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TEORÍAS CONTEMPORÁNEAS PARA EL TRABAJO SOCIAL.

TEMA 1- LA RELACIÓN ENTRE LA TEORÍA Y LA PRÁCTICA DEL


TRABAJO SOCIAL

1-Introducción

Las teorías en Trabajo Social son un intento de explicar situaciones y


relaciones sociales. Las teorías se han venido desarrollando desde que se
tomó conciencia de que hay patrones de conducta similares en las personas
y en los grupos sociales. Dado que las teorías suelen ser elaboradas por
académicos, normalmente usan un lenguaje académico. No debería ser un
problema para el trabajador social. Las teorías son simplemente explicaciones
acerca de las personas y de la propia vida. Muchas de ellas, además, tienen
un mensaje muy accesible y claro sobre lo que quieren plantear. Para ser útil,
la teoría tiene que estar claramente ligada a la práctica. Generalmente, una
teoría ayuda a explicar una situación y por qué se produce. En la ciencia, se
entiende que la teoría ayuda a contestar el qué y el por qué y, a continuación,
qué pasará si intervenimos de esta manera y qué sucederá si no lo hacemos.

En esta asignatura veremos modelos que se apoyan en teorías. A veces los


estudiantes confunden ambos términos. Hay alguna excepción, pero con
carácter general:

- Teorías: Ayudan a los trabajadores sociales a describir, explicar y


predecir.
- Modelos: Ayudan a los trabajadores sociales a planificar la intervención
para producir un cambio en la persona. Se basan en teorías, pero no
están para decirnos lo que pasa, sino lo que tenemos que hacer.

Dicho de otra manera, las teorías nos ayudar a entender/conocer y los


modelos nos guían acerca de qué podemos hacer basándonos en dicho
conocimiento. A veces, los estudiantes (e incluso, los profesionales) no son
capaces de identificar en qué teoría/s se basan a la hora de intervenir o
planificar una intervención, aunque sí que son capaces de describir las
situaciones, hacer el pronóstico de la situación e identificar los pasos a
desarrollar. Por tanto, aportar conocimientos para que los futuros

1
profesionales sepan trasladar la teoría a la práctica es una cuestión
fundamental que quiere abordar esta asignatura.

2-Tipos de teoría en Trabajo Social1.

Beckett (2006) separa la teoría entre teoría “formal” e “informal”. Algunas


personas confunden estos términos y consideran que la teoría formal es la
que está presentada de forma académica y la informal es la teoría más
accesible y menos elaborada. Sin embargo, vamos a entender la teoría formal
como aquella que puede ser identificada con un autor o una escuela de
pensamiento reconocible y la teoría informal como aquella que es elaborada
por el propio trabajador social con las ideas que tiene sobre una situación
basadas en su formación y su experiencia. Otros autores (Goldstein, 1990)
consideran esta teoría informal como “saber práctico”. Dentro de este tipo de
teoría informal suelen presentarse amplios conocimientos que provienen de
la teoría formal, aunque el trabajador social no sepa identificar sus referentes
teóricos o prefiera expresarlo en su propio lenguaje, en lugar de utilizar los
conceptos propios de la teoría.

Otros autores establecen otras diferencias dentro de la teoría. Una idea


común es que hay teorías “de” Trabajo Social y teorías “para” el trabajo
social. En sentido amplio, la diferencia se establece porque hay teorías sobre
la manera en la que se ejerce el Trabajo Social (teorías de Trabajo Social)
como, por ejemplo, la intervención en crisis o la centrada en la tarea. Por otro
lado, las teorías para el Trabajo Social son teorías que explican situaciones
en las que interviene el Trabajo Social, como la teoría de sistemas, los
modelos conductistas y psicodinámicos. Estos últimos suelen tomar prestados
más elementos teóricos de otras ciencias que los anteriores.

Sibeon (1989) va algo más allá y propone una triple distinción. Así, considera
que hay teorías que explican qué hace el trabajo social, teorías sobre cómo
hacer Trabajo Social y teorías explicativas sobre los usuarios de trabajo
social. Muchas veces, el trabajador social tiene que comprender la situación
de la persona para después planificar una intervención de Trabajo Social,

1
Referencias en Mclean,S. y Harrison, B. (2015) “Social Work Theory” (2nd ed). Kirwin Mclean
Associates LTD.

2
apoyándose en la teoría sobre qué hace el Trabajo Social para defender la
creación de recursos o la asignación de los mismos.

Usar las teorías disponibles en la profesión nos permite alcanzar logros


importantes. Las teorías nos ayudan a tener conciencia completa de la
situación con la que estamos trabajando. Combinar teorías nos permite,
además, mayor versatilidad a la hora de intervenir en contextos o situaciones
multiproblemáticas porque permite generar más ideas sobre qué hacer y
tendremos más recursos para la intervención. Así, conocer la mayor parte
posible del cuerpo teórico del Trabajo Social tiene las siguientes ventajas:

-Usar la teoría puede ayudarnos a justificar acciones y a explicar nuestra


práctica a los usuarios, empleadores y sociedad en general. De esta manera,
podemos hacer que el Trabajo Social sea más relevante para el sistema social
y también más respetado.

- Al trabajar individualmente o con grupos y comunidades, hacer uso de las


teorías nos permite conocer mejor su situación y ayuda a planificar la
intervención.

- Usar teorías nos ayuda a identificar las relaciones causa-efecto. Esto nos
ayuda a poder evaluar y cambiar la práctica para hacer las intervenciones
mucho más efectivas.

Queda claro que la teoría es importante para nosotros como profesionales,


para la propia disciplina del Trabajo Social y para la relación de esta con la
sociedad. No obstante, en Trabajo Social hay problemas de relación y de
identificación entre la teoría y la práctica, derivadas de la consideración del
Trabajo Social como una ciencia aplicada, como una profesión de acción en
la que la intuición, la experiencia y las habilidades del trabajador social son
más importantes que su conocimiento teórico. En las siguientes páginas
veremos la importancia del conocimiento teórico para la práctica del trabajo
social.

3-El Trabajo Social como actividad práctica, investigadora y


académica

¿Qué es el trabajo social?. Esta es una pregunta que se les plantea


frecuentemente a los que estudian o ejercen el Trabajo Social por parte de

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sus amigos, familiares, … pero también es una pregunta que, con alguna
frecuencia, los propios trabajadores sociales se hacen también a sí mismos
una vez que se ven perdidos entre las fronteras de lo público, asociativo,
privado y en las manifestaciones de las problemáticas sociales de la más
diversa índole, buscando cuál es su papel. Por tanto y, exclusivamente con
fines analíticos, dividiremos la profesión en sus vertientes práctica,
académica e investigadora:

-El Trabajo Social como una actividad práctica: El Trabajo Social


como actividad práctica tiene como finalidad ayudar a las personas que sufren
cualquier tipo de problema social. Si hacemos un recorrido por las diferentes
definiciones que los autores han ido dando sobre nuestra disciplina, podemos
apreciar los cambios en la concepción de la profesión desde el punto de vista
histórico. Así, en 1915 M. Richmond decía que el Trabajo Social es “el arte de
hacer mejores ajustes en las relaciones de los individuos, hombres, mujeres
y niños”. Wilsnack en 1946 decía que es “una disciplina terapéutica para
fomentar el desarrollo del ego” y en 2004 Moix dice que “el Trabajo Social es
la actividad de ayuda técnica y organizada, ejercida sobre las personas, los
grupos y las comunidades, con el fin de procurar su más plena realización y
mejor funcionamiento social, y su mayor bienestar, mediante la activación de
los recursos internos y externos, principalmente los ofrecidos por los Servicios
Sociales y por las instituciones y los sistemas del Bienestar Social”. Vemos,
por tanto, las variaciones que en la consideración de nuestra profesión como
actividad que van desde el arte hasta el servicio público tecnificado e
institucionalizado.

