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Disertación de DESCARTES

(1 INTRODUCCIÓN)
Durante este período la filosofía sitúa el problema del conocimiento como eje de estudio y reflexión formulando sobre él una
serie de interrogantes que desea aclarar, tales como el origen y fundamento del conocimiento verdadero, las operaciones del
entendimiento que nos llevan a ese conocimiento verdadero y el método adecuado para alcanzar la verdad en las ciencias.
Para dar solución a estas interrogantes nacieron dos escuelas, racionalismo y empirismo, que se enfrentan a esta misma
problemática, pero se diferencian en la manera de darle solución.
El racionalismo afirma el predominio de la razón sobre el conocimiento sensible, sin atribuir especial relevancia a la
información que nos proporcionan los sentidos, ya que es engañosa. Tratan de aplicar el carácter matemático a la filosofía, partiendo
de las ideas innatas que podemos alcanzar (ideas innatas en Descartes no significan que las poseamos por naturaleza sino que nuestra
mente está capacitada para alcanzarlas).
Son pues las afirmaciones fundamentales que el racionalismo hace sobre conocimiento:
 Que nuestro conocimiento sobre la realidad puede ser construido inductivamente a partir de ciertas ideas y principios
evidentes. Esto es lo que denominamos el sistema o método deductivo que afirma que podemos llegar a conclusiones
particulares partiendo de proposiciones primeras y generales.
 Que estas ideas y principios son innatos al entendimiento, que el ser humano posee esta capacidad al margen de toda
experiencia sensible.
El empirismo es la otra cara de la moneda de este intento de explicación del conocimiento, para ello es nuestro conocimiento
procede en última instancia de los sentidos, que es el origen y fundamento del mismo. Así la experiencia sensible se convierte en la
base de todo conocimiento, no pudiendo éste traspasar las fronteras de aquélla. Los empiristas rechazan radicalmente la existencia de
ideas innatas, tanto las de tipo platónico como las cartesianas.
Descartes, aunque parte de la duda, se enfrenta de manera decidida al escepticismo en el terreno del conocimiento y afirmará que
la razón está capacitada para descubrir la verdad y la certeza absolutas. Alcanzar esa verdad absoluta se convertirá en el objetivo de su
labor filosófica. Su proyecto es construir un sistema filosófico para que en nuestro conocimiento acepte dar como verdadero si no es
evidente por sí mismo, es decir, indudable.
Su primer paso es dudar de todo para, desde ahí, poder establecer sólidamente los principios de la verdad. Rechaza la autoridad
de Aristóteles y la escolástica y pone en cuestión todo lo considerado hasta entonces como verdadero. Con esta actitud Descartes lo
que pretende es nuestra razón acepte como verdadero sólo lo que es auténticamente verdadero, partiendo de cero y confiando en la
razón como único criterio. Para ello es necesario un método.

(2 LOS PRINCIPIOS DEL CONOCIMIENTO HUMANO.)


Antes de afrontar todo el entramado de su filosofía, Descartes se pregunta por lo que es y cómo funciona el entendimiento
humano, al escudriñarlo, descubre que hay dos modos de conocer: la intuición y la deducción. La primera es un modo de conocer por
el que captamos de manera inmediata, sin intermediarios, sin posibilidad de error, ideas simples y verdaderas, porque son evidentes
de por sí. La deducción lo que hace es extraer conclusiones particulares partiendo de las conexiones que hace con estas ideas más
simples que se han captado por intuición. Pero esta empresa será imposible si no se sigue una pauta que queda sintetizada en el
método.
Lo que Descartes se propone al formular el método es crear unos preceptos tan simples y universales que permiten su aplicación a
cualquier ciencia. Para ello vamos a ver cuáles son:

