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Las profesiones como fenómeno social

Rafael M. De Gasperín Gasperín


Susana M. Patiño González

Introducción:
Iniciamos este capítulo presentando un sucinto análisis de Las profesiones desde la
perspectiva histórica. Esta exploración nos permitirá comprender el surgimiento de las
profesiones como un fenómeno que responde a necesidades sociales muy particulares
caracterizándolas mediante un conjunto de elementos que harán posible diferenciarlas de
otras actividades humanas. Este breve análisis histórico nos llevará a plantear un
paradigma renovado de las profesiones en el cual se propone la articulación del desarrollo
personal con el compromiso social.
Un segundo aspecto a revisar es la relación que se establece entre las profesiones
del área humanística y las del área científica. Bajo el título Caracterización de las
profesiones: objetos de estudio y ámbito de aplicación se hace una discusión acerca del
distanciamiento que usualmente encontramos entre estas áreas, y se aborda la
clasificación del conocimiento a través del tiempo, en el marco de la cultura occidental
En el tercer apartado La dimensión ética y social de las profesiones, haremos una
reflexión acerca del significado de ejercer la profesión en nuestros días. Veremos que las
profesiones se legitiman socialmente en la medida en que sirvan a fines que se consideren
socialmente deseables para una vida buena y para una convivencia justa. En el marco de
la ética cívica, analizaremos los valores fundamentales de la actividad profesional y se
analizará el valor del profesionista en razón del el servicio que presta al conjunto social,
es decir, en razón de la consecución de los bienes internos que representa su profesión.
Discutiremos que cuando el profesionista sólo persigue los bienes externos es decir,
cuando utiliza sus capacidades técnicas exclusivamente para servirse a sí mismo
aprovechando la posición de privilegio y el poder que su conocimiento o expertise le
confieren, estamos ante una desvirtuación o forma corrupta de ejercer la profesión.
El auténtico valor del profesionista no está en la mera distinción que representa el
hecho de ser un especialista, que en nuestro país corresponde a un porcentaje muy bajo
con respecto a la población en general. Esta posición que lo coloca “por arriba” o
2

“aparte” de los demás, sólo adquiere sentido y valor en la medida en lo que la sociedad
obtenga y reciba los beneficios del quehacer responsable del profesionista. En pocas
palabras, los profesionistas se deben a la sociedad y no a la inversa.
De lo anterior se desprende que la persona que ejerce una profesión está
necesariamente obligada a desarrollar una serie de capacidades éticas y a desplegar
ciertas cualidades morales que regulen el poder social que representa dada su calidad de
especialista o experto. En el apartado Competencias éticas y recursos morales del
profesionista haremos una revisión de estas exigencias reiterando que el valor del
profesionista no sólo está determinado por su competencia técnica, sino por la justicia y
el bien social que procure mediante el ejercicio de su profesión. No obstante la justicia y
el bien social no se logran con buenas intenciones sino que requieren del respaldado de
ciertas virtudes que el profesionista ha de desplegar en su actuación cotidiana.
Estas competencias permitirán mantenerse a la altura de las exigencias éticas que
suponen los aspectos de confidencialidad, lealtad, integridad, y prudencialidad en el
quehacer del profesionista. Permiten entender a cabalidad el significado profundo de la
expresión “honorarios profesionales” y analizar las condiciones o criterios bajo los cuales
se pueda determinar que dichos emolumentos se correspondan con el ideal de justicia; en
otras palabras se trata de reflexionar sobre las preguntas: ¿cuál es el monto o cantidad
justa que se debe cobrar por los servicios profesionales?, ¿será éticamente correcto que
los honorarios profesionales estén determinados por la ley de oferta y demanda?, ¿cómo
podría justificarse lo anterior? Estas cuestiones suponen, sin lugar a dudas, aspectos que
se relacionan con las competencias éticas y con el uso de la sabiduría práctica como
camino para abordar y resolver los problemas éticos y morales en el ejercicio de la
profesión.
Por último, en el quinto apartado, analizaremos La responsividad ética en el
marco de las profesiones. Esta perspectiva supone una novedad de reciente inclusión en
la discusión ética del contexto latinoamericano. La añadimos en este capítulo con la
convicción de que las tensiones entre la aspiración de una ética personal y la exigencia
que demanda una ética social ante las problemáticas de un entorno como el nuestro,
pueden encontrar apoyo teórico en una noción como la de responsividad ética.
Consideramos que conviene a los profesionistas, tanto los titulados como los que están a
3

punto de lograrlo, se familiaricen con esta noción y puedan recurrir a esta idea cuando se
encuentren enfrentados con situaciones que demandan responder con auténtico
compromiso ético.

1. Las profesiones desde la perspectiva histórica.


La palabra profesión la define el diccionario de la Real Academia de la Lengua en varias
acepciones. La primera de ellas es desde su origen del latín: professĭo-ōnis que significa
acción y efecto de profesar1. Por profesión se entiende una ceremonia en la que alguien
profesa algo, pero asimismo se refiere al empleo, facultad u oficio que alguien ejerce y
por el cual percibe una retribución. El diccionario también se refiere a la profesión como
[hacer ~ de] costumbre o habilidad de la que puede jactarse alguien.
En el transcurso de la historia estas acepciones han llevado a variadas
interpretaciones del concepto de profesión en su aplicación práctica. Estas
interpretaciones van desde la profesión como una voz interior ―a la que conocemos o
denominamos también como vocación―, pasando por la profesión como una forma de
expresar convicciones, creencias e ideologías2, hasta una conceptualización de las
profesiones como desarrollo de competencias personales y sociales que se asocian con
prestigio social y éxito económico. Hacemos notar que el uso de los vocablos asociados
con el término de profesión, así como con el verbo profesar, han estado íntimamente
relacionados con los contextos histórico-evolutivos de las sociedades.
Para entender este desarrollo histórico-social iniciaremos por la noción de la
profesión como vocación. “La vocación es la trascripción de vocatio y proviene de vox,
voz, que significa palabra. De modo que vocación significa el llamado que se efectúa por
la palabra, es decir, por la voz. La vocación expresa el acto de advocare, es decir, se trata