-El Trabajo Social como una disciplina académica: La profesión


se estudia, se aprende y se enseña. Requiere de un cuerpo de doctrina que
incluye teoría y práctica, además de utilizar técnicas y métodos que le son
propios, originando así una disciplina científica que, con los correspondientes
grados académicos, se cursa en la Universidad. Las políticas educativas y no
la ciencia ni su utilidad para la sociedad, son las que, con frecuencia, definen
las delimitaciones científicas y otorgan importancia a las diferentes
disciplinas. Esto es especialmente relevante en el ámbito del Trabajo Social
que, desde su origen, estuvo bamboleado por la política y relegado a un papel
secundario ante otras disciplinas científicas con un status más consolidado.

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La primera escuela de Asistencia Social de España nació en el contexto
republicano de 1932 y, por tanto, nos hallamos ante una disciplina joven, de
poco recorrido histórico en la tradición educativa en nuestro país. Recorrido
que, al poco tiempo, se ve truncado por la guerra civil. La victoria del bando
nacional hace que la acción social quede en manos de la Iglesia y la Sección
Femenina. Las cuestiones sociales se interpretaban en términos morales y
religiosos, siendo el aspecto vocacional y la dedicación voluntaria, rasgos
definitorios de este periodo. Partiendo de esta opción vocacional, con tintes
ético-religiosos, el Trabajo Social evolucionó hasta el reconocimiento de unos
estudios conducentes a la obtención de un título universitario de primer ciclo
(Diplomatura). Este proceso puede ser visto como una progresiva
emancipación e identificación de la disciplina basado tanto en la influencia y
la interpelación de otros países, como en la urgencia por intervenir con
problemas sociales en un entorno cada vez más complejo y demandante.
Mientras tanto, se produce una lucha constante por la sistematización de la
acción, buscando adquirir status científico y siempre con la firme motivación
de mejorar la práctica profesional. En 1998 se crea una Comisión Mixta con
miembros del espacio académico y profesional para diseñar la estrategia que
encaminará a los estudios de Trabajo Social a un nivel superior, de segundo
ciclo (Licenciatura). Se entendía que el papel que tenía la profesión en la
protección y promoción del bienestar social de los ciudadanos se vería
reforzado. La Licenciatura en Trabajo Social supondría una mejora en la
formación de los profesionales, una mayor apuesta por la investigación y el
desarrollo de una disciplina, emancipada y reconocida, para un mejor diálogo
con otras disciplinas. El proceso de Convergencia Europea con la implantación
del EEES otorga a los estudios de Trabajo Social el nivel que venía
reivindicando con la implantación del Grado en Trabajo Social. Cabe
mencionar que el trabajo que se había venido desarrollando en pos de la
Licenciatura por parte de las Escuelas Universitarias y los Colegios
Profesionales es aprovechado en el diseño de los grados y también de los
posgrados. El impulso a la formación de posgrado es de especial importancia
para el Trabajo Social ya que facilita la especialización, a la vez que promueve
la investigación y el diálogo interdisciplinar. Hasta ahora, el Trabajo Social
había tenido un acceso limitado a estos niveles por ser una formación de
primer ciclo, lo que hacía que algunos diplomados en Trabajo Social cursaran

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estudios de segundo ciclo para poder tener acceso a programas de formación
especializada y a la investigación en un tercer ciclo (Doctorado).

-El Trabajo Social como una actividad investigadora: El Trabajo


Social es una ciencia aplicada y, como tal, utiliza los resultados de la
investigación y del conocimiento teórico para la práctica profesional. La
investigación facilita el proceso reflexivo y de abstracción a través del cual el
Trabajo Social puede generar nuevas teorías, de forma inductiva,
permitiéndole dotarse de un cuerpo teórico y metodológico propio. La
investigación es también útil porque cuestiona la realidad de un Trabajo
Social convencional y lo hace de forma sistematizada y fundamentada.
Conocer los diferentes modelos teóricos, como se propone en esta asignatura,
es fundamental para que los profesionales se doten de un amplio marco de
análisis para reflexionar sobre la naturaleza de los problemas sociales con
que tratan. A su vez, la reflexión crítica que proporciona la investigación evita
que caigan en conclusiones meramente superficiales y especulativas, basadas
en la tradición y en la rutina. La investigación puede ser orientada de forma
muy diferente dependiendo de la posición epistemológica de la que se parta
(positivista, hermenéutica y crítica2).

4- La relación entre la teoría y la práctica en trabajo social

La teoría es algo que tiene que ver con la forma en que intentamos dar sentido
a los objetos que vemos y a las personas que encontramos. La teoría nos
suena distante, académica, poco práctica y con escaso interés para una
profesión que es, en esencia, una profesión de acción y de intervención social.

Sin embargo, las diferentes formas de ver el mundo y de explicar cómo se


comportan las personas en las diferentes situaciones es el campo de la teoría.
En este sentido, teorías diferentes conducen a explicaciones diferentes de un
mismo fenómeno. Los trabajadores sociales, a veces, parecen tener

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El positivismo considera que un conocimiento sólo es válido si está avalada por hechos comprobables,
a través del método científico (métodos fundamentalmente cuantitativos). La hermenéutica considera
que la interpretación que se da a los hechos es la fuente de conocimiento (métodos fundamentalmente
cualitativos). La investigación crítica busca la transformación de la realidad y para ello lo primero es
desentrañar las relaciones socio-políticas subyacentes a los problemas de investigación para construir
alternativas.

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dificultades para explicar los problemas sociales con los que trabajan desde
más de un punto de vista diferente. Esto conduce a una práctica profesional
pobre y también deshonesta, porque tener una visión ampliada de las
explicaciones que se pueden dar a una situación dada tiene múltiples
ventajas. Acciones potencialmente realizables aparecen cuando se puede
cambiar la perspectiva. El conocimiento y el uso de las diferentes teorías nos
permiten enfrentarnos a los problemas de manera diferente. Por otro lado,
también permite evaluar nuestras intervenciones y las instituciones y políticas
en las que nos insertamos profesionalmente, tanto desde un punto de vista
científico como ideológico.

Hay una cierta presunción entre los trabajadores sociales que se definen a sí
mismos como prácticos, alejados de la teoría. Ser teórico no cabe duda que
te da otro aire, más intelectual, pero los profesionales de acción creen que se
organizan mejor sin la teoría, que no es necesaria. Pero no es nada fácil
deshacerse de la teoría. Es más, es prácticamente imposible porque siempre
que interpretamos una realidad individual o social para intervenir sobre ella
lo estamos haciendo, aunque sea de manera más o menos inconsciente,
sobre bases teóricas. Lo interesante es ampliar esas bases para ser capaz de
cambiar de perspectiva y así tener alternativas para la intervención. Como se
dice coloquialmente “todo depende del cristal con que se mira”. Como es
lógico, si cambia la interpretación que damos a una situación profesional, lo
siguiente que cambia es la intervención que llevamos a cabo. De esta manera,
en apariencia sencilla, se relacionan la teoría y la práctica en Trabajo Social
al igual que en otras muchas profesiones y ciencias aplicadas.

No hay duda de que los trabajadores sociales se consideran más vinculados


a la práctica. Viscarret (2007) compila diferentes argumentos sobre la
complicada relación teoría-práctica en trabajo social. Así, por ejemplo,
Sheppard argumenta que la dificultad principal reside en que para el Trabajo
Social no es válida cualquier teoría que esté bien formulada desde el punto
de vista epistemológico y metodológico, sino que tiene que tener validez para
la práctica y servir para alcanzar objetivos de Trabajo Social. Es decir, los
trabajadores sociales son personas de acción, quieren “cambiar el mundo”,
“solucionar problemas” y no buscan dar explicaciones o formular teorías de

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por qué las cosas son así o el mundo, la sociedad o la economía funciona de
tal o cual manera.