 El primer precepto es el de la evidencia, es decir el no admitir como verdadero nada que no sepa con seguridad que lo es. Esto es
importante porque así evitamos tanto la precipitación como la prevención, es decir, aceptar como evidente lo que es confuso y
oscuro, o a no aceptar como evidente aquello que es claro y distinto. A continuación dentro del mismo precepto pasa a formular
el criterio de verdad, estableciendo la claridad y la distinción como notas características de las ideas simples. La claridad es la
presencia de un conocimiento en la mente, pero una presencia nítida y la distinción es el hecho de estar perfectamente delimitado,
separado de los más, sin contener absolutamente nada que pertenezca a otro.
 El segundo precepto es el análisis. Con el proponen reducir los problemas a ideas simples, claras y distintas, que se puedan captar
por intuición. A partir de estas ideas simples se levantará a todo el edificio del conocimiento.
 El tercer precepto es el de la síntesis aquí es donde interviene en el segundo modo de conocimiento es decir que la deducción, que
es una cadena ordenará de evidencias que parte de las ideas claras y distintas para llegar al conocimiento de lo más complejo con
la misma claridad y distinción que los principios de los que se había partido.
 El cuarto precepto es el de la enumeración, es decir, el de la revisión, el de repasar paso por paso y estrictamente todo el proceso
de mi conocimiento sin dejar cabos sueltos, para conseguir extender la evidencia de la intuición al proceso de edad de la
deducción por el cual hemos llegado a las ideas complejas.
Los dos procesos del conocimiento, el análisis y la síntesis, que se han enumerado en el precepto segundo y tercero, se
corresponden respectivamente con los dos modos de conocer del entendimiento: La intuición para el primero, que nos proporciona las
ideas claras y distintas (recordar siempre estos dos conceptos), y por tanto evidente, y la deducción, que nos permite prolongar esta
evidencia hasta lo inicialmente desconocido, extrayendo conclusiones particulares de estas ideas claras y distintas. Este es el único
método adecuado para la razón y para su forma natural de conocer, concluye Descartes.

(3. – LA DUDA METÓDICA)


Dicho esto, queda claro que el objetivo de Descartes es encontrar verdades absolutamente ciertas, y esto sólo se puede hacer
a través del método, pero, ¿Por dónde comenzar?, ¿desde dónde levantar ese edificio?: la duda metódica.

Disertación de Descartes 1
Se denomina duda metódica porque es el resultado de la aplicación del primer precepto del método es decir, no admitir jamás
ninguna cosa como verdadera si no tengo evidencia de ello. Esta duda no es real sino que es un instrumento metódico, de aplicación
necesaria para alcanzar la intuición de una idea clara y distinta. Ahora bien, ¿De qué hay que dudar? Descartes nos hablara de dudas
escalonadamente y que van alcanzando mayor radicalidad: la fiabilidad de los sentidos (en la que pondrá en duda que los sentidos
puedan servir como base del conocimiento verdadero), la existencia de las cosas y del mundo (puesto que en ocasiones no puedo
distinguir la vigilia del sueño por lo que no puedo asegurar que lo que me rodea sea real o no), y la posibilidad de que un genio
maligno, o duda hiperbólica, me esté constantemente engañando y quiera hacer que me pierda en la búsqueda de la verdad (para dudar
con él de lo que haya podido escapar a las dudas anteriores e introducir en ella incluso a la misma lógica y matemáticas).

(4. - LA FORMULACIÓN Y FUNDAMENTACIÓN DEL CRITERIO DE VERDAD)


