un momento después y seguimos adelante. El pasillo se dividía en


habitaciones en este lado del río, pero todas parecían abandonadas hacía mucho
tiempo. Algunas contenían los desechos de vidas anteriores: camas viejas, ropa de
cama e incluso algunos juguetes.

—¿Quién diablos podría vivir aquí? —Mi corazón se rompió al verlo—. Este
lugar es terrible.

Lachlan entró en una de las habitaciones e inspeccionó los objetos del interior.

—Han pasado doscientos años, al menos.

—Sigue siendo terrible.

Seguí adelante, mirando en cada habitación por la que pasamos.

Algunas de las habitaciones parecían haber sido ocupadas más recientemente,


pero era imposible decir cuándo. Más abajo, encontré una habitación llena de 137
suministros para hacer pociones. Nada increíblemente alucinante en términos de
ingredientes o herramientas, pero el hecho de que estuviera aquí…

—Este es un lugar tan extraño para trabajar. —Inspeccioné los suministros—.


¿Crees que tiene que ver con mi atacante?

—Podría ser, si está ejecutando una operación más grande de lo que pensamos.

Una vez que determiné que no había nada que aprender, seguí adelante. Lachlan
se unió a mí.

Continuamos, finalmente nos encontramos con una hilera de puertas de madera


empotradas en una pared de ladrillos.

—Estamos en una parte más nueva de los túneles de nuevo —susurré,


acercándome a una de las puertas. Había barras de hierro incrustadas al nivel de la
cara—. Creo que esto podría haber sido una prisión.

El letrero de la puerta lo confirmó. Casa de Detención de Clerkenwell.

Contemplé la celda fría y vacía. Parecía antigua y horrible. No podía imaginarme


estar aquí abajo por mucho tiempo, encerrada sin ver el sol. O la luna.
Lachlan se acercó a la puerta de al lado, poniéndose rígido. Habló, su voz fue
baja con advertencia.

—Eve. Alguien está aquí.

138
Eve
Hielo cayó en cascada sobre mi piel, y miré a Lachlan, que todavía miraba la
celda de la prisión, con el rostro blanco.

¿Una persona?

Santos destinos, este lugar era bastante terrible cuando pensaba que había sido
abandonado hace dos siglos.

Con el corazón latiéndome con fuerza, me arrastré para mirar dentro de la


pequeña ventana. Lachlan se hizo a un lado y la vi.
139
Una mujer, no mucho mayor que yo. Estaba dormida en el suelo, su cabello
castaño sucio y su piel manchada de tierra. Su ropa parecía moderna, aunque en
forma bastante tosca.

—Tenemos que ayudarla.

Agarré el picaporte de la puerta, tirando con fuerza. Esta traqueteó,


permaneciendo cerrada con llave.

Ella se puso de pie y se despertó en un segundo.

Cuando se volvió hacia nosotros, sus ojos estaban abiertos de par en par.

Y negros.

Totalmente negros.

—Es una cambiaformas —dijo Lachlan.

—Y maldita. —El horror vació mis entrañas—. Alguien la tiene encerrada aquí.
En ese estado.
No era tan diferente de las circunstancias de Garreth, en la superficie. Pero en
ese caso, sabíamos por qué estaba encerrado y, también, que estábamos tratando de
ayudarlo.

Esta mujer…

¿Quién la había puesto aquí? ¿La maldijeron primero?

Ella podría haber caído presa de la maldición por su cuenta, pero alguien más
podría haber manipulado sus circunstancias para asegurarse de que sucumbiera.

Tiré más fuerte de la puerta y me dio una sacudida, enviando dolor cantando por
mi brazo. Retiré mi mano y la sacudí, siseando.

—La puerta repele a cualquiera que intente abrirla.

Lachlan la alcanzó, tirando con fuerza.

Gruñó y luego apartó la mano.

—Necesitamos encontrar una llave. ¿A menos que tengas una poción?


140
—Nada que pueda combatir eso.

Todavía necesitábamos respuestas sobre mi atacante, pero nuestras prioridades


acababan de cambiar.

No tenía idea de lo que haríamos con una mujer que había sido maldita, el peor
de los casos era un asesinato por piedad, como Lachlan había hecho con su padre,
pero teníamos que intentar ayudarla.

—Vamos a volver por ti —le dije.

Ella nos siseó, mirándonos con odio. Sus ojos negro azabache brillaban a la luz.
Espeluznante.

—Busquemos un guardia y tomemos su llave —dijo Lachlan.

Me gustaba ese plan.

Antes de irnos, verificamos el resto de las celdas. No había otros prisioneros,


gracias a los destinos.

Nos habíamos alejado solo unos cincuenta metros de la celda cuando Lachlan
se puso rígido.
—¿Escuchas eso? —murmuró, agarrando mi mano.

Hice una pausa, escuché y finalmente lo capté: pasos.

Lachlan me llevó a la siguiente habitación vacía y nos agachamos en la esquina,


escondiéndonos en las sombras. Apagué mi linterna y la habitación quedó
completamente a oscuras.

La tensión apretó mis terminaciones nerviosas mientras me escondía contra la


pared, presionada contra el costado de Lachlan.

—Esperaré hasta que pase —dijo Lachlan—. Entonces lo emboscaré.

Asentí, sacando mi bolso del éter y retirando una poción bomba.

Los pasos se acercaron y contuve la respiración.

Finalmente, la persona pasó. Lachlan saltó y lo seguí.

Había seis de ellos.

Oh, destinos. De alguna manera, habían sincronizado sus pasos o algo así. Pero 141
había demasiados y eran demasiado grandes. Cada uno era del tamaño inmenso de
Lachlan, y todos estaban vestidos con pantalones y camisa oscuros sencillos e
idénticos.

Lancé mi poción bomba al que estaba en el extremo derecho, justo cuando


Lachlan cargaba contra el del medio. Antes de que pudiera alcanzarlo, una luz
cegadora explotó frente a nosotros, seguida de una explosión que me causó una
conmoción y me arrojó contra la pared de ladrillos.

El dolor estalló en mi cabeza y la oscuridad se apoderó de mí.

Lachlan
Me desperté en la oscuridad, con la cabeza palpitante. Por un momento, no pude
recordar mi propio nombre.
No pude recordar nada.

El miedo me inmovilizó, frío y duro. Me enderecé de golpe, los recuerdos


volviendo rápidamente.

Eve. Estábamos en algún lugar debajo de Londres, buscando pistas sobre su


atacante y tratando de liberar a una mujer capturada.

Ya no. En este momento, estaba encerrado en una celda completamente a


oscuras.

—¿Eve? —susurré, con el corazón latiéndome con fuerza.

El miedo lamió mi mente. ¿Se la habían llevado? ¿La lastimaron?

Un gemido bajo sonó desde el suelo a mi derecha y la esperanza ardió. Palmeé


el suelo, buscándola.

—¿Dónde estás?

—Aquí.
142
Su voz aturdida me dio una mejor idea y la encontré un momento después,
acostada de espaldas.

—¿Estás bien? —Suavemente, palpé alrededor de su cabeza, buscando heridas—


. ¿Estás sangrando en alguna parte?

—Quizás mi cabeza, pero creo que estoy bien. Ayúdame a sentarme.

Lo hice, temiendo que se rompería si me movía demasiado rápido.

—Estoy bien —dijo—. Déjame tomar una poción.

La escuché buscar a tientas con el brazalete de su muñeca, luego romper un


frasco de poción y beberlo. Suspiró.

—Eso es mejor. ¿Qué diablos pasó?

—Recuerdo una luz. Dolor.

—Una explosión —dijo—. Una especie de bomba aturdidora.

—Estaban preparados.

—Y ahora estamos en una celda como esa pobre chica.


Palmeé mis bolsillos en busca de mi teléfono, queriendo la luz.

—Me quitaron mi teléfono.

—El mío también. —Un sonido de movimiento vino cerca de ella—. Déjame
conseguir algo que ayude.

Un momento después, sacó una poción bomba brillante de su bolso.

—Por suerte para nosotros, no pueden registrar el éter.

El orbe brillaba con un tenue color verde dorado, dando la luz suficiente para
que pudiera ver la puerta de la celda y las cuatro paredes bajas. Era una celda
diminuta, apenas lo suficientemente grande como para yo poder estar acostado, y las
paredes se sentían como si se estuvieran cerrando.

Me puse de pie de un salto y fui hacia la puerta.

Desafortunadamente, no había picaporte en el interior. Le di una patada,


poniendo todas mis fuerzas en ella.

La puerta ni siquiera se movió. 143


—Está encantada —dije—. No cedió lo más mínimo.

Eve maldijo y se puso de pie, uniéndose a mí. Pasó sus manos por los bordes de
la puerta, claramente buscando alguna debilidad en la magia. Cuando terminó, se
hundió hacia atrás.

—No tengo nada que pueda combatir ese tipo de magia. Es demasiado poderosa.

—¿No recuerdas cómo llegamos aquí?

—No, ¿tú sí?

—Ninguna idea. Pudo haber sido tu atacante, pero estaba demasiado


inconsciente para decirlo.

Comenzó a caminar con el ceño fruncido.

—Vendrán por nosotros. Esa podría ser nuestra mejor oportunidad de escapar.

—¿Qué hay de tu familiar?

—Puedo intentar llamarlo, pero no estoy segura de qué puede hacer.


—Traer ayuda, quizás.

—Buen punto. —Palideció—. No quiero que se arriesguen.

—¿Tu gremio?

Ella asintió.

—Te matarían si supieran que te resististe a recibir ayuda. Y también pueden


traer miembros de mi manada.

—Buen punto. Definitivamente me matarían.

Respiró hondo y cerró los ojos.

Después de un rato, los abrió.

—¿Funcionó? —pregunté.

—No lo sé. Nunca antes había hecho eso, pero Carrow lo hace con Cordelia
todo el tiempo. Con suerte, lo sentirá.
144
Sus hombros se hundieron y, de repente, parecía agotada.

—Ven a sentarte.

Me senté en el suelo frente a la puerta y me apoyé contra la pared, indicándole


que se uniera a mí.

Lo hizo, sentándose a un metro de distancia e inclinando la cabeza hacia atrás


contra la pared.

—¿Cuál es nuestro plan cuando aparezcan?

Fruncí el ceño.

—¿Qué tipo de pociones bomba tienes en esa bolsa tuya?

—Aturdidoras, bombas de ácido, pociones para dormir, algunos explosivos.


Esas son los más relevantes, al menos.

—Suena bien. Probemos eso.

Ella asintió y sacó la bolsa del éter, buscando hasta que encontró lo que estaba
buscando. Hizo una pequeña pila a su lado y luego me entregó algunas. Las apilé a
mi lado.
Luego esperamos. Pasaron los segundos, luego los minutos.

—¿Cómo te sientes respecto a Garreth? —preguntó.

—Está un poco más lúcido, de vez en cuando. Por periodos cortos. Está… bien.

—Eso es fantástico. ¿Y si pudieras recuperarlo, tal vez curarlo?

—Parece demasiado esperar eso.

—Sí. Pero tener una familia sería increíble.

La nostalgia en su voz me golpeó en el estómago.

—Lamento que hayas perdido a tu madre tan joven.

—No lo tuviste más fácil.

—Supongo que no. Sin embargo, me hace entender cómo es.

Qué cosa tan terrible tener en común.


145
Ella solo asintió y el silencio llenó la celda.

Cuando llegó el pequeño mapache, no hubo ningún anuncio. Sin hormigueo en


el aire ni ruido. En un momento la celda estaba vacía, al siguiente, él estaba allí.

¡Vaya! No es el mejor alojamiento.

—Gracias, Ralph —dijo Eve—. Tan perspicaz.

Lo llamo como lo veo. Ralph frunció el ceño. Están encerrados, ¿no?

—¿Crees que esta es mi idea de un destino vacacional? ¿Crees que puedes alertar
a los demás?

Asintió. ¿Cómo te encuentran?

Eve le dio instrucciones a través del pub, y él la observó atentamente,


memorizando la información. Su mirada se movió hacia mí y frunció el ceño. Te lo
mereces, por encerrar a Eve.

Fruncí el ceño. Era cierto tipo de karma, excepto por el hecho de que ella también
estaba aquí.

—No te entiende, Ralph. No molestes.


Sí, me entiende.

Eve frunció el ceño.

—¿Lo entiendes?

Asentí.

—Nadie más lo hace.

—Soy tu compañero. Puedo entender a tu familiar.

—Como Grey puede entender a Cordelia. Por supuesto. Debería haberlo sabido.
Bueno, en ese caso, estoy con Ralph. Te lo mereces.

—Probablemente sí.

Me voy. Volveré después de que les diga e intentaré encontrar la llave de este lugar.

—Gracias. Si te encuentras con nuestros celulares, tómalos.

Ralph asintió y desapareció. 146


Miré a Eve. Parecía exhausta y la culpa me atravesó. Había sido un bastardo con
ella. Había estado tratando de reprimir los pensamientos de ello, sabiendo que lo
había estado haciendo para mantener a todos a salvo. Pero mis métodos no habían
sido los mejores.

Y luego casi le arranqué la ropa.

Suspiró y cerró los ojos.

La culpa continuó carcomiéndome.

¿Y si esto era todo?

¿Y si no salíamos de esto?

No podía imaginarme caer así, no cuando tantas cosas habían intentado


matarme en mi vida y había sobrevivido. Pero podía suceder.

—Me disculpo.

Las palabras salieron de mí antes de que pudiera detenerlas. Tenía motivos para
aferrarme a ellas, pero no parecían importar mientras estábamos sentados en esta
celda.
Abrió los ojos y me miró.

—¿Qué?

—Pido disculpas por mis crueles palabras cuando éramos niños.

—Eras básicamente un adulto.

Asentí, la culpa retorció mi corazón un poco más fuerte. Ella tenía razón. Había
tenido dieciocho años y ella quince.

—No las dije en serio —dije.

—Seguro que lo hiciste. No era exactamente guapa en ese entonces.

—Eras encantadora. —Y era verdad. No había tenido la misma belleza


impecable que era ahora, pero había sido encantadora de todos modos. Y una luz en
la oscuridad para mí, a pesar de que la había visto con poca frecuencia—. Mi padre
ya estaba cayendo en la maldición de la Luna Oscura en ese momento. Lo
sospechaba, pero no tenía pruebas. Así que estaba muy consciente de que también
podría venir a por mí.
147
—¿Qué tiene eso que ver con esto? Estabas estresado, ¿así que te hizo actuar
como un idiota?

—En parte, sí. Pero más que eso, cuando te vi, lo supe. Supe que podrías ser tú
quien me hiciera sentir con demasiada fuerza. Había algo en ti. —Se pasó una mano
por la cara—. No podía permitirme sentir nada que pudiera provocar la maldición.
No podía permitir que te emparejaras a una bomba de tiempo.

Sus cejas se alzaron.

—Estabas tratando de ahuyentarme.

Asentí.

—Y funcionó.

—Mmm. —Su mirada buscó la mía y me pregunté si mis palabras estaban


teniendo algún efecto en ella. Levantó las rodillas y las rodeó con los brazos,
mirándome con escepticismo—. No estoy segura de qué decir. Podrías habérmelo
dicho.

—Tienes razón. Y no es necesario que digas nada.

—¿Qué hay de encerrarme en la torre?


Fruncí el ceño. Eso había sido tan reciente que todavía no estaba seguro de si
había sido una buena idea o no. Sin embargo, sabía que lo había hecho para
mantenerla a salvo.

—Yo…

—Oh, no te molestes —dijo—. Puedo notar que no estás realmente arrepentido


por eso.

Me encogí de hombros.

—Pensé que te mantendría a salvo. Creo que las consecuencias valen la pena.

—¿De mi molestia?

Asentí.

—No has visto lo molesta que puedo ponerme. Soy capaz de causar serios daños
a la propiedad. De hecho, lo disfruto.

Sentí una sonrisa tirar de la comisura de mi boca, viniendo de la nada.


148
—Puedo imaginarlo.

Ella miró hacia la puerta.

—Y cuando salgamos de aquí, voy a destruir todo este maldito lugar.


Eve
Me quedé mirando la puerta de la celda, las palabras de Lachlan resonando en
mis oídos.

Me disculpo.

Se había disculpado. Bueno, no por todo. Pero por una de las cosas más
importantes. Y él lo había explicado.

No tenía idea de qué sentir al respecto.

Había sido una razón estúpida. Egoísta. Pero había sido una razón. Más que solo
149
él siendo un idiota, al menos.

