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Facultad de Humanidades.

Gestión Sociocultural para el Desarrollo.

Asignatura: Políticas Sociales

Tema II: Profesionalización en Políticas Sociales.

Alumno: Dayana Quesada Gonzáles.

2021

¨Año 63 de la Revolución¨
INTRODUCCIÓN

Desde diversas miradas la sociología ha reflexionado sobre las profesiones. El


funcionalismo ha puesto el énfasis en éstas como mecanismos de regulación de
una relación asimétrica entre expertos y clientes, mientras que el estructuralismo,
por su parte, ha contemplado a las profesiones como muestras de una forma de
control de quienes detentaban una determinada ocupación1.

Se entiende a una profesión como un “conjunto de formas históricas concretas


que establecen vínculos estructurales entre niveles de educación formal
relativamente altos y posiciones y/o recompensas en la división social del trabajo
relativamente deseables” (Sarfatti Larson, 1989:209).

La profesionalización de un determinado espacio es un proceso progresivo


(determinado por el contexto cultural, histórico y político-institucional) en el cual
se da la emergencia y transformación de ciertas funciones y actividades
específicas en espacios profesionales que presuponen una formación
delimitadas caracterizados por el uso de competencias, niveles de autonomía y
prestigio determinados (Hofstetter et al., 2009)2.

La profesionalización del Trabajo Social, en tanto trabajo especializado,


legitimado y reglamentado socialmente, ha incidido al interior del colectivo
profesional generando conciencia y responsabilidad acerca de los nuevos
requerimientos del mercado de trabajo y de las condiciones de desempeño de la
intervención profesional en amplias franjas de trabajadores sociales, sobre todo
los más jóvenes.

En este proceso hay una acumulación positiva en cuanto a las estrategias de


capacitación diseñadas por y para los profesionales del Trabajo Social
(implementación de programas en los centros de formación y la necesidad y
búsqueda de capacitación permanente de los profesionales en ejercicio), como
respuesta a la imperiosa necesidad de develar los trazos fundamentales que

1
Véase el desarrollo histórico que realiza González Leandri (1999).
2
Estos investigadores están a cargo de un reconocido grupo de investigación de la Universidad de
Ginebra, vinculado con la historia y la profesionalización del campo de las Ciencias de la Educación.
Ninguno de sus textos ha sido aún traducido al español. Aquí se ponen a disposición algunos de sus
abordajes centrales. Todas las traducciones de los textos expuestos aquí (originalmente en francés e
inglés) son propias.
determinan el trabajo profesional, ya que la intervención se realiza en un campo
de tensión permanente que implica la violación de los derechos de los sujetos y
el intento de reparación de la misma.

En esta situación, los requerimientos teóricos vinculados al método para


organizar una adecuada intervención profesional, configuran un campo concreto
de preocupaciones, así también, la reserva teórica que nos posibilita realizar un
análisis exhaustivo de la situación y fundamentalmente el conocimiento sobre el
andamiaje jurídico que asiste a las personas con las que trabajamos, que junto
al dominio de información sobre los recursos materiales disponibles en las
diferentes instituciones, y sus cambiantes mecanismos de acceso, nos coloca
cotidianamente en el acto creativo de integrar en una única intervención los
fragmentos de las prestaciones estatales, pretendiendo superar la focalización
de las mismas en un conjunto asistencial, como intención de respuesta integral
a la demanda planteada.
DESARROLLO

En las sociedades contemporáneas existe una tendencia general entre


diferentes ocupaciones por alcanzar un estatus profesional. Sin embargo, son
pocas las ocupaciones que lo logran. Quizás no haya en el mundo más de unas
30 ocupaciones plenamente profesionalizadas. Algunas de estas profesiones
han estado sólidamente establecidas desde la Edad Media, tales como el
Derecho, la Clerecía, la enseñanza universitaria y en cierta medida la Medicina.
Durante la época del Renacimiento y posteriormente a ella, surgieron carreras
profesionales militares para los miembros de la aristocracia desposeída. 3

La profesionalización de cualquier ocupación involucra algunos procesos y


efectos específicos. Significa, por una parte, que el grupo profesional se
esforzará por controlar el trabajo que se lleve a cabo dentro del área de
competencia que le corresponda. Implica, por otra parte, que las relaciones entre
el profesional y las personas a quienes sirve, cambian; y que las decisiones
sobre los métodos adecuados para proveer servicios y para dirigir el desarrollo
posterior de la práctica profesional serán delegadas por la sociedad mayor a las
asociaciones y a las escuelas profesionales.