(El cogito: primera verdad y criterio de certeza.)
La duda metódica no lleva a Descartes al escepticismo, esto ya lo hemos dicho. Será pues esta duda radical el punto de
partida de donde extraer a la primera certeza absoluta: la existencia del sujeto que piensa, lo que será tomado como primera verdad y
criterio de certeza. Esta es una verdad que resiste toda duda por muy radical que sea, incluso la del genio maligno. Todo lo que pienso
puede ser falso, estoy convencido de que nada existe, incluso de que las matemáticas son errores del entendimiento provocados por el
genio maligno. Pero de lo que no puedo dudar en forma alguna es del hecho de que yo dudo, de que yo pienso. Mi existencia como
sujeto que piensa está más allá de cualquier posibilidad de duda.
Así el “pienso luego existo” es una verdad inmediata conocida por intuición, que para Descartes reúne las condiciones
esenciales de verdad: la claridad y la distinción
Esta primera verdad no sólo nos informa de la existencia de sujeto sino que nos aporta conocimientos sobre lo que es este
sujeto. Es un sujeto que piensa.
Así pues, Descartes sale de la duda con el conocimiento de la existencia del yo, y con el conocimiento y convencimiento de
que es una cosa que piensa y que siente. Así, este principio, pienso luego existo, se convierte en criterio general de certeza, puesto que
es una verdad indudable que se conoce por intuición y se percibe con toda claridad y distinción.
Una vez llegado a esta primera verdad que Descartes ha demostrado con la sola ayuda el pensamiento y la razón, sin
apoyarse en el mundo sensible, se enfrenta al problema de llegar la conclusión de la existencia del mundo, de las cosas materiales.
Para ello va utilizar su teoría de las ideas, pero de una manera nueva, no al modo de Platón ni la Edad Media. Las ideas son como una
representación gráfica de las cosas con la que trabaja nuestra inteligencia. Así, Descartes sólo puede atribuir la verdadera existencia a
la idea sobre la cual recae mi pensamiento, pero no tiene ninguna certeza de que el contenido de esa idea tenga una realidad fuera de
ella, es decir, yo puedo tener la idea de bolígrafo, puedo pensar la idea de bolígrafo, pero no tengo la seguridad de que exista una cosa
fuera de mi pensamiento que se corresponda con esa idea de bolígrafo.
Concluye que las ideas son de tres tipos:
Las ideas adventicias: son tímidas extrañas que no provienen del propio pensamiento, sino que de alguna manera parecen
provenir del exterior teniendo su causa en la percepción sensible (calor, suavidad, color, durezas, etc).
Las ideas facticias: son aquellas que la mente construye a partir de otras pudiendo decir que son creadas por la imaginación
(centauro, sirena, etc.). Estos dos primeros tipos de ideas son rechazadas por Descartes como punto de partida para demostrar la
realidad del mundo sensible.
Las ideas innatas: son las ideas que posee por sí mismo el pensamiento, pero no significa que aceptemos esos conocimientos
de manera consciente sino que son connaturales a la razón porque ésta posee predisposición natural para formarlas, es decir son
innatas porque nuestra mente está capacitada para llegar a ellas (existencia, pensamiento, idea de infinito, eternidad, etc.) son
conocidas por una percepción inmediata de la intuición, sin mediar proceso sensible alguno. Así, gracias a estas ideas podremos salir
de la existencia del sujeto pensante a la existencia del mundo sensible, tesis fundamental del racionalismo.
Entre las ideas innatas Descartes descubre una que va a ser fundamental, la idea de infinito, que lógicamente identifica con la
idea de Dios, y para ello lo primero que tiene que hacer es demostrar que no es una idea a adventicia ni facticia. A esta conclusión
llega después de observar que es imposible que proceda del mundo sensible, afirmando además que la idea de finito presupone la idea
de infinito. Así pues, ni puede proceder del mundo sensible, ni puede proceder de otras ideas; en conclusión, debe ser una idea innata,
así que la idea de Dios es una idea innata.
Este punto será crucial en la filosofía cartesiana porque partiendo de la idea de Dios todo el proceso deductivo posterior hasta
demostrar la existencia del mundo y de la veracidad de los sentidos queda abierto.
Una vez tenida la idea de Dios será preciso demostrar la realidad objetiva e independiente de Dios mismo para ello utiliza los
argumentos para su demostración:
 El argumento de la causalidad aplicada la idea de infinito: Dios. La idea como realidad objetiva por representación de una cosa,
ha de tener una causa real que sea proporcional a la idea. La idea de un ser infinito no puede haber sido causada por mí mismo
puesto que yo soy un ser finito, sino que debe haber sido causada por un ser cuya realidad formal sea proporcional a la idea, es
decir, por un ser infinito. De donde se infiere que ese ser finito existe.
 El argumento de Dios como causa de mi ser. En mi mente hay una idea de perfección infinita, si yo fuese la causa de la realidad
objetiva de la idea de perfección, mi realidad formal debería ser proporcional, es decir podría darme a mí mismo la perfección
que deseo. Es evidente que yo no poseo esa perfección infinita, luego yo no puedo ser causa de esa idea. Así, la causa de mi idea
de perfección ese alguien tan perfecto como la idea de perfección que yo poseo, y además la ha puesto en mí. Ese ser sólo puede
ser Dios.
 El argumento ontológico. Ya utilizado por san Anselmo viene a decir que todos los hombres tienen una idea de Dios, entendiendo
como Dios un ser tal que es imposible entender un ser mayor que él. Ese ser debe existir no sólo en nuestro pensamiento sino
también en la realidad, porque si no existiera en la realidad podríamos pensar un ser mayor que él, que tuviera la perfección de la

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existencia, y entonces caeríamos en contradicción. En consecuencia, Dios debe existir no sólo en el pensamiento, sino también en
la realidad.
Una vez demostrada la existencia de Dios, puede afirmarse su bondad y veracidad, y así rechazar la hipótesis del genio maligno
engañador. La conclusión es clara: el criterio de verdad está directamente garantizado por Dios, así, todas las ideas que percibimos
con claridad y distinción son verdaderas.