Sin embargo, estaba equivocada acerca de mis razones para huir. Sus crueles
palabras solo habían sido parte de eso. Pero su disculpa dejó bastante claro que no
conocía la profecía sobre mí. Seguramente, si lo hubiera hecho, lo habría
mencionado.

Según la vidente, huir había sido una de las mejores formas de proteger mi vida.
En su mente, se había estado protegiendo de la maldición de la Luna Oscura. Y me
había estado protegiendo de él.

Pero no había mencionado el misterioso destino que la vidente me había


profetizado.

Realmente no debe saberlo.

Cerré los ojos y dejé que el cansancio me invadiera.

—Descansa —dijo Lachlan—. Vigilaré la puerta. Podría tardar un rato. Debería


poder escucharlos acercarse.

Hice lo que me sugirió, tratando de encontrar un poco de paz lejos de esta


miserable situación. En un momento, me di cuenta vagamente de que me había
derrumbado y apoyado la cabeza contra el hombro de Lachlan. Él me había rodeado
con un brazo, formando un pequeño lugar cómodo y me quedé dormida.

No tenía idea de cuánto tiempo había pasado cuando su susurro atravesó la


oscuridad.

—Eve. Vienen.

Me incorporé con el corazón acelerado. Pasé de cero a sesenta en un instante,


agarrando una de las pociones bombas a mi lado mientras me ponía de pie.

Lachlan se unió a mí y esperamos, el aire cargado de tensión. Finalmente, pude


escuchar los pasos. Estaban cerca.

Una llave raspó la cerradura.

Levanté mi poción bomba.

—Yo arrojaré una primero —susurré.

La puerta se abrió y apareció un hombre. Lancé la poción bomba. Se estrelló


contra su pecho, explotando en una explosión de luz azul. Se puso rígido y el tipo 150
detrás de él tiró de él, usándolo como cobertura.

Sin embargo, la puntería de Lachlan era demasiado buena. Golpeó al segundo


hombre en la frente. Sus ojos rodaron en su cabeza cuando el aturdidor convirtió su
cerebro en huevos revueltos y ambos colapsaron.

Detrás de ellos, cuatro figuras se apiñaban en el pasillo.

Demasiados.

Uno de ellos nos arrojó una poción bomba y me agaché cubriéndome la cabeza.
En la pequeña celda, casi no había ningún lugar donde esconderse. Impactó a
Lachlan en el hombro, enviándolo contra la pared. El aturdidor lo dejó inconsciente
y cayó al suelo.

Lancé otra poción bomba, golpeando al hombre que estaba justo en la puerta,
pero uno de sus compañeros cargó a su alrededor, agarrándome del brazo y
jalándome hacia él.

Le di una patada, pegándole en la espinilla. Cuando hizo una mueca, me lancé


hacia el suelo, tratando de agarrar una de las pociones bomba. Un segundo guardia
fue demasiado rápido.
Jaló de mi brazo, agarrando el otro tan rápido que apenas tuve tiempo de luchar.
En segundos, mis manos estaban esposadas y me arrastraban fuera de la celda.

Tiré de las esposas, sintiendo mi magia estando restringida.

Esposas mágicas.

No podría usar mis poderes fae. Ni siquiera mis alas.

Con el corazón acelerado, miré a Lachlan, que yacía desplomado en el suelo,


con los ojos cerrados.

Mierda.

La preocupación me atravesó.

Por favor, que esté bien.

Uno de los guardias arrastró a sus compatriotas caídos fuera de la celda, y otro
cerró la puerta detrás de nosotros, cerrándola con fuerza. El guardia que tenía la llave
era el más grande con diferencia. Dos metros más o menos, según mi conjetura. Sin
embargo, los otros cinco no eran mucho más pequeños. 151
¿Dónde diablos estaban encontrando a este ejército de gigantes?

¿Quién los estaba encontrando?

—¿A dónde me llevan? —exigí—. ¿Quiénes son?

Silencio.

Ni siquiera estaba segura de que pudieran hablar, dado lo estoicas que eran sus
expresiones. Había algo sin vida en ellos, aunque no eran zombis ni nada por el estilo.
Solo muñecas musculosas y con el cerebro lavado.

Como mi atacante original.

¿Me estaban llevando con él?

El miedo recorrió mi columna mientras me arrastraban por los pasillos oscuros.


Esta parte de los túneles estaba iluminada por apliques montados en la pared y
brillando con luz mágica.

Memoricé los pasillos a medida que pasábamos, decidida a recordar cómo


regresar a Lachlan cuando todo esto terminara. Y no perdí de vista al guardia que
tenía las llaves. Ese bastardo iba a caer.
Cuando me arrastraron a una enorme caverna, casi me quedé boquiabierta.

Nunca había visto un lugar como este.

El techo se elevaba quince metros por encima. Quizás veinte. Realmente


condenadamente alto, al menos. Piezas inmensas de maquinaria antigua llenaban el
espacio, oxidadas y decrépitas. Había docenas de piezas, algunas de las cuales se
elevaban diez metros en el aire, con tuberías que llegaban hasta el techo y terminaban
cerca de la rejilla que daba una vista del cielo. Las nubes cubrían la luna, que luchaba
por aparecer a través del velo brumoso.

Me atrajo débilmente, como la sensación de tener un amigo cerca.

Pero, ¿qué demonios eran estas enormes máquinas?

¿Motores de vapor, quizás?

No era una gran aficionada a la historia, pero eso es lo que me parecían.


Explicaría las rejillas que conducían a la superficie de arriba. Necesitarían una forma
de ventilar el vapor.

¿Mis secuestradores tenían algún uso para estas máquinas o era solo una 152
coincidencia?

Mis captores me arrastraron hacia la pared lateral, donde un hombre estaba


sentado en una silla. Cuando se levantó, mi corazón dio un vuelco.

Mi atacante.

Era tan enorme y aterrador como siempre, más grande que todos los demás
hombres con un rostro tan frío como la lápida donde pudo haber estado muerto. Ya
no estaba protegido por la magia, pero era tan soso que me hubiera cruzado con él
en la calle y ni siquiera lo hubiera notado. Sin embargo, vestía la misma ropa negra
simple que todos los demás hombres, por lo que, si era el líder, no lo mostraba a
través de su atuendo.

El recuerdo de hundir mi daga en su espalda pasó por mi mente.

Una y otra vez, hundí esa daga.

No debería haber podido sobrevivir.

Y, sin embargo, lo había hecho.


Había algo tan extraño en él. Vibraba en el aire, haciendo que se me erizaran los
vellos y se me revolviera el estómago.

—¿Eres tú el que Garreth dijo que está detrás de mí? —exigí.

Definitivamente estaba detrás de mí, pero ¿era él el indicado?

¿Estaba tratando con El Artífice, como lo había llamado Garreth, o con un


esbirro?

La mente maestra tendría más vida detrás de sus ojos, ¿verdad?

Quizás no.

—Todos le servimos a él.

Su voz sonaba como si hubiera sido forzada a través de la grava y tuve la


impresión de que estos tipos no charlaban mucho.

—¿Él? ¿Te refieres a Garreth?

El horror me atravesó. 153


El vacío en sus ojos me calmó un poco. No, Garreth era solo un peón. Como
estaba destinada a serlo la mujer de la celda.

—¿Por qué no tienes los ojos negros? —exigí.

Eran lobos. Podía sentirlo. Y había visto al líder cambiar. ¿No deberían estar
malditos como Garreth si estuvieran haciendo… lo que fuera esto?

El hombre no dijo nada, simplemente caminó hacia adelante.

—Es hora.

Sus palabras enviaron un relámpago de miedo por mi espalda.

—¿Hora de qué?

Luché contra el hombre que me sostenía.

—Es hora de tu transición —dijo.

—¿Me vas a maldecir? —Me sacudí más fuerte, el dolor me mordió los brazos,
donde traté de apartarlos de mis captores—. ¿Cómo le das a la gente la maldición, de
todos modos?
Se detuvo frente a mí, y el pánico hizo que se me cortara la respiración.

Tenía que salir de aquí.

Lo que fuera a hacerme, no lo quería.

Un estruendo sonó desde el otro lado de la habitación, y el hombre se volvió,


buscando en el espacio oscuro. Siguieron más ruidos, piezas de vieja maquinaria de
hierro siendo empujadas.

Ralph.

Estaba creando una distracción.

La esperanza estalló dentro de mí.

Arriba, la luna se deslizó detrás de las nubes. Cuando los brillantes rayos blancos
golpearon mi rostro, el poder se disparó a través de mí. La magia burbujeó en mis
venas y la fuerza llenó mis músculos.

La palma de mi mano ardía intensamente, dolor y placer a la vez. Era un cable


vivo, lleno de tanta energía que las esposas mágicas parecían un endeble juguete de 154
plástico.

Tenía acceso al cielo, así que traté de invocar mi rayo. No funcionó.

Por supuesto que no lo haría.

En algún lugar profundo de mi alma, sabía que mis poderes fae todavía estaban
atados por las esposas. Pero todavía había tanto poder corriendo por mis venas que
podía usar. Me sentí como una lata de refresco sacudida durante una hora.

El líder dio un paso hacia la conmoción provocada por Ralph, haciendo un gesto
a la mayoría de sus guardias para que lo siguieran. Uno se quedó atrás para
sostenerme, y los vi irse, sintiendo la magia corriendo por mis venas, exigiendo que
la dejara salir.

Iba a romper las esposas mágicas.

Sentí como si la luna estuviera alimentando su poder directamente en mí, como


si estuviéramos conectadas por un cable. Siguió vertiendo su magia en mí hasta que
levanté las manos, necesitando soltarla.

Elegí mi objetivo: una de las enormes piezas de maquinaria de vapor.


Como el balcón de Juliet, pero más grande. Todo mi cuerpo vibró cuando lo
arranqué de su lugar y lo arrojé al grupo de hombres que caminaban hacia Ralph,
esparciéndolos como pinos de boliche.

Me quedé boquiabierta.

Santos destinos.

El guardia detrás de mí jaló con fuerza.

—Detente.

—Estás bromeando, ¿verdad?

Pisoteé su pie y me aparté con tanta fuerza que su agarre se rompió.

—¡Oye!

Se abalanzó sobre mí, pero lo pateé, impactándolo en las bolas.

Gruñó y redujo la velocidad, pero no se detuvo. Sin embargo, tuve el tiempo


suficiente para alejarme y usé mi extraña nueva magia para golpearlo con otra pieza 155
de maquinaria. Cayó con fuerza, tendido en silencio bajo el metal compactado.

Me di la vuelta y vi a varios de los hombres que se ponían de pie desde debajo


del enorme montón de hierro que les había arrojado. El poder de la luna todavía me
recorría, y les arrojé otra pieza de maquinaria, aplastándolos contra el suelo una vez
más.

Ralph salió disparado desde detrás de la maquinaria en la que se había estado


escondiendo. Hay más.

—¿Cuántos? —exigí, buscando al guardia que tenía la llave de nuestra celda.


Estaban caídos por ahora, pero no muertos. No todos, al menos.

Un montón. No sé. ¿Una docena? Quizás más.

Demasiados para luchar ahora mismo. Necesitábamos salir de aquí y conseguir


refuerzos.

—Ayúdame a encontrar la llave.

Asintió y se lanzó a la pila de cuerpos y metales retorcidos. Lo escuché escarbar


y apareció un momento después con un aro de llaves en su manita. Ese tipo
definitivamente está muerto.
—Qué alivio. ¿Y el jefe? ¿El que me atacó?

No podría decirlo. Aunque era fuerte.

—Probablemente vivo, con mi suerte.

Pero demasiado enterrado bajo el metal para que yo lo encontrara rápidamente.


De todos modos, no estaba segura de poder soportar intentar matar a un hombre
inconsciente, sin importar la grande amenaza que fuera.

—Vamos, sácame de estas.

Me arrodillé y extendí las manos para que pudiera abrir las esposas.

Trabajó rápidamente, liberándome en segundos.

—Vamos a sacar a Lachlan.

Corrimos lejos de la pila de cuerpos, corriendo por los pasillos oscuros hasta que
llegamos a la celda. Ralph me arrojó la llave, luego sacó un ladrillo suelto de la pared
y buscó dentro.
156
—¿Qué estás haciendo? —pregunté mientras metía la llave en la cerradura.

Sacó dos celulares. Los robé de vuelta, pero necesitaba un lugar donde esconderlos.

—Inteligente.

Mucho. Y me debes una.

Giré la llave y abrí la puerta.

—Soy yo.

—Gracias a los destinos. —Lachlan abrió la puerta desde adentro—. ¿Estás bien?

Sus ojos estaban ensombrecidos por la preocupación, su mandíbula apretada.

—Bien. Vamos a salir de aquí. Hay demasiados para luchar. Regresaremos con
refuerzos.

—Está bien.

Caminamos por el pasillo, deteniéndonos en la puerta de la celda de la mujer que


habíamos visto antes. Ella todavía estaba allí, sus ojos todavía negros como la brea.
Busqué a tientas el llavero, tratando de encontrar la llave adecuada. Una tras otra,
las probé todas.

—¡Ninguna está funcionando!

La frustración quebró mi voz.

—No puedo derribar la puerta. Tendremos que volver por ella.

Odiaba dejarla, pero tenía razón. Era la única manera. Si nos atrapaban de
nuevo, no podía garantizar que saldríamos.

—Vamos.

Le di una última mirada.

—Voy a volver, lo prometo.

Ella solo miró fijamente, expresión muerta, y esperaba que no fuera demasiado
tarde para salvarla.

Vamos, los escucho. 157


Lachlan tiró de mi brazo y lo seguí. Juntos, salimos corriendo de la celda,
avanzando a través de los túneles mientras tratábamos de volver sobre nuestros pasos
de regreso al agujero del sacerdote en el pub. Ralph nos siguió con unos pies
diminutos que se movían rápidamente.

Pasaron los minutos mientras corríamos, cada uno de ellos se sintió como una
eternidad. Finalmente, llegamos al estrecho túnel que conducía al pub. Ralph corrió
hacia adelante. Me sumergí y comencé a gatear, con el corazón acelerado.

Cuando llegué a la puerta, la abrí y dejé salir a Ralph primero. Luego me


derrumbé en un pub casi vacío, luchando para darle a Lachlan espacio para salir
también. Siguió y nos pusimos de pie, sacudiéndonos el polvo cuando una mujer se
volvió para mirarnos con los ojos muy abiertos.

Ella era una del personal, por el aspecto de su uniforme, y era alguna hora de la
mañana. Probablemente aún no habían abierto oficialmente.

—¿Qué diablos crees que estás haciendo? —exigió.

Saqué un frasco de polvo del olvido de mi brazalete y lo descorché, luego se lo


soplé en la cara.

Ella tosió, sus ojos se agrandaron, luego nos miró atónita.


—No recordará nada de los últimos diez minutos o los próximos diez —dije.

—Bien.

La dejamos allí, saliendo de la pequeña habitación en la parte de atrás y


dirigiéndonos a la parte principal del pub.

Estuve a punto de chocar contra Carrow, agarrándola por los hombros en el


último minuto para que nuestras cabezas no chocaran. Beatrix, Mac, Seraphia y
Quinn estaban detrás de ella. Seis cambiaformas los habían acompañado, lo mejor
de la fuerza de seguridad de Lachlan, por lo que parecía.

—¡Eve! —Carrow me abrazó más fuerte—. ¡Lograste salir!

—Sí. Gracias por venir.

—No hemos podido encontrar el maldito agujero del sacerdote —dijo—. Mac
fue capaz de nublar un poco la mente de la camarera, pero estaba empezando a
sospechar.

Miré a Lachlan y a Ralph.


158
—Esto suficiente, ¿lo crees? ¿Deberíamos volver a entrar?

Ralph retorció sus manitas, inspeccionando a la multitud. ¿Quizás? Vi más de una


docena, pero no sé cuántos estaban ocultos.

—Podríamos intentarlo —dijo Lachlan.

—¿Vamos a volver a pelear con alguien? —preguntó Carrow—. Porque podría


sumarme.

—Sí. Hay alguien a quien debemos rescatar. Y ahora que tenemos refuerzos,
deberíamos hacerlo.

Me di la vuelta y me apresuré a regresar al agujero del sacerdote, buscando el


picaporte.

Pero había desaparecido.

Mierda.

Sin importar cómo toqué el papel tapiz, buscando el picaporte oculto, no estaba
allí.

Me volví para mirar a mis amigos, que me miraban.


—Desapareció.

—¿Desapareció? —preguntó Lachlan.

—Sí. Debe haber algún tipo de magia remota y la bloquearon.