1
Profesar significa: 1) Ejercer una ciencia, un arte, un oficio, etc; 2) Enseñar una ciencia o un arte. 3)
Ejercer algo con inclinación voluntaria y continuación en ello. Profesar amistad, el mahometismo. 4)
Creer, confesar. Profesar un principio, una doctrina, una religión. 5) Sentir algún afecto, inclinación o
interés, y perseverar voluntariamente en ellos. Profesar cariño, odio .6) En una orden religiosa, obligarse a
cumplir los votos propios de su instituto.
2
Así tenemos que en el ámbito religioso nos referimos por ejemplo al shahāda (‫)ةداهشلا‬, como la profesión
en la fe islámica; al Iudaeus, en latín y yĕhūdī en hebreo, para referirnos a la profesión de la fe judaica; el
Credo nos remite a la profesión de fe de los cristianos católicos; el Drama como la profesión de los
budistas, para mencionar algunos ejemplos.
4

de ad-vocación por la palabra”3. Así la vocación sería la palabra nacida desde el interior
de cada ser humano como un llamado que convoca o invita a ir hacia una dirección. Se
desprende de esta interpretación, que quien que tiene vocación es aquél que ha recibido
un llamado proveniente de una voz que emana desde la conciencia de cada cual.
Siguiendo con la analogía del llamado, tenemos que éste puede “escucharse” como un
susurro o como un grito; como una invitación o como una exigencia, dependiendo de la
persona y la conciencia de cada quien. Pero en términos generales el seguimiento de una
vocación se entiende como un asunto opcional y personal.
Pero la noción de vocación queda limitada cuando se aplica a ciertos contextos.
Por ejemplo Tocqueville nos dice: “En los pueblos democráticos donde no hay riquezas
hereditarias, cada uno trabaja para vivir, o ha trabajado o ha nacido de personas que han
trabajado”4. En esta descripción que corresponde al pragmatismo de los Estados Unidos
durante la primera mitad del siglo XIX, la actividad humana aparece ligada al trabajo
con carácter de necesidad y no como seguimiento de la voz o llamado interior5. Las
relaciones humanas, específicamente en el ámbito laboral y ocupacional, adquieren otro
matiz. A partir de la modernidad estos nuevos matices estarán enmarcados por valores
donde la elección y el ejercicio libre de una actividad van a realizarse a través de lo que
Tocqueville llama “las corporaciones intermedias” que son entendidas como los
mecanismos orgánicos para la generación de un nuevo orden social. Bajo este “nuevo
orden social” surgen una distinción entre las ocupaciones o profesiones liberales que se
distinguirán por el énfasis en el carácter intelectual, de aquellas que se especifican por las
destrezas manuales.
Es precisamente en el siglo XIX, con el advenimiento de la revolución industrial,
que las diversas profesiones se ven envueltas en la necesidad de entrar en un proceso de
especialización. Las demandas de habilidades cada vez más específicas para resolver
problemas cada vez más delimitados, provocan la urgencia por dedicarse a campos cada
vez más diferenciados; es una suerte de demanda social que recae de manera particular en

3
A. Caturelli. Filosofía de la Educación. Argentina: Universidad de Córdoba, 1982, p. 22.
4
A. de Tocqueville. La democracia en América. Trad. Dolores Sánchez. Madrid: Alianza, 2002, p. 194.
5
De esta visión pragmática se deriva que acostumbremos decir de una persona que se dedica a ciertas
actividades por vocación, especialmente en el campo de la música, la pintura, la filosofía, etcétera, que lo
hace “por amor al arte”, significando que lo hace no como trabajo propiamente dicho y que dedicándose a
este tipo de ocupaciones, la persona “se muere de hambre”.
5

las profesiones y en los profesionistas. Hay una sofisticación cada vez mayor de los
diferentes objetos de estudio con relación a esta especialización lo cual llevará a las
profesiones del siglo XX a entrar en el escenario social y mundial con un papel
protagónico y como el factor determinante para los desarrollos tecno-científicos
subsecuentes. En esta entrada en escena, sin embargo, las profesiones tienden a
subordinar o relegar el aspecto social y humano que supone su actividad misma, con las
lamentables y profundas consecuencias que ya conocemos6. El profesionista se dedica a
“lo suyo”, se vuelve un especialista en “su campo” y se olvida de la responsabilidad que
tiene ante la sociedad.
En el siglo XXI, sin embargo, se está haciendo un esfuerzo por recuperar el
compromiso social de las profesiones. De acuerdo con el documento “Regulación de las
profesiones liberales y sus efectos”7, las profesiones liberales: abogados, notarios,
ingenieros, arquitectos médicos, contadores, etcétera son empleos que requieren de una
formación especial en las artes o ciencias liberales pero que deben estar caracterizados
por un alto nivel de reglamentación para el uso de tales habilidades de manera que
ciencia, tecnología y compromiso ético confluyan en una misma dirección.
Sin embargo ya desde el siglo XX algunos teóricos habían analizado con
profundidad la problemática de las profesiones. Por ejemplo en el año 1910 Abraham
Flexner plantea al médico como un profesionista en el cual se deben unir en forma
indisoluble la ciencia y el humanismo8. El “Informe Flexner” es referencia obligada de
quienes escriben acerca del tema en la actualidad. Tal es el caso de Roger J. Bulger,
presidente y profesor de medicina interna del Centro Médico de la Universidad de Texas,
y ex-director del Institute of Medicine de los Estados Unidos, quien escribe In Search of

6
Una sola mención: los campos de concentración de la segunda guerra mundial fueron diseñados,
construidos, y manejados con una maestría y un grado eficiencia tal que exigieron a los “mejores”
especialistas de las diversas profesiones: arquitectos, ingenieros, administradores, médicos, contadores,
etcétera, que aportaron su conocimiento para un proyecto de exterminio masivo sumamente exitoso desde
el punto de vista técnico, pero abominablemente espantoso desde el punto de vista humano.
7
Regulación de las profesiones liberales y sus efectos. Documento de trabajo. Comisión Europea.
Dirección General de Competencia. Bruselas 2003. Recuperado en Nov. 2007.
http://europa.eu/scadplus/leg/es/lvb/l23015.htm
8
A. Flexner. Medical Education in the United States and Canada. A Report to the Carnegie Foundation for
the advancement of Teaching. Bulletin No.4. Boston, Massachusetts: Updyke. Recuperado en Noviembre
2007 en:
http://www.carnegiefoundation.org/files/elibrary/flexner_report.pdf
6

Modern Hipócrates9. En este texto su autor plantea la pregunta: ¿Es acaso que el poder
industrial de la salud destruirá la figura del médico para convertirlo en un empleado de
las grandes corporaciones, alejándolo cada vez más de su verdadera labor, su paciente?
Esta pregunta puede aplicarse en la actualidad no sólo a los médicos, sino a muchas de
las profesiones actuales. Porque el poder del mercado es uno de los poderes con los
cuales el profesionista tiene que lidiar.
Pero también tenemos por otro lado el poder del Estado quien como
representante de los intereses sociales tendría que regular que el ejercicio profesional
sirviera a los intereses comunes. Pero no existe un Estado ideal y paradójicamente el
mismo Estado ha de recurrir al conocimiento y expertise de aquellos a quienes debe
regular para establecer las obligaciones y límites que supone la práctica profesional. De
esta manera resulta que en las democracias contemporáneas los órganos y legislaciones
que regulan la actividad profesional están muchas veces hechos “a la medida” de las
profesiones y/o de los gremios profesionales y no necesariamente a la medida de la
demanda social. En el otro extremo se pueden mencionar los regímenes dictatoriales en
los cuales el poder del Estado determina las ocupaciones que cada habitante debe ejercer
para satisfacer las necesidades de la colectividad.
Es así que al preguntarnos ¿qué son las profesiones? surgen problemáticas y
tensiones que nos permiten afirmar que la actividad profesional ha estado sometida a una
multiplicidad de variables y fuerzas sociales, que hoy por hoy suponen una complejidad
mayor que en otras épocas. En la actualidad no resulta nada fácil articular vocación y
trabajo; ingreso y ética; libertades del ámbito privado y regulaciones de lo público;
intereses personales y demandas sociales. En síntesis el ejercicio profesional de hoy exige
la construcción de un paradigma renovado en el cual se puedan conciliar el desarrollo
personal y el compromiso social; el interés individual y el compromiso ético.