Por tanto, la explicación del comportamiento de las personas, las


instituciones, los grupos en sociedad… son campo propio de la elaboración
teórica y la intervención con los mismos actores para remediar problemas es
la actividad propia del trabajo social. El problema es que los trabajadores
sociales no pueden desarrollar esta actividad sin tener un conocimiento
previo, es decir teórico, sobre su campo de actuación profesional. Según
García-Longoria (cit. en Viscarret, 2007), dentro de las funciones que hacen
los trabajadores sociales se encuentra el conocimiento de las características
de los actores con los que deben de trabajar, para poder así definir las
necesidades reales y potenciales, tanto individuales como colectivas,
analizando los elementos causales que puedan generar determinadas
condiciones de dificultad social. Por tanto, el trabajador social está en el
campo de la teoría antes de comenzar con la práctica y la visión que tenga a
nivel teórico condicionará la intervención. Siendo argumentos que son
bastante evidentes, la opinión expresada de los profesionales sigue
mostrando un distanciamiento de la teoría y una preferencia por la intuición
y la experiencia personal.

Otra situación característica del Trabajo Social que dificulta la relación teoría-
práctica es la dificultad para la medición de los resultados de las
intervenciones en trabajo social. Los científicos sociales utilizan técnicas y
herramientas de medición que constituyen el aval empírico de sus teorías,
pero cuyas condiciones difícilmente se pueden reproducir en el campo del
Trabajo Social. Todo lo contrario, la práctica profesional de los trabajadores
sociales se suele desarrollar en medio de un caos generado por la vivencia
del usuario del problema y el resto de situaciones relacionadas con el propio
problema, lo que genera dificultades para la medición científica (íbid.).

Sheldon (cit. en Viscarret, 2007) identifica cuáles son las dificultades para
conseguir que se haga la sistematización teórica a partir de la práctica del
Trabajo Social. La primera tiene que ver con el hecho de que pertenecen a
dos subculturas diferentes, una es académica y la otra está basada en la
actividad profesional. Además, en segundo lugar, la práctica del Trabajo
Social tiende a potenciar el eclecticismo, donde todas las teorías pueden

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llegar a ser tratadas de forma un tanto superficial y con igual valor. En tercer
lugar, no se hace mucha investigación en Trabajo Social, pues generalmente
las organizaciones no la promueven y los profesionales suelen estar saturados
de trabajo, por lo que no les queda tiempo para estas tareas.

Por otro lado, hay autores que consideran otras razones diferentes como las
raíces morales del Trabajo Social, su naturaleza cambiante y las condiciones
de ambigüedad e incertidumbre con las que tienen que enfrentarse
permanentemente en su ejercicio profesional (íbid.). Así, en el origen de la
profesión nos encontramos creencias religiosas sobre el orden social y la
naturaleza humana. El esfuerzo individual de la persona por la superación de
los problemas y las cuestiones de orden moral que se apuntaban como la
causa de estos problemas están en el origen del Trabajo Social y son
argumentos que han sido rechazados por la ciencia. Los primeros
profesionales eran personas abnegadas que sufrían con los demás y
consagraban sus vidas a la causa, pero no estaban demasiado preocupados
por el método. Parton (cit. en Viscarret, 2007) se pregunta si la tensión que
existe entre el humanismo y la ciencia tiene su reflejo en el Trabajo Social.
Es decir, ¿en esencia, el Trabajo Social se trata de una actividad racional-
técnica o por el contrario es una actividad moral-práctica?. El mismo autor
dice que en los últimos años se está imponiendo el modelo racional-técnico,
más vinculado a la ciencia. No obstante, esto plantea ciertos problemas en la
intervención puesto que algunas de las situaciones con las que se trabaja no
existen asideros teóricos “científicos” y han de ser enfrentados desde la
subjetividad personal del profesional. Brauns y Kramer (cit. en Viscarret,
2007) hablan de esta situación como una dualidad en la profesión que
conduce a un dilema que no se ha sabido resolver adecuadamente. Por un
lado, se busca crear una disciplina científica y obtener un estatus académico,
pero, por otro lado, las demandas de la actividad diaria en la profesión tienen
que ver con una forma específica de entrenamiento vocacional. Schön busca
resolver este dilema y argumentar sobre la importancia de la parte racional-
técnica (íbid). Según este autor, en Trabajo Social se aplica el conocimiento
teórico dotado de un aval científico, pero se adapta a cómo los profesionales
operan y resuelven en la práctica aquellas situaciones que no se pueden
explicar desde la estricta aplicación del modelo racional técnico. Los

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problemas en Trabajo Social suelen ser inciertos, indeterminados y el
profesional lo que hace es captar lo extraordinario del mismo, su especificidad
y desarrollar una nueva teoría para el caso concreto, que es lo que va a
determinar la actuación posterior. A este enfoque lo denomina “saber
práctico” y combina el hecho de que los profesionales del Trabajo Social son
teóricos, en el sentido de que aplican el conocimiento científico, además de
prácticos al incorporar elementos intuitivos y concretos a cada situación.

Esto último nos acerca al concepto de “arte” en Trabajo Social, asunto que
ha sido tratado ampliamente en el debate epistemológico sobre la profesión.
Jevons o Moix (cits. en Viscarret, 2007) relacionan ambos conceptos y
consideran que la ciencia lleva al conocimiento y el arte al desarrollo de este
conocimiento. Porque el arte además implica una adaptación del
conocimiento a la realidad sobre la que se quiere aplicar, lo que requiere de
maestría, de capacidad. Para Schön el arte tiene la virtud de ser capaz de
adaptarse mejor a las condiciones de incertidumbre sobre las que actúa el
trabajo social. Pero, como dijimos, en las últimas décadas lo que trata de
imponerse es el desarrollo de sistemas que racionalicen el Trabajo Social y
cuantifiquen de la forma más objetiva posible sus intervenciones y los
resultados. Esta óptica positivista, que considera que el único conocimiento
es aquel que puede ser comprobado científicamente, se impone cada vez más
en todos los ámbitos de la vida. El positivismo considera que su mérito es
que no está basado en deducciones abstractas, sino en hechos reales o
positivos, que pueden afirmarse científicamente. Lamentablemente, vivimos
en un mundo cada vez más fragmentado y diferenciado, con una creciente
complejidad para la explicación de los problemas sociales y la intervención
en los mismos. Sin negar las virtudes del enfoque racional-técnico,
positivista, quizás el Trabajo Social deba ser capaz de impulsar un
acercamiento más creativo sobre la relación entre la teoría la práctica, puesto
que ambos enfoques (científico y artístico) son necesarios.

5- La influencia teórica en la práctica

Para Viscarret (2007), el trabajador social debe de pensar teóricamente, pues


esto implica tener un conocimiento previo de lo que está sucediendo y
sucederá en una situación. Sólo si es capaz de hacer esto, estará
interviniendo de forma competente pues, de no hacerlo, cada intervención

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será como una nueva experiencia que lleva a una actuación espontánea y
poco profesional. Por tanto, para hacer primero hay que saber. Si uno quiere
cambiar situaciones, relaciones, actitudes… primero tiene que comprender
por qué se producen para después ser efectivo. El profesional del Trabajo
Social se pregunta constantemente ( a veces en equipo, otras en soledad)
qué es lo que está pasando en esta situación. Por ejemplo, ¿por qué esta
señora no abandona a su marido que la maltrata?; ¿por qué esta otra persona
no es capaz de dejar de consumir sustancias tóxicas?; ¿por qué esta mujer
es dependiente de los servicios sociales?; ¿por qué este joven no quiere ir a
un albergue y prefiere estar en la calle?. Los profesionales que desarrollan
explicaciones, es decir, que piensan teóricamente, son aquellos que mejor
sabrán dar respuestas y orientar la intervención. En un estudio clásico sobre
usuarios en Trabajo Social citado en Howe (1999), los usuarios valoraban
mucho mejor a aquellos profesionales que tenían dos características:
empáticos y sistemáticos. Es decir, aquellos profesionales que tenían
características en su personalidad para la ayuda a las personas, pero también
un conocimiento teórico y metodológico que hacía que los propios usuarios
entendieran la intervención y se implicaran en ella.