Implica que la ocupación en cuestión asume un cierto estatus dentro de la


jerarquía de las profesiones, lo cual ocurre bajo la influencia de la imagen popular
–muchas veces estereotipada– que se tenga del profesional, así como de la
remuneración económica que le haya correspondido hasta entonces. Casi
siempre el proceso de profesionalización implica, además, una serie de
obligaciones éticas que son autoimpuestas por el mismo grupo ocupacional. Por
último, en el proceso surgen disputas de orden jurídico con las profesiones afines
sobre las áreas de competencia respectivas.4

Existe un proceso típico por el cual las ocupaciones han pasado para llegar a la
profesionalización: se empieza a hacer de tiempo completo el trabajo respectivo,
se establece una jurisdicción, los primeros maestros de la técnica o los primeros
promotores del movimiento se preocupan de los estándares de entrenamiento y

3
VAGTS, A. The History of Militarism. Ed. Rev. Greenwich: Meridian Books, 1959, pp. 43-54. Cf.
JANOWITZ, M. The Professional Soldier. Glencoe, Illinois: Free Press, 1960.
4
WILENSKY, Harold L. y LEBEAUX, Charles N. Industrial Sociality and Social Welfare. New York: Russell
Sage Foundation, 1958, pp. 283-284.
práctica y establecen una escuela para ese entrenamiento. Esta escuela, si no
se inicia dentro de una universidad, comienza a hacer conexiones académicas
en dos o tres décadas; los maestros y activistas de la ocupación luego
promueven organizaciones más efectivas, primero a escala local y luego
nacional. Hacia el final del proceso, aparece la protección legal para el monopolio
de la habilidad; al final, se acoge un código formal de ética.

Obviamente, pueden ocurrir desviaciones en esta secuencia de acontecimientos.


En parte, estas desviaciones se explican por la búsqueda de estatus y de poder,
elementos comunes a todas las ocupaciones. Las profesiones más nuevas y
marginadas adoptan con frecuencia nuevos títulos, anuncian códigos de ética
elaborados, o establecen organizaciones nacionales mucho antes de tener una
base institucional o técnica. Además, la situación táctica y estratégica de una
ocupación, nueva o vieja, puede exigir una protección legal anticipada,
cualquiera que sea el desarrollo de la técnica, el entrenamiento o la asociación.

Cualquier consideración que se haga sobre los problemas del bienestar social,
sobre los procesos de desarrollo y cambio social, y sobre las agencias y
programas establecidos para dar soluciones en este campo, necesariamente nos
conduce al problema del personal encargado de estos programas y servicios
sociales, por lo tanto, la profesionalización del trabajo social es uno de los hechos
más importantes en los países subdesarrollados.

La profesionalización supone cierta racionalidad, un saber ser y saber hacer


académico con códigos precisos que establecen marcos de inclusión y exclusión
de los sujetos de la comunidad: la competencia, la evaluación, la publicación, la
censura y la autonomía se encuentran atravesadas por esta racionalidad
académica5. Parte de esa racionalidad procura el control sobre el acceso a las
titulaciones y la contienda por el monopolio vinculado con el ingreso y la
protección de un mercado, conformándose en cierta manera como gobiernos

5
En espacios que gozan de menor autonomía los límites de evaluación, de elección, de percepción y de
acción serán más difusos, dada la permeabilidad del campo a los factores externos (mercado, Estado,
agentes de otras disciplinas, etc.)
privados frente al exterior, pero sin dejar de estar vinculadas con la sociedad y
sus demandas6.

Como se sabe, para la institucionalización de un determinado saber es central el


consenso científico: una profesión no es la sumatoria de nombres propios
asociados sino, y, en primer lugar, un nombre colectivo. Ese sostenimiento
corporativo, esa defensa, no es personal (en caso de serlo sería endeble, y no
representativa del todo) y pende de la aprobación comunitaria que cada campo
logra —a través de los procesos de socialización— y que, a su vez, estribará en
las lógicas de jerarquización ad intra del campo.

Es en el ámbito de las políticas sociales, con su ya clásica definición de sus


funciones de reproducción de la fuerza de trabajo y legitimación política, como
expresión de la existencia de intereses antagónicos de las clases en la sociedad
capitalista, donde encontramos también la posibilidad de aportar críticamente
para la consolidación de un proyecto societal que represente los intereses de los
trabajadores. En este intento, sabemos también se va quizá nuestra razón
sociohistórica de existencia.

He aquí la gran contradicción: a la vez que proclamamos con orgullo la


profesionalización y el reconocimiento de nuestra profesión, en un estado
manifiesto de conciencia crítica sobre el orden social vigente, también y como
expresión del mismo estado de conciencia, trabajamos en el sentido de la
instalación de nuevas condiciones sociales que esfumen nuestros logros
profesionales coyunturales. Vale decir, apostamos al establecimiento de un
orden social, en el que no resulte necesario emplear tiempo de trabajo y
capacidades técnicas especiales para “equilibrar las desigualdades sociales”.

Contradicción, que, en el campo cotidiano de trabajo, nos mantiene en estado


de alerta y nos permite plasmar, en clave de proyectos institucionales e
interdisciplinares, el conjunto de actividades dispersas y en ocasiones aisladas
en el concierto de las actuales necesidades sociales, procurando de este modo,
revelar la dimensión política del hacer profesional.

