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La cultura de los castros es un fenómeno arqueológico asociado principalmente a la

región noroeste de la península ibérica, que floreció durante la Edad del Hierro,
específicamente entre los siglos VIII a.C. y I a.C. Se caracteriza por la construcción de
poblados fortificados, conocidos como "castros", que servían como centros de
población, defensa y producción agrícola y artesanal.
Estos castros eran comunidades prehistóricas que se establecían en ubicaciones
estratégicas, como promontorios, colinas o elevaciones naturales, lo que les
proporcionaba ventajas defensivas frente a posibles invasiones. Las estructuras de los
castros variaban según la ubicación geográfica y los recursos disponibles, pero
generalmente consistían en viviendas circulares u ovales construidas con piedra y
techadas con materiales vegetales.
La economía de los castros se basaba en la agricultura, la ganadería y la metalurgia.
Cultivaban cereales como el trigo y la cebada, así como legumbres y frutas. También
criaban ganado, principalmente ovejas, cabras y cerdos. La metalurgia era una actividad
importante, especialmente la producción de objetos de hierro, bronce y oro, que eran
utilizados tanto para fines prácticos como ornamentales.
La sociedad de los castros estaba organizada en torno a estructuras tribales o clanicas,
con un sistema político y social jerarquizado. Los castros más grandes podían estar
gobernados por líderes o jefes tribales, mientras que en los castros más pequeños la
autoridad podía ser ejercida por consejos de ancianos o mediante sistemas de asamblea.
La religión desempeñaba un papel significativo en la vida de los habitantes de los
castros, como lo demuestran los numerosos restos arqueológicos de prácticas religiosas
y rituales, así como los hallazgos de objetos ceremoniales y símbolos religiosos.
La cultura de los castros entró en declive con la llegada de la conquista romana de la
península ibérica, a partir del siglo II a.C. La incorporación de estas tierras al Imperio
Romano significó cambios significativos en la organización social, económica y cultural
de la región, y muchos castros fueron abandonados o integrados en las nuevas
estructuras administrativas romanas.
A pesar de su desaparición como entidades culturales independientes, el legado de los
castros perduró en la historia y la cultura de la región, dejando un rico patrimonio
arqueológico que sigue siendo objeto de estudio e interés hasta el día de hoy.

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