La teoría en Trabajo Social se puede elaborar siguiendo un método inductivo,


que es lo que hacen algunos trabajadores sociales. A partir de situaciones
particulares, se produce una teorización que tiene su origen en la práctica y
la observación. Pero la utilización de la teoría en Trabajo Social también
puede seguir un camino deductivo, es decir, desde la propia teoría se dan
explicaciones a situaciones particulares. Así, según Viscarret (2007, pág. 21),
el trabajador social que tiene un conocimiento de las teorías dispone de un
“utillaje profesional” que puede influir en la práctica profesional en cinco
puntos clave (íd.):

1- Observación : Le indica que tiene que observar y cómo debe de


hacerlo.

2- Descripción. Le dota de un vocabulario conceptual y de un marco


teórico que le permite clasificar, ordenar e interpretar las
observaciones.

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3- Explicación: Le sugiere cómo unir las diferentes observaciones
realizadas y le ofrece posibles relaciones causales entre un
acontecimiento y otro.

4- Predicción: Le indica qué puede ser lo siguiente que ocurra.

5- Intervención: Le sugiere caminos de actuación para conseguir el


cambio.

6- El modelo: Instrumento teórico y metodológico del Trabajo Social:

Para entender el concepto de modelo dentro de la disciplina del Trabajo social,


vamos a ver primero qué es lo que sugiere dentro de la ciencia misma. El
término de modelo es, en primer lugar, polisémico porque tiene diferentes
concepciones o significados. Así, suele hablarse de modelo cuando se trata
de imitar o reproducir algo. En el campo artístico, por ejemplo, se refiere a
personas, animales u objetos que tratan de reproducirse sobre un lienzo. En
el plano ético, un modelo se refiere a la búsqueda de la perfección ideal en
cuanto a un comportamiento y/o modo de vida. Un modelo matemático
describe teóricamente algo que está fuera del campo de las matemáticas,
pero que sirve para relacionar variables entre sí y cuanto mejor esté
construida esta relación, más fiables serán los resultados. Las predicciones
del tiempo son modelos matemáticos. Como vemos, el modelo es un concepto
de uso bastante frecuente en la vida científica y también profesional. Es útil,
puesto que sirve tanto para representar procesos complejos como para
facilitar su comprensión y estudio, mostrando referentes válidos que deben
de seguirse o imitarse. Los modelos llegaron a las ciencias sociales desde la
ciencia económica y contribuyen a tener una imagen o representación de las
diversas partes de la realidad en función a unas determinadas bases teóricas,
pudiendo explicar y predecir los acontecimientos futuros, según estos
preceptos.

Desde el punto de vista de la epistemología, el modelo es una descripción de


la realidad o representación de la misma, que está realizada según una base
teórica. Esta representación es una construcción racional de un campo de
estudio concreto y tiene diferentes grados de abstracción. Se trata, por tanto,
de una idealización (puesto que muestra las condiciones perfectas para que
se produzca el fenómeno explicado) y de una aproximación esquematizada

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del campo de estudio, pues no intenta describir toda la realidad, sino sólo los
aspectos más importantes. Según Ladriére (cit. en Viscarret, 2007), la
comprensión de la realidad no se realiza directamente por la teoría sino que
se necesita un intermediario: el modelo. Considera que no se puede pasar
desde el comportamiento práctico a la construcción teórica (y viceversa). Este
papel lo cumple el modelo, por medio del cual la teoría se refiere a la realidad.

El Trabajo Social, en su evolución, ha querido definirse constantemente como


una disciplina científica, con un proceder metodológico diferenciado al resto.
Por esta razón, primero se dotó de métodos (individual, grupal y comunitario)
y después de modelos, debido a la influencia provocada por el desarrollo de
las diversas ciencias humanas y sociales, lo que requirió de dar un paso
metodológico para poder incorporarlas.

Durante los años 60-70 del siglo pasado, el abordaje metodológico en función
del tipo de usuario que, como hemos visto, se trata de individual-familiar,
grupal o comunitario, entra en crisis. Se comienza entonces a dedicar
esfuerzos para construir un método genérico único que sirva para todos los
tipos de usuario y que ponga el acento en la interdependencia entre los
diferentes niveles por los que individuos, grupos y comunidades se
interrelacionan. Para ello, fue necesario actuar de un modo mucho más
flexible desde el punto de vista metodológico e incorporar preceptos teóricos
que, en este caso, fueron de base sistémica o tuvieron como referencia
principal la teoría de sistemas, construyendo un nuevo modelo único para la
intervención social. Posteriormente, este abordaje metodológico unitario
quedó en desuso en Trabajo Social y se volvió a la metodología anterior, al
entender que los diferentes niveles de agregación social (individuo-grupo-
comunidad) pueden y deben ser abordados específicamente para una práctica
más efectiva, pero el concepto de modelo había llegado para quedarse en el
Trabajo Social.

El modelo en Trabajo Social incluye en una unidad los aspectos teóricos,


metodológicos, funcionales y también filosóficos, de una determinada forma
de práctica profesional. De esta forma, el modelo sirve para traducir desde el
lenguaje teórico, las situaciones a las que se enfrenta nuestra disciplina para
comprender lo que está pasando y evaluar las hipótesis para actuar. Tiene,

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por tanto, incrustadas las diferentes teorías en las que se basa para permitir
esta comprensión y predicción de la realidad, con un enfoque práctico.

Según De la Red (cit. en Viscarret, 2007), el modelo en Trabajo Social lleva


implícitos elementos:

- Teóricos (que lo sustentan)


- De análisis (que permiten su aplicación a una realidad)
- Metodológicos (técnicas)
- Funcionales (en relación a los resultados)
- Filosóficos, ideológicos y de valores implícitos (puesto que se
construyen en función de una determinada visión de la realidad social)

El modelo cumple funciones muy importantes dentro del campo de


conocimiento del Trabajo Social y en su aplicación práctica. Entre ellas, sirve
para aglutinar las situaciones tan diversas sobre las que actúa el Trabajo
Social para ponerlas en relación con las prácticas profesionales que se llevan
a cabo en nuestra disciplina, como producto de enfoques teóricos diferentes.
Además, aporta un soporte explicativo de la realidad y del problema al que
nos enfrentamos y facilita una guía para la evaluación de la práctica en base
a preceptos teóricos. Finalmente, también define las justificaciones de los
principios de acción, métodos y técnicas que se utilizan en la intervención de
fenómenos sociales que son complejos y que son responsabilidad del Trabajo
Social ante la sociedad.

7- El Trabajo Social es una construcción social

Según Payne (1991), el Trabajo Social es una actividad socialmente


construida. Forma parte de un complejo y teorético entramado de actividades
profesionales y de servicio. Por ello, sólo se puede comprender en el contexto
sociocultural (y también económico-político) de los elementos participantes.
Las teorías (y posteriores modelos) que existen sobre la acción social son
productos del entorno en el que se desarrollan, teorías que a su vez influyen
también en dicho entorno por cuanto afectan a lo que la gente hace y dice
dentro de la actividad social. Para comprender lo que es el Trabajo Social
debemos, por tanto, fijarnos en las personas que en él participan, en su
organización y en sus teorías, pero sólo las podremos comprender totalmente
si nos damos cuenta cómo son construidas por la realidad que las rodea. El

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concepto de construcción social es uno de los fundamentales en la sociología.
Viene de la mano de Berger y Luckmann (1971) quienes sostienen que la
realidad es un conocimiento que guía nuestra conducta, pero del que todos
tenemos una noción diferente. Llegamos a puntos de vista comunes a la
realidad compartiendo nuestro conocimiento a través de varios procesos
sociales que la organizan y la hacen objetiva. La actividad social tiende a
convertirse en algo habitual, lo que hace que acabemos compartiendo
impresiones acerca de cómo son las cosas y nos comportemos de acuerdo a
ciertos convencionalismos. Entonces estos criterios se convierten en legítimos
en virtud de un proceso aglutinante de aquellos significados que transforman
estas ideas sobre la realidad en un sistema organizado y plausible. El criterio
social es, de este modo, un producto de criterios humanos que pueden ser
objetivos, pero también hay elementos subjetivos. Las personas, por tanto,
se forman por la sociedad y, a su vez, la transforman.