(5. - LAS COSAS MATERIALES (RES EXTENSA))


Demostrada la existencia de Dios se tiene la posibilidad de demostrar también la existencia de las cosas que percibo por
medio de los sentidos.

Puesto que Dios existe y es infinitamente bueno y veraz no puede permitir que me engañe al creer que el mundo no existe,
por tanto el mundo existe. Para explicar este razonamiento Descartes recurre a la teoría de la realidad objetiva de las ideas y nos dice
que esas ideas deben proceder de una causa distinta de mí mismo, que debe poseer al menos tanta realidad como tiene objetivamente
la idea. Si yo siento una fuerte inclinación a creer que esas ideas me son producidas por las cosas sensibles, y si Dios, que me ha dado
en definitiva esa fortísima inclinación, me engaña, entonces Dios sería mentiroso. Puesto que esto no puede ser, esa inclinación me
dice la verdad.
En resumen, dejando aparte la sustancia infinita o Dios, Descartes distingue dos sustancias: el yo o sustancia pensante, y los
cuerpos o sustancia extensa. Estas son las dos únicas sustancias que cumplen con la definición: no necesitar más que a Dios para
existir y percibirlas clara y distintamente como independientes e irreductibles entre sí.
Ahora bien, cabe que nos preguntemos una simple cuestión: ¿son las cosas tal y conforme a las percibimos?, ¿qué es lo que
percibimos realmente de las cosas? Para poder explicarlo, Descartes procede a diferenciar entre cualidades primarias y cualidades
secundarias. Lo único que tiene realidad objetiva en los cuerpos es aquello que percibimos con claridad y distinción, y sólo poseen
estas características las cualidades primarias, que pueden expresarse matemáticamente: la extensión, el movimiento y la figura. Estas
cualidades que existen objetivamente independientemente del sujeto. Las cualidades secundarias, sin embargo, como el olor, calor,
sonido, etc., no existen objetivamente en las cosas, sino que son apreciaciones subjetivas. Descartes limita el verdadero conocimiento
del mundo a las cualidades primarias y a partir de ellas, según afirma, se pueden deducir la física y las leyes del movimiento, lo que
nos llevara a una interpretación mecanicista de la naturaleza.
¿Qué función se asigna a las cualidades secundarias? Simplemente nos enseñan lo que nos conviene y lo que nos perjudica, pero
no nos enseñan nada sobre la verdad de las cosas.

6. – (EL DUALISMO ANTROPOLÓGICO.)


El ser humano, en la filosofía cartesiana, tiene la particularidad de poseer dos sustancias. Lo que pudiera parecer un privilegio se
traduce en un problema porque como sustancias no se pueden unir ni mezclar y por otro como sustancia extensa el ser humano está
sometido a las leyes implacables de la mecánica, por lo que no sería un ser libre.
La teoría de las dos sustancias le permitirá salvar la libertad dentro de su universo mecanicista. En su teoría dualista Descartes
señala que:
El alma y el cuerpo están estrechamente unidos.
El alma es sustancia pensante completamente diferente e independiente del cuerpo, sustancia extensa, y que puede vivir
separada de él.
El alma es la que salva al cuerpo de la mecánica, puesto que al estar estrechamente unida a él le confiere esa libertad que de
otro modo no tendría. Para explicar la unión entre ambas recurre a la glándula pineal, que es la que las pone en contacto.
Así, la libertad sólo puede residir en el alma, que tiene dos funciones: de un lado, el entendimiento como facultad de pensar
y, de otro lado, la voluntad como facultad de afirmar y negar, es decir, de elegir, y es la que Descartes identifica con la libertad. Es
precisamente esta libertad la que nos puede llevar al error o a la verdad, al bien o al mal, según la utilicemos, según elija o no aquello
que el entendimiento le presenta con claridad y distinción como lo bueno y lo verdadero

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