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Es innegable que la actividad profesional como tal, sea cual sea ésta, ocupa un lugar significativo en las
sociedades humanas y especialmente en las modernas, pudiendo llegar a decir que la preeminencia de
las clases profesionales -y especialmente las técnicas-, es una dimensión configuradora de las llamadas
sociedades postindustriales. Comenzaremos este apartado por tanto acercándonos a las profesiones
como hecho relevante en la estructuración y funcionamiento de la vida social, Recurriremos
consecuentemente a los estudios sociológicos sobre esta cuestión, aunque intentando mantener
siempre una perspectiva ética. Partiendo de la reflexión inaugurada por los maestros de la Sociología,
formularemos las características definitorias de la actividad profesional, para terminar, exponiendo
peculiaridades de la profesión de la ingeniería.
1. Es Max Weber quien con todo merecimiento ocupa un lugar significativo en la especulación de las
profesiones. Hace una primera y significativa definición de la profesión: "Es la actividad especializada y
permanente de un hombre que, normalmente, constituye para él una fuente de ingresos y, por tanto,
un fundamento económico seguro de su existencia". Y todo su trabajo reflexivo posterior merece ser
considerado básicamente por dos motivos. Por un lado, por destacar -en su obra La ética protestante y
el espíritu del capitalismo- el proceso de emancipación de las profesiones respecto de la religión, con la
consecuente aparición de una ética autónoma de las mismas. Por otra, por su intento -en Economía y
Sociedad- de ofrecer una criteriología que posibilite establecer diversas clasificaciones de las
profesiones. Finalmente, tampoco podemos olvidar sus ya antológicas conferencias sobre las
profesiones del político y del científico entendidas cono vocación.
2. También es obligatorio citar a H. Spencer con su Origen de las profesiones. En esta obra formula
varias ideas interesantes sobre nuestro tema Así, considera que las profesiones están dirigidas a
aumentar la vida, ejerciendo por tanto un servicio positivo a la sociedad en su conjunto. También
concluye que el origen y características de las profesiones las vincula históricamente al ámbito
eclesiástico. De este modo, Spencer plantea ya desde el comienzo dos tenas centrales del análisis
sociológico de las profesiones: su formación y su papel social, desde la clave del poder.
3. Por su parte, Emile Durkhei también aborda la problemática de las profesiones en sus conferencias
publicadas bajo el título Ética profesional y moral cívica. En ellas defiende la idea de la necesidad de
diversas éticas profesionales, acordes con los distintos ámbitos sociales -cada uno con sus
especificidades y particularidades- en los que se desarrolla la actividad. También subraya la necesidad de
la existencia de una moral si se quieren alcanzar los objetivos propios de cualquier actividad profesional,
pero defendiendo que esta reglamentación moral no puede venir del Estado -que se limita a elaborar
leyes jurídicas- sino de los propios profesionales agrupados en comunidad. Esta dimensión colectiva de
la profesión, la vinculación de cada profesional con los otros miembros de su grupo, es la que posibilita
que cada uno de ellos no actúe por egoísmo e interés personal, sino por el bien de la sociedad en su
conjunto.
4. En el estudio sociológico de las profesiones, al igual que en la vida cotidiana, también se han
producido divergencias y valoraciones encontradas respecto a su objeto de investigación. Asi, por
ejemplo y tomando como referencia dos autores ineludibles, mientras Talcote Parsons -profundo
estudioso de las profesiones en la sociedad norteamericana- tiene una visión muy positiva y optimista
de las mismas, Ivan Illich arremete contra las profesiones por su poder hegemónico en las sociedades
modernas. Si para unos las profesiones son expresión de racionalidad, universalismo e interés general,
para otros no representan sino el monopolio, el elitismo y el privilegio.
Un primer acercamiento a la sociología de las profesiones procede del análisis del uso que del término
se hace. Según N. Elías (Fernández y Hortal, 24), podemos distinguir tres niveles del mismo:
-El primero, más antiguo y restricto, es el de aplicado exclusivamente a las profesiones clásicas, a las
primeras ocupaciones no manuales ni comerciales- que posibilitaron a la gente medios dignos de
subsistencia, como es el caso de los médicos, abogados, e incluso anteriormente, sacerdotes o militares.
-El segundo, posterior y más amplio, que extendió el término a quienes tras un intenso periodo de
formación superior específica se dedican a la actividad para la que se han preparado, así economistas,
ingenieros, arquitectos, etc.
-El tercero, el más actual y general, extiende el uso de la palabra a toda actividad laboral que requiere
una preparación específica, aunque no tenga rango universitario, tras la que se obtiene un título que
capacita para el ejercicio de dicha actividad, por ejemplo, fontaneros, mecánicos, fisioterapeutas, etc.