2. Caracterización de las profesiones: objetos de estudio y ámbito de aplicación

9
R. Bulger. In Search of the Modern Hipocrates. Iowa: University of Iowa Press, 1987.
7

¿Qué es lo que ha permitido distinguir a las profesiones unas de otras? ¿Se pueden
comprender las diferencias en razón de sus objetos de estudio?, ¿de sus métodos para
acceder y desarrollar el conocimiento?
Desde el siglo XX hasta nuestros días, en el marco de la educación universitaria
que supone la formación del profesionista las carreras se han dividido ―y
desafortunadamente para el propio valor de la universidad― en dos grandes ramas a las
cuales nos referimos coloquialmente como las carreras de “los licenciados” y las de “los
ingenieros”.
Por un lado están quienes han dado un alto valor e importancia a la argumentación
como eje para la construcción de los objetos de estudio y desarrollo del conocimiento,
mientras que por el otro encontramos a quienes han puesto todo el énfasis en la
demostración como método para llegar al conocimiento verdadero. Esto ha llevado a
ciertos teóricos como Snow a cuestionar la ruptura de comunicación entre las
humanidades y las ciencias10.
Son muchos los días que [me] he pasado horas de trabajo con científicos, para luego salir
por la noche a reunirme con colegas literatos. Y, viviendo entre dichos grupos, se me fue
planteando el problema que desde mucho antes de confiarlo al papel había bautizado en
mi fuero interno con el nombre de "las dos culturas". [Se trata de] dos grupos polarmente
antitéticos: los intelectuales literarios en un polo, y en el otro los científicos. Entre ambos
polos, un abismo de incomprensión mutua; algunas veces (especialmente entre los
jóvenes) hostilidad y desagrado, pero más que nada falta de entendimiento recíproco. Los
científicos creen que los intelectuales literarios carecen por completo de visión
anticipadora, que viven singularmente desentendidos de sus hermanos los hombres, que
son en un profundo sentido anti-intelectuales, anhelosos de reducir tanto el arte como el
pensamiento al momento existencial. Cuando los no científicos oyen hablar de científicos
que no han leído nunca una obra importante de la literatura, sueltan una risita entre
burlona y compasiva. Los desestiman como especialistas ignorantes. Una o dos veces me
he visto provocado y he preguntado [a los no científicos] cuántos de ellos eran capaces de
enunciar el Segundo Principio de la Termodinámica. La respuesta fue glacial; fue
también negativa. Y sin embargo lo que les preguntaba es más o menos el equivalente
científico de "¿Ha leído usted alguna obra de Shakespeare?"11

¿Cuándo, cómo y por qué empezaron a surgir estas semejanzas y diferencias, pero sobre
todo ese distanciamiento hostil en el ámbito de la actividad profesional?

10
Ch. P. Snow. Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza Editorial, 1987, p. 14.
11
Charles Percy Snow (1905-1980) fue un físico y escritor inglés. Las dos culturas es una conferencia que
dictó en 1959 para lamentar el severo distanciamiento entre los "intelectuales literarios" y los "científicos".
Su publicación causó un intenso debate que, aunque ha ido cambiando de matiz, sigue abierto hoy en día.
8

Fue el cónsul romano Cayo Terencio Mario Varrón quien, en el siglo I AC


denominó a las nueve disciplinas: gramática, dialéctica, retórica, aritmética, geometría,
astronomía, música, arquitectura y medicina, como las artes liberales es decir, dignas del
hombre libre. También existe la versión de que fue en la escuela de Protágoras, en el
siglo IV AC, donde se promulgaron o establecieron como tales las artes liberales. Sin
embargo, fue más tarde, hasta el siglo V DC, que se hace la categorización del trivium y
el cuadrivium, tiempo después de que Marciano Capella, un filósofo de la Edad Media,
eliminara a la arquitectura y a la medicina de las artes liberales, por no ser necesarias
para los seres incorpóreos12.
El trivium queda entonces compuesto por tres rutas o caminos: la gramática, la
dialéctica y la retórica. La primera dedicada al fortalecimiento del uso de la lengua, la
segunda al pensamiento correcto, y la tercera al arte de la expresión verbal, es decir, a
saber hablar de tal modo que se logre persuadir. Por su parte el cuadrivium queda
compuesto por otras cuatro rutas o caminos: la aritmética, la geometría, la música y la
astronomía. La primera se dedicaba al estudio del número, la segunda al estudio del
espacio, ambas en estado puro. La música se dedicaba también al número, pero en
movimiento, dado que la música se define como el arte de combinar
―matemáticamente― los sonidos y el tiempo. El cuarto camino, la astronomía estudia
el espacio en movimiento.
Bernardo de Chartres, a comienzos del siglo XII, fue uno de los representantes
más importantes de lo que se denominaba como “las escuelas catedralicias” que hasta el
siglo XIII se constituyeron como las fuentes originarias de las escuelas y el clero a través
de los manuscritos conservados o procedentes de sus bibliotecas. La mayoría de la
información era documental, indirecta, escasa y fragmentada, sin embargo dio pie para la
construcción de la estructura curricular que aquellos tiempos. A finales del siglo XIII
nacen los cabildos catedralicios que van a regular la figura del magíster scolarum. Así en

12
Cfr. C. O. Suárez. ¿Están separadas las ciencias y las letras? Recuperado en Nov.2007.
http://www.pliegosdeopinion.net/pdo3/articulos/separadas.pdf
9

el siglo XII los estudiantes europeos se trasladaban de una ciudad a otra para estudiar con
los maestros de quienes querían aprender y pasaban de magíster en magíster-13.
Bajo esta figura y algunas normatividades hacia los aprendices, la formación que
se encontraba en la mayoría de los monasterios inicia su cambio a lo que será conocido
en los siglos posteriores como la Universidad. Sitio que responderá a la urgente
necesidad de encontrar un lugar común desde donde el aprendiz pudiera aprender a
profesar su vocación. Ejemplo de ello será la famosa frase de Bernardo de Chartres
representante de la conciencia de los hombres de su tiempo quien refiriéndose al
pensamiento de los griegos en especial al de Aristóteles menciona:
Somos unos enanos encaramados en los hombros de unos gigantes. Así vemos más lejos
que ellos, no porque nuestra mirada sea más aguda o nuestra estatura más alta, sino
porque ellos nos llevan encima y nos elevan sobre su altura gigantesca. 14