Las teorías desarrolladas por y para el Trabajo Social expresan esa realidad.
Son creadas por seres humanos en sus interacciones definitorias sobre esas
realidades sociales. El o la trabajadora social, la persona usuaria y el propio
servicio social son los tres elementos en los que se establece la relación de
ayuda profesional que están socialmente construidos por las expectativas, las
normas culturales y las pautas de conducta. El resultado es que el Trabajo
Social crea sus postulados teóricos como resultado de la interacción entre la
práctica profesional y el contexto en el que se desenvuelve. La construcción
teórica del Trabajo Social y también su aplicación práctica se convierte de
este modo en una construcción social en un momento determinado y tiene,
por tanto, naturaleza cambiante. Esto es claramente visible en el auge de los
modelos críticos y radicales en los años 60 o las décadas de influencia de los
modelos psicodinámicos en la primera mitad del siglo XX, cuando las ideas
de Freud tuvieron más auge.

8- Los diferentes paradigmas sobre los que ubicar las teorías3:

a. El mundo de los objetos y los sujetos.


b. La sociedad como orden y como conflicto.

3
Extraído de Howe, D. (1999) Dando sentido a la práctica. Maristán. Págs 59 -85

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Como se ha comentado más arriba, un fenómeno particular puede tener
explicaciones diferentes si se contempla desde diferentes perspectivas
teóricas. Otro aspecto importante en relación a la teoría y su utilización es
que las teorías pueden servir para explicar la verdadera naturaleza de las
cosas (aproximación objetiva) o bien reflejar las explicaciones generadas
subjetivamente de lo que pueden significar las cosas para la gente que las
construye (aproximación subjetiva). Es una profunda disyuntiva: Por un
lado, la realidad es externa al individuo y se impone a la conciencia “desde
fuera” o, por otro lado, el pensamiento humano es el que impone su propio
orden sobre el mundo percibido. La división que provocan estas diferentes
perspectivas influye de manera notoria en las ciencias sociales y del
comportamiento y atraviesan las teorías del trabajo social, dando como
resultado dos estilos muy diferentes de práctica profesional.

- La aproximación objetiva: Para quienes tienen una visión objetiva,


el mundo social y el físico son externos al individuo. Están compuestos
de estructuras reales y concretas que existen independientemente de
la apreciación que hacen de él los individuos. Este mundo externo tiene
una existencia previa al individuo y tiene una incidencia directa sobre
su desarrollo y sus circunstancias. Podemos decir, como Marx por
ejemplo, que las estructuras económicas no sólo crean las condiciones
materiales sino que tienen un efecto penetrante sobre la visión, la
comprensión y la conciencia que tiene una persona de sí misma y de
los demás. Cuando se mira el mundo objetivamente, se tiende a buscar
patrones de conducta, lazos de causa-efecto entre fenómenos sociales
externos y reales. Durkheim hablaba de “hechos sociales”, tan reales
en sus efectos como cualquier objeto físico. Las costumbres, las
creencias, la cultura, la religión, son hechos sociales que influyen en
nuestra conducta individual, como Durkheim demostró estudiando el
caso del suicidio4. La conducta, por tanto, es producto de la sociedad

4
En su famoso estudio sobre el suicidio, Durkheim lo aborda desde el punto de vista de la tasa anual de
suicidios que existe en varios países europeos desde la sexta década del siglo XIX. Analizándolas se
percata de que dicha tasa anual suele mantenerse constante o con cambios muy leves a lo largo de
prolongados períodos. Igualmente, los picos o los valles acusados en las gráficas corresponden con
acontecimientos como guerras o depresiones económicas. También se percata de que la tasa de
suicidios es diferente de unos países y de unas comunidades a otras. Por ejemplo, en las sociedades

16
en la que vivimos. Un amplio número de investigaciones sociológicas
consideran el mundo social de esta manera. Así, el desempleo es visto
como causa de disturbios ciudadanos, la violencia en la televisión
puede producir violencia en las calles y la pornografía puede crear
perversos sexuales. La naturaleza humana está determinada, para los
objetivistas, por la propia herencia genética del individuo y por su
ambiente. La gente nace, se hace o ambas cosas. De esta manera,
naturalismo y determinismo se dan la mano. Lo que subyace a la
conducta son leyes universales. Somos esencialmente criaturas
pasivas con una conducta predecible en determinadas situaciones
dadas. Las conductas entonces pueden ser manipuladas,
condicionadas, mediante la alteración del entorno. La mejora de la
vivienda, de la salud, del empleo o el castigo de los delitos puede
alterar lo que la gente hace y así cambiar el carácter de su conducta
social.
- La aproximación subjetiva: Para los subjetivistas, el sentido de los
objetos físicos y de la conducta de las personas es una creación de la
mente de éstas. Las personas inventan patrones, más o menos útiles,
más o menos adaptados, que les ayudan a regular sus percepciones.
Esto les ayuda a situarse en lo que, de otra manera, sería un lugar
impredecible, porque lo impredecible, lo desconocido, genera
ansiedad. El significado de las cosas y de la gente es impuesto por las
personas, se llega al conocimiento a través de la experiencia personal.
Esto impregna hasta los métodos de investigación social como la
técnica de la “observación participante” porque “podemos comprender
solamente desde el marco de referencia del participante de la acción”
(Burrell y Morgan, 1979). Desde esta perspectiva, los antropólogos se
van a convivir con las tribus y los sociólogos y los trabajadores sociales
conviven con miembros de las pandillas callejeras para poder
comprender mejor su mundo. Pero, desde esta perspectiva ¿qué
pensarían entonces del hecho del suicidio?. Pues que el suicidio es la

católicas había menos suicidios que en las sociedades protestantes, en las rurales menos que en las
urbanas, los casados se suicidan menos que los solteros. Es ante todo un hecho social, y cuyas causas
son antes sociales que individuales o netamente psicológicas.

17
descripción de algunas muertes en función de las percepciones de
médicos, jueces, policías y familiares del fallecido. En lugar de asumir
que existe un acto objetivo de suicidio, podemos preguntarnos cómo
llegan a ser categorizadas como suicidio esas muertes. Habrá personas
que disfracen su suicidio como un accidente de tráfico, por ejemplo,
para evitar el estigma que acarrea el hecho el suicidio en sociedades
como la católica. Nadie niega que alguna gente se quita
deliberadamente la vida pero para interpretar este hecho hay que
considerarlo individualmente. Estos acontecimientos y lo que significan
para los actores y los observadores han de ser abordados
individualmente, aquí es donde deben dirigirse las indagaciones si
queremos saber lo que ocurre. Para conocer al otro debemos de
aprender sus razones; y para cambiar las cosas a favor de esa persona
debemos planearlo con ella y no para ella. Esto tiene profundas
implicaciones en la forma que el trabajador social tienen de acercarse,
comprender y trabajar con el cliente. Las personas definen sus propias
situaciones, dan sus propias interpretaciones de los acontecimientos y
esto no debe ser ignorado por los trabajadores sociales.