EI hecho mismo de constatar esta progresiva ampliación del uso de la palabra "profesional" nos
manifiesta el prestigio social, el reconocimiento o valor positivo que se le supone a la profesión como
tal, hasta el punto de que toda actividad laboral quiere ser considerada como una profesión. Como dice
Victoria Camps: "La nuestra es una sociedad de profesionales. El trabajo bien hecho y, sobre todo,
exitoso, con marcas externas de prosperidad es el fin de la praxis, la actividad que vale por ella misma. Y
ciertamente es así; lo que nuestro mundo reconoce, elogia y aplaude unánimemente es el éxito que
confirma la profesionalidad (Camps, 91).
Mejor que hacer una definición cerradas del término profesión parece más adecuado, siguiendo a
González Anleo (Fernández y Hortal, 26-39), hacer una descripción de diversos rasgos o notas que la
caracterizan. Así se puede decir que la profesión es:
e) Demanda un amplio campo de autonomía, tanto personal como del colectivo en su conjunto, cuyo
correlato es la asunción de las responsabilidades inherentes al desarrollo de la actividad.
Teniendo en cuenta todas estas características, se puede hablar, con Wilensky (Martín-Moreno) y de
Miguel, 25ss.) de un proceso de “profesionalización”, de adquisición progresiva por parte de alguna
actividad humana de la condición de profesión. Los sucesivos pasos en esta evolución serían los
siguientes: primero, la ocupación en cuestión se convierte en una actividad con plena dedicación; a
continuación, demanda unos conocimientos específicos en un centro especializado (que termina siendo
habitualmente una Escuela Superior o Universidad); posteriormente se constituye una asociación
profesional que abarca a quienes desarrollan la ocupación y han pasado previamente por el proceso
formativo requerido; luego será esta misma organización profesional quien sucesivamente se encargue
de obtener una regulación por ley de su actividad y por último, la redacción de un código ético o de
conducta.
En primer lugar, habría que hablar de los cambios producidos en un contexto más amplio que el de las
profesiones, el del paradigma laboral en su conjunto, que necesariamente afecta también al profesional.
Se puede decir que en gran medida el trabajo como fin en sí mismo ha desaparecido, se ha
transformado en una realidad meramente instrumental, en un medio necesario, pero medio en
definitiva, para la consecución de otros fines. Consecuentemente también se puede apreciar una
mutación de la moral del trabajo, que en palabras de Marzal (Fernández y Hortal, 36) transita desde su
consideración “como ethos, como tensión, como deber-ser normativo, a una moral como mores, como
aceptación sumisa de lo que se hace y lo que se es”.
- La aparición masiva de la figura del “paraprofesional”: interino, sustituto o ayudante del profesional,
en permanente precariedad.
- El creciente papel que los condicionamientos económicos, sociales y laborales tienen sobre la actividad
profesional, en detrimento de la dimensión más subjetiva que subyace a la perspectiva vocacional.
Todos estos aspectos y otros muchos más que se puedan argüir modifican notablemente el paradigma
tradicional de la profesión, pero no parece que lleven tanto a la desaparición de las profesiones como a
su perpetuación a través de una permanente adaptación a las nuevas circunstancias sociales.
• Por una parte, nos encontramos la dimensión del bien, de la búsqueda de la felicidad, alcanzable
mediante el desarrollo de determinadas conductas basadas en la ampliación de unas actitudes que
reciben el nombre de virtudes. En esta perspectiva se mueven las corrientes éticas llamadas
teleológicas, que tiene en Aristóteles a su más ilustre representante clásico.
• Por otra, la dimensión del cumplimiento del deber, de la justicia del establecimiento de
procedimientos, de formalidades que posibilitan la promulgación de normas correctas. En esta
perspectiva se mueven las éticas deontológicas, que deben gran parte de su fuerza teórica a Kant.
Si trasladamos esta distinción al ámbito de las profesiones podemos hablar de la existencia tanto de una
ética como de una deontología profesional. La primera se centraría sobre todo en perfilar y definir el
bien de una determinada profesión (no solo el personal del propio profesional sino especialmente su
aportación al bien social o bien común), mientras que segunda se ocuparía de las obligaciones propias
de dicha actividad.
Dicho en unas categorías que han hecho fortuna en la terminología ética contemporánea: La ética
profesional sería la expresión de as diversas y plurales éticas de máximos existentes en todos y cada uno
de los profesionales de una determinada especialidad, mientras que la deontología expresaría la ética de
mínimos que todas las profesiones comparten y están obligadas a cumplir a pesar de sus diferencias.
La ética profesional, en cuanto versión de una moral aplicada requiere de la ética civil como marco de
referencia. Hacerlo así posibilita, por un lado, reconocer y articular unos mínimos morales comunes y la
diversidad de opciones de vida feliz en el contexto de las sociedades pluralistas actuales, con su
correspondiente reflejo en el ámbito profesional. Por otro, la ética fundamenta la pretensión de la ética
profesional al tiempo que se realiza también efectivamente a través de ella (Lozano, 71-74).
Nuestra apuesta por una concepción de ética profesional "integral" supone no solamente, incorpora la
dimensión deontológica la teleológica, sino también poner en relación todas las concepciones éticas
formuladas en la ya larga tradición de la filosofía moral y práctica, buscando una tensión fructífera entre
sus distintos acentos y preocupaciones.