Siguiendo con este bosquejo a grandes rasgos acerca del desarrollo de las
profesiones, tenemos que en el siglo XXVII, frente a la necesidad de unificar el studium
(estudio) y la Universitas (la corporación), se crea la licencia ubique docendi o
reconocimiento universal de los grados obtenidos lo que permitía el ejercicio de los
mismos en cualquier parte del mundo. Fue hasta el siglo XVIII con los fuertes cambios
sociales en Francia que el Estado Napoleónico asume la responsabilidad de la formación
de una nueva vida universitaria que pudiera dar cabida a las amplias demandas de la
creciente sociedad imperial introduciendo así a las profesiones como el nuevo elemento
para la regulación de la educación impartida por el estado.
Durante los siglos XIX y XX, y ya en el marco de las instituciones formales de
enseñanza superior, se siguen generando y ofreciendo nuevos y distintos tipos de
especialización académica. Orientada dicha especialización, y según ya lo habíamos
señalado, por el desarrollo de la ciencia y las demandas sociales que exigen un
conocimiento cada vez más especializado. Pero es preciso centrarnos ante las demandas
del siglo XXI y preguntarnos por la dimensión ética y social de las profesiones en la
actualidad.

13
Cfr. J. Le Goff. . Los intelectuales de la edad media. Barcelona: Gedisa, 1996.
14
En Europa Occidental el nacimiento de las universidades. Libro digital recuperado en Nov. 2007, p. 33.
http://iris.cnice.mec.es/kairos/temas/Tiempos/tiempos2_0202.html
10

3. La dimensión ética y social de las profesiones


Ha quedado establecido que el desarrollo y aplicación del conocimiento surge y se
configura en contextos socio-históricos y culturales. En términos ideales, este orden o
configuración debe estar orientado a responder a las necesidades y problemáticas sociales
que enfrenta. En términos generales, ¿cómo se podría legitimar la actividad profesional
en nuestros días?, ¿qué criterios o indicaciones generales se podrían ofrecer para orientar
al profesionista en su tarea?
En un artículo titulado “Ética de la profesión: proyecto personal y compromiso de
ciudadanía”, el autor nos propone que la ética de las profesiones se puede entender como
una de las éticas aplicadas que se nutre de varias fuentes: la tradición heredada de los
profesionales mismos, las demandas sociales y el aporte de la reflexión filosófica. En el
mismo artículo se apuesta por la propuesta de una ética cívica como marco común para
regular el ejercicio de las diversas actividades profesionales15. Mencionamos lo anterior
porque en esta parte del capítulo queremos anotar y analizar los valores que desde nuestro
punto de vista se pueden propugnar desde la ética cívica y discutir, desde la reflexión
filosófica, lo que se denomina bajo las expresiones de bienes internos y bienes externos
de la profesión.
En la introducción habíamos mencionado que la actividad profesional había de
estar al servicio de los ideales de vida buena y de convivencia justa. Como vida buena
podemos entender la aspiración ética que orienta los proyectos de vida que las personas
eligen para sí mismas de manera autónoma. Proyectos definidos, por supuesto, en
términos de ideas asociadas con lo bueno y con el bien, es decir, de ideales que
trasciendan los aspectos de la mera existencia biológica y material: lo necesario y lo
conveniente. Ciertas nociones tales como realización personal, desarrollo del potencial,
ideales de superación, virtuosismo y excelencia, entre otras, están asociadas con estos
ideales de vida buena a los que nos referimos. En las sociedades democráticas de nuestros
días la aspiración de trazar el propio plan de vida se considera como un derecho legítimo
de cada quien y nadie se atrevería a cuestionarlo. Pero hacer coincidir en el escenario

15
E. Martínez Navarro. “Ética de la Profesión: Proyecto Personal y Compromiso de Ciudadanía ”. Revista
VERITAS , Valparaíso, Chile No. 14. (2006) Páginas 121-139. (p. 122)
11

social todos y cada uno de los planes personales no resulta algo sencillo ya que
necesariamente entran en colisión unos con otros. Por ello resulta importante prestar
atención a la idea de convivencia justa. En este polo de la convivencia justa es que se
sitúa la propuesta de la ética cívica con la finalidad de que el profesionista pueda ajustar
su proyecto de realización personal ―y profesional― a dicha exigencia.
Proponemos el valor de la justicia como parte medular de una ética cívica. Como
ciudadano, como parte del conjunto social, el profesionista tiene como primera
obligación la de orientar su actuación por el ideal de Justicia. Sobre todo cuando se
comprende este ideal conformado por el conjunto de otros cinco valores fundamentales:
libertad, igualdad, solidaridad, respeto activo y tolerancia, y actitud de diálogo.
Las acciones que realiza el profesionista tienen repercusión, directa o
indirectamente en las vidas de otras personas, es decir, en el conjunto social. Si el
profesionista no toma en cuenta esta condición es probable que pueda afectar de manera
negativa, por su ignorancia ―culposa16― o negligencia, la vida de terceras personas.
Por ello resulta conveniente que el profesionista cuente con un marco de referencia claro
y suficiente acerca de los principios éticos y los ideales de comportamiento que orienten
sus decisiones profesionales.
El profesionista es un miembro privilegiado dentro de su comunidad. Esto se
vuelve doblemente importante en un país como México en el cual, menos de cinco
personas de cada cien poseen un título profesional. El liderazgo y prestigio social que
caracterizan al profesionista ―y que se ve reflejado en la forma en que el resto de la
gente se dirige a él/ella llamándolo con deferencia, Licenciado/a”, “Ingenioero/a” o
“Doctor/a” ― sólo pueden legitimarse en la medida en que éste favorezca, con su
actuación profesional, el desarrollo del conjunto social del que forma parte17.

16
Las personas pueden ser ‘responsables’ pero no ‘culpables’ de algunas acciones que afectan
negativamente cuando se alega ignorancia e impremeditación en su proceder. Pero la actividad profesional
no califica para este tipo de consideraciones puesto que el profesionista, siendo miembro privilegiado de la
sociedad, debe tener mayor claridad y responsabilidad respecto de su actuación que el resto de los mortales.
17
Algunas de las ideas que se expresan en este apartado fueron originalmente formuladas y redactadas
para formar parte del Código de Ética de la Comunidad ITESM (2000). Hacemos mención de este
documento pues consideramos que su versión completa puede servir a los fines que se proponen en este
apartado del texto. Ver http://www.mty.itesm.mx/nuestrocampus/etica/home.html
12