Analizadas estas dos perspectivas, objetiva y subjetiva, ante la realidad


social, podemos adoptar también dos formas de reflexionar sobre la propia
sociedad. Existen aquellos que reflexionan sobre la regularidad, estabilidad y
pervivencia de las cuestiones humanas y otros que ven el conflicto, la
disonancia y el cambio como la verdadera sustancia de la vida social. Como
en el caso anterior, vamos a analizar estas perspectivas con el propósito de
reconocer que las diferentes teorías conducen a prácticas diferentes. En esta
ocasión, la atención se centrará en el grado de equilibrio del sistema social.
Cuando se observa la sociedad, están los que prefieren reconocer los ritmos
sosegados de la vida diaria y la validez de las instituciones que le dan
estabilidad a la sociedad y los que están siempre atentos al egoísmo, la
tensión y las injusticias que aquejan a la condición humana.

- La sociedad como orden: Algo que hay que destacar en la sociedad


humana es la capacidad de millones de personas para vivir y trabajar
juntos de una manera ordenada e integrada, en cierto modo. Los
individuos y los grupos contribuyen al funcionamiento de la sociedad

18
en su conjunto. Sus actividades articulan y hacen coherente todo lo
que podamos decir de la sociedad, de la organización y de las
instituciones sociales que persisten a lo largo del tiempo. Existen
sistemas de educación, sanidad, salubridad, alimentarios, financieros,
laborales, servicios sociales, etc… que contribuyen a lograr un orden
social y un consenso que son logros impresionantes en la historia de la
humanidad y que requieren una explicación sociológica. La reflexión
sobre la sociedad en esta línea ha llevado a propiciar el establecimiento
de analogías con el mundo natural y mecánico (Solidaridad orgánica y
solidaridad mecánica). Se dice que la sociedad funciona como un
cuerpo, orgánicamente. Las estructuras se refieren a un todo complejo,
las formas que hacen que toda la sociedad permanezca unida. La
función social es lo que las partes individuales (u órganos) hacen los
unos con respecto a los otros. Desde esta perspectiva funcionalista,
se examinan las partes de la sociedad en términos de su contribución
al mantenimiento del sistema social. Por ejemplo, las familias ayudan
a socializar a los nuevos miembros en las formas esperadas, referidas
y propias de comportarse en sociedad, igual que hace la escuela. Tal
visión de la sociedad presume que todas las partes trabajan por el bien
común. Aunque desempeñemos diferentes funciones, como los
órganos de un cuerpo, procuramos perseguir el bienestar de la
totalidad. Nuestros roles se entrelazan con tal densidad que se produce
como resultado una especie de solidaridad social. La sociedad, así
conformada, es un vasto complejo de expectativas mutuas. Con el fin
de asegurar el bienestar del conjunto social, el sistema, a través de
sus leyes y de sus agentes de control y acción social, busca devolver
al individuo a un estado adecuado de funcionamiento social. Ser un
buen padre, un buen alumno, un buen ciudadano,… Se reciben
presiones formales e informales, directas e indirectas a través de la
policía, los orientadores, los trabajadores sociales… que están
interesados en todos aquellos que se desvían de las pautas
establecidas de buena conducta, autonomía e independencia
financiera. Lo que en una sociedad cumple una función social relevante
para la estabilidad del sistema debe de ser defendido y reafirmado. Si
hay problemas, el individuo es el que “funciona mal” y ha de ser

19
corregido. Si los mecanismos de corrección fallan, el individuo ha de
ser apartado del cuerpo social (hospitales, cárceles, comunidades
marginales, …).
- La sociedad como conflicto: La armonía ensalzada en el modelo
anterior no es reconocida en el modelo del conflicto. Cuando lo es, se
concibe como una ilusión que hace aparecer el poder para engañar a
los débiles y que acepten el orden profundamente desigual en el que
los fuertes son los principales beneficiarios. Desde esta perspectiva, la
lucha es una característica principal de la vida social. La gente compite
por recursos limitados. Siempre existe un choque de intereses. El
modelo funcionalista considera que las diferencias, divisiones y
desigualdades mantienen la unidad de la sociedad (proporcionando
estímulos para el esfuerzo, por ejemplo). Pero el análisis de tipo radical
que ahora nos ocupa entiende que las leyes y los valores sociales no
son compartidos y en interés de la sociedad en su conjunto, sino que
son impuestos y en beneficio de una minoría. De ahí el interés por
analizar el poder y la manera en que los diferentes grupos sociales
ejercen el control de la sociedad. El poder es el que establece el clima
ideológico en el que se elaboran las leyes, se promulgan los valores y
se establecen las ideas, un clima que sopla a favor de las clases
dominantes. Pero rara vez es posible engañar por completo a los más
débiles. El sentimiento de inequidad e injusticia es lo que aviva las
luchas. El resultado de estas maniobras es el cambio social. Las
sociedades se mueven porque los individuos que las componen nunca
están satisfechos, nunca están del todo quietos y sus ideas tampoco.
El interés fundamental de esta sociología del cambio radical consiste
en explicar los movimientos sociales fundamentales, el conflicto
estructural profundamente arraigado, los modos de dominación y la
contradicción estructural que sus teóricos consideran característicos de
la sociedad moderna. Tradicionalmente, el conflicto de intereses se
establece entre quienes tienen el capital y los medios de producción y
los que no los tienen, que no tienen más remedio que trabajar para los
otros. Actualmente esto habría que revisarlo puesto que muchos no
pueden trabajar o no lo hacen de forma estable dando lugar a nuevas
clases sociales como el precariado. No obstante, las relaciones de

20
producción siguen produciendo una estructura económica que
conforma el clima político, legal y educativo en el que la gente vive.
Cada aspecto de la vida está afectado por las profundas desigualdades
que se encuentran en el sistema económico. Los teóricos radicales
quieren el cambio, el cambio radical. Tienen una poderosa visión de
futuro en el que se realizarán todas las potencialidades de los seres
humanos mediante un nuevo sistema de producción económica que
determinará una nueva organización del trabajo, del ocio, de la
familia… El orden actual no puede ser aceptado, el poder en la
comunidad ha de ser redistribuido y los trabajadores sociales no son
necesariamente los que tienen la única definición de lo que es justo.
Los análisis radicales revelan quién se beneficia del poder establecido,
describen cómo se mantiene la dominación e indican qué hay que hacer
para producir cambios en las esferas del poder, los intereses y los
recursos. Antes de ponerse a ayudar, un práctico eficaz debe de tener
claro quién controla el poder, qué intereses son fomentados y qué
mecanismos se utilizan para que todo siga como está. Cuando esto
quede claro, cuando se trace el mapa de los intereses en juego y las
relaciones de poder, los propios agraviados podrán determinar posibles
planes de acción.

9- Una taxonomía de las teorías del trabajo social.

Como acabamos de ver los debates sociológicos se encuentran fácilmente


atrapados en una u otra de las dimensiones conceptuales. Sus protagonistas
o bien exponen los méritos o los deméritos de la sociedad basados en el orden
y el conflicto o se contraponen a la hora de definir si la gente y la sociedad
han de ser comprendidas objetiva o subjetivamente. Ante la dispersión de
modelos de trabajo social, Burrell y Morgan (1979) optaron por una fórmula
un tanto reduccionista para agrupar los diferentes modelos de trabajo social.
Para ello, dibujaron un diagrama bidimensional en el que intentaron ubicar
los diferentes modelos de intervención profesional para el trabajo social. La
utilización de este diagrama es algo limitada y es dudoso que cada uno de los
modelos encaje en torno a estos cuatro paradigmas. Pero, a pesar de las
dificultades que aporta este esquema y de las críticas que se le pueden hacer,

21
consideramos que puede ser útil puesto que permite representar a grandes
rasgos cuáles han sido las orientaciones teóricas básicas del trabajo social:

Ilustración 1: Clasificación de BurrelL y Morgan (1979)

Sociología del cambio radical

Humanistas Estructuralismo
radicales radical
(Concientizadores) (Revolucionarios)
s
Aprox. Aprox.
Subjetiv Objetiva
a Interpretativismo Funcionalistas
(Reparadores)
(Buscadores de
sentido)

Sociología del orden

Fuente: Howe (1999) y Viscarret (2007). Elaboración propia.