Fruto de este trabajo, que progresivamente va desarrollando, no tanto desde planteamientos generales
como a partir de las reflexiones surgidas en algunos ámbitos profesionales concretos- especialmente la
bioética y la ética de los negocios- van formulándose propuestas de principios de ética profesional que
gozan de un status reconocido y consolidado.
¿Cuáles serían los principios rectores de la ética profesional a la que nos estamos refiriendo?
Inspirándonos en la brillante exposición de Diego Gracia, que retoma creativamente propuestas
anteriores, podríamos formular los principios de:
Beneficencia
Autonomía
Justicia
Responsabilidad
Los principios son las señales que nos indican por donde conducimos en el actuar concreto, pueden
definir como imperativos categóricos formales que expresan como se defiende el valor supremo.
Imperativo, se refiere a un mandato, según Kant es una ley obligatoria en materia de moral "Obra de tal
modo que tu actuar se pueda convertir en ley universal". Formales: se refieren a las formas, no se
refieren a situaciones concretas, sino generales de todo tiempo y espacio que luego deben discernirse
en cada caso particular.
Principio de Beneficencia
Bene-ficencia: hacer el bien, su raíz principal se encuentra en el principio de la ética médica antigua
primun non nocere. Este principio nos indica entonces el imperativo del hacer el bien a todos, donde el
principio de no perjudicar sería una parte del anterior, no así en el actuar concreto. Ej. Correr un riego
para evitar que otro no sea dañado. Se pueden identificar tres niveles de obligatoriedad:
1. Nivel Básico, debe hacer el bien al menos no causando mal: Se refiere a todo ser humano y con más
razón a un profesional. Cuando alguien recurre a un profesional tiene el derecho a exigirle que por lo
menos no ser perjudicado por su actuar, o la reputación.
2. Nivel Profesicional, debe hacer el bien ayudando a solucionar determinadas necesidades humanas: El
profesional responde a un requerimiento particular con los conocimientos que le ha dado la sociedad.
3. Nivel Universal, debe hacer e bien a toda la persona: Se refiere a la totalidad de la persona esto es su
conciencia, Su autonomía, y su comunitariedad.
El deber de una persona X de hacer el bien a alguien Y se establece, para los autores personalistas,
siempre que:
a. Si Y está en situación tal que corre el riesgo de sufrir una importante carencia o dañe, sino se
modifica esa circunstancia.
b. Si la acción de X es necesaria para evitar esa carencia o daño.
c. Si es probable que la acción que X está en condiciones de hacer evite esa carencia o daño.
d. Si la acción de X no lo perjudica.
e. Si los beneficios de Y superan ampliamente los perjuicios que X pueda sufrir.
Esto le implica analizar no solo la forma, hacer positivamente el bien, sino analizar costos y beneficios
los cuales deben resolverse en cada situación.
Esto último establece el límite entre lo heroico y deber ético. Donde lo heroico nunca es una obligación,
pero las diferencias entre una v las otras no son del todo claras, debemos ser muy críticos respecto a
nuestras actitudes para poder en cada caso discernir los límites y diferencias.
EI Paternalismo
Se entiende por paternalismo en ética profesional a aquellas acciones que se realizan sin el
consentimiento de del implicado, para maximizar el bien y evitar el perjuicio de la propia persona o de
terceros.
Ahora bien, ocultar infamación o tomar una decisión inconsulta contradice los principios de respeto por
la autonomía y liberta d. Por otra parte, existen circunstancias en las cuales la decisión del cliente pudo
ir contra sí mismo, en el caso de optar o contar con su propia decisión.
Autores como Feinbert, J (The problem of personhood) plantean la existencia de un paternalismo débil y
un paternalismo fuerte, en el primer caso se consideraría las circunstancias y se aplicaría en aquellos
casos en que específicamente la persona implicada a perdido auton omía por un estado de alteracióno
disminución de sus capacidades donde su expresión de decisión no represen una opción libre y
autónoma.
El patermalismo fuerte se refiere a los casos en los cuales el profesional opta con sus
propios criterios de bien si estos no coinciden con los del implicado, o también en los
afectada.
Principio de Autonomía
Según Kant es la capacidad del sujeto de gobernarse por una norma que el mismo
acepta como tal sin coerción externa. Por el hecho de autogobernarse el hombre es
siempre un fin, por otra parte todas las acciones de este debe poderse considerar ley
universal lo que aleja esta posición deontológico de las visiones intimistas. Esta
aptitud esencial del ser humano es la raíz del derecho a se respetado en las
decisiones que una persona toma sobre sí misma sin perjudicar a otros.
subjetiva.
En nuestro actuar profesional el respetar las decisiones del otro significa obtener
Biothics) considera que la autoridad para las acciones que implican al otro se derivan
del mutuo consentimiento de ambos. Este autor formula la máxima: "no hagan a
otros lo que no se harían a sí mismos, y haz por ellos lo que en ellos te has puesto
de acuerdo en hacer".