Llamé a mi bolsa desde el éter y busqué hasta que encontré la botella con
atomizador que había llenado con la poción reveladora de magia.

Rápidamente, la rocié en la pared. Todo lo que hizo fue mojarlo. Podía sentir la
mirada confusa de la camarera sobre nosotros mientras me volvía para mirar a mis
amigos.

—Definitivamente desaparecido.

—Sin embargo, el túnel todavía podría estar allí —dijo Lachlan—. Detrás de la
pared, ¿verdad?

—¿Quizás? —Miré a la camarera—. ¿Tienes alguna herramienta en la parte de


atrás? ¿Un mazo o algo así?

Hizo una mueca, todavía un poco nublada por la poción que había soplado en 159
su cara, pero no tanto como para no saber que era una petición extraña.

—La ayudaré a encontrarlo —dijo Mac.

—Y nos aseguraremos de que nadie más entre al bar —dijo Quinn.

Unos minutos después, Mac y la camarera regresaron con una palanca y un


mazo.

—Hay un sitio de construcción en el camino —dijo.

—Gracias.

Me paré, alargando la mano hacia el mazo.

Sin embargo, Lachlan lo agarró primero y alejó el reservado de la pared para


poder trabajar. Le dio a la confusa camarera una mirada rápida.

—Pagaremos los daños.

Luego golpeó la pesada herramienta de hierro contra la pared.

Diez minutos después, se confirmó. El túnel había desaparecido.


Como, desaparecido en serio.

Me dejé caer contra un viejo reservado.

—Lo llenaron.

—¿Tan rápido? —preguntó Mac—. Pasaron segundos.

Me encogí de hombros.

—Magia de algún tipo, aunque no sé qué.

—Tiene que haber otra forma de entrar —dijo Lachlan.

—Muchas, diría yo. Esos túneles eran enormes. Y antiguos.

—Regresaremos a Ciudad del Gremio y formaremos un plan. —Lachlan se


volvió hacia los cambiaformas—. ¿Pueden quedarse dos de ustedes y limpiar esto?
Luego, hagan arreglos con la mesera para que podamos cubrir el costo de las
reparaciones.

El hombre asintió. 160


—Sí, jefe.

—Gracias.

Miré el caos que era la pared, rezando para que pudiéramos encontrar otra forma
de entrar.
Eve
Llegamos a Ciudad del Gremio una hora más tarde, volviendo a nuestra torre
por seguridad. Dudaba que mi atacante me estuviera acechando por las calles en este
momento exacto, pero ¿quién sabía?

Especialmente porque probablemente casi lo maté. Con mi suerte, se había


recuperado rápidamente de su encuentro con una máquina de vapor y ya estaba en
camino hacia aquí.

Los siete, incluido Lachlan, nos apiñamos en las sillas y sofás que llenaban la
habitación. Sus cuatro guardias cambiaformas esperaban afuera junto a la puerta. 161
—Volveré con bocadillos —dijo Mac—. Parece que te vendría bien un bocado.

Mi estómago gruñó audiblemente ante la palabra bocadillos y asentí en


agradecimiento.

—¿Entonces? —preguntó Carrow.

—¿Dónde empezar?

Le di el resumen, omitiendo la parte sobre mi nueva magia. No quería decirlo


delante de Lachlan por si acaso.

En caso de qué, no estaba segura.

Pero a pesar de que se había disculpado por el pasado, todavía no estábamos en


igualdad de condiciones. Mis secretos seguirían siendo mis secretos. Especialmente
los que no entendía.

—¿Cómo escapaste de ellos? —preguntó Lachlan.

—Ralph. Había una colección de maquinaria de vapor vieja y enorme. Él


desencadenó una reacción en cadena allí, haciéndola colapsar sobre nuestros
secuestradores.
Lachlan frunció el ceño, parecía tener dificultades para creerlo.

Soy muy talentoso. Ralph esbozó una amplia sonrisa.

Lachlan lo estudió.

—De acuerdo.

Todavía no tenía idea de si me creía o no, pero Carrow habló.

—¿Cómo vamos a encontrar una forma de entrar?

—Puedo buscar en la biblioteca —dijo Seraphia—. Esos túneles debajo de


Clerkenwell son antiguos. Habría constancia de ellos en alguna parte. Las entradas
y salidas deben haber sido escritas.

—El gremio de enanos también podría saberlo —dije—. Ellos saben todo sobre
el metro de Londres.

—Así que nuestro plan es encontrar otra entrada, irrumpir, salvar a la prisionera
y capturar a tu atacante —dijo Lachlan—. ¿Qué quería de ti?
162
Tampoco había mencionado esa parte y Lachlan claramente sospechaba.
Empeoró que mis amigos no me hubieran cuestionado más, sin duda sabiendo que
guardaba mis cartas.

Pero tenía que decir la verdad en alguna parte y esto era bastante vago.

—Dijo que era hora de la transición.

—¿A la muerte? —preguntó Lachlan.

—No estoy segura de si eso es lo que quiere. —Fruncí el ceño—. ¿No me habría
matado antes si lo fuera?

—Tienes razón —dijo Carrow—. No usó un arma contra ti cuando te atacó en


la ciudad. Si realmente quisiera matarte, habría ido a lo seguro y habría traído un
arma.

—Entonces, él me quiere para algo. Y lo que es peor, no creo que sea el jefe. Dijo
todos le servimos a él.

—Eso tiene vibraciones serias de secuaces —dijo Mac.

—Mi hermano podría saber más —dijo Lachlan—. Si tienen otra víctima ahí
abajo como él, él podría conocerla. Es otra vía de interrogatorio, al menos.
Era un buen punto. Garreth parecía hacerlo mejor cuando le dábamos
indicaciones específicas. De lo contrario, era como un muñeco de cuerda,
simplemente sentado allí hasta que alguien le ponía un poco de esfuerzo.

Saqué mi bolsa del éter y encontré mi última poción de la verdad,


entregándosela.

—Puedes ir a interrogarlo con esto si quieres.

Tomó el frasco y sus dedos rozaron los míos. Una chispa subió por mi brazo y
apenas logré sostener su mirada sin apartar la mía como una tonta.

—¿No vendrás? —preguntó.

—Creo que tenemos mucho que hacer y no tenemos suficiente tiempo. Voy a
ayudar a buscar otra entrada.

Frunció el ceño.

—Tenemos que separarnos —repetí con voz dura.

—Bien. Enviaré algunos guardias contigo. 163


—Está bien.

Asintió y se puso de pie, volviéndose hacia mis amigos.

—Gracias por venir por nosotros.

—Duh. —Carrow sonrió—. Pero de nada.

Él asintió y luego se marchó. En la puerta, se inclinó para hablar con sus


guardias, cerrando la puerta detrás de él mientras hablaba. Lo miré, sintiendo las
miradas de mis amigos sobre mí.

En cuanto la puerta se cerró detrás de Lachlan, los cuatro cambiaformas me


miraron.

Carrow dijo:

—¿Y bien? Suéltalo. Porque claramente sucedió algo más.

Levanté mi mano y les mostré mi palma.

—Aparentemente soy súper telequinética.


—¿Qué?

Sus cejas se alzaron.

—Sí. Me pusieron esposas mágicas, pero en cuanto pude ver la luna, mi magia
se volvió loca. Incluso las esposas no pudieron contenerme.

—Guau.

Mac se reclinó.

Fue totalmente de la puta madre.

—No pueden oírte, Ralph.

Aun así, fue de la puta madre.

—Y aterrador —dije.

—¿Tienes idea de por qué? —preguntó Mac.

—Ni idea. —Miré mi palma—. Pero estoy bastante segura de que este orbe es la 164
luna.

—Y estás obteniendo tu poder de la luna —dijo Carrow.

—¿Quizás? Lo sentí con tanta fuerza. —Recordé el ataque en nuestro patio


cuando arranqué el balcón de Julieta de la pared—. No podía ver la luna cuando
eliminé al atacante en nuestro patio, pero de todos modos había estado allí.

—¿Qué tipo de sobrenatural puede aprovechar el poder de la luna? —preguntó


Carrow.

—¿Un cambiaformas elegante? —dijo Mac.

—Nuestro poder no funciona realmente de esa manera —dijo Quinn—. Eve es


otra cosa.

—Tal vez lo obtuve de mi padre.

—Sea lo que sea, creo que podría ser la razón por la que ese bastardo está detrás
de ti.

Tenía más sentido.

—Bueno, lo detendremos antes de que pueda atraparme.


—Así es. —Carrow se puso de pie—. Tenemos que empezar a buscar formas de
entrar en los túneles de Clerkenwell.

—Me dirigiré a la biblioteca —dijo Seraphia.

—Podemos ir a ver a los enanos. —Carrow me miró a los ojos—. ¿Te parece
bien?

—Sí. Vamos a ver qué saben.

—Ayudaremos a Seraphia a buscar.

Mac hizo un gesto entre ella, Quinn y Beatrix.

—Gracias, chicos.

—Por supuesto.

Mac sonrió.

Nos dividimos y nos dirigimos a Ciudad del Gremio. Mientras Carrow y yo


caminábamos, nos quedamos pegadas a las calles principales, siempre desconfiando 165
de nuestro entorno. Los cambiaformas se quedaron a unos cinco metros detrás de
nosotras. Afortunadamente, High Street estaba relativamente concurrida, llena de
gente con bolsas de compras y charlando mientras caminaban de tienda en tienda.

—Dudo seriamente que me estén acechando en este momento —dije—. Pero no


puedo evitar la sensación de que me están observando.

—Es inteligente ser cautelosa.

Carrow miró hacia los tejados.

Unos minutos después, llegamos a la parte de la ciudad de los enanos. Rara vez
venía por aquí, ya que era la parte elegante de la ciudad. Los edificios eran un poco
más grandes y las calles más tranquilas, todas bien cuidadas con flores en macetas y
jardineras. En lugar de tiendas en los pisos inferiores, había residencias, el tipo de
lugares con relucientes puertas negras que gritaban dinero viejo. Muchas de las
fachadas de estilo Tudor habían sido reemplazadas por yeso y ladrillo, aunque
todavía eran históricas.

El gremio de enanos era uno de los más ricos de la ciudad. Hacían su dinero
extrayendo oro que se encontraba debajo de Londres. Según los geólogos humanos,
Londres no era territorio de oro. Nada de Inglaterra lo era, no en el camino del
Yukón o Suecia. Eso es exactamente lo que los enanos querían que pensaran.
Llegamos al patio frente a la torre de su gremio. Era un jardín ordenado de
senderos de guijarros y macizos de flores que conducían a una torre pequeña y bajita
del gremio construida con piedras macizas. Todo el edificio vibraba con un silencio
inquietante.

Nos detuvimos frente a la puerta y Carrow se acercó.

—Tienes una firma ligeramente nueva. Se siente como la luz de la luna. Mira si
puedes apisonarla.

—Mierda, ¿en serio?

—Sí.

Respiré hondo y traté de luchar con la nueva magia, pero era difícil. Todavía
apenas tenía el control de ella, y ciertamente no tenía idea de qué era. Pero no quería
mostrárselo a los enanos ni a nadie desconocido hasta que supiera de qué se trataba.

—Está mejor.

Carrow llamó a la puerta y esperamos.


166
Unos minutos más tarde, se abrió para revelar una hermosa habitación con
relucientes pisos de madera y empapelado de rosas. Un hombre bajo y robusto nos
miró fijamente. Su barba completa estaba intrincadamente trenzada, entrelazada con
oro y rubíes. Su traje escarlata estaba perfectamente entallado y la corbata amarilla
brillante debería haber lucido terrible contra éste.

En cambio, se veía muy apuesto.

Los enanos eran realmente conocidos por su moda y éste no defraudaba.

—Damas. Me temo decirles que el comedor aún no está abierto.

—No estamos aquí por The Cellar —dije.

Era uno de los restaurantes más famosos de la ciudad y definitivamente estaba


fuera de mi presupuesto.

—Nos gustaría ver a Ogden el Audaz —dijo Carrow—. Soy Carrow Burton. Él
me conoce.

—Conoce a mucha gente. Eso no significa que te verá.

—¿Puedes preguntar, por favor?


Carraspeó, luego se volvió, dejándonos paradas en la entrada. Unos momentos
después, regresó.

—Pueden seguirme.

Iba a tomar eso como una buena señal.

Carrow y yo lo seguimos por una escalera y entramos en una habitación larga y


estrecha. Pequeñas mesas se encontraban en el espacio, cada una cubierta con lino
de marfil y brillantes arreglos florales. Una luz dorada brillaba desde el techo
abovedado de ladrillo y silbé bajo.

—No es de extrañar que la gente pague tanto por comer aquí.

—Solo gente con el mejor gusto —dijo el enano.

Sonreí. Definitivamente estaba insinuando que no era yo.

No estaría equivocado. Podía apreciar este tipo de cosas, pero estaba lejos de mi
normalidad.

—Pueden sentarse allí. 167


Hizo un gesto hacia una mesa grande.

Nos sentamos, dando la espalda a la pared para que pudiéramos mirar hacia el
largo espacio.

—Así que, tú y Lachlan —dijo Carrow.

—Sí. Eso.

—Parece diferente.

—Quizás un poco.

—Pero todavía te opones al vínculo de pareja.

—Oh, definitivamente. Se disculpó por ser un idiota cuando éramos niños, y


tenía sus razones, pero…

—¿Crees en las razones?

—Sí.
Definitivamente. Lachlan podía ser un bastardo, pero había una cosa en él que
era indiscutible: era leal a su manada. Haría cualquier cosa para cumplir con su papel
de alfa, y la parte más importante de eso era contener los efectos de la maldición de
la Luna Oscura. Si realmente pensaba que eso podía hacerlo sentir con demasiada
fuerza…

La idea me hizo estremecer.

¿Realmente podía hacer eso? ¿Romper el frío que lo rodeaba?

No. Por supuesto que no.

—Te mira de manera diferente —dijo Carrow—. Siempre te miró de manera


diferente, pero esto es otra cosa. Incluso más que antes.

Me froté los brazos, sin tener idea de cómo interpretar eso.

—Él es un misterio para mí.

Un momento después, apareció Ogden. Al menos, asumí que era Ogden. Nunca
conocí al sujeto. Su barba se extendía hasta la mitad de su pecho, tan tachonada de
gemas que tenía que ser el jefe. También vestía un traje impecablemente hecho a 168
medida, esta vez en verde Kelly con corbata azul.

—Carrow Burton. —Estudió a mi amiga con el ceño fruncido—. Debo asumir


que tienes un problema si estás aquí a esta hora.

—Lo tengo. Gracias por reunirte con nosotras, Ogden. —Carrow me hizo un
gesto—. Esta es mi amiga Eve. Estamos buscando entradas a los túneles debajo de
Clerkenwell.

Se sentó frente a nosotras.

—¿Así que buscas eso?

—¿Sabes de alguno?

—Sí, aunque muchos de ellos fueron bloqueados por una persona desconocida
recientemente.

—¿Qué tan recientemente?

—En las últimas semanas. No solemos ir a Clerkenwell, pero había algunas


entradas a esa área desde nuestros túneles mineros hacia el oeste. Sin embargo, están
bloqueados.
Miré a Carrow.

—Llevan un tiempo montando su escalofriante cuartel general.

—¿Sabes quién lo está haciendo? ¿Y por qué? —Ogden se inclinó hacia adelante,
sus ojos brillaban con interés—. No nos gusta la gente nueva en nuestro territorio.

—Los he conocido, pero no sé quiénes son —dije—. Sé que son malas noticias.
Uno de ellos ha estado tratando de secuestrarme y tienen otros prisioneros allí. Al
menos una mujer.

No mencioné la maldición. Era asunto de los cambiaformas y Ogden no


necesitaba saberlo.

Frunció el ceño y su mirada se tornó atronadora.

—El Abajo no debe usarse de esa manera.

—Mis pensamientos exactamente.

La protección afilaba su voz.


169
—Te ayudaremos. ¿Que necesitas?

Gracias a los destinos.

—Un mapa de las entradas sería genial.

Asintió.

—Lo tendrás. También podemos revisar los que están bajo tierra para ver si
alguno de ellos tiene puntos débiles que podamos atravesar.

—¿Conoce alguna entrada en la superficie? —preguntó Carrow.

Él asintió.

—Unas pocas. Probablemente no todas.

—Eso ayudará. Gracias.

Ogden asintió y se puso de pie.

—Vuelvo enseguida.

Lo vimos irse y Carrow se inclinó.


—Esto tiene potencial.

—Sí, gracias a los destinos. —Fruncí el ceño—. Estoy harta de esperar a que me
tienda una emboscada. Prefiero llevarle la pelea.