Howe (1999), a partir del trabajo de Burrell u Morgan renombra a los teóricos
de las diferentes perspectivas (en el cuadro, entre paréntesis en cursiva),
considerando que estos términos se adaptan mejor a la filosofía y los
objetivos de los trabajadores sociales. Los denomina: Reparadores,
Buscadores de sentido, Concientizadores y Revolucionarios,… cada uno de
estos encuadres engloba diferentes modelos teóricos de Trabajo Social que
iremos viendo a lo largo de la asignatura.

a. Los reparadores.

Las teorías que se sitúan en el paradigma funcionalista tienen dos cosas en


común: se interesan por las relaciones ordenadas que existen entre la gente
y prefieren explorar estar cuestiones al estilo de las ciencias naturales. Los
funcionalistas se sorprenden de la regularidad que existe entre los asuntos
humanos y buscan dirigir su acción a ese orden: cómo se logra y cómo se
mantiene. Cuando la conducta de un individuo se extravía, el funcionalista
dirige la mirada hacia los mecanismos sociales empleados para ocuparse de

22
esta desviación y anormalidad. La conducta antisocial es definida como
“patológica” y, por tanto, debe de ser “tratada”. Una vez curado, el individuo
volverá a recuperar su lugar habitual y su función en la sociedad. Es, por
tanto, una perspectiva centrada en el problema e interesada en proporcionar
soluciones prácticas a problemas prácticos. Está claro que la sociología de la
regulación o del orden reconoce, en primer lugar, el comportamiento
“normal” en la sociedad y, en segundo lugar, determina que para mantener
la estabilidad hay que regular y controlar la conducta. Los funcionalistas son
pragmáticos, completamente dispuestos a practicar una ingeniería social
moderada. Los recursos se deberían de emplear para evitar cualquier
desequilibrio desestabilizador. La reforma es la estrategia política preferida.
Cuando hay partes del conjunto social que muestran una tensión excesiva, el
sistema ha de ser reformado para mitigar cualquier presión que suponga una
amenaza para el equilibrio y para el orden. Los funcionalistas sostienen
posturas objetivistas sobre la naturaleza de la realidad social, por lo que
suelen considerar la naturaleza humana como determinada y no poseedora
de libre albedrío. Los métodos de investigación son como los de las ciencias
naturales.

Este es un paradigma muy extendido desde el punto de vista teórico. Muchas


teorías comparten su predilección por el examen objetivo del orden social.
Aun así, hay gran diversidad puesto que empapa teorías de la sociología y de
la psicología. Simplificando, se pueden reconocer dos grandes tipos de teorías
funcionalistas con interés para el trabajo social: Las teorías sistémicas y las
basadas en el conductismo.

b. Los buscadores de sentido.

El mundo social sólo puede ser comprendido subjetivamente. Tenemos que


saber cómo son las cosas desde el punto de vista de los implicados. El énfasis
en las experiencias subjetivas de la gente, desestima el interés por las
características estructurales más amplias de la sociedad. Sin embargo, se
encuentra implícito el paradigma de que las cuestiones sociales se conducen
de una manera regular y ordenada. Los intercambios humanos se dan dentro
de los ritmos establecidos por una sociedad estable. Los teóricos de esta
tendencia asumen una sociología de la regulación/orden. Se dice poco de la

23
sociedad como un todo, pues la tarea principal es interpretar acciones y
expresiones para calibrar cómo se aparece el mundo para el sujeto. El espíritu
humano es libre. La gente actúa de manera intencionada y tienen un
propósito. Ni la biología ni el entorno social determinan necesariamente lo
que hacen, ya que de la interacción social es de donde surge el mundo social.
Son las personas las que imponen su propio orden y significado a los
acontecimientos. La gente crea su mundo y a ellos mismos en él. El estudio
objetivo de la gente no nos dice nada de sus esperanzas o sus sentimientos,
tenemos que encontrar la forma de ver las cosas desde su punto de vista. El
investigador social tiene que comprender el significado subjetivo. Alfred
Schutz (1899-1956) desarrolló gran parte de las reglas básicas de la
sociología interpretativista. Pensaba que la tarea principal de la ciencia social
es comprender el mundo social desde el punto de vista de quiénes viven en
él. Los teóricos que se incluyen en este paradigma quieren, por encima de
todo, captar el significado que tiene la gente de sus experiencias cotidianas
y cómo esto afecta a su forma de actuar y de sentir ante los demás. Para
ello, utilizan toda una variedad de métodos: Algunos adoptan el estilo de vida
de los que estudian buscando poder experimentar su mundo, directamente.
Otros preguntar intensamente sobre cómo ven otros las cosas, qué esperan
conseguir, qué resultado obtienen,… siempre se busca el objetivo general de
conseguir conocer el significado subjetivo. El impacto de este enfoque y su
examen de la realidad social ha traspasado la superficie de las ciencias
sociales y de la conducta. Ofrece un alegato en favor de la calidad y no de la
cantidad, de la experiencia y no de la medida. Esto tiene claras implicaciones
para la práctica del trabajo social. La forma en que se ve al cliente depende
en gran medida de lo que el trabajador social quiere saber, comprender y
también hacer. Dentro de este grupo nos podemos encontrar todas las teorías
basadas en las psicologías humanistas y los trabajos de la sociología relativos
al interaccionismo.

c. Los concientizadores.

La mezcla que se hace aquí es la del humanismo y la política. Se establece


una estimación de la condición subjetiva del individuo dentro de una sociedad
en conflicto. Como los buscadores de sentido, el humanista radical cree que
el individuo crea el mundo en el que vive, sin embargo, para el humanista

24
radical este mundo es un lugar difícil, lleno de desigualdades. La naturaleza
de la sociedad y el estado de conciencia de los individuos son dos aspectos
críticamente relacionados. El examen de esta relación conduce a una crítica
radical de la sociedad, especialmente de cómo afecta al estado anímico de la
gente. Muchos de los problemas que la gente experimenta a nivel personal
sólo pueden ser comprendidos en términos del carácter deshumanizador de
la sociedad moderna. No contento con saborear la cualidad subjetiva de la
vida social, el humanista radical intenta hacer algo al respecto. Su deseo es
liberar todo el potencial del espíritu humano de los efectos distorsionadores
de las múltiples desigualdades inherentes al sistema capitalista. A partir de
lo dicho, se hace evidente que las dos dimensiones de lo objetivo y de lo
subjetivo, de un lado, y de la conciencia del individuo y su sociedad, del otro,
están íntimamente interconectadas. Existe algo en la sociedad, sobre todo a
partir de la revolución industrial que limita las potencialidades de sus
miembros. En sus primeros escritos, Marx describía una sociedad que
dominaba la vida de las personas en cada una de sus facetas. La creación de
un sistema de producción que considera a las personas sólo como
instrumentos causa una profunda división en la relación entre el mundo
objetivo y subjetivo de los hombres y las mujeres, que llega a oprimirlos y a
dominar sus mentes. Los teóricos que han explotado este paradigma,
identifican una serie de formas de alienación5. Cada una de ellas inhibe las
posibilidades del potencial humano, Burrell y Morgan (1979) mencionan
cuatro :

 La reificación de la sociedad (Lukács)


 La noción de hegemonía (Gramsci)
 La idea de hombre unidimensional (Marcuse)
 La patología de la comunicación (Habermas)

En todas las corrientes de práctica del humanismo radical el programa de


acción es el mismo. La gente debería ser consciente de cómo la experiencia

5
Alienación (o enajenación o extrañamiento). Circunstancia en la que vive toda persona que no es dueña
de sí misma, ni es la responsable última de sus acciones y pensamientos. Para Marx es la condición en la
que vive la clase oprimida en toda sociedad de explotación, en toda sociedad que admite la propiedad
privada de los medios de producción.