La convivencia pacífica y constructiva entre las personas sólo se logra en la


medida en que sea la justicia el valor que prevalezca en todas las interacciones, sobre
todo en el plano de la relación profesional. La objetividad, la imparcialidad, el bien
común, la equidad, la aceptación de las diferencias, y el debido reconocimiento hacia la
persona y el trabajo de los demás, se convierten en criterios que ayudan a tomar
decisiones justas. La confianza en la palabra del otro y el cumplimiento de la palabra
dada, son valores que han ido “a la baja” en el mundo contemporáneo. Restituir esa
credibilidad actuando en todo momento con integridad, es una responsabilidad ineludible
para el profesionista. En la actualidad no resulta sencillo manejarse bajo los esquemas de
estos criterios, pero como diría Savater cuando habla acerca de la necesidad de la ética:
“La exigencia ética siempre ha estado en dramática minoría frente a la realidad histórica
mayoritaria. Nunca ha sido la voz de lo dominante, de lo en efecto ya cumplido, sino la
demanda que se opone a lo supuestamente inevitable”18. Le toca al profesionista ser parte
de esa minoría que revire el rumbo y haga posible el cambio hacia un mundo más justo y
más habitable. En su actuar cotidiano el profesionista debe hablar con objetividad y
precisión evitando manipular las decisiones de terceros; no debe usar el trabajo o
esfuerzo de otros con la intención de sobresalir u ocultar la propia incapacidad; ha de
procurar actuar siempre de manera rigurosa al desarrollar investigaciones y proyectos,
tomando en cuenta que todo esto afecta al conjunto social.
El respeto y la tolerancia son valores indispensables para la convivencia
armónica. Convivir con apertura y tolerancia hacia los demás, respetando el valor de la
dignidad de la persona y aceptando las diferencias en toda su amplitud es un camino que
promueve la cordialidad y nos prepara para el diálogo.
La libertad personal constituye un valor fundamental que sólo puede ejercerse
responsablemente en la medida en que se desarrolle la capacidad de razonamiento moral
autónomo19. En un mundo en el cual se ‘juridifican’ cada vez más las relaciones entre las
personas, haciéndonos cada vez más dependientes de aquello que nos obliga desde el
exterior, es decir, por la coacción que supone una posible sanción externa, se vuelve
importante que el profesionista se vuelva un defensor de la libertad y autonomía personal.

18
F. Savater. “La Necesidad de la Ética” en El contenido de la felicidad. Madrid: El País/Aguilar, 1994. p. 69.
19
La capacidad de razonamiento autónomo es una competencia ética que será analizada a mayor detalle en
el siguiente apartado.
13

El profesionista reconoce una igualdad básica que nos vincula o hermana con toda
la humanidad y nos faculta para ejercer iguales derechos así como para asumir iguales
deberes. El profesionista procura desplegar un trato igualitario y una actitud de servicio
hacia todo aquel que lo solicita evitando actuar con actitudes prejuiciosas o con
favoritismos convenencieros. En el escenario social y como ciudadano, el profesionista
justo no usa su posición de poder para obtener un trato preferencial en detrimento de
otros que, por falta de preparación y de relaciones, ven denegadas las oportunidades que
les corresponden por derecho propio.20
La solidaridad es un valor por el cual se muestra empatía y apoyo hacia aquellos
que lo necesitan, compartiendo tiempo, esfuerzo y recursos en orden a mitigar sus
carencias o para enfrentar y solucionar los infortunios que les afectan21. La costumbre
en ciertas profesiones de prestar servicios “pro-bono” o de manera gratuita a la gente
desfavorecida que no puede costearlos, es una práctica que bien deberían seguir todos los
profesionistas. El profesionista ha de promover además acciones tendientes a cambiar de
fondo las condiciones que impiden que las personas puedan vivir con dignidad.
Por último, la actitud para dialogar y buscar soluciones razonables a las
situaciones conflictivas, debe ser un rasgo distintivo del profesionista. Dialogar implica
saber escuchar al otro y mantener los canales de comunicación abiertos. La capacidad
para defender los propios puntos de vista sin asumir que se tiene la verdad absoluta, es
una habilidad que se nutre de la humilde socrática y que se expresa en una apertura que
permite alcanzar acuerdos sin anular las diferencias que nos enriquecen.
Los valores que hemos presentado reflejan y sintetizan lo que sería la propuesta
de una ética cívica en el marco de la actividad profesional. El reto de actuar conforme a
estos valores no es una tarea sencilla pues requiere del desarrollo de ciertas competencias
que es preciso revisar lo cual haremos en el siguiente apartado. Mas antes de pasar a ello
una breve reflexión acerca de lo que representan los bienes internos de la propia
profesión. Al respecto resaltamos una cita de Adela Cortina:

20
Nos estamos refiriendo aquí a situaciones que metafóricamente llamaremos “adelantarse en la fila”
abusando del poder que pueda representar ante aquellos que supuestamente velan porque la fila se respete.
21
Ver S. Patiño. “Solidaridad compasiva y compasión solidaria en la conformación de la identidad
ciudadana”. Ponencia 1er. coloquio Ética, Ciudadanía y Educación frente a la Sociedad del Conocimiento.
Monterrey, México, Junio 27-29, 2005.
14

La corrupción de las actividades profesionales se produce —a mi juicio— cuando


aquellos que participan en ellas no las aprecian en sí mismas porque no valoran el bien
interno que con ellas se persigue, y las realizan exclusivamente por los bienes externos
que por medio de ellas pueden conseguirse. Con lo cual esa actividad y quienes en ella
cooperan acaban perdiendo su legitimidad social y, con ella, toda credibilidad. Ahora
bien, la raíz última de la corrupción reside en estos casos en la pérdida de vocación, en la
renuncia a la excelencia.22

Por bien interno vamos a entender el conjunto de funciones u objetivos sociales que debe cumplir
una profesión determinada y para los cuales esta ha sido diseñada, por ejemplo: el cuidado de la
salud representaría el bien interno de la profesión médica; el aprendizaje de los alumnos sería el
bien interno de la profesión de maestro; el diseño y construcción de casas y edificios de los
arquitectos; el análisis y la prospectiva económica para el economista; el diseño de máquinas y la
optimización de los procesos industriales para el ingeniero industrial, y así sucesivamente. Estos
profesionistas, por su parte, habrán de recibir una justa retribución por su actividad, así como el
reconocimiento o prestigio que la sociedad les confiere en razón de su quehacer profesional. Esta
retribución representa lo que se llama el bien externo de la profesión. Pero ejercer la profesión
poniendo los bienes externos en primer lugar constituye lo que Cortina llama corrupción de las
profesiones. Por otro lado, las actividades profesionales se han de realizar de manera excelente,
pues de nada servirían a la sociedad médicos que “medio-cuidaran” de sus pacientes, o maestros
que no enseñaran los aprendizajes correctos, o arquitectos que construyeran casas defectuosas,
etcétera23. Esta reflexión acerca de los bienes internos y los bienes externos sintetiza de manera
indiscutible el enfoque que deben tener las profesiones en vías a su legitimación social y sirve
para recalcar el compromiso ético que conlleva el ejercicio de cada profesión.