—Exactamente.

Unos minutos más tarde, Ogden regresó. Aferraba un papel enrollado en su


mano, junto con una pequeña herramienta de metal.

—Tengo dos cosas para ti.

Dejó el mapa sobre la mesa y colocó el extraño dispositivo de metal junto a él.
El objeto de bronce parecía antiguo y casi como una brújula. Lo empujó hacia mí.

—No tienes el don de los enanos para navegar bajo tierra, pero como estás
decidida a ir allí, creo que te resultará útil. Está encantado para llevarte a la salida
más cercana.

—¿En la superficie?

Lo levanté e inspeccioné el pequeño dial giratorio. 170


—Sí.

—Esto podría salvarme la vida —dije.

—Exactamente. No necesitamos que mueras en el Abajo. Me gusta mantenerlo


limpio y ordenado ahí abajo.

—Eres una persona bondadosa, Ogden —dijo Carrow.

Gruñó y luego señaló el mapa.

—Estas son sus entradas encima del suelo, estas son las de abajo.

Seguí su dedo mientras lo movía, observando tres entradas por encima del suelo
y cuatro por debajo. Saqué mi teléfono celular y tomé algunas fotos.

—Puedes llevarlo contigo —dijo Ogden.

—Gracias. Solo quiero enviárselo a Lachlan. Mi gremio no tiene la mano de


obra para revisar las entradas de la superficie para ver si todavía están abiertas, pero
el suyo sí.

—Bien pensado —dijo Carrow.


Envié los mensajes de texto y luego volví a mirar el mapa. Era una colección
laberíntica de serpenteantes pasajes subterráneos, tantos que llevaría meses
explorarlos todos. Sin el mapa, estaríamos jodidos.

—Es solo una parte del Abajo —dijo Ogden, orgullo en su voz—. Hay todo un
mundo ahí abajo.

—Realmente eres un salvador, Ogden.

Él refunfuñó, pero pareció complacido.

Enrollé el mapa y extendí la mano.

—Gracias.

Me estrechó la mano, luego la de Carrow.

—Las acompañaré fuera.

Juntos, subimos las escaleras de regreso al nivel de la superficie y nos dirigimos


hacia la ciudad.
171
En la puerta, se volvió hacia nosotras.

—Les haré saber pronto sobre el estado de las entradas subterráneas. Si podemos
entrar, lo haremos.

—Gracias.

Partimos, dirigiéndonos de regreso a nuestra torre. Mis guardias cambiaformas


se pusieron detrás, dándonos el espacio suficiente para la privacidad.

—Lo consultaré con Seraphia —dijo Carrow—. Para ver lo que encontró en la
biblioteca.

Mientras caminábamos, mantuve un ojo cauteloso en los tejados. Mi atacante


parecía preferirlos y lo último que necesitaba era que me arrastrara allí antes de que
estuviéramos listos para luchar.

—Ella todavía está en la biblioteca.

—Encontrémosla allí.

Nos quedamos en las calles más concurridas de la ciudad mientras nos


dirigíamos hacia allí. Llegamos a la biblioteca de Seraphia poco después y cruzamos
la calle hacia el pequeño edificio Tudor. Tenía el aspecto destartalado de algunos de
los edificios más antiguos de la ciudad: las vigas de madera oscura estaban algo
inclinadas y las ventanas con paneles con forma de rombo completaban el encanto.
Atravesamos la pequeña puerta de madera hacia el interior cavernoso.

—Nunca superaré este lugar —dijo Carrow.

A pesar de su diminuto exterior, era aproximadamente del tamaño de la


biblioteca de Neve, con un enorme techo abovedado y amplios suelos de mármol.

Seraphia se apresuró a avanzar desde el fondo, con el cabello recogido en un


nudo desordenado en su cabeza. Detrás de ella, un hombre enorme con una capa
oscura estaba sentado en una mesa, su cabello negro caía sobre su frente mientras
miraba un libro.

Hades.

No lo había visto en un tiempo. El compañero de Seraphia pasaba la mayor parte


de su tiempo en el Inframundo, al que se podía acceder a través de un portal en su
biblioteca. Él llamaba poderosamente la atención en Ciudad del Gremio con su
atuendo de guerrero negro.

—Vino a ayudar a buscar —dijo Seraphia. 172

—Vine a almorzar —dijo él, sin levantar la vista de su libro.

—Bueno, esto fue lo que obtuviste.

Seraphia le lanzó una sonrisa por encima del hombro y él le devolvió la sonrisa.
Era francamente aterrador normalmente, pero cuando miraba a Seraphia, su rostro
se suavizaba y finalmente pude entender lo que ella veía en él.

En su mayoría.

Ella se detuvo frente a nosotros.

—Encontré tres entradas desde la superficie. Mac, Beatrix y Quinn fueron a ver
una.

Desenrollé el mapa y se lo ofrecí para que lo mirara.

—¿Las mismas que éstas?

Carrow señaló las entradas que nos había mostrado Ogden. Seraphia las estudió
con el ceño fruncido.
—Dos son diferentes. Una se superpone. Las mías dos son en iglesias. Con
suerte, nuestros amigos pueden informarnos sobre la primera, pronto.

—Genial. —Sonreí—. Vamos a decirle a los cambiaformas y ellos pueden ver la


otra.

—¿Necesitas seguir buscando? —preguntó Carrow—. ¿Crees que puedes


encontrar más?

—Puedo seguir buscando mientras los demás los revisan —dijo Seraphia.

—Gracias.

Le sonreí.

—Avísame si necesitas algo más, ¿de acuerdo?

—Claro.

Carrow y yo nos despedimos y nos marchamos, de regreso a la ciudad. Cuanto


más nos acercábamos a nuestra torre, más tensos se ponían mis hombros. Teníamos
el apoyo de Lachlan, pero mi patio era el área donde a mi atacante le gustaba pasar 173
el rato. No podría relajarme hasta que atravesáramos la puerta de la torre.
Lachlan
Mi hermano parecía más lúcido esta vez. Como si sentarse solo en la celda le
estuviera dando el espacio que necesitaba para volver a sí mismo. Sus ojos todavía
estaban negros y su comportamiento malhumorado, pero había comenzado a tomar
esa quietud como una buena señal, por inquietante que pudiera ser.

Al menos no estaba atacando. Quizás se estaba retrayendo en sí mismo a favor


de actuar sobre la maldición.

Había tomado una poción de la verdad más, esta vez de buena gana, como si
quisiera que confiara en él, y luego dijo: 174
—Adelante.

—La chica que han encerrado, la que tiene la maldición de la Luna Oscura. ¿La
conoces?

—Conozco de ella. Ella no estaba dispuesta.

—¿Tú sí?

—Yo… —Sus ojos se aclararon brevemente, el blanco reapareció—. No lo sé.

Maldita sea, no me gustó el sonido de eso.

—¿Sabes lo que planean? ¿Por qué quieren a Eve?

—No. Podría haberlo sabido una vez. No lo sé.

¿Qué le había pasado a su mente? Era casi como si se hubiera revuelto. Pero si
estaban tomando algunos lobos y los obligaban a convertirse…

Entonces él también podría ser inocente.

—¿Cómo hacen para convertir a un lobo?


Normalmente, era cuestión de tiempo, genética y circunstancias. No era algo que
podía suceder con solo presionar un interruptor.

Frunció el ceño y se pasó una mano por el rostro. Claramente, estaba tratando
de recordar, pero estaba resultando difícil.

—Un hechizo, creo. Magia oscura. Mucha magia oscura.

—¿Pudiste sentirla?

—Estaba en todas partes. En el aire, las paredes.

Se estremeció.

No me sorprendía. También la había sentido allí.

—¿Hacen todo esto bajo tierra en Clerkenwell?

—No. Eso es nuevo. Solo he estado allí unas pocas veces.

Estaba respondiendo muchas más preguntas de las que había hecho antes y con
mucha más disposición. Quizás esa disposición hizo que la poción de la verdad 175
durara más. O quizás estaba respondiendo porque quería.

—Te he echado de menos, Garreth.

Las palabras salieron antes de que pudiera detenerlas y no me arrepentí.

Se puso rígido, sus ojos nublados por la confusión. La oscuridad se apoderó de


ellos una vez más, y se sentó quieto y frío contra la pared.

Me eché hacia atrás, decepcionado.

—Te veré más tarde, hermano.

Me levanté y salí de la celda. A pesar de la forma en que había terminado, no


había ido tan mal. Garreth estaba tratando de luchar contra la maldición, estaba
seguro.

—Está volviendo a sí mismo cada vez más —les dije a Callum y Sophie—. Pero
aun así, tengan cuidado.

Asintieron y subí las escaleras. Tenía toda la información que podía obtener de
Garreth, y mi fuerza de seguridad había informado que Eve estaba a salvo en su torre.
Media docena de mis cambiaformas estaban en Londres buscando las entradas a los
túneles.
Debería ir a encontrarme con Eve.

Rápidamente, crucé la ciudad y llegué a la torre del Gremio de las Sombras en


tiempo récord. No vi a nadie en los tejados mientras avanzaba y me pregunté si su
acosador se había rendido, asumiendo que podríamos regresar por él.

No se equivocaba.

No me gustaba la idea de que Eve regresara a su guarida, pero al menos sabíamos


en lo que nos estábamos metiendo.

En la puerta de su torre, me detuve y llamé. Un susurro sonó desde arriba y alcé


la mirada para ver a Ralph colgando de la ventana. Me miró fijamente, moviendo
los bigotes.

Un segundo mapache se asomó de otra ventana y él la miró, emitiendo un breve


siseo. Luego volvió a entrar.

La puerta se abrió, revelando a Eve al otro lado. Dio un paso atrás para dejarme
entrar y me uní a una pequeña multitud en su sala principal. Carrow, Mac y Beatrix
estaban allí, junto con los cuatro cambiaformas que puse como guardias para Eve.
176
—¿Bien? —preguntó Eve, caminando de regreso para tomar su lugar en una silla
junto al fuego.

Me quedé de pie mientras les contaba lo que había aprendido. Nada de eso era
inesperado, excepto la parte sobre mi hermano posiblemente mejorando un poco.

—A mis cambiaformas les tomará un par de horas revisar el resto de las entradas
—dije.

—La nuestra fue un fracaso —dijo Mac.

—Hasta entonces… —Eve miró su teléfono, que acababa de vibrar. Ella leyó el
mensaje en silencio y luego miró hacia arriba—. Seraphia dijo que encontró una
entrada más prometedora en el sótano de una iglesia en Clerkenwell. Alguna vez fue
un monasterio.

—Vamos a comprobarla —dijo Carrow—. Mejor que retorcernos los pulgares


aquí.

Eve se levantó de un salto.

—Me gusta.
Fruncí el ceño, no me gustaba la idea de que ella se pusiera en peligro de esa
manera.

Me lanzó una mirada.

—Tu desaprobación está en tu rostro. Pero no puedes decidir por mí. De hecho,
ni siquiera deberías querer hacerlo.

Tenía razón. Si estaba tratando de luchar contra este vínculo de compañeros, no


debería ceder a estos impulsos protectores, sin importar cuánto el ignorarlos pareciera
desgarrar mi alma.

Mi mano estaba ansiosa por alcanzar mi petaca, pero me resistí. Lo último que
quería era mostrar debilidad aquí. En cambio, solo asentí.

—Tienes razón. Iremos con los refuerzos adecuados y lo revisaremos.

Las palabras se sintieron como ácido en mi boca, pero eran las correctas. Ella era
su propia persona, y no podía controlarla, no importaba cuánto quisiera envolverla
en algodón.

Era ese mismo deseo lo que me asustaba, y era una buena práctica resistirlo. 177
Eve sonrió y luego miró a sus amigos.

—¿Quieren venir?

—No me lo perdería.

Mac se levantó de un salto con una amplia sonrisa en el rostro.

Beatrix asintió, su salvaje cabello oscuro rebotando alrededor de su cabeza, y


Carrow solo dijo:

—Duh.

Miré a mis cambiaformas y asintieron.

—Vámonos, entonces.

Me volví hacia la puerta, con ganas de terminar con todo este calvario.
Necesitaba volver a la vida como la conocía: tranquila, fría, serena. Solo entonces
podría mantener el enfoque necesario para ser un alfa adecuado.
Eve
Llegamos a la iglesia de Clerkenwell una hora más tarde. Empezaba a caer la
tarde y las sombras se extendían a lo largo del cementerio.

Lachlan se unió a mí mientras cruzábamos hacia la entrada principal.

—¿Cómo estás? ¿Pudiste descansar?

—Sí. Una siesta rápida. Y dormimos un poco en nuestra celda. Estoy


aguantando.

—Bien.

En la entrada de la iglesia, sus guardias cambiaformas se quedaron atrás. Mis 178


amigos se apiñaron al frente, por supuesto. Paganos sin modales, todos.

—¿Crees que está vacío? —susurró Mac.

—Podría ser, a esta hora.

Abrí la pesada puerta de madera y entré en el espacio silencioso.

Mis pasos resonaron en el suelo de mármol cuando entré. Era una iglesia sencilla
con un pasillo principal que conducía hasta el altar. Bancos de madera se extendían
a ambos lados y el techo abovedado estaba pintado con ángeles.

—No hay nadie aquí —dijo Lachlan, inclinando la cabeza como para usar su
audición cambiaformas—. Totalmente vacío.

Algunas de las iglesias de Londres tenían la política de dejar sus puertas abiertas
para los fieles a todas horas y estuve agradecida de que esta fuera una de ellas.

—Es mucho más grande que esto según las notas de Seraphia —dijo Mac,
mirando el papel en su mano. Seraphia se lo había dado antes cuando había optado
por quedarse atrás para continuar investigando las entradas en caso de que esto no
saliera bien—. Al parecer solía ser un monasterio en la época medieval. Esta era la
iglesia principal, pero las habitaciones de los monjes estaban en el sótano.
—¿Crees que usaron los túneles? —preguntó Carrow.

—Sí —dijo Mac—. Se colaban para tener fiestas con las monjas.

—¿Fiestas? —pregunté—. ¿Te refieres a…

—Sí —dijo Mac—. A veces, fiestas que daban como resultado el nacimiento de
niños.

Silbé bajo. Monjes y monjas escandalosos.

—Eso es inesperado.

—Los túneles de Clerkenwell tienen una gran historia. —Mac señaló el rincón
más alejado de la iglesia—. Creo que podemos llegar al sótano por allí.

Llegamos a las escaleras y nos dirigimos hacia abajo, en fila india con Lachlan a
la cabeza y sus cambiaformas atrás. Siempre eran silenciosos y eficientes al
maniobrar en las posiciones más protectoras, y no tenía sentido luchar contra ellos
en eso. Lo apreciaba, de hecho. El Gremio de las Sombras podía arreglárselas solo,
pero éramos lo suficientemente inteligentes como para recibir ayuda cuando se
ofrecía. 179
El nivel inferior estaba oscuro y mohoso. No había luces eléctricas, pero un tenue
resplandor provenía de la iglesia de arriba, iluminando el espacio en tonos grises.

Un pasillo estrecho se extendía a través del sótano, con habitaciones diminutas


a cada lado.

—¿Crees que los monjes alguna vez vivieron en ellos? —susurró Beatrix.

—Probablemente. Los monjes estaban realmente interesados en el ascetismo, y


esto definitivamente califica.

Me asomé a una habitación y vi una cama antigua, tan estrecha que el durmiente
apenas podría darse la vuelta. Me estremecí y seguí adelante.

—El aire se siente tranquilo —dijo Lachlan—. No hay aromas recientes que no
encajen.

Los cambiaformas en la parte de atrás rugieron su acuerdo y nos separamos para


revisar las habitaciones en busca de una puerta secreta. Lachlan se quedó pegado a
mi lado.
Cerca de la parte trasera del sótano, en la habitación más alejada, retiré un viejo
tapiz descolorido para revelar la pared de madera debajo. Parecía normal, pero pasé
mis manos por ésta, buscando algún tipo de pestillo o mecanismo secreto. Habíamos
buscado casi todo el lugar ahora y nos estábamos quedando sin opciones.

—¿Alguna suerte?

Lachlan iluminó la puerta con su linterna para darme un poco más de luz.

Beatrix se unió a nosotros, de pie a mi lado. Entrecerró los ojos en la pared,


buscando.

—Mantén la luz en un ángulo agudo —dije.

Lachlan se movió, iluminando la madera con la luz. Se enganchó en un trozo


ligeramente elevado y proyectó una larga sombra. Sonreí y pinché en el área,
encontrando una pequeña hendidura que no había podido ver antes.

