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3. Las ideas.
Tenemos una verdad absolutamente cierta: la existencia del yo como sujeto pensante
(res cogitans). Esta existencia indubitable del yo no parece implicar, sin embargo, la
existencia de ninguna otra realidad. Pongamos un ejemplo: yo pienso que el mundo
existe, tal vez no exista pero lo único cierto es que yo lo pienso y soy consciente de
mi pensamiento. ¿Cómo demostrar la existencia de una realidad extramental,
exterior al pensamiento? ¿Cómo conseguir la certeza de que existe algo aparte de mi
pensamiento, exterior a él?
El problema es enorme, Descartes ha caído en el solipsismo y necesita salir de él. A
Descartes no le queda más remedio que deducir la existencia de la realidad a partir
de la existencia del pensamiento. Del yo pienso han de extraerse todos nuestros
conocimientos, incluido, claro está, el conocimiento de que existen realidades
extramentales.
En la primera certeza encontramos dos elementos:
1. El pensamiento como actividad del yo pienso.
2. Las ideas que piensa el yo.
En nuestro ejemplo yo pienso que el mundo existe tenemos, mirado detenidamente,
tres factores:
1. El yo que piensa y cuya existencia es indubitable.
2. El mundo como realidad exterior al pensamiento y cuya existencia es
dudosa.
3. Las ideas de mundo y de existencia que indubitablemente poseo. Tal vez el
mundo no exista pero lo que es indudable es que poseo estas ideas ya que si
no las poseyera no podría pensar que el mundo existe.
De este análisis concluye Descartes que el pensamiento piensa siempre ideas. Para la
filosofía anterior, el pensamiento no recae sobre las ideas, sino directamente sobre
las cosas: si yo pienso que el mundo existe estoy pensamiento en el mundo, y no en
mi idea de mundo. Para Descartes, por el contrario, el pensamiento no recae
directamente sobre las cosas (cuya existencia no nos consta en principio), sino sobre
las ideas. Yo no pienso en el mundo sino en la idea de mundo.
Pero antes de seguir adelante, es necesario preguntarnos ¿qué es lo que Descartes
entiende por Idea? Descartes distingue dos aspectos en ellas:
- Las ideas en cuanto que son actos mentales. En cuanto actos mentales todas
poseen una misma realidad.
- Las ideas en cuanto que poseen un contenido objetivo. En cuanto a su
contenido, su realidad es diversa.
Descartes distingue tres tipos de ideas:
1. Ideas adventicias. Aquellas ideas que parecen provenir (no nos consta que
de hecho procedan) de la experiencia externa. (La idea de casa, mesa,
perro…).
2. Ideas facticias. Aquellas que construye la mente a partir de otras ideas. (La
idea de un caballo con alas o un toro con cabeza humana).
Ninguna de estas ideas puede servirnos como punto de partida para la demostración
de la existencia de la realidad extramental. Las primeras porque parecen proceder
del exterior y por lo tanto su validez depende de la problemática existencia de la
realidad extramental. Las segundas porque al ser construidas por el pensamiento su
realidad es cuestionable.
3. Ideas innatas. Existen, sin embargo, ideas que no parecen provenir de la
experiencia, ni son construidas por el pensamiento. Entonces ¿cuál es su
origen? La única respuesta posible es que el pensamiento las posee en sí
mismo, es decir, son innatas. Ideas innatas son, por ejemplo, la idea de
pensamiento, la de existencia… Estas ideas no son construidas por mí, ni
proceden de la experiencia externa, sino que me las encuentro en la
percepción misma del pienso, luego existo, es decir, en la percepción misma
de mi ser consciente. Están en la conciencia, emanan de la primera verdad,
son igual de verdaderas que ella.
4. La existencia de Dios y del Mundo.
Entre las ideas innatas, Descartes descubre la idea de infinito que se apresura a
identificar con Dios. Una vez establecido que la idea de Dios es innata el camino de
la deducción queda definitivamente abierto.
1. La existencia de Dios es demostrada a partir de la Idea de Dios. Hay dos
argumentos.
a. El primero es el argumento ontológico de San Anselmo de
Canterbury. Dios como un ser que es imposible pensar otro más
perfecto que él, por lo tanto debe existir porque sino podríamos pensar
otro que fuera más perfecto, es decir, que existiera.
b. El segundo es un argumento basado en la causalidad aplicada a la idea
de Dios. Este argumento parte de la realidad objetiva de las ideas. Si
las ideas existen realmente esto requiere de una causa que sea real y
que las fundamente. Así, la idea de un ser infinito ha sido causada en
mí por un ser infinito, luego ese ser infinito existe.
2. La existencia del mundo es demostrada a partir de la existencia de Dios:
puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz, no puede permitir
que me engañe al creer que el mundo existe.
Dios aparece así como garantía última de que a mis ideas corresponde un mundo,
una realidad extramental. Pero Descartes (como Galileo) niega que Dios garantice
que a todas mis ideas corresponda una realidad extramental. Niega que existan las
cualidades secundarias (colores, sonidos…). Dios solamente garantiza la existencia
de un mundo construido exclusivamente por la extensión y el movimiento
(cualidades primarias). A partir de estas dos cualidades puede explicarse toda la
realidad.
5. La estructura de la realidad: las tres sustancias.
De lo anteriormente dicho, se desprende que Descartes distingue tres esferas o
ámbitos de la realidad:
- Dios.
- El yo o sustancia pensante (res cogitans).
- Los cuerpos o sustancia extensa (res extensa).
El concepto de sustancia es un concepto fundamental en Descartes y, a partir de él,
en todos los filósofos racionalistas. Para Descartes sustancia es una cosa que existe
de tal modo que no necesita de ninguna otra cosa para existir. Tomada esta
definición de un modo literal, es evidente que sólo podría existir una sustancia: Dios
(ya que los seres finitos son creados por él). Descartes mismo reconoció esto. Pero
lo que quería poner de manifiesto Descartes con esta definición era la independencia
mutua entre la res extensa y la res cogitans, que no necesitan la una de la otra para
existir. Con esto entramos en el objetivo último de la filosofía cartesiana: afirmar
que el alma o conciencia o pensamiento y el cuerpo o mundo constituyen sustancias
distintas. Esto es salvaguardar la autonomía del alma respecto de la materia. La
materia, el mundo, se rige por la necesidad y el determinismo y no hay lugar alguno
para la libertad. Ésta no sólo podría salvarse sustrayendo el alma del mundo de la
necesidad mecánica.