4. Competencias éticas y recursos morales del profesionista


El valor social que representa el profesionista ante su comunidad está determinado, ante
todo, por su competencia técnica. Es evidente que la excelencia en la especialidad que se
ejerce es una condición inexcusable para el profesionista de cualquier campo ya que
ninguna sociedad se vería beneficiada de un ejercicio mediocre de las profesiones. Pera
esta condición, por sí misma, no resulta suficiente por lo que el profesionista debe
respaldar su actividad con base a los valores éticos que ya hemos mencionado pues a
ninguna sociedad le convendrían profesionistas abusivos, injustos o deshonestos. No
obstante la concreción de los valores éticos no depende de buenas intenciones sino que

22
A. Cortina, Ciudadanos del Mundo. Hacia una Teoría de la Ciudadanía. Madrid: Alianza, 1997, p. 159
23
Al respecto vale revisar el texto de I. Carmona (2007) acerca de la mediocridad.
15

requiere del respaldado de ciertas virtudes que el profesionista ha de desplegar en su


actuación cotidiana que ha de ser, ante todo, honorable.
El concepto de honorabilidad nos invita a detenernos a explorar el significado
profundo que encierra, por ejemplo, la expresión “honorarios profesionales”.
Entendemos desde luego que esta expresión se refiere al estipendio o sueldo que se paga
a quien ejerce una profesión liberal, que la Real Academia Española de la Lengua define
como “sueldo de honor”.
El término honor, por su parte, se refiere ideas que remiten a “la cualidad moral
que lleva al cumplimiento de los propios deberes respecto del prójimo y de uno mismo; a
la buena reputación que sigue a la virtud y al mérito; a la honestidad y recato; al acto por
el que alguien se siente enaltecido (ej: es un honor para mí); al sentido de dignidad; para
dar a entender que algo es tenido por superior, etcétera. En pocas palabras, el honor
podría conceptualizarse como aquello que distingue al hombre como un ser moral.
En el ejercicio de la profesión, la moralidad o el honor del profesionista se ponen
a prueba en la medida en que cobra los honorarios justos, es decir, en la medida en que
apela a criterios éticos y no a los que podrían determinarse a partir de la ley de oferta y
demanda, por ejemplo. La omisión de esta exigencia ética es lo que ha conducido a que
en países como México, los servicios profesionales queden fuera del alcance de sectores
muy amplios de la población y que sólo grupos privilegiados puedan tener acceso a la
atención especializada del profesionista en ciertos campos. Con este señalamiento
queremos resaltar que la desigualdad social puede verse agravada cuando los gremios
profesionales dejan de lado consideraciones éticas que habrían de observar, sobre todo
cuando se dedican a la práctica privada.
En el escenario de la vida pública sabemos que corresponde al Estado la
responsabilidad de poner al alcance de toda la población los servicios profesionales pero
lo hace mediante contrataciones que ya no son bajo el concepto de “honorarios
profesionales” sino bajo el de empleados o servidores públicos. Las diferencias de
ingresos entre profesionistas que se dedican a la práctica privada y los que laboran a
través de una institución son muchas veces abismales sin que esta diferencia esté
necesariamente justificada por el tipo de servicio que se presta. En términos generales
esta situación incide en la percepción y en el imaginario social con las consecuentes
16

repercusiones negativas para el grupo de profesionales que optan por prestar sus servicios
en una institución pública, así como para la sociedad misma. Se perpetúa un círculo
vicioso en el cual se supone que son “los mejores” los que se dedican a la práctica
privada y son los que pueden y merecen ganar más, mientras a los profesionistas
“mediocres” no les queda más remedio que trabajar como asalariados en una institución.
Paradójicamente esta distinción que desvirtúa el valor de los servicios públicos
opera a la inversa en ciertos campos o especialidades de otras partes del mundo. Por
ejemplo en España, en el campo de la educación, son las universidades públicas las que
cuentan con los mejores profesores y los mejores alumnos. Quienes no alcanzan a pasar
los exámenes de oposición o no cubren los puntajes de las pruebas de admisión,
respectivamente, tienen que buscar espacios en el ámbito de las universidades privadas.
Retomando nuestra reflexión sobre el honor, tendríamos, por lo tanto, que los
profesionistas harían bien en reconsiderar desde el punto de vista de su responsabilidad
ética-social las implicaciones que representa el cobro por sus servicios, sobre todo si
desean hacerlo correspondiente con conceptos como los de honorabilidad y justicia de la
propia profesión.
En un texto titulado Profesionalismo sin profesión John Kultgen24 señala algunos
principios que caracterizan el desempeño profesional de cualquier actividad y que
proponemos en este capítulo como marco de análisis para considerar las competencias
éticas y recursos morales que el profesionista debe desplegar en su ejercicio. En el
siguiente capítulo se analizarán los principios que constituyen la responsabilidad
profesional. Kultgen destaca tres de estos principios: servicio, beneficencia y no
maleficencia, e integridad comunicativa, para definir lo que llama el ideal del
profesionista o el profesionista ideal y nos propone una serie de reflexiones
aspiracionales e inspiracionales que presentamos enseguida.
Es misión del profesionista ideal, señala el autor, ofrecer un trabajo técnicamente
excelente y altamente especializado, al servicio de quienes lo necesiten. El profesionista
se deberá guiar por este ideal de atención generosa al poner sus servicios expertos en
manos de quienes así lo requieran. El profesionista deberá sentir simpatía, compasión y

24
Cfr. J. Kultgen. “Profesionalism sans Profession” en Ethics and Professionalism. Philadelphia:
University of Pennsylvania Press, 1988.
17

preocupación por la situación del cliente, deberá sentir profundamente el sufrimiento de


otros y no obstante, deberá controlar sus sentimientos con el fin de mantener la distancia
necesaria para un juicio objetivo y para el bienestar del cliente y el propio. El
profesionista trabajar con afán para mantener siempre la disposición a servir a su cliente y
a toda la sociedad, aún cuando las circunstancias le sean adversas. Kultgen es bastante
claro rotundo cuando asigna al profesionista la obligación de servir indiscriminadamente
tanto a quienes puedan pagar por sus servicios como a quienes no lo puedan hacer.
Por otra parte el profesionista deberá tener también un “espíritu público” el cual
explica el autor como la actitud permanente del bienestar de toda la comunidad mediante
acciones concretas que se han de manifestar en la esfera pública. Como ejemplo de los
varios que Kulgen ofrece señalamos la observación responsable de la legislación vigente
y la promoción activa de las reformas que ésta requiera, así como el apoyo a la educación
mediante la participación activa a través de las acciones ciudadanas o iniciativas
gubernamentales orientadas en esta dirección.
El profesionista deberá tener un alto sentido de justicia y luchar por el
establecimiento de la misma. En el ejercicio cotidiano, reflexiona Kultgen, el
profesionista deberá tratar a los amigos y a los extraños con la misma dedicación y el
mismo respeto. Pero no es cuestión de tratar a los amigos como extraños, de manera fría
e impersonal, sino por lo contrario. Esta idea se refiere a que se debe dar servicio a todo
el que lo requiera como si fuera nuestro más grande y querido amigo.
El profesionista ideal deberá estar consciente de la confianza depositada en él, y
deberá ser leal a su cliente. Esto significa que deberá luchar por ayudarlo, evitando
cualquier forma de actuación que pueda significar explotación o daño para el cliente. Por
lo tanto, el profesionista deberá tener una conducta moral correcta, pues su conducta será
reflejo de una imagen, tanto de sí mismo como de su cliente.
El profesionista deberá evitar conflictos de intereses y por supuesto cualquier
forma de soborno o prácticas desleales; deberá aclarar cualquier deficiencia o limitación
de su trabajo o de sus conocimientos en aras de un ejercicio honesto y responsable.
Asimismo deberá admitir errores cuando estos existan, dar reconocimiento a sus colegas,
y criticarlos cuando sea necesario por el bien de su cliente. El profesionista debe contar
con un carácter fuerte y con la determinación necesaria para enfrentar adversidades y
18