Se hundió bajo mi mano, creando un pequeño picaporte. Metí la mano y tiré. Se


abrió un poco y luego se atascó. Tiré más fuerte.

—Esto tiene que ser. 180


Se abrió con un crujido y finalmente se liberó para revelar un pasillo oscuro.

Lleno de gente.

Mi corazón saltó a mi garganta.

Cuatro hombres grandes se apiñaban en el espacio, rodeando a un hombre


mayor con una capa. El hombre mayor tenía las manos levantadas mientras cantaba
un hechizo que no reconocí.

La conmoción brilló en sus rostros cuando nos vieron.

Lachlan llamó a sus guardias cuando metió la mano y agarró a uno de los
hombres por el cuello. Lo sacó de un tirón y lo arrojó al fondo de la habitación, donde
sus guardias lo atraparon.

Dos de los hombres cargaron contra nosotros.

Agarré una pequeña bomba aturdidora de mi brazalete y se la lancé, golpeando


a uno directamente en el pecho. El delgado vidrio explotó con el impacto, la solución
altamente concentrada creó una ráfaga de fuerza que arrojó al hombre hacia atrás.
El otro atacante se abalanzó hacia Lachlan, quien lo agarró y tiró de él hacia
nuestra habitación.

El brujo cantó más fuerte y una enorme nube de humo negro explotó hacia
afuera, oscureciendo nuestra visión. Lancé otra poción bomba a la oscuridad, con la
esperanza de golpear a uno de ellos.

La magia vibraba en el aire, haciéndose más y más fuerte.

Detrás de mí, Lachlan luchó contra el guardia que había sacado del túnel.
Busqué en el éter mi bolsa de pociones, la retiré y busqué un arma.

Una ráfaga de magia me arrojó hacia atrás, y aterricé con fuerza en el suelo, mis
pociones se esparcieron fuera de mi bolsa. Me levanté de un salto, agarré una de las
bombas y apunté al túnel, que todavía estaba lleno de un espeso humo negro.

Una figura salió del humo y agarró a Beatrix, arrojándola hacia dentro.

—¡No!

Corrí hacia adelante, pero demasiado lento.


181
El humo oscuro se solidificó para formar una pared sólida de piedra gris dura.
Llenó todo el túnel y el pánico hizo que mi cabeza se volviera borrosa.

Tienen a Beatrix.

Golpeé la piedra, gritando.

Carrow corrió a mi lado.

—¿Qué pasa?

—Tienen a Beatrix. —Empujé la piedra, empujando con todas mis fuerzas—.


¡Lachlan, ayúdame!

Apareció a mi lado, empujándome a un lado y empujando la piedra. No se


movió. Dos de sus guardias se unieron a él, apoyándose contra la puerta mientras se
ponían rojos por el esfuerzo.

—Es roca sólida —dijo Lachlan—. No es una puerta.

—¡No! —Mi piel se enfrió—. ¡No!

El pánico hizo que la magia ardiera dentro de mí. Levanté mi mano, alcanzando
la piedra.
Tenía que moverla. Había movido otras cosas pesadas con mi mente.
Seguramente, podría mover esto.

Pero, ¿cómo?

No tenía idea de cómo funcionaba esa magia.

Mis ojos se llenaron de lágrimas de frustración mientras trabajaba, tratando de


forzar a la maldita cosa a moverse. No pasó nada.

Podía sentirlo de alguna manera, el tamaño de esta era enorme. No era lo


suficientemente fuerte para moverla.

Mi respiración se convirtió en jadeos de pánico y traté de recuperar el control.


Carrow tocó la piedra y cerró los ojos.

—Dejen de empujar —les dijo a los hombres—. No podemos moverlo. La tierra


se ha vuelto a cerrar. Es impenetrable.

—Pero Beatrix…

Ella se volvió hacia mí. 182


—La sacaremos.

—Tenemos que sacarla. —Negué con la cabeza—. Las cosas que le harán…

—No sabemos qué le harán —dijo Carrow—. Pero no pueden ponerla bajo la
maldición de la Luna Oscura. Ella no es una cambiaformas.

Carrow tenía razón. Beatrix no era una cambiaformas, a pesar de que podía
convertirse en un cuervo. Esa magia era algo diferente.

Me preocuparía por cualquiera de mis amigos, pero Beatrix era la más nueva en
el mundo mágico y estaba allí por mí. Ésta había sido idea mía.

—Deben haber estado cerrando todas las entradas —dije—. Y los encontramos
exactamente en el momento equivocado.

—Creo que tienes razón. —Lachlan inspeccionó la piedra—. Terrible momento.


Pero ahora sabemos que tienen un brujo en las instalaciones.

—Lo necesitaban para lo que le hicieron a Garreth —dije—. Aunque supongo


que el hechizo que usaron en Garreth fue hace años.

—De cualquier manera, ahora tienen uno —dijo Lachlan.


—Necesitamos encontrar otra forma de entrar.

—Mis cambiaformas están registrando las otras entradas en este momento —


dijo Lachlan—. Encontrarán algo.

Asentí, tratando de mantener a raya el miedo. Carrow tomó mi mano.

—Salgamos de aquí e ideemos un plan. Necesitamos ser eficientes.

Cuando nos fuimos, miré hacia atrás a la sólida pared de piedra.

La sacaríamos.

Teníamos que hacerlo.

183
Eve
La preocupación me heló la piel cuando regresamos a la torre del Gremio de
Cambiaformas.

Se habían llevado a Beatrix.

Todavía no lo podía creer. Ella estaba atrapada ahí abajo.

—Todo va a estar bien —dijo Carrow cuando entramos en la sala principal—.


No es tu culpa.

—Por supuesto.
184

Por supuesto que era culpa mía.

Miré hacia Lachlan, cuya frente estaba arrugada con preocupación.


Regresaríamos a la torre porque sus cambiaformas informarían después de su
reconocimiento. Con suerte, uno de ellos encontraría una entrada que no hubiera
sido bloqueada.

Pero, ¿y si no lo hacían?

—Necesitamos un plan de respaldo —les dije a mis amigos, que se habían


apiñado a mi alrededor. Nos paramos frente a la enorme chimenea, las llamas
parpadeando alegremente detrás de nosotros—. Por si acaso los cambiaformas no
encuentran la manera de entrar.

—¿Cuál es el plan? —preguntó Mac—. ¿Atraerlos?

—¿Cómo? —Carrow frunció el ceño—. No puedes estar pensando…

—Carnada. —Asentí—. Yo. Eso es lo que quiere.

—Absolutamente no —dijo Lachlan.


—Me temo que no depende de ti, amigo.

Parecía tan inamovible como una montaña, su rostro implacable. Me volví hacia
mis amigos, decidida a ignorarlo. Trazamos nuestras opciones mientras esperábamos
recibir noticias de los cambiaformas que aún estaban en el campo.

Uno a uno, volvieron con novedades.

No fue nada bueno. Todas las entradas históricas habían sido bloqueadas. Era
imposible saber cuándo se habían cerrado, pero tenía que asumir que era
recientemente. Ese maldito brujo probablemente estaba haciendo rondas, cerrando
todas.

Cada segundo que pasaba aumentaba el miedo, hasta que me costó un gran
esfuerzo no salir corriendo a Londres e intentar atraer a mi atacante hacia mí.

Sin embargo, eso sería imperdonablemente estúpido. Si íbamos a intentar mi


loco plan, todo tendría que ser perfecto.

Finalmente, todos los cambiaformas habían regresado con noticias.

Y todas eran malas. 185


Empeoró cuando los enanos informaron que no habían podido atravesar
ninguno de los pasajes bloqueados del Abajo.

—Tenemos que hacerlo —dije.

—Eve…

Interrumpí a Lachlan.

—Tengo un plan. No entraré sola. Tendré a Garreth.

Su mandíbula se abrió.

—¿Mi hermano? El que intentó asesinarnos a los dos.

—Dijiste que estaba mejorando un poco. Más lúcido.

—Por períodos increíblemente breves, sí. Pero eso no significa que pueda hacerte
entrar.

—No necesita meterme a escondidas. Solo necesita llevarme a un lugar donde


los demás se encuentren con nosotros. Ellos me llevarán.
—Como prisionera.

—Una prisionera con un plan.

Arrastró una mano por su cabello.

—Esto es una locura. No podemos garantizar que Garreth se mantenga lo


suficientemente lúcido como para llevarte al punto de entrega. O que sabrá de uno.

—Puedo ayudarlo. Ha estado mostrando más lucidez y hay una poción que
puedo darle para ayudarlo con eso. Contendrá la locura un poco más.

—Entonces quedas atrapada allí. —Lachlan se volvió hacia mis amigos—.


¿Realmente no van a decir nada sobre este loco plan?

—Ella lo ha resuelto —dijo Carrow—. Es peligroso, pero hay un plan.

—Usamos un encanto de portal bilateral —dije—. Grey, el compañero de


Carrow, tiene uno. Me secuestran y, una vez dentro, despliego el hechizo. Tendrán
el otro lado, así que podrán entrar y unirse a mí.

Levantó las cejas. 186


—Buen plan, ¿eh?

Frunció el ceño.

—Sí. En la mayor parte.

—No me digas una mierda sobre lo peligroso que es. Es mi decisión.

—¿No podría usar un glamour y fingir ser mi hermano? —dijo—. De esa manera
puedo ser yo quien vaya contigo.

—Podrías si no tuvieran a ese brujo. Podría ser capaz de ver a través de ello,
entonces los dos estamos jodidos.

Era un buen punto y él lo sabía. Los brujos tenían una magia poderosa y una de
sus especialidades era ver a través de los encantamientos. El que acabábamos de
encontrarnos había caído sobre nosotros en segundos, dejando en claro que era
demasiado poderoso para probarlo.

—Ésta es nuestra oportunidad, Lachlan. No dejarías atrás a un miembro de la


manada.

—Estás pidiendo demasiado.


—No perderemos a Garreth. Puedes ponerle un collar de rastreo.

Lachlan se volvió para mirar a los guardias cambiaformas que estaban detrás de
él. Su gente también tenía interés en esto y él claramente quería saber lo que
pensaban. Garreth había matado a miembros de su manada. Técnicamente, era
miembro de su manada.

Había visto a Lachlan dispuesto a tomar decisiones radicales sin consultar a su


gente, pero algo sobre esto hablaba de la justicia de un buen alfa.

—¿Qué opinan? —dijo Lachlan.

El guardia más alto, un hombre de cabello rubio oscuro y rostro amable, dio un
paso al frente.

—¿Dijiste que había una chica cambiaformas ahí? ¿Una cautiva?

—Sí. —Lachlan asintió—. Está maldita, ya sea por el destino o por las acciones
de quienes la secuestraron, no lo sé. Ella podría ser una causa perdida.

—Pero puede que no lo sea —dijo el hombre—. Creemos que vale la pena
arriesgar a Garreth para salvarla. Debería rendir cuentas por sus crímenes, pero eso 187
no debería ir más allá de proteger a uno de los nuestros. —Asintió en mi dirección—
. O uno de los suyos tampoco.

Los demás asintieron.

Pude ver los hombros de Lachlan relajarse ligeramente y me di cuenta de que


estaba satisfecho con la evaluación. Era lo que él había querido, tratar de salvar a
Beatrix y a la otra chica, pero había sido inteligente al pensar en cómo se habría
sentido su gente acerca de que dejara salir a Garreth.

Sabía que luchaba con lo que se había convertido su hermano. Debía temer lo
que les deparaba el futuro.

Conociendo a Lachlan, probablemente pensó que estaba dejando que la emoción


se interpusiera en su camino. No querría ser parcial.

Lachlan se volvió hacia mí.

—Lo haremos, pero debemos tomar todas las precauciones. Quiero estar en
contacto contigo todo el tiempo.

Asentí, gratitud brotando dentro de mí.


—Gracias. De verdad.

Él asintió, su mandíbula apretada y su mirada preocupada.

Me di la vuelta y miré a mis amigos.

—Consigamos todo lo que necesitamos.

Lachlan
Varias horas más tarde, después de que nuestras fuerzas se dividieron para
recolectar los diversos suministros que necesitaríamos, nos reunimos nuevamente en
la sala principal de mi torre.

Los miembros del Gremio de las Sombras entraron juntos. Mis guardias habían 188
seguido a Eve por la ciudad mientras recogía sus suministros, informando sobre sus
movimientos. Curiosamente, me enteré de que tenía un apartamento secreto en el
lado norte de la ciudad, un hecho que guardé para más tarde.

Fui a Mordaca a recoger otro de sus collares de rastreo para Garreth. No era
infalible, nada de esto lo era, pero tenía que tomar todas las precauciones que
pudiera.

Eve y su pandilla de cinco se detuvieron frente a mí.

—¿Tuviste éxito? —pregunté.

Eve asintió y Carrow levantó dos pequeños amuletos azules brillantes que
destellaban con un fuego interno.

—Uno para nosotros, uno para ella. Grey nos encontrará allí.

Grey, más formalmente conocido como el Diablo de Darkvale, era el compañero


de Carrow y el vampiro más poderoso de la ciudad. Demonios, era una de las
personas más poderosas de la ciudad. Sería bueno tenerlo cuando esto se convirtiera
en una pelea.
—Hay una sublevación de demonios horrible en el inframundo —dijo
Seraphia—. Hades se escapará en cuanto pueda. Con suerte, podrá ayudar.

—Tenemos esto resuelto —dijo Carrow—. De todos modos, no podemos tener


demonios frenéticos en el Inframundo.

—No, es… realmente malo.

Seraphia hizo una mueca.

Carrow le entregó a Eve uno de los amuletos.

—Mantén esto donde no se pueda encontrar. Emite una leve firma mágica, por
lo que si te tantean, podrían sentirlo, sin importar lo pequeño que sea.

—Lo mantendré en el éter.

Sacó su bolso y puso la piedra pequeña en un pequeño bolsillo interior del bolso.

—Eso te llevará tiempo recuperarlo. —Fruncí el ceño—. Necesitarás estar sola


para sacarlo.
189
Carrow asintió.

—Una vez que implementes el encantamiento, tomará uno o dos minutos para
que se forme el vínculo entre los dos. Así que no lo hagas hasta que tengas un
momento tranquilo.

La preocupación me revolvió el estómago.

—Eso es mucho.

—Me las arreglaré —dijo—. Confía en mí.

Confiar en ella no era mi problema. Era el destino y las circunstancias en las que
no confiaba.

—Pronto oscurecerá —dijo Eve—. Ese será el momento perfecto para entrar.

Fruncí el ceño.

—¿Por qué?

Estaría oscuro en los túneles sin importar qué y dudaba que mantuvieran un
horario regular.
—Es más fácil colarse por el pub si está cerrado.

Todavía faltaba un rato. Había algo más que no estaba diciendo…

Me debatí preguntarle, pero era poco probable que compartiera. Y con tanta
gente alrededor, no era el momento.

Luego.

—¿Vamos a buscar a Garreth? —preguntó—. Tengo una poción que le ayudará


a mantener la claridad mental.

—Vamos a hacerlo.

Se volvió hacia sus amigos.

—¿Esperan aquí?

Asintieron y Eve se volvió hacia mí.

—Vamos.
190
Juntos, regresamos a través de la torre y bajamos las escaleras. Mientras
caminábamos, miré a Eve, odiando cada parte de su plan pero sabiendo que era
bueno.

A mitad de las escaleras, se detuvo y se volvió para mirarme. La tenue luz


proyectaba sombras oscuras en su rostro, pero sus ojos disparaban fuego.

—Basta, ¿de acuerdo? Puedo sentir tu preocupación como una maldita carga de
quinientos kilos. Necesitas mantener bajo control esa protección del compañero
predestinado. Sé que es parte de todo este asunto del vínculo, pero me está volviendo
loca. Ni siquiera te preocupas mucho por mí, así que contrólalo.

Toda la preocupación, el miedo, burbujeó a la superficie dentro de mí. La agarré


por los hombros, presionándola contra la pared.

—No es solo el vínculo, maldita sea.

Con los ojos muy abiertos, me miró.

—¿No lo es?

—Me preocupo por ti, maldita sea.


Cuando las palabras salieron de mi boca, supe que no debería haberlas dicho.
Ardieron al salir, la admisión fue demasiado para mi cordura.

—¿Te importa importa?

—No tengo idea de lo que eso significa. —La bestia dentro de mí aulló, odiando
que la dejáramos caminar hacia el peligro. Simplemente era demasiado—. No
esperaba esto. No debería sentir nada, mucho menos esto. Pero lo hago.

Ella respiró entrecortadamente.