25
social limita su pensamiento, conforma su mirada, apaga sus sentidos y
canaliza sus deseos. A través de la autoconciencia los individuos pueden
recuperar su verdadero ser y cambiar la sociedad en la que viven. A diferencia
de los funcionalistas que no prestan atención al carácter básico de la
sociedad, los humanistas radicales cuestionan la estructura y la pretendida
virtud de la sociedad y de sus mecanismos. No se trata de activismo político
y revolucionario, sino de una crítica intelectual. La tarea del teórico crítico es
ayudar a articular estas circunstancias y elevar la conciencia de la gente que
vive en la sociedad. El humanista radical es muy optimista en lo que concierne
al potencial humano y se refleja es su visión de la sociedad ideal que llegará
cuando la sociedad atienda a las necesidades de la gente y no del capital. La
combinación exótica entre crítica política e interés por el individuo es muy
atractiva para el trabajador social. La práctica del Trabajo Social radical es la
opuesta al práctico funcionalista tradicional. La sociedad es un problema para
el individuo; el individuo no es considerado un problema para la sociedad.
Los clientes son los más aptos para explicar sus problemas, no los
profesionales expertos. Del mismo modo, los clientes puedes ser capaces de
generar sus propias soluciones porque las respuestas impuestas por el
“experto” son ajenas. Las críticas más duras de los trabajadores sociales
radicales van dirigidas hacia el trabajo de casos tradicional y las
organizaciones estatales que lo generan. Dentro de esta perspectiva se sitúa
también el Trabajo Social feminista. La mayoría de los trabajadores sociales
son mujeres, la mayoría de las personas usuarias también lo son. Por tanto,
las teorías de base feminista tienen una especial consideración para la
práctica.

d. Los revolucionarios.

Para el estructuralista radical, el mundo social, al igual que el natural, es un


lugar real y concreto. Los acontecimientos sociales se consideran
determinados especialmente por la organización económica de la sociedad.
Por tanto, se da una visión materialista del mundo. La vida, escribía Marx, no
está determinada por la conciencia, sino la conciencia por la vida. La forma
en que la gente responde a las necesidades materiales es lo que determina
la psicología y su sociedad. Es la forma que la gente se junta o se asocia para
ganarse la vida lo que nos permite decir que las relaciones económicas

26
producen las relaciones sociales. Estas relaciones económicas determinan el
clima político e ideológico de la sociedad. La primera exigencia del
estructuralista radical es comprender la forma en que el sistema económico
influye en todos los aspectos de la vida. Desde este paradigma se exige que
la práctica sea explícitamente política. Pero a los trabajadores sociales les es
difícil actuar siempre conforme a los requerimientos de este paradigma. La
acción social o los servicios sociales se analizan como parte de los aparatos
del Estado. Se le asigna la función de limpieza de las consecuencias adversas
del capitalismo, mantiene a una población obediente y asegura una fuerza de
trabajo saludable y educada. En la medida que los trabajadores sociales
consiguen suavizar los peores efectos de las grandes desigualdades
materiales, estarían reforzando el capitalismo. El desarrollo del Estado de
Bienestar es, en parte, el precio que el capitalismo está dispuesto a pagar a
cambio de la estabilidad política. Al contener la insatisfacción y el malestar,
los trabajadores sociales son una de las muchas profesiones retribuidas por
el Estado que ayudan a sofocar los conflictos de intereses en la sociedad
capitalista. Las sociedades materialistas ven a las personas como objetos,
como mercancía. Los que no pueden trabajar (ancianos, personas con
grandes discapacidades,…) y los que no trabajan (indisciplinados, vagos,…)
no son útiles al capital y, por tanto, son un problema. Pero entre estos
podemos también diferenciar los que no son útiles a la sociedad debido a que
su fuerza de trabajo no existe o se ha agotado (ancianos) y que no tienen
valor económico. Y luego están aquellos que son un desafío para la sociedad,
los subversivos y los hostiles. Estos han de ser controlados y el Estado gasta
mucha más atención y recursos hacia asuntos relacionados con la ley y el
orden que a los que tienen que ver con la justicia social y los cuidados
humanos. Desde este análisis, los usuarios pueden llegar por ser
económicamente dependientes o por ser una amenaza económica. Mientras
que los funcionalistas hablan de cuidado y de cura, los estructuralistas
radicales (sobretodo, marxistas) hablan de control y contención. La
explicación de los problemas sociales ha de ser planteada en términos de un
análisis estructural. Las consecuencias del modo de producción capitalista y
el Estado que sirve como mecanismo para mantener el control de una clase
sobre otra. Los objetivos de los teóricos de esta perspectiva pasan, entre
otros, por redistribuir el poder y la riqueza y actuar colectivamente.

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10- El enfoque ecléctico

El concepto de eclecticismo se refiere, principalmente, a la utilización de


diferentes teorías/modelos a la hora de intervenir en trabajo social.
Intervenimos en contextos multiproblemáticos cuyo origen es multicausal por
lo que necesitamos una utilización de las teorías que nos permita abordar
esta complejidad. Casi la totalidad de los profesionales del Trabajo Social
(salvo unos pocos, muy especializados y en contextos específicos) son
eclécticos a la hora de utilizar las teorías del trabajo social, escogiendo lo que
necesiten en cada momento. La eficacia de este comportamiento dependerá,
claro está, de la cantidad de teorías que conozcan, de su dominio de las
mismas y también de estar alerta a la hora de detectar las incompatibilidades,
puesto que hay teorías que pueden colisionar. Así, no podremos utilizar, por
ejemplo, enfoques basados en intervenciones individuales de base
psicológica-funcionalista con teorías del cambio social radical.

Las situaciones en las que intervienen los trabajadores sociales son complejas
y cada uno de los contextos sociales/familiares/personales con los que deben
trabajar es único. Por tanto, no hay una sola teoría capaz de explicar la
totalidad de la situación, debemos acudir a hacer uso de nuestras
herramientas teóricas para dar una respuesta efectiva. Además, los usuarios
de Trabajo Social tienen todo el derecho a recibir una respuesta adaptada a
sus circunstancias particulares y ello implica hacer uso de lo que el conjunto
de teorías y modelos de Trabajo Social ofrece.

Dryden ( 1984) identifica varias formas de eclecticismo en lo que hay


escrito sobre terapia:

 La teorética : que utiliza una sola escuela de pensamiento pero


añadiendo unas determinadas técnicas de otras escuelas, según
sean los propósitos de la teoría principal utilizada.
 La estructural: que evalúa las circunstancias de los clientes de acuerdo
con varias categorías de información, seleccionando en consecuencia
técnicas pertenecientes a diversas teorías.

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 La combinatoria: que trata de combinar dos o más enfoques a nivel
teórico y a otros niveles
 La existencial: que sigue un conjunto general de principios
existenciales, tales como luchando y haciéndole frente a las
dificultades de la vida, se descubre los dilemas básicos de la
existencia de los clientes, y que utiliza cualquiera de las técnicas
disponibles para abordar estas dificultades de forma que lo que
hacen los profesionales está condicionado, por una parte, por la
creencia en los principio y, por otra, por los dilemas revelados.
 La técnica: que utiliza una serie de principios tomados de varias
teorías sin establecer compromiso alguno con las teorías cedentes.
 La integracionista: que identifica los aspectos comunes de
muchas teorías, definiéndolos y utilizándolos
 La evolucionista: que concibe la terapia como una serie de estratos
para los cuales la teoría es secundaria
 La casual: que escoge una teoría cualquiera en función del atractivo
que ejerza sobre el Trabajador Social

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