tentaciones. Respetará la confidencialidad y la privacidad de sus clientes, y sólo tendrá la


obligación de hablar en caso de que el mismo cliente o la comunidad se encuentren en
peligro.
Igualmente es competencia del profesionista evitar una actitud paternalista para
con el cliente, respetando sus decisiones y procurando ser lo más objetivo posible a la
hora de proporcionar información y dar sugerencias. La veracidad y el tacto son recursos
morales que el profesionista debe manifestar en todo momento. De la misma manera,
deberá actuar con prudencia, cautela y humildad para no dañar o perjudicar los intereses
de su cliente ni los de terceras personas.
La actualización profesional no es una opción sino un deber del profesionista
quien deberá estar constantemente en busca de nuevos conocimientos pues esto
constituye un bien que el cliente tiene derecho a recibir.

5. La responsividad ética en el marco de las profesiones


La responsividad ética postula la revindicación del ser humano como ser relacional y
coloca el acento en la primacía de la relación, en la primacía del otro25. Es importante
anotar que esta comprensión de la relación difiere de la perspectiva económica de un yo
que se socializa con el otro en la medida en que le resulta necesario para su bienestar
individual26. La relacionalidad a la que aquí aludimos no se basa en una necesidad
psicológica o material de supervivencia o bienestar, sino que se funda en la profundidad
de las tesis levinasianas. El giro relacional aquí propuesto no supone una relación entre
contratantes pues los pactos, de la misma forma que se suscriben, se pueden cancelar o
invalidar. En cambio, la relación interhumana, la intersubjetividad de una ética como la
levinasiana, supone un tipo de relación entre los hombres de la que no es posible
sustraerse. Desde esta conceptualización de lo relacional, la categoría básica de la vida
social es, según palabras de Adela Cortina,

25
Ver tesis de S. Patiño, 2007.
26
Para una mayor explicación sobre este tipo de aproximación se puede consultar el trabajo de A. Peperzak
en Before Ethics, 1997, pp. 28 y sigs. Estos planteamientos también los recupera este autor en un
manuscrito más reciente que está en vías de publicación: “Ética como Filosofía Prima”, p. 29 y sigs.
19

… la de “sujeto-sujeto”, y no la de individuo, ni tampoco la de comunidad, porque amén


de los vínculos que los individuos contraen libremente y amén de los vínculos
comunitarios, existe un vínculo más profundo entre todos los seres humanos, una ligatio,
que es la que les obliga a responder unos de otros… 27.

En el mismo artículo, al discutir la responsabilidad en el contexto de la globalización, la


autora retoma la pregunta de Caín, “¿acaso soy yo el guardián de mi hermano?”, y comenta:

La pregunta de Caín, que parece tan brutal, sería totalmente razonable en un mundo sin
vínculos, y todas las prédicas sobre las responsabilidades globales de la humanidad no
serían sino mala retórica para ocultar el hecho de que nadie tiene por qué responder ante
nadie por la suerte de los otros seres humanos o de la naturaleza.28

En la misma tónica, el filósofo y sociólogo polaco Zygmut Bauman nos recuerda


que “…en la pregunta de Caín empezó toda la inmoralidad, como afirmó Lévinas.”
Bauman llama a Lévinas “el filósofo ético más grande de nuestro tiempo” (the greater
ethical philospher of our century) y anota:
Por supuesto que soy el guardián de mi hermano; y soy y seré una persona moral
mientras no pida una razón especial para serlo. Ya sea que lo admita o no, soy el guardián
de mi hermano porque el bienestar de mi hermano depende en lo que yo haga o deje de
hacer. Y soy una persona moral porque reconozco esa dependencia y acepto la
responsabilidad que le sigue. Al momento en que cuestiono esa dependencia, y demando
como Caín lo hizo, que se me den razones por las cuales a mí me debe importar, renuncio
a mi responsabilidad y no soy más un ser moral. La dependencia de mi hermano es lo
que me hace un ser ético. Dependencia y ética van juntas y juntas caen. 29

En este orden de ideas, la responsabilidad y no la libertad; la dependencia y no la


autonomía, son aspectos que caracterizan a las relaciones responsivas. La noción de
responsividad aplicada a la interacción humana deja de lado la lógica del intercambio
individualista para acceder a una lógica que antepone las necesidades e intereses del otro

27
A. Cortina. “Ciudadanía Cosmopolita: de los Derechos a las Responsabilidades”.Revista Debats. No. 77.
Verano 2002. p. 5. Recuperado en enero de 2007:
http://www.alfonselmagnanim.com/debats/77/quadern02.htm
28
Ibid, p. 4.
29
La cita original está en inglés y es así: “Of course I am my brother’s keeper; and I am and remain a
moral person as long as I do not ask for a special reason to be one. Whether I admit it of not, I am my
brother’s keeper because my brother’s well-being depends on what I do or refrain form doing. And I am a
moral person because I recognize that dependence and accept the responsibility that follows. The moment I
question that dependence, and demand as Cain did to be given reasons why I should care, I renounce my
responsibility and am no longer a moral self. My brother’s dependence is what makes me an ethical being.
Dependence and ethics stand together and together they fall”. Z. Bauman. The Individualized Society.
Cambridge, U.K.: Blackwell, 2001, p. 72.
20

sin exigencia de reciprocidad; es una lógica en la cual la primacía la tiene el otro y no el