—Pero nada…

—Nada puede salir de esto, lo sé. Es imposible para los dos. Peor que eso, es
peligroso. Viste lo que hizo mi hermano mientras estaba bajo la influencia de la
maldición. No puedo permitir que eso me pase a mí.

—Lo sé. No quiero esto más que tú.

—No dije que no lo quería.

Más palabras que no debería haber dicho. 191


La sorpresa abrió de par a par sus ojos y sus labios se separaron. Fue demasiado
para mí.

Me incliné y la besé, presionando mis labios contra los suyos mientras el hambre
me destrozaba por dentro. Todo esto era imposible, pero ahora mismo, no me
importaba.

Un pequeño ruido escapó de su garganta a la vez que envolvía sus brazos


alrededor de mi cuello y me devolvía el beso. El calor estalló dentro de mí, junto con
un deseo desesperado de estar más cerca de ella. Para envolverla y tenerla conmigo
para siempre.

Nunca podría suceder.

Lo que hizo que el beso fuera aún más dulce.

Finalmente, me aparté, obligándome a recordar lo que estaba en juego.

Respiró entrecortadamente y me miró.

—No podemos.
—Lo sé. Nunca y especialmente no ahora. —Di un paso atrás, forzándome a
controlarme—. Vamos a buscar a Garreth.

Asintió y me siguió escaleras abajo. Mientras caminaba, saqué la petaca del


bolsillo y bebí, sintiendo el bienvenido ardor en mi garganta.

Gracias a los destinos que llevaba ese amuleto alrededor de su cuello. Su


habilidad para ocultar su naturaleza cambiaformas mantenía a raya la mayor parte
de nuestro vínculo de compañeros, y estaba tan agradecido que podría caer de
rodillas con eso.

Porque si así era como me sentía cuando apenas podía sentir el vínculo de
compañeros, ¿qué pasaría si ella se lo quitara y tuviera que absorber toda la fuerza
del mismo?

Empujé el pensamiento al fondo de mi mente.

No sucedería. No tenía que preocuparme por eso.

Llegamos a la celda de Garreth un momento después. Callum y Sophie


asintieron hacia nosotros.
192
—Están relevados —dije—. Nos llevaremos a Garreth con nosotros.

—Sí —dijo Sophie.

Ella y Callum subieron las escaleras y me volví hacia Eve.

—¿Tienes la poción?

Sacó su bolso del éter y retiró un pequeño frasco lleno de líquido verde.

—Hice media docena. No puede tomarlos para siempre, pero unas pocas dosis
seguidas no le harán daño.

—¿Cuánto tiempo va a durar?

—Dos o tres horas. Le daré uno a la chica cuando la tengamos para que no pelee
con nosotros.

—Suponiendo que quiera ser rescatada.

—Sí, suponiendo eso.

Tomé el frasco y asentí.


—¿Qué pasa si toma más de unos pocos a la vez?

—Desarrollará una inmunidad.

—Maldita sea.

Habría sido increíble si hubiera podido mantener la cordura con eso. Sería una
bomba de relojería esperando el momento en que le faltara una dosis, pero la parte
egoísta de mí estaba dispuesto a correr el riesgo de recuperar a mi hermano.

—Lo sé —dijo Eve y tuve la sensación de que sí lo sabía—. Hagámoslo.

Asentí y me volví hacia la puerta, abriéndola.

Cuando entramos, Garreth estaba sentado en el suelo como de costumbre,


mirando al frente. Nos miró, sus ojos volvieron brevemente a la normalidad.

—¿Lachlan?

Frunció el ceño, confusión en su rostro.

—Hola, Garreth. —Me arrodillé a su lado, esperando que su mirada se 193


mantuviera clara hasta que pudiera tomar la poción—. ¿Beberás esto? Ayudará a
contener los efectos de la maldición.

El interés parpadeó en su rostro, y asintió, tomando la poción de mí.


Rápidamente, la bebió.

La tensión tensó mi piel mientras esperaba, mirando para ver si parecía diferente.
Un momento después, se estremeció y se pasó una mano por la cara.

—Vaya viaje —dijo.

—¿Cómo te sientes?

¿Mi hermano había vuelto? ¿Podía ser posible?

—Como el infierno. —El dolor brilló en su rostro—. Tommy. Bill. Destinos,


¿hice eso?

—Tú no. —Agarré su hombro—. La maldición.

—Aun así, empuñé la daga. El veneno. —Levantó las manos y se estremeció—.


Destinos, soy un monstruo.

—Ya no. —Lo jalé hacia arriba—. Necesitamos tu ayuda.


Miró hacia la puerta de la celda.

—¿Allí fuera? No creo que sea una buena idea.

—Estarás bien —dijo Eve—. La poción te mantendrá cuerdo durante unas horas.

—¿Y después?

—Vuelves a ser como antes.

Maldijo de nuevo.

—Entonces, ¿vale la pena sacarme de aquí? Porque… no puedo controlarme de


esa forma.

—Tenemos algo importante en juego —dije.

—Alguien —corrigió Eve—. Dos personas.

—Más que eso, si te contamos —dije—. Todo esto empezó porque te persiguen.
Todavía lo hacen. Estás en el centro de esto. Tu vida también está en riesgo.
194
Garreth palideció.

—Tiene razón. Mi propósito original era secuestrarte.

—Pero, ¿te descarriaste y empezaste a matar? —preguntó Eve.

—Sí. La maldición se apoderó de mí, rompiendo todas mis lealtades. Era como
este monstruo dentro de mí, levantándose y obligándome a matar a aquellos que una
vez amé.

Destinos, sonaba terrible.

—¿Fueron ellos los que te maldijeron?

—Ellos lo activaron, sí. Pero la maldición golpea nuestra línea con mucha
fuerza. Tú lo sabes. No esperaban que sucediera, pero sucedió. Me volví rebelde antes
de que pudiera lograr lo que ellos querían.

La culpa en su rostro hizo que mi corazón se encogiera.

—Esta es tu oportunidad de arreglar las cosas.

—Nunca arreglaré lo que hice.


Tenía razón y no podía discutir el punto.

—Es un comienzo.

Asintió.

—¿Que necesitas que haga?

—Llevarme allí —dijo Eve.

Garreth asintió de nuevo.

—Hay varias entradas a las que puedo llevarte.

—Están todas bloqueadas —dije—. ¿Conoces un camino?

Frunció el ceño.

—No. Si el brujo ha activado los bloqueos, no podemos pasar sin su permiso.

—Esperábamos eso —dije—. Es por eso que vas a fingir que escapaste y lograste
tu objetivo original. 195
—¿Quieres que les lleve a Eve? —Me miró como si estuviera loco—. Eso es una
locura.

—Estoy de acuerdo. —Miró a Eve—. Pero ella insiste.

—Así es —dijo Eve—. Es la única forma. Tienen a una de mis mejores amigas.

Garreth se encogió de hombros.

—Si insistes.

—Gracias. Vamos.
Eve
El camino a Clerkenwell estuvo lleno de tensión. Lachlan y Garreth abrieron el
camino, y lo seguí con Carrow. Los otros se mantuvieron un poco detrás de nosotros.

Afortunadamente, ya era lo suficientemente tarde para que la luna estuviera alta


en el cielo. Eso podría darme algo de fuerza. Lachlan no se había creído mis razones
para querer ir de noche, pero lo había aceptado sin pedir demasiados detalles, gracias
a los destinos.

Carrow se volvió para mirarme.


196
—¿Tu encanto de comunicaciones funciona?

Presioné las yemas de mis dedos contra el pendiente que había comprado hace
unas horas y sentí que la magia cobraba vida.

—Probando.

Mi voz escapó del pendiente en la propia oreja de Carrow y sonrió. La conexión


se mantendría hasta que la apagara, lo que no estaba planeando hacer. Aún mejor,
las joyas no emitían una firma mágica, por lo que si me revisaran, no pensarían en
nada de ello.

Eso esperaba.

Fui a la tienda de vestidos de los fae en la ciudad para comprar un pequeño


amuleto de comunicaciones que había sido elaborado en un simple pendiente de oro.
Lachlan fue inteligente por haber querido el contacto durante toda la operación, y
los fae eran los maestros del sigilo.

Con su encanto y belleza, eran los espías perfectos. Tanto es así que se habían
ganado una reputación por ello. Había varias boutiques en la ciudad que se
especializaban en ropa y accesorios para aquellos en misiones encubiertas. Los
vestidos que repelían los cuchillos, las pulseras que se convertían en dagas y los
elegantes encantos de comunicaciones eran solo el comienzo.
Saqué un par de esposas encantadas de mi bolsillo trasero. Parecían reales, pero
podía romperlas cuando lo necesitara. Sin embargo, solo yo podía romperlas. Si
alguien más tiraba de ellas, se mantendrían fuertes.

A pocas cuadras del pub, Lachlan y Garreth se detuvieron.

Miré hacia atrás para ver a mis amigos y un selecto surtido de los cambiaformas
de Lachlan detenerse en la cuadra detrás de nosotros. El hechizo del portal no
permitiría que pasaran un número infinito, así que eligió a los mejores.

Garreth se volvió hacia nosotros y me miró.

—¿Lista?

Asentí.

—No hay garantía de que pueda protegerte cuando estemos allí —dijo—. Lo
más probable es que no pueda.

—Lo tengo.

Él asintió. Podía sentir la mirada de Lachlan sobre mí, pero no dio un paso 197
adelante.

Era lo mejor. Sería ridículo, de verdad. ¿Qué esperaba, un beso de despedida?

Demente.

—Desplegaré el hechizo en cuanto pueda —dije.

Lachlan asintió.

—Estaremos listos. Deja tu encanto de comunicaciones activado.

—Sí, por supuesto.

Carrow me puso las esposas y luego me dio un fuerte abrazo. Saludé al resto de
mis amigos y luego me uní a Garreth.

—Hagámoslo.

Él asintió y luego miró a su hermano.

—Cuando el efecto de esta poción acabe… acaba conmigo si es necesario, ¿de


acuerdo?
Lachlan hizo una mueca y luego asintió.

—Lo siento —dijo Garreth.

Algo ilegible brilló en el rostro de Lachlan.

—No es tu culpa.

—Ambos sabemos que eso no es cierto. —Garreth se volvió hacia mí—. Vamos.

Asentí y lo seguí, sosteniendo mis manos para que mis esposas no fueran
fácilmente visibles a menos que alguien supiera mirar de cerca. Lo último que
necesitábamos era que un humano llamara a la policía.

—Debes tener cuidado —dijo Garreth mientras caminábamos hacia El Cardo


Bonito—. Estas personas son monstruos.

—Lo sé. —Fruncí el ceño hacia él—. ¿Sabes algo sobre por qué me quieren,
específicamente?

—No. Te lo habría dicho si lo hiciera. Lo que ya he dicho es todo lo que sé.


198
Asentí, poco sorprendida.

Eran alrededor de las diez cuando entramos en el pub. La multitud era más
pequeña que en mi última visita y nadie nos prestó atención mientras se dirigía a la
trastienda.

Un par de tipos se sentaban en la cabina que ocultaba la puerta de los túneles y


Garreth les lanzó una mirada dura.

—Salgan de aquí.

Sus mandíbulas cayeron y la conmoción brilló en sus ojos. Garreth era enorme
y este no era el tipo de pub donde los matones mandaban alrededor de la chusma.
De todos modos, los hombres se apresuraron, agarraron sus cervezas y salieron
corriendo de la habitación. Pronto, estábamos solos.

Rápidamente, Garreth apartó la cabina de la pared. Me miró.

—¿Tienes un cuchillo?

Asentí y saqué una pequeña navaja de mi bolsillo.

—Aquí.
La tomó y se cortó la palma, dejando que la sangre corriera por la superficie
antes de presionarla contra la pared. Cuando se movió para devolvérmelo, negué con
la cabeza.

—Quédatelo. Necesitas un arma.

La miró y arqueó la ceja.

—Esta cosita no cuenta. Y puedo cambiar si lo necesito.

—Bien. —La recuperé, mirando la pared—. ¿Qué va a pasar?

—Les alertará de que estoy aquí. O al menos, así se suponía que debía funcionar.
Entonces, entramos.

—Excelente.

Esperamos, cada segundo que pasaba era como una eternidad.

—¿Escuchaste todo eso? —susurré a mi encanto de comunicaciones.

—Sí. 199
La voz de Carrow se escuchó, agradable y tranquila.

Unos momentos después, el portal se abrió, revelando el estrecho túnel. Esperaba


que estuviera vacío.

Trágicamente, estaba equivocada.

Allí había un hombre agachado, todo músculos enormes y rostro lleno de


cicatrices, con su mirada sospechosa sobre nosotros. Detrás de él, pude ver más
guardias.

Mierda, no estaban tomando riesgos.

El hombre miró a Garreth con sospecha.

—Pensé que habías sido capturado.

—Escapé. Y obtuve para lo que me enviaron.

Tiró de mi brazo y traté de parecer asustada.


No fue difícil. Estaba asustada. No importa qué tan bueno fuera nuestro plan,
todavía estaba entrando en esta locura con un solo tipo como respaldo. Y podría
volverse contra mí en cualquier momento.

El hombre salió seguido de otro. Se cernieron sobre mí, inspeccionándome.

—Ella es la elegida —dijo Garreth.

—Muéstranos tu palma.

¿Mi palma? Fruncí el ceño.

Tiró de mis esposas, levantando mi mano. Cuando vio el orbe brillante en el


medio de mi palma, asintió, complacido.

—Ella es la elegida.

¿Por qué diablos estaban interesados en mí? ¿Qué tenía que ver con mi nuevo
poder?

El guardia revisó mis bolsillos y cualquier lugar donde pudiera esconder un arma.
Finalmente, dio un paso atrás. 200
—Está limpia.

Menos mal que habíamos escondido el encanto en el éter.

—Entra.

Me empujó hacia el túnel.

Ya había tres hombres dentro. Retrocedieron para que yo pudiera unirme a ellos,
dándose la vuelta para que pudieran arrastrarse hasta el otro extremo donde el túnel
se ensanchaba.

Los seguí, con Garreth y los otros dos guardias detrás. No se estaban arriesgando
aquí. Si pudiera hacer entrar a mis amigos, podríamos superarlos en número, pero
no podía desplegar el hechizo hasta que tuviera un minuto a solas.

Un minuto nunca me había parecido tan largo.

La subida por el túnel fue oscura y miserable. Pero no mejoró cuando llegamos
a la parte más ancha. Uno de los guardias me puso en pie de un tirón y me arrastró
detrás de él. Sus zancadas eran tan largas que tuve que correr para mantener el ritmo.
Pasamos las cárceles tan rápido que no pude mirar adentro para ver si la mujer
todavía estaba allí, y para cuando llegamos a la sala principal con la maquinaria,
estaba jadeando.

Todavía era un desastre por el caos que había creado la última vez, pero las pilas
de maquinaria de vapor rota habían sido arrastradas a un lado. Los guardias se
alineaban en las paredes, demasiados, pero solo tenía ojos para el tipo que me había
atacado en Ciudad del Gremio.

Se paraba junto a su silla, aparentemente ileso de nuestro último encuentro. Su


mirada era fría como una serpiente mientras me miraba.

—Finalmente. —Hielo en su tono de voz y miró a Garreth con el ceño


fruncido—. Ha sido convertido. Llévenlo a las mazmorras.

Mierda.

Me volví hacia Garreth justo a tiempo para ver a uno de los guardias golpearlo
en la cabeza con un pequeño bate, dejándolo inconsciente. El miedo me heló la piel
mientras arrastraban su cuerpo inconsciente.

A mi alrededor, sentí los ojos de los guardias sobre mí. 201

Demasiados. Demasiados para conseguir ese minuto que necesitaba.

Miré hacia el techo, buscando la luz de la luna.

El horror me atravesó cuando me di cuenta de que habían bloqueado las rejas.


La luna ya no brillaba. Sin acceso al cielo, no podía usar mi rayo fae. Tampoco podía
recurrir a mis nuevos poderes.

Lo intenté, pero casi no sentí nada de la luna arriba.

La mirada del hombre me siguió.

—Sí. Bloqueamos las rejas. No podrás usar tu poder.

—¿Qué sabes al respecto? —exigí—. Dime.

—No hasta que él llegue.

—¿Él? ¿Quién es él?

Mi corazón se aceleró. ¿Había alguien más fuerte que este hombre que no moría?
Lo apuñalé una docena de veces y le arrojé miles de kilos de acero, y todavía se veía
bien.
—Lo sabrás muy pronto. Hasta entonces, debes esperar.