6
“Los usuarios son, en efecto, un elemento fundamental en el desarrollo de las profesiones, dado que
determinan en una medida importante su organización y estrategias” (González Leandri, 1999:62).
El actual ordenamiento social, no da lugar siquiera a la posibilidad de promover
cierto sentimiento de consuelo integracionista que en otros momentos la
organización e intervención del Estado propició. Esto nos revela la necesidad de
ligar el proyecto profesional al proyecto societal que contenga en su devenir la
organización de los trabajadores en búsqueda del dominio de sus intereses de
clase.

De tal manera, la profesionalización fue lentamente consolidándose como


proceso estructurante de la nueva sociedad del siglo XX, es decir, como uno de
sus más importantes principios de organización social. Cobró así crucial
importancia una estrategia diferente: «la carrera profesional», que se había ido
estableciendo de manera lenta durante el siglo XIX, con su énfasis en el estatus
y en una peculiar forma de «competencia» tanto por la atención de recursos
materiales como simbólicos (González Leandri, 1999, p. 11).

Es de gran importancia la Profesionalización para las Políticas Sociales ya que


precisa de un despliegue y una estructuración que permitan la consolidación de
instituciones que promuevan relaciones y prácticas de investigación y desarrollo,
conformando una carrera profesional con posiciones claras que sean el resultado
de la acumulación de capital científico puro, así como de aportes e innovaciones
hechos en los distintos campos, tanto sociales, científicos, etc.

El grado de profesionalización se mide no solo por el grado de éxito que se tenga


en comprobar la existencia de una competencia técnica exclusiva, sino también
por el grado en que exista la adhesión al ideal de servicio y a las normas de
conducta profesional que lo apoyan.

Para establecer una comparación entre Profesión y Disciplina, debemos tener


en cuenta, a la disciplina científica como la sociología o la psicología; la
profesión, como la práctica de la psicología clínica, la sociología aplicada a la
industria, o el trabajo social.

El vínculo entre disciplina y profesión puede ser descripto como la


reconceptualización moderna de la relación tradicional entre teoría y práctica.
Esta relación es uno de los problemas centrales dentro de las Ciencias de la
Educación (Kiener, 2002:83)
Una ciencia, en contraste con una profesión, no tiene propiamente una clientela;
su clientela es, en último término, toda la sociedad. El público principal para un
científico en países en donde existe una fuerte corriente científica, está
constituido por los demás científicos, los únicos en capacidad de juzgar la
competencia de su colega.

Es posible afirmar que la búsqueda desinteresada de la verdad es para el


científico el equivalente funcional del ideal de servicio técnico del profesional; y
que si una disciplina científica cuenta con un número sustancial de sus miembros
comprometidos plenamente en trabajos aplicados (así sea con fines de
investigación), se alcanzan los requisitos de una profesión. Es en este sentido
que sería posible hablar de la sociología, o de la psicología, o de la antropología,
como profesiones, especialmente en los países que están en vías de desarrollo,
como el nuestro.

El proceso de disciplinarización se hace visible a través de la evolución de las


instituciones y los límites disciplinares bajo la presión de las demandas sociales
(político-administrativas)
CONCLUSIONES

El Trabajo Social es ante todo una profesión, que surgió como una práctica
concreta en respuesta a una demanda social que requería de una intervención
especializada en relación a determinados problemas sociales y con el correr de
los años y el logro de un capital propio, los puestos de trabajo que ha logrado
acumular. Hablamos de una profesión con una estructura metodológica
específica, que utiliza en su intervención en la realidad instrumentos y
procedimientos particulares con el fin de dar respuesta a las situaciones
problemáticas que debe enfrentar cotidianamente.

El trabajo social tiene una base institucional bastante sólida para exigir su puesto
entre las profesiones, sus escuelas y facultades, sus asociaciones profesionales,
la protección legal que está en proceso de adquirir próximamente son elementos
de tipo institucional que indican que ciertamente ha habido un proceso de
profesionalización.

Es evidente que el proceso de profesionalización del trabajo social se ha iniciado


y lleva recorrido un largo trecho. Sin embargo, urge la reflexión que los mismos
trabajadores sociales puedan hacer sobre este proceso y sobre las metas que
debe alcanzar en el futuro.
BIBLIOGRAFÍA

Trabajo Social No. 8, (2006) páginas 37-44 © Revista del Departamento de


Trabajo Social, Facultad de Ciencias Humanas, Universidad Nacional de
Colombia.

Bourdieu, P. (2000a). El campo científico en ¨Los usos sociales de la Ciencia¨.


Buenos Aires: Nueva Visión.

(2000b). “Los usos sociales de ciencia. Por una sociología clínica del campo
científico” en Los usos sociales de la Ciencia. Buenos Aires, Nueva Visión.

(2003). El oficio de científico: ciencia de la ciencia y reflexividad. Curso del


Collége de France 2000-2001. Barcelona: Anagrama.

WILENSKY, Harold L. “The professionalization of everyone?”. En: The American


Journal of Sociology, LXX, 2 (Sep. 1964).

WRIGHT-MILLS, C., White Collar. New York: Oxford University Press, 1956.

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