yo. La responsividad es una ética de la deferencia que presta atención al otro en toda su
singularidad para intentar responder a sus necesidades particulares.
La responsividad ética no puede aspirar ni esperar que códigos o indicadores
específicos le permitan determinar cuál es la forma justa de proceder o de ser socialmente
responsable, pues la forma de responder siempre estará determinada por las
características y necesidades singulares que demanden las relaciones con el entorno.
Estas necesidades muchas veces exigirán ir más allá de lo que las normas legales y
sociales puedan llegar a estipular y otras veces demandarán incluso un tipo de respuesta
anticipada al surgimiento de las precariedades o carencias. Convertirse en alguien
éticamente responsivo significa desplegar la voluntad de desarrollar un conjunto de
capacidades, en las personas y en las instituciones, para responder al otro, por el otro y
del otro. Ser alguien éticamente responsivo consiste en asumir ineludiblemente que se es
el “guardián del hermano” y responder no sólo a propósito de lo que me corresponde
―en el sentido convencional en que aplicamos el concepto de responsabilidad―, sino en
responder por todo y de todo lo que se requiera hacer.
Se suele decir que vivimos formas o estilos de vida “deshumanizantes”, o que las
relaciones entre las personas se han “deshumanizado”. Llamamos “inhumanos” a los
tratos injustos o a los comportamientos violentos30 que dañan la dignidad de la persona
humana. Es innegable que hay un profundo sentido ético cuando hablamos de esta
manera; que denunciamos y rechazamos el proceso de deshumanización que se vive en la
sociedad contemporánea y que propugnamos por una humanización de las profesiones y
de las instituciones. Hay una añoranza ética cuando se habla en estos términos, pero
¿cómo podría concebirse y describirse una humanización de las profesiones? y ¿sería
posible hacerlo desde la perspectiva de la responsividad ética? La respuesta es afirmativa
si los profesionistas, actuando responsivamente, actúan como agentes de cambio para
lograr: a) recuperar la credibilidad y confianza en el otro a través del cumplimiento
30
Cabe mencionar que nos referimos aquí a cualquier tipo de violencia: desde las formas más sutiles y
disimuladas hasta sus expresiones más burdas y extremas. En otras palabras estamos hablando tanto de la
violencia de “cuello blanco” que se ejerce desde posiciones privilegiadas de poder haciendo uso de los
recursos legales que sirven para solaparla, como de la violencia que aparece en la página roja porque
implica derramamiento de sangre. Dicho de otro modo, violencia es cualquier forma de actuación que hace
del otro una víctima. En este sentido la indiferencia, así como cierto tipo de omisiones, pueden también
caer en la categoría de acciones violentas contra el otro.
21

puntual y fiel de lo que se promete; b) anteponer la relación a la norma, es decir, servir a


la sociedad en la persona de cada otro con quien se entra en relación sin esperar que un
código específico y detallado le indique la forma de proceder; c) transitar de la rivalidad a
la cooperación o de la competencia despiadada a la saludable competición. Que no se
trate de “destruir” al otro sino que la competencia esté orientada a lograr la excelencia
profesional y no sólo a la obtención de beneficios personales.
Los propósitos o tareas que anotamos no representan una empresa fácil de lograr,
pero cuando se trata de responder a la envergadura de los retos que nuestro entorno social
nos muestra, es preciso que las profesiones eleven la mirada y busquen horizontes
aspiracionales e inspiracionales a la altura del desafío.

Rafael De Gasperín, Susana Patiño


Monterrey, N.L. Diciembre de 2007.

Bibliografía Recomendada:
Cortina, Adela. Ciudadanos del Mundo. Hacia una Teoría de la Ciudadanía. Madrid: Alianza,
1997.

Hortal, Augusto. Ética General de las Profesiones. Bilbao: Desclée De Brouwer, 2002.

Kulgen, John. Ethics and Professionalism. Philadelphia: University of Pennsylvania Press, 1988.

Martínez Navarro, Emilio. “Ética de la Profesión: Proyecto Personal y Compromiso de


Ciudadanía”. Revista VERITAS , Valparaíso, Chile No. 14. (2006) Páginas 121-139.

************************************************************************

Bibliografía citada en este capítulo:


Bauman, Zygmut. The Individualized Society. Cambridge, U.K.: Blackwell, 2001.

Bulger Roger J. In Search of the Modern Hipocrates. Iowa: University of Iowa Press, 1987

Carmona, Isabel. “Mediocridad”. Manuscrito no publicado, 2007.

Caturelli, Alberto. Filosofía de la Educación. Argentina: Universidad de Córdoba, 1982.


22

Cortina, Adela. Ciudadanos del Mundo. Hacia una Teoría de la Ciudadanía. Madrid: Alianza,
1997.

Hortal, Augusto. Ética General de las Profesiones. Bilbao: Desclée De Brouwer, 2002.

Kulgen, John. “Profesionalism sans Profession” en Ethics and Professionalism. Philadelphia:


University of Pennsylvania Press, 1988.

Le Goff, Jacques. Los intelectuales de la edad media. Barcelona: Gedisa, 1996.

Martínez Navarro, Emilio. “Ética de la Profesión: Proyecto Personal y Compromiso de


Ciudadanía”. Revista VERITAS , Valparaíso, Chile No. 14. (2006) Páginas 121-139.

Patiño, Susana. “Solidaridad compasiva y compasión solidaria en la conformación de la identidad


ciudadana”. Ponencia presentada en el 1er. coloquio internacional Ética, Ciudadanía y
Educación frente a la Sociedad del Conocimiento. Monterrey, México, Junio 27-29, 2005.

Patiño, Susana. “De las Relaciones Justas a las Relaciones Responsivas. La Responsividad Ética
en el Marco Institucional”. Ponencia presentada en el XIV Congreso Internacional de Filosofía
de la AFM. Mazatlán, México, Noviembre 4-9, 2007.

Patiño, Susana. “La Noción de Responsividad. Punto de encuentro para tres aproximaciones de
la Ética”. Tesis doctoral, Tecnológico de Monterrey, 2007.

Peperzak, Adriaan Th. Before Ethics. New York: Humanitiy Books, 1997.

Peperzak, Adriaan Th. (2005) “Ética como Filosofía Prima” Manuscrito no publicado, 2005.

Sañudo, M. y Patiño S. “¿Se puede hacer investigación científica en las Ciencias Humanas”?.
Memorias del XXIII Congreso RIEEE, Tecnológico de Monterrey, 2005.

Savater, Fernando. “La Necesidad de la Ética” enEl contenido de la felicidad. Madrid: El


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Snow, Charles Percy. Las dos culturas y un segundo enfoque. Madrid: Alianza Editorial, 1987.

Tocqueville, Alexis de. La democracia en América. Trad. Dolores Sánchez de Aleu. Madrid:
Alianza, 2002.

Recursos electrónicos:
Código de Ética del Tecnológico de Monterrey, Campus Monterrey.
http://www.mty.itesm.mx/nuestrocampus/etica/home.html

Cortina, Adela, (2002, Verano). “Ciudadanía Cosmopolita: de los Derechos a las


Responsabilidades”.Revista Debats. No. 77. (5 de Enero de 2007),
http://www.alfonselmagnanim.com/debats/77/quadern02.htm
23

En Europa Occidental el nacimiento de las universidades. Libro digital recuperado en noviembre


2007:
http://iris.cnice.mec.es/kairos/temas/Tiempos/tiempos2_0202.html

Flexner A. Medical Education in the United States and Canada. A Report to the Carnegie
Foundation for the advancement of Teaching. Bulletin No.4. Boston, Massachusetts: Updyke.
Recuperado en Noviembre 2007 en:
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http://europa.eu/scadplus/leg/es/lvb/l23015.htm

Suárez, Carlos O. ¿Están separadas las ciencias y las letras? Recuperado en Nov.2007.
http://www.pliegosdeopinion.net/pdo3/articulos/separadas.pdf

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