Asintió con la cabeza a alguien detrás de mí.

Me di la vuelta, pero no lo suficientemente pronto.

El dolor estalló en mi cabeza y la oscuridad se apoderó de mí.

Lachlan
—¿Qué está pasando? —exigí.

Había podido escuchar la voz de Eve antes, pero ahora se había ido.

—¿Eve? —susurró Carrow con los ojos muy abiertos—. ¿Eve? ¿Estás ahí? 202

Ninguna respuesta.

Carrow se puso blanca.

—Deben haberla dejado inconsciente.

—No muerta.

No podrían haberla matado. Todavía la necesitaban. El miedo me heló la


columna.

—Sí. No han obtenido lo que querían.

Carrow se retorció las manos, claramente debatiendo algo. Se volvió hacia sus
amigos, una pregunta claramente en sus ojos.

Era una pregunta que reconocieron por los asentimientos que le hicieron.

—¿Qué sucede? —demandé—. ¿A qué se referían con la luna?

Carrow se volvió hacia mí.

—No queríamos decírtelo. Es asunto de Eve. Pero…


—Pero, ¿qué? Escúpelo.

—Puede usar la luna para alimentar su magia y parece que la han bloqueado.
Dijo que había rejas en el techo que conducían a la superficie. Eso permitía que
pasara la luz de la luna y ella podía usarla.

—Así que lo bloquearon para debilitarla.

—Sí. Pero tu gremio tiene la mano de obra para encontrar la parte de Londres
donde están esas rejas. Tal vez podrían despejarlas y darle el poder que necesita.

—Deberías haberme dicho esto antes.

—Sus secretos son suyos.

—Y ahora está sola ahí abajo, aparentemente incapaz de desplegar el hechizo


para obtener refuerzos. Y probablemente inconsciente.

Arrastré una mano sobre mi cara y saqué mi celular. Hice una llamada rápida
para que todos en el gremio se dedicaran a la tarea de registrar Londres. Hice todo
lo posible para darles direcciones, adivinando en qué parte de Londres podría estar,
pero era una posibilidad remota. 203
Aun así, necesitábamos que funcionara. Destinos, necesitábamos cualquier cosa
que funcionara en este punto.
Eve
Poco a poco, volví en mí. Me dolía la cabeza como si me hubiera atropellado un
tren y el suelo estaba duro debajo de mí. El aire olía a humedad y a rancio.

¿Dónde estaba?

Aturdida, parpadeé.

Estaba oscuro a mi alrededor, formas enormes se elevaban sobre mi cabeza.

El mundo volvió a mí en un instante.


204
Estaba debajo de Londres en los túneles de Clerkenwell. Me habían dejado
inconsciente. Mi corazón comenzó a acelerarse mientras trataba de ver lo que me
rodeaba sin moverme.

Estaba acostada en el borde de la enorme habitación, justo en frente de una hilera


de maquinaria de vapor gigante que no había roto la última vez que estuve aquí. Se
elevaba por encima de nuestras cabezas.

Al otro lado de la habitación, el líder hablaba con algunos de sus guardias. Había
otros esparcidos por la habitación, vigilando, pero ninguno parecía tener sus ojos
puestos en mí en este momento. Sin duda, todavía pensaban que estaba inconsciente.

Eve.

La voz de Ralph sonó en mi cabeza.

—¿Dónde estás? —susurré.

Detrás de ti. En las sombras de la maquinaria.

Probablemente estaba entonces a un metro y medio detrás de mí. Gracias a los


destinos que me habían arrojado aquí. Con la luna cubierta y mis muñecas atadas
con esposas mágicas, probablemente dudaban que pudiera hacer algo.
Idiotas.

—Necesitas implementar el encanto del portal.

Solo él podía escabullirse el tiempo suficiente para hacerlo.

¿Cómo?

—Está en mi bolsa. —Con cuidado, la llamé desde el éter. Apareció a mi lado,


arrugado en el suelo—. Acércate sigilosamente a mi lado y arrástralo allí.

Tengo una llave. A todas las celdas. Beatrix está bien.

—¿En serio? —La esperanza estalló en mi pecho—. Déjala conmigo.

Está bien.

Registré la habitación, asegurándome de que ninguno de los guardias estuviera


mirando.

—Ahora, Ralph.
205
Corrió a mi lado, una pequeña sombra mientras dejaba la llave a mi lado y
arrastraba la bolsa hacia atrás. Agarré la llave, metiéndola en mi palma.

—Llévalo a algún lugar donde nadie te vea —le susurré—. Entonces despliégalo.

Te dejaré la bolsa de pociones aquí en caso de que la necesites. Pero me llevo algunas
bombas.

—Bien.

Por supuesto que aprovecharía esa oportunidad.

Mientras él revolvía en la bolsa, miré la habitación. Realmente no me estaban


mirando. Y esta podría ser mi única oportunidad de rescatar a Beatrix y Gareth. Y a
la mujer.

Tenía que aprovecharla.

No podía atacar hasta que mis amigos estuvieran aquí de todos modos, así que
esta era la mejor opción.

Tengo el encanto del portal. Me voy de aquí.


Esperé un minuto para asegurarme de que la costa estaba despejada, luego me
puse de pie y desaparecí detrás de la torre de maquinaria, agarrando mi bolso cuando
pasé. Una vez que estuve escondida entre la pared y la torre de las extintas máquinas
de vapor, separé mis muñecas, rompiendo las esposas que me ataban.

Rápidamente, corrí a lo largo de la pared trasera, me dirigí hacia las celdas. Si


tan solo tuviera la poción de invisibilidad que le había dado a Ralph en la biblioteca
de Lado Mágico.

Pero había sido útil para salvar su peludo pellejo allí y no cambiaría eso.

Agarré una bomba durmiente en mi mano mientras llamé a mis alas y me lancé
al aire. Me quedé bastante cerca del suelo para poder esconderme detrás de la mayor
parte de la maquinaria, pero lo suficientemente alto como para no estar al nivel de
los ojos de nadie. Mis bombas durmientes eran las más sutiles de mi arsenal y eso era
lo que necesitaba en este momento.

Por la gracia de los destinos, no encontré ningún problema en mi camino a las


celdas. Había un guardia parado frente a una de ellas, tenía que ser la de Garreth, y
sus ojos se agrandaron cuando me vio.

Le tiré la bomba y el vidrio explotó silenciosamente contra su pecho. Sus ojos se 206
pusieron en blanco y se desplomó contra la pared.

Rápidamente, corrí hacia la puerta de la celda y miré a través de los estrechos


listones de la ventana, y vi a Beatrix.

Su rostro se iluminó y se levantó de un salto.

—¡Eve!

Busqué a tientas la llave, la felicidad ardiendo dentro de mí.

—Tengo la llave. Aguarda.

Segundos más tarde, escuché el ruido de la cerradura, abrí la puerta de un tirón


y ella salió corriendo, abrazándome con fuerza.

—Gracias a los destinos que estás bien.

—Gracias por venir a buscarme.

—Para citar a Carrow, duh.

Se apartó y sonrió.
—Los vi traer al hermano de Lachlan.

—Bien. Necesitamos sacarlo. Tengo una poción que lo ayudará a mantenerse


cuerdo.

Señaló una celda junto a la de ella.

—Creo que es esa.

Corrí hacia ésta y miré a través de los barrotes.

Garreth estaba sentado contra la pared, con los ojos negros.

Maldita sea.

—Garreth —susurré, buscando en mi bolso una dosis de la poción que le daría


algo de cordura. Solo tenía que convencerlo de que la tomara—. Soy yo, Eve.

Su mirada se movió rápidamente hacia mí, volviendo brevemente a la


normalidad.

—¿Eve? ¿Estás bien? 207


—Ven aquí. —Le indiqué que se acercara—. Tengo una poción para ti.

—¿La misma que me mantiene cuerdo?

Sus ojos parpadearon en negro y sacudió la cabeza con fuerza, como si tratara
de luchar contra la maldición.

—Sí.

Se levantó de un salto y se acercó a la puerta. Me aseguré de que sus ojos fueran


normales antes de entregarle la poción. Rápidamente, se la bebió.

—Gracias.

—Sí.

Abrí la puerta de la celda y lo dejé salir, luego fui a la siguiente.

La chica todavía estaba allí, gracias a los destinos. Ella yacía en el suelo, sus ojos
negros mirando al techo.

Garreth se unió a mí, con la mirada alerta mientras vigilaba en busca de guardias.
—¿Cuál es el estado de los refuerzos?

—Ralph los está consiguiendo. Creo que deberían estar aquí en cualquier
momento.

—Bien. —Miró a la mujer de la celda—. ¿Tu poción la ayudará también?

—Tendrás que obligarla a tomarlo, tal vez, pero sí.

Él asintió.

—Dámela.

Le entregué la poción y destrabé la puerta de la celda, abriéndola. Beatrix y yo


nos hicimos a un lado.

La mujer se incorporó de un tirón, pero Garreth fue rápido. Corrió al interior y


la agarró, usando su volumen para someterla mientras vertía la poción en su
garganta. En cuanto ella tragó, él retrocedió con las manos levantadas.

—Estamos aquí para ayudarte.


208
Ella se frotó el rostro, sus ojos volvieron a un tono de azul que era el color de un
cielo de verano.

—¿Qué me pasó?

—Fuiste secuestrada. —Busqué en mi bolso, recuperando el pequeño artilugio


que me había dado Ogden el enano. Lo saqué y se lo entregué—. Utiliza esto. Te
llevará a la superficie donde te esperan unos amigos.

—¿Escapar?

Miró el dispositivo, con esperanza en sus ojos.

—Sí. —Miré a Garreth—. Puedes llevarla.

—De ninguna manera te voy a dejar sola aquí.

No se movería en ese punto, estaba claro.

—Sabes que no te voy a dejar —dijo Beatrix.

La mirada de la mujer se ensombreció.

—Pero, ¿qué hay de los bastardos que me hicieron esto?


—Vamos a tratar de detenerlos.

Su rostro se endureció.

—Quiero un pedazo de ellos.

No podía culparla. Sentiría lo mismo que ella. Pero…

—Es demasiado peligroso.

—Déjame decidir eso por mí misma, ¿de acuerdo?

—Buen punto. —Es lo que quería de Lachlan, después de todo—. Puedes venir
con nosotros si quieres.

Se puso de pie.

—Iré.

—¿Sabes lo que han planeado? —pregunté.

—No. No exactamente. Algo que ver con la maldición de la Luna Oscura, pero 209
no sé qué. Sin embargo, tiene que ser malo.

La subestimación del siglo.

—Sí. Vamos.

Les di a cada uno un puñado de pociones bombas, pero era probable que se
transformaran en caso de una pelea. Sin embargo, Beatrix definitivamente las usaría.
Bien armados, los cuatro nos dirigimos rápidamente de regreso a la sala principal, y
recé para que llegaran nuestros refuerzos.

Cuando llegamos al espacio cavernoso, no vi a nadie de nuestro lado.

—Por aquí —susurré, llevándolos a un escondite detrás de la maquinaria.

En cuanto ocupamos nuestro espacio, alguien gritó.

—¡Ella se ha ido!

Seis guardias corrieron hacia el lugar donde habían puesto mi cuerpo. Solo me
había ido unos minutos, pero tuve suerte de que no se hubieran dado cuenta antes.

—¡Búsquenla! —gritó el líder—. ¡Él ya casi está aquí!


Había una nota de miedo en su voz que envió un escalofrío por mi espalda.

—Está hablando del Artífice —dijo Garreth.

Maldita sea, si él le temía al Artífice y ellos estaban del mismo lado, entonces
seguro que yo también.

Los guardias se separaron y registraron la caverna. Pasarían solo unos minutos


antes de que nos encontraran.

Vamos, refuerzos.

Una nube de humo negro apareció en el medio de la caverna y cobró vida con
un estruendo. Cuando se disipó, una figura se erguía allí. Su forma era nebulosa y
completamente negra, como si estuviera hecho del humo mismo. Entrecerré los ojos.
Sin embargo, pude ver un núcleo sólido en él.

¿Era algún tipo de demonio?

¿O esto era un hechizo?

Giró en círculo, su voz retumbando. 210


—¿Dónde está?

—Ella está aquí —dijo mi atacante.

—Lo está.

El Artífice giró a la derecha hacia mí, extendiendo una mano humeante.

Una fuerza me agarró por el cuello y tiró de mí hacia adelante. Me helé por
dentro, y me sacudí contra su agarre, mis alas batían mientras trataba de liberarme.

Me arrastró hasta él, tan cerca que pude ver que sus ojos estaban hechos de
llamas. Su rostro no tenía rasgos claros como los de una persona normal. En cambio,
parecía un núcleo sólido de oscuridad rodeado de humo negro. Su magia apestaba a
muerte y descomposición, sabía a sal y se sentía como lamer el fuego.

—¿Quién eres? —jadeé.

—¿Eres la elegida? —Hizo un ruido de disgusto—. Qué poco impresionante.

—¿La qué?
Agarré una de mis bombas de poción a mi lado. Debería arrojarla, pero no hasta
que llegaron los refuerzos. Y quería cualquier respuesta que tuviera para mí.

—Esperaba más.

Me sacudió como a una muñeca.

Me sacudí contra él, tratando de liberarme.

—Tan débil —dijo—. No estoy seguro de que sirvas para mi plan, pero es todo
lo que tengo.

—¿Qué plan?

Mis palabras apenas salieron ahogadas de mi garganta. Su agarre se sentía cada


vez más fuerte con cada segundo.

Un grito sonó detrás de mí, seguido de más. Los guardias se dispersaron, y por
el rabillo de mi visión, vi tres lobos, incluido uno negro enorme.

Lachlan.
211
Los refuerzos habían llegado.

Gracias a los destinos.

La distracción llamó la atención del Artífice y me las arreglé para lanzar una
bomba de poción directamente a su pecho. Explotó, la fuerza lo hizo volar hacia
atrás. Me soltó el cuello y caí al suelo, aterrizando con fuerza antes de rodar y
ponerme de pie de un salto.

Por todas partes, la batalla se desató. Lachlan luchó contra tres de los guardias
mientras estaba en su forma de lobo, la sangre se regaba por todas partes mientras
desgarraba carne y huesos. A lo lejos, Seraphia agarró a dos de los guardias con sus
enredaderas y los arrojó al aire.

Quinn, una pantera, cruzó corriendo la habitación, se dirigió hacia el hombre


que me había atacado en Ciudad del Gremio. Mac lo siguió con una espada corta en
la mano. Carrow y Beatrix empuñaban pociones bombas, y vi al Diablo en la
esquina, arrancando la cabeza de uno de los guardias.

El Artífice se levantó y se volvió hacia mí.

Lo enfrenté, levantando otra de mis pociones bombas.

—No pueden detenerme —dijo—. Mis fuerzas no pueden morir.


Para mi horror, me di cuenta de que tenía razón. Detrás de él, Lachlan le había
arrancado el cuello a uno de los guardias. Su cuello parecía carne molida, la sangre
empapaba su frente, y aun así, luchaba.

Al igual que con mi atacante original, en el patio frente a mi torre. No había


importado que lo hubiera apuñalado más de una docena de veces. Simplemente
había seguido adelante.

¿Cómo íbamos a derrotar algo imposible de matar?

A nuestro alrededor, nuestras fuerzas estaban recibiendo una paliza. Habían


tenido la ventaja al principio, pero ahora…

Íbamos a tener que destrozarlos a todos. O enterrarlos debajo de la maquinaria,


como había hecho antes.

Sobre mí, la luz comenzó a brillar.

Miré hacia arriba, mi esperanza ardiendo.

Las placas de metal que habían cubierto las rejas estaban siendo apartadas. La
luz de la luna fluyó hacia adentro, brillando en mi rostro con una calidez brillante. 212
El poder se disparó por mis venas y jadeé. Me llenó de fuerza. De repente, pude
sentir los objetos pesados a mi alrededor. La forma en que podía sentirlos era como
una loca forma de ubicación de eco.

Levanté mi mano, mi palma ardiendo, y dejé que la luz de la luna iluminara mi


don. Saqué las piezas de metal pesado del suelo y las arrojé contra nuestros atacantes.
Sin embargo, fue difícil. No tenía el control que necesitaba para evitar golpear a mis
amigos y mis esfuerzos solo hicieron mella en la pelea.

Por todas partes, los lobos y otros cambiaformas estaban siendo heridos. Mac
recibió un puñetazo en la cara que la hizo tambalear, y Beatrix terminó con el
extremo equivocado de una espada, el metal cortándole el muslo. Se alejó
tambaleándose, arrojando una poción bomba a su atacante. Él cayó, pero luego ella
también, la herida era demasiado.

