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EVOLUCIÓN DE LA PINTURA RENACENTISTA EN ITALIA.

SIGLO XV:
MASACCIO, FRA ANGELICO PIERO DELLA FRANCESCA Y BOTICELLI
Evolución de la Pintura en el Quattrocento
El precedente fundamental hay que buscarlo en la figura del Giotto, el gran maestro del siglo
XIV.
Sigue siendo el fundamental el tema religioso, pero ahora tratado en ocasiones como si fuera
profano, junto con el mitológico, y como reflejo del individualismo de la época se generaliza el
retrato. El pintor del siglo XV está obsesionado sobre todo por la captación de la profundidad,
por la perspectiva, utilizando para conseguirla los paisajes y las arquitecturas.
Se busca la belleza idealizada, evidente sobre todo en los desnudos. Se estudia al hombre en
todos los aspectos, sobre todo en la representación de sus sentimientos.
FRA ANGELICO (C. 1400-1455)
Pintor y dominico italiano de principios del renacimiento que supo combinar la vida de fraile
dominico con la de pintor. Fue llamado Angélico por su temática religiosa, la serenidad de sus
obras y porque era un hombre de extraordinaria devoción. Se cree que comenzó su carrera
artística como iluminador de misales y otros libros religiosos. Después empezó a pintar retablos
y tablas. Su primera obra se encuentra poblada de figuras y fondos dorados, siguiendo la
tradición gótica.
 Fra Angelico, pintó numerosos frescos en el convento de San Marcos donde ya introdujo
plenamente algunas de las soluciones del renacimiento.
Combinó la elegancia decorativa del gótico, con el estilo más realista de maestros del
renacimiento como el pintor Masaccio y los escultores Ghiberti y Donatello, que trabajaban en
Florencia, y aplicó también las teorías sobre la perspectiva del tratadista Leon Battista Alberti.
Las expresiones de devoción en los rostros son muy logradas, así como la utilización del color
que consigue dar mayor intensidad emotiva a la obra. Su maestría en la creación de figuras
monumentales, en la representación del movimiento y en la capacidad para crear planos de
profundidad a través de la perspectiva lineal, lo confirman como uno de los pintores más
importantes del primer renacimiento. En el Museo del Prado de Madrid se conserva una de sus
obras más representativas: LA ANUNCIACIÓN, ejemplo perfecto de ese momento de
transición que representa Fra Angélico entre el gótico internacional y el renacimiento.
 

MASACCIO (1401-1428)
Pese a su breve carrera, es el iniciador de la nueva pintura y el primer autor íntegramente
renacentista. Conecta con Giotto en la corporeidad monumental de sus personajes,
modelados escultóricamente (las figuras ya no son siluetas planas recortadas sobre un fondo
sino que adquieren volumen, solidez); pero aporta una mayor habilidad para la anatomía y la
coordinación del movimiento de las figuras, evidente por ejemplo en los frescos de su obra más
importante, la CAPILLA BRANCACCI de Florencia, y sobre todo en la escena de
la EXPULSIÓN DEL PARAÍSO, donde además logra una veraz expresión del dolor.
La atención a la espacialidad es también esencial: así, en LA TRINIDAD (fresco de
Santa María Novella en Florencia), una arquitectura clásica en perspectiva lineal finge un
espacio ocupado por los personajes, Cristo crucificado sujetado por Dios padre bajo una bóveda
de cañón y en presencia de los donantes
Sus obras siguen teniendo un carácter esencialmente narrativo como se demuestra en
otra escena de la capilla Brancacci, el TRIBUTO DE LA MONEDA,  donde el milagro es
desplazado a un lateral teniendo como centro el mandato humano y divino a la vez de Jesús
hombre junto a sus discípulas, figuras todas ellas de gran volumen lo que, junto al paisaje del
fondo y las arquitecturas ya en perspectiva, conceden profundidad a la escena.

           
PIERO DELLA FRANCESCA (1420?-1492)
Artista natural de Umbría (entre Florencia y Roma), se enmarca también en la vertiente
experimentalista, matemática, del Quattrocento; y traslada sus experiencias a dos tratados
teóricos. Partiendo de la idea del ser humano como medida de todas las cosas, establece las
proporciones de sus arquitecturas en función de las humanas. Las matemáticas, la proporción y
la simetría regulan sus composiciones. Su obra supone sin duda la cumbre del Quattrocento,
consiguiendo armonizar lo científico y la claridad intelectual con la belleza de las formas y del
uso de la luz como elemento expresivo y simbólico.
Destaca por la quietud de sus figuras y la depuración o simplificación geométrica de sus
volúmenes y contornos, que las hacen parecer esculturas. Esta pureza de formas se fundamenta
en la imperante concepción neoplatónica: la belleza de la naturaleza se basa en la perfección de
las formas puras, pero además, ellas son el necesario reflejo visible de la belleza verdadera, la
espiritual e ideal.
La luz es también un aspecto muy singular; procede de la claridad de los propios colores
y es un elemento básico del ideal de belleza y proporciona a sus escenas un efecto casi mágico,
ideal. Estos valores destacan en obras como LA VIRGEN, LOS SANTOS Y FEDERICO DE
MONTEFELTRO.
Todo ello caracteriza su obra más ambiciosa, los FRESCOS DE LA HISTORIA DE
LA SANTA CRUZ, en San Francisco de Arezzo. En una de sus escenas, EL SUEÑO DE
CONSTANTINO, utiliza ya el claroscuro para crear un ambiente irreal y, a la vez, dotar de
volumen a sus figuras, convirtiéndose en un antecedente del claroscurismo posterior .
 