El pánico estalló dentro de mí. El otro lado se veía peor con cada minuto que
pasaba, aparecían más y más heridas en sus cuerpos, pero nunca dejaban de luchar.

El Artífice rugió y se acercó a mí, su paso firme mientras su mirada ardía en


llamas.
Dirigí mi atención a él, agarré una enorme tubería de hierro con mi magia y se
la arrojé. Se estrelló contra su pecho, ralentizándolo, pero no se detuvo. Le arrojé
otra, pero apenas lo detuvo.

Presa del pánico, di un paso atrás, el miedo helándome la sangre.

Pronto, estaba a mero metro de mí.

—Te he buscado durante años —gruñó—. Finalmente, te encontré.

—¿Para qué? —exigí—. ¡Dime!

—Tú y yo somos similares, ¿sabes? Dos mitades de un todo.

Lo miré horrorizada.

—¿Similar? Nunca.

—Oh, no tienes idea. Ese poder lunar tuyo no es aleatorio. Y finalmente, es el


momento. Controlaremos la maldición.

Extendió una mano sombría y arrancó mi amuleto de mi garganta. Sus garras 213
me arañaron, una tajada de dolor que ardió como fuego. Sentí como si me desgarrara
el alma y grité.

En cuanto el collar se fue, sentí como si me hubieran quitado un peso del alma.

La energía de la luna se apoderó de mí, iluminándome como un cable de alta


tensión. Todo mi cuerpo vibró y comencé a jadear sin aliento. Miré a la luna,
atrayendo su fuerza hacia mí.

Nunca me había sentido así antes.

Sin duda, nadie se había sentido así antes. La pura fuerza del poder amenazaba
con destrozarme. Cada átomo de mi cuerpo se sentía como si quisiera separarse del
que estaba a su lado.

Tenía que hacer algo con esta energía, tenía que disiparla.

Usarla contra mis enemigos.

Era la única manera.

Respiré entrecortadamente, tratando de no caer de rodillas. Levanté mi mano y


la dirigí al Artífice. La energía explotó fuera de mí. Una luz blanca brillante iluminó
la habitación. Se disparó hacia mi atacante, arrojándolo hacia atrás. Desapareció en
un destello de luz blanco y negro, un espectáculo de luces imposible que apestaba a
muerte.

Caí de rodillas, casi desmayada por el dolor. En mi visión periférica, pude ver a
los otros luchadores aún de pie. Las fuerzas inmortales del Artífice todavía estaban
aquí.

Jadeé, volviendo mi atención hacia ellos. La loca energía aún vibraba a través de
mí, exigiendo ser liberada. Me concentré, tratando de encontrarlos a todos, luego
desaté mi poder directamente hacia ellos. No tenía idea de lo que estaba haciendo en
realidad, solo recé para que funcionara.

Alrededor, los luchadores del Artífice cayeron. Los rayos de mi brillante luz
blanca se estrellaron contra ellos, empujándolos contra las paredes y montones de
maquinaria. Se quedaron quietos, en silencio.

La agonía me quemó, la fuerza de la transición me arrojó de espaldas.

Mi cabeza se estrelló contra el suelo y me desmayé.

214
Lachlan
—¡Eve! ¡Eve, despierta!

Sacudí sus hombros suavemente, tratando de despertarla. El miedo me heló la


columna mientras contemplaba su rostro pálido y resplandeciente.

Por favor, que esté bien.

Cuando le arrancaron el amuleto del cuello, lo sentí como un puñetazo en el


estómago. Nuestro vínculo había cobrado vida, más fuerte que nunca. Mi alma se
había sentido atraída por la de ella, la intensidad del mismo fue impresionante.
215
La bestia se había despertado dentro de mí, gruñendo mía.

Finalmente, se las arregló para abrir los ojos.

—¿Qué pasó?

El alivio se apoderó de mí.

—¿Estás bien?

—Estoy bien.

Haciendo una mueca, se sentó.

—Um, no estoy segura de que lo estés —dijo Carrow a mi lado.

Ni siquiera me había dado cuenta de que ella estaba allí. Todos sus amigos nos
rodeaban, pero en mi miedo, habían sido invisibles para mí.

—¿Qué? —preguntó Eve.

—Estás brillando —dijo Carrow.


Y brillaba en verdad. Su piel tenía una tenue luminiscencia, como la de la luna.
Había sido más brillante cuando el amuleto fue arrancado por primera vez, pero aún
se notaba claramente.

Ella miró su mano, frunciendo el ceño.

—¿Qué demonios?

—Todo tu cuerpo está brillando —dije—. Pero se está desvaneciendo un poco.

Parpadeó, con la mirada todavía borrosa y parecía como si fuera a desmayarse


de nuevo. Débilmente, preguntó:

—¿Ganamos al menos?

—Por ahora —dije—. Te encargaste de los secuaces, pero el líder desapareció.


Sin embargo, volverá. Alguien con tanta rabia no se rendirá.

—Es tan poderoso. —Ella se estremeció, los ojos desolados—. ¿Supo que me
volvería tan poderosa cuando me quitó el collar?

—Pareció intencional. 216


El amuleto debía haber estado suprimiendo su nueva magia, y al desaparecer, su
nuevo poder se salió de control.

Miró a su alrededor.

—¿Dónde está Garreth?

Mierda.

En mi pánico por Eve, me había olvidado de Garreth. Lo había estado


manteniendo en mi mente hasta que ella fue herida. Alcé la mirada, buscándolo. Vi
a todos y cada uno de mi manada, excepto a él.

No.

En el suelo, Eve se balanceó y cerró los ojos. La alcancé, agarrándola por los
hombros para bajarla. La preocupación me atravesó.

—Quédate quieta.

—¿Garreth? —preguntó.

Tragué saliva, el miedo creciendo dentro de mí.


—Garreth se ha ido.

Eve
Algún tiempo después, me desperté en mi cama. El dolor se había ido, pero me
sentía rara.

Junto a mi cama, Mac se incorporó de un salto. Había estado durmiendo y su


cabello era un desorden dorado alrededor de su cabeza.

—¿Cómo te sientes?

—Bien. —Me senté—. ¿Qué hora es?

—Más bien, qué día. 217

—¿Eh?

Me froté la cara, tratando de despertarme por completo.

—Has estado inconsciente durante tres días.

—De ninguna manera.

—Así es. Lachlan no ha salido de nuestra sala de estar desde que te trajimos aquí.
Fue todo lo que pudimos hacer para evitar que irrumpiera aquí.

—Gracias por intentarlo. —Me desplomé contra la cabecera—. No hubiera


querido despertarme con él sobre mí en este momento. Debo oler a equipo de fútbol.

—A él podría gustarle eso.

Me reí, luego me puse seria al pensar en el hermano de Lachlan.

—¿Y Garreth?

—No lo hemos encontrado todavía. O a la mujer.

—Mierda. Querían luchar de nuestro lado.


—Y lo hicieron. Hasta que se acabó la poción que les diste. Desaparecieron.

—Les di el dispositivo de Ogden para ayudarlos a encontrar la superficie. Se


suponía que debían ir a los guardias que los esperaban.

—Dudo que hayan ido por ese camino.

—Pienso lo mismo. —Mierda, mierda, mierda. Los habíamos perdido a los dos
y estaban malditos—. ¿Todos los demás están bien?

—Además de algunas heridas horribles, sí. Recuperándose bien.

—Gracias a los destinos.

—Pero tú… ¿Te acuerdas de algo?

Busqué en mi mente.

—Brillaba. —Bajé la mirada a mi mano—. Se detuvo.

—Y gracias a los destinos que lo hizo. No teníamos idea de qué era eso. Pero ese
tipo sombrío se llevó tu collar. Eres una cambiaformas de nuevo. 218
Palpé mis oídos, haciendo una mueca cuando me di cuenta de que ya no eran
puntiagudas.

—Mierda, Lachlan. Puede sentir el vínculo.

Ahora que estaba completamente despierta, también podía sentirlo. Me atraía


hacia él, haciendo que mi corazón se acelerara.

—Necesito llegar a mi taller secreto. Tengo que hacer otro.

—Puedes escabullirte por la ventana mientras lo mantengo alejado.

Puedo ir.

Ralph saltó a los pies de la cama.

—Gracias, Ralph.

Con dolor, me levanté de la cama.

Ralph corrió hacia la ventana y saltó al alféizar, empujándolo para abrirlo. La


costa está despejada.
—Me aseguraré de que Lachlan esté distraído —dijo Mac—. Solo dame unos
minutos.

Asentí, corriendo hacia mi tocador para ponerme unos jeans y una camiseta,
luego terminé el atuendo con botas. Unos minutos más tarde, Ralph y yo trepamos
por el árbol fuera de mi ventana. Ya echaba de menos mis malditas alas.

Tan rápido como pudimos, cruzamos la ciudad. Afortunadamente, llegamos a


mi taller sin problemas y no me tomó mucho tiempo crear la poción. Con cada
minuto que trabajaba, mi mente se aceleraba, repasando lo que había sucedido.

Todavía no tenía idea de lo que había querido decir el Artífice, pero algo había
cambiado en mí. Habían aparecido nuevos poderes salvajes y había dicho algo acerca
de que era como él.

Eso no está bien.

La mera idea me aterrorizó. No quería ser un monstruo como él.

Nos habíamos librado del problema de mi atacante y salvamos a Beatrix, pero


parecía que había abierto una caja de Pandora aún más grande.
219
Me concentraría en eso más tarde.

En este momento, necesitaba hacer este amuleto. Era lo único que se interponía
entre Lachlan y yo, nuestra principal línea de defensa contra el vínculo que ambos
luchábamos porque la poción que Mordaca le había dado estaba perdiendo su
efectividad.

Cuando terminé mi poción, encontré otro colgante. Era el último en mi


provisión, y tendría que comprar más, dado cómo iba mi suerte. Lo sumergí en la
poción, mirando con satisfacción cómo el brillo se atenuaba.

Estaba hecho.

Lo puse alrededor de mi cuello, esperando la ráfaga de magia.

Pero nada pasó.

Fruncí el ceño.

Hice la poción correctamente.

Todavía te pareces a ti. Dijo Ralph. Sin orejas puntiagudas. Y estás algo resplandeciente.
—¿Resplandeciente? —Miré hacia el espejo de la pared y vi el tenue brillo en mi
piel—. Mierda.

Mientras miraba, el amuleto se convirtió en polvo.

La sorpresa me quitó el aliento de los pulmones.

Fue la transición.

Eso es lo que dijo mi atacante. Tuve que pasar por una transición. Eso debe haber
sido lo que sucedió cuando la luz blanca explotó fuera de mí.

Tragué saliva. Santos destinos, tenía razón. Algo sobre la transición, sea lo que
sea que haya sido, estaba devorando la magia que solía esconderme como fae.

Parpadeé, mirando mi aturdido reflejo.

—Ya no puedo esconderme como fae. —Miré a Ralph—. ¿Que haré?

Hizo una mueca, retorciendo sus pequeñas patas. No lo sé.

Más importante aún, ¿qué haría Lachlan? 220


Ya no necesitaba esconder mi especie. La verdad sobre mí fue revelada. Claro,
me gustaban mis poderes fae, pero la razón principal por la que volví a usar el
amuleto era para suprimir el vínculo entre Lachlan y yo.

Ahora que no podía esconderme de eso…

Santos destinos.

—Tengo que ir a ver a Liora —dije.

Seguramente la maestra fabricante de pociones conocería una solución. Había


sabido cómo hacer la primera poción. Sabría cómo hacer otra.

Pero incluso mientras lo pensaba, sabía que era imposible. El recuerdo del
amuleto desintegrado alrededor de mi cuello lo dejó bastante claro. Nunca había
visto una magia tan fuerte.

—Solo necesito evitar a Lachlan —dije, el pánico haciendo que mi mente se


hiciera un lío—. Eso es todo. Fácil.

Um…
—Sí. Sé que no es un gran plan, pero es lo que tengo. Ahora vamos, tenemos
que volver a colarnos en mi torre.

Me volví y fui hacia la puerta, abriéndola.

Al otro lado, Lachlan estaba de pie, su mirada oscura por la preocupación. El


vínculo entre nosotros tiraba tan fuerte que me hizo jadear.

—Eve. —Me agarró por los hombros—. El vínculo. Es demasiado poderoso.

—Sí. Eh…

Mi ritmo cardíaco se disparó.

—Tienes que crear otro de esos amuletos. —Sus ojos ardían con calor—. No
puedo sentirme así.

Jadeé, sintiendo el tirón hacia él. El deseo brotando dentro de mí. Oh, destinos,
¿cómo íbamos a salir de esto?

—No puedo. —Me lamí los labios y su mirada bajó hacia ellos—. No puedo
hacer otro. Es imposible. 221
—Eve.

Respiró temblorosamente, sus ojos destellaron negros.

Fue solo por un segundo, pero fue claro como el día.

La maldición de la Luna Oscura.

El miedo me atravesó.

—Lachlan, tus ojos.

—Lo sé. —Se estremeció—. Tienes que huir, Eve. Corre.

Me aparté de él, con la piel helada. Sin mirar atrás, me deslicé alrededor de su
ancho cuerpo y salí corriendo del edificio como si mi vida dependiera de ello. Y tal
vez lo hacía.
¡Hola! Espero que hayas disfrutado de Wild Hunt. Si leíste la nota de la autora de
Darkest Moon, es posible que esté familiarizada con el hecho de que gran parte de
Ciudad del Gremio se basa en Sighișoara en Transilvania, el lugar de nacimiento de
Vlad el Empalador (inspiración para El Diablo de Darkvale, el héroe de la serie The
Rebel).

Este libro profundiza un poco más en la historia de Londres, gracias a mi autora


amiga C.N. Crawford. Ella sugirió usar los túneles de Clerkenwell para idea una de
mis historias y fue perfecto.

Los túneles son una serie de pasajes subterráneos debajo del vecindario de
Clerkenwell. La prisión que desempeñó un papel en el libro se basa en la verdadera
Casa de Detención en Clerkenwell, una prisión subterránea construida en 1847. El
río que Eve y Lachlan cruzan en el subsuelo es el río Fleet, uno de los ríos
subterráneos de Londres. Corre en el límite de Clerkenwell.

En la época medieval, se decía que los túneles eran utilizados por monjes que 222
visitaban a las monjas cercanas. En este caso, la entrada a los túneles estaba en un
monasterio, lo que intenté mostrar en el libro. Sin embargo, hice volar la imaginación
y fallé con la historia e hice que los túneles también fueran accesibles para un agujero
de sacerdote. No hay un ejemplo conocido de un sacerdocio que acceda a los túneles
(se usaron para un propósito diferente) pero eran tan increíbles que quería agregarlo.
En realidad, los agujeros de sacerdotes se usaron para ocultar a los sacerdotes
católicos durante el siglo XVI cuando estaban siendo perseguidos por su religión.

Eso es todo por la historia de este libro. Gracias por leer, y espero que te quedes
con Eve y Lachlan para saber más.
Mi compañero Alfa y yo nos estamos quedando sin tiempo.

En un mundo donde la magia es poder, debería considerarme bendecida. Estoy


llena de ella. Excepto que no tengo control sobre mi nueva magia, y no tengo idea de
223
lo que realmente soy. Todo lo que sé es que me estoy quedando sin tiempo antes de
que mi magia me haga pedazos.

Cuando una serie de robos revelan pistas sobre mi pasado, debo seguirlas.
Desafortunadamente, la única manera de salvarme es trabajar codo a codo con
Lachlan, el lobo Alfa que también es mi compañero.

La química entre nosotros es descabellada, pero si nos enamoramos, la


maldición de la Luna Oscura robará su cordura. El único problema es…
aparentemente no podemos resistirnos el uno al otro. Parece que estamos
condenados si lo hacemos, y estamos condenados si no.

Wolf Queen #3
Antes de convertirse en escritora, Linsey fue una arqueóloga que estudió los
naufragios en todo tipo de agua, desde los trópicos hasta los ríos fangosos (y tiene
una clara preferencia por uno sobre el otro). Después de una década de andar dando 224
vueltas en busca de cosas viejas, se dispuso a empezar a escribir sus propias novelas
de aventuras y está encantada de que a la gente parezca gustarle. Dado que la vida
es mejor con un poco (o mucha) magia, escribe fantasía urbana y romance
paranormal.

PUEDES ENCONTRAR A LINSEY EN:

Linsey@LinseyHall.com

www.LinseyHall.com

https://www.facebook.com/LinseyHallAuthor
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