                 
En el RETRATO DE FEDERICO DE MONTEFELTRO, se representan al mecenas y a su
esposa de perfil, modelo de retrato típico de la efigie de las monedas del imperio romano y que
ahora en el Quattrocento se reinterpreta con la introducción del paisaje de fondo .
BOTTICELLI (HACIA 1445-1510)
La Florencia del último tercio del XV abandona la experimentación; así, Sandro
Botticelli no busca proezas técnicas, sino la gracia ideal y el lirismo de los personajes,
estilizados y de expresiones melancólicas. Destaca la calidad de su nítido dibujo, con
abundancia de líneas ondulantes en cabellos y vestimentas lo que, según algunos autores, parece
enlazarle con la pintura del “gótico internacional”. Esa perfecta simbiosis de elementos lo
convierten, para muchos, en el mejor pintor del Quattrocento.
En su obra religiosa hay desde vírgenes con niño hasta grandes frescos, sin olvidar los
temas patéticos de la última época. Pero lo más conocido son sus alegorías mitológicas de
carácter humanista, destinadas al selecto círculo de los Médici, pues sólo los iniciados en el
neoplatonismo podían acceder a sus significados. En su pintura busca la concordatio, la síntesis
entre la filosofía pagana, grecorromana, y la cristiana, de modo que el pensamiento de los
grandes filósofos de la Antigüedad, Platón y Aristóteles especialmente, no fue interpretado
como opuesto al cristiano sino como precursor. La escuela neoplatónica de Florencia, influye en
cómo Botticelli busca esta concordatio.
En el NACIMIENTO DE VENUS no le interesa el espacio, sino el desnudo femenino,
de belleza no sensual, pero dulce y misteriosa. Venus en el centro sobre una concha, flanqueada
a la izquierda por la pareja de Céfiros, y a la derecha, por una Hora (la Primavera). La diosa es
arrastrada a la orilla por los vientos (Céfiros), y las flores que arrojan indican la fecundación del
mar por el cielo.
 
En la ALEGORÍA DE LA PRIMAVERA contrapone los tipos de amor según el
neoplatonismo dividiendo la tabla en tres partes: el viento Céfiro rapta a la ninfa Clora, ninfa de
la tierra y de la castidad, que se ve transformada en Flora, que esparce flores anunciando la
Primavera y a los que sucede en el centro, como aislados, Venus y Cupido (cuando el viento, el
amor se une a la tierra, la castidad, surge la belleza y la primavera); a continuación, aparecen
danzando las tres gracias (cada Gracia personifica una cualidad: Cástitas, situada en el centro,
también es víctima del Amor que le provoca Cupido al apuntarle con una flecha encendida que
la herirá. Su aire triste y melancólico, semejante al de la tierra en invierno contrasta con su
hermana, Voluptas, a la izquierda con los cabellos sueltos y apasionada. Pulchritud es la más
comedida y exhibe su belleza con juicio, es decir, tiene la fuerza de Voluptas y la templanza de
Cástitas.) que culminan en Mercurio que con su caduceo dispersa las nubes, pues en el Jardín de
Venus ha de brillar siempre el sol.
En esta línea, Minerva con el centauro es una alegoría moral y política del buen juicio
de Lorenzo de Médici: la pasión y la fuerza bruta -el centauro- son dominadas por la razón.
En LA CALUMNIA, se reproduce la fábula pagana de Apeles. Esta obra se produjo después de
la caída de los Médicis, en plena época de la República.
Incluye diez figuras: a la derecha del espectador, el rey Midas, el Juez malo, es entronizado
entre la Sospecha y la Ignorancia, representadas como mujeres de rostros crispados que están
susurrándole malos consejos a sus orejas de asno. El trono está sobre un podio decorado con
relieves en grisalla. Ante este Juez se encuentra una figura masculina, con hábito de monje, en
quien se cree ver representado el Rencor (o la Envidia o la Ira) que conduce a una joven (la
Calumnia) a la que están adornando los cabellos la Envidia y el Fraude. La Calumnia,
indiferente a cuanto sucede, arrastra a la víctima, un hombre prácticamente desnudo que junta
las manos en ademán de pedir clemencia. A la izquierda está la Penitencia, vestida de negro con
ropa pesada y andrajosa, que se vuelve hacia la figura que está desnuda detrás de ella. Este
último personaje es la Verdad desnuda que resplandece, señalando al cielo con el dedo.

           
 
 
